J Munoz Cota
J Munoz Cota
J Munoz Cota
INCITACION A LA ORATORIA
INCITACION A LA ORATORIA
Por
Jos Muoz Cota
Mxico
1993
CONTENIDO
Agradecimiento
Prlogo
Epgrafes
A manera de prlogo
A la memoria de Horacio Ziga
Segunda carta. Oratoria poltica
Tercera carta. La magia de la palabra
Cuarta carta. Oratoria: casa de la justicia
AGRADECIMIENTO
PROLOGO
Es muy difcil describir el infinito, darles forma a los sentimientos y
ms lo es transmitir un mensaje que sea duradero.
Enaltecer de belleza la expresin humana signific para un hombre
llamado Jos Muoz Cota, modelar las palabras juguetonas que a veces se
escapan dispersas, sin significado ni objetivo, para despus hacerlas entrar
en armona. Por esta sublime actitud misionera con la que Jos Muoz Cota
desgaja corazones para sacar de ellos notas de poesa, con la cual abre
trozos de camino en mentes cerradas por la inconsciencia, l es llamado
Maestro.
Hoy al contemplar la inquietud radiante que despiden tantos
aprendices de la palabra.; hoy cuando los cambios mundiales son resultado
del balbuceo de unos cuantos, hemos considerado que se hace
indispensable la edicin de esta obra, significado de una profunda sabidura
y sobre todo para de un mensaje incentivo que convoca a las nuevas
generaciones de mujeres y hombres a instruirse para hablar, no con
palabras vanas y huecas, sino con el compromiso latente de continuar
sembrando esperanza.
Jos Muoz Cota embellece con las palabras de los apstoles el
motivo por el cual se debe de hallar, demostrando que todas las palabras
que se pronuncien deben ser baadas de un halo de luz que ensee
caminos, esto sera el comienzo del recorrido por el mundo sagrado que es
el arte de la oratoria.
Este libro es algo ms que la palabra escrita, son pedazos de
diamantes en bruto que deben pulirse solamente por los interesados en
comunicarse con verdad y con belleza.
Este libro es legado de una maestro de fin de siglo, peregrino de
ideas y predicador de hechos, crtico incansable de toda circunstancia ajena
a la libertad humana, que redime las tendencias humanistas para hacerlas
una bandera, por esto nos recuerda la importancia de hablar con fidelidad a
nuestros propios principios.
Esto es la trascendencia del tribuno honesto que deja una herencia
con particularidad para aquellos que como l decidan hacer de la oratoria el
medio eficaz para conquistar el alma, arrobar corazones y explicar un poco
de infinito a las mentes insaciables de conocimiento.
EPIGRAFES
Si las proposiciones de este discurso han sido deducidas por lgica, esta
condicin de acercamiento progresivo ES JUSTAMENTE LA UNICA EN
QUE PODEMOS CONSIDERAR LEGITMAMENTE TODAS LAS
COSAS DEL UNIVERSO
El
universo
Allan poe
A MANERA DE PROLOGO
Hace aos que acompao a numerosos jvenes en la aventura
luminosa de sus primeros pasos en la oratoria.
Como toda aventura, ha propiciado el descubrimiento de
inteligencias muy claras, luminosas; de culturas que, aunque incipientes, ya
le dan jerarqua especial a los libros, al estudio, viajeros en todos los
caminos del anlisis en busca de su propia verdad.
Son jvenes anhelantes de un cambio total, de sistemas, de mtodos,
de ideas y de guas.
Jvenes que estn construyendo tabique sobre tabique- una
conciencia cada vez ms politizada y con ella, su conciencia, una
aceptacin estricta de su compromiso frente a la vida y frente a su
comunidad juvenil.
No dir que son los afiliados en una lucha generacional, no; pero s
han formulado una serie de distingos y han evaluado, con cierta
objetividad; el mundo de valores que han heredado, y el mundo material y
espiritual que pretenden construir.
Filosficamente, no hay duda que sus actitudes y sus aptitudes, se
enmarcan dentro de un romanticismo nuevo.
Son jvenes romnticos. Pero ya conviene deslindar los terrenos del
romanticismo, como postura vital, y el concepto barato de suponer que el
romntico es un individuo sensiblero, sentimentaloide y que, en este orbe
capitalista, de industrializacin creciente, de triunfo de la ciberntica, de las
computadoras y de los robots, el romntico puede estar caminando en la
cuerda floja de la cursilera.
Nuestra juventud esta juventud- no es materialista porque no ha
renegado de la fuerza motor del espritu y porque no cree que los factores
econmicos determinan la existencia del hombre. No niega que influyen,
pero simplemente como medios adecuados para vivir mejor; al fin y al cabo
la finalidad de la vida est en vivirla.
Esta juventud es alrgica a la obediencia irrestricta; ama la liberta;
quiz porque es actora en una tragedia en donde Mxico ha subsistido
angustiosamente, a tumbos de sacrificio, siempre en pos equilibrio
perduran; hacen falta oradores jvenes que lleven como tribuna roja la
conciencia revolucionaria, el afn de cambio, la continua metamorfosis
como intencin individual u colectiva.
Sobran causas qu defender! Hacen falta oradores rebeldes que
defiendan esas causas!
Estos apuntes de viaje en torno a la palabra ORATORIA, pretender
ser, llana y simplemente, no un documento literario, sino una incitacin
para emprender una cruzada moderna.
Unamuno convoc a la juventud para buscar con noble cruzada- el
sepulcrote don Quijote. Yo los incito para encontrar el sepulcro de la
oratoria justa, resucitarla, y llevarla por los anchos campos predicando la
libertad y la justicia.
Ya s que los depredadores del hombre libre acechan a los tribunos:
los corrompen o los castigan; pero de ellos es el privilegio de optar por lo
bueno o por lo malo.
Hubiera deseado hacer de estos apuntes una inmensa parbola y no
porque sus tesis sean originales, que ya todo est dicho desde Quintiliano,
pasando por Cicern, hasta llegar a Horacio Ziga, despus de haber
calmado la sed con Timn en El libro de los Oradores; lo que acaece es
que de cuando en vez, hay que releer a los clsicos, a los maestros, a los
instructores, y repetir sus lecciones, con nfasis, con firmeza y hasta con
violencia, para renovar las voluntades fatigadas y los deseos somnolientos.
Yo siento la prisa en vsperas de acontecimientos inminentes. Quin
sabe si esta crisis que empavorece al mundo, no sea sino el anuncio de una
metamorfosis impostergable! Y ya sabemos, con Goethe, que la
Metamorfosis peridica significa la redencin de los valores enmohecidos.
No me he preocupado por las continuas reiteraciones. Ello prueba
que lo busco es una sola idea: los jvenes han de prepararse para la toma
progresiva del poder.
No por efecto de una lucha generacional, que sera absurda y
retardataria, sino por la inminencia de la responsabilidad inevitable frente a
la vida misma. Estas nota con tono oratorio- son una incitacin para que
los jvenes sean libres y a travs de su libertad, lleguen a ser los arquitectos
del hombre nuevo, del hombre libre, sin amos, sin verdugos, sin dogmas,
sin jefes; creadores de bondad, de belleza, gambusinos de la verdad.
Jvenes amigos:
Cada ao releo, en el peridico de mis ejercicios espirituales, el
Ariel, de Jos Enrique Rod. Es algo as como un bao para el alma; como
la prctica de una poda que me libra de la invasin de las yerbas. Hoy he
espigado en su texto, para copiar estos conceptos situados en el principio de
la obra maestra, sin importarme la sospechosa de que ya los conocis de
memoria:
Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos,
cualesquiera que sean, es un gnero de oratoria sagrada. Pienso tambin
que el espritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de
una palabra oportuna, suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una
inmortal vegetacin.
Este y no otro- es el propsito de estas letras.
Dice el propio Rod que cada generacin gana el honor que se merece.
La propia estimacin, como la libertad, como la justicia, como la dignidad,
no se reciben como man, desde arriba; se conquistan, aqu abajo, con la
conducta cotidiana. Porque, al fin y al cabo, la cosecha es la coronacin de
los das y sus trabajos, los trabajosos das de la perseverancia, de la
continuidad del esfuerzo, de la integridad de los principios; la victoria
cualesquiera que sea- no ms que el arribo de la voluntad a las metas
fijadas previamente.
Rod pensaba que la misin sagrada de los jvenes, de cada
generacin, es renovar la esperanza y la ansiosa fe. Coincidimos. La
presencia de los jvenes particularmente de los jvenes oradores- es
renovar la fe en el cambio inminente; es tener esperanza en la revolucin
cultural, en busca de una nueva tabla de valores morales.
Nadie, hasta ahora, nos ha definido qu es una revolucin, ni cundo
se origina y estalla y, menos an, cundo termina y cules van a ser sus
resultados.
Pero la juventud ha de estar en espera del alba. Velando sus armas:
las palabras, escudo de las ideas y de la accin creadora.
Tengo casi sesenta aos de estar hablando en pblico. Y cada
maana, mientras devoro libros, me propongo: tengo que aprender a hablar.
Primavera de 1985
A LA MEMORIA DE
HORACIO ZUIGA
Amigo orador:
Sabrs que el apstol Santiago, en una de su Epstolas Universales
encerr en dos versculos la trascendencia de la oratoria: As tambin la
lengua es un miembro pequeo, y se gloria de grandes cosas. He aqu un
pequeo fuego, cun grande bosque enciende!.
Est dicho: la palabra es un fuego que se consume iluminado.
Empero, muchos son los hombres que hablan en pblico, pero pocos los
oradores.
Ello significa que la oracin implica una austera disciplina personal.
Porque no basta expresarse con soltura, belleza y galanura, si el mensaje
que se transmite no es de una transparente bondad.
No puede separarse al hombre de su tribuna, pues ha de haber una
correlacin constante entre lo que se dice y se hace.
Por eso vers, a lo largo de los ejemplos que te propongas, que la
palabra no se presenta aislada, en plena soledad, para cumplir su vocacin
magisterial; llega acompaada de una conducta ejemplar. Porque el
discurso es voz, ideas, creencias, y pasin que se transmiten
simultneamente no slo con la voz, sino con las manos, los gestos; de tal
manera el discurso encierra ntegra el alma de quien habla, que slo as se
puede realizar la magia de que el auditorio reflexione y sienta lo que est
diciendo desde la tribuna.
Entenders, con la propia experiencia, que el discurso no es un acto
circunstancial, volandero, que concluye cuando el que ora baja de su
vehemencia y deja el paso al silencio. Ms antes, el orador se parece a los
sembradores que arroja la semilla. No todas las semillas caen en tierra
propicia; una expiran entre las rocas y otras se destruyen en lugares
pantanosos. As acaece con los oradores.
No se podra adivinar el destino final de cada palabra.
Ni siquiera se presiente la resonancia que va a tener el verbo en el
manejo de la voluntad del individuo que escucha, al parecer con
indiferencia.
tiempo-espacio que la
pero tambin la tienen quienes con conceptos de Alfonso Teja Zabre, nos
recalcan: Hay que olvidar a los que reniegan a la oratoria y no
comprenden la belleza de un prrafo largo, vibrante, con energa nerviosa y
esforzado aliento de motor, o tienen miedo a la metfora, sin saber que las
palabras y pensamientos vivos tienen que producirse en imgenes, usando
desde la percepcin intuitiva de las semejanzas en lo diverso, hasta la
revelacin suprema de la alta poesa.
El poeta Ramn Lpez Velarde, al prolongar el libro que recogi
discursos y conferencias del divino Urueta, expres Errara quien lo
disputara en conclusin teatral. Cierto que los ojos, entre orgisticos y
curiales, abarcan la escena, que la voz remeda esquilas y campanas
mayores y que en los prrafos abundanciales tiembla una tnica o se arruga
una baha. El personaje est dentro Mxico no olvidar que ha tenido en
l una individualidad: un orador nico en el sentido de soltar desde arriba
las clusulas y un prosista con efectos de fogonazo.
Estos conceptos concretan el homenaje a la oratoria; su
consagracin, ms all de las crticas que han calumniado al orador
suponiendo que carece de cultura profunda, que es un individuo que slo
dice palabras y que, no tiene, ni llega a tener, ninguna categora intelectual.
Ya hemos visto, discpulo estimado, que la oratoria es algo ms que
el cuerpo organizado del discurso; que en el discurso se transparentan las
noches de claro en claro y los das de turbio en turbio, que se han
consumido, ejercitndose, meditando; el orador es una antena a los cuatro
puntos cardinales. Todo lo que es humano le concierne. Es un luchador sin
desmayo ni treguas.
Contra mi original deseo en busca de la brevedad- esta carta se ha
ido alargando peligrosamente,
Deseo interrumpir tal vez para escribirte otra con ms calma- y slo
recordarte una pgina que escribi el chileno Juan Marn al trazar con
firmeza y elegancia, la biografa de Confucio, pgina que me agrada repetir
cada vez que hablo a los jvenes: dice Marn que cuando el filsofo fue
desterrado por azares de la poltica, dedicase a viajar, practicando el oficio
de educador.
As, en una zona devastada, encontr a una mujer llorando
amargamente. A la pregunta compasiva de Confucio respondi la
atribulada mujer: -Es que un tigre feroz que ronda estos poblados ha
devorado a mi hijo pero no es todo. Este tigre devor tambin a mi
SEGUNDA CARTA
ORATORIA POLITICA
Estimado amigo:
Contesto a tu requerimiento y, en esta ocasin, me empear en seguir el
ms severo planteamiento del tema. Es decir, tocar el cuello al cines de
engaoso plumaje, en beneficio de la claridad, de la brevedad y del
imperativo de la dialctica.
Me dice y con razn- que la oratoria ha cambiado; que la oratoria
moderna nada tiene en comn con el estilo de Cautelar o de Horacio
Ziga, concretamente. Pero conviene, antes de llegar a una conclusin
festinada, aplicar los principios del deslinde, ejercicio preferido por nuestro
Alfonso Reyes.
Veamos con prudencia la exacta connotacin de los trminos que
vamos a usar: Yo dira que la oratoria como medio de expresin- no ha
cambiado esencialmente.
Orador es quin habla en pblico defendiendo una idea o una
doctrina, en una forma clara, a fondo, y si es posible con elegancia y
belleza. Esto ltimo, porque es obvio que la verdad no est divorciada de la
belleza y que esto se sabe desde Platn hasta nuestros das.
Con esta perspectiva puede conjeturarse que la oratoria, como
respuesta a una necesidad social de convivencia, no cambia, aunque vare,
esto s, la sensibilidad del pblico, sujeta esta sensibilidad a los vaivenes de
las especiales circunstancias, como ya coment en mi carta anterior.
Orador es el hombre que puede tomar la palabra cuando los
acontecimientos lo requieren.
Orador es el hombre -cualquier- hombre que ha estudiado y
practicado la oratoria y puede comunicarse con la multitud con mayor
ventaja sobre quien no ha tenido esta disciplina y se cohbe frente a sus
semejantes.
Aun a riesgo de resultar repetitivo, hemos de concretar que los
elementos invariables que concurren en el desarrollo intencional de la
oratoria son dos: convencer y conmover.
Para concluir con estos conceptos lapidarios: Slo los que obran
mal, temen a los que hablan bien, y slo los impotentes y los despechados
pueden condenar la oratoria, afirmando que son intiles los oropeles de la
metfora tal vez porque no recuerdan o porque nunca han sabido que, como
dice el poeta, fondo es forma; que, como quiere Nietzsche la metfora es
lo nico visible, lo nico hiriente, aprehensible, sentido, amado y vivido.
El hombre libre por la palabra libre. Esta es la lucha de la historia.
Amigo, tantas ideas, apenas esbozadas, tantas citas necesarias para
fundamentar mis asertos, todo, en conjunto, te llevar a la conclusin
inicial en el terreno de la oratoria, que la mxima obligacin de un orador
joven es vivir en comunin con la libertad de expresin. Decir la verdad y
nada ms que la verdad- puede ser la causa que origine un sinfn de
castigos. La oratoria tiene su precio. Defender la verdad con entereza, con
vehemencia, con pasin, puede acarrear desventuras y sacrificios. Ah est
la crnica de los mrtires de la palabra libre; pero, en cambio, no hay
satisfaccin comparable a la del orador que abandona la tribuna en medio
de la salva de aplausos y con la conciencia gozosa por haber cumplido con
un deber de dignidad humana.
El poeta ignora la resonancia espiritual que producir su obra; el
pintor imagina la aprobacin de sus cuadros, mediante el juicio movedizo
de los crticos; pero el orador cumple el binomio de la realidad y la magia,
puesto que siente y palpa el xito o el fracaso y, todava, despus de que
cae el teln, la arraigada esperanza de que la semilla haya cado en tierra
frtil. Slo el orador, en persona, reconcilia la tica con la esttica. Puede
vanagloriarse de que ha cumplido una misin benfica para la humanidad,
para su patria y para su pueblo.
Quieres que nos aventuremos por la senda de otro imperativo
categrico de la oratoria actual? Te alcanza la paciencia?
Diremos, entonces, que el orador joven mexicano, tiene ante s el
compromiso de consagrarse al nacionalismo revolucionario.
As, en principio, la palabra nacionalismo limita y constrie. Est
cercano el mal sabor de boca del nacionalismo hitleriano. Adems, el
nacionalismo existe en terreno jabonoso oblicuo. Con extremada facilidad
pudiramos caer en los terrenos pantanosos de la discriminacin racial tan
perjudicial en la historia de la humanidad.
TERCERA CARTA
LA MAGIA DE LA PALABRA
Paciente amigo:
Se necesita paciencia para continuar con la huidiza aventura de la
palabra. Lo afirma San Juan: en el principio era el verbo. Lo que equivale a
aseverar que en el origen de todo est la palabra.
El orador es el mago de las palabras; las hace, las rehace, las
imagina. Se repite el Gnesis. Las cosas sin su nombre vegetaran en lo
desconocido, en los aledaos insalubres de la nada.
El verbo pone en movimiento a la vida; inaugura el devenir eterno de
las cosas y los seres.
Se pregunta, angustiado, el maestro Horacio Ziga, Qu sera el
pensamiento si no encontrara su expresin vital en la palabra?
Porque no es concebible separar el fondo de la forma. La forma ya
sobreentiende un contenido y el contenido para manifestarse ha menester
de un continente.
Pecan por ociosidad verbal quienes suponen a las palabras extraas
a una idea.
Yo afirmo que una palabra, por aislada que se la conciba, tiene una
connotacin propia y esta connotacin es el revestimiento de una o de ms
ideas.
Hubo un personaje de Molire de sobra conocido- que de pronto
descubri que hablaba en prosa; de igual o parecida manera, el erudito se
halla con la revelacin de que cada palabra entraa, en s, un verdadero
mensaje comprimido.
De aqu podrs deducir, amigo, que quienes afirman que los oradores
slo dicen palabras y ms palabras, mienten por ignorancia o por mala fe;
es el odio que los tartamudos del espritu, sienten por la oratoria.
La envidia que se suscita cuando se escucha a uno de esos orfebres
del verbo, escultores de las voces, alfareros del silencio.
predicador evanglico Billy Gram.; fue cuando me dej llevar por la ira
contra los autcratas, despus de uno de aquellos volcnicos discursos de
Jorge Elicer Gaitn, en Colombia, y en la poca feliz de mi preparatoria,
cuando Horacio Ziga, jugando con el verbo, nos llevaba de una a otra
emocin, con el deslumbramiento csmico de sus imgenes.
Cada uno de ellos era, una emocin en llamas; cada uno emanaba
elocuencia, es decir, el sublime arrebato de los oradores, cuando el verbo,
telrico de por s, se despetala como una corona de selvas vrgenes, de
montaas ariscas, o de mares embravecidos, en donde cada ola es, en s, un
discurso de protesta y una elocuencia de libertad absoluta.
Perdname esta vehemencia. Me sal del cauce de esta carta; pero es
que la sola evocacin de los discursos estelares, me seduce, me enajena y
me hace perder la ecuanimidad y el buen tono exclusivo de las epstolas.
Sin embargo, no crees que cuando hablamos, de est o de otra
preocupacin, empleamos el tono apasionado de los discursos y de sus
ademanes?
Otro estilo, como el del divino Urueta, nos encanta, nos embelesa,
nos arroba.
Cada discurso es una obra maestra del ms puro helenismo. No en
vano Urueta bebi en las fuentes mismas de Demstenes, de Esquines, y
meci sus sueos con los gallardos ritmos de Pndaro.
Es verdad. Las palabras se suceden meldicamente, unas tras otra, de
tal manera ensartadas en un collar de resplandores, que resulta tarea
imposible quitar una sola voz sin que se estropee el conjunto.
Urueta, dueo de una voz y maravillosa, supo, como nadie, el
contrapunto de los silenciosos y los ruidos. Todo estaba calculado: hasta las
pausas. Todo contribua a la fascinacin colectiva: el timbre, el ademn de
sus manos, cirujanas del aire como las calific Lpez Velarde; la
apostura de su cuerpo que se agigantaba al hablar, todo en l propiciaba la
resonancia de las ideas.
Alfonso Teja Zabre, gran orador tambin, en su breviario lrico,
Exequias del orador Jess Urueta, incluye varios fragmentos de los
discursos del divino Urueta. He aqu uno: El hombre dura mientras dura
su esfuerzo, por eso son inmortales los que trabajan por la libertad. Las
acciones deben sus energas ms a los muertos que a los vivos. El polvo
hemos llegado hasta el alma para hacer befa de los dioses que no
merecemos, escarnio de los principios que nunca comprendimos y calvario
y martirio de los ideales que nunca alentamos? En nuestra locura de
supercivilizados, fieles discpulos de este siglo que abri los ojos a la vida
sobre la hornalla de la Gran Guerra y a travs de nuestras filosofas crticas
y decadentes, (Oh, falmeraye y Scheler!, oh Stoddard y Einstein!, oh,
Splengler y Kireyenski y Keisserling!), no estamos renegando o
desconfiando de nosotros mismos, hasta el punto de afirmar que nuestros
ciclos progresivos estn definitivamente o que (sangrienta irona!), nuestro
mundo, el mundo que nace, es el mundo magnifico de la tcnica victoriosa
del espritu; de la industria vencedora del ensueo; de la cultura convertida
en civilizacin; del tiempo trocado en fbrica, con chimeneas en vez de
campanas, segn la expresin de Maupassant
Admitirs que te he descubierto el mundo maravilloso de las palabras
y cmo cada orador, frente al mismo bloque de piedra, lo talla, lo pule, le
infunde aliento durante u trnsito, luminoso, para convertirse en estatua.
Son las mismas palabras que se esconden en el diccionario; es el mismo
bloque de piedra, son diversas, y hasta dismbolas las manos que realizan el
milagro de colocar en la piedra dormida el mpetu de las alas.
El extraordinario nio-poeta, que fue Rimbaud, nos leg este
misterioso testimonio: La mano que escribe vale lo mismo que mano que
ara. Qu siglo de manos! Mi mano ser ma.
Parodiemos estas hermosas palabras:Que siglo de palabras! El
discurso nunca ser mo. Sin saberlo yo, sin darme cuenta, lo estn
dictando las bocas cerradas de los esclavos, las agudas lgrimas de las
viudas y los hurfanos, los puos cerrados de la multitud rebelde!
Casi nada de lo que el orador tiene es suyo, fruto madurado de su
inspiracin; las palabras las estn gritando los que tienen miedo para
decirlas, los que no pueden decirlas por la presin de las mordazas, los que
no las tienen, los de inteligencia vaca, porque u cerebro, en forma de
semilla, slo se ha entregado al amor de la tierra.
Es cuando el silencio habla y llena el espacio y el tiempo de los
tugurios, cuando el campesino conversa con sus hijos sin abrir la boca, slo
con los ojos tristes que se parecen tanto a los ojos de la vaca paciente y
resignada.
CUARTA CARTA
ORATORIA: CASA DE LA
JUSTICIA
Amigo mo:
Estoy muy agradecido contigo, porque has tenido el herosmo de
aburrirte con mis extensas cartas anteriores y no decrmelo, ms antes me
ests pidiendo que te aclare, e insista, en algunos aspectos de la oratoria. Lo
hago, confiado en tu benevolencia.
Y bien yo creo que a la entra de esta disciplina del alma, bien
pudiramos inscribir una sentencia como aquella que reciba a los
pretendientes de la Academia: Que no entre quien no sepa geometra
nosotros podramos imponer como requisito de admisin: Que no entre
quien no tenga el espritu purificado.
Porque no se trata de un gimnasio en donde los atletas hacen gala de
sus msculos y de su destreza en el arte del pugilato, de la lucha, o del
levantamiento de pesas. Esto se refiere siguiendo el smil- s, a un
gimnasio, pero en donde los jvenes practican la palabra, libre de toda
culpa, y en donde la inteligencia se mueve con agilidad, ya implcita la ley
moral que la rige.
No hay oratoria por la oratoria misma. No hay oratoria pura. La oratoria
exige, si es autntica, un fundamento tico impostergable.
La oratoria pudiera decirse- es el brazo de la tica social. No tiene
valor en s, por s y para s misma; es una actividad humana ligada
primordialmente con la tica que rige la conducta humana.
Nadie que no tenga las manos limpias, nadie que no ste lavado de
mentiras, nadie que haya andado en camino de pecadores, tiene derecho a
pretender ensear y dirigir la conducta de sus semejantes, de los hombres
ansiosos de escuchar la verdad.
No todo el que habla en pblico frente a una multitud es orador;
como no todo ser camina puede ser calificado como hombre.
Tambin las palabras pecan, se deshonran y se envilecen. Un buen
discurso, sano y leal consigno mismo, es como el rbol plantado junto a
en suponer que todos los dems hombres tambin son caballeros y todas las
mujeres damas; al hombre de Estado que juzga a sus gobernados como
personas serias y capaces de comprender a sus mejores palabras; al poeta
que escribe creyendo que su pblico no es menos sutil y profundo y no
menos sabio que l mismo. Tales personas son consideradas, si no
precisamente locas, por lo menos insensatas, pero que piensan que lo mejor
todava existe, o que puede volver a existir, en un mundo que se ha hecho
cnico y degradado.
Algo de locura, de santa locura, descubre el orador cuando desea, sin
ms armas que sus palabras, derribar tiranas, consolar a los que lloran,
vestir a los desnudos, dar de comer a los hambrientos y poner en las manos
de los jvenes las teas llameantes para quemar las injusticias del mundo.
Es loable el orador que tiene el alma con cuo verdadero, ya que
siempre resultar ms cmodo, ms fcil y ms lucrativo, halagar a los
tiranos y a los verdugos, a los villanos y a los explotadores.
El orador es el amigo del pueblo: est con l en los vaivenes de la
alegra y la pena; en los duelos y en los jolgorios; en los hospitales, en el
regocijo de las fiestas; en la guerra y en la paz.
Homero relata cmo Tirteo animaba a las huestes guerreras antes de
entrar en batalla. As los oradores alientan las primeras guerrillas antes de
las revoluciones.
Ricardo Flores Magn, recalc: cuntas montaas de papel, cuntos
discursos, fueron necesarios antes de la rebelin de las masas!
Ricardo apostrof al pueblo, incitndolo a la lucha, desde los albores
de la epopeya, con discursos que fueron a manera de relmpagos que
iluminaron la conciencia.
Porque no hay que olvidar rompiendo los muros del silencio. Que
fue Ricardo, reumtico, tuberculoso, casi ciego, husped de las
penitenciaras, guila con alas martirizadas, quien, desde sus tribunas,
llam a la multitud de la Revolucin Social de Mxico:
La libertad no se conquista de rodillas, sino de pie; devolviendo
golpe por golpe; infiriendo herida por herida; muerte por muerte;
humillacin por humillacin; castigo por castigoQue corra la sangre a
torrentes, ya que ella es el precio de la libertad!
provoca,
con
sus
bifurcaciones,
una
dictamin Paul Valery- es aceptar que la poesa nada en el aire o est, como
las ideas de Platn fuera del hombre, en el ter.
Consciente o subconsciente, la poesa es obra del hombre; del ser
del hombre.
No la respira como algo externo, a trae consigo, y podra aventuarse,
siempre como hiptesis de trabajo, que el hombre-poeta, no por dejar de ser
hombre est dentro de las circunstancias y los acontecimientos que privan
en su espacio-tiempo.
Desde este punto de vista, el hecho de que un poeta se propusiera
alejarse de las contingencias sociales, porque la poesa no est
comprometida, en ese mismo instante de su voluntad, estara ingenuamente
cayendo en un compromiso, el de cerrar los ojos y los odos, a las tragedias
que lo rodean; esto es, alejarse del mundo y enclaustrarse en un convento o
en su palacio de cristal.
Tendramos que dilucidar si el hombre que escribe lo hace para s
mismo o si, dentro de lo humano, escribe para algo para expresar algo-y
escribe para que lo lean: arranque de una comunicacin.
Sera un hombre deshumanizado un ente extrao- que existiera
ajeno al cerco social, primitivo en su montaa, y atento slo a forjarse un
universo de su propiedad, si esto fuera concebible.
Pero, amigo mo, que quede muy claro mi pensamiento. El artista
necesita ser libre para ser artista; de otro modo cae en el artesano y corre el
peligro, en un rgimen capitalista industrializado-, del cual no puede
escapar y existe, sin embargo, fuera de l; menospreciado, hundido,
miserable, es la primera vctima del consumismo que nos gobierna.
Apunta Herbert Read: En la Rusia Sovitica a toda obra de arte que
no es simple, convencional o conformista, se la declara deformacin
izquierdista; toda individualidad es motejada de individualismo pequeo
burgus. El artista debe apuntar a un blanco y slo a l: a abastecer al
pblico de lo que ste necesita.
Para el caso de los artistas es lo mismo el marxismo que el fascismo;
coinciden en su mecnica de industrializacin, en donde no hay sitio para el
artista. En ambos casos falta la libertad.
Hay oradores al servicio de los dictadores? Por cierto que s los hay y
algunas veces son autnticos y grandes oradores: Lozano, Moheno, Garca
Naranjo
Pero claro, no nos referimos a quienes nacieron con la columna
vertebral flexible, sino a quienes conservan cabal su hombra de bien. Los
artistas libres, completos, que lo mismo pueden expresar hoy sus devaneos
erticos, o sus xtasis romnticos, que inflamar sus palabras y apostrofar a
los dictadores. El artista posee una sensibilidad especial, nica, que lo
diferencia del resto de los mortales; esto es, no deja de ser hombre con las
mismas urgencias, pero con un hombre que, adems, hace poesa, la
expresa.
Puede haber oradores triviales, decidores de palabras; puede haber
oradores malabaristas del verbo; comerciantes de las ideas, al mejor postor;
pero sin negar su existencia como no se niega la sombra para que brille
ms la luz- nosotros aspiramos a una oratoria que no se traiciona a s
misma. Puesto que, si en el principio fue el verbo, o en el principio fue la
accin, de todos modos el verbo fue hecho en el seno de la libertad
humana.
C. Francisco J. Solrzano y T.
Secretario General