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Las novelas de Ana Pizarro, Michaelle Ascencio y Julia Álvarez se construyen como ficciones intrahistóricas a partir de las sagas familiares, entrelazando los recuerdos familiares con la historia de Chile, Haití y la República Dominicana. Estas novelas dejan huellas de la historia en cada familia y sirven para explorar la identidad de las autoras como inmigrantes. Además, elaboran una historiografía alternativa basada en la memoria de las mujeres.

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Las novelas de Ana Pizarro, Michaelle Ascencio y Julia Álvarez se construyen como ficciones intrahistóricas a partir de las sagas familiares, entrelazando los recuerdos familiares con la historia de Chile, Haití y la República Dominicana. Estas novelas dejan huellas de la historia en cada familia y sirven para explorar la identidad de las autoras como inmigrantes. Además, elaboran una historiografía alternativa basada en la memoria de las mujeres.

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MEMORIA FAMILIAR E HISTORIA NACIONAL:

ANA PIZARRO, MICHAELLE ASCENCIO,


JULIA LVAREZ
Luz Marina Rivas
Universidad Central de Venezuela

RESUMEN

Las novelas de la chilena Ana Pizarro, La luna, el viento, el ao, el da (1994), de


la venezolana Michaelle Ascencio, Amargo y dulzn (2002), y de la dominicananorteamericana Julia lvarez, En el nombre de Salom (2002), se construyen como
ficciones intrahistricas a partir de la saga familiar, junto con el recurso del viaje en
bsqueda de los orgenes. Los recuerdos familiares se entretejen con la historia de Chile,
Hait y de la Repblica Dominicana. La historia deja huellas indelebles en cada familia
y se hace un vehculo de indagacin de identidad para tres escritoras marcadas tambin
por su condicin de inmigrantes, con el consiguiente desarraigo. En las tres novelas se
elabora una historiografa alternativa cuyos archivos se encuentran en la memoria de las
mujeres.
Palabras clave: literatura latinoamericana, novela intrahistrica, ficciones de la nacin.

ABSTRACT
FAMILY MEMOIRS AND NATIONAL HISTORY: ANA PIZARRO, MICHELLE ASCENCIO,
JULIA LVAREZ

The novels by the Chilean writer Ana Pizarro, La luna, el viento, el ao, el da
(1994), the Venezuelan Michaelle Ascencio, Amargo y dulzn (2002), and the
Dominican-North American Julia lvarez, En el nombre de Salom (2002), are
developed as intra-historical fictions from the family saga together with the journey in
search of origins. The family remembrances interweave with the history of Chile, Haiti
and the Dominican Republic. The story leaves indelible traces in each family and turns
into a means by which the three writers search for their identities as rootless
immigrants. The three writers produce an alternative historiography whose archives lay
in their memories.
Keywords: Latin American literature, intra-historical novel, national fictions.

Akademos, vol. 5, n 2, 2003, pp. 65-82

Akademos, vol. 5, n 2, 2003

RSUM
MMOIRES DE
JULIA LVAREZ

FAMILLE ET LHISTOIRE NATIONALE:

ANA PIZARRO, MICHELLE ASCENCIO,

Les romans de la chilienne Ana Pizarro, La luna, el viento, el ao, el da (1994), la


vnzuelienne Michaelle Ascencio, Amargo y dulzn (2002), et la dominicaineamricaine Julia lvarez, En el nombre de Salom (2002), se droulent en tant que
fictions intra-historiques partir de la saga familire avec un voyage la recherche des
origines. Les souvenirs familiers se tissent avec lhistoire du Chili, Haiti et Rpublique
Dominicaine. Lhistoire laisse des marques indlbiles dans chaque famille et se
transforme en vhicule qui permet aux trois auteurs de rechercher leurs identits en tant
quimmigrants dracins. Les trois produisent une historiographie dont les dossiers se
trouvent dans leurs mmoires.
Mots-cl: littrature latinoamricaine, roman intra-historique, fictions de la nation.

RESUMO
MEMRIA FAMILIAR
JULIA LVAREZ

HISTRIA

NACIONAL:

ANA PIZARRO, MICHAELLE ASCENCIO,

As novelas da chilena Ana Pizarro, La luna, el viento, el ao, el da (1994), da


venezuelana Michaelle Ascencio, Amargo y dulzn (2002), e da dominicananorteamericana Julia lvarez, En el nombre de Salom (2002), se constrem como
fices intrahistricas a partir da saga familiar, junto com o recurso da viagem na
procura das prprias origens. As recordaes familiares se entrecruzam com a historia de
Chile, Hait e Repblica Dominicana. A histria deixa marcas indelveis em cada
famlia e se cria um veculo de indagaes de identidade para as trs escritoras marcadas
tambm pela condio de imigrantes das mesmas, com o consiguinte desarraigamento.
Nas trs novelas se vai elaborando um historiografia alternativa cujos arquivos se
encontram na memria das mulheres.
Palavras-chave: literatura latinoamericana, novela intrahistrica, fices da nao.

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Memoria familiar e historia nacional: Ana Pizarro, Michaelle Ascencio, Julia lvarez

1.

INTRODUCCIN

Histricamente, se conocen como sagas los antiguos relatos en prosa,


registros orales de los acontecimientos importantes para los islandeses entre los
siglos X y XI. Segn Enrique Bernrdez (2004, p. 1),
su funcin era mltiple: por un lado servan de entretenimiento, pero tambin
guardaban los recuerdos histricos, las genealogas de las familias, los hechos ms
importantes que haban sucedido en el pas, en cada regin y en cada una de sus
familias principales; servan as, en cierto modo, para mantener la relacin entre
familias del mismo origen establecidas en lugares distintos de la isla.

De acuerdo con Bernrdez, en el mundo anglosajn las sagas relatan


historias de familias. Sin embargo, la forma de la saga para la novela puede
hallarse en la produccin narrativa de todo el mundo. Las sagas
contemporneas no necesariamente refieren historias de familias eminentes,
como las antiguas. Ya en el siglo XX, incluso, un escandinavo contemporneo,
el finlands Mika Waltari, escribi la saga de una familia humilde en su novela
De padres a hijos, donde cuenta la emigracin de un campesino pobre a la
ciudad de Helsinki, su trabajo como albail en la ciudad, la constitucin de su
nueva familia y la vida de sus descendientes, que perteneceran a la nueva
burguesa pobre formada con la modernizacin del pas. El nieto sera un
universitario idealista y sin dinero. La historia novelada da cuenta no solo de los
cambios de la familia, sino tambin de los del pas en su trnsito entre siglos.
Las novelas que se constituyen como sagas familiares han sido en Amrica
Latina formas de la novela intrahistrica, frecuentemente preferida por las
escritoras por encima de los escritores, aunque no de manera exclusiva. La
posibilidad de mostrar la visin del vencido, la historia annima, las
subjetividades subalternas, se ha realizado en la novela intrahistrica, ese tipo de
novela histrica que privilegia la historia cotidiana, que se apropia para la
ficcin de las nuevas formas de historiar practicadas por muchos historiadores
del siglo XX como los de la Escuela Annales, en Francia; la microstoria, en Italia;
el new historicism, en Estados Unidos e Inglaterra, la microhistoria o historia
matria, en Mxico. Estas proposiciones de hacer historia se caracterizan por
concebir que todo es historiable, no solo la poltica y la guerra, sino la infancia,
la construccin de la feminidad, las mentalidades, las subjetividades, el clima, la
vida privada y, por sobre todo, la historia annima alejada del poder; que las
fuentes no deben reducirse solo a los documentos, que el dilogo

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interdisciplinario y los instrumentos de otras disciplinas como la psicologa, la


antropologa, etc., son necesarios para el historiador.
El mexicano Luis Gonzlez y Gonzlez (2002), recordando la
clasificacin de la historia propuesta por Nietzsche, explica que hay tres
historias: la crtica, la monumental y la anticuaria. La primera busca explicar los
grandes hechos, enhebrar causalidades, elaborar leyes del acontecer histrico y
predecir el futuro. La segunda, la monumental, estudia periodos cortos y
privilegia hazaas ejemplares. Construye modelos para el futuro. Citando a
Paul Valry, Gonzlez y Gonzlez explica que la historia monumental:
Hace soar. Embriaga a los pueblos, les engendra falsos recuerdos, exagera sus
reflejos, mantiene sus antiguas llagas, los hace sufrir en el reposo, los conduce al
delirio de grandeza o al de la persecucin y vuelve a las naciones amargas,
soberbias, insoportables y vanas. (2002, p. 11)

Es, como puede verse, la historia escrita desde el poder que nos
describieron Michel de Certeau (1985) o Hayden White (1992), es decir, lo
que conocemos como historia oficial. La historia anticuaria, descrita por
Gonzlez y Gonzlez es, en buena medida, aquella que se nos ha hecho familiar
en los ltimos quince aos en la novela latinoamericana y que resume las nuevas
formas de historiar. Este historiador (2002, pp. 11-12) la describe as:
La mueve una intencin piadosa: salvar del olvido la parte del pasado propio que
ya est fuera de uso. Busca mantener el rbol ligado a sus races. Es la que nos
cuenta el pretrito de nuestra vida diaria, del hombre comn, de nuestra familia
y de nuestro terruo. No sirve para hacer, pero s para restaurar el ser. No
construye, instruye. Le falta el instinto adivinatorio. No ayuda a prever,
simplemente a ver. Su manifestacin ms espontnea es la historia pueblerina o
microhistoria, o historia parroquial o historia matria.

Esto responde ntidamente a la pulsin de identidad que, segn No Jitrik


(1995), anima la aparicin de novelas histricas en tiempos de crisis. Las
novelas que rescatan esta historia matria se acercan a la concepcin de
intrahistoria de Unamuno, quien se refera a la historia no registrada por los
libros ni por los peridicos, la historia del pueblo, segn deca. Podemos hablar,
entonces, de novelas intrahistricas para referirnos a aquellas novelas que
adoptan una perspectiva similar a la de los nuevos historiadores. He estudiado
anteriormente este tipo de novelas en diferentes autores como Ana Teresa
Torres, Milagros Mata Gil, Laura Antillano, de Venezuela; Napolen Baccino
Ponce de Len y Toms de Mattos, de Uruguay; Carmen Boullosa, Elena

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Poniatowska y ngeles Mastretta, de Mxico; Rosario Ferr y Ana Lidia Vega,


de Puerto Rico; Julia lvarez y Cristina Garca, latinas en Estados Unidos.
La novela intrahistrica puede concebirse como una categora de la novela
histrica; la he definido como la narracin ficcional de la historia desde la
perspectiva de los subalternos sociales (Rivas, 2000 y 2004). Como es una
forma de la novela histrica, hace de lo histrico su principal indagacin, bien
impugnando o confirmando la historia oficial y elaborando una reflexin
metahistrica en el interior del texto (a travs de personajes o narradores que se
preguntan sobre cmo es la historia, qu es la historia, cmo aprehenderla,
registrarla, verificarla). Tambin, como novela histrica, la novela intrahistrica
dialoga con los lenguajes historiogrficos cannicos, bien sea en la bsqueda de
formas alternativas de narrar la historia o apropindose de los recursos
discursivos de los historiadores. La novela intrahistrica, adems, en la
bsqueda de las nuevas formas de hacer historia, privilegia la historia desde
abajo, desde el punto de vista de personajes subalternos, reelabora los gneros
de la intimidad como formas de subjetivizar la vivencia de la historia y
reinventa lenguajes y formas de la cultura popular para mirar la historia
cotidiana, la historia desde los que la sufren y no la dirigen.
En este artculo, me referir a una de las mltiples formas posibles de
hacer novela intrahistrica: la saga familiar. Para ello, har un breve recorrido
por las obras de tres autoras latinoamericanas: Ana Pizarro, Michaelle Ascencio
y Julia lvarez.
La historia familiar frecuentemente se relaciona con la historia de la
nacin, tal como lo ha investigado muy bien Doris Sommer (1986). Esta autora
ha trabajado los romances de la narrativa latinoamericana decimonnica como
imgenes de construccin de la nacin. En las familias ficcionales operan los
mismos conflictos que se escenifican en la nacin (racismo, heterogeneidad
cultural, inclusiones y exclusiones), de manera tal que la literatura de entonces
va conformando el imaginario de nacin deseada en concordancia con la
construccin de la familia ideal. En su obra, Novelas familiares, Margarita Saona
(2004) observa cmo las historias familiares tienen un gran auge en la narrativa
latinoamericana finisecular del siglo XX y estudia algunos casos, como Cien
aos de Soledad, de Garca Mrquez, o El obsceno pjaro de la noche, de Jos
Donoso. Sobre la relacin entre las imgenes de la familia y las imgenes de la
nacin, Saona (2004, p. 12) escribe:

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La configuracin de la familia que se crea en la novela funciona como imagen


especular del sujeto. Pero en esa construccin de la familia no vemos solo al
sujeto. Vemos tambin una imagen de la nacin: en estas novelas, la familia
constituye la fundacin y el eclipse de la nacin, la familia define la ciudadana, o
la familia se reconstruye en los mrgenes de una nacin que la hostiliza. La forma
que el sujeto le da a la familia es de alguna manera tambin la forma en la que
concibe la nacin. Estas novelas imaginan familias y al hacerlo revelan
figuraciones de la nacin. A veces de manera explcita, a veces de manera elusiva,
pero familia y nacin aparecen recurrentemente implicadas en estas novelas
latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX.

Lo que dice Saona es perfectamente vlido para las sagas familiares de


Pizarro, Ascencio y lvarez. En estas tres autoras encontramos la saga familiar
como una perspectiva de observacin del proceso histrico en una interesante
relacin que se establece entre lo pblico y lo privado. La historia se asume
desde el espacio domstico y desde la memoria personal; se percibe
afectivamente, pues los involucrados sienten cmo determina sus vidas. La
familia es el centro desde donde se viven los procesos sociales. La primera
vivencia de estos se da en el propio lugar originario; los personajes indagan
sobre la historia del lugar de origen, del terruo original, para comprender y
comprenderse. La historia vivida por los personajes, sus padres y abuelos,
moldea el carcter de los miembros de la familia y tuerce sus destinos. Como en
nuestros tiempos son frecuentes los exilios, migraciones y mudanzas, el tema
del viaje aparece en muchas novelas para recuperar la microhistoria del lugar de
origen; en las obras de Pizarro, Ascencio y lvarez, este es un lugar lejano al que
se regresa, para mirar desde l de nuevo el mundo.
2.

LA PATRIA CHICA COMO CONTINENTE: ANA PIZARRO

La luna, el viento, el ao, el da (1994), de Ana Pizarro, es una obra con


fuertes visos autobiogrficos, en la que se narra el regreso del exilio de una
mujer que vuelve a Chile quince aos despus de su salida intempestiva,
obligada por la dictadura militar. La novela comienza en un simblico lugar de
trnsito: un avin, el avin del viaje de regreso. En l viaja la protagonista, que
tiene consigo un archivo de documentos, con el cual est trabajando. Tiene el
encargo de escribir una historia novelada de la conquista y colonizacin de
Amrica para nrdicos, historia con la que se supone no tiene que
comprometerse. Intenta convencerse a s misma de que se trata solamente de un

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trabajo bien pagado que le permitir subsistir un ao. Sin embargo, a medida
que va trabajando en esa historia, se va dando cuenta de que no puede escribir
una historia de Amrica desde la distancia de una mirada ajena. Ms bien, la
escritura de la historia la conduce a identificarse con ella y a entremezclar esa
historia con los recuerdos familiares y con los propios. La experiencia personal
dialoga permanentemente con la historia de Amrica y se reconoce en ella:
Enfrentar una escritura de la historia aun cuando en un comienzo pensaste que el
perodo estaba tan alejado es de todos modos enfrentar la historia. Ignorabas
entonces lo que slo ahora logras percibir: que el hombre es contemporneo a
todas sus edades. Que se lleva siempre la infancia y la adolescencia a cuestas, que
la historia presente es siempre tambin la historia anterior. (Pizarro, 1994, p. 90)

Esta conciencia de que la historia regresa siempre se plasma en la


estructura de la novela que estamos leyendo, que es exactamente la que la
narradora est escribiendo, involucrndose ntimamente con ella. As, los
recuerdos de infancia de la protagonista, que viva en el campo, al norte del
pas, quedan asociados con las imgenes primigenias del Popol-Vuh, imgenes
de la Creacin de una naturaleza virginal y perfecta, tan perfecta como se
concibe la relacin de la nia con la naturaleza rural. Se trata del mundo de la
madre, la ta, la abuela, con sus saberes ancestrales y su proteccin
incondicional. Era la pequea comarca como centro del mundo: tu comarca
estaba centrada en ella misma (p. 21), cuya historia matria estaba constituida
por los vecinos, por sus costumbres pacficas, por su mundo agrcola. Aquel
mundo feliz tena su historia anterior, que se remontaba a la abuela paterna, hija
de franceses, quien se haca presente en sus retratos ovalados, con sombrilla y
con vestidos ajustados por los antiguos corss y cuyo rostro se repeta en la
hermana menor de la protagonista. Se remontaba tambin por la lnea materna
a la reciedumbre de las mujeres campesinas, dueas de las hierbas curativas y
ligadas a la tierra. Para la narradora, la comarca pequea se hace apenas algo
mayor con la emigracin del norte al sur:
Pertenecas a un universo que saba de la existencia de un ms all de las
fronteras, pero era sobre todo una nocin. Los haban centrado sobre s mismos
con curiosas compensaciones: tenan la-ms-hermosa-bandera-de, el-edificioms-alto-de, el-volcn-ms-grande-de, etc. Todo esto te llena de ternura y te hace
sonrer... (Pizarro, 1990, p.21)

Ms adelante, la historia de la conquista y de la sorpresa de los espaoles


al llegar a un mundo inusitado se asocia con los recuerdos del exilio. La

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protagonista, en un primer momento, se marcha a Europa. El sentirse diferente,


el hacerse consciente por primera vez del color de su piel, el obligarse a hablar
una lengua ajena a su sensibilidad, todo ello le indica la necesidad del regreso al
continente, buscando una mayor cercana a su pas, una mayor comunin con
Amrica. Lo hace a un pas de selvas y sabanas tropicales. Ana Pizarro vivi en
Venezuela. En la novela aparece, sin nombrarse, el pas aunque s el ro Orinoco
que lo atraviesa y la naturaleza propia de Venezuela: sus sabanas, sus ros, sus
selvas, la cultura indgena plasmada en petroglifos; ello se visualiza en el texto
luego de la transcripcin de fragmentos del Diario de Coln, maravillado por la
naturaleza del mundus novus, el Caribe exhuberante al que haba llegado.
La necesidad de la justicia social, la necesidad de construir un mundo
libre y de ayudar a los oprimidos a lograrlo coincide con la historia oprobiosa
de la esclavitud, la polmica entre Seplveda y Las Casas, la trata de negros.
Entonces, los recuerdos se asocian con la adolescencia, cuando la protagonista
reciba noticias de la Revolucin cubana, con los inicios de los estudios
universitarios en compaa de la hermana, el despertar del amor de esta hacia
un lder estudiantil, Daniel, que se hara ms adelante un importante dirigente
poltico. Entre unos y otros recuerdos asoman los de la vida cotidiana: el nacer
del rock and roll, la familiaridad de la radio y la novedad de la televisin, las
revistas femeninas, la vida en todas sus facetas. El inters de las hermanas las
lleva a hacer suya la causa de los indgenas mapuches, desterrados en su propia
tierra. El encuentro con los indgenas llevar a buscar sus historias mticas,
historias que se incorporan como los mitos del Chilam Balam a la historia que
est escribiendo la protagonista mientras recuerda su pasado. Los presagios de
Moctezuma se asumen como historia, pues a travs de ellos los indgenas
percibieron la conquista. En esta historia asumida, la protagonista da voz a los
vencidos. Desde los mapuches, se accede a la comprensin de todos los pueblos
indgenas. Se le da dignidad a la visin de lo vivido como historia por los
indgenas:
Tenemos que preguntarnos si existi verdaderamente esta espiga de fuego de que
hablan ellos? Es cierto que la casa de Huitzilopochtli, el sitio divino, la casa de
mando, se encendi espontneamente? Cay verdaderamente, como se cuenta,
un rayo sobre el templo, sin ruido de trueno, con un estremecedor golpe de sol?
Vio Moctezuma en lontananza, a travs de la mollera de un pjaro ceniciento, a
los que venan de prisa, hacindose la guerra unos a otros sobre el lomo de unos
como venados?

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No. Crees que el historiador no debe preguntarse si todo esto pudo o no


tener base racional, asidero cientfico. All estar seguramente la solucin de tu
perspectiva: lo importante es que as fue vivida la llegada del invasor. De ese
modo fue percibido el descubrimiento, la conquista, por esa sociedad que es
parte de la nuestra hoy. (Pizarro, 1990, p. 35)

En la imbricacin de su trabajo de historiar y de recordar la propia vida,


se produce este ejercicio metahistrico, en el que la historiadora se identifica
con esas sociedades indgenas que aprehendan la realidad desde el mito, como
todava lo hacan los mapuches conocidos en su vida universitaria.
La utopa de los jesuitas de la Misin de Paraguay se equipara con la
utopa socialista de Salvador Allende; por otra parte la destruccin de aquella y
las torturas que espaoles y portugueses infligieron a rebeldes indgenas se relata
con el golpe militar, las persecuciones, el exilio y la muerte de Daniel.
Finalmente, la novela terminar con el anuncio del regreso al terruo, a la
madre y a la ta, al lugar que en los inicios fue la familia y la pequea comarca,
el centro del mundo desde donde todo se ha mirado. A lo largo de la novela, las
reflexiones sobre cmo concebir, escribir, asumir la historia, son permanentes y
nos hablan de una relacin afectiva y entraable con el pasado que nos otorga
identidades, nos hace existir. Ana Pizarro construye como patria-matria ese
lugar del mundo que pareca la ltima escala posible del avin, el fin del
mundo, pero tambin el principio. Las historias de la comarca son tambin las
de todo un continente. Chile se construye como Amrica.
3.

LA EXTRANJERIDAD ORIGINAL: MICHAELLE ASCENCIO

La segunda saga es Amargo y dulzn (2002) de Michaelle Ascencio,


venezolana, de origen haitiano. Al igual que Ana Pizarro, la autora es profesora
universitaria. Tambin es esta la primera novela de Ascencio y tambin tiene
visos autobiogrficos. En ella, Altina, la protagonista regresa a Cibao, su isla
natal, desde Santiago de Len (el nombre completo de Caracas es Santiago de
Len de Caracas). De nuevo tenemos el viaje como motivo. En esta obra, el
viaje es instrumento de conocimiento y recuperacin de la identidad. Altina
asume el papel de historiadora de la familia para descubrir que familia, poltica,
pensamiento y religin hacen un todo indivisible. Los archivos que se
investigan estn en la memoria oral de las mujeres de la familia, completados
por la imaginacin de la protagonista. De esta manera, se construye una

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historiografa de lo ntimo que ir descubriendo el carcter del pueblo de


Cibao, el Hait ficcional. La pulsin de identidad se manifiesta con fuerza en
esta protagonista, que desde nia ha interrogado a sus padres para que le digan
de dnde proviene:
Ella quera una historia larga de muchos sucesos y bastantes captulos. Tena
tantas preguntas!, y cada una de esas preguntas, al quedar sin respuesta, la
distanciaba cada vez ms del suelo, quitndole peso y gravedad. Altina creci
como esas algas flotantes sobre el mar, entregadas al infinito por no saber adnde
ir, o como esos bambes de las sombras orillas de algunos ros que no parecen
estar ni en el agua ni en la tierra, asidos a ese terreno pantanoso, cenagoso ms
bien, que convida a lo informe, desdibujando los trazos que no terminan de
revelarse. (2002, p. 11)

La sensacin de extranjeridad y desarraigo lleva a la protagonista a indagar


en la memoria de los mayores, en particular de las tas y de la vieja Finelia, ama
de llaves de la familia por varias generaciones. En los relatos orales encuentra
antepasados con los cuales identificarse, justamente los ms desarraigados, los
extranjeros: el vasco, un antepasado lejano, llegado como fotgrafo en el siglo
XIX, defensor de la libertad; la abuela india proveniente de Panam y su nuera,
Noem, una francesa de ojos azules, e incluso con la extranjeridad ancestral de
los descendientes de esclavos.
Altina evidencia ya en su niez la difcil condicin del hijo del extranjero,
sin races, sin un pasado qu recordar, sintindose nunca del todo integrado al
nuevo espacio, nunca del todo ajeno, en ese exilio interior que le da su
condicin de diferente, bien expresado en las imgenes de las algas sin arraigo
o en el pantano o cinaga, terreno ambiguo que no es agua ni tierra. La
bsqueda de la identidad, entonces, mueve a Altina a preguntar una y otra vez
a los mayores. En la infancia, slo la madre
sentada en su mecedora, trazaba la historia ante su hija, con la misma firmeza y
seguridad con que su lpiz, siempre demasiado corto y con la punta roma,
marcaba la tela para cortar el vestido imaginndoselo perfectamente terminado
sobre el cuerpo de la cliente. ( Ascencio, 2002, pp. 11-12)

La experiencia de la extranjeridad es probablemente la que produce una


identificacin inicial con el antepasado vasco, a quien la protagonista imagina
como un aventurero que quiere probar suerte como fotgrafo, a finales del siglo
XIX. La imagen del fotgrafo, precisamente un cazador de imgenes, resulta
emblemtica, porque desde ella el personaje est especialmente atento a

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Memoria familiar e historia nacional: Ana Pizarro, Michaelle Ascencio, Julia lvarez

observar el pas, la repblica de negros que ha atrado su atencin por admirar


a esos hombres rebeldes que se dieron, durante la esclavitud, una lengua y una
religin (Ascencio, 2002, p.14). El vasco aparece como un blanco defensor de
la liberad como principio universal (ibidem). Sin embargo, constata a su
llegada la existencia de un racismo que divide a la sociedad haitiana segn las
diversas tonalidades de la piel. Encuentra un pas donde los criollos ms claros
emulan a los antiguos amos, donde hay con frecuencia asonadas militares,
donde los negros ms humildes, los que viven en las afueras de la ciudad y con
quienes el vasco decide convivir, se muestran silenciosos y desconfiados. Ellos,
que haban peleado con Dessalines, desconfiaban ahora de la palabra
revolucin y se sentan vctimas de una nueva esclavitud. El silencio, como
estrategia del dbil, los rostros inexpresivos, parecen marcar desde el principio
la historia de este ficcional Cibao. Detrs del silencio estaban la veneracin y
divinizacin del pasado y de los dioses africanos, un proyecto nostlgico que
cancelaba el futuro. Con ese silencio se tropezara Altina un siglo ms tarde, al
escuchar de su familia la historia del terror del dictador, que en la ficcin
aparece como Duvamal.
El siguiente personaje cuya historia se narra comparte con el vasco y con
Altina la condicin de extranjeridad. Se trata de la abuela Toribia, nacida en
Panam, de cultura cuna. Hija adoptiva de una familia panamea, emigra con
ella a Cibao. Su pelo lacio y sus rasgos indgenas, la desconfianza en su otredad
por parte de la sociedad de la ficticia ciudad de Siboney, as como la violencia
domstica a la que la somete su marido, Basilio Lespine, van produciendo en
ella un mutismo y una tristeza perennes. Toribia a su vez tiene una nuera
extranjera, Noem, francesa de ojos azules, casada con David Lespine, nica
persona con la que establece alguna comunicacin. A ambas las une la tragedia
de tener maridos violentos. Toribia callaba y lea la historia de Judith y
Holofernes, como probable catarsis de su desdichada vida marital. El pasado
familiar se llena de misterios. Toribia nunca habl de su vida anterior a la
llegada a la isla. La ficcin indaga en el interior de Toribia los recuerdos de un
bao en un ro de su tierra, una hacienda de la que escap siendo nia, algn
recuerdo disperso de los cuna y de la construccin del Canal de Panam, en la
que se explotaba a los obreros como en las plantaciones. Es evidente que los
personajes de la otredad viven exilios interiores. Resulta claro cmo la novela les
presta mayor espacio a estos personajes, indescifrables, misteriosos. Ellos, con
su carga de diferencia, nutren el mestizaje familiar. Sin embargo, el pasado est

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velado. Hay vacos que no llegan a llenarse. Los silencios del pasado se
acumulan:
Ms all de Noem est Francia, la metrpolis, y nada ms sabamos de Noem.
Slo que era francesa. Y ms all de David est la plantacin y un esclavo
africano tan negro como l que le rob el nombre a su amo Altina y su madre
permanecieron un rato sin hablar. No se sabe si para rendir un humilde y
silencioso homenaje a los antepasados, venidos de tierras lejanas, o para imaginar
lo que habra podido ser el encuentro de una mujer blanca como la leche,
seguramente venida a menos en su pas de origen, con un negro corpulento,
venido de la plantacin. No s, Altina, dijo su madre al rato, pero haba mucha
crueldad en todas las casas, era como un veneno que todo el mundo probaba y
comparta (p. 64)

De la violencia domstica se pasa a la violencia del pas. La violencia se


revela tambin en los silencios de los tiempos de la dictadura, de la sospecha de
que lo que se diga puede ser escuchado por los espas del rgimen. La necesidad
de callar y de simular no solo aparece para salvar la vida, particularmente en
tiempos de Duvamal, el Tirano Negro, sino tambin como reaccin al clima de
miedo y de terror instalado por el rgimen:
Me qued sin voz, Altina, un mes sin poder hablar. Su ta Tatiana pareca salir
de la indolencia en la que siempre viva. Te lo cuento y tiemblo otra vez cuando
me acuerdo del polica que me oblig a bajarme del carro porque estaba
desobedeciendo la prohibicin de transitar por esa calle. Cmo iba yo a saber
que el Presidente-de-por-vida estaba de visita por ah! Yo vena de mi trabajo,
para esa poca trabajaba en la compaa de telfonos [] me detiene ese hombre
con esos lentes oscuros y me habla como escupindome a la cara. La rabia creca
en l, y no encontrando ms qu decirme, me empuja, abre la puerta del carro y
me quita las llaves: ahora te quedas sin carro y aqu, de pie, hasta que digas: Viva
Duvamal. El tiempo pasaba, y yo muda frente al hombre no poda abrir los
labios. l, de vez en cuando, repeta con desgano: Viva Duvamal. Pas un rato,
el sol me quemaba el cerebro. Concentr todas mis fuerzas, pues te digo
honestamente, no me quera morir, y alcanc a decir: Vi-va-Du-va-mal. Ms
alto, grit, ms alto, no oigo nada. Repet la frase. Cuando llegu a la casa de
Sabina me desplom y durante un mes perd la voz. (Ascencio, 2002, p. 99)

El motivo del veneno se va construyendo como smbolo en el interior de


la novela. Era el arma heredada desde los tiempos de la esclavitud. La cocinera
Finelia cuenta que las cocineras eran en otro tiempo guardianas de la vida y de
la muerte y que conocan los preparados para deshacerse de un colono cruel,
pero ahora todos vivimos envenenados y cada quien aprende un arte privado y
personal de secar un rbol, enturbiar el agua, enfriar el aire, con un gesto, una

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Memoria familiar e historia nacional: Ana Pizarro, Michaelle Ascencio, Julia lvarez

palabra, una mirada con el tiempo ni los brujos ni las cocineras haremos
falta (Ascencio, 2002, p. 99). Esta Finelia, suerte de diosa Hcate, con la
sabidura de lo oculto, es probablemente quien ms sabe sobre la historia
subalterna. El veneno, inicialmente arma de los esclavos, ms bien de las
esclavas, pasa a ser smbolo de la atmsfera enrarecida por el terror, vivida
primero en la ocupacin americana, cuando aparecan los zombies con mayor
fuerza, y despus en la dictadura de Duvamal. As, este personaje Finelia,
devota de Chang encuentra las claves para comprender desde su cultura el
mundo que le toca vivir. La religin vud, presente en la novela como parte de
la historia cultural haitiana, se expresa en este personaje, imagen tambin de la
casa y de la cocina familiares, depositaria de la memoria de la abuela Toribia,
afectuosa como una abuela.
De otra manera se hace presente tambin la cultura haitiana; lo hace a
travs del carnaval y de la figura del To Julio, que canta boleros en espaol, en
particular el bolero que le da ttulo a la novela. El carnaval, con sus excesos,
parece ser la fiesta de los hombres, puesto que las mujeres no salen y terminan
disgustadas por los varios das en que se pierden sus maridos. A travs del
carnaval, que fascina a Altina en su niez, la cultura de la isla se enlaza con el
Caribe hispnico. El boato y la desmesura de los dictadores Batista de Cuba o
Trujillo de Repblica Dominicana se manifiestan en carnavales lujosos, en la
exhibicin del poder.
Finalmente, la identidad buscada en la novela se presenta como
conflictiva y difcil. Cuando Altina, con su hija Coralia, descubre una calle con
un nombre desconocido y el apellido familiar, Decaiette Lespine, siente
entonces la necesidad grande de consultar con su ta Clara, la que saba ms
cuentos de la familia. La ta le aclara que el nombre de la calle no es el del
antepasado familiar; es el nombre del colono explotador, cuyo apellido tom un
esclavo de plantacin. La reaccin es conmocionante:
Me haba quedado sin habla como sin aliento () algo en la severidad con que
ta Clara me haba respondido, me hizo comprender que acababa de asistir a una
especie de revelacin de mis orgenes contenidos, sorpresivamente, en la
apropiacin de un nombre. Le pregunt casi con angustia a mi ta Clara:
Pero mi ta, quin era ese esclavo?, de dnde vena?, cuntame ta, cmo se
llamaba?
No se sabe, no lo sabremos nunca. Era un esclavo. As era en la plantacin.
Ahora hay algunos que se empean en decir que venimos de Decaiette. Tonteras,

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desvaros y necedades. Acaso no se nos nota en el color de la piel y en lo


profundo que estamos atados a este pas? (Ascencio, 2002, pp. 131-132)

De esta manera, el pasado se hace irrecuperable. As, al final Emma,


abuela de Coralia, desautoriza la historia del vasco y de la cocinera Graciana,
desautoriza tambin el origen panameo de su madre y le dice a la nieta que
todo ello es producto de su imaginacin, que cuando sea grande escribir
novelas. De esta forma la novela parece decirnos que la historia es irrecuperable,
ms an la silenciada historia de los subalternos: solo a travs de la imaginacin
y de la literatura podemos reinventarla para tener alguna.
Altina descubre a travs de su familia un pas violento, de prejuicios
raciales y sociales, de personajes indescifrables, desconfiados, que parecen haber
vivido terribles exilios interiores, pero tambin una cultura con formas de
cohesin y solidaridad entre las mujeres. Junto con esa historia aparece tambin
la de la violencia poltica, la de la dictadura, presente en los ms nfimos
momentos de la cotidianidad: cuando llegu a la casa de Sabina me desplom
y durante un mes perd la voz (Ascencio, 2002, p. 99).
En ese lugar donde se impone el silencio y es constante el miedo a los
tonton macoutes, hay tambin salidas, dadas por la cultura haitiana: la resistencia
a travs del vud, con el manejo de venenos y de la magia, el carnaval que
permite por unos das la expresin de la desmesura y que ofrece un vnculo con
el Caribe hispnico, a travs del bolero, como el que da ttulo a la novela. La
recuperacin del pasado es, en esta novela, sanadora. La comprensin del
sufrimiento de la patria primera, del mestizaje violento, del lugar del otro que se
descubre como el lugar propio, funciona como la recuperacin del ser y de los
afectos. La protagonista no se quedar en Cibao, pero regresar reintegrada, reconocida en el pasado recuperado. Solo con la recuperacin de la familia, se
recupera el pas original, la historia colectiva que define una identidad.
4.

EN BUSCA DE LA MATRIA: JULIA LVAREZ

La dominicana-americana Julia lvarez indaga tambin en una saga


familiar, aunque no autobiogrfica. Ya ha dejado atrs otras formas de la novela
autobiogrfica de sus primeras obras. Es ampliamente conocida su novela En el
tiempo de las mariposas, novela histrica que revive en la ficcin a las hermanas
Mirabal, que lucharon contra la dictadura de Trujillo. En su novela En el

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Memoria familiar e historia nacional: Ana Pizarro, Michaelle Ascencio, Julia lvarez

nombre de Salom (2002), publicada por primera vez en ingls en el 2000,


lvarez indaga en la historia de dos mujeres importantes poco conocidas fuera
de su pas: Salom Urea, cuya obra potica fue parte clave de la poesa
fundacional del sentimiento patrio, creyente en la necesidad de educar a las
mujeres y fundadora de una escuela para nias con una concepcin de
avanzada, madre de Pedro Henrquez Urea, y Salom Camila Henrquez
Urea, hermana de este, profesora universitaria en Estados Unidos y, ms tarde,
promotora de la alfabetizacin en Cuba, en los primeros aos de la Revolucin.
La novela se estructura de manera dialgica, en la alternancia de la historia
de ambas mujeres: Salom Camila tiene el proyecto de escribir la historia de su
familia y encomienda un rbol genealgico a una de sus estudiantes; su historia
comienza a los sesenta aos, cuando se jubila en Estados Unidos y decide partir
a Cuba, uno de los lugares de exilio en otro tiempo, donde querr contribuir a
la alfabetizacin masiva. La narracin se lleva a cabo desde un narrador
cmplice en tercera persona. A travs de sus recuerdos familiares se construye
una historia hacia atrs, que la llevar hasta la infancia y hasta la madre, quien
haba muerto siendo ella una nia. La historia de Salom Urea, contada en
alternancia con la de Salom Camila, a travs de la primera persona, tambin va
enhebrando sus recuerdos, que la llevan hasta la historia de los abuelos y a la
constitucin de su propia familia nuclear en tiempos de guerras y revoluciones,
en las primeras dcadas despus de la independencia de la Repblica
Dominicana.
Puesto que los Henrquez son luchadores polticos y sociales, los
acontecimientos del pas marcan indeleblemente sus vidas, los obligan al exilio,
el padre hace una pasanta por la presidencia de la Repblica. El compromiso
de Salom y de su esposo Francisco Henrquez (Papapancho) los lleva a tener
una escuela en su propia casa, a reunirse con pensadores importantes de
entonces como Eugenio Mara de Hostos.
A medida que evoluciona la historia de la familia, se va conociendo
tambin la historia de las guerras civiles, de los golpes de estado, de los ensayos
democrticos, de la evolucin del pensamiento liberal, de la cultura, al igual
que de la vida cotidiana, las relaciones familiares, las jerarquas patriarcales, los
rituales de cortejo de las parejas. Familia y patria son indisolubles en esta
novela, tanto que, cuando Salom Urea (lvarez, 2002, pp. 24-25) comienza a
hablar de s misma, encuentra que la historia del pas y la suya estn reunidas:

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Akademos, vol. 5, n 2, 2003

La historia de mi vida comienza con la historia de mi pas, ya que nac seis


aos despus de la independencia, una nia enfermiza que nadie esperaba que
sobreviviera. Pero al cumplir los seis, mi salud estaba mejor que la del pas, pues
la patria ya haba sufrido once cambios de gobierno. Yo, por otro lado, solo haba
aguantado un gran cambio: mi madre haba abandonado a mi padre.
Casi no poda recordar la separacin de mis padres, y en cuanto a mi pas,
crec entre tantas guerras que no tena un verdadero entendimiento del peligro
que me rodeaba. Lo que daba miedo no eran las revoluciones, sino el hueco
oscuro debajo de la casa donde tenamos que escondernos cada vez que estallaba
una guerra.
Nosotros, los nios, no tenamos la menor idea de por qu peleaban. Un
lado era rojo y el otro lado era azul los colores eran la nica manera que
tenamos de distinguir un bando del otro, aunque ambos bandos decan que lo
hacan por la patria. Habamos rechazado una invasin de Hait, y pronto
estaramos luchando con Espaa. Ahora pelebamos entre nosotros. Todava
recuerdo la cancin que mi hermana Ramona y yo solamos cantar:
Nac espaola
Al atardecer fui francesa;
por la noche, africana:
qu ser de m?

Como puede verse, el conflicto de la identidad aparece desde los orgenes.


Para Salom Camila, este es un gran problema. Por una parte, el peso de la
madre, desconocida para ella, borrosa en el recuerdo, pero figura nacional
venerada por su poesa patritica, le impide alcanzarla y comprenderla. Por la
otra, su madre y su pas son desconocidos en los Estados Unidos, de manera tal
que se vuelve fundamental para ella conocerlos y darlos a conocer. Como
profesora de espaol, lee los poemas de su madre a sus alumnos, quienes
demuestran cierta indiferencia hacia estos. Finalmente, los ideales de su padre y
su madre marcan de tal forma su pensamiento que se siente obligada a la
participacin poltica en Cuba tanto en su juventud, mientras la familia viva
all un largo exilio, como en su vejez, al estallar la Revolucin Cubana. Cuba
fue su patria adoptiva por haberse criado en ella, de manera tal que la
recuperacin de la historia familiar es tambin la recuperacin de la Repblica
Dominicana y de un sentimiento americanista que al igual que en la novela de
Pizarro parte de la asociacin de la familia con el terruo.

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Memoria familiar e historia nacional: Ana Pizarro, Michaelle Ascencio, Julia lvarez

5.

CONCLUSIN

Las sagas familiares en las obras de Ana Pizarro, Michaelle Ascencio y


Julia lvarez, conjuran el desarraigo del exilio y recuperan la historia de la
nacin en lo que concierne a la propia identidad, es decir, como historia de la
familia. Miran la patria, que puede entenderse como el pas o como
Hispanoamrica, desde la historia matria. En todas ellas, el hilo conductor
parece hallarse en una sensacin de extranjeridad que requiere de respuestas en
la revisin del pasado, de tal manera que ese pasado permita reintegrar lo que
est disperso en la construccin de las identidades de los personajes. Se busca
un lugar en el mundo desde donde mirar el resto del mundo. Ese lugar
permanece en las races de la memoria y se construye como nacin imaginaria o
comunidad imaginaria, para utilizar la conocida nocin de Benedict Anderson
(1993), es decir, como esa amplia comunidad construida que busca la
identificacin con determinada medida geogrfica, con determinado pueblo,
con ciertos valores considerados como unificadores de sus integrantes. La
ficcin es en estas novelas el espacio de estas naciones imaginadas, con las cuales
es posible elaborar una identidad. Sin embargo, no se trata de una comunidad
imaginada desde el poder, como aquella sobre la que teoriza Anderson o
Hobsbawn (1992), quien nos habla de las tradiciones inventadas para sostener
poderes nacionales, sino ms bien, desde la relacin afectiva con la patria chica,
la patria primera que Gonzlez y Gonzlez ha llamado matria. Por ello, las
novelas estudiadas son intrahistricas.

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