Ensayo Sobre Sacra, Poemario de Alexis Naranjo
Ensayo Sobre Sacra, Poemario de Alexis Naranjo
Ensayo Sobre Sacra, Poemario de Alexis Naranjo
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Como dije anteriormente, los fragmentos no llevan ttulos. Sin embargo, cada
fragmento empieza con una carta del Tarot. La primera seccin del libro empieza con la
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Fernando Balseca, La limpia poesa de Alexis Naranjo, en Encuentros: Revista nacional de cultura,
No.11, Quito, Consejo Nacional de Cultura, 2007, p. 137.
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Una traduccin de estos versos es: Oh sombra flor del sexo/ esparcida en el aire nocturno.
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carta conocida como el Arcano Mayor llamado Los amantes. Es, como se ver, un
indicio que habla del principio de todo encuentro amatorio. A continuacin, el poeta
agrega un epgrafe de Ovidio, tomado del Amoris. El epgrafe seala: nitimur semper
cupimusque negata; sic interdictis imminet aeger aques. En espaol esto quiere decir:
nos lanzamos de nuevo hacia lo prohibido y deseamos lo que se nos niega; as el
enfermo acecha las aguas prohibidas. La imagen de las aguas est relacionada con la
unin universal de virtualidades, fons et origo, que se hallan en la precedencia de toda
forma o creacin (J.E. Cirlot, 2006: p. 69). Hacia esas aguas se dirigira el enfermo, el
deseante. As, desde el primer fragmento del canto, el sujeto potico es un amante que,
como en el filme de Tarkovski,27 habla frente a un espejo. Indaga, en s mismo, sobre la
memoria de un hecho pasado: Azarosa, inevitablemente/ rememoras esto y aquello,
vicisitudes, afanes/ designios ocultos o visibles/ mientras el ao avanza hacia su fin.
Esa meditacin, desazonada y lacnica sobre el tiempo es, en el fondo, una meditacin
sobre la Amada: Ella conjurando los presagios y t/ dividido, agotado, feliz/ jugando
con el sacro juego del bardo/ abrasado por el procaz juego del bardo.
Para Naranjo, como en la mitologa ctara, la mujer deja de ser un instrumento
para la perpetuacin de la especie y deviene un ente profundamente espiritual y
espiritualizador. Aqu, la Amada aparece como agua destructiva y salvadora, fons et
origo de todas las cosas. El bardo slo puede, como Mallarm, hacer su juego, arrojarse
(apostarse) hacia el agua prohibida de la Amada. Desde luego, la falta de compromiso
del autor lleva a la enumeracin de alternativas que son mutuamente excluyentes:
voluntad/destino, azar/destino. Existe un componente aleatorio entre voluntad y azar.
Sin embargo, en el segundo fragmento del primer canto, el azar parece ser determinante:
En el orden de tu vida/ ella siembra lo imprevisto/ algaraba de signos/ arrebato de
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Me refiero a El Espejo (Zirkalo), pelcula de Andrei Tarkovski filmada en 1974. En dicho filme, el
personaje de la madre (representada por la actriz Margarita Terejova) hablaba frente a un espejo, como
dirigindose hacia su esposo ausente.
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supercheras/ tormentas, rescates/ tanta energa te hace falta para sus desafos/ tanto azar
que acaba entre mieles o jadeos. Evidentemente, la Amada se convierte en un elemento
generador agua de lo azaroso, de lo significativo, de lo violento.
El cuerpo de la Amada, sus aguas prohibidas, aparece en el tercer fragmento del
canto como un elemento que confiere belleza al goce del amante: Te equivocabas al
creer posible amansar/ la mitad inferior de ti/ ahora es aquella mitad la que da belleza a
los goces de tu espritu. La mansedumbre, una virtud que est definida entre las
esenciales por las cartas paulinas, es incompetente frente a la voluntad del cuerpo. La
Amada como un elemento que cataliza la vida, aparece en el tercer fragmento del canto:
Ms de ti, que despiertas en mi sueo/ ms de tu sonrojo/ que es sazn de fruto
prohibido/ ms de tu albur que es mi recompensa. La mujer aparece ante los ojos del
sujeto potico como una albacea del vaco y, por ello, como el elemento generador
por excelencia. El sujeto potico seala: no tengo silencio sino ansia/ ansia que tu
ardor enciende/..../ cuerpo que en tu cuerpo se vaca. Segn Juan Eduardo Cirlot,
existe una asimilacin entre barca y cuerpo (J.E. Cirlot, 2006: 107). Por ello, la idea
de vaciamiento en el cuerpo de la Amada, no carece de un sentido relacionado con el
agua. Ese vnculo simblico, se puede apreciar en los versos iniciales del quinto
fragmento del canto: Bebe el sol de tus labios/ bebe el agua de tu risa. Es una
invocacin hacia la Amada que, al poseer tales dones generadores, se encuentre en su
propia belleza. La mujer, en su dimensin lquida, tiene un papel generador, capaz de
entregar elementos delicados, frgiles, sensitivos: hay trinos en mi pecho/ azahares me
regalas en tus senos/ a tu nido me llevas/ con la seda de gemidos. La Amada es capaz
de vulnerar la voluntad del sujeto potico. Naranjo imprime al final de este fragmento
un rasgo que es central en este poemario: la conexin entre lo sagrado Sacra y lo
profano. As el poeta escribe: tengo la cabeza en el cielo/ y los pies junto a los tuyos/
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en el sagrado magma/ del comienzo de los tiempos. Esas aguas prohibidas, smbolo de
lo femenino, se expresan en la idea de ese magma primigenio, de ese lquido
originario y son capaces de convocar, en la mente del sujeto poemtico, la presencia del
cielo.
El sexto fragmento del canto procura establecer un vnculo entre el plano de lo
celestial y el plano del reino vegetal: mientras de ti me separo/ los ecos de los astros
remontan/ al vaho de tu flor. De ese modo, la voz poemtica confiere, por una relacin
de contigidad, un carcter astral a la vulva femenina. Todo en el mbito de la
separacin de la pareja. Por eso, las sombras de la memoria asisten a la mente de la
persona poemtica: del ms all/ los ntimos fantasmas/ te traen sus sedosas jarras/ con
el roco de otra aurora28. La otra aurora es el espacio de la alegra perdida, del placer
antiguo. La efigie de la amada, contenida en la mente, siempre es capaz de convocar
mediante la escritura los trabajos perdidos y los porvenires imposibles: brotas de m
como un susurro/ las puertas me abres/ de otro nacer/ y morir. El sptimo fragmento
seala que la efigie al ser contemplada en exceso se ha deshecho, bsicamente porque
la vista asla los elementos, en tanto que el odo los unifica (N. Gal, 2000: 36). Esa
imagen est expresada en los versos que siguen: contempl tanto que cegu la imagen/
a diestra y siniestra sigue al monje. No obstante, la imagen de la amada parece
conjurar su propia destruccin y, desde s, invocar una imagen del reposo y la
contemplacin: me aventur en ti, amada y los Siete Sabios del bosquecillo de bamb/
libaron conmigo hasta el delirio. La ebriedad sacra (meditativa) y la ebriedad profana
(el coito) parecen conjugarse en la imagen que avanza desde la sabidura de los Sabios
hasta el delirio y sus consecuencias. Esas imgenes se cierran con una vindicacin de la
Amada: qu nctar manaba de ti/ qu esplendor de azules epitelios. Las membranas
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Como en el poema de Alejandra Pizarnik, la imagen del roco puede estar relacionada con los fluidos
sexuales.
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de la Amada adquieren un espesor astral por el color azul, que segn Cirlot significan
devocin e inocencia (J.E. Cirlot, 2006, p. 141).
El octavo fragmento del canto se refiere a los demonios como admonitorias
figuras ante el encuentro entre los cuerpos. Con tales demonios habra que pactar: red
pues demonios/ comprad mis mentiras con oro rival/ incienso y mirra para el lecho
oculto. Los demonios se regocijan, como criaturas de la perversidad, mientras
observan el cuerpo de los amantes, especialmente del sujeto poemtico: red/ al
comps de mis falos pulidos y tersos/ como pistilos de nardos. Sin embargo, les
demanda retirarse sus trajes de demonios mientras asisten al encuentro de los amantes
oh red/ mas dejad vuestras vestimentas/ entre rezo y rezo/ entre coito y coito. Hay
adems, como se podr observar, una sincrona entre el pendular de los cuerpos y el
acto del rezo (ambos hechos coinciden en su carcter ritual). El noveno fragmento del
canto habla de los trastornos que la Amada produce en el cuerpo del sujeto poemtico:
aferrado a tus metamorfosis/ luchabas en arduos desasimientos/ en tanto giraba tu
rueda/ con disonantes ecos. Luego, la voz poemtica explica el momento revelador del
acto sexual: pero hoy con un estruendo feliz/ apuras la luz sin credo/ mientras salaces/
los demonios bendicen/ el lecho de tu amante. As, los demonios, desprovistos de sus
trajes, sacralizan (el bendecir decir bien no es en s mismo necesariamente un acto
de sacralizacin) el lecho donde reposaba la mujer Amada. En el dcimo fragmento, el
sujeto poemtico se refiere a la Amada, pero como si hablara frente a un espejo:
emerges de su abisal instante/ aslas el nervio de su gozo/ saqueas los palacios de su
aliento/ prodigas sus joyas/ de uno a otro cuerpo [...] quieras t cien veces negarla/
que tantas veces ella/ en su sima te abismar. Tras elogiar las virtudes de la mujer, la
voz poemtica habla de hundirse en el cuerpo de ella, en su sima, metfora de la
vulva. El mismo procedimiento escritural, vindicatorio respecto a la mujer, se plantea en
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el dcimo primer fragmento del canto: sacra de impudicias/ me redimen tus gozos de la
aridez del da/ urdiendo los instantes/ en que estoy peligrosamente vivo/ indcil, en vilo
sobre tu ardor/ empapado y herido/ herido y restaado/(margen derecho) con la juventud
feroz de tu risa. Los atributos de la Amada activan, catalizan en el hombre la limpieza,
la herida, el ardor, la fecunda alegra.
El dcimo segundo fragmento del canto habla de la partida de la Amada:
sibilinos/ se encienden tus crepsculos. La Sibila, como relata el mito, anuncia los
crepsculos como el fin del encuentro entre los amantes. El amor deviene pura
fugacidad, expresada mediante una metfora marcadamente fsica: habrs de aceptar la
sed/ de quien refleja al sol/ mientras se evapora. Luego, el dcimo tercer fragmento del
canto comienza vindicando a la Amada en quien residira el azar, como efigie capaz de
conjurar la distancia entre la bveda del cielo y la sima de la vulva: ser tu suerte
incendiar el cielo/ ser tu suerte ahondar la sima. Sin embargo, esa profanacin
devendr un proceso disolutorio, cuyos rescoldos servirn como elementos
germinativos para el amor, como abstraccin, como idea pura: mas no te aflijas,
amada:/ la Casa de Venus florecer/ con la pudricin de nuestros pecados. As, el
sujeto poemtico se dirige a la Amada: y tampoco te ocultes:/ ser nuestra condena
devolver ese man/ a otros cielos y simas. Los vestigios del encuentro fugaz entre los
amantes hallarn lugar y posibilidad de ser clula germinativa en el Amor (Casa de
Venus) como elemento abstracto.
El dcimo cuarto fragmento habla, en cambio, del abandono que hace la persona
poemtica respecto a la Amada, tras reivindicar el encuentro amatorio: agobio y
xtasis ser lo nuestro. Naranjo insiste en referirse a la relacin amorosa como un
evento dilatorio, que oscila entre distancia y proximidad: me acosas con ruegos y con
besos/ me atas con gestos de inocencia/ me hieres con suavsimas preguntas. Sin
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embargo, una verdad ms esencial reclama del poeta una actitud solitaria, reclama la
ausencia misma del acto amatorio: pero mi presencia es ya/ la sombra que mi soledad
reclama/ como vicio/ que quema y alimenta. El dcimo quinto fragmento se refiere a la
opcin que el poeta asume respecto a la maldad como valor intrnseco al encuentro
sexual: ms violento que tu inmaculada maldad/ el lacnico testimonio. La voz
poemtica estima ms dolorosa la escritura de la violencia sobre el encuentro entre los
amantes, antes que el encuentro mismo. Tambin signado por la violencia, el acto
sexual aparece como un cdigo antiguo: nos desangra aquel sol/ y la ley ms antigua
de los hombres. Sin embargo, el encuentro de singularidades que describe el poeta
aparece ante nosotros como un artificio capaz de crear un espacio ajeno a lo mundano,
un momento para la purificacin del cuerpo: saboreaba contigo/ la extraeza toda del
mundo/ la ms voluptuosa expiacin de la carne.
Si el fragmento anterior poda suscribir los versos del poeta ruso Arsenio
Tarkovski cuando seala que un alma sin cuerpo/ es pecadora, quizs porque hara
imposible la expiacin misma, el dcimo sexto fragmento parecera sealar la ficcin, el
enmascaramiento que supone todo cuerpo: y cmo la traicin dispensa/ la justicia de
las mscaras. El rostro se resuelve como un mbito de la traicin, pero, sobre todo, de
la extrema otredad (t y l, como t y yo) que configura el encuentro de los
amantes y que, como extrema ficcin, termina en la mentira, en la toxicidad: a merced
de/ juramentos/mculas/ venenos. Estos tres ltimos versos funcionan como escalera
en la pgina (en estos casos, conviene citar el poema conservando su disposicin), para
destacar ese devenir desastre, revelacin catastrfica de todo encuentro amoroso.
El dcimo sptimo fragmento comienza aludiendo al tema de la sombra. Segn
Robert Bly, la persona que ha comido su sombra irradia calma y manifiesta ms
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El segundo canto inicia con la carta del Tarot conocida como La Fuerza. En
las prcticas alqumicas medievales, la imagen de la fuerza era muy importante. En el
naipe del Tarot, dicha carta se refiere, entre otras cosas posibles, al punto de mayor
vnculo entre dos personas. Esa alusin al estrechamiento del vnculo sexual y la fuerza
es importante en esta seccin. La seccin contina con un epgrafe del autor latino
Lucrecio y su tratado filosfico en verso De la naturaleza de las cosas. La cita ha sido
tomada del libro cuarto donde se trata el problema de la percepcin, los sentidos y las
simulaciones (que han de ser entendidas como percepciones erradas, fracasadas o
fallidas). Especficamente, corresponde a la seccin que habla de Los peligros del
amor. En ella, se analiza el fracaso inmanente al deseo y a los desastres espirituales
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que suscita. Sin embargo, el punto de partida que propone es ms complejo que esto. La
anagnrisis, el reconocimiento que podemos establecer con respecto al otro, a lo otro o a
uno mismo para situarnos en el mundo, siempre ser enturbiado por la posibilidad de la
simulacin. Simulacin que tambin atae al amor pues, en ese juego de posibilidades,
la fuente misma de los placeres puede ser la amargura. El primer fragmento del canto
ha sido escrito con una estructura paralelstica. Son cuatro estrofas de tres versos cada
una. Cada estrofa inicia con un verso cuyo final es el signo de los dos puntos (:) que
opera a manera de lazo semntico entre el primer verso y los dos siguientes, entre el
hecho referido (ejemplo: aboliste la magia) y una imagen potica que alude el hecho
referido: en el laberinto de tu odo/ razones en profusin. Adems debemos sealar
que en esta stanza, el sujeto potico que habla se refiere a un t que implica, ms all
del corte lgico que suponen las personas verbales, a un otro del mismo sujeto potico
que habla en primera persona. La amada en este texto es el su y es vista con serenidad
como razn o sinrazn de la derrota.
El segundo fragmento inicia con una evocacin que habla de un amor abrasivo
(con qu falaz pasin saciaste mis deliquios) y concluido (y partiste). Luego, el
poeta inicia otra estructura paralelstica y dialcticamente secuencial (el elemento
siguiente slo se explica por el precedente). As, la amada pasa de ser (o decir) un
elemento del Logos -las razones- a ser (o decir) la nada sonora. Finalmente el yo potico
revoca la centralidad sagrada de la ex-amada y remite a la amada al territorio, tambin
sagrado, del olvido. Para ello, el poeta utiliza un juego de repeticin (para ti) que
llamaramos anafrico, sino fuese por el corte versal y el desplazamiento espacial que
subrayan, ya como versos, las dos imgenes de mayor concrecin del poema: el envs
de los espejos, la flor glacial. Los elementos del fro y del azogue encarnan el olvido. El
tercer fragmento es breve y est compuesto por seis versos. Los dos primeros cumplen
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Esta seccin inicia con una carta del Tarot conocida como El Diablo. En la
ilustracin del Tarot de Marsella (no tanto en el Tarot de Aleister Crowley que utiliza
Naranjo), el diablo preside una reunin con una pareja de demonios. Las ideas de la
condenacin y de la ruptura estn presentes en dicha carta. Esta iconografa se combina
acertadamente con dos epgrafes que corresponden al Aurora Consurgens (tratado
alqumico atribuido a Toms de Aquino). El primer texto reza en latn horridas nostrae
mentis purga tenebras (limpia la horrible tiniebla de nuestra mente) y el segundo dice
sero medicina paratur cum mala per longas (se prepara la medicina demasiado tarde,
cuando la enfermedad se ha fortalecido por una larga dilacin). El primer fragmento del
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canto est compuesto por versos a espacio saltado, en un juego con los espacios blancos
como marcas del silencio, que dicen: en tu refugio me hieres/ con los mostos de la
herida me unges/ aunque zozobre/ aunque miel y leche se pudran/ aunque nuestras
bocas limpien los sexos/ en una Cpula de Hierro. La voz poemtica plantea a los
gozos del cuerpo (metaforizados en mieles y limpieza) como insuficientes para sostener
el encuentro de los amantes, pues slo el recogimiento, el ungimiento de las heridas (y
las heridas) parecen dar plenitud al momento de la cpula. El segundo fragmento del
canto est compuesto por dos grupos de tres versos a manera de haikais. La primera
parte dice: no ests/ aunque bata/ las puertas selladas. Este oxmoron (batir las puertas
selladas) es una especie de conjuro escrito que declara que incluso las empresas
imposibles de la voluntad, son incapaces de traer la amada hacia el presente. Como un
juego de paralelismo, la segunda parte dice: no ests/ aunque selle las puertas
batientes. A la manera de un crculo paradjico, las dos partes funcionan como un
conjuro para invocar lo no invocable, lo que slo acude como pathos de la nostalgia. El
tercer fragmento juega en el lmite de los espacios en blanco, otra vez a doble espacio,
en un esfuerzo por crear aire en la pgina: una sola vez volviste/ sobre la fiebre/ era tu
sima. El abismo slo puede llenarse por el placer consumado. La vulva abisal se eleva
sobre el deseo (la fiebre) en una sacra/lizacin del cuerpo femenino. No obstante, ese
momento (donde el pathos de la nostalgia se vuelve en presencia recuperada) es fugaz y
nico. La posibilidad del amor se sostiene en la absoluta incapacidad de sostenerse.
El cuarto fragmento empieza con una alusin al sueo como un elemento capaz
de suscitar en la realidad recordada el recuerdo ureo de la amada: irisado polen en tu
piel mi sueo esparce:/ al despertarme la brisa lo dispersa. Despus la vigilia aparece
como el elemento que destruye toda esa realidad onrica. Luego, la voz poemtica se
interroga, en tres versos con una disposicin en escalera, sobre su propio origen: mas
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quin despliega/ lengua bfida/ tu canto?. Es una pregunta metapotica que se interroga
sobre la voz original del canto. Esta pregunta tiene sentido porque la voz puede ser de la
amada o de la voz poemtica del amante. Sin embargo, la realidad de la vigilia silencia
el fundamento onrico del canto: la vigilia me ciega/ me enmudece el poema. La
vigilia destruye los elementos del sueo y abre espacio el silencio. En el quinto
fragmento, la voz poemtica habla del cuerpo amada como un elemento dual, sucio y
puro, generador y destructor: en tu vientre/ abismos de pureza/ rescoldos de
inmundicia. Eso se hace evidente en los apuntes que el poeta hace sobre el cuerpo (En
tu vientre, mi desangre) o sobre los fluidos del cuerpo: en la bocanada postrera/ tu
estigma, mi numen. La mujer aparece como el lugar del encuentro, como dira Vicente
Aleixandre, tanto destruccin como amor.
El sexto fragmento dice: tan frgil el mundo/ que al despertarme/ se acaba?.
Todo porque el mundo es, para el poeta, la efigie de la amada recuperada en el sueo.
En esas circunstancias, la realidad material, aprehensible mediante los sentidos se
vuelve prosaica y cualquier resto de la amada deviene ms intensa: ms fuerte tu
ceniza/ mi desvelo. Como en el clebre soneto de Quevedo, la ceniza y el polvo
resisten al paso violento del tiempo. El sptimo fragmento postula ms bien un
escenario en el cual el sujeto poemtico parece encontrar el sendero vaco de los
cuerpos distanciados tras el encuentro amatorio: fijo, aterido/ velando al trasoar/ me
adentro/ por la cansada claridad del camino/ que termina. Luego, tras un espacio en
blanco, asistimos al vaciamiento del encanto, de los fluidos, de la memoria del
encuentro: y vacos quedan los cuerpos/ en la vaciedad de unos poemas. Ese
vaciamiento, no obstante, logra conjurarse en el espacio blanco de la pgina potica.
El octavo fragmento habla de los rastros que dej la mujer amada (la sombra)
y la accin que concita en el sujeto poemtico ese pathos de la nostalgia: trasegada tu
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sombra/ exhausto y vencido/ hundo mis manos/ en greda perversa. Ese espacio del
desamparo es tambin el espacio del fro. As hay un verso que dice: mas la misma
helada intemperie.
sentimiento del abandono provoca incluso en el cuerpo virtual del sujeto poemtico:
me vuelca/ anudado/ demudado/ yerto. Esos versos se presentan como una torsin, a
la manera de los cuadros de Egon Schiele, en los cuales la tensin emocional se vuelve
retorcimiento fsico. Finalmente, mediante una anfora, la voz poemtica nos presenta
ese desequilibrio del cuerpo que sucede en ese espejeo, siempre mltiple y, en
ocasiones, inconmensurable de la mujer amada: en los ojos de otros ojos/ de otros
ojos (anfora)/ luego otra escalera de tres versos: donde yaces arrebujada/ lamia/ vida
ma. El noveno fragmento inicia con una alocucin que vuelve trascendente el fin del
amor del sujeto poemtico. De este modo, tal desamor deviene el desamor, como
categora abstracta: no fuimos los amantes exiliados/ sino el exilio del amor. Tras
marcar un espacio en blanco, el sujeto poemtico que plantea Naranjo habla del fin del
amor como una clausura de todos sus vestigios en la memoria: y nada quedar de
nosotros/ ni el fervoroso misterio/ ni tu nombre equvoco/ ni el xtasis de una
revelacin/ ni el postrero ahogo/ ni el desdn que ensombreci los ritos/ ni los mutuos
espejismos. Hacia el fin del fragmento, el sujeto poemtico hace un inventario de todos
los vestigios que, del amor, puede convocar la memoria. Todo slo para destituir su
posterioridad, su posteridad, para clausurarla. Eso hace el poeta mediante una escalera
visual de tres versos:
de un ms all/
ms all/
ms all.
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Ese espacio est vedado, en el conjuro que plantea la voz poemtica, para ese
amor, observado ya como contingencia percutida.
V. Conclusiones preliminares
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