Oración, Ayuno, Limosna
Oración, Ayuno, Limosna
Oración, Ayuno, Limosna
Es necesario sobre todo comprender bien la grandeza fundamental y la dignidad de la oracin. Oracin de cada hombre
Y tambin de toda la Iglesia orante. La Iglesia llega, en cierto modo, tan lejos como la oracin. Dondequiera haya un
hombre que ora.
3. Es necesario orar basndose en este concepto esencial de la oracin. Cuando los discpulos pidieron al Seor Jess:
Ensanos a orar, l respondi pronunciando las palabras de la oracin del Padrenuestro, creando as un modelo
concreto y al mismo tiempo universal. De hecho, todo lo que se puede y se debe decir al Padre est encerrado en las siete
peticiones que todos sabemos de memoria. Hay en ellas una sencillez tal, que hasta un nio las aprende, y a la vez una
profundidad tal, que se puede consumir una vida entera en meditar el sentido de cada una de ellas. Acaso no es as? No
nos habla cada una de ellas, una tras otra, de lo que es esencial para nuestra existencia, dirigida totalmente a Dios, al
Padre? No nos habla del pan de cada da, del perdn de nuestras ofensas, como tambin nosotros perdonamos, y al
mismo tiempo de preservarnos de la tentacin y de librarnos del mal?
Cuando Cristo, respondiendo a la pregunta de los discpulos ensanos a orar, pronuncia las palabras de su oracin,
ensea no slo las palabras, sino ensea que en nuestro coloquio con el Padre debemos tener una sinceridad total y una
apertura plena. La oracin debe abrazar todo lo que forma parte de nuestra vida. No puede ser algo suplementario o
marginal. Todo debe encontrar en ella su propia voz. Tambin todo lo que nos oprime; de lo que nos avergonzamos; lo
que por su naturaleza nos separa de Dios. Precisamente esto, sobre todo. La oracin es la que siempre, primera y
esencialmente, derriba la barrera que el pecado y el mal pueden haber levantado entre nosotros y Dios.
A travs de la oracin todo el mundo debe encontrar su referencia justa: esto es, la referencia a Dios: mi mundo interior
y tambin el mundo objetivo, en el que vivimos y tal como lo conocemos. Si nos convertimos a Dios, todo en nosotros se
dirige a l. La oracin es la expresin precisamente de este dirigirse a Dios; y esto es, al mismo tiempo, nuestra conversin
continua: nuestro camino.
Dice la Sagrada Escritura:
Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven all sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho
germinar, dando la simiente para sembrar y el pan para comer, as la palabra que sale de mi boca no vuelve a m vaca,
sino que hace lo que yo quiero y cumple su misin (Is 55, 10-11).
La oracin es el camino del Verbo que abraza todo. Camino del Verbo eterno que atraviesa lo ntimo de tantos corazones,
que vuelve a llevar al Padre todo lo que en l tiene su origen.
La oracin es el sacrificio de nuestros labios (cf. Heb 13, 15). Es, como escribe San Ignacio de Antioqua, agua viva que
susurra dentro de nosotros y dice: ven al Padre (cf. Carta a los romanos VII, 2).
Con mi bendicin apostlica.