Este documento trata sobre la dimensión subjetiva de la política. En la introducción, el autor plantea que la política implica las emociones, creencias e imágenes con las que nos orientamos en la vida cotidiana. En el primer capítulo, argumenta que la naturalización de lo social ha llevado a una des-subjetivación de la reflexión política y una objetivización de lo social. En el segundo capítulo, afirma que se ha erosionado los "mapas mentales" que ayudaban a interpretar la política, dejándonos sin una nueva concepción de política
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Este documento trata sobre la dimensión subjetiva de la política. En la introducción, el autor plantea que la política implica las emociones, creencias e imágenes con las que nos orientamos en la vida cotidiana. En el primer capítulo, argumenta que la naturalización de lo social ha llevado a una des-subjetivación de la reflexión política y una objetivización de lo social. En el segundo capítulo, afirma que se ha erosionado los "mapas mentales" que ayudaban a interpretar la política, dejándonos sin una nueva concepción de política
Este documento trata sobre la dimensión subjetiva de la política. En la introducción, el autor plantea que la política implica las emociones, creencias e imágenes con las que nos orientamos en la vida cotidiana. En el primer capítulo, argumenta que la naturalización de lo social ha llevado a una des-subjetivación de la reflexión política y una objetivización de lo social. En el segundo capítulo, afirma que se ha erosionado los "mapas mentales" que ayudaban a interpretar la política, dejándonos sin una nueva concepción de política
Este documento trata sobre la dimensión subjetiva de la política. En la introducción, el autor plantea que la política implica las emociones, creencias e imágenes con las que nos orientamos en la vida cotidiana. En el primer capítulo, argumenta que la naturalización de lo social ha llevado a una des-subjetivación de la reflexión política y una objetivización de lo social. En el segundo capítulo, afirma que se ha erosionado los "mapas mentales" que ayudaban a interpretar la política, dejándonos sin una nueva concepción de política
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Norbert Lechner
Las sombras del maana
La dimensin subjetiva de la poltica Introduccin Que tiene que ver mis miedos y mis anhelos con la poltica?. Al vivir en medio de incertidumbres, los lazos de pertenencia y arraigo tienden a ser frgiles. Aprendo as, aunque sea de manera instintiva, que la pregunta por el orden no alude slo a un problema institucional o estructural. Implica por sobre todo, las emociones, creencias e imgenes con las que nos orientamos en la vida cotidiana. Por qu interesa la dimensin subjetiva de la poltica? Si se entiende por poltica lo que yo alguna vez llamara la conflictiva y nunca acabada construccin del orden deseado, la subjetividad social ofrece las motivaciones que alimentan dicho proceso de construccin. De poltica puede hablarse solo donde el orden es concebido como obra humana. Por eso, quiero comenzar la reflexin acerca de una poltica de subjetivacin, oponindome al halo de lo natural que oculta la produccin social de nuestras formas de convivir. El sujeto tiene dos adversarios. El primero lo presiona desde atrs, desde su origen. El segundo le bloquea el camino hacia adelante. La parbola de Kafka, sintetiza las experiencias pasadas, sean rutinas inertes o acontecimientos extraordinarios, nos fijan los objetivos, que ambicionamos. Por el otro, expuestos a un futuro indito, somos llevados a buscar en el pasado las lecciones que ayuden a comprenderlo. En el segundo capitulo indico algunas razones por las cuales la poltica ya no es lo que fue. Una de sus transformaciones tiene que ver con las claves de interpretacin que permiten al ciudadano estructurar lo real. Criterios como izquierda/derecha, reforma/revolucin, estado/sociedad civil eran algunos de esos instrumentos clasificatorios que ayudaban a interpretar la complejidad de la sociedad. La desorientacin hace surgir sentimientos de abandono y desamparo. Cmo responde la poltica? Trata de descargar la angustia acumulada a travs de reiteradas campaas contra la delincuencia. La reflexin sobre las polticas de la memoria en Chile nos permite argumentar dos tesis adicionales. Primero, el hilo que une el pasado (y por ende la manera en que construimos las memorias) con el presente y nuestras actuales capacidades de enfrentar al futuro. Segundo, el nexo que entrelaza la forma en que estructuramos el tiempo social con la forma en que ordenamos nuestra convivencia. Es una tarea de la poltica acoger los deseos y los malestares, las ansiedades y las dudas de la gente, e incorporar sus vivencias al discurso pblico. As dando cabida a la subjetividad, la poltica da al ciudadano la oportunidad de reconocer su experiencia cotidiana como parte de la vida en sociedad. Ahora bien, aunque los polticos estn bien informados de los problemas concretos de la gente, no logran traducirlos al debate pblico y la voluntad poltica. Capitulo 1: La naturalizacin de lo social Compramos productos importados y escuchamos muscia norteamericana, usamos a diario la internet y nos informamos a travs de CNN. Nos sabemos insertos en la globalizacin y la hemos interiorizado como realidad nacional. Conocemos el proceso de enajenacin propio al desarrollo capitalista; sin embargo, globalizacin mediante, la brecha entre persona y sociedad parece aumentar hoy en dia. La des-subjetivacin de la reflexin La intronizacin de la naturaleza como el referente objetivo de la accin humana da inicio a las ciencias modernas. Este proceso crea no solo la distincin por todos conocida entre la naturaleza y el mbito de la accin social. Adems termina por asimilar la sociedad a la naturaleza. Como consecuencia, la subjetividad de las personas, sus valores y emociones, son expulsados de la reflexin cientfica. En resumidas cuentas, tiene lugar una objetivacin de lo social a la vez que una des- subjetivacin de la reflexin. La des- materializacin de lo social El proceso de abstraccin tiene lugar en los diversos mbitos. En la esttica, por ejemplo, el ideal de una representacin fiel de la realidad es abandonado en favor de una auto-reflexin sobre el color (impresionismo), las formas (cubismo) y la interioridad del artista (expresionismo). Al parecer, en la actualidad, los social tiende a desmaterializarse en el sentido de que se abandona la pretensin de una representacin objetiva de la realidad social. La subjetividad individual y la accin social, la causalidad y el progreso dejan de ser referentes firmes e indiscutibles de la reflexin. Finalmente las personas solo se relacionaran en la medida en que perciban su situacin como algo normal, evidente y calculable. Esto es precisamente lo que ofrece la naturalizacin del proceso social: un orden seguro e intocable. La teora social como produccin cultural La teroia de la asoeciad es una construccin social. Tal elaboracin descansa no solo sobre los conocimientos acumulados sino que incluye asimismo creencias, miedos y anhelos. Como destaca Jeffrey Alexander la teora social debe considerarse no solo como un programa de investigacin , sino tambin como un discurso generalizado, del cual una parte muy importante es ideologa . Las teoras son reconstrucciones simblicas; atribuyen significados y sentidos a los diversos aspectos de la vida social. Cuando las teoras sociales simbolizan determinados elementos de la realidad social como principios sagrados llevan a cabo una naturalizacin de los social.
Capitulo 2: La erosin de los mapas mentales El malestar con la poltica Hace tiempo se encuentran en entredicho dos premisas tacitas del debate sobre la democracia en Amrica Latina. Primero: la identificacin de la poltica con una poltica democrtica. En Amrica Latina gana fuerza e incluso el poder gubernamental una suerte de anti-poltica. Tales fenmenos representan ms que una simple desviacin, unos procesos ms generales de redefinicin y restructuracin. Otros aspecto, es la concepcin de la democracia como un desino univoco, fijado de una vez, para siempre. Al enfocar el proceso poltico como una transicin hacia la democracia, se presupone tcitamente que esta representa la meta final. Extraa situacin, ya que tenemos una democracia realmente existente en el momento mismo en que su sentido parece evaporarse. Las grandes transformaciones en curso (desde el colapso del comunismo hasta la globalizacin del mercado, estn conformando un nuevo contexto de la accin poltica. La poltica ya no es lo que fue. Nos falta una nueva concepcin de poltica. Una tarea primordial de la actividad poltica consiste en producir y reproducir las representaciones simblicas mediante las cuales estructuramos y ordenamos la sociedad. La erosin de los mapas Hoy por hoy, los procesos polticos se asemejan a un viaje, sin mapa y sin brjula. Pero difcilmente lograran enfrentar esa secuencia de encrucijadas que es la poltica, seleccionando la direccin deseada, si no cuenta con mapas adecuados que ordenen la realidad y ofrecen criterios de orientacin. Los mapas nos permiten visualizar prioridades, fijar metas y disear trayectos adecuados al terreno. En fin, contribuyen a enfocar la cosa en sus debidas proporciones. Hablamos de mapa para v referirme a la forma en que nos representamos la realidad social. Construimos mapas para hacernos una idea del mundo. La sociedad moderna, secularizada, espera de la poltica que ella asegura ley y orden no solo en tanto seguridad jurdica, sino tambin como ordenamiento moral y simblico de la convivencia social. Ahora bien. Ala mencionada crisis de los ms ideolgicos subyace una erosin de los mapas cognitivo. No contamos con cdigos adecuados para dar cuenta de la nueva complejidad social. Los esquemas tradicionales, ya no logran representar adecuadamente el nuevo entramado. Su expresin mas notoria es la globalizacin. El redimensionamiento del espacio poltico Estamos ante una reorganizacin general del espacio. Por un lado, los procesos de mundializacin de los procesos econmico-financieros y tecnolgicos as como de los flujos informticos, de los estilos de vida y del consumo cultural socavan el ordenamiento tradicional del espacio geogrfico. Por el oro, tambin cambia el espacio social a raz de los procesos de diferenciacin funcional. Uno y otro proceso modifican pues el espacio habitual de la poltica: el estado. Se hace entonces necesario revisar los efectos que tiene el redimensionamiento del espacio geogrfico y social. En primer lugar, la redefinicin de las escalas. Hasta ahora, la poltica operaba primordialmente a escala nacional. El doble procesos de globalizacin y descentralizacin ha ido conformando un entramado global-local que desgarra el marco nacional de la poltica. En segundo lugar, llama la atencin la restructuracin de los lmites. Por un lado, las fronteras se vuelven ms tenues y porosas. Los flujos de migracin, la rpida circulacin de los climas cultuales, la uniformidad relativa de modas y estilos de consumo, todo ello rompe viejas barreras. Un tercer aspecto de cambio reside en las alteraciones de las distancias. Los diversos mecanismos de integracin comercial y poltica fomentan una mayor interaccin y mayores interdependencias que, para bien y para mal, fijan cierta agenda compartida y establecen responsabilidades comunes. La descripcin de los tres rasgos, por superficial que sea, insina un des perfilamiento del espacio poltico. La invocacin entusiasta de la ciudadana contrasta con un notorio proceso de privatizacin. Se reclama un fortalecimiento de la sociedad civil, pero pocas veces se revindica la centralidad de lo pblico para la vida ciudadana. Entonces la llamada sociedad civil se confunde con una creciente privatizacin de las conductas: el surgimiento de nuestras formas de sociabilidad, basadas en estrategias individualistas. Las transformaciones del tiempo poltico Antes de enfocar su transformacin, conviene recordar dos tensiones que caracterizan al tiempo poltico. Por un lado, el tiempo poltico se mueve en la tensin entre cambio y continuidad. Por otro lado, la poltica se encuentra tensionada entre la tarea de formular los principios de la convivencia social y la situacin de contingencia en que se toman las decisiones. La formulacin de objetivos sociales es no es solo imprescindible para disear estrategias, sino tambin para la constitucin del orden democrtico. La reconstruccin de los mapas Hoy por hoy, la gente no sabe qu pensar de la poltica. Ahora, el fin de una forma de pensar y hacer poltica no significa la muerte de la poltica, por el contrario. Su renovacin pasa, a mi entender, por una redefinicin de nuestras claves de interpretacin. Cmo reclamar una mayor/mejor participacin poltica, si los ciudadanos no logran formarse una imagen adecuada de la poltica? Cmo fijar posiciones voluntades, establecer alianzas y trazar estrategias, si no sabemos en que territorio y en que temporalidades nos movemos? En definitiva Cmo asumir la democracia como un riesgo compartido, si no compartimos cierta visin comn del futuro deseable? Todo apunta a una reconstruccin de los mapas para poder acompaar las transformaciones de la poltica. Captulo 3: Nuestros miedos En 1998 el programa de naciones unidas para el desarrollo (PNUD) presento un estudio sobre Chile que causo un notable impacto en el debate poltico. Adquira visibilidad una dimensin habitualmente no considerada: la subjetividad de las personas. La subjetividad es un fenmeno complejo que abarca valores y creencias, disposiciones mentales y conocimientos prcticos, normas y pasiones, experiencias y expectativas. Los miedos son una motivacin poderosa de la actividad humana y, en particular de la accin poltica. A continuacin presentar tres tipos de miedo que, a mi entender, se desprenden del informe sobre el Desarrollo Humano en Chile 1998. 1.- El miedo al otro Los miedos de la gente tienen una expresin sobresaliente: el miedo al delincuente. La delincuencia es percibida como la principal amenaza que gatilla el sentimiento de inseguridad. Por ende, no aparece correcto reducir la seguridad publica a un problema policial El miedo al delincuente parece cristalizar un miedo generalizado al otro. La mala memoria La experiencia traumtica de Chile ha dejado heridas sin cicatrizar. Es imposible vivir sin olvido, pero ni seguir percibimos lo compulsivo de nuestros olvidos. En sntesis, no sabemos que olvidar, ni que recordar. Cuntos aos llevaos rodeados de miedos? La historia chilena esa atravesada del miedo al desborde. Tal vez desconfiamos del oro porque tememos al conflicto. Los miedos son fuerzas peligrosas. Pueden provocar reacciones agresivas, rabia y odio que terminan por corroer la sociabilidad cotidiana. Tanto los miedos como la seguridad son un producto social. Tienen que ver con nuestra experiencia de orden. La fragilidad del nosotros Si el extrao causa alarma, es porque desconfiamos de nuestras propias fuerzas. El miedo a los otros es tanto ms fuerte cuanto ms frgil es el nosotros. La precariedad del Nosotros acenta la retraccin al hogar. La familia aparece como el ltimo refugio frente a las fuerzas hostiles del entorno. La erosin del vnculo social La cara banal del miedo es la sociedad desconfiada. La erosin de la sociabilidad cotidiana acenta el miedo al otro. No es casual que la regin ostente las mayores desigualdades sociales en el mundo junto con los mayores niveles de desconfianza. La imagen de sociedad desconfiada nos habla de la desconfianza en nosotros mismos, en la fuerza de nuestros lazos. 2.- El miedo a la exclusin Nuestros miedos se expresan fundamentalmente en las relaciones sociales. Los chilenos reconocen que su situacin general, su situacin educacional, laboral, previsional, etc, es mejor que la de sus padres. En efecto, la modernizacin del pas amplio el acceso a empleos y educacin, mejoro los indicadores de salud, estableci la contratacin individual de la previsin. Sin embargo, la gente desconfa. No confa en lograr una educacin y capacitacin adecuada. Incluso quienes tienen empleo temen quedar excluidos de un mercado laboral muy dinmico y competitivo. Quedar excluidos, por ende de los sistemas de salud y previsin. En suma, las personas temen quedar excluidas del futuro. Las deficiencias de los sistemas La desconfianza de la gente de obtener proteccin contra los infortunios y de poder aprovechar efectivamente las mayores oportunidades no es arbitraria. Existen 3 factores que provocan sentimiento de desvalidez. La deficiencia principal radica en el acceso desigual a los sistemas funcionales. Las posibilidades de la gente a acceder a los bienes vascos se encuentran fuertemente condicionadas por su nivel socioeconmico. Otra deficiencia proviene de la excesiva monetarizacin de los problemas. El dinero es un mecanismo eficaz para formalizar los flujos sociales y prolongar cadenas de accin. Una monetarizacin abusiva, cierra posibilidades. Ella excluye a personas sin recursos financieros de servicios bsicos. La autorreferencia de los sistemas El miedo a la exclusin est estrechamente vinculado a un rasgo fundamental de la sociedad actual: la creciente autonoma de las lgicas funcionales. Hoy por hoy, sin embargo, las lgicas de sistema se erigen en verdaderos poderes fcticos. El discurso neoliberal naturaliza los cambios en curso. La lgica de mercado ilustra la transfiguracin de una racionalidad de sistema en una especie de hecho natural, supuestamente inamovible, que se impone a las espaldas de la gente. 3.- El miedo al sinsentido El ms difuso de los temores es el miedo al sinsentido. Nace de un conjunto de experiencias nuevas: el stress, el alude de las drogas, la persistencia de la contaminacin, el trato agresivo y los atascamientos del trafico. Estamos en un mundo de referentes mviles y provisorios, caracterizado por la contingencia. Aparentemente todo vale, todo es posible. Es en este contexto que al miedo al otro y el miedo a la exclusin adquieren verosimilitud. Tolerar la incertidumbre Una sociedad es moderna cuando aprende a manejar la incertidumbre. Ello implica, en primer lugar, acotar el reino de la incertidumbre. Nos cuesta acotar la incertidumbre, entre otras causas, por la sencilla razn de que carecemos de lenguaje. Carecemos de una codificacin de la incertidumbre. En segundo lugar, el desafo consiste en incrementar nuestra tolerancia a la incertidumbre. Si no podemos evitarla, como la hacemos soportable? Parece haber un umbral antropolgico, cruzado el cual la incertidumbre carcome la identidad. Sin embargo existe un mecanismo privilegiado para elevar las barreras de tolerancia: la vinculacin intersubjetiva. En la medida en que las personas asumen la incertidumbre como un problema compartido y desarrollan redes de confianza y cooperacin, ellas generan un marco de certezas. El otro deviene, ms que un factor calculable, un socio indispensable para construir, frente a los avatares, un futuro comn.
La construccin de futuro Nuestros miedos pueden llegar a ser productivos, si contribuyen a traducir las carencias en tareas. En el fondo, el miedo al sinsentido clama por un horizonte de futuro. Siempre construimos futuro, Pero no siempre sabemos que horizonte buscamos, que pas queremos, que mundo deseamos. Nos falta imaginacin fundada en solidos motivos. Capitulo 4 : La construccin social de las memorias colectivas Memoria y olvido son construcciones sociales, continuamente elaboradas y reformuladas como parte de ese procesos de produccin , la memoria y el olvido, el presente y el futuro actan y se ordenan como simbolizaciones de esa gran obra de la accin colectiva que llamamos historia. Situando al presente en la tensin de pasado y futuro, la sociedad moderna puede tomar distancia de la contingencia de lo inmediato y enfrentar a la realidad como un orden moldeable. En el caso de Chile en nombre de la gobernabilidad se enfatiza al futuro posible en detrimento de un pasado de conflictos. La mala memoria no permite fortalecer el vnculo social y las capacidades de accin colectiva. Por ora parte, el modo de modernizacin imperante cuasi espontaneo de las fuerzas autnomas del mercado y de los intereses privados, oscurece el vinculo entre el orden social y la accin colectiva. El resultado, en ambos casos, es un presentismo altamente contingente y un bloqueo de las aspiraciones de futuro. Construccin de la memoria, produccin del tiempo La memoria es una forma de distinguir y vincular el pasado en relacin al presente y al futuro. La memoria no radica tanto en la exactitud de los hechos como en el relato y la interpretacin de ellos. La pluralidad de las memorias conforma un campo de batalla en que se lucha por el sentido del presente en orden a delimitar los materiales con los cuales construir el futuro. Los mismos hechos pueden ser tratados de modo muy distinto. Ahora. La construccin de la memoria se inserta en un proceso ms general: la construccin del tiempo social. La sociedad moderna asume el pasado en tanto producto de la accin humana a la vez que toma distancia de la contingencia del presente y del futuro. Hay distintas maneras de mirar y sentir cada uno de los tres tiempos y, en particular, de anudar los hilos, tenues o gruesos, entre ellos. Y e esa delicada trama depende finalmente la construccin del orden social y su sentido. Segn el conocido estudio de Koselleck, la poca moderna se caracteriza por una aceleracin temporal que abre una brecha entre el campo de experiencias de la gente y su horizonte de expectativas. La nocin misma de futuro parece desvanecerse. La nocin de posmodernidad es controvertida, pero seala una tendencia: lo nuevo se ha vuelo problemtico. Ahora bien, el olvido puede ser tambin vivido como un acto de liberacin. No hay vida sin olvido (Nietzsche). Entonces es hora de liberar el futuro de su pasado. Vale decir, hay que procesar/seleccionar/eliminar lo pasado para dejar lugar a lo nuevo. Chile: La poltica de la memoria En los pases del Cono sur, la transicin a un rgimen democrtico pone en tela de juicio el pasado. No es lo mismo si el colapso de una dictadura es vivido como una derrota o una liberacin. Toda sociedad posee una poltica de la memoria ms o menos explicita, esto es el marco de poder dentro del cual la sociedad elabora sus memorias y olvidos. Se va a presentar la poltica de la memoria a travs de 1) el futuro visualizado al inicio de la transicin, 2) las polticas respecto a los derechos humanos y 3) su cuestionamiento posterior. La transicin chilena El procesos de transicin democracia en Chile se caracteriza por tener lugar 1) en el marco poltico-legal fijado por la constitucin de 1980; 2) con una economa capitalista de mercado en expansin; 3) la continuidad de Pinochet en la escena polica (como comandante en jefe del ejercito y senador vitalicio) una distribucin bipolar bastante estable de las fuerzas polticas. Aylwin enfrena tres tareas prioritarias: 1) afianzar el rgimen democrtico, 2) reformar la economa para vincular crecimiento y equidad social y 3) juzgar las violaciones de los derechos humanos. Las polticas de la memoria Chile postautoritario se enfrenta al dilema justicia o democracia. La fuerte tensin entre memoria y futuo presente en ese dilema, as como el estrecho marco de que se dispone para enfrentarla, explica las sucesivas reformulaciones de la poltica de la memoria en la transicin chilena. Aylwin planteo entonces verdad y justicia como condiciones de un perdn. Sin embargo, el posterior asesinato de Jaime Guzmn sepulta el esfuerzo. El rito de la reconciliacin fracasa. La irrupcin del pasado En Chile la memoria se impone. La detencin de Pinochet y su procesamiento en Santiago ponen al desnudo las vicisitudes de la transicin chilena. Se hace evidente el dilema que arrastra: pretende construir el futuro dejando tras un pasado que experimenta como obstculo. El pasado es fructfero, no cuando alimenta el resentimiento o el triunfalismo, sino cuando induce amargamente a buscar nuestra propia transformacin (Todorov). Para dar al pasado su justo lugar en la construccin de la democracia futura tiene distintos orgenes Por un lado el miedo al conflicto que manifiestan los ciudadanos, asustados por experiencias traumticas. De acuerdo a una encuesta, un 1,4 % de santiaguinos entrevistados afirma que no hubo violaciones a los derechos humanos. Es decir, existira un hecho histrico reconocido por todos. An ms: ocho de cada diez entrevistados opinan que el desarrollo econmico durante el rgimen militar de ninguna manera justifica las violaciones. En resumidas cuentas, la ciudadana solicita al sistema poltico la representacin neutralizada de una sociedad sin pasado, en la cual, sin embargo, no puede reconocerse. La mala memoria En 1992 otra encuesta de FLACSO seala que seis de cada diez encuestados se pronuncia por conocer la verdad y castigar; un 18% refiere conocer la verdad y amnistiar y un 13% se inclina por da superado el problema. La Justicia es solamente un aspecto de la experiencia colectiva de la dictadura anclada en la memoria. Otro es la experiencia psquica impuesta a cada individuo. La interpretacin del golpe vara, pero tiende a entenderlo como una irrupcin que trastoca todo. De pronto, situaciones extremas que parecan imposibles hacen parte de la normalidad de la vida cotidiana. La mala memoria suele ser, en la mayora de los chilenos, una memoria banal, no dramtica, que no ha sufrido ni muertes ni torturas, pero que tampoco las ignora, que asume lo acontecido como parte de lo normal y natural. El olvido de la historia El pasado lejano nos llega a travs de una historia oficial slidamente arraigada en las memorias colectivas. Si la dictadura reprimi el procesamiento mental y emocional de lo que no pasaba, el advenimiento de la democracia en 1990 lo margino. Fracasado el gran esfuerzo inicial, el discurso oficial renunci tcitamente a una elaboracin del pasado. Finalmente la memoria de los conflictos, en su estado traumtico, dificulta una perspectiva dinmica del futuro. La consecuencia principal parece ser la prdida de historicidad. La veloz transformacin de los social Memoria y olvido son dos caras de la misma medalla. No solo la memoria, tambin el olvido es una construccin social. En los ltimos veinte aos la sociedad chilena ha sufrido una profunda transformacin, inducida por la expansin de la economa de mercado y el molde autoritario de las relaciones sociales. El resultado notorio es un proceso de privatizacin. La privatizacin de los servicios pblicos va acompaada de una privatizacin de las conductas. La memoria y el futuro La poltica de la memoria es parte de la construccin social del tiempo y la manera de relacionarse con el pasado enmarca las posibilidades y sentidos del futuro. El desvanecimiento del futuro No sabemos si los chilenos ocultan sus aspiraciones, si no logran verbalizarlas o si temen que los sueos vuelvan a transformarse en pesadillas. La drstica retraccin de los horizontes tiene diversas razones. La perdida de la tradicin, el desanclaje de espacio y tiempo, el fin del mundo bipolar, la globalizacin y el debilitamiento de las identidades nacionales, las transformaciones de la identidad del YO, todo ello dificulta una construccin deliberada del futuro. Recuerdos del futuro pasado Hay diferente futuros: el futuro presente del da de hoy, que es el presente futuro del da de maana. Y tambin el futuro pasado: lo que ayer se vislumbraba como futuro. Hay una memoria del futuro, que condiciona las expectativas del futuro presente. El bloqueo de los sueos que apreciamos en Chile es, en parte, un producto de la memoria. Una memoria que vincula el pasado con un futuro pasado. El poder normativo de lo fctico Cuando la realidad se presenta como el resultado cuasi automtico de variables que no son manejadas por los sujetos sociales- pinsese en el mercado, la globalizacin, los equilibrios macroeconmicos- y ello es presentado como exitoso, entonces poco sentido tiene preguntarse acerca del orden deseado. La nostalgia del pasado lejano Los chilenos valoran positivamente los cambios ocurridos y reconocen que tienen un mejor bienestar que sus padres. Capitulo 5: Orden y Memoria La construccin del orden esta ntimamente vinculada a la produccin social del espacio y del tiempo. Por un lado, el orden es creado mediante la delimitacin de su entorno, estableciendo un lmite entre inclusin y exclusin. Aun ms, la nocin de orden modela la idea del espacio. El orden social esa instalando en el tiempo, delimitado frente a un antes y un despus. El orden radica en la relacin que establece entre el pasado y el futuro. Tanto la memoria individual como las memorias colectivas son reconstrucciones. La produccin de una memoria nacional El estado nacional es el resultado final de un largo proceso de creacin. Haciendo olvidar la conjuncin de sus momentos constitutivos: Estado y nacin. Suele afirmarse que en Amrica Latina el estado crea a la nacin. Vale decir, prevaler el instrumento poltico. Ahora bien, la nacin no existe; ha de ser creada. En este sentido, la formacin de una identidad nacional fue un proyecto revolucionario. Haca de una poblacin un pueblo y de este un sujeto colectivo de la historia. Para construir un estado nuevo hay que romper con la temporalidad heredad y crear una perspectiva hacia adelante. Finalmente la identidad nacional es inventada a partir de valores afectivos como la manera de hablar y de comer, los hbitos y estilos de convivencia, Incorporando asimismo las fiestas y costumbres populares, los paisajes y los gustos estticos. La sacralizacin de la historia La sacralizacin del pasado, hace que no se constituye una memoria nacional sobre la base de simples datos histricos; es necesaria una simbolizacin de lo ocurrido. Es lo que aportan los monumentos y museos nacionales. Esos pretenden fijar lo que es la historia comn y atar la identidad nacional a la memoria de ese pasado comn. En las estrategias destinadas a transformar datos histricos en smbolos de la memoria nacional, Assmann subraya tres rasgos. En primer lugar la repeticin,; se memoriza mediante repeticin. En segundo lugar, la sobre proyeccin; suele elegir aquellas fechas y figuras simblicas del pasado que permiten realzar el presente. En ercer lugar, la vinculacin entre fechas y figuras de diversas pocas. Mientras que la historiografa esta inserta en secuencias cronolgicas, la poltica de la memoria se apoya en grandes saltos. La restructuracin del orden nacional Basta recordar dos megatendencias que impulsan dicha restructuracin: la globalizacin y la individualizacin. Amos procesos modifican tano la produccin del orden como el marco temporal. La aceleracin del tiempo El procesos de globalizacin toca un punto central en toda construccin de orden: los lmites de inclusin y exclusin. La congruencia de poltica, economa y cultura en un mismo espacio delimitado salta hecha aicos. Lo que hace el orden reivindica su duracin; solo conquista validez y legitima afianzndose como un orden duradero en el cual vale la pena invertir afectos e interese. En la medida en que el rumbo y el ritmo del desarrollo aparecen sustrados al discernimiento y a la voluntad humana, crece la impresin de un automatismo. La diferenciacin de las temporalidades La creciente individualizacin. Las personas se liberan de la tutela e los valores, hbitos y lazos sociales heredados y comienzan a construir su biografa bajo sus propios riesgos y responsabilidad. Capitulo 6: Cmo reconstruimos un Nosotros? En su lucha por ser sujeto de su destino, los hombres se topan con mltiples dificultades. En los captulos previos he abordado algunas: la reformulacin de los cdigos interpretativos, el majeo de nuestros miedos, el trabajo, el trabajo de hacer memoria. Son facetas de la subjetividad social. La politicidad de estos elementos se manifiesta es una doble relacin: como formas de experiencia cotidiana que inciden sobre la calidad de la democracia y, a la vez, como expresin de la sociedad que es construida por la poltica. La argumentacin procede en cuatro pasos. 1) Supongamos que la capacidad de auto-determinacin colectiva esta vinculada con la capacidad de accin colectiva. 2) En efecto, ha tenido lugar un proceso acelerado de cambios tanto en las experiencias prcticas de convivir como en los imaginarios de dicha convivencia. ) Las transformaciones culturales han debilitado la imagen de Nosotros que permite anudar lazos de confianza y cooperacin social.
2.- Los cambios culturales A continuacin mencionare algunas tendencias que van cambiando tano las maneras prcticas de vivir juntos como las representaciones que nos hacemos de dicha convivencia social. Una globalizacin interiorizada Parecera que los procesos de globalizacin no conforman una cultura global uniforme, por mucho que la profusin mundial de ciertas marcas haga pensar en una homogeneizacin generalizada. En realidad cada sociedad procesas, combina y re articula los elementos que circulan al nivel mundial de una manera especifica. Un acelerado procesos de individualizacin Uno de los cambios mas importantes (considerando la tradicin comunitaria de Amrica Latina) es la creciente individualizacin. El individuo se despega de los vnculos y hbitos tradicionales que, a la vez, lo encerraban y lo protegan. Esta salida al mundo hace parte de un proceso de mancipacin que permite al individuo ampliar su horizonte de experiencias, incrementar sus capacidades de participar en la vida social y desarrollar sus opciones de autorrealizacin. Una sociedad de Mercado Hacer del mercado el principio organizativo de la vida social significa algo ms que una reorganizacin de la economa. Basta ver cmo la expansin del mercado impone una individualizacin de la responsabilidad y la flexibilizacin del vnculo social que modifican drsticamente nuestras formas de vivir juntos. Una cultura de consumo Uno de los cambios ms notorios sera el paso de una sociedad del trabajo a una sociedad del consumo. Hoy en da, la llamada sociedad civil lleva la impronta del consumo. La cultura de consumo tiene profundos impactos sobre los estilos de convivencia 1) La caracterstica mas notoria radica en el paso de la accin colectiva, propia del mundo producto, a la estrategia individual tpica del consumo. 2) La identidad individual suele prevalecer por sobre la colectiva. 3) la flexibilizacin de la regula racin laboral. La des-regulacin implica que la proteccin del trabajo en tanto bien Publio pasa a un plano secundario en relacin a la libertad del consumidor. 3.- El desarraigo afectivo de la democracia Seales de desafeccin Presumo que las dificultades para asumir el proceso social como algo nuestro estaran asociadas a las debilidades del Nosotros para ser sujeto del desarrollo. Las personas crean tal imaginario colectivo de un Nosotros a partir de sus experiencias concretas de convivencia. Cuando estn insertas en un proceso de cambios acelerados que no controlan, las personas den seales de desafeccin: parece que no sienten dichos cambios como algo suyo. La desafeccin en referencia al modelo econmico, se muestra mediante una entrevista;las personas se declaran perdedoras al respecto. Esto proviene del contraste con el crecimiento econmico y los avances en el bienestar social durante la ltima dcada. Por otro lado A que se debe la falta de identificacin de tantas personas con las realizaciones logradas? En desmedro de las buenas variables socioeconmicas de Chile, slo un 14% de los entrevistados afirma que los cambios tiene una direccin clara y se sabe donde van Ahora lo grave del fenmeno es el silencio que lo envuelve. El mundo subjetivo de las personas, sus carencias afectivas no se encuentran verbalizadas. La debilidad de los imaginarios colectivos Cual es nuestro imaginario de sociedad? Oda sociedad se reconoce as misma por medio de un imaginario social. Dicho imaginario-sntesis de la sociedad es encarnado por diversas formas de comunidad imaginada, entre ellas el estado y la nacin. Dichos imaginarios colectivos son por ende, tan verdaderos como son verdad el desempleo o la calidad de la educacin. 4.- La poltica como trabajo cultural Una accin poltica en tanto se construye un vnculo social. Dicha construccin de los social mediante la lucha por la auto determinacin colectiva, seria la forma en que la sociedad se constituye en sujeto. A la luz de la sociedad autnoma, podemos valorar una poltica segn su potencial de transformacin. Esto es su capacidad de generar experiencias e imaginarios de Nosotros que permitan a las personas ampliar sus posibilidades de accin. E eso trata la poltica considerada como un trabajo cultural. Subjetividad social v/s naturalizacin Luchar contra la naturalizacin es luchar contra la des-subjetivacin; contra la objetivacin de las relaciones interpersonales en un sistema abstracto y auto-regulado. A la naturalizacin se opone el ciudadano como sujeto, individual y colectivo, que gobierna su futuro. El desafo poltico radica en recomponer como experiencia prctica y como imagen ideal a un Nosotros ciudadano con capacidades de modelar el rumbo del pas y su vida. En esta lucha por ser sujeto revive el mito de la soberana popular que esta e el origen de la democracia. El desafo reside en la mediacin entre esa percepcin subjetiva de la realidad social y las fallas al nivel macro social. Eso marca la diferencia con una poltica populista, que acoge a la subjetividad social escindindola de sus condiciones materiales, y con una poltica tecnocrtica, preocupada nicamente del funcionamiento de los sistemas funcionales. Imaginario Democrtico v/s fragmentacin social La transformacin de la sociedad chilena conlleva una acelerada diversificacin de factores y actores. El halo idlico de la sociedad civil se evapora cuando dos tercios de los entrevistaos conciben sus relaciones con los dems como una carrear de competencia. Las dinmicas del individualismo negativos son pues poderosas y lo son tanto mas por cuanto descansan sobre un procesos sin lmites como es el mercado. La democracia en tanto imaginario del Notros, ms exacto, imagen de una pluralidad articulada de mltiples Nosotros. Ella brinda aquel imaginario de un mundo en comn por medio del cual los ciudadanos pueden experimentar la diversidad social como la expresin de un orden colectivo. Horizontes de futuro v/s presente permanente Por ltimo llamo la atencin sobre la lucha en torno al tiempo. Al igual que el espacio, el tiempo ocupa un rol central en la construccin de una sociedad soberana. Vivimos en el presente como tiempo nico. La aceleracin vertiginosa del ritmo de vida diario es impulsada por las tendencias de poca: la simultaneidad creada por la globalizacin, la mediatizacin de la comunicacin social, la velocidad de las imgenes y la realidad en vivo, la flexibilizacin del trabajo y la satisfaccin inmediata del consumo. En medio del clima posmoderno, defiendo una conquista de la modernidad: la perspectiva. La perspectiva presupone, segundo un punto de vista desde donde mirar. No existe una mirada neutra; toda perspectiva esta posicionada, es interesada. Y ella implica, tercero, un proyecto; o sea, una intencionalidad respecto al futuro. La perspectiva prepara una accin intencional en relacin con un mundo por hacer. Constituir esa nueva mirada podra ser el principal desafo cultural de la poltica en el Chile actual: contar el proyecto pas que nace del proceso de transicin. Seria contar el cuento del Nosotros que queremos llegar a ser.