Dolto, Lacan y El Estadio Del Espejo - Gerard Guillerault
Dolto, Lacan y El Estadio Del Espejo - Gerard Guillerault
Dolto, Lacan y El Estadio Del Espejo - Gerard Guillerault
0 LACAN
Grard Guillerault
Dolto, Lacan
y el estadio
del espejo
Guillerault, Grard
Do!to, Lacan y el estadio del espejo .. 1 ed. - Buenos Aires: Nueva
Visin, 2005.
304 p.; 19x13 cm. (Freud O Lacan)
Traduccin de Irene Agoff
l.S.B.N. 950-602-509-6
1. Psicoanlisis. l. Ttulo
CDD 150.195
Cet ouvrage, publi dans le cadre du Programme d'Aide a la Publication Victoria Ocampo, bnfice du soutien du Ministere frani;ais des
Affaires Etrangres et du Service 'de coopration et d'action culturelle
de l'Ambassade de France en Argentine.
Esta obra se publica en el marco del Pr.ograma Ayuda a la Publicacin Victoria Ocampo, con el apoyo del Ministerio Francs de
Asuntos Extranjeros y del Servicio de cooperacin y accin cultural
de la Embajada de Francia en Argentina.
ABREVIATURAS
Por comodidad, las obras de J acques Lacan sern mencionadas con abreviaturas:
El y E2 Escritos 1 y 2, Buenos Aires, Siglo veintiuno
editores, 1975-1985.
Los libros del Seminario sern indicados por S seguida del
nmero romano correspondiente a cada uno. Se trata de:
SI El Seminario, I, Los escritos tcnicos de Freud (19531954), Barcelona, Paids, 1981.
S II El Seminario, II, El yo en la teora de Freud y en la
tcnica psicoanaltica (1954-1955), Barcelona, Paids,
1983.
S VIII El Seminario, VIII, La transferencia (1960-1961),
Buenos Aires, Paids, 2003.
S XI El Seminario, XI, Los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanlisis (1964), Buenos Aires, Paids, 1987.
Asimismo, se indicar por:
NOTA LIMINAR
l. LACAN, DOLTO Y
LA IMAGEN
De lo contrario, qu sustento podra invocarse que constituya sin discusin un autntico fundamento para la solidez de su vnculo de colegas? Despus de todo, qu cosa
permitira articular este lazo y fundar esta relaCin sobre
una base no aleatoria, no azarosa de su historia interpersonal, o sobre el juego imprevisible y confuso de las instituciones analticas?
Porque no se necesita ir a buscar muy lejos para recoger
fcilmente otros elementos, capaces de sugerir, a la inversa,
que, bien mirado todo, esa relacin no era tan intensa y
tampoco se sustentaba en la evidencia de un basamento tan
verdadero y profundo. No faltaran argumentos -ya iremos
a ellos- cuyo sentido sera acentuar y subrayar, por el contrario, la disparidad.
Sin embargo, no es posible descuidar lo que se cuenta, lo
que se propala -fundado slo en el rumor o en comentarios
de pasillo (que adems tienen su valor)-, por ejemplo en
cuanto al gran respeto mutuo, dicen, que se manifestaba y
expresaba entre uno y otro, sobre todo con referencia al
ejercicio de la prctica clnica. Fuera de lo que F. Dolto dijo
y seal en cuanto a la calidad clnica de los analistas
formados por Lacan, es tambin de notoriedad pblica que
l mismo se sinti varias veces aliviado por poder derivar
casos difciles y espinosos a su colega.2 Y tampoco podra
desconocerse que el nivel de comunicacin entre ambos alcanz concretamente el grado de un autntico intercambio
conceptual, cosa que trataremos en abundancia ms adelante. No relata F. Dolto haber sido interrogada sobre el Edipo
por un Lacan deseoso de conocer su opinin sobre el asunto?3
Y, de manera coherente con esta primera informacin, no se
citan manifestaciones similares' en las que se insina que
2
Sobre estos dos puntos (entre otros); puede consultarse "L'pope
lacanienne: l'hydre a deux tetes", entrevista reproducida en F. Dolto, Le
fminin, edicin establecida por M. Djeribi-Valeritin y . Kouki, Gallimatd, 1998.
3 Dolto menciona esto en la entrevista filmada que concedi a J,wP,
Winter; cf_ Les images, les mots, le corps, Gallimard, 2002, pgs. 67-68.
4
Atribuidos a S. Falad.
Cabe sealar ms bien que ocup un lugar por entero decisiV en lo que
imagen; ello, a travs del repudio de lo imaginario, supuestamente defectuoso en s y responsable de los atolladeros del
deseo en el humano. 19
Por el contrario, sobran recursos para explicar que la
limitacin por principio a esta orientacin exclusiva de condena de la imagen, combinada con una recusacin de lo
imaginario, sera ignorar que durante toda una primera
poca Lacan la consider -al introducirla por referencia a la
imago- como el concepto fundamental del pensamiento y
la prctica psicoanalticos, siendo cuestin, en cierto modo,
de restaurar entonces su insigne valor, de rehabilitar toda la
importancia que la psicologa le habra restado ... No es posible desplegar aqu este punto, esencial sin embargo para
una justa comprensin de los resortes primeros del lacanismo (y de los malentendidos que pudieron venir a continuacin). Ahora bien, para hacerse una idea a su respecto no hay
ms que releer un texto publicado en los Escritos y que no por
casualidad fue redactado en 1936, a la vuelta del famoso
congreso de Marienbad. Este texto se titula "Ms all del
'principio de realidad"' (El, pg. 67). Lacan emprende aqu,
en efecto, una verdadera (re)ha-bilitacin de la imagen,
convirtindola en el soporte doctrinal que le permite encarar
(ya) su trabajo de reorientacin de las apuestas del psicoanlisis.
Bstenos sealar de qu modo podemos distinguir varias
etapas en la andadura del texto. Al destacar la importancia
(epistemolgica) del problema, Lacan denuncia primero la
concepcin asociacionista que dominaba entonces en psicologa, errneamente empeada en reducir la imagen a lo
ilusorio (El, pgs. 71-7 4). Puede sostener luego, por contraste, todo lo que da valor a la "revolucinfreudiana". Ylo hace
19
Es necesario reconocer a este tema toda su relevancia en la doctrina
lacaniana pues por 's solo exigira una completa reconsideracin, incluso
por haber orientado toda una concepcin de la cura que podra resumirse
en conducir al sujeto de lo imaginario a lo simblico, y que termin
hacindose dogmtica. Y por otra parte, obsrvese que el propio Lacan
se elev contra los excesos generados por esta lectura reductora y
despretiativa al mximo de lo imaginario (cf. El saber del psicoanalista,
seminario indito).
indicando de entrada (o sea, a partir de esta fecha) la dimensin del lenguaje que sin duda debe operar en el anlisis, pero justamente a travs de un recorrido -el de la
cura- donde la imagen (imago) recibe una funcin decisiva
en aquello que dirige su conduccin, incluso para soportar y
elaborar el registro de la transferencia. Lacan da cuenta, en
efecto, en estos trminos de lo que funda el nervio motor de
la cura: "Su accin teraputica se debe definir esencialmente como un doble movimiento mediante el cual la imagen,
primero difusa y quebrada, es regresivamente asimilada a
lo real, para ser progresivamente des asimilada de lo real, es
decir, restaurada en su realidad propia. Una accin que da
testimonio de la eficiencia de esa realidad" (El, pg. 79).
Esto le da ocasin para justificar el homenaje que rinde a
Freud: por "el uso genial que supo hacer de la nocin de
imagen" (El, pg. 81). O sea, como dice a continuacin,
sabiendo discernir en ella el soporte de la identificacin, la
cual se basa en la pregnancia informativa de una forma
(imagen) que adquiere efecto de estructura.
Es verdad que todava no se ha llegado a una definicin
rigurosa de los registros y modalidades identificatorios diferenciados, cosa que ocurrir despus. Pero esto no impide
al joven y audaz Lacan seguir en sus trece y atreverse a
criticar a Freud por privilegiar la nocin de libido, desacertada, a su juicio, y factor de confusin!
En cualquier caso, el final del texto nos hace lamentar que
el autor lo haya dejado inconcluso pese a anunciar all su
intencin de profundizar, a modo de prolongacin del traba~
jo, las investigaciones referidas -juntamente con la disciplina freudiana- a la "realidad de la imagen" (El, pg. 85).
As se confirma hasta qu punto, en ese momento, el enfoque
de Lacan-el de ese "primer Lacan", si se prefiere- se basa
en semejante evaluacin positiva de la imagen (o imago),
puesto que se ve llevado a considerarla como la palanca
conceptual mayor de la cura, as como a dar cuenta de su
eficacia. 20
Y con esto, no nos engaemos, el estadio del espejo mismo
20
va a cobrar sentido en relacin con esta primaca, explicitada y sostenida, del valor heurstico de la imagen. Al revs de
lo que podra pensarse, lejos de ser este estadio el que conduce secundariamente a tanto nfasis sobre los poderes de
sta, Lacan individualiza y distingue la relacin frente al
espejo porque, a su juicio, y tal como acaba de leerse, la
imagen es para l lo que orienta la "revolucin" psicoanaltica; y esta relacin frente al espejo constituye una experiencia que le aporta, por su estructuracin misma, el tipo de
confirmacin concreta que estaba buscando. Los fenmenos
ligados al comportamiento del nio ante el espejo (desde la
edad de seis meses) le parecieron, dir, "manifestar uno de
los hechos de captacin identificatoria por la imago que [l)
procuraba aislar" (El, pg. 175). Ms claro, imposible.
De ah que todo esto sea apropiado para hacernos percibir
mejor el inters no slo conceptual, sino tambin casi de
alcance histrico, de confrontar los puntos de vista, las
orientaciones de Lacan y Dolto sobre esta cuestin del espejo. Pues aunque luego sus posiciones se volvern sensiblemente distintas, cuando no divergentes, debemos tener muy
en cuenta que, inicialmente, uno y otra toman el camino de
sus elaboraciones especficas a partir de todo un haz de
preocupaciones comunes donde la dimensin de la imagen
aparece colocada en primer plano. 21
Paradjicamente, el estado de cosas inaugural, el punto
de partida al que nos estamos remitiendo parece estar mejor
despejado, parece presentarse de manera ms simple en
Lacan que en el caso de F. Dolto. Esto no implica prejuzgar
que Lacan diera como segundo nombre a su hija, nacida en esa poca'(en
enero de 1937), l de ... jlmage! [N. de la T.: sustantivo comn correspondiente al espaol "imagen"_] (Cf. E. Roudinesco, op. cit., pg. 189.)
21
En resumen, ya vimos que esta referencia a la imagen es pq.tente en
Lacan desde 1936. F. Dolto lo har de manera explcita -y conceptualms tarde. En todo caso, encontramos particularmente en 1956 una
comunicacin caracterizada sobre la imagen del cuerpo (cf. Le sentiment
de soi, Gallimard, 1997, balance sobre este tiempo inicial de su elaboracin).
nn
los neurlogos.
5 Como se lo podra ilustrar siinplemente recordando el caso prnceps
del nio de la sbana, donde no hay nada visual en juego. Cf. Le corps
psychique, op. cit., pg. 26.
Es decir que, lejos de ser una imagen producida pasivamente y que se pueda materializar, exteriorizar-jo captar
sobre una pantalla!-, designa ms bien el efecto mismo de
la relacin primordial en su dinmica estructurante, la imagen que el sujeto nio se hace ser,y deviene.No una imagen que
habra que mostrar (visualmente), sino una imagen que
contiene el modo en que el ser se moldea.
No ignoremos la claridad que esto nos aporta, de paso, en
cuanto al porqu de la denominacin de inconsciente que F.
Dolto cree adecuado -y en una segunda etapa de su elaboracin, adems- adjuntar al trmino imagen del cuerpo
para proporcionarle su calificacin caracterstica. Present
ya en otro lugar un inventario de las diferentes maneras de
responder a esta pregunta: por qu la imagen del cuerpo es
llamada inconsciente? Tendremos luego ocasin de volver
sobre una de las modalidades esenciales de respuestas posibles. Pero a esta altura podemos presentar una doble
primera respuesta. Segn hemos dado a entender, la imagen del cuerpo se especifica como inconsciente porque est
enteramente situada-en su despliegue estructuran te- en
aquellos tiempos primeros de la arcaicidad subjetiva. Y encontramos entonces, en su nivel, esa afinidad de principio
que existe entre lo arcaico y lo inconsciente (en el propio
sentido mismo de Freud). Para F. Dolto, inconsciente es la
denominacin apropiada para designar lo que de primordial
se juega para el nio-para el infans- en la relacin con su
madre, lo que implica igualmente el basamento corporal de
esa relacin. Es decir que lo inconsciente es, en este sentido,
un inconsciente-cuerpo, un inconsciente corporal; y la imagen del cuerpo llamada inconsciente designa, en este carcter, aquello que lo inconsciente debe al cuerpo.
Pero, como corolario -y ste es el segundo punto que
habamos anunciado-, puede considerarse que esta especificacin de inconsciente se debe tambin a lo que esto implica de invisible, a lo que hace de ella una suerte de imagen
invisible, por decirlo as; en el sentido, al menos, de que no
toma lo esencial de sus rasgos, de su figura, de su configura-
Cf. C'est la parole qui fait uivre, dir. W. Barral, Gallimard, 1999.
(:arecer de un estatuto que sea inmediatamente representativo. Y se cae en un grueso error al restaurar en ella una
imaginera que, de hecho, esta concepcin problematiza al
'tratar de una imagen que no es directamente plasmable en
:imgenes. Porque ella es, ante todo, aquello por lo cual el
cuerpo se modela relacionalmente, subjetivamente, para determinar la identidad de s a travs de la relacin hablada
bon el otro y con el mundo.
As concebida, la imagen del cuerpo es, antes de poder
eventualmente (re)presentarse, figurarse, un dibujo del
:cuerpo, por decirlo as. Ella es el cuerpo en tanto ste es, en
el humano, dibujo (designio!)* que habr sido "dibujado"
por las relaciones primordiales -aprobatorias o reprobato.ras- de la vivencia del nio.
Sera un error, pues, buscar la imagen del cuerpo en los
elementos visuales que pueden producirse, se trate de la
representacin figurada o de vaya a saber qu imagen "mental"; pues todas apuntan a devolver a la imagen el estatus
del tener-"tener una imagen"-, mientras que con F. Dolto
estamos ms bien en el registro de una bsqueda del ser
movilizada por la representacin indelimitable y mediata.
Nada lo expresa mejor que designar a esta imagen como
inmanente al cuerpo. Hay una inmanencia de la imagen y
esto es precisamente lo que la asigna al inconsciente. La
inmanencia nos pone en la pista de una inaccesibilidad de la
imagen del cuerpo, o sea, de aquello por lo que el cuerpo es
tambin cuerpo del sujeto, para el sujeto, que l sostiene y
que subyace en su advenimiento. Para ser ms precisos, slo
por la puesta en juego relacional y simblica -"simbolgena", dir F. Dolto--de la corporeidad de la cra humana, se
produce de manera entonces inmanente lo que emerge de
ella como su subjetividad. Y el resultado, la entidad imagen
del cuerpo (inconsciente), designa aquello por lo cual el
~uerpo deviene soporte (hbitat?) del Yo [Je].** No hay Yo
[Je] sin un cuerpo que lo anime.
* Juego de palabras basado en la homofona entre dessin, dibujo~ y
dessein, designio (y tambin diseo). (N. de la T.)
** Alo largo de este libro, slo las referencias al yo en tanto traduccin
En esta lnea debe comprenderse, por ejemplo, que F. Dolf forje un trmino como imagen "batestsica", indicativa
10
11
Pero, apuntmoslo, nada indica que, sobre este punto, Lacan (el
"
\ta" que acabamos de sealar y que llega al extremo de recusar el reinado de la visibilidad en las determinaciones
.\primeras del sujeto? Si bien se trata de una concepcin do.minante en el pensamiento de F. Dolto-incluso por cuanto
lo funda como tica-, representa la totalidad de su pensamiento?
Lo que sigue mos mostrar la conveniencia de distinguir
aqu algunos matices. Es ciertamente indudable que lo que
acabamos de categorizar como crtica de una imagen que
estara sometida por entero al imperio de lo visual, constituye un aspecto fundamental de la obra de F. Dolto y ello en
tanto orientacin de principio que tendra su culminacin,
S segn hemos dado a entender, en la nocin de imagen in.. consciente del cuerpo. Pero con esto no se agota la totalidad
"de lo que se halla en juego. Corresponde, por cierto, a un
movimiento dominante de ese pensamiento que en el fondo
apunta a instaurar-a causa de su orientacin clnica (y tica)- una concepcin distinta del narcisismo, a hacer valer
en cierto modo un narcisismo diferente. No ya un narcisismo
del yo capturado en las rimbombancias complacientes de la
visibilidad que se muestra, se exhibe y se sufre (por no ser
tan "lindo" como esto o por encontrarse tan "feo" como
aquello, para valernos de ilustraciones un tanto toscas), sino
lo que se puede llamar un narcisismo del sujeto, es decir, un
narcisismo que, ms all de las capturas en las cadenas del
ver y del mostrar, de las capturas en la apariencia ilusoria,
se consuma en la trayectoria misma donde se realiza el
deseo. Esto es exactamente lo que F. Dolto describe conio
aquello "que va-deviene'',* clara definicin de todo un programa -programa clnico- destinado a sacar a Narciso de
su fascinacin mortal. 16
Anunciamos sin embargo una posicin ms compleja: la
de F. Dolto, en efecto, cuyo pensamiento en esta materia no
podra reducirse por entero a la dominante que acabamos de
sealar, es decir, a la denuncia de la imagen-trampa de lo
*En el original, l'allant-deuenant. Vase JIC, pg. 43. (N. de la T.)
16
Y ste ser tambin todo el problema del espejo en Lacan: cmo
salir de l?
lidad de la imagen dibujada o modelada. De ah que la imagen del cuerpo sea tambin una imagen visual (o visualizable), toda vez que al menos puede acceder a la figuracin, sea
alegrica o proyectada.
Aun habiendo situado el surgimiento primero de la imagen inconsciente del cuerpo donde convena, esto es, en la
relacin didica primera, es legitimo volver a encontrar aqu
la influencia decisiva de lo visual, ya que el nio logra tambin constituirse, identificndose, por la vista y la mirada
que l "intercambia" con su madre. F. Dolto lo dir sin
ambages: l se ve en ella, se ve como ella. 20 Lo cual es, por
cierto, otra manera ms de reconocer en este punto la importancia constituyente de lo visual. En este aspecto, F.
Dolto confirma las propuestas similares de Winnicott,2 1 tan
conocidas, aun cuando podamos distinguir ciertos matices
en el detalle de sus respectivas formulaciones.
Pero esto nos bastar para evidenciar que la concepcin de
F. Dolto no est totalmente dirigida contra la imagen en
tanto sta manifestara vaya a saber qu embrujamiento de
lo visual (demonizado). 22 Su posicin de conjunto es mucho
ms equilibrada. Mucho ms equilibrada que en alguien de
.la importancia de Denis Vasse, el cual-en la firmeza de sus
enunciados- no es para nada proclive a abogar en modo
alguno por la causa de la imagen, ya que indica en ella,
fundamentalmente, todo lo que somete y aliena al humano
por fuera de la va asumida del deseo, de un deseo que, a
contramano de la identificacin imaginaria, supone la alteridad de un "nosotros" fundado, para "cada uno", en una
palabra dicha como verdad.
F. Dolto est lejos de ser tan radical, y su posicin -que
20 Esto es lo que se me ocurri formular, antes del otro, como "stade du
mero ir". [Juego de palabras intraducible, donde meroir es condensacin
de mere, "madre'', y miroir, "espejo". N. de la T.]
21 Cf. Jeu et ralit, Gallimard, 1975, cap. IX, al igual que H. Lichtens
tein, en Nouvelle Revue de Psychanalyse, n 2 13, Gallimard, 1976.
22 Observemos que F. Dolto produjo adems todo un trabajo centrado
justamente en la figuracin imaginaria del demonio en La difficult de
uiure, Gallimard, 1995, pg. 177.
recordamos aqu abrevindola mucho-, al ser ms equilibrada, permite el juego de una suerte de conciliacin dialctica. Porque, en efecto, las dos direcciones en apariencia
antagnicas tienen cabida. Y en primer trmino, aquella
dimensin que el contexto presente nos condujo a destacar
y que se expresa en ese discurso de dominante "iconoclasta",
por decirlo as, que estigmatiza la influencia de lo visual y los
artificios que ste impone. Se trata de una corriente que ya
no podra considerarse paradjica respecto de la terminologa de la imagen (inconsciente del cuerpo). Pues ahora hemos comprendido bien que sta se caracteriza ante todo por
su constitucin relacional, por su construccin simblica, y
ello gracias a la intervencin del Otro "castrador'', que
determina, en suma, los lineamientos autorizados de la corporeidad en relacin con la ley simblica.
Ahora bien, esto no conduce a F. Dolto por el camino de la
iconofilia: puesto que, ms all de cualquier imaginera, lo
que permanece activo es el poder de lo simblico. Esto no
podra enrolarla en la iconodulia.* Y ya nos percatamos de
ello por las razones globales que hemos enunciado y pasado
en revista, pero tambin, de manera ms sutil, ms local, en
algunos pasajes de sus escritos a los que podramos asignar
un tenor escatolgico y que testimonian sin duda que, para
ella, lo que hara las veces de fines ltimos se combina por
fuerza con algo que est ms all de la imagen, con una
superacin de la captura en la imagen, del imperio de la
imagen.
Encontramos aqu ciertas escapadas "metafsicas" que
confirman la misma tonalidad de algo situado ms all de la
representacin, cuando no de la aspiracin a algo que est
ms all de la imagen. Y esto finalmente se ana a lo que no
ha cesado de ejercerse en esta conceptualizacin de F. Dolto,
y que privilegia el verbo frente a la imagen, la palabra frente
al ver.
Pero, una vez ms, cuidmonos de deducir que esto es
* Movimiento religioso partidario del culto a las imgenes, contrario
a los iconoclastas, adversarios de ese culto. (N. de la T.)
lado de lo visible al otorgrsele de manera indebida (e inadvertida) una importancia temtica exagerada.
Guardando las proporciones, el paso dado por F. Dolto con
su concepcin de la imagen del cuerpo afirma y realiza una
especie de ruptura que podra recordar -y seguro que no
sera casual- la manera en que el propio Freud tuvo que
sacarse el fardo de la hipnosis, tomar sus distancias con ella.
Podramos decir que, del mismo modo, F. Dolto recusa en su
pensamiento (y en su prctica) la hipnosis de lo visible, de la
imagen como visible, forjando a su respecto una muy distinta acepcin que abre la imagen a su resonancia simblica
intrnseca (o inmanente).
. Y otra circunstancia que da a esta operacin epistemolgicamente fundadora una densidad formidable, es la que tal
ruptura en relacin con lo visible-y ste es su aspecto ms
'patente, ms espectacular-, tambin se efecta porque F.
Dolto le da (a la imagen, a "su" imagen) un anclaje corporal
indito que, al mismo tiempo, desamarra a lo inconsciente
delo exclusivamente psquico. Y ello cuando rechaza asimismo para la imagen el calificativo de "mental", al tratarse de
,. hacer valer por fin la idea de un psiquismo que no sea so.lamente mental (sino tambin corporal).
Para F. Dolto, que no teme a las paradojas, la referencia
a lo inconsciente no debe ser pensada en el sentido de una
categorizacin apriorstica de lo psquico (que el trmino
parece sin embargo recubrir, en todo caso en Freud), sino
mucho ms en el sentido de un anclaje corporal primigenio;
anclaje corporal del que la categora de lo psquico podr
eventualmente desprenderse, sublimarse. 25
Se advierte entonces la amplitud de las opciones as afirmadas, y la manera en que son capaces de poner sobre el
i. tapete los fundamentos del pensamiento analtico.
A todo esto, lo esencial es que, al liberar a la imagen de su
sometimiento a lo visual, F. Dolto la hace rebotar y vuelve a
.lanzarla del lado de su valor significante. ste es todo el
sentido del pequeo juego en que se complace cuando nos
25
presenta la descomposicin de 1-ma-ge, cuyo alcance es manifestar la emergencia del "je" (ge)* a partir de la dinmic
identificatoria (I) y que pasa por la relacin de proximidad
corporal con la madre (ma). 26
Disponemos ahora de suficientes elementos como par
apreciar la existencia aqu de una dialctica que, al ser ta
descomunalmente amplia, no dejar de reaparecer en el cene
tro de lo que ser luego confrontacin con la teora def
estadio del espejo; el cual nos lleva entonces directamente,
sin rodeos, al imperio de lo visual. Y ello, por cuanto Lacau
disGierne explcitamente en el espejo la confirmacin patenc';
te, en el humano, de tal imperio (de lo visual). 27 Es en este
terreno, pues, donde podr entablarse el dilogo entre La,,
can y Dolto.
Dicho esto no sin abordarlo con la impresin de que, s~'
Lacan debe pasar por la imagen (visible) para acceder, dremos nosotros, secundariamente al smbolo, a lo simblico;
F. Dolto, en cambio, habra afirmado de entrada esa su pre-:
maca significante del lenguaje y de la palabra al romper
desde el comienzo, desde los orgenes, las amarras de la
relacin con la imagen. A lo sumo, sta es utilizada cuando
se materializa (en un dibujo o en un sueo) nada ms que'
como un instrumento para la comunicacin.
S. EL ESPEJO:
PRlMER ESTADIO
10
Lo cual implica, en efecto -y esto es sin duda fundamental- revisar la concepcin segn la cual Freud habra sido
deudor de los prejuicios de su poca al asignar al yo una
funcin de conocimiento, por intermedio del sistema llamado percepcin-conciencia. 15 En cambio, con su protocolo del
espejo, Lacan se dedicar a fundar y a caracterizar al yo
esencialmente como una instancia de desconocimiento, 16
abierta, en su punto extremo, a la locura (paranoia), presentn,dose como una figura posible de la locura en el humano.
Este es, a todas luces, el paso decisivo por el que se explica
que esta caracterizacin del yo en tanto condenado al desconocimiento, cuando no a la mentira (de la Verneinung), est
en el fundamento de toda la enseanza de Lacan. De aqu
parte l, y precisamente en la medida en que el espejo le
proporciona una ilustrativa confirmacin concreta. 17
Decir entonces, como aventuramos poco antes, que el espejo
sera tambin para Lacan -como lo es para el nio!- un
momento de "insight configuran te", slo es posible si se exagera su repentina inventiva. Porque de hecho concentra as sea de manera implcita- todo un haz de datos y
observaciones cuya convergencia Lacan percibe y cuya complementariedad actualiza, y entre las cuales conviene citar:
En primer trmino, todo el trasfondo de una teora de la
imagen (o imago) cuya pregnancia para el Lacan de la poca
ya hemos sealado, una pregnancia, una preeminencia que
se exalta en su artculo "Ms all del 'principio de realidad"',
donde llega a considerar la imagen como el fenmeno "ms
importante de la psicologa por la riqueza de sus datos concretos [y] la complejidad de su funcin" (El, pg. 71). Lacan
convierte entonces la imagen en concepto mediante el cual
dar cuenta incluso de lo que se resuelve en la experiencia
analtica, y aun debemos apuntar que la genialidad que
concede a Freud procede de ese "uso que supo hacer de la
Vase El, pg. 168.
"Ibid., pg. 101.
15
J. Laplanche y J.-B.- Pontalis, Diccionario de psicoanlisis, Barcelona, Editorial Labor SA, 1974.
29
Adems de descubrirnos y confirmar ciertas complejidades ulteriores que conocer en el futuro esta conceptualizacin -hasta el punto, decididamente, de tener que
abandonar sobre la marcha la idea primigenia de un estadio
pretendidamente acreditado y estampillado como tal, en
forma definitiva-, se percibe en todo caso lo que semejante
recorte sugiere y confirma en cuanto a la posibilidad de
reencontrar la huella efectiva del espejo en todas las etapas
de la enseanza de Lacan, y hasta el final.
Para resumir, semejante recorte cronolgico no consiste
solamente en detectar los que seran distintos puntos de
vista o ngulos de ataque yuxtapuestos, reelaboraciones
sucesivas de Lacan sobre "el" estadio del espejo. Pues conduce a considerar -y en efecto, todo el ensayo de P. J ulien est
regido por esta perspectiva-que, lejos de ser solamente una
temtica de esa enseanza, as sea decisiva y constante, la
conceptualizacin del espejo es tambin lo que permite seguir el lineamiento mismo de las avanzadas de Lacan. Ella
aparece en cierto modo como lo que dirige o sustenta su
curso. Y en forma duradera. Dicho de otro modo, este tema
del espejo sera aquello en lo cual se refleja, por una vez, toda
una parte sustancial del pensamiento de Lacan, en lo que
constituye su despliegue progresivo. Podemos leer entonces
su trazado a travs de las vicisitudes y modificaciones
experimentadas, unas tras otras, por la temtica del espejo,
y con las que se confirma, por decir poco, su valor eminente.
Pero esta diversidad, esta lujuria tiene un reverso, un
reverso que podramos llamar metodolgico y que es capaz
de alterar la discusin ulterior. Ms vale mencionarlo ahora
si queremos resguardarnos de l despus, en la medida de lo
posible. Pues si el espejo, tal como es tematizada por Lacan,
presenta ese tenor variable en el correr de las elaboraciones
sucesivas -tripartitas, segn P. Julien-, esto tendr inevitablemente el efecto de dificultar mucho la posibilidad de
una comprensin clara, directa y estable a su respecto, y que
por lo menos est determinada de un modo unvoco. Cmo
podr darse esto si la cosa, sometida a las vicisitudes de la
teorizacin, debi padecer reequilibramientos y ajustes?
al lector prevenido, bien al tanto de estos datos del psicoanlisis. Despus de todo, se los encuentra, por ejemplo, en la .
definicin formal de Laplanche y Pontalis citada ms arri-
31
ba. Y en otra presentacin autorizada del estadio del espejo32 se nos describe un proceso similar, el de "una experiencia[ ... ] en cuyo transcurso el nio efecta la conquista de la
imagen de su propio cuerpo", o sea, "lo que va a promover la estructuracin del 'Yo [Je]' en tanto pone trmino a esa
vivencia psquica singular que Lacan designa como: fantasma de cuerpo fragmentado". "De hecho -prosigue el autor-,
antes del estadio del espejo el nio no hace inicialmente la
experiencia de su cuerpo como de una totalidad unificada,
sino como algo disperso". 38 Y al fin y al cabo es el propio
Lacan, citado porJoel Dor, quien evoca a propsito del espejo
el paso "de una imagen fragmentada del cuerpo a una forma
que llamaremos ortopdica de su totalidad". 34 En consecuencia, J. Dor se ve llevado a enunciar lo siguiente: "Al reconocerse a travs de esa imagen [especular], el nio recupera la dispersin del cuerpo fragmentado en una totalidad
unificada que es la representacin del cuerpo propio. La
imagen del cuerpo es estructuran te, pues, para la identidad
del sujeto [... ]". 35
Si bien un examen ms amplio mostrar el carcter parcial de esta lectura del estadio del espejo que estamos
destacando, ello no la hace menos conforme con lo que
encontramos en mejores fuentes interpretativas, en los
comentadores ms autorizados. Y adems Lacan mismo
insiste en esta evidenciacin de imagos arcaicas de cuerpo
fragmentado. 36 Es l quien, basado en esto, subraya de modo
31
pg.
pg.
pg.
pg.
105.
105.
108.
87.
que no alcanza con decir que, en todo este proceso de estructuracin primordial, constituye un dato sensorial excesivamente enfatizado. Para Lacan, esa estructuracin del
sujeto humano pasa de modo dilecto por la visualidad, y ello
en tanto ligada a la prematuracin. Porque "en funcin de
ese atraso de desarrollo adquiere la maduracin precoz
de la
44
percepcin visual su valor de anticipacin funcional" . Aade Lacan que resulta de esto "la marcada prevalencia de la
estructura visual en el reconocimiento, tan precoz, [.. .l de
la forma humana ". 45 La oportunidad es propicia para recordar hasta qu punto el esy.adio del espejo testimonia lo que
constituye en Lacan el valor esencial, paradigmtico, que
se otorga a la dimensin de lo visible. No nos cansaremos
de insistir: en esta etapa, la experiencia del espejo se
desenvuelve por entero en la sola categora ptica de lo
visual, y no es pensada sino en ella. Slo se habla aqu del
registro del ver46 sin referencia a ningn otro parmetro,
ni siquiera al simblico, que cobrar despus tanta relevancia. Pero en este primer nivel de presentacin todo el
asunto es el ver, todo ocurre en el ver: ver la imagen
especular y (re)conocerse en ella; tal es la apuesta de un
proceso que podramos calificar de etologa del ver, en una
suerte de mimtica entre ver y creer introducida entonces
por Lacan. 47
De paso, se adivina que esta manera de acentuar, de
otorgar semejante exclusividad a la categora de lo visible
-subyacente en el disparador mismo de la experiencia espe.cular- no dejar de aparecer como un elemento de discusin
o disenso frente a las orientaciones de F. Dolto, que ya hemos
podido considerar.
Por el momento, del lado de Lacan, en el que nos sita esta
Ibid., pg. 176.
"Ibid.
46 Aunque sin lograr resolver del todo el enigma de saber qu es
exactamente lo que el nio ve en el espejo.
44
47 Dicho sea esto para aludir a una dualidad esencial presente en las
propuestas de G. Didi-Huberman. Cf. Devant l'image, Ed. de Minuit,
1990.
I!
en definitiva, la realizacin de un "progreso" en el estatus
personal del nio, cosa a la que no podemos permanecer '0
insensibles. Dicha lectura constituye -hay que decirlo-una "buena forma", en su aspecto descriptivo. La experiencia del espejo es descripta aqu, en efecto, con una orientacin (tambin temporal) que le da el sentido y el alcance de .
acompaar y hasta de adelantarse a la progresin en el<
devenir individual del sujeto humano, en ese tiempo alta-'
mente evolutivo de la asuncin de la cra de hombre.
Casi podramos decir, si nos atreviramos, que Lacan, al
concebir de esta manera el estadio del espejo, da pruebas
-aun contra su voluntad- de progresismo gentico(!) puesto que l mismo provee los datos (especulares) de aquello que
confiere al humano su estructura identitaria, de aquello
que le hace posible la realizacin (por lo menos yoica) de su
identidad. Interpretado y ledo como lo acabamos de presen-
tar -una vez ms, no haciendo otra cosa que recoger las
formulaciones de Lacan-, podemos tener el sentimiento
(reconfortado en cuanto al destino del nio!) de que el
estadio del espejo, y por otra parte en consonancia con toda
teora que se presente organizada en estadios, corresponde
sin discusin al cumplimiento de una progresin subjetiva -"sublimacin normativa", dice Lacan-; que el estadio
del espejo viene a signar un punto de advenimiento de la
personita en formacin, a indicar un tiempo decisivo de
resolucin estructurante del sujeto.
Desde este punto de vista, existe algo as como un movi"
miento de antes / despus entre los cuales se produce la.
interposicin oportuna del espejo. Oportuna, en efecto, si
con ello se cumple la salida identificatoria que hace posible
poner trmino a los atolladeros discordanciales anteriores,
a la indeterminacin existencial del sujeto confirmada por
su sometimiento primordial.
Antes, capturado en la dependencia absoluta a la que lo
asigna su estado de prematuracin, el nio padece sin remedio .
una vivencia fragmentada, una fragmentacin subjetiva cuya
confirmacin clnica y terica Lacan encuentra en Melanie
Klein (pero tambin en la ilustracin figurada por la obra de
Jernimo Bosco). 55 Despus, y gracias al reconocimiento identitario realizado en principio por el espejo-y el trmino reconocimiento es aqu fundamental-, 56 el nio demuestra haber
conquistado y adquirido una posible relacin estabilizada
consigo mismo, en el nivel de lo que desde ese momento podr
venir a enunciarse en tanto determinacin unificada de un "Yo
[Je]", esbozo individual de lo que asegura la permanencia de los
57
objetos del mundo, de los objetos y del mundo.
Cmo bamos a subestimar el valor de semejante mutacin, constitutiva del ser (incluso en la relacin con el otro y
con el mundo)! Ahora se justifica mucho ms lo que en un
principio pareca una audacia formal del Diccionario de
psicoanlisis cuando hablaba sin ms trmite de la "constitucin del ser humano".
Y si lo especular consuma tamaa salida venturosa,
tampoco podra sorprender el que sta sea saludada por esa
reaccin jubilosa del nio que Lacan destaca especialmente.
Por lo menos en cuanto al principio, 58 es comprensible, en
efecto, que el nio reaccione de manera exultante al librarse
del aprieto en que lo pona un caos corporal y subjetivo en el
que, de otro modo, corra peligro de permanecer sin fin.
Tiene de qu estar satisfecho aquel-el infans humano-que,
en definitiva, vuelve de lejos, de la lejana de lo anteespecular, un "antes del espejo" que no nos. asombrar si
puede ser, por el contrario, el lugar donde se determina la
psicosis en el nio; siempre y cuando sea, para ste, la falta
del espejo la que tiene capacidad de enloquecer. A la inversa,
se entiende que el jbilo pueda ser la marca expresiva del
cruce decisivo, de esa asuncin-y este trmino (fuerte) tambin es pronunciado por Lacan- que, se presume, el estadio
del espejo hace cumplir al nio en el camino ascendente de
su subjetivacin.
;.; !bid., pg. 90.
"'!bid., pg. 86.
"!bid., pg. 104.
!'
;
PJ
11,,
n
1:'
';
!!
~i
f
w
1
ff
'
fi'
'
f
~
!'il
11
1.
61
l'i
puramente tendenciosa: de esto encontraremos una indic
cin suplementaria en el hecho de haber advertido el propi
Lacan lo que sus ms originarias formulaciones sobre)
libreto especular podan tener de insuficientemente expl<
to o de simplificador. Hasta el punto de poder prestarse .
confusin y contrasentido por suponer, precisamente, u
armona excesiva. 63 No es casual que, con pocos aos
intervalo, Lacan haya sentido la necesidad de aportar pr<
cisiones consecuentes, de poner los puntos sobre las es.
Todo se presenta como si, con el paso del tiempo, l mis
pudiera apreciar que aquello a lo que intent dar una form
equilibrada -donde la idea de prdida y hasta de dao
deja de venir a contrabalancear lo que sera ganancia de U'
completitud colmante y estructurante- de todos mod;
corra peligro de ser malinterpretado en forma unilateral ..
el sentido de una redencin salvadora (por la gracia dE
espejo!). Esto mismo lo obligar efectivamente, a continri
cin, a aportar lo que no son slo aclaraciones o precisione
sino tambin correctivos necesarios de los cuales no tard,
remos en ocuparnos. Ellos certifican lo que puede haber <;!
insuficiente y de todava inelaborado en las primeras pr
sentaciones que l mismo produjo (sobre todo en el famos
texto de 1949).
Porque, adems de que la presentacin del estadio d
espejo a la que esto nos ha conducido puede parecer simpl
ficada y hasta atrofiada -aunque ms no sea por lo que 1
vuelve forzosamente incompleta, y sobre todo si le falta bu
na parte de lo que vendr a relativizar su embellecimien~(
su sublimidad, su elevacin-, no debemos dejar de menci
nar que, en esta etapa primera en la que Lacan simplementi
ech las bases, muchos enigmas subsisten. 64
Despus de todo, atrevmonos a indicarlo: todaYa no saf
hemos muy bien, en esta etapa, lo que se realiza exactameri)
te en la relacin con el espejo ni de qu manera. Cmc
63
stas son las palabras que utiliza en la especie de enmienda q~
agrega en 1966, cuando estn por publicarse los Escritos (cf. "DenuestrO;'-'.
antecedentes", El, pg. 63).
.
. . ::.:~,
64
Como por su lado hace notar G. Le Gaufey, op. cit., pg. 77 y sig.~
'
Llegamos ahora al momento de tener que precisar, en funcin de lo que precede, la posicin que toma F. Dolto sobre lo
que ella percibe de la concepcin lacaniana del estadio del
espejo, y que conoci -ya hemos dicho cmo- desde el principio. Lo cual no implica que integrase de entrada en sus
elaboraciones el aporte original de esta concepcin de Lacan,
ni siquiera para desmarcarse de ella.
En sus primeros trabajos -y particularmente en su tesis
de 1939 (reeditada luego varias veces)-1 no encontramos
huella alguna, y con motivo, de una mencin cualquiera del
estadio del espejo. F. Dolto pone en esta poca en primer
' plano la terminologia freudiana, a la que se remite de manera explcita y exclusiva, 2 y no toma en cuenta los elemen. tos de lo que, en verdad, est an en germen en las propuestas primeras de Lacan. Y est muy claro que durante todo un
. tiempo no prestar mayor atencin al estadio del espejo,
tema a cuyo respecto no se considera obligada a pronunciarse en sus propias avanzadas fundamentales. Hasta podra. mos decir que parece poder prescindir de l por completo. La
primera impresin sera que, al comienzo, no tiene necesi1 Psychanalyse et pdiatrie, op. cit.
z En la tesis, sobre todo el complejo de castracin. Vase al respecto
"'.nuestro artculo publicado en Le Coq Hron, n!! 168, 2002,."Dolto, Freud:
du complexe de castration a la castration symboligene", pg. 37.
11
l,,i
i:
if
espejo al encuentro con el otro, hacindolo incluso para-volveremos a ello- destacar sobre todo efectos de hostilidad
celosa, de agresividad mortfera, F. Dolto interpreta, por el
contrario, el posible alcance patgeno del espejo por el hecho
justamente de que no produce nada de tal encuentro con un
prjimo, puesto que, a la inversa, el espejo finge, sesga y
defrauda el deseo intrnseco de encuentro con el otro.
Pero debe sealarse aqu otro punto capaz de acentuar el
desasosiego de la experiencia. La discordancia traumatgena que F. Dolto nos invita a corroborar en la clnica se confirma o refuerza, encuentra su sentido en el hecho de que,
hasta el momento de la experiencia del espejo, el mundo del
infans -mundo ya relacional, relacionado en el vnculo didico con la madre y, por lo tanto, comunicacional y lingstico- no se centraba de modo preferencial en la sensorialidad
visible, la cual aparece de pronto en el momento del espejo
y se hace dominante.
ste es otro modo de apreciar en qu forma F. Dolto se ve
llevada, por lgica, a desmarcarse de esa especie de centracin por lo visible (y por lo especular), haciendo valer y
oponindole -segn hemos indicado- toda una gama extensiva de sensorialidades precoces a las que considera
mucho ms (o muy distintamente) determinantes para la
estructuracin primordial del sujeto. No le queda entonces
ms que recusar por abusiva la dominacin de lo visible que
Lacan induce (o ratifica), y que estaiia en el centro de esa
operacin supuestamente subjetivante que cumple en su
resorte ptico el estadio del espejo. Al que, por su lado, F.
Dolto imputa ms bien efectos clnicos de desrealizacin. Y
en la medida, justamente, en que el nio no puede reencontrar en l las otras sensaciones (tctiles, etc.) a las que est
(estaba) acostumbrado hasta entonces pues constituan su
mundo y su habitus de vida.
Esto es lo que tiene valor traumtico, toda vez que el
predominio de lo escpico, focalizado en forma exclusiva en
el momento del espejo, se ver contradicho y conflictivizado
de manera discordante con todo lo que prevalece anteriormente y que est hecho de todas esas mltiples y finas sen-
111
primero (tambin) del juego de esa sensorialidad (relacional) precoz que hemos evocado. En este aspecto, ella es
inmanente a la dinmica relacional, comunicacional de toda
esa corporeidad primordial que, por lo tanto, no es slo escpica; y que sobre todo no funciona sin la mediacin del
lenguaje.
Y adems, cuando lo escpico est en juego lo est en la
manera en que el nio se mira, podramos decir, en quienes
son sus seres cercanos, la madre en particular. l se hace,
pues, a su imagen. 29 Esto es lo que en algn momento me
atrev a llamar -previamente al estadio del espejo versin
.Lacan- "estadio del madrespejo" *No hay aqu slo un Witz,
sino un modo de indicar la forma en que el nio, tal como
observa F. Dolto, se ve como (es) su madre, con el rostro de
ella -al serle el suyo propio, de hecho, invisible-,' conforme
esa suerte de confusin indiferenciada de los cuerpos (pero
que en principio van diferencindose) en la que se arraiga la
; imagen inconsciente del cuerpo, tramada en la indistincin
-tambin escpica!- l/ su madre.
En este aspecto, se justifica considerar que lo escpico
pertenece a un registro sin duda ms confuso-menos distintivo- que las otras sensorialidades. De hecho, y forzando
,'apenas las cosas, podramos decir que si el infans tuviera un
rostro, si se supiera teniendo un rostro -cuando todava no
tiene acceso al suyo propio, antes del espejo-, sera entonces
por excelencia el rostro de su madre. Transitivismo por
transitivismo -si podemos elevarlo a este nivel (del Otro
primordial)-, tambin aqu l se ve como quien lo mira. Y no
alcanza con decir que se ve entonces con los ojos de su
madre. 31
Esto contribuir tambin a incrementar la discordancia
desconcertante (trmino de escaso alcance) que F. Dolto juz29 Otra
te. Cf. Les deux corps du moi, op. cit., cap. 10.
:,
1
11
I"'
:
cin traumtica.
Y cuesta entender que Lacan -en todo caso hasta
artculo de 1949- pueda decir, no sin ligereza, que en es
imagen escpica el nio se reconoce, tan claro resulta que
realidad es para l portadora de desconocimiento hasta
cer de l, que no puede sino des-conocerse en ella,
desconocido para s mismo. Este surgimiento de la imag'
especular se mostrara, pues, apta ms bien para transf1
mar el espejo en una suerte de experiencia primera dei
Unheimlich, tal como Freud no dej de sealarlo con
genio. 32
En toda la descripcin de la experiencia del espejo re
zada por F. Dolto -donde la reconsidera a su maner
comprobamos hasta qu punto lo que domina para ella e.
34
3j
JI
;f
1:1
1!1
1:1
:1
Lejos de esperar todo cuanto se supone tiene que cumplirse en ese afloramiento que Lacan remite al tiempo de surgimiento del estadio del espejo, la estructuracin simblica
del sujeto est ya ampliamente puesta en accin para el
infans en el marco de sus relaciones primordiales originarias:46 esto es exactamente lo que designa la imagen del cuerpo en lo que constituye su materia, la textualidad lingstica, y que opera, pues, ya antes de que sobrevenga, con el
espejo, aquello que podramos designar como el instante de
ver (para creer?).
A esta altura de nuestro desarrollo, qu decir entonces en
lo que atae a nuestro proyecto inicial de hacer encontrarse
a Dolto y Lacan para un dilogo centrado primero sobre el
asunto especular? Habra razones para sentir que estamos
lejos de lograrlo, por cuanto en realidad no hemos cesado de
poner al descubierto toda la distancia que se manifestaba
entre ellos, y por motivos graves, serios, diramos, en cuanto
a los principios esenciales. Cmo podramos siquiera subrayar aun ms el supuesto valor de su camaradera -que
calificbamos de fuerte y duradera- si aumentamos en esta
forma, incitados al parecer por todo lo que precede, la distancia que los separa y que hasta parece impedir de algn
modo cualquier intercambio posible?
Hay no obstante-finalmente- un nuevo elemento para
tomar en cuenta y que nos evitar pronunciar (con demasiada prisa) el divorcio(!) con el pretexto de que el dilogo que
esperbamos habra fallado.
Ese elemento consiste en el hecho -y ahora volvemos a
arrancar del lado Dolto- de que lo que vemos despejarse
progresivamente para ella, as sea a travs del fuego graneado de su crtica de lo especular (que parece fundarse en una
idea muy diferente de loquees una imagen), es la manera en
43
"uc,
62
~-)
1 'lA
Esto habla del lugar mayor que el espejo adquiere finalmente en la conceptualizacin de F. Dolto, toda vez que revela ser el motivo de las resonancias a las que acompaa el
devenir inconsciente de la imagen del cuerpo. F. Dolto lo
formula de un modo que no podra ser ms claro: "A partir
de la imagen escpica de l mismo que el nio descubre en el
espejo, la imagen inconsciente de su cuerpo, en tanto imagen
de s en situacin de relacin y deseo presto a manifestarse,
e imagen narcisista en la soledad [... ], esta imagen del cuerpo en el sentido psicoanaltico del trmino es sometida a la
represin. Gracias a esta imagen inconsciente del cuerpo
reprimida, el sujeto puede contar con un basamento narcisista para su lenguaje verbal." 66
No tenemos que retomar aqu los desarrollos a que dar
lugar este desenlace decisivo en la teora de F. Dolto y al que
en otro lugar ya hemos prestado toda la atencin que requiere.67
La importancia de lo que queremos destacar en este contexto es que, sea como fuere, la experiencia especular se
inscribe para F. Dolto en la continuidad de un proceso que ya
se haba desplegado ampliamente con anterioridad, que se
haba emprendido desde un comienzo, podramos decir, desde antes de esa comparecencia ante lo visible especular. He
aqu el sentido de todo cuanto la temtica de la imagen del
cuerpo desarrolla y despliega. Quiere decir que el trabajo de
estructuracin personal, de identificacin individualizadora al que ella corresponde, se inicia mucho "antes del espejo".
65
!bid.
.
Lleg a mostrarse tan laudatoria, que la simetra del diidgrequerira de algn modo que esta vez sea el propio Lacan quien se pon(
60
70
71
!bid
Tal es el sentido de la dualidad en la que nos sustentamos :;:;~'
homenaje al trabajo de Kantorowicz- en Les deux corps du moi, op.,-~;
Remitimos de paso a E. KantorOVi'icz, Les deux corps du roi, Gallima
1989.
77
85
86
rr
cit., cap. 6.
88
Obsrvese solamente-por anticipacin-que nos encontra:_
el mismo terreno que Lacan cuando habla de la "dehiscencia" proJ:(
lo humano, o cuando sita algo que lo veremos determinar como res;
la efectuacin especular y que, con el carcter de objeto a, se svi'
justamente a la especulariz<icin.
pg. 122.
"ne,
rnn
5.LACAN:
EL REVERSO DEL ESPEJO
1.1
cido por dicho estadio, no hace ms que retornar directamente sus palabras, asunto este en el que no hemos dejado de
insistir. 1
Pero es totalmente cierto que no podramos quedarnos en
esto, esperando reducir el estadio del espejo a tan hermoseada fbula o apreciarlo como una narracin supuestamente
prornocionante para el pequeo humano y que destilara un
elixir (de crecimiento!) que el valiente doctor Lacan nos habra cocido a fuego lento ... 2 Lo cierto es que, ms all de la
caricatura, es imposible desconocer que tal lectura existe; e
incluso hemos podido localizar (en los Escritos) aquello
que hasta le permita haberse expandido ampliamente en
lo que se transmite aqu o all. Si es un error, habr que
preguntarse ms bien qu cosa pudo hacerlo posible en su
reduccin a ultranza. Porque, en efecto, creer que el estadio
del espejo puede reducirse a un cuentito tan encantador
(para nios!) sera desconocer gravemente su verdadero
alcance y perderse sus autnticas apuestas tal corno Lacan
se esforz en plantearlas, slo que: quizs primero no sin
alguna confusin, y confusin en la que l mismo, quin
sabe, pudo caer (?).
Si se hizo as posible semejante lectura -la llamaremos
idealizada?- de sus palabras, esa lectura, pongamos, que
llev a F. Dolto a proponer y desplegar su crtica, es porque
su discurso, en su forma inicial (de presentacin de lo
especular), presentaba cierta ambigedad. De lo cual, corno
hemos sealado, l mismo no dej de darse cuenta despus ..
No slo proporcionando a su elaboracin los diversos reacomodamientos descriptivos capitales que, llegado el momento, tendremos que considerar, sino tambin, de manera ms
directa, juzgando necesario precisar, reencuadrar los datos
mismos de su presentacin inicial en el momento de someterlos a publicacin ulterior, en el volumen de sus Escritos.
As pues, en 1966 -treinta aos despus de Marienbad!-,
ste es el sentido de lo que expusimos a lo largo del captulo 3.
Aun cuando en algn caso l mismo no descarte el valor benfico de
una dosis adecuada de Edipo! (El, pg. 173).
1
!;~
lli~
'I'!
,:
,,11
1
1
''I'
1:'
.','.1'.1
i:j
~ii
~f
11
;;
111::
,:1'1
1
1::.!
'!'
desde antes de su determinacin social, en una lnea de ficcin, irreductible para siempre por el individuo solo; o ms
bien -sigue diciendo Lacan-, que slo asintticamente tocar el devenir del sujeto, cualquiera que sea el xito de las
sntesis dialcticas por medio de las cuales tiene que resolver en cuanto yo [ie] su discordancia con respecto a su propia
realidad" .18
Nos quedamos cortos si decimos en qu grado el asunto,
el asunto humano, toma un mal cariz al quedar as afectado
por esa irreductible distancia que se delinea de manera primordial entre el yo y el sujeto, en una cabal fractura interna
inducida precisamente por la difraccin especular del espejo! Y Lacan se mantendr en sus trece al convertirla ms
bien en un fundamento, en un pilar sobre el cual apoyar toda
su teorizacin, a partir de ese abismo, de ese descentramiento entre yo y sujeto. Hasta el punto de resituar aqu el lugar
mismo de lo inconsciente, puesto que "en el inconsciente,
excluido del sistema del yo, el sujeto habla''. 19 Al hablar
entonces de "desgarramiento", Lacan deducir muy rpidamente que "la relacin humana con el mundo tiene algo de
profunda, inicial, inauguralmente daada". 20
Cmo se explica entonces que Lacan celebre lisa y llanamente la pretendida feliz emergencia del acontecimiento
especular, si ste no hace otra cosa que signar la instalacin
del yo, es decir, de la misma instancia a la que debe responsabilizarse por la ceguera del sujeto! No estaremos en plena
contradiccin? 21 Y en estas condiciones debemos entender
ms bien que, al pensar que Lacan pudo proponerse como el
cantor sencillamente laudatorio de la realizacin especular,
,, hemos ledo mal o nos hemos sujetado a una visin enojosamente superficial y reductora de sus palabras.
Porque si hay algo sobre lo cual habr que insistir para
El, pg. 87.
S II, pg. 95 (un Seminario esencial por cuanto atraviesa en toda su
-:--extensin esta misma temtica).
w !bid., pg. 254.
21 Salvo entendiendo que, pese a todo, Lacan no puede evitar considerar (o haber considerado) al yo como una conquista para el pequefio
humano(?).
18
19
pagar para que se instaure esa estructura de esencia imaginaria. Reconozcamos que se alcanza aqu un punto espinoso
pero que, al fin y al cabo, da cuenta de toda la inevitable
confusin que puede haber en el dilogo.
Mencionbamos antes (captulo 4) una suerte de ambigedad contrastada que recorra las manifestaciones de F.
Dolto sobre el espejo y destacbamos en ellas algo as como
una ambivalencia en dos tiempos. Ahora sera el colmo encontrar alguna duplicidad, alguna dualidad anloga en el
discurso de Lacan, si es verdad que, en efecto, es posible discernir en l una doble direccin en lo concerniente al espejo:
segn que pongamos el acento en lo que resulta estructurado por ste (el yo) o, ms que esto, desde el punto de vista del
anlisis, en la grieta que, por el contrario, dicha estructuracin pone en evidencia!
En este punto, la pregunta (ingenua? masiva?) sera la
siguiente: es el yo (as y todo) un beneficio para el hombre,
o es la marca de su estado de abandono nativo, el motivo de
su miseria?
Sea como fuere, al mismo tiempo la virulencia opositiva
del dilogo formal Lacan / Dolto corre peligro de quedar reducida, o al menos reposicionada, reequilibrada. Pues si los
objetores a F. Dolto se esfuerzan en considerar que la crtica
de sta se basaba en una lectura parcelaria (o parcial) del
estadio del espejo, rue dicho estadio no era en absoluto lo que
ella pretenda o supona, que ella lo reduca a una ficcin
normativa de tal magnitud que desvirtuaba por completo su
alcance, etc., adivinamos sin embargo, a la altura en que estamos, que su crtica es de todas formas una suerte de
anticipacin, por decirlo as, de aquello a lo que el propio
Lacan arriba. Desde este punto de vista, a donde nos dirigimos es ms bien hacia un acercamiento de las tesis pretendidamente antagnicas al comprobarse que F. Dolto, en su
rudeza crtica, no hace otra cosa que unirse a -o anticiparlos trminos en los que Lacan denunciar las trampas de lo
imaginario, de la salida imaginaria del espejo, de un modo
muy semejante, finalmente, a aquel con que F. Dolto haba
presentado sus objeciones.
.,,.i
Jl
1\i
orientaciones en apariencia antagnicas. Lo cual, subraymoslo, poda localizarse desde las primeras presentaciones del espejo; presentaciones cuyo carcter contrastado
resta todava por despejar mejor. Ser fcil poner en evidencia la primera vertiente, aquella de la que hemos ~.atf'.ilo
sobre todo hasta aqu y a la que hemos prestado una atencin deferente. Se trata de la concepcin cuya frecuencia
hemos resaltado (as fuese errnea) y que enfatiza el
alcance propiamente resolutivo de lo que se dio en llamar
-no por casualidad- "estadio"; estadio que realiza una
transformacin, una transformacin saludable para el
sujeto, la misma cuya importancia Lacan seala por el
carcter de la identificacin a que da lugar, a saber: la
identificacin que l llama "resolutiva de una fase psquica,
esto es, una metamorfosis de las relaciones del individuo con
su semejante". 31
Es la misma concepcin ("ortopdica") que pretende verse confirmada por esa suerte de distincin antes/ despus a
cuyo discernimiento respecto del espejo lacaniano ella se
aboca.
Porque antes, el infans est sometido a las zozobras de la
dc,nendencia radical (y catica, fragmentan te) que le impone
la prematuracin biolgica caracterstica del humano. 32
Mientras que despus, l accede, mediante el reconocimiento adquirido de la imagen suya, mediante la identificacin
que con ella se efecta, a una anticipacin individuan te que
le asegura la permanencia de un sentimiento de unidad ..
Adquisicin que sin embargo no es poca cosa! 33
Y Lacan insiste al respecto en el modo como esto posibilita
la estructuracin de los objetos y del mundo, confirmando
hasta qu punto tal apertura yoica de lo especular determina el acceso al mundo propiamente humano, sean cuales
fueren desde entonces las desgarraduras que en l vayan a
producirse. Esto es, de todos modos, lo "que constituye el yo
"El, pg. 178.
"Ibid., pgs. 89 y sig., 176.
33 No es tambiil t.::.to lo 'que sin embargo, como antdoto, circunda a
la locura?
,1
i,11'
11!
:
I,:
:
:~ i
U!
't
p!r
''li
!i
!I!~
;;
,,
,1
i,
1~i
l;lli
111
,,~
!l
',I
:11
41
diramos, "espejismo. de las apariencias",47 "nudo de servidumbre imaginaria"48 que el reflejo hipntico del espejo
actualiza de una vez para siempre:
As se explica la especie de antagonismo dplice -ambigedad, decamos- resultante. Pero quizs no habr ya,
para terminar, ninguna ambigedad! Porque almismo tiempo que se realiza la asuncin que el grito de jbilo sanciona,
asuncin subjetivante, como se la llama, la afecta no obstante la especie de ilusin que con ella se constituye, toda vez
que al mismo tiempo se revela la grieta de la falta que era
cuestin de yugular, pero de manera falaz: por las vas de lo
imaginario. De modo que lo que aparece como asuncin
triunfal es la marca, sobre todo, del triunfo ... de lo imaginario, del que el humano muestra ser entonces definitivamente siervo.
Lejos de poder presentrselo primero como una transformacin elacional de la persona (que l designa de ese
modo), 49 el estadio del espejo viene ms que nada a manifestar-y es tentador decir que, esta vez, trgicamente5 aquello en lo que el humano se encuentra apresado,
cautivo y que hace de l la marioneta de la captura por la
imagen. Esta atractividad que es una trampa -trampa
narcisista, trampa del narcisismo- testimonia por este
mismo hecho la "dehiscencia" que se abre as en el humano, que Lacan convertir incluso en el signo maysculo de
una "Discordia primordial" .51
Ahora bien, los dos aspectos antitticos que podemos discernir en el relato de la experiencia especular son susceptibles de quedar yuxtapuestos en una confrontacin perturbadora -aunque se trata tambin de la perturbacin que el espejo
"Ibid., pg. 177.
48 lbid,, pg. 93.
Pero "Persona" designar primero, como recordar Lacan con cierta
malignidad) a la mscara.
so Aun si en este colltexto Lacan habla tambin de "commedia dell' arte"
(El, pg. 83). Pero aadiendo que el estadio del espejo es un "drama"
(ibid., pg. 90).
"lbid., pg. 89.
49
<lucida por Lacan, una dualidad que por otra parte podramos seguir a la letra en su texto de 1949,. sordamente
bifronte. Pero entre todos los enunciados que conjugan los
dos aspectos del fenmeno especular, el ms significativo
est sin duda en la audaz expresin compuesta que le.hace
hablar de una "identidad alienante" .53 Cmo designar mejor
esa ubicuidad del espejo que se ofrece para proporcionar la
solucin identitaria que aporta la imagen reflejada-lo cual
resuelve la tensin de la dislocacin original-, pero al precio
de advertir que esto se paga, en lo que seala Lacan al
respecto, con una alienacin radical manifestada justamente en la imagen como tal y por ella.
Y una vez ms esto torna comprensible (cuando no excusable) el que pueda haber razones para titubear en cuanto a
la recepcin de este relato lacaniano, relato legendario de
nuestros orgenes especulares. Porque, una de dos: o bien se
lo sigue de modo preferencial en el valor preeminente que
otorga a la produccin para el humano de un esencial (o
existencial) encuadre identificatorio, identitario -el trmi. no "identidad" est presente en la expresin precedente-, o
bien, a la inversa, se deja uno sensibilizar ms por todo lo
que esto despeja cruelmente en cuanto a un verdadero descuartizamiento del ser, y es aqu donde se encuentra la
"alienacin" (y la Discordia).
Hasta cierto punto, esto nos conduce a sealar de nuevo
una suerte de paso cruzado, de quiasma entre las vas seguidas por Dolto y Lacan. Porque si F. Dolto parti de una
denuncia vigorosa de lo especular en tanto tal (y de una manera
que al final viene a coincidir con el alcance terico del planteamiento de Lacan), sin embargo subraya y valora la
adquisicin identitaria del espejo en la medida en que ste
procura (bajo ciertas condiciones) al sujeto las razones para
sentir que es ms s mismo, justamente, en su cuerpo (separado de un prjimo). Mientras que Lacan, opuestamente,
terminar acentuando ms el precipicio imaginario en el
que nos aliena el encuentro especular. Habiendo partido de
"'!bid., pg. 90.
solucin vendra a resolver; un problema que se revela poseedor de una amplitud irreductible por cuanto contiene, de
hecho, todo lo que constituye la discordancia del humano,
esa Discordia esencial que no le deja ms escapatoria, justamente, que el encierro por el cual queda sometido a las
zozobras de lo imaginario. 57
Y, digmoslo, hay que esforzarse mucho -riesgo que no
obstante hemos asumido- para leer, en todo caso en forma
duradera, otra cosa en Lacan, en "su" estadio del espejo, que
estas tenebrosas visiones conclusivas. Frente a las cuales
-ya no cabe volver a ellas- toda lectura exclusivamente
positivista, por ms "dominante" que sea, pertenece claramente al contrasentido. Y ms adelante justipreciaremos
mejor an todo lo que se le contrapone -y de manera por
entero consistente- en Lacan, todo lo que se contrapone a
una visin que extraera su dominancia del reaseguro incluso falaz que ella comporta.
Considerar simplemente que se pueda al menos encontrar, al final, una suerte de balance ponderado, una presentacin equilibrada del espejo, es incluso algo as como una
ltima ilusin formal que nos ser preciso disipar. Es un
poco pronto, sin duda, para percibirlo de manera plena, pero
ya llegaremos a comprender de qu modo el balance final de
su exposicin del espejo se orientar sobre todo en el sentido
de hacer or y resonar en ste toda la negatividad que la
imagen pudo parecer, en un primer momento, recubrir para
nuestros ojos cegados.
Ya hemos podido despejar el modo en que el espejo funciona estructuralmente como pantalla de la falta, de una
falta esencial, falta en ser cuya grieta l descubre y ahonda.
Y no tardaremos en advertir cmo llega Lacan incluso a superponerle la figura apenas velada de la muerte, siempre
cerca, es verdad, de golpear a Narciso. 58
57 Relase este respecto la requisitoria que Lacan destina a Sartre
(en el texto de 1949, El, pg. 92) preguntndose si no convendra
dirigirla tambin a l mismo.
5 s El, pg. 176. Cf. el modo en que esto conduce a Lacan a evocar una
"tendencia suicida".
60
ri
*Neologismo forjado por Lacan, condensacin de los trminos imaginaire, "imaginario", y mirage, "espejismo'~. (N. de la T.)
6. EL ESPEJO FRATRICIDA
Para captar ahora ms exactamente el tenor de las verdaderas apuestas del estadio del espejo segn las concibi Lacan,
es indispensable volver a las observaciones que pusieron fin
al captulo precedente; pero ello, no sin haber ajustado cuentas con la idea de un estadio del espejo que sera simplemente estructurante. Puesto que, si lo es, esto slo puede entenderse por promover la instancia del yo y as comprometernos
como humanos, involucrarnos en una estructuracin entrampadora, "alienante", como dir una y otra vez Lacan: la
de lo imaginario.
Para percibirlo mejor an, nos resta dejar explcitas algunas de las alusiones que acabamos de efectuar y por lo
tanto poner en evidencia lo que hasta ahora hemos presentado de manera formal, contentndonos con recordar el mo- .
do en que la experiencia del espejo inscriba la prevalencia
de la dimensin imaginaria, cuya instalacin ella revela y
constituye. Pues sta es, en efecto, la manera ms pertinente (e insistente) de caracterizar al estadio del espejo lacaniano. Este estadio marca, podramos decir, la entrada del
pequeo humano en su morada imaginaria, es lo que oficializa esa sujecin del humano a lo imaginario, es lo que
entroniza al yo en su subduccin imaginaria, lo que ratifica
la sumisin -o la seduccin- del hombre por el campo de
lo imaginario.
Pero ms all dealgn efecto de jerga, qu querr decir
la T.)
1
i'
I
}'
11
'i'1;,
~,:
'I
i,I
'l~
11
~~1l~
!!!
de la intrusin, de un modo intrusivo, que el otro hace intrusin en mi mundo. Tampoco esto hay que comprenderlo
en la vertiente psicolgica de que habra ya un mundo, mi
mu:cdo constituido en el cual el otro vendra secundariamente a hacer intrusin. Muchas veces esta manera de ver las
cosas se insina falazmente en el pensamiento analtico,
mellando, desde un punto de vista cronolgico y desarrollstico, el resorte de la dualidad (freudiana) primario/secundario.
As pues, no es que el otro surja intrusivamente en el yaah de mi mundo. No hay ningn ya-ah de mi mundo. Porque mi mundo slo podra aparecrseme al mismo tiempo
que aparece el otro, puesto que es tambin por el otro -y en
tanto otro- como se fabrica el yo.
No estoy primero yo, y despus el otro; no hay yo "antes"
del otro. Porque es tambin el otro el que "permite" el yo; y
esto adems me hace tener la impresin, la ilusin de que me
lo arrebata al alterarlo.
El enigma (tico?) sera entonces saber por qu, en lugar
de estarle reconocido al otro por permitirme ser yo, le "recrimino", como se dice, el no hacer que yo lo sea (un s
mismo)* sin l!
Si hay "intrusin", entonces, es en el sentido de que la
relacin en tanto imaginaria es la que hace intrusin, de
golpe, de un golpe de espejo, para constituir un mundo relacionado sobre el fondo de un caos que lo desconoca, en el
no advenimiento del ser (reflexivo y/o recproco). Esto es, a
no dudarlo, lo que hace de la relacin (imaginaria) una
resolucin para la anarqua original, para el caos primigenio
(del cuerpo sentido como fragmentado). Pero la posibilidad
de que constituya un acontecimiento feliz -aunque sobre el
fondo del nacimiento del yo-puede verse impedida al resultar yo mismo embaucado por el advenimiento simultneo
del otro, que acompaa inevitablemente a esa resolucin.
Desde este punto de vista, la llegada del yo se vera menos* En el original, juego de homofona entre sois, "(yo lo) sea", y soi, "s
mismo". (N. de la T.)
l'li
I'1','
liiU
l.!
Jj,
:(i
1
!bid.
).; !bid., pg. 108.
1' !bid., pg. 109.
H Jbid., pg. 115.
Ibid., pg. 116; vase tambin pgs. 133, 176; E2, pg. 534.
' !bid., pg. 171.
20
Ibid., pg. 171, que remite una vez ms a Hegel.
1
discurso de Lacan.
*En el original, d-uisag. Duisager es "mirar fijo, mirar de hito tt
hito", pero en un empleo popular significa "desfigurar, romper la cara":
Tngase presente que visage es rostro, cara, y la segmentacin d-uisag
apuntara a la prdida del rostro que se menciona a continuacin. (N. de
Ja T.)
33
36
pgs. 253-254.
pg. 254.
pg. 253.
pg. 254.
!bid_
de
13
.
De modo que, globalmente, en esta etapa Lacan hab
desplegado sobre todo el carcter de negatividad del espe
que encierra al sujeto en la dependencia imaginaria de su
Lo cual plantea de nuevo el problema de cmo escapar
esto. Y es el problema que Lacan tendr que enfrentar aho
ms de cerca.
Apuntemos simplemente que, en cierto sentido, esto vi
ne a toparse, si no a coincidir, con las crticas que habi
formulado a su manera F. Dolto cuando subrayaba el riesg
de encierro que el infame juego del espejo puede constitui
si, cual el laberinto especular de la verbena, no se sabe ci:
salir de l. Salvo que, all donde F. Dolto encontraba un me
tivo de entrada en la psicosis, Lacan, incidentalrnent~
inscribira ms bien lo que el espejo puede tener de patol
gico en el registro de la perversin. 49
Sea corno fuere, resulta claro que la salida de que aqu s
trata estar vinculada a la evidenciacin de un precipici~
imaginario bordeado por lo simblico. Esto es cabalmente lp
que vimos exigido de entrada por F. Dolto. Y es aquello cuy
condiciones Lacan va a precisar ahora, tras haberse vistcc
llevado, en primer lugar, a insistir en la polaridad irna~
ginaria.
48
y sig.).
'
51
7. EL ESPEJO Y EL OTRO
espejo.
197
11:
1\1
1,1
bin a nosotros) a toda una serie de consideraciones diversificadas que nos es preciso calibrar, aunque ms no sea para
confirmar la importancia que otorgan a la temtica de lo
especular, del ver, de lo escpico.
De ah la necesidad de evaluar correctamente lo que se
introduce con el advenimiento de esa suerte de estadio del
espejo segunda versin, de estadio del espejo revisitado o
completado, y que la tradicin designar despus con el
nombre de "esquema ptico".
Esto corresponde a una etapa decisiva, aquella que, a
partir de 1953,6 presta especial atencin a la introduccin
explcita del ternario de categoras-lo imaginario, lo simblico y lo real-, categoras no diferenciadas ni identificadas
hasta entonces. P. Julien nos sirve aqu de valioso gua al
sealar el carcter evidentemente crucial de lo que acompaa al proceder terico. 7 Explica en particular de qu modo,
a partir de la consideracin de la segunda tpica freudiana,
esto exigir de Lacan "una reestructuracin radical que
excluir el mero aadido segn el cual existira primero en
el nio lo imaginario del espejo, y luego, en una segunda
etapa, la instauracin de lo simblico gracias a la presencia
del adulto. No -agrega P. J ulien-, de entrada lo simblico se
superpone a lo imaginario y lo determina" .8 No hay nada que
hacerle: esto implica sin duda que Lacan "impugna su
propia presentacin primera",9 en un efecto de apres-coup.
Pues esto implica, en efecto -y es lo que le importa a Lacandespejar, poner en evidencia en este asunto del espejo la
trama de lo simblico, tejida como se hallaba al principio, de
manera confusa, en el encuadramiento exclusivamente imaginario. Si se prefiere, se trata de sacarla de ah para
instalarla, o para revelar su activa operatividad. Todo se
presenta como si el propio Lacan percibiera el riesgo de
inflacin imaginaria que exista en sus primeras descripcio0 Pasaron slo cuatro aos desde el texto remake sobre el espejo (de
1949), pero casi veinte desde la primera aparicin, en 1936.
7 P. Julien, op. cit., pg. 62 y sig.
8 lbid., pg. 67.
'!bid.
'Y
rn
li\
!.I!
:
11
1
1
1:
,1
sentido de manifestar todava mejor el dominio de lo simblico y ello tanto en su contenido como por sus efectos.
Esa emergencia, ese despejamiento de la. funcin de lo
simblico es lo que fundamentalmente tiene en vista Lacan
desde el primer ao de su enseanza, en el Seminario L En
particular, le importa entonces hacer escuchar de qu modo
lo simblico de la palabra (y de la ley) es lo nico que puede
ejercer alguna funcin pacificadora, por decirlo as, capaz de
atemperar algo que, de lo contrario, sera una destructivi
dad sin alternativa, una irremisible rivalidad celosa intrnseca en el humano.17
Reaparecen aqu ciertas indicaciones que, por lo menos en
forma alusiva, ya estaban presentes en la primera versin
del estadio del espejo, 18 por ms que, aun incluyendo el espejo esfrico, nos encontremos con un dispositivo completamente distinto.
Por otra parte, observamos que Lacan no va a quedarse
mucho en este solo primer tiempo de reforma del aparato
ptico que propone, cosa que adems podemos deplorar,
lamentando que no exponga ms ampliamente las consecuencias de ese primer esquema. 19 Porque en la somera
explicacin que nos da al respecto sera posible discernir una
confrontacin posible y hasta una correspondencia directa
con la temtica propiamente doltiana de la imagen del cuerpo. En efecto, el comentario explicativo que aade al esquema consiste en hacer corresponder al florero oculto el cuerpo
del sujeto, cuya imagen -la imagen del cuerpo- slo se
realiza, como veamos, por la mediacin ptica del espejo
!bid., pg. 254.
Al que, adems, Lacan alude ibid., pg. 222.
l!J Refirindoloal registro del narcisismo primaria (ibid., pgs. 192-
'7
18
17'f~
'?'"
'Vl
~
(.. :.i.'(a)
___ .:-.:t=.~--1
1
'
1
i(a)
i'(a)
A
Ntese adems que, con esta forma, reducido entonces;
sus elementos pertinentes, el esquema ptico no es atracos
que una especie de equivalente ptico, digamos, de lo que
desplegar en la figura del esquema L (donde la relaci
imaginaria constituye un obstculo para el advenimierfo
del sujeto).
Del mismo modo podemos considerar que el famoso
quema L, que ocupa un lugar sin duda fundamental en lj:j
enseanza de Lacan -constituye, en verdad, su basamento;t
, no es otra cosa que el despliegue formal al que conduce est~
extensin del estadio del espejo. Todo el proceso de elabor'
cin y extensin de dicho estadio (primero en forma de'
"esquema de los dos espejos") tiene el efecto primordial de
conducir a la construccin cruzada del esquema L. El cul
representa su culminacin terica formalizada, consistente
nada menos que en lo siguiente: agregar de modo expreso
la simple dimensin imaginaria a-a' el eje simblico (que
corresponder l vector S-A: sujeto-gran Otro).
As se postulan las cosas ya desde el primer Seminario,
slo que la dimensin simblica, sin estar velada, parece de
algn modo sobreimpuesta, sobreaadida; como si Lacan tuviera an cierta dificultad para formlizar su articulacin
con lo imaginario. El esquema L al que llega de manera
formal al ao siguiente dar a esta articulacin su pleno
29
Para una presentacin del esquema L, vase El, pg. 47 y S II, pg. 365.
" SA I,lopg.
que'214.
corresponden igualmente las maniobras de la neurosis
31
(vase E2, pg. 659).
'
Vase S !, pg. 213, donde seala de modo explcito que esto no;
existe al principio en el nivel del estadio del espejo.
rio"].
---~-
36
Conformmonos por ahora con dejar planteada la pregunta. 37 Pues si tratamos de responder a aquellos que en razn
de todo este refinamiento sofstico pudieran echar en falta!a
concrecin experimental, debemos decir que existe otro ele
mento que hasta ahora no hemos mencionado y que cobrar
toda su importancia en la manera en que Lacan dar centa
del desarrollo efectivo de la experiencia especular, Nunca
ms oportuna su evocacin, pues nos ayudar a comprender .
cmo se produce supuestamente el movimiento identificatorio cuya puesta en marcha acabamos de indicar. Gracias a lo
cual ser adems posible reencontrar a quien en cierto modo
se haba evaporado un tanto, a saber: nuestro niito frente
al espejo!
En el Seminario sobre la transferencia Lacan vuelve a
considerar el siguiente hecho (que ya haba sealado con
anterioridad pero en forma discreta): 38 que en el desarrollo
tipo del proceso especular llega un momento en que, tras
haber captado su imagen en reflejo, el nio se vuelve hacia
la figura de la persona que est a su lado (cuya presencia
entonces descubrimos, pues ahora est explicitada). Lacan
lo expone de este modo: "El nio se vuelve hacia el adulto que
le sostiene, sin que se pueda decir con certeza qu espera de
ello, si es del orden de una conformidad o de un testimonio,
pero la referencia al Otro desempear aqu una funcin
esencial. Articular esta funcin de esta forma no es forzarla,
ni lo es disponer de esta manera lo que se vincular respectivamente con el yo ideal y con el ideal del yo en la continuacin del desarrollo del sujeto." 39
41
42
218
!bid.
:,
:~
:l'
.,
1
1
![
j,,
'11
1,,
8. LO REAL DE LA MIRADA
cuerpo propio
imagen especular
,.11:
1))
lIli
li[
il:
11,
11
l
'i
l.
13
Y cuya evidencia, adems, los psiclogos experimentales slejos de encontrar!
14 Los desarrollos de Lacan hacen mucho ms que dar cabida
eventualidad de un Otro incierto, enigmtico o engaoso. Cf. por eje -S XI, pg. 222 y sig., 227.
15
Lo que est confirmado por el desarrollo de D. Vasse, L'ombiliq-
voix, Le Seuil, 1974, pgs. 116-120.
desapercibido de la imagen en el reflejo de la imagen especular. Esto hace que el pequeo se encomiende al testimonio'
del Otro, testimonio sin embargo cuya validez no est asegu;
rada por cuanto equivale a apelar a otras incertidumbres:
redobladas, como las que centellean en la mirada del Otro;
aun si esta mirada est encuadrada por su evocacin de una
supervisin simblica, capaz no obstante de revelarse es,
tructuralmente desfalleciente.
En un tiempo anterior del esquema ptico, encontrb;
mas en todos los niveles esta instanciacin de lo simblico
hacamos notar esa envoltura de la experiencia especularf
su encuadramiento (supuestamente saludable) por la omni
presencia de la referencia a lo simblico. Lo menos qu
podemos decir es que ahora se ha producido algo as como
cambio de registro. Y lo que se introduce viene ms bien.
confundir, cuando no a tergiversar, toda esa localizaci
simblica que considerbamos adquirida. A la vez la image
misma queda vaciada de lo que ella no refleja, 21 y el Otro s.
muestra como un garante no poco enigmtico, acorde conV
que puede indicar la evidencia opaca de su mirada.
La radicalidad de este planteamiento puede ser asignad
al nivel de las instancias categricas de Lacan, y segn J
linealidad I, S, R que P. Julien se ocup de hacernos disce.
nir en ellas. En un principio pudimos captar la importanCi
del reencuadramiento de lo imaginario (de lo especular) po
las coordenadas simblicas que el esquema ptico induca
acentuaba. Y ahora debemos justipreciar lo que apare.;:
mellando aquella seguridad del smbolo: el hueco por el cu
Lacan pretende despejar, en la mirada, la verdad en abis
de lo real.
Tal es cabalmente el sentido del vuelco radical que con
tituye el viraje de 1964. Realizacin, ms bien, si se trata
manifestar lo que es aqu un punto de culminacin, o sea,
que conduce a despejar la dimensin indita de lo re
real que podramos definir como aquello que, de lo imagin
21 De este modo va a introducirse aqu toda la temtica del objeto 'ff"'
sea, la idea de un resto irreductible, inasiroilable: eso no pasa!
rio, lo simblico no basta para inscribir, encuadrar; contener. Aquello que, del campo de lo imaginario,lo simblico no
basta para sujetar: lo que escapa, lo que resta, lo.que resiste
a la simbolizacin.
Y -debemos sealarlo insistiendo aun ms'- la funcin de
la mirada permite a Lacan arribar a ese punto ltimo de profundizacin de su pensamiento. Gracias a la mirada puede
alcanzar el punto extremo de su reflexin, reorientada
radicalmente por el advenimiento de lo real (que encuentra
as en esta funcin de la mirada un soporte privilegiado).
Pero adems hay razones para considerar que todo el discurso de Lacan habr sido, de punta a punta, nada ms que una
formidable elaboracin sobre la cuestin del ver y de la
mirada.
Esto es lo que le habr permitido desplegar el abanico de
su categorizacin, primero haciendo valer el resorte del
proceso imaginario en el hrunano (el narcisismo yoico del estadio del espejo), luego la fundamental referencia al orden
simblico (ideal del yo y funcin del Otro), y ahora la
penetracin --en este mismo registro de la mirada- de la categora de lo real, o sea, aquello que enloquece a lo imaginario debido a lo que el dominio de lo simblico no logra
recubrir .22
Si intentamos restituir en otros trminos su marca a todo
este formidable recorrido, podramos situarlo tambin bajo
el patronazgo de una denominacin diferente, comn asimismo a todas las etapas y de la que encontramos inflexiones y mutaciones en todos los momentos decisivos de este
pensamiento en marcha. Hablamos de la imagen, que ha
seguido siendo en todo el transcurso un objeto dilecto para
Lacan, soporte de su pensamiento. Podra no ser abusivo
describir el trayecto entero de su enseanza como, poco ms
Como lo indica P. Julien, en forma contundente: "La enseanza de
22
Lacan fue, del principio al fin, un debate con lo imaginario. Planteado
primero como tal, en tanto ligado al narcisismo del yo, lo imaginario es
sometido luego al primado de lo simblico para volver de modo diferente
cuando Lacan aborda, por ltimo, la relacin de lo simblico con lo real"
(op. cit., pg. 225).
0A1
245
se
nn
~SS
9. FALTA Y NEGATIVIDAD
,-~
por
l,I
111
il'
.,1
,, '
1
i''
,1,.I
11
11
1:1,
1:1
11
'
11
11
11
i!
.1
16
17
11
pstuma que instalara a F. Dolto en el paraso, por supuesto, tras haber designado a Lacan como guardin del infierno!
Pues hay mejores cosas que hacer con esa disparidad, ms
all de esta santurrona imaginera. Primero, 'plantear la
idea de que tal disparidad tiene sin duda sus lazos con la radicalidad de la oposicin vida/muerte que Freud lleg a
inscribir como esencial en la doctrina analtica, en tanto la
pulsin de muerte fue su real propio. Despus, considerar
que, si semejante oposicin existe, es en el sentido de que,
lejos de ser mera dualidad coagulada, atraviesa con su filo al
analista en su acto, es decir que constituye aquello que
divide al analista en el ejercicio de su funcin;
Y para devolver el punto al contexto del estadio del espejo,
consiste en tomar en cuenta que, aun cuando la imagen se
vea cercenada, y por esencia, de lo que marca en ella el
"defecto de ser'', 16 esa imagen adquiere igualmente el valor
de representar, y esto por ms opaca que sea su manera de
hacerlo. Es indudable que debe agradecerse a Lacan el haber
sabido desmontar para siempre elilusionamiento que en ello
se fomentaba. Pero probablemente sera caer en una ilusin
negativa-la de creer (o querer!) disiparlas todas- arribar,
por una suerte de pregonada desesperanza nihilista, a un
error especfico: desconocer que, a pesar de todo (y a causa
de!), la imagen representa, del mismo modo en que el lenguaje, pese a lo inconsciente (o a causa del), comunica. Y el colmo
sera de lo contrario que en ltimo extremo nuestros doctos
lacanianos ya no supieran explicar cmo puede ser que una
imagen represente o que el lenguaje comunique, sea cual fuere
el valor (significante) de lo que menosprecia estos procesos. 17
Aun aportado conclusivamente de modo tan ligero (o
pesado?), se percibe muy bien lo que todo esto implica en
tanto apuestas absolutamente fundamentales, ya que tocan
Del que habla S. Thieberge, op. cit., pgs. 61, 118, 119.
'
10. EPLOGO
'!
Los trminos franceses nant y rien son traducidos ambos aqu por
"na:da". El primero, sustantvo ("la nada"); el segundo, pronombre indefinido ("no hacer nada", "nada nuevo", etc.) y tambin sustantivo ("pequeez_, nadera"). (N. de la T.)
** Juego de homofona entre mots, "palabras", y maux, "males,
enfermedades". (N. de la T.)
Los trminos franceses nant y rien son traducidos ambos aqu por
"nada". El primero, sstailtivo ("la nada"); el segundo, pronombre indefinido ("no' hacer nada", "nada nuevo", etc.) y tambin sustantivo ("pequeez, nadera"). (N. de la T.)
** Juego de homofona entre mots, "palabras", y maux, "males,
enfermedades". (N. de la T.)
estadio del espejo, o sea, Lacan ... Lacan en Narciso?: con la'
condicin, desde luego, de no hacer de ello slo vano pretexto
para alguna improvisacin periodstica sobre la caricatura.
de un Lacan narcisista.
Pero excluyendo igualmente, por otra parte, poner en;
primer plano el candor o la insipidez del personaje de
Narciso por los que, pobre diablo, cae al rango de vctima
ridcula, engatusado por la vana quimera de la imagen. Para!.
que la aproximacin conserve la validez que anhelamos
otorgarle, para que Narciso tenga con qu evocar la estatura
del personaje de Lacan -y mucho ms all de los ridculos
divertimentos sobre su cara, su mmica o su vestimenta!-, es
preciso que tanto el uno como el otro prueben ser aquel que,
con razn o sin ella, llega, sea como sea, hasta el final, hasta
el extremo (absoluto) del punto al que lo arrastra su andadu: ..
ra (especular o especulativa'), es decir -y no se lo puede :
desconocer en el caso de Narciso-; hasta la muerte.
Narciso es tambin, en este carcter, el hroe que llega
hasta el trmino de su bsqueda, o de su cacera, sean cuales
fueren los peligros que corre, los riesgos que asume o las .
maldiciones que pesan sobre l y organizan su destino. Hay<
algo de adolescente, sin duda, de romntico, dicen, per
tambin de trgico en esta manera de proseguir su carrera
hasta la extremidad a que lo conduce, extremidad cuyo
carcter en cierto modo mortal l no ignora.
Hasta cierto punto, Narciso (Lacan) se muestra as como
aquel que, diramos, "no cede en su deseo"! Lo cual implica
sobre todo que no teme a la muerte y que incluso llega. a
afrontarla, a mirarla de frente. En este aspecto, Narciso.no
es tanto el que se deja embaucar por la imagen sino el que
no se dejar desviar de ella y se confrontar con ella, la .
afrontar, hasta el final, pues piensa que de ese mod<''
penetrar el secreto de los sortilegios y del encantamiento,
as fuesen mortales. Nada podra distraerlo si se trata de
descubrir el enigma (invisible!) que la imagen del reflejo
encierra.
Y de la misma manera, Lacan es el que no se detiene en el
camino de esa bsqueda que, para ver y saber lo que encierra
.,.i!~
i!(
1.1
ANEXO
NOTAS DE FRAN(}OISE DOLTO A LA S.P.P., DEL
16 DE JUNIO DE193ff
*
Discusin: Me Bonaparte: textos mismos de Freud
es el yo inconsciente el que es fuente de las contra pulsiones en el
estadio de la represin.
el caso del nio que destruye el objeto, no instinto de muerte, n
destete~ pero hace partir y volver a la madre.
Lagache: Yo= Cuerpo propio?
Intrusin (caso de pareja de nios) quizs estadio del "lobo"
la 1 vez que el nio se ve no se reconoce.
Mucho antes de haberse identificado ha identificado la imagen
especular de su padre.
fantasma = imagen especular?
variaciones en la edad del destete no puesta en juego en esta teora.
gemelidad no entraa precesin en el inters por los otros nios.
Parcherniney; rol de los estadios en la adaptacin propia del hombre
difcil de criticar
onry
Odier
estadio intermedio o comn a diferenciar de su yo [moi] del mundo
exterior-interior entre estadio del espejo y estadio del edipo.
Hecho observado= enfermos que toman conciencia de sus pulsiones
proyectndolas primero sobre el mundo ext.
hay concordancia entre cuerpo fragmentado y "alma fragmentada"?
Qu servicios presta al nio el edipo?
Todos Piaget, Bulher, Baldwin, 5 aos, estadio objetivo - enorme
progreso en ese momento
Edipo no sol1 un peligro sino que e1npuja al nio a tomar conciencia
de l mism con rel 1 al objeto.
Lacan responde
a Lagache: - no confunde el yo y el cuerpo propio.
-intrusin espectacular [sic] es el principal elemento de este estadio.
-el nio no se reconoce inmedlat. 1 pero en cuanto se ha visto reconoce
la situacin [?1, ella no es vital
destete = prematuracin biolgica del nacimiento del hombre.
Yo insisto en eso.
aParcheminey, no creo que el hombre se adapte a la realidad,la adapta
a l - lo que ns vemos es una afirmacin del sujeto.el yo [moi] crea
la nueva adaptacin a la realidad pero nosotros buscamos mantener
la cohesin con este doble.
a Loew. : [?] dramatizacin justa de la sit. de los 6 primeros meses
instinto de muerte no soporte del supery sino indirecto
el amor objetal como mx. hay siempre narcisismo.
el altruismo [?] form. narcisista como las otras.
[?]
(Conocimiento paranoico)
POST-SCRIPTUM
Las dos citas que hace Lacan de ese poema de Aragon denominado El Contra-Canto (recordado aqu como epgrafe
de nuestro trabajo) se encuentran en S Xl, pgs. 25 y 86.
Lacan no omite mencionar que en el comentario que
acompaa al poema se alude a una circuncisin (a la que est
invitado el poeta).
Pero lo que aparece despus en este comentario podra
brindarse tambin a nuestra meditacin, toda vez que el hijo
discpulo del narrador-poeta, interrogadopor lo que quiso
decir su maestro, "respondi que para hablar de la felicidad
hay que creer y que mientras los espejos no son sino el otro, sin
poder ellos mismos en el otro verse, es decir, mientras el otro
en ti se ve sin verte, amar no es ms que infortunio" (Aragon,
Le fou d'Elsa, op. cit., pg. 73).
NDICE
Abreviatura; ....................................................................... 7
Nota liminar ........ .
293
..
.........11111111.-.'
--~-...
""'
..
~,I