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ISSN 1852-1606
http://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educacin.
Centro de Investigaciones Socio Histricas
La problemtica actual de los movimientos sociales latinoamericanos es sumamente compleja y cargada de grandes ambivalencias. Por un lado, los cambios
del escenario poltico regional registrados en los ltimos aos, a partir del quiebre
del consenso neoliberal, permiten pensar nuevas alternativas emancipatorias,
ms all de las fuertes diferencias nacionales, as como de la complicada relacin
movimientos sociales/nuevos gobiernos de izquierda o centro-izquierda. Por otro
lado, el continente atraviesa nuevos peligros, que anuncian la profundizacin del
paradigma neoliberal, a travs de la generalizacin de un modelo extractivoexportador, acompaado este por la acentuacin de la criminalizacin de la protesta social, la tendencia al cierre del espacio pblico en nombre de la seguridad
ciudadana, as como por la militarizacin de los territorios, la firma de tratados
de liberalizacin comercial (TLC) y, recientemente, el tratamiento y en algunos
tina).
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casos la aprobacin de leyes antiterroristas en varios pases del continente (Argentina, El Salvador, Paraguay).
En la presente intervencin, nos interesara presentar, a manera de exploracin, algunas de estas problemticas. Sin embargo, antes de ello, quisiramos
plantear ciertas consideraciones generales sobre el estado de las luchas sociales
en la regin latinoamericana y las principales dimensiones que asumen los movimientos sociales.
Movimientos sociales y nuevo escenario regional: las inflexiones del paradigma neoliberal en Amrica Latina
frente a los cambios en la correlacin de fuerzas sociales y las fuertes transformaciones de sus condiciones de vida y reproduccin. En realidad, con todas sus
complejidades y matices nacionales, los movimientos sociales latinoamericanos
han venido desarrollando una dimensin ms proactiva, que abre la posibilidad
de pensar nuevas alternativas emancipatorias a partir de la defensa y promocin
de la vida y la diversidad.
Podramos resumir, aunque sea de manera esquemtica, las principales dimensiones de los movimientos sociales en Amrica Latina.2
1) La territorialidad: en un sentido amplio, tanto en los movimientos urbanos
como rurales, el territorio aparece como un espacio de resistencia y tambin,
progresivamente, como un lugar de resignificacin y creacin de nuevas relaciones sociales. Esta dimensin material, muchas veces comprendida como
auto-organizacin comunitaria, aparece como uno de los rasgos constitutivos de
los movimientos sociales en Amrica Latina, tanto de los movimientos campesinos, muchos de ellos de corte tnico, como de los movimientos urbanos,
que asocian su lucha a la defensa de la tierra y/o a la satisfaccin de las
necesidades bsicas. Sin embargo, desde fines de los 80, el territorio se ha
venido erigiendo en el lugar privilegiado de disputa, primero, a partir de la
implementacin de las nuevas polticas sociales, de carcter focalizado, diseadas desde el poder con vistas al control y la contencin de la pobreza; en
segundo lugar, y ms recientemente, a partir de las nuevas modalidades que
adopta la lgica del capital en los espacios considerados estratgicos en trminos de recursos naturales. Por ello no es casual que, en los ltimos tiempos, el
proceso mismo de construccin de la territorialidad se haya cargado de nuevas significaciones y valoraciones, como lo muestra el desarrollo de
movilizaciones de fuerte carcter socio-ambiental en gran parte de la regin.
En fin, por encima de sus diferencias, los movimientos sociales latinoamericanos se van constituyendo, entonces, como movimientos territoriales, caracterizados por lenguajes de valoracin especficos respecto del territorio, que
enfatizan la defensa y promocin de la vida y la diversidad.
2) La segunda dimensin fundamental de los movimientos sociales latinoamericanos es que estos adoptan la accin directa no convencional y disruptiva como
herramienta de lucha generalizada. En este sentido, la centralidad que ha adquirido la accin directa est estrechamente ligada al contexto de las luchas,
2
Retomamos la caracterizacin realizada en nuestro trabajo Algunos debates y dilemas de los
movimientos sociales en Amrica Latina, Buenos Aires, noviembre de 2006.
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marcado por la gran asimetra de fuerzas. La primaca de la accin noinstitucional pone de manifiesto la crisis y agotamiento de las mediaciones
institucionales (partidos, sindicatos), en el marco de la nueva relacin de fuerzas. En otras palabras, la accin directa no institucional aparece como la nica
herramienta eficaz de aquellos que no tienen poder, frente a los que lo tienen,
en el actual contexto de la gran asimetra. Por ltimo, es necesario decir que, si
bien la accin directa posee una gran fuerza interpelante, lo cual se revela en
su poderosa capacidad destituyente, no desemboca necesariamente en una
accin instituyente.
3) La tercera dimensin remite al desarrollo de formas de democracia directa: en
la medida en que la poltica institucional devino cada vez ms autorreferencial,
ms ligada a una democracia de tipo delegativa y decisionista, la accin colectiva
no institucional se ha encaminado al desarrollo de formas de democracia directa. La democracia directa y la emergencia de nuevas estructuras de participacin que tienen un fuerte carcter asambleario se reflejan en la tendencia a
crear estructuras flexibles, no jerrquicas, proclives al horizontalismo y la
profundizacin de la democracia. En este marco, cobra centralidad la forma
asamblea, en sus diferentes niveles y expresiones, que recrea y potencia antiguas
y nuevas formas de sociabilidad y resistencia, al tiempo que va diseando un
nuevo paradigma de la poltica concebido desde abajo.
4) La cuarta dimensin de los movimientos sociales es la demanda de autonoma, la
cual atraviesa desde los pequeos colectivos culturales hasta las grandes estructuras territoriales u organizaciones de masas. La autonoma, en trminos
generales, aparece no slo como un eje organizativo, sino tambin como un
planteo estratgico, que remite tanto a la autodeterminacin (dotarse de su
propia ley) como a un horizonte ms utpico, a saber, la creacin de mundos
alternativos. En sus versiones extremas, este planteo desafa el pensamiento
de izquierda ms anclado en las visiones clsicas acerca del poder y de los
modos de construccin contrahegemnica.
Asimismo, la demanda de autonoma da cuenta de una transformacin importante en el proceso de construccin de las subjetividades polticas, como
resultado de los cambios que ha habido en la sociedad contempornea en las
ltimas dcadas. Ms aun, podramos decir que la conjuncin entre identidad
territorial, accin directa, difusin de modelos asamblearios y demanda de autonoma han ido configurando un nuevo ethos militante, esto es, un nuevo conjunto
de orientaciones polticas e ideolgicas que configuran la accin colectiva y se
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expresan a travs de nuevos modelos de militancia: militantes sociales o territoriales, militantes socio-ambientales, activistas culturales, entre otros.
Es este conjunto de dimensiones el que atraviesa hoy en da a los nuevos
movimientos sociales, por encima de sus diferencias nacionales y sectoriales, sea
que hablemos de los movimientos indgenas (como el zapatismo), de movimientos territoriales urbanos (las organizaciones piqueteras en Argentina, la Fejuve en
Bolivia, los Sin Techo en Brasil) o rurales (el MST en Brasil) o los movimientos
socio-ambientales (movimientos anti-represa en Brasil, movimientos de resistencia campesino indgena en Per y Ecuador, nuevas asambleas ciudadanas contra
la minera a cielo abierto en Argentina y Chile), entre otros.
Por otro lado, resulta importante destacar la configuracin de un nuevo internacionalismo,3 que va asomando en la arena mundial, de la mano de los movimientos sociales. Ciertamente, a partir de 1999, se han multiplicado los espacios
de coordinacin y foros sociales, que apuntan a la potenciacin y convergencia
de diferentes luchas contra la globalizacin neoliberal. Ms all de las diferencias
ideolgicas y sociales que caracterizan al heterclito movimiento de movimientos, desde Seattle hasta Gnova, Porto Alegre y Nairobi hasta las jornadas globales contra la guerra en Irak, ha venido conformndose un discurso antisistmico, crtico respecto de la globalizacin neoliberal, que reconoce por lo menos
tres elementos comunes: un cuestionamiento a las nuevas estructuras de dominacin, surgidas de la transnacionalizacin de los capitales, que se expresa en la
superacin de las fronteras polticas, econmicas y jurdicas (desbordando y cuestionando la soberana del Estado nacional); el rechazo de la mercantilizacin
creciente de las relaciones sociales, producto de la globalizacin; y la revalorizacin y defensa de la diversidad cultural.
El modo en que estos principios son comprendidos en s mismos y se articulan entre s se halla indisociablemente ligado a las matrices ideolgicas y a los
estilos de construccin poltica de cada movimiento y/o organizacin social.
Pero, de manera ms especfica, mientras que la defensa de la diversidad cultural
ha sido y es un elemento cada vez ms presente en todos los movimientos, por
encima de las diferencias organizacionales y estratgicas, la forma en que estn
articulados los dos primeros elementos depende de otras consideraciones, en las
3
La expresin es de J. Seoane, E. Taddei y C. Algranati en Sader, Emir, Jinkings, Ivana, Martins, Carlos
Eduardo y Nobile, Rodrigo (comp.), Movimientos sociales y neoliberalismo en Amrica Latina, en
Enciclopdia Contempornea da Amrica Latina, Brasil, Boitempo, 2006.
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que cobran relevancia tanto la caracterizacin de los contextos nacionales y regionales como aquellos referidos al tipo de actor social involucrado.
En nuestra regin, a lo largo de los ltimos aos, estos nuevos espacios de
coordinacin
[...] han estado signados particularmente por la evolucin de los llamados
acuerdos sobre liberalizacin comercial y especialmente frente a la iniciativa
norteamericana de subsumir a los pases de la regin bajo un rea de Libre
Comercio de las Amricas (ALCA). Estos procesos de resistencia que supusieron tanto la constitucin de espacios de coordinacin a nivel regional (que
agrupan a un amplio arco de movimientos, organizaciones sociales y ONGs)
como el surgimiento de similares experiencias de convergencia a nivel nacional (por ejemplo las campaas nacionales contra el ALCA) resultan, en el
marco continental y junto a la experiencia de los Foros Sociales y las
movilizaciones contra la guerra, expresin y prolongacin del movimiento
altermundialista que emergi y se consolid en la ltima dcada.4
Ibidem.
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Retomamos aqu algunos desarrollos que elaboramos para el Informe de Alerta Argentina, sobre la
situacin de los derechos humanos en ese pas (Buenos Aires, Tierra del Sur, julio de 2006).
Asimismo, el texto est disponible en el sitio www.maristellasvampa.net/derechoshumanos.shtml.
8
Citado en Ramos, Marcela y Juan A., Guzmn, 2000, La Guerra y la Paz Ciudadana,
Santiago, LOM, p. 217.
9
Tijoux, M. Emilia, Crceles para la tolerancia cero: clausura de pobres y seguridad de ciudadanos, en
Ultima dcada, marzo, nmero 16, Centro de Investigacin y Difusin Poblacional Achupallas, Via
del Mar, Chile, pp.181-194, 2002.
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Sassen, S., Los espectros de la globalizacin, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econmica, 2003.
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En este marco, tanto los movimientos sociales como las diferentes organizaciones de derechos humanos han venido denunciando la fuerte militarizacin del continente, a partir de la implantacin de bases militares norteamericanas en diferentes pases latinoamericanos, de las operaciones militares
camufladas de asistencia social y de gestiones de paz, las fronteras militarizadas, los ejercicios militares conjuntos, el adiestramiento y las transferencias
militares y policiales a fuerzas de seguridad y ejrcito en la regin, y la firma de
convenios que garantizan inmunidad al ejrcito estadounidense, as como la
aparicin de fuerzas paramilitares en el control de reas urbanas y rurales bajo
el pretexto de la seguridad publica. Asimismo, el neoliberalismo armado se
expresa tambin en el avance de leyes antiterroristas, promulgadas bajo la presin directa de Estados Unidos, como ya ha sucedido en El Salvador, en Argentina y en Paraguay,12 o a travs de su reforzamiento, como es el caso de
Mxico.13 De manera ms emblemtica, en Chile se viene aplicando una ley
antiterrorista que data de la poca de la dictadura de Pinochet, y que tiene
como blanco privilegiado al pueblo mapuche.14 La amplia funcionalidad de
este dispositivo represivo puede observarse en el caso de El Salvador, donde
los detenidos en acciones de protesta contra la ley antiterrorista seran juzgados bajo la propia ley antiterrorista...
En este contexto internacional de militarizacin y guerra contra el terrorismo,
es necesario sealar tambin la institucin cada vez ms frecuente de un estado
de excepcin durante las giras de G. W. Bush por diferentes pases de Amrica
Latina. Esto sucedi en la ciudad de Mar del Plata, Argentina, durante la Cumbre de las Amricas, en noviembre de 2005, donde los propios residentes fueron
despojados de sus derechos civiles y tratados como sospechosos, presos de un
indito dispositivo de seguridad (la llamada zona de exclusin, que rodeaba el
lugar donde se llevara a cabo la cumbre). La cuestin se reprodujo ms recien12
En Paraguay, en agosto de 2007, gracias a las fuertes movilizaciones encabezadas por las organizaciones de DDHH, la ley antiterrorista, que ya contaba con media sancin, fue rechazada por el
Senado y devuelta para su tratamiento a la Cmara de Diputados.
13
En abril de 2007, el Senado mexicano aprob reformas a 12 leyes antiterroristas y de penalidad a
quienes financien actividades consideradas terroristas, a pesar de las crticas del PRD, el Partido del
Trabajo (PT) y Convergencia, que sealan que las modificaciones permiten criminalizar la protesta
social. Las reformas consideran terrorista a aquello que atente contra la seguridad nacional o
presione a las autoridades para que tomen una determinacin. (Archivo del Observatorio Social de
Amrica Latina; www.clacso.edu.ar)
14
Vase el artculo de Victor Toledo, Prima ratio: movilizacin mapuche y poltica penal. Los
marcos de la poltica indgena en Chile, 2000-2007, en Revista Osal, nmero 22, octubre de 2007.
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