Zarka, Yves - Lacan. Psicoanálisis y Política
Zarka, Yves - Lacan. Psicoanálisis y Política
Zarka, Yves - Lacan. Psicoanálisis y Política
Cits
Yves Charles Zarka (dir.)
N 16,2003
JAcQuEs LAcAN
PSICOANLISIS
Y POLTICA
EDITORIAL
PUNTO SENSIBLE
DEL fSICOANLISIS'
Yve& Charles Zarka
lll
11
111
1'
DOSSIER
PSICOANLISIS Y POLTICA
PRESENTACIN
Jean-Pierre Clro
y Lynda Lotte
15
1110\ uttlc-rttoH
16
de nuestra poca Lacan resalt, cuando mejor se comprendieron las razones del famoso Patriarcha (publicado en
1680, pero escrito varios decenios antes) y lo que la estructuracin poltica deba a la organizacin familiar. Quizs sea
el momento de retomar estas cuestiones desde un ngulo diferente del histrico; es lo que hacen M. Schneider y P. Dufour de Conti, con tanta mayor oportunidad cuanto que los
problemas estallan por doquier ante nuestros ojos sin que
queramos verlos y sin que aceptemos mirar de frente la
transformacin de las costumbres. El psicoanlisis, testigo
privilegiado del "nuevo desorden amoroso" 2 que se despliega bajo la comedia de la liberacin sexual, est notablemente bien situado para evaluar, pensar, anticipar en el plano
social y poltico fenmenos como el desmoronamiento de la
funcin paterna, la desinstitucionalizacin de los lazos sociales, familiares y hasta sexuales, y la maternizacin creciente -no tanto la feminizacin- del poder, del que se espera
una seguridad y un bienestar mayores. El psicoanalista,
quien no tiene que dictar conductas ni controlarlas, puede
deplorar que el poltico no diga nada sobre estas cuestiones
ni promueva debates a su respecto, aun cuando igual legisle, a escondidas, sobre relaciones que comprometen muy
profundamente a nuestras sociedades.
Est claro que el psicoanlisis puede marcar con nfasis
todos estos puntos en los que la sociedad se convulsiona ante
nuestra vista, y ponderar con mayor exactitud lo esencial y
lo que es slo ms perceptible en apariencia. Inserto desde
esta perspectiva en el linaje de la Poltica de Aristteles y
de la Patriarcha de Filmer, el psicoanlisis puede indicar no
obstante los aspectos nuevos y los riesgos polticos, jmidicos
y sociales de problemas que contienen, quizs, ms peligros y
gravosas amenazas futuras que otras cuestiones ms llamativas y aparentemente ms litigiosas.
Intentemos explicitar, por ahora, lo que el psicoanlisis
puede aportar de ms especfico sobre la poltica, y sealeauthority of our fathers and in the family we 'are trained into' the disposition to obcy. 'Once formed nothing is easier than to transfert it from onc
object to anothcr"' (Ucc. 109; 104-13) (Ucxxv, 10-15; UC, Ixxxvii (a), 6970). "This suggests that the disposition to obcy is programmcd into us
very early. In political society, thc focus changes but the mechanism is the
same" (pg. 235).
2
D. Leroy se refiere con esto, entre otras cosas, a la confusin creciente entre lo pblico y lo privado en materia de cuestiones erticas,
unindose as a una apreciacin de M. Schneidcr.
17
mos los pocos puntos sobre los que podran versar mejor sus
eventuales consejos . Lo esencial del esclarecimiento psicoanalitico est en tratar la poltica al margen de las concepciones "individualistas" y "contractualistas", presentadas ms
bien como ideologas a partir del estallido del sujeto. Freud
empez a mirar las cosas sistemticamente desde este ngulo en sus textos sobre el jefe, la masa, la guerra, la agresividad, las renuncias pulsionales exigidas por la civilizacin,
los grandes fantasmas de los lderes; est claro que los trabajos a los que vuelve sin cesar Lacan en este terreno han
dado sus frutos, como se lo ver particularmente, por ejemplo, con S. Zizek. Por consiguiente, el psicoanlisis podra
ensearnos que el modo en que culminan las cosas es por lo
menos tan importante como el modo en que se inician. Aquel
a quien le es indiferente el precio a pagar por tal o cual fenmeno que desecha acompaar, no hace ms que sembrar
deudas, en el mbito que sea.
P.-L. Assoun seala, por ejemplo, cun peligroso es no
preocuparse por el fin de los ideales e imaginar que se puede actuar a su respecto como si fueran a desmoronarse solos. El psicoanlisis es una reflexin sobre el fin, incluido el
propio fin de lo que l mismo pone en prctica. Su arte no se
separa de un saber sobre los desenlaces.
Sorprender comprobar una unanimidad bastante amplia de los psicoanalistas en materia de las tesis polticas que
abordan. Se debe esto a que, a despecho del espritu crtico
que afirman y que parece animarlos, terminan por hablar la
lengua nica de su comunidad? Sera problemtico decir,
empero, de qu "comunidad" se trata, dado que se encuentra tan dividida como las dems. Por aadidura, si bien coinciden con bastante regularidad sobre el diagnstico, los
analistas divergen muy pronto en cuanto al camino a seguir
en consecuencia. Tomemos el ejemplo de lo religioso, al que
lo poltico, incapaz de administrar las relaciones esenciales,
deja el campo libre, incluso cuando finge defender los valores laicos. Desde el momento en que no se piensa lo poltico
en trminos de contrato, ni se otorga a los derechos humanos ms importancia de la que les corresponde, y ello recusando siempre la hipocresa de invocarlos, es inevitable que
el abordaje de la poltica resulte inseparable de la teora de
la religin: como lo recuerda E. Laurent, esto es lo que se
advierte en Freud a travs de los temas del sacrificio, la
mancha y el pecado. Pero hay varias maneras de afirmar
18
20
DE FREUD A LACAN:
EL SUJETO DE LO POLTICO
Paul-Laurent Assoun
"Qu es usted, polticamente?". Segn una clebre ancdota, Freud responda a la pregunta en estos trminos: "Politicamente, no soy nada". t Y si su interlocutor, excediendo an
este nada!* formal, insista en recalcar que, "polticamente", cada cual debe hacer gala de su color (cosa de una evidencia difana), Freud no se inmutaba: si estaba obligado,
pues, a nombrar "su" color, ste no sera ni "blanco" ni "rojo",
sino ... "color carne". Pregunta interesante: si hay un color
de la piel, de qu color es la "carne"? Al menos, aclara
Freud, esto es lo "que uno debera ser" 2 ms all del arco iris
de los partidos: "color carne" ...
Sera un error tomar esta negacin de afiliacin politica
por un banal "apoliticismo" o por una profesin de fe humanista lenificativa, o incluso por un "neutralismo" decolorado. Freud no es el beocio de la poltica bajo cuyos rasgos gustara presentarse para dar mejor lecciones de "geopoltica"
(para drselas a un tal Einstein, devenido psiclogo!). 3 A la
sombra de este universalismo humanista, Freud descifraba
lo poltico como puesto en crisis por la guerra mundiaV de
la que advirti claramente sus lazos con la cada de los ideales y el camino que as se abra al fenmeno totalitario. Nada
*En castellano en el original. (N. de la T.)
1
A. Eastmann, citado por Wilhelm Reich en Reich parle de Freud ,
Pars, Payot, pg. 63 .
2
E. Jones, La vie et l'reuvre de Sigmund Freud, Pars, PUF, t. III, pg.
389. [Vida y obra de Sigmund Freud, Buenos Aires, Horm, 1989.)
3
Sobre este punto, cf. Por qu la guerra?, 1932, y nuestro comentario en Hermes, "Individualisme et politique", Pars, Editions du CNRS.
4
S. Freud, De guerra y muerte. Temas de actualidad (1915); Por qu
la guerra? (1932).
21
ms nocivo a sus ojos que "el parloteo sobre el ideal" en el orden de lo poltico, tal como lo ilustra el presidente Wilson, quien
pone en evidencia la morbidez del ideal. 5 Si existe cabalmente
un aporte freudiano a lo "colectivo", 6 la postura frente a lo poltico se divide entre discurso de lo real e in-diferencia premeditada. 7 Ser "color carne", es una forma de apoliticismo? Significa que es legtimo ser indiferente en poltica?
DE LA INDIFERENCIA EN MATERIA POLTICA
S. Freud, W. Bullitt, Le prsident T. W. Wilson. Portrait psychologique. [El presidente Thomas Woodrow Wilson. Un estudio psicolgico, Buenos Aires, Letra Viva, 1973.]
6
P.-L. Assoun, Freud el les sciences sociales. Psychanalyse et thorie
de la culture, Pars, Armand Colin, "Cmsus", 1993. [Freud y las ciencias
sociales, Barce 1ona, del Serbal, 2003 .]
7
Sobre el conjunto de la posicin freudiana sobre la poltica, remitimos a nuestro trabajo L'entendement freudien. Logos et Ananhe, Pars,
Gallimard, 1984, cap. VI: "La ralit de l'illusion: I'Ananake politique et
son logos", pgs. 231-262.
22
23
1964, en trminos tan indirectos como precisos, lo que sucedi en noviembre de 1963:
"Cada quien, en cualquier instante y en todos los niveles,
es negociable, puesto que lo que nos revela cualquier aprehensin mnimamente seria de la estructura social es el intercambio ... Cada quien sabe que la poltica consiste en negociar, y esta vez al por mayor, por paquetes, a los mismos
sujetos, llamados ciudadanos, por cientos de miles. La situacin no tena, pues, en este aspecto, nada de excepcional,
salvo que ser negociado por colegas y hasta alumnos, como
los llam hace un rato, recibe a veces, visto desde afuera,
otro nombre." 13
Tenemos aqu una definicin de la poltica, negociacin
"al por mayor" de "sujetos", en la superestructura del intercambio, estructura social. Lo que da ocasin de suministrarla es la operacin de "liquidacin", de "venta de saldos" de
que fue objeto Lacan, en forma de traicin. Efecto perverso que
permite recordar que la poltica se encuentra aqu en plena
actividad. "Excomulgado", Lacan se considera cabalmente
entonces una vctima de la poltica de la institucin (analtica). Se habr topado ese da -de pluralizacin de los "nombres del padre"- con la realidad de lo poltico, en tanto maestro liquidado por sus discpulos ...
Ya en 1957 haba indicado esta captacin de lo poltico en
el orden del intercambio y del significante flico:
"En todos los casos, incluso en las sociedades matriarcales, el poder poltico es androcntrico." El "contexto poltico"
o "el orden del poder" es referido al "orden del significante,
donde el cetro y el falo se confunden". 14 En este texto, Lacan
evocaba "anomalas muy extraas en los intercambios, modificaciones, excepciones, paradojas, que aparecen en las leyes del intercambio en el plano de las estructuras elementales del parentesco".
24
12
P.-L. Asso\m, "Le sujet de l'assentiment", en Littoral, y nuestro
Freud et Wittgenstein, Pars, PUF, "Quadrige", 1995.
13
J . Lacan, Le S minaire XI, Les quatre concepts fondamentaux de la
psychanalyse, Pars, Le Seuil, 1973, pg. 10. [Seminario 11, Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanlisis , Buenos Aires, Paids, 1995, 7
reimp., pg. 13. (Traduccin modificada por nosotros. N. de la T.)]
14
J. Lacan, Le S minaire IV, La relacin d 'objet, Pars, Le Seuil, 1994,
sesin del 27 de febrero de 1957, pg. 191. [Seminario 4, La relacin de
objeto, Buenos Aires, Paids, 1996, pg. 194.)
25
Pero tenemos aqu un paso ms en la teorizacin de lo poltico: el seminario La lgica del fantasma representa un punto de viraje en esa teorizacin. EllO de mayo de 1967 -justo
un ao antes del gran Mayo del deseo poltico- encontramos
la afirmacin de que "lo inconsciente, es la poltica". Esta
frmula tiene innegablemente algo de un eslogan, como si
Lacan intuyera que en cierto momento los muros de la revuelta iban a necesitar inscripciones. sta es la frmula suministrada por l a un "movimiento" que entonces no hace
otra cosa que buscar sus marcas. Es adems el momento en
que el Seminario entra en huelga.
Los gestos polticos de Lacan de los aos 1967-1968 encuentran su sentido: por la liberacin de Rgis Debray, el19
de abril de 1967; para apoyar a los estudiantes amotinados,
el 9 de mayo de 1968 ... 15 Se puede hablar de compromiso
poltico, salvo que se lo tenga por un acto coyunturalmente
acorde con un pensamiento consecuente de la estructura.
As pues, no sorprender que las estructuras puedan bajar
a la calle, como lo demuestra el acontecimiento constituido
por Mayo del68: "Si algo demuestran los acontecimientos de
Mayo, es precisamente la bajada de las estructuras a la calle." Manera de refutar la inscripcin supuestamente chistosa estampada en el pizarrn de la Sorbona en Mayo del68,
segn la cual, contrariamente a la "gente", "las estructuras
no bajan a la calle". 16 Es indudable que en los grandes momentos polticos las estructuras se vuelven actrices, como si
se histerizaran y se historizaran. El desmontaje de la lgica
del fantasma hace aparecer, al final del trayecto, la idea de
"topografa poltica". 17
26
27
Es preciso atenerse firmemente a este punto, pues la potencialidad lacaniana proviene de una genealoga de lo poUtico. Para comprender el fondo de esta genealoga es necesario partir de una suerte de decapitacin del saber, correlativa de la operacin de represin originaria atestiguada por
la "pasin del padre". Pero aqu est el punto principal: ese
saber acfalo -sobre el cual est plantada la cabeza del amo,
en cierto modo- es "un hecho poltico", en consecuencia "definible, por estructura"; lo cual funda, en rigor, su pertinencia. La cabeza del lder est plantada sobre la pica de ese
agujero de lo reprimido originario.
Ha llegado el momento de situar lo poltico en su lugar topolgico, es decir, como "revs del psicoanlisis", categora que
rompe con cualquier tentacin de "psicoanlisis aplicado".
Esto concierne al "discurso del amo", del que lo poltico es
un efecto capital.
"La intrusin en lo poltico slo es factible si se reconoce
que no hay discurso, y no slo analtico, que no sea del goce,
al menos cuando de l se espera el trabajo de la verdad." 21
Se llega as a lo que es propiamente "el revs del psicoanlisis", o sea "el discurso del amo", en tanto que los otros
tres son legibles precisamente en funcin de este punto oscuro. De ah la referencia a lo "reprimido originario", el cual
hace resurgir la cuestin de lo poltico. El discurso del amo
es, por consiguiente, el antnimo del discurso del anlisis.
Advirtamos, sin embargo, que el discurso del amo es el "derecho" de la realidad colectiva, que sta sostiene en su misma opacidad. Y con motivo: el discurso del amo se juega del
lado de la identificacin originaria con el padre y de lo reprimido originario. De ah un pasaje decisivo y enigmtico en
el que Lacan, tras referirse a ese reprimido originario como
"lo que no ha tenido que ser reprimido porque lo est desde
el origen", dice: "Este saber sin cabeza, dira yo, es sin duda
un hecho polticamente definible, por estructura". 22
20
J. Lacan, Le Sminaire VII, op. cit., sesin del 22 de junio de 1960,
pg. 338. [Seminario 7, op. cit., pgs. 348-349.]
21
Op. cit., sesin del 11 de febrero de 1970, pg. 90. [Edicin castellana, op. cit., pg. 83.]
22
J. Lacan, Le Sminaire XVII, op. cit., sesin del 18 de febrero de
28
1970, pg. 102. [Seminario 17, op. cit., pg. 94. (traducido directamente
del original francs. N. de la T.)]
23
Sobre este punto, cf. nuestra contribucin en Le pervers et la femme, Pars, Anthropos/Economica, 2D ed., 1995. [El perverso y la mujer en
la literatura, Buenos Aires, Nueva Visin, 1995.]
24
P.-L. Assoun, Le prjudice et l'idal. Pour une clinique sociale du
trauma, Pars, Anthropos/Economica, 1999. [El perjuicio y el ideal, Buenos Aires, Nueva Visin, 2001.]
29
Lo vemos al final de este trayecto: Lacan no ces de confrontarse con la poltica y esto segn un progresin de figuras
como la creencia, el intercambio, el fantasma y la estructura, el sntoma y el goce, el discurso. Como siempre, Lacan
opera un corte que adquiere su "filo" al desplegar de nuevo
la cuestin, con rigor, en el punto en que Freud la haba dejado.26
Freud pensaba el Estado por el lado de la Betrgerei, de
la engaifa, como ese Otro que finge defender al ciudadano
pero intenta asegurarse el monopolio, el de la "violencia legtima" (Weber) pero tambin el del. .. tabaco y los fsforos,
tratando a los "ciudadanos" como si fueran "menores"Y
Aunque Freud, segn la frmula de Reich, "no le peda nada
a la poltica" -tras haber renunciado a sus ambiciones de
juventud, poca en que lo fascinaban Alejandro y Lincoln!-,
tanto ms atento se mostraba en vigilar sus efectos sobre el
sujeto; una manera de expresarlo es decir que era "liberal".
Lacan aborda la cuestin por el lado de la creencia. En
un sentido, su poltica se escribe en el apres-coup del central texto freudiano sobre lo "colectivo": Ttem y tab, con
su "mito cientfico". 28 Lo poltico es cabalmente totmico. El
amo termina a veces decapitado, pero es siempre el tapaagujeros de lo reprimido originario. El gran lder -el nico del
"mito cientfico" freudiano- es sin duda el Urvater. Y l interviene en el lazo sociopoltico como "Ideal del yo" colectivo: la cabeza del amo del da se planta all para hacer posible la prctica colectiva del ideal y la identificacin lateral
consiguiente. 29
Volviendo al sealamiento freudiano inaugural, la polti-
30
31
ELHOMOSACER
COMO OBJETO DEL DISCURSO
DE LA UNIVERSIDAD*
Slavoj Zizek
El revs del psicoanlisis, Seminario XVII (1969-1970) sobre los cuatro discursos, es la respuesta de Lacan a los acontecimientos de 1968. Su postulado queda bien resumido por
la derivacin a que somete el clebre graffiti antiestructuralista que se lea ese ao en las paredes de Pars: "Las estructuras no caminan por la calle!". Por el contrario, este
seminario intenta demostrar de qu manera las estructuras
CAMINAN por la calle, es decir, de qu manera las mutaciones
estructurales PUEDEN explicar explosiones sociales como la de
1968. En lugar del Orden simblico nico, con su sistema de reglas a priori destinadas a garantizar la cohesin social, tenemos la matriz de los pasajes de un discurso al otro: el inters de Lacan se concentra en el pasaje del discurso del
Amo al de la Universidad, en tanto discurso hegemnico de
la sociedad contempornea. No es nada sorprendente que la
revuelta haya tenido lugar en las universidades: por s misma, ella indicaba simplemente la transicin hacia nuevas
formas de dominacin en las cuales el discurso cientfico favorece y legitima las relaciones de dominacin. El postulado
subyacente de Lacan es escptico-conservador. Su diagnstico se resume muy bien en su clebre rplica a los estudiantes revolucionarios: "Como histricos, ustedes exigen un
nuevo amo. Lo tendrn!". Este pasaje puede ser considerado igualmente, en trminos ms generales, como trnsito del
Antiguo Rgimen prerrevolucionario a un nuevo Amo postrevolucionario que se niega a admitir que lo es, presentndose como un simple "servidor" del Pueblo. Empleando los
*Segn consta en el volumen que traducimos, el texto francs del pre
sente captulo fue vertido del ingls por Valrie Gaubert. (N. de la T.)
33
SI
El discurso de la Universidad es enunciado desde el punto de vista del Saber "neutro": se dirige al resto* de lo real
(en el caso del saber pedaggico, al "nio inexperto e inculto") para transformarlo en sujeto(~). La "verdad" del discurso de la Universidad que se oculta debajo es, por supuesto,
el poder, vale decir, el significante Amo: la mentira constitutiva del discurso de la Universidad est en que reniega de
su dimensin performativa, presentando como una simple
inmersin en el estado fctico de las cosas lo que equivale,
de hecho, a una decisin poltica basada en el poder. Aqu es
preciso cuidarse de cualquier lectura foucaultiana errnea:
el sujeto producido np es simplemente una subjetividad saliendo a la luz como fruto de la aplicacin jerrquica del poder-saber, sino su resto, lo que escapa a este campo del
poder-saber. La "Produccin" (cuarto trmino de la matriz
de los discursos) no representa simplemente el resultado de
la operacin discursiva, sino ms bien su "resto indivisible",
el exceso que resiste a la inclusin en la red discursiva, es
decir, lo que el discurso mismo produce en tanto cuerpo extrao en su propio seno. El ejemplo ms explcito de la posicin de Amo subyacente en el discurso de la Universidad se
encuentra, tal vez, en la manera con que funciona el discurso mdico en nuestra vida diaria: en la superficie, es
cuestin de un saber objetivo puro que desubjetiviza al
paciente-sujeto, reducindolo a objeto de estudio, diagns-
* El
trmino francs empleado aqu por la traductora del original ingls no es reste, sino reliquat, cuyo sentido propio es "saldo" (de una cuenta impaga, por ejemplo), y cuya acepcin como "resto" es secundaria y figurada. Pero es la que hemos decidido utilizar nosotros. (N. de la T.)
34
tico y tratamiento; sin embargo, por debajo es fcil discernir un sujeto histerizado e inquieto, embargado por la angustia, dirigindose al mdico como a su Amo y pidindole
que lo tranquilice. En un nivel ms anodino, basta tomar al
experto en mercados que p1econiza medidas presupuestarias draconianas (reduccin del gasto social, etc.) como necesidad impuesta por su condicin de experto neutro y desprovisto de cualquier preconcepto ideolgico. Pero lo que l
oculta es toda la serie de relaciones de poder (desde el rol
activo de los engranajes del Estado hasta las convicciones
ideolgicas) que subyace en el funcionamiento "neutro" de
los mecanismos del mercado.
El nivel superior del discurso de la Universidad, (S 2 - a),
no es acaso el de la biopoltica (en la acepcin utilizada desde Foucault hasta Agamben), o el del saber del experto que
trata en su objeto a no a sujetos, sino a individuos reducidos
a la simple condicin de seres vivos? Y el nivel inferior, no
designa lo que Eric Santner llama "crisis de investidura",* a
saber: la imposibilidad del sujeto de acercarse a S 1 , de
identificarse con un significante Amo, de asumir el mandato simblico impuesto? 1 Aqu, el punto clave es que la regla
del experto en materia de "biopoltica" se funda en la crisis
de la investidura y est condicionada por ella; esta crisis ha
generado la actitud supervivencia! "postmetafsica" de los
Ultimas Hombres, que desemboca en el espectculo de una
vida anmica prolongndose como su sombra. El creciente
rechazo actual hacia la pena de muerte debe ser considerado en este contexto: lo que debemos ser capaces de discernir
es la "biopoltica" oculta subyacente en ese rechazo. Quienes
pregonan el "carcter sagrado de la vida" y lo defienden contra la amenaza de los poderes trascendentes que lo parasitan, se encuentran finalmente en un mundo donde, en virtud de un propsito oficialmente declarado -una vida larga
y agradable-, todos los placeres efectivos son desterrados o
estrictamente controlados (el cigarrillo, la droga, la comida ... ). Rescatando al soldado Ryan, de Spielberg, es el ejemplo ms reciente de esta actitud supervivencia! frente a la
muerte, con su presentacin "demistificada" de la guerra
*"Investidura" traduce aqu el francs inuestiture, es decir que se trata
de "investidura" en sentido propio (no en su empleo psicoanaltico correspondiente al alemn Besetzung y al francs inuestissement). (N. de la T.)
1
Vase Eric Santner, M:y Own Priuate Germany, Princeton, Princcton
Universily Press, 1996.
35
t'tJ II!4 idut'l ll 'iW hoy las ganancias del capitalista: ellas son
'' t pl ultlnH S I se contrapesan con actividades caritativas.
I'111III'I"O se amasan miles de millones y despus se los redisIJ 'tbuyc (en parte) a los necesitados ... Y lo mismo vale para
la guerra, para la lgica humanitaria emergente o el militarismo pacfico: la guerra es aceptable en la medida en que
sirve realmente para instaurar la paz, la democracia o para
crear condiciones de distribucin de la ayuda humanitaria.
Y no se aplica esto cada vez ms a la propia democracia? Es
aceptable si se la "repiensa" para que incluya la tortura y un
estado de urgencia permanente, si se la libera de sus "excesos" populistas y si las personas son lo bastante "maduras"
como para vivir en conformidad con sus reglas ...
Entonces de dnde vienen las exhortaciones actuales a
la tolerancia? Acurdense del clebre afroamericano de Do
the Right Thing, el filme de Spike Lee, que fastidia a los blancos pasendose con su enorme radio a todo volumen: lo que
cada cual debe aprender a tolerar es ESTE goce excesivo y molesto. No es este hombre el sujeto ideal del "acoso cultural"?
Y la obsesin del "acoso sexual", no es igualmente una forma de intolerancia o de "tolerancia cero", para emplear la
famosa expresin orwelliana de los representantes de la ley
frente al goce del otro? Este goce es, por definicin, excesivo.
Toda tentativa de hallarle un "justo medio" est condenada
al fracaso, pues la seduccin, las insinuacion~s y los avances
son, como tales, molestos y perturbadores. Por consiguiente,
no ser el fin ltimo de la lucha contra el "acoso" la idea de
que todo individuo tiene derecho a que sus VECINOS LO DEJEN
TRANQUILO, a estar a salvo de su goce fastidioso?
Los tribunales de la mayora de las sociedades occidentales pueden aplicar "rdenes de guardar distancia": cuando
una persona querella a otra por acoso (por haberla seguido,
por haberle hecho insinuaciones sexuales, etc.), el responsable puede quedar legalmente obligado a no acercarse intencionalmente a menos de 100 m de su vctima. Si bien esta
medida es necesaria dada la naturaleza del acoso, supone
sin embargo algo de una defensa contra lo Real del deseo del
Otro. No es evidente que manifestarle su pasin abiertamente a otra persona, sea hombre o mujer, tiene algo de terriblemente violento? Por definicin, la pasin lastima a su
objeto, e incluso si la persona acepta de buen grado ocupar
ese lugar, l o ella no pueden hacerlo sin un instante de espanto o de sorpresa. O, para hacer una vez ms el paralelo
38
39
40
es sinnimo de igualdad": "Renunciad a todas las distinciones para poder amar a vuestro prjimo". 3 Sin embargo, slo
en la muerte desaparecen todas las distinciones. "La muerte borra todas las distinciones, pero la preferencia est siempre ligada a ellas." Otra consecuencia de este razonamiento
es la distincin crucial entre dos perfecciones: la perfeccin
del objeto de amor y la perfeccin del amor mismo. El amor del
amante, del poeta o del amigo contiene una perfeccin que
pertenece a su objeto y que es, por esta razn, imperfecto
corno amor y contrasta con l. "Precisamente porque nuestro prjimo no posee ninguna de las cualidades superiores
que un ser amado, un amigo, una persona cultivada, una
persona admirada o una persona nica y extraordinaria poseen al ms alto grado. Por esta misma razn, el amor al
prjimo tiene todas las perfecciones (. .. ). El amor ertico
est determinado por el objeto, la amistad est determinada por el objeto; slo el amor al prjimo est determinado
por el amor. Y como el prjimo es cada uno de los hombres,
cada uno de los hombres de manera incondicional, todas las
distinciones estn efectivamente despegadas del objeto. En
esto se reconoce el amor verdadero: su objeto no posee ninguno de los criterios definidos de diferencia, lo que significa
que este amor no es reconocible ms que por amor. No es
sta la ms alta perfeccin?". 5
Para enunciar esto en trminos kantianos, lo que Kierkegaard intenta articular aqu son los contornos de un amor
no patolgico, de un amor que sera independiente de su objeto (contingente), de un amor que -parafraseando de nuevo
la definicin del deber moral segn Kant- no est motivado
por su objeto determinado, sino por la simple FORMA del
amor. Yo amo por amar, y no por lo que diferencia a su objeto. Esta actitud implica algo extrao, pues, para no decir
totalmente mrbido: el amor perfecto es COMPLETAMENTE INDIFERENTE HACIA EL OBJETO AMADO. No sorprender que Kierkegaard haya estado tan obsesionado con el personaje de
Don Juan. El amor cristiano de Kierkegaard por su prjimo
y las conquistas en serie de DonJuan, no comparten esa indiferencia crucial hacia sus objetos? Tampoco para Don Juan
tena importancia la cualidad del objeto conquistado. La particularidad ltima de la larga serie de conquistas de Lepo3
Sren Kierkegaard, Works of Lave, New York, Harper, 1994, pg. 75.
!bid., pg. 74.
5
!bid., pg. 77-78.
4
41
rello, quien las clasifica segn sus caractersticas (edad, nacionalidad, rasgos fsicos), es que estas caractersticas son
indiferentes. Lo nico que cuenta es el hecho puramente numrico de agregar un nuevo nombre a la lista. En este aspecto, no ser Don Juan un verdadero seductor cristiano,
ya que sus conquistas son "puras", no patolgicas en el sentido kantiano del trmino, y realizadas por la conquista en
s y no en razn de las propiedades contingentes y singulares de sus objetos? El objeto de amor preferido por el poeta
es igualmente una persona muerta (por ejemplo, la mujer
bienamada): el poeta tiene necesidad de su muerte a fin de
poder expresar su duelo en su poesa (o bien, como en los
poemas de amor corts, una mujer viva ser elevada al rango de Cosa monstruosa). Sin embargo, a diferencia de la fijacin del poeta sobre un objeto particular de amor muerto,
el cristiano trata a su prjimo vivo como ya muerto, borrando sus cualidades distintivas. El prjimo fallecido es sinnimo de prjimo privado del enojoso exceso de goce que lo o la
vuelve insoportable. Vemos aqu con claridad dnde hace
trampas Kierkegaard: intenta vendernos como un acto de
amor difcil y autntico lo que es tan solo una huda para
eludir el esfuerzo de amor genuino. El amor por el prjimo
fallecido es una victoria fcil: se alimenta de su propia perfeccin, indiferente a su objeto. Ahora bien, acaso no podramos, adems de "tolerar" al otro, amarlo tambin POR sus
IMPERFECCIONES?
La dimensin superyoica de dominacin monstruosa inherente a esta tolerancia liberal y a este respeto por el Otro
ya haba sido claramente identificada por Freud. No hay
ms que examinar el aspecto poltico de su anlisis del caso
del hombre de las ratas. 6
La madre del hombre de las ratas era de condicin social
superior a la de su padre. Este ltimo era proclive al lenguaje grosero y arrastraba tras s deudas impagas. El hombre
de las ratas supo asimismo que, poco antes de conocer a su
madre, su padre haba perseguido con sus avances a una linda jovencita carente de dinero, a la que abandon por este
matrimonio de conveniencia. La intencin de la madre del
hombre de las ratas de hacerle contraer un matrimonio de
esa ndole lo colocaba en la misma situacin que su padre:
escoger entre una joven pobre a la que amaba y una unin
6 Vase Sigmund Freud, "Notes u pon a Case of Obsessional Neurosis"
(Standard Edition, vol. 10).
42
dial" freudiano, ese padre-goce monstruoso sometido a ninguna Ley simblica, ese Amo total que osa mirar de frente
lo Real de un goce terrorfico, sea presentado, no como el
resto de un pasado brbaro, sino como la culminacin necesaria del poder occidental moderno? Kurtz era un soldado
perfecto; en condicin de tal, y a causa de su sobreidentificacin con el sistema de poder militar, se convirti en el exceso que el sistema debe eliminar. La dimensin ltima de
Apocalypse Now es una inmersin en la manera en que el
Poder genera sus propios excesos, que despus debe neutralizar a lo largo de una operacin que ha de imitar lo que ella
combate. (La misin de eliminacin de Kurtz por Willard no
existe en los informes oficiales. "Nunca existi", como lo subraya el general que da sus instrucciones a Willard.) Con
este hecho entramos, pues, en el mbito de las operaciones
secretas, en lo que el Poder hace sin admitirlo jams. No
ocurre lo mismo con las personalidades que los medios de
comunicacin oficiales presentan hoy como la encarnacin
del Mal absoluto? No es esta verdad lo que hallamos tras el
hecho de que Ben Laden y los talibanes surgieron de la guerrilla antisovitica sostenida por laCIA en Afganistn, y de que
Noriega era un ex agente de laCIA en Panam? En todos
estos casos, no combaten los Estados Unidos sus propios
excesos? Y lo mismo no vala ya para el fascismo? El Occidente liberal debi unir sus fuerzas a las del comunismo
para destruir su propio desarrollo excesivo.
El ncleo mismo de la "pasin de lo real" es esta identificacin con ese gesto heroico que consiste en asumir totalmente los interiores monstruosos y sucios del Poder. La actitud heroica del "Alguien tiene que hacer el trabajo sucio,
as que, adelante!" es una suerte de imagen devuelta por el
espejo al alma bella que se niega a reconocerse en el resultado que ve. Encontramos igualmente esta actitud en la admiracin tpica que expresa la gente de derecha cuando se
rinde homenaje a los hroes dispuestos a hacer el trabajo
sucio necesario: es fcil realizar un acto noble por el propio
pas, acto que puede llegar hasta el sacrificio de la vida por
l, pero mucho ms dificil es cometer un CRIMEN por su pas ...
Hitler supo jugar muy bien este doble juego en lo referido al
holocausto, cuando utiliz a Himmler para explicar con toda
claridad el "sucio secreto". En su discurso del 4 de octubre
de 1943, en Posen, a los dirigentes SS, Himmler mencion
abiertamente el exterminio masivo de los judos como una
44
45
toda Causa superior, la idea de que la meta ltima de nuestras vidas es la vida misma. En ningn lugar es ms visible
la complicidad de estos dos niveles que en la oposicin a la
pena de muerte. Nada hay de extrao en esto, toda vez que
la (prctica consistente en dar violentamente a otro ser humano la) muerte es, con toda lgica, el punto de traumatismo ltimo de la biopoltica, la poltica de la administracin
de la vida. Para emplear trminos foucaltianos, no corresponde la abolicin de la pena de muerte a cierta "biopoltica"
que considera el crimen como resultado de circunstancias
sociales, psicolgicas, ideolgicas, etc.? La nocin de sujeto
responsable moralmente y/o legalmente constituye una ficcin ideolgica cuya funcin es disimular la red de relaciones
de poder. No se castigar entonces a los individuos por los
crmenes que cometen, puesto que no son responsables de
ellos? Sin embargo, no tiene esta tesis el correlato de que
quienes controlan las circunstancias controlan a las personas? No es extrao que los dos complejos industriales ms
poderosos sean hoy la industria militar, que destruye la
vida, y la industria mdica, que la prolonga.
En consecuencia, el supery no es directamente S 2, es
ms bien el S 1 del S 2, la dimensin de una conminacin incondicional inherente al saber mismo. Basta recordar las
informaciones sobre la salud con que se nos bombardea sin
tregua: "Fumar es peligroso! El exceso de grasas puede provocar un infarto! La actividad fsica regular permite extender la duracin de la vida!", etc. Es imposible no or por debajo la conminacin incondicional: "Hay que disfrutar de
una vida larga y sana!" Esto significa, ni ms ni menos, que el
discurso de la Universidad es totalmente embustero, que
esconde sus verdaderos fundamentos y disimula la carencia
de libertad sobre la que descansa. La mejor ilustracin es
aquella vieja broma que contaban en la difunta Repblica
Democrtica Alemana: un trabajador alemn consigue un
empleo en Siberia. Consciente de que todas sus cartas sern
ledas por la censura, dice a sus amigos: "Definamos un cdigo: si reciben una carta ma escrita con tinta azul normal,
esa carta es verdadera. Si est escrita con tinta roja, es falsa." Al cabo de un mes, sus amigos reciben su primera carta
escrita con tinta azul: "Aqu todo es maravilloso: los comercios estn llenos de gente, la comida es abundante, los departamentos son grandes y con buena calefaccin, los cines
pasan pelculas del Oeste, hay muchas chicas lindas dis48
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bastante coherente como para defender el homlogo del eslogan de Kant: la lucha por la libertad necesita como referencia un dogma indiscutible.
En una rplica clsica de una deschavetada comedia hollywoodense, la muchacha pregunta a su novio: "Quieres
casarte conmigo?" "No!" "Basta de vueltas! Respndeme
con claridad!" En cierto modo, la lgica subyacente es correcta: la nica respuesta clara y aceptable para la muchacha
es: "S!" Por lo tanto, cualquier otra respuesta, incluso el
"No!", es considerada como una evasiva. La lgica subyacente es de nuevo, con toda evidencia, la de la eleccin forzada:
usted es libre de decidir, a condicin de que elija lo correcto.
No se apoya un sacerdote en la misma paradoja al disputar
con un laico escptico?: "Cree usted en Dios?" "No." "Basta
de vueltas! Respndame con claridad!" Tambin aqu, a los
ojos del sacerdote, la nica respuesta clara es afirmar la
creencia en Dios. Lejos de ser tenida por una actitud igualmente clara, la negacin de la creencia por el ateo aparece
como una tentativa de eludir la cuestin de la existencia divina. No sucede hoy lo mismo con la opcin "democracia o
fundamentalismo"? Cuando la eleccin se plantea en estos
trminos, no es sencillamente imposible elegir el "fundamentalismo"? El problema del modo con que la ideologa dirigente nos impone esta eleccin no est en el "fundamentalismo", sino ms bien en la democracia misma. Como si la
nica alternativa al "fundamentalismo" fuera el sistema poltico de la democracia liberal parlamentaria.
Hace poco ms de un ao, justo antes del terremoto electoral de la izquierda, en un libro imprudentemente subtitulado "Psicopatologa de la Francia poltica", y que por error,
ms imprudente an, del editor figur como: "Psicopatologa de la vida poltica", arriesgu algunos anlisis de las formas ms recientes del semblante poltico, muy diferentes de
las que Freud tena a la vista cuando escribi Psicologa de
las masas y anlisis del yo.
Desde la tesis general de una desimbolizacin del sujeto
poltico, expona yo un malestar de nuestra poltica que es
posible resumir en tres rasgos: infantilizacin de los ciudadanos, maternalizacin del poder y desinstitucionalizacin
de los lazos sociales, familiares y hasta sexuales. Esta desaparicin de las fronteras simblicas, en particular cuando
las "cuestiones de sociedad" sustituyen a la "cuestin social"
como ideal del imaginario democrtico, ha tomado diversos
aspectos:
El sueo de un poder exento de conflictos.
La desaparicin de la frontera entre lo pblico y lo privado.
La encarnacin maternal de la potencia pblica.
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tancias excepcionales, como si solamente lo convocara cuando, en ella, lo poltico se hace sentir: la posguerra, 1958,
1968.
En 194 7, descubre bajo el mito de una Francia unnimemente resistente "las chocheras de la senilidad", el "delirio
agnico" o "las fabulaciones compensatorias propias del
nio". 8 Subraya en 1958la aspiracin a una restauracin de
la autoridad recordando al hombre que dice no, De Gaulle:
"Estamos a 18 de junio. La parte que cumple el significante
en la poltica -el significante del no, cuando todo el mundo
cae en el consentimiento infame- nunca ha sido estudiada
todava." 9
En diciembre de 1969, o sea, diez aos despus, Lacan se
dirige a los estudiantes de Vincennes poniendo al descubierto el deseo inconsciente de servidumbre voluntaria de los
izquierdistas: "Como revolucionarios, lo que ustedes anhelan es un amo, lo tendrn!". Daba en el clavo sobre el primer
punto, pero no sobre el segundo, al subestimar el resorte
democrtico. Pero esto no es importante. Sealaremos adems que, tanto en las manifestaciones de 1969 como en las
de 1958, aflora bajo la manifestacin poltica el aspecto autobiogrfico. Deca tambin aludiendo a de Gaulle: "El18 de
junio es tambin el aniversario de la fundacin de la Sociedad Francesa de Psicoanlisis. Tambin nosotros dijimos no,
en cierto momento." Despus de 1968, confrontado con el
inmenso amor al amo que despertaban su palabra y su persona, percibi lcidamente la alienacin voluntaria, no poco
abyecta, que subyaca en este amor.
En Lacan, con todo, si bien las posturas o los actos polticos son raros y muy poco relevantes, es posible hallar elementos de un marco conceptual que permite pensar lo poltico de manera analtica: lo real y el semblante, la funcin
paterna y el influjo materno, el papel de la palabra y del orden simblico, la relacin entre la poltica y la muerte.
La concepcin que se hace Lacan de lo poltico es simple
y precisa: la irrupcin, incesantemente reiniciada, de lo real
en el discurso, es decir, en el semblante. Parafrasendolo,
8
J. Lacan, "La psychiatrie anglaise et la guerre", en Autres crits,
Pars, Le Seuil, 2001, pg. 101.
9
J. Lacan, Le Sminaire V, Les formations de l'in conscient (19571958), Pars, Le Seuil, 1998, pg. 457. [Seminario 5, Las formaciones del
inconsciente, Buenos Aires, Paids, 1999, pg. 465. (Traduccin modificada por nosotros. N. de la T.)]
54
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micas, catstrofes polticas." 16 Hay aqu una notable premonicin de las representaciones polticas actuales. La potencia,
accin de diferencia y de diferancia, * ha perdido algo de su lustre y de su realidad. El poder, principio arcaico de identificacin del nio por la madre, ocupa todo el espacio. Paralelamente, entre gobernantes y gobernados la identificacin ha
cambiado tanto de vector como de sentido. Ya no se centra en
el lenguaje sino en la imagen; ya no va de los dirigidos a los
dirigentes, sino de los dominantes a los dominados. Aquellos
polticos que halagan al pueblo son como cazadores imitando
el grito de los animales a los que quieren matar o domesticar.
Ahora bien, los humildes no son bestias y no anhelan jefes que
se les parezcan. Pues, finalmente, si estos jefes son como ellos,
por qu estn por encima de ellos?
Hallaremos hoy figuras de padres en la poltica? Dnde
buscar encarnaciones de Big Brother, prototipo del poder en
1984, la novela de George Orwell, gran hermano bajo cuyos
rasgos se ocultaban an los pequeos padres de los pueblos?
No s si se trata de progreso social o de regresin poltica, pero
dnde hallar, en lo que cuarenta aos atrs un psicoanalista
llamaba ya "sociedad sin padres", 17 esos protectores serenos,
esos jueces severos, esos hombres fuertes gobernando ellos solos a un pueblo sometido? Ahora bien, si el poder se vuelve
menos masculino, no por ello se feminiza. Se maternaliza. En
lo inconsciente, la intimacin a ser "todos hermanos" no es de
buen augurio. Los hijos sin padres saben que tendrn que devorarse unos a otros para obtener el seno materno.
En oportunidad de la misma reflexin terica y clnica, al
tratar uno de esos temas que no eran llamados an "de sociedad", Lacan, siempre en 1938, no vacilaba en reunir en un mismo sntoma cultural el ascenso de la homosexualidad (l habla
de inversin), la sublimidad moral investida en el progreso social y la accin emasculadora de una instancia materna. 18
Pero el aspecto principal del aporte de Lacan a una psicopatologa del lazo poltico est en su teora de lo simblico.
Despus de l y gracias a l, yo doy a esta palabra un sent*En el original, diffrance, trmino neolgico forjado por Jacques
Derrida. (N. de la T.)
16 J . Lacan, "Les complexes familiaux dans la formation de l'individu"
(1938), en Autres crits, op. cit., pg. 60.
17 Alexander Mitscherlich, Vers la socit sans peres, Munich, 1963;
trad. francesa Pars, Gallimard, 1969.
18 J . Lacan, "Les complexcs familiaux dans la formation de l'individu"
(1938), en Autres crits, op. cit. , pg. 84.
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EL NOMBRE-DEL-PADRE:
PSICOANLISIS Y DEMOCRACIA
Eric Laurent
Cmo vincular entre s, mediante una conjuncin, el psicoanlisis y esa forma dominante de la poltica moderna que es
la democracia? Hubo una poca en que la democracia coexista con otras formas no democrticas de la poltica. Tras la
cada del muro de Berln, en 1989, ya no existe una alternativa creble. Esto no quiere decir que China y algunos otros
pases no sean una excepcin, pero todo el mundo afirma,
por lo menos de labios para afuera, desear nicamente la
democracia. Tal unanimidad pudo hacer pensar a autores
como Francis Fukuyama que el fin de la historia ya haba
llegado, y ello poco tiempo antes de que ciertos acontecimientos fueran a contradecir esto seriamente. Seamos ms
cautos a la hora de verificar la existencia del deseo de democracia. Dicho deseo aparece formulado, por ejemplo, en los
resultados de un sondeo llevado a cabo por el Pew Research
Center, centro de investigaciones independiente de Washington, efectuado en 2002 sobre 38000 personas de 44 pases, y
que testimoniaba la amplsima adhesin a la democracia por
parte de la opinin pblica del planeta. Madeleine Allbright
comentaba esto hace poco: "Me parece muy interesante este
vasto apoyo a la democracia. Sostengo desde hace tiempo
que la democracia no es solamente un valor occidental. Ese
sondeo lo prueba." 1
El psicoanlisis no podra beneficiarse, sin duda, de una
transferencia tan global como la democracia: slo se lo practica en ciertas regiones del mundo -las regiones democrti1
M. Bortin, "In war 's wakc, hostility and mistrust", International
Herald Tribune, 4 de junio de 2003 , pg. 6.
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ciones sobre el bien de cada uno puede convivir con la existencia de lugares de arbitraje y decisin. Es un lugar de padre muerto.
Ahora bien, se nos propone este sueo de un espacio ficticio regulador y entre tanto asistimos a la manifestacin de
religiosidades estridentes, de populismos desenfrenados,
de comunidades ferozmente sobrepuestas, poco articuladas
con el espacio pblico. Forzando el matiz, slo un mercado
comn -y reglas jurdicas reducidas a la condicin de lenguaje instrumental mnimo- parece enlazarlas. Las comunidades en peligro de repliegue corren riesgo de hablar solamente a travs de los pasajes al acto. Ah estn ellos para
recordarnos el misterio del pacto social, del asesinato y del
terror que ste encubre.
Los sujetos se identifican cada vez ms con historias familiares llenas de agujeros, hechas ms de rupturas que de
continuidades. Quedan entonces las comunidades. Comunidades religiosas nuevas, fundadas en la adhesin individual
y abrupta producida en los momentos de ruptura, restan brillo a las antiguas ceremonias. La adhesin comunitaria goza
del favor del momento. La llamada a respetar el pacto social
justifica a diario el nacimiento de nuevas "autoridades", y
stas, cuanto ms se justifican en el ideal, ms intratables
son. La devocin por la comunidad se verifica en la obediencia hasta la muerte. El fin ltimo de la secta es liquidar a sus
miembros. En una sociedad laica, el juez puede castigar, y se
lo ama o se lo odia por eso. La transf_!:lrencia sobre el juez lo
convierte en un hroe democrtico. El hace siempre menos
de lo que se le demanda. Por ms que castigue, nunca va a
alcanzar. El juez no saciar una sed de castigo que puede conducir a la carnicera. El supery quiere siempre ms.
As pues, lejos de asistir a la expansin de una poltica
entendida como mecanismo de arbitraje y respeto a las normas, vemos expandirse el estado de excepcin. Las "nuevas
autoridades" declaran de buen grado la suspensin de los
derechos humanos en su comunidad discursiva. De igual
modo, el presidente de los Estados Unidos, garante supremo del estado de derecho, declara el estado de excepcin
para sujetos cada vez ms numerosos.
El recurso a las nuevas autoridades da fe de una nostalgia patolgica por el Nombre-del-Padre en una nueva configuracin de la sociedad. J .-A. Miller la define como "fragmentada, dispersa, intotalizable, 'multiplicidad inconsisten-
te' (Cantor), no-todo (Lacan)". 10 La forma actual de la civilizacin es perfectamente compatible con el caos. El ensayo de
Antonio Negri y Michael Hardt habla de "ausencia de lmites de nuestra civilizacin". 11 sta no tiene ninguna necesidad de un todo armonioso, ni siquiera suea con l. Alain
Joxe lo resume en su ttulo El imperio del caosP
Los mercados comunes, regulados burocrticamente,
pertenecen al pasado. Vivimos en el reino de la incertidumbre del mercado global. Los mercados buscan un significante amo y no lo encuentran. Los grandes reguladores decepcionan uno despus del otro: las auditoras, el Estado, los
directores de los bancos centrales. Hasta Alan Greenspan, director del Banco federal norteamericano, el nec plus ultra,
ha sido objeto de sospechas. La mejor manera de caracterizar la situacin de los mercados mundiales es calificarlos de
ilegibles. Para nosotros, es un modo de entender la formulacin de Lacan segn la cual un significante amo es indispensable para leer un escrito. 13
De ah que debamos tener en cuenta dos caras de la subjetividad contempornea. Por un lado, la autoridad del Nombre-del-Padre se debilita -fenmeno del "crepsculo del deber",
como lo llam Gilles Lipovetsky-, por el otro, encontramos los
ms variados empujes-al-goce, la sobredosis generalizada. Los
fenmenos que corresponden al "crepsculo del deber" son
presentados por Gilles Lipovetsky de manera harto elocuente: "El deber se escriba con letras maysculas, nosotros lo
miniaturizamos; era severo, nosotros organizamos shows
recreativos; ordenaba el sometimiento incondicional del deseo a la ley, nosotros lo reconciliamos con el placer y con el
self-interest. El 'se debe' se ha retirado ante la fascinacin
por la felicidad, ante la obligacin categrica de estimular
los sentidos, y la prohibicin irrefragable ha cedido el paso a
las regulaciones a la carta." 14 El autor observa claramente
que la declinacin del ideal viene unida a las exigencias del
goce. Sigamos sus descripciones, agregando que el hedonisJ.A. Millcr, Le neve u de Lacan, Pars, Verdicr, 2003, pg. 165.
M. Hardt, A. Ncgri, Empire, Pars, Exils, 2002, pg. 363. [Imperio,
Barcelona, Paids, 2002.]
12
A. Joxe, L'empire du chaos, Pars, La Dcouverte, 2002.
13
J. Lacan, Le Sminaire XVII, L'envers de la psychanalyse, Pars, Le
Seuil, 1991, pg. 218. [Seminario 17, El reverso del psicoanlisis, Buenos
Aires, Paids, 1992, pg. 205.]
14
G. Lipovetsky, Le crpuscule du devoir, Pars, Gallimard, "NRF-Essais", 1992, pg. 48 .
10
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71
mo no respeta los lmites del principio de placer. La verdadera naturaleza del supery es una exigencia pulsional, con
su poder de ilimitacin ms all de todo placer. Aqu la pulsin revela ms an su cara mortal. La manifestacin de la
pulsin de muerte puede adoptar diversas mscaras. La sobredosis no se concreta slo en la evidencia de comportamientos suicidas propios de las toxicomanas por drogas duras. El sujeto puede matarse trabajando, elegir la prctica
de deportes peligrosos, realizar viajes estrafalarios, pretenderse astronauta aficionado, manifestar una apetencia multiforme por el riesgo. Tambin puede elegir el suicidio poltico, hacerse bomba humana, envolverse en dinamita y gozar
de su muerte. En toda esta bacanal, vemos exteriorizarse la
bsqueda de una presencia del Otro en nosotros. El mismo
goce malo se ejerce tanto en el fantasma represivo neototalitario como en el desenfreno suicida.
Querr el psicoanalista, a fin de ser verdaderamente
demcrata, ofrecer al sujeto contemporneo un alivio de su
falta para el goce [manque ajouir] de existir? Cmo soportar la inconsistencia del Otro sin ceder al imperativo de goce
del supery? Las respuestas aportadas a esta pregunta por
las diferentes corrientes psicoanalticas representan la contribucin ms interesante al desafo democrtico que afrontamos.
POLISEMIA
DE LA INQUIETANTE EXTRAEZA
Philippe Dufour de Conti
"La mayor de las tragedias es la tragedia
del dormitorio."
L. Tolstoi
Quienes hacen las guerras son los hombres, quienes se destruyen son los hombres, quienes hacen nacer a los hombres
que hacen la guerra son las mujeres y son ellas quienes los
cran. Tambin son ellas quienes les inculcan el poder, la
fuerza o la sumisin. Son ellas, por ltimo, quienes se apropian del poder de los hombres castrndolos, buscando intilmente conservar su fuerza o protegerse de ella.
Todos, pues, mujeres y hombres, estamos involucrados y
somos responsables.
Se examinar aqu un tipo de violencia equivalente a la
de la guerra o a la violencia poltica ejercida sobre los individuos. As como en la guerra, sea militar, religiosa o facciosa, los ejrcitos no se enfrentan de modo permanente -aunque haya guerras en todas partes y todo el tiempo-, tambin
la violencia de la que hablaremos existe por doquier, todo el
tiempo, pero tampoco es permanente. Hasta en las trincheras se pueden soltar risotadas!
"Qu es la guerra? Una situacin en la cual los diferendos slo pueden zanjarse mediante la fuerza o la violencia." 1
La situacin o situaciones de que aqu se trata, referidas
a una multitud de diferendos zanjados, en efecto, de un
modo brutal por la fuerza o la violencia, se inscriben en espacios sociales y culturales impensables como lugares de violencia. Parecera que la guerra reina en estos espacios supuestamente de proteccin, de expansin, de educacin, de
formacin, de desarrollo. El individuo, la pareja, la familia,
la institucin y el Estado son, cada uno de ellos -es esto
casual?-, depositarios de lo conocido y del secreto, es decir,
1
Y. Ch. Zarka, Editorial , Cits, n 14, Pars , PUF, 2003. [Supra , pp.
9-12.)
72
7:1
de lo familiar que se vuelve secreto, de la coexistencia de lo familiar y lo secreto. En otros trminos, que "la inquietante extraeza (sea) esa variedad particular de lo aterrador que se emonta a lo conocido desde antao, a lo familiar desde antao,
()cmo puede ser esto posible, en qu condiciones lo familiar
puede volverse extraamente inquietante, aterrador(?)". 2
La cosa es aterradora por no ser conocida, por no ser familiar o, al contrario, porque se produce donde no debera,
es decir, en un lugar o situacin familiares, e incluso en el
propio seno de la familia?
En el individuo, la pareja, la familia, la escuela, en los
partidos, el hospicio, el hospital, en el interior del Estado, el
espanto, el terror se producen ms porque diferendos que
giran sobre todo alrededor del sexo, la sexualidad, la edad,
la salud, las ideas, la fe y las creencias se manifiestan y zanjan utilizando la fuerza o la violencia. Cmo entender, si no,
la violencia del individuo que arrasa con una junta municipal, la de un asesino serial, la de muchos otros que en el interior de los partidos polticos se comportan como khmers
rojos, la violencia de quienes, en el hospital y el hospicio,
practican la eutanasia sobre enfermos o ancianos que no han
pedido morir, la violencia, por ltimo, de los innumerables
postulantes a tiranos?
Esto se torna ms inquietante an por cuanto los que
zanjan diferendos por la fuerza y la violencia no son ejrcitos extranjeros ni representan siquiera a la fuerza militar,
sino que los propios miembros de cada una de esas instituciones, padres, maestros, profesores, mdicos, enfermeros,
agentes del Estado, utilizan la lgica de la guerra, es decir,
su poder, al servicio de la satisfaccin de sus pulsiones, amparndose en la institucin a la que pertenecen. No se trata
de recordar aqu las diversas heridas narcissticas que cada
cual experimenta en el curso de su vida, sino "la experiencia
de la dolorosa verdad", 3 que va desde el maltrato infantil padecido con violencia inimaginable a la repeticin sobre otro
dirigida a enmascarar el sufrimiento del que estos individuos han sido objeto y, sobre todo, a proteger a aquellos o
aquellas que participaron, dejando hacer, en la masacre fsica, psquica e intelectual.
Pierre Bourdieu tena razn cuando defina as el concep2
S. Freud, Das Unheimliche: L'inquilante lranget (1919), en Essais de
psychanaf:yse applique, Pars, Gallimard, 1952. ["Lo ominoso", OC, t. 17.]
3
A. Miller, Abattre le mur du silence, Pars, Aubier, 1991, pg. 7.
74
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76
S . Freud, ibid.
77
sentido del double bind propuesto por G. Bateson,JO de la Escuela de Palo Alto. El individuo podr difcilmente penetrar
las apariencias para analizar lo secreto, lo solapado, lo inquietante que se vuelve siniestro, lgubre y amenazador,
salvo que no se trata de un problema de intercomunicacin
subjetiva ni de una falla en la comunicacin, sino ms bien
de desrealizaciones desencadenadas por forzamientos insoportables cuando la realidad impone, simultneamente, demasiada posibilidad y ninguna.
Finalmente, ms amenazadora que la inquietante extraeza de s es la inquietante extraeza del otro. Es posible
conocer al otro, a los otros, el objeto del otro, las cosas del
otro si no se conoce uno a s mismo?
Al igual que para los elementos recin mencionados, se
plantean aqu dos problemas que la dimensin psictica amplifica
a uno mismo y al otro: el de la elaboracin secundaria por un lado
y, por el otro, el de la as llamada pulsin escpica. 11
A esto se aade el problema planteado por los mecanismos de defensa desplegados por el yo "en su lucha contra las
pulsiones, as como en su defensa contra la liberacin de los
afectos" 12 penosos e indeseables.
En primer lugar, la elaboracin secundaria da una apariencia, un aire de lgica y racionalidad a un sistema que,
de hecho, est fragmentado, recortado, astillado, estallado.
Las imgenes que se proponen estn desconectadas entre s
y, en consecuencia, son difciles de interpretar correctamente. La elaboracin secundaria aqu tratada lo es ms como
una globalidad referida al anlisis de las investiduras y contrainvestiduras del individuo en su dimensin holstica, que
en relacin con las comunicaciones del inconsciente segn lo
significan los sueos u otros mecanismos de representacin
y figuracin, el lenguaje entre ellos, aunque no se pueda evocar lo uno sin integrar lo otro. Por lo dems, ya se trate de la
cuestin de la represin, especialmente del Edipo, o de los
procesos de pensamiento -el fantasma y lo fantasmatizado-,
todo ello crea subinvestiduras o, a la inversa, sobreinvestidu-
G. Bateson, Vers une cole de /'esprit, une thorie de la schizophrnie, Pars, Le Seuil, 1977.
11
Escoptofilia o escopofilia, por Schaulust. Trmino utilizado por
Freud para definir el placer de ver y ser visto, en las dos formas de esta
pulsin parcial: la activa, voyeurismo, y la pasiva, exhibicionismo.
12
A. Freud, Le moi el les mcanismes de dfense, Pars, PUF, 1993 (1"
ed., 1949), pg. 32. [El yo y los mecanismos de defensa, Buenos Aires, Paids, 1977.]
13
No es increble que la claustrofobia de Hitler haya tendido a resolverse en una investidura contrafbica de amplitud gigantesca y en la construccin de su propio bnker psquico, as como en la definicin de una
poltica militar de defensa contrafbica del m uro del Atlntico, desde Alemania hasta Espaa? Los millares de bnkcrs hasta hoy indestructibles,
no son vestigios de la dimensin de su propia psicosis?
14
M. Borch-Jacobsen, Lacan, le maitre absolu, Pars, Flammarion,
1990, pg. 184.
15 A. Freud, op. cit., pg. 41.
10
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LACAN
Y LAS MINORAS SEXUALES
Jean Allouch
Si el anacronismo fuera un pecado (de lo cual, muy oportunamente, ahora se duda), este ttulo lo sera. En vida de Lacan, el comunitarismo norteamericano no haba tenido en
Francia la penetracin que hoy empieza a conocerse. Tampoco habr sabido de la ms mnima "minora sexual" (excepto
una restriccin, que ser convocada) ni habr estado al tanto
de las cuestiones que en consecuencia iban a plantearse, especialmente para el psicoanlisis. Ellas conciernen a su prctica, su clnica, su doctrina, su lugar en lo social, otros tantos
puntos que Lacan, ciertamente, y de manera por otra parte
variable, trat con amplitud. No est establecido, y adems
sera poco verosmil, excepto una intempestiva metamorfosis de Jacques-Marie Lacan en profeta, que haya afinado todos los instrumentos con los cuales hoy es posible abordar los
problemas inditos planteados por las "minoras sexuales".
En cambio, no est excluido que con su "No hay relacin
sexual" haya alcanzado, en la ertica, un punto (todava vastamente inadvertido por los psicoanalistas) que pondra de
manifiesto, apres coup, algunas de las avanzadas "minoritarias" planteadas en otros lugares, no por el lado de Freud (a
veces con l, a veces contra l), y que se mantendran como
al margen de lo que l habra declinado.
ll fil , 1' "~'~~ llliiii)J(!n a su comunidad, cuando no a su es1"'111'11 apreciar exactamente la violencia inherente a
82
Lacan llamaba tambin a este discurso, metafricamente: "el pensamiento del mango". Por la marcha que el poder
de Estado imprime a las cosas, todo indica que esta observacin result tan perfectamente escuchada como decididamente aplicada. Este mango es tambin un garrote, ese poder lo entendi y los medios de comunicacin siguen la cosa
lo ms que pueden, hasta el punto de que basta abrir cualquier diario, cualquier radio para contabilizar sin ningn
esfuerzo, uno por uno, los golpes de ese garrote. Sus posibilidades de intervencin parecen ilimitadas, e infinito el espacio de su poder (hasta lo ms ntimo de cada uno, en tanto
que la police de proximit* -un invento ... socialista, pero los
"psi" de izquierda no estn lejos- es, primero y ante todo,
una polica del lenguaje: qu puede estar ms cerca de cada
uno, en efecto, que su idioma?). "Biopoder", deca Foucault,
y Cits iba a destacarlo.~ Pero psicoanaltico tambin, desde
el momento en que el derecho mismo pretende ahora constituir, no menos, el alma de los sujetados a l.3 Por ejemplo,
castigar al criminal en el supuesto provecho de la futura salud mental de su vctima. Sera no obstante errneo atribuir
slo a los gobernantes el estar del buen lado del mango.
Muchas minoras, sexuales u otras, no suean sino con eso y
no pierden ocasin de apelar, tambin ellas, a lo que acabamos de llamar por su nombre: una polica. Tanto a la izquierda como a la derecha, se anhelan cada vez ms leyes, se legisla sobre lo que puedo decir, sobre lo que debo callar. Otro
ejemplo muy fresco: a quin favorece un pediatra que denuncia, como la ley se lo exige, sevicias sexuales cometidas
sobre nios? Muchos de aquellos a quienes la familia acusa
de "denuncia calumniosa" cuando se ha pronunciado un sobreseimiento, no estaran mal orientados si se lo preguntaran.4 El nio? Esta respuesta parece mucho menos obvia
R3
que la obediencia al amo a la que el mdico est pura y simplemente obligado. En efecto, no se percibe lo suficiente de
qu modo nuestros polticos, una vez elegidos, cesan de ser
nuestros representantes para mutarse en amos; lo cual, hace
poco, en Francia, fue perfectamente comprendido y activamente puesto en prctica.
En el intento de inaugurar otras modalidades del lazo
social, Lacan, no sin respaldarse ampliamente en Foucault, 5
anhelaba pacificar este juego componiendo el discurso del
amo 6 con otros tres discursos: universitario, histrico, psicoanaltico. Esta tentativa iba a encontrar un vasto escepticismo en Foucault, quien por su parte no crea posible clasificar
los discursos, y menos an, como lo hizo Lacan, formalizarlos.
Al comprobar tan slo que, precisamente donde se proclama
desde hace ms de veinte aos la pertenencia al discurso
psicoanaltico, precisamente all el mando se hace ostentatorio, se impone la conclusin siguiente: Foucault haba
dado en el clavo.
Fracaso, pues, de la discursividad lacaniana. Consecuencia: no hay registro intermedio que aguante entre el pensamiento del mango, un pensamiento que es tambin accin, y
el sujeto. Pero, qu ocurre precisamente con ste? Reduzcamos un palmo ms el campo de nuestro zoom.
El inventor de la sesin puntuada saba ser cortante, spero incluso, llegado el caso; pero saba tambin, a veces,
abandonarse a ciertas confidencias, algunas ntimas, que no
dejaban de impresionar a su pblico. Y sta ser nuestra
segunda cita, de la misma fecha elegida aqu por corresponder a lo que tena inicio hacia la misma poca en los Estados
Unidos: estudios gays y de lesbianas, resurgimiento del feminismo, agrupacin de minoras sexuales en comunidades.
Qu deca Lacan, en la ignorancia de este movimiento?
Algo que hace pensar que cada uno es una "minora sexual",
y que la experiencia psicoanaltica recoge este dato.
"Qu nos une a quien se embarca, con nosotros, en la
posicin llamada del paciente? No les parece que, si se se lo
asocia a este 1ugar, el trmino 'hermano' que figura en todas
las paredes: LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD, yo les pregun5
En 1969, Lacan asisti a la conferencia de Foucault "Qu es un autor?" y particip en la discusin. La teora de los cuatro discursos fue producida en los meses siguientes.
6
Jean Allouch, Le sexe du maitre. L'rotisme d'apres Lacan, Pars,
Exils, 2001.
84
hi::llricamente. 7 Y qu sucedi en esta ocasin? Al organizarse de un modo comunitario, los que hoy llamamos gays
supieron sustraerse al influjo que ejercan sobre ellos quienes, un siglo antes, haban conquistado ese dominio a la vez
contra y a expensas de la pastoral cristiana y de la instancia
penal. Seudodominio sera ms exacto, pero las consecuencias fueron cada vez peores. Y el psicoanlisis, con su mtodo radicalmente no mdico (pero justamente no en Amrica
del Norte, al menos hasta hace muy poco tiempo, al no haber
logrado Freud imponer su punto de vista), de todos modos colabor. La demanda de una pastoral fue y sigue siendo de tal
dimensin que termin por ceder a ella ampliamente, virando as, de liberador que era, a disciplina normalizadora. Sustraerse no fue, pues, poca cosa. Qu le sucede hoy a un transexual? Ya no se deja contar como tal cuando se lo diagnostica
"psictico" (las elucubraciones tericas de los alumnos de Lacan, a despecho de algunos matices, en el fondo no cambian
nada). 8 Si necesita la ayuda del mdico (hormonas, cirugas),
ya no se dirigir a ste cara a cara, situacin demoledora
para l. Sus amigos-amigas le habrn indicado qu hay que
saber decir para obtener lo que se desea obtener. Ya no se
habla de l, de ella, y tampoco del horno; l/ella ha tomado
las riendas, precisamente al formar comunidad con algunos
otros, de su propia suerte, lo que Foucault intentaba para
las personas encarceladas.
Esta salida histrica del imperio psicopatolgico no concierne, es verdad, ms que a unos cuantos parias. Parias de
otro tipo, a los que llaman locos o neurticos, no estn en
posicin de forjar ellos mismos esa salida que por lo tanto,
para aquellos, no lo es. Sin embargo, esta sustraccin, por
ms parcial que sea, basta para exigir que se reconsidere
todo un conjunto de enunciados y conceptos. La homosexualidad, la perversin y hasta la heterosexualidad ya no aparecen como esencias estables, "vlidas en todo tiempo y lugar",
como deca Charcot de su histeria, sino como construcciones
que, desde el momento en que se las ubica as, han cumplido
su ciclo, nos guste o no.
N o se trata solamente de quitar uno o dos casilleros (homosexualidad, transexualismo) de un tablero nosogrfico
que, excepto esto, se mantendra intacto. Ese tablero mismo
est en cuestin desde el momento en que salieron a la luz,
" Vase Pat Ca lifia, Changer de sexe , traducido del angloamericano al
francs por Patrick Ythicr, Pars, Epcl, octubre de 2003.
86
negro, joven o ... lo que fuere? Justamente no. Un psicoanlisis, del lado del psicoanalista, no se inicia sino con esta
abstencin. Si Freud, en un gesto tan inaugural como la
duda metdica de Descartes, no hubiera sabido y podido dejar su saber en el ropero, dar un paso al costado en relacin
con ese seudo-dominio ejercido por Charcot, simplemente
jams habra tenido lugar un "movimiento freudiano".
La clnica psicoanaltica en su versin nosogrfica ha
cumplido su ciclo. Por otra parte, hace mucho tiempo que la
psiquiatra renunci al paradigma perversin-neurosis-psicosis. Es verdad que lo hizo ponindose al servicio del amo
del momento, por lo cual sin duda los locos fueron rara vez
tan maltratados en Occidente como lo son hoy, cuando, menos onerosas en precio por jornada, las crceles los esperan
cuando ya no alcanzan los medicamentos para embrutecerlos. En fin, hace muy poco que se empieza a percibir el problema en esta disciplina.
En el anlisis, nunca agradeceremos demasiado a las
minoras sexuales, a los estudios gays y lesbianas, a la teora queer, por incitarnos a considerar estrictamente la nica
minora sexual con la que tenemos que vrnoslas: nuestra
fraternidad a-sentimental, nuestra fraternidad en acto con
el analizante.
88
LACAN,
EL FEMINISMO
Y LA DIFERENCIA DE SEXOS
Daniele Lvy
FEMINISTA?
90
partir de la hazaa conceptual de F. de Saussure. El lingista Jakobson, quien era entonces su amigo, fue ciertamente
un socio en los descubrimientos mayores, inaugurales que
siguieron: los mecanismos inconscientes puestos al descubierto por Freud son estrictamente homlogos a los que la
lingstica descubre en el lenguaje. En otros trminos, lo
inconsciente est estructurado corno un lenguaje.
De esto resulta que el psicoanlisis permite explorar la
incidencia del fenmeno del lenguaje sobre el ser humano.
Corno lo inconsciente obra de modo activo a la vez en el cuerpo y en el lenguaje, forzoso es constatar que esta incidencia
es inmensa y que se hace sentir en todos los terrenos, sin
excepcin. El lenguaje es corno una inmensa red arrojada
sobre lo real, y esta malla, matriz de todo sistema simblico,
es el elemento en el que vivimos. Cada criatura humana
debe inscribirse en l so pena de morir, en funcin de las condiciones que le preparan quienes lo acogen. Se inscribe en
l, cualquiera sea el uso que haga de la palabra.
La vida humana se desenvuelve, pues, en el nivel de ese
intermediario forzoso, de ese orden simblico que proyecta
lo real hacia un ms all problemtico. El lenguaje no es un
puro instrumento puesto a disposicin del animal superior,
sino un hbitat. Como todo hbitat, estructura profundamente a sus indgenas. Cada ser humano es, de este modo,
teatro de una causalidad doble: los funcionamientos fisiolgicos explorados por las ciencias se combinan con una causalidad de distinto orden, simblica, si se quiere, siempre y
cuando demos a esta expresin el sentido que adquiere a
partir de Saussure y Mauss: una combinatoria autnoma,
un sistema de circulacin e intercambio obligado. El lenguaje des-naturiza lo humano.
Toda la experiencia humana depende de esto, la sexualidad incluso. Es aqu donde va a culminar nuestro largo rodeo.
Freud haba comprobado que en el plano inconsciente (insisto: en el plano inconsciente) no haba ms que un representante de la sexualidad, y era el pene; "concepto inconsciente", "pequeo objeto que puede ser separado del cuerpo".
Los humanos se dividan, pues, en dos tipos: los que lo tenan y teman perderlo, y las que estaban privadas de l y
anhelaban adquirirlo a toda costa. El valor de este rgano
est en que es el instrumento supuesto del goce, aquello por
lo cual un hombre le hace algo a mam, incluso nios, inclu92
95
INCONSCIENTE Y JUSTICIA
Alain Juranville
El psicoanlisis, introducido por Freud y retomado por Lacan, cabe entero en la afirmacin de lo inconsciente. Desde
los profetas judos y la filosofa griega, la poltica no tiene
ms objetivo que el establecimiento efectivo de la justicia.
Qu novedad aporta el psicoanlisis a la poltica? Qu novedad aporta lo inconsciente a la justicia? Mi desarrollo ser
el siguiente.
Sin duda, lo inconsciente afirmado por el psicoanlisis va
en el mismo sentido que la existencia afirmada (o supuesta)
por toda la filosofa contempornea despus de Hegel, a partir de Schelling y Kierkegaard (e incluso de Marx). 1 Tanto
en nombre de lo inconsciente corno en nombre de la existencia, no puede sino rechazarse cualquier perspectiva -idealista- de una realizacin natural y necesaria de la idea (en
este caso, de la idea, suprema, de justicia).
Pero lo inconsciente permite hacer caso omiso de las concepciones que, especialmente en el caso de Heidegger, no
han dicho nada y no han querido decir nada de la justicia. Y
asimismo de las concepciones que, en forma decisiva despus del holocausto (e incluso cuando ste se anunciaba),
quisieron reintroducir la justicia pero como una simple exigencia, corriendo as el riesgo de caer a su vez en una forma
solapada de idealismo, trtese de la Escuela de Francfort,
de Lvinas o incluso de Derrida. Lo inconsciente permite
pensar la realizacin efectiva de la idea de justicia. Y esto
por la gracia que l implica. Pues !ajusticia es, dir yo, ley y
al mismo tiempo verdad, verdad de la ley, de la ley en cuan' Cf. al respecto mi libro La philosophie comme savoir de l'existence,
vol. 1: L'oltrit; vol. 2: Le jcu; vol. 3: L'inconscient, Pars, PUF, 2000.
97
to tiene que ser reconstituida por cada cual (no hay mayor
injusticia que cuando aquel a quien la ley se aplica no puede
tenerla por procedente de l mismo). Y la gracia es, dir tambin, autonoma y al mismo tiempo alteridad, re-querer [revouloir] absolutamente libre del borramiento de s como lugar de
la ley, en beneficio del Otro (lo que permite al existente, en calidad de este Otro, ser liberado de su captacin por la ley devenida falsa y reconstituirla como verdadera). Pero hacer referencia a la gracia conduce a dar, en cuanto a la poltica, un lugar decisivo a la religin. Lo cual, para el hombre de nuestro
mundo, que es el mundo del fin de la historia y donde la evidencia tradicional de lo religioso se ha -por fortuna- disipado,
puede sin duda resultar problemtico. Y que, por lo tanto, deber ser justificado de manera rigurosa.
Mi desarrollo comprender dos partes, con dos momentos cada una de ellas. La primera pretende mostrar que el
psicoanlisis supone la justicia efectivamente realizada.
Hablar de lo inconsciente y luego del psicoanlisis. La segunda parte pretende mostrar que la propia filosofa, constitutivamente y en relacin con algo perteneciente al orden
del psicoanlisis, debe -y puede, desde el momento en que
el psicoanlisis apareci como tal- realizar esa justicia. Y
que hace referencia entonces a la religin, a todas las religiones universales, las Weltreligionen estudiadas por Max
Weber. Hablar de la filosofa y luego de la religin. En cada
uno de los momentos del anlisis intentaremos examinar,
primero la idea (de lo inconsciente, del psicoanlisis, etc.),
despus la realidad (con la contradiccin radical que entonces se nos presenta y que impide toda realizacin natural de
la idea, contradiccin que, de una manera u otra, deber ser
asumida), y por ltimo la verdad (donde esta contradiccin
es resuelta, y por la gracia).
Empecemos por el psicoanlisis.
Y arranquemos, en cuanto al psicoanlisis, de lo inconsciente del que ste es afirmacin.
En primer lugar, la idea de lo inconsciente.
Lo inconsciente es ese saber (para Lacan, "saber insabido") que, en lo que respecta a la conciencia ordinaria, surge
de manera imprevisible como su Otro. Otro que hace desplomarse la identidad falsa de esa conciencia y que aparece, a
su vez, como lugar primero de la identidad verdadera. De
una identidad que es principio del saber, de un saber que
98
!)!)
lOO
101
so saber de lo inconsciente. No ciencia positiva, como lo sostuviera Freud (de manera legtima, pues haba que empezar por eso), sino discurso, como lo proclam Lacan, tras
haber retomado la hiptesis freudiana recusada por la ciencia positiva y haber mostrado el vnculo de lo inconsciente y
la existencia. Discurso en tanto saber racional puro. Es verdad que, en nombre de la existencia, el pensamiento contemporneo rechaz el discurso pues sera contradictorio con la
finitud. Sin embargo, Lacan afirma el psicoanlisis como
discurso verdadero, que pasa como saber a su Otro.
Si el psicoanlisis, que es saber de discurso, puede ser
objetivamente reconocido, es por la gracia que supone, por
el mero hecho de afirmar lo inconsciente. Pues afirmar lo
inconsciente es, para el analista situado por el paciente en
posicin de conciencia soberana, decirle a ste: "La verdad
est en ti. Habla, y de ello resultar el saber." Es tambin
borrarse como lugar de la ley devenida falsa (Supery) y
hacerse, de manera absolutamente libre, desecho del paciente situado por l mismo como Otro verdadero, lugar de la
verdadera ley. Se trata de la gracia. "La medida en la cual el
cristianismo nos interesa, dice Lacan, se resume en el papel otorgado a la gracia. Quin no advierte que la gracia
tiene la ms estrecha relacin con lo que yo designo como
deseo del Otro?". 8
Y el psicoanlisis como saber objetivamente reconocido es
entonces interpretacin. Pues la interpretacin se somete enteramente a la ley de lo que ella interpreta, y sin embargo reconstituye a partir de s (autonoma supuesta) esa
ley puesta primero en el Otro. Supone por lo tanto la gracia,
al mismo tiempo que se despliega como saber racional puro
(donde ella se justifica). Y ella es, para el existente que profiere como conciencia el discurso, ante todo el psicoanlisis
mismo: discurso que, diciendo lo inconsciente, debe, para no
contradecirse, callar (he aqu la gracia) la razn que tiene
sin embargo en s. De este modo, para el propio Lacan, el
discurso psicoanaltico puede, a diferencia de los otros discursos, pasar como verdadero a su Otro, al paciente.
Luego, la realidad del psicoanlisis.
Lo que resulta entonces problemtico a causa de la finitud radical, e impide primeramente que el saber psicoanaltico pase al existente, es la captura de ste en la fascinacin.
8 J. Lacan, El Seminario VI: El deseo y su interpretacin, sesin del 21
de enero de 1959.
102
1O:!
viduo. Lo que se propone hacer aparecer en l es al individuo, de modo que ste debe afirmarse para proporcionar al
psicoanlisis todo su alcance. El individuo es aquel que
abandona la fascinacin ante los amos y modelos propuestos por el mundo social, y que no quiere otra identidad sino
la que arribar para l en la soledad (unicidad), merced a la
dura prueba de la finitud radical. Este individuo debe reconocer que l mismo se ha reducido de buena gana al desecho
social; si adviene, es por la gracia que se le dispensa; y, si
quiere seguir siendo individuo, debe comunicar esta gracia
a otro individuo, segn lo proclama todo el pensamiento contemporneo desde Kierkegaard en adelante.
El existente como individuo debe atravesar entonces socialmente, en correspondencia exacta con los discursos de
Lacan, los cuatro tipos de actividad distinguidos por Max
Weber en su sociologa histrica.U Primero, la actividad tradicional, donde el individuo se anula de buen grado ante los
amos y modelos. Despus, la actividad racional en finalidad,
donde el individuo aparece pero, en lugar de relacionarse
con su Otro, no se ocupa ms que de los medios para sus fines. Luego, la actividad racional en valor, donde el individuo reconoce la finitud radical y lo ilusorio de la racionalidad corriente, pero sin poder oponerse de verdad a ella. Por
ltimo, la actividad emocional, donde, por gracia, "carismticamente", el individuo libera al individuo en el otro hombre: es la clase de actividad a cuyo respecto el propio Weber
habla de ms all de la conciencia y de sublimacin.
As pues, si el pskoanlisis permite al existente reconstituir
la ley justa que el psicoanlisis mismo afirma, lo hace abrindole el espacio de la individualidad. No hay duda de que el existente, en tanto radicalmente finito, tender siempre a escapar
de su individualidad establecindose en los otros discursos o
tipos de actividad. Y, con lo inconsciente, no podra haber otra
justicia que la de instituir un mundo donde el acceso a la individualidad sea posible para cada uno, es decir, donde el discurso psicoanaltico tenga, ciertamente que entre los otros discursos, su lugar. Pero pre-cisamente, cmo se ha de instituir un
mundo semejante si el discurso psicoanaltico, que dice la ley
justa de lo inconsciente, no puede postularla como tal, de modo
que sobre esa base pueda organizarse un mundo social?
11 Cf. Max Weber, Economie et socit, traduccin francesa dirigida por
Jacques Chavy y Eric de Dampierre, Pars, Plon, 1971, pgs. 22, 36 y 222.
[Economa y sociedad , Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1944.]
104
sucrl .,
]()(i
106
esencia), y cuando el existente puede consumarse expresamente como individuo en la dura prueba de la finitud.
Este movimiento desemboca sin embargo, tambin l, en
lo irreductible de la finitud radical, por lo mismo que esta
vez ella repite sin tregua, socialmente, la reduccin del hombre al desecho. Finitud que tambin en este caso debe ser
asumida. Y que lo es ahora no ya en la sexualidad ni en la
transferencia, sino en el capitalismo. Capitalismo que no es
el sistema sacrificial, y ello mal que le pese a Marx, quien lo
describe genialmente, sino lo que queda de ese sistema
cuando cualquiera se puede oponer polticamente (Marx
sabe que el capitalismo se desarrolla al mismo tiempo que el
Estado de derecho) a las consecuencias inaceptables que
l produce y reproduce sin pausa.
Por ltimo, la verdad de la filosofa.
La filosofa se consuma, para el existente, en la sociedad.
Habiendo sido al principio tan slo idea (del mismo modo
que lo inconsciente y el psicoanlisis), la filosofa slo se
consuma realmente al instituir a la sociedad como verdadera y justa, tal como lo anhela desde el comienzo de la historia. La sociedad se caracteriza por el hecho de que en ella
cada uno puede, con toda su finitud radical y los riesgos de
violencia consiguientes, advenir a su unicidad de individuo
e incluso a su autonoma de yo. Esta sociedad deja todo su
lugar al capitalismo, aunque, es verdad, imponindole los
lmites polticos que corresponden. Slo por su gracia propia,
no al sujeto individual sino al sujeto social-aquel que se inscribe en los diversos discursos fundamentale s-, instituye la
filosofa una sociedad semejante.
La sociedad justa supone entonces reconocidos en su verdad propia cada uno de los cuatro discursos constitutivos del
mundo social. En primer lugar, los dos discursos que, postulando como tal una ley que se quiere justa, ejercen un poder
(por lo menos formal): sea el discurso del clrigo * (discurso
del universitario, actividad racional en valor) en el que vuelve a hallarse la filosofa, sea el discurso del amo (actividad
racional en finalidad). El discurso filosfico-clerical, tras
haber luchado contra l en la historia, reconoce la autoridad
del discurso del amo, le otorga legitimidad. Equilibrio de
poderes (legislativo y ejecutivo), la misma ley justa es plan-
teada por ambos aunque, sin duda, de diferente modo. Despus, el discurso del pueblo (discurso del histrico, actividad
tradicional), discurso que se supone puede acoger (ste es el
poder que entonces se le confiere: demo-cracia) esa justicia
que l mismo no postula como tal. Por ltimo, el discurso del
individuo, discurso que se mantiene inaparente en la sociedad sacrificial, donde se falsea radicalmente, y que en el
mundo histrico adviene como actividad emocional verdadera, dilogo socrtico y, ltimamente, discurso psicoanaltico.
As pues, al instituir una sociedad donde el discurso psicoanaltico tenga su lugar reconocido y donde cada uno pueda acceder, mediante este discurso, a su individualidad, la filosofia
realiza la justicia. Cierto es que el existente tiende siempre a
cometer en ella la injusticia, lo cual no pone de ningn modo
en entredicho la justicia de esta sociedad como sociedad de derecho. Pero an cabe preguntarse, no bien se afirma la existencia y lo inconsciente, de qu modo el existente radicalmente finito, y por lo tanto en relacin constitutiva -lo diga, lo sepa, lo
sienta o no- con un Otro absoluto, puede realmente aceptar en
el fondo de s -y sin aceptacin no hay justicia- la verdad racional pura querida e introducida por la filosofa.
Concluyamos con la religin, que permitir justamente que
la verdad filosfica sea acogida por cada uno, al menos en
forma implcita.
Primero, la idea de la religin.
Tambin la religin es saber. Saber sin embargo sobre el
Otro como Otro absoluto, y que no puede venirle al existente sino de este Otro. Este saber es sin duda siempre, en primer lugar, el saber falso que caracteriza al mundo tradicional sacrificial. Y debe pues, como verdadero, como aquel del
que tiene necesidad la filosofa, poder ser verificado por la
razn filosfica y posibilitar l mismo una verificacin semejante. Que la filosofa actual, aquella que afirma la existencia y lo inconsciente, deba relacionarse con la religin como
verdadera, esto es lo que anunciaba Benjamin en su "Programa de la filosofa que viene", aquella que debe "integrar
en un orden sistemtico" nuevos "dominios" de experiencia,
entre los cuales "el ms elevado es el de la religin". 14
14
Walter Benjamin, "Programme de la philosophie qui vient", traduccin francesa de Maurice de Gandillac, revisada por Pierre Rusch, en
CEuvres, I, Pars, Gallimard, "Folio", 2000, pg. 194. ["Sobre el programa
de la filosofa venidera", en Para una crtica de la violencia y otros ensayos. Iluminaciones IV, Madrid, Taurus, 1991.)
108
10!1
----cal del sistema sacrificial, de aquello por lo que, en el interior de cada pueblo, el sujeto individual es primero demasiado poca cosa y por lo cual hace falta un pueblo. Pueblo
judo como pueblo de la eleccin. De entrada, y hasta el fin
de la historia, como dice Rosenzweig ("El vive ya en su propia Redencin. Ha anticipado la eternidad"). 17 Pero el fin de
la historia no podr ser alcanzado, aclarmoslo, sino
cuando la eleccin juda se haya vuelto posible para cada
uno; hemos podido verlo, en la historia, con la fundacin de
los Estados Unidos de Amrica. Y sin embargo, la eleccin,
y precisamente como eleccin juda, es al principio rechazada por los otros pueblos.
Aqu se origina todo un movimiento ordenado por una
segunda revelacin, la del cristianismo, que hace atravesar
las cuatro pocas religiosas de la historia (reuniendo, sin
duda con un desplazamiento, las pocas filosficas para determinar las cinco pocas de la historia universal). Epocas
religiosas que son, tomadas de Schelling por Rosenzweig, las
de la Iglesia de Pedro (poca medieval, despus de la poca
filosfica de la Antigedad), la Iglesia de Pablo (poca moderna) y la Iglesia de Juan (poca contempornea). A lo que
se debe agregar, en vinculacin con lo inconsciente, la poca
actual, la que viene despus del holocausto. Porque la revelacin cristiana es revelacin del amor, en el sentido de que
cada uno debe ser postulado objetivamente como Otro verdadero. Revelacin que, oponindose universalmente al sistema sacrificial, se efecta mediante el Sacrificio del Otro
absoluto, como Hijo, del dios de la eleccin. Y revelacin por
la gracia. Revelacin que se corresponde de ese modo con el
discurso psicoanaltico-individual. Pero si bien esta revelacin abre entonces, como dice Rosenzweig, la "va eterna"
(puesto que el mundo histrico querido por la filosofa pasa
a ser mundo cristiano), no conduce por s misma a la posicin como tal de la ley justa (lo que supone, cada vez, la eleccin). Y, pese a los progresos histricos de la justicia, ella
tiende sin cesar a repetir la violencia sacrificial, ltimamente contra el pueblo judo, el Elegido humano por excelencia.
Hasta el holocausto. Despus de lo cual, por una parte, el
mundo histrico, cristiano, no puede seguir sindolo sin reconocer explcitamente la verdad pura del judasmo, al repe17 F. Rosenzweig, L'toile de la Rdemption, traduccin francesa de
Alcxandre Dcrczansky y Jcan-Louis Schlegel, Pars , Le Scuil, 1982, pg.
387.
110
1'1
i;
18 F. Rosenzwcig, "Jehuda Halvi", en L'criture, le verbe et autres essais, traduccin francesa de Jean-Luc Evrard, Pars, PUF, 1998, pg. 156.
112
ELEMENTOS BffiLIOGRAFICOS
PARA CONTINUAR LA REFLEXIN SOBRE EL DOSSIER
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Fral T., Nazisme et psychanalyse, Pars, La pense universelle,
1987.
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feminidad, Nuevas conferencias de introduccin al psicoanlisis, OC, t. 22.]
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111)
LACAN Y LA POLTICA
ENTREVISTA
CON JACQUES-ALAIN MILLER
Declaraciones recogidas
por Jean-Pierre Clro y Lynda Lotte
IHJ
f'uera de Francia -aunque en una medida menor en los paanglosajones-, parece haber cambiado mucho las cosas.
Cul fue, cul es el impacto poltico de Lacan, quiero decir:
tanto en filosofa poltica como en la prctica poltica?
Curiosamente, ese impacto es difcil de medir si nos atenemos slo a Lacan mismo; pero tomar en cuenta a los "lacanianos" no nos facilita la tarea: cierta cantidad de ellos no
repudiara seguramente el ser catalogados de izquierda, incluso de extrema izquierda, por ms que no se pueda vincular a Lacan directamente con ella; en cambio, buen nmero
de otros analistas que se declaran lacanianos toman posiciones que catalogaramos con facilidad a la derecha, aunque
quizs errneamente, como las que tienen sobre la familia y
por la especie de primaca otorgada al falo a pesar de que el
falo no coincidira con el varn de carne y hueso. J. Derrida
le hizo este reproche hace ya mucho tiempo.
Es hora tal vez de mirar un poco ms de cerca lo que ocurre; ms an cuando no es tan fcil desenredar una literatura sobre la cuestin que desborda por todas partes y cuando,
por otro lado, las dcadas de 1980 y 1990 fueron frtiles en
acontecimientos capitales: el derrumbe de la divisin EsteOeste de Europa y casi del mundo entero, con redistribuciones ideolgicas y polticas espectaculares, amenazas de
extrema derecha que se concretan otra vez en Estados democrticos y que acompaian a un gran desinters poltico
de sus poblaciones.
El problema que se le plantea a cualquiera que se interese a la vez por la poltica y por el psicoanlisis es el siguiente: de qu manera puede intervenir el psicoanlisis, terica
y prcticamente, en el campo poltico? Produciendo textos
tericos? Pero en este caso, qu porte pueden adoptar? Interviniendo los analistas en el mbito politico como expertos
para aconsejar al prncipe o a los ciudadanos, para ponerlos
en guardia y hasta para apartar a estos ltimos de la poltica exhortndolos a conducir un destino fundamentalmente
personal y privado?
Con toda seguridad, as como el psicoanlisis nos vuelve
un poco menos torpes respecto de nuestra vida privada, cabe
esperar que vuelva un poco menos ciego al individuo en el
interior de los grupos, de las muchedumbres, de las masas,
de los Estados; pero en el segundo caso encontramos una dificultad particular: sobre qu hay que apoyarse para ejercer una influencia poltica, y en qu sentido es preciso desa~es
120
1!l1
J.A.M.- No cabe duda, si introduce usted entre psicoanlisis y poltica las costumbres, lo que insulsamente se denomina "cuestiones de sociedad". Es por esta va como el psicoanlisis cambi el mundo, ms que por influencia directa
sobre la poltica hablndoles a los prncipes al odo. Dejemos
eso para la astrologa. El presidente Reagan no tomaba una
sola decisin importante, no fijaba una fecha sin consultar a
su astrlogo, y eso desde siempre. El bello libro de Anthony
Grafton sobre Cardan, Cardan's Cosmos, tiene un captulo
muy divertido sobre el astrlogo como consejero poltico.
Dir usted por lo tanto que la astrologa cambi el mundo?
En Roma, no se tomaba ninguna gran decisin sin que operadores especializados escrutaran el cielo, registraran vsceras, alimentaran a los pollos sagrados: hay que leer al res122
Yo lo he hecho bastante en el registro irrisin de la poltica, y no teman que vaya a quedarme en eso. Es suficiente
para indicar que la funcin de consejero del prncipe no tiene nada de deslumbrante. Lo que aparece es ms bien cierta
impotencia del poder frente al movimiento de la civilizacin, un
"contra eso no se puede". La historia de las costumbres hace
sentir que algo irrefrenable se abre un camino. Irrefrenable,
la palabra que se me ha ocurrido expresa bien de qu se trata, se ha tocado la represin. Algo de la represin ha sido
levantado, y a escala social. Se trata del acontecimiento
Freud. Tras un tiempo de incubacin, ahora se nota que sus
efectos se han derramado sobre el mundo. N o nos paremos
a decir que ac l ha triunfado y que all se le resiste, pues,
si a algo se resiste, es justamente a eso. All donde se resiste, no se resiste tanto a la democracia y al capitalismo como
al impudor y el desenfreno, por decirlo as, es decir, a la
emancipacin de las mujeres y a la liberacin de las costumbres.
Hay que imputrselo a Freud? A su proyecto? Es
Freud el demiurgo de la modernidad? Voy a atribuir al psicoanlisis el poder que le sustraje a la poltica? Intentemos
precisar ms las cosas. Algo tuvo lugar con Freud, que es del
orden del consentimiento y no slo de la confesin. La Iglesia exiga, por cierto, que uno confesara su sexualidad, pero
en el elemento de la culpa, bajo la gida del repudio de la
carne, citando el ttulo de Peter Brown. Este repudio contina ah. Los socilogos siguen atribuyendo a la encclica
Humanae vitae las principales dificultades de la Iglesia catlica en el movimiento de reconquista que inici tras el derrumbe del comunismo real.
Freud inaugur otra cosa, que es el reconocimiento y la
aceptacin de "la carne", es decir, de las pulsiones, y ellas
tienen que satisfacerse, pues de lo contrario hay malestar,
enfermedad, neurosis, sntoma. Ms precisamente, ellas encuentran en el sntoma una satisfaccin sustitutiva mientras no sean reconocidas y aceptadas. se es el gran secreto:
el sntoma es una satisfaccin, negada, disfrazada, que hay
que descifrar. El sntoma prospera al abrigo del secreto. Levantado el secreto, interpretado el sntoma, desaparece. En
lugar del individuo enfermo, dice Freud, pongamos a la sociedad, que en conjunto sufre de neurosis aunque incluya
tambin personas sanas. Pues bien, cuando esta sociedad en
su conjunto tome conocimiento del gran secreto, cuando
124
sepa interpretar los sntomas, stos ya no tendrn posibilidad de aparecer. Como prueba de que la idea no tiene nada
de utpica, basta advertir cunto ms raras se hicieron las
apariciones de la Virgen desde que el clero autoriza a los mdicos a examinar a las muchachas visionarias.
La idea de esta profilaxis por la indiscrecin, dira yo, era
sin duda demasiado simple, y adems, desde la dcada de
1920 la prctica empez a mostrar que la satisfaccin del
sntoma poda muy bien resistir a la interpretacin, sobrevivir a ella, lo cual generaba decepcin y rectificaciones tericas y prcticas. Lo cierto es que Freud advirti muy bien
que el psicoanlisis, ms all de los pacientes a los que trataba uno por uno, acabara por tener un efecto social generalizado. Lo tenemos a la vista: la decadencia de la prohibicin, o al menos una dificultad nueva para acreditar
las prohibiciones, el recurso inmediato a la escucha en la
gestin de cualquier crisis, de cualquier trastorno, la exigencia de transparencia que pesa sobre todo lo que sea poder y
que los medios de comunicacin, mal que bien, reflejan; el
derecho a las pulsiones, al propio goce: no estamos lejos de
ver inscripto esto como uno de los derechos humanos. Bien
hubiera podido Jefferson insertar en la Constitucin de los
Estados U nidos la bsqueda de la felicidad.
Aqu es, sin duda, donde empez todo, con la Revolucin
norteamericana seguida de la francesa, con el progreso de
la igualdad de condiciones, para hablar como Tocqueville, o
sea, con el proyecto de la Ilustracin, al que Freud se refiere. Pero este proyecto en s era slo una consecuencia del
surgimiento de la ciencia, una vez franqueados los lmites
entre los que la prudencia de Descartes quera confinar su
extensin: no tocar la religin, ni la moral ni la poltica. Primero fue la ciencia la que cambi el mundo, al sustituir el
mundo cerrado por el universo infinito, trminos de Koyr,
de quien Lacan tom los fundamentos de su epistemologa.
El propio psicoanlisis es impensable antes de la edad de la
ciencia. Instar a alguien a que enuncie todo lo que se le pasa
por la cabeza sin orden ni idea preconcebida, al azar, persuadido de que todo ese revoltijo tiene un sentido y responde a
un orden oculto, y hasta obedece a leyes? Pero para eso, era
preciso que el espritu cientfico hubiese pasado a la conciencia comn, a la lwin, hubiese devenido creencia popular.
Lacan proclam incluso que, en psicoanlisis, el sujeto
del inconsciente es el sujeto de la ciencia, que l identificaba
125
con el cogito cartesiano. Bella paradoja, mientras que la tendencia era ms bien a considerarlo como el principio de la
unidad de la conciencia.
C!TS.- Est bien que usted empiece a hablar de Lacan,
pues hasta ahora no se ha escuchado ms que el nombre de
Freud.
128
~~
=----- .
'
1
'
la poltica exhortndolos a conducir un destino fundamentalmente privado", para citar su introduccin? La poltica se
encarga muy bien de esto ella sola, y yo no veo por qu el
psicoanlisis iba a asumir el pecado. En cambio, la desidealizacin tiene tendencia a crearles a los gobernantes algunas pequeas dificultades que no van a disgustar a los gobernados. El misterio le es necesario a la realeza, deca el
fundador de The Economist en tiempos de la reina Victoria.
El misterio se disip, y el augusto semanario se declar, hace
algunos aos, republicano. Puesto que all la confianza se
otorga con beneficio de inventario, el elector se vuelve defensor de los derechos del consumidor, mientras que la poltica "se privatiza". La Ilustracin no anunciaba otra cosa,
sta es la libertad de los Modernos.
Tercero: s, el psicoanlisis est al servicio de la poltica,
y cmo! Los hombres polticos, y todo cuanto los rodea a ttulo de spin doctors, no esperaron el permiso de nadie para
sacar algunas lecciones tiles del psicoanlisis. Ya en 1936,
hallndose en Marienbad para el Congreso Internacional de
Psicoanlisis donde present una comunicacin prnceps sobre el "estadio del espejo", Lacan fue a Munich con motivo
de las Olimpadas y le presentaron a Goebbels. "Al darle la
mano, sent que l haba sido analizado", cont. Era el antepasado de los spin doctors. Antes de que el spin se convirtiese en una profesin honorable, lo llamaban, en buen francs, intox. Podramos hablar tambin de Tchakotine y de
Violacin de las masas. Todo esto es contemporneo del descubrimiento freudiano. Por otra parte, Freud haba anticipado en su Massenpsychologie algo de los grandes movimientos de masas totalitarios, a saber, de sujetos dispersos
susceptibles de caer bajo la accin de una identificacin colectiva por poco que un objeto sea puesto en posicin de denominador comn ideal. El anlisis puso en evidencia el carcter elemental de los modos de captura del sujeto, de su
imaginacin, de su deseo y, ms an, la simplicidad engaosa de sus impulsores: significante-amo y plus-de-goce.
La publicidad, devenida en industria esencial para el consumo, sac provecho de ello. En las democracias representativas, la poltica ya no puede volverse hacia los que llamamos ciudadanos sin pasar por ella. No le voy a ensear a
usted que el marketing poltico se ha convertido en un arte,
y hasta en una industria que produce carretadas de siglas,
eslogans, emblemas, catch-phrases, sound-bites, photos-op131
portunities, en funcin de datos recogidos mediante encuestas de opinin, mediante agudos sondeos en grupos de discusin temtica. Se crean las palabras que hacen falta, como
por ejemplo este significante reciente que sirvi mucho en
los ltimos tiempos, "armas de destruccin masiva": tiene la
ventaja de confundir dos tipos de armas, las armas nucleares y las qumicas y bacteriolgicas, cuyo poder letal es muy
distinto. Este marketing no es un maquillaje. Es l quien
transforma las opciones polticas en fuerza material efectiva, l mismo es la ms poderosa de las armas de desinformacin masiva, e incluso ms: hoy condiciona hasta el propio contenido poltico.
Ahora bien, es sorprendente que, lejos de esconder a estos doctores de spin, se los exhibe, porque el pblico sabe que
existen, quiere conocerlos, quiere visitar los bastidores. As
pues, no slo se pone en escena el decorado, sino que se hace
espectculo con el reverso del decorado, al menos con un reverso del decorado. De esto es inevitable concluir que no slo
los practicantes de la poltica son los primeros en saber que
la poltica est ahora desidealizada, y los primeros en obrar
con ello, sino que adems los ciudadanos quieren que sea as.
La desidealizacin de la poltica no es un infortunio de la
democracia, sino su destino, su lgica y, por decirlo as, su
deseo. Debemos comprobar que la decadencia de lo absoluto
en el campo poltico, bienvenida en la medida en que es lo
opuesto del fanatismo, no abre solamente el camino a la discusin racional de sus intereses por parte de ciudadanos
desapasionados, sino tambin al reinado de la opinin, y al
reinado sobre la opinin, hasta el punto de que el debate
pblico se desenvuelve ahora en el elemento de la increencia y del engao, de la manipulacin confesa y consentida.
Se filman y difunden las sesiones de brain-storming de Sgula. Todo el mundo sabe, al menos en el Reino Unido, que
el hombre indispensable del equipo de Tony Blair, entusiasta, dicen, del spin, es Allistair Campbell, su director de comunicacin y estrategia; y si, a raz del suicidio del seor
Kelly, Campbell tuviese que marcharse, Blair podra sobrevivir? Bush tiene tambin su gemelo, el seor Karl Rove,
ms discreto. Etctera. En resumen, sta es la regla del juego. stas son las condiciones objetivas de la operacin poltica en las democracias desarrolladas.
Deplorarlo? Esto tambin forma parte del juego. Adems, quin dice todava que es una cosa abyecta? Tal vez
132
psicoanlisis? En el ardor de su polmica contra el psicoanlisis norteamericano, al que vea siervo de los ideales portados por la sociedad de consumo, the affluent society, como
la llamaba Galbraith, Lacan poda escribir, seguramente a
modo de provocacin, que la prevencin contra el psicoanlisis en el Este le pareca justificada. Lo que se comprueba
en todos los casos es que en los Estados Unidos, mientras
que el psicoanlisis de orientacin lacaniana interesa a los
intelectuales, su prctica efectiva va tirando, simplemente,
y en trminos generales es de temer que se marchite, atenazado entre las sociedades de seguros que reembolsan los tratamientos de duracin limitada y los psicotrpicos, cuyo uso
se expande a todo vapor. Parece haber, en suma, una va
francesa hacia el psicoanlisis que se expande por el mundo
latino pero, hasta hoy, difcilmente en otros lugares.
CITS.- Considera
cano?
J.A.M.- En el sentido que doy actualmente a este trmino, no lo era ni ms ni menos que la media de sus compatriotas y que Freud mismo. Lacan consideraba que el psicoanlisis se haba desnaturalizado al cruzar el Atlntico, que
los inmigrantes que lo difundan haban dejado tras de s a
Europa como un mal recuerdo, y que haban pPrsistido en el
afn de ajustarse a los valores de lo que se llam, en otro
tiempo, american way of life. Al hacer vibrar esta cuerda,
qu~ podemos llamar poltica, Lacan saba sin duda que en
Francia l se haca escuchar tanto a la izquierda como a la
derecl;l.a. Acabamos de ver cristalizar en el nivel poltico el
desacople, que viene de lejos, de las sensibilidades y las costumbres entre Norteamrica y Francia, e incluso Europa. Lo
cual no impide que la norteamericanizacin avance.
CITS.- A fines de los aos 60, el psicoanlisis apareci
como portador de un ideal revolucionario. A su juicio, es
posible disociar el psicoanlisis del uso poltico que se le da?
Est implicada en su doctrina la intervencin poltica del
psicoanlisis? Se inscribe el psicoanlisis como una ideologa reaccionaria?
J.A.M.- Le contesto muy rpido. Revolucionario o reaccionario, el psicoanlisis? El psicoanlisis es un J ano. Po-
134
tienden ms bien a decepcionar a los militantes. El resultado es que son superados por las consecuendas de su operacin.
sta hizo tambalear todos los semblantes, y en particular las
normas que atemperaban la relacin sexual insertndola en la
familia y en el orden de la procreacin. Y los psicoanalistas
hubieran querido que esos semblantes aguantasen hasta el
fin de los tiempos. Pues bien, nada de eso. El derecho natural, que se perpetuaba en formas diversas desde haca siglos,
recibi un duro golpe. A los estropicios sensacionales que
caus el psicoanlisis en la tradicin se aadieron, casi de
milagro, las posibilidades inditas ofrecidas por el progreso
de la biologa, la procreacin asistida, la clonacin, el desciframiento del genoma humano, la perspectiva de que incluso el hombre llegue a convertirse en un organismo genticamente modificado.
Entonces, el Nombre-del-Padre ya no es lo que era.
Viene decayendo desde hace mucho tiempo, Balzac habra
dicho que desde el regicidio francs, desde la desaparicin
de la sociedad del orden, y con el revoltijo que introdujo
en los asuntos del mundo el capitalismo, tal como lo previera el Manifiesto comunista. En 1938, Lacan indicaba
ya como un dato establecido la declinacin social de la
imago paterna, y luego, en la dcada de 1950, deca que
en nuestras sociedades el complejo de Edipo no podra
mantenerse en cartel indefinidamente. En esto estamos.
La decisin de la Corte Suprema que mencion al empezar abre el camino al matrimonio gay y lsbico. La derecha religiosa demanda la sancin de una enmienda a la
Constitucin que defina el matrimonio como un lazo heterosexual de finalidad reproductiva. La Iglesia moviliza.
La guerra de civilizacin -pero sta es intestina- ser
apasionante de seguir.
El psicoanlisis es subversivo al tiempo que los psicoanalistas son espontneamente conservadores. Con todo
derecho, pues esa conmocin simblica tendr su precio.
Pero de todas formas, qu ceguera habra en no reconocer aqu la consecuencia de su accin!
CITS.-
al falo?
J.A.M.- Quin otorga esa primaca?
136
CrTS.-
Y bien, el psicoanlisis.
J.A.M.- Si en el campo al que usted pertenece procediera a inventariar los smbolos del poder, no tendra dudas de
la primaca inmemorial del falo y de la primada poltica viril. Esta configuracin ha entrado en contradiccin con el espritu de la modernidad, con los derechos humanos, dira yo,
con el desarrollo de las fuerzas productivas, etc.; hace apenas cincuenta aos que se renunci en Francia al monopolio
electoral del falo, y menos de la mitad que se legaliz el aborto. Fue ayer. Ha llegado ya la noticia a un inconsciente que
desde siempre gira en redondo sobre el mismo surco y que,
adems, no conoce el tiempo? El psicoanlisis no otorga ninguna primaca al falo, la reconoce, porque esto es lo que su
experiencia le indica. La forma que simboliza por excelencia
la turgencia del goce fue tomada del cuerpo del macho, forma gloriosa que sublima una realidad que lo es menos, por
cuanto se produce en eclipses. Fue sin duda su carcter a la
vez saliente, visible y evanescente, lo que le vale al rgano
erecto del macho el haber pasado al estado de significante y
de significacin.
Reconocerlo es al mismo tiempo reconocer que la "significacin flica", como deca Freud, se va a pasear muy lejos
de su punto de partida. Esta significacin y el rgano macho, sumados, dan dos. Nada ms falicizado que el cuerpo
femenino, y especialmente cuando su defecto es puesto en
evidencia. Freud hace girar su clnica alrededor de esta falta, y en _particular cuando se la localiza en el cuerpo de la
madre. El muestra que el encuentro con las modalidades de
dicha falta desempea una funcin decisiva en la eleccin
de neurosis y en la orientacin sexual.
Ahora preguntmonos cul fue de hecho el alcance poltico de los descubrimientos del psicoanlisis en este aspecto.
Obraron en el sentido de justificar el privilegio poltico viril por una especie de nuevo derecho natural? Al revs. El
psicoanlisis puso al descubierto el montaje significante de
la primaca del falo. El falo es un semblante; lo real en juego
es el goce; la norma sexual es un artificio; el deseo no tiene
objeto natural: como tal, es perverso. Al final, Lacan pudo
decir que no hay relacin sexual, que en el nivel de la especie humana el modo de gozar no est programado desde la
naturaleza, sino que se establece de un modo diferente para
cada uno de los dos sexos y, en otro nivel, para cada cual, uno
137
CrTS.- Si es verdad que, en tiempos de Lacan, las relaciones entre el psicoanlisis y la poltica eran fcilmente determinadas y determinables, puede decirse que las dos ltimas dcadas, que cambiaron tantos datos tenidos antes por
definitivos, transformaron sensiblemente esas relaciones?
J .A.M.- Ah, no estoy de acuerdo con eso. Se puede hablar perfectamente de una colectividad en trminos de deseo. Ve usted a un Lutero poner a punto un deseo indito,
ese deseo comunicarse cada vez ms en una coyuntura histrica dada, por supuesto, dar origen a una comunidad de
creyentes y convertirse, evidentemente, en un factor de la
poltica. Lenin no hizo otra cosa y transmiti a una elite un
deseo muy decidido, que termin por debilitarse y desaparecer. En toda la cuestin de las nacionalidades durante el siglo XIX, la cuestin del deseo est muy presente. En el xx, ha140'
PRESENTACIN
Jean-Pierre Clro
A Lacan no le interesa en particular ser etiquetado como "estructuralista"; ve claramente que este tipo de bautismo periodstico, o ms bien de "poubellicisation", * no es lo esencial.
Pero, bien mirado, aqu se trata de diferenciarse de la fenomenologa y su pretendida afirmacin del sentido que soy
como pensamiento; de modo que esa categorizacin es quizs
ms vlida que cualquier otra. En contra de la fenomenologa, siempre dispuesta a afirmar la existencia de una palabra en el fundamento de la lengua, Lacan afirma que la
esencia de la teora psicoanaltica es un discurso sin palabras. Los significantes hacen posible un discurso, sin duda,
pero este discurso no es una palabra que posea un sentido
consciente. En Lacan, lo que la fenomenologa toma por fundamento es justamente problemtico. Cmo es posible que
lo que slo existe en el paso de un significante a otro sea tomado por una conciencia de s? En este texto hay ms: si cierto marxista <<pensamos evidentemente en Althusser, influido por doctrinarios del Partido Comunista Francs que pretendan saber mejor que l lo que haba que pensar de Marx,
abjur de la lectura estructuralista que l mismo haba propuesto de ste, Lacan, que es un h01nbre libre y habla sin
observancias, se interesa por el momento estructural de El
Capital en que el autor pone de manifiesto, en el juego de
doble encadenado del valor de cambio y el valor de uso, la
necesidad de la plusvala. Es sorprendente la analoga entre
la produccin del objeto a por el funcionamiento del encade" Variante de poubellication, trmino neolgico fmjado por La can p(ll.
condensacin de publication, "publicacin" y poubelle , "cesto de la bas u
ra". (N. de la T.)
Jj {j
nado estructural, produccin que la experiencia de la subjetividad vuelve invisible, y la de la plusvala: ella conduce a
Lacan a hablar de plus-de-goce. Este texto de 1968 es, pues,
de importancia decisiva para medir la concordancia de las
elaboraciones de Lacan con una tesis esencial de Marx, y
tambin por muchas otras razones que dejamos al lector el
cuidado de descubrir.
DE LAPLUSVALAAL PLUS-DE-GOCE
Jacques Lacan
PRIMERA LECCIN INDITA DEL 8EMINARlO
DE UN OTRO AL OTRO,
PRONUNCIADA EL 13 DE NOVIEMBRE DE 1968.
TEXTO ESTABLECIDO POR JACQUES-ALAIN MILLER
111 7
filosofa?: saber qu cosa, frente a tantos saberes, no sin vo lar ni eficacia, distingue a ese discurso afirmado en s mismo que, fundndose en un criterio que el pensamiento tomora en su propia medida, merecera in titularse epis teme, la
ciencia.
En este proceder de poner al pensamiento de acuerdo
consigo mismo nos sentimos inclinados a una mayor prudencia, aunque slo sea por el desafo que acabo de delinear
como el de que la verdad lleva a lo real. Una regla de pensamiento que tiene que asegurarse del no-pensamiento como
de lo que puede ser su causa: he aqu con qu nos confronta
la nocin de lo inconsciente.
Yo soy como pensamiento slo en la medida de lo fuerade-sentido de las palabras, y no del sentido, como se imagina y como lo supone toda la fenomenologa. Mi pensamiento
no es regulable a mi gusto, se aada o no por desgracia. Es
regulado. En mi acto, no pretendo expresarlo sino causarlo.
Pero no se trata del acto, sino del discurso. En el discurso,
no tengo que seguir su regla sino encontrar su causa. En el
entre-sentido -tnganlo por tan obsceno como puedan imaginarlo- est el ser del pensamiento.
Lo que es, al pasar por mi pensamiento, la causa, deja
pasar pura y simplemente lo que ha sido como ser. Esto por
cuanto, all desde donde pas, ha pasado ya y siempre produciendo efectos de pensamiento.
Il pleut [llueve],* es acontecimiento del pensamiento
cada vez que se lo enuncia, y su sujeto es primeramente ese
il, ese hile, dira yo, que l constituye en cierta cantidad de
significaciones. Por eso, este il se encuentra cmodo en toda
la continuacin. En efecto, se puede hacer seguir il pleut de
este modo: il pleut des vrits premie res, il y a de l'abus [llueven verdades primeras, hay abuso]. Sobre todo si se confunde, si se unifica la lluvia como meteoro con el aqua pluvia, el
agua que se recoge de ella; el meteoro es propicio a la metfora. Y por qu? Porque ya est hecho de significantes. Il
pleut. El ser del pensamiento es la causa de un pensamiento
en tanto fuera-de-sentido. Era ya y siempre ser de un pensamiento antes.
Ahora bien, la prctica de esa estructura rechaza cual-
Hubo un tiempo en que tom el ejemplo del pote, de la vasija,* no sin que se hiciese al respecto tal escndalo que decid
dejar ese pote al margen de mis Escritos.
El pote es la imagen sensible de una nocin, l es en cierto modo esta significacin, por l mismo modelada.
Manifestando la apariencia de una forma y un contenido, el pote introduce efectivamente en el pensamiento la
idea de que el contenido es la significacin, como si el pensamiento manifestara aqu la necesidad de imaginarse teniendo que contener otra cosa; as lo designa la expresin contenerse cuando recae sobre un acto intempestivo. Yo llam al
* Damos aqu "pote" y "vasija" como sinnimos a fin de salvar, en la
lectura, el hecho de que el francs pot empleado por Lacan no tiene un
correspondiente exacto en castellano, es decir, un vocablo que pueda se
utilizado tanto para designar la obra del alfarero como el recipiente habitual en las cocinas, susceptible de contener diversos productos comestibles. (N. de la T.)
lll
152
3
Qu hacemos nosotros en el anlisis sino instaurar, por
medio de la regla, un discurso? Discurso de tal ndole que el
sujeto hace pender de l qu cosa? Lo que es precisamente
su funcin de sujeto. Aqu el sujeto queda dispensado de sostener su discurso desde un yo digo. Una cosa es hablar, y
otra plantear yo digo lo que acabo de enunciar. El sujeto del
enunciado dice yo digo, dice yo planteo, como lo hago yo mismo aqu en mi enseanza. Yo articulo ese habla, esa palabra. No se trata de poesa. Digo lo que est escrito aqu, y
puedo incluso repetirlo, lo cual es esencial por cuanto, repitindolo, para variar aado que lo he escrito.
Ese sujeto est dispensado, pues, de sostener lo que
enuncia. Ser de este modo como arribar a aquella pureza
de la palabra, a aquella palabra plena de la que habl en una
poca de evangelizacin? El discurso que llaman mi Discurso de Roma, a quin se dirigia sino a los odos que ms cerrados estaban para escucharlo? No calificar lo que dotaba
a esos odos de estas cualidades opacas, porque selia emitir
una apreciacin nada menos que ofensiva.
Pero observen esto. Hablando de la cosa freudiana, de
pronto me lanc a algo que yo mismo llam prosopopeya. Se
trata de la verdad que enuncia: Soy pues para vosotros el
enigma de aquella que se escabulle apenas aparecida, hombres que sois tan duchos en disimularme bajo los oropeles de
vuestras conveniencias. No por ello dejo de admitir que vuestro azoro es sincero, porque incluso cuando os hacis mis heraldos, no valis ms para llevar mis colores que esos hbitos
que son los vuestros y semejantes a vosotros mismos, fantasmas, que eso es lo que sois. Adnde voy pues cuando he pasado a vosotros, dnde estaba antes de ese paso? Os lo dir
acaso algn da? Pero para que me encontris donde estoy,
voy a ensearos por qu signo se me reconoce. Hombres, escuchad, os doy el secreto. Yo, la verdad, hablo. De ningn modo
escrib yo digo. Si lo que habla llegara a presentarse, seguramente el anlisis se cerrara, como lo escrib irnicamente.
Pero esto es justamente lo que no sucede o lo que, cuando
sucede, merece ser puntuado de manera diferente.
156
ante el valor de uso? En esa grieta, precisamente, se produce y cae lo que se denomina plusvala . En nuestro nivel,
nada cuenta ms que esa prdida. No idntico desde ahora
a l mismo, el sujeto ya no goza. Se ha perdido algo que se
llama plus-de-goce, y que es estrictamente correlativo a la
aparicin de lo que desde ese momento determina todo cuanto atae al pensamiento.
Con el sntoma no es diferente. De qu se trata sino de
la mayor o menor comodidad con que el sujeto se mueve alrededor de ese algo que llamamos plus-de-goce, pero que l
es incapaz de nombrar? A menos que lo contornee, no podra
proceder a nada de cuanto concierne no slo a sus relaciones
con sus semejantes, sino a su relacin ms profunda, aquella que denominan vital. Las referencias y configuraciones
econmicas son aqu muchsimo ms propicias que las que
le llegaban a Freud de la termodinmica, y que son ms lejanas en este caso, aunque no del todo inadecuadas.
He aqu, pues, el elemento que nos permitir avanzar en
el discurso analtico. En la definicin del sujeto como causado por la relacin intersignificante hemos planteado tericamente, a priori y sin haber necesitado una larga recursin
para formar sus premisas, algo que nos impide para siempre aprehenderlo.
He aqu tambin la oportunidad de percibir lo que otorga
al sujeto la unidad -llammosla por ahora preconsciente, no
inconsciente- que ha permitido sostenerlo hasta hoy en su
pretendida suficiencia. Lejos de ser suficiente, es alrededor
de la frmula$ Oa, alrededor del ser del a, del plus-de-goce,
como se constituye la relacin que, hasta cierto punto, nos
permite ver efectuarse esa soldadura, esa precipitacin, esa
congelacin por la cual podemos unificar a un sujeto como
sujeto de todo un discurso.
Har en el pizarrn un esquema que ilustra el punto en
cuestin.
La primera frmula indica que, en su relacin con otro
significante 8 2 , un significante S 1 representa al sujeto, S
barrado, que jams podr aprehenderse.
f/82
]!)!)
~o
--($O ($ Oa))
a
LXICO
162
CONCEPTOSLAC~OS
Jean-Pierre Clro
GRAN
OTRO
(LOS CUATRO)
cual descubrir que el saber de su propio deseo no es detentado, estrictamente hablando, por el analista, como si hubiera
que recuperarlo de ste. El analista no est en posicin ni de
poder ni de saber universitario; y esto hace que su posicin sea
tan dificil de identificar desde estos dos puntos de vista.
IMAGINARIO
En la lnea de las concepciones clsicas de la imaginacin
que insistan, como lo haca Pascal, a la vez sobre su potencia engaosa y sobre su potencia constitutiva, Lacan reconoce a lo imaginario su fuerza de ilusin, de fascinacin, de
seduccin, que l vincula, por un lado, con la imagen especular y con la constitucin del ego por identificacin, y por el
otro con su efecto en lo Real. Como Hume, Lacan ve en lo
Imaginario el origen de toda clase de ilusiones: abarcar la
totalidad, efectuar sntesis, postular autonomas, en particular la .del yo, creer en dualidades (sujeto/objeto, exterior/
interior, real/irreal), encontrar semejanzas y similitudes,
formar asociaciones entre ellas. Gracias a lo Imaginario, nos
figuramos y disimulamos la realidad. Pero lo Imaginario no
se basta a s mismo; su dimensin afirmativa y constitutiva se
apoya en el orden simblico.
Lacan considera la relacin de lo Imaginario con lo Simblico como, en el lenguaje, la del significado con el significante. Sin duda porque, a diferencia del significante, el significado
de los signos lingsticos es del orden de lo Imaginario; pero
tambin en razn del sentido muy amplio que Lacan da al
trmino "significante". Por ejemplo, un afecto puede ser tratado como dependiente de lo Imaginario, mientras que su
significante lo estructura y se manti~ne en cierto modo fuera de l. Lo Imaginario es el modo en el cual esta trama se
nos presenta, trama cuya existencia no podramos sospechar
sin el trabajo analtico; lo Imaginario es la inversin especular de lo Simblico, aunque jams se la comprenda inmediatamente como tal.
GOCE
Este trmino no debe ser tomado por equivalente de placer;
incluso debe serie opuesto, a la manera en que Kojeve sea168
goce flico, un inefable goce del Otro, "que se siente y del que
no se sabe nada" (XX, 71; versin cast., 92).
OBJETO PEQUEO A
Escrito siempre con a minscula, Lacan insiste en darle el
carcter de signo algebraico. No es, pues, ms traducible que
das Ding, Sintagma que Lacan enuncia siempre en alemn
con la fijeza de un trmino de lgebra. Como todas las nociones utilizadas por l, a va a evolucionar con el paso del tiempo. Cuando aparece, en 1955, es por oposicin al gran Otro
(A); desde ese momento cumple el papel del ego y de su imagen especular. Pertenece entonces claramente al orden
imaginario. En 1957, a empieza a significar el objeto del
deseo, es decir, no tal o cual objeto particular que nos figuramos desear, sino aquello a lo que se apunta ms all de
este objeto particular. Se trata del objeto parcial imaginario,
elemento que imaginamos separable del resto del cuerpo.
En el Seminario de 1960-1961, Lacan articula el objeto a
con el trmino agalma, que en griego significa ornamento,
ofrenda hecha a los dioses, y cuyo tratamiento localiza en El
banquete de Platn. Exactamente como el agalma es un objeto precioso situado en el fondo de una cajita que no presenta valor por s misma, el objeto a es el objeto del deseo
que buscamos en el otro.
La nocin va a evolucionar en el sentido de que a pasar
a ser la causa imaginaria del deseo y no ya aquello hacia lo
cual el deseo tiende; es entonces el objeto-causa de ste. El
objeto a es todo objeto que pone al deseo en movimiento. En
el Seminario sobre La angustia (1962-1963), su funcin se
profundiza an ms por cuanto, como "la angustia no es sin
objeto", el objeto a deviene este extrao objeto de la angustia; o si se prefiere, "la angustia es la nica traduccin subjetiva [del objeto a]". Adquiere entonces un sentido claramente simblico, no sin que Lacan le haga desempear el
papel de una especie de reserva irreductible de la libido. En
este mismo Seminario, pues, el objeto a es al mismo tiempo
objeto de ese afecto particular que es la angustia, y resto
dejado por la introduccin de lo simblico en lo real. La nocin ha encontrado su punto de equilibrio, por decirlo as, y
se complejizar cada vez ms: en el Seminario de 1969-1970
(que nos interesa especialmente por cuanto trata de los Cua170
objeto, por ejemplo, es producto de lo Simblico. Con un espritu berkeleyiano, reivindicado adems en uno de los puntos ms sutiles defendidos por el obispo de Cloyne (XX, 130;
versin cast., 172), Lacan declara: "Es el mundo de las palabras el que crea el mundo de las cosas, primeramente confundidas en el le et nunc del todo en devenir" (Ecrits, 276;
Escritos 1, 265).
Con su trada (real-imaginario-simblico), Lacan desplaza considerablemente los anlisis clsicos y fenomenolgicos
que imponen la distincin sujeto-objeto. Y todo indica que
esta manera de pensar no sufrir prcticamente ningn
cambio a partir de 1953. Lo Real es lo que resiste absolutamente a la simbolizacin o, si acudimos a los Escritos, "es el
dominio de lo que subsiste fuera de la simbolizacin" (Ecrits,
388; Escritos 1, 373). Aun si Lacan plantea que lo Real est
constituido por "la expulsin fuera del sujeto" (Ecrits, 388;
Escritos 1, 373), de todos modos no habra que confundir lo
Real con el mundo exterior. Lacan presenta lo Real como
"ruido en el que puede orse todo, y listo para sumergir bajo
sus destellos lo que el principio de realidad construye en l
bajo el nombre de mundo exterior". Se comprende entonces
por qu la nocin de Real evolucionar en el sentido de lo
imposible. Lo Real es lo imposible, dice el libro XI del Seminario, porque es imposible de imaginar, de integrar en el
orden de lo simblico, de ser alcanzado en una u otra forma.
Hay que reconocer no obstante el equvoco de lo que l
llama lo Real, toda vez que, situado ms all de los smbolos, imantando la tica del deseo, es tambin el principio de
un materialismo: "Del sentido no se ocupa nadie. Esto pone
bien de relieve un hecho sobre el que hago hincapi y que
siempre se olvida: el lenguaje, ese lenguaje que es el instrumento de la palabra, es algo material" (II, 105; versin cast.,
131). El sustrato material de lo simblico y de lo imaginario
no es tanto la realidad biolgica -aunque a veces lo seacomo la del lenguaje.
De una manera general, aun si en este punto el vocabulario de Lacan es bastante fluctuante, no debe confundirse
lo Real con la realidad del "principio de realidad": "Por lo general se introduce el principio de realidad sealando, sencillamente, que por buscar excesivamente el placer sobrevienen
toda clase de accidentes.(. .. ) Y se nos dice que el principio del
placer se opone al principio de realidad. En la perspectiva
que hemos hecho nuestra, la cosa cobra, por supuesto, un
172
unidades de base del lenguaje porque estn sujetos a la doble condicin de ser reducibles a los elementos ltimos diferenciales y de combinarse segn las leyes de un orden
cerrado (IV, 289; versin cast., 289). Existe en Lacan una
primaca del significante sobre el significado que no exista en Saussure (Ecrits, 467; Escritos 1, 449). Lacan, rindiendo siempre homenaje a Saussure por su formalizacin,
invierte la famosa relacin del significado y el significante y
pide que leamos "S/s como: significante sobre significado,
respondiendo el sobre a la barra que separa sus dos etapas"
(Ecrits, 497; Escritos 1, 477). El juego de flechas con el que
Saussure representaba el vnculo entre la imagen acstica
y el concepto ya no tiene razn de ser, por cuanto se ha vuelto precario y resbaladizo: el significado ha perdido toda autonoma en relacin con el significante mientras que, por una
graciosa inversin, se tiene tendencia a concederle la totalidad
del sentido. "El significante entra de hecho en el significado"
(Ecrits, 500; Escritos 1, 479-480). El significado acompaa al
significante de la manera ms oscilante, y no podra constituir la razn del significante del mismo modo en que el significante ofrece la razn del significado (Ecrits, 502-503;
Escritos 1, 482). En un psicoanlisis , es imposible atenerse
al significado; la significacin es imaginaria; es la produccin y el juguete del engranaje simblico: "El significante
tiene por efecto, en el lenguaje, el significado" (XI, 278). En
este sentido, y por lo mismo que "el significante no es inmaterial" (Ecrits, 500, 301; Escritos 1, 479, 289), se puede hablar de un materialismo en Lacan, que por otra parte es reivindicado por el autor.
Al forjar el signo, el significante y el significado, Saussure pretenda dar cuenta estrictamente del signo lingstico;
tena conciencia de que la lingstica era slo una regin de
un campo ms extenso, el de una ciencia general del signo.
Ahora bien, en Lacan, reinterpretado este dispositivo como
lo hemos visto, permite una generalizacin prodigiosa: no
slo las imgenes acsticas o los trazos sobre el papel pueden hacerse significantes; puede volverse significante todo
aquello que es susceptible de entrar en un sistema cerrado y
de conducirse en l de manera diferencial: "objeto, relacin,
actos sintomticos" (IV, 289; versin cast., 289). Es sin duda
por el lenguaje como mejor pueden seguirse los significantes, pero aquellos de los que habla Lacan no son ni exclusiva
ni esencialmente lingsticos. Cualquier representacin
174
palabra "sujeto", que hace jugar entre ellos. "El primero, que
se expresa en el 'se' del 'se sabe que ... ', no da ms que la forma general del sujeto notico.(. .. ) El segundo(. .. ) introduce
la forma del otro en cuanto tal, es decir como pura reciprocidad, puesto que el uno no se reconoce ms que en el otro"; es
"el 'yo' [je], sujeto del aserto conclusivo" o, como dice Lacan,
"la forma lgica esendal (mucho ms que la forma llamada
existencial) del 'yo' (je] psicolgico". "Finalmente, el juicio
asertivo se manifiesta por un acto" (Ecrits, 207 -208; Escritos
1, 197-198). Este tercer sentido es el que, esencialmente, Lacan va a profundizar desde ahora y al que aportar una primera distincin capital, distincin que surge lgicamente
desde el momento en que el autor pone el acento en la divisin del sujeto: entre el ego y el sujeto del inconsciente.
El sujeto no es nunca lo que l mismo imagina ser; el ego
es el producto de estas ilusiones imaginarias o especulares.
El ser humano no puede padecer ni hacer nada sin imaginarse en el principio de lo que padece y hace, como si esta
condicin de posibilidad imaginaria pudiera explicar lo que
fuere de lo que l padece o hace. El egp es producido para
defenderse de una incoherencia amenazadora y sustituirla
por una coherencia de ficcin. El sujeto es la partida simblica, totalmente insensible e inconsciente pero realmente
activa, para producir unidad. El verdadero sujeto no es, por
lo tanto, el fantasmtico ego que se cree constitutivo pero
que en realidad es producido por las imgenes sucesivas de
estas alienaciones; se trata del sujeto del inconsciente, que
es producido por el lenguaje o, para ser ms exactos, por los
significantes del lenguaje. Los significantes no son producidos por el sujeto, aunque ste pueda figurrselo; ellos son lo
que lo constituye: "El deseo inconsciente es lo que quiere
esto o aquello que profiere el discurso inconsciente" (Conf
rences de Bruxelles, pg. 6); y algo ms adelante, pg. 19: "Lo
que el inconsciente muestra, en efecto, es que esa estructura significante est ya ah antes de que el sujeto tome la
palabra y se haga portador, con ella, de verdad alguna ni
aspire a ningn reconocimiento." Este sujeto encuentra su causa en el efecto de lenguaje. "Gracias a ese efecto no es causa
de s mismo, lleva en s el gusano de la causa que lo hiende.
Pues su causa es el significante sin el cual no habra ningn
sujeto en lo Real. Pero ese sujeto es lo que el significante
representa, y no podra representar nada sino para otro significante: a lo que se reduce por consiguiente el sujeto que
176
Hi n cast., 497), que "pienso donde no soy" (efecto que el lenguaje realiza en todo momento), "por lo tanto soy donde no
pienso" (y aqu la existencia del sujeto pasa a ser una especie de punto ciego del lenguaje).
Es importante sealar que en 1957 Lacan tacha el smbolo S para producir el ~' el sujeto barrado, destinado a representar el hecho de que el sujeto est esencialmente dividido.
SIMBLICO
A diferencia de Freud, quien en La interpretacin de los sueios habra restringido el uso y la interpretacin de los
smbolos a una parte muy limitada del psicoanlisis,
acantonndolos en una funcin bastante pobre de lxico
que hace corresponder a los smbolos significaciones muy
estereotipadas, Lacan da una extensin prodigiosa a la
simblica; sigue en ello una indicacin de Lvi-Strauss, quien
en la Antropologa estructural consideraba el inconsciente
"como reducible a la funcin simblica". "No es acaso sensible que un Lvi-Strauss, sugiriendo la implicacin de las
estructuras del lenguaje y de esa parte de las leyes sociales
que regula la alianza y el parentesco, conquista ya el terreno mismo en el que Freud asienta el inconsciente?" (Ecrits,
285; versin cast., 274). El cambio de extensin y modalidad
es perceptible en el paso de un uso adjetivo del trmino (cuando admite que los sntomas poseen una significacin simblica
o, con Mauss, que las estructuras de la sociedad son simblicas) a su uso nominal o sustantivo. Lo Simblico deviene
entonces uno de los tres rdenes, junto con lo Real y con lo
Imaginario; quizs el ms crucial de estos tres rdenes puesto que lo Real casi ser apenas un ms all indecible de lo
Simblico, y lo Imaginario slo un ms ac, en la medida en
que todas las manifestaciones de lo Imaginario son explicables y estn determinadas por lo Simblico. sta es la razn
por la que el psicoanlisis no podra satisfacerse con un trastorno de lo Imaginario, efectivo, sin duda, pero que l pretende prolongar hasta un orden simblico que es el fundamento del sujeto.
Lo Simblico es del orden del lenguaje, pero en el sentido
en que Lvi-Strauss pensaba que las relaciones de parentesco y los intercambios de bienes estaban estructurados como
178
17!)
LA CRTICA DE LA DEMOCRACIA
EN LOS ESCRITOS PERSONALISTAS
DE LOS AOS 30:
ESPRITU Y ORDEN NUEVO
Patrich Troude-Chastenet
"Considero la sumisin a lo econmi co
como una de las causas decisivas del desasosiego contemporneo."
Daniel-Rops, Le monde sans ame,
Pars, Plon, 1932, pg. 42 .
"La democracia, al no haberse realizado
nunca por completo, fue siempre y es todava una doctrina revolucionaria en potencia. "
Robert Dahl, Apres la Ruolution ,
Pars, Calmann-Lvy, 1972, pg. 15.
l H:!
184
lHii
cia como un simple mtodo emprico de resolucin de conflictos, y tal como lo hicieron todos los idealistas desde Rousseau en adelante, la absolutiza, volvindola as inaccesible. 9
Ahora bien, es plausible que se quiera defender un rgimen
al que se sabe perfectamente imperfecto -pero preferible a
todos los dems, pues es concebido como un proceso, como
un movimiento siempre inacabado, como una invencin permanente-, as como se puede creer en la "salvacin" aun creyendo firmemente en la "Cada". 10
Ms all de la constatacin de una "crisis de la democracia" por parte de los movimientos no conformistas en su conjunto, las apreciaciones divergen notablemente en cuanto al
contenido del ideal democrtico y a sus diversas aplicaciones coyunturales. La crtica de la democracia parlamentaria efectuada por los personalistas se apoya tanto en Marx y
Proudhon como en Nietzsche, Sorel y Maurras.
Alexandre Marc (1904-2000), fundador del movimiento
Orden nuevo, 11 justifica la bsqueda de una "tercera fuerza"
entre el capitalismo y el comunismo por la comprobacin de
"la quiebra liberal". Invoca el "desorden actual, estril e inhumano", y el "asco instintivo que las ilusiones parlamentarias y seudodemocrticas despiertan ahora en toda alma
bien nacida". 12 Pero, a fin de despejar cualquier ambigedad, sita igualmente en la categora de los "conformistas"
al fascismo y el nacional-socialismo, antes de descartar a su
vez el "socialismo de cuartel".
En el primer nmero de L'Ordre nouueau, Ren Dupuis
9
Jean-Jacques Rousseau, Du contrat social, libro 111, cap. V: "Si se
toma el trmino su acepcin rigurosa, jams existi una verdadera democracia, y jams existir."
10
Jean-Louis Seurin, La dmocratie pluraliste , Pars, Economica,
1981, pg. 109.
11
El movimiento Orden Nuevo, al que perteneci el filsofo Gabriel
Mmcel, fue fundado en 1930 por Aleksandre Markovitch Lipiansky, judo
ruso convertido al catolicismo, y por lo tanto no tiene estrictamente ninguna relacin con el grupo de extrema derecha del mismo nombre creado
en 1969 por los herederos de Occidente. Bajo el patronmico de Alexandre
Marc, Lipiansky ser, junto con Arnaud Dandieu (1897-1933), uno de los
principales tericos del personalismo federalista. Cf. Christian Roy,
Alexandre Marc et lajeune Europe (1904-1.934): l'Ordre Nouveau aux origines du personnalisme, Niza, Presses d'Europe, 1998. La revista, a su
vez, ser fundada en mayo de 1933 por Arnaud Dandieu, y desde el n 2 5
(noviembre de 1933) L'Ordre Nouveau ser presentado como "el rgano
del comit directivo de los grupos Orden Nuevo".
12
Alexandre Marc, "Chronique de la troisieme force. Vers un ordre
nouveau", Esprit, n 2 2, noviembre de 1932, pgs. 330-334.
186
:
14
IH
188
189
eJe la Joven Derecha, para fustigar las costumbres de la Repblica de los Camaradas. 27 El eslogan "Ni derecha ni izquierda" traduce no slo el desprecio por toda forma de cocina electoral, sino la negativa fundamental a inscribirse en el
marco parlamentario y partidario. 28 En conjunto, el tono de
los colaboradores de Esprit es mucho ms moderado.
Sin dejar de admitir que el comportamiento de los funcionarios elegidos pueda inspirar a los ms generosos de los
franceses "un sentimiento legtimo de asco", P. H. Simon se
desvive por distinguir el principio de la representacin popular de las desviaciones del sistema parlamentario. El antiparlamentarismo es, segn l, una "encrucijada peligrosa"
que conduce al fascismo, mientras que, a pocas pginas de
distancia, Mounier, quien en 1934 ya haba estigmatizado la
"podredumbre parlamentaria", 29 parece querer desmentirlo
categricamente:
"EL ANTIPARLAMENTARISMO NO ES MENOS LIBERTAD, ES UNA LIBERTAD EFECTIVA Y GARANTIZADA; NO ES MENOS REPRESENTACIN, ES
UNA REPRESENTACIN SINCERA Y MULTIPLICADA." 30
190
191
192
193
incompetencia y demagogia) y sobre todo combatir la "mentira democrtica en el rgimen capitalista", que consiste en
otorgar libertades tericas al ciudadano abstracto cuyo uso
se prohbe al hombre de carne y hueso (y donde el plutos
ejerce el poder en lugar del demos).
"Ya no hay poltica: slo hay polticos.( ... ) Tras la cortina
de los disertadores profesionales y de los policas que los protegen, gobiernan las Potencias ocultas: ya no hay ms poder
que el del dinero." 46 Si ON estigmatiza la dictadura de las
"Congregaciones econmicas", Esprit concentra el tiro en el
Comit de Forjas.* Mounier invoca a Marx para denunciar
el dominio tentacular de las sociedades annimas y la seudo-libertad ofrecida por la economa liberal Y El atestado se
formula casi en los mismos trminos: "No hay ms sociedad,
no hay ms Estado, no hay ms gobernantes. Las potencias
del dinero han invadido todo el sistema."48
En este mundo annimo que convierte a los grandes financistas en los nuevos hroes de los tiempos modernos, el
dinero pas a ser la medida de todas las cosas, el patrn
universal de las acciones humanas.
De manera harto sintomtica, en el primer artculo del
primer nmero de Esprit, Mounier pinta el culto del dinero
como "el viejo sueo divino de la bestia". 49 Nuevo lenguaje
de ese "mundo descarnado", "proveedor ciego de municiones
para una guerra permanente", el usurpador lo ha devorado
todo a su paso, desde el arte hasta la industria, sin exceptuar el amor. El dinero separa a los hombres entre s, los asla. De manera igualmente reveladora, el nmero especial
consagrado al dinero se titula: "El dinero, miseria del pobre,
rior por parte de democracias rejuvenecidas, reval01izadas, que se libren
a la vez de la plutocracia y la demagogia, orgnicamente populares, al fin"
(Emmanuel Mounier, "L'Europe contre les hgmonies", Esprit, nQ 74,
noviembre de 1938, pg. 163).
46 L'Ordre nouueau, n 9, marzo de 1934, pg. 3.
*Comit des Forges, corporacin de herreros creada en el siglo XIX y a
la que sucedi, en 1945, la, Cmara de la siderurgia francesa. (N. de la T.)
4 ; Emmanuel Mounier, Manifeste au seruice du personnalisme, op. cit.,
pg. 36. Segn Andr Ulmann, la congregacin econmica se constituye
"por el entendimiento de las altas finanzas con los magnates de las industrias clave".
48 Emmanuel Mounier, "Confession pour nous autres chrtiens", Esprit, n 6, marzo de 1953, pg. 883.
'19 Emmanucl Mounier, "Refaire la Renaissance", Esprit, n 1, octubre
de 1932, pg. 29.
194
50
"L'argent, misero du pauvre, mistne du riche", Esprit, 2" ao, n" 1,
octubre de 1933, pg. l.
51
Daniel-Rops, "Libralisme et libert", L'Ordre nouveau, n 21 , junto
de 1935, pg. 3.
52 Marx-Engels, La Sainte Famille, 1844-1845, pg. 37: "La clr~R(~ po
scedora y la clase proletaria representan la misma alienacin del hont
bre. La primera se complace en esa alienacin ( ... )y adquiere en cllu l11
ilusin de una existencia humana; la segunda, por el contrario, so 8 1(111111
aniquilada en esa alienacin( ... )." Karl Marx, Un chapitre indit cltt "( 'tt
pital", Pars , UGE, "10/18", 1971, pgs. 142-143: "El capitalista nptinn
en la misma relacin de servidumbre frente al capital que el obrtto , 111111
que en el polo opuesto."
51
Emmanuel Mounier, Mani(este a u seruice du personnalisflt(', o1 t'l/ , ,
pg. 134.
11111
196
197
PI conjunto del cuerpo social, y no ya sobre una clase de hombres "destinados exclusivamente a las formas ms serviles
del trabajo". 62
La idea consiste en seleccionar peridicamente un contingente de individuos para la realizacin de los trabajos penosos
(el "trabajo-faena", opuesto al "trabajo creador"). La encontramos esbozada por Alexandre Marc en noviembre de 1932, y
profundizada ulteriormente por Arnaud Dandieu y sus discpulos. 63 "El trabajo indiferenciado, cuantitativo, ser efectuado por un servicio civil obligatorio que, aun aadido o integrado al servicio militar, no pasar de los dieciocho meses." 64
Considerado como un "mal menor", "reducido al mnimo estricto", este servicio civil se propone suprimir la condicin proletaria repartiendo en forma equitativa, segn
las aptitudes de cada uno, el conjunto de las faenas que la
tcnica maquinstica no ha permitido an eh minar. 65
"Anhelo quimrico? A lo cual respondemos que la esclavitud tambin pareca una necesidad, hace an ochocientos aos ( ... )." 66
En los primeros textos de ON, la atribucin de un mnimo vital parece ser presentada como una contrapartida de
una participacin en el servicio civil, 67 antes de convertirse
en un derecho plenamente incondicional. Proposicin ms
que audaz en una poca en que Jacques Rueff, alegando una
62 Robert Aran y Arnaud Dandieu, La rvolution ncessaire, Pars,
Grasset, 1933, pg. 251.
63 Desde el principio, Dandieu se preocup por diferenciarse de las
experiencias conducidas por el FAD alemn o el Trudowak blgaro que,
en lugar de abolir la condicin proletaria, no hacan otra cosa que expandir el ejrcito de los proletarios, dentro de una pura lgica estatista y en
nombre de una moral productivista; ibid., pgs. 252-253.
64 L'Ordre nouveau, n 9, marzo de 1934, pg. 18. Dandieu prevea una
duracin de diez a catorce meses, segn la situacin de la tcnica.
65 Alexandre Marc y Ren Dupuis, "Le fdralisme rvolutionnaire",
Esprit, n 2, noviembre de 1932, pg. 324. Cf. asimismo Alexandre Marc,
"Le proltariat", Esprit, n 4, enero de 1933, pg. 569: "La distribucin
dirigida se cumplir mediante un servicio social obligatorio. Con la participacin de cada cual en las necesidades comunes, el Orden nuevo suprimir los ltimos vestigios de proletarizacin."
66 Daniel-Rops, "Le travail et !'esprit", L'Ordre nouueau, n" 7, enero de
1934, pg. 11.
67 Alexandre Marc, "La terre libre", L'Ordre nouueau, n 6, diciembre de 1933, pg. 29: "Puede y debe asegurarse a cada cual un nivel de
vida adecuado, como contrapartida de una participacin en las necesidades comunes en forma de servicio civil." Cf. asimismo Robert Aran, "Solidarit europenne", L'Ordre nouueau, n 15, noviembre de 1934, pg. 4.
198
I!HJ
EL PRNCIPE PORNCRATA
Robert Damien
En la galena de monstruos que desplegar la historia teratolgica de la poltica, persiste una dimensin constante: la supersexualizacin del Prncipe, la deificacin de y por la
potencia viril. El miembro erecto del Prncipe pasa a ser
la metfora eufrica de la ereccin de un poder, su amuleto_
Smbolo de su omnipotencia, lugar privilegiado de su afirmacin, el sexo principesco hace de su portador la encarnacin del hombre verdaderamente hombre, el verdadero vir
que, slo l, "lo tiene".
UN
del ON, que quiere ser, no cristiano, sino "humano y nada ms que humano", y que define a la persona como "el individuo comprometido en el conflicto creador". Cf. Danici-Rops y Denis de Rougcmont, "Spiritucl d'abord",
L'Orcire nouueau, n 3, julio de 1933, pgs. 14-15.
200
Estandarte de su autoridad, su sexo es el creador de un infinito actual. El porncrata principesco deambula por todos
los parajes, penetra en todas las posiciones. Abunda en lo
inmediato con un chorro continuo, con una opulenta seminalidad para depositar por todas partes y siempre, para inscribir, para escribir huellas y marcas, rbricas y grafos de
su rectora fecundacin. nico propiamente hombre, por ser
nico hombre elevado, de pie como lo muestra monumentalmente la espectacular y perpetua verticalidad de ese miem bro firme y rector: derecho.
La pornografa del Prncipe -su obsesin sexista- no pertenece al registro depreciado de la ancdota. No es la dcH
viacin excntrica de codicias absolutistas sino que, por PI
contrario, el ejercicio sexual es constitutivo de una autor
dad, manifiesto demostrativo de su absolutidad: el Prnciw
absoluto ser presentado siempre como el espejo vcrgonzo
'1 ()
de aquello que lo amenaza para que l interiorice su espanto y, de ese modo, se modele y se modere. La inflacin
sexual cree hallar en su goce el fundamento natural de un
creacionismo pagano que, reproducindose al infinito, se
declara actor y autor nico de las cosas y del mundo. El Prncipe, detentador exclusivo, se afirma propiamente como su
padre y su madre, su hijo y su hija, equivalente putativo de
un Dios del que el Prncipe supersexuado es la encarnacin,
la evidencia revivificada de una normativa super/ereccin.
El Prncipe porncrata condensa en su sexo la energa
vitalizante del conquistador, la fecundidad del progenitivo,
la opulencia de un proveedor poco econmico: todo est en
esa exclusividad vigorosa. Sus partes son el todo: el Prncipe porncrata es un sexcrata de la autoridad.
Es conocida la ambigedad retrctil de la autoridad. El
Prncipe porncrata quiere reducir esa oblicua y productiva anfibologa: identificar aqu y ahora el poder efectivo
y la potencia reservada, el saber reparador y el poder imperativo. Maximalizar la potencia del sexo es asimilarla a
una capacidad inmediatamente concretiva sin mediatizacin relativa ni trascendencia referencial de un modelo.
El puro presente de una eternidad viril confiere al imperio del sentido la funcin constitutiva de una pornocracia:
el loco del sexo se declara conceptor en los dos sentidos del
trmino. Del tirano cojo de la antigua Grecia al buen placer de Luis XIV, del absolutismo sadiano al virilismo fascista y al culto estalinista del Padre de los pueblos, los
ejemplos de esta poltica virilista podran multiplicarse.
El discurso cotidiano sobre la autoridad asimil adems
lo esencial de ella: ser un jefe es "tener de eso". De los acosos obsesivos del jefe de poca monta a los expctasis seniles de Papandreu, de los freneses kennedylianos a las
calaveradas clintonianas, la modernidad reactualiza la
dimensin sexual del poder abusivo. Ms que la aficin
perversa por las desviaciones, el ejercicio del poder recuerda que es un potente afrodisaco: la pornocracia 1 es el
espectro que merodea en su abuso.
Carente de control y vigilancia, el poder se sexualiza para
probarse y hacerse experimentar. Aumento, enderezamiento, elevacin, altura, crecimiento son constitutivos de la autoridad. El espacio de su ejercicio inscribe su representacin
HO
202
El poder sin ley encuentra su jubilosa probacin en un placer sin ley. El miedo y la soledad dominan al tirano. Sin lnzo
histrico de fundacin ni relacin dialgica de crecimiento
social, el tirano no puede sino encerrarse para gozar ck Hl.
En este aislamiento inaugural, una perfeccin se cumpl(~ . 1~:1
2 Lanse las bellas pginas de Pascal Quignard en Le sexe t'l l't//1<11 ,
Pars, Gallimard, 1994.
m:1
I- La bulimia glotona
La absolutizacin se despliega en una "gran comilona" continua. Mediante una ingestin indiferenciada, el Prncipe
porncrata se incorpora la totalidad del mundo cual el nio
que se lleva todo a la boca porque todo es l, sin ninguna
captacin de la exterioridad y por lo tanto sin lmites ni prohibiciones. Comer y beber sin fin, vomitar y excretar sin freno, es asimilar cualquier cuerpo extrao, someter la independencia preexistente a una ley de intimacin.
Tiberio: "Su pasin excesiva por el vino haca que lo llamaran Biberius ... Declarado Emperador, mientras reformaba las costumbres pblicas pas dos das y dos noches de
parranda", y luego reparti las provincias entre sus compaeros de mesa. 3
Calgula: "Invent platos y comidas de un precio fabuloso ... con perlas de un valor extraordinario disueltas en vinagre y sirviendo a sus invitados panes y alimentos de oro."
Claudia: "Siempre dispuesto a comer y beber a toda hora
y en todo lugar ... Nunca sali del comedor sin atiborrarse
3 Vie des douz e Csars. Citamos la edicin Folio, Pars, Gallimard,
1982. Conviene leer las esclarecedoras pginas que Roger Vailland consagra a los Csares, en Les plus belles pages de Sutone, Pars, Buchct-ChasLel, 1962.
204
de vituallas y ahto de vino de modo que._. haba que meterle una pluma en el garguero para liberar su estmago."
Vitelio: "Sus vicios principales eran la glotonera y la
crueldad ... Se invitaba tan pronto a casa de uno como a casa
de otro en el mismo da ... Incluso traspas esta suntuosidad
inaugurando un plato que se complaca en denominar, a causa de sus extraordinarias dimensiones, 'el escudo de Minerva, protector de la ciudad'. Su gula careca de lmites, no
conoca hora ni repugnancia, l jams pudo contenerse de comer en el acto."
Este consumo continuo sin reglas sociales ni temporalidad especfica es un canibalismo eufmico que pronto se radicaliza y busca ingredientes de mayor consistencia: pasa a
ser un consumo insaciable. Nern incendiar Roma para digerirla simblicamente y luego seguramente vomitada. Calgula soaba ya con un desastre fatal, una erradicacin sublime que aboliera el antes y permitiera reiniciarlo todo.
"Sola incluso deplorar abiertamente la desventura de su
poca porque no estaba sealada por ninguna catstrofe
pblica ... (Su reino) estaba amenazado de olvido a causa de
su prosperidad: l ansiaba a cada momento una masacre
de sus ejrcitos, una hambruna, una peste, incendios, un cataclismo cualquiera".
II - La antropofagia paternalista
La esperanza de un mundo princeps por incorporacin ogresca
o combustin primordial encuentra limites cercanos, en verdad
insultantes. El Prncipe porncrata embestir prioritariamente contra su propia familia, que con su sola presencia
desmiente su divinidad increada. Contradiccin viviente
que es preciso suprimir: l no los ha hecho y fue hecho por
ellos. La mayora de los Csares manifiestan una verdadera
obsesin antifamiliarista. Ni padre, ni madre, ni hijos, ni
hermano, pero para serlo todo a la vez y al mismo tiempo,
siempre nio, adulto, anciano. Tiberio deja pudrirse el cadver de su madre, enceguece a su nuera y deja morir de hambre a sus nietos. Calgula se pretenda fruto de un incesto
entre Augusto y su hija Julia; mand matar a su hermano, a
su cuado y practic l mismo el incesto con una pasin particular por una de sus hermanas, Drusilla. Nern, ms cumplidor que nadie, liquid a Claudia, su padre adoptivo, a
Agripina, su madre, a Octavia y Papea, sus mujeres, a su
yerno.
205
por ul Limo esta especie de juego: vestido con una piel de bestia feroz, se lanzaba desde una jaula, se precipitaba sobre
muj eres atadas a un poste y luego, tras haber saciado su lubricidad, se entregaba, para terminar, a su liberto Dorforo,
incluso se hizo desposar por este liberto como haba desposado l a Sporus, llegando a imitar los gritos y gemidos de
las vrgenes violentadas."
Del nio-rey se pasa insensiblemente al Dios animal. "l
[Calgu]a] era de alta estatura, cutis muy plido, cuerpo enorme, cuello y piernas muy picados de viruelas, ojos ahuecados
as como las sienes, frente amplia y abombada, cabello escaso y
la coronilla desnuda, el resto del cuerpo velludo. Asi, cuando
pasaba, era un crimen capital mirarlo desde arriba y pronunciar, por el motivo que fuere, la palabra 'cabra'."
El Chivo Tiberio convirti el esperma fecundante en esperma alimenticio. "A modo de seno, daba de mamar sus partes naturales a nios ya bastante vigorosos pero no destetados
todava." Suetonio visualiza siempre el dispendio sexista, la
monomana porngrafa: todos los tiranos hacen ver una deformidad, estigmas de su potencial animalizacin: Csar
epilptico, Augusto catarroso, Tiberio granoso y amanerado,
un chivo, Claudio un retrasado mental, tartamudo y parkinsoniano, Galba gotoso, Vespasiano constipado, etctera.
Esta fisiognoma, para indicar mejor la anttesis con el
ideal romano de la belleza fsica del jefe: una alta estatura
cuya alegre prestancia acredita una confianza dinamizante.
La virilidad se desva entonces a vitalidad, a valenta valiente: ser sano y robusto. Slo se realiza bien fuera del placer
del sexo, en la sublimacin de una autoridad poltica: el gusto fsico de la hazaa, la firmeza moral de la victoria, el crdito de una conquista duradera.
Para alcanzarlos, se establecer toda una tica de lamoderacin dirigida a reprimir la desligazn peligrosa del sexo
y convertir la potencia en gloriosa esclavitud cuyos imperativos dolorosos se graban sobre el rostro severo de un Prncipe
denodado y garante: una fsica de la autoridad conquistada
contra lo fsico, una estt(h)ica ertica del mantenimiento contra "los amos furiosos de la libido" que denunciar Plutarco. El
Prncipe romano tendr que armonizar la valentia de una
buena salud y la sabidura advertida de un bello anciano. La
incorporacin melodiosa de los contrarios encarna un socratismo plstico del vigor. Tal es la imagen greco-romana de
una augusta patri-arqua.
208
asesinato, al goce de hacer desaparecer lentamente, de an_iquilar teatralmente una vida palpitante. El uir es vis. "El
[Nern] deca no encontrar nada mejor para ensalzar y aprobar de su carcter que su adratrepsia (desfachatez/impasibilidad)." "Recordad que tengo todo el poder y sobre todo el
mundo." No admiti nunca, por decirlo as, que se ejecutara
a alguien de otro modo que por pequeos golpes mltiples, y
era bien conocida su eterna recomendacin: "Aztalo de tal
manera que se sienta morir."
El "sadismo" porncrata goza menos de su potencia probada que de las resistencias frgiles que supera. El problema del todopoderoso es carecer de un verdadero obstculo.
Su temor es no tener, paradjicamente, ningn verdadero
enemigo. Su ansiedad del vaco lo conduce a multiplicar los
allegados enemigos, para probar su existencia, conferirse el
ser y consagrarse ontolgicamente autor de todo. Su crueldad tirnica es el nico medio de no sucumbir a la locura, de
no desrealizarse.
Pero la repeticin incesante de esas menudas resistencias lo descubre tal como es: no tiene nada que dominar, se
limita a abandonarse. No hay ningn combate en esta voluntad que slo puede ser dicindose, ningn enfrentamiento en este deseo que por lo tanto cae en el delirio de ser satisfecho. Delirio, no de la voluptuosidad ertica, sino de la
voluntad. La pornocracia es el desastre del deseo. El placer
de saberse satisfecho sin seduccin ni avance se agota y desaparece, se aburre de tenerlo todo sin serlo. El erotismo es
menos de gozar que de hacer gozar. Acaparando el goce, lo
niega al reivindicarlo.
Slo le queda volverse enemigo de s mismo para cumplir
su destino y convertirse en el punto de vista admirable de
una plenitud onanista. Ahora no puede ms que desearse l
mismo, pues slo l puede resistirse y combatirse, y por lo
tanto gozar de s. De Augusto a Nern, una lenta inversin
esceno-poltica se opera.
Del Mirador sinptico para verlo todo de este mundo concebido, al punto de mira teatrocrtico que se hace ver todo
(la Casa de oro), autor y actor de un todo encarnado: la Casa
de Nern ya no est en Roma, es Roma la que est en el interior de una casa de este modo sinttica. 4 Ya no se trata de
someter todos los objetos panpticamente a su mirada, sino
4
210
toridad poltica no existe sino divinizada por la trascendencia encarnada. De Augusto se pasa a San Agustn, a la espera de Felipe Augusto.
El Prncipe, ciertamente absoluto, no lo es sino excarnndose, (ev)angelizndose, duplicado, controlado por el cuerpo
mstico de la Iglesia. La autoridad radicalmente se desfisicaliza, propiamente se espiritualiza. El derecho divino se
impone a ella, no tanto para autorizar y bendecir todos sus
placeres sino para ungirlo exteriormente con una legitimidad superlativa: lugarteniente de un orden subalterno, Cristo-rey. Su aura no es ms que una aureola segunda. Esta
imposicin es una forma de deposicin.
Sabemos cun conflictiva fue esta descarnacin asexuada; ella neg toda autonoma axiolgica a la existencia poltica. Dolorosa fue entonces la invencin de una nueva esttica de la autoridad: cmo evitar tanto el modelo erstico de
un orden trascendente como la degeneracin virilista del
paganismo? Qu dispositivo reflexivo y regulador se necesita para establecer un ascendiente en la inmanencia, y que
d a la fenomenidad corporal del amo no el furor sexual de
una forcitud sino el enderezamiento displinarizado ele una
rectitud?
Una duracin sin eternidad decretada que libera, slo
ella, los instantes de un erotismo respetuoso de las superficies brindadas a la caricia de las formas; arte de las seducciones fugitivas que abre, en la economa de su moderacin,
la rareza incierta de un don; bonhoma candorosa de un
donjun. Una religin sin trascendencia ni inquisicin: tal
fue y sigue siendo el requisito de una filosofa del cuerpo
poltico.
2t2
LOS AUTORES
JEAN ALLOUCH
Jean Allouch es psicoanalista. Miembro de la Escuela lacaniana de psicoanlisis, codirige la revista L'unbvue y la coleccin "Les grands classiques de l'rotologie moderne" (Ed.
Epel). Public, en particular: Lettre pour lettre (Toulouse,
Eres, 1984); Freud, et puis Lacan (Pars, Epel, 1993); Marguerite, ou l'Aime de Lacan (eplogo de Didier Anzieu, Pars, Epel, 2 ed., 1994); Erotique du deuil au temps de la mort
seche (Pars, Epel, 2 ed., 1995); Allo Lacan? Certainement
pas! (Pars, Epel, 1998); La psychanalyse, une rotologie de
passage (Pars, Cahiers de L'unebvue, 1998); Le sexe du
maUre (Pars, Exils, 2001).
PAuL-LAURENT AssouN
213
JEAN-PIERRE CLRO
J ean-Pierre Clro, agrg de filosofa, es profesor de Universidades en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de
Rouen, as como charg de cazas en la Universidad de Pars
X - Nanterre. Autor de varias obras sobre Hume (La philosophie des passions chez D. Hume, Pars, Klincksieck, 1985;
David Hume. Une philosophie des contradicitons, Pars,
Vrin, 1998) y de traducciones de Bentham (Fragment sur le
gouuernement; Manuel des sophismes politiques, Pars,
LGDJ, 1996; De l'ontologie et autres textes sur les fictions,
Pars, Ed. du Seuil, 1997), en la actualidad se interesa principalmente en el utilitarismo clsico y moderno as como en
el acompaamiento de esta doctrina por una "teora de las
ficciones".
ROBERT DAMIEN
Philippe Dufour de Conti es psicoanalista y maestro de conferencias en sociologa en la Universidad de Pars I- PanthonSorbonne. Es el fundador y presidente del Crculo psicoanaltico de la Biocenosis asociativa de la trama, y de Estudios
analticos de urgencia, donde conduce las conferencias de
los martes . Colabor en particular en la obra Sociologiepsychologie sociale (Pars, Publications de la Sorbonne,
2000) y dirige en la actualidad un trabajo colectivo, Anthropologie et psychanalyse, que ser publicado por Presses universitaires de la Sorbonne.
Rennes I. Pubbc en particular Lacan et la philosophie (Pars, PUF, 1 e d., 1984; 2 ed., 1988; re e d. col. "Quadrige", 1
ed., 1996, 2'} ed. prevista para 2003; libro trducido al portugus, al alemn, al japons y al espaol) y La philosophie
comme sauoir de l'existence (Pars, PUF, 2000; libro publicado en tres volmenes: L'altrit, Le jeu, L'inconscient). Prepara actualmente una obra tituladaHistoire et sauoir philosophique.
ERIC LAURENT
ALAIN J URANVILLE
JACQUES-ALAIN MILLER
Jacques-Alain Miller es psicoanalista y fundador de la Asociacin Mundial de Psicoanlisis. Yerno de Jacques Lacan,
215
P ATRICK TROUDE-CHASTENET
Patrick Troude-Chastenet es profesor de ciencia poltica en
la Facultad de Derecho de la Universidad de Poitiers y director de Cahiers Jacques Ellul. Consagra sus investigaciones a la vida poltica francesa, a la comunicacin y a la historia de las ideas polticas. Public en particular: Citizen
Hersant. De Ptain a Mitterand, histoire d'un empereur de
la presse (Pars, Le Seuil, 1998); Sur Jacques Ellul (Bordeaux, PUF, "L'Esprit du temps", 1994);Lire Ellul. Introduction a l'CEuure socio-politique de Jacques Ellul (Bordeaux,
PUB, 1992).
MrcHEL ScHNEIDER
2001; 2 ed. de bolsillo "Pluriel", 2002); Hobbes. The Amsterdam Debate (dbate con Q. Skinner), Hildesheim, Olms,
2001. Public asimismo, 1ecientemente: Raison et draison
d'Etat (Pars, PUF, 1994); Jean Bodin: nature, histoire, droit
et politique (Pars, PUF, 1996); Aspects de la pense mdivale dans la philosophie politique moderne (Pars, PUF,
1999); Comment crire l'histoire de la philosophie? (Pars,
PUF, 2001); Machiavel, le Prince ou le nouvel art politique
(Pars, PUF, 2001); Penser la souverainet (2 bol.) (Pise-Pars, Vrin, 2002); Les fondements philosophiques de la tolrance (3 vol.) (Pars, PUF, 2002).
SLAVOJ ZIZEK
217
NDICE
I.
PsiCOANLISIS Y POLTICA
II.
ENTREVISTA
Lacan y lo poltico,
entrevista con Jacques-Alain Miller,
manifestaciones recogidas
por Jean-Pierre Clro y Lynda Lotte
III.
ARTCULO PRINCIPAL
IV.
LXICO
..... 165
V. VARIA
La crtica de la democracia
en los escritos personalistas
de los aos treinta: Espritu y Orden nuevo,
Patrich Troude-Chastenet .................... .. ............. ......... 183
El prncipe porncrata,
Robert Damien
..... 201
213
220