Elementos de y para Un Debate
Elementos de y para Un Debate
Elementos de y para Un Debate
TRANSCULTURALIDAD:
ELEMENTOS DE Y PARA UN DEBATE*
JESS GARCA RUZ**
FEDERICO FIGUEROA***
Recibido: 9 de julio de 2007
Aprobado: 11 de octubre de 2007
Artculo de Revisin
* Este artculo se tom de la revista El Cadejo No. 10, Guatemala, ICAPI, 2003, anuencia del autor
** Doctor en Antropologa, Director de Investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique, CNRS,
(Francia). Profesor Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales, EHESS, en los programas de doctorado de
Antropologa, Sociologa y Ciencias Sociales de lo religioso (Pars, Francia). jesus.garcia_ruiz@wanadoo.fr
*** Co-director de la revista El Cadejo. e-mail: elcadejo@guate.net.gt
antropol.sociol. No. 9, Enero - Diciembre 2007, pgs. 15 - 62
Resumen
Este texto coloca en la mira uno de los problemas ms discutidos y a la vez
interesantes del debate en las ciencias sociales, a saber, el concepto de cultura,
abordado por el autor desde las diversas perspectivas antropolgicas y
sociolgicas. Este trabajo nos gua conceptualmente por una serie de autores
claves en este debate, desde los inicios de la delimitacin de cultura hasta
los problemas ms recientes planteados sobre ella o relacionados con ella.
El autor realiza un despliegue de aristas investigativas develando elementos
problemticos desde la globalizacin, pasando por la religin en los tiempos
recientes, hasta el asunto relacionado con la validez de los Estados nacionales
como unidades culturales.
CULTURE, INTERCULTURALITY,
TRANS-CULTURALITY:
ELEMENTS OF AND FOR A DEBATE
Abstract
This essay places in the spotlight one of the most discussed, and at the same
time, interesting problems of debate in social sciences, the concept of culture,
approached by the author from diverse anthropological and sociological
perspectives. This study conceptually guides us through a series of key authors
of this debate, from the beginnings of the culture delimitation up to the most
recent problems outlined on culture or related to it. The author carries out
an unfolding of research viewpoints revealing problematic elements from
globalization, passing through religion in recent times, up to matters related
to the validity of the national States as cultural units.
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de las cajas de resonancia que son las oficinas nacionales y los programas
regionales o locales. Esas instancias centrales, a travs de producciones propias
o resultado de pedidos a diferentes actores, postulan definiciones que, con
frecuencia, encasillan la reflexin intentando condicionar su desarrollo con
orientaciones precisas que van en las direcciones de las polticas, es decir, de
la ideologa y de las estrategias que desean implementar.
Se trata de un concepto cuya polisemia se presta particularmente a la
manipulacin, ya que es posible asumir tal o cual variable, tal o cual
perspectiva, y erigirla en referente unvoco y unitario, justificndola a partir
de tal o cual escuela o corriente.
Esta pluralidad la evidenciaron, en 1952, A. Kroeber y C. Kluckhohn (1952),
cuando reunieron 164 definiciones de cultura cuya diversidad recubra un
amplio espectro de significaciones. Consideraban que la que podra servir de
denominador comn es la siguiente: La cultura es la manera estructurada de
pensar, de sentir y de reaccionar de un grupo humano, adquirida y transmitida
sobre todo por smbolos, y que representa su identidad especfica: incluye
los objetos concretos producidos por el grupo. El corazn de la cultura est
constituido por ideas tradicionales y valores que le estn asociados. En 1959,
C. Kluckhohn y E. Strodtbeck (1961) optaron por clasificar las definiciones
de cultura en un sistema de significaciones relativas a las mentalidades, a
los ritos, a los instrumentos de comunicacin, al lenguaje y a las tcnicas,
a los productos, a las instituciones, a los valores que segn su estudio
caracterizan a un grupo determinado confirindole una identidad propia y
diferente de otras entidades humanas.
Este anlisis de C. Kluckhohn y E. Strodtbeck (1961) evidencia el lugar central
reservado al sistema de valores en el acercamiento a una realidad cultural, y
pone en perspectiva las grandes orientaciones adoptadas por una sociedad
determinada que deja aparecer su estructura al tiempo que hace posible
conocer mejor su diversidad.
Si bien es cierto que la clarificacin de los conceptos es una de las necesidades
y condiciones evidentes de la implementacin de polticas publicas (Garca,
2000), no es menos cierto que las disputas por su control son tambin disputas
estratgicas por el control del sentido y significado, por su apropiacin, por
su instrumentalizacin, por su incorporacin a la pertinencia estratgica de
actores, instituciones y organizaciones.
El concepto de cultura es uno de esos conceptos que reenvan a una multitud
de significados: su elasticidad semntica lo ha transformado en un lugar
comn portador de ilusiones culturalistas que obscurecen la realidad en
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vez de esclarecerla, como lo seala Ana Mara Rivera (2000). En efecto, las
ciencias sociales movilizan el trmino tanto cuando se trata de identidad,
de patrimonio heredado, de producciones artsticas y de materiales, que
cuando es cuestin de smbolos, de representaciones, de creencias, etc. De
igual manera, el trmino es utilizado para analizar y comparar las culturas
de clase, las de empresa, las dominantes, las sub-culturas, las contra-culturas,
etc., definindolas de esta manera segn el objeto de estudio de reas
culturales, de temticas o de disciplinas, lo que hace que su definicin est
caracterizada por una verdadera geometra variable.
Incluso si nos restringimos al dominio de la antropologa, que ha hecho de
la cultura un objeto privilegiado de su campo de estudio, la nocin sigue
estando asociada a realidades mltiples desde el proyecto colonial hasta el
ideal de comunicacin entre los pueblos.
Es necesario, no obstante, intentar una definicin? Es grande el riesgo al
hacer intemporal el concepto y al fijarlo, como lo seala Serge Sur (2002),
en su acercamiento al proceso definitorio, porque una definicin a priori
hara correr el riesgo de encerrar en una perspectiva escolar o dogmtica que
dejara de lado lo esencial. Una de las maneras importantes de aprender la
diversidad semntica y, en consecuencia, la complejidad del campo estudiado,
es retrasar la historia del concepto, historizar su recorrido, describir los
debates en que se encuentra implicado en funcin de corrientes, escuelas,
intereses y estrategias.
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Pero el culturalismo tiende a aislar los hechos culturales de los otros hechos
sociales, como si la cultura constituyese una realidad en y por s misma.
Este esencialismo ha sido, sin duda, la causa del distanciamiento, por no
decir de la fosa artificial, entre la antropologa cultural y la antropologa
social, la cual es el origen de numerosos impares tericos, como lo muestran
entre otros los anlisis finos a que M. Dufrenne (1953) someti la nocin
de personalidad de base. Este anlisis minucioso y pertinente evidencia
que la distancia entre instituciones primarias e instituciones secundarias
tiene una capacidad operativa-explicativa muy relativa, pues en realidad
existen interacciones permanentes y constantes entre los diferentes niveles
de la realidad social. En efecto, un cambio en la estructura tcnico-econmica
implica repercusiones sobre la estructura familiar y sobre el conjunto de las
relaciones sociales, lo que conlleva en consecuencia una transformacin
de los procesos educativos, de las concepciones ticas e incluso de las
representaciones y causalidades sociales. En el caso de los cambios socioreligiosos, las nuevas instituciones inciden sobre las relaciones y articulaciones
del parentesco, sobre los comportamientos socio-econmicos, sobre el
sistema educativo, la economa familiar, las lgicas de ascensin social, etc.
De tal manera que, si se permanece en las lgicas explicativas de Kardiner,
nos encontramos obligados inevitablemente a considerar que todas las
instituciones son primarias. Dicho con otras palabras, slo las prcticas
sociales espontneas y no institucionalizadas pueden ser consideradas como
secundarias.
Queriendo aplicar el concepto de personalidad de base a sociedades
complejas, los culturalistas chocaron con la diferenciacin interna que los
caracteriza. Fue para responder a esta dificultad indispensable que Linton
se vio en la necesidad de construir un nuevo concepto, el de personalidad
estatutaria, pero la incertidumbre del concepto, frente a los procesos
de cambio y la dinmica interna y externa de las sociedades complejas, lo
convirti en inoperante.
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Temticas en debate
Una realidad que hoy es evidente es la constatacin y el reconocimiento de la
diversidad cultural, es decir, el reconocimiento de la variedad de modos de
ser y de actuar, que no es otra cosa sino el reconocimiento de la multiplicidad
de maneras de dar sentido-significado al mundo.
Es esta diversidad de los debates antropolgicos que se proponen, lo
que llev a Claude Lvi-Strauss a dar una definicin de la cultura que se
diferencia de las tradiciones, las cuales se caracterizaban por su dimensin
descriptiva-enumerativa y se proponan definir la cultura. Lvi-Strauss pone
el acento en la diversidad, en aquello que las diferencia entre s, afirmando
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Ver el libro del que son editores: Transcultural Leadership. Empowring the Diverse Workforce, Gulf, 1993.
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Interdisciplinaridad y cultura
Los debates que han rodeado a la nocin de cultura y que hacen que hoy
vuelva de nuevo a ser un concepto altamente operativo, se sitan en un
contexto paradjico. En efecto, en el momento en que otras disciplinas se
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nuestros sentimientos, incluso (Hall, E. & Hall, R., 1990). Esto significa que
las conductas expresadas durante las interacciones sociales reposan sobre
modelos estereotipados de comportamientos.
La perspectiva de la cultura como comunicacin es particularmente fecunda:
en sus anlisis avanza que la cultura es esencialmente un sistema de creacin,
de emisin, de retencin y de tratamiento de la informacin. En este sentido,
es la cultura la que determina la manera como los individuos perciben su
medio, incluyendo las concepciones fundamentales del tiempo y del espacio
o las modalidades de recurso a la expresin verbal o no verbal. De igual
manera, los trabajos de E. Hall se implicaron en la formacin de conceptos
para descifrar los mensajes de otras culturas, por lo que se refiere al aspecto
metodolgico. Hall, siguiendo la metodologa de la etnologa clsica, lleva
a cabo observaciones durante las experiencias personales, como fue el caso
cuando ocup las funciones de administrador durante cinco aos de
una reserva de navajo y hopo. Es a partir de entrevistas que lleva a cabo
su trabajo, sobre todo, en lo que se refiere a la dimensin internacional de
sus investigaciones. Sus anlisis de los comportamientos habituales de
comunicacin han desembocado sobre tres dimensiones escondidas de los
mensajes: las relaciones con el contexto, el tiempo y el espacio.
En este sentido, Hall afirma que todo proceso de comunicacin adquiere
sentido en un contexto; la significacin se desprende de la interaccin entre
informacin y contexto. Pero son las formas de referencia al contexto las que
cambian segn la cultura. Es el conocimiento del contexto que el hace posible
la comprensin de los implcitos no explcitos: las reglas de funcionamiento
de una organizacin, por ejemplo, son poco explcitas, pero los miembros
implicados las van aprendiendo a travs de un proceso de socializacin
particular. Igualmente, una discusin de negocios reenva a contextos
multiformes. En otros casos en lo que Hall llama contextos pobres,
los interlocutores ponen rpidamente los puntos sobre las es, emplean
argumentos detallados, concretizndolos a travs de cifras.
Las diferencias en la disponibilidad y en el tratamiento de la informacin
pueden generar malentendidos interculturales. Hall seala que los
norteamericanos (contexto cultural pobre) se quejan de la manera de proceder
de los japoneses (contexto cultural rico): estos ltimos suponen que sus
interlocutores comprendern de qu se trata en funcin del contexto que se
va definiendo progresivamente. Al mismo tiempo, los japoneses consideran
cuando se les presenta un razonamiento lgico en el que cada reglamento
es explicitado que se trata de una tentativa de pensar en su lugar (Hall,
1984).
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Otro factor central es que cada cultura reposa sobre una concepcin del
tiempo que estructura la actividad y la experiencia: los individuos son
portadores de un lenguaje temporal que es diferente segn la cultura, es
decir que lo perciben, lo utilizan, lo hablan diferentemente. Esta dimensin
que ha sido analizada por Norbert Elias en su obra de El tiempo, es retomada
analticamente por Hall, quien distingue dos concepciones opuestas del tiempo
que contribuyen los dos extremos opuestos que pueden ser encontrados en
toda cultura: lo que llama el tiempo monocrono y el tiempo policrono.
En el primero, el tiempo es concebido como un flujo continuo en el que puede
ser diferenciado el pensamiento, el presente y el futuro. El proceso del tiempo
que pasa, del que es posible testificar por el valor numrico, aparece casi
como tangible. Es esta concepcin que da origen a numerosas expresiones
como ganar o perder tiempo, economizar o desperdiciar su tiempo, el
tiempo es oro, el tiempo es dinero. En efecto, estas expresiones traducen esa
concepcin del tiempo casi tangible, que se impone a los individuos. Esta
visin lineal del tiempo permite su segmentacin, a lo cual se pueden asignar
actividades precisas. Esta concepcin est ntimamente ligada al proceso
de organizacin en el sentido de programacin formal del trabajo, lo que
significa que es un componente central del buen desarrollo de la actividad
colectiva. En este universo, la exactitud horaria es una virtud. El horario,
explica Hall, es tratado tambin de manera simblica: si se hace esperar a
alguien, por ejemplo, es porque se le quiere enviar un mensaje relacionado
con el estatuto y la responsabilidad.
En el segundo, es decir, en el sistema policrono, el tiempo es pensado y
tratado de manera menos concreta. Es considerado como una dimensin
lineal autnoma que se impone a los individuos, lo que significa que no es
aislado de los acontecimientos sociales. Los individuos policronos estn
implicados en varios acontecimientos y, sobre todo, en varias relaciones al
mismo tiempo. Este es un aspecto clave del sistema: se asigna la importancia
a la implicacin de los individuos en una red social y al desarrollo armonioso
de los intercambios ms que a la adhesin de un programa preestablecido. La
sumisin no es un horario, sino las lgicas que organizan las relaciones con
los parientes y las personas cercanas. Los individuos policronos, seala Hall,
estn altamente implicados en las cuestiones de los otros y permanecen en
contacto. El conocimiento mutuo es importante. Las organizaciones, en estos
contextos policronos, no pueden funcionar sino en la medida en que estn
dirigidas por individuos que poseen grandes cualidades humanas. La cultura
marca profundamente la relacin con el tiempo, es decir, las relaciones con
las personas y las funciones.
El espacio es, igualmente, un componente cultural del proceso de
comunicacin. La manera de utilizar el objeto tambin es el objeto del
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como finalidad proteger los intereses propios y los de su familia cercana. Los
valores que sobresalen seran la libertad y la autonoma. En el polo opuesto
estn las sociedades colectivas en las que los lazos interpersonales seran
ms fuertes, ya que es el lugar de nacimiento (familia extendida, comunidad,
etc.) el que determina las lealtades y las sumisiones. El individuo se somete
a las opiniones y a los intereses colectivos, lo que garantiza la proteccin del
grupo.
La segunda dimensin es la distancia jerrquica, y hace referencia a las
modalidades de ejercicio del poder y de su aceptacin en las sociedades. Las
desigualdades tienden a transmitirse generacionalmente y son administradas
diferentemente segn las sociedades: ciertas sociedades integran dichas
diferencias e intentan reducirlas, mientras que otras tienden a reproducirlas y
acrecentarlas. En el primer caso, las distancias jerrquicas tienden a reducirse;
en el segundo, por el contrario, se amplifican.
En tercer lugar se encuentra la dimensin relativa al control de la
incertidumbre, que tiene que ver con los niveles de integracin y de
aceptacin del futuro y con lo desconocido que conlleva. Se trata de responder
a la pregunta en qu medida las sociedades toleran las incertidumbres
ligadas a la naturaleza, al destino, a los comportamientos imprevisibles del
humano? En ciertas sociedades, seala G. Hofstede, se construyen formas de
control de la incertidumbre a travs de ideologas que ofrecen una visin del
futuro, mientras que en otras los individuos no se sienten amenazados por
el futuro desconocido, lo que implica que no ponen en marcha dispositivos
institucionales para intentar controlarlo.
La cuarta dimensin opone las sociedades masculinas a las sociedades
femeninas, es decir, se analizan los roles de los sexos en las sociedades.
Las sociedades llamadas masculinas seran aquellas que establecen roles
especficamente masculinos, mientras que las sociedades femeninas hacen
posibles que los dos sexos desempeen roles idnticos. G. Hofstede seala
tambin que en las sociedades masculinas son determinantes los valores
tradicionalmente masculinos: preocupacin por las ganancias, por las
realizaciones materiales, por la grandeza y el prestigio, mientras que en las
sociedades femeninas prevalecen los valores tradicionalmente femeninos:
preocupacin por la calidad de vida, por las relaciones personales, por la
solidaridad, por la discrecin.
En la quinta dimensin, G. Hofstede (2002a) incorpora a las cuatro anteriores,
el inters dominante en las sociedades por el corto o el largo plazo. Se trata de
anlisis llevados a cabo por investigadores de Hong-Kong bajo la direccin de
Michael Harris Bond a mediados de los aos ochenta sobre los valores chinos.
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Ver, entre otros muchos trabajos, CEBIAE, Diversidad cultural y procesos educativos, La Paz (Bolivia), 1998.
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Cf. La memoria entre poltica e Historia, Estudios y Documentos, No.54, Guatemala, Ediciones ICAPI, 2004.
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