La Anunciación A María
La Anunciación A María
La Anunciación A María
Introducción
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Paul Claudel (1868-1955): diplomático, dramaturgo y poeta francés. Es autor de numerosas obras
de teatro, entre las cuales se encuentran La Anunciación a María (1912), La zapatilla de raso
(1919-1924), El libro de Cristóbal Colón (1927), Partición del Mediodía, Juana de Arco en la
hoguera (1938), entre otras. Su excepcional talento poético se puso de manifiesto en Cinco
grandes odas (1910).
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que numerosos aspectos que atañen a su experiencia vital se hayan vuelto temas de la
agenda del debate internacional: la sexualidad femenina, la maternidad, el aborto, el rol
de la mujer en la crianza y educación de los hijos, el trabajo femenino, el acoso sexual, la
discriminación social y política, la esclavitud sexual, las mutilaciones culturales o
religiosas, etc. Sin embargo, es necesario señalar que dicha agenda no registra
suficientemente las diferencias culturales, y bajo un supuesto planteo de acogida de la
diversidad de experiencias, imprime una profunda “violencia teórica” a un heterogéneo
horizonte de situaciones vitales. Resta aún mucho camino por recorrer en orden a la
seriedad de la asunción de las diferencias culturales, tópico aún identificable con un lugar
de anhelo dentro de un discurso impermeable a la diversidad, o una aserción vacía, pues
no objetiva la implicación acrítica de sus propios supuestos culturales. Valga como
ejemplo de ello la necesaria criba del eurocentrismo o de su sustituto norteamericano,
experimentada como imprescindible desde la vida, el pensamiento y la acción de las
mujeres latinoamericanas.
Ahora bien, en tanto las voces femeninas se alzan para expresar sus anhelos,
incertidumbres y rechazos, difícilmente escuchamos su contraparte. O, tal vez sea más
cierto decir, que sus voces —las voces viriles de los anhelos, incertidumbres y rechazos—
cuestionadas en su identidad con la voz humana sin más, aún no pueden separarse de
ese lugar e itineran por los circuitos de la intimidad, de las amistades personales, de las
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PAUL CLAUDEL, L’Annonce faite a Marie, Gallimard, France 1959. La traducción castellana
citada corresponde a La Anunciación a María, Traducción de Francisco Ferrer Merín, Encuentro
Ediciones, Madrid 1991.
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fraternidades reales que sostienen las vidas; ahí donde somos sólo seres vulnerables y
necesitados de compañía.
Dada esta situación, con la complejidad multiforme que sus planteos suponen,
quizás resulte extraño afirmar que es una voz poética aquella a la que hemos sentido
desandar nuestras distancias. Sin embargo, es así: nuestros oídos han escuchado en ella
el insondable llamado de la reconciliación.
Jacques que la lepra ha florecido en su cuerpo. Jacques cree entonces a Mara y acusa a
su prometida de haberse entregado al arquitecto leproso. Por medio de una excusa,
aplazan la boda. Jacques conduce a la joven a cumplir los requisitos que debe cumplir
todo leproso, antes de confinarse en el lugar destinado a tal fin.
Han transcurrido ocho años. La otrora joven prometida, consumida por la lepra,
ciega y vejada por el desprecio de la gente, se ha convertido en la leprosa de Geýn.
Jacques y Mara se han casado y poseen una pequeña hija, Aubaine. En manos de
ambos, Combernon crece y prospera. En tanto, Elizabeth ha muerto y el viejo cruzado no
ha retornado a su hogar. El rey de Francia, guiado por Juana de Arco, se dispone a
recuperar su trono.
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La Anunciación a María, Prólogo: Violaine. —Hacedor de Puertas, déjame abriros ésta (Faiser de
portes, laissez-moi vous ouvrir celle-ci)
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Pierre de Craon. —¿Quién resistiría a tal asaltante?/ ¡Qué polvareda! Cruje y tiembla por entero
la vieja hoja./ Las espeiras negras huyen, los viejos nidos caen,/ Y todo en fin se abre por la mitad.
(Qui tiendrait contre un tel assaillant?/ Quellepoussière! le vieux vantail dans toute sa hauteur
craque et s’ébranle./ Les épeires noires fuient, les vieux nids croulent,/ et tous en fin s’ouvre par le
milieu.)
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Pierre de Craon. —¿No tenía yo bastantes maderas que ensamblar y piedras que unir y material
que transformar,/ Mi propia obra, para que de repente/ Ponga la mano sobre la obra de otro y
codicie con impiedad un alma viva? (N’avais-je pas assez de pierres à assembler et de bois à
joindre et de metaux à réduire?/Mon œuvre à moi, pour que tout d’un coup/ Je porte la main sur le
œuvre d’un autre et convoit une âme vivante avec impiété?)
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Pierre de Craon —¿Quién sois vos, joven mujer, y cuál es la parte que Dios se ha reservado en
vos,/ para que la mano que os toca con deseo y la carne misma queden así,/ Marchitas, como si se
hubieran aproximado al misterio de su residencia? (Qui êtes-vous, jeune fille, et quelle est donc
cette part que Dieu en vous s’est réservée,/Pou que la main qui vous touche avec decir et la chair
même soit ainsi/Flétrie, comme si elle abatí approché le mystère de sa résidence?)
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aquello que es la memoria y nueva presencia del árbol del bien y del mal en el interior de
la historia7, alejados ya del Paraíso.
Cuando Violaine le da la paz, los tres toques del Ángelus se desatan uno a uno
en el cielo, extrayendo de sus labios una plegaria conjunta. Pierre va a partir a construir a
Justicia, la catedral de Rheims, en cuya tierra removida para cavar los cimientos ha
aparecido la tumba de Justicia, mártir niña, “ancilla domini”. El descubrimiento de la tumba
tiene un paralelo: también Jacques ha descubierto al labrar la tierra un anillo
perteneciente al antiguo mundo pagano. Ése es el anillo que los compromete en secreto,
y al que Violaine ofrecerá para la construcción de la Iglesia.
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Pierre de Craon. —¡Oh, joven árbol de la ciencia del bien y del mal!, he aquí que comienzo a
separarme porque he puesto mis manos en vos. (O jeune arbre de la science du Bien et du Mal,
voici que je commence à me séparer parce que j’ai porté la main sur vous.)
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Violaine.—¡Ah, qué hermoso es este mundo y cuán dichosa soy! (Ah que ce monde est beau et
que je suis heureuse!)
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Pierre de Craon —(A media voz) ¡Ah, qué hermoso es este mundo y cuán desdichado soy! (Ah,
que ce monde est beau et que je suis maleheureux!)
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Violaine. —¿Y qué es mejor, Pierre? ¿Qué compartáis mi alegría o que comparta vuestro dolor?
(Et lequel vaut mieux, Pierre? Que je vous partage ma joie, ou que je partage votre douleur?)
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decisión de la que ella tiene la iniciativa y el sentido, sino como quien vislumbra a la vez la
cercanía del Arquitecto del mundo y la fuerza de sus manos al inclinarse a escoger la
piedra, cuya belleza es ya una ofrenda. El arquitecto ha comprendido al Arquitecto. Por
eso, su voz incita a la joven a elevarse, a llegar a la presencia de Dios a través de un solo
movimiento11. No como él, que necesita erguir su obra en la realidad para poder alzarse
hacia Dios, y ello sólo un poco12.
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Pierre de Craon. —¡Sube al cielo de un solo impulso! (Va au ciel d’un seul trait!)
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—En cuanto a mí, para subir un poco, necesito la obra íntegra de la catedral y sus profundos
cimientos. (Quant à moi, pour monter un peu, il me faut tout l’ouvrage d’une cathédrale et ses
profondes foundations.)
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Violaine. —¿En qué os he faltado? (En quoi vous ai-je manqué?)
Pierre. —¡Oh imagen de la Belleza eterna, tú no eres mías! (O image de la Beauté éternelle, tu n’es
pas à moi!)
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Violaine. —¡Sed hombre, Pierre! Sed digno de la llama que os consume.
¡Y si es preciso ser devorado, que sea sobre un candelabro de oro, como el cirio pascual en medio
del coro, para gloria de toda la Iglesia! (Soyez un homme, Pierre! Soyez digne de la flamme qui
vous consume!/Et s’il faut éter dévoré que ce soit sur un candélabre d’or comme le Cierge Pascal
en plein chœur pour la gloire de toute l’Église!)
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Pierre de Craon —Sólo esta Iglesia será mi esposa, que va a ser extraída de mi costado como
una Eva de piedra, en el sueño del dolor. (Cette église seule sera ma femme qui va être tirée de
mon côté comme une Ève de pierre, dans le sommeil de la doleur.)
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Son ahora las palabras de Pierre, no las de Violaine, las que se tensan
simbólica y sacramentalmente hacia el futuro de ambos: la edificación de Justicia, la
catedral de Dios, la “sombra con Dios”, la tierra donde se sembrará el anillo de oro de la
joven. La Iglesia de piedra, sombra que se construye y se levanta en el espacio y en el
tiempo, es en realidad aquel ámbito capaz de condensar y retener la luz. De manera que
a través de su itinerario sucesivo, cada parte del espacio se vuelve luz o sombra; voz
litúrgica del espacio y del tiempo; horas vivas de alabanza y no tiempo de los libros del
oficio. Pierre parte a crear una sombra que condense la Luz, una Luz que sea como el oro
de la mañana, una Luz que no cambie; y esto, no porque el arquitecto conozca tanto el
arte del vidrio, sino porque sabe disponer el espacio, de manera que le da su Oriente, allí
donde recibe a la Luz que nace16. Esa sombra de piedra tendrá fuerza y unidad; ella, su
“obra habitada por Dios”, será en donde “comience el principio”17. Pero no sólo la Iglesia
de piedra parece cumplir ese cometido, pues el alma humana también se asemeja a esas
bóvedas que se disponen para que la Eucaristía pueda morar en su interior. Tal es la
disposición del alma de Violaine, cuya belleza complace al Arquitecto18.
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Pierre de Craon —¡Y yo entre las paredes de Justicia contendré el oro de la
mañana!............Pero la que yo voy a hacer será bajo su propia sombra como oro condensado y
como píxide repleto de maná! (Et moi entre les parois de la Justice je contiendrai l’or du matin!
.......Mais celle que je vais faire sera sous sa propre ombre comme celle de l’or condensé et comme
une pyxide pleine de manne!)
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Pierre de Craon —¡Pueda pronto sentir cómo se levanta debajo de mí mi vasta obra, posar la
mano sobre esa cosa indestructible que he hecho y que se mantiene unida en todas sus partes,
esta obra sólida que he construido de fuerte piedra a fin de que en ella comience el principio, mi
obra habitada por Dios! (Puissé-je bientôt sous moi sentir s’élever mon vaste ouvrage, poser la
main sur cette chose indestructibleque j’ai fait et qui tient ensemble dans toutes ses paries, cette
œuvre bien fermée qui j’ai construite de pierre forte afin que le principe y commence, mon œuvre
que Dieu habite!)
18
Pierre de Craon —El alma de Violaine, mi niña, en quien mi corazón se complace. (L’âme de
Violaine, mon enfant, en qui mon cœur se complaît)
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Toda la tensión dramática del Prólogo se orienta hacia esta cima sin palabras
del beso otorgado al leproso, donde los rostros se intercambian y se tornan constitutivos
de un único Misterio. Los coros de la alegría y del dolor se intercambian, como las
paredes de los templos que se vuelven sucesivamente luz y sombra: la Liturgia de la
historia ha comenzado. La que es libre e inocente toma el dolor; el que está sometido a la
corrupción por sus propios agravios recibe una nueva carne sin mácula. La parte que Dios
se reservaba para sí, y que había recibido la codicia del hombre, se transforma ahora en
el fruto que se ofrece a la boca del hombre; y quien ha estirado sus manos para arrebatar
el fruto, lo encuentra dispuesto en su mesa. El Misterio de la Encarnación es el centro de
esta acción y comienza en el silencio.
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Acto I, escena I.
20
Acto III, escena II.
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trama de la obra: la que está apartada y excluida construye la unión de su pueblo, la que
está ciega y en tinieblas abre el espacio a la luz. El cuerpo de Violaine, disperso y
fragmentado, devuelve al cuerpo de la Iglesia su unidad; la audición de quien ha quedado
ciega, para sólo vivir de la presencia audible de los seres, entrama la Iglesia que escucha
el Mensaje con la Iglesia que contempla; su soledad es sólo el espacio de la Presencia de
Dios. Se ha consumado la unión: “el fruto es para el hombre, pero la flor es para Dios”21
Violaine y Pierre de Craon son llamados por las campanas del Ángelus. Frente
a ello, en comparación con la llegada del Dios vivo y no con otra cosa, las ofensas, las
negativas, los desencuentros, se minimizan en su sentido. Sin embargo, de ninguna
manera son menores: Por una parte, Pierre ha atentado contra su integridad y su vida; a
la intención de forzarla se ha añadido el filo del cuchillo; al agravio a su persona se une el
agravio a la casa de quien es el padre y acoge al huésped. Pero, por otra parte, Violaine
ama a otro; y ese desencuentro ha extraído del arquitecto la codicia, la violencia, el dolor
de su soledad, la mirada llena de tristeza sobre su propia tarea.
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Prólogo: “Le fruit est pour l’homme, mais la fleur est pour Dieu..”
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Violaine, riéndose y levantando hacia el caballero sus dos manos con los índices cruzados. ¡Alto,
señor jinete! ¡Pie a tierra! (Halte, seigneur cavalier! Pied à terre!)
. Violaine. ¡No os tengo miedo, patán! ¡No depende del hombre el ser malo!/A mí se me trata
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como yo quiero!/¡Pobre Pierre! Ni siquiera habéis podido matarme./¡Con vuestro mal cuchillo! Sólo
una cortadura en el brazo que nadie ha notado. (Je n’ai pas peur de vous, maçon! Ne pas un
mauvais homme qui veut!/On ne vien pas à bout de moi comme on veut!/Pauvre Pierre! Vous
n’avez même pas réussi à me tuer./Avec votre mauvais couteau! Rien qu’une petite coupure au
bras dont personne ne s’est aperçu!)
Pierre de Craon. Violaine, debes perdonarme. (Violaine, il faut me pardoner.)
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Violaine. Para esto estoy aquí. (C’est pour cela que je suis ici.)
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Pero esa reserva se abre en su sentido cuando se hace presente entre ellos la
edificación de Justicia, la Iglesia de Dios. Ya no es sólo cómo ir hacia Dios: se trata de
recibir en este arco vivo, en este espacio vacío que se ha producido entre los dos pues
no les pertenece a ellos sino a la Presencia y Señorío del Dios Vivo ; se trata de edificar
allí el cuerpo de la Iglesia; se trata de gestar la Justicia de Dios. Esta obra de Justicia no
equivale a la proporción ni a la simetría: se establece desde la desproporción del Amor.
De ahí que ese acto de injusticia llevado a cabo sobre Violaine, desde todos y con todos,
diga, en la tensión extrema de su ser, en esa contundencia irrevocable de la negación de
toda justicia, que el Amor entre Dios y el hombre no es un asunto de justicia. Esta obra es
la que se lleva a cabo como construcción de un cuerpo; pero en la carne de piedra y vidrio
del templo y en el cuerpo de Violaine, lo construido son otros cuerpos: el cuerpo de
Francia, el cuerpo de la Iglesia.
Es en torno a esta obra como cada uno de ellos avizora el lugar del otro y se lo
devuelve como un espejo viviente. Pierre es de todos, porque todo su ser eleva moradas;
Violaine es inviolable porque es pura ofrenda. La mutua donación se realiza no en el
espacio de sus personas, sino en el de la obra. ¿Para qué construir un altar, si nadie lleva
hacia él la ofrenda? ¿Para qué una ofrenda, si nadie ha dispuesto un altar? Es en
contacto con la ofrenda que el altar descubre la finalidad de su ser; y es al percibir la
mesa que la recibe como la ofrenda se capta a sí misma como tal. Pero, sobre todo y
eminentemente, es Quien consagra el altar y la ofrenda quien les muestra cuál es la
identidad de su ser. Antes de ello, Pierre y Violaine sólo han descubierto la justicia de su
ser: estar en lo alto, puesto que es él quien eleva la piedra; entregarse al amor humano,
pues así se cumple la entrega. Reconciliados, tocados en su verdadero ser por el perdón
y el arrepentimiento, ambos muestran su verdadero rostro: pero es el otro quien lo ve y lo
devuelve. Solicitados por el Misterio, ambos ocupan su lugar.
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Sí, seguramente hay muchos lugares que todos nosotros debemos ocupar.
Pero hay uno que nos es inexcusable: nuestro lugar en el Misterio de la Encarnación,
nuestro lugar en la edificación de la Iglesia, nuestro lugar en la recreación del mundo en la
Justicia; pues todos ellos no constituyen sino uno y el mismo. Violaine y Pierre no
pertenecen a los poderosos de este mundo. Los poderosos permanecen afuera de la
escena, sólo nombrados como pasos y voces que se escuchan. No son ellos quienes
construyen la Paz del Dios Vivo; no son sus palabras ni sus vidas quienes vuelven a traer
a Dios al mundo. Atentos a sus conflictos y pujas de poder, no escuchan que es el mismo
Dios quien quiere nacer entre nosotros. Exacerbados por la lucha, desoyen las campanas
de la Paz. Los poderosos pueden ser varones o mujeres; sacerdotes, religiosas y
religiosos, laicas o laicos: todos aquellos y aquellas en quienes el Misterio del Dios vivo no
puede suscitar su morada, pues otros llamados tienen más fuerza y poder.