Carta Jamaica
Carta Jamaica
Carta Jamaica
Carta de Jamaica
(Escrito en respuesta a Henry Cullen)
6 de septiembre de 1815
Las islas de Puerto Rico y Cuba, que entre ambas pueden formar una
poblacin de setecientas a ochocientas mil almas, son las que ms
tranquilamente poseen los espaoles, porque estn fuera del contacto
de los independientes. Mas no son americanos estos insulares? No
son vejados? No desearn su bienestar?
Este cuadro representa una escala militar de dos mil leguas de longitud
y novecientas de latitud en su mayor extensin en que diecisis millones
de americanos defienden sus derechos, o estn comprimidos por la
nacin espaola que aunque fue en algn tiempo el ms vasto imperio
del mundo, sus restos son ahora impotentes para dominar el nuevo
hemisferio y hasta para mantenerse en el antiguo. Y~~ y amante de la
libertad permite que una vieja serpiente por slo satisfacer su saa
envenenada, devore ta ms bella parte de nuestro globo? Qu! Est
Europa sorda al clamor de su propio inters? No tiene ya ojos para ver
la justicia? Tanto se ha endurecido para ser de este modo insensible?
Estas cuestiones cuanto ms las medito, ms me confunden; llego a
pensar que se aspira a que desaparezca la Amrica, pero es imposible
porque toda Europa no es Espaa. Qu demencia la de nuestra
enemiga, pretender reconquistar Amrica, sin marina, sin tesoros y casi
sin soldados! Pues los que tiene, apenas son bastantes para retener a
su propio pueblo en una violenta obediencia, y defenderse de sus
vecinos. Por otra parte, podr esta nacin hacer el comercio exclusivo
de la mitad del mundo sin manufacturas. Sin producciones territoriales,
sin artes, sin ciencias, sin poltica? Lograda que fuese esta loca
empresa, y suponiendo ms, aun lograda la pacificacin, los hijos de los
actuales americanos nicos con los de los europeos reconquistadores,
no volveran a formar dentro de veinte aos los mismos patriticos
designios que ahora se estn combatiendo?
Europa hara un bien a Espaa en disuadirla de su obstinada temeridad,
porque a lo menos le ahorrar los gastos que expende, y la sangre que
derrama; a fin de que fijando su atencin en sus propios recintos,
fundase su prosperidad y poder sobre bases ms slidas que las de
inciertas conquistas, un comercio precario y exacciones violentas en
pueblos remotos, enemigos y poderosos. Europa misma por miras de
sana poltica debera haber preparado y ejecutado el proyecto de la
independencia americana, no slo porque el equilibrio del mundo as lo
exige, sino porque ste es el medio legtimo y seguro de adquirirse
establecimientos ultramarinos de comercio. Europa que no se halla
agitada por las violentas pasiones de la venganza, ambicin y codicia,
como Espaa, parece que estaba autorizada por todas las leyes de la
equidad a ilustrarla sobre sus bien entendidos intereses.
Cuantos escritores han tratado la materia se acordaban en esta parte.
En consecuencia, nosotros esperbamos con razn que todas las
naciones cultas se apresuraran a auxiliarnos, para que adquirisemos
un bien cuyas ventajas son recprocas a entrambos hemisferios. Sin
embargo, cun frustradas esperanzas! No slo los europeos. pero
hasta nuestros hermanas del Norte se han mantenido inmviles
espectadores de esta contienda, que por su esencia es la ms justa, y
por sus resultados la ms bella e importante de cuantas se han
suscitado en los siglos antiguos y modernos, porque hasta dnde se
puede calcular la trascendencia de la libertad en el hemisferio de
Coln?
La felona con que Bonaparte dice usted prendi a Carlos IV y a
Fernando VII, reyes de esta nacin, que tres siglos la aprision con
traicin a dos monarcas de la Amrica meridional, es un acto manifiesto
de retribucin divina y, al mismo tiempo, una prueba de que Dios
sostiene la justa causa de los americanos, y les conceder su
independencia.
Parece que usted quiere aludir al monarca de Mjico Moctezuma, preso
por Corts y muerto, segn Herrera, por el mismo, aunque Sols dice
que por el pueblo, y a Atahualpa, inca del Per, destruido por Francisco
Pizarro y Diego Almagro. Existe tal diferencia entre la suerte de los
reyes espaoles y los reyes americanos, que no admiten comparacin;
los primeros son tratados con dignidad, conservados, y al fin recobran
su libertad y trono; mientras que los ltimos sufren tormentos inauditos y
los vilipendios ms vergonzosos. Si a Guatimozn sucesor de
Moctezuma, se le trata como emperador, y le ponen la corona, fue por
irrisin y no por respeto, para que experimentase este escarnio antes
que las torturas. Iguales a la suerte de este monarca fueron las del rey
de Michoacn, Catzontzin; el Zipa de Bogot, y cuantos Toquis, Imas,
Zipas, Ulmenes, Caciques y dems dignidades indianas sucumbieron al
poder espaol. El suceso de Fernando VII es ms semejante al que
tuvo lugar en Chile en 1535 con el Ulmn de Copiap, entonces
reinante en aquella comarca. El espaol Almagro pretext, como
Bonaparte, tomar partido por la causa del legtimo soberano y, en
consecuencia, llama al usurpador, como Fernando lo era en Espaa;
aparenta restituir al legtimo a sus estados y termina por encadenar X
proyecto sin ser til, es tambin imposible. Los abusos que actualmente
existen no se reformaran, y nuestra regeneracin sera infructuosa. Los
Estados americanos han menester de los cuidados de gobiernos
paternales que curen las llagas y las heridas del despotismo y la guerra.
La metrpoli, por ejemplo, sera Mxico, que es la nica que puede
serlo por su poder intrnseco, sin el cual no hay metrpoli. Supongamos
que fuese el istmo de Panam punto cntrico para todos los extremos
de este vasto continente, no continuaran stos en la languidez, y an
en el desorden actual? Para que un solo gobierno d vida, anime,
ponga en accin todos los resortes de la prosperidad pblica, corrija,
ilustre y perfeccione al Nuevo Mundo sera necesario que tuviese las
facultades de un Dios y, cuando menos, las luces y virtudes de todos los
hombres.
El espritu de partido que al presente agita a nuestros Estados, se
encendera entonces con mayor encono, hallndose ausente la fuente
del poder, que nicamente puede reprimirlo. Adems, los magnates de
las capitales no sufriran la preponderancia de los metropolitanos, a
quienes consideraran como a otros tantos tiranos; sus celos llegaran
hasta el punto de comparar a stos con los odiosos espaoles. En fin,
una monarqua semejante sera un coloso deforme, que su propio peso
desplomara a la menor convulsin.
Mr. de Pradt ha dividido sabiamente a la Amrica en quince o diecisiete
Estados independientes entre s, gobernados por otros tantos
monarcas. Estoy de acuerdo en cuanto a lo primero, pues la Amrica
comporta la creacin de diecisiete naciones; en cuanto a lo segundo,
aunque es ms fcil conseguirla, es menos til; y as no soy de la
opinin de las monarquas americanas. He aqu mis razones. El inters
bien entendido de una repblica se circunscribe en la esfera de su
conservacin, prosperidad y gloria. No ejerciendo la libertad imperio,
porque es precisamente su opuesto, ningn estmulo excita a los
republicanos a extender los trminos de su nacin, en detrimiento de
sus propios medios, con el nico objeto de hacer participar a sus
vecinos de una Constitucin liberal. Ningn derecho adquieren, ninguna
ventaja sacan vencindolos, a menos que los reduzcan a colonias,
conquistas o aliados, siguiendo el ejemplo de Roma. Mximas y
ejemplos tales estn en oposicin directa con los principios de justicia
de los sistemas republicanos, y an dir ms, en oposicin manifiesta
con los intereses de sus ciudadanos; porque un Estado demasiado
extenso en s mismo o por sus dependencias, al cabo viene en