Ensayos de Stuart Hall
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literarias son tambin ellas parte del proceso general que crea convenciones e
instituciones, a travs de las que aquellos significados valorados por la comunidad son
compartidos y vueltos activos (p. 55), entonces no hay forma de que este proceso sea
compartimentado o diferenciado de otras prcticas del proceso histrico: dado que
nuestra manera de ver las cosas es literalmente nuestra manera de vivir, el proceso de la
comunicacin es de hecho el proceso de la comunidad: el compartir significados
comunes, y en consecuencia actividades y propsitos comunes; la oferta, la recepcin y
la comparacin de nuevos significados, que conducen a tensiones y logros de
crecimiento y cambio (p. 55). Por tanto, no hay forma de que la comunicacin de las
descripciones, comprendida de este modo, pueda diferenciarse y compararse
externamente con otras cosas. Si el arte es parte de la sociedad, no existe por fuera un
todo slido, al cual, por la forma de nuestra interrogante, concedamos prioridad. El arte
est all, como actividad, junto con la produccin, el intercambio, la poltica, la crianza
de familias. Para estudiar las relaciones adecuadamente debemos estudiarlas
activamente, considerando a todas las actividades como formas particulares y
contemporneas de la energa humana.
Si este primer nfasis toma y reelabora la connotacin del trmino cultura con el
mbito de las ideas, el segundo nfasis es ms deliberadamente antropolgico, y hace
hincapi en ese aspecto de la cultura que se refiere a las prcticas sociales. De este
segundo nfasis se ha abstrado, demasiado limpiamente, una definicin algo
simplificada: la cultura como toda una forma de vida. Williams relacion este aspecto
del concepto al empleo ms documental -es decir descriptivo, aun etnogrfico- del
trmino. Pero la anterior definicin me parece ms central, en la cual se integra la
forma de vida. El punto importante del argumento reposa sobre las interrelaciones
activas entre elementos o prcticas sociales normalmente sujetos a separacin. Es en
este contexto que la teora de la cultura es definida como el estudio de las relaciones
entre elementos en una forma total de vida. La cultura no es una prctica; ni es
simplemente la suma descriptiva de los hbitos y costumbres de las sociedades, como
tiende a volverse en ciertos tipos de antropologa. Est imbricada con todas las prcticas
sociales, y es la suma de sus interrelaciones. Se resuelve as la cuestin de qu es lo
estudiado, y cmo. La cultura viene a ser todos aquellos patrones de organizacin,
aquellas formas caractersticas de la energa humana que pueden ser detectadas
revelndose -en inesperadas identidades y correspondencias, as como en
discontinuidades de tipo imprevisto (p. 63)- en, o bajo, todas las prcticas sociales. El
anlisis de la cultura es, entonces, el intento de descubrir la naturaleza de la
organizacin que es el complejo de estas relaciones. Comienza con el descubrimiento
de patrones caractersticos. Que no sern descubiertos en el arte, la produccin, el
comercio, la poltica, o la crianza de familias tratados como entidades separadas, sino
mediante el estudio de una organizacin general en un ejemplo particular (p. 61).
Analticamente, uno debe estudiar, las relaciones entre estos patrones. El propsito
del anlisis es captar cmo las interacciones entre estos patrones y prcticas son vividos
y experimentados como un todo, en cualquier perodo determinado. Esta es su
estructura de sentimiento.
Resulta ms fcil ver a qu apuntaba Williams, y por qu tom este camino, si
comprendemos cules fueron los problemas que enfrent, y qu trampas intent eludir.
Esto es especialmente necesario puesto que The Long Revolution (como mucho de la
obra de Williams) sostiene un dilogo subterrneo, casi silencioso, con posiciones
alternativas, que no siempre son identificadas con la claridad que uno quisiera. Existe
entre ser social y conciencia social: ninguna separable en sus polos diferenciados (en
algunas formulaciones alternativas la dialctica entre cultura y no cultura). Define a
la cultura como los significados y los valores que emergen entre grupos y clases
sociales diferenciados, sobre la base de sus condiciones y relaciones histricas dadas, a
travs de las cuales manejan y responden a las condiciones de existencia; y como las
tradiciones y prcticas vividas a travs de la cuales son expresadas esas
comprensiones, y en las cuales estn encarnadas. Williams rene estos dos aspectos definiciones y formas de vida- en torno al propio concepto de cultura. Thompson
rene los dos elementos -conciencia y condiciones- en torno al concepto de
experiencia. Ambas posiciones implican ciertas difciles fluctuaciones en torno a los
dos trminos clave. Tanto asimila Williams las definiciones de la experiencia a
nuestras formas de vivir, y a ambas en una indisoluble prctica-general-material-real,
que llega a obviar cualquier distincin entre cultura y no cultura. A veces
Thompson emplea experiencia en el sentido ms frecuente de conciencia, como en las
formas colectivas en que los hombres manejan, transmiten o distorcionan sus
condiciones dadas, las materias primas de la vida; a veces como el mbito de lo
vivido, el trmino medio entre condiciones y cultura; y a veces como las
condiciones objetivas mismas, a las cuales son opuestas las formas particulares de la
conciencia. Pero no importa cules sean los trminos, ambas posiciones tienden a leer
las estructuras de relacin en trminos de cmo ellas son vividas y experimentadas.
La estructura de sentimiento de Williams -con su deliberada condensacin de
elementos aparentemente incompatibles- es caracterstica. Pero lo mismo es cierto en el
caso de Thompson, a pesar de su comprehensin mucho ms plenamente histrica del
carcter dado o estructural de las relaciones y las condiciones a las cuales hombres y
mujeres necesaria e involuntariamente ingresan, y su clara atencin al carcter
determinante de las relaciones productiva y de explotacin bajo el capitalismo. Esto se
debe al papel de pivote que ocupan la conciencia cultural y la experiencia en el anlisis.
La tensin experiencial de este paradigma, y el nfasis en los agentes creativos e
histricos, son lo dos elementos clave en el humanismo de la posicin descrita. Por
consiguiente, cada uno de ellos concede a la experiencia un papel autentificador en
cualquier anlisis cultural. Se trata, en ltima instancia, de dnde y cmo la gente
experimenta sus condiciones de vida, las define y responde a ellas, lo cual para
Thompson define por qu cada modo de produccin es tambin una cultura, y por qu
todo conflicto de clases es tambin una lucha entre modalidades culturales: y qu es,
para Williams, lo que un anlisis cultural debera en ltima instancia entregar. En la
experiencia hay una interseccin de las diferentes prcticas -aun si sobre una base
desigual y de mutuas determinaciones-. Este sentido de la totalidad cultural -del proceso
histrico entero- avasalla cualquier esfuerzo por mantener las instancias y los elementos
diferenciados. Su verdadera interconexin, bajo ciertas condiciones histricas dadas,
debe venir de la mano con un movimiento totalizador en el pensamiento, en el
anlisis. Y establece para ambos los ms extraos protocolos contra cualquier forma de
abstraccin analtica que diferencie a las prcticas, o que se disponga a poner a prueba
el efectivo movimiento histrico en toda su entrelazada complejidad y
particularmente por cualquier operacin lgica o analtica ms sostenida. Estas
posiciones, especialmente en sus entregas histricas ms concretas (The Making... The
Country and the City) son los opuestos mismos de la bsqueda hegeliana de las
Escencias subyacentes. Pero en su tendencia a reducir las prcticas a la praxis y a
encontrar formas comunes y homlogas que subyacen a las reas ms diferenciadas
en apariencia, su movimiento es esencializador. Tienen una manera particular de
comprender la totalidad, aunque con una t minscula, concreta e histricamente
indudable primaca de las infraestructuras, pienso que siempre hay una mediacin entre
la praxis y las prcticas, concretamente el esquema conceptual por medio de cuyo
funcionamiento, forma y materia, ninguno de los dos con existencia independiente, se
realizan como estructuras, vale decir como entidades que son a la vez empricas e
inteligibles. Pero esto -para acuar otra frase- era mayormente gestual. Este
estructuralismo comparti con el culturalismo un corte radical con los trminos de la
metfora base/superestructura, como sta se deriva de las partes ms simples de La
ideologa alemana. Y aunque es A esta teora de las superestructuras, apenas tocada
por Marx, a la que Levi-Strauss aspir a contribuir, su contribucin tuvo como
caracterstica romper de manera radical con el conjunto de sus trminos de referencia,
tan final e irrevocablemente como lo hicieron los culturalistas. Aqu -y en esta
caracterizacin debemos incluir a Althusser -estructuralistas y culturalista por igual
adscribieron al dominio hasta entonces llamado de lo superestructural una
especificidad y efectividad, una primaca constitutiva, que los llev ms all de los
trminos de referencia de base y superestructura. Levi-Strauss, y tambin Althusser,
fueron antirreduccionistas y antieconomistas desde la matriz misma de su pensamiento,
y atacaron crticamente esa causalidad transitiva que, por tanto tiempo, se ha hecho
pasar por marxismo clsico.
Levi-Strauss trabaj sistemticamente con el trmino cultura. Consideraba a las
ideologas de mucha menor importancia: meras racionalizaciones secundarias.
Como Williams y Goldmann, no trabaj en el nivel de las correspondencias entre el
contenido de una prctica, sino al nivel de sus formas y sus estructuras. Pero la manera
como stas fueron conceptualizadas difieren sustantivamente del culturalismo de
Williams o el estructuralismo gentico de Goldmann. Esta divergencia puede
identificarse de tres maneras diferenciadas. En primer lugar, l conceptualiza cultura
como las categoras y los marcos de referencia del pensamiento y el lenguaje a travs de
los cuales las diversas sociedades hacan la clasificacin de sus condiciones de
existencia -sobre todo (pues Levi-Strauss era antroplogo) las relaciones entre el mundo
humano y el natural-. En segundo lugar pens acerca de la manera y la prctica
mediante las cuales estas categoras y estos marcos de referencia eran producidos y
transformados, sobre todo sobre una analoga con las maneras como el propio lenguaje vehculo principal de cultura- operaba. Identific lo que les era especfico a ellos y a
su funcionamiento, como la produccin del sentido: eran, antes que nada, prcticas
significadoras. Y, en tercer lugar, luego de algunos tempranos flirteos con las categoras
sociales de pensamiento de Durkheim y Mauss, en buena medida descart el asunto de
la relacin entre las prcticas significadoras y no significadoras -entre cultura y no
cultura, para usar otros trminos- para mejor concentrarse en las relaciones internas
por medio de las cuales eran producidas las categoras de significado. Esto dejaba
bastante en el aire la cuestin de la determinacin, de la totalidad. La lgica causal de la
determinacin fue abandonada a favor de una causalidad estructuralista -una lgica del
ordenamiento de relaciones internas, de articulacin de partes dentro de una estructura-.
Cada uno de estos aspectos tambin est positivamente presente en la obra de Althusser
y en la de los estructuralistas marxistas, aun cuando los trminos de referencia han sido
reimplantados en la inmensa revolucin terica de Marx. En una de las formulaciones
seminales de Althusser acerca de la ideologa -definida como los temas, conceptos y
representaciones a travs de los cuales hombres y mujeres viven, en una relacin
imaginaria, las relaciones con sus reales condiciones de existencia- podemos discernir el
esqueleto de los esquemas conceptuales entre las praxis y las prcticas de LeviStrauss. Aqu las ideologas no estn siendo conceptualizadas como los contenidos y
las formas superficiales de las ideas, sino como las categoras inconscientes a travs de
las cuales las condiciones son representadas y vividas. Ya hemos comentado la activa
presencia del paradigma lingstico en el pensamiento de Althusser, es decir, del
segundo elemento identificado ms arriba. Y si bien en el concepto de sobredeterminacin -una de sus contribuciones seminales y ms fructferas- Althusser
volvi a los problemas de las relaciones entre prcticas y la cuestin de la
determinacin (proponiendo, incidentalmente, una intensamente novedosa y altamente
sugerente reformulacin, que a partir de all ha recibido demasiado poca atencin), s
tendi a reforzar la autonoma relativa de las diferentes prcticas, as como sus
especificidades, condiciones y efectos internos a expensas de una concepcin
expresiva de la totalidad, con sus tpicas homologas y correspondencias.
Aparte de la total diferenciacin de los universos intelectuales y conceptuales en que
estos paradigmas alternativos se desarrollaron, hubo ciertos puntos donde, a pesar de
sus aparentes traslados, culturalismo y estructuralismo estuvieron tajantemente
contrapuestos. Podemos identificar esta contraposicin en uno de sus puntos ms
marcados, precisamente en torno al concepto de experiencia y en el papel que el
trmino jug en cada perspectiva. Mientras que en el culturalismo la experiencia fue
el terreno -el mbito de lo vivido- donde se intersectan conciencia y condiciones, el
estructuralismo insisti en que la experiencia no poda ser, por definicin, el terreno
de nada, ya que uno slo puede vivir y experimentar las propias condiciones en y a
travs de las categoras, las clasificaciones y los marcos de referencia de la cultura.
Estas categoras, empero, no se daban a partir de o en la experiencia: ms bien la
experiencia era su efecto. Los culturalistas haban definido las formas de la
conciencia y de la cultura como colectivas. Pero se haban quedado muy de este lado de
la propuesta radical de que, en la cultura como en el lenguaje, el sujeto era hablado
por las categoras de cultura en que l/ella pensaban, y no de que el sujeto las
hablaba. Sin embargo, estas categoras no eran meramente producciones individuales
antes que colectivas: eran estructuras inconscientes. Es por esto que, a pesar de que
Levi-Strauss slo habl de Cultura, su concepto dio la base para una fcil transicin,
hecha por Althusser, hacia el marco de referencia conceptual de la ideologa: La
ideologa es de hecho un sistema de representaciones, pero en la mayora de los casos
estas representaciones no tienen nada que ver con la conciencia: (...) es sobre todo
como estructuras que ellas se imponen a la gran mayora de los hombres, y no va su
conciencia (...) es dentro de esta inconsciencia ideolgica que los hombres logran
alterar la relacin vivida entre ellos y el mundo y adquirir esa nueva forma de
inconsciencia especfica llamada conciencia (Pour Marx, p. 233). Fue as como la
experiencia fue concebida, no como una fuente de autentificacin, sino como un
efecto: no como un reflejo de lo real sino como una relacin imaginaria. Tom un
breve paso -el que separa Pour Marx de Los aparatos ideolgicos de Estadotrasladarse al desarrollo de una explicacin de cmo esta relacin imaginaria serva,
no slo al dominio de una clase gobernante sobre una dominada, sino tambin (a travs
de la reproduccin de las relaciones de produccin, y de la constitucin de la fuerza de
trabajo en una forma idnea para la explotacin capitalista) a la reproduccin ampliada
del modo de produccin mismo. Muchas de las otras lneas de divergencias entre los
dos paradigmas brotan de este punto: la concepcin de los hombres como portadores
de las estructuras que los hablan y ubican, antes que como agentes activos en la
produccin de su propia historia: el nfasis en una lgica estructural antes que una
histrica; la preocupacin por la constitucin -en teora- de un discurso cientfico, no
ideolgico; y de all que quedara garantizada la preeminencia del trabajo conceptual y
relaciones y estructuras que no pueden ser visibles al ingenuo ojo pelado, y que no
pueden presentarse ni autentificarse: En el anlisis de las formas econmicas no
resultan de ayuda ni los microscopios ni los reactivos qumicos. El poder de la
abstraccin debe reemplazarlos a ambos. Sin duda el estructuralismo a menudo ha
llevado esta proposicin a extremos. Como el pensamiento es imposible sin el poder de
la abstraccin, esto ha sino confundido con una primaca absoluta para el nivel de la
formacin de conceptos, y esto slo en el ms alto abstracto nivel de la abstraccin:
entonces la Teora con T mayscula se convierte en juez y jurado. Lo cual equivale a
perder aquella comprensin ganada a travs de la prctica del propio Marx. Pues es
claro, por ejemplo, en El Capital, que el mtodo -que, por supuesto, ocurre en el
pensamiento (como pregunt Marx en su Introduccin de 1857, en qu otro lugar?)no descansa sobre el mero ejercicio de la abstraccin, sino sobre el movimiento y las
relaciones que la argumentacin est constantemente estableciendo entre diferentes
niveles de abstraccin: en cada caso las premisas en juego deben ser diferenciadas de
aquellas que -en nombre de la argumentacin- deben mantenerse constantes. El
desplazamiento a otro nivel de magnificacin (para desarrollar la metfora del
microscopio) exige la especificacin de nuevas condiciones de existencia no
proporcionadas por un nivel previo de mayor abstraccin: de este modo las sucesivas
abstracciones de diferentes magnitudes, el desplazamiento hacia la constitucin, la
reproduccin de lo concreto en el pensamiento como efecto de un cierto tipo de
pensamiento. Este mtodo no est adecuadamente representado ni en el absolutismo de
la Prctica Terica, en el estructuralismo, ni en la posicin anti-abstractiva del tipo
Pobreza de la Teora, donde, como reaccin, el culturalismo parece haber recalado.
Sin embargo, resulta intrnsecamente teortico y tiene que serlo. Aqu la insistencia
estructuralista de que el pensamiento no refleja la realidad o la apropia, es un necesario
punto de partida. Una adecuada elaboracin (working trough) de las consecuencias de
este argumento podra empezar a producir un mtodo que nos aparte de las permanentes
oscilaciones entre abstraccin/anti-abstraccin y las falsas dicotomas de Teoricismo
versus Empiricismo que han marcado y desfigurado el encuentro
culturalismo/estructuralismo a la fecha.
El estructuralismo tiene una fuerza adicional, en su concepcin del todo. Este es un
sentido en el cual, a pesar de que el culturalismo constantemente insiste en la
particularidad radical de sus prcticas, su modo de conceptualizar la totalidad tiene
algo de compleja simplicidad de una totalidad expresiva detrs. Su complejidad est
constituida por la fluidez con que las prcticas entran y salen una de otra: pero esta
complejidad es reductible, conceptualmente, a la simplicidad de la praxis -la actividad
humana en cuanto tal- donde aparecen las mismas contradicciones, homolgicamente
reflejadas en cada una de ellas. El estructuralismo va demasiado lejos en la ereccin de
la mquina de una Estructura, con sus proclividades autogeneradoras (una eternidad
Spinoziana, cuya funcin es slo la suma de sus efectos: una desviacin
verdaderamente estructuralista), equipada con sus instancias caractersticas. Sin
embargo, representa un avance respecto del culturalismo en la concepcin que tiene de
la necesaria complejidad de la unidad de una estructura (siendo la sobre-determinacin
una manera ms exitosa de pensar esta complejidad que la invariancia combinatoria de
la causalidad estructuralista). Ms aun, tiene la capacidad conceptual de pensar en una
unidad construida mediante las diferencias entre, ms que las homologas de, las
prcticas. Tambin aqu ha ganado una compresin crtica (insight) acerca del mtodo
de Marx: uno piensa en los complejos pasajes de la Introduccin de 1857 a los
Grundrisse en que Marx demuestra cmo es posible pensar en la unidad de una
concreto emprendido hoy en este campo: de este modo reforzando y -paradjicamentesosteniendo el sentido de la instancia histrica concreta que siempre ha sido una de las
principales fuerzas del culturalismo. Pero aqu de nuevo el ejemplo de Foucault es
positivo siempre y cuando uno no se trague entera su posicin epistemolgica general.
Pues lo cierto es que Foucault tan decididamente suspende el juicio, y adopta un
escepticismo tan meticuloso acerca de cualquier determinacin o relaciones entre las
prcticas, que no sean aquellas vastamente contingentes, que tenemos derecho a verlo
no como un agnstico en estos asuntos, sino como profundamente comprometido con la
necesaria no-correspondencia de todas las prcticas entre s. Desde semejante posicin
no pueden ser adecuadamente pensados ni una formacin social ni el Estado. Y en
efecto Foucault constantemente cae en la zanja que l mismo se ha cavado. Pues cuando
-contra sus bien defendidas posiciones epistemolgicas- se topa con ciertas
correspondencias (por ejemplo, el simple hecho de que todos los principales
momentos de transicin que l ha trazado en cada uno de sus estudios -sobre la prisin,
la sexualidad, la medicina, el manicomio, el lenguaje y la economa poltica- parecen
converger exactamente en torno a ese punto en que el capitalismo industrial y la
burguesa realizan su histrica cita), entonces cae en un vulgar reduccionismo, que
realmente niega las sofisticadas posiciones que l mismo ha adelantado en otras partes
de su obra. (1)
He dicho lo suficiente como para indicar que, en mi opinin, la lnea de los Estudios
Culturales que han intentado pensar hacia adelante a partir de los mejores elementos de
los esfuerzos culturalistas y estructuralistas, por la va de algunos conceptos elaborados
en el trabajo de Gramsci, es la que ms se aproxima a cumplir con los requisitos de este
campo de estudio. Y la razn de esto debera ser a estas alturas obvia. Aunque ni el
culturalismo ni el estructuralismo bastan como paradigmas autosuficientes de estudio,
gozan de una centralidad en el terreno de la que carecen los otros contenedores, y esto
debido a que entre ellos (en sus divergencias as como en sus convergencias) se dirigen
hacia lo que debe ser el problema medular de los Estudios Culturales. Constantemente
nos devuelven a ese mbito marcado por esos fuertemente emparejados mas no
mutuamente exclusivos conceptos de cultura/ideologa. En su conjunto plantean los
problemas que se derivan de intentar pensar a la vez la especificidad de diferentes
prcticas y las formas de la unidad articulada que ellas constituyen. Plantean una
constante, si bien fallida, vuelta a la metfora de base/superestructura. Tienen razn al
insistir en que esta cuestin -que resume toda la problemtica, lo determinante no
reductivo- es el corazn del problema: y que la solucin de este problema permitir a
los Estudios Culturales superar sus incesantes oscilaciones entre idealismo y
reduccionismo. Confrontan -no importa si de maneras radicalmente opuestas- la
dialctica entre las condiciones y la conciencia. En otro plano, plantean el asunto de la
relacin entre la lgica del pensamiento y la lgica de los procesos histricos. Siguen
manteniendo la promesa de una teora de la cultura cabalmente materialista. En sus
sostenidos y mutuamente reforzadores antagonismos, no adelantan promesa alguna de
una sntesis sencilla. Pero entre ambos, definen dnde, si en lugar alguno est el mbito,
y cules son sus lmites, dentro del cual semejante sntesis podr ser constituida. En
Estudios Culturales, los nombres del juego les pertenecen.
(Traduccin de Mirko Lauer)
NOTAS
Si se advierte algn tipo de error, o desea realizar alguna sugerencia le solicitamos visite
el siguiente enlace. www.biblioteca.org.ar/comentario
Introduccin
Los tres puntos suspensivos entre barras indican los lugares en los que hemos hecho
cortes en el texto original (Nota de los editores).
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nunca puede estar completamente a cargo del significado. Lo que quiere decir
ser britnico, ruso o jamaiquino no puede controlarse en su totalidad
por los britnicos, rusos o jamaiquinos sino que siempre se encuentra en
negociacin, en el dilogo entre estas culturas nacionales y sus otros. As,
ha sido argumentado que uno no puede saber lo que se quiere decir con
britnico en el siglo XIX hasta que sepa lo que pensaban los britnicos
acerca de Jamaica, su colonia preciada en el Caribe o acerca de Irlanda, y de
forma ms desconcertante, lo que los jamaiquinos o los irlandeses pensaban
de ellos (cfr. Hall 1994).
La tercera clase de explicacin es antropolgica // El argumento aqu es
que la cultura depende de dar significado a las cosas asignndolas a diferentes
posiciones dentro de un sistema de clasificacin. La marcacin de la diferencia
es as la base de ese orden simblico que llamamos cultura. Mary Douglas
(1966), siguiendo el trabajo clsico sobre los sistemas simblicos por el
socilogo francs Emile Durkheim, y los estudios posteriores de la mitologa
por el antroplogo francs Claude Lvi-Strauss, argumenta que los grupos
sociales imponen significado a su mundo ordenando y organizando las cosas
en sistemas clasificatorios. Las oposiciones binarias son cruciales para toda
clasificacin porque uno debe establecer una diferencia clara entre las cosas
para clasificarlas. Enfrentados con diferentes clases de comida, Lvi-Strauss
(1970) sostena que una forma de darles significado es empezar dividindolos
en dos grupos: aquellos que se comen crudos y los que se comen cocidos.
Naturalmente, uno tambin puede clasificar la comida en verduras y
frutas; o en aquello que se come como entradas y lo que se come como
postres, o lo que se sirve en la cena y lo que se come en las fiestas sagradas
o en la mesa de comunin. Aqu, una vez ms, la diferencia es fundamental
para el significado cultural.
Sin embargo, tambin puede dar origen a sentimientos y prcticas negativas. Mary Douglas sostiene que lo que realmente turba el orden cultural
es cuando las cosas se manifiestan en las categoras equivocadas o cuando
las cosas no encajan en alguna categora: una sustancia como el mercurio,
por ejemplo, que es un metal pero tambin es un lquido o un grupo social
como los mulatos que no son ni blancos ni negros sino que flotan ambiguamente en alguna zona hbrida inestable no determinada (Stallybrass y
White 1986). Culturas estables requieren que las cosas permanezcan en el
lugar asignado. Las fronteras simblicas mantienen las categoras puras,
dando a las culturas significado e identidad nicas. Lo que desestabiliza la
cultura es la materia fuera de lugar: la ruptura de nuestras reglas y cdigos
no escritos. La tierra en el jardn est bien pero en la habitacin es asunto
fuera de lugar, un signo de contaminacin, de fronteras simblicas que estn
siendo violadas, de tabes rotos. Lo que hacemos con los asuntos fuera de
su lugar es barrerlos y tirarlos, restaurar el orden, restablecer los asuntos a
su normalidad. La retirada de muchas culturas hacia el cerramiento contra
los intrusos, extranjeros y otros es parte del mismo proceso de purificacin
(Kristeva 1982).
De acuerdo con este argumento, entonces, las fronteras simblicas son
centrales a toda cultura. Marcar la diferencia nos conduce, simblicamente,
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fue un medio por el que se dio forma visual al proyecto imperial en un medio
popular, forjando el enlace entre el Imperio y la imaginacin domstica.
Anne McClintock dice que, a travs de la racializacin de la publicidad
(racismo de mercanca), el hogar de clase media victoriana se convirti en
un espacio para la muestra del espectculo imperial y la reinvencin de la
raza mientras que las colonias en particular fricase converta en un
teatro para exhibir el culto Victoriano de la domesticidad y la reinvencin
del gnero (1995: 34).
La publicidad para los objetos, chucheras, con los que las clases medias
victorianas llenaban sus hogares suministraba una manera imaginaria de
relacionarse con el mundo real de produccin de mercancas y, despus de
1890, con la aparicin de la prensa popular, desde el Illustrated London News
hasta el Harmsworth Daily Mail, la imaginera de la produccin en masa entr
al mundo de las clases trabajadoras por va del espectculo de la publicidad
(Richards 1990). Richards lo llama espectculo porque la publicidad tradujo
las cosas en un despliegue de una fantasa visual de signos y smbolos. La
produccin de mercancas se conect con Europa la bsqueda de mercados
y de materias primas en el extranjero suplantando otros motivos para la
expansin imperial.
Este trfico de dos vas forj conexiones entre el imperialismo y la esfera
domstica, pblica y privada. Las mercancas (y las imgenes de la vida
domstica inglesa) fluyeron hacia fuera, hacia las colonias; las materias primas
(y las imgenes de la misin civilizadora en progreso) fueron tradas a casa.
Henry Stanley, el aventurero imperial, que famosamente sigui a Livingstone
en frica Central en 1871, y fue fundador del infame estado del Congo Libre,
trat de anexar Uganda y abrir el interior para la Compaa de frica del
Este. El crea que la expansin de las mercancas hara inevitable la civilizacin en frica y nombr a sus cargadores nativos segn las marcas de las
mercancas que cargaban: Bryant & May, Remington y as sucesivamente.
Sus proezas fueron asociadas con el jabn Pears, y varias marcas de t. La
galera de hroes imperiales y sus proezas masculinas en frica Profunda
fueron inmortalizadas en cajas de fsforos, cajas de agujas, dentfrico, cajas de
lpices, paquetes de cigarrillos, juegos, msica. Las imgenes de la conquista
colonial fueron estampadas en cajas de jabones [...] latas de galletas, botellas
de whisky, latas de t y barras de chocolate. Ninguna forma pre-existente de
racismo organizado haba anteriormente sido capaz de alcanzar una masa
tan grande y tan diferenciada de populacho (McClintock 1995: 209).
El jabn simboliz esta racializacin del mundo domstico y la domesticacin del mundo colonial. En su capacidad para limpiar y purificar, el jabn
adquiri, en el mundo de la fantasa de la publicidad imperial, la calidad de
objeto-fetiche. Aparentemente tena el poder de lavar la piel negra y hacerla
blanca as como de remover la mugre, el sucio de los tugurios industriales y
de sus habitantes los pobres no lavados en casa, mientras que mantena
el organismo imperial limpio y puro en las zonas de contacto racialmente
contaminadas. En el proceso, sin embargo, la labor domstica de las mujeres
fue silenciosamente obliterada.
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Las mujeres atletas todava son ampliamente referidas como muchachas. Y slo
recientemente los hombres blancos del sur de los Estados Unidos han cesado de
referirse a los hombres negros como muchacho!, mientras que esa prctica todava
permanece en Sudfrica.
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El trmino en ingls que usa Hall es desavowal, que remite a la categora freudiana
Die Verneinung, que ha sido traducida al castellano por Ballesteros como renegacin
y por Etcheverry como desmentida. Es en este sentido que hemos decidido dejar la
segunda acepcin, que es mucho ms precisa y cercana a la categora freudiana donde
se funda el concepto. A pesar de que muchos traductores han optado por la nocin
de denegacin, nos ha parecido ms preciso mantener la de desmentida (Nota de los
editores).
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o si, en lugar de ser preparatoria para el objetivo del sexo normal, lo suplanta
([1927] 1977: 96) //
Confrontando un rgimen racializado de representacin
Hasta ahora hemos analizado algunos ejemplos del archivo de la representacin
racializada en la cultura popular occidental de diferentes perodos y hemos
explorado las prcticas representacionales de la diferencia y la otredad. Es
hora de dirigirnos hacia el conjunto final de preguntas planteadas en nuestras pginas de apertura. Puede ser desafiado, cuestionado o cambiado un
rgimen de representacin dominante? Cules son las contra-estrategias
que pueden empezar a subvertir el proceso de representacin? Pueden las
formas negativas de representar la diferencia racial, que abundan en nuestros ejemplos, ser revertidas por una estrategia positiva? Qu estrategias
efectivas hay? Y cules son los apuntalamientos tericos?
Djenme recordarles que, tericamente, el argumento que nos permite
plantear esta pregunta es la propuesta (que hemos discutido en varios lugares
y de muchas formas) de que el significado nunca puede ser finalmente fijado.
Si el significado pudiera ser fijado por la representacin, entonces no habra
cambio y por consiguiente ninguna contra-estrategia de intervencin.
Por supuesto, hacemos grandes esfuerzos para fijar el significado eso es
precisamente lo que las estrategias del estereotipo estn aspirando hacer, a
menudo con considerable xito, durante un tiempo. Pero finalmente, el
significado empieza a hendirse y a resbalar; empieza a ir a la deriva o a ser
tergiversado o inflexionado hacia nuevas direcciones. Se injertan nuevos
significados en significados viejos. Las palabras y las imgenes cargan
connotaciones sobre las que nadie tiene control completo y estos significados
marginales o sumergidos vienen a la superficie permitiendo que se construyan
diferentes significados, que diferentes cosas se muestren y se digan. Esto es lo
que supone el trabajo de Bajtn y Volshinov presentado en anteriormente.
Ellos han dado un mpetu poderoso a la prctica de lo que se ha llegado a
conocer como trans-codificar: tomar un significado existente y re apropiarlo
para nuevos significados (como, por ejemplo, lo negro es bello).
Cierto nmero de diferentes estrategias de trans-codificacin han sido
adoptadas desde los aos sesenta, cuando los asuntos de la representacin
y de poder adquirieron una centralidad en las polticas de los movimientos
anti racistas y otros movimientos sociales. Ahora solo tenemos espacio para
considerar solo tres de ellas.
Reversin de los estereotipos
// [Se pude indicar la existencia de] una estrategia integracionista //
[con] altos costos. Los negros podan ganar la entrada al cuerpo principal de
la sociedad, pero slo al costo de adaptarse a la imagen que los blancos tenan
de ellos y de asimilarse a las normas de estilo y conducta blancas. Despus del
movimiento por los derechos civiles, en los aos sesenta y setenta, hubo una
afirmacin mucho ms agresiva de la identidad cultural negra, una actitud
positiva hacia la diferencia y la lucha sobre la representacin.
440
Stuart Hall
El primer fruto de la contra-revolucin fue una serie de pelculas comenzando con Sweet Sweetbacks Baadasss Song (Martin Van Pebbles 1971) y el
xito de taquilla de Shaft, de Gordon Parks. En Sweet Sweetback, Van Pebbles
valora positivamente todas las caractersticas que normalmente habran sido
estereotipos negativos. Hizo de su hroe negro un semental profesional que
exitosamente evade la polica con la ayuda de una serie de negros que viven en
el bajo mundo de los guetos, incendia un carro de la polica, golpea otro con un
taco de billar, huye hacia la frontera mexicana, haciendo uso total de su proeza
sexual en cada una de las oportunidades y finalmente se sale con las suyas,
aparece un mensaje garabateado en medio de la pantalla: A baadasss nigger
is coming back to collect some dues. Shaft era una especie de detective negro
cercano a las calles pero luchando con el bajo mundo negro y una banda de
militantes as como con la mafia, que rescata la hija de un mafioso. Lo que
marc a Shaft, sin embargo, fue la absoluta falta de deferencia del detective
hacia los blancos. Viviendo en un apartamento elegante, vistiendo lujosamente,
fue presentado en la publicidad como un super hombre negro y solitario: un
hombre de gusto que se diverta a costa del establecimiento blanco. Era un
hombre violento que viva una vida violenta buscando mujeres negras, sexo
blanco, dinero fcil, xito instantneo, droga barata y otros placeres. Cuando
un polica le pregunta a dnde va, Shaft contesta, Me voy a cogerme una vieja,
a dnde vas t? El xito instantneo de Shaft fue seguido por una sucesin
de pelculas del mismo molde incluyendo Superfly, tambin de Parks, en la que
Priest, un traficante de drogas joven, tiene xito haciendo un gran negocio antes
de retirarse, sobrevive una serie de episodios violentos y encuentros sexuales
vvidos y al final se marcha en su Rolls Royce, siendo un hombre rico y feliz.
Ha habido muchas pelculas en el mismo molde (por ejemplo New Jack City)
con que giran en torno a (como diran los cantantes de rap), bad-ass black
men, negros alteneros, con actitud.
Podemos ver de una vez la atraccin de estas pelculas, especialmente,
aunque no exclusivamente, para las audiencias negras. En la forma en que sus
hroes se las arreglan con los blancos, hay una notoria ausencia o, mejor, un
reversamiento consciente de la antigua deferencia o la dependencia pueril.
De muchas maneras, estas son pelculas de venganza: donde las audiencias
disfrutan los triunfos de sus hroes sobre los blanquitos. Se nivela lo que
podemos llamar el campo de juego. Los negros no son ni mejores ni peores
que los blancos. Vienen en las mismas formas humanas usuales buenas,
malas y diferentes. No son diferentes del promedio estadounidense blanco
en cuanto a gustos, estilos, conducta, moral, motivaciones. En trminos
de clase, pueden estar en la onda, ser chveres y bien vestidos como sus
contrapartes blancos. Y los lugares donde se ubican son los conocidos de
la vida real como el gueto, la calle, la estacin de polica.
A un nivel ms complejo, estas pelculas colocaron a los negros por primera
vez en el centro de los gneros cinematogrficos populares pelculas de
accin y as los hicieron esenciales a lo que podemos llamar la vida y la
cultura mticas del cine estadounidense al final tal vez ms importante
que su realismo . Porque es aqu donde las fantasas colectivas de la vida
popular se resuelven y la exclusin de los negros de sus confines los hace
441
442
Stuart Hall
y tnica. Pero aqu, una vez ms, la recepcin de la crtica ha sido variada
(Bailey 1988). Evaden estas imgenes las preguntas difciles, disolviendo
las duras realidades del racismo en una mezcla liberal de la diferencia? Se
apropian estas imgenes de la diferencia, en un espectculo para vender un
producto? O son una declaracin poltica autntica acerca de la necesidad
de que todo el mundo acepte y viva con la diferencia? Sonali Fernando
(1992) sugiere que estas imgenes son de doble filo: por un lado sugieren
una problematizacin de la identidad racial como un complejo dialctico de
similitudes as como de diferencias pero por el otro lado [...] homogenizan
como otro todas las culturas no blancas.
El problema con la estrategia positiva/negativa es que al aadir imgenes
positivas al ampliamente negativo repertorio del rgimen dominante de la
representacin incrementa la diversidad de las formas en que ser negro es
representado, pero no necesariamente desplaza lo negativo. Puesto que los
binarismos permanecen en su lugar, el significado sigue estando enmarcado
por ellos. La estrategia desafa los binarismos, pero no los socava. Pacficos
rastafaris cuidando a sus hijos pueden an aparecer, en el peridico de
maana, como un violento y extico estereotipo //
A travs de los ojos de la representacin
La tercera contra-estrategia se coloca dentro de las complejidades y ambivalencias de la representacin misma y trata de confrontarla desde adentro. Est
ms interesada en las formas de representacin racial que en introducir un
nuevo contenido. Acepta y trabaja con el carcter cambiante e inestable del
significado y entra, por as decirlo, en la lucha sobre la representacin mientras reconoce que, puesto que el significado nunca puede fijarse finalmente,
nunca puede haber victorias finales.
As, en lugar de evitar el cuerpo negro porque ha estado tan prisionero
en las complejidades de poder y subordinacin dentro de la representacin,
esta estrategia positivamente toma el cuerpo como el sitio principal de sus
estrategias de representacin, tratando de hacer que los estereotipos funcionen
contra s mismos. En lugar de evitar el terreno peligroso abierto por el cruce
de raza, gnero y sexualidad, deliberadamente confronta las definiciones
dominantes marcadas por el gnero y sexualizadas de diferencia racial
trabajando sobre la sexualidad negra. Puesto que la gente negra a menudo
ha sido fijada, estereotpicamente, por la mirada racializada, puede haber
estado tratando de negar las complejas emociones que entraa el mirar. Sin
embargo, esta estrategia realiza un juego elaborado con mirar, esperando
que con su propia atencin se hagan extraas es decir, se desfamiliaricen y
hagan explcito lo que est a menudo escondido sus dimensiones erticas.
No tiene temor de desplegar el humor, como por ejemplo, el comediante
Lenny Henry nos obliga por la graciosa exageracin de sus caricaturas afrocaribeas, a rernos con, antes que de, sus personajes. Finalmente, en lugar de
rechazar el poder desplazado y el peligro del fetichismo, esta estrategia trata
de usar los deseos y ambivalencias que los tropos del fetichismo despiertan
inevitablemente //
443
Conclusin
En este captulo, hemos avanzado en nuestro anlisis de la representacin
como una prctica significante abriendo algunas reas complejas y difciles
de debate. Lo que hemos dicho acerca de la raza puede, en muchas instancias, ser aplicado a otras dimensiones de la diferencia. Hemos analizado
muchos ejemplos, extrados de diferentes perodos de la cultura popular, de
cmo surgi un rgimen racializado de representacin y hemos identificado
algunas de sus estrategias y tropos caractersticos // Hemos considerado
varios argumentos tericos sobre por qu la diferencia y la otredad son de
tan gran importancia en los estudios culturales.
Hemos examinado la estereotipificacin como prctica representacional
mirando la forma como funciona (esencializando, reduciendo, naturalizando,
haciendo oposiciones binarias), las formas en que se enreda en el juego
del poder (hegemona, poder, conocimiento) y algunos de sus efectos ms
profundos, ms inconscientes (fantasa, fetichismo, desmentida). Finalmente,
hemos considerado algunas de las contra-estrategias que han intentado
intervenir en la representacin, trans-codificando imgenes negativas con
significados nuevos. Esto se abre hacia una poltica de representacin, una
lucha sobre el significado que contina y no est terminada //
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445
Codificar y Decodificar
Por Stuart Hall.
propia,
sus
propias
formas
condiciones
de
existencia.
as
concebidas,
en
un
cierto
momento
(el
momento
de
las reglas del "lenguaje". Este proceso requiere, de este modo, en el fin de la
produccin, sus instrumentos materiales -sus "medios"- as como sus propios
equipos de relaciones sociales (de produccin)- la organizacin y combinacin de
prcticas dentro de los aparatos de los medios masivos de comunicacin, pero es
en la forma discursiva que la circulacin del producto tiene lugar, as como su
distribucin a las distintas audiencias.
En el momento en que un hecho histrico pasa bajo el signo del discurso, est
sujeto a todas las "reglas" complejas formales a travs de las cuales el lenguaje
Desde
esta
perspectiva
general,
podemos
caracterizar
el
proceso
de
histricamente
definidos,
ideologas
profesionales,
conocimiento
una
"inmediata
identidad".
Los
cdigos
de
codificacin
decodificacin pueden no ser perfectamente simtricos. Los grados de simetra esto es, los grados de "comprensin" o "incomprensin" en el intercambio
comunicativo-depende de los grados de simetra/asimetra (relaciones de
equivalencia)
establecidos
entre
las
posiciones
de
"
personificaciones",
comprensin
del
viejo
trmino,
"contenido"
televisivo.
Estamos
sujeto que los ve". Estas "condiciones de percepcin" son, sin embargo, el
resultado de una alta codificacin, (an si son virtualm ente inconscientes) de un
conjunto de operaciones de decodificacin. Esto es tan cierto con respecto a la
imagen fotogrfica o televisiva como lo es de cualquier otro signo.
Los signos icnicos son, sin embargo particularmente vulnerables de ser ledos
como naturales porque los cdigos de percepcin visual estn ampliamente
distribuidos y porqu este tipo de signo es menos arbitrario que el lingstico: el
signo lingstico "vaca" no posee ninguna de las propiedades de la cosa
representada, mientras que el signo visual parece poseer algunas de estas
propiedades.
Esto puede ayudarnos a clarificar la confusin en la teora lingstica y a definir
con precisin algunos trminos claves que se utilizan en este artculo.
La teora lingstica frecuentemente emplea la distincin entre "denotacin" y
"connotacin".El trmino "denotacin" se equipara con el sentido literal de un
signo. "Connotacin" en cambio suele ser empleado simplemente para referirse a
significados menos fijados y por lo tanto ms convencionalizados, asociativos, los
cuales varan y dependen de la intervencin de cdigos.
Nosotros no usamos la distincin denotacin/connotacin en este sentido. Desde
nuestro punto de vista se trata de una distincin analtica que no debe ser
confundida con distinciones en el mundo real. Hay muy pocas instancias en que
los signos organizados en un discurso signifiquen slo su sentido "literal" (es decir,
un consenso casi universal).
En el discurso real la mayora de los signos combinan ambos aspectos, el
denotativo y el connotativo. Se puede preguntar entonces si es til mantener esta
distincin. El valor analtico reside en que el signo parece adquirir su valor
ideolgico pleno -parece estar abierto a la articulacin con discursos y significados
ideolgicos ms am plios- en el nivel de los significados "asociativos" (esto es, en
el nivel connotativo) -porque los significados no estn fijados en una natural
percepcin (no estn naturalizados) y su fluidez de significado y asociacin puede
ser ms ampliamente explotada y transformada. Por lo tanto, es en el nivel
El s llamado nivel denotativo del signo televisivo est fijado por ciertos cdigos
muy complejos pero limitados o "cerrados". Su nivel connotativo, aunque tambin
est limitado, es ms abierto, sujeto a transformaciones ms activas, que explotan
sus valores polismicos. Cualquier signo ya constituido es potencialmente
transformable en una configuracin connotativa (o varias). La polisemia no debe
ser confundida sin embargo con el pluralismo. Los cdigos connotativos no son
iguales entre ellos. Cualquier sociedad o cultura tiende, con diferentes grados de
clausura, a imponer sus clasificaciones del mundo poltico, social y cultural. Estas
constituyen el ORDEN CULTURAL DOMINANTE aunque nunca sea unvolco o no
contestado. La cuestin de la "estructura de discursos dominantes" es un punto
crucial.
jerrquicamente
organizados
en
significados
dominantes
estructura
de
limitaciones
sanciones.
Entonces
para
clarificar
un
que
confrontarse
es
con
una
"comunicacin
simultneamente
distorsionada".
En los ltimos aos las discrepancias de este tipo han sido explicadas
habitualmente refirindose a la "seleccin perceptiva". Esta es la puerta a travs
de la cual el pluralismo residual evade las compulsiones de un proceso altamente
estructurado, asimtrico y no equivalente. Por supuesto, habr siempre lecturas
privadas, individuales y variables. Pero "percepcin selectiva" no es prcticamente
nunca tan selectiva, casual o privada como el trmino parece sugerir.
Los patrones, normas, exhiben a travs de las variantes personales, confluencias.
Y una nueva aproximacin a los estudios de audiencia deberan comenzar con
una crtica de la teora de la "percepcin selectiva".
Lo local y lo global:
globalizacin y etnicidad
Stuart Hall*
Voy a considerar la problemtica desde lo que podra ser pensada como una
perspectiva privilegiada del proceso. O, ms bien, una perspectiva no privilegiada, una
perspectiva decadente; es decir, desde la perspectiva del Reino Unido y,
particularmente, la peculiar perspectiva de Inglaterra.
Hall, Suart "The local and the Global: Globalization and Ethnicity", en King, Anthony D. (ed.),
Culture Globalization and the World-System. Contemporary Conditions for the Representation
of Identity. Macmillan-State University of New York at Binghamton, Binghamton, 1991, pp. 1939. Traduccin de Pablo Sendn.
El Reino Unido, como entidad discreta y unidad nacional, surgi con y est
declinando con una de las eras o pocas de la globalizacin: me refiero a la era en la
cual la formacin del mercado mundial se hallaba dominada por las economas y
culturas de los estadosnaciones ms poderosos. Es esa relacin, entre la formacin y
transformacin del mercado mundial y su dominacin por las economas de estados
naciones poderosos, la que constituy la poca en la que la formacin de la cultura
inglesa adquiri su fisonoma actual. El imperialismo, en efecto, fue el sistema
mediante el cual el mundo fue subsumido en y mediante ese marco; as como tambin
fue el contexto privilegiado de la intensificacin de las rivalidades mundiales entre las
formaciones imperiales. En este perodo, desde un punto de vista cultural, uno puede
observar la construccin de una identidad cultural distintiva, una construccin que yo
quiero llamar la identidad de Lo Ingls [Englishness]. Si uno pregunta cules son las
condiciones formativas en virtud de las cuales una cultura nacional como sta aspir
y luego adquiri una identidad histrica mundial, tendra que prestar mucha atencin
a la posicin de la nacin como un poder comercial que era lder en trminos
mundiales; tambin a su posicin de liderazgo en una economa mundial altamente
internacional e industrializada; y, finalmente, al hecho de que esta sociedad y sus
centros han estado desde hace largo tiempo ubicados en el centro de una red de
compromisos globales.
casi todos los dems; o, al menos, a todo el resto de los dems en un cierto momento
de la historia.
Si uno pregunta algo acerca de la nacin para la que sta fue la representacin
ms importante aquella representacin que podra representarse a s misma, no slo
en trminos culturales, sino tambin en trminos ideolgicos a travs de la imagen de
una identidad inglesa (o, mejor dicho, de una etnicidad inglesa) uno vera, por
supuesto, lo que uno siempre ve cuando examina o despliega una etnicidad. Ella se
representa a s misma como algo perfectamente natural: nacido un ingls, siempre lo
ser; condensado, homogneo, unitario. Cul es el punto de una identidad si no es
una cosa? Tal vez porque el resto del mundo es tan confuso sea una de las razones
por las cuales seguimos deseando que las identidades vengan caminando y salgan a
nuestro encuentro: todo lo dems est cambiando, pero las identidades deben
necesariamente consistir en algunos puntos estables de referencia, puntos estables
que tambin lo fueron en el pasado, puntos estables que lo son ahora y lo sern por
siempre; y, an as, no dejarn de ser puntos en un mundo cambiante.
Pero, por supuesto, Lo Ingls nunca fue y posiblemente nunca podra ser
solamente eso. Tampoco lo fue en relacin con aquellas sociedades con las que
estaba profundamente conectado; con aquellas sociedades con las cuales estaba, en
trminos globales, ntimamente relacionado como un poder de ultramar de ndole tanto
comercial como poltica. Y sabemos que uno de los secretos mejor guardados del
mundo, precisamente, fue que tampoco fue solamente eso en relacin con su propio
territorio. De hecho, fue slo mediante la fuerza de excluir, del poder de absorber
todas las enormes diferencias que constituan Lo Ingls pienso aqu en la
multiplicidad de regiones, de pueblos, de clases y de gneros diferentes que
componan el pueblo, reunido en torno de la Ley que Lo Ingls pudo representar,
casi aislado en las islas britnicas, a todo el mundo. La etnicidad inglesa fue siempre
negociada, queda claro, contra la diferencia.
Y uno supone que no slo es all que ese viejo vnculo est empezando a
esfumarse. Debemos reconocer que la nocin monoltica de una formacin nacional,
de una economa nacional, de una entidad que podra ser representada a travs de
una identidad cultural nacional, se encuentra actualmente bajo una presin
considerable. Debo entonces tratar, e identificar muy brevemente, qu es lo que hace
que una configuracin insostenible se sostenga en su sitio por mucho ms tiempo que
el esperable.
En primer lugar, en el caso britnico, tal vez una de las causas se deba al largo
proceso de decadencia econmica. De ser el poder econmico lder en todo el mundo,
de estar en el pinculo del desarrollo comercial e industrial y de ser la primera nacin
industrializada, Gran Bretaa simplemente se convirti en una nacin ms entre
otras; una nacin ms entre una numerosa serie de nuevas naciones industrializadas,
algunas de las cuales no slo eran mejores, sino ms poderosas. Ciertamente, no
podemos decir que Gran Bretaa se encuentre ms en la punta de lanza del desarrollo
econmico e industrial del mundo.
Y esos factores son aquellos acerca de los cuales uno sabe algo. Son los
elementos constitutivos de un proceso que hoy se llama globalizacin. Quisiera
agregarles, entonces, algunos otros aspectos, porque, me parece, tendemos a pensar
sobre ese proceso que denominamos globalizacin de una forma demasiado
Uno tiene tambin que recordar que Lo Ingls no slo ha sido descentrado
por la gran dispersin de capitales hacia Washington, Wall Street y Tokio, sino tambin
por el enorme flujo que forma parte de las consecuencias culturales de las migraciones
de fuerza de trabajo, las migraciones de pueblos que transcurren a un ritmo
verdaderamente acelerado en nuestro mundo moderno.
Por otra parte, otro aspecto de la globalizacin se nos presenta en una manera
completamente diferente: la creciente interdependencia internacional. Esto se puede
observar de dos maneras diferentes. Primero, cuando notamos que existe un
crecimiento de los arreglos monetarios y regionales que vinculan a Gran Bretaa con
el resto de la OTAN, con el Mercado Comn Europeo y con otras organizaciones
similares. Hay un crecimiento de aquellas organizaciones y conexiones regionales y
supranacionales que nos hacen pensar que siquiera intentar concebir lo que sucede
en la sociedad inglesa como si slo tuviera una dinmica interna resulta imposible si
es que acaso, alguna vez, ello fue posible. Y aclaremos que se trata de un cambio
muy profundo, un cambio en las concepciones de la soberana y el estado-nacin; es
un cambio en la concepcin de lo que el gobierno ingls puede hacer, de lo que puede
controlar, de las transformaciones que puede llevar a cabo. Estos fenmenos son
cada vez ms vistos como interdependientes no slo con las economas, sino
tambin con las culturas y las economas de otras sociedades.
un punto crucial saber en cul de estos dos momentos resultan ser ms peligrosas. En
el primer momento, devoran a todo el mundo; y, en el segundo, hunden a todo el
mundo con ellas. Entonces, cuando hablo acerca de la decadencia o de la erosin del
estado-nacin, ni por un momento imaginen que ste se est despidiendo del
escenario de la historia: Lo siento, he estado aqu tanto tiempo... Pido perdn por
todas las cosas que hice: nacionalismo, guerras feroces, racismo. Pido perdn por
todo eso. Puedo irme ahora?. No, no est retrocediendo de esa manera. Se est
atrincherando, an ms profundamente, en un exclusivismo defensivo.
En definitiva, todo lo que quiero decir sobre eso es que, cuando la era de los
estados-nacin comienza a decaer con la globalizacin, uno puede observar una
regresin hacia una forma de identidad nacional, muy defensiva y altamente peligrosa,
que est motivada por una forma muy agresiva de racismo.
Cul es, entonces, este algo nuevo, esta nueva forma de globalizacin?
Para comenzar, la nueva forma de globalizacin no es inglesa; es americana. En
trminos culturales, la nueva forma de globalizacin tiene que ver con la nueva cultura
global de los medios masivos de comunicacin, que son muy diferentes de aquellos
asociados con la identidad inglesa, y tambin de las identidades culturales que en la
fase temprana se asociaban con el estado-nacin. La cultura de los medios globales
de comunicacin se encuentra dominada por los modernos medios de produccin
cultural, por la imagen que cruza y recruza las fronteras lingsticas mucho ms rpida
y fcilmente que antes, y que habla a travs de los lenguajes de una manera mucho
ms inmediata. Tambin est dominada por todas aquellas maneras en que las artes
visuales y grficas han incidido, directamente, en la reconstitucin de la vida popular,
el entretenimiento y el ocio. Est dominada, en suma, por la televisin y las pelculas,
por la imagen, por la imaginera y los estilos de la publicidad de masas. Su eptome
son aquellas formas de comunicacin masiva de las que, como primer ejemplo, uno
piensa en la televisin satelital. Pero no slo porque sea el nico ejemplo, sino porque
10
11
Por otro lado, es preciso que quede claro que esta forma cultural tan particular
no habla ms el ingls de la reina. Habla el ingls como un lenguaje internacional, que
es una cosa
quebradas del ingls: el ingls tal como ha sido invadido, tal como ha hegemonizado
una variedad de otras lenguas sin haber sido capaz de excluirlas. En otras palabras,
habla anglo-japons, anglo-francs, anglo-alemn o, incluso, puede llegar a hablar
anglo-ingls. Se trata en definitiva de una forma nueva de lenguaje internacional, que
no es ya, precisamente, la misma vieja forma estndar y tradicional del ingls de alta
alcurnia, estratificada y dominada en trminos de clase, cannicamente asegurada.
Eso es, precisamente, lo que quiero decir al sealar que esta nueva cultura est
centrada en el Oeste: est centrada en los lenguajes del Oeste, aunque no est
centrada de la misma manera.
12
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cabalmente. Me permiten referirme a una serie de cosas que no hemos sido capaces
de entender por no leer El Capital de esa manera?
No hemos sido capaces de comprender por qu, en el final del siglo XX,
alguien todava puede ser religioso. La religin debiera haber desaparecido; de hecho
se trata, precisamente, de una de las formas de la particularidad que supuestamente
deba diluirse. Tampoco hemos sido capaces de comprender por qu el nacionalismo,
esa vieja forma de particularismo, anda todava por all. Todos estos viejos
particularismos debieran haber sido diluidos por la modernidad. Y, no obstante, lo que
encontramos es que las formas ms avanzadas del capital, cuando consideramos el
nivel global, constantemente operan dividiendo las viejas sociedades en sectores
avanzados y en otros que no son tan avanzados. El capital, de manera constante,
explota formas diferentes de fuerza de trabajo; y, constantemente, a la hora de intentar
mercantilizar la vida social, se mueve entre los intersticios de la divisin sexual del
trabajo.
14
Desde un punto de vista, podra decirse entonces que se trata del viejo
enemigo en un nuevo disfraz; y, de hecho, es precisamente la cuestin que voy a
plantear. Es slo el viejo enemigo en un nuevo disfraz? Es acaso la marcha
inexorable de la vieja forma de mercantilizacin, la vieja forma de globalizacin en
posesin total del capital, en posesin total del Oeste, la vieja forma que simplemente
era capaz de absorber a todo y a todos en su impulso incontenible? O acaso hay
algo digno de destacarse en el hecho de que, en cierto punto, la globalizacin no
puede proseguir sin aprender a vivir con y a trabajar a travs de la misma
diferencia?
Si en algn lugar uno mira este proceso como hablando por s mismo, o como
comenzando a representarse a s mismo, es precisamente en las formas modernas de
publicidad. Si las observa, lo que veremos es que ciertas formas de la publicidad
moderna todava estn basadas en la vieja imaginera fordista, exclusiva, poderosa,
dominante, altamente masculina; en un juego muy exclusivo de identidades. Pero,
junto con ellas, estn los nuevos exticos, y lo ltimo de lo ltimo es, precisamente,
la nueva extica. Estar a la cabeza del capitalismo moderno implica comer quince
diferentes cuisines en una misma semana; no significa comer una sola. Ya no es
importante comer un bistec con zanahorias y budn de Yorkshire cada domingo.
Quin necesita eso? Porque si uno est llegando de Tokio, va Harare, uno no viene
imbuido de todo es lo mismo, sino de la maravilla de que todo sea diferente. En un
viaje alrededor del mundo, en un solo fin de semana, uno puede observar cada una de
las maravillas del mundo antiguo. Uno las incorpora todas de golpe, mientras se
desplaza, viviendo con la diferencia, maravillndose del pluralismo. El pluralismo es,
de hecho, esa forma de poder econmico concentrada, corporativa, hipercorporativa,
sobreintegrada, sobreconcentrada y condensada, que vive culturalmente a travs de la
diferencia y que constantemente est azuzndose a s misma con los placeres del
Otro transgresor.
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Ahora bien, el rgimen del cual hablo no lleva en su estructura la economa del
placer/dolor. Es un placer que no cesa. Placer para comenzar, placer en el transcurso,
placer al final; nada sino placer. Se trata de la proliferacin de la diferencia, de las
cuestiones de gnero, de la sexualidad. Todo esto vive con el hombre nuevo. Es ms,
produjo al hombre nuevo incluso antes de que alguien estuviera convencido de que
exista. La publicidad produjo la imagen del hombre postfeminista. Alguno de nosotros
no lo podemos encontrar, pero ciertamente est all, en la publicidad. Yo no s si
alguien est viviendo con l en la actualidad, pero ciertamente est all afuera, en la
publicidad.
16
Resulta evidente, por supuesto, que cuando hablo acerca de la cocina extica
no quiero decir que en Calcuta coman cocina extica, sino que la estn comiendo en
Manhattan. Por ende, no imaginemos que se halla distribuida por el mundo de modo
parejo e igualitario. Estoy hablando de un proceso de profunda inequidad. Pero, sin
embargo, estoy diciendo que tampoco debemos resolver la cuestin demasiado
rpido; se trata solamente de otro de los rostros del triunfo final de Occidente.
Conozco esa posicin. S que es muy tentadora. Es lo que yo llamo postmodernismo
ideolgico: como no puedo ver ms all de l, la historia entonces debe haber
terminado. Yo no compro esa forma de postmodernidad: es lo que le pasa a los
intelectuales franceses ex marxistas cuando se encaminan al desierto.
Pero hay otra razn por la cual uno no puede ver esta forma de globalizacin
como carente de problemas y contradicciones; de hecho, he estado hablando acerca
de lo que sucede dentro de sus propios regmenes, dentro de sus propios discursos.
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Todava no he hablado acerca de lo que sucede afuera de ella, lo que sucede en las
mrgenes. Entonces, en la conclusin de esta exposicin, quisiera mirar este proceso
desde el punto de vista no ya de la globalizacin sino ms bien de lo local. Quiero
hablar sobre dos formas de globalizacin que luchan entre s. Primero, una forma
vieja, corporativa, cerrada y defensiva, que podemos rastrear hasta el nacionalismo y
la identidad cultural nacional, y que trata de construir defensas a su alrededor antes de
erosionarse. Segundo, la otra forma de postmodernismo global, que est tratando de
vivir y, al mismo tiempo, superar, incorporar y apropiarse de la diferencia.
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Cara a cara con una cultura, con una economa, y poseedores de un juego de
historias que parecen haber sido escritas o inscriptas en algn otro lado, y que son tan
inmensas, y transmitidas de un continente a otro con una celeridad extraordinaria, los
sujetos de lo local, del margen, slo pueden entrar en la representacin por as
decirlo recuperando sus propias historias ocultas. Tienen que procurar narrar,
nuevamente, la historia, pero esta vez de atrs para adelante. Y este momento ha sido
de una significacin tan profunda en el mundo de posguerra que uno no puede
describir el mundo olvidndolo. Uno no puede describir los momentos de nacionalismo
colonial olvidando el momento en el cual los sin-voz descubrieron que, efectivamente,
tenan una historia que contar, que tenan lenguajes que no eran las lenguas del amo,
ni las lenguas de la tribu. Se trata, me parece, de un momento enorme. El mundo
comienza, en ese mismo momento, a descolonizarse. No podramos comprender los
movimientos del feminismo moderno sin la recuperacin de esas historias ocultas.
pararse,
hablar
desde
una
perspectiva
propia,
es
un
momento
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Sin embargo, as como cuando uno mira el postmodernismo global puede notar
que ste puede ser expansivo o bien defensivo, de la misma manera uno puede ver
que lo local y lo marginal pueden ir tambin en dos direcciones muy distintas. En
efecto, cuando los movimientos de las mrgenes estn tan profundamente
amenazados por las fuerzas globales de la postmodernidad, pueden retroceder y
atrincherarse en sus enclaves defensivos y exclusivistas. Y, en ese punto, debe
quedar claro que las etnicidades locales pueden resultar tan peligrosas como las
nacionales. Hemos visto cmo sucede esto: la negacin de la modernidad que toma la
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Pero aadir que tambin descubrimos dos cosas ms. En nuestra ingenuidad,
pensamos que el momento del redescubrimiento de la etnicidad sera el
redescubrimiento de lo que nosotros llambamos el pasado, de las races de los
pueblos. Pero lo sugerente aqu es que el pasado no haba estado cmodamente
sentado, esperando ser descubierto. La gente del Caribe que regres a su hogar
[sabe acaso usted dnde est?] a fotografiar el pasado [sabe acaso usted dnde
est?]: lo que estalla a travs del lente de la cmara es el frica del siglo XX, no el
frica del siglo XVII. La patria no est esperando que las nuevas etnicidades la
redescubran. Hay un pasado del que apropiarse, pero el pasado es ahora visto y tiene
que ser tomado como una historia, como algo que tiene que ser narrado. Y es narrado.
Se aprehende mediante la memoria; se aprehende a travs del deseo; se aprehende
mediante la reconstruccin. No es solamente un hecho que ha estado esperando para
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Bueno, no intento ayudarlos a dormir mejor de noche, ni afirmar que todo est
bien, ni que la revolucin palpita y est viva; que solamente tienen que esperar que lo
local entre en erupcin y subvierta lo global. No estoy contando ninguna historia de
ese tipo. Slo pretendo que no pensemos simplemente la globalizacin como un
proceso pacfico y pacificado. No se trata de un proceso ubicado en el fin de la
historia. Se est desarrollando en el terreno de la cultura postmoderna como una
formacin global, que es un espacio completamente contradictorio. En su interior
advertimos formas absolutamente novedosas que apenas estamos comenzando a
comprender, pero tambin las mismas viejas contradicciones, la misma y vieja
contienda. Pero lo principal no son las mismas viejas contradicciones, sino las
contradicciones persistentes entre las cosas que buscan apropiarse de otras cosas, y
las cosas que tratan de escapar de este intento de apropiacin. Esa vieja dialctica,
entonces, no es el final. La globalizacin no termina con todo.
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En los ltimos aos se registr una verdadera explosin discursiva en torno del concepto de identidad, al
mismo tiempo que se lo someta a una crtica minuciosa.
Cmo se explica este paradjico proceso? Y en qu posicin nos deja en cuanto al concepto? La deconstruccin se
ha realizado en el interior de varias disciplinas, todas
ellas crticas, de una u otra manera, de la nocin de una
identidad integral, originaria y unificada. La filosofa
plante en forma generalizada la crtica del sujeto autnomo situado en el centro de la metafsica occidental poscartesiana. El discurso de un feminismo y una crtica cultural influidos por el psicoanlisis desarroll la cuestin
de la subjetividad y sus procesos inconscientes de formacin. Un yo incesantemente performativo fue postulado
por variantes celebratorias del posmodernismo. Dentro de
la crtica antiesencialista de las concepciones tnicas, raciales y nacionales de la identidad cultural y la poltica
de la situacin se esbozaron en sus formas ms fundadas
algunas aventuradas concepciones tericas. Qu necesidad hay, entonces, de otro debate ms sobre la identidad? Quin lo necesita?
Hay dos maneras de responder a esta pregunta. La primera consiste en sealar un rasgo distintivo de la crtica
deconstructiva a la que fueron sometidos muchos de estos
conceptos esencialistas. A diferencia de las formas de
crtica que apuntan a reemplazar conceptos inadecuados
por otros ms verdaderos o que aspiran a la produccin
de conocimiento positivo, el enfoque deconstructivo somete a borradura los conceptos clave. Esto indica que ya no
son tiles buenos para ayudarnos a pensar en su
forma originaria y no reconstruida. Pero como no fueron
superados dialcticamente y no hay otros conceptos ente13
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y reflexin, la relacin con la regla, junto con la escrupulosa atencin a la regulacin normativa, y las coacciones de
las reglas sin las cuales no se produce ninguna sujecin/
subjetivacin [subjectification]. Este es un avance
significativo, dado que aborda por primera vez en las
obras fundamentales de Foucault la existencia de algn
paisaje interior del sujeto, ciertos mecanismos internos de
acatamiento a la regla, as como su fuerza objetivamente
disciplinadora, que impide la cada de la descripcin en el
behaviorismo y objetivismo que amenazan algunas partes de Vigilar y castigar. A menudo, Foucault describe
muy acabadamente en esta obra la tica y las prcticas
del yo como una esttica de la existencia, una estilizacin deliberada de la vida cotidiana; y sus tecnologas
se demuestran con la mayor eficacia en las prcticas de
autoproduccin, en modos especficos de conducta y en lo
que por obras ulteriores hemos llegado a reconocer como
una especie de performatiuidad.
Creo que podemos ver aqu, entonces, que el rigor escrupuloso de su pensamiento empuja a Foucault, a travs
de una serie de cambios conceptuales en diferentes etapas
de su obra, a admitir que, como el descentramiento del sujeto no es su destruccin y el centramiento de la prctica
discursiva no puede funcionar sin la constitucin de sujetos, el trabajo terico no puede cumplirse plenamente sin
complementar la descripcin de la regulacin discursiva y
disciplinaria con una descripcin de las prcticas de la autoconstitucin subjetiva. Para Marx, para Althusser, para
Foucault, nunca bast con elaborar una teora que explicara cmo se convoca a los individuos a su lugar en las estructuras discursivas. Siempre fue preciso exponer, adems, cmo se constituyen los sujetos; y en esta obra Foucault se esforz por mostrarlo, con referencia a prcticas
discursivas, a la autorregulacin normativa y a tecnologas del yo histricamente especficas. Resta saber si tambin necesitamos, por decirlo de algn modo, cerrar la brecha entre una y otra cosa: vale decir, una teora que seale
cules son los mecanismos mediante los cuales los individuos, como sujetos, se identifican (o no se identifican) con
las posiciones a las cuales se los convoca; y que indique
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cmo modelan, estilizan, producen y actan esas posiciones, y por qu nunca lo hacen completamente, de una
vez y para siempre, mientras que otros no lo hacen nunca
o se embarcan en un proceso agonstico constante de
lucha, resistencia, negociacin y adaptacin a las reglas
normativas o reguladoras con las que se enfrentan y a
travs de las cuales se autorregulan. En resumen, queda
pendiente la exigencia de pensar esta relacin del sujeto
con las formaciones discursivas como una articulacin (todas las articulaciones son verdaderamente relaciones de
correspondencia no necesaria, esto es, se fundan en la
contingencia que reactiva lo histrico; cf. Laclau, 1990,
pg. 35).
En consecuencia, es tanto ms fascinante constatar
que, cuando por fin Foucault se movi efectivamente en
esa direccin (en una obra despus trgicamente interrumpida), se vio impedido, desde luego, de acudir a una
de las principales fuentes de reflexin sobre este aspecto
olvidado, a saber, el psicoanlisis; impedido de moverse en
esa direccin por su propia crtica de este como una mera
red ms de relaciones disciplinarias de poder. Lo que produjo fue, en cambio, una fenomenologa discursiva del sujeto (abrevando tal vez en fuentes e influencias anteriores
cuya importancia para l ha sido un tanto subestimada) y
una genealoga de las tecnologas del yo. Pero se trataba
de una fenomenologa que corra el riesgo de caer bajo el
peso de un nfasis excesivo en la intencionalidad, precisamente porque no poda enfrentarse con el inconsciente. Para bien o para mal, esa puerta ya estaba cerrada de
antemano.
Por suerte, no permaneci cerrada por mucho tiempo.
En Gender Trouble (1990) y ms especialmente en Bodies
That Matter (1993), Judith Butler abord, a partir de su
inters en los lmites discursivos del "sexo" y la poltica
del feminismo, las transacciones complejas entre el sujeto, el cuerpo y la identidad, para lo cual reuni en un marco analtico ideas extradas de una perspectiva foucaultiana y psicoanaltica. Con la adopcin de la postura de que
el sujeto se construye discursivamente y que no lo hay an-
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