Certeza y Predecibilidad de Las Relaciones Juridicas PDF
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Francisco J. Laporta
Juan Ruiz Manero
Miguel ngel Rodilla
Certeza y predecibilidad de las
relaciones jurdicas
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FUNDACIN COLOQUIO JURDICO EUROPEO
MADRID
Presidente
Ernesto Garzn Valds
Secretario
Antonio Pau
Secretario Adjunto
Ricardo Garca Manrique
Patronos
Mara Jos An
Manuel Atienza
Francisco Jos Bastida
Paloma Biglino
Pedro Cruz Villaln
Jess Gonzlez Prez
Liborio L. Hierro
Antonio Manuel Morales
Celestino Pardo
Juan Jos Pretel
Carmen Toms y Valiente
Fernando Vallespn
Juan Antonio Xiol
Gerente
M Isabel de la Iglesia
Francisco J. Laporta
Juan Ruiz Manero
Miguel ngel Rodilla
Certeza y predecibilidad de
las relaciones jurdicas
I.S.B.N.: 978-84-613-4658-5
Depsito Legal: M-37647-2009
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menor la incertidumbre a propsito del momento en que los litigios estarn definitivamente resueltos. Pero Laporta no se detiene a
examinar las condiciones empricas de todo
tipo que inciden en la prctica de los tribunales y que sin duda l no ignora. Los problemas
de incertidumbre que aquejan al derecho en
nuestros das se agravan, en su opinin, porque, a los efectos negativos que tiene la
compulsin a la creacin incesante de normas jurdicas en trminos de produccin de
casos difciles, se une una compulsin adicional que l caracteriza como la exagerada
apelacin a los principios como algo distinto
de las reglas. En ella localiza l uno de los
sntomas de la deriva actual de la cultura
jurdica, y es precisamente se el factor de
incertidumbre que le interesa analizar.
Al comienzo de su escrito Laporta identifica, en trminos que para el lector desprevenido no resultan inmediatamente transparentes, dos de los factores de lo que l denomina
la deriva actual de la cultura jurdica que
afectan negativamente a la certeza en las
relaciones jurdicas:
Algunas variaciones en los ingredientes
de los sistemas jurdicos o en el nfasis que
se pone en algunos de ellos y ciertas posiciones tericas y prcticas aparentemente nuevas sobre la creacin, interpretacin y apli-
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sean los principios o las reglas, es, por definicin, indeseable. Pero y una utilizacin
moderada, razonable o simplemente correcta
(suponiendo que tal cosa es posible)? Por
qu sentir aprensin hacia los principios y no
ms bien hacia su invocacin abusiva? Poco
ms arriba he referido la opinin de Garca de
Enterra de que en un mundo de leyes
desbocadas el recurso a los principios permite evitar que la prctica jurdica termine deslizndose hacia la completa disolucin
casustica. Laporta parece pensar que la
situacin es exactamente la contraria: es el
hecho de que los jueces se crean autorizados
a invocar libremente principios lo que amenaza con sumirnos en la marea casustica del
particularismo, en la que naufraga definitivamente la predecibilidad de las relaciones jurdicas. Pero realmente los jueces son libres de
invocar los principios a su capricho? Creo que
lo que realmente inquieta a Laporta no es
tanto los principios como las teoras
principialistas, que l parece pensar que contienen una invitacin a la exagerada invocacin de los principios, con efectos nocivos
sobre la prctica jurdica en trminos de
deterioro del valor de la certeza y la seguridad
jurdica11. En la fuerza expansiva que estn
Hay aqu una derivacin interesante, aunque marginal, que no me resisto a dejar apuntada. Por regla
general los juristas suelen ser escpticos sobre los
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derechos adopta en muchos casos la estructura de los principios. En este sentido se dira
que en nuestros das la presencia de principios
ciertamente no de cualesquiera principios
es indispensable para que el sistema jurdico
produzca las condiciones que permitan el
desarrollo de la autonoma personal. Podra,
por supuesto, pensarse en la posibilidad de
formular los derechos fundamentales en trminos de reglas. Pero, por un lado, la ejecucin de esa estrategia parece tropezar con
lmites, 14 y, por otro, incluso si fuera posible
probablemente no sera deseable. En este
punto me basta con remitirme a las persuasivas consideraciones que hacia el final de su
ponencia hace Ruiz Manero para mostrar que
es razonable que en el caso de las Constituciones rgidas [] su dimensin regulativa se
detenga, en muchos mbitos, en el nivel de los
principios y de las directrices y encomiende
su desarrollo mediante reglas a los mecanismos ordinarios de creacin del derecho, y
muy centralmente a la legislacin.
(Ad b) Es significativo que ya en el mismo
ttulo de su ltimo libro Laporta haya situado sus reflexiones bajo la advocacin del
imperio de la ley exactamente igual que aos
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Vid. R. Alexy, Theorie der Grundrechte,
Suhrkamp, Frankfurt a. M. 1986, cap. 3. II.
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CERTEZA Y PREDECIBILIDAD DE
LAS RELACIONES JURDICAS
Francisco J. LAPORTA
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tienen para guiarse por las reglas. Si el resultado de un litigio resulta ser puramente aleatorio, las razones prudenciales para obedecer
las normas son tan concluyentes (o tan
inconcluyentes) como lo puedan ser las razones prudenciales para desobedecerlas.
*
Pues bien, tanto certidumbre como
predecibilidad descansan en el predominio en
el orden jurdico y en los procedimientos de
adjudicacin de un ingrediente fundamental:
las normas jurdicas formuladas como reglas,
que establecen su contenido y condiciones de
aplicacin de manera genrica pero razonablemente determinada y tendencialmente cerrada. De esta forma las reglas proporcionan
simultneamente un conocimiento cierto del
contenido y lmites de cada estatus jurdico y
una respuesta estable ex ante a una amenaza
contra l. El conocimiento es lo que produce
la certidumbre, y la respuesta ex ante que se
contiene en la regla como solucin al caso es
la que permite la prediccin.
Los expertos en anlisis econmico del
derecho han reflexionado sobre las dificultades y ventajas que tiene un tipo u otro de
pautas de regulacin. Hay acuerdo entre ellos
en la idea de que determinar y formular con
precisin las normas jurdicas como reglas
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exige una mayor inversin en estudio, reflexin y anlisis, pues las reglas aspiran a
dibujar con la mayor definicin posible las
propiedades del caso genrico al que se quiere
dar solucin (Est prohibido conducir a ms
de 120 km/h). Tambin afirman que en un
contexto de pluralidad de intereses y convicciones es ms difcil llegar a una formulacin
de ellas aceptada por todos debido a los costes
de transaccin que implica el llegar a acuerdos sobre su contenido. A cambio de todos
estos inconvenientes, tienen la ventaja de que
son mucho menos complicadas de aplicar,
pues una vez establecidas con claridad slo
necesitan de una argumentacin relativamente sencilla y accesible. Las reglas ofrecen as
una razonable certidumbre y hacen posible la
predecibilidad de las soluciones. Comparadas
con ellas, los llamados estndares (Est
prohibido conducir imprudentemente), es
decir, las pautas generales, abiertas e imprecisas, son relativamente fciles de formular y
establecer por su gran abstraccin y vaguedad, los acuerdos respecto de ellas se alcanzan con celeridad, pero trasladan casi todos
los costes al momento de la aplicacin ex
post, momento en el que el juzgador tiene
que desarrollar toda una argumentacin intrincada para concretar el contenido del
estndar de forma que se transforme en sus
manos en un caso inteligible al que aplicar la
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Podra presentar tambin el tema mediante una consideracin del concepto de
caso en el derecho. Como antes deca, la
impredecibilidad se presenta cuando un estatus
jurdico como haz de derechos y deberes, o
cualquiera de esos derechos y deberes, es
cuestionado ante un rgano jurisdiccional en
demanda de una decisin que resuelva dudas
o solucione conflictos y desacuerdos. Esto es
lo que configura la nocin ms general de
caso. Y puede registrarse hoy en la teora
un inters creciente por diferenciar entre los
llamados casos difciles y los casos fciles.
No hay acuerdo en la materia, pero ciertas
propiedades de los casos difciles no parecen
dudosas6. En un ordenamiento contemporneo, caracterizado por una suerte de compulsin general hacia la creacin incesante de
normas jurdicas nuevas, tienen que producirse supuestos de inconsistencia entre las normas, o de normas cuya redaccin est llena de
ambigedades y defectos. Estos tipos de dificultad generan un dficit de soluciones en el
6
Dejar aqu a un lado aquellos casos difciles que
lo son porque factores ajenos al ordenamiento (presin
popular, atencin de la opinin, trascendencia poltica,
etc.) hacen difcil tomar una decisin acorde con las
reglas. Sobre tipos de casos difciles, cfr. Marisa Iglesias, El problema de la discrecionalidad judicial. Madrid. Centro de Estudios Constitucionales. 1999, p. 108.
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La literatura sobre la distincin entre principios y reglas ha sido roturada en dos parcelas bien distintas. En primer lugar aquel
campo de autores que mantienen que dicha
distincin es simplemente una cuestin de
grado (de grado de generalidad o apertura de
su formulacin, o de grado de complejidad en
su aplicacin) (el propio Hart estara en este
caso, como Raz, o, mucho ms modestamente, quien esto escribe); y aquel campo de
autores que tiene a esa distincin como una
distincin cualitativa o lgica (Dworkin,
Alexy, y Atienza & Ruiz Manero, son los
principales cultivadores de esta segunda parcela).
Cul sea la razn por la que en la actualidad
haya una tan frecuente apelacin a los principios es algo difcil de saber. Hay autores que
la hacen ante el apabullante desbordamiento
de las fuentes del derecho, entendiendo que
slo puede hallarse una isla de estabilidad si
se sita uno por encima de la rica floresta
normativa que nos invade. Otros acuden a
ellos por la velocidad y cambio de la legis
innovatio cotidiana, que no deja ttere con
cabeza en el panorama de las normas vigentes. Otros encuentran un terreno particularmente propicio para ello en el llamado neoconstitucionalismo, que se presenta casi como
una forma nueva de entender y aplicar el
derecho a partir de los parmetros de las
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ellas. Desde luego, parece claro, sin embargo, que el principio en cuestin se ve en ese
caso delimitado y redefinido en su mbito
de aplicacin. Esta es una consideracin muy
importante que valdra la pena proseguir,
pero no es lo que ms me interesa aqu.
Vamos con la manera de resolver la antinomia entre esas dos reglas que cierran y
ejemplifican principios. Nos encontramos,
pues, con dos reglas cuyo mbito de aplicacin es el mismo pero ofrecen dos soluciones
contrarias o contradictorias. Con el problema
aadido de que las dos son del mismo rango,
simultneas en el tiempo, y ambas especiales
(todo ello porque es un caso particular nico
el que las genera). No tenemos, pues, criterios para resolver la antinomia. Pero hay que
elegir. Y sabemos ya que cuando no funcionan o no existen criterios para resolver las
antinomias el juzgador tiene que acudir a
preferencias ulteriores para realizar la eleccin 12. Esas preferencias, en rigor, slo pueden estar constituidas por los valores o principios del ordenamiento que, justamente, dan
apoyo o justifican las reglas que el caso
concreto ha generado. Segn los particulares
Bobbio, N. Teora dellordinamento giuridico,
Torino. Giappicheli, 1960: ...en el caso de un conflicto
en el que no se pueda aplicar ninguno de los tres criterios,
la solucin del conflicto es confiada a la libertad del
intrprete (p. 106).
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decir la repeticin del mismo), sino que tampoco podemos establecer un conjunto de propiedades relevantes que hagan lo suficientemente parecidos a dos casos como para aplicarles la misma solucin. Y ello porque tambin carecemos de los necesarios criterios de
relevancia. Por tanto, todo juez encuentra
ante l siempre un caso nico.
Pero las propiedades que nos pueden llevar
a una solucin no pueden ser slo esos innumerables ingredientes puramente fcticos que
un caso puede tener, las perspectivas desde
las que puede ser visto e interpretado como
conjunto complejo de hechos. Y ello porque
un manojo de meros hechos no suministra
solucin alguna, no ofrece ningn tipo de
razones operativas para la decisin21. Slo
enlazando normas o valoraciones a esos hechos que son meras razones auxiliares, obtendramos razones operativas, es decir, justificaciones de la decisin que pudieran operar
como soluciones al caso. Pero cuando seleccionamos un hecho o un conjunto de hechos y
les anudamos una solucin normativa lo que
estamos haciendo es crear una norma para
Sobre la diferencia entre razones operativas y
razones auxiliares el texto cannico es Joseph Raz,
Practical Reason and Norms. London. Hutchinson. 1975
(hay traduccin espaola de Juan Ruiz Manero, Razn
prctica y normas. Madrid. Centro de Estudios Constitucionales. 1991, pp. 37 y ss.)
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Ibid, p. 200.
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tipo de consideraciones como la historia legislativa, los valores pblicos y tantos otros25.
La apuesta por el formalismo interpretativo
puede presentarse as, de acuerdo con esa
posicin, como el producto de una opcin
estratgica de naturaleza prudencial: ser formalista y atenerse a la letra de la ley produce
causalmente mejores consecuencias que cualquier otra estrategia. Por ello, se nos dice, los
tribunales haran bien en adoptar un criterio
de segundo orden, una meta-decisin, que les
inclinara a decidir los casos as: basndose en
reglas mejor que en estndares, apegndose al
significado ms evidente de los textos legales
y poniendo el nfasis en valores como la
certeza jurdica y la adhesin al entendimiento usual de los mandatos legales y constitucionales. Cul es el fundamento de esta apuesta?
Pues es una reflexin sobre la naturaleza de la
organizacin judicial y sus procedimientos.
Los jueces entendidos como instituciones y
no como personas o expertos acadmicos no
son hrcules, ni salomones; son actores con
capacidades finitas, tan finitas o moderadas
como las que pueda tener cualesquiera. Tienen como todo el mundo evidentes limitaciones para procesar la informacin que se
necesitara para emitir un fallo en el que se
Vermeule, A. Judging under Uncertainty. An
Institutional Theory of Legal Interpretation. Cambridge,
London. Harvard University Press, 2006, p. 44.
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Francisco Laporta recorre, a lo largo de su
texto Certeza y predecibilidad de las relaciones jurdicas, tres factores de riesgo para la
certeza y la predecibilidad de las relaciones y
de las decisiones jurdicas. El primero de
ellos es lo que l califica de una exagerada
apelacin a los principios; el segundo, la
influencia de posiciones escpticas en materia
de conocimiento de los hechos; el tercero, la
deriva de una parte de la cultura jurdica hacia
el particularismo.
Por lo que respecta a los dos ltimos, mi
acuerdo con Laporta es completo. En cuanto
al escepticismo en materia de hechos, al escepticismo referido a la posibilidad de conocer y dar cuenta del mundo externo y de lo que
en l acaece, coincido enteramente con
Laporta en que es una posicin que, revestida
o no de la jerigonza de la postmodernidad,
tiene efectos devastadores si se proyecta so95
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las normas jurdicas regulativas guan la conducta y el razonamiento prctico de sus destinatarios nos basta con entender la manera
como esta gua puede producirse en el caso de
las reglas jurdicas dotadas de autonoma
semntica, esto es, sin abrir el razonamiento
en absoluto a las razones subyacentes a tales
reglas, esa tesis nos aparece como claramente
infundada. Las normas jurdicas regulativas
son de muy diversos tipos y guan de maneras
muy distintas la conducta y el razonamiento
prctico de sus destinatarios. Pero es que
incluso en el caso de las reglas dotadas de
autonoma semntica, el que esta gua se
produzca de la manera literalista que Laporta
recomienda, esto es, sin abrir el razonamiento
a las razones subyacentes a esas mismas reglas, es slo una posibilidad, y con toda
probabilidad no la posibilidad ms conforme
con las convenciones interpretativas vigentes
en nuestra cultura jurdica. Pues en tal cultura
parecen regir convenciones interpretativas
que ordenan, a la hora de establecer el significado y alcance de las normas, atender,
tambin en el caso de las reglas con autonoma
semntica, precisamente a las razones subyacentes a las mismas. Estas son las convenciones interpretativas, creo, que se expresan en
los arts. 3 y 4 del ttulo preliminar del Cc,
cuando sealan que, en la interpretacin de
las normas, debe atenderse fundamentalmente al espritu y finalidad de las mismas o
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sigue habiendo un espacio de imposible eliminacin para los principios. Pues, en mi opinin, el entendimiento de la dimensin regulativa del Derecho como compuesta de reglas ms principios es de aplicacin general
a cualquier sistema jurdico mnimamente
desarrollado. No digo que sea de aplicacin a
cualquier sistema jurdico, sin ms, porque ha
habido sistemas, como el Derecho romano de
la poca antigua, en los que domina un tipo de
literalismo que lleva a considerar como querido por el legislador todo y slo lo que ste
ha dicho de forma expresa y directa. Pero
cuando como es propio de cualquier sistema
jurdico con algn grado de desarrollo se
supera esta fase, cuando se reconoce la distincin, y la posibilidad de divergencia, entre
verba y sententia, entre el significado literal
de la formulacin de la norma y su significado
justificado o debido, se abre paso necesariamente, con esas o con otras palabras, la idea
de que la dimensin regulativa del Derecho
est integrada tanto por reglas como por
principios. Laporta sostiene, con entera razn, que determinar y formular con precisin las normas jurdicas como reglas exige
una mayor inversin en estudio, reflexin y
anlisis, pues las reglas aspiran a dibujar con
la mayor precisin posible las propiedades del
caso genrico al que se quiere dar solucin.
Y asimismo que es ms difcil llegar a una
formulacin de ellas aceptada por todos debi114
del mercado. Pero creo que esa misma propuesta neocodificadora exige, para ser viable,
renunciar a la legislacin como instrumento
de ingeniera social desde el que orientar las
decisiones de inversin de los agentes econmicos o desde el que perseguir incesantemente correcciones redistributivas de los resultados del juego del mercado.
Para concluir: el texto de Laporta expone
muy brillantemente las virtudes que asociamos a las reglas. Pero la consciencia de tales
virtudes debe ser completada, a mi juicio, con
una consciencia asimismo clara de los lmites
de las mismas y de algunas de las condiciones
de su despliegue, as como de la necesidad de
que el Derecho integre normas regulativas
distintas de las reglas. Tratar de poner de
relieve esa necesidad, as como algunos de
aquellos lmites y condiciones ha sido mi
intencin principal al redactar este texto.
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REFERENCIAS
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LIBROS PUBLICADOS
1. Robert Alexy: Derechos sociales y
ponderacin
2. Luigi Ferrajoli, Jos Juan Moreso, y
Manuel Atienza: La teora del derecho en el
paradigma constitucional
3. Alfonso Ruiz Miguel y Rafael Navarro-Valls: Laicismo y Constitucin
4. Pietro Costa y Benito Alez Corral:
Nacionalidad y ciudadana
5. Vctor Ferreres y Juan Antonio Xiol:
El carcter vinculante de la jurisprudencia
6. Michele Taruffo, Perfecto Andrs
Ibez y Alfonso Cadau Prez: Consideraciones sobre la prueba judicial
7. Roberto Romboli y Marc Carrillo:
Los consejos de garanta estatutaria
8. Pedro Salazar Ugarte, Josep Aguil
Regla y Miguel ngel Presno Linera:
Garantismo espurio
9. Eugenio Bulygin, Manuel Atienza y
Juan Carlos Bayn: Problemas lgicos en la
teora y prctica del Derecho
10. Pablo Lucas Murillo de la Cueva, Jos
Luis Piar Maas: El derecho a la autodeterminacin informativa
11. Francisco J. Laporta, Juan Ruiz Manero y Miguel ngel Rodilla: Certeza y
predecibilidad de las relaciones jurdicas
Prximas publicaciones:
Stefan Huster, Antonio Pau y Mara J.
Roca: Estado y cultura
Paolo Comanducci, M ngeles Ahumada y Daniel Gonzlez Lagier: Positivismo
jurdico y neoconstitucionalismo