Enrique López Albújar - Nuevos Cuentos Andinos
Enrique López Albújar - Nuevos Cuentos Andinos
Enrique López Albújar - Nuevos Cuentos Andinos
en ocasiones desgarradoras. Un
libro hermoso y descarnado, en el
que se ve la garra de cuentista, en
la plenitud de su humanidad.
Nuevos cuentos
andinos
ePub r1.0
jugaor 23.04.15
Prlogo
Ignoro si alguien ha dicho ya que el
cuento es en el Per la historia del
paisaje. Creo, sin embargo, que la frase
define con mayor precisin que
cualquiera otra las ptreas, telricas
narraciones andinas de Enrique Lpez
Albjar. Porque de ninguna raza puede
afirmarse con tanta propiedad, como de
nuestra raza indgena, que se confunde
hasta la entraa con su suelo, que es,
ante todo, sustancia y latido planetarios,
peasco de carne, agnica tierra
humanizada.
Los mitos prefiguran el cclico
El brindis de los
yayas[*]
A Waldo Frank
I
Ponciano Culqui haba logrado
revolucionar a todo Chupn en menos de
seis meses, que era el tiempo
transcurrido desde su vuelta del servicio
militar. Tena inquietos a los mozos y
alarmados a los viejos con las ideas
traidor.
Que no sabe usted, don Leoncio,
que todos los mozos del pueblo se han
comprometido este ao a sacarme de
alcalde pedneo[*]? Me lo han jurado
delante de nuestros jircas[*].
Si tal cosa pasara, la divisin y
las rencillas se desataran en el pueblo,
desaparecera la paz y la peste caera
sobre nuestros campos, volviendo todo
ruina. Es esto lo que quieres? Y luego
con qu contaras t para responder a
todas las obligaciones del cargo desde
el instante que salieras elegido? Dnde
est lo que tienes?
se es mi secreto, taita. Ya sabra
yo de dnde sacarlo. Aydeme no ms,
II
A pesar de la profunda divisin que
se haba originado en todo Chupn, con
motivo de las pretensiones de Ponciano
Culqui y de las ideas que ste haba
logrado difundir, las fiestas preliminares
a las del primero de enero haban
comenzado a celebrarse con la
ritualidad y pompa de costumbre. En el
da de la Navidad se haba hecho el
depsito de las varas para los
agraviado.
Repetido el mismo procedimiento
con Dorote y hecha, por ambos, de
rodillas, promesa de no volver a ofender
a Culqui, transgrediendo, una vez ms,
las leyes consuetudinarias del ayllo[*],
exclam, en medio de la admiracin de
todos:
Filucho, Dorote, gurdense sus
multas. Ponciano Culqui no recibe
dinero por los agravios. Los castiga
inmediatamente o los perdona. Y yo ya
se los tengo perdonados hace tiempo.
Venga un abrazo y aydenme, como los
dems, a hacer el bien de nuestro
querido Chupn.
III
Las fiestas del jitanacuy estaban a
las puertas; apenas faltaba para su
celebracin una semana. Culqui, el
odiado y a la vez querido Culqui, se
preparaba a hacer algo nunca visto.
Toda la mozada giraba en torno de l
haciendo acopio de lcumas, limas,
granadillas, pltanos, naranjas y
huayruros[*] para los denarios[*] y el
juego. En cambio, nada de chacta[*], ni
de chicha, ni de guarapo[*]. Bebidas
inofensivas y refrescantes no ms para
que el alcohol no se subiera a las
cabezas y despus los cuchillos y los
IV
Huaylas y sus partidarios fueron los
primeros en instalarse bajo la techumbre
que, como un solio, amaneciera
levantada ese da en el centro de la
plaza de Chupn y con el frente a la
iglesia. Sobre un tabladillo, diez
asientos de macizo laupi[*], patinados
por el roce del tiempo y las posaderas
de los hombres, y en cada uno de ellos
un yaya.
Delante de esta hilera de fetiches
incaicos, como presidindoles, un
desmesurado tinajn de chicha, trado de
la casa de Huaylas, y una vara clavada,
acababan de subir.
Apagado el ruido, Huaylas, dejando
su sitial, avanz con natural majestad,
hasta casi tocar a Culqui, y, abrindose
de brazos, exclam:
Aqu tienes, Ponciano, mi pecho
para que recuestes tu cabeza en l y
escuches cmo redobla por la alegra
que siento al abrazarte.
Los dos pares de brazos se
enroscaron como cuatro serpientes que
se midieran y alistaran a devorarse. A
travs del ropaje de ambos se adivinaba
la fresca y acerada musculatura del uno
y la sarmentosa del otro. Era un bello
grupo escultrico, en el que la juventud
y la madurez parecan haberse juntado
Niceto,
derrotado
por
este
razonamiento, cedi y, levantando el
jarro, que mantena en la diestra, dijo:
A tu salud, pues, mozo Ponciano!
A tu salud, viejo Niceto!
Y ambos levantaron el jarro, pero
mientras el joven alcalde beba hasta la
ltima gota y mostraba despus el
pocillo invertido, para que el pblico
viera que nada sobraba en l, el viejo
Niceto, tomando una simple buchada que
se cuid de pasar y volvindose a uno
de sus compaeros, al primero de la
izquierda, que era el que le segua en
jerarqua, intent pasarle el recipiente.
No!
grit
Culqui
imperativamente. Eso no est bien,
Huayna-pishtanag
A don Miguel de Unamuno
I
Un jinete de poncho listado y hongo
negro, hundido hasta las cejas,
desemboc, a toda rienda, en el patio
del casern de Coribamba, describiendo
una elegante y cerrada curva. Sofren a
dos manos al poderoso bruto y se
desmont de un salto, mientras una
multicolor bandada de palomas caseras,
II
Y las resoluciones de este hombre
eran como sus cleras: repentinas,
III
Pocos meses despus de su
confinamiento en San Fermn, Aureliano
lo ense.
Venme con sas, indio mostrenco!
No eres t mal jirca! repuso, medio
enojado, taita Melecio y sin poder negar
la exactitud de la ruta que acababa de
indicar Aureliano.
La verdad era que si el indio se
resolva a fugarse y l descuidaba la
vigilancia, cualquier da iba a quedarse
sin l. Y habra que darse por bien
servido si se iba solo. Cmo no se le
haba ocurrido nunca semejante cosa? Y
lo que ms le inquietaba era la idea de
que en San Fermn hubiera alguien que
le hubiese dado el derrotero a
Aureliano. Quin podra ser? Haba
que descubrirle y avisrselo al patrn
me abandone
Y despus de estrecharse rudamente
la diestra los dos indios, unidos para
siempre por el vnculo de una promesa
solemne, se separaron bajo el
recogimiento de una tarde moribunda y
al son de los bramidos fanfarrones del
Chinchao.
IV
La escapada sabtica se repiti una
vez ms. La primera fue para la Avelina,
ms que una sorpresa, un suceso
presentido y aguardado con fe, porque
pishtanag!
El blanco
A Luis Alberto Snchez
I
El ttulo no me haba servido de
nada. Ya fuera porque lo hubiese
obtenido a costa de muchas jaladas y
aplazamientos, o porque no supiera yo
explotarlo, lo cierto era que ningn
rendimiento apreciable sacaba de l.
Durante cuatro aos mi plancha de
abogado haba tenido que soportar el
gordo prstamo.
Opt, no sin un poco de emocin
pues ningn complejo, y menos el
profesional, puede romperse sin sentirse
su percusin en las entraas por la
subprefectura, y pocos das despus de
expedido el nombramiento y de una
champaada
nominal,
netamente
periodstica, que un cronista agradecido
quiso
adjudicarme,
me
dirig
inmediatamente en pos de mi cargo,
temeroso de que fuera a declararse
insubsistente el nombramiento, cosa, por
lo dems, muy frecuente en las esferas
oficiales. Como soy de los que piensan
que la va ms corta no siempre es la
mejor, eleg la ms larga, por parecerme
II
Dos meses haban transcurrido
desde el da que jur el cargo. Dos
meses que significaban en mi vida
espiritual: monotona, aburrimiento,
nostalgia, disconformidad, inadaptacin;
y en la oficinesca: quejas, denuncios,
comparendos, lgrimas, detenciones y
rdenes judiciales y prefecturales.
contentos;
un
preceptor,
que
posiblemente se senta en su puesto poco
seguro y que tal vez se imaginaba que yo
era el llamado a asegurarle en l;
algunos dueos de tierras y pongos, y
hasta media docena de personeros de
comunidades, de esos que siempre estn
creyendo que toda autoridad que se les
enva es para orles sus quejas
exclusivamente.
Pero ningn rostro conocido.
Dnde estaban los tres o cuatro
condiscpulos apurimeos, sobre todo
aquel inolvidable Diego Montes, con
quien a veces repasbamos en el patio
de Jurisprudencia y me ayudaba a rajar
de algunos catedrticos? Dnde esos
Chirichig; si la Pero ya te ir
preguntando ms despacio. Te parece
bien el programa?
Cmo resistirme a tan franca y
conminatoria invitacin? Ms que todo,
a la idea de tener con quin hablar de mi
tierra y hacer evocaciones de mi vida
estudiantil. Acept. La oportunidad de
cambiar la montona escena que estaba
representando a regaadas, desde haca
dos meses, no poda llegarme ms a
tiempo. Y despus de algunos minutos
de charla y de dictar algunas
disposiciones, partimos.
Dos horas de cabalgar por unos
senderos endiablados. Atencin en
grado mximo, conatos de vrtigos,
resuelto y firme?
S, pero Espera un momento
No s qu le pasa al caballo. Huele y no
quiere pasar.
Que no quiere? No digas! Un
caballo no puede decirle eso a un
hombre. Mtele las espuelas para que se
d cuenta de que tiene encima a un
hombre.
Al caballo y la mujer
hay que saber espolear,
para as poder lograr
que el uno vuele al correr
y la otra gima al amar.
la muerte.
Diego Montes me cort el vuelo de
los pensamientos que la aparicin de
esos hombres me haba suscitado.
Ya vamos a llegar, Riverita. Ves
aquellos caaverales que estn a la
derecha? Pues al piecito de ellos tengo
mi casucha.
Y dirigindose al hombre que iba
ms cerca de nosotros:
Nicucho, vuela a avisar que ya
estamos ah y que luego nos iremos
contra la mesa. Hay que matar pronto el
hambre que llevamos.
El cholo, hacindonos un recorte de
gallo, pas por delante y se abri en
vertiginosa carrera hasta perderse de
III
El almuerzo fue pantagrulico. Una
magnfica obra de culinaria en doce
tomos, digo, en doce platos desde el
inveterados
fumadores,
sendas
chiflonadas de humo, interrumpidas slo
por el tiroteo de las frases, algunas de
subida intencin.
Pero lo mejor de este almuerzo fue
la franqueza y familiaridad desplegada
durante l; una franqueza iniciada desde
el momento en que la duea de casa
estrech mi diestra al serle presentado,
hasta aquel en que con sonrisa
vampiresca me brindara un cigarrillo.
Aqu fumamos todos, es decir, en
mi
familia
exclam
Montes
sentenciosamente.
Y
bebemos
tambin: los machos, por ser una ley del
sexo, y las hembras, por no ser menos
que los machos. Qu te parece,
Riverita?
Iba ya a pronunciarme en contra de
la tesis, pero cre una grosera inslita
mostrarme en desacuerdo con mis
comensales, particularmente con la que
me invitaba a fumar y la cual en ese
instante, en un esguince de garganta,
demasiado provocativo para ser natural,
haca humear el crter de su encendida
boca.
Me parece bien. Y tu tu seora
es muy amable al darnos el ejemplo.
Una carcajada de Montes, seguida
de un coro de sonrisas, no me dej
continuar.
Qu seora, hombre, qu seora!
Todava no me han marcornado al
prosigui:
Pues en un duelo lo primero que
hay que mirar frente al adversario es el
ojo que nos va a apuntar. El guin de la
pistola es cosa secundaria; puede hasta
prescindirse de l. Si el fluido de tu
mirada se sobrepone al suyo y se
establece la corriente que yo llamo de
seguridad, a la hora de disparar, la
mano no hace ms que obedecer. Apunta
donde el fluido magntico dirige. Y
como no siempre has de estar batindote
para ejercitarte en esta forma, nada
mejor que el ojo de una botella, o las
cuencas de una calavera si la tienes a la
mano, de una calavera de verdad.
Y como Montes notase, por mi
Cmo se hizo
pishtaco[*] Calixto
I
El pueblo de Chupn estaba
profundamente alarmado por la merma
sensible de sus habitantes. Dos pestes
haban pasado por l durante el ao que
acababa de expirar, asolndole y
sumindole en una especie de temor
supersticioso.
Por eso en la maana de aquel 2 de
enero, el cabildo se estremeca repleto
cuenta.
El escribano comenz por donde
deba, esto es, por el primero de los
casados notables de la comunidad.
Pedro Maille
El alguacil del regidor separ un
grano de maz amarillo.
Como el llamado no respondiera ni
poda responder, pues haca dos meses
que la gripe lo matara, el nuevo alcalde,
aunque bien enterado de esta
desaparicin, se vio obligado a hacer
las preguntas de ritual:
Dnde est Pedro Maille? Por
qu no responde Pedro Maille?
Bajo tierra, taita, en donde no
puede orte contest el alcalde
cesante.
Entonces paga t.
Te pagar, taita.
Que el nuevo escribano anote.
Y las llamadas fueron repitindose
hasta por veinte veces, interrumpidas
slo por el silencio definitivo de los que
no contestaban. De los veinte hombres
casados haba que hacer el fnebre
descuento de siete. Un saldo en contra
de la comunidad chupana, que no se
haba visto en muchos aos. De las
mujeres, un poco menos: slo tres. As
es que los granos de maz morocho
partido haban quedado por encima de
los enteros.
Los colorados chipitia brillante
Lorenzo Juanico
El regidor rompi el silencio con
esta explicacin:
Tambin se ha metido a
bandolero. Ha comenzado a arrearse el
ganado de nuestra comunidad.
Bueno. Tngalo presente para el
ushanan-jampi, cuando le cojan
apunt con ceo inexorable el nuevo
alcalde. Aureliano Calixto
Presente!
Ah, estabas aqu! No te ha tocado
la peste murmur el yaya Evaristo,
fijando una escrutadora mirada en un
mozo de unos 18 aos, que haba
respondido cuadrndose militarme.
Aqu estoy, taita.
II
ushanan-jampi?
Ushanan-jampi no se aplica
desde el primer momento.
Entonces jitarishum
Tampoco. Jitarishum es para los
que viven en nuestra comunidad y son de
la comunidad. Qu le importa al que no
es que lo boten? El que no tiene casa
qu le importa la casa?
Dices bien, taita. Entonces han
debido
contratar
un
illapaco
pampamarquino, que sos tiran bien.
No han querido. Tiene miedo
meterse con Puma Jauni.
Entonces, Casimiro Huayllas, que
es buen pishtaco. Est ya en el 29.
Precisamente por eso no han
cholo.
Con rifle! Atatau![*] Crea que
era con cuchillo. El cuchillo es ms
seguro. Verdad que para eso tendras
que acercarte a Puma Jauni hasta
tocarlo, y eso es difcil. Su gente no te
dejara y l es muy malicioso. Tienes
razn de ir a buscarlo con rifle. Ese
indio hay que matarlo de lejos.
A bala! Lo tengo pensado muchos
das.
Y cmo andas de puntera?
Igualito a mi padre.
Achachau![*]
Puedes
matar
huampas al vuelo.
Y picaflor tambin. Qu te crees,
taita Evaristo! No te han dicho que en
III
La promesa del alcalde haba puesto
en suma tensin los nervios del
esmirriado mozo Calixto, ms, mucho
ms de lo que haba pasado con los de
otro indio cualquiera. Y es que aquel
mozo no era indio puro ni por el color ni
por la sangre. Tena un cuarto de misti,
que arrancaba de varias generaciones
El sacristn le interrumpi:
Ofrcele tambin que si te ayuda
le traers ms velitas. Velitas le gustan
mucho a taita San Antonio. No olvides
tampoco a patrn Santiago, que te estar
oyendo, como que est aqu no ms la
iglesia.
Calixto, dcil tambin a esta
advertencia que tomase como una parte
del ritual del acto que estaba
practicando, encarose nuevamente con el
santo y exclam:
Si me sacas bien, taita San
Antonio, vender el ms crecido de mis
novillos en Pillco-Rondos y te traer la
platita en velas, en un milagrito de oro y
har que taita Ramun te cante unas
misitas. Te lo juro!
Amn! gangue el sacristn
socarronamente, con el ms puro acento
de sabor monacal, al mismo tiempo que
se diriga a tomar la botella de chacta
trada por Calixto.
Qu has dicho, taita Crisstomo?
pregunt Aureliano, volvindose al
sacristn.
Que est bien. Que eres ya un
pishtaco. Le he visto mover los ojos a
patrn San Antonio cuando le estabas
pidiendo. No lo has visto t?
Y como Calixto moviese la cabeza
dubitativamente, el yaya le hizo esta
reflexin concluyente:
Verdad que t no has podido verle
IV
Arrea no ms, antes que el cielo
descargue su agua.
No nos habrn visto salir,
Aureliano?
Quin, pues?
Los lapones de dos patas de Puma
Jauni.
ellos.
Quien los hubiera visto en esta
actitud les habra tomado por dos
inofensivos y extraviados viajeros, que,
atemorizados por la hosquedad de la
noche y los flamgeros guios de la
tormenta que les amenazaba, lo nico
que deseaban era un sitio seguro para
acampar.
Oye, Aureliano, si la lluvia nos
coge antes de llegar a la otra quebrada,
nos quedaremos sin pasar, y entonces no
te aseguro que lleguemos al altillo.
Eso es lo que yo tampoco
quisiera, por eso debemos apurarnos.
Despus no importa que se venga abajo
el cielo. Nos cobijaremos en las cuevas
jinete.
Era all donde Puma Jauni vena a
refugiarse cuando se vea acosado por la
fuerza pblica o por sus enemigos, o, en
ciertos das, a disfrutar de un poco de
amor y quietud. Una ciudadela, que slo
la astucia y la sorpresa podan hacerla
franqueable. Por estar seguro de esto, el
bandido haba secuestrado ah, desde
haca dos meses, a la hermana de
Calixto, convertida desde entonces, por
obra de la violencia, en su querida y en
seora de aquel antro.
Pero la tormenta no lleg. Prefiri
quedarse rugiendo a la distancia para no
estorbar a Calixto en la obra que iba a
ejecutar. Se dira que la audacia y
interrumpido su sueo.
Simultneamente se asomaron dos
cabezas de mujer, una por la puerta que
daba al corral y otra por el lado
opuesto, que era la que miraba a la
hendidura por donde se penetraba a
aquel recinto. Ante estas apariciones
Calixto hizo un movimiento de alegre
sorpresa. Ah! pens, aqulla es
la Maruja y la otra la que le ha puesto de
madrina Puma Jauni, para que no se
quede sola cuando l se va. Indio
ladino! Zorro ladrn! No ha querido
asomarse l primero y ha mandado a las
mujeres. Pero dnde irs hoy, bandido,
que mi rifle no te alcance.
El perro no le dej continuar en su
da la gana.
Yo no s hacer pasar porque t
eres el primer cholo que mato. Pero
Nicforo va a hacerte el favor.
Aunque no lo merece. A m
tambin me ha hecho bastante dao.
Y
dirigindose
Nicforo
al
moribundo bandido:
Con qu quieres que te haga
pasar, con carabina o con cuchillo?
Con lo que quieras, pero hazlo
pronto replic con gesto de dolorosa
indiferencia el herido, desplomndose.
Y mientras el otro sacaba el pual
para partirle el corazn, Puma Jauni
todava pudo decir:
Me enterrarn junto con mi perro.
No lo olviden!
V
Terminado el desayuno, despus del
descenso, practicado con menos
dificultad y peligro que la subida, por
haberles favorecido la luz franca del
sol, pero ms complicado por la
diligencia que tuvieron que desplegar
ambos mozos en auxiliar a cada instante
a la mujer que bajara con ellos, Calixto,
cogiendo a sta por un pie, la aup
sobre la mula, y dirigindose a
Nicforo, orden:
olfatendome.
Y a la hija de taita Evaristo qu
le digo?
Que eres muy curioso y que ests
queriendo volverte alcabite en vez de
pishtaco.
Los dos hermanos quedaron
sumergidos en un silencio de quebrada
andina, solemne, abrumador, de esos que
hacen que el indio se sienta ms posedo
por su amor a las cumbres, ms
penetrado de fuerza telrica, y el
hombre de la costa, ms aplanado e
impaciente por librarse de un medio que
le irrita y cuya grandeza no puede an
comprender.
Iban tan absortos que ninguno de los
El trompiezo
I
A su vuelta de Tacna, Carmelo
Maquera not algo extrao en su mujer.
La haba dejado diligente y la
encontraba perezosa. El huso no giraba
ya entre sus manos como de costumbre y
el locro, con el que le esperaba todas
las maanas despus del trabajo, no
tena la sazn de otros das. Suspiraba
mucho y, a lo mejor, se quedaba
ensimismada y sin prestarle atencin a
II
III
Por supuesto que nadie falt a la
cita, a pesar de lo avanzado y crudo de
la noche: cuatro de la maana. Pero
haba que cumplir los preceptos del
ayllo. Asuntos de esta clase hay que
tratarlos entre las sombras de la noche,
para que los que no asisten no se enteren
Juan Rabines no
perdona
A Jos Vasconcelos
I
Rotas ya las negociaciones con el
montonero Benel, un fuerte destacamento
de tropas, compuesto en su mayor parte
de paisanos, muchos de ellos enemigos
del famoso cabecilla, cay sobre l en
Chipuluc,
desbaratndole
y
amparndole
en
El
Triunfo,
sentndole a su mesa y dndole tierras y
dinero para trabajarlas, hasta que los
edictos esa indiscreta y odiosa
manera de llamar a la gente que tiene la
justicia se cansaban de mentarle el
nombre.
Cmo no lo iba a seguir, sobre
todo, cuando en esta vez estaba de por
medio el nombre del doctor, de don
Arturo, el ilustre paisano, quien, de
repente, sin decir all va, haba cado
entre ellos, bizarro y optimista? Un
chotano puede vivir con todos sus
paisanos en perpetua guerra dentro de su
pueblo, que sta es la ley de la
caballera chotanesca desde que Chota
II
A los quince das el cholo Juan,
como acabaron por llamar todos en el
campamento a Rabines, sin preocuparse
de su apelativo, que l por una razn
dubitativamente la cabeza.
III
El eco de esa voz haba perturbado
profundamente a Rabines desde ese da.
Se qued sin hacer el viaje a
Chongoyape y todo aquel domingo lo
dedic a atisbar el chalet de la gerencia
desde el rancho de Crisstomo,
esperando ver bajar por la escalinata al
ingeniero don Ricardo y a la mujer que
le invitara a ir a Santa Cruz. Pero ni la
pareja ni el automvil, que deba venir
por ella, aparecieron por ninguna parte.
tapadito
Qu, no es casado? interrog
Rabines.
Detrs de la iglesia respondi
el capataz. Pero ya acabarn por
unirse como Dios manda. La moza es
muy apreciable. Tiene unos andares y
una manera de rer que tiene revolados a
todos los dems ingenieros. Y si no se
casa y se la lleva pa all abajo, no s
qu va a pasar aqu cualquier da. Es
una tentacin la tal santacruceita.
Cmo te has fijado en todo eso,
zamarro! gru bromeando la mujer
de Crisstomo.
Hombre, pa qu son los ojos.
Aunque mujeres as no sean del comer
conjeturas?
Las risotadas con que sus
compaeros celebraban en el tambo[*]
los chistes y las pullas le sacaron de su
abstraccin, hacindolo detenerse.
Qu te pasa, cholo Juan? Traes
una cara de viernes santo. Es la primera
vez que te vemos as.
Algo que a ninguno de ustedes le
importa: cada uno tiene su procesin por
dentro. O es que ustedes creen que yo
no tengo en qu pensar?
No seas tan mala gracia, cholo!
Si tienes penas, dilas, que las penas
comunicndolas se alivian
No siempre. Hay unas que no se
pueden decir porque al decirlas ahogan.
Juan Rabines.
El chotano se estremeci y una
amarga sonrisa le emergi a los labios.
Conque les parezco Juan
Rabines? Pues para parecerme ms
alcncenme una guitarra.
Ms tard en decir esto el mozo que
en aparecer por entre la rueda de la
peonada el instrumento pedido. Cogiole
Rabines y despus de revisarlo y
trastearlo, exclam:
Lo de siempre. Toda mala guitarra
es as: muchos cintajos en la cabeza y
muchos adornos en el pecho y a la hora
de sonar, pesada y sorda.
Como ciertas mujeres aadi
alguien, mirando de reojo a la que tena
al lado.
Y as no dejan de gustarte todas,
bocatn respondi la aludida.
Te quieres callar, Toribia?
gru uno de los obreros, con aire
marital.
La llamada Toribia, dndole un
codazo y una disimulada torcida de ojos
al que la haba satirizado, murmur por
lo bajo:
Ya ves, bandido, a lo que expones
a una mujer de vergenza, a que la
reprienda a uno el hombre delante de los
cristianos.
Un rasgueo, algo brusco, le puso fin
al barullo de frases con que se
tiroteaban aquellos hombres, a propsito
de esperar
Y las manos del cholo Juan, como
envanecidas de la admiracin con que se
miraba a su dueo, comenzaron a
corresponder
a
aqulla,
habilidosamente.
Del
triste
cajamarquino, de acentos semitrgicos y
menos doloridos y lacrimosos, y el
yarav sureo, pas a la cancin criolla,
a la msica de exticas reminiscencias,
concluyendo al fin, despus de agotar el
repertorio, con la consabida cancin de
la clebre copla.
Se hallaba ya rematndola con
vibrante lirismo, recalcando con toda la
potencia de su voz el verso aquel de
Quien se la hace a Juan Rabines
IV
Carhuaquero
herva
de
gente
V
Frente a la explanada en que se
haban apostado los autos, entre los que
se distingua, brillante y con la capota
replegada, el Buick del ingeniero don
Ricardo,
apareca,
apuntando
siniestramente, el aparato que se iba a
estrenar aquel da, mezcla de mquina
de guerra y de paz, de obs y de bomba
perplejo.
Has dicho Juan Rabines? Yo lo
he recibido como Juan Carpio y por tal
lo tienen todos. De dnde lo conoces
t?
Recuerdo haberlo visto en Chota y
en Santa Cruz alguna vez Es ah muy
conocido como tocador de guitarra.
Si es as no hay ms que hacerlo
tomar preso. Ahora mismo puedo dar la
orden
Espera, hijo; no te precipites.
Procura no aparecer t como el delator.
Sera un poco feo.
Rabines, que no haba dejado de
observar a la pareja, y que por las
miradas que disimuladamente le diriga,
interrog
Crisstomo,
intentando
arrebatarle el pitn.
Lo que deba hacer. Yo soy Juan
Rabines y Juan Rabines no perdona.
Y arrojando al suelo el pitn,
aadi:
Aqu estoy. Pueden cogerme y
consumirme en la crcel, o pegarme
cuatro tiros, que sera mejor
I
Ybar, su despacho.
El escribano aludido, acucioso y
solemne, con solemnidad un tanto
cmica, fue pasndome hasta una
veintena de escritos, los que iba yo
proveyendo a medida que me enteraba
del contenido. Dos demandas, tres
reposiciones, seis ofrecimientos de
No lo sabe usted?
No, seor. Han corrido ciertas
versiones sobre su ausencia: una deca
que su hermano lo tena secuestrado en
la montaa; otra, que se haba marchado
al extranjero, gracias a una gruesa suma,
que le diera su hermano para que le
dejase en paz. Y como nadie ha tenido
inters en averiguarlo
Bien. Teste usted en el recurso, de
manera ilegible, todas las palabras que
le indico, dejando previamente copia de
ellas en el libro respectivo, y ponga no
ha lugar y a los autos.
II
Y lleg el da de la diligencia tantas
veces frustrada.
Tratbase de un casern de dos
pisos, ruinoso, destartalado, lleno de
antigedad y silencio, cuya fachada
haca pensar en que tras del hermetismo
de sus portones, anchos y pesados,
yacera en la oquedad de sus
habitaciones, desmenuzado, el orgullo
de una familia soberbia y caciquista. Sus
rejas voladas y pletricas de macicez y
de dibujos revesados y cubiertos de
leprosa herrumbre secular; sus balcones
tribunicios y de cenicientos balaustres
vecinas.
De pronto un jinete que llega,
desmonta y saluda ceremoniosamente,
con leve y falsa sonrisa, tan falsa como
el plateado metal de las riendas de su
cabalgadura. En seguida saca, con
brusquedad que revela muy bien lo
arrebatado de su carcter, de una alforja
de cuero, un negro y desmedido llavn,
en cuyo ojo luce el capricho de un
arabesco, y lo hunde, como una
pualada, en la cerradura del
postiguillo, el cual lanza al abrirse un
gemido oxidante, al mismo tiempo que
un jabardillo de gorriones y jilgueros
huye despavorido.
Adentro, el abrojo y el chamico
tambin?
No haba terminado an de
exclamar, cuando Ybar se precipit en
la sala, plido, desalado, balbuciente,
jadeante, sudoroso
Seor, venga usted, venga usted!
No s qu cosa le ha pasado a Quinez.
Porque yo creo que le ha pasado algo
Por aqu, por aqu, seor.
Y ambos nos precipitamos por el
pasadizo que une el primer patio con el
interior de la casa, a la vez que
interrogaba a Ybar:
Que le ha dado algn ataque a
ese hombre?
Yo creo que algo peor que eso
Salvo que se haya vuelto loco, porque
Mientras
estas
parecidas
exclamaciones corran de boca en boca,
los hombres de los picos, subidos al
horno, lo demolan febrilmente. Al fin
uno de ellos, desvanecida la nube de
polvo que los envolva, mir por el
ancho boquete y, lleno de infantil
asombro, exclam:
Es un hombre! Est boca abajo y
sin sombrero!
La multitud recibi con burlona
carcajada las observaciones, un tanto
ingenuas, del buen hombre, y hasta hubo
alguno que grit: Miren qu
perspicacia! Si no lo dices t!
Seor volvi a exclamar el
mismo individuo, imperturbable ante la
diablica
que
hubieran querido
hacrsela comer.
El espectculo, trgico de suyo, a
pesar de la frescura primaveral y de la
esplendidez meridiana del sol, tena
todas las caractersticas de un
acontecimiento fatal. No se descubra en
l huella alguna de crimen, ni de acto
propio violento. Aquello pareca ms
bien el efecto de un trastorno moral
repentino, colocado fuera de todas las
reglas de la lgica, de todos los
principios de la normalidad.
Desde luego cmo explicar el caso
de un sujeto, al parecer lleno de vida,
que en el momento de ir a coronar su
triunfo huyo de l y por su propia
voluntad
corre
a
sumergirse
trgicamente en una realidad tan brutal y
repulsiva como la de la muerte? Ahora
iba yo encontrando bastante significativo
ese empeo suyo de que el acta se
sentara en la misma casa, cuando bien
pudo sentarse en cualquier otra de la
vecindad. Y luego por qu esa
determinacin de ir solo por la mesa y
las sillas, pudiendo haberse hecho
acompaar del escribano o de algn
vecino? Sera porque nada tuvo que
temer entonces?
Y entrando en el fondo del asunto.
No sera esto obra del irreductible
hermano, de ese Juan Mara, hasta ayer
ausente, quien, viendo lo intil de su
sabe!
Mi perplejidad subi de punto
cuando uno de los curiosos, que estaba
encima del horno, grit:
Seor juez, parece que aqu hay
un hombre enterrado! Se le ve algo por
las junturas de los adobes
Me acerqu presuroso y aguait. No
haba duda alguna: por entre el charco
de sangre emerga algo como una mota
de pelos, y en opuesto sentido, por entre
las junturas de los mal asentados
adobes, se entrevean las puntas de unos
botines resecos y amarillos.
Ante este nuevo hallazgo, hice
reanudar su tarea a los improvisados
piqueros, descubrindose despus de un
ENRIQUE
LPEZ
ALBJAR
(Chiclayo, 1872 - Lima, 1966).
Narrador, poeta, periodista y magistrado
peruano, conocido como el iniciador de
la corriente indigenista del siglo XX.
Retomando la temtica de Narciso
Arstegui y de Clorinda Matto de
Turner, incorpora la indagacin
Glosario
Achachau!: qu susto!, interjeccin
de sorpresa o temor.
Actado: demandado ante el juez.
Alcabite: deformacin de alcahuete.
Alcalde pedneo: el elegido por la
comunidad, con amplias facultades
para gobernarla y administrarle
justicia, pero sin perder de vista la
tradicin. Todo lo contrario de lo
que, segn el lxico, significa la
palabra.
ax, as: zorrillo o mofeta, cuyos
Au, aumi: s.
Auquillo: viejecito, abuelito; espritu
de los cerros o jircas. Seres
mitolgicos,
unas
veces
bondadosos y otras, vengativos.
Ayllo, ayllu: comunidad indgena;
unidad bsica de parentesco de la
estructura social andina, la cual,
Bajopontinos: pertenecientes al
tradicional distrito del Rmac,
Lima.
Jitarishum:
lo
expulsaremos;
Nuevos
cargos:
concejales
recientemente elegidos, pero que
todava no han jurado.
Orongoy: moscardn.
Pongo:
sirviente;
indgena
de
raspada.
Ragrapacho: mestizo de la quebrada
o mestizo hambriento.
Rigcharillag: cntico de carcter
religioso.
Rogro: flojo, ocioso.
Rucu: concejal saliente.
Shapra: barbudo, calificativo de los
indgenas a los conquistadores.
Shucuy: sandalia de piel de toro, sin
curtir, de bordes doblados y
cosidos, similar a la babucha; por
extensin se dice del que usa dicho
calzado.
Ushanan-jampi: el remedio
ltimo; pena de muerte o
linchamiento, ejecutado por todos
los miembros de la comunidad, al
infractor del jitarishum o destierro
perpetuo.
Utacas: hormigas,
hormiga-len.
especie
de
Notas
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Jitarishum: lo expulsaremos;
condena al ostracismo, por la que se es
borrado de la comunidad, con expulsin
inmediata y expropiacin de tierras,
animales y enseres. <<
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Chaquinani, taquinani:
estrecho, de cabras. <<
sendero
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Nuevos
cargos:
recientemente elegidos,
todava no han jurado. <<
concejales
pero que
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Illapaco-jumapa: tirador de la
comarca. <<
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Ushanan-jampi: el remedio
ltimo; pena de muerte o linchamiento,
ejecutado por todos los miembros de la
comunidad, al infractor del jitarishum o
destierro perpetuo. <<
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Utacas: hormigas,
hormiga-len. <<
especie
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Bajopontinos: pertenecientes al
tradicional distrito del Rmac, Lima. <<
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Taquinani, chaquinani:
estrecho, de cabras. <<
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