El Filósofo y Los Sofistas
El Filósofo y Los Sofistas
El Filósofo y Los Sofistas
GENTA
Segunda Edicin
Revisada y anotada a cargo de
MARIO CAPONNETTO
Buenos Aires
2009
JORDN B. GENTA, El Filsofo y los sofistas. Curso de Introduccin a la Filosofa. Dilogos socrticos
de Platn, Talleres Grficos Lumen, Buenos Aires, 1949.
2
PLATN, Obras Completas. Traduccin de Patricio de Azcrate, Ediciones Anaconda, Buenos Aires,
1946. Cuatro tomos.
3
PLATN, Oeuvres Compltes, Tome VIII, 1 Partie, Parmnide, Texte etabli et traduit par Auguste Dis,
Pars, Socit ddition Les Belles Lettres, 1923.
PLATONE, Tutti gli scritti. Edittore GIOVANNI REALE, Rusconi, Milano, 1991.
PLATN, Protgoras. Versin bilinge griego espaol. Edicin de J. BURNET, Oxford, 1903. Traduccin
espaola de J. VELARDE. Pentalfa Ediciones, Clsicos El Basilisco, Oviedo, 1980.
6
PLATN, La Repblica. Prlogo y traduccin del griego de JOS ANTONIO MIGUEZ, Aguilar, Madrid,
tercera edicin, 1968.
7
PLATN, Dilogos. Estudio preliminar de MARA J. RIBAS y A. GONZLEZ. Traduccin de MARA
JUANA RIBAS. Editorial Bruguera, Barcelona, 1975.
8
Vase Akademos, http://www.galeon.com/filoesp/Akademos7obras/index.htm
5
PLATON, Oeuvres Compltes, tomo I; texte tabli et traduit par MAURICE CROSET, Les Belles Lettres,
Pars, 1925.
10
PLATON, Oeuvres Comptes, traduction nouvelle et notes par L. ROBIN, 2 volmenes, Bibliotheque de
la Pleade, Gallimard, Pars, 1940, 1942.
11
PLATON, Oeuvres Compltes, Collection des les Universits de France, publies sous le patronage de
lAssociation G .Bud. Les Belles Lettres, 13 vols., Pars, 1920 y ss.
12
PLATN, Oeuvres Compltes, tomo I, texte tabli et traduir par MAURICE CROSET, o. c. pp. 49-59.
13
ALBERTO CATURELLI, Jordn Bruno Genta, Filsofo, Gladius, 61 (2004), pp. 173-185.
14
Respecto de la autenticidad del Dilogo Alcibades, la discusin sigue abierta. Algunos trabajos han
vuelto a proponer la tesis de su autenticidad. Ver al respecto: ANDR MOTTE, Pour lauthenticit du
Premier Alcibiade, La Antiquit classique, 30 (1961), pp 5-32.
MARIO CAPONNETTO
Prefacio
Se publican en este volumen, las clases de un primer curso de
Filosofa septiembre de 1947 a mayo de 1948 que dict en mi
hogar, en el ntimo y recoleto recinto cuyo decoro y modestia
prestigian la ctedra privada de un profesor que fuera alejado de la
docencia oficial.
Es un privilegio haber podido continuar enseando en la
misma forma en que lo hiciera en los Institutos Nacionales del
Profesorado de Paran y de Buenos Aires y en la Universidad
Nacional del Litoral. La Verdad no cambia y su limpio testimonio
est por encima de las contingencias adversas.
[...] Si la fortuna te apartare de los primeros puestos de la
Repblica; si estuvieres firme y la ayudaras con voces; y si te
cerrasen los labios, no descaezcas, aydala en silencio que el
cuidado del buen ciudadano jams es intil, pues siempre hace fruto
con el odo, con la vista, con el rostro, con la voluntad, con una tcita
obstinacin y hasta con los mismo pasos [...] Piensas t que es de
poco fruto el ejemplo del que retirado vive bien?15
Agradezco ntimamente a los amigos y alumnos que siguen mis
lecciones por su cordial adhesin y por haberme permitido
mantener una humilde escuela de filosofa; una pequea comunidad
al margen de intereses materiales, remontada en la intencin y sin
rencores que perturban la objetividad del juicio; al servicio de la
Patria en el esclarecimiento de las ideas que determinan nuestra
mentalidad, de los errores que nos esclavizan y de la Verdad que
nos hace libres.
Jordn B. Genta.
Buenos Aires, enero de 1949.
15
LUCIO ANNEO SNECA, De la tranquilidad del alma, IV. Sin datos respecto de la versin utilizada por
el autor.
PRIMERA PARTE
LECCIN I
El mejor camino que se puede seguir para iniciar el estudio de la filosofa
en las condiciones actuales, es el examen de la propia mentalidad, de nuestra
manera habitual de ver y entender el mundo y la vida. De este modo se
comienza a pensar filosficamente con la reflexin crtica sobre nuestra
mentalidad radicalmente antifilosfica, es decir, conformada en la indiferencia
o en el desprecio de la filosofa.
Como resultado del ambiente intelectual que nos ha acompaado y
saturado desde la cuna, de la educacin escolar recibida, de los libros y
peridicos ms ledos, del cine ms visto y de las opiniones ms escuchadas,
prevalece en cada uno de nosotros, una concepcin del mundo y de la vida que
traduce con ms o menos vulgaridad, el punto de vista de la ciencia de la
naturaleza con sus sistema de leyes exactas, sus hiptesis mecanicistas y su
ingente material de hechos experimentales, prolijamente medidos y
clasificados.
Es notorio que desde el Renacimiento (siglos XV y XVI), ese tipo de
representacin mecnica, amorfa e indiferente que resuelve todas las cosas en
un juego ciego de masas, corpsculos o tomos que se mueven y en un registro
de escalas graduadas; es notorio, repito, que ese tipo de representacin de la
Naturaleza que la muestra como un libro escrito con caracteres geomtricos16,
ha ido sustituyendo la antigua versin de un libro de la Naturaleza escrito con
caracteres significativos, de una realidad interior, orgnica y superior, llena de
intencin y de sentido espiritual.
Un joven discpulo de la Academia de Platn (siglo IV a. C.) o de la
Universidad de Pars (siglo XIII), cuando abra los ojos en el amanecer de su
inteligencia especulativa, contemplaba absorto un mundo maravilloso; saba
captar por abstraccin o por sugerencia de lo sensible mismo, la palpitante
intimidad de los seres debajo de la superficie material, inerte y opaca: la forma,
la esencia pura, que define la sustancia de las cosas y hace que el agua sea agua,
que la plata sea plata y que el alma sea alma. Su mirada intelectual, formada en
el hbito de lo esencial y sustantivo, saba distinguir un mundo superior donde
cada estrella da su nota justa y la celestial armona renueva los mismos acordes
sin detenerse jams para celebrar la Creacin y agradecer a la divina mano que
discurre eternamente sobre el flgido teclado; y debajo, el mundo inferior,
sublunar, demasiado humano, donde la tierra es oscura y el agua es turbia;
donde se mezclan necesidades y aventuras, concordias y discordias, luces y
sombras. Y tambin saba que el conjunto universal de los seres se despliega
verticalmente en una escala jerrquica, donde cada uno tiene su lugar propio e
intransferible.
16
Alude a la conocida sentencia de Galileo Galilei en su obra Il Saggiatore: La filosofa est escrita en
ese grandsimo libro que tenemos abierto ante los ojos, quiero decir, el universo, pero no se puede
entender si antes no se aprende a entender la lengua, a conocer los caracteres en los que est escrito. Est
escrito en lengua matemtica y sus caracteres son tringulos, crculos y otras figuras geomtricas, sin las
cuales es imposible entender ni una palabra; sin ellos es como girar vanamente en un oscuro laberinto
(GALILEO GALILEI, El Ensayador, 6, Buenos Aires, 1981, p. 63).
17
LECCIN II
23
Cf. WINDELBAND G. Storia della Filosofia moderna. 3 vol.. I, Dal rinascimento all'illuminismo
tedesco. II, L'Illuminismo tedesco e la filosofia kantiana. III, La filosofia postkantiana. Firenze. Vallecchi
1942. La referencia del autor corresponde al volumen II.
24
Metafsica III, 996 b 16 18.
25
RENATO DESCARTES, Principios de Filosofa, Libro IV. Obra escrita en 1644, en latn (Principia
Philosophiae) y traducida al francs en 1647 por el Abad Claude Picot. No tenemos noticia de la versin
utilizada por el autor.
26
Citado segn la versin italiana de CHARIS CORTESE DE BORIS y LUCIO GIALANELLA: SIR A. S.
EDDINGTON, La natura del mondo fisico, Bari, 1935, pp. 281, 286, 290, 291.
LECCIN III
La crisis actual de la Fsica terica en su estructura impropiamente
llamada clsica y la necesaria construccin de su edificio conceptual por
medio de un andamiaje hipottico que difiere del utilizado en la etapa
newtoniana, no altera lo ms mnimo su especfica intencionalidad, ni sus bases
metodolgicas, ni sus lmites especulativos.
La ciencia exacta y experimental de los fenmenos de la naturaleza seguir
desarrollndose
prodigiosamente
sobre
los
mismos
lineamientos
fundamentales, trazados por Galileo y por Descartes; seguir construyndose
como una ciencia mixta, formalmente matemtica y materialmente emprica.
La forma de un saber determinado es tan invariable como la esencia o la
forma sustancial de un ser fsico o moral; por ello, la Fsica matemtica seguir
siendo una ciencia de fenmenos; una ciencia que hace clculos y los
comprueba experimentalmente. Y en la nueva sistematizacin ganar
seguramente en claridad respecto de s misma; sus devotos sabrn, incluso, que
por ser una matemtica universal y no una metafsica o filosofa primera, su
tarea no es la explicacin real del universo sino la descripcin de la estructura
matemtica de los fenmenos en su exterioridad. Esto significa haber aprendido
que una ciencia sin metafsica no quiere decir una ciencia contra la metafsica,
contra la humana sabidura; y que no es lcito seguir repitiendo con Kant que la
metafsica no es posible como ciencia por la sin razn de que no es una ciencia
exacta y experimental de fenmenos.
Es razonable esperar que la reconstruccin de la Fsica terica, opere una
cuidadosa depuracin de su terminologa peligrosamente contaminada de
metafsica, a fin de evitar que los hombres de ciencia, los pedagogos y los libres
pensadores sigan difundiendo el funesto equvoco de presentar las hiptesis
cientficas de validez siempre circunstancial, como si fueran teoras puras, como
si fueran verdaderas explicaciones causales de la realidad.
En los ltimos tres siglos se ha venido intensificando una obra de
confusin y de envenenamiento de la mente y el corazn, so pretexto de
enseanza cientfica, que consiste en poner en ridculo y como estpidas sin
razones y disparates notorios, las explicaciones teolgicas y metafsicas de la
Tradicin.
Germn Mark expone el verdadero significado y alcance de esa crisis de
crecimiento que padece la Fsica terica: La mecnica de Newton y la
electrodinmica de Maxwell-Hertz fueron apropiadas por mucho tiempo para
dar cuenta con gran aproximacin en los clculos, de los fenmenos naturales
accesibles a nuestra observacin, desde el movimiento de las estrellas en la
esfera celeste hasta el de los electrones en los tubos en que ha hecho el vaco27
Ocurre que los esquematismos hipotticos y los sistemas de ecuaciones
elaborados por la llamada Fsica clsica para interpretar matemticamente los
resultados experimentales, no se aplican en una serie de casos debidamente
27
GERMN MARK, Crisis de la Fsica clsica por obra del experimento. Sin datos de la edicin
consultada por el autor.
28
Citado segn la versin italiana: G. G. F. HEGEL, La scienza della Logica, Libro Primo, Sezione
Seconda, Capitolo Primo, Nota 1. Traduzione italiana con note di ARTURO NONI, Volume Primo, Bari,
Gius. Laterza & Figli, 1924, p. 216.
30
Citado segn la versin italiana: G. G. F. HEGEL, La scienza, o. c., Libro Primo, Sezione Seconda,
Capitolo Primo, Nota 2, p. 223.
31
Cf. ARISTTELES, Metafsica VII, 4, 1029 a, 28-29. Sin datos respecto de la versin utilizada por el
autor.
por su esencia; por aquello que es en s y por s mismo considerado; por aquello
que hace que Juan sea Juan, es decir, hombre, nada menos y nada ms que un
hombre si es como debe ser; por aquello que hace que la Argentina sea
Argentina, es decir soberana, nada ms y nada menos que una Patria soberana.
La esencia, pues, expresa la sustancia; es su concepto y su definicin. Y por
ello, es lo primero que existe en un individuo; sin ella no existira nada.
La esencia es, en cierto sentido, uno y lo mismo que el individuo real y
concreto; es, por ejemplo, el alma de Juan, el alma que anima su cuerpo y el
alma que ama en l. Pero la esencia no es la estatura de Juan, ni el color de su
piel, ni las fuerzas de sus msculos, ni el timbre de su voz, ni sus pocos o
muchos aos, ni su salud robusta o endeble, ni sus haberes, ni sus ttulos, ni su
fortuna, ni nada de lo que est en l y le pertenece, cuando hacemos abstraccin
de su alma y lo consideramos en la forma de la exterioridad y del accidente.
La esencia es individual en la existencia real y concreta; y es universal en la
existencia ideal y abstracta del pensamiento. Pero es una y la misma esencia.
Cuando pensamos el ser de una cosa determinada, le arrancamos mentalmente
su esencia por medio de la abstraccin; la despojamos de su existencia carnal y la
convertimos en una idea, en un concepto que la contiene intencionalmente
como referencia mental), es un soplo del espritu que le infunde un significado a
la voz, que penetra de intencin y de sentido a la letra, que convierte en signos
y smbolos las lneas, las figuras, las posiciones y los movimientos exteriores.
No olvidemos en adelante; no olvidemos lo que nos ensea una antigua
sabidura: Ni la longitud, ni la anchura, ni la profundidad son otra cosa que
determinaciones cuantitativas y no sustancias. Sustancia no es la cantidad sino,
ms bien, aquello a lo cual pertenecen originalmente las determinaciones
cuantitativas32
No olvidar esta fundamental enseanza, importa no incurrir jams en el
error de querer explicar lo principal por lo secundario, lo superior por lo
inferior, la sustancia por el accidente, lo que una cosa es en s misma, por
aquello que slo est en ella y le pertenece. La cantidad es algo que est en la
sustancia y en dependencia de ella; de tal modo que slo una argumentacin
sofstica puede aparecer confiriendo validez a la subversin de ese orden
necesario de primaca.
So pretexto, repetimos, de educacin cientfica, se ha venido atentando
sistemticamente en contra de la Sabidura divina y humana. As la
escolarizacin y vulgarizacin de tanto simulacro convencional inventado por
una imaginacin saturada de matematicismo o mecanicismo, hasta el punto de
sustituir la entera realidad sustancial por un mundo de fantasmas
extravagantes y de sombras geomtricas, ha terminado por secarnos el cerebro
y envilecer nuestro corazn. No slo representamos mecnicamente los
fenmenos fsicos y morales, sino que nos rodeamos de un contorno de cosas
cbicas y de cubismo pictrico, de columnas estadsticas y de test universales,
de planos y de planes para obras de ingeniera y obras en las almas. Tal como
32
33
GIOVANNI BATTISTA VICO (1668 1744), filsofo italiano representante, junto con Lus Vives y
Gracin, de la tradicin humanista de origen latina contrapuesta tanto al racionalismo como al empirismo.
Fue profesor de Elocuencia Latina en la Universidad de Npoles (su ciudad natal) pero cultiv, adems,
la Historia y el Derecho. Encarn una fuerte reaccin frente al racionalismo cartesiano y a las ideas de la
Ilustracin. De acuerdo con Vico, el cogito cartesiano nada dice respecto de la esencia del hombre sino
que aporta tan slo la conciencia de su existencia. Por otra parte, puesto que la ciencia es un saber por las
causas, solamente Dios, la Causa Suprema, posee la Ciencia General; el saber humano, en cambio, se
limita a aquello de lo que el hombre es causa, la Matemtica y la Historia. A partir de estos postulados,
Vico desarrolla su nueva ciencia que expuso, sobre todo, en su obra fundamental, Principios de una
ciencia nueva sobre la naturaleza comn de las naciones, publicada en 1725.
LECCIN IV
El examen del punto de vista de la ciencia exacta y experimental nos ha
permitido aclarar suficientemente, a nuestro juicio, sobre la extrema indigencia
conceptual de un sistema de verdades que se declara la nica ciencia posible y
se reverencia como la Ciencia con mayscula.
El concepto y la teora se refieren necesariamente a la esencia y al fin de lo
que existe o puede existir. Ms todava, la esencia es el nico contenido posible del
concepto y del principio de toda teora realmente explicativa de su objeto.
Y ocurre, como ya se ha visto, que los llamados impropiamente
conceptos y teoras cientficos no son ms que simulacros de ambas formas
de pensamiento, los cuales, en ningn caso, traspasan el plano exterior y
sensible de los fenmenos en procura de su esencia; no son otra cosa que
ficciones simblicas e hiptesis auxiliares que slo sirven para agrupar y
ordenar prcticamente los efectos sensibles que acompaan a la aplicacin de
las leyes exactas de los fenmenos.
El sistema solar tanto como la teora de la gravitacin, la teora de
las fuerzas elctricas tanto como la teora de las hormonas; los conceptos de
ter, de masa o de energa tanto como los conceptos de pluricelulares, de
vertebrados o de mamferos, no son ms que sinopsis o compendios mentales,
eminentemente prcticos y econmicos; indican un conjunto determinado de
mediciones y observaciones verificables, es decir, se refieren exclusivamente a
tales o cuales operaciones fsicas que pueden efectuarse por medio de la
observacin y del experimento.
Es oportuno transcribir aqu un texto de la Lgica del filsofo italiano B.
Croce, que nos ilustra acerca de esas ficciones conceptuales o seudo conceptos que
empleamos corrientemente en la vida y que excepto su menor precisin, son
similares a los que elabora la ciencia de los fenmenos: El gato de la ficcin
conceptual no nos hace conocer ningn gato singular como nos hace conocer un
pintor o un bigrafo de gatos; pero en fuerza de tal nombre muchas imgenes
que estaban dispersas, agregadas o fundidas en el cuadro complexivo en que
fueron percibidas o imaginadas, se ordenan en series y son recordadas en grupos.34
La verdad es que tales seudo conceptos que constituyen nuestro caudal de
recursos mentales para la economa de la vida, son como la oscuridad para los gatos
respecto de la riqueza sustancial y de la variedad de matices que ofrece lo real
existente. As como en la oscuridad todos los gatos son pardos, estas
representaciones externas y resumidas, de mero valor prctico-til, dejan en la
sombra todo lo que distingue esencialmente un ser de otro ser, todo lo que pone distancia
y jerarqua, para indicar tan slo el bulto, la masa, las diferencias indiferentes de ms o
menos.
Repetimos que no estamos haciendo un cargo en contra de nuestra manera
cotidiana de tratar con las cosas; tampoco en contra de la ciencia exacta y
experimental que opera en el mismo plano y responde a la misma finalidad de
34
Cf. BENEDETTO CROCE, Logica come scienza del concetto puro, 4 Edizione, Bari, Gius. Laterza, 1920.
HENRI BERGSON, Matire et mmoire: essai sur la relation du corps lesprit, Pars, 1896. Sin datos
respecto de la versin utilizada por el autor.
36
El autor ha preferido mantener el trmino del original francs, souplesse que puede traducirse como
flexibilidad, agilidad, etc.
37
JOSEPH MARCHAL, Le point de dpart de la Mtaphysique, Cahier V, deuxime dition, Bruxelles,
1949. Livre II, Section II, Chapitre IV, 2, p. 247.
38
39
Cf. KARL MARX, Tesis sobre Feuerbach, obra escrita en 1845 y publicada pstumamente en 1888. Sin
datos respecto de la versin utilizada por el autor. Puede consultarse, entre otras, la versin espaola:
KARL MARX y FRIEDRICH ENGELS, Tesis sobre Feuerbach y otros escritos filosficos, Grijalbo, 1970.
40
Cf. FRIEDRICH ENGELS, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alemana, obra publicada en
1888. Sin datos respecto de la versin utilizada por el autor. Puede consultarse en espaol: FRIEDRICH
ENGELS, Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofa clsica alemana, Buenos Aires, 1975.
41
Cf. JOSIF STALIN, Discurso en la Primera Conferencia de Stajanovistas, celebrada en el Kremlin, en
noviembre de 1935. Sin datos respecto de la versin consultada por el autor. Puede consultarse en
espaol: JOSIF STALIN, Discurso en la Primera Conferencia de Stajanovistas, en JOSIF STALIN,
Cuestiones de leninismo, Buenos Aires, 1947.
42
Cf. JOHN DEWEY, The sources of a Science of Education, New York, 1929. Puede verse la versin
espaola de LORENZO LUZURIAGA: JOHN DEWEY, La ciencia de la educacin, Buenos Aires, 1941. Sin
datos respecto de la versin utilizada por el autor.
43
44
Apologa, 42 a.
Fedn, 107 c.
SEGUNDA PARTE
LECCIN V
Scrates es el fenmeno pedaggico ms formidable en la historia de
Occidente45; lo prueba el hecho de que la educacin de la inteligencia
conceptual, la conquista de un pensamiento libre, se inicia histricamente con
Scrates.
La continuidad del magisterio Socrtico que no puede dejar de ser
contemporneo, que no puede interrumpirse sin provocar una gran depresin
intelectual y un empequeecimiento del hombre, exiga la ms comprensiva
identificacin con su enseanza y la adecuada expresin: los Dilogos de
Platn.
La docencia cientfica de tipo clsico, ms alta que ha existido; la ms pura y
perfecta comunicacin de la Sabidura humana, tena necesariamente que
revelar su fuerza arrebatadora y la plenitud de su eficiencia en el discpulo
egregio. Esta es la razn por la cual Scrates no escribi sus lecciones; el
testimonio acabado y completo del maestro no poda ser un libro, sino la
personalidad incomparable del discpulo.
No alcanzamos a comprender los desvelos de tanto erudito por averiguar
cosa tan notoria. Ante la evidencia de Platn sobran los otros documentos.
El dilogo es la expresin viva y propia del pensamiento filosfico porque
instituye la comunidad racional de las personas. Es una real conversacin, una
comunicacin y una coincidencia verdaderas: cada una de las almas que
dialogan, se contempla a s misma esencia, en un discurso cada vez ms
depurado y ceido por la identidad de lo que es; las preguntas y respuestas, las
rplicas y contrarrplicas acusan las recprocas deficiencias en la
argumentacin; resaltan las contradicciones, los equvocos y las ambigedades
que encierran nuestras opiniones particulares, las que repetimos de la opinin
pblica y las que recogemos a nuestro paso por las aulas en nombre del
cientificismo a la moda.
La irona Socrtica es el supremo recurso purgativo de la inteligencia, la
ms refinada astucia de la identidad para corregir la presuncin infundada, la
credulidad ingenua y la retrica aduladora; para poner en evidencia ante los
propios ojos, el equvoco frecuente del discurso que se va por las ramas o toma
el rbano por las hojas, que hace pasar gato por liebre o enjuicia lo que ignora. Y
despus de tropezar y de estrellarse una y otra vez consigo misma y de caer en
la cuenta de su vanidad intelectual, el alma asume la conciencia reflexiva de la
propia ignorancia. Este saber de lo que no se sabe es el principio de la humana
sabidura y el comienzo de la libertad real y verdadera.
Una vez que la irona ha preparado convenientemente al alma, se inicia el
proceso constructivo de ella misma en el saber de razn. La solicitud de la
palabra magistral obra el estmulo necesario para que desarrolle su propio
pensamiento en rigurosa identidad con el objeto y consigo misma, hasta
elevarse soberana al concepto.
45
WERNER JAEGER, Paideia. Los ideales de la cultura griega; versin espaola de Joaqun Xirau y
Wenceslao Roces, Mxico, 1944, Tomo II, p. 30.
Claro est que el pueblo puede ser maestro, por ejemplo, del habla comn,
del lenguaje cotidiano que empleamos en la vida de relacin y en la economa
de la vida. Los nombres comunes ms bien que significar el ser, indican las
cosas por su uso posible; son parte de un lenguaje pragmtico que opera en el
campo de la percepcin externa.
SCRATES. Qu! Todo el pueblo no conviene en el
significado de estas palabras: una piedra, un bastn? Interroga a
todos los griegos; ellos te respondern la misma cosa, y cuando
46
47
Alcibades, 111 c.
Cf. FRIEDRICH NIETZSCHE, De la utilidad y los inconvenientes, o. c.
50
Alcibades, 111 d.
51
Alcibades, 127 d.
49
Alcibades al igual que todos los jvenes ciudadanos que aspiran a una
funcin de mando en la Repblica educadores, militares, magistrados,
gobernantes-, si no se entregan a la adulacin y se dejan corromper por el
pueblo, debern seguir el consejo de Scrates y obedecer al precepto que est
escrito en el frontispicio del templo de Delfos: Concete a ti mismo.
Concete a ti mismo, quiere decir conocer la esencia del hombre, lo que es
en s mismo; significa que el conocimiento de la naturaleza humana es el
principio mismo de la accin poltica; o mejor, de una poltica conforme a la
razn y a la justicia. De ah que la Metafsica o Filosofa primera sea el
fundamente necesario de la Poltica.
Hemos visto que la accin til o el uso de las cosas elevado a la perfeccin de
una tcnica cientfica tiene su fundamente en la ciencia exacta y experimental de
los fenmenos que deja de lado su esencia y considera exclusivamente su
determinacin espacial y sus efectos sensibles. Una matemtica universal en
lugar de la Metafsica, es el principio de la tcnica: se comprende que as sea
52
53
RENATO DESCARTES, Discurso del mtodo, I. Sin datos respecto de la versin consultada por el autor.
Alcibades, 118 b-c.
puesto que las cosas exteriores son enfocadas y tratadas en funcin de fines
humanos, en cierto modo extraos a ellas mismas aunque deba tenerse en
cuenta las condiciones de su uso y aprovechamiento. Desde el punto de vista de
la ciencia exacta y experimental no interesan por lo que son en s mismas, sino
por el partido que se puede sacar de ellas.
Pero una accin relativa al hombre mismo, una accin que interesa a su
vida y a su destino en el orden social o personal, puede fundarse en un saber
externo y circunstancial del hombre?
Puede aquella matemtica universal constituirse en el fundamente de la
poltica y de la moral?
Scrates responde que no; rotundamente no. Es un tremendo error y una
extrema inmoralidad tratar al hombre como si fuera una cosa externa, una cosa
para usar. Intentarlo, como se ha hecho reiteradamente, es un caso tpico de la
peor y ms vergonzosa ignorancia; aquella que Scrates denuncia
magistralmente: la ignorancia del que cree saber lo que no sabe. Es preciso
escuchar el consejo Socrtico e interpretar adecuadamente el precepto que se lee
en el frontispicio del templo de Delfos: se trata del conocimiento de la esencia
misma del hombre, de su alma racional, el hombre interior, como dice Santo
Toms.
Volveremos todava sobre Alcibades.
LECCIN VI
Alcibades ha comprendido su lamentable y vergonzosa situacin a pesar
de la triunfal apariencia. Nada de lo mucho magnfico y envidiable que posee
la belleza fsica, la familia ilustre, la gran fortuna, el favor del poderoso- le sirve
fundamentalmente para asumir la responsabilidad del comando poltico y
llegar a merecer bien de la Repblica.
Todos estos bienes estn en l, le pertenecen en propiedad y participan de
su existencia real y concreta, pero no son el ser mismo de Alcibades, su esencia,
aquello por lo cual es lo que es: un hombre libre, el ciudadano de la primera
Ciudad del mundo.
Y esa misma esencia del hombre es tambin el principio y el principal
sostn de la Repblica. Por ello es que la unidad y la concordia de la Repblica
reflejan fielmente la unidad y la concordia del ciudadano consigo mismo; y
cuando la divisin y la contradiccin anarquizan la vida de la Repblica, es que
el ciudadano se debate en la confusin de las ideas y en el desorden de las
pasiones inferiores.
Alcibades conoce ahora se extrema indigencia espiritual; hasta qu punto
se ha enajenado y se agita fuera de s; extraviado hasta en las cosas que son
suyas, pero que no posee verdaderamente porque no estn referidas a s mismo.
Desde la conciencia de su ignorancia ha comenzado a recuperar su propio
ser; ha comenzado a conocerse y a vivir desde s mismo. Una belleza nueva,
ms pura y ms perfecta, florece en su alma que comprende; y la belleza
corporal que estaba en l como una apariencia extraa y vaca, se colma de
significacin y de un prestigio realmente divino por obra de esa belleza nueva y
propia de la Sabidura que lo transfigura en expresin suya.
El mejor ser del hombre, el alma inteligente y libre, levanta hasta la altura
de su acto a las potencias inferiores y al mundo material y externo, les imprime
el sello de su inmaterialidad y los convierte en signos y en smbolos del espritu.
Alcibades se dirige al maestro de ciencia y de conducta; le suplica su
ayuda para la interpretacin cabal y completa del precepto de Delfos:
ALCIBADES. - Puedes explicarme, Scrates, cul es el
cuidado que debo tomar de m mismo? Porque me hablas, lo
confieso, con ms sinceridad que ningn otro54.
54
Alcibades, 127 e.
De donde se sigue todava que podemos mejorar las cosas que nos
pertenecen, incluso el propio cuerpo que es parte sustancial pero inferior y
subordinada, sin hacernos mejores a nosotros mismos, sin perfeccionar a nuestro
propio ser.
Claro est que el deporte o el vestido, tanto como la medicina o la
mecnica, no slo pueden, sino que deben estar referidos, en ltima instancia, a
lo que el hombre es y al fin para que existe. Es lo que correspondera denominar
la exigencia teolgica y metafsica de la vida humana; en rigor, se trata del
acabado cumplimiento del precepto que se lee en el frontispicio del templo de
Delfos: Concete a ti mismo.
La dificultad es grande pero tenemos que proseguir la bsqueda sin
descanso, guiados por la palabra seera e irresistible del maestro:
SCRATES. - nimo, pues! Por qu medio encontraremos
la esencia de las cosas hablando en general? Siguiendo este
rumbo sabremos bien pronto lo que somos, ya que si ignoramos
nuestra esencia, nos ignoraremos siempre a nosotros mismos57.
Cf. Summa Theologiae I, q 75, a 7, ad 2: [] differentia specifica ultima est nobilsima, inquantum est
maxime determinata.
56
Alcibades, 128 d.
57
Alcibades, 129 b.
58
ALCIBADES. Seguramente60.
El alma sola es el hombre en el sentido con que Aristteles dice que una
cosa es, sobre todo, lo principal en ella. El alma sola es el hombre si tenemos
presente que es un principio espiritual que es y vale por s mismo; y que si tiene
necesidad de un cuerpo para sentir y obrar y expresarse, la sensacin, el
movimiento y la voz tocados por la inmaterialidad de la inteligencia y de la
voluntad se convierten en sntomas del espritu; anulan su opaca corporeidad
para revestirse de la luminosidad, la dignidad y la gracia de la presencia
dominadora del espritu.
SCRATES. Dijimos antes que era preciso, en primer
lugar, conocer la esencia de las cosas generalmente hablando; y
en lugar de esta genrica esencia, nos hemos detenido a
examinar la esencia de una cosa particular y quiz esto baste,
porque no podremos encontrar en nosotros nada que sea ms que
nuestra alma61.
arrojaba sobre estas cosas hermosas que t has creado. T estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo. Tenanme lejos de Ti aquellas cosas, que si no
estuvieran en Ti, no seran63
Finalmente quien no conoce las cosas que estn en l o que se le relacionan
desde fuera, porque no conoce lo que Dios es y lo que es el alma, tampoco
conocer las que pertenecen a otros.
SCRATES. No conociendo las cosas que pertenecen a
los dems no pueden conocerse las del Estado [...] Y si no sabe
lo que hace es posible que no cometa faltas?64
63
64
LECCIN VII
Antes de proseguir el itinerario socrtico en procura del mejor y ms
profundo conocimiento del alma, vamos a enumerar algunos ejemplos
altamente ilustrativos acerca de la manera ordinaria y tambin acadmica, de
tratar las cosas que estn en nosotros o en nuestro contorno humano.
Las caractersticas de nuestra mentalidad volvern a resaltar con
lamentable nitidez y apreciaremos, una vez ms, la declinacin intelectual,
moral y poltica que tanto nos empequeece y debilita. Acaso nos sorprenda
todava en el ciudadano de las democracias occidentales, la actitud
irresponsable de Alcibades cuando se dispona a participar activamente en la
vida de la Repblica, sin antes haberla esclarecido y afirmado en su propia alma
sobre cimientos de eternidad.
Todo lo que est en el hombre y todo lo que fuera de l le pertenece, tiene
que ser asumido por el alma en la forma de la racionalidad, es decir, en la forma
de la reflexin sobre s misma, de la conciencia de su verdadero significado
espiritual. La sensacin y la fantasa, la pasin y el apetito, la habilidad y la
virtud, as como el cuerpo y el espacio donde se mueve, la habitacin y el
vestido, las formas sociales y las instituciones jurdicas, los usos y costumbres,
la economa y la riqueza, las manualidades y las tcnicas, las ciencias y las artes,
deben ser referidas por el alma reflexiva a la unidad de la Sabidura divina y
humana desde su extrema diferenciacin de materias y de valores.
Tan slo esa unidad interior, conscientemente jerarquizada en la vida del
alma, de los bienes espirituales, de los bienes corporales y de los bienes
exteriores, puede sustentar la Repblica en la unidad moral de sus partes
constitutivas y en la concordia consigo misma a travs de todas sus diferencias.
Cada vez comprendemos mejor que no es en el cerebro ni en otro rgano
corporal, como ha intentado tanto investigador trasnochado y fantasioso, donde
puede razonablemente estudiarse el alma; ms bien la encontraremos y nos ser
permitido examinarla en el cuerpo institucional de la Repblica y,
principalmente, en la Idea visible que lo dinamiza y conduce, concertando sus
elementos sociales en la unidad del fin.
La Idea, o mejor, el ideal de vida que define la esencia de la Repblica, es
la idea que el alma tiene de s misma, personificada en el hroe nacional que se
reconoce e imita, y corporizada en las instituciones que obedecen a la razn
vital de las antiguas costumbres y de las tradiciones memorables.
Cuando en la vida de la Repblica, el cuidado de los bienes interiores y
exteriores no se ajusta al dictamen de la Sabidura y no guarda la debida
proporcin, es que el alma se ha enajenado de su intimidad y se encuentra
dispersa en la multiplicidad abstracta y exterior.
El alma se pierde a s misma en sus afanes intelectuales o prcticos que
cultiva en la abstraccin de la unidad viviente del espritu y a los cuales se
entrega como a otros tantos absolutos o incondicionados fines en s; pasa de una
65
Cf. F. HOWARD COLLINS, An epitome of the synthetic philosophy of Herbert Spencer, with a preface by
Herbert Spencer, London, 1889. Hay traduccin espaola: F. HOWARD COLLINS, Resumen de la filosofa
de Herbert Spencer, con prlogo de Herbert Spencer, 2 volmenes, Madrid. Sin datos respecto de la
versin utilizada por el autor.
vivir un solo ao para un fin elevado que arrastrar una larga existencia
vanamente66.
La cuestin humana no se define ni se decide en el logro y mantenimiento
de una perfecta salud animal, sino en el empleo que el hombre hace, en este
caso, de tan esplndido y prolongado estado fsico.
Cuidar al hombre mismo es aplicarse a todas las cosas espirituales o
materiales-, teniendo en vista el saber que el alma posee de s misma, a fin de
estableces la justa medida y proporcin de cada actividad respecto de la unidad
viviente y armnica de la Sabidura. Lo grave es olvidar esa primaca del alma
que sabe y la necesidad de ese saber de s misma, para justipreciar los otros
saberes y las otras artes; lo verdaderamente lamentable es olvidar que el alma
debe llevar al cuerpo con desenvoltura, en lugar de ser el cuerpo que arrastre
pesadamente el alma.
El alma tiene que verse y saberse a s misma en el cuerpo y en las cosas
exteriores donde realiza sus intenciones y donde expresa su esencia y su valor
espiritual.
Obramos una criminal subversin, un monstruoso atentado contra la
naturaleza humana y el decoro de la existencia, toda vez que pretendemos
explicar lo superior por lo inferior, la visin por la accin, la forma por la
materia, el fin por el medio, lo sustantivo por lo circunstancial, que no otra cosa
es el materialismo en cualquiera de sus manifestaciones histricas.
Nada ms oportuno que finalizar esta clase con una pgina de Claudel
donde se explica acabadamente esa tendencia irresistible en nuestros das, de
dar razn de lo que el hombre es, por lo que est en el hombre; y de lo que est
en el hombre por lo que est fuera del hombre. Es el camino que se sigue a
travs de la ciencia, conforme al trazado del materialismo positivista (Augusto
Comte y sus epgonos sudamericanos), desde las matemticas, pasando por la
astronoma, la fsica, la qumica y la biologa, se llega a la sociologa y a la
moral; es decir, se llega hasta la vida propiamente humana a partir de la
cantidad abstracta, la determinacin ms prxima de la materialidad, de la
indiferencia absoluta: la exterioridad pura.
Dice Claudel en El Libro de Ruth:
La atencin dominante se dirige a la letra y no al espritu de la letra. Es
una consecuencia de esa actitud viciosa de los hombres del siglo XIX que hacen
proceder todo de abajo, de una espontnea actividad de la causa eficiente; que
explican lo ms por lo menos, as es la materia que crea la forma; es el obrero
que crea al rgano; es el espritu de la poca que crea el poema; son las
circunstancias las que crean al hroe; es la historia que se hace por s sola.
Nada tan falso como esta visin. En verdad, es el fin lo primero y
principal; es el fin que convoca y concierta los medios.
El ser no es una suma. El anlisis extremado, nos lleva a condiciones cada
vez ms generales y confusas que finalizan en la nada. Es como si se quisiera
66
explicar un Ticiano por la naturaleza qumica de los colores, por la tela, por la
fsica y la matemtica atmica, etc.67
67
Cf. PAUL CLAUDEL, Le Livre de Ruth, Pars, 1938. Sin datos respecto de la versin utilizada por el
autor.
TERCERA PARTE
LECCIN VIII
El adivino Eutifrn juzga la actitud de Melito, uno de los ms enconados
acusadores de Scrates, en estos trminos decisivos:
EUTIFRN. - [...] atacndote a ti, Scrates, me parece que
ataca a su Patria en lo que tiene de ms sagrado68.
68
69
Eutifrn, 3 a.
Protgoras se dirige a Scrates y le recuerda los versos del poeta Simnides. Cf. Protgoras, 339 b.
70
Sermo 34, 7.
Apologa, 29 d 30 b.
76
79
Protgoras, 313 a, b.
Cf. Apologa, 30, e.
81
Protgoras, 313 c.
80
LECCIN IX
Scrates insiste en prevenir a Hipcrates sobre el dao irreparable a que
expone su alma, entregndola ciegamente al cuidado de un preceptor
extranjero, tan celebrado como desconocido para l; y acaso un maestro de
habilidad pero no de sabidura.
En verdad, el riesgo que se corre en la compra del saber, es mucho mayor
que en la compra de comestibles; no se lo puede depositar en alforjas sino en el
alma misma. La ciencia adquirida se la lleva necesariamente en el alma, en la
forma de hbitos o virtudes intelectuales, los cuales son buenos o malos,
perfecciones o corrupciones, segn sean saberes reales y verdaderos o saberes
aparentes y falsos.
Pero todos los argumentos son vanos y no puede demorarse la
presentacin del joven ateniense al renombrado maestro. Scrates lo hace en
trminos convincentes para Protgoras.
SCRATES. - Hipcrates que aqu ves, es hijo de Apolodoro,
una de las ms grandes y ricas casas de Atenas; y es de tan buen
natural que ningn hombre de su edad lo igual; quiere
distinguirse en su Patria y est persuadido de que, para
conseguirlo, tiene necesidad de tus lecciones82.
Protgoras, 316 b c.
Protgoras, 318 e 319 a.
84
Cf. GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL, Grundlimien der Philosophie des Rechts (1821). III Parte,
Seccin Primera. Puede consultarse en espaol: GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL, Filosofa del
Derecho, Buenos Aires, 1987. Sin datos respecto de la versin utilizada por el autor.
LECCIN X
El mtico relato de Protgoras en el dilogo socrtico, tan ajustado a lo que
es y tan respetuoso de la buena lgica, distingue en el hombre, primero, lo que
tiene de comn con los dems seres mortales: la materia de que est hecho y las
necesidades materiales; segundo, lo que es del alma para el cuerpo, al que est
unido sustancialmente: la funcin parcial de la inteligencia que opera en vista
del uso de las cosas, el saber que funda el poder, la seguridad y el bienestar;
tercero, lo que es del alma para el alma misma y para Dios que est en el alma
como una nostalgia infinita y un supremo anhelo: la vida pura de la inteligencia
que contempla y que ama, el saber que funda el pudor, la justicia y la piedad.
Protgoras al final de su magnfico discurso, despus de insistir en la
universalidad del magisterio de la virtud, pretende explicarle a Scrates el
motivo de sus dudas acerca de la posibilidad de ensearla:
[...] como ves que todo el mundo ensea la virtud
como puede, te place el decir que no hay un solo
maestro que la ensea. Esto es como si buscaras en la
Hlade un maestro que ensee la lengua griega; no lo
encontraras; por qu? Porque todo el mundo la
ensea [...]86.
Y enseguida se propone como un maestro insuperable de virtud:
Por pequea que sea la ventaja que otro hombre
tenga sobre nosotros para impulsarnos y encarrilarnos
por el camino de la virtud, es cosa con la que debemos
envanecernos y darnos por satisfechos. Creo yo ser del
nmero de stos, porque s mejor que nadie, todo lo
que debe practicarse para hacer a uno hombre de
bien87.
Scrates, el verdadero y nico maestro de virtud, se decide a abandonar la
actitud irnica que ha mantenido hasta aqu; acepta que Protgoras lo ha
convencido y se dispone a probar ahora que a pesar de su elocuencia
arrebatadora y de su riqueza de contenido, el discurso que acaba de or, no
posee la ciencia de la virtud en la medida que exige la autoridad para ensearla
a otros.
La docencia es una funcin del saber; en la medida en que un saber es ms
un puro saber de razn, tanto mejor puede ser enseado, tanto ms
comunicable es. El que mejor sabe una cosa determinada es el que mejor la
ensea.
Scrates acaba de aceptar que la virtud se ensea y slo quiere que
Protgoras le disipe una pequea duda para quedar plenamente satisfecho:
86
87
Protgoras, 327 e.
Protgoras, 328 a b.
Protgoras, 329 c d.
Protgoras, 329 e.
90
Cf. Protgoras, 329 e 334 c.
91
Protgoras, 334 b c.
89
92
Y aqu aparece la profunda tesis socrtica que encierra casi toda la verdad
moral; nadie puede sostener razonablemente que hacemos el mal de buena
gana;
[...] saben todos que quienes cometen faltas lo
hacen a pesar suyo99.
A pesar suyo; en este reparo del pudor, en esta reserva interior que
acompaa a la accin de pura conveniencia o forzada por la necesidad, el alma
se revela todava a s misma en su verdadera naturaleza espiritual. No le basta
la habilidad; no le basta tener xito y se avergenza de saberse impotente para
resistir, para decir s o decir no hasta el fin.
Claro est que ni siquiera el ms sabio y el ms virtuoso de los hombres,
puede explicarnos acabadamente el sentido del mal que el alma sufre y cuya
responsabilidad asume. El misterio no puede explicarse con razones demasiado
humanas pero es absolutamente razonable; tanto que si pretendemos omitirlo,
la existencia pierde todo sentido y valor; nuestra razn se convierte en la ms
absurda sin razn y es una locura querer algo o empearse en alguna tarea,
frente a la ostensible nulidad de todos los esfuerzos y afanes.
Nada tan razonable como el misterio que lo es para nosotros por exceso de
inteligibilidad; por se inteligible en grado eminente. Un problema que plantea y
resuelve la inteligencia humana, es mucho menos razonable por cuanto tiene la
proporcin limitada de su autor. Si todo cuanto hay fuera problematizable,
entonces el hombre sera el autor de todo, el principio y el fin, la medida de
todas las cosas.
Y si la vida fuera tan poco razonable, hasta el extremo de reducirse a un
mero problema para la razn humana, entonces la nica solucin adecuada nos
la habra dado Sileno:
[...] el bien supremo para todo hombre o mujer
es no haber nacido. Pero si nacieron, es lo mejor esto s
que pueden alcanzarlo-, morir lo antes posible100
98
99
Protgoras, 345 d.
Protgoras, 345 e.
100
Cf. ARISTTELES, Fragmenta. Cf. V. ROSE, Aristotelis Fragmenta, De. Teubner, Sttugart, 1966
(primera edicin 1886), 44: en su Dilogo Eudemo o Sobre el alma, el Estagirita pone las palabras
trascritas como dichas por Sileno a Midas. Sin datos sobre la versin utilizada por el autor.
LECCIN XI
Despus de glosar magistralmente el poema de Simnides que sugiere la
imposibilidad de que el hombre virtuoso persevere indefectiblemente en la
virtud, Scrates previene a Protgoras sobre la inconveniencia de recurrir a los
poetas porque
[...] no se les puede exigir que den razn de lo que
dicen101.
Por cierto que el poeta no est obligado a dar razn de lo que expresa,
aunque la verdadera poesa expresa lo que realmente es. El elemento intuitivo,
singular y concreto de la creacin potica, muestra pero no demuestra lo que es;
revela inmediatamente pero no explica la esencia. El elemento conceptual,
universal y abstracto, de la argumentacin demostrativa, de la explicacin
esencial, opera desprendida de lo sensible e inmediato, en un plano inhabitable
para el poeta.
Scrates advierte a Protgoras que el reiterado e impropio recurso los ha
alejado del punto principal de la discusin y lo invita a volver sobre el mismo.
La primera cuestin que te propuse, si mal no
recuerdo, era la siguiente: la ciencia, la templanza, el
valor, la justicia y la santidad son nombres que se
aplican a un solo y mismo objeto, o cada uno de estos
nombres designa una esencia particular que tiene sus
propiedades distintas y es diferente de las otras cuatro?
T me has respondido que estos nombres no se aplicaban
a un solo y mismo objeto, sino que cada uno serva para
indicar una cosa distinta [...] como las partes del
semblante que siendo partes del mismo no se parecen al
todo y cada una tiene sus propiedades. Dime ahora si
permaneces en la misma opinin [...] no me sorprender
que t al principio me hayas expuesto ciertos principios
con slo la idea de tantearme102.
A pesar de la honrosa salida que le brindan las ltimas palabras del
generoso adversario, Protgoras se resiste a abandonar su posicin originaria.
Reconoce que hay cuatro virtudes que guardan alguna relacin entre s: ciencia,
santidad, justicia y templanza; pero que el coraje difiere fundamentalmente de
las otras virtudes.
101
102
Protgoras, 347 e.
Protgoras, 349 b d
Protgoras, 349 d c.
Cf. Protgoras, 349 e 350 a c.
105
Cf. Protgoras, 350 c 351 b.
106
Protgoras, 352 b c.
104
habilidad manual o tcnica, sino del saber que funda la habilidad manual o
tcnica, sino del saber que es la virtud misma, el saber que mira al cielo, el
ms activo y eficiente por cuanto tiene la suficiencia de una pura contemplacin
y de un reposo colmado.
En el da de hoy, no slo el pueblo sino tambin los doctores, tienen la
misma opinin, por paradjica que pueda resultar la afirmacin en estos
tiempos de verdadera idolatra cientfica, en que se alaba y encarece la ciencia
como un Deus ex machina que todo lo puede y todo lo resuelve. Pero la ciencia
que se pondera, la que otorga ttulo de sabio a sus mejores investigadores, no es
la ciencia que mira al cielo y que tiende la pura visin del ser, sino aquella
intencionalmente pragmtica que multiplica la habilidad del hombre en el uso
de las cosas.
Scrates reitera la opinin del pueblo, segn la cual la mayor parte de los
hombres aunque conozcan lo mejor no lo practican, a pesar de que slo
depende de su voluntad; y ms bien suelen obrar lo contrario, vencidos por el
placer, el dolor o cualquiera de las otras pasiones sensuales: el temor, la codicia,
la lujuria, etc.107
A Protgoras le es sumamente violento examinar la opinin popular, por
cuanto le parece siempre arbitraria y sin tino; pero Scrates lo estima necesario
ya que ha de servir para establecer la relacin existente entre el coraje y las otras
virtudes108.
Es evidente que para el pueblo
[...] los placeres no son malos por el goce que causan
en el acto, sino por las enfermedades y otros accidentes
que arrastran tras de s109.
De donde se sigue que tales placeres parecen malos porque terminan en
dolor o nos privan de placeres mayores.
Por razones anlogas, el pueblo admitir tambin que hay cosas
desagradables que son buenas, por ejemplo, ciertos tratamientos mdicos que
deben soportar los enfermos para recuperar su salud. Y se dice que son buenos
no por el dolor que causan en el acto, sino por el bienestar que finalmente
procuran.
De donde resulta que la opinin del pueblo juzga que son buenas todas las
cosas que terminan en placeres y nos eximen de dolores. Y cuando el placer es
estimado un mal, es porque nos priva de placeres mayores o porque nos lleva a
padecer dolores ms sensibles. Anlogamente el dolor le parece un bien cuando
nos evita otro mayor o cuando nos procura un placer ms vivo y duradero110.
Es notorio que el criterio popular resulta de la identificacin del bien con
el placer y del mal con el dolor; y se contradice absolutamente toda vez que
opina que un hombre conociendo el mal como mal, su voluntad cede arrastrada
107
Protgoras, 355 d.
Cf. Protgoras, 356 a c.
113
Protgoras, 357 b.
112
114
Protgoras, 357 d.
Protgoras, 357 e.
116
Protgoras, 358 c.
117
Protgoras, 359 c.
118
Protgoras, 359 d.
115
de donde parecera resultar que unos y otros emprenden las mismas cosas.
Pero esto es nada ms que una mera apariencia: lo que inspira confianza a los
valientes es justamente lo contrario de aquello en que confan los cobardes.
Los hombres valientes van a una guerra justa porque es una cosa buena y
bella; y si no es muy agradable ir, al menos, no es tan desagradable como
rehusarse a combatir por una causa justa.
Los hombres cobardes, en cambio, se niegan a emprender el camino de lo
que es ms bello, mejor y ms agradable119, por un temor vergonzoso o por una
seguridad indigna que nace de su extrema ignorancia acerca de las cosas
verdaderamente temibles y terribles. En lugar de preferir el puesto de combate
donde slo estn expuestos el cuerpo y los bienes materiales corruptibles tanto
en la guerra como en la paz-, pero donde el alma tiene refugio cierto y su segura
salvacin; se entregan, en cambio, al peor de los males, a la ms horrible fealdad
y al mayor de los sufrimientos posibles: una vida que no puede ya mirar su
propio rostro y la terrible espera sin esperanza de una mala muerte.
Se sigue, pues, necesariamente, que el coraje o valor es la ciencia de las
cosas temibles y de las que no lo son. Y la cobarda no es otra cosa, en el fondo,
que una especia de la peor ignorancia120.
Protgoras no insiste ms; acepta que no puede haber otra conclusin una
vez asentados los principios del insuperable maestro de conducta, que es como
decir, de la buena ciencia.
Al final del Dilogo, Scrates hace resaltar irnicamente la paradjica
situacin que ha venido a resultar en la disputa, tanto para l como para su
adversario
Scrates
y
Protgoras,
sois
unos
pobres
disputadores! T, Scrates, despus de haber sostenido
que la virtud no puede ser enseada, te esfuerzas ahora en
contradecirte, procurando hacer ver que es ciencia toda
virtud, la justicia, la templanza, el coraje; de donde
justamente se concluye que la virtud puede ser enseada
[...] Protgoras, por su parte, despus de haber sostenido
que se la puede ensear, incurre igualmente en
contradiccin, tratando de demostrar que es otra cosa que
la ciencia, lo que equivale a decir formalmente que no
puede ser enseada121.
Aunque la reconvencin de Scrates, lo incluye a l mismo para suavizar
generosamente el contraste de su adversario, slo alcanza a este ltimo.
Solamente Protgoras, tan seguro de s mismo, cuyas lecciones se reclaman de
todas partes y a quien acude ansiosa la mejor juventud griega, tiene los
principios confundidos y trastornados en la cabeza. Se presume maestro de
virtud; se hace pagar una fortuna para ensear la virtud; y la lgica de su
119
122
Protgoras, 361 d e.
CUARTA PARTE
LECCIN XII
Menn, joven y aprovechado discpulo del sofista Gorgias, no puede
menos que manifestar su asombro a Scrates, cuando ste le confiesa que no
sabe si la virtud puede ensearse o no, puesto que ignora su esencia, lo que la
virtud es.
MENN. - No. Pero ser cierto, Scrates, que no
sabes lo que es la virtud? Es posible que al volver a
nuestro pas, tengamos que hacer pblica all tu
ignorancia sobre este punto?123
Scrates se propone estimular esa amenaza, respondindole con certera e
invencible irona.
SCRATES. - No slo eso, mi querido amigo, sino
que debes aadir que yo no he encontrado an a
nadie que lo sepa, a juicio mo124.
El joven discpulo de Gorgias de Leoncio se siente herido en su venerado
maestro de virtud y reacciona vivamente.
MENN. - Cmo? No viste a Gorgias cuando
estuvo aqu?125
Por cierto que Scrates lo ha tratado durante su estada en Atenas y no
puede ignorar sus lecciones. Menn le har confesar que incurre en falsedad
cuando pretende no haber encontrado a nadie que sepa lo qu es la virtud; y se
apresura a dar testimonio de su maestro.
MENN. - [...] consiste (la virtud del hombre) en
estar en posicin de administrar los negocios de su
Patria; y administrando, hacer bien a sus amigos y mal
a sus enemigos, procurando por su parte evitar todo
sufrimiento. Quieres conocer en qu consiste la virtud
de una mujer? Es fcil definirla. El deber de una mujer
consiste en gobernar bien su casa, vigilar todo lo
interior y estar sometida a su marido. Tambin hay una
virtud propia para los jvenes de uno y otro sexo y
para los ancianos [...] Ningn inconveniente hay en
decir lo que es la virtud, porque cada profesin, cada
123
Menn, 71 b c.
Menn, 71 c.
125
Menn, 71 c.
124
Menn, 71 e 72 a.
Importa destacar, por ahora, que Gorgias, lo mismo que Protgoras y los
dems sofistas, no ensean a pensar porque ellos no son dueos de un
pensamiento libre. Ms bien, procuran una habilidad retrica que sustituye las
razones fundadas por las meras conjeturas y la definicin por los ejemplos.
Es as que Menn no puede conducir con ninguna seguridad su propio
pensamiento, ante una inquisicin que vuelve siempre sobre lo mismo y no
permite el paso rpido de una cosa a otra; tiene que someterse y dejarse llevar
pasivamente por donde Scrates quiere.
SCRATES. - Haces consistir la virtud en la
capacidad de mandar: no te parece que aadamos
justamente y no injustamente?
MENN. Ese es mi parecer; porque la justicia,
Scrates, es virtud132.
Pero as como la justicia es una virtud, Menn debe convenir que hay otras
virtudes como la templanza, la sabidura, la liberalidad y muchas ms; con lo
cual se recae, otra vez, en el mismo inconveniente: se busca una misma y nica
virtud, pero volvemos a encontrarnos con muchas virtudes.
Scrates le presenta un modelo de definicin, a fin de que Menn lo tome
como gua para dar con esa idea nica de la virtud que comprende todas las
dems.
SCRATES. - Dime: no hay una cosa que llamas
fin, es decir lmite, extremidad? Estas tres palabras
expresan la misma idea [...] No llamas a algunas cosas
superficies, planos y a otras slidos? [...] Ahora puedes
concebir lo que entiendo por figura. Porque digo en
general de toda figura, que es lo que limita al slido; y
para resumir esta definicin en dos palabras, llamo
figura al lmite del slido133.
La figura se define, pues, por aquella razn que hace que el tringulo, el
cuadrado, el crculo, el trapecio, etc., sean figuras: ser lmites del slido. No es
por ser un elemento comn a todas las figuras que el color es la esencia de la
figura; el color acompaa siempre a la figura pero no la define como tal. Se trata
de su misma razn de ser, aquella diferencia ltima que nos hace entender que
la figura es figura y no lnea ni punto.
Ser comn es una consecuencia, no un principio, respecto de la esencia: la
mxima distincin que constituye una categora de seres es algo comn a todos
ellos.
Scrates le solicita a Menn que haga, respecto de la virtud, lo que l acaba
de hacer con la figura.
132
133
Menn, 73 d.
Menn, 75 e 76 a.
MENN. S.
[...]
SCRATES. Pero crees que los que se imaginan
que el mal es ventajoso, le conocen como mal?
MENN. En ese concepto no lo creo.
SCRATES. Por lo tanto, es evidente que no
desean el mal puesto que no lo conocen como mal; sino
que desean lo que tienen por un bien, y que realmente
es un mal. De suerte que los que ignoraban que una
cosa es mala, y la creen buena, desean manifiestamente
el bien, no es as? [...] S, pues, nadie quiere eso, es
claro que nadie quiere el mal. En efecto, ser miserable,
qu otra cosa es que desear el mal y procurrselo?
MENN. Parece que tienes razn, Scrates; nadie
quiere el mal135.
Una vez ms, el aprendiz de sofista ha comenzado por afirmar algo que
apenas puesto a prueba ante su propio juicio, se muestra absolutamente
inconsistente y se cambia en la afirmacin contraria.
La verdad es que queremos necesariamente el bien y cuando nos
decidimos por el mal es porque lo creemos un bien; de tal modo, que hasta en el
caso de voluntad perversa, todava queremos el bien slo que lo buscamos a
contramano. Importa sobremanera tener en cuenta esta necesaria conclusin
que reitera la preeminencia absoluta del saber en la determinacin de nuestras
acciones; y nos hace ver en toda su fuerza la posicin socrtica que identifica la
virtud con el saber.
134
135
Menn, 77 a.
Menn, 77 b 78 b.
Menn, 78 d.
Menn, 79 a b.
Menn, 79 d e.
139
Menn, 80 a.
LECCIN XIII
La duda socrtica es un sntoma de buena salud espiritual, el primer paso
decisivo en la conquista de un pensamiento libre y de un saber riguroso: el
discpulo tiene que aprender a dudar de su propio juicio para mejor aprender a
pensar.
El arquetipo de humana sabidura y su maestro insuperable es Scrates: la
duda que provoca en el alma de los jvenes es un principio de vida y el ms
poderoso acicate porque despierta una curiosidad apasionada e insaciable;
contiene el apremio por llegar; previene contra la ficcin y el error; ejercita la
razn el ms ceido respecto a la identidad.
No es una duda escptica que paraliza la inteligencia y disminuye su
capacidad para la verdad, a la manera de los sofistas que niegan el valor
normativo del principio de identidad y pretenden legitimar la contradiccin.
No es tampoco la duda metdica, a la manera de Descartes y los otros
reformadores del racionalismo, que presumen de la absoluta suficiencia del ego
pensante y declaran el carcter problemtico de todo lo dems; de donde
proceden los incurables proyectistas, planificadores y utopistas para hacerlo o
rehacerlo todo desde la raz, desde el mismo comienzo: la religin, la filosofa,
las artes, la familia, la sociedad, el Estado, los usos y costumbre, etc.
Ni duda negativa de la pereza, ni duda irreverente de la soberbia; pero s,
la duda saludable y fecunda de la responsabilidad en el discpulo que asume
conciencia de los lmites de la razn y de las propias limitaciones, as como del
riesgo constante de caer en el error; pero que, sin embargo, puede y debe llegar
por s mismo a la posesin del saber y de la verdad.
Por s mismo no significa que aprende sin la asistencia y la gua del
maestro, cuya autoridad tiene que estar necesariamente presente en todos sus
pasos decisivos; por s mismo, quiere decir que el maestro no puede hacer el
camino por el discpulo y que slo transitndolo uno mismo, llega a ser el
poseedor real y activo de la ciencia.
La duda socrtica sigue, como si fuera su propia sombra, al aprendiz de
filsofo que advierte su frivolidad intelectual y su vergonzosa pedantera,
apenas se ponen a prueba sus pretendidos saberes.
Menn se muestra azorado ante su impotencia para continuar
discurriendo sobre la virtud; antes de iniciar la conversacin con Scrates estaba
seguro de su saber y dispuesto a dar la leccin en cualquier momento; ahora
est atnito y lleno de dudas. Al pronto, siente odio hacia el insoportable
burlador y le parece que tienen sobrada razn los acusadores, cuando dicen que
corrompe a la juventud con sus enseanzas; incluso le anticipa que no podra
ejercer impunemente su malfica influencia en una ciudad extranjera, donde
sera eliminado de inmediato.
La verdad es que la propia Atenas tuvo que deshacerse finalmente del
incorregible educador, empeado en mejorar a los ciudadanos de la Repblica,
sin querer escuchar razones ni prudentes consejos, sin querer darse cuenta de
que incurra en el peor y ms inexcusable de los crmenes en contra de la
democracia pura, cuya ley de igualdad extrema prohbe lo mejor en todo.
Lo mejor es democrticamente aborrecible y deben cegarse las espigas que
crecen demasiado alto; entre todas, la superioridad de la inteligencia es la ms
imperdonable. Una ley comn para hombres comunes y si fuera posible, todo
en comn; he aqu el rgimen democrtico puro.
Querer mejorar es un propsito evidentemente aristocrtico, incompatible
e intolerable en un rgimen igualitario; el culpable debe pagar con su vida la
increble osada de fomentar la natural desigualdad de los hombres y de los
valores.
La duda socrtica que se ha adueado del alma de Menn, es un principio
de aristocracia espiritual porque ensea que todos los pensamientos no son
iguales, que todas las opiniones y pareceres no son iguales: hay pensamientos
verdaderos y pensamientos falsos; hay opiniones fundadas que son ms bien
conceptos objetivos y hay opiniones infundadas que son simples pareceres
subjetivos. Una democracia pura se funda en el igual valor de todas las
opiniones; luego distinguir opiniones verdaderas y opiniones falsas es
antidemocrtico y de este modo, la peor de las ignorancias manda en las almas
y en la Repblica. Nadie ha definido mejor que Emilio Faguet, lo que es la
democracia pura: una ignorancia que se complace en s misma.140
Scrates comprende lo que pasa en el alma del joven discpulo de Gorgias
y quiere aliviar la tensin con su exquisito tacto.
SCRATES. [...] Porque si llevo la duda al espritu
de los dems, no es porque yo sepa ms que ellos, sino
todo lo contrario; pues yo dudo ms que nadie y as es
como hago dudar a los dems. Ahora mismo, con
relacin a la virtud, yo no s lo que es; y t quiz lo
sabas antes de hablar conmigo; pero en este momento
parece que tampoco lo sabes. Sin embargo, quiero
examinar y buscar contigo lo que puede ser141.
Pero Menn es todava el aprendiz de sofista y el resentimiento que
envenena su alma, le inspira una respuesta sutilsima donde se muestra toda la
agudeza de que es capaz el demonio en las situaciones extremas y donde la
inteligencia del mal conserva los rasgos de su perdida nobleza. Es una
respuesta insidiosa que plantea de golpe el problema del conocimiento y que, a
pesar suyo, orienta su justa solucin.
MENN. [...] Y qu medio adoptars, Scrates,
para indagar lo que de ninguna manera conoces? Qu
principio te guiar en la indagacin de cosas que
140
Cf. MILE FAGUET, Pour quon lise Platon, Pars, 19[?]. Sin datos respecto de la versin utilizada por
el autor.
141
Menn, 80 c d.
Menn, 80 d.
Menn, 80 e.
144
Metafsica I, 980 a 22.
143
145
Menn, 81 c d.
LECCIN XIV
Scrates hace llamar a uno de los esclavos griegos que estn al servicio de
Menn, a fin de probar su tesis de que saber es recordar y que, por lo tanto, el
discpulo ms bien que ser informado por el maestro, saca el saber de su propia
alma, una vez que le ha sido procurado el hilo conductor. Es como si las
certeras y graduadas preguntas del maestro fueran despertando en su alma, el
recuerdo de saberes olvidados aunque no del todo, porque en ese caso no
habra solicitud magisterial que pudiera ser evocativa. Un recuerdo totalmente
desvanecido de la memoria no volvera a encontrarse ni se lo buscara jams.
Todos los hombres aman la verdad y buscan la verdad, incluso los que
viven engaando a otros porque tampoco ellos quieren ser engaados; as que
ellos aman tambin la verdad, porque no quieren ser engaados y amando la
felicidad que no es otra cosa que la alegra nacida de la verdad, aman
naturalmente la verdad; y no la amaran, si, en su memoria no subsistiera
alguna idea146.
Aprender es como recordar, diramos con estricta propiedad y poniendo
en su debido lugar a cada una de las operaciones intelectuales. El apotegma
platnico aprender es recordar, puede resultar equvoco si no se tiene en cuenta
que el mito potico expresa lo que es por medio de una analoga sensible, de
una comparacin con algo ms prximo y ms visible para nosotros que
vivimos casi siempre ocupados con las cosas y los usos materiales.
Una niita canta a la estrella y dice:
Flor del cielo,
lucecita de cristal
que alumbras mi Patria.
Yo te canto
estrellita
y te amo.
A nadie se le ocurrir interpretar que la estrella es una flor; ms bien
comentar que la estrella es como una flor del cielo, dando su justo valor
metafrico a la imagen. Lo grave es que muchos expositores y crticos de la
filosofa de Platn no tienen en cuenta el carcter de este recurso potico ajeno
a la estricta forma del pensar filosfico-, al que vuelve siempre y acaso muy a
pesar suyo, el artista-filsofo insuperable.
La explicacin mtica no desarrolla la esencia de la cosa en ella misma,
pero la va sugiriendo por su analoga intrnseca con el proceso imaginativo que
146
realmente describe. Claro est que el signo alegrico, el smbolo empleado para
traducir el sentido de la actividad pura de conocer, es necesariamente inferior a
ella, aunque pertenece al mismo orden de la vida intelectual como un grado
subordinado. Tal es la memoria con relacin a la especulacin pura o teora.
Scrates le hace ver al esclavo una figura que acaba de trazar sobre la
arena y le pregunta:
SCRATES. - Dime, joven: sabes que esto es un
cuadrado?
ESCLAVO. S.
SCRATES. El espacio cuadrado, no es aquel que
tiene iguales las cuatro lneas que ves?
ESCLAVO. Seguramente [...]
SCRATES. No puede haber un espacio
semejante ms grande o ms pequeo?
ESCLAVO. Sin duda.
SCRATES. Si este lado fuese de dos pies y este
otro tambin de dos pies, cuntos tendra el todo?
Considralo antes de esta manera. Si este lado fuese de
dos pies y ste de un pie slo, no es cierto que el
espacio tendra una vez dos pies?
ESCLAVO. S, Scrates.
SCRATES. Pero como este otro lado es
igualmente de dos pies, no tendr el espacio dos veces
dos?
ESCLAVO. S.
SCRATES. Luego el espacio tiene dos veces dos
pies?
ESCLAVO. S.
SCRATES. Cuntos son dos veces dos pies?
Dmelo despus de haberlos contado.
ESCLAVO. Cuatro, Scrates147.
Hasta aqu las preguntas magistralmente graduadas conducen como de la
mano y con perfecta desenvoltura, al improvisado discpulo que despierta de
un largo sueo; abre los ojos de la inteligencia y va descorriendo en su alma, el
velo de un mundo olvidado, de una antigua sabidura escondida que va
saliendo, paso a paso, al encuentro de la pregunta oportuna. El maestro no le
ensea propiamente nada y no hace ms que interrogarle; con toda habilidad,
ha escogido un tema geomtrico porque as la secuencia lgica, el desarrollo del
razonamiento se ve facilitado por la imaginacin que permite entender por
medio de la representacin sensible.
El discurso matemtico no se desenvuelve en el elemento puro del
pensamiento, sino que la razn se asiste necesariamente con un elemento
intuitivo, plstico, que le hace entender imaginando, viendo sensiblemente. Es un
147
Menn, 82 b d.
148
149
Menn, 83 a c.
150
Menn, 84 a b.
ESCLAVO. S.
SCRATES. Los sofistas llaman a esta lnea
dimetro. Y as, suponiendo que sea ste su nombre, el
espacio doble, esclavo de Menn, se formar, como
dices, con el dimetro.
ESCLAVO. Verdaderamente s, Scrates.
SCRATES. Qu te parece, Menn? Ha dado
alguna respuesta que no sea suya?
MENN. No; ha hablado siempre por su
cuenta151.
En verdad, el esclavo se ha limitado a responder casi exclusivamente un
lacnico s, que pone en la forma del juicio afirmativo las sucesivas preguntas;
pero no cabe duda de que tales afirmaciones son los eslabones de una cadena
discursiva que se va desarrollando con perfecta coherencia en su alma. El
discpulo va rehaciendo por s mismo el razonamiento que el maestro articula
en forma de preguntas graduadas; es un ir sacando, del fondo de su alma, la
serie de razones que se implican entre s y se llaman la una a la otra en necesaria
secuencia y derivacin.
Esta leccin magistral modelo de adecuacin perfecta y de tacto exquisito
en la relacin del maestro con el discpulo-, demuestra que aprendemos como si
furamos recordando un saber que yace olvidado en nuestra alma. Solicitado y
guiado constantemente por la autoridad de su maestro, el discpulo participa
activamente y aprende por s mismo, porque ya sabe, porque su pasin
curiosa, estimulada decisivamente por la duda, supone algn indicio de la
verdad. Es notorio que el fin la posesin del saber y de la verdad en este caso-,
est previsto necesariamente en la tendencia hacia l; hay como un pregusto en
el apetito de aquello que lo satisface, al menos en su indeterminada
generalidad.
151
Menn, 84 c 85 c.
152
LECCIN XV
La importancia filosfica y pedaggica de la impropiamente llamada
teora de la reminiscencia, nos impone demorarnos en su examen.
Hemos aclarado debidamente que ensear no es trasmitir un determinado
saber al discpulo, sino ponerlo en situacin de encontrarlo por s mismo. La
misin del maestro consiste en procurarle la perspectiva ms adecuada y
favorable para que haga el descubrimiento; su gravitacin no puede ir ms all
de mostrar el camino recto y de hacer que vuelva sobre sus pasos toda vez que
se extrava, tal como hemos visto obrar a Scrates con el esclavo Menn.
SCRATES. - De esta manera sabr, sin haber
aprendido de nadie, por medio de simples interrogaciones
y sacando la ciencia de su propio fondo153.
Nadie puede sustituirnos en la tarea de aprender; nos es preciso hacer el
camino en el interior del alma; por esto es que la verdad y el error nos
pertenecen como cosa propia, como una responsabilidad nuestra, hasta el punto
de padecer el error como si fuera una culpa.
Si llamamos la atencin de un nio, con la debida insistencia y la
gradacin necesaria, acerca de las propiedades de los nmeros y de su manera
de relacionarse entre s, llegar a descubrir por s mismo, cmo se suma, se
resta, se multiplica y se divide, sin que le enseemos propiamente ninguna de
las operaciones elementales.
Si nos dirigimos a un hombre inculto pero despierto y pretendemos
negarle en un asunto que le interesa personalmente que la liebre es liebre y el
gato es gato; o que el todo es mayor que la parte; o que uno puede estar y no
estar al mismo tiempo en el mismo lugar; o que dos cosas iguales a una tercera
son iguales entre s; si pretendemos negar, repetimos, la validez de cualquiera
de estos saberes universales, de estas verdades primordiales, le veremos
reaccionar vivamente y poner las cosas en orden. Quiere decir que posea en su
alma los principios ms importantes y que nos ha bastado contrariarlos para
que hiciera gala de un saber principal que nadie le ense jams y que adems,
nadie podra ensearle si no lo poseyera de antemano en su alma. Y puesto que
los otros saberes proceden y derivan de este primero y universal que traemos al
nacer, parece evidente que el alma exista antes de unirse al cuerpo que vivifica
y cuya forma es.
153
Menn, 85 d.
Menn, 86 b.
ERNESTO DANIEL ANDA, Clnica Psiquitrica, Buenos Aires, 1944.
156
ERNESTO DANIEL ANDA, Clnica, o. c.
155
161
Menn, 89 c.
Menn, 89 e.
163
Menn, 93 a b.
162
Menn, 93 e.
Menn, 96 d.
166
Menn, 96 d.
165
167
Menn, 97 b c.
que se ha elevado al arte es que no slo sabe hacer, sino que sabe el por qu, la
razn de lo que hace; de ah que ensee a otros.
Es notorio que no pueden ser maestros de virtud, que no pueden ensear
las virtudes del mando, esos caudillos de raza, esos polticos genialmente
virtuosos
SCRATES. [...] que debemos mirar como hombres
llenos de entusiasmo, inspirados y animados por la
divinidad, cuando triunfan en los grandes negocios, sin
tener ninguna ciencia acerca de lo que dicen168.
No vacilaremos en llamar con Scrates, divinos a los verdaderos caudillos y
hombres de mando, lo mismo que a los profetas y a los genios poticos; pero
tendremos muy en cuenta la advertencia que el mismo Scrates nos hace en el
Fedn:
Muchos llevan el tirso pero pocos son los posedos del
dios169.
Han pasado ms de veinte siglos desde entonces y ningn espectculo
humano de la historia universal, supera en magnificencia y en gloria triunfal al
de Scrates, el slo y nico maestro de conducta civil que volvemos a encontrar
siempre de nuevo. La virtud entera fue sabidura en este varn fuerte y toda su
conducta fue la vida de esa sabidura; por eso es que su ctedra de virtud no
interrumpir jams sus lecciones acerca de una poltica ms poderosa y ms
eficaz que la ms pujante y ms arrolladora poltica del poder: el alma es el
principio de esa poltica; sobre sus cimientos invisibles y sin peso apoya el edificio visible
y abrumador de la Repblica mejor y ms duradera.
SCRATES. [...] Semejante hombre es, respecto de
los dems, en cuanto a la virtud, lo que la realidad es a la
sombra170.
168
Menn, 99 d.
Fedn, 69 c d.
170
Menn, 100 b.
169
QUINTA PARTE
LECCIN XVI
Gorgias de Leoncio ha vuelto nuevamente a Atenas. La juventud ms
brillante lo rodea con su ansiedad y con su apremio por escalar fcil y pronto
las alturas del poder; llega impaciente por aprender el secreto de mandar sin
haber obedecido, de ser el dominador de los otros hombres sin tener el dominio
de s mismo.
Llegar a ser seor de los dems sin el seoro de s; prevalecer sobre las
otras almas sin ningn poder sobre la propia. Qu no daran esos jvenes de
las principales familias atenienses, por encubrir su alma de esclavos con la
apariencia de los seores?
Es una juventud que pertenece a la clase dirigente, a la ms selecta
oligarqua de la Repblica; pero debilitada, ablandada, enervada por la molicie
y los placeres. No quiere saber nada de duras disciplinas ni de penosos
ascetismos; slo admite que le hablen de caminos breves y sin obstculos para
mantener su privilegio sin responsabilidad.
He aqu el seuelo irresistible que representa para esa juventud decadente,
la magia de la palabra y del poder que poseen los sofistas.
Se trata de seguir pareciendo poderoso, no importa cmo; el poder tiene
siempre razn y finalmente nadie es capaz de resistirlo. Un xito continuado en
los negocios es la mejor y ms completa justificacin; hasta nos impresiona
como eleccin del mismo Dios.
Parecer fuerte resulta prcticamente lo mismo que ser fuerte, al menos en
muchos casos. Un historiador de la Grecia clsica nos recuerda que para los
fuertes la nica regla es mandar como para los dbiles es obedecer. Pensemos
esto de acuerdo con las tradiciones divinas y la evidencia humana, que en todas
partes donde hay poder, una necesidad fatal quiere que haya tambin
dominacin. Nosotros no hemos establecido esta ley [...] la hemos encontrado
instituida y la trasmitiremos despus de nosotros porque es eterna171.
La verdad es que se ha venido trasmitiendo hasta el da de hoy y se repite
toda vez que un poderoso de la tierra o alguien que cree serlo, nos descubre lo
que realmente piensa. As, por ejemplo, el Jefe de Estado Mayor del Ejrcito de
una gran potencia democrtica, declara en un informe reciente: La naturaleza
aborrece lo dbil. Es un hecho notorio la supervivencia de los ms aptos [...] El
mundo no tiene contemplaciones frente al dbil. La debilidad constituye un
171
gran aliciente para el fuerte, particularmente para los rprobos que codician
riqueza y poder172.
A pesar de que no nos convence la ltima frase, poco coherente con el
resto y una simple adulacin de tipo democrtico, la verdad es que estamos en
presencia de una versin actual del texto antiguo.
Si se mira la realidad con ojos demasiado humanos, se comprende que
incluso los jvenes, en la edad dorada del herosmo, se aparten de Scrates, tan
dbil y tan expuesto aparentemente, cuyos caminos slo prometen dificultades
y fracasos y, acaso, terminar condenados a muerte o al exilio. Y, en cambio, lo
prefieran a Gorgias de Leoncio empresario del xito y de la vanagloria; por esto
es que acuden presurosos para comprarle su habilidad retrica, el ms eficaz
instrumento del poder.
Pero Scrates no se da por vencido, acaso sea capaz de demostrarnos que
l es un hombre fuerte, un verdadero seor de la tierra; y que Gorgias, por el
contrario, no es ms que la apariencia del poder y de la fuerza. Si llegramos a
saber lo que realmente somos y para qu existimos; si ese saber fuera nuestra
vida verdadera, quin sera el fuerte y quin el dbil?
Scrates le pregunta a Gorgias acerca de la naturaleza y de la finalidad del
arte que profesa:
SCRATES. - [...] mejor an, decas t mismo,
Gorgias, qu calificativo hay que darte y qu
habilidad profesas173.
El clebre sofista le contesta que se glorifica de ser un buen retrico, es
decir, un experto en discursos sobre los ms grandes e importantes negocios
humanos, cuyo efecto es producir el mayor de los bienes.
GORGIAS. - Es, en efecto, el mayor de todos los
bienes, aquel a quien los hombres deben su libertad y
hasta en cada ciudad, su autoridad sobre los dems
ciudadanos [...] la aptitud para persuadir con sus
discursos a los Jueces en los tribunales, a los
senadores en el Senado, al pueblo en las Asambleas,
en una palabra, a todos los que componen toda clase
de reuniones polticas. Este talento pondr a tus pies
al mdico, al maestro de gimnasia [...] y se ver que el
economista se ha enriquecido no con sus recursos
propios, sino por ti, que posees el arte de hablar y de
ganar la voluntad de las multitudes174.
172
Probable referencia al General Dwight David Eisenhower quien se desempeaba como Jefe del Estado
Mayor del Ejrcito de Estados Unidos en la poca en que fueron redactadas estas lecciones.
173
Gorgias, 449 a.
174
Gorgias, 452 d e.
175
Gorgias, 454 a b.
179
180
Gorgias, 465 b.
Gorgias, 465 d.
LECCIN XVII
La Poltica se dice prudencia en cuanto es la recta razn de las cosas que se
obran en vista del Bien Comn; cuando no se identifica con la virtud
prudencial, se corrompe, degrada y acaba por ser nada ms que adulacin. De
ah dos significados contradictorios del trmino prudencia que suelen
confundirse deliberadamente, a pesar de contraponerse y excluirse entre s;
entre ambos significados se da una situacin anloga a la que existe entre una
moneda legtima y una moneda falsa del mismo valor aparente. La prudencia
que se acua en metal noble, es virtud principal e imprescindible para vivir bien,
segn ensea Santo Toms, quien nos explica que respecto de los medios
convenientes en vista del fin, el hombre debe estar dispuesto por un hbito de
la razn, porque la deliberacin y la eleccin que se refieren a los medios, son
actos de la razn. Por lo tanto debe haber en la razn una virtud intelectiva para
la mejor y ms conveniente seleccin de los medios: es la prudencia181.
Quiere decir, pues, que la prudencia es una sabidura de la vida, una
sabidura del mando que combina y concierta las voluntades en vista de lo
mejor para todos, dirigentes y dirigidos: el Bien Comn.
La prudencia que se acua en vil metal, es una rutina del alma, un temor
constante por la propia seguridad y un horror al riesgo que se manifiesta como
cautela, obsequiosidad o crueldad extremas. No sabe decir s, ni tampoco sabe
decir no. No divide jams el bien del mal ni lo justo de lo injusto; prefiere
acomodar y conciliar prcticamente los trminos opuestos que se separan y
excluyen de suyo. La prudencia as entendida y aplicada no tiene razn ni
fuerza de mando; ms bien, es un reflejo servil de las pasiones y de los intereses
que realmente mandan, sean los de una multitud desptica o los de una casta
privilegiada. Slo se propone agradar y halagar; no es otra cosa que una
adulacin.
Platn nos ha dejado un cuadro con los lineamientos esenciales de esa
poltica del poder, fundada en la adulacin, cuyos empresarios tpicos son los
sofistas y demagogos que prosperan, sobre todo, en los regmenes
democrticos.
Cuando un Estado democrtico, devorado por la
sed de libertad, tiene a su cabeza escanciadores que
no se miden y el pueblo bebe el vino de la libertad
181
PAUL CLAUDEL, Cinq lettres Madame A. E. M. Incluido en Toi qui es-tu?, Pars, Gallimard, 1936.
Ver: Bibliographie des Oeuvres de Paul Claudel, Annales Littraires de lUniversit de Besanon, Les
Belles Lettres, Pars, 1973, pgina 54. Sin datos respecto de la versin utilizada por el autor.
Gorgias, 466 c e.
Gorgias, 467 c.
LECCIN XVIII
Scrates juzga que es preferible sufrir una injusticia antes que cometerla.
No le gusta, por cierto, padecer un mal y no quisiera ser nunca agraviado; pero
si tuviese que elegir entre ambas cosas, preferira sin vacilacin el papel de
vctima.
La verdad es que nadie ama las dificultades ni quiere el mal, al menos, no
quiere que se lo hagan, aunque no tenga reparos en hacerlo a otros si cree
convenirle. De donde resulta que hasta el hombre malo y perverso sigue
queriendo el bien y el injusto quiere todava lo que es justo.
Es que la naturaleza humana no cambia ni puede cambiar; sus tendencias
ms profundas y sus exigencias fundamentales no se alteran por ms que nos
empeemos en abusar de nuestro libre albedro y en hacer alarde de mala
voluntad. Debemos reconocer que ese empeo en malograrnos lo hemos
acusado desde los primeros pasos; de ah las taras y las lesiones heredadas por
esa necesaria solidaridad moral y fsica que todos los hombres tienen con el
primer hombre; las cuales nos dificultan acaso hasta lo imposible, el llegar a ser
virtuosos y, sobre todo, el perseverar en la virtud, como dice el poeta
Simnides.
Pero no cambiamos; a pesar de nuestra insistencia en la injusticia y en el
mal, no podemos dejar de ser lo que somos; no nos queda otra alternativa que
llegar a ser lo que debemos o no ser nada. La misma naturaleza con sus misma
necesidades esenciales, subsiste en nosotros y lo grave es que las consecuencias
de nuestra mala voluntad original comprometen el recto ejercicio de las
facultades; librados a las exclusivas fuerzas no podemos existir idnticos a lo
que somos; no podemos ser estables e inmviles ordinariamente. Seguimos
deseando con toda el alma los caminos claros y el paso firme; pero, apenas si
alguna vez, conseguimos asomarnos a la luz de un medioda y somos capaces
de decir s y de decir no.
Y ese triunfo aparente del mal, esa aparente preponderancia de la
habilidad sobre la virtud, es el resultado en primer trmino, de una oscura y
deficiente visin del fin que compromete la deliberacin adecuada y la correcta
eleccin de los medios; tambin de una voluntad debilitada, pusilnime y
carente de energa; y, por ltimo, de una voluntad perversa que pretende no
ser, que no quiere propiamente y se complace en destruir y anonadar.
Scrates sabe demasiado bien a qu atenerse, pero no se rinde ni se rendir
jams; ser fiel hasta la muerte, cabalmente en la muerte, al hombre que
debemos ser: el hombre justo ms bien que el sper hombre, el tipo nico y la
forma fija de la naturaleza inmutable ms bien que el modelo circunstancial y
circunstanciado del progreso indefinido.
Por esto es que Scrates, este pagano inspirado y esforzado, es el hombre
de la realidad sustancial, el verdadero realista y prctico de las esencias, la
lcida y varonil aceptacin de lo que es. Slo podr ser superado en adecuacin
a la realidad, en plenitud humana, por el caballero cristiano, cuyo arquetipo es
nuestro Don Quijote, la ms perfecta identidad del ser; la ms cumplida imagen
191
Si hubiesen sabido ver, si hubiesen tenido ojos para ver la realidad, como
el varn formidable que acaban de echar del pas, no habran puesto jams, en
el primer plano, ni el problema de la poblacin, ni el de los capitales, ni el de los
ferrocarriles, ni el de los analfabetos, con ser todos ellos problemas importantes.
Y su mirada no habra recorrido un desierto vaco y salvaje; habran visto, ms
bien, a la tierra inmensa de la Patria ceida por el alma de su hroe fundador,
colmada de poder y de riqueza, de dignidades principales y de real seoro. Y
habran comprendido, acaso, que cuando los sofistas y demagogos le
impusieron el ostracismo al General Don Jos de San Martn, la Patria que se
haba levantado y hecho fuerte en su alma, se alej tambin de la tierra infiel,
como se aleja toda vez que se olvida que la tierra es de Dios para el alma.
LECCIN XIX
La gran preocupacin de Scrates es la identidad. Ha consagrado su vida a
buscar la identidad en todo y, antes que en ninguna otra cosa, en s mismo.
Y en qu consiste la identidad consigo mismo? Los comentaristas han
insistido siempre en que el problema moral es el centro de la especulacin
socrtica. Ms todava, puede decirse que es cosa definitivamente juzgada, que
con su aparicin, la filosofa griega deja de ser cosmolgica para asumir un
carcter antropolgico. Es notorio que la historia externa y material acusa este
giro del pensamiento; pero la verdad es que la ltima ratio de tal radical
conversin especulativa no puede ser la inquietud de un profesor de moral por
importante que sea su personalidad. Convengamos en que sera poco
razonable.
Ms bien, esa conversin importa un decisivo avance del pensamiento
filosfico hacia su objeto propio, puesto que la investigacin del principio del
universo adquiere un enfoque ms adecuado dirigindose al alma antes que al
mundo fsico.
La filosofa presocrtica desde Tales de Mileto, persegua la misma meta
pero se extraviaba irremediablemente por los caminos del mundo exterior,
donde volva siempre a recaer sobre la causa material, la ms inferior y
subalterna de todas las razones explicativas del ser; apenas le era posible
elevarse precariamente hasta la necesidad de un principio ordenador del
mundo, pero de un orden exterior y mecnico cuyo fin no se percibe ni se
comprende.
La especulacin socrtica significa que el alma se constituye en el centro
de la investigacin acerca del principio de la realidad universal y que por esta
va, se profundiza en las razones principales del ser: la esencia y el fin.
Desde entonces por los caminos interiores del ser se avanza realmente
hacia los principios del universo; ellos definen el verdadero cauce del
pensamiento filosfico. Toda vez que se rehsan o desconocen las grandes vas,
los reales caminos, vemos aparecer alguna forma de materialismo ms o menos
expresa; es decir, alguna forma de pensamiento antifilosfico.
Conocerse a s mismo es establecer la identidad de la propia alma y
distinguirla de lo que ella no es; importa tanto como declarar su concepto, lo
que es en s misma considerada. No se habra llegado jams a descubrir el
concepto por otro camino y, por lo tanto, el principio de la verdadera ciencia:
tan slo el alma es estrictamente proporcionada a la inteligencia del alma; los
dems seres estn por encima o por debajo de su capacidad intelectual.
Aqu puede apreciarse hasta qu punto encierra buena parte de la verdad,
la tica intelectualista de Scrates, puesto que la identidad moral del hombre
coincide necesariamente en el principio, con su identidad lgica y ontolgica.
La finalidad propia del hombre es el testimonio de la verdad, la
declaracin de lo que es. Decir lo que es, significa comenzar a ser realmente uno
mismo; existir en identidad consigo mismo, sin confusin ni contradiccin
interiores.
Todos los saberes y verdades que slo nos procuran habilidades para el
uso de las cosas exteriores o para el uso del propio cuerpo leer y escribir, las
cuatro operaciones y conocimientos generales, manualidades y ejercicios fsicos,
contabilidad y taquidactilografa, todo lo que se suele entender por educacin
comn o escuela de aprendizaje-, no nos mejora y es completamente extrao a
la perfeccin intelectual y moral del hombre. Todos esos saberes son ajenos e
indiferentes a la sabidura, a la justicia y al pudor.
Claro est que all donde el tipo hombre se ha empequeecido al extremo
de no ser ms que una sombra y ha degradado hasta confundir la felicidad
humana individual y colectiva-, con la habilidad para existir a gusto, ya no se
puede entender siquiera el lenguaje de Scrates; sus palabras y actitudes tienen
que interpretarse necesariamente como manifestaciones de rematada locura o
como la ms pura hipocresa y engao de las ideas elevadas.
De ah que a Callicles, el ms osado y el ms impdico de los discpulos de
Gorgias, le resulte intolerable y el colmo de la insensatez, orle repetir a Scrates
con serena firmeza:
SCRATES. - Dichoso es, primero, aquel que
no lleva maldad en su alma y, despus, el que se
ve librado del mal por el castigo y la expiacin. El
ms desdichado es, en cambio, aquel que comete
injusticias y no se ve librado de ellas, as sea el
ms poderoso seor de la tierra194.
Esta palabra de la sabidura, este lenguaje de la filosofa, que parece
desmentido y refutado por los hechos menudos y por los hechos ms notables
de la vida de los pueblos y de los individuos, tiene el carcter de lo definido y
de lo definitivo; de aquello que se sostiene igual a s mismo a travs de las
circunstancias infinitamente cambiantes. Por esto es que los modernos
representantes de la Civilizacin y del Progreso han desterrado a la Filosofa de
la escuela y de la poltica, sin dejar de hacerle alguna reverencia, disimulando
con un guio para los espectadores que estn en el secreto de los tiempos.
Nada de vanas metafsicas ni de ociosas retricas abstractas; mucha habilidad
manual y mucho lenguaje concreto y productivo de la prctica experimental!
Nada de verdades absolutas ni de normas inmutables que pretendan
obstaculizar la evolucin y el progreso incesante hacia el ms all! Nada de
palabras eternas que pretendan significar siempre lo mismo y paralizar el
progreso; el lenguaje tiene que ser plegadizo, adaptable, manuable, gil y de
fcil adaptacin como una mano experta!
Pero Scrates insiste en su posicin y la contrasta agudamente a la del
sofista Callicles:
SCRATES. [...] He observado todos los das
que, a pesar de lo elocuente que eres, cuando los
objetos de tu amor opinan de distinto modo que
194
195
196
197
Gorgias, 483 a.
198
Gorgias, 485 a b.
LECCIN XX
Callicles es capaz de osarlo todo; acaba de saltar el ltimo cerco, acusando
un desprecio sin lmites por los lmites convencionales de la ley y del pudor. Su
largo discurso quiere probar tanto por su contenido como por el hecho de
haberse pronunciado que la verdadera ley de la naturaleza, el derecho natural
consiste en entregarse y en acrecentar las pasiones, en lugar de resistirlas y de
encauzarlas razonablemente.
Esto significa declarar la piedra libre de las pasiones y que la justicia de la
ley brilla tanto ms cuanto ms lozanas y ms fuertes se manifiesten, al margen
de toda distincin entre buenas y malas, excluida la presencia admonitoria de
los falaces escrpulos de la conciencia.
La distincin del bien y del mal, tanto como los escrpulos, no seran ms
que recursos defensivos inventados por los dbiles y los fracasados para
impresionar y someter a los fuertes y poderosos.
CALLICLES.- [...] Desde la juventud nos
ganamos y nos llevamos a los mejores y ms
fuertes de entre nosotros; los formamos y los
domamos como se doma a los cachorros de len,
por medio de discursos llenos de encantos y
prestigio, hacindoles saber que es preciso
subordinarse a la legalidad y que en esto consiste
lo bello y lo justo199.
Pero la verdad es, sostiene Callicles con cnico aplomo, que si surge un
varn magnficamente dotado
[CALLICLES][...]
que
sacudiendo
y
rompiendo todas esas trabas encontrara el medio
de desembarazarse de ellas y que pisoteando
vuestros escritos, vuestros prestigios, vuestros
discursos y leyes antinaturales y aspirando a
elevarse sobre todos, de esclavo se convirtiera en
vuestro seor, entonces se vera brillar la justicia
tal como es, manifestando sus derechos. Pndaro,
me parece, apoya estos sentimientos en una oda
que dice: la ley es reina de los mortales y de los
inmortales; ella misma, aade, lleva consigo la fuerza
poderosa que su mano convierte en legtima, juzgo de
ello por los trabajos de Hrcules, que sin haberlos
comprado... Estas son, poco ms o menos, las
palabras de Pndaro, porque no s de memoria la
oda. Pero su sentido es que Hrcules se llev los
bueyes de Gerin sin haberlos comprado y sin
199
Gorgias, 483 e.
Gorgias, 484 a b c
Gorgias, 488 c d.
Gorgias, 490 c.
203
204
205
Gorgias, 493 b.
206
207
Gorgias, 499 a.
Gorgias, 499 e 500 a.
SEXTA PARTE
LECCIN XXI
SCRATES. Te parece bien que los oradores
compongan siempre sus arengas en vista del mayor
bien y se propongan hacer que sus conciudadanos se
vuelvan ms virtuosos, todo lo ms posible en razn
de sus discursos? O bien que los mismos oradores
buscando agradar a los ciudadanos y descuidando el
inters pblico para no ocuparse ms que del suyo
personal, traten a los pueblos como a nios,
esforzndose por complacerlos sin inquietarse de si se
volvern mejores o peores?208
He aqu nuevamente las dos retricas posibles, las dos polticas que no
pueden confundirse ni mezclarse jams. Se trata de examinar cul de ellas es
expresin del real y verdadero poder; la otra no es ms que impotencia y
debilidad. La solucin del problema reside en saber si el hombre fuerte y
poderoso es el que da va libre a sus pasiones y se esfuerza por satisfacerlas o si
es el que domina sus pasiones y se esfuerza por darles un contenido razonable y
elevado, un contenido de justicia y de decoro. Se trata de saber si la solucin
consiste en un desarrollo espontneo y progresivo de la vida que derriba todos
los obstculos y trabas que se oponen a su expansin; o si la tarea es de
contencin y de restitucin de una integridad de ser que se ha perdido u
olvidado.
El dilema fundamental se puede expresar tambin en estos trminos:
seguir la corriente o remontar la corriente.
El poder tiene la forma de una energa expansiva que todo lo arrolla a su
paso y la debilidad est en dejarse arrollar? O tiene la forma de una energa
reflexiva, de una disciplina que encuadra y fija la conducta dentro de un orden,
y la debilidad est justamente en la disipacin y en el desenfreno?
Si Scrates tiene razn y su posicin es la verdadera, si el mayor de los
males es cometer una injusticia y todava peor quedar impune despus de
haberla cometido, cabe preguntarse: qu clase de auxilio habremos de
procurarnos y de procurar a otros para evitar un perjuicio tan grande? O
tambin, qu especie de poder o de autoridad ser necesario poseer y usar
para ayudarnos y ayudar a otros a no cometer injusticias y a querer el castigo en
caso de haberlas cometido?
Es obvio que no se trata de ninguna autoridad ni poder externos, fuerza
material, riqueza, rango social, magistratura o favor del poderoso, a las cuales
se refiere Callicles como los medios seguros e imprescindibles para prevenir
agravios contra la propia persona o la de los seres queridos que debemos
proteger contra la injusticia y el dolor.
Scrates se refiere a otra especie de autoridad y de poder; a un poder
interior, moral, inmaterial que se hace fuerte en el alma y en ella impera, ms
208
fuerte que el instinto, que el placer y el dolor, que el temor mismo de la muerte
porque es una disciplina continuada y una preparacin para el sufrimiento y la
muerte: es el dominio de s mismo.
Un fidelsimo discpulo de Scrates, el espaol Lucio Anneo Sneca,
todava en el tiempo pagano, nos explica magistralmente el sentido y la fuerza
de ese poder: En medio de la seguridad, preprese el nimo para los
momentos difciles; y en medio de los favores de la suerte vigorcese contra sus
rigores [...] Medita, pues, sobre la muerte! El que esto aprende, aprende a
meditar la libertad. Quien aprende a morir desaprende a ser esclavo y se
encuentra por encima de todo poder o por lo menos fuera del alcance de todo
poder [...] La furia de las adversidades no conmueve el nimo del varn fuerte,
quien permanece inalterable y todo lo que acontece lo convierte en propia
sustancia. Porque l es ms poderoso que todas las cosas externas [...] todas las
adversidades son ejercicios para l [...] Y no se piense que esta fuerza moral de
incomparable belleza del alma se acompae de un pesimismo sombro y
cobarde, de una apagada y vil tristeza, sino al contrario, por una hilaridad
continua y una alegra profunda y que viene de lo alto [...] es el reposo y
elevacin del alma, puesta en lugar seguro, y el gozo grande e inconmovible
que nace del conocimiento de lo verdadero209.
Claro est que slo el Cristianismo permitir comprender el significado
ltimo de este pesimismo intrpido y gozoso, de esta alegra profunda y radical
que no adormece el nimo en las horas triunfales y regalada por los favores de
la suerte; pero que brilla fulgurante en medio del fracaso y de la derrota, tal
como en la deslumbradora visin de la Cruz, esa especie de andamiaje
rudimentario, brutalmente elevado y atrincherado en todas direcciones, que se
eleva sobre la montaa con la nitidez ofensiva de una afirmacin.210
Nosotros, occidentales muy modernos y supercivilizados, apenas si
entendemos ya este lenguaje ceido, ajustado, realista, severo y dominador.
Slo estimamos una ciencia y una libertad para vivir a gusto; la clave de la
democracia burguesa o proletaria, plutocrtica o socialista, por la cual se
desviven los pueblos de Occidente, est precisamente en eso, en la voluntad
general de vivir a gusto. Qu sentido pueden tener para nosotros las verdades
que no son para usar sino para servir? O qu valor podemos conceder a una
libertad que se afirma doblegando al propio yo para emplearlo en una gran
misin?
Nosotros, los argentinos por ejemplo, nos venimos empeando a fondo
desde Caseros para asegurarnos un rgimen que nos permita vivir a gusto; y no
cabe duda de que hemos adelantado bastante en este esfuerzo civilizador y
progresista. La consigna para esta empresa de generaciones la hemos recogido
en las Bases de Alberdi: Ha pasado la poca de los hroes; entramos hoy en la
edad del buen sentido.211
209
Cf. LUCIO ANNEO SNECA, Cartas a Lucilio, Carta XXVI. Sin datos respecto de la versin utilizada por
el autor.
210
Cf. PAUL CLAUDEL, Autodefensa de Judas y Pilatos. Sin datos respecto de la versin utilizada por el
autor.
211
Cf. JUAN BAUTISTA ALBERDI, Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la Repblica
Argentina (1852), captulo XV. Sin datos respecto de la versin utilizada por el autor.
Cf. JUAN BAUTISTA ALBERDI, El crimen de la guerra (1870), XI, 4. Sin datos respecto de la versin
utilizada por el autor.
213
214
Cf. JUAN BAUTISTA ALBERDI, Bases y puntos de, o. c., captulo XV.
Gorgias, 518 e 519 a.
LECCIN XXII
La justicia, bien supremo de la conducta, es el fundamento mismo de la
convivencia humana; tan cierto es que hasta quienes se asocian para delinquir,
todava tienen que ser justos entre ellos. Una banda de ladrones, por ejemplo,
exige para mantenerse unida y llevar con eficiencia sus negocios ilcitos la
instauracin y el respeto de las reglas de la justicia en sus relaciones mutuas;
tienen que ser justos en la distribucin proporcional de los riesgos y de los
beneficios. La obediencia estricta al jefe reconocido y acatado, la lealtad al
camarada y la divisin de las tareas atendiendo a la competencia y mritos de
cada uno, son otras tantas condiciones indispensables que debe llevar hasta una
asociacin para fines ilcitos.
Es evidente que la injusticia provoca odios, rebeliones, traiciones y
violencias infinitas; incluso entre criminales, haciendo imposible una tarea
comn o, al menos, comprometiendo su duracin y eficacia.
La justicia es un principio de orden y una fuerza de cohesin que
mantiene en equilibrio un conjunto de partes bien distribuidas, cada una en su
lugar y en la necesaria dependencia de las otras. Su imperio resalta en la
adecuada concertacin de las funciones particulares para el fin comn y donde
cada participante est en lo suyo y sin ajenas interferencias.
Esto significa que la justicia es una especie de igualdad; pero la justicia que
funda y sostiene la Repblica no parece ser del tipo de la igualdad aritmtica,
como diez igual a diez; ms bien, tiene el carcter de la igualdad proporcional
que reconoce y confirma la diferencia y la jerarqua tanto como la obediencia y
el mando.
Antes de examinar qu especie de igualdad es la justicia, subrayemos esta
nueva verificacin de la tesis socrtica con el testimonio irrecusable del
homenaje a la justicia que le rinden inclusive los individuos asociados para
cometer injusticias. No est dems repetir que hasta los mendaces e injustos
prefieren la verdad y la justicia cuando de ellos se trata; as como el que vive
engaando no desea ser engaado, tampoco el que obra injustamente quiere ser
vctima de una injusticia.
Tenemos necesidad de la justicia y la preferimos con toda el alma
inteligente y libre, porque slo en sociedad podemos existir como hombres,
podemos satisfacer normalmente nuestras necesidades espirituales y
materiales, es decir, alcanzamos la suficiencia de la vida.
De ah la necesidad de la justicia para la tarea de ser hombres que
debemos hacer en comn; para alcanzar una buena vida humana.
No insistiremos nunca demasiado en el tiempo democrtico que nos toca
vivir, sobre la antigua verdad de que el hombre se basta a s mismo en el Estado
y que, por lo tanto, el Estado es antes que el individuo, como ensean Platn y
Aristteles. De tal manera que el self made man no es Robinsn, sino el
ciudadano de una Repblica regida por buenas leyes o leyes justas; el estado de
naturaleza en el hombre es su estado civil y su libertad real y verdadera es
indivisible de la justicia.
Critn, 49 e.
Critn, 46 c.
LECCIN XXIII
Critn acaba de proponerle a Scrates que huya de la crcel y se refugie en
el extranjero para salvar su preciosa vida de una sentencia inicua, cuya
ejecucin es inminente.
La tentacin es casi irresistible; la oportunidad de seguir viviendo y, a la
vez, la conjura de un mal y de una injusticia irreparables.
Pero Scrates no piensa como nosotros los modernos; no aceptara jams
que la ley principal del hombre es velar por la propia conservacin; sus
primeros cuidados son los que debe a su persona. Llegado a la edad de la razn,
siendo el nico juez de los medios adecuados para conservarse, convirtese en
consecuencia en dueo de s mismo.218
En rigor, consagrar la vida a la conservacin de la propia vida, a la
seguridad, bienestar y prolongacin material de la existencia, repugna a quien
tiene el sentido y la preocupacin de lo eterno. Aparte del absurdo que importa
empeo semejante, es un espectculo extremadamente ridculo, el que ofrecen
hombres solcitos y afanosos por retener lo que les ser quitado necesariamente;
por guardar para s una vida que deben entregar sin remedio; por rodear de
seguridad aquello que en nosotros es radicalmente inseguro y est condenado a
ser destruido de un modo o de otro.
Es notorio que, incluso, es poco prctico y un psimo negocio, empearse
demasiado para que viva lo que es de la muerte y perdure lo que es de suyo
perecedero y corruptible. Con respecto a este punto, Scrates tiene una solucin
mucho ms razonable, ms realista y ms prctica; recordemos la insistencia de
sus amonestaciones al incurable sofista Callicles, discpulo del clebre Gorgias
de Leoncio:
SCRATES. [...] un hombre verdadero no debe
desear vivir tanto tiempo como se supone, ni
demostrar demasiado apego a la vida, sino dejar a
Dios el cuidado de todo esto219.
No se trata, pues, de que la vida sea breve o larga, sino del empleo que
hacemos de ella. El fin no es la produccin de bienes para atesorar, sino el
consumo empezando por la vida misma; por esto es que lo ms importante es
saber en qu gastar la vida.
Se comprende que todo planteo de destino, sea personal o nacional, debe
referirse a un objeto trascendente a la misma vida, por el cual se debe y se
quiere morir. Es obvio que tiene que ser trascendente y no confundirse ni
agotarse con nuestra precaria existencia individual, material, animal, por
cuanto nos morimos y es una necedad, repetimos, pretender que lo que muere
218
Cf. J. J. ROUSSEAU, El contrato social, Libro I, captulo 2. Citado segn la versin espaola de
Coleccin Amauta, Ediciones Ercilla, Santiago de Chile, 1943, pgina 13.
219
Gorgias, 512 e.
sea principio de la vida perdurable. La razn por la cual morir es la nica razn
para vivir y para servir.
Scrates habra juzgado una lamentable aberracin que un educador, un
pedagogo de decisiva influencia en la Repblica durante ms de medio siglo,
como D. Pablo A. Pizurno en nuestra Patria, pudiera fijar la orientacin de la
escuela argentina en estos trminos:
Morir por la patria: qu dulce morir!, dijo el poeta. Pero los tiempos han
cambiado, sobre todo, para los pueblos americanos que no tienen rencores
acumulados, ni desquites en perspectiva que les obliguen a estar con el arma al
brazo. Nuestro lema ha de ser, en adelante, no morir, sino vivir para la Patria.
Vivir mucho y bien; sanos y fuertes, fsica y moralmente, para contribuir con
nuestro saber, nuestras obras y nuestra conducta digna, al progreso mayor, a la
honra mayor, a la mayor felicidad de la Patria, con hechos y constantemente.220
Hay que vivir mucho y bien... pero Scrates debe morir en tiempo de
paz porque as lo dispone una sentencia pronunciada en nombre de la
Repblica, de las leyes de la Patria; y no ser el dulce morir del que cae
abrazado a su bandera en el campo de batalla, ms bien una muerte oscura,
silenciosa, sin gloria y sin brillo ningunos. Es la muerte de un reo, culpable de
los ms graves delitos en contra de la Patria, segn sus acusadores y el tribunal
de los atenienses que lo ha juzgado y condenado.
A pesar de todo, Scrates sabe que tambin en la paz, incluso en una larga
paz, el primer deber del ciudadano es estar preparado para morir; es estar
dispuesto a morir por la Patria. La escuela que forma al ciudadano, en todos sus
grados, prepara antes para morir que para luchar con xito en la vida, porque la
Patria vive y se hace fuerte en el alma del ciudadano en la medida en que ste
sabe y quiere morir para que ella viva.
Moltke, un viejo soldado de raza, ha dado una respuesta viril y la
verdadera si se la despoja de su forma dialctica (heredada del idealismo
hegeliano), a la retrica cursi y sentimentosa de los empresarios de la paz
perpetua: La paz perpetua es un sueo y ni siquiera es un sueo hermoso. La
guerra forma parte del orden universal creado por Dios y en ella se desarrollan
las ms nobles virtudes del hombre: el coraje, el espritu de sacrificio, la lealtad
y la ofrenda de la propia vida. Sin la guerra el mundo se hundira en el fango
del materialismo221.
El error de Moltke est en convertir la negacin en un trmino de igual
significacin y valor que la afirmacin; no es que la guerra sea buena y deseable
por ella misma; pero en la heredada propensin a degradarse y envilecerse que
acusa el hombre histrico, la guerra lo pone en presencia de la nulidad de las
cosas y de los bienes materiales y lo obliga a vivir desde el alma inmaterial y a
desarrollar las virtudes superiores que seala el gran soldado alemn.
La guerra llega inexorablemente como un castigo ejemplar y una dura
prueba para los pueblos y los hombres que han abusado de su libertad para
hacerse semejantes a los seres ms inferiores de la naturaleza y borrar de su
220
221
222
Critn, 50 b.
Critn, 52 b, c, d.
Leyes VI, 757 a
Critn, 51 b c.
Critn, 52 b c d.
Poltica I, 1, 1253 a.
enseando y mandando a los vivos. No es, por cierto, una mera convencin, un
contrato celebrado por voluntades externas, abstractas, niveladas por una
comn indiferencia; as como la ley no es aqu expresin de la democrtica
Voluntad General que se concreta en la desptica voluntad de una mayora
accidental, consagrada por el sufragio en este da de hoy y que maana ser
revocada por otra mayora accidental, igualmente arbitraria e incompetente. En
tal caso, no sera una ley en sentido propio, sino un simple decreto, segn la
distincin profunda de Aristteles que retoma agudamente Emilio Faguet en El
Culto de la Incompetencia y en otros libros228.
No existe, no puede existir equivalencia entre partes desiguales; los
deberes recprocos no son los mismos entre el inferior y el superior ligados por
un vnculo personal, tal como se verifica en la lcida y libre aceptacin por
parte del individuo, del imperio de las leyes, es decir, del pensamiento y de la
voluntad de los antepasados que tienen la autoridad y el prestigio de la
obediencia secular, de un antiguo respeto y devocin de generaciones. Es que
esas leyes son los juicios y sentencias de artfices que obraron conforme a un
modelo divino y que supieron interpretar la voluntad de Dios, la Soberana
realsima y absoluta.
He aqu la razn que hace monstruoso e inicuo aplicar a la Patria la
reciprocidad de diez igual a diez, la reciprocidad del Talin. El ciudadano no
debe responder, en ningn caso, con la injusticia a la injusticia de que ha sido
vctima en nombre de las leyes de la Repblica; no puede tener jams
inspiraciones en contra de la libertad y de la dignidad de su Patria, sean cuales
fueren los agravios recibidos.
SCRATES. [...] Sufriendo tu condena, mueres
vctima de la injusticia, no de las leyes sino de los
hombres229,
es decir, que no son los fundadores ni los constructores de la Patria
quienes lo daan y buscan su destruccin, sino hombres indignos de la
magistratura que invisten; malos ciudadanos, demagogos y sofistas, que abusan
de las leyes para vengarse de una insoportable superioridad y no vacilan en
socavar los fundamentos mismos de la Patria.
Scrates sabe que no se debe ser injusto jams y en esta hora de la prueba
decisiva de su verdad, sera cometer la mayor de las injusticias, el crimen ms
horrendo contra la Patria, la ms vil de las traiciones a sus hroes y todos los
que fueron capaces de sufrir y morir para que la Patria viviera, si quebrantara el
vnculo sagrado y pisoteara la majestad de las leyes.
SCRATES. [...] si huyes, no tienes vergenza de
devolver injusticia por injusticia, y mal por mal;
violas los tratados y los compromisos que te unen a
228
Cf. MILE FAGUET, Le culte de lincomptence, Pars, 1912; Et lhorreur des responabilits: [suite au
culte de lincompetence], Pars, 1911.
229
Critn, 54 c.
230
231
Critn, 54 c d.
Critn, 54 d.
LECCIN XXIV
Antes de volver sobre la cuestin de la inmortalidad del alma, a travs del
dilogo Fedn, donde se evoca el ltimo da que Scrates pas entre sus
discpulos y que tambin fue el ltimo de su vida, insistiremos en el examen de
la Justicia, esclareciendo el verdadero significado moral de la gran triloga
democrtica, Libertad, Igualdad, Fraternidad.
Esta investigacin nos permitir ahondar en la naturaleza del alma, por
medio del anlisis de sus elementos constitutivos y de su estructuracin interna.
Acaso resulte extrao este enfoque de la Psicologa desde la Poltica y no cabe
duda de que para nosotros, modernos, es un verdadero atentado, pero no deja
de ser uno de los magistrales aciertos de Platn, una genial conquista cientfica
y el mtodo ms ajustado y eficiente para el estudio objetivo del alma.
Uno de los testimonios ms seguros de que el espritu de las tinieblas
preside los pasos de la inteligencia en todo lo que concierne al orden esencial y
sustantivo, es haber sustituido el punto de vista de Platn por el punto de vista
de Descartes en el estudio del alma; as en lugar de una psicologa enfocada
desde la Poltica, tenemos una psicologa o ciencia experimental al modo de la
Fsica-matemtica.
Reparemos en que para Platn, la Poltica es una ciencia principalmente
teolgica y metafsica; por esto es que el ateniense nos recuerda en Las Leyes:
ATENIENSE. - Despus de Dios, el alma es lo ms
divino que el hombre tiene, y lo que le toca de ms
cerca. Hay en nosotros dos partes: la una ms
poderosa y mejor, est destinada a mandar; a la otra,
inferior y menos buena, le toca obedecer. Y as, tengo
razn en ordenar que nuestra alma ocupe el primer
lugar en nuestra estimacin, despus de los dioses y
de los seres que le siguen en dignidad. Se cree hacer
al alma todo el honor que se merece, pero en realidad
casi nadie lo hace; porque el honor es un bien divino
y nada malo es digno de ser honrado. Por tanto, el
que cree ensalzar su alma por medio de los
conocimientos, las riquezas, el poder, y no trabaja por
hacerla mejor, se imagina que la honra, pero no hay
nada de eso232.
Las fundadas razones de Platn para justificar el estudio del hombre
interior, para reconocer la intimidad del alma en el examen de las instituciones
sociales y polticas, residen en que el alma es el principio prximo y el
inmediato sostn de la Repblica; es decir, que el alma es el fundamento
ontolgico de la Sociedad y del Estado; el interior invisible del alma se proyecta
y se refleja ampliado en el exterior visible de las costumbres y de las leyes, de
232
238
239
Cf. J. J. ROUSSEAU, El contrato social, o. c., Libro II, captulo 1, pgina 33.
Las Leyes, VI, 757 b.
240
SPTIMA PARTE
LECCIN XXV
Ensea Santo Toms, siguiendo a Platn y a Aristteles, que el hombre
participa con su misma esencia de la comunidad poltica, aunque no quede
comprometido con todas las potencias de su ser; ms estrictamente, el alma no
debe comprometerse jams hasta el extremo de quedar absorbida como si todo
el horizonte de sus posibilidades estuviera ceido por el Estado. La vida de la
inteligencia culmina en la Verdad trascendente al mundo y al siglo pero vlida
para todos los mundos y para todos los siglos.
Platn nos sugiere en imgenes maravillosas el cielo radiante, inmvil e
incorruptible de las Ideas, la tierra de origen, la verdadera Patria de todos los
seres y de todos los nombres que son antes en la mente divina que en las
criaturas existentes.
Pero es con su alma y su cuerpo que el hombre forma parte de la
Repblica y la virtud poltica le es inherente a su normal existencia de persona.
El alma la subjetividad de la conciencia y la disposicin del nimo- se
exterioriza y objetiva en el mundo tico de la Sociedad y del Estado. La gran
filosofa idealista Fichte y Hegel-, a pesar del error fundamental que importa
su incurable inmanentismo, retoma la tradicin del pensamiento poltico que
inicia Platn en La Repblica y en Las Leyes.
Hegel reconoce en la propiedad, el contrato, la familia, el estatuto
corporativo, el Estado y la Historia Universal, las formas de la existencia real,
concreta y objetiva de la voluntad; la manifestacin externa del espritu que se
sabe a s mismo y quiere lo que sabe de s: es el concepto de la libertad que ha
llegado a ser mundo existente y esencia del espritu que se sabe a s mismo... El
Estado es la realidad de la idea tica, el espritu tico en cuanto voluntad
manifiesta, evidente a s misma, sustancial, que se piensa y se conoce; y cumple
lo que sabe en cuanto lo sabe.243
Se trata fundamentalmente de la idea de Platn que hemos expuesto en
clases anteriores y que Jaeger nos precisa en un pasaje de Paideia: Toda
disquisicin sobre el Estado perfecto, incluyendo la vasta investigacin sobre
las formas de degeneracin del Estado, no son realmente como el mismo Platn
lo proclama, ms que un medio para poner de relieve la estructura moral del
alma y la cooperacin entre sus partes, proyectndolas sobre el espejo de la
ampliacin del Estado244.
Nos hemos referido, con marcada insistencia, a este enfoque social y
poltico de los problemas del alma, por lo mismo que la Poltica es
principalmente una cuestin del alma; una cuestin del alma antes que del
cuerpo, de sus necesidades espirituales antes que de las necesidades materiales,
de teologa antes que de zoologa, de educacin antes que de economa. De ah
que las cualidades y perfecciones del alma que se denominan virtudes, tambin
se proyectan en las costumbres y en las instituciones del Derecho. Lo mismo
243
Cf. GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL, Grundlimien der Philosophie..., o. c., Tercera Parte, n. 142 y
257.
244
Cf. WERNER JAEGER, Paideia. Los ideales, o. c., Tomo II, Libro III, IX, pgina 243.
Poltica I, 2, 1254 a.
246
Cf. PAUL CLAUDEL, coute, ma fille, Pars, Gallimard, 1934, pgina 14. Ver, adems, PAUL CLAUDEL,
Oeuvre petique, Pars, 1967, pgina 383. Sin datos respecto de la versin utilizada por el autor.
LECCIN XXVI
Platn culmina en el Fedn, el conocimiento que el alma es capaz de
alcanzar sobre s misma, sobre su propia esencia; nos revela, adems, a travs
de la muerte heroica de Scrates, la perfecta coincidencia entre la idea y la vida
que debe realizar un verdadero destino de hombre.
A los que pretenden disimular su odio a la inteligencia, confundindola
expresa o implcitamente con sus formas viciosas, o mejor, con sus
deformaciones intelectualistas o verbalistas, les sera muy saludable remedio
leer y volver a leer las pginas inmortales de este Dilogo, a fin de aliviar el
alma del resentimiento que la agobia y restituirle a la capacidad de admiracin
comprensiva y de entusiasmo lcido hacia lo que es superior y ms excelente en
cada cosa.
La promocin y direccin hacia lo mejor, la intencionalidad hacia lo que
distingue y constituye la dignidad propia de cada ser, es la vida natural de la
inteligencia. El alma manifiesta lo mejor de s misma en la manifestacin de lo
mejor de las otras cosas; sus cualidades distintivas se perfilan con nitidez en la
reflexin sobre la esencia de lo que existe fuera de ella. Buscando lo mejor,
aquello que distingue y jerarquiza a los otros seres, el alma inteligente
trasparece a s misma en su mejor ser, en su distincin yen su lugar propio.
La tendencia radical del alma es el saber; en la medida en que la actividad
de la inteligencia racional se desprende de las necesidades inmediatas, de las
impresiones sensibles y de las pasiones corporales; en la medida que llega a
identificarse con su fin especulativo y opera en el elemento puro del
pensamiento hasta alcanzar la objetividad, la universalidad y la necesidad del
concepto, el alma se revela a s misma su naturaleza inmaterial, simple,
inmutable, personal e intransferible.
Saber, es decir ser en la verdad; llevar en el alma que comprende
transparencia dirigida-, lo que es, la realidad palpitante de las cosas que existen
fuera de nosotros; devenir idealmente, intencionalmente, mentalmente, todas
las cosas en tanto que son otras, en esto consiste el mejor ser del alma, la
conformidad con su esencia, la identidad consigo misma.
La verdad es la real perfeccin del alma racional y el sntoma claro e
inconfundible de su inmaterialidad: estar en la verdad es llevar en el alma el ser
mismo de las cosas conocidas; nada material tolera que lo otro se encuentre en
uno y, ms bien, cada uno est inexorablemente fuera del otro y fuera de s.
La materia, se dice, es impenetrable y donde est una cosa no puede estar
otra al mismo tiempo; la individuacin material es exclusiva y excluyente,
rechaza de s y de su lmite exterior, todo lo dems.
El alma, en cambio, si de veras conoce, y en la medida que posee la verdad
de los otros seres, llega a ser todos ellos y es ms ella misma; su individualidad
crece y se dilata, se universaliza y llega a ser idealmente el universo existente.
El saber y la verdad son cualidades inmateriales del alma, por cuanto si el
sujeto del conocimiento como tal, estuviera ceido por la materia, no podra
universalizar al individuo, no podra sacarlo de su estricta clausura y exterior
248
249
Fedn, 61 e.
Fedn, 62 b c.
251
Ibidem.
250
255
256
Fedn, 65 a.
Fedn, 65 c.
LECCIN XXVII
El alma est unida sustancialmente al cuerpo, es decir, est unida con el
cuerpo en un mismo, nico e indivisible ser. De ah que hasta la actividad ms
propia y ms pura del alma -el acto de comprender- mantenga una conexin
ntima y una solidaridad funcional con las actividades del compuesto, tales
como sentir o impulsar.
Esto significa que a pesar de ser una forma inmaterial, el alma no puede
actuar sin que el cuerpo participe de algn modo en su operacin; as, por
ejemplo, el ms riguroso acto de pensar cuyo contenido sea el objeto ms
abstracto y universal, lleva el lastre de alguna pasividad material que impide la
transparencia lcida y plena del alma ante s misma.
El alma racional por ser necesariamente alma de un cuerpo, no alcanza la
visin ntida y precisa, la intuicin de su misma esencia en el acto de conocer,
pero asume conciencia de ella en la medida que actualiza su potencia
intelectual, su capacidad terica y contemplativa.
La natural tendencia del alma hacia la identidad con su propio ser, se
verifica en la conquista del saber y de la verdad, en la vida de la sabidura. En
otros trminos, el alma se comprende a s misma; tiene conciencia de s y entra
en posesin de su propio ser, tanto como es capaz de comprender y de poseer
idealmente a los otros seres.
Si no hubiera otras operaciones fuera de las que emanan del compuesto
como tal, entonces el alma estara ceida por el cuerpo, en dependencia
completa de sus necesidades materiales, y enteramente absorbida por las
circunstancias externas, lo mismo que el resto de los animales. Sera una
monada sin ventanas hacia afuera, aprisionada en una subjetividad radical,
completa, irremediable, tal como se revela toda vez que degrada hacia el
materialismo y se encierra en un srdido egosmo que dice: beba yo mi taza de
t y que se hunda el mundo; o de esta otra manera ms disimulada que se
refugia en los sagrados Derechos del Hombre y en la augusta libertad
individual, comentada por nuestro Dogma Socialista: La libertad es el derecho
que cada hombre tiene de emplear sin traba alguna sus facultades en el
conseguimiento de su bienestar y para escoger los medios que puedan servirle a
este objeto257.
Pero la verdad es que el alma humana encierra un poder que sobrepasa la
pasin corporal y los fuertes instintos animales; un poder que le permite
trascender la subjetividad de la sensacin y del impulso egosta hasta alcanzar
la objetividad del pensamiento y de la voluntad. Ese poder es la abstraccin.
El alma se libera del cuerpo por medio de la abstraccin y en virtud de
esta realsima operacin intelectual entra en posesin de su intimidad y puede
actuar desde s misma. El alma se refleja sobre su propio interior, se abstrae de
lo sensible y de lo instintivo y se objetiva en un pensamiento libre y en una
libertad pensada: yo pienso, yo quiero, importa comenzar a ser en s mismo y
257
ESTEBAN ECHEVERRA, El Dogma socialista, III. Fue redactado en Buenos Aires, en agosto de 1837 y
publicado por primera vez en Montevideo en 1838. Sin datos respecto de la versin utilizada por el autor.
Alude a SIR CARLOS BELL, mdico cirujano y anatomista ingls que vivi entre los siglos XVIII y
XIX, autor, entre otras obras, de un tratado sobre la mano. Sin datos respecto de la versin consultada por
el autor.
260
CARLOS MARX, ibidem.
Fedn, 65 d e.
existe fuera del alma, en el interior del alma misma, sin la interferencia del
cuerpo y de sus mudanzas continuas de estado y de humor.
La razn no tiene ms que un camino en sus
indagaciones; mientras tengamos nuestro cuerpo y
nuestra alma est sumida en esta corrupcin, jams
poseeremos el objeto de nuestros deseos, es decir, la
verdad. En efecto, el cuerpo nos opone mil obstculos
por la necesidad en que estamos de alimentarle, y con
esto y las enfermedades que sobrevienen, se turban
nuestras indagaciones. Por otra parte, nos llena de
apetencias, de deseos, de temores, de mil quimeras y
de toda clase de necesidades; de manera que nada
hay ms cierto que lo que se dice ordinariamente: que
el cuerpo no conduce a la sabidura [...] Est
demostrado que si queremos saber verdaderamente
alguna cosa, es preciso que abandonemos el cuerpo, y
que el alma sola examine los objetos que quiere
conocer. Slo entonces gozamos de la sabidura, de
que nos mostramos tan celosos; es decir, despus de
la muerte y no durante la vida. La razn misma lo
dicta; porque si es imposible conocer nada en su
pureza mientras que vivimos con el cuerpo, es preciso
que suceda una de dos cosas: o que no se conozca
nunca la verdad, o que se la conozca despus de la
muerte, porque entonces el alma, libre de esta carga,
se pertenecer a s misma, pero mientras estemos en
esta vida, no nos aproximaremos a la verdad, sino en
razn de nuestro alejamiento del cuerpo, renunciando
a todo comercio con l, y cediendo slo a la
necesidad, no permitiendo que nos inficione con su
corrupcin natural y conservndonos puros de todas
estas manchas, hasta que Dios mismo venga a
libertarnos262.
Se trata, pues, de una purificacin del alma en el sentido de abstraerla del
cuerpo, de sus sensaciones y de sus pasiones, a fin de que se acostumbre a
replegarse y a recogerse en la intimidad de su ser para ver las cosas y verse a s
misma con una mirada separada e impasible, con real y verdadera objetividad.
Esto quiere decir que comienza a ser libre, porque es duea de un pensamiento
objetivo, verdadero, eterno; porque habla con palabras definidas y definitivas.
262
Fedn, 66 b 67 a.
LECCIN XXVIII
Scrates fue el ms sabio y el ms justo de los hombres porque alcanz el
ms profundo conocimiento de s mismo y una perfecta adecuacin en su
conducta. El precepto dlfico fue la inspiracin de su vida y de su destino:
concete a ti mismo.
La divina Voz se escucha en ese llamado perentorio, puesto que tan slo
con la restauracin del hombre interior, la inteligencia perdida entre las cosas
exteriores y la propia exterioridad material, vuelve a encontrar los reales
caminos de la esencia y de la sustancia que llevan a Dios. Claro est que ese
conocimiento del alma no puede consistir en la descripcin minuciosa de
particularidades, un conjunto de datos empricos acerca del temperamento o de
la idiosincrasia individuales. Reducido a tan menguadas proporciones no sera
una sabidura sino una opinin intrascendente y banal, sin ningn valor de
ciencia ni de vida. Ms bien se trata de un conocimiento demostrado, universal,
necesario y objetivo, acerca de lo que el hombre es, de la esencia que lo define
hombre y que lo confirma en su identidad real y verdadera: el principio lgico
de su alma y el poder de conformar la conducta a sus exigencias.
Scrates demostr, el primero en la historia del pensamiento cientfico,
que la unin tan estrecha del alma con el cuerpo hasta constituir un solo y nico
ser, no compromete la espiritualidad del alma, ni le impide sobrepasar la vida
del cuerpo, como agua que desborda el vaso, para volcarse en una actividad
propia y slo suya, desprendida y libre de la mediacin de los sentidos y de las
pasiones corporales; una actividad que se contiene en su propio cuenco interior,
reflejando sobre s misma como sobre el agua quieta, transparente y luminosa
de un lago, el ser de las otras cosas: el acto de pensar lo que es en el cielo
abstracto y universal de las ideas; y tambin el acto de preferir lo mejor, el ideal
que debemos realizar.
Y la existencia del cielo platnico de las ideas y de los ideales es un
testimonio irrecusable de la inmaterialidad del alma. Operatio sequitur esse: si el
alma es capaz de actuar segn un modo inmaterial referido a objetos
inmateriales (las ideas abstractas y universales); y es capaz de encontrar en su
propio ser de qu subsistir sin necesidad del cuerpo, quiere decir que posee una
naturaleza inmaterial y conserva todo su significado de espritu a pesar de la
unin sustancial con el cuerpo.
El alma humana es necesariamente una forma inmaterial, por cuanto no es
absorbida por la vida del cuerpo ni agota sus posibilidades en el mantenimiento
de la especie en la sucesin temporal de los individuos. Por esto es que resulta
tan grosera y tan grotesca una perspectiva histrica configurada en el progreso
de la humanidad en general, en la infinita perfectibilidad humana o en la
conquista de un superhombre; de tal modo que cada hombre, cada alma
individual, no sera ms que un accidente y un instrumento circunstancial del
Esta idea de la Humanidad como el Gran Ser que sustituye a Dios, la expone Augusto Comte en su
obra Catchisme positiviste, ou Sommaire exposition de la religion universelle, en onze entretiens
systmatiques entre une femme et un prtre de l'humanit (1852).
y la misma verdad fuera del espacio y del tiempo, que se reitera toda vez que
pensamos lo mismo. Este juicio verdadero es un hecho ms estable, ms slido,
ms consistente que el metal ms fijo, ms duro y ms inalterable. Tiene validez
universal y es universalmente comunicable; posee una inmutable objetividad.
Lo mismo ocurre con el hecho de la voluntad; preferir reflexivamente lo
mejor es como haberlo preferido ya, desde siempre y para siempre. La decisin
verdaderamente libre no tiene extensin ni duracin limitadas; es la reiteracin
continua de la misma promesa, de la misma devocin, de la misma fidelidad; es
el mismo s y el mismo no en todas las circunstancias. La voluntad real y
verdadera, tiene, pues, la universalidad, la inmutabilidad y la objetividad del
saber fundado.
Se trata, pues, de explicar esos hechos incuestionables por sus causas; es
decir, de buscar el principio en virtud del cual el hecho del saber y el hecho de
la libertad pertenecen al sujeto hombre.
Hemos referido ya como Scrates descarta que ese principio pueda ser el
cuerpo y le hemos visto insistir en su interferencia perturbadora para la
bsqueda del saber y de la Verdad. De ah que el alma deba purificarse antes de
emprender sus reales caminos.
Y bien; purificar el alma, no es, como antes
decamos, separarla del cuerpo y acostumbrarla a
encerrarse y recogerse en s misma, renunciando al
comercio con aqul cuanto sea posible, y viviendo,
sea en esta vida, sea en la otra, sola y desprendida del
cuerpo, como quien se desprende de una cadena265?
Esto significa que el alma est encadenada al cuerpo cuando pierde su
valor de espritu y en lugar de manifestarse libre y soberana en el cuerpo, se
encuentra sometida y humillada a sus pasiones sensuales.
Si los filsofos, tal como nos ensea Scrates, son los que verdaderamente
trabajan en esa separacin y en esa liberacin del alma, es que todo su empeo
consiste en llegar a ser seores de un pensamiento libre y en ser capaces de
decir s y de decir no hasta en la hora de la muerte; sobre todo, en la hora de la
muerte.
No depende de nuestra conciencia ni de nuestra voluntad, experimentar o
dejar de experimentar temor ante el peligro; es cosa que nos sobreviene quieras
que no. Pero s depende de nuestra decisin no consentir que nos arrastre y
permanecer enteros en medio del trance, como si furamos invulnerables al
temor y al sufrimiento. Se comprende, pues, que Scrates recuerde, una vez
ms, a sus discpulos:
No sera una cosa ridcula, como dije al
principio, que despus de haber gastado un hombre
toda su vida en prepararse para la muerte, se
265
Fedn, 67 c d.
266
Fedn, 67 e.
Fedn, 68 b.
268
Fedn, 68 b c
267
LECCIN XXIX
La Sabidura o filosofa primera es el principio de toda virtud moral. La
sobriedad, la fortaleza, la prudencia y la justicia son, ante todo, especies de
constancia en el juicio de la razn, por las cuales se gobiernan y se miden las
pasiones.
Una constancia en el juicio quiere decir una conclusin demostrada de la
inteligencia racional que opera como un principio separado e impasible; una
negacin o una afirmacin esenciales, universales y necesarias que le permiten
al hombre anular la subjetividad y la arbitrariedad de las pasiones corporales,
penetrndolas de razn y de verdad. De este modo, nuestros deseos y
aversiones, nuestras esperanzas y desesperanzas, nuestros temores y audacias,
as como el impulso agresivo se disciplinan y objetivan en nuestro propio ser y
constituyen una segunda naturaleza de hbitos, las virtudes ticas.
La constancia en el juicio es tambin una conducta constante en todas las
circunstancias, en las ms extremas variaciones de la fortuna.
Fuera de la razn y de la verdad no puede haber ms que sombras y
apariencias de la virtud; la mentira de las ideas y de los gestos elevados.
Nosotros, modernos y progresistas, hemos perdido el sentido del ser y la
capacidad para la verdad hasta el punto de acusar una indiferencia absoluta
hacia lo que es, hacia todo lo que es esencial y sustantivo; no reconocemos
validez nada ms que a las ilusiones y a los simulacros ideolgicos donde se
reflejan las pasiones y los intereses dominantes en cada momento. As nos
hemos puesto a construir la Ciudad de los hombres sobre bases de artificios y
convenciones arbitrarias que slo remedan exteriormente a los antiguos e
inconmovibles fundamentos; y con una materia envilecida, contrahecha y
lamentable.
Esta ciudad demasiado humana, que pretendemos construir enteramente
solos, aunque pongamos en el frontispicio de la Constitucin que Dios es fuente
de toda razn y justicia, se va agrietando y desmoronando sin que pueda
terminarse su edificacin en las almas; se cae y se vuelve a caer apenas se ha
conseguido apuntalar sus muros como si su lgica fuera la contradiccin
misma, como si llevara la revolucin infinita es sus entraas, como si se
problematizara ntegramente a cada instante.
Por esto es que desde fines del siglo XVIII, vienen proliferando
escandalosamente, como la ms horrible plaga, los revolucionarios,
reformadores y proyectistas polticos. Hasta Jorge Sand no puede ocultar su
indignacin ante la nueva profesin del siglo; y eso que escriba en la mitad
primera del XIX: Cuntos Cristos crees t, que pueden nacer en un siglo? No
te espanta e indigna como a m, el nmero exorbitante de redentores y
legisladores que aspiran al trono del mundo moral269?
269
270
Cf. FRIEDRICH ENGELS, Ludwig Feuerbach y, o. c. I. Sin datos respecto de la versin utilizada por el
autor.
Fedn, 68 c 69 a.
Fedn, 69 a c.
muestra en la luz de un medioda; por eso es que han recurrido desde Marx y
Engels, al recurso diablico de presentar su utopa en la forma de la teora
rigurosa, de la ciencia objetiva, universal y necesaria; y como se trataba del siglo
XIX, revistieron su programa poltico con la apariencia del saber exacto y
experimental; desarrollaron sus supuestos ideolgicos con un simulacro
metodolgico calcado sobre la ciencia fsico-matemtica, el nico legtimo y
vlido para la mentalidad dominante.
Y apenas un siglo despus de la publicacin del Manifiesto Comunista y
ochenta aos despus de la aparicin de El Capital de Marx, el Socialismo
Cientfico parece haberse transformado en una fuerza arrolladora de las almas y
de las instituciones en el mundo entero.
La presentacin del rgimen comunista como un desenlace necesario
conforme a las leyes que rigen el curso de la historia, tan rigurosamente
demostrado en la apariencia dialctica, como la cada de un cuerpo o el
movimiento de los astros, nos descubre el secreto de su penetracin y difusin
en las almas, principalmente de los llamados intelectuales, que son sus reales
predicadores y propagandistas. Y tambin comprendemos, a travs del
testimonio de este simulacro de la sabidura, de esta ficcin sutilsima de la
ciencia reconocida y acatada, cul es la fuerza y el poder de la inteligencia y de
la palabra.
Hasta la voluntad que quiere aniquilar la vida espiritual y borrar todo
rastro de Dios en la memoria del hombre, se vale todava del espritu, de una
falaz y engaosa imitacin de la Sabidura y de la Verdad para llegar a la
consumacin de su iniquidad si ello fuera posible.
Y tan slo la Sabidura y la Verdad prevalecern contra la mistificacin de
la Verdad y de la Sabidura.
BIBLIOGRAFA
NDICE
Nota preliminar a la segunda edicin
Carta de Coriolano Alberini dirigida al autor con motivo de la
primera edicin
Prefacio
PRIMERA PARTE
Nuestra mentalidad de modernos
Leccin I
Leccin II
Leccin III
Leccin IV
SEGUNDA PARTE
El magisterio socrtico y el problema de Alcibades
Leccin V
Leccin VI
Leccin VII
TERCERA PARTE
El conocimiento de s mismo y la conquista de un pensamiento
libre
Leccin VIII
Leccin IX
Leccin X
Leccin XI
CUARTA PARTE
Leccin XXVII
Leccin XXVIII
Leccin XXIX
BIBLIOGRAFA
NDICE DE NOMBRES Y DE TEMAS