El documento resume la figura de Juan Velasco Alvarado, presidente del Perú de 1968 a 1975. A pesar de que su gobierno implementó reformas democratizadoras, ahora es criticado y ningún político defiende su legado. Velasco terminó solo, enfermo y traicionado. Aunque los historiadores valoran matizadamente su gobierno, los medios de comunicación han creado la narrativa de que Velasco representa el enemigo del mercado y justifican el statu quo actual.
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El documento resume la figura de Juan Velasco Alvarado, presidente del Perú de 1968 a 1975. A pesar de que su gobierno implementó reformas democratizadoras, ahora es criticado y ningún político defiende su legado. Velasco terminó solo, enfermo y traicionado. Aunque los historiadores valoran matizadamente su gobierno, los medios de comunicación han creado la narrativa de que Velasco representa el enemigo del mercado y justifican el statu quo actual.
El documento resume la figura de Juan Velasco Alvarado, presidente del Perú de 1968 a 1975. A pesar de que su gobierno implementó reformas democratizadoras, ahora es criticado y ningún político defiende su legado. Velasco terminó solo, enfermo y traicionado. Aunque los historiadores valoran matizadamente su gobierno, los medios de comunicación han creado la narrativa de que Velasco representa el enemigo del mercado y justifican el statu quo actual.
El documento resume la figura de Juan Velasco Alvarado, presidente del Perú de 1968 a 1975. A pesar de que su gobierno implementó reformas democratizadoras, ahora es criticado y ningún político defiende su legado. Velasco terminó solo, enfermo y traicionado. Aunque los historiadores valoran matizadamente su gobierno, los medios de comunicación han creado la narrativa de que Velasco representa el enemigo del mercado y justifican el statu quo actual.
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Recordando a Velasco
(Publicada en Hildebrandt en sus Trece,
31/10/2014) Por Carlos Len Moya Cuarenta y seis aos despus de que tom la Presidencia, solo se alude a Juan Velasco Alvarado para vituperarlo. Hoy nadie recoge su legado y es comprensible, porque muchas de las cosas realizadas por su gobierno en dictadura son inaplicables hoy. Pero otras fueron realmente democratizadoras, a pesar de ser hechas en dictadura. Y silencio. A Velasco nadie lo defiende. Velasco debe ser la figura ms solitaria y triste de la poltica peruana. Traicionado por su Primer Ministro, sus continuadores polticos el Partido Socialista Revolucionarioapenas consiguieron seis escaos despus de su muerte. Terminaron unidos a una izquierda que lo combati y lo llam fascista, solo para darse cuenta despus que uno de sus grandes errores histricos fue pelearse con el militar que los hizo crecer como nunca. Los movimientos armados se cruzaron tambin con Velasco. La reivindicacin de Tpac Amaru fue casi una poltica del gobierno de Velasco, como ltimamente recuerda Charles Walker. Un Tpac Amaru omnipresente que deriv en una imagen popular, presente despus en billetes y lminas. El MRTA, imbuido tambin por los tupamaros de Uruguay, termin dndole un matiz completamente distinto al lder rebelde. Se la arrancharon a los militares. A la vez, el bicentenario de la Gran Rebelin, 1980, es ahora vinculado al inicio de la lucha armada de Sendero Luminoso. La quema de nforas en Chuschi y los perros colgados de postes dejan en un interesado segundo plano otra accin de Sendero: lanzarle dinamita a la tumba de Velasco.
Acab solo, sin una pierna, traicionado, deprimido. En la ltima
entrevista que le concedi a Csar Hildebrandt, hay un extracto triste y poderoso entre Velasco, su esposa (Consuelo Gonzles Posada) y el entrevistador. Velasco empieza: -Mira lo que he ganado; una pierna menos, enfermo... -Pero todo tiene sus compensaciones. Usted ha ganado... -El amor de la gente?, pregunta llena de irona, doa Consuelo. -No dira eso. No cree usted que ha ganado, ms all de las pasiones y cuando las esencias se sedimenten, digamos, un puesto en la historia? -La gente ms ingrata no puede ser, dice Consuelo. Despus de tantas amarguras, un puesto en la historia! Ahora incluso parece peor. Hace buen tiempo que velasquista es un insulto, pero hubo alguien que lo reciba feliz y sonriente hasta hace poco: Ollanta Humala Tasso. Del Humala de polo rojo cuyos afiches mostraban tambin al espectro de Velasco, pasamos al Humala cuyos ministros bien podran tildar de velasquista a otros. Humala, al igual que Francisco Morales Bermdez, dijo alguna vez que se guiara por Velasco para hacer totalmente lo contrario. Aunque esto no es precisamente nuevo, me llama ahora la atencin ahora por lo siguiente. Tal como estn las cosas, el de Velasco no parece un gobierno sino un parntesis, un breve hiato en nuestra historia republicana. Siete aos de reformas adecuadas o no- que generaron efectos que marcaron el derrotero a los siguientes gobiernos, al menos hasta 1990. All vino Fujimori y cre el camino para el Per que vivimos ahora y que es su legado: el Per de hoy es esencialmente fujimorista. Entonces, si Fujimori viene (tristemente) siendo el vencedor, y junto a l vienen venciendo tambin la pandilla tecnocrtica y
una derecha elemental pero atractiva, se cumple el viejo y
gastado adagio de que la historia la escriben los vencedores? Estrictamente, no. La historia, como disciplina, tiene una valoracin bastante matizada y rica del gobierno de Velasco, y la trabaja ms bien desde varios ngulos. Adems, los vencedores en el Per difcilmente puedan escribir alguna historia, pero s transmiten una narrativa de varias formas. Los medios de comunicacin es seguramente la principal. En medio de un sentido comn favorable al mercado, le crean un enemigo: no es la informalidad ni la explotacin laboral ni el abuso de las grandes empresas, sino Velasco, y todo lo anterior es una reminiscencia por un Presidente que dej el poder hace casi cuarenta aos. Es una narracin idiota pero efectiva. No han escrito una historia pero s un cuento de ficcin en donde toda invocacin a cierta justicia hoy es, en el fondo, un deseo absurdo por volver a un horrible ayer. Y ese ayer es un militar solo, triste y sin una pierna, a quien dinamitaron su tumba y ahora le intentan dar un lugar en la historia, pero no el que se merece.