Gil, Luis. La Ideología de La Democracia Ateniense.
Gil, Luis. La Ideología de La Democracia Ateniense.
Gil, Luis. La Ideología de La Democracia Ateniense.
Luis GIL
los regmenes polticos de hallarse en lo que N. Hagopian 2 denomina una relacin simbitica con la ideologa. Un poder sin justificacin ideolgica difi-
detenta.
Pero, qu debe entenderse en realidad por ideologa? El trmino, acuado por Destutt de Tracy en 1797 para designar una nueva ciencia de creacin
personal suya, a saber, la ciencia de las ideas, que explicada la manera en que
stas se forman y dara criterios para distinguir las falsas de las verdaderas,
York-London, 1984.
Cuadernos de Filologa Clsica. N. 23-39-50-1989. Ed. Universidad Complutense. Madrid.
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zaron, aunque con cierta connotacin peyorativa, como designacin de un sistema de creencias con injustificadas pretensiones de cientificidad. Y en este
sentido lo entiende algn fillogo clsico como falsa conciencia derivada de
un condicionamiento cultural inconsciente y en ltima instancia reductible a
las relaciones de produccin y a las estructuras de la sociedad. Pero esta manera de concebir la ideologa se queda algo estrecha para nuestro propsito.
Mucho ms sugestiva para un fillogo clsico es la de Alvin W. Gouldner que ve en la ideologa un sistema de signos y de reglas para usarlos con
la finalidad de justificar y de movilizar proyectos de reorganizacin social.
Pero e] hecho de que las ideologas realicen esta funcin de un modo racional.
justificando sus aserciones, de tal manera que la orden se base en el informe,
las hace semejantes a los denominados por el sociolingista Basil Bernstein
cdigos lingsticos elaborados que explicitan los principios y operaciones
mentales subyacentes al mensaje, frente a los cdigos lingsticos restringidos en los que stas y aqullos quedan relativamente implcitos. Por lo dems, es un hecho conocido que cada ideologa tiene su lenguaje peculiar, bien
se fabrique su propia terminologa, bien d un sentido diferente del habitual
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dstica de convencer al populacho de que las clases superiores con su Euysvsta. su buena educacin y mayores recursos econmicos estn ms capacita-
das que las clases inferiores para ejercer las funciones de gobierno. Pero, como
se ver despus, cabe extraer tambin de su trabajo otras conclusiones que se
le quedaron en el tintero.
De momento, reanudemos el hilo de la exposicin volviendo al concepto
de ideologa, que en su sentido estricto es para Kay Lawson la aplicacin programtica y retrica de un amplio sistema filosfico que impulsa a los hombres a la accin poltica y les proporciona una gua estratgica para dicha accin. Efectivamente, en toda ideologa hay aspectos estructurales y aspectos
funcionales. Los primeros son esa su relacin con un sistema filosfico, el programa que deriva de ste y la estrategia para llevarlo a cabo. Los aspectos funcionales, es decir, lo que hace la ideologa en el mbito de la poltica, derivan
del elemento retrico que mueve a la accin para llevar a efecto el programa.
Las ideologas tratan de aplicar y de concretar algunos principios filosficos
abstractos y presumen de encarnar lo verdadero. Pero si los sistemas filosficos son descriptivos, dicen cmo son las cosas, las ideologas son prescriptivas, sealan lo bueno en el statu quo que debe mantenerse y lo malo que
debe eliminarse o cambiarse. Y por este rasgo peculiar suyo necesitan el auxiho de la retrica o arte de la persuasin para que sus preceptos convenzan y
sean llevados a efecto, lo que supone que se cumplan los requisitos sealados
por Platn en el Fedro y por Aristteles en su Retrica, a saber, el razonar lgicamente y el conocimiento tanto de las diversidades de caracteres humanos,
como el de las pasiones y la manera de excitaras. Esto ltimo se logra omitiendo ciertas cosas y dando una importancia exagerada a otras, es decir, reemplazando la argumentacin lgica completa por otra que prescinde deliberadamente de los datos, por relevantes que sean, de dificil acomodo a quod eral
demonstrandum. Y gracias a este elemento retrico se cumplen las funciones
de las ideologas, que son fundamentalmente tres: la justificacin de las instituciones existentes, legitimando al gobierno o al grupo que detenta el poder;
la movilizacin a la accin poltica, jugando con los miedos y esperanzas de
la gente mediante las tcnicas de la propaganda (simbolismo, repeticin, simplificacin, chivos expiatorios); y por ltimo, el establecimiento de un sistema de categoras o casilleros mentales para contemplar, interpretar y organizar a su travs la realidad, agudizando la sensibilidad para la captacin de ciertos hechos y embotndola para la percepcin de otros.
Evidentemente, no todos los rasgos que definen las ideologas en el sentido moderno pueden encontrarse en sus correlatos antiguos. Si se hace hincapi en su dependencia de un sistema filosfico, no podra hablarse de ideologas hasta despus de Platn y Aristteles, cuando el pensamiento poltico se
articula dentro de una concepcin global del hombre y del universo. Por ello
es preferible operar con un concepto ms laxo de ideologa como conjunto de
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creencias y actitudes sobre (y frente a) las instituciones sociales, polticas y econmicas, basado en una valoracin de la naturaleza humana. Sentado esto, al
ser la democracia ateniense resultado de una larga evolucin histrica, se plan-
samiento poltico sistemtico, que en todos estos perodos los aspectos funcionales de la ideologa primaran sobre los estructurales y que, si en los periodos de formacin y consolidacin del sistemademocrtico prevalecera la
funcin movilizadora, en la fase de radicalizacin seran la justificadora y la
~.
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tadas muchas cosas y no pueden desarrollar, lgicamente, un pensamiento sistemtico. Una excepcin a la regla son los logoi epitapl-zioi, especialmente el
puesto en boca de Pendes por Tucdides en el libro II de su Historia y la parodia del Menxeno, atribuida por Platn a Aspasia, as como el Panegihco y
el Panatenaico de Iscrates, algunos discursos dispersos en la obra tucididea
(v.gr. los del siracusano Atengoras) y el muy importante mito del Protgo ras
platnico.
Ni que decir tiene que la funcin predominante en este tipo de literatura
es la de justificacin del sistema y la de mentalizacin de la gente. Por ello es
lcito preguntarse por la orientacin tomada por ideologa democrtica en la
fase movilizadora que pudiera plasmarse en lemas o consignas reductibles a
eso que los alemanes llaman Sch/agwrter o palabras impactantes. A posteriori, y con una presentacin tendenciosa de los hechos Platn da por sentado
que la democracia (8r~goicpa-ric) se origina cuando los pobres se imponen al
bando contrario, matan a unos, destierran a otros, dan igualdad de partici~iacin en los derechos de ciudadana y en las magistraturas, y establecen un sistema de sorteo para el desempeo de stas. Como resultado de semejante ordenacin o, mejor dicho, desorden la ciudad se llena de libertad (Xsu~p<a), de licencia verbal (itapp~cria) y todo el mundo adquiere la facultad de hacer de su vida privada lo que quiera ~. De manera parecida, Aristteles pone
ei=la riqueza la diferencia entre la oligarqua (una ttapK~arnq o desviacin
de la pta-roicpatta) y la democracia (a su vez, una desviacin de la ,toXitea,
concepto ste que no vuelve a mencionar). En el primer caso controlan el poder los que tienen hacienda, en el otro, los menesterosos Pero en ambos sistemas de gobierno todos, ricos y pobres, goz4i de libertad.
Con todo, esta rgida divisin dicotmica entre sf5itopot y hropot no parece corresponderse con la realidad poltico-social de la Atenas de los siglos y
y IV a.C. Ms bien parece basarse en el prejuicio de clase y ser un tpico tan
antiguo como el Viejo Oligarca. ste nos ofrece un cuadro de la sociedad ateniense de mediados del siglo V en el que el demos, integrado por los ILV~tE;,
8~j.ira, XEiPo~-=se opone a Ja clase de los ricos, explotada y en proceso gradual de empobrecimiento. Empero, esta ltima, la de los antiguos terratenIentes, posee unas virtudes tico-culturales que le vienen de casta y de las que carecen los miembros del demos, por ms que se enriquezcan con nuevas actividades econmicas, con el ejercicio de las t%val y del comercio
El estudio de Walter Donlan sobre el vocabulario social ha demostrado
que los identificadores sociales de tipo econmico (lo mismo que los alusivos
al nacimiento) del tipo drnopo;, tnropoq, nv~q, etc, son raros hasta el siglo
V, en el queadquieren gran importancia como mdulos de medida social. Y
12
5-10.
1988, pp.
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esto nos hace pensar que los primeros impulsos para el establecimiento del sistema democrtico no pudieron. venir exclusivamente de-las diferencias de nivel econmico. Siendo la pois, en la -que el rgimen democrtico tiene - su
asiento, una creacin de la sociedad-arcaica en su totalidad, se plantea el pro-
igual nobles y gentes del comn. La lnea de demarcacin social no puede establecerse entre nobleza y demos, o entre clasesposesoras y clases desposeidas, sino entre libres y esclavos. Las diferencias entre los diferentes estratos
de hombres libres no eran insalvables. Es ms, la tctica militar de la falange,
en la que la infantera substituye como arma de eficacia decisiva a la caballera, dio una importancia capital a la asamblea de hoplitas, a cuyas resoluciones ya venan recurriendo los poderosos en su pugna por imponerse a sus rivales. De esta manera, se institucionalizara su poder. En una palabra, la organizacin-social de los griegos, al carecer de las rgidas estructuras jerrquicas de la romana, con sus.gentes dominantes, con sus clientelas y su tajante
divisin entre patricios y plebeyos, favoreci el desarrollo de la democracia.
Hacia el 600 aL. en Atenas, Mitilene y Lesbos la asamblea tena ya el carcter de una institucin poltica con capacidad decisoria.
Pero esta teora, que codifica, por decirlo as, Karl-Wilhem Welwei ~, aparte de dejarnos en la mayor oscuridad sobre la ndole de la 9uXfJ, de la 9parpta
y de tantos puntos del derecho tico, no es en realidad necesaria para explicar
el relativo igualitarismo o nivelacin social de la sociedad griega de la poca
arcaica que se hallara en los orgenes de la democracia. Ese igualitarismo se
justifica mucho mejor con la teora gentilicia comnmente admitida.
Correspondiendo la propiedad de la tierra al ytvo;, las desigualdades econmicas derivaran inicialmente del reparto de aqulla; ya que, sin duda alguna, los mejores lotes se los reservaran los jefes de los clanes. Con todo, es~ ~Phratries in Hmer, Hermes 89, 1961, Pp. 129-140, Philochoros on phratries, JHS SI,
1961, 1-15.
The emergence of Greek democracy, London, 1966 (traducida por m al castellano cn el
ttulo de La democracia griega. Trayectoria poltica. Madrid, cd. Guadarrama, 1966).
6 Tribu et cit. ude sur les groupes sociaux dans les cits grecques aux poques archaique
et classique. Paris, 1976.
Recherches Sur la nature du genos. rude disistoire soale athnienne - priode ardtai4ue
et classique, 1-II, Paris, 1976.
~ Adel und Demos in der frhen Polis, Cymnasium 88, 1981, 1-23.
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tas desigualdades se acrecentaran hasta extremos insoportables con la invencin de Ja moneda y el desarrollo de prcticas usurarias. En este momento es
donde se debe situar la transicin de un sistema de propiedad comunaL, la del
ytvo;, a un sistema de propiedad familiar e individual. AL no set la propiedad
de la tierra enajenable, era el producto de sta la nica garanta pata el acreedor y de ah la situacin de los tic-rfjgopot en que caan los miembros del genos insolventes y la esclavitud por deudas que afectaba a los integrantes de
los pyEO)VSg no encuadrados dentro del sistema gentilicio. El trnsito de una
economa natural a una economa monetaria produjo esas tensiones sociales
que la reforma de Soln pretendi resolver. La separacin entre libres y esclavos ya no se estableca entre connacionales y extranjeros, sometidos o comprados, sino tambin entre acreedores y deudores insolventes, reducidos a la
esclavitud o a un estado de servidumbre rural por el impago de sus deudas.
Y sta fue la situacin a la que Soln (ca. 594) tuvo que hacer frente al asumit el encargo de darle una solucin satisfactoria para todos. Al estado critico
a que la codicia y los desafueros haban conducido a Atenas Soln lo denomina buovoiiiri (3, 31). A sta le contrapone la ~vogit~ o buena Ordenacin
social que slo puede lograrse evitando la concentracin del poder y la riqueza en unos pocos, asegurando Ja libertad de todos los ciudadanos con la supresin de la cuasi-servidumbre rural (aswxi3atrz) y de la esclavitud por deudas (jn~ iti cot; atb~arn5av~istv) y el establecimiento de la igualdad de los
ciudadanos ante la ley, fijando el vjio; pertinente. Pero es precisamente en
la determinacin de la igualdad en sus justos lmites donde reside el quid de
la svolin. Hay que impedir, como podran querer los pobres una iaoiiopa,
porque eso supondra equiparar a los cn3Xo con los KcLlcoi. Honores y poder
poltico se deben repartir equitativamente con las cargas, porque as lo exige
la Scrj; y de ah eL establecimiento de las cuatro clases censitarias y la constitucin timocrtica diseada por el genio poltico de Soln. La pstf> para l
resida en la justicia orientada hacia el equilibrio social.
En la obra poltica de Soln y en su pensamiento, expuesto en sus elegas,
destacan algunos puntos que se habran de convertir andando el tiempo en
los Schlagwrer o lemas de la ideologa oligrquica: el concepto, ya mencionado, de stSvollta o buena ordenacin, al que los demcratas opondran el de
idoVO)XU; y cierta correlacin entre las nociones de mrito, riqueza y justicia
que le aproxima el pensamiento de Hesodo. Para Hesodo, en efecto, la &pe~
viene a confundirse con la riqueza, o mejor dicho, con un enfoque parecido
al de la moral protestante, segn la describiera Max Weber, la riqueza es Ja
manifestacin visible de la dp~-r~, ya que Zeus concede la riqueza a quien cumple con dos preceptos suyos, el trabajo, cuya necesidad la fundamenta el mito
de Prometeo (Erg. 42-105) y la justicia, que es el vixos dado por Zeus (y. 276>
a los hombres, superando la ley del ms fuerte imperante en el mundo animal.
Soln no haba empleado el adjetivo loo;, ni ningn compuesto con l
para calificar sus leyes. Refirindose a ellas dice saiog 8 goUug r@ 1cttlc@
-re icyaO@.. typawa (24, 18) en clara alusin a una igualdad relativa o geom-
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trica y no a una igualdad absoluta o aritmtica. Para la nocin, pues, de igualdad ante la ley a la que alude evidentemente el contexto antenor, Soln no
emple el trmino iaovotta cuya primera aparicin corresponde al flarmodio, el conocid escolio tico (cf. -rs vv przvvov iaavt-trjv iaovgou; x
Al3tva not~o4-t~v), en la forma adjetival iavjio, que define Hesiquio
com iooispfi; (invo~tov. icropap;), en clara alusin a la igualdad ai-itmica rechazada por Soln. Se ha discutido mucho el significado primitivo del
abstracto, dividindo~e las opiniones d los fillogos entre quienes lo ponen
en relacin directa con v4tav (~avoIot lo repartido por igual, en referencia
primero a una redistribucin equitativa de tierras, es, decir, a un 7 va&iapg. y secundariamente puesto en relacin con vpo; con el significado de
igual ante la ley) y La de quienes lo estiman un derivado secundario de vp.og,
como recientemente Pter Frei , cuyo parecer compartimos plenamente. Si
Soln haba rechazado la iuokotpa (fi. 23,21 0.), es lgico pensar que sobre
el modelo de esta palabra y el de evo$xa se creara el abstracto ioovopl20 sobre el adjetivo ya existente ivojio;. En contra de la opinin de Viktor Ehrenberg ~ que ve reflejarse en ellema de iaovopi las prelensiones de los nobIes a la igualdad de poder ante la tirana, nos parece ms probable la de Peter
Frei que la considera lSc-hlagwort de la faccin de Clswnes frente a sus opo
nemes aristocrticos para significar que la svopa soloniana resultaba ya insatisfactoria y que en el futuro todos deberan tener igual participacin en el
gobierno.
Si por icrovopin se entendi desde un primer momento tambin la igual-.
dad ante la ley, es algo que puede postularse a ttulo de hiptesis. Los textos.
sin embargo, emplean el trmino en los inicios de su andadura histrica con
el significado de igualdad de participacin politic&, con un progresivo desplazamiento semntico hacia la preponderancia del primer miembro en el sentido global dcl compuesto. En Herdoto (III 80,6) icrovopin designa el gobierno del pueblo (n2coq &p~ov), equivaliendo a &~toicpata. En esta acepcin
lo emplea precisamente Otanes en l clebre debate de las tres constituciones,
mencionando como rasgos caractersticos suyos el sorteo de las magistraturas,
la rendicin de cuentas de los magistrados y el pblico debate de los asuntos
de gobierno loo%apxrv ; -t Kotvv>. Herdoto, pues, entiende por icrovop no ya la mera igualdad ante la ley, sino la igualdad de participacin en el
estado y el poder. En estrecha relaci con tXcu0spf (III 142, 3s., VI 123,2)
implica, por un lado, la kr~yoph~ (y 78) y por otro la aoicpwr(fl (V 92) en
viva oposicin con la tirana.
En este corrimiento semntico del trmino a enfatizar la igualdad se refleja vivamente la funciii movilizadora de la ideologa democrtica. La icrovo
griechisehen
205-219.
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t~
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igual (-t iaov) es lo nico estable entre los honibres. Lo que tiene ms (t
itXov) provoca siempre la enemistad de lo que ti&ne menos.
Si la institucin de-la estrategia haba introducido un principio aristocratizante en la democracia ateniense yaristcratas fueron los grandes lderes, el
acceso al escenario-de la-poltica de un nuevo tipo de demagogos a la muerte
de Pendes dio un nuevo impulso a las tendencias igualitaristas. Se pone en
duda, cuando asiconviene, lacreencia en las virtudes hereditarias de la ~rn;.
Sfocles dice que-con -ftecuencia un tcn3X; no nace de sysvst;, ni un Kalcq
de &%psioi. (fr. 606 N1). Eurpides afirma que muchos syevsiq son iccncoi (fr.
551 N2) y manifiesta sus dudas sobre el criterio para distinguir la si5yvsta,
pues los de natural valeroso y justo, aunque nazcan esclavos, son ms nobles
que los de buena cuna. Se invierte la aplicacin-de los eptetossocio-polticos
creados por la aristocracia, sin necesidad de crear un contravocabulario. As
Lisias en el-ContraEratstenes llana ala mayora prodeniocrtica &v8p~; dyaoi y a la-minora oligrquica Xyoiicct-irdvr~po (XII 75). Tilda a los Treinta
de iroxn~poi y irovr~pxcno,. ya los lderes democrticos de &v8p~; pta-roi (XII
5). Al Bticacsrii; le designa como iroXin~q xpricnq iccCt Sicato; (XIV 4). Se invierte, asimismo,~ la escala axiolgica normal para halagar el orgullo del comn, como en el discurso de ~Clenen el debate sobre Mitilene (Thuc. III
37,3-5), en la versin; sin duda sesgada, de Tucdides. La wn3a [ltUt
a)99oavflqdeldemos es ms til que la &~i-tr~; par KoXaaia y los 9auXtspo administran- mejor las cosas que los ~vs-rdnspoi.
Con todo, la propia inversin de los pitetos socio-polticos y de la escala
axiolgica normal son signos evidentes d su vigencia. Como ya se ha observado repetidas veces,la-democracia ateniense hito suyos los ideales aristocrticos, transfirindolos del marco del linaj y del individu a lasfera ms amplia de la polis. Pero la prctica de las virtudes competitivas en la poltica exterior entraba en vi-a cntradicin con los ideales de la Xsuspia y de la icrovopia que l democracia atenierse predicaba de puertas adentro. Fue entonces cuando entr en juego la funcin justificadora de la ideologa para atribuir, enuna especie d circul Vicioso, la supefioridad de los atenienses sobre
los-restantes linajes grigosa la superioridad de su constitucin y, a su vez, la
superioridad de suconstitucina la superioridad de los atenienses como pueblo sobre los brbaros y los testantes helenos:
Al primer argumento idedlgico recurre, con mal encubierto orgullo patritico, el Pericles tucidideo del logos epitaphios. Al segUndo, una figura muy
allegada al poltico, la Aspasia del Menxeh platnico. Pero ya ntes se encuentran, aqu y all esparcidos, asertos que no dudaramos en calificar de racistas, si fuera adecuado el lenguaje moderno para la calificacin de los antiguos hechos. La Fedra curipidea no desea otra cosa para sUs hijos sino el que
puedan habitar en la ilustre ciudad de Atenas libresy florecientes en sinceridad (Hipp. 421 ss3 y ion, otro de los persnajes del trgico, que desconoce
a su madre, quisiera luetst fuer& dna ateniense para tener innata en su ser
por va materna la rapp-q-ca tica. Se-daba por supuesto que el ejercicio de
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la iaqyopa a lo largo de las generaciones haba desarrollado entre los atenienses, ricos y pobres, la virtud del todo decir, rasgo distintivo del hombre libre
(Fur. Phoen. 421) y escudo del pobre (Nicstrato, fr. 29 Kock), hasta el punto casi de hacerse inseparable de su manera de ser, como si fuera algo perteneciente a la herencia gentica, cuya prdida para el Scrates del Critn haca
que la vida careciese de sentido 22
De corte ya netamente racista es la difusa nocin de la autoctona 23 ateniense que se encuentra, aunque desmitificada, hasta en autor tan sobriamente racional como Tucdides. Aludida de pasada por Eurpides (Ion 29, 589,
737) y Aristfanes (Vesp. 1076, Lys. 1082), la explcita con cierta amplitud Iscrates en su Panegrico (Oit IV 24). Habitamos la tierra se jacta sin haber
expulsado a nadie, sin haberla ocupado desierta. No procedemos de una mez-
ca de muchas razas (tic itoXh~v vdiv juySs; ouXXsyvts;), sino que somos
tan bien nacidos y de tan noble linaje que desde siempre venimos ocupando
el mismo territorio ar~ove; vsq. Elaborando estas nociones de dominio
pblico y reproduciendo probablemente tambin genuino pensamiento peri-
incumplible y que haca del pueblo ateniense un unicum. Sobre este teln de
22 Sobre stas y otras cuestiones afines, cf. L. GIL, Censuro en el mundo antiguo. Madrid,
19822, pp. 48-Sl y Domingo Ptcoo, La proyeccin ideolgica de la democracia ateniense, Estudios de/a AntigUedad 1, Univ. Autnoma de Barcelona, 1984, Pp. 7-21.
23 Sobre esta nocin, cf. Vincent J. RosvAcH, Autochthony and the Athenians, CQ 37,
1987, 294-306.
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fondo se comprende la importancia del mito del Protgoras platnico que hace
extensiva a todo el gnero humano la conveniencia de la democracia, al cimentara en la dimensin cvica del hombre, basada en el cultivo de las virtudes cvicas del ai&bq y de la 6in~, cuyo germen mand repartir Zeus en todos los hombres por igual. Pero sobre este tema, que de por s merece un co-