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Toacazo
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ndice
Presentacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11
Introduccin
Tempestad en los Andes equinocciales? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Una monografa local con proyeccin global . . . . . . . . . . . . . . . .
El problema y sus discursos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Una estructura narrativa a dos voces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Un largo viaje con muchas deudas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Primera parte
El marco terico y el contexto
Entrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29
Captulo 1
El crepsculo de las haciendas norandinas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31
Retazos de historias urdidas en el da a da secular . . . . . . . . . . .
Los laberintos conceptuales del mundo de la hacienda . . . . . . . .
La hacienda como forma de produccin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Una tupida red de relaciones sociales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Paternalismo, disciplina y economa moral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Dominacin o hegemona? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Resistencia y cambio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Algunas lneas de anlisis sobre el terreno . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Captulo 2
El escenario, el tiempo y el argumento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
El escenario: las tierras altas de Toacazo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El tiempo: de la lucha por la tierra al etnodesarrollo . . . . . . . .
El parteaguas de la Reforma Agraria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Los intelectuales orgnicos indgenas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Hacia la etnificacin del desarrollo rural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Reflexiones sobre el marco cronolgico de este trabajo . . . . . . . . . . .
El argumento: reforma agraria,
diferenciacin campesina y etnognesis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Segunda parte
El desmoronamiento del mundo de la hacienda
Entrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Captulo 3
Crnica de la Reforma Agraria en las
tierras altas de Toacazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
En la antesala de la Reforma Agraria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
De la lucha por la tierra al reparto agrario . . . . . . . . . . . . . . . . .
Crnica de los hechos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La Universidad Central en Yanahurco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La influencia comunista en San Bartolo y San Carlos . . . . . . . . . . . .
La mediacin del IERAC en la entrega de huasipungos . . . . . . . . . . .
El Pongo o la reforma imposible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La cara campesinista de la Iglesia: Cotopilal . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Recapitulando . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Captulo 4
Los rezagos del rgimen de hacienda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225
El ensayo de una va junker de reconstitucin hacendataria . . . . 227
La persistencia de los conflictos por la tierra . . . . . . . . . . . . . . . 234
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Tercera parte
La organizacin indgena y las agencias de desarrollo
Entrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 277
Captulo 5
El devenir del tejido organizativo indgena . . . . . . . . . . . . . . . . . . 283
La UNOCANC como plataforma de
reivindicacin y mediacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Algunos elementos de cohesin y de proyeccin . . . . . . . . . . . . . .
La lucha por la equidad de gnero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Una educacin profesionalizadora y con identidad . . . . . . . . . . . . . .
Cimentando la organizacin . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El desembarco de las agencias de desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . .
Unas economas campesinas altamente diferenciadas . . . . . . . . . .
Recapitulando . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Captulo 6
Experiencias de desarrollo rural en la era neoliberal . . . . . . . . . . . 331
Los vaivenes del proyecto campesinista de CESA . . . . . . . . . . . . . .
La intervencin de CESA en las tierras altas de Toacazo . . . . . . .
Las diferentes fases del Proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Entre el compromiso campesinista y el modelo farmer . . . . . . . . . . .
Arriba y abajo, liderazgos y recelos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Fin de la microverticalidad y asalto al pramo . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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Eplogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
Referencias bibliogrficas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393
Archivos, acrnimos y abreviaturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 413
Lista de diagramas, mapas y tablas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417
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Presentacin
Jos Juncosa
Director
Editorial ABYA-YALA
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Introduccin
Tempestad en los Andes equinocciales?
Tempestad en los Andes es, sin duda, una de las obras icono de la literatura
indigenista en el mundo andino. Su autor, el peruano Luis E. Valcrcel,
profetiz en ese ensayo lleno de pasin y de pica una suerte de resurreccin del indio tras siglos de humillacin, explotacin y silenciamiento.
Habra de ser en los Andes en los Andes del Per donde los secularmente oprimidos protagonizaran un renacimiento en toda regla, ponindose
en pie y marchando sobre los muros de la exclusin y la vergenza. Ni
que decir tiene que el primer combate a librar sera, cmo no, contra el
gamonalismo, esto es, contra el poder hasta entonces omnmodo que los
seores de la tierra los terratenientes y sus aliados funcionales curas,
tinterillos y representantes del Estado en el medio rural ejercan sobre la
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Introduccin
trminos histricos, la cristalizacin en la Sierra de una tupida red de organizaciones de base, as como de segundo y de tercer grado que acabaron
conformando algo as como la espina dorsal de la contestacin social ya
desde el tiempo de la lucha contra las haciendas y los terratenientes. No en
vano fue en los Andes donde la cuestin agraria, en plena efervescencia
durante los aos sesenta y setenta, coadyuv a la proliferacin de comunas,
cooperativas y asociaciones de diferente ndole como estrategia de acceso
al factor tierra: el combate por el control de un recurso estratgico fundamental como se fundamental desde el punto de vista de las condiciones
de produccin y reproduccin del campesinado quichua sometido al rgimen de hacienda forj las condiciones que posibilitaron la politizacin
de la etnicidad. La circunstancia de que Quito, la capital de la Repblica,
est ubicada en pleno callejn interandino, hizo de ella el blanco y objeto
natural de todas las demostraciones de fuerza exhibidas por el movimiento indgena desde marchas y paros hasta verdaderas tomas simblicas (y
reales) de la ciudad, siendo tambin un elemento importante a tener en
cuenta a la hora de entender la centralidad que las organizaciones serranas
han tenido en la conformacin de la protesta.
Todo ello me indujo a tomar prestada de Valcrcel su metfora de la tempestad para titular la introduccin de este texto, aunque acotada a los Andes
equinocciales. La razn? Simplemente porque, en cierto sentido, tras una
tormenta siempre suele arreciar la calma. La causa ltima es que se impone
una reflexin sosegada en torno al punto a que puede haber conducido el
torbellino desatado en los Andes ecuatorianos: ms all de los truenos y los
aguaceros de la poltica de la identidad y del reconocimiento, habr que ver
hasta qu punto las estructuras de la dominacin han sido barridas o simplemente transformadas; en qu medida el tiempo nuevo, lejos de erradicar
el racismo, se tradujo en una suerte de re-racializacin de los grupos subalternos; o hasta dnde el clientelismo poltico, el proyectismo y los hbitos
patrimonializadores de la poltica convencional acabaron por permear (o no)
a parte de las dirigencias tnicas, limitando en el medio plazo su capacidad
contestataria y tambin su proyeccin como representantes de las bases en
nombre de quienes supuestamente actan e interpelan.
La pregunta de la introduccin, pues, obedece a que el libro tiene un
punto de partida claro: la conformacin en la Sierra ecuatoriana de una
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1 La nocin de etnofagia la tomo de Hctor Daz-Polanco, uno de los primeros autores en llamar
la atencin sobre el giro perverso, aparentemente aperturista, que han tenido las polticas pblicas
en numerosos pases latinoamericanos hacia los pueblos indgenas y sus demandas a partir de los
aos noventa. Ante la emergencia de los nuevos movimientos tnicos, en efecto, los Estados (frecuentemente apoyados por los organismos multilaterales de desarrollo) han adoptado patrones polticos
neoindigenistas y etnfagos consistentes en concesiones en el plano formal-jurdico sobre la naturaleza
plural de la sociedad (firma del Convenio 169 de la Organizacin Internacional del Trabajo, modificaciones constitucionales que dejan constancia de la esencia pluricultural o plurinacional del Estado,
etc.), adoptando, a la vez, polticas agrarias y sociales de corte neoliberal que menoscaban la base de la
reproduccin social de los indgenas: las comunidades y las formas de gestin comunal de los recursos
entre ellas (Daz-Polanco 1997, 2005, 2006).
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Introduccin
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rentes niveles administrativos. A pesar de que las narrativas de los protagonistas de esa historia al menos de los protagonistas desde el lado indgena
de la frontera tnica eran de una coherencia aplastante, y a pesar tambin
de que traslucan un aura de naturalidad sobre todo ese transcurso, no
dej nunca de sorprenderme la profundidad y la magnitud de lo que all
haba sucedido. Cmo fue posible me preguntaba semejante cambio en
solo unos pocos aos?: un verdadero pachakutik, en efecto, una suerte de
mundo al revs en el que, despus de siglos de dominacin, los patrones
se volatilizaron no todos, esa es la verdad al tiempo que los hijos de sus
huasipungueros y dems precaristas ocupaban las fincas de las haciendas,
eran objeto de cualquier cantidad de proyectos de desarrollo y, en un avance democrtico sin precedentes, llegaban a tener un control de los poderes
locales impensable poco tiempo atrs.
La cosa iba, desde luego, ms all de la cuestin agraria stricto sensu: qu
decir sobre los sectores pueblerinos ubicados del otro extremo de la lnea de
clasificacin binaria los no indgenas, blancos y mestizos, de extraccin
mayoritariamente campesina, secularmente rodeados de grandes haciendas y
secularmente tambin beneficiarios de la explotacin del trabajo indgena de
las comunidades y las estancias aledaas?; cmo digirieron el hecho de que,
al final del proceso, las viejas haciendas fueran redistribuidas nicamente
entre la poblacin indgena precarista, siendo ellos como eran, en ltima
instancia, campesinos sedientos de tierra?; cmo no iba a haber tensin en el
ambiente cuando, en los aos del cambio de siglo, seran los indios quienes
tendran mayora en la Junta Parroquial de Toacazo, adems de controlar
directamente la Tenencia Poltica? Esos indios alzados no dejaban de ser, en
los imaginarios de no pocos parroquianos, los hijos o los nietos de aquellos
otros que, en el cnit del rgimen gamonal, barran las calles y plazas del
pueblo a requerimiento del cura prroco o del teniente poltico de turno
Sucede tambin que las tierras altas de Toacazo han sido muy visitadas por ingenieros, economistas, socilogos y antroplogos. En parte
por la concentracin de agencias de desarrollo en la parroquia, sobre
todo durante las dcadas de 1980 y 1990; en parte por el atractivo que
la organizacin tnica autctona proyectaba como objeto de estudio. Las
observaciones de campo y los discursos de los informantes locales, pues,
podan ser contrastados con las visiones emanadas del personal tcni18
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Introduccin
3 Los estudios a que me refiero son, por orden cronolgico, el de Luciano Martnez (1984)
sobre algunos elementos de las estrategias desplegadas por comuneros y terratenientes en la fase final
del proceso de Reforma Agraria; el de Paola Sylva (1991) sobre las fortalezas y las debilidades que en
aquel momento ya podan percibirse entre las organizaciones de segundo grado y la de Toacazo fue
una de las consideradas en su anlisis; los de Amparo Eguiguren (1993, 1995) sobre las percepciones
y las evaluaciones diferentes que instituciones y beneficiarios mostraban ante un mismo proyecto de
desarrollo implementado en la zona a finales de los ochenta; y los de Franklin Ramrez (1995, 2002)
y Silvia Starkoff (1995) sobre los claroscuros de la historia de la organizacin indgena parroquial en
relacin con la recepcin de proyectos de desarrollo de distinta ndole, inducidos desde las diferentes
agencias. Una visin de conjunto del devenir del proceso organizativo en las tierras altas de Toacazo se
encuentra en el detallado informe elaborado por Miguel Viera (2009).
4 El hecho de no topar con libros de hacienda disponibles imposibilit, sin embargo, una aproximacin detallada y contrastada del desempeo econmico de los grandes fundos en la fase liminar del
rgimen terrateniente.
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Introduccin
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den que la han posibilitado. Quien quiera unas conclusiones al uso, no tiene
ms que ir revisando los sucesivos recapitulandos que jalonan el recorrido
seguido por los captulos tres, cuatro, cinco y seis. Por no ser repetitivo, prefer terminar el libro con una suerte de eplogo poco convencional en el que,
adems de sealar el horizonte que se oteaba, tras la tormenta tnica, ya en
los inicios de la segunda dcada del siglo XXI, trato de retomar algunas de las
reflexiones hilvanadas a lo largo de la monografa a tenor de cuatro narraciones que me sirven para ilustrar y dotar de rostro lo que quiero argumentar.
En este punto debo aclarar que la dinmica del texto tiene algunas
peculiaridades que conviene explicar. Con mayor o menor intensidad en
funcin de cada captulo, he querido combinar dos registros narrativos
diferentes. Por un lado, el lector encontrar un discurso acadmico en el
sentido ms estricto de la expresin: una manera de exponer, debatir, falsar, verificar y concluir tal como marcan los cnones del conocimiento
aplicado a las ciencias sociales (y subrayo lo de ciencias a fin de no dar
lugar a equvocos sobre la orientacin nomottica de la investigacin). De
manera hasta cierto punto arbitraria y aleatoria, he roto a menudo ese
discurso acadmico insertando otro tipo de narracin muy diferente: para
evitar confusiones, este otro aparece ligeramente sangrado e ntegramente
en letra cursiva. Se trata de relatos elaborados a partir de historias que he
ido recogiendo de mis entrevistas y mis observaciones sobre el terreno, as
como de la documentacin de diferente naturaleza que he revisado. No
busque ah el lector un anlisis de lo que se cuenta, sino simplemente una
narracin que pretende, por un lado, ilustrar desde ngulos diferentes aspectos puntuales de la realidad y, sobre todo, poner voz a las subjetividades
que susurran en los documentos, en las conversaciones, en el da a da del
trabajo de campo: relatos, en suma, que buscan liberarse de las rigideces
de los requerimientos del discurso cientfico para dejarse ir, en cierto sentido, por los campos abiertos de la recreacin de estampas, sentimientos y
sensaciones. Dentro de esos relatos narrados por quien escribe estas lneas
se hallarn tambin citas y alusiones textuales que, en cada caso, aparecen
convenientemente referenciadas. De no incluirse una anotacin explcita,
debe entenderse que la fuente principal es mi propio cuaderno de campo.
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Introduccin
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su apoyo y afecto. Mencin especial merece Alicia Torres y el Consejo Editorial de FLACSO por su receptividad a la publicacin de esta monografa,
as como Jos Juncosa, de Abya-Yala, por su colaboracin entusiasta en la
publicacin. A Mara Cuvi, con quien me une tambin una de esas amistades de largo aliento, quiero agradecerle su dedicacin y su paciencia a la hora
de orientarme en la bsqueda de un ttulo que pudiera sintetizar de manera
grfica lo que yo haba intentado desarrollar a lo largo de varios cientos de
pginas. El rigor en la investigacin, en mi caso, no va precisamente anudado
a una capacidad imaginativa en lo que a ttulos se refiere.
Gabriela del Olmo no solo ley, anot y coment el manuscrito, sino
que ha estado presente a lo largo de todos estos aos de idas y venidas entre
Lleida, Quito y Toacazo. Compartir la vida con alguien se hace a veces ms
complicado cuando ese alguien arrastra una circunstancia que pasa, como
es mi caso, por una vocacin investigadora que le lleva reiteradamente por
derroteros como los de las tierras altas de los Andes equinocciales. Quiero
agradecerle aqu por toda una vida de complicidades, alientos y de saber
que uno transita muy bien acompaado por los vericuetos de la vida.
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Primera parte
El marco terico y el contexto
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Entrada
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con categoras emanadas de las luchas polticas del presente. Dado que una
de las reivindicaciones ms sentidas del trabajo es la de no perder nunca de
vista la ubicacin de los procesos analizados en la larga duracin, y a pesar
de que stos estn cronolgicamente circunscritos a la segunda mitad del
siglo XX, he utilizado algunas referencias extradas de la documentacin
colonial para situar al pasado reciente frente a frente con la tozudez de las
recurrencias constatables ciento cincuenta o doscientos aos atrs: uso el
retablo del siglo XVIII consignado en los legajos como un espejo en el que
el presente reverbera y viceversa, a pesar de las grandes diferencias constatables en el funcionamiento del sistema hacendatario en una y otra poca y
que, por razones obvias, quedan fuera del alcance del libro. Todo ello facilita, adems de desgranar mi andamiaje terico, llegar al final con algunas
lneas claras de anlisis con qu iluminar el resto del camino.
El segundo captulo lo he titulado El escenario, el tiempo y el argumento y constituye otra entrada, otra introduccin desde ngulos diferentes, a la monografa que le sigue. Se trata de un relato en el que el lector
encontrar: una descripcin del escenario objeto de estudio las tierras
altas de la parroquia de Toacazo y de los principales procesos de cambio
social desatados a partir de las reformas agrarias; un anlisis del contexto
ms general en que se enmarcan esos procesos locales (la trayectoria del
movimiento indgena ecuatoriano en el tiempo del neoliberalismo); y los
argumentos ms importantes (las hiptesis de trabajo) que han guiado el
quehacer de la investigacin. La idea es combinar mbitos de anlisis (de lo
local a lo global y de ah de nuevo a lo local), revisar la literatura cientfica
ms importante que se ha interesado por estos campos y ubicar algunos de
los problemas enunciados en el captulo anterior (el tema de la conformacin de los intelectuales orgnicos, por ejemplo) dentro de sus coordenadas
coyunturales ms generales, as como explicitar la perspectiva interpretativa desde la que se va a abordar despus el estudio sobre Toacazo.
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Captulo 1
El crepsculo de las haciendas norandinas
La hacienda andina, en cuanto institucin central de la vida rural, se estructura sobre un conjunto de prcticas y relaciones sociales, las que generalmente no le son ni particulares ni especficas y que la conectan en el
plano analtico y temporal con instituciones y prcticas que caen fuera de
su dominio, que la trascienden. Por lo tanto, la hacienda puede ser tomada
como un punto de referencia para un anlisis de prcticas distintas, que
pueden trascender sus lmites y envolver otras instituciones. El rgimen
hacendario ha determinado formas de gobierno y estructuras polticas, ha
influido en relaciones sociales ms amplias y ha impuesto su tono sobre la
cultura en general.
Roland Anrup (1990: 26)
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lado de la frontera tnica, le conden a no poder trascender de esa condicin en la estructura de poder tradicional hasta que por obra y gracia de la
Reforma Agraria y la Teologa de la Liberacin, esa bendita hacienda en
la que vivan y trabajaban l y su familia fue redistribuida entre los huasipungueros y partidarios, constituyndose en cooperativa. Ese cambio de
situacin activ las espoletas de la movilidad social. En pocos aos, y gracias
a la proliferacin de proyectos de desarrollo rural y a las facilidades de todo
tipo que stos aportaban de cara a la formacin de los jvenes avezados,
Leonidas pudo iniciar una carrera fulgurante que le acabara colocando al
frente de la CONAIE. En una sola generacin, pues, y tras siglos de dominacin hacendataria, el hijo de un pen de hacienda devino demiurgo con
capacidad para negociar ministerios, convocar levantamientos y codearse
con las ms altas jerarquas del Estado9.
En la crnica de sucesos de un conocido peridico guayaquileo, apareci publicado el 13 de diciembre de 2007 que en Manchacazo se haba
detenido a Enrique Guamal, inculpado de haber asestado ocho pualadas
a Vctor Casillas, miembro de esa misma comunidad, quien milagrosamente no muri tras la agresin. Siguiendo el procedimiento de la justicia
indgena, prosegua la crnica, el dirigente de la UNOCANC, Remigio
Sillo, encabez el interrogatorio del sospechoso, tras el que habra confesado
su culpabilidad, al parecer por los de faldas. Una vez castigado por los
comuneros con agua fra y ortigas, Guamal fue finalmente entregado a las
autoridades de la Fiscala de Asuntos Indgenas local 10.
Estos retazos de historias ilustran y sealan algunos, y slo algunos, de los
muchos ejes constitutivos del mundo de la hacienda y sus corolarios. Es destacable, para empezar, y sta es una dimensin que conviene tener siempre
presente, la profundidad histrica del universo social, econmico y simblico que represent. Los indios de Manchacazo, por ejemplo, mantuvieron un
conflicto durante al menos 184 aos, a tenor de la documentacin histrica,
con la hacienda aledaa por el aprovechamiento de unos pastos: ello no debe
inducir a engao sobre la calidad y la feracidad de esos terrenos, pues se
9 Entrevistas a Dioselinda Iza en Planchaloma (16/10/2003 y 29/06/2004) y a Leonidas Iza en
Quito (15/11/2006).
10 El Universo, 13 de diciembre de 2007, Sucesos (www.eluniverso.com).
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Pagan en trabajo
Pagan en efectivo
Pagan en producto
Pagan en trabajo,
efectivo o producto
Huasipungueros
Arrendatario
Partidarios
Partidarios
Arrimados
Concesionarios de
recursos
Concesionarios de
recursos
Arrendatarios
Sitiajeros
Sitiajeros
Sitiajeros
Arrendatarios
simulados
Yanaperos de
recursos
Fuente: CIDA (1965, grfico II-3).
13 Los huasipungueros, que aparte de la parcela asignada por el patrn disfrutaban del derecho
al uso de los pramos, la lea y las acequias ubicadas en la hacienda, constituan la principal fuente
de mano de obra de los terratenientes, pero no la nica. Los arrimados o apegados eran amigos o
parientes del huasipunguero que, con base en la prestacin de trabajo ocasional en las tierras del patrn,
adquiran el derecho de trabajar en el lote de aquel. Los arrendatarios y subarrendatarios, por su parte,
tenan derecho a usufructuar un lote y otros beneficios previo pago de una renta al hacendado. En perodos de siembra y cosecha, cuando se requera ms mano de obra, estos arrendatarios subarrendaban
a agricultores de otras comunidades. Los yanaperos eran campesinos pertenecientes a comunidades
situadas fuera de la hacienda. Tenan acceso a algunos beneficios a cambio de trabajar (sin recibir salario)
tierras del terrateniente algunos das de la semana. Su reproduccin social dependa ms de su relacin con la comunidad que de la mantenida con la hacienda. Por ltimo, los sitiajeros eran pequeos
campesinos minifundistas vinculados a los latifundios que, debido a su necesidad de acceder a pastos,
pagaban dinero en efectivo, jornales de trabajo o cabezas de ganado al hacendado.
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bondades de su articulacin a un mercado nacional que, en la nueva coyuntura, les permita competir con xito en el abastecimiento del litoral
con las producciones importadas.
Conviene tener presente que, en efecto, una buena porcin de las tierras de la hacienda (las mejores, habitualmente las ms bajas) las dedicaba
el patrn a cultivos mercantiles. Para su explotacin, introduca innovaciones tcnicas modernas tales como tractores o cosechadoras adquiridas en el mercado (nacional o internacional). Dependa, por lo tanto, de
su insercin en el modo de produccin capitalista para su reproduccin.
Sin embargo, al mismo tiempo, una parte sustancial de los procesos productivos continuaban presentando caracteres aparentemente arcaicos, al
fundamentarse en el instrumento manual de trabajo que maneja el productor directo, en formas de cooperacin y de divisin del trabajo simples, en procesos de cultivo indicadores de un bajo nivel de desarrollo
de las fuerzas productivas (barbechos prolongados como principal forma
de reconstitucin de la fertilidad de la tierra, una integracin asistemtica
de agricultura y cra de ganado, rotaciones de cultivos poco frecuentes,
pastizales naturales, etc.) (Guerrero, 1991b [1976]: 45). Esto explica que
se tildara al rgimen de hacienda de atrasado o tradicionalista, dominado
por una mentalidad poco empresarial. Para Andrs Guerrero, en cambio,
la cosa era ms sutil y compleja, dado que los latifundistas
[...] procedan a una seleccin de ciertos momentos del proceso de trabajo tradicional que encontraban provechoso innovar (por razones sin duda
econmicas), introduciendo medios de produccin muchas veces bastante
complejos y costosos. No obstante esto, conservaban, por otro lado, los dems aspectos de la produccin sin aportar cambio alguno. Los instrumentos de trabajo (o materias primas y/o auxiliares) modernos se integran de
esta manera al conjunto del proceso tradicional, acelerando determinadas
tareas o mejorando rendimientos. En este sentido y contrariamente a lo
que se afirma en general, una racionalidad puramente econmica (maxiconsigui estimular el mercado interno (Clark, 2004), facilitando la movilidad de la mano de obra
indgena: Esta situacin determin que los plantadores [de la Costa] recurrieran a la Sierra en busca
de la fuerza de trabajo indispensable para la expansin de las plantaciones. Para ello pusieron en prctica mecanismos como el enganche operados por un grupo de intermediarios que recorran el campo
ofreciendo adelantos monetarios y comprometindose a llevar a los enganchados hasta el sitio de
trabajo (Trujillo, 1986: 110).
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mizar las ganancias) preside a esta innovacin y, al mismo tiempo, conservacin del proceso de trabajo (1991b [1976]: 46).
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Diagrama 1.2
Representacin de la microverticalidad propia de las haciendas
norandinas en las vsperas de la Reforma Agraria
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De acuerdo a cada piso vara la temperatura, la cantidad de precipitaciones de lluvia, la composicin y disposicin de los suelos, etc. Estas variaciones determinan las posibilidades de utilizacin agrcola (tipo de cultivo
apropiado) y pecuario de la tierra andina. Adems, aspecto importante, el
tiempo de cultivo, requerido entre siembra y cosecha, para un mismo tipo
de cosecha, se extiende o acorta siguiendo la ubicacin en altura de cada
piso. As, por ejemplo, el maz puede ser cultivado entre los 2 000 y 2 800
metros, variando su ciclo vital entre seis meses en la parte baja y ocho en la
alta. La cebada alcanza los pisos ms altos, al borde del pramo, junto con
los tubrculos (papas, mellocos, ocas, mashua), no obstante, su ciclo oscila
tambin fuertemente con la altura. Cabe sealar aqu adems que una de
las dificultades con las que tropieza la agricultura en el callejn interandino,
conforme se asciende de piso, es el riesgo creciente de heladas que, a ciertos
momentos del ciclo, pueden destruir los sembros (1991b [1977]: 92).
Por ejemplo, el cultivo de una planta tan importante como el maz se vuelve,
por encima de los 3 000 metros, no solamente riesgoso debido a las heladas,
sino que la mazorca demora casi un ao para madurar. Los huasipungueros
asignaban sus tierras, por lo tanto, a tubrculos y cereales. Productos adecuados a la parte alta. Consecuencia econmica y social: las familias huasipungo se tienen que preocupar en cmo conseguir granos cultivados fuera del
abanico ecolgico que ofrecan sus tierras [...]. Viejo reto para la civilizacin
andina, que los huasipungueros [...] enfrentaron cindose a pautas ancestrales: organizar una red econmica, social y simblica, sustentada en parentescos que acoplan complementariedades ecolgicas. A lo largo del tiempo,
retejieron chaquianes de intercambio con familias asentadas en tierras bajas. Son los compadres y conocidos (1991a: 284).
Es decir, que dentro de las haciendas fue hilvanndose una red compleja de
intercambios entre unos pisos ecolgicos y otros; intercambios econmicos, a travs de los flujos de productos que suban y bajaban; pero tambin
simblicos y rituales sustentados en y sustentadores de toda una extensa
gama de estrategias establecedoras de relaciones sociales entre arriba y abajo, tales como los matrimonios cruzados, el compadrazgo o el priostazgo,
entre otras muchas23. Nada sorprendente, por otra parte, si atendemos a
23 En los casos de las haciendas de la Sierra norte estudiadas por Guerrero, este autor habla de
la cristalizacin en los fundos de verdaderas comunidades huasipungo, constituidas por el entrelaza-
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los habitus de las gentes del mundo andino, un mundo complejo y frgil en
el que el acceso simultneo a una multiplicidad de pisos ecolgicos constituy histricamente una herramienta adaptativa altamente eficaz desde
el punto de vista de la reproduccin social y de la sostenibilidad de los
agroecosistemas (Murra, 1975)24.
Para el caso de las tierras altas de la actual parroquia de Toacazo, por
ejemplo, est constatado el manejo de la microverticalidad en los tiempos
de los seoros tnicos prehispnicos25, as como, ya en la poca de las encomiendas, por parte de la poblacin indgena all asentada al menos hasta
principios del siglo XVIII (Quishpe Bolaos, 1999: 120), justamente en
los inicios de la composicin masiva de tierras que consolidaran en esa
zona el rgimen de hacienda. Una de las impresiones que rezuma la documentacin colonial que he podido cotejar y que en parte sugiere el trabajo
de campo y las conversaciones con campesinos que vivieron la etapa final
del mundo de las haciendas, es que esa lgica de la microverticalidad estuvo
miento de relaciones por una parte, de produccin y circulacin-distribucin (bajo la forma concreta
de reciprocidad, cambio, al partir) y, por otra, de parentesco sanguneo y ritual (el compadrazgo). Urdimbre econmica duplicada por una tendencia marcada hacia la endogamia de un conjunto
de unidades domsticas campesinas-indgenas: los grupos huasipungos poseedores de lotes familiares
otorgados consuetudinariamente por el hacendado al titular, reconocido como jefe de familia, responsable de derecho y obligaciones (1991b [1985]: 113).
24 El asunto de la potencialidad actual de esos habitus andinos tiene su enjundia. Valga como
muestra la experiencia de los campesinos indgenas del valle peruano de Lares (Cuzco) estudiados por
Mart Sanz (2005). Se trata de comunidades mercantilizadas, ubicadas durante dcadas en los parmetros desarrollistas de la revolucin verde que, en pocos aos, consolidaron una slida red de mercados
de trueque (los chalayplasa) como respuesta a la expulsin del mercado monetario convencional a
que el ajuste estructural de principios de los noventa (el fujishock) las conden. Frente a la exclusin
ejercida por los precios inasumibles de los insumos de origen industrial, se reconstituyeron los viejos
flujos de excedentes de los pisos subtropicales hacia arriba, de la puna hacia abajo, ms el aporte de
los productos propios de los valles interandinos. Al parecer, los resultados desde el punto de vista de
complementar la dieta aprovechando los recursos locales y el manejo de la microverticalidad andina
no son nada desdeables. Esas unidades campesinas no tenan recursos monetarios con qu enfrentar
la crisis, pero s los conocimientos de manejo del medio (los habitus) destilados a lo largo de cientos
de aos de experiencia.
25 La plasmacin del uso simultneo del mximo nmero de pisos ecolgicos revisti en los
Andes septentrionales, ms hmedos y menos bajos que los Andes centrales, caractersticas diferentes
de la economa de archipilago descrita por Murra para la sierra peruana. Salomon da cuenta de la
interconexin de regiones muy amplias por medio de la actuacin de especialistas (los mindales) que
abastecan a los seoros tnicos norandinos de productos subtropicales ubicados allende sus dominios.
En el caso que nos ocupa, constata la existencia de mindales de Sigchos (cantn hoy vecino a Toacazo)
que provean a las tierras altas de la hoya de Guayllabamba (donde est Quito) de algodn, aj y pescado seco, entre otros bienes (Salomon, 1980: 168).
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el juego, con el juego, y la relacin de creencia, de illusio, de inversin/inmersin es tanto ms total, ms incondicional cuanto que se ignora como
tal (Bourdieu, 1991: 114).
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antes se hallaba perdida, y como los indios son enemigos del mayordomo
que los sujeta al trabajo, han procurado con informes falsos que salga otro
mayordomo [...] a contemplacin de ellos, que no los sujete y se pierda la
hacienda, cosa que en opinin del letrado no se deba permitir. Por ello,
aadi en su alegato, aunque es menester tratar a los indios con suavidad,
hay casos en que es preciso [que] se haga alguna demostracin con ellos 27.
La trayectoria vital de Amable Vargas es buena muestra de los profundsimos cambios acaecidos en Toacazo durante los ltimos decenios del siglo
XX. Hijo de huasipungueros de Cotopilal, fue el primer Teniente Poltico
indgena de la parroquia. Desde su experiencia vital recuerda aquellos das
lejanos que marcaron el fin del rgimen de hacienda. Su relato, en buena
parte moldeado por muchos de los lugares comunes de la narrativa heroica
del movimiento indgena, incide en la ignominia de un tiempo en el que la
explotacin y la falta de respeto por parte de los patrones iban de la mano:
En ese entonces [los indgenas] hacan huasicamas, en ese entonces [los terratenientes] tenan cantidad de borregos, todos esos cuidaban, algunas veces [los mayordomos] a patazos hacan lavar la ropa, tal vez en ese entonces
ha habido mucha explotacin, mucha marginacin, en asuntos sexuales no
nos han respetado, y como no haba quien ampare hacan lo que les daba
la gana, todo, todo era orden de los patrones 28.
Una vez ms, el respeto se intuye como tema nodal implcito que vincula
estos dos fragmentos de historias, de memorias de un espacio comn la
parroquia de Toacazo que rememoran hechos y circunstancias acaecidos
con ms de dos siglos de distancia el uno del otro. El poco respeto mostrado por los ltimos patrones de Cotopilal hacia sus huasipungueros explicara el trato indolente y duro brindado por aqullos en la etapa previa al
derrumbe del rgimen gamonal. De manera similar, el irrespeto del mayordomo de esa misma estancia hacia los indios le llev a maltratar a Manuela
Pallasca aquel mes de junio de 1780; irrespeto que, desde el otro lado de la
frontera tnica, es atribuido a una peonada indgena indispuesta a cumplir
con sus tareas y, por ello, enfrentada al diligente mayordomo empeado
27 ANH, Indgenas, caja 105, expediente 15.
28 Entrevista a Amable Vargas realizada en Toacazo por Andrs Guerrero entre octubre y diciembre de 2003.
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contemplaciones de la violencia fsica como herramienta de coercin y control social. Voy con dos citas que ilustran estas dimensiones del ser-patrn: la
primera procede del informe CIDA y reflexiona sobre el paternalismo desde
la atalaya de un investigador social en la dcada de los sesenta; la segunda
rememora la figura cotidiana del patrn y forma parte del testimonio de un
exhuasipunguero registrado en su da por Lynn Hirschkind en una de tantas
parroquias andinas como Toacazo, de fuerte predominio indgena.
El paternalismo tiene sus races, para hablar de un modo general, en los elementos seoriales que definen este sector desde el nacimiento de la nacin
ecuatoriana. El privilegio de la merced o de la encomienda inviste al terrateniente de un ascendiente autoritario ya clsico potestad paternalista y esta
situacin, seguramente, ha sido tan poco controlada y conocida en sus reales
trminos por las autoridades de entonces como en los perodos posteriores.
Es pues, de la esencia del paternalismo reemplazar, en la prctica, las funciones que ejerce el Estado a travs de sus distintos poderes: aplicar multas;
conjurar disputas conyugales, familiares o de vecinos; hacer justicia; vigilar la
moralidad privada; hacer que se practique el culto religioso; determinar unilateralmente la jornada, las tareas y compensaciones, etc. [...]. Es imperioso,
por tanto, llegar a una comprensin del paternalismo, a fin de evitar que la
actitud o conducta del terrateniente sea analizada desde el punto de vista de
la llamada naturaleza humana, desviando la atencin del sistema paternalista como mal social y restringiendo su enfoque a los individuos, quienes se
limitaran a reflejarlo o a hacerlo concreto (CIDA, 1965: 81-82).
En tiempos de nuestros taitas30 era peor, pero yo tambin me acuerdo cmo
nos hizo sufrir nuestro patrn. l saba tomar bastante y de noche era ms.
Pasaba tomando, conversando hasta la madrugada. Una vez a las tres de la
maana se despert, gritando mi nombre, Jishuuu, Jishuu, pendejo ven
ac. Me levant en seguida, me fui a la cocina. All estaba sentado. Vern,
me dijo, coge tu caballo y vuela a la parroquia para comprarme cigarrillos
y estte aqu, escupi sobre la mesa, antes de que esto se seque. Pues ya
sabe, la parroquia queda a hora y media de aqu, yendo a toda carrera y de
da. Pero si no cumplamos lo que l ordenaba, saba fuetear dursimo. As
que me fui volando a la parroquia para comprar los cigarrillos y de colmo,
30 Taita: padre, en quichua.
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Dentro de ese orden social, mantenido hasta su resquebrajamiento definitivo durante los aos setenta del siglo pasado, el pilar bsico era indudablemente la hacienda. De ah tambin la trascendencia de la imagen
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34 Quiero introducir en este punto una aclaracin sobre los testimonios orales. He optado por
incluir en el texto ese relato recogido por Hirschkind a finales de los aos ochenta. Podra haber reproducido alguno de los muchos que yo mismo he ido almacenando procedente de las tierras altas de
Toacazo, pero la verdad es que no he encontrado ninguno que refleje con tanta nitidez (desde una visin
emic) el carcter contradictorio y a la vez complementario con que el patrn era percibido por sus propios
precaristas. En los relatos que he obtenido sobre el tiempo de la hacienda en Toacazo, predomina lo que
muy bien podra calificarse como una narracin modlica (Prakash, 1990): una coleccin de tpicos
reelaborados en buena parte desde la contemporaneidad de los parmetros de los discursos oficialistas
del movimiento indgena que resaltan unos elementos (la brutalidad de la violencia en la hacienda, la
dureza de las tareas, el herosmo de los lderes indgenas, etc.), pero omiten otros muchos. El investigador
se enfrenta aqu a una de las limitaciones que ofrece el anlisis de los grupos subalternos a que aluda
Ranahit Guha (2002) al escudriar la naturaleza de las fuentes secundarias (y aunque el o la informante
haya vivido las circunstancias que relata, su relato constituye una fuente secundaria en la medida en que
ha sido filtrado, procesado y finalmente estructurado y traducido para ser emitido en un formato en
principio inteligible cuando no esperado por el receptor). Incidir en estas reflexiones en el acpite
final de este captulo.
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cuestin de la deuda arrastrada en el tiempo del concertaje (hasta su abolicin en 1918) fue uno de los engranajes ni indispensable (tras la eliminacin de la prisin por deudas los conciertos siguieron mayoritariamente en
las haciendas como huasipungueros), ni nico del entramado complejo
que conforman las estrategias de la dominacin36. Guerrero muestra cmo,
de hecho, y ms all de los criterios rentabilistas de los patrones, haba que
distribuir los socorros y los suplidos, porque en esa distribucin descansaba la piedra angular que garantizaba la reproduccin de la mano de obra
huasipunguera. Ante esa tesitura, se presentaban dos opciones: mezquinar
las entregas (ser un mal patrn), lo cual desataba respuestas ms contundentes de resistencia por parte de la peonada o desencadenaba el simple y
puro abandono de la hacienda; o distribuir con base en un elemental cleconmica: eran entregas individuales de bienes o dinero del patrn, el arrendatario o el mayordomo a
solicitud de los mismos precaristas. En el tiempo del concertaje, Guerrero explica cmo los conciertos
reciban suplidos en especie o monetarios que servan para comprar bienes (remedios, comida, ropa) o
servicios (ceremonias, transporte, curaciones), ya que las economas huasipungueras estaban ya vinculadas a los mercados locales. El autor identifica diferentes motivos de la splica: comer y vestir (necesidades
domsticas de corto plazo); gastos vinculados con el desarrollo temporal de la vida familiar (bautizos,
entierros, matrimonios); y las obligaciones del parentesco y los rituales pblicos (necesidades familiares
engendradas por lazos extradomsticos) (Guerrero, 1991a: 156-160). Los socorros, a su vez, eran la
cantidad de productos o dinero que el terrateniente daba al concierto en un tiempo determinado (De la
Torre, 1989: 65) y se trataba de redistribuciones (en bienes o dinero) al conjunto de los huasipungueros
de la hacienda en fechas clave para el calendario agrcola y ritual (San Juan, San Pedro, Finados). Sobre
la importancia de aquellas ceremonias festivas, ver Guerrero (1991a: 126-127), Ferraro (2004: 56-59) y
Lyons (2006: 101-102).
36 La abolicin del concertaje por deudas puede ser interpretada, en cierto sentido, como una
victoria de las concepciones polticas ms liberales sobre las ms conservadoras. El liberalismo, en
su lucha por constituirse en ideologa dominante y fuerza poltica dirigente forj desde la segunda
mitad del siglo XIX las imgenes del concierto pasivo, del terrateniente de ltigo y cepo, de los empresarios progresistas, del Estado liberador. Acopla parejas de representaciones con valores opuestos: el
Estado-capital-mercado como polo de libertad y progreso contradictoriamente vinculado a la Iglesiahacienda-indio como lugar de atraso y opresin [...]. Retrospectivamente, resulta obvio el objetivo
perseguido: definidos el sujeto y el objeto de la opresin, las causas-imgenes y las alternativas, quedar
fraguada la legitimacin del liberalismo como movimiento poltico y corriente ideolgica [...]. Por
ltimo, la alternativa: la intervencin del Estado, la libre circulacin de los conciertos, ahora mano de
obra asalariada, por la esfera dinamizadora del mercado que conducir a la justicia social y econmica
(Guerrero, 1991a: 333-334). El fin del concertaje, sin embargo, no implic ni un cambio sustancial
en la subordinacin econmica del campesinado serrano con respecto al orden terrateniente, como
demuestra el mismo Guerrero, ni un retroceso de las formas de trabajo precarias en favor de los exconciertos. Se constata, por el contrario, una evidente relacin de continuidad entre el antiguo concertaje
y las relaciones precarias existentes hasta los aos sesenta. La explicacin es simple: al no modificarse las
condiciones bsicas de produccin y reproduccin, esto es, al continuar siendo funcionalmente interdependientes las economas de los conciertos huasipungueros para con la hacienda y viceversa, las cosas
continuaron mutatis mutandis como estaban. Ver, para el caso de Chimborazo, Lyons (2006: 135).
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Dominacin o hegemona?
Desde un punto de vista terico, creo que la nocin gramsciana de hegemona constituye una excelente herramienta analtica con qu abordar las
peculiaridades del rgimen de hacienda como sistema de dominacin. Recordemos entonces que, segn Antonio Gramsci, la hegemona debe ser entendida como una forma de ejercicio del poder de los dominadores sobre los
subalternos que implica el establecimiento de un complejo equilibrio entre el
consenso y la coercin; ejercicio del poder que, en la medida en que no consiste slo en la imposicin por la fuerza bruta, cristaliza en un continuum que
ira desde la represin fsica directa en un extremo hasta el consentimiento
voluntario de los dominados en el otro. Vista as, podramos afirmar que la
hegemona es, a la vez, ideologa y praxis (o prctica discursiva, en trminos
foucaultianos). Un elemento que conviene subrayar es que, si bien Gramsci
destaca unas veces el consentimiento y otras el nexo entre fuerza y consentimiento, nunca plantea la hegemona slo en trminos ideolgicos:
Los intelectuales son los empleados del grupo dominante para el ejercicio
de las funciones subalternas de la hegemona social y del gobierno poltico,
a saber: 1) del consensoespontneo que las grandes masas de la poblacin
dan a la direccin impuesta a la vida social por el grupo fundamental dominante, consenso que histricamente nace del prestigio (y por lo tanto
de la confianza) que el grupo dominante deriva de su posicin y de su funcin en el mundo de la produccin; 2) del aparato de coercin estatal que
asegura legalmente la disciplina de aquellos grupos que no consienten
ni activa ni pasivamente, pero que est preparado para toda la sociedad en
previsin de los momentos de crisis en el comando y en la direccin, casos
en que no se da el consenso espontneo (2006: 16)39.
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Por ltimo, este discutible sentido del discurso pblico muestra la funcin
crtica que tienen en las relaciones de poder el ocultamiento y la vigilancia.
Los dominados actan su respeto y su sumisin al mismo tiempo que tratan
de discernir, de leer, las verdaderas intenciones y estados de nimo de los
poderosos, dada su capacidad amenazadora. [...]. Por su parte, la figura de
poder realiza su actuacin de dominio y autoridad al mismo tiempo que trata
de mirar tras la mscara del subordinado para leer sus verdaderas intenciones.
La dialctica de ocultamiento y vigilancia que abarca todos los mbitos de las
relaciones entre los dbiles y los fuertes nos ayudar, creo yo, a entender los
patrones culturales de la dominacin y la subordinacin (2000: 26-27).
No cabe duda de que el poder impone a la fuerza las apariencias que los
grupos subordinados deben adoptar; pero eso no impide que stos las usen
como un instrumento de resistencia y evasin. Hay que sealar, no obstante, que por esta evasin hay que pagar el alto precio de contribuir a
la produccin de un discurso pblico que aparentemente reconfirma la
ideologa social de los dominadores. Los subordinados hacen reverencias y
venias, dan la apariencia de ser respetuosos, de ser amables, de saber cul es
su lugar y de aceptarlo, indicando con ello que tambin saben y aceptan el
lugar de sus superiores (2000: 58-59).
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indicador de los lmites de la visin gramsciana de hegemona (1985: 317318). El problema de esta aproximacin crtica es que, por tratarse de una
lectura parcial e idealista de Gramsci (por no decir sectaria), su argumentario
queda invalidado por la inconsistencia de sus presupuestos.
Tomemos si no como punto de partida las anotaciones hechas en su
momento por Gramsci sobre la hegemona44 y tratemos de ver su utilidad
sobre el terreno, ya que, como recuerda Creham, aquello que en un contexto dado constituye la hegemona slo se puede descubrir a travs de un
meticuloso anlisis emprico (2004: 125). En cualquier caso, siguiendo
los pasos de autores como Timothy Mitchell (1990) y William Roseberry
(1994), y a diferencia de los apriorismos de Scott, creo que una de las principales fortalezas del concepto de hegemona es su capacidad para superar
la clasificacin binaria de una esfera mental o de conciencia frente a otra
material o conductual, pues incrusta orgnicamente como una unidad
compleja los dos mbitos al referirse a las prcticas, las relaciones sociales
y los significados que establecen, mantienen y modifican la dominacin en
un plano que va ms all de la simple coercin, pero que en absoluto la impide. La propuesta de Roseberry explora la nocin de hegemona, no como
una formacin ideolgica monoltica y acabada, sino como un transcurso
poltico de dominacin y lucha, problemtico y contestado. Es mejor releer a Gramsci y madurar el problema en trminos de proceso hegemnico, incorporando una dimensin temporal incuestionable y considerando
que dicho proceso, en la medida en que combina el consentimiento con
la coercin, abre un espacio en disputa, un campo de fuerzas (1994: 360).
De esta forma, Roseberry propone darle la vuelta al concepto, no utilizarlo
sesgadamente para entender slo el consentimiento sino, muy al contrario,
para pensar la lucha y, en cada caso, las formas que sta adopta:
de l. Calificndolas de formas brechtianas de lucha de clases, seala algunos de sus elementos en
comn: Requieren poco o nada de coordinacin o planificacin, a menudo representan una forma
de autoayuda individual, y suelen evitar cualquier confrontacin simblica directa con la autoridad o
con las normas de la lite. Comprender estas formas comunes de resistencia es entender lo mucho que
el campesinado hace entre revueltas para defender sus intereses de la mejor manera posible (Scott,
1985: 29). (La traduccin del original en ingls es ma).
44 No hay que olvidar el contexto en que fueron escritas (en la crcel) ni la naturaleza no definitiva de todos los textos compilados en los Cuadernos. Su carcter inconcluso, abierto, provisional e
incluso contradictorio es en parte lo que da a la obra de Gramsci una gran potencia como hiptesis de
partida. Vase el estudio introductorio de Gerratana en Gramsci (1986).
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Resistencia y cambio
Acurrucada en la falda del cerro Yanahurco, en pleno pramo, la vieja
hacienda de la Universidad Central del Ecuador ocupaba todo un valle
45 La traduccin del original en ingls es ma.
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reacomodo de los actores sociales implicados y sus respuestas a las diferentes coyunturas histricas. Miradas, en cualquier caso, que en una interpretacin superficial dicen mucho sobre su estabilidad y aparentemente
poco sobre los elementos facilitadores del gran cambio que condujo a su
liquidacin. En este apartado quiero discutir sobre dos cuestiones directamente relacionadas con esto: la de la resistencia dentro de la dominacin hacendataria y la del papel jugado y ah nuevamente retomar a
Gramsci por los intelectuales orgnicos en la etapa de declive final del
rgimen de hacienda.
En relacin con el primer punto, y sustrayndonos de sus malogradas
crticas a la nocin de hegemona, es interesante el nfasis dado por Scott
a las formas de resistencia cotidiana de los grupos subalternos en las formaciones agrarias; nfasis que se ha traducido en la visibililizacin de la
insurgencia campesina de baja intensidad que, caracterstica de los largos
perodos de tranquilidad poltica y paz aparente, sola pasar inadvertida en
muchas investigaciones. Lo que me parece rescatable de su planteamiento
es la importancia de fijar la atencin en la praxis diaria de los campesinos,
en sus destrezas de estira y afloja estrechamente vinculadas a los desafos
planteados por su supervivencia y su reproduccin como tales con los terratenientes. Ms que de una resistencia que, como tal, quedara dentro del
mbito de los discursos ocultos, me parece ms razonable pensar el tema
en trminos de estrategias que, encajadas dentro de la lgica de la economa
moral de la hacienda, forman parte consustancial de ese pacto conflictivo
alrededor de la reciprocidad asimtrica siempre en disputa y en negociacin49. Sirvan como muestra las siguientes reflexiones de Mark Thurner,
extradas a partir de su trabajo sobre la regin de Colta, en Chimborazo:
49 El mismo Scott reconoce que la categora resistencia es controvertida: La resistencia de los
subordinados que es deliberadamente ignorada por las lites, o nombrada de otra manera, se puede
considerar resistencia? En otras palabras, la resistencia requiere el reconocimiento como resistencia
del bando al que se resiste? Este problema plantea la enorme importancia del poder y de la autoridad
para determinar (nunca de manera completamente unilateral) lo que se considera discurso pblico y lo
que no. La posibilidad de decidir ignorar o pasar por alto un acto de insubordinacin como si nunca
hubiera sucedido es uno de los elementos clave en el ejercicio del poder (2000: 283). Tania Korovkin
apostilla en esta misma direccin que no todos los actos de inters propio dirigidos contra la clase
dominante pueden describirse como resistencia. Para que puedan ser as definidos, de hecho, estos
actos deben estar apoyados por un consenso normativo dentro de un sector suficientemente grande
de la poblacin local (2002: 102-103).
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Para garantizar su propia reproduccin, los campesinos han encontrado muchas armas y estrategias de resistencia a su disposicin para emplearlas en
contra de los hacendados renuentes. En mi experiencia etnogrfica, las formas
ms comunes de resistencia han sido el hurto de cosechas, animales y del agua
del riego, as como la casi imperceptible incursin o la invasin concertada de
las tierras y pastizales de la hacienda. El patrn tambin ha tenido muchas opciones coercitivas y persuasivas a su disposicin: poda contratar maleantes y
bandidos locales (que tambin pudieron volverse en su contra) o simplemente
instruir a su mayordomo para que robara o maltratara a los peones recalcitrantes, sin comprometer su imagen paternalista. l poda llamar a la polica o
los militares, de acuerdo a su relacin con los oficiales del Gobierno, o contratar policas fuera de servicio (la opcin ms probable) (Thurner, 2000: 374).
Los trabajadores de la hacienda rutinariamente hurtaban los restos de la
cosecha para complementar la subsistencia de sus hogares, y agua para
regar sus terrenos. Esto suceda bajo el amparo de la noche, pero tambin
a plena luz del da, cuando el mayordomo vea hacia otro lado. Hasta en
la dcada del 80, los terratenientes se quejaban de prdidas considerables
atribuidas al robo por parte de los campesinos y tambin acusaban de complicidad en el hurto a los guardias nocturnos indios. A pesar de esto, los
terratenientes no podan despedir a sus guardias, puesto que no se poda
confiar, en absoluto, en un reemplazo desconocido [...]. El hurto indio de
los recursos de la hacienda se hizo tan frecuente que se convirti en un patrn cultural de resistencia al interior de la hacienda. Como tal, se convirti en un atributo de la indianidad a los ojos de la clase terrateniente. De
hecho, el estereotipo del indio como ladrn es el anverso de las nociones
del indio vago y del indio borracho. Tampoco es que los terratenientes
no hubieran hecho esfuerzos por detener y castigar el hurto de las cosechas
y el ganado a travs de sus mayordomos. Si no lo hubieran hecho, la disciplina de trabajo y la preponderancia de la produccin de la hacienda sobre
la economa campesina habran desaparecido del todo, como, de hecho,
ha sucedido en la segunda mitad del siglo veinte. Los pequeos hurtos en
la hacienda fueron, entonces, parte del campo de batalla en el territorio
disputado de la lucha de clases con base comunitaria (Thurner, 2000: 358).
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respeto por parte del patrn hacia la economa moral redistributiva generaba malestar. No solamente eso, sino que en el proceso de capitalizacin
de muchas haciendas con la consiguiente racionalizacin (lase asalarizacin) de las relaciones de produccin aparece recurrentemente la idea de
que los patrones modernos rompen con sus obligaciones consuetudinarias
para con sus precaristas, generando tensiones y conflictos de intensidad
variable50. De todos modos, una cosa es la crispacin y el agudizamiento de
la conflictividad ya ms all de las estrategias cotidianas de resistencia as
como la reivindicacin de la restauracin del viejo orden contraponiendo a
menudo una imagen idealizada del buen patrn frente a la del mal patrn
(el modernizante), y otra diferente, la efervescencia organizativa contra la
misma existencia de las haciendas que recorri el callejn interandino ecuatoriano durante los aos sesenta y setenta del siglo pasado. Las narrativas
modlicas del movimiento indgena contemporneo y sus turiferarios presentan la insurgencia indgeno-campesina inserta en un proceso lineal ascendente (como el progreso) hacia la equidad y la erradicacin del racismo.
En esa lgica discursiva, la lucha en el seno de las haciendas es resignificada
como lucha contra el rgimen de hacienda y la explotacin, sin ms. Habra
que hacer un esfuerzo por recuperar el sentido que los actores protagonistas
daban en su momento a sus actuaciones: si de lo que se trataba era de resistir,
no al rgimen de hacienda (o no slo a l), sino a la configuracin de unas
nuevas reglas del juego lesivas para los intereses de las economas huasipungueras (las propias de la recomposicin capitalista de las relaciones de produccin), el prisma interpretativo cambia considerablemente.
La choza de adobe y techo de paja en un retazo de pramo que ya no es
pramo, sino chacritas de papas dispersas entre restos de pajonales dispersos.
Esa es la morada de don Manuel Toapanta, el viejo luchador de Yanahurco.
De pie, junto a la puerta de la casa, rememora la guerra de los huasipungueros contra la hacienda. Los aos han pasado y las vivencias fluyen genricamente encajadas en una narracin heroica que va desde la conquista
50 La proximidad con los planteamientos clsicos de Thompson son conspicuos. Ver, para el caso
ecuatoriano, Korovkin (2002: 118-120), Lyons (2006: 125-144) o el mismo Thurner (2000). Para
Bolivia, resulta muy esclarecedor el trabajo de Erick Langer (1985) sobre Chuquisaca. Asimismo, para
el Per son ineludibles las referencias a Joan Martnez Alier (1977), a Gavin Smith (1989) y a Roland
Anrup (1990).
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Su estudio en las tierras altas de Toacazo constituye, as, uno de los ejes
vertebradores de esta investigacin, sin menoscabo de otros.
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Ranahit Guha seala en uno de sus textos ms emblemticos de qu manera, lo que l denomina como la ideologa del estatismo, autoriza que
los valores dominantes del Estado determinen el criterio de lo que es histrico (2002: 17), constituyendo una suerte de sentido comn de la histo80
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ria que hace que las voces de los grupos subalternos sean reinterpretadas,
reescritas e inscritas en un metadiscurso teleolgico que le da una finalidad
el Estado en s mismo al devenir de las sociedades y de los pueblos.
El desafo epistemolgico radica, pues, en deconstruir ese metadiscurso
y afinar las herramientas de la investigacin para hacer audibles las voces
de la subalternidad, devolvindoles el protagonismo secuestrado por esas
narrativas modlicas. De alguna manera, seala Guha, si las voces bajas de
la historia han de ser escuchadas, ello slo ser posible interrumpiendo
el hilo de la versin dominante, rompiendo su argumento y enmaraando
su trama (2002: 31). Aun reconociendo las tremendas dificultades heursticas que plantea ese posicionamiento58, uno de los objetivos programticos de este trabajo es precisamente prestar atencin a los susurros que se
escapan entre los documentos, entre los informes tcnicos de toda clase,
en las observaciones sobre el terreno y que pueden permitir una aproximacin a esos protagonismos tan furtivos en muchos trabajos y, sin embargo,
tan nodales en el desarrollo real y sustantivo de los procesos sociales. Ms
all de la ideologa del estatismo mencionada por Guha, que tambin, las
narrativas del desarrollo y los discursos esencializados y lineales del movimiento indgena casi siempre terminan en los Andes invisibilizando las
vidas y los sentires de ese comn de los mortales que, a pesar de todo, debera constituir nuestro principal foco de inters como cientficos sociales.
58 Dificultades que ataen tanto a unas fuentes orales con frecuencia moduladas por los grandes
discursos del signo que sean de carcter oficialista, como a unas fuentes escritas producidas desde el
mundo de los sentidos comunes de los diferentes sistemas de administracin de poblaciones.
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Captulo 2
El escenario, el tiempo y el argumento
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Fuente: SIISE.
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Cantn
Latacunga (1)
Parroquia
de Toacazo
92 290
6 970
48,4
48,6
51,6
51,4
12,6
19,4
17,2
24,7
9,9
15,9
23,8
32,8
65,9
67,1
47,4
48,5
85,1
90,9
47,1
70,2
82,4
86,6
41,5
46,0
Notas:
1. Los datos del cantn hacen alusin, exclusivamente, a la poblacin rural.
2. La pobreza por necesidades bsicas insatisfechas se refiere al porcentaje de personas que pertenecen a hogares que
presentan carencias persistentes en la satisfaccin de sus necesidades bsicas incluyendo vivienda, salud, educacin
y empleo. Para los criterios metodolgicos de la medicin en relacin con el censo, as como para la fijacin de la
lnea que separa la pobreza de la extrema pobreza, ver SIISE (2004).
3. La incidencia de la pobreza y la extrema pobreza de consumo indica el porcentaje de personas pobres (cuyo consumo per capita no alcanza al doble del costo de una canasta bsica de alimentos) o indigentes (las personas en
extrema pobreza, es decir quienes no ingresan ni el equivalente al costo de una canasta bsica de alimentos).
Fuente: Elaboracin propia a partir de los datos del Censo de Poblacin y Vivienda de 2001 y de las proyecciones
efectuadas para los rubros de desnutricin y de pobreza de consumo por el SIISE, versin 4 (SIISE 2004).
La Unin de Organizaciones Campesinas del Norte de Cotopaxi (UNOCANC) tiene su rea de accin en la parroquia de Toacazo, cantn Latacunga, en donde estn ubicados los 26 organismos de base (entre comunidades,
cooperativas agropecuarias y asociaciones de trabajadores agrcolas) y los 18
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grupos de mujeres que la integraban en las postrimeras del siglo XX. La parroquia tena entonces una poblacin total de 6 970 habitantes (datos de 2001) y
una superficie aproximada de 27 200 hectreas, de las cuales slo unas 8 468
eran aprovechables para la actividad agraria3. En la Tabla 2.1 presento algunos
indicadores de la situacin de penuria que reflejaban los cmputos oficiales
para los habitantes de Toacazo: tasas de analfabetismo superiores a la media
cantonal, siendo notablemente ms altas entre las mujeres que entre los hombres; valores de desnutricin crnica tambin por encima de los del cantn;
incidencia igualmente elevada de la pobreza; y una magnitud de la indigencia
an ms alejada de los estndares del contexto inmediato.
Las comunidades y las cooperativas de la UNOCANC estn asentadas
entre los 3 000 y los 4 000 metros de altura. En este caso concreto, adems,
la variabilidad andina derivada de la microverticalidad adquiere unos matices
muy peculiares que conviene explicitar, pues ha jugado un papel clave en
la historia de los procesos organizativos experimentados en la zona4. En la
parte baja de la parroquia cuyas tierras son las ms frtiles y las ms aptas
para los usos agropecuarios est el pueblo de Toacazo, a una altura de 3 170
metros. El territorio dominado por la organizacin comienza por encima
de ese nivel, donde el valle se eleva y se abre en unas vastas llanuras situadas
entre los 3 350 y los 3 500 metros y conocidas como Wintza (o Gintza)
por los lugareos: slo el sector septentrional de esta rea, en las pendientes
que trepan hacia el nevado Iliniza Sur (5 263 m), dispone de riego. Poco
antes del mencionado ensanchamiento del valle se halla el centro neurlgico
del poder indgena local: el poblado de Planchaloma, creado por el aparato
del desarrollo a finales de los aos setenta y actual ncleo administrativo y
de servicios de la UNOCANC. Esta zona, a la que voy a aludir en adelante
como la media, ofrece al viajero en sus partes ms altas un aspecto muy
similar al paisaje de la puna de los Andes centrales: extensiones de pajonales
con rebaos de borregos y algn que otro camlido en aquellas partes secas,
ciertamente amplias, en que no se ha desarrollado de forma permanente
3 Sobre la cordillera occidental, Toacazo limita al norte con el cantn Sigchos; al este con Pastocalle
y Tanicuch; al sur con Canchagua, Saquisil y Guaytacama; y al oeste con Isinliv (Mapa 2.1).
4 Recurdese lo ya apuntado sobre la trascendencia histrica de la microverticalidad en la parroquia de Toacazo (ver Captulo 1, Una tupida red de relaciones sociales). Volver sobre este tema en
la segunda y en la tercera parte del libro.
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CONAIE en el escenario poltico nacional como actor recurrente. Tuve el honor de conocerle y de entrevistarle en varias ocasiones. La primera de ellas fue
en noviembre de 1999 y, con su habitual tono sosegado e incisivo y su mirada
clara y transparente, Macas se expresaba as sobre el milagro aparente de la
conformacin de una intelectualidad indgena con capacidad para articular
un discurso poltico propio, sealando la importancia de la contribucin de
los antiguos militantes de izquierda, del impulso que signific el espaldarazo
de la Iglesia catlica progresista y, muy especialmente, de las posibilidades
abiertas por la liquidacin del rgimen de hacienda:
Somos producto de un proceso, de un sindicalismo campesino muy
arraigado, de mucha presencia y, sobre todo, con muchas caractersticas indgenas propias. Por ejemplo, la Federacin Ecuatoriana de Indios se viene
desde un proceso bastante conocido aqu en el Ecuador y yo dira como un
bastin tambin desde un partido poltico (el Partido Comunista) y, si vemos
por otro lado, la Iglesia catlica tambin ha jugado un papel importantsimo
en tratar un poco de adoctrinar en diferentes sectores de las comunidades
indgenas de la Amazona, de la Sierra y de la Costa. Siempre vemos que
las comunidades religiosas han estado al lado de las comunidades indgenas.
Parece sin embargo que hubo un cierto descuido, tanto de la Iglesia como del
sector del sindicalismo, en el sentido de que no fueron tan amaestrados los
indios Por ah creo que los indios lograron torcer la direccin, la orientacin de este proceso y, de repente, aparecer como una cosa muy propia. Yo
me acuerdo que los dirigentes viejos decan: no importa cul sea la situacin
en la que estemos cuando sabemos que estamos caminando hacia adelante y
que vamos a ganar muchas cosas, si es un momento en que hay que adoptar
mecanismos de resistencia, hasta sacrificios, eso no importa mucho porque
en definitiva se est arribando a un logro mucho ms importante. Yo creo
tambin que los varios siglos de dominacin, de discriminacin, han hecho
que el movimiento indgena haya ido integrando en su interior cosas para
poder sobrevivir en su proceso de lucha. Me parece que es un mecanismo que
la gente adopta como suyo: la religin, por otro lado la politizacin, una politizacin de los indgenas pero quizs no como el partido poltico lo quiso, la
direccin doctrinaria Aquello obviamente sirvi, pero para mirar un poco
quizs su propia capacidad y su potencialidad en el interior y no tanto lo que
externamente queran del proceso indgena. Es muy importante destacar, no
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Partiendo del caso especfico de la Sierra ecuatoriana, donde de manera emblemtica el movimiento indgena hizo gala durante la ltima
dcada del siglo XX de una alta capacidad movilizadora y de una notable
destreza en la interlocucin con el Estado y las agencias de cooperacin
(Zamosc, 2007), mi tesis principal es que esa sucesin de modas descansa
sobre el denominador comn de un esfuerzo por desvincular el desarrollo
rural de la cuestin antes prioritaria de la concentracin de la tierra y la
riqueza. Esa lnea pas por enfatizar los aspectos identitarios y organizativos dejando en segundo plano todo lo referente a la agenda campesinista
precedente. Quiero incidir tambin en el papel cambiante desempeado
en todo ello por los mediadores indgenas y las agencias de desarrollo,
reflejado en el trnsito de unos intelectuales orgnicos de viejo cuolos
emanados de la coyuntura reformista del tiempo de la lucha por la tierra a un staff de dirigentes profesionalizados que devinieron parte de un
dispositivo neoliberal de poder. A tal fin, propongo de manera preliminar
una lectura sinttica de lo que signific la herencia del modelo desarrollista de los sesenta y los setenta desde el punto de vista de la conformacin
de aquellos intelectuales orgnicos para pasar, despus, a un anlisis de las
implicaciones del neoliberalismo en lo que a la etnificacin del desarrollo
rural y al reacomodo de las dirigencias indgenas se refiere. Todo ello configura el tiempo en el que se circunscribe la investigacin emprica sobre
Toacazo; tiempo caracterizado por una coyuntura histrica en la que, tras
la disolucin del rgimen de hacienda, los modelos de intervencin sobre
la realidad rural fueron abandonando el nfasis por el cambio estructural
y encuadrando sus propuestas en una visin de la etnicidad en cierto sentido esencializada, disciplinada y alejada de los cuestionamientos radicales
al statu quo de antao.
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la capitalizacin y la adecuacin del campesinado tradicional a la coyuntura expansiva y reforzara la cohesin social. El devenir de Amrica Latina
deba pasar, as, por la consolidacin de estados fuertes, intervencionistas
y proteccionistas capaces de remover las estructuras productivas, impulsar la industrializacin y el crecimiento urbano, y articular un discurso
socialmente aglutinador alrededor de ese proyecto. De ah la importancia
de las reformas agrarias, como discurso y como praxis, que en casos como
el ecuatoriano supusieron la estocada definitiva al rgimen de hacienda,
abriendo la puerta a la deseada modernizacin del agro y activando las
espoletas de la movilidad social en el medio rural.
Son prolijos los trabajos disponibles sobre el impacto que tuvieron las
leyes de Reforma Agraria de 1964 y 1973, por lo que no me voy a entretener en ello (Barsky, 1988). Baste recordar que en 1954, en la antesala de
la reforma, el 2,1% de las explotaciones con ms de 100 hectreas cada
una acaparaba el 64,4% de la superficie agrcola, mientras que las unidades inferiores a cinco hectreas (el 73,1% del total) tan solo controlaban el
7,2% (Tabla 2.2). La expansin de la frontera agrcola y, en mucha menor
medida, la reforma redistributiva se tradujeron en una notable reduccin
de los ndices de concentracin de la propiedad: treinta aos despus, en
1984, las posesiones superiores al centenar de hectreas no concentraban
ms del 34% de la superficie agropecuaria; la mediana propiedad (de entre
20 y 100 hectreas) haba incrementado su importancia territorial (con
el 30% en su haber); y los patrimonios inferiores a veinte hectreas, con
el 35,6% de la superficie, haban experimentado un fuerte crecimiento
(Chiriboga, 1987: 6). Es importante insistir en que esa aparente mayor
equidad, por deberse bsicamente a la puesta en cultivo de nuevos territorios ubicados en las tierras bajas subtropicales y tropicales, es ms ficticia
que otra cosa. El Instituto Ecuatoriano de Reforma Agraria y Colonizacin
(IERAC), en realidad, desmoviliz al campesinado a travs del fomento de
la colonizacin y del acceso a la propiedad de los huasipungueros, aceler
la disolucin y redistribucin de las haciendas serranas con dificultades
para adecuarse a las necesidades modernizantes impuestas por la coyuntura desarrollista, pero garantiz la reconversin sobre las mejores tierras
de aquellas otras transformables en unidades capitalizadas orientadas al
mercado urbano interior o a la exportacin.
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1954
unidades
1974
unidades
2000
unidades
1954
%
1974
%
2000
%
menos de 5 ha
de 5 a 20 ha
de 20 a 100 ha
ms de 100 ha
Total
251 686
57 650
27 742
7 156
354 234
346 877
96 360
64 813
11 091
519 141
535 309
176 726
111 290
19 557
842 882
73,11
16,75
8,06
2,08
100,00
66,82
18,56
12,48
2,14
100,00
63,51
20,97
13,20
2,32
100,00
tamao de las
unidades
1954
ha
1974
ha
2000
ha
1954
%
1974
%
2000
%
menos de 5 ha
de 5 a 20 ha
de 20 a 100 ha
ms de 100 ha
Total
432 200
565 800
1 138 700
3 863 000
5 999 700
538 700
935 300
2 664 700
3 810 800
7 949 500
774 225
1 706 794
4 614 436
5 260 375
12 355 830
7,20
9,43
18,98
64,39
100,00
6,78
11,77
33,52
47,94
100,00
6,27
13,81
37,35
42,57
100,00
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la migracin estacional presente desde antao14 de un pequeo campesinado indgena empujado por la presin demogrfica sobre la tierra y por
las esperanzas del auge petrolero de la dcada de 1970: la naturaleza de ida
y vuelta de esos flujos migratorios facilit el mantenimiento de los vnculos
(afectivos, sociales, simblicos y econmicos) con las comunidades originarias, elemento que, a su vez, retroaliment la base de las identidades locales
sobre las que construir un nuevo sujeto de accin colectiva panindgena.
Las posibilidades que la movilidad abri en el tiempo de la expansin
petrolera se cortocircuitaron con la llegada de la crisis y la recesin entrados ya los ochenta, condenando a una parte importante de la poblacin
indgena serrana a reproducirse como grupos sociales marginales (Guerrero, 2001: 207). Facilit, a la vez, que ciertos sectores minoritarios dieran
el salto, por disponer de ventajas comparativas al haber obtenido mejores y mayores porciones de tierra, como consecuencia de ser destinatarios
directos de proyectos de desarrollo rural, o resultado del mayor acceso a
la educacin o a la formacin profesional15 hacia la capitalizacin-mercantilizacin de sus economas, alimentando y reforzando el selecto grupo
de los intelectuales orgnicos indgenas. Para el grueso de la poblacin
indgeno-campesina, sin embargo, la dislocacin de sus economas tras la
reforma oblig a buscar fuera del mbito domstico los complementos
indispensables para garantizar su supervivencia.
14 Ya desde los aos veinte, el trabajo asalariado en la Costa se haba convertido, para los hombres
jvenes que no disponan todava de huasipungo propio, en una alternativa atractiva respecto del trabajo
como suelto para el terrateniente. El peligro de enfermar de fiebre amarilla, malaria y tuberculosis era
grande []; sin embargo, la esperanza de un ingreso monetario marcadamente superior al que poda
obtenerse en la Sierra, muchas veces sofocaba las dudas. En los aos veinte y treinta, el jornal en la Costa
ascenda por lo general a ms del doble de lo que reciban los sueltos en la hacienda. En los cincuenta y
sesenta, el valor era ms de diez veces superior (Lentz, 1997: 48).
15 Con el fin del gamonalismo, adems, el Estado se convirti en el principal proveedor de recursos
de las comunidades y las economas campesinas, anteriormente dependientes de los socorros, los suplidos
y los intercambios desiguales con los patrones. En esa nueva coyuntura de intermediacin con el Estado,
los lderes indgenas adquirieron valiossimos conocimientos sobre el funcionamiento del mundo exterior; conocimientos que nunca haban tenido en el tiempo de las haciendas. Ah fue cuando empezaron
a demandar cuotas de control sobre la planificacin y la ejecucin de los programas de desarrollo rural
(Pallares, 2002: 41). De hecho, una importante proporcin de los lderes, en algn momento de su
recorrido, trabajaron de promotores, capacitadores o gestores de proyectos de desarrollo en las agencias
estatales, de la Iglesia o privadas; es decir, recibieron una instruccin y colaboraron en aquellas instituciones frente a las cuales, desde sus puestos en las parroquias, la provincia o la capital de la Repblica
deben emitir discursos sobre la diferencia tnica, la opresin y la autonoma (Guerrero, 1995: 11).
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Adems de todo el elenco de agentes emanados de la Iglesia progresista (sacerdotes conciliares, catequistas, alfabetizadores, promotores rurales), conviene no olvidar que, desde tiempo atrs, militantes destacados
de la izquierda haban iniciado a travs de la FEI una labor importante en la formacin de cuadros dirigentes indgenas. Es frecuente, por
ejemplo, toparse en la memoria oral de quienes vivieron la etapa de las
luchas agrarias de los sesenta y los setenta con la figura de los abogados y
activistas de la FEI que asesoraban a los comuneros sobre las estrategias
ms eficientes para hacerse con la tierra, colaborando en la constitucin
de sindicatos campesinos al interior o en los mrgenes de los latifundios.
El mismo Guerrero nos recuerda de qu manera la Federacin se constituy, de hecho, en una suerte de aparato indigenista no estatal, es
decir, en un organismo de mediacin, de expresin y traduccin (una
ventriloquia poltica) de sujetos sociales, los indios, carentes de reconocimiento (legalidad y legitimidad) y, por ende, de discurso reconocido y acceso directo al sistema poltico. De ah el intento de la FEI de
desprivatizar y deslocalizar los conflictos agrarios, expulsarlos fuera de
lo regional y llegar a los centros de decisin del Estado nacional (1993:
102-103)22. En este sentido, fue muy importante la estrategia de lucha
seguida por la Federacin, consistente en tratar de afirmar el poder soberano del Estado sobre las prcticas consuetudinarias del rgimen gamonal. Las leyes del Estado la Ley de Comunas (1937) y el Cdigo de
Trabajo (1938) primero, y las Leyes de Reforma Agraria despus eran
un primer paso para la superacin del modelo de administracin tnica
desde las haciendas, deba regir sobre la ley de la costumbre y reconocer
22 En su minucioso estudio sobre las relaciones histricas de la izquierda con el mundo indgena,
Marc Becker (2008) cuestiona la idea de la ventriloquia al argumentar que la conciencia tnica y la
conciencia de clase estuvieron presentes, con altibajos, en el quehacer de la FEI: no es que sta y el
Partido Comunista hablaran en nombre de los indios, sino que destacadsimos dirigentes quichuas
hombres y mujeres, por ms seas formaron parte de sus organigramas, desempeando en ellos
cargos de gran relevancia poltica. Ms all de sta y otras muchas evidencias empricas aportadas por
Becker, creo sin embargo que el meollo de la cuestin se sita en otro lado: en cierto sentido, el hecho
innegable de que las demandas indgenas embebidas adems en un discurso clasista fueran audibles
nicamente a travs de la interlocucin de plataformas reconocidas por la sociedad hegemnica, no
solo no invalida, sino que refuerza la tesis de la ventriloquia. Me parece mejor opcin repensar la
presencia de activistas indgenas en las organizaciones de izquierda y los intercambios constatables
entre stos y los idelogos urbanos no-indgenas desde el ngulo de la conformacin de intelectuales
orgnicos gramscianos, como argumento a continuacin.
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tema de la distribucin de la tierra26. En nombre del desarrollo rural, y asumiendo tcitamente el fin del ciclo reformista, casi todas las intervenciones
eludieron esta cuestin: los proyectos DRI, pioneros de la nueva coyuntura, ni siquiera la mencionaban, pues la consideraban (por activa o por
pasiva) como un asunto obsoleto. Si a esto aadimos el contexto crtico
de la dcada de los ochenta y la merma financiera del Estado para impulsarlos, es fcilmente explicable su prdida de protagonismo como agentes
potenciadores del desarrollo rural en beneficio de las ONG, multiplicadas
y sobredimensionadas a la sombra de un ajuste econmico que limit sobremanera el margen de maniobra y la capacidad de los poderes pblicos.
La proliferacin de esas agencias fue llenando el vaco dejado por el
Estado, ejerciendo como eslabones intermedios de la cadena de la ayuda
(Sogge, 2004) y consolidando nuevas formas de cooptacin y clientelismo.
Partiendo de esa realidad, el modelo de cooperacin de las postrimeras del
siglo XX, fundamentado en buena parte en la actuacin de las ONG, se
convirti en la contraparte neoliberal de las polticas sociales en muchos
pases de Amrica Latina. Es verdad que la presencia de ONG en la regin
no es nueva, y que en el caso del Ecuador algunas de las ms importantes
se remontan a los tiempos de la lucha por la tierra. Lo novedoso es su entrada masiva en escena a partir de los inicios de la dcada de 1980: casi tres
cuartas partes (el 72,5%) de las que hicieron su aparicin en el pas a lo
largo del siglo XX (hasta 1995) vieron la luz en los aos que van de 1981
a 1994; es decir, a la par de la puesta en marcha de las polticas de ajuste
ensayadas desde 1982 (Len, 1998). Ese brusco cambio de contexto tambin incidi sobre las ONG de mayor solera, pues tuvieron que enfrentar
un proceso intenso de redefinicin de sus prioridades y de sus mtodos a fin
de adaptarse al nuevo signo de los tiempos. Es remarcable en este sentido el
giro que dieron muchas de las agencias histricas del rea andina (Ecuador,
Per y Bolivia), pasando de unas actitudes rupturistas y contestatarias pro26 Los logros globales de los DRI ecuatorianos fueron ms bien modestos, tal como ha sido
puesto de manifiesto en diferentes investigaciones. En el caso del FODERUMA (Fondo de Desarrollo Rural Marginal), por ejemplo, Tania Korovkin enfatiza de qu manera ste fue concebido como
sucedneo tecnocrtico de la Reforma Agraria: en teora, FODERUMA pretenda prestar asistencia
financiera a los sectores menos favorecidos del campesinado; en la prctica, en cambio, la limitacin de
sus fondos lo hizo prcticamente inoperante a gran escala (Korovkin, 1997: 38). Resultados similares
obtienen Luciano Martnez y Alex Barril (1995) en su trabajo sobre el PRONADER (Programa Nacional de Desarrollo Rural) a lo largo de ms de doce aos de funcionamiento.
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zativo indgena con base en una muestra de 170 agencias interventoras con
un total de 405 proyectos activos de desarrollo rural a finales de la dcada
de 1990 (Bretn, 2001; 2002), pude constatar la existencia de una slida
tendencia a concentrar los proyectos y las inversiones en las parroquias ms
indgenas de la Sierra. A pesar de que la pobreza rural se encontraba ampliamente redistribuida a lo largo del callejn interandino, pareca que, con
alguna excepcin, eran los espacios rurales mayoritariamente quichuas los
principales beneficiarios de la cooperacin al desarrollo. De manera lgica,
pues, los mbitos ms visitados por las ONG y con mayor poblacin indgena eran los que presentaban mayor densidad organizativa, medida tanto
en el nmero como en la fortaleza aparente de sus OSG. La relacin causal
qued ampliamente demostrada en el estudio: el efecto de atraccin que
la etnicidad ejerca sobre las ONG, y que se traduca en su concentracin
sobre las zonas de predominio quichua, coadyuv a un rpido proceso de
fortalecimiento organizativo sobre el medio rural. Proceso conviene insistir en ello que fue consecuencia de la forma de operar de las agencias de
desarrollo y que sirvi para que algunos investigadores vinculados al Banco
Mundial concluyeran que una de las caractersticas del campesinado indgena era su alta densidad en capital social y que, por ende, una de las prioridades del Banco deba ser su fomento en aras de alcanzar el empoderamiento
y la mejora de las condiciones de vida de esa poblacin rural tnicamente
diferenciada (Bebbington y Carroll, 2000; Carroll, 2002; 2003).
La realidad, sin embargo, distaba mucho de esa imagen edulcorada de
las OSG. Hacen falta ms trabajos de carcter histrico y etnogrfico sobre
su naturaleza, sobre el complejo haz de relaciones que se ha ido entretejiendo entre las dirigencias y las bases, as como sobre los vnculos entre esas
dirigencias-mediadoras y las agencias de desarrollo. Por el momento, y a
partir de mi experiencia de campo y de las aportaciones de Luciano Martnez (2006), estamos en condiciones de afirmar que: primero, buena parte de
las OSG se constituy gracias a la promocin, apoyo e induccin de instituciones forneas ligadas a programas de desarrollo, lo cual significa que las
motivaciones para su existencia fueron externas, abarcando desde la puesta
en funcionamiento de proyectos productivos hasta el proselitismo religioso;
segundo, que cada OSG compite con otras OSG por mantener e incrementar su clientela (sus bases), producindose desencuentros, desavenencias,
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y Cotopilal (1 584 ha), los intereses rentabilistas no pasaban por la inversin y capitalizacin de las tierras, sino por el mantenimiento de los arrendamientos a terceras personas que actuaban como si ellos fueran directamente
los patrones38, buscando nada ms garantizar el cobro de sus rentas mientras
la presin campesina no les indujera a deshacerse de ellas.
El principio del fin del rgimen gamonal vino en Toacazo de la mano
de la primera Ley de Reforma Agraria en 1964, cuyo efecto ms inmediato
fue el de la abolicin definitiva de las relaciones de produccin precarias.
En todos los casos, el IERAC actu como la institucin que velaba por
el cumplimiento de las entregas de los huasipungos en propiedad y, en
aquellas ocasiones en que la cuestin agraria no quedaba cerrada con esa
liquidacin, termin interviniendo y redistribuyendo las fincas afectadas.
Por lo general, estas ltimas fueron puestas en manos de las cooperativas y
comunidades campesinas constituidas ad hoc para ser sujetos de la trasferencia del dominio. De ah la proliferacin sin precedentes durante todo el
perodo reformista acelerado tras la promulgacin de la segunda Ley de
Reforma Agraria en 1973 de organizaciones de base de todo tipo, pues el
reconocimiento jurdico (o el inicio de los trmites de su solicitud) de los
nuevos ncleos de exhuasipungueros, adems de facilitar el acceso como
dije antes a toda una serie de servicios, era el requisito sine qua non sobre
el que debera estructurarse la sociedad rural posreformista. Tras la prdida
de los huasipungos, y ante el asedio campesino y la amenaza de una posible
actuacin ms contundente del IERAC, la mayora de los propietarios que
haban podido conservar parte de sus haciendas terminaron parcelndolas
y vendindolas a retazos a las nuevas comunidades. La Reforma Agraria
gubernamental, a pesar de sus lmites y sus titubeos, abri as el camino al
desmoronamiento definitivo del secular orden hacendatario. Naturalmente que el proceso estuvo salpicado de conflictos, pues la oligarqua terrateniente puso todos los medios a su alcance violencia incluida para intentar parar lo que finalmente result imparable. El anlisis de las estrategias
de lucha de los campesinos y que iban desde la resistencia pasiva hasta los
enfrentamientos fsicos, pasando por la ocupacin reiterada de tierras de
las haciendas y la interposicin de un pleito tras otro a fin de imposibilitar
38 Algunos eran tambin propietarios de fincas de la zona y representantes destacados de la
cholocracia local.
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cin sobre el terreno. Considero til, antes de desenrollar la madeja, explicitar no obstante algunas consideraciones que me sugiere este estudio de caso.
Para empezar, la Reforma Agraria primero y la actuacin de las agencias de
desarrollo despus, no slo no eliminaron, sino que aceleraron unos procesos
de diferenciacin interna que ya existan dentro de las economas huasipungueras, pues no todas disfrutaban de las mismas condiciones ni de la misma
posicin social en el mbito de la hacienda. Desde la entrega de los huasipungos, entrega que sancion buena parte de esas diferencias al menos en
cantidad y calidad de la tierra reconocida a cada quien, la actuacin de CESA
agrand la brecha entre los sectores de la zona media que tuvieron acceso privilegiado a las regalas del desarrollo y aquellos otros bsicamente, aunque no
slo, los de arriba marginalizados del experimento farmer que se estaba llevando a cabo en las comunidades y cooperativas centrales de la UNOCANC.
Ese proceso desigual se tradujo tambin en unas pautas desiguales de apoderamiento / exclusin del control de la OSG; esto es, de la plataforma de interlocucin con los agentes externos, desde donde se ha negociado (y se negocia)
cmo, dnde y en qu se interviene. Mi tesis es que siempre fue la dirigencia
de la UNOCANC quien aval (o no) las propuestas hechas desde las organizaciones de base ms en funcin de criterios clientelares que de otro tipo.
Tabla 2.3
Distribucin espacial de las principales organizaciones de la UNOCANC
Zona media
Planchaloma
Razuyacu Chiguanto
Corazn de Jess / Samana
Quinte Buena Esperanza
Quinte San Antonio
San Ignacio
Cotopilal
Vicente Len
San Francisco
Zona media-alta
Wintza
Patria Nueva
San Carlos
Manchacazo
Yanahurquito San Antonio
San Bartolo
Zona alta
Quillusilln
Chisulchi Chico
Chisulchi Grande
Moya Chico
Moya Grande
Yanahurco Grande (*)
(*) Yanahurco Grande, una de las comunas fundadoras de la UNOCANC, dej esta organizacin en la dcada de
1980 para integrarse en la Jatarishun, la OSG de Saquisil, el cantn vecino a quien administrativamente pertenece.
Fuente: Elaboracin propia.
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Fuente: Elaboracin propia a partir de los datos del Instituto Cartogrfico Militar.
Mapa 2.2
Distribucin espacial de las organizaciones de la UNOCANC (2000)
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Segunda parte
El desmoronamiento del mundo
de la hacienda
Parte del casco desvencijado de la vieja casa hacienda Cotopilal, sede de la cooperativa
del mismo nombre desde el tiempo del reparto agrario.
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He tomado como punto de partida narrativo de esta segunda parte la llegada y el desarrollo de la Reforma Agraria a la parroquia de Toacazo, sin menoscabo de algunas consideraciones preliminares sobre la naturaleza de las
haciendas all existentes en la antesala del aldabonazo reformista. Como se
advirti, parto de la Reforma Agraria dadas las implicaciones que tuvo en la
redefinicin de los campos de fuerzas sociales en el medio rural andino y todas
las sinergias que desat. Es necesario subrayar que sta, en la medida en que
supuso la intervencin estatal directa, marc el descabello final del rgimen de
hacienda: las leyes de 1964 y de 1973 vinieron a sancionar un proceso irreversible que conden a muerte a las relaciones de produccin precarias primero,
y al propio sistema hacendatario despus, tal como operaba hasta entonces.
En las postrimeras de la dcada de 1940, la gran hacienda CotopilalRazuyacu an era propiedad de la Arquidicesis de Quito. Una poca en la
que el viejo Tapia Vargas, en su calidad de arrendatario del fundo, todava
ejerca un poder desptico y brutal sobre la poblacin local. En la retina
de quienes conocieron la etapa crepuscular del rgimen de hacienda, qued
grabada de por vida la imagen de aquel patrn malo de la Cotopilal,
que pateaba a la peonada, que no coma ms que horchata de arroz y
que, a caballo montado y con chimbazo con cauchos amarrados, pegando
con palo andaba y de ah, al rato de almuerzo de la gente, derecho por
medio haca pasar su caballo, exhibiendo su dominio sobre la indiada de
la hacienda1. Tapia Vargas era el prototipo de los gamonales de pramo:
de una austeridad casi franciscana, inasequible al desaliento, su estampa
1 Testimonio de Manuel Herrera, Proyecto Escribiendo la historia de la UNOCANC (julio 2007).
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La transformacin del sistema hacendario ante la doble presin del desarrollo capitalista y de la conflictividad campesina slo poda ir, entonces, en dos
direcciones: su reconversin en empresas capitalizadas eficientes (la reiterada
modernizacin) o su simple y llana desaparicin. No obstante, la animadversin de importantes sectores de la sociedad ecuatoriana a una redistribucin
radical termin por circunscribir coyunturalmente la cuestin al asunto de
las relaciones precarias. De ese modo, la Ley de Reforma Agraria decretada el
11 de julio de 1964 centr su atencin en la eliminacin de la forma huasipungo de trabajo, y secundariamente en la afectacin de predios propiedad
del Estado y de la Iglesia5. La liquidacin y entrega de los huasipungos, sin
embargo, lejos de apaciguar, reaviv el fuego de la lucha por la tierra.
Tras el reacomodo del pas en la economa mundial en calidad de exportador de petrleo6 y la aceleracin consiguiente de las polticas desarrollistas, el gobierno militar del general Rodrguez Lara expidi en octubre
de 1973 la segunda Ley de Reforma Agraria; disposicin que, sin diferir
sustancialmente de la de 1964, enfatizaba la proteccin de las explotaciones de alta productividad y ampliaba la afectabilidad de las grandes propiedades insuficientemente cultivadas:
As, en su Art. 25, sealaba que se consideraban deficientemente explotadas aquellas tierras que al 1 de enero de 1976, no explotaran eficientemente el 80% de la superficie agropecuaria aprovechable del predio, que
no hubieran obtenido niveles de productividad por lo menos iguales a los
de 12 000 huasipungueros y comuneros que recorrieron las calles de Quito de manera pacfica, pero
inquietante el 16 de diciembre de 1961 (1983: 97); y el levantamiento anterior, tambin en 1961, de 2
000 indgenas en Columbe (Chimborazo) contra la violencia ejercida por los terratenientes. Ah se apres
a sesenta dirigentes, pero fueron puestos en libertad tras la reunin mantenida entre el presidente de la
Repblica y los representantes de la FEI y la CTE. Con absoluta certeza se puede afirmar subrayaba
Guerrero que es la primera vez en la historia republicana que no se lanza una represin brutal contra un
levantamiento indgena y que sus lderes son simplemente liberados a los pocos das (1983: 96).
5 Un elemento remarcable de esa ley es que prioriz el acceso a la tierra de los huasipungueros,
obviando la existencia de otros precaristas del tipo arrimados, sitiajeros o yanaperos (ver nota 13 del
Captulo 1). Como apuntaran en su da Piedad y Alfredo Costales, con la entrega, estas familias que
tenan relaciones limitadas con la hacienda y directas frente a los huasipungueros, quedan en condicin
de gentes sin tierras (1971: 137). Ni que decir tiene que esto fue fuente de no pocos conflictos durante
y despus del proceso reformista.
6 Aunque la explotacin del petrleo ecuatoriano se inici el ao 1923 en la provincia costea de
Guayas, el verdadero salto hacia adelante se dio durante la dcada de los setenta, tras el descubrimiento
en la Amazona (provincia de Sucumbos) de un importante yacimiento en 1967.
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de Reforma Agraria sobre la zona objeto de estudio. Me ha parecido pertinente reconstruir, hasta donde alcanza la documentacin y la memoria,
cmo se desarroll el proceso de liquidacin de los grandes latifundios
detenindome caso por caso, buscando aquellas recurrencias y particularidades que, en la parte final, permitan dibujar cules fueron las tendencias
y los modelos que entraron en juego. En el cuarto captulo (Los rezagos
del rgimen de hacienda) tratar de abordar las resistencias, los intentos de
reconstitucin del latifundismo la bsqueda, si se prefiere, de una va terrateniente de modernizacin capitalista y los conflictos, algunos muy intensos, que se generaron entre las partes y que se dilataron en el tiempo
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Captulo 3
Crnica de la Reforma Agraria
en las tierras altas de Toacazo
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Fuente: Elaboracin propia a partir de los datos del Instituto Cartogrfico Militar.
Mapa 3.1
Lindes aproximados de las grandes haciendas de las tierras altas de Toacazo
en la antesala de la Reforma Agraria
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de las organizaciones componentes de la UNOCANC. El proceso de desprendimiento del rgimen hacendatario tiene matices que en la actualidad
determina niveles distintos de participacin en el seno de la organizacin
campesina, y por ende en la ejecucin de las acciones de las agencias de
desarrollo, ya sean estas gubernamentales o no (Starkoff, 1995: 7-8).
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Tipologa
Baraona
3 211
M: 3 800
m: 3 335
B/D
San Carlos
735
M: 3 600
m: 3 500
San Bartolo
512
M: 3 762
m: 3 405
Yanahurco Chico
229
M: 3 700
m: 3 461
2 300
M: 4 200
m: 3 700
412
M: 3 725
m: 3 275
1 132
M: 4 000
m: 2 983
15 000
M: 4 500
m: 2 635
Chisulchi
350
M: 3 950
m: 3 300
A/B
Chizal
150
M: 3 600
m: 3 000
Superficie
(ha)
Notas:
1. Del total, 1 665 ha correspondan al sector de Razuyacu y unas 1 546 al de Cotopilal. La extensin de Cotopilal
consta as en la escritura de venta por parte de CESA a la cooperativa del mismo nombre suscrita el 18/12/1972;
DNC, carpeta de la cooperativa Cotopilal.
2. Yanahurco Grande queda fuera de la parroquia de Toacazo: aunque limtrofe, pertenece al cantn Saquisil. La
he tomado como parte de la investigacin porque su proceso de disolucin, as como la comuna de l resultante,
constituyeron hitos decisivos en la constitucin de la UNOCANC.
3. Deduzco de la informacin del IERAC y de la DINAC que 210 ha pertenecan a la parte de San Francisco, 610 a
La Moya y el resto (312) a La Providencia.
4. El IERAC calcul en 15 000 hectreas la superficie de El Pongo. En realidad, se trataba de una vasta hacienda
no muy bien delimitada y cuya cabida real, al menos de las zonas realmente controladas por el patrn, debi ser
bastante menor. Baste con sealar que en las Fichas de Avalos y Catastros aparece consignada con 2 965 hectreas
en 1980, cuando el proceso reformista se haba saldado, como se ver, slo con la entrega de nueve pequeos
huasipungos en propiedad.
Fuente: Elaboracin a partir de los datos obtenidos de las Fichas de Avalos y Catastros de la DINAC (Direccin
Nacional de Avalos y Catastros), de Martnez Valle (1984), de UNOCANC (1999) y de estimaciones propias sobre
el terreno.
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Precaristas
asentados
Hectreas
entregadas
% total
hacienda
Lote medio
(ha)
RazuyacuCotopilal
57
470,5
14,65
8,2
San Carlos
10
106,2
14,4
10,6
Redistribuida (1984)
San Bartolo
14
59,5
11,5
4,2
Redistribuida (1983)
Yanahurco
Chico
15,0
6,5
2,5
Redistribuida (1986)
Yanahurco
Grande
Redistribuida (1980)
Quillusilln
13
141,8
34,4
10,9
Vendida a los
campesinos
La MoyaSan Francisco
24
162,2
14,3
6,7
Vendida a los
campesinos
El Pongo
86,0
0,6
10,7
Chisulchi
36,0
10,3
4,0
Vendida a los
campesinos
Chizal
38,6
25,7
5,5
Reconvertidas 50 ha;
vendido el resto a los
campesinos
Reconvertido el
ncleo (2 960 ha)
Fuente: Elaboracin a partir de los respectivos expedientes del IERAC: AIERAC, exp. 1 324RA; exp. 301RA; exp.
398 RA; exp. 786RA; exp. 395RA; exp. 1 542RA; exp. 370RA; exp. Hda. Chisulchi; exp. Hda. Chizal.
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ha
18
1,53
0,1 a 0,5
142
12,11
39
0,33
0,5 a 1,0
156
13,30
106
0,90
1,0 a 2,0
188
16,03
241
2,05
2,0 a 3,0
171
14,58
405
3,44
3,0 a 4,0
37
3,15
116
0,99
4,0 a 5,0
44
3,75
200
1,70
subtotal 0,1-5,0
756
64,45
1.107
9,41
5,0 a 10,0
234
19,95
1 474
12,53
10,0 a 20,0
133
11,34
1 633
13,88
20,0 a 50,0
26
2,22
644
5,47
50,0 a 100,0
0,51
462
3,93
100,0 a 200,0
0,43
728
6,19
200,0 a 500,0
0,68
2 450
20,83
500,0 a 1000,0
0,43
3 265
27,76
1 173
100,00
11 763
100,00
sin tierra
Total
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141
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bienes, una vez pagados los legados; pues es mi voluntad que dicha Escuela
se funde a toda costa, debiendo ingresar en ella los nios pobres, de buena
conducta, que tengan de doce a catorce aos de edad y que hubiesen concluido la instruccin primaria con lucidez, prefirindose a mis parientes
legtimos que solicitaren su admisin (Gallo, 1936: 18-19).
En el testamento se explicitaba que debera constituirse una Junta responsable de la administracin de la Escuela, a financiarse de las rentas generadas por los fundos donados. Los herederos, adems, deberan tener
especial cuidado de instruir, siquiera de una manera rudimentaria, a los
nios indgenas de las haciendas que dejo para la Escuela, as como a los
nios de las comunidades vecinas a las mismas, estableciendo, al efecto,
una o ms escuelas primarias (Gallo, 1936: 21-22)5. Lamentablemente,
el proceso fue bastante ms lento y discurri en una direccin muy diferente de lo que Gallo Almeida estableci. Es verdad que inmediatamente
se constituy la Junta Administrativa que habra de gestionar los bienes
del difunto benefactor y que a los pocos meses de su deceso ya se aprobaron sus preceptivos estatutos de funcionamiento (Universidad Central,
1935). Es cierto tambin que, en aras de garantizar una mayor eficiencia
en el manejo de las haciendas y en la direccin de la Escuela, stas fueron
adjudicadas a la Universidad Central por Decreto Supremo de 1935. No
obstante, la interposicin de un juicio por parte de algunos familiares colaterales alegando presuntos derechos sobre los bienes cedidos ms las correspondientes apelaciones, demoraron su traspaso real hasta 1945, fecha en la
que, finalmente, se orden el archivo de los pleitos, se reconoci el pleno
dominio de la Universidad Central sobre los bienes en litigio y se ratific
el derecho de esta institucin a administrar, enajenar o gravar esas propiedades6. La Universidad actu, desde entonces, como un terrateniente
absentista puro y duro, limitndose a velar por el cobro de sus rentas, pleiteando con los arrendatarios contrarios a sus intereses y desentendindose
de sus obligaciones sociales para con los trabajadores de las haciendas.
5 Por alejarse mucho del inters que ha guiado esta investigacin, he dejado de lado el tema de
la gestin de la Escuela de Agronoma, asunto complejo que llen muchas de las horas de reunin del
Consejo Universitario, tal como se refleja en sus actas. Ver, a ttulo de ejemplo, ACU, Volumen 19451947, sesiones de 06/06/1945: 25-27; y de 19/02/1946: 248-251.
6 Registro Oficial de 09/04/1945, N. 255: 2 129-2 130.
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correspondiente a los datos), circunstancia que tiene unas implicaciones diferenciales en relacin con la disolucin de las haciendas de la zona media,
como veremos, donde los arrimados no fueron amparados directamente por
la Reforma Agraria. Implicaciones diferenciales que estn relacionadas con
el hecho de que Yanahurco Grande fuera la hacienda con ms poblacin
vinculada, con una estructura interna ms compleja y que debi funcionar
como una comunidad huasipungo, tal vez como las descritas por Andrs
Guerrero para la Sierra norte9. Los huasipungueros, con todo, no eran los
nicos precaristas que trabajaban en Yanahurco, aunque s los que ocupaban
las partes altas de la jerarqua de la fuerza de trabajo: por debajo quedaban
los yanaperos, que no residan en el fundo, y unos pocos campesinos que
pagaban en metlico por el uso del terreno y los derechos de pastoreo10.
Dado el absentismo recurrente de la Universidad, las funciones de patrn, en la cspide de la cadena de mando de la hacienda, la desempeaba el
arrendatario de turno, que ejerca su poder a travs de las figuras del mayordomo y el mayoral. Los mayordomos eran mestizos pueblerinos (mishus),
que organizaban las tareas y mandaban al mayoral siempre indgena, un
huasipunguero con estatus incluso en los momentos de aplicacin de castigos fsicos al resto de la peonada. Los mayordomos eran tambin quienes,
a instancias del arrendatario, coordinaban la rotacin de la mano de obra,
pues una de las caractersticas de la administracin de Yanahurco, en la
medida en que formaba parte del complejo hacendatario legado por Gallo,
es que los campesinos circulaban por las diferentes estancias desempeando
labores en funcin de las necesidades estacionales o los requerimientos coyunturales de las diferentes tareas a ejecutar. Este peculiar sistema rotatorio
tena sin duda la funcin de maximizar el uso de la fuerza de trabajo disponible por parte del patrn y se mantuvo, sin mayores alteraciones, hasta que
los precaristas se tomaron la hacienda en 1969.
La relacin entre la Universidad y los arrendatarios nunca fue un camino
de rosas: dado que el principal inters de aqulla era el rendimiento econ9 Ver nota 23 del Captulo 1. La presencia de un contingente poblacional importante, el actual
uso mayoritario del quichua ni residual ni (re)apropiado, como en otras comunidades de la zona
media, la existencia constatada de priostes y la celebracin, hasta donde alcanza la memoria, de las
fiestas de San Juan-San Pedro (otro hecho diferencial en relacin con las haciendas aledaas) me lleva a
pensar que en Yanahurco s existi una verdadera comunidad dentro de la hacienda.
10 Entrevista a Manuel Toapanta en Yanahurco (09/10/2006).
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mico de sus posesiones, fueron muchos los desacuerdos y conflictos entre las
partes en torno al pago de la renta y la veracidad de los inventarios de hacienda preceptivamente cotejados cada vez que venca o se renovaba el arrendamiento. En enero de 1947, por ejemplo, el hasta entonces arrendatario
comandante Dueas solicit la prolongacin de su contrato, no obstante
haber expirado el plazo del arrendamiento y la prrroga contemplada en el
mismo, al tiempo que peda compensacin por las mejoras introducidas por
l en las haciendas y que no estaban estipuladas por escrito11. El meollo de
la cuestin es que Dueas no haba cumplido con sus obligaciones (una de
ellas, construir una escuela) y que, a juicio de los peritos de la Universidad,
quera que se computaran en el ajuste de cuentas una serie de intervenciones
menores de carcter voluntario que aduca haber llevado a cabo en beneficio
del patrimonio del propietario. Ante la negativa del Consejo Universitario,
la convocatoria de un nuevo remate y la contratacin de otros arrendatarios,
el demandante dio muestras de actos de engao y mala fe en la entrega [de
las haciendas], llegndose, inclusive, a destruir sembros de alfalfares que hubiesen podido quedar en beneficio de la Universidad12. La conclusin a que
lleg el procurador de la institucin era contundente:
No solamente no existen fundamentos de orden legal para aceptar la interpretacin y reclamo del comandante Dueas, sino que, adems, tampoco
los hay de carcter moral ni de equidad, ya que no se trata de un arrendatario que hubiese tenido una situacin econmica adversa en la explotacin
del arrendamiento, ya que, contrariamente, el comandante Dueas ha hecho una verdadera fortuna en este negocio, como l mismo lo reconoce,
aadindose la actitud poco amistosa y hasta agresiva que ha tenido []
con los personeros de la Universidad, con motivo de la entrega de las haciendas que tena en arrendamiento13.
La experiencia con el comandante Dueas llev a la Universidad a fraccionar el patrimonio heredado de Gallo en tres paquetes de haciendas, posibilitando el establecimiento de contratos hasta con tres arrendatarios simult11 ACU, Volumen 1945-1947, sesin de 21/01/1947: 482.
12 ACU, Volumen 1945-1947, sesin de 13/05/1947: 558.
13 ACU, Volumen 1945-1947, sesin de 13/05/1947: 560-561.
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propiedades a la institucin acadmica y el inicio de su poltica de arriendo, hubo un cambio muy significativo en las relaciones entre indgenas y
patrones: el dominio ejercido por los nuevos arrendatarios fue tremendamente desptico, sin pagar sueldos, cobrando por derechos de pastoreo
y agua, pero sin cumplir con los deberes propios de este sistema. Esto
ltimo significa, en suma, que en esta etapa ya no se celebraban fiestas,
elementos emblemticos de la redistribucin y cultura tradicional gamonal, a la vez que se acabaron otras formas de redistribucin tales como
facilitar comida para las faenas de la cosecha (2008: 23). Fin de las formas
de redistribucin asimtrica que vino acompaado, adems, de una mayor
presin en forma de maltratos fsicos y abusos de todo tipo sobre la poblacin precarista:
Una lstima sabamos vivir tanta latigueada, tantas patadas, tantos improductos sin nada. As por trabajar, por trabajar pero sin pagos, sin nada. No
nos saba pagar sin ningn centavo con nuestros azadones, con nuestros
costales, con nuestro todo sabamos trabajar y cavar la papa y explotar.
Nunca lo saba pagar este al desahuciado. Nunca sabamos trabajar con
nuestro propio. Sabamos ver, pero lstima, pero eso tambin a nuestra
pobre gente saba estar pateando, estar latigueando tirado con el palo por
una noche16.
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mente, ello qued en papel mojado, dadas las reticencias posteriores del
Consejo Universitario a cualquier tipo de intervencin o mediacin entre
los campesinos de las haciendas y los arrendatarios. En realidad, pareciera
que tena suficiente con solventar sus diferencias con estos ltimos y garantizar el cobro de sus rentas. Ello explica, en ltima instancia, la distincin
que los relatos orales establecen entre el tiempo de la Universidad Central,
una poca aciaga de incumplimientos y vejaciones, y la etapa precedente
de Gallo Almeida, revestida de los atributos paternalistas y protectores del
buen padrecito que asuma todas las obligaciones derivadas de la economa moral hacendataria:
En el tiempo de Alejandro Gallo, la hacienda ha sido un mundo entero.
Yo conozco el entero. Cuando pas Alejandro Gallo soltero era. Entonces
como soltero tena a sus empleados, mayordomos noms. Tena bastante
ganado, aqu y en Atapulo, y caballos tena, llamingos tena, borregos tena
bastante, por miles. Nosotros, como no tenamos bastante terreno, trabajbamos en la hacienda. Daba suplido, daba un quintal de papas para que
trabajen en la hacienda. Daba una media de cebada, cerca de un quintal
de cebada para que trabajen en la hacienda. Trabajbamos y no pagaba
nada. Tena la gente, pobre era, nada no tena. Alejandro Gallo era gente
rica. Tena bastante borrego, lo que cobraba, el pasto, el cerro, en cada diez
un macho estaba. En cada diez sacaba una hembra, ya dos. En cincuenta
borregos tena, decamos huatacapungo, un borrego bastante famoso. As
sabamos trabajar en la hacienda (Kaltmeier, 2008: 26)18.
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vivir por all unas 2 200 personas, aunque eso era una cifra estimativa.
No era posible, a su juicio, levantar un censo desde la Jefatura Poltica
por no disponer de medios de transporte, ni de tiempo, ni de personal la
tarea demorara ms de tres das y, sobre todo, porque hay el peligro de
un levantamiento de parte de los moradores, creyendo que el censo es para
imponer algn gravamen; ya que as sucedi hace dos aos cuando los profesores fueron a levantar el censo escolar 21.
Promesas. Siempre promesas Tras aos de demora, la Universidad
Central hizo entrega de lotes a sus 34 huasipungueros principales de Yanahurco. Terminaba el ao de 1969 y ya era demasiado tarde como para
contener la marea que se extenda por las alturas... No slo las parcelas
de los huasipungos, no!. Los comuneros reclamaban ms, mucho ms: el
fin de la hacienda y la salida de los mishus de los pramos. Ya solicitaron
su reconocimiento como comuna legal. Ya fueron pacientes esperando la
reversin de la hacienda... Lleg pues el momento de pasar a la accin ante
un amago de redistribucin que dejaba en manos de la Universidad la
mayor parte de las tierras. No puede ser, caraju!, bramaba el secretario
de la precomuna lleno de impotencia ante el autismo del Honorable Consejo Universitario... As, al rayar el alba de una fresca y hmeda maana
cualquiera, unos comuneros annimos mataron un perro, lo colgaron del
cuello en el camino de acceso a Yanahurco y, a partir de entonces, adems de
impedir la entrada a los empleados del patrn ausente, le imposibilitaron
sacar la cosecha ao tras ao (dejbamos pudrir, recuerdan con mofa)22,
hasta que la hacienda cay, a finales de los setenta y ms tarde que pronto
el Estado forz para que se dotara con lotes a un total de 131 campesinos,
entre huasipungueros y arrimados.
Tras la toma del poder por la Junta Militar en julio de 1963, la Universidad mostr un cierto inters por anticiparse a la intencin del Gobierno de impulsar una Reforma Agraria en el pas. En la sesin del Consejo
Universitario de septiembre de ese ao, el rector sugiri la conveniencia
de gestionar ante el Estado la compra de los grandes latifundios de la ins21 MAG, Direccin de Organizaciones Agropecuarias, carpeta 238, Del jefe poltico del cantn
Saquisil al subsecretario de Previsin Social (02/12/1969).
22 Entrevista a Jos Pedro Jami en Yanahurco Grande (12/09/2006).
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En fechas anteriores y posteriores el IERAC ha hecho una serie de proposiciones concretas relacionadas con estas haciendas, todas tendientes a
llevar a cabo la liquidacin de formas precarias, hacer efectivo un acuerdo
interinstitucional para llegar a la negociacin y parcelacin que beneficiar a varios centenares de familias pobres dedicadas a la agricultura en
tales predios, etc. Sin embargo, salvada la comedida respuesta, nada positivo ni concreto han obtenido hasta la fecha los campesinos de los predios
Yanahurco, La Provincia, Salamlag Chico, Salamlag Grande y Chalua,
ubicados en la provincia de Cotopaxi y todos propiedad de la Universidad
Central del Ecuador24.
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impago de la renta, llev a que, definitivamente, aqulla empezara a familiarizarse con la idea de deshacerse de las haciendas de altura: frente a esta
situacin un problema econmico y la dinamita del conflicto social la
Universidad opt por una va modernizadora, tal como otros hacendados
de la Sierra, que pas por entregar sus latifundios de pramo previa liquidacin de los arrendamientos (el ltimo de Yanahurco en 1963)26. A partir de ese momento nos recuerda Kaltmeier todas las haciendas pasaron
a la administracin directa de los empleados de la Universidad; empleados
que, aunque tuvieron cierta influencia, no llegaron al estado de poder casi
soberano de los primeros arrendatarios (2008: 82-83). De igual manera,
las autoridades acadmicas decidieron entonces actualizar sus estimaciones
sobre el valor de las posesiones heredadas en su da de Alejandro Gallo27:
26 En junio de 1955, la Universidad arrend la hacienda a Francisco Amador Mio, quien fue
beneficiario de un contrato de compra-venta del predio en enero de 1962. Dicha adquisicin fue considerada irregular (por no haber habido subasta) y recurrida por el nuevo equipo rectoral de la Universidad de 1963, consiguiendo la declaracin de su nulidad y la reversin de Yanahurco a la institucin
(ACU, volmenes de 1963, sesin 40 de 19/11/1963: 1-7; Decreto Supremo de 20/12/1963 expedido
por el gobierno militar). A partir de ese momento, se negoci con Mio las condiciones de su salida
como arrendatario, habida cuenta que las partes no se ponan de acuerdo sobre los porcentajes que
correspondan a cada quien en las sementeras y las mejoras introducidas en la finca (ACU, volmenes
de 1964, sesin de 21/07/1964, punto 2e). Finalmente, se trans con Mio que la Universidad le
ceda un 5% del producto de las cosechas en determinadas sementeras, excepto en una en la cual, el
seor Mio ha realizado cuantiosos gastos por conceptos de abonos, fertilizantes, etc., en la cual la
Universidad le ceder el 40% de la produccin (ACU volmenes de 1964, sesin de 28/07/1964,
punto 2b). Una vez recuperado el control directo sobre la hacienda, el Consejo Universitario nombr
un administrador (ACU, volmenes de 1964, sesin 08/09/1964, punto 2e). La cosa va ms all
de una mera ancdota. Durante el tiempo en el que Mio ejerci como propietario, vendi parte
importante de los pramos de Yanahurco: unas 300 hectreas del paraje conocido como Tusual que
ya no regresaron jams al patrimonio de la Universidad ni fueron por consiguiente redistribuidas por
el IERAC. Puso los cimientos, as, de uno de los conflictos ms atroces de cuantos se han vivido en
la zona. Retomar este asunto ms adelante. Ver Captulo 4, La persistencia de los conflictos por la
tierra. Por otra parte, la hacienda que, en las fichas de la Direccin Nacional de Avalos y Catastros,
fue consignada en la dcada de 1980 con el nombre de Yanahurquito (138 ha) se corresponde, en
realidad, con otro lote desgajado de Yanahurco Grande y vendido tambin en su momento de manera
harto irregular por el arrendatario.
27 A instancias de la Comisin de Haciendas, en julio de 1965 se resolvi nombrar peritos para
tasar cada una de las propiedades rsticas de la Universidad. La razn era bien explcita, tal como
reconoca el rector: La realidad es que no sabemos cunto tenemos. Hay los avalos que se han hecho anteriormente, son avalos imposibles de aceptar, por ejemplo Yanahurco, de tantas discusiones e
incidentes, haba sido avaluada en 600 000 sucres toda la hacienda, efectuando un sembro de papas se
calcula que vamos a tener 1 milln de sucres, slo de una centsima parte. Tenemos tambin sobre esa
misma hacienda que [la] persona [que la] compr [se refiere a Mio] [] en dos sembros ha sacado
tres millones, eso de uno de los pequeos lotes, y si se considera toda la enormidad, debe valer mucho
ms (ACU, volmenes de 1965, sesin de 20/07/1965: 19).
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Con objeto de estudiar y resolver el problema de orden social y econmico a que se ven abocados los predios que en propiedad corresponden a la
Universidad Central del Ecuador, el Consejo Universitario deleg en una
renovada Comisin de Haciendas para que asumiera tal tarea31. Tras una
visita de reconocimiento por las diferentes haciendas, la nueva Comisin
present ante el Consejo un informe en el que resolva enajenar todas las
propiedades agrcolas de la Universidad, as como el inicio de la gestin
de dicha enajenacin32. La impresin que dej en los miembros de la Comisin y en el propio rector el recorrido no poda ms que conducir a una
decisin de ese tipo:
En realidad, la tesis que propugnamos es que la Universidad venda en la
forma ms conveniente sus propiedades. Fuimos a lomo de mula. En la
visita que hicimos pudimos apreciar que esas haciendas situadas a gran
altura estn totalmente abandonadas. Esta es una verdad que nosotros la
hemos comprobado sobre el terreno. En realidad, la administracin de estas haciendas no existe; sin embargo, hay algunos empleados y eso ocasiona
algunos gastos; de manera que en lugar de dar ingresos positivos a la Universidad, hay egresos, es decir, la situacin es negativa. El mantenimiento
de esas haciendas en esa situacin sera catastrfico, tanto ms que alguna
de ellas ha sido ya tomada ntegramente, de manera que ni siquiera pudo
31 ACU, volmenes de 1969, sesin de 26/05/1969: 4-9; AIERAC, exp. 786RA, oficio de
06/04/1970.
32 ACU, volmenes de 1969, sesin de 07/10/1969, punto 5.
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Es decir y ah es donde voy, que haba un agudo conflicto y que la Universidad quera deshacerse del asunto dada la intensidad que estaba alcanzando: no en balde, su queja de que no estaba ganando renta neta con los
arrendamientos o con la explotacin de sus haciendas, sino perdiendo (una
afirmacin muy reiterada en todas las comunicaciones de esos aos), era en
buena parte consecuencia directa de la estrategia campesina de dificultar
e incluso imposibilitar la correcta explotacin de los predios por parte de
los administradores; una estrategia, por otra parte, muy comn, destinada
a forzar la salida de los propietarios, hastiados ante la imposibilidad de
restaurar el viejo orden para siempre trastocado por la Reforma Agraria.
De otro lado est la Ley 255-CLP (Registro Oficial de 24/03/1970), que
estableca en su artculo 14 que aquellos pramos que no hubieran sido
debidamente aprovechados seran revertidos al patrimonio del IERAC
para distribuirlos entre los precaristas. Ese era el caso de la, prcticamente,
totalidad de los predios de la Universidad, y de ah sus prisas, pues de lo
contrario, a fecha de julio de 1971 pasaran (tericamente) a manos del
Instituto sin compensacin de ninguna naturaleza36. En cualquier caso,
es remarcable que el director ejecutivo del IERAC escribiera al contralor
para apoyar la solicitud de la Comisin de Haciendas, no sin incidir en los
errores en que a lo largo del proceso incurri la Universidad:
Es conocido por todos que el Estado siempre ha sido un administrador
negligente de sus bienes agrcolas: si se pretende alcanzar un mejor nivel
35 AIERAC, exp. 786RA, oficio de 06/04/1970.
36 AIERAC, exp. 786RA, oficio de 06/04/1970.
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de vida no slo para el campesinado sino para todos los ecuatorianos por
medio de una serie de causales de afectacin aplicables a terratenientes improductivos, es obvio que ellas deben empezar incidiendo sobre los predios
propiedad de instituciones pblicas o de entidades semipblicas que no
han cumplido con exigencias constitucionales, legales, sociales y tcnicas.
Desde este punto de vista, la posicin de la Universidad Central es honesta
y ejemplificadora; honesta porque reconoce sus yerros sin ocultamiento
alguno, defectos pasados y en trance de ser superados por el expreso reconocimiento que hace la Universidad de sus obligaciones legales para con
el campesinado; y ejemplificadora, porque otras entidades similares han
pretendido encontrar [] la coyuntura propicia para hacer negocio con las
tierras, ya sealando precios prohibitivos, ya adjudicndolas a los mejores
postores en desmedro de sus ocupantes, ya impidiendo al IERAC el cumplimiento de sus obligaciones37.
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Yanahurco acabara en manos de las familias huasipungueras. La extraordinaria lentitud de la resolucin legal del conflicto tiene mucho que ver con
un problema de capacidad real de levantamiento de los correspondientes
planos: de hecho no fue posible sin la colaboracin del IERAC, an con
toda la presin ejercida adems por la FEI. Conviene insistir tambin en la
propia situacin poltica, bien convulsa, que se reflej de manera importante en el devenir cotidiano de la Universidad y que, en una proporcin
nada desdeable, contribuye a explicar la demora exasperante del proceso
de auditar las haciendas, diagnosticar definitivamente su estado, proceder
a su linderacin y ejecutar la transferencia de dominio a los campesinos
Por fin se estableci diciembre de 1979 como fecha lmite para proceder
a la entrega-recepcin del predio Yanahurco en la provincia de Cotopaxi,
[] en la forma prescrita por la Ley39: fue el da once de ese mes cuando
se realiz el acto protocolario, por mediacin del IERAC, entre la Universidad Central y los 131 comuneros beneficiados40. En marzo de 1980,
tres meses despus, la comuna Yanahurco Grande obtuvo la adjudicacin
de varios lotes de terreno con una superficie total de 1 513 hectreas41,
solicitud que fue cursada por la organizacin durante los ltimos meses de
1979, ante la inminencia de la resolucin del conflicto con la Universidad
Central, y que fue obviamente atendida de inmediato por el IERAC42.
La idea original era, como planteara en su da la Comisin de Haciendas
de la Universidad, sentar las bases para un manejo de corte empresarialcomunitario potencialmente viable en el medio plazo.
Por lo dems, la estructura del reparto de la finca, descontadas las 1 513
hectreas mencionadas, continu sancionando la diferenciacin interna existente entre el campesinado local (Tabla 3.4): ms de un tercio de los exprecaristas (el 34,3%) recibi unidades inferiores a una hectrea (equivalentes al
8,2% de la tierra entregada), el 58% fue dotado con lotes entre 1 y 5 (con el
49,7% de la superficie) y slo el 7,63% accedi a piezas de mayor extensin
39 AIERAC, exp. 786RA, oficio de 27/11/1979.
40 AIERAC, exp. 786RA, Acta de legalizacin de 11/12/1979.
41 Se trataba de un lote de 6,75 ha (zona comunal, a 4 000 metros de altura); otro de 46,38 ha
(terreno pantanoso comunal, a 4 000 metros); otro de 1 320,94 ha (pramo comunal, a una altitud
media de 4 000 metros); y otro de 139,53 ha (pramo comunal a 4 000 metros). Cf. AIERAC, exp.
786RA, informes de linderacin de 24/10/1979.
42 Aprobada por Acuerdo Ministerial nm. 4 189 de 30 de marzo de 1970.
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(el 42,10% del total). Tras la legalizacin, la gran parcela de 1 513 hectreas
entregada en concepto de tierras comunales, fue repartida y usufructuada
individualmente por los campesinos de Yanahurco. Fue, de hecho, la manera
que tuvieron de dar salida en el mediano plazo al problema de los arrimados
de segunda generacin que vieron imposibilitado el acceso a la tierra de no
ser por la particin de los terrenos de la comuna. Como recordaba Jernimo
Anguisaca ms de 25 aos despus de liquidado el proceso, de ah ya los
dirigentes lo organizaron para hacer parcela para todos los jvenes Como
ya recin casados eran casi de veinte o treinta aos, ah s pidieron ellos tambin: nosotros tambin queremos terreno, porque ese terreno era de hacienda y entonces queremos coger a todos los jvenes para tener propiedad43.
Tabla 3.4
Estructura de los lotes redistribuidos en Yanahurco Grande (1980)
Tamao (ha)
Lotes (#)
ha
De 0 a 1
45
34,35
28,87
8,23
De 1 a 2
36
27,49
52,76
15,05
De 2 a 5
40
30,53
121,40
34,62
De 5 a 10
5,34
49,44
14,10
Ms de 10
2,29
98,21
28,00
131
100,00
350,68
100,00
Total
Fuente: Elaboracin a partir del memorando de la entrega de tierras elaborado por el IERAC y fechado el 14 de mayo
de 1980. AIERAC, exp. 786RA.
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Desde los aos setenta, otro insumo importante en toda la zona fue el de
los alfabetizadores del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria).
En Toacazo haba un grupo de unos quince jvenes (hombres y mujeres)
de izquierda comprometida (militantes del MIR) que trabajaron, tambin
en Yanahurco, enseando a leer y escribir en las comunidades. La gente, al
parecer, estaba deseosa de aprender y ellos, como es lgico, aprovechaban
tambin para hacer labores de ideologizacin y concienciacin poltica (el
modelo que seguan era el de Paulo Freire y su visin emancipadora de la
educacin). Operaron en la ms absoluta clandestinidad en los ltimos
aos de la dictadura. Con la llegada de la democracia en 1979, y de la
mano del impulso a la alfabetizacin que propugn el presidente Jaime
Rolds Aguilera, salieron a la luz pblica e incluso fueron objeto de algn
tipo de gratificacin por su trabajo. Con el paso de los aos, y en medio
de la eclosin de agencias de desarrollo privadas que promovan proyectos
de todo tipo, la presencia de ese voluntarioso grupo fue perdiendo fuerza
hasta diluirse. En cualquier caso, su labor supuso un estmulo importante
para animar todo el proceso organizativo que por aquellos aos se gest
en las tierras altas de Toacazo46. En contextos como el de Yanahurco, adems, las sinergias establecidas entre estos aliados externos y la dirigencia
que capitane el litigio por la reversin total de la tierra de la hacienda
fueron particularmente intensas: la presencia de estos alfabetizadores vinculados a plataformas bien articuladas de izquierda empuj y reforz toda
la movilizacin poltica emprendida por las comunidades en la fase final
46 Entrevista a Marina Almeida y Ramiro Vela en Toacazo (14/09/2006).
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desde la ptica de la izquierda de la poca debera de ser bajo; formarlos como trabajadores responsables y conscientes al mismo tiempo que
combatir contra el alcoholismo; contribuir en toda forma a la defensa de
los indgenas del Ecuador; vincularse con los organismos del pas y en
principal con los trabajadores; hacer de sus miembros ciudadanos que
amen su Patria; y encauzar a los trabajadores indgenas hacia las formas
de produccin y consumo cooperativo. Una muestra, en fin, del proyecto
civilizatorio que desde la FEI se manejaba con respecto a la controvertida
cuestin indgena en aquellos aos49.
Ante el riesgo latente que supona la presencia de un sindicato dentro
de la hacienda, la propietaria amenaz reiteradamente a sus huasipungueros con desalojarlos y desposeerlos en caso de conflicto. Ms todava: conmin a los campesinos a firmar contratos de arrendamiento, con lo cual
quedaban fuera de los beneficios que la Ley de Reforma Agraria de 1964
estableca para los precaristas. Podra afirmarse, de hecho, que intent escabullirse de la aplicacin de la ley (o al menos minimizar su impacto)
a travs de la conversin formal de los huasipungueros en arrendatarios.
La respuesta de stos no se hizo esperar, denunciando esta estratagema y
demandando al IERAC su condicin de precaristas y su homologacin a
todos los efectos a la de los huasipungueros de las haciendas vecinas:
Desde hace mucho tiempo los comparecientes hemos venido prestando
servicios en la hacienda San Bartolo. Dicho inmueble actualmente pertenece a la seorita Maruja Enrquez y antes perteneci a la seora Elena
Jarrn de Enrquez. Desde hace algunos aos, por razones que ignoramos
y ante el hecho real de que no sabemos leer y escribir, se nos ha obligado
a poner la huella digital en supuestos contratos de arrendamiento, pero
nosotros no hemos recibido ni hemos pagado valor alguno. En la prctica
hemos sido huasipungueros sin remuneracin, ya que la extensin de tierras que se nos ha asignado, si bien a simple vista puede llamar la atencin
porque flucta entre siete a quince hectreas, en la prctica no es mayor
que la que se ha entregado a otros huasipungueros de otro sector, ya que se
trata de un suelo malo, poco frtil, en donde nicamente se dan mellocos
49 AIERAC, exp. 1 542RA, Estatutos del Sindicato Agrcola de Trabajadores San Bartolo. Por si
quedaba alguna duda sobre el tutelaje de la iniciativa, el artculo 28 sealaba que por emblema de este
Sindicato se obtendr el de la Federacin Ecuatoriana de Indios y sobre l ir el nombre del Sindicato.
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transmut en comuna. Toda una maniobra, en fin, acorde con las tendencias hacia la individualizacin de la gestin de los recursos constatada en
otras zonas de la Sierra: una comuna sin comunales en un contexto en el
que las presiones sobre las economas campesinas van a coadyuvar al asalto
final sobre los pramos y la liquidacin generalizada del manejo comunal
de la tierra (Martnez Valle, 2002). Ms en un caso como este, en el que
la inexistencia histrica de una comunidad huasipungo stricto sensu en el
seno de la economa hacendataria determinaba desde mucho tiempo atrs
el funcionamiento atomizado de las distintas unidades de produccin57.
La disolucin de la hacienda San Carlos
Desde que Tapia Viteri se hizo con la propiedad de San Carlos inici una
tmida senda modernizante que no pudo evitar, ms bien aviv, el enconado conflicto desatado con los antiguos huasipungueros una vez entregados
sus lotes (diez, de extensiones variables entre 7,45 y 13,18 hectreas)58 y
que condujo, a mediano-largo plazo, a la constitucin de una cooperativa y
a la afectacin total de la hacienda por parte del IERAC. Como se indic,
antes de la Reforma Agraria San Carlos entraba, como San Bartolo, dentro
de la categora de latifundios tradicionales corrientes definida por Baraona. De ah la pertinaz tozudez de los campesinos alrededor del mantenimiento de sus derechos de pastoreo en los pastizales del predio frente a los
57 El camino hacia la legalizacin de la nueva comuna no fue sencillo. Si bien el 3 de junio de
1987 la Direccin Nacional de Desarrollo Rural emiti a tal efecto un informe favorable, el 8 de julio
siguiente, y como consecuencia de un nuevo reconocimiento del lugar llevado a cabo por funcionarios
de la Direccin General Jurdica del Ministerio de Agricultura y de la Direccin Provincial Agropecuaria de Cotopaxi, aqul fue cuestionado por otro memorando en el que se afirmaba, taxativamente, que
la realidad de San Bartolo no se ajustaba al espritu de la Ley de Comunas (por ser pocas familias, con
pocos lazos econmicos entre ellas y por no poseer ninguna tradicin de instancias de decisin mancomunadas). Por fin, un tercer informe encargado por el Ministerio, esta vez de 23 de noviembre de
1988, dirimi y resolvi que s, que era razonable admitir a trmite la solicitud de San Bartolo. Fue el
10 de enero de 1989 cuando se otorg la definitiva personera jurdica a la comunidad. Quiero resaltar
el hecho de que, aunque el Ministerio termin dando su aquiescencia a la voluntad de los campesinos
de San Bartolo de constituirse en comuna, tuvo que hacerlo aun a sabiendas (y en este sentido el segundo informe es bien revelador) de que la realidad local no se ajustaba demasiado a lo que la ley estableca
en el caso de las comunas. Ver MAG, Direccin de Organizaciones Agropecuarias, carpeta 81-3.
58 AIERAC, exp. 395RA, Actas de liquidacin de fondos de reserva y vacaciones no gozadas,
27/10/1964.
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Ese fue el punto de inflexin a partir del cual los campesinos contactaron
con el aparato de la FEI, en torno al ao 1974: de manera clandestina fue61 Diario de campo, conversacin informal con algunos vecinos de Toacazo en octubre de 2003.
62 Entrevista a Manuel Velsque en San Carlos (30/06/2004).
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partes, y ha comenzado a tractorar un lote de unas veinte hectreas, las mismas que no han podido ser tractoradas por impedirlo las nueve familias de
trabajadores jornaleros de la nombrada hacienda []. Me traslad en cumplimiento de lo ordenado por Ud. a la hacienda [] constatando que hoy
da 12 de diciembre, ms o menos a las tres de la tarde, los trabajadores no
permitieron el trabajo del tractor en un lote de terreno de una hectrea []
que se ubica cerca y al occidente de la casa de hacienda, sin poder intervenir,
por temor a ser faltado por los trabajadores, quienes en nmero de unas 18
personas se encontraban exaltados y portando palos []. El seor Olmedo
Tapia supo manifestarme que en forma rotativa deja para el pastoreo de
los animales de propiedad de los trabajadores ms o menos unas cincuenta
hectreas, pero que ahora, con medidas de hecho pretenden impedir que
trabaje en una mitad de la propiedad es decir en unas 200 hectreas [].
Para mejor conocimiento suyo seor gobernador, debo manifestar que, en
el mes de mayo de 1973, el seor Olmedo Tapia vino a denunciar en la
Tenencia Poltica que sus trabajadores impedan el trabajo del tractor en su
propiedad, por lo que me traslad a dicha hacienda constatando en aquella
ocasin ser verdad lo afirmado por el seor Olmedo Tapia, ocasin en la
cual llam la atencin a los trabajadores para que permitan el trabajo del
propietario, manifestando que no permitiran el trabajo porque se quedaran sin terreno para el pastoreo, amenazndome y uno de ellos empujndome, por lo que tuve que retirarme para evitar ser faltado por los trabajadores
[]. El 22 de mayo de 1973, luego de los hechos indicados, recib oficio de
la Federacin Ecuatoriana de Indios, firmado por el seor Estuardo Gualle
Bonilla, indicando que son tierras del Estado, sin poder atender a dicha
peticin, pues el seor Olmedo Tapia present los ttulos de propiedad de la
hacienda San Carlos, adquirida mediante compra a la seora Judith Jaramillo. Es decir seor gobernador, que los trabajadores del seor Olmedo Tapia
le impiden rotundamente tractorar ms terreno de su hacienda, afirmando
que necesitan terreno para el pastoreo de sus semovientes65.
La verdad es que las demandas del patrn y el aval del teniente poltico
tuvieron eco en el seno del IERAC, tal como lo atestigua la solicitud del
director de Reforma Agraria al intendente de Polica de Cotopaxi de que
sirva hacer respetar la propiedad privada, y si fuere necesario haciendo uso
de la fuerza pblica se deje que el seor Olmedo Tapia Viteri pueda cul65 TPT, oficio 23 de 12/12/1973.
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tivar directamente su predio66. Del otro lado, sin embargo, haca tiempo
ya que haba entrado en juego un actor ms: la FEI, que estaba apoyando
y aconsejando la tctica de lucha de los exhuasipungueros en favor de la
reversin total del predio. En un oficio dirigido al ministro de Gobierno,
al de Agricultura y Ganadera y al gobernador de Cotopaxi, el secretario
general de la Federacin expona detalladamente que:
I. Los trabajadores agrcolas de la mencionada hacienda [San Carlos] son
exhuasipungueros, los mismos que de conformidad con la Ley de Reforma
Agraria, tienen derecho a pastorear sus animales en las zonas tradicionales
de paja natural.
II. Este derecho lo ejercen desde hace ms de 25 aos, en que prestaban y
prestan sus servicios a la hacienda, y el propio empleador ha sealado en
varias ocasiones estas zonas como de pastoreo para sus trabajadores que
han nacido, crecido y morirn en estas tierras.
III. Como el empleador fuera demandado por el director de Trabajo por incumplimiento en el pago de salarios, fondos de reserva, etc., y cuyo monto de
liquidaciones [est] obligado a depositar en custodia ante dicha autoridad, ha
amenazado tajantemente que en adelante prohibir el pasto de los animales
de sus trabajadores, y que para cumplir esto, incluso utilizar la fuerza.
IV. En vista de esta actitud amenazante del empleador, la FEI con nuestro
asesor jurdico, hemos pedido la intervencin del IERAC, para que declare
la reversin al Estado de esas tierras de pastoreo, y que se nos adjudique
de conformidad con la Ley de Reforma Agraria y reglamentos vigentes.
Mientras esto suceda se servirn administrar las medidas necesarias para
garantizar el estatus-posesorio, y que ste no sea alterado, as como prevenir a la fuerza pblica para que nos protejan67.
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rrase a todos los resquicios abiertos por la legislacin vigente, en este caso el
de pleitear por el usufructo de los pastos68. Pese a los sobresaltos, tambin
aqu los vientos soplaban del lado de los campesinos: el IERAC inici el
trmite de expropiacin de San Carlos de toda la hacienda a finales de
1977. El argumento definitivo fue el grado de subexplotacin de la finca:
de las ms de 600 hectreas potencialmente laborables, nicamente 37,75
[] se hallan con cultivos del dueo de las tierras, aparte de 20,80 hectreas de bosques y 27 hectreas de pastos naturales, lo cual da un total de
90,90 hectreas. Habida cuenta de que la eficiencia del predio implicara
segn la Ley de 1974 que tuviera en explotacin no menos del 80% de su
superficie aprovechable, es decir 480 hectreas, se ratific la inclusin de
San Carlos en las causales de expropiacin entonces contempladas69.
Ms adelante, en 1983, los exprecaristas ya constituidos en cooperativa solicitaron al Instituto la transferencia a su favor de la antigua hacienda. El proceso legal culmin en abril del ao siguiente, con la adjudicacin
de las tierras a la Cooperativa de Produccin Agropecuaria San Carlos70.
Dada la poca poblacin vinculada a la finca, fue la FEI quien sugiri la
conveniencia de crear una cooperativa antes que un sindicato (como en
San Bartolo, donde haba cuatro veces ms gente) o una comuna. Una
vez obtenida la tierra y tras el pago de la deuda contrada fcil, pues casi
la cancelaron a travs de la venta de dos de los tres bosques que albergaba
la exhacienda, lotizaron el predio y se lo acabaron repartiendo, en dos
tandas, a partes iguales entre los socios (diez exhuasipungueros titulares
68 Lo cual no impidi episodios de violencia como el que en 1975 llev a que el intendente
general de Polica de Cotopaxi comisionara al teniente poltico para que citara a Olmedo Tapia con
motivo de una denuncia interpuesta por dos exhuasipungueros agredidos: El da lunes 28 de julio
del ao en curso [], a eso de las siete y media de la noche, en el sector El Manzano, situado en la
hacienda San Carlos [], en forma violenta y sin que mediara motivo alguno de parte de los denunciantes han sido cobardemente asaltados por Olmedo Tapia Viteri y Patricio Tapia, quienes han tratado
de victimarles, ya que les han lanzado el vehculo que conduca el segundo de los nombrados, con la
intencin manifiesta de liquidarlos. No contentos con esto les han perseguido hasta alcanzarlos, y les
han agredido brutalmente en el suelo, a consecuencia de lo cual presentan varios hematomas en todo
el cuerpo. Como lo relatado constituye infraccin punible, pesquisable de oficio, ordeno se levante el
presente auto cabeza de proceso e instruyo sumario en contra de los referidos Olmedo Tapia Viteri y
Patricio Tapia, quienes sindico en esta causa, ms autores, cmplices y encubridores si los hubiere en
este hecho. TPT, Comisin intendente general de Polica de Cotopaxi de 05/08/1975.
69 AIERAC, exp. 395RA, copia de la escritura de expropiacin de 27/07/1978.
70 AIERAC, exp. 395RA, copia de la escritura de adjudicacin de 05/04/1984.
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Los aos transcurridos no han borrado la estructura de la exhacienda San Carlos: alrededor de las
tierras planas, donde se aprecian al fondo las construcciones del centro de la cooperativa, las lomas en
que se ubicaron los huasipungos y los pastizales en disputa.
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el pulso por la tierra y por terminar con las cuentas y las rayas... Antonio
Velzquez retoma su narracin:
Despus de eso yo sal en contra del terrateniente, del patrn Gonzalo
vila Pazmio. Entonces ah ya segu el juicio en Quito, con un tal abogado Jorge Gonzlez Moreno. l [el patrn] ya haba comprado el juicio,
haba estado siguiendo los trmites, adrede pas (en qu ao sera) los expedientes a Riobamba. Yo, como soy analfabeto, sin conocer dnde ser
Riobamba El juicio no pudo seguir aqu [en Riobamba], tiene que ir a
Quito Andaba y andaba como el perrito, [cuando asom] un hombrecito [] y me sale noms hablando: caramba dijo as [] qu haces
aqu?, slo parado pasas?, de dnde sois? Yo dije: tengo un juicio por
tierra, dice que los expedientes de esa quinta, de esa hacienda, de un seor
vila, estn aqu en Riobamba. Ay, dijo ese seor mamitica! dijo, ve, yo
te hago conocer un abogado Alfredo Parra []. Dijo que era [de los que
tienen que ayudar], el dato solamente te hago llegar.
[El doctor Alfredo Parra] dijo: toma asiento, toma asiento. Haba estado trabajando, haciendo oficios: Espera, voy a acabar estito, ah te hago
cualquier trmiteY dijo: de dnde sois?, cmo es la hacienda?, cmo
se llama?... Yanahurquito Chico, dije, as, se llama y nada ms. Y sigui
preguntando y preguntado: y cunto tiempo ests siguiendo el juicio?; y
dije doctor aproximadamente unos tres aos. No puedo cmo hacer, no
tengo gentes, dijo [el abogado]; el primer juicio que segu [fue] con seis personitas Despus dice de iniciar a los guaguas () [hasta] 12 personas:
con 12 personas avanc, taita Diosito, a ganarme el juicio75.
La hacienda Yanahurco Chico (229 ha), colindante al oeste con las posesiones de la Universidad Central (Yanahurco Grande), al este con San
Bartolo y al norte con Quillusilln (Mapa 3.1), dio origen a las comunas
Yanahurquito Chico y, presumiblemente, Yanahurquito San Antonio76.
Tras la liquidacin de lotes a seis precaristas (a razn de 2,5 hectreas por
75 Testimonio de Antonio Velazquez, Proyecto Escribiendo la historia de la UNOCANC (julio 2007).
76 Este ltimo supuesto no lo he podido verificar al cien por ciento: la documentacin del IERAC y el MAG es confusa y la memoria oral de las personas supervivientes de aquel tiempo se pierde
en una maraa de Yanahurcos y Yanahurquitos laberntica.
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Los exprecaristas solicitaban que se obligue de inmediato al seor Gonzalo vila la entrega de los ttulos de propiedad de los huasipungos que nosotros hemos venido poseyendo, en el mismo lugar en que se encuentran
y en igual extensin, adems de a pagar todo cuanto se nos adeuda por
fondos de reserva, vacaciones, salario mnimo, etc., de acuerdo con la Ley.
Es interesante el papel (en ste y en todos los dems casos) de un personaje
aparentemente invisible en la documentacin pero absolutamente presente
77 AIERAC, exp. 301RA, Actas de liquidacin de arrimados, 14/10/1965. La informacin de
este proceso es bastante oscura. Por un lado, y de manera sorprendente, se reconoce el lote a los arrimados, pero no se menciona la presencia de huasipungueros. Con posterioridad, a los seis primeros
arrimados se les suman seis campesinos ms (sin duda precaristas residentes en la misma finca), que son
quienes iniciarn la demanda de reversin de la hacienda. En mi opinin, los seis primeros lotes entregados se corresponden a la liquidacin de huasipungos, siendo los otros seis los verdaderos arrimados.
78 AIERAC, exp. 301RA, solicitud de 10/11/1969.
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paso previo para pedir al IERAC, en febrero de 1985, que de conformidad con lo dispuesto en el Art. 68 y siguientes de la Ley de Reforma
Agraria y Colonizacin, se digne enajenar a nuestro favor la totalidad
de la hacienda. El camino estaba abierto, pues seis aos antes, en 1979,
una sentencia de reversin emitida por el Comit Regional de Apelacin
de la Reforma Agraria, haba permitido la expropiacin del predio y su
consiguiente cesin al patrimonio del Instituto83: los campesinos, pues,
ya gozaban de facto de la posesin de las tierras desde entonces. La adjudicacin legal y definitiva de Yanahurco Chico tuvo lugar en 1986, y los
lotes protocolizados fueron muy irregulares, oscilando entre las tres y las
diecisis hectreas84.
Pleitos entre precaristas en Quillusilln
Salir de la hacienda! Qu importante era poder salir de la hacienda y cmo
se resentan algunos patrones cuando los indios se conectaban al mundo
El presidente del Ilustre Concejo de la Municipalidad de Latacunga remiti
al teniente poltico de Toacazo, el 25 de febrero de 1964, una solicitud firmada por 31 personas habitantes del rea de Quillusilln y los Chisulchis.
Dado que la Municipalidad de Latacunga entenda que la cuestin era
los requisitos que debe llenar el cabildo para la aprobacin de los reglamentos internos por parte del
Ministerio de Agricultura y Ganadera, as como a las cuotas de ingreso que deben pagar los socios.
No sabemos a qu institucin perteneca el ingeniero, pero no importa; lo subrayable es a mi juicio
el empeo, por parte del staff desarrollista de la poca, de conducir los procesos de organizacin campesina tras la Reforma Agraria hacia unos andariveles que pasaban por la articulacin de comunas,
cooperativas o asociaciones de productores primero y por el fortalecimiento de las OSG despus.
Ver MAG, Direccin de Organizaciones Agropecuarias, Acta constitutiva de la comuna Yanahurquito
Chico de 04/12/1978, carpeta 81-1.
83 Lamentablemente, en el expediente del IERAC no hay informacin documental que permita reseguir los pormenores de esa expropiacin. A pesar de la fecha de la sentencia (03/04/1979),
el acta de entrega-recepcin de la hacienda data del 25/04/1985. AIERAC, exp.1 170RA, acta de
25/04/1985.
84 AIERAC, exp. 1 170RA, Adjudicacin de 20/05/1986 e informe de 25/02/1985. Cada
uno de los poseedores tiene sembros de papas, habas, mellocos, cebada, etc., que trabajan de forma
individual; cultivos que se encuentran en buen estado, en las pocas reas que se puede sembrar. Esta
observacin es interesante, ya que la mayor parte del terreno estaba erosionado y se dedicaba al pastoreo. De hecho, se consider por parte de los tcnicos del IERAC, que slo el 50% de la hacienda era
laborable, no hallando rastro de mecanizacin agrcola ni nada parecido. Ver AIERAC, exp. 1 170RA,
informe de 25/02/1985 y Plan de explotacin agrcola de 1983.
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Transcurridos casi cinco aos de lo que se hizo la entrega de los huasipungos en la mencionada hacienda, nuestra hermana Julia Ucsha, pretende negar parte o todos los derechos que tenemos adquiridos por nuestro
trabajo y por la posesin que mantenemos de sendos lotes del terreno que
forma tal huasipungo. Por este motivo, recurrimos a Ud., seor director
ejecutivo, para que con su intervencin, se encuentre una solucin adecuada a este problema, ya que no es justo que se nos deje en el camino, con
nuestras familias87.
Parece deducirse que esa forma precaria los piqueros alude a una suerte
de arrimados que adquiran ciertos derechos de usufructo de una parte del
huasipungo. En la medida en que la Reforma Agraria reconoci la titularidad de la tierra a los huasipungueros titulares obviando la problemtica
de otros precaristas, abri la caja de Pandora de no pocos conflictos dentro
del subsector reformado.
Un caso similar aunque mejor documentado es el que se desarroll
tras el fallecimiento de Victoriano Toapanta Iza, beneficiario del lote de
casi 26 hectreas en la entrega de 1965. El difunto huasipunguero no dej
testamento, quedando como legatarios su viuda (Mara Rosa Sillo) y sus
nueve hijos vivos, amn del marido de otra hija fallecida (Ubaldino Ugsha,
el mismo de la anterior demanda). Pues bien, el pleito vino porque un tal
Jos Miguel Sandoval aleg ante el director ejecutivo del IERAC que haba
vivido, trabajado y sido considerado como hijo adoptivo en el huasipungo mencionado hasta que, tras el fallecimiento del viejo titular, los hijos
biolgicos de ste pretendieron despojarle de los derechos adquiridos tras
todos los aos al servicio de Victoriano Toapanta. Sirvan las palabras que
el abogado pone en boca del demandante:
Desde que fui nio trabaj en el huasipungo que fue de don Victoriano
Toapanta, quien hizo las veces de mi padre y me cri con l. Hace unos
diecisis aos contraje matrimonio y con este motivo, mi mencionado padre adoptivo, con el fin de ayudarme y reconocer, de alguna manera, los
servicios y trabajos que realic en su beneficio, me entreg y dio la posesin
de un lote de terreno, dentro de su huasipungo, de una extensin de cuatro
87 AIERAC exp. 1 324RA, carta de 26/01/1970.
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A poco tiempo de la entrega del huasipungo falleci el titular, y fue cuando stos procedieron a repartirse el mencionado huasipungo, de manera
arbitraria e ilegal, pretendiendo sigo reproduciendo el acta de la parte
demandante dejar en manos del piquero nicamente un pedazo de una
hectrea, ms o menos; tratando de perjudicarme, pues que mi condicin
es muy diferente a la de los dems hijos del mencionado exhuasipunguero. Ni que decir tiene que la otra parte, la de los hijos del difunto titular,
negaba radicalmente la argumentacin expuesta:
El seor Jos Miguel Sandoval no es nuestro hermano ni pariente, ni ha
tenido la calidad de hijo adoptivo. Naci en la hacienda Yanahurquito,
vivi al amparo de su madre y cuando sta contrajera nuevo matrimonio,
particip del nuevo hogar, vivi al amparo de su padrastro el que en vida
respondi a los nombres de Lorenzo Cofre. Cuando joven trabaj en la
hacienda Yanahurquito. La hacienda le pagaba por las labores que realizaba. Al contraer matrimonio, le solicit a Victoriano Toapanta le preste
un pedazo de terreno para construir una vivienda rudimentaria. Fue satisfecha esta proposicin, pero ste continuaba trabajando en la hacienda y
tena su vivienda, como antes indicbamos, en el huasipungo del difunto
Victoriano Toapanta. Jos Miguel Sandoval no ha trabajado a rdenes del
difunto Victoriano Toapanta, ni tiene la condicin de huasipunguero, y,
peor, muy peor, la condicin de hijo adoptivo. Si algo tiene que reclamar,
que reclame a la propietaria de la hacienda o que se presente a ejercer sus
derechos cuando se abra la sucesin de Victoriano Toapanta89.
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Lotes (#)
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ha
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De 3 a 6
29,17
27,46
16,93
De 6 a 10
16
66,67
132,29
81,58
Total
24
100,00
162,15
100,00
Fuente: Elaboracin a partir del expediente La Moya-San Francisco-La Providencia. AIERAC, exp. 370RA.
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de su terreno. Como esto constituye una violacin del derecho de propiedad leemos en el oficio, agradecer [se dirige al jefe de Delegaciones de
Reforma Agraria] a ustedes se sirvan respetar en su integridad el huasipungo
adjudicado al seor Snchez; es decir que dejen de cultivarlo, como lo han
venido haciendo desde hace dos aos93.
El sector de San Francisco era el ms frtil y el ms proclive a una
va desarrollista de corte convencional. Era, de hecho, el que ms poda
interesar a un personaje como Vctor Tapia, embarcado en una estrategia
de recomposicin terrateniente que result no sin enconados conflictos
exitosa desde el punto de vista del patrn. La presin ejercida por unos
indgenas-campesinos cada vez ms y mejor organizados y con mayores
alianzas externas determin, empero, que Tapia terminara por venderles
esa hacienda, replegndose a sus posesiones de Razuyacu y abriendo una
va de escape para las generaciones de arrimados excluidos de la redistribucin de las antiguas haciendas de la Curia94. Sobre estas tierras pudo
iniciar sus pasos en 1984-85 la organizacin de base San Francisco con
treinta socios (nmero que se elev hasta 59 en 2006 con la inclusin de
los hijos). El proceso seguido fue el paso de huasipungueros a asociacin
de campesinos que, tras la entrega en propiedad de sus huasipungos, fueron adquiriendo a pedazos San Francisco. Ah les colabor en los aos
noventa una agencia de desarrollo tan importante como el Fondo Ecuatoriano Populorum Progressio con un programa de crdito rotativo95, aunque
lo principal para acceder a esas tierras (de las ms valoradas de la zona) es
que Tapia les dio facilidades de pago: pagaban estableciendo relaciones al
partir con el patrn, pudiendo cancelar escalonadamente en funcin de la
evolucin de las cosechas96.
93 AIERAC, exp. 1542RA, oficio 595 de 28/01/1969.
94 Ver La cara campesinista de la Iglesia: Cotopilal, en este mismo captulo.
95 Entre 1990 y 1995, la implementacin de un fondo de crdito rotativo para la compra de
tierra por parte de pequeos campesinos (previo aval de una OSG), fue la lnea de actuacin estelar
del FEPP para tratar de aliviar la cuestin agraria. Su desarrollo fue posible gracias a la compra por
parte de la Conferencia Episcopal de deuda externa ecuatoriana y trat de dar respuesta a las demandas agrarias contenidas explcita e implcitamente en el levantamiento indgena de 1990. Ver Bretn
(2001: 103-106).
96 Entrevistas a Remigio Sillo en Toacazo (10/12/2003 y 14/09/2006).
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La foto est tomada desde las tierras planas y frtiles de San Francisco.
Las montaas del fondo conforman el territorio de los Chisulchis, fuertemente
erosionado y de gran pendiente.
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verta Jordn en la misiva a llegar a un convenio que, sin violar las disposiciones legales, sea beneficioso tanto para usted como para los campesinos99. Ah
se inici una historia de idas y venidas, negociaciones fallidas e impresiones
contradictorias sobre el campesinado local muy ilustrativa de las dificultades
y las contradicciones del quehacer del Instituto. Al parecer, segn consta en
un informe de julio de 1967, todo empez a complicarse cuando un grupo
numeroso de agricultores de la zona de Toacazo [] compareci a las oficinas
centrales del IERAC a exponer las angustias que pasan porque siendo trabajadores agrcolas no tienen tierra para laborar, manifestando que poda existir
la posibilidad de que el IERAC interviniera en El Pongo100. Desde el Instituto
se recomend que los interesados se agruparan en una cooperativa, y se insisti en la necesidad de llevar a cabo el preceptivo proyecto de asentamiento
en tal forma que se consiga el aprovechamiento adecuado de los recursos
all existentes101 Voy a ir desgranando por temas el rocambolesco viaje a
ninguna parte que en El Pongo emprendi el IERAC.
Caractersticas y valoracin de la hacienda
Una de las primeras descripciones de que disponemos del estado real de
las tierras es de junio de 1967. Es muy breve, y en l slo se indica que El
Pongo estaba constituida por una parte baja de terrenos de muy buena
calidad y aptos para la agricultura (unas 300 hectreas) y otra alta de pastos naturales y pramo (10 000 y ms adicionales), adems un sector bajo
subtropical al que no tuvieron acceso los tcnicos por falta de tiempo y
por el psimo estado de los caminos. Sobre los campesinos toacacenses,
los autores del texto comentaban:
99 AIERAC, exp. 398RA, oficio 12 893. Todo pareca indicar, en efecto, que El Pongo era afectable
con base en lo establecido en el ttulo tercero del captulo primero de la Ley de Reforma Agraria, donde
se deca que ninguna persona natural o jurdica podr ser propietario: en la Costa de ms de 2 500 ha, a
las cuales podr agregarse hasta 1 000 ha de sabanas y pastos naturales; y en la Sierra, de ms de 800 ha,
a las que podr agregarse hasta 1 000 ha de pramos o de terrenos eriales sin posibilidades de riego con
aguas superficiales. Cit. en AIERAC, exp. 398RA, memorando de 16/10/1967.
100 La solicitud de esos campesinos data de mayo de 1967 y est firmada por 73 personas. El
hecho de que todos supieran firmar induce a pensar que se trataba de mestizos del pueblo de Toacazo,
y no de precaristas o campesinos quichuas. AIERAC exp. 398RA, carta de mayo de 1967.
101 AIERAC, exp. 398 RA, memorando de 07/07/1967.
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Tuvimos oportunidad de ponernos en contacto con numerosos campesinos que tienen su asiento en la parroquia Toacazo, ellos expresaron su
deseo de adquirir por intermedio del IERAC la hacienda mencionada.
Nosotros juzgamos conveniente que para conseguir este fin se agruparan
en cooperativa y para ello dimos el paso inicial cual fue el de organizar un
Comit Promotor102.
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apto para ganadera []. Esta hacienda tiene una vocacin para el desarrollo de una gran empresa ganadera, principalmente de ganado de carne.
Mejorando el camino se puede dedicarla a la explotacin lechera, ya que
se puede vender la leche en la planta pasteurizadota de Lasso. Tambin es
ideal para dedicarla al engorde de ganado, siempre que ste sea del llamado
cerrero. El pramo se puede dedicar adems para ovejera []. La parte de
la meseta, el cono y el pie de monte es ideal para cultivos agrcolas, pero
con la finalidad de renovar los potreros porque soy de la opinin que hay
que mantener la unidad de la hacienda para explotacin ganadera104.
Por ello los peritos estimaban que el precio de la tierra no poda pasar de
entre los 4 000 y los 6 000 sucres en las parcelas de mejor calidad, de entre
2 000 a 4 000 en las partes planas sin agua, y entre 100 y 500 el resto, lo
cual da idea de que los clculos del IERAC iran, en el mejor de los casos,
bastante por debajo de las expectativas del propietario: 3 130 000 sucres,
tal como se contabiliz en el informe remitido al contralor general de la
Nacin ese mismo ao105. En este ltimo documento, por cierto, continuaba insistindose en el inters mostrado por el campesinado local ante
las posibilidades abiertas por la hipottica intervencin de El Pongo:
De acuerdo con encuestas y averiguaciones efectuadas por el suscrito, he
podido conocer que hay inters de los moradores de la zona de Toacazo y
Sigchos en obtener parcelas de tierras en dicha regin, cuyo crecimiento
demogrfico es de importancia, existiendo inters por incrementar la explotacin agrcola-ganadera. Existen en toda la regin extensas haciendas
en manos de pocos, mientras la gente de los pueblos mencionados es numerosa habiendo, por tanto, buenas posibilidades de parcelacin106.
104 AIERAC, exp. 398RA, memorando de 08/05/1967. En relacin con la fuerza de trabajo presente en el fundo, se constat la presencia de cinco huasipungos para igual nmero de familias, cada una
de las cuales tienen tres o cuatro personas para el trabajo de la hacienda. En caso de necesidad de mano
de obra, se contrata gente de la vecindad. En otro lugar se aade la explotacin directa del propietario
mediante un mayordomo y otros empleados que de manera casi exclusiva se dedican al cuidado de un
hato ganadero de lidia (97 cabezas). AIERAC, exp. 398RA, memorando interno de 11/01/1968.
105 AIERAC, exp. 398RA, informe de 09/11/1967.
106 AIERAC, exp. 398RA, informe de 09/11/1967.
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si ha de realizarse con la seriedad indispensable, requiere estudios de campo sobre calidades de suelo,
cabidas, encuestas socioeconmicas entre los posibles beneficiarios, etc., adems del trabajo de elaboracin del proyecto, lo cual no puede fsicamente realizarse dentro del plazo de ocho das concedido
por el H. Consejo. La experiencia nos ha demostrado que tratndose de la elaboracin de proyectos
giles que sin pecar por exagerado tecnicismo tampoco se aparten de la realidad objetiva [], no
puede ser menor de dos meses y, dadas las circunstancias, el suscribiente solicitaba una prrroga por
el tiempo mnimo de un mes para la completa elaboracin de este Proyecto. AIERAC, exp. 398RA,
memorando de 26/12/1967.
109 AIERAC, exp. 398RA, memorando interno de 11/01/1968.
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reunirse clandestinamente para ver qu hacer ante los maltratos del patrn, constituyendo una suerte de juntas que fueron, de hecho, el primer
embrin organizativo en la zona.
Tras la muerte en oscuras circunstancias del huasipunguero Manuel
Herrera en 1949119, los representantes de esas juntas ms o menos informales terminaron movilizndose, recabando informacin del exterior y estableciendo el primer contacto de campesinos-indgenas de la zona con la
FEI. El mismo Secretario General de la Federacin Modesto Rivera se
implic directamente en la intermediacin ante el Ministerio de Previsin Social y Trabajo, acompaando en septiembre de 1949 a cuarenta
huasipungueros del lugar a la sede ministerial en Quito para, asumiendo
la voz de los indios, acusar a Tapia Vargas de violaciones sistemticas del
Cdigo del Trabajo (retribuciones exiguas y jornadas laborales abusivas)120.
El desarrollo ulterior de los acontecimientos lo ha descrito detalladamente
Marc Becker:
Cuando Tapia Vargas se neg a responder a los cargos, el ministro de Gobierno orden su arresto. En lugar de defenderse a s mismo, Tapia Vargas
public una carta en El Comercio negando la validez de los cargos y acusando a Rivera de ser un tinterillo. Bajo las rdenes del Partido Comunista, afirm Tapia Vargas, Rivera fue infiltrndose en las masas indgenas,
explotndoles con cobros abusivos y soliviantndoles para la accin. Afirm que los terratenientes vecinos podran corroborar sus afirmaciones. No
slo los intereses de Tapia Vargas estaban en juego, sino los de todo el pas
(2008: 102)121.
119 La muerte de Manuel Herrera marc un parteaguas en la memoria de los precaristas. Al
parecer, su hijo tambin de nombre Manuel, entonces muy joven, era uno de los participantes y
organizadores de las reuniones a escondidas. De alguna manera, la cadena de mando de la hacienda
andaba alerta tras su pista, sospechando. Un buen da, Manuel padre fue sorprendido mientras recoga
papas para la familia de un campo del patrn que ya haba sido cosechado (una prctica, por otra
parte, tolerada y habitual en el marco hacendatario tradicional): fue detenido, trasladado a Latacunga
y brutalmente golpeado. La fatalidad quiso que el gran terremoto que en agosto de ese ao azot la
Sierra central del Ecuador (y que, por ejemplo, destruy completamente la ciudad de Ambato), le sorprendiera bajo un tapiar que se le desplom encima, causndole la muerte. Entrevista a Jorge Herrera
en Latacunga (02/10/2003).
120 Arrendatario de una hacienda impone a los huasipungueros duros trabajos, El Comercio,
15/09/1949, p. 8.
121 La traduccin del original en ingls es ma.
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Dejo de lado la agria polmica que todo esto suscit en los medios escritos
a nivel nacional, y de la que Becker da buena cuenta (2008: 102-103). S
me interesa sealar que en el clamor del debate se lleg a echar en cara
a Tapia Vargas, desde la Confederacin de Trabajadores del Ecuador, su
extraccin social pueblerina y mestiza, calificndole de nuevo rico que
ignora su pasado humilde e indgena, convertido en un verdadero ejecutor
de su propia raza (citado en Becker, 2008: 103). En cualquier caso, ms
all de los argumentos maniqueos esgrimidos por las partes (las masasindgenas-soliviantadas-por-tinterillos-comunistas, en un extremo, frente
a la imagen del gamonal-arribista-traidor-a-su-sangre, en el otro), e independientemente de cmo termin el episodio de su arresto (que ignoro),
lo cierto es que la cuestin de la explotacin indgena en las haciendas de
la Iglesia salt a la palestra pblica y que, acaso como consecuencia de
ello, el contrato de arrendamiento que la Arquidicesis de Quito tena con
Tapia Vargas ya no fue renovado tras su vencimiento en abril de 1950. El
pretexto fue otro, como es lgico, amparndose la decisin de la Curia en
el hecho de que aqul restituy la hacienda, pero no en el estado en que
le fue entregada ni en el que se comprometi a restituirla, con evidente
incumplimiento de sus obligaciones contractuales122.
Tapia Vargas lleg a construir un imperio. Saba cundo y cmo comprar
barato y cmo y cundo vender caro. Acaparaba grano. Prestaba plata. Y
trabajaba, trabajaba mucho. Tena adems esa especie de intuicin natural
de quien sabe apostar. Explor los Ilinizas a fondo y ah mismo, entre el
uno y el otro, a esas alturas de oxgeno enrarecido y horizontes dilatados,
encontr el paso para atravesar directo desde Cotopilal hasta bien abajo,
la tierra caliente de vegetacin exuberante del ro Sarapuyo. El camino era
largo, pero s era posible. Era posible movilizar la peonada de Razuyacu,
fueteando duro, y empezar a dominar, a golpe de machete, una naturaleza
122 AAQ, Secretara de Temporalidades, folio 68, Demanda al Sr. Tapia Vargas dirigida al Seor
Juez Tercero Provincial. A partir de ese momento, Tapia Vargas desaparece de la documentacin de la
Arquidicesis a la que he tenido acceso. Dadas las circunstancias, los trminos de la misiva, y habida
cuenta de que conocemos los nombres de los ulteriores arrendatarios, parece razonable deducir que este
personaje abandon definitivamente la hacienda en torno al ao 1950. Es curioso cmo a pesar de ello,
la memoria popular lo mantiene presente sin solucin de continuidad hasta el mismo advenimiento
de la Reforma Agraria, llegando a reproducirse ese tpico incluso en documentos bien elaborados de la
UNOCANC. Ver UNOCANC (1999: 37).
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salvaje que todo ofrece, pero nada da ms que a cambio de trabajo, mucho
trabajo, constancia y tesn, adems de paciencia. Plant caa, mont un
trapiche, desmont bosques y cerc potreros
Un da cualquiera, la buena estrella de Tapia Vargas se eclips. Tuvo
que salir de Razucayu y, a su salida, los indios de la hacienda no le dejaron nunca ms volver a tomar el sendero alto rumbo a su vergel. Ni ellos
regresaron jams. Por la fuerza de los hechos, Tapia Vargas vendi su sueo
dorado. Y con l su caa, su trapiche y sus potreros Luego llegaron aos
revueltos, de agitacin y cambio, de comunistas soliviantados y de longos
alzados. Con la Reforma Agraria, el tiempo de los hombres como l expir, y
su declive marc el fin de una poca y de una estirpe de dspotas. Tapia Vargas fue perdiendo patrimonio y poder. Muchos de sus acreedores quedaron
sin pagarle Al final, a una edad avanzada, qu pas con Tapia Vargas?
Son muchos los viejos huasipungueros que dicen recordar que acab
mendigando por la plaza del Salto de Latacunga, como un pordiosero. Incluso describen el modo en que sus antiguos peones le pateaban y le insultaban en la calle Hay quien afirma, en cambio, que termin sus das
en una situacin econmica desahogada al fin y al cabo, siempre fue un
hombre austero y que fue a parar a la Arquidicesis de Quito, donde dizque tena un hijo cura Otros atestiguan, en cambio, que falleci vctima
de un asalto perpetrado, segn la versin, por un cargador del mercado
de Latacunga o por un simple y vulgar ratero Relatos para todos los
gustos del fin de un personaje que dej una impronta profunda, rallando
lo sobrehumano, en aqullos y aqullas que lo sufrieron, lo admiraron o
simplemente lo envidiaron123.
Transcribo como colofn de este tema los fragmentos de una amarga carta del propio Tapia Vargas, presumiblemente escrita tras la prdida del
arrendamiento de Razuyacu, en que se lamentaba de los sinsabores que le
haba generado estar siempre velando por el buen funcionamiento de la
hacienda:
123 Historias captadas en diferentes conversaciones informales mantenidas en Toacazo y Quito
entre 2003 y 2006. La narracin del descenso y explotacin de Sarapuyo y El Pongo se nutre de la
informacin brindada por Marcelo Crdoba (03/08/2003) y Olga Maldonado (14/09/2006).
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Los casi quince aos que mediaron entre esta etapa y la llegada de la Reforma
Agraria se caracterizaron, entre otras cosas, por el inicio de la introduccin
de tecnologas propias de la revolucin verde en la hacienda. El arrendatario
que sucedi a Tapia Vargas durante los cincuenta, Arroyo Delgado, empez
a sembrar con abono qumico algunas partes y a desmontar los pramos de
Cotopilal a base del uso de tractores126. Posteriormente, Rosa Nelly Vsconez, la ltima arrendataria del fundo127, cedi en 1960 un lote de 300
hectreas en el extremo occidental del mismo en rgimen de aparcera a un
colono de nombre Arturo Mancheno para que lo tractorase y pusiera los
abonos qumicos necesarios para garantizar una buena cosecha128. En cual124 Puso como ejemplo de ello a un tal sirviente del antiguo dueo de Razuyacu que, a pesar de
haberle servido por ms de veinte aos, no pudo defender los intereses de su patrn, pero ni siquiera
pagar los rditos de la deuda de ste: directo responsable de la ruina econmica del seor Nicols
Barba, pero que, en cambio, haba llegado a ser muy querido por la gente, con seguridad por haberse
vinculado a ella mediante la formacin de varios hogares ilegtimos. AAQ, Secretara de Temporalidades, folio 68.
125 AAQ, Secretara de Temporalidades, folio 68.
126 AAQ, Secretara de Temporalidades, folio 279.
127 Era la esposa de Jorge Naranjo, quien firm contrato de arrendamiento con la Curia en 1959.
A su fallecimiento un ao despus, fue ella la que asumi sus funciones en la hacienda.
128 AAQ, Secretara de Temporalidades, folio 17, Informe sobre contratos de aparcera. No
era raro el establecimiento por parte de la arrendataria de subarrendamientos, medianas o aparceras
con campesinos mestizos de los pueblos cercanos; personajes que, en ocasiones, constituan verdaderos
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quier caso, fue ese un tiempo en el que las haciendas comenzaron una etapa
de modernizacin, implantando maquinaria agrcola para la preparacin de
mayores extensiones del suelo para pastos y cultivos de escarda como la papa
y cebada. Como se sealaba en un informe retrospectivo de la UNOCANC,
varios campesinos recuerdan que el administrador de la hacienda Cotopilal llev a la zona un tractor de orugas para desbrozar el monte que hasta esa
poca exista en Chilcapamba, Huagrahuasi y Wintza. Este acontecimiento
marcar el inicio de la degradacin de los suelos por efectos de la erosin
principalmente elica. (UNOCANC, 1999: 38).
La particin de la hacienda
Como vena siendo habitual, la entrega de los huasipungos en RazuyacuCotopilal respet la diferenciacin interna en el seno de los precaristas
(Tabla 3.6). Partiendo de unas disparidades en extensiones (y calidades)
muy importantes (frente a diez lotes menores de dos hectreas, otros nueve entre 15 y 20), la Curia y el IERAC dieron carta de naturaleza legal a
esa distribucin asimtrica, repartiendo los huasipungos en las mismas
tierras en que se encontraban ubicados (por dems est el sealarlo, no se
caracterizaban por ser las mejores) y a los mismos huasipungueros que las
venan cultivando seguramente desde la poca de los jesuitas (Martnez
Valle, 1984: 135)129. Lejos de llevar a cabo un reparto igualitario, el proceso de Reforma Agraria consagr una embrionaria estratificacin dada por
el acceso desigual al factor tierra, a la vez que frenaba las posibilidades
de acceso a nuevas tierras por parte de los miembros jvenes de la comunidad (1984: 136). De todas maneras, nos encontramos ante el volumen
de adjudicaciones ms importante de la parroquia de Toacazo, pues de los
enclaves modernizantes en escenarios dominados por las economas huasipungueras. De ah, por
ejemplo, la agradable sorpresa con que se toparon los miembros de la comisin de haciendas de la
Curia cuando, en su recorrido por Razuyacu-Cotopilal de mayo de 1962, descubrieron en Wintza
un gran sector cultivado de patatas por los contratistas aparceros (entre ellos Vctor Tapia). Cf. AAQ,
Secretara de Temporalidades, folio 97, Informe sobre inspeccin del 15/05/1962.
129 Con respecto a la calidad, hay que sealar que, como reconocieron los mismos tcnicos del
IERAC, slo en el caso de diez precaristas ubicados en la parte que despus constituira la hacienda
Razuyacu, la tierra que les ha sido adjudicada por la Ley es de riego y de magnficas condiciones para
la agricultura. AIERAC, exp. Razuyacu, memorando 8 110 de 26/11/1969.
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148 huasipungos cedidos en las haciendas de las tierras altas en 1965 (Tabla 3.2), 57 (el 38,5) correspondan a las posesiones de la Iglesia130.
Una vez liquidados los huasipungos, la Arquidicesis de Quito dividi
la propiedad en dos haciendas, Cotopilal (1 546 ha) y Razuyacu (1 665
ha): la primera fue transferida a la Dicesis de Ambato y la segunda a
la Dicesis de Latacunga131. Inmediatamente despus de la particin, en
agosto de 1966, el obispo de Ambato, autoriz a los exhuasipungueros de
Cotopilal a continuar pastoreando en los pramos de la hacienda sobre
una extensin aproximada de 580 hectreas, siempre y cuando prestaran los servicios requeridos por la administracin del fundo (y que seran
convenientemente remunerados)132. Lo importante del gesto estriba en
que, asumiendo (al menos formalmente) relaciones de produccin de carcter salarial, se condicionaba el acceso a los pisos ecolgicos ms altos
(un recurso esencial para las economas campesinas) al cumplimiento de
las antiguas tareas devengadas desde siempre por los huasipungueros. Nos
hallamos, en suma, ante un primer momento en el que se trat de acomodar a las nuevas circunstancias la interdependencia funcional entre las
unidades familiares secularmente vinculadas a la hacienda y la gestin
patronal de la misma, vertiendo, en cierto sentido y de manera transicional, vino viejo en odres nuevos, aunque augurando, eso s, un escenario
proclive a favorecer las condiciones de produccin y reproduccin de los
antiguos precaristas.
130 La justificacin que se dio desde el IERAC a ese procedimiento se fundamentaba en tres razones: 1. Por habrseles entregado la parcela que posean como huasipungo; 2. Porque al momento de
hacerse la liquidacin se tuvo en cuenta la calidad del suelo y el tiempo de servicio del huasipunguero;
y 3. Porque algunos de los precaristas solicitaron que se les pague en tierras lo que les corresponda
como fondos de reserva, vacaciones no gozadas y dems derechos determinados por la Inspeccin de
Trabajo de Cotopaxi al momento de la liquidacin respectiva. AIERAC, exp. Razuyacu, memorando
8 110 de 26/11/1968.
131 En Cotopilal estaban asentados 29 exprecaristas y en Razuyacu los otros 28.
132 AIERAC, exp. Razuyacu, Acta de delimitacin de la zona de pastoreo de la Hacienda Cotopilal, anexa que fue de la Hacienda Razuyacu, propiedad de la Rev. Curia de Ambato, firmada en
Cotopilal el 17/08/1966.
210
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Lotes (#)
ha
De 0 a 2
10
17,54
6,64
1,41
De 2 a 5
14,04
25,38
5,39
De 5 a 10
18
31,58
136,26
28,97
De 10 a 15
12
21,05
148,75
31,62
De 15 a 20
15,79
153,43
32,61
Total
57
100,00
470,46
100,00
En la vecina Razuyacu, sin embargo, las cosas transcurriran por andariveles divergentes. Un antecedente directo de lo que all iba a acontecer lo hallamos en la recomendacin hecha a la Dicesis de Latacunga por los ingenieros que inspeccionaron la finca en noviembre de 1968, y que sugera la
viabilidad de una va junker en toda regla de modernizacin hacendataria:
Gran parte del predio es factible de explotacin mecanizada intensiva, de
lo cual se infiere que cualquier tipo de parcelacin sera la destruccin de
una unidad de explotacin tcnicamente recomendada y la minimizacin
y pauperizacin de la tierra que la pretenderan no menos de un centenar
de campesinos133.
Dicho y hecho: las 1 665 hectreas de Razuyacu fueron finalmente vendidas el da 1 de octubre de 1969 a Vctor Tapia, antiguo partidario, mayordomo y arrendatario de la hacienda en los tiempos de la Arquidicesis de
Quito. Indudablemente, esa situacin le facilit la adquisicin, en tanto se
trataba de una persona bien vista por la Curia de Latacunga, a la vez que le
brindaba ventajas evidentes a la hora de enfrentar la deseable reconversin
de la finca, pues era buen conocedor de la zona, de sus posibilidades y de
las caractersticas de la mano de obra disponible. Tapia jug bien sus cartas,
133 AIERAC, exp. Razuyacu, memorando 8 110 de 26/11/1968.
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Explotacin campesina de la comuna de San Ignacio, dentro de la que fue la hacienda Cotopilal.
San Ignacio se constituy como comunidad con arrimados procedentes de la cooperativa Cotopilal.
134 Entrevista realizada por Luciano Martnez a Alfredo Chacha en Planchaloma (04/07/1980).
Segn este informante, la Dicesis haba reservado un pramo de cincuenta hectreas para uso de los
comuneros como zona de pastoreo, pero nunca se supo ni dnde estaba ubicado. De igual manera, se les
prometi un centro poblado y una capilla, obras que no cumplieron. Con el paso de los aos, la expansin demogrfica hizo que, a travs de la compra de retazos de tierra a Tapia, los arrimados de Razuyacu
Chiguanto se expandieran hacia arriba, constituyendo la comuna Samana (anteriormente barrio o
anexo de Razuyacu Chiguanto) y, ya en pleno pramo y bien entrados los aos ochenta, las cooperativas
Corazn y Santa Fe de los Ilinizas. Entrevista a Jos Chacha en Razuyacu Chiguanto (16/10/2003). Ver
Captulo 4, La persistencia de los conflictos por la tierra.
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mente las extensiones de sus antiguos huasipungos142 y generando la formacin de un selecto ncleo de
[...] familias con recursos sobrantes en tierra a la propia capacidad de la
fuerza de trabajo, y otras, con un excedente ocupacional que aceptan trabajar para las primeras bajo condiciones campesinas [por ejemplo, al partir]. Con esto queremos resaltar que en este tipo de contratos, se entreteje
una variada trama de relaciones de parentesco, de relaciones sociales regidas por la costumbre, lo que seguramente atena el grado de explotacin,
permitiendo a las familias con poca tierra, reproducirse y mantener sus
parcelas sin necesidad de recurrir a la venta de mano de obra excedentaria. Lo interesante de esta alternativa, es que para un 15% de campesinos
sin suficiente tierra, pero seguramente con familias numerosas, se aleja la
sombra de la proletarizacin a mediano plazo, compartiendo el recurso
abundante de otras familias, y por esta va manteniendo las posibilidades
por lo menos de reproduccin simple (Martnez Valle, 1984: 161).
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Recapitulando
El complejo de haciendas que se extenda sobre las tierras altas de Toacazo a la llegada de la Reforma Agraria constitua un universo complejo
y heterogneo de situaciones que, en buena parte, condicion las vas de
evolucin (mayoritariamente hacia su disolucin) de las diferentes unidades que lo componan. Eran todas haciendas de pramo, ciertamente, y esta circunstancia limitaba la adopcin de patrones modernizantes
como los impulsados en otras partes del callejn interandino, o al menos
144 Fluctu muy poco, de hecho, en el transcurso del tiempo: entre 15 y 25 socios en San Carlos,
15 y 20 en Vicente Len y de 64 a 70 en Cotopilal.
145 Sirvan como muestra estos dos artculos de los estatutos de la cooperativa Cotopilal: En
caso de fallecimiento de un socio, los haberes que le correspondan por cualquier concepto, sern entregados a sus herederos de conformidad con lo dispuesto en el Cdigo Civil, pudiendo designar una
persona que los represente mientras se tramita el juicio de sucesin (Artculo 15); Una vez liquidados
los haberes del socio fallecido y entregados de acuerdo a lo prescrito en el artculo anterior, para llenar
la vacante [] se dar preferencia a uno de sus herederos que llene los requisitos para tener la calidad
de socio y si esto no fuera posible por desacuerdos entre ellos, el Consejo de Administracin [de la
cooperativa] aceptar a la persona que tenga los mejores atributos (Artculo 16). DNC, carpeta de la
cooperativa Cotopilal, Estatutos de la Cooperativa de Produccin Agropecuaria Cotopilal.
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entrega de huasipungos fue insuficiente desde el punto de vista de garantizar las condiciones de produccin y reproduccin de las economas campesinas internas, generando en consecuencia una poblacin excedente in situ,
en los mrgenes de los fundos, era menester refuncionalizar y adaptar sta
al modelo de gestin de cada hacienda: bien reeditando el viejo pacto de
recursos por trabajo (Cotopilal), bien transformando a los precaristas en
arrendatarios (San Bartolo), o simplemente reducindolos a la condicin
de mano de obra excedentaria cercana y maleable.
La lucha de los campesinos indgenas despleg diferentes tcticas. En
una primera etapa se concentr en la entrega en propiedad de los huasipungos, y es ah donde tengo la sensacin de que en los imaginarios de
muchos precaristas ello no deba de ser bice para continuar manteniendo,
una vez consolidado de iure su acceso a la tierra, un tipo de relacin estructuralmente similar a la que hasta entonces amparaba su derecho a usufructuar otros recursos estratgicos de la hacienda. Tras la transmisin de los
huasipungos por ms seas plagada de conflictos por los frecuentes procesos de reubicacin en tierras marginales, la negativa de algunos propietarios a prolongar sine die ese estado de cosas, el resquebrajamiento del viejo
orden del dar y tomar de siempre, la introduccin de prcticas y formas
de hacer modernas, unidas a la influencia de los cincuenta en adelante
intensa de los discursos de la FEI, fueron forjando una nueva generacin
de lderes campesinos (los primeros intelectuales orgnicos autctonos, de
hecho) que voltearon la mirada ms all de la parroquia, imaginando lo
que durante cientos de aos haba sido sencillamente inimaginable: un
mundo sin haciendas ni patrones. Ah comenz una segunda fase, mucho
ms larga y con ritmos diferentes, segn el caso, en pos de la reversin total
de los predios a favor de los campesinos. Ah empez tambin la cristalizacin, en cada hacienda, de las primeras organizaciones de base surgidas de
las cenizas del latifundismo (Tabla 3.7).
La sombra de la FEI en las tierras altas de Toacazo es alargada, muy
alargada. Est presente en la articulacin de sindicatos (San Bartolo) y cooperativas (San Carlos), en el acompaamiento de los precaristas a la sede
de las ms altas instancias del Estado (Razuyacu-Cotopilal), en su intermediacin ante el IERAC por la pronta aplicacin de las leyes de Reforma
Agraria (Yanahurco Grande). Pero est presente, sobre todo, en las cartas y
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los oficios de los abogados, en las notas de prensa, en las oficinas de Quito
y Latacunga donde son recibidos aquellos lderes campesinos que salieron
en busca de apoyo. Est, en suma, dando voz a los sin voz, ejerciendo
un sofisticado ejercicio de ventriloquia poltica y brindando plataformas
de representacin a los, hasta entonces, excluidos de la esfera pblica. La
influencia de la FEI (y con ella tambin, aunque algo ms tarde, de los voluntariosos alfabetizadores del MIR) se hizo patente en la superposicin de
dos estrategias de lucha que discurrieron en paralelo: la va legal, buscando
todos los resquicios de la legislacin vigente en pos de la reversin de las
haciendas al IERAC (paso previo ineludible para la redistribucin final); y
la obstaculizacin sistemtica de cuantas labores fuera posible, a fin y efecto de forzar, siquiera por agotamiento, a que el propietario tirara la toalla y
procediera a la liquidacin total de las tierras.
Puede deducirse de lo anterior que, en realidad, el papel del IERAC
en Toacazo se limit al de ser un recurso de mediacin que, en ltima
instancia, sancionaba la aplicacin final de la ley. Lo haca en una situacin de relativa debilidad ante la resistencia de los terratenientes y, sin
duda, espoleado por el agudizamiento de la cuestin agraria y la presin
de las formaciones de izquierda que estaban, en aquellos aos de lucha de
clases y de hondas transformaciones sociales, tras una parte importante
de la eclosin de organizaciones de primer grado que sacudi el medio
rural andino. El ejemplo del fracaso del proyecto de colonizar El Pongo
evidencia asimismo sus lmites y sus contradicciones internas. Pone sobre
la mesa tambin, al igual que la experiencia de la malograda cooperativa
Eloy Alfaro, la incapacidad de ese organismo para entusiasmar e incluir, de
alguna manera, a los campesinos blanco-mestizos de la cabecera parroquial
en los procesos que se estaban dando en las tierras altas. Todava queda
mucho por investigar en esta direccin, pero el hecho innegable es que esos
agricultores de la parte baja, muchos de ellos con pocas tierras, vieron ante
s la pulverizacin de un emporio de haciendas sin tener la posibilidad real
de ocupar lotes complementarios con qu mejorar, tal vez, la viabilidad de
sus explotaciones en la nueva coyuntura desarrollista inaugurada a partir
de la dcada de los sesenta.
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Organizaciones de base
Cotopilal
Cooperativa Cotopilal
Cooperativa Vicente Len
Planchaloma
San Ignacio
Wintza
Entrega de huasipungos
Intervencin de CESA
Razuyacu
Razuyacu Chiguanto
Samana
Cooperativa Corazn
Cooperativa Sta. Fe Ilinizas
El Pongo
Entrega de huasipungos
San Carlos
Entrega de huasipungos
Afectacin IERAC
San Bartolo
San Bartolo
Entrega de huasipungos
Afectacin del IERAC
Chisulchi
Chisulchi Grande
Chisulchi Chico
Entrega de huasipungos
Compra
Santa Mnica
(antigua
Yanahurquito
Bajo)
Compra
Compra
Yanahurco Grande
Entrega de huasipungos
Intervencin del IERAC
La Moya-San
Francisco
San Francisco
Moya Grande
Moya San Agustn
Quillusilln
Quillusilln
Entrega de huasipungos
Compra
Yanahurco Chico
Yanahurquito Chico
Yanahurquito San Antonio
Entrega de huasipungos
Compra
Yanahurco
Grande
Nota: No constan las comunidades y cooperativas ubicadas en el subtrpico (Cerro Azul, San Antonio, Las Parcelas
y Taal), as como las comunas que no proceden de la disolucin de haciendas. Los Quintes, situados en pleno epicentro del territorio de la UNOCANC, no pertenecieron a ninguna hacienda. Basta una visita superficial para darse
cuenta de que, aunque colindaban con la gran hacienda Cotopilal / Razuyacu, su ubicacin en laderas erosionadas
y con poco potencial agrcola convirti a esas tierras en un espacio ajeno a las apetencias de los terratenientes locales,
estando pobladas en consecuencia por campesinos libres que, con posterioridad, conformarn las comunas de Buena
Esperanza y San Antonio. La comuna Manchacazo, en la zona media, es la primera del rea que obtuvo su personera
jurdica (1968), aunque constitua con anterioridad una parcialidad perteneciente a Saquisil y, al menos desde el siglo
XVIII, oper como una comunidad libre de facto.
Fuente: Diario de campo y archivo del IERAC.
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He insistido mucho a lo largo de este captulo en el hecho de que la Reforma Agraria no fue nada igualitaria, pues respet la diferenciacin interna
preexistente entre el campesinado precarista vinculado a las haciendas. Es
ms, creo que estamos en condiciones de afirmar que esa heterogeneidad
aument por la forma diferente que tuvo la reforma de plasmarse en cada
escenario concreto. Aquellas unidades de la zona media que tuvieron la
fortuna de caer dentro de las tierras en manos de la Curia de Ambato, por
ejemplo, terminaron al final del proceso con mucha ms tierra y de mejor
calidad que la inmensa mayora de los exprecaristas. Algo similar, en cierto
sentido, aconteci con los exhuasipungueros de San Carlos: un puado reducido de familias que, constituido en cooperativa agropecuaria, termin
repartindose las 700 hectreas de la hacienda. Qu diferente es esta situacin de la de los comuneros de Chisulchi, de Las Moyas, de Quillusilln
o de los Yanahurcos (los de arriba), con sus minifundios en pendiente y
una presin demogrfica en aumento por el empuje de unos arrimados a
quienes el Estado primero y el mercado despus limit la posibilidad de
acceder a un terreno fuera del reducido patrimonio familiar.
Parece claro, pues, que el proceso de Reforma Agraria no supo ni pudo
zanjar el problema de la tierra para las generaciones subsiguientes. Desde
el primer momento, los campesinos eran conscientes de que esto constitua
una verdadera bomba de relojera a la que habra que dar respuesta o, cuando menos, aliviar la presin. En unos casos, sobre todo en las comunidades
de mayor altitud, la nica posibilidad vino de la mano de la pulverizacin
de los ya de por s exiguos lotes (va fragmentacin de la herencia), del
asalto indiscriminado a los pramos (con su consiguiente degradacin) o,
simple y llanamente, de la expulsin de fuerza de trabajo por medio de
la migracin estacional a los centros urbanos. En otros, bsicamente en
la zona media alrededor del centro neurlgico de Cotopilal, se urdieron
sofisticadas tcticas de expansin de los arrimados por medio de la adquisicin de tierras en las haciendas que se iban desmembrando, a menudo
con la colaboracin entusiasta de las agencias de desarrollo, coadyuvando
a una mayor divergencia entre las diferentes reas que conformaron el territorio de la UNOCANC. En esta segunda lnea, las cooperativas jugaron
un papel clave: no como enclaves de una forma alternativa lase colectiva de manejo de las tierras, como CESA imagin, sino muy al contrario,
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Captulo 4
Los rezagos del rgimen de hacienda
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secar. Le ofreci al campesino unos puados para que se llevara a casa, pero
ste rehus. Tanto insisti el gentil anfitrin que por fin el aldeano tom
cuatro o cinco mazorcas y sali, con intencin de sembrarlas en su chacra.
Cul sera su sorpresa cuando, al llegar a su morada, descubri que eran de
oro. Su vida cambi y esa circunstancia le permiti comprar muchas ms
tierras y convertirse en hacendado
Muestran tambin las leyendas locales que hay personas como stas que
en realidad nunca murieron. No murieron porque, o vendieron su alma
al Diablo, o tienen la obligacin, previa al descanso eterno, de cancelar su
deuda con el Iliniza. En esos casos, la montaa mgica se los llev a residir
en sus entraas, hecho corroborado por la afirmacin de algunos pastores de
que el cerro est repleto de puertas invisibles: puertas que slo se muestran
a veces y segn a quien. Se sabe de un vecino que por casualidad encontr
una de ellas abierta y entr. La puerta se cerr y nuestro hombre se qued
en las entraas del Apu un ao entero: pudo alimentarse perfectamente (el
interior era ubrrimo) hasta que, de forma sbita, un buen da la misma
puerta se abri y l regres a su casa. Todos en el pueblo le haban estado
buscando, hasta que pensaron que habra cambiado de vida yndose con
otra mujer a alguna parroquia lejana. El drama de este pobre cristiano es
que cuando cont lo que en realidad le haba sucedido, nadie le crey...
Otro pastor explic que, anduviendo por los pramos del Iliniza, vio un
portn entreabierto que pareca conducir directamente a las profundidades
del monte. En la misma entrada, como si de un porche se tratara, estaban
Jos Antonio Tapia Vargas y Vctor Tapia sentados, con rostro tranquilo,
como esperando...
Esto es lo que pas con los patrones que hicieron fortuna hipotecando su
espritu. Al final de sus das, el taita Iliniza les reclam y se los trag por el
resto de los tiempos. Por eso no se han ido, sino que siguen ah, agazapados
en la montaa y contemplando las extensiones sobre las que otrora ejercieran su poder1.
De manera similar al conjunto de la Sierra ecuatoriana, la Reforma Agraria
signific un punto de inflexin en la evolucin histrica de la parroquia
1 Leyendas locales que me fueron transmitidas por Rafael Prez Muoz, taxista de Toacazo y magnfico contador de historias, a lo largo de un recorrido por las tierras altas de la parroquia (24/01/2009).
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de Toacazo: las cosas nunca volveran a ser como antes y el nuevo tiempo
comportara, entre otras cosas, el envo a mejor vida de la casta terrateniente como sector hegemnico y el advenimiento de protagonismos distintos
en los procesos que la propia reforma desat. Como en todo contexto de
cambio social profundo, los acontecimientos no discurrieron de forma
continua ni lineal, generndose resistencias y luchas enconadas entre los
actores sociales alrededor de los rezagos del rgimen de hacienda. La pugna
del ltimo gamonal de Toacazo (Vctor Tapia) por consolidar su dominio
en medio del desmoronamiento general del sistema, la persistencia y la
violencia puntual y explosiva de los conflictos por la tierra en los pramos
altos (Razuyacu y Yanahurco), as como la aguda disputa desatada en el
pueblo de la mano de un prroco recalcitrante y guardin de la tradicin
ms ortodoxa y conservadora (el cura Velastegui), son quizs las manifestaciones ms notorias de las dilaciones tardas del gamonalismo en su fase
terminal durante las dos dcadas postreras del siglo XX.
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obtener una cierta seguridad frente a las inseguridades eventuales del clima, el mercado o las plagas (Martnez Valle, 1984: 118).
La compra posterior de otras haciendas menores salvo Chizal, siempre contiguas a la antigua Cotopilal-Razuyacu hay que contemplarla
como un intento por monopolizar la mayor parte del territorio sobre el
que hubieran podido expandirse las economas campesinas locales insuficientemente dotadas con la entrega de los huasipungos, o las de la segunda
generacin pos-Reforma Agraria: situ a Tapia en una posicin ventajosa
de cara a imponer las modalidades de relacin de los campesinos con la
hacienda ms convenientes para l, a cambio de administrar su acceso selectivo a la tierra. Las nuevas adquisiciones fueron utilizadas como satlites
de la finca matriz, Razuyacu: el empresario buscaba cubrir as parte de los
riesgos de la alta inversin tecnolgica a realizar en aqulla y, al tiempo,
encapsular a los comuneros de Razuyacu Chiguanto (la comuna formada
recurdese por los exhuasipungueros de Razuyacu), literalmente emparedados entre las propiedades de Tapia y los linderos de la cooperativa
Cotopilal y convertidos, al fin, en reserva de mano de obra cautiva y
barata, sin posibilidad alguna de desarrollo de vas campesinas autnomas
al margen de la hacienda.
Como en otros grandes fundos modernizados, la tendencia en Razuyacu fue la de limitar al mximo el nmero de asalariados permanentes
frente al de trabajadores ocasionales contratados en las pocas de siembra y
cosecha: 16 y 48, respectivamente, mediada la dcada de 1970 (Martnez
Valle, 1984: 128). El control sobre la tierra tena mayor sentido, pues, teniendo en cuenta que el xito de la va junker ensayada por Tapia dependa
del uso discrecional de la fuerza de trabajo forzosamente excedentaria de la
comunidad encapsulada, necesitada de acceder a los recursos de la hacienda tales como pastos y lotes complementarios. Por ello, trat de reeditar y
refuncionalizar algunos mecanismos consuetudinarios de vinculacin patrn-campesinos heredados del rgimen gamonal: un intento, en suma, de
modernizacin capitalista sui generis que no estar exento de tensiones. La
orientacin mercantil y la gestin empresarial emprendida por Vctor Tapia no fue bice as para impulsar de nuevo relaciones precarias, marcadas
por la costumbre, en un contexto en el que stas facilitaban y retroalimentaban el proceso de acumulacin del patrn: ah quedaba la obligacin re229
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cin instituida de que los comuneros con ganado en los pramos pramos
de uso comunitario antes de la Reforma Agraria y de propiedad plena (y
exclusiva) del nuevo terrateniente despus devengaran tareas en beneficio
de la hacienda3. Dichas tareas, adems, en la medida en que abarcaban
un volumen de dedicacin (determinado por el propietario) mucho ms
abultado que el acostumbrado (era con frecuencia inasumible), incitaban
a una espiral de endeudamiento (de renta en trabajo) que se constitua a la
postre en otro mecanismo de sujecin de la mano de obra.
Para los campesinos de Razuyacu, la venta de la hacienda a Vctor Tapia
represent el fin de su relacin tradicional con los pramos de pastoreo,
pues signific el quiebre del modelo comunal de acceso a ese piso ecolgico y la imposicin de unas normas en virtud de la cuales, y dado que el
pramo perteneca ntegramente a la hacienda, la nica manera de poder
utilizarlo era estableciendo precarismos con el patrn. Eso gener dos tipos
de conflictos. En un primer momento, con los exprecaristas de Cotopilal
por el intento de trasladar sus animales a los pramos de esa cooperativa
vecina; una opcin parcialmente tolerada al principio, pero que colision
con el inters de los propios arrimados de Cotopilal, que vean en los
pisos ecolgicos ms altos una vlvula de escape ante el crecimiento demogrfico y la escasez de tierra disponible. En una segunda fase, con el
mismsimo Tapia, cuya reaccin primeriza fue compulsiva, obligando al
cumplimiento estricto de las tareas, endurecindolas y utilizando la fuerza
bruta (con polica incluida) para mantener a raya a unos campesinos cada
vez ms soliviantados. Ante la evidencia de que esa actitud no haca ms
que vehicular la accin colectiva de los comuneros hacia la cristalizacin
de frmulas organizativas que les permitiera canalizar su oposicin a la
hacienda y el establecimiento de alianzas de clase con otros campesinos de
la zona, el propietario cambi paulatinamente de estrategia, iniciando la
venta o el arrendamiento de pedazos de hacienda por aqu y por all, para
tratar de calmar los nimos, romper la unidad de accin del campesinado
indgena y salvaguardar el ncleo duro de Razuyacu en sus manos.
3 Vctor Tapia les obligaba, hasta principios de los aos ochenta, a trabajar un da a la semana,
generalmente los lunes. Les pagaba 32 sucres diarios, sin comida, y los campesinos tenan que llevar
los instrumentos de trabajo. Entrevista realizada por Luciano Martnez a Alfredo Chacha en Razuyacu
Chiguanto (04/07/1980).
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irrespeto con que el propietario de la hacienda ocupaba la franja de Tiliche, desoyendo los derechos de usufructo consolidados desde hace mucho
tiempo por las familias comuneras y alterando as las relaciones entre la
comunidad y la hacienda:
El da martes 24 de julio de 1984, con las rdenes de Vctor Tapia, propietario del predio Razuyacu, parroquia Toacazo, cantn Latacunga, provincia de Cotopaxi, un grupo de trabajadores han procedido a posesionarse
del pramo de Tiliche con semovientes vacunos de propiedad de la hacienda; pramo que por aos hemos tenido en posesin y usufructo con los
semovientes de la comunidad.
Como esta actitud de Vctor Tapia adems de ilegal y provocativa, puede alterar las relaciones entre la comunidad y el propietario de la hacienda
Razuyacu, solicitamos al seor director del IERAC que se sirva citar a
vuestro despacho a una reunin con las partes con la finalidad de buscar
alguna solucin al conflicto surgido. Debemos indicar que el propio IERAC observ que el pramo Tiliche est en posesin y uso de la comuna
Razuyacu, pues es el nico sitio disponible del predio donde podemos
mantener los semovientes, en nuestras calidades de exhuasipungueros, jornaleros agrcolas, etc.12
Foto 4.2
Tiliche
Vista panormica de la estrecha franja de Tiliche, con los Ilinizas nublados al fondo y a la izquierda.
A caballo de dos quebradas y limtrofe hoy en da con la hacienda Razuyacu y las tierras de la cooperativa Cotopilal, la franja sube desde los 3 400 metros hasta los altos pramos.
12 AGC, Denuncia de Alfredo Chacha en nombre de la comuna Razuyacu Chiguanto de la
ocupacin de los pramos de Tiliche por parte de Vctor Tapia. Agosto de 1984.
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trabajo para Tapia. ste sigui necesitando brazos para la hacienda, pero
tuvo que buscarlos fuera de la comunidad y, lgicamente, a cambio de un
salario. Ms all de las 86 hectreas y del efecto domin que su compra
desat la venta posterior de los pramos de Razuyacu y de las otras haciendas perifricas al casco empresarial, lo ms remarcable del desenlace
de este conflicto es que quebr la relacin de dependencia y subordinacin
de los exprecaristas y sus descendientes para con la hacienda: Gracias a los
compaeros que estuvimos al frente ahora tenemos libertad, se felicitaba
uno de los protagonistas de la historia, casi veinte aos despus15.
Este aspecto marc un punto y aparte con lo que haba sido hasta entonces la actitud de un sector de la poblacin en relacin con el patrn
y su mundo, tanto a nivel comunitario como de la propia organizacin
de segundo grado. Tngase en cuenta, por ejemplo, que una parte de la
fuerza de trabajo asalariada de la hacienda tractoristas incluidos proceda
de familias de las comunas y cooperativas aledaas y, por lo tanto, estaba
directamente cooptada por Tapia16. Eso explica tambin la facilidad con la
que aqul pudo ejercer influencia durante tanto tiempo sobre las decisiones
tomadas por el cabildo comunitario, ya que, como se indic, el rol jugado
por destacados prohombres cercanos a Tapia fue funcional y eficaz hasta
que el desenlace del conflicto de Tiliche desbarat los vnculos precarios que
anudaban a las unidades campesinas con la hacienda. Algunos testimonios
orales recuerdan cmo, en efecto, en los primeros momentos del enfrentamiento se dividi la comunidad entre quienes estaban a favor y quienes
estaban en contra de desafiar la autoridad patronal. Eso era as incluso entre
la dirigencia de la Mushuc Patria: para alguno de sus lderes fundadores,
sin ir ms lejos, una cosa era la legtima organizacin del campesinado para
reclamar el acceso a la educacin, la inversin en vialidad o en proyectos de
regado, y otra muy distinta el cuestionar frontalmente la figura (a pesar de
todo tambin paternal) del ltimo gran gamonal de la parroquia17.
15 Entrevista a Jos Chacha en Planchaloma (29/09/2003).
16 Testimonio de Remigio Sillo, Proyecto Escribiendo la historia de la UNOCANC (julio 2007).
17 Todo ello, naturalmente, entremezclado con relaciones de compadrazgo cruzadas (incluso
con Vctor Tapia), unas fronteras tnicas mviles y en cualquier caso indefinidas en la misma Mushuc
Patria (poco tiempo despus ya claramente establecidas), y toda una ofensiva difamatoria desde los
sectores ms ultraconservadores de Toacazo.
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El escenario del litigio: los pramos de Tusoal, en la parte ms alta de Yanahurco, vistos desde la
cara sur, camino de Cochapamba. La sobreexplotacin actual de tan frgil ecosistema salta a la vista.
Ocupaciones y desalojos
La primera fase del enfrentamiento tuvo lugar entre 1984 y 1985, y se
caracteriz por una serie de desalojos de Tusoal por parte de la fuerza
pblica ante la terca persistencia de la presencia indgena en el pramo.
La crnica de los hechos fue bien relatada por Jos Snchez-Parga y Jos
Bedoya (1986) en un artculo en el que se interrogaban por las races del
conflicto. Tomo a continuacin su detallada descripcin como base para
situar al lector en el desarrollo de los acontecimientos:
El episodio se inici tras la denuncia por parte de la familia Bautista de la
invasin de su propiedad, cuando la Gobernacin y la Intendencia General
de Polica de Cotopaxi enviaron una dotacin de doce policas a Tusoal el
da 12 de abril de 1984 a fin de dar cumplimiento a su inmediato desalojo. Una vez llegados a Tusoal (13 h), reconocieron los sembros y casas
levantadas por los campesinos, quemando una de ellas, y no pudiendo
hacer lo mismo con la otra debido a un fuerte aguacero, regresaron a la
casa-vivienda de don Samuel Bautista, un anciano de setenta aos de edad
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que viva con sus hijas en la parte baja del predio, cerca de la poblacin
de Isinliv.
A las ocho de la maana del da siguiente destruyeron la otra choza, y
luego de una intensa bsqueda de campesinos por la zona es capturado el
comunero Toribio Vargas Toaquiza, quien se diriga a su casa al otro lado
del pramo en Yanahurco Grande, acusado de tener intencin de robar
ganado. Al atardecer, con el comunero preso y siempre en compaa de
los dos hijos varones del seor Bautista la polica tom la decisin de regresar a Latacunga por el camino que, atravesando las llanuras de Wintza,
conduce a Toacazo. Cuando el pequeo autobs en el que viajaban lleg a
la altura de Planchaloma, cerca de 200 comuneros lanzan piedras y palos,
pero gracias a la pericia del chofer [] se logra eludir la agresin. Este
primer amago ser redoblado 1 km ms adelante, cuando es ya una multitud de indgenas (entre 600 a 1 000 personas) la que con palos y piedras
ataca el vehculo, el cual debido a las condiciones del camino (pendiente,
estrechez, curvas) y a la violencia de la agresin tendr que detenerse; sobre
todo porque ms adelante se haba cavado una zanja de 1,30 metros de
ancho que cortaba el camino. A gritos y dejando de atacar, los indgenas
reclaman por el prisionero y por la destruccin de las chozas, respondiendo entonces la polica con gases lacrimgenos. En poco tiempo, el carro
se encuentra parcialmente destruido y se producen los primeros contusos
entre los policas, debido a la ruptura de los vidrios y a las pedradas que
hacen blanco en quienes an se encontraban en la furgoneta. Ante la imposibilidad de continuar en esta posicin, los policas deciden abandonar
el vehculo dejando al comunero preso en libertad y disparando los ltimos
gases que les quedaban, e inician la fuga a la desbandada, perseguidos por
los campesinos. Un polica es alcanzado y golpeado por la muchedumbre, quedando tendido en el suelo como si estuviese muerto. La retirada
hubiese tenido peores consecuencias de no mediar la ayuda del chofer del
seor Tapia, dueo de Razuyacu, quien con su camin Ford 600 entra
en escena a toda velocidad embarcando en l a los Bautista y policas, para,
introducindose por caminos de su hacienda, ponerlos a salvo en Toacazo.
Otro agente atrapado por los comuneros no fue tan afortunado, teniendo
que soportar la paliza y el bao de rigor en una quebrada cercana. Tambin aqu interviene la ayuda de la hacienda de Razuyacu, pues son varios
peones de ella los que interceden para que terminen los castigos al polica,
llevndolo luego a sus instalaciones para las primeras curaciones, siendo
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Dos policas contusionados, una buseta destruida, la humillacin de los Bautista y, sobre todo, una verdadera demostracin de fuerza por parte de las
comunas de las tierras altas. Ese fue el balance del primer intento de desalojo
de Tusoal. Aludo al conjunto de las comunas de las tierras altas porque, en
efecto, fue el respaldo de las organizaciones filiales de la incipiente UNOCANC el que gener tamaa movilizacin en defensa de los intereses, no
ya slo de las gentes de Yanahurco, sino implcitamente de un naciente colectivo indgena en proceso de fortalecimiento y autoafirmacin. Tambin
a remarcar la solidaridad entre patrones y la alianza de los poderes pblicos
representados en la Gobernacin con los terratenientes locales.
La represalia no se hizo esperar, y una semana despus la polica arrest a un grupo de personas pertenecientes a la UNOCANC (dos mujeres
y siete hombres, entre ellos algunos dirigentes de Yanahurco) en la feria
semanal de Saquisil. Permanecieron incomunicados y sujetos a investigaciones durante tres das, cuando se obtuvo la libertad condicional en espera
de las diferentes causas (tres en total) impulsadas por la familia Bautista22.
Lejos de amedrentarse, los yanahurquinos continuaron con la tctica del
asedio a los pramos a la par de la defensa legal de su causa ante las instancias pertinentes. Tan slo un ao despus (concretamente el 12 de abril
de 1985), y ante la reiteracin de las mingas en Tusoal, tuvo lugar otro
encontronazo in situ entre los Bautista y un grupo de cuarenta hombres y
mujeres all sorprendido en esas labores comunitarias. Una vez presentada
la consiguiente denuncia, se orden la inmediata detencin de los diri21 La cita es larga y prolija en detalles, as que he resumido la descripcin de los acontecimientos.
Lo que aparece entrecomillado reproduce el relato de los autores.
22 Vicios de procedimientos (omisin de peritajes) y del mismo funcionamiento del aparato
judicial (dificultad para identificar a los acusados o cambios de identidad de estos con comuneros ya
muertos, separacin de las causas en tres juzgados diferentes, sucesin de varios fiscales durante el mismo juicio) y el mismo comportamiento de los indgenas encausados, que o bien niegan todo en las
declaraciones o tratan de acogerse a una especie de fuero tnico recurriendo a evasivas (indgenas
noms somos, botaditos como animales en las comunidades, pobres e ignorantes no sabemos leer y
escribir) y, por ltimo, la pericia de unos abogados defensores experimentados en defender pleitos
indgenas, todo ello ha contribuido a favorecer la causa de los comuneros (Snchez-Parga y Bedoya,
1986: 224-225).
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Hasta ah la primera etapa del conflicto. El IERAC pas aos sin ni siquiera dar trmite a la solicitud de afectacin planteada por la comunidad.
Eran tiempos difciles para las demandas campesinas, habida cuenta del
talante autoritario y reaccionario del gobierno de Len Febres Cordero.
Como en el caso de la franja de Tiliche, ello signific tambin en Yanahurco el establecimiento de un cierto impasse que, sin embargo, no se sald
con la liquidacin definitiva del litigio. La contratacin de una banda de
matones privados afroesmeraldeos por ms seas y su instalacin por
perodos intermitentes en los pramos de Tusoal, paraliz a los yanahurquinos hasta que, al fin, los acontecimientos se precipitaron cuando las
provocaciones y las agresiones desmedidas por parte de aqullos desataron
las iras contenidas de la comuna23.
23 Existe una abundante literatura en torno a la eclosin del miedo al negro en los enclaves
de plantacin de la Amrica espaola durante los siglos XVIII y XIX, fenmeno relacionado con las
revueltas de esclavos y, de 1791 en adelante, con la revolucin haitiana (Barcia, 2004; Gonzlez et al.,
2004). Las visiones negativas de lo afro forjadas en las poblaciones indgenas rurales sometidas al r-
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En Yanahurco las cosas nunca volvern a ser como antes. Miguel Vargas
Toapanta se encuentra con sus hijos, Mara Anita Vargas, de 13 aos, y
Miguel Vargas, de 10, recogiendo lea para su comunidad; de repente, seis
o siete individuos de raza negra presuntamente bajo el mando de Nelson
Semanate [yerno de Samuel Bautista, propietario del fundo], convierten la
apacible y cotidiana escena en una orga de sangre y horror. Provistos de
garrotes, machetes y armas de fuego, los destajeros atacan a los campesinos
haciendo gala de un salvajismo inexplicable. A Miguel Vargas lo golpean
sin cesar y le cercenan buena parte de la oreja de un certero machetazo, su
hijo es apaleado hasta casi perder el conocimiento mientras Mara Anita
recibe un profundo corte en uno de sus brazos y en sus dos manos. La sangrienta bacanal recin comienza. Sometidos el comunero y sus hijos, son
desnudados por los negros; Miguel Vargas es crucificado y rociado con
gasolina; mientras espera lo peor, mira impotente cmo, uno tras otro, los
depravados violan a Mara. Su hijo Miguel le salva la vida: arrodillado, con
las manos levantadas hacia el cielo implora a los victimarios no quemen
al taita, por Dios, no maten al taita!. Es suficiente, bien dados estn, dice
el hombre que dirige la banda. Los negros se retiran a descansar y esperar.
El silencio de muerte que baa la atmsfera va cediendo, condescendiente,
a los gemidos de los tres campesinos que, como en una pesadilla, inician el
penoso retorno al lugar donde se encuentran los restantes miembros de la
comunidad quienes finalmente los socorrern (1989: 11).
La noticia de lo ocurrido tuvo un efecto expansivo en Yanahurco. Primero
fueron 40 o 45 los comuneros que se enteraron del macabro episodio. Miraron asombrados cmo surgan de entre los matorrales los cuerpos exanges, totalmente desnudos y literalmente baados en sangre de Miguel
Vargas y sus dos hijos. stos fueron los primeros en socorrerles a las vctimas y tambin en enfrentarse a los culpables que yacan plcidamente en
las lomas cercanas. Al percatarse de la presencia de los comuneros, la banda
de criminales desenfund sus armas y empez a disparar hiriendo a siete
personas, para despus darse a la fuga internndose en la montaa. Horas
ms tarde diversos testimonios dan cuenta de la presencia de por lo menos seis mil indgenas organizando rondas para prevenir nuevos ataques y
para dar con el paradero de los hombres negros (1989: 12).
El da martes 31 de octubre, deba procederse a la revisin topogrfica de
las tierras en conflicto. Lo acontecido impidi que as pudiera ser. Tal y
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La verdad es que la informacin disponible sobre el conflicto de Yanahurco es fragmentaria y discontinua. Sabemos, en efecto, que los Bautista
recurrieron a una banda de amedrentadores afrodescendientes desde 1985,
pero no queda clara ni la continuidad ni el tamao del grupo: estuvieron
asentados permanentemente en los alrededores de Tusoal, o sus incursiones en el pramo eran espordicas?, cuntos eran, habida cuenta de que
los testimonios escritos y orales sealan una horquilla que va desde los seis
u ocho hasta los cincuenta, sesenta o incluso cien individuos?... Lo que s
queda claro es que fue una estrategia eficiente desde la ptica de los propietarios, pues literalmente paraliz el asalto al pramo hasta que, en un
exceso de confianza y arrogancia por su parte, los matones traspasaron una
lnea de no retorno que precipit los acontecimientos. En algn momento
del conflicto, probablemente entre la brutal agresin a la familia comunera
y las protestas expresadas por el prroco de Saquisil, la rabia de los yanahurquinos se desbord. Es un lugar comn de no pocos informantes aludir, a la hora de rememorar el conflicto, a que las batidas efectuadas sobre
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una potente organizacin de segundo grado la UNOCANC y comenzaron as a alzarse los indios antao sumisos. Eso explica la reaccin virulenta,
histrinica y desmedida del cura Velastegui, prroco del lugar, en estrecha
asociacin con Vctor Tapia, que representaba la defensa del statu quo de unos
sectores pueblerinos en franca decadencia. La sustitucin de Velastegui por
un nuevo sacerdote ms pro indgena y la poltica de ste de descentralizar los
servicios de la Iglesia esto es, la construccin de templos y cementerios en las
comunidades sell la crisis definitiva del pueblo como centro ceremonial:
los indios ya no bajaron ms para las misas, bautizos, bodas o entierros; ni
siquiera para las fiestas... Si a eso aadimos los efectos del terremoto que en
1976 destroz el casco urbano, ya tenemos dibujado el escenario que explica
el ocaso del centro poblado y el resentimiento de sus habitantes ante el acaparamiento de protagonismo de las gentes de las tierras altas. Cabe suponer
que la eleccin de la UNOCANC como plataforma privilegiada por parte
del aparato del desarrollo y el ascenso meterico de personajes como Leonidas Iza no hizo ms que enconar, de los noventa en adelante, un conflicto
tnico que vena de dcadas atrs y que tuvo en el empecinamiento del cura
Velastegui una de sus expresiones pueblerinas ms genuinas.
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posa, su mujer, eso no estaba bien, la gente aunque deca por debajo, no
lo deca pblicamente, y esto iba aumentando las razones y el porqu la
iglesia no se construye Alguna vez en la tarde, le dije: Padre, qu hizo
de la plata?; y l me contest: es el sexto juicio que sigo en Roma contra el
obispo; se haban metido juicio entre el obispo y el cura Velastegui, y todo
ese dinero que haba que era para la iglesia, le dio a los abogados. Esa fue la
explicacin noms, y l deca que el obispo no vena, entonces nos pusimos
a conversar con el obispo, l nos recibi y nos demostr que lo poco que
se haba hecho era dado por el obispo []. Entonces tuvimos serias dificultades: nos apedrearon las casas, inclusive nos sacaron de maestros de la
escuela Simn Rodrguez, pero eso fue ms positivo para nosotros pues inclusive regresamos ya docentes de nivel secundario, fue esa la oportunidad
para el salto, estbamos preparados para trabajar, qued al menos resentida
la gente un poco, pero parece que ya digamos que se armoniz mucho de
los protagonistas39
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Tensando la cuerda
Todo ese trnsito, desde la primera expulsin nominal de Velastegui en
1981 hasta su salida definitiva de Toacazo en 1987, estuvo jalonado de sucesos que no hacan ms que poner a prueba la gran capacidad de maniobra del cura para manipular a los pueblerinos y canalizar su rabia y descontento contra los sectores identificados con la subversin de la tradicin y el
orden de siempre: el propio obispo encarnacin de los derroteros por los
que deambulaba la Iglesia, otrora fiel aliada del gamonalismo y sus adlteres, los izquierdistas subversivos (maestros, alfabetizadores y promotores
de CESA) y su sujeto de cambio social, los indios alzados de las alturas. Tal
vez el primer evento que colm el vaso y que precipit la persecucin de los
maestros fue el desenlace de una manifestacin convocada para el da 9 de
enero de 1985 en contra de la caresta de la vida ocasionada por el alza de
40 El entredicho se refiere a una censura eclesistica por la cual se prohbe a ciertas personas (o
en determinados lugares) el uso de los oficios, la administracin y recepcin de algunos sacramentos
y la sepultura eclesistica.
41 AGC, Expediente remitido por monseor Ruiz al gobernador de Cotopaxi en marzo de 1986
que contiene la sentencia del Vaticano en la que se separa de sus parroquias de Guaytacama y Toacazo
a los sacerdotes Sarzosa y Velastegui, respectivamente. Toda la informacin documental referida a las
idas y venidas del proceso se encuentra ah, con copia de los pronunciamientos del Supremo Tribunal
de la Signatura Apostlica.
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ga, no sabe lo que est pasando, simplemente no les dieron puerta a nada
y ellos jams iban a ser recibidos en ningn lado43. Al final fueron trasladados y demoraron entre tres y cuatro aos en poder regresar a su pueblo.
Tal era el poder local del prroco y tales sus contactos en la Administracin
provincial. El control que Velastegui pretenda ejercer sobre el plantel de
maestros de la escuela en una demostracin permanente de su capacidad
de persuasin y convocatoria hubiera sido sencillamente impensable en
otra coyuntura poltica. Valga como muestra de su impunidad el siguiente
oficio, remitido en marzo de 1986 desde la Tenencia Poltica de Toacazo y
dirigido de nuevo al gobernador de Cotopaxi:
Quiero comunicarle que en esta parroquia, hace unos das, [] por las
tardes se renen en las veredas de la iglesia decenas de ciudadanos, a la
alerta de toques de campanas []. Ahora martes once del presente mes,
en la escuela fiscal de nios Simn Rodrguez [], a las siete de la maana
se han reunido muchos ciudadanos con el motivo de cerrar las puertas al
nuevo director de dicho plantel, siempre siendo necesaria la presencia de
los seores policas44
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doctrinas y el viejo orden haban pasado. Ahora llegaba la etapa de eclosin del movimiento indgena, con sus levantamientos a escala nacional y
su asalto persistente a las instancias de poder local. En ese proceso, desde
luego, no fueron ajenas las agencias de desarrollo cuyo quehacer prolifer
sobremanera en las reas rurales predominantemente indgenas de toda la
Sierra ecuatoriana.
Entre bambalinas
Qu se estaba jugando tras el conflicto alrededor del cura Velastegui?;
cmo articul ste la vida cotidiana en el pueblo de Toacazo y sus barrios adyacentes con las profundas transformaciones acaecidas en las tierras
altas, de Planchaloma para arriba?... De alguna manera, el asunto de la
iglesia, el cura, sus imgenes y las campanas cristalizaron los resquemores,
las inquietudes y los miedos de unos sectores pueblerinos en replegamiento
ante un torbellino de cambios que era ya sencillamente imparable. Para reflexionar sobre todo ello me parece interesante tomar en consideracin algunos aspectos de carcter cronolgico que tienen que ver con el momento
histrico en que se desarrollaron los acontecimientos, as como otros ms
estructurales que ataen al desplome del viejo sistema de administracin
de poblaciones vinculado al rgimen gamonal.
Los doce aos transcurridos entre el terremoto y la final reconstruccin
de la iglesia de Toacazo (de 1976 a 1988) son el marco referencial de la
etapa final de la lucha por la tierra para las familias indgeno-campesinas
de las zonas altas de la parroquia. Tiempo de la apuesta de CESA por la
modernizacin de sus economas domsticas; tiempo de consolidacin de
las cooperativas aledaas a Planchaloma Cotopilal, Vicente Len y San
Carlos; y tiempo tambin de tensin por los rezagos del latifundismo en
Yanahurco Grande y por el pulso que los comuneros de Razuyacu disputaban a Vctor Tapia en la franja de Tiliche. Ante esa situacin de presin
sobre los elementos residuales del viejo orden, y frente al fortalecimiento
de la UNOCANC como plataforma vehiculadora de la accin colectiva de
sus organizaciones filiales, el conflicto con el cura Velastegui representa la
plasmacin de esas zozobras en el mbito blanco-mestizo de la parroquia:
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el propio pueblo de Toacazo, el centro del poder local desde donde siempre se haba ejercido la dominacin de aquellos sectores asociados con el
gamonalismo sobre la poblacin indgena de las comunidades altas. No
es casual ni gratuito, en este sentido, que uno de los aliados ms prominentes de Velastegui fuera el patrn Tapia: a la vez que tena que enfrentar
las demandas de tierra de los hijos de sus exprecaristas, Tapia perdi una
parte importante de la fuerza de trabajo indgena que sola emplear para
las faenas agrcolas, pues amparada por la UNOCANC y animada ante
la expectativa de conseguir la reversin de algunas de las propiedades en
disputa, ya no acuda como hasta entonces a los reclamos de los mayordomos de la hacienda50. La alianza entre Tapia y Velastegui se mantuvo hasta
el final, aunque de manera inteligente y calculada aqul permaneci en la
penumbra, en un modesto segundo plano, en los momentos ms lgidos
y virulentos del enfrentamiento del cura con los comuneros y los sectores
aperturistas de Toacazo.
Hasta entonces, Toacazo era el ncleo que vertebraba el conjunto de la
parroquia. Las fiestas ms importantes se celebraban all San Juan, San Pedro, Finados, y all se concentraban los priostes de barrios y comunidades.
Los matrimonios, los entierros y todos los eventos trascendentes de la vida
tenan que ser representados siempre en el pueblo y los sucesivos curas slo
se perdan espordicamente por las comunidades de altura51. Los aspectos
simblicos y rituales de la cotidianidad estaban ntimamente imbricados en
un sistema de dominacin en el que los blanco-mestizos del centro ejercan
su particular explotacin sobre la poblacin indgena de las alturas de manera natural, con un particular sentido comn pueblerino destilado en la larga
duracin. Ms all de los poderes formales o fcticos (terratenientes, rector
y teniente poltico), e independientemente de su ubicacin en la estructura
social local la mayora eran pequeos campesinos y/o comerciantes al por
menor, lo cierto es que la explotacin y el abuso de la poblacin indgena
era la moneda de uso corriente en las relaciones del da a da en Toacazo: en
las chicheras, en los intercambios desiguales con los tenderos, en el sometimiento a las arbitrariedades de los intermediarios en la feria semanal (los
50 Entrevista a Miguel Gaibor en Quito (19/09/2003).
51 Entrevista a Plutarco Ros en Latacunga (17/10/2005).
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En este punto entramos, en efecto, en la compleja digestin que implic para esos sectores mestizos pueblerinos el final ya anunciado por el
avance de la Reforma Agraria del antiguo sistema de administracin de
poblaciones. Se aferraron a la figura resistente de Velastegui, y el hecho de
contar con un escenario poltico nacional ultraconservador (en lo moral e
ideolgico, aunque neoliberal en lo econmico) facilit el alargamiento del
conflicto en su ltima fase. Merece la pena detenernos aqu un momento,
dado el giro que la jerarqua eclesistica a travs de la figura del obispo
Ruiz acab imponiendo en su relacin con los vecinos y con las comunidades. Se trata de una reforma en toda regla puesta finalmente en marcha
con la salida del prroco Velastegui. En el trato entre cura y vecinos, en
52 Entrevista a Leonidas Iza en Quito (15/11/2006).
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Recapitulando
El perodo que va desde la segunda mitad de los aos setenta hasta el inicio
de los noventa es crucial en el desarrollo de la historia social reciente de los
Andes ecuatorianos. En las tierras altas de Toacazo es la etapa que transcurri
entre la fase final de aplicacin de la Reforma Agraria y la definitiva consolidacin de una OSG fuerte, con una notable capacidad de movilizacin y
de interlocucin, y con un elenco de lderes y lideresas bien posicionados en
el movimiento indgena a escala local, regional y nacional. Fue, de hecho, el
momento en el que las antiguas demandas campesinas fueron adquiriendo
cada vez un mayor tinte tnico y en el que los representantes de las comunas
y cooperativas de arriba fueron ganando posiciones de cara a disputar los
espacios de poder local a los blanco-mestizos del pueblo de Toacazo.
de capillas y cementerios comunitarios, iniciada en el perodo del padre Alonso Guerrero, materializan
ese viraje poltico sin precedentes.
54 Ver nota 6 del Captulo 2.
55 Ver Captulo 5, Cimentando la organizacin.
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El nacimiento y el fortalecimiento de la UNOCANC se dio en paralelo a y retroalimentado por la lucha por la demolicin de lo que
quedaba del rgimen de hacienda en la parroquia. La estrategia fue la de
coordinar y aglutinar fuerzas en torno a la disputa por la tierra en manos
del ltimo gran terrateniente (Vctor Tapia), apoyar las acciones de los
comuneros y comuneras de Yanahurco Grande en pos de la recuperacin
de los pramos de Tusoal y, al tiempo, acceder a la compra de otras
haciendas menores en las que, dadas las circunstancias, los propietarios
tomaban la decisin de vender para evitarse problemas. En algunos casos
el asunto se resolvi a favor de los campesinos, aunque no sin episodios
de una violencia (fsica y simblica) extrema (caso de Yanahurco). En
otros, sin embargo, la coyuntura adversa del mandato de Febres Cordero
trunc la que en otro contexto hubiera sido una victoria rotunda para los
campesinos, quedando el asunto en un cierto equilibrio en virtud del cual
el patrn Tapia pudo garantizar la estabilidad de la hacienda Razuyacu a
cambio de deshacerse de todas las otras fincas perifricas y de permitir el
acceso a la propiedad siempre bajo compra-venta a los hijos de los exprecaristas de la Curia. ste es otro aspecto que conviene subrayar y sobre
el que volver en captulos posteriores: el hecho de que, casi siempre, los
grandes beneficiarios de las nuevas parcelaciones fueron los arrimados de
la zona media, particularmente los oriundos del ncleo privilegiado de
Cotopilal, afianzndose, de esta manera, los procesos de diferenciacin
latentes ya desde hace mucho tiempo.
Vctor Tapia, por su parte, fue adaptndose al curso de los hechos con
una gran capacidad de maniobra. Logr, a travs de concesiones, consolidarse como gran propietario en medio del huracn que liquid el latifundismo como forma hegemnica de poder y dominio. Opt por una va
junker de modernizacin hacendataria que tuvo que reconducir, forzado
por el ritmo de los acontecimientos: de un intento por monopolizar la
tierra y encapsular entre sus posesiones una reserva de fuerza de trabajo
cautiva, sometida a sus exigencias estacionales, se repleg al ncleo central
de su estrategia empresarial (la hacienda Razuyacu) y enfrent la ineludible
asalarizacin de las relaciones de produccin, reduciendo el volumen de
trabajadores contratados y optando por estrategias ms intensivas en la inversin de capital y en un uso ms extensivo de la tierra (no olvidemos que
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Tercera parte
La organizacin indgena y las
agencias de desarrollo
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Entrada
Tras la Reforma Agraria lleg la era del proyectismo. Bien fuera a travs del
impulso del propio Estado, quien foment la implementacin de los clebres
DRI, bien por medio del desembarco masivo de las agencias privadas de desarrollo (las ONG) tras el replegamiento de aqul, el caso es que el escenario
de las intervenciones sobre el medio rural cambi drsticamente a partir de
la dcada de 1980: al tiempo que la Reforma Agraria perda fuelle como eje
vertebrador de las polticas pblicas, el proyectismo fue copando espacios y
convirtindose en la clave de bveda del modus operandi de la maquinaria
desarrollista. En la nueva coyuntura, las organizaciones de segundo grado
fueron las plataformas organizativas llamadas a desempear un rol clave
como interlocutoras vlidas de las ONG y de los dems organismos tanto
nacionales como internacionales portadores de proyectos sobre el terreno.
El razonamiento era bastante obvio: una institucin de desarrollo no poda
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La relacin entre las ONG y las OSG, sin embargo, es compleja y controvertida. El mismo Bebbington, en colaboracin con Thomas Carroll, ya
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Captulo 5
El devenir del tejido
organizativo indgena
En la dcada de 1970, con la presencia de CESA y otros agentes externos (principalmente partidos polticos de izquierda), se gesta la primera
organizacin de segundo grado que aglutina a las comunidades de base:
Mushuc Patria (Patria Nueva); esta organizacin es atacada por el Estado y
sus instituciones, por los partidos polticos de derecha y por el poder local
representado por los nuevos terratenientes (cholocracia) y por el prroco
de Toacazo (Jos Velastegui); la principal acusacin que se hace a Mushuc
Patria es de comunistas y revolucionarios.
Tobar y Moncayo (1987: 47)
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La lucha por la tierra fue, en cierto sentido, causa y consecuencia del nacimiento de la UNOCANC. Mushuc Patria fue posible debido a las sinergias desatadas durante los aos turbulentos de la aplicacin de la legislacin
reformista y, a la vez, adquiri cohesin, fuerza y unidad de accin en su
oposicin radical a las rmoras del rgimen terrateniente que se resista a su
demolicin. Una vez obtenida su personera jurdica, la UNOCANC represent la estrategia ms eficaz de las economas campesinas de las tierras altas
de Toacazo para enfrentar los ltimos grandes litigios por el control de las
antiguas haciendas (Tiliche, Tusoal, San Francisco, Santa Mnica) as como
para captar cuantiosos recursos de las agencias de desarrollo. Lucha por la tierra y proyectos fueron, as, los dos tems que coadyuvaron a la espiral ascendente de la OSG, determinando su indiscutible hegemona en la parroquia
y consolidando unas dirigencias que irn adquiriendo, con el paso de los
aos, un protagonismo nada desdeable en todas las esferas del movimiento
indgena ecuatoriano. De esta manera, si en el momento del arranque de la
UNOCANC como tal, sta contaba con 12 organizaciones de base filiales
(entre comunas y cooperativas), esa cifra haba aumentado a 21 en 1986,
llegando a las 26 a finales de la dcada de los noventa. Como sealaban sus
propios intelectuales orgnicos en 1999, bajo el lema de Tierra, justicia y
libertad, la UNOCANC se constituy a partir de los ochenta
[]en la canalizadora de las necesidades insatisfechas (caminos, agua entubada, casas comunales, aulas escolares, canales de riego, apoyo a la produccin,
forestacin, capacitacin) de las organizaciones de base, por lo que estas
demandas fueron trasladadas hacia CESA que era la ONG presente en la zona
y hacia el Proyecto DRI TTP [Tanicuch-Toacazo-Pastocalle] de la entonces
Secretara de Desarrollo Rural Integral (SEDRI). Las acciones desarrolladas
por estas instituciones del sector privado y pblico fueron siempre coordinadas
por la UNOCANC, lo que le vali a la organizacin para reforzar su presencia
en las bases y fortalecer su trabajo socio-poltico, contando tambin con la
4 Entrevista a Cecilia Velsque en Latacunga (08/07/2008).
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vinculacin con el MICC y la CONAIE7 y, paralelamente, de una mutacin del discurso clasista-campesinista propio del tiempo de la lucha por la
tierra a otro crecientemente etnicista e identitario, en consonancia con la
evolucin del grueso del movimiento indgena.
El de la UNOCANC es, en muchos aspectos, un caso atpico en el
universo de las OSG del callejn interandino. En su etapa de fortalecimiento experiment, en primer lugar, un proceso agudo de reconstitucin
de identidades fruto de la confluencia de un montn de transformaciones
que se dieron sin que fueran previstas ni planificadas de manera orgnica
(desde el giro proindgena de la Dicesis hasta la afluencia generosa de
instituciones de desarrollo, pasando por la propia emergencia de las plataformas tnicas en la escena poltica nacional): un indicador lo constituye,
sin duda, el esfuerzo desplegado por las dirigencias y los sectores con un
discurso identitario ms explcito por recuperar el quichua, lengua que,
en la mayor parte de las comunidades de la zona media (y algunas de la
alta), fue conscientemente desdeada por la generacin que vivi en carne
propia la etapa terminal de la dominacin hacendataria8.
7 Ver nota 6 del Captulo 2. Son numerosos y cualificados los cuadros de la UNOCANC que
han desempeado cargos importantes en las instancias superiores del movimiento indgena. Recurdese,
solo a ttulo de ejemplo, que Leonidas Iza fue el primer diputado indgena de la provincia (1996), antes
de acceder a la Presidencia de la CONAIE (2000); que Cecilia Velsque ha transitado por diferentes y
relevantes cargos en el Consejo Provincial de Cotopaxi durante la etapa de Umajinga como prefecto (consejera, viceprefecta y directora de Gestin Ambiental); que Jorge Herrera, tras su paso por el Ministerio de
Agricultura y Ganadera (2003) presidi el MICC (2006-2009); y que Dioselinda Iza relev a este ltimo
al frente de la organizacin provincial en 2009.
8 Si bien el quichua se mantuvo como lengua vehicular de la vida cotidiana en algunas de las
reas ms altas (Yanahurco Grande, por ejemplo), lo cierto es que la generacin pos-Reforma Agraria,
la que va a interlocutar con los nuevos agentes de desarrollo de los aos ochenta en adelante, adopt
mayoritariamente el castellano como lengua de uso diario. Se trata, obviamente, de un castellano sumamente quichuizado. Ya en 1987, Tobar y Moncayo sealaban que, a pesar de que las gentes del rea
de influencia de la UNOCANC tradicionalmente han utilizado el quichua, [] debido a la opresin
ideolgica de la hacienda y a la implementacin del sistema educativo formal, actualmente la poblacin de menos de treinta aos de edad no conoce tal idioma; en otros trminos, se trata de una lengua
en proceso de desaparicin; y concluan que considerando que el lenguaje es la base de la cultura, que
incluso expresa las relaciones sociales, es posible y relativamente fcil afirmar que si no se implementan
acciones que revaloricen la cultura tradicional, pronto sta ser avasallada por la cultura occidental
(1987: 9-10). En un sentido similar interpretaba Germn Len el fenmeno: l mismo pudo observar
a finales de los aos setenta que, entre las familias de Cotopilal, decan que el idioma les ha servido
para marginarse y cuando le vean al hijo le prohiban que hable quichua y le inducan a que hable
espaol, porque ese es el idioma con que tenan que enfrentarse a los blancos (entrevista en Quito,
15/07/2010). Como consecuencia de la eclosin del movimiento indgena y de la importancia de sus
discursos sobre el derecho a la diferencia, el multiculturalismo, la interculturalidad y, en suma, de sus
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demandas de reconocimiento, la recuperacin del quichua fue convirtindose, con el paso de los aos,
en una de las banderas del quehacer de la UNOCANC. Ah jug un papel destacado, como veremos,
el desempeo del colegio bilinge Chaquin. Entrevistas a Marcelo Crdoba en Quito (03/08/2003)
y a Cecilia Velsque en Latacunga (08/07/2008).
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Este espacio constituye un lugar central con respecto a las tres cooperativas de
la zona (Cotopilal, Vicente Len, San Carlos) y a las dos comunidades (Planchaloma, San Ignacio) que mayor participacin han tenido en los programas
de desarrollo ejecutados. Desde hace 12 aos los dirigentes de la organizacin
de segundo grado que controlan estos recursos, provienen en su mayor parte
de estas cooperativas y comunidades, lo cual coloca el problema de la centralizacin geogrfica en el eje del conflicto por los recursos que se produce entre
las cooperativas, las comunidades ms alejadas y menos vinculadas al centro
del poder, los jvenes sin tierra y otros grupos (1995: 60).
Las dirigencias de la UNOCANC se ubicaban, as, en posiciones privilegiadas gracias al manejo y administracin de una cantidad de recursos mayor
a la que controlan usualmente las familias (1995: 62). Concomitante con
esto, los hijos de esos dirigentes lograron acceder a niveles superiores de
escolaridad que los muchachos de las partes ms altas del territorio, estando
as en mejores condiciones de interactuar con las agencias de desarrollo.
Las comunidades ms alejadas del centro, por consiguiente, permanecieron
menos vinculadas a aqullas y sus lderes apenas alcanzaron puestos de
importancia en la misma organizacin (1995: 69).
Una somera revisin de la evolucin de la composicin de los cargos
directivos ms importantes de la UNOCANC (presidente y vicepresidente) confirman las observaciones hechas en su da por Eguiguren. Desde los
tiempos de Mushuc Patria y durante tres dcadas, la Tabla 5.1 muestra cmo
la Presidencia y la Vicepresidencia de la organizacin siempre estuvieron
en manos de personas de Planchaloma y alrededores (de la zona media, en
un sentido amplio, con la sola excepcin de la participacin de Yanahurco
Grande en la primera fase del proceso organizativo): al menos as es en el
caso de la Presidencia de la OSG (oscilante entre San Ignacio, Quinte Buena
Esperanza, Razuyacu Chiguanto y San Francisco, todas ellas comunidades
muy vinculadas a la cooperativa Cotopilal y, en general, a la historia de las
exhaciendas de la Curia). Las vicepresidencias solieron ser ocupadas por representantes de comunas (Manchacazo) y cooperativas (San Carlos, Vicente
Len) tambin aledaas a Planchaloma y partcipes del centro neurlgico.
Llama la atencin la ausencia de las comunidades ms altas (como San Bartolo, Quillusilln, o los Chisulchis); un dato a tener en cuenta que habr que
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11 Jos Mara y Daniel Iza eran socios fundadores de la cooperativa Cotopilal. Con la siguiente
generacin, y a travs de figuras tan emblemticas para la UNOCANC como Leonidas (presidente de la
CONAIE en 2000), Olmedo (director del Banco del Estado en 2003) y Dioselinda (presidenta del MICC
en 2009), se afianz una de las redes familiares de mayor influencia poltica en la organizacin. Los Velsque,
tambin de Cotopilal, han desempeado un rol estratgico en la historia de la federacin, desde el tiempo
de Luis Enrique Velsque, el cholo, hasta la notoria proyeccin de su hija Cecilia en la poltica provincial.
Ni qu decir sobre los Herrera, oriundos de Wintza, con la figura icono de don Manuel, viejo luchador
contra el gamonalismo (ver nota 119 del Captulo 3) y tambin presente en la nmina de fundadores de la
Cotopilal, y la de su hijo Jorge (presidente del MICC en 2006).
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Hasta aqu podemos extraer algunas conclusiones provisionales. La primera, que se puede establecer una relacin directa entre la afluencia espacialmente concentrada de recursos del aparato del desarrollo (en forma
de proyectos, insumos y capacitaciones) y la articulacin de unas lites
dirigentes, oriundas de esas comunidades y cooperativas ms agraciadas,
que se van a constituir en los grandes grupos familiares de control de la
OSG y en los mediadores entre las agencias forneas y el conjunto de las
organizaciones de base filiales. La segunda, que aunque parezca contradictorio, el establecimiento de unos vnculos de naturaleza subalterna de unas
comunidades (las de arriba) respecto al rol mediador de las dirigencias de la
UNOCANC, de quienes dependern para acceder a las regalas de los proyectos, lejos de debilitarla, fortaleci durante mucho tiempo la capacidad
de aglutinar la accin colectiva por parte de esos sectores dirigentes. Ello
fue as, al menos, mientras la nica posibilidad real de acceso a los recursos
de la cooperacin al desarrollo y/o del Estado dependi en exclusiva del rol
mediador de la UNOCANC. Ello implic, en tercer lugar, una relacin
directamente proporcional entre las etapas de mayor fortalecimiento de
la OSG y su capacidad para captar donantes(esto es, proyectos y ONG),
incrementando as su papel interlocutor y su poder y prestigio frente a sus
propias comunidades de base.
En las pginas que siguen quiero centrar la atencin precisamente en
estos dos fenmenos aparentemente contradictorios, pero compatibles en el
fondo: aquellas manifestaciones ms contundentes de la capacidad aglutinadora de la organizacin en pos de la defensa de intereses comunes a toda su
rea de influencia y, en el otro lado, la reiterada y cclica dependencia de dicha fortaleza del establecimiento de vnculos con instituciones de desarrollo
y de la capacidad, en definitiva, de atraer inversiones de todo tipo.
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de entrar a sembrar las semillas de su fe. La polica estaba presente, pues haba
sido advertida del asunto por los propios evanglicos aterrados, pero se inhibi
ante la aparicin de varios miles de personas (unas 3 000 segn los testimonios) y se limit a hacer de testigo del acuerdo suscrito entre las partes. Como
recordara Leonidas Iza veinte aos despus, el actuar de la UNOCANC no
vino determinado porque uno defienda el catolicismo ni la religin, sino porque siempre el tema es poltico y porque a la final puede maana causar divisin y la religin es muy fuerte para la divisin15. Se trat, en fin, de otra de las
demostraciones que fueron fijando en los imaginarios, propios y ajenos, la idea
de una organizacin joven, pero fuerte y cohesionada.
Con el paso de los aos, la afluencia de agentes externos y proyectos, as
como el aumento progresivo de las comunas y cooperativas de la UNOCANC, consolidaron una estructura burocrtico-administrativa cada vez
ms pesada y compleja. En torno al ao 2000, sta era tpicamente piramidal, aunque con visos de descentralizacin temtica a fin de hacer ms
operativa su misin de coordinar las actuaciones en materia de desarrollo a
ser implementadas sobre su territorio de influencia. La mxima autoridad
la constitua el Consejo General, que estaba conformado por tres personas
representantes de cada una de las organizaciones filiales y se reuna ordinariamente cada dos aos (y de manera extraordinaria cuando lo ameritara
la ocasin). Es remarcable el hecho de que la UNOCANC pudiera invitar
al Congreso a los denominados fraternos (instituciones, organizaciones y
particulares), en calidad de observadores con derecho a voz (UNOCANC,
1999: 33). La Asamblea General era el segundo poder dentro de la federacin: reunido mensualmente e integrado por dos delegados oficiales de
cada organizacin de base, era una segunda instancia de toma de decisiones.
El Consejo Directivo, tercer nivel de arriba hacia abajo en la estructura, se
compona de nueve miembros elegidos en el Congreso General y era, de
hecho, el principal ente ejecutor de la organizacin; una labor que desarrollaba a partir de seis secretaras temticas (organizacin y poltica, salud,
educacin, sustentabilidad econmica, secretara de la mujer y de la juventud). Ni que decir tiene que en el mantenimiento de semejante estructura
las agencias de desarrollo, pblicas y privadas, jugaron un rol decisivo, de15 Entrevista a Leonidas Iza en Quito (15/11/2006).
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Un elemento que sorprende en las tierras altas de Toacazo es el esfuerzo exitoso desplegado por las mujeres por autoconstituirse primero como
red de grupos articulada a la UNOCANC (pero con una notable autonoma interna) y, al final del camino, como OSG de pleno derecho aunque
hermanada y sin nimo de competencia con aqulla. En 1984 empez
la singladura, aunque de manera harto informal, el primer grupo en San
Ignacio, por iniciativa de 15 mujeres que comenzaron a organizarse para
hacerse respetar por los hombres en la familia y en la comunidad. La dirigencia central de la UNOCANC respald su voluntad, aunque inicialmente fueron cuestionadas con dureza por los maridos y por otras muchas
mujeres que vean con extraeza esas actitudes contestatarias y esas demandas de participacin real y activa en la vida social organizativa. Ms
adelante empezaron a formarse otros grupos en las diferentes comunidades
de base (hasta 12 entre 1984 y 1988, con un promedio de 35 a 50 personas
por grupo), intensificndose su protagonismo y su participacin activa en
la UNOCANC con voz y voto y con la posibilidad real de elegir y ser elegidas para ocupar cargos directivos en sus comunas de origen y en la propia
OSG. Finalmente, el crecimiento exponencial en el nmero de grupos y de
mujeres participantes, unido a los resquemores que su xito despertaba entre determinados sectores de la UNOCANC, preocupados ante un eventual opacamiento de la organizacin matriz, condujo a que se tramitara su
reconocimiento legal, el cual lleg a ser efectivo en 2006 con el nombre de
Organizacin de Mujeres Indgenas y Campesinas Sembrando Esperanzas
(OMICSE). Para entonces, la flamante OMICSE ya aglutinaba a 23 grupos de mujeres con un total de 1 043 socias activas (Viera, 2009: 26).
La historia de la organizacin de mujeres tiene un nombre propio, el de
Dioselinda Iza. Su trayectoria vital ha estado fuertemente ligada al devenir de
esa experiencia organizativa. Fue ella quien, junto a otras catorce compaeras
de San Ignacio, inici e impuls la constitucin de grupos de mujeres en el
territorio de la UNOCANC. Tras el ncleo pionero de San Ignacio, la iniciativa se extendi, primero por las comunas y cooperativas vecinas (Wintza,
Vicente Len), hasta llegar prcticamente a todos los rincones del rea de
influencia de la UNOCANC. Con no pocas reticencias por parte de los varones, que decan y exigan en el Congreso de la UNOCANC que hay que
cambiar a Dioselinda, porque las mujeres se estaban volviendo muy agresivas,
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que estn respondiendo, que ahora no quieren hacer caso a los hombres17,
Dioselinda Iza presidi la organizacin de los grupos entre su arranque en
1984 (casi al mismo tiempo que la UNOCANC) y 1988, para retomarla de
nuevo entre 1996 y su salida para presidir el MICC en 2009. Durante todo
ese tiempo, la organizacin de mujeres oper de facto como si de una OSG
independiente se tratase: estableci acuerdos de colaboracin con numerosas
ONG y, aunque la autorizacin final dependa de la dirigencia de la UNOCANC, el hecho es que la experiencia lleg a posicionarse como un icono en
materia de intervenciones con enfoque de gnero, uno de los grandes temas
estrella impulsados por el aparato del desarrollo de la dcada de 1990 en adelante18. Buena muestra de ello es la proliferacin de proyectos que pudieron
ser implementados a travs de los grupos de mujeres, y que van desde huertos
hortcolas hasta cuyeras, pasando por granjas agroecolgicas, fomento de los
derechos colectivos, de la mujer y de la niez y recuperacin de suelos, amn
de experiencias modestas de ahorro y crdito autogestionarias.
Fue la persistencia del maltrato cotidiano a las mujeres de mano de los varones de las comunidades lo que prendi en el espritu del primer ncleo organizado para combatirlo. Eran pocas, no ms de quince, pero bien decididas a
dar la batalla, porque las cosas tenan que cambiar, y no slo en relacin con
el mundo exterior y la explotacin del entorno indgeno-campesino por parte
de patrones y mayordomos
La primera actuacin que marc un antes y un despus en la visibilizacin de la voluntad de esas combativas fue al inicio de todo, mediada la d17 Entrevista a Dioselinda Iza en Planchaloma (16/10/2003).
18 Entrevistas a Dioselinda Iza en Planchaloma (16/10/2003 y 29/06/2004) y en Toacazo
(27/07/2008). Como seal en un trabajo anterior, se constata en algunas de las ONG ms importantes del Ecuador un inters por el enfoque de gnero a partir, ms o menos, de mediados de la dcada
de los noventa; inters que obedeca ms a los condicionamientos de las financieras extranjeras que a
un posicionamiento interno propio: las agencias de cooperacin internacional, cada vez menos generosas con las ONG locales y ms preocupadas por precisar el tipo de cooperacin de que se trataba,
impulsaron la adopcin en los proyectos de desarrollo de un pocas veces precisado enfoque de gnero.
Los resultados que arrojaban las evaluaciones externas, sin embargo, no acostumbraban a ser muy halageos: con frecuencia, el enfoque de gnero no pasa de ser un barniz con que se cubren los discursos
sobre el papel de proyectos de desarrollo de corte muy convencional y, en el mejor de los casos, suele
quedar en la organizacin de talleres de capacitacin, tanto para los tcnicos que implementan las intervenciones como para las supuestas beneficiarias de los mismos (Bretn, 2001: 50). Para un anlisis
exhaustivo de esta cuestin, ver Cuvi, Ferraro y Martnez (2000). En cualquier caso, esta coyuntura
favoreci extraordinariamente al fortalecimiento de los grupos de mujeres de la UNOCANC.
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cada de 1980, contra un bgamo que viva, literalmente, con dos mujeres a
quienes adems maltrataba psquica y fsicamente por igual. Un buen da,
el grupo de las quince le atraparon en el pramo, le bajaron a Planchaloma
y, ah mismo, le baaron en el ro y le ortigaron, a modo de escarnio pblico
y aviso a navegantes de que ya nada poda seguir igual Despus de ese
suceso, nada fue fcil para aquellas valientes mujeres: reprimendas de los
maridos (nosotros somos como San Jos y ustedes no pueden alzar la mano
contra San Jos), reproches de los mayores (por qu tienen que hacer eso si
nosotros somos hombres y las mujeres tienen que obedecer todo lo que dicen
los hombres?), incomprensin de no pocos compaeros de lucha. Pero la
semilla ya se haba sembrado y el proceso haba empezado a caminar19
Como coment antes, la notoriedad de los grupos de mujeres en su interlocucin con las agencias de desarrollo despert veladas reticencias entre algunos de los sectores dirigentes de la UNOCANC. Durante los dos mandatos
de Jos Chacha al frente de la organizacin (1998-2005), por ejemplo, y a
pesar de que en la retrica y los discursos la apuesta por el empoderamiento de las mujeres era exhibida como uno de los activos ms novedosos y
rescatables de la UNOCANC, lo cierto es que el xito de los grupos era
percibido con un cierto tinte de amenaza que se cerna sobre la unidad del
accionar de la OSG, o como una suerte de competencia interna por la
captacin de recursos20. Entre bambalinas son detectables, sin embargo, los
clsicos juegos de estira y afloja entre las lites dirigentes de la UNOCANC:
era como si la sombra de la familia Iza, al frente de la federacin hasta 1992,
se prolongara a travs del control de los grupos de mujeres, proyectndose
adems con xito en el escaparate de la cooperacin y amenazando tcitamente la recuperacin del vigor de una organizacin con solera que, como
veremos, acababa de atravesar por una crisis profunda (1992-96) en trminos de liderazgo y, sobre todo, de capacidad de captacin de recursos externos. Esa crisis tambin fue muy sentida entre los grupos de mujeres pues, de
19 Relato elaborado a partir de las entrevistas a Dioselinda Iza en Planchaloma (16/10/2003 y
29/06/2004).
20 Entrevista a Jos Chacha en Planchaloma (05/08/2003). Se trataba de una actitud latente,
de una cierta sensacin de inquietud ante el xito glamuroso de la organizacin de mujeres en un
contexto en el que, cada vez ms, la cooperacin convencional era menos generosa que antao con la
UNOCANC.
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medida en que tiene que ver con la realidad del mercado de trabajo, con
la crisis de las economas campesinas y con las limitaciones constatables en
todo el sistema de educacin bilinge en el Ecuador26. A eso aadira yo la
transformacin constatable en los imaginarios de la juventud de raigambre quichua, cada vez ms seducida por las posibilidades brindadas por la
movilidad hacia las ciudades y las aspiraciones acaso ilusorias de ascenso
social lejos ya de las comunidades. Esa transformacin de los imaginarios
colectivos ha conducido a amplios estratos de la juventud oriundos de
escenarios predominantemente indgenas y sobre este tema carecemos de
estudios concluyentes a un rechazo, a una huda de la indianidad y, tal
vez, a una convergencia de expectativas e imaginarios para con la juventud
autodefinida como mestiza (Bez y Bretn, 2007).
Cimentando la organizacin
Llama la atencin, como venimos argumentando, la recurrencia de apellidos y de personalidades al frente de la UNOCANC. De una manera u
otra, en primera fila o entre bambalinas, las familias Iza, Herrera y Velsque siempre ocuparon posiciones importantes a lo largo de todo el proceso
organizativo: bien al frente de la OSG27, de los grupos de mujeres, del
Colegio Chaquin, o del desempeo de cargos estratgicos en los controvertidos espacios de la poltica provincial o nacional. Hay que remarcar,
empero, que se trata de la generacin nacida en la dcada de 1960, de los
hijos e hijas de quienes enfrentaron la etapa liminar del rgimen de hacienda. Una vez obtenida la plena propiedad de los lotes de huasipungo, una
vez constituidas las primeras cooperativas, en el momento en que la balanza pareca inclinarse del lado campesino y que los ltimos terratenientes se
vean obligados a ir replegndose, fue cuando se dieron las circunstancias
26 Sobre esta cuestin apuntamos algunas ideas en Bretn y Del Olmo (1999). Ver tambin
Lizama (2010) y las reflexiones crticas de Martnez Novo (2011).
27 Directamente, en la figura de Leonidas Iza (1981-1992) o indirectamente, influyendo (en el
mejor sentido de la expresin) en la toma de decisiones de la Presidencia de turno, como en el caso
de Cecilia Velsque en el tiempo de Jos Chacha o de Dioselinda Iza en el ms reciente de Remigio
Sillo. Notas de campo extradas de conversaciones informales en Latacunga, Toacazo y Planchaloma
entre 2003 y 2010.
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32 Las otras cabinas se ubicaron en las casas campesinas de Saquisil, Pujil y Salcedo; en las sedes
de las organizaciones de Cusubamba y Mulalillo; y bajo el control de la Iglesia en Zumbahua.
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Ms all del tono triunfalista de la cita, lo cierto es que por all pasaron
como reporteros algunos de los jvenes avezados ya concienciados por el
trabajo de los alfabetizadores (de nuevo los Iza, Velsque y Herrera, entre
otros), aprendiendo a expresarse en pblico y a comunicar. De este modo,
se fue consolidando un espacio de encuentro a nivel provincial que facilit, a su vez, la articulacin de un discurso identitario y reivindicativo
supralocal. Lo sealaba explcitamente Manuel Herrera (hijo), uno de los
secretarios histricos de la UNOCANC:
La UNOCANC empez con la formacin de las ERPE, ramos dieciocho
personas las que asistamos, todas solteras, daban educacin a distancia a
travs de guas y folletos. Hubieron problemas con los hacendados y con la
gente porque nos acusaban de comunistas. Los hacendados se oponan al
trabajo de concientizacin que hacamos. Entre los dieciocho recorramos
todas las comunidades y slo as la gente comenz a luchar y a creer en
nosotros (cit. en Ramrez, 1995: 69).
Parte del xito de las ERPE radicaba en que transmitan informacin muy
til desde la perspectiva de la vida cotidiana de la audiencia para la que iba
dirigida. Si bien el objetivo ltimo era establecer vnculos de comunicacin entre las comunidades de base y las OSG en un momento clave en la
articulacin de stas, lo cierto es que las radiofnicas sirvieron, tambin,
para informar sobre los precios de los productos para evitar que los campesinos sean explotados por los intermediarios, denunciar las injusticias y
abusos que cometen las autoridades y polticos con engaos, servir como
un medio para enviar saludos y mensajes, y capacitar a los participantes
del programa (Sylva, 1991: 120)33. En este sentido, Tobar y Moncayo
advirtieron a finales de los ochenta de que el triunfo de la iniciativa, que de
alguna manera trataba de contrarrestar la penetracin ideolgica (de las
iglesias evanglicas), redundaba precisamente en que elaboraba programas
radiales propios del campesinado, orientados a la reactivacin y revalorizacin cultural. De ese modo, concluan, a pesar de que se transmite du33 Paola Sylva aada que, en las postrimeras del programa, encuestas aplicadas entre 161
indgenas de 17 comunidades pertenecientes a Toacazo y Saquisil mostraron que para casi un tercio
las cabinas prestan un importante servicio a travs de los comunicados, especialmente aqullos que
informan sobre la realizacin de asambleas (1991: 121).
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rante dos horas semanales, ha causado gran impacto entre los campesinos
de la zona, y es un primer paso para la concientizacin de la poblacin de
Cotopaxi en vistas a apropiarse de la informacin y comunicacin (1987:
56). Milton Corrales, de la comunidad de San Ignacio, rememoraba en
2007 aquellos tiempos de juventud, de concienciacin y de fortalecimiento organizativo con estas semblanzas:
Desde que aprend a conocer que la organizacin era importante, desde
temprana edad, yo tambin me integr a ese proceso, claro no solamente
era a apoyar, [sino] ir aprendiendo muchas cosas tambin, de lo que yo
recuerdo, cuando empezamos a estudiar por escuelas radiofnicas, gestionadas por la UNOCANC, por Olmedo [Iza] mismo, fue espacio para ir
abriendo conocimiento, para ir conociendo muchas cosas, no solamente
de la UNOCANC, sino ya de otras cosas ya a nivel nacional, provincial,
de ah que yo recuerdo que haba un grupo de jvenes que apoybamos en
el proceso de la UNOCANC []. Luego, gracias a la gestin de la UNOCANC mismo se gestion un espacio en Radio Latacunga por ejemplo,
tambin integrada a apoyar ah, como durante nueve a diez aos, [], eso
yo recuerdo que fue tambin otro espacio importante para ir concientizando a las comunidades, porque cuando yo acuerdo la UNOCANC estaba
conformada por cuatro comunidades noms, pero luego a la vez de la comunicacin fueron integrando, hasta que lleg a treinta comunidades organizadas, eso han sido los espacios. Hablemos de la comunicacin, eso fue
novedoso en su tiempo, cmo funcionaba la cabina de grabacin. Bueno,
el espacio de comunicacin era ya porque como haba espacio en la Radio
Latacunga, aqu haba un grupo de jvenes que armbamos el programa,
de media hora. En ese espacio haba jvenes interesados que tenan sus
novedades, de las comunidades, por ejemplo: se han hecho las reuniones,
se han hecho las mingas o cualquier otro tipo de trabajo, pues venan ac
a la sede de la UNOCANC, se organizaba el espacio para ir armando el
programa, no? y as bamos poniendo muchas novedades, no solamente
noticias, sino tambin otros espacios de cuentos, saludos, algn tipo de
historia de esas cosas, bamos armando, para el espacio de media hora, eso
permiti la comunicacin interna de la organizacin []. Yo creo que la
UNOCANC fue la primera gestora en conseguir ese espacio en radio, no?
De ah difundi tambin a nivel de la provincia Recuerdo que las siete
organizaciones de la provincia de Cotopaxi [tuvieron] su espacio en Radio
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Latacunga, se ha conocido que en todas esas organizaciones han concientizado, las organizaciones las comunidades, sirvi para la organizacin, para
fortalecer la organizacin, exactamente muchsimo, como, por ejemplo,
algn tipo de conflicto, yo recuerdo que el conflicto de tierras a travs de
la radio se comunicaba y la gente ah se concentraba, para poder apoyar a
cualquier tipo de problema34
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Los vientos neoliberales instalados en las polticas pblicas llevaron durante los aos ochenta a un rpido replegamiento del Estado como agente
impulsor de la modernizacin de las reas rurales, y a su sustitucin por
todo un elenco de agencias muchas de ellas privadas, ONG, que desempearon un papel clave (por no decir determinante) en la evolucin del
tejido organizativo indgeno-campesino38. Los testimonios que encabezan
ese acpite sealan la importancia del desembarco de tales instituciones
sobre el territorio de la UNOCANC, sobre todo en el sentido de su contribucin al apuntalamiento de sectores capacitados el semillero de lo
que en este trabajo denomino como la segunda generacin de intelectuales
orgnicos, ms que al impacto efectivo que los proyectos implementados
tuvieron sobre las economas campesinas (que tambin). Se seala en el
ltimo, no obstante, que una de las falencias de los proyectos es que no
36 Entrevista a Jos Chacha en Planchaloma (05/08/2003).
37 Entrevista a Cecilia Velsque en Latacunga (08/07/2008).
38 Ver Captulo 2, Hacia la etnificacin del desarrollo rural.
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Actividades
CESA
(1972-1992)
DRI TTP
(1982-1987)
CIESPAL
(1981-1990)
CROCHEVIA CEPP
(1987-1991)
SWISSAID
(primera mitad dcada 1990)
Trabajo con los grupos de mujeres. Cra de animales menores (borregos, pollos
y cuyes) y mejoras.
UNICEF-PROANDES
(1988-2002)
PROBONA
(1998-2005)
HEIFER
(1998-dcada del 2000)
CICDA
(finales aos 1990-2003)
PRODEPINE
(1998-2004)
FEDICE
(1998-2005)
TIERRA DE HOMBRES
(dcada del 2000)
FUNDACIN FUTURO
(2000-2003)
CLUB ROTARIO
(2000-2003)
INTERMN OXFAM
(1999-2005)
PRODECO
(2004-2008)
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No deja de sorprender que todo aconteciera en medio de un contexto general de emergencia y consolidacin del movimiento indgena a nivel nacional,
entre los grandes levantamientos de 1990 y 1994 y tras haber sido capaces,
en el caso de la UNOCANC, de movilizar incluso a sectores pueblerinos en
favor de la agenda reivindicativa, enarbolada por las organizaciones tnicas
en esa particular coyuntura histrica46. Ms all de ello, la crisis organizativa
del tramo central de la dcada de 1990 fue, en cierto sentido, motivada por
el propio aparato del desarrollo, en la medida en que haba establecido un
tipo de relaciones clientelares y de dependencia muy intenso con la OSG47.
Es una muestra fehaciente, en suma, de la fragilidad del andamiaje organizativo indgena de entonces, en trminos de autonoma y sostenibilidad,
al margen del mundo de la cooperacin. Los ocho aos de Jos Chacha al
frente de la UNOCANC (1998-2005) significaron, por su parte, un mejoramiento y una estabilizacin de la situacin, an sin alcanzar quizs los
niveles de la poca de Leonidas Iza48. En cualquier caso, la marea ascendente
45 Desde entonces afluyeron iniciativas como Apoyo al proyecto de manejo de bosques en Cerro
Azul (PROBONA) y el Proyecto de introduccin de alpacas y manejo de pramos (Heifer), que marcaron un nuevo rumbo en la orientacin dominante de las intervenciones en la zona.
46 Movilizacin no exenta de tensiones, como refleja el testimonio de Celso Campaa, expresidente de la Junta Parroquial: a raz de los paros que haba en la ciudad de Quito, cierto es que Planchaloma y todas las comunidades del occidente nos venan a imponer que tenamos que ir a la fuerza,
bajo amenaza, a los levantamientos. Como era de la Junta Parroquial, yo deca: est bien, pues tenemos
que participar, las conquistas son para todos, y es por esto que en los levantamientos Toacazo siempre
estaba adelante y con numerosos representantes, con ms de mil gentes fuimos a Quito a los levantamientos. Testimonio de Celso Campaa recogido por Andrs Guerrero en Toacazo (06/11/2003).
47 Entrevista a Fernando Larrea en Quito (23/10/2003). Cuando queramos fortalecer ms
la organizacin, empez la salida de las ONG, recordaba Cecilia Velsque (2008). La salida masiva
se debi tambin al propio modus operandi de las agencias: muchas de ellas estaban concluyendo sus
proyectos de cuatro o cinco aos de duracin que haban iniciado durante la segunda mitad de los
ochenta. Entrevista a Cecilia Velsque en Latacunga (08/07/2008).
48 Entrevista a Remigio Sillo en Toacazo (14/09/2006). Para Sillo, la Organizacin de Mujeres
se constituy entonces en el principal puntal de la UNOCANC. Tal vez haya que interpretar, en esa
clave, la generacin de ciertas fricciones entre una UNOCANC estabilizada, pero con un perfil ms
bajo que en sus primeras fases (en lo que a su capacidad de atraer insumos se refiere) y una Organizacin de Mujeres cada vez ms proyectada exitosamente al exterior y en proceso de convertirse en OSG
independiente y de pleno derecho.
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Acontecimientos
La Iglesia, a travs de CESA, entrega la tierra a los exhuasipungueros de la hacienda
Cotopilal e inicia la organizacin de sendas cooperativas.
La Cooperativa Cotopilal compra un tractor para trabajar sus tierras y alquila al resto de
las comunidades de la zona.
Comienza la utilizacin del crdito para la compra de abonos para el cultivo de la papa:
variedades Catalina, Semichola (Gabriela), Mara, etc., que van a sustituir paulatinamente
a las variedades tradicionales.
Para finales de esta dcada comienza la desaparicin de las variedades nativas de la papa:
Coneja blanca y negra, Limea (amarilla), Allcu chaqui (roja), Tusa (morada), Leona negra
y de otros tubrculos como la oca, melloco (blanco, morado), mashua, as como la quinua.
La UNOCANC comienza una fuerte presencia en la zona y atrae la atencin no solamente
de CESA sino de otras instituciones y principalmente del Estado, a travs del Proyecto
DRI-TTP.
Conflictos de los comuneros de Yanahurco Grande (pramos de Tusoal) y de Razuyacu
Chiguanto (franja de Tiliche) con los respectivos hacendados.
Se parcelan las tierras de Chilcapamba y Huagrahuasi, tierras de fcil acceso y con un
microclima apropiado para el desarrollo de los cultivos. Con ms fuerza se cultiva la papa
y el melloco. Asimismo, se intensifica la presencia de tractores, tanto propios como de
afuera.
Se acelera la introduccin de variedades de papa de alto rendimiento producidas por el
INIAP (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias) y validadas por CESA.
Sustitucin de las variedades tradicionales de cebada conocidas como Mara Juana por
otras como la Dorada cervecera, de mayores rendimientos y resistencia a la roya. Este
monocultivo tambin tiende a disminuir y aumenta el cultivo ndice de la zona, la papa.
Fuerte sequa en 1988, que se alarg por siete meses, lo que hizo que los campesinos
sacaran masivamente sus imgenes para rogar que el tiempo cambiase. En este ao se
inician procesos migratorios en la poblacin de la zona.
Desde los inicios de 1990 se sienten con fuerza los problemas de mercado de la papa
(precios bajos), intensificndose una migracin antes casi inexistente.
Comienza a disminuir la superficie destinada a la papa en favor de otros cultivos y pastos
artificiales (con poca agua) para ganado de leche.
Ya existen 37 tractores en la zona que tambin brindan servicio a parroquias aledaas.
Nuevos cultivos orientados al mercado como la zanahoria amarilla y la cebolla de rama,
con mayores resistencias a las condiciones medioambientales locales.
Desde 1998 estn presentes PROBONA, CESA, HEIFER y el Comit Forestal de la
UNOCANC para desarrollar una propuesta de desarrollo sostenible del bosque nativo,
sujeto a una fuerte deforestacin, as como de los pramos supervivientes a la expansin
de la frontera agrcola hacia arriba.
Llegada de nuevos proyectos que, como PRODEPINE, fundamentan su discurso en el
desarrollo con identidad o etnodesarrollo.
Participacin poltica de la UNOCANC en la vida nacional.
Fuente: Elaboracin propia a partir de UNOCANC (1999: 37) y mis notas de trabajo de campo.
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No solo proliferaron los grafitis racistas en las paredes del pueblo, sino que
tambin, como reaccin al xito de la organizacin indgena, se trat de armar
una plataforma similar en el Bajo la UNOBAJ (Unin de Organizaciones
del Bajo) que, con el pretexto de querer aglutinar los intereses de los campe51 Con anterioridad, Sillo haba ocupado la Tenencia Poltica merced a un acuerdo en virtud
del cual cada dos aos habra un relevo entre un teniente poltico de arriba (de la UNOCANC) y
otro de abajo (del pueblo). Testimonio de Remigio Sillo recogido por Andrs Guerrero en Toacazo
(04/10/2003).
52 Testimonio de Alcides Catota recogido por Andrs Guerrero en Toacazo (12/09/2003).
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sinos de las zonas bajas (blanco-mestizos por supuesto), fue en realidad concebida como una estrategia para cerrarle al paso a la UNOCANC. Aunque
la iniciativa no lleg a buen puerto y la nueva federacin ni siquiera lleg a
estar legalizada, lo interesante del caso es que quienes la impulsaron eran los
velasteguistas de antao, una vez ms enfrentados (aunque esta vez sin violencia ni histrionismos) a los representantes de la UNOCANC y sus aliados
en el pueblo (el cura prroco entre ellos). La falta de entendimiento entre la
UNOCANC y la UNOBAJ fue de tal calibre que ni siquiera pudieron llegar
a articular un plan de desarrollo parroquial (tan de boga en aquellos aos) para
el conjunto de Toacazo53. De nuevo estamos ante las fricciones que generaba el
ascenso del movimiento indgena entre quienes s sintieron que perdan su espacio con el desbaratamiento hasta sus ltimas consecuencias y la recurrente
presencia indgena en el pueblo y al frente de sus instituciones as era percibida del viejo sistema de administracin de poblaciones:
Cuando yo estuve en la escuela haba estos apellidos: vila, Lpez, Maldonado, Jaramillo, Quevedo, Paredes... Todos esos apellidos ahora ya no
existen, han emigrado. Quedan poqusimos, los ltimos descendientes de
esas familias, pero muy pocos. Todo el mundo vendi y se fue. Quines
compraron?: la gente de arriba, de lo que es la UNOCANC. Inclusive
el propietario de la gasolinera, la nica, es un compaero de Planchaloma, Francisco Herrera. Fueron comprando las casas, los terrenos que estn
dentro del casco. Cambi completamente la composicin de Toacazo centro. Quedan pocos descendientes, unos pocos Prez, unos cuantos Campaa, los viejos Maldonado porque los jvenes ya se fueron. Como dicen:
los blancos ya no hay[]. De los que se quedaron, unos dos o tres, son
choferes, tienen su carrito ah. Pero de los que se fueron, ni uno regres. La
tierra que tenan la vendieron y, como te dije, la gente que compr fue la
de arriba. Para ellos fue mejorar, de habitar a los 3 500 metros a habitar a
los 3 170 metros, y en tierra con agua...54
Entonces, toda la gente buena ya no hay aqu; usted por ejemplo, si usted
se pasa aqu el domingo usted se ha de topar, como nosotros decimos, con
53 Testimonios de Alcides Catota (12/09/2003), Bolvar Rubio (noviembre de 2003), Nelson
Purucaja (12/11/2003) y Osvaldo Prez (31/10/2003), recogidos por Andrs Guerrero en Toacazo.
54 Entrevista a Ramiro Vela en Toacazo (19/11/2003).
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gente de Pachakutik, nada ms, solamente gente del alto, que decimos
del cerro, toditos bajando, haciendo toditas casas, por todas partes, gente
natural de las colonias, de las cooperativas indgenas Gente bien ya no
hay, tal es as que ahora con este nuevo gobierno [el de Lucio Gutirrez]
que le apoy para el triunfo el Pachakutik y de aqu es el presidente de la
CONAIE, de aqu es del barrio de arriba, de Planchaloma, el Leonidas
Iza es el presidente de la COANAIE. Qu pasa aqu? Pues que ahora la
Tenencia Poltica es de un naturalito, la Junta Parroquial es de naturales,
indiecitos55.
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2 (zona mediaalta)
60 familias
13 ha/familia
Asentamientos
Cotopilal
Vicente Len
San Francisco
San Carlos
3 (zona media/
media-alta)
250 familias
3 ha/familia
Razuyacu
Chiguanto
Corazn de
Jess
San Ignacio
Wintza
Planchaloma
4 (zona media/
media-alta)
150 familias
10-15 ha/familia
San Bartolo
Moya Grande
Moya San
Agustn
5 (zona media/
media-alta)
160 familias
10-13 ha/familia
Manchacazo
Quillusilln
Chisulchi
Grande
Chisulchi
Chico
Yanahurquito
Quinte B.
Esperanza
Quinte San
Antonio
6 (zona media)
110 familias
Menos de 1 ha/
familia
Produccin
Importantes superficies de tierra
plana, buena parte de ella con
riego. Actividad agropecuaria
orientada al mercado: papa y
zanahoria, vacas de leche (4-5).
Cada familia tena en promedio
10 ovinos mejorados, chanchos
(4), gallinas (6), cuyes (20).
Tierras planas, arenosas y
con acceso limitado al riego.
Siembra de cebada y cebolla y
pastoreo de borregos. Animales:
25 borregos, vacas (1), cuyes
(15), gallinas (4).
Suelos buenos. Cultivos de
papa, haba, melloco, zanahoria,
cebolla de rama orientados al
mercado. Animales: 2 vacas de
leche (venta), 5 borregos, 15
cuyes, 3 chanchos, 5 conejos y
4 gallinas.
Produccin principal: papa para
el mercado, le seguan mellocos
y habas. Animales: 3 vacas de
leche (para venta), 20 borregos,
10 cuyes, 5 chanchos, 3 gallinas,
para ahorro y autoconsumo.
Sembraban con menor
intensidad papas, mellocos,
cebadas y chochos. Pocos
animales domsticos: toretes
(2), borregos (10), gallinas (3),
cuyes (8).
Cultivos de cebolla de rama
y zanahoria (venta), papa y
maz (autoconsumo). Animales
menores: cuyes (10), gallinas
(4), borregos (2), bovinos (1),
chanchos (1).
Observaciones
Cada organizacin tena
un tractor agrcola,
amn de los campesinos
particulares que posean el
suyo. Prestaban servicios
como tractoristas a las
comunidades altas.
Migraban principalmente
los jvenes para dedicarse
a pequeos negocios de
productos chatarra en la
ciudad de Quito y como
lustrabotas.
Migracin inferior al
10% de la poblacin, sin
embargo, la poblacin
joven (hombres y mujeres)
se empleaban en la
hacienda de Razuyacu y en
las floricultoras instaladas
en los alrededores del rea.
Los ingresos provenan de
la actividad agropecuaria.
Ingresos agropecuarios
insuficientes para las
economas domsticas.
Migracin intensa a
Latacunga, Saquisil y
Quito (cargadores, venta
informal de huevos).
Ingresos agrcolas
insuficientes. Migracin
masculina del orden del
60% a Quito, Ambato,
Latacunga y Baos
(construccin y jardinera).
Fuente: Elaboracin propia a partir de UNOCANC (1999: 37) y notas del trabajo de campo.
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Una de las paredes pintadas con tintes racistas aparecidas en las calles de Toacazo
en los primeros aos de la dcada de 2000.
Recapitulando
Durante las dcadas de los aos ochenta y noventa del siglo pasado, la
UNOCANC se constituy como una organizacin estratgicamente eficiente desde el punto de vista de los intereses colectivos de las comunas
y cooperativas indgeno-campesinas de Toacazo. Por un lado, facilit la
accin coordinada de los campesinos en su combate contra las rmoras
del rgimen de hacienda; por el otro, fue capaz con altibajos que determinaron sus ciclos de atraer cuantiosos recursos del aparato del desarrollo, convirtindose en una contraparte emblemtica para un nmero
58 Retomar el tema con mayor detenimiento ms adelante, Ver Captulo 6, Arriba y abajo,
liderazgos y recelos.
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Captulo 6
Experiencias de desarrollo
rural en la era neoliberal
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nal, como lo es la comuna, en la que se funde en una sola forma el sistema jurdico del Estado y la forma asociativa tradicional cuyos orgenes se
remontan a la poca incsica (ayllu) y la comuna espaola. Sin embargo,
en esta organizacin no est presente, como caracterstica propia de ella, la
forma de trabajo colectivo, y los ejemplos de esfuerzos asociativos que se
dan en el rea del proyecto, constituyen ms bien la excepcin que la regla
[]. La tierra recibida como resultado de la divisin de la gran propiedad
y afectacin por el IERAC, debi haberse trabajado de forma comunitaria
y constituir unidades de produccin de tamao relativamente grande, con
diversas caractersticas productivas y variadas condiciones ecolgicas dentro de la misma unidad. Sin embargo, la presin de los mismos campesinos
origin la entrega en forma individual de pequeas parcelas cuya produccin, en la gran mayora de los casos, slo alcanza para el autoconsumo, a
niveles de subsistencia [...]. Los suelos de menor calidad y potencialidad
productiva (generalmente pramos) se han dejado para la comuna; pero
una vez ms en su utilizacin predomina el carcter individual de la explotacin pecuaria []. Se aprecia que esta organizacin, casi natural, que es
la comuna, presenta una caracterstica de individualismo en los aspectos
productivos aunque aparezca como una comunidad estrechamente vinculada en los aspectos sociales y de presentacin de sus demandas. Opera
como un organismo de defensa frente a la existencia de fuerzas externas y
de preservacin de sus valores culturales (SEDRI, 1983: 73-74).
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8 Chimborazo fue la provincia donde ms repercusin tuvo el programa, pues all se redistribuyeron y/o se colabor con el IERAC en el reparto de 41 129 hectreas (el 73,39% del total). Una
superficie que proceda, bsicamente, de cuatro grandes propiedades eclesiales transferidas por Monseor Proao.
9 Ver Captulo 3, La cara campesinista de la Iglesia: Cotopilal.
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La central se ha impuesto un objetivo especfico que es el impulsar el movimiento campesino a travs de una progresiva tecnificacin de las organizaciones y la concientizacin de sus miembros a fin de que aqullas se constituyan en un poder efectivo que coadyuven al cambio social (CESA, 1974: 10).
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primera mitad de los aos ochenta. Frente a esta, siempre hubo una visin
de corte ms demcrata-cristiano, con un perfil tecnocrtico en su acepcin del desarrollo rural y que, no sin conflictos, termin desplazando a
los promotores y gestores escorados hacia la izquierda10. Se trataba, desde
luego, de una concepcin compatible con los parmetros de las polticas
neoliberales consolidadas a partir de entonces y que posibilit los cambios
mencionados en el operar de CESA a medida que los exiga el contexto
general en el que se desenvolva la economa del pas.
En consonancia con esta trayectoria, la primera etapa de la intervencin
de CESA en Toacazo privilegi el apoyo indiscriminado a la organizacin
campesina local: es la poca, tras la Reforma Agraria, de la presencia en las
tierras altas de Germn Len y de los alfabetizadores miristas, en pleno conflicto con los velasteguistas del pueblo y el patrn Tapia. Ms adelante, sin
embargo, y en concordancia con la propia evolucin del debate en el seno de
CESA, el proyecto adquiri un matiz ms tcnico a favor de la transferencia
tecnolgica y, acaso, de una va farmer de desarrollo capitalista.
La intervencin de CESA en
las tierras altas de Toacazo
Como mencion, las tierras no son suficiente, entonces se dio lugar a un
proceso de capacitacin, yo dira que producto de eso es la organizacin
que se dan los campesinos a travs de la capacitacin; aprendieron que si
no estaban organizados no podan defender sus derechos, que si no estaban
organizados no podan hacer valer su voz, que si no estaban organizados
no le podan decir nada al seor Tapia, que si no estaban organizados no
podan hablar al respetuoso cura que est de lder de la Iglesia, y esto estaba
inmerso en la capacitacin. Es decir, la asistencia tcnica tena por objeto
cmo se va a hacer para que tengan mejores variedades, mejores rendimientos; cmo captar agua para que las tierras tengan una posibilidad de
ser manejadas de mejor forma, con ms oportunidades de ocupacin porque el agua da origen a ms de un cultivo en el ao, asegura que no estemos
sujetos a las eventualidades de que el agua caiga del cielo cuando pueda
10 Entrevista a Miguel Gaibor en Quito (19/09/2003).
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y quiera, sino que se puede manejar el agua. Esto tambin necesita una
organizacin con ciertos elementos tcnicos que exigen conocimientos, es
cmo dira yo? ponerle contra la pared a una institucin como CESA
frente a los campesinos para poder ir manejando procesos de capacitacin,
de organizacin, de transferencia de tecnologa, que no se pueden hacer
tampoco si no hay crdito11.
Era una necesidad el organizarse, porque solo organizadamente podan enfrentarle al cura, al terrateniente. Ellos saban que estaban explotados, pero no
saban cmo dar la cara a los poderes establecidos CESA tena un discurso
en beneficio de los campesinos, pero a la final lo que estaba haciendo es retardando un proceso de cambio, tapando ciertos baches que eran responsabilidad
del Estado y que, como responsabilidad del Estado, tal vez desviaba la tensin
social real de los campesinos. Y en ese sentido los campesinos no tenan las
posibilidades, ni la plataforma de lucha para seguir adelante, porque CESA, de
una forma o de otra, sustitua ciertas demandas que los campesinos justamente
abanderaban para organizarse y dar ya una lucha al sistema12.
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Partiendo de ese punto, se planific la tercera y ltima fase del Proyecto incidiendo en la capacitacin (a travs de seminarios, jornadas y giras de observacin), el abordaje de nuevo de las posibles soluciones a las dificultades de
comercializacin de los pequeos campesinos de altura, el nfasis en culminar
todo el esfuerzo inversor en caminos y obras de infraestructura bsica, y los
apoyos orientados a elevar la productividad y el nivel de las retribuciones del
conjunto de las comunidades filiales de la UNOCANC20.
19 La penetracin de la tecnologa moderna fue devastadora para los suelos de pendiente alta o
moderada. La facilidad con la que los campesinos se adaptaron al empleo de energa mecnica contrast
con las dificultades que han tenido los programas de forestacin y reforestacin para avanzar y consolidarse, debido a la escasez de tierras y a la falta de tradicin sobre sistemas de produccin forestal y provisin
de productos forestales para construccin y uso domstico (Sylva, 1991: 88). Habr que esperar hasta
la segunda mitad de los noventa para que entre con una cierta fuerza el enfoque del manejo sostenible
(particularmente de pramos o de lo que quedaba de ellos) de la mano de ONG como Heifer.
20 Dados los problemas de la zona (mala calidad de la tierra, erosin, produccin y comercializacin
deficiente), el Proyecto planteaba los siguientes apoyos: gestin integral de los recursos naturales (desde
su conservacin forestacin, terrazas y dems, hasta la mecanizacin y la experimentacin/demostracin agrcolas); asesoramiento tcnico agropecuario (poniendo nfasis en la reactivacin de tecnologas
tradicionales y en el mejoramiento gentico de ovinos); as como apoyos a otras actividades productivas
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parte, constituan el grueso de los que migran a las ciudades para retornar el
fin de semana. Los jvenes sin tierra pero estudiados (bachilleres y algunos
universitarios) hijos sin duda de los beneficiarios de la zona media, aunque
sin patrimonio propio estaban fuertemente ligados a los sucesivos grupos dirigentes de la OSG. Finalmente, los lderes de la UNOCANC, interlocutores
frente al aparato del desarrollo, procedan de las comunidades y cooperativas
ms relacionadas con el centro de Planchaloma, o estaban vinculados por
relaciones de parentesco con alguna de las familias de estas cooperativas y
comunidades, acostumbrando a tener un nivel de instruccin relativamente
alto en relacin a la zona: entre sexto grado de escuela primaria y sexto curso
de colegio (1995: 83-85). Quiero incidir en estas reflexiones de Eguiguren
porque en la aceleracin de los procesos de diferenciacin entre las unidades productivas de las tierras altas de Toacazo, adems de la transferencia del
paquete tecnolgico de la revolucin verde, jug un papel fundamental el
acceso diferencial a la formacin: como consecuencia de la intervencin de las
agencias de cooperacin y de su inversin en talleres y seminarios de diversa
ndole, se fueron conformando en el rea diferentes tipos de campesinos en
funcin de su relacin con el saber de las capacitaciones.
Franklin Ramrez (1995) explicita, en esta lnea argumental, de qu
manera esa jerarqua en el acceso a esos saberes se corresponde con la consolidacin de una peculiar estructura del poder en la OSG. En la cspide
estaran los campesinos altamente capacitados, aqullos que iniciaron su
experiencia educativa en los centros de alfabetizacin, en las ERPE, y que
luego pasaron a ser dirigentes sea en la UNOCANC o en sus respectivas
comunidades: desde ah se fueron relacionando con otras instituciones
que les brindaron nuevas oportunidades de capacitacin. Por debajo encontramos a aquellos individuos medianamente formados: los que trabajaron al amparo del aparato del desarrollo, esto es, desde las mujeres que
fueron, poco a poco, organizndose, hasta quienes asistieron de manera
aislada y ms o menos discontinua a las diferentes capacitaciones tcnicas
ensayadas en la zona. Por ltimo, los campesinos que nunca asistieron a los
talleres formativos, mayoritariamente adultos y viejos sin relacin con las
agencias de intervencin, estaban literalmente imposibilitados para ocupar
cargos directivos (Ramrez, 1995: 73-74). La concentracin de las capacitaciones coadyuv, pues, concentracin del poder:
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La articulacin exitosa de un modelo farmer de desarrollo rural cuyos protagonistas tuvieron acceso privilegiado a las capacitaciones de todo tipo
en cualquier caso, capacitaciones que les facilitaron su adaptacin a las
reglas del juego de su creciente mercantilizacin en un contexto general
de corte neoliberal y que tuvo su corolario en la consolidacin de una
plataforma organizativa (la UNOCANC) sobre la que directa o indirectamente siempre ejercieron el control, se plasma espacialmente en los Mapas
6.2, 6.3 y 6.4. Es destacable, en primer lugar, de qu manera esas redes
privilegiadas de unidades familiares capitalizadas van a constituirse, bsicamente, sobre las tierras de las antiguas haciendas Razuyacu-Cotopilal
y San Carlos, justamente aqullas que concentraban mayor porcentaje de
suelos con menores limitaciones para las actividades agropecuarias (Mapa
6.2). Obsrvese tambin la coincidencia con los sectores del territorio ms
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Mapa 6.2
Calidad agrcola de los suelos de las tierras altas de Toacazo tomando como base la ubicacin aproximada
de las antiguas haciendas
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Mapa 6.3
Distribucin altitudinal de los asentamientos de la zona de Toacazo (2000)
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Mapa 6.4
Mapa de pendientes de las tierras de Toacazo
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y una parte de San Carlos) se pronunci explcitamente a favor de Gutirrez (participando, en algunos casos, en marchas de adhesin al rgimen
y todo) y, por ello, implcitamente opuestos a la UNOCANC, alineada
con la postura oficial de la CONAIE y Pachakutik. Ello responda, naturalmente, al afloramiento de conflictos y agravios que hunden sus races
muy atrs en el tiempo. En efecto, cabe pensar que, ante el debilitamiento
de las estructuras de poder hegemnicas en la UNOCANC, los de arriba
aprovecharan la brecha abierta e intentaran maximizar las escasas (pero
novedosas) posibilidades que la nueva coyuntura les brindaba. El Gobierno nacional jug sus cartas con mucha inteligencia, nombrando como teniente poltico de Toacazo a Gonzalo Ugsha, de la comuna Quillusilln, y
contribuyendo eficazmente a fragmentar el poder parroquial de la UNOCANC, bajo cuyo control estaba entonces la Junta Parroquial35.
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programados de las intervenciones; del cmulo de consecuencias no previstas ni anticipadas que han surgido de la implementacin de todo tipo
de proyectos de desarrollo:
En el momento en que una intervencin es ejecutada, la interaccin que
tiene lugar entre los actores externos y sus anfitriones, la modifica sustancialmente en relacin a su formulacin inicial. Es decir que al ser llevadas a
la prctica, muchas de las acciones del proyecto son remodeladas, o acondicionadas por los diferentes actores que interactan durante el proceso de
intervencin (2002: 111).
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entendida44. Junto a CESA, de manera yuxtapuesta durante un buen tiempo, otras ONG ensayaron formas alternativas menos individualistas de
colaborar con las comunas y cooperativas de la UNOCANC. El ejemplo
del CEPP (Centro de Educacin y Promocin Popular) ofrece una experiencia muy interesante para reflexionar justamente sobre la recurrente
incapacidad para calibrar algunos de los efectos de las intervenciones sobre
el terreno, as como para advertir de qu manera la incomprensin de la
lgica profunda de los actores sociales o la mirada desde visiones ms
o menos estereotipadas de la cultura andina pueden conducir a determinadas actuaciones por andariveles inimaginables a la hora del diseo
preliminar del proyecto.
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En esta lnea, y dentro del Proyecto Cotopaxi, el CEPP puso en funcionamiento, de manera consecutiva y complementaria, siembras intercomunales
de papas (1987-1989) y un novedoso programa de randimbo (1988-1990).
La finalidad era multiplicar las semillas para su germinacin en silos y su
posterior utilizacin en los cultivos comunitarios. A travs del mejoramiento
tcnico de la produccin se pretenda optimizar la posicin de los productores en el mercado y, cmo no, elevar as sus condiciones de vida. Asimismo,
se buscaba el fortalecimiento de la UNOCANC, logrando mayores cuotas
de poder para los campesinos. Se trataba de entregar semillas, fertilizantes y
asistencia tcnica a las comunas, cooperativas y familias: estas ltimas, por
su parte, deban aportar con tierra, fuerza de trabajo y yuntas o alquiler de
tractor para preparar el terreno. El vnculo entre la OSG y los hogares estaba
mediatizado por cada una de las organizaciones de base implicadas, pues
eran stas las instancias que deban seleccionar a las unidades de produccin
participantes y vigilar el cumplimiento de las normas establecidas. Tras la
cosecha, la produccin final se divida entre un 55-60% para los productores
y un 40-45% para el programa agrcola de la UNOCANC, a fin de que sta
utilizase su parte en el siguiente ciclo agrcola y/o vendiera los excedentes (en
caso de haberlos) en el mercado. De alguna manera, este accionar era perfectamente compatible con los procesos que ya se estaban dando en las tierras
altas de Toacazo a instancias de la intervencin de CESA, en la medida en
que se entenda poda ayudar a mejorar la insercin de las explotaciones
campesinas en el mercado, al garantizarles una lnea de crdito permanente y
la asistencia tcnica necesaria para optimizar su produccin:
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tiva temporal de amplio espectro la que nos puede ayudar a tener claves
interpretativas del, a simple y etnocntrica vista, desconcertante comportamiento campesino49.
Recapitulando
En los ltimos veinte aos, son numerosas las voces que han llamado la
atencin sobre las implicaciones de la globalizacin en el mundo rural.
Implicaciones que tienen que ver con la misma redefinicin de la nocin
de ruralidad y, naturalmente, con los desafos que suponen y las sinergias
que desatan en procesos como los de Amrica Latina en el seno de una
agricultura familiar sometida a un alargamiento sin precedentes de su hinterland. Para el caso ecuatoriano, Luciano Martnez ha sealado cmo las
economas campesinas han dejado de ser parte de una sociedad eminentemente local para pasar a pertenecer a un espacio ms amplio que pertenece
a la dimensin mezo o regional y se encuentra en proceso de vincularse con
la dimensin ms macro o global. Es ah donde se puede hablar de glocalidad, pues el nivel local ya no es autosuficiente, en tanto inserto en
una dinmica ms larga, ms amplia, determinada por dinmicas externas que ejercen una situacin de dominacin estructural sobre la primera
(Martnez Valle, 2004: 3). En realidad, ese proceso de glocalizacin viene
de lejos, y en su conformacin ha jugado un rol protagnico el aparato
del desarrollo desde las financieras multilaterales hasta las ONG y las
agencias ministeriales estatales por la tenacidad de sus intervenciones en
pos de la modernizacin capitalista y la adecuacin de los campesinos a los
parmetros de las economas hoy llamadas emergentes: si en los sesenta y
49 Tal como muy bien conclua Amparo Eguiguren tras su brillante anlisis de la experiencia del
CEPP, Si un proyecto de desarrollo no tiene los resultados econmicos esperados por la agencia de
desarrollo, cabe preguntarse si se puede atribuir como causa para ello la existencia de una racionalidad
distinta que privilegia la redistribucin de recursos antes que la acumulacin de capital [...]. Las prcticas y evaluaciones campesinas en los proyectos de desarrollo no son repeticiones inalteradas de prcticas ancestrales o resultados de sistemas simblicos andinos previos a la conquista espaola. Tampoco
sus prcticas y sus construcciones de sentidos son modelos de pensamiento y accin impuestos por las
agencias o por el modelo occidental de desarrollo [...]. El desarrollo en s mismo (sus significados y
sus prcticas) es construido en la interaccin y negociacin entre campesinos, agencias de desarrollo,
financieras, entidades estatales, etc. (1995: 138).
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Eplogo
Quiero terminar este relato con unas breves consideraciones, desde el mirador del inicio de la segunda dcada del siglo XXI, sobre el horizonte de
las relaciones del movimiento indgena ecuatoriano con los poderes pblicos en un escenario novedoso caracterizado, entre otros elementos, por
el fortalecimiento del Estado y el incremento de su presencia en el medio
rural indgeno-campesino. Hasta qu punto y en qu medida esta circunstancia extraordinaria, ciertamente, en relacin con lo habitual desde la
dcada de 1980 marca o no un cambio de poca es materia que queda
fuera del alcance y los objetivos de estas pginas. S me interesa remarcar,
sin embargo, que las condiciones en que llegaron a ese punto las organizaciones tnicas en todos sus niveles y el de la UNOCANC es un buen
ejemplo son producto de la convergencia de un conjunto de procesos en
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Eplogo
mucho tiempo atrs, que los oropeles del poder y la capacidad de gestionar
recursos desde las diferentes instancias de la administracin (Estado, prefecturas, municipios) la enmascaraban, y que en la lgica del modelo cultural del
neoliberalismo se pueden encontrar algunas de sus claves explicativas2.
Uno de los logros ms remarcables de las plataformas tnicas ecuatorianas ha sido, sin duda, el reconocimiento constitucional de todo un paquete
de demandas histricas que han situado a las dos ltimas cartas magnas la
de 1998 y la de 2008 a la vanguardia latinoamericana en lo que a derechos de pueblos y nacionalidades indgenas y afrodescendientes se refiere3.
De alguna manera, tales reconocimientos apuntalan una suerte de punto
de inflexin, en el sentido de que condensan parte importante de los frutos
acumulados en dos dcadas de demandas y luchas articuladas alrededor
del movimiento indgena al tiempo que, paradjicamente, se ubican en el
inicio de una nueva coyuntura marcada por la crisis de representatividad
de muchas de las organizaciones tnicas con la CONAIE a la cabeza tal
como las habamos conocido en el pasado ms reciente. Ms all de las
dificultades de la CONAIE para movilizar a sus bases desde 2004, que
tambin las tuvo, el hecho de que el presidente Rafael Correa haya podido
acabar con la autonoma de entidades estatales como el Consejo de Nacionalidades y Pueblos del Ecuador (CODENPE) o la Direccin Nacional
de Educacin Intercultural Bilinge (DINEIB), dos de las institucionesicono percibidas como conquistas y controladas desde su creacin por
las organizaciones indgenas, es otra manifestacin de la profundidad de
esta crisis (Martnez Novo, 2009: 177)4. El reconocimiento constitucio2 Me remito a lo expresado en el Captulo 2, Reflexiones sobre el marco cronolgico de este trabajo.
3 Cf. Bretn (2001: 237); Andolina, Laurie y Radcliffe (2009: 242-244); Escobar (2010: 47-48);
entre otros. Cosa distinta es, naturalmente, el incumplimiento de no pocos preceptos constitucionales,
su no traduccin en legislacin secundaria que los haga operativos o la adopcin de medidas que los
contradicen directamente. Ver Martnez Abarca (2011: 113-119).
4 La DINEIB fue creada en 1988 y, hasta hace poco tiempo, estuvo bajo el control de la CONAIE.
En febrero de 2009, el presidente Correa decidi colocarla bajo la autoridad del Gobierno, recortando
as la autonoma del movimiento indgena en temas educativos. El CODENPE, por su parte, naci en
diciembre de 1998, en respuesta a los cambios constitucionales que establecan la obligacin del Estado
de permitir la participacin de los pueblos y nacionalidades en la planificacin, priorizacin de acciones
y toma de decisiones. Funcion las ms de las veces como una especie de virtual ministerio de asuntos
tnicos, en la medida en que era la instancia formalmente encargada de coordinar las intervenciones en
materia de desarrollo en el medio indgena. El vaciamiento de su capacidad coordinadora (va constreimiento presupuestario) durante el mandato de Correa es notorio.
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nal de derechos, por otra parte, bien puede entenderse desde la lgica del
mencionado multiculturalismo neoliberal (sobre todo en lo que atae a
la Constitucin de 1998), si bien se constata en el pas el desplegamiento
de un gran esfuerzo de 2007 en adelante por materializar un rearme del
Estado en toda regla, confirindole un rol protagnico en lo que a la planificacin nacional del desarrollo se refiere5. Ni que decir tiene que ello se
ha traducido tambin en una mayor presencia de los poderes pblicos en el
medio rural, tras dcadas de ausencia y de externalizacin de las intervenciones en manos de ONG y financieras multilaterales. El detallado examen
de Luis Alberto Tuaza (2011c) sobre la plasmacin de estas directrices en
la provincia de Chimborazo, pone de manifiesto de qu manera ese retorno del Estado a las reas rurales de marcado predominio indgena se ha
concretado en programas de un impacto social nada desdeable en rubros
como el apoyo a la construccin de viviendas; la consolidacin de un bono
de desarrollo humano dirigido a paliar situaciones de recurrente pobreza;
los repartos de canastas de alimentos, semillas e insumos agrcolas entre
las unidades campesinas; la apertura de lneas de microcrdito en la banca
pblica; el apoyo en los procesos de tramitacin de ttulos de propiedad
de fincas y parcelas (requisito indispensable para poder acceder al crdito,
por ejemplo); as como una mayor inversin en tems muy sensibles en
ese entorno como la educacin y la sanidad. A pesar de la observacin de
que no se benefician slo los estratos poblacionales ms necesitados, Tuaza
constata la valoracin positiva que de estas iniciativas tiene una parte importante de las bases indgenas y de los cabildos comunitarios, al tiempo
que advierte sobre las peculiaridades que va adquiriendo el nuevo sistema
generado a tenor de la intervencin estatal:
[] las polticas de Gobierno son consideradas como las ddivas que vienen de lo alto, por lo que los beneficiarios estn en la obligacin de demostrarle la gratitud y lealtad []. En esta situacin de intercambio de
5 Ah queda la sustitucin del Consejo Nacional de Modernizacin del Estado (CONAM),
espacio de diseo de la agenda de privatizacin, desconcentracin y reingeniera de las instituciones
estatales en el perodo neoliberal previo, por la Secretara Nacional de Planificacin y Desarrollo del
Estado (SENPLADES), nuevo organismo rector y coordinador de las polticas pblicas que marca la
intencin gubernamental de abandonar la visin del Estado minimalista para relanzarlo como activo
agente econmico y social (Ramrez y Minteguiaga, 2007: 91).
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ello, pudo mantener una relacin muy intensa con los indgenas que bajaban el da de la feria al mercado, pues era all donde llegaban a tomarse
un traguito. Hombre comprometido con la justicia social y las demandas
campesinas, el cantinero estableci vnculos muy slidos con las gentes de
las tierras altas, yendo y participando en las reuniones clandestinas que,
ya en aquel tiempo, se organizaban en distintos enclaves dentro y fuera
de las haciendas. Hasta tal punto era as, que estuvo muy relacionado con
Modesto Rivera, el dirigente de la FEI que apoy a finales de los cuarenta
las reivindicaciones de los huasipungueros de Cotopilal frente a los abusos
sistemticos del arrendatario de la hacienda, Jos Antonio Tapia Vargas.
Tan tenso era el clima, segn l, que los mestizos de Toacazo le llamaban
el indio colorado: le tildaban de traidor, de comunista, de apoyar a los
indios; le espetaban que si l mismo se haba vuelto indio Muchos aos
despus, esa relacin histrica de su padre con las comunidades de arriba le
facilit las cosas al propio Gualberto cuando, siendo el hijo mayor del antiguo cantinero, empez a entrar en Cotopilal en calidad de alfabetizador
durante la primera mitad de los setenta.
En Manchacazo, cerca de los pajonales que estuvieron en litigio, al menos, desde mediado el siglo XVIII hasta los tiempos del gamonal Tapia
Vargas, me llev una sorpresa monumental durante un recorrido de reconocimiento del terreno para tratar de ubicar los lindes de las antiguas
haciendas. Caminando por el centro de la comunidad, me fij en la fachada blanca y en la puerta azul de la iglesita: una combinacin de colores
simptica que, dentro de la enorme modestia del templo, me pareci bonita
y armoniosa. Un joven que estaba en la plaza trabajando en una minga
para reparar el piso, se acerc para preguntar si quera ver una imagen que
guarda la iglesia. Al decir que s, se fue a buscar al sacristn, un viejito muy
agradable que abri el templo y me mostr la talla. Me confirm que esa
era la comuna con personera jurdica ms antigua de la zona dijo que l
haba participado en el proceso de legalizacin que, si mis datos no fallan,
culmin en 1945; me cont que en Manchacazo hay dos priostes cada ao
(muestra inequvoca, pens yo, de que se trata de una comunidad de viejo
cuo, tal vez de indios libres); y, preguntado sobre a quin representaba la
talla (una especie de santo totalmente rebozado con las cintas que los priostes depositan sobre sus hombros ao tras ao), contest que a San Ignacio
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Enterados los parroquianos de Toacazo, y tras deliberar el asunto, decidieron subir a Pilacumbi a buscar a San Antonio para trasladarlo al mero
pueblo, puesto que ah (Pilacumbi) es poquitas gentes y ac es el centro de
Toacazo. Dicho y hecho, cargaron al Santo y lo bajaron a Toacazo. Pero
San Antonio no se enseaba y, cuando nadie se daba cuenta, regresaba en
la noche a la capilla de Pilacumbi. Dos veces se intent repetir sin xito el
traslado, hasta que, tras la tercera, San Antonio decidi quedarse definitivamente en el pueblo. Esa es la razn por la que, en verdad, Pilacumbi es,
ms que un barrio o una antigua parcialidad, el genuino centro neurlgico
de Toacazo10.
La ancdota vital del indio colorado, del cantinero que, ubicado del lado
blanco-mestizo de la clasificacin binaria, estableca engarces entre los de
arriba y los militantes urbanos de la FEI que apoyaban y asesoraban a las
incipientes organizaciones campesinas que cristalizaran en el interior de
las haciendas, nos ubica ante la complejidad de las relaciones existentes
entre el centro parroquial y las familias precaristas sometidas al poder de
los terratenientes y a los mecanismos de explotacin de pueblerinos e intermediarios de todo tipo durante la fase terminal del rgimen gamonal. Nos
invita, en primer lugar, a no perder de perspectiva la indispensabilidad de
tomar en consideracin, en escenarios andinos como los de la parroquia
de Toacazo, la centralidad del ncleo poblado el pueblo para entender las dinmicas sociales en todas sus ramificaciones. Vuelve a remitirnos,
adems, a la necesidad de repensar cmo se establecieron los vnculos que
posibilitaron que la actitud militante, terca y solidaria de los cuadros y
activistas de la FEI sembrara algunas de las semillas ms frtiles de lo que,
poco tiempo despus, florecera como una intelectualidad orgnica de los
subalternos en toda regla.
La huella en forma de santo patrn comunitario de la presencia de los
jesuitas del XVIII en pleno siglo XXI, por su parte, incide sobre el imperativo de no perder nunca de vista la perspectiva de la larga duracin en el
escudriamiento de estas hondas quebradas que surcan la historia de los
Andes. Sugiere volver de nuevo sobre las alianzas simblicas de los indios
10 Relato elaborado a partir del testimonio de Mariana Vela en Pilacumbi (13/07/2010).
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En una tarde oscura y fra, los campesinos de San Carlos comparecen ante
una autoridad blanco-mestiza para exponerle su punto de vista sobre el
largo conflicto que los enfrenta con sus vecinos de Cotopilal. Asisten como
quince hombres y cinco o seis mujeres acompaadas por algunos nios
(pocos) y alguna beb. La exposicin de los motivos sigue una pauta muy
ritualizada y bien ordenada. Primero hablan los hombres, siguiendo estrictamente el orden que marca la jerarqua de la edad, y despliegan todo un
memorial de agravios ante su interlocutor, que escucha con paciencia e inters en cumplimiento de sus atribuciones como autoridad todo el relato
de los hechos. Al final intervienen dos mujeres, para rematar y apostillar el
argumentario ya desgranado por los maridos.
El punto nodal del pleito es que las fuentes de agua que abastecen tanto
a unos como a otros estn situadas en las partes altas del pramo de Cotopilal. Ya los patrones de las respectivas haciendas negociaron en su da los
derechos de cada fundo al acceso al agua y, con base en ese ordenamiento,
los de Cotopilal tienen la obligacin de respetar tal concesin de aguas,
permitiendo a los de San Carlos el acceso a las tomas y a los tramos superiores de las acequias que les abastecen, a fin y efecto de llevar a cabo las
limpias y el mantenimiento necesario para que los sistemas funcionen adecuadamente, no se colmaten y garanticen la llegada del lquido elemento a
su destino final. El problema, argumentan los campesinos de San Carlos,
es el reiterado irrespeto de las gentes de Cotopilal a ese derecho consuetudinario, sancionado por los patrones. Irrespeto que se ha plasmado en la
construccin de obras en las vertientes de los pramos de Cotopilal que
afectan al caudal de la dotacin de agua de la acequia que beneficia a San
Carlos y al impedimento, so amenaza de usar la fuerza fsica, a que los
presuntos perjudicados puedan incluso acceder a los alrededores de los manantiales para verificar el estado real de las infraestructuras hidrulicas.
En aplicacin del derecho de la costumbre, representantes de San Carlos y
de Cotopilal llegaron en su da a un acuerdo de buenas intenciones que, a
decir de los comparecientes, stos no cumplieron jams. Ante tal situacin,
presentan sus argumentos ante la autoridad en espera de que sta pueda,
con su buen criterio, iluminar el camino sobre lo que es posible y aconsejable hacer en el futuro.
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La falta de respeto al orden establecido, al orden que da coherencia al mundo y que no es otro que el instituido en el universo hacendatario y sancionado por la costumbre, es el caballo de batalla argumental de este pleito
entre comunidades vecinas. Ante la falta de voluntad de unos por cumplir
con lo pactado y el sentimiento de agravio y de indefensin que eso parece
generar en los otros, se busca la figura mediadora de una autoridad blancomestiza que pueda escuchar y orientar, que haga audibles las demandas
y ayude, en suma, a canalizarlas en el lenguaje y los procedimientos propios del tipo de actuaciones polticamente correctas y encuadradas en los
procedimientos del Estado. El desarrollo del ritual, del memorial de agravios, nos emplaza frente a las estampas de los antiguos caciques y curacas
del final de la Colonia compareciendo ante el Protector de los Naturales
en busca de una mediacin que abogue por sus demandas. Siempre con
el debido respeto, reproduciendo de manera naturalizada los patrones de
intermediacin que se hunden en los siglos de dominacin colonial, los
campesinos de San Carlos escudrian una va de solucin de su problema
a partir de esos habitus destilados, como seal en el primer captulo, en el
magma de los siglos de opresin hacendataria. A sealar tambin que no
se trata de un pleito entre comuneros y terratenientes, sino de un conflicto
entre vecinos todos indgeno-campesinos motivado por la lucha por el
control de un recurso tan estratgico y escaso como el agua en las castigadas tierras altas de Cotopaxi.
Lo sorprendente a los ojos del observador no es ni la exquisita ritualidad
ni el peso discursivo del respeto del irrespeto en relacin a la demanda y
del respeto con relacin a la gestualidad y las formas de dirigirse a la autoridad, sino el hecho de que el relato no recrea la descripcin de un pleito
extrado de los fondos de la Real Audiencia de Quito, sino que se nutre de
la observacin, en vivo y en directo, de una solicitud de mediacin realizada
a finales del verano del ao 2011, en plena Revolucin Ciudadana. Atae adems a dos de las cooperativas conformadoras del ncleo duro de la
UNOCANC. Por si fuera poco, y a pesar de la tempestad tnica de las dcadas precedentes, la demanda de justicia sigue amparndose moralmente
en el orden hacendatario para fundamentar derechos adquiridos y sustentar
el peso de la costumbre de los moradores del lugar a la hora de hacer valer
esos derechos. Adems de volver a insistir sobre la conformacin de valores
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menos y cada vez son ms los usuarios potenciales que demandan su acceso
al mismo. Un desafo el del control y acceso a los recursos estratgicos que,
como en su da fue la lucha por la tierra, puede contribuir a aglutinar de
nuevo a los actores subalternos alrededor de una serie de intereses comunes o bien puede socavar la representatividad y la capacidad de vehicular
la accin colectiva de plataformas reivindicativas que, como nos ensea el
ejemplo de la UNOCANC, necesariamente tendrn que ser reinventadas
para adecuarse a la nueva coyuntura por la que camina el Ecuador ya en
esta segunda dcada del siglo XXI.
En el trnsito de un sistema de administracin de poblaciones a otro,
entre el desbordamiento del viejo orden gamonal republicano y el encuadramiento en odres nuevos de los subalternos racializados de antao, el
aparato del desarrollo y su instrumento ms sofisticado el proyectismo
jugaron un papel fundamental. El desplegamiento de intervenciones como
la que hemos podido examinar en Toacazo estableci un nuevo campo de
juego para las organizaciones emanadas de la ruina del latifundismo: un
campo en el que, ciertamente, los actores participantes se posicionaron
desde su experiencia histrica acumulada sus habitus y en el que, a modo
de lluvia fina, se condicion y model, en una articulacin de relaciones
dialcticas sumamente compleja, el reacomodo de unos y otros a una realidad nueva, nuevamente desigual, en la que los espacios de representacin
ganados, la audibilidad de las demandas de reconocimiento y la consolidacin de nuevas (o no tan nuevas?) elites indgeno-campesinas sellaron
el crculo de debilidades, limitaciones, grandezas y utopas que aflor en el
amanecer tras la tormenta.
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Referencias bibliogrficas
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Archivos consultados:
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ACESA:
ACU:
AGC:
ANH:
DINAC:
DNC:
MAG:
RPL:
TPT:
Acrnimos y abreviaturas:
BM:
Banco Mundial
CEPP:
CESA:
CICDA:
CIDA:
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CODENPE:
CONAICE:
CONAIE:
CONAM:
CONFENIAE:
DINEIB:
DRI:
ECLOF:
ECUARUNARI:
ERPE:
FEDICE:
FEINE:
FENOCIN:
FEPP:
FODERUMA:
IERAC:
MICC:
OMICSE
ONG:
Organizacin No Gubernamental
OPG:
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PROBONA:
PRODECO:
PRODEPINE:
PROLOCAL:
SEDRI:
SENPLADES:
SIISE:
TTP:
Proyecto Tanicuch-Toacazo-Pastocalle
UNOBAJ:
UNOCANC:
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Diagramas
Diagrama 1.1
Esquema de las diferentes formas de extraccin de renta
en una hacienda-tipo de los Andes del Ecuador a
inicios de la dcada de 1960 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Diagrama 1.2
Representacin de la microverticalidad propia de las
haciendas norandinas en las vsperas de la Reforma Agraria . . . . . . . . . .
Diagrama 1.3
Jerarqua de mando ideal en una hacienda-tipo de
los Andes del Ecuador a inicios de la dcada de 1960 . . . . . . . . . . . . . .
Diagrama 2.1
Las complejas relaciones entre las ONG de
desarrollo y las OSG indgenas beneficiarias de
proyectos en el medio rural . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
41
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61
109
Mapas
Mapa 2.1
Toacazo en su contexto parroquial inmediato . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
Mapa 2.2
Distribucin espacial de las organizaciones
de la UNOCANC (2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Mapa 3.1
Lindes aproximados de las grandes haciendas
de las tierras altas de Toacazo en la antesala
de la Reforma Agraria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
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Mapa 6.1
Croquis del alcance territorial del Proyecto TTP
de CESA en el contexto de la gran rea de intervencin
de Toacazo, Tanicuch y Pastocalle (1987) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mapa 6.2
Calidad agrcola de los suelos de las tierras altas
de Toacazo tomando como base la ubicacin
aproximada de las antiguas haciendas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mapa 6.3
Distribucin altitudinal de los asentamientos de
la zona de Toacazo (2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mapa 6.4
Mapa de pendientes de las tierras de Toacazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
349
359
360
361
Tablas
Tabla 2.1
Algunos indicadores de poblacin y condiciones
de vida de la parroquia de Toacazo y del conjunto
del cantn Latacunga en torno al ao 2000 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 2.2
Evolucin de la estructura agraria en Ecuador, 1954-2000 . . . . . . . . . .
Tabla 2.3
Distribucin espacial de las principales
organizaciones de la UNOCANC . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 3.1
Tipologa de las haciendas presentes en las
tierras altas de Toacazo al inicio de la dcada de 1960 . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 3.2
Entrega de lotes en 1965 y destino final de
las haciendas altas de Toacazo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 3.3
Unidades de produccin agraria (UPA) en Toacazo en 1974 . . . . . . . . .
Tabla 3.4
Estructura de los lotes redistribuidos en
Yanahurco Grande (1980) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
86
97
118
135
137
139
161
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Tabla 3.5
Estructura de los huasipungos entregados en las haciendas
La Moya, San Francisco y La Providencia (1965) . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 3.6
Estructura de los huasipungos entregados en
Razuyacu-Cotopilal (1965) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 3.7
Origen hacendatario de las organizaciones de
base filiales de la UNOCANC . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 5.1
Principales cargos directivos de la UNOCANC, 1978-2009 . . . . . . . . .
Tabla 5.2
Algunas de las agencias de desarrollo que han
intervenido en el territorio de la UNOCANC, 1980-2005 . . . . . . . . . .
Tabla 5.3
Principales eventos de la zona de influencia
de la UNOCANC, 1970-2000 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Tabla 5.4
Tipologa de unidades campesinas en
la zona UNOCANC (2000) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
191
211
222
292
314
319
323
419
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