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Editorial
LOS EDITORES
Fotorreportaje
El primer corte es el ms profundo
Desde hace milenios las espadas y sus formas intempestivas han maravillado a
la humanidad. Muchas culturas incluso se funden con la forma de una espada y
es as como identificamos al Islam con la cimitarra, al cristianismo con la
espada del cruzado o a la cultura japonesa con la katana. Ofrecemos un
compendio de imgenes que nos maravillar.
Juan Muraa
Jorge Luis Borges
Durante aos he repetido que me he criado en Palermo. Se trata, ahora lo s,
de un mero alarde literario; el hecho es que me cri del otro lado de una larga
verja de lanzas, en una casa con jardn y con la biblioteca de mi padre y de mis
abuelos. Palermo del cuchillo y de la guitarra andaba (me aseguran) por las
esquinas; en 1930, consagr un estudio a Carriego, nuestro vecino cantor y
exaltador de los arrabales. El azar me enfrent, poco despus, con Emilio
Trpani. Yo iba a Morn; Trpani, que estaba junto a la ventanilla, me llam por
mi nombre. Tard en reconocerlo; haban pasado tantos aos desde que
compartimos el mismo banco en una escuela de la calle Thames. Roberto
Godel lo recordar.
Nunca nos tuvimos afecto. El tiempo nos haba distanciado y tambin la
recproca indiferencia. Me haba enseado, ahora me acuerdo, los rudimentos
del lunfardo de entonces. Entablamos una de esas conversaciones triviales que
se empean en la busca de hechos intiles y que nos revelan el deceso de un
condiscpulo que ya no es ms que un nombre. De golpe Trpani me dijo:
Me prestaron tu libro sobre Carriego. Ah habls todo el tiempo de
malevos; decime, Borges, vos, qu pods saber de malevos?
Me mir con una suerte de santo horror.
Me he documentado le contest.
No me dej seguir y me dijo:
Documentado es la palabra. A m los documentos no me hacen falta; yo
conozco a esa gente.
Al cabo de un silencio agreg, como si me confiara un secreto:
Soy sobrino de Juan Muraa.
De los cuchilleros que hubo en Palermo hacia el noventa y tantos, el ms
mentado era Muraa. Trpani continu:
Florentina, mi ta, era su mujer. La historia puede interesarte.
Algunos nfasis de tipo retrico y algunas frases largas me hicieron
sospechar que no era la primera vez que la refera.
A mi madre siempre le disgust que su hermana uniera su vida a la de
Juan Muraa, que para ella era un desalmado: y para Ta Florentina un hombre
de accin. Sobre la suerte de mi to corrieron muchos cuentos. No falt quien
dijera que una noche, que estaba en copas, se cay del pescante de su carro al
doblar la esquina de Coronel y que las piedras le rompieron el crneo. Tambin
se dijo que la ley lo buscaba y que se fug al Uruguay. Mi madre, que nunca lo
sufri a su cuado, no me explic la cosa. Yo era muy chico y no guardo
memoria de l.
Por el tiempo del Centenario, vivamos en el pasaje Russell, en una casa
larga y angosta. La puerta del fondo, que siempre estaba cerrada con llave,
daba a San Salvador. En la pieza del altillo viva mi ta, ya entrada en aos y
algo rara. Flaca y huesuda, era, o me pareca, muy alta y gastaba pocas
palabras. Le tena miedo al aire, no sala nunca, no quera que entrramos en
su cuarto y ms de una vez la pesqu robando y escondiendo comida. En el
barrio decan que la muerte, o la desaparicin, de Muraa la haba trastornado