Gallego 2011 Atenas Entre El Krátos y La Arkhé

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SPAL MONOGRAFAS XV

Grecia Ante Los Imperios


V Reunin de historiadores del mundo griego

Juan Manuel Corts Copete Elena Muiz Grijalvo Roco Gordillo Hervs (coordinadores)

GRECIA ANTE LOS IMPERIOS

Juan Manuel Corts Copete Elena Muiz Grijalvo Roco Gordillo Hervs (coordinadores)

Grecia Ante Los Imperios


V Reunin de historiadores del mundo griego

SPAL MONOGRAFAS XV

Sevilla 2011

Serie: Spal Monografas Nm.: XV


Comit editorial: Antonio Caballos Rufino (Director del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla) Carmen Barroso Castro Jaime Domnguez Abascal Jos Luis Escacena Carrasco Enrique Figueroa Clemente M Pilar Malet Maenner Ins M Martn Lacave Antonio Merchn lvarez Carmen de Mora Valcrcel M del Carmen Osuna Fernndez Juan Jos Sendra Salas
Reservados todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse o transmitirse por ningn procedimiento electrnico o mecnico, incluyendo fotocopia, grabacin magntica o cualquier almacenamiento de informacin y sistema de recuperacin, sin permiso escrito del Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla.

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Motivo de cubierta: Reconstruccin del Orbis terrarum de Marco Vipsanio Agripa Diseo: Carlos del Rio Arroyo

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Juan Manuel Corts Copete, Elena Miz Grijalvo, Roco Gordillo Hervs (coords.) 2011 DE LOS TEXTOS SUS Autores 2011 Impreso en Espaa-Printed in Spain Impreso en papel ecolgico ISBN: 978-84-472-1302-3 Depsito Legal: SE-8.509-2011 Impresin: Pinelo Talleres Grficos, S.L. Camas-Sevilla

ndice

Prlogo.......................................................................................................... Relaciones de Egipto con la Creta minoica M Soledad Miln Quiones de Len.....................................................  La ciudad de Mileto en el Bronce Final Elena Rodrguez Ten. ..............................................................................  Herdoto y su posicin ante los imperios de los siglos vi y v a.C. Antonio Penads Chust...........................................................................  Herdoto y la tragedia de Jerjes. Historia y narrativa trgica Fernando Echeverra Rey.......................................................................  Grecia ante el imperio persa: Locrios, Tesalios y Focidios en las Termpilas Adolfo J. Domnguez Monedero............................................................  Eubea e imperialismo ateniense: un acercamiento a aspectos religiosos Manuel Arjona Prez..............................................................................  Las ciudades griegas entre el imperio persa y el imperio ateniense D. Plcido...............................................................................................  Comer como un rey: percepcin e ideologa del lujo gastronmico entre Grecia y Persia Fernando Notario Pacheco. ..................................................................... 

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El mundo desde Persepolis. El papel de Persia en el conocimiento geogrfico griego F. Javier Gmez Espelosn......................................................................  107 El valor de la propaganda en la construccin del enemigo: Atenas y las guerras mdicas M Cruz Cardete del Olmo.....................................................................  119 Anotaciones sobre las campaas de Timolen en Sicilia Vctor Snchez........................................................................................  131

Justificaciones religiosas del imperialismo ateniense en la poca de la pentecontecia Miriam Valds Gua................................................................................  141 Atenas, entre el Krtos y la Arkh. El lenguaje de la hegemona y el agotamiento de la democracia Julin Gallego.........................................................................................  155 Arch y democracia a la luz de Tucdides Laura Sancho Rocher . ...........................................................................  167 El primer Koivv T v ante el poder macedonio Ignacio Pascual Valderrama....................................................................  179 El da despus de Queronea: la liga de Corinto y el imperio macedonio sobre Grecia Borja Antela-Bernrdez..........................................................................  187 Trabajar para el enemigo. Los diez mil de Jenofonte a la luz de la investigacin reciente Daniel Gmez Castro. .............................................................................  197 Los griegos y la religin del imperio persa aquemnida: el dios Mithra Israel Campos Mndez..........................................................................  207 Ideas e imgenes de Esparta entre los griegos de poca clsica Csar Fornis............................................................................................  217 Revuelta interna y Roma. El final del reino de Siracusa Mara Morn...........................................................................................  229 . Un mal vecino es una desgracia (c.a.es.Op.346). La confederacin helenstica y la imagen de los beocios en el mundo romano Jos Pascual............................................................................................  239 Xerxes redivivus: Mitrdates, rey de Oriente frente a Grecia Luis Ballesteros Pastor ..........................................................................  253 Los segundos del imperio Juan Manuel Corts Copete....................................................................  263 Santuarios de Arcadia y dominio romano Vasilis Tsiolis..........................................................................................  273 Los griegos y el imperialismo romano Arminda Lozano.....................................................................................  291

Rasgos ideolgicos helensticos en la poltica ibrica de los Barca Eduardo Ferrer Albelda. ..........................................................................  305 Graecia magistra vitae. El recurso a la historia griega en los discursos de Cicern Ana Rodrguez Mayorgas.......................................................................  317 Los embajadores en las Historias de Polibio: entre la crnica y la bsqueda de apoyos Cristina Rosillo Lpez............................................................................  329 La organizacin adrianea de los certmenes panhelnicos Roco Gordillo Hervs............................................................................  335 Revisin del mapa de Judea y la Decpolis (ss. I a.C.- II d.C.) Pedro Gimnez de Aragn Sierra...........................................................  345 Aquemnidas en la antigedad tarda: las guerras mdicas en las fuentes literarias del siglo iv Francisco Javier Guzmn Armario.........................................................  361 La mirada de Constantinopla. La desaparicin del imperio romano occidental Santiago Castellanos...............................................................................  371 A travs de Ovidio: el viaje del ro Aqueloo a occidente Ftima Dez Platas..................................................................................  377 Facinerosi et perditi: miradas humanistas sobre la antigua Grecia y sus lamentables (y locuaces) habitantes Juan R. Ballesteros. .................................................................................  393 Grecia ante Egipto en la historiografa espaola de los siglos xviii y xix Mirella Romero Recio ...........................................................................  403 Grecia desde el imperio (americano): la obra de Victor Davis Hanson Francisco Javier Gonzlez Garca y Pedro Lpez Barja de Quiroga. .....  415 Algunas reflexiones acerca del tratamiento cinematogrfico de las Guerras Mdicas scar Lapea Marchena ........................................................................  427

Atenas, entre el Krtos y la Arkh. El lenguaje de la hegemona y el agotamiento de la democracia*

Julin Gallego
Universidad de Buenos Aires-CONICET

El enunciado Grecia ante los imperios nos invita a reflexionar sobre el significado de la idea de imperio aplicada a la antigedad pero desde nuestra actualidad: las mltiples y simultneas formas de dominacin de unos grupos sobre otros, mediante la conquista militar, el ejercicio de la autoridad poltica, la explotacin econmica; o en el plano de las representaciones ideolgicas, de los dispositivos represivos, de las tcnicas de control de poblaciones y territorios. Pero en la concisa formulacin de dicho enunciado tambin tiene valor el ante, que induce a plantear una cuestin de perspectiva. Cmo han interpretado los propios griegos el poder? Qu vocabulario han empleado para reflexionar sobre su ejercicio? Cules han sido los usos de las nociones elaboradas por ellos para dar cuenta del dominio o la superioridad? As pues, Grecia ante los imperios involucra tambin la actitud griega ante el poder, ante su utilizacin, ante las regulaciones a las que poda o no quedar sometido. Son estos interrogantes los que hemos tratado de sintetizar bajo el rtulo de lenguaje de la hegemona, idea que no se dice sin inconvenientes y que en una primera aproximacin nos conduce a una bifurcacin que se aade a nuestro problema, en la medida en que nos confronta con un doble registro: la nocin de hegemona segn la conceban los antiguos griegos y el debatido concepto contemporneo de hegemona, para el que Antonio Gramsci ha provisto las bases de una elucidacin que, si bien inherente a la sociedad capitalista y a la lucha del proletariado contra la burguesa, puede aportarnos algunos elementos de ndole general. Nos referimos sobre todo a las ideas de los Cuadernos de la crcel,
* Este trabajo se inscribe en el Proyecto HAR2008-04897/HIST: Lgos y arkh: dimensiones del discurso poltico en Grecia antigua, coordinado por Laura Sancho Rocher (Plan Nacional de I+D+I 2008-2011, Ministerio de Ciencia e Innovacin, Gobierno de Espaa). Agradezco a Ana Iriarte su lectura atenta y sus sugerencias. . Vase e.g. Gramsci, A. (1984). Cuadernos de la crcel 3 [1975], Mxico, 28; Gramsci, A. (1986). Cuadernos de la crcel 4 [1975], Mxico, 357-58. Con los oportunos comentarios de Gruppi, L. (1978). El concepto de hegemona en Gramsci [1972], Mxico, 7-24, 89-111, y Buci-Glucksmann, C. (1978). Gramsci y el Estado. Hacia una teora materialista de la filosofa [1975], Madrid, 121-24 y passim. Cf. asimismo,Melossi,

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donde se propone una nocin ms amplia de hegemona que la desarrollada por Lenin y seguida por Gramsci en un primer momento, que posteriormente define como direccin de una clase sobre la sociedad en el plano poltico, intelectual, cultural, moral, etc., y que se distingue de la dominacin de clase como coercin del aparato de estado. Bajo estas condiciones, est claro que en el plano de los procedimientos ideolgicos la hegemona implica fundamentalmente la articulacin de una serie de prcticas y de representaciones simblicas en funcin del ejercicio del poder. Ciertamente, el campo semntico de la categora moderna de hegemona no se corresponde con el de la voz griega hegemona, que suele traducirse como mando o directamente verterse como hegemona, segn el sentido que los antiguos griegos daban a la palabra, es decir, la autoridad que una comunidad poda ejercer sobre otra u otras, ya fuera bajo la forma de una jefatura de ndole militar, ya fuera como un poder de dominacin de signo imperialista. A diferencia de la nocin gramsciana, para los griegos la locucin hegemona entraaba considerar las relaciones de una comunidad con el exterior, en tanto que se haca referencia a un vnculo con otra comunidad que o bien ejerca algn tipo de control sobre aqulla, o bien se hallaba sometida por la primera. Como ocurre con toda nocin, el uso y la asociacin con otras ideas habilitaran un proceso de resignificacin y redefinicin, que en este caso nos permite entender el lenguaje de la hegemona como la configuracin de un campo de relaciones de fuerza que organizaban no slo los vnculos externos de una comunidad sino sobre todo sus articulaciones internas. Tal es la lectura a la que nos incita la lcida reflexin de Pascal Payen en su anlisis del problema de la conquista en Herdoto:
Poder de autoridad absoluta, resultante de una guerra de conquista, la hegemona es un legado muy temporario que el ejercicio de una superioridad (krtos) convierte en una dominacin (arkh) durable. Estas tres nociones estn en el corazn de la relacin que Atenas mantiene con el poder, precisamente despus de haber recibido la hegemona de pleno grado de los aliados. [] Sera la supremaca ejercida en Atenas por el dmos, dicho de otro modo la demokrata, la que habra dado a la hegemona los contornos de una dominacin?.

El autor aborda a continuacin este interrogante a partir de la obra de Herdoto, asunto sobre el que volveremos luego. Lo que por ahora nos interesa es desglosar la serie de cuestiones que esta propuesta sugiere. En primer lugar, se comprueban los dos sentidos antes mencionados de la nocin de hegemona, como dominacin imperialista siempre y cuando est dotada de fuerza y estabilidad y como mando militar, con un diferencia

D. (1992). El estado del control social. Un estudio sociolgico de los conceptos de Estado y de control social en la conformacin de la democracia, Mxico, 121-25; Soto Reyes Garmendia, E. (2000). Hegemona, en L. Baca Olamendi et al. (eds.), Lxico de la poltica, Mxico, 300-303; Thwaites Rey, M. (2007). El Estado ampliado en el pensamiento gramsciano, en idem (ed.), Estado y marxismo. Un siglo y medio de debates, Buenos Aires, 129-60. . Liddel, H. G., Scott, R. (1996). A Greek-English Lexicon, Oxford, s.v. hegemneia; Chantraine, P. (1999). Dictionnaire tymologique de la langue grecque. Histoire des mots, Paris. s.v. hegomai. . Hdt. 7.8.a.1; 88.2; 148.4; 149.2; 159; etc.; Th.1.76.1; 94.2; 95.7; 96.1; 5.47.7; etc.; X. 4.2.13; 7.1.2; 4; 33; 5.3. . Payen, P. (1997). Les les nomades. Conqurir et rsister dans lEnqute dHrodote, Paris, 196.

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grfica tendente a destacar sus distintos sentidos en la medida en que la primera vez que Payen usa el trmino lo hace entre comillas, la segunda vez en itlicas y la tercera de forma normal. En segundo lugar, ms interesante todava es la asociacin con krtos y arkh, que el autor ha analizado previamente a partir de la terminologa herodotea pero que conecta el problema directamente con la demokrata, hacindolo pivotar no slo sobre las relaciones externas de Atenas con sus aliados sino fundamentalmente sobre sus articulaciones internas, que organizan la superioridad poltica del dmos. Es momento entonces de dar el paso que falta y proponer una lectura del derrotero del poder popular ateniense sin perder de vista las elucidaciones gramscianas, puesto que aun cuando el sentido de la voz griega hegemona quedase restringido a las acepciones vistas, su campo semntico se determinaba tambin en relacin con las nociones de krtos y arkh, trminos polivalentes que designaban tanto el poder externo como el interno. Es cierto que el campo semntico de krtos evocaba en general una superioridad en la que la fuerza directa aplicada sobre otro segua siendo claramente visible, mientras que el vocabulario asociado a la arkh haca referencia a una dominacin ya establecida en la que funcionaba la mediacin de un sistema de poder. Pero el lenguaje griego de la hegemona era lo bastante verstil como para posibilitar trasvases entre una significacin y otra. En efecto, en el siglo V estos dos conceptos y sus compuestos eran empleados para referirse a la dominacin imperial ateniense, e incluso un mismo autor no prescinda del uso de ambas nociones con un sentido similar, como ocurre por ejemplo en la Repblica de los Atenienses del Viejo Oligarca, aun cuando arkh y sus derivaciones fueran las que all se usaban mayoritariamente. Pero no es este tipo de aplicacin lo que ahora nos interesa sino la forma en que se perciba el ejercicio del poder por parte del dmos en el interior de la propia Atenas democrtica. En ms de una oportunidad Nicole Loraux ha empleado sus esfuerzos en dilucidar la causa de la ausencia deliberada del trmino krtos en el discurso cvico. Las dificultades que presentara su uso seran similares a las que acarreara la presencia de la stsis dentro de la plis, y, al igual que lo que suceda con esto ltimo, su evitacin apuntara a su olvido en funcin de la representacin ideolgica de una ciudad unida y sin conflictos. Tal vez por ello los propios demcratas eludieran la aplicacin del trmino, ms an en asociacin con dmos:

. Payen utiliza una cita directa de Tucdides (1.96.1) en la que la aplicacin del trmino por parte del historiador, acompaada por la expresin heknton tn xummkhon, no es para nada inocente: despus de haber recibido la hegemona de pleno grado de los aliados. Cf. Th. 2.63.1-2, donde se pone en boca de Pericles la consabida idea del carcter tirnico del imperio (arkh) que Atenas haba instaurado sobre sus aliados. . Payen, op. cit. 193-96. . [X.] Ath. 1.14: per tn summkhon he arkh to demo to Athnesi; 2.1: kat gn krtisto eisi tn summkhon krettons eisi; 2.2: tos kat thlattan arkhomnois hoi kratontes thalassokrtors eisin; 2.3: pleis hup tn Athenaon arkhmenai tn arknton ts thalttes; 2.4: tos rkhousi ts thalttes; 2.5: tos kat thlattan rkhousin; 2.6: tos ts thalttes rkhousin; 2.7: tn arkhn ts thalttes tn arkhn ts thalttes; 2.11: tn rkhonta ts thalttes tn rkhonta ts thalttes; 2.13: tos ts thalttes rkhousi; 2.14: thalassokrtores san Athenaoi; 2.16: ti arkhi ti kat thlattan. Cf. Marr, J. L. y Rhodes, P. J. (2008). The Old Oligarch. The Constitution of the Athenians Attributed to Xenophon, Oxford, 84-88, 99-126. Loraux, N. (2008). La ciudad dividida. El olvido en la memoria de Atenas [1997], Buenos Aires, 67, n. 20, cita inscripciones donde krtos se usa para designar el imperio ateniense (SIG 54, 1.1; 58; 147, 1.1).

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Dentro de la ciudad, krtos, como dijimos, es una palabra desprestigiada, y si dmos puede designar el pueblo como un todo, existe tambin un uso muy partidario del vocablo para referirse al partido popular. De ah que ya en el siglo V los demcratas eviten sistemticamente el trmino demokrata. Pero al evitar pronunciar un nombre que quizs ha sido impuesto al rgimen por sus adversarios como el ms despectivo de los apodos, toman a su cargo la representacin oligrquica del rgimen.

La autora deja en claro que entre los demcratas esta denegacin era subsidiaria de la del conflicto, postulando el consenso como ley de la poltica. Y ve en Platn la revelacin del krtos que los atenienses reprimiran en su discurso oficial sobre la ciudad unida, puesto que el filsofo mostrara con crudeza el krtos del dmos all donde usualmente se lo disimulaba:
Por estas razones, Platn no se priva en absoluto de designar todo aquello que en la democracia depende del krtos. Y para que las cosas sean claras, es en la prosa institucional de la oracin fnebre y en el corazn del elogio del rgimen donde introduce subrepticiamente la afirmacin reiterada del krtos que, de atenernos a Tucdides, Pericles limitaba estrictamente a los pasajes militares de su discurso. Platn saca as a la luz las operaciones que se procesan en el alma de la ciudad para pensar la democracia en la ortodoxia del consenso.

Ciertamente, el eje medular del anlisis de Loraux sobre lo que krtos sola expresar se centra fundamentalmente en el hecho de que la superioridad de una parte de la ciudad sobre la otra se haba conseguido mediante una victoria, es decir, un acto de fuerza agresivo o blico, y no tanto en el problema de la supremaca poltica del dmos, que es la cuestin que aqu hemos priorizado. Es menester hacer estricta justicia al pensamiento de Loraux, puesto que en lo que sigue, si bien partimos de sus notables aportes, trataremos de desarrollar una lectura de la oposicin entre la nocin de krtos y la de arkh que la autora sugiere de pasada pero que no constituye el centro de su reflexin. En efecto, segn la propuesta de Loraux:
Debemos ocuparnos de las palabras ausentes del discurso cvico, por ejemplo el trmino krtos, cuya ocultacin es tendenciosa ya que se prefiere el vocablo arkh en las enfticas tiradas oratorias, el cual designa el poder institucional compartido y renovado en la sucesin sin discontinuidad de los magistrados en el ncleo de la ciudad. Con arkh no estamos muy lejos del mson conciliador. Krtos, en cambio, es aquello que la ciudad teme por sobre todas las cosas, hasta el punto de callar su nombre cada vez que es posible hacerlo10.

En funcin de esta perspectiva y de lo que tratar de demostrar a partir de la prosa del siglo V donde el trmino demokrata se registra por primera vez, para poder avanzar plantearemos aqu la hiptesis de que es Platn quien sistematiza acabadamente la
. Loraux, op. cit. 68. La autora remite a su anlisis en Loraux, N. (1981 [= 19932]). La invention dAthnes. Histoire de loraison funbre dans la cit classique, Paris, 175-222 [= (19932): 179-229]. . Loraux, op. cit. La ciudad dividida 69. 10. Loraux, op. cit. La ciudad dividida 54; cf. ibid. 68, 263 y n. 56, 267. Ver tambin Loraux, N. La guerra civil en Atenas. La poltica entre la sombra y la utopa [2005], Madrid, 212-14.

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oposicin entre krtos y arkh, en la medida en que ambas ideas se asocian con el horizonte delimitado por el trmino dmos y que, por este mismo motivo, dicha anttesis constituye una suerte de artefacto platnico11 para decirlo de un modo categrico que luego tendremos oportunidad de matizar que se aplica retroactivamente a las configuraciones discursivas de la segunda mitad del siglo V, cuando no siempre se plantea una contradiccin semejante. No todo, pues, se asociara con el enmascaramiento del krtos que llevaran a cabo los demcratas ante la denostacin oligrquica, al menos en lo que se refiere al ejercicio de la superioridad poltica por parte del dmos. Puesto que una de las cuestiones principales radica en el hecho de que el krtos caiga en poder del dmos, no es ocioso comenzar con una exploracin de los textos en que se afirma la articulacin de este vocabulario. En este sentido, despus de los sintagmas que Esquilo construye en las Suplicantes representada en 46312, recin volvemos a encontrar la asociacin entre dmos y krtos en dos textos que tal vez puedan datarse en la misma poca (entre 431 y 413)13, ahora en la expresin unificada demokrata con sus derivados: las Historias de Herdoto y la Repblica de los Atenienses del Viejo Oligarca. Ambas obras, sin dejar de verificar en alguna

11. Usamos aqu la idea de artefacto platnico, adaptndola a nuestro contexto, a partir de la propuesta de Cassin, B. (1995). Leffet sophistique, Paris, 24-25, con respecto a la sofstica, a la que califica con dicho apelativo. 12. A. Sup. 603-604: A qu determinacin se ha llegado, cmo prevalece por mayora (plethnetai) la mano soberana del pueblo (dmou kratosa kher)?; 699-700: Que sin inquietud defienda sus honores el pueblo soberano, el que gobierna esta ciudad (t dmion, t ptlin kratnei). Para esta traduccin de dmios, Liddell y Scott, op. cit.: s.v. Sobre ambos pasajes, cf. Gallego, J. (2003) La democracia en tiempos de tragedia. Asamblea ateniense y subjetividad poltica, Buenos Aires, 495-97, 509-11. Acerca de la fecha de las Suplicantes, ver recientemente Sommerstein, A. H. (1997). The theatre audience, the demos, and the Suppliants of Aeschylus, en C.B.R. Pelling (ed.), Greek Tragedy and the Historian, Oxford, 63-79. que en pp. 77-79, propone el ao 461, y Scuillon, S. (2002). Tragic dates, CQ 52, 81-101, que sugiere un momento anterior, el ao 470, que el que la crtica ha adoptado desde mediados del siglo pasado. Por nuestra parte, hemos preferido conservar la fecha que es aceptada actualmente por la mayor parte de los estudiosos. 13. Tanto en un caso como en el otro existen debates respecto de la fecha de publicacin. Pero aun con las diferencias del caso, el conjunto del perodo en el que la crtica especializada ubica la publicacin de ambos textos es coincidente. Sobre el Viejo Oligarca, Osborne, R. (2004). The Old Oligarch. Pseudo-Xenophons Constitution of the Athenians, Cambridge, 13-14, 18, y Marr y Rhodes, op. cit. 3-6, 31-32, sintetizan las discusiones previas. En cuanto a Herdoto, Figueira, T.J. (1993). Excursiones in Epichoric History. Aiginetan Essays, Lanham, 140, n. 61, y Munn, M. (2000). The School of History. Athens in the Age of Socrates, Berkeley, 363, n. 78, resumen las diferentes posturas. Pero ver las atinentes puntualizaciones de Thomas, R. (1993). Performance and Written Publication in Herodotus and the Sophistic Generation, en W. Kullmann y J. Althoff (eds.), Vermittlung und Tradierung von Wissen in der griechischen Kultur, Tbingen, 225-44.Thomas, R. (2000). Herodotus in Context. Ethnography, Science and the Art of Persuasion, Cambridge, 18-20; Thomas; R. (2003). Prose Performance Texts: Epideixis and Written Publication in the Late Fifth and Early Fourth Centuries, en H. Yunis (ed.), Written Texts and the Rise of Literate Culture in Ancient Greece, Cambridge, 162-88 y Bakker, E. J. (2002). The Making of History. Herodotus Histories Apodeixis, en E.J. Bakker, I.J. de Jong; H. van Wees (eds.), Brills Companion to Herodotus, Leiden, 3-32 en pp. 8-12, sobre las formas de circulacin de la obra herodotea en el marco literario y cultural de finales del siglo V. Para otros testimonios del uso del vocablo demokrata durante dicho siglo: Democr. DK 68 B fr. 251; Antipho 6.45. Cf. Hansen, M.H. (1991). The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes. Structure, Principles and Ideology, Oxford, 69-70; Balot, R. (2006). Greek Political Thought, Oxford, 73-74; Raaflaub, A. (2007). The Breakthrough of Demokratia in Mid-FifthCentury Athens, en K.A. Raaflaub, J. Ober, R. Wallace et al., Origins of Democracy in Ancient Greece, Berkeley, 105-54, 108, 112-13.

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medida la hiptesis desarrollada por Loraux, permiten al mismo tiempo esbozar otro argumento conforme a la idea que hemos sealado. El empleo por parte de Herdoto del trmino demokrate o las formas verbales asociadas se restringe a cuatro ocasiones, dos de ellas en un mismo pasaje, de las cuales slo una se refiere a Atenas14. Ciertamente, se trata de un asunto que requiere la descomposicin del vocablo en sus elementos formadores. El anlisis de Payen sobre esta cuestin nos permite situar a Herdoto en su justo lugar con respecto a este punto15. Partiendo, como ya vimos, de las interferencias entre krtos, arkh y hegemona, el autor concluye que el krtos es una potencia peligrosa, una fuerza que debe ser controlada porque puede poner a un individuo por encima de otros otorgndole una autoridad superior. Un modo de operar este control sera colocarlo en el centro, ponerlo en comn. De todas maneras, lo que queda claro es que el krtos conlleva un primado de lo poltico16, terreno en el que la relacin con la arkh debe ser precisada. Segn Payen, mientras que krtos expresa el momento de la victoria en las circunstancias propias de la lucha, en cambio, la arkh es una dominacin destinada a durar, esto es, que se inscribe en el tiempo y se reproduce, y, por lo tanto, sera una consecuencia del ejercicio reiterado del krtos. Por su parte, la hegemona suele aparecer ligada a la arkh, en especial en aquellas situaciones en que una comunidad logra imponerse sobre otra y dominarla. Significa esto que, al trazar estas relaciones entre los tres trminos sealados, Herdoto anticipa el desarrollo de una nueva forma de hegemona, en la cual los atenienses, al ejercer un krtos destinado a durar, terminaran desplegando una arkh? Es cierto que al final del perodo que cubren las Historias empieza una etapa, obviamente conocida por Herdoto, a lo largo de la cual los atenienses organizan y consolidan su imperio17. Es entonces el poder ejercido por el dmos, al que Herdoto da el nombre de demokrate, el que permite pasar de la lucha victoriosa a la dominacin? Payen explora en Herdoto las articulaciones entre arkh, krtos y poder popular y encuentra que tambin aqu la ambigedad subsiste, porque arkh designa tanto el ejercicio regular y rotativo de las magistraturas como el imperio, en tanto que krtos es el medio de realizacin de la arkh as como el segundo elemento de la palabra demokrata18. El anlisis del debate de los persas
14. Hdt. 4.137.2: oposicin entre democratizarse (demokratesthai) y estar tiranizado, en boca del tirano Histieo de Mileto al exponer sobre los alcances del control persa sobre Jonia que beneficiaba a los propios tiranos griegos; 6.43.3: confirmacin de la propuesta de Otanes de que era necesario que los persas se democratizaran (demokratesthai) como introduccin al relato sobre el accionar de Mardonio cuando tras derrocar a los tiranos jonios estableci democracias (demokratas); 6.131.1: referencia a Clstenes, el que estableci las tribus y la democracia (demokraten) en Atenas. 15. Payen, op. cit. 192-203. Cf. Rhodes, P.J. (2000). Oligarchs in Athens, en R. Brock y S. Hodkinson (eds.), Alternatives to Athens. Varieties of Political Organization and Community in Ancient Greece, Oxford, 119-36 119-36, en pp. 124-27, que permite entender el contexto en el que el trmino democracia se conforma como una denominacin positiva en oposicin a oligarqua. 16. Cf. Benveniste, E. (1969). Le vocabulaire des institutions indo-europennes. 2. Pouvoir, droit, religion, Paris, 74-77. Sobre la victoria en una asamblea, tal como lo seala Benveniste, ver e.g. Th. 2.49.1: la propuesta de Didoto venci (ekrtese) en la asamblea a la de Clen. Sobre la victoria en el conflicto civil (stsis), ver e.g. Arist. Pol. 1296a 27-32: aquellos que dominan (kratsai) a los adversarios obtienen la supremaca (huperokhn) en el rgimen poltico como premio de la victoria (nkes). Para ambos casos, vase el anlisis de Loraux, op. cit. La ciudad dividida 67 y n. 21, que remite a otros anlisis suyos previos. 17. Ver los pasajes ya citados de Th. 1.96.1; 2.63.1-2. 18. Payen, op. cit. 198-99.

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permite comprender las constantes fluctuaciones de sentido que sufren estas nociones19, lo cual no inhibe la atinada conclusin Payen:
La posicin de Herdoto es perfectamente clara y audaz. Frente al adversario que, tal como Megabizo, hace del trmino [demokrate] un eslogan injurioso, es necesario sostener con fuerza el nombre nico de isonome Para lo dems, barriendo el oprobio que finalmente no se liga ni al origen ni a la prctica del rgimen, asumir efectivamente el trmino demokrate. Herdoto la afirma en su nombre, con fuerza, es claramente de democracia que habla Otanes20, y, para decirlo an ms categricamente, a riesgo de un anacronismo del que proponemos la hiptesis de que es deliberado, Clstenes es el que estableci entre los atenienses las tribus y el rgimen democrtico (tn demokraten)21.

Ocurre entonces que en manos del dmos el krtos cambia de valor, se pregunta Payen? En efecto, el krtos puede tomar una forma aceptable cuando queda sometido al control de un procedimiento colectivo y se sita es mson22. Retomando otra vez a nuestro autor en lo que a Herdoto respecta, cabe afirmar finalmente:
Restituyendo con precisin al trmino demokrate su origen oligrquico, Herdoto le quita por consiguiente el lastre de su carga injuriosa colocndolo en igualdad con isonome, y sugiere al menos que krtos, aunque largamente asociado con procesos de conquista, puede en ciertas condiciones cambiar de valor. No parece entonces que, en el pensamiento de Herdoto, la hegemona haya devenido un imperio del hecho mismo de la demokrate23.

Si bien esta operacin de reivindicacin de la democracia contempla, tanto en lo que atae al krtos como en lo referido al dmos, la conveniencia o inconveniencia del trmino segn el contexto en que se lo use, de todos modos, Herdoto no seala una contraposicin acabada entre krtos y arkh sino un antagonismo explcito entre dmos y oligarkha, tal como se percibe en el debate de los persas. En efecto, aun cuando en boca de Otanes aparezca el vocablo plthos para referirse a la necesidad de que el pueblo ejerza el poder (Hdt. 3.80.6), cuando Megabizo lo retoma slo lo hace para remplazarlo en el acto por hmilos y fundamentalmente por dmos con connotaciones netamente despectivas (3.81.1-2). En cuanto al segundo elemento de la contraposicin, Megabizo reclama el
19. Cf. Gallego, op. cit. 280-87. 20. Payen remite a Hdt. 6.43.3, en que Herdoto pide, por segunda vez, que se crea en su relato sobre el debate de los persas y utiliza el infinitivo demokratesthai para referirse a la postura de Otanes. 21. Payen, op. cit. 202 (la cita corresponde a Hdt. 6.131.1). Para una visin contraria, Georges, P (1994) Barbarian Asia and the Greek Experiencie fron the Archaic Period to the Age of xenophen Balhimore. 12930, 137-38, 140-43, etc., que seala que Herdoto sostiene una posicin filo-espartana y, por ende, critica de diversas maneras la situacin de dominacin imperialista que ha organizado la Atenas de su poca. Cf. Meier, C. (1988). La nascita della categoria del politico in Grecia [1980], Bologna, 283-333; Meier, C. (1985). Introduccin a la antropologa poltica de la Antigedad clsica [1984], Mxico 33-53, que destaca un cambio en el pensamiento poltico que conduce de las nociones nomsticas propias del siglo VI a las cratsticas que se desarrollan durante el siglo V. 22. Vase la perspectiva de Loraux, op. cit. La ciudad dividida 54: el mson implica un factor similar a la arkh; cf. ibid. 50-54, 58-59, 96-102. 23. Payen, op. cit. 203.

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poder para los mejores hombres (ristoi ndres) (3.81.3), que Daro designa luego como oligarkha (3.82.1), nombre que, sintomticamente, Herdoto ya haba anticipado al introducir el discurso de Megabizo (3.81.1). El final del debate es el que convena en funcin del ascenso de Daro al trono, as como el inicio del mismo tena por cometido exhibir las bondades de la isonoma respecto de la tirana. Pero al margen de estos aspectos, lo que esta controversia habilita en el discurso herodoteo es un lugar para expresar los debates entre sus contemporneos atenienses24. En este contexto, qu ocurre entonces con arkh y krtos? En cuanto al vocabulario de la hegemona, todo apuntara de entrada a una contradiccin entre el demcrata Otanes, que parece autoimponerse un lmite no slo porque no usa el trmino demokrata sino tambin porque en su discurso todo el problema del poder termina configurndose en torno de rkhein y arkh25, y el oligarca Megabizo, que como ya vimos sustituye plthos por dmos pero tambin parece hacer lo mismo con arkh en cuyo lugar consigna krtos26. La operacin dialctica del oligarca slo podra haber significado una completa inversin en los trminos del debate, desenmascarando as la supuesta aspiracin al krtos que el demcrata no habra querido reconocer, si todo se hubiera limitado a las sustituciones, primero al afirmar: es t plthos phrein t krtos, y posteriormente al usar hmilos y dmos para el agente de dicho poder. Pero henos aqu que al proponer otorgarles el poder a los mejores el oligarca manifiesta: andrn tn arston perithomen t krtos27. El oligarca reconoce sin ambages el carcter hegemnico y partidario del podero que propugna mientras que el demcrata lo niega? Es posible28. Pero no ser tambin que los usos de arkh y krtos son todava ms ambiguos y fluctuantes que lo que ocurrir durante la extenuacin de la democracia radical, cuando sta pierda su krtos, formulacin con la que Loraux sintetiza maravillosamente este agotamiento? En todo caso, lo que el debate permite percibir es una fluctuacin en el uso del lenguaje de la hegemona entre el ejercicio de la arkh conforme al nmero del agente (plthos, oligarkha) y el ejercicio del krtos segn la calidad del agente (dmos, ristoi), que puede o no coincidir con el anterior29. El panfleto del Viejo Oligarca cumple a la perfeccin con la representacin oligrquica de este rgimen, al que en doce oportunidades se designa con el nombre de demokrata o las formas verbales correspondientes30. No hay, pues, ninguna evitacin del trmino ni
24. Cf. entre otros, Laserre, F. (1976). Hrodote et Protagoras: le dbat sur les constitutions, MH 33, 6584.; Ostwald, M. (2000). Oligarchia. The Development of a Constitutional Form in Ancient Greece, Stuttgart, 14-19. Ver Fordsdyke, S. (2001). Athenian Democratic Ideology and Herodotus Histories, AJPh 122, 32958, para la reconstruccin de la ideologa democrtica ateniense a partir de Herdoto. 25. Hdt. 3.80.6: Una multitud que gobierna (plthos rkhon) desempea los cargos (arkhs rkhei) por sorteo y ejerce un poder (arkhn) sometido a rendicin de cuentas. Al respecto, cf. Frhlich, P. (2004). Les cits grecques et le contrle des magistrats (IVe-Ier sicle avant J.-C.), Genve,. 15-20. 26. Hdt. 3.81.1: Otorgar el poder (t krtos) a la multitud. 27. Cf. Fouchard, A. (1997). Aristocratie et dmocratie. Idologies et socits en Grce ancienne, Paris, 218-20. 28. Cf. Loraux, op. cit. 68. 29. Cf. Ober, J. (2008). The Original Meaning of Democracy: Capacity to Do Things, not Majority Rule, Constellations. An International Journal of Critical and Democratic Theory 15, 3-9, sobre el sentido de democracia y la terminologa griega para los regmenes polticos. 30. [X.] Ath. 1.4 (dos veces); 1.5; 1.8; 2.20 (tres veces); 3.1 (dos veces); 3.8; 3.9; 3.13; a estas referencias debemos sumar tambin aquellas correspondientes a los enunciados dmos y demotiks. Cf. Sutton, D.F. (1981). A Concordance to the Anonymous Constitution of Athens, Chicago, s.v. demokrato, demokrata, dmos y demotiks.

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del uso de dmos como forma de designar a la parte popular en contraposicin con la elite aristocrtica31. Su empleo despectivo va de suyo en el marco de la exposicin y los argumentos que el Viejo Oligarca desarrolla. Lo que nos llama la atencin en este contexto es la articulacin que se establece entre arkh o rkhein y dmos. En efecto, prcticamente de entrada se dice:
... Cuantos de los cargos (tn arkhn) dan a todo el pueblo (ti dmoi hpanti) seguridad si son bien ejercidos (khresta) y peligro si no son bien ejercidos (m khresta), el pueblo (ho dmos) no quiere tener participacin alguna en estos cargos (tn arkhn) ellos creen que no es necesario tener participacin ni en el sorteo de las estrategas ni en las hiparquas; pues el pueblo (ho dmos) comprende que se beneficia ms al no ejercer estos cargos (rkhein tatas ts arkhs) l mismo, sino al dejar a los ms poderosos ejercerlos (rkhein). Pero cuantos cargos (arkha) sirven para la mistofora y el beneficio del hogar, el pueblo busca ejercerlos (ho dmos rkhein) ([X.] Ath. 1.3)32.

Est claro que el uso del verbo rkhein est en relacin directa con el ejercicio de las arkha. Ahora bien, siguiendo la lgica del razonamiento de Loraux, en un texto como el del Viejo Oligarca hubiera sido esperable que no fuera rkhein sino kraten el verbo que definiera el ejercicio del poder por parte del dmos. Ms an si esto resulta una anticipacin que habilita el uso del nombre demokrata, que aparece por primera vez justamente en el apartado siguiente (Ath. 1.4), corolario del que recin hemos citado. Supone esto un ocultamiento tendencioso del krtos del dmos en funcin de destacar la arkh como sucesin ordenada y permanente de los magistrados? Si as fuera, se tratara entonces de una suerte de oxmoron, puesto que se recurrira al vocablo arkh y sus formas verbales como nombre del poder legtimo33 precisamente en un discurso organizado en torno del trmino demokrata, cuya kakonoma se confronta con la eunoma oligrquica, en el marco de una enunciacin atravesada por una de las ms fuertes diatribas contra el dmos de los ponero que se han conservado. Nada del vocabulario utilizado en este pasaje parece inocente; ni tampoco lo son las contraposiciones que se establecen. El Viejo Oligarca est hablando del poder del dmos, el cual siguiendo a Gramsci podramos conceptualizar como la hegemona que dicha clase detentaba sobre la de los olgoi. Insistamos, por qu habra de existir en un texto como el suyo una deliberada intencin de soslayar el krtos? Por si quedaran dudas respecto del uso de rkhein en relacin con el poder del dmos no circunscrito solamente al desempeo de los cargos, hay otro pasaje en el que se reafirma esta situacin y se enfatiza que la conservacin de la democracia es consecuencia de la voluntad popular: Pues el pueblo no quiere (boletai) l mismo ser esclavo (douleein) en una ciudad bien ordenada (eunomoumne), sino ser libre (eletheros) y mandar (rkhein) A partir de esto el propio pueblo se hace fuerte (iskhei) y es libre (Ath. 1.8; cf. 3.13)34. Esta capacidad
31. Sobre esta contraposicin, Marr y Rhodes, op. cit. 19-26. Cf. Gallego, J. (en prensa) La propuesta del Viejo Oligarca sobre los ponero y la crisis de la democracia radical ateniense, en F. Reduzzi (ed.), Dipendenza ed emarginazione nel mondo antico e moderno. XXXIII Convegno Internazionale GIREA, Napoli, con bibliografa. 32. Cf. [X.] Ath. 3.13: el pueblo es el que ejerce los cargos (ho dms estin ho rkhon ts arkhs). 33. Loraux, op. cit. La ciudad dividida 68. 34. Cf. Leduc, C. (1976). La Constitution dAthnes attribue a Xnophon, Paris, 40, 137-38; Raaflaub, K.A. (2004). The Discovery of Freedom in Ancient Greece, Chicago, 207, 227, 235-36.

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volitiva del dmos que se manifiesta en el hecho de mandar cuyo efecto, segn el PseudoJenofonte, es la kakonoma es al mismo tiempo la que le otorga la fuerza que lo hace prevalecer. En el marco de la reflexin de un oligarca que sin disimulo usa el trmino demokrata con la mayor frecuencia registrada en todo el corpus de autores griegos35, en un contexto histrico, preciso es recordarlo, de empleo escaso del vocablo, que se consigne rkhein en vez de kraten no parece ser en este caso una opcin deliberada con fines de evitacin. Por ende, si un autor oligrquico prescinde del verbo kraten justo en los lugares en los que esperaramos que lo utilice, la explicacin de la ausencia de krtos debera buscarse no slo en su borradura sistemtica, aun cuando esto sea perfectamente aplicable a la elocuencia cvica y el relato de los historiadores, como seala Loraux. Tal es lo que hemos podido ver en el libelo del Pseudo-Jenofonte donde se afirma, como indican John Marr y Peter Rhodes36, que en Atenas la arkh es esencialmente la del dmos, confiriendo a arkh una determinacin partidaria inherente a la hegemona de una clase sobre otra que sera impropia si arkh slo expresara el poder legtimo y krtos la superioridad de una parte de la plis sobre otra. Volvamos entonces a nuestro artefacto platnico que organiza la oposicin de los campos semnticos respectivos de krtos y arkh en funcin del dmos. Segn se plantea claramente en la Repblica (558c), donde se definen las caractersticas del poder popular con toda la carga de valoracin negativa, la democracia tendra stas y otras cosas semejantes, y sera, segn parece, un rgimen poltico (politea) placentero, anrquico (narkhos) y equvoco (poikle), repartiendo indistintamente una especie de igualdad (isteta) a los iguales (sois) y a los desiguales (ansois). La crtica de Platn (R. 557a-563a) a la democracia es esclarecedora puesto que para su pensamiento ella resulta totalmente sin arkh debido a la vigencia de una igualdad aritmtica37. Para Jacques Rancire, esta falta de arkh explica que la democracia carezca de principio de determinacin y esto es lo que lleva al equvoco:
Como seal Platn, la democracia no tiene arkh, no tiene medida. La singularidad del acto del dmos un kraten en vez de un rkhein depende de un desorden originario o una cuenta equivocada: el dmos, o pueblo, es al mismo tiempo el nombre de una comunidad y el nombre para su divisin, para el manejo de un equvoco38.

Sin embargo, si algo se desprende del Viejo Oligarca o de Platn es el intento de circunscribir el sentido de dmos a su acepcin partidaria. Pero entre uno y otro el lenguaje
35. Vase en el sitio de Perseus (http://www.perseus.tutjts.edu/hopper/wordfreq?lookup=dhmokrati%2Fa &lang=greek) el Greek Word Frequency para la palabra demokrata. 36. Marr y Rhodes, op. cit. 85. 37. El trmino anarkha (o anarkhs) aparece cuatro veces en este pasaje de las cinco ocasiones que se contabilizan en todo el texto. Cf. A. Ag. 883: demthrous anarkha; Arist. Pol. 1317b 2-1318a 10. Sobre la visin platnica de la anarqua democrtica, De Romilly, J. (1975). Problmes de la dmocratie grecque, Paris 171-82; tambin Hffe, O. (1991). La justice politique. Fondement dune philosophie critique du droit et lEtat [1987]. Paris. 174-84. 38. Rancire, J. (1992). Politics, Identification, and Subjectivization, October 61, 58-64, en p. 59; cf. Rancire, J. (1996). El desacuerdo. Poltica y filosofa [1995], Buenos Aires, 83-99. O como indica, aunque ms tenuemente, Rhodes, P.J. (2000). Who Ran Democratic Athens?, en P. Flensted-Jensen, T.H. Nielsen y L. Rubinstein (eds.), Polis and Politics. Studies in Ancient Greek History, Copenhagen, 465-77, en pp. 474-75: Atenas no era anrquica Pero el potencial para la anarqua estaba siempre all.

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de la hegemona parece adquirir mayor precisin: mientras que el primero expona abiertamente de dnde provena la superioridad poltica del dmos y cmo la conservaba apelando al nombre demokrata y al mismo tiempo al verbo rkhein, en cambio, Platn llevara a cabo la confirmacin del krtos del dmos bajo el imperativo de oponerlo a la arkh. La conclusin aportada por Platn al devenir histrico del significado de los trminos dmos, krtos y arkh, al hacer que este ltimo se contrapusiera con los dos primeros, implicaba la imposicin de un principio jerrquico en la organizacin del mbito de la poltica que en verdad apuntaba contra la soberana popular y trasluca la tentativa de expulsar al pueblo del poder. No es ajeno a este intento el agotamiento de la democracia radical a fines del s.V, una ruptura que es efecto de la extenuacin de la subjetividad poltica del dmos39. Tampoco son ajenos esos veinte aos decisivos posteriores a 403 a.C. en los que, como ha indicado Nicole Loraux, la demokrata olvid el krtos40, a fuerza de machacarle al dmos su victoria, de sustituir demokrata por politea o ms an por plis, de hablar de la antigua democracia en contraposicin con la moderna, de preferir hablar de los de File en vez de los del Pireo, etc. Tampoco es ajeno a esta empresa el aporte de Tucdides al sentido de krtos, en la medida en que su texto (o partes del mismo) probablemente haya sido elaborado durante la ltima dcada del siglo V y la primera del IV41. Josiah Ober ofrece una interpretacin en la que intenta justipreciar el significado positivo que tendra krtos para la mayora de los atenienses comunes, en la medida en que polticamente entendan la demokrata con el sentido de poder como autoridad legtima42. Pero Tucdides no se queda con esta visin sino que hace hincapi en el aspecto violento de este poder: si la fuerza del dmos, por su nmero y potencia colectiva, entraaba el ejercicio de un poder sobre otros, la consecuencia debe ser que, para Tucdides, la demokrata implicaba el poder potencial del dmos de destruir la libertad de otros. La demokrata por lo tanto encarnaba una capacidad innata de degenerar en stsis43.

39. Cf. Gallego, J. (2009). El envs de un agotamiento poltico. Epifanas de Dioniso en el teatro ateniensede fines del siglo V, en M. Campagno, J. Gallego y C.G. Garca Mac Gaw (eds.), Poltica y religin en el Mediterrneo Antiguo. Egipto, Grecia, Roma. Buenos Aires, 257-72; Gallego, J. (2010). Siempre es la pesadilla. Las reformas de Efialtes y el derrotero de la democracia radical ateniense, en C. Fornis, J. Gallego, P. Lpez Barja y M. Valds (eds.), Dialctica histrica y compromiso social. Homenaje a Domingo Plcido, Zaragoza,85-102. 40. Loraux, op. cit. La ciudad dividida 252-72 y esp. 254-66. 41. Sobre la fecha del texto de Tucdides, Hornblower, s. (1996) A Commen tary en Thurydides II Boocs IV-V, 24 Oxford, 123 (cf. 26-37), indica una fecha en torno a 404 para la Pentekontaetia, pero tambin seala que plantear una fecha de publicacin carece hoy en da de sentido; Munn, op. cit. 315-23, plantea varios argumentos para situarlo en 396/5; Osborne, op. cit. 10, sugiere una fecha posterior al ao 404, pero indica que ciertas partes pudieron circular antes de esta fecha. 42. Est implcita en esta idea la relacin entre prcticas y representaciones de la democracia, en el marco de los debates sobre la existencia o no de pensamiento democrtico de la democracia ateniense, cuya ausencia Loraux, op. cit. La democracia en tiempos de tragedia 199, consideraba uno de los efectos centrales de la evitacin del krtos: Por haber pensado, por seguir pensando todava, que la democracia ateniense, al no haber ejercido su poder (krtos), no supo desarrollar un pensamiento democrtico sobre lo que significa demokrata. Cf. Gallego, op. cit. 29-39. 43. Ober, J. (1998). Political Dissent in Democratic Athens. Intellectual Critics of Popular Rule, Princeton. 66-67. Para los usos de krtos, el autor remite a: Th. 1.143.4; 4.98.2; 8.46.1; 76.4, con el sentido de dominacin; Th. 3.13.7, como fuerza que lleva a la guerra; Th. 1.64.3, forma violenta de tomar una ciudad.

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La reflexin platnica profundizar esta derivacin planteada por Tucdides, quien al mismo tiempo que articulaba el krtos ejercido por el dmos con la posibilidad misma de la stsis, reafirmaba en el discurso cvico de la oracin fnebre puesta en boca de Pericles la evitacin del krtos en relacin con el funcionamiento de la democracia. Tucdides, pues, tampoco se privaba de mostrar con crudeza las consecuencias del krtos ejercido por el pueblo; pero a diferencia de Platn, segn indicaba Loraux, el historiador atribuira a los demcratas un enmascaramiento all mismo donde el filsofo se solazaba precisamente en reiterarlo44. Es en este clima de destitucin de la demokrata en el que, a mi entender, Platn asume sin ambages el krtos del dmos pero para terminar de producir su borradura como sujeto adecuado para el ordenamiento de la plis. Si como dice Loraux, Platn asume el krtos, y por ende la stsis, en cada estrato de la construccin de la ciudad es porque imagina como ltima instancia un krtos que genera concordia: la superioridad de la razn, el filsofo-rey:
En resumen, una ciudad expuesta a la stsis en la que es preciso volver a instaurar la concordia a cualquier precio. De ah que un vuelco imprevisto, preparado hace tiempo, se produzca al final de la Repblica: es en el alma donde reside la constitucin (politea) o la ciudad perfecta45 y all reina supuestamente la concordia. Pero no nos engaemos: si la concordia reina en el alma es porque en la ciudad interna del alma Platn instal slidamente un krtos, el de la razn. Hay partidos en el alma porque hay partes del alma y solo un krtos legtimo pondr fin a las luchas de los sediciosos46.

Pero un krtos legtimo no se asemejara casi a una arkh que promovera la concordia en la medida en que, al regular el funcionamiento de la politea, inhibira la presencia de la stsis? As pues, es el krtos ilegtimo del dmos el que resulta sin arkh. No es aventurado pensar entonces que es bajo condicin del agotamiento de la democracia, momento en el que la produccin discursiva efecta el olvido del krtos de la demokrata, cuando el contraste con la arkh queda sistematizado, en tanto que previamente slo parece haber un uso errtico de la contraposicin en la medida en que la relacin entre estas nociones, en ciertos contextos enunciativos, parece haber dado lugar a formas de asociacin o de complementariedad.

44. Loraux, op. cit. La ciudad dividida 69. Cf. notas 27-28, donde la autora remite a Pl. Plt. 291e; Lg. 713a; 714c; 757d; Mx. 238d, en contraste con Th. 3.39.2; 40.3, en cuanto al uso de kraten en la oracin fnebre. 45. La autora cita Pl. R. IX, 591e-592a; X, 605b. 46. Loraux, op. cit. La ciudad dividida 81-82 (cita en p. 81).

A travs del tiempo, por influencia de los diferentes poderes que se desarrollaron a su alrededor, Grecia se fue transformando, configurndose as una imagen de Grecia como salvadora de la civilizacin frente al brbaro imperio persa, insignia de la democracia, smbolo de la cultura y del renacer de las artes, y portadora del pensamiento cientfico a travs del logos. Frente a concepciones muy arraigadas en el ideario contemporneo, en Grecia convergen numerosas realidades. Desde el arcasmo, comenzando con la hegemona cretense y su influjo sobre la cultura micnica, hasta el contacto fructfero con los sucesivos reinos faranicos, el influjo de los territorios externos se percibe en todos los mbitos de la cultura griega. De este modo, ante el dominio macedonio, primero, y el romano, despus, Grecia asume una posicin subordinada, pero aporta al mismo tiempo su bagaje cultural, que se ve acrecentado por la propia reflexin griega sobre el fenmeno imperial. Esta obra analiza la evolucin que, desde distintos mbitos contextuales, ha experimentado la visin del territorio heleno. Queda as evidenciada cmo Grecia se form a partir de las relaciones habidas con distintos imperios. Desde la ms remota antigedad hasta la visin contempornea del mundo heleno, este libro pretende aportar, desde diferentes perspectivas metodolgicas, una visin novedosa de la Grecia clsica.

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