Quentin Skinner - El Tercer Concepto de Libertad
Quentin Skinner - El Tercer Concepto de Libertad
Quentin Skinner - El Tercer Concepto de Libertad
DE RAZN PRCTICA
ANTONIO ELORZA
Tariq Ramadan
Septiembre 2005
Precio 8
N. 155
JIMENA PRIETO
60 aos de Auschwitz
ULRICH BECK
La Europa cosmopolita
QUENTIN
SKINNER
El tercer concepto
de libertad
ADAM MICHNIK
SCOTT FITZGERALD
Hollywood y el cine
AUGUSTO M. TORRES
Los ultras de
la revolucin moral
9 788411 303682
B. BENNASSAR
00155
DE RAZN PRCTICA
S U M A R I O
NMERO
Direccin
JAVIER PRADERA
FERNANDO SAVATER
155
SEPTIEMBRE 2005
Edita
PROMOTORA GENERAL
DE REVISTAS, SA
Director general
QUENTIN SKINNER
ANTONIO ELORZA
TARIQ RAMADAN
Subdirector general
NURIA CLAVER
Diseo
MARICHU BUITRAGO
Correccin
MANUEL LLAMAZARES
Caricaturas
LOREDANO
ULRICH BECK
18
LA EUROPA COSMOPOLITA
ANTONIO ESTELLA
26
LA NAVAJA DE OCCAM
Y LA COMPLEJIDAD EN EL DERECHO
BARTOLOM BENNASSAR
34
LA REPRESIN FRANQUISTA
TRAS LA GUERRA CIVIL
LOC WACQUANT
42
LA ESCORIA
DE LA SOCIEDAD DE MERCADO
Semblanza
Augusto M. Torres
50
Poltica
Adam Michnik
56
Ensayo
Robert Skildesky
66
Frente al fhrer
Historia
Jimena A. Prieto
72
60 aos de Auschwitz
Narrativa
Csar Prez Gracia
78
Casa de citas
Enrique Lynch
81
Sobre la soledad
Scott Fitzgerald
Correo electrnico: claves@progresa.es
Internet: www.claves.progresa.es
Correspondencia: PROGRESA.
FUENCARRAL, 6. 2 PLANTA. 28004 MADRID.
TELFONO 915 38 61 04. FAX 915 22 22 91.
Publicidad: PROGRESA. FUECARRAL 6, 1.
28004 MADRID. TELFONO 915 38 62 68.
Impresin: MONTERREINA.
ISSN: 1130-3689
Depsito Legal: M. 10.162/1990.
EL TERCER CONCEPTO
DE LIBERTAD
QUENTIN SKINNER
C
esta creencia ampliamente compartida
creo oportuno sacar a colacin el nombre de
Isaiah Berlin, cuyo artculo, provocativamente
titulado Dos conceptos de libertad, fue calicado hace poco (en mi opinin, acertadamente)
como el ensayo ms inuyente en el pensamiento poltico anglfono. Antes que nada,
permtanme sealar lo que considero como el
mrito perdurable del texto de Berlin. A diferencia de la opinin convencional, Berlin
consigue demostrar que es preciso trazar una
distincin inequvoca entre dos ideas rivales e
inconmensurables de libertad, a las cuales denomina positiva y negativa. Cuando
Berlin aborda la libertad negativa, su descripcin se asemeja bastante al anlisis que, segn
MacCallum y sus numerosos seguidores, procede efectuar de cualquier acepcin de libert para que sea comprensible. Por tanto, para
ver en qu consiste el reto de Berlin a este argumento, debemos centrarnos en su descripcin de lo que denomina libertad positiva.
4
n
de Berlin las preocupaciones generadas por la losofa hegeliana le seguiran
pareciendo razonablemente pertinentes; y
stos son los sentimientos que, en mi opinin, Berlin recoge en su descripcin de la
libertad positiva y de los peligros que de
ellos se derivan.
Sin embargo, no quisiera detenerme
demasiado en el aspecto histrico. Lo que
me impulsa a citar a Green y a Bosanquet
es apoyar an ms la que, en mi opinin, es
la principal contribucin de Berlin; y lo
que me impulsa a ello es la sensacin de
que Berlin parece perder la fuerza de su
propio argumento. Esto queda claro en su
respuesta a la insistencia de MacCallum en
que todas las formulaciones de la libertad
responden a la misma estructura tridica,
puesto que todas ellas sostienen la necesidad de estar libre de interferencias para hacer o ser algo. Berlin se limita a volver a sugerir lo cual, como ya he indicado, resulta
a confuso que algunas peticiones
de libertad reejan una estructura didica
ms simple, puesto que no son ms que peticiones de ser liberado. Desde mi punto de
vista, lo que Berlin hubiera debido replicar
E L TE R C E R C ONCEPTO DE LIBERTAD
La forma en que Berlin articula esta distincin recuerda vivamente el anlisis que hizo
Thomas Hobbes de la libre accin en su
Leviatn de 1651. Hobbes compara las dicultades de dos hombres que son incapaces de abandonar una habitacin. Uno posee la capacidad de irse, pero ha sido limitado por paredes o cadenas y, por tanto,
privado de esa capacidad; el otro carece totalmente de capacidad, porque est atado
a su cama por la enfermedad. Segn el
anlisis de Hobbes, el primer hombre no
tiene libertad para irse pero el segundo no
es libre ni deja de serlo, puesto que simplemente es incapaz de ello. La razn, explica
Hobbes, es que la idea de libre accin presupone la idea de deliberar entre alternativas. Pero no tiene sentido deliberar si llevar
a cabo o no una accin que ya sabemos est
por encima de nuestras capacidades.
Comparemos esta forma de ver las cosas con la perspectiva, actualmente imperante, de que es preciso distinguir entre la
posesin formal y efectiva de libertad negativa. Uno de los ejemplos que Berlin emplea para distinguir la falta de libertad de la
incapacidad es el caso de un hombre que
no puede leer porque es ciego. Si aplicamos
la distincin entre libertad formal y efectiva, llegamos a la conclusin de que el hombre ciego es formalmente libre de leer, porque nadie se lo impide. Pero no es efectivam
libre, puesto que no est en situacin
de hacer uso de su libertad formal.
El enfoque hobbesiano de Berlin nos
permite ver que este tipo de anlisis desemboca, en el mejor de los casos, en la confusin y, en el peor, en una especie de burla
de la libertad. Aqu hay dos puntos opuestos que es preciso sealar. Uno es que, para
Berlin, el ciego no es formal ni efectiva-
QUENTI N SK I NNER
pendiendo de la voluntad del rey. Pero admitir que vivimos en tal estado de dependencia es admitir que vivimos no como
ciudadanos libres sino como siervos. El mero conocimiento de que la Corona posee
tales prerrogativas es lo que nos reduce a la
servidumbre.
El momento en el que estos argumentos provocaron una crisis fatal se produjo
en 1642. Cuando la Cmara de los Comunes present una propuesta a principios de
febrero para tomar el control de la milicia,
Carlos I dej claro que vetara cualquier leg
en ese sentido ejerciendo la prerrogativa denominada de la voz negativa.
Entonces, el Parlamento adopt la revolucionaria medida de armar que, en situaciones de emergencia, deba poseer el derecho de legislar aun careciendo de la aprobacin real. Diversos parlamentarios
sostuvieron que la razn por la cual ello
deba ser as era que la alternativa era la
servidumbre nacional. La declaracin ms
inuyente de la causa parlamentaria fue
proporcionada por Henry Parker en sus
O
poda vetar cualquier legislacin haciendo
uso de la voz negativa, ello reducira al
Parlamento a un estado de dependencia de
la voluntad del rey. Pero si permitimos que
el rey sea el nico y supremo juez competente en esta causa, lo dejamos todo en sus
manos y dejamos vidas, libertades, leyes y
parlamentos sometidos a su mera discrecin, quedando de esta manera relegados
a la esclavitud.
Parker no fue el primero en plantear
este argumento, pero sus Observations ofrecen la ms rme exposicin de la causa y
contribuyeron en gran medida a la centralidad del mismo en la retrica de la guerra
civil que se desencaden a continuacin.
El mismo argumento fue empleado por el
Parlamento cuando llam a las armas en
agosto de 1642; y lo encontramos de nuevo tras la victoria parlamentaria, cuando
fue empleado para justicar no slo el regicidio sino la abolicin de la Monarqua. La
acusacin del juicio contra Carlos I fue
que ste haba gobernado segn su voluntad arbitraria y, por tanto, de manera tirnica. La ley de marzo de 1649 que aboli
el poder del rey conrm que la Monarqua es peligrosa para la libertad, la seguridad y el inters pblico del pueblo; y aad que, en Inglaterra, el efecto de la prerrogativa haba sido oprimir, empobrecer y
esclavizar al hombre.
Este anlisis neorromano de lo que
signica poseer nuestra libertad conllevaba
una visin caracterstica de las relaciones
entre la libertad de los ciudadanos y la
7
E L TE R C E R C ONCEPTO DE LIBERTAD
constitucin del Estado. La esencia del argumento es que la libertad se ve restringida por la dependencia. Por tanto, ser libre
como ciudadano requiere que las acciones
del Estado reejen la voluntad de todos
sus ciudadanos, puesto que de otra manera la voluntad excluida depende de aquellos cuyas voluntades mueven al Estado a
actuar. De ah la creencia (crucial tanto
para la revolucin inglesa del siglo xvii com para las revoluciones americana y francesa que se produjeron un siglo despus)
en que es posible disfrutar de nuestra lib
individual si y slo si vivimos como
ciudadanos de repblicas autogobernadas.
Vivir como sbditos de una Monarqua es
vivir como siervos.
Libertad e independencia
Quentin Skinner es catedrtico de Historia moderna en la Universidad de Cambridge. Obras traducid al castellano:
ria: ensayos de historiografa de la losofa.
CLAVES DE RAZN PRCTICA N 155
TARIQ RAMADAN
Islamismo y modernidad
ANTONIO ELORZA
TARI Q R AMADA N
Dar as-shahada
ANTONI O ELORZ A
Es el momento ms sugestivo en la
construccin doctrinal de Tariq Ramadan.
Su propuesta consiste en renunciar a la visin bipolar que encerraba la perspectiva
tradicional, sustituyndola por una estimacin ms compleja que permita a los musulmanes valorar los aspectos positivos y negativos de la cultura occidental, diseando
una estrategia de alianzas que les lleve a potenciar los primeros y oponerse a los segundos dentro de un horizonte mundial de
pluralismo cultural y religioso. A partir de
ah los musulmanes deben buscar una intervencin ecaz, acorde con los principios y
con los nes de su creencia. Por eso se hace
necesario acuar un nuevo concepto, el de
dar-as-shahda, tierra de testimonio, en la
cual los musulmanes han de proclamar la
profesin de fe y actuar en sociedad de
acuerdo con ella:
La nocin de shahda protege y salvaguarda los
rasgos esenciales de la identidad musulmana, en ella
misma y en la sociedad: evoca el vnculo permanente
con dios (arrabniyya) y expresa el deber del / musulmn de vivir entre las gentes y de dar testimonio, a la vez
con / sus actos y con sus palabras (...) Llamados dar
as-shahda, espacio de testimonio, los pases occidentales representan un entorno dentro del cual los
musulmanes han de remitirse a la enseanza fundamental del Islam e invitados a meditar sobre su papel
(...). El presente enfoque, realizado desde el exterior
permite as denir el entorno europeo como un espacio de responsabilidad. ste es exactamente el sentido
el espacio de testimonio que aqu proponemos... (tre
musulman europen, 245246).
Tenemos as formados los dos elementos constituyentes de la umma: la armacin de la fe del creyente y el reconocimiento de la familia en tanto que clula esencial
de la sociedad. Puede sorprender esta exaltacin del sujeto familia, colocada muy por
encima de lo que plantean el Corn y los
hadices, pero desde la ptica de confrontacin encubierta con el sistema de valores
occidental ese paso resulta necesario, ya que
es precisamente en los terrenos de la sexualidad, de la concepcin de la mujer y de las
relaciones de gnero donde va a desarrollarse el esfuerzo por trazar una barrera infranqueable frente al asalto a la moral islmica
que supone a su entender el modo de vida
en nuestras sociedades. De modo sosticado, Tariq Ramadan recupera el argumento
central que desde los Hermanos Musulmanes viene reiterando la propaganda islamista, tanto en su vertiente moderada como en
la radical: familia musulmana perfecta frente a degradacin moral de Occidente.
Tariq Ramadan evita cuidadosamente plantear una crtica general a Occidente, en la lnea del islamismo integrista. Hubiera sido
contradictorio proponer la insercin de los
musulmanes en las sociedades occidentales
y al mismo tiempo enfrentarse abiertamente
a las mismas. Sin embargo, en todos y cada
11
TARI Q R AMADA N
uno de los aspectos abordados por su reexin prevalece sin excepcin una actitud,
ms que de crtica, de condena.
En el libro-debate con Alain Gresh,
LIslam en questions (2002), Ramadan pasa
revista a una serie de problemas internacionales, y en particular a las consecuencias del
11-S. En los sucesivos escenarios, los musulmanes son presentados como vctimas de
unas situaciones y de unos juicios desfavorables, con la responsabilidad occidental
siempre como ltimo factor explicativo. A
la pregunta de por qu existe una conictividad tan alta entre los pases musulmanes,
incluso all donde constituyen la totalidad
de la poblacin como Afganistn, nuestro
autor responde que la causa de los males reside en las relaciones con Occidente, marcadas por la hegemona del neoliberalismo:
El orden econmico existente, fundado sobre
la losofa ultraliberal, est produciendo implcitamente un discurso sobre los valores que pone en
primer plano un tipo especco de relaciones con
las tradiciones y la libertad. Por las buenas o por las
malas, el orden econmico da a los valores sus connotaciones y nos impone insensiblemente el ltro
de lectura (op. cit., 155).
ANTONI O ELORZ A
al-Qaradawi, el famoso predicador de la cadena Al-Yazira, conando en que la islamizacin traer consigo la armona en el campo de las relaciones econmicas.
Tariq Ramadan reconoce la profunda
diferencia existente entre el modelo occidental y el islmico, la tensin maniesta
entre ambos, e incluso habla de crear un
frente de resistencia al liberalismo sin alma,
a su realismo cnico (op. cit., 291). Eso supone una estrategia de alianzas con aquellos
europeos y americanos inclinados a defender los intereses del Sur. De ah la adhesin
de Tariq Ramadan a las movilizaciones altermundistas. La existencia de un enemigo
comn llama a la convergencia entre los crticos de la movilizacin y los defensores de
una economa moral de signo musulmn,
sin inters ni especulacin, y con el remedio
milagroso de ese azaque desde el cual ser
promovida la armona entre los grupos sociales. La entidad de la divergencia puede
ser apreciada si tenemos en cuenta la comparacin establecida por nuestro autor entre
los gestores de la economa occidental y los
comerciantes de La Meca que se opusieron
al Mensajero de Al. Se trata de pensar la
alternativa global, concluye (Les musulmans
de lOccident, 215).
El enfrentamiento con el Occidente
realmente existente es asimismo muy vivo
en el plano de los cdigos de comportamiento, sobre todo en aquellos que afectan
a la mujer y a la familia. El orden familiar
regido por las mximas cornica es, para
Tariq Ramadan, perfecto. La familia hace
al ser humano; pretender que el ser humano sea sin familia es como pretender que el
hurfano haga nacer a sus padres (op. cit.,
53). En lnea con el islamismo radical, para
nuestro predicador las formas laxas de moralidad que ofrece el mundo moderno dan
lugar a un museo de horrores: Las parejas
se rompen, los desgarramientos se multiplican, los desequilibrios aumentan, la
amargura y la inquietud acompaan a la
lectura de las estadsticas de los divorcios y
de las familias monoparentales (ibd.).
Como complemento, Tariq Ramadan despliega toda la retrica al uso del discurso
islamista con la exaltacin de la mujer en
tanto que madre y la cuidadosa seleccin
de hadices que sugieren igualdad y reconocimiento de la mujer.
Tariq Ramadan propone un feminismo musulmn, radicalmente distinto del
occidental, en la medida que su propsito
consiste en luchar contra la ignorancia en
que se hallan sumidas las mujeres en el
mundo musulmn, lo que a su juicio nada
tiene que ver con la concepcin religiosa
dominante. Al revs, la solucin reside en
TARI Q R AMADA N
ra, a la luz del texto y del contexto, las categoras y las aplicaciones concretas en la historia humana (Faut-il faire taire...?, 247).
En cuanto a los hadices, la nica inseguridad se deriva de la ausencia de crtica en
cuanto a su autenticidad. La prueba de autoridad es, pues, lo que cuenta y no el contenido. Si unos hadices son autnticos, entonces forman parte del conjunto de ciencias musulmanas (sic). Alcanzado este
punto, Tariq Ramadan esquiva la discusin
sobre esa supuesta cienticidad de los hadices y se limita a elogiar su importancia, ya
que sin ellos, advierte, los musulmanes no
sabran cmo rezar, ya que el Corn no
aborda la codicacin gestual de la plegaria. La elaboracin de sus pensamientos sobre el presente se atiene de modo estricto a
la utilizacin de un mtodo deductivo a
partir de las prescripciones contenidas en el
Corn y en la Sunna: Parto de los textos,
explica, estudio su naturaleza, procedo a
diferenciar los niveles entre lo atemporal y
lo contextual, estudio las diferentes interpretaciones y desarrollo un comentario para
nuestra poca (ibd., 210).
Sarkozy aludi al doble lenguaje empleado por su interlocutor, una caracterstica obligada por la contradiccin existente entre su voluntad de ganar adhesiones
en una opinin pblica para la cual existen unas normas de derecho de validez
universal, y al mismo tiempo permanecer
el, y de forma puntual, a todas y a cada
una de las pautas de comportamiento trazadas en el Corn y en los hadices. Para
soslayar la crtica dirigida contra las ms
cargadas de violencia y de irracionalidad,
Tariq Ramadan advierte que la lectura del
Corn no se puede hacer sin tener en
cuenta las exgesis de que los telogos musulmanes hicieron objeto a sus proposiciones. El carcter absoluto de la regla revelada no reside en la literalidad del texto,
sino en la comprensin profundizada de la
relacin entre el sentido del versculo y el
contexto de su revelacin (sabab annuzl) (Jihad, 2002, 62). Es un recurso
hbil para descalicar a cualquier intelectual laico que se atreviese a penetrar en el
misterio religioso. Del mismo modo, la cita de la labor de los alfaques o jurisconsultos musulmanes le sirve para desechar
el signicado habitual de la sharia, como
conjunto de normas altamente represivas,
tanto en los medios de control como en
los castigos empleados. Una y otra vez los
crticos occidentales se equivocan de plano, ya que la sharia de Tariq Ramadn no
es la shara realmente existente y aplicada
en Arabia Saud, por los talibanes o en
Irn, caricatura de la ley divina forjada por
CLAVES DE RAZN PRCTICA N 155
ANTONI O ELORZ A
La va del dilogo con la esposa sera la preferible, de lo cual el versculo no dice ni palabra. Subraya que Al recomienda primero
la exhortacin (waaza), no la amonestacin,
luego la suspensin de relaciones afectivas,
para pasar slo entonces a la accin punitiva
de intencin pedaggica:
Si nada de eso es ecaz, se trata entonces, como
dice Ibn Abbs en una interpretacin que data de la
poca del Profeta, de un golpe simblicamente manifestado con ayuda de una ramita de siwak (Islam, le
face face..., 330).
las mentes occidentales, sino la que l mismo piensa, un camino hacia la fuente divina, trazado mediante la labor intelectual,
la ichtihad, y cuyo punto de llegada es la
justicia, apoyada en el cumplimiento por
el creyente de los deberes incluidos en los
pilares del islam. Todo lo no explcitamente prohibido es lcito, e incluso la prohibicin tiene un sentido pedaggico. Quin
puede rechazar una concepcin tan noble,
tamizada adems por el pragmatismo?
La shara imaginaria de Tariq Ramadn
es, en consecuencia, plenamente conciliable
con el principio de libertad individual. Desde el exterior, la relacin inmediata con la
escritura sagrada resulta imposible. Todo lo
contrario que para el creyente capaz de buscar una interpretacin, as como de conjugar texto y contexto. Es ste un ejercicio intelectual del que se deriva una obligacin
insoslayable: Encontrar el medio de permanecer el a las prescripciones del islam
(Les musulmans dOccident, 141). Aqu no
caben escapatorias, y por encima de todo la
norma inscrita en el Corn resulta de obligado cumplimiento para los creyentes. En
N 155 CLAVES DE RAZN PRCTICA
TARI Q R AMADA N
lo imponen a sus hijas. Tariq Ramadan reparte en este punto las crticas: Obligar a
una joven o a una mujer a que lleve el velo
no es aceptable ni islmico; obligar a una
joven o a una mujer a que se lo quite no es
tampoco aceptable, ni es acorde con los
derechos del hombre (Peut-on vivre avec
lislam?, 117).
Sucede, sin embargo, que la primera
condena es puramente formal al afectar a
la esfera privada, en tanto que la segunda
tiene un destinatario muy concreto: el poder pblico que intenta eliminar la presencia de los smbolos religiosos en nombre
del laicismo. As que cuando a comienzos
de 2004 se inicie la discusin sobre la ley
de signos religiosos, Tariq Ramadan no
duda en comprometerse a fondo contra
una norma que juzga insensata y discriminatoria contra los musulmanes. En su discurso, importa menos la crtica al proyecto
que el espectculo lamentable que a su juicio ofrece la poltica francesa al abordar el
problema. Para nada toma en consideracin el informe oficial que enumera los
efectos de la generalizacin del velo entre
las jvenes musulmanas en la sociedad
francesa. El episodio es para Tariq Ramadan revelador del racismo, la xenofobia, la
incomprensin de la mayora de los franceses respecto de la minora musulmana,
as como una muestra de politiquera de la
peor especie. El llamamiento a la movilizacin de todos, musulmanes y no musulmanes contra la ley, va precedido de una
cascada de descalicaciones que merece ser
reproducida, siquiera parcialmente, para
probar que la adhesin a la democracia por
parte de Tariq Ramadan es slo vlida
cuando las instituciones representativas no
contraran las ideas o los cdigos de comportamiento de la umma. Estamos lejos de
las pulcras reexiones losco-religiosas
contenidas en sus libros:
Contando con que una mayora de franceses
sostiene la idea de una ley contra los signos religiosos, la clase poltica, obnubilada por la caza del voto, nge no darse cuenta de que las razones de ese
alineamiento mayoritario se nutren de consideraciones perturbadas y perturbadoras. El clima internacional del terror y de la violencia, el miedo hacia el
islam y los musulmanes, la visibilidad cada vez mayor de stos en la sociedad francesa (en especial en el
horizonte quebrado de las banlieues), as como un
marcado aumento del racismo, son otros tantos fenmenos que explican la reaccin de una mayora
de ciudadanos franceses; tienen miedo, se sienten en
peligro, incluso invadidos, y su percepcin del islam
es en gran medida negativa (Manifester, pourquoi?, Oumma.com, 14-I-2004).
ANTONI O ELORZ A
rgimen poltico que Hassan al-Banna dibuja en libros y folletos publicados recientemente por la propaganda islamista. El juicio
de su director de tesis no era gratuito, aunque menospreciase injustamente el esfuerzo
de recopilacin de ideas llevado a cabo por
su discpulo. Es tambin el caso de la valoracin que Tariq Ramadan establece del Libro
de la unicidad divina (Kitab al-tawhid) de un
integrista como Ibn Abd-al Wahhab, que rgidamente propone una interpretacin intransigente del islam, basada en la aplicacin
literal de los hadices. Extraa muestra de un
pensamiento reformista. Unas lneas de erudicin primaria sobre la crisis del Imperio
otomano en el siglo xviii, con la inevitable
presencia agresiva de las potencias occidentales, permiten a Ramadan hacer de Abdul
Wahhab un renovador que protesta contra
una situacin de anarqua. En Turqua, escribe nuestro doctorando, se introducen los
gustos europeos, consagrndose el xito de
los productos trados de Occidente (Reformismo, 2000, 54).
Acierta en cambio Ramadan al enlazar
al fundador del wahhabismo con el antecedente doctrinal de Ibn Taymyya. Ahora
bien, recordemos que el reformismo de
Ibn Taymiyya, consistente en garantizar el
desarrollo doctrinal y prctico de una ortodoxia fundada de modo riguroso en el texto
del Corn y la Sunna, por lo dems lo mismo que pretende nuestro autor, le convierte
en punto de partida generalmente reconocido de la lnea de pensamiento integrista que
culmina en el yihadismo salaf de nuestros
das. En otros libros, Tariq Ramadn cita
frecuente y positivamente al autor del Siyasa
shariy; y es que a su entender el origen de
todo pensamiento religioso reformista... se
encuentra la enseanza crtica de Ibn Taymiyya (Reformismo, 79).
As que no hace falta llegar a la recuperacin de los Hermanos Musulmanes para
percibir que lo que llama nuestro autor reformismo es en realidad elaboracin rigurosa de una concepcin del islam defensora
de una estricta ortodoxia, con la razn puesta al servicio de la aplicacin a una circunstancia histrica dada de los principios contenidos en el Corn y en la Sunna. De ah
su distanciamiento del islam democrtico y
liberal. Lo que plantea Tariq Ramadan es la
necesidad de adaptar de modo fructfero el
islam al marco democrtico de los pases occidentales, nunca a sus formas de vida y sistemas de valores, y tampoco aspira a transformar desde el interior la doctrina islmica,
lo cual sera para l signo de occidentalizacin. En todo caso, hace falta una nueva
lectura desde la estricta ortodoxia para favorecer su aplicacin a las nuevas realidades.
LA EUROPA COSMOPOLITA
ULRICH BECK
d
to al del barco diablico que haba transportado a sus antepasados como esclavos hasta tierras americanas. Cuatro siglos despus de que
Coln abriera las puertas de Amrica a un oreciente comercio de esclavos transatlntico,
este descendiente a la vez de esclavos y de negreros, estudiante de Historia y Filosofa en
Harvard, haba conseguido una prestigiosa beca para proseguir sus estudios en Berln. En la
universidad de esta ciudad, trat de ampliar su
mirada crtica matriculndose en Ciencias Polticas, rama de Sociologa. Con una inquebrantable conanza en la tradicin alemana,
esperaba recibir una enseanza profundizada
sobre la emancipacin respecto del racismo.
Las frases con las que Dubois describe sus experiencias en Europa no slo son particularmente instructivas para otros norteamericanos
negros, sino que adems evocan muchos recuerdos de una Europa cosmopolita:
cin hacia el Este y, de cara al exterior, a la turbulencia de una civilizacin que se pone a s
misma en peligro. Cmo es posible que, en
e momento trascendental de cambio hist
co, apenas haya, en la parte occidental de Europa, unas cuantas voces que deendan vehementemente la ampliacin hacia el Este contra
la pusilnime escrupulosa actitud nacional-estatal? Cmo es posible que la UE, que fue
c
para liberar a Europa de la maldici
su historia blica, est considerada por una
mayora de gente perteneciente a pases completamente diferentes una mezcla de aclamacin obligada y de institucin hostil? Cmo
es posible que la autocrtica europea, que tras
la pesadilla de la Segunda Guerra Mundial y
los crmenes contra la humanidad del rgimen
nazi, dio alas a polticos conservadores como
Winston Churchill, Charles de Gaulle y Konrad Adenauer, acabara en tamaa falta de fantasa institucionalizada? Bastar el espectro de
una indiferencia benevolente que llega hasta la
recusacin abierta, y a veces hasta el odio, para
captar y absorber las rupturas y colapsos previsibles, a los que se expone el proyecto de la
transformacin europea en el histrico viraje
de la ampliacin al Este?
Formulado de manera ms precisa, existe una realidad que merezca el ttulo de
Europa, o se trata de un concepto ilusorio
que slo sirve para describir una irrealidad
que no aguanta un cuestionamiento mnimamente crtico? No se esconde tal vez tras el
concepto de Europa justo lo contrario de todo lo que dicho concepto implica, es decir, el
adis a la democracia, la libertad, el reparto
del poder, la transparencia y la responsabilidad de las decisiones polticas? No est llamado al fracaso ese experimento que es la
alianza de Estados europeos, como ocurriera a
todos los imperios precedentes con parecidas
ambiciones, desde el imperio de Carlos V
hasta el actual Estados Unidos, pasando por
la monarqua del Danubio, el Imperio britnico y la Unin Sovitica? Por qu en el caso
de la Unin Europea no se va a producir lo
1.
La Unin Europea no es un club cristiano
ni una comunidad genealgica trascendental
Slo una imagen humana y cultural no antropolgica, antiontolgica, radicalmente abierta
y procedimentalmente determinada, es decir,
una imagen poltico-pragmtica, merece llevar
la etiqueta de europea. Esto se ve mejor si
hacemos la siguiente pregunta: Cul es tu
postura sobre Turqua?, pregunta por cierto
crucial para la Europa poltica actual, que divide a la gente en dos y delata el abismo que separa a la vieja Europa nacional de la nueva Europa cosmopolita.
Esta pregunta nos retrotrae al discurso sobre los orgenes europeos. Quienes quieren
mantener fuera a Turqua, insisten en la raigambre cristiana de Europa: slo quien sigue
participando en esta comunidad de destino
CLAVES DE RAZN PRCTICA N 155
la vez Irie y Millat. Ya, claro. Pero de dnde originariamente? Ah repuso Millat, exagerando su acento pakistan. Te reeres a de dnde provengo originariamente, no es eso?. Joyce pareci algo confuso. Eh...,
s, eso es, originariamente. Whitechapel, sentenci
Millat sacando un pitillo. Bueno, pasando antes por el
hospital Royal London y cogiendo luego el autobs
207. (Smith, 2000, pg. 319).
L A E UR OPA C O SMOPOLITA
nealgico cristiano-occidental de las fosas comunes de Europa es que desconoce la cosmopolitizacin interna de Europa: negamos la
realidad de unos diecisiete millones de personas que viven en la Comunidad Europea, que
n pueden reivindicar este legado
ral del ser europeos porque, por ejemplo, son
musulmanes o tienen la piel oscura, si bien
cultural y polticamente se entienden y organizan como europeos. Asimismo, tambin est
por escribir la historia de los europeos negros y
de su contribucin a la dinmica cultural y a la
conciencia de s de una Europa cosmopolita
(Gilroy, 2000, pg. 339). Finalmente, tambin
se conoce mal el microcosmos de esa sociedad
internacional que es Europa. En el mundo del
siglo xxi ya no existe ningn espacio cerrado
del Occidente cristiano, tal y como lo soara,
por ejemplo, el historiador romntico HansUlrich Wehler. A la vista de los crecientes entrelazamientos y compromisos transnacionales,
Europa se est convirtiendo en un entramado
abierto cuyas fronteras se deslen, donde el
fuera ya est dentro.
No cabe duda de que la situacin de la
Unin europea necesita una crtica; pero de
dnde tomaremos los baremos o parmetros
indicados para acometerla? De la imagen nacional, de los lamentos por la prdida de la soberana nacional? No. El concepto de la Europa cosmopolita hace posible una crtica de la
realidad de la UE que no sea nostlgica, nacional ni, por as decir, radicalmente europea. La
crtica es la siguiente: hay muchas cosas en la
vida de la UE que no son europeas. Por eso
Europa cojea. El diagnstico crtico es: hay demasiada poca Europa; y la terapia es: ms Europa pero bien entendida, es decir, entendida
de una manera cosmopolita!
Esto es aplicable tanto al interior de
Europa como a sus relaciones con el exterior.
As, es completamente no-europeo reducir a
los musulmanes al islam. Precisamente por ser
seculares los valores europeos no estn determinados por ninguna religin ni origen. Nadie armara: como esta persona es catlica y
procede de Baviera, no es demcrata. Sin embargo, para la mirada de muchos europeos nacionalistas, ser musulmn sigue siendo un determinante totalitario que excluye ser realmente demcrata. La mirada nacional occidental es, en este sentido, una mirada fundamentalista que, paradjicamente, se da la mano con el fundamentalismo antimoderno de
un Osama Bin Laden, corroborndose recprocamente de manera peligrosa. Ser europeo
signica, segn esto, que se puede unir en una
existencia lo que en la mezquindad tica parece excluirse: que se puede ser musulmn y demcrata, socialista y pequeo empresario,
amar el paisaje bvaro y la dolce vita y aliarse
a una iniciativa xenfoba. La imagen europea
20
2.
La Europa cosmopolita consuma el adis
a la posmodernidad. Dicho de manera
simplicada: la Europa nacionalista,
la posmodernidad, la Europa cosmopolita
Desde que naliz la Segunda Guerra Mundial, la Europa cosmopolita, consciente de su
desolacin moral y fsica, se viene considerando polticamente la anttesis de la Europa nacionalista. Recordemos estas famosas palabras
del primer ministro y ministro de la Guerra
britnico, Winston Churchill, pronunciadas
en 1946 en medio de las ruinas de un continente destrozado: Si la Europa de antao estuviera unida [...], no habra ninguna frontera
para la felicidad, el bienestar y la gloria de los
cuatrocientos millones de seres humanos que
la habitan. Son los hombres de Estado carismticos de las democracias occidentales, y en
particular las personas y agrupaciones de la Resistencia activa, quienes, ms all de las trincheras y fosas comunes nacionales, han redescubierto Europa apelando a su historia espiritual. La Europa cosmopolita es un proyecto de
la Resistencia.
Esto es particularmente importante por
ser el punto de encuentro de dos cosas distintas: por una parte, aviva la resistencia a la perversin que estn experimentando los valores
europeos. El punto de partida no lo conforma,
segn esto, el humanismo, sino ms bien el
antihumanismo, es decir, la amarga constatacin de que varios regmenes totalitarios se han
apoyado en una idea particular del verdadero
hombre para discriminar, excluir, reformar o
aniquilar a las personas que no estaban disp
a amoldarse a dicho ideal. Pero, ustedes
perdonen, cuando ya no es la sustancia humana lo que hay que salvar, y cuando tenemos
que vrnoslas con un cuasi-sujeto descentrado,
del que ya nadie puede decir qu es realmente
y qu es lo que quiere y lo que le es todava sagrado, qu es lo que vale la pena conservar
entonces? Quin puede garantizar que no se
cometan secuestros, torturas, homicidios? Es
aqu donde cobran importancia las fuentes de
la protesta y la resistencia pblicas, pues en
CLAVES DE RAZN PRCTICA N 155
ULRI C H BEC K
s introduce una nueva ley o un nuevo principio, sino toda una nueva lgica del derecho,
que rompe con la lgica del derecho internacional, hasta entonces de corte nacional-estatal. Permtaseme citar el artculo 6c:
Crmenes contra la humanidad son el asesinato, el
exterminio, la esclavitud, la deportacin y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier civil antes o durante la guerra; o persecuciones por motivos polticos, raciales o religiosos en ejecucin de o con relacin a cualquier
delito dentro de la jurisdiccin del Tribunal, fueran perpetrados o no infringiendo la ley del pas en cuestin.
L A E UR OPA C O SMOPOLITA
3.
Quien piensa en Europa nacionalmente,
no slo est dando la espalda a la realidad
y al futuro de Europa, sino que est
(re)produciendo adems esos autobloqueos
que se han convertido en caracterstica
del quehacer poltico en Europa
Esto lo podemos ver en el canon de los conc
sobre la pol
la realidad de la Europa cosmopolita slo se
consigue en la negacin, es decir, en la
a
la poltica y el Estado. La mirada nacional desconoce la realidad y el futuro de Europa. Slo
conoce dos tipos de lectura de la poltica e integracin europeas: o Estado federal (federalismo) o alianza de Estados (intergubernamentalismo). Ambos modelos son empricamente
22
ULRI C H BEC K
4.
El realismo cosmopolita no es una utopa,
sino una realidad. Trata de conceptualizar
la experiencia de la alianza occidental
y de la Unin Europea y las perfila
para la era de los peligros globales
Este realismo atlntico, que amenaza con caer
en el olvido, se puede concebir e ilustrar con el
mayor xito imaginable de una poltica de des-
L A E UR OPA C O SMOPOLITA
nic la disolucin ni la extincin de las religiones. Antes al contrario, significa que los
principios de la tolerancia nacional, cultural,
tnica y religiosa quedan recogidos, preservados y garantizados institucionalmente.
L marcha triunfal de la Europa cosmopolita habla de manera inequvoca la lengua de la
plusvala poltica, que se genera merced a la fusin cooperativa de los Estados nacionales pero
sin restar poder a los mismos.
Nadie se puede sustraer a la relacin de
responsabilidad de la sociedad del riesgo.
Mientras los europeos nos ocupamos de nosot mismos, no dejan de aumentar los actuales
riesgos globales, y no slo para Europa. Mientras todos los Gobiernos y poblaciones sigan
segregndose mutuamente en el plano nacional, los pases y las culturas seguirn tambin
cayendo en el caos y la ruina, siendo simple
cuestin de tiempo el efecto letal que las dependencias globales ejercern tambin sobre
las naciones ricas y poderosas. Y no slo el peligro que proviene de Irak o Corea del Norte,
sino tambin, por ejemplo, de frica, cuya situacin debera asustar a la conciencia del
mundo. Sin embargo, el mundo podra aligerar su conciencia si se encomendara comunitariamente a esta tarea. As pues, la solucin a los
problemas no est en mirarse el ombligo, sino
en la apertura cosmopolita de Europa.
Para lograr estas metas es necesario descubrir y desarrollar un realismo cosmopolita
(conceptual, emprica y polticamente), que
e
el realismo nacional con su escepticismo
legtimo, y que tambin se abra y reformule
para esta era de peligros y crisis globales. Los
peligros que amenazan a los Estados, hoy y
m
las fronteras entre lo nacional y lo internacional, pero tambin relativizan la simetra de poder de los Estados. Incluso la nacin ms poderosa del mundo se siente impotente ante est amenazas: actuar en solitario resulta ineficaz
o contraproducente.
Para conservar y multiplicar su poder, los
Estados deben a) colaborar, y b) convenir una
normativa internacional, creando las correspondientes instituciones internacionales. En
otras palabras, que, si los Estados quieren sobrevivir, deben trabajar juntos. Pero la colaboracin duradera modica la autodenicin de
los Estados en su mismo ncleo. Su instinto de
conservacin y el deseo de ampliar su poder
los obliga a la asociacin y a la autotransformacin: no es la rivalidad, sino la colaboracin la
que maximiza los intereses nacionales. El anticosmopolitismo es igualmente antinacional,
pues no tiene en cuenta que, en una era de interdependencias y peligros globales, slo hay
un camino posible, el camino cosmopolita, para poder maximizar los intereses nacionales.
Conviene distinguir entre una autarqua auto-
[Ese artculo corresponde al captulo 17 del libro La mirada cosmopolita o la guerra es la paz, traducido por Bernardo Moreno Carrillo, Paids, 2005].
LA NAVAJA DE OCCAM
Y LA COMPLEJIDAD EN EL DERECHO
ANTONIO ESTELLA
1.1. El derecho:
causa o efecto de la complejidad?
He denido ms arriba al derecho como el
resultado jurdico de lo que producen determinados rganos que estn legitimados para
hacerlo. Por ejemplo en Espaa, es el resultado
de lo que pueden producir las Cortes Generales (Congreso junto con Senado), el Gobierno,
los parlamentos autonmicos, las Administraciones autonmicas y locales, etctera. Como
vemos, no se trata de una denicin que asuma
Poblacin
Nmero de abogados
por habitante
EU-15*
621.442**
384.460.000****
0,0016
EE UU
1.084.504***
295.284.000*****
0,0036
*No existen datos sobre el nmero de abogados en los 10 nuevos pases que accedieron a la UE en mayo de 2004.
**Fuente: Consejo General de la Abogaca Espaola (23 de febrero de 2004).
***Fuente: American Bar Association (31 de diciembre de 2003).
****Fuente: Eurostat (1 de enero 2004).
*****Fuente: US Bureau of Census (19 de enero 2005).
27
L A N AVA J A D E O C C A M Y L A C O M P L E J I D A D E N E L D E R E C H O
denicin puramente descriptiva, que no asume nada desde un punto de vista valorativo.
La herramienta fundamental que emplean
los tribunales para producir derecho es la interpretacin jurdica. La interpretacin jurdica es
un conjunto de operaciones, basadas en reglas
de carcter lgico-deductivo, que se realizan
para resolver problemas jurdicos. La operacin
jurdica interpretativa ms sencilla se asimila a
un simple silogismo, con una premisa mayor,
una premisa menor y una operacin de deduccin. Un ejemplo sera el siguiente:
Premisa mayor: todo individuo que
beba alcohol en un parque ser multado con
un euro.
Premisa menor: el individuo A bebi alcohol en un parque.
Conclusin: A es multado con un euro
por haber bebido alcohol en un parque.
El problema reside en que no todas las operaciones de interpretacin jurdica son tan sencillas como la que he descrito antes. De hecho,
en muchos casos son realmente complicadas
porque, ya para empezar, ni la premisa mayor ni
la menor suelen ser tan claras como en el ejemplo que he puesto antes. La dicultad a la hora
de hacer interpretaciones jurdicas es lo que permite que en ocasiones nos encontremos con decisiones judiciales verdaderamente extraas.
Tanto es as que ya existe alguna que otra
recopilacin de decisiones judiciales que no soportan ni siquiera mnimamente que se les someta a lo que Shapiro denomina el lunacy test,
el test de la locura (Shapiro, 1988:161). Por
ejemplo, en Antologa del disparate judicial (Toms-Valiente y Pardo, 2001) se documenta cmo un juez de Alcal de Henares absolvi a un
ATS que, tras auscultar a una paciente de 60
aos, decidi plantarle un par de besos en los
senos al grito de consrvelos usted as muchos
aos. El juez de Alcal argument que el acto
en cuestin no slo no tena nada de libidinoso sino que, al revs, haba que felicitar al imputado por prestar un buen servicio a la paciente. Otro juez, esta vez de Santa Cruz de
Tenerife, escriba sus sentencias en verso, justicando su empeo lrico en la necesaria proteccin de los menores. Sin duda se lleva la
palma un juez de Granada que, ni corto ni perezoso, revis el juicio realizado a Jesucristo hace unos 2000 aos decidiendo su absolucin! con el argumento de que se haba violado
el derecho a la tutela judicial efectiva de Nuestro Seor, todo ello tras un riguroso anlisis del
evangelio de San Mateo.
Ciertamente se podr pensar que estos casos son ms bien ejemplos de delirio judicial,
que nada tienen que ver con el fenmeno que
estamos examinando aqu, la complejidad del
Derecho. Y la verdad es que nada tendra que
28
ANTONI O ESTELLA
L A N AVA J A D E O C C A M Y L A C O M P L E J I D A D E N E L D E R E C H O
que pudiramos ordenarlas por orden de plausibilidad: la H1 sera la hiptesis que, desde
nuestro punto de vista, es la ms adecuada para la solucin de nuestro problema jurdico, la
H2 la que privilegiamos en segundo lugar, y
as hasta la Hn.
2) Contraste de hiptesis jurdicas
Una vez hemos formulado nuestras hiptesis,
Hn, entonces debemos pasar a la fase de su vericacin o refutacin. Por contraste, las ciencias naturales entienden comprobacin emprica de las hiptesis en cuestin de tal manera
que una hiptesis que carezca completamente
de implicaciones empricas debe ser rechazada
como tal. La pregunta es si en Derecho podemos aspirar a un tipo de comprobacin emprica que se acerque de alguna manera al propio
de las ciencias naturales. De nuevo, creo que la
respuesta es armativa. Por ejemplo, en muchos casos podemos echar mano de los mtodos cuantitativos, como la estadstica, para
comprobar o refutar hiptesis jurdicas. Esta
avenida metodolgica es de hecho una de las
ms prometedoras para el anlisis y comprensin de los fenmenos jurdicos. En muchos
casos, sin embargo, no ser posible cuanticar
los fenmenos jurdicos; por tanto no podremos emplear mtodos cuantitativos para comprobar nuestras hiptesis. Por ejemplo, imaginemos que el problema jurdico que tenemos
es el de saber si el art. 93 de la Constitucin
acepta o no la primaca del derecho comunitario sobre la Constitucin. Esencialmente, tendramos aqu una hiptesis binaria: o si la
acepta o no la acepta. En este caso, es evidente
que no podemos hacer ninguna comprobacin
cuantitativa en relacin con ninguna de las dos
hiptesis, de tal manera que nos permita decantarnos por una u otra. Pero lo que s que
podemos hacer es anticipar las consecuencias
(Tetlok y Belkin, 1996) de una u otra. Si optamos por la hiptesis de que el artculo 93 permite la primaca, entonces la consecuencia sera que el derecho comunitario desplazara al
constitucional. Si optamos por la hiptesis de
que el art. 93 no admite la primaca, entonces
la consecuencia sera que el derecho constitucional desplazara al comunitario. De hecho en
este caso no es necesario que sometamos a ningn tipo de contraste emprico a ninguna de
las dos hiptesis, ya que en realidad anticipar
las consecuencias de ambas sera suciente. Es
decir, no es necesario que en una sentencia se
verique que el derecho constitucional de hecho ha quedado desplazado como consecuencia de la aplicacin del comunitario (puede
que la situacin concreta no se llegue a dar
nunca) para saber que si interpretamos el artculo 93 de manera que s admite la primaca
del derecho comunitario, se desplazar la aplicacin del constitucional.
CLAVES DE RAZN PRCTICA N 155
ANTONI O ESTELLA
estudio que mezcle derecho privado con pblico no es realmente un estudio interdisciplinar:
es un estudio estrictamente jurdico. Ahora
bien, a partir de ah no deberamos concluir
que cualquier tipo de transferencia de una disciplina que no sea jurdica a una disciplina jurdica es una transferencia justicada. Dicho
de otro modo: cul es el tipo de interdisciplinariedad que le viene bien al Derecho?
La respuesta a esta pregunta nos la da lo
que se llama hoy en da anlisis institucional
del derecho o nuevo institucionalismo. Esencialmente, el nuevo institucionalismo propone
el estudio de las instituciones, en el sentido de
agrupaciones (clusters) de normas, como forma
de mejorar nuestra comprensin sobre la conducta de los actores expuestos a dichas instituciones. Existen al menos tres versiones del nuevo institucionalismo jurdico: la histrica, la
econmica y la sociolgica. Sin duda la versin
ms interesante, por el tremendo potencial
analtico que despliega, es la versin econmica del nuevo institucionalismo.
La versin econmica del neoinstitucionalismo parte de asunciones sobre las motivaciones
de los actores que analiza basadas en un modelo
muy preciso de la racionalidad econmica de los
individuos. El actor objeto de anlisis es modelado como si fuera un individuo motivado en
su comportamiento y conducta por la maximizacin de sus preferencias. No es necesario que
estas preferencias sean estrictamente egostas:
pueden perfectamente ser de carcter altruista.
Lo importante es la observacin del nuevo institucionalismo de que los actores actan de forma
estratgica para intentar implementar, lo mximo posible, sus preferencias.
A la hora de intentar maximizar sus preferencias, los actores no actan en el vaco sino
que actan en mbitos institucionales. Las normas, reglas, convenciones que forman dichas
instituciones son ventajas o constricciones que
modelan el comportamiento de dichos actores
cuando intentan maximizar sus preferencias.
Por tanto, para entender su comportamiento es
fundamental hacer anlisis muy precisos sobre
cmo las instituciones afectan al mismo.
Las ventajas del nuevo institucionalismo
econmico como mtodo interdisciplinar del
Derecho son variadas (Hall y Taylor, 1996).
Una de ellas es precisamente que permite una
mayor claridad en nuestros anlisis doctrinales
sobre los fenmenos jurdicos. Y lo hace porque nos obliga, ya para empezar, a especicar
las preferencias que tienen los actores objeto de
anlisis y construir dichos anlisis sobre la base
de tales especicaciones. Por otro lado, proporciona todo un arsenal analtico (el empleo de
mtodos cuantitativos en el anlisis del derecho, la teora de juegos, etctera) que contribuye a simplicar en gran medida nuestros anlisis. Por volver a uno de los ejemplos que pona
31
L A N AVA J A D E O C C A M Y L A C O M P L E J I D A D E N E L D E R E C H O
antes, si a travs de un anlisis estadstico puedo determinar que la variable que explica con
mayor probabilidad por qu los heterosexuales
contraen menos matrimonios en aquellos pases en los que el matrimonio gay y heterosexual
est equiparado es precisamente ese cambio regulatorio, podr anticipar con mayor certeza las
consecuencias de una u otra hiptesis interpretativa de la norma de la Constitucin espaola
sobre los matrimonios. En denitiva, sencillez
y anlisis institucional del derecho en su versin econmica van de la mano.
2.3. Parsimonia y Derecho
Todo lo dicho hasta ahora no nos da, sin embargo, un criterio de simplicidad ni aclara por
qu la simplicidad es superior a la complejidad en el Derecho. Para abordar ambas cuestiones tenemos que remontarnos a Occam,
quien formul, entre los siglos xiii y xiv lo
que luego se ha venido a conocer como la
navaja de Occam (Brampton, 1964; Maurer, 1978 y 1984). La navaja de Occam es una
sencilla regla de conrmacin y aceptabilidad
de hiptesis. Establece que, teniendo varias
hiptesis con la misma capacidad explicativa,
se ha de escoger aquella que incluye un menor nmero de variables. Imaginemos que
queremos explicar el fenmeno F y que tenemos tres hiptesis H1, H2, H3 que explican
por completo el fenmeno F. Dichas hiptesis
son las siguientes:
H1: F= a, b, c, d
H2: F= a, b, c
H3: F= a, b
Es decir, la H1 incluye cuatro variables explicativas, la H2 tres y la H3 es la ms simple,
incluye dos.
Lo primero que hay que sealar es que las
tres hiptesis explican completamente, como he
dicho antes, el fenmeno F. Desde el punto de
vista de su potencia explicativa, las tres seran
equivalentes. Es decir, no tenemos ninguna
que explique solamente ciertos aspectos de F,
pero no todos. Obviamente, si H1 explicara
todos los aspectos del fenmeno F, y H2 y H3
solamente algunos de ellos, habra que escoger
esta hiptesis incluso aunque fuera ms compleja que las otras dos. Pero si esta condicin se
da, ceteris paribus, habra que escoger H3.
A partir de aqu, existe un amplio debate
en el mbito de la losofa de la ciencia sobre
las razones por las que, ceteris paribus, es conveniente privilegiar las hiptesis ms sencillas
sobre las ms complejas. Por ejemplo, Hempel
dice que aunque resulta innegable que la simplicidad es altamente apreciada dentro de la
ciencia, no es fcil () justicar la preferencia
dada a las hiptesis y teoras ms simples
(Hempel, 1993:69). Sin embargo, Popper da
32
Antonio Estella es profesor titular de Derecho Administrativo de la Universidad Carlos III de Madrid.
CLAVES DE RAZN PRCTICA N 155
LA REPRESIN FRANQUISTA
TRAS LA GUERRA CIVIL
BARTOLOM BENNASSAR
Un debate actual:
la recuperacin de la memoria histrica
34
se con otro. Durante la Guerra Civil se desencaden, por ambas partes, el mismo afn
por exterminar al contrario. Dos vctimas de
la represin franquista lo reconocen. Josep
Subirats, condenado en 1939 a cadena perpetua (sin embargo, slo tena 16 aos el 18
de julio de 1936!) y liberado bajo condiciones en 1946, escribe: Con el tiempo, se puede llegar a comprender que, durante una
guerra, sobre todo durante una Guerra Civil,
el objetivo es destruir al enemigo. Entonces
la muerte es un protagonista corriente3. Por
su parte, Julio Valden Baruque da muestras
de una honestidad intelectual admirable:
Represin, como es sabido, la hubo en las dos
Espaas (...). [Segn los ms recientes estudios] el nmero de vctimas fue mayor en el bando republicano
que en el nacional (...). Ello es explicable, habida cuenta que los republicanos slo pudieron practicar la represin en las zonas de Espaa que controlaron mientras
que los nacionalistas la desarrollaron en las zonas en
donde triunfaron inicialmente y en aquellas otras que
fueron conquistando al enemigo, es decir, en toda la
piel de toro (...).
vador en Oviedo, contabilizadas e identicadas (1.330 de un total de 1.679), las del cementerio de Ceares en Gijn (1.330) o las
2.789 registradas en Navarra, como resultado
de un trabajo cientco, y los restos exhumados de fosas comunes, que son objeto de valoraciones controvertidas que uctan a merced de los fantasmas de la memoria. En ocasiones ocurri lo mismo con la represin republicana, por ejemplo, los cadveres del famoso pozo de Carrin de Calatrava, en
Castilla la Nueva!7.
El silencio y el secreto no fueron totales,
ni mucho menos. Santos Juli no ha tenido
dicultad en recordar en varias ocasiones que
se han publicado muchos libros sobre la
Guerra Civil, el franquismo y los episodios
de la represin. Considero inaceptables las
palabras recientes de Vicen Navarro: La
historia de Espaa (...) ha sido enterrada y silenciada, cuando no tergiversada, durante
cuarenta aos de dictadura y veinticinco de
Emilio Silva y Santiago Macas, Las fosas de Franco, Temas de Hoy, Madrid, 2003. La falta de rigor al
elegir los criterios de seleccin (de ah la confusin entre
los periodos de guerra y posguerra) hace difcil utilizar
este libro. No obstante, incluye captulos interesantes
y merece la pena leerlo. No podemos dejar de resaltar
la excelencia de la obra de Francisco Alia Miranda, La
Guerra Civil en la retaguardia, Ciudad Real (1936-39),
Diputacin de Ciudad Real, 1994. La segunda parte del
libro se ocupa de la posguerra.
8 Vicen Navarro, La transicin y los desaparecidos republicanos, en La Memoria de los Olvidados, op.
cit., pp. 115-132. Remito al libro coordinado por Santos Juli, Vctimas de la Guerra, op. cit., pgs. 277-406,
aunque algunas pginas del captulo citado me parecen
cuestionables, a la obra de Sergio Vilar, Historia del
Antifranquismo, Planeta, Barcelona, 1984. Otros historiadores como Javier Tusell tambin se han ocupado de
la oposicin al franquismo y la represin.
BARTOLOM BENNASSAR
F, carpeta 110. El caso de Gijn resulta interesante porque permite constatar cules fueron los mtodos de la
represin en 1934 (ejercida por la derecha) y en 1936
(ejercida por el Frente Popular). Vase tambin PS Alicante, legajos 9, 10, 11.
12 Julio Valden Baruque, op. cit., pg. 34.
13 Vase Elena Maza Zorrilla, La Espaa de Franco,
Madrid, Actas Ediciones, 2002, pgs. 24-25.
14 Julio Valden Baruque, op. cit., pgs. 29-32.
15 Hugh Thomas, op. cit., pgs. 709-710.
16 Vicent Gabarda Cebelln, La Represin en la
Retaguardia republicana: Pas Valenciano (1936-39),
Alfons el Magnanim, Generalitat Valenciana, 1996, pg.
170. Se trata de un estudio regional digno de destacar.
17 Josep Subirats, op. cit., pgs. 127-151. El autor
agrupa varios meses en sus listas, por ejemplo julio y
agosto de 1939, de febrero a abril de 1940, junio y julio
de 1940. Seala que no hubo ejecuciones en septiembre
de 1939.
Sin duda, nunca conseguiremos saber el nmero exacto de vctimas de la represin franquista, pero con toda seguridad fue muy elevado. Testimonios tan poco sospechosos de
simpata hacia el Frente Popular como el del
conde Ciano as lo maniestan. El yerno de
Mussolini, que estuvo en Espaa en julio de
1939, en el momento lgido de la represin,
estaba espantado por el nmero de ejecuciones diarias: entre 200 y 250 en Madrid, 150
14
45
44
137
17
26
28
Total
88
113
455
23
118
37
1939
1940
Total
48
12
16
94
180
17
28
42
50
92
54
26
14
44
379
1941 15
74
33
50
10
27
14
14
19
271
1942 15
15
15
75
1943
11
28
10
69
1944
14
38
BARTOLOM BENNASSAR
ellos muchos falangistas, visitaron las crceles o los campos de concentracin, con la
complicidad de los carceleros, incluso de los
directores, para administrar a los detenidos
palizas y apaleamientos terribles. Algunos
murieron, otros se quedaron invlidos.
Algunos de los detenidos torturados para
conseguir denuncias relativas sobre todo a la
represin popular fueron asesinados en virtud de la ley de fugas (en el transcurso de
evasiones cticias) con el nico objetivo de
hacer desaparecer las huellas de tortura.
El castigo hacia los vencidos tambin fue
de carcter econmico. Hubo familias que se
arruinaron debido a las multas colosales que
se impusieron a hombres muertos durante la
contienda o fusilados tras la derrota de la Repblica. La Ley de
responsabilidades polticas permita embargar y conscar los
bienes de aquellos a quienes se
aplicaba. Propietarios inmobiliarios o empresarios, artistas o
universitarios como el rector de
la Universidad de Barcelona,
Pere Bosch Gimpera, perdieron
as toda su fortuna. El fuerte
descenso de las ejecuciones a
partir de 1942 y el ms lento
del nmero de detenidos reejan el debilitamiento de una represin siempre amenazadora.
Los datos estadsticos disponibles presentan algunas discrepancias, pero las magnitudes y
la evolucin son semejantes.
Recordemos, entre otras, la estimacin proporcionada por
fuentes oficiales y confirmada
en 1944 por el entonces ministro de Justicia, Eduardo Aunos,
que especic que la poblacin
de las crceles haba llegado a
pasar por el nivel mximo (muy
elevado) de 270.000 personas:
1939 (1 de abril): 90.413.
1939 (31 de diciembre): 270.719.
1940 (31 de diciembre): 213.640.
1941 (31 de diciembre): 145.851.
1942 (31 de diciembre): 112.73522.
En 1944, la poblacin reclusa se aproximaba todava a las 50.000 personas y slo en
1950 se redujo hasta situarse por debajo del
umbral de las 30.000.
El rgimen encontr una manera cmoda de mantener con pocos gastos a los detenidos, utilizando su fuerza de trabajo para
39
40
24 Ibd.
25 Francisco Moreno, en Santos Juli, Vctimas de la
Guerra Civil, op. cit., pgs. 336-342 y 369-406. Aunque el
objetivo del autor sea en el fondo poco cuestionable, lo expresa de una forma excesivamente apasionada sobre todo
porque Francisco Moreno nunca se reere a los campos del
SIM. Aunque no era su tema, no puede pasarlo por alto.
Topos, guerrilleros
y opositores clandestinos
Ante el delirio de venganza de los franquistas, los vencidos que no pudieron huir o se
creyeron las promesas de la propaganda del
Caudillo reaccionaron de maneras diversas.
Todos aquellos que haban ejercido algn tipo de responsabilidad, incluso menor, como
los alcaldes de pequeas comunidades, saban que arriesgaban su vida. Entre abril y
agosto de 1939 se fusil a alcaldes catalanes
(Tortosa, Santa Coloma de Queralt,
Vimbodi, Cornudella), igual que a colegas
de Levante (Novelda, Villajoyosa) o Castilla
la Nueva (Ciudad Real, Puertollano,
Membrilla). Lo mismo sucedi con los ediles andaluces de Alheurcn, Benalmdena,
Con, Fuengirola o los asturianos. Ante tal
amenaza, los hombres optaron por desaparecer, ausentarse del mundo. Se ocultaron
bajo tierra, razn por la que se les apod
topos. Por ejemplo, Saturnino de Lucas,
alcalde de Mudrin, cerca de Segovia, o
Manolo Corts, alcalde socialista de Mijas,
cerca de Mlaga; tambin Eulogio de Vega,
alcalde socialista de Rueda, en Castilla la
Vieja, y el alcalde de Sotrondio (Asturias)
Paulino Rodrguez. El primero permaneci
bajo tierra durante 34 aos; el segundo, 30;
el tercero, 28.
Paulino Rodrguez vivi junto a dos
compaeros durante 28 meses en un escondite habilitado bajo el hrreo de su madre,
al cual se acceda por un tnel excavado a
partir de la galera de una mina. A Saturnino
de Lucas lo salv el cura de su pueblo, caso
excepcional. Manolo Corts sobrevivi gracias a la ayuda y la discrecin de su mujer
Juliana y su hija Mara. Esper a la amnista
total del 1 de abril de 1969 (30 aos despus de que acabara la guerra!) para volver a
ver la luz del da: Treinta aos de vida connada entre cuatro paredes, sin sol y sin estrellas, 30 aos en voz baja, sin otra relacin
con el resto del mundo (...). Eulogio de
Vega pas 40 das escondido en un maizal,
despus refugiado en una choza y, por n,
vivi en una granja. Otros topos, ugetistas y
cenetistas fueron: Pedro Perdomo en Las
Palmas (33 aos), el cenetista Manuel
Serrano Ruiz (13 aos), Juan y Manuel
Hidalgo Espaa en Benaque, cerca de
Mlaga (28 aos), Antonio Urbina, de Santo
Domingo de la Calzada, que regres de
Francia por nostalgia (10 aos) y sin duda
varias decenas ms. No dejan de ser, sin embargo, casos excepcionales26.
26 Bartolom Bennassar, Histoire des Espagnols, col.
Bouquins, Laont, Pars, pgs. 929-930. Me disculpo
por citarme a m mismo. Por otra parte, vase Jess Torbado y Manuel Leguineche, Les Taupes (trad. del espa-
BARTOLOM BENNASSAR
Bartolom Bennasssar es historiador. Autor de Historia de los espaoles y La Espaa del Siglo de Oro.
41
LA ESCORIA DE
LA SOCIEDAD DE MERCADO
Toxicmanos, psicpatas y personas sin techo en las prisiones americanas
LOC WACQUANT
n Estados Unidos, el sobreencarcelamiento sirve mucho ms para gestionar la chusma molesta que para
luchar contra los crmenes de sangre cuyo
espectro aparece en los media y nutre una
oreciente industria del miedo a los pobres; sirvan de ejemplo las series de televisin Americas most wanted (Los ms buscados), Rescue 911 (Rescate 911) (el telfono de atencin policial) y COPS (Policas),
que emite, en horas de mxima audiencia,
vdeos de intervenciones reales de la polica en los barrios desheredados negros y
latinos con el ms absoluto desprecio por
los derechos de las personas arrestadas y
humilladas ante las cmaras1. Damos como prueba que entre 1985 y 1995 el nmero de condenados por crmenes violentos en las prisiones estatales2 aument un
86%, mientras que el de los detenidos por
desrdenes pblicos y por infracciones a
la legislacin sobre estupefacientes experiment un crecimiento del 187% y del
478%, respectivamente. Durante ese periodo, los primeros contribuyeron en un
39% al aumento de la poblacin penitenciaria medida en stock; los segundos en un
43%3.
42
25% al 60% del total de la poblacin reclusa. Slo los infractores de la legislacin
sobre estupefacientes han aportado el 71%
del fulgurante incremento de la poblacin
connada en estos establecimientos.
Ahora bien, de acuerdo a un informe
de la U. S. Sentencing Commission, tan
slo el 11 % de los condenados por ILS
en los tribunales federales son peces gor-
1975
1980
1985
1990
1995
23.566
24.252
40.505
57.331
89.564
27%
25%
34%
52%
60%
dos, frente a un 55% de pequeos infractores7 cuya nica falta quiz no haya
consistido ms que en hallarse, como reza
el dicho del gueto, en mal momento y
en mal lugar. En efecto, parientes, amigos o simples conocidos de un presunto
(pequeo) camello pueden ser condenados por asociacin a penas susceptibles
de llegar a la cadena perpetua en virtud
de las disposiciones que autorizan a los
procuradores federales a perseguir por
conspiracin con nes de distribucin
de estupefacientes a toda persona ms o
menos estrechamente vinculada al mnimo intercambio de droga. Y esto a fe de
un slo testigo ocular: no se requiere de
ninguna prueba material, ni la persona
que ha dispensado la droga implicada como pieza de conviccin ha de ser tan siquiera productora de la misma; y a los
miembros del jurado no se les informa de
las penas obligatorias e incomprensibles a
las que se exponen los acusados. El tratamiento penal diligente y drstico ha sustituido as al tratamiento mdico al que
los toxicmanos de las clases populares
no tienen acceso debido al abandono de
la sanidad pblica.
Los enfermos mentales entre rejas
La suerte de los enfermos mentales proporciona una trgica vericacin experimental de la hiptesis del vnculo causal y
funcional entre el declive del Estado social
y la prosperidad del Estado penal, ya que
ellos han sido, junto a los toxicmanos y a
los sin techo, tanto los primeros afectados
por el retroceso de la cobertura sanitaria,
como los principales beneciarios de la
6 Christopher J. Mumola y Thomas P. Bonczar,
Substance Abuse and Treatment of Adults on Probation, 1995,
Washington, Bureau of Justice Statistics, 1998, pg. 3.
7 United States Sentencing Commisson, Special
Report to Congress: Cocaine and Federal Sentencing
Policy, Washington, Government Printing Oce, febrero de 1995.
43
L A E S C O R I A D E L A S O C I E D A D D E M E RC A D O
expansin del sistema penitenciario americano. Se estima que ms de 200.000 psicpatas graves esquizofrnicos, maniacodepresivos o depresivos clnicos se pudren hoy en chirona, la mayora por no
haber tenido acceso en el exterior a los
cuidados requeridos. Un test en profundidad aplicado en 1993 a una muestra representativa de 728 nuevos presos de la
crcel de Chicago determin que un 30%
de ellos presentaba graves desrdenes psiquitricos (que no eran desrdenes de personalidad) y un 29%, una dependencia
psicotrpica en el momento de su ingreso
en prisin8. Al menos una quinta parte de
los menores presos en Estados Unidos, esto
es, veinte mil jvenes, padecen aicciones
psquicas. En California, ese porcentaje alcanza el 44% en el caso de los chicos y el
64% en el de las chicas; en Virginia, el 10%
de los jvenes detenidos requieren de cuidados psiquitricos intensivos y otro 40%,
de un tratamiento continuo. As como en
los adultos, la incidencia de la patologa
mental en los adolescentes est fuertemente
asociada al consumo de estupefacientes9.
Los pacientes a quienes hoy examinamos en la crcel son los mismos que solamos examinar en los hospitales psiquitricos hace unos veinte aos, explica un veterano responsable del pabelln psiquitrico
de la clnica de la Mens Central Jail de los
ngeles10. Porque tras la poltica de cierre
de los grandes hospicios pblicos el nmero
de pacientes de los asilos del pas cay en
picado, pasando de 559.000 en 1955 a
69.000 cuarenta aos ms tarde. Pacientes
de los que deban haberse ocupado los
centros comunitarios en rgimen abierto.
44
Pero las clnicas de proximidad, que supuestamente iban a sustituir a los asilos, no
han llegado nunca a desarrollarse por falta
de nanciacin pblica y los centros existentes han ido pereciendo a medida que los
seguros privados se desechaban y la cobertura sanitaria ofrecida por el Estado federal
se reduca precisamente cuando estos ltimos aos el nmero de americanos desprovistos de seguro de enfermedad bata todos
los rcords. De tal suerte que la desinstitucionalizacin de los enfermos mentales del
sector mdico se ha traducido en su reinstitucionalizacin en el sector penitenciario,
previo trnsito ms o menos prolongado
por el sintechismo se evala en un 80% la
proporcin de homeless americanos que han
pasado por un establecimiento de detencin o de atencin psiquitrica11. La mayora de las infracciones por las cuales han sido arrestados estn relacionadas con alteraciones del orden pblico que a menudo
no son ms que manifestaciones de sus problemas mentales.
Citaremos unos cuantos ejemplos procedentes de una muestra de motivos de
arresto de psicpatas recientemente sacados de un hospital en el que estaban recibiendo tratamiento mdico en virtud de la
poltica llamada de desinstitucionalizacin:
Un joven se adue de un 4x4 con el
que embisti el escaparate de una tienda
porque haba visto un dinosaurio a punto
de echrsele encima.
Una joven haba sido detenida repetidas veces por comer en restaurantes
de los que siempre sala sin pagar la cuenta porque, segn deca, no tena necesidad
de pagar siendo como era la reencarnacin de Jesucristo.
Un hombre haba sido detenido
por alteracin del orden pblico tras seguir a dos individuos hasta el lobby de un
hotel de lujo de Nob Hill (el barrio encopetado de San Francisco), artista menesteroso, aunque no desprovisto de talento,
estaba convencido de que esos individuos
eran agentes del FBI, responsable del rapto de su protectora.
Una seora de cierta edad se haba
puesto a lanzar acusaciones a voz en grito
en un restaurante y, a la hora de mayor
auencia, cuando un cliente que haba terminado de comer trat de pasar junto a su
mesa, la mujer cogi el pasador de su sombrero y, segn el informe de la polica, se lo
clav al seor en la nalga derecha.
Cuando andaba por una calle concurrida, un joven se haba girado bruscamente y golpeado a una mujer que caminaba detrs de l, persuadido de que sta
tena un rayo lser apuntando hacia sus
testculos y de que trataba de volverle estril12.
Cabra multiplicar a porfa los ejemplos
que muestran el modo en que la lgica punitiva y dicotmica de la ley y el orden
gobernar, en lo sucesivo, la gestin de los
psicpatas de las clases populares, asimilados a la fraccin ms visible de la categora
maldita de los pobres malos o de los pobres intiles, que viene a ser lo mismo13.
Tales ejemplos describen una gama que va
de lo chusco a lo trgico. Nos conformaremos con un solo caso que, tomado del otro
extremo del abanico de las posibilidades,
ilustra, llevndolo a su paroxismo en su cursus vital, el proceso de acumulacin y refuerzo mutuo entre las carencias del Estado
providencia y los rigores del Estado penitencia. El 5 de mayo de 1999, da de su 50
cumpleaos, Manuel Pina Babbitt, que haba recibido el Corazn Prpura por el
valor demostrado en el campo de batalla de
Vietnam, fue ejecutado mediante inyeccin
letal de venenos qumicos en la prisin de
San Quintn. En 1980, fue condenado tras
un juicio desastroso a la pena capital como
autor del robo con fuerza y agresiones (delitos cometidos durante un ashback causado
por problemas postraumticos relacionados
con sus experiencias en la guerra) a una anciana que muri de un ataque cardiaco a
consecuencia de las heridas recibidas14.
Tras una desdichada infancia en una
aldea rural de Massachussets (su padre,
originario de Cabo Verde, es alcohlico y
lo maltrata; su madre es una enferma
mental y l, que tambin padece de cierta
discapacidad mental, repite todos los cursos escolares antes de abandonar la escuela
a los 16 aos, todava analfabeto), Babbitt
12 Gary E. Whitmer, From Hospitals to Jails: The
Fate of Californias Deinstitutionalized Mentally Ill,
American Journal of Orthopsychiatry, 50-1, enero 1980,
pgs. 65-75, cita en pg. 66.
13 Terry Kuppers, Prison Madness: The Mental Health
Crisis Behind Bars and What We Must Do About It, San
Francisco, Jossey Bass, 1999, esp. pgs. 257-265.
14 Hundreds Take Up the Cause of a Killer y
Vietnam Veteran Executed for 1980 Murder, The New
York Times, 26 de abril y 5 de mayo de 1999. El siguiente relato est basado en una lectura cruzada de los artculos aparecidos en torno a este asunto en los cuatro grandes peridicos nacionales y en dos diarios regionales.
LO C WAC QUANT
45
L A E S C O R I A D E L A S O C I E D A D D E M E RC A D O
salvar a Babbitt), debe el privilegio de seguir con vida al hecho de ser blanco y de
clase social alta. En el transcurso de dos dcadas, Babbitt habra recorrido la gama
completa de las infracciones y de las penas,
desde la libertad condicional hasta la reclusin en espera de la aplicacin de la pena
capital, sin haber activado jams ningn
mecanismo de freno ni encontrado un tope
susceptible de atajar su decadencia social y
mental, y de detener la escalada penal correspondiente. Acaso la forma extrema de
la gestin punitiva de la miseria no consis-
46
LO C WAC QUANT
La escoria de la calle
masiado caros o, por ltimo, porque la institucin que les acoge no est legalmente
habilitada para tratarles, como en el caso
del centro de detencin de menores de
Texas23. Los psicpatas y los retrasados
mentales son adems el blanco habitual de
las novatadas y sevicias de los dems presos
y quienes ostentan, y con mucha diferencia,
la mayor propensin al suicidio. Los jueces,
a falta de infraestructuras que se ocupen de
ellos en el exterior, son reticentes a poner
en libertad bajo anza a los acusados que
tienen alguna discapacidad, lo que prolonga de forma notable su estancia en prisin.
La clnica de Rikers Island, por ejemplo,
trata cada ao a ms de 15.000 detenidos
con problemas mentales graves; stos permanecen encerrados en la famosa crcel de
Nueva York cinco veces ms tiempo de media que el resto de los detenidos (215 das
frente a 42), cuando los cargos que pesan
sobre ellos son menos graves. En California,
los individuos con discapacidades mentales
tienen, a misma infraccin, muchas ms
probabilidades que los dems de ser arrestados y condenados, y a unas penas de prisin mucho mayores de las que, por aadidura, cumplen una fraccin mayor24.
Al salir de prisin, las personas con antecedentes penales que padecen de trastornos psquicos se encuentran por lo general
abandonadas a su suerte, mientras que su
patologa se ha agravado. Muchos responsables de crceles municipales o de condado desconocen la suerte que corren los psicpatas tras su excarcelacin; en el 46% de
los establecimientos se ignora si los detenidos psicticos reciben cuidados psiquitricos tras su puesta en libertad; entre los responsables de los establecimientos que s
disponen de esa informacin, apenas un
36% conoce casos de detenidos de los que
se hayan ocupado en el exterior25. A falta
23 Una crcel (municipal o de condado) de cada
cinco no posee ninguna de las infraestructuras necesarias
para atender patologas mentales (Torrey y al.,
Criminalizing the Seriously Mentally Ill, art. cit., pg. 12).
En 1998, un informe de la Divisin de Derechos Civiles
del Departamento Federal de Justicia acusaba a la crcel
del Condado de Los ngeles de deliberada indiferencia
con respecto a las acuciantes necesidades psiquitricas de
los detenidos y conclua que la nica manera de mejorar [su] situacin mental era evacuarlos inmediatamente
del pabelln psiquitrico.
24 Joan Petersilia, Justice for All? Offenders
with Mental Retardation and the California
Corrections System, Prison Journal, 77-4, diciembre
1997, pgs. 358-380.
25 Torrey y al., Criminalizing the seriously
Mentally Ill, art. cit., pg. 13. En 1996, el Condado de
los ngeles pag 2,5 millones de dlares de indemnizacin a un detenido con esquizofrenia paranoide que haba pasado dos semanas de arresto en la crcel del condado (como sospechoso de haber cometido actos de vandalismo en una iglesia) sin recibir cuidado o medicacin
47
L A E S C O R I A D E L A S O C I E D A D D E M E RC A D O
quinta parte de los reclusos de las prisiones estatales identicados como alcohlicos se benecian de un seguimiento mdico por este motivo.
No cabe sorprenderse de que, una vez
en libertad, estas personas con antecedentes penales vuelvan a ser rpidamente detenidas por haber cometido un nuevo delito relacionado con su adiccin o por haber dado positivo en alguno de los
anlisis de orina semanales y obligatorios
para la mayora de los liberados bajo tutela penal en California, por ejemplo, donde la mitad de las revocaciones de libertad
condicional se deben a una deteccin de
drogas. Tanto ms cuanto que una de las
disposiciones de la reforma de la ayuda
social de 1996, adoptada en unos pocos
minutos mediante una enmienda votada
por los dos partidos, prohbe de por vida
a toda persona condenada a prisin por
haber infringido la legislacin sobre estupefacientes (ILS) la percepcin tanto de la
ayuda social destinada a las personas desfavorecidas (el TANF32, que ha reemplazado al AFDC), como de la ayuda alimenticia para indigentes (food stamps).
Otra disposicin excluye denitivamente
de la posibilidad de acceder al alojamiento
social a toda persona que haya sido detenida por tenencia o cesin de drogas y una
ley de 1994 autoriza a la Administracin
Federal de la Vivienda a echar a las personas con antecedentes penales del hbitat
pblico. Ambas medidas tienen necesariamente un efecto desproporcionado y devastador en las mujeres del (sub)proletariado,
que constituyen el grueso de los beneciarios de la asistencia pblica y cuyo primer
cargo de encarcelamiento es justamente
ILS, as como a las comunidades negra e
hispanohablante, que proporcionan las tres
cuartas partes de los presos pescados en
un asunto de stups (estupefacientes). Y
sobre sus hijos, quienes, de forma cada
vez ms numerosa, habrn de ser puestos
bajo la tutela de los servicios sociales o
confiados en adopcin a otras familias
porque sus madres no volvern a tener acceso a los recursos mnimos necesarios para conservar la custodia, pese al aciago
disfuncionamiento de los servicios de proteccin a la infancia que los condena a un
maltrato institucionalizado33. Por ltimo,
48
LO C WAC QUANT
de diciembre de 1998, el 22 da de su estancia, Andrew Goldstein recibe por ltima vez el alta en el North General
Hospital con una provisin de medicamentos correspondiente a una semana de
tratamiento y un formulario con la prescripcin de dirigirse a otro centro de atencin ambulatorio.
El 3 de enero de 1999, cuando est
esperando el metro en la estacin de la calle 23 y Broadway, Goldstein sufre un ataque psictico y, de improviso, empuja a las
vas a una desconocida que, por desdicha
estaba a su lado: Sent una sensacin, como algo que se introduca dentro de m,
como un fantasma, un espritu o algo as.
Sent una necesidad imperiosa de empujar,
de zarandear, de pegar. Al llegar el tren, la
sensacin desapareci primero y luego volvi Empuj a la mujer de pelo rubio.
Kendra Webdale, de 32 aos, es atropellada por el tren y muere en el acto. Pese a su
abultado historial psiquitrico (su expediente mdico es un pesado tomo de
3.500 pginas), Goldstein es juzgado apto para presentarse ante los tribunales,
porque, segn se alega, si se administra su
medicacin no es tan discapacitado como
para no alegar en su propia defensa o no
soportar el estrs de un juicio36.
Desatendido por el sector sanitario y
social del Estado, o tan slo atendido de
forma intermitente y por urgencias, el joven psictico tiene garantizada una atencin denitiva en el sector penitenciario:
se arriesga a la cadena perpetua. En las semanas posteriores a la tragedia, la familia
de la vctima interpone seis denuncias
contra los seis hospitales que haban soltado a Goldstein en 1998 y una demanda
por daos civiles de 20 millones de dlares por negligencia mdica por parte del
sistema hospitalario de la ciudad. Un observador experto en la escena psiquitrica
neoyorquina les da la razn: En 15 aos
de reportajes acerca de la poltica pblica
de salud mental, nunca haba visto el sistema en tal estado de desorganizacin.
Unos recortes presupuestarios sin precedentes han socavado los dispositivos de
seguridad hasta ahora empleados.
Citemos seis factores que permiten
augurar una intensicacin del tratamiento penal de los psicpatas en el Estado de
Nueva York en los aos venideros37: 1)
SEMBLANZA
se Alianza Editorial en su entonces innovadora coleccin El libro de bolsillo, creada poco antes por Jos Ortega Spottorno y
Jaime Salinas, de bajo precio y
con atractivas portadas de Daniel
Gil. La esplndida traduccin
es de Juan Benet Goitia, entonces un desconocido, que el ao
anterior haba publicado su primera novela, Volvers a Regin;
ramos muy pocos quienes la
habamos ledo y quedaba bastante para convertirse en el mito
de la literatura espaola de la segunda mitad del siglo xx que ha
llegado a ser.
Ms extrao es el ejemplar que
tengo de Jovencitas y lsofos. Slo
es de un ao posterior, pero dada
la fealdad de su cubierta, que nadie se atrevi a rmar, parece de
veinte aos antes, de nales de la
dcada de los cuarenta. Pertenece
a la prestigiosa coleccin La torre
de marl, del interesante editor
cataln Luis Caralt; y la versin
espaola, no la traduccin, especica, es de scar Luis Molina.
Tambin tengo los dos grandes
ejemplares de Cuentos, de Scott
Fitzgerald, publicados en 1998
por Alfaguara, en una buena traduccin de Justo Navarro, con
una bonita cubierta de Luis Pita,
donde aparecen muchos de ellos,
pero no todos.
El xito de El gran Gatsby (The
Great Gatsby, 1925), su segunda
novela, da lugar a una adaptacin
teatral, realizada por Owen Davis
y dirigida por el ms tarde conocido director de cine George
Cukor, que se estrena en febrero
de 1926 en Broadway con xito
de crtica y pblico, como acostumbra a escribirse en estos casos.
A pesar de los doscientos mil dlares que le pagan los estudios
Paramount por los derechos, tarCLAVES DE RAZN PRCTICA N155
Scott Fitzgerald
La lenta cada
La ltima estancia
en Hollywood
53
ge el ltimo con el ttulo La ltima vez que vi Pars (The Last Time
I Saw Paris, 1954), con Elizabeth
Taylor, Van Johnson, Walter
Pidgeon y Donna Reed.
En agosto de 1945, el da de
la liberacin de Pars de la ocupacin alemana durante la II
Guerra Mundial, el corresponsal
de guerra norteamericano
Charles Willis (Van Johnson)
conoce a la familia Ellswirth,
unos norteamericanos ancados
en Pars. El indolente padre
James Ellswirth (Walter Pidgeon)
y sus hijas Helen (Elizabeth
Taylor) y Marion (Donna Reed),
que se enamoran de l al mismo
tiempo. Mientras Charles Willis
y Helen Ellswirth se casan y tienen una hija, Vicki (Sandy
Descher), la celosa Marion
Ellswirth lo hace con el abogado Maurice (Kurt Kasznar). Las
novelas de Charles Willis son rechazadas por los editores, pero
gracias a la aparicin de petrleo
en unos terrenos de James
Ellswirth, la familia deja de tener
problemas econmicos. El matrimonio se distancia, Charles
Willis tiene una aventura con la
divorciada Lorraine Quarl (Eva
Gabor) y cae en el alcoholismo; y
Helen Ellswirth con el joven Paul
(Roger Moore) y muere de una
pulmona. Para olvidar, Charles
Willis regresa a Estados Unidos y
ms tarde vuelve a Pars para llevarse a su hija Vicki, pero su cuada slo accede a drsela a instancias de su marido.
Por imposicin de los productores, la accin se traslada de
principios de los aos veinte a
mediados de los cuarenta pero
sigue de cerca la narracin Regreso a Babilonia, de F. Scott Fitzgerald, en la que se basa. El coguionista y director Richard
Brooks hace una de sus mejores
adaptaciones literarias y logra
que, tras las vicisitudes del matrimonio protagonista, no resulte difcil ver las del propio Scott
Fitzgerald, al tiempo que hace
interesante su mnima ancdota
y da una leve visin del Pars de
la ms inmediata posguerra.
Narrada a travs de un ashback,
desde el momento en que el
protagonista regresa a Pars para
N 155 CLAVES DE RAZN PRCTICA
POLTICA
1.
El ultrarrevolucionario jacobino
sola decir que era necesaria una
revolucin moral porque todos
estaban rodeados de almas hechas de fango: reaccionarios,
monrquicos que ocultaban sus
ideas, gente mezquina o patriotas de un solo da que conspiraban en el Gobierno revolucionario. Consideraba necesaria una
revolucin moral porque el mal
se propagaba. Los peridicos reaccionarios decan mentiras. Por
eso haba que callarlos. Se propagaba la corrupcin. Por eso
h
que prestar ms atencin a
los ricos: Robespierre deca que
trataba la riqueza no solamente
como el precio de los delitos sino tambin como el castigo por
su comisin. Deca que quera
ser pobre para no ser desdichado. Imperaba la opinin de que
Francia estaba rodeada de traidores, de insectos venenosos
que propagaban la desvergenza, la falsedad y la ruindad. Esos
insectos provocaron la desintegracin de los sueos sobre el
Estado y la sociedad basados en
un sistema de valores nico y
con reglas que permitiran mantener la dignidad y la fraternidad, de acuerdo con la necesidad descubierta en 1789 de
hacer el bien. Robespierre consideraba necesaria la revolucin
56
2.
Esas frases tienen una gran actualidad aunque las dijeron personajes vestidos con trajes histricos. Las oigo decir una y otra
vez y cada vez me producen ms
tristeza y sorpresa porque quienes las pronuncian deberan saber adnde conducen.
La historia se repite? Karl
Marx escribi alguna vez, parafraseando a Hegel, que todos los
hechos histricos se repiten dos
veces: la primera vez como drama, la segunda como farsa. Pero
Marx se equivoc porque los hechos histricos se repiten no dos
sino muchas ms veces. El mundo est siempre lleno de inquisid
y de herejes, de mentirosos
y engaados, de terroristas y de
gente sometida al terror. Constantemente alguien muere en las
Termpilas, alguien bebe cicuta,
alguien pasa el Rubicn, alguien
prepara listas de proscritos; y nada indica que esto cambie algn
da. Nos gusta decir que la historia es la maestra de la vida; pero si eso es verdad tenemos que
r
que hacemos muy poco caso de las clases impartidas.
Por eso yo vuelvo hoy a pensar
en los ultras de la Revolucin y
en los ultras de la Contrarrevolucin que soaban con una
Gran Depuracin, con la revolucin moral; pero no para que
el lenguaje de terror que entonces se empleaba no vuelva a ser
utilizado sino convencido de
que se repetir inexorablemente
una vez tras otra.
3.
Cornelio Sulla, dictador romano, tras el triunfo conseguido en
la guerra civil, comenz su gobierno con la venganza sobre los
adversarios; y lo hizo utilizando
un mtodo muy singular, ya que
orden elaborar una lista de
proscritos, es decir, una lista de
enemigos a los que puso fuera
de la ley y por cuyas cabezas pagaba recompensas. Los historiadores Max Cary y Howard Hayes Scullard sealaron en su Historia de Roma que prolongaba
con una meticulosidad indignante todo el procedimiento
ampliando una y otra vez las listas de proscritos. Se impuso, as,
el terror. Aquel sistema modernizado de asesinatos masivos estaba dirigido, con un espritu de
venganza singular, contra los adversarios ricos. Sus bienes eran
c
y las ciudades de Italia se convirtieron en escenario
de constantes ejecuciones. se
era el objetivo de las listas de
proscritos que elaboraba Cornelio Sulla. Era terrible aparecer en
una lista as.
Luego, durante siglos, las listas de nombres se convirtieron
en un elemento imposible de
eliminar de la historia social: las
listas de brujas quemadas en las
CLAVES DE RAZN PRCTICA N155
hogueras, las listas de herejes sometidos a las pruebas de los inquisidores, las listas de los jesuitas condenados al destierro, las
listas de masones, las listas de jud las listas de cristianos de los
que se sospechaba que tenan
origen judo, las listas de comunistas y de simpatizantes con el
comunismo, las listas de monrquicos y otros enemigos de la
Revolucin, las listas de los
agentes del servicio de seguridad
de los zares, las listas de rehenes
y las listas de los guillotinados
decapitados por los verdugos y
las listas de fusilados.
L ejecuciones solan ir precedidas por la aparicin de listas de personas sospechosas de
desarrollar actividades contrarrevolucionarias y subversivas,
d tener un pasado pecaminoso
o un presente poco able, de
haber desarrollado actividades
de espionaje, de haber sido
agentes de otros, de haber traicionado. Las sospechas siempre
precedan a las acusaciones y a
las ejecuciones.
4.
La Revolucin Francesa aboli
l monarqua absoluta y dio vida
a la monarqua constitucional.
Hegel deca de la monarqua
que era un rgimen que despertaba una desconanza mxima.
N 155 CLAVES DE RAZN PRCTICA
condujo a la guillotina a un
monarca que se guiaba por la
conciencia catlica.
Robespierre hizo de la virtud
el principio ms sublime. Se
puede decir que trataba de verdad la virtud con enorme seriedad. Fue as como conquistaron
el poder la Virtud y el Terror,
porque la Virtud subjetiva, que
solamente impera partiendo de
la conviccin, suele conducir a
la ms terrible de las tiranas. Es
una Virtud que ejerce el poder
s tribunales. El castigo que impone tambin es muy sencillo:
la pena de muerte.
5.
Es una pena porque todo comenz muy bien... La Revolucin comenz bajo el signo de la
esperanza; de la esperanza de
que se conseguiran la libertad,
la igualdad y la fraternidad. La
Bastilla, el smbolo de la tirana,
f conquistada. El rey Luis XVI
opt por un compromiso con el
bando de la Revolucin y el absolutismo se derrumb. Todo
pareca indicar que el rey se haba puesto del lado del pueblo y
el pueblo estaba del lado del rey.
Pero merece la pena recordar
que La Bastilla, donde se encerraba a los adversarios del rey,
cuando fue conquistada en julio de 1789, tena solamente
6.
La restauracin de la monarqua
tambin comenz muy bien.
Tras un cuarto de siglo de torbellinos revolucionarios y napolen
comenz juntamente con
Luis XVIII, la poca de las palabras dulces y los gestos de reconciliacin. Franois Ren de
Chateaubriand, el idelogo ms
destacado de los Borbones, escribi en 1814 que Luis XVIII
era un prncipe conocido por su
ilustrada mente, inaccesible a los
prejuicios y ajeno a todo deseo
de venganza. Sola citar a Luis
XVI, que deca que perdonaba
de todo corazn a aquellos que,
sin motivo alguno por su parte,
57
se convirtieron en enemigos
suyos y que peda tambin
a Dios que les perdonase.
Al hablar en nombre
de los partidarios de
la restauracin, Chateaubriand sola decir que deseaba una
monarqua basada en
la igualdad de los derechos, la moral, la libertad de los ciudadanos y
la tolerancia poltica y
religiosa.
La restauracin fue
m all de las palabras. Luis
XVIII proclam una Carta
que era una especie de acta de
reconciliacin entre los partidarios de la Restauracin y de la
Revolucin. En aquella Carta se
estableci la intangibilidad de
los bienes adquiridos en los
tiempos de Napolen. Se respetaron tambin los ttulos de nobleza de los tiempos del Imperio. Asimismo se proclamaron la
igualdad de los ciudadanos y las
libertades bsicas. Incluso se les
prometi a los asesinos de los reyes que se olvidaran sus culpas.
Luis XVIII quera convencer a
los franceses de que no deseaba
vengarse, aunque se lo imputaran sus adversarios. Declaraba
que solamente el sistema de la
moderacin poda impedir que
Francia se destrozase con sus
propias manos.
7.
Todas las revoluciones tienen su
propia dinmica. Todas se desarrollan con excesiva lentitud,
son inacabadas y suelen ser traicionadas. Del seno de todas las
revoluciones surgen los llamamientos a su aceleracin, a su
t
y a la prevencin de
las traiciones.
En el umbral de la Revolucin Francesa las exigencias de
que el monarca hiciese concesiones a la Asamblea Nacional ya
eran exigencias revolucionarias.
El compromiso de la Revolucin con el monarca, a favor de
una monarqua constitucional y
de la Declaracin de los Derechos Humanos, se festej como
un triunfo de los revolucionarios. Pero muy pronto aquel
58
8.
Robespierre
9.
No hay motivos para cuestionar
las buenas intenciones de los jacobinos, de aquellos ultras revolucionarios. De verdad queran
salvar la revolucin ante los monrquicos, ante las tropas extranjeras, ante los prejuicios,
ante la traicin y la corrupcin.
Lectores muy aplicados de los
enciclopedistas y de Jean-Jac-
ADAM MI C HNI K
10.
En todas las revoluciones aparecen la dialctica de la moderacin y el radicalismo. En los sucesivos virajes de la revolucin el
radical de ayer resulta ser el moderado de hoy. Cuando tiene
suerte, es acusado de oportunismo cobarde. Cuando la suerte
no le asiste, es acusado de traicin y de participar en una
conspiracin contrarrevolucionaria. Vladmir Ilich Lenin, un
hombre entendido en revoluciones, deca de los girondimos que
estaban empeados en arreglarle
las cuentas al poder absoluto
c guantes, como reformadores
de verdad; es decir, haciendo
concesiones, sin daar a la aristocracia, a la corte, o sea, con
prudencia, sin destruir nada.
Mientras que los jacobinos, seN 155 CLAVES DE RAZN PRCTICA
piracin. Para ellos la conspiracin equivala a una trama creada para combatir la virtud y la
libertad; es decir, la oposicin
frente al gobierno jacobino y los
mtodos de ejercicio del poder
empleados por los ultras. Francois Furet, un historiador de la
Revolucin, opinaba que la
conspiracin era una idea tpica
de la mentalidad religiosa tradicional, acostumbrada a ver en el
mal una manifestacin de fuerzas ocultas. Era tambin una
idea caracterstica de la conciencia revolucionaria. Gracias a esa
idea se poda explicar cualquier
obstculo como el resultado de
las actividades del enemigo: los
altos precios, la falta de alimentos, los escndalos de corrupcin. La fe en las conspiraciones
permita creer en sus crmenes
h
que nadie quera conf
As surga el mecanismo de
la depuracin, porque haba que
destruir las conspiraciones. Asimismo la conspiracin exima
de la obligacin de buscar al criminal individual y de explicar
cules eran sus planes porque
era imposible individualizar a
los autores de los crmenes,
siempre ocultos y con objetivos
altamente abstractos.
Saint-Just desenmascar a los
girondinos. Sola decir que en el
seno de la Convencin Nacional
formaron un nido los conspiradores que tenan como n restaurar la tirana. Sus planes eran
malignos y sus mtodos de accin muy sutiles y renados. No
eran enemigos abiertos y valientes de la libertad. Hablaban con
el lenguaje de quienes la apoyaban y se hacan pasar por sus defensores.
Los conspiradores fueron, no
obstante, desenmascarados.
Unos huyeron, los otros fueron
detenidos. Pero el propio SaintJust pensaba que no todos los
detenidos eran culpables y aseg
que muchos de ellos eran
unos dementes. Sin embargo
haba que salvar a la patria en
peligro: esa era la principal tarea
a cumplir y por eso haba que
destruir a los girondinos. En semejante situacin era muy difcil distinguir a los culpables de
f
Antes de aniquilar al enemigo tiene que despojarlo de su
carcter humano y llenarlo de
barro. Si la virtud absoluta de
l jacobinos deba servir de justicacin para el terror absoluto, sus enemigos, las vctimas
del terror, tambin tenan que
ser un mal absoluto, portadores
de la traicin total y de la ruindad perfecta.
Entre los jacobinos, tambin
e
sus dirigentes, haba gente
desprestigiada, ansiosa de poder
y dinero, gente que haba robado y era corrupta, gente de alma acomplejada por frustraciones originadas por la incapacidad. Eran intrigantes incurables, oportunistas que prestaban sus servicios a todos los gobiernos que surgan. Para los
idealistas aquella realidad tena
que ser muy desagradable pero
all donde se hace lea hay astillas. Si el chivato serva a la Virtud, su gran mrito eclipsaba el
defecto de su carcter. Si el intrigante perjudicaba al enemigo
de la Virtud, la intriga se converta en un servicio prestado a
la Revolucin.
El servicio prestado a la Virtud se manifestaba de una sola
manera: el odio contra los enemigos de la Virtud. El odio es
ese sentimiento que no sabe
percibir el mundo de otra manera que mediante su negacin.
Incluso aquello que a otros les
perece positivo, valioso e imp
es percibido como una
trampa, un engao, una traic
porque quien odia as percibe la condicin humana. Pero
el odio no busca el perfeccionamiento de algo, al contrario. La
situacin negativa responde de
m
al que odia que,
con satisfaccin todos los defectos perceptibles porque conrman su razn. Y lo ms importante: el que odia trata de
contagiar a todos los dems con
su forma de percibir el mundo.
Y es as como el odio uye hasta que contamina a toda la comunidad.
La Francia gobernada por los
jacobinos se vio presa de una
bsqueda alocada, desenfrenada,
de enemigos. Las delaciones, los
60
tribunales revolucionarios, la
guillotina: todos eran sospechosos. Imperaban las denuncias, la
ruindad y el miedo y todo en
nombre de la Virtud. La lsofa
polaca Barbara Skarga, al tratar
de definir a los hombres del
odio, dice que son personas con
una identidad inestable, dbiles, que se dejan influenciar,
muy ambiciosas, pero de pocas
virtudes. Tiene razn. Haba
mucha gente as en los crculos
de jacobinos y en los tribunales
revolucionarios. Pero lo que de
verdad fascina son las personas
de carcter fuerte, honradas,
idealistas que estn cegados por
esa droga que es la Revolucin.
A esas personas su pasin las
convierte en manipuladores, cnicos del juego poltico, demagogos de fcil palabra y corazn
seco, gente de una secta religiosa
transformada en una banda de
malhechores.
El idealista fantico, el ultrajacobino, crea que se poda
construir un mundo mejor segn los ideales de Rousseau. Ese
mundo se poda construir con
los mtodos de la Revolucin
mediante la exclusin de la vida
s
de la gente del
me, que se basaba en la opresin
de los humildes por parte de los
todopoderosos de este mundo.
Rousseau sola decir que odiaba
la servidumbre porque era la
fuente de todos los males. El ultrajacobino crea que la Revolucin poda acabar con todos los
males. Por eso los jacobinos
nunca hablaban en su propio
nombre. Siempre hablaban en
nombre de la Revolucin y del
Pueblo, en nombre de la Libertad y de la Virtud. Y en nombre
de los Humillados por la servidumbre mandaban a la guillotina a aquellos que eran sospechosos de haber violado las normas.
Pero la Virtud puede existir y es
fascinante solamente cuando est rodeada de maldad. Por eso la
injusticia universal y el pecado
o
son indispensables
para los intachables y justos.
El jacobino gloricaba a los
pobres. Eso lo descubri
Hannah Arendt. Pero tambin
descubri que el elogio de los
ADAM MI C HNI K
Joseph de Maistre
11.
Todos los procesos de restauracin oscilan entre la moderacin
y el radicalismo. Todos los proc
de restauracin son incompletos porque nunca satisfacen
plenamente a sus partidarios radicales. Todos los procesos de
restauracin son inconsecuentes.
Tras las primeras declaraciones
suaves y moderadas a favor del
entendimiento y la reconciliacin se produce el momento en
el que los ultras de los procesos
de restauracin, llamados tambin jacobinos blancos, se
sienten desencantados. En Francia, tras un breve periodo de idilio, Napolen volvi al poder
por cien das. Y despus de
aquellos cien das lleg la venganza de los ultras, que se ensaaron con los pobres franceses.
Los llamamientos al abandono del odio se convirtieron en
el smbolo de los comienzos de
la restauracin pero
luego los ultras se
dedicaron a pedir
que no se pidiese
ms la reconciliacin porque
no poda existir
e
los verdugos
y sus vctimas. Llegaron los tiempos de
una justicia aplicada naturalmente en nombre de
la Gran Depuracin de
Francia de la infernal suciedad de la Revolucin
y el Imperio. Los ultras
armaban que la Revolucin era un engendro de la vanidad
y la locura que se alimentaba con cadveres; era un monstruo
que amaba los saqueos, los incendios, las matanzas y la guillotina. Haba que
restablecer las leyes que imperaban antes de la Revolucin; haba que reconstruir las costumbres y privilegios de la nobleza y
de la Iglesia; haba que reinstaurar la disciplina y la censura. La
libertad de la prensa, la libertad
de publicacin, era para los ultras la mayor de las desgracias.
En aquellas confesiones los
ultras eran sinceros porque estaban convencidos de que el retorno al Siglo de Oro de antes de la
Revolucin era no solamente
posible sino imprescindible. Pero al mismo tiempo prevenan
de que las fuerzas de la Revolucin seguan siendo muy potentes, de que la mayora de los
puestos en la administracin estaban ocupados por los partidarios de los jacobinos y de Bonap
y de que, precisamente por
eso, haca falta una Gran Depuracin. Los ultras mantenan
que los tiempos de los paos
templados haban terminado.
Y, efectivamente, haban terminado. La sangre derramada
por el terror blanco aneg Francia. Los destacamentos paramilitares de los guerrilleros monrquicos implantaron la venganza
y un terror propio de los tiempos de la Inquisicin. Las persecuciones afectaron a todos los
sospechosos y, como es sabido,
Saint-Just
ADAM MI C HNI K
12.
Quin era el enemigo que envenenaba el orden de la Libertad
y la Virtud en los tiempos de la
Revolucin? Quin era el enemigo que destrua el orden divino con su jerarqua encabezada
por el representante de Jess en
la Tierra?
El ultra rojo responder lo
mismo que el jacobino. Ese enemigo es la secta. Sainte-Just deca que en Francia haba una
secta poltica. La formaban personas abominables y soberbias,
emigrantes y agentes britnicos,
frustrados depravados y corruptos, sembradores de la discordia,
hipcritas y gritones estriles. La
v pblica est saturada de elementos de esa secta; pero si es
as la sociedad, en la que los intereses y las envidias son el motor encubierto de gente deshonesta que con sobornos trata de
eludir la justicia, no debera hacer todo cuanto estuviese a su
alcance para conseguir la depuracin? Los que se oponen a la
depuracin, no tratan de corromper la sociedad? Y los que
N 155 CLAVES DE RAZN PRCTICA
t
de corromperla no intentan acaso destruirla?
Ese razonamiento empujaba
a Saint-Just a pensar que mientras viviese un enemigo de la Libertad no habra tranquilidad.
Por eso haba que castigar no solamente a los traidores sino tambin a los indiferentes. Hay que
castigar a todo el que es pasivo
en la Repblica y no hace nada
por ella. El fuego de la libertad
nos puricar como se purica
e mineral de hierro fundido que
empuja hacia la supercie la escoria. Por eso Saint-Just exhortaba a la sociedad a volver a las
normas morales; y al poder a
emplear el terror contra los enemigos. Haba llegado la hora de
declarar la guerra a la corrupcin, obligar a todos a llevar una
vida humilde y austera, a respetar las virtudes ciudadanas y a liquidar a los enemigos del pueblo. Era as como Saint-Just declaraba la guerra a la secta y reprochaba la Gran Depuracin,
la revolucin moral.
Para De Maistre la secta son
aquellos que tratan de corromper al pueblo y destruir el orden establecido, los elementos
subversivos que siembran la inseguridad. De Maistre vea en
la secta a los protestantes, los
jansenistas, los destas, los
atestas y los masones, los judos, los cientcos y los demcratas, los jacobinos, los liberales y los partidarios del utilitarismo, los materialistas y los
partidarios del perfeccionismo,
los anticlericales y los partidarios del igualitarismo, los idealistas, juristas y periodistas, los
reformadores laicos y todo tipo
de intelectuales. Todos los que
hacen referencia a principios
abstractos, todos los que creen
en la potencia de la razn o en
la conciencia individual, en la
libertad del individuo o en la
posibilidad de organizar la sociedad de manera racional, los
protestantes y los revolucionarios: todos son enemigos del
orden establecido y, por consiguiente, todos tienen que ser
liquidados. Esa secta siempre
acta, como un bicho, corroe
desde dentro el orden social.
13.
Los ultras rojos Robespierre y
Saint-Just, tienen toda una legin de defensores. Pero tambin la tiene el jacobino blanco
De Maistre. Los defensores de
Robespierre arman que era Intachable, Incorruptible, Indomable. De Saint-Just dicen que
era un hombre bueno y un
maestro fascinante. De De
Maistre dicen que era un hombre encantador que senta gran
simpata por la gente. Su Apologa del verdugo fue una reaccin
de horror ante el terror jacobino
y un intento de revancha, porque vea en el verdugo no a un
hombre normal sino a
Robespierre o a Saint-Just.
Puedo darles la razn a los
abogados de los ultras rojos y de
los jacobinos blancos. Pero en la
retrica y la espiritualidad de los
ultras rojos advertimos los primeros indicios de la retrica y la
espiritualidad de los bolcheviques; en el icono de Robespierre
vemos el reejo de Lenin y Stalin. En el funcionamiento de las
guillotina vemos una anticipacin de lo que luego fueron los
pelotones de fusilamiento de la
Cheka sovitica.
Por otro lado, en el catlogo
de los enemigos de Dios vemos
a la misma gente que el fascismo inscribi en sus listas en el
siglo xx. Berlin sola decir que el
violento rechazo por parte de
Maistre de la circulacin libre de
las ideas y su gran desprecio por
los intelectuales no era un simple conservadurismo sino algo
mucho ms antiguo y moderno
a la vez: algo con notas tpicas
de los tiempos de la Inquisi63
14.
Ya oigo los comentarios irnicos que dicen que lo que digo
son banalidades de sobra conocidas, mximas de un amante
de la vida moral sencilla, de un
individuo que no quiere admitir que las revoluciones tienen
su lgica. Pues bien, quiero dejar bien claro que los jacobinos
y los ultras siempre dicen lo
mismo. Eso se debe a que ser
jacobino equivale a haber traspasado una determinada frontera. Hay que atacar a la cons64
15.
Nosotros, los descontentos de
la secta de los eternos insatisfechos y asustados, soamos con
algo parecido. No queremos
ms revoluciones morales, no
queremos que se aprieten las
riendas de la democracia, no
queremos ms comisiones encargadas de desenmascarar a
los enemigos de la Virtud y del
orden divino, no queremos
ms listas de enemigos proscritos, de gente sospechosa de ser
enemiga, de candidatos a enemigos. Nosotros, los descontentos, soamos con un conglomerado de compromisos y
de buen juicio. No queremos
ms revoluciones en un pas
que todava no ha recuperado
del todo el equilibro despus
de las revoluciones que ya vivi.
Traduccin de Jorge Ruiz Lardizbal
ENSAYO
FRENTE AL FHRER
ROBERT SKILDESKY
Ian Kershaw
Making Friends with Hitler:
Lord Londonderry, the Nazis and the
Road to World War II
Allen Lane The Penguin Press, London
1.
Dos temas recorren toda la vida y
los actos de Charles Stewart Henry
Vane-Tempest-Stewart, sptimo
marqus de Londonderry. El primero es la decadencia y cada de la
aristocracia britnica; el segundo es
el de las actitudes britnicas hacia
Hitler y la Alemania nazi. Ambos
temas conuyen en la persona de
Charley Londonderry porque era
un superviviente aristocrtico en la
edad de la poltica democrtica
que, como muchos de los suyos,
vio el acuerdo amistad es una palabra excesiva con Hitler como
un medio para evitar otra guerra
que acabara denitivamente con
los de su clase y la civilizacin que
sta representaba.
Londonderry fue una gura lo
bastante importante en ambas
cuestiones para que su vida merezca ser historiada. Making
Friends with Hitler es un producto derivado de la monumental
biografa en dos volmenes que
ha escrito Kershaw sobre Hitler.
El libro que nos ocupa no es la
historia completa de una vida, lo
cual es de lamentar porque las
posiciones de Londonderry en los
aos treinta requieren pormenores sobre sus antecedentes familiares y biogrcos ms completos
de los suministrados por Kershaw. (Debe leerse en conjuncin
con la admirable historia de los
Londonderry escrita por
Montgomery Hyde1). El inters
66
2.
Los antepasados de Londonderry, los Stewart, cuyos orgenes eran presbiterianos escoceses
trasladados al Ulster del siglo
xvii por el rey Jacobo I, deban
su ascenso a los matrimonios
por dinero y a los buenos contactos. Cuando Charley naci
en 1878, la familia se haba hecho con un paquete de propiedades y ttulos nobiliarios irlandeses y escoceses minas en Northumberland, posesiones agrcolas en el noreste de Inglaterra,
en Irlanda y en Gales y tena
muchos parientes bien situados.
Los Londonderry ocupaban a la
sazn la posicin catorce en
cuanto a propiedad de la tierra
en Gran Bretaa, con unas rentas brutas anuales de 110.000
libras, unos cinco millones de
2
Adolf Hitler
FR E N TE AL FHRER
68
3.
El Ministerio del Aire era un
cargo ms expuesto que ninguno de los anteriores puestos polticos de Londonderry, no porque fuera un indocumentado en
aviacin saba a ese respecto
ms que el resto de los integrantes del gobierno y, desde luego,
ms que Churchill sino porque
en la primera mitad de la dcada
4 MacDonald haba dimitido como
primer ministro del Gobierno laborista
de minora el 25 de agosto de 1931,
cuando una cuantiosa minora del gabinete rechaz una reduccin de la cobertura de desempleo. El rey le convenci
para que formara un Gobierno nacional con objeto de salvar la libra esterlina, Gobierno compuesto casi exclusivamente de conservadores y liberales,
pasando los laboristas a la oposicin. De
todos modos, las autoridades sacaron la
libra del patrn oro el 21 de septiembre de 1931, pero MacDonald convoc
elecciones generales para el 27 de octubre de 1931, pidiendo un doctors mandate (un mandato mdico, para aplicar
cualquier remedio que pudiera resolver
la situacin), y el Gobierno nacional
volvi al poder con mayora, quedando
el Partido Laborista casi eliminado. La
traicin de MacDonal a su partido se
atribuy principalmente al abrazo aristocrtico al que haba sucumbido y, en
particular, a las maquinaciones de lady
Londonderry.
ROBERT SK I LDESK Y
a estar an ms distanciado. En
marzo de 1934, ante la evidencia del ilegal rearme alemn de
fuerzas areas, Baldwin declar
que Gran Bretaa no poda permitirse estar en posicin de
inferioridad frente a ningn
pas dentro del radio de ataque
a nuestras costas. Kershaw sostiene que, increblemente, Londonderry lejos de aprovechar
la oportunidad que le brindaba
este cambio de poltica, estuvo
dispuesto a aceptar un nivel relativamente modesto de expansin [britnica]. Churchill
atac el programa gubernamental de rearme areo diciendo
que llegaba demasiado tarde y
era en exceso precario.
En un debate parlamentario
de noviembre de 1934, Baldwin
utiliz cifras suministradas por
el Ministerio del Aire (es decir,
por Londonderry) para refutar
la alegacin de Churchill de que
las ilegales fuerzas areas alemanas estaban aproximndose rpidamente a la igualdad con las
Londonderry tena razn6. Kershaw reconoce que las innovaciones tcnicas que permitieron
a los britnicos derrotar a la
Luftwae en 1940 datan de la
poca de Londonderry. Ningn
ministro del Aire poda haber
hecho mucho ms a la vista del
estrangulamiento impuesto por
Hacienda a la economa. Las limitaciones de Londonderry en
las que Kershaw insiste en exceso especialmente su falta de
autoridad poltica no tuvieron
ningn efecto real, ni para bien
ni para mal.
4.
Las crticas ms serias de Kershaw contra Londonderry comienzan despus de dejar el
cargo y se reeren a los aos entre 1935 y 1937, cuando inten-
FR E N TE AL FHRER
comedia cinematogrca y l
mismo presentaba un aspecto
algo cmico.
Menos cmico fue un desle
de las Fuerzas de Asalto a la luz
de antorchas, contemplado desde el balcn de la Cancillera del
Reich. Esto signica guerra,
Charley, dijo la madre de lord
Londonderry. A la familia Londonderry le cay bien Goering,
el ms simptico de los lderes
nazis, con quien mantuvieron
correspondencia durante ms de
dos aos. Menos les gustaron
los dems. Edith dijo que Himmler le recordaba a un supervisor de los grandes almacenes
Harrods; y a ambos les result
antiptico Ribbentrop, que a su
amigo Chips Channon, diputado conservador y diarista, le recordaba al capitn de un yate
privado.
Fue Ribbentrop quien don
a Mount Stewart la estatuilla
del soldado de asalto. En su segunda visita a la familia, en que
Ribbentrop asisti a una misa
ofrecida por la alcalda en la catedral de Durham, Kershaw relata que cuando son el himno
nacional alemn Ribbentrop
hizo el Sieg Heil y su brazo hubo
de ser suave pero rpidamente
bajado por lord Londonderry,
que estaba a su lado. A los alemanes, ste les pareca el perfecto tipo de aristcrata de corte
antiguo. Kershaw comenta que
Londonderry, en otras palabras,
haba sido un crdulo. Y transmite muy bien la incomodidad
social de estos contactos; pero
por qu recurre al mismo juego
que la familia Londonderry
cuando dice que Neville Chamberlain pareca el director de
una sucursal bancaria de provincias o el jefe de un bufete de
ciudad pequea? Qu aspecto
tiene esta clase de persona?
Un defecto ms importante
es que Kershaw a un tiempo
exagera el distanciamiento de
Londonderry de los crculos
ociales y minimiza su utilidad
para el Gobierno britnico. En
un momento en que ambos pases tanteaban sus respectivas intenciones, era conveniente tener
un intermediario. Las residen70
talmente. A Londonderry no se
le habra ocurrido jams introducir el sistema nazi en Gran
Bretaa. Pero haba algunos aspectos de este rgimen o al menos de sus logros que le impresionaron. Como escribi su hijo:
Para los conservadores recios
como mi madre [,] el nazismo
presenta cierto atractivo, [por]
su carcter antijudo y antirruso
y su impaciencia ante lo dilatorio de los sistemas democrticos. Lo mismo caba decir de
su padre, que escribi a Ribbentrop: No siento gran simpata
por los judos. Londonderry
consideraba la poltica antisemita de Hitler como una cuestin
interna de Alemania pero no entenda por qu el liderazgo alemn se arriesgaba a perder la
buena voluntad del exterior debido a la persecucin de los judos; y el feroz y despiadado
antisemitismo nazi contribuy a
convencerle en ltima instancia
de que Hitler no estaba dispuesto a hacer ningn sacricio por
la paz. Su condena pblica de la
Kristallnach (la noche de los
cristales rotos) ocurrida del 9 al
10 de noviembre de 1938, fue
admirablemente rotunda; no
poda tolerar, dijo, la posibilidad
de abandonar a
poblaciones que apelaron a nosotros en busca de proteccin a completa merced de un pas que pareca
dispuesto a exterminar [] a una parte
de su poblacin, o a permitir que vivieran en condiciones de carcter tan brbaro que no podan por menos que
suscitar la condena de cualquier hombre o mujer cuerdos en todo el mundo
civilizado. [El signo de admiracin lo
aade Kershaw].
que yo quera hacerme con los alemanes cuando eran dbiles y estaban
prcticamente indefensos para intentar
convertirlos en buenos miembros de la
comunidad de naciones, como hizo
Castlereagh con Francia, y t nunca
creste que esa poltica pudiera tener
xito Mi poltica no se puso nunca
en prctica hasta que fue, siento decirlo, demasiado tarde.
ROBERT SK I LDESK Y
5.
Kershaw relata una historia interesante, y la relata bien, pero ha
perdido la ocasin de escribir un
libro autnticamente extraordinario. Un problema estriba en
que no es realmente historiador
de Gran Bretaa; y el prlogo en
que describe el trasfondo es estereotipado y est llen de tpicos.
La tenacidad con que la aristocracia britnica consigui retener poder y riqueza en el siglo
xix; la carnicera humana que
infligi a los aristcratas la
I Guerra Mundial, que, para
ellos, supuso la versin britnica
de la revolucin roja; la catastrca prdida de la conanza en s
misma de la aristocracia: todo
esto est esbozado en el panorama de fondo pero no sucientemente integrado en la historia
personal de Londonderry. Tampoco lo est el impacto personal
que tuvo en l la I Guerra Mundial, origen de su anhelo de evitar otra guerra europea casi a
cualquier precio. Uno de cada
cinco miembros de la nobleza
britnica e irlandesa y sus hijos
murieron en esta guerra; y entre
ellos no slo guraban los dos
mejores amigos de Londonderry,
sino tambin familiares y amigos del colegio con quienes se
N155 CLAVES DE RAZN PRCTICA
pacto amplio con Alemania podra haber evitado la guerra entre ambos pases. Kershaw cree
que en efecto podra haberla evitado pero slo al precio de la
destruccin de Gran Bretaa
como potencia mundial. Esto
me ha parecido siempre una tesis peligrosa porque intenta minimizar los benecios de una
paz ya existente postulando una
cadena de costes de la paz horrendos pero hipotticos que alcanzan hasta un futuro lejano. Ya
adopte la forma de teora del
domin, ya de doctrina de
guerra preventiva, esta lnea de
razonamiento presume que tenemos un conocimiento del futuro mucho mayor del que tenemos en realidad. La verdad es
que no sabemos qu habra ocurrido en los aos treinta y cuarenta con una poltica alternativa; slo sabemos lo que en efecto
ocurri. Churchill no era ms
presciente que Londonderry
pero tuvo ms suerte: porque las
bajas britnicas en la II Guerra
Mundial fueron relativamente
pequeas y porque, una vez comenzada la guerra, Hitler result ser an ms demente y malvado de lo que Churchill crea.
La historia nunca nos da la
respuesta cierta pero puede ayudarnos a hacer las preguntas
apropiadas. Qu importancia
se debe otorgar a la conservacin
de la paz frente a otros objetivos
de poltica exterior? Qu condiciones debe cumplir una
guerra para ser moralmente justicable? Es posible separar las
intenciones de un rgimen del
carcter de su Gobierno? Es la
coexistencia posible con cualquier rgimen? Todas stas son
cuestiones coetneas y, aunque
el libro de Kershaw no lograra
nada ms, al menos nos ayuda a
ver los dilemas de nuestro propio tiempo a travs de los ojos
de Londonderry.
Traduccin de Eva Rodrguez Halter
The New York Review of Books, 2005.
HISTORIA
60 AOS DE AUSCHWITZ
Paradigmas de la memoria colectiva de Alemania
JIMENA A. PRIETO
Semprn no mira con pesar hacia el pasado sino con cierta sospecha hacia el futuro; quiz con el temor que nos acompaa a la hora
de despedirnos; en este caso, la hora en la que la experiencia nos
abandona para convertirse en historia: de qu manera relatar, de
ahora en adelante, lo que as sucedi en el periodo ms oscuro de la
historia, una vez que los testigos
comienzan a abandonarnos y, con
ellos, la irreemplazable palabra
proveniente de su experiencia?,
cmo proteger, en los umbrales
del siglo xxi, la memoria de las
vctimas del genocidio alemn? No
parece ser, sin embargo, que nos
encontremos frente a un inminente olvido. Todo lo contrario; cuanto ms nos alejamos histricamente del holocausto, su presencia
conmemorativa, medial y comercial resulta cada vez mayor. De hecho, se ha incrementado a tal grado en la actualidad que ms bien
tendramos que temer por su casi
redundante presencia. Cmo explicar esta paradoja? Segn Jan Assmann, conocido estudioso de los
procesos de la memoria cultural,
existe una relacin de necesidad
entre la lejana y la imperiosa actualidad de un fenmeno histrico: una vez que la memoria comunicativa aquello que se transmite
directamente comienza a diluirse
en el pasado, se pone en marcha el
proceso de produccin simblica
de la memoria cultural, como si de
esta suerte pudiramos luchar contra la vorgine del tiempo2. La pregunta es: qu formas rituales produce la memoria cultural con la
intencin de recuperar la experiencia que denitivamente se aleja de
nuestro horizonte temporal?
Entre los aos 2004 y 2005,
Alemania monta una serie de escenarios simblicos en torno al holocausto: 60 aos han pasado desde
1945, ao en el que la conguracin econmica, poltica y social
de Europa habra de cambiar
drsticamente. Hoy en da, por
ms que exista un consenso sobre
lo que se conmemora, es notoria la
variedad de acontecimientos que
luchan por ganar un espacio en los
escenarios histricos: una gran mayora conmemora en Alemania el
nal de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo la capitulacin rmada el 8 de mayo de 1945; otros
exigen que el imperativo de la me-
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Mientras que la poltica simblica, experta en montajes histricos, hace uso de la historia en una
decidida voluntad orientada hacia
el futuro, la Kulturindustrie se encarga de ponernos al da sobre los
momentos ms espectaculares de
la Alemania nazi. Nunca antes
habamos vivido tanto Hitler,
arma Norbert Frei, con lo que
seala el carcter especfico del
nuevo boom en torno a los nazis:
3 Vase Schorder in Warschau
(Schrder en Varsovia) en Frankfurter
Allgemeine Zeitung, 2 de agosto de 2004.
en los umbrales del siglo xxi, tambin a los 60 aos del holocausto,
experimentamos con cercana hiperrealista la presencia de las principales guras del Tercer Reich. Ni
siquiera los testigos en el juicio de
Nremberg haban presenciado
con tal intensidad a los responsables del rgimen. De paso sea dicho, no se trata ya de escenarios en
los Lagers o en trenes de ganado
que transpor tan judos a
Auschwitz; la hora de las grandes
producciones sobre los campos de
concentracin, como la serie de
televisin Holocaust (1978), la pelcula de Steven Spielberg La lista
de Schindler (1993) o La vida es
bella, de Roberto Benigni (1999),
es cosa ya del pasado. Hoy interesa, al menos a productores de cine
y televisin, mostrar terrorficos
destinos: lo extraordinario de un
Hitler, de un Speer o de un Goebbels, pero tambin de los rebeldes
hermanos Scholl; grandes nazis,
grandes desertores, grandes rebeldes: todos pueden ser objeto de
xitos taquilleros.
Un comienzo de este nuevo
sensacionalismo lo tenemos en la
pelcula de Bernd Eichinger, El
hundimiento (Der Untergang), una
produccin de 14 millones de
euros. Bajo la direccin de Oliver
Hirschbiegel, las cmaras siguen de
cerca los ltimos das de la vida del
fhrer: An cuando bien sabemos
cmo termina todo, esperamos no
obstante en plena tensin muscular el desenlace: el hundimiento de
Hitler es tambin el del reino, de
cuyas cenizas surgir, as dice el
mensaje transmitido, en un da soleado de primavera, la vida liberada.
Con cierta repugnancia pero tambin con la fascinacin voyeurista
propia del espectador, vemos al
mismsimo Hitler (o ms bien, vemos la insuperable actuacin de
Bruno Ganz) dando rdenes desquiciadas desde su bnker para salvar los ltimos trozos de una Alemania que se desmorona y que slo sigue existiendo como Germania
en sus delirios de grandeza. El
fhrer se vende bien; poco despus,
la televisin se anima a presentarnos Los Hitler, una historia de familia, un documental sobre la familia
de Adolph Hitler y los problemas
psicopatolgicos que todos los
miembros de la familia sufran.
El historiador Norbert Frei analiza en su ltima obra las discusiones actuales, los cambios generacionales y los nuevos acentos en
torno a la memoria del holocausto.
Hoy en da, escribe, las historias de
experiencias particulares y privadas ocupan
el primer plano, mientras que el contexto
poltico y social deja de ser relevante. Lo
que fascina actualmente son las preguntas
por la culpa y por la perdicin individual;
las respuestas las buscamos ms bien a nivel del comportamiento personal de los
actores y no as analizando el funcionamiento del rgimen4.
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60 AOS DE AUSCHWITZ
5 Vase, Abschied von der Zeitgenossenschaft [Despedida de los contemporneos], ibdem., pgs. 41-62.
6 Vase, Sybille Steinbacher, Auschwitz,
Mnchen 2004, pgs. 104-107.
7 Una transcripcin del discurso de Joschka Fischer se encuentra en: Dem Staat
Israel verpflichtet. Joschka Fischers Rede
[Obligados con Israel. Discurso de Joschka
Fischer], Sddeutsche Zeitung, 25-1-2005.
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pos de concentracin como Dachau y Buchenwald sern convertidos en museos y centros de informacin. Auschwitz se transforma en smbolo de la barbarie en el
ncleo de la civilizacin, pensamiento fundamental de la Dialctica de la Ilustracin (1944), la
obra de Adorno y Horkheimer
que habra de repercutir enormemente en la investigacin losca, sociolgica y pedaggica desde
los aos setenta. Finalmente, el
Instituto de Investigacin Social,
al que pertenecan Adorno y Horkheimer, dar un enorme impulso a
la pedagoga de ese entonces, con
lo que contribuir a que las nuevas
generaciones desarrollen una conciencia histrica, interesada crticamente por el pasado del nacionalsocialismo11.
Es en los aos sesenta cuando
se sientan las bases de la cultura poltica de la memoria. Las nuevas generaciones comienzan a cuestionar
a sus padres, enfocndolos muchas
veces como los actores criminales
(die Tter) bajo las rdenes de
Hitler. En este contexto surge tambin la pregunta tica y poltica
vinculada al colectivo alemn:
Qu es lo que los alemanes debemos
recordar? La cultura de la memoria
que se genera en ese entonces slo
poda basarse en un imperativo
que reconociera la responsabilidad
histrica para con Auschwitz; un
fundamento tico que se resista a
ceder fcilmente espacios a aquellos discursos en los que se articulara el sufrimiento en primer plano
de los alemanes, aun cuando stos
tambin hubieran sido vctimas de
las atrocidades de la guerra o de la
ocupacin sovitica en los territorios del Este.
Slo despus de la reunicacin
de las dos Alemanias, una vez que
la tensin y la lucha ideolgica entre ambos bloques han quedado
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60 AOS DE AUSCHWITZ
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La responsabilidad histrica
o de la monumentalizacin
de nuestra vergenza
campo de ftbol15. Con estas palabras, Walser se refera evidentemente al Monumento a los judos
europeos asesinados; en ese momento, era todava una cuestin
discutible si sera erigido o no en
el centro de la capital alemana. La
tormenta desencadenada por el
NARRATIVA
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Marcel Proust
vida privada hasta el ltimo detalle. Dudo que igual que escribi Contra Sainte-Beuve, el Holmes de la biografa polvorienta,
Proust pusiese algn pero al libro de Cleste, pues gracias a
ella conocemos por n la bra
autntica del caballero Proust,
el colosal novelista de la Recherche. Dudo que si hubiera vivido
para ver impresa su obra no hubiese dedicado uno de esos tomos nales a Cleste. A fe que
lo mereca.
Du cot de Darlu-Leibniz
Para leer a Proust hay que armarse de paciencia. Uno puede leer
una pgina y quedarse con una
frase divertida, puede conocer a
un personaje o dos Odette y
Swann, pero si le tienta el gusanillo de leer un tomo entero,
est perdido. Hace falta una memoria de elefante proustiano para
leer la Recherche. Dar el salto entre una frase sencilla o de innita
sinuosidad; y si uno pica el anzuelo y acepta el envite, seguir
leyendo como un poseso y experimentar cada nuevo ritornello y
digresin, cada ramicacin argumental el inmenso party de
Proust, entonces se dar cuenta
del inmenso talento novelesco
del heredero supremo de Cervantes y Dickens. En cierta ocasin, compara a Odette con Dulcinea, con la salvedad de que se
trata de una Dulcinea de maison
de passe, de lupanar.
Hace poco tuve la fortuna de
encontrar un Du ct de chez
Swann de 1924 por cuatro
euros. Leer la Recherche entera
es tarea de chinos. En mi ltima
lectura decid escribir un ensayo
de cada sentada, de cada tirn o
inmersin en la novela, y escrib
unos cincuenta ensayos breves,
la nica forma de hacer justicia
al mayor genio novelesco del
siglo pasado.
CASA DE CITAS
SOBRE LA SOLEDAD
La palabra soledad es uno de esos signicantes especialmente afortunados. Ms que en otras lenguas, en espaol posee una sugestin inconfundible que est presente en algunos ttulos famosos como Cien aos
de soledad, de Gabriel Garca Mrquez, o El laberinto de la soledad, de
Octavio Paz, o las Soledades de Gngora. Y bien que les han venido esas
sutiles resonancias, por qu no decirlo. El primero se dignica adems
con el prestigio de la palabra siglo otro signicante noble, el segundo se acompaa de la gracia de los caminos sin salida y de las encrucijadas que slo se encuentran en los jardines renacentistas; el tercero, por
ltimo, usa el plural, que por su propia naturaleza llama al lector a perderse en pensamientos. Pero no nos engaemos, el signicante fuerte
en los tres ttulos es la soledad. Lo mismo sucede en ingls: la ocurrencia de Alan Sillitoe, que imagina o recrea un individuo derrotndose a
s mismo cuando est a un paso de la meta anhelada el mismo gesto
que describe el poema de Emily Dickinson citado ms abajo es tan
humano como conmovedor, pero lo que resulta inolvidable sobre todo
es el ttulo: The Loneliness of the Long Distance Runner. Pierde su cantarn lon-lon en la traduccin espaola, pero la prdida queda compensa-
Comprend
da con la incorporacin de soledad en: La soledad del corredor de fondo. De dnde procede esta resonancia? Es una reminiscencia quizs?
Pero, qu es lo que se recupera en la idea de la soledad? A juzgar por
muchas de las citas aqu reunidas, la soledad no es una experiencia feliz
o graticante. Siendo muy nios aprendemos a temerla, y desde entonces ninguno de nosotros encuentra placer en quedarse solo. Ms an,
reconocemos la llegada de la vida adulta cuando un buen da empezamos a quejarnos de lo solos que estamos, de lo poco que nos quieren o
de cuanto necesitamos a alguien que nos haga compaa. Y es verdad
que nuestra condicin es la vida en soledad. Nadie escapa a ese sino.
Aunque la palabra soledad no remite simplemente a un estar solos, a
una circunstancia que merezca la pena invocar o reivindicar, sino ms
bien a lo que se descubre en esa condicin, lo que se comprende o se
aprende en ese estado de dolorosa lucidez que nos pone delante de nosotros mismos. Es la conciencia de uno mismo lo que se expresa en la
vahda frmula estoy solo, sabidura intil de la que, sin embargo, no
podemos desprendernos.
Enrique Lynch
cuando alguien esconde un tizn entre las cenizas negras, lejos de la tierra sembrada, donde no hay vecinos, y salva la semilla
del fuego, que no podra encender en ninguna
otra parte, as se cubri Odiseo con hojas.
(Homero, 1983, V, 488-91)
La
Casi
SOBRE LA SOLEDAD
[Las
82
Quien
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