Goldman Historia Y Lenguaje
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ESTUDIO PRELIMINAR
NOEMI
GOLDMAN*
Pero hoy, ei desarrollo de metodologas y de problemticas propias para abordar el anlisis del discurso han
incrementado notablemente el inters de los historiadores
por el estudio del vocabulario poltico y del lenguaje de los
textos histricos. El propio discurso historiogrfico se convirti en objeto de estudio." De manera que mi propsito en
esta introduccin ser el de presentar brevemente, a travs
de algunas de las variadas maneras de tratar los documentos histricos que nos ofrecen los investigadores interesados
en el tema, los trminos en que actualmente se entabla el
dilogo entre historia y discurso. Aunque tambin, y en la
medida en que conserven cierta vigencia, retomar algunas
cuestiones tericas y metodolgicas relacionadas con la
etapa inaugura! de! anlisis del discurso en Francia lugar
de origen de este nuevo campo de estudios.
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Por entonces, las obras de Jean Pierre Faye' contribuyeron notablemente a modificar las lecturas dominadas por
los modelos gramatical y terico. Sus estudios sobre la
circulacin y recepcin de los discursos nazi-fascistas, abri
la investigacin hacia la bsqueda de los lugares de inscripcin y formacin de las configuraciones discursivas en las
diferentes narraciones histricas. En sus trabajos se puso en
evidencia el hecho de que el discurso se convierte en el
propio referente de otros discursos y que se constituye, se
construye y se deshace una memoria discursiva en el
espacio de la circulacin de enunciados.' Asimismo las
reflexiones de Michel Foucault sobre la nocin de "archivo"
constituyeron un aporte fundamental en la reelaboracin del
objeto-discurso. Para Foucault el archivo no est constituido
por el conjunto de textos que una sociedad ha dejado como
material bruto y a partir del cual se pueden aprehender las
estructuras sociales y los acontecimientos histricos; propone, por lo contrario, llamar archivo al "sistema general de
formacin y transformacin de enunciados"." Es decir que
cada dispositivo de archivo se define no en tanto se unifica
en un nico discurso, sino en tanto diferencia los discursos
en su existencia mltiple y en su ordenamiento especfico.
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Corresponde entonces mencionar aqu el aporte relevante de los trabajos histricos de Jacques Ghilhaumou a la
nueva etapa del anlisis del discurso abierta con la crtica
a una teora del discurso en Francia. En oposicin al
modelo gramatical que impona un corpus "cerrado" en
correspondencia con condiciones de produccin estables,
Ghilhaumou propuso el estudio de las configuraciones discursivas en su historicidad.
Los revolucionarios franceses seala Ghilhaumou
toman del Siglo de Las Luces su concepcin poltica de la
lengua. En efecto, en el curso de la segunda mitad del siglo
XVIII, la opinin pblica ilustrada buscaba dominar la lengua.
Surgi as un sujeto poltico de la lengua, poseedor de la
razn comn y de los juicios elaborados por consentimiento
mutuo en el seno de las lites. La red comunicacional dentro
de la cual la esfera poltica cobra conciencia de si misma,
presupone entonces la lengua en posicin de intermediaria
entre los sujetos potencialrriente libres. Esta herencia se
traduce, a lo largo de la Revolucin Francesa, en una
particular relacin que vincula a la lengua con la poltica.
Siyes, en Qu es el Tercer Estado? (1789), emplea la
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muestran, nuevamente,, ms las distancias que las semejanzas con ei caso francs: mientras la sociab'Hdad revolucionaria francesa sirve como espacio de reivindicaciones
sociales y como estructura para una representacin nacional; la sociabilidad rioplatense que se desarrolla en clubes,
revolucionarios y en sociedades patriticas, por su carcter municipal as como por su concepcin elitista de la
soberana popular, condujo a! fracaso de la primera tentativa
de instauracin democrtica en el Ro de la Plata.
Estas recientes investigaciones nos advierten sob e el
peligro de caer en el error metodolgico de identificar las
prcticas polticas por el signo ideolgico que se les atribuye.
Debemos pues considerar la etiqueta de "jacobino" colocada a las figuras de Mariano Moreno, Juan Jos Castell! y Bernardo Monteagudocomo simple arma denigratoria en manos
de los moderaoos y espaoles?
Trataremos de dar respuesta a este interrogante a travs
de un recorrido previo por la manera como el proceso
revolucionario francs fue descubierto y conocido en el Ro
de ia P'ata colonial y revolucionario.
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El i m p a c t o de ia R e v o l u c i n Francesa en el Ro
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1789 prohibieron la entrada en Amrica de lminas, estampas, impresos y manuscritos de origen francs; los procesos
contra residentes franceses acusados de conspiracin
contra las autoridades espaolas, y la profusa correspondencia entre criollos y europeos con relatos sobre los diferentes
acontecimientos revolucionarios. Esta correspondencia
muestra en particular que los criollos ilustrados de !a colonia
seguan con inters los sucesos franceses, convirtindose
inclusive, muchos de ellos, en admiradores de la Revolucin.
La noticia de la muerte del rey Luis XVI produjo, sin embargo,
un vuelco en los espritus: los franceses empezaron a ser
vistos con "temor" y "repulsin".' A esta noticia se agreg
aquella que relataba la persecucin de los curas catlicos
que no haban jurado la constitucin.
A pesar de ello, Caillet Bois sostiene que persistieron en
el virreinato del Ro de la Plata algunos entusiastas partidarios de la Revolucin Francesa. As lo prueban ias declaraciones tomadas a les acusados per una supuesta "conspiracin de franceses y negros" en 1795. Los inculpados,
comerciantes extranjeros y esclavos negros, hicieron referencia a ciertas conversacicnes que habran escuchado
entre simpatizantes de la Revolucin. En una de ellas, y con
motivo de la muerte del rey, los simpatizantes habran
aprobado fervorosamente su ejecucin en manos de los
revolucionarios franceses. En otra de las conversaciones,
estos simpatizantes se habran referido a Robespierre en
trminos encomiosos, as por ejemplo uno de ellos seal
que "Robespierre habra sido capaz de hacerse dueo del
Orbe, por su cualidad", otro que constituyndose en su
defensor sostuvo, "las buenas partes y cualidades que
concurran en Robespierre de quien acaba de tenerse noticia
habrsele dado muerte violenta"
De estas declaraciones se desprenda que no slo la lite
colonial tena cierto conocimiento de los sucesos franceses,
sino igualmente el pequeo mundo de pulperos, panaderos
y dueos de tiendas rioplatense; aunque, y segn parece,
slo los grandes momentos de la Revolucin habran retenido la atencin de los pobladores. Con la cada de Robespierre se expanden las versiones termidorianas sobre la
Revolucin que lo convirtieron en el smbolo de un rgimen
de terror y de sangre. Los rioplatenses se vuelven ms bien
hostiles a la Revolucin. No obstante, afirma Caillet Bois, un
crculo "afrancesado" continuar durante la Revolucin de
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Moreno y la c o n c e p c i n de !a R e v o l u c i n
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los moderados.
La lectura de los artculos de Moreno en la Gaceta, donde
se esfuerza por desenmascarar la "conspiracin" de las
autoridades coloniales expresada en sus proclamas, nos
revela asimismo, que detrs de la adhesin encubierta a la
frmula real hay una crtica al conjunto del fenmeno colonial
en Amrica. En los primeros meses de gobierno revolucionario los ataques se dirigen con prioridad a los altos funcionarios espaoles: virrey, intendentes, oidores, fiscales y
diplomticos de la Corona. En efecto, el nuevo poder invoca
la defensa de los derechos de! rey Fernando VII para
legitimar la revolucin. De esta manera a! elegir el apoyo de
la legitimidad monrquica, que en principio no cuestionara
el lazo colonial que une a los pueblos americanos con su
metrpoli, los revolucionarios slo reconocen come enemigos a las autoridades que se oponen en forma violenta o
conspirativa a sus proyectos.
El marqus de Casa trujo, ministro plenipotenciario de la
Junta Central espaola en la Corte de Brasil, public una
declaracin en la cual cuestionaba la legalidad de la instalacin de la Primera Junta y exiga la restitucin dei poder
al virrey Clsneros, con amenazas de convocar a os espaoles a derrocar al nuevo poder. Moreno le replica cen una
defensa do los "derechos" de ios pueblos frente, no slo a
"algunos jefes y mandones" que se oponen a ellos, sino
igualmente contra "un sistema fundado sobre el engao". La
palabra "mandones" empleada a menudo por Moreno, y de
uso frecuente en el discurso patriota, ms que designar a
algunas autoridades espaolas, simboliza la imagen que de
stas tenan los habitantes del Ro de la Plata.
Moreno distinguir as el inters econmico de la metrpoli, "... el espritu mercantil de Cdiz fecundo en arbitrios
para perpetuar en ias Amricas la triste condicin de una
factora...", de los hombres que en Amrica conservan el
poder politice como garantes de esa realidad econmica. A
tal fin dibuja el cuadro de la situacin jundico-social del
espaol europeo en Amrica: "El espaol europeo que
pisaba en ellas (estas tierras) era noble desde su ingreso,
rico a los pocos aos de residencia, dueo de los empleos
y con todo el ascendiente que da sobre los que obedecen,
la prepotencia de hombres que mandan lejos de sus hogares
... y aunque se reconocen sin patria, sin apoyo, sin parientes
y enteramente sujetos al arbitrio de los que se complacen
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En el curso de nuestro anlisis hemos percibido la existencia de una tensin permanente, tanto en los discursos como
en las prcticas morenistas, entre actitud revolucionaria y
actitud moderada, inters poltico y conviccin. En ciertos
casos estas paradojas respondan al momento histrico, en
otros a las propias concepciones de los revolucionarios.'
La fundamentacin de la legitimidad del nuevo poder fue
la primera cuestin a la cual se abocaron los revolucionarios.
Moreno elabora la moderna teora de la soberana popular,
aunque persista en l la pretensin de seguir mantenindose
dentro de los lmites tradicionales de la legitimidad monrquica. Con la introduccin de la figura del Contrato
Social
de Rousseau, Moreno da existencia al pueblo americano
independientemente de toda legitimidad exterior. En el plano
terico, Moreno esboza una teora de la soberana para
justificar la toma del poder de los criollos, en el plano poltico
se esfuerza por realizar, detrs de la adhesin encubierta a
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ni significado histricos.
Esta manera de plantear el problema de la autenticidad
del Plan de Operaciones
produce, en consecuencia, un
desplazamiento y deja una cuestin sin resolver. Puesto que
si consideramos como definitiva la tesis segn la cual Alvarez de Toledo es, efectivamente, el autor del Plan lo que
hacemos en realidad no es ms que cerrar una cuestin
la de la autora material y abrir otra nueva: la de las
condiciones histricas de produccin y posibilidad de un
discurso con esas caractersticas. Volvamos pues a los
textos para aclarar esta cuestin.
Ruiz Guiaz transcribe una carta de Doa Carlota
Joaquina enviada a Fernando VII y fechada el 30 de noviembre de 1814. En esa carta la infanta se refiere al Plan de
la siguiente manera: "Es bonito... pero nada nuevo para
nosotros que los conocemos"." As, Carlota Joaquina no
parece estar asombrada por el contenido de dicho plan, al
cual ella misma califica con los trminos "nada nuevo"; es
decir, las ideas del documento le resultaban familiares. Esta
familiaridad estara dada por la similitud de las ideas del
escrito poltico con las que sobre las directivas revolucionarias circulaban entre diplomticos, espas y patriotas que
iban y venan del Ro de la Plata a Ro de Janeiro. Desde
luego, no debemos subestimar las exageraciones sobre los
proyectos revolucionarios imputadas por los espaoles a los
patriotas, pero aun en stas se encuentran indicios de los
temas y preocupaciones propiamente revolucionarias.
As es que para que Alvarez de Toledo pudiese presentar
un escrito adjudicndoselo a Moreno, y que no resulte inverosmil para nadie como efectivamente no lo fue para
Carlota Joaquina, con el fin de cumplir con la funcin
poltica que el espa quera asignarle, tena que ser o parecer
fiel al original. Cabe ahora preguntarse cmo pudo ser
elaborado por un espa un plan de tal envergadura? En
efecto, el escrito presenta una estructura coherente. La
introduccin comprende una reflexin comparativa entre las
experiencias revolucionarias histricamente realizadas (las
revoluciones norteamericana y francesa), y las exigencias y
necesidades de la accin revolucionaria en el Ro de la Plata.
Siguen luego las directivas polticas donde no faltan referencias a la historia greco-latina. Las directivas revolucionarias
no se presentan en el escrito como un simple listado de
medidas sino que van acompaadas por una fundamenta1
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" Ibid, pp. 11779-11850.
" Tulio Halpern Donghi, Revolucin y Guerra, ob. cit., pp. 264-265.
Vase igualmente el estudio biogrfico de Julio Csar Chaves,
Castelli, el adalid de Mayo, Buenos Aires, Leviatn, 1957.
Vase "Memoria sobre los principios polticos que segu en la
administracin del Per, y acontecimientos posteriores a mi sepa
racin", en Ricardo Rojas, Obias polticas de Bernardo Monteagudo, La Biblioteca Argentina, V. 7, Buenos Aires, Librera La Facultad, 1916, pp. 37-72.
' Ibid., p. 42.
" Ibid., p. 46.
" Ibid., p 52.
'- Gaceta de Buenos Aires, 31 de diciembre de 1811, art. "Variedades". Vase asimismo El Censor (reproduccin smil topogrfica), 28 de enero de 1812, art. "Reflexiones polticas".
" Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 16.
" Cf Apndice documental, B. Monteagudo, doc 18.
" Ibid.
- Ibid.
" Gaceta de Buenos Aires, 15 do noviembre de 1810.
" Cf. Noem Goldman, "lluminismo e Independencia: Monteagudo
y Pasos Silva (Kanki) en la prensa revolucionaria", en El discurso
poltico, Buenos Aires, Hachette, 1987, pp 119-144.
' Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 2 1 .
Gaceta de Buenos Aires, 28 do marzo de 1812, art. "Parntesis a ias Observaciones didcticas".
Cf. Apndice documental, 3. Monteagudo, doc 18.
' Vase al respecto El Redactor de la Asamblea, Edicin facsimilar
publicada por La Nacin, con motivo del Primer Centenario de la
Asamblea, Buenos Aires, 1913.
'" Pilar Gonzlez Bernaldo, art cit.
Cf El Grito del Sud (reproduccin facsimilar) 29 de diciembre de
1812.
' Ibid.
" Cf. Apndice docurnentai, B. Monteagudo, doc. 19
Ibid.
" Cf Biblioteca de Mayo, ob. cit., pp. 11517-11518.
" Cf. Apndice documental, B. Monteagudo, doc. 17
' Ibid.
"" Ct. Apndice documental. B. Monteagudo, doc. 23.
Cf. Apndice documental, doc 22.
'"' Ibid.
' ' Vase Gaceta de Buenos Aires, 6 de mayo de 1811, "artculo
comunicado", y 20 de mayo, "contina el artculo comunicado".
' Noem Goldman, "Los jacobinos' en el Ro de la Plata, modelo,
discursos y prcticas (1810-1815)" en Cuadernos Americanos,
1989, nm 17, pp. 157-178 Este artculo fue reproducido en el
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