El documento presenta una introducción a una ponencia sobre el ethos político en el pensamiento de San Agustín a través de la teoría de las dos ciudades. Expone que analizará el concepto de ethos en Heidegger, el contexto histórico del pensamiento medieval, y cómo la teoría de las dos ciudades de Agustín inauguró un ethos metafísico medieval basado en el amor. También discute la relación entre filosofía, construir y habitar según Heidegger y cómo esto puede ayudar a repensar la historia
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El documento presenta una introducción a una ponencia sobre el ethos político en el pensamiento de San Agustín a través de la teoría de las dos ciudades. Expone que analizará el concepto de ethos en Heidegger, el contexto histórico del pensamiento medieval, y cómo la teoría de las dos ciudades de Agustín inauguró un ethos metafísico medieval basado en el amor. También discute la relación entre filosofía, construir y habitar según Heidegger y cómo esto puede ayudar a repensar la historia
El documento presenta una introducción a una ponencia sobre el ethos político en el pensamiento de San Agustín a través de la teoría de las dos ciudades. Expone que analizará el concepto de ethos en Heidegger, el contexto histórico del pensamiento medieval, y cómo la teoría de las dos ciudades de Agustín inauguró un ethos metafísico medieval basado en el amor. También discute la relación entre filosofía, construir y habitar según Heidegger y cómo esto puede ayudar a repensar la historia
El documento presenta una introducción a una ponencia sobre el ethos político en el pensamiento de San Agustín a través de la teoría de las dos ciudades. Expone que analizará el concepto de ethos en Heidegger, el contexto histórico del pensamiento medieval, y cómo la teoría de las dos ciudades de Agustín inauguró un ethos metafísico medieval basado en el amor. También discute la relación entre filosofía, construir y habitar según Heidegger y cómo esto puede ayudar a repensar la historia
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ETHOS POLTICO EN EL PENSAMIENTO DE AGUSTIN
Comentarios a la teora de las dos ciudades 1 .
Luciano Allende Pinto. Licenciado en Filosofa Universidad ARCIS. Estudiante de Mag. en Filosofa Poltica USACH
PRESENTACIN
La ponencia que he preparado lleva por ttulo: Ethos poltico en el pensamiento de San Agustn, y este se conducir a travs de tres momentos:
1.- Primero expondr a grosso modo, algunos conceptos heideggerianos presentes en Construir, habitar, pensar, que remiten al sentido originario del ethos, el que como clave de lectura se aplican al pensamiento agustiniano.
2.- En un segundo momento, se expondrn algunas determinantes histricas del pensamiento medieval, para describir la complejidad de la sociedad en que ste pensamiento se inscribe, y.
3.- En un tercer momento, me referir a los elementos con que el pensamiento agustiniano inaugura un cierto ethos metafsico, construido a partir de la tesis de las dos ciudades, y cmo desde aquel, es necesario pensar un problema tico poltico fundamental que es el problema de la libertad. Para finalmente mostrar como dicha inauguracin permite poner al amor como principio de conservacin de la sociedad, lo que nos llevar a una necesaria y quiz extraa sospecha.
(1.- Ethos en sentido originario. Clave de lectura)
Resultara imposible pretender establecer en esta instancia todos los alcances que la Ciudad de Dios implica. Esto porque la obra que San Agustn comenzara a redactar hacia el ao 412-413 de la Era Cristiana, tiene implicancias que arrancando de la contingencia poltica de la poca, a saber la invasin brbara del 410 y la consiguiente devastacin de Roma, trascienden por mucho esa condicin y referencia puntual, dirigiendo su pensar hacia el desarrollo de una filosofa de la historia y una filosofa poltica propiamente cristianas.
En este sentido, San Agustn despliega a lo largo de los XXII libros que componen la obra, una reflexin que, por una parte, se hace cargo de la necesidad poltica que la realidad le impone; esta es, la defensa de la condicin cristiana del Imperio, y, por otro lado, desarrolla a partir de los
1 Ponencia leda en Congreso de Pensamiento Poltico: La pregunta por Occidente, organizado por el CAIP y la Universidad Diego Portales, realizado en agosto del ao 2010.- 2 principios cristianos, una historia que en tanto, origen y destino, articulan el devenir poltico de la Ciudad de los hombres, propiciado por un principio articulador que es la Ciudad de Dios. Digmoslo claramente, dado que el orden de lo terreno ha sido devastado, ser menester instaurar en el orden eterno, el ethos metafsico originario que articule el primero.
Atender a las peculiaridades del pensamiento filosfico medieval es al mismo tiempo, atender a las condiciones de emergencia de dicho pensamiento. Lo pensado, nunca es independiente del pensador, y al mismo tiempo, ste ltimo no es independiente de las condiciones histrico materiales que le dan lugar. Sin embargo, dichas condiciones histrico- materiales, remiten tambin y quiz con mayor profundidad a las ideas, a las concepciones de mundo imperantes, y finalmente al habitar propio de una poca en la que dicho pensador se inscribe 2 .
Pero al mismo tiempo, un pensador es alguien que carga sobre sus hombros la epocalidad de la poca, los grandes pensadores son los sujetos cuyo pensar tiene fuerza inaugural, por cuanto, son capaces de abrir un mundo, y de ste modo el propio Agustn logra abrir un ethos metafsico que configura un mundo habitable. Esto porque San Agustn funda una metafsica, un mundo que a partir de la teora de las dos ciudades configura el ethos medieval.
Acceder a las peculiaridades de ste pensamiento, analizar las principales operaciones conceptuales que determinan la lucha por la apertura de ste ethos medieval, y comprender el mismo, exponiendo el amor como principio conservador de una sociedad diversa como lo fue la del medievo del siglo IV, requiere la exposicin previa de algunos supuestos que se encuentran en el fondo de ste texto.
Por una parte considero crucial los aportes que en la dcada de los 50, Martin Heidegger expone ante la sociedad de arquitectos, su conocida conferencia Construir, habitar, pensar (1951), debi provocar el desconcierto entre los asistentes; pero el mismo desconcierto puede encontrarse en el mundo de la filosofa cuando se atienden a aquellos argumentos que recuperan el sentido originario del ethos, y circunscriben el mismo, en el mbito del construir, y este en el sentido del habitar, para finalmente situar a ambos como propios del pensar.
Si la filosofa ha sido llamada entre otras maneras posibles como el pensar de los pensadores, Qu implicancias y consecuencias pueden tener semejantes lneas argumentales? Se trata solamente de una filosofizacin de la arquitectura o acontece tambin una arquitectonizacin de la filosofa? De ser as En qu consiste dicha arqui-tectnica? Y ms importante an, en qu sentido dicha concepcin de la filosofa invita a repensar la historia de lo pensado, -aquella que
2 A este asunto la historiografa alemana le llama Sitz im leben, literalmente, contexto vital. 3 muchas veces desde el mismo Heidegger, se piensa con demasiada premura- como historia del olvido del ser?
Tal vez dicha concepcin del construir en el sentido del habitar, y este en el sentido del pensar, en cuanto, conllevan la posibilidad de repensar, el pensar en el sentido del habitar y del construir, invita a escudriar en los modos en que dicho habitar se ha constituido e instaurado, esto es, el modo en que el pensar de los pensadores ha inaugurado en tanto, acontecimientos en la historia de la filosofa- por ejemplo, el ethos medieval, ante el evento histrico material de la devastacin de la Roma cristiana. Constitucin e institucin entonces, que se da como lucha por la apertura de un mundo habitable, y la consiguiente construccin de una historicidad, que nos obliga a pensar un asunto metafsico en su sentido profundo, como evento poltico.
Ciertamente nuestro supuesto asume que la filosofa toda cuanto lucha por la apertura de un ethos habitable- es, en tanto lucha, una poltica, lo cual podra significar asumir con demasiada premura un asunto complejo, y que por lo mismo reclama un tratamiento separado, cuidadoso y que reinterpretase distinciones tales como metafsica especialis y generalis, y por lo mismo implicara repensar distinciones institucionales tradicionales, tales como, ontologa, poltica, esttica, epistemologa y tica. Todas cuestiones que no realizar en este momento sin embargo, creo que son susceptibles de atencin en otra instancia.
Lo que quiero sugerir desde el pensamiento heideggeriano es que ese ethos implica un despliegue unitario de lo cuadrante 3 , en dicho despliegue se hallar el fundamento del modo de conducirse de los hombres en su ser, como sujetos del cultivo, del cuidado de la tierra; y en cuanto productores, como sujetos de edificacin 4 . Siguiendo este hilo conductor debemos entender que, del mismo modo en que el hombre es el nico ser capaz de edificar o bien, construir, es; de un modo fundamentalmente poltico, el nico que construye ciudades, por lo tanto es l mismo y no otro, el que puede desencubrir la Ciudad de Dios. Frente a esto, cabe preguntarse qu modo de habitar nos anuncia San Agustn?
(2.- Consideraciones histricas del pensamiento medieval)
3 Ante los divinos, como mortales, en la Tierra, bajo el cielo. 4 Las especificidades de ste despliegue, el modo como en l se cuidara la esencia de las cosas como un, junto a las cosas, no es relevante en ste momento, valga la observacin slo para indicar, que el hombre tendra el poder de custodiar lo cuadrante en su esencia, ello por cuanto, sera lo propio de su ser en cuanto habitar, el ser-con, las cosas cuestin asegurada por la cercana etimolgica que guarda la relacin, entre bin, buan, y bei soy, con, junto a-, y es la misma que se encuentra a la base del ser-en-el-mundo. 4 Resulta crucial asumir que la Edad Media puede ser definida en gran medida, como la conformacin y desarrollo de un concepto que va a determinar lo que hasta hoy llamamos Occidente, este es, el de Cristiandad. Esta ltima debe ser entendida en el sentido cultural que la palabra evoca y por lo mismo, distinguida de lo qu sea el cristianismo, en tanto, religin; aunque no sean pensables el uno sin el otro. Por cristiandad entiendo una conformacin cultural sincrtica donde confluyen las tradiciones judeo-cristiana, grecorromnica y el mundo germnico. En su obra, Vida y cultura en la edad media, Johannes Bhler, fija el comienzo de la Edad media, hacia el ao 386 d.C, a partir de cierta conciencia de distincin respecto del Mundo Antiguo. De este modo la Edad media se abre justamente en y como conciencia de la decadencia de la Antigedad la que, no obstante ste proceso, es altamente valorada en el medioevo, debido al gran desarrollo cultural que obtuvo y se conserv durante la Edad Media.
El segundo elemento fundamental en el sincretismo medieval, es el cristianismo, respecto del cual el mismo Bhler, nos dice que se trata de la gran potencia espiritual y moral de la poca. En un dilogo fructfero, entre la religin cristiana y el pensamiento griego, se articular el pensamiento cristiano, donde ste deviene verdadera filosofa, de manera tal que logra distinguirse -en un proceso de larga institucionalizacin- del paganismo. Uno de los autores fundamentales para que dicho proceso tenga lugar es San Agustn quien a partir de un pensamiento propio con races en el platonismo y neoplatonismo es capaz de configurar una visin de mundo nueva, que le da sentido al habitar del hombre en el medioevo.
En trminos estrictamente histricos es Gregorio Magno, quien junto con institucionalizar el Cristianismo, consolidar la vinculacin de ste con el poder poltico y econmico, convirtindolo de ese modo en el aglutinante de una sociedad cuyo desarrollo iba -primero- hacia la dispersin social, y segundo- tenia que vrselas con las tradiciones religiosas provenientes del mundo germano.
Dicha funcin de aseguracin del vnculo social va de la mano del sincretismo de la poca, y resulta crucial para entender la condicin histrica y poltica del pensamiento medieval, y la universalidad que el Cristianismo lleva consigo. Respecto de esta situacin nos dice el texto antes citado:
El cristianismo de la edad media no slo es un cristianismo catlico-romano por el nombre; es, en realidad, una doctrina de alcance universal y, al mismo tiempo, desde cierto puntos de vista, unilateral como el romanismo. No existan ningn pueblo, ninguna fe, ninguna supersticin, ninguna tendencia o aspiracin humana que no se acoplasen de un modo o de otro dentro del marco de la iglesia catlica-romana medieval. 5
5 BHLER, p.19. 5
As las cosas, debemos preguntarnos cmo el pensamiento agustiniano logra recuperar dicha condicin de fortaleza de la verdadera filosofa, en un momento de crisis poltica donde la visin pagana de la religin habra ganado terreno tras la devastacin de Roma.
(3.- El ethos metafsico agustiniano)
De lo anteriormente planteado resulta verosmil comprender como el problema fundamental del pensamiento medieval la constitucin de un ethos medieval que, en tanto, apertura metafsica articule un mundo, un habitar. El polemos de dicha instauracin buscar abrirlo como un cierto orden natural de las cosas, donde se cruzan la tradicin judeo-cristiana con la griega.
En este sentido ser fundamental la interpretacin del dato revelado, as podemos entender que las cuestiones relacionadas con el Antiguo Testamento, especialmente en lo que dice relacin con el Gnesis, son la explicacin de este orden natural, como un orden creado, donde adems, lo qu sea la naturaleza humana habr de entenderse como una naturaleza cada, y en relacin con la tradicin propiamente cristiana, tendremos que consignar que el Nuevo Testamento revelar la posibilidad de la Redencin en la figura del Cristo crucificado.
No es un lugar poco comn el de sealar que la explicacin terica de estos conceptos radica en la relacin que el mundo medieval establece con algunos desarrollos provenientes del pensamiento griego clsico, cuyas nociones metafsicas seran en cierto modo traducidas a la experiencia religiosa, y expresadas a su vez en el cuerpo teolgico. Siguiendo nuestra lnea de interpretacin y asumiendo que el pensamiento medieval es mucho ms que una mera traduccin sostendremos que este orden natural de las cosas medieval, trae consigo un ethos teolgico.
Ahora bien, del mismo modo como el creer para comprender agustiniano implica una reflexin en torno al problema de la fe, es decir, un cierto comprender para creer, debemos asumir que la idea de un orden natural de las cosas fundado teolgicamente- no podr ser ajena, a una cuestin propiamente filosfica, a saber, el problema de la verdad.
Se trata de que tanto como dicho orden natural o ethos teolgico, en cuanto tal, habr de fundarse en la fe, al mismo tiempo, dicha cuestin de fe, en tanto, asunto filosfico, no podr ser excluir una explicacin racional de la verdad revelada. El problema de la verdad en el medioevo es justamente una lucha, por instaurar una explicacin racional del dato revelado que viene a configurar un orden natural de las cosas, que se expresa como correlato poltico en la sociedad medieval. 6
Se trata de la instauracin real del orden creado que, en lo que respecta a todo lo que es, define el estatus de las cosas, mientras que en lo concerniente a los asuntos humanos define los estamentos de la sociedad; a la vez que en cuanto problema del libre albedro instala un asunto que cruza toda la filosofa poltica moderna, a saber, la libertad.
La dicotoma fundamental creador- creatura, implica la dicotoma Eterno- Terreno, a partir de ella se articula polticamente la dicotoma Ciudad de Dios / Ciudad de los hombres, donde el mbito primero es el fundamento del segundo. Por consiguiente, el fundamento de este ethos es un Dios creador que funda constante y permanentemente lo creado, de ste modo, todo lo concerniente al orden temporal habr de encontrar su verdad teolgica, en tanto, fundamento permanente y constante en el orden intemporal divino. Lo que tendr como consecuencia, situar la misma verdad dentro del hombre como creatura privilegiada en la creacin, al mismo tiempo que la posibilidad de la redencin y la condena como articuladores de la libertad, que como libre albedro, nos hace responsables de los asuntos humanos 6 .
El problema que heredar la modernidad a saber, lidiar entre el determinismo y la libertad, se funda en la comprensin del creador como causa y por supuesto, en la concepcin de la misma como origen, dichos asuntos -los que incluso incomodan al Kant redactor de la Cuarta Antinomia- se fundan en los modos de comprender lo qu sea la causa y el origen, y es precisamente el problema que acosa a San Agustn, si el Creador crea constantemente.
Una cuestin no menor en este punto, y digna de atencin, vienen a ser los problemas polticos que junto con el libre albedro se encuentran en el concepto de Redencin. De algn modo la misma conversin biogrfica de San Agustn, resulta susceptible de lectura propia como problema poltico. Esto porque en el caso de un ser temporal peculiar, como es la naturaleza humana, existir en ella misma la posibilidad de Redencin, cuestin que se traduce en la salvacin del
6 Respecto de la nocin agustiniana de la verdad considrese el siguiente pasaje, donde el intimismo metafsico religioso de San Agustn se muestra con una gran belleza y profundidad conceptual: Nadie es arrojado de la verdad, que no sea acogido por alguna imagen de la misma. Indaga qu es lo que en el placer corporal cautiva: nada hallars fuera de la conveniencia; pues si lo que contrara engendra dolor, lo congruente produce deleite. Reconoce, pues, cul es la suprema congruencia. No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trascindete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre la cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma dotada de razn. Encamina, pues, tus pasos all donde la luz de la razn se enciende. Pues, adnde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se descubre a s misma durante el discurso, sino es ms bien la meta de toda dialctica racional. Mrala como la armona superior posible y vive en conformidad con ella. Confiesa que t no eres la verdad, pues ella no se busca a s misma, mientras t le diste alcance por la investigacin, no recorriendo espacios, sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde con su husped, no con la fruicin carnal y baja, sino con subidsimo deleite espiritual SAN AGUSTIN, De la verdadera religin, cap. XXXIX, disponible en F. Canals, Textos de los grandes filsofos. Edad Media, Herder, Barcelona 1979, p. 18. 7 alma, pero, al mismo tiempo existe tambin la posibilidad de la condena eterna. Una y otra implican la eleccin, y el libre albedro. Obviamente el dilema radica en si la Redencin es otorgada por gracia o por mrito a aquella creatura que, en tanto; naturaleza cada, ha perdido la semejanza con el Creador.
El problema que pone el libre albedro en contraposicin a un determinismo fundacional metafsico, del que se sigue que en Dios todo est ya previamente decidido, es que no habra cambio en el orden natural desde antes de la creacin, cuestin que nos conduce necesariamente en el plano de la fe y no en la interpretacin del dato revelado. Dicho problema nos sita nuevamente en la senda agustiniana, porque en rigor, no todo puede ser explicado racionalmente, as las cosas, como ltimo elemento habr un artculo de fe, por tanto, es necesario creer para entender.
En tanto creyente, el pensamiento medieval tendr a Dios como fundamento creador, que se ofrece como verdad revelada, la que se organiza estableciendo esta verdad divina como fundamento eterno de la verdad temporal perteneciente al mbito de lo creado; en este sentido, el Creador, en tanto fundamento, es la garanta metafsica del orden terreno, acreditando a este orden como orden natural, que en trminos de concepcin de la verdad esbozada al comienzo de este texto implica un estar en la Verdad.
Ahora bien, dicha nocin de verdad si bien funda el orden de lo creado como orden natural, no implica por ello, determinismo, para San Agustn el hombre es libre, no obstante es necesario sealar en qu sentido el problema de la libertad es planteado en su obra y vida, esto porque el determinismo no es radical, es decir, no hay tragedia en el ethos medieval, sino drama, un drama cuyo escenario no es otro que las dos ciudades.
(3.1.- Las dos ciudades: el gran polemos.)
Segn los especialistas la Ciudad de Dios, puede ser considerada a pesar de su planteamiento teolgico- la primera obra de filosofa de la historia. Se trata de una obra polmica por cuanto, fue escrita para analizar el fenmeno de la decadencia del Imperio Romano de Occidente y para contrarrestar a aquellos que sealaban al cristianismo como causante de dicha decadencia. La principal operacin textual consiste en hacer de la historia el escenario de la libertad humana en cuanto lucha entre el bien y el mal. El soporte fundamental del texto y de sta visin de la historia no ser tanto la cada del Imperio Romano, cuanto la encarnacin del Verbo, que hace posible la salvacin humana. Es dicha encarnacin la que har verosmil el juicio de las todas las cosas, que se dan en el tiempo.
8 La temporalidad de esta filosofa de la historia, es lineal; la historia tiene un comienzo y un final establecidos por Dios, en l todos los acontecimientos y decisiones humanas toman sentido por la aceptacin o rechazo que suponen de la ciudad de Dios o de la ciudad terrena.
El tiempo cristiano estara de este modo determinado fundamentalmente por el acontecimiento en el sentido heideggeriano- de la llegada del Mesas, con este hecho, y su consiguiente crucifixin la religin de lo eterno fundar, lo no-eterno. En este sentido resulta paradojal que por una parte, el cristianismo es un suceso de la historia, y sin embargo, contenga y sobrepase la historia en su conjunto.
As las cosas el cristianismo pensado en la Ciudad de Dios, ser junto con el afn de eternidad y justificacin del tiempo, comprensin de la muerte y afirmacin de la inmortalidad. Siendo dicha contradiccin el lugar donde cabe preguntarnos por el privilegio que pueda haber de lo uno por lo otro y sus consecuencias.
Es precisamente este asunto lo que se impone como tarea para el pensamiento en el mundo medieval, porque ahora el cristianismo adems de ser vivido deber ser pensado, de esto se sigue que el pensamiento griego se transforme en herramienta antes que tema, para San Agustn y los medievales.
Me pregunto: en qu sentido la ciudad de Dios implica la idea de libertad humana? Una tesis fundamental es que dicha ciudad divina requiere el desarrollo de una teologa de la historia, que sea a la vez una sustento de la historia desde la divinidad, en tanto justificacin de la justicia divina, que determina el orden de lo dado como un orden de lo justo.
La historicidad de sta historia tendra como dijimos antes la condena y la redencin, como sus articuladores, donde el pecado original deviene originario en tanto, es la condicin necesaria para la cada en la historia, y a su vez para la posibilidad de la salvacin. Bajo esta visin agustiniana y a diferencia del mundo griego, la historia ser el teatro del drama del hombre en tanto ser histrico. Drama que consistir en la pugna de la doble naturaleza humana, conformada por su miseria natural en tanto, cada y la grandeza divina en tanto redimible; es la misma condicin dramtica, la que es condicin de posibilidad de la redencin.
Resumiendo, la apuesta por pensar la Ciudad de Dios, en tanto, texto de filosofa de la historia y por lo mismo como texto poltico, consiste en pensar desde la realidad sociopoltica sincrtica de la edad media, una filosofa vlida para toda sociedad humana. Un pensamiento capaz de fundar el ethos tal, implicar y demandar el cumplimiento del mandato universalista religioso presente en el mensaje de Cristo.
9 Al mismo tiempo tal pensar, fundado en la divisin del mundo en dos ciudades, no dejar de evocar la divisin platnica de mundo ideal y mundo sensible, donde el primero es fundamento del segundo. No obstante, a la vez que lo rescate lo refiera re-significndolo; dicha resignificacin, se hace en tanto, ciudad, con lo cual, la cuestin metafsica se instala en y produce como origen y destino dramtico en el terreno de la poltica.
La distincin ciudad divina/ciudad terrena ser constituyente del ethos medieval en tanto configure la cristiandad, como dijimos antes, llevando el asunto ms all de la matriz puramente religiosa hacia el mbito cultural.
Si se quiere, la realidad sociopoltica que se configure a partir de la relacin entre la ciudad divina y la terrena, constituir la cristiandad como conjuncin fundacional entre filosofa y cristianismo. Y es precisamente dicha distincin la que articula el desarrollo de la historia como drama humano, que tiene su archi-tectnica en Dios. Condicin doble de la historia entonces, que se articula en tanto ethos medieval sobre el soporte metafsico de una realidad de lo real, que determina todo lo que sucede, y acontece por providencia divina, pero que a la vez otorga como don de Dios, la libertad al hombre. Luego el orden de lo dado, en tanto orden creado, implica como don- la libertad humana. Dicha libertad del hombre es en el pensamiento agustiniano en cuanto don, la libertad para el pecado, y la libertad para la historia.
Si hay algo como agustinismo poltico ste tendr que desarrollarse a partir del privilegio de la ciudad divina por sobre la terrena, y por lo mismo tendr que sustentar el predominio de la Iglesia sobre el Estado, cuestin que pondr al cristianismo como el aglutinante, o si se quiere como el soporte espiritual, capaz de ser el principio unificador de una sociedad que adverta ya en seno del poder poltico, una necesidad que de suyo el puro poder no lograba soslayar, sea esto otro, un asunto de fuerza; sea esto, un soporte espiritual, lo que encontramos es la necesidad de un principio articulador, de un soporte para la sociedad que al parecer no puede simplemente emerger al menos en esta visin- de la sociedad misma.
(3.2.- El amor como principio rector del espritu y la vida civil)
Si antes nos preguntamos en qu sentido la ciudad de Dios implica una idea de libertad humana?, y advertimos como dicho pensamiento requiere un pensamiento de la historia como articulador del mundo, donde un elemento de la relacin es privilegiado. Cabe que ahora nos preguntemos Cmo se articular dicha relacin entre las dos ciudades?
En un conocido pasaje de la Ciudad de Dios nos dice el autor:
10 Dos amores fundaron, pues, dos ciudades, a saber: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena, y el amor de Dios hasta el desprecio de s propio, la celestial. La primera se glora en s misma, y la segunda, en Dios, porque aqulla busca la gloria de los hombres, y sta tiene por mxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aqulla se engre en su gloria [...]. En aqulla, sus prncipes y las naciones avasalladas se ven bajo el yugo de la concupiscencia de dominio, y en sta sirven en mutua caridad, los gobernantes aconsejando y los sbditos obedeciendo. Aqulla ama su propia fuerza en sus potentados, y sta dice a su Dios: A ti he de amarte, Seor, que eres mi fortaleza (Sal 17,2). Por eso, en aqulla, sus sabios, que viven segn el hombre, no han buscado ms que o los bienes del cuerpo, o los del alma, o los de ambos [...]. Creyndose sabios, es decir, engallados en su propia sabidura a exigencias de su soberbia, se hicieron necios [...]. En sta, en cambio, no hay sabidura humana, sino piedad, que funda el culto legtimo al Dios verdadero, en espera de un premio en la sociedad de los santos, de hombres y ngeles, con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas (1 Cor. 15,28). 7 )
Claramente son dos amores aquello que dan lugar a las dos ciudades, pero al mismo tiempo es importante sealar cmo el amor, que es siempre un impulso, sea aquello que funda la distincin fundacional. Para San Agustn el amor es una tendencia, o bien la fuerza del alma cuyo origen se encontrara en el dinamismo de la voluntad, donde es precisamente ese dinamismo el que se concretiza en y por el objeto amado. Un punto fundamental radica en que dicha concrecin se constituye una identidad entre la voluntad que ama y el objeto amado.
De ser as habr que ser cuidadosos respecto de qu sea aquello que pueda ser digno de amor y que no, la mxima respecto de este punto nos indicar con fuerza de ley, que no debemos amar todas las cosas que utilizamos (uti), sino nicamente aquellas que, sobre la base de cierta afinidad con nosotros, tienen una relacin con Dios, como es la persona humana o aquellas cosas que, en ntima unin con nosotros necesitan la bendicin de Dios por medio de nuestra meditacin.
Pero, en qu consiste dicha afinidad? Como podemos observar no se trata de una afinidad de origen humana, sino divina, esto porque aquello que sea afn a nuestra esencia, en tanto, entes creados, depender del ser activo y creador del ente divino, Dios. De este modo la cercana y el mismo nosotros, se articula a partir de la relacin del Creador con lo creado, sin embargo, esa afinidad no consiste slo en compartir la condicin de creatura, sino que adems, aquel ente que teniendo esta afinidad, est en ntima unin con nosotros sern aquellos dignos de amor.
San Agustn es claro en ste punto y sus consecuencias polticas no son menores, los objetos dignos de amor son cuatro, a saber, Dios, nosotros mismos, nuestros prjimos y nuestro cuerpo.
Ser el amor el que podr hacer a los hombres buenos y justos si se ama del modo correcto, ahora bien, ese amor que tiene tal condicin no es, ni el amor a s mismo, ni el amor al cuerpo, que
7 SAN AGUSTIN, La ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. 11 tendran un carcter natural, sino aquel en donde radica la posibilidad de la salvacin en tanto, es por el amor que somos impulsados a salir de nosotros mismos e ir ms all de los lmites del yo.
La realizacin efectiva de esa posibilidad consiste en un salir de nosotros mismos, en sobrepasar el egosmo propio de nuestra naturaleza cada y de ese modo como creaturas dotadas de voluntad y de voluntad amorosa, podremos definirnos en cuanto hombres, por aquello que amamos.
La moralidad misma del sujeto que habita este mundo medieval ser de carcter amorosa; la templanza es amor que sabe cmo conocer su propia integridad y que est dedicada plenamente a lo que es amado. La fortaleza es amor que es capaz de soportar mucho a causa de aquello que ama. La justicia es amor que no desea retener para s misma las cosas buenas de la vida, sino que sabe compartir con equidad. La prudencia es amor que sabe cmo distinguir lo que ha de beneficiar al amor y lo que puede daarlo. Lo mismo ocurrira con las virtudes cotidianas. De este modo el amor define lo bueno y lo malo, a la vez que orienta nuestras vidas, y es tambin la posibilidad del perdn y supresin de todo pecado, de la misma manera en que la privacin del amor es causa y ratificacin del pecado.
En el plano de una filosofa de la historia, definida por las dos ciudades y como vemos a partir del amor, ser ste el articulador de la historia de la humanidad, como movimiento al interior de dos clases lmites de amor. Por un lado, el amor a s mismo propio del inters egosta, y por otro el amor centrado en Dios y vuelto hacia el prjimo.
Hay que destacar que la revelacin de amor, es de carcter propiamente cristiana, y sus consecuencias, en cuanto se enuncian en el mandamiento de amor al prjimo, seran ms fundamentales que los mandamientos de Moiss, el mandamiento de Cristo nos dice: amaos los unos a los otros como yo los he amado, este es el principio amoroso de un proyecto poltico que tiene a la humanidad en su conjunto como su objeto, pero al mismo tiempo es la encarnacin del hijo de Dios. Si se quiere pensar de modo estrictamente cristiano, es la revelacin del amor de Dios a los hombres.
Sostengo que la poltica agustiniana es una poltica del amor porque, tanto como el amor une dos realidades, el amor al prjimo tendr la posibilidad de unir a los hombres, en tanto, hijos de Dios, a la vez que es capaz de cultivar la relacin de semejanza del hombre con Dios. Dicho concepto implica la instauracin del ethos metafsico medieval por cuanto, l mismo implica de suyo un morar, que es tambin doble, cito: Amar a Dios significa morar mutuamente: nosotros moramos en Dios y Dios mora en nosotros. Y as Dios nos envuelve y nosotros somos envueltos por l.
12 De este modo se configura el concepto de prjimo como aquel sujeto que comparte su ser conmigo, que puede responder junto a mi, a la construccin de una sociedad ms justa y buena, una sociedad moral.
Frente a esto caben al menos dos miradas, una visin fiada de la articulacin amorosa y una visin sospechosa. Respecto de la primera debemos confiar, tener fe en que, si un mundo mejor es posible, si la historia misma habr de darnos esa posibilidad, si el ethos medieval habr de construir la cristiandad con una pretensin universalista y vlida para todo el gnero humano, tendr que hacerlo sobre la base del amor de Dios como don, y anuncio de la autorrevelacin del creador en la creacin, porque Dios al crear, ha creado a la realidad de lo real, en cuanto creacin; y lo ha hecho como obra de su sumo amor, por ello es que nos est permitido amar las cosas creadas, siempre y cuando se les ame no como fines en s mismas, sino en relacin con el Creador que es el fundamento de un proyecto de mundo, abierto metafsicamente, que configura desde la realidad de lo real, a lo real mismo como cristiandad en cuanto, condicin histrico material y como proyecto poltico y moral. De este modo, la lucha por la apertura de mundo ha abierto el ethos teolgico medieval que configurar el habitar de los hombres entre s y ante Dios.
Pero tambin cabe una mirada distinta, vigilante y sospechosa que se pregunte hasta dnde no sea sino el amor un modo de instaurar en lo ms ntimo de la subjetividad una forma de coaccin de la que es imposible sobreponerse?, hasta dnde es en el nombre del amor que las ms grandes atrocidades han tenido lugar? Hasta donde no est la metafsica y la religin en la Ciudad de Dios- al servicio de una necesidad poltica, a saber, la reconstruccin espiritual y material de la Roma devastada. Porque en el nombre del amor es lcito definir un nosotros tanto como distinguir a los otros, y desde ah es tambin lcito castigar a todo otro que no es mi prjimo. Tal y como en nombre de un cuerpo moral como la Voluntad general, una fraternidad y la Religin civil rousseauniana resulto lcito en la Revolucin francesa el uso masivo de la guillotina. Del mismo modo es susceptible de sospecha el llamamiento contemporneo a la solidaridad como necesidad tica en la democracia liberal. Finalmente, me pregunto si es acaso posible pensar una universalidad que no sea de suyo totalizante.