Fuerzas Armadas y Derechos Humanos 1

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FUERZAS ARMADAS Y

DERECHOS HUMANOS
General Alvaro Valencia Tovar

Introduccin
lucha del hombre por la libertad y la justicia es tan antigua como la especie. Ninguna de estas dos metas ha
La
podido alcanzarse bajo regmenes despticos, en los que
el Estado prevalezca sobre el individuo, no como entidad ordenadora de la vida colectiva, sino como expresin del poder omnmodo de un monarca, un dictador o una oligarqua poltica.
Trminos tales como derechos naturales, derechos civiles, derechos del individuo, derechos del hombre o la acepcin derechos humanos otorgada en la era contempornea por la Organizacin
de las Naciones Unidas, ms que combinacin de palabras expresan una inquietud secular: la de obtener respeto por la dignidad de la persona humana y por sus libertades fundamentales.
Cuando se forma parte de la autoridad constituida, la filosofa de los derechos humanos debe formar parte inseparable
del criterio y de la conciencia de quien la ejerce. Existe una
tendencia, muy humana por cierto, a considerar la autoridad
como incontestable. Quien se ve investido de ella, se resiente
con facilidad ante los disentimientos, la contradiccin, la simInstituto Interamericano de Derechos Humanos

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pie presencia de una actitud opositora. En esta forma se desdibuja la necesaria separacin entre la firmeza para controlar el
desorden o evitar la invasin del derecho ajeno por quien sobredimensione los mbitos del propio, y la intolerancia para
admitir la objecin o aceptar el desacuerdo.

Si esta actitud suele acompaar al funcionario civil, con


ms veras tiende a hacerse presente en las organizaciones militares y de polica, donde la disciplina, el rigor del mando, la
subordinacin, necesarios dentro de sus marcos respectivos, no
repueden ejercitarse de la misma manera cuando se entra en

lacin con la sociedad civil.

Las anteriores consideraciones preliminares, conducen a


realzar la importancia de inculcar en el hombre de armas y en
quien desempea funciones policiales, el respeto inviolable a
los derechos humanos. No se trata de una concesin graciosa
al ciudadano corriente, sino de un deber consagrado en las
Constituciones de los pases democrticos, en las leyes que les

dan desarrollo, y en convenios internacionales que comprometen al respectivo pas con la comunidad internacional.
Trasfondo Histrico
Es conveniente, antes de abordar el tema del militar en el
campo del derecho, visualizar el trasfondo histrico de una lucha milenaria, que no termina en la era de la conquista del espacio. El hombre de todas las edades ha buscado su propio lugar en el conglomerado social y, en particular, frente al poder
del Estado. No ha sido un proceso fcil. Los gobiernos prefieren la sumisin, sobre todo si estn encabezados por personalidades autoritarias o revisten formas monrquicas propensas al

despotismo.
Las conquistas logradas en este sensible campo de la vida,
merecen ese nombre. No han surgido, las ms de las veces, de
la transaccin y el dilogo, sino de la protesta colectiva, la re-

belda o la ms aguda forma del conflicto: la revolucin sangrienta. El signo de lucha domina el amplio estadio de las conSerie:

Estudios de Derechos Humanos

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frontaciones individuales y colectivas que, conscientes o no del


objetivo que persiguen, han buscado a travs de los siglos el
goce pleno de la libertad y la justicia.
En el mundo occidental, la penumbra del medioevo deja
vislumbrar las primeras claridades, dbiles an, de los derechos individuales. Ms atrs, los escritos de filsofos griegos y
la tica judeo-cristiana han aceptado la integridad del individuo y su prestancia ante las distintas formas de gobierno. Rebeliones como la de Espartaco en tiempos del Imperio Romano, sealan la explosin de tensiones reprimidas, que estallan
cuando la exasperacin alcanza su ordenada mxima, o un
caudillo se yergue sobre sta para incendiar la rebelda.

La Carta Magna de 1215 instaura en Inglaterra la limitacin del poder absoluto del rey sobre sus sbditos. Los caballeros, erguidos ante Juan sin Tierra, imponen reglas que constituyen toda una filosofa poltica de las relaciones entre gober-

nante y gobernados. Sin embargo, se trata apenas de un acuerdo de la nobleza con el monarca, que no llega al pueblo sino
muy diluido. Con todo, es el primero de tres pactos que plantan jalones histricos en la despaciosa marcha del mundo hacia
la democracia en su concepcin contempornea: la Peticin de
Derechos de 1628 y el Cdigo de Derechos de 1689.

En esta forma, cuando los peregrinos del Mayflower arriban


a la Nueva Inglaterra, en el Massachussets de hoy, traen consigo nociones arraigadas del derecho y de la libertad, que los ho-

rizontes dilatados del Nuevo Mundo amplan y consolidan. La


emancipacin de las Trece Colonias, con el Acta de Indepen-

dencia de 1776 y el Cdigo de Derechos promulgado ese mismo ao, vienen a ser el asentamiento de la primera democracia
moderna.

La Revolucin Francesa con su estallido de proporciones


cataclsmicas para la poca, instituye en su Asamblea Constituyente los Derechos del Hombre y del Ciudadano. An no se ha

desgajado sobre Francia la oleada de la violencia jacobina, pero


su grito de libertad, igualdad, fraternidad, comunica a la insurgencia contra la monarqua un aliento de tal vigor, que con l
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alumbra una nueva era en las relaciones del poder con la comunidad.
Pese a los obstculos que la Corona Espaola interpona
entre la Francia revolucionaria y sus posesiones de ultramar,
los Derechos y el grito que les sirve de pregn cruza el ocano.
En Santaf del Nuevo Reino de Granada, Antonio Nario los

edita en su propia imprenta y los hace circular en forma clandestina entre sus amigos. Empresa en extremo arriesgada bajo
el oscurantismo de la poca colonial, le cuesta aos de crcel y
persecuciones, pero deja en la conciencia pblica de lo que habr de ser Colombia, la nocin de la vala del individuo, que ha
de persistir a lo largo de su historia democrtica.

En Espaa el reconocimiento de los derechos individuales


sigue un proceso ms lento y difcil. Cuando Carlos V escucha
de los caballeros castellanos -comuneros se autodenominaronla afirmacin desconcertante: "cada uno de nosotros, que vale
tanto como vos, pero que unidos valemos mucho ms que

vos..." queda estupefacto. No le queda otro camino que transigir. Empero el absolutismo monrquico persiste, hasta que el
sacudimiento producido por la prisin de los reyes en Bayona
y la subsiguiente intervencin napolenica en la peninsula,
conducen a la Constitucin de Cdiz de 1812 y a la independencia de las colonias de ultramar.

Fernando VII desconoce la Constitucin al regresar al trono y abroga cuanto en ausencia ha pretendido disminuir su absolutismo. Lo de las colonias americanas ha sido un desacato y
una deslealtad, que no halla mejor manera de anular que mediante el empleo de la fuerza. Una formidable expedicin pacificadora cruza el Atlntico y la franja septentrional de Suramrica conoce la Noche del Terror. La emancipacin, sin embargo, es ya un hecho irreversible, y las nuevas repblicas inician
su turbulenta marcha hacia la democracia.

En esta forma lo que para los anglosajones fue un proceso,


para los iberoamericanos marca un cambio traumtico que tar-

darn mucho tiempo en asimilar. No es fcil pasar de un salto


del autoritarismo borbnico y su desptica manera de goberSerie: Estudios de Derechos Humanos Tomo I

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nar, a unas repblicas salidas de la guerra, con los caudillos


que la ganaron como gobernantes. La milicia, como la monarqua, es autoritaria. Hace de la disciplina la columna medular
de su existencia. No admite objeciones y su drasticidad se
transvasa a los pueblos que sus generales entran a gobernar en
ausencia de una clase poltica que la guerra no ha dado tiempo
ni ambiente para formar.
Las nuevas naciones no se hallan a s mismas. Su viacrucis
poltico es una desesperada bsqueda de identidad. Los fugaces perodos de ejercicio de la democracia son apenas pausas
en el regreso a las dictaduras, bien de militares, bien de caudillos civiles apoyados en las armas. Y en ese desplazamiento
isocrnico pendular, los derechos ciudadanos se consagran en
las Constituciones que se suceden unas a otras y se desconocen
en la vida cotidiana, regida por las autocracias tirnicas.

Es esta una herencia que, con contadas excepciones, resulta


comn a Iberoamrica. La democracia es un ideal. La dictadura una realidad.

Conculcadas en este dramtico contraste las

libertades, desconocidos los derechos, el hombre indoamericano de los estratos medios y bajos pervive bajo la misma pesadumbre de los tiempos coloniales.
Declaracin Universal de Derechos Humanos
Las Naciones Unidas, surgidas de la hecatombe de la II
Guerra Mundial como una esperanza para la humanidad en la

era ms conflictiva de su historia, proclamo el 10 de diciembre


de 1948 esta declaracin, que recogi las grandes contribuciones de Inglaterra, Francia y los Estados Unidos a la causa de
los derechos del hombre.

Esta viene a ser la culminacin del largo proceso de bsqueda de unos enunciados sobre los derechos y las libertades
del ser humano, y comprometi a todos los pases signatarios a
respetar y hacer respetar en su interior tales derechos. Falta to-

dava por recorrer el azaroso trecho de hacerlos valer en los


conflictos internos o externos que puedan precipitar a los EstaInstituto Interamericano de Derechos Humanos

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dos a conflictos blicos o que produzcan confrontaciones violentas entre partidos dentro de una misma nacin o de unos
pases contra otros.
Dondequiera se produzca un choque armado, los derechos
humanos quedan en entredicho. Desde el momento en que
una controversia no halle solucin pacfica, la violencia se hace

presente, lo normal es que adquiera mayor intensidad durante


su desarrollo, y las mutuas inculpaciones sobre violacin de tales derechos sirvan en cierta manera de excusa para multiplicar
los atropellos.

De todas maneras el reconocimiento universal de los derechos de la persona humana, implica un avance, fija un marco
de referencia para la vigilancia de la Organizacin que los promulg y obliga en alguna medida a todas las naciones a responder ante las dems y correr el riesgo de sanciones morales
o materiales.

Aqu surge una primera responsabilidad de las instituciones armadas ante los derechos humanos. Son ellas las depositarias de la fuerza que el Estado resuelve emplear en apoyo de
su poltica internacional o frente a conmociones internas. Portan las armas de su respectiva nacin, pero deben entender que
el empleo de esos instrumentos letales no puede hacerse sin

sujecin a una tica universal representada en los derechos humanos de la poblacin no combatiente y de los militares enemigos, sean heridos, prisioneros o desertores.
El Derecho Internacional Humanitario y
los Derechos Humanos

La batalla de Solferino librada el 24 de junio de 1859 durante la guerra austro-francesa por la posesin de Cerdea,
constituy una carnicera atroz. Ms de treinta y cinco mil
muertos y el doble de heridos impresionaron vivamente al filntropo suizo Henri Dunant que estuvo presente y fue testigo
de los sufrimientos de los heridos, particularmente de quienes
no podan ser cuidados por sus propios servicios de sanidad
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por haber cado en terrenos del enemigo, desentendido de


prestarles atencin mdica.
De sus esfuerzos por humanizar la guerra result la primera Conferencia de Ginebra en 1863, que puede considerarse el
origen jurdico del Derecho Internacional Humanitario, que
tendra influencia decisiva en la concepcin modernizada de

los Derechos Humanos.

Ambos, pues, tienen una cuna castrense, y es hacia los ejrcitos que apuntan en el esfuerzo de
disminuir los sufrimientos de la poblacin civil en zonas de
guerra y de los combatientes heridos y prisioneros.

La Cruz Roja Internacional surge como instrumento para


velar por la aplicacin de las normas que van configurando ese
difcil itinerario de humanizacin, paralelo a los avances tecnolgicos de la destruccin en masa. Se plantea aqu un conflicto
entre conceptos contrapuestos, que la Primera Guerra Mundial
agudiza con el empleo de la qumica destructiva, iniciada con

los gases asfixiantes de terrible efecto en el organismo humano.


Tambin hacen su aparicin en ese primer conflicto global,
la aviacin y el tanque. Aunque su empleo es todava limitado, evidencia una capacidad de dao y destruccin que presagia un futuro amenazante. La Segunda Guerra Mundial lleva

consigo una hecatombe de proporciones nunca antes imaginadas. Ciudades enteras son arrasadas por las nuevas concepcio-

nes de la Guerra Relmpago y hay momentos en que la poblacin civil no combatiente sufre tanto o ms que los soldados en
el frente de guerra.

La destruccin no reconoce lmites. Como tampoco el desconocimiento de los derechos humanos de minoras tnicas o
de la poblacin de pases conquistados. Los campos de concentracin configuran una visin dantesca de la capacidad del
hombre para torturar, masacrar, practicar el genocidio, sea por

razones tnicas o por un resurgimiento del sentido de conquista con su enorme carga de crueldad, que entregaba al vencedor
la suerte de la poblacin vencida.
Terminada la hecatombe se intenta volver por la vigencia
La creacin de la Organizacin de

del derecho humanitario.

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las Naciones Unidas permite avances considerables, contrarrestados en buena medida por la tremenda capacidad destructora de las armas y el surgimiento del terrorismo como arma
de intimidacin con fines polticos y militares.
Los Derechos Humanos ante la Era de Guerras Ideolgicas
El Segundo Conflicto Blico universal dio a las formas no
convencionales de la lucha armada una figuracin hasta entonces desconocida. La guerra de guerrillas haba sido en el de-

curso de la historia instrumento auxiliar de los ejrcitos en


campaa, o forma transitoria de neutralizar la superioridad de
un contrario mediante una combinacin de mtodos dispersos,

sorpresivos, agregados a las caractersticas geogrficas favorables y apoyo masivo de la poblacin civil. Reconocida su eficacia en las estepas rusas, en las montaas yugoeslavas o en las
ciudades y campias francesas, antes y durante la invasin
aliada de 1944, comenz a recibir una dimensin estratgica de
perfiles polticos.

La confrontacin Este-Oeste de la postguerra, trajo consigo


modalidades
de la Guerra Fra y, dentro de sus lineamienlas
tos, la lucha de guerrillas y el empleo en gran escala del terro-

rismo, con lo cual la guerra convencional, dominada por el espectro sobrecogedor de la energa nuclear, se reduce a conflictos localizados entre potencias de segundo orden, caracterizados por movilidad, rapidez y corta duracin. Como contraste
y presencia de la nueva era, las guerras de independencia y
descolonizacin que se libran en Asia y Africa contra las antiguas potencias coloniales, obedecen a patrones irregulares que
desgastan, fatigan y terminan derrotando a los ejrcitos ms
poderosos y mejor dotados de Europa.
Estas nuevas formas de lucha, aplicadas con intensidad y a
escala nunca antes registradas en este tipo de accin militar,
vulnera los derechos humanos, las ms de las veces en forma
calculada. Crueldad, barbarie, atropello del derecho de gentes,
se practican como parte de la lucha, que golpea con parecida
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intensidad a los dos bandos enfrentados.

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Al terrorismo clan-

destino de la insurgencia se responde con la retaliacin de parecida violencia. Golpes y contragolpes se suceden con feroci-

dad acentuada por la lucha misma, en escalada que solo encuentra fin con el conflicto, resuelto poltica o militarmente.
En Latinoamrica el conflicto se expresa en trminos de
subversin poltica y guerra revolucionaria. Sobre los pases

enredados en contiendas internas convergieron los intereses de


las superpotencias. De un lado el expansionismo global hace
propicio el derribamiento de gobiernos como camino para hacerse al dominio de puntos estratgicos. Del otro, se apuntalan
regmenes favorables para evitar que los pases-escenarios pasen a dominio del enemigo.

Como todo conflicto intestino, estos de tipo ideolgico alcanzan grados de ferocidad muy elevados. El terrorismo se
practica sin miramientos mientras inflija al rgimen todo el dao posible. Este responde con torturas como medio de extraer

informacin y no pocas veces de disuadir a los rebeldes, mientras las dos partes se inculpan recprocamente de violaciones a
los derechos humanos.
El hecho es que esta nueva forma de confrontacin engendra sufrimientos inenarrables a la poblacin civil y a los combatientes de ambos bandos. Diversas organizaciones no gubernamentales se crean en pases neutrales para evitar abusos de
poder, manifestados en desapariciones, torturas, denegacin

de justicia, castigos sin seguir trmites legales. Sin embargo no


llegan con sus esfuerzos al bando sublevado, y el gobierno al
cual enjuician los rechaza como proclives a la insurreccin.

Politizacin de los Derechos Humanos


Los esfuerzos internacionales por poner fin a las violaciones hasta evitar su ocurrencia, ha dado lugar a una deformacin de los sanos propsitos que inspiran esta cruzada. Se con-

sin

verificar a fondo
cede demasiada atencin a las acusaciones
su veracidad. Las organizaciones subversivas se prevalen de la
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preocupacin internacional por adelantar acciones no siempre


justas contra los gobiernos implicados y las fuerzas armadas
que actan a su servicio.
El resultado ha sido doble: por una parte las organizaciones defensoras de los derechos humanos han perdido credibilidad en los pases afectados. Por otra, policas y ejrcitos acusados de violaciones aducen parcializacin de los organismos
que se pronuncian contra ellos. Este efecto dual obra finalmente en contra de la causa, en s misma noble y bien intencionada
las ms de las veces, porque la confusin resultante no permite
establecer dnde est la verdad. Esto sin contar que algunos
de estos organismos no gubernamentales, no son otra cosa que
entidades de fachada, parte de la red internacional de apoyo a
la subversin.
La revolucin ideolgica ha creado una terminologa propia que termina por hacer carrera. Guerra sucia es la que practica cualquier Estado para defenderse de los embates del terrorismo, del secuestro, del chantaje y de la intimidacin. El asesinato de un personaje de gobierno es una ejecucin, as no exista
la pena de muerte en el rgimen jurdico del respectivo pas, en
tanto la muerte de un guerrillero en combate es un asesinato. El
secuestro y privacin de la libertad de una persona con fines

polticos o econmicos -obtencin de rescate- se justifica como

crcel del pueblo, al paso que las prisiones del Estado se tildan de siniestros
establecimientos de represin, tortura y asesinato.
un derecho, y el sitio donde se le aprisiona es una

Esta visin distorsionada de las cosas -unas veces exageracin, otras realidad, las ms presentaciones unilaterales de
abusos cometidos por las dos partes- intensifica la violencia de

la lucha, confunde a propios y extraos ,y termina por repercutir desfavorablemente en la proteccin genuina de los derechos
humanos.
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