GOEBBELS - Nosotros Los Alemanes y El Fascismo de Musolini
GOEBBELS - Nosotros Los Alemanes y El Fascismo de Musolini
GOEBBELS - Nosotros Los Alemanes y El Fascismo de Musolini
Mi tema bsico deseo que sea una frase de Treitschke, tomada en cualquier
ocasin de Mussolini: la historia se construye con los hombres. Frase la cual
sera una sofisticacin, si se pretendiese inferir que, en la serie de evoluciones
poltico-histricas en que se sustancia la vida de los pueblos, el elemento
hombre constituye la determinante nica y exclusiva. He aqu, por el
contrario, la verdadera interpretacin: los hombres representan la materia
prima. Abandonada a, s misma, la materia prima no sabra ni darse una forma
ni asumir una estructura. Por ello es ineludible condicin la intervencin de
una mano ordenadora, el acto creador de una individualidad de superior
naturaleza. La cualidad del intelecto poltico es artstica: toda materia prima
se transmuta por l en sustancia modelable. La cima mxima de la accin
poltica reside, forzosamente, en la, transformacin inicial de la materia
elemental humana en un pueblo: en su paulatina, elevacin a estado nacional,
portador de un valor poltico. Sin Mussolini es imposible concebir el
fascismo, es imposible concebir la Italia contempornea. Al principio y al fin
de la evolucin poltica denominada fascismo, se halla Mussolini. Con
Mussolini el fenmeno denominado fascismo ha entrado por vez primera en
l mundo fenomnico. A Mussolini le debe el fascismo, no slo su propio
ncleo ideal, sino tambin su forma, estructura, organizacin. En cada
expresin vivfica de la Italia contempornea est impreso, tambin, y
profundamente, el sello inimitable de esta individualidad de especie nica.
Mussolini, l mismo, es la encarnacin de una voluntad y de una idea. Debido
a ello su accin -revelada al afrontar una situacin poltica que no era ya el
fruto concreto de la superioridad individual en accin, sino la resultante de un
juego de grupos, facciones, entidades- ha podido aparecer tan gigantesca, tan
duradera, tan capaz. En medio de un conjunto democrtico y baboso de
procuradores de sociedades annimas y secretarios de cmaras de trabajo, su
aparicin haba implicado, por primera vez, la presencia de un arquetipo, de
una entidad independiente, de un hombre. En l se expresaba por vez primera,
una individualidad poltica completa, proyectante de los problemas polticos
en mi ngulo visual, no ya material y mecnico, sino poltico en sus fines.
El jefe del gobierno es, simultneamente, jefe del partido, y el partido no es,
por consiguiente, sino la forma y la expresin plstica de la voluntad, pensar y
accin fascistas; la Italia contempornea sera imposible figurrsela sin el
fascismo, puesto que el fascismo ha permeabilizado, hasta la fibra ms ntima,
el tejido del pueblo italiano. La nueva generacin es su hechura y propiedad;
la juventud crece a su calor exclusivo, sintindose parte viva del estado. Los
fascistas ms jvenes advierten tambin, casi por fuerza de un fenmeno de
correspondencia subconsciente, que en Alemania se est recorriendo una
evolucin similar. Fue demasiado calurosa la acogida que me prepararon los
jvenes fascistas para poderla explicar como convergencia de intereses
materiales: demasiada cordialidad para poderla reducir a una coincidencia de
directivas polticas internacionales. Revelaba un estado de nimo ms
consonante, ms profundo. "Nosotros lo concebimos de la misma manera.
Vosotros, en Alemania, queris llegar idntica y exactamente a lo que
nosotros en Italia". Consonancia ntima, abiertos panoramas nuevos.
Una cosa es una revolucin y otra una asonada. En 1918, los alemanes
tuvimos una asonada en casa; hoy, en su lugar, se ha llevado a cabo una
revolucin. En la vspera de la Marcha sobre Roma, Italia contemplaba la
asonada en su casa; la accin de Mussolini desde entonces hasta ahora,
continua, y progresiva, todava en pleno desarrollo, constituye, por el
contrario, la revolucin fascista. Las revoluciones jams reniegan de las
tradiciones nacionales: las tutelan, las salvan, en cambio. Ni destruyen nunca
por el gusto de destruir: demuelen, aniquilan, s, pero siempre y cuando sea
rigurosamente necesario, indispensable, para dar lugar a las fuerzas vitales
nuevas.
Tambin la revolucin fascista, tambin Mussolini, han dejado estar las cosas
como estaban frecuentemente, incluso con mucha frecuencia, cuando no
representaban una rmora para el impulso vital revolucionario.
Revolucin de jvenes la fascista, est en ligazn consciente con la tradicin
nacional, est dotada del sentimiento reverente de la historia nacional y del
purismo tradicionalista ms exigente. Y es profunda su aptitud para
transformar en propia tradicin su mismo pasado prximo ya histrico. Todo
fascista est persuadido que la historia de la revolucin fascista, desde su
primer comienzo, ha constituido una sola cosa con la historia de Italia; y
tienen razn.
Se ha visto una serie de los primeros ensayos hasta aqu, en Alemania. Desde
el punto de vista tcnico paro, nosotros, en verdad, estamos ms adelantados
que en Italia; si en su lugar el juicio se efecta sobre la voluntad de figuracin
de la causa, de representacin del destino nacional, Italia est ms adelantada
que nosotros, al menos hoy.
Y lo esencial, a mi parecer, es esto. Todo lo dems se puede aprender;
habilidades prcticas e ingeniosidad tcnica, son accesorias: basta trabajar con
un cerebro sano para llegar a apropiarse de sus secretos; lo que no se ensea
es el espritu vivificador, el impulso suscitante.
El fascismo, en primer lugar, ha osado la experiencia de hacer del
cinematgrafo un instrumento de accin estadual-nacional directa. Hoy por
hoy no sabra dar una opinin definitiva sobre el xito final del experimento,
ni tampoco, sobre la oportunidad eventual de una repeticin de l en
Alemania. Yo he considerado, desde el principio, que toda nacin es y debe
ser nacionalista a su modo, que importar a tontas y a locas un nacionalismo
extrao ser tan cmodo como insensato y malaventurado, que es necesario
tomarse el trabajo de pensar con la propia cabeza, que es preciso descubrir,
inventar la armona perfecta entre el orden jurdico-social nuevo, de un lado, y
la estructura nacional-especfica alemana, de otro.
Inspira admiracin, en esta Italia rejuvenecida, la audacia tenaz con que se
edifica. "Una lnea similar empieza a trazarse ahora en Alemania; y no con la
intencin de calcar la horma de la revolucin fascista, sino en realidad, para
corporizar nuestra conviccin madurada. Ni las reformas que transmutan el
flujo continu de la vida, ni las revoluciones que transforman el ritmo
cotidiano, son automticamente suficientes para eternizar a sus hroes, las
naciones; no es eterna ms que la indestructibilidad de la piedra. Hacer de la
piedra eterna un monumento a la eternidad de la nacin: he aqu el privilegio
superior, del cual se exige sean investidas.
Italia lo posee. Inmediatamente alrededor a la Roma antigua y vieja, se ha
levantado otra ciudad; se han derribado barrios enteros; se ha edificado en las
afueras un foro de mrmol ciclpeo; se ha irradiado en la pennsula un
sistema de carreteras de inigualables longitud, comodidad, amplitud,
estabilidad. Habr quien se figure que de estas hermosuras, no disfruta el
pueblo italiano; habr quien se imagine, en los hombres del campo,
monlogos como ste: Qu beneficio trae hasta m el foro romano?... La
autova?... Por ella van los autos de los seores!... No es cierto, sino lo
contrario. Desde el primero al ltimo, todo Italia no siente y sabe que ste es
su campo de deportes, que sta es su autova, que este conjunto de obras lo ha
ha querido para actores; su lugar est entre los espectadores, y que continen
comiendo.
Diametralmente opuesta es la posicin de las generaciones nacientes, su
predestinacin: para un estado nacional joven, renunciar a ellos sera aceptar
el propio fin. Es el motivo vital por el cual Mussolini, apenas se dibuja la
necesidad, traza una lnea decidida y breve, incluso contra la opinin del
Vaticano, y no quiere apartarse de ella. Y es un motivo para nosotros,
nacionalsocialistas, muy comprensible. Una hipottica, imposible abdicacin
de los derechos sobre la primera juventud, la adolescencia, la niez, hubiera
trado aparejada la abdicacin total del futuro. Los nios de Italia son del
estado fascista. Y las mamas de Italia confan sus nenes al Duce.
Acontecimiento de significado enorme, captndolo bien, poco ha, un
periodista berlins que deca; "en gentes como los italianos e italianas,
siempre prontos a saltar apenas se toca a sus hijos, no puede imaginarse acto
de fe ms incondicional". Cuando las mamas afluyen al Foro Mussolini grandiosa muchedumbre sobre las gradas de mrmol- los volvemos a ver
sobre la verde extensin cubierta de hierba: balillas, vanguardistas, jvenes y
chicos italianos, en las exhibiciones gimnstico-deportivas de la "Obra
Nacional Balilla". Los altoparlantes transmiten las rdenes, y una arrogancia
ya militar aparece en sus rostros apenas adolescentes, o todava nios, y su
conducta posee ya las caractersticas de la disciplina, y todos son ya soldados
virtualmente, soldados de la idea fascista; estn abrasados por completo en
ella. Somos una nacin en primera lnea. Mussolini ha devuelto a la Italia
de los verdaderos italianos su fe en s misma, y los jovencitos se sienten
llamados tambin a combatir por la idea italiana y fascista, saben bien lo que
importa y cuesta: A chi Italia litalia fascista?... A noi! Para ellos Mussolini
ha acuado la consigna clsica: libro y fusil; y libro y fusil son su divisa
alegrica. Continuar en la virtud y estudios y tener fuerza en las manos;
saber y saber tirar para hacer blanco. Este es el binomio que bastar para
terminar de construir la Italia Fascista. Diez aos y vereis.
Y hagamos punto final que para el texto sera intil tanta glosa.
La unidad intangible y la unanimidad inatacable sobre el axioma-base de ser
fascistas y vivir como fascistas, deja abierta toda posibilidad de fecundacin y
elaboracin en los mbitos autnomos de las conciencias individuales. La
dinmica de una idea originariamente revolucionaria, no se explica con el
rehacer corazones y cerebros a medida, pero vence en la intangibilidad
viviente y unitaria de los corolarios fundamentales. Es ms intangible el rigor