John Mackay El Sentido de La Vida
John Mackay El Sentido de La Vida
John Mackay El Sentido de La Vida
I El Sentido de la Hombridad
Tena razn Carlos Wagner al afirmar que: "Hay algo ms raro
que un gran hombre: es, un Hombre". Es verdad que es ms fcil ser
mdico, abogado, literato, artista o ingeniero, que hombre. Y, por lo
mismo de ser la profesin de hombre la nica universal, es ella a la
vez la ms bsica e importante de las profesiones humanas.
Qu significa ser hombre, todo un hombre? Dnde se
encuentra un verdadero humano y cmo se le conoce? Creyeron
encontrar uno aquellos campesinos Ibsenianos que salieron al
encuentro del joven clrigo Brand, al haber cruzado ste, en frgil
botecito, las aguas embravecidas de un fiord noruego, para cumplir
con lo que crea su deber. "Hace tiempo que nos hablan del buen
camino", dijeron a Brand, "y nos lo indican con el dedo. Ms de uno
lo ha sealado, pero t eres el primero que lo ha seguido. Un milln
de palabras no valen lo que un hecho. Por eso venimos a buscarte en
nombre de todos, porque lo que nos hace falta es un hombre". Tambin
Pi latos aquel escptico y timorato gobernador romano de Judea,
crey ver todo un hombre en cierto reo que le hicieran comparecer
ante l en ocasin inolvidable. "Ecce Homo", dijo a los ruines
acusadores del Nazareno. "He aqu el Hombre".
La cualidad del hombre, en el sentido cabal de la palabra,
Unamuno la ha llamado "hombridad". Nos cuenta, en uno de sus
ensayos, que, leyendo al gran historiador y psiclogo portugus
Oliveira Martins, le hiri la imaginacin la voz "hombridade"
que ste aplicaba a los castellanos. "Hombridade" le pareci un
hallazgo. Conforme la emplea Unamuno, esta voz encierra cualidades
ms amplias que la simple probidad u honradez indicada por
"hombra de bien". Su sentido es mucho ms comprensivo y viril que
"humanidad", o "humanismo", voces que se hallan estropeadas por
oler a pedantera, a secta, a doctrina abstracta. Hombridad es "la
cualidad de ser hombre, de ser hombre entero y verdadero, de ser
todo un hombre". "Y son tan pocos los hombres", agrega Unamuno,
1
El hombre verdadero ha de ser, en primer trmino, la negacin
de ciertos arquetipos bastardos que gozan todava de mucho
prestigio, ya sea entre las muchedumbres, ya sea entre la lite
intelectual o social.
Un arquetipo humano muy clsico, que goza de notorio
prestigio entre cierto sector de la sociedad, y en algunos pases ms
que en otros, se llama Don Juan Tenorio. Don Juan, que recibiera
primero personalidad literaria en "El Buscador de Sevilla", de Tirso
de Molina, comparte con Fausto el triste honor de ser el personaje
ms universal de la literatura europea desde el Renacimiento a esta
parte. Quin es Don Juan? Por cierto que entre los Don Juanes de
Tirso, de Zorrilla, de Moliere, de Byron y los de una ciudad
sudamericana, hay marcadas diferencias de sensibilidad moral. En el
fondo; sin embargo, son idnticos. Don Juan no cambia; blasona
siempre la misma ensea: "Yo y mis sentidos". Pero, con todas sus
bravatas y aires de guapo, es un perfecto calavera a quien la lujuria ha
entontecido. Es rara vez un gran apasionado; antes casi siempre un
fro calculador. Hace alarde de su libertad. Vive, no obstante, en la
esclavitud ms absoluta, ya que lo manejan a su antojo los impulsos
de la carne o los mandatos irresponsables de un perpetuo
"porque s". Hace poco el distinguido mdico espaol Dr. Maran
dej caer una bomba en el campo tenorista, llamando a Don Juan,
"una monstruosidad biolgica". Empero merece ste el calificativo,
pues no tiene vuelta de hoja que as moral como fsicamente resulta
un ser anormal.
2
Otro arquetipo humano, ms culto y conecto quiz, pero no
menos bastardo y subhumano, es el "snob". El "snob" pertenece a la
Antigua y Aristocrtica Orden del Pavo Real. En virtud de la sangre
que corre por sus venas, o la posicin social que ocupan, o las
propiedades que poseen, o la cultura que han adquirido, los
3
El tercer arquetipo de hombre que carece de hombridad es el
eglatra. Este hace del Yo y sus intereses el mvil de toda actividad.
Pretende crearse un cosmos que gire sobre el eje de s mismo. Don
Juan era egosta, pero no eglatra, ya que sus acciones no estaban
inspiradas en la idea objetiva del Yo, sino en una simple pasin camal.
Lo propio podra decirse del "snob". Este acta indudablemente
por egosmo, pero mientras lo que le mueve es el buen tono o la
buena opinin de alguna lite, lo que mueve al eglatra es el afn
desmedido de colocarse a s mismo en el centro de todo cuadro,
haciendo que todo le sirva de medio para la realizacin de sus fines,
sin que l sirva de medio para ningn inters ajeno.
Seguir en todo instante la voluntad y el inters propios, sin
consultar para nada los ajenos, no es sino una forma aristocrtica de
la locura. El perfecto voluntarioso, con todos sus aires de caballero
independiente, est posedo del demonio ms trgico de todos, el
demonio del Yo. Nadie puede hacer obra perdurable que tenga por
nico mvil una ambicin egosta. Tarde o temprano el
endemoniado del "Yo" caer de bruces en uno de sus vuelos
temerarios, por encontrarse en las alturas con el ventarrn de alguna
ley universal. "Las estrellas desde sus rbitas pelearon contra
Ssera", dice el antiguo "Libro de los Jueces". Y Vctor Hugo
pregunta en "Los Miserables": "Quin gan la batalla de
Waterloo?"... Y contesta: "Fue Dios!".
Quizs el ms perfecto eglatra que nos ofrece la literatura
es el Peer Gynt de Ibsen. Adoptando ste de joven la ensea de "Ser
yo mismo", se lanza al mundo en busca de fortuna. Tras una serie de
peripecias por pases extranjeros, en el curso de los cuales ha hecho
y perdido varias veces ingentes fortunas, vuelve siendo hombre ya de
barbas blancas, a su tierra natal. Camino de su aldea, entra en una
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Quin es entonces el verdadero arquetipo humano? El que
merece llamarse todo un hombre, posee tres cualidades bsicas.
Es un ser libre que tiene sed de lo real. Su libertad se destaca
cuando se le compara con los tipos anteriores. Don Juan es esclavo
de una pasin baja; el "snob" es esclavo de prejuicios aristocrticos; el
eglatra es esclavo del archidemonio Yo. El hombre verdadero,
habiendo afirmado su libertad frente a sus pasiones, sus prejuicios y
sus ambiciones mezquinas, abre de par en par las puertas y ventanas
d su alma a los soplos y voces que le vienen del mundo real. Tiene
sed de realidad.
El ser humano vive en dos mundos, un mundo de efmeras
apariencias y un mundo de eternos valores. El hombre verdadero,
salido, como los presos platnicos, de las cavernas de las
apariencias, lo contempla ya todo bajo la luz de la Realidad. Se
atreve a mirar de frente al Sol.
Parte del mensaje de Keyserling al mundo contemporneo, es
su insistencia sobre la necesidad de adoptar una actitud pasiva frente
II El Sentido de la Vocacin
Al volver Don Quijote a casa despus de la triste aventura que
puso fin a su primera salida, dirige una frase al labrador Pedro
Alonso, que lo acompaa, la cual resulta de ms hondo significado
que todo el largo y clsico discurso a los Cabreros: "Yo s quin
soy", dice el hidalgo de la Mancha a su incrdulo vecino, "y s qu
puedo ser" y, esto se lo dijo, estando todo molido y maltrecho.
"Yo s quin soy". Esas palabras podran tomarse, por cierto,
como simblicas de la llamada soberbia espaola, que Quijote
encarna. Pero tienen adems un sentido ms universal y humano.
Son palabras de un hombre que se halla firmemente convencido del
papel que le toca desempear en la vida, es decir, de uno, que posee
en grado superlativo el sentido de la vocacin. Quijote saba quin
era. Saba que haba nacido para ser brazo de Dios en la tierra, a fin
1
Sin duda alguna, el sentido de la vocacin es uno de los
sentidos superiores del hombre. Es el sentido que lo lleva a acometer
con desinters y denuedo las ms grandes empresas. En los
momentos obscuros le proporciona luz, en los trances difciles le
infunde nuevos bros. Hace a un hombre superior a todas las burlas y
calumnias, y si, al fin de la jornada, aqul no viera llenadas sus
esperanzas, le ofrecer el consuelo de que otros que han visto la
Estrella de su destino en el cielo de su ejemplo luminoso llevarn a
cabo la obra. De suerte que cabr asegurar que el da que un hombre
pueda decir de veras: "yo s quin soy", conocindose a s mismo a la
luz de una visin nueva de algo que deba hacer en la vida, en ese
mismo da empezar a vivir de veras. De all en adelante vivir en su
obra y su obra en l. Dejar al instante de ser un nadie para llegar a
ser alguien. Ser ya "hidalgo", hijo de algo, vale decir, de sus obras,
o ms bien del nuevo o santo sentido que lo impulsa a emprender
obras.
Mucha falta nos hace ese sentido superior de la vocacin. Su
adquisicin y cultivo vendr a solucionar seguramente una porcin
de problemas graves de nuestra sociedad. Unamuno a expresado
2
Hemos dicho que hay mucha gente, por otra parte, que no siente
como vocacin el papel que desempea. Hace algunos aos se me
brind la oportunidad de realizar una visita a la Penitenciara de
Buenos Aires, en tiempos en que regentaba el establecimiento el
ilustre penalista Dr. Eusebio Gmez. Al cabo de la visita, solicit al
Director se sirviera contestarme algunas preguntas sobre las
modalidades de los penados. Entre los informes que me proporcionara
con ese motivo, escuch una frase que desde entonces ha quedado
grabada en mi memoria. Djome el Dr. Gmez, que muy a menudo,
cuando un penado le deca confidencias en su despacho, deca:
"Seor Director: Yo s ser preso". Saba, es decir, acomodarse
perfectamente al reglamento carcelario, observando la conducta
que ms probabilidades tendra de hacerle caer en gracia con la
superioridad. No senta desde luego ninguna vocacin para
continuar siendo presidiario. Lo que senta era el anhelo de ser
hombre libre; pero, para poder recobrar ms pronto su libertad, tena
que saber ser preso.
"Yo s ser preso". Cuntas personas aprenden a desempear
papeles que no les agradan, para los cuales no sienten ninguna
vocacin! Muchas de ellas son gentes pobres, a quienes la sociedad
ha negado la oportunidad de desarrollar las capacidades superiores
que poseen, condenndolas a trabajar en los mismos oficios que sus
padres y abuelos. Esto es una injusticia magna. Toda sociedad est
moralmente obligada a proporcionar a los hijos de todos sus
ciudadanos, mediante facilidades culturales adecuadas, la
oportunidad para que estos descubran sus aptitudes y elijan
libremente su vocacin en la vida.
Pero hay otro problema mucho ms serio que el de la
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Qu tragedia cuando una porcin grande de los hombres de un
pas busca puestos en lugar de vocaciones! Pongamos el caso del
magisterio. Cun poco son los verdaderos maestros, los hombres
que por amor a la enseanza no suean sino con ser verdaderos
conductores de almas, esforzndose en todo momento por ser
dechados de hombres virtuosos y de investigadores concienzudos!
No escapar a ninguno que est compenetrado del significado de
las luchas, universitarias de la ltima dcada que la causa bsica y
originaria del movimiento estudiantil reformista de la Amrica
Latina fue el sentimiento de trgica orfandad que embarg a los
alumnos al verse sin maestros. "Queremos maestros, queremos
maestros!" He aqu la nota medular del documento histrico que
lanzaron los universitarios cordobeses "a los hombres libres de
Amrica". Cundo se cumplir el ensueo de aquellos y de otros
jvenes estudiantes, de un hogar cultural en que "slo podrn ser
maestros los verdaderos constructores de almas, los creadores de
verdad, de belleza y de bien".
Ser cuando todo aquel que se diga maestro, sea de la
enseanza superior, secundaria o primaria, posea un sentido anlogo
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Ante el magno problema vocacional, no hay como empaparse en
las biografas de los grandes hombres. Ningn joven debe cruzar el
umbral de la mayora de edad, sin haber ledo una o todas esas
colecciones clsicas de biografas que son "Las vidas paralelas" de
Plutarco; "Los Hroes" de Carlyle; "Las Vidas Ejemplares" de
Romain Roland; y de modo especial, "La Vida de Jess" en los
Evangelios. En la lumbre de los hombres superiores es donde debe
encenderse la llama del ideal y atisbarse los horizontes del destino.
La historia nos dice que muchos de los hombres cumbres se
sentan llamados como por una voz sobrenatural a emprender obras
revolucionarias que los han hecho inmortales. Fue se el caso de
Moiss, de Jess, de San Pablo y de no pocas figuras de la historia
religiosa del mundo.
Casos ha habido tambin en que grandes militares,
exploradores y revolucionarios han posedo un sentido mstico de la
importancia histrica del papel que desempeaban y de su propia
importancia como hombres del destino. Coln, por ejemplo, miraba
el descubrimiento del Nuevo Mundo como el cumplimiento de una
profeca de Isaas y se miraba a s mismo como el rgano de la
Providencia para cumplirlo. Su sentido mstico le daba la
intuicin de un continente por descubrir y una voluntad
inquebrantable para buscarlo.
Pero, por lo general, uno da con su vocacin por una de estas
dos vas: el descubrimiento de una capacidad especial, o la visin de
1
La realidad se nos presenta, en primer trmino, como objeto de
nuestro conocimiento de suerte que se nos plantea enseguida un
problema de orden intelectual: cmo pensar lo real?, en qu
consiste la verdad conceptual?
En el terreno del conocimiento el hombre debe ser "cazador de
la verdad", como llamara Platn al verdadero filsofo. Debe
esforzarse por conocer las cosas tal cual son. Libre de todo prejuicio
e inters bastardo, nunca debe dar descanso al cerebro en la tentativa
leal de procurar que haya correspondencia entre los objetos o hechos
que reclaman su estudio y las ideas que se forme de ellos.
La pasin por buscar la verdad en este sentido ha sido rasgo de
multitud de espritus superiores. Unos llegaron a raz de su bsqueda
a una idea rectora que les alumbrara la realidad entera, trayendo la
paz al inquieto corazn. Tales fueron, por ejemplo, el Buda y
Espinoza. Otros hallaron tanta satisfaccin vital en la bsqueda
misma, que se encariaron con ella. Para stos, la misma lucha vala
ms que la victoria. No era la meta sino la carrera lo que les haca
felices. No buscaban el reposo sino la agitacin. Diran con
Malebranche, que "si tuviera la verdad cautiva en la mano, abrira
la mano y la dejara volar, para poder perseguirla y capturarla otra
vez". Pero unos y otros tenan por igual el sentido de la verdad. La
sed de ella era el nico resorte de su vida y a ella juraron eterna
lealtad. No acariciaran a sabiendas el error, ni jams proclamaran ni
vivira a mentira. Eran intelectualmente honrados.
La honradez intelectual es uno de los rasgos ms apreciables y,
por desgracia, uno de los ms difciles de encontrar. Se caracteriza
por el hbito de mantener siempre abiertas las puertas y ventanas de
la mente a las luces y brisas de la realidad, as como por la resolucin
2
Un segundo aspecto de la realidad reclama nuestro acatamiento.
De la misma manera que la correspondencia entre la idea por un lado y
ciertos datos por otro, origina la verdad conceptual, la
correspondencia entre la conducta y ciertos valores eternos origina
la verdad tica. Un hombre moral es uno en que estos valores o
normas se han hecho carne. l se compenetrar de ellos de tal
manera, que sus actos resultarn, la expresin transparente de un ser
identificado del todo con el bien. Har el bien por el bien, y no por
alguna imposicin externa ni conveniencia particular.
La verdad conceptual y la verdad tica estn ntimamente
ligadas. En ltimo anlisis, la ciencia reposa sobre la virtud. De no
haber en el investigador cientfico la sinceridad absoluta, sus
investigaciones tendrn poco valor. Hay, adems, problemas
intelectuales de tal trascendencia, que no tienen solucin aparte
que una actitud determinada frente a la vida. Se pretende, por
ejemplo, definir la ultima realidad. Se quiere indagar el "Por
qu? del Universo y conocer el principio matiz que rige sus destinos.
Para tal caso, como alguien ha dicho: "La tica es la mejor fuente
de clarividencia espiritual". Ella nos ofrece una clave para
interpretar el pavoroso misterio. La realidad es una, y la vida
humana es parte integrante de ella. De suerte que las instituciones de
la conciencia moral tienen valor inmenso. Muy a menudo la lealtad
3
Un tercer aspecto de la realidad nos produce emociones. De la
correspondencia entre la emocin producida y su expresin en un
poema, un cntico, una sinfona, un cuadro o una escultura, surge la
verdad esttica. Cuando se pretende dar forma artstica a lo que no se
siente hondamente, resulta la farsa. Mucha poesa, por ejemplo, es
pura farsa, porque la escribe la cabeza pero no el corazn. Muchos
poetastros haran bien en recordar el consejo de Carlyle de que no se
dijese en verso nada que pudiera decirse en prosa. Farsa son tambin
la generalidad de las piezas oratorias que se pronuncian con motivo
de la conmemoracin de prceres y de efemrides histricas. No hay
lenguaje ms falso y retumbante, ms desmesurado y chilln, que el
empleado en los panegricos con que se celebran tales ocasiones. El
cubo de los superlativos e hiprboles acaba por incapacitar al devoto
para experimentar una emocin elevada o para expresarla en forma
natural y apropiada, aun cuando la llegara a experimentar.
"Para hacer canciones es necesario ser como ellas", dijo
Gotifredo el buhonero a su pequeo sobrino, Juan Cristbal, la
noche que pasaron juntos a orillas de un ro, empapndose en la
msica de la naturaleza. Esta leccin sobre esttica musical no la
olvid nunca el futuro compositor, quien luego hiciera de toda su vida
de artista una sinfona de perfecta correspondencia entre su estado
emocional y la expresin musical que le daba.
Pero tratndose de la verdad esttica hay que reconocer otra
correspondencia tambin: la que debe existir entre la emocin sentida
por el artista y lo que la ocasionara. El verdadero artista siente el
significado universal de lo que contempla, escucha o medita, de suerte
que la expresin que da luego a su emocin no ser una simple
reproduccin realista de la causa de ella, sino una interpretacin de
su significado.
4
La ltima correspondencia a la que nos hemos de referir es
acaso la ms importante de todas. Es, en efecto, la
correspondencia entre la corriente central de nuestra vida y la
corriente central del proceso csmico. Que tal corriente o tendencia
exista, es un postulado de la misma idea de progreso. Que ella est
impulsada por fuerzas de bien y encaminadas hacia el
perfeccionamiento de la persona humana, es un postulado de nuestra
conciencia moral. No hay principio filosfico ms valedero que este,
que "el todo ha de ser bueno". No vivimos en una fantasmagora, a
pesar del alto relieve con que se destacan a menudo el caos y el
misterio de las cosas mundanas. Ni puede creerse por un momento,
a riesgo de derrumbar los cimientos mismos de la razn, que el
Universo no sea esencialmente bueno y que no se persiga a travs de
la historia milenaria una alta finalidad de bien. Si as fuera, la
correspondencia ms bsica que le incumbe lograr a todo hombre es
la de ajustar su vida a la verdadera tendencia de las cosas. Debe
valerse de todos los medios para relacionarse con ella. Dejando que
IV El Sentido de la Amistad
No hay palabra ms sagrada que la de amigo; no hay relacin
ms espiritual y sublime que la amistad.
La relacin entre amigos es ms elevada que la de entre
hermanos, novios o esposos, ya que hay muchos hermanos, novios o
esposos que no son amigos. Es harto frecuente que los hermanos
slo se toleren, que un inters mezquino vincule a los novios, que
1
Cmo definir esta realidad superior? Ella consiste en la entrega
recproca de dos o ms seres humanos, con la ms alta confianza y
los motivos ms puros. Encontrar un amigo, una persona que tenga los
mismos intereses que nosotros, cuyo temperamento sea
distinto pero complementario del nuestro, de cuyo afecto y
lealtad no nos quepa la menor duda, es el hallazgo ms precioso que
nos pueda tocar en la vida. La amistad de tal persona constituye para
todo aquel que tenga la felicidad de tenerla, un estmulo para el
cumplimiento del deber cotidiano, un baluarte en las horas negras de
tentacin y duda, un consuelo en la desgracia y un blanco luminoso
para el esfuerzo constante de la superacin.
Entre los muchos mritos que podra sealarse en aquella
novela maravillosa que es "Juan Cristbal" de Romain Rolland, uno
destaca sobre todos: es la apoteosis de la amistad. Cristbal, figura
tan pica en su grandeza como Brand, pero infinitamente ms humana
y cercana a nosotros que el hroe ibseniano, lleg a ser lo que fue, en
virtud de los amigos o amigas que tuvo a lo largo de la senda de su
vida. Hasta la hora crepuscular ellos siguieron viviendo en l. El tomo
titulado "La Maana", que describe la mocedad de Juan Cristbal,
contiene un mensaje precioso en que se nos pinta en clidos
colores la emocin del nio solitario, al encontrar por primera vez
un amigo de su edad. Despus de un da pasado en paseos por el
campo con su nuevo amigo, Otto Diener, Cristbal volvi solo a su
casa, ya de noche. Su corazn iba cantando: Tengo un amigo! Tengo
un amigo! No vea, ni oa nada, caase de sueo, y se qued dormido
apenas se acost. Pero dos o tres veces le despert durante la noche
una idea fija. Repeta: Tengo un Amigo!, y se quedaba nuevamente
dormido".
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Siendo la experiencia de la amistad de un valor
espiritual incalculable, causa hondo pesar y hasta ira santa el
encontrar tantas parodias que llevan su sagrado nombre. La primera
parodia de la amistad es la que un escritor chileno ha denominado
"amistad tabernaria". Se refera a los encuentros casuales o a las
citas que se dan por grupos de conocidos, en las tabernas, clubes,
cafs, cabarets u otros lugares de reunin pblica. No existe ms
lazo entre los amigos "tabernarios" que el deseo comn de matar el
tiempo, de tomar unas copas, de contar chistes un tanto vidriosos, de
maldecir al prjimo, de hacer la farra. Ellos no se conocen
ntimamente; hasta tienen temor de descubrirse unos a otros. Apenas
se conocen a s mismos. Todos llevan disfraces, para que los
compaeros no vean sus facciones. "Todo el mundo es mscara y
todo el ao es carnaval", puso de ttulo Mariano Jos de Larra a una
famosa stira suya. Esta frase encuadra bien al modo de ser ideales
de los amigos "tabernarios". Al llegar uno de ellos a estar en un
trance difcil, no va donde sus compadres carnavalescos para pedirles
auxilio o consejo, pues sabe bien que sera contraproducente
hacerlo. Desde el da en que alguno no tenga nada con que contribuir
a la farra, los dems le harn el vaco. Que vaya a bailar a otra
parte!
A otra parodia de la amistad podra drsele el nombre de
"amistad utilitaria". Es la de aquellos para quienes todo
"amigo" es una conveniencia, un medio actual o potencial de
fomentar sus intereses. Para ellos, la vida, aun lo ms sagrado que
tiene, se reduce a una especie de pesca, la pesca de favores, honores,
puestos, ganancias. Y como el modo ms rpido y seguro de poder
alcanzar todos estos objetos es contar con el apoyo de "amigos de
influencia", ellos se dedican a buscarse amistad valindose para ello
de todos los resortes a su alcance. "Uno tendr que hallarse mal
parado, para acudir a un amigo", deca un refrn griego. Los amigos
utilitarios cumplen a perfeccin el espritu de ste, ya que buscan
amigos no por la necesidad espiritual de tenerlos, sino por el afn
material de explotarlos. En cuanto estos amigos, por alguna
circunstancia, no pueden o no quieren servir ms los intereses de
quienes les han profesado tanta amistad, estos los hostilizan o los
borran de su memoria.
Va siendo la amistad utilitaria una amenaza de la moralidad
pblica. Se reparten los puestos no en virtud de los mritos
personales de los aspirantes a ellos, sino del nmero de "amigos"
que stos tengan. Ha menester que haya normas tan objetivas e
impersonales para la provisin de empleos pblicos, que slo los
consigan quienes tengan verdadera capacidad y vocacin para ellos.
En todo caso no debe invocarse nunca el sagrado nombre de la
amistad para la concesin de puestos o privilegios a quienes no los
merezcan por sus propias virtudes.
3
La amistad, es decir, la amistad verdadera, supone el
cumplimiento de ciertos postulados. El primero de ellos es que
quien quiera conseguir amigos de alma, ha de empezar por
despojarse de toda mscara.
La vida en las grandes urbes es algo as como un baile
de enmascarados. Los mismos que, se codean todos los das, rara
vez se conocen. Es que todos llevan una mscara de alguna especie.
Unos visten mscara del ceudo funcionario, otros la del hombre de
negocios, que no se desocupa sino para decir lo ocupado que est, otros
todava la del galante hombre de mundo, especializado en
convencionalismos y desdeoso de toda preocupacin superior, en
tanto que una porcin grande de personas ocultan su verdadero ser
tras la mscara de una melancola morbosa y hostil, producto de los
desengaos y del aislamiento espiritual. Entre enmascarados no hay
amistad posible. Si ellos sienten ansias de amigos, tendrn que
quitarse la mscara e ir en busca de espritus congneres que han
hecho lo propio.
Pero dnde? y cmo quitarse la mscara postiza? El lugar
ms propicio para hacerlo es en el seno de la naturaleza. Que los
enmascarados salgan de la ciudad rumbo a las sierras, o la pampa o
S i bi e n l a a mi s t a d t i e ne po s t ul a d os , i mp on e
a s i mi s mo responsabilidades. El que ha experimentado este goce
indecible est obligado a tener un trato amistoso para con todos los
dems. Una amistad superior se sublima cuando los amigos se
esfuerzan por penetrar con el espritu de ella todo ambiente en
donde se mueva. La amistad no debe hacernos egostas. Alguien ha
dicho que "un amigo es el primero que entra despus que todo el
mundo ha abandonado la casa". Cruza el umbral y mira hacia
adentro. Un ser sentado en medio de una soledad pavorosa mira de
reojo al intruso. Pero ste, no con aire de protector, sino con la
sonrisa cndida de amigo, la que desarma toda suspicacia y da
confianza del corazn, estrecha la mano al solitario. He aqu alguien
que viene no para sacarle nada, sino para ofrecerle todo: su amistad.
Vuelve a brillar el sol, un sol primaveral, sobre el pramo helado de
un corazn. Sobreviene el deshielo y tras l, el verdor de la
esperanza que retoa... "Tenga un amigo! Tengo un amigo!". Un
mundo, amistoso, el nico en que la paz y la justicia tendrn
hondas races, vendr tan solo como los amigos transmitan a los
dems el espritu de su amistad.
1
Cada cual siente el Universo a su modo. Puede ser que no
llegue a definir ni para los dems ni para s mismo la impresin total
que aqul le produzca. Sin embargo, el sentido que tenga el mundo
tiene que determinar lo mismo su conducta que su pensamiento. De
modo que todo lo que somos, todo lo que hacemos y todo lo que
pensamos se reduce, en ltimo anlisis, a cmo sentimos el mundo
que nos rodea y del que formamos parte.
Vamos a considerar algunas de las formas principales en que
el universo es sentido.
Hay quienes lo sienten como mquina gigantesca, poseyendo,
por consiguiente, el sentido mecnico de la existencia. Para ellos la
vida y las cosas no son sino piezas en el engranaje de una
mquina csmica. El poder y la eficiencia de sta les admiran,
despertndoles el afn de imitarlos. Puede ser que no hayan
adoptado conscientemente una ideologa materialista; posiblemente
muchos de ellos repudiaran enrgicamente tal imputacin. Pero, si
no conciben el universo como mquina, as por lo menos lo sienten y
el sentido de la mquina los lleva a la apoteosis prctica de los valores
mecnicos.
El sentido mecnico del mundo es el sentido propio de la
civilizacin actual. El chofer, como dice Keyserling, es el individuo
representativo de nuestra poca. Es el hombre simblico del siglo
XX, como lo fueron en pocas anteriores el sacerdote y el caballero.
2
Hay otros que poseen el sentimiento orfanatorio. Se
sienten hurfanos en el Universo. Sin dejar de reconocer que el
mundo est lleno de bondad y ternura, todo les parece ilusorio. Todo
est destinado a hacer olvidar al hombre que es hurfano.
El orfanatorio es de las instituciones humanas la que mejor
encarna el sentimiento de ternura. Hay una poca en la vida de
los pequeos asilados en que stos creen que la buena pareja que
los cuida son sus padres. Suelen decirles " pap" y "mam". Pero
llega un momento en que les entra el desencanto. Carecen de
padres: son hurfanos.
Como hurfanos desencantados viven muchsimas gentes. En
los primeros aos de la vida elevaban a un Padre Celestial su ingenua
plegaria de nios. Pasaron los aos. Fuera por creacin contra la
tutela religiosa del hogar o del colegio, fuera por estudios que
hicieran o una cada moral que sufrieran, ello es que llegaron a
sentirse hurfanos, o por lo menos a creerse serlos, frente a un
mundo que para ellos estaba regido antes por un Padre.
Qu tragedia la de los hurfanos espirituales que hayan
abandonado una fe que no les satisface en la forma en que se le
presentaba en la primera poca de su vida o que rechacen toda
creencia en un ser trascendente por el simple hecho de que la
religin oficial en que se le rinde culto les repugna!. Repudian la
3
Un tercer grupo tiene el sentimiento del cementerio. Es el de
aquellos que viven a base de la conviccin de que todo lo humano, as
lo bello y lo bueno como lo feo y lo malo, va a parar por igual a la
tumba. Todo, por consiguiente, es transitorio y relativo, nada eterno
ni absoluto. Por qu afanarse demasiado, entonces, en reformar
el mundo? Reformar es inmoral. Dejmoslo todo tal cual est.
Resultar ms interesante as. Entretanto, exprimamos de la
vendimia de la vida los jugos ms dulces que contiene y, cuando ya
no haya ms, pues a morir.
Son muy bellos a menudo los cementerios. Se han destinado
para hermosearlos todos los recursos del dinero y del arte. Tienen
rincones que parecen ciudades encantadas. Pasendose por all
cuesta creer que se trata de viviendas de difuntos. Uno espera que
algn rostro hermoso asome tras una ventanita o que algn
caballero abra con gesto seorial la reja de su castillo. Pero estas
moradas, maravillosos remedos de las casas de los vivos, no son sino
cmaras mortuorias. Las pueblan los restos de queridas prendas, que
despus de haber vaciado cada una su cliz fueron deslizndose en
silencio al reposo.
Es la filosofa de un Omar Khayyam la nica que cabe ante lo
transitorio de lo humano y la certeza nica de la muerte? Vale la
pena seguir luchando por un ideal desinteresado? Qu garanta
tenemos que jams se realice? Dado que la nica seguridad absoluta
que tenemos es que todo acaba, no debe ser nuestro ideal gozar
de la vida todo lo que nos sea posible?
Mirando la cuestin con calma, por lo menos podr decirse
que el sentimiento del cementerio nunca ha creado obras idealsticas ni
duraderas, no ha hecho ms que un cementerio del mismo corazn.
4
Queda todava otro modo de sentir el mundo, el sentimiento
ms adecuado y dinmico de todos, el que ms se adentra en las
entraas de las cosas, el que intuye mejor el corazn mismo de la
realidad. Es el que suministra al hombre la visin ms clara de su
significacin en el mundo y que le infunde mayores energas para la
realizacin de su destino. Lo llamar el sentimiento hogareo del
Universo.
La institucin humana que representa, o que debe representar
para ser fiel a su carcter, la cumbre de la espiritualidad, es el hogar.
Este es la esfera del amor, de la confianza y de la perfecta amistad.
Por qu no pensar que el hogar verdadero sea un microcosmos del
Universo? En vez de proyectar a lo infinito la mquina, el orfanatorio
o el cementerio, como lo que ms se, asemeja a la realidad ltima,
por qu no proyectamos el hogar? No se diga que tal procedimiento
es filosficamente ilcito, por estar fundado en un concepto
antropomrfico. Acaso no son conceptos antropomrficos la
mquina, el orfanatorio y el cementerio? Cmo podr el hombre
pensar sino en trminos de los que es, de lo que siente y de lo que
VI El Sentido de lo Cristiano
1
Lo cristiano es una creacin del espritu de Cristo. Es la
expresin de todas las influencias superiores emanadas de Jess que
han propendido a la transformacin de la vida. "Todo lo vital del
mundo occidental", ha dicho el Conde de Keyserling en uno de sus
ltimos libros conocidos "se lo debe al cristianismo". Ello es
indiscutible. La emancipacin de la mujer, la abolicin de la
esclavitud, la legislacin obrera, la educacin popular, las
sociedades filantrpicas, las campaas contra las
enfermedades, la democracia misma y el espritu internacionalista,
todos son productos netos del cristianismo. Todo ello denuncia la
presencia de lo cristiano, de lo de Jess. "Hasta el bolcheviquismo",
dice Keyserling, "el primer movimiento grande que ha renegado de
l radicalmente, ha descendido en lnea directa de l. Sin Jess, sin
l, que proclama el valor infinito del alma humana y da preferencia a
los miserables y afligidos, no sera posible concebir el
bolcheviquismo".
Echemos una ojeada al mundo contemporneo, sobre todo al
frica y a los pases de Oriente, para ver hasta qu punto Jess va
influyendo sobre ellos.
En el continente africano el hombre blanco ha escrito una de las
pginas ms vergonzosas de su historia. Tal ha sido la huella de la
llamada cristiandad en el continente de los negros, que uno de stos
dijo, no hace mucho, que si Cristo volviera al mundo en piel blanca
los negros lo rechazaran. Por muchos siglos los llamados
de
los
hombres
ms
extraordinarios
del
Japn
2
Cualesquiera que sean nuestras opiniones sobre la religin,
sobre el cristianismo y sobre las iglesias cristianas, no podemos
negar que lo que se ha llamado aqu lo cristiano, emanacin del
espritu de Cristo, ha sido y es la influencia ms renovadora que
conoce la historia. En qu consiste la esencia de esta fuerza
superior, y cmo se engendra en las entraas de un hombre?
Lo cristiano es lo de Cristo. Acaso el aspecto ms
revolucionario del pensamiento religioso contemporneo es el
movimiento denominado "vuelta a Jess". Se ha querido remontarse
por el laberinto de la historia cristiana, penetrar ms all de los
credos dogmticos, ms all de la organizacin eclesistica, hasta
llegar a la figura prstina del Galileo. La ensea de este movimiento
ha sido: "Queremos ver a Jess". En el ao 1910 un profesor de la
Universidad de Estrasburgo, Alberto Schweitzer, public un libro
clebre titulado "La bsqueda del Jess histrico", en que estudiara
los esfuerzos hechos hasta entonces para encontrar al Maestro
cristiano. Desde esa fecha han salido otros centenares de Vidas de
3
Lo cristiano como fuerza creadora de amor y no como simple
doctrina est ntimamente ligado a la persona de Cristo. En el
estudio admirable sobre Jess con el que el Conde de Keyserling
concluye su libro "Figuras Simblicas", el filsofo alemn tiene el
gran acierto de relacionar la influencia renovadora del cristianismo,
o, como hemos dicho aqu, de lo cristiano, a travs de los siglos, con
Jess mismo. Este era ms original que su doctrina, y ocupa por eso
un lugar ms central en el cristianismo, que el que ocupa Buda,
Mahoma, Confucio en las religiones por ellos fundadas. Keyserling
da a Jess el nombre de "Mago". Entiende por este trmino que uno
es y que no est en mero proceso de realizarse, uno que posee la
verdad y no un simple buscador de ella, uno que se sirve de sus
conocimientos para modificar radicalmente su ambiente y no un
simple "savant" que atesora sus conocimientos en la cabeza. Jess
LA PROFESION DE HOMBRE
Conferencia pronunciada en el local del Concejo Provincial de
Tarma, por el Dr. Juan A. Mackay, inaugurando la serie de
Conferencias de extensin cultural popular que ha iniciado el Alcalde
Dr. Jos Galvez. Primavera de 1921.
Dr. Glvez:
Sr. Prefecto:
Seoras y seores:
Casi tres meses har que, algo as como el hroe de la novela de
Eca de Queiroz, sal precipitadamente de la Ciudad para la Sierra.
Llegu a este valle de los Andes rendido en cuerpo y espritu, mas
vuestro clima hospitalario, vuestros bosques de eucalptus, vuestros
cerros verdes con un manto de primavera y sobre todo, vuestros
afectos y vuestros hogares, han renovado todo mi ser. Pero, ya que me
siento otro hombre debo regresar a mis labores en la Metrpoli. Ha
llegado el momento de despedirme de vosotros y esto me apena. La
perspectiva tan prxima de mi salida de Tarma me hace sentir una
nostalgia, tal como he sentido pocas veces en mi vida. Es algo igual
a la que experimentaba de nio al dejar todos los aos la quinta
ancestral donde sola pasar las vacaciones de verano; igual tambin a
la que sent al despedirme de Espaa, la bella y querida, la que
guarda hasta ahora en la sombra del Guadarrama un pedazo de mi
alma. S que apenas llegue a las gargantas de la puna, el da de
mi partida, sentir que otro pedazo de mi alma se ha quedado en
las quebradas de este valle como prenda de que, si Dios permite,
regresar a visitaros.
De ser poeta hubiera celebrado en verso mi estancia entre
vosotros, as como las emociones y recuerdos que ella ha
despertado. Hubiera cantado los esbeltos eucaliptus donde duermen
las palomas, los cerros desbravados por los sufridos bueyes, los
andenes incaicos con sus manchones de arbustos; hubiera cantado
los tipos criollos: las pastoras que tejen en el monte y sus hermanas
que andan descalzas por el valle hilando la lana mientras llevan sus
La profesin universal.
Voy a hablaros, seores, del hombre y su vida y de la manera
ms ntima y sencilla. La frase que forma el ttulo de las ideas que
deseo exponer me fue sugerida por una lnea del "Ariel" de Jos
Enrique Rod.
Hallndome desconsolado por no encontrar palabras que
cristalizaran en ntida frase el sentido de todo lo que quera deciros,
Quin es el hombre?
Pero hay un problema ms importante que aqul de los
fenmenos psquicos y un problema anterior a aqul de la vida de la
sociedad: es el problema de la vida personal del hombre, la cual es a
un mismo tiempo la expresin resultante de los fenmenos psquicos
y la clave del agitado problema sociolgico. Es el problema
fundamental de cuantos pueden preocupar el pensamiento humano.
los distintos aspectos de una vida completa. Hay, sin embargo, una
teora del hombre que, tanto por su atrayente idealismo y el prestigio
de su autor, como porque la consideracin de ella formar un
excelente punto de partida para el desarrollo de nuestro propio
concepto, quisiera examinarla con alguna atencin. Me refiero a la
teora de Ernesto Renn.