Meditación de Viernes Santo en Vaticano-Cantalamessa
Meditación de Viernes Santo en Vaticano-Cantalamessa
Meditación de Viernes Santo en Vaticano-Cantalamessa
Pero para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, he aqu, nota Bossuet, que a veces se
ve lo contrario, es decir la inocencia sobre el trono y la iniquidad sobre el patbulo. Pero qu conclua
Qoelet? Entonces me dije a m mismo: Dios juzgar al justo y al malvado, porque all hay un tiempo para
cada cosa y para cada accin. (Ecl 3, 17). Encontr el punto de vista que nuevamente pone el alma en
paz.
Aquello que el Qoelet no poda saber y que nosotros ms bien s sabemos es que este juicio ya se ha
dado: "Ahora dice Jess caminando hacia su pasin, ha llegado el juicio de este mundo, ahora ser
echado fuera el prncipe de este mundo, y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraer a todos
hacia m "(Jn 12, 31-32).
En Cristo muerto y resucitado, el mundo alcanz su meta final. El progreso de la humanidad avanza hoy a
un ritmo vertiginoso, y la humanidad ve abrir ante s nuevos e inesperados horizontes fruto de sus
descubrimientos.
Y tambin, se puede decir que ya ha llegado el final de los tiempos, porque en Cristo, subido a la derecha
del Padre, la humanidad ha alcanzado a su meta final. Ya comenzaron los cielos nuevos y la tierra nueva.
A pesar de todas las miserias, las injusticias y las monstruosidades existentes sobre la tierra, en l ya se
inaugur el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario,
pero el mal y la muerte realmente estn vencidos para siempre.
Sus fuentes se han secado; la realidad es que Jess es el Seor del mundo. El mal ha sido radicalmente
vencido por la redencin por l obrada. El mundo nuevo ya ha comenzado.
Una cosa sobretodo aparece diversa, vista con los ojos de la fe: la muerte! Cristo entr en la muerte
como se entra en una prisin oscura; pero sali de ella por la pared opuesta. No ha regresado de donde
haba venido, como Lzaro que vuelve a la vida para morir de nuevo.
Abri una brecha hacia la vida que nadie podr cerrar jams, y por la cual todos pueden seguirlo. La
muerte no es ms un muro contra el que se estrella toda esperanza humana; se ha convertido en un
puente hacia la eternidad. Un "puente de los suspiros", tal vez porque a nadie le gusta morir, pero un
puente, ya no ms un abismo que todo lo traga.
"El amor es fuerte como la muerte", dice el Cantar de los Cantares (8,6). En Cristo ha sido ms fuerte
que la muerte!
En su "Historia eclesistica del pueblo ingls", Beda el Venerable narra cmo la fe cristiana hizo su
ingreso en el norte de Inglaterra. Cuando los misioneros venidos de Roma llegaron a Northumberland, el
rey del lugar convoc al consejo de dignatarios para decidir si se les deba permitir o no, difundir el nuevo
mensaje.
Algunos de los presentes se mostraron a favor, otros en contra. Era invierno y afuera haba nieve y
ventisca, pero la habitacin estaba iluminada y clida. En cierto momento, un pjaro sali de un agujero
de la pared, sobrevol asustado un rato por la sala, y luego desapareci por un agujero en la pared
opuesta.
Entonces se levant uno de los presentes y dijo: Oh rey, nuestra vida en este mundo es como ese
pjaro. No sabemos de dnde venimos, por un poco de tiempo gozamos de la luz y del calor de este
mundo, y luego desaparecemos de nuevo en la oscuridad, sin saber a dnde vamos.
Si estos hombres son capaces de revelarnos algo del misterio de nuestras vidas, debemos escucharlos.
La fe cristiana podra retornar a nuestro continente y en el mundo secularizado por la misma razn por la
que hizo su entrada: como la nica que tiene una respuesta segura que dar a los grandes interrogantes
de la vida y de la muerte.
La cruz separa a los creyentes de los no creyentes, porque para unos es un escndalo y una locura, y
para otros es el poder de Dios y la sabidura de Dios (cf. 1 Cor 1, 23-24); pero en un sentido ms
profundo, sta une a todos las hombres, creyentes y no creyentes.
Jess tena que morir [...] no solo por una nacin, sino que tambin para reunir a todos los hijos de Dios
que estaban dispersos (Jn 11, 51 s.). Los nuevos cielos y la tierra nueva pertenecen de derecho a todos
y son para todos: porque Cristo muri por todos.
La urgencia que nace de todo aquello es evangelizar: "El amor de Cristo nos impulsa, al pensar que uno
muri por todos" (2 Cor 5,14). Nos impulsa a la evangelizacin!
Anunciamos al mundo la buena nueva de que "ya no hay condenacin para aquellos que viven unidos a
Cristo Jess. Porque la ley del Espritu, que da la Vida, me libr, en Cristo Jess, de la ley del pecado y
de la muerte" (Rom 8, 1-2).
Hay una narracin del judo Franz Kafka que es un fuerte smbolo religioso y adquiere un significado
nuevo, casi proftico, escuchado el Viernes Santo. Se titula "Un mensaje imperial". Habla de un rey que,
en su lecho de muerte, llama junto a s a un sbdito y le susurra un mensaje al odo.
Es tan importante aquel mensaje que se lo hace repetir, a su vez, al odo. Luego despide con un gesto al
mensajero que se pone en camino. Pero oigamos directamente del autor lo que sigue de la historia,
marcada por el tono onrico y casi de pesadilla tpico de este escritor:
"Extendiendo primero un brazo, luego el otro, se abre paso a travs de la multitud como ninguno. Pero la
multitud es muy grande; sus alojamientos son infinitos. Si ante l se abriera el campo libre, cmo volara!
En cambio, qu vanos son sus esfuerzos; todava est abrindose paso a travs de las cmaras del
palacio interno, de las cuales no saldr nunca. Y aunque lo lograra, no significara nada: todava tendra
que esforzarse para descender las escaleras. Y si esto lo consiguiera, no habra adelantado nada: tendra
que cruzar los patios; y despus de los patios el segundo palacio circundante. Y cuando finalmente
atravesara la ltima puerta --aunque esto nunca, nunca podra suceder--, todava le faltara cruzar la
ciudad imperial, el centro del mundo, donde se amontonan montaas de su escoria. All en medio, nadie
puede abrirse paso a travs de ella, y menos an con el mensaje de un muerto. T, mientras tanto, te
sientas junto a tu ventana y te imaginas tal mensaje, cuando cae la noche".
Desde su lecho de muerte, Cristo confi a su Iglesia un mensaje: "Vayan por todo el mundo y prediquen
el evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). Todava hay muchos hombres que estn de pie junto a la
ventana y suean, sin saberlo, con un mensaje como el suyo. Juan, acabamos de orlo, dice que el
soldado traspas el costado de Cristo en la cruz "para que se cumpliese la Escritura que dice: Mirarn al
que traspasaron" (Jn. 19, 37).
En el Apocalipsis aade: "He aqu que viene entre las nubes, y todo ojo le ver, an aquellos que le
traspasaron; y por l todos los linajes de la tierra harn lamentacin" (Ap 1,7).
Esta profeca no anuncia la venida final de Cristo, cuando ya no ser el momento de la conversin, sino
del juicio. En su lugar describe la realidad de la evangelizacin de los pueblos. En ella se verifica una
misteriosa, pero real venida del Seor que les trae la salvacin.
Lo suyo no ser un grito de desesperacin, sino de arrepentimiento y de consuelo. Es este el significado
de la escritura proftica que Juan ve realizada en el costado traspasado de Cristo, es decir de Zacaras
12, 10: "Y derramar sobre la casa de David y sobre los moradores de Jerusaln, un espritu de gracia y
de splica; y mirarn hacia m, al que ellos traspasaron".
La evangelizacin tiene un origen mstico; es un don que viene de la cruz de Cristo, de aquel costado
abierto, de aquella sangre y de aquella agua. El amor de Cristo, como aquel trinitario, del que es la
manifestacin histrica, es "diffusivum sui", tiende a expandirse y alcanzar a todas las criaturas
"especialmente a las ms necesitadas de su misericordia".
La evangelizacin cristiana no es conquista, no es propaganda; es el don de Dios para el mundo en su
Hijo Jess. Es dar a la Cabeza la alegra de sentir fluir la vida desde su corazn hacia su cuerpo, hasta
vivificar sus miembros ms alejados.
Tenemos que hacer todo lo posible para que la Iglesia no se convierta nunca en aquel castillo complicado
y atestado descrito por Kafka, y para que el mensaje pueda salir de ella libre y feliz como cuando inici su
recorrido.
Sabemos cules son los impedimentos que puedan retener al mensajero: los muros divisorios,
empezando por aquellos que separan a las varias iglesias cristianas entre ellas, el exceso de burocracia,
las partes de ceremoniales, leyes y controversias pasadas, convertidas en escombros.
En el Apocalipsis, Jess dice que l est a la puerta y llama (Ap 3,20). A veces, como seal nuestro
Papa Francisco, no llama para entrar, sino que llama desde dentro para salir.
Salir hacia las "periferias existenciales del pecado, del sufrimiento, de la injusticia, de la ignorancia y de la
indiferencia religiosa, y de cada forma de miseria".
Sucede como con algunos edificios antiguos. A travs de los siglos, y para adaptarse a las exigencias del
momento, se les ha llenado de tabiques, escalinatas, de cuartos y cuartitos.
Llega un momento en que nos damos cuenta de que todas estas adaptaciones ya no responden a las
exigencias actuales, es ms, stas son un obstculo, y entonces se hace necesario tener el valor de
derribarlas y reportar el edificio a la simplicidad y linealidad de sus orgenes.
Esta fue la misin que recibi un da un hombre que estaba orando ante el crucifijo de San Damin: "Ve,
Francisco, y repara mi Iglesia".
"Y quin es capaz de cumplir semejante tarea?", se preguntaba aterrorizado el Apstol frente a la tarea
sobrehumana de ser en el mundo "el perfume de Cristo", y he aqu su respuesta que vale tambin hoy:
"no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad
viene de Dios.
l nos ha capacitado para que seamos los ministros de una Nueva Alianza, que no reside en la letra, sino
en el Espritu; porque la letra mata, pero el Espritu da vida. (2 Cor 2, 16; 3, 5-6).
Que el Espritu Santo, en este momento en cual se abre para la Iglesia un tiempo nuevo, pleno de
esperanza, despierte en los hombres que estn en la ventana la espera del mensaje, y en los
mensajeros, la voluntad de hacerlo llegar a ellos, tambin al precio de la vida.