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La coleccin un libro por centavos, iniciativa de la
Decanatura Cultural de la Universidad Externado de
Colombia, persigue la amplia divulgacin de los poetas ms reconocidos en el mbito nacional e internacional y la promocin de los nuevos valores colombianos del gnero, en ediciones bellas y econmicas, que distri- buye para sus suscriptores la revista El Malpensante y se obsequia en bibliotecas pblicas, casas de cultura, colegios, universidades, crceles y organizaciones gubernamentales. Este nmero 89 es una antologa de Carlos Fajardo Fajardo, preparada por l, para esta coleccin, bajo el ttulo: Pndulo de arena. N. 89 Pndulo de arena universidad externado de colombia decanatura cultural 2013
Carlos Fajardo Fajardo
Pndulo de arena isbn 978-958-710- Carlos Fajardo Fajardo, 2013 Universidad Externado de Colombia, 2013 Calle 12 n. 1-17 este, Bogot - Colombia Tel. (57 1) 342 0288 dextensionc@uexternado.edu.co www.uexternado.edu.co Primera edicin Marzo de 2013 Ilustracin de cubierta Casa Mara con vista al Castillo Negro, por Paul Czanne, leo sobre lienzo, 1895 Diseo de cartula y composicin Depto. de Publicaciones Impresin y encuadernacin Nomos Impresores Impreso en Colombia Printed in Colombia Universidad Externado de Colombia Juan Carlos Henao Prez Rector Miguel Mndez Camacho Decano Cultural Clara Mercedes Arango Coordinadora General A la memoria de mi hermano Fernando Jos Fajardo Fajardo 9 poema a madelaine Madelaine muchacha que palpas con tus dedos mis cabellos bajo la frescura de este invierno te digo bajo esta lluvia: Recuerdas las voces que acompaan la nostalgia? Nunca las pronuncies en mi presencia trata de iluminar por el contrario. Que el sol penetre hondo entre nosotros Madelaine de luz y de escultura que el sol penetre hondo y revuelvas mis cabellos cariosa como si fuera tu hijo recin llegado de la guerra como si recin acabara una batalla. 10 poema Todo se pierde amor todo se pierde la noche que qued prendida en nuestras cercas la hora que se pierde en episodios cotidianos y sin embargo todo se enciende con un ltimo esfuerzo como no queriendo abandonarse. Todo se pierde amor o no se pierde porque existe un lmite sin retorno un serio asunto que no habamos previsto una vieja deuda que se desvanece en angustias. Se pierde la magia primigenia de las cosas, el apartamento que sirve para amar el amor desnudo ser solo un cuarto rodeado de musgo, en el viejo puente amor ya no caer la lluvia y en sus viejas pilastras enterrarn a los perros, habrn demolido la tienda de la esquina donde por primera vez pude ver tu rostro. 11 En nuestra vieja celda-amor habrn abierto alcantarillas donde entonces con los sexos heridos y en empapados besos creamos crearnos. De esta vida qu dirn en el futuro? Que slo tuvimos el derecho a destruirnos. 12 de ertico Ven y bscame en el desamparo de los lechos que este es mi mundo destinado para ti, aparecida. En este da lleno de olores poderosos de ruidos invisibles pjaros ocultos ven y ausenta el grito poderoso de la ausencia ya todo nada resta. Nada pueda desalojar el tiempo que vives hmeda entre mis manos adorable pensamiento Que un fresco beso vuele a posarse en ti corazn nocturno y el calor desnudo de tu oscuro signo surja de la noche trasparente. Ya nada nos alaba. Slo el triste desamparo queda entre nosotros dos goces esperando el instante de su entrega en este mi lecho de poeta pobre bajo el dominio del tacto silencioso rbame el fuego amontonado penetra mi duro corazn. 13 de modigliani a jeane hebuterne El inclemente paso del tiempo ha trado hasta aqu tandas de nubes negras y en su trazado emblema corazones tristes la cancin sonriente T meditas en el cuarto y esperas de mi dolor esa dulzura amndote con esa envidiable suavidad que yo te represento De erticos rumbos palmoteo y tacto en la oscuridad del beso. T sueas verme de gentil hombre esta noche que se despoja algo de mi corazn adolorido. Ser mejor que el olvido nazca en ti amor mo mejor que me apague en tu memoria mejor no inventar el sabor perdido de mi nombre que no me restablezcas porque ya nada queda en m para hacerte gloria maana muero con el da mis dbiles pulmones me habrn asesinado. 14 palabras de orfeo Los poetas seremos siempre los hurtadores del alba y de la noche De la serenidad y la tormenta Abriremos una herida En el alma de todo forastero Veremos siempre lo que fuimos y lo que somos Los poetas cargaremos el dolor igual que los ancianos la prontitud de la muerte. 15 redobles El tamborilero de las calles desoladas har sonar la meloda del tan-tan de los anuncios para que despierten los durmientes los hombres que reejan duros golpes como el inundante lago las prostitutas que copulan sobre frescas hierbas Y har msica y desde lejos los saltimbanquis de las ciudades nocturnas se destrozarn los dedos unos contra otros en busca de un talismn inexistente y har msica con su viejo tambor de cueros rotos redoblando-redoblante por aquel hombre que muere de tristeza en la sombra pieza de un hotel de vagabundos. 16 potica Todo es vano como la palabra an no escrita. La enorme clarividencia de los sabios es apenas burla ante la gruta poderosa del misterio y el bastn del ciego torpe al nal lo lleva a los parajes del miedo y del asombro. Todo es vano tambin en el misterio. Los poetas crecen en el carsimo vaivn de los hombres como barcas fabrican a veces lunas rojas y refugios encantados para no morir en la memoria de alguien que los suea. Todo es vano tambin en la memoria Aun ni el fugitivo escapa de la muerte. 17 el primer sol Si escrib fue tan solo para no morir. En mis primeros aos no contaba con la astucia de hombres muertos Caminaba entre higueras marchitas conociendo de prisa la silueta de las cosas sin olvidar sus formas me detuve a darles nombre. As aprend el mundo. Ahora no puedo faltar a mi palabra. De este a oeste igual a pndulo de arena mi deseo crece cotidiano. 18 parejas Escondida, parsimoniosa y alegre la muchacha canta con una voz que halaga al silencio del bosque. Es esta la noche donde la estrella irrumpe con msica en la laguna detenida de aguas. Es esta la noche que en la cabaa de algn veraneante jvenes se aprestan a celebrar con sus cuerpos la ausencia de sus padres prisioneros del miedo. 19 vereda Qu caballo de fuego se aproxima y en silencio suplanta tu tranquila hierba que duerme montona? Sueas tranquila un despertar de regocijo conada en las hojas centinelas que protegen tus campos. Nadie te salva solitaria del siglo ciudadano de los hombres. 20 matutino Vuelo sigiloso hacia la esta del amanecer. Escaladas de casas abrazadas al polvo se deslen para colmar de amor mis desatadas manos. Ya no hay traicin en m. Toda la vida me habla desde adentro. S que soy una ciudad guiada por un nio un nufrago lunar enamorado ante el sol delirante de este amanecer creciente. Ah pero de dnde, de dnde proviene esta muerte que me perdura? 21 lbum secreto A Jorge Elicer Ordez, en amistad. Esa ciudad tiene nombre de santo, de un tal Santiago, como una premonicin de esta y alabanza. All slo he amado lo que perd: la paciencia de ser cada vez ms audaz la locura por una palabra que jams conquistar este deseo de poseer el mundo entero. Ciudad con temple de hielo a medioda formaste un muro en torno a tus secretos y nosotros gastamos descifrndote toda una vida por un sueo, un deseo. Eres el pretexto de nuestros discursos. Tus cielos de abajo y tus ngeles cados no facilitan que nuestras ganas de saberte existiendo se cumplan. Todo por un sueo: poesa; igual a una tonta palabra has sido el motivo de mis das. 22 veraneras El acalorado solar de las casas en aquel barrio a la intemperie ha abierto su puerta a la nostalgia de los das tan cercanos y an constantes. Quietos nos esperan esos barrios no sabemos por qu. Todo les da lo mismo bajo la tarde de este junio y viene julio con su cachiporra de verano. El rbol de sus parques se lamenta de una cancula que muerde los labios. Desde la hermosa veranera vigilante se ampla ahora nuestro sueo a la muchacha que el pelo le caa, de bello rostro jugando en los jardines. Pensamos en los chicos que fueron a la guerra, otros a pueblos distantes, desligados de su origen, pues tal vez la vida se asuma ms este mes, este ao sea el menos indicado para morir. 23 barrios Hoy da de julio pensamos en nuestro barrio de antao. (Si alguna vez hemos pensado en hombres de corazones abiertos y ambicionados abismos es esta vez). Barrios con nombres de santos para una ciudad de inernos. Con el calor hiriente sobre la piedra de sus casas el sol apenas los desgasta. Cuntos a su alrededor no estarn solos errantes como una centella en la niebla? Todava sus calles vagan igual a perros sin dueo. Todos son una sombra vana que no termina. 24 torcaza de la infancia A Fernando Jos Fajardo F. Es agosto. Elevamos cometas llenas de amor, parasos extendidos al cielo, Torcazas de la infancia. Controla la piola! grita el hermano. Trala fuerte para verla subir! Estrella cometa amarilla y azul desplomada ahora en el stano de la memoria, violentada por las brisas tradas del mar en las tardes de verano. An sigues perseguida por los chicos de la cuadra cuando decidiste zafarte de mi voluntad de doce aos. 25 los patios En la tierra madura de capote las chicharras plantaron sus chillidos. Mi madre cosi muchos ojales mirando a travs de la cortina aquel limonero que en el patio maduraba. De tarde en tarde llegaban las visitas, se reunan en torno a las macetas del blanco medioda. Con los primeros vientos el ligero lagarto se escabulla entre los muros y las ropas, sostenidas en alambres, se desplomaban tal como sucediera con sus dueos. A lo lejos se oa el rumor de los hijos O sera la lluvia cantando en los aleros? Mientras tanto el limonero, an dormido, se arrulla con ese cascabel mgico de aguas. 26 las hormigas All est aquel limonero devorado por hormigas que salvaron muros e inundaron las ventanas. Fueron trepando hasta el corazn de la casa atravesando neumticos que sirvieron alguna vez de salvavidas. giles treparon por blancas paredes con sus patas vidriosas perseguidas por lagartos. Cunto no luch la madre por detener sus voraces triunfos llevndose la or ms linda de la cuadra. Todava van por los jardines que soportan esta casa.
27 la otra orilla Recuerdos de un jardn en el patio trasero de casa con ores moradas y geranios. La tpica silueta de la Mama regando las plantas hablando con ellas como si de nosotros se tratara. Jardn de la infancia perseguida una voz te escucha, solemne, sola, desde esta otra orilla. 28 la calle de miguel Miguelito, el baln Grito de la cuadra Amo a aquel Miguelito y a su calle sin losofas ni conceptos, no el que cortaba el csped a las seoras ni el que lavaba la mierda de los perros. Amo a el que nos gritaba hijos de putas cuando el baln destrozaba la or ms bella de la cuadra, el que surga de los stanos con un cuchillo dispuesto a destornillarnos el ombligo. Amo esa calle de Miguel donde est aquella veranera roja bajo un cielo afortunado que me recuerda el jardn y las begonias, la misma donde la mano de Rosa la ma rechazara y la sonrisa de Miche huyera de mis labios. Demolern la casa de Miguel mas su imagen seguir siendo una estatua de memorias pulida en la piedra de nuestra risa como un secreto que conoce el desciframiento total del innito. 29 el tren del verde mar El pueblo no vive en abundancia pero parece feliz. Y si pasa el tren del verde mar que viene de las rocas salinas los chicos salen a festejar su msica de campana, pues es un monstruo de ternura para la infancia del sueo, ejes que sostienen por un instante el deseo del viaje, rieles de viento en la memoria. En la puerta de su caja de fuego un hombrecito lo anima para que pueda robarle alguna sonrisa a las sufridas selvas del Dagua, donde los espera el autista con un ritmo de negro entre las manos. Y all llega el tren! como un herrero gigante, con sus campanas a cuesta, sonajero de humo. 30 los viajes de la casa La casa se extiende, nos protege, nos usa igual a ropa desteida en los armarios nos abriga con sus manos de caoba y arrulla con la lenta agona de sus relojes. Por los alambres del sol sus ores tejen la telaraa de los patios la hormiga goza de la fruta prohibida, la cucaracha se revuelve en sus sifones. A lo largo de paseos ella va aferrada a la maleta, nos sigue en cada rbol y en las piedras que otras ciudades en su luna sostienen. Entonces, abandonada al zumbido de la noche, siente cmo le hacen falta sus cuidados. La casa es una mujer que por la cerradura vigila sus materas, las minsculas joyas, el cristalino corazn de las vajillas. Ella es ms que un paisaje cuando contrae matrimonio con sus moradores y los astros. 31 los cuadros de casa Un cuadro en el closet guardado otros colgados de viejas puntillas igual a recuerdos que cuelgan del hilo de la muerte. El espejo de la sala en medio de materas reeja la sombra del hermano mayor; los consabidos cuadros de muchachos jugando en el jardn, de chicas insultando a sus novios. Cuadros de una imagen familiar pintados por la paciencia de la madre. Cuntos de ellos no se habrn archivado en el armario de la memoria de puro miedo? 32 entre el antes y el despus Casa nominada con el nmero 7-97 no te ver ms edicada entre jardines con tus imaginados perros aullando all en el patio; no visitar tu sala de hermosas esculturas que hacen juego con el color que no tuviste. Recoge el ltro de amistad que escondes todava, voces que se escuchan, risas de una generacin desengaada. Casa vieja al oeste entre el antes y el despus no tienes ms que un motivo para sostenerte de tus muros: que otra familia se una bajo las ruinas que ahora guardas. 33 los muebles de casa Los muebles son la casa o el resto de lo que de ella queda. La mecedora de guayacn o de mimbre el reloj de pared en su entrada principal guiando nuestras horas de penumbra. Espejos, bibliotecas, lmparas para alumbrar nuestro camino en este transcurso por corredores de sombras. Los muebles son la casa donde los fantasmas de familia dejan su innito olor en las alcobas. 34 regin de la infancia Todas las casas pasan lejanas indiferentes a nuestro dolor, as tambin pasan los das de la infancia nuestra primera maldad y los pensamientos que aoran como la primera or. En casa todava guinda aquel balcn donde joven guard recuerdos desdichadas imgenes que hoy olvido. All conoc hombres que hablaban de la muerte. Vida y muerte, decan, en aquella ciudad sacricante de pjaros. Las calles de aquel barrio an navegan como barcos con sus escotillas abiertas azotadas por las lluvias, retornan silenciosas y con los pies descalzos entran a esta habitacin donde alguien no duerme su mortal noche. Cmo las recordamos. 35 Todava siguen pasando trenes de mentira por nuestras estaciones de sueos. No queda ms que alabarte infancia tal como fuiste, perdonarte no, comprenderte quizs y en tu lejano pas poder exiliarse. 36 diario Las lloviznas no te han impedido esta maana contemplar la calle de los zapateros no han sido creadas contra tu voluntad y como un chico has sido al menos una vez dichoso. Mas no, t no slo conoces la tierra de esta manera y junto a tu cama en el armario azul que te sobrepasa en vida has guardado los monstruos libros sagrados, hijos de tu dicha donde compartes la aventura de tu corazn. Pero de nuevo observas por la rendija de la puerta y ves a tu vecino que insulta a su madre mientras vas adquiriendo todas las maas de un solitario. stas son las herramientas de mi destino, dices, stas mis preocupaciones e imaginas los meses que has estado guardado escribiendo un libro que no leern feliz de lo que has estado viviendo. stas son las manas de la realidad como una cuota de dicha por dar una cuota de dulzura para sortear los poemas que llevas puestos en los bolsillos. 37 a una joven pintora El sonido de la ciudad se balancea en el estallido de las campanas. Tu pincel pinta ebrios rboles casas paseantes locos de vuelta a casa. No hay aqu ms que la insignicante tarde la dulce tarde de septiembre con sus muchachas al sol la esquina de los bravos sepultureros. Pintas con las yemas el compartimiento del amor el cuarto de los solitarios. Construyes sendas con tus dedos de abanico te expandes tierna por las avenidas y tus bocetos son ms jvenes que la creacin. Pintas toda la alegra todos los detalles la dura realidad no ms justa que tu propia mano de diez puntas. Seras capaz de producimos una estampida de imgenes? Tendras la fuerza suciente para pintar en estos sitios nuestros sitios? Esta tarde que dibujas la fresca lanza del viento ests ms all de estas ilusiones 38 quizs en la creencia de alguna verdad que te enriquece bajo este cielo de verano. Y no falta nada para tener una cuota de dicha. Los pintores labran el marco congelan en el cuadro la transparente oscuridad de las lgrimas. A once mil pies de altura observas la gran ciudad de los hombres bocetos que te son a veces desconocidos. 39 mujeres y bandera Enero 22 de 1822 Las delicadas manos de Josefa, Juliana y Carmentea Juegan con agujas. El ovillo reposa en sus faldones, las orlas desaparecen lentas mientras la bandera de la patria surge con sus orqudeas y palomas. Difcil es fabricar la patria con manos perfumadas. Es para el general Sucre proclaman ellas en coro. No saben que este paoln de colores, tejido en las riberas del Lili, alentar a quinientos lanceros en la batalla del Pichincha. Las mujeres bordan la bandera mientras los hombres deshilachan la patria. 40 la partida Das de abril de 1989 Para Julio Csar Goyes Narvez, en amistad. Dentro de dos meses vendr el invierno y todos nos acompaaremos hasta el nal en el largo viaje. Alguno de nosotros traer noticias del sur. All, dir, viven an los padres, cmplices humildes de nuestra partida. Fue un da de enero, recuerdo, cuando bajo el sol de Cali salimos a distantes tierras sin promesa alguna. No haba aqu casa que no tuviera su herrumbre, noches que no deseramos pasear bajo otro cielo. Todos se condolan de s mismos, vertan su ira, planeaban destruccin y tragedia. Vestidos a la usanza de nuestro padre viejos nos sentamos an siendo jvenes. 41 Cercados por el fro, hemos dejado das orendose afuera en los patios. No se ha perdido nada y es el amor quien dice estas cosas, nosotros no. 42 cali un da de octubre Esta ciudad no tiene necesidad de inventores todos la deshacen y arman a la vez la construyen de da la desarman en la noche y su vida uye como un largo manuscrito que navega llevando a bordo el lenguaje de sus muertos. Un gentil sol nos acompaa y lo que pasa en vano pasa para siempre y lo que no ha de escucharse en ella queda mudando. Pues somos la ciudad misma somos sus inventores. La levantamos palmo a palmo y vamos por sus callejuelas prevenidos como si algn extrao estuviera guindonos sin verlo sealando con el dedo nuestras tumbas. 43 calle de la escopeta No s qu mortal te dio a conocer con este nombre, pero sigues apuntando con tu jeta de can al callejero que pasa, al paisano que re. Tal vez fue tu silueta o esas casas con enormes portones, palos sin labrar que detienen los golpes de la muerte. En los naranjos de tus patios el tiempo dura y abajo el ro, con su cantora esta, te adormeci en las tardes de tormentosos veranos. Tanta ciudad cargas ahora; tantos deseos en tu cartografa amorosa. A ver, calle de siempre, si das por n algunos disparos al corazn de la ciudad que hoy te olvida. 44 calle del vrtigo Calle del vrtigo en tus equilibristas casas he tocado hojas con la claridad de un jardn sonoro y triste. Tu luz inventa colores de esta soledad ma, y en la urbe, ya real, ya imaginada, con patiecitos de adobe milenario y rascacielos insomnes que el tiempo talla van de camino lejanas, el callejero que no guarda sus memorias, si no te abandona o te olvida. Calle del vrtigo vagabunda y despistada. Con senderos inquietos en un valle cualquiera, tapias humildes y descuidadas tienditas, eres abierta herida y yo el nico espectador de tus extraas lgrimas. Si dejara de verte moriras. 45 piel de bano Los que por aqu pasan quedan inmviles contemplndote. All tu balcn volado y ese rinconcito para despistar el sol; all el camino que se proyecta a la ciudad de negros y bongoes, con frutas baadas por la profunda agona del mar. En la noche el bullicio puebla esta ciudad del valle. Por los chiminangos del ro el viento suelta su capacidad de amores. Callejero sin nombre, sin hogar, sin rumbo, salgo a verte crecer en la soberbia voz de las negras cantoras donde bien puede terminar o comenzar el mundo. Eres mi ciudad y te he cantado. Slo para que seas ms que un lugar de tontas paredes y te vuelvas un milagro. 46 palmas, desmechadas banderas, en cada una de sus hojas est la selva oscura, el rugiente mar del sur, nubes desposadas con la tierra. Como obeliscos se levantan vencidas por atardecidos vientos. Indiferentes oyen el ritmo de una vieja campana. Nadie recuerda el soado mar que en su interior guardan. 47 calle de las mujeres Son ellas la ciudad que no se nombra. Fatales y hermosas para los que de amor mueren. 48 esquina olvidada Esquinita de barrio con tu liviana esencia en esta tarde sin luz, iluminada, hoy me naces a presencia eterna, haces desandar caminos de memoria, ir por la nueva arquitectura que el tiempo talla. Slo t y yo sabemos lo que es estar abandonados. Llammoslo amor o desamor, imposibilidad de poseer. Cmo nos han olvidado, vieja cmplice. La espera, la desconanza, el horror, este difcil arte de aprender a conversar solos. 49 monlogo del callejero I De estrella a estrella mi casa est en silencio. Mi mujer tiene sumergidas sus manos en la noche y canta una rapsodia antigua como mis ojos. Aqu estn estos volcanes con su humo de ciudad. Mi mujer, que ha mirado desde entonces las mltiples erupciones vitales, se prepara para guiarme entre las multitudes como a un ciego que intuye en las esquinas los ocultos secretos de las puertas. Mi mujer destroza en la calle a mis ms crueles enemi- gos. Alta, fuerte, los va alejando con un movimiento de manos, los encierra en una botella de oro y los arroja a un paraso perdido. Ella es mi ciudad. Voy penetrndola hasta la delicia de morir, ensartada en mis astas, ondeando en las afueras del mundo, all en los espacios. Muerte de mis viejos amigos, estoy con mi mujer que me salva, me deja intacto sobre las tablas de estos escenarios. Prendido a sus largas pestaas y refugiado en un rincn de sus ojos, yo elaboro los atlas como un cartgrafo mayor para inventar la noche de los amorosos. 50 II Da de mi matrimonio sagrado. Mi novia es esta ciu- dad. La encuentro en el rbol simulado, en la misma postura con que respiro sobre esta calle de viento. Estoy en mi noche de bodas. Mi novia es el azar. Est en el corazn de los amantes que se entregan como si hubiera una sola luz. Ella es el todo, la nica forma que yo encuentro entre las formas, la nica ganancia de encontrar mi voz en las estrellas; profundidad y altura, altura de nube, nombre de nube que impulsa a perderme. He rivalizado con el mundo. Slo mi mujer me salva. En su voz la ciudad es ms tangible, poderosa, igual a sus ojos donde ella mira por m. Ahora duerme plcida con su sexo sobre un lecho de asombros, bajo el cielo de alguna colina. 51 III Una tempestad de viento pasa por las columnas de museos ceremoniales. Cascadas se oyen y son alimento de pjaros de ciudad. Elevo la cara y observo el arco iris que ha dejado la lluvia; dejo a un lado los asuntos ntimos y me consuelo con ver las congregaciones de cosas que en su extrao desplazamiento y comunin forman estos mundos. Despus de la tormenta existe un movimiento constan- te en mis afueras, banderas suspendidas en sus astas. De ellas estn hechos mis vestidos y cmo las desprecio y las amo. Seguiremos irguindolas en las ventanas, en la cabeza, en nuestros corazones. Sacricio de salir a la calle vestido con el color de los muertos. 52 IV Soy el que elaboro los atlas, el callejero que viaja de- tenindose y no va de visita sino como casero, forma de ser en los dolorosos astros. Un esplendor, un rayo de luz en mis pupilas, calcina la sangre de estas piedras que reunidas unas sobre otras construyen mi casa, la imponen como un ngel cado ante los barrios. Yo soy sus ventanas, esa puerta que se abre a los afanosos viajes. Esto es pasajero, me digo. Estas arrugas y temblores de manos, esta insoportable autodestruccin. Ms all vive la esperanza incierta como un laberinto donde hay que derrotar al monstruo que da a da al cortar su cabeza se renueva. As es mi esperanza, la lucha con el monstruo de cien mil cabezas.
53 bajo otros soles S inel a tu ciudad. No te quedes esperndola. Es probable que ya haya llegado convertida en quimera y tu cuerpo ande perdido en otras calles, buscndola en el olvido. No importa en todo caso. S inel a tu ciudad, pues a ella le es intil, indiferen- te, que habites sus rincones y trates de esculpirla con palabras. Bajo sus lluvias olvida el primer y ltimo amor que en ella hayas posedo. En sus calles, casa por casa, en todas las esquinas, no esperes sus eternas y falsas promesas. Las ciudades se desgastan igual a los ojos que miramos jos durante aos. Marcha. Afrrate a tus sogas. Viaja bajo otros soles siendo inel incluso a tu muerte. 54 el intruso La otra parte, dnde est mi otra parte? Alguien me quita la vista del da, roba mis sbados de los almanaques, los fuertes vientos de las terrazas. Alguien detiene el sol y lo destierra de mis ventanas. No es posible gritar. Se puede aullar a la luna, pero la han suprimido de mis cielos. La otra parte. Dnde est mi otra parte? Aquella saludable y tierna, la que escribi poemas de calles con soles y frondosos rboles; la que habl del verano dnde est? Alguien quita la tranquilidad de mi luz, deja sombras all donde antes existan barrios de infancia. Alguien me ha despojado de mis cortinas y abierto agujeros en los que slo veo pasadizos sin n. Dnde fui? Adnde fueron los poemas de amor y soledad de ti? 55 exilios i Soy un extrao en trenes de extraos un pasajero sin ms embriagado de luna. No conozco estos seres que pasan como un vicio no s nada de sus largas jornadas ni de su ntimo bar. Busco mi patria en las patrias de otros y no s qu pas con sus miedos me habita 56 exilios ii Mndame una postal, me dices. Cmprame una bufanda para alcanzarte. Escribe tus cartas en la boca de los lobos y no te mueras sin m en extraas ciudades. Treme un buen vino para pasar juntos el trago amargo de esta lejana. Treme algo pero sobre todo trete a ti. Mientras yo al otro lado de la lnea trato de alcanzar esa voz buscando que la tarde adquiera la forma de tus brazos 57 poema a nazim hikmet Hoy que llueve sobre Bogot leo tus poemas Nazim Hikmet, tus cartas desde las cuatro crceles, el recuerdo de los patios sonoros en Istambul el lento pero seguro avance de tu angina de pecho. No me desilusiono ni lloro. Tampoco soy un simple desesperanzado. Sin embargo, Nazim, mi pas es una crcel mayor, mayor que la de tu Ankara, ms fra que la de Cankiri ms insoportable que la de Bursa. Todas tus cuatro crceles reunidas son apenas recintos con jardn. Como t, turco naciente, en el nombre de esta tierra tomo la palabra y malas noticias me llegan con lluvia matutina malas noticias sobre un pas cerrado donde nadie nos deja cantar. Prisionero, exiliado eterno, con quince heridas, segn decas, escribo en torno a estas paredes deseando ver una luz. Escucha Hikmet este poema compuesto por varias manos con despedazadas uas de tanto escarbar. 58 Tambin estamos incomunicados como lo estuviste en Ankara donde te prohiban ver el cielo azul y un rbol silvestre plantado en algn sitio. Tambin hablamos con nosotros mismos en siniestras ciudades y nos dan ganas de llorar sobre algn seno llorar o insultar temblando en la lluvia. Destrozados, solos con el vaivn de lentas horas, vigilados desde los cuatro costados se abre nuestra ira como una gran verdad y en las torres del aire lanzamos gritos por oscuras ventanas. Nazim Hikmet, llueve sobre Bogot. Yo releo tu poema a Taranta-babu pero no puedo hacer un himno para beberme el sol no puedo estrechar mi pecho y darme alegra. Cundo cesar esta llama que a todos calcina? 59 para ldo ivo Tambin Ldo Ivo he sentido como t la belleza y el horror en una nerviosa lagartija. Entre piedras, mangos, higuerillas sal a recorrer el pequeo-ancho mundo. Vi en sus ojos de diamante el sufrimiento celeste esa luz que pronto se apagara. Me escondo de Dios, de sus invisibles latidos. Corro por corredores de sombra tras mi sombra. Sin brjula que me ampare lanzo al mar mi infancia y algo se muere dejando a este hombre viudo de niez. Tambin Ldo he bebido la sangre de mis semejantes. Han pasado sobre m girasoles marchitos, cansados del sol he pactado con las Hadas visto en el mar otro mar cercano y terrible. La poesa es nuestro reino ngel y Daimon que se ocultan bajo el ropaje del dolor un rito supremo para detener la muerte. 60 Ahora esperamos tu llegada para saludar con varias voces la alegra que construye un poema. Noches en las que no trina un pjaro en las que tus palabras suenan ms sonoras y justas. Duro ha sido el tiempo de vivir. Se derrumban muros y ventanas. Algo perdura entre los matorrales algo que no es delirio de la muerte sino tus poemas resistiendo al fuego al buitre de la realidad sonora y triste. Recibe hoy estas palabras recientes mis versos repetidos para no morir secretos a voces pronunciados entre amigos que como murcilagos sedientos chocan locos contra las blancas paredes del amor 61 acaso alguien responde? Cubran las hierbas nuestras huellas, los muertos a los muertos cuenten lo que hubo. Czeslaw Milosz La guerra an no termina, poeta Milosz. En Varsovia los escombros de la catedral de San Juan siguen arrumados bajo una clida primavera y las ruinas crecen en polvorientas metrpolis. Todava pasan nubes terribles y tus antiguas huellas han sido cubiertas por los ms recientes pastos. Todo est carcomido. Desde el Vstula hasta mi patria marchita nos abate este viento de lgrimas. Son piedras sobre piedras edicando murallas exiliando la voz del corazn. 62 Es difcil hablar sobre lo que hemos visto. Cinco dedos ordenan, como antao te ordenaron, escribir sobre la muerte. Nuestras palabras tocan las llagas y dan al poeta un instante de alegra para que nazca un nuevo mundo. Pero acaso alguien responde? 63 caperuza de mi bosque T le preguntas las orejas, por qu tan grandes? Y l, para escucharte, oh msica del mundo, slo para escucharte. Eliseo Diego I Caperuza ests dentro de mi bosque perdida, ciega y te acercas a este jardn que mis manos te ofrecen a mis enormes ojos que te dan miedo con una luna prendida iluminndote. No llames al cazador del tiempo. Dancemos juntos la alabanza de la lluvia solos en nuestra roca de felicidad y de miseria 64 II Mi extraviada, perdida nia mi lengua es una lgrima que cae sobre tus besos mis ojos son una espada de sombra en la luminosa escultura de tu vientre. Con tus armas destrozas el imperio de la muerte. T lo destrozas yo me salvo por el escudo de tus pechos 65 eternidad muriendo Toma mi cuerpo, ensame a morir en unos brazos morir sobre ti, arena movediza. Yo slo s que es ahora cuando muero, que el da me encuentra vivo abrazado a unos muslos. Por eso toma mi cuerpo. Exhbeme como un animal enjaulado en tus ojos, elvame a tus delirios para observarme mejor en tu deseo. Tmame, multitud femenina, llena este vaco mi terquedad de muerte, hazme vivir en tu silencio como un grito. Dame tu lumbre eternidad muriendo 66 donde nace y acaba el mundo Detrs de todo gran amor la nada acecha. Oscar Hahn La muerte te observa desnuda, se ha enamorado de ti pero preere entretenerse conmigo. Observa tus senos y se disipa. Teme al radiante esplendor de tu sexo al fuego de tus ojos, palidece de amor no osa penetrarte se disipa. Entonces derrotada contempla tus impenetrables cabellos donde nace y acaba el mundo 67 con mis besos te corono Frente a esta muerte de gigantescos ojos ante las sombras del placer y el da bajo las nubes de plomo ante la luz tu sincera y quemante desnudez se impone como un suplicio. Alma gemela con mis besos te corono 68 la que me asombra Enamorado busco a la que me asombra. Nufrago de m paso bajo cielos hurfanos. All pregunto por la que me sufre: honda y piedra en la mitad de mi noche 69 contra la muerte te desnudo Contra la muerte te desnudo te protejo te oculto entre las piernas en mis escombros piel igual a un cielo que no duerme. Dnde, en qu lugar de mi sexo te escondes? Fugaz ternura pasajera fugitiva forma que permanece en la memoria 70 placer a m encadenado Dame tus labios, enloquece a este hombre sin edad, introduce tu mano en su laberinto ardiente enciende con furia su deseo. El tiempo marchita las ms ligeras fragancias y una vida no basta para saciar el trago que donan tus pezones. Dame tus labios, y no despiertes al murmullo de una ciudad cruel y triste. Pregona ante mi sexo lujuriosas palabras embrjame con tus ritos disipa con tus plantas milagrosas el cansancio que poseo. Roba todo de m y luego abandname, olvdame en silencio cuando llegue el alba placer a m encadenado. 71 mis labios dirigindose al silencio Para Fernando Garay, amigo incondicional de este poema Voy de terror en terror. La mano que aferro no me favorece ni establece un presente lleno de gloria. Cada rincn de casa tiene el eco escondido de amores que se van en m. Mis poemas son lunas que yo devor soando y dieron un puntapi a la vida perfecta. En los ojos de esta mujer que toda la noche ha velado mi partida veo un desle de edades colmadas de costumbres los cambios en mi cara estas manos cada vez sin asombro la prolongada distancia entre mi niez y yo. Y veo mi infancia. Pasan pueblos distantes atardeceres indiferentes a mis tempranos llantos una madre acariciando sus plantas un solar y calles con asustados viajeros. Y ms al fondo, en perspectiva, veo a la muerte como un asunto que me deja sin amigos mis labios dirigindose al silencio 72 carlos fajardo fajardo Naci en Santiago de Cali, 1957, Colombia. Filsofo, Magster y Doctor en Literatura. Es profesor de planta de la Maestra en Comunicacin-Educacin de la Uni- versidad Distrital Francisco Jos de Caldas de Bogot. Cofundador de la Corporacin Si Maana Despier- to, dedicada a la investigacin y creacin artstica y literaria. Ha publicado los libros de poesa: Origen de Silencios, 1981; Serenidad Sitiada, 1990; Veraneras, 1995; Atlas de callejeras, 1997; Tierra de Sol, 2003; Navos de Caronte, 2009, y numerosos ensayos entre los que se destaca, La ciudad poema. La ciudad en la poesa colombiana del siglo XX, Universidad de La Salle, 2011. Ganador del premio de poesa Antonio Llanos, Santiago de Cali 1991; Segundo premio en el Primer Concurso Nacional de Poesa icfes, 1984; Mencin de Honor en el Premio Jorge Isaacs 1996 y 1997; Premio de poesa Jorge Isaacs, 2003. contenido Poema a Madelaine [9], Poema [10], De ertico [12], De Modigliani a Jeane Hebuterne [13], Palabras de Orfeo [14], Redobles [15], Potica [16], El primer sol [17], Parejas [18], Vereda [19], Matutino [20], lbum secreto [21], Veraneras [22], Barrios [23], Torcaza de la infancia [24], Los patios [25], Las hormigas [26], La otra orilla [27], La calle de Miguel [28], El tren del verde mar [29], Los viajes de la casa [30], los cuadros de casa [31], Entre el antes y el despus [32], Los muebles de casa [33], Regin de la infancia [34], Diario [36], A una joven pintora [37], Mujeres y bandera [39], La partida [40], Cali un da de octubre [42], Calle de La Escopeta [43], Calle del vrtigo [44], Piel de bano [45], Palmas [46], Calle de las mujeres [47], Esquina olvidada [48], Monlogo del callejero [49], Bajo otros soles [53], El intruso [54], Exilios i [55], Exilios ii [56], Poema a Nazim Hikmet [57], Para ldo ivo [59], Acaso alguien responde? [61], Caperuza de mi bosque [63], Eternidad muriendo [65], Donde nace y acaba el mundo [66], Con mis besos te corono [67], La que me asombra [68], Contra la muerte te desnudo [69], Placer a m encadenado [70], Mis labios dirigindose al silencio [71] coleccin un libro por centavos 1. Postal de viaje, Luz Mary Giraldo 2. Puerto calcinado, Andrea Cote 3. Antologa personal, Fernando Charry Lara 4. Amantes y Si maana despierto, Jorge Gaitn Durn 5. Los poemas de la ofensa, Jaime Jaramillo Escobar 6. Antologa, Mara Mercedes Carranza 7. Morada al sur, Aurelio Arturo 8. Ciudadano de la noche, Juan Manuel Roca 9. Antologa, Eduardo Cote Lamus 10. Orillas como mares, Martha L. Caneld 11. Antologa potica, Jos Asuncin Silva 12. El presente recordado, lvaro Rodrguez Torres 13. Antologa, Len de Greiff 14. Baladas Pequea Antologa, Mario Rivero 15. Antologa, Jorge Isaacs 16. Antologa, Hctor Rojas Herazo 17. Palabras escuchadas en un caf de barrio, Rafael del Castillo 18. Las cenizas del da, David Bonells Rovira 19. Botella papel, Ramn Cote Baraibar 20. Nadie en casa, Piedad Bonnett 21. lbum de los adioses, Federico Daz-Granados 22. Antologa potica, Luis Vidales 23. Luz en lo alto, Juan Felipe Robledo 24. El ojo de Circe, Luca Estrada 25. Libreta de apuntes, Gustavo Adolfo Garcs 26. Santa Librada College and other poems, Jotamario Arbelez 27. Pas intimo. Seleccin, Hernn Vargascarreo 28. Una sonrisa en la oscuridad, William Ospina 29. Poesa en s misma, Lauren Mendinueta 30. Alguien pasa. Antologa, Meira Delmar 31. Los ausentes y otros poemas. Antologa, Eugenio Montejo 32. Signos y espejismos, Renata Durn 33. Aqu estuve y no fue un sueo, John Jairo Junieles 34. Un jardn para Milena. Antologa mnima, Omar Ortiz 35. Al pie de la letra. Antologa, John Galn Casanova 36. Todo lo que era mo, Maruja Vieira 37. La visita que no pas del jardn. Poemas, Elkin Restrepo 38. Jams tantos muertos y otros poemas, Nicols Suescn 39. De la dicultad para atrapar una mosca, Rmulo Bustos Aguirre 40. Voces del tiempo y otros poemas, Tallulah Flores 41. Evangelio del viento. Antologa, Gustavo Tatis Guerra 42. La tierra es nuestro reino. Antologa, Luis Fernando Afanador 43. Quiero escribir, pero me sale espuma. Antologa, Csar Vallejo 44. Msica callada, Jorge Cadavid 45. Qu hago con este fusil?, Luis Carlos Lpez 46. El rbol digital y otros poemas, Armando Romero 47. Fe de erratas. Antologa, Jos Manuel Arango 48. La esbelta sombra, Santiago Mutis Durn 49. Tambor de Jadeo, Jorge Boccanera 50. Por arte de palabras, Luz Helena Cordero Villamizar 51. Los poetas mienten, Juan Gustavo Cobo Borda 52. Suma del tiempo. Seleccin de poemas, Pedro A. Estrada 53. Poemas reunidos, Miguel Iriarte 54. Msica para sordos, Rafael Courtoisie 55. Un da maz, Mery Yolanda Snchez 56. Breviario de Santana, Fernando Herrera Gmez 57. Poeta de vecindario, John Fitzgerald Torres 58. El sol es la nica semilla, Gonzalo Rojas 59. La frontera del reino, Amparo Villamizar Corso 60. Paraso precario, Mara Clemencia Snchez 61. Quiero apenas una cancin, Giovanni Quessep 62. Como quien entierra un tesoro. Poemas escogidos, Orlando Gallo Isaza 63. Las contadas palabras. Antologa, scar Hernndez 64. Yo persigo una forma, Rubn Daro 65. En lo alto del instante, Armando Orozco Tovar 66. La esta perpetua. Seleccin, Jos Luis Daz-Granados 67. Amazonia y otros poemas, Juan Carlos Galeano 68. Resplandor del abismo, Orietta Lozano 69. Morada de tu canto, Gonzalo Mallarino Flrez 70. Lenguaje de maderas talladas, Mara Clara Ospina Hernndez 71. Tierra de promisin, Jos Eustasio Rivera 72. Mirndola dormir y otros poemas, Homero Aridjis 73. Herederos del canto circular, Fredy Chikangana, Vito Apshana, Hugo Jamioy 74. La noche casi aurora, Eduardo Gmez 75. Nada es mayor. Antologa, Arturo Camacho Ramrez 76. Cancin de la vida profunda. Antologa, Porrio Barba Jacob 77. Los das del paraso, Augusto Pinilla 78. Una palabra brilla en mitad de la noche, Catalina Gonzlez Restrepo 79. El tiempo que me escribe. Antologa, Affonso Romano de SantAnna 80. Poemas infantiles y otros poemas, Rafael Pombo 81. Trazo en sesgo la noche, Luisa Fernanda Trujillo Amaya 82. Reposo del Guerrero, Eduardo Langagne 83. Todo nos llega tarde, Julio Flrez 84. El pastor nocturno, Felipe Garca Quintero 85. Piel de nufrago, Xavier Oquendo Troncoso 86. Yo me pregunto si la noche lenta, Juan Pablo Roa Delgado 87. Soledad llena de humo, Juan Carlos Bayona Vargas 88. Antes de despertar, Vctor Lpez Rache 89. Pndulo de arena, Carlos Fajardo Fajardo Editado por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Externado de Colombia en marzo de 2013 Se compuso en caracteres Sabon de 10,5 puntos y se imprimi sobre papel bulky de 60 gramos, con un tiraje de 8.000 ejemplares. Bogot, Colombia Post tenebras spero lucem