Retablo Comentario Artistico

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ALFREDO J.

MORALES
Universidad de Sevilla
Como se ha sealado en multitud de ocasiones, el retablo es la gran aportacin espaola a
la historia del arte. Dejando a un lado sus posibles antecedentes, todos los investigadores
coinciden al sealar que fue en los ltimos siglos medievales cuando, tras un largo proceso
evolutivo, llegaron a unificarse los diferentes elementos que lo integran. Por otra parte, re-
sulta evidente que el retablo fue uno de los instrumentos ms tiles con los que cont la Igle-
sia para el adoctrinamiento. En realidad, las artes plsticas fueron un medio eficacsimo
para instruir a los fieles, mayoritariamente iletrados, en los principios de la fe y en los mis-
terios de la salvacin. De hecho, el discurso figurativo, la predicacin y la liturgia fueron
tres vertientes de un programa ideolgico unitario con claros fines didcticos. No obstante,
el retablo en su condicin de marco fue el dispositivo idneo para que el fingimiento de la
realidad correspondiente a las imgenes escultricas o pictricas alcanzara la claridad expo-
sitiva necesaria, con objeto de suscitar en los fieles el estado anmico adecuado. El retablo,
adems de ejercer un indudable control sobre la sensibilidad del fiel, configura el escenario
teatral de la liturgia, el dogma, la piedad y la devocin catlicas
1
. No obstante, cada
momento histrico ha prestado especial atencin a alguna de las mencionadas facetas del
retablo, valorndose especialmente su funcin didctica en tiempos medievales y a comien-
zos del Renacimiento, mientras se acentu su carcter persuasivo y devocional a partir de la
Contrarreforma
2
. Por otra parte, el retablo se constituye en un elemento decisivo en la con-
figuracin y modulacin de los espacios religiosos, especialmente durante el barroco. Unido
a los restantes elementos del mobiliario litrgico son en el arte religioso la clave de una his-
toria de las formas, la expresin de un gusto que evoluciona no solamente segn un criterio
funcional, sino tambin segn necesidades estticas cambiantes. La presencia de todos ellos,
integrados en un conjunto unitario, resulta decisiva en la comprensin y valoracin de los
interiores religiosos, resueltos habitualmente con escasa originalidad en lo referente a plantas
y movimiento de los muros. Sern los elementos muebles, entre los que se encuentra el retablo,
los que con su presencia transformen la tradicional espacialidad de los templos, hacindolos
variados, complejos y sorprendentes, ricos y efectistas.
Desde hace casi tres dcadas el retablo espaol se ha convertido en tema de inters para
los investigadores. Si bien con anterioridad se le haba prestado cierta atencin, especial-
mente a sus aspectos iconogrficos y a sus contenidos plsticos, se haban desatendido sus
valores arquitectnicos y funcionales, las cuestiones relativas a su proceso productivo, a los
presupuestos estticos y a la evolucin estilstica
3
. Su actual consideracin de produccin
artstica autnoma, lo cual no significa negar su interdependencia con la escultura y la
1
Cfr. P. L. ECHEVERRIA GOI:
Erretaulak. Retablos, tomo I, Vi-
toria-Gasteiz, 2001, pg. 41.
2
Vase A. RODRGUEZ Y GUTI-
RREZ DE CEBALLOS: El retablo
en el marco de la liturgia, del cul-
to y de la ideologa religiosa, en
AA. VV.: Retablos de la Comuni-
dad de Madrid. Siglos XV al XVIII,
Madrid, 1995, pgs. 13-27.
3
Entre las obras pioneras que es-
tudian el retablo en relacin con
la plstica debe sealarse la de
M. C. GARCA GAINZA: La escul-
tura romanista en Navarra. Disc-
pulos y seguidores de Juan de An-
chieta, Pamplona, 1969.
3
Mquinas ilusorias. Reflexiones sobre el
retablo espaol, su historia y conservacin

Paralelamente a los estudios histrico-ar-
tsticos aludidos ha surgido una nueva
conciencia sobre el innegable valor patri-
monial de los retablos. Con ello parece ha-
berse superado una de las etapas ms ne-
fastas en la vida de tan singulares elemen-
tos de nuestro legado cultural. Si bien es
cierto que las convulsas vicisitudes vividas
por Espaa durante el siglo XIX con sus di-
ferentes guerras y revoluciones, adems del
proceso desamortizador haban ocasionado
prdidas irreparables, no es menos verdad
que las destrucciones continuaron durante
la nueva centuria. Fueron los ltimos aos
sesenta y toda la dcada de los setenta del
pasado siglo XX un perodo especialmente
negativo para la pervivencia de los reta-
blos. La generalizacin de una inadecuada
mentalidad modernizadora, en buena me-
dida derivada de una equivocada inter-
pretacin de las normas y recomendaciones litrgicas emanadas del Concilio Ecumnico
Vaticano II, signific la prdida irremediable de buena parte del mobiliario y del ajuar
litrgico de los templos, estando los retablos entre los elementos ms afectados. Algunas
operaciones fueron irreversibles y supusieron la eliminacin total de las estructuras ar-
quitectnicas para lograr la limpieza y claridad de los presbiterios. En determinadas
ocasiones se salvaron de la destruccin las pinturas y la imaginera en ellas contenidas,
procedindose a su venta ms o menos ilcita. En el mejor de los casos algunas de estas pie-
zas se convirtieron en objetos decorativos que se distribuyeron caprichosamente por las na-
ves o muros de los templos, mientras otras sirvieron para dar prestancia a despachos y ofi-
cinas parroquiales o para enriquecer dependencias conventuales.
Menos drsticas fueron otras operaciones que afectaron fundamentalmente a los retablos
colaterales y a los adosados a los muros perimetrales de las iglesias. Al perder su funcin
litrgica original en la celebracin de misas, muchos de ellos vieron desaparecer sus mesas
de altar, eliminndose as el basamento necesario para la arquitectura, lo que tambin
supuso la prdida de un elemento clave del diseo. Ocasionalmente tales mesas fueron re-
tranqueadas con objeto de facilitar el trnsito de los fieles, aunque predominaron actua-
ciones tendentes a dotar de modernos frontales a los retablos, en una incomprensible bs-
queda de la simplicidad o la autenticidad. Esto dio como resultado creaciones de evi-
dente mal gusto, en las que se emplearon frecuentemente placados marmreos de notorias
reminiscencias cementeriales.
5
pintura, ha permitido ampliar el campo
de la investigacin
4
. As, se ha pasado a
analizar su significacin funcional, estti-
ca, litrgica, iconogrfica, simblica y ar-
quitectnica, a la vez que se han desarro-
llado programas de restauracin de reta-
blos, lo que demuestra una nueva actitud
ante tan extraordinarias creaciones artsti-
cas. Todo ello ha dado como resultado una
amplia bibliografa que demuestra la di-
versificacin de los anlisis y de los mtodos
y el grado de permanente renovacin en el
que se encuentran los estudios referidos al
retablo espaol.
Como obra de obligada consulta para
cuantos pretendan un acercamiento al
tema hay que citar el nmero especial de la
revista Imafronte titulado El retablo es-
paol, publicada por el Departamento de
Historia del Arte de la Universidad de Murcia (n.
os
3, 4 y 5. Aos 1987-88-89). Mo-
nografas de carcter general son, en primer lugar, el estudio de SOBR, Judith Berg: Be-
hind the altar table. The development of the painted retable in Spain, 1350-1500
(Columbia, 1989) que no ha sido traducido al espaol y que se centra en el perodo g-
tico en las tierras de Aragn y Castilla. A todo el mbito espaol se refiere el libro de MAR-
TN GONZLEZ, Juan Jos: El retablo barroco en Espaa (Madrid, 1993), la primera
obra de sntesis y rigurosa que se ha dedicado al tema. Nuevas lneas de investigacin y
resultados recientes ofrece el monogrfico editado por VILA JATO, M. Dolores: El reta-
blo. Tipologa, iconografa y restauracin (Orense, 2002), correspondiente a las Actas
de IX Simposio Hispano-Portugus de Historia del Arte.
Las restantes aportaciones surgidas en los ltimos aos se caracterizan por referirse a etapas
histricas o estilos concretos
5
; por centrarse en marcos geogrficos regionales, comarcales o
locales
6
; por integrar anlisis explicativos de las formas y su evolucin
7
, adems de iconogr-
ficos, sociolgicos y biogrficos
8
. Sin embargo, no se han elaborado estudios sobre el retablo de-
dicados exclusivamente a los aspectos tipolgicos, ni referidos a las tcnicas. En relacin con s-
tas y centrado en el campo de la policroma hay que destacar el documentado y novedoso es-
tudio de ECHEVERRIA GOI, Pedro: Policroma del Renacimiento en Navarra (Pamplona,
1990). Por otra parte, el nico estudio que se ocupa exclusivamente de cuestiones econmicas,
de los aspectos jurdicos y de los sistemas de contratacin es el de PEA VELASCO, Concep-
cin: Retablos barrocos murcianos. Financiacin y contratacin (Murcia, 1993).
4
Juan de Juni. Retablo de la
Inmaculada (detalle). Capilla de
lvaro de Benavente. Iglesia de Santa
Mara de Mediavilla. Medina de
Rioseco. Mediados del siglo XVI.
Pere Joan. Retablo mayor de la Seo de
San Salvador. Zaragoza. 1434-1445.
Comunidad de Madrid. Siglos XV
al XVIII, Madrid, 1995. Reed.
Madrid, 2002; de R. J. PAYO
HERNANZ: El retablo barroco en
Burgos y su comarca, Burgos,
1997; de M. L. DE ULIERTE
VZQUEZ: El retablo en Jan,
1580-1800, Jan, 1986; de L.
ALONSO DE LA SIERRA FERNN-
DEZ: El retablo neoclsico en C-
diz, Cdiz, 1989 y de J. ZORRO-
ZUA SANTISTEBAN: El retablo ba-
rroco en Bizkaia, Bilbao, 1998.
7
Vanse los estudios de J. M.
PALOMERO PRAMO: El retablo
sevillano del Renacimiento. Anli-
sis y evolucin (1560-1623), Sevi-
lla, 1983 y de R. SERRANO, et
alii: El retablo aragons del siglo
XVI. Estudio evolutivo de las mazo-
neras, Zaragoza, 1992.
8
A los aspectos iconogrficos
est dedicado el libro de M. A.
ROIG I TORRENT: Iconografa
del retaule a Catalunya (1675-
1725). Barcelona, 1992.
4
Aunque el estudio est referido
al mbito sevillano durante el sete-
cientos, son de inters por su pues-
ta al da bibliogrfica las pginas
introductorias del libro de F. J. HE-
RRERA GARCA: El retablo sevillano
en la primera mitad del siglo XVIII.
Evolucin y difusin del retablo de
estpites, Sevilla, 2001, pgs. 17-21.
5
Especialmente abundantes son
los estudios referidos al barroco,
pudiendo destacarse A. TRUJILLO
RODRGUEZ: El retablo barroco en
Canarias, Santa Cruz de Tenerife,
1977; M. de los A. RAYA RAYA:
Retablo Barroco Cordobs, Crdo-
ba, 1987; J. J. VLEZ CHAURRI:
El retablo barroco en los lmites de
las provincias de lava, Burgos y
La Rioja (1600-1780), Vitoria-
Gasteiz, 1990; I. VIDAL BERNA-
B: Retablos alicantinos del barro-
co (1600-1780), Alicante, 1990;
J. POLO SNCHEZ: Arte barroco
en Cantabria. Retablos e imagine-
ra (1660-1790), Santander,
1991; F. LLAMAZARES RODR-
GUEZ: El retablo barroco en la pro-
vincia de Len, Len, 1991; C. DE
LA PEA VELASCO: El retablo en
la Antigua Dicesis de Cartagena
(1670-1785), Murcia, 1992; J.
SEZ VIDAL: Retablos y retablistas
barrocos de Orihuela, Alicante,
1998 y F. HALCN, F. J. HERRE-
RA, y A. RECIO: El retablo barro-
co sevillano, Sevilla, 2000.
6
Pueden servir de ejemplo las
obras de R. HERNNDEZ NIE-
VES: Retablstica de la Baja Extre-
madura. Siglos XVI-XVIII, Mrida,
1991; de VV.AA.: Retablos de la

doras con purpurina, pinturas al leo y
barnices teidos, adems de trabajos de
patinado con betn de Judea. Tales ope-
raciones adems de inapropiadas e inco-
rrectas han producido daos en los retablos
que sern difciles y costosos de subsanar.
En otros casos las alteraciones aunque im-
pliquen prdida de los valores originales
hay que considerarlas definitivas, pues son
ya parte de la historia de la obra. De he-
cho, hay retablos que conservaron su fiso-
noma primitiva menos tiempo del que ha
transcurrido desde la fecha en que se pro-
dujeron los cambios. Es el caso del retablo
mayor que en 1711 contrat la Congrega-
cin de San Felipe Neri de Sevilla con Je-
rnimo Balbs y que en 1830 fue trasla-
dado al presbiterio de la iglesia de San An-
tonio de Padua. En el proceso de adapta-
cin se sustituy el tabernculo por una hornacina flanqueada por columnas, se aadie-
ron las pilastras laterales, se jaspe la mayor parte de la superficie y se efectuaron multi-
tud de repintes, adems de reemplazarse sus esculturas
12
.
Durante las ltimas dcadas ha sido frecuente, especialmente en Andaluca, ceder para
sede cannica de algunas hermandades y cofradas de penitencia, tanto de origen antiguo
como de moderna creacin, los templos que habiendo servido de ayuda de parroquia o
que perteneciendo a desaparecidas comunidades religiosas carecan de culto. Tal medida
garantizaba la supervivencia del edificio y de parte de sus funciones originales, aunque
ello dependa de los recursos y del ajuar litrgico que poseyeran tales agrupaciones. No obs-
tante la oportunidad y conveniencia de la cesin y la extraordinaria labor que en muchos
casos se est desarrollando, la presencia de estas cofradas tambin ha originado ciertos
problemas en torno a la propiedad y uso de los bienes muebles que existan en los templos
con anterioridad a la misma. Entre las actuaciones negativas que pueden sealarse, con-
viene ahora destacar las alteraciones introducidas en los retablos mayores de las iglesias a
fin de alojar en los mismos a las imgenes titulares de la hermandad. As ha sucedido
con el que presida la sevillana iglesia de Santiago, contratado con Andrs de Ocampo
en 1599 para albergar el enorme lienzo de Santiago en la batalla de Clavijo, pintado aos
antes por Mateo Prez de Alesio. Dicha pintura ha sido trasladada a un muro lateral del
templo, mientras en el registro que antes ocupaba se han dispuesto las imgenes modernas
de la Hermandad del Cristo de la Redencin en el Beso de Judas
13
. Lo mismo puede decirse
del retablo mayor de la iglesia de los Terceros de Sevilla, realizado por Francisco Dionisio de
12
Idem, pgs. 306-307.
13
El retablo ya haba sido alterado
en los aos finales del siglo XVIII.
Vase, J. M. PALOMERO PRAMO:
op. cit., pgs. 307-308.
7
En esta misma lnea de alteraciones en razn del afn por la sencillez hay que incluir la
desaparicin de imgenes en muchos retablos. Ciertamente algunos vacos detectables en
las hornacinas y en los registros de los retablos se deben a hurtos, pero en mucha mayor
medida son atribuibles al criterio selectivo de los responsables de los templos. Tambin
son ellos los culpables de las sustituciones de imgenes de santos cuya devocin ha decre-
cido por las de otros actualmente en auge. Tales cambios incorporan a retablos histricos
esculturas de escayola de produccin industrial, carentes de valor artstico y claramente
disonantes del conjunto. Su presencia responde a modas pasajeras y a devociones con cier-
to reclamo popular, con las que se quiere atraer a los fieles a las iglesias. Es el caso de las
modernas y crecientes devociones a San Pancracio y a San Judas Tadeo, que provocan
masivas asistencias a los templos semanal o mensualmente, con el incremento de limos-
nas y la acumulacin de velas o lamparillas de promesa, lo que introduce un nuevo fac-
tor de riesgo en la preservacin del patrimonio no slo por el oscurecimiento que produ-
cen en las obras, sino tambin por el peligro de incendio que conllevan. Estos cambios en
la iconografa resultan desde luego inaceptables, pues es sabido que los retablos respon-
den a un preciso programa iconogrfico redactado a la par que se diseaba su estructu-
ra y partiendo de las instrucciones de los patronos, con la consiguiente supervisin de las
autoridades eclesisticas.
Aunque son muy numerosos los retablos desaparecidos durante los dos ltimos siglos,
tambin debe sealarse que algunos ha sido posible salvarlos con su traslado y reutiliza-
cin en otros edificios religiosos, tras haber perdido su funcin las iglesias o conjuntos
conventuales de los que provenan
9
. La riqueza retablstica de muchas iglesias espaolas
ha permitido remediar, en cierta medida, las prdidas sufridas por otros templos, espe-
cialmente las acaecidas a consecuencia de la Guerra Civil. As ha ocurrido con el reta-
blo mayor del convento de carmelitas descalzos de San Jos de Carmona, realizado por
Toms Guisado el Viejo y Miguel de Glvez entre 1741 y 1742 y que actualmente
preside el presbiterio de la iglesia parroquial de Santa Mara Magdalena, en la pobla-
cin sevillana de Dos Hermanas
10
. Otro caso similar corresponde al retablo tallado en
1717 por Francisco Mara de Ceiba para el antiguo Convento de la Merced de Osuna
y que hoy ocupa la Virgen de la Esperanza de Triana en su Capilla de los Marineros en
Sevilla
11
. Ms conocida es la presencia desde 1944 de un retablo renacentista proceden-
te de la iglesia de San Pedro de Becerril de Campos (Palencia) y atribuido a Juan Or-
tiz el Viejo en el presbiterio de la iglesia del Sagrario de la Catedral de Mlaga, en sus-
titucin del desaparecido durante la citada contienda.
Si bien la mayor parte de los retablos trasladados debieron ser modificados para adaptarse
a un nuevo espacio y a un nuevo cometido, las operaciones desarrolladas no han llegado
a alterar la fisonoma de las obras hasta el punto de hacerlas irreconocibles. No obstante,
en determinados casos las labores desarrolladas han supuesto la modificacin de estructu-
ras, el aligerado de la talla y la alteracin de las policromas mediante tareas restaura-
9
La conversin de la iglesia del
Hospital de las Cinco Llagas de Se-
villa en Saln de Plenos del Parla-
mento de Andaluca oblig a des-
montar los retablos all existentes,
a excepcin del mayor que an
permanece en su emplazamiento
original, y a darles nuevo destino.
De este modo el colateral dedica-
do al Calvario que pint en 1633
Jernimo Ramrez se llev al con-
vento de monjas franciscanas de
Santa Clara de Alcal de Guadara
(Sevilla), donde qued instalado
tras ser remodelado. Sobre este
retablo puede verse A. J. MORA-
LES: La construccin del Hospi-
tal de las Cinco Llagas. Crnica
de un monumento inacabado, en
AA.VV.: El Parlamento de Anda-
luca, Barcelona, 1997, pg. 91.
10
El traslado se produjo tras la
Guerra Civil y para acomodarlo a
su nuevo emplazamiento fue par-
cialmente alterado y recortado por
el artesano local don Francisco
Muoz Moreno. Vase F. HAL-
CN, F. HERRERA, y A. RECIO:
op. cit., pg. 421.
11
Fue instalado en su emplaza-
miento actual el 23 de mayo de
1965. Para adecuarlo a su nuevo
uso Manuel Guzmn Bejarano
realiz con anterioridad el inte-
rior del camarn y el escudo de la
Hermandad que corona el reta-
blo. Idem, pgs. 335-336.
6
Pedro Machuca. Retablo de San
Pedro de Osma. Catedral de la
Asuncin. Jan. 1546.
uso de lmparas halgenas con la inten-
cin de destacar las imgenes dispuestas en
las hornacinas centrales y en los camarines,
habida cuenta el calor que producen y las
negativas consecuencias que la elevada
temperatura ha llegado a provocar en las
carnaciones y policromas.
Con bastante frecuencia el origen del dete-
rioro e incluso prdida de los retablos se en-
cuentra en los procesos de restauracin em-
prendidos en las iglesias. La falta de una
adecuada proteccin de los mismos duran-
te el desarrollo de esos trabajos ha ocasio-
nado graves daos tanto a sus estructuras
como a sus pinturas e imgenes, obligando
a emprender labores de restauracin y a re-
alizar inversiones que inicialmente no
eran precisas o que, al menos, no resulta-
ban tan gravosas y urgentes. Peores consecuencias han tenido para muchos retablos inco-
rrectamente protegidos las restauraciones de templos que por diversas causas se ha prolon-
gado ms de lo previsto y los han mantenido cerrados al culto durante largo tiempo. Edi-
ficios que han permanecido durante aos en alberca y cuyos retablos no fueron adecua-
damente preservados han sufrido importantsimos daos por las inclemencias climticas,
especialmente la lluvia, por insectos xilfagos, por aves y murcilagos. Hasta tal punto ha
llegado el deterioro en determinadas ocasiones que al finalizarse la restauracin de las
iglesias se han considerado irrecuperables y se ha procedido a su eliminacin. La relativa
frecuencia con la que se han venido repitiendo estos hechos puede hacer pensar que la
desaparicin de esos retablos estaba ya prevista desde el comienzo y que se ha permitido o
favorecido su degradacin para encontrar as una justificacin a su desaparicin.
En ocasiones ni siquiera ha hecho falta que se produzcan daos para actuar selectiva-
mente en los retablos de una iglesia sometida a un proceso de restauracin. Ha bastado el
criterio del arquitecto responsable de las obras para que muchos retablos hayan sido eli-
minados o, en el mejor de los casos, se hayan desmontado y trasladado a otro emplaza-
miento. El gusto personal y un notorio afn por redecorar los interiores religiosos, suma-
do a una pretendida recuperacin de la pureza espacial o estilstica del edificio de acuer-
do con trasnochadas teoras, ms la pretensin de la puesta en valor de elementos y obras
ocultas han dado al traste con importantes creaciones retablsticas, especialmente con
ejemplos de esttica neogtica, neoclsica e incluso barroca. Tales actuaciones, avaladas
incluso por las instituciones religiosas o por las administraciones pblicas, han provocado
9
Ribas en 1669 y reestructurado por Balta-
sar de Barahona en 1700, cuyo primer
cuerpo ha sido desfigurado para colocar una
tarima en la que situar el grupo escultrico
de la ltima Cena, titular de la herman-
dad radicada en el templo, habindose
tambin reestructurado el camarn y ade-
lantado el tabernculo
14
.
Tambin se han producido daos y altera-
ciones en muchos retablos con motivo de
las celebraciones litrgicas y los cultos que
las aludidas hermandades tributan a las
imgenes de sus titulares para los que se lle-
gan a levantar impresionantes arquitectu-
ras y decorados efmeros
15
. Estos montajes y
estructuras temporales son en la actuali-
dad una de las escasas pervivencias del
mundo del barroco y constituyen en s mis-
mos una parte sustancial de nuestro patrimonio inmaterial. Sin embargo y a pesar de su
trascendencia y la importancia de su pervivencia, con demasiada frecuencia su instala-
cin produce serios daos en los retablos inadecuadamente utilizados como puntos de an-
claje. Los deterioros se han debido a la presencia de doseles, cortinajes, colgaduras y otros
elementos textiles clavados o instalados directamente sobre los retablos y altares. En la ac-
tualidad existen sistemas y procedimientos que adems de facilitar el montaje y desmon-
taje de los elementos efmeros resultan ms prcticos y seguros, garantizando no slo la in-
tegridad de los bienes muebles empleados en las escenografas, sino que tambin hacen in-
necesario servirse de los retablos para el apeo o soporte de las mismas. Muchos daos han
provocado tambin los innumerables cirios, hacheros y velas que forman parte de tales ar-
quitecturas efmeras. Son bien conocidas las tristes consecuencias e irreparables prdidas
que estos elementos han ocasionado al incendiar los textiles y los bienes muebles, retablos
incluidos, sobre o junto a los que se haba situado. Aunque mal menor, tampoco puede
olvidarse el pernicioso oscurecimiento que producen en las obras artsticas y, en general,
en todo el inmueble. Un adecuado control de los puntos de luz, de su nmero y coloca-
cin podra haber evitado muchos daos. Similares medidas de precaucin deberan ha-
berse adoptado al realizar instalaciones elctricas, no slo en lo referente a la distribucin
y anclaje del cableado, sino tambin en la disposicin de las luminarias. Una excesiva po-
tencia de stas slo ha servido para convertir los retablos en refulgentes masas doradas ca-
rentes de armona. Por otra parte, la inadecuada iluminacin es la culpable de la prdi-
da de los valores tectnicos de los retablos, de ilgicos y antinaturales contrastes de luces y
sombras y de la disolucin de los repertorios decorativos. Especialmente nocivo ha sido el
14
Al respecto puede consultarse
F. HALCN, F. HERRERA, y A. RE-
CIO: op. cit., pgs. 300-301.
15
De ello tuve la oportunidad
de tratar en una ocasin anterior
A. J. MORALES: El patrimonio
histrico de las cofradas de Se-
villa y su conservacin, en PH.
Boletn del Instituto Andaluz del
Patrimonio Histrico, 15, 1996,
pgs. 83-87.
8
Francisco Giralte. Retablo de la
Capilla del Obispo. Madrid. Segunda
mitad del siglo XVI.
Yez de la Almedina. Retablo de la
Crucifixin. Capilla de los Albornoz.
Catedral de Cuenca. 1526-1527.
de intervenciones en el Patrimonio His-
trico de Extremadura (dos volmenes.
Salamanca, 1999) y la reciente obra de
AA.VV.: Conservar y restaurar. Cuatro
aos de actuaciones en el Patrimonio
Histrico de la Comunidad de Madrid
(Madrid, 2003). Al tercer grupo corres-
ponde la publicacin por la Consejera de
Cultura de la Junta de Andaluca del libro
titulado: AA.VV.: Patrimonio Histrico
Restaurado en Andaluca. 1987-1997.
Retablos. (Sevilla, 2001.)
Un ltimo aspecto sobre la conservacin
de retablos que merece destacarse es la de-
cisiva incorporacin de entidades y funda-
ciones a la financiacin de los correspon-
dientes trabajos y su posterior difusin. En
este punto es necesario recordar la importancia de la iniciativa privada y del mecenaz-
go en la tutela del patrimonio cultural espaol y la trascendencia de la suma de esfuer-
zos y de iniciativas para su preservacin y enriquecimiento. Al respecto debe destacarse
el papel desempeado por la antigua Fundacin Argentaria Fundacin BBVA tras la
fusin bancaria, que ha dado como resultado la recuperacin de importantes ejemplos,
tanto muebles como inmuebles, de nuestro patrimonio histrico. En relacin con los re-
tablos, se han efectuado en varias ocasiones trabajos sobre piezas aisladas y necesitadas
de urgente restauracin. As ocurri con obras de Barnaba de Mdena y de Rodrigo Oso-
na
16
. Sin embargo, tambin se han emprendido actuaciones globales en la capilla sacra-
mental de la parroquia de Santa Catalina de Sevilla y en las capillas de Nuestra Seo-
ra de las Nieves y de San Pablo de la Catedral de Ourense, trabajos ambos realizados en
colaboracin con las Consejeras de Cultura de los respectivos gobiernos autnomos
17
. En
estos trabajos no slo se han restaurado los correspondientes retablos, sino que tambin se
ha actuado en la arquitectura y en los restantes bienes muebles, contando para ello con
equipos pluridisciplinares. De este modo se han desarrollado proyectos unitarios que han
permitido profundizar en el conocimiento e historia de los bienes all existentes y han lo-
grado la recuperacin global de los distintos espacios, en la extraordinaria variedad de
sus elementos integrantes.
La puesta en marcha de trabajos como los reseados permite abrigar la esperanza de que
nos encontramos ante una nueva etapa en la valoracin de los retablos. Ojal sirva para
garantizar la pervivencia de un elemento sustancial de nuestro patrimonio histrico y una
de las creaciones ms genuinas del arte espaol.
16
Del primer autor se restaura-
ron los polpticos de la Virgen de
la Leche y de Santa Luca de la
Catedral de Murcia, mientras del
segundo se restaur el retablo del
Calvario de la parroquia de San
Nicols de Valencia. Vase Bar-
naba de Mdena. Polpticos de la
Virgen de la Leche y de Santa Lu-
ca. Rodrigo de Osona. Retablo del
Calvario. Madrid, 1993.
17
De las mismas se hicieron las
correspondientes publicaciones.
AA.VV.: Capilla sacramental de la
iglesia de Santa Catalina. Sevilla.
Madrid, 1997, y AA.VV.: Capillas
de Nuestra Seora de las Nieves y de
San Pablo. Catedral de Ourense.
Madrid, 2001.
11
airadas crticas desde amplios sectores de la sociedad e incluso campaas de denuncia en
los medios de comunicacin. De nada han servido las quejas y las llamadas de atencin
desde diferentes mbitos de la sociedad, habindose llegado incluso a encomendar nuevos
trabajos de restauracin a los responsables de tales despropsitos que, adems de ilegales,
son un grave atentado a nuestro patrimonio cultural. Al respecto puede recordarse lo acon-
tecido con las recientes restauraciones de las parroquias sevillanas de San Andrs y de San
Vicente. No obstante ha alcanzado mayor repercusin y es ms conocida la actuacin lle-
vada a cabo en la Catedral de Santo Domingo de la Calzada desmontando su impresio-
nante retablo mayor, ltima de las obras del genial Damin Forment, trasladndolo, des-
pus de reajustar su diseo, al crucero norte del templo.
Pero frente a tanta desidia y destruccin tambin puede ofrecerse un rico panorama de
actuaciones encaminadas a la recuperacin y restauracin de esas imponentes mquinas
ilusorias que son los retablos. Algunas de las intervenciones han sido llevadas a cabo aisla-
damente por las parroquias, conventos y cofradas, demostrando con ello un importante
cambio de actitud hacia el legado patrimonial recibido. Si bien es de alabar la preocu-
pacin e inters demostrado con tales trabajos, tambin debe ponerse de relieve que no
siempre se ha recurrido a los profesionales adecuados, a los tcnicos especializados y de sol-
vencia reconocida. Cierto es que los recursos dedicados a esas tareas de restauracin han
sido generalmente escasos, habiendo dependido de la limitada solvencia de sus promoto-
res o de la generosidad de los fieles. Pero ese condicionante no justifica las desacertadas o
incompletas actuaciones, como tampoco hace olvidar la escasa o nula difusin dada a los
trabajos, tarea inexcusable en cualquier intervencin sobre el patrimonio.
Mayor trascendencia han tenido las intervenciones sobre retablos emprendidas por las ad-
ministraciones responsables del patrimonio. Desarrollando proyectos aislados o bien for-
mando parte de programas sistemticos han sido muchos los retablos restaurados, siendo
destacable que en numerosas ocasiones los trabajos han trascendido la simple recuperacin
de las obras. De hecho con algunos de ellos se han pretendido actuaciones modlicas desti-
nadas a la creacin de pautas, normas, procedimientos y criterios de actuacin, mientras
en otras ocasiones se ha procurado la formacin de especialistas en las diferentes facetas
que inciden sobre obras habitualmente tan complejas. Como resultado de tales trabajos
han sido abundantes, aunque no siempre suficientes, las publicaciones realizadas. En
ocasiones han tenido carcter monogrfico, si bien ha sido ms frecuente que las noticias
sobre las intervenciones en los retablos aparezcan en el contexto general de las actuaciones
desarrolladas sobre los bienes culturales. Slo en algunas ocasiones se han agrupado en un
mismo volumen los trabajos de restauracin de retablos desarrollados a lo largo de varios
aos. Entre las publicaciones correspondientes al primer tipo pueden citarse los libros de
AA.VV.: El retablo y la sarga de San Eutropio de El Espinar (Madrid, 1992); AA.VV.:
El retablo mayor de la Catedral de Astorga. Historia y restauracin (Valladolid, 2001);
mientras en el segundo deben incluirse AA.VV.: Extremadura testaurada. Quince aos
10
Jos Ganga y Francisco Salzillo.
Retablo mayor. Convento de Santa
Ana. Murcia.

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