El Difunto Yo
El Difunto Yo
El Difunto Yo
Julio Garmendia
Examin apresuradamente la extraa situacin en que me hallaba. Deba,
sin perder un segundo, ponerme en persecucin de mi alter ego. Ya que
circunstancias desconocidas lo haban separado de mi personalidad,
convena darle alcance antes de que pudiera alejarse mucho. Era
necesario, mejor dicho, urgente, muy urgente, tomar medidas que le
impidieran, si lo intentaba, dirigirse en secreto hacia algn pas
extranjero, llevado por el ansia de lo desconocido y la sed de aventuras.
Bien saba yo, su ntimo -iba a decir "inseparable"-, su ntimo amigo y
compaero, que tales sentimientos venan aguijonendole desde tiempo
atrs, hasta el extremo de perturbarle el sentido crtico y la sana razn
que debe exhibir un alter ego en todos sus actos, as pblicos como
privados. Tena, pues, bastante motivo para preocuparme de su repentina
desaparicin. Sin duda acababa l de dar pruebas de una reserva sin
limites, de inconmensurable discrecin y de consumada pericia en el arte
de la astucia y el disimulo. Nada dej traslucir de los planes que
maestramente preparaba en el fondo de su silencio. Mi alter ego, en
efecto, haca varios das que permaneca silencioso; pero en vista de que
entre nosotros no mediaban desavenencias profundas, atribu su conducta
al fastidio, al cual fue siempre muy propenso, an en sus mejores
tiempos, y me limit a suponer que me consideraba desprovisto de la
amenidad que tanto le agradaba. Ahora me sorprenda con un hecho
incuestionable: haba escapado, sin que yo supiera cmo ni cundo.
Lo busqu en seguida en el aposento donde se me haba revelado su
O bien:
-Te vi por all abajo...
Mi mujer, que cosa tranquilamente, al verme llegar detuvo la rueda de la
mquina de coser y exclam:
-Qu plido ests!
-Me siento enfermo -le dije.
-Trastorno digestivo -diagnostic-. Te preparar un purgante y esta noche
no comers nada.
No pude reprimir un gesto de protesta. Cmo! La escandalosa conducta
de mi alter ego me expona a crueles privaciones alimenticias, pues yo
debera purgar sus culpas, de acuerdo con la lgica de mi mujer. Esto
desprendase de las palabras que ella acababa de pronunciar.
Sin embargo, no quera alarmarla con el relato del extraordinario
fenmeno de mi desdoblamiento. Era un alma sencilla, un alma simple.
Hubiera sido presa de indescriptibles terrores y yo hubiera cobrado a sus
ojos las apariencias de un ser peligrosamente diablico. Desdoblarse!
Dios mo! Mi pobre mujer hubiera derramado amargas lgrimas al saber
que me aconteca un accidente tan extrao. Nunca ms hubiera
consentido en quedarse sola en las habitaciones donde apenas penetraba
una luz dbil. Y de noche, era casi seguro que sus aprensiones me
hubieran obligado a recogerme mucho antes de la hora acostumbrada,
pues ya no se acostara despreocupadamente antes de mi vuelta, ni la
fui a ahorcarme de una de las vigas del techo con una cuerda que hall a
mano. Al lado colgaba la jaula de Jesusito, el loro. Seguramente hice
ruido en el momento de abandonarme como un pndulo en el aire, pues
Jesusito, despertndose, esponj las plumas de la cabeza y me grit,
como sola hacerlo:
-Adis, Doctor!
Tengo razones para creer que mi alter ego, que sin duda espiaba mis
movimientos desde algn escondrijo improvisado, a favor de las sombras
de la noche, se apoder en seguida de mi cadver, lo descolg y se
introdujo dentro de l. De este modo volvi a la alcoba conyugal, donde
pas el resto de la noche ocupado en prodigar a mi viuda las ms
ardientes caricias. Fundo esta creencia en el hecho inslito de que mi
suicidio no produjo impresin ni tuvo la menor resonancia. En mi hogar
nadie pareci darse cuenta de que yo haba desaparecido para siempre.
No hubo duelo, ni entierro. El peridico no hizo alusin a la tragedia, ni
en grandes ni en pequeos ttulos. Los amigos continuaron chancendose
y dndole palmaditas en el hombro a mi alter ego, como si fuera yo
mismo. Y Jesusito no ha dejado nunca de gritar:
-Adis, Doctor!
Sin duda, mi alter ego desarroll desde el principio un plan hbilmente
calculado en el sentido de producir los resultados que en efecto se
produjeron. Previ con precisin el modo como reaccionara yo delante
de los hechos que l se encargara de presentarme en rpida y
desconcertante sucesin. Determin de antemano mi inquietud, mi
angustia, mi desesperacin; calcul exactamente la hora en que un
cmulo de extraas circunstancias haba de conducirme al suicidio. Esta