Péndulo de Arena, Carlos Fajardo PDF

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La coleccin un libro por centavos, iniciativa de la

Decanatura Cultural de la Universidad Externado de


Colombia, persigue la amplia divulgacin de los poetas
ms reconocidos en el mbito nacional e internacional
y la promocin de los nuevos valores colombianos del
gnero, en ediciones bellas y econmicas, que distri-
buye para sus suscriptores la revista El Malpensante y
se obsequia en bibliotecas pblicas, casas de cultura,
colegios, universidades, crceles y organizaciones
gubernamentales.
Este nmero 89 es una antologa de Carlos Fajardo
Fajardo, preparada por l, para esta coleccin, bajo el
ttulo: Pndulo de arena.
N. 89
Pndulo de arena
universidad externado de colombia
decanatura cultural
2013

Carlos Fajardo Fajardo


Pndulo de arena
isbn 978-958-710-
Carlos Fajardo Fajardo, 2013
Universidad Externado de Colombia, 2013
Calle 12 n. 1-17 este, Bogot - Colombia
Tel. (57 1) 342 0288
dextensionc@uexternado.edu.co
www.uexternado.edu.co
Primera edicin
Marzo de 2013
Ilustracin de cubierta
Casa Mara con vista al Castillo Negro, por Paul Czanne,
leo sobre lienzo, 1895
Diseo de cartula y composicin
Depto. de Publicaciones
Impresin y encuadernacin
Nomos Impresores
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
Universidad
Externado de Colombia
Juan Carlos Henao Prez
Rector
Miguel Mndez Camacho
Decano Cultural
Clara Mercedes Arango
Coordinadora General
A la memoria de mi hermano
Fernando Jos Fajardo Fajardo
9
poema a madelaine
Madelaine
muchacha que palpas con tus dedos mis cabellos
bajo la frescura de este invierno
te digo bajo esta lluvia:
Recuerdas las voces que acompaan la nostalgia?
Nunca las pronuncies en mi presencia
trata de iluminar por el contrario.
Que el sol penetre hondo entre nosotros
Madelaine
de luz y de escultura
que el sol penetre hondo
y revuelvas mis cabellos cariosa
como si fuera tu hijo recin llegado de la guerra
como si recin acabara una batalla.
10
poema
Todo se pierde amor
todo se pierde
la noche que qued prendida en nuestras cercas
la hora que se pierde en episodios cotidianos
y sin embargo todo se enciende
con un ltimo esfuerzo
como no queriendo abandonarse.
Todo se pierde amor
o no se pierde
porque existe un lmite sin retorno
un serio asunto que no habamos previsto
una vieja deuda que se desvanece en angustias.
Se pierde la magia primigenia de las cosas,
el apartamento que sirve para amar el amor desnudo
ser solo un cuarto rodeado de musgo,
en el viejo puente amor
ya no caer la lluvia
y en sus viejas pilastras enterrarn a los perros,
habrn demolido la tienda de la esquina
donde por primera vez pude ver tu rostro.
11
En nuestra vieja celda-amor
habrn abierto alcantarillas
donde entonces
con los sexos heridos y en empapados besos
creamos crearnos.
De esta vida qu dirn en el futuro?
Que slo tuvimos el derecho a destruirnos.
12
de ertico
Ven y bscame en el desamparo de los lechos
que este es mi mundo destinado para ti,
aparecida.
En este da lleno de olores poderosos
de ruidos invisibles
pjaros ocultos
ven y ausenta el grito poderoso de la ausencia
ya todo nada resta.
Nada pueda desalojar el tiempo que vives hmeda entre
mis manos adorable pensamiento
Que un fresco beso vuele a posarse en ti
corazn nocturno
y el calor desnudo de tu oscuro signo
surja de la noche trasparente.
Ya nada nos alaba.
Slo el triste desamparo queda entre nosotros
dos goces esperando el instante de su entrega
en este mi lecho de poeta pobre
bajo el dominio del tacto silencioso
rbame el fuego amontonado
penetra mi duro corazn.
13
de modigliani a jeane hebuterne
El inclemente paso del tiempo
ha trado hasta aqu tandas de nubes negras
y en su trazado emblema corazones tristes
la cancin sonriente
T meditas en el cuarto
y esperas de mi dolor esa dulzura
amndote con esa envidiable suavidad que yo te
represento
De erticos rumbos
palmoteo y tacto
en la oscuridad del beso.
T sueas verme de gentil hombre esta noche
que se despoja algo de mi corazn adolorido.
Ser mejor que el olvido nazca en ti amor mo
mejor que me apague en tu memoria
mejor no inventar el sabor perdido de mi nombre
que no me restablezcas
porque ya nada queda en m para hacerte gloria
maana muero con el da
mis dbiles pulmones me habrn asesinado.
14
palabras de orfeo
Los poetas seremos siempre los hurtadores del alba
y de la noche
De la serenidad y la tormenta
Abriremos una herida
En el alma de todo forastero
Veremos siempre lo que fuimos y lo que somos
Los poetas
cargaremos el dolor
igual que los ancianos la prontitud de la muerte.
15
redobles
El tamborilero de las calles desoladas
har sonar la meloda
del tan-tan de los anuncios
para que despierten los durmientes
los hombres que reejan duros golpes
como el inundante lago
las prostitutas que copulan
sobre frescas hierbas
Y har msica
y desde lejos los saltimbanquis
de las ciudades nocturnas
se destrozarn los dedos unos contra otros
en busca de un talismn inexistente
y har msica
con su viejo tambor de cueros rotos
redoblando-redoblante
por aquel hombre que muere de tristeza
en la sombra pieza de un hotel de vagabundos.
16
potica
Todo es vano
como la palabra an no escrita.
La enorme clarividencia de los sabios
es apenas burla ante la gruta poderosa del misterio
y el bastn del ciego torpe
al nal lo lleva a los parajes
del miedo y del asombro.
Todo es vano
tambin en el misterio.
Los poetas crecen en el carsimo vaivn
de los hombres como barcas
fabrican a veces lunas rojas
y refugios encantados
para no morir en la memoria de alguien que los suea.
Todo es vano tambin en la memoria
Aun ni el fugitivo escapa de la muerte.
17
el primer sol
Si escrib fue tan solo para no morir.
En mis primeros aos
no contaba con la astucia de hombres muertos
Caminaba entre higueras marchitas
conociendo de prisa la silueta de las cosas
sin olvidar sus formas
me detuve a darles nombre.
As aprend el mundo.
Ahora no puedo faltar a mi palabra.
De este a oeste
igual a pndulo de arena
mi deseo crece cotidiano.
18
parejas
Escondida, parsimoniosa y alegre
la muchacha canta con una voz que halaga
al silencio del bosque.
Es esta la noche donde la estrella irrumpe con msica
en la laguna detenida de aguas.
Es esta la noche que en la cabaa de algn veraneante
jvenes se aprestan a celebrar con sus cuerpos
la ausencia de sus padres prisioneros del miedo.
19
vereda
Qu caballo de fuego se aproxima
y en silencio suplanta
tu tranquila hierba que duerme montona?
Sueas tranquila un despertar de regocijo
conada en las hojas centinelas
que protegen tus campos.
Nadie te salva solitaria
del siglo ciudadano de los hombres.
20
matutino
Vuelo sigiloso hacia la esta del amanecer.
Escaladas de casas abrazadas al polvo
se deslen para colmar de amor
mis desatadas manos.
Ya no hay traicin en m.
Toda la vida me habla desde adentro.
S que soy una ciudad guiada por un nio
un nufrago lunar enamorado
ante el sol delirante
de este amanecer creciente.
Ah pero de dnde, de dnde
proviene esta muerte que me perdura?
21
lbum secreto
A Jorge Elicer Ordez,
en amistad.
Esa ciudad tiene nombre de santo,
de un tal Santiago,
como una premonicin de esta y alabanza.
All slo he amado lo que perd:
la paciencia de ser cada vez ms audaz
la locura por una palabra que jams conquistar
este deseo de poseer el mundo entero.
Ciudad con temple de hielo a medioda
formaste un muro en torno a tus secretos
y nosotros gastamos descifrndote toda una vida
por un sueo,
un deseo.
Eres el pretexto de nuestros discursos.
Tus cielos de abajo
y tus ngeles cados
no facilitan que nuestras ganas de saberte existiendo
se cumplan.
Todo por un sueo:
poesa;
igual a una tonta palabra
has sido el motivo de mis das.
22
veraneras
El acalorado solar de las casas
en aquel barrio a la intemperie
ha abierto su puerta a la nostalgia de los das
tan cercanos y an constantes.
Quietos nos esperan esos barrios
no sabemos por qu.
Todo les da lo mismo bajo la tarde de este junio
y viene julio con su cachiporra de verano.
El rbol de sus parques se lamenta
de una cancula que muerde los labios.
Desde la hermosa veranera vigilante
se ampla ahora nuestro sueo
a la muchacha que el pelo le caa,
de bello rostro jugando en los jardines.
Pensamos en los chicos que fueron a la guerra,
otros a pueblos distantes, desligados de su origen,
pues tal vez la vida se asuma ms este mes,
este ao sea el menos indicado para morir.
23
barrios
Hoy da de julio
pensamos en nuestro barrio de antao.
(Si alguna vez hemos pensado en hombres
de corazones abiertos y ambicionados abismos es
esta vez).
Barrios con nombres de santos
para una ciudad de inernos.
Con el calor hiriente sobre la piedra de sus casas
el sol apenas los desgasta.
Cuntos a su alrededor no estarn solos
errantes como una centella en la niebla?
Todava sus calles vagan igual a perros sin dueo.
Todos son una sombra vana
que no termina.
24
torcaza de la infancia
A Fernando Jos Fajardo F.
Es agosto.
Elevamos cometas llenas de amor,
parasos extendidos al cielo,
Torcazas de la infancia.
Controla la piola! grita el hermano.
Trala fuerte para verla subir!
Estrella cometa
amarilla y azul
desplomada ahora en el stano de la memoria,
violentada por las brisas tradas del mar
en las tardes de verano.
An sigues perseguida por los chicos de la cuadra
cuando decidiste zafarte de mi voluntad de doce aos.
25
los patios
En la tierra madura de capote
las chicharras plantaron sus chillidos.
Mi madre cosi muchos ojales
mirando a travs de la cortina
aquel limonero que en el patio maduraba.
De tarde en tarde
llegaban las visitas,
se reunan en torno a las macetas
del blanco medioda.
Con los primeros vientos
el ligero lagarto se escabulla entre los muros
y las ropas, sostenidas en alambres,
se desplomaban
tal como sucediera con sus dueos.
A lo lejos
se oa el rumor de los hijos
O sera la lluvia cantando en los aleros?
Mientras tanto el limonero,
an dormido,
se arrulla con ese cascabel mgico de aguas.
26
las hormigas
All est aquel limonero devorado por hormigas
que salvaron muros e inundaron las ventanas.
Fueron trepando hasta el corazn de la casa
atravesando neumticos
que sirvieron alguna vez de salvavidas.
giles treparon por blancas paredes
con sus patas vidriosas
perseguidas por lagartos.
Cunto no luch la madre
por detener sus voraces triunfos
llevndose la or ms linda de la cuadra.
Todava van por los jardines
que soportan esta casa.

27
la otra orilla
Recuerdos de un jardn
en el patio trasero de casa
con ores moradas y geranios.
La tpica silueta de la Mama regando las plantas
hablando con ellas como si de nosotros se tratara.
Jardn de la infancia perseguida
una voz te escucha, solemne, sola,
desde esta otra orilla.
28
la calle de miguel
Miguelito, el baln
Grito de la cuadra
Amo a aquel Miguelito y a su calle sin losofas
ni conceptos,
no el que cortaba el csped a las seoras
ni el que lavaba la mierda de los perros.
Amo a el que nos gritaba hijos de putas
cuando el baln destrozaba la or ms bella de la cuadra,
el que surga de los stanos
con un cuchillo dispuesto
a destornillarnos el ombligo.
Amo esa calle de Miguel
donde est aquella veranera roja bajo un cielo afortunado
que me recuerda el jardn y las begonias,
la misma donde la mano de Rosa la ma rechazara
y la sonrisa de Miche huyera de mis labios.
Demolern la casa de Miguel
mas su imagen seguir siendo una estatua de memorias
pulida en la piedra de nuestra risa
como un secreto que conoce
el desciframiento total del innito.
29
el tren del verde mar
El pueblo no vive en abundancia pero parece feliz.
Y si pasa el tren del verde mar
que viene de las rocas salinas
los chicos salen a festejar su msica de campana,
pues es un monstruo de ternura
para la infancia del sueo,
ejes que sostienen por un instante
el deseo del viaje,
rieles de viento en la memoria.
En la puerta de su caja de fuego
un hombrecito lo anima
para que pueda robarle alguna sonrisa
a las sufridas selvas del Dagua,
donde los espera el autista
con un ritmo de negro entre las manos.
Y all llega el tren!
como un herrero gigante,
con sus campanas a cuesta,
sonajero de humo.
30
los viajes de la casa
La casa se extiende, nos protege,
nos usa igual a ropa desteida en los armarios
nos abriga con sus manos de caoba
y arrulla con la lenta agona de sus relojes.
Por los alambres del sol
sus ores tejen la telaraa de los patios
la hormiga goza de la fruta prohibida,
la cucaracha se revuelve en sus sifones.
A lo largo de paseos
ella va aferrada a la maleta,
nos sigue en cada rbol
y en las piedras
que otras ciudades en su luna sostienen.
Entonces, abandonada al zumbido de la noche,
siente cmo le hacen falta sus cuidados.
La casa es una mujer
que por la cerradura vigila sus materas,
las minsculas joyas,
el cristalino corazn de las vajillas.
Ella es ms que un paisaje
cuando contrae matrimonio
con sus moradores y los astros.
31
los cuadros de casa
Un cuadro en el closet guardado
otros colgados de viejas puntillas
igual a recuerdos que cuelgan
del hilo de la muerte.
El espejo de la sala en medio de materas
reeja la sombra del hermano mayor;
los consabidos cuadros de muchachos jugando en el
jardn,
de chicas insultando a sus novios.
Cuadros de una imagen familiar
pintados por la paciencia de la madre.
Cuntos de ellos no se habrn archivado
en el armario de la memoria
de puro miedo?
32
entre el antes y el despus
Casa nominada con el nmero 7-97
no te ver ms edicada entre jardines
con tus imaginados perros aullando all en el patio;
no visitar tu sala de hermosas esculturas
que hacen juego con el color que no tuviste.
Recoge el ltro de amistad que escondes todava,
voces que se escuchan,
risas de una generacin desengaada.
Casa vieja al oeste entre el antes y el despus
no tienes ms que un motivo para sostenerte de tus
muros:
que otra familia se una
bajo las ruinas que ahora guardas.
33
los muebles de casa
Los muebles son la casa
o el resto de lo que de ella queda.
La mecedora de guayacn o de mimbre
el reloj de pared en su entrada principal
guiando nuestras horas de penumbra.
Espejos, bibliotecas,
lmparas para alumbrar nuestro camino
en este transcurso por corredores de sombras.
Los muebles son la casa
donde los fantasmas de familia
dejan su innito olor en las alcobas.
34
regin de la infancia
Todas las casas pasan lejanas
indiferentes a nuestro dolor,
as tambin pasan los das de la infancia
nuestra primera maldad
y los pensamientos que aoran como la primera or.
En casa todava guinda aquel balcn
donde joven guard recuerdos
desdichadas imgenes
que hoy olvido.
All conoc hombres
que hablaban de la muerte.
Vida y muerte, decan,
en aquella ciudad sacricante de pjaros.
Las calles de aquel barrio
an navegan como barcos
con sus escotillas abiertas
azotadas por las lluvias,
retornan silenciosas
y con los pies descalzos
entran a esta habitacin
donde alguien no duerme su mortal noche.
Cmo las recordamos.
35
Todava siguen pasando trenes de mentira
por nuestras estaciones de sueos.
No queda ms que alabarte infancia tal como fuiste,
perdonarte no,
comprenderte quizs
y en tu lejano pas poder exiliarse.
36
diario
Las lloviznas no te han impedido esta maana
contemplar la calle de los zapateros
no han sido creadas contra tu voluntad
y como un chico
has sido al menos una vez dichoso.
Mas no,
t no slo conoces la tierra de esta manera
y junto a tu cama
en el armario azul que te sobrepasa en vida
has guardado los monstruos
libros sagrados, hijos de tu dicha
donde compartes la aventura de tu corazn.
Pero de nuevo observas por la rendija de la puerta
y ves a tu vecino que insulta a su madre
mientras vas adquiriendo todas las maas
de un solitario.
stas son las herramientas de mi destino, dices,
stas mis preocupaciones
e imaginas los meses que has estado guardado
escribiendo un libro que no leern
feliz de lo que has estado viviendo.
stas son las manas de la realidad
como una cuota de dicha por dar
una cuota de dulzura
para sortear los poemas que llevas
puestos en los bolsillos.
37
a una joven pintora
El sonido de la ciudad
se balancea en el estallido de las campanas.
Tu pincel pinta ebrios rboles
casas
paseantes locos de vuelta a casa.
No hay aqu ms que la insignicante tarde
la dulce tarde de septiembre con sus muchachas al sol
la esquina de los bravos sepultureros.
Pintas con las yemas el compartimiento del amor
el cuarto de los solitarios.
Construyes sendas con tus dedos de abanico
te expandes tierna por las avenidas
y tus bocetos son ms jvenes que la creacin.
Pintas toda la alegra
todos los detalles
la dura realidad no ms justa
que tu propia mano de diez puntas.
Seras capaz de producimos una estampida de
imgenes?
Tendras la fuerza suciente para pintar en estos sitios
nuestros sitios?
Esta tarde que dibujas la fresca lanza del viento
ests ms all de estas ilusiones
38
quizs en la creencia de alguna verdad
que te enriquece bajo este cielo de verano.
Y no falta nada para tener una cuota de dicha.
Los pintores labran el marco
congelan en el cuadro
la transparente oscuridad de las lgrimas.
A once mil pies de altura
observas la gran ciudad de los hombres
bocetos que te son a veces desconocidos.
39
mujeres y bandera
Enero 22 de 1822
Las delicadas manos de Josefa,
Juliana y Carmentea
Juegan con agujas.
El ovillo reposa en sus faldones,
las orlas desaparecen lentas
mientras la bandera de la patria
surge con sus orqudeas y palomas.
Difcil es fabricar la patria con manos perfumadas.
Es para el general Sucre
proclaman ellas en coro.
No saben que este paoln de colores,
tejido en las riberas del Lili,
alentar a quinientos lanceros
en la batalla del Pichincha.
Las mujeres bordan la bandera
mientras los hombres
deshilachan la patria.
40
la partida
Das de abril de 1989
Para Julio Csar Goyes Narvez,
en amistad.
Dentro de dos meses vendr el invierno
y todos nos acompaaremos hasta el nal
en el largo viaje.
Alguno de nosotros traer noticias del sur.
All, dir,
viven an los padres,
cmplices humildes de nuestra partida.
Fue un da de enero, recuerdo,
cuando bajo el sol de Cali
salimos a distantes tierras
sin promesa alguna.
No haba aqu casa que no tuviera su herrumbre,
noches que no deseramos
pasear bajo otro cielo.
Todos se condolan de s mismos,
vertan su ira,
planeaban destruccin y tragedia.
Vestidos a la usanza de nuestro padre
viejos nos sentamos an siendo jvenes.
41
Cercados por el fro,
hemos dejado das orendose afuera en los patios.
No se ha perdido nada
y es el amor quien dice estas cosas,
nosotros no.
42
cali un da de octubre
Esta ciudad
no tiene necesidad de inventores
todos la deshacen y arman a la vez
la construyen de da
la desarman en la noche
y su vida uye como un largo manuscrito
que navega llevando a bordo
el lenguaje de sus muertos.
Un gentil sol nos acompaa
y lo que pasa en vano pasa para siempre
y lo que no ha de escucharse en ella
queda mudando.
Pues somos la ciudad misma
somos sus inventores.
La levantamos palmo a palmo
y vamos por sus callejuelas prevenidos
como si algn extrao
estuviera guindonos sin verlo
sealando con el dedo
nuestras tumbas.
43
calle de la escopeta
No s qu mortal te dio a conocer con este nombre,
pero sigues apuntando con tu jeta de can
al callejero que pasa,
al paisano que re.
Tal vez fue tu silueta o esas casas con enormes portones,
palos sin labrar que detienen los golpes de la muerte.
En los naranjos de tus patios el tiempo dura
y abajo el ro, con su cantora esta,
te adormeci en las tardes de tormentosos veranos.
Tanta ciudad cargas ahora;
tantos deseos en tu cartografa amorosa.
A ver, calle de siempre, si das por n algunos disparos
al corazn de la ciudad que hoy te olvida.
44
calle del vrtigo
Calle del vrtigo
en tus equilibristas casas
he tocado hojas con la claridad de un jardn sonoro
y triste.
Tu luz inventa colores de esta soledad ma,
y en la urbe, ya real, ya imaginada,
con patiecitos de adobe milenario
y rascacielos insomnes
que el tiempo talla
van de camino lejanas,
el callejero que no guarda sus memorias,
si no te abandona o te olvida.
Calle del vrtigo
vagabunda y despistada.
Con senderos inquietos en un valle cualquiera,
tapias humildes y descuidadas tienditas,
eres abierta herida
y yo el nico espectador de tus extraas lgrimas.
Si dejara de verte moriras.
45
piel de bano
Los que por aqu pasan quedan inmviles
contemplndote.
All tu balcn volado y ese rinconcito para despistar
el sol;
all el camino que se proyecta a la ciudad
de negros y bongoes,
con frutas baadas
por la profunda agona del mar.
En la noche
el bullicio puebla esta ciudad del valle.
Por los chiminangos del ro
el viento suelta su capacidad de amores.
Callejero sin nombre, sin hogar, sin rumbo,
salgo a verte crecer en la soberbia voz de las negras
cantoras
donde bien puede terminar o comenzar el mundo.
Eres mi ciudad y te he cantado.
Slo para que seas ms que un lugar de tontas paredes
y te vuelvas un milagro.
46
palmas,
desmechadas banderas,
en cada una de sus hojas
est la selva oscura,
el rugiente mar del sur,
nubes desposadas con la tierra.
Como obeliscos se levantan
vencidas por atardecidos vientos.
Indiferentes
oyen el ritmo de una vieja campana.
Nadie recuerda el soado mar
que en su interior guardan.
47
calle de las mujeres
Son ellas la ciudad que no se nombra.
Fatales y hermosas para los que de amor mueren.
48
esquina olvidada
Esquinita de barrio
con tu liviana esencia en esta tarde sin luz,
iluminada,
hoy me naces a presencia eterna,
haces desandar caminos de memoria,
ir por la nueva arquitectura que el tiempo talla.
Slo t y yo sabemos lo que es estar abandonados.
Llammoslo amor o desamor,
imposibilidad de poseer.
Cmo nos han olvidado, vieja cmplice.
La espera, la desconanza, el horror,
este difcil arte de aprender a conversar solos.
49
monlogo del callejero
I
De estrella a estrella mi casa est en silencio. Mi mujer
tiene sumergidas sus manos en la noche y canta una
rapsodia antigua como mis ojos.
Aqu estn estos volcanes con su humo de ciudad. Mi
mujer, que ha mirado desde entonces las mltiples
erupciones vitales, se prepara para guiarme entre las
multitudes como a un ciego que intuye en las esquinas
los ocultos secretos de las puertas.
Mi mujer destroza en la calle a mis ms crueles enemi-
gos. Alta, fuerte, los va alejando con un movimiento de
manos, los encierra en una botella de oro y los arroja
a un paraso perdido.
Ella es mi ciudad. Voy penetrndola hasta la delicia de
morir, ensartada en mis astas, ondeando en las afueras
del mundo, all en los espacios.
Muerte de mis viejos amigos, estoy con mi mujer que
me salva, me deja intacto sobre las tablas de estos
escenarios. Prendido a sus largas pestaas y refugiado
en un rincn de sus ojos, yo elaboro los atlas como
un cartgrafo mayor para inventar la noche de los
amorosos.
50
II
Da de mi matrimonio sagrado. Mi novia es esta ciu-
dad. La encuentro en el rbol simulado, en la misma
postura con que respiro sobre esta calle de viento.
Estoy en mi noche de bodas. Mi novia es el azar. Est
en el corazn de los amantes que se entregan como
si hubiera una sola luz. Ella es el todo, la nica forma
que yo encuentro entre las formas, la nica ganancia
de encontrar mi voz en las estrellas; profundidad y
altura, altura de nube, nombre de nube que impulsa
a perderme.
He rivalizado con el mundo. Slo mi mujer me salva.
En su voz la ciudad es ms tangible, poderosa, igual
a sus ojos donde ella mira por m.
Ahora duerme plcida con su sexo sobre un lecho de
asombros, bajo el cielo de alguna colina.
51
III
Una tempestad de viento pasa por las columnas de
museos ceremoniales. Cascadas se oyen y son alimento
de pjaros de ciudad. Elevo la cara y observo el arco
iris que ha dejado la lluvia; dejo a un lado los asuntos
ntimos y me consuelo con ver las congregaciones de
cosas que en su extrao desplazamiento y comunin
forman estos mundos.
Despus de la tormenta existe un movimiento constan-
te en mis afueras, banderas suspendidas en sus astas.
De ellas estn hechos mis vestidos y cmo las desprecio
y las amo. Seguiremos irguindolas en las ventanas,
en la cabeza, en nuestros corazones.
Sacricio de salir a la calle vestido con el color de los
muertos.
52
IV
Soy el que elaboro los atlas, el callejero que viaja de-
tenindose y no va de visita sino como casero, forma
de ser en los dolorosos astros.
Un esplendor, un rayo de luz en mis pupilas, calcina la
sangre de estas piedras que reunidas unas sobre otras
construyen mi casa, la imponen como un ngel cado
ante los barrios. Yo soy sus ventanas, esa puerta que
se abre a los afanosos viajes.
Esto es pasajero, me digo. Estas arrugas y temblores
de manos, esta insoportable autodestruccin. Ms all
vive la esperanza incierta como un laberinto donde hay
que derrotar al monstruo que da a da al cortar su
cabeza se renueva. As es mi esperanza, la lucha con
el monstruo de cien mil cabezas.

53
bajo otros soles
S inel a tu ciudad. No te quedes esperndola. Es
probable que ya haya llegado convertida en quimera
y tu cuerpo ande perdido en otras calles, buscndola
en el olvido. No importa en todo caso.
S inel a tu ciudad, pues a ella le es intil, indiferen-
te, que habites sus rincones y trates de esculpirla con
palabras.
Bajo sus lluvias olvida el primer y ltimo amor que
en ella hayas posedo. En sus calles, casa por casa,
en todas las esquinas, no esperes sus eternas y falsas
promesas. Las ciudades se desgastan igual a los ojos
que miramos jos durante aos.
Marcha. Afrrate a tus sogas. Viaja bajo otros soles
siendo inel incluso a tu muerte.
54
el intruso
La otra parte, dnde est mi otra parte?
Alguien me quita la vista del da, roba mis sbados
de los almanaques, los fuertes vientos de las terrazas.
Alguien detiene el sol y lo destierra de mis ventanas.
No es posible gritar. Se puede aullar a la luna, pero la
han suprimido de mis cielos.
La otra parte. Dnde est mi otra parte? Aquella
saludable y tierna, la que escribi poemas de calles
con soles y frondosos rboles; la que habl del verano
dnde est?
Alguien quita la tranquilidad de mi luz, deja sombras
all donde antes existan barrios de infancia.
Alguien me ha despojado de mis cortinas y abierto
agujeros en los que slo veo pasadizos sin n.
Dnde fui? Adnde fueron los poemas de amor y
soledad de ti?
55
exilios i
Soy un extrao en trenes de extraos
un pasajero sin ms
embriagado de luna.
No conozco estos seres que pasan como un vicio
no s nada de sus largas jornadas
ni de su ntimo bar.
Busco mi patria en las patrias de otros
y no s qu pas
con sus miedos me habita
56
exilios ii
Mndame una postal, me dices.
Cmprame una bufanda para alcanzarte.
Escribe tus cartas en la boca de los lobos
y no te mueras sin m en extraas ciudades.
Treme un buen vino
para pasar juntos el trago amargo de esta lejana.
Treme algo pero sobre todo trete a ti.
Mientras yo
al otro lado de la lnea
trato de alcanzar esa voz
buscando que la tarde adquiera la forma de tus brazos
57
poema a nazim hikmet
Hoy que llueve sobre Bogot
leo tus poemas Nazim Hikmet, tus cartas desde las
cuatro crceles,
el recuerdo de los patios sonoros en Istambul
el lento pero seguro avance de tu angina de pecho.
No me desilusiono ni lloro.
Tampoco soy un simple desesperanzado.
Sin embargo, Nazim, mi pas es una crcel mayor,
mayor que la de tu Ankara, ms fra que la de Cankiri
ms insoportable que la de Bursa.
Todas tus cuatro crceles reunidas son apenas recintos
con jardn.
Como t, turco naciente,
en el nombre de esta tierra tomo la palabra
y malas noticias me llegan con lluvia matutina
malas noticias sobre un pas cerrado donde nadie
nos deja cantar.
Prisionero, exiliado eterno,
con quince heridas, segn decas,
escribo en torno a estas paredes deseando ver una luz.
Escucha Hikmet este poema compuesto por varias
manos
con despedazadas uas de tanto escarbar.
58
Tambin estamos incomunicados como lo estuviste
en Ankara
donde te prohiban ver el cielo azul y un rbol silvestre
plantado en algn sitio.
Tambin hablamos con nosotros mismos
en siniestras ciudades
y nos dan ganas de llorar sobre algn seno
llorar o insultar temblando en la lluvia.
Destrozados, solos con el vaivn de lentas horas,
vigilados desde los cuatro costados
se abre nuestra ira como una gran verdad
y en las torres del aire
lanzamos gritos por oscuras ventanas.
Nazim Hikmet, llueve sobre Bogot.
Yo releo tu poema a Taranta-babu
pero no puedo hacer un himno para beberme el sol
no puedo estrechar mi pecho y darme alegra.
Cundo cesar esta llama que a todos calcina?
59
para ldo ivo
Tambin Ldo Ivo he sentido como t
la belleza y el horror en una nerviosa lagartija.
Entre piedras, mangos, higuerillas
sal a recorrer el pequeo-ancho mundo.
Vi en sus ojos de diamante
el sufrimiento celeste
esa luz que pronto se apagara.
Me escondo de Dios, de sus invisibles latidos.
Corro por corredores de sombra tras mi sombra.
Sin brjula que me ampare
lanzo al mar mi infancia y algo se muere
dejando a este hombre viudo de niez.
Tambin Ldo he bebido la sangre de mis semejantes.
Han pasado sobre m girasoles marchitos, cansados
del sol
he pactado con las Hadas
visto en el mar otro mar cercano y terrible.
La poesa es nuestro reino
ngel y Daimon que se ocultan bajo el ropaje del dolor
un rito supremo para detener la muerte.
60
Ahora esperamos tu llegada
para saludar con varias voces
la alegra que construye un poema.
Noches en las que no trina un pjaro
en las que tus palabras suenan ms sonoras y justas.
Duro ha sido el tiempo de vivir.
Se derrumban muros y ventanas.
Algo perdura entre los matorrales
algo que no es delirio de la muerte
sino tus poemas resistiendo al fuego
al buitre de la realidad sonora y triste.
Recibe hoy estas palabras recientes
mis versos repetidos para no morir
secretos a voces pronunciados entre amigos
que como murcilagos sedientos
chocan locos
contra las blancas paredes del amor
61
acaso alguien responde?
Cubran las hierbas nuestras huellas,
los muertos a los muertos
cuenten lo que hubo.
Czeslaw Milosz
La guerra an no termina, poeta Milosz.
En Varsovia los escombros de la catedral de San Juan
siguen arrumados bajo una clida primavera
y las ruinas crecen en polvorientas metrpolis.
Todava pasan nubes terribles
y tus antiguas huellas han sido cubiertas
por los ms recientes pastos.
Todo est carcomido.
Desde el Vstula hasta mi patria marchita
nos abate este viento de lgrimas.
Son piedras sobre piedras edicando murallas
exiliando la voz del corazn.
62
Es difcil hablar sobre lo que hemos visto.
Cinco dedos ordenan,
como antao te ordenaron,
escribir sobre la muerte.
Nuestras palabras tocan las llagas
y dan al poeta un instante de alegra
para que nazca un nuevo mundo.
Pero acaso alguien responde?
63
caperuza de mi bosque
T le preguntas las orejas, por qu tan grandes?
Y l, para escucharte, oh msica del mundo,
slo para escucharte.
Eliseo Diego
I
Caperuza
ests dentro de mi bosque
perdida, ciega
y te acercas a este jardn que mis manos
te ofrecen
a mis enormes ojos
que te dan miedo
con una luna prendida
iluminndote.
No llames al cazador del tiempo.
Dancemos juntos la alabanza de la lluvia
solos
en nuestra roca de felicidad y de miseria
64
II
Mi extraviada, perdida nia
mi lengua es una lgrima que cae sobre tus besos
mis ojos son una espada de sombra
en la luminosa escultura de tu vientre.
Con tus armas destrozas
el imperio de la muerte.
T lo destrozas
yo me salvo por el escudo de tus pechos
65
eternidad muriendo
Toma mi cuerpo,
ensame a morir en unos brazos
morir sobre ti, arena movediza.
Yo slo s que es ahora cuando muero,
que el da me encuentra vivo
abrazado a unos muslos.
Por eso
toma mi cuerpo.
Exhbeme como un animal enjaulado en tus ojos,
elvame a tus delirios
para observarme mejor en tu deseo.
Tmame, multitud femenina,
llena este vaco
mi terquedad de muerte,
hazme vivir en tu silencio como un grito.
Dame
tu lumbre
eternidad muriendo
66
donde nace y acaba el mundo
Detrs de todo gran amor la nada acecha.
Oscar Hahn
La muerte te observa desnuda,
se ha enamorado de ti
pero preere entretenerse conmigo.
Observa tus senos y se disipa.
Teme al radiante esplendor de tu sexo
al fuego de tus ojos,
palidece de amor
no osa penetrarte
se disipa.
Entonces derrotada
contempla tus impenetrables cabellos
donde nace y acaba el mundo
67
con mis besos te corono
Frente a esta muerte de gigantescos ojos
ante las sombras del placer y el da
bajo las nubes de plomo
ante la luz
tu sincera y quemante desnudez
se impone como un suplicio.
Alma gemela
con mis besos te corono
68
la que me asombra
Enamorado
busco a la que me asombra.
Nufrago de m
paso bajo cielos hurfanos.
All pregunto por la que me sufre:
honda y piedra en la mitad de mi noche
69
contra la muerte te desnudo
Contra la muerte te desnudo
te protejo
te oculto entre las piernas
en mis escombros
piel igual a un cielo que no duerme.
Dnde, en qu lugar de mi sexo te escondes?
Fugaz ternura
pasajera
fugitiva forma que permanece en la memoria
70
placer a m encadenado
Dame tus labios,
enloquece a este hombre sin edad,
introduce tu mano en su laberinto ardiente
enciende con furia su deseo.
El tiempo marchita las ms ligeras fragancias
y una vida no basta
para saciar el trago que donan tus pezones.
Dame tus labios,
y no despiertes al murmullo de una ciudad cruel y
triste.
Pregona ante mi sexo lujuriosas palabras
embrjame con tus ritos
disipa con tus plantas milagrosas
el cansancio que poseo.
Roba todo de m y luego abandname,
olvdame en silencio cuando llegue el alba
placer a m encadenado.
71
mis labios dirigindose al silencio
Para Fernando Garay,
amigo incondicional de este poema
Voy de terror en terror.
La mano que aferro no me favorece
ni establece un presente lleno de gloria.
Cada rincn de casa tiene el eco escondido de amores
que se van en m.
Mis poemas son lunas que yo devor soando
y dieron un puntapi a la vida perfecta.
En los ojos de esta mujer
que toda la noche ha velado mi partida
veo un desle de edades colmadas de costumbres
los cambios en mi cara
estas manos cada vez sin asombro
la prolongada distancia entre mi niez y yo.
Y veo mi infancia.
Pasan pueblos distantes
atardeceres indiferentes a mis tempranos llantos
una madre acariciando sus plantas
un solar
y calles con asustados viajeros.
Y ms al fondo, en perspectiva,
veo a la muerte como un asunto que me deja sin amigos
mis labios dirigindose al silencio
72
carlos fajardo fajardo
Naci en Santiago de Cali, 1957, Colombia. Filsofo,
Magster y Doctor en Literatura. Es profesor de planta
de la Maestra en Comunicacin-Educacin de la Uni-
versidad Distrital Francisco Jos de Caldas de Bogot.
Cofundador de la Corporacin Si Maana Despier-
to, dedicada a la investigacin y creacin artstica y
literaria. Ha publicado los libros de poesa: Origen de
Silencios, 1981; Serenidad Sitiada, 1990; Veraneras,
1995; Atlas de callejeras, 1997; Tierra de Sol, 2003;
Navos de Caronte, 2009, y numerosos ensayos entre
los que se destaca, La ciudad poema. La ciudad en
la poesa colombiana del siglo XX, Universidad de La
Salle, 2011. Ganador del premio de poesa Antonio
Llanos, Santiago de Cali 1991; Segundo premio en
el Primer Concurso Nacional de Poesa icfes, 1984;
Mencin de Honor en el Premio Jorge Isaacs 1996 y
1997; Premio de poesa Jorge Isaacs, 2003.
contenido
Poema a Madelaine [9], Poema [10], De ertico [12],
De Modigliani a Jeane Hebuterne [13],
Palabras de Orfeo [14], Redobles [15], Potica [16],
El primer sol [17], Parejas [18], Vereda [19],
Matutino [20], lbum secreto [21], Veraneras [22],
Barrios [23], Torcaza de la infancia [24],
Los patios [25], Las hormigas [26], La otra orilla [27],
La calle de Miguel [28], El tren del verde mar [29],
Los viajes de la casa [30], los cuadros de casa [31],
Entre el antes y el despus [32],
Los muebles de casa [33], Regin de la infancia [34],
Diario [36], A una joven pintora [37],
Mujeres y bandera [39], La partida [40],
Cali un da de octubre [42], Calle de La Escopeta [43],
Calle del vrtigo [44], Piel de bano [45], Palmas [46],
Calle de las mujeres [47], Esquina olvidada [48],
Monlogo del callejero [49], Bajo otros soles [53],
El intruso [54], Exilios i [55], Exilios ii [56],
Poema a Nazim Hikmet [57], Para ldo ivo [59],
Acaso alguien responde? [61],
Caperuza de mi bosque [63], Eternidad muriendo [65],
Donde nace y acaba el mundo [66],
Con mis besos te corono [67], La que me asombra [68],
Contra la muerte te desnudo [69],
Placer a m encadenado [70],
Mis labios dirigindose al silencio [71]
coleccin un libro por centavos
1. Postal de viaje, Luz Mary Giraldo
2. Puerto calcinado, Andrea Cote
3. Antologa personal, Fernando Charry Lara
4. Amantes y Si maana despierto, Jorge Gaitn Durn
5. Los poemas de la ofensa, Jaime Jaramillo Escobar
6. Antologa, Mara Mercedes Carranza
7. Morada al sur, Aurelio Arturo
8. Ciudadano de la noche, Juan Manuel Roca
9. Antologa, Eduardo Cote Lamus
10. Orillas como mares, Martha L. Caneld
11. Antologa potica, Jos Asuncin Silva
12. El presente recordado, lvaro Rodrguez Torres
13. Antologa, Len de Greiff
14. Baladas Pequea Antologa, Mario Rivero
15. Antologa, Jorge Isaacs
16. Antologa, Hctor Rojas Herazo
17. Palabras escuchadas en un caf de barrio, Rafael del Castillo
18. Las cenizas del da, David Bonells Rovira
19. Botella papel, Ramn Cote Baraibar
20. Nadie en casa, Piedad Bonnett
21. lbum de los adioses, Federico Daz-Granados
22. Antologa potica, Luis Vidales
23. Luz en lo alto, Juan Felipe Robledo
24. El ojo de Circe, Luca Estrada
25. Libreta de apuntes, Gustavo Adolfo Garcs
26. Santa Librada College and other poems, Jotamario Arbelez
27. Pas intimo. Seleccin, Hernn Vargascarreo
28. Una sonrisa en la oscuridad, William Ospina
29. Poesa en s misma, Lauren Mendinueta
30. Alguien pasa. Antologa, Meira Delmar
31. Los ausentes y otros poemas. Antologa, Eugenio Montejo
32. Signos y espejismos, Renata Durn
33. Aqu estuve y no fue un sueo, John Jairo Junieles
34. Un jardn para Milena. Antologa mnima, Omar Ortiz
35. Al pie de la letra. Antologa, John Galn Casanova
36. Todo lo que era mo, Maruja Vieira
37. La visita que no pas del jardn. Poemas, Elkin Restrepo
38. Jams tantos muertos y otros poemas, Nicols Suescn
39. De la dicultad para atrapar una mosca, Rmulo Bustos Aguirre
40. Voces del tiempo y otros poemas, Tallulah Flores
41. Evangelio del viento. Antologa, Gustavo Tatis Guerra
42. La tierra es nuestro reino. Antologa, Luis Fernando Afanador
43. Quiero escribir, pero me sale espuma. Antologa, Csar Vallejo
44. Msica callada, Jorge Cadavid
45. Qu hago con este fusil?, Luis Carlos Lpez
46. El rbol digital y otros poemas, Armando Romero
47. Fe de erratas. Antologa, Jos Manuel Arango
48. La esbelta sombra, Santiago Mutis Durn
49. Tambor de Jadeo, Jorge Boccanera
50. Por arte de palabras, Luz Helena Cordero Villamizar
51. Los poetas mienten, Juan Gustavo Cobo Borda
52. Suma del tiempo. Seleccin de poemas, Pedro A. Estrada
53. Poemas reunidos, Miguel Iriarte
54. Msica para sordos, Rafael Courtoisie
55. Un da maz, Mery Yolanda Snchez
56. Breviario de Santana, Fernando Herrera Gmez
57. Poeta de vecindario, John Fitzgerald Torres
58. El sol es la nica semilla, Gonzalo Rojas
59. La frontera del reino, Amparo Villamizar Corso
60. Paraso precario, Mara Clemencia Snchez
61. Quiero apenas una cancin, Giovanni Quessep
62. Como quien entierra un tesoro. Poemas escogidos, Orlando Gallo Isaza
63. Las contadas palabras. Antologa, scar Hernndez
64. Yo persigo una forma, Rubn Daro
65. En lo alto del instante, Armando Orozco Tovar
66. La esta perpetua. Seleccin, Jos Luis Daz-Granados
67. Amazonia y otros poemas, Juan Carlos Galeano
68. Resplandor del abismo, Orietta Lozano
69. Morada de tu canto, Gonzalo Mallarino Flrez
70. Lenguaje de maderas talladas, Mara Clara Ospina Hernndez
71. Tierra de promisin, Jos Eustasio Rivera
72. Mirndola dormir y otros poemas, Homero Aridjis
73. Herederos del canto circular, Fredy Chikangana, Vito Apshana, Hugo Jamioy
74. La noche casi aurora, Eduardo Gmez
75. Nada es mayor. Antologa, Arturo Camacho Ramrez
76. Cancin de la vida profunda. Antologa, Porrio Barba Jacob
77. Los das del paraso, Augusto Pinilla
78. Una palabra brilla en mitad de la noche, Catalina Gonzlez Restrepo
79. El tiempo que me escribe. Antologa, Affonso Romano de SantAnna
80. Poemas infantiles y otros poemas, Rafael Pombo
81. Trazo en sesgo la noche, Luisa Fernanda Trujillo Amaya
82. Reposo del Guerrero, Eduardo Langagne
83. Todo nos llega tarde, Julio Flrez
84. El pastor nocturno, Felipe Garca Quintero
85. Piel de nufrago, Xavier Oquendo Troncoso
86. Yo me pregunto si la noche lenta, Juan Pablo Roa Delgado
87. Soledad llena de humo, Juan Carlos Bayona Vargas
88. Antes de despertar, Vctor Lpez Rache
89. Pndulo de arena, Carlos Fajardo Fajardo
Editado por
el Departamento de Publicaciones
de la Universidad Externado de Colombia
en marzo de 2013
Se compuso en caracteres
Sabon de 10,5 puntos
y se imprimi
sobre papel bulky de 60 gramos,
con un tiraje de
8.000 ejemplares.
Bogot, Colombia
Post tenebras spero lucem

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