El Lector en Manos de Un Manipulador

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El lector en manos de un manipulador

La gente slo ve imgenes estereotipadas de


las cosas, puras sombras vacas de expresin,
puro fantasmas de las cosas, y considera
vulgar y normal todo lo que tiene la costumbre
de presenciar con frecuencia, por maravilloso
y milagroso que sea. Por esta razn he escrito
[]: Mirar es inventar. Salvador Dal

En este trabajo intentaremos analizar Los adioses de Juan Carlos Onetti de 1954
apelando al marco de la Esttica de la Recepcin para destacar particularmente los
mecanismos que utiliza el autor para lograr que el lector sea un lector activo.
En la nouvelle de 1954 Los adioses podemos identificar claramente cmo se
anticipan muy temprano todas aquellas tendencias que exigen al lector, que sea un lector
activo, que cree junto con el autor, el mundo ficticio de ste. Podemos reconocer
principalmente un sinfn de ambigedades y contradicciones que hacen que esta historia
est llena de silencios que deben ser resignificados por cada lector. Esto nos lleva a una red
ilimitada de significaciones. Como expresa Block de Behar:
El texto constituye ese lugar de productividad que Barths reconociera como un
espacio polismico donde se entrecruzan varios sentidos posibles, porque si las palabras no
tuvieran ms que un sentido, el del diccionario, si una segunda lengua no viniera a turbar y
liberar las certidumbres del lenguaje, no habra literatura (Block de Behar)
El protagonista de la historia fue un basquetbolista reconocido o no? Las cartas
eran de las dos mujeres que lo visitaron? La mujer y el nio eran la esposa y su hijo, y la
muchacha, su amante o su hija? Y si la muchacha era su hija, la mujer era su amante y el
hijo uno extramatrimonial? Como se puede ver, podramos seguir presentando mltiples
interrogantes y no acabar nunca con las especulaciones que el texto nos permite a los
lectores.
Muchas veces en Los adioses no son tan importante los hechos, en realidad en la
novela no sucede mucho, lo que la hace interesante son las conjeturas del narrador y
especialmente lo que no dice. Octavio Paz asegura al respecto:
La obra no es lo que estoy escribiendo sino lo que no acabo de escribir, lo que no
llego a decir. Si me detengo y leo lo que he escrito, aparece de nuevo el hueco: bajo lo
dicho est siempre lo no dicho. La escritura reposa en una ausencia, las palabras
recubren un agujero (Citado en La retrica del Silencio)
La dimensin imaginada del texto se deriva en gran medida del uso de subjuntivos
hipotticos, en las formas imperfectas o pluscuamperfectas y de condicionales del modo
indicativo Una de los rasgos estilsticos de Onetti en Los adioses es el uso de una gran
cantidad de subjuntivos, todos ellos terminan en-Ra, como en "Como si Fuera", y ni uno
solo en- Se. El texto de Los adioses incluso comienza con un subjuntivo llamativo, que se
repite anafricamente en los dos primeros prrafos:
Quisiera no haber visto del hombre, Quisiera no haberle visto ms que las
manos (p. 51),Debe haber visto el nombre en los diarios, tal vez se acuerde. []El
ltimo ao debi haber sido aquel en que se dieron cuenta que la cosa haba
empezado. (p.65)
Adems del uso del subjuntivo, el narrador abusa excesivamente del verbo imaginar
dndonos un indicio certero de la manipulacin que ejerce sobre el lector para hacerlo
cmplice de su historia:
Mientras iba colocando las persianas, imagin al hombre subiendo la sierra para
interrumpir la siesta de Andrade [] (p.62),Los imaginaba inmviles en camas blancas de
hierro, all arriba, depositados provisoriamente en una habitacin del
sanatorio[]Imaginaba la lujuria furtiva, los reclamos del hombre, las negativas, los
compromisos, y las furias despiadadas de la muchacha, sus posturas empeosas masculinas.
(p.121);Imagin al hombre cuando bajaba trotando hacia el hotel, despus del abrazo;
conciente de su estatura, de su cansancio, de que la existencia del pasado depende de la
cantidad de presente que le demos, y que es posible darle poca, darle ninguna (p. 103) ; Me
era fcil imaginar la noche que tenan a las espaldas,me tentaba en la exitacin matinal. Ir
componiendo los detalles de las horas de desvelo y de abrazos definitivos rebuscados.
En Los adioses el narrador es tambin uno de los personajes de la historia. Por un
lado adquiere los defectos de sus destinatarios los lectores por otro, se hace
comprensible para los mismos, habla su mismo idioma, el idioma de los defectos, las
mezquindades, las imperfecciones. El narrador pasa a ser parte del problema:
cuando la soledad nos importa somos capaces de cumplir todas las vilezas adecuadas para
asegurarnos compaa, odos y ojos que nos atiendan. Hablo de ellos, los dems, no de m
En el centro de esta historia, el verdadero protagonista se encuentra en la figura
compleja del este narrador. El dueo de un bar en Los adioses abarca no slo el papel de
personaje, protagonista, narrador y el lector, sino tambin el de autor. Este narrador es la
instancia que filtra la informacin, toma las decisiones con relacin a lo manifiesto y lo
omitido, narra o muestra las escenas y nos mueve a los lectores a lo largo de la historia.
Este narrador hace uso de un lenguaje teatral para especificar la gestualidad de los
personajes. Se logra as que el lector tenga una imagen tan certera que le permite al
narrador la credibilidad de su historia:
Era flaca, rubia, triste, vestida de negro, con un gran escote, con un collar de perlas, con
un broche de oro encima del corazn, con una mueca nerviosa que le desnudaba la enca
superior, una contraccin alegre, asqueada y feroz que le alzaba instantneamente el labio y se
deshaca con lentitud; era una mueca que, simplemente , suceda en su cara, regularmente,
antes y despus de beber un trazo de la mezcla de caa y vino blanco que haba inventado el
hombre gordo y rojo que presida la mesa. (p.74)
Y ms adelante:
Continu vindola y an la recuerdo as: soberbia y mendicante, inclinada hacia el
brazo que sostena la valija, no paciente, con los ojos bajos, generando con su sonrisa
el apetito suficiente para seguir viviendo, para contar a cualquiera con un parpadeo,
con un movimiento de la cabeza, que esta desgracia no importaba, que las desgracias
slo servan para cambiar fechas, para separar y hacer inteligibles los principios y los
finales de las numerosas vidas que atravesamos y existimos. (p. 97)
"Hay manos, demasiadas manos que se empean en fabricar esta ficcin, Tanto el
enfermero y la mucama la reina, como l la llama tratan de hilar una historia,
presentando otra mirada, que el narrador descarta porque las considera de poca
importancia. La focalizacin de la historia cambia por momentos del dueo del bar al de la
mucama, al enfermero y hasta de otros vecinos. Mieke Bal, en Teora de la narrativa seala
al respecto:
[]la focalizacin es, desde mi punto de vista, el medio de manipulacin ms importante, ms
sutil y ms penetrante. []la focalizacin tiene un fuerte efecto manipulador .En este sentido es
importante no perder de vista la diferencia entre las palabras habladas y no habladas de los
personajes.
El almacenero sabe desde el principio que l tiene muy poca informacin de primera
mano y se deleita en la construccin de la historia con fragmentos de conocimiento. Su bar
funciona como un mercado para la informacin. En una etapa temprana de la narracin, nos
asegura que l tiene el control total de los hechos: saba esto, muchas cosas ms, y el final
inevitable de la historia cuando le acomod la valija en la falda e hice avanzar el coche
por el camino del hotel
Por medio de estos artificios el lector resulta fcilmente manipulado y se convierte
as en cmplice del narrador creyendo en todo lo que ste dice sin poder distinguir entre lo
comprobable, lo probable y lo improbable. Al respecto Nietzsche seala que los hombres:
Se encuentran profundamente sumergidos en ilusiones y ensueos, sus miradas se
limitan a deslizarse sobre la superficies de las cosas y percibir formas, sus sensaciones
no conducen a ningn caso a la verdad sino que se contentan en recibir estmulos y, por
as decirlo, jugar un juego de tanteo sobre el dorso de las cosas (p.4)
Otro aspecto importante a destacar en Los adioses es la temporalidad. Onetti la
utiliza como un mecanismo para que el lector participe activamente relacionando cmo el
paso del tiempo repercute no slo en la naturaleza sino tambin en los personajes. De este
modo, para el lector, la temporalidad se convierte como el nico eje real y comprobable en
la historia.
En relacin a la temporalidad la escritora Josefina Ludmer sostiene que la narrativa
de Onetti a menudo comienza o terminan en cambios de estacin. En Los adioses esto se
hace visible a travs de la llegada del basquetbolista al pueblo, hecho que transcurre en
primavera: Estbamos a mitad de primavera, desconcertados por un sol furtivo y sin
violencia, por noches frescas, por lluvias intiles (p. 58).
Sal al fro azul y gris [] un invierno de nieve, de caminos bloqueados, cuando
divis los intermitentes crculos de luz sobre la tierra del camino) (p.114).
El fluir del tiempo se hace presente hasta en los detalles mnimos de la historia que
le otorgan coherencia a la nouvelle. El peso del tiempo se manifiesta sobre el personaje a
travs del almanaque que est dentro del bar: Quisiera no haber visto del hombre, la
primera vez que entr en el almacn[] sobre un fondo de alpargatas, el almanaque,
embutidos blanqueados por los aos[] (p.51).
El narrador hace resaltar el almanaque cuando el basquetbolista ni siquiera est cerca de
ste: Hasta que un medioda lleg antes que el mnibus que reparta el correo y no se
acerc al almanaque ni pidi cerveza. (p.64)
Para el protagonista el presente no existe, slo existe el pasado, ese pasado que lo
llen de gloria cuando l era una estrella de basquetbol:
Era el mejor jugador de basquetbol, todos dicen internacional [] (p.65)
Comenz a verlo en algargadas fotos de El grfico, con pantalones cortos y una camiseta
blanca inicialada, rodeado por otros hombres vestidos como l, sonriente y desviando los ojos
con, a la vez, el hasto y la modestia que conviene a los divos y los hroes (p. 66)
Ahora en el presente se encuentra enfermo y se vuelve desahuciado y
desesperanzado, casi ni habla:
Se haba desnudado lentamente frente al armario para reconocerse, esqueltico, con
manchas de pelos que eran agregados convencionales y no intencionadamente sarcsticas con
la memoria insistente de lo que haba sido su cuerpo, desconfiado de que los fmures pudieran
sostenerlo y del sexo que colgaba entre los huesos (117)
Estas conjeturas las da el narrador-almacenero desde el comienzo pero en el
desenlace final podemos observar un cambio en relacin a la percepcin del basquetbolista
que, segn el enfermero, estaba: siempre contento, era un caballero (125). Las
contradicciones y ambigedades, como dijimos anteriormente, invaden la novela.
Como ejemplos de intertextualidad con referencia a la temporalidad trabajaremos la
obra Persistencia de la memoria de Salvador Dal, El anciano de los das de William
Blake y La vie en rose Edith Piaf.
En cuanto a la cancin La vie en rose de Edith Piaf sta se hace presente en Los
adioses, en forma de irona ya que alude a una vida en rosa, una vida de gloria de alegras
inexistente en el presente del basquetbolista y de este pueblo serrano:
Alguien tena abierta la ventana abierta del primer piso del hotel; estaban
bailando, se rean y las voces bajaban bruscamente hasta un tono de adioses, de
confidencias concluyentes; pasaban frente a la ventana y el disco era La vida color de
rosa en acorden.
Podemos decir que esta cancin es la contracara del presente del basquetbolista, un presente
cargado de desesperanza y de resignacin ante su destino.
En el cuadro de Dal de 1931 podemos distinguir unos acantilados y delante de
ellos una llanura aparentemente infinita. En el centro del cuadro se ve un reloj que cabalga
a una babosa, retrato a modo de silla de montar perversa, mientras otros dos relojes
igualmente blandos y con textura de moluscos cuelgan respectivamente sobre la rama de un
rbol marchito y sobre el borde de una tarima. El nico reloj que conforma su forma
autntica, el de color rojo situado en primer plano a la izquierda lo estn devorando las
hormigas Dal les tena pnico. La transformacin de lo amorfo y la fusin de los relojes
y de la figura humana nos remiten al paso del tiempo en el sentido tradicional, alusivo a la
vanidad y a la transformacin de las cosas.
En la acuarela El anciano de los das de 1794 podemos apreciar cmo el artista
nos muestra a la figura de un dios trazando un crculo en la superficie del abismo con
ayuda de un comps, para crear el universo segn reglas geomtricas como el dios en los
platnicos. As como en la obra de Blake en la que el dios marca el tiempo, en Los adioses
el narrador se cree l mismo un dios que tiene el poder de predecir el destino temporal de
los personajes:
En general me bastaba verlos y no recuerdo haberme equivocado; siempre hice mis
profecas antes de enterarme de la opinin de Castro o de Gunz, los mdicos que viven
en el pueblo 51
Y ms adelante:
Me senta del cumplimiento de su destino, obligado a la crueldad necesaria, obligado
a la crueldad necesaria para evitar que se modificara la profeca, seguro de que me
bastara recordarlo y recordar mi espontnea maldicin, para que el continuara
acercarse a la catstrofe 70

En conclusin, en Los adioses, el narrador utiliza todos los artilugios de la ficcin
para manipular al lector y lograr que haya tantas interpretaciones como lectores posibles.
Nunca ms acertado Nietzsche cuando dijo:
El arte de la ficcin alcanza su mxima expresin en el hombre: aqu el engao, la
adulacin, la hipocresa, el vivir del brillo ajeno el enmascaramiento, el
convencionalismo encubridor, el teatro ante los dems y uno mismo, en una palabra, el
revoloteo incesante ante la llama de la vanidad es hasta tal punto la regla y la ley, que
apenas hay nada ms inconcebible que el hecho que haya podido surgir entre los
hombres un impulso sincero y puro hacia la verdad.
Este narrador ofrece una verdad que dista mucho de la objetividad y que abre el juego para
que el lector pueda encontrar el camino hacia su propia verdad y construir su propia ficcin.

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