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Viajeros franceses al Per decimonnico

Mara Cristina Carnevale


Prof. de Historia. Ctedra Historia de Amrica III, carrera de Historia, FFyL, UBA

Los viajeros Aventureros, misioneros, naturalistas, antroplogos, agentes, diplomticos, navegantes, descubridores, curiosos, emigrados de sus propias tierras y amantes de lo desconocido; todos ellos abundan desde el Renacimiento, pero durante el siglo XIX se delinea la figura del viajero paradigmtico que, movido por intereses cientficos o por el ansia de conocer nuevos horizontes, se reproduce en abundancia sobre las tierras poco conocidas del continente americano. Pratt los llama: la vanguardia capitalista (M. L. Pratt, 1997, p. 259); a diferencia de los viajeros de la Ilustracin, no describen territorios nuevos, sino que la naturaleza ahora ser vista como un importante conjunto de materia prima. Europa los genera en vasta escala pero, en particular, vamos a conocer los relatos que nos dejaron ciertos viajeros franceses sobre su recorrido por el Per de la primera mitad del siglo XIX. Si bien Francia haba estado presente en Amrica desde siglos anteriores, en ste se present ante las nuevas

nacionalidades iberoamericanas como la portadora de la gran crisis del mundo moderno que es la Revolucin francesa. Para casi todos los pases recin nacidos en el continente americano, Francia vena a ser la maestra, la gua, era mirada con admiracin y cualquier cosa que llegara de all era observada con respeto. De esta privilegiada situacin sac provecho dicha nacin europea, influyendo culturalmente en Iberoamrica. As, los viajeros franceses fueron una especie de embajadores que se derramaron en todas direcciones. Nos proponemos analizar los relatos que dejaron algunos viajeros franceses que recorrieron el Per, entre los aos 1830 y 1845. Estos son: Flora Tristn, Eugne, comte de Sartiges Larandais y Ren L. M. A., comte de Botmiliau. El Per decimonnico Luego de la retirada de Simn Bolvar en 1826, el pas cay en un perodo de confusin y anarqua poltica. Las elites que sobrevivieron estaban desunidas: los herederos de la Lima comercial y burocrtica, los de los centros mineros del Alto Per, los hacendados

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ricos ubicados en las tierras que dominaban la sierra y los hacendados de la costa, muy ligados al trfico limeo y afectados por la quiebra de una agricultura de regado basada en la mano de obra esclava. A pesar del inters de las elites peruanas, tanto conservadoras como liberales, para procurar una institucionalidad poltica a la nueva nacin1, no pudieron obtener consenso social y las fuentes del poder poltico continuaron en manos de los caudillos regionales. El liberalismo en el Per aparece como un sofisticado producto importado, que sirvi en el enfrentamiento con Espaa para luego, una vez producida la independencia, conferirle un contenido de clase diferente al original europeo. Dice Basadre: La importacin de esta base jurdicapoltica a un pas desarticulado, sin una fraccin burguesa hegemnica, con un intenso parroquialismo econmico, en otras palabras, sin una nacin con la cual el Estado guardara correspondencia, signific para los usufructuarios locales de la naciente Repblica los grupos terratenientes, disponer de una base normativa y de poder que legitimara la expansin de la gran propiedad, ampliara los lmites a su apropiacin, no interviniera en la disminucin o abandono de la produccin ni osara tocarlos con impuestos (J. Basadre, 1947, p. 238). De esta manera, los grupos propietarios expandan su apropiacin. Los sectores urbanos, en un pas sin comercio ni industrias, no tardaron en disputarse el control del aparato estatal. Lo exiguo de las rentas fiscales en base al tributo indgena2 y la aduana no tard en expresarse en luchas internas. Sintetizando, ante la no interferencia en las bases del acceso a la tierra y la mano de obra, los propietarios agrarios compartieron con los grupos urbanos, va el Estado, parte del excedente logrado por la explotacin de los campesinos; aunque en realidad, este excedente terminaba en los centros metropolitanos europeos. Los grupos de intereses, el regionalismo y la lealtad personal fueron los factores de poder poltico que permitieron que hombres de accin dominaran el gobierno durante una dcada. De este modo, muchos individuos, gracias a golpes de suerte, de las armas o de unir su fortuna a un caudillo con xito, logran el acceso al aparato poltico, a cargos pblicos, etc., que por su condicin social no hubiesen conseguido. Este proceso desburocratiza al ejrcito. A diferencia de los cuerpos militares realistas o emancipadores, en esta etapa republicana la carrera de las armas deviene en un mecanismo de intermediacin a travs del cual los caudillos logran sustento poltico, en base a un sistema de clientelas entre jefes y subordinados (E. Yepes del Castillo, 1972, p. 47). El caudillismo en el Per era absolutamente militar, cuartelero; como no existan en el pas facciones regionales, el golpe poda gestarse en cualquier ciudad ms o menos importante y se legitimaba cuando se tomaba Lima. El ejrcito se convirti en el Gran Elector. Entre estos presidentes, se destac el general Agustn Gamarra y, junto a l, su esposa, una mujer mestiza de Cuzco, La Mariscala, impopular entre la elite limea, pero amada en su ciudad, Arequipa, y muy eficaz en el momento de arengar a los soldados. Gamarra gobern de 1829 a 1833, perodo en que se sucedieron levantamientos y conjuras pero, a pesar de ellos, se mantuvo. Benefici a muchos militares con ascensos importantes, al punto de crear una oligarqua de base militar. Los dos enemigos que Gamarra tuvo fueron Santa Cruz y los liberales. Basadre llama a este perodo de gobierno nacionalismo autoritario (J. Basadre, 1965, p. 46); a pesar del fuerte rasgo autoritario del gobierno, la elite peruana acept este modelo para salvaguardar el orden interno.

1. Esto se refleja en las seis constituciones que se promulgaron entre 1823 y 1839. 2. El tributo indgena se mantuvo invariable luego de la independencia.

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Al terminar su mandato, fue elegido el general Orbegoso, inclinado a las ideas liberales; luego de su nombramiento por la Convencin3, se produjo el golpe de Estado de 1834; los destacamentos de las ciudades se pronunciaban contra Gamarra y a favor de Orbegoso o lo contrario. Con esto se iniciaron las guerras civiles. En Lima, los soldados gamarristas provocaron un enfrentamiento con la poblacin limea. Luego de estos sucesos, el ejrcito abandon la capital. Estas tropas entraron a Lima a las nueve de la noche. A la cabeza estaba doa Francisca Gamarra (J. Basadre, 1965, p. 47). Un levantamiento del pueblo de Arequipa, frente sur de la guerra, fuertemente anti-gamarrista, hizo huir a la esposa de Gamarra, Pancha Gamarra. Se escap, segn se cuenta, vestida de clrigo despus de saltar de una azotea a un patio y pudo embarcarse en un bergantn ingls, en compaa del militar y escritor espaol Bernardo Escudero. Cado Gamarra, apareci en el escenario peruano, de permanentes enfrentamientos militares, el presidente de Bolivia, Andrs Santa Cruz. ste impuso la unin de Per y Bolivia, en 1836, dando nacimiento a la Confederacin Peruanoboliviana, que concentr el poder en l mismo como protector. Ejerci un autoritarismo renovador, el mismo que le permiti en Bolivia realizar reformas en la administracin y la justicia, en el sistema de rentas, etc., pero que en el caso del Per sera especialmente difcil. La experiencia poltica culmin con la derrota de Santa Cruz, enfrentado por Chile y el gobierno de Rosas, en 1839. El desorden poltico reapareci en el Per y solamente termin cuando Ramn Castilla derrot al general Vivanco, convirtindose en el hombre fuerte del pas, hasta 1868. Durante este perodo, la vida econmica y poltica del Per descansara sobre la explotacin del guano de las islas. Tres franceses al Per La primera viajera sobre la que hablaremos es una mujer, cuyo nombre verdadero era Flora Clestine Thrse Henriette y cuyo apellido era Tristn y Moscozo, y a la que conocemos como una de las primeras luchadoras sociales y por los derechos de la mujer, en el siglo XIX4. Esta escritora realiz un viaje nada fcil en el siglo XIX, se embarc en Francia hacia el Per, con el fin de obtener el reconocimiento de la familia paterna y una renta que le permitiera la independencia econmica de su ex marido. La lucha de Flora con su familia peruana, sobre todo con su to, el general Po Tristn5, fue narrada por ella misma en su libro autobiogrfico Peregrinaciones de una paria6. Durante casi un ao vivi primero en Arequipa y luego en Lima, desde donde regres a Europa. El viaje fue una nueva experiencia pero tambin un fracaso ya que su to, Po Tristn, no la reconoci como sobrina legtima, solo obtuvo la vaga promesa de una pensin que no cubra sus expectativas. Como resultado de esta experiencia escribi su obra, relato de viaje y diario ntimo, donde narr sus observaciones sobre la vida social y poltica del Per, un pas recin liberado de la estructura poltica colonial, pero cuya vida social an recreaba las costumbres del Antiguo Rgimen. Realiz hermosas descripciones de paisajes y duras anotaciones sobre los personajes de los sectores dominantes que le toc conocer. Encontr intrigas, contubernios y miserias, adems de la forma en que las supersticiones tenan peso en los sectores populares. El relato de la autora, de prosa vivaz e inteligente, no carece de prejuicios colonizantes. Quizs por el efecto que la obra caus en Per, en Arequipa los ejemplares que llegaron fueron quemados en la plaza pblica. Escribi sobre muchos temas, pero aqu nos detendremos en algunos

La catedral de Lima.

3. Se haba reunido para reformar la Constitucin de 1828. 4. Flora era hija de Mariano Tristn y Moscozo, coronel peruano miembro del ejrcito espaol quien, durante la emigracin francesa, se cas con Teresa Lain o Laisney. Aunque Flora aseguraba que ambos se haba casado clandestinamente, nunca pudo probar esta unin. El padre muri tempranamente sin haber regularizado su matrimonio y sin haber pensado en reemplazar esta falencia con disposiciones testamentarias. 5. El general Po Tristn, miembro del ejrcito real, particip bajo las rdenes de su primo, el general Jos Manuel Goyeneche, en las batallas de Huaqui y Sipe-Sipe, ascendiendo al grado de brigadier. En 1812, venci al ejrcito comandado por Daz Vlez; sin embargo, fue vencido por Belgrano en la batalla de Salta, en 1813. La capitulacin que firm no fue aprobada por el virrey Abascal. Tristn se retir a Arequipa hasta 1814. Fue virrey en 1824, al caer prisionero La Serna; despus de la batalla de Ayacucho, envi un mensaje de conciliacin y de reconocimiento del nuevo gobierno republicano a Bolvar. 6. Flora Tristn y Moscozo, Peregrination d`une paria (1833-1834), Paris, A. Bertrand, (1838), 2 vols., 1987.

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poco conocidos y que tambin sern observados por los otros viajeros. Durante su permanencia en Arequipa, le toc presenciar los movimientos de las tropas durante la guerra civil, y sobre todos estos acontecimientos dej descripciones muy interesante. Flora inici su viaje en 1833. Dejamos de lado sus relatos sobre el viaje y sus compaeros de por s una novela de aventuras para volcarnos de lleno en el efecto que le produjo el nuevo pas. Entre algunos datos que aport sobre la Arequipa de aquellos aos, podemos mencionar la referencia a las casas, al mobiliario, al tipo de comida, la sociabilidad, la higiene, los insectos, las fiestas religiosas, etc. Las comidas en Arequipa suscitaban una actitud crtica en Flora, probablemente le falt tiempo para acostumbrarse a ellas, ya que no conoca los platos espaoles y sus parmetros eran los menes ingleses y franceses. Un problema serio para los viajeros del siglo XIX que llegaban a Amrica, era la lucha contra los insectos, alimaas y pulgas. Este texto trasluce sobre su pesadilla en el puerto de Islay: () Encontr al doctor que se lavaba la cara, el cuello y los brazos, echando pestes contra las pulgas. Por toda respuesta le mostr mis manos cubiertas de ampollas.() La seora me dijo con embarazo: Seorita, no me atrev a hablarle de lo que era preciso hacer para que la incomodaran menos. Esa noche le ensear. () Al entrar en mi cuarto, la seora de don Justo vino a ensearme cmo era preciso defenderme de las pulgas. Coloc cuatro o cinco sillas a continuacin una de otra, de tal manera que la ltima llegaba hasta el borde del techo. Me hizo desvestir sobre la primera silla, pas a la segunda cuando no tena sino la camisa. La seora se llev toda mi ropa fuera del cuarto recomendndome que me limpiara con una toalla, a fin de hacer caer las pulgas adheridas al cuerpo. Enseguida fui de silla en silla hasta la cama en donde tom una camisa blanca sobre la que haban echado agua de colonia. Este procedimiento me proporcion dos horas de tranquilidad, pero despus me sent asaltada por millares de pulgas (Tristn, p. 97). Luego de esta introduccin al mundo americano, iremos presentando a los otros viajeros que coinciden temporalmente en el Per con Flora Tristn. Quienes son estos viajeros que aparecen visitando el Per en la misma poca que Flora Tristn?; en primer lugar, Eugne, comte de Sartiges Larandais. Este aristcrata francs era secretario de la Embajada francesa en Ro de Janeiro, y lleg al Per en 1834. Su relato es el de un turista francs que visita el Per republicano7. Acerca de la existencia de Sartiges, tenemos dos fuentes, una son sus propias notas y otra es la descripcin que hizo Flora Tristn en su libro; ya que coincidieron ambos en Arequipa, donde los dos despertaron la curiosidad de los arequipeos8. Desde el momento en que se vieron se midieron, rechazndose ambos inmediatamente. El tercer viajeros que consultamos es R. de Botmiliau9, vicecnsul de Francia en Per, de 1841 a 184810. Las relaciones consulares de los representantes de Francia y el gobierno de Gamarra se desarrollaron en un ambiente sin conflicto y con cortesa, a pesar de haber estado cerca de un Santa Cruz afrancesado. El relato de este viajero es menos personal que el de de Sartiges, pero tiene la misma preocupacin por las instituciones polticas y por recoger observaciones sobre las costumbres y escenas importante de acontecimientos sociales. En los dos se encuentra presente la bsqueda de las causas de la anarqua y del estancamiento peruano. Es lo que dcadas ms tarde se plantearan los positivistas americanos, el problema de la emancipacin mental de Amrica latina. Sobre el Per dice:

Un tpico balcn limeo.

7. El relato se public tardamente, diecisiete aos despus, bajo seudnimo y sin referencia alguna al autor en la Revue des Deux Mondes de 1851; el artculo lleva por titulo: Voyage dans les Republiques de lAmrique du Sud y apareci con el seudnimo de E. S. de Lavandais, Tomo IX y X, en Kirchheimer, Jean G., Voyageurs francophones en Amrique Hispanique au cours du XIXe sicle: repertoire bio-bibliographique, Pars, Biblioteque Nationale, 1987. 8. De Sartiges era parisino, viajaba por curiosidad y regres al Brasil por el Cabo de Hornos. 9. Botmiliau, Ren L. M. A., comte de, Notes sur les tats de lAmrique centrale par M. De Botmiliau, ancien Cnsul general et charg daffaires de France Guatemala communication au Ministre des Affaires trangres, avec notes de Gabriel Lafond, cnsul general de Costa Rica en France, en Kirchheimer, Jean G., Voyageurs francophones en Amrique Hispanique au cours du XIXe sicle: repertoire bio-bibliographique, Pars, Biblioteque Nationale, 1987. 10. Este relato se public tambin, como el de de Sartiges, en la Revue des Deux Mondes, abril-junio de 1850.

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Semi-espaola, semi-indgena, la civilizacin peruana es un pintoresco anacronismo que parece condenar a la esterilidad todas las tentativas de renovacin poltica de que tan a menudo fue teatro el antiguo imperio de los Incas (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p. 182). Hace valiosas descripciones de la vida social en Lima y en otras ciudades andinas. Le toc vivir el Per que estaba cambiando las viejas pompas coloniales por nuevas formas europeas. El cuarto viajero es Maximiliano Renato Radiguet11, quien permaneci en Lima desde 1841 a 1845. Encontr un pas anarquizado por las luchas internas, con problemas administrativos y crisis econmica. Max Radiguet ha sido uno de los viajeros franceses ms afortunados en su visin del Per, pudo trazar una descripcin muy interesante de la sociedad de la poca. M. de Sartiges no emprendi la ruta de El Callao a Lima, sino que de Islay se traslad a Arequipa, para conocer a los peruanos y los fenmenos sociales y polticos del pas. El mismo propsito lo anim en el resto de sus viajes. Borde el lago Titicaca, se traslad a La Paz y luego a la orilla oriental del lago. Visit Copacabana, con sus pobres caseros indios al borde del lago. Continu a Cuzco, visitando las ruinas de Choquequirao, perdidas entre la maleza y la regin selvtica de Urubamba, para convivir ocho das con los indios de la tribu de los Antis. Muy interesado por los indios del Per, describi una caravana que encontr en las calles de Arequipa, la primera que vea: Los indios son de talla pequea, bien proporcionados, pero poco musculosos. Tienen la piel de un rojo oscuro; los cabellos negros, lacios y gruesos; la cabeza pequea; la frente poco desarrollada; los pmulos salientes; los ojos negros, pequeos y abiertos horizontalmente Los rasgos de las mujeres indias se asemejan a los de los hombres; pero son menos y respiran una gran dulzura. Llevan los cabellos divididos en la cabeza y caen sobre la espalda en dos gruesas trenzas (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p. 6). En su recorrido, y ya en las puertas de la selva de Urubamba, se encontr con otro grupo de indgenas: Imaginad a hombres semi desnudos, con la piel amarillenta y roja, con ojos pequeos y oblicuos, con los pmulos salientes, con la melena espesa y que llevan por todo vestido una larga camisa de corteza de rbol tejida. Ahora, si cubren sus cabellos con polvos, sus mejillas con rojo y negro: si se les presta a intervalos una sonrisa infantil y una expresin marcada de tristeza, tendris ante los ojos a verdaderos salvajes, tales como tuve la buena suerte de encontrar a cuatro mil leguas, en Cocabambilla.() al da siguiente resolv acompaarlos se lo particip al padre Raimundo. () Las montaas descendan sensiblemente los rboles eran ms altos, las lianas ms vigorosas; grandes flores silvestres de todos los colores pendan de las zarzas. Era en lo absoluto la rica naturaleza del Brasil. [Los Antis] La poblacin de los Antis se compone de quinientos o seiscientos individuos que ocupan las orillas de los ros Yanatili y Santa Ana en un espacio de cien leguas. Como la caza es su recurso principal, han dividido las selvas de sus dominios y cada familia de treinta o cincuenta individuos forma una aldea aparte que posee como propiedad absoluta seis o siete leguas de floresta. () La tribu segn su ejemplo sigui con sus ocupaciones diarias habituales. Los hombres cazaban, pescaban y se revolcaban bajo el sol y las mujeres se dedicaban a sus quehaceres domsticos. () Todos hemos ledo los relatos de viaje en los que se habla tanto de la extrema frugalidad de los salvajes. Los Antis que no han tenido que luchar con el fro y que disponen de vveres en abundancia, no justifican esta opinin, en general muy difundida. A la una de la madrugada se levantan las mujeres y ponen al fuego ollas de barro llenas de legumbres,

11. Maximiliano Renato Radiguet nacio en 1816, en Landerneau. Egres de la Escuela Naval como adscripto a la marina francesa. En 1838, fue enviado a la Repblica de Hait como agregado del almirante Du Petit Thouars, para negociar la indemnizacin a Francia. En 1841, fue designado para integrar la misin encomendada al mismo almirante, para estudiar las condiciones de navegacin entre Oceana y las costas de Amrica del Sur, y luego ocupar las islas Marquesas, antes espaolas. En espera de rdenes superiores permaneci en El Callao de 1841 a 1845. Sus artculos posteriormente constituyeron un libro: Souvenirs de l Amrique Espagnole, 1856.

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de las que los salvajes tienen varias clases, tales como camotes (papas dulces) yucas, raz de la familia del manioc que no tiene el jugo venenoso del que crece en nuestras colonias, habas, maz, calabazas, etc. Al alba los hombres se despiertan y hacen su primera comida. Las mujeres comen aparte. () Los hombres van en seguida a la caza o a la pesca y las mujeres preparan entre tanto su segundo almuerzo. Entre las nueve y las diez, los cazadores estn de vuelta y comen. Despus se extienden sobre la arena Las mujeres durante ese tiempo van a los campos a recoger maderas y a extraer yucas Regresan al hogar y preparan una buena comida que los hombres devoran a las doce del da. Hasta las tres o cuatro, momento en que el sol pierde su fuerza, se ocupan de componer sus arcos, en hacer flechas A las tres nueva comida y nueva partida para la caza. A la puesta del sol, entran, comen y van a acostarse () (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p. 89, 90, 91). Flora visit al ejrcito estacionado en Arequipa, fruto de una nuevo movimiento armado. En el Per la carrera militar llevaba a los ms altos cargos pblicos. Los jefes militares eran los que participaban de los arreglos polticos, mientras que la tropa se formaba a travs de una mita: el reclutamiento o conscripcin forzada. All descubri una caracterstica propia de los ejrcitos latinoamericanos durante el siglo: en el Per, las mujeres que acompaan a los soldados, se llamaban rabonas: Las rabonas son las vivanderas de la Amrica del Sur. En el Per cada soldado lleva consigo tantas mujeres cuantas quiera. Estas forman una tropa considerable, preceden al ejrcito por el espacio de algunas horas para tener tiempo de conseguir vveres, cocinarlos y preparar todo en el albergue que deben ocupar. La partida de la vanguardia femenina permite en seguida juzgar los sufrimientos de estas desgraciadas y la vida de peligros y fatigas que llevan. () Esas mujeres proveen a las necesidades del soldado, lavan y componen sus vestidos, pero no reciben paga y no tienen por salario sino la facultad de robar impunemente. Son de raza india, hablan esa lengua y no saben una palabra de espaol. Las rabonas no son casadas, no pertenecen a nadie y son de quien ellas quieren ser. () Muchos generales de mrito han querido suplir el servicio de las rabonas e impedirles seguir al ejrcito. Pero los soldados se han rebelado siempre No tenan suficiente confianza en la administracin militar que deba proveer a sus necesidades (Tristn, pp. 188-189). Este mismo tema fue comentado por De Botmiliau: () las compaeras ordinarias del soldado, conocidas con el nombre de rabonas, reemplazan para l la administracin militar. La costumbre de llevar las mujeres a la guerra es de origen indio. Si no se acatara esta costumbre seria imposible retener a un solo hombre bajo las banderas. () La rabona es, con todo, ms bien la esclava que la mujer del soldado. () La marcha de un ejrcito peruano escoltado por esas mujeres intrpidas se asemeja a una de esas

La zama cueca, danza muy bailada durante el s. XIX en el Per

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migraciones de los antiguos pueblos indios arrojados de su territorio por las usurpaciones de la raza blanca. No son regimientos, son poblaciones ntegras las que un general peruano arrastra tras de s (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p. 144). En esta guerra, donde el ejrcito est representando a la Nacin y al Estado, el retrato de Pancha Gamarra, una mujer que particip en los conflictos polticos de la poca, fue dibujado por Flora Tristn y por de Sartiges. Flora estaba esperando una nave para iniciar el regreso, cuando sta lleg a El Callao, trayendo a bordo a Pancha Gamarra. En la descripcin de Flora de esta mujer, vemos la admiracin con que la trataba y hasta expres su deseo de haber podido estar en su lugar, a pesar de que aquella no pudo prescindir de un hombre para llegar al poder. Convocada por Escudero, tambin amigo de Flora, derrotada y abatida, despus del incidente en el que Po Tristn la rescat de la furia del pueblo arequipeo, cuando escapaba por las terrazas y pudo refugiarse en una casa vecina, finalmente Pancha Gamarra consigui la intermediacin de aquel general para que le permitiera exiliarse en Bolivia, y as termin yndose desterrada a Chile. () Todo en ella anunciaba a una mujer excepcional, tan extraordinaria por el poder de su voluntad como por el alcance de su inteligencia. Podra tener 34 a 36 aos, era de talla mediana y de constitucin robusta, aunque muy delgada. Su rostro, segn las reglas con que se pretende medir la belleza, no era ciertamente hermoso. Pero a juzgar por el efecto que produca sobre todo el mundo, sobrepasaba a la ms bella. Como Napolen, todo el imperio de su hermosura estaba en su mirada. () Su nariz era larga, con la punta arremangada. Su boca grande, pero expresiva. Su cara larga, pero llena de vida. Tena una enorme cabeza coronada por largos y espesos cabellos que bajaban hasta la frente. () Su voz tena un sonido sordo, duro e imperativo. Hablaba de una manera brusca y seca ( Tristn, p. 279). Quin es esta mujer que se rebel contra el mandato ilustrado, por el cual se concentr en las elites masculinas el control del conocimiento y la participacin en la poltica, ignorando la educacin de las mujeres y su participacin militar y poltica en la guerra de la independencia?12 La Mariscala, como algunas mujeres del siglo XIX, transgredi las jerarquas culturales de su poca y modific la conducta asignada a la mujer por la sociedad. Segn comenta Marta Bermdez-Gallegos, fueron Flora Tristn y un poeta peruano, Abraham Valdelomar (M. Bermdez-Gallegos, p. 58) los que inmortalizaron la vida de La Mariscala (M. Bermdez-Gallegos, p. 66)13. Transcribimos una cita de Valdelomar, que no slo demuestra admiracin por ella sino que nos da un perfil de Pancha Gamarra: Gobern a hombres, condujo ejrcitos, sembr odios, cautiv corazones; fue soldado audaz, cristiana fervorosa; estoica en el dolor, generosa en el triunfo, temerosa en la lucha. Am la gloria, consigui el poder, vivi la holgura, vel en la tienda, brill en el palacio y muri en el destierro. Religiosa, habra sido Santa Teresa; hombre, pudo ser Bolvar. El otro testimonio que nos habla de Pancha Gamarra, es el de de Sartiges, en su recorrida luego de visitar La Paz, cuando lleg a Cuzco y all se encontr con el general Gamarra y su mujer: El ex presidente me pareci un hombre gastado, pero doa Panchita estaba llena de vigor y de energa. No hablaba del levantamiento de Lima sino con los labios apretados y haca alarde de dar muy pronto a las limeas un baile del que se acordaran por largo tiempo. () Toda la ciudad acudi en seguida a casa

12. Francisca era hija de un militar espaol, Antonio Zubillaga (o Subyaga Bernales), casado con una joven rica de Cuzco. A los 12 aos ingres en un convento, donde estuvo hasta los 17 cuando, por su estado de salud la obligaron a regresar a su casa. Una mujer siempre triste y poco sensible a los distracciones de su edad. Se cas con Gamarra, prefecto de Cuzco y, aunque de salud dbil y siempre encinta, sigui a su marido por donde la guerra lo llamaba. 13. Bermdez-Gallegos, Marta, Poder y trangresin: Per, metfora e historia, Lima, Latinoamericana Editores, 1999, p. 66.

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de Gamarra: era una verdadera corte de vestidos negros. () Me hallaba en casa de la seora Gamarra y conversaba con ella en momentos en que el galope de un caballo reson en el patio. La seora Gamarra se levant y corri hacia la puerta. Entr un correo. Qu noticias, Snchez? Somos gamarristas, le respondi ste y Arequipa lo es tambin. La seora Gamarra dej escapar un Jess! agudo como el grito de una tigresa y se lanz al cuello del oficial cubierto de lodo y de polvo. Abri los despachos que traa, los recorri rpidamente y en seguida los ley en alta voz. La presidente refiri a las damas que le hacan respetuosamente la corte y que parecan participar de su alegra Haba en esta mujer disposiciones para dos generales. Deba ser, empero, una terrible compaera para un esposo honorable. Doa Panchita tendra en aquella poca de treinta a treinta y cinco aos, mas tena en los ojos un fuego que no anunciaba esa edad. Sus hbitos adquiridos en campaa le haban dado un aire un tanto masculino. () (de Sartiges-Botmiliau, 1947, pp. 71-72). La participacin de esta mujer en la lucha por las armas fue la encarnacin ms alta de la rabona contra las orgullosas tapadas limeas (J. Basadre, 1965, p. 76). La mujer limea, con sus costumbres, sera quien recibira mayores demostraciones de admiracin, sobre todo de los hombres viajeros. Todava se mantienen aquellas costumbres originarias de la colonia; es el caso de las tapadas. De Sartiges nos relata quines eran: En una pieza vecina se hallaba cierto nmero de mujeres ms que sencillamente vestidas y con la cabeza cubierta por un chal. Cre que seran las sirvientas de la casa o de las casas vecinas; pero me dijeron que eran las madres de las bailarinas y otras seoras enfermas o perezosas que queran ver el baile y no preocuparse por el vestido. Es un uso generalmente aceptado en la Amrica espaola y en un baile hay a menudo tantas tapadas (es el nombre de las seoras que conservan el incgnito) como bailarinas (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p.15-16). Uno de los atributos ms comentados es el de la vestimenta. La saya y el manto eran dos prendas caractersticas del Per decimonnico, demostracin de que no haba llegado todava la moda europea y que las mujeres optaban por prendas que les conferan misterio y sensualidad. Flora describi el vestido de las mujeres y lo que le trasmitan: No hay ningn lugar sobre la tierra en donde las mujeres sean ms libres y ejerzan mayor imperio que en Lima. () Las limeas tienen todas buen color, los labios de un rojo vivo, hermosos cabellos ondulados naturalmente, ojos negros de forma admirable, con un brillo y una expresin indefinible de espritu, de orgullo, de languidez. Es en esta expresin en donde reside todo el encanto de su persona. Hablan con mucha facilidad y sus gestos no son menos expresivos que las palabras con que los acompaan. Su vestido es nico. Lima es la nica ciudad del mundo donde ha aparecido. En vano se ha buscado hasta en las crnicas mas antiguas, de dnde poda traer su origen. No se ha podido descubrirlo. No se parece en nada a los diferentes vestidos espaoles y lo que hay de cierto es que no fue trado de Espaa. () Este vestido llamado saya, se compone de una falda; una especie de saco que envuelve los hombros, los brazos y la cabeza se llama manto (Tristn, p. 263). El siguiente es Botmiliau , con su referencia sobre las limeas y su vestir: En las fiestas, mejor aun que en las reuniones ntimas, se encuentra la fisonoma de la poblacin peruana con todos sus matices y toda su originalidad. Si se desea conocer, por ejemplo, todo lo que hay de gracia y de vivacidad entre las limeas, es menester recorrer las calles a la hora de una de esas brillantes procesiones Sin

Una tapada peruana, con saya y manto.

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duda habis odo hablar de ese vestido pintoresco, de esa saya y manto que da a las mujeres de Lima un aspecto tan excitante y tan extrao. Figuraos un fustn de seda, negro por lo general, antiguamente lo bastante estrecho como para acusar todas las formas del cuerpo, ya hoy mucho ms amplio. Encima de la saya, un rico chal de seda China deja caer flotando su larga franja sobre los brazos desnudos; un velo espeso de seda negra, doblado en tringulo y atado a la cintura por sus extremidades, encuadra el rostro de manera que no deja ver sino un ojo, y no deja brotar entre los oscuros pliegues del manto, sino el relmpago de una sola mirada. Ese vestido, que las mujeres saben llevar con una gracia sin igual, se usa de da para las compras de por las maanas en las tiendas o bien para las ceremonias de la iglesia. () Las modas de Pars han recuperado sus derechos y muy pronto temo que destronen por completo a la misma saya (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p. 186). A Flora Tristn tambin le llamaba la atencin el vestir de las mujeres de Lima; lo describi con gran detalle y trat de indagar en perfiles psicolgicos. Le llamaban la atencin las caractersticas de estas mujeres tan diferentes a las de otras ciudades importantes del Per: Despus de lo que acabo de escribir sobre el vestido y los usos de las limeas, se concebir fcilmente que deben tener un orden de ideas diferente al de las europeas, quienes desde su infancia son esclavas de las leyes, de las costumbres, de los hbitos, de los prejuicios, de las modas, de todo, en fin. Mientras, bajo la saya, la limea es libre, goza de su independencia y se apoya confiadamente en esta fuerza verdadera que todo ser siente en s, cuando puede proceder segn los deseos de su organismo. La mujer de Lima, en todas las situaciones de su vida, es siempre ella. Jams soporta un yugo: soltera, escapa al dominio de sus padres por la libertad que le da su traje; cuando se casa, no toma el nombre del marido, conserva el suyo y siempre es la duea de su casa. Cuando el hogar la aburre mucho, se pone su saya y sale como lo hacen los hombres al coger su sombrero. () Tienen una inclinacin decidida por la poltica y la intriga. Son ellas quienes se ocupan de colocar a sus maridos, a sus hijos y a los hombres que les interesan.() Les gustan mucho el placer, las fiestas, buscan las reuniones sociales, juegan mucho, fuman cigarrillos y montan a caballo, no a la inglesa, sino con un pantaln largo como los hombres. Tienen gran pasin por los baos de mar y nadan muy bien (Tristn, p. 263-264). Entre la costumbres de las limeas que le llamaron la atencin se encuentra la de disfrazarse. Otra, la manera que poseen las mujeres para moverse con tranquilidad: Cuando las limeas quieren hacer su disfraz ms impenetrable, se ponen una saya vieja, toda desplisada, rota y cayndose a pedazos, un manto y corselete viejos. Pero las que desean hacerse reconocer como pertenecientes a la buena sociedad se calzan perfectamente y llevan en el bolsillo uno de sus ms lindos pauelos. Este subterfugio es aceptado y se llama disfrazar. A una disfrazada se la considera como persona muy respetable. No se le dirige la palabra. No se le acercan sino muy tmidamente () (Tristn, p. 263). La ciudad de Lima no haba cambiado desde los ltimos das del Virreinato. Haba cierta norma en los formatos de las casas. Cada viajero hizo descripciones de las construcciones. Entre ellos, de Botmiliau se impresion con la hospitalidad de la antigua colonia: Hay que penetrar, sobre todo, en el interior de las moradas. Por donde quiera, tanto en casa del pobre como en casa del rico, se recibe la misma acogida hospitalaria. En todas partes se encuentra esa encantadora cordialidad que expresa tan bien en la lengua espaola la palabra

Una peruana con sus trenzas caractersticas.

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ESPACIOS

Mara Cristina Carnevale


intraducible de confianza. () Hay una hora en Lima en que los salones estn abiertos. Una lmpara colocada en medio de la habitacin, frente a la gran puerta que da a la calle, proyecta su luz en el patio interior y parece decir al transente que la familia est reunida en espera de los visitantes. Hay que entrar sin temor. () A la segunda o tercera visita es uno recibido como un antiguo conocido. Ya le dan a uno el ttulo de amigo (de Sartiges-Botmiliau, 1947, p. 185). En un texto del viajero francs Amadeo Frezier14, que viaj a Amrica del Sur entre 1712 y 1714, hay una pintura muy definida sobre el Virreinato del Per, que nos sirve para completar algunas de las observaciones de nuestros viajeros. Por ejemplo, y con respecto a las casas, describi a las mujeres en el interior de las mismas: La actitud que ellas tienen en su casa es la de estar sentadas sobre almohadones, a lo largo de la pared, con las piernas cruzadas sobre un estrado cubierto con una alfombra a la turca. Pasan as jornadas enteras casi sin cambiar de postura, ni siquiera para comer, porque se les sirve aparte sobre unos cofrecillos que ellas siempre tienen delante de s para guardar las labores en las que se ocupan; de all que tengan un andar pesado, carente de la gracia del de nuestras francesas. Lo que se llama estrado es, como en Espaa, una grada de seis a siete pulgadas de alto y cinco o seis pies de ancho, que corre generalmente a todo un costado de la sala de recibo; los hombres, por el contrario, se sientan en sillones, y slo una gran familiaridad les permite hacerlo en el estrado. Por lo dems, se ve a las mujeres en su casa con tanta libertad como en Francia () (Frezier, pp. 217-218). Entre los entretenimientos principales del Per, nos informamos sobre la corrida de toros, el teatro y las peleas de gallos; as tambin existan fiestas marcadas en el calendario. Una de las ms conocidas era el paseo a la pampa de Amancaes, el da de San Juan. Transcribimos el relato que hizo Botmiliau sobre las fiestas populares y, en particular, sobre la de Amancaes: El 24 de junio, aniversario de San Juan, es el gran da de la fiesta de los Amancaes. Desde por la maana, el camino estrecho y polvoriento que conduce a la pampa est atestado de una multitud ardiente y loca, dividida en varias partidas o grupos ms o menos numerosos de parientes y amigos. Cada partida lleva consigo provisiones de boca y una guitarra. Cuando la partida emprende el camino a pie, uno de los alegres peregrinos toma la guitarra, se pone a la cabeza de sus compaeros y entona, algunas coplas sobre el aire popular de la zamacueca. () En cuanto ha llegado a la pampa y mientras va tranquilamente al paso de su cabalgadura, un grito repercute de repente detrs de l, el violento galope de una caballo se deja or y antes de que haya tenido tiempo de volver la cabeza, ha sido cogido por la mitad del cuerpo por un frreo brazo y levantado como una pluma por algn zambo que lo sienta entre risas en el cuello de su propio sin que por eso disminuya la velocidad de la carrera. Despus de que el gigante americano ha hecho admirar su habilidad y su fuerza, deposita tranquilamente en tierra al pobre jinete y lo invita a montar mejor otra vez. () Este baile [la zamacueca] a esta ruidosa e irresistible llamada, algn zambo de tez ms o menos oscura avanza en seguida en medio del crculo que los espectadores ya han formado y, con el poncho echado negligentemente sobre los hombros, va a escoger galantemente a aquella con quien desea bailar. Es de ordinario alguna zamba bonita, con grandes ojos negros y ardientes, talle esbelto y flexible, dientes blancos y largos cabellos que flotan en dos trenzas iguales sobre su espalda. () [Los grupos campestres], lo invitan a uno cortsmente a sentarse y a compartir lo poco que hay Si se niega uno, una mujer se levanta, toma la botella de pisco en una mano, en la otra un vaso pequeo y avanzando dice:

14. El libro original es: Relation du voyage de la mer du sud aux ctes du Chily et du Perou, fait pendant les annes 1712, 1713 & 1714, par M. Frezier, Ingenieur ordinaire du Roy, Paris, 1716. Para el trabajo utilizamos el texto: Relacin del viaje por el Mar del Sur, Biblioteca Ayacucho.

Historia

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Usted tomar conmigo, caballero? Esta vez, es muy difcil negarse, no slo porque la zamba es casi siempre muy graciosa, sino porque sera la mayor descortesa no querer trincar con ella. Moja uno, pues ligeramente los labios en el vaso lleno hasta los bordes. () Pero al recibir el vaso todava lleno que se le entrega, la zamba lo mira a uno con aire de desdn y sorpresa y despus de consumirlo ella de un solo trago se ir riendo a ocupar su sitio entre los de su grupo (de Sartiges-Botmiliaau, 1947, pp. 193-194). Otra de las diversiones se da en el balneario Chorrillos, elegido por los miembros de la elite. Si bien Flora, le encontraba inconvenientes, de Sartiges, nos dej una pintura menos comprometida del lugar: Los limeos han escogido para tomar baos de mar, el sitio ms rido y ms desagradable de la costa, para mi gusto. Ese lugar se llama Chorrillos. () La vida de los habitantes en aquel lugar de reunin refleja de manera exacta las costumbres limeas. El far niente, el placer y la intriga componen toda su existencia. (Tristn, 1947, p. 274). Quedan sin desarrollar varios de los temas a los que se refirieron los viajeros: a) los montoneros, que vivan asaltando viajeros entre El Callao y Lima y que haban sido convocados durante la guerra de la independencia y tambin solan participar en las guerras civiles. Eran la expresin de los conflictos polticos de la ciudad y su repercusin en el campo, aislado por la falta de medios de transporte y de controles de seguridad. El montonero y la tapada formaban la tpica estampa de la poca; b) el caso de la monja de Arequipa, Dominga Gutirrez. Flora Tristn hizo un relato detallado del caso, ya que era una pariente suya, incluso lleg a visitarla; c) las comidas, sus formas tan diferentes de la cocina europea, el picante como un condimento indispensable, y d) los conventos y las fiestas religiosas. Conclusiones Si bien los viajeros de la vanguardia necesitaban reinventar a Amrica como atrasada y ansiosa de la explotacin racional que llegaba con los europeos, tienen un perfil diferente de los que llegaban cumpliendo con el tipo que plantea Pratt, la vanguardia capitalista. An cuando est presente la idea de su misin civilizadora en los viajeros franceses que analizamos sin embargo, nos encontramos con una cuota mayor de inters por conocer, de sorpresa, de admiracin y respeto por las costumbres americanas. Si bien las representaciones femeninas ms conocidas del Per, siempre mostraron a la Pericholi y a Santa Rosa como dos polos de su sexo, el pecado y la santidad, sin embargo en estos relatos aparece representada Francisca Gamarra, como otro tipo de mujer que, como las anteriores, se enfrent a la sociedad de su tiempo. En particular en estos viajeros se encuentran datos de lo que constituye el espritu francs, un inters por los temas sociales y polticos y los problemas humanos. La descripcin de los paisajes tiene un elemento pictrico; es posible que en ellos existiera el don del dibujo, como un dato bastante frecuente referido a los viajeros decimonnicos. Persiste la mirada colonizadora, aunque tambin aparece un sentido de tolerancia para aquello que es diferente, juntamente con una mirada irnica hacia algunos temas. Sobre todo en el texto de Flora Tristn nos encontramos con una fina intuicin psicolgica, conjuntamente con un anlisis poltico muy profundo. Finalmente, reconocemos el valor que tienen, para nosotros, los viajeros hacia Amrica, ya que acercan el Per de aquellos aos a nuestra percepcin de ese mundo.

Otra tapada, acompaada por un sirviente.

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