Pre-Lenguaje y To
Pre-Lenguaje y To
Pre-Lenguaje y To
Víctor Montoya
Resumen
El presente trabajo argumenta que tanto pensamiento como lenguaje y
memoria son procesos psicosociales, es decir, que se encuentran en el campo
de la cultura y no en el interior de la cabeza. Para ello se traza i) que el
pensamiento es un proceso que se edifica con los significados del lenguaje,
que el pensamiento es lenguaje interiorizado, un diálogo con uno mismo. ii)
Que el lenguaje es un producto edificado por las colectividades, por las
sociedades, y sus significados son necesariamente compartidos, no dados.
Siendo una pieza fuerte en esa dialogicidad las conversaciones que se
establecen todos los días. iii) Que la memoria se edifica y comunica sobre todo
con lenguaje y por él se posibilita, y la memoria es colectiva no individual. Que
tanto pensamiento como lenguaje y memoria confluyen en una entidad, lo
mental. El pensamiento mental sería ese que se funda y labra con
pensamiento, lenguaje y memoria sociales. Ahí donde hay memoria hay,
necesariamente, pensamiento y lenguaje. Lo mismo opera para los otros
procesos. Y el uso de la palabra “mental” en la vida cotidiana da cuenta de ello.
Descriptores
Pensamiento, lenguaje, memoria, mental, social
En torno al pensamiento
En torno al lenguaje
Decir “yo pienso” es cuestionable, al menos así lo expresó Nietzsche, quien
señaló que un pensamiento viene cuando “él” quiere, así que se falsea la
realidad al esgrimir que el sujeto “yo” es la condición del predicado “pienso”; y
en efecto, un pensamiento llega al psicólogo o al pensador “como desde fuera,
como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de
acontecimientos y rayos” (en Kundera, 1993: 161). Lo mismo, pero a su
manera, expresó Peirce cuando indicó que “así como decimos que un cuerpo
está en movimiento, y no que el movimiento está en un cuerpo, así debemos
decir que nosotros estamos en el pensamiento, y no que el pensamiento está
en nosotros” (en Fernández Christlieb: 1994b: 54). Quizá fueron este tipo de
pensamientos los que llevaron a Gadamer a expresar lo mismo pero para el
pensamiento abierto, charlado: “Solemos decir que ‘conducimos’ una
conversación, pero cuanto más propia es una conversación, tanto menos se
encuentra su condición en la voluntad de uno u otro interlocutor. Así, la
conversación propia nunca es aquello que queríamos conducir. En general, es
mucho más correcto decir que vamos a parar a una conversación, o, incluso
que nos enredamos en una conversación” (Gadamer, en Schröder, 2001: 7). En
efecto, vamos a parar a una plática lo mismo que a un pensamiento. Ambos
nos conducen.
Y no podría ser de otra manera, toda vez que lo que se trata de
argumentar es que tanto pensamiento como lenguaje no están en nosotros,
sino nosotros en ellos. Ambos se forman en las relaciones sociales que todos
los días establecemos. En persona particular y en grupo o colectividad lo social
y cultural nos atraviesa y delinea. A su manera lo dijo Vygotsky (1934) al argüir
que por las funciones mentales superiores, incluido el lenguaje, aun en su
esfera privada, los seres humanos conservan el funcionamiento de la
“interacción social”. Retóricamente, en su sentido más positivo y primigenio, se
ha argumentado que la vida mental de la gente está en una especie de
movimiento constante en la que se muestra el tipo de intercambio que las
personas realizan en la vida diaria. Razón por la que a algunos estudiosos les
resulta problemático distinguir claramente entre el “modo narrativo del
pensamiento” y un “texto o discurso narrativo” (Bruner, 1997).
Tal reflexión viene de milenios atrás. En efecto, la retórica griega, que
surge hacia el siglo V a. C., pone el acento en la importancia de la
argumentación y la conexión estrecha entre argumentación y pensamiento. Los
griegos enseñaban a los jóvenes a “pensar argumentativamente”, pensar
contraponiendo y pensar contraponiendo abiertamente, es decir, retóricamente,
en tanto que “la retórica revela que una dimensión del pensamiento es la
conversación o argumentación silenciosa del alma consigo misma” (Billig, 1986:
15). Lo cual todavía se siente en la gente hacia la Edad Media, pues cuando
pensaban lo hacían con una parsimonia tal que era el ritmo que se requería
para pensar y conversar, y con silencio y tranquilidad absoluta poder desplegar
lo mismo argumentos públicos que internos al momento de abordar alguna
situación, ya fuera ante otros ahí presentes o de manera interiorizada.
Esta relación lenguaje-pensamiento la sabía Gurvitch (1966: 23) cuando
expresó: “¿qué quiere decir reflexionar, sino debatir el pro y el contra,
confrontar argumentos, es decir, participar en un diálogo, en una discusión, en
un debate?”. Y continuó argumentando que no era una cuestión individual en
tanto que “tiene un aspecto tan netamente colectivo que se podría más bien
decir que en la reflexión personal figuran distintos ‘yo’ que discuten entre ellos.
En otras palabras, se trata, parcialmente por lo menos, de una proyección de lo
colectivo en lo individual”. Planteamiento que se encuentra en Vygotsky, pues
desde la perspectiva de este autor “la reflexión es el traslado de la discusión al
plano interno” mediante signos. Los signos, en este caso, constituyen un medio
para influir en los otros y más tarde en uno mismo.
Y ese signo, o más bien sistema de signos, en el mundo exterior se
denomina lenguaje. Y ya está: el lenguaje es precondición del pensamiento, lo
configura: “el pensamiento no se expresa simplemente en palabras; llega a la
existencia a través de ellas” (Vygotsky, 1934: 202). Y es que, innegablemente,
“las palabras están allí antes que el pensamiento” (Bachelard, 1932: 37),
porque “son las palabras los embriones de las ideas, el germen del
pensamiento, la estructura de las razones, pero su contenido excede la
definición oficial y simple de los diccionarios” (Grijelmo, 2000: 11). Cuestión que
sabía perfectamente Humboldt cuando enunció: “el hablar es condición
necesaria del pensar” (citado en: 25). O dicho de otra forma: “el lenguaje es la
realidad viviente del pensamiento”, por lo tanto la vida interna, mental, de las
personas, “tiene su ser únicamente en el contexto social” (Bakhurst, 1997:
121). El método del pensamiento-palabra, dirá Bartlett (1932: 296), “aclara y
facilita la conexión de lo que hasta entonces permanecía inconexo, y por el que
el resultado subsiguiente no se reduce a una manifestación, sino que
constituye una demostración”. Efectivamente, “pensamos con palabras; y la
manera en que percibimos estos vocablos, sus significados y sus relaciones,
influye en nuestra forma de sentir” y de actuar (Grijelmo, 2000: 26).
Todo parece indicar que en el inicio estuvo la palabra, aunque suene
bíblico: “Primero viene la palabra, luego la idea, después, por fin, algunas
veces, la cosa. Ésta no sería para nosotros lo que es, sin la idea que tenemos
de ella, ni la idea sin la palabra” (Blondel, 1928: 104). La palabra como
recipiente cultural: el lenguaje es “el espacio social de las ideas”, es una “cosa
social”, es un asunto de la colectividad. Y es que la palabra “es el territorio
común compartido por el hablante y su interlocutor” (Voloshinov, 1929: 121).
Cierto, el sentido de lo que se dice entre las personas está investido por el
contexto en que se dice: en la práctica discursiva: el sentido de una palabra no
está en la palabra misma, en ella no se encuentra. Tampoco lo está en el que
habla o escucha. Se crea más bien en la relación: “en realidad, pertenece a la
palabra situada entre los hablantes, es decir, se realiza solamente en el
proceso activo de comprensión como respuesta”; el sentido “es el efecto de
interacción del hablante con el oyente con base en el material de un complejo
fónico determinado” (:142).
En este sentido Bajtín aseveraba que las palabras cobran significado
sólo cuando dos o más voces se encuentran en contacto, es decir, cuando la
voz de un oyente responde a la de un hablante: “cuando el oyente percibe y
entiende el significado (el significado lingüístico) del discurso, al mismo tiempo
asume a su respecto una actitud activa de respuesta. Está de acuerdo o en
desacuerdo con él (total o parcialmente), lo aumenta, lo aplica, se prepara para
su ejecución, etc. Y el oyente adopta esa actitud de respuesta a lo largo de
todo el proceso de escucha y comprensión, desde el comienzo mismo; a veces
literalmente desde la primera palabra del hablante” (en Shotter, 1993: 83).
Indudablemente, en esa relación de lenguaje social: “la palabra representa un
acto bilateral. Se determina en la misma medida por aquel a quien pertenece y
por aquel a quien está destinada. En cuanto palabra, aparece precisamente
como producto de las interrelaciones del hablante y el oyente” (Voloshinov,
1929: 121). Y esas interrelaciones son modos distribuidos, convenidos y
pactados. Cuando se habla se acuerdan, no se decretan ni se imponen los
sentidos de las palabras: “negociamos sobre el significado mismo de las
palabras y de los enunciados que usamos: así, nuestra misma forma de utilizar
el lenguaje para hablar del mundo se basa en la negociación” (Eco, 1998: 258).
Y eso lo hacemos cada vez que hablamos. Y hablamos mucho.
Invariablemente y de manera cotidiana nos estamos dirigiendo a otras
personas, en consecuencia la interacción discursiva es la “realidad principal del
lenguaje” (Voloshinov, 1929: 132). Tal interacción se manifiesta por doquier, y
puede no sólo delinear la manera de proceder de un grupo sino su propia
formación. Y dichas agrupaciones aplican sus formas lingüísticas a sus
integrantes. En ese sentido, hay comunidades de hablantes que tienen
maneras de referirse a las cosas y al mundo. Formas discursivas de grupos
sociales, por ejemplo los militares, los religiosos, los académicos, los
marginales tienen ellos sus maneras de expresión propias, pero
inevitablemente enmarcados en una cultura que los alimenta, pues de lo
contrario sería imposible el diálogo entre los integrantes de diversos grupos en
una sociedad. Cierto, porque los enunciados y acciones que llevamos acabo se
encuentran en escenarios socioculturales y están atravesados por
“instrumentos mediadores” de los que la sociedad nos provee y no pocas veces
nos impone. Tales mediadores culturales nos ayudan a hacer inteligible,
cercano, familiar, el mundo. Las cosas por eso adquieren sentido. La vida por
esos instrumentos obtiene significados. Razón por la cual se puede asegurar
que “imaginar un lenguaje significa imaginar una forma de vida” (Wittgenstein,
1953, n° 19). Lo cual vale no sólo para el lenguaje sino también para el
pensamiento.
Ahora bien, si se ha sostenido que de alguna manera la estructura y
contenido del pensamiento pueden estudiarse abordando la estructura y
contenido del discurso, no ocurre a la inversa, en tanto que la “estructura del
discurso no refleja simplemente la estructura del pensamiento”, pues el
pensamiento no se vierte necesariamente con palabras como si de vestimenta
se tratara. Efectivamente, el pensamiento no tiene su equivalente automático
en las palabras, “la transición del pensamiento a la palabra pasa por el
significado”, y en nuestra forma de hablar “hay siempre un pensamiento oculto,
un subtexto” difícilmente expresable (Vygotsky, 1934: 226). Lo cual queda claro
cuando las personas piensan cosas y se les pide que las expresen en palabras
y les cuesta trabajo o de plano no lo hacen, de ahí que cobre sentido la frase:
“no tengo palabras para decirte lo que estoy pensando”. Llegando a suceder
incluso que la comunicación entre personas queda truncada, resulta
ininteligible o quebrantada porque no hay palabras, significados, que posibiliten
la comunicación o el entendimiento: en múltiples ocasiones, la mayor parte de
las veces, hay que poner el pensamiento en palabras para ser entendido y
escuchado, y esto prácticamente toda la gente lo sabe. Y como proceso eso se
asume, porque la relación que hay entre el pensamiento y la palabra “es un
proceso vivo; el pensamiento nace mediante las palabras. Una palabra
desprovista de pensamiento es algo muerto” y “el pensamiento que no llega a
materializarse en palabras sigue siendo también una ‘sombra estigia’”
(Vygotsky, 1934: 228-229). Y el paso del pensamiento al lenguaje atraviesa por
el significado, ese sentido que las palabras cobran de manera relacional en un
contexto y en un uso, en una entonación y en la manera de decirlas. Dicho en
una frase: en la práctica discursiva.
Puede ocurrir que las circunstancias materiales en que dialogamos sean
idénticas en distintos momentos, pero eso importa poco en tanto que la manera
en que entendemos, y lo que es objeto de nuestra atención y “la forma en que
reunimos acontecimientos dispersos en el espacio y el tiempo y les atribuimos
un significado, depende en gran medida de nuestro uso del lenguaje” (Shotter,
1993: 12). Del momento discursivo: “el efecto de nuestras palabras depende
del momento de la corriente conversacional en que se sitúan” (:87). En el
marco de prácticas discursivas.
Las prácticas discursivas que en todo momento realizamos le dan
sentido al mundo, a las cosas que nos rodean, posibilitan las comunicaciones y
relaciones que establecemos con los demás. Permite el entendimiento y la
comprensión, nos permite movernos con seguridad en nuestro entorno, y le
otorga claridad a lo que en ese momento sucede. No obstante, las prácticas
discursivas se ejercen no sólo sobre la delineación del tiempo actual, es decir
del presente, sino también sobre acontecimientos y momentos que en otro
tiempo sucedieron, es decir, para con el pasado: permite otorgarle sentido al
pretérito, encontrarle un sitio en la actualidad. Y a esto se le denomina
memoria. El lenguaje también posibilita el recuerdo.
En torno a la memoria
Con el lenguaje se construyen, mantienen y comunican contenidos y
significados de la memoria colectiva. En tanto que espacio social de las ideas,
el lenguaje como entidad y sistema que permanece, que dura, que tiene cierta
fijeza, concede que los recuerdos fluyan por él. El lenguaje es una construcción
social del que hacen uso las personas, las colectividades: “los hombres que
viven en sociedad usan palabras de las cuales comprenden el sentido: ésta es
la condición del pensamiento colectivo”, y del recuerdo. Ciertamente, las
palabras que se comprenden “se acompañan de recuerdos, y no existen
recuerdos a los que no podamos hacerles corresponder palabras. Hablamos de
nuestros recuerdos para evocarlos; esa es la función del lenguaje, y de todo el
sistema de convenciones que lo acompaña, lo cual nos permite, a cada
instante, reconstruir nuestro pasado” (Halbwachs, 1925: 377). Eso mismo, pero
con otras palabras, había manifestado Bartlett: “La organización social aporta
un marco persistente en el que debe encajar toda evocación e influye muy
poderosamente tanto en la forma como en el fondo del recuerdo” (citado en
Shotter, 1990: 145). Una de esas organizaciones sociales fuertes, también
denominada marco social por Halbwachs y signo por Vygotsky, es el lenguaje.
Una de las formas de guardar los recuerdos proviene del lenguaje, éste
aumenta la amplitud de la memoria. Un conjunto de experiencias se
sedimentan y objetivan a través del lenguaje, incorporadas a un conjunto de
tradiciones. Justamente, la memoria se encuentra “inextricablemente unida” al
lenguaje (Bartlett, 1932: 367), lo cual se debe a que “las convenciones verbales
constituyen el marco más elemental y estable de la memoria colectiva”
(Halbwachs, 1925: 111). Es el sitio donde se contienen y delimitan. Por eso ahí
se pueden localizar, por ejemplo en las fechas y en los lugares. Pero se
mantienen de manera más duradera mediante el lenguaje. Ciertamente, las
convenciones lingüísticas, las palabras que la sociedad nos presenta tienen un
poder evocador y proporcionan el sentido de lo evocado: “la memoria depende
de la palabra”, y en tanto que la palabra sólo es posible en el marco de una
sociedad, “al mismo tiempo, podemos demostrar que, en la medida que el
hombre deja de estar en contacto y comunicación con los demás, se encuentra
en menor capacidad de recordar” (:87), porque al alejarse del grupo o de la
colectividad se aleja del lenguaje que posibilita narrar lo acontecido tiempo
atrás.
Incluso eso ocurre con la denominada memoria individual: hace
referencia a una persona que recuerda algo y a través del lenguaje puede
comunicar eso que recuerda, sea para sí mismo (que aquí se denomina
pensamiento) o para comunicarlo a otros (aquí, estrictamente se denomina
lenguaje). Además, el objeto del recuerdo es social, porque se presenta sobre
algo que ocurrió a quienes lo experimentaron. La individualidad se sume en lo
colectivo, sea amigos, familia, clase o gente allegada, por ello “no hay recuerdo
estrictamente individual” (Ramos, 1989: 70-71). Puede, asimismo, aducirse que
el cómo recordamos es social: cómo se fija la experiencia y cómo es
reconstruida en forma de recuerdo. Sí, porque la experiencia para que se
signifique hay que “fijarla” lingüísticamente, el uso del lenguaje para narrar lo
ocurrido. Por lo demás, la vivencia de la gente no se presenta de forma aislada
práctica y comunicativamente, sino que se “comparte el mundo con otros”, hay
participación: De esta forma, para esta visión los distintos grupos “van
generando, a lo largo del tiempo, un pasado significativo, siempre abierto a
reelaboraciones atentas a las solicitudes del presente” (:71). Y de ellas se
nutren las personas en lo individual. Las memorias individuales son parte de las
colectivas, son memorias de memorias relacionadas comunicativamente.
Puesto en una frase quedaría así: “la memoria individual no es más que una
parte y un aspecto de la memoria del grupo… se conserva un recuerdo
duradero en la medida en que se ha reflexionado sobre ello, es decir, se le ha
vinculado con los pensamientos provenientes del medio social” (Halbwachs,
1925: 197).
Palpablemente, la mediación lingüística y narrativa permite entender que
la memoria, incluida la personal, es constitutivamente de carácter social. Y es
que con lenguaje reconstruimos el pasado, nuestros recuerdos. Cómo
conectamos los distintos acontecimientos que se muestran como dispersos en
el tiempo y en el espacio y podemos atribuirles significados, “depende en
buena medida de nuestro uso del lenguaje”, y ese lenguaje, también en buena
medida, nos antecede: “lo que yo he experimentado, acerca de lo que he sido
consciente en diversos momentos de mi vida, puede recibir una forma,
términos semióticos, palabras, previamente ‘verbalizadas’ por otros” (Shotter,
1996: 219).
La memoria, en consecuencia, es lingüística, verbal, afirmará Vygotsky:
“una palabra nos hace pensar en su significado, igual que un objeto cualquiera
puede recordarnos otro” (1934: 1999): la memoria se encuentra mediada con
ayuda de los signos. Asunto que sabían Pierre Janet, que adujo que la
memoria es “conducta de relato”, y Roger Schank quien dijo que “hablar es
recordar”. Y no podía ser de otra forma toda vez que no hay memoria por fuera
del lenguaje, o al menos se ve de alguna manera imposibilitada: su
reconstrucción se dificulta. Cierto, porque “la memoria se abre paso a través de
la verbalización, sólo como uno de sus numerosos caminos” (Calveiro, 2001:
18), y no obstante que las “formas de la memoria puedan exceder la palabra
misma” y aunque haya una memoria imborrable e incluso innombrable y se
manifieste de distintas formas “se la llama y se la modela desde el lenguaje”
(:19). Y en tanto que las palabras son sociales, “y constituyen la forma más
directa de comunicar significados”, cosas como las imágenes para ser
comunicadas tienen que “ser expresadas a través de palabras” (Bartlett, 1932:
295). Es la misma reflexión que manifiesta Paul Ricoeur (1999: 27) y por ello
habla de “memoria declarativa”, puesto que ésta alude siempre a algo, declara:
“Decir que nos acordamos de algo, es declarar que hemos visto, escuchado,
sabido o aprehendido algo, y esta memoria declarativa se expresa en el
lenguaje de todos, insertándose, al mismo tiempo, en la memoria colectiva”.
Puede argumentarse que no sólo con lenguaje se comunican los
recuerdos, puesto que también se reconocen, y del mismo modo por el
lenguaje se identifican y se nombran para uno mismo, a lo cual se le denomina
pensamiento, y es que para ubicar una sensación como recuerdo hace falta
pensarla, pues si es mera sensación aún no se le ha vestido con significado
(palabras) y no se le reconoce como recuerdo. Por eso se ha dicho que para
recordar hay que pensar. En el lenguaje, en todo caso, sea externo (de
palabras) o interno (de pensamiento) se contiene lo social, se posibilitan los
recuerdos, las representaciones, las imágenes, las ideas sobre el presente,
pero también sobre el pasado, de ahí que Baudrillard haya argumentado que
las palabras “se convierten en contrabandistas de ideas”; efectivamente: si “el
lenguaje diseña las percepciones y bautiza los afectos, con mayor razón
construye las memorias” (Fernández Christlieb, 1994a: 96). Porque con
lenguaje se llama a los recuerdos. Y se significa su contenido.
Hablar de esta memoria es hablar de colectividades y, para el autor
originario de esta perspectiva, la colectividad comprende sociedades, grupos,
individuos, clases sociales, corrientes de opinión, porque la colectividad es un
pensamiento o una oleada de corrientes de pensamiento: “es el punto de
encuentro de varias corrientes de pensamiento colectivo que se cruzan en
nosotros, se producen estos estados complejos donde uno ha querido ver un
estado único, que no existe sino gracias a nosotros” (Halbwachs, 1950: 29).
Ciertamente, por eso la memoria es colectiva, porque en nuestro pensamiento
se cruzan en todo momento “multitud de corrientes que van de una conciencia
a la otra, y donde el pensamiento es el lugar de encuentro”; es “el cauce de un
pensamiento colectivo” (:29), de tal suerte que se puede argumentar que “la
conciencia individual no es más que el lugar de paso de estas corrientes, el
punto de encuentro de los tiempos colectivos” (:127).
Los diversos tiempos y lenguajes que en la sociedad se manifiestan
posibilitan que la memoria se edifique, que se contenga. Pero para mantenerla
es necesario comunicarla de alguna forma. Si la memoria quiere perdurar, no
caer en el olvido, requiere comunicarse para tener receptores que se interesen
en perpetuar ciertos acontecimientos que permitan reconocerse en ellos. Uno
de los procesos que mantiene a la memoria colectiva es la comunicación. La
comunicación es “intercambiar”, “compartir”, “poner en común” (Gómez de
Silva, 1985), es decir, posibilitar que a quien se le narren ciertos sucesos
participe de éstos, que los sienta, que los experimente. La comunicación es
expresión, interpretación y memoria de experiencias que permite conferir lo
vivaz de lo ocurrido tiempo atrás. La memoria comunicativa logra que el pasado
esté en el presente o, más exactamente, que eventos del pasado tengan
determinados significados en el presente. Tales significados se confeccionan,
como se ha argumentado, socialmente y mediante lenguaje. Y éste constituye
al pensamiento. Consiguientemente, si se quieren mantener los recuerdos hay
que pensarlos o expresarlos. Recuerdos que no se piensan o se comunican
tienden a perderse. Se vuelven olvido social. Y la sociedad, comunicativamente
hablando, se achica, se encoge, porque entonces su pasado se ve
empobrecido. Se piensa y se habla menos sobre su pretérito. Así vista, la
memoria conforma el pensamiento de la sociedad. Una amplia memoria es
pensamiento vasto y lenguaje extenso. Una memoria empobrecida es
pensamiento arremangado y lenguaje diluido. Entre menos versiones sobre
acontecimientos del pasado confluyan en el presente menos plural y vivencial
es ese pasado. Menos significados se ponen en juego y por tanto menos
discursos. Y a la inversa, entre más se hable sobre temas pretéritos, más
amplio, plural y significativo es ese pasado.
Memoria, lenguaje y pensamiento comienzan a confluir en una sola
entidad: lo mental.
Reflexiones mentales
Tanto en Halbwachs y Blondel, así como en Bartlett y Vygotsky, no hay
memoria sin pensamiento y pensamiento sin lenguaje. Autores estos un poco
relegados en el campo de la psicología social, pero reintroducidos por la
psicología colectiva. Estos cuatro autores postergados tenían razón: la
memoria se contiene con pensamiento y se comunica con lenguaje. Y el
pensamiento no es sino lenguaje interiorizado, conversación silenciosa. Y la
memoria se abre a una cantidad de corrientes de pensamiento colectivo, y el
pensamiento a una gran cantidad de convenciones lingüísticas -no es esto, sin
embargo, un círculo vicioso, sino una interrelación procesual que sólo se ha
argumentado separadamente por fines de exposición-. De esta manera, se
puede argüir que cuando las personas creen encontrarse a solas, “otros
hombres emergen y, con ellos, los grupos de los cuales proceden” y aunque
parezca que la sociedad se detiene en el límite de la vida interior de estas
soledades, la sociedad sabe que, incluso entonces, “el hombre no se evade de
ella más que en apariencia y que, quizás, en ese momento, cuando parece
pensar menos en ella, es cuando desarrolla sus mejores cualidades de hombre
social” (Halbwachs, 1925: 109).
Eso es lo que se sentía y expresaba de manera clara hace 25 siglos con
los griegos: que el lenguaje se empalma con el pensamiento. Es decir, que “el
sonido de los argumentos es el sonido del pensamiento” (Billig: 1986: 25). Ya lo
había expresado claramente “el sofista”, un retórico griego: “Pensar y hablar
son la misma cosa: sólo que al primero, el cual es una conversación interior y
silenciosa del alma consigo misma, se le ha dado el nombre de pensamiento”
(en: 111). Y hace poco menos de un siglo Vygotsky habría dicho que en un
primer momento pensar es recordar y después recordar es pensar.
Y es a esto a lo que denominó procesos psicológicos superiores o
facultades mentales. Idea que retomarían décadas después algunos
antropólogos al señalar que la mente “se extiende más allá de la piel”. Que era
justo lo que quería decir el psicólogo ruso, pues de acuerdo a Wertsch (1991)
lo traducido como “interpsicológico” e “intrapsicológico” es, en la lengua de
Vygotsky, “intermental” e “intramental”, respectivamente (pero en castellano la
mente está muy “mentalizada”, es decir muy individualizada).
Lo que se intentó en el presente trabajo fue argumentar el trazo mental
del pensamiento, del lenguaje y de la memoria. Y se puede sintetizar con
algunos ejemplos cotidianos: cuando se nos advierte que hay que
mentalizarnos, o cuando en diversos sitios se oye decir que si no han oído
mentar a fulano o zutano, o cuando nos mientan la madre, en realidad con el
concepto mentar no se está sino aludiendo a lo mismo, es decir, en el primer
caso al pensamiento, en el segundo al lenguaje y en el tercero al recuerdo.
Pensamiento, lenguaje y memoria que confluyen en una sola entidad. Y eso es
lo que se denomina mental.
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En caso de citar este documento por favor utiliza la siguiente referencia:
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Asociación Oaxaqueña de Psicología A.C. En
http://www.conductitlan.net/pensamiento_lenguaje_memoria.html
La adquisición del lenguaje como función cognitiva superior, tiene lugar dentro de un contexto
interactivo, en íntima relación con la estimulación social recibida. A su vez, el lenguaje condiciona la
evolución del pensamiento infantil. Lenguaje y pensamiento se implican mutuamente.
Existen distintos enfoques que han interpretado dicha interacción; entre ellos se pueden destacar por su
repercusión actual, las aportaciones de Piaget, Vigotsky y Luria.
Piaget
Defiende que el lenguaje es una manifestación del pensamiento conceptual que se va construyendo a
medida que el niño va evolucionando. El lenguaje sería así una forma particular de la función simbólica,
que va a facilitar su adquisición. Sería, pues, posterior al pensamiento y contribuiría a la transformación
del mismo, ayudando a lograr un equilibrio.
El lenguaje depende de la función simbólica. Sólo es una forma de simbolismo; otras son la
representación, el juego simbólico o la imitación diferida.
Las operaciones intelectuales dependen de la acción y no del lenguaje. Las operaciones
concretas (clasificación, seriación,...) son acciones antes que operaciones del pensamiento, son
acciones antes de poder ser traspuestas bajo forma verbal y, por lo tanto, no es el lenguaje la
causa de su formación.
Las operaciones formales no son llevadas a cabo por el lenguaje. Estas operaciones se
caracterizan en su reunión en sistemas, pero estas estructuras de conjunto se dan ya en el ámbito
de las operaciones concretas (de manera más simple), estableciéndose posteriormente mayor
número y calidad de combinaciones. Combinaciones que se producen tanto a nivel verbal, como
no verbal. Será el dominio de las operaciones combinatorias lo que permitirá al sujeto completar
sus clasificaciones verbales.
Vigotsky
El planteamiento de este autor soviético es opuesto a la concepción presentada por Piaget, orientada ésta
desde una interpretación evolutiva que se encaminaría de lo individual (lenguaje egocéntrico) a lo social
(lenguaje socializado). Vigotsky plantea el desarrollo del niño desde una perspectiva distinta, que se
dirigiría de lo social a lo individual. Así, la primera función del lenguaje es la comunicación, el contacto
social.
Con respecto al problema de la relación entre pensamiento y lenguaje, Vigotsky considera que en el
desarrollo infantil existe una fase prelingüística en el pensamiento y una fase preintelectual en el lenguaje.
Para este autor, el vínculo que une pensamiento y lenguaje es primario y además se origina, cambia y
crece en el curso de su evolución. Siendo esta relación continua, que va de la palabra al pensamiento y, a
su vez, del pensamiento a la palabra.
Dichos lenguajes forman una unidad aunque cada uno se rige por sus propias leyes, constituyendo
procesos opuestos. El lenguaje interno parte del habla y se transforma en pensamiento, mientras que en el
lenguaje externo es el pensamiento el que se convierte en habla.
Así, para Vigotsky, lenguaje y pensamiento son dos cosas diferentes. Ambos se desarrollan en un proceso
propio y confluyen en un momento determinado. Por tanto, la relación entre pensamiento y palabra no es
constante e inmutable, es una relación dinámica, es un proceso viviente. El pensamiento nace a través de
las palabras, una palabra sin pensamiento es una cosa muerta y un pensamiento desprovisto de palabras
permanecerá en la sombra.
Luria
Sigue la tesis de Vigotsky al afirmar que el lenguaje juega un papel fundamental en el desarrollo
intelectual. Considera que el lenguaje posee una función fundamental en:
Según este autor, la función principal del lenguaje es la generalización, que hace posible la adquisición de
las experiencias de las generaciones anteriores. Aunque también es la base del pensamiento,
permitiéndole al niño organizar su percepción, la memoria, reflexionar sobre los objetos, deducir
conclusiones de sus propias observaciones,... desarrollando todas las potencialidades del pensamiento.
Contando no sólo con su propia experiencia, sino también con la de la humanidad.
Otra función del lenguaje que señaló Luria como importante es la regulación del comportamiento. El
adulto se sirve del lenguaje verbal para incidir y regular la conducta del niño, aprendiendo
progresivamente a manifestar sus propios deseos e intenciones de manera independiente. Primero
mediante el lenguaje externo y luego con el lenguaje interior.
La función reguladora del lenguaje presenta dos aspectos de regulación para Luria. Por un lado, se ejerce
de forma externa, al ser utilizado por el adulto para controlar las pautas de comportamiento del niño. Por
otro lado, el lenguaje permite al niño la autorregulación de su propia acción, al hacer posible la
organización de pautas de comportamiento que le faciliten la resolución de dificultades, es decir, la
planificación de la acción (regulación interna).
Por
Eduardo Ramos.
Universidad Nacional Autónoma de México.
Normalmente el hablar con otras personas se nos hace algo de lo más
cotidiano, sin embargo, el lenguaje es algo muy complejo donde interactúan
diversas actividades mentales.
DATOS AUTOR
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Ciudad de residencia
Ciudad de México.
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RELACIONADO
Primordialmente a los psicólogos les interesan dos aspectos del lenguaje, que
son el cómo se adquiere y cómo se utiliza, nombrando al estudio de estos
aspectos Psicolinguística. Algunas escuelas lingüísticas entienden el lenguaje
como la capacidad humana que conforma al pensamiento o a la cognición.
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Voz
La voz o fonación, es el sonido producido en la laringe por la salida del aire
(espiración) que, al atravesar las cuerdas vocales, las hace vibrar. La voz se
define en cuanto a su tono, calidad e intensidad o fuerza. El tono óptimo o más
adecuado para el habla, al igual que su rango de variación, depende de cada
individuo y está determinado por la longitud y masa de las cuerdas vocales. Por
tanto, el tono puede alterarse, variando la presión del aire exhalado y la tensión
sobre las cuerdas vocales. Esta combinación determina la frecuencia a la que
vibran las cuerdas: a mayor frecuencia de vibración, más alto es el tono.
Otro aspecto de la voz es la resonancia. Una vez que ésta se origina, resuena
en el pecho, garganta y cavidad bucal. La calidad de la voz depende de la
resonancia y de la manera en que vibran las cuerdas vocales, mientras que la
intensidad depende de la resonancia y de la fuerza de vibración de las cuerdas.
Articulación
La articulación se refiere a los sonidos del habla que se producen para formar
las palabras del lenguaje. Los instrumentos de la articulación son: los labios, la
lengua, los dientes, las mandíbulas y el paladar. El habla se articula mediante
la interrupción o modelación de los flujos de aire, vocalizados y no vocalizados,
a través del movimiento de la lengua, los labios la mandíbula inferior y el
paladar. Los dientes se usan para producir algunos sonidos específicos.
La pronunciación del lenguaje está regulada por el centro motor del analizador
verbal que se encuentra un poco por delante de la circunvalación central del
hemisferio cerebral izquierdo.
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En el siglo XVIII el filósofo alemán Leibniz sugirió que todas lenguas que
existen y han existido proceden de un único protolenguaje. Esta hipótesis
recibe el nombre de monogénesis. Muchas personas que han estudiado estas
cuestiones opinan que una lengua así se podría proponer todo lo más como un
conjunto de fórmulas hipotéticas de una de las cuales habrían procedido todas
las demás, y eso explicaría sus relaciones de parentesco; lo que es diferente a
proponer que la reconstrucción reflejara una primera lengua real tal y como se
hablaba entonces. Aunque muchas lenguas vivas proceden de una única
lengua anterior, esto no significa que el lenguaje humano haya surgido en
varias partes del mundo simultáneamente; y tampoco que las lenguas vivas
precisen de un solo antepasado, sino que pudo haber varios. Esta hipótesis,
que explica el origen múltiple para las familias de lenguas, recibe el nombre de
poligénesis.
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Existe una gran variedad de lenguajes que parecen ser muy diferentes pero
que comparten ciertas propiedades fundamentales. La más importante es la
productividad, todas las lenguas naturales son productivas en dos sentidos:
Cuando aprendemos una lengua, una de las primeras cosas que debemos
hacer es establecer las diferencias entre los sonidos que son específicos e
importantes para esa lengua. También aprendemos a considerar como iguales
ciertos sonidos que son físicamente diferentes.
En todas las lenguas, las palabras se combinan para formar oraciones según
ciertas reglas. Estas reglas son las que forman la sintaxis de una lengua y
pueden utilizarse para generar todas las oraciones gramaticales de esa lengua.
Las reglas sistemáticas son las que rigen la organización de las diversas partes
de una oración. Las reglas gramaticales que describen la relación entre estas
oraciones son las llamadas reglas de transformación, que especifican cómo se
relacionan unos con otros diversos tipos de oraciones.
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Hay tres tipos de lenguaje que son: el idioma oído, el pronunciado y el visual.
Después aparece una nueva tarea: escribir conforme a las reglas ortográficas.
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Para Bruner, tanto las cogniciones como los contextos son cruciales para el
desarrollo del lenguaje. Bruner sugirió que el niño aprende a usar el lenguaje
para "comunicarse en el contexto de la solución de problemas", en lugar de
aprenderlo se enfatiza el aspecto comunicativo del desarrollo del lenguaje más
que su naturaleza estructural o gramatical. De acuerdo con Bruner, el niño
necesita dos fuerzas para lograr el aprendizaje del uso del lenguaje. Una de
ellas es equivalente al LAD de Chomsky; la otra fuerza sería la presencia de un
ambiente de apoyo que facilite el aprendizaje del lenguaje. Bruner denominó a
éste sistema de apoyo para la adquisición de un lenguaje o LASS. Dentro de
este LASS sería relevante la presencia del "habla infantil", forma de
comunicación que tienen los padres con sus hijos pequeños que se caracteriza
por su lentitud, brevedad, repetitividad, concentración en el "aquí y ahora" y en
su simplicidad; esta manera de comunicarse le permite al niño "extraer la
estructura del lenguaje y formular principios generales" (Davidoff, 1989). Esta
"habla infantil" aparecerá generalmente en un contexto de acción conjunta, en
el que el tutor y el niño concentran su acción en un solo objeto y uno de ellos
"vocaliza" sobre él.
c. La teoría de Piaget.
Piaget resalta la universalidad de la cognición y considera al contexto
relativamente poco importante y escasamente influyente en los cambios
cualitativos de la cognición. El niño es visto como constructor activo de su
conocimiento y, por lo tanto, del lenguaje.
Piaget presentó una teoría integrada del desarrollo cognitivo, que era universal
en su aplicabilidad y fue caracterizada la estructura subyacente del
pensamiento. Su aproximación es constructivista e interaccionista a la vez. Se
proponen 2 mecanismos constructores de las estructuras cognitivas para tratar
con entornos cada vez más complejos: la organización y la acomodación. Estos
principios son aplicables al estudio del desarrollo del lenguaje; éste se centraría
en una expresión cada vez más clara y lógica del pensamiento y en una
progresiva socialización, basada en la capacidad progresiva del niño para
comprender puntos de vistas ajenos (de lenguaje egocéntrico a social).
Es un teórico dialéctico que enfatiza tanto los aspectos culturales del desarrollo
como las influencias históricas. Para Vigotsky la reciprocidad entre el individuo
y la sociedad, siendo definida esta tanto histórica como culturalmente, es muy
importante. El contexto de cambio y desarrollo es el principal foco de atención,
dado que ahí es donde podemos buscar las influencias sociales que
promueven el progreso cognitivo y lingüístico. Para Vigotsky el habla es,
fundamentalmente, un producto social.
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8.2. Prelenguaje
Las funciones del lenguaje en esta etapa serían, primero, de orden pragmática
(obtención de objetos y servicios, control de la conducta de las personas) y
expresiva (manifestaciones de agrado o rechazo). Más adelante, el lenguaje
tendrá una función heurística (obtención de información sobre el medio
inmediato) e imaginativa (creación de propias realidades).
Primeras palabras.
El niño emite sus primeras palabras al final del primer año. En un principio se
referirán a objetos y personas, pero no demorarán en expresar peticiones o en
describir el ambiente. Estas primeras palabras se caracterizan por usar un
número limitado de elementos fonéticos y por referirse a categorías más
amplias que las aceptada por la lengua adulta, tanto en lo que se refiere a los
objetos y acciones. Las palabras, en esta época, "parecen ser esfuerzos por
expresar ideas complejas, ideas que un adulto expresaría mediante oraciones"
(Dale, 1992); a esto se le denomina habla polisintética.
Etapa I (LME de 1 a 2)
Otros investigadores parten de la base que los niños generan sus propias
gramáticas , las cuales "poseen propiedades estructurales características, es
decir, regularidades sistemáticas de orden de palabras" (Mussen, 1978). Estas
gramáticas se caracterizarían por usar 2 clases de palabras: palabras "pivotes",
clase de reducido número, ubicadas en un determinado lugar de la oración,
acompañando siempre a palabras X; y las palabras de clase abierta o "X",
clase mayor, las cuales son las que no pertenecen a la clase pivote. El niño, en
un principio, sólo sabe que determinadas palabras (las pivotes) son usadas
antes de todas las otras (las de clase abierta), no estableciendo mayor
diferenciación; con el tiempo, el niño aprende a diferenciar que palabras
pueden y cuales no pueden preceder a otras, adaptándose a los patrones
adultos de lenguaje.
Las interrogaciones son idénticas a las afirmaciones, con excepción de la
entonación, que es ascendente (Dale, 1992).
A esta etapa se llega cuando el niño llega a los 3 o 4 años, entre las etapas III y
IV. Se produce "un abandono progresivo de las estructuras elementales del
lenguaje infantil y de su vocabulario específico, sustituidos por construcciones
cada vez más acordes con el lenguaje del adulto." (Bouton, 1976). En el caso
del ingles - lenguaje en el cual se han realizado más investigaciones- se
produce el aprendiza de las principales transformaciones gramaticales (reglas
de construcción que le dan al sujeto la capacidad de "transformar"
determinados tipos de oración en otros) que le permitirán formular oraciones
"declarativas, negativas, preguntas absolutas, preguntas del tipo wh [en
castellano, las del tipo dónde, cómo, porqué] y oraciones imperativas" (Dale,
1992)
9. Lenguaje y pensamiento
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Stern define la función simbólica del lenguaje como la actividad mental del niño
en el sentido exacto de la palabra; comprender la relación entre el signo y el
significado, tal como se manifiesta en el niño en este momento, es algo
esencialmente distinto de la simple utilización de las ideas y sus asociaciones.
La exigencia de que a cada objeto, del género que sea, le corresponda su
nombre puede quizás considerarse, en efecto, como el primer concepto general
del niño. (Idem, 1922, pág. 93)
A fines del siglo XIX y principios del XX, los lingüistas y antropólogos
trabajaban principalmente con culturas y lenguas exóticas. Se obtuvo la idea de
que la lengua que habla una persona determina la forma en que percibe y
conceptualiza el mundo, esto se conoce como la hipótesis de Whorf, propuesta
por Benjamín Whorf (1940), quién fue uno de los primeros defensores de la
relatividad lingüística.
10. Conclusiones
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11. GLOSARIO
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Caso gramatical. Empleo del orden de las palabras para expresar diferentes
relaciones.
Función simbólica. Actividad mental del niño para comprender la relación entre
el signo y el significado.
Habla telegráfica. Elocuciones de los niños de uno y dos años que omiten las
palabras menos significativas y dejan las que poseen el mayor sentido.
Regla sistemática. Son las que rigen la organización de las diversas partes de
una oración.
Bibliografía.
Conocer acerca del pensamiento es una tarea apreciable que nos lleva a
variados y contradictorios lugares epistemológicos y metodológicos, que nos
dicen de lo complejo que ha resultado el situarse en destinos definitivos sobre
su naturaleza o significación como componente distintivo en la evolución del
hombre. Su vinculación a señalamientos metafísicos, religiosos o éticos
impregnan su certidumbre para erigirse como proceso eminentemente cognitivo
que concede privilegios sobre otros miembros de la escala animal y de
imposible disociación de la condición racional humana, tal como lo asumen las
ciencias cognitivas en este final de siglo.
Los estudios acerca del pensamiento tienen sus raíces en los escritos de los
filósofos griegos de la época clásica y detentan como denominador común la
confianza absoluta en la razón como instrumento de conocimiento dentro de un
contexto naturalista en el que el interés por la materia no viviente caracteriza la
aproximación como fenómeno natural de las sensaciones y percepciones; esta
cosmología, que no diferencia entre materia y espíritu en hombres, plantas o
animales, aún cuando se fundamenta sobre un racionalismo natural, se reviste
de explicaciones metafísicas acerca de sí misma y con ello hacia todo lo que
signifique pensamiento o cognición, de ahí el que para señalar esas facultades
se utilice el término alma.
Este segundo período coincide con el Renacimiento surgido a partir del siglo
xiv. Nos encontramos así, en 1538, con un libro llamado ‘Sobre la mente y la
vida’, escrito por Vives (1492-1540) en donde se habla, sobre la asociación de
ideas, aprendizaje y memoria, en su primera parte, del alma racional, sus
facultades y los sentimientos y emociones en la segunda y última parte
respectivamente, lo que según Misiak (1969) le hizo ganar la consideración
como el mayor ‘psicólogo’ de su tiempo y de los tres siglos siguientes.
Pero sin duda, los filósofos racionalistas del siglo XVIII marcan una línea de
trabajo que dará sus frutos en la revolución cognitiva del siglo XX. Se inicia en
la época moderna con Descartes (1596-1650), quien le imprime un viraje
epistemológico a la futura ciencia de la psicología al postular lo que considera
una verdad innegable: pensamos y lo hacemos como parte de una experiencia
directa e introspectiva y todo lo que se basa en ello debo asumirlo como
verdadero. Su método, el de la duda sistemática, le permitió poner en tela de
juicio cualquier hecho del cual no tuviera absoluta certeza, constatando que
después de ello sólo estaban sus dudas y estados de conciencia. El alma no es
ya la forma sustancial del cuerpo sino algo que se manifiesta como pensante:
el espíritu. Las ideas aritméticas y geométricas, a su juicio eran indubitables y
provenientes de la mente. A través de él se retoman postulados griegos que se
sustentaban en la creencia de la primacía del pensamiento y las ideas innatas,
gracias a las cuales podemos conocer. Así dice en su Discurso del método:
Aún cuando, en un principio supuso que es mediante los sentidos que surge
toda experiencia y pensamiento, en sus Meditaciones declina la importancia de
los sentidos otorgando a la mente todo pensamiento y creatividad, con tres
funciones a saber: conocimiento intelectual, volición y sensación. Ya en ese
momento, entendió el cuerpo humano como un autómata, con dos entidades
separables, cuerpo y mente, esta última con autonomía propia.
Para Leibniz, uno de los filósofos más reconocidos del siglo XVII, el
pensamiento es el fundamento del ser, un instrumento del conocimiento.
Asiente sobre las ideas innatas contenidas en el intelecto y expresa la
necesidad de analizar todas las ideas en la búsqueda de aquellas de
naturaleza simple que nos permitan, tanto llegar a elementos nuevos mediante
su combinación como establecer un alfabeto lógico para reducir el mundo de
nociones compuestas a las simples. Su interés primordial en el cálculo lógico
realizado por máquinas lo ubica como precursor intelectual de la cibernética y
confirma su convicción de que el pensamiento humano podía ser expresado a
través de un lenguaje simbólico en la forma de un cálculo lógico universal o
característica universal capaz de ser traducido a una máquina y ser
fundamento de la lógica y de la matemática.
Kant, a finales del siglo XVIII, reconoce un elemento a priori orientado hacia las
formas que junto con el contenido del mismo o el elemento a posteriori forman
la unidad del conocimiento, es decir que su juicio, el conocimiento se compone
de la experiencia sensible y de lo que se construye a partir de ella. Llamó
categorías de pensamiento a unos conceptos elementales del entendimiento
puro que conforman el bagaje mental del individuo; estos conceptos
elementales son: la cantidad - unidad, totalidad y pluralidad -, la cualidad -
realidad, negación y limitación -, la negación - sustancia y accidente, causa y
efecto y reciprocidad -, y la modalidad - posibilidad, existencia y necesidad -;
pero además como complemento de ellos, supuso la existencia de esquemas
que actúan de manera intermedia entre la información sensorial y la
abstracción a priori, quizá en una muy lejana alusión a la hoy llamada
representación mental.
Filósofos empiristas ingleses del siglo XIX: Locke asume que la fuente del
conocimiento se encuentra en la experiencia sensorial, oponiéndose
radicalmente a la introspectiva ya reiterada por Descartes. La mente, la razón y
el conocimiento sólo surgen de la experiencia sensorial. Clasificó las
cualidades externas en simples y complejas, primarias y secundarias. La
combinación de ideas simples origina las complejas, siendo ambas apreciadas
por el hombre debido a su capacidad pensante y reflexiva cuya fuente de
conocimiento está depositada en la interacción de esas ideas obtenidas por
medio de la experiencia. La teoría de la ‘química mental’ del filósofo inglés, Mill,
tuvo notable influencia sobre los primeros psicólogos alemanes. Consideraba
que las ideas complejas surgen a partir de ideas simples aun cuando no están
constituidas por ella, al igual que sucede en los compuestos químicos, que
cuando dos elementos se unen aparece algo que no integra a los elementos
por separado; se necesitaba, por tanto, de la experiencia sensorial para
obtener ideas y por lo tanto, pensar.
Es así como, en el siglo XIX se encuentran dos vertientes en los estudios sobre
el pensamiento asociadas, una con el empirismo inglés, representados por
Hume, Berkeley y Locke, y la otra adscrita a la tradición del racionalismo con
Descartes, Leibniz y Kant, en las cuales se contrapone una noción de
pensamiento como simple medio para proyectar la imagen del mundo exterior
contra la que expone al pensamiento como principio universal y organizador de
la realidad.
SIGUIENT
E
Para los representantes del conductismo, entre ellos Skinner, en una ciencia
psicológica no hay cabida para el estudio de lo inobservable;
Existe una línea de estudios sobre el pensamiento que cristaliza en este siglo
xix, pero cuyas raíces se remontan a Descartes durante el modernismo, al
insinuar la mecanización del cuerpo humano. Dentro de este contexto, se
identifica a Boole, quien en 1854, escribió ‘Investigación sobre las leyes del
pensamiento’, en donde se plantea la tarea de formular las leyes básicas del
pensamiento sobre cimientos lógicos. Sostuvo la necesidad de superar las
ambigüedades del lenguaje natural con la opción que brinda el uso de símbolos
arbitrarios para representar el pensamiento, símbolos que al combinarse son
susceptibles de operaciones de adición, sustracción o multiplicación, haciendo
posible el razonamiento en términos abstractos.
Estas ideas al ser recogidas por Russell y Whitehead años mas tarde, serán
unos pininos de la computadora. Pero al margen de la trascendencia irrefutable
de estas afirmaciones en el campo de la inteligencia artificial y por ende, para
el de la psicología cognitiva, la alternativa de explicar el pensamiento bajo los
postulados de la lógica abre una brecha determinante para una perspectiva de
explicación del pensamiento como proceso evolutivo, filogenético y
ontogenético en el marco del Programa de Epistemología Genética de Jean
Piaget. En 1950 publica su teoría sobre el conocimiento en el libro ‘La
psicología de la inteligencia’ y comienza expresando que:
Modelo modular: Fodor y Pylyshyn critican al modelo PDP por presentar las
mismas limitaciones del asociacionismo, incapaces de la explicación de
representaciones altamente estructuradas. Entre ellas el lenguaje y la solución
de problemas. Fodor, siguiendo a Putnam, asume que la constitución
psicológica de un sistema depende de su soporte lógico y que las funciones
cognitivas constituyen una manipulación de símbolos o representaciones
mentales de naturaleza abstracta sin una relación estricta de configuración con
aquello que denota. Asume que los códigos internos de representación tienen
flexibilidad para acomodarse racionalmente en respuesta a las exigencias del
medio y esos códigos están en correspondencia de dominios específicos
cognitivos o módulos. Concluye que: “En general, los sistemas cognitivos
modulares son específicos de dominio, fijados de modo innato compactos,
autónomos y no ensamblados. Dado que los sistemas modulares son
mecanismos computacionales privativos de un determinado dominio, son
asimismo una especie de facultades verticales. ..” Fodor, 1986:63
La psicología como ciencia, a partir de la década de los años 50’, sufre una
transformación de magnitudes tan importantes, que ha sido denominada por
algunos como una verdadera revolución cognitiva. Es sencillo deducir, a partir
de la palabra que califica la revolución, que la base del cambio se orienta hacia
la cognición. De hecho, luego de un pasado histórico, marcado por diferentes
interpretaciones epistemológicas que a su vez matizaban la explicación
psicológica, se reivindica el papel de los procesos mentales como aspecto
fundamental y característico de la racionalidad humana que ya había sido
advertido por los griegos de la época clásica.
La filosofía: Una vez más, Gardner apunta hacia la filosofía como la más
antigua de las ciencias cognitivas. De hecho, considera que ha producido el
programa de trabajo inicial, el temario y los asuntos que guían las
investigaciones cognitivas de orientación empírica, y esto es evidente en las
páginas de la historia de la filosofía, escenario permanente de discusiones
sobre la naturaleza de la representación mental, la naturaleza espiritual o
racional del pensamiento o la dicotomía mente-cuerpo. Sócrates, a través de
Menón, sostiene que poseemos interiormente el saber necesario para realizar
cálculos geométricos; Platón, depositaba en la matemática su confianza para el
logro del dominio del conocimiento genuino, que ya reposaba en el alma desde
el momento del nacimiento. Para esta ciencia, Descartes representa un
antecedente de necesaria referencia, ya que sus escritos en la época moderna
retoman la importancia de la razón, el pensamiento matemático e ideas innatas
reconocidas por los griegos unos siglos atrás. Se interesó particularmente en el
funcionamiento sensorial, los procesos cerebrales y la posibilidad de un modelo
autómata del hombre. La menta la consideraba como lo fundamental de la
existencia humana pero con funcionamiento independiente, introduciendo la
idea de entidades diferenciadas para cada una de ellas, al tiempo que
subestimó el componente sensorial y atribuyó todo pensamiento y creatividad a
la mente. Para Gardner, el programa de trabajo formulado por Descartes en el
siglo XVII, funge como rector, durante cientos de años, de los debates
filosóficos y las ciencias experimentales; al plantear temas como el carácter
central de un sí-mismo organizador, capaz de duda sistemática y metódica, la
experiencia sensorial y corporal, el lenguaje como una facultad humana, el
análisis del pensamiento y la mente como instrumento racional, desafió las
concepciones que dominaban el escenario intelectual y filosófico del momento
y proporcionó a los investigadores suficientes fuentes de búsqueda para la
explicación de aspectos vinculados a la cognición de vigencia tal que perviven
en nuestros días. Desde el empirismo inglés, con filósofos como Locke,
Berkeley y Hume, se puso en duda la creencia en las ideas innatas de
Descartes, y rechazaron toda base introspectiva de conocimiento, lugar que
debía ocupar la experiencia sensorial. Estas concepciones racionalista y
empiristas, sostenían posibilidades distintas para el pensamiento: una, como el
instrumento para reflejar la experiencia mundana, la otra, como el factor
organizador y revelador de todas las posibilidades, ámbito universal. Kant, ante
esta dicotomía, sostuvo que la mente era un órgano activo del entendimiento,
con la facultad de transformar la experiencia en la unidad ordenada de
pensamiento; nuestro entendimiento aplica categorías y esquemas. Las
categorías de pensamiento -término tomado de Aristóteles- , no son más que
conceptos elementales como la cantidad, cualidad, negación y modalidad, que
permiten atribuir sentido a la experiencia; los esquemas, son procedimientos
intermedios entre la información sensorial y las categorías abstractas a priori,
actuando como una representación intermedia, intelectual y sensible, que son
tanto reglas como imágenes. De esta manera, acepta un nivel de
representación mental para el pensamiento y el conocimiento. Por otro lado, el
progreso de la lógica, con exponentes de la estatura de Boole, Frege, Peano,
Peirce, Russell y Whitehead, la llevó al estatus de ciencia no empírica capaz de
asimilar los descubrimientos que de ella ésta se produjeran. Russell y
Whitehead revaluaron la experiencia sensible humana y su tratamiento con
métodos del empirismo lógico Wittgenstein, aunque mas adelante renuncia a
esa idea, incorporó el lenguaje al programa de estos dos lógicos, con su teoría
figurativa del lenguaje y el mundo. Esa relación entre lenguaje , lógica y verdad,
se constituyó en elemento esencial del Círculo de Viena y de los empiristas
lógicos Feigl, Neurath, Schlick y Carnap; este último, resolviendo que el análisis
lógico, orientado a atacar errores de sintaxis, podía dar cuenta de todo
problema filosófico. Estas ideas se mantienen en trabajos que ocupan a las
ciencias cognitivas, al centrar su interés en la sintaxis, como conjunto de
símbolos y reglas, que subyacen a las operaciones mentales con distancia
necesaria del contenido que ellas sugieren. El rastreo de la lógica de la mente
es una inquietud reveladora de los trabajos de Chomsky, Montague, Newell,
Simon, Brumer, Miller o Fodor, quien habla, específicamente, del lenguaje del
pensamiento, que constituye una importante línea de investigación dentro de
las ciencias cognitivas, sin embargo, decididamente distanciados de los
postulados del empirismo lógico. Quine y Putnam, criticaron las tesis del
empirismo lógico concluyendo que su fracaso, sustentado en que el significado
es el método de verificación, la significación de las proposiciones metafísicas y
matemáticas, entre otras, mostró tentativas relevantes de ser abordadas por las
ciencias de la cognición. Putnam, filósofo de formación matemática, se ha
ocupado de las implicaciones de la computadora sobre el estudio del
pensamiento, considerando su invención como un suceso importante para la
filosofía de la mente por su noción de la organización funcional. La idea
funcionalista implica que el pensamiento y otras funciones inteligentes pueden
ejecutarse por una máquina específica ya que reflejan un mismo tipo de
proceso, con independencia del soporte material o hardware, agregando que si
existe alguna clase de identidad, esta debe residir en el soporte lógico o
software... “vale decir, tanto en los seres humanos como en las máquinas -y en
cualquier otra forma de vida inteligente, desde los osos hormigueros hasta los
‘habitantes de las Antípodas’- podría materializarse la misma clase de
programa. Así pues, la equiparación se produce en un nivel de abstracción
mucho más alto, un nivel que tiene que ver con los objetivos de la actividad
cognitiva, los medios de procesamiento de que se dispone, los pasos que
deben seguirse, la evaluación de cada uno de esos pasos, y otros rasgos
similares” (supra:95). El filósofo Dennett ha centrado su atención en la
explicación de la posibilidad que dos individuos o entidades tengan
psicológicamente algún elemento en común, sin aludir una única máquina de
Turing, introduciendo el tema de la intencionalidad, y a todo sistema intencional
se le atribuye racionalidad y propósito, lo cual se entiende como algo de
naturaleza estrictamente mental; esta noción puede ser tratada con amplitud de
impedimentos e influencias metafísicas ya que no comporta elementos de
moralidad, divinidad u otros. Otro filósofo, quizá con la postura más radical
sobre la certeza del destino común que comparten la filosofía y las cuestiones
de la mente, es Fodor. Asume el programa de Descartes reconociendo el
mérito concedido a los estados mentales, su potencialidad causal, la existencia
de las ideas innatas, entendida como contenido informativo o principios con los
que nace el individuo y que tienen por finalidad asignarle sentido a su
experiencia; asimismo, acepta la concepción funcionalista de su maestro
Putnam, y asume que los procesos cognitivos se constituyen en la
manipulación de símbolos que son entidades abstractas sin relación necesaria
con las entidades que denotan y que el objetivo de las investigaciones debe
centrarse en la caracterización de un lenguaje del pensamiento para así
construir una teoría de la mente. De hecho, su obra El lenguaje del
pensamiento, considerada por muchos la línea divisoria de la filosofía del siglo
XX; contiene aspectos vitales para las ciencias cognitivas: el lenguaje del
pensamiento debe constituir un caudal potenciador de procesos cognitivos,
tales como la percepción, el razonamiento o el aprendizaje lingüístico, y este
lenguaje es de naturaleza innata; por otra parte, agrega que los procesos
mentales son de carácter computacional y, por consiguiente, deben tener
representaciones de esas computaciones. Sus ideas tienen implicaciones en
variados ámbitos, como en el de la formación de conceptos, ya que considera
que nuestro aparato intelectual está claramente especificado para anticipar
experiencias e información particular. Este brevísimo resumen, para finalizar
esta revisión histórica, representa sólo una muestra de los muchos aportes que
la filosofía ha brindado a las ciencias cognitivas, aportes de innegable
importancia, al propiciar programas y temarios que trascienden en el tiempo
con vigencia y calidad.
La Psicología: Kant desconfiaba que otro campo del conocimiento que no fuese
la filosofía se pudiese ocupar del sí-mismo cognoscente; la naturaleza de su
objeto de estudio implica atender elementos que carecen de dimensiones
espaciales o temporales, como el pensamiento, por lo cual no eran
susceptibles de tratamiento matemático para su evidencia empírica. Sin
embargo, a comienzos del siglo XIX, un trío de pensadores alemanes, Fries,
Herbart y Beneke, creyeron que los procesos mentales podían medirse
experimentalmente: las ideas poseen atributos de tiempo, intensidad y cualidad
y, por lo tanto, pueden describirse esas relaciones a través de ecuaciones. De
aquí en adelante, la investigación psicológica se nutrió de trabajos interesados
en la evidencia empírica de las cuestiones psicológicas. Sobre la negación del
pensamiento como proceso instantáneo o inconmensurable demostrada en
situaciones experimentales, Helmholtz propuso que el conocimiento del
espacio y otros vinculados con el entorno material, se va construyendo, no es
innato; introdujo además la noción de inferencia como contribución del sujeto
en el proceso de la percepción, en la creencia de que la visión razona
implícitamente acerca de sus experiencias. Donders y Fechner también
buscaron resultados cuantitativos, sobre la base de una perspectiva molecular
de la psicología y sus procesos. El clérigo y filósofo Brentano se opuso a esta
concepción y mantuvo para la psicología el objetivo de abordar la mente como
entidad activa y creadora dotada de intenciones y su tema fundamental es el
acto mental. Aunque esta inquietudes tuvieron poca resonancia en estos años
de gloria del laboratorio de Leipzip y Wundt, interesado en la medición de
experiencia consciente mediante el método de la introspección; pese a ello, sus
ideas serían retomadas por los disidentes en la escuela de Wurtzburgo, por los
psicólogos de la Gestalt y en el contexto de la inteligencia artificial en su
concepción de la computadora como agente dotado de planes, intenciones y
metas. Ante este estructuralismo surgió un movimiento, en el contexto
pragmático norteamericano, denominado funcionalismo, que demandaba en
énfasis en las operaciones de la actividad psíquica en su contexto real de vida;
James, uno de sus máximos exponentes, fijó su atención en funciones o
disposiciones tales como la percepción y el pensamiento con independencia de
su contenido; de aquí al nacimiento del conductismo sólo había un paso. En
1913, Watson afirmó que la psicología debía obviar el funcionamiento de la
mente y dedicarse al examen de la conducta objetiva y observable y ofrecer
sus explicaciones sobre el modelo del arco reflejo; agregó que todos los
organismos incluso los seres humanos, eran susceptibles de procesos de
condicionamiento. De aquí en adelante, entre los años 20’ y 50’ de este siglo,
con Skinner como el principal exponente, Hull, Spence y Thorndike entre otros,
el conductismo se adueñó de la psicología, eliminando rigurosamente los
elementos inobservables de sus teorías, particularmente todos aquellos de
naturaleza mental, apelando a métodos experimentales de control y
manipulación de variables, expresadas en términos de aprendizaje, en
oposición al pensamiento y el razonamiento. Pero, a pesar de este clima
epistemológico y metodológico, algunos estudiosos encontraron fundamentos
que contradecían estos postulados; Tolman, en 1932, ante la limitación para
explicar ciertas capacidades de los animales por medio de secuencias de
acciones, introdujo la noción de mapas cognitivos en la resolución de
problemas, utilizando un vocabulario intencionalista con términos como
propósitos, expectativas y significado, sobre la base de variables intervinientes.
Lashley, discípulo de Watson, en el año 48, manifestaba que el modelo del arco
reflejo era insuficiente para explicar ciertas conductas; este puente
neoconductista, que aceptaba la intervención de variables diferentes fue un
puente importante para su declinación, pagando así su alto costo por obviar
demasiados elementos importantes del comportamiento de los seres humanos,
y ya en 1950, a raíz de la revolución cognitiva, se debilitó su dominio, sin dejar
desconocer que produjo contribuciones específicas y de gran alcance para la
comprensión de algunos hecho de referencia psicológica. Casi paralelamente
al nacimiento y evolución del movimiento conductista, se gestaba otro cuyos
antecedentes se remontan hasta 1809, cuando Ehrenfels, discípulo de
Brentano, demostró que la cualidad perceptual de la percepción melódica debía
ser considerada como una totalidad más que la suma de las notas que la
conforman; sus ideas precursoras hicieron que Wertheimer fundara, en el año
1912, conjuntamente con Köhler y Koffka, la llamada psicología de la Gestalt, al
publicar un trabajo donde al fenómeno Fi , que atiende al movimiento aparente
de los rayos luminosos mostrados en secuencia, desestimando la hipótesis de
la percepción por actuación única del movimiento del globo ocular, proponiendo
en su lugar la organización que el cerebro hace de sus campos fisiológicos,
como una evidencia de la concepción perceptual determinada por una
configuración de totalidad. Estas premisas fueron aplicados a otros campos de
la percepción, así como a la resolución de problemas con métodos holísticos,
introduciéndose conceptos como los de fijeza funcional y las disposiciones en
la comprensión de los impedimentos que se observan al tratar de solucionarlos.
Se consideró que los procesos inteligentes suponían la capacidad para captar
las relaciones fundamentales de una situación, caracterizando al pensamiento
superior como productivo y novedoso. Las leyes de la Gestalt mantienen su
vigencia en las áreas de la percepción, el pensamiento y el razonamiento. Sin
embargo, el germen cognitivo se hacía sentir en algunos trabajos que
comenzaban a ser conocidos en el campo psicológico. En 1932, Bartlett, habló
de esquemas para referirse a estructuras cognitivas abstractas de datos
específicos utilizados para la representación de conceptos en la memoria. Pero
sin duda, en 1947, la aparición del trabajo sobre Psicología de la Inteligencia,
elaborado por Jean Piaget, de la escuela de Ginebra, fue crucial para la
psicología; su teoría basada en un enfoque evolutivo del desarrollo del
conocimiento, sobre la concepción del origen biológico de la inteligencia, forma
superior de adaptación biológica, y papel activo del sujeto en la construcción
del conocimiento en la búsqueda del equilibrio adecuado a través de
intercambios adaptativos con su medio. Se apoya en el formalismo lógico para
expresar las estructuras básicas de pensamiento, el cual va adquiriendo
características cualitativamente distintas en diferentes momentos del
desarrollo, proponiendo en su aproximación cognitiva tres tipos de
pensamiento: el intuitivo, el de operaciones concretas y el de operaciones
formales, sobre la base de las operaciones lógicas que el individuo realiza; a su
vez, introdujo nociones de espacio, tiempo y causalidad en su explicación
teórica. Este programa de investigación de epistemología genética, es de tal
trascendencia para los estudios psicológicos, que García (1991) afirma que
todos tenemos dos teorías: la nuestra y la de Piaget. Otra postura teórica, sin el
grado de sistematización que caracteriza a la propuesta piagetiana, es la de
Vygotsky, alimentadas por el contexto del pensamiento marxista de la sociedad
soviética, con su visión dialéctica del mundo, y la influencia de las teorías
lingüísticas; de allí su énfasis en el componente sociohistórico y la naturaleza
psicolingüística de lenguaje para integrar un marco psicológico, con rasgos
cognitivos por la interdisciplinariedad asumida, la aceptación no reduccionista
de los procesos mentales superiores y el papel de la conciencia, siendo estos
últimos el objeto de estudio de la psicología. Es así como, a finales de la
década del 40’, como ya lo señalamos en el apartado de la inteligencia artificial,
se acentúan las limitaciones del conductismo y contribuyen a la legitimación de
los estudios cognitivos el uso de la computadora y el auge de la teoría de la
información, concretando para la década de los 50’ la llamada revolución
cognitiva, gestándose en ideas y trabajos de los gestaltistas y psicólogos
innovadores como Bartlett, Bruner, Miller, Piaget.y otros que anticiparon la
legitimidad de la representación mental y de conceptos tales como intención,
propósitos o resolución de problemas. Usando el modelo de la computadora, se
inicia todo un programa de investigación sobre la cognición, que hasta el
presente ha resultado sumamente productivo: Miller, descubrió límites precisos
para el procesamiento de la información, con posibilidades de recodificación
para superar esas restricciones; Broadbent describió el funcionamiento
cognitivo a través de un diagrama de flujo, haciendo posible abordar los
procesos psicológicos en sus dimensiones temporales y con independencia del
contenido; Bruner, habló de estrategias para explicar la categorización o
formación de conceptos; Neisser, Broadbent, Sperling, Sternberg, se ocuparon
de aspectos relacionados con la teoría de la información, de los cuales han
surgido modelos de memoria e hipótesis concernientes a su funcionamiento;
Bransford puso de relieve los procedimientos inferenciales e integradores en
los sujetos y de los esquemas organizadores para abordar el lenguaje; se han
estudiado, además aspectos tan variados como la manipulación mental de
figuras geométricas, las diferencias entre las diversas operaciones mentales
que realiza el ser humano, las alternativas de representación proposicional o de
imágenes, las facultades verticales y horizontales, la modularidad o el
procesamiento central de la información, el procesamiento serial y el paralelo, y
siguen presentes, también, interrogantes derivadas de estas mismas
consideraciones, ya que con frecuencia, no se observan disposiciones
concluyentes para esas inquietudes. Asimismo, puede mencionarse la vigencia
del debate sobre las alternativas moleculares o molares de procesamientos
cognitivos: de lo particular a lo general, o si se adecua mejor el enfoque de lo
general a lo particular, a partir de un organismo dotado de estructuras
capacitadas con sistemas específicos para procesar información que obtiene
del medio, manipulándola, reorganizándola, que añora las posturas de la
escuela de Wurzburgo o a los gestaltistas, entre otros. Y, como último,
mencionaremos otra fuente de valiosas investigaciones, y es el que alude a la
representación mental ciega de contenido o con la aceptación del mismo, bien
bajo una forma única o con múltiples modalidades, ante lo cual la evidencia
científica aún no ha dado su última palabra.
Así, además del punto de vista cercano a las teorías de Newell y Simon,
existen posiciones cercanas al constructivismo piagetiano como las de Papert
(1988), que desarrollan los lazos que tan cuidadosamente estableció Piaget
entre su teoría y el computador. Otras posiciones tratan de recoger ideas y
aportaciones evolutivas, como la distinción entre aprendizaje y desarrollo
(Boden, 1988), o la existencia de discontinuidades y etapas diferentes (Minsky,
1986). Desde todas estas concepciones se ha empezado a hablar de las
posibilidades de una ciencia cognitiva evolutiva (Rutkowska, 1987). Sin
embargo, existe también otra concepción claramente innatista que, simple y
llanamente, niega el desarrollo en cuanto tal, postulando únicamente la
existencia de factores madurativos en la máquina biológica y la posibilidad de
que algunos procesos puedan funcionar sólo tras la activación previa de
otros... Esta posición [la]hemos llamado la concepción Chomsky-Fodor....
Hay dos posturas teóricas, de aportes originales, cuyos exponentes son Kurt
Fischer y Graeme Halford. Desde 1980, Fischer y colaboradores han trabajado
en una teoría de lo estadios que implica diferentes escalones (tiers) en la
estructura de las destrezas cognitivas humanas; el concepto de destreza,
tomado de Bruner, es definido como una habilidad que muestra cierta
capacidad de generalización y especificidad en función de la necesidad de la
tarea, y se desarrolla a partir de la interacción entre el medio y el organismo.
Los cuatro escalones, llamados reflejo, sensoriomotor, representativo y
abstracto, poseen un perfil de comportamiento y organizaciones características,
en las que se van construyendo destrezas cada vez más complejas y su
respectiva reorganización. Para los cambios en las destrezas intelectuales en
cada nivel, se proponen reglas de transformación de intercoordinación,
composición, enfoque, sustitución y diferenciación. Distingue en los sujetos una
actuación óptima y otr a funcional en cada escalón, relacionada con el
ambiente, lo cual rememora el concepto vygotskiano de zona de desarrollo
próximo:
Pero, la teoría que constituye quizá el intento de síntesis más elaborado entre
las concepciones piagetianas y el enfoque del procesamiento de la información,
de acuerdo con García, es la que expone Robbie Case, quien en sus trabajos
que datan desde 1981, incorpora conceptos próximos a Vygotsky y Bruner.
Incorporando la noción típica de estadios, que implica un desarrollo cognitivo
en un tránsito de niveles cualitativamente distintos, supone que existen cuatro
de ellos con sus correspondientes operaciones intelectuales de orden
jerárquico: operaciones sensomotoras, relacionales, dimensionales y
vectoriales, los cuales a su vez, se componen de subestadios comunes:
consolidación operacional, coordinación operacional, coordinación bifocal y
coordinación elaborada. Para explicar los mecanismos de transición entre
estadios, apela a conceptos del procesamiento de la información; entre ellos,
las llamadas estructuras de control, las cuales al complejizarse dentro de cada
estadio y la adición de subrutinas, se coordinan para facilitar el salto cualitativo
a un nuevo estadio. La estructura horizontal de cada estadio se compone de
estructuras o estrategias de control con cierto grado de especificidad,
independientes entre ellas pero que comparte una forma general subyacente.
Los procesos de equilibración que en la perspectiva piagetiana eran
responsables de la transición a un estadio diferente, son sustituidos por dos
procesos: los invariantes funcionales, consideradas capacidades básicas que
garantizan la integración jerárquica y la diferenciación de las estrategias de
control; e otro proceso se representa por un conjunto de procesos cognitivos y
afectivos, que disfrutan de las capacidades básicas y se enriquecen con el
medio, y son la resolución de problemas, mediante el cual el niño es capaz de
alcanzar estados agradables suprimiendo los que no lo son; exploración, sobre
la base de curiosidad como motivación básica de búsqueda de lo nuevo, la
imitación y observación de la conducta de otros, ayuda a la adquisición de las
estructural operacionales producto de la evolución cultural; y, finalmente, la
regulación mutua, que se entiende como una interacción bidireccional, como da
del tipo escolar, de importancia crucial para el desarrollo. Es partidario, como
otros teóricos del procesamiento de la información, del aumento de la
capacidad de almacenamiento, en función de la eficacia con que el sujeto
realiza las operaciones y libera recursos cognitivos, y no de la edad, así como
de cambios estructurales específicos, controlados por los procesos señalados,
que hacen posible el aumento de la eficiencia operacional cognitiva. La crítica
hacia la teoría, comparte las su origen piagetiano, en que es excesivamente
compleja, general y de difícil operativización.
2.- Las categorías poseen atributos definitorios o críticos. Todos los miembros
de una categoría comparten estos atributos, ningún miembro de otra categoría
los comparte, y no existe superposición alguna entre los miembros de una
categoría y los que no lo son.
...que existe una estructura real del mundo y que gran parte de nuestros
equipos conceptuales están destinados a captar esa estructura auténtica y
accesible... y que hay múltiples objetos ... que es imposible definir en función
de una lista de atributos característicos. A todos los fines prácticos, estos
conceptos carecen de definición, de intensión; sólo tienen extensión, o sea,
una relación que enlaza al término con su referente concreto en el mundo
(supra:379).
Las teorías de redes provienen del área de la inteligencia artificial. Los estudios
de Collins y Quillian -1968, 1969, 1972- (Garnham y Oakhill, 1996, Gardner,
1988), representan el concepto por un nudo no analizado y las relaciones entre
ellos por vínculos que al unir los nudos forman una red; la ubicación del nudo
determina el significado. La red semántica ha sido útil para ilustrar las
relaciones taxonómicas entre los conceptos de los objetos, utilizando los
vínculos es-un y tiene-prop. Por ejemplo, en la taxonomía específica de clases
animales y clases de perros, el vínculo es-un representaría la relación entre el
nudo perro y el nudo animal; si se añade el vínculo tiene-prop a la jerarquía
perro para designar la propiedad de ladrar, se hará innecesario representarla
para los animales que se encuentren por debajo de la jerarquía, ya que
heredan esa propiedad -Jerarquía heredada -. Estos autores consideran que
las jerarquías es-un, al ser utilizadas para almacenar información redundan en
un principio de economía cognitiva.
Las teorías de rasgos (Schaeffer y Wallace, 1969; Smith, Shoben y Rips, 1974),
parten de la idea de que el concepto puede ser representado por una colección
de rasgos extraídos del conjunto de aquellos que se usan repetidamente para
especificar el significado de palabras diferentes, de aquí que un concepto
específico o las palabras que les corresponden, poseen más rasgos que
aquellos de tipo general; este análisis de componentes responde a un enfoque
etnocientífico. El estudio de los términos del parentesco, por ejemplo, realizado
por Wallace y Atkins en 1960 (ver descripción detallada en Gardner, 1988),
discrimina cada componente por un término como mínimo, y cada término es
definido de manera tal que no se superpone a ningún otro, cumpliendo el
análisis con la meta de explicar exhaustivamente la variedad de términos que
aluden a las relaciones de parentesco.
Sin embargo, hay señalamientos que declaran que ambos modelos, redes y
rasgos, comparten las siguientes características: son formalmente
equivalentes, responden a la concepción del concepto como conjunto de
condiciones necesarias y suficientes y se refieren a conceptos concretos,
obviando aquellos de naturaleza relacional que resultan de suma importancia
para la explicación de la formación del pensamiento.
Hay otros aspectos del concepto que representan asimismo, una fuente de
interés adicional: la combinación conceptual y las categorías básicas. La
combinación conceptual, tiene dos perspectivas: la combinación referida a la
tipicidad y la que alude al significado. En cuanto a la primera, la teoría clásica
presume la combinación de conceptos simples en la formación de los
conceptos complejos, pero esta explicación no satisface cuando se refiere al
prototipo o a la tipicidad, ya que se genera dificultad al integrar dos prototipo
para producir otro concepto a partir de ellos. Una opción para solucionar este
problema ha sido formalizar la teoría del prototipo mediante la teoría de los
conjuntos difusos de Zadeh, propuesta por Rosch en 1965; pero, al
demostrarse que esta vía conducía a predicciones incorrectas sobre la
tipicidad, se plantearon formalizaciones alternativas.
Existe una corriente, surgida en los años setenta, derivada de las teorías
constructivistas y d la inteligencia artificial con exponentes como Minsky,
Schank y Abelson, Rumelhart y Ortony (García, 1991), que enfatiza la
organización del conocimiento, bien en imágenes o conceptos, sobre las
nociones de guiones y esquemas. Los guiones son esquemas situacionales
que representan acontecimientos organizados secuencialmente, que facilitan la
construcción de una representación coherente del discurso y permiten resolver
problemas de referencia; por ejemplo, el guión de un restaurante especifican un
conjunto de escenas: entrar, solicitar mesa, los personajes que laboran allí, los
objetos, elegir el menú, y otros. Desconocer la secuencia implica para el
sistema cognitivo la incapacidad para representar coherentemente el
conocimiento de aspectos que aludan al respectivo guión. Schack y Abelson
(supra: 47-48) “apuntan algunos datos procedentes de estudios informales en
los que se sugiere que a partir del primer año de vida, y quizás antes, los niños
poseerían ya estructuras de conocimiento semejantes a los guiones, en
algunos campos relacionados con la rutina diaria..”.
Al mismo tiempo, a raíz de los trabajos de Pylyshyn, los debates en torno a las
imágenes se han centrado básicamente hacia la naturaleza analógica o
proposicional de las imágenes. Los partidarios de la versión analógica, entre
ellos Paivio, Finke, Kosslyn, Shepard, a pesar de que reconocen las
limitaciones de la hipótesis dual expuesta por el primero de ellos, sostienen su
vigencia y le confieren además un estatus especial a la imagen mental, la cual
manifiesta una correspondencia directa e isomórfica entre característica y
relaciones del mundo real con el representado. Los teóricos proposicionales,
con Pylyshyn como su máximo exponente, Anderson, Bower, toda forma de
representación mental puede reducirse a un formato único representacional de
naturaleza abstracta y proposicional, con propiedades semánticas y sintácticas,
con valores de verdad y la posibilidad de representación de entidades
pictóricas o no; todo ello, redunda en economía y parsimonia para la
representación del conocimiento.
Una vez más, la complejidad de los fenómenos mentales requiere del concurso
multidisciplinario para proveer explicaciones suficientes que satisfagan criterios
adoptados desde la perspectiva cognitiva; las imágenes y los conceptos
seguirán planteando interrogantes y se continuará investigando por su carácter
de elementos constitutivos del pensamiento, con la expectativas de alcanzar el
conocimiento necesario para la comprensión de esa pequeña parte del proceso
de racionalidad humana.
ATRÁ SIGUIENT
S E
Otro aspecto que incide en los estadios se asocia con la noción de desfasaje.
Los desfasajes caracterizan la reproducción de un mismo proceso formativo en
edades diferentes; se distinguen dos tipos de desfasajes: el desfasaje
horizontal y el vertical. El primero de ellos se refiere a la circunstancia de que
una misma operación se aplica en contenidos diferentes dentro de un período
particular; por ejemplo, en el dominio de las operaciones concretas, al
comienzo, 7 u 8 años, el niño podrá , con respecto a la materia, seriar,
clasificar, medir y llegar a la conservación de esos contenidos, pero no podrá
aplicar esas operaciones en la noción de peso, quizá hasta dos años más
tarde. El desfasaje vertical, contrariamente al horizontal, es la reconstrucción
de una misma estructura por medio de otras operaciones; por ejemplo, en la
culminación del período sensoriomotriz, se logra lo que Poincaré denominó
“grupo de desplazamientos”, el niño puede orientarse en su habitación,
desviarse, ir, regresar, pero en un nivel eminentemente práctico, ya que no lo
logra en el plano representativo. Más adelante, cuando trate de representar
esos mismos desplazamientos en forma de operación, encontraremos etapas
análogas de formación, pero este vez en el plano de la representación, lo cual
señala que son otras operaciones.
Inteligencia Senso-Motriz:
Esta inteligencia vívida debe pasar a una reflexiva y para ello tendrá que
cumplir tres condiciones: un aumento en las velocidades de manera que se
pueda integrarse simultáneamente los conocimientos ligados a las fases
sucesivas de la acción; la toma de conciencia, más allá de los resultados
deseados, de sus propios pasos con miras a la búsqueda del éxito por medio
de la comprobación, y la multiplicación de las distancias para así lograr
prolongar las acciones restringidas a las mismas realidades por medio de
acciones simbólicas que afecten la representación para ampliar los límites
próximos de tiempo y espacio.
En resumen, es una imitación interior de los actos y sus resultados. De ahí que
Piaget lo llamara ‘empirismo de la imaginación’.
Pensamiento intuitivo:
... Y el nombre del sol, ¿ de dónde viene? -Del cielo. - ¿Es el sol o el nombre
del sol lo que viene del cielo? - El sol. -Y el nombre del sol, ¿de dónde viene?.
-Del cielo. -¿Hay alguien que le haya dado su nombre al sol, o esto se ha
hecho por sí solo?. -Alguien. -¿Quién?. -El cielo. ... (Piaget, 1981:63)
A los siete u ocho aproximadamente, los nombres han sido inventados por los
creadores de las cosas, Dios o los primeros hombres. Veamos el siguiente
ejemplo de respuesta de un niño de ocho años, once meses: “¿Cómo ha
empezado el nombre del sol?. -Se ha dicho que era preciso llamarlo así. -
¿Quién lo ha dicho?. -Las gentes. -¿Qué gentes?. - Los primeros hombres.
(supra, 64)
A los nueve o diez años, aproximadamente, se logra estimar que los nombres
se deben a hombres cualesquiera y que no están asociados a la creación de
las cosas. Aquí, el niño responde que los nombres se buscan en la cabeza, que
cree que Dios hizo el sol y los sabios le dieron el nombre.
Así como está presente el realismo nominal, también está presente el realismo
en los sueños del niño, que es realista por la misma razón anterior: porque
ignora su pensamiento y su yo. Distinguimos nuevamente tres etapas: una, en
la que el sueño viene de fuera y permanece exterior, por lo cual los confunde
con la realidad, se tiene al sueño por objetivo; otra etapa, en la que el sueño
viene de nosotros pero nos es exterior, es decir ya han descubierto que el
sueño viene de nosotros, del pensamiento, de la cabeza, pero al no
comprender que una imagen puede ser exterior en el momento en que se la
mira, la ubica a su lado y, en la última etapa, ya el sueño es interior y de origen
interno.
Prosigamos ahora, con los tipos de pensamiento que hacen uso de las
operaciones: el concreto y el formal.
Pensamiento formal
A manera de síntesis, puede decirse que para Piaget (1973, 1979), el tránsito
del desarrollo del pensamiento transcurre así: desde una perspectiva de
sucesión genética o extensión progresiva, en un comienzo, la asimilación y la
acomodación perceptiva supone un cambio directo de los trayectos rectilíneos
por parte del niño, luego, el hábito supone trayectorias más complejas pero
cortas, estereotipadas y en sentido único; la inteligencia senso-motriz genera
vueltas y rodeos, el alcance del objeto fuera del campo perceptivo pero todo
esto limitado aún al campo de la acción del niño. El pensamiento preconceptual
o simbólico, asiste al inicio de la representación expresado, a través del juego
simbólico, sueños o dibujos, y de la constancia perceptiva, pero no hay el
concepto lógico ni el manejo espacio-temporal y las representaciones se
encuentran muy ligadas a lo inmediato con un tipo de razonamiento
transductivo. El pensamiento intuitivo, permite evocar los objetos ausentes, en
realidades pasadas y futuras pero procediendo siempre sobre imágenes
estáticas e instantáneas de la realidad y algunos de sus estados, sin embargo,
proporciona un mapa de lo real que no proporciona la inteligencia senso-motriz,
pero con espacios en blanco sin coordenadas suficientes para alcanzar la
reversibilidad. El pensamiento de operaciones concretas se hace posible la
representación de la realidad por la fusión de esas imágenes en un plano de
conjunto, con sus distancias y trayectos que superan el estatismo del período
anterior, aún cuando la realidad es representada en relación directa a lo
concreto; este esquema operatorio es la agrupación de los esquemas intuitivos
que ya se han vuelto reversibles, y sobre este sistema de agrupaciones
concretas operará, finalmente, el pensamiento formal, que no es más que una
agrupación que opera sobre otra agrupación, tal como un sistema de
operaciones de segundo grado.
La inquietud por las tipologías parece tener sus raíces en la misma historia de
la humanidad. En los pueblos de Babilonia y Caldea de la antigua
Mesopotamia, ya se atribuía a los astros, constelaciones y otros fenómenos
celestes la responsabilidad por las diferentes facetas o el comportamiento
heterogéneo del hombre, creencias que se denotan aún dentro del
conocimiento ordinario, al asociar los problemas de salud mental con las fases
de la luna -no es casual que al enfermo mental se le llame lunático- o cuando
se atribuye la conducta errática e inusual de alguien al tránsito de un planeta
sobre una de las casas zodiacales. El hombre, inevitablemente, estaba
marcado por el signo bajo el cual le tocó nacer. Sin embargo, las primeras
tipologías conocidas se remontan a la época de los griegos. Se destaca, por
ejemplo, en Heráclito(544-480 a.c.) y Teofrasto (372-287 a.c.) el interés por lo
que se ha denominado la caracterología, esa parte de la psicología que se
dedica al estudio del carácter; Heráclito sugirió que el carácter era el destino
del hombre y Teofrasto, por su parte, expuso en su obra Los Caracteres una
clasificación de 30 tipos de ellos para conocer mejor la naturaleza y
comportamiento humano. Históricamente, se atribuye a Hipócrates (460-377
a.c.) la primera tipología realizada sobre la base de una perspectiva médica
racional; sus estudios lo llevan a introducir la noción de que el fundamento
morfológico del individuo, diferenciado por la constitución somática y la forma
de muerte hacen posible distinguir entre dos tipos: el apoplético, de apariencia
robusta y rozagante con tendencia a la muerte repentina y el tísico, de
apariencia delgada y delicada quien suele morir de `consunción´. A él también
se le debe la doctrina de los cuatro elementos, apoyada en los líquidos
orgánicos corporales: sangre, bilis, flema y bilis negra, considerados como
determinantes en la reacción emocional que exhibe un sujeto en particular
equiparándose, respectivamente, con cuatro tipos humanos: sanguíneo,
colérico, flemático y melancólico, más adelante, reelaborados por Galeno (129-
200 d.c.) quien reconoció los tipos bilioso, sanguíneo, linfático y nervioso. Esta
doctrina hipocrática ha tenido una gran importancia en el mundo occidental,
siendo incluso utilizada por los psicólogos hasta los primeros años del presente
siglo, tal como lo revelan Burk y Díaz (1989:651-652) en el siguiente pasaje:
A principios del siglo XX nos encontramos con tipologías que buscan integrar
criterios, bien sea biológicos, morfológicos, psicológicos o de cualquier otra
índole mediante parámetros de orden estadístico, para formular sus respectivas
categorías. La psicóloga francesa Bourdel, (1907-1966), desde su laboratorio
de psicología industrial, se basó en investigaciones estadísticas para
establecer una relación entre los temperamentos llamados por ella melódico,
rítmico, armónico y complejo con los grupos sanguíneos; la definición de estos
temperamentos refiere a su relación con el entorno y la manera particular de
insertarse en él. Es por ello que tenemos, entonces, los grupos sanguíneos A o
armónicos, selectivos en su adaptación con predominio afectivo; el grupo B o
rítmicos con adaptabilidad racional y metódica; grupo O, melódico y de
adaptabilidad extrema y el grupo AB, con personas de adaptabilidad inestable.
Pero quizás, las tipologías mixtas más populares son las expuestas por el
psiquiatra alemán Kretschmer y el norteamericano Sheldon, quienes asumen
como base de sus postulados la vinculación inexorable de lo somatopsíquico.
En 1921, Kretschmer (1888-1964), llama la atención ante lo que a su juicio se
ha hecho evidente en el transcurso del tiempo: lo psíquico es expresión directa
e inevitable de lo físico, relación ésta que viene determinada de forma innata
por lo que es casi imposible intentar o esperar cambios profundos o relevantes
en el individuo. Para demostrar esta afirmación, desarrolló una serie de
medidas antropométricas numerosas y minuciosas, sometidas a verificación
experimental, que luego se correlacionaron entre sí y sirvieron de fundamento a
su propuesta tipológica.
Sin embargo, ya para los inicios del 1900 se hace sentir dentro de los predios
psicológicos la presencia de Freud y el psicoanálisis, por una parte, por otra, la
teoría evolucionista de Darwin, cuyo concepto de evolución fue impregnando
de manera sistemática los estudios del hombre, la naturaleza y la sociedad,
siendo determinantes en algunas de las líneas de investigación en la psicología
genética y epistemológica. Esta transición de tipologías interesadas en los
aspectos empíricos, observables y estadísticos hacia tipologías apegadas a
criterios eminentementes psicológicos o cognitivos quedará finalmente
concretada en el contexto de la llamada revolución cignitiva de los años 50´, tal
como podrá apreciarse en las siguientes líneas.
Los estudios sobre los estilos conceptuales en los niños han señalado
importantes hallazgos:
Los niños pequeños tienden más a ver relaciones funcionales mientras que los
otros niños utilizan las categorías analíticas y supraordenadas (Kagan,
Rosman, Day, Albert & Phillips, 1964). Los niños reflexivos y atentos
generalmente son más analíticos que los impulsivos (Kagan, et al., 1964). Y los
niños analíticos tienden a ser más activos, luchadores e independientes,
mientras que los que se interesan por la relación funcional son más
dependientes (Kagan et al., 1963). Los niños analíticos se desempeñan mejor
en una tarea que consista en colocar unos dibujos en secuencia lógica (Kagan,
et al., 1964). La relevancia del material que ha de clasificarse afecta el estilo
utilizado por el niño: cuando se trabaja con dibujos, la tendencia a ser analítico
aumenta con la edad; cuando se trabaja con palabras, disminuye (Mussen,
Conger y Kagan, 1969). Debe tenerse en cuenta el estilo conceptual al diseñar
técnicas de enseñanza para los niños. Además, deben hacerse esfuerzos para
ajustar el ritmo de trabajo del maestro y el alumno con el fin de mejorar el
aprendizaje. (Papalia y Olds, 1978: 422)
1.h.- Estilo de tolerancia hacia experiencias poco realistas: este estilo advierte
acerca de la disposición de las personas a aceptar o participar en experiencias
poco convencionales, tal como intervenir en programas para medir efectos de
drogas imaginarias o colaborar en situaciones bajo condiciones de realidad
virtual, mientras que a otras este tipo de eventos les parece totalmente inútil o
irrelevantes.
4.- Estilos de enseñanza: se basa en hechos que indican que los sujetos que
aprenden responden diferencialmente a variados estilos de enseñanza;
McCarthy (1987), por ejemplo, expresa que las personas aprenden de maneras
distintas y que existen diferencias fundamentales en la manera de cómo
aprendemos; la primera de ellas, está referida a cómo percibimos, y la
segunda, se orienta a cómo procesamos. En el modelo 4MAT System cada uno
de los cuatro tipos de aprendizaje tiene un cuadrante. En el cuadrante uno,
encontramos a los estudiantes imaginativos, quienes prefieren aprender
mediante una combinación de razonamiento, sensación y observación. En el
cuadrante dos, tenemos a los estudiantes analíticos quienes prefieren aprender
a través de la combinación de la observación y reflexión hacia el concepto. En
el cuadrante tres, están los estudiantes de sentido común, los cuales prefieren
aprender por razonamiento a través de conceptos y sometiéndolos a pruebas
ellos mismos. Finalmente, en el cuadrante cuatro, encontramos los estudiantes
dinámicos, quienes prefieren aprender haciendo, razonando y sintiendo. El
modo de razonamiento está separado del conocimiento.
El uso del concepto de estilo es asimilado por otras ramas de la ciencia. Desde
una perspectiva de la filosofía de la ciencia, se habla de ellos de la manera
siguiente:
Ya para finalizar, tres cosas; la primera, notamos en este segundo período, dos
elementos fundamentales para la explicación de las diferencias entre los seres
humanos: el primero de ellos, la introducción del concepto de estilo, el cual
puede asumir desde relaciones claramente comprometidas con el aspecto
cognitivo o admitir posturas más bien discretas; el segundo, el carácter de
preferencia que se atribuye y diferencia a los estilos, con independencia de la
condición anterior. Y, tercera, algo aún más notorio en este aparte es que estos
estilos tienen correlato en el horizonte del pensamiento científico. Está claro
que las líneas de investigación en este contexto a pesar de la preocupación por
el mismo objeto de estudio se distinguen, como bien cabe esperar, por su
aproximación epistemológica y la función asignada a los procesos cognitivos
dentro de la explicación. Pero, también es definitivo, que la cognición,
entendida dentro del marco contextual de las ciencias involucradas en la
revolución cognitiva, ya no podrá ser obviada dentro de la problemática que
pretende conocer nuestras opciones de pensamiento o procesamiento de
información y que marcan la pauta decisiva para establecer una
correspondencia con el hecho advertido por el hombre en su proceso de
evolución: no todos pensamos de la misma manera y al parecer, se debe a una
cuestión de estilos y ellos tienen una propiedad cognitiva. Recordaremos que
las diferencias advertidas en el marco del conocimiento ordinario en un
principio con relación a las personas, a la larga fueron corroboradas bien sea
bajo la forma de tipologías o estilos en el ámbito del conocimiento científico, lo
cual es señal quizá de toda una gran posibilidad de investigación que se nos
presenta dentro del campo del estudio del pensamiento.
Ahora bien, cabe presumir que los atributos cognitivos de este sujeto
epistémico, y a ello apuntan los resultados de algunas investigaciones,
acotados en una dimensión individual, tienen alguna expresión a escala mayor,
en esos hitos históricos que manifiestan notables diferencias entre formas de
conocimiento, tanto en el círculo de una sociedad específica, como en el
ámbito científico, sea éste considerado como un aspecto puntual dentro del
marco del conocimiento socializado e intersubjetivo, sea éste la tendencia de la
ciencia general que cobija este sector, o sea un período cronológico en el cual
se produce un tipo de conocimiento que llega a ser representativo de ese
momento. Es nuestro interés, en este sentido, retomar los rasgos que
identifican los tipos de pensamiento descritos en el desarrollo individual, dentro
del contexto del programa de epistemología genética, y su expresión en
algunas áreas inscritas dentro del conocimiento científico y de grupos sociales,
bajo el supuesto de que el sujeto, que construye el conocimiento en distintos
niveles y contextos, que concibe y crea los medios para lograrlo, no debe
resultar ajeno a ninguna de las expresiones o modalidades que pueda adquirir
como elaboración acabada de la producción intelectual o como particularidad
de desenvolvimiento en el medio social y cotidiano.
Es necesario, sin embargo, hacer notar que este intento de examinar estas
regularidades no comporta en ningún aspecto connotaciones que orienten a la
creencia en la superioridad o preeminencia de algún tipo de pensamiento sobre
otro; siguiendo a Piaget, consideramos que la diferencia entre ellos se expresa
en la propiedad de ser cualitativamente distintos, y por lo tanto, dan lugar a
formas distintas de entender el mundo, de organizar la información proveniente
de la realidad circundante y de generar el conocimiento para transformarla. De
allí que resulte valioso, de acuerdo con determinadas necesidades, vincular
todo conocimiento como forma de creación humana y su trascendencia hacia
contextos sociales y científicos sobre la base primordial de la acción
epistemológica del sujeto particular.
La teoría del desarrollo cognitivo de Piaget recrea, a partir del nacimiento del
ser humano, un proceso evolutivo, dinámico y secuencial, que explica el por
qué pensamos y construimos la realidad de manera distinta de acuerdo con
ciertas etapas de nuestra vida. Es así como da cuenta del pensamiento
egocéntrico y mágico del niño, quien se cree la razón de ser del universo, da
vida a lo inanimado otorgándole al hombre la facultad de la creación y dominio
sobre los fenómenos naturales, luego, de un pensamiento que se desprende
poco a poco de estos atributos para sustentarse sobre lo material, concreto y
real del entorno, hasta el pensamiento del adolescente, realista y abstracto por
su carácter formal, en las fronteras de la adultez donde alcanza su plenitud
luego de superar cada uno de los períodos propios definidos por el tipo de
operaciones mentales con que es capaz de actuar sobre el mundo.
Hay un aspecto muy peculiar del pensamiento intuitivo, resaltado por Piaget
(1994:43):
Hay una cosa sorprendente en el pensamiento del niño: el sujeto afirma todo el
tiempo y no demuestra jamás. Observemos, por otra parte, que esta ausencia
de la prueba proviene naturalmente de los caracteres sociales de la conducta
en esta edad, o sea, del egocentrismo concebido como indiferenciación entre
el punto de vista entre el punto de vista propio y el de los demás. En efecto,
cuando se establece relación con los demás es cuando se deben buscar las
pruebas, mientras que se cree siempre totalmente a uno mismo, antes
precisamente de que los demás nos hayan enseñado a discutir las objeciones
y antes también de que se haya interiorizado semejante conducta bajo la forma
de esta discusión interior que es la reflexión. Cuando preguntamos algo a niños
menores de siete años resulta sorprendente la pobreza de sus pruebas, su
incapacidad para motivar sus afirmaciones e incluso la dificultad que
experimentan para saber, mediante retrospección, cómo han llegado a
formularlas. De igual forma el niño de cuatro a siete años no sabe definir los
conceptos que utiliza y se limita a señalar los objetos correspondientes o a
definirlos por medio de su utilización (“es para...”) bajo la doble influencia del
finalismo y la dificultad de justificación.
Es así, que las explicaciones del niño entre los siete y doce años
aproximadamente, se desenvuelven en el plano del pensamiento, más allá de
la acción material, siempre en la búsqueda de la coordinación entre ideas y la
justificación lógica tal como lo revela la estructura gramatical de su lenguaje,
procurando evitar la contradicción, marcada necesidad de verificación y de que
las palabras o las ideas conserven su sentido. Las explicaciones,
fundamentadas en las premisas intuitivas ya corregidas, tienen carácter
atomístico, en el que el todo es explicado mediante la composición de las
partes, para lo cual demandan de un lenguaje que traduzca esas relaciones
concretas y regulares. Lo importante es que bajo estas explicaciones subyacen
operaciones de segmentación o partición y de adición que en definitiva acuña
una pauta de pensamiento, marcado por un proceso deductivo de composición.
A efectos del presente trabajo, se tomará como la tipología base de los Estilos
de Pensamiento la clasificación sustentada en la teoría piagetiana, que asume
el pensamiento con tres tipos de manifestaciones cualitativamente distintas:
pensamiento intuitivo, pensamiento concreto y pensamiento formal. La razón
que justifica esta selección se sustenta en que la aproximación cognitiva,
psicológica y lógica de la teoría ha demostrado gran poder explicativo para dar
cuenta de la naturaleza de los procesos y expresiones del pensamiento en
instancias filogenéticas, de desarrollo del pensamiento individual así como
también en el ámbito de específico de evolución del pensamiento en algunas
ciencias, entre ellas la matemática y la física. De allí que, consideramos, que
de las revisiones adelantadas, es la que atiende con mayor pertinencia nuestra
inquietud de investigación.
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Referencias Bibliográficas
Howard, R y otros. (1997). Felder’s learning styles, Bloom’s Taxonomy, and The
Kolb Learning Cycle: Tying it all together in the CS2 Course. Psicological
Review, vol. 104, nº 3.
Contenido
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• 1 Definiciones
o 1.1 Características del pensamiento
o 1.2 Tipos de Pensamientos
o 1.3 Relación entre el pensamiento y el lenguaje
• 2 Véase también
• 3 Enlaces externos
Definiciones [editar]
• Imagen: son las representaciones virtuales que tienen todos los seres humanos
desde su concepción acerca del proceso psicológico racional, subjetivo e interno
de conocer, comprender, juzgar y razonar los procesos, objetivos y hechos.
OPERACIONES RACIONALES:
El lenguaje
3.2.1. Pensamiento
El estudio del pensamiento está estrechamente ligado a la metodología que
aplica el científico y a su concepción del organismo:
Algunas conclusiones
3.2.2. Lenguaje
GENERALIDADES:
El lenguaje es algo muy complejo donde interactúan diversas actividades mentales.
El hombre se sirve del habla para numerosos propósitos como para satisfacer
demandas y necesidades, controlar a otros, establecer contactos con la gente,
expresar sentimientos, simular o crear, preguntar o escribir.
El lenguaje debe reconocerse como algo más que sólo un medio de comunicación
entre los seres humanos, pues es la característica que hace claramente humana la
conducta humana.
Deducimos, pues, que el lenguaje es el tipo más complejo de comunicación
intencional, un lenguaje relaciona sistemáticamente símbolos ( sonidos, letras y
signos) con el significado para transmitir mensajes.
El lenguaje es un conjunto de símbolos que nos dejan transmitir un mensaje y es una
capacidad exclusiva del ser humano que lo capacita para abstraer, conceptualizar y
comunicarse (los animales tienen sistemas de comunicación). Los humanos creamos
un número infinito de oraciones a partir de un número finito de elementos y recreamos
la lengua a través de esquemas y mapas conceptuales; esta capacidad de
representación es lo que conocemos como lengua o idioma, es decir, el código.
El lenguaje es la razón fundamental por la que el hombre crea cultura mientras que los
animales, no.
A los psicólogos, les interesa primordialmente, dos aspectos del lenguaje: como se
adquiere y como se utiliza, y al estudio de estos aspectos se le ha llamado
Psicolingúística. Algunas escuelas lingüísticas entienden el lenguaje como la
capacidad humana que conforma al pensamiento o a la cognición.
El lenguaje es el indicador tangible de nuestro poder pensante y participa en muchos
procesos psicológicos del hombre.
ANATOMIA DEL LENGUAJE:
Para poder tener un lenguaje, se requiere de una anatomía vocal altamente compleja
para producir sonidos y controlarlos.
VOZ: La voz o fonación es el sonido producido en la laringe por la salida del aire
(espiración) que al atravesar las cuerdas vocales, las hace vibrar.
ARTICULACION: La articulación se refiere a los sonidos del habla para formar las
palabras del lenguaje. Los instrumentos de la articulación son: los labios, los dientes,
la lengua, las mandíbulas y el paladar. El habla se articula mediante la interrupción o
modelación de los flujos de aire, vocalizados o no vocalizados, a través del movimiento
de la lengua, los labios, la mandíbula inferior y el paladar. Los dientes se usan para
producir algunos sonidos específicos.
CAPACIDAD DEL LENGUAJE Y OTROS FACTORES: El lenguaje es un sistema
arbitrario de símbolos abstractos que usa un grupo de personas para comunicar sus
pensamientos y sentimientos. Los símbolos pueden ser verbales o no verbales, es
decir, hablados o escritos, además, los símbolos no verbales, pueden ser gestos y
movimientos corporales. En el lenguaje hablado se utiliza la capacidad de articular
sonidos y en el lenguaje escrito, ésta se sustituye por la ortografía. Las capacidades
auditiva y visual, son esenciales para la comprensión y expresión del lenguaje.
El ritmo, en un discurso, no debe ser ni muy rápido ni muy lento para que no se
dificulte su comprensión. El ritmo del habla se juzga en función de la fluidez
La valoración del habla es subjetiva y depende del sexo, la edad, talla, personalidad y
necesidades del locutor.
La pronunciación del lenguaje está regulada por el centro motor del analizador verbal
que se encuentra un poco por delante de la circunvalación central del hemisferio
cerebral izquierdo.
El oído es muy importante en este funcionamiento ya que regula la coordinación de los
resonadores bucal y faríngeo La pérdida total o parcial del oído altera el
funcionamiento de los resonadores.
Podemos hablar del lenguaje humano y del lenguaje como se da en la naturaleza.
LENGUAJE HUMANO:
Entendemos por lenguaje humano, las formas de comunicación de los humanos, es
decir, las lenguas naturales, ya sea lenguaje hablado, lenguaje de signos o el que se
emplea en literatura. El lenguajenatural incluye todas las comunicaciones animales
incluyendo el lenguaje humano; vale decir que lo más general es la lengua o lenguaje
natural.
Existen también los lenguajes artificiales (llamados también formales), usados por las
matemáticas e informática (incluyendo a los lenguajes de programación). Pero el
lenguaje humano es el único que posee una característica de que adolecen los demás,
la diversidad.
EL LENGUAJE EN LA NATURALEZA:
En cuanto a este tema, podemos señalar que existen diversos:
Lenguaje Químico: Es el que depende del olfato y en algunas ocasiones del gusto.
Lenguaje Acústico: Varían rápidamente en altura e intensidad y sirven para transmitir
una amplia gama de información. Los animales emiten sonidos que tienen por finalidad
avisar a los de su especie, si tienen hambre, frío, si están asustados, si le acecha
algún peligro, si son hembras, si son machos.
Lenguaje Visual: Muchos animales usan señales que se encienden y apagan en un
instante y que por lo general son útiles a determinada hora, suelen ser llamativas o
consistir en movimientos bruscos.
Los colores y diseños de las alas de las mariposas y de los machos de muchas aves,
atraen a sus compañeras en distancias cortas.
Lenguaje Táctil: Estas manifestaciones tienen gran importancia entre los primates
como una forma de amistad y para tranquilizar; de esta manera refuerzan los lazos
familiares y de pareja.
Lenguaje de Vibraciones: Se da en distancias muy cortas. Lo usan los machos de
cierto tipo de arañas.
Lenguaje Eléctrico: Algunos peces que viven en los ríos lodosos de América del Sur y
Africa, usan estas señales.
Danza de las abejas: Cuando una abeja obrera encuentra una buena fuente de
alimento.
El habla es el uso particular e individual que hace un hablante de una lengua. Desde
esta perspectiva, como acto individual, se opone a la lengua, que es social. En
lingüística, se conoce como habla a la selección asociativa entre imágenes acústicas y
conceptos que tiene acuñados un hablante en su cerebro y el acto voluntario de fono-
articulación que se llevará a cabo para iniciar el recorrido de la lengua.
Habla: materialización individual de los pensamientos de una persona, sirviéndose del
modelo o sistema que facilita la lengua. Es la actualización aquí y ahora de los
fonemas de la lengua por un hablante.
Habla o dialecto, se define como la conducta lingüística de un hablante individual, por
lo tanto, es el acto de emitir un mensaje basado en el conocimiento y experiencias de
cada individuo, de acuerdo con su estilo personal.
Un acto de habla o acto ilocutivo es un tipo de acción que involucra el uso de la
lengua natural y está sujeto a cierto número de reglas convencionales generales y/o
principios pragmáticos de pertinencia.
La escuela de Oxford y la pragmática siguen a Strawson y John Searle en tanto que
consideran que "acto de habla" se refiere usualmente a lo mismo que se designa con
"acto ilocutivo", término a su vez acuñado por John L. Austin en ¿Cómo hacer cosas
con palabras?, publicado póstumamente en 1962.
De acuerdo al hecho por Franklin Franco Peña con Austin, el "acto ilocutivo" se da en la
medida en que la enunciación constituye, por sí misma, cierto acto, entendido como
transformación de las relaciones entre los interlocutores o con los referentes. Un
ejemplo clásico es que al decir "lo prometo" o "sí, acepto" (en una ceremonia
matrimonial) estamos, a la vez que hablando, realizando el acto. En este sentido, el
"acto de habla", es decir, la emisión del enunciado puede realizarse en forma oral o
escrita, siempre y cuando se lleve a cabo la realización de una acción mediante palabras.
El efectuar un acto de habla, expresando una oración correcta gramaticalmente y con
sentido, implica un compromiso con el entorno. Un acto de habla puede ser solicitar
información, ofrecerla, disculparse, expresar indiferencia, expresar agrado o desagrado,
amenazar, invitar, rogar, etc.
El acto de habla consta de tres factores elementales:
• Acto locutivo: es la idea o el concepto de la frase, es decir, aquello que se dice.
• Acto ilocutivo: es la intención o finalidad concreta del acto de habla.
• Acto perlocutivo: es el (o los) efecto(s) que el enunciado produce en el receptor
en una determinada circunstancia.
También, los actos de habla se pueden dividir en dos tipos:
• actos directos: son aquellos enunciados en los que el aspecto locutivo e
ilocutivo coinciden, es decir, se expresa directamente la intención.
• actos indirectos: son aquellas frases en las que el aspecto locutivo e ilocutivo no
coinciden, por lo tanto la finalidad de la oración es distinta a lo que se expresa
directamente.
Searle, quien siguió el análisis de Austin sobre los enunciados de acción o
"performativos" y se centró en lo que aquél había llamado actos ilocucionarios (actos
que se realizan diciendo algo), desarrolló la idea de que diversas oraciones con el
mismo contenido proposicional pueden diferir en su fuerza ilocucional, según se
presenten como una aseveración, una pregunta, una orden o una expresión de deseo.
Según Searle, las fuerzas ilocucionales de un acto de habla pueden describirse siguiendo
reglas o condiciones especificables, dadas tanto por las circunstancias como por el
propósito que se sigue en diferentes actos ilocucionarios.
Clasificación [editar]
Los actos de habla ilocutivos pueden ser clasificados según su intención o finalidad.
• Actos asertivos o expositivos: el hablante niega, asevera o corrige algo, con
diferente nivel de certeza. Ejemplo: No llenaste el auto con bencina, ¡está vacío!.
• Actos directivos: el hablante intenta obligar al oyente a ejecutar una acción.
Ejemplo: Ruego que vote por mí en las elecciones.
• Actos compromisorios: el hablante asume un compromiso, una obligación o un
propósito. Ejemplo: Mañana te devuelvo el auto tal como está.
• Actos declarativos: el hablante pretende cambiar el estado en que se encuentra
alguna cosa. Ejemplo: Me niego a la decisión del juez ya que la decisión que se
ha tomado está errada.
• Actos expresivos: el hablante expresa su estado anímico.
Comunicación directa
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Saltar a navegación, búsqueda
La comunicación directa es el modo de comunicación humana, que se da mediante una
lengua natural (ya sea este oral o signada) y que está caracterizada por la inmediatez
temporal. En la comunicación directa la producción del mensaje por parte del emisor y
la compresión del mismo por parte del receptor es simultánea y se produce mediante la
relación interpersonal. Esas condiciones le dan a los mensajes una estructura discursiva
especial que se contrapone a otras formas de comunicación humanas como la
comunicación escrita o la comunicación no verbal.
Algunas características de la comunicación directa [editar]
La comunicación directa, particularmente la oral, admite muletillas, la redundancia,
reiteraciones, saltos de un tema a otro, onomatopeyas, y frases hechas, oraciones
inconclusas, omisiones, desorden en los elementos de la oración, etc. En forma
complementaria, se apoya en los códigos no verbales como lo son los gestos, posición
del cuerpo.
Lenguaje
De Wikipedia, la enciclopedia libre
Se llama lenguaje a cualquier tipo de código semiótico estructurado, para el que existe
un contexto de uso y ciertos principios combinatorios formales. Existen muchos
contextos tanto naturales como artificiales donde aparecen lenguajes.
• 7 Enlaces externos
Entre los rasgos más definitorios están la arbitrariedad (de la relación entre el signo y el
significado), la productividad (que permite producir nuevos mensajes nunca antes
realizados) y la estructura jerárquica (según la cual las lenguas humanas poseen reglas o
principios sintácticos y gramaticales, por lo que las producciones no son aleatorias).
De: Como Son y Como Funcionan Casi Todas Las Cosas, por Gonzalo Ang
Dependen del sentido del olfato y en algunas ocasiones del gusto. Estas señales pueden
recorrer grandes distancias cuando son transportadas por las corrientes del aire, aunque
sólo son percibidas a favor del viento. Las sustancias químicas específicas que producen
efectos concretos se llaman feromonas. En las colonias de abejas, por ejemplo, la reina
produce una feromona "real" que impide el desarrollo de los ovarios de las obreras. Las
feromonas tienen una gran importancia en lo relativo a la atracción sexual.
Comunicación acústica [editar]
Las ondas sonoras pueden variar de altura e intensidad con rapidez. Sirven para
trasmitir una amplia gama de información. Estas señales viajan en todas direcciones y el
receptor las localiza con facilidad.
Por ejemplo, los monos aulladores y algunas aves, ranas y sapos poseen grandes sacos
vocales que aumentan considerablemente los sonidos que emiten. En los caso de los
sapos, emiten un sonido para atraer a la hembra y otro para "avisar" a otros que él
también es macho. Las cigarras que cantan son machos, y lo hacen para atraer a las
hembras. Los pollitos emiten sonidos de distinta intensidad en donde avisan a la gallina
distintas situaciones (si están asustados o si tienen hambre o frío). Los cocodrilos,
cuando están por nacer, emiten sonidos con lo que avisan a su madre y ella destapa el
nido subterráneo para que los pequeños puedan subir a la superficie.
Muchos animales diferentes usan estas señales, que se pueden encender y apagar en un
instante, aunque por lo general son útiles en determinadas horas del día. Suelen ser
llamativas o consistir en movimientos bruscos. ej:Una de las garras del cangrejo
violinista macho es mayor que la otra, tiene colores fuertes y la sacude para atraer a las
hembras. Los colores y diseños de las alas de las mariposas y de los machos de muchas
aves atraen a sus compañeras en distancias cortas. Cuando vuelan por la noche, los
lampíridos machos producen destellos luminosos con señales características, mientras
que las hembras responden con sus destellos desde el suelo.
La comunicación táctil se refiere a las señales transmitidas a través del contacto a través
de la piel o partes exteriores de los seres vivos. Estas señales sirven al alcance de la
mano y tienen una gran importancia entre los primates, como una forma de indicación
de amistad y para tranquilizar. El hecho de que un individuo cuide al otro, por ejemplo
eliminándole los parásitos indeseables, es su manera de reforzar los lazos familiares y
de amistad. Los mecanismos principales son: