Principe de La Libertad
Principe de La Libertad
Principe de La Libertad
NICOLS MAQUIAVELO:
EL PRNCIPE DE LA LIBERTAD
Tutor:
Autor:
CARACAS-2007
INTRODUCCIN
NICOLS MAQUIAVELO:
EL PRNCIPE DE LA LIBERTAD
Introduccin: .................................
La idea de la Libertad en Spinoza y Hegel
La herencia de Maquiavelo3
Capitulo I
La concepcin del Estado en Nicols Maquiavelo.9
La distincin entre el gobierno y la Sociedad Civil..13
Capitulo II
Florencia: esbozo del Ritratto Totalitario y del Ritratto
Republicano...26
El Padre Poltico de Maquiavelo el legado del canciller Coluccio Salutati......34
El gran negocio de la Guerra: frutos para la libertad o la tirana.40
Slo se hace la guerra si se defiende la libertad42
El Ensayo democrtico florentino.44
La Constitucin de Florencia de 1413, un ejemplo de ensayo republicano..46
Captulo III
Maquiavelo y el Crisol de la Libertad58
El amor al pueblo y del pueblo o lo universal
concreto..66
La Nueva Ciudad republicana....71
Bases de la Nueva Ciudad..73
Maquiavelo, Spinoza y Hegel: el camino hacia la
Libertad..77
A manera de Conclusin89
Bibliografa Consultada.. 91
En Poltica,
Sin embargo, no es cuestin
de eleccin de medios, pues los medios
gangrenados no se pueden
curar con agua de Lavanda..
G.W.F. Hegel
Capitulo I
LA CONCEPCIN DE ESTADO EN NICOLS MAQUIAVELO
modelo de gobierno
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La sociedad civil es aquella parte del corpus estatal que est conformada por la
gran mayora de los ciudadanos que no participan directamente en la otra sociedad,
es decir, en la llamada sociedad poltica. As, un miembro de la sociedad civil puede
decirse que es aquel ciudadano que no ostenta un cargo pblico o administrativo,
propio de quienes velan por la seguridad de lo pblico y por la ejecucin de las
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y todos sus siervos, a quienes, como ministros y por su gracia, concede la facultad
de ayudarle a gobernar su reino, o por un prncipe y por barones, los cuales no
gobiernan por gracia del seor, sino que por la antigedad de la sangre tienen ese
grado. Estos tales barones tienen tambin estados y sbditos propios que los
reconocen por seores y que le profesan natural afecto. (Cfr.: Nicols Maquiavelo,
El Prncipe, trad. de Jos Rafael Herrera, Los Libros de El Nacional, Caracas 1999.
Pg. 30).
La primera nocin de forma de gobierno (esto es: por un prncipe y todos sus
siervos a quienes, como ministros y por su gracia, concede la facultad de ayudarle a
gobernar su reino), es la clara explicacin del imperio de la sociedad poltica, que
se despliega como gobierno y Estado a la vez. Se trata del concepto de un gobierno
basado en la pura autoridad coercitiva, legitimada por la gracia de Dios y de un
lder supremo que lo representa, y que es la viva imagen de un sector de individuos
que, unidos por intereses comunes, de sangre o de fe, pasaron a constituir un Estado
exclusivamente entendido como sociedad poltica, sin participacin alguna de la
sociedad civil, la cual, bajo semejantes regmenes, carece de entidad, siendo, ms
bien, y en el mejor de los casos, frgil y gelatinosa.
Un gobierno sustentado solo en su sociedad poltica, como amo y seor del resto
de la sociedad es, por su propia condicin, una clara expresin de gobiernos
autocrticos, totalitarios, bien de tipo fascista, de extrema derecha, o bien de tipo
bolchevique, de extrema izquierda, y podramos decir de un tercer tipo, distinto,
pero que conserva los factores caractersticos de las dos formas tradicionales de
gobierno antes expresadas, siendo este tercer tipo el llamado Gendarme
Necesario, categora poltica que representa una institucin poltica original, creada
por Laureano Vallenilla Lanz, en el ao de 1919, durante el gobierno del General
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Juan Vicente Gmez; una explicacin de este concepto de gobierno poltico nos la
ofrece su autor en los siguientes trminos: As, el Gendarme Necesario crea en
Venezuela lo que el autor denomina Cesarismo Democrtico, un rgimen basado
fundamentalmente en el ascenso al poder de caudillos provenientes de la entraa
ms profunda del pueblo, quienes se imponen por la va de las armas en la guerra
civil cuando tienen el apoyo colectivo, y luego son desplazados del poder por la
muerte o por el veredicto popular, tambin en conflictos armados civiles. El
Cesarismo Democrtico implica el origen popular de los caudillos que gobiernan.
Excepto Bolvar, y quiz Guzmn Blanco, los otros caudillos que asumieron la
funcin del Gendarme Necesario son todos populares.(Cfr.: Laureano Vallenilla
Lanz, Cesarismo Democrtico, Prologo de Gonzalo Ramrez
Cubilln, EDUVEN, 2000, Pg. 13-14).
A los efectos del presente estudio, y a la luz de esta nueva categora poltica,
conviene sealar que la clsica distincin de los trminos de sociedad poltica y de la
sociedad civil -que se derivan directamente del anlisis hecho por Maquiavelo en El
Prncipe-, el Cesarismo Democrtico constituye una especie de incursin o presencia
efectiva de la civilizacin oriental y del predominio de la sociedad poltica sobre la
sociedad civil en los pases de clara tradicin o, en todo caso, de formacin occidental,
lo que representa un evidente retroceso ideolgico y poltico para esos pases y el
quiebre de su condicin civil republicana.
Pero, antes de ahondar en este aspecto, conviene analizar en qu consiste la
concepcin del Estado moderno-occidental para Maquiavelo. Estado, en sentido
occidental, dice el autor de El Prncipe, es aquel sistema de gobierno en el cual el poder
se sustenta sobre el siguiente factor constitutivo, es decir, que est conformado: por
un prncipe y por barones, los cuales no gobiernan por gracia del seor, sino que, por la
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antigedad de la sangre, tienen ese grado. Estos tales barones tienen tambin estados y
sbditos propios que los reconocen por seores y que le profesan natural afecto (Cfr.:
Op. cit., p. 30).
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antigua multitud de seores, reconocidos en aquel estado por sus sbditos y amados por
ellos: tienen sus preeminencias y el rey no puede quitrselas sin peligro. Quien
considera, pues, lo uno y lo otro de estos estados encontrar dificultad en adquirir el
estado del Turco, pero vencido ste es muy fcil retenerlo. As, por anverso, se
encontrar por cualquier respecto ms facilidad para ocupar el puesto del rey de Francia,
pero gran dificultad para retenerlo. (0p. Cit. Pg. 31)
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con facilidad se refrena. Despreciable lo hace ser tenido por voluble, ligero,
afeminado, pusilnime, irresoluto: de ello un prncipe debe cuidarse como de un
escollo, e ingenirselas para que en sus acciones se reconozca grandeza, animosidad,
gravedad, fortaleza. Y acerca de los manejos privados de los sbditos ha de querer
que su sentencia sea irrevocable; y que se mantenga en tal opinin que nadie piense
ni en engaarlo ni en bufarlo. (Op.cit., p86).
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CAPITULO II
La situacin poltica de finales del siglo XIV en Italia era muy distinta a la del
resto del occidente. Mientras en Francia, Espaa e Inglaterra se consolidan los Estados
monrquicos y en Alemania se vislumbra la unificacin y consecuente dominio de
pequeas ciudades que poco a poco disuelven su condicin feudal, en Italia no haba
seal de cambio poltico, cosa que el propio papado promova:. El papado y sus
puntos (condotta) de apoyo, tenan justamente la fuerza necesaria para impedir
toda futura unidad, sin ser l mismo capaz de crear una unidad por su parte (Jacob
Burckhardt, La Cultura del Renacimiento en Italia, Losada, Buenos Aires, 1952, p. 8).
Entre
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Repblica formada por todas esas ciudades-estado italianas del siglo XIV-XV, es decir,
en pleno Renacimiento. Tanto es as que el papado considerado como una especie de
partido poltico, mantuvo a raya cualquier efervescencia de ideas o ideales ticopolticos, con la mayor fiereza y represin pero, aun as, con el tiempo, la fuerza de las
ideas lograr traspasar las garras positivas del dominio religioso: hombres como
Maquiavelo, Leonardo Da Vinci, Giordano Bruno, Galileo Galilei, son una referencia
esencial para el surgimiento de la civilizacin moderno-occidental, sobre todo si se
pretende mostrar el valor de las ideas por encima de los prejuicios y de los dogmas.
La mayor parte de los estudiosos y crticos, consultados para la elaboracin del
presente trabajo, coinciden en sealar que durante el Renacimiento se promovi y
fertiliz el cambio social y cultural, siendo el Renacimiento, de hecho, una autntica
revolucin del espritu: un nuevo plan del orden de las formas, del entender e interpretar
los ideales griegos y romanos. No se trata de una simple o superficial imitacin de los
clsicos: se trata de buscar la referencia esencial, la slida base de apoyo, nada menos
que sobre los hombros de gigantes, con el premeditado e irreverente propsito de
cambiar el mundo: La cultura humanstica, que florece entre los siglos XIV y XV en
las ciudades italianas, se manifest de modo especial en el terreno de las disciplinas
morales a travs de una nueva aproximacin a los autores antiguos; se concret en
mtodos educativos practicados en las escuelas de gramtica y de retrica, se realiz en
la formacin de los dirigentes de las ciudades-Estado a los cules ofreci tcnicas
polticas ms refinadas. Sirvi no slo para redactar cartas ms eficaces sino tambin
para formular programas para componer tratados, para definir ideales, para elaborar una
concepcin de la vida y del significado del hombre en la sociedad (Cfr.: Eugenio
Garin, Ciencia y vida civil en el renacimiento italiano, trad.: Giulio F. Pagallo, EBUCV,
1972, p.8-9).
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ideas con los dems y sujetndose a las normas de la sociedad (Cfr.: Baruch Spinoza,
Tratado Poltico, Alianza, Madrid, 1985, p.15. V. tambin: Tratado de la reforma del
entendimiento, LUZ, Maracaibo, 1968, 8-27 y 9-4).
Por un lado, este llamado a compartir las ideas con los dems es el principio
bsico de la vocacin espiritual del Filsofo-Educador; por otro lado, el sujetarse a las
normas de la sociedad indica una clara tendencia a vivir dentro de un corpus jurdico y
poltico-social republicano, de clara vocacin democrtica, nico lugar en el cual se dan
concomitantes el poder expresarse, y, en consecuencia, el compartir ideas y valores, y el
de sujetarse a las reglas del comn. Es por ello que Spinoza, siguiendo en buena medida
la leccin de El Prncipe de Maquiavelo, nos muestra su camino a la democracia, sin el
cual, en su opinin, la sociedad quedara sujeta al modelo impositivo caracterstico de la
tirana. Exhortacin similar veremos, ms adelante, en los Escritos polticos del joven
Hegel y, especficamente, en sus reflexiones sobre La constitucin Alemana.
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Ningn funcionario deba ser nombrado por eleccin popular, bajo pena de
asolacin del lugar o ciudad, culpables de semejante fechora y degradacin
de los ciudadanos que eran reducidos a la servidumbre.
Recurriendo a los mtodos de tortura y crueldad, sin los cuales a los orientales,
no es posible arrebatarles una moneda de las manos.
El pueblo dej de existir como tal, slo qued una masa pasiva e indistinta de
vasallos.
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piensen y, con sus ideas, planteen y hagan posible el camino de la libertad, tal como lo
hizo Santo Tomas de Aquino en medio de la fuerza religiosa:
fue que, por entonces en aquella poca Renacentista-, Santo Tomas de Aquino,
vasallo nato de Federico, estableciera la Teora de un Rgimen Constitucional, en el
cual se imagina al Prncipe apoyado en un senado nombrado por l mismo y en una
representacin elegida por el pueblo. Estas ideas se desvanecieron en el mbito reducido
de las aulas, (Op.cit., p10).
Pero, tal vez, algn Alumno lo ley con mayor detenimiento y atencin, e interpret
sus reflexiones para luchar por hacerlas realidad. Entonces se comenz a crear una voz
disidente, filosfica, pensando en que las ideas no cambian, que son inmutables,
mientras que la realidad, el mundo real, s cambia constantemente. Y de esa tensin
superior, entre el principio inmvil Parmenidico y el cambio constante Heraclitiano,
saldra, bajo la manga de la mano de un buen alquimista, alguna sustancia, como la
piedra filosofal, o en todo caso el oro, elementos que conformaran la naturaleza de la
idea de un rgimen Republicano constitucional. Claro que todo esto est por verse
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(en este caso, el estado, casi siempre con sntomas bacteriales o febriles) y le receta
la dosis ms apropiada, en recipe que debe seguir, junto con otras indicaciones no
menos pertinentes. En este sentido, Maquiavelo es heredero de Salutati. Tambin podra
decirse que El Prncipe es un comentario de las enfermedades particulares del estado,
junto con las indicaciones correspondientes para su cura o mejora, incluso en medio de
regmenes tirnicos. Porque Maquiavelo estaba convencido de que un Principado, capaz
de establecer las bases para la creacin de un Estado unido, puede anteceder a la
Repblica. Y conviene, de hecho, tener presente esta interpretacin, la hora de hacer un
balance histricamente objetivo de El Prncipe.
En todo caso, la minuciosa revisin de la paciente Florencia, por parte del
docto Salutati, es expresin de su inters por conquistar un algo nuevo y mejor, no slo
para la histrica ciudad, cuna de la democracia moderna, sino, por ende, de toda la
Humanidad. En una nota, escrita el 19 de agosto de 1384, y en la que se delinean los
caracteres del buen gobierno: Salutati seala:
Magistrados serenos, no proclives a la venganza y a la ira, atemperados y pacficos,
que expresan la voluntad de los ciudadanos (Cfr.: Op.cit., p38).
Este deseo de tener buenos gobernantes, de tener un gobierno republicano con
poderes, equilibrado y al servicio del pueblo, parece convertirse en un capricho altruista;
pero tambin se manifiesta como un pensamiento adecuado a la razn y a la libertad,
como una norma a seguir por parte de cualquier persona que comprenda lo poltico
como sustancia civil y convierta sus ideas en voluntad de verdad, para la concrecin del
buen gobierno. Pero esto no se queda solo aqu: el Canciller seala los ms comunes
errores o vicios que hacen y siguen haciendo los que detentan el poder: Es nefasto
poner al frente del estado a quien no plazca, a quien desagrade al pueblo Perjudica
que el gobierno sea asumido por ineptos, por el que no sepa aconsejar por el bien de la
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el amor a la libertad, podr soportar que tantas nobles ciudades, tantos castillos, sufran
las brbaras devastaciones provocadas por los franceses, enviados por los dignatarios de
la iglesia a la depredacin de toda Italia, a enriquecerse con nuestros bienes, a abrevar
en nuestra sangre? Ms crueles que los Galos, ms atroces que los Tesalios, ms infieles
que los Libios, ms brbaros que los cimbrios, han invadido Italia en nombre de la
iglesia: hombres sin fe, sin piedad, sin caridad, que cuando no confan en sus propias
fuerzas se aprovechan de nuestras discordias; y para sojuzgarnos, las suscitan, las
favorecen, las alimentan. (Op.cit., p35).
Este llamado a salvar el pas (la Italia dividida y sometida por las potencias
polticas y econmicas de la poca), nos da a entender lo extenso de las apetencias
ilimitadas y de las necesidades de los hombres de entonces. Incluso, mucho tiempo
antes de que nuestro Maquiavelo escribiera El Prncipe, ya estos problemas estaban en
boga en Italia, y Coluccio Salutati, simplemente, nos hace una gua poltica de lo que
siente y piensa un hombre preocupado por su territorio escindido, sin espritu nacional
ni objetivos comunes, cada cual por su lado. Salutati se propone educar, e indicar a sus
coetneos, los principales factores que no permitan el desarrollo y mantenimiento de
una forma poltica republicana, frente a las potencias de la poca: Espaa, Francia,
Alemania, y, en menor medida, el papado en Roma. Incluso, en la propia Italia, se
ejercitaban, con una conducta belicosa, reyezuelos y guerreros, quienes diriman a
sangre y fuego, con espadas y mosquetes, sus apetencias y deseos, con el consabido
golpe al pueblo civil y la destruccin de vidas y propiedades. Se ha llegado a decir que
slo durante la peste los guerreros guardaron sus armas en la Europa Renacentista. Por
lo menos en algo s coincidan los italianos de la poca: en un espritu provinciano,
tendente a aplastar a toda otra regin que se opusiera a sus particulares intereses. Por
ello, un siglo y medio mas tarde, un pensador holands, siguiendo a Maquiavelo,
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levantara su voz para legitimar el derecho de la conciencia disidente. Podra decirse que
fue Spinoza quien logr delinear lo que, casi siempre, a muchos pensadores se les hace
difcil: el hacer pblica, abierta y directamente, la necesidad de protestar ante semejante
orden de las cosas. A partir de ese momento, y como nunca antes, la libertad de
expresin se convierte en factor sine qua non, indispensable para poder establecer un
sistema de gobierno del tipo Republicano democrtico, sin crceles para los pensadores
ni telas de araas creadas por la censura: As, a pesar del imperio de la censura religiosa
y el terror poltico, inspirado en las lecciones dadas por Maquiavelo, Spinoza nos dice,
teniendo por teln de fondo la Holanda del siglo XVII, lo siguiente: El Estado actual
debe controlar directamente los asuntos religiosos (TTP. Cp. XIX,) y permitir, en
cambio, la libertad de Expresin sobre todo tipo de cuestiones (TTP. Cp. XX)
(Op.cit., p25).
Ese Estado por el cual clamaba el buen Spinoza, profundo conocedor de la Vida
Florentina y de la obra de su principal filsofo, Nicols Maquiavelo, tiene su punto de
partida en los textos de Coluccio Salutati. Si Salutati ha inspirado en buena medida la
forma ments de Maquiavelo, es menester concluir en el hecho de que, aun
indirectamente, ha inspirado la definicin spinociana del Estado moderno occidental,
diseado por encima del absolutismo, siempre a la sombra de sus religiones oficiales
y de su consecuente maquina de censura. Salutati, Maquiavelo, Spinoza: se trata del
respeto por las ideas para el correcto funcionamiento de la Republica de la Libertad.
Ms all del oscurantismo del pasado, el nuevo Estado deber, como dice Spinoza,
Respetar la libertad de pensamiento (Cfr. TTP, XX. V. tambin: Atilano Domnguez.
Libertad y democracia en la Filosofa Poltica de Spinoza, en: WWW. Spinoza, Poltica
y Libertad, 2008).
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para doblegarle. Conviene recordar que eran tiempos de Inquisin. Salutati no fue
quemado en la hoguera, a pesar de que, para un cristiano que siempre vivi bajo su
ardiente fe; est clarsimo que ese tipo de retaliacin terminar por producir en sus
costumbres un cambio radical, sometido al juicio que le hicieran los que saben de
Dios, es decir, los que mandan. La institucin catlica, apostlica y romana, mantena
una suerte de terror poltico, social y psicolgico sobre los fieles. Y mientras el terror
funciona es fcil hacer negocios financieros y comerciales, vender bulas papales y
cobrar los diezmos. El control de la mente y del cuerpo de los fieles era decisivo para
poder seguir sustentando el poder omnmodo. A Salutati fue una vctima ms, un
eslabn en una cadena de sancionados. Ms tarde, le tocara a Bruno y, luego, a Galileo.
Pero tambin a Spinoza, tan slo por decir algo distinto sobre el sistema poltico del
gobierno de Holanda, es decir, por fabricar potentes lentes Spinoza, como se sabe,
viva de su trabajo como pulidor de cristales, segn la definicin dada por la cultura
de la poca a los optometristas de nuestro tiempo-, unos lentes las ideas- en extremo
especiales, las cuales le permitan ver mas lejos y con mas detalle que las dems
personas. Y por eso se le castig, porque, siguiendo el ejemplo de sus predecesores
italianos, tuvo el arrojo y la decisin de escribirlo y comentarlo su negativa a rendirse
ante la autoridad poltico-religiosa.
Pero conviene volver a referirse al Canciller, pre-maquiavlico, Salutati, el cual,
aun excomulgado, no se amilan y continuo con su critica constructiva, al denunciar las
cosas mal hechas, al hacer un precursor de la crtica filosfica, es decir, de cimentar las
bases para la denuncia intelectual y moral. Estos pensadores estaban evitando los
crmenes a los cuales ya la gente estaba acostumbrada, en la guerra del vaticano y la de
los prncipes y emperadores por el poder: Pero si no vacil su fidelidad a la iglesia de
Cristo, no por ello se atenuaron sus temibles acusaciones entre las que no hay que
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olvidar la carta sobre los estragos de Cesena, denunciados a todos los reyes y prncipes
de la tierra. De un lado, las atrocidades de las milicias bretonas de Roberto de Ginebra,
del otro, el programa poltico florentino: qu no debemos hacer por la libertad? Slo
sta, creemos, legitima la guerra. (Op .cit., p.36.).
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No sin razn se afirma que de un gran maestro slo pueden brotar buenos
discpulos y, ms aun, mejores hijos para el florecimiento del Espritu. As parece haber
ocurrido con Leonardo Bruni D Arezzo, el cual nos dice claramente quien fue el
Maestro de sus aprendizajes filosficos y polticos:
Si he aprendido el griego, obra es de Coluccio; Si he profundizado en la literatura
latina; obra es de Coluccio: si he ledo, estudiado, conocido poetas, oradores, escritores
de toda suerte, es obra de Coluccio. El venerable Coluccio ha sido para Bruni padre e
inspirador: por l conoci los ideales de libertad que se encuentran en el principen
imperatorem (Op.cit., p.46).
.
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est unida, para una defensa comn, por las leyes y por las palabras, (Cfr.: G.W.F.
Hegel, La Constitucin de Alemania. Aguilar. Trad. Dalmacio Negro Pavn. Mxico.
1981. Cp. I, P. 22.).
Esta Unin constitutiva de una Republica distinta, unida por el principio tico, y
al mismo tiempo, moralmente diversa entre los miembros de su sociedad civil, aunque
capaz de proteger y beneficiar al dbil, y portadora de leyes penales que castiguen al
poderoso con ms fuerza, junto a los principios de libertad, igualdad, paridad,
hermandad y defensa del territorio, si es necesario, con la fuerza de las armas,
declarando la guerra slo si se pone en peligro la libertad, se antecede a los principios
supremos de la Ilustracin, a la Revolucin francesa y, pensamos, fundamenta el
modelo de una Republica basada en la libertad. De modo tal que bien podra afirmarse
que la idea de un Estado republicano y libre, en el sentido moderno-occidental, es
hechura de los italianos. Lo cual incluye la contribucin terica de Nicols Maquiavelo,
el cual reforzara esta concepcin de un pueblo que lucha contra la opresin, con un
profundo sentido de unidad y pertenencia cultural y lingstica. Y es que ese despliegue
cultural y lingstico nos hace pensar en Florencia como, precisamente, la cuna del
Renacimiento y de la Revolucin Francesa: Filosofo, Bruni verti a Platn y
Aristteles, buscando en ellos la doctrina moral y poltica: esboz en eficacsimas
pginas el nuevo ideal de cultura humana, y mostr, apoyndose en los textos de los
padres, cmo ese ideal no se contrapona a la palabra de Cristo. Historiador insigne,
celebro en la historia de Florencia la gloria de un pueblo libre (Op.cit., p. 49.).
Pero no todo fue un ensayo democrtico en Florencia y tambin para l Minerva luce
armada: El sumo filsofo cede ante el sumo capitn (), Exclamara en el Discurso
pronunciado en presencia de la Magnifica Seora y de todo el pueblo (), la maana
de San Juan Bautista de 1433. (Ibid..).
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Y esto es, no pocas veces, habitual en la comunidad filosfica, esto es: que por no
saber mentir, y para no ser mrtir, el filsofo, o el pensador, tengan que hablar en
sentido figurado, y hasta potico, cuando se acercan las manos del verdugo, o del
inquisidor, tal como lo hizo a Galileo, para no correr la misma suerte de Giordano
Bruno.
Precisamente, en Florencia se lleg a semejante modo, y nadie poda hablar de las
fallas del estado o de sus estadistas. Y as: La fractura de la que hablamos antes se ha
acentuado. Para el momento en que los Hombres buenos y Sabios, como Palla di
Nofui Strozzi, eran desterrados y moran en el exilio, la ciudad ideal se disociaba de la
ciudad real. La alternativa que no se le haba presentado a Micer Coluccio, ni siquiera
en los momentos del interdicto, se perfila ahora claramente; y ya en el horizonte se
configura el drama que llevar maana el nombre de Maquiavelo, es decir, a la
necesidad de perder el alma para salvar el Estado modificndole las funciones del
canciller, que ahora s comienza a perder todo peso poltico para convertirse en una
solemne figura decorativa, como Poggio Bracciolin, o en un vanaglorioso ejecutor,
como Bartolomeo Scala . La segunda mitad del siglo conoce el cambio radical de la
vida florentina. (Op.cit., p.53.).
.
Ya con una cancillera con menos poder, poco podra hacer Maquiavelo, sin la
ayuda de los grandes, por su Patria. Pero antes, veamos qu le quedo hacer a los
antecesores de Maquiavelo en la cancillera florentina. Los ms notables hechos de
estos cancilleres florentinos fueron principalmente la dotacin de unas bibliotecas de
alto nivel, pues: en la guarda de los libros se refleja el desarrollo de la ciudad
(Op.cit., p.54-55.).
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Coluccio Salutati, nos presenta un viejo y fuerte deseo de acabar con un modelo
petrificado de caballero andante. Si, es ese deseo de acallar al viejo y oxidado Caballero
de Armadura, lo que le permite construir las bases ideales y los fundamentos del Nuevo
Caballero, que ser llamado ms tarde Ciudadano, proveniente de la vida civil y
deseoso de ser causa y motor de esa misma vida civil, vida de ciudad, Renacentista, que
evita y denuncia la guerra si esta no es para defender la libertad de los pueblos, la
justicia social, el derecho al comercio y la paz. Es por ese ideal de libertad que
precediendo a Maquiavelo, Coluccio Salutati se declara contrario a las milicias
mercenarias peste y estrago de Italia; de aqu, en medio del choque de las armas y en
medio de las instrucciones a los jefes militares, su gran deseo de paz. (Cfr.: Op.cit.,
p.44). Y es ese deseo de paz, de la vida buena, lo que lo lleva a tratar de cambiar su
entorno social, haciendo nuevos caballeros de ciudad, necesarios para la supervivencia
de la humanidad, en los albores de la moderna Gran Civilizacin Occidental, en donde
la vida gira en torno a la ciudad y las relaciones con el mundo. As, en la ciudad, va
tomando cuerpo la conciencia de la civilidad: Aqu Coluccio vive en su ciudad; aqu
vive Florencia y la cultura florentina se hace una con su historia: aqu los clsicos son
educadores de un pueblo y alimentan una nueva prctica poltica. Si en Petrarca el
retorno de las humanae litterae halla una expresin individual y gua hacia el
descubrimiento de regiones inexploradas del alma, en Salutati deviene experiencia
abierta a todos: se estructura en una visin de la vida capaz de una gran fuerza
expansiva. Es la civilizacin florentina que se desenvuelve armnicamente en unidad
de una ciudad ejemplar. Su voz resuena en Polonia, en Hungra, sobre Bsforo y las
playas de frica, en Espaa, Francia e Inglaterra, y anuncia una nueva primavera de la
vida humana (Cfr.: Op.cit., p. 44-5). Y esta Primavera del espritu, en el cual el
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Capitulo III
Maquiavelo y el crisol de la Libertad
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y mazos y, rompiendo las paredes y los techos, haba visto la luz de los nuevos tiempos,
la nueva realidad, el camino de la Libertad, del pensamiento y de la investigacin
creadora, comprendiendo y aprehendiendo que ser libres significaba ser tambin
inventores, cultores de una nueva y ms racional sociedad, de una nueva medicina, de
un nuevo derecho civil, de una nueva fsica, y de cualquier otra nueva obra que se
sustenta sobre el pensamiento humano. Ser rebeldes, en suma, creadores irreverentes: y
se fue su nico pecado.
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En tiempos del surgimiento de la manu-factura (el hacer con las manos), ha sido,
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Esta distincin entre un principado como producto de los partidos o grupos polticos
y el principado como producto de los anhelos del pueblo, nos hace inmediatamente
pensar en una lucha de clases entre los poderosos, los que no manejan el poder, y el
pueblo. Es cierto que no se puede generalizar, ni aplicar frmulas mecnicas para
interpretar los conceptos y las experiencias de una poca en particular. Pero lo que s
parece estar claro es que Maquiavelo se inclina hacia el lado del pueblo, que elige a su
representante, para estar protegido bajo su imperium, y que al analizar esta autoridad
concedida a una persona, es decir, electa por consenso como prncipe, estamos
verdaderamente ante un modelo de forma de gobierno Republicano y democrtico. Es
evidente el hecho de que Maquiavelo haya seguido la terminologa que le es propia a su
poca
cualquier estocada represiva, y porque slo leyendo entre lneas nos damos cuenta de la
Irona utilizada por Maquiavelo, quien no puede hablar ni directa ni abiertamente, por
tener que escribir bajo el dominio de los poderosos, del Papa, de los Reyes y de los
Seores, con no muy buen gusto de or cosas en contra de la forma de gobierno
monrquico. Y quien ms saba de reyes y prncipes, dado que por lo menos desde 1498
ocup el cargo de Canciller, era l: Maquiavelo tena que llevar y traer cartas oficiales y
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reunirse con los reyes y sus cortes. Y as lo hizo en Francia, Espaa y Alemania.
Adems, debi lidiar con los condottieri de Provincia, diseminados por todos los
estados en que estaba dividida la actual Republica Italiana, finalmente unificada a partir
de 1870.
Resultado de la relacin dialctica de la reflexin filosfica y de la experiencia
poltica, su arriesgado y fructfero estudio histrico, tanto en el campo de las formas de
gobierno, como en la comprensin de los caracteres esenciales de los hombres, y
particularmente de quienes se relacionan con el poder, nos parece que, entre aciertos y
desaciertos polticos, fue reforzando en Maquiavelo, junto con algunas de las ideas de
los intelectuales florentinos, el deseo por contribuir con a su Florencia natal y, desde
all, a toda Italia, a fin de ensayar la unidad de la forma de gobierno republicana, en
donde el ciudadano es baluarte y pieza clave del desenvolvimiento de los gobernantes.
Todo ello, para evitar la barbarie propia de los gobiernos despticos y tirnicos, que
tanta destruccin haba de traer a Italia y Europa.
Con el propsito de encontrar una nueva y ms civilizada forma de gobierno,
democrtica y republicana, alejada de los vicios del personalismo oriental, en El
Prncipe el lector podr encontrar textos como ste: Dice Maquiavelo, haciendo
referencia e inclinndose tcitamente del lado del pueblo: Porque el del pueblo es un
fin ms honesto que el de los grandes, queriendo stos oprimir
y aqul no ser
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poderes constitutivos del Estado moderno. Ante esta realidad de ayer y hoy, Maquiavelo
recurre a consolidar, poco a poco, una base parmendica, esto es: no mutable y
universal. Esa base es la idea de Libertad popular. Pero, aqu, su idea de libertad para el
pueblo se abre hermosamente y se despliega en aquello que se ha dado en llamar
sociedad civil. En suma, no ser solo el pueblo llano, campesinos y comerciantes: sern
tambin los intelectuales y los profesionales de las ciencias y de las artes, es decir,
quienes ms conocen, los que se enfrentarn a ese status quo en el que se ha convertido
el arte de los polticos tirnicos. Y, asimismo, el verdadero artista, creador y
vanguardista, sumar sus manos y su pensamiento en funcin de esta gran lucha, no
slo contra lo externo, el Prncipe y sus vasallos, sus guerreros condottieri y el Papado,
o las grandes potencias extranjeras. Ahora la lucha por la libertad es tambin interna, en
medio de lo ms profundo del pensamiento, del alma del hombre. Es necesario superar
la tradicin medievalista, bizantina, de clara herencia oriental, y, con ella, los viejos
arquetipos del gobierno autocrtico. Y limpiando todo vestigio de lo viejo, del espritu
tirnico, se propone la formacin de una nueva mente que se resiste al viejo modelo del
pensamiento. Se trata de comprender que la realidad, tal cual, est en lo natural y en lo
humano -porque es material e histrica- y que por ser creaciones humanas las formas
polticas de gobierno, y por estar stas en situacin de retraso respecto de los nuevos
tiempos que se avecinan, es menester darle paso a una nueva organizacin de la poltica.
As, el hombre slo ser libre en la medida en que se ensanche y consolide la sociedad
civil.
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medida en que los hombres son presa de la ira, la envidia o cualquier afecto de odio, son
arrastrados en diversas direcciones y se enfrentan unos con otros. Por eso mismo, hay
que temerles tanto ms cuanto ms poder tienen y por cuanto son ms perspicaces y
astutos que los dems animales (Cfr.: Baruch Spinoza, Tratado Poltico, trad. de
Atilano Domnguez. Alianza Editorial, Madrid, 1986, p. 92).
Esta comparacin real del hombre con los dems animales, si bien no representa
algo nuevo, pues ya Aristteles haba dicho que el hombre es un animal poltico, y
Hobbes, muy cercano a Spinoza, afirmaba que el hombre es el lobo del hombre,
indica, ms bien, un factor importante a comprender, es decir: lo irracional que se puede
volver el hombre en su lucha, en su deseo por obtener el poder poltico, y lo ms bestial,
que se puede comportar para conservarlo. Pero es que realmente el hombre es as, y
Maquiavelo slo hace un ensayo sobre cmo se comporta y se ha comportado el hombre
en la lucha por tomar el poder y luego por mantenerlo, quedndose aferrado a ese poder.
Lo que hace Maquiavelo, y luego Spinoza, en su Tratado Poltico, puede verse grosso
modo, como un aporte a la comprensin de lo humano, a fin de humanizar,
precisamente, el conflicto interno y externo que siempre ha existido entre los hombres
por ese abstracto y real concepto que significa manejar el poder poltico del Estado, ya
que con ello los hombres se sienten como dioses, con todo a su alcance; por lo menos en
lo que pueden obtener o arrebatar mediante su astucia o incluso por rapia, porque, si se
nos permite la metfora, all donde slo los sabios pensadores y los dioses tienen su
stand, all, en lo ms puro del pensamiento como manifestacin del trabajo espiritual del
intelecto, no pueden ellos, esos torpes polticos y dirigentes, montar su exposicin y
vender sus productos.
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En esta construccin del nuevo Estado como obra de arte como magistralmente
lo define Jacob Burckhardt en sus clebres estudios sobre el Renacimiento italiano-, y
ms especficamente, como una obra de arte de y para la libertad, sin fanatismos ni
fundamentalismos, sin justicieros de la sombras ni gendarmes necesarios, enfatizan,
una y otra vez, estos grandes pensadores republicanos: Si dos se ponen mutuamente de
acuerdo y unen sus fuerzas, tienen ms poder juntos y, por tanto, tambin ms derecho
que cada uno por si solo. Y cuantos ms sean los que estrechan as sus vnculos, ms
derecho tendrn todos unidos. (Op.cit., p.92).
Esta idea de unidad de los hombres de un mismo lugar es, sin duda, sinnimo de las
fundaciones en que descansar el concepto esencial del Estado moderno, es decir, de la
republica. As, se convierte en un concepto de ciudadana y espritu de unidad nacional,
valores importantsimos y vitales para una Republica democrtica. Cuando se presenta
la afrenta en contra del Estado, cuando en la rivalidad con otro Estado se aplica la
poltica por otros medios, en suma: cuando hay clarines de guerra, si hay un verdadero
sentimiento de unidad nacional, y una cohesin natural, no ser difcil para un prncipe
prudente tener firmes los nimos de sus ciudadanos, antes y despus del asedio, cuando
no les falte ni cmo vivir ni cmo defenderle. (N. Maquiavelo, Op.cit., p. 56).
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y la violencia, y que las precauciones que un prncipe pueda llegar a tener le permitirn
ordenar y mantener con vida su sistema republicano, hasta donde, objetivamente, lo
permita el espritu universal e histrico, siempre cambiante y siempre indigente, en
busca de nuevas y ms hondas experiencias de vida. Porque, a pesar de todo, y en no
pocas oportunidades, la Virtud se puede imponer frente a la Fortuna, venciendo, de este
modo, a la propia condicin natural de los hombres. Es, en suma, el sujeto que logra
tomar consciencia de s mismo, a fin de superarse a s mismo. Esta es la gran lectio, la
gran contribucin, que Maquiavelo le ofrece a la conciencia moderna. Maquiavelo
busca sin descanso una salida a la crisis de su tiempo, una posible solucin al problema
del desgarramiento poltico y cultural de su poca: y es por ella -(por la amistad
necesaria entre prncipe y pueblo)- que un prncipe sabio debe pensar un modo por el
cual sus ciudadanos siempre, y en cualquier calidad de tiempo, tengan necesidad del
estado y de l: y por ahora y siempre le sern fieles. (N. Maquiavelo, Op.cit., p.54).
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el cual se ha luchado y, a la vez, por lo que representa esta efervescencia a viva voz del
sentimiento de defensa del nuevo Estado. Este es un ejemplo fidedigno de lo que
significa la integracin orgnica de los ciudadanos con su gobierno, representando, as,
la idea de un Estado bien equilibrado, de consenso, capaz de estrechar la mano de sus
ciudadanos. Es, adems, y en ltima instancia, la razn de ser del Estado republicano
moderno. La concepcin de la vida civil se impone, por vez primera, sobre la barbarie y
el despotismo, incluso al considerar la naturaleza misma de los hombres. No hay
Principatibus si no hay consenso ciudadano. Este es el mensaje y la advertencia de
Maquiavelo: Porque los hombres son siempre enemigos de las empresas donde se vea
dificultad, y ninguna facilidad puede verse en asaltar a uno que tenga su tierra gallarda y
no sea odiado por el pueblo. (Op.cit., p.55).
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difcil... Porque todas las ciudades nuevas- tienen murallas y fosos apropiados, tienen
suficiente artillera, tienen siempre en los almacenes pblicos qu beber y qu comer y
con qu calentarse por un ao,
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Que se tengan Ordenanzas y leyes para los ciudadanos y, por supuesto, para los
gobernantes.
Sin lugar a dudas, esta ciudad, o prototipo de ciudad, es un ejemplo de convivencia
republicana y democrtica. Y, al analizar el elemento de produccin de alimentos,
pensamos que Maquiavelo va aun ms lejos, y est dando grosso modo, las
caractersticas del nuevo Estado, ms justo, equilibrado y democrtico, que los Estados
que hasta entonces haban existido. Al revisar esta idea, que ubicamos en El Prncipe,
(Captulo X, De qu modo se deben medir las fuerzas de todos los principados),
sentimos la clara nocin, implcita, de que Maquiavelo desea, dentro de si, que esta
regla de apreciacin sea tomada como modelo para construir los nuevos Estados
autnomos, autosuficientes y, por supuesto, en correspondencia con el apoyo de la
sociedad civil, razn de ser de todo Estado moderno. Y ste llega a ser mas humano si
notamos que hay un prncipe prudente: no ser difcil para un prncipe prudente
tener firmes los nimos de sus ciudadanos, antes y despus del asedio, cuando no les
falte ni cmo vivir ni cmo defenderse. (Op.cit., p.56).
Y continuando con esta reconstruccin de los Principios republicanos, en El
Prncipe, la prudencia se vuelve una virtud, prctica que nos lleva a encontramos con
dos fundamentos, necesarios y determinantes, de lo que ser en el futuro el Estado
Moderno. Y esto est representado por las buenas leyes y las buenas armas. Y ya que
no puede haber buenas leyes donde no hay buenas armas, y donde hay buenas armas
conviene que haya buenas leyes, yo dejar a un lado el razonar de las leyes y hablar de
las armas (Op.cit., p.60).
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Estos soldados a sueldo, por supuesto, son un estorbo para la idea de una
Republica e, incluso, para una concepcin democrtica del Estado, porque siempre van
a representar un peligro, atroz, para los ciudadanos y para el Estado mismo, por el hecho
de que en ellos predomina una relacin estrictamente enajenada del uso de las armas.
No operan por Virtud, ni por convencimiento, ni por entrega: actan, ms bien, en
funcin de intereses mezquinos, estrictamente materiales y casi siempre, se podra decir,
barbricos. Es por ello que Maquiavelo, vislumbrando el futuro promisorio de un
ejrcito nacional, indica claramente que Las armas han de ser operadas o por un
prncipe o por una Repblica (Op.cit., p. 62).
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non sua vi. Nixa. Porque, en efecto, Nada es tan dbil e inestable como la aureola de
poder que no se sostiene en su propia potencia. (Op.cit., p.69).
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Sin lugar a dudas, Spinoza toma partido por una Republica sustentada por el
Pueblo, por la Multitud, es decir, y precisamente, por la sociedad civil. Es ste un
legado que Spinoza ha encontrado en Maquiavelo, junto con su idea de la Republica
Democrtica. Por eso mismo, es enftico al afirmar el valor del poder del Estado que
proviene del libre pensamiento y de la accin del pueblo: El poder del estado es
absoluto, porque es el poder de todos los sbditos unidos en un solo hombre o persona
moral. Ese poder o derecho es
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De tal manera que, al ser el hombre un Dios para el hombre, su praxis poltica se
hace condicin necesaria para establecer el cambio poltico en el Estado. En tal sentido,
Spinoza considera a Maquiavelo como un promotor universal del cambio y de la
libertad poltica:
Maquiavelo ha mostrado, con gran sutileza y detalle, de qu medios debe servirse un
prncipe al que slo mueve la ambicin de dominar, a fin de consolidar y conservar un
estado. Con qu fin sin embargo, no parece estar claro. Pero, si se buscaba algn bien,
como es de esperar de un hombre sabio, parece haber sido el probar cun
imprudentemente intentan muchos quitar de en medio a un tirano, cuando no se pueden
suprimir las causas por las que el prncipe es tirano, sino que por el contrario, se
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acrecientan en la medida en que se le dan mayores motivos de temor. Ahora bien, esto
es lo que acontece, cuando la masa llega a dar lecciones al prncipe y se gloria del
parricidio como de una buena accin. Quizs haya querido probar, adems, con qu
cuidado debe guardarse la multitud de confiar su salvacin a uno solo. Ya que, si ste
no es ingenuo, como para creer que puede aguardar a todos, debe temer continuas
acechanzas; de ah que se ver forzado a protegerse ms bien a s mismo y a tender
asechanzas a la multitud, en vez de velar por ella. Me induce a admitir ms bien, esto
ltimo, el hecho de que este prudentsimo varn era favorable a la libertad e incluso dio
atinadsimos consejos para defenderla. (Cfr.: B. Spinoza. Tratado Poltico, op.cit., p.
121-2).
En esta cita de Hegel, se define claramente la razn de ser del Estado: concederle
bienestar a sus ciudadanos, a la sociedad civil, estando esta sociedad civil a gusto con el
corpus jurdico y poltico del Estado, producindose una relacin de reconocimiento
recproco, en la cual nadie abusa de sus derechos ni evita el cumplimiento de sus
deberes. Ante la crtica del gran pensador florentino y promotor de una nueva visin del
Estado, es decir, de la conformacin del Estado Moderno, Hegel seala: La
sobrentendida finalidad de Maquiavelo de erigir a Italia en Estado, se ha malentendido
por ceguera de quienes la consideraron nada ms que como una justificacin de la
Tirana, un espejo dorado para un opresor ambicioso. Pero, aun aceptando esto, se dice
tambin que los medios son detestables; ah las trivialidades de la moral tienen amplio
campo de juego (como sacar a relucir que la moral no justifica los medios, etc.). Aqu,
sin embargo, no es cuestin de eleccin de medios, pues los miembros gangrenados no
se pueden curar con agua de lavanda. Una situacin en la cual el veneno y el asesinato
son las armas habituales no reclama remedios delicados. La vida en descomposicin
slo se puede reorganizar mediante los procedimientos ms vigorosos. (Cfr.:G.W.F.
Hegel, Ibid.).
Emblemticas y contundentes son estas palabras las de Hegel. Su lectura nos lleva a
imaginar situaciones reales, en las cuales slo el derecho a la legtima defensa es la
opcin de un Estado republicano y, en consecuencia, libre. En una repblica, en efecto,
no desaparece la fuerza ni la coercin. Estn sometidas al consenso de las leyes, y no a
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fija al hombre en el suelo; de esta manera su libertad est restringida por un enorme
conjunto de vnculos; pero el mar lo lleva ms all de estas limitaciones: el mar
despierta el nimo; invita al hombre a la conquista y a la rapia, pero tambin a la
ganancia y a la adquisicin (Lezioni di filosofa della storia, La Nuova Italia,
Florencia, 1947, Vol. I, p.218). (Cfr.: Norberto Bobbio, La Teora de las formas de
gobierno en la historia del pensamiento poltico. Trad.: Jos F. Fernndez Santilln,
FCE, Mxico, 2001, p.147-8).
Estos bellos pasajes, nos indican la importancia del territorio para el desarrollo
humano y, a la vez, le permiten a Hegel manifestar un sentido de totalidad universal en
el desarrollo de las civilizaciones: dicho de otro modo: a un cambio en el tiempo
corresponde uno en el espacio, lo que acontece, como el cambio temporal, en cierta
direccin. La direccin en la que se da el paso de una civilizacin a otra a travs del
espacio, es la que va de Oriente a Occidente, es decir, la que corre en direccin del sol es posible que, para la poca renacentista, Maquiavelo y Leonardo tuvieran sobre sus
cabezas ese poder del sol a su favor-, pero Hegel, quien no quizo hacer profecas, afirma
en varios lugares que Norteamrica es el pas del futuro, o aquel al cual en los tiempos
venideros se orientar el inters de la historia universal( Cfr.:Op.cit., p.233).
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A manera de Conclusin.
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BIBLIOGRAFA CONSULTADA
Atilano Domnguez, Libertad y Democracia en la Filosofa Poltica de Spinoza,
(Documento en lnea) disponible: Web. Spinoza y Poltica. Mayo 2007-2008.
Antonio Gramsci, notas sobre Maquiavelo, sobre la poltica y sobre el Estado
Moderno. Ediciones Nueva Visin, Buenos Aires, 1977.
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Baruch Spinoza, Tratado poltico, Trad. Atilano Domnguez, Alianza Editorial, Madrid,
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Constantino Maradei D, Justicia para mi pueblo, Trpode, 1976.
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Marx y Engels, Los Fundamentos del Marxismo, Ed. Nacional, Mxico 1976.
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Robert Grenne- Elffers Joost, Las 48 Leyes del Poder, Atlntida, 2007.
Sun Tzu, El Arte de La guerra, Era Luz, Caracas, 2001.
Vladimir I. Lenin, El Estado y la Revolucin, Lenguas Extranjeras, Pekn, 1975.
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