Del Estado Homogéneo Al Estado Plural - Luis Villoro

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LUIS VILLORO TORANZO (1922-). Filsofo mexicano y uno de los


intelectuales ms destacados de nuestro pas. Naci en Barcelona,
Espaa. Estudi Medicina, Letras y, posteriormente, Filosofa en la
Universidad Nacional Autnoma de Mxico. Es doctor en Filosofa
por la Sorbona de Pars, la Ludwiguniversitt de Munich, Alemania
y la UNAM. Fue discpulo directo de Jos Gaos y uno de los fundado-
res del Grupo Hiperin dedicado al anlisis losco de lo mexicano.
Ha sido profesor en la Escuela Nacional de Maestros, la Universidad
de Guadalajara y la Universidad Autnoma Metropolitana, la cual
fund.
Fue embajador y delegado permanente de Mxico ante la UNESCO.
En la UNAM, adems de su labor docente, se desempe como Secre-
tario de la Rectora, Coordinador del Colegio de Filosofa, Jefe de la
Divisin de Estudios Superiores de la Facultad de Filosofa y Letras
y miembro de la Junta de Gobierno. Actualmente es Investigador y
Profesor Emrito del Instituto de Investigaciones Filoscas y de la
Facultad de Filosofa y Letras de la UNAM. Es miembro de El Colegio
Nacional y del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la
Repblica. Tambin fue Presidente de la Asociacin Filosca de Mxi-
co, Director de la Revista de la Universidad, fundador y coeditor de
Crtica. Revista Hispanoamericana de Filosofa. Entre las distinciones que
ha recibido destacan: el Premio Nacional de Ciencias Sociales, Histo-
ria y Filosofa 1986; el Premio Universidad Nacional en Investigacin
DEL ESTADO HOMOGNEO
AL ESTADO PLURAL*
Luis Villoro
* Tomado del libro de Luis Villoro, Estado plural, pluralidad de las culturas, de
Editorial Paids, reproducido con la autorizacin de los editores, con nes didcticos,
en cantidades limitadas, para uso exclusivo de los Estudiantes del ITAM.
en Humanidades 1989; el doctorado Honoris Causa de la Universidad
Autnoma Metropolitana 2004; y el de la Universidad de San Nicols
de Hidalgo, Michoacn 2002, cuyo Instituto de Investigaciones Filos-
cas lleva su nombre.
Algunos ttulos de su abundante obra son: Los grandes momentos
del indigenismo en Mxico; El proceso ideolgico de la revolucin de indepen-
dencia; Pginas loscas; La idea y el ente en la losofa de Descartes;
Signos polticos; Estudios sobre Husserl; Creer, saber, conocer; El concepto
de ideologa y otros ensayos; El pensamiento moderno. Filosofa del Rena-
cimiento; Pensadores del siglo XX; Los linderos de la tica; El poder y el
valor. Fundamentos de una tica poltica; Hacia un nuevo proyecto de nacin;
De la libertad a la comunidad y, Los retos de la sociedad por venir.
Del libro: Estado plural, pluralidad de culturas, Mxico, Paids-Facul-
tad de Filosofa y Letras UNAM, 1999, pp. 13-29 y 39-62.
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Nacin, etnia y pueblo

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ivimos un n de poca? Algunos signos parecen indicarlo.
En cualquier caso, entre las ideas de la modernidad que estn
en crisis, hay una que nos afecta a todos en nuestra vida diaria: la
crisis de los Estados nacionales. Pero una de las causas de que
la reexin se embrolle es la ambigedad con que a menudo se usan
los trminos Estado, nacin, nacionalismo y, otros anes como
etnia o pueblo. Empecemos por intentar precisarlos.
Nacin no siempre estuvo ligada a Estado. Su nocin tra-
dicional, anterior a la poca moderna, no implicaba necesariamente
soberana poltica. Muchas naciones podan coexistir bajo el mismo
imperio o reino sin ms vnculo poltico entre ellas que el vasallaje a
un soberano comn.
Para denir un concepto tan lbil se han utilizado distintos crite-
rios, pero en todos suelen estar presentes cuatro condiciones necesa-
rias para poder aplicarlo a una asociacin humana: 1) comunidad de
cultura; 2) conciencia de pertenencia; 3) proyecto comn, y 4) relacin
con un territorio.
1) Son muy pocas las culturas aisladas; desde las pocas ms remo-
tas, se han mezclado, superpuesto, inuido recprocamente. Las demar-
caciones entre ellas son, pues, vagas, imprecisas y cambiantes. En un
mismo pas caben formas culturales correspondientes a clases sociales,
grupos y comarcas diversos. Por otra parte, varias naciones compar-
ten rasgos comunes de cultura. No obstante, no podramos identicar
a ninguna nacin si no admitiramos ciertos caracteres de una cultura
comn, propia de la mayora de sus miembros, que constituye el
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AL ESTADO PLURAL
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cemento mismo que los une en una totalidad ms amplia. Por lo pron-
to, una forma de vida compartida, esto es, una manera de ver, sentir
y actuar en el mundo. Quienes participan de una forma de vida concuer-
dan en ciertas creencias bsicas que conforman un marco de todas las
dems: creencias valorativas sobre los nes superiores que dan sentido
a la vida, criterios generales para reconocer lo que debe tenerse por
razn vlida para justicar una creencia. Una forma de vida comn
se expresa en la adhesin a ciertos modos de vivir y el rechazo de otros,
en la obediencia a ciertas reglas de comportamiento, en el seguimien-
to de ciertos usos y costumbres. Pero tambin se maniesta en una
esfera objetivada: lengua comn, objetos de uso, tecnologa, ritos y
creencias religiosos, saberes cientcos; implica instituciones sociales,
reglas consensadas y rituales cvicos que mantienen y ordenan el
comportamiento colectivo. Una nacin es, ante todo, un mbito compar-
tido de cultura.
La especicidad de una nacin se expresa en la idea que sus
miembros tienen de ella, esto es, en la manera de narrar su historia.
Los relatos pueden diferir segn los valores superiores que eligen los
distintos grupos, pero todos comparten un ncleo mnimo comn, si
se reeren a la misma nacin. Para identicarse, toda nacin acude
a mitos sobre su origen, o bien, a acontecimientos histricos elevados
a la categora de sucesos fundadores. Porque toda nacin se ve a s
misma como una continuidad en el tiempo. Un individuo pertenece
a una nacin en la medida en que se integra en ese continuo.
2) Hay una forma elemental de pertenencia a una nacin: la relacin
familiar, la ascendencia, la sangre. Pero sta no es denitiva; es slo
una incitacin a compartir una forma de vida. Porque se puede
pertenecer a una nacin sin ninguna liga de sangre. Gonzalo Guerrero,
el espaol que, abandonado por los suyos, se asimila al pueblo maya al
grado de formar una familia, vestirse y horadarse las orejas como indio,
se niega a volver a Castilla y lucha con su nuevo pueblo, pertenece a
la nacin maya pese a su nacimiento. Domenico Teotocpulos no deja
de ser castellano por haber nacido en Grecia, ni Rousseau de ser francs,
aunque sea ciudadano de Ginebra.
Permanecer a una nacin es asumir una forma de vida, incorpo-
rarse a una cultura, hacer suya una historia colectiva. No son la
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sangre, ni la raza o el lugar de nacimiento los signos de pertenencia;
tampoco la adscripcin poltica, sino la integracin a una identidad
cultural.
La pertenencia de un individuo a una nacin tiene, por lo tanto,
un aspecto subjetivo. Implica una actitud en la persona que considera
como elemento de su identidad ser parte de un sujeto colectivo. Una
nacin es, pues, una entidad con la que se auto-identican un conjun-
to de personas, por distintas que puedan ser sus caractersticas indivi-
duales o de grupo.
3) Una cultura es continuidad: peso de los acontecimientos pasados
en el presente: tradicin. Pero tambin es proyecto: eleccin de nes
y valores que dan sentido a la accin colectiva. sta comprende la
adhesin a nes colectivos comunes. No nos identicaramos como
miembros de una nacin si no sintiramos, en alguna forma, que
nuestra vida personal depende de una colectividad, que en su suer-
te nos va la nuestra. Una nacin es tambin un asunto de la voluntad.
A ello se refera Renn cuando dena la nacin como un plebis-
cito compartido. Nacin es un grupo humano que decide perdurar
como comunidad. Pertenecer a una nacin no es aceptar la fatalidad
de un origen biolgico, es ligar el sentido de la propia vida a una
suerte comunitaria, esto es, aceptarse como parte de un destino
comn.
4) La nacin es una continuidad en el tiempo, pero tambin en
el espacio. Sus parmetros de referencia son, a la vez, un origen y un
proyecto futuro y algn lugar en la Tierra. Ese lugar no tiene por qu
estar limitado por fronteras precisas, ni siquiera estar ocupado por
la nacin en cuestin. Es un lugar de referencia, que puede revestir
muchas modalidades. Puede ser el territorio real donde se asienta un
pueblo, el hbitat en que se desarrolla su cultura; en los pueblos
agrcolas est delimitado por su asentamiento, en los nmadas se
presenta como un mbito abierto, sin lmites jos. La relacin con un
territorio puede tambin ser simblica. En muchas etnias hay la refe-
rencia a un lugar originario, considerado sagrado, porque de all surgi
el pueblo. A veces este sitio es lejano y su memoria slo se conserva
en los mitos fundadores; otras veces, puede an reconocerse como
parte del territorio ocupado. En algunos casos, la nacin se consi-
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dera ligada a un territorio nuevo, prometido por el dios tutelar, fruto de
futura conquista. De cualquier modo, la unidad de la nacin se concibe
como una continuidad en el tiempo referida a un espacio.
Estas cuatro condiciones se encuentran en toda nacin. Sin embar-
go, segn el mayor nfasis puesto en una u otra, podramos distinguir
dos clases de naciones. Llammoslas histricas y proyectadas.
En las primeras, el origen y la continuidad cultural son los ejes de
la identidad nacional, los que miden la pertenencia a ella. El reco-
nocimiento de la nacin est basado en las costumbres y creencias
colectivas, instauradas por una historia y legitimadas por la aceptacin
comn. La nacin deriva de un pasado; herencia es destino. En las
naciones proyectadas, en cambio, el nfasis pasa de la aceptacin
de una identidad heredada a la decisin de construirla. La pertenencia
a la nacin se mide por la adhesin a un proyecto hacia el futuro,
decidido en comn. La nacin proyectada puede rechazar una nacin
histrica antecedente e intentar forjar sobre sus ruinas una nueva
entidad colectiva. Debe entonces reconstruir el pasado para volver-
lo conforme a su proyecto. Si la nacin histrica funda su identi-
dad en su origen y transcurso en el tiempo, la proyectada la
construye mediante una decisin voluntaria. En aqulla, de la histo-
ria nace el proyecto nacional; en sta, del proyecto nacional se origina
la interpretacin de la historia. Como veremos en seguida, mientras las
naciones tradicionales corresponden predominantemente a la primera
clase, el Estado-nacin moderno forma parte de la segunda.
En la actualidad, nos es difcil pensar en la nacin sin un vncu-
lo poltico con un Estado unicado, pero esta dicultad proviene
de la concepcin moderna de los Estados nacionales; corresponde
a un momento preciso de la historia de Occidente. Cierto: la nacin
en su sentido tradicional, como comunidad cultural y proyecto
compartido, tiene que incluir alguna organizacin poltica que haga
posible la vida en comn. Pero sta es muy variable. Si entendemos
por Estado un poder poltico y administrativo unicado, sobera-
no, sobre un territorio limitado, que se reserva en l el monopolio
de la violencia legtima, no siempre las naciones han coincidido con
un Estado.
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La identicacin del Estado con la nacin (a cada nacin un Estado
soberano, para cada Estado una nacin unicada) es como recorda-
remos en seguida una invencin moderna. Pero ni siquiera en nuestra
poca responde a la realidad. En efecto, pueden detectarse variadas
formas de relacin entre Estados y naciones. Existen Estados con una
multiplicidad de nacionalidades en su seno (Espaa, Rusia, Canad,
Blgica, la India); Estados federales que reconocen variantes regio-
nales dentro de una nacionalidad hegemnica (Alemania); Estados
con una nacionalidad dominante y otras minoritarias (China, Mxico).
A la inversa, hay naciones divididas en varios Estados (kurdos, arme-
nios, mongoles, massai) o aun naciones sin Estado (palestinos). Los
Estados que coinciden con una unidad nacional son, en realidad, la
excepcin (Francia, Suecia, Pases Bajos, tal vez).
Por eso se entienden los mltiples casos en que una nacin pre-
cede a su constitucin como Estado, o bien, una vez constituido, se
opone a l. En Amrica Latina, por ejemplo, la conciencia de la perte-
nencia a una nacin especca precedi a su establecimiento como
Estado. La nacin se form en la mentalidad de un grupo criollo en
la segunda mitad del siglo XVIII, antes de pretender para ella la sobe-
rana poltica. La exigencia de constituir un Estado independiente
provino de una conciencia nacional previa. La nacin mexicana, colom-
biana o argentina, en la mente de un grupo reducido, es anterior al
Estado nacional. A la nacin, en ese estadio previo a su constitucin
como un nuevo Estado, podramos llamarla protonacin. Una situacin
semejante se dio en muchos procesos de descolonizacin. La recla-
macin de soberana poltica fue consecuencia de un previo desper-
tar de la idea de pertenencia a una nueva nacin. Sin embargo, no en
todos los casos la conciencia de pertenencia a una nacin conduce a
la reivindicacin de un Estado independiente; puede desembocar
igualmente en una lucha por alguna forma de autonoma dentro del
Estado, que garantice el desarrollo de la propia cultura.
Es diferente la manera como un individuo pertenece a una nacin
o a un Estado. La pertenencia a una nacin se dene por una autoiden-
ticacin con una forma de vida y una cultura; la pertenencia a un
Estado, por sumisin a una autoridad y al sistema normativo que
establece. Pertenecer a una nacin es parte de la identidad de un suje-
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to; pertenecer a un Estado, en cambio, no compromete a una eleccin
de vida. Podemos aceptar el dominio de un Estado slo por miedo
o por conveniencia; en cambio, asumirnos como parte de una nacin
implica elegir un rasgo de nuestra personalidad. Por eso, cambiar de
pasaporte es algo trivial, que no afecta nuestra identidad, mientras
que dejar de prestar adhesin al pueblo al que pertenecemos es trasto-
car ciertos valores cuya eleccin forma parte de nuestro ser.
Estado y nacin responden a necesidades bsicas diferentes. La
nacin satisface el anhelo de todo hombre de pertenecer a una co-
munidad amplia y de armar su identidad en ella. El Estado cumple
otro valor igualmente universal: el de la seguridad y el orden. Para
establecer la paz y desterrar la guerra de todos contra todos es pre-
ciso la sumisin a un poder soberano. Las funciones del Estado pueden
sobreponerse parcialmente a las de la nacin o naciones que domina,
pero no se identican con ellas porque ambas son distintas. Al garan-
tizar la paz y el orden en el interior y la defensa frente al exterior, el
Estado tiene que procurar tambin cierta convivencia equitativa y cierto
desarrollo de todos los pueblos que lo componen, pero no puede
suplir la conciencia de pertenencia personal y de identidad comn que
corresponden a la nacin.
En principio, por lo tanto, podra haber un Estado sin nacin y
una nacin sin Estado. Lo primero consistira en una misma situacin
de dominio poltico sobre un conjunto de individuos pertenecientes
a culturas diferentes, o bien, sobre grupos sociales con pertenencias
y proyectos diversos. Una nacin sin Estado, en cambio, sera una
sociedad que compartiera cultura e historia comunes, pero no hubie-
ra establecido un poder coactivo sobre ella. Si el Estado nace de la
necesidad de eliminar el conicto a muerte entre los miembros de
la sociedad, la nacin sin Estado correspondera a una sociedad sin
conictos. Pierre Clastres la ha detectado en algunas sociedades ind-
genas de Amrica y ciertas utopas la han imaginado como n de
la historia.
Otros dos trminos, etnia y pueblo tienen relacin estrecha con
el de nacin. Etnia es un trmino nuevo. En las ciencias sociales
slo se emple a partir del siglo XX, en competencia con otros neolo-
gismos eruditos como etnos o grupo tnico. Al principio se us
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en un sentido muy amplio, para designar a un grupo que comparte
una cultura. A este signicado corresponde la denicin de Roland
Brton: Un grupo de individuos vinculados por un complejo de
caracteres comunes antropolgicos, lingsticos, poltico-histricos,
etc. cuya asociacin constituye un sistema propio, una estructura
esencialmente cultural: una cultura. [Brton, pp. 10 y ss.]. En este
sentido amplio, etnia presenta notas comunes con nacin en la
acepcin que vimos antes, la cual no incluye necesariamente el
Estado. Con todo, el concepto de etnia tiende a aplicarse a comu-
nidades de cultura no necesariamente ligadas a un territorio; tampoco
incluye la voluntad de constituirse en nacin. Puede no incluir, por
lo tanto, las condicionales 3 y 4 de nuestra denicin de nacin
As, la pertenencia a una etnia puede darse en individuos o grupos
pequeos de inmigrantes en grandes ciudades, que han perdido rela-
cin con su territorio de origen y no reivindican una nacionalidad
propia. Por eso, en un sentido ms restringido, etnia suele aplicar-
se al conjunto de individuos vinculados por el uso de una lengua o
dialecto particular. Una nacin considerada como unidad de cultura
y de proyecto histrico, podra incluir varias etnias que dieren en
los dialectos utilizados. Por ejemplo, los tzotziles, tzeltales, tojola-
bales y mames podran considerarse etnias componentes de una
nacin maya. En este sentido, nacin sera una o varias etnias
que conservan un patrn de cultura comn, una unidad histrica y
una referencia territorial. Otras etnias, en cambio, pueden constituir
minoras dispersas en una sociedad, sin guardar su unidad. A dife-
rencia de stas, las que forman una nacin pueden manifestar un
proyecto histrico comn y una exigencia de autodeterminacin
frente a otros grupos.
En realidad, el concepto de etnia slo tiene aplicacin en la interre-
lacin entre distintos grupos, de races culturales diferentes, en un
mismo espacio. De all la importancia de la identicacin para la
adscripcin de una etnicidad a un grupo. Grupos tnicos o etnias
pueden entenderse como colectividades que se identican ellas mismas
o son identicadas por los otros precisamente en trminos cultura-
les. Las etnias se constituyen as en interrelacin con otros grupos,
dentro de un espacio poltico. Pueden reivindicar una nacionalidad
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o considerarse como una minora dentro de una nacin o un
Estado. Pero esa distincin no deja de ser contextual y variar segn
las circunstancias de las relaciones polticas entre los distintos
componentes sociales de una nacin multicultural. Segn sea su
autoidentificacin cultural y sus reivindicaciones sociales y pol-
ticas, un grupo que comparte una misma cultura podr calicarse de
nacin o de minora dentro de una nacin ms amplia. El trmi-
no genrico de pueblo podra emplearse entonces para hablar de
ambas.
Pueblo es un trmino vago que lo mismo podra aplicarse a
un clan, a una tribu, a una etnia, a una nacionalidad o a un Estado-
nacin. Sin embargo, en el derecho internacional actual ha adquiri-
do especial importancia por aparecer ligado al derecho de autode-
terminacin. Antes de la Segunda Guerra Mundial, el derecho
internacional no haba incorporado ninguna mencin expresa de
un sujeto colectivo. Desde su constitucin, en cambio, la ONU yux-
tapuso a los derechos individuales la gura de derechos de los
pueblos. La Carta de las Naciones Unidas de 1948 estableci en su
artculo primero el principio de la igualdad de derechos de los pueblos
y su derecho a la autodeterminacin, principio que se vuelve a formu-
lar en el artculo 55. Pero el concepto de pueblo no lleg a denirse
expresamente. Algunos juristas han tratado de extraer el sentido en
que es usado en resoluciones especcas. Para A. Critescu, las Nacio-
nes Unidas toman en cuenta al menos dos caractersticas para aplicar
el concepto de pueblo a una entidad colectiva: poseer una identi-
dad evidente y caractersticas propias y adems una relacin con
un territorio, aun si el pueblo en cuestin hubiera sido expulsado
injustamente de l y reemplazado por otra poblacin. M. Gross
Espiell, por su parte, cree poder extraer de las resoluciones de la ONU
el siguiente signicado de pueblo: Cualquier forma particular
de comunidad humana unida por la conciencia y la voluntad de consti-
tuir una unidad capaz de actuar en vistas a un porvenir comn.
Esos intentos de denicin incluyen en el concepto pueblo las notas
con las que antes caracteric a las naciones, coincidan stas con un
Estado o no. Las naciones deben considerarse, en efecto, pueblos
con derecho a la autodeterminacin.
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La relacin de pueblo con etnia no es, en cambio, tan clara.
Tanto en el uso comn como en el jurdico no suele calicarse de
pueblo a un conjunto de individuos del mismo origen tnico, pero
que no se encuentran agrupados y no tienen conciencia de compar-
tir una identidad y un proyecto comunes, por ejemplo, los inmigrantes
asiticos o norafricanos en Inglaterra, Francia o Alemania o los chinos
en Indonesia. Tampoco suele llamarse pueblo a etnias que no conser-
van ninguna liga real con un territorio, como los negros en Estados
Unidos, descendientes de africanos pertenecientes a diferentes nacio-
nes, o los nietos de ingleses en Chile o en Argentina. Cuando mucho, si
mantienen una cohesin de grupo y reivindican un estatuto social
especco, podrn denominarse minoras. As, pueblos seran
tambin, adems de las naciones, las etnias asentadas en un territo-
rio delimitado, que tengan conciencia y voluntad de una identidad
colectiva; pero no las etnias sin relacin con un territorio, cuyos indivi-
duos estn diseminados en otras poblaciones; tampoco las que carez-
can de una voluntad de compartir un proyecto comn dentro de una
nacin.
Los nicos pueblos reales seran entonces las naciones y las etnias
con las caractersticas sealadas. A ellas correspondera el derecho
de autodeterminacin.
En cambio, un Estado no es un pueblo, sino un poder poltico
que se ejerce sobre uno o varios pueblos, o bien, sobre una parte de
un pueblo.
El Estado-nacin homogneo
El Estado-nacin es un invento reciente en la historia de Occidente.
Es probable que, durante muchos siglos, las agrupaciones humanas
no hayan tenido necesidad de un sistema permanente de autoridad.
Sociedades sin un dominio poltico duradero de un sector sobre los
dems pudieron haber subsistido durante mucho tiempo. Sin embargo,
cuando, por diversas razones, surge el conicto interno entre los
miembros de la sociedad, o cuando la guerra contra el extrao exige
una unidad de mando, tiene que crearse una estructura, de autori-
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dad permanente que garantice el orden en el interior y la defensa
frente al exterior. El Estado se sobrepone entonces a la sociedad.
Pero los primeros Estados no coinciden con naciones; ejercen su autori-
dad slo sobre una comunidad limitada a un pequeo territorio,
rodeada a menudo por otros asentamientos cuyos habitantes hablan
la misma lengua, comparten creencias semejantes y participan de la
misma matriz cultural. Las ciudades-Estado de la antigua Mesopo-
tamia, de la India, de Grecia o del pueblo maya pueden considerarse
partes de una cultura amplia que las abarca a todas. Sera excesivo
decir que cada pequea ciudad-Estado fuera una nacin, en el senti-
do que la denimos antes; era slo una organizacin poltica en el
seno de una nacionalidad que no se haba dotado de una estructura
poltica propia.
Ms tarde, cuando una misma autoridad poltica y militar se extien-
de sobre varias ciudades y comarcas, sometiendo a su dominio
sociedades diversas, tampoco coincide necesariamente esa estructu-
ra de dominio con una comunidad de cultura. En los imperios antiguos
era la regla distinguir entre Estado y nacin. Un mismo dominio polti-
co y militar se extenda sobre una multiplicidad de etnias y naciones
que conservaban sus diferencias. Su unin se llevaba a cabo slo en
la cspide. El poder imperial exiga obediencia a los mandatos del
centro, sumisin a sus fuerzas armadas y a su estructura administra-
tiva y prestacin de cargos y servicios, pero no afectaba la pertenencia
de los individuos a distintas comunidades, con culturas, modos de
vida y costumbres diversas. El Imperio romano, por ejemplo, era un
conglomerado de pueblos que conservaban sus usos y costumbres,
y aun sus instituciones sociales y sus poderes regionales, unicados
por su sumisin al poder central, a su ejrcito y a su dominacin
jurdica y administrativa. En el otro extremo del mundo, los aztecas
ejercan su dominio mediante la imposicin de tributos a los pueblos
vencidos, la obligacin de ayuda militar y algunas restricciones comer-
ciales. En uno y otro caso, la dominacin central era compatible con
la persistencia de las peculiaridades de los pueblos sometidos, sus
organizaciones sociales y su cultura. El smbolo de la aceptacin de
una pluralidad cultural era la incorporacin de los dioses de los pueblos
vencidos al panten de los vencedores.
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En la Edad Media, la referencia de los individuos a entidades
colectivas es doble. Por una parte, toda persona se considera miembro
de la Cristiandad, ms all de la regin o nacin a que pertenezca;
sta es una referencia universal y abstracta. En palabras de Luis
Weckman:
La Edad Media que trata de vivir en la prctica el ideal de la
Repblica cristiana es ajena, por su constitucin propia [...] a toda idea
particularista de nacionalismo. Predomina en este perodo histri-
co el concepto de que todos los hombres, por el hecho de ser cristianos,
viven en una comunidad universal, en un consensus que los incluye
a todos.
Pero esa referencia universal no poda satisfacer la necesidad de
pertenencia a una comunidad concreta. As, contina el propio
Weckman:
Al lado de ese hogar comn que la civilizacin romana heredara
a las generaciones primeras del Medioevo, existi un sentimien-
to ms ntimo y callado, de amor a la localidad nativa, de patriotismo
local que Roma, con su gran sabidura poltica, protegi y conjug
con la idea imperial mediante la creacin del sistema municipal.
Este sentimiento de orgullo y amor locales en manera alguna se
opona o contradeca al sentimiento de la comunidad universal que
Roma misma encarnaba.
La adhesin al Imperio sacro-germano y a la Iglesia romana
simbolizaba la pertenencia de todo hombre a una comunidad univer-
sal; la igualdad de derechos, por lo tanto, de toda persona y de toda
sociedad particular; la pertenencia a una regin, a una etnia, a una
cultura, satisfaca, en cambio, la necesidad personal de integracin
en una comunidad concreta. Entre ellas no haba an lugar para un
Estado nacional.
El primer paso en la constitucin de Estados nacionales dentro
de la Cristiandad ocurre ya en los nes de la Edad Media. El rey
francs es el primero en darlo. En el siglo XIV, Felipe el Hermoso
declara la independencia del rey frente al Imperio e inicia la carrera
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que conducir a los dems reinos a actuar, dentro de un territorio
delimitado, con independencia tanto del emperador como del papado.
Sin embargo, el proceso de unicacin bajo un solo poder soberano
es lento. La historia de las grandes monarquas europeas puede verse
como una pugna entre la tendencia unicadora y centralista de los
reyes y la persistencia del sentimiento de pertenencia a nacionalidades
con culturas diversas. An en la nacin que logra una mayor unifor-
midad, Francia, la denominacin comn de franceses era todava
una novedad en el siglo XVII. Gran Bretaa nunca llega a ser una
nacin unicada. Subsistieron siempre en la isla culturas diferencia-
das, como la galesa y la escocesa. Espaa puede verse an como un
conjunto de naciones cuyo vnculo es el sometimiento a una misma
soberana estatal. Y ste es justamente el argumento ms slido que
esgrimirn los intelectuales criollos en favor de la independencia
de los nuevos pases hispanoamericanos: las naciones americanas
son vasallas del rey, pero no de Castilla.
La ruptura del Imperio cristiano y el inicio de los Estados nacio-
nales recibe una justicacin terica en las doctrinas de Jean Bodin
y, ms tarde, de Thomas Hobbes. El concepto de soberana del Estado,
no sujeto a ninguna otra ley superior, con un mbito de aplicacin en
un territorio geogrco delimitado por fronteras precisas, consagra
la divisin del mbito universal de la Republica cristiana, en varios
Estados nacionales separados y opuestos. De esta manera comenta
Weckman, el Estado moderno viene a quedar entronizado como una
comunidad exclusiva, como una sociedad humana perfecta en s que
no admite ser parte de una sociedad mayor, ni requiere y legalmen-
te aun puede ignorar la existencia de otras sociedades humanas
al lado.
El Estado-nacin moderno logra su consolidacin denitiva con
las revoluciones democrticas de los siglos XVIII y XIX. La soberana
no se adjudica ya a una persona o a un grupo, sino a la totalidad de
los ciudadanos que componen una nacin. La nacin no se con-
cibe separada del Estado soberano ni ste de aqulla. Siguiendo el
contractualismo en boga, el Estado-nacin es concebido como una
asociacin de individuos que se unen libremente por contrato. La
sociedad no es vista ya como la compleja red de grupos dismbolos,
asociaciones, culturas diversas, que ha ido desarrollndose a lo largo
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de la historia, sino como una suma de individuos que convienen en
hacer suya una voluntad general. Slo as se pasar de una asociacin
impuesta por una necesidad histrica, a otra basada en la libertad
de los asociados. La expresin de la voluntad general es la ley que rige
a todos sin distinciones. Ante la ley todos los individuos se unifor-
man. Nadie tiene derecho a ser diferente. El nuevo Estado establece
la homogeneidad en una sociedad heterognea. Descansa, en efecto,
en dos principios: est conformado por individuos iguales entre s,
sometidos a una regulacin homognea. El Estado-nacin, consagrado
por las revoluciones modernas, no reconoce comunidades histricas
previamente existentes; parte desde cero, del estado de naturaleza,
y constituye una nueva realidad poltica. El pacto federal entre los
Estados de Nueva Inglaterra constituye a la nacin estadounidense.
En Francia, el nuevo concepto de nacin se utiliza por primera vez
en la esta de la Federacin de 1731, en que los representantes de
todas las provincias formalizan el contrato social que habra de conver-
tirlas en una sola patria unicada. En Amrica Latina, los congresos de
Chilpancingo y de Angostura proclaman el nacimiento de nuevos
Estados nacionales, que libremente se constituyen a partir de un
acto voluntario.
La nacin emana de la voluntad del pueblo. Pero, qu se
entiende entonces por pueblo? Frente a la idea de pueblo como
grupo con una identidad propia, se entiende ahora por ese trmino
la suma de ciudadanos individuales, con independencia de su situa-
cin social, de su pertenencia a determinadas comunidades, clases,
culturas. La nacin moderna no result de la asociacin de grupos,
estamentos, comunidades, naciones distintas; fue producto de una
decisin de individuos que comparten una sola cualidad: ser ciuda-
danos.
Esta idea nueva de pueblo y de nacin rompe con la nocin
tradicional. Un pueblo cticio de individuos abstractos reemplaza
a los pueblos reales; una nacin construida, a las naciones histricas.
El individuo no se encuentra con la nacin, tiene que forjarla. Porque
la nacin no es vista como el mbito cultural al que pertenece una
persona concreta, sino como un espacio pblico que resulta de las
decisiones voluntarias de sus miembros. Hay que constituir esa
nacin; el Estado es garante de su construccin. El Estado-nacin
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moderno impone un orden sobre la compleja diversidad de las socie-
dades que lo componen. En la heterogeneidad de la sociedad real debe
establecer la uniformidad de una legislacin general, de una adminis-
tracin central y de un poder nico, sobre una sociedad que se gu-
ra formada por ciudadanos iguales. De all que el Estado debe borrar
la multiplicidad de las comunidades sobre las que se impone y esta-
blecer sobre ellas un orden homogneo. Tiende, pues, a destruir, o al
menos a ignorar, las asociaciones intermedias. Est en contra de la
divisin en cuerpos, culturas diferenciadas, etnias o naciona-
lidades; no admite ninguna clase de fueros o privilegios.
De all que, al integrarse al Estado-nacin, el individuo debe hacer
a un lado sus peculiares rasgos biolgicos, tnicos, sociales o regionales,
para convertirse en simple ciudadano, igual a todos los dems. La
funcin de ciudadano hace abstraccin de toda diferencia, lo despoja
de su pertenencia a comunidades concretas para, en igualdad de condi-
ciones con todos los dems individuos, formular un nuevo contrato
social, un contrato segn el cual el individuo ha de ser extirpado
de su comunidad de origen, para reintegrarlo a una nueva socie-
dad de leyes.
A la unidad del Estado, creado por la voluntad popular, debe
corresponder la unidad de una sola nacin. Es menester construir,
partir de las diversidades, un conglomerado homogneo. Este proce-
so es lento, puede durar muchos aos, porque tiene que vencer la
resistencia de los grupos diferenciados de que se compone la sociedad.
Pero la homogeneizacin de la sociedad no obedece a un plan arbi-
trario: es un requisito de la modernizacin del pas. Se impone como
una necesidad a los grupos que quieren pasar de una sociedad agraria
a otra mercantil e industrial. Desde el inicio del capitalismo, las burgue-
sas urbanas buscaron aliarse con la Corona para reducir los privilegios
de la nobleza y de los gremios y suprimir las prerrogativas regionales
que ponan trabas a la libre circulacin de mercancas y al estableci-
miento de polticas econmicas uniformes. El despotismo ilustrado
de la segunda mitad del siglo XVIII ya haba avanzado considerable-
mente, para consolidar el poder real, en el establecimiento de una
administracin centralizada eciente y en la promulgacin de reglas
generales de intercambio y distribucin econmicas. Con las revolu-
ciones liberales, ese proceso llega a su trmino. El capitalismo moderno
17
requiere de un mercado unicado, que rompa el aislamiento de las
comunidades agrarias y la introversin de las culturas arcaicas y haga
saltar las barreras que impiden la comunicacin, en todas las comar-
cas, de mano de obra, capitales y mercancas. El paso a una sociedad
industrial y mercantil tiene como condicin la uniformidad en los
pesos y medidas, la generalizacin de una moneda nica, la abolicin
de los impuestos locales y alcabalas, la facilidad de comunicaciones,
la uniformidad de reglas de propiedad y de intercambio. El estableci-
miento de un mercado uniforme es paralelo a la uniformidad jurdica
y administrativa que, a la vez que favorece a un poder central, igua-
la en derechos a la emprendedora clase media (la burguesa) con la
aristocracia.
La homogeneizacin de la sociedad se realiza sobre todo en el
nivel cultural. Unidad de lengua antes que nada. En los pases con
diversidades culturales es indispensable un instrumento de comu-
nicacin nico. Una cultura hegemnica impone su lengua tanto en
las relaciones administrativas y comerciales, como en la legislacin.
Pero sobre todo se arma mediante la educacin, porque la educa-
cin uniforme es el mejor instrumento de homogeneizacin social.
El Estado-nacin se consolida al someter a todos sus miembros al
mismo sistema educativo. La unidad en los distintos niveles, econmi-
co, administrativo, jurdico, educativo, constituye una nueva unifor-
midad de cultura. A las culturas nacionales y locales se agrega as una
cultura en el mbito territorial del Estado. En el caso de los Estados
multiculturales como el espaol o los indoamericanos es la cultu-
ra de una nacin hegemnica Castilla la que sustituye a la multiplici-
dad de culturas nacionales. Y esta sustitucin slo puede realizarla el
poder pblico.
El nacionalismo resume Gellner es esencialmente la imposi-
cin general de una cultura desarrollada a una sociedad en que hasta
entonces la mayora, y en algunos casos la totalidad de la poblacin,
se haba regido por culturas primarias. Esto implica la difusin
generalizada de un idioma mediatizado por la escuela y supervisado
acadmicamente, codicado segn las exigencias de una comuni-
dad burocrtica y tecnolgica mdicamente precisa. Supone el estable-
cimiento de una sociedad annima e impersonal, con individuos
18
atomizados intercambiables que mantiene unidos por encima de
toda una cultura comn del tipo descrito, en lugar de una estruc-
tura compleja de grupos locales previa, sustentada por culturas
populares que reproducen local e idiosincrsicamente los propios
microgrupos.
Con la reserva de que en muchos casos las culturas desplazadas
por la cultura hegemnica no son primarias sino corresponden a
naciones histricas, provistas de una matriz cultural propia (las nacio-
nes indgenas previas a la conquista; Catalua o Pas Vasco en la propia
Espaa), esa apreciacin de Gellner es aplicable a la conformacin
de cualquier Estado-nacin.
La homogeneizacin de la sociedad nunca consisti, de hecho, en
una convergencia de las distintas culturas y modos de vida regiona-
les en uno que los sintetizara, sino en la accin de un sector dominante
de la sociedad que, desde el poder central, impuso su forma de vida
sobre los dems. Los nuevos Estados nacionales se forman a partir
del programa decidido por un sector social que se propone la trans-
formacin del antiguo rgimen para formar una sociedad homog-
nea. Es el proyecto de las monarquas ilustradas primero, el de una
clase media revolucionaria despus, el que crea el Estado-nacin
desde el poder. En las viejas monarquas corresponde a los intereses de
una burguesa ascendente frente a la aristocracia; en los pases coloni-
zados, a una intelligentsia autctona occidentalizada. En todos los casos,
el Estado-nacin nace de la imposicin de los intereses de un grupo
sobre los mltiples pueblos y asociaciones que coexisten en un territorio.
El trnsito al Estado-nacin consolida tambin un dominio poltico.
[]
Un ejemplo histrico: el Estado-nacin mexicano
El proceso de constitucin de un Estado-nacin podra ilustrarse con
varios ejemplos. Escojo uno por ser el que conozco mejor: el caso de
Mxico.
19
La colonizacin espaola se acompa por la destruccin de los
Estados precolombinos. Apenas quedaron rastros de las antiguas
culturas; sus elites intelectuales y religiosas fueron sacricadas, sus
libros quemados, sus ciudades arrasadas. Nunca haba conocido la
historia genocidio comparable. Sin embargo, debajo de sus ruinas
sobrevivi la vida antigua.
Los tres siglos de la Nueva Espaa presentaban dos caras. Por una
parte, la dominacin de los pueblos antiguos por un sistema esta-
mentario que reservaba la cima al grupo europeo. La situacin da
lugar a varias formas de resistencia: desde luego, las mltiples rebelio-
nes armadas de carcter local, pero sobre todo, la lucha sorda, perma-
nente de las comunidades indias para conservar sus territorios y
mantener sus usos y costumbres, apelando a la maraa de leyes vigen-
tes o a la resistencia pasiva. Porque, por su otra cara, la colonia ofreca
cierto espacio jurdico y social para la persistencia de las culturas
indias. Dos fuerzas dismbolas, las rdenes religiosas y la Corona,
lograron levantar barreras contra la opresin de conquistadores y
encomenderos sobre la antigua poblacin. Los derechos de los ind-
genas, aunque disminuidos por un paternalismo que los consideraba
menores de edad, fueron reconocidos en las Leyes de Indias; las
repblicas de indios, separadas de los espaoles, ofrecieron un
refugio donde se preserv parte de la especicidad de las viejas
culturas. Incluso se hablaba de naciones al referirse a los pueblos
originarios; stos conservaron una organizacin de base: la comuni-
dad indgena. En ella se conservan, en gran parte, costumbres e institu-
ciones antiguas, en sincretismo con las creencias y formas de vida
cristianas; las comunidades mantienen el rgimen comunal de la tierra,
los servicios y el espritu comunitario, el nombramiento directo de
sus propias autoridades; de hecho, tienen cierta autonoma frente a
las autoridades coloniales. En realidad, como observa Miguel Len-
Portilla, conservan su identidad como pueblos originarios, aun cuando
acomodndola a las circunstancias en que han tenido que vivir.
Desde los comienzos de la Nueva Espaa, algunos criollos, descen-
dientes de espaoles, empiezan a albergar un sentimiento de su
especicidad frente a la Pennsula. Pero es en la segunda mitad del
20
siglo XVIII cuando ese sentimiento se convierte, poco a poco, en concien-
cia de una nueva nacionalidad. Antes de concebir siquiera la inde-
pendencia, un grupo de criollos ilustrados comienza a pensar en
trminos de una nueva nacin, cuyos intereses y maneras de ver la
vida dieren de los de Espaa. Empieza a dibujarse un proyecto de
la que llam antes protonacin. sta no se identica con ninguna
de las naciones histricas anteriores; diere de Castilla, con la que
se quiere en plan de igualdad, pero tambin de las naciones indge-
nas, ajenas a su cultura. Slo puede ser una entidad indita, vislum-
brada para el futuro, Ella tendr que revisar su propia historia, en
funcin de su proyecto, tarea que empiezan a realizar los ilustrados
novohispanos.
Quienes ms tarde llegan a reivindicar la nueva nacin son
los letrados, criollos y mestizos, de una clase media, desplazados
de los puestos importantes por los europeos e incapaces, a la vez, de
identicarse con los pueblos indios. Su marginacin de la sociedad
real slo puede suplirse por la imaginacin de una sociedad nueva,
en la que ocuparan el lugar que creen corresponderles. En una prime-
ra etapa slo reivindican para la Nueva Espaa el estatuto de una
nacin sbdita del rey y no de un Estado soberano. Alegan la existen-
cia de una constitucin originaria, por la que los pases de Amrica
no seran colonias, sino naciones bajo la comn sumisin a un Estado
monrquico multinacional, con igualdad de derechos a Castilla
o Aragn. Ese intento se radicaliza ms tarde; entonces surge el proyec-
to del Estado-nacin soberano, bajo la inuencia de las ideas de las
revoluciones democrticas en curso. El nuevo Estado-nacin se
proclama primero en Apatzingn y luego, en 1924, en la primera
Constitucin del Mxico independiente. La soberana recae en el
pueblo, entendido como el conjunto de individuos iguales en dere-
chos; desaparecen las distinciones entre sujetos de pueblos diferen-
tes dentro del Estado: ya no hay criollos, ni castas, ni indios, todos
son ciudadanos. En realidad, la constitucin del nuevo Estado es obra
de un grupo de criollos y mestizos que se impone a la multiplicidad
de etnias y regiones del pas, sin consultarlos. Los pueblos indios no
son reconocidos en la estructura poltica y legal de la nueva nacin.
21
Como indica Bartolom Clavero, el indgena, el indio, resulta que
ahora no existe jurdicamente.
En los pases de Amrica del Sur, el grupo criollo logra realizar
la independencia. En Mxico, en cambio, tiene que llamar a las clases
bajas, indios y castas, en su ayuda. En este pas, el proceso de inde-
pendencia incluye una rebelin popular amplia. A la postre es
derrotada, pero deja el rastro de una idea de nacin diferente, que
habr de revivir un siglo ms tarde. Las turbas que siguen a Hidalgo
y a Morelos estn compuestas por indios del campo, negros de las
haciendas del sur, trabajadores mineros, plebe de las ciudades. Poco
saben de la instauracin de una repblica y en nada les conciernen los
congresos inventados por los letrados criollos. Sus intereses son locales,
estn ligados a sus territorios, a sus pueblos. Su concepcin de la socie-
dad no es individualista, est impregnada de valores comunitarios.
Hidalgo y Morelos los entienden cuando restituyen a los pueblos la
propiedad comunal de las tierras; medida, por cierto, que los congre-
sos constituyentes, siguiendo una ideologa liberal, no se ocuparon
de refrendar.
El movimiento popular es aplastado. Frente a l triunfa, en el
siglo XIX, la concepcin del Estado homogneo e individualista, propia
de las clases medias. Esta idea se impone a los pueblos indgenas sin
su consentimiento expreso. Los dos siglos de vida independiente
pueden verse, desde entonces, bajo una luz: la contraposicin de dos
corrientes que responden a ideas distintas de la nacin. Por un lado,
la construccin del Estado-nacin moderno, que haba imaginado el
grupo fundador; por el otro, la resistencia de las comunidades que
no encajan en ese proyecto.
La nueva nacin no tiene antecedentes histricos. Hay que cons-
truirla a partir del Estado. Si la concepcin de una protonacin,
en la conciencia de un grupo, haba precedido a la constitucin del
Estado independiente, ahora es el Estado el que debe forjar la nacin
proyectada. sa fue tarea de varias generaciones.
Ese proyecto se precisa en el programa liberal y empieza a reali-
zarse con la repblica restaurada. Es la primera expresin cabal de
una poltica de modernizacin del pas. Comprende, en lo jurdico, la
vigencia de un Estado de derecho bajo una ley uniforme; en lo social,
22
la homogeneidad de todos los ciudadanas frente al Estado; en lo
poltico, la democracia representativa; en lo econmico, el desarro-
llo capitalista. Su ideal es el de una patria unida de ciudadanos iguales
ante la ley.
El federalismo es una variante de ese proyecto. La federacin
que se instaura no corresponde a la diversidad real de los pueblos que
integran la nacin. Muy a menudo, las fronteras de los estados fede-
rales son el producto de intereses polticos locales o intentan dar solucin
a conictos de poder circunstanciales. Territorios ancestrales de pueblos
indios, con races culturales comunes, son divididos arbitrariamente
entre varios estados, otros quedan incluidos como una parte de un
estado de mayora mestiza. El federalismo es una expresin ms del
ideal de una patria unida, constituida no por culturas diversas, sino
por individuos iguales entre s.
Por eso la repblica liberal termina con los cuerpos constitui-
dos. Por la misma razn, asesta un golpe mortal a las comunidades
indgenas. Durante el perodo colonial, las comunidades haban subsis-
tido en su diversidad; la Corona las protegi contra los encomenderos,
porque ellas eran la base de su sistema impositivo. Los liberales, en
cambio, eran fanticos de la propiedad privada, en la que vean al
igual que los neoliberales, sus herederos actuales la fuente de todo
progreso econmico. En consecuencia, la Ley Lerdo, de 1856, decla-
raba el n del ejido y decretaba la apropiacin individual o familiar
de las tierras comunales. Despus de su triunfo, la repblica liberal
abola los decretos de Maximiliano sobre restitucin de las tierras
indgenas. La disolucin de las comunidades comenta Fernando
Escalante era un objetivo explcito de la desamortizacin, y no poda
ser de otro modo. El modelo liberal de Estado exiga la supresin
de esas lealtades locales, y la uniformidad de la autoridad estatal.
Necesitaba fundar su dominio sobre una sociedad de individuos:
no poda negociarlo con cuerpos y comunidades.
Pero la resistencia a la imposicin de ese modelo de Estado subsiste
durante todo el siglo XIX. Ante todo, las rebeliones de los pueblos
indios. Recordemos las sublevaciones de los mayas en Yucatn, de
los yaquis en el Norte y las numerosas revueltas etnicas que asuelan
23
el siglo XIX. Pero son tambin las resistencias locales a los rasgos
ms obvios de la imposicin del Estado sobre las comunidades: la
privatizacin de la tierra, el pago de impuestos, la leva. La sociedad
real chocaba con el Estado gurado en la mente de los liberales porque
ese proyecto no responda a las necesidades y comportamientos
de gran parte del pas.
Los conictos que desgarran la nacin independiente en el siglo XIX
tienen causas variadas, pero un punto de vista para comprenderlas
es la enorme separacin del pas histrico, constitudo por comuni-
dades y pueblos diversos, y el modelo de un Estado homogneo.
En el proyecto liberal, la voluntad se anticipaba a la situacin para
crear en ella una nueva nacin, a partir del poder poltico. Busta-
mente y otros de su generacin ya vean en el paso al nuevo Estado-
nacin un salto peligroso. La nueva nacin se concibe constituida
por ciudadanos desligados de sus asociaciones concretas. Y eso es
una ilusin. Fernando Escalante ha analizado ese fenmeno. El orden
poltico imaginado no poda arraigarse en la sociedad existente y,
por lo tanto, dominarla.
El proyecto explcito de toda la clase poltica decimonnica de
crear ciudadanos, de dar legitimidad y ecacia a un Estado de dere-
cho, democrtico y liberal, estaba en abierta contradiccin con la
necesidad de mantener el control poltico del territorio. Sin el apoyo
de la moral cvica, el Estado que imaginaban era una quimera; sin
el uso de los mecanismos informales clientelistas, patrimoniales,
corruptos el poder poltico era imposible.
El ordenamiento del Estado no corresponde a las formas de vida
reales ni a su moralidad social efectiva.
Dicho muy brevemente, se trata de fundar la autoridad del Estado.
Ese era el problema poltico de Mxico en el siglo XIX: exista un
orden y, por tanto, formas de autoridad reconocidas y ecientes;
pero ese orden, esa estructura moral no serva para arraigar un Esta-
do republicano e individualista como el que suponan las consti-
tuciones. Tampoco un Estado monrquico, dicho sea de paso, pero
se es otro problema.
24
La idea de la nacin moderna era una abstraccin en la mente
de los liberales. Slo logr formar, con la feliz expresin de Escalante,
ciudadanos imaginarios.
Esa inadecuacin explicara tambin el intento posterior del gobier-
no de Porrio Daz. Segn la interpretacin de Xavier Guerra, el
rgimen de Daz logr durante varios aos la paz y un desarrollo rela-
tivo gracias a un compromiso: la adecuacin del proyecto liberal al
equilibrio de los diversos intereses de mltiples grupos culturales
y sociales que componan el pas real.
En la revolucin de 1910 surge de nuevo el enfrentamiento entre
dos ideas de nacin. Madero invoca, frente a Daz, la Constitucin
liberal; con Carranza y Obregn acaba triunfando de nuevo el pro-
yecto modernizador. Es cierto que, desde 1913, al lado de la corriente
constitucionalista aparece una corriente distinta, agrarista y popular,
de la que hablar en seguida. La revolucin triunfante se vio obligada
a incorporar en su proyecto de Estado ideas fundamentales de esa
tendencia, como el ejido, la propiedad comunal y, en su corriente
indigenista, el respeto por las culturas indias. Sin embargo, conserv,
en lo esencial, la concepcin del Estado-nacin cono una unidad homo-
gnea. Perdur incluso en la corriente indigenista. Manuel Gamio fue
el que mejor sintetiz ese proyecto. La sociedad mexicana, pensaba,
est escindida entre culturas y formas de vida distintas. La patria, en
cambio, es algo que hay que construir, que forjar (Forjando patria se
llama su libro principal). El n de la poltica posrevolucionaria es
justamente el de crear una patria integrada en una unidad, sobre
el modelo de una nacin que se quiere moderna. No es ste an el
proyecto que, matiz ms, matiz menos, subsiste actualmente?
En oposicin a ese proyecto, la corriente localista y popular, ahoga-
da en el siglo XIX, vuelve a surgir en la Revolucin, en su lnea agraria:
la de Villa y Zapata. No era compatible con la tendencia restauradora
del Estado liberal, de Madero y Carranza. A la inversa de sta, sus
intereses eran ms concretos, estaban ligados a contextos locales, a
las tierras, a las comunidades, a los municipios. No tenan un proyec-
to claro del Estado-nacin y fueron incapaces de oponer al carrancis-
mo una alternativa de gobierno nacional. Su preocupacin era la
tierra y, por ello, sus exigencias eran las autonomas locales, no el
25
gobierno nacional. Las exigencias locales seala Arnaldo Crdo-
va se combinan nacionalmente con el nico tipo de gobierno que no
slo poda convivir con ellas, sino, adems, promoverlas y garanti-
zarlas; un gobierno que se debiera a las autonomas locales y que
slo con base en ellas pudiera subsistir.
Si su idea de nacin no coincide con el Estado homogeneizante,
tampoco coincide con su individualismo. En la base de su proyecto no
estn ciudadanos aislados, sino estructuras comunitarias: los pueblos
indios y mestizos en el Sur, las colonias agrarias militares en el Norte.
Los valores fundamentales que reivindican no son la libertad indivi-
dual frente al Estado ni la igualdad formal ante la ley, sino la justicia
y la colaboracin fraterna. Todo esto apunta a una idea de nacin, senti-
da ms que formulada, pero, en todo caso, distinta a la liberal. Con
referencia al zapatismo, ya haba apuntado Octavio Paz:
El movimiento zapatista tiende a recticar la historia de Mxi-
co y el sentido mismo de la nacin, que ya no ser el proyecto
histrico del liberalismo []. Al hacer del calpulli el elemento bsi-
co de nuestra organizacin econmica y social, el zapatismo no
slo rescataba la parte vlida de la tradicin colonial, sino que arma-
ba que toda construccin poltica de veras fecunda debera partir de
la porcin ms antigua, estable y duradera de nuestra nacin: el pasa-
do indgena.
Pero esa corriente revolucionaria al igual que la de Hidalgo y
de Morelos un siglo antes fue derrotada. No prevaleci ese nuevo
sentido de nacin. Zapata y Villa se convirtieron en estatuas de
bronce, mientras triunfaba de nuevo la concepcin liberal del Esta-
do-nacin. Pero las estatuas de cuando en cuando parecen animarse.
No empezar a revivir actualmente esa idea otra de nacin?
Si algo nos han revelado estos aos, es una crisis profunda del
modelo de Estado-nacin de nuestra tradicin liberal. La poltica
neoliberal es la ltima versin del proyecto modernizador. Llevada
a su extremo, ha acrecentado ms que nunca la distancia entre el Mxi-
co occidentalizado y el Mxico profundo. El proyecto liberal responda
al reto de unicar a la nacin; en su versin actual conduce, de hecho,
a aumentar la escisin entre estos dos Mxicos.
26
Pero el signo ms importante de crisis es la manifestacin nueva
de esa segunda corriente de que hablbamos, popular, localista, ind-
gena, la misma que, en su momento, arrastr a Hidalgo y a Morelos,
a Zapata y a Villa. Es ante todo la rebelin de Chiapas. Pero no es
slo ella. Es tambin el cobro de conciencia de la mayora de los pueblos
indgenas, que se organizan y reclaman su autonoma y el respeto a
sus derechos. Pero ahora, notmoslo bien, esa corriente se presen-
ta con caractersticas nuevas: no busca la subversin de la democra-
cia, sino su realizacin plena; no pretende la disolucin del Estado, sino
su transformacin; no est contra la modernidad, sino contra su
injusticia. Por primera vez, se abre la posibilidad de unicar las dos
corrientes que recorrieron la historia de Mxico en una nueva concepcin
del Estado y de la nacin.
No podemos volver atrs. Los siglos XIX y XX, a travs de muchos
sufrimientos, lograron construir una nueva identidad nacional: la
nacin mestiza. Se forj una unidad real nueva, que permiti la moder-
nizacin relativa del pas. Sera suicida querer la disgregacin de esa
nacin. De lo que se trata es de aceptar una realidad: la multiplicidad
de las diversas culturas, de cuya relacin autnoma nacera esa unidad.
Frente al Estado-nacin homogneo se abre ahora la posibilidad de un
Estado plural que se adecue a la realidad social, constituida por una
multiplicidad de etnias, culturas, comunidades.
Estamos en un momento decisivo en que las dos ideas de nacin
que chocaron desde la independencia podran encontrar una sntesis.
Tenemos que disear un nuevo tipo de Estado que respete nuestra
realidad y termine con el intento alocado de imponerle por la violen-
cia un esquema pretendidamente racional. Tendra que ser un Estado
respetuoso de todas las diferencias. Sera un Estado en que ningn
pueblo, ni siquiera el mayoritario, impondra a otros su idea de
nacin. El Estado plural no renunciara a la modernizacin del pas,
si por ella se entiende progreso hacia una sociedad ms prspera y
ms democrtica. Pero la modernidad deseada no consistira en la
destruccin de las estructuras locales y su supeditacin a las fuerzas
ciegas de un mercado mundial, sino en la participacin activa de todas
las entidades sociales en un proyecto comn de cambio. El Estado
se reducira a coordinar, en este proceso, los proyectos diferentes
27
de las comunidades reales y a proponerles una orientacin comn.
La sede del poder real se acercara cada vez ms a las comunidades
autnomas que constituyen la sociedad real. El adelanto hacia un
Estado plural es, as, una va hacia una democracia radical.
La crisis del Estado-nacin
Regresemos ahora al mbito mundial. Abundan los signos de que la
idea moderna del Estado-nacin est actualmente en crisis. A nes
del siglo XX resulta demasiado pequeo para hacer frente a los proble-
mas planetarios y demasiado grande para solucionar las reivindi-
caciones internas.
Las ltimas dcadas han asistido a una radical transformacin
de las relaciones entre las naciones: la globalizacin de la economa, de
las comunicaciones, de la ciencia y la tecnologa e incluso, en gran
medida, de las decisiones polticas. Ante los grandes desafos que
conciernen a todo el planeta, las naciones no pueden restringirse a
acciones aisladas, tienen que tomar en cuenta, en mayor grado, decisio-
nes compartidas. Para que ese concierto de voluntades fuera libre y
equitativo, debera resultar de la decisin soberana de Estados nacio-
nales en una situacin de igualdad. Por desgracia, las tendencias
actuales de la globalizacin apuntan en otro sentido. No son el resul-
tado de la libre decisin de las naciones, sino de la imposicin sobre
ellas de nuevos poderes mundiales.
Desde los ltimos decenios, la fusin de empresas de varios pases
han dado lugar al dominio de gran parte de la economa mundial por
rmas transnacionales que escapan al control de un solo Estado. Las
empresas intergubernamentales aumentaron, de 1351 a 1384; de 123
a 365 y las no gubernamentales se sextuplicaron en el mismo lapso.
Hay un nuevo culto: el del mercado, y en ese culto ocia un
capital sin patria, que no est sujeto a las leyes de ningn Estado y
que a todos impone sus propias reglas. Las bolsas de valores estn
ligadas a travs del mundo y funcionan transriendo en un momen-
to, de un punto a otro del globo, enormes capitales. Esos desplaza-
28
mientos pueden desestabilizar, en un instante, la economa de cualquier
pas. Mxico sufri en carne propia la accin de ese poder brutal.
Ante el desastre econmico de 1995, se accedi a aceptar un prsta-
mo que coloca al pas en una situacin en que ha perdido gran parte
de autonoma en sus principales decisiones econmicas. Como es
conocido, el prstamo ascendi a 50 mil millones de dlares. Esa
enorme suma no tena paralelo en los prstamos internacionales; sin
embargo, es insignicante frente a las que maneja el capital interna-
cional movible. En cunto se calcula el monto de ese capital? En un
billn doscientos mil millones de dlares (es decir, un uno y un dos
seguidos por 11 ceros). Los capitales movibles, que pasan de una
a otra parte del globo, sin ningn control por las naciones, son 24 veces
el equivalente del prstamo que logr poner a ote la economa de una
nacin!
Estamos ante un nuevo poder mundial del que depende la suerte
de una gran parte del mundo. Un poder sin fronteras, sin contrato
social, sin leyes ni sanciones. Es lo que constataba Boutros Boutros-
Ghali, secretario general de las Naciones Unidas, antes de abando-
nar su cargo: La realidad del poder mundial escapa en gran medi-
da a los Estados. La globalizacin implica la emergencia de nuevos
poderes que trascienden las estructuras estatales. Esta situacin
redunda en consecuencias dramticas para los Estados nacionales:
no pueden cumplir cabalmente con su funcin reguladora de las
inversiones de capital. La economa interna se escapa parcialmente
de sus manos:
En el plano econmico comenta Hobsbawn hasta los Estados
mucho ms poderosos dependen de una economa mundial sobre
la que no pueden ejercer control alguno y que determina sus asun-
tos internos. Una economa nacional letona o vasca, una economa
que sea independiente de una entidad ms amplia, es un concepto
tan desprovisto del sentido como el de una economa parisina
independiente de la francesa.
Junto a este enorme poder estn otros, que dan a la globalizacin
un signo perverso: los grandes grupos de comunicaciones e infor-
mtica, que empiezan a controlar las comunicaciones mundiales.
29
Segn una encuesta reciente, Bill Gates, patrn del Microsoft, es el
hombre ms inuyente del mundo, por encima de cualquier jefe
de Estado.
1
Otros poderes mundiales: las cadenas internacionales de
televisin, que dominan la comunicacin por satlite, y los centros
de innovacin tecnolgica, concentrados en unos cuantos pases desa-
rrollados.
Todos ellos constituyen el nuevo poder mundial. Un conjunto
reducido de empresas transnacionales, industriales y nancieras,
sus directivos y tcnicos, ligados a los pases ms desarrollados,
deciden la suerte de la mayora de las naciones. Son los nuevos amos
en una estructura de dominacin hasta ahora indita.
Este poder mundial mantiene una situacin de desigualdad en
el planeta. Un conjunto pequeo de pases industrializados domi-
nan el capital, las comunicaciones y la tecnologa. Veinte por ciento de
la poblacin mundial, correspondiente a esos pases, posee 87% de los
recursos mundiales; el 13% restante se reparte entre naciones que
cuentan con 80% de la poblacin mundial. En ellas, la pobreza extre-
ma aumenta. Segn clculos del Banco Mundial, sern 15 mil millones
los individuos en esa situacin en el ao 2000.
Lo importante es que el papel del Estado ya no puede ser el mismo
que antes. Octavio Ianni ha puesto en claro este punto:
Los Estados estn siendo internacionalizados en sus estructuras
internas y en sus funciones. En la mayor parte de este siglo, el papel
de los Estados era concebido como el de un aparato protector de
las economas nacionales, frente a las fuerzas externas perturba-
doras, de modo de garantizar adecuados niveles de inversin y de
bienestar nacionales. La prioridad del Estado era el bienestar. En las
ltimas dcadas la prioridad se modic, en el sentido de adaptar
las economas nacionales a las exigencias de la economa mundial.
El Estado se est volviendo una correa de transmisin de la econo-
ma mundial a la economa nacional.
Y, en otro lugar, citando al presidente de la IBM: Para las na-
lidades empresariales las fronteras que separan una nacin de otra
1
La encuesta fue publicada en Le Nouvel Observateur, Pars, 5 de enero de 1993.
30
son tan reales como el ecuador. Consisten meramente en demarca-
ciones convenientes de entidades tnicas, lingsticas y culturales.
Cabe una descripcin mejor de la nueva separacin entre Estado y
nacin?
Si por la globalizacin, los Estados nacionales ven sus poderes consi-
derablemente reducidos, la renovacin de las reivindicaciones de
las nacionalidades y etnias que lo componen pone en jaque su capaci-
dad para mantener un orden homogneo en la sociedad. Al mismo
tiempo que el mundo se unica, asistimos al despertar de la concien-
cia de identidad renovada de los pueblos reales que constituyen los
Estados-nacin y que vivan bajo el disfraz de una uniformidad inven-
tada. Al debilitarse los Estados nacionales, los individuos buscan revivir
sus vnculos personales en comunidades cercanas, capaces de ser
vividas y no slo pensadas, que puedan dar un nuevo sentido a
sus vidas. La nostalgia del individuo por una comunidad perdida no
se satisface en el Estado nacional, anhela formas de pertenencia a las
que pueda integrarse su vida.
Asistimos al desmembramiento de pases y a la formacin de
naciones nuevas, pequeas en unos casos como en el este de Euro-
pa; a la construccin de un federalismo que otorga grandes poderes a
las regiones como en Alemania; al establecimiento de territorios aut-
nomos como en Espaa, o bien a la reivindicacin de autonomas
dentro de un Estado plural, como es el caso de los pueblos indge-
nas de Amrica, desde Canad hasta Bolivia. Las reivindicaciones tni-
cas y los problemas que provocan no signican necesariamente un
regreso a situaciones premodernas; pueden verse tambin como anun-
cios de una nueva forma de Estado posterior a la modernidad, vuelta
posible por el debilitamiento de los Estados nacionales.
As, tanto ms all de sus fronteras como en su interior, el Esta-
do soberano y homogneo empieza a estar en entredicho. Tal vez
dentro de un par de siglos, un historiador lo ver como una forma
histrica superada; quiz prevalecer entonces una nueva estructu-
ra poltica: un gobierno mundial, con facultades restringidas, que
se elevara sobre las decisiones de una multiplicidad de nacionali-
dades, agrupadas en confederaciones regionales. Pero sa no es an
la situacin. Por muchos aos no habr todava un poder poltico
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que reemplace al Estado-nacin. Su desaparicin actual dejara un
vaco que slo el desorden podra cubrir.
En efecto, el orden internacional no est dominado por una instan-
cia de poder que respondiera a la voluntad de todos los pases, sino
por un grupo reducido de empresas y capitales nancieros y por sus
conexiones en los pases industrializados. Los Estados nacionales
son los nicos que estn en posicin de limitar ese poder y recuperar-
lo para sus pueblos. La supresin de su soberana no conducira, el da
de hoy, a un orden internacional equitativo, sino al predominio sin
control de un capital sin fronteras y al mantenimiento de la hegemo-
na de unas cuantas naciones favorecidas por ese predominio.
Por otra parte, mientras las reivindicaciones de los pueblos inte-
riores al Estado no se encuadren en una nueva estructura poltica, la
desaparicin del Estado-nacin no podra sino dar lugar al caos y a
la lucha intestina. El Estado nacional cumple an una funcin indis-
pensable: en el exterior, la defensa de los intereses de las naciones
que lo componen; en el interior, el mantenimiento de la paz y del
orden.
La solucin a la crisis no es, pues, la desaparicin del Estado-nacin.
El regreso al pasado no es un camino transitable. La solucin estara
en la reforma del Estado moderno. Slo con un cambio en la concepcin
del Estado, podr ste hacer frente a los nuevos retos; slo entonces
podr cumplir con la funcin que an le corresponde, antes de desapa-
recer.
No soy capaz de trazar con detalle la gura del nuevo Estado que
reemplazara a un Estado homogneo en crisis. sta se ir dibujando
paulatinamente en la medida en que se vaya formando. Slo me arries-
gar a proponer algunas de las ideas que orientaran su construccin.
El Estado Plural
La soberana compartida
He subrayado la necesidad de mantener la soberana del Estado nacio-
nal para defenderse contra el poder annimo de las fuerzas econmi-
cas transnacionales y la dominacin de los Estados hegemnicos. Pero
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esa soberana ya no puede ser equivalente a exclusin y aislamiento,
debe ser compatible con la interdependencia. No podemos volver a
encerrarnos en un nacionalismo que se querra autosuciente. No
podemos recogernos en nosotros mismos y reivindicar un aislacio-
nismo que, so pretexto de protegernos, nos hara an ms vulnerables.
La situacin actual nos plantea un reto: reemplazar la desintegracin del
mundo en un conjunto de naciones soberanas con intereses excluyen-
tes, en un concierto internacional equitativo. Y para ello es necesario
admitir que cada nacin debe compartir con otras, parcialmente, ciertos
atributos soberanos.
Hoy rige una paradoja: para defendernos de la imposicin del
nuevo poder mundial no basta con nuestra soberana ilimitada,
necesitamos de la unin de naciones en organizaciones capaces de
emprender acciones comunes. Es menester que cada Estado reivindi-
que su derecho a controlar su propia poltica econmica y el manejo
de sus recursos, su derecho a establecer regulaciones sobre las inver-
siones peregrinas de capital, su obligacin de proteger su propio
aparato productivo frente a la competencia desigual de las grandes
empresas transnacionales. Pero eso no se lograr si no puede, en concier-
to con otras naciones, establecer reglas en el nuevo mercado mundial,
sujetas a decisiones polticas de varios pases. Para ello son menester
acciones concertadas en un espacio internacional: restablecimiento
de controles supranacionales sobre los ujos de capital, eliminacin de
los parasos bancarios no sujetos al sco, establecimiento de impues-
tos sobre los movimientos de dinero; en suma: controles polticos
internacionales sobre las transferencias de capitales. Y eso implica
soberana compartida.
La globalizacin impone tambin otras necesidades a los Estados.
En primer lugar, la competencia en el mercado mundial empuja a
todos los pases a ligar su economa a sistemas econmicos regiona-
les. Es lo que est sucediendo en Europa, en Amrica del Norte y en
Sudamrica, en el Oeste Asitico. La integracin econmica en regio-
nes supranacionales tiene repercusiones inevitables en el poder de
decisin poltica de los Estados. Las exigencias de la integracin a comple-
jos econmicos regionales y la necesidad de mantener el manejo de la
propia economa no son fciles de conciliar. No es deseable perder
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poderes de decisin, pero tampoco obstaculizar la integracin en comu-
nidades econmicas ms ecientes. El problema es encontrar el equili-
brio entre ambas necesidades, a modo de, sin perder la capacidad de
autodeterminacin, establecer lmites precisos en que pueden compar-
tirse decisiones para benecio recproco.
Pero hay otros puntos. La globalizacin nos ha hecho sensibles a
los grandes problemas planetarios que los Estados nacionales no estn
en posibilidad de resolver. Ante todo, el peligro de la extincin de la
vida en la Tierra: la contaminacin de la biosfera; la destruccin de
la capa protectora de ozono; el efecto invernadero; el crecimiento
demogrco a niveles que pronto harn imposible su subsistencia;
el agotamiento de los recursos naturales, que maana impedir el
trnsito de muchos pases a la era industrial; la exploracin de los
espacios interplanetarios, posible lugar de exilio para la humanidad;
para no mencionar otros problemas ms inmediatos, como la proli-
feracin incontrolada de armamentos nucleares, el genocidio organiza-
do o el agravamiento de la marginalizacin de la mitad de los habitantes
del planeta.
El desarrollo actual de la ciencia exige tambin una estrecha
cooperacin mundial. Antes que cualquier otro campo de la cultu-
ra, el saber cientco reposa en una comunidad internacional de
sujetos de conocimiento que se comunican en un espacio intelectual.
Todos comprenden los mismos problemas, tienen una formacin
semejante, se expresan en la misma lengua, ms all de las naciona-
lidades a que pertenecen. En un centro de investigacin cientca,
un profesor alemn o japons, un becario argentino o indio compar-
ten la misma cultura sin lmites de fronteras. Esta mundializacin
de la ciencia ha sido uno de los factores de su enorme progreso en
este siglo. Sin embargo, tiene an que cumplirse cabalmente, pues
debido al hiato econmico entre los pases, la comunidad cientca
internacional tiene su sede principal en las naciones desarrolladas.
El acceso a una ciencia unicada, en igualdad de condiciones, por
los pases del Tercer Mundo, es un reto para el futuro.
Por ltimo, un problema acucioso en los ltimos decenios ha sido
asegurar la paz mundial. Las medidas, a menudo vacilantes y parcia-
les, de las Naciones Unidas para hacer frente a conictos locales han
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servido, al menos, para cobrar conciencia de la necesidad urgente de
un poder supranacional que obligue a transformar los enfrentamien-
tos armados en compromisos negociados. El principio de no inter-
vencin en un Estado pretendidamente soberano empieza a ser un
tema de discusin, ante la necesidad imperiosa de defender a un pueblo
vctima de genocidio, en unos casos; de violacin sistemtica de los
derechos humanos, en otros. An estn en la mente de todos los conic-
tos sangrientos entre serbios y bosnios o entre utus y tutsis, que llevaron
a gran parte de la opinin pblica mundial a reclamar una interven-
cin del exterior. Si el Estado nacional se origin en la necesidad de
eliminar la lucha violenta entre los individuos de una sociedad, la amena-
za permanente de aniquilacin blica entre sociedades, no podra
conducir, a la postre, a algn poder poltico mundial?
Hemos sido testigos de la incapacidad del concierto de las nacio-
nes para llegar a decisiones denitivas sobre todos esos problemas
y poner en obra acciones concertadas. Cada vez es ms apremiante la
aceptacin por las naciones soberanas de un poder poltico mundial
con facultades coercitivas restringidas a asuntos especcos de inters
general, encargado de tomar decisiones y emprender acciones en
asuntos urgentes que afectan a todos. Sin embargo, es demasiado
pronto para hablar de un gobierno planetario. En la situacin actual
slo sera el disfraz del poder de una sola superpotencia. Pero, en
muchos crculos internacionales, se menciona ya la posibilidad de
propiciar una gobernabilidad mundial; es decir, la creacin de instan-
cias internacionales, con facultades resolutivas y poderes coactivos
en reas bien delimitadas, designadas por todas las naciones. Pronto
se presentar esa exigencia como un tema de vida o muerte para toda
la Tierra. El reto no consiste en la supresin total de la soberana de los
Estados, sino en su disposicin a ceder algunas facultades soberanas
en campos especcos.
El Estado mltiple
Si el Estado-nacin vera limitada su soberana hacia el exterior, tambin
sus poderes de imponer un solo sistema poltico y jurdico en el
interior.
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Muchos Estados nacionales comprenden etnias, culturas y regiones
muy distintas. Tiempo es de reconocer la diversidad y adecuar las divi-
siones geopolticas a esa realidad. Pero la pluralidad real de un pas
puede ser de varios tipos. La clasicacin ms general sera la propues-
ta por Will Kymlicka, entre Estados multinacionales y Estados
politnicos. En los primeros, la diversidad proviene de la incorpo-
racin en un Estado de culturas concentradas en un territorio, que
tuvieron antes un gobierno propio; en los segundos, de la inmigra-
cin individual y familiar. Algunos pases tendran ambas formas
de Estado mltiple; es el caso de Estados Unidos, multinacional
por haber incorporado antiguas nacionalidades, como los pueblos
indios o Puerto Rico, y politnico, por resultar de la mezcla de inmi-
grantes de muchos pases. Rodolfo Stavenhagen ofrece una catego-
rizacin ms compleja: Estados-nacin con una nacin dominante
y otras subordinadas (Espaa, Inglaterra, Japn), o herederas de una
multiplicidad cultural propia de un imperio precedente (China, antigua
URSS); Estados derivados de antiguos imperios que guardan minoras
en su seno (Turqua, Rumania); o bien, Estados con un mosaico de etnias
(India, Pakistn, la mayora del frica negra); Estados producto de
inmigraciones de diferentes nacionalidades (Estados Unidos, Argenti-
na, Australia); Estados en que los descendientes de colonizadores
forman la nacin dominante sobre restos de otras culturas (Indoamri-
ca, Australia, Nueva Zelanda).
Pero a nosotros nos preocupa ahora la relacin de un Estado uni-
tario con una diversidad social. Desde ese punto de vista, la distincin
pertinente sera la de Estados constituidos por pueblos distintos o
por minoras. Pueblos pueden ser, dijimos, las naciones (socieda-
des con una cultura e identidad propias, un proyecto histrico y una
relacin con un territorio), o bien, las etnias que tengan su propia
identidad cultural, aunque carezcan de la voluntad y el proyecto de
ser una entidad histrica distintiva. Minoras podramos llamar,
en cambio, a cualquier grupo tnico, racial, religioso o lingstico, que
sea minoritario en su pas y no pretenda constituirse en una entidad
nacional. Segn el derecho internacional vigente, los pueblos tendran
derecho a un estatuto de autonoma, no as las minoras. Por eso, de
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los proyectos polticos de una etnia depende reivindicar el carcter
de pueblo o de minora. Mientras que los representantes del
Estado-nacin homogeneizante insisten en retener el trmino minora
para todo problema tnico, los grupos que luchan por su autonoma
reivindican su carcter de pueblos. Controversia semntica? Polti-
ca ms bien. Porque hasta ahora los convenios de las Naciones Unidas
conceden el derecho de los pueblos a la autodeterminacin y lo
niegan a las minoras. En efecto, podemos considerar que la perte-
nencia a una cultura, con una identidad y un proyecto propios, es
decir, a un pueblo, es un requisito para que las personas que habitan
un territorio determinado puedan elegir un plan de vida y desarro-
llar una identidad personal, mientras que es dudoso que ese mismo
argumento pudiera aplicarse a la pertenencia a una minora, sea
tnica, religiosa, sexual o lingstica.
En suma, la relacin, en un Estado plural, entre el poder polti-
co y los grupos diversos que componen la sociedad ser diferente
si se trata de pueblos o de minoras. En el primer caso, el Estado
dejara de identicarse con una nacin. Los pueblos podran ejercer
su derecho de autodeterminacin escindindose del Estado que los
dominaba, o bien, reclamando autonoma sin dejar de pertenecer a
un Estado plural. Esta ltima ha sido la opcin en muchos casos,
como en Gran Bretaa, Espaa y Canad; sta es tambin la eleccin
de los pueblos indgenas de Amrica.
La concesin de autonomas ira en el sentido de otorgar el mxi-
mo poder de decisin, compatible con la unidad del pas, a los distintos
pueblos que lo componen. Cada uno tendra el derecho a determinar
todo lo referente a sus formas de vida, a su cultura, a sus costumbres,
al uso de su territorio, Estatutos de autonoma, negociados con el poder
central o, en el caso de Estados federales, con el poder de cada estado,
estableceran el alcance de sus competencias. El Estado pasara enton-
ces de ser una unidad homognea a una asociacin plural, en la que
las distintas comunidades culturales reales participaran en el poder.
El ordenamiento poltico dejara de ser expresin de una dominacin,
para convertirse en un pacto libre. En efecto, la Constitucin de un
Estado no puede expresar un convenio asumido libremente por todos
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si no respeta las decisiones autnomas de todos los pueblos que lo
componen.
Un estatuto de autonoma no es practicable en el caso de las pobla-
ciones de inmigrantes (o de antiguos esclavos) en Estados politnicos,
ni tampoco respecto de minoras tnicas que no ocupen un territo-
rio delimitado y estn mezcladas con otras poblaciones. Los indivi-
duos de esos grupos se encuentran demasiado dispersos y no suelen
conservar un proyecto unitario; a menudo su deseo no es guardar
su identidad, sino integrarse en la mayora. El Estado tiene que
garantizarles, sin embargo, los mismos derechos que a los miembros
de esa mayora.
Un Estado plural supone tanto el derecho a la igualdad como el
derecho a la diferencia. Igualdad no es uniformidad; igualdad es la
capacidad de todos los individuos y grupos de elegir y realizar su
plan de vida, conforme a sus propios valores, por diferentes que stos
sean. En lugar de buscar la homogeneidad, respetar por igual las
diferencias. Un Estado plural impedira, por lo tanto, cualquier supe-
ditacin o discriminacin de un grupo social a otro. Tendra que
asegurar la equidad a toda minora tnica, pero tambin religiosa,
racial o de preferencia sexual. Porque no entendera igualdad como
uniformidad en un solo patrn, sino como trato semejante a todo lo
diferente. Eso es equidad. Cuando es patente la discriminacin de
una minora, habra que invertirla por la relacin en sentido opuesto:
establecer cuotas que den preferencia a los miembros de esa minora
en puestos de trabajo o de responsabilidad social. (Es la accin arma-
tiva introducida ya en algunos pases como medio de disminuir los
efectos de la discriminacin.) Esta medida sera provisional y slo
podra tener vigencia para eliminar las inequidades y acercarse as
a una igualdad real.
El reconocimiento del derecho a la diferencia de pueblos y mino-
ras no es ms que un elemento de un movimiento ms general que
favorece la creacin de espacios sociales en que todos los grupos y
comunidades puedan elegir sus formas de vida, en el interior del
espacio unitario del Estado. Esto lo ha visto el movimiento zapatista
de Mxico al proclamar que su reivindicacin de autonoma para
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los indgenas puede igualmente aplicarse a los pueblos, a los sindi-
catos, a los grupos sociales, a los grupos campesinos, a los gobiernos
de los estados, que son nominalmente libres y soberanos dentro de la
Federacin. La va hacia un Estado plural es una forma de la lucha
por una democracia participativa en todos los mbitos sociales.
El movimiento de difusin del poder hacia la base de la sociedad
puede aprovechar las estructuras de las instituciones democrticas
de los Estados existentes. En muchas naciones, el federalismo va en
un sentido semejante. La descentralizacin de recursos y poderes,
la disminucin del control de la burocracia federal, acerca las decisio-
nes colectivas a los lugares donde puede ejercerse una participacin
real del pueblo.
Sin embargo, la estructura federal no corresponde necesariamen-
te con la que tendra un Estado plural; suele ser, en efecto, resultado
de particiones administrativas que no reejan la divisin en pueblos
distintos. En los pases federales de Amrica o de frica reproduce
las divisiones coloniales, o bien, responde a intereses polticos circuns-
tanciales; en Alemania, los Lnder no pretenden coincidir con la
multiplicidad de los pueblos tradicionales (salvo, tal vez, en el caso
de Baviera), sino resolver un problema burocrtico.
Son los municipios y las comunidades las instituciones polticas
en las que podra ejercerse mejor una democracia participativa. En
muchos pases los de Indoamrica entre ellos, el territorio donde
subsisten las viejas culturas aborgenes est en las comunidades. A
partir de ellos podran constituirse, por asociacin, municipios de
mayora indgena, y luego regiones. Comunidades y municipios son
los espacios donde el pueblo real vive y trabaja, donde puede parti-
cipar en una vida colectiva. Una poltica realmente democrtica tendra
que propugnar por el acrecentamiento de recursos y de poder a los
mbitos locales.
El n de una democracia participativa sera el trnsito del Estado
homogneo a una forma nueva de Estado respetuoso de su diversi-
dad interna. Forjar la patria no sera ya tratar de integrar a todos los
componentes del pas en el mismo molde, sino desarrollar, en una
armona superior, la riqueza de una multiplicidad de variacio-
nes de vida.
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Pero el Estado plural no nacera de una repentina destruccin
de la forma de Estado actual, sino de un lento proceso de reforma de
las instituciones existentes. La democracia participativa no es una
sociedad nueva que brotar de las ruinas de la presente; es una idea
regulativa destinada a servir de gua para una accin gradual de
distribucin del poder. En todo el perodo de transicin, el Estado-
nacin, destinado a disolverse, tendr que mantenerse, deber ncar
su poder en las fuerzas sociales que tienen por n acceder a una demo-
cracia participativa.
El nuevo proyecto
El Estado de transicin hacia un Estado plural supone una tensin.
Se basa en la aceptacin de una diversidad en la unidad. El Estado-
nacin moderno pudo mantener la unidad al ejercer una doble funcin:
por su identicacin con una sola nacin estableci un vnculo fuerte
entre los distintos grupos, por la centralizacin del poder impuso ese
vnculo sobre todos. Pero en el nuevo Estado esas dos funciones no
pueden subsistir de la misma manera: el Estado se separa de su iden-
ticacin con una pertenencia nacional nica y los poderes se trans-
eren progresivamente de la cima a la base de la sociedad. Cmo
mantener entonces la unidad de un Estado plural? No es este problema
el que alimenta el temor, tanto a las autonomas como a la marcha
hacia una democracia participativa?
En el perodo de transicin, el Estado guardara ciertas funciones
fundamentales. Ante todo, responder a la necesidad de seguridad
y de orden. Pero su medio no sera la imposicin del programa de un
grupo, sino la transaccin, el dilogo y la coordinacin entre grupos
con programas e intereses diferentes. El Estado sera, por un tiempo,
indispensable para ofrecer un marco poltico en el que todos los pueblos
y minoras puedan coexistir y comunicarse.
El peligro mayor de un Estado plural es, en efecto, el conicto
entre los grupos diferentes que lo componen. Al suprimir la violencia
de la dominacin de un sector de la sociedad sobre los dems, puede
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abrirse la caja de Pandora: despertar la violencia entre los distintos
grupos por obtener la supremaca. El Estado multicultural enfrenta
una amenaza extrema: la resurreccin de conictos atvicos entre
etnias y nacionalidades. Es el retorno de lo reprimido, como dira
Rubert de Vents. El Estado tendra, por lo tanto, una misin princi-
pal: evitar el conicto mediante la negociacin y la comunicacin.
No confundira sus intereses con los de ningn grupo social, as fuera
mayoritario; estara por encima de todos ellos, dejara el ocio de domi-
nador para asumir el de rbitro. Slo si la comunicacin fracasara
utilizara su fuerza, para impedir la imposicin de un grupo y para
garantizar la equidad. Por supuesto que esa es una tarea que parece
inalcanzable. En realidad, es una idea que slo se cumplira parcialmen-
te, pero que servira de gua para orientar la poltica de un Estado en
transicin hacia un Estado plural.
Un Estado plural no podra buscar la unidad en la adhesin colecti-
va a valores que todos compartieran, porque se extendera sobre
pueblos y minoras que pueden regirse por diferentes valores.
Estara obligado, por lo tanto, a propiciar la unidad mediante un
proyecto comn que trascienda los valores propios de cada grupo
cultural. No puede presentarse como una comunidad histrica, cuya
identidad se hubiera fraguado desde siglos, sino como una asocia-
cin voluntaria nacida de una eleccin comn. Pero el nuevo proyecto
no conducira ya a la imposicin, sobre la realidad dismbola, de un
modelo homogneo imaginado por un grupo; tratara de expresar
las necesidades diferenciadas del pas real. El vnculo entre las diver-
sas entidades que lo componen no sera una misma visin de un
pasado o de una vida colectiva, sino una decisin: la de cooperar en
un destino comn. La eliminacin de la concepcin del Estado como
depositario de valores superiores, que en realidad corresponden a
las naciones, permite verlo como sujeto de una funcin que rebasa
la diversidad de valores: mantener la cooperacin equitativa entre
todos los individuos y asociaciones que coexisten en el mismo territo-
rio. Los distintos grupos mantendrn un sentido de solidaridad en
un Estado plural, en la medida en que se respete su identidad y se
mantenga una situacin tendiente a su trato equitativo frente a otros
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grupos. En el Estado veran entonces el garante de su posibilidad de
cooperar con los otros grupos sin mengua de su particularidad. La
principal meta del Estado se vuelve adelantar hacia una meta:
la igualdad de oportunidades y la cooperacin entre todas las cultu-
ras, comunidades e individuos que componen el pas. sa es la
equidad. Y la equidad es el signo de la justicia.

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