La Esfinge Roja
La Esfinge Roja
La Esfinge Roja
LA ESFil'JGE ROJA
Emilio Fru2"oni
o
BIBLIOTECA
LA
TIERRA
lvEMORIAL DE UN APRENDIZ DE
DIPLOMATICO EN LA UNION SOVIETICA
EL
HOMBRE
VOLUMEN
*
la
ct
A MOR
D IR E C T O R: A N TON I O Z
Oficinas: SAN JO S E 1621 al
1645
BUENOS AIRE
BUENOS AIRES
IN DICE
LIBRO PRIWJ.ERO. --
EXPLORACIONES Y EXPERIENCIAS
I. Frente al enigma . . . . . .
13
V.
VI.
VII.
VIII.
IX.
X.
XI.
XIL
Derechos Reservados
Impreso en la Argentina
Printed in Argentine
Hecho el depsito legal
Copyright by EDITORI.4.!:
CLARIDAD, S. A., in 1948
diplomacia . . . . . . . . . . 17
Figuras conocidas . . . . . . 20
La vida diplomtica en
Mosc . . . . . . . . . . . . . 26
Hbitos fastuosos . . . . . . 28
La visita de Churchi!l y
Eden . . . . . . . . . . . . . . 29
Lo que cuesta una diplomacia o una revolucin
inevtable . . . . . . . . . . 33
El boato y el despilfarro
como funcin oficial . . 35
Figuras en la tela . . . . . . 38
Con el general De Gaulle
y con Herriot . . . . . . . .
41
Aparece Herriot . . . . . . . 44
La ciudad en la mano . . 4 7
Las pequeas cosas del vivir consuetudinario .. . 47
En la va pblica ..... . 49
Aspectos edilicios y arquitectnicos ......... . 53
El problema de la edificacin ............. . 56
La lucha de estilos .... . 58
El estilo sovitico ..... 66
Observaciones de un transente ............. . 71
Se ven mendigos por las
calles de Mosc? . . . . 73
Recorriendo la urbe . . . . 77
Aspectos del paisaje humano . . . . . . . . . . . . . . 80
El sistema comercial . . . 86
El inflacionismo . . . . . . . 90
Una reforma monetaria
92
Medida drstica . . . . . . . 95
Lo que se procuraba y lo
que se ha obtenido . . 97
Pasan los nios y los viejos ................. 103
XIII.
XIV.
XV.
XVI.
::h'"VII.
XVIII.
XIX.
XX.
XXI.
XXII.
XXIII.
XXIV.
XXV.
Los nios . . . . . . . . . . .
Los viejos . . . . . . . .
La animacin y las tribulaciones de la urbe ..
Radiografa espiritual de
Mosc ..............
Cmo entierra Mosc a
sus muertos . . . . . . . . .
El Metro . . . . . . . . . . . . .
Resurreccin del Domingo
El ftbol en Mosc . . . .
Los parques . . . . . . . . . . .
La exposicin de los trofeos de guerra . . . . . .
Carreras y juego . . . . . . .
El canal Volga-IYioscova
Su seora la nieve . . . .
Patines y esques . . . . . .
Helado de invierno y cal
de verano ..........
La plaza Roja de .Mosc,
escenario de la nacin
La presencia de Lenin . .
Cmo celebr Mosc la
rendicin de Alemania
El manteo del Den de
Canterbury . . . . . . . . . .
Los grandes destiles de la
Plaza Roja . . . . . . . . . .
Los desfiles militares . .
Desfila el ejrcito ruso
celebrando la victoria
Tras el desfile militar, un
gran mitin en Mosc ..
El 19 de Mayo de 1946
en las calles de Mosc
En Rusia no se escuchaba
ya la dntemacionah
Los desiles de la muerte
La religin y las iglesias
Acercamiento y luna de
miel ...............
Grandes interrogantes
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218
Una .;t:Colaboracin; en
~Pravda:> . . . . . . . . . . . 221
<:Pravdaz.c public una extensa carta del doctor
Emilio Frugoni . . . . 225
LIBRO TERCERO. --
::
...
: .
LIBRo CUARTO. -- LA
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VIDA POLITICA
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INTRODUCCION
Llecrar a IVIosc y luego demorarse; vivir, afanarse, internarse y
perderse ~n la intrincada ciudad donde Asa y Europa se abrazan y se
penetran, pero sin confundirse ni desprenderse de s mismas; cirular en
la densa co.rrente de su existencia caudalosa; familiarizarse con sus caractersticas y perfiles; sorprender sus secretos; palmearle las espaldas imponentes con la osada confianza de un nio. que se atreve a pasar su
mano por las ancas de un palafrn o de un elefante, es todava para un
ltinoamercano, en esta mitad del siglo XX, casi un acontecimiento
de novela.
Mientras l se acerca a la urbe famosa, tan rodeada de contradictorios
prestigios; a la capital enigmtica de la inquietante Unin Sovitica (que
es para algunos el "Misterio Sovitico"), millones de ojos le siguen desde
el otro lado de los mares y quedan aguardando las seales indicadoras
de que se ha perorado el misterio e interpretado el enigma; de que se
ha captado la realidad ntima e indescifrable de ese nuevo planeta social
y poltico aparecido hace treinta aos, en un sangriento y crdeno horizonte de la historia.
No es que sea, por cierto, el primero en navegar hacia esas playas
con el compromiso o el anhelo de esparcir a los cuatro vientos la noticia
de lo que viera. Puede, por el contrario, decirse que no llega a ellas nadie
capaz de empuar la pluma, que no se dedique a "descubrir" el mundo
celado de la Rusia Sovitica, con todos los aires de un navegante intrpido o de un Primer Adelantado de los tiempos de Felipe II.
Ni hay, en los das que corren, pas- ni sitio del mundo de que tanto
se escriba y hable, en reseas, crnicas, informes, artculos, telegramas,
conferencias y libros, que por millones parten de todas partes y especialmente de la enorme nacin, e inundan al mundo con sus ros y mares
de pginas de informacin, de estudio, de crtica o de propaganda.
Y de ello resulta que, como las tendencias polticas y sociales se
mezclan en el frrago, y casi nadie aborda el tema sin el propsito de
tomar posicin en el debate que por ellas viene entablado, imposible
es encontrar en esa pugna vocinglera la vo.z serena que inspire a todos
confianza y de la que pueda desprenderse para todos un testimonio irrecusable. En la esperanza de escucharla, son muchos los que permanecen
con el odo atento. Y el viajero que desciende a la mina profunda del
orbe sovitico y pasea sus revueltas galeras linterna en mano_, no olvida
que afuera le aguarda, para cuando salga a la superficie, la curiosidad
apremiante de cuantos quieren saber todava a estas horas, a ciencia cierta,
a pesar de todas las referencias o a causa de ellas mismas, qu es lo que
ha visto y qu ha aprehendido o aprendido en la exploracin y cateo
de esa enorme cantera mgica.
Y o soy de los que no podran eludir la respuesta, aun a costa de
incurrir en el inevitable libro de cuantos desembarcan en la estrella roja
pluma en ristre.
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
Todos los que en mi pas me conocen y conocen en que circunstanCias y condiciones emprend la aventura interplanetaria, saben por qu.
Se me ha querido asignar el papel mitolgico de un Edipo en actitud
~e enfrentarse con la Esfinge, y nadie quiere admitir que deba volverme
de all envuelto en un manto de silencio prudente o de discreta reserva.
como si me hubiese estrellado fatalmente en la impenetrabilidad del enigma.
* * *
.
Yo fu_ a la t;.I_Z.S.S. con el cargo de Enviado Extraordinario y Mimst~_o. ~lempotenClano_ del Urugua~, pero t_odo el mundo en m pas, me
connno otro cargo mas honroso e 1rrenunC1able: el de ser el hombre que
volviese con la verdad sobre la Unin Sovitica.
Como hice en toda mi vida pblica un culto de la verdad la crente
d;. mi pas, amigos, adversario~ e !1diferentes, no tardaron e~ po~erse
ta.citamente de acuerdo para endllg~rme ese tremendo compromiso. Unos,
dando~e c_on. ello una muestra mas de su confianza; otros, para someterme mm1sencordemente a una ardua prueba, en la esperanza de que
resultara supe,rior a mis fuerzas y me obligase a batirme en retirada. ig_unos, todav1a, con el anhelo de que debiese rectifcarme en mis conondc;s punto~, ?e vista y apreciaciones anteriores sobre el rgimen y la
reahda? sovietica, de los que todos pudimos hablar a travs de la controversia de conceptos y de la pugna de informaciones.
Si alguno queda conforme, probablemente ha de serlo slo en parte.
iConforme? Acaso sea mucho decir. Ya lo. haba declarado antes de
Irme: suele no conformarse a nadie cuando se dice estrictamente la verdad. A menudo decirla -me repito-, es el mejor medio para quedarse solo.
~o faltan, por cierto, libros sobre la U.R.S.S., de toda calidad e
.
mtennon. Los hay, incl_uso, ver_dicos a _carta cabal. Pero es muy difcil
~a_ll~r uno _que se sustraiga a la mfluenCla de los factores que desvan el
JUlCIO del JUsto centro y no le dejan dar en el blanco.
, Quiz, yo tampoco haya logrado sustraerme a estos influjos por
mucno que he procurado sobreponerme a todos ellos. Si la verdad se
me. escapa, no es porque no la busque ni porque trate de eludirla. El
ob]~t? de o~servacn se caracteriza por su complejidad casi endiablada,
Y Sl nay alb muchas cosas que se interponen entre l y nuestra visin,
pocas hay que nos ayuden realmente a penetrarlo.
. Toda la informacin grfica es all propaganda. Esto no quiere
deClr gue sea falsa siempre. Pero cuando no lo es, no deja por eso de
ser u_rulateral. Se encuentran en ~11a los datos favorables. Las cifras que
~eno,Lan pr?~greso; las comprobacwnes de los aspectos buenos de esa rea"reaa compHcada. Pero ella no nos ayuda a percibir los otros aspectos.
Hay, yor eso, algo de pueril en el encarnizamiento estadstico con
q_ue se es:nben algunos libros "serios" sobre la U.R.S.S. Nada ms fc~l, que anascar el material de propaganda que all circula en diversos penodr~os Y folletos o espul~ar en los informes que aparecen en libros, pron_unoados durante las seswnes de los soviets, para presentar una impreswnante montaa de datos numricos.
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EMILIO FRUGONI
LIBRO PRil.YfERO
EXPLORACIONES Y EXPERIENCIAS
CAPTULO PRIMERO
FRENTE AL ENIGMA
El Cucaso me bes, hospitalario, el rostro con el a1re fresco de
una ambigua maana de principios de mayo, cuando asom al campo
en la escalerilla del avin.
Edipo no vibraba, sin duda, de ms intensa emocin cuando afront
a la Esfinge en los alrededo.res de Tebas.
Eso ocurri plcidamente bajo la tibia proteccin luminosa de un
sol de primavera, en el aerdromo de Bak.
Habamos volado algo ms de tres horas desde Tehern, y tombamos contacto con la tierra sovitica en los alrededores de la ciudad
que al borde del mar Caspio surge como heraldo de la mayor concentracin petrolfera de la U.R.S.S. Los clarines que anuncian al viajero
esa riqueza y la sealan en los aires co.mo un ndice elocuente, son las
innumerables torrecillas de hierro elevadas cada una sobre cada pozo de
mineral lquido. Tantas torrecillas, tantos pozos ... No todos, por cierto,
se hallan en produccin. Muchos se han agotado. o no han sido todava
suficientemente profundizados. No hace falta ms, sin embargo, para
leer en el espacio, en ese grfico estadstico sin nmeros, toda la importancia econmica de la regin como productora de petrleo.
Slo. tuvimos tiempo para descender al aerdromo, desde el cual se
divisa la techumbre de la poblacin a distancia de algunos kilmetros, y
hacer en el restaurante un almuerzo frugal, a base de huevos duros, carne
de cerdo y queso, en colaboracin con algunos vasos de t y tostadas con
mantequilla. Era un estimulante de nustro optimismo la buena impresin que recibamos de esa aco.gida, en forma de una colacin con buenos
productos koljosianos en un local confortable y limpio, bajo la amable
asistencia de una sonriente y no mal parecida administradora que, desde
su mostrador, nos indicaba las cosas de que podamos servirnos.
Ya he narrado en otro libro las impresiones de nuestra travesa desde
ese punto de recalada del avin hasta Mosc, con el aterrizaje en Stalingrado, la ciudad mrtir por antonomasia, entre las mil ciudades mrtire3
de la ltima guerra. Sintiendo todava en el alma la consternacin dz
aquel horrendo cuadro de exterminio (a cierta distancia, la ciudad parece
intacta pero <1l acercarnos descubrimos que slo quedan de ella las armazones de los edificios, como esqueletos mondos de to.da envoltura carnal) ,
arribamos a la capital sovitica al atardecer. Cerca de las seis y medi:t
eran ya y an estaba claro el da aunque un toldo de nubes cubra el
cielo. Nos aguardaban en el aerdromo el Jefe del Protoco.lo y otros
funcionarios de la misma reparticin acompaados de dos empleados del
Inturist (la oficina que tiene a su cargo el traslado, alojamiento y dems
necesidades de instalacin y residencia de los extranjeros) .
El primero. se dirigi a nosotros en un correctsimo francs, el se-
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EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE ROJA
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EMILIO FRUGONI
de armas. Los bombardeos de la artillera revolucionaria le causaron deterioros, pero en aos posteriores se repararon los desperfectos, y hasta
se eliminaron en lo posible los rastros de las desgraciadas tentativas
de mejoramiento realizadas por los zares y los monjes durante el pasado
siglo, haciendo resurgir en su lugar los primitivos valores ocultos.
Es de recordar que el vandalismo artstico de los zares en detrimento del Kremlin, en el que invertan tan ingentes sumas de dinero,
no tuvo lmites. Uno de ellos hizo derribar una bella y artstica iglesia
porque le impeda ver desde su ventana un psimo edificio construdo
por orden suya bajo la direccin y los planos de un mal arquitecto alemn, que afe el Kremlin con varios pesados adefesios.
En el documento de mampostera y ladrillo de esos muros se relee
la historia de todo aquel rudo podero que desde los tiempos del prncipe
Dolgoruki, el fundador de Mosc, hasta los de Pedro El Grande, que lo
descapitaliz, tuvo su centro y sede en el corazn de la fortaleza moscovita, que todava a principios del siglo XIX habra de acrecer su fama
legendaria cuando entr en ella el imprudente invasor francs, para salir
a los treinta y cinco das corrido por las implacables lanzas de fuego del
incendio de la ciudad, no sin antes hacer saltar con plvora el palacio de
Catalina II, la Puerta del Salvador, la torre de Ivn El Grande, y resquebrajar en varias partes los gruesos muros de la cintura defensiva.
Restaadas las heridas de la muralla, todo el conjunto conserva como
antao el mismo aire de podero inquietante que sobrecoge un poco, todava ahora, al espectador recin llegado.
CAPTULO
II
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LA ESFINGE Ro.J A
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LA ESFINGE RoJA
EMILIO FR UGONI
?e
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raba alto., a la frente o a los ojos, con mirada fra y escrutadora como
Molotov; miraba ms bien haca el escritorio o hacia sus manos que mova, so.bre todo la derecha, encima de la mesa, acompaando. su discurso.
Cuando en el curso de la conversacin levantaba alguna vez la cabeza para
buscarnos la mirada, hallbamos en la suya una dulce expresin que invitaba a la cordialidad.
Dictaba sus co.rtas frases al intrprete sin mirarlo y casi sin mirarme,
por lo general; quedaba un instante sin responder a mis palabras, concitando las suyas. Y o aguardaba. Pronunciaba con calma unas frases cortas, que en la traduccin del intrprete parecan crecer en vocablo.s.
-El oso ruso -dijo-, es inoensivo s no se le ataca. Cuando se
le provoca demuestra que es fuerte y devuelve los golpes, diez por uno.
-Lo est demostrando, por cierto.
Me mir con sus ojllos miopes, sonriendo.
-Queremos mantener relaciones de amistad con los pases que desean la nuestra. Nosotros podremos ser muy buenos amigos.
Hablamos del intercambio comercial entre la U.R.S.S. y el Uruguay, cuyas posibilidades quedaban por fuerza aplazadas para despus de
terminada la guerra.
-Tanto como el intercambio comercial -le expres-, me interesa el cultural y poder hacer conocer a mi pas los adelantos realizados
por el suyo en todos los rdenes del saber y del progreso. - Agregu
que esperaba para ello el indispensable concurso de las autoridades soviticas.
-No le faltar.
-Yo deseara, asimismo, hacer conocer aqu algo de lo que el U ruguay ha hecho y lo que el Uruguay es, para que el pueblo de esta gran
nacin tenga una idea de nuestras cosas y de nuestra personalidad como
nacin.
-Ivie place. Y o quisiera que usted conociera bien a nuestro pueblo
para amarlo.
-Yo lo amo sin conocerlo.. Tratar de conocerlo para amarlo ms.
La conversacin se animaba. El viejecito ya no pareca encogido.
Rea al hablar y se le haba soltado la lengua.
-A los pueblos -me dijo--, hay que estudiarlos, pero no superficialmeme sino a fondo. Es muy peligroso, para juzgar a un pueblo,
detenerse en la superficie.
-Es una gran verdad y un excelente consejo - respond.
Pareci agradarle el elogio y me asegur que encontrara en su gobierno mucha buena voluntad para el desempeo de mis gestiones.
Se levant y, ya de pie, le dije que, empeado en conocer a su pueblo,
estaba estudiando el ruso, en prueba de lo cual poda decirle:
--Ochem :ras vas vidiet. (Muy contento de verle).
Ri y se manifest muy complacido de orme hablar en su lengua.
Nos encaminamos hacia la salida, y cuando reaparecimos en la otra sala,
todava l me hablaba animadamente en ruso, con no pequeo asombro.
de los que all estaban aguardndonos, entre ellos, un par de fotgrafos.
Tuve que hacerle notar que no poda entenderle- y que slo pocas
palabras me atreva a .pronunciar en su idioma.
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EiviiLIO FR UGONI
El intrprete, que estaba detrs de nosotros, mientras nos colocbamos -yo a la izquierda de Kalinin-, para que nos retratasen, me
tradujo una frase de ste, segn la cual le agradaba mucho que nos fotografiramos juntos.
-Es para m, muy honroso - respond en francs.
Sal pensando que haba un contraste entre las dos maneras de
recibirme.
.f./lolotov y Kalnin, representaban, sin duda, dos estilos distintos
en las costumbres oficiales del Kremlin.
El primero, ha dado en rodear sus funciones de una exterioridad
aparatosa de corte monrquico, con los vistosos uniformes de los alto.s
fncionarios, que l mismo viste en sealadas ocasiones.
Parecera que, recibiendo las visitas en el fondo de un largo saln
burocrtico, procura con ello un efecto de cierta teatralidad que desconcierta un poco al visitante desprevenido.
Kalnin, en cambio, se complaca en la sencillez y la naturalidad
de las maneras. Las suyas encuadraban perfectamente en aqudfa su estancia de proporciones normales, casi domstica, donde su ausencia de todo
estiramiento y su popular figura de limpio artesano promova, con la
mayor espontaneidad, un inmediato acercamiento de espritus.
Dirase que perteneca a otra escuela; a la vieja escuela del militante
obrero del tiempo romntico, de los primeros aos de lucha por la causa
comunista. Y fiel a ella, no poda despojarse de su sencillez de hombre
de trabajo, ni siquiera entre los muros del Kremlin, donde daba la impresin de no sentirse a gusto en los menesteres ceremoniosos y protocolares de la representacin del Presidium, ante los jefes de las misiones
extranjeras.
Casi dos aos despus pidi ser relevado de su cargo a causa de
su enfermedad de la vista. El Supremo Soviet nombr en sustitucin
suya, como presidzntc cid Presidium, a ShYernik, que haba sido el ltimo
Presidente del Komintcrn.
* * *
El protocolo exigt: que un jefe de misin realice varias v1s1tas ms.
Se le proporciona la lista de los vicecomsarios o comisarios adjuntos
(hoy ministros), que debe ir a conocer a sus respectivos despachos. 'Son
los colaboradores directos de IVIolotov, con quienes estaremos ms frecuentemente en contacto que con l. Sus despachos no se hallan en el
Kremln, sino en el edificio de las oficinas del N arlwmindiel, adonde
tuve que trasladarme si~te veces en el espacio de una semana o poco ms,
en esa especie de jira protocolar de reconocimiento..
Tocme as conocer a Vishinski, el primer vice, cuyo nombre ya
haba adquirido repercusin mundial con motivo de los memorables y
enigmticos procesos de IVIosc, en los que actu de Fiscal, desempeando
un papel para unos admirable y execrable para otros, segn lo que unos
y otros ven en tales procesos. Es un hombre de alrededor de cincuenta
aos, de mediana estJtura, ms bien alto, que trata de disimular en vano
su calvicie, con la intil rejilla de unos pocos cabellos blancos, de ojos
23
25
EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
con la U.R.S.S. para que se iniciase antes la poltica de amistad y colaboracin que haba surgido, en mitad de la guerra, por obra de la torpe
y suicida deslealtad de Hitler.
Para comprender el caso Ltvnof es imprescindible recordar que en
la U.R.S.S. no hay funcionario ni dirigente, por descollante que sea,
que despliegue una poltica propia.
Slo uno, sin duda, podra jactarse de gobernar a la U.R.S.S. con
su poltica propia, es decir, de acuerdo con sus propios conceptos e inspiraciones: Stalin, porque tiene el partido gobernante y nico en sus
manos. Pero l no se jacta de ello y, aunque su predominio absoluto
es cosa evidente, se complace en afirmar que l es el ms disciplinado de
los dirigentes del partido, pues todo lo consulta, segn se dice, y aparenta no hacer nada importante sin conocer y traducir la opinin d2
quienes lo rodean.
Y, como ningn hombre de gobierno se siente personal y exclusivamente responsable de la lnea poltica que aplica y nadie olvida su
dependencia prmanente a aquella voluntad ms alta, todos aceptan los
altibajos de su situacin en los cuadros gubernativos. S se les sanciona,
porque as conviene a cualquier efecto, o porque en realidad hubo alguna
falla en la aplicacin de la poltica que deban servir, "mala suerte!"
Esos hombres no se rebelan ante d cambio ni se alejan airados o
resentidos. No hay para ellos desdoro ni mortificacin en seguir sirviendo en el nuevo puesto ms oscuro o menos descollante que se les
confa, sobre todo s desde l pueden asimismo esperar rehabilitarse nuevamente. No son dueos de su suerte personal, y en eso reside sobre todo
el secreto de su disciplina poltica.
Cuando se les exonera de un cargo importante, un breve comunicado nos informa, desde un rincn de los diarios, que han sido liberados
de sus funciones en tal o cual organismo. As os enteramos un da
de que el mariscal Voroshilov haba sido aliviado de su carao como vicepresidente del Consejo de Defensa y se pudo creer que, p~se al enorme
prestigio de que vena gozando como uno de lo.s jefes militares de ms
larga foja y ms destacada actuacin en la guerra mundial y en las anteriores guerras sostenidas por el rgimen sovitico, haba cado en desgracia, aunque continuaba ocupando otros puestos no tan encumbrados.
Algunas semanas despus, se le vea participar de algunos actos oficiales.
Por otra parte, casi dos aos despus de mi llegada a Mosc, el
Soviet Supremo cambi la designacin de Comisario del Pueblo por la
de Ministro. Desde ese entonces, fviolotov comenz a titularse Ministro
de :Negocios Extranjeros, y los vicecomisarios o comisarios adjuntos pasaron a denominarse viceministros o ministros adjuntos. A raz de ese
cambio slo hubo cuatro ministros, que lo fueron Vishnski. Dekanosov,
Lozovski y Litvinof, quienes sustituian a Iviolotov, en su ausencia, vor
orden de colocacin en la lista.
"
Litvinof -ya bastante entrado en aos-, sin volver a ser la figura
saliente de los pasados das, era uno de los altos consejeros de la poltica exterior.
Pero en agosto de 1946 abandon su cargo, o fu lierado de l,
por motivos que ignoramos, aunque no falten quienes los relacionen
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LA ESFINGE ROJA
CAPTULO
III
27
Como un espcimen de los hbitos regl2mcntaristas y de los requisitos burocrticos de que se rodean las ms intrascendentes gestiones, recordar el siguiente episodio:
Un empleado de la Embajada de Estados Unidos haba conocido
en El Cairo a la esposa de un Vicccomisario de Relaciones Exteriores.
Y ella, una respetable m2trona, le haba ofrecido. gentilmente su
casa en Mosc, instndole a que la visitase en cuanto arribara a esta capital para incorporarse a su embajada .
El norteamericano, a poco de llegar, quiso cumplir su promesa de
r a presentar sus respetos a la honorable dama y pidi a la Oficn2 del
Comisario. la direccin del esposo. Se le dijo que la ignoraban. Y como
insistiera manifestando su extr2eza, se le respondi que para saberlo
deba presentarse por nota, indiCJndo el motivo de su pregunta.
LA EsFINGE RoJA
CAPTULO IV
HABITOS
FASTUOSOS
29
EDEN.
EI.IILIO FR UGONI
LA ESFINGE RoJ i\
con rpidos y cortos aplausos de una sola mano, como si batiese un huevo
con ella en la palma de la otra, mientras desde el escenario, cantantes y
bailarines lanzaban estruendosos "i hurras!".
A muchas otras funciones deb concurrir despus, en condiciones anlogas, as como a numerosas recepciones fastuo.sas.
-Un recepcin, una fiesta diplomtica en Mosc -me deca un
distinguido embajador europeo-, se reduce siempre a un gran bufet.
A veces, como ocurre sobre todo en las que se dan en el Hotel Nacional, la recepcin gira to.da ella en torno de una larga mesa, que abarca
casi toda la extensin de la sala. Y la concurrencia se agolpa, de pie,
sosteniendo un plato en una mano y los cubiertos en la otra, haciendo
proezas de equilibrio y habilidad para servirse de las infinitas vituallas
all acumuladas, sin dejar caer el contenido de los platos y llevarse la
comida a la bo.ca, al mismo tiempo que se responde a un saludo, se insina una galantera, se da paso a una dama o se mantiene cortsmente una
conversacin.
Requiere todo un aprendizaje el arte difcil de servirse y comer a
pie firme, tenedor y cuchillo en ristre, en medio de la circulacin de un
pblico que se mueve en los menesteres de ubicarse convenientemente para
alcanzar el manjar apetecido o para descubrirlo desde un sitio estratgico.
Hay, en efecto, una estrategia del ambig en estas recepciones suculentas. Lo.s veteranos saben cmo acomodarse para llegar a tiempo al
centro de la mesa mejor provista, a la fuente ms apetitosa. Y para saborear, sin sofocones y plcidamente, los bocados elegidos con seguro conocimiento.
Yo me he divertido viendo cmo algn brillante embajador, resplandeciente en su uniforme constelado de medallas y cruzado por ancha
banda de seda roja o azul. o violeta, se las compona para llevar a su
interlocutor, mientras afectaba interesarse vivamente por una conversacin de temas trascendentales, a un sitio y colocacin que le permitan maniobrar hbilmente en la mesa, llenndose un gqn plato de mil cosas
buenas.
Y, una vez provisto, evolucionaba de tal manera que se escurra
ha~ia donde P:Udiera disfrutar_ de su carg~mento sin estorbos mayores.
deJando a su mgenuo acompanante en mitad de una frase concienzuda
y como un nufrago abandonado. en medio del mar por un barco pirata
que se aleja sin miramientos. . .
Los banquetes tpicos se caracterizan por las interminables series
de entremeses. No menos de una hora dura el desfile de bocadi11os de
las ms distinta~ especies, del nclito caviar a la ingenua empanada de
anchoa, que se s1rven en el mismo plato y que se comen con los mismos
cubiertos. Casi todos son a base de pescado o mariscos. Alrededor de
treinta H ors d' ceuvres suelen pasar uno tras otro. U na copita de vodka
con la que se hace el primer brindis, inicia el captulo de las bebidas. Y
mientras desfilan los platos fros, no se bebe sino vodka o agua. Slo
al entrar en la zona caliente del men, o sea, a la hora por lo menos de
hallarse los comensales sentados a la mesa, empieza la circulacin de
Jos VlilOS.
Ivleno.s exotismo hubo para nosotros en el banquete que en nuestro
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CAPTULO
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EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE ROJA
posible. Los primeros amigos a quienes expuse mi proposicin, se mostraron contrarios y me pidiero.n encarecidamente que no llevara adelante
m iniciativa. Se dira que les lastimaba particularmente.
.
No dej, sin embargo, de seguir explorando el terreno. En algunas
reuniones se habl del asunto y recuerdo, sobre todo, un almuerzo en la
Embajada de Checoeslovaquia, donde las opiniones aparecieron divididas dndose el caso de que las mujeres estaban todas de parte de mi propue'sta, mientras que entre los homb;es slo uno la acept~ba y la d;~en
da: el dueo de casa, una de las mas destacadas personalidades pohticas
de su pas, Ferlinger, que haba de. ser, algunos meses despus: de~ignado
primer ministro en el primer gobierno. de la Checoeslovaqma hberada.
-La verdad es -argumentaba-, que cada vez que tengo que diricrirme a Burovin solicitando productos para una fiesta en mi Embajada,
;xperimento una verdadera. desa~n, algo as como un remor,dimJento,
porque s que se me proporcwnarar: ~osas de que el pueblo. se ;re.ra pnvado.
Los adversarios alegaban que mamos en contra de la poht1ca del propio gobierno sovitico, que pareca deseoso d.e que la guerra no apa~ase el
esplendor habitual de nuestras grandes reupwne~,. y nos daba el ejemplo
organizando festejos fastuosos para los diplomaticos.
,
Y en cuanto a donar al tesoro de la U.R.S.S. lo que gastanamos
en cada recepcin mxima, advertan que habra de ser como aadir
gotas de agua a las olas del mar.
Pero el embajador Ferlinger, gran conocedor, sin duda, de la manera de pensar y sentir de las esferas ofi.ciales soviticas, no c?mparta l_a
suposicin de que les sentase mal esa actitud de cordura sugenda por nu.
Y para destruir el argumento de las gotas de agua, su seora, sumamente crentil e inteligentsima, haba encontrado la solucin de que se
formase u~ fondo para regalarle al Ejrcito Rojo, un tanque, o uno o dos
aviones, o un equipo sanitario, o se hiciese una donacin para cual~uier
otro fin concreto y limitado, a saber: auxilio a los hurfanos ocaslOnados por la guerra. La iniciativa no prosper. Cuando me lleg el turno
de celebrar nuestra fiesta nacional, el 25 de agosto, hice un donativo personal de seis mil rublos (quinientos dlares) al tesoro de guerra ?ovitico, acompaado de unas lneas dirigidas al presidente del Comit de
Defensa Nacional, Mariscal Stalin, donde le deca que lamentaba no poder contribuir sino con esa modesta suma a los gastos de guerra de la
U.R.S.S., porque, a mi juicio, la mejor manera de honrar el aniversario
de la independencia de un pas, era prestar nuestro. concurso a los esfuerzos heroicos que el Ejrcito Rojo estaba realizando en pro de la indepen dencia de todos los pueblos libres de la tierra.
Pero no me exim de dar en el Hotel Nacional la consabida recepcin.
Dificulto que en ningn otro. pas del mundo la diplomacia se traduzca en un derroche tan insensato de dinero. Las embajadas ocupan
palacios donde la expresin "lujo asitico" halla su aplicacin :perfect~.
Algunas son dueas de sus mansiones, porque como la de Fmlandia
y la de Suecia, las han construdo a sus expensas, o porque como las de
Irn y Afganistn, son obsequio de la U.R.S.S.
.,
Las otras son alquiladas a Burovin -el departamento o secoon que
provee a los diplomticos--, que las amuebla y decora; pero no hay nm-
gun;;: m!sin que pueda instalarse sin gastar una fortuna en reformas
alhajamiento de la casa, complemento del mobiliario y menaje.
'
Suelen ser palacios de mediados del siglo anterior, y an ms antiguos, con vastos salones de altos techos, decorados a la moda de esos tiempos, y con esplndidos par:quets.
Hay en ellos escalinatas con magnficas balaustradas o barandas
labradas, d~, mrmol o bronce, plafones con hermosas pinturas, cornisas
con profus10n de dorados, salones amplsimos, ambientes seoriales que
reqmeren las alfombras y tapices de Persia, de Uzbekistn, de Samarkanda, las. araas fericas de incontables caireles tallados y los muebles en
consonancia, que los llenan de esplendor y riqueza.
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LA ESFINGE RoJA
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FIGURAS EN LA TELA.
En esas recepciones en la "Casa de Molo.tov" y en las m1s1ones diplomticas o militares, conoc algunas celebridades soviticas.
Suele frecuentarlas el famoso periodista Ilia Erenburg, con quien
he platicado ms de una vez a favor de su conocimiento del espaoi: que
no habla correctamente, pero que comprende sin ninguna dificultad, y
del francs, que habla con tanta mayor soltura cuanto que su esposa es
una distinguida pintora francesa. Ha estado en Espaa cuando la guerra
civil, como corresponsal de guerra, y le gusta or hablar en espaol y
pronunciar algunas frases en ese idioma, cuya literatura clsica no le es,
por cierto, desconocida.
Ha traducido versos de poetas espaoles. Su popularidad en la
U.R.S.S. es muy grande. Suele hacer lecturas pblicas de lo que escribe,
por lo general crnicas de actualidad y relatos de viaje, llenando el amplio auditorio del Museo Politcnico. Es un hombre melanclico, en
cuyos labios la sonrisa tiene una expresin ms bien de tristeza que de
alegra. Sus cabello.s grises, con el deso.rden de una cabellera de artista
bohemio., enmarcan un ro.stro. en que el tiempo ha labrado. finas arrugas,
sobre to.do en to.rno. a la co.misura de los ojo.s, unos ojos fatigados de
los que podra decirse --en un abuso de traslacin surrealista-, que
miran en "voz baja", porque su mirada, suave y tmida, es como un
murmullo de luz, una dulce palabra que apenas desflora el silencio.
Ese es, sin embargo, el hombre que ha hecho vibrar con ms vigor
y furia la cuerda del odio al enemigo en la prensa y en la literatura
soviticas.
Nadie ha predicado con tanta ira y con un tono tan avasallante la
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CAPTULO
VI
42
EMILIO FRUGONI
s;
LA ESFINGE ROJA
ese ambiente diplomtico hubiesen sin duda disonado, pero ech de menos
dos gritos: el de "j Viva Francia!" y el de "j Viva De Gaulle! ".
-Haga de cuenta que los ha habido -me dijo--. porque usted los
agrega ahora.
Tampoco hubo un solo vtor ni una sola exclamacin en la funcin del Gran Teatro a que concurri De Gaulle acompaado de Molotov
y su numeroso squito. El pblico se limitaba a pronunciarse en cerradas y prolongadas salvas de aplausos.
Cuando la visita de Churchill hubo, al menos, los formidables hurras en que, al final del espectculo, prorrumpieron desde el escenario
lo.s coristas y danzantes de los equipos de artistas del Ejrcito Rojo.
Es verdad que entonces, junto a Cburchill, se hallaba Stalin. Mientras que esta vez -parece que por razones de protocolo-, Stalin no
estaba.
Permtaseme, a propsito de esta visita, intercalar una resea de
cierto episodio de alta poltica internacional que muestra akunas costumbres caractersticas de la vida oficial en los interiores del Kremlin. Casi
al partir, el general De Gaulle y sus acompaantes, se pudo dar por concluda en el Kremlin la concertacin del tratado entre Francia y la U.R.S.S.
Fu en una ltima reunin, despus de varas conferencias mantenidas ese
da Y el anterior. Se dice que cinco veces se dieron por cortadas las tentativas y otras tantas se reanudaron. Al final, en la madrugada, habindose retirado el Embajador de Estados Unidos, Mr. Harriman, y el
Encargado de Negocios de Gran Bretaa -en ausencia del Embajador
Clak-, Mr. Balfour, se logr el acuerdo.
Parece que entre lo.s militares se llegaba con facilidad al avenimiento, pero no as entre los diplomticos. Se atribuye a Stalin, en tren de
broma, la siguiente reflexin en uno de los intervalos de las accidentadas
trata ti vas:
-Los diplomticos todo lo enredan. Habra que fusilarlos a todos.
En eso. apareci Molotov, y alguien pregunt entonces a Stalin:
-A ste tambin?
'Stalin hizo un gesto con la mano como diciendo: a ste no; es de
los nuestros ...
Este dilogo se desarrollaba en una sala contigua a la de Molotov,
donde se haban reunido lo;; diplomticos. No faltaban las bien servidas mesas para agasajar pantagrulicamente a la concurrencia, que estaba
constituda por el squito del general De Gaulle, los ministros de Franci:!,
de Gran Bretaa y de Estados U nidos; algunos militares franceses, algunos militares y funcionarios soviticos, entre los cuales -lo que no dei
de ser comentado-, el Mariscal Vorosbilov, que baca poco- haba sido
"liberado" de su cargo en el Comit de Defensa Nacional, vindose as
que continuaba gozando de la confianza y consideracin del gobierno.
Menudeaban los brindis, de los cuales llevaba la iniciativa el Mariscal Stalin, de quien se dice que no bebe sino vino del Cucaso, siendo
capaz de vaciar hasta una docena de botellas sin experimentar la ms mnima alteracin de su equilibrio fsico y mental.
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EMILIO FR UGO:NI
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APARECE HERRIOT.
.?1
J'
''
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CAPTULO
VII
LA CIUDAD EN LA MANO
LAS PEQUEAS COSAS DEL VIVIR CONSUETUDINARIO.
Cuando qued cumplida la primera etapa de las exigencias protocolares en los interiores del Comisariado de Negocios Extranjeros, di un suspiro de alivio.
Esa noche, ms tranquilo. que las anteriores, pues haba podido descargar en gran parte mi nerviosidad de novicio en las costumbres de la
diplomacia, pude dedicarme, como tomndome un desquite contra la
seriedad de la carga pblica que haba comenzado a sobrellevar, a algunos
detalles intrascendentes de las costumbres domsticas de la vida rusa, que
acaso ofrezcan algn inters para las amas de casa.
Las camas no. se arreglan ni atavan en Rusia como en los pases
que yo conoca. Las cubiertas del lecho, que slo luce durante el da
como decoro exterior una colcha de gruesa tela blanca (sa es al menos
la costumbre en el hotel donde habitaba y en las casas mejor puestas),
consisten en un acolchado que va introducido, como en un sobre que se
abre por el centro, en la sbana superior. Sobre la otra sbana, que queda
estirada sobre los colchones y sujeta por ellos, se dispone esa doble cubierta sin fijarla bajo el colchn, dejndola suelta so.bre ste, con los
bordes longitudinales doblados hacia adentro.
Como esos cobertores permanecen sin fijarse bajo los bordes del
colchn, es fcil hacerlos deslizar sobre la estirada sbana inferio.r hacia
el suelo en un movimiento del sueo, aunque ste sea poco agitado.
Pero no se tarda en aprender a utilizar ese mtodo para abrigarse,
y se le descubre entonces la ventaja de permitir ceirse bien al cuerpo por
ambos costados, la sbana de arriba --d gran sobre de hilo-, y su
"carta" de guata o algodn en rama recubierto de una tela resistente, de
tal manera que no le entra a uno el fro por ninguna parte.
En las casas de familia, sobre las dos grandes almohadas, generalmente tan anchas como largas, suele colocarse una pequea, del tamao
de un pauelo de bolsillo., que se llama dunka (diminutivo de pensamiento), en la cual apoyan la cabeza los durmientes.
No se me o.culta que ms de un sesudo lector ha de reprocharme esta
prolija descripcin de un pormenor tan balad como ste, al que dedico
casi una pgina, pero los pueblos no viven slo por sus grandes actos,
y a menudo mejor se les siente vivir en sus menudencias cotidianas, en
sus vulgares y obscuros modos habituales, en sus cosas pequeas pero
muy suyas, que s no. interesan al sabio ni al filsofo ni al poltico ni
al literato, interesan, como ya he dicho, a las amas de casa y a 'las camareras. Algo debe tener tambin para ellas todo libro que pretenda
reflejar la existencia de un pueblo.
Y ya que me estoy entreteniendo en referirle al paciente lector cmo
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EMILIO FR UGONI
son las camas, voy a explicarle asimismo cmo son las ventanas, lo que
puede resultar interesante por lo menos a los constructores de casas.
En Mosc, naturalmente, no se conocen las persianas o celosas,
propias de los pases de mucho sol. Nada se pone, pues, ante los vidrios
de las ventanas o de las puertas que se abren a los balcones. Para atajar
la luz de afuera o substraer los interiores a las miradas indiscretas, slo
se emplean cortinas y visillos. No haba en esto nada de extraordinario
pua nuestra curiosidad de visitantes casi tropicales. Lo que nos llamaba
la atencin era el doble juego de hojas que cada una de esas ventanas
~xteriores invariablemente tiene.
El fro obliga a usar lo..s cristales y marcos por partida doble. Cada
ventana son dos, una detrs de la otra. Entre ambas se deja un breve
espacio. Sobre la parte superior va una pequea banderola, que no abarca
sino una hoja y se abre y se cierra desde adentro para ventilar la estancia, cuando el tiempo lo permite.
Tambin las puertas de calle son dobles, teniendo la de afuera un
agarrado.r de bronce o de madera, con el cual es necesario empujar con
fuerza para abrirla. No se ve nunca una puerta abierta de par en par,
como en nuestras casas. All las puertas slo se abren a medias. Es una
precaucin impuesta por el clima, sobre todo en invierno, para que el
:fro de la calle no se entre de rondn en las casas, malogrando con su
intruso contacto de nieve el clido abrigo. de las estufas. Un batiente
de la puerta exterior puede permanecer firme, si tiene dos, ya que a menudo son puertas que no se abren por el medio sino por un solo lado.
Hasta los grandes almacenes, las casas de venta, las oficinas abiertas al pblico, los teatros, los cines, emplean ese sistema.
El pesado batiente tiende a cerrarse solo, y el pblico que va saliendo o entrando debe encargarse de sostenerlo con la mano o el codo al
pasar, y a veces, cuando alguien ha pasado ya y otro llega desprevenido,
puede golpearse la frente en el madero.
La defensa contra el aire de afuera se vuelve inquietante en los almacenes y en las salas de espectculos pblicos muy frecuentadas, en las horas
de mayor afluencia de concurrentes.
Grandes halls de cines donde se aglomeran cientos de personas, slo
cuentan con una estrecha abertura de acceso, y cuando el edificio lo permite, se hace salir a la concurrencia por otro lado al terminar cada seccin. En uno de ellos, cercano al hotel, cierta tarde en que fu a presenciar un nuevo film, tuve ocasin de comprobar los inconvenientes
de esa escasez de entrada, pues los que haban- hallado agotada la boletcra, que eran cientos, deban volverse por donde haban entrado y all,
en el h-ueco de la doble puerta semicerrada, se produca un apretujamiento
tal y un forcejeo tan espantoso., que a punto estuve de arrojar mi ltimo
aliento en fuerza de babcr expelido ya, entre aquellas brbaras apreturas
de asixia, todo el aire de mis pulmones.
Entonces tuve para m que entrar en tales cines, a ciertas boras, vala
tanto en cuanto a arontar riesgos de muerte, como ir al propio frente
de guerra.
Y como. me asisti el coraje de desaiar ese peligro un par de veces,
LA EsFINGE RoJA
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I;as calles de Mosc. . . Las hay para todos los gustos, en cuanfo a
extens1n y anchura, desde el estrecho viaducto medieval que se introduce
como con cierto aire de clandestinidad entre los costados y fondos de las
casas .. hasta la n:oderna avenida de setenta, cen y ciento veinte metros de
amphtud que cucunv~la el casco urbano o que sale a juntarse con las
carreteras rurales tend1das en rosarios de kilmetros haca otras ciudades
cercanas y remotas.
. , ~omo la ciudad ~ar~ce de un planteamiento regular, ms o menos
s1metnco, se han .mult1phc~do los vericuetos labernticos, los pasajes sinuo.sos que atrav1esan mae1zos de mampostera nara acortar distancias .
. Estn gener~lmente mal pavimentados y aun "'sin ms pavimento que
la t1erra endureoda por el trnsito. Ellos permiten trasladarse de un
punt.o a otro cercano sin dar los interminables rodeos a que obligan las
avemdas y calles normales en la irregularidad catica del amanzanamiento
o de la falta del mismo.
De trecho en trecho se encuentra, pues, en vez de la bocacalle de
ur:a va pblica con sus correspondientes aceras y calzadas, hacia las que
n:uan, como es natural, las puertas y ventanas principales de cada edifiClo, un portal o un espacio abierto por donde desemboca uno de esos
callej.ones auxiliares, a veces con capacidad para el trnsito de vehculos
en hllera, que penetran en lneas irregulares por entre las casas, y que
suelen no ser sino una continuidad de patios en torno de los cuales se
alza.? las paredes traseras o laterales de los edificios, agujereadas por pequenas ventanas.
A veces conducen, por un corto trayecto, y con facilidad, de una arteria a otra. Otras veces son largos y dan vueltas complicadas, de modo
tal que si uno se deja tentar por ellos y da en secruirlos sin ser baqueano,
se pierde irremisiblemente.
<=>
Hay callejuelas de esas que slo son una serie de veredas estrechas
que se internan a travs de patios o co.rrales, pasando entre portones y
grane:os o desvanes vacos, y realizan un recorrido tan imprevisto, que
al sahr a la calle o plaza buscada uno se ve desorientado v sin saber si
ha de tomar hacia la derecha o hacia la izquierda.
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EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
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suelen no care.ce.r de esb.eltez y armona de proporciones y de una interesante y nada anda sobnedad en su ornamentacin, pero carecen de fineza
~n los det~lles y no logr~n afirma~ -aunque lo intenten-, los valores
mconfundibles de un caracter propiO. Son una mezcla un tanto hbrida
de estilos. Se diran los borradores de un estilo futuro. Mezclan la forma
moderna, las lne~ .clsicas, los re~uerdos de la estructura bizantina y
los ornamentos asiaticos, pero con cierta timidez en su tendencia a orientali~ar un poco lo occidental. No quieren ser orientales sino en muy parca
do,sis. A veces parecera que aun as lo son sin quererlo.
Un ~estimonio <;!~.las hazaas de _que han sido ca_pces la ingeniera
y la arquitectura sovi.eticas, es el PalaciO del Gobernador de los tiempos
del zar. Se hallaba Situado de tal manera, que el trazado de la avenida
encon~raba en l un obstculo junto con otros edificios que la piqueta
demoh en pocas semanas. All se haba instalado el Soviet de Mosc
en Concejo Municipal, y se le respet movindosele de su sitio en u~
trecho de ms de cincuenta metros, echndolo hacia atrs.
Se le restaur reformndolo. Se le aument de altura acrrecrndole
dos o tres pisos,. se le revisti de un bello revoque ocrranate icr~at
al que
b
tuvo en sus pnmero,s aos, sobre el cual resaltan, con agradable efecto,
los recuadros blancos de las ventanas, los blancos cornisones, las columnas Y. las J?ilastras de blanca. piedra arenisca del cuerpo central y el clsico
frontis, asi como el. alt? zoc~lo, aparentemente de la misma piedra. Se
ha conser~ado su estilo Impenal y se ha dado. mayor elegancia a las lneas
y proporc~ones de todo el palacio. Queda all, como un brillante exponente, meJorado, del gusto de su poca.
Otro edificio fu arrastrado hacia atrs, en po.cos das, para librarlo
de la demolicin. Se entenda, sin duda, que hubiera desentonado por
varias razones en la lnea de grandes casas modernas de la nueva avenida,
pero se le ha conservado detrs de esa lnea, en una especie de patio o
p~azoleta a que. da acceso uno de aquellos pasadizos abiertos bajo grandiosas arcadas mtercaladas de tanto en tanto. Es una construccin de
mediados de~ ~iglo XIX, perteneciente a ese estilo que recoge algunos elemel!-tos t.radicionales de la arquitectura nacional y se distingue por su
pohcromia, el empleo del ladrillo sin revocar y la forma de sus arcadas
y de las rechonchas columnas de sus porches. No estoy muy convencido
de que haya valido la pena dejarlo en pie a costa de ese difcil aunque
relativamente rpido traslado.
A la avenida Gorki afluye toda la poblacin de la ciudad en los
das de fiesta, a ciertas horas, y en cualquier instante cuando el pueblo.
sale a la calle atrado por algn acontecimiento sensacional.
La Plaza Roja y ella atraen a todo Mosc en las celebraciones de
las fechas nacionales o en las horas de las salvas espectaculares en honor
de algn triunfo guerrero.
En las tardes y no.ches de la buena estacin, circula por sus aceras,
especialmente por una de ellas, una compacta muchedumbre de paseantes.
El trecho monumental termina en la plaza pblica, en cuya esquina
la estatua de una mujer con los brazos en alto saluda desde el torren
de una de esas nuevas casas soviticas, al viajero que llega desde lejos
dndole la alborozada bienvenida de su fraterno ademn inmvil.
1
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EMILIO FR UGONI
Pero la avenida contina hacia afuera, un poco. me~~s aB~l1a ~ cr_uzando la plaza Maiakovski, llega a la plaza de la EstaclOn le 0 ~n~~;::
y luecro se proloncra en Boulevar, con arboleda en el centro, para e - ~
con 1~ carretera q~e conduce ~ Leningrado.
.
d todas
Tres realizaciones soviticas l~enan de orgullo, ,Por enCima e cr _
las dems, el espritu de los ~oscov1tas actuales: el Iv~etro, el canal Vol.,a
Moscova y la avenida Gc:r~L
.
..
Pero no es sta la mca calle digna de ser recornda con atenCion
curiosa por el visitante de la ciudad.
CAPTULO
VIII
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E.f..IILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
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.
me 10
1ace r o codn e u tt1mo p1so ~~1!- te.c~ur, interrumpi asimismo los trabajos
1
Y. P;nes
e apber du~ab y , rect1ncac10n de vas de trnsito; y Mosc sigue
s1e~ , o .'?na ur e 1a o11camente intrincada y difcil de recorrer. y segmra s1endolo por mucho tiempo.
Tardar~, sin duda, mucho menos en cambiar el aspecto aeneral de
sus construccwnes, que en. corregir la desaforada irregularidad de su trazado. Porque para correg1rlo se requiere echar abajo montaas de ladrillo ,Y cal Y tener prontas las nuevas casas para suplir la falta de las detrlildas. E.l proceso no puede ser breve toda vez que, por las necesidades d.e la v1da, se han elevado y se elevan y se continuarn elevando construcoones nuevas der;.tro de la vieja irregularidad, que es como ponerle
contr~fuertes al l.abe7mto para que se perpete.
. La modermz~C!n del trazado se ha de efectuar a base de nuevas
avemdas, qu.e amphe? la transformacin comenzada con la avenida Gork
con la avemda de Circunvalacin Sadowa, etctera.
'
. , Esas n:ueva;; ~rterias introdujeron en la metrpoli zonas de renovac!On arqm~ectomca, por
serie de edificios mo.dernos que se levantaron a sus margenes Y barneron con obstculos a la recrularizacin de las
calles, pero a su~ costados y por todas partes, queda la ciudad apelmazada en, un capnchoso agrupamiento de casas por entre las cuales andan,
.com<? v1boras que se meten P.or un lado y no se ve por dnde salen, esas
callejuelas .que no pueden reg1strarse en ningn plano, esos corredores que
parecen ab1ertos Y labrados por la casualidad entre los frentes o entre los
cost~d?s o e?tre los fondos de los edificios. Y sas son, por largo espacio,
las umcas v1as de acceso a millares de habitaciones.
No hace falta ~~correrla a pie -que es siempre la mejor manera de
penet,r~r una poblac10n-, para descubrir que es una ciudad desorbitada
Y caot1ca. ~arece de trazado propiamente dicho y est reida con el
an;ar:za_n:~~ento. \In buen conocedor ~e M<?sc, halla a pie ? en automovll, lll1lllltos atajos que acortan las d1stanC1as entre dos avemdas. Pero
el qu: no ~onoce. los atajos, que son verdaderos recursos del diablo en
un ?edalo mexphc~ble, apenas se aparta de una de las grandes arterias
se p1erde como, un Clego en un bosque. No hay, tal vez en el mundo ciudad donde sea tan fcil perderse.
'
Un simp.tico representante de Estados Unidos, Mr. Hamilton, actualmente ~1mstro e11: Finlandia, muy dado al footing, y muy avezado
a recorrer cmdades a p1c, anduvo perdido cierto da durante dos horas por
las calles de Mosc.
- Enormes c~serones de siete u ocho pisos - a veces de diez y doce-,
se levantan .e? angulo y er;. escuadra flanqueando vastos espacios libres
p~ra expanswn de los hab1tantes y por los cuales circula el pblico a
ple y son c?mo plazas s.ue ~: comunican entre s por angostos pasadizos.
Ese gen.er.o de ed1~1cac10n, que es tradicional y parece responder a
razo.nes de .h1g1ene pbhca, contribuye a extender la urbe, como se comprende, haCindole cubrir distancias inconmensurables.
Entre tanta confusin y falta de plan se trata de ir introduciendo
un orden a base de una idea orgnica de reimplantamiento de la urbe.
Ja
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EL PROBLEMA DE LA EDIFICACIN.
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JJ enagerie, baca ,la que mira con su insulsa fachada el Hotel Nacional y
la mastodntica Yellow House de la Embajada Norteamericana.
El antiguo hacinamiento de sus construcciones forma en algunos
sitios toda una apretada serrana de argamasa y de ladrillo, desde hace
pocos lustros atravesada y an circundada por avenidas amplsimas y
tambin desventrada por boulevares arbolados, pero sobre todo, cruzada
por el Moscowa y su afluente el Iauski, que le dan motivos para aderezarse con puentes soberbios y le conceden encantadoras perspectivas fluviales.
Con las colinas y bosques de sus alrededores y esos dos ros que se
internan en su corazn como espadas sinuosas, tiene Mosc bastante que
agradecer a la colaboracin edilicia de la naturaleza.
Pero, pese al partido que ha sacado de esos ornamento.s naturales,
especialmente por el lado del Kremlin, en cuanto a los segundos, y por
lo.s dominios del parque Gorki en cuanto a los primeros, y pese a la
audacia y magnitud de sus esfuerzos para modernizarse conservando y
realzando los tesoros arquitectnicos, no pocos de ellos invalorables, legados a su prosapia metropolitana por el genio. de los pasados siglos,
no es todava, apreciado su conjunto, lo que se dice una bella ciudad,
aunque no pueda negrsele el ttulo de ciudad grandiosa e imponente.
LUCHA DE ESTILOS.
Ser cabalmente bella cuando se hayan cumplido sus planes de modernizacin? Indudablemente. Fuera cual fuere el gusto que predomine
en la arquitectura de las nuevas casas, que ofrecern siempre por lo menos
la majestad de las grandes lneas y de los vastos volmenes, sin incurrir
en el delirio de las alturas innecesarias - y es ms fcil que pequen de
sobrias o ridas en su decoracin que de recargadas o churriguerescas-,
IVosc, de aqu a veinte o treinta aos, ser integralmente hermoso.
Pero habr perdido. para siempre valores y encantos insuperables e
insustitubles si no acierta a salvar en el turbin de las solicitaciones
actuales la esencia de su propio genio, del genio artstico del pueblo
ruso en una armoniosa adecuacin de los rasgos tradicionales que perpetan la impronta de su espritu creador, a las exigencias de la vida
moderna.
Para ningn arte so.n stas ms imperiosas que para la arquitectura,
por ser ste un arte eminentemente utilitario, que no puede nunca prescindir del fin prctico de servir a las necesidades humanas, las ms numerosas, porque es el arte de la casa, que es la ciudad orgnica, el caracol del
hombre civilizado donde se refleja y de donde emana toda la vida del
hombre, en la familia, en el trabajo, en el recreo, en la accin pblica, en
el recogimiento religioso....
Todas las corrientes de modernizacin y de progreso tcnico, cientfico, artstico, se cruzan y concentran en el abierto radio de la arquitectura, que es a la vez soporte, espejo y sntesis de la civilizacin.
Las culturas tienen en ella su raz, su flor y su fruto ms representativo.. Ella hace con las piedras lo que la literatura con las palabras:
da expresin duradera al hombre, a travs de los aos y de las edades,
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LA ESFINGE RoJA
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No es nada difcil descubrir los elementos decorativos y hasta estructurales que Rusia recibi del Extremo Oriente, de Persia, del Asia
1\!Ienor, sin necesidad de recurrir a la mediacin de Bizancio, que haba
creado un arte con el aporte de aquellas regiones asiticas y de Roma
.adems, sin descartar, como se comprende, el tronco griego originario,
del cual se separaba audazmente orientalzndose, en cierto sentido para
su bien y en otro sentido para su mal.
El arte bizantino era, pues, una combinacin de artes orientales con
influencias griegas y romanas. Los arquitectos de Bizancio tomaron la
bveda, como asimismo los arcos cabalgados que los romanos empleaban,
v les dieron nuevo desarrollo. Esos elementos los incorporaron al arte
;uso, que a su vez los trat con audacia renovadora.
El arte ruso marchaba por su va an bajo la influencia bizantina,
que no apagaba las cualidades nativas del genio eslavo.
Se han podido separar las diversas corrientes que vinieron a fundirse sobre el territorio ruso y que desde el siglo XII --como afirma el
famoso arquitecto francs citado- "constituyeron un arte original, susceptible de progreso, en relacin ntima con el arte bizantino pero sin
::onfundirse con l''.
En esa alianza de corrientes orientales y occidentales en que el instinto artstico eslavo se haba desenvuelto, y el genio de la raza, o para
mejor decirlo, del pueblo ruso haca valer su Personalidad destacndose
con valores propios, que tenan su raz en el ~edio y en la historia, la
arquitectura pronunciaba su originalidad.
Desde luego, se distingua en bloque de la bizantina, en la que tanto
se apoyaba, por el sentido de las proporciones. "Se nota siempre -dice
aquel autor- en los edificios rusos un sentimiento muy delicado de las
proporciones, pese a una ejecucin a menudo grosera. Esta cualidad es
evidente en los coronamientos, en la disposicin de los planos y de los
yacos, en la silueta general de la arquitectura".
Eso es lo que confiere a las iglesias rusas una esbeltez de lneas, una
elevacin armoniosa que en vano se buscaran en los templos ms famosos por la pureza de su estilo. bizantino.
Es una virtud que dota de elegancia y majestad a las construcciones, y ella basta, sin duda, para elevar a una jerarqua envidiable la escuela que sepa sacar partido de ella para su propia distincin.
En el siglo XVI aparecen en Nlosc formas originales que se inspiran
en la arquitectura nacional en madera, que es la popular y autctona
de un pas de bosques incomensurables, donde las primeras casas de Dios,
como se ha dicho, fueron simplemente "isbas" agrandadas y adaptadas a
las necesidades del culto. Hasta entonces la arquitectura rusa no haba
sido, salvo algunas variantes y fuesen cuales fueren los grados de su originalidad, sino una rama de la arquitectura bizantina, como en Kiev y
Novgorod, o armeniense, como en Vladimir, o italiana, como en el
Kremlin de Mosc, de los tiempos de I vn III, quien encarg al arquitecto Alevisio la construccin del muro erizado de almenas y torres de
acecho segn el modelo del Castello Sforzesco de Miln.
Con las iglesias en forma de pirmide sienta sus reales un arte arquitectnico ruso, si bien algunos arquelogos han querido ver en esas
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en ellos se encierran junto con las catedrales de cpulas de oro, las mansiones de los monjes y los cuarteles de los soldados.
Es en el Kremlin de Mosc (casi todas las ciudades rusas tienen
uno) , con su carcter de pequea ciudad fortificada, donde hace su entrada en Rusia el Renacimiento italiano.
Las tres, catedrales, las tor.res. de I vn el Grande (en homenaje de
San J u a~ Chmaco) , el Granovztaza Palata, la Muralla de ladrillos ro jos
y sus pnmeras Puertas y Torres, fueron obras de arquitectos italianos.
Ale_vis.io, Rufo, Solario, Fioravanti, pusieron all el sello del primer RenaClmiento.
Cuando I -yn III se propuso sustituir la primitiva empalizada, el
modesto Kren:Im de madera por uno de piedra, ech mano de arquitect~s mos~ov1tas. L?s .rusos, durante la prolongada dominacin trtara,
hab1a~ olv1.dado la tecmca de la construccin que aprendieron de sus maestro.s b1zantmos; y ya no saban asentar los fundamentos de un muro ni
alzarlo. No saban cocer los ladrillos ni servirse de ellos. No pudieron,
por tanto, complacer a I vn, llamado el Bueno. Los muros se derrumbaban apenas co.menzados. Fu, pues, necesario recurrir a los extranjeros.
Por, rec?mendac1n de su mujer, Sofa Palelogo, princesa bizantina que
hab1~ s1do educada en Roma, Iv~ ~'?ntrat arquitectos italianos. Estos,
no solo construyeron el cerco deflmtiVO, el Kremlin propiamente dicho,
con el gusto gt1co de moda, segn dira Voltaire, sino todo el conjunto
?e las. tres catedrales y los primeros palacios de albailera de esa sede
1mpenal Y. eclesistica,. administrativa, guerrera y religiosa, imprimind~le al conJunte;, a ped1do del propio prncipe, ese parecido con el Castello
S1 orzesco de Miln a que ya hube de referirme.
No se crea, sin embargo, que slo se trataba de importar los estilos
de ~oda _e~ Occide?-~e sin ningn miramiento para los valores de un arte
arqu1tectomco trad1c1onal. Por el contrario, cuando I vn III hizo venir
en 14 7 5 ~ Aristtele~ Fioravanti, de Bolonia, lo envi a Vladimir para
que cono.c1ese y estudiase los modelos de la antigua arquitectura relicriosa
rusa. El qu~r~ que el arquitecto se inspirase sobre todo en la cat~dral
de 1~ Anun~I~Cin, de Vladimir; y la verdad es que esos arquitectos extranJ~ros hlCleron templos de un color local innegable, en los cuale'>
adqmeren realce y categora los rasa-os ms caractersticos del arte tradicional rus~ armonizad?s ~on el gu~to y las adquisiciones del arte occidental, especialmente el Italiano, en su poca.
Pr~eba, de ell? fueron la Catedral del Arcngel, edificada en 1500
po.r e.l.mllanes Nov1, que se restaur en 1920-1921 de acuerdo con el plan
pnn;.ItlVO, y en la cual la doble cintura de arcos sobre los muros y los
motivos en forma de conchas gigantescas en lo alto del piso superior,
en v.e.z de las a~cadas tradicionales, significaban aportaciones de las que
s~ ~lJO. que abneron una nueva era en el desarrollo del arte arquitectomco ruso. Y la Catedral de la Asuncin, tambin del Kremln en
q~e Fioravanti inspirndose, como ya hemos dicho, en la catedral' del
m1;;mo no~_bre de la ciu?ad de Vladimir, del siglo XII, interpol en el
estilo trad1c10nal .magnficas i?-novaciones italianas que realzaron la be
lleza de la obra sm desnaturalizar su conjunto.
Fu ms adelante cuando se cort, casi de golpe, el desenvolvimiento
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CAPTULO
IX
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para los trabajadores de las fbricas y de los campos; para los stajanovistas de los talleres y los ms esforzados productores de los koljoses;
para los educacionistas; para los empleados de todas las categoras, recompensando aptitudes sobresalientes o dejando constancia del correcto cumplimiento de su deber. Las hay para las madres de muchos hijos. De
los militares, ni qu decir. . . Para ellos, en tiempo de guerra, esos comprobantes de sus mritos no llegan a plazo f~jo sino q1;1e respon~en al
azar de las circunstancias y frecuentemente se JUntan vanos por diversos
hechos de armas.
Por lo. general la medalla trae aparejadas ventajas de orden material
que explican la constante exhibicin que de ellas hacen los agraciados.
Esas ventajas suelen consistir en rebajas de pasajes en el Metro, tranvas
o autobuses y ferrocarriles; en facilidades para entrar a los espectculos
pblicos, etctera, sin contar con que algunas de ellas se acuerdan acompaadas de una recompensa en dinero.
Agraciadas muchachas, ancianos y ancianas venerables, pasaban con
sus bolsas de red o sus grandes sacos de mano replet'os de comestibles:
pan, papas, alguna botella de leche ... Nadie se extraaba de ver personas
de toda condicin cargando algo. Las chicas estudiantes no tenan a
menos andar con tarros de leche en la mano.
Se revelaba de ese modo una de las ms pesadas molestias que gravitan sobre los pobladores de las ciudades soviticas, que se ven obligados
a proveerse de lo que necesitan para su sustento diario y a transportarlo
personalmente, ya que los almacenes no disponen de servicios de reparto,
co.sa que, por otra parte, sera incompatible con el sistema de racionamiento y la igualitaria imposicin de las colas, a las que se sustraen, sin
embargo, los militares de alta graduacin y ciertos funcionarios que tienen
facilidades para ser atendidos directamente por los administradores de
los establecimientos y servidos sin mayores dilaciones.
Tengo entendido que si bien la guerra, con el racionamiento que
trajo aparejado, agrav esa molestia, que se traduce para la poblacin en
una dura carga, tambin en los tiempos normales los servicios de distribucin y reparto funcionaban muy escasamente y por lo general el ciudadano de Iv1osc o de Leningrado, que no. poda delegar en otra persona
la funcin de acarrearle los productos indispensables, deba consagrar una
parte de su tiempo a la realizacin de ese transporte.
Por la calzada se vean desfilar con frecuencia mujeres de toda edad
empujando cajones o ::ecipientes de metal, que van sobre carritos o tablones con pequeas ruedas. A veces es toda una familia de campesinos:
el padre, la madre, los chicuelos, la que marcha consagrada a ese trabajoso acarreo, tirando unos de adelante con sogas y empujando de atrs
los otros.
Abundan los transentes que cargan al hombro bolsas o llevan pequeos bales o baldes en la mano; y por el tiempo en que hicimos nuestros primeros paseos por Mosc se vean muchsimas personas, a determinadas horas del da, portando herramientas agrcolas, envueltas en trapos o papeles: palas, azadas, rastrillos, no muy grandes pero de largo
mango por lo general.
Eran lo.s vecinos que iban a labrar la tierra para la siembra de papas
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CAPTULO
RECORRIENDO LA URBE
El novicio observador de las calles de la populosa urbe se sorprenda
de las aglomeraciones de gente en el centro de las calzadas, en las avenidas amplas, o en el cordn de las aceras en todas las vas pblicas, o
contra los muros y ante las puertas de algunas casas.
Al principio lleg a creer que se trataba de algn mitin o de alguna
reunin de curiosos ante un espectculo callejero. No tard en percatarse de que aquellos peatones detenidos en paciente espera estaban aguardando el tranva o el mnibus, o si no turno para entrar en el comercio
donde se expende la leche o el pan o la carne o cualquier artculo raonado de mucha demanda.
Tambin presenci colas largusimas ante kioskos en ciertos parajes,
do.nde permanentemente se venden revistas, tarjetas postales, algunos folletos y libros. A la hora de salida de los diarios se forman esas colas
para comprarlos, porque all no los venden, como en otras partes, los
que en el Ro de la Plata llamamos "canillitas", es decir, los turbulentos
vendedores de peridicos que vocean los ttulos en esquinas o corren
por las calles con sus montones de hojas impresas bajo el brazo y se
trepan giles a los tranvas y mnibus en plena marcha.
Existe una tupida red tranviaria, con co.ches de troley areo, que
se ha ido reduciendo en el centro de la ciudad, pero que an se extiende
por gran parte de ella.
Esos vehculos se cargaban ho.rriblemente. Eran fuertes vagones casi
ferroviarios de mucha capacidad, que solan marchar acoplados de a tres,
y batan el record en materia de carga. Y o crea haber presenciado en
Argel el sumum de los asaltos del pblico a los tranvas. Me hice lenguas
de lo que all haba visto. . . Pues no haba visto nada! Aquello de
Argel, comparado con lo de Mosc, era una insignificancia. Porque en
l\.1osc la gente no slo llenaba hasta el tope el interior de los vagones.
sino que desbordaba en las plataformas. y en los estribos, y todava
colgaba enracimada de los pescantes y de las ventanillas. Y hasta forraba
materialmente el coche por fuera, con una funda de cuerpos apiados
en la ms escalofriante aglomeracin. (En Roma habra de ver despus
algo semejante; y hasta en IYiontevideo he vuelto a ver cosa bastante
parecida).
Cada vez que el convoy se detena para que los que deban descender lo hiciesen por la plataforma delantera, suban por la de atrs.
en cada vagn, con mpetu de abord.aje, multitudes impacientes que uno
no se explicaba cmo podan embutirse en el vehculo. Y cuando ya las
plataformas no daban cabida a un alfiler ms, los viajeros quedaban apeuscados en los estribos y prendidos de los pescantes y de t'Jdos lados,
aun unos de la cintura o de los hombros de los otros; y siempre haba
quien lograba sumarse a la inverosmil aglomeracin. Y cuando el convoy
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arrancaba, all iban hombres, mujeres y muchachos, de pe en los estribos, aferrados a las ventanillas de los costados, o a la parte trasera
de los pescantes, guardando el equilibrio a fuerza de una tensin atltica
de los msculos. No saltaban a la calle por milagro a cada sacudn de
la marcha. No rega, ni poda regir, ninguna ordenanza que limitase el
acceso a los vehculos. El pblico prefera viajar as a no viajar de ningn modo.
Porque el problema del transporte se haba vuelto espantosamente
insoluble-desde que la cifra de la poblacin saltaba, a causa de la guerra,
de los tres mllones y medio a los cinco millones largos.
Un viaje en tranva u mnibus resultaba para el forastero una dramtica aventura. Una vez adentro del vagn, despus de haber pasado
por el purgatorio de la plataforma (travesa en la que algunos pierden
la billetera, hbilmente sustrada por rateros del mismo estilo de los que
florecen con incmoda abundancia en el mundo burgus), el pasajero
deba ir abrindose camino para acercarse a la salida anterior por donde
deba descender, y deba entretanto hacerle llegar el importe del pasaje a
la boletera, que suele hallarse estacionada en un extremo del coche. Los
aue vienen detrs le utilizan como mensajero o intermediario, poniendo
;n sus manos el dinero para que l se sirva entregarlo a la boletera y
recabar de ella el boleto correspondiente, y todava el cambio, si cabe,
pudiendo hacer l lo mismo con quienes le preceden.
Es sa, indudablemente, una aplicacin prctica del espritu de solidaridad y del sentido socialista de la vida a las cotidianas necesidades
del transporte. El "todos para uno y uno para todos" de la moral
cooperativista se impone en ese momento, como en respuesta al "cada
uno para s y los dems que revienten", que pareca ser la mxima rectora
de esos mismos pasajeros cuando, minutos antes, asaltaban el coche para
entrar en l cmo y por dnde pudieran ..
Para los residentes de la ciudad, habituados a esas complicadas maniobras y conocedores del precio de los billetes, amn de entender y hablar
la lengua del pas, la cosa no es difcil; pero para quien empieza por
no poder habrselas con el idioma, aquello supera con mucho su capacidad de accin inmediata, y no le queda ms recurso que transformarse
en un estorbo general amparndose en el consabido ni panimaiu, que
quiere decir: i no entiendo!
La cosa no paraba ah, pues para descender donde deseaba, tena que
pedir que lo dejaran aproximarse a la plataforma de salida. Y a menudo
ocurra que cuando lograba abrirse camino hasta la puerta, el tranva ya
haba reemprendido la marcha. y no se poda descendcr donde necesitaba
sino en la parada prxima, o. en otra ms alejada an, a no menos de ur..
tercio o una mitad de kilmetro de la anterior. Y en invierno, cuando el
fro del aire exterior y de la nieve empaa los cristales hasta volverlos
absolutamente opacos, ni siquiera puede colegirse por dnde anda el
vehculo para saber dnde bajarse.
Los conductores y guardas de esos vehculos -tranvas, autobuses y
trolleybuses- son mujeres, jovencitas por lo general; y cuando el trolley
de un trolleybus se zafa, cosa demasiado frecuente, descienden ellas a la
calle a acomodar, tirando de largas cuerdas, los mstiles (son dos) en
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esas implacables regadoras los procedimientos adoptados en el cumplnento de su deber, ni para reclamarles un poco ms de cuidado para con el
transente y de solidaridad para con sus pantalones.
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lUjOSOS.
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len reflejarse en la ropa. Haba quienes se cubran las piernas con unos
tubos de fieltro; otros con unas botas cuyas anchas caas estn hechas
de peluda piel de cabra o de gardua, sin curtir. El ruso, cuando puede,
sale a la calle bien calzado, con fuertes botas altas por lo general, para
preservar sus pies del fro y de la humedad.
Haba quienes se cubran la cabeza con altos gorros de karakul o de
otras pieles, que les comunicaban un severo aspecto sacerdotal.
Los palts que se vean pertenecan a todas las pocas. Los militares
lucan confortables redingotes y capotes cuyas diferencias de calidad correspondan, como se comprende, a las diferencias de grados. Las mejores telas de abrigo eran, sin duda, para ellos. Llamaban particularmente la atencin los oficiales cosacos con sus capas de negra piel de karakul,
que suspendidas de unas hombreras descomunales les llegaban casi hasta
el suelo en forma de carpas de campaa, apropiadas para cubrir con ellas
las ancas del caballo.
Tratndose de las mujeres, la observacin adquira -claro est--especialsimo. inters.
Unas -las que ganaban buenos sueldos o estaban casadas con n:aridos de abundantes recursos- ostentaban tapados de pieles; y se los
vea de todas las especies, formas y calidades, de todos los cortes y colores. Otras ms modestas se resguardaban sin pieles, pero no, carecan
de sus abrigos de tela gruesa, y muchas parecan retobadas en sus chaquetas de cuero, y si eran campesinas, en sus chaquetas acolchadas de algodn,
semejantes a edredones enrollados en torno del cuerpo.
En materia de calzado, abundan en hombres y mujeres las botas de
fieltro, pero entre las mujeres tambin las de brillante hule negro sobre
los zapatos, pues deben quitrselas para entrar en las habitaciones de una
casa o en una sala de espectculos; y no pocas damiselas elegantes lucen
unas preciosas botitas de goma blanca que dan a sus pes una hermosa
apariencia de pequeos cascos de gacela.
Cierto que las personas que se vean por las calles y asimismo. las
que constituan el pblico de los teatros, aun el de las localidades ms
caras, no iban, sino por excepcin, tan bien vestidas como las personas
de las clases altas y medias de otros pases.
Pero a las mujeres se las notaba a menudo capaces de compensar, con
la gracia y el gusto para acomodarse las cosas, la mediana o inferior calidad de las mismas.
No escasean las figuras femeninas atrayentes con sus botas negras o
blancas, de charol o de hule, pero siempre graciosas bajo el ruedo del
abrigo pesado. Las tocas y gorras que defienden del fro las orejas, cuello
y mentn, suelen ser sentadoras a los rostros de ojos brillantes y tersa
tez muy blanca, que el invierno colora de "clido carmn", como alguien
dijera.
La llegada del verano decreta una transformacin gloriosa en el aspecto de las mujeres jvenes. Las telas que slo dejan expuesta a las miradas una parte del rostro, y dan predominio casi absoluto a los tonos
<?.scuro~ e_n la coloracin de las vestiduras urbanas, son ~ustt:adas por teJidos hv1anos de claros colores, empleados con la pars1m0111a correspondiente a la finalidad de vestir el cuerpo sin abrigarlo mayormente, lo cual
permite a las mujeres dejar al descubierto. los brazos, el cuello y las piernas hasta ms arriba de las rodillas. Esto mismo ocurre en todas las
ciudades del mundo, pero en Mosc el contraste resulta tan pronunciado,
que cuando se produce el cambio, se asiste a una especie de sbita eclosin
floral deslumbradora.
Un buen da, en que el cielo azul y el sol resplandeciente trompetean en los ojos desde las altas arcadas de la nueva estacin, sale uno a
la calle y se restrega los prpados para contemplar mejor el espectculo
que generosamente se le ofrece. Han desaparecido los ltimos vestigios de
las defensas del vestuario contra el fro., que se mantienen, por imprescindible precaucin, hasta muchos das despus de pasado el invierno y tambin el otoo, segn las indicaciones del calendario, y aparecen entonces
liberados de la crcel de los abrigos invernales, los encantos femeninos en
flor. Es como. si las muchachas desenvainasen de pronto la belleza de sus
formas basta entonces celadas para hacerlas cantar en el relampagueo de
su pasaje por la calle.
Son la primavera de la literatura que se anima, realmente encarnada
en esas jvenes mujeres que acaban de salir de la crislida de sus envolturas
invernales, y que se despliega de pronto ante nosotros en la inquietud
andariega de ~~os mltiples y verdaderos ejemplares vivos de la "musa de
carne y hueso ...
Ese espectculo no se prolonga mucho en el ao. La misma primavera suele anticipar, en intercalaciones de semanas enteras, las destemplanzas del invierno, que prcticamente dura seis o siete meses desde mediados
de octubre a principios de mayo. Esto se traduce en un recargo para la
economa domstica, con relacin a la necesidad de vestirse.
Debe tenerse en cuenta que el vestido. en I'viosc constituye, por las
particularidades de su clima, un conjunto de exigencias desconocidas para
gente de ciudades y pases en que no hacen falta los tejidos gruesos de
lana, ni las pieles (que son carsimas porque se reservan para el ejrcito,
y las que sobran se exportan para obtener divisas) , ni las botas de fieltro
y de goma, o de cuero, ni los pesados gabanes forrados de piel.
Donde ms se notaba la general modestia de los trajes era en los teatros, por ser sitios donde la gente suele acudir con lo mejor que tiene
para ponerse, sobre todo porque existe la costumbre de afluir durante
los entreactos a los fcyers, a las amplas salas de espera y paseo, de que
todos los teatros disponen, para circular en parejas dando vueltas interminables, como los vecinos de nuestras ciudades provincianas en las plazas
principales. En la misma platea y en los palcos bajos y balcones del Gran
Teatro, junto a las p2rsonas bastante bien puestas y hasta con lujo, se
ven mujeres y hombres con el aspecto de nuestros obreros en da de trabajo, aunque no. con las blusas de faena; viejas no mejor vestidas que
nuestras ms pobres sirvientas urbanas; muchachas con vestidos casi humildes, aunque notndose en todas la preocupacin de una limpia y decorosa exterioridad para hacer honor a la brillantez del ambiente.
Cmo extraarse de la modestia de las toilettes sabiendo que desde
el estallido. de la guerra, es decir, desde haca tres aos, se haba paralizado
por completo la fabricacin de artculos para vestir? Slo se confeccionaban y no se vendan sino a precios exorbitantes, algunos pocos trajes y
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En Rusia ellas miran con franqueza y sin descaro, y no apartan la
vista ni vuelven el rostro aunque se las mire con cierta insistencia. Aun
sin corresponder a lo que puede ser una insinuacin de amor o qe amoro,
dejan entender que no les disgusta ser admiradas o contempladas. Aceptan sin envanecimiento ese homenaje al que pueden no dar mayor importancia, pero ante el cual se sienten complacidas.
Y como suelen no poner en ello inters sentimental, nada les cuesta dejarse contemplar por un viejo, y mirarlo tranquilamente a su vez, para
que ste -si es un iluso incurable- pueda forjarse la ilusin de que no
es, a pesar de sus aos, del todo indiferente a una mujer hermosa; y si
es un hombre sensato se conforme con el inocente halago de unos ojos
bellos que miran piadosos, no precisamente para parecer ms bellos, como
los del madrigal clsico, sino tan slo para no ser desdeosamente esquivos.
Conviene -eso s- no atribuir a estas impresiones mas en un terrenO. tan escabroso donde mis experiencias personales han debido ser muy
limitadas, el carcter de comprobaciones irrefutables. Reconozco que no
me considero inmune a la tentacin de las generalizaciones precipitadas,
que suele dominar a los observadores y cronistas de las modalidades de
un pueblo, y es muy probable que ella me haya traicionado en esta observacin como en otras, pero dndola por exacta, ya que creo rendir con su
intrascendente consignacin un respetuoso homenafe de galantera a las
admirables mujeres soviticas, debe buscarse la explicacin de esa simptica
manera de ser femenina en una correlativa actitud del hombre ruso, el cual
no. a~olece casi nunca de un vicio que es muy comn en el hombre latino,
espee1almente en el criollo de la Amrica Latina: el donjuanismo. Este, a
menudo asume, entre jvenes y viejos, la forma de una enfermiza prop-2ns1on a importunar a cuanta mujer bonita encuentran. arrojndole, con
ms petulancia que habilidad, el anzuelo, que suponen irresistible, de sus
voraces m~radas. Eso hace que la mujer de Mosc, libre del desagrado y
la desconfianza que en nuestras mujeres honestas producen los asaltos visuales de los profesionales del donjuanismo a todas horas y en todos los
sitios, no sienta el disgusto de verse mirada ni la necesidad de evitar que
se la mire. La mirada del hombre, por s sola, nunca la ofende. En esa
mirada ella pone, con el derecho que le otorga su entereza moral, el sentido
que m~s agrada a su dignidad y a su sentimiento. Y sin ninguna inquietud
la sost1cne, no ballc.ndo en ella ms que lo. que ella con su propio pensamiento quiere poner.
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CAPTULO XI
EL SISTEMA COMERCIAL
Acaso lo que ms amargaba y abrumaba el nimo de casi toda esa
gente que circulaba por las calles, cargando siempre algo, era el drama de
las dificultades para proveerse.
La persona que, por su escasez de recursos, deba ceirse a su libreta
de racionamiento, quedaba condenada a realizar maniobras para obtener,
revendiendo discretamente algn artculo racionado de los que poda prescindir, dinero con que comprar en los almacenes libres o en el .mercado
negro algo que necesitaba. En una y otra operacin inverta horas enteras, porque deba hacer cola en todas partes, unas veces para entrar al establecimiento, otras para conseguir turno ante las cajas, donde se expendan los recibos coD:tra los cuales le entregaban lo que deseaba comprar.
En los almacenes ltbres, donde se vendan infinidad de cosas ms qu~
en los de racionamiento, las aglomeraciones de pblico eran imponentes.
Luego esa persona deba salir cargando con todo lo que hubiese
comprado, porque no haba repartidores ni mensajeros.
Estos detalles del vivir cotidiano nos internan en el cuadro de la
organizacin comercial de la U. R. S. S., que describir a grandes rasgos.
Lo que se puede colegir de la entraa misma de la organizacin comercial sobre la cual se desenvuelve todo el intercambio de mercancas
en la U. R. S. S., por la simple observacin de sus signos externos, que
son las actividades y caractersticas del trfico en la ciudad, en sus tiendas
y almacenes mercantiles o en sus mercados, es que all el Estado retiene
en sus manos todos los resortes de ese plano, como de los otros, de la
vida econmica.
Por eso cabe afirmar que, as como en los Estados Unidos de Amrica el ciudadano -segn lo adverta W. Wilson en su libro La Nueua
Libertad-, depende siempre, en cuanto consumidor o productor, y es
personalmente tributario, de grandes compaas capitalistas, en la U. R.
S. S. lo es del Estado. Y no tan slo de las formas industriales y comerciales que ste pueda adquirir (lo que ofrece sus ventajas de orden
social) o sea de sus agentes de gestin, sino tambin de sus agentes GC
autoridad, lo que suele ser antiptico y casi nunca se explica satisfactoriamente. En este ltimo aspecto de la organizacin sovitica nos detendremos ms adelante.
El Estado es el nico gran comerciante y, prcticamente, el nico comerciante, pues los pequesimos concurrentes libres son excepcin, y los
productores campesinos que venden sus productos libremente, no son comerciantes fundamentalmente, sino solamente comerciantes ad-hoc.
De ello resulta que la relacin entre la oferta y la demanda se rige
por normas distintas a las de otros pases.
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ms frecuentados, es la sordidez y falta de higiene del nico mercado popular autorizado, ese al que pueden llevar a vender sus productos los koljosianos y que es el equivalente de nuestros mercados del Puerto, Central
y de la Abundancia. (La comparacin con el Agrcola o el Modelo no
resulta de ningn modo aplicable).
No puede compararse ni tampoco desde muy lejos, a ninguno de
aquellos tres. Ocupa un predio como de media ?ectre~, rodeado. por
un cerco de tablas de dos metros de alto. Sus mstalaClones cons1sten
en un vasto pabelln central de madera, al que se accede por una escalinata, en el cual se hallan los puestos de carne, de. l~gumbres, de hortalizas, de frutas, con la factura pobremente acond1e1onada, sobre laro-os mostradores circulares, ante los cuales desfila una multitud nmen;a, entre una atmsfera cargada de agrios olores.
Rodean ese pabelln unos largos galpones donde se venden verduras, flores y algunos pocos artculos de mercera, ferretera y menaje,
todo de nfima calidad y dispuesto. en forma poco atrayente. Un gento
numeroso circula por los callejones y entre l andan vendedores ambulantes de chucheras, frutas o flores, y no faltan los que expenden vodka,
sirvindola en vasos de uso comn, de cuya higienizacin es mejor no
acordarse, como nadie se acuerda all.
En una larga plaza, a pocos metros del portn de ese mercado oficial se vean, a ciertas horas, grandes aglomeraciones: eran centenares de
vendedores y compradores que formaban apretados corros por entre los
cuales circulaban hombres, mujeres y nios que ofrecan comestibles, alan trozo de carne, embutidos de cerdo, legumbres, frutas, tabaco, ciga;rillos, vodka, piezas de ropa usada, tejidos de punto, herramientas viejas, utensilios, etctera.
En alan otro sitio de la ciudad era posible ver, todas las maanas,
una multt~d an ms numerosa, de varios miles, que comunicaba especial animacin a todo un largo trecho de la calle, y que ~onsttua ~na
especie de inmensa feria ambulante dedicada a ese comerc10 clandestmo
ante el cual las autoridades haban concludo por hacer "la vista gorda",
porque sola resultar inevitable que, cuando intervenan, reci)Jiesen alguna pualada annima los policanos ms celosamente cumphdores de su
obligacin.
El mismo pblico mostraba cierta complicidad con esos traficantes
sin autorizacin y dificultaba cuanto poda, en tales casos, los procedimientos policiales, amparando a esos infractores y ayudndolos a escabullirse, sin duda porque los que hoy haban venido a comprar, maana vendran a vender, y viceversa.
Para dispersar esas aglomeraciones y concluir con esas concentraciones del "mercado negro" habra que librar verdaderas batalas campales.
o libre (en estos ltimos se vende a lo que se llama precio del Estado) cobrando menos que los especuladores, que suelen no ser sino modestos negociantes ad hoc que, acuciados por la necesidad, sacan a vender
lo que pueden o se ingenian para nego.ciar con las necesidades ajenas.
Porque el Estado, en su condicin de nico gran comerciante, retiene los productos y mercancas, que adquiere a los Koljoses, a las fbricas, y a cuantos organismos se dedican a la extraccin o creacin de
riquezas, y los guarda o las lanza al mercado. a su arbitrio, abaratando
tales o cuales renglones, o encarecindolos, segn convenga a sus clculos.
El Estado maniobra con esa facultad y la emplea para provocar el
nflacionismo o reducirlo, pero no. siempre logra eludir el imperio de
leyes econmicas que pertenecen al rgimen del sistema mercantil y monetario tradicional, con el cual desenvuelve y maneja su economa oficialmente dirigida. As, cuando ve abundar y acumularse el dinero en
manos de los campesinos a causa de la valorizacin de los productos del
campo, aumenta el precio de las mercancas que el campesino necesita
adquirir, pero entonces sube la marea del "mercado negro", y para contrarrestarla no. hay ms remedio que rebajar los precios de los artculos
que subrepticia y ostensiblemente, lo alimentan.
Slo una produccin abundante en todos los rubros, que permitiese cubrir con holgura las necesidades generales, reducira y anulara la
inflacin, siempre, claro est, que no se emitiese moneda en cantidad
desproporcionada. La inflacin se dejaba sentir por virtud de la escasez de mer~ancas mientras el Estado se ingeniaba para extraerle al pueblo el dinero, ya que las emisiones de papel moneda deban continuar
en grande escala para colmar los emprstitos de guerra. Slo :muy pocas cosas podan proporcionarse con cierta abundancia a la poblacin -el
pescado, las papas, los pepinos- dadas las circunstancias que atravesaba el pas. La guerra absorba productos y bnzo.s y obstaculizaba en todas partes la produccin. Y adems obligaba a disponer de divisas para
cuya obtencin se exportaban productos de gran demanda en el extranjero, como el caviar, el famoso caviar del l\!Iar Caspio, y las pieles que en
Rusia se acumulan por millones de toneladas y so.n indispensables para
afrontar los rigores del invierno, pero que en ninguna parte del mundo
son tan caras.
Suele creerse que el caviar es en Rusia algo tan popular y tan al alcance de los bolsillos modestos como el gofio o el arroz entre nosotros.
Acaso hubo tiempos en que no faltaba en la mesa de ninguna familia medianamente acomodada ni de ningn ciudadano capaz de ganarse regularmente la vida en un trabajo manual bien remunerado. Hoy no es as,
por cierto. Cuando yo sal de la Unin Sovitica el kilo de caviar, del
de mejor calidad, desde luego, costaba en los almacenes "gastronmicos'
800 rublos, que equivalan a 70 dlares, al cambio diplomtico.
El de calidad inferior costaba unos pocos dlares menos.
Con las pleles se presenta el mismo fenmeno. U na boa dr zorro
plateado, usada, porque nuevas casi no las haba en v-enta, le costaba a
un diplomtico de 2.000 a 3.000 rublos, es decir, de 180 a 270 dlares. Un tapado de karakul, para seora, costaba alrrdedor de 20.000
rublos. Yo pagu por un sobretodo forrado de una piel vulgar, 1.300
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EL INFLACIONISMO.
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E;..IILIO FRUGONI
'
Recordemos que el rgimen monetario sovitico en nada difiere. en
LA EsFINGE RoJA
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E.:VIILIO FR UGONI
LA ESFINGE RoJA
blecdo tan pronto como la economa del pas sea suficientemente consolidada. Los billetes del Banco del Estado excluyeron poco a poco de
la circulacin el papel moneda; de ms en ms depreciado. ste qued
todava algn tiempo en circulacin como moneda divisionaria, puesto
que estos billetes tenan una equivalencia inferior a un Tchervonetz".
"Cuando en 1924 se pudieron equilibrar las entradas y los gastos
del Estado sin haber recurrido a la emisin, la reforma fu completada:
el papel moneda depreciado fu reemplazado. por una pequea moneda
estable en bonos de tesoro en metlico, que forman con el Tcheruonetz
una moneda homognea de valor estable. Aunque la suma en circulacin
en el pas (abril de 1926) alcanza a 1.200.000.000 de rublos, o sea
ms de veinte veces que en 19 21, ella no era entretanto sino los dos tercios
de la circulacin de preguerra."
Lo que parece haber ocurrido es que, cumplindose una vez ms la ley
de Gresham, segn la cual la mala moneda desaloja a la buena, los Tchervonetz desaparecan de la circulacin en parte retenidos por el pblico, que
se desprenda de los rublos, depreciados siempre ms a medida del aumento
de las emisiones forzadas por las necesidades de ms numaario creadas, en
parte, por el retraimiento de la moneda mejor, que lleg a valer menos de
un milsimo de la otra. Entonces fu cuando. se suprimi la circulacin
paralela de dos emisiones distintas, refundindose ambas mediante una
conversin en que se canjeaban 50.000 rubios de 1923 por cada 10 rublos
de oro nuevos (Tchervonetz), dndose a la nueva emisin de moned2.
fragmentaria del Tcheruonetz un respaldo legal en bonos de metlico.
Empez as a lograrse la unidad y la estabilidad de la circulacin.
Desde el punto de vista de las relaciones exteriores la moneda rusa no
difiere, por su cubertura, de un billete de banco ordinario de cualquier
otro pas del mundo, como observan los economistas. Y como el Estado
sovitico ejerce el monopolio del comercio externo e interno, en sus manos
est equilibrar los cambios con el extranjero y regular las compras estrictamente de acuerdo con las disponibilidades de oro, si no prefiere o
no puede canjear productos por productos.
Despus de la unificacin sobre los bonos del Tchervonetz se hicieron grandes emisiones. Sin embargo, el gobierno pareca haber renunciado a hacer de las emisiones de billetes un medio de obtener recursos.
Pero la guerra trajo como resultado una inflacin desmesurada. A
las emisiones autnticas que el Estado deba lanzar p:1ra atender a sus
gastos, directamente, y para proporcionar al pblico numerario con que
cubrir los emprstitos interno,s, se aadan las emisiones falsas de los alemanes desde los sitios que ocupaban en el territorio de la U. R. S. S.
Lo cual daba lugar a una situacin en que, maniobrando entre el
exceso de numerario sovitico y la escasez de mercaderas, la especulacin
en el mercado negro de productos y en el mercado negro de divisas, sobre
todo dlares, haca desaforadamente su agosto, como acabamos de consignarlo al pasar.
Los precios andaban por las nubes, sin que resultase excesiva esta.
vez la gastada metfo.ra. El rublo, que no se cotiza en el exterior, caa
muy abajo en los ndices de su capacidad adquisitiva en todo el pas.
Sin duda, puede decirse que se le "dejaba" caer, aunque se hubiere deseado
no deja_rl~ caer, ya que su valo: all, ms que en parte alguna, por las
caracte,n.stlcas. ~el Estado co~:rcial y produc.tor casi cer.rado, depende de
1~ poht.Ica oficial de produccion, que el gobrerno maneJa a su antojo, 0
sr se qmere, de acuerdo con razones polticas que l se dicta a s mismo.
. Esa inflacin. y n.ubes de especuladores que se enriquecen sin traba_Jar ponen, en. evrdencra grandes fallas de tipo capitalista en el ordenamiento economrco y monetario del Estado. sovitico .
. .Todava al dictarse la ltima reforma, los diarios de Mosc daban
notrcra del arresto de cierto nmero de personas que compraron galochas
Y botas de goma de precios reducidos por las nuevas rdenes auberna~~ntales y que las vendieron o intentaron vender a p!ecios de ~specula
~wn en el mercado negro. Esos diarios agregaban que la mayora de
los arrestados no trabajaba.
95
MEDIDA DRASTICA.
?e
.
Es ~: sealar que actualmente las emisiones, dentro. del rgimen de
mconversion del papel que all se mantiene como en casi todos los pases
del ::Y.lundo, no se respaldan precisamente con esos porcentajes de oro que
se fiJan para que acten como freno, pues la moneda sovitica represen~a la fortuna de la nacin; detrs de ella est todo el conjunto de bienes
nac,wnales -suelo, subsr;elo, fbricas, construcciones, empresas, tesoros,
e\cet~r,a- Y el Banco emrte todo lo que el Estado necesita, en una supedrtacron absoluta de lo econmico y financiero a lo poltico.
"E.l Consejo ~e Ministros de la U. R. S. S. y el Comit Central de
los partidos comumstas de la Unin Sovitica -aade el comunicadohan resuelto, por tanto, llevar a trmino una reforma del circulante que
contempla la emisin para la circulacin de nuevo dinero de valor total
Y el retiro de la circulacin del dinero falso, as como del que no represen te un valor total.
96
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE ROJA
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1 a ::>-o m11 ~u
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del circulante un ru b lo a, e 1a nueva em1s10n
_"'~
antiguo dinero, emitido en 19 22. Como resultado. de la .rerorma d~1
circulante efectuada en el perodo de 1920-19 24, por mstr?ccw?es y, b~jO
la d.1rccc1on
' ac
' -Len1n:
se creo' un nUC\:O
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- la llL"". . OU"
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98
E?\liLIO FR UGONI
LA ESFINGE
RoJ _;_
99
e;
100
EMILIO FRUGONI
par para los primeros 3.000 rublos, 3 rublos viejos pcr cada 2 nuevos
hasta la suma de 7.000, y arriba de 10.000 ~11;blos 2 a. l.
El nuevo cambio diplomtico que regtra a parttr de la fecha es de
8 rublos por dlar."
Un dolomtco deber, pues, pagar ahora _por cad::. kilo de pan
blanco de s~gunda, casi medio dlar; y .si lo qmer~ dr pn~era, debcra
pagar medio dlar; y si lo p~efiere de pnmera espee1al, ten1ra que pagar
por l casi un dlar. Es decu, un peso ~ruguayo en e.1 p.-;mer caso, un
poco ms de un peso en el segu?do y cas1 2 pesos en el ter;:ero. Por un
kilo de fideos deber pacrar un dolar y cuarto; por uno c-12 azucar en panes,
casi 2 dlares; por un; ~e car?-e, casi. 4 dlares; P?r U !lO de manteca, 9
dlares; por uno de ca fe, cas1 1 O dolares, alrededor rle 2 O pesos uruguayos. . .
d
Si pasamos a la ropa, tene~os q_u~ para _comprarse Run ~etro e
percal deber pagar un dlar y 2-r centest;nos; s1 de. l:?.n a., ) 9 dolares; Sl
necesita medias de seora (aunque de algodon), pagara alrcacdor de 2 pesos
de nuestra moneda; si calcetines, ms de 4.50 en mo!leda uruguaya por
un par de seda artificial; si necesita un traje de. hombre de mezcla de
lana, pagar 83 dlares; si _de ~ura l?na, 170 _dolares (240 pesos uruguayos); si zapatos de mujer, .J 1 dolare_s. y ptco ~sesent3 y dos peso:
uruguayos). Por un par de botas de fteltro (19:::> rublos), unos 2-r
dlares.
.
Podra creerse que esos precios resultan _as rec~rga-:los para los dtJ:?lomticos por el tipo de cambio que se _les astgna, sten?o ~~e la verdadera
relacin, tratndose de las compras reahzadas por la pool.1c1on en ge_ner~l. es
necesario establecerla confrontando el rublo con el dolar en otra cot1zac1on.
Si nos atenemos a las cotizaciones lcitas sera lo contrario, pues el
cambio diplomtico se fija, precisamer;ttc, c.~mo una cor;c<?si~ ~ la amistad
internacional y para contemplar la sttu.aClon de los dplomattcos e?Ctranjeros que importan dlares. As, por eJemplo, en el. anCl 1946. el t1p? _de
cambio oficial del rublo con el dlar era del 1 O, rment:as el dtplomat~co
era del 12. Si ahora se ha rebajado este ltimo al 8. o sea en un terClo,
aqul ha de ser algo menos de 6. 6 7, es decir que por un dlar se entregarS.n 6 rublos con 67 centsimos. .
..
.. .
.
De acuerdo., pues, con ese cambto, la poblac10n sov1et1ca p~ga m~s.los
artculos en dlares (un dlar y 33 cts. ms) que los d1plomat1cos
extranjeros. Pero, claro est, esa cotizacin oficial se aleja mucho de la
real relacin entre la capacidad de compra del dlar y b de 1 rublo. En el
mercado necrro de cambios el dlar, el ao 1946, costab:> de 25 a 30 rublos.
Enton~es poda calcularse que el rublo equinla, por su capacidad
nor!Ilal en el comercio lcito, a 1 O centsimos de nuestra moneda, o alrededor de 5 centsimos de dlar.
Hoy se le habra valorizado por medio de esa opencin de reajuste
en una tercera parte, o sea en 3 cts. co.n 3 3 milsimos de :c.1.:estra moneda,
s su equivalencia hubiera continuado siendo la d~ ~ 946. Pero ya ~1emos
visto que a fines de 194 7, poca en que se reah:;;:o el nUEV,O mampuleo
monetario, los precios haban subido un 180 por ctento. Ser~a, pue~, mucho conceder que el nuevo rublo valiese ahora en su eqmvalenCla real
13 cts. con 3 3 milsimos de nuestro peso.
LA
ESFINGE ROJA
101
:Si no; atenemos al cambio ?~ncario sovitico, un rublo nuevo equivaldna, mas o menos, .a 30 centes1mos uruguayos, en r.mcros redondos.
De suerte que el ktlo de pan blanco costara S 1.20.
Los dems precios de la lista ya transcriptos acusan una relacin
en pesos uruguayos que lleva el costo de la vida a signos muv superiores a
los de nuestro pas.
~
102
EMILIO FR UGONI
.
'
{
o
v SOCJC'Se>S. a
:nstitutos usinas univ-ersidades, escuelas, granJ~S, iZO JOS.s 1.
'
-.
~~dos cua~tos ga~an un salario o una rcmur;.eraon de cua~~7~:r espeete, Y
t
son c07!0<-lC!~-', cada 'b'uno
se 1_es exDorta
a suscn''ot'rs"- Como
- ' l:os
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<Y
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atrcvcra
a
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o a suscd us-sao<.: cuanto se espera
- - ?
o
con menos de lo que le corresponde:
.
.
.
..
oblt'El emprstit; es, pues, siempre, obhgatono, meludwlc-mente
gatorio.
..
d
b
Luecro se nucde or en alguna conwrsacwn muy r::~ena 3, a o r~ros
0 enpleados q;e se quejan de l.as. cargas c?:1_.que se les re,~uc~n los" sa~anos;
y las suscripciones a los emprcstttos patrtOLlCOS suelen sa lds qu~:., l_,or su
mo::1to, ms dolorosas les resultan.
.
Y el observador debe por uerza per\atarse de que 11? son, por Cletto,
los producenvidiables las condiciones de vida de la mn:-ensa mayona
tort:s en un medio donde los precios de cas1 todos los ~rt1~ulos son tan
elevados, los salarios nominales son tan bajos, y bs obhzac1ones de toda
ndole imnuestas a la poblacin, tan implacables.
_
,
Un i1 ombre del pueblo, un obrero de bastante c~ali como par.a ha~er
conocido. y vivido los das borrascosos dd alu1J.1~.r~mt~r..to revo~~c~or::no,
me formul cierta VCZ, en pocas p;:Jabras COni1GensEJC3; lJ ;olilLCSl~ de
todo el problema monetario sovitico v~sto desde el angtLO de las tnbulacioncs dd oscuro ciudadano que trabapba para co:ner:
,
,.
-Suprimieron d dinero cuando la Revolucin promc~;;! que sm mne::::J tendramos cunto necesitbamos si trabajbamos Co~o eso no result cierto (nos moramos de hambre), restab~3Ceron ~l dmero. Pero es
tan escaso nara nosotro.s que no lo vemos smo en. l_z.~. r;1~no.s de los
dems. Antes de la Revolucin no estbamos tan aleja.:;o, ;.e; ~mero
Son palabras textuales, que reprodu::;:co c?n entcr?. 1:de.hdad para
que no pierdan nada de su -.;;alor como tcstnnor:-10. d? L qur p1ensan, con
t~n criterio elementalmente objetivo, algunos trabapc1e>res.
?e
CAPTULO
XII
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EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
104
Los NIOS.
106
de los jardines de infantes o de los primeros aos escolares.
Se les ve a cada paso jugando en bandadas, congregados en los es-pacios vacos.
En cuanto llega el tiempo del patn y del trineo pueblan las calles
menos transitadas entregados a ese deporte.
Y cuando llega el verano son de ver los desfiles de escolares que en
formacin disciplinada, acompaados por maestros o maestras, y a veces
encabezados por bandas de msica, con banderas y estandartes, se dirigen
a las estacior:es de ferrocarril para trasladarse por unos das a los campos
de vacaciones.
Todos van con sus hatillos de ropa, y las madres de muchos de ellos
los acompaan desde las aceras, mirndolos arrobadas y felices de que
puedan sus chicos ir a gozar de unas semanas de alegra en plena naturaleza, aunque bajo las reglas de una disciplina a base de toques de corneta
y rgidos horarios.
El espectculo se repite, en sentido inverso, cuando van retornando,
por turno,- los diversos contingentes de escolares en vacaciones enviados al
campo.
Las bandas de msica intercalan en el ambiente adusto de la ciudad
un parntesis de fiesta sonora, mientras los muchachos pasan en ordenadas filas, entre las cuales se destacan los que, de uno y otro sexo, sosti:.:ncn con gallarda tiesura las banderas desplegJ.das al viento.
Es eYidente que d Estado. tiene inters en que la ciudad se entere de
que enva a los chicos de los primeros aos escolares a fortalecerse en los
campamentos de vacaciones.
' El hijo de un amigo mo, un chico de diez aos. volva de uno de
esos vivaques hastiado de los toques de clarn, que le haban amargado las
vacaciones. En stas todo se hace a toques de corneta, como en los campamentos militares.
Adems se tiende prolijamente a proporcionar al nio entretenimientos para el espritu en las ms variadas y adecuadas formas.
Un escritor ruso, L. Brausicovich, reYelaba, a raz de la guerra. ese
entraable inters que es all una predisposicin del nimo pblico; lamentndose de que la guerra hubiera disminudo el nmero de institucion?s. complementarias del trabajo con les nios y reclamando que s 2
hiciese en ese terreno ms de lo que se hace. ''Provisoriamente -escribahai: dejado de salir una serie de peridicos infantiles, semanarios de teatro
y eme, se han cerrado casas de educacin tcnica y artstica; ha disminudo
la aparicin de libros y films infantiles. Como resultado ha d~cado bastante la aficin de los nios por la lectura.
_
Se. ~a reducido el mundo que ro.dea al nio de imgenes artsticas.
La familia ocupada en un constante trabajo deja, inYoluntariamente, al
nio solo. Este ha perdido muchos rasgos de espontaneidad infantil, adquiri UI?-a falsa nocin de igualdad con los mayores, perdi en una u
otra medida el respeto a los mayores. ;
Ahora es necesario hacer mucho por los nios.
Pero la educacin
slo en la escuela es insuficiente. H2.y que rodear la vida del nio sovitico de medidas educativas, juegos, lecturas, entretenimientos. Es necesario atraer a los mejores escritores soviticos, pintores, artistas, profe-
LA Es FI~GE RoJ i\
107
108
EMILIO FRUGONI
cor;niarse e~ cu~dado que se pone en no dejar perder ninguna aptitud sobresaliente, mngun talento que despunte en el nio. Cuando se le descubre
una fac~ltad poco comn, aprovechable para el arte o la ciencia, se le
~r.oporciona~ lo~ medios especiales para desenvolver sus dones de excepoon. Se le mscnbe en una escuela de especializacin, en un conservatorio
etc., y a~ muchos hijos del pueblo quedan encaminados hacia la mejo;
capaotaon posible de sus dotes privilegiadas.
. A los efectos de una temprana captacin de las vocaciones mejor
prov:Istas para las artes del teatro, la msica, el canto, la danza, la comedia. ~tctera, se organizan todos los aos interesantes espectculos en el
Bolchoc Teater, a cargo de menores, a veces nios de no ms de seis 0
si~te aos, reclutados en las escuelas y los talleres. Del personal de aprendices. de las fbricas o de alumnos de los institutos, escuelas, etc., se
selecoonan los que se distinguen por alguna inclinacin artstica bien dotada, y se les prepara para esos certmenes, donde el pblico asiste a la
revelacin de nuevos valores incipientes.
L?.s c?nservatorios y las ~cademias teatrales harn el resto para la
f?rmaoon ;n~esante de esa. multitud de elementos que reclaman los espectaculos esc~~~cos y los reo~ales con que se procura amenizar la vida del
pueb!f ~ovietic_o: y propo.roonarle goces estti~?s medi~n.te una maquinaria
estat"'~ ae ~~oylSlon .artistica, como compensacwn y lemtivo de tantas aspe.
rezas, sacn11c10s y smsabores.
.El fa:oritismo interviene en esa tarea de entresacar de las multitudes mfant!les los ~graciados con la proteccin de los sindicatos, o de lo
que sea, -para el cultivo de sus facultades? Probablemente. El favoritismo
e~ endmico en la organizacin de la vida sovitica. No falta en los hospitales Y es husped permanente en las oficinas y talleres v hasta en las
escuelas. Es un producto natural, una como emanacin inevitable de la
poltica, de la instalacin constante del Partido. nico, que vigila y manda,
en todos los lugares y huecos de la existencia colectiva.
Por o~~a parte, como reverso de aquellos aspectos azradables de la
suer~e de~ .n.mo en. la U. R. S. S., debe consignarse la existencia de las academias militares mfantiles, en que se les instruye para las artes de la
guerra desde los nueve aos de edad.
S:elen verse en la calle y en los paseos nios de nueYe. diez v
~ nce, anos, vestidos con unifo.rme milit~r, que delatan su condicin d~
1
""un"no
de una de esas academias. La mas famosa de ellas es la que lleva
por nombre el del clebre general" de Pedro el Grande, Zuvorov.
. . Son internados donde permanecen nueve aos, de les nueve 2 los
d!ec10cl?~: recibiendo una educacin completa, aprendiendo, entre ot;as
cos~~, ww:n~s y m~i~a, p2ro principalmente orientada hacia la preparacwn y d1sc1phna mllitares.
A los :Jieciccho. a?s el alumno, preparado para la carrera militar,
pasa a l2s fllas del eJrcito a hacer prctica y ponerse en condiciones de
ascender al poco tiempo a suboficial.
!_ienen la ~re~erencia para la ~dmisin en esas academias los hijos
d.c mllitares proreswnales .. para qmenes hay tambin clubes especiales,
s1c:~do ~atable uno que d1spo~e ~e un bello parque en Mosc, que fu
residencia de un acaudalado pnnCipe, con un arroyo donde navegan nu-
LA EsFINGE RoJA
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110
L'i.
E:,IILIO FR T..JGO~I
:vu10l 0 SfPn
.. "Lp V;J, a lOS C~~O
1e promueve a p10nero ; y pocos
-~~-; aL rce anos, s12
aos dcspu2s pasa a ser K.omsomo{, es decir, miembro de la Juventud
Comunista.
r
Desde la :primera etapa se le ensea a idolatrar al PJrtido y a sus
j~Ic~, Y se com1enza a prepararlo para la comprensin del "servicio soC!al ', que es. ,e~ trabajo pa:a fines colec~iYos que indica el Partido y
que . toa~ sov1et1co. debe realizar voluntanamente, aun en la escuela pri.
l!lana, al margen de sus deberes para con el establecimiento y la funcin
de alumno o de aprsndiz o de obrero u oficinista que inmediatamente le
incumbe.
Lo ms abominable es que se ha llegado, como en la Alemania nazi
y en b Italia fascista, a inculcar a los nios una espantosa moral de
fan_ticos en es~s agr;.:tp_acio_nes de preparacin po.ltica.- Jzguese por el
sentldo de Gl!1oones mtantrles como esa que se titula '"Pvel J\;orozov" _
que data de los aos en que se requisaba el grano a los campesinos, )~
en la que se dice:
Puel AI orozou
es nuestro mejor pionero
porque denunci a su padre
cuc:ndo escondi su trigo
en una cueua del granero.
'
r
""dd'
arec;.r'~
I':t _segun
rererenc1as
qu.z JUZgo r1
e 1gnas! que no se n1ponc a naa1e, ducctz:mcnte, la obligacin de ser ocmbrista, pionero, Koms?'!lol, y que_ hay quienes se sustraen a enrolarse en esas especies de mil:Clas prepart1danas, y aun se apJrtan de ellas despus de algn tiempo
sm sufrir por ello. especiales molestias. Pero el a-mbiente arrastra a la
inmensa__ n:ayor~a. y pocos son los que se resisten a sentar plaza de buenos sov1etcos figurando en las filas de tales organizaciones.
De cmo los "scrv~cios sociales" tienen reservado un importante
margen en las preocupacwnes de los escolares ilustra, entre otras, una
ancdota de cuya veracidad no me cabe duda:
. En una escuela de nios espaoles, en Iviosc, cierto maestro auiso
e~-~~Jr q;c la intercalacin del "trabajo social" se dejase sentir d~ma
Sl,':dC: soore la labor escolar de sus alumnos apartndolos del buen cumpm::mento "de sus dc~ercs como tales, y a men11;do los r2gaaba proteGtando conLra ese mot1vo o pretexto de malas lecciOnes y floja escobridad.
-Aqu
no
hay "trabajo social" que val era
nor
encima de la obl 1".
"
1
.,.
b
...
ganen ae estumar.
~er~. se _e_nter de ello_ el_ delegado del Partido, que no. falta en ninguna l~SL1tl7Clon o establec11mento, y como era su amigo lo llam aparte
para aavcrt1rle que no insistiese en esa prdica norque se vera obl(cr;;do
:1
a'".
r. ~ ~ 1
~ : - , .-' por ~conLranar
" .
.o ~
c.n u n~Lu1o
}"- 1e "P-Cdtlc.n
una sanoon
las constg:nas.
. , El maestro comprendi que no le quedaba ms remedio que 1~1etcr
vwlm en bolsa
. _P,.s se van forjar:.do, en escuelas regimentadas poltic2.mcnte y so:t::Jctldas a las normas del partido q~e se confun~e _coi?- el gobierno y con
el Estado mismo, dentro de los carnles de una dlSophna ms dep2ndier:.te
D~
.L
EsFI~GE RoJA
11 I
de las acti:idadcs partidaria que de las autoridJdes pedaggicas, el espritu v la mentalidad del nio sovitico.
no puede mcr:.os de llegar a suponer que todo ese afn del
Estado por ensear al nio a leer y escribir y por combatir el analfabetismo en todas las generaciones de la ciudad y del campo, obedece sobre
todo a una finalidad de sojuzgarrento poltico. Se ensea a leer al
pueblo para que lea la propaganda sovitica, y para que cultive su espritu a base tan slo de lo que el Estado permite leer. Se dira que no es
una preocupacin honesta, humanitaria y patritica de cultura la que
desata el esfuerzo oficial en pro de la enseanza y de la multiplicacin
de las escuelas, sino la preocupacin proselitista de hacer de cada ciud2.dano un receptculo apto para impregnarse de la ideologa bolchevique
y de la cultura ad usum comunismo. Hasta el alfabeto se torna as,
principalmente un medio de propaganda sovitica.
Uno
Los VIEJOS.
Pero no slo habran de llamarme la atenC!on los mnos de Mosc.
Tambin los viejos. Las viejecitas que se ven a menudo por las calles
de la capital sovitica!. . . Tambin parecen figuras de cuentos de hadas. . . No nos sorprendera que, de pronto, una de ellas, trocando
en un abrir y cerrar de ojos sus modestos vestidos por galas esplendoros;.!S, se nos revelase el hada buena de Cendrilln o de Alicia Cri
el Pas de las Maravillas. Son de mucha edad las que despertaban nuestro asombro enternecido, y a veces basta nuestra conmiseracin, al verlas
andar con sus cortos pasitos, sosteniendo en una mano el consabido
sJco, en procura de sus vituallas, a travs de las inconmensurables distancias de la ciudad populosa. Tantas arrugas suelen surcar el cutis de
sus rostros, que no se distinguen las facciones. La boca se pierde entre
las arrugas; los o jos son simples arrugas a su vez, por entre los cuales
la pupila apenas se desc-ubre. Empequeecidas por la edad, el pecho
enjuto, las espaldas estrechas y combadas bajo el peso de los aos, conservan, sin embargo, una Yitalidad inexhausta.
Y o no poda menos de quedarme mirando cmo caminaban con
sus pasos menudos pero firmes, apenas apoyadas en el brazo de ot:Zl
anciana semejante o en l}p bastn o sin apoyarse en nada, y todava
portando en una mano er infaltable bolso.
A su edZld, nuestras ancianas no salen a caminar por la calle en
das de invierno ni an en los das destemplados de cualquier otra estacin. Suele vrselas tan slo sentadas tras los cristales de una ventana
mirando cmo transitan los dems .. _ Cruzar, dos viejecitas -que entre
las dos suman no menos de siglo y medio-, una calle como la aver:.ida
Gorki, con seguro paso, sin arrastrar los pies, cogiditas del brazo, como
lo be presenciado muchas maanas; o internarse solas, sin acompaan te
alguno, entre la multitud trashumante de las aceras con su carga de productos en la diestra, y perderse de vista en la corriente de apresurados
viandantes, como con frecuencia me era dado obscncarlo, es cosa que
solamente en una ciudad rusa puede verse.
112
EMILIO FR UGONI
All estn, sin duda, las races recias y perdurables de ese :pueblo
que, desnutrido y diezmado por los efectos de muchas guerras lmpla.cables, sumados a los de un~ lucha permanente contra, l?s rigores de. la
naturaleza, puede, sin embargo, acumular e~ .los depos1tos. de su v1da
colectiva energas maravillosas que le pe.rmltleron constrmr, ,en ~~cos
aos, toda esa fbrica de progreso matenal y todo ese podeno bellc?;
que fueron para el mundo una rev~lacin ~asmosa cuando se le v1o
saltar como un tigre al cuello del mvasor 1mprudente para despedazarlo entre sus garras.
."'
d
Pero as como parece indudable que se r?dea al nmo sov1et:c<? :
los mayores cuidados compatibles con los m~d10s de qu.e .la colectrndae1
dispone, recib la impresin de que se descmda a ~os VlejO~, de 9ue no
se les ampara bastante en su decrepitud y se les dep d~J:?asta~o hb.r~dos
a sus propias fuerzas declinantes,. n:ando no .a s~ debthdad 1rr~m1stble,
s no hallan refugio en los sentnmentos sohdanos d: sus panentes o
.
.
amigos ms vlidos para sobrellevar las cargas de la v1da.
No slo los he visto andar por las calles atare.ados, recornendo dtsdstancas de kilmetros para proveerse de sus al.tmentos );'" trasladarse
de sus casas a sus empleos, o viceversa. Los he v1sto trabajando en las
fbricas 2 una edad en que ya hace mucho tiempo que ~uestros obreros
aozan de la jubilacin. Los he visto en los hoteles, servunos. a la m:_sa,
;raernos la comida a las habitaciones a pesar de sus setenta y ptco de anos
de edad.
Los he visto en los Koljoses participar de la faena de la cosecha.
En el que visit oficialmente y en el que se me mo?tr una. confo~table
y limpia sala-cuna con ms de treinta ~hicos acostadttos y bten cubtertos
en sus aseadas camitas, pude ver anClanos cuya edad andaba por los
setenta aos, tomando parte en la recoleccin de papas. Era un contraste. . .
.
All, los nios cobijados bajo la amorosa solicitud del Kol.Jo~;
aqu, los ancianos esforzndose en seguir viviendo porque. no eXIstta
para ellos la preocupacin sentimental de acordarles efectrvamente. el
derecho al ocio ganado de la senectud. Claro est que n<? ?ebe exclmrse
la circunstancia de la guerra, que sin duda obligaba a ex1~1r el c~ncurso
de cuanta persona estuviese todava en condici?nes. de reahzar. algun trabajo. Pero, tengo entendido, por referencias f~ded1gnas de q_r:tenes c<;mocan el medio sovitico desde haca muchos anos, que tambten en ttempos normales la situacin .de . muchos an~ianos no es,. en verda~, la ~e
personas que puedan prescmdtr del trabaJO para termmar sus d1as placida y cmodamente.
Del personal de los hoteles, sobre todo, conservo ~r;. recuerdo p~r
ticularmente penoso. Setenta aos contaba un pobre vtejo que atendia,
l solo, como "oficiante" (as se llama a los que n?sotros llamamos
"mozos"), las piezas del cuarto piso del Hotel Nat10naL , 1levan;.io a
alcrunas de ellas el desayuno, el almuerzo y la cena, y ademas servta en
el "'restaurante del primer piso. Cuando haba fiesta en el restaurante, le
tocaba permanecer atendiendo al pblico hasta la una y dos de la madrugada.
.
Cargaba el hombre todo el da grandes bandejas repletas de platos,
LA EsFINGE RoJA
113
fuentes, soperas y copas, recorriendo los pasillos de dicho piso del hotel,
y bajando. y subiendo las escaleras muchas veces al da. Se mantena en
pie gracias a la vodka que le daban a beber los clientes de las piezas, prefirindola a cualquier otra forma de propina. Era alto y delgado, de
cabeza completamente cana. Serva como poda -a su edad!- pero
era empeoso y afectivo. Deseo de todo corazn que haya podido encontrar el modo de emanciparse de esa fatigosa tarea para pasar sus ltimos aos de vida en una ocupacin menos dura, ya que acaso sera mucho pedir que tuviese asegurado un retiro econmicamente holgado como
tranquilo refugio de su ancianidad.
Otro anciano, de setenta y tres aos, que trabajaba en el restaurante, tuvo una suerte todava ms desafortunada. Un da, probablemente agotado por el prolongado trajn, excesivo para su edad, tropez
mientras llevaba una bandeja cargada de copas y botellas, con tanta
desgracia, que al caer di con el rostro sobre los cristales y se hiri malamente, debiendo ser hospitalizado y sometido a una largusima cura.
No. haba para ellos, por lo visto, ley ni sindicato que les deparasen el derecho de vivir holgadamente sin trabajar a sus aos.
Existen pensiones a la vejez. La ley acuerda dichas pensiones a
los trabajadores hombres a los sesenta aos de edad (en vez de los cincuenta y cinco de nuestras leyes) y con veinticinco aos de servicios,
como mnimum; para las mujeres se ha fijado la edad de cincuenta y
cinco aos con veinte de servicios. El porFentaje de la pensin que reciben como "retiro", es de un cincuenta a un sesenta por ciento del salario
normal, aproximadamente.
Con esas pensiones los viejos viven muy mal. Prefieren, pues, continuar trabajando todo el tiempo que sus fuerzas se lo permitan, si no
tienen la suerte de que algunos parientes mejor colocados los auxilien
de alguna manera.
Ms adelante relatar cmo. comprob, presenciando un juicio pblico, que una pobre anciana de ochenta aos haba estado trabajando
hasta haca poco tiempo en una fbrica de hilados de algodn.
LA ESFINc;E ROJA
CAPTULO
XIII
115
En las ciudades de los pases que no. han sufrido lo que sta con la
guerra terrible, y que no han debido someter a sus poblaciones a las recr]amentaciones propia~ de la situaci?n anormal, una aglomeracin de'pblico
ante la puerta de c1ertos comerc10s suele ser una seal de aleara y hasta
de holgorio.
"'
All se ':'ea una multitud aglomerada en ancho espacio y se acercaba uno, cu.noso, esperando hallar un sitio de especial atraccin; y si a
menudo, a c1ertas horas, se daba con la entrada de un teatro o un cine
n:s _frecuen~emente lo que se encontraba no era sino la resignada pa~
c1enc1a de c1entos de personas haciendo "coJa" ante el comercio donde
expendan el pan, la leche, la carne o el pescado; cuando no topaba uno
con el borbolln de los que entraban y salan, interminablemente de un
gran almacn "~astronmico"; o no descubra el apretujarse en remolino
de un mercado. Ilegal, en plena calle donde el trfico clandestino de productos,. de ropas usadas, utensilios, herramientas, artculos de tocador,
comest1bles, ~t~tera, se efectuaba no muy lejos de la vigilancia policial
pero en el d1s1mulo del hacinamiento y a base de rpidas trat'ativas de
toma y daca.
. Pud.e informarme que tambin antes de la guerra, aunque no haba
rae1onam1ento, se formaban "co.Ias" semejantes ante los establecimientos,
"coopera~ivas". C: almac.enes, donde se venda la leche, el pan u otros productos ahmentlClos de Imprescindible necesidad.
Esos son los nicos accidentes en el curso de la montona animacin de las calles mo.scovitas, que no ofrecen al caminante fuera de los
motivos de contemplacin de ss edificios, el alegre y acogedor semblante
de esos bulevares que se ven en otras partes con sus mesas en las aceras
(acaso incompatibles con el clima de Mosc), de esas avenidas seductoramente arboladas y de todas esas arterias que el comercio decora desde
un extremo. al otro, a ambos lados de las msmas, con la sucesin ferica
de los escal?arat'es deslumbradores, trabados en una competencia de esplendor, de luJO, de luminosidad, tambin de buen gusto, para detener los
pasos del transente y decidirlo a comprar.
Muc~as mujeres de los pases capitalistas no saben de mayor placer
que el de mspece1onar esos escaparates y extasiarse ante ellos. Si un da
les dijesen que no podrn volver a ver en las calles de su ciudad esas resplandecientes vitrinas que son los ojos y la boca insinuantes y tentadores
de ciertos establecimientos comerciales, ellas quedaran consternadas, lo
la~entaran como una desgracia atroz y no hallaran ya razn alguna para
salu a pasear por las aceras, privadas de tan irresistible encanto.
Es que las mujeres de una ciudad socialista deben desconocer esa
seduccin del mercantilismo capitalista que constituye en el mundo burgus le bonheur des dames?
No es necesario ser tan frvolo como una de esas damas cuya mayor
preocupacin en la vida es el vestido, el adorno y el lujo, para convenir
en que los escaparates de las tiendas de fo.da clase amenizan las caminatas
de los peatones urbanos y constituyen, tambin para los hombres, naturalmente, un atractivo a menudo til, porque ofrecen con oportunidad
una muestra, a veces hasta con precios, de los artculos en venta, para los
E:>viiLIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
dos sexos y para todas las edades, as como para todas las capacidades econmicas.
Por qu no han de alegrarse las calles soviticas con el reclamo
nada pecaminoso de las vitrinas . ~e exhibicin, q~e. s.aldran al e~c~ent~o
del naseante llamndole la atene1on sobre sus pos1b1hdades de sat1s1aceno
de 1~ que necesita?
.
.
.
Los comercios de la avemda Gorkl y algunos otros Importantes de
las calles centrales lucen escaparates. Cuando son almacenes de comestible
exhiben en ellos las ms esplndidas frutas, los ms suculentos jamones,
los ms apetitosos salames, los ms sangunolcnt~s trozos de carne recin
cortada, los ms robustos pollos pelados, las mas frescas leg_umbres,. los
panes mejor tostados. . . Slo el tamao delata, a veces a s1mple v1sta,
por su deliberada exageracin, su naturaleza real de "naturaleza muerta",
en la jerga de los pintores.
.
Todo eso es de mastic pintado. Todo ello es cosa de utllera de teatro. Nada hay all que sea autntic?. Hbil;s artistas har: ~e~!izado p~r
fectas imitaciones, oue acaso los pnmcros d1as de su exh1b1c10n, algmen
se detena a contemplar pero que ya nadie mira. Y ni siquiera esos objetos son -.::eraces como anunciadores de lo que se vende en el local, pues en
ste suele no haber nada de lo que aparece-tan teatralmente imitado tras el
cristal de la vitrina.
Si se trata de los almacenes de vestidos o de sombreros de seora,
los que se exponen en el escaparate aparecen all displicentementc colgados, sin ninguna gracia, y son siempre de modas muy atrasadas, dando
adems, la impresin de haber er:vejecido en el si~io.
. .
No sera mil veces prefenble arreglar deb1damente las v1dneras. de
esos establecimientos, y colocar en ellas muestras reales de lo que. a~h se
vende, haciendo de cada escaparate un bonito e interesante entretennmento
de los ojos y un agradable adorno de la calle?
No debe creerse ni darse a creer que slo el gran comercio privado
en un r~gimen de libre concurrencia puede prod~cir ese mltiple y car:-1biante atractivo callejero de los escaparates rutllantes, cada pocos dras
renovados. Tambin la clientela obliaada de los almacenes del Estado
desea saber, sin necesidad de penetrar e;{ el local, qu cosas puede adqu~rir
all dentro y qu cosas hallar interesantes. Y, sobre tc;do, por el, bn_llo
de la ciudad y para distraccin de los qr:e por ella t.r.a~srtan, valdn.a. b1e::.
la nena de instaurar en Mosc y otras cmdades sov1et1cas la profes10n ac
"vidrierista" y cultivar el arte del escaparate. i Las cosas de ese gnero
que podran hacerse en los establecimientos comerci~les de la 1!~.S.S.,
con los recursos de que pueden disponer y con el sent1do escenograflco que
habran de encontrar hasta en el ms modesto de sus preparadores de
vitrinas!
Y si junto al gran comercio. mayorista y minorista .se p;rmitiera el
de los pequeos almacenes y pequeos talleres, estos contnbuman. con sus
instalaciones, por lo aeneral pintorescas en todas partes, a ammar las
aceras, dentro --claro "'est-, de las limitaciones que impone el clima y
la metereologa de la ciudad, donde son muchos los das en. el ao q17e
no permiten a los peatones entretenerse ante los escaparates m reparar 51quiera en ellos.
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EMILIO FRUGO:N'I
LA EsFINGE RoJA
sencia mltiple de esos monumentos evocativos que ya no son "en memoria" sino "en honor" de personajes vivientes, que no necesitan morir
para ser perpetuados en la estatuaria municipal. Tres o cuatro. modelos
reproducidos en infinidad de copias son los padres prolficos de toda aquella muchedumbre de piedra. Dos o tres Lenines sentados y alguno de pie
en actitud de orador; dos o tres S talines en distintas poses, siendo. el ms
difundido uno de imponente apostura, que sujeta al desgaire con una
mano, a guisa de una capa romntica, un pesado capote de guerra, se repiten en las plazas y jardines urbanos, en los paseos y parques, y a menudo
en los diversos caminos y rincones de un mismo parque.
A cada paso se halla uno de esos moradores histricos de la urbe y
a veces en los sitios ms apartados, donde nos sorprenden como viandantes extraviados ea la soledad circundante, y dan ganas de acercrseles a
indicarles el camino del centro, tan convincente aire de personas vivas y
pacficos forasteros suelen tener en el estricto realismo de algunas de esas
composiciones escultricas.
Es Mosc, sin duda alguna, la ciudad de la U.R.S.S. en que la iconografa poltica con originales vivientes (millares de estatuas y retratos
al leo de Stalin; algunos cientos de retratos de los Mariscales, de Molotov y algn otro hombre destacado del gobierno) , florece con demasa
de Lenin o Stalin.
En Leningrado, por lo menos, no se ha incurrido en tanto exceso.
Se ha tenido all el buen gusto de dejar en pie los monumentos a los
zares, sin enfablar con ellos una competencia revolucionaria de estatuas
de Lenin o Stalin.
Si se piensa que, aparte de las estatuas que pueblan la ciudad y sus
paseos, no hay establecimiento pblico, oCna, escuela, banco., hospital,
fbrica, comercio, sala de diversiones, biblioteca etctera, donde el retrato
de Stalin, solo o acompaado por el de Lenin o por el de otras figuras
soviticas, no figure en los sitios ms visibles, se echa de ver que esa iconografa cobra proporciones fantsticas. Es un fenmeno digno de estudio
el de esa profusin de retratos que, con respecto a Stalin -la figura central de ese sistema grfico de exaltacin poltica-, alcanza grados tales
de endiosamiento, que uno. se extraa de no ver su imagen en las iglesias, nicos locales pblicos en Rusia donde no aparece la efigie del prcer mximo.
Cabe preguntarse si Stalin se siente halagado por esa manera de cultivarle la popularidad; si en realidad ve con ntima complacencia esos
signos incontables de una glorificacin en vida que se cumple extensamente, con la regularidad de una norma en un captulo de los planes
quinquenales.
A m no me cabe duda que Stalin es indiferente a esa glorificacin.
El sabe que emana de su poder. Sabe cmo. y por qu se administra. Y
quines la administran. La utiliza como un instrumento para su poltica.
l'Vejor dicho, la deja utilizar, porque l, probablemente, no se ocupa de
eso, sino su partido, que es el encargado de emplear los medios de propaganda. Si quisiera opo.nerse a tanto abuso de evocaciones grficas, debera
vencer la resistencia del Partido, que no. desea en lo mnimo renunciar a
ese procedimiento de sugestin colectiva.
Todo ello no contribuye ni en un adarme a darle a Stalin la conciencia de su propio valor ni acrece en un pice el sentimiento que pueda
tener de su propia importancia. No es hombre para llenarse de nfulas
por demostraciones u honores de esa u otra naturaleza.
El da que le pareciesen nocivos al mejor cumplimiento de sus propsitos polticos, los suprimira de una plumada y vera sin pestaar cmo
todas sus estatuas hechas polvo. pasaban a reforzar, bajo las aplanadoras,
el pavimento de los necesarios caminos.
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LA ESFINGE ROJA
CAPTULO XIV
LA ESFINGE RoJA
C\PTULO
XV
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EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJ .\
LA ESFINGE ROJA
CAPTULO
EL
XVI
METRO
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EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
129
alas para dar paso a esa irrupcin que se lleva por delante cuanto se le
interpone.
Y ~~ que se debe salir rpidamente, antes que suene la seal de
reanudacwn de. la marcha y las puertas automticas se cierren. Tambin
hay que dar ttempo a que entren los que aguardan afuera. Al que se
demo.ra en el breve trayecto, se le arrastra como el viento a una brizna
de paja o se le arroja brutalmente a un costado.
. Lo mismo ocurre con los que entran. Hay una desesperacin por
sahr y otra po,r entrar. El que no ha logrado salir a tiempo, junto con
todo.s los .cierna~, formando con ellos parte integrante de la bala, a cuyo
paso los 1.mpacten}es por entrar deben necesariamente apartarse, que no
mtente sahr despues. . . Se le rechazar hacia atrs en el umbral del coche
Y correr, el riesgo de sufrir magulladuras oponindose a la corriente:
mucho mas poderosa que l.
, Y le t?car verse devuelto, de espaldas, al vagn, como una mercaden~ .extravtada que rudas manos de cargadores arrojan nuevamente a su
depostto: En~retanto, los que penetran son, a su vez, un escuadrn de
cosacos mvadtendo, a caballo, una posicin enemiga. Yo mismo he forma~o parte de ese escuadrn de co.sacos. De tanto en tanto me enrolaba
en el. Y actuaba, fatalmente, como un cosaco ms.
. La operacin de trasponer las puertas del vagn es impresionante.
Sl le toca ~ uno 9-uedar en un extremo lateral, para deslizarse sobre el
marco, pehgra dejar un brazo hacia afuera mientras todo el resto del
cu.erpo ha entrado, ya calzado, en el espacio libre, por aquel impetuoso
calzador que es la avalancha frentica de los pasajeros. Y sus esfuerzos
para traer el brazo consigo suelen verse impedidos por otros pasajeros
que entran ~etrs y no se pueden mantener ni apartar.
Por mtlagro conservo todava mi brazo derecho despus de uno de
esos asaltos de caballera de a pie a los vagones del Metro.
E! P?bli~o soportaba bien estas molestias y se adaptaba a ellas, pues
las sabta mevttable.s co~o efecto. de la su~rpoblacin ocasionada por la
gue~ra y el fatal 1mpen<? del ntmo de vtda que all debe llevar cada
habttan.te para llegar a t1empo de trabajar, de comer, de descansar, de
concurnr a los teatros, donde las puertas se cierran inexorablemente al comenzar la funcin.
Nadie se quejaba de ser empujado, arrastrado, derribado, ni nadie
pro.testa~a contra los ms groseros descomedimientos, que solan ser inyolun~anos, y de los ~uales n.o era nunca responsable directo el agente
lnmedtato. T~nto hub1era vahdo protestar contra el manotn del viento
que nos despojaba del sombrero al doblar una esquina.
Y o. he visto fo~nidos militares empujados por esas marejadas, arro ..
~lados por esa mu~t1tud y hasta apartados de un indeliberado codazo
msolente por. un ':1andante ansioso de no quedarse rezagado, soportarlo
todo con la frlosofla del caso, poniendo al mal tiempo buena cara.
. En J?-r:estro ~a~, ?on?e no hemos aprendido a dominarnos bajo
las tmpos1c10nes d1se1plmanas de la necesidad, hubiera habido tiros y
pualadas.
.
A m me han apartado como. un estorbo, por lo aeneral sin decirme
''agua va", y otras veces dicindome paylusta (que quiere decir "por
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LA ESFINGE ROJA
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CAPTULO
XVII
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EL FTBOL EN Mosc.
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LA
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ESFINGE ROJA
137
Los PARQUES.
LA
Extenso espacio ocupaban los caones antitanques, las ametralladoras, las piezas de artillera de todo tipo y tamao, los aviones de caza
y bombarderos, los obuses y morteros colosales, los mastodnticos ca~
ones de sitio con que se bombardeaba a Leningrado, de un alcance de
d_iecinueve, veinti~s, veinticinco y veintinueve kilmetros, con proyec~
tlles de sesenta ktlos por lo menos; los tanques, desde unos pequeos y
endebles de tipo francs -fabricados en Francia- hasta unas fortalezas
rodantes con ruedas de oruga y erizadas de caones; los tracto.res mpre~
sonantes con caones descomunales, etctera.
El parque s~ ~xtiende al borde del ro Moscova y al margen del em~
barcadero se exhiban las lanchas de desembarco y de transporte de arti~
llera, los bofes de goma, las balsas para construir puentes, los puentes,
l~s motores. Ms all, los vehculos con patines para andar sobre el
hielo, los autobuses con dormitorio y cocinas para los jefes, las casamatas
de hierro de la lnea Mannehrhem de Finlandia, que tenan forma de
escafandra y eran como altos caparazones de tortuga dentro de los cuales
se emplazaban los fusiles automticos y las ametralladoras, que disparan
desde las troneras.
En grandes pabellones se haban dispuesto las armas de infantera,
las armas cortas, las instalaciones de rado, las defensas contra gases, todo
en gran parte de fabricacin italiana, pertenecientes a las divisiones fascistas que llegaron al Don.
Y all estaban, adems, las bombas de todo peso y magnitud, vn~
dose una de dos mil quinientos kilogramos, que puesta de pe, con sus
cuatro o. cinco metros de altura, pareca un monumento.
Cerca de ella llamaban no menos la atencin las bombas "atades",
dentro de cada una de las cuales hallbanse acondicionadas cincuenta
bombas incendiarias, y que en determinado momento se abran en las
alturas para dejar caer esos cincuenta vstagos, que con el roce del aire
se inflamaban en la cada y eran como otros tantos blidos de fuego.
Viendo ese fabuloso armamento, esa aviacin pavorosa, esa art~
llera desmesurada, esos tanques megat'rcos, esos formidables tractores
blindados, esas bombas inconcebibles, todo dispuesto en forma de poder
trasladarse rpidamente sobre ruedas a travs de cualquier dificultad del
camino, cruzando ros y montaas, se comprende que los gobernantes nazis
hayan podido forjarse la ilusin de conquistar el territorio sovitico.
Cmo resistir a ese alud de hierro y dinamita que avanzaba por el
cielo y por el aire? Esos caones, esos aviones, esos tanques reducidos
a la impotencia eran como terribles testigos y exponentes del orgullo
militar y guerrero de esos hombres que embriagados por el podero de
sus armas, las creyeron factores invencibles, ncontrarrestables, de su ambicioso sueo de dominio.
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CARRERAS Y JUEGO.
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"~n
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CAPTULO
XVIII
SU SEORIA LA NIEVE
Alcanza proporciones de abrumadora epopeya la lucha que Mosc
sostiene, como Rusia toda, con la naturaleza, "la madrasta de Rusia",
como dijo Solovef.
La nieve, tan blanca y tan blanda, que parece un dulce adorno de
las caiies, de los rboles y de los edificios, y que es en los campos un
hada benfica cuyo manto cobija las simientes y humedeciendo el suelo
auspicia las cosechas, es asimismo un azote de la ciudad.
La ventisca es un castigo para las gentes que se ven obligadas a
transitar por las calles de Mosc. El viento helado arroja sobre los
rostros las innmeras flechas de la nieve que cae en una apretada lluvia
de desbaratados plumones de cisne.
Ella les blanquea las gorras, los cueiios y las espaldas de los abrigos, en los que deposita puados de ese hmedo polvo de los caminos, no de la tierra sino de los cielos. Es en el suelo como azcar
molida. Se amontona en las calzadas, en las aceras, en los techos de
los vehculos, en las cornisas y en las techumbres de las casas.
Al derretirse lo moja todo. Las ropas se impregnan de agua. Los
frentes de las casas, y sobre todo los techos donde se acumulan muchos
kilogramos y de los cuales hay que desalojada de tanto en tanto durante
el curso del invierno, se deterioran por la accin de esa humedad persistente.
Cuando comienza el deshielo deben adoptarse especiales precauciones
para evitar que se desprendan de los altos camisones trozos de compacta
nieve que pueden lastimar a los transentes. La polica inspecciona los
techos de los edificios mayores y organiza su limpieza a fin de que no
ocurran desgracias.
La ciudad adquiere bajo sus pinceles un aspecto encantador. Sobre
el tapiz blanco con que cubre toda la extensin de avenidas, plazas e
inconmensurables espacios libres, resalta el punto oscuro de los transentes
abrigados en sus telas negruzcas. Las aglomeraciones sobre ese fondo de
armio parecen grandes manchas negras, como de pequeos rboles vistos
a la distancia. La muchedumbre humana toma apariencia de bosque, y
desde m ventana veo moverse a las personas como seres extraos, pesados,
con algo de animales silvestres exlados de la selva frondosa.
Cuando brilla el sol sobre esa quieta inundacin nvea, el cuadro se
torna esplendoroso. El azcar molido brilla con millones de corpsculos
cristalinos, que simulan chispas de diamante. Los rboles de hoja perenne, cedros y pinos, que acompaan en la Plaza Roja el mausoleo
de Lenn, festoneados por los gruesos flecos algodonosos que les cuelga
la nieve, se transfiguran en rboles de Navidad, y cuando el sol vuelve
joyantes sus atavos invernales, tienen algo de enormes pero graciosas confituras. Pero el mismo elemento que as juega con las cosas y las decora
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LA ESFINGE RoJA
table esa precaucwn. El fro seco estimulaba los resortes del organismo
e invitaba a la accin, al movimiento de la marcha.
Lo mismo que en das anteriores, fros pero sin nieve y sin viento,
yo me senta a gusto en el clima de esas calles, sufcientement~ defendido por abrigos an no tan pesados como. _este sobretodc: de p1eles co_n
el cual desafiaba ahora una temperatura de s1ete grados baJO cero, prop1a
como para irme acostumbrando po~C: a poco, por "g~ados" precisamente,
a las famosas temperaturas de vemt1cmco y tremta baJO cero ...
Me senta crozoso de poder pasearme aclimatado ya hasta a las rfacras de aire helado, cortantes como navajas, que me afeitaban la piel del
;ostro, pero que ya no lograban producirme en la_s c;>r~jas, ocultas bajo
el cuello, aquel alarmante escozor como de una mClplente quemadura,
que me molestaba al principio.
Observaba con inters cmo algunas mujeres munidas de rastrillos y
pequeas palas de largos cabos, quitaban la nieve de las aceras y la juntaban en mo.ntculos al borde de las calzadas, que luego cargaban a su vez en
recipientes rodantes algunos viejos barrenderos.
No pude menos de inclinarme a recoger un puado de esa nieve as
amontonada, para gozar por primera vez en mi vida; con el contacto ~e
ese algodn helado cado de las nubes, que entre m1s dedos se deshac1a
lentamente en agua cuando lo amasaba para formar una bola que me
hubiera gustado lanzar, a guisa de una inofensiva granada de mano, a
la cabeza de algn transente.
Tambin observaba con curiosidad la infinita variedad de trajes y
calzados que se ven por las calles de Iviosc al llegar el invierno.
Iba yo muy entretenido admirando el pintoresco pasaje de las gentes con sus vestimentas invernales, tan extraas para mis ojos de americano del sud. Pero iba cuidndome al mismo tiempo de que mis pies
no se escurriesen en el asfalto, alisado y humedecido por el blanqueo todava un tanto licuoso de las primeras nieves, cuando en una de esas, al
poner el pie izquierdo sobre una placa de hierro de la acera inocentemente camouflada por la nvea cubertura, resbal con tan irrevocable
prdida de mi centro de gravedad, que no pude detenerme sino. en el suelo,
donde qued extendido cuan largo era, levantando todava un poco las
piernas, mientras mis espaldas medan el pavimento y mi gorro de karakul
saltaba disparando a un par de metros de distancia.
Debo al espesor de mi gabn de pieles el no haber sentido el golpe
sino como un sbito e inesperado derrumbamiento de mi dignidad personal, sin consecuencias materiales ...
El hecho ocurri en un sitio muy cntrico, muy transitado. Por
mi lado pasaron, mientras yo realizaba el espectacular aterrizaje forzoso,
muchas docenas de personas, de uno y otro sexo..
Unos muchachos desfilaron por mi derecha mirando con el ms
vivo inters, sin detenerse, cmo toda mi personalidad se estiraba horizontalmente en la acera, cmo giraba un tanto sobre la cadera izquierda,
cmo se esforzaba en incorporarse, despus de haber logrado que los pies
descendiesen hasta acordarse al nivel de la cabeza, en ese instante yacente,
y cmo una vez incorporado, no sin algn trabajo por lo resbaladizo del
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EMILIO FR UGONI
PATINES Y ESQUES.
LA ESFINGE ROJA
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En otros parques, o en otros sitios de este mismo, all por las altas
barrancas de la colina de Mosc, el paraje donde la historia dice que se
detuvo Napolen a co.ntemplar el panorama de la ciudad, patinan los
esques.
Hay all montes de nieve; escarpados ribazos helados, por los que
se deslizan arriscadamente, los esquiadores y donde hay espacios para los
novicios y espacios para expertos.
A los chicos se les ensea desde las escuelas a esquiar, y conducidos
por sus maestros se les ve adiestrarse a menudo.
Puede decirse que es un pueblo de patinadores y esquiadores.
El depsito de esques en el Parque parece el arsenal de un ejrcito:
miles de pares de esos aparatos y de bastones correspondientes al equipo se
ven all acondicionados como lanzas y fusiles. No sobran. El pblico se los
arrebata. Muchas personas van tambin co.n su equipo propio y la vestimenta deportiva.
LA EsFINGE RoJA
CAPTULO
XIX
1-C
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LA ESFINGE RoJA
permitir que invadiese a su pueblo el co.ntagio de esa costumbre de disipacin del tiempo y de crtica a gritos que se ejercitaba en lo.s cafs espao.les de antes de la dictadura de Franco., en lo.s cuales muchos de esos
emigrados hicero.n sus primeras armas de militantes polt'icos!
Pasada la guerra, y poco antes de emprender mi retorno., algunos
espaoles haban credo encontrar ms favorable ambiente para la aclimatacin de esa costumbre, y ya se preparaban a ocupar un caf que se
instalara a propsito.
La verdad es que no. solamente haba cambiado la actitud de las autoridades para con el hbito espao.l del caf, sino que los espaoles mismos haban cambiado mucho en su manera de ser y de comportarse, ofreciendo as una garanta segura de que su pea no sera una agrupacin
de haraganes ni de ruido.sos discutidores ms o menos desaforados ...
No en vano han vivido ocho aos en la disciplina de la vida sovitica!
Ellos ya no ignoran que en la U.R.S.S. no cabe la expresin abierta
y sin trabas de la opinin poltica por parte de un simple ciudadano., en
la libre controversia espontnea y audible en el mbito de un local pblico.
Eso constituye un escndalo, o un mo.tivo de escndalo, que difcilmente se to.lera.
Su caf, si lo abren, no ser "a la espaola". Ser cuando mucho
"a la espaola ... sovietizada". Y carecerf por ello de carcter, de color
y de calor... Kaesno! (ciertamente!), como dicen a cada instante
los rusos.
En una terraza del hotel Moscowa -destinado sobre todo a alojar
a los miembros de los Soviets que vienen de diversas regiones y a los
altos funcio.narios de otras localidades de paso por Mosc-, funciona en
Yerano un caf de lujo, donde hay conciertos y baile, y se expenden helados y bebidas de todas clases.
En ese mismo hotel funciona un restaurante dancing do.nde una cena
cuesta 500 rublos.
Otros restaurantes del mismo estilo, pero menos caros, hay en diversos sitios; y ltimamente se haban abierto unos a precios ms al alcance
de lo.s bolsillo.s modestos, atendidos por muchachas; pero donde una
comida, a base de t, y un solo plato, no sala a menos de 25 a 30 rublos
( fres o cuatro peso.s) .
Eran, con todo., sumamente concurrido.s, porque las casas de comida;
en relacin al volumen demogrfico de la ciudad, escasean muchsimo.
LA ESFINGE RoJA
CAPTULO
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pulas, en forma de cebollas retorcidas, agrega tonos de remembranza secular al paisaje de ese espacio de la ciudad donde se qued aposentado
lo que ella tiene de ms anciano y vernculo, para rodear como con una
aureola de inmortalidad el Mausoleo de Lenin, cofre de mrmol y granito, donde se guarda religiosamente la reliquia sagrada de los restos embalsamados del padre de la Revolucin.
Y todava los palacios y los templos, que desde el interior del Kremlin se asoman en lo alto, vuelcan en la plaza -cuyo nombre tan antiguo
es tambin tan contempornea.-, bocanadas de recuerdos, rfagas del
viento de los siglos que tienden sobre las piedras de las calles actuales,
en invisibles tendales a todas horas renovados, las hojas secas de los
aos remotos, que crujen bajo los presurosos pies de los paseantes de
hoy en da.
Atravesndola se siente y se compulsa todo el peso de la tradicin
en el seno de esa vida nueva aue libra con ella un combate cotidiano
pero que, al mismo tiempo, co~fraterniza con ella cotidianamente. Ah
se descubre el lazo profundo que une el presente revolucionario al pasado
que se haba querido barrer para siempre del camino y del destino de
la nacin.
El Krcmlin, que en los tiempos soviticos ha vuelto a cerrarse celosamente al pblico curioso (para visitarlo se necesita solicitar especial
autorizacin), ha recuperado en cierto sentido el carcter de que los modernos zares, a contar de Pedro el Grande, le haban despojado.
Y es lstima que no se mantengan abiertos sus amplios portales para
que el pueblo pueda visitar sin mayores trabas sus jardines, sus templos y sus palacios, con los riqusimos tesoros de obras de arte, muebles
y joyas que all se conservan.
Desde all parecen velar, resurgidas a nueva gloria, la sombra de
aquellos rudos zares que plantaron, entre mares de sangre, los cimientos
de la grandeza mz:teral de Rusia, extendiendo su territorio, base secular
y activa de su creciente podero.
En cuanto al Mausoleo, se hallaba tambin clausurado durante la
guerra. El cadver del prcer haba sido trasladado lejos de la capital.
Permaneca, pues, solitario, sin guardias, el imponente panten con
sus severas formas de alto sarcfago y la tonalidad rojiza y negra de sus
granitos y prfidos; con sus pesadas puertas de mrmol y bronce; con
todo su inmutable carcter funerario, alzndose ante el muro del Krcmlin
y destacndose de la compaa de unos verdes pinos y argentados cedros
que le forman un adecuado fondo forestal y que en invierno agitan entre
sus ramas flecos y festones de nieve.
LA PRESE:\"CIA DE LENIN.
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El\IILIO FR UGONI
Ac, una apeuscada multitud de curio.sos contemplaba a un hombre que tocaba el acorden y a otro que bailaba y se mova como atarantado, intentando formar pareja con algunas chicas de aspecto ca:J1pesno que se haban acercado probablemente atradas por un ritmo que
les era familiar.
All, desfilaba otra multitud de mocetones Y muchachas perseguida
por una nube de chiquillos y guiada por tres .o cuatro aleteantes banderas
soviticas. De pronto se formaba un remolino de gente y el corro de
los que rodeaban a los bailarines, casi se deshaca en una marejada de
cabezas que se agrupaban. e.n torno de otro centr.o de inters. Era que en
eso pasaba por all un vieJO general, con su umforme y sus medallas, y
todos cuantos le vean comenzaban a rodearle y seguirle, aplaudiendo algunos, y los ms limitndose a acompaarle en apretada hueste.
A poco, otro remolino ms en diferente sitio, por causa semejante.
Se oan voces de "Viva el Ejrcito Rojo!". Cuanto oficial de alta graduacin apareca era aplaudido y rodeado, formndose, a veces, por la
simple agregacin de curiosos que queran saber de qu se trataba, imponentes aglomeraciones.
EL "MANTEO" DEL DEN DE CANTERBURY.
Fu entonces cuando tuve o.:asin de presenciar una de las ms tradicionales y curiosas costumbres del pueblo ruso. Una de esas columnas,
encabezada por dos o tres militares, parti de la plaza en direccin al
Hotel Nacional. Iba en busca de uno de los huspedes ms ilustres en ese
momento: Mr. He\vlett Johnson, el clebre den de Canterbury, autor de
un famoso libro sobre la U.R.S.S. Es un hombre de ms de setenta aos,
alto, delgado, con inmensa calva y cabellos algo largos muy blancos, de
una blancura de algodn. Su tez es rojiza como de hombre curtido por
el sol. Vesta una especie de levita o jacquet negro, ribeteado de seda,
y usaba pantalones co.rtos sobre unas largas polainas de cuero. El chaleco
suba abotonado hasta el cuello, y el blanco de la camisa llevaba la abertura vuelta hacia atrs. como es corriente en los eclesisticos cristianos
cuando usan trajes civiles. Se tocaba con un sombrero. negro, partido al
medio. Su figura de abate del siglo XVIII era de una severa elegancia.
Pareca arrancado de una estampa inglesa de los tiempos de Jorge III.
Vi, desde el balcn del hotel, cmo entraron en ste los dos o tres
militares que encabezaban la columna y cmo no tardaron en salir acompaando al Den, cuya presencia fu saludada co.n aclamaciones, en tanto
que una multitud, compuesta sobre todo de mujeres jvenes y muchachones, abundando por cierto los chicuelos, se cea en torno de l estrujndolo verdaderamente.
Lo vi saludar con el sombrero a la muchedumbre desde la puerta
del hotel, hacia donde retrocedi subiendo sus escalones; y luego avanzar
nuevamente cruzando la calle para caminar por la explanada en direccin
incierta. La aglomeracin del pblico era tan compacta, que el pobre
hombre no iba hacia donde quera sino. hacia donde lo arrastraban.
Lo apretaban, inevitable-mente, porque los de ms lejos empujaban
a los de ms cerca, y stos se apretujaban de tal suerte unos con otros y
LA ESFINGE RoJA
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todos con el homenajeado, que ste, pese a lo.s esfuerzos de algunos militares y policanos que lo rodeaban y trataban de defenderlo de aquellas
apreturas indeliberadamente brutales, se sofocaba al punto de tener que
quitarse el sombrero, que luego volvi a ponerse para no. andar con la
mano en alto sostenindolo all arriba a fin de que no se lo apabullasen.
No menos de tres o cuatro mil personas se apiaban en ese aruvo
de admrado.res del Den, cuya popularidad en ese momento era tal
debida ms que a ser el autor del difundido libro "El Poder Sovitico"
y organizador de colectas por muchos miles de libras para levantar y sostener hospitales en Stalingrado, a ser un sacerdote inals de tan caracterstica pinta, y que por aadidura, mereca del gobiern~ lo.s honores reservados a los mejores amigos de la U.R.S.S.
Esto es lo que, fuera de toda duda, esos miles de entusisticos admiradores saban.
Las molestias de esas clidas demostraciones de afecto y entusiasmo
fueron tales, que el Den resolvi sustraerse a ellas a toda costa, y girando
con mucho trabajo realiz un movimiento de vuelta al punto de partida,
pero en cuanto quiso cruzar otra vez la calzada para diricrirse al hotel,
hall una hilera de tres tranvas acoplados interpuesta.
"'
El hombre, entonces, dando pruebas de una agilidad y fortaleza
raras para sus aos, se trep a lo.s hierros que separan un vagn de otro,
y pasando dos veces las piernas por esa especie de doble baranda movible, a riesgo de matarse s los tranvas hubiesen empezado a andar en ese
instante, logr saltar al otro lado.
Pero poco le vali salvar tan arriesgadamente el obstculo. Porque, cuando se volvi para saludar con el sombrero a sus frenticos acompaantes, que haban quedado de la otra parte de los tranvas, stos ya
marchaban, y el pblico volvi a juntarse en un santiamn con el objeto
de hacer sus demostraciones al que tena ya ms trazas de fugitivo que de
homenajeado. Y se torna;ron an ms inquietantes las pruebas de cario
de los admiradores, pues a unos fuertes mocetones, acaso para librarlo mejor de los vaivenes de aquel oleaje indmito, se les ocurri- alzarlo en hombros, y pese a su evidente resistencia, se le vi surgir conducido en andas
algunos metros.
Y lo que es peor todava: se le vi saltar, encogido, sobre los hombros de quienes lo sujetaban y "exaltaban" zarandendolo hacia arriba.
como si lo. manteasen.
Tentado estuve de gritarles: "No sean brbaros!", pero no me hubiesen odo, y de orme, no me hubiesen entendido. Parecme aquello
una peligrosa irreverencia para el Reverendsimo Den.
No lo era, sin embargo, porque sa no es ms que una manera con
que el pueblo ruso aplaude y aclama o expresa su fervorosa adhesin espiritual a sus dolos de carne y hueso., cuando consigue echarles mano.
Verdad es que en la Plaza Roja vi enormes crculos de espectadores
que presenciaban ese juego de manteo a brazo pelado y sin manta, entre
robustos y jaranistas mocetones, que incluso, buscaban voluntarios entre
la concurrencia, no. siendo pocos los que se prestaban a dejarse soliviantar
entre risotadas y aplausos.
Pero tambin, en serio, a no pocos militares soviticos de mediana
,:ez
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con una aurorizacwn especial y slo por ciertas calles. Se adoptaban precauciones que nos parecieron excesivas. No se dejaba llegar al Hotel Nacional a nadie que no viviese en l. Y se deban mantener cerrados los
balcones para que nadie pudiese asomarse a ellos durante el pasaje de las
tropas o la realizacin de las evoluciones militares.
Hasta para el desfile de la Victoria rigieron esas medidas antipticas. La verdad es que grandes masas del pueblo quedan alejadas del
espectculo para que no impidan su cmoda. desarrollo en el espacio dentro del cual se efectan las ms brillantes evoluciones. Los gruesos y rgidos cordones policiales formaban murallas inflexibles tras las cuales se
rnantenan las aglomeraciones del gran pblico deseoso de ver alga., y al
cual se apartaba con pocos miramientos si haca falta dejar libre mayor
espacio, o si rebasaba el lmite fijado para su permanencia.
A la Plaza Roja slo poda penetrarse con la tarjeta correspondiente.
Y no sin antes cruzar cordones de guardias, que slo se abran para dar
paso despus de observar el pasaporte y la invitacin de cada uno.
Ni los mismos embajadores extranjeros inconfundiblcmente uniformados con elsticos de plumas, se libraron de esa inspeccin de los papeles, si bien -justo es consignarlo-, se abreviaba para ellos y para todos
los diplomticos en general, la operacin tres o cuatro veces repetida.
A algn ministro vistosamente ataviado, con sombrero de plumas
y todo, le toc volverse sin poder entrar por haberse olvidado esos documentos. Con ellos, pasaban a ocupar las gradas de cemento tendidas
a los costados del Mausoleo de Lenin y las aceras de ambos costados de
la plaza, varios miles de espectadores seleccionado.s: diplomticos, funcionarios, periodistas, militares extranjeros y soviticos, miembros dest2.cados del Partido Comunista, etctera. Pero las grandes masas populares aguardaban all lejos, en la avenida Gorki, o ms cerca en la
Plaza de la Revolucin, el retorno de los regimientos y el instante de
poder, a su vez, volcarse en avalancha sobre la Plaza Roja para no ver
ya sino la escena sin los actores.
Los desfiles son de una magnfica espectacularidad.
Las unidades de infantera, como he dicho, formadas en numerosas
filas "en posicin de firmes", ocupan toda Ia plaza, salvo una franja libre
por donde han de desfilar las tropas, y las aceras y la extensin de csped
donde se alzan las gradas que flanquean el Mausoleo.
Poco antes de comenzar el desfile suben a instalarse en la terraz.:t
del Mausoleo los principales hombres de gobierno y alguno; mariscales.
Stalin, Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y Presidente del Consejo
de Comisarios (hoy Consejo de Ministros), preside por lo general el acto,
desde aquella elevada tribuna.
DESFILA EL EJRCITO RUSO CELEBR2'u"\JDO LA VICTORIA.
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LA EsFINGE RoJA
Tras ellos, la artillera ligera, en la que se destacan como nota bellamente decorativa unos largos y elegantes caones de acero bruido
arrastrado por cudrigas de robustos caballos blancos, que semejan esculturas de mrmol, y que sacudiendo sus esplndidas crines albas trotan
gallardamente, aportando al cuadro marcial una evocacin imprevista de
espectculo de circo romano.
Parecen carros del Coliseo esos caones, sobre cuyas cureas van,.
guiando los esculturales trotones, unos soldados que, al empuar las
largas bridas blancas del vistoso atalaje, se diran aurigas de carrera hpica
en una fiesta de lo.s tiempos de Augusto.
Tras los caones antitanques y los de montaa pasan los de sitio,
mastodnticos; los interminables caones de largo alcance sobre inmensas plataformas con rodajes de oruga.
Tras ellos, los paracaidistas, con sus paracadas a la espalda y sus
pistolas automticas; los caones antiareos; los grandes reflectores para
alumbrar el espacio en busca y localizacin de aviones enemigos y los
aparatos detectores, cazadores de sonidos para rastrear los aeroplanos piratas en el aire.
En la parada del 1"' de Mayo de 1945 hubo una memorable sorpresa: el arma secreta sovitica de la ltima guerra, la Katiushka, que nunca
se haba mostrado en pblico. Cuando alguna vez cruzaba por las calles
de la ciudad, iba completamente oculta bajo. una cubierta. Haba en el
desfile Katiushkas de muchos tamaos. Son como rejas formadas por ocho
rieles, que van inclinados sobre camiones especiales y que disparan por el
extremo superior de cada riel una infinita sucesin de bombas po.r minuto, las cuales estallan hasta por tres veces, saltando hacia adelante, destruyendo, arrasando y calcinando todo cuanto encuentran a su alcance.
Descargan desde sus mismos camiones, que se hacan arribar en los
momentos precisos a lo.s lugares indicados, y que una vez cumplida su
misin se alejaban a toda prisa del combate, pues tenan sus hombres orden
de hacerlos explotar y saltar por los aires en aicos con la Katiushka, si
haba algn riesgo de ser atrapados por el enemigo. La Katiushka era el
esperado husped de las batallas. Llegaba en el instante necesario, y apenas llenada su funcin, casi siempre decisiva, se retiraba como un duende.
El enemigo no la pudo tener nunca en sus manos; pero ya no exista
razn para continuar rodendola de tanto secreto. Para la prxima guerra
se habrn inventado elementos mortferos que relegarn est'a arma a los
museos de antigedades. . . Y a est relegada, en realidad, por la bomba
atmica y otros hallazgos no menos aterradores.
La humanidad, que no acierta a salir de los trgicos dominios de
la fuerza armada, no. puede apartarse del camino de los progresos blicos,
y stos marchan an ms rpidamente que los otros progresos.
As terminaba, el o de Mayo de 1945, la exhibicin de fuerzas blicas. Fu realizada con un marcado sentido espectacular, con verdadera teatralidad, hasta el punto de haberse transormado la Plaza Roja en un vastsimo escenario donde evolucionaban magistralmente miles de hombres, de
caballos y mquinas de guerra, como si se desarrollase all la ms sorprendente funcin coreogrfica que sea dado admirar en ese pas, donde se
presencian los ballets ms deslumbrantes del mundo.
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Lo que pona en toda esa teatralidad de hierro y msculo, impecablemente organizada, un acento solemne, era el pensamiento de que no se
t'~ataba de un ejrcito de parada brillantemente presentado para impreSIOnar al espectador extranjero, sino de un ejrcito heroicamente aguerrido
que haba soportado. las ms terribles pruebas de fuego. Y que si haba
podido presentarse ante nuestros ojos con sus uniformes flamantes y resplandecientes, era porque antes se haba despojado de las ropas empapadas,
sin metfora, en la sangre y el lodo de cien combates.
Era un ejrcito victorioso., que en ese mismo momento asestaba los
golpes finales a la acorralada fiera del nazismo y abata sus ltimas resistencias, en las calles de Berln, donde se estaban librando los postreros
encuentros de la guerra europea.
Fu tambin imponente la parada militar del da de la victoria. Se
llam el desfile "de las banderas", porque pasaron, a veces custodiadas tan
slo. por un piquete, las de numerosos cuerpos y regimientos de todas las
armas; enormes banderas rojas, por cierto, pues eran las nacionales de la
hoz y el martillo, sin ms excepcin que la bandera de la marina, que es
azul y blanca.
Pero ms que ellas atrajeron la atencin del pblico las incontables
enseas nazis, los pendones con la cruz gamada, arrancados como trofeos
al ejrcito alemn.
Soldados de infantera sostenan esas banderas abatidas, barriendo el
suelo con sus flecos dorados, en largas filas, mientras pasaban las otras,
las victo.riosas.
__ Al terminar el desfile de stas, aquellos soldados se movieron hacia
el Mausoleo, y frente a l arrojaron al pavimento esos trofeo~, partiendo
las astas coronadas por guilas de oro, y luego pisotearon rudamente, con
sus fuertes botas, la tela oscura y amarilla de las siniestras enseas.
Los DESFILES ATLTICOS.
<?tro. ballet, el ms hermoso de los que tienen por escenario la
preemmente Plaza Roja, es el de la Fiesta de la Cultura Fsica.
Suele efectuarse en el mes de agosto. La belleza plstica de esos certmenes gimnsticos impresiona como el ms portentoso alarde colectivo
de. dinamismo armnico, de fuerza adiestrada y gusto artstico, en la disciplina perfecta de los movimientos y actitudes, de rtmicos desplazamientos
de masa de todo el conjunto y en la crloriosa combinacin del color v la
lnea adaptados vivamente a un efect~ unnime de gracia, de esple:O:dor
y de arte.
Los participantes en estas paradas atlticas -que son los gimnastas de cada regin de toda la Unin Sovitica- comienzan a prepararse
cor: tres o ~r:atro meses de anticipacin. Se les selecciona en los institutos,
talleres, oflcmas, y se les somete a un entrenamiento adecuado, v hasta
se les mantiene concentrados en ciertos establecimientos, bajo una disciplina
Y un ~~gimen _d.e vida especiales, por lo menos durante el ltimo mes.
Tamb1en se ut1hzan los navos de guerra para dar alojamiento en ellos a
algunos equipos llegados a Mosc de diversas regiones.
En los grandes parques suelen verse, por ese tiempo, los pelotones de
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Una concentracin de otro gnero, que es tambin un inolvidable espectculo de masas en su carcter de formidable manifestacin de vida
udadana, tiene igualmente por escenario y eje a la Plaza Roja: el mitin
o desfile popular.
Los mitnes callejeros no son frecuentes en la U. R. S. S. En tiempos
normales, slo uno o dos grandes despliegues de fuerzas ciudadanas por
ao., en celebracin de 19 de Mayo o en el aniversario de la Revolucin.
recorren las calles en tren de afirmacin poltica.
Durante la guerra, los primeros de mayo y los aniversarios de la
Revolucin se celebraron sin desfiles, ni militares ni cvicos.
Terminada la guerra, hubo a continuacin de la parada militar, una
de esas demostraciones cvicas, el 7 de noviembre de 1945.
Debi haberse efectuado el 19 de Mayo de dicho ao, nero el tiemno
impidi su realizacin y qued aplazado para otra gran fiesta nacional.
Concluda la parada militar, a las doce y meda, aparecieron por
las entradas de la Plaza Roja, a los costados del Museo Histrico, las
columnas populares, que venan agitando un bosque de banderas encarnadas y haciendo avanzar todo un oleaje de carteles con expresivas leyendas, estandartes, guirnaldas de flores, retratos monumentals de Lenn
y Stalin.
A poco de iniciada la irrupcin de las columnas civiles en la plaza,
sta qued colmada, pese a su inmensa extensin, de una multitud constituda por varias columnas que marchaban paralelamente y que haban
desembocado por cuatro o cinco bocacalles a la vez.
Porque estos mitnes de Mosc son muchos mtines en uno.
Son infinidad de columnas, organizadas en los diversos barrios, que
s_nrgen de numerosas zonas, constitudas con el personal de cada fbrica,
de ~ada empresa u oxganizaci-?-, de cada establecimiento grande o pequena, de cada sector del trabaJO manual, del estudio, de la cultura. Y
vienen andando kilmetros y ms kilmetros desde los cuatro puntos
cardin~les de la periferia urbana y de los alrededores, a lo largo de calles
y avemda~, para .enhebrarse e!l el amplio polgono de la Plaza Roja y salir
luego de el, hab1endo cumphdo con ese rito laico de pasar ante b tumba
de Lenin y aclamar a Stalin.
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EMILIO FR UGO~I
"L
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. La Int~macionaln? fu. nunca inco~patble con la patria de los trabaJadores 111 con el nacronahsmo entendrdo como un legtimo inters y
amor por la nacin, concebida como una realidad histrica que no se
O_POn~ a las otras naciones ni quiere ser superior a ellas y dominarlas.
s:no 1gu.alarla~ a todas en derechos, respetando el derecho de todas y sintiendo srmpafla humana por el pueblo de todas ellas.
.J"!o c~nozco n~nguna explicacin oficial de esa proscripcin unnime.
El VIeJO h1mno .fue ~elegado automticamente al olvido, al suplantrsele
por el nuevo. N1 nad1e se acuerda ms de l en pblico.
Tratndose de un pas en que ciertas manifestaciones o actitudes no
se p:oduc~n sin una deliberada intervencin de las esferas gubernamentales,
pued.e de~rrse que no es casual sino sistemtica esa especie de conspiracin
del srlencro de que se ha hecho vctima a La Internacional en la U. R. S. S.
Puede creerse que se haba querido, de ese modo, acentuar ante las
potencias aliadas el sentido de una nueva poltica internacional de alianzas
con el imp~ria.l~smo capi~alist'a, a los que se trataba de dar la impresin
de q~e la Umon Sovietica, conc:etada a sus fines nacionales, haba renunCiado por completo a internacionalizar sus esfuerzos e inquietar desde
adentro, por medio de sus agentes, a las o.tras naciones.
As como se haba disuelto el. Comintern, clausurndose aparentemente la era de la 1 erccra Internacwnal, se haba retirado el himno internacional.
La U. R. S. S. ~e deseinternacionalizaba en sus atributos y formas
cx.t,er.nas. Se colocaba mternamentc en un plano nacional de exaltacin patnotica, en que cada vez sera menos advertida la ausencia de La Internacional.
Quizs los gobernantes de las potencias capitalistas se tranquilizaron, creyendo que la Unin Sovitica dejara realmente de influir en las
corrientes de ooinin de sus pueblos y en las expresiones fundamentales
de su vida cole2tiva.
Ella no necesitaba del Comintern, que era ya cadver cuando lo
mat, para su nueva poltica de penetracin internacional.
Pero nada justifica el destierro de la cancin internacional de un
:pas qu_e .l;a erigido, a .Marx )~ J?ngels como nmenes ideolgicos, y se
titula Umon de Repubhcas 'Soc1ahstas.
Se celebra el 19 de Mayo como fiesta de todos los trabajadores del
mundo y en la Plaza Roja se coloca, sobre el frente de uno de los arandcs
edificios que dan la cara al Kremlin, y como motivo central de un~ decorac~n de circunstancias, un letrero. que en letras blancas sobre fondo ro io
repite la famosa frase del Manifiesto Comunista: ";Obreros del mund;,
unos!"
'
Sin duda ello quiere decir: "Unos en torno de la U. R. S. S.". O
sea: Unos en torno de la adhesin a una nacin soci:1lista, de un socialismo de estado autoritario, que no es por cierto un socialismo de Estado
democrtico y polticamente liberal, un totalitarismo sin democracia poltica, que actualmente navega en las aguas de un nacionalismo tradicionalista, en cuya virtud se organiza la glorificacin de I vn el Terrible y
de Pe?ro el Gra~de,. porque hicieron la grandeza territorial y el podero
matenal de Rusia, con la sangre y el dolor de un pueblo esclavo, para
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]ntemacional!
CAPTULO
XXIV
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LA EsFINGE RoJA
en un hueco del muro, que se cierra con una lpida de mrmol donde se
ha inscrito el nombre.
Otros ceremoniales fnebres an ms aparatosos he presenciado
despus.
Recuerdo el sepelio del mariscal Kapochankov, que era jefe de la
Academia Superior de Guerra. Haba sido general del zar. Al organizarse
el Ejrcito Rojo fu el primer militar zarista que se present. Era un gran
estratego. Sus cenizas se velaron en la Sala de las Columnas de la Casa
de los Sindicatos, a poca distancia de nuestro ho.tel.
A este militar le acompa hasta su ltima morada toda una divisin
del ejrcito, con regimientos de varias armas y algunas bateras de pequeos caones. Mientras las tropas aguardaban en formacin, en la calle,
el momento de la partida del cortejo. mortuorio, acudan a la Plaza Roja
procesiones civiles, de hombres y mujeres, con banderas rojas y retratos
del extinto. Eran los personales de numerosos organismos y oficinas relacionados con el ejrcito.
El pblico, en general, se agolpaba en las esquinas de las calles de
acceso a la plaza, cerradas por cordones policiales que slo dejaban pasar,
por turno, a los grupos organizados y a los regimientos, los cuales llegaban hasta la plaza, evolucionaban y luego se tendan en parada. Se
formaron as dos filas paralelas de soldados desde el muro del Kremln
donde se colocaran las cenizas, hasta la Casa de los Sindicatos, que queda
a ms de medio kilmetro. Por esa calle de guardias pas el cortejo, al
que se incorpor en la plaza, saliendo del Kremlin para encabezado durante
un corto trecho, el propio Stalin.
En alguna de estas ocasiones pude comprobar el espritu de sacrificio
o de obediencia con que acuden a cumplir estos piadosos deberes, los hombres, mujeres y nios de ese pueblo. Bajo lluvias implacables los he visto
concurrir en esas columnas, de a tres o cuatro en fondo, y permanecer en
mitad de la calle o. de la plaza, sin dispersarse para guarecerse bajo las
arcadas cercanas. Sus ropas se empapaban, y para muchos de ellos eran
acaso las nicas que podan ponerse. Pero soportaban el aguacero con
una paciencia en verdad conmovedora. Sin duda haban recibido una
orden y permanecan all cumplindola estrictamente.
El ms impresionante de los sepelios que presenci fu el de Kalinin.
El fallecimiento de este viejo dirigente sovitico, ocurrido el 3 de junio
de 1946, produjo una autntica impresin colectiva de pesar. Era el ms
querido por el hombre medio de la U. R. 'S. S. entre las personalidades que
venan figurando en el escenario poltico.
Haba conservado su fisonoma de sencillo hombre del pueblo, con
una espontnea modestia y un don de simpata personal que llevaba
escritos en los rasgos de su cara, donde la blanca barba puntiaguda colgada del mentn agregaba ingenuidad y ternura de abuelo a la inteligente
expresin del semblante.
Las masas vean en l a uno de los suvos, abstraccin hecha de su
ideologa y de sus actos como colaborador de la primera hora en la empresa de la Revolucin, porque no. perdi nunca, a travs de largos aos
de su figuracin espectable, como presidente simblico de la U. R. S. S.
a los efectos de las relaciones diplomticas, y su presidencia efectiva del
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CAPiTULO
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chas de las c?ales carec.aJ?- .de valores que justificasen el esfuerzo de mantenerlas en p1e ? .el s.a,cnflclo, de. algn propsito prcfico de mejoramiento
urbano o de ed1flcaoon necesana.
. , Adcm~s, el radicalismo religioso de los primeros aos de la revoluC10n. ?o. dejaba. lugar a maY:ores miramientos para con las construcciones
eclesiastica.s, mrentras se rettraban de los templos sus fabulosas riquezas
para re;rmrlas en museos o en especiales depsitos del Estado. Los temflos ::msmos quedaban a merce~ de las injurias del tiempo, cuando no de
_as. ptquetas .d:moledoras, no stempre bastante respetuosas de los inmarcestbles prest1g10s del arte.
pespus .. la ~ltima guerra, que oblig a apagar el brillo de oro de
la~ cupulas btzantmas para que no sirviesen de gua a los aviones enemtgos, Y que as to1_11o la guerra . civil haba desprendido las campanas
de muchos caml?ananos para fundtr caones con su metal, llecraba a los
a~?lnones de h1erro de ciertas viejas cpulas para darles algu~a utilizaeton del momento, adelantndose a veces al zarpazo. explosivo de uno
de es~s monstruos de acero que surcaban fugazmente el firmamento de
Moscu.
T,e~mina.da la gue~r,a. y habindo~~ acentuado ~a actitud transigente
d~l espmtu dtrector sov;ettco con relacwn a la lglesta; y sobre todo. vivtend.o momentos de mas serena comprensin y ms amplio criterio para
apreoar el ":alor del arte arquitectnico, se trata de salvar de la destrucC!On las .meJ?res ob~as de, ese gnero. Ms to,dava, se proyecta restaurar
muchas Iglesias semiderrurdas o muy desmanteladas.
Ello demanda~ :nucho dinero, pero slo se espera reorganizar cuadrc;s de obreros y ~ecmcos de la construccin en forma y nmero de poder
satisfacer las necesidades de la edificacin general, para abordar en gran
escala esa tarea, que ya ha comenzado a realizarse parcamente. De ese
mo?o se m~~tendr tambin, en medio de la ciudad modernizada, el
caracter, tradlClonal de 1\:Iosc, que perdura en muchos de sus rincones y
resplanaece, .en, 1? que trene de ms digna perennidad, en sus bellos monumentos hrstoncos.
Una. tarde. al acercarme indeliberadamente a una crlesia de tantas
me produJO sorpresa la aglomeracin de gente en su puerta"'principal, com~
esperando tu~no para penetrar a medida que fuesen saliendo por otra
puerta los feligreses que ocupaban el interior.
.
Ese solo cuad~o me colocaba ante la reaparicin de las prcticas relig~o.sas en un a;m~rente de plena tolerancia oficial, con la participacin
VlSlble d; un ~ubhco. que no se esconda para observarlas.
Fue el pnmer srgno claro de la evolucin operada en las cosfumbres
del pueblo con respecto. a la Iglesia, que tuve ante mis ojos.
. . ,Pasando u~ dommgo por las cercanas de la catedral de la AnunClacron. (Blago.vtchtc~evti Sobor), consider buena la oportunidad para
pres~noar la vrda
templo, que en ese instante comenzaba a ser concurrrdo por los feligreses.
Esa catedral.. de estilo moderno, es de las ms espaciosas, con un
elegante ca1_11panano y un~ elevada cpula en el sitio de la nave central.
Esta se extrende en el sentrdo d~l frente de~ templo, se abre en dos pares
de brazos, como las cruces patnarcales, y trene a los costados otras salas
?el
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.
, d . d de aol e, como perdida en ur;- mundo_ g.ue
del zansmo la ha~la eJEal o,. fo [el bolcheviquismo poma una lapida
o la esperanza de recuperar 1o.s.
no era e1 de su remo . . tnun
.
ilevantable sobre sus p~!Vl1eg.os y
b adems ceaar las fuentes espiEl Estado que as1 surgia daT~naza :.da dnd~se ~omo misin difunrituales que sustentabar: el. cau a e su \1 1, ro cuvos conventos y scmdir filosofas de descrelmlento. 1To1o e, e ~o 'd,l 'nuevo ambiente histnarios se clausuraban por falt~r es e oxige , ~o haba propiedades pririco -donde haba que trabapr para combe~) n el fondo
de su esortu
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r le os de ser una potestad mtanlibracia a sus proplas fuerzas .l:gltl;n~.s, )
t la cu~l deban inclinarse
aibk cuya palabra no adn:ma .repIcad y "n e ce hal.iaba expuesta como
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cuyo pnmer exponente . u~ e 1 -PI z~ Roja y como polemizando con la
en el fw;te de un P,~l~o~, e lacla;~ es el opio del pueblo".
catedral a e San Basli!O.
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ra se llevaba a cabo general~
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' cestacioi,"S externas de la creenna re lgiOsa.
biente poco proplClO a as n;anlbl.
.:;do; por las autoridades, y mucbo
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menos por el part7~0 O lCdla '1 OS /d ~, -itica bastaba que la palabra de
En las condoones e . a \ 1 a so: ta fucs" ale]' ar -al pueblo de los
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?e
~~os:
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las manos libres para administrar esa conc;esin segn las circunstancias.
En la ~ctualidad, slo una publicacin peridica de importancia ve la luz.
la Revista del Patriarcado de 1\1osc. He ledo que antes de la guerra
salan varias revistas ms como Blagoveta (El toque de la campana).
Tsarkova (La Iglesia Viva), etctera.
En la Constitucin vigente puede anotarse ofra prueba de tolerancia
religiosa. Es el artculo que concede el derecho de voto para la eleccin
de los soviets a toda la poblacin adulta desde los dieciocho aos, sin
excluir a los sacerdotes. Antes stos carecan de derechos electorales.
La Iglesia aprovech la oportunidad que le ofrecan las circunstancias para tomar pie en el patriotismo, y el gobierno v la conveniencia
de contar con la alianza eclesistica. Los mensajes del Patriarca, declarando "Santa" la guerra por la defensa de la patria y exhortando al pueblo a unirse en torno del gobierno. como representante lecrtimo de la naci~., sobre el. c~al haca descender sus bendiciones; y to"'dava la contribuc!on pecumana del clero al tesoro blico, con las colectas por millones
de rublos llevadas a cabo en todas las regiones del territorio, sealaron
una nu.eva posicin, que por el lado de los rganos del poder y del partido
comumsta (que es el ms importante rgano del Estado Sovitico), se
traduca en una absoluta renuncia a toda manifestacin in amistosa: en
las facil~dades otorgad~s para la re apertura de templos; en la aceptacin
complaoda del acercamiento del clero, que comenz a ser mirado no como
un adversario sino como un aliado. No tard en ser, incluso, un instrumento del rgimen dominante.
La guerra haba servida. para promover una clida aproximacin entre
el Estado y la Iglesia, que tena, a mi llegada, algo de luna de miel.
La Iglesia ech el resto, para decirlo con frase que nos es familiar,
en orden a apoyo material y bendiciones al Ejrcito Rojo.
De una publicacin en que se habla de la contribucin eclesistica
al esfuerzo blico, tomo los siguientes datos: "Al lado de las aportaciones de. recursos personales para la construccin de tanques y aviones, el
clero, ~unto con el Consejo de las Parroquias, hizo colectas de prendas
de ~bngo para. los combatientes del Ejrcito Rojo. Durante la guerra,
el clero Y los fieles han aportado enormes sumas al fondo de defensa del
pa.s. As el prroco de la catedral Elojovoskaa (Mosc), entreg cen
mll rublos; la catedral de la Plaza El o jovoskaa trescientos mil rublos;
el arcii?reste Arjangueleski (Ciudad de Gork), doscientos mil; los fieles
de la cmdad de Gorki, dos mllones quinientos mil rublos; la dicesis de
Leningrado, tres millones setecientos mil rublos; el Katlicos de Echma~an trescie?tos cincuenta mil rublos, quince mil dlares y mil libras esterlmas; los f1eles de Mosc, dos millones de rublos; los de Kuibishev. seiscientos cincuenta mil, etctera."
.
"El Estado ha correspondido condecorando a numerosos prelados y
llamando la atencin de la nacin entera sobre el "patriotismo del clero ruso."
En esa misma publicacin se lee lo siguiente:
"El pas conoce los nombres de los sacerdotes que han dado al Estado para las necesidades del Ejrcito Rojo no slo sus ahorros persa-
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Advirtase, adems, que en la U. R. S. S. hay nacionalidades y regiones donde la difusin efectiva de la enseanza sovitica data de pocos
aos, ya sea porque tardaron en incorporarse a la Unin, ya sea porque
las difculfades de las comunicaciones y las condiciones histricas de esos
medos poco adelantados, o francamente atrasados, no permiten extender
la cultura con tanta celeridad como en otras partes. Y all la Iglesia tiene
todava amplias bases de sustentacin en la fidelidad de viejos y jvenes.
Lo ms curioso es que existen jvenes insfrudos y hasta intelectuales (podra cita.r el caso de una distinguida escritora, esposa de uno
de los escritores ms populares en la actualidad) que son creyentes y
ensean a sus pequeos hijos, como en el caso de la referencia, a rezar
sus oraciones antes de acostarse. Hablando de este problema del resurgimiento religioso en la Unin Sovitica, un funcionario me deca:
-La religin, con todo, ha perdido un terreno que no podr recuperar. El da que los viejos de la Unin 'Sovitica, que an permanecen
adictos a la religin, hayan muerto, y los jvenes ateos de hoy no se
arrepientan al final de sus aos de su atesmo, los popes quedun solos
en sus iglesias.
En todo caso no ser pronto, indudablemente.
Lo ms interesante es que los sacerdotes de esta Iglesia tan benvolamente tolerada en la actualidad no se dan por vencidos, en ningn
terreno, y estn dispuestos a librar nuevas batallas -dentro de la ley si es
posible- contra el atesmo, por ms que ste sea una posicin de b
mente propagada y espiritualmente impuesta por la enseanza oficial.
No se atreven, como los curas catlicos en Francia o en el Uruguay.
a reclamar que se les deje las manos libres para fundar escuelas, y an
sostenerlas con los dineros del Estado, dispuestos a ensear en ellas, en
vez de las teoras cientficas del darwinismo sobre la evolucin de las
especies, como en las escuelas medias y universidades actuales, las revelaciones del Antiguo Testamento sobre la creacin del mundo y el origen
del hombre.
En la Unin Sovitica sera subversiva una pretensin de esa
ndole. Pero ellos esperan poder contrarrestar con su propaganda escrita
(les ser permitida en toda la extensin y con la intencin que paree<"
trasuntarse de tal propsito?), con sus prdicas rituales y con el contagio
de su fe, los efectos de la enseanza del Estado.
El fondo ancestral del misticismo (del que debemos hablar por ms
que algunos entiendan que se trata de un "punto de vista trivial y
errneo", al decir de Stravinsky) ofrece seguramente una ventaja para
la Iglesia en su campaa proselitista. A ese fondo se debe que personas
jvenes e ilustradas como aquella intelectual a que me he referido, conservan sus creencias y las trasmiten a sus hijos. Pero el misticismo no ha
de ser, por fuerza, un estado espiritual para provecho de los curas.
Entre los hombres y mujeres de las generaciones soviticas existe
muy difundida la creencia en la inmortalidad del alma. Hay en ellos,
sin duda, una marcada propensin a creer en una nueva vida ms all
de la muerte fsica y a creer en la existencia de un Dios.
Es una actitud espiritualista ajena a la fe religiosa, como la misma
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creencia en Dios puede no tener nada que ver con ninguna religin ni
con una iglesia y sus ritos.
Habra all buen campo de observacin para estudiar a fondo el
problema que se planteaba el obispo anglicano. Jos Butler en el s~
glo XVIII, y como l Miguel de Unamuno en el siglo XX, sobre las
relaciones entre la credulidad en una vida futura y la fe en Dios, que
son nterdependentes entre s. Se puede, segn ellos, creer en el ms
all y ser ateo; as como se podra creer en un Dios rector de cielo y tierra
sin admitir que el alma de cada hombre sea inmortal.
Lo cierto es que el espiritualismo persiste en muchas personas im~
pregnadas de cultura sovitica, que tiene en su base una concepcin materialista del mundo, pues no en vano la U. R. S. S. es. tanto Oriente como
Occidente, y en el foro de sus inclinaciones ancestrales, ms lo primero
que lo segundo.
Acaso no sea distinta la actitud de muchos de esos creyentes de las
nuevas generaciones so.viticas que la de aquellos materialistas ingleses
que, como el sabio Prestley, pertenecan a una secta religiosa llamada
Cristian N ecessarians.
"Tal conciliacin del materialismo con el dogmatismo religioso
-comenta Plejanov- sorprendera mucho a un francs del siglo XVIII,
pero en Inglaterra no extraaba a nadie."
Probablemente en la U. R. S. S. y en la misma Rusia se hallan tambin ahora quienes no se extraen de esta conjuncin.
En un estado superior de la cultura humana, el misticismo esencial
de un pueblo puede ser un aire del alma en que se enciendan fervores
de idealidad, no exentos de la vocacin del misterio (el futuro, por
ejemplo, ser siempre enigmtico hasta para los marxistas, y quien mire
;:J futuro, aunque no mire a Dios, mira al misterio), pero ajenos a los
dictados de toda religin positiva y de toda creencia en el misterio rrevelado. Puede creerse con Jaurs, sin afiliarse a ninguna iglesia, que "el
esortu humano se sentir cada vez ms inclinado a ensanchar y cont~
nuar la visin metafsica e idealista del mundo".
Sera, entretanto, motivo de estupor que en un ambiente histrico
como el de Rusia y al borde mismo del Oriente legendario y fantico,
con todo su oleaje de supersticiones y religiones adivnstas y msticas,
se hubiese logrado en pocos aos transformar un pueblo tan impregnado
de fanatismo y credulidad religiosa, en un pueblo racionalista, que no
cree en Dios y se pertrecha en una concepcin materialista o realista del
mundo, que mentalmente lo pone a cubierto del mlagrersmo y de las
ficciones eclesisticas.
Lo que no puede negarse es que las nuevas capas obreras e intelectuales de la poblacin en las grandes ciudades, y asimismo jvenes trabajadores del campo, permanecen alejados de la Iglesia, y esto constituye
una prueba palpable del poder d emancipacin de las mentes por la
enseanza; y demuestra que las religiones, como fenmeno colectivo,
viven sobre todo de la ignorancia y de la credulidad de los pueblos.
Cuando un concepto racional de la vida y del desarrollo de la naturaleza
se difunde en la mentalidad lcida de generaciones educadas fuera de las
corrientes espiritualistas y teolgicas de la filosofa, las religiones no en-
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cuent~an
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LIBRO SEGUNDO
EL MUNDO DE LA CULTURA
CAPTULO
XXVI
LIBROS Y BIBLIOTECAS
Si me hubiese limitado en mis incursiones por la urbe moscovita a
visitar iglesias y monasterios, tendra derecho el lector a mirarme como a
un extravagante.
Lejos de incurrir en tal extravagancia, puedo ufanarme de haberme
metido en cuanto sitio accesible caa al alcance de mis medios de locomocin.
Los monumentos arquitectnicos y los templos en particular, dada
su copiosa iconografa, son siempre grandes libros abiertos en los que
pueden leerse aspectos interesantes del alma de los pueblos y hasta toda
su fisor.10ma espiritual a travs de las edades, as como recogerse no pocas
impresiones estticas.
Pero ello no sustituye al libro porttil, al libro andariego, al que
en vez de rgidas pginas de piedra posee numerosas hojas movibles, semejantes a alas que bajo la presin de nuestros dedos desfilan rpidamente,
arrastrando nuestro espritu en la nerviosa vibracin de su vuelo.
Ese libro, que suele ser por s solo un monumento, tiene en Mosc,
para su conservacin y servicio, muchos templos laicos, que son las famosas bibliotecas de que la ciudad se siente orgullosa, y las modestas
pero innumerables de que se siente satisfecha en cuanto ellas acuden a
abrevar de algn modo la sed de lectura de la poblacin, en todos sm
barrios.
Se ve mucha gente en las plazas y parques, y tambin en los vagones del Metro, leyendo libros.
A veces esos libros son volmenes escritos a mquina, generalmente
de novelas que no han sido impresas y que se hacen circular por alguna
biblioteca o algn centro literario en esa forma. Algunos autoxes que no
han logrado hacer editar su obra obtienen as para la misma una reducida
difusin.
El precio del libro es mdico, si se le compara con el de las otras
cosas del comercio en general.
Las libreras atraen permanentemente numerosa concurrencia. Y
cuando se pone a la venta el nuevo libro de un escritor de fama o una
nueva edicin de un libro de xito, los compradores se enfilan en extensas
colas, cuyos componentes se renuevan durante das enteros, ante la caja
del establecimiento, donde se adquiere previamente el boleto de compra
correspondiente.
Un da, al entrar en una gran librera de la Avenida Gorki, me
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mtegrantes de qu se trataba.
-Del tercer tomo de la Historia de la Diplomacia.
.
E,n ese momento una empleada anunci que ya no quedaban sino
diez ejemplares, de modo que slo seran atendidos los diez primeros
postulantes.
Se produjo un remolino en la cola. Algunos de los que se hallaban
~11enos c~rca de la ventanilla intentaron un movimiento de avance para
1ntro~ue1rse ent~e los diez primeros, pero el dcimo se opuso con mucha
ener~ta a t?do mtento de alteracin del orden numrico establecido, defendiendo j.unto con. ;1 derecho de s~s nueve precedesores el suyo propio,
ya que la mte~calac10n de un solo mtruso lo hubiera dejado a l a la
luna de ValenCla ...
Otro da vi una co~a.~emejan~e. ~uando quise informarme se me dijo:
:;::-Es una nueva edicwn economica de "El tranquilo Don".
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CAPTULO :X:..,"{VIl
LOS
MUSEOS
Existe el culto, casi dira el fanatismo del Museo. El futurista Marinetti, de fascista y risuea memoria, tendra motivo. para desesperarse.
Yo nada tengo que objetar, por cierto, a esa plausible diseminacin del
i\riuseo y de la exposicin ilustrativa, que complementan y apoyan la
accin del libro o le dan tema y son todava una forma de la enseanza
v de la satisfaccin cultural o esttica que en el libro no cabe. Slo podra,
~i acaso, advertir que tal vez el nmero excesivo impide una. J:!lejor instalacin y conservacin de algunas de esas muestras y exposlClones permanentes.
Como en todos los pases con una tradicin de cultura, son muchos,
y se les emplea para perpetuar y exaltar en una recordacin grfica, q?e
es a veces una evocacin viva de un ambiente, de una poca, de una exlstencia de labor, de lucha, de ideales, la memoria y la gloria de los escritores, de los sabios, de los poetas, de los artistas destacados.
De ellos hay dos consagrados a Len Tolstoi .. En uno se. exp~ne?
fotografas y cuadros con retratos suyos y de sus panentes y 2.m1gos mtlmos, con escenas en que l aparece. Estn all todos los bustos y estatuas
que reproducen la figura del genial escritor, desde una copia de la far~osa
e-statua de Trubeskoi que lo presenta a caballo, en traje de campesmo,
hasta un moderno busto en piedra del escultor sovitico IvlercurO\'. T~m
bin los originales de las ilustraciones de sus novelas, de Ana Karemne,
de La Sonata a Kreutzer, de La Guerra y La Paz, de Resurreccin. Estampas y maquetas de sus dramas. Sus manuscritos. Las cartas que reciba de todos los pases del mundo.
El otro es ms interesante. Es la casa- jardn que compr Y ocup
con su falTlilia en lo que era entonces un aledao de IVosc y hoy es apenas un barrio de los ~uburbios. Se la ve tal como en los das que la habitaba la familia Tolstoi.
La mesa del co:rnedor muestra la vajilla dispuesta como cuando., se
reuna toda la familia a comer. Cerca se halla la gran sala de recwo
con su ampla mesa presidida por el saroocar, y su piano. de mc<;Iia cola.
co.n ouc l-olstoi s:: entretena a menudo, y en el cual R1msky-Korsakof
haca" or sus nue\'as composiciones o acompaaba a Chialapn, que tan1bin frecuentaba las veladas e intervena en inspirados conciertos. E~ un
n2quco mueble se conservan cuatro lbumes de msica: Bccthoven, L1stz,
Chopin, Rossini.
,
Se exhiben todas las piezas, con sus muebles, cu2.dros. etceter~, de
1
.
. b ros d e 1a 1amua,
~
'1'
.
r
nao ',,el
cada uno de los m1em
y en e1 p1so
oaJO,
a1 ~oc
cuarto de trabajo del escritor, con una biblioteca de no ms de ocn '"?"u-
Eli.IILIO FRUGONI
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LA EsFINGE RoJ i\
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en que fueron donadas, con el vasto edificio construdo para su exposicin, a la ciudad de Mosc.
A raz de la Revolucin fu reorganizado y sus cuadros y esculturas, que llegaban a cuatro mil, se elevaron a seis mil; pero actualmente
es todava ms crecido el nmero porque varias colecciones que se exhiban en diversos sitios, se le agregaron y es, adems, constante la adquisicin de tel2s y esculturas de los primeros artistas plsticos de la U.R.S.S.
En ella se puede seguir la historia de la pintura rusa desde los tiempos ms antiguos basta nuestros das. Los ms tpicos exponentes de las
diversas escuelas de la pintura sagrada, desde el siglo XI al XV y al siglo XVIII, llenan los lienzos de pared de varas salas. Hay como 1.000
expuestos y se dice que en los stanos permanecen depositados 50.000.
En las ofras salas a contar del siglo XVIII, se exponen las pinturas y
esculturas rusas y las de algunos artistas extranjeros que vivieron y produjeron en Rusia. Se pueden admirar las mejores telas de Briu!ou. fundador de la escuela "de Mosc", de Venetsianov, fundador de h: pintura
de gnero ruso en el siglo XIX; la sala de Rpin, de la segunda mitad del
siglo XIX y comienzos del XX, el ms clebre pintor de la escuela realista fundada en Rusia por Piewv; la de Sttrou, la de Sourikov, de la
misma poca; la de 1vano u -anterior a estos ltimos, pues floreci entr2
1806 y 1858-, de quien se ha dicho que representaba la naturaleza de
una manera que presagiaba d impresionismo y cuyo cuadro de grandzs
dimensiones La Aparicin de Cristo al Ptteblo (sin ser lo que el auto.r
haba esperado), es el que atrae mayor nmero de espectador-es; y varias
salas de otros notables pintores de cuadros histricos y de batallas, gnero
que se ha continuado cultivando, dentro de la tcnica realista, por mucbos pintores de la era sovitica, y cuya boga ha recrudecido con motivo
de la reciente guerra mundial. Tambin son dignas de verse las esculturas de la famosa Muxhina, que sabe aliar la gracia con la fuerza en el
conjunto de su obra abundante.
Lo que ms me llam la atencin en mis reiteradas v1s1tas a ese esplndido museo, fu la concurrencia que permanentemente lo anima y
que en los das festivos asume proporciones de incmoda aglomeracin.
Personas de toda edad. muchos jvenes estudiantes y escolares, soldados, oficiales del ejrcito y la marina, bombres y mujeres de toda condicin, intelectuales y obreros manuales, se confunden en esa multitud que
acude a gozar (pagando, como en todos, la correspondiente entrada) de
la contemplacin de las obras de arte con una especie de resp2to mstico.,
de fervor religioso. Se lee en el rostro de todas esas personas el orgullo
de que tanta bellezJ haya sido producida por el genio artstico de sus
pintores y de sus escultores. Entran en columnas, apresurados; descienden a los amplios stanos a dejar sus abrigos y sombreros en los inmensos guardarropas; se dispersan po.r los salones como impulsados por una
ardiente sed de cultura y de elevadas emociones estticas.
All se siente una rara vibracin de espritu en ese pueblo recio,
exteriormente rudo, que rodea y asiste con su adhesin calurosa a la obra
de sus artistas, que no queda como en otras partes, confinada a la soledad
un tanto huraa de museos que slo visitan con ms premura que respetuosdad impacientes turistas.
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siglo XVI haba sido ornamentado con frescos que, en 1612, durante la
ocupacin polaca, fueron desvrudos, para ser restaurados cerca de cincuenta aos despus por Uchakov, el clebre pintor del siglo XVII.
En 18 8 2 se aadieron las pinturas murales que se contemplan actualmente. To.das ellas fueron concebidas en el espritu de la autocracia
de I vn el Terrible, que enfrentaba al feudalismo. En el plafond impera
"Dios todopoderoso", rodeado de ngeles; mientras en los muros resplandece la leyenda que remonta y remite los orgenes del podero zarista al
emperador romano. Augusto. En efecto, en el muro que queda a la derecha
de la entrada, se ve al emperador de Bizancio que enva las insignias imp2riales al prncipe ruso Vladimir Monomaki. Y en el muro opuesto, seis
frescos muestran a los zares en actitud de defensa del pueblo contra los
Boyardos.
De l se pasa a otro palacio, del siglo XVI, muy tpico, del que se
co.nserva el arreglo interior. En su cuarto piso se visitan las cinco estancias que servan de apartamento privado al Zar Alexi Mikailovich, del
siglo XVII. All estn la antecmara donde aguardaban los Boyardos;
la cmara donde se reuna la asamblea de los Boyardos, adornada con
muebles de estilo barroco alemn; el gabinete de trabajo, donde el zar
reciba a los dignatarios del Estado, el dormitorio con su lecho de madera esculpida rodeado de cortinas de seda de China, y el oratorio., con
conos de gran valor.
Todo ello es fuertemente evocador, como lo es asimismo el moderno
y lujoso palacio San Jorge, mandado construir por el zar Alejandro y
en el que son de una suntuosidad impresionante el hall de entrada, la
escalinata de mrmol, con sus candelabros y lustros de bronce dorado y
cristal, y su sala de fiestas.
La exposicin de armas, de todos los tiempos, y el museo de los regalos que recibieron los zares en diversas pocas y de todas partes del mundo, as como el de los vehculos usados por ellos, mantienen vivo durante
horas el inters del visitante en los grandes palacios que ocupan a no
mucha distancia de la solemne "Plaza de las Catedrales", de tan alto valor
artstico e histrico.
No termina ah el "paseo arqueolgico" del Kremlin. Pero para
realizarlo integralmente se requieren muchas ms horas de las que es posible disponer en un solo da.
LA HISTORIA .\IUTILADA.
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EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE ROJA
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LA EsFINGE RoJA
CAPTULO
LA
XXVIII
PRENSA
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220
EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
.
En c:ra~1to a los h~chos crimi~ales, lo corriente es que no se halle
m una mrmma referenC1a a los mrsmos. Slo muy por excepcin, v
cu<lndo se trata de casos muy especiales, se nar:a sucintamente. e~1 cuatr;
lneas: un suceso .cy.yo conocime_nto conviene difundir para poner en
guardra ;:t la pobla~ton, como ocurn a raz de terminada la guerra, cuando
se desato por la cmdad una ola de bandolerismo, como en todas las ciudades de ~uropa .. y se consider til poner sobre aviso al pblico y enterado. al mrsmo trempo de las enrgicas medidas con que se repriman los
crmenes y se haca frente a los criminales.
No se explota, pues, la llamada crnica roa. Pero s es nlausible
esa decisin de no especular con el delito y no niltivar la morbosa incli~acin del pblico a solazarse con lectLiras malsanas, no me parece lgica
1~, COnsfa?-te Y ,c'?mpleta exslusiP.: de referencias a SUCeSOS cu.ya nformaC!On pueae ser utrl desde algun punto de vista.
A e~e propsi.t'? debe sealarse que no hay en ningn diario dato
alguno sobre las pnswnes realizadas durante el da, o la semana o el mes.
.. , Como los peridicos no dan cuenta de ningn hecho de carcter pohnal, no pue~e saberse nunca quines han sido. reducidos a prisin, aunque
sea por una mfraccin de las ordenanzas del trnsito.
221
suele saberse por la prensa, sobre todo s se trata de una detencin arbitraria, que da lugar a las protestas del damnificado.
Lo ms sombro de la vida de cada ciudadano en la U. R. S. S. es,
precisamente, que nadie se entera cundo la polica conduce a una persona
a la crcel o la saca de su domicilio a altas horas de la noche.
Muchas veces los propios miembros de su familia no lo saben sino
despus de algunos das.
En todo caso, no es la prensa la que suministra la informacin o se
hace eco de reclamaciones y protestas motivadas por errores o procedimientos policiales injustos.
Eso~ facilita, como se comprende, la accin policial por causas polticas, ti!nto ms cuanto que si se declar;::n delitos polticos los que en otras
partes son comunes, es siempre para aumentar la culpabilidad del actor.
Y si no hay en esos diarios de pocas pginas "ecos sociales", que
slo interesan a los pobres de espritu que se pagan de figurar en ellos,
hay en cambio referencias honrosas a tal o cual obrero u obrera, a tal o
cual koljosiano o koljosana que han sobrepasado en grado sorprendente
su "norma" de trabajo o han realizado en el desempeo de sus tareas
dgn acto digno de mencin.
Y cuando en la crnica de algunas reuniones, de algn acto pblico
-celebracin de una fecha, inauguracin de una exposicin, etctera- S:
da cabida a un breve "eco social", es para decir que entre la concurrenci2.
se hallaban tales sabios y artistas destacados, tales hroes de las armas o
dd trabajo, tales obreros o campesinos stajanouistas.
Es, por otra parte, una costumbre periodstica que condice con otra
t:>.mbin altamente sirnptica; la de las tablas de honor que se pueden ver
en alguna plazuela de Ivlosc, donde se exhibe la lista de los obreros que
se ban destacado por mritos en su trabajo.
Bien est, sin duda, que en vez de conceder el b2.lago de la publicidad,
como se estila en muchos rganos de la prensa capitalista, a las bellez23
d2 moda, a las damas elegantes y ocios2s de la "alta sociedad" y a los
cb::lllcros de "posicin social'', ese galardn se discierna entre personas
cl~e se distinguen por su saber, por su talento o por su meritorio empe)
en ser tiles.
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EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
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224
LA ESFINGE RoJA
EiviiLIO FR UGO~I
Envi a preguntar a la redaccin qu se haba resuelto sobre la inser~i~n de mi carta, y se me info.rm que saldra al siguiente da. Y as
rue, en efecto.
En un sitio de preferencia, con ttulo a dos columnas, como el artculo que la haba provocado, apareci, acompaada, eso s, de una breve
n_o~a final con una pretendida rectificacin. Como yo dijera que la propoSlCln un:gnaya haba sido retirada por nuestra delegacin, y prcticamente, asunismo, por nuestro gobi:::rno al no volver a presentarla par,1
que se votase, l2 nota me enmendaba la vlana haciendo constar que aaull;:.
i
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'
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"
n201a
Si o descana a por a .nsamo"ea. La recttllcac:on no proccdn. Pero
el detalle no vala la p21:a de una aclaracln de mi p?.rtc, pues lo importante era que se n1c hubiese d2.do lZl satisfaccin de dcc:udcr ante los lec-
225
tor_es del Pravda el buen nomb~e del ~ruguay y la reputacin con que
se honra ~?estro pueblo de senttrse ammado de un espritu democrtico,
del cual dto _r:rueb~s -como lo dec~a- durante t'odo el curso de la guerra
contra el nazt-fasCism~, desde el pnmer momento y sin vacilaciones.
. Era, acaso, la pnmera vez que en un diario sovitico se haba produc.tdo, ~so que p~dna llamarse pas?, de polmic~ dipl?I!ltica. El caso, por
le; lllsohto, llamo mucho la atencton de los dtplomattcos y de los periodistas. Algunos corresponsales extranjeros as lo manifestaban en sus
telegramas.
Los diarios de Montevideo, del 27 de febrero de 1946, insertaban la
siguiente nota en su seccin informativa del exterior:
"PRAVDA'' PUBLIC U~A EXTENSA CARTA DEL DR. EMILIO FRUGONI
en
1\f osw,
'" '~ "En r:}ng~~1a cir~un.sta_nc~a puede atrib.u~rse al delegado uruguayo des'catu;zd. o sruipat ca po, cnrnmaLes, cosa que ena en contra de los uerdaderos
s::n~cn~rentc:s de nuestro puebl?. La diplomacia urr.tguaya nunca fu ni
sera .dtsemmadora de ~xtraas cdeas. Igualmente, es incorrecto acusarla de
se~ ms~;umento obedcente para la ejecucin de siniestras influencias foraneas.
,
Una nota editoria de Pravda dice que Uru9uay retir la tesolucin
solo. como resultado de la decidida objecin del Comit General y en
particular de los miembros soviticos.
227
EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
226
LA LIBERTAD DE PRENSA.
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EMILIO FRUGONI
Ya se ha difundido el caso del gran pcnotsta sonettco Ila Eremburg. Nada nos habla ms elocuentemente de la situacin del periodista,
y en general del intelectual sovitico, desde el punto de vista de la autonoma espiritual en sus relaciones con la direccin central, idcolaica v
poltica de toda la prensa del pas, que el percance de que fu v~tim;,
en el decurso del ao 1945, la ms alta figura del periodismo ruso, cuyos
artculos se traducen a varias lenguas para los ms importantes diarios v
revistas del mundo.
'
Ya me he referido a la campaa periodstica con que ese ilustre escritor encenda en el espritu del pueblo de toda la U. R. S. S. el odio al
enemigo c?mo un medio para mantener enardecido el nimo pblico en 1a
ruda conttenda, y convencer a la gente sovitica de que ningn sacrificio
deba ser ahorrado para aplastar completamente a Alemania, en la que
Eremburg slo pareca ver el nido, el cubil del fascismo.
Esa posicin rgida e imolacablc haba sido -naturalmente- autorizada e inspirada por el gobierno. En la Unin Sovitica no. ooda ser
de otro modo. Precisamente ese famoso escritor pasaba por ser-el mejor
y ms allegado intrprete de 'Stalin, a lo cual deba en inmensa parte el
prestigio de que gozaba.
Con su prdica de odio al alemn, y a todo lo alemn, se haba
consfitudo en la voz ardiente que en el plano de la literatura civil daba
el tono del sentimiento colectivo ante la trgica empresa de hacer y ganar
la guerra.
Cuando. sta ya tocaba casi a su fin, despus de abierto el "seaundo
frente", y los alemanes haban sido expulsados de todo el territorio so-
229
LA EsFINGE RoJA
,
."Pero da P_Cna advertir qu~, de tan indiscutibles factos, el C. Eremburg
c2dUJO una eqmvocada conclus1n. Indicando que los insolentes ;.demancs
se c~nduccn con los amer~cano~ como con una potencia neutral, Ercmburg
expltca la desesperada res1stenC1a de los alemanes en el frente sovitico-alemn, como efecto del horror, del miedo, teniendo a la vista la cuenta
pendiente por el ensaamiento cometido en la tierra sovitica.
.
"No cabe duda: los alemanes culpables y delincuentes en nuestra
t1erra se borrorizan de la responsabilidad, ms an cuando la hora del pago
est ya cercana. Indudablemente tambin esta circunstancia aumenta la
sisr-:ncia de aquellos ms culpables de los delitos cometidos contra las gentes
soviticas. Es sabido que los htlerianos en ningn lugar actuaron ~tanto
como verdugos, en ningn lugar han relejado tanto su ferocidad como
en las regiones de la Unin Sovitica. Nuestro pueblo ba sido martirizado.
"Puede ser que un odio tan 9'rande com-o ei que sienten las o-entes
soviticas haca el fascismo escla-viz~dor, no baya sido visto jams por el
mundo. Pero al mismo tiempo sera ingenuo explicar la colocacin actual
de bs fuerzas armadas entre los frentes oeste y este slo y nicamente por
el horror, por el miedo que puedan sentir los delincuentes alemanes. Las
causas de la marcha de las tropas alemanas del frente del o.este y su
con~en~racin en. el frente soyit.co-alcmn, son ms profundas que el
s.:nttmtento de m1edo de los httlenanos.
"En su tiempo, Lenin, estudiando la poltica de los diferentes gobiernos durante la poca de guerra, y tambin el carcter y causas de los cambios
de estas polticas, hizo, en este sentido, muchsimas indicaciones importantes.
"El seal que "ninguna guerra deja de estar relacionada con el
rgimen poltico del cual ella emana".
. ''La exp.::ren~ia de ms de doce aos de poltica bitlerana en Alenanta y sus confmes, demuestra que la provocacin, la demaaoaia el
engao poltico fu siempre el contenido fundamental de la poltfcabhitle-
;c-
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
Esto es an ms indispensable, ya que la infundada conclusin y consecuencia del C. . Er~~burg puede dar l?gar a equivoc~~ las preguntas, y
claro, no co.ntnbuua al desenmascaramiento de la poht1ca de provocacin
de los alemanes, encaminada a hacer surgir discordias entre los aliados.
G. Alexandrov.
"Mosc, 14 de abril de 1945."
230
231
LA
CAPTULO
XXIX
ESCUELAS Y UNIVERSIDADES
En mi breve pasaje por Pars, de vuelta de la U.R.S.S., retornando
de una de esas visitas que se hacen a Fontainebleau en los autos de una
empresa de excursiones, atravesamos la localidad cercana a la urbe cuyo
municipio, en manos de los comunistas, haba levantado en sitio bien
visible para que lo admirasen cuantos pasasen por all, un magnfico
edificio de grandes proporciones y bello estilo arquitectnico. Era la escuela pblica. El lenguaraz de la excursin, un viejo parisiense que era
comunista, mostraba la escuela corno un espcimen de construccin escolar sovitica transportado a Francia por el entusiasmo de los comunis-tas del lugar.
Yo no he visto en la U.R.S.S. ninguna construccin escolar que se
le asemeje. No quiero decir con esto que no haya en Mosc algunas escudas primarias alojadas en amplios, modernos y apropiados edificios.
Acaso no las tiene l'v1ontevideo, aunque no en el nmero que todos desearamos? Sin embargo, a nadie se le ocurrira pretender que las buenas
escudas que se construyen en otra parte son de inspiracin uruguaya.
Para ver escuelas del tipo de la que los comunistas franceses exhiben
como muestra de lo que hace el comunismo en Rusia, no hay que ir a
Rusia; hay que ir ... a Estados Unidos de Norteamrica.
En Mosc, las mejores escuelas, desde el punto de vista del edificio,
son buenas, pero no son nada del otro mundo.
En una de ellas hay una biblioteca de 30.000 volmenes, lo que
por s solo dice mucho de su importancia corno establecimiento docente
de ese grado.
Pero nada hay all de origen sovitico, que en el campo de la arquitectura escolar equivalga a lo que en materia de universidades (como
la primera y segunda Universidad de Mosc), de museos (como el Zoolgico, el de Bellas Artes, la galera Tet:rakov y el Ermitage de Leningrado), de bibliotecas (como la del bello palacio de Rumiantsev, base
de la biblioteca de Lenin), dejaron los zares.
No se exagere, pues, tontamente, con fines de propaganda y de especulacin poltica. Ese afn de embaucamiento por la mistificacin sistemtica que inspira casi toda la propaganda sovitica, y sobre todo, la
reedicin de esa propaganda hecha po.r los comunistas de todos lados,
irritan a quienes, si no hemos cerrado los ojos ante lo bueno que encontramos en Rusia, tampoco pudimos cerrarlos ante lo mediocre o. lo malo
que tambin advertimos a cada paso y a cada instante.
No calumniamos a una nacin porque digamos lo que en ella vimos,
tal como lo vimos, y porque nos neguemos a admitir que ha hecho milagros donde no ha hecho sino lo que ha podido, y no ms, por cierto, ni
siquiera igual que muchas otras.
Donde ha llevado a cabo realizaciones admirables no nos hemos que-
E<> FINGE
RoJA
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EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE ROJA
didctico para la lectura, ni el clculo y la escritura. Los alumnos carecen de las indispensables letras recortadas del alfabeto.
As, er; la r clase ".{1", la maestra Skulslwya tiene JI alunmos, de
los cuales solo han aprendzdo a leer cinco. Los restantes slo deletrean.
J.J uchas, maestras de las primeras clases no asimilaron principalmente
la metodologza. Estas maestras no se someten al mtodo de la lectura con
letras recortadas. Los alumnos no comprenden lo que es palabra, slaba,
Se dan muy raramente lecciones de dibujo_: faltan cuadernos
letra. '
buenas plumas, lpices.
?n
"Aproximadamente en estas escuelas medias existen trein~a vacantes, mientras que en la regin, ce~ca de 200 maestros no _tr~baJan en. su
especialidad. En la ciudad Strunmo, una maestra de qmm;ca, .con _u:struccin superior, trabaja en la radio. Otra maestra de h1stona dmge
el bur de cartillas de racionamiento. En una de las fbricas de Muroma
hay maestras que trabajan de caj~:as; camarer~;. conta~o~as. E~te ao,
sean datos del censo de la poblacwn de la regwn Vlad1m1r, deb1a haber
lz.5oo alumnos de las~ a la 1o~ ciase y de hecho estudian en estas clases
6. 6 59 personas."
"Ha comenzado el segundo semestre del ao escolar y la seccin
-regional de Instruccin Pblica aun no ha visitado ninguna escuela."
Cuntas regiones mostrarn en la U nn Sovitica esas deficiencias
escolares de la regin de Vladimir?
Qu diran los comunistas s pretendisemc;s que esa escuela d~~
crita por la maestra rusa, es la imagen representat1:va de la escue}a. soVIetica? Sin embargo, tendramos ms derecho a considerar como t1p1cas l~s
62 escuelas de Vladimir, de cuya existencia no puede dudarse porque de
ellas se habla en un rgano sovitico, que la escuela imaginaria que habra
servido de modelo, segn ellos, a la hermosa construccin del municipi:J
comunista de la regin del Sena.
Veamos lo que sobre las clases de nios de siete aos, escribe otra
maestra, Svicrdlovsk, en el mismo peridico:
Por desaracia no solamente la escuela adolece de la falta de los principios ms ementalcs de eiiseanza para el dibujo. En estos mismos defectos incurre la 48 escuela primaria. Aqu no se emplea ningn material
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EMILIO FRUGONI
LA ESFI:i\'GE RoJA
mente con aqulla. Una consisti, de acuerdo con una cartilla de "R"glas de con.~ucta ya~a los a~um:r:os" re~actada por el entonces Comisario
de Instruccwn P_ubhca, Pot1enkm, en mculcar a los alumnos normas de
buen comportamiento fuera de la escuela y de respeto y cario a los padres
y bermanos.
La ~tra vino a suprimir la "emulacin socialista en las escuelas"
que se aplicaba con:~ en las fbricas. As como las fbricas de una mism~
r~ma de la produccwn ~e desafiaban entre s a cul produca ms en iaual
t~e~p?, una clase ~esafiaba a otra a cul obtena mayor puntaje de oclas:.flc.a,oones. Por ejemplo, lz clase d.e g~a,mtica a la de geografa. Se adV~IrtlO. que e:~ conduCla a la mecamzacwn de la enseanza y a aprender
Ls asignaturas para ~lcanzar notas y no realmente para saber, estudiando
con amor una matena.
Pero no se elimin la intervencin y la vigilancia polticas en las
e;cuelas. En tod?s ellas bay un director poltico, un representante del
Komsomo[ Y. algun otro ayudante del mismo carcter que no son educadores ~ constituyen una especie de Estado Mayor dependiente del oartido
~omumsta. Los maestros no son nc:da al lado. de ellos. Slo "'reciben
ordenes.
ABOGADOS Y E>.IDICOS.
,. . Los abogados P.ucdcn trabajar por su cuenta. Los hay de fama que
~obrar:- altos honoranos. Per~ los que no pertenecen al prsonal de algn
or.gamsmo del. Estado, trabzJan en los consultorios pblicos, donde se
atiende a la clientela evacuando consultas y dando indicaciones mediante
unos cuantos rublos por cada visita.
Ellos reciben un sueldo por ese servicio, y adems pueden tomar a
su cargo la d~fensa pagada de quienes quieren ocuparlos, pero atenindose en 1? posible a las. tarifas oficiales, para cuya confecci se entablan
conversac!Ones con el Smdicato o Colegio de Abogados.
En.tr un ~_a en uno de esos despachos. Era un local muy modesto,
de una mstalacwn muy pobre. Haba tres o cuatro abogados viejos que
eyacu:ban consultas ante unos humildes escritorios, en un saln pequeo,
sm al1ombras y casi sin muebles.
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LA ESFINGE ROJA
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EMILIO FR UGO:N'I
?e
el
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-Aqu es distinto -agregaba dicho. profesor-. Los planes de estudio son tremendos. Los cursos son nominalmente semestrales, pero
prcticamente para cinco meses. En tres ao? se hace un. ~dico. Per_o
en esos tres aos debe estudiar todas las matenas de la medicma y ademas
materialismo dialctico y preparacin militar. Cada tres meses, a lo sumo,
tiene exmenes. Debe asistir obligatoriamente a los cursos. A veces los
exmenes se aplazan para que los estudia~tes vayan a recoger la cosecha.
Al terminar los exmenes del ao deben Ir a pasar un mes en el campo
cortando lea, recorriendo
la cosecha o. trabajando en los caminos. Des0
pus las vacaciones, si queda tiempo. En los institutos tcnicos, despus
del examen van a hacer prctica en las fbricas por un mes.
Perciben, como becados, 200 rublos por mes, agreg. Cuando se
reciban de mdicos, ganarn 400 rublos, trabajando en el est'ablec~miento.
que se les indique. 'Si no son becados, y an sindolo, deben t~abaJar para
costear sus estudios, si sus parientes no les pasan una pensin. Como
hay tan poca diferencia entre lo que gana un estudiante y un egresado,
la mayora no espera estar licenciad~ para casarse, lo que m.ata al estudiante, en el estudiante, antes de tiempo. Por eso el estudiante ruso
es un joven sin alegra. El estudiante, aqu, slo se alegra, como el pueblo
todo, bebiendo alcohol ...
En cuanto. a la preparacin filosfica -finaliz-, quienes no sienten vocacin filosfica, que so.n los ms, se aprenden los textos de M aterialismo dialctico como papagayos y los repiten sin entender~~s, para
en seguida olvidarlos, porque no les hacen falta para su profeswn, pese
a lo que digan los doctrinarios.
CAPTULO
XXX
Los
TEATROS.
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EMILIO
FR UGONI
?s,
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EI.IILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
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de 1a escenogra11a,
C'
Teatro es cierto atraso o retroceso en 1as onentacwnes
que suele mostrarse apegada dentro de la r~agnificencia, a. veces abru~11a
dora, que la caracteriza, a las formas y canones del realismo detallista,
mezclados con desarrollos fantsticos no siempre desprovistos de ingenuidad.
Las ms modernas expresiones del gnero no han hecho to~ava. su
entrada en los escenarios soviticos, y las presentaciones de estilo sinttico no tienen mucha cabida en el ancho marco acadmico del Bolchoi
Teater. En ste se prefi~re producir los magnos efectos de deslumbramiento en el nimo de los espectadores con la acumulacin de elementos
y de riquezas en la presentacin de cada cuadro. Y. como suel~n ponerse
a disposicin de autores y directores sumas cuantiOsas de dmero para
dicho fin, predomina siempre la tendencia a lo recargado y barroco, o a
los alardes tcnicos de imitacin de la naturaleza de que ya se esta un
poco o un mucho de vuelt;: en los ms modernos teatros del mundo.
.
Debe haberse producido un cambio en las orientaciones de la mzse
en scene del ballet con relacin a los tiempos un poco anteriores a la Revolucin de Octubre, en que fueron revelados por Len Bakst a lo.s occidentales deslumbrados, e Pars, los decorados suntuosos y audaces del
ballet ruso, pero con un sentido de insinuacin y simbolismo, pues. yo
he ledo que aquel genial metteur en scene no se propona hacer nva-
248
EMILIO
FR UGONI
lizar sus rboles con los de la naturaleza e indicaba los objetos en vez de
realizarlos en detrimento de los personajes.
. No debo olvidarme de las danzas regionales y humorsticas que bajo
la drreccin del famoso Moissi atraen el fervor del pblico en la sala
Tschakowski. Ca.n un conjunto muy seleccionado de mozos (que realizan
maravillas de agilidad, destreza acrobtica y resistencia) y muchachas bonitas, las de ms bello palmito y agradables formas que se ven en el
gnero, excelentes danzarinas tambin, ese director organiza espectculos
admirables con bailes de las diversas regiones soviticas y aun de los
:pases ~e la Europa Centra.L yugoeslavos, blgaros, polacos. Son siempre
fiestas mcomparables del ntmo y del color, en que el encanto de las ms
tpicas msicas populares presta su mgico apoyo sonoro a las ms armoniosas c.omb.i~ac~ones d~ 1!1atices, en la. gracia de los ,tr.ajes tradicionales, y
a la ammacwn mdescnpt1ble de las figuras coreografcas y de los movimientos acompasados, que se diran sostenidos por alas. Las piezas cmicas, con su mmica elocuentsima y su coreografa deliciosamente grotesca, son pequeos chefs d' ceuvre. joyitas o sabrosos frutos del gnero
que uno no se cansa nunca de saborear.
LA ''MISE EN SCENE".
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RASGOS II-IORALES.
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J:s
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LA ESFINGE RoJA
un desarrollo consi.derable. Una produccin abundante, en la que alternaban todos. los gen eros y formas. del arte dramtico, alimentaba y era
a s.u vez estim~lada p~r. una multitud de actores entre los cuales sobresahan .los del genero tragico de la Escuela de Declamacin de Petersburgo.
Estuvieron en boga l~s . tragedias pseudoclsicas de la poca napolenica
Y a~canzaron mucho exito algunas buenas traducciones o imitaciones de
Racme, de autores rusos como Katenin y Kakosbkn. Se entabl la lucha
entre el r?ma~ticismo y ese pseudoclasicismo, quedando como en todos
lados la VI~tona por el.ro~anticismo, gra.cias en gran parte a la influencia
d.e Karan~m Y.de Yubvsb, y a la contnbucin de autores como el prncipe Sch.ajovsb, que ~scribi ms de cien piezas teatrales de los ms diversos gen eros: tragedias y dramas cuyos asuntos tomaba de Walter Scott,
de Shakespear~, de Pushkin, comedias, peras, vaudevilles, ballets, etctera. Se traduJO a Moliere, y adems del citado. Schajovski, varios rivales
su-y:o~, como Sag~skin, Pisarev, etctera, obtenan xito con comedias
satmcas y vaudevtlles en que apareca un reflejo cada vez ms acentuado
de la vida real y corriente.
As se prepar el terreno para la eclosin de la autntica comedia
rusa, cuyos padres son Griboiedo -el autor inmortal de una nica obra
"La Desgracia del Ingenio", escrita en verso-, Gogol y Ostrovski.
'
En Mosc, donde vivieron y escribieron los dos ltimos, fu donde
se entabl una relacin provechosa de influencia recproca entre estos autores.,nuevos_ Y los actores jvenes que interpretaban "El Inspector General (ReVltzor) de Gogol, y entre los cuales se destacaba el aran Schetchepin, que trabajaba en el Pequeo Teatro.
"'
. Estos adoptaron la escuela naturalista, que habra de alcanzar en
Italia, c~n la Duse, su ms culminante expresin mundial, en su rivalidad glonos~ c?n Sarah Bernhard, la genial intrprete de la tragedia y el
drama romantico franceses.
La esc~ela teatral rusa contaba, a mediados del siglo, con figuras
~e tanto reheve como el citado Schetchepin, Mochalov, Sadovski, Volihev y la seora Nikulina Kosits-Kaia.
El. Pequeo Teatro en esa poca llevaba a escena, adems de las
obras Citadas, algn drama clsico, dramas de Shakespeare, melodramas
arreglad~s ?el francs, comedias de costumbres, etctera. Su repertorio era
muy eclectico y heterogneo, como sigue sindolo en muchos teatros soVIeticos. Entre esa variedad de tendencias literarias, se iban implantando
las bases del gran estilo interpretativo ruso.
Para depurar, afinar y desarrollar esa tendencia hasta tocar las formas ms evolucionadas del naturalismo y del realismo escnicos. surai
a iniciativa de un director genial, Stanislavski, el Teatro de las Artes. o '
Entabl competencia con el Pequeo Teatro, siendo hoy uno y
otro acadmicos del Estado.
Ambos tienen sucursales y zonas de influencia.
La del Te~tro de_ las Artes, aparte de su filial, comprende el Vachtangov, el Stamslavskt, el Dramtico M oshoviet, el Komsomol. etctera.
Esto quiere decir que las direcciones de estos teatros han .sido con-
Otros teatros cultivan el gnero lrico ligero: El de opereta, el Vachtangov, que alterna una "Mademoselle Nitouche", modernizada, con
"Cyrano de Bergerac" y "El Gran Zar" (un nuevo drama histrico en
verso cuyo protagonista es Ivn el Terrible) ; el del Ejrcito Rojo, donde
suben a escena dramas soviticos con asuntos de guerra, comedas muscales del da, junto con alguna farsa de Shakespeare y el "Maestro de
Danza", de Lope de Vega; el de la Stira, donde se d con mucho xito
"Mster Perkins C'l Mosc", una comedia satrica de actualidad con algunos nmeros musicales; el de los Transportes, que se dedicaba a un gnero
cmico-musical del tipo de la zarzuela de costumbres; y entre algunos
ms todava, uno pequeo de la A venida Gorki, en que se representan operetas de un corte de revistas cmicas, con la particularidad de ser el nico
teatro que no cambia la cartelera en todo el ao, pues rige para l la
costumbre de otros pases en que la pieza de xito permanece ininterrumpidamente varios cientos de no.ches en el cartel.
EL DRAMA.
Pero si el ballet -que tambin resplandece en muchas ciudades soviticas, sobre todo en Leningrado, que le disputa a Mosc la preeminencia en el gnero- y la pera rusa constituyen una cumbre altsima en el
teatro de la capital sovitica, otra cumbre es el drama. Y sa es all una
cumbre insuperada en toda la U.R.'S.S.
Esa preeminencia del teatro dramtico mo.scovita sobre el de las otras
ciudades, incluso Leningrado, surgi en tiempos de los zares. Ello se
debe a la obra de los geniales orientadores del Teatro de las Artes y del
Pequeo Teatro.
Este fu el primero en el camino de la modernizacin, que se emprendi cuando en Petersburgo predominaba la escuela tradicional francesa "declamatoria y artificialmente refinada", como dice Kropotkin. Durante los primeros treinta aos del siglo XIX el teatro adquiri en Rusia
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Es. ,innegable que este teatr<? abre con pa~q.uedad sus puertas a la
producoon del momento, defendtendo su prest1g10 de empinada ctedr:1
de la escena, que reserva sus excelencias interpretativas para lo que merec~
consagrarse como verdadera manifestacin artstica.
. .f:. ra~z. ~e la revolucin haba surgido una corriente teatral revolucwnana dmgtda por l.\rieyerhold, que se enfrentaba al teatro acadmico, al ~e las Artes y al Peque~o Teatro que hoy obedecen a una misma
tend.enCla y I?ert~necen a la m1sma escuela, no habiendo entre ellos diferenoas de entena fundamentales sino las de realizacin que se derivan
de. l~s distancias de se1:1-tido. interpretativo y temperamentl que puedan
ex1st1r entre los respecttvos directores o regisseurs.
Un teatro acadmico no haba de convenir a la Revolucin. No
poda ser 'revolucionario". En la lnea del teatro Meyerhold, cuya sede
era la peguea sala de la A venida Gorki, donde hoy se representan operet~s y rev1st~s, se c<?loc~r,on el Te~tro de la Revolucin y acaso el KamerZzr:, que baJO la d1reccron de Tatrov daba cabida al drama, a la pantomrma, a. la opereta, tratando de formar actores de primer orden, cultivando dtversas formas del arte.
.
l.\rieyerhold, que navegaba en las aguas de una estilizacin fufunsta como la. del alemn Piscatore, se erigi en d introductor de "las
nuevas modahdades de realizacin que hicieron de su teatro el centro d~
las !ende1:1-~ias revol_:cionarias en el arte escnico", segn leemos en un~
resena oflc_1al del ano 1918. De l tambin se dijo oficialmente: "La
e~cue_l~ de Meyerh?ld, que ve en el teatro un factor importante para la ediflcacwn de una vtda nueva, as como el realismo revolucionario con sus
nue.':o.s mt'o.dos de direccin y de mise en sclme, han elevado el teatro
sovtetico a una altura que jams haba alcanzado el teatro en el mundo".
. , Esos .renovador~s acogan todas las audacias revolucionarias de crea~lOn Y de. I~terpretac;?n. Po~Jan la_s obras con decorados curiosos y trajes
raros. H!Cleron un HaJ?llet vestrdo de armaduras de metal. Rn cierta
obra presentaban una p1eza en oscuro, con fondo negro, con slo un
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RoJ _\
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.
Crerto es que a ve~e~ las restauraciones, como en el retoque de las
ptnturas, estropean el ongmal.
El J;Cam~min es otro de los ms reputado.s, siendo el oue acusa
mayores. mqmetudes de modern~zacin en los procedimientos, s1 bien su
r~pertono c~mprende. muchas prezas anticuadas y casi ninguna producoon de l<;>s ulttmos ttempos. Es uno de los po.cos, acaso el nico, en que
se hace gtrar gran parte d: su suerte en torno de una estrella, que lo es
en el, c~s<? una ac!nz au.stn.aca ya muy entrada en aos, esposa del director, Ahoa Koonte, de mdrscuttble talento, aunque de juecro escnico un
tanto amanerado, sobre t'odo en el movimiento de las mano~.
L~ compaa es muy eguilibrada; trabaja con un tono p;:rfecto de
nat1;1rahdad. de~tro de un esttlo. general de presentacin que va desde un
rea!rs;no mmucwso .a un~ especte de realismo estilizado y hasta a formas
escemcas de convencwnahsmo clsico o. romntico, segn el carcter de las
obr~s .. ~e pasa, en sus representaciones, del "Tartufo" de l\!Iolere a "La
Gavtota' de. Ch~jov; de "Adriane Lecouvreur" a "Volvi?" de Priest~
ley .. ;l. autor ,r,n~les contemporneo; de "El Almirante Maximov", de autor
sovretrco, a . lYiadame Bovary"; desde "La Dama Duende" a "Salom"
~e Osear Wtlde; desde "El Negro", de O'Neill, al drama actual de cruerr~
El Mar se Ensanch ... ".
o
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otros das se rese~van para sindicatos y organizaciones que las distribuyen entre sus miembros, y queda siempre un nmero de las mismas
destinadas a ciertas categoras de la poblacin, militares, diplomticos,
etct'era que pueden obtenerlas solicitndolas uno o dos das antes a
la administracin, s no se trata de funciones "cerradas", es decir, reservadas exclusivamente para una determinada orcranizacin o un determinado pblico.
o
Los das en que se. ponen a la venta general, el pblico comienza
a. formar cola ante la caja o la boletera de los teatros principales, a la~
cmco de la maana. A la hora de la funcin numerosas nersonas se agolpan en los alrededo.res de los teatros, noche a noche, procurando comprar su localidad a alguno que desee venderla por cualquier circunstancia .
. La reventa de entradas se efecta en grado inconcebible. Se cobran
do~oentos rublos por localidades cuyo precio en boletera no pasa de
tremta.
Ocurre asimismo que ~umerosas pasonas, por lo general militares,
que gozan de algunas ventajas a los efectos de obtener sitio en los locales
de espectculos pblicos, acuden a recabar de la administracin rdenes
p?.ra que en la boletera se les expendan tales o cuales localidades disponibles.
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Eli.ULIO FR UGONI
su decorado y tapizado blanco y azul y sus lujosas depznd?ncias, cons-tituye un notable modelo de arquitectura sovitica. Con su vasto estrado
y su gran rgano de tubos, se define como un esplndido auditorium
para conciertos, que tambin se utiliza, segn lo he consignado ya, para
selectas exhibiciones coreogrficas.
Compite con ella el teatro del Ejrcito Ro jo, construccin modernsima, ms lujosa, con salas y escalinatas ms suntuosas y monumentales.
El recinto de espectculos, ms ancho que largo en forma de media
luna para que el escenario se vea cmodamente de todas las partes de la
sala, de techo muy elevado, ofrece un impresionante golpe de vista, con
su deco.rado y tapicera granate, sus maderas de nogal. sus ricos y mullidos sillones escalonados en hileras que ascienden numerosas hasta una
elegante columnata superior.
Su anchsimo escenario se presta para obras de gran aparato, como
un drama "Stalingrado", que se vena representando all desde antes de
m arribo a Mosc, en el cual desfilaba por un puent'e toda una brigada
de artillera con caones autnticos y se asista a un bombardeo areo,
con pasaje de aviones por un cielo fantasmagrico, que pareca real.
No se vaya a creer que por llamarse teatro del Ejrcito Rojo trabaja
all una troupe de militares. El nombre slo quiere decir "en honor de",
y se le adjudic al Ejrcito Rojo porque se halla situado. a pocos metros
de la Casa o Club del Ejrcito y del Parque que la rodea y que se llama
Cedeka (C.D. K.), iniciales rusas del nombre de la institucin armada.
Los teatros que le siguen en cuanto a capacidad son el Bolchoi y
su filial, el Stanislavski, el de la Opereta, el del Drama, el Komsomol,.
el de las Artes y su filial, el M al in o Pequeo Teatro y su filial, el dramtico Moskoviet, el de Y. N. K. N. D. y algn otro que entre todos
no contienen ms de quince mil espectadores. Abundan los locales pequeos con capacidad para pocos cientos de personas, y hay algunos,
como el teatro gitano, donde no caben ms de trescientos espectadores
incmodamente instalados.
Las mismas salas de cine no son, salvo un par de excepciones, muy
espaciosas. Son modestsimas, nada cmodas, y an las ms nuevas, de
mediana capacidad. No deja de ser curioso que no se haya concedido al
cine mayor importancia como motivo arquitectnico de carcter popular.
No es, pues, de extraar que haya quienes viviendo en Mosc, no
hayan ido nunca al Gran Teatro y que sean ms bien elevados los pr~
cios de las localidades. Cuestan treinta y cinco rublos los sillones de
platea en el teatro ms caro, que es el Bolchoi, y dieciocho en el ms barato.
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LOS GASTOS.
GRA:":DEZ.:\ Y DEBILIDAD.
'
e:;,
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D:
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Al llegar aqu deseo encarar francamente un problema de trascendencia poltica. Me refiero a la relacin que pueda existir entre el raimcn P.oltico es~~~lecido en Rusia, o mejor, entre la poltica seguida por
el g~~ter~o so:rtettco con respecto al arte en ~eneral y la suerte de la producoon ltterana teatral, desde el punto de v1sta de la calidad, de la originalidad y de la virtud creadora.
Acabo de decir que parecera que gravitase sobre los autores actuales del teatro sovitico, a manera de una tremenda inhibicin, la obra de
los grandes escritores realistas rusos del siglo XIX, con los cuales se ven
obligados a alternar y competir en la cartelera cotidiana. Qu tiene esto
que ver con el rgimen poltico o con la poltica cultural del gobierno?
Recordemos que la formidable produccin de lo que oodramos llan:.ar la plyade realista rusa -Gogol, Tolstoi, Turgucnie{ DostoievskY.
Cbejov, Andreicf, Gorki-, resplandeca en medio de las sombras dc a
tirana de los zares, que a menudo cla;;'aba en muchos de esos autores
su garra condenndolos a la crcel y al destierro. Esto parecera demostrar el aserto, que yo comp2.rto, de que el arte slo florece con todo su
esplendor en el ambiente de la libertad. Lo que debe consignarsc es que
d zarismo era brutal y sanguinario, como prooio de la Edad Media. c-on
su barbarie, su feudalismo y su servidumbre~ q~c p2rduraba en Rusia, mucho despu.s que fuera abolida en los dems pases de Europa, pero no era
el tota!ttansmo, forma de tirana perfeccionada, ms culta y a veces menos
cruenta, que abarca todo el mbito de la existencia de un pas y baila b
:nanera de clausurar hasta l;-;s menores rendijas por donde puedar:. cobrs2
los vientos contrarios del espritu.
~1. dcspotism? za_ris~~ amordazaba al hombre y torturaba su cuerpo,
p2ro aepba al art1sta la ilbertad de buscar las formas v modos de c:~mes;;.rsc en el arte.
~
Y as como abra univers~dades, como esas construdas en Iviosc:.
cuyos edificios prestan tan gran servicio a la cultura sovitica v en las
cuales brotabm las ideas re\'olucionarias, abra y sostena teatros' con sus
famosas academias, y en Iviosc permita que funcionasen el !II al in Tea ter
y el eatro d~ !as Artes donde, a pesar de la censura oficial y de las perS(?cuoones polte1ales, entraban poco a poco los estremecimientos del cspiritu libertador en las alas del genio dran1tico ruso~ que l12blaba su lnguaJe propio y buscabJ. sus caminos sin dcjars,:; llevar de la mano por
E!viiLIO FR uGo::-;r
LA EsFI?'i'GE ROJA
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0
neces1ta.
.
Por eso los autores dramticos, como los nov;hst~s, permanecen
dentro de un campo expresivo en que les. toca competu; d1rectamente. con
aquellos grandes autores del siglo x~x. sm poder _evadnse a concepoones
estticas donde podran formar y afumar personahdades crea~oras me~os.
inmediatamente emparentadas con esos colo~~s, que_ son preosamente msuperables e inigualables dentro de 1~ expres10n reahs_ta que ellos llevaron
en Rusia al ms alto grado de intens1dad, de profund1dad y de ~uerza.
Esta es m explicacin de un ~e,cho. ciertt;J: la escasez,. ~a.sl la ausencia de grandes valores en la producc10n hterana teatral sov1et1ca.
ACTORES Y PBLICO.
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los y vitorendolos, mientras los artistas aparecen una y otra vez, saludando sonrientes y halagados. Algunos traen en sus manos ramos de
flores que les han enviado sus devotos.
.
,
El pblico es bastante efusivo. Aplaude con frecuenCla a telon alzado, y en el ballet, la pera y la opereta estallan salvas de aplausos, ca.da
vez que aparecen la estrclla de la danza, o el t~nor de moda o el com1co
popular. La tradicin del Teatro de las Artes Impone a los concurrentes
a sus salas una continencia mayor que en otras partes. All no se aplaue
sino al final de la representacin.
Muy rara vez se abandona la regla para aplaudir algn final de
acto, y nunca se aplaude una escena aislada, un parlamento, un mutis de
efecto, como en las otras casas.
Los cantantes y actores de fama gozan de una popularidad fervorosa, especialmente entre las jovencitas.
.
A los tenores ms destacados los rodean y siguen por la calle, en
ciertos parajes cntricos, cuando los identifican.
La simpata y veneracin por el gran artista de teatro se traduce
en grandes manifestaciones de duelo. cuando alguno de ellos fallece.
El viejo actor Makxin, que muri a los 72 aos, fu velado en el
Teatro de las Artes, por el cual desfil una incontable muchedumbre.
Iguales honores se rindieron al actor Xmileov, muerto en plena
juventud, pero y;: aureolado. por una gloria autntica de intrprete ;enial.
Su muerte se haba producido en forma conmovedora. Acud1 enfermo a un ensayo de la- segunda parte de "I vn el Terrible", en que
desempeaba el papel protagonista, y caracterizado de "I vn" tuvo que
ser conducido a un palco, donde se le prestaron los socorros de la ciencia,
QUe resultaron Vanos. Y como deba efectuarse la funcin anunciada parJ
e-sa noche y no era posibk trasladar al actor moribundo, la funcin comenz sin que el pblico Jdvirtiese que en el antepalco de aquella primera logia, estaba en esz momento expirando, entre los rndicos que lo
asistan, uno de sus famosos favoritos.
El nombre y la imagen de los artistas se perpeta en sus. ~eatros,
donde nunc2. falta en los foyers y salas de espera, una expos1on de
retratos de los intrpretes y de sus caracterizaciones. El pueblo se muestra orgulloso de su labor y los rodea de su simpata.
Es, por lo dems, interesante observar desde el ngulo del ambicnt"
teatral de Iviosc cmo se va formando una clase nueva de obreros y
campesinos en contacto con la cultura. Acaso sea en el teatro, precisamen-te, donde se pueda hacer esa o.bservacin con mayor amplitud y
profundidad.
Es curioso ver cmo reacciona ese pblico de JOVenes que no h<:n
conocido la era burguesa y de viejos que no b lnn olvidJdo toda,a.
ante esos cuadros en que aparecen reflejadas las costumbres y la psicologa de los hombres de aquella poca.
Hay un sentimiento de viv2. curiosidad, un afn de conocer qu era y
cmo era la Rusia de ese entonces y cmo sentan los seores y el pueblo.
Nada ofrece tan patente y animada la imagen de una sociedad, como
el teatro.
I\iiultitudes de hombres y mujeres que viven en la sencillez de una
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CAPTULO XXXI
LAS ARTES PLASTICAS
Cul es, entretanto, el grado de evolucin de la pintura y de la
escultura soviticas?
No puede negarse que, sea cual fuere el vala.r intrnseco de sus ms
altos representantes, ambas se hallan estancadas en su evolucin y pasan
en 1 actualidad por un momento de decadencia.
Y no es que falten elementos creadores. El vigor y la fecundidad
son cualidades que florecen con abundancia entre los pintores y escultores sovitica.s. Es pasmoso el esfuerzo de realizacin que revelan muchsimas obras de las que se exponen en las frecuentes exhibiciones de la
galera Trtiakov, algunas de cuyas reparticiones suelen destinarse a exposiciones temporales, o en la Cooperativa de Artistas Plsticos que dispone de un vasto y bien alumbrado local, o en el foyer de algunos teatros.
A comienzos del ao 1946 se inaugur en la galera citada una exposicin de lo mejor que haban producido los pintores y escultores de
la U.R.S.S. durante los tres ltimos aos, exposicin que, por falta de
espacio se derram hacia el otro local tambin citado, donde se realizaron
dos exhibiciones de las obras que no haban cabido en las salas especiales
de la Galera.
Nada mejor que esa exposicin para apreciar el estado actual de las
artes plsticas en la Unin Sovitica. A11i estaban representados casi todos
los pintores y escultores de primera fila en actividad. Los escultores
estuvieron menos presentes en proporcin, pero hubo ms de cien obras
.escultricas.
El nmero de cuadros probablemente pasaba de dos mil. El gnero
del retrato, que tuvo cultores devotos en todos los tiempos de la escuela seglar rusa (de origen reciente, pues no existan sino pintores religiosos antes del siglo XVIII), apareca afirmado en las virtudes prceres
que lo llevaron a gran altura casi desde sus tardos comienzos y sobre
todo en manos de Briulov, de Kiprnsky, de Repin, de Serov, de Surikov,
pintores de principios y mediados del siglo XIX, que permanecen en la
cima como cultorcs de ese gnero.
La pintura histrica, los cuadros picos, las grandes composiciones
con personajes de la historia nacional, en situaciones dramticas de su
vida, han tenido representantes de garra entre los pintores del siglo XIX.
Entre ellos sobresalen, desde luego, el famoso Repin, probablemente la
ms alta cumbre de la pintura rusa basta el presente, y el gran Surikov, cuyas telas se imponb por el vigor del dibujo, la fuerza del conjunto, el colorido, la expresin de las figuras, la convincente resurreccin
dd carcter de la poca y el medio espiritual de los personajes.
Y hoy, tambin, se da con frecuencia el cuadro de escenas histricas
del pasado y con personajes pretritos, pero asimismo el de temas actuales, que aspira a ser al mismo tiempo documento de historia contempo-
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*
Pero hay un realismo directo y de superficie que no llega a ser
s1qmera el de la frmula de E<;a de Queiroz: "Sobre la fuerte desnudez
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de la verdad el manto difano de la fantasa", o aquella otra de su Fradique Mndez: ''El arte es una sntesis de la naturaleza h2cha por la
imaginacin"; y ni tampoco, sin duda, la de Zola: "La naturaleza vista
a travs de un temperamento".
La misma realidad puede verse con ojos miopes y con ojos penetrantes v clarividentes. El realismo de la fotografa es siempre perif2rco. Del carcter slo entrecra la impresin mecnica producida por la
imagen de una mirada, de un "'gesto, de una expresin fisonmica en una
placa. El artista puede revelarlo mejor, despus de haber aho.ndado en
a imacrcn del sujeto, subrayando los rasgos que ms lo traducen, y aun
deforrn"'ando la figura para que cobre m2.s vida en la direccin de su verdadero espritu.
Por eso el realismo contemporneo no teme deformar las figuras
humanas. si con ello las anima y -les infunde fuerza de exprcsi>.-idad _o de
smbolo. vivo, hacindolas no slo feas y grotescas como en la realidad,
sino tambin monstruosas, con pes y manos deformes y abultadas cabezas, para verter con ms profunda veracidad el almc: del personaje, qw:;
por otra parte no abstrae del medio circundante, del fondo del cuadro m
de los otros planos de la composicin, porque la concibe como 1!n elemento cuyo destino va ligado grca y plctcamente a ellos. Y pc:ra,
adems, poner un sentido de simbolismo ideolgico en esos rasgos, que
gritan o golpean como truenos y martillos de Tbor.
. ~
Esa misma frase del conse io del escritor portugus: ".t:J velo difano de la fantasa" tiene que se-r interpretada.
Hay fantasas de div~rsa ndole.- La fantasa d~l ideals~a idea~iza
todo lo que toca. La fantasa del realista aade reahdad -s1 se qmere
realidad de adentro- a los rdlejos de la vida real, agregando horizontes
ms amplios a la simple proyeccin del arte, porque la recrea con el
mismo procedimiento del Dios bblico para crear al hombre: soplando
alma en el barro.
Su fantasa es creadora de realidades que hablan al espritu un hondo
lenguaje de resonancias recnditas de la naturaleza. Su soplo mgico no
baja del cielo, como la inspiracin de los romnticos, sino que sube de
la tierra. como las flores y las aves.
Con esa fantasa el realismo hace milagros de arte. Sin salirse de L;
realidad, sino expandindose y hundindose en ella.
El realismo de "la naturaleza a travs de un temperamento" y recreada por la imaginacin, puede .conduci.rnos a toda. clase de int~rpreta
ciones de la realidad. Lo que qmere dcClr que no Clerra los cammos de
la fantasa y de la magia creadora.
* *
.t:sa v1s1on de un realismo o naturalismo trascendente -permtase
decido as-, es lo que falta en los pintores realistas de la U.R.S.S.
Son formidables los del siglo anterior, en que el realismo haba
llegado a ser la expresin culminante del arte tras la decadencia del romanticismo idealista.
Ese realismo en los pintores actuales es ya demasiado uieux ;eu
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Llda de tal manera a la vida, que slo por la vida que contiene una obra
puede parecernos bella. Llegaba a la conclusin de que la belleza en el
arte no es superior a la belleza de la vida. Aqulla slo representa una
concepcin de la belleza que el artista ha adquirido de la vida.
Siguile Dob~o!ibov, quien ante la obra de arte slo se preguntaba: reproduce fielmente la vida? Si no hallaba esa fidelidad, no le
interesaba, al menos como asunto para uno. de sus artculos o ensayos.
que eran ms de crt:ca social aue de crtica de una obra de arte, la cuai
1~ serva de motivo y punto de partida -no dir de pretexto-, para
sus jugosas reflexiones soclcs, polticas, econmicas, filosficas y morales.
En Europa occidental la tesis de los fines sociales del arte haba
sido ianzada por Proudbon.
Lo ms fuerte, trascendental y perdurable del arte ruso se fu elaborando de acuerdo con esas directivas estticas.
Sus manifestaciones ms genuinas se pronunciaron ante el mundo
con un carcter al mismo tiempo de nacionalismo y de universalidad,
porque en la garganta y la voz de una realidad natural y espiritual palpada, vivida, profundizada y ..-uclta a crear, ponan un mensaje del alma
rusa para la humanidad entera.
Y ello era as, ms que todo, porque lo que transmita era sustancia
universal y eterna de la vida humana, palpit::cin y entraa del hombre,
cscncialrnc:nte igu;:;l en todos los pueblos de la tierra. medio infalible
de comunicacin entre todas las inteligencias y todos los corazones del
universo.
Gogol, Tolstoi, Gontcharv, Dostoievsky, Korolenko, Cheiov,
Turguenief, Gorki.
Toda una inc!2structble e imperativa fortaeza
del rcalsmo literario. Un tcmvlo Z>.ugusto, del cual eran ellos las colosales col u m nas y donde no se observ-;ban los ritos siempre transitorios
de una moda o de una escuela. sino el culto imperecedero de las esenciales
caractersticas de la sensibilidad creadora de u pueblo en la altura de
sus cumbres ms representativas.
.
En el mbito enorme de ese templo quedaban por fuerza comprendidas, en las respectivas :icistudes de los diversos gneros y ramas, la
suerte y evolucin del arte nacional a travs de muchsimas generaciones
contemporneas y futuras.
* *
No es de asombrars,::, por tanto, que un Estado que quiere mantener
bajo su gida directriz el desarrollo y la orientacin ideolgica de la cultura y de las artes del pas, adopte como cnones oficiales los de esa filosofa de un arte con sentido social. til a la causa del progreso humano,
en algn plano de la vida civil, poltica, moral. econmica. . . Y con
ella, como regla general del gusto esttico ante las representaciones artsticas -sin excluir, sino incluyendo de 1-;::.o.do principal las plsticas-,
la que se atiene a las formas del realismo en sus expresiones aparentemente ms veraces.
La sola imposicin de aquella filosofa con su frmula de "El Arte
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Cierto que eso no se precepta en la constitucin ni en ningn occreta o ley. Pero. el Partido lanza directiYas hasta por medio de resoluciones fundadas de un bur central; y aun sin ellas, el criterio oficial se
desprende del sisterna de direccin para todas las manifestaciones del espritu, como para la produccin del trabajo manual.
Los artistas plsticos tienen su sindicato y su cooperativa, y los ms
destacados pertenecen a la Academia de Arte.
Los institutos d2 dibujo y pintura, las escuelas de artes plsticas en
-;cnerzJ, preparan millz:res de artistas. Iviucbos de ellos encuentran colo~acn en organismos y establecimientos industriales, en teatros, etctera,
donde ganan un salario.
OtrosJ con n1cjorcs acultades, o n1s confi:.nza en s 1nisrnos~ tr2-
comerciales o a las instituciones que les hacen encargos. As los que forman parte de la cooperativa lievan a ella sus trabajos, cuadros o cs~ul
turas; y una con1isin o jurado que se rene todos los meses, o cada qumc2
;:s, acepta o rechaza los trabajos y establece el precio de los q1E ad~uicrc. Ella adelanta dinero a los artistas, que stos pueden descontar con
l;:Js trabajos adquiridos. Las obras aceptadas por la Cooperativa se ponez1
a la Yenta en 2Imacencs cspzcialcs y en muchas otras partes. Tambin
pueden los autorzs vei1der directamente al pblico, y hay algunas exposiciones permanentes de obras para la Yenta, entregadas a consignacin
por los artistas. En algunas grandes libreras se ven tambin en los csaparatcs cuadros y esta mas en venta; y en las salas de espera y paseos
de- muchos teatros hay sicmpr'~ exposiciones de cuadros que el interesado
puede comprar.
No se ha logrado crear a esa multitud de artistas una situacin un~
.
1
d .
nime de tranquilidad econmica. Los que no tlenen a suerte e eJercer
funciones cennancntcs en el profesorado de los institutos o escudas d2
arre o no ~e vincdan a la escenografa de un teatro (los buenos esceng:afos ganan mucho y necesitan numerosos ayudantes) o no se halian
;dacion~dos con taller2s que reciben con frecuencia encargos oficiales, sobre
~odo. para pintar retratos de esos con que se adornan en bs fiestas los
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LA EsFI~GE
E.\IILIO FR UG02'-li
'
.
Tien.en, en cambio, lujosas entradas lo.s que por su renombre reClben ped1d.C:s y e11:~a~gos de las instituciones de todo Mosc y an de
toda la~ ~mon .s~~1et1ca. Los que pasan P<;>r ser l<;>s ~s capaces, no pueden qu"prs.~, ClerLamente. Sus obras son b1en retnbu1das, y las distinciones que ree1oen se traducen en ventajas personales de todo orden
.
.
I:..:r_ay; u~os cuantos .de el~o~ que son .los prefendos
como retratistJs
de los_ mas a1tos p;;rson~Jes _oflCl~les, espeCialmente Stalin. y eso. slo les
dcuerda una precmu:;nCla duectnz en las orientaciones del gusto y juicio
~en eral. Tuve ocaswn de .c<;>nocer a uno de ellos, que sola hablar en 1,
l~a~gurac~on de l.as expOSlCIOn;s importa!ltes como- representante de 1~~
~lllLOres y se ded1caba a ese genero de pmtura oficial, rememorativa d.:
ue~tos suceso~,. que suele parecerse en todas partes del mundo. Su criteno ~Y s~ espmtu. ~r.an feroz~cnte impermeables a toda inquietud esttica
que aparLa~e la VlSlOn _del art1sta de los cnones de su fotografismo con
col;'res. Picasso,,para ,;1 e~a so~~m_;:nte un charlatn. Negaba en redondo
toco lo que 11:0 I,ucse vensmo . .t:l suyo, en la prctica de sus telas tan
altamente ~ot1zaaas, perteneca a esa clase de pintura acadmica que los
franceses dieron en llamar pompier.
,
Pero ese ma2~tro consagrado es uno de los que deciden de la sue-~e
ae todas ~as expre~!Ones del arte pictrico que all surgen, pues forma p~~~,,
d.e. los ~as a!tos JUrados, y su criterio -que en l halla una exterioriza:
cw.n. :nas tapnte que en otros-, no es solamente suyo sino que es la
opmwn de todos los que como l gozan de influencia en el plano d 1
a~t~ Y son los que indican hacia q~~ formas, escuelas y tendencias pi~
tonc.as debzn onentarse el favor oflClal y, desde lueao, la ensean~a- do
la pmtura.
o
L
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. v.1. los que no qmeran
o no
~ue an so:.;ete.J.se a ese cnteno: o simplemente a la interpretacin ( discut_rble tamble.n como tal) del mismo, quedan al margen de las posibiiidadc"
C!e pr~nunc.rarse notona~e_nte y de hacerse conocer.
d,~~ l: 0,r ey:mplo: _un ~IeJO escultor qu.e .tr~baja con preferencia la mal'\~~~ ,::-::n_o~bre ~e 1 ~ anos-, qu~ ba vla.Jado hace mucho por Europa v
-y,o,t-_"wenca,
expon1endo
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. con ex1to en-- P~r
" 1'~,, V 1'ena , L onarcs
y -,r
l~UeV:l
<?L ' t1en: ~n un paraJe. central un taller en una esvecie de pequeo aar~}.e o depos1t~ .que alqm~a al municipio. Conserva" all al aunas com~o
SILIOnes escultonc.as muy mtercsantes, fuertes y delicadas a la vez ::;~~r"
algunos bustos v1gorosamente ex-presivo< sobrosa'o uno d L .~ .L ~
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e en1n, a e po;ro~:s 1 "s-~os, ~de _una L~cm~a d1stmta de la predominante en los cientos
d. bttstos 1 est"tuas de Lenm
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la c1',dad
.,. . . 1 ~
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RoJ .\
287
... * *
La imposicin de un criterio nico se deja sentir sobre todo en
la enseanza de las artes plsticas, en la preparacin de las nuevas generaciones de artistas.
No es que se les prive a los jvenes el conocimiento de las tendencias de renovacin de las artes, ni de las carterstcas exponentes de las
di:versas escuelas. Hay en l'viosc y en Leningrado museos que contienen
la ms completa coleccin de cuadros y esculturas de todos los tiempos
y modalidades. El Museo Nacional de Bellas Artes y el 1\tiuseo de Pintura l'iloderna Occidental de Mosc, y el clebre Ermtage, de Leningrado,
encierran valiosos ejemplares de los pintores ms audaces del siglo XIX
E:viiLIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
y de los primeros aos del siglo XX. Sus colecciones datan, en su mayor
parte, de los tiempos del czarismo.
El segundo, sobre todo, poco tiene que envidiar a los mejores del
mundo en cuanto a colecciones de pintura y escultura modernas. Y o no
pude ver ninguno de estos dos, porque al haber sido evacuados al comienzo
de la guerra con Alemania, no haba concludo de habilitrseles para ser
abiertos mientras estuviese en Mosc. Pero puedo asegurar -porque
ello est documentado en libros veraces, guas y catlogos y en ellos estn
contestes todos los testimonios-, que son altamente valiosos.
En el Museo de Arte Occiden-tal los primeros impresionistas estn
excelentemente representados, as como Millet y la escuela de Barbizan.
Y, acaso, estn todava mejor representados los impresionistas anteriores
y, asimismo, Cezanne, Gaugin, Van Gogh, Matisse, el cubismo y el futurismo. No faltan los espaoles Anglada, Camarasa y Picasso, que figuran con obras anteriores a 1914.
Los estudiantes de institutos de pintura desfilaban ante esas obras
y adquiran conocimientos de las luchas de escuelas y de las evoluciones
del arte pictrico a que daban lugar. En las bibliotecas pueden hojearsc
y estudiuse lbumes extranjeros que han recogido a los ms destacados
maestros de todas las tendencias. Ese material de informacin se pone all
al alcance de los futuros artistas, a quienes se les estimula a coocer los
que para la docencia se consideran los mejores maestros.
Y no puede negarse que entre los profesionales de la pintura hay
quienes acusan, en muy dbil grado, eso s, la inlucncia de ciertas corrientes renovadoras del siglo anterior y albores del presente; pzro se buscada
cr1 ;.-ano un slo spcirn<m de esas escuelas abstractas o de esas tendencias
primitivistas o ultramodernas que sientan sus reales en otros pases.
No se concibe -por ejemplo-, que un solo pintor ruso actual
pu.::da dedicarse al construccionismo de nuestro ilustre compatriota Torres
Garca, ni siquiera a un gnero de pintura impresionista, con los caract..-:res y la tcnica de nuestro gran Figari.
Predomina de tal modo el realismo acadmico de los detalles, de la
fonr:a y de los colores (lo que podramos llzmar con frase tomada de la
j:rga filosfica "el realismo ingenuo") que la pintura no. sale nunca de
cierta rbita de sensatez y de lgica racional; y el pintor no ve nunca la
realidad sino por los ojos del hombre "medio", del tpicamente normal,
ni busca la emocin esttica en la pura abstraccin, ni tampoco en lo
ddibcradamente monstruoso o grotesco como representacin o como lenguaje grfico.
Gracias a eso -he de ~ecirlo tal como le;> siento-, no ha prosper2do ni prosperarn los snob1smos y las tentat1vas frustrneas de artistas
que tratan desesperadamente de dar una nota de originalidad sin arredrarse ante ninguna extravagancia, o pretenden hacer escuela a base de
sus propias limitaciones.
Pero se da la alternativa con demasiada frecuencia a lo mediocre,
que responde fielmente a los cnones de la escuela, es decir, a la parte
muerta de la pragmtica escolar. Lo que es ms doloroso an: se malogran en expresiones envejecidas muchas cualidades creadoras de excevcin.
" Los cuadros histricos y de batalla que se pintan en la U.R.S.S.
actualmente son, en su gnero, sin duda, los que revelan en todo el mundo
contemporneo mayor pujanza de realizacin y de trabajo. Ciertas telas
enormes, de siete o ms metros de largo por cuatro o ms de alto, que
representan escenas guerreras de las invasiones trtaras, o de las luchas
de los rusos contra otros pueblos vecinos, y an combates contemporneos
contra el invasor alemn, pasman por la cantidad de figuras en ellos acumuladas, con un realismo perfecto, que ofrece ntegra y pujante la sensacin de movimiento de las grandes masas humanas.
Con un raro dominio del dibujo, los autores han reproducido exactamente los rasgos, los trajes, las expresiones de los cientos de guerreros
que all aparecen en las ms diversas posturas, a caballo o a pie, ahogndose en un ro o cruzndolo en medio del fragor del combate; escalando
un ribazo o un muro, y batindose en actitudes feroces con el enemigo.
No hay un solo actor, un solo personaje o comparsa de ese drama terrible y truculento, que no est presentado con la ms concienzuda prolijidad pictrica, y con tal acierto de dibujo y color, que cada figura de
sas es un retrato annimo, animado de un autntico soplo de realidad.
Esa hazaa de la procreacin mitolgica de los grandes pintores del
Renacimiento, que parecera inasequible en nuestros tiempos, all la realizan esos verdaderos titanes del pincel, que sin duda lo son sea cual
fuere el juicio que pudiera merecernos su criterio esttico. Son verdaderos
poetas picos de la pintura. Sus epopeyas, como las clsicas de la poesa
universal, pertenecen a una edad del arte y de la sensibilidad artstica
que no es ya la nuestra, acaso porque la civilizacin burguesa y occidental nos ha degenerado. . . Lo cierto es que ante esos cuadros se nos
ocurre pensar en aquellos poemas picos de ciento cincuenta mil versos
que escriban en su tiempo asombrosos poetas inconmensurables, de cuyos
nombres no nos acordamos para nada en estos das.
Ante esos cuadros asombrosos se experimenta un profundo respeto
por el autor que con mucho dominio de su oficio, con mucha honestidad
de pincel en la firmeza del dibujo y con un aliento realizador de verdadero
gigante, ha pintado esa abrumadora multitud de figuras.
Y, aunque se piense que su orientacin pictrica lo ha conducido
a prodigarse en esfuerzos a veces intiles, la frente se inclina ante tan
empeosa y robusta labor.
Digamos, por otra parte, que el genio ruso se desenvuelve con desenvoltura y provecho en el realismo, que es algo as como el elemento
natural de sus facultades creadoras. El lo ha profundizado y ampliado
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EMILIO FRUGONI
*
Si hay un terreno en que debe aplicarse de la ms lata manera la
frmula del librecambismo: [aissez faire, [aissez passer, se es el del arte.
La libertad de expresin y la concurrencia de criterios distintos y opuestos, es una imprescindible condicin de la evolucin esttica.
. Cuanto ms amplia es esa libertad, ms amplia es la vega donde
se s1embra, prepara y recoge la cosecha del arte. Retacearla es reducir las
posibilidades de su desenvolvimiento progresivo.
Por eso no se puede someter el mundo de la creacin artstica a una
opin~n nica, a u solo. criterio. Mejor dicho, no se le puede someter
de nmguna manera sino que ha de dejrsele desenvolver en ia auto.noma
de c_ada vocacin y en la independencia de cada espritu para elegir, sin
preswnes extraas, su orientacin definitiva.
LA EsFINGE RoJA
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EMILIO FR UGO:NI
LA EsFI~GE RoJA
del arte que slo puede existir cuando es til al pu~?lo y s~rve ~ una idea,
di lugar en los primeros tiempos de _la revoluc,lOn a _duectlVas de un
simplismo risueo. Todo lo qD:e se pmtaba ~~b1a servu a la Causa de
la Revolucin, ya fuese reprodumndo <? n;agmhcando esc~na_s de la l~cha
revolucionaria, ya fuese representando 1magenes de los pnncrpales aCLares
de esa lucha, ya fu_ese. ideando compo~icio!1_es de ~n claro se_nt1~C: de exaltacin de los sent1m1entos de emanc1pac10n soe1al y de JUSticia que la
,
.
inspiraban. La pintura deb~, segu~ la ln;a pol,t~ca.
Se quiso hacer una cuest10n de tdeolog1a pohuca de lo que solo puede
ser una cuestin de esttica. Se quiso. ver en un arte iel a la realidad el
nico diano de una sociedad de trabajadores, porque la esttica burguesa
de los si~los XX y XIX se caracterizara por su amor a lo falso y oo,
traduci;dose "en imgenes de magazine y cromos de calendario" que
dira Jean Cassou. Pero no se advirti que la realidad no tiene nada que
ver, como ste dice, con la querella entre lo moderno y tal esttica burguesa, y que un arte no figurativo es tan rico en posibilidades populares
como el otro.
Alao se ha cambiado, sin embargo, no para mejorar. Al principio
la consigna era: "el arte para la propaganda". Ahora se ha sustitudo por
la consiana del realismo. Y puede comprenderse -claro est-, que ~e
adoptase"' como frmula transitoria, de combate, en una poca determinada, la primera de esas consignas. Haca falta tender con toda la fuerza
del espritu a una empresa revolucionaria, y con~ena contar para ~l~o
con el concurso tan eficaz del arte. Fuera o no reahsta, un arte al servlClO
de la idea de renovacin social, deba ser preferido a un arte sin ideas.
Pero realizada la revolucin y puest'o el pas en mano.s de quienes necesitaban de aquella actitud del arte para triunfar, ella no tena por qu
vermaneccr consaarada a fines sociaes o polticos superados. El movi"iniento revolucio;ario victorioso no necesitaba someter todo el arte a una
preocupacin de propaganda para cumplir sus propsitos sociales y polticos. Para no ser cont'rarrevolucionario, al arte le bastaba ahora con
no ser propagandista de la contrarrevolucin. Pero he ah que si se libertaba al arte de su obligacin de ser propagandista, era a condicin de imponerle una limitacin menos lgica: la de no poder ser sino realista.
El paso de una consigna a la otra, no se efectuaba de un modo racional y neto. Y aunque el realismo daba por s solo patente de buena
orientacin, hasta desde el punt'o de vista poltico y socialmente revolucionario, se mantena el principio de que el arte debe responder a una
filosofa y transmitir ideas y que la pintura no debe carecer de asunto,
ni ser "desinteresada".
Y si por un lado el concepto de un arte atento a la vida y siempre
pronto a reflejar las vicisitudes hist'ricas, a las que se halla vinculado
a las que no puede ser ajeno, se ligaba formalmente a la esttica y tcnica realista, por otro lado el realismo artstico quedaba comprometido
a no separarse de una actitud espiritual de vivo inters por la suerte social, a la que deba ser til en la esfera de las emociones que pertenecen
a su rbita.
El pintor deba ser el "realista pensador" de Pisarev.
Los pintores revolucionarios desdeaban, naturalmente, la pintura
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LA EsFIKGE RoJA
CAPTULO
XXXII
LA MUSICA EN MOSCU
Suerte ms gloriosa que a la pintura le cabe a la musica. Menos
cosas se han atravesado en su camino para detener su evolucin, y mucho
es lo que en Rusia contribuye a impulsar su progreso.
Ella ha podido, con una libertad de espritu no consentida en otros
planos de la creacin artstica, escoger entre las escuelas y las tendencias,
incorporndose las adquisiciones definitivas de cada una, desenvolviendo
sin mayores cortapisas y en todas las direcciones del adelanto esttico,
sus elementos caractersticos, su propio caudal de sustancia autctona.
.
No ha;n. f.altado, con todo, d!t;ectivas de criterio musicaL expresadas en los JUlCios sobre la producc10n de los autores soviticos. con un
contenido de conceptos sociales y de tendencias ideolgicas. DifciL si no
imposible, parece encontrarle a la msica como tal un sentido ideolaico,
conservador o revolucionario, no desde el punto de vista artstico ~ino
desde el punto de vista social y polfico. Sin embarao, la crtica sovitica interpreta una sinfona, un concierto, una toccat; con relacin a ese
ngulo de apreciacin, y les descubre caracteres y rasaos de obra revolucionaria o contrarrevolucionaria, social o polticament~ hablando, es decir
en trminos de juicio poltico.
Y, finalmente ha ocurrido que la propia crt'ica ha sido criticada
por el bur del Partido (vase la nota ms abajo) , recibiendo lecciones
en orden ~ las t~ndencias y. valores que deben combatirse y negarse, o por
el contrano, estimularse e Imponerse, por razones de orientacin poltica
fundamental de circunstancias.
Para que los lectores adquieran una idea de cmo se puede calificar
una sinfona, o sea, una pieza musical sin palabras, de socialmente avanzada o de socialmente reaccionaria, recordar lo que a propsito de uno
de los msicos soviticos ms en boga, acaso el ms clebre en la actualidad de los que cuentan con el favor oficial, -Shostakovich-. escriba
el crtico D. Guestiev. en la revista Cultura u Vida
.
~abla.ndo de la "No\~ena. Sinfona", die ese c~tico: "Se esperaba
una smfoma de la Gran VIctona, pero en realidad es una sinfona schcrzosa. un juguete, un chiste, un poco de humour, que recuerda a H::Endcl
y Bcethoven, y no lo que se esperaba y lo oue se necesita.
"Y detrs de esto, Stravinsyk, un m~ico sin vatria, sin confianza
en el progreso y divorciado de los altos ideales, de los principios de tica.
"~a "Novena SJ;.fona" traduce un sentimiento en que el alto ideal
humamsta no ha dommado la irona escptica y la estilizacin."
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"Hay dos caminos: uno, para la humanidad y para los alfos ideales, como en la "Quinta Sinfona", y en el contenido humanista de la
Sptima.
"El otro camino es el del cinismo y lo grotesco; un tono de risa
sin perdn, de sarcasmo.
"Lo principal en la "Octava Sinfona" es el primer camino; y eso
est en las obras de las grandes msicas del pasad: de Bach: de Mussorgsky, de Tchaiko.wski.
"Aquel otro camino es el de la msica que deleitaba a la burguesa
que iba barranca abajo."
No s si esa crtica a la ltima sinfona de Shostakovich ha coincidido o no con alguna relegacin del msico famoso a un plano menos
destacado en el elenco de los favoritos dc la censura "oficial". Lo que
cualquiera ve es cunto se presta ese gnero de crtica -que generalmete
decide de la suerte de una obra o de un autor en el estrado de la gloria
sovitica-, para restarle o consignarle valores por motivos poco relacionados con los mritos reales de una produccin musicaL en cuanto
obra de arte estticamente considerada.
PJ?-ede suponerse que a un msico que por cualquier motivo cae en
desgraoa se le han de atribuir sentimientos de irona y sarcasmo o de
d.es~n al pueble: y a la democracia donde l haya querido poner otro sentimiento cualqmera o slo se haya dejado llevar de un impulso indefinible como. emocin sentimental.
El slo hecho de haberse dejado impresionar el autor por la tcnica
y acaso por las ideas de esttica musical de Stravnsky, puede ser la verdadera explicacin de esa crtica dedicada a la sinfona del caso. Quizs
haya bastado descubrirle la influencia de modernos msicos occidentales,
en momentos en que recrudeca la vuelta haca el nacionalismo ruso o
eslavo, acentuando la separacin de toda influencia occidental, que en
materia de arte significara cuando menos, un contagio de corrientes de
sensibilidad capitalista o burguesa ( 1) .
Pero al msico habra de serie permitido, por cultor de un arte que
no expresa sino sensaciones y traduce por consiguiente sensibilidades y
no mentalidades, moverse entre menos limitaciones dogmticas y doctrinaras que el poeta, el novelista, el dramaturgo, el pintor, el escultor ...
( 1) Lr.s
traje:-on, en el r::es de febrero clel corriente
ao. noticias soine ,_1!1
del Bur Cell~..:ral clel Partido Conu.tnista aue censuraba a tres de los ms grandes !.TIsicos actuales -Dhnitri Shostakovich~ Sergio
Prokofi~::-; v Ar~.n1 Kacl1P.tcGir.n-. DO!' "c:er.:: n"lsi<:::a burguesa dee3.clenten y les indics.b~ comPoner obr?..s cl8.sicns co1n lo. de Tschaikowskv \~ Rim.ski-Korsat:ov.
Luego se SUlJO c.;.u~ los :::.sicos "~;apu1c::.d0s e:ntonarOn~ el 77?.-ea cul.pa y proraetieron
hU1:1ilC.emente enn1cncl2.r2e c'.e acucrd:J co::.1 "el int:;::::s se";erc pero paternal'' que se
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EMILIO FR UGO::-~r
La msica rusa se apoya, al mismo tiempo, vigorosamente en el fol~lor~ -uno ~e los m~s ricos del mundo- y en la inspiracin indita,
sm JUZgarlas mcompatlbles en una misma arquitectura sonora. Trae su
r~o armonioso de todos los manantiales y vertientes de la emocin esttica, y no se arredra ni detiene ante ninguna audacia tcnica innovadora.
Est, hoy por hoy, probablemente en la cumbre de la produccin
musical contempornea.
El genio musical ruso. tiene hondas y fuertes races en la vida de su
pueblo. Toda una plyade de grandes compositores se dedic a crear una
msica que arrastra en sus ondas los estremecimientos vicrorosos del alma
popula.r, reflejando en ellas la fisonoma sentimental de ~sa alma ingenua
y apaswna.da, do~de un .fondo de ternura se esconde a lo mejor, desconcertante e Imprevisto, baJO una capa de rudeza algo brbara. Y adems,
cor:tando ~on. el lengu~je mltiple de los ros de su tierra, con las pulsaoones cosnucas del VIento en las estepas heladas, con el clamor de los
bosques infinitos, con el idioma lrico de los mirlos y de los ruiseores
entre el follaje primaveral de las encinas, los tilos, los pinos silvestres,
los chopos y los abedules.
~a pera . r;.rsa naci de las c.anciones y de las leyendas populares.
Tomo las tradiciones orales y musicales del pueblo como base y materia.
Verstovsky, primero, y Dargomijsky despus, desde antes de la
mitad del siglo XIX, explotaron con acierto la mina inaaotable de la tradicin popular rusa. Poesa y msica popular dieron el f>echo a la pera,
para que se desarrollara nutrida por los jugos de la tierra natal.
Y as como en la literatura se ha mantenido siempre cierta correspondencia entre el idioma de las masas y la lengua literaria, al decir ds
un eminente conocedor de las letras y la lengua rusas, en la msica tambin se mantuvo, al menos en la pera y el ballet, que son los gneros
mayores ms populares, una comunicacin profunda entre el genio annimo del pueblo y la depurada expresin de las formas cultas del moderno
lenguaje musical.
Es conocida la historia de Los Cinco. Cada uno de ellos con su personalidad de rasgos propios, y los cinco construyendo el slido templo
de una escuela que es toda una era de la msica nacional. Glinka abri
la marcha, en su peregrinaje hacia las inspiraciones de la historia, para
recibir desde el pasado el fecundo abrazo del alma eterna de su pueblo.
La pera rusa moderna aparece con l. "Rusland y Ludmila", "Thars
Bulba" e "I vn Sussanich" son sus ms perdurables producciones. l\1ussorgsky, Borodine, Rimsky-Korsakov, Cu, Scriabin, la enriquecen con
un empleo ms amplio y afinado de los recursos orquestales y nuevas frmulas de expresin musical. Y en todos ellos es- poderosa la vinculaci~ de su estro a la vena folklrica y a los ritmos de las danzas y cantos
:regiOnales.
Tchaikowski -por su parte-, a quien Los Cinco consideraban
poco ruso, si bien se o.ccidentaliza ba io influencias francesas. italianas v
alemanas, no toma para sus peras sino asuntos rusos, buscndolos e{1
:los poemas de Pusbkin o en las leyendas ukranianas de Gogol.
Con sus cuatro o cinco peras, sus tres balets, sus ocho sinfonas
y sus numerosos conciertos, es el msico ms popular y ms venerado de
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LA EsFINGE RoJA
* * *
De la gloriosa plyade de compositores desaparecidos, dos de ellos
cultivaron con suerte eximia la msica de ballet: Tchaiko\vski y RimskyKsrsakov. "El Lago de lo~ Cisnes" del primero es, sin duda alguna, el
mas famoso de cuantos se eJecutan en la U.R.S.S. Su msica es toda ella
de una suprema delicadeza, como corresponde a la fina seduccin del
asunto. Figura con ms frecuencia que ningn otro en el cartel del Gran
Teatro y constituye uno de los espectculos que con preferencia se muestran al extr2.njero, como ejemplar caracterstico y selecto del gnero.
Del segundo, el que se represent mientras estuve en Ivosc fu
"Scherazade", en el Stanis!acski, pero se preparaba la reposicin de ''El
Gallo de Oro".
De los compositores contemporneos vivientes, uno de los ms danos de mencin ~:s Azaicf cuyo bal!et "La Fuente de Bajchizarai" sobr~
sale por el colorido dramtico y el variado caudal de sus melodas, modernamente armonizadas, en el repertorio del Gran Teatro, mientras "La
Seorita Campesina", de una fina factura sentimental y humorstica,
triunfa en el filial.
En los ~ltin;os tierpos volvi a cultivar el gnero uno de los m.
Sicos nuevos de mas renombre, Prokofieff, con "Soluska" (La Cenicienta),
cuya presentacin escnica parece haber deslumbrado al .Pblico ms aue
1
'
"
"a
mUSlCa.
La crtica la elogi mucho pero entre el pblico se ba difundido el
concepto de que la partitura es de contornos rtmicos algo duros, y en
los momentos ms poticos de la accin escnica el ruido de los cobres
incomoda ms que deleita, mientras se echan de menos los violines, de
los cuales el compositor parece haberse olvidado.
A m modestsimo juicio, mucho ms acertado estuvo ese autor en
''La Guerra y la Paz", compuesta sobre un libreto extrz:ctado de la clebre noyela de Len Tolstoi.
. . En el halle~ "Lo la", de asunto espaol. heroico, el compositor Basdtcnsko ha, ~eahzado _una buena labor de seleccin y adaptacin de pgmas de mus1cos espanoles: Falla, Granados, Turina, Alvarez, Albniz,
etctera.
En la msica de ballet se han ejercitado casi todos los arandes compos~t?~es rusos; . El ,mismo. Shosfak<?vich,, tan ~bsorbido por la composlcwn de mus1ca ae conCierto -smfomas, tnos, cuartetos, quintetos
303
* * *
.t:n cambio, la musrca de concierto ba escalado nuevas cumbres. El
concierto es, en Mosc, desde luego, un culminante exponente del grado
de cultura musical a que se ha llegado tanto en lo que se refiere a la cap<>
ciclad de ejecucin de los intrpretes como al virtuosismo creador de los
compositores y la preparacin receptiva de los auditorios.
Un ciclo Beethoviano, en que se ejecutaron todas las sinfonas del
autor de "Fiddio", algunos conciertos con solos de violn o piano, fragmentos de "Egmont" con canto y hasfa con recitado a cargo del famoso
actor dramtico Kachdov, con una orquesta excelente -la del Conservatorio Nacional-, conducida casi cada noche por un director distinto,
fu un acontecimiento de tantos en la temporada de 1945, que se reprodujo con no menor brillo, por cierto, en la de 1946 y se reproducir en
lo sucesivo.
En uno d2 los concicrto.s de ese ciclo, como me sobrase una localidad, tuve el gusto de cedrsela a una muchacha de las que se aglomeraban
en el atrio y el vestbulo del Conservatorio tratando de adquirir entradas,
que ya se baban agotado en la bolefera. Pude entablar con esa compaera improvisada una trabajosa conversacin, empleando el reducido y
desastrosamente pronunciado lxico de que yo dispona.
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Era una senciiia muchachuela de no ms de veinte aos, poco agraciada, modestamente vestida, que trabajaba en una fbrica. ; Qu feliz se
sen ta de poder escuchar ese concierto!
Recuerdo que en el estrado se instalaron, ante el rgano de tubos
de grandes proporciones, unos setenta profesores de orquesta, que esa
noche diriga el maestro A. B. Gank.
La hermosa sala (legado de la poca de los zares), con capacidad
para cerca de do.s mil personas, de forma oval, con una platea en que se
:inean ms de mil sillas y una galera con gradas, que avanza en herradura basta casi la mitad de la platea, no ofreca un solo asiento vaco. Se
ejecut la "Quinta Sinfona". Luego el "Tercer Concierto para piano y
orquesta" con el pianista Emil Gilles -de quien se dice que ha ganado
todos los concursos a que se ha presentado en el exterior- y cuya labor
fu sin duda asombrosa por la perfecta tcnica y la sugestiva mezcla de
fuerza y levedad de sus medios expresivos. Y finalmente, msica y partes de canto y recitado de ''Egmont", con la intervencin de una soprano
y de un viejo actor -la mayor celebridad viviente del arte dramtico
ruso-, R. N. Kachalov, quien recit su monlo.go, en versos de Gcethe
trJducidos al ruso, de un modo impresionante. Era un hombre de unos
setenta aos, alto, que graduaba magistralmente la voz y accionaba con
dcgancia suma.
La orquesta acusaba una disciplina insuperable y esa sonoridad aterciopelada que resulta del sabio. equilibrio entre la dulce morbidez de las
cu2rdas, la voz caliente y empinada de las maderas, el tono enftico de
los bronces, el trueno cautivo y domstico de los tambores y timbales ...
Ese ciclo de Beethoven, en plena guerra contra lo.s alemanes, en momentos en que todo lo alemn era odiado y execrado, demuestra la fuerza
de la gloria del genio, que traspone todas las fronteras y se eleva triunfante
por encima de todas las pasiones humanas. Y ensea que el divino idioma
de la msica es capaz de hacerse or, como un lazo de emocin entre los
corazones, a travs del odio de los pueblos y del choque terrible de los
cuerpos y las almas en los campos de batalla.
Beethoven quedaba, erguido en su gloria inclume, mientras Alemania se hunda. El segua triunfando en el puro cielo del arte, mientras
su patria se abismaba bajo el peso de sus propios errores y de los crmenes de sus gobernantes.
Ningn genio se ha universalizado tanto. como ste, porque no hay
pas ni pueblo que no le tenga reservado un rincn de admiracin y amor
en su espritu. 'Su lenguaje no puede ser motivo de confusin en ninguna Babel presente ni futura.
Y as como l'vlarx y Engels, otros grandes hijos de Alemania, viven
ahora permanentemen~e en el Empreo. Nacional ruso con su carcter de
g::andcs nmenes inten1acionales, Beethoven, por la sola virtud de su canto
divino, ms alto que todas las ideologas, recibe en los solemnes templos
soviticos de la msica pura un homenaje cotidiano.
Y no solamente Beethoven: todos los msicos alemanes, Bach,
Brahms, Glck, \Veber, l\!lcndclssohn, y hasta el mismo \Vagner pese
a haber sido proclamado el msico predilecto del nazismo., que entroncaba grotescamente su pseudo filosofa nc.cionalista y racial con el sentido
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. La msica para piano ocupa sitio importante en la obra de ese comruso que ha dado a luz, para ese instrumento, cinco grandes conciertos, ocho. sonatas y muchas pequeas piezas. Hablando de l deca
un crtico: "el moderno estilo musical de su piano encuentra oposicin
encarnizada entre los msicos ms conservadores, quienes consideran su
"Quinta Sinfona" y su ciclo de "Sarcasmo.s" como una insolencia contra el gusto y tradicin de la armona."
Se ejecutaron en esas veladas el "Tercer Concierto", varias sonatas,
"El Pasaje Francs", y alguna de sus treinta y dos danzas y arreo-los para
piano de su ballet "Al Amor de tres Naranjas". Ese ciclo pianstico ofre~i oportunidad al famoso pianista Ricter para consagrarse como el mejor
mt~;p~ete de .r:~okofieff, desta~ndose en la "Octava Sonata", que con
su cltma suttl se JUZga la mas notable de sus obras para piano.
~osttor
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tico. Record una vieja crnica de Samuel Blixen sobre la primera representacin en Montevideo de una pera italiana del compositor wagnerano Franchetti (creo que "Sberia"). Contaba el inolvidable e insusttuble Suplente, que en un entreacto se encontr con un antiguo empleado de la Legacin del Uruguay en Berln, que acababa de llegar de
Alemania, y se sorprendi enormemente al orle decir que aquella partitura, lejos de ser, como casi todos los oyentes crean, el colmo de lo
impenetrable y difcil, era de una claridad casi elemental de musiquita de
pera menor ..
Los que se familiaricen con Shostakovsky, hallarn sin duda a
Wagner de una diafanidad de primeras letras, tan accesible como una
simple pgina de aritmtica elemental, muy lejos de las matemticas superiores y del clculo nfint'esmal de las msicas modernas ..
No estoy de acuerdo con Nietszcbe, que en notas sobre Wagner dice
en "Humano, demasiado humano": "Pobreza de melodas y en las melodas pobreza".
Qu dira de estos msicos actuales que proscriben reciamente la
meloda, al menos la hase meldica, de sus tempestades sonoras?
Grandes auditorios acogen, sin embargo, con recogimiento y entusiasmo los caudalosos mensajes del clebre compositor sovitico, y en eso
se revela la difusin alcanzada por la cultura musical superior.
Como para las artes plsticas, tambin se despliega una intensa actividad de sistemtica educacin popular por parte del Estado. Desde los
bancos de la escuela primara, y antes an: desde los jardines de infantes,
donde se ensean cantos y danzas a los pequeuelos, el ciudadano sovitico comienza a recibir una preparacin para gustar de la msica y entender el idioma del pentagrama. Aprende a cantar en coro desde sus primeros aos y ejercita esa actitud en mltbles ocasiones durante gran parte
de su vida: en las reuniones de los pioneros, en la de los Komsomols, en
el ejrcito, en los Clubes de los Sindicatos, en las Casas de Cultura, en
sus fiestas familiares, en todas sus expansiones de camaradera. Aprende
solfeo en la escuela desde el tercer ao. S se le descubren aptitudes y
tiene vocacin para ello, se le pone en el camino de su preparacin musical, se le abren las puertas de los conservatorios y de los institutos musicales.
Por eso se ve en los conciertos sinfnicos o de msica pura un auditorio en el que abundan los adolescentes; y el fervor con que se aplauden
las buenas interpretaciones, demuestra que esa masa de aficionados concurrentes a los seis o siete esplndidos conciertos que nocbe a noche se
celebran en l'viosc, se siente de verdad vinculada al latido espiritual de
tan selecto gnero de arte. (Adems de las grandes salas citadas pueden
recordarse como templos de la buena msica, la Sala menor de la Casa de
los Sindicatos, a la que pertenece la Sala de las Columnas, una segunda
sala del Conservatorio, la del Club Universitario, la del Museo Politcnico, la de la Casa de los Actores, etctera) .
Sobre esa base y en esa atmsfera, la msica de concierto se desarro.1la estimulada por la emulacin que all se mantiene encendida en una plyade de compositores que figuran entre los ms audaces y vigorosamente
nuevos de la msica de nuestros das.
LIBRO TERCERO
CAPTULO
XXXIII
LA REALIDAD COTIDIANA
EL CRITERIO DISTRIBUTIVO.
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~~.
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mercancas de igual valor; la cantidad de trabajo en una forma es canjeada por igual cantidad de trabajo en otra forma."
Pero las ventajas prcticas del sistema monetario corriente son innegables, segn lo hemos manifestado en otro captulo, para el intercambio
dentro y fuera del pas, y su sustitucin trae aparejada !dificultades que
slo pueden superarse o eludirse en circunstancias de diverso orden que
no se han dado todava."
Marx haba predicho, en efecto, que en una primer etapa de la transformacin eco.nmica socialista sera indispensable continuar con el dinero
y el salario; y no me parece lgico presentar la existencia de esa forma
de remuneracin del trabajo, pese a que constituye la caracterstica esencial del rgimen del salariado, como una prueba de que all no rige un gobierno de tipo socialista.
Eso. sera, acaso, tanto como negarle ese carcter al gobierno de Suecia y al Laborismo Britnico, que se desenvuelven con una marcada y
firme tendencia hacia la implantacin de los fines socialistas, pero sin
hacer saltar en pedazos, porque no est en sus posibilidades (y no es,
adems, en ellos conciliable con el mtodo evolutivo. con que se proponen
realizar gradualmente los fines de la Revolucin), los moldes econmicos
que no se pueden sustituir por nada mejor mientras no. hayan surgido
las condiciones que lo permitan.
Lo que cabe, en cambio, objetar desde el punto de vista de la aplica-cin del socialismo, es el criterio con que se pretende realizar la justicia
social en la escala de precios que se aplica a la mano de obra en el mercado
nico del trabajo que all existe, y que se sustrae, como se comprende, al
juego de la oferta y de la demanda, pues queda sometido a las decisiones
de ese nico comprador de materia prima y de trabajo, y nico. vendedor
de todo producto y riqueza, que es el Estado.
La eliminacin de la empresa privada permite que la produccin sea
impulsada por los intereses de la economa nacional. El volumen de la
produccin, el consumo, la cantidad de moneda en circulacin, los precios de los bienes de consumo, el nivel del empleo y los salarios se fijan
por el Estado. Este procede, a su vez, de acuerdo a planes peridicos, d
tal manera que la influencia del mercado sobre precios y salarios es insignificante. El gobierno da las normas, y es por tanto, el responsable de
los defectos que, por cualquier concepto y desde cualquier punto de observacin, se noten en el sistema de remuneraciones.
De ah que puede decirse que la existencia de grandes desigualdades
pecuniarias y de evidentes injusticias de muchas de esas desigualdades, reflejan una poltica social, delatan una ndole de poltica gubernativa y
dan base para que se enjuicie el criterio so.cial que ella viene a traducir en
los hechos.
Eso es lo que confiere a las comprobaciones que all pueden recogerse
respecto de cmo viven las personas de los distintos sectores, un alcance
de crtica de fondo del rgimen poltico vigente, al que se le deber reprochar no slo no haber suprimido la miseria, sino determinar diferencias
injustas de medos de vida entre los sectores sociales.
A la natural diversidad de funciones corresponde, como en la orga:i!izacin capitalista, una diversidad de remuneraciones que marcan dife-
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que figuraban en. su car~a -el pan, la harina, los fideos, el pescado-, se
concediesen a bajo. prec10.
.,
.
.
, .
Un pobre hombre que ven!a a 1~ Legacwn. a h:t?p1arme la maquma
de escribir se quejaba de su suerte y pm.t.aba su s1tuacron persol}-al ~on IC?s
ms tristes colores. Haba perdido un hlJO en la guerra; su muJe.r,. mutlhzada por el golpe, no se consolaba y lloraba constantemente; el hlJO menor
que les quedaba, no guardaba bastante respeto al p~d.re porque. el !J:!;tch~ms que el pobre VleJO, y la Sltuacwn ae
ho , sin "'aanar mucho, aanaba
e_
"'
.
bl
ste se volva subalterna en el hogar m1sera e.
. . .
-Cmo me va a respetar -deca-, si yo no gano m s1qmera
tanto como l?
.
. ,
b
d
Era un excelente obrero, que pere1b1a solamente 300 ru los e
sueldo.
bl
A un chfer que ganaba un sueldo. excepcional -1.800 ru .os-,
le o burlarse discretamente de un decreto, lanzado poco antes de r:-11 partida, por el cual se rebajaban numer.osos artculos ;n un ~O p~r c~ento Y
otros en un 5O por ciento, puntuahzando que a el le deJaba md1feren~e
la rebaja, por tratarse de mercancas qu~ slo se hallaban en ~1 c.ome.r~lO
libre a precios inaccesibles para sus medws y que, pese a la d1smmuc1on.
continuaban por encima de stos.
Los ms grandes sectores de la poblacin trabajadora permanecan al
.
.
margen de ese comercio y de sus fluctuaciones.
: Oue son ms aran des y no menos injustas, por Cierto, las dlfer~n
cias q~e' se perpetan"'o surgen en otras partes? No,.. habra de ser yo q~1en
lo negase. Sobre todo, cuando se lleg~ .a la U.~.S ..). por :liado de Or~en
te, despus de haber palpado las cond1c10nes soe1ales de pa1ses como Eg1pto
e Irak, nadie puede desconocer qu.e es un pr<?gr~so no encontrarnos c~p.
aquellos espantosos contrastes d~ r.1queza y !J:!lsena que ,nos ofrecen el regimen agrario, los grandes dommws terntonales y agncolas con s~s poderosos seores feudales y sus felahs, labradores y braceros hambnentos,
y la concentracin de las fortunas _Privadas en _las ~sferas de las empres~~
industriales urbanas y de los negocws de to~a mdole, fr~nte. a mult1tud~"
desoraanizadas de proletarios ignorantes sum1dos en la m1sena y el atraso.
Pero lo que puede consignarse como un estado de adelanto en comparacin con el de pases que se hallan muy atras~dos en sus costu:t?bres
\ en sus instituciones, no puede tomarse como eJen~plo en el CO?JU~~o
de las sociedades humanas, ni mucho menos como f1po de orgamza_oon
en que las grandes mas~s pr_o~uctoras vivan en la holgura y a cub1erto
de desigualdades econm1cas untantes.
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CAPTULO
LA
XXXIV
VIVIENDA
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cuos donde el trabajador ruso, los obreros de las fbricas, los empleados
de los comercios y de las oficinas, los braceros en general, y casi todos
los intelectuales modestos, la mayora de los profesores, los estudiantes
universitarios, no gozan de esa independencia individual que los nuestros
juzgan un verdadero y legtimo "espacio vital" para los pulmones y los
msculos del espritu.
Esa ausencia de vida ntima, libre y holgada del hogar, bastara para
entenebrecer toda la. visin del panorama de la vida sovitica, de quienes
procedemos de medws en que el hombre comn lucha, trabaja, se afana
y vive para gozar de ese bien. Que no es el bien de la riqueza ni de la
fortuna, sino el bien moral de encontrarse consigo entre seres adictos,
bajo tccho, en un rincn del mundo donde puede expansionarse, mostrarse, desnudarse en cuerpo, y alma.
No se trata del problema de "la casa propia", en propiedad privada. Es otro problema menos pedestre, ms espiritual. Aunque la casa
sea .ajena, alquilada o cedida provisoriamente, es lo mismo. El que la
hab1ta debe poder ser, dentro de ella, el seor de sus actos, por encima
del casero, .a quien, si as se quiere, no se le peri?ite pasar del umbral para
adentro, m aun cuando venga a cobrar el alqmler.
Fu una tendencia de la revolucin bolchevique la abolicin de ese
bien, cuyo goce se consider egosta y contraro a los sentimientos de solidaridad colectiva, y que por tanto deba desterrarse acostumbrando al individuo a vivir en colectividad y a despojarse de toda inclinacin al aislamiento.
La verdad es que ese aislamiento pudo ser tenido por un lujo burgus cuando el Estado, incautndose de todas las casas de la ciudad, quiso
dar techo a todos los que carecan de l, y distribuy las habitaciones- oor
metro instalando varas familias en cada vivienda. De ah parte qu; la
solucin del problema de la vivienda se haya venido intentando con prescindencia y desdn, en gran parte, de la preocupacin de garantizar a cada
faml~ o a cada ocupante un solar inviolable como refugio propio y
exclus1vo.
Las grandes casas fueron destinadas a alojamiento de muchas familias distintas, y aun las grandes piezas, apenas divididas por ligeros tabiques de madera, para ubicar habitantes que, para salir o entrar, haban
de pasar cen veces al da por sitios comunes.
Se construyeron despus no pocas casas de departamentos, pero muchas de stas se limitaban a conceder al inquilino la elemental independencia de las habitaciones para dormir, pero dejando en comn los servicios sanitarios y las cocinas.
Casi todos los bloques de apartamentos de lujo, que se destinan a
los agraciados ya aludidos, se adaptan a o.tras exigencias, y all s, los
inquilinos gozan del privilegio de vivir separadamente, al menos en todo
aquello que lgicamente pertenece a la intimidad.
Pero antes de que se hubiese logrado, ni con mucho, solucionar, aun
en la forma un tanto rudimentaria de aquellos bloques para obreros, muchos de los cuales ofrecen impresionante aspecto arquitectnico, el problema de la vivienda urbana, sobrevino la guerra.
Ella determin, por doble causa, una crisis realmente desastrosa en
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ese plano, ya de suyo tan deplorable, de las condiciones de vida de muchos millones de habitantes.
Mientras paralizaba de golpe y casi en absoluto las construcciones,
porque las dejaba sin los materiales indispensables y sin mano de obra,
pues los hombres aptos eran absorbidos por las exigencias blicas, la
poblacin de muchas ciudades, especialmente de Mosc, creca a saltos
en proporciones inauditas, debido a la destruccin de centenares de ciudades de toda categora, villas y aldeas y a la invasin de los campos por
el enemigo.
La poblacin de Mosc, que era de tres millones y medio. en 1941,
en el espacio de tres aos pas a ser de cinco millones.
Ese crecimiento imprevisto de un milln y medio de almas, fu como.
una avalancha que desbord con enorme exceso todas las posibilidades
racionales de alojamiento humano.
Tuvieron que habilitarse to.dos los locales apenas aprovechables,
todos los rincones, todos los huecos, todos los agujeros, y el hacinamiento
en las habitaciones normales se volvi ya inconcebible.
Pero siempre padecieron ciertas capas de la poblacin moscovita el
azote de la vivienda exigua e insalubre. Siempre fueron muchas las familias que deban vivir en estrechos y srdidos stanos como los que utilizan en parajes cntricos de las zonas viejas de la ciudad, por ejemplo
en las cercanas de la galera Tretiakov. O en casas de maderas viejas
y destartaladas, insalubres casillas, como las que se ven en ciertos barrios.
Ahora, claro est, s la vivienda no ha empeorado para esos pobladores peor alojados, en cambio se ha tornado ms incmoda y desagradable para el trmino medio.
Haba :dachas de cinco .habitaciones donde vivan diez familias.
Un mdico amigo nuestro, que me asista en mis dolencias, toda una
autoridad cientfica en tisiologa, condecorado por sus servicios en el
frente, que trabajaba como interno en un hospital, dispona para l, su
esposa, que era enfermera, y una hijita, de dos piezas: una de veinticinco
metros cuadrados a lo sumo y la otra de no ms de ocho, en una casa de
material, que haba sido residencia relativamente lujosa de una quinta de
las afueras en un tiempo, pero ahora en estado. casi ruinoso, donde deba
soportar la molesta wcindad de dos familias, alojadas pared por medio
y compartiendo con l un a modo de vestbulo, as como los servicios
higinicos.
La estancia ms amplia era el corredor, sitio de recibimiento y, en
un rincn separado por una cortina, alcoba de la seora y la pequea.
Tambin all se cocinaba en un calentador.
La otra pieza, con una pequea mesa de pino y unos cuantos estantes llenos de libros y un lecho no ms amplio y cmodo que una cama
de campaa, era el estudio. y el dormitorio del doctor.
Conoc un matrimonio que entre marido y mujer disfrutaban de entradas apreciables, cuya vivienda se reduca a un aposento de veintinueve
metros cuadrados, donde tambin vivan la madre y una hermana de la
esposa, alojadas en un extremo de la pieza tras una cortina. All, en ese
ambiente nico, deba el esposo hacer trabajos a mquina, y las mujeres
realizar las tareas indispensables para el arreglo del hogar y de la ropa.
Un profesor de un Instituto -cito cosas que pude conocer-, casado y con tres hijos de nueve a trece aos, slo. dispona de una habitacin de pocos metros. Trataba de llegar a su casa cuando los muchachos
estuviesen acostados, para no orlos hablar y reir entre ellos, impidindole reposar la mente fatigada de la labor de varias horas.
Es de imaginarse la tortura de vivir en esa absoluta imposibilidad
de retraerse, de reconcentrarse en el silencio, de moverse sin ser odo por
nadie, de estarse quieto sin que nadie lo perturbe.
Fuera de esa habitacin nica, no disponan esas familias en la vasta
casa de varios pisos en que moraban, sino de los sitios de uso comn,
que eran la cocina, el retrete, un depsito de brtulos y bales de viaje.
y un cuarto de bao sin baera, al que deban llevar arrua los interesados
si la deseaban caliente. Haba en el aposento un tomac~rriente que poda
calentar una cocinita elctrica.
En ~ada casa colectiva hay un administrador que cobra los alquileres
y un sovret de la vivienda, que atiende a su conservacin y a los reclamos
de los vecinos.
Un amigo mo_ mantuvo un pleito contra el administrador o "contador" y el soviet de una casa, para recuperar el derecho de ocupacin de
una pieza que fu traspasada a o.tro en una ausencia suya de menos de
los tres meses que estableca la ley como plazo para reservrsela. Se aast en el pleito -que gan-, entre honorarios del abogado, costas, e~c
tera, 7. 000 rublos.
Hay, pues, recursos de amparo contra las arbitrariedades o errores
de las autoridades de la vivienda.
Las viviendas se dividen por categoras (hay tres categoras) . El
precio lo fijan el administrador y el soviet de cada casa, en relacin a lo
que gana cada uno, y segn lo que puede pagar se le asigna el nmero de
metros de superficie donde le tocar habitar. El habitante de la categora inferior paga el 5 por ciento de su salario. Las viviendas de la categora ms alta cuestan porcentajes ms elevados.
As, un empleado de mi conocimiento que ganaba 1.200 rublos, pagaba 60 por su vivienda de veinte metros cuadrados, a razn de tres rublos
el metro. En el alquiler iban comprendidos el agua y la calefaccin. La
luz, la energa elctrica y el gas se pagan aparte.
El precio de la habitacin es reducido. Se paga por ella segn los
sitios y la calidad del inmueble. Cinco rublos es el trmino medio del
alquiler de un metro cuadrado. en los barrios del casco urbano de l'v1osc.
Por cincuenta rublos al mes -algo as como seis o siete pesos de nuestra
moneda, se alquila una vivienda en buen estado y no mal situada. Pero
es una habitacin de trece a catorce metros cuadrados, en un piso de varios
inquilinos en que rige la comunidad para todo lo que no sea posible hacer
en el propio aposento.
De ese modo. se ha conseguido que el alquiler de la morada no represente nunca sino una parte muy pequea del sueldo o salario.
Hay, tambin, departamentos independientes con dos, tres o cuatro
piezas y todos los servicios propios, como en todas partes. Pero como su
metraje es mayor y pertenecen a la ms alta categora, su alquiler resulta
elevado y quedan, naturalmente, reservados para quienes gozan de los
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mejores sueldos y an entre stos, para aquellos que por alguna causa son
objeto de tratamiento preferencial.
.
.
Es decir que, salvo excepciones, la vivienda en Mosc no t1er:-e nunca
la amplitud ni ofrece las elementales condiciones de aislamiento e mdependencia de las casas que ocupan en nuestras ciudades las familias de las
clases medias y de gran parte de la clase proletaria.
Justo es consianar que, donde es posible, se trata de compensar las
deficiencias de los i~teriores haciendo agradables, como sitios de reunin
de chicos y mayores, a ciertas horas, en la buena estacin, los grandes
espacios o pafios abiertos hacia donde suelen dar los caserones rusos por
al o-unos de sus lados y que a veces son plazuelas con rboles, bancos, etc.
o
En muchos edificios poda advertirse, en verano, la preocupacin de
los soviets de vivienda, o comisiones de vecinos para dotar, a esos sitios
de reunin, de comodidades, aspecto atractivo y juegos para entretenimiento de los chicos.
Las casas de bao, de que ya he hablado, aspiran tambin a suplir,
por pocos kopecs, las deficiencias higinicas de las habitaciones demasiado
pobladas.
Como en invierno las bibliotecas, con su acogedora calefaccin.
Y contribuyen tambin, por su parte, a descongestionar en las horas
del da las viviendas poco hospitalarias, las numerosas casas-cunas, "nurseras" y jardines infantiles, sumamente concurridos, lo que est des.de
lueao, correlacionado al anero de vida que lleva por lo general la mujer
sovitica que, como es sabido, llena las fbricas, los talleres, las oficinas,
los institutos, las universidades y, en una palabra, se ocupa en numerosas
tareas, no siempre livianas, fuera del hogar.
En las ciudades de la U.R.S.S. ocurre que algunos intelectuales, para
poder trabajar cmodamente, no hallando silencio en su habitacin que
comparten con otros miembros de la familia, pagan a algn afortunado
dueo de un rincn ms tranquilo y silencioso el derecho de instalarse all
mientras el inquilino permanece en su fbrica u oficina.
Y es, por lo dems, poco envidiable la suerte de las amas de casa
obliaadas a vivir en esos domicilios promiscuos, sobre todo cuando se
trat; del uso en comn de las cocinas. Se dan casos tragicmicos. Unos
vecinos se roban a otros la comida. Hay que hacer guardia a las ollas
para que no desaparezcan los trozos de carne, presa preferida de los tenedores piratas.
En una aran
casa de viviendas donde habitaban ms de cien . famio
.
lias, haba quince cocinas. De cada cocina participaban numerosas mqmlinas, cada cual en su hornalla. Una de esas partcipes me narraba los
los que se armaban permanentemente. Decame que prefera no comer
antes que cocinar en esa comunidad. Cuando cocinaba. no poda alejarse
de su sitio; y siempre que deba hacerlo, llamaba a un chico para que le
reemplazase en la vigilancia, pues apenas volva las espaldas, dejando el
puesto sin guardia, sus colegas le quitaban el caldo de la olla con un
cucharn ...
El grado de desesperacin y hasta de demencia a que pueden conducir las condiciones de promiscuidad de la vivienda sovitica, qued
registrado en los anales del crimen, segn nos lo relataba en una inte-
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CAPTULO XXXV
SU ,MAJESTAD LA PO LICIA
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_ ?n
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CRCELES.
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Supe, en efecto, del caso. de una buena mucbac~1,a que haba .quedad?
a muerte de su padre anciano, el cual le deJO setenta y cmco mil
so1a a l
h
. "'
.
.
rublos. Con esa suma, la mucbac a v1v1o un tlempo sm apresurarse a
b scar una ocupacin para reponer su salud, un tanto quebrantada a
o los cui"dados que haba prodigado durante meses enteros a su
u
causa . ~ .
h
d
adre enfermo. El jefe de las mll1Clas ~e su radw. qm~o aprovec .arse . e
fa situacin de esa joven, que era ag;raoada, y eml?ezo a pers~g~lda s:n
resultado. La hizo expulsar de la pieza que ocupaba: ;BnconLrO oc.r;p"rin -era cortadora-, pero la hicieron expulsar asnmsmo. ~cu?,w al
~rocurador del distrito, y slo despus de muchas andanzas cons1gmo que
1a dejaran tranquila.
.
.
U no de los hbitos policiales t picos del ~gm1en es el ~e las razzras
levas. Segn mis informantes orales, se reahzaba una de estas en pro,~
0
porciones espeluznantes cada vez que se desata~a una ola. de. sospechas ;
se trataba de hacer abortar, dat;~do gol:ees d; oego, co~spiraoones. o ;no
vimientos de oposicin al gob1erno. A ra1z
ases1nato..de Kuov .. ,e
s"crct"rio de Stalin, que motiv, como es sabido, una febnl convuls1on
0
d...e t;;~orismo, se llevaron a cabo le:ras de do~e ~il _Persona~, c;rue fue\ ~
reducidas a prisin y casi todas e~wiadas ~ Sibena y otras regwnes. .n..
crunas loc;rraron, pero no de inmediato, la hbertad.
,
1
""
lgu~l procedimiento, aunque con distinto. fi_n. se ado~t? dur~nte o.a
auerra~ cuando haca falta obtener brazos p~r~ yertos scrvi_oos mgent,':s.
"'
De pronto s<: rodeaba un bloque d2 edlf1c10s Y se obllgaba ~ t~oo:
los hombres y mujeres hbiles, que no ~~taban ocupados. en ,e?.e mst"'n:"'
en otra tarea importante de la pr_oducoon, a marc~1ar m1?~di~t~menL~
abandonndolo todo. Se me narro .~1 caso de U ;J. nudo q ~" t-n:a eo~0
sicro un nio de tres aos. Se lo diJO a las autondades pa~a qu<- no
o
. su casa.
oblicra.scn
a deJar
..
o_.-D jalo al cuidado de las vecinas le dljeton.
Y debi marchar.
Esos hombres y mujeres iban a lo que se llamaba .el tercer frente,
nue c,a el ,escrvado a las personas jvenes que no trabapb~n en ocupa~i.ones-'so~ia~lmente vitales (estudia?tes y prc:fesc:res e~ v~c~~lO~~\ e~~~~~~
empleados 0 desocupados momentanec;>s) y don.dc sc1les. -~Ka
lea 0 a la.brar la tierra para las necesidades de la pcolano.c.
?el
~ 1
oue se e 1 ~ J.~
foles trados al comienzo de la guerra crnl espano a.
. . .
1
'
Nadie repara all en el hecho de que para. ~1 prS5-ed:m1ento P:~sovitico el derecho de defensa del reo .es renunoao:e: J. SIJ?- ~~~~n~~~s~:
desarroll to.do el proceso; y en las verswnes de las sesiones pub
>
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que los acusados han renunciado a ser defendidos, para "defenderse" por
s mismos, es decir, para acusarse y difamarse ante el tribunal y ante
el pueblo.
.
Nuestras leyes prohben que alguien pueda ser juzgado sin defensa.
S1.. e.l procesado no puede o se niega a designarlo, se le designa uno de
oflClo. Es verdad que all, tratndose de juicios polticos, ese detalle del
defensor obligatorio carece de importancia. Porque el defensor, dentro
de ese e.r:-grar;a~e nsttuc~onal en el que todo derecho depende, en el hecho,
del partido umco, y en este desemboca toda la pretendida autonoma acordada nominalmente a los tribunales por la Constitucin, el defensor de
o~~c~o no sera ~no un sirviente. del fiscal, y el defensor que no fuese de
onc1o na. gozana de bastante libertad y seguridad personal para permitirse ejercer su funcin a plena conciencia.
El mundo no puede haber olvidado la aventura de Vandervelde el
gran lder socialista belga, cuando fu a actuar, naturalmente con el c~n
sen~i~iento del S<?viet,. de defensor del primer grupo de mencheviques y
soCialistas reva.luoonanos procesados por los bolcheviques al aduearse
del poder. Tuvo que retirarse protestando por las arbtrriedades del orocedimiento y la falta de respeto a los derechos de la defensa. S no hubiese
sido ~m extranjero ilustre, sobre el cual estaban fijas en esos. momentos
las miradas de la humanidad civilizada,' no hubiera loando salir de Rusia.
Cul poda ser entonces, durante los procesos polticos posteriores, el
papel de un defensor sovitico?
.
Y~ h~ce tiempo que se. ha descorrido el velo que envolva ese trgiCo ,m1steno de las confesiOnes de hombres como Zinovef, Bujarn,
RadeK ...
Los jvenes que permanecen bajo el influjo de toda esa oroanizaci~ de c~ptacin espiritual, de adaptacin mental y de propaganda que
acCI<?na directamente a. travs de la escuela, de los institutos y de las uni-.;ersidades sobre la tnple estructura escalonada de Octubristas, Pioneros
y Komsomols, creen que esas confesiones son vlidas y concluyentes como
prueba de culpabilidad.
Nadie, joven o viejo, por otra parte, habla de los procesos, sino
para dar la. ~azn al gobiern.o y proclamarlos salvadores para la suerte de
la Revol1;1c10n .. Era la cor;s.Igna, la palabra de orden impartida por los
C??'lentan.os e mformes oflClales, y generalmente cumplida por la pobla~~on a_l p1e ~e la le~ra. ?so es lo nico que podan decir, ar;~ <;Ie buena
1<-, qmer:es solo bab1an 01do las campanas de la propaganda dmg1da.
Eso
es, J?Or. tanto, .to~o lo que a m me fu dado percibir en la superficie del
sent1m1ento pubhco en ~a.s das de mi estada en la U.R.S.S. Pude, sin
e~bargo, recoger de lab10s de un comunista que no era ruso, y se preoaba de no. _ocultar
ve~dad, datos en virtud de los cuales se destruye
aquella verswn tan d11 und1da por el mundo de que, gracias a esos procesos
Y a .~s~s purgas de sangr~, no ha.ba habido quinta columna en la Unin
Sov1et1ca, cuando la ataco el nazismo alemn.
.
Segn ;sos ~formes, el xito de la ofensiva alemana en los primeros
d1as se babna deb1do. no slo al factor sorpresa, sino a la traicin de algunos militares soviticos.
La agresin alemana a la U.R.S.S. fu el 22 de junio (domingo) de
1 941. El jefe de las fuerzas de apoyo de la primera lnea del frente, creneral
Pavlov (que haba estado en Espaa y del cual se deca en Rusia qu~ salv
a Madrid), el 21 dej franca a toda la oficialidad y esa noche hubo banquetes en toda la lnea, en los que muchos aviadores se embriagaron.
Luego, las municiones de la artillera se dieron cambiadas, no correspondiendo los calibres. Y cuando los aviones debieron volar, no pudieron, porque la nafta haba sido mezclada. Los alemanes lograron as,
segn sus datos, destrozar en los aerdromos 7.000 aviones.
El general Paulov fu fusilado.
Ms adelante, en Mosc, cuando los nazis se acercaron introduciendo una punta de lanza hasta el llamado "puerto" sobre el canal VolgaMoskowa, una orden de la N.K.V.D. hizo que casi el ochenta por ciento de
los directores de fbrica y organizaciones cerrasen los establecimientos, arrojando a la calle el personal y llevndose los fondos, que algunas repartieron entre su gente y otros entre la poblacin, al darlo todo por perdido.
Se descubri entonces que haba infiltrados hasta en la propia polica, realizndose ipso facro una .. limpieza" a fondo
Fu a raz de eso que Stalin congreg una noche, en la ms ampla
estacin del Metro, a jefes del Ejrcito, funcionarios, hombres del partido, y los areng, asegurando a la poblacin que Mosc no caera.
Tampoco los "procesos" impidieron que los alemanes recibiesen en
Crmea la ayuda de la poblacin, de origen trtaro., de toda una repblica
autnoma, que como se sabe, fu suprimida del mapa poltico de la
U.R.S.S. por resolucin del Soviet Supremo; ni haban evitado que cuando la primera guerra contra Finlandia, centenares de soldados soviticos
arrojaran las armas y huyesen hacia campo enemigo o se pasasen a st2
con armas y bagajes, a ser cierto lo que murmuraban algunos jvenes que
haban estado en aquel frente.
Por lo dems, mis conjeturas sobre la misteriosa causa de las declaraciones que comunicaron tanto sensacionalismo a tales procesos, se basan
en lo que pude colegir, observar y conocer de todo el sistema, del cual
los mismos no han sido sino exponentes caractersticos.
En efecto, cuando se ve en qu permanente y estrecha relacin vive
all cada uno con los resortes de la autoridad policial; cuando se palpa
el cerco tangible de limitacin y opresin policial que rodea a todo ciudadano, desde el ms humilde al ms encumbrado; cuando se sabe qu
ndole de tratamiento aplica la N.K.V.D. s est de por medio "la razn
del Estado"; cuando no se ignora que ella entra a las casas a cualquier
hora y las allana, y hace desaparecer a las personas sin que ello se haga
pblico ni nadie se entere sino despus de mucho tiempo; cuando se recuerda que nadie puede hallar trabajo ni vivienda, ni trasladarse de un
punto al otro sin consentimiento o autorizacin de la Dolca; cuando
se comprende cmo la suerte de todos los miembros de un; familia queda
de ese modo ligada a la voluntad omnmoda e implacable que se mueve
contra cualquiera de ellos, no hace falta ms para explicarse tan fantsticas declaraciones ...
334
!:
336
LA
EMILIO FR UGONI
En cuanto al rgimen penal a base de la regeneracin para el trabajo -apartndose de lo que puede leerse en la bibliografa oficial y
en la otra-, parece estructurado sobre una red de sitios de trabajo, que
se denominan colonias penales destinadas a trabajos de "correccin", pero
que a juzgar por lo. que de aqullos muestra esa vista, no son sino campos de concentracin donde se llevan a cabo simples trabajos forzados.
All se juntaban presos polticos con delincuentes vulgares. El film
narraba la novela de un ingeniero que haba sido condenado a una d~
esas colonias en cierto paraje alejado de la capital por haber cometido no
recuerdo. qu omisiones en el cumplimiento de sus deberes, dejndose llevar de su inquina contra la Revolucin (parecera ser uno de los infludos por las corrientes "derechistas" que motivaron tan feroces purgas),
y que trasladado a aquel ambiente sano de trabajo, concluye siendo ganado por ste definitivamente para la buena causa y prestando relevantes
servicios en cierta dramtica circunstancia.
Pese a tratarse de un film de propaganda sovitica, apareca en l
la disciplina bajo la cual trabajaban removiendo tierra y haciendo excavaciones y obras de ingeniera, aquellos hombres que descontaban Uila
condena; y eso que poda aceptarse como medio de regeneracin por el
trabajo, resultaba un poco fuerte como correctivo para un intelectual, un
ingeniero que deba regenerarse empuando la pala y el pico a las inmediatas rdenes de ex criminales erigidos en recios jefes de brigada .
Un juez me inform que las penas de re el usin carcelaria son la
excepcin. La regla general es que se haga trabajar a los presos en obras
de construccin de edificios para las propias crceles; de construccin de
canales, caminos, etctera. Los presos ganan salarios y pueden comprarse
el traje y la comida con lo que ganan. No. usan uniforme de presidiario,
que ha sido abolido en la U.R.S.S.
En las colonias penales se organizan teatros, en que los presos actan;
orquestas y b:mdas de los que ellos son los msicos; partidos de ftbol,
deportes, etctera, para los momentos de ocio. Hay quienes salen condecorados por sus mritos en el trabajo.
Cabe, por otra parte, agregar que muchas penas, sobre todo las motivadas por actos delictuosos en el trabajo, se reducen a multas que se descuentan del salario, obligndose as a los penados a trabajar en libertad
vigilada, con remuneraciones muy reducidas, hasta que pagan su deuda.
Respecto a la vigilancia de que eran objeto los diplomticos, los
empleados de legaciones y consulados y los militares extranjeros, yo he
recogido, sin proponrmelo, o.bservaciones sobradas para poder afirmar
que ellos vivan bajo la permanente mirada de la N.K.V.D., sobre todo
los que no tenan ms remedio que utilizar los servicios de chferes, sirvientes, amanuenses, intrpretes, etctera, soviticos.
Desde luego, todo chfer en Rusia es un sopln de la polica. Quin
podra, en efecto, ejercer su oficio si no se prestase a informar a la polica
de las andanzas y conversaciones de su pan cuando se lo requieran o
an diariamente si es preciso? Tratndose de extranjeros, ms todava
337
ESFINGE ROJA
L'i. TCSTICIA.
Quise presenciar un JlllClO pblico en lln Tribunal popular o J uzc;z:do de rac;n (de distrito) , que es co:no un juzg::do d2 paz agrandado.
Juzc:ra toda clase de delitos V ante l SC \-cntilan causas civiles V p2n:.Jes.
Aplica desde pnas de multa basta la p:::na de muerte. Rc:1hza. la
instruccin y el sumario, y dicta la sentencia definitiva. La instrucc1n
previa se reduce a la investigacin policial.
Una vez terminada la investigacin., se ..-e en pblico la cz:~sa ant.,;
un tribunal compuesto por d Juez, un Inagistrado de carrera, titulado,
-que preside--y dos representantes populares (delegaclos de organiza<:)
338
339
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE ROJA
ciones y sindicatos, los cuales designan un jurado para cada ao, del cual
LA ESFINGE ROJA
CAPTULO
XXXVI
LA VIDA EN EL CAMPO
De cmo vive el pueblo en el campo, que es donde, a mi entender,
la transformacin del medio histrico por obra del rgimen se ha realizado en grado ms visible, algo dicen las observaciones que al pasajero
de un tren le es dado realizar durante el trayecto y en los instantes en
que el convoy se detiene ante alguna estacin.
Tres veces tocme recorrer el camino de hierro au~ une a Mosc
con Leningrado. Viaj en un tren de lujo, con vagones~dormitorios, que
cubre el trayecto de 7 00 kilmetros, entre las dos ciudades, en unas diecisiete horas, parando en varias estaciom~s. 'Se sale a las 4 de la tarde de
Ivlosc y se llega a las 11 de la maana a Leningrado. O viceversa.
En los ferrocarriles de la U.R.S.S. hay vagones de tres clases. En
ellos no se pre~ende ha?~r a~olido las clases. : . Y hay trenes de "lujo",
como ese Lemngrado-lVloscu, el Flecha Ro;a, donde se reservan a los
sectores ms adinerados de la poblacin coches especiales.
En sus compartimientos, cuyos asientos se transforman en camas,
pueden dormir basta cuatro personas.
Las condiciones en que viajan los pasajeros de los otros vaaoncs.
distan bastante de la comodidad y relativa limoicza de estos coches ~aros.
J:::n la segunda clase se duerme vestido sobre ~bancos de madera. En 1::1
tercera no es posible dormir porque el pasajero no dispone de ms esnacio
que el del asiento en bancos de una incomodidad torturante. Pero ]usto
es no olvidar que la guerra ocasion en el material ferroviario de la
U.R.S.S. estragos cuyos efectos deban forzosamente cxpcrimcntarsc durante largo tiempo y palparse no slo en el nmero de lneas reconstrudas sino en el estado de los vagones que se iban incorporando a los
servicios poco a 1)0CO rwrganizados.
En lgunas" estaciones asoma la pobreza de los pobladore~ del :::ontorno en el <:spccto de los ancianos y nmchachuclos que s2 aproximan a
las ventanllas dd vagn para que los pasajeros les alcacen alg-o de comer.
Por la Yentc.nilla de nuestro compartimiento iba vo observando los
signos de la vida y trabajo de los pob-ladores, mient:c.; el tren avanzaba
de da por la campaa rusa y me internaba en el paisaje de esa zona, un
tanto montono pes2 a la frecuencia de los bosques de pinos, en gran
parte cruelmente talados a todo lo largo de la va, oara menesteres de la
guerra y a veces por el hacha implacable del invasor~
ino~
,
t o d o, e1 asp~cto e1e
. 1a YlVlcnGat
. . , cur1oso
.
l"\ic
...
.!. ... u;..u; s~'
0.:1,
soore
por
deducir a travs de sus caractersticas materiales el gnero de existencia de
sus moradores.
La vivienda es siempre un esaucmtico exoonente del grado de ci\ilizacin y del nivel de vida de u~ lmrar. Las c1sas son ~o m o el tra;,
inerte de la. yida de la familia humana.~ Y as como el traje d~ cada cu~
suele perm1tunos colegir la condicin social de quien lo lleva, ella nos
341
habla, con un lenguaje sin palabras, del modo de v1v1r de los que cumplen su destino cotidiano entre sus paredes.
Y bien; por ese trayecto las habitaciones campesinas que generalmente se ven, no son tan sumaras como los ranchos de terrn y paja que
constituyen en la campaa de algunos pases de Hispanoamrica la primaria soluci!l ~radicional del problema de la vivienda para el labriego
y a veces, as1m1smo, el modesto puestero de estancia en los primitivos
establecimientos de campo "a la criolla". Y no tan miserables como las
taperas que forman los ranchcros de los abominables "pueblos de ratas"
o se hacinan en los arrabales de algunas ciudades del litoral y del interior
de nuestro pas; ni como las casillas de madera y lata que todava hieren
nuestra sensibilidad moral cuando nos sorprenden, como gritos de srdida penuria, en algn sitio de los alrededores de la metrpoli.
Desde luego, el clima es en absoluto incompatible en esa zona de
Rusia con construcciones tan poco confortables, que son, en cambio, adaptables a otras regiones de la Unin Sovitica, como las de Crimea, el Cucaso y todas las del Oriente, en las cuales es sabido que existen viviendas
rurales no ms bien guarnecidas ni ms adaptadas a las exigencias elementales de la vida de una familia o de un hogar en los tiempos modernos,
que nuestros ranchos campestres o nuestras casillas suburbanas .
El camp-zsino ruso -ya lo hemos visto-, construye su habitacin
tpica con troncos de rboles, y no puede techarla de totora o algo parecido, como en el campo criollo, porque la nieve no tardara en dar centa
de esa techumbre.
Debe ser la suya una habitacin que no deje penetrar el fro por
ningn resquicio y conserve el calor, aumentndolo entre sus muros y bajo
su techo. Los materiales que la natmaleza pone a su alcance son los ms
indicados para dotar de esa virtud a su vivienda. Y sta se puede confrontar, por la impresin que su aspecto, su estado de conservacin y sus
dimensiones causan al viajero, con la que suele verse ms adelante, cuando
se 2traviesa, desde Leningrado a Helsingfors y desde sta a Abo, la campaa de un pas vecino, tambin duramente castigado por la guerra, donde
igualmente los campesinos construyen sus habitaciones de madera.
Si 1~ vivienda del campo ruso gana en su comparacin con la del
pobre agricultor arrendatario o colono del Egipto, queda en cambio por
debajo de la impresin favorable que nos dejan esas graciosas y limpias
casitas del campo finlands con su apariencia de oequeos chalets de dos
pisos, con su techumbr~ en pendientes curvas, pintadz:s de colores claros.
Se adivinaba que all se haba aposentado el bienestar, en medio de ia
inmensa floresta surcada de camios y tachonada de esos bre>;cs "cottagcs" pintorescos.
Las lneas frreas cruzaban ante ellas y entre ellas, y en alP"unos
sitios, en sentido contrarie a nuestro tren, pasaban largos convorcs de
vagones de carga atestados de troncos de ~boles, de mquinas agrcolas,
de muebles ...
Era el tributo de guerra que la nacin vencida enviaba a la U.R.S.S.;
y todo el campo pareca consagrado al esfuerzo de cumplir esa dura oblig;:.cin, vindose, a lo largo de la va, las enormes filas de troncos cortados a sierra para ser remitidos por el ferrocarril a Leningrado, y vindose
342
343
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE ROJA
EL KOLJS.
Sin embargo, debe reconocerse que la campaa sov1et1ca ae1:sa orogresos de todo orden cuando se compara la poca actual con la de los "d2s
en que estall la Revolucin.
El m:rjik, a~alfab~to, supers.ticoso, abrumado por el peso de aquel
~scuro y ba;:baro 1eudahsmo del t1empo de los zares, aun despus de abohda 12 servldum)n.e, es reemplazado por generaciones de can1pesinos que
s~?en leer y escr.1bu, que se enteran de muchas cosas, y que aunque tar::b;en pasen neces1dadcs y dl'ban soportar duras exigencias de trabajo y de
v;~a. han superado al mt;~os las cond~ciones de que eran expresin sintetlca. aquellas llamadas '1sbas negras ', as bautizadas porque carecan
de chunenea, y el hum? dentro de ellas lo ennegreca todo y cegaba prematuramente a los anoanos.
Se ha dicho que el Estado en la era zarista slo llegaba hasta el
hogar del _campesino para oprimirle y aterrarle, mientras que hoy llega
para ,r:rcrmar a las madres de ms de dos hijos y para dar educacin a
los nmos.
Tambin ha llegado y llega para otras cosas el Estado sovitico hasta
el hogar del hombre de campo, como que gravita sobre l con todo el
peso ?e su fuerza omnmoda, no siempre tan agradablemente dirigida,
por crerto.
Entre los cambios operados por el nuevo rcrimen
se destaca la ins0
t~uracin del .soujs -forma de explotacin del campo por administracln g~bernatrva- y el Koljs, especie de cooperatYa agraria, evolucin
d.el ant1~c:o ."'artel", al q_ue se le entrega la tierra "en disrute gratuito por
!.:empo l11m1tad<?, es dem, a perpetuidad" (Art. 8 9 de la Constitucin).
.t;_n ~! los trabapdores que lo componen reciben una parte de lo que el
KolJOS produce y reparte entre sus componentes, despus de descontada
la cuota que se debe entregar al Estado y los aastos aenerales do produccin.
u
o
o
~
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E:-.IILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
11
'
.
'
runcwnanos,
entre: e._os
e1 contaoor
y 1a mgcmera
agronoma,
una JOVen
como de veinticinco aos al parecer, que impresionaba agradablemente con
su discreto arreglo personal.
.='e veriguamos que la granja ocupa una extensin de 49 2 hectreas,
de las cu.ales 25 7 .e~ produccin. Las otras son las absorbidas por las
construcciones -\'"1\T!cndJ.s~ galpones~ establos-~ ca1rtinos~ lagunas para
abrevadero y depsito de aguas, espacio para pastoreo, etctera.
La aldea koljosiana consta 2l de 80 vivi2nchs para otr2s tant2s
familias. un trmino medio de -t personas por familia. (En muchas casas
f.::] taba el marido y los hijos mayores).
El Ko!js tena 77 animales vacunos, una mayora de vacas, 70
ovejas. 25 ca~Jllos (aran mucho con c::ballo) , 3 00 p:::;llos y 3 5 puercos.
En culflvo extensivo tena 25 hectreas de trigo y 50 de papas.
Produca 3. 3 00 kilos de trigo por hcct:rca, con un;: sola cosecha. Era el
triunfador de la regin y uno. de los ms aventajados del pas.
Produca de 25 a 50 toneladas de papas por hectrea, sacando con
sus 50 hectreas 120 tonebdas de semillas.
De la produccin total se hacan veras partes. U na para el Estado;
otra para compra y reparacin de mquinas y herramientas; otra par
el fondo de ayuda a los invlido.s; otra para el fondo de los menores. Lo
que restaba era para distribuir entre los trabajadores. Se pacraba sccrn
produccin. A cada uno segn su trabajo, por da. Cada da de ~ra
bajo equivala a 10 bolsas de papas (de 50 60 kilos cada una), 2 v
~edio kilos de trigo, 4 kilos de frutas y 3 de fornjes. Ese era el m{nimum que se deba producir. Haba quien sacaba 46 bolsas de papas
por da y g;:naba as varios das por cada uno de trabajo.
Cada familia di~ponc de una vi\icnda y de un pequeo lote contiguo
en, e~ que puede cultivar lo que quiera para ella y criar los animales domestrcos que sea capaz de mantener en ese espacio reducido.
El koljs lo dirige el aciministr::.dor o IJrcsidcntc. En los comienzos
Y: en teora, ese funcionario superior deban elegirlo los mismos koljoSlanos. Pero desde la guerra lo designan directamente las autoridades locales. Los nombramientos recaen generalmente en hombres del partido
gobernante que suden no scz koljosianos. Ellos cumplen su funcin
tcnica de administrar y dirigir, asesorados por los otros tcnicos, el contador y el agrnomo o el veterinario que les ponen al lado.
El trabajo se realiza por ''brigadas". El personal se divide en brigadas bajo el mando, respc:nsabilidad y vigilancia d2 brigadieres, o sea,
capataces que antes eran elegidos por los miembros del koljs. Pero ellos
a su vez depzndcn de un jefe inmediato, un brigadier general, que es quien
distribuye el trabajo y ordena adnde se destina, a qu tareas, cada productor. Ese brigadier jefe es nombrado por el administrador o prcsident~.
Ese brigadier, que a menudo no es un koljosano sino un elemento trado
de afuera, elige a los que h2n de secundarle como capataces de brigada.
Se cometen injusticias? Hay favoritismo en la distribucin del trabajo y en el trato de los brigadieres a sus subordinados?
No era posible averiguarlo en esa visita oficial.
Vimos sembrar frutillas a los menores, muchachos y muchachas de
8 a 14 aos. Vimos cosechar papas. Primero el arado tirado por un
caballo remova la tierra pna que quedasen al aire los tubrculos. Luego
las mujeres recogan las papas en las bolsas. Los tubrculos eran de gran
tamao por lo general.
Intervenan menos hombres que mujeres en la cosecb2. El trabajo
estaba dividido en s2ctores. Para cada sector una brigada. Al frente de
algunas brigadas actuaban mujeres. Entre stas las haba de edad avanzada. Por si no lo hubisemos advertido, una de ellas, murmurando con
otra deca, sin sospechar que alguno de los que me acomp1ab;:m y se
haba quedado un momento rezagado, pudiese entenderla:
-Dganlcs la verdad. Yo soy vieja y tengo que trabajar todo el da.
El horario de trabajo era de las 7 a l2s 11 y de las 13 al oscurecer,
en otoo e invierno; en verano y primavera se comcnuba a las 6 de la
maana, y d2 tarde se reanudaba a las 14 15, porque no comienza a
oscurecer antes de las 20.30.
Las instalaciones para encerrar y estabular a los animales eran bastante rsticas y sumarias, pero amplias, y se hallaban en muy buen estado de limpieza. Las aves de corral demostraban cuidado y abundante
alimentacin, habiendo entre ellas esplndidos cjemplc.res.
Las cosechas se almacenaban en un amplio galpn donde haba una
mquina para seleccionar semillas.
Impresionaban muy favorablemente los montes frutales, de manzanos, perales, durazneros, cerezos, etctera.
E( problema del agua no estaba an del todo. resuelto. Haba a la
entrada de la aldea un pozo profundo, forrado de madera, con roldana
y un balde. De ah extraan unas muchachas, en cubos, el agua para las
necesidades de cada familia.
No lejos haba una laguna donde iban a beber los animales.
Y haba tambin, en medio. de las viviendas, oue forman una vasta
circunferencia, un depsito de agua, una laguna cadrada, donde se la
reserva para casos de incendio.
Se estaba construyendo con una mquina de abrir zanjas el sitio
para la instalacin de caos con qu conducir el agua a las casas, que se
sacara de aquel primer pozo, sin duda surgente.
Los tractores que usaba el J(oljs eran alquilados a la estacin de
la regin. Se me dijo qu: antes de la guerra posea cuatro tractores grandes, y que en la regin haba entonces un avin para combatir ciertas
plagas de insectos.
Se nos llev a visitar la Casa-cuna, donde vimos como veinte nios
de corta edad durmiendo en sus camitas, bajo el cuidado de una joven
nurse. El aspecto de ese dormitorio y de la sala adyacente donde los chi-
345
346
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
347
tculos necesarios. Porque sera, segn ellos, a causa de la colectivizacin que la produccin agrcola no era suficiente para las necesidades gen<::rales y no dejaba en manos del Estado los saldos de exportacin que
permitiran importar y abaratar muchos artculos.
He hablado con algn campesino que se ha atrevido a asegurarme,
en confianza, que la gente se resiste a trabajar en los kolJoses; que el
ampesino prefiere cualquier otra ocupacin para no soportar la disciplina y las reglas de distribucin koljosiana. Y aada que la produccin
del kol js, pese a las normas y a las emulaciones y bonificaciones destinadas a estimular la superacin de aqullas en muchsimos casos, es deficiente.
Uno de esos campesinos me refera lo quc ocurra en un koljs de
1.300 hectreas, donde slo haba tres caballos y un mal tractor. El
tractor araba tres hectreas por da. La gente haca lo menos que le
era posible.
Alguno entenda que deba implantarse la pequea propiedad privJda si queran obtenerse mejores rendimientos.
Opino que lo que hay de bueno en el Koljs. como sistema de trabajo agrcola, es todo aquello que ha heredado del 'artel" y lo aproxima
a una forma de cooperativa dc produccin; y de malo, todo aquello quz
pone en l. desnaturalizzndo o aboliendo su carcter cooperativo, el rgin!cn poltico con sus prcticas de disciplina desptica, de espionaje y
vigilancia policial, de sumisin de todo d organismo y de todos sus componentes a las rdenes partidarias.
En un medio histrico como el ruso, donde ha constituido un factor
de organizacin del trabajo agrcola para mtodos modernos de cultivo y
aprovechamiento de la tierra, y an de evolucin de los hbitos de vida
y del espritu de los campesinos, hubiera llegado a ser una estmctura
zjemplar si la teora sobre la cual se le ha construdo como cooperativa
genuina, no quedase anulada por las caractersticas del ordenamiento poltico general dentro del cual tiene que desenvolverse. A esto se de1n que
ya no reste en el Koljs ningn demento de wrdadera cooperativa, y
que todo aquello que pareca poner su administracin en manos ele la
;;oluntad de los cooperadores, haya desaparecido basta tericamente puesto
que en la prctica, siempre la -.;oluntad de los mismos estuvo dirigida
desde afuera, como disponen los propios preceptos constitucion:1lcs que
erigen al Partido Comunista en director obligado de todos los organismos sociales; y tras esto el "cooperador" de nombre no es sino, en realidad, un simple asalariado.
Al fin ba parecido ms sencillo dejar a un lado apariencias forzosamente engaosas en un rgimen como el sovitico, y aplicar reglamentaciones que no engaan a nadie, como sa segn la cual el "estado mayor" del Koljs lo designan las autoridades locales, o sea el partido, y
los brigadieres o capataces tambin, hasta trayndolos de afuera, sin perjuicio de que intervengan los famosos 'Comits de radio" designados por
el partido para estimular el cumplimiento de los planes quinquenales.
Pero en un medio como el nuestro, una forma parecid::. sera de
348
EMILIO FR UGONI
CAPTULO
XXXVII
EL DERECHO DE PROPIEDAD
Desde remotos tiempos exista en Rusia una forma de explotacin
de la tierra que era propia de la antigua organizacin agrcola de los pueblos eslavos. En esta forma se inspir el "Reglamento sobre el estado de
1os campesinos" dictado para estructurar el rgimen de las tierras que formaban parte del fondo agrario asignado a los antiguos siervos del campo
por las leyes sobre su emancipacin.
Este rgimen se fundaba sobre los principios de la comunidad agraria que, constituda por los habitantes de un determinado villorrio, tena
la propiedad del suelo en tanto ouc sus miembro.s slo tenan el usufructo,
permaneciendo las tierras inalien"ables.
Esta forma de goce en comn de la propied2d fundiaria, que se denominaba "obscina", es un antecedente natural que prepara el terreno
-para la adopcin de bs reformas soviticas en orden al derecho de propiedad territorial y a la organizacin de 12 produccin agrcola.
El gobierno bolchevique inici su polrica agraria con el decreto de
26 de octubre de 1917 que abola la propiedad territorial de los pro
pictarios no campesinos, y sus tierras, as como los bienes fundiaros de
la Ccron.J, de los monasterios y de las iglesias se entregaban a los comits agrcolas cantonales y de los soyiets populares de distrito, a la espcn
de: una legislacin que fijara bs normas definitivas. Un segundo decreto,
adelantndose a la Constimcin de 1918, dccbr la socializacin de la
ti~rrz:. y expropiacin sin indCITlnizacn, pJ.ra consignarla a los trabaiJdores en aorovechan:icnto igualitario. Otro decreto sobre la soci;::lizaci::n vino a consagrJ! la nacionalizacin dd suelo y del subsuelo y la
ir:.cz,utacin por el Estado de la rcr:.tz. ricarclian.J, con criterio georgist::.
Iviuchos otros decretos y medidas legislat\'JS se fueron dictando para
DCncr coto al desorden de la distribucir: de ticrrz.s, auc comenz el da
... .
,. ,
~
.
,
.
, 1
. d ~ r.
~
.
nusmo en qu2 se mo
por ab~o 1'1c1a,
s1n .'.:LS lll m.:::s, a prop1c ad 1U11d1aru
de los terratenientes no camvesinos, para ponerla en manos de los comits
cnton~des y soviets del pmblo. Fu un rpJrto c1tico y arbitrario, como
se ha dicho, del que resultaron consecuencias catJstrficas p;na la pro
,juccin.
.,
350
EiviiLIO
FR UGONI
nacionalidad), que deseen cultivarla con su trabajo." Es un derechG gratuito y sin lmites en el tiempo, de individualizacin del usufructo.
En la prctica, ese derecho se v brutalmente contra::iado por los
artculos 141 y 14 3 de dicho Cdigo, que consagran las consignaciones,
realizadas en beneficio de las comunidades rurales, de la mejor parte de
las tierras confiscadas a los antiguos propietarios.
Ese Cdigo reconoce dos tipos de usufructo agrcola. Uno es el
basado en la comunidad, o sea, sobre la reparticin de la tierra y proporcionalmente al nmero de los labradores, al de las bocas y a otras condiciones de las familias que participan de la comunidad, siendo las asambleas comunales las que deciden del reparto y contralor de la administracin del departamento, y que es, por tanto., parcelario, atribuyndose
a cada participante un goce ocasionalmente individual sobre lotes distribudos segn diversos criterios. El otro tipo es el colectivo, que precepta
el cultivo en comn, en el que cada miembro de la comunidad tiene el
derecho de participar, repartindose las utilidades entre los participantes.
Dentro de esos tipos, los titulares del usufructo pueden escoger el
modo de aprovechamiento de la tierra que prefieran, levantar construcciones, y tener la disponibilidad exclusiva de todo lo que recojan en el
predio. Pueden vender todo lo que ellos han puesto en el terreno si es
susceptible de ser separado del suelo. Hasta se les permite dar en arrendamiento, por un perodo, la superficie que les fu consignada, cuando
por falta de brazos o de elementos de cultivo, no pueden hacerlo por s
mismos. Se prohibe la enajenacin, y se adoptan medidas legales para
que el arrendamiento no oculte una venta.
Tambin en la legislacin zarista se prohiba la enajenacin del usufructo y de la tierra en las comunidades agrcolas de la poca, para evitar
que los miembros de las mismas quedasen despojados de medios reguladores de vida o se transformasen en simples proletarios rurales.
El usufructo es transmisible uor herencia.
Pero se ha admitido que, perteneciendo a una colectividad familiar,
se trata ms de la sucesin de un derecho exclusivamente personal que de
una sucesin en los derechos de miembro de la colectividad. Porque el
titular del usufructo es una colectividad familiar ( duor) o una ms vasta,
cuya forma tradicional es el arte!.
Siempre se temi que ese usufructo agrcola condujera, con su derecho perpetuo de goce de la tierra, ejercido por grupos familiares, a un
resurgimiento, en el tiempo, de una burguesa rural.
De ah que al ponerse fin a la N.E.P., la Nueva Poltica Econmica
-iaplantada por Lenin para salvar de un colapso a la Revolucin-,
se adopt una poltica agraria tendiente a implantar el usufructo del sudo
por pequeas comunidades familiares, con la explotacin agraria conf~ada a grandes empresas agrcolas, haciendas y granjas de vastas proporcwnes, donde actuaban organismos colectivos en contacto inmediato co.n
los rganos del Estado y bajo su control econmico, tcnico y poltico.
As surgieron el Koljs, del que ya he hablado, y el souios, la hacienda agraria administrada por el Estado directamente.
LA ESFINGE RoJA
351
industrial y mercantil desaparecieron los capitalistas y empresarios urbanos. Ms difcil fu concluir con lo que quedaba del capitalismo rural,
los ocupantes de predios, por lo general medianos o pequeos capitalistas
rurales, pues los terratenientes haban desaparecido antes de la N.E.P.
cuando se aboli la propiedad privada de la tierra y slo pudieron seguir
poseyndola como arrendatarios u ocupantes a ttulo precario, quienes
trabajaban en ellas, y entre stos, labo.riosos empresarios campesinos, relativamente acomodados, agricultores o granjeros, que explotaban por
su cuenta una fraccin agraria.
Algunos de ellos, a favor de las leyes de la U.R.S.S., haban reunido
un capital negociando con los productos, y ejercan as alguna influencia
sobre el campesinado.
Mucho se ha escrito sobre la forma cmo se aplicaron las disposiciones de colectivizacin de la tierra y se llev a cabo la extincin o
exterminio de la clase campesina de los Kulaks.
Pasando por alto esa convulsionada etapa que se ha descrito como
una lucha sin cuartel en la que tras el abandono de los cultivos, el incendio de las cosechas, la deportacin y la emigracin en masa de paisanos,
los kulaks, vencidos por el rigor del gobierno sovitico, acorralados, perseguidos, deportados, fugados, muertos, desaparecieron en absoluto, tenemos que el Kojs y el Soujs, formas de la explotacin colectivizada,
han suplantado a las ltimas formas de apropiacin privada de la tierra,
no quedando en la actualidad sino una insignificante proporcin de pequeos cultivadores o granjeros individuales.
La situacin de estos ltimos vestigios de la explotacin parcelaria
del campo, no. puede ser ms lamentable.
El gobierno, empeado en poner todo el trabajo del campo bajo
normas de colectivizacin, no mira por cierto con bueno.s ojos a esos productores de tipo individual, o mejor dicho, familiar, que se resisten a
dejarse absorber por las formas colectivas y permanecen como malos
ejemplos.
Si prosperasen o lograsen desenvolverse dentro de esa especie de autonoma, su caso inducira a otros a continuar aferrados a la individualizacin. De ah que se les rode de prevenciones y obstculos, mirndoles
como rivales y enemigos de los Kol_is y de los koljosianos.
De ello deja constancia, por ejemplo, una ley de agosto de 1938,
cuyo fin no era otro. que el de privarlos del empleo de caballos.
El texto oficial de dicha ley dice as:
"Como segn testimonio de los koljosianos, los caballos de los campesinos individuales ordinariamente no se emplean para los trabajos agrcolas en sus propiedades. sino para fines especulativos fuera de su propiedad, el S. S. de la U.R.S.S., respondiendo al deseo de los koljosianos,
decreta:
1 . Establecer una contribucin gubernativa de los particulares que
poseen caballos.
2. La tarifa de las contribuciones gubernativas de los particulares
dueos de caballos, deber establecerse en las distintas repblicas, regiones, etctera, en las formas siguientes:
352
EMILIO FR UGONI
LA ESFINGE ROJA
sivas, entre l~s prevenciones de que son "objeto por p~rte de las autorid::dcs n~ralcs.
J',Turncrosas familias, que viwn de los ms diversos ouehaceres v oficios~ babitan en el can1po~ generaln1cnte en cZ!sas de m;dzra~ alqufiladz;.s
o compradas.
Pueden, en efecto, comprarse casas en las afueras de la cmaaa, a
partir dd borde mismo del casco urbano, y con ellas el derecho de usufructuar un terreno. circundante, basta d~ algunos cientos de metros, adquirindose as una especie de propiedad que es trasmisible por herencia
y cuyo usufructo puede cederse a parientes, lo que da lugar a arrendamientos y transferencias ele la ocupacin por dinero.
Del terreno, el adquirente/ puede hacer el uso que le apetezca, y en
l puede sembrar lo que quiera: Pero no puede cortar lo.s rboles, porque
sos pertenecen al Estado, camo toda la riqueza forestal. Es de ad\'Crtirse
que esas dachas se halbn casi sicmprc en medio de los bosques naturales
que cubren los ;:llrcdedores de las ciudades, y an permanecen instaladas
353
LA ESFINGE ROJA
CAPTULO XXXVIII
MIRANDO VIVIR AL OBRERO
Insisto en que el ciuda~ar:o s'?viti~o e~ ?!_1, sbdito de 1~ polica, el
cual vive bajo permanente Vlgllanoa e mqmslClon. Se 1~ esp1a ~n. todos
lados y en todas las ocasiones; cuando descansa, cuan a o se d1v1erte y
cuando trabaja.
En el taller, en la usina, en la oficina se le somete a una celosa y
constante inspeccin, no para comprobar cmo ~jerce sus f~nciones, c~mo
realiza sus tareas, sino para descubrir cmo. p1ensa pohttcamente, s1 es
leal al rgimen o si es un inadaptado, un disconforme, un contrarrevolucionario.
1
La presencia de delegados del ?artido en ~odos los estab .~c11-r:1ent'?s
-fbricas, comercios, hoteles, escuelc:s-, constituye una func10n li~dlS1mulada, ostensible, de averiguacin de cmo se cumplen las cons1gn:s
partidarias >: se sig?e la lnea pol~tica por parte, de todc:s" y c_ad~ uno ae
los que aqm trabaj2n, desde el duector o el mas alto je1e tecmco b ..1 sta
el ltimo pinche de cocina.
. .
No faltan espas en ninguno de esos estableom1entos, y los hay h~sta
en las viviendas, donde suele haber algn vec~o e~~.argado de. esrcuc112r
las conversaciones y vigilar la conducta de los mqmlmos para mrormar
a N.K.V.D.
,
_
Toda la ciudad, y acaso toda Rusia, parece rodea?a. de una nuoe de
espionaje, formada por miles de o jos y odos en cotld~ano ace~ho, <{l~e
envuelven 2l individuo y a la muchedumbre y no les pterden p1sada, ~:
modo tal que hacia donde quiera que se muevan han de ter:e.rla cerca oc
ellos como tocndolos con su :presencia ub~ua, a menudo VlSl.b.le.
,
1 1
Ni en su propio hogar, 111 entre los .m:embros de su famll1: se 1~~11~
a cubierto del espionaje el ciudadano sov1nco, porq1:1e sus prop10s hlJOS,
aleccionados en las organizaciones infantiles y juveml~s, aprenden, com_o
los escolares en la Alemania nazi y en la Itali2 fase1sta, a tener coraJe
para delatar a sus propios padres.
.,
~
,
Nadie est libre de la sospecha y de la .delaoon. l~o escapa? a ella
los jefes y los dirigentes. Siempre hay algmen que esp1a, que slg,ue los
pasos al q_ue order:a seguir, a los otros, q;rc toma nota de l.a~ palao~2s _Y
de las acc10nes del que so.orelleva las mas altas responsab1hdades ae la
. ,
direccin y del mando.
Probablemente slo uno, y no ms, perma.nece mcoh::me, al margen
de esa malla de atisbo y desconfianza que se ag1ta a sus p1es.
Las precauciones que se adoptan dan al pueblo la abrumadora sensacin de que no puede fiarse de nadie.
. .
.
Hay casas de departamentos y hoteles donde para VlSltar a un ~~ab!
tante es preciso parlamentar con un portero, qmen habla r;or te.le1ono
para saber si est la persona a quien se busca, _Y en caso af1rmat1VO, .el
visitante debe entregar su pasaporte en la portena para recogerlo al salir,
355
y debindolo firmar una y otra vez, para que no quede duda de que la
persona que sale es la misma que ha entrado.
Durante la guerra se atribua ese exceso de vigilancia y espionaje a la
necesidad de ponerse a cubierto de los espas y agentes del enemigo y sus
cmplices (algunos de los cuales, como Bulgaria y Japn, mantuvieron
buenas relaciones con la U.R.S.S. casi hasta el mismo fin;1l de la contienda y tenan en Mosc sus misiones diplomticas). Despus de la guerra se atribuy a las exigencias del gran esfuerzo de reconstruccin, que
se canalizaba en el Cuarto Plan Quinquenal, y que requera una absoluta
unidad y unanimidad de voluntades, corrindose el riesgo de que las nacio.nes capitc.listas, interesadas en el fracaso del plan, infiltrasen sus agentes
y sobornasen a algunos traidores para que hicieran sabotaje o propagasen clandestinameme malestar y disgusto en el nimo de las masas. En
seguida, la actitud de desconfianza y hostilidad adoptada por el gobierno
ante sus ex-aliados de la vspera, comenz a reproducir con tintes cada
da ms intensos el cuadro de precauciones y recelos policiales que fu
caracterstico de la organizacin sovitica frente al capitalismo mundial y
a los enemigos internos en los aos previos a la guerra, sobre todo desde
que el nazismo se adue del poder en Alemania y hasta el momento inolvidablemente afrentoso dd pacto nazi-sovitico.
Ya se ha llegado, con las medidas adoptadas al ao de m partida,
a la prohibicin de casarse con extranjeros y de hablar con los extranjeros ms de lo estrictamente necesario ..
Es evidente que el peligro, a veces presunto y siempre abultado, de
una agresin externa ha servido para mantener y reforzar ese sistema de
opresin policaca con que el rgimen labra su seguridad y detenta une.
impunidad absoluta para cualquier poltica o resolucin que aplique.
En todo establecimiento fabril o comercial de cierta importancia
hay lo que se llama el misto!. Es la reunin peridica de todo el personal. Un funcionario me encomiaba esa prctica dicindome que por ella
la superioridad de la empresa puede pulsar de tanto en tanto la opinin
de los obreros y empleados a sus rdenes. Cada uno tiene en esa reunin
ocasin de expresar lo que piensa sobre la forma y condiciones del trJbajo, de formubr crticas y ob jecioncs a los mtodos aplicados o a b
marcha del organismo.
Toda una institucin de autntica democracia obrera, sin duda, a
juzgar por los elogios que de ella y su funcionamiento haca su panegirista. No cabe duda aue lo es tericamente. Trasladada a un ambiemc
de democracia no slo econmica sino tambin poltica, en que cada uno
puede actuar y hablar sin temor del patrn ni de la polica o del partido
nico y omnmodo, es una gran cosa.
En las fbricas de Suecia, por ejemplo, los obreros se renen pa~J
discutir con sus patronos los proyectos de ley relativos a las cuestiones que
directamente ataen a unos y a otros. Y los debates se desarrollan con
toda amplitud, sin que de ellos se derive perjuicio personal para nadie, sin
que nadie deba sufrir persecuciones o molestias a causa de las ideas o puntos de vista sostenidos en el debate. Al obrero lo amparan en su derecho.
a manifestarse, las leyes contra la arbitrariedad patronal y, sobre todo, la
fuerza de su organizacin libre, si no bastase el espritu de tolerancia y
356
EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
EL SINDICATO.
El Sindicato, que en otras partes es el rgano que lo respaldarJ
en toda reclamacin justa y le permitira sentirse seguro en sus derechos,
es all un simple instrumento estadual. Existe para la defensa de los
intereses y derechos del trabajador, de acuerdo con el criterio del Estado_
Sirve al obrero, como intermediario ante la administracin del Estado,
en algunos grandes o pequeos menesteres de la Yida; y a traYs de l, los
gremios pueden plantear sus problemas ante las autoridades directamente
relacionadas con ellos por virtud de la naturaleza de su trabajo. Es
escuchado por los dirigentes del Estado, y a veces se le consulta para la
adopcin de ciertas medidas. As, por ejemplo, los proyectos de pLmcs
quinquenales son sometidos a su conocimiento. preYO y se toman en cuenta
sus observaciones e iniciativas. El Estado lo utiliza para la propaganda
en favor de su poltica cuando resuelve desatar una campaa con tal o
cual objeto (para los emprstitos de guerra, para los planes quinquenales.
para la intensificacin de la produccin, para el stajanovismo, o sea d
taylorismo sovitico, por la paz con Alemania, por la guerra con Alemania, por la implantacin de "domingos rojos" para la cosecha, o la
construccin de determinada obra pblica o la reconstruccin de escuelas
y fbricas, etctera).
Pero su actuacin queda necesariamente circunscripta a la rbita
del Estado y supeditada a las directivas del partido Comunista, que es
tanto como decir a la voluntad misma del gobierno.
Porque su direccin cae forzosamente en manos de hombres del
Partido, pues no debe olvidarse que el artculo 126 de la Constitucin
de la U.R.S.S. dice:
Los ciudadanos ms activos y ms conscientes del seno de la clase
obrera y de las otras capas de trabajadores se agrupan en el Partido Comunista (bolchevique) de la U.R.S.S. que constituye el destacamento
de vanguardia de los trabajadores en su lucha por el afianzc;tJ!liento y
desarrollo del rgimen socialista y que representa el ncleo dmgente de
357
358
EMILIO FR UGONI
a ncc,
Com1te de lo~ obreros y empleados" que haba jucrado im~o{t.;;J.t~ P.apedl' en los com1enzos de la revolucin y aue secrn el Cd[c:r-o
e. 1 r~OaJO ~cta.do. el ao 1.922 (al iniciarse la J\r. E". P.),"' es "el rP"a~o
pnmaro del.bsm~lcato profesw~a~ de la empresa, instituci6n o hacienda"
- ~
' q ~ e e_cre
"'. .
con proce , umentos determmados po.r el Sindicato
d~ ""...
espeoflcados en el articulo 15 8 de dicho Cdicro en la : . ' qu; . ro u
.:.
s1gU1cnte rorma:
"a) Represe.nt~r y defender los intereses de los obreros y em leados
qu~ le; h~n const!tU!do, .ante la ad~inistracin de la empresa, inslftucin
o b a~1ed a enb las cuestwnes relativas a las condiciones de vida d, lotra aJa ~res; ) , representar a los trabajadores ante las ornnizacio ::;
gubern~tl.va: Y. pubhcas: e) velar por la estrecha observancia por arte nJ!
la admmlst.aoon, de las reglas en materia de trabaJo de sea 0p
1
de pacro del salar d h'
, .
"'ur sa.c1a .
"' .
lO, e 1g1ene y tecmca de la secruridad etcteP d) d
tar ~ m.e~lda~ p"ra el mejoramiento de las condiciones' de vid'~ mor:le~p;
maLena es e . ?s obreros Y empleados; e) cooperar a la marcha normal
de la produc~wn en la e.mp.resa del Estado (hoy lo son todas) , articipar. pord m edw de lo,s sm~1catos profesionales en la disciplina ~ ~rcranizacwn e 1a econom1a nacwnal."
"'
~ e~t~ ~. e ardor guerrero de la~ b.atallas, mientras la prensa, los "a;i:: o_cs l,os. Komsomo.~~ .los smd1catos, etctera, se empean en ma~
Lc.ner .la m1st1ca del sacn11c1o, en aras de la victo.ria de la patria sobre sus
enem~os de todo orden, humano y extrahumano.
cr
llos son como .grandes programas de operaciones de guerra: una
"'u~rra para alca~zar fmes concretos de encrrandecimient'o del podo~ 0 m"t""Pl
1'
'
"' de su dcsenvoh'imiento
- '-' eco~ ,,
'"; ". de la N aco.P:,
oc
su capae1'd ad m1htar,
ndomlco, ~e ele;acwn de su nivel de vida, de progreso en todos los planos
e su ex1stenoa.
La, propag,anda que los rodea y cxal!a, las medidas que se tom;:m
para }u'" se lleHJ a cabo., crean una atmosfera de intensa preocupacin
CO~eCLlVa por ~J t,mnfo de esa colosal empresa nacional a que las masas 52
enLrcgan no s1n sordas protestas y disgustos individuales de no pocos ciu-
LA ESFINGE RoJA
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EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE ROJA
"
~asta se pretende que se h_a modifica~o 1~ psicologa rusa. Stalin
~~ ha J~ctado ae que ,el nuevo Sistema de VIda Impuesto por el rgimen
oolchevique_ha conclmdo con lo que se llamaba en tiempos de Goncharov,
~1 oblomovzsmo -de Oblomov, nombre del protagonista de una de las
-:a~osas _n~ve~as de ese gran escritor-, y que pudo creerse el estado de
a_!llmo. distmtivo de clases enteras de la Ru.sia de entonces. Era una esp.:ete d_e enfermedad que afectaba toda la vida rusa; era, como dijo Kropotb;n. :-zna pereza del ~spritu y del corazn, una displicente y lasa acttu~, de merte conservattsmo, con un morboso y escptico desdn por la
accwn constante y el dinamismo enrgico.
Ese car~cter, 9ue par;~a ser por esa poca el ms tpico de la gen t:o
rusa, ha debtdo dejar su stt!O, como representativo del nimo babitual en
sectores destacados de una sociedad de siervos, de grandes seores rurales.
d_e,poderosos mer_c~deres, d~ burcratas bolgazanes y de cortesanos envilec~aos, a esta. t~nsion colectiva en el esfuerzo sin tregua, a este jadeo contmuo de actrvtdad Y: a es.te culto de la accin y de la energa arrolladora.
Este nuevo estilo VItal, que ya Pedro el Grande baha querido imponer, parece, desde luego,. IJ?.s propio de un pueblo que tiene que sostener una ruda batalla cotidtana con el medio fsico con la naturaleza
su ms grande enemigo y el ms grande tambin de lo~ enemigos de Rusi~
cuando han querido invadir sus heladas estepas.
No. s; cultiva, P?r cierto, la pereza, y todo.s deqen acostumbrarse a
no convivir con el ocw, porque la ley decreta que el que no trabaja no
come, y los reglamentos aaden que comen muy poco si no trabajan lo
bastante.
No queda un solo. Oblomov en toda Rusia.
1"
:')
la
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362
EMILIO FRUGONI
menos de ser por s solo, sin necesidad de agregarle la cons~ante preparan guerrera, un serio motivo de preocupacin para las nactones que tengan que enfrentar esa fuerza si vuelve a derrumbarse el czstillo de naip-es
de la paz del mundo ...
Hablando en Estocolmo en agosto de 1946 con un joven de las clases altas suecas, me sorprendi pronosticando el triunfo de la U.R.S.S.
en una guerra futura, que todos teman ya entonces, en Suecia, como un
peligro inminente.
.
,
.
.
-No es oue sienta s1mpat1as por los comumstas. Al contrano, los
odio, porque sn tan brbaramente fanticos y brutales como los nazis.
Pero el pueblo ruso, especialmente los jvenes rusos, son los nicos que
trabajan ruda y enrgicamente con disciplina y paciencia en una Europa
desmoralizada, desfibrada e histrica.
Muchas veces he recordado, en todo este tiempo, esas palabras al
ver las dificultades de la reconstruccin en los pases del continente europeo.
El pueblo ingls, en todo caso, no merece las palabras del joven
sueco. Pero ste no se refera, sin duda, sino al continente cuando deca
Europa, y no a Gran Bretaa, donde el oscuro herosmo del trabaj? y de
la sobriedad es un ejemplo y una leccin para todos, con un sentido de
asentimiento consciente y de libre decisin, que no encontramos en el
caso de Rusia.
Una maana, vi en Mosc a un hombre con una pierna de palo
que marchaba cargado con un bulto.. Se le ayud a. depositarlo . en el
suelo para que hiciese cola en la puerta de un comerno. No era JOVen.
y alguien a su lado, despus de ayudarle a descargarse de su peso, le pregunt, en tono de sorna, cundo iba a descansar:
-Descansar cuando muera.
Haba en su respuesta un dejo entre amargo y displicente que participaba del sordo encono y de la resignacin fatalista.
.
Se hubiera dicho que por su boca hablaba todo el pueblo trabapdor
de Rusia ...
En anteriores pginas hemos visto. cmo y por qu hombres y mujeres trabajan all hasta muy avanzada edad.
Claro est que esa vi de trabajo intenso y continuo, que entrena.
por la persistencia en el esfuerzo, y endurece a los sanos,. tiene tambin
desde el punto de vista de las energas y salud de la poblaon, sus graves
inconvenientes. La alarmante cantidad de tuberculosos y de enfermos cardacos es una consecuencia de ese sistema agotador, generalmente combinado con una deficiencia nutritiva que no alcanza a corregir el cuidado
del Estado para que ciertos artculos alimenticios de primer.a necesidad
-el pescado, el pan, el azcar, que se producen en ~bundanCta-,-, llegt~c
a manos del pueblo a precios reducidos. Porque d clt;na, ademas, constltuye un factor que obra ferozmente en sentido contrano.
LA
LA
EsFINGE RoJA
363
;:uando se halle inequvocamente enfermo. El criter_io m~dico. a es~e respecto debe ceirse a la regla de que se p~ede concurnr al trab;.:jo m1entras
el termmetro no marque 38 grados de flebrc. .
Y al que falta sin causa justificada se le ota a comparecer ante los
jueces. y puede ser reducido a prisin. para que trabaj~ ,como P.e~~do.
Las sanciones van desde una s1mple amonestaoon a pns1on por espacio de das, meses y hasta uno y dos aos, segn la gravedad de las
faltas y las reincidencias.
. .
_
., "
El artculo 4 7 del Cdigo del TrabajO, mcorporado en el ano 19 .H,
dice textualmente:
.
El trabajador que sin vlidos motivos, transcurra .un .da .~ntero stn
vresentarse al trabajo ser despedido de la empresa .o m?t:~ucwn Y pe.~
der el derecho de usar el alojamiento puesto a su dtspostcton en un eatficio de la empresa o institucin.
. .
.,
Por la falta de un da al trabajo, no. slo se le deja sm ocupacwn
sino que se le quita la vivienda.
.
Un decreto del 26 de junio de 1940 esta)Jlece ~a~c10nes pen~les para
el trabajador que abandone el trabajo o camb1e el _s1t1<? de tr~baJO.
.
Esa prohibicin de cambiar el sitio de trabaJ<;> sm prevw. cons~ntl
miento de la autoridad que puede concederlo, cond1ce con una. espeoe de
tendencia de todo el ordenamiento social de la U.R.S.S. a canahzar el destino del hombre en cauces predeterminados, de lo.s. que difcilmente logra
evadirse. Nadie, o casi nadie puede cambiar de ohc10. Porque a cada uno
se le educa para un oficio determinado, y en l debe, por, lo general, permanecer. Un mecangrafo podr ascender como m~canografo.; un cor:tador como contador; pero no podr llegar a ser ~hrector . del .~stableCl
miento porque para ello. hay que llevar a cabo estud1.os de ~1~ecoon Y administracin especiales. Se estudia para ser secretar~o o dmgente de. un
sindicato, y sin esos estudios no puede llegarse de s1mple obrero a d1cho
puesto. No hay concursos para pro.veerlos.
La iniciativa del individuo para eleccin de su destino personal Y
la disposicin de s mismo queda muy limitada, casi suprimida .. en la c~na
lizacin oficial de las aptitudes y de las vocaciones. El camb10 de dm~c
cin de la vida es casi imposible. En cierro. instan~e, en el. punto .de _r:;artida, la voluntad del individuo interviene. Pero s1 se eqmvoca, s~ qme~e
rectificar el camino, se encuentra con dificultades que suelen ser 1mpos1bles de salvar.
Cuando termina sus estudios un titulado de una profesin liberal
-un inaeniero, un mdico, un abogado-, debe ir a donde lo e1;1van.
Una mu~hacha de veintids aos se recibi de ingeniera y fu env1ada a
una localidad cerca del Asia, un pueblo de calles de ti~rra, donde v1v1a
en una pieza junto con otras ocho personas. Se enfermo y se le cayeron
los dientes; pero no poda retornar a Mosc .....
All el hombre suele quedar atado al s1t10 que escoge en el trabajo
y en la vida.
,
,
En el campo, esa adherencia ineludi~le asume caracteres mas dramaticos. La condicin del koljosiano o pa1sano, . que cor;tsta en su c~,rn~t,
resulta irrevo.cable. Cuando se presenta a ped1r trabaJO en una fao;lca
(muchas lo solicitan por b prensa), se le dice: ''T eres campesmo' Y
365
EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
eso basta para no aceptarlo, porque sin una preva autorizacin policial
ningn establecimiento urbano lo admite.
En lo concerniente a la forma de pago, el trabajador sovitico est
sujeto a la norma de rendimiento. Sobre esas normas se forjan en gran
parte, los clculos de produccin de los planes quinquenales, que pertenecen a la esencia misma de la organizacin econmica sovitica.
El artculo. 57 del Cdigo precepta:
Siempre que el obrero no cubra, aunque sea sin culpa, la norma
de rendimiento fijada para l, ser remunerado de acuerdo a lo producido, sin que le sea asegurado ningn mnimum de salario.
Cuando en condiciones normales el rendimiento del trabaiador se
mantenga constantemente inferior a la norma fijada, el trabajadr podr
ser licenciado o transferido a otro empleo.
Hubo un tiempo. en los aos de mayor inflacin y casi absoluta desvalorizacin del dinero, en que muchos salarios se pagaban en especie.
La N. E. P. restableci el pago en dinero, que al principio era casi igual
para todas las categoras de trabajo, pero despus de 1931 se restablecieron diferenciaciones, y luego se implant el trabajo a destajo, que fu
adquiriendo proporciones siempre mayores. En 193 6 se efectu una revisin de la suma de las tarifas que benefici al 71 por ciento de todos
los trabajadores de las grandes industrias, y entonces los salarios medios
aumentaron notablemente. llegando en 1937 casi al doble que en 1932.
Ocurri que esa suba de salarios preocup a las autoridades, las cuales en 1940 reformaron las tarifas reduciendo los salarios y las horas
de labor, limitaron el uso de las horas suplementarias, y tomaron disposiciones para adherir el obrero a su empresa, como aquellas que lo privan
del derecho de abandonar el trabajo y de trasladarse a otro lugar, sin
autorizacin, so pena de sanciones que van hasta los trabajos forzados.
Se crearon dos instituciones para intensificar el rendimiento del
trabajo.
U na es l;;: 'brigada de choque" ( udmiki). que se compone de obreros voluntariamente dedicados a la ejecucin de trabajos de urgencia, estir.mlados por premios y ventajas especiales.
La otra es el stajanouismo, o sea el movimiento de los staj:movistas,
que se esfuerzan en cumplir su trabajo ms rpidamente que los dems y
reciben el ttulo de stajanoviez con premios y compensaciones especiales
para las horas suplementarias que consagran a superar en muchos puntos
las normas generales.
364
SALARIOS.
SEGUROS SOCIALES.
Cierto es que no hay desocupacin, ese cncer de las sociedades capitalistas que condena al obrero a una angustiosa inseguridad de su suerte
en medio de la prosperidad de muchos parsitos y de los esplendores y
boafo de las fortunas acumuladas, sin que no siempre alcancen las ins-
tituciones de seguro so.cial y los subsidios sindicales o estaduales a los desocupados (que en muchos pases no existen) a compensar debidamente las
quiebras materiales y morales de esa situacin proletaria de precariedad e
inquietud.
Gran ventaja para el obrero es la de no verse nunca abocado a esa
forzada inaccin; pero. el problema de la situacin del trabajador no se
reduce a darle trabajo, sino que encierra asimismo la obligacin social
de drselo en condiciones adecuadas a las necesidades del hombre en una
sociedad civilizada, sin imponerle restricciones que coartan la libertad de
su espritu y lo someten a una humillante regimentacin.
Y a se ha dicho que es de capital importancia evitar que haya hombres tiles sin trabajo, pero que no menos importante es, por cierto, alcanzar a que viva bien y libremente el hombre que trabaja.
Una verdadera sociedad socialista resuelve el problema de la vida del
EMILIO FR UGONI
u o
ra "Jo ,c.:: .
. ~on. ene .tctarros del seguro SOCial,. qu~ cubre todos los riesgos del
n~ctm,enL o hasw. fa muerte, ~o~ os los asa lanados cualesquiera sean e[ caracterDy la durac:on de su ~raDaJO y el modo de remuneracin.
.!. ara
los n_esgos de mcapacrdad para el trabajo (enfermedades v
a~cr:Jenres de caracter no profesional), en la Unin Sovitica son benefi~
cranos todos los obreros sindicado.s que hayan trabajado un mnimum de
dods ~deses en la empresa. Los no-sindicados tienen derecho a prestacione~
re ucr as.
L~s .ta~as de las. prcstacion-:s varan en funcin de "la duracin de
presencra. mmterrumprda" en el mismo establecimiento.
. , o~~~~a entre el 5o po.r. siento (no sindicados) y el 100 por ciento,
s,r.t:~do ti Jada .por una comrs1on de taller o un consejo. La asistencia mmca es grat;nta para estos obreros. Las tablas de prestaciones son, ms
o menos as1:
1\'Ienos de dos ao.s de traba io. 5O por ciento de! salario normal.
De 2 a 7 aos, 60 por cien"to
De 3 a 6 aos, 80 por ciento:
Mayor de 6 aos, 100 por ciento.
Para los menores de 18 aos, las tasas van del 6 O po.r ciento al 8 O
por ciento.
'\laurn< e~"
'
.
.
b r1gaaas
. '
r.!.-o --e:~
,... eg or12s
\( staJ.2.110v1st2s~
de cboqu2, invlidos de
guepa). rec.rben el 100 por Ciento en todos los casos. Los no sindicado:;
el .:>O por ciento de las prestaciones normales.
;
Las ~ndem~izacionis po.r .accidentes del trabajo que produzcan invaLdez par~ral o L?~al, se adm1mstran en tres grupos de invalidez segn el
grado de mcapacre1ad para el trabajo.
Invali~cz total, reclamando la ayuda de otra x;rsona: 100 por ciento del .salano.
Inval~dez tota~ simple. 7 5 por ciento del salario.
Ir:-vahdez parcral, 5O por ciento. del salario.
.
Sr se trata de un accidente que no sea el accidente del trabajo propiamente dicho, la pensin se fija-:
Primer grupo: 6 7 a 6 9 po: ciento del salario.
Segundo grupo: 4 7 a 49 por ciento del salario.
LA EsFINGE RoJA
367
Para ver algo de la organizacin de la Yida industrial desde el ngulo de su desenvolvimiento tcnico y de su direccin administrativ2.,
puede servirnos el artculo de un experto, que me ba parecido oportuno
transcribir ntegro, a ttulo de testimonio fehaciente e insospechable de
aspectos que pueden revestir inters para quienes entienden de estas cosas.
Eso vale ms, a mi juicio, que cuanto podra decir yo despus de
una visita a tal o cual fbrica, desde luego moderna y bien montada.
368
EMILIO FR UGON"I
donde vera cosas que me impresion2.ran bien y donde se me daran mformes unilaterales:
"Nuestra industria dispone de grandes reservas Para el aumento del
traba io moductivo, abaratamiento de productos, aun{ento de materiales e
instar"aci~nes. Estas reservas hubieran podido aprovecharse felizmente, s
los cuadros administrativos hubiesen mostrado ms iniciativas. Aqu depende mucho de los directores. 1\!Iucho, pero no todo:
Ha llegado la hora de elevar el papel de los directores, como diriqentes de empresas socialistas.
~
Ya es tiempo de amplificar los derechos de los directores como jefes
nicos en las emPresas.
.l\.;Is de una' vez se ha propuesto a muchos directores que debieran
limitar ciertos sistemas de planes en la empresa. Se deben dejar tres planos modelo para la empresa: tarea.s de produccin. asignacin de precios
y ganancia. La enorme cantidad de planes se transforma en un freno que
:impide la iniciativa de los directores.
- La excesiva limitacin -nos declar uno de los directores-, rebaja
la indeDendcncia del director. Yo no puedo gastar independientemente,
ni siquiera \'arios miles de rublos en cualquier operacin importante de
.
produccin tcnica, si antes no ha sido prei'sto en el pla.n.
El director responde por todo, a l se le han confiado muchos millones. pero en el fondo no tiene derecho a disponer de esto.
En e! aparato de direccin de nuestra industria hay muc~a. gente
innecesaria. Un cambio de orden en los pianes y estmulo a los dmgentes
de las empresas, abrira nuevas reservas y librara a muchos miles de trabajadores del aparato, para otros trabajos ms, indi~pensa~lcs. . . . ,
Por otra parte, el trabajo del aparato sena mas senollo, d1sm~numa
la direccin de pJ.pdes y aumentaran las operaciones. Los trabajadores
poco calificados y los holgazanes seran retirados.
, .
Pas:::ndo por una fbrica. preguntamos al doctor X: -Que slgnifica toda esa maquinaria retirada en un rincn? El respondi: -Esta
maquinaria no es necesaria a la fbrica: yo he e~contrado un compr,ador;
pero por la existente 1 situacin no se puede rcahzar la venta y aqm esta
todo esto parado desde hace cerca de seis meses. Dadme derechos de venta
y reclamo- de todo lo innecesario, y dentro de varios das limpiar el balance de la fbrica.
En nuestra industria continuamente se encuentran cantidades importantes de maquinaria, que no se emplean en unas empresas, pero que
son necesarias en otras. Si se diera a los directores los derechos de venta
y reclamo, ellos podran vender independientement.e materiales in_n~cesa
rios, instrumentos, etctera a otras empresas industnales. y la admmistracin popular saldra beneficiada.
Hay muchas empresas que tienen grandes gastos que no son de la
produccin.
Segn una ley existente sobre los crditos, el vendedor recibe automticamente del consumidor el dinero por los productos. Sucede a menudo que estos productos no son de calidad sa~isfactoria.
,
Quizs sera de utilidad introducir un cambw tal, en el orden de ere-
LA ESFINGE RoJA
369
F.
GAPOSSEIN.
EMILIO FRUGO)!I
LA EsFINGE RoJA
que le retribuye su trabajo con un salario que, por un; razn u otra,
sude resultarle exiguo, mientras le obliga a trabajar de firme, con una
intensidad y una continuidad mayores que las soportadas por los obreros organizados en muchos pases capitalistas.
Su situacin es, por tanto, la de un hombre oprimido por un poder
que tambin lo explota en cuanto se le queda con mucha parte de lo que
produce, para sustentar gastos ingentes, cuya necesidad y justicia decide
segn su exclusivo criterio poltico, una camarilla gubernamental: la que
dirige al partido nico, donde slo han podido enrolarse como capacitados para la accin poltica del pas cinco millones y medio de ciudadanos
de una nacin de casi doscientos millones de habitantes.
El obrero, ail, malamente retribudo con un magro salario real alimenta con su trabajo, como en el mundo capitalista, a extensos sectores
sociales de gente improductiva -burcratas intiles, periodistas turiferarios, militares y ejrcito en constante estado de guerra- y se ve privado,
por culpa de un~ poltica de agresividad y de riesgo, de muchas cosas esenciales a la vida moderna en un medio civilizado, para que no le falte a la
nacin -la patria sovitica, tan exigente como la tradicional patria zarista-, capacidad blica, potencialidad armada.
370
PREGUNTA FINAL.
371
LA ESFINGE ROJA
CAPTULO
XXXIX
LA INTELIGENCIA SOBORNADA
Mucho ms bien tratados que los obreros manuales son los hombres de pluma. Un simple traductor de artculos de fcil lectura recibe
1O rublos por pgina de 800 palabras.
Con slo traducir 1O pginas por da (los ms giles o menos prolijos se traducen hasta 20) , ganarn 100 rublos diarios. Pero los tra~uctor_es c~l_ificado~ de artculos de al,ta. literatura, o de ~mportanca poltlca, cientiflca, etcetera, ganan por pagma el doble o mas, y hay quienes
obtienen desahogadamente mesadas de cinco a seis mil rublos, aunque
corran por su cuenta los gastos de una mquina de escribir, papel, etctera.
Ahora que, eso s, es forzoso cubrir la no.rma. Si no cumple el mnimo establecido, el trabajador intelectual padece hambre.
Estos datos me los suministraba un periodista espaol, que fu crtico teatral de diarios de Mo.sc y director de cine espaol en estudios
de Pars, y se halla en Mosc- desde el derrumbe de la Repblica, Luis
Salado, que escriba all correspondencias de guerra y desempeaba el importante cargo de Jefe de la seccin espaola del Bur de Informaciones.
Es un hombre de viva inteligencia y smpatiqusimo, que frecuenta mucho las legaciones hispano.americanas y cuya visita, a menudo en compaa de su esposa y su hijito, constitua una verdadera fiesta para mi espritu y corazn de latinoamericano. He de guardar de ellos un recuer-do
grato e inolvidable hasta el fin de mis das, como de otros que, aun siendo
soviticos y adictos al rgimen, all viven confinados con el ansia vehemente, pero temerosamente manifestada, de salir de aquella vasta jaula
de barrotes de hierro do.nde hasta los ms favorecidos sienten la asfixia
de la falta de libertad, aunque se lo callen celosamente, si bien, cuando
son espaoles, no pueden impedir que se les adivine en la misma nostalgia de su terruo y de su sol, que adquiere en ellos un tono inconfundible de dramtica aspiracin de volver a verlos cuanto antes ...
Puede deducirse por lo que ganan los traductores, cmo son las entradas de los periodistas y escritores en general. Un escritor suele recibir de
50 a 100 rublos por pgina en trabajos permanentes. Bien es verdad
que se le imponen limitaciones a la cantidad de pginas que puede cobrar
por mes o por da. Los periodistas famosos ganan sueldos muy elevados
y los novelistas, cuando tienen la suerte de que sus obras se impriman
y agraden, reciben fortunas, porque las ediciones son siempre por muchos
millares y los libros de xito alcanzan tiradas de millones. Asimismo los
libros de historia, de doctrina, de divulgacin cientfica, los textos, se
venden por muchos mllares. El establecimiento editor abo.na una cantidad por los originales (a veces los compra antes de escritos), y en cada
nueva edicin agrega un suplemento calculado sobre el nmero de ejemplares y precio de los mismos.
Hay un fondo de literatura que adelanta dinero a los escritores sobre
373
las obras que se compr?meten a es~ribir. Y una gran casa de buenos apartamentos para los escntores y artistas, que pueden pagarlos, y asimismo
dachas de descanso y de salud que pueden alquilar a precios acomodados.
Adems, todos los aos se distribuyen los Premios Stalin, que son
de 100.00~ ru~los los :r;ri_meros premios Y.,de 50.000 los segundos para
las obras hteranas y artistlcas; como tambien para las cientficas, las tcnicas, los actores, etctera. Se distribuyen ms de cien premios por ao,
entre poetas, novelistas, autores de drama y comedia, compositores de ms~ca. yintores~ escultores, .arquite~tos, artistas de teatro, sabios, (para la
oencia los pnmeros prem10s Stalin son de 200.000 rublos).
Lo cierto es que los escritores y artistas de fama suelen ser potentados. Alguno de ellos poseen varias dachas, yates, autos, y viven rumbosamente. El caso ms notorio era el de Alexis Tolstoi, que falleci
cuando yo estaba all. Ganaba dos millones de rublos por derechos de
autor, anualmente.
Cre? fcil explicar el favor pecuniario de que gozan los intelectuales, especialmente lo.s escritores, aun ms que los sabios e investigadores
cientficos, que podan quejarse de no ser tratados con tantas consideraciones, pues faltaban para ellos viviendas adecuadas y sus remuneraciones
no solan ser brillantes.
Bastaba ver, aun .a los acadmicos de mayor nombrada, para comprender, por la modestia de sus ropas, que no era muy holgada su situacin personal.
. , 'Se _q~Iere, por, ~n lado, tener co~formes y bien dispuestos a la adhesion espmtual al regim~n.' y para su mago.table alabanza, a los que pueden con su pluma glonfrcarlo ante el pueblo y los pueblos; y por otro
lado es cuestin de prestigio y de decoro ante el mundo contar con toda
una multitud de cultores de las artes y de las letras en tren de trabajar d.;
rme en las condiciones que mejor puedan estimularlos por lo menos
desde el punto de vista material.
. Toda ~ictadura eje~ce a su modo un mecenismo oficial, y el de los
Soviets consiste en ser mas generoso para con los productores del intelecto
o del goce esttico en cualquier gnero y plano del arte, que para los trabajadores manuales.
Siempre, eso s, a condicin de que se sometan a las directivas ora
polticas, . ora t;stticas, o~a cientficas, que rigen al mundo del espritu.
Y sm mas alternativa que acatar esas directivas y servirlas dcilmente o quedar excludos de los cuadros activos de la produccin intelectual.
En mi libro Gnesis, Esencia y Fundamentos del Socialismo. que en
parte redact en Mosc, relato bajo el ttulo Un Vraie Flosf~o, en el
capfu.lo "El Co:J?unismo So-yit~c.o" . (pg. 13 2, T. If) , un episodio del
q_c;e digo que es 'altamente sigmflcativo y muy caracterstico de la situaoon en que se halla el pensamiento ruso contemporneo en sus relaciones
con la lnea poltica del Estado Sovitico". Creo valga la pena de recordarlo aqu:
"En el ao. 194 3 se dieron a publicidad los tres primeros tomos de
una Historia de la Filosofa editada bajo el patrocinio de la Academia
374
EiviiLIO FR UGOJ'.ii
LA Es FINGE Rj .\
375
CERNIDORES INTELECTUALES.
376
EMILIO FRUGONI
LA ESFINGE RoJA
Pero hay otr~ poesa que va. del acto a la palabra. Que no deja
que la palabra sustituya al acto, smo que la consagra a la funcin vital
de estimular el acto, por lo mismo que vive de la accin y sale de la vida
integral del hombre para volver a ella vigorizada o sublimada en su exaltacin espontnea, indeliberada e implcita, de todo lo que pertenece al
destino del hombre y a la personalidad del hombre.
El sueo que la nutre (no hay poesa sino en el trnsito del mundo
real al mundo irreal de la expresin potica por el tnel del sueo) , no
es una ficcin inconducente para expresar los latidos de la vida en su hora
profunda.
Y su cre~cin, no es una flor ~e artificio y de espuma que slo erige
una belleza sm ra1ces en el corazon humano y adormece los instintos
vitales como un efluvio alcalino, sino un fruto dedicado a la ansiedad de
todas las bocas .Y pronto a tentar el mordisco de los dientes para prodigarse en sanos jugos con sabor de alma y penetrante acidez de emocin.
. , Esta es. menos refinada que la otra .. Usa la palabra, aunque tambien. la domme a su modo, con otro sentido. No la quiere apartar demasiado de la claridad de la razn, y la mantiene en el filo de lo que
es todava lgico sin dejar de ser poesa y de lo que es todava ooesa
sin dejar de ser lgico.. . .
Cul pod!.a ser la poesa de un pas (no digo de un pueblo) donde
se proclama oficialmente como dogma esttico, que no puede dejar de
acatarse sino en el rea privada o reducida de las producciones inditas,
que el arte debe servir al pueblo, para la vida del pueblo, servir -claro
est-, inmediatamente, pues ello se proclama con un sentido de contemporaneidad que no admite remitirse a servicios futuros, ajenos a los
problemas e inquietudes del momento actual?
Ese dogma, aunque no llegue a la sumisin menestral del arte a la
propaganda y slo se refiera a su aptitud para ser captado y sentido por
el pueblo. de hoy y de all, excluye histricamente toda forma de aquella
poesa que parte de la palabra y vuelve a la palabra o al mundo de la palabra, en que sta es centro y es Dios.
En ese pas no hay sitio, no puede haberlo ms que para la poesa
que va del acto a la palabra y vuelve de la palabra al acto. O en otros
trminos: parte de la vida y retorna a la vida.
correr por un mismo cauce, caminar por un solo camino, vibrar con un
mismo son poltico o docente o utilitario, aunqug el poeta logre alzar
sobre sus alas todo ese peso prosaico para abrirse las sendas de la creacin verdadera en el cielo puro de la poesa, se mutilan muchas posibilidades de arte y se estrangulan muchas vidas en potencia. Se esterilizan,
al menos las virtudes de renovacin de las formas de pronunciarse y de
inventar. Se co.rtan con el inmvil tajo de un muro muchos itinerarios
milagrosos que podran enriquecer con nuevas rutas y desconocidas ensenadas el eterno viaje del genio potico en el espacio sin lmites del Arte.
<
377
* * *
La produccin intelectual est gobernada estrictamente. De pronto
un actor cuenta con el favor oficial y es renombrado y se le reconocen
autoridad y toda clase de valores. Pero si al azar de un cambio de orientacin poltica o de una intriga de crculo.s y camarillas, cae en desgracia,
se le excluye de la circulacin, se dejan de publicar sus obras y se hacen
desaparecer de la venta para que se le olvide en absoluto. Ya he dicho
cmo se han borrado todas las huellas y trazos de Trostky en el Museo
Lenin y en el Museo de la Revolucin. Igualmente han desaparecido de
todas las libreras de la U.R.S.S. sus libros, como los de Bujarin, que
fu uno de los grandes doctrinarios del marxismo leninista.
Tampoco se habla ms del un da famoso Lunatcharsky, el pedagogo de cuyas ideas en materia educacional se hizo tanta propaganda en
un tiempo. Su amistad con Bujarin le ha valido ser desterrado en espritu, despus de muerto.
Los intelectuales viven en la jaula de oro del favor oicial. Fuera
de la jaula no les es posible hacerse or. O renuncian a sus ideas propias,
si no piensan como el gobierno, o renuncian a escribir.
Los "rebeldes" deben cortarse la cabeza, para conservarla ...
LA VIDA LITERARIA.
378
EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
379
380
EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
en su dis~urso del 1 de Mayo: No se puede vencer al enemigo sin aprender a od!arle con toda la fuerza del alma
L?s fragmentos de la an no terminada novela Elfos lucharon por
la Patna publicados en La Verdad, Estrella Roja y La verdad de la Juventud, prometen una obra en la cual aoarecer con nueva fuerza el maunfico talento del autor.
,
o
Los trozos de la novela que ya se han publicado sorprenden por la
artstica fuerza y verdadera audacia en las imgenes. En eiios aparece el
conocimiento de la vida que tiene Shlojov, su atento cario hacia la
sencilla persona sovitica. Fiel a la idea de los principios artsticos, el
escritor describe la guerra con toda su severa y terrible verdad, dibujando
cuadros co?-movedores, reflejando un optimismo. vencedor y una ardiente
fe en el tnunfo de nuestra causa, en nuestro poderoso pueblo, conducido
por el Partido. y el genio de Stalin.
lVIuy a menudo, el escritor visit los frentes de la Guerra Patria, con
objeto de sentir impresiones verdaderas y trasmitirlas en sus creaciones.
y lo_s lectores sintie~o?- profundamente esa verdad trasmitida por su amado
escnto.r. El ha rec1b1do cartas de todos los frentes de todos los confines
'
del pas."
9
1,
381
382
E.:-.IILIO FR UGO~I
LA EsFINGE RoJA
cubierta al encuentro del sol de los nuevos das, sobre la orandad qu2
encontr asilo en Uzbekistan.
. El poeta, que ~onoce muy bien la poesa oriental con todas sus complicadas formas, qmere transformar el verso uzbeco.
Leo.nid Pervomaiski recorri en su tiempo los caminos de la guerra
Y volvi a su querida Poltava. Sus versos son cortos, fuertes narraciones
d.e todo lo visto en el terrible y largo camino. El es probo en sus exprcSlones, es severo como artista, pero esa severidad est iluminada de verac~dades y el lector junto con l s~fre por ~us alegras y tristezas, porque
s1cnte todo el dolor de las desgraCias ocurndas a la Patria.
El poema de Pablo Antokolovsk El Hijo, es la cancin del po::ta
padre que perdi su hijo en el combate. Su tema es ms amplio que su
dolor particular, despierta los mejores sentimientos y prepara a la aente
para recibir de cara todos los sufrimientos. La profunda humanida"'d de
que est lleno el poema, resalta su importancia y la pasin potica hace
de ella una obra emocionante."
existe esa novedad, esa personalidad en la expresin del eterno tema; valorizacin de sus sentimientos de amor baca la mujer y sus pensamientos hacia ella.
El lenguaje de estas poesas es muy breve. Al priECipo parecen contenidas, tranquilas, fras. En ellas no existe el furor de la pasin, el
sufrimiento de la duda, una felicidad cegadora, ni esa escandalosa belleza
de la pasin, segn la expresin de Lermontov, de la cual es tan rico
nuestro amor terrenal.
Involuntariamente atraen, llegan hasta el corazn y comprendemos
que esta sencilla tranquilidad de lenguaje no. es ms que la amargu~a
montona de los sentimientos ms profundos. La fuerza de estos sentlmentos obliga al poeta a ocultar un terrible fuego de pasin y dirigirse
haca la mujer amada con sencillas palabras y confiada delicadeza:
Pero tambin haba sitio entre esa produccin potica, en que el tema
d.e la guerra Y. de la lucha poltica inundaba casi todo el territorio espir~tual y emocwnal del poeta, para expresiones lricas confidenciales y
tlernas, de esas que cantan sentimientos ntimos y delicados.
Precisamente ese poeta Simonov, a quien cito ms arriba como uno
de los heraldos de la nueva campaa de reaeneracn literaria y artstica.
se di~tngu~ por una esplndida duplicidad de estro, que le permita ser
al ::rusmo. t,1empo el autor d~ uno de los poemas ms populares por la
funa ternb1e con que aconsepba a hombres y mujeres matar al alemn
donde le encontrasen: - 1\1 tale! se intitulaba- y de un tomito de
deliciosas poesas melanclicas entre las cuales una donde el soldado evoca,
al caer la tarde en el frente de guerra, la visin de la casa en que su amada
cerrar los postigos, encender la luz y arreglar la mesa, para aguardar
ante ella q_ue vengan algunos parientes y amigos a recordarlo entre todos
en voz baJa ...
Pero no era slo Smono.v.
Un artculo. de la Gaceta de la Literatura nos presenta a otro poeta
dul~en:en.te emot1vo, Stepan Spacbev, que se inspira en apacibles temas
de mtumdad y encuentra una crtica fervorosamente favorable para sus
versos sentimentales.
Veamos lo que se deca de l en el diario citado, all por el mes de
enero de 1946:
;;LNEAS DE 2\.MOR"
383
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LA ESFINGE RoJA
La musa del poeta es la mujer que no se doblega ante los sufrimientos, orgullosa en su fidelidad al hombre que ha elegido, madre, amiga en
el trabajo y en la suerte - he aqu la magnfica mujer de la lrica amorosa de Spachiev.
385
Est claro -eso s-, que ese lirismo se cultiva y se encomia porque
canta sentimientos sanos que aclaran el camino de la vida y elevan el espritu y el corazn de quienes los alientan. Porque es desde ese punto de
vista que esos sentimientos tienen, como lo dice el crtico a quien acabamos
de leer, una significacin social.
Slo con esa condicin el poeta canta sus amores y desnuda su corazn en la estremecida y dulce llama de sus versos lricos. All no puede
darse el lujo, que se considera, con razn, decadente y burgus, de suscitar
emociones enfermizas o de obstinarse en excitaciones intelectuales y deshumanizadas, con idiomas esotricos que no llegan al alma del pueblo
ni lo conducen a ninguna parte.
386
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XL
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E:viLIO FR UGO:--;I
LA ESFI..;GE RoJA
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FILIACIN.
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LA EsFINGE RoJA
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criptas y los de uniones no inscriptas. En efecto, mientras aqullos llevarn el apellido del padre, sfos slo podrn llevar el de la madre.
Esas reformas de la ley civil obedecen a una nueva poltica ante el
matrimonio y la familia, que tiende --<:omo. dije en un informe elevado
al Ministerio-, a restaurar en gran parte las formas tradicionales de la
familia en atencin, sobre todo, al fomento de la natalidad, que es una
preocupacin predominante del Est'ado Sovitico. (por razones de capacitacin guerrera, pude aadir).
Y refirindome a .aquellos distingos en la filiacin comentaba:
"Menos mal que no existe por ahora ningn prejuicio contra la
condicin de hijo. natural como se llaman en nuestras leyes a los hijos
habidos fuera de los matrimonios legalmente inscriptos, ni contra las uniones no legalizadas, ni contra las madres solteras o solas. Pero cuando
resurja, a favor precisamente, de est'e empeo en legalizar las uniones como
primer paso a la de la familia, esos nios cuyo apellido es el de la madre,
llevarn en su cdula de identidad una especie de seal que, como ocurre
en nuestra legislacin burguesa, delatar su condicin civil distinta, aunque slo sea con la facultad de usar un apelativo, de la de aquellos cuyos
padres son casados.
Se contina as un movimiento que se inici hace algunos aos,
cuando se reform la ley sobre aborto y se lo prohibi mediante penas
severas, no autorizndo.se sino en casos especiales y previa una solicitud.
Se quiso entonces concluir con abusos que conspiraban contra la natalidad.
Ahora se trata de fomentarla mejorando las pensiones a las madres de
muchos hijo.s as como rodeando de mayores prerrogativas en el trabajo
a las mujeres embarazadas y proporcionndoles mayores facilidades para
la educacin, mantenimiento y cuidado de los nios. Pero en cierto punto
esa tendencia cede ante la de encarrilar la vida de este pueblo en la observancia de reglas legales."
Y se aseguraba por la ley y se estimulaba la investigacin de la paternidad como defensa para las mujeres, contra la falta de escrpulos de
los tenorios vulgares.
La ley era muy celosa de que nadie escapase a la responsabilidad
econmica de su paternidad.
Parece que se daba el caso de la mujer que le pona los puntos a un
candidato co.n buenas entradas pecuniarias y se las arreglaba para hacer~e
padre presuntivo de una criatura, con lo cual adquira el derecho de extgirle una pensin para la alimentacin, cuidado y educacin de aqu~la.
Y en el ao 1944 se aboli la investicracin de la paternidad. Se pnv
a las mujeres del derecho de reclamar"'nada contra quienes las. hubies.en
hecho madres, si no mediaba un matrimonio registrado. La ley Cltada dt~
taba la abrocracin de los derechos existentes de las madres de concumr:
a la Corte p~ra tales efectos. Lo que quiere decir que s los pad~es !lo se
avienen a reconocer espontneamente su paternidad con los constgmentes
deberes, esas madres naturales auedan desamparadas.
Otro viraje pronunciado," dentro de esa nueva po.ltica de retorno
hacia la ortodoxia legislativa en materia de organizacin y costumbres
familiares, se ha producido con respecto al divorcio.
391
DIVORCIO.
393
EMILIO FR UGONI
LA EsFIKGE RoJA
.
Otra. cosa positiva es que las gentes no hacen matrimonios rpidos e
1mpremed1tados.
He observado que los divorcios entre los jvenes son escasos."
-Sus hijos no tienen que mezclarse en sus peleas domsticas - reproch a los padres.
Se produjo un cierto revuelo en la sala cuando un vecino se llev a
los cuatro muchachos. El Juez entonces pidi al marido que expusiera
su caso. El hombre empez a contar un largo cuento de los domsticos;
l pensaba que su mujer no le era fiel; se haba hecho irritable y aficionada a pelear.
Preguntando pacientemente a la e~posa y a los vecinos, el Juez reconstruy el cuadro de la familia.
-No tiene usted razn de acusar a su mujer de infidelidad -declar finalmente-. Le debiera dar vergenza de quejarse de una esposa
como la suya. Es una buena ama de casa y madre. Quin ha criado a
los hijos sino ella, puesto que usted estuvo siempre fuera?
-Yo no me niego a mantener a mis hijos.
-Eso lo tendr que pagar, quiera o no quiera, pero el dinero no
compensa la prdida de un padre.
-Los vendr a ver a diario.
-En ton ces, para qu marcharse de casa? Por qu no admitir francamente que usted ha sido afrado por otra mujer?
Al principio el hombre lo negaba, pero luego lo reconoci.
-Usted es padre y qu ser de sus hijos si se quiere divorciar cada
vez que se encapricha con alguien?
Las palabras del Juez pro.dujeron un sinnmero de aprobaciones d?
los espectadores. El marido insista, pero cada vez con menos firmeza.
Finalmente el Juez se neg a conceder~ el divorcio.
-Es la sptima vez que niego un divorcio en los ltimos meses
-me cont Overin, a medida que repasbamos los sesenta casos que l
haba tratado, desde que la ley entr en vigor.
-Pero, supongamos que igualmente el hombre deja a su mujer.
-No lo creo. Algo me dice que en tales casos no se debe profundizar la brecha enfre ambas partes. Uno ve poco ms o menos cundo es
rotura temporal.
Viendo recientes casos de divorcios observ que la mitad de ellos se
haban celebrado en Cmara. Esto se hace a peticin de una de las partes,
cuando se tocan los aspectos ntimos de la vida marital. Overn dijo que
l no tena intencin de reavivar el viejo aspecto sensacional del divorcio
antiguo.
En el invierno de 1944, una mujer recibi comunicacin oficial d
la mu~rte d2 su marido. Dieciocho meses despus se cas con un amigo
de la mfancia con el cual, al ao, tuvo un hijo. A los -pocos meses d~
nacer el hijo, reapareci el primer marido. Haba estado prisionero de los
alemanes, se escap, luch con los guerrilleros, detrs de las lneas alemanas. Estaba herido y cansado.
Aunque ella estaba muy compenetrada con su segundo marido, consider su deber divorciarse y volver con el primero.
Su situacin era muy delicada, y pesando todos los motivos, el Juez
se neg a dar el divorcio.
-Su hijo -le dijo a la mujer-, debe tener un padre."
, _ El periodista Kolmanov publicaba en octubre de dicho ao un articulo en que recoga informes y opiniones de labios de los jueces.
De ese artculo vale la pena transcribir la parte donde relata su visita
a la Corte o Tribunal de la ciudad, en la que se dictan las sentencias.
Dice as:
"La nueva ley anula el viejo sistema segn el cual las oficinas de
registro podan conceder el divorcio a peticin de una de las dos partes.
El derecho a conceder divorcios se otorg exclusivamente a las Cortes. Dos
etapas legales son necesarias antes que el divorcio sea concedido. Despus
que el divo.rco ha sido pedido legalmente, se publica en la prensa, los
tribunales populares investigan el caso y procuran encontrar el motivo
de la discordia y reconciliar a ambas partes. Si no hay reconciliacin, la
causa se ve en un segundo tribunal que decide.
Mara Orlova, Juez popular del distrito de Sverlov, de Mosc, pidi
a su secretaria que trajera veinticinco carpetas de los casos vistos durante
el pasado ao. Esta rusa rubia tena una memoria extraordinaria. Una
sola mirada a la carpeta era suficiente para recordar no slo el caso sino el
aspecto de los interesados.
-Esfa pareja se reconcili antes de verse el juicio -dijo mirando
a los papeles-. Convenc a uno de ellos que olvidara y perdo.nara. Los
veintids restantes casos pasaron a los tribunales.
Que si haba jvenes entre los casos que yo manej? Pocos. Slo
dos o. tres parejas llevaban menos de dos o tres aos de matrimonio. He
aqu el caso de los ms jvenes que vinieron a nuestra Cmara.
Llevaban un ao de casados; l estudiaba el ltimo curso en un Instituto, tena 21 aos y ella 3 3. La mujer peda el divorcio. Era un caso
de abandono. Casi nunca vea a su marido. En siete meses no haba
pasado en casa siete domingos. Ella no le acusaba de infidelidad. Ela
saba que su tiempo lo dedicaba a la resolucin de problemas cientficos.
Pero ella se haba casado para tener un compaero y -no para estar siempre
sola. Un hombre que quiere a su mujer debe encontrar tiempo para dedic~rsel.o a lla .. Ella rara vez frecuentaba espectculos ni -visitas. Su
pac1eneta se acabo, y a sus reproches el marido contestaba: "No pensars
que sacrifique mi ciencia".
l\!Ie ~ost mucho reconcliarlos -dijo l\!Iara Orlova-. Se citaron
com.~ test1gc:s a sus comp~eros de trabajo. Finalmente el marido prometro orgamz~r ~l!s trabaJOS de manera que pasara ms tiempo en casa.
- Cons1gmo usted unir ms parejas?
:::-En la mitad de los casos sera intil intentarlo., fu la respuesta.
La Corte que preside Pyort Overin es modesta. Consiste en la mesa
del Juez, dos pupitres para el abogado y procurador y unas filas de banc?s para testigos y pblico. El caso que yo. escuch era el divorcio a peticin de un agente de compras, de 3 5 aos. Delante estaban su mujer y
cuatro hijos varones. El Juez mir a los muchachos y orden que se los
llevaran de la sala.
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EiviiLIO FRUGONI
LA HERENCIA.
LA EsFINGE RoJA
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Decretos posteriores al Cdigo introducen numerosas mo 1 tcan.ones. En 1926 quedan abolidas las limitaciones del n;or:~o de las proptedades que se trasmiten por herencia. Desaparece el hmtte de los 10.000
rublos.
.
,
d 1978 ,~
Se legtsl sobre el testamento, decretandose en mayo ~
- qu._
. los menores de 18 aos no podan ser privados del patnmomo de la herencia ni dejrseles menos de los tres cuartos de su cuota hasta que debieran recibir la herencia.
.
- La situacin de los cnyuges en el caso de .la .di.solucin del ma~nmonio, por muerte o. separacin, se rige por el pnn~1p1o de q.ue ca.da conyuae conserva como suyos los bienes con que lle,go al ma~nmomo, pero
pa;a los dems se aplica el concept'o de la comumdad de btenes. Se reconocen, pues, los gananciales a cada cnyuge.
LA FAMILIA POR DENTRO.
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EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
LA ESFINGE RoJA
CAPTULO
LA
XLI
MUJER
EMANCIPACIN CIVIL.
En los viejo,s tiempo:s. Y. ~asta en los ltimos aos del zarismo, pese
a l<?s adelantos ae la leg1slac10n a que me he referido pginas atrs, la
rr:uJer era una permanente menor de edad, que pasaba de la tutela tir~tca d~l pa~re a. la tutel~, no menos tirnica y a menudo brutal, del mando. La h1stona y la literatura, que es tambin historia, estn contestes
en que era una esclava en su hogar, primero bajo. la frrea voluntad del
pa~re, Y luego ~ajo la del esposo que, incluso, en las capas incultas de la
soct~d~;L la ~a~t'lgaba por costumbre sin escndalo de nadie, como que la
trad!Clon rehgwsa vena entonces en ayuda del mardo desde los labios
?el,.pope, Y de~de las p~ginas de un Cdigo eclesistico, el Domostroi, que
mmca como aeben aplicar los maridos castiaos corporales a sus esposas --1
cmo. deben stas recibirlos.
"'
.
En la misma iglesia cristiana ortodoxa, donde se prohibe a la muJer transponer los umbrales del altar mayor, sin duda por considerarla
399
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LA ESFINGE RoJA
E:-,IILIO FR UGONI
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Cul es la situacin de la mujer en la Unin Sovitica con relaCion a los problemas de la vida sexual?
La Revolucin no. poda menos de colocarse frente a los prejuicios
de la moral burguesa que han tendido a reforzar el concepto de la familia
fundado en la propiedad privada y en el predominio econmico y social
del esposo, sacrificando. a esas finalidades la suerte humana de la mujer
casi desde su pubertad.
Las primeras reacciones populares contra las ataduras y las injusticias antinaturales de esos prejuicios fueron muy lejos. Haba que concluir con esa abominable duplicidad de una moral sexual que castiga como
vergonzoso delito en la mujer lo que al hombre est permitido.
Ivlucho se ha hablado y escrito sobre el tema de las torturas a que
el prejuicio social somete a la mujer en la esfera de sus sentimientos amorosos y de sus experiencias sexuales. No he de insistir en asunto que ha
provisto de tan abundante sustancia humana a la literatura de fados los
tiempos y de todos los gneros: la novela, el poema, el teatro.
El horror al hijo, ese monstruoso horror al hijo que enloqueci a
la Margarita de Gcethe, que sienten rodas las solteras de las sociedades
cristianas, especialmente las catlicas y que suele reforzarse bajo las condiciones econmicas y sociales de la existencia en las sociedades captZllistas, ha devorado ms vidas infantiles que todos los ogros de los cuentos
de hadas, o el feroz Minotauro de la leyenda griega, o el insaciable Moloch sirio de los antiguos amonitas.
Ese espantoso fenmeno de la prostitucin, que nos muestra por un
lado la llaga purulenta del libertinaje desenfrenado que insulta y desafa
a la austeridad del trabajo y de la dignidad humana, y por otro lado el
horrible espectculo de miles de mujeres t;ansformadas en mercancas.
que venden su cuerpo rebajando el instinto gensico (sagrado porque es
el padre de la vida, el amor en su esencia fisiolgica), a la condicin de
un comercio carnal por dinero, para hundirse en el ludibrio pblico y
quedar marcadas por un estigma sangriento con el cuaL suelen condenarse
a seguir un camino de ignominia y de lodo que conduce inexorablemente
del prostbulo al hospital, ese fenmeno b2.sta y sobra para hacer el proceso de un sistema de organizacin social donde apar~ce como un efecto
sobre todo de causas econmicas.
Pero no es se el nico cuadro sombro que se ofrece a nuestra reflexin consternada, en la existencia y condicin d.z la mujer dentro del
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Claro est que los que proclamaban la facil~tacin del amor reducindolo a un acto fisiolgico inocente, no precomzaban el vicio, la realizacin viciosa de ese acto.
Una moral digna de su nombre, deba, pues, basarse en aquel concepto de que el amor humano halla su centro natural en la pareja mongama, lo que no quiere decir indisoluble.
Por eso perdur un sentido moral contrario a las prodigalidades de
la carne en una excesiva sucesin de experiencias y lides amorosas, y la
mujer sinti la dignidad de concretarse al hombre ~1 _c;.ral volunta~iamente
estaba unida. Y el hombre, a su vez, en la pos1b1hdad de umrse a la
mujer amada y de desunirse de la que se ha alejado de su corazn, (porque no existen en la U.R.S.~. las .~azones que entre 1!-osotros h~c~n siempre de l_as uniones y de su d1soluc10n u~ problema ~~1zado de dtftcul.tades
econmtcas, sobre todo del punto de vtsta de los htjos), ha aprendtdo a
ejercitar un sentimiento de lealtad casi in~ito en otras .Par~es, aquietando
junto a la compaera de su hogar las vcletdades de su mstmto.
La maternidad se vi rodeada de todos los respetos.
La mujer pudo ser madre, en cualquier circunstancia, sin tener que
avergonzarse ante nadie, sino por el contrario exhibiendo su hijo como
una virtud.
La mujer no es prisionera de prejuicios contra natura ni de la mojigatera hipcrita de las morales que fincan toda la moral de la mujer en
una administracin claustral, y a veces taimada, de sexo, morales de sacrista que, por otra parte, no at'an ya -como hemos dicho-, a las
jvenes mujeres de los pases nrdicos de Europa ni de los Estados Unidos de Norteamrica.
Pero tampoco es, en la generalidad de los casos y en la normalidad
de su vida, una spor:twoman del amor y se aprecia su fidelidad al hombre
elegido y sabe distinguir, sin hipocresa ni monjiles recatos, entre lo que
vertenece a una manera de ser correctamente moral en sus relaciones con
~1 hombre y lo que cae en la rbita de la incorreccin o de la licencia y
el vicio.
Es mal conceptuada la mujer que se extralimita en el empleo de sus
libertades amorosas, pero no se conoc~ el horrendo estigma social qu~
condena sin piedad, y a menudo para siempre, a la que se ha desviado en
excesos ms o menos indignos.
No se tolera --como se recordar-, la prostitucin, o sea, el comercio carnal por dinero, como medio sistemtico de vida, pero existe,
si se quiere en una forma larvada aunque fcil de descubrir. Ya he relatado cmo la polica persigue a las mujeres que incurren en esa forma de
vida "frvola", y cuando no las utlizc. por sus averiguaciones, las confina a donde no puedan continuar ese gnero de exstencic.. Son por lo
general crueles esos procedimientos que, incluso, puzden recaer, inesperada e inexorablemente, sobre pobres muchachas cuyo nico delito consiste en mantener relaciones sin autorizacin policial con algn extranjero y en enamorarse de ste hasta el punto de no prestarse a delatarlo
con la prolijidad puntual que se les exige, como odiosa condicin.
Pero la aventura no deja rastros en la reputacin de la persona si
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alentado por el hecho de que a la esposa del Secretario de nuestra Legacin se le hubiese acordado pasaporte para salir de la U.R.S.S.
Pero vino a arrojar una carrada de arena sobre to.do ese revuelo de
llamaradas de esperanza la comunicacin remitida a la esposa de mi secretario, a raz de aquella visita del Ministro de Colombia al Comisariado,
por la cual se le haca saber que su pasaporte quedaba sin efecto. Deb,
aturalmente, ponerme en campaa para restablecer la autorizacin que
se le retiraba a la seora de J aunaren a.
Mi grande amigo, el Ministro de Colombia, don Alfredo Mikelson,
recto caballero chapado a la antigua, que no quiso echarse atrs despus
de haber anunciado oficialmente su casamiento, a pesar de estar en conocimiento de lo ocurrido, no intent siquiera ninguna gestin po: su esposa, quedando a la espera de lo que resultase de mis esfuerzos.
Si yo tena xito era evidente que le aprovechara tambin; y si fracasaba de qu poda servirle empearse en querer abrir compuertas que
se cerraban para todos, y por lo visto, antes para l que para otros?
Y o reclam ante el Comisariado contra esa medida que colocaba al
secretario de la Legacin del Uruguay en una situacin dramtica, tanto
ms injusta cuanto. que, cuando l se cas, las puertas del territorio permanecan abiertas para las mujeres en el caso de la suya, como lo demostraba el hecho de habrsele otorgado el pasaporte, con el cual hubieran
podido embarcarse tranquilamente si no hubiesen incurrido en la imprudencia de dejar pasar cerca de un mes sin utilizarlo. Exig constancia
de que la medida no se tomaba especialmente contra el funcionario de mi
Legacin, y se me respondi por nota que obedeca a decretos de carcter
general, algunos de ellos anteriores al otorgamiento del pasaporte a la seora de Jaunarena, segn los cuales ninguna mujer sovitica unida con
extranjero poda salir de la Unin sin previa renuncia de la ciudadana
sovitica.
La exigencia resultaba un impedimento prctico insalvable en la mayora de los casos, sobre todo cuando los esposos eran diplomticos o
militares, casi siempre de corta permanencia en el pas, ya que la renuncia de la ciudadana deba tramitarse ante el Soviet, y la gestin duraba aos.
No se hallaba 1\tlolotov por ese entonces en Mosc. Haba partido
para San Francisco, donde tuvo que permanecer una larga temporada.
Aprovechando que tambin concurra a esa conferencia nuestro I\tlinistro
de Relaciones, que lo era el seor Jos Serrato, le remit un extenso telegrama redactado. en forma de poderlo mostrar a Molotov, narrndole la
incidencia y pidindole entrevistase a ste a fin de solicitarle una solucin
favorable del asunto. El seor Serrato accedi a mi pedido y visit con
tal motivo a IVIolotov. Dos meses despus reto.rnaba el canciller sovitico
a Mosc, y apenas llegado le solicit una entrevista para hablarle de la
cuestin.
Esa entrevista se celebr en el Kremlin. Tuve que llegar con una
tarjeta especial de entrada, que me franqueaba los diversos pasajes donde
los guardianes exigen la exhibicin de los carnets correspondientes, y
acompaado por un funcionario especial fu conducido a una sala donde
vino a buscarme el tercer Jefe del Protocolo, que por hablar correcta-
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el pronunciamiento del Soviet se produjese rpidamente, y ya me acusaban de estar perdiendo el tiempo en una vana obstinacin.
Pusieron en juego parientes y amistades en l'viontevideo, y un da,
no estando ya Serrato en el Ministerio y hallndose ste en uno de los
interinatos que precedieron a la designacin del doctor Rodrguez Larrct'a, recib un telegrama que deca: Gestione pasaporte para seora de
Jaunarena. Me llegaba cuando ms me preocupaba la marcha de m litigio
y a raz de nuevas y arduas conversaciones con el seor Mijailovich. l'vie
limit a responder: Ese telegrama es improcedente.
Y bien: un da me enter, con la consiguiente satisfaccin, que el
asunto haba pasado a informe de dicho seor Mijalovich, que era uno
de los que haba contribudo, con la mejor voluntad, a la cncesin del
pasaporte y a quien la anulacin del mismo creaba una situacin algo
desairada. Y a poco de volver de un viaje a Estocolmo (adonde me haba
ausentado con los dos secretarios de la Legacin, dejndola a cargo del
Ministro de Colombia, hecho que algunos periodistas americanos atribuyeron a un disgusto mo con la cancillera a causa de aquel episodio) , s~
me hizo saber que haba recado resolucin favorable y se comunicaba as
al Ministerio de m pas, por intermedio de la Legacin Sovitica.
El tiempo nos falt para ponernos en condiciones de embarcar rumbo
a MonteYdeo a los esposos Jaunarena.
La salida de ellos abri las puertas a otros. D2sde luego al Ministro
de Colombia y su esposa, que se beneficiaban del criterio adoptado por
ci gobierno sovitico al resolver favorablemente nuestro caso. Un ao
despus se beneficiaron asimismo el primer Secretario de la Legacin de
Venezuela, seor Gabaldn, y esposa, que se haban unido en los prime.
ros qu!nce das de la estada de aqul en Mosc. Tambin una bella actriz
rusa, del Teatro de la Stira, casada con el Presidente de la Cruz Roa
Americana en la U.R.S.S., pudo irse, y fueron nuestros agradables col,:;_paeros de Yiaje cuando retornbamos en barco de Leningrado a Estocolmo y permanecamos en esta ciudad unos das dando fin a la aventura
diplomtica.
Cuando yo estaba por irme todava solan abordarme en algunas
fiestas mujeres rusas casad;s con yanquis o ingleses, que me pedan intercediese por ellas creyendo, las pobres, que yo posea el secrzto de bacerlas salir, ei ssamo brete de las puert;is de Rusia, para las que se haban
1ig2do a un extranjero so2ndo poder compartir con l un mismo destino
y partir con l baca otras tierras ...
Esa resistencia a permitir la salida de mujeres soviticas casadas con
extranjeros parecera confirmar la suposicin de que el rgimen teme que
ellas esparzan, por el mundo, como testigos bien informados, la noticia
exacta de cmo se vive en la Unin Sovitica.
Tambin se opina que las autoridades no pueden ver con buenos ojos
esos alejamientos -que consideran defecciones- y no desean que el csJmiento con extranjeros se emplee como una va de escape para eludir
las obligaciones de solidaridad patritica de las mujeres rusas con el pueblo ruso. Quedarse en Rusia, trabajando y padeciendo por ella. es un
deber que est por encima del amor.
Pero acaso lo que ms influye es el propsito de apartar a las muje-
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res soviticas de los extranjeros, de hacerles sentir que ellas deben ligar
su destino al de los ciudadanos soviticos, a sus compatriotas, y que deben
permanecer con stos consagrados a la obra de formar una familia sovitica en la patria sovitica.
Un historiador nos narra que en tiempos de Ivn el Terrible un
embajador de Arabia se cas con una rusa. Y cuando quiso salir del pas
con ella no le permitieron llevrsela. Reclam ante I vn, y ~ste 1~ dijo
-La mujer rusa es una cosa sagrada y no podemos deJarl~ tr a tm
pas impuro como el tuyo. Ella puede casarse con un extranJero pelo
debe quedarse ac.
Las palabras de Ivn el Terrible parecen volver a la vida en la boca
de los aobernantes actuales. Pero son an ms duras las condiciones soviticas, porque ahora se ha concludo por no pzrmitir a las hijas ~e. la
U.R.S.S. el matrimonio con un extranjero, ni siquiera con la condlCln
de quedarse.
LA ESFINGE ROJA
CAPTULO
XLII
sL
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espaol ejercan la vigilancia y trataban de que se cumpliesen las dispoSICIOnes de las autoridades soviticas que tenan a su cargo la manutencin y el cuidado de los huspedes.
Estos se entretenan estudiando el ruso, pues se les haba advertido
que deban ponerse cuanto antes en condicione:S de ser tiles en la nacin
que los asilaba, o disputando entre eilos por diversos motivos. Ten:ln
un peridico mural que ventilaba los problemas domsticos de los refugiados y suministraba informes tiles.
Una incidencia cmica se produjo cuando -todava en verano-,
la administracin distribuy calzoncillos largos. Lo.s espaoles recibieron
una desagradable sorpresa al ver que se les proporcionaba calzoncillos de
una teda ms bien abrigada, largos hasta los tobillos. Les pareci aquello,
sumamente ridculo. Hubo. quienes cogieron unas tijeras y los cortaron
a la altura de las rodillas. Aparecieron pasquines manuscritos en las paredes con protestas contra la inelegante prenda interior. Se agitaba, como
una bandera, la reivindicacin de los calzoncillos cortos. No por eso se
les proporcionaron otros. Pocas semanas despus comprendieron los rebeldes la insensatez de su rebelda. Los que se haban apresurado a cortar
sus calzoncillos lamentaban su precipitacin, porque el fro. del Otoo,
mordindoles las pantorrillas, les baca sentir que en Rusia no es como
en Espaa. . . La naturaleza se encargaba de apagar los fuegos del_ te~
pcramento espaol, y poco a po.co se fueron acostumbran?o los mas mquietos a no quejarse de nada, como aquellos otros, de que 11:1bl que, ocupados en una determinada tarea un da se declararon en huelga p.::ra aprender, ipso facto, que eso all no puede hacerse.
Cuando se estim, transcurridos algunos meses, que ya haban tenido
tiempo para aprender a hacerse entender, se les asign a diversas tare2s
para que se gan2sen la vida por s mismos, y debieron dispersarse al az2r
de sus respectivas capacid?.des y de l?.s oportunidades que se les ofrecan.
La mayor parte, como es explicable, se hallaban en _Mosc. ~os
escolares haban sido reunidos en internados donde la ensenanza la Impartan preceptoras o preceptores espaoles que haban_ venido con ellos
v tambin maestros de idioma soxtco que les enseaban el ruso. Los
~iiios, y asimismo algunas mujeres que ya no cr?.n nias -las maestras
eme vinieron Jcompandolos-, aprendieron a hablar bastante bien el
idioma del pas, mientras que la mayor parte de los hombres b2blaban
muy mal o no. lo hablaban casi.
__ .
Cuando la nv2.sin de los nazis s2 acerc a las puertas de .Nlosc,
los cscol2res esp2oles fueron evacuados por el Valga a las cercanas de
Stalingrado. La ola de la guerra march tras .ellos, y hubo que tras~a
darlos precipitadam.c:ntc a los .Urales; y en ~a cmdad de Uf~ perll':ancClc:
ron hasta que, alepdos los mvasores, pudieron retornar sm pehgro al
primer punto de partida. l'vienos felices parecen 1;-aber sid.o los que fueron conducidos a T2shkcnt, donde habran pasado penunas en los momentos rns difciles de la contienda, en medio de un gran desorden administrativo ocasionado sobre todo por las terribles circunstancias. Cuando
vo llecru las escuelas de nios espaoles funcionaban normalmente. Gra~ias a "'en~ no me cost mucho llevar a cabo una de las ms agradable3
gestiones de mi cargo ofici2l. Apenas arribado me alcanz una carta del
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LA ESFINGE ROJA
e~cri~or ami.go don Eduardo Dieste enviada desde San Francisco, donde
eJeroa func~o_nes de cnsu_l del Uruguay, pidindome me interesase por
obt;ner not:Clas de una ma cuyos padres no saban nada de ella desde
b~5Ia tres anos. Lu~go recib otra carta ms explcita de la madre ~e esa
n~na. Desde el comienzo de la guerra con Alemania no haban recibido
mng_un~ respues~a a las cart~s que ella y su esposo -un ex-aviador de la
Rep~bhca Espanola-, remitan de tanto en tanto a su bija. Ni nadie
Ambos confraternizaban de veras con el pueblo ruso y eran sinceramente adictos, por impulso de gratitud, a la Repblica Sovitica, entre
cuyos ms fieles devotos se contaban, por lo mismo que su servicio en
una Legacin no les haca perder en lo ms mnimo. su carcter de integrantes cabales de esa masa sobre la cual ejercen una constante accin de
propaganda poltica incontrarrestada los rganos de publicidad, todos oficiales. Ellos se avenan, sin quejarse, y menos ante noso.tros, a las estrecheces de su existencia, que no atribuan en ninguna medida al rgimen,
tanto ms cuanto que basta ellos, por su modestia, no llegaba, como en
el caso de otros refugiados menos disciplinados y sumisos (por ejemplo,
el doctor Diez, de quien volver a ocuparme), la incmoda interposicin
policial en tren de visible vigilancia o atisbo, que desprestigia ante el
vecindario y hace huir a todo el mundo de la compaa del agraciado
con esa distincin peligrosa, por temor de verse sospechado de complicidad.
Era visible el placer con que ella me lea en la prensa sovitica todo
lo que pudiera contribuir a que yo me formase un juicio favorable de
la nacin y de su gobierno.
Y no menos visible era la satisfaccin de su esposo al informarme
-por ejemplo-, de los adelantos cientficos de la U.R.S.S. o de la eficacia de sus mtodos educacio.nales en la escuela primaria para darles a
los nios al mismo tiempo aptitud para las matemticas y gusto por la
literatura.
La verdad es que Camelia, educada en la U.R.S.S., habra resultado
un buen exponente de los efectos de la escuela primaria sovitica si sus
cualidades personales (su sentido del deber, su discrecin, su laboriosidad, su correccin, su abnegada dedicacin al hijo, su adhesin al esposo) hubiesen sido talladas como las facetas del diamante o, por lo
menos, debidamente respetadas en su aparicin y desarrollo como virtudes
congnitas, por la accin metdica de la enseanza escolar y el influjo
espontneo del ambiente moral de la escuela.
Ella, pequeita y gil pareca una hermana mayor de su hijo, un
diminuto y graciossimo demonio de apenas tres aos. Saba bien el ruso
y el castellano. Nunca tuvo pereza para leerme la prensa y para tradu,
cirme 1u ego con letra clarsima los artculos de diarios y revistas que lG
indicaba. No hay en el mundo esposos mejor avenidos que Camelia
Garca y Jess Snchez Pavn. Este es un andaluz de pura cepa que
escribe muy bien a mquina, sin ms reparo que el de comerse las eses
finales cuando escribe al dictado y aun cuando copia, lo mismo que al
hablar. Haba sido en Espaa empleado de la administracin aduanera,
y durante la guerra civil ejerci nada menos que el cargo de Jefe del Estado Mayor de El Campesino. . . Le haban confiado la misin de ser,
JUnto al famoso guerrillero, el consejero ulico, que por sus luces de hombre instrudo deba controlarlo en lo posible al par que servirle para las
comunicaciones tcnicas con la superioridad militar. No por l, que era
muy discreto, sino por otros espaoles, algo supe de las desventuradas
andanzas de El Campesino en la Unin Sovitica. Los militares soviticos cometieron con ese hombre rudo, ignorante e incapaz de aprender
nada en los libros ni en los bancos de una escuela, una tremenda equi-
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EMILIO FR UGONI
Yocacin.
Qui~eron hacer de l un militar disciplinado, y lo enviaron _a la Academia Funze, donde no aprendi nada de lo que queran
~nsenarle Y de, dond: ~ubo de salir por ir~emediablemente inadaptable.
-ara pe_c:r habra conLraido enlace con una JOven rusa, de llamativa bell~za: hrJa de un cor_onel, de la cual tuvo un hijo, pero con la que tuvo
as1m_rs~o desavenenc~as que degeneraron en palizas descomunales, con las
c:msrgme~tes denuncias del coronel, su suegro, ante los superiores de ese
~.Ilvestre rntroductor de la clsica. fu~ espa_ola en
vida conyugal sovietrca.. Separado de la Ac_ademia f~e envrado a trabajar en el Metro,
cc;>mo Jefe o ~apataz de eqmpos o bngad~s, lo que lastim su amor proJ?IO. N? podra aceptar que a _El Campeszno se le redujese a la condicin
a_e un srmple capataz de pandtlla de braceros en las excavaciones ferrova:ra;. Su aureola de audaz y temible guerrillero ante cuyo solo nombre
n_man aterrados_ los soldados de Franco, se oscureca y disipaba en la oscundad y modestra de ese trabajo. subterrneo.
~dems, l n? haba na~id? :para tra}:Ja_jar ni para hace~ tra~aj~r
a na<;IL en los carnles de la drscrphna metodica de una tarea rngemenl.
~n frn, que un buen da salt la barrera y volviendo a sus tormentosos
tiempos de ayentura y audacia, sali, no se sabe cmo, de l\iosc. nara
campear por sus respetos en actividades ms de acuerdo con su ndole v
temperamento. Se dedic a la compra y venta de diversas mercadera's
Y: productos que trarsJ?orta_ba de. ~m sitio a otro burlando las prohibicwn~s legale~ y la VIgilancia policial, porque all esas operaciones mercantiles confi~uran un delito: la especulacin. Parece que lo sorprendie-
ro_n por el Caucaso atareado en esas maniobras, con el auxilio de un burn~'? Y al.~unos ~~chacbos, men?_res de edad. Se le proces por especul~cion Y ~orr~pnon de menores, ya que haba inducido a los mucbacnos a delrnqmr especulando.
Mie_ntras t~nto, en _los crculos espaoles de Mosc se comen taba
la ausen~Ia de Et Carnpesrn.C: y circulab2n a su respecto variadas versiones.
Al
terminar "
la guerra se d!JO que el hombre haba locrrado
tt~s'"'oner
b"
r
e
a. 1-' l
_c .:>
0
:rront~r2s SOVletica~ y se le S2ba en Francia, tratando de invadir con otros
g_uernller~s, el te~r:torio espaol. Se supuso que el propio gobierno sovi.:2t:co le ha01a faClhtado el viaje para que se pusiese al frente de esas par.
~Idas ,armadas. Pero, de pronto, corri la noticia de que baba vuelto a
lV;c;>~cu Y andaba suelto. Lo ltimo que se dijo de l es que no baba
sa_Ido de la U.R.S.S. y que, en efecto, se le baba procesado por las caus~s antes expresadas, pero que se le haba concedido 12 libertad condiCIOnal. Lo. que parece ms probable es que ni El Campesino simpatice a
~t2s hc;ras con el rgimen sovitico ni el rgimen confe mucho en El
vampesmo . .
L_os esp2_?les viven all bajo la inspeccin y direccin del p2rtdo
comums_ta, espanol, ~n, cuyo nombre y representacin acta en la Unin
un ~Omite q~le pr~s1d1a, por los das de mi permanencia, Dolores Iba-
r,run, La Paswnarw: y sin cuya autorizacin ninguno de ellos poda salir
a.e, la U.R.S:S. i Salir de la U.R.S.S. es para esos espaoles, pese a la filianon comumsta de todos ellos, una aspiracin torturante! Lo ms dramati_co es que _deben callrsela o disimularla. Entre ellos mismos riae la
consigna de muar con malos ojos y considerar como un rprobo al" que
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deje traslucir su deseo de irse, sobre todo si hace ~lgo por llevar~o a la
prctica. Eso es lo que pude comprobar con J:?-?t1vo de la partida del
doctor Carlos Diez, que, por sus relevantes serviciOs en el fr.ente de guerra, donde se le condecor como mdico inte.rno de ~n hosp1_tal, y dadas
sus vinculaciones profesionales con las leganones l~tmoamen_can~~ csp;:;cialmente la del Uruguay y la de Mxico, obtuvo, dicha, autonzacron que,
adems, hubiera sido inhumano negarle por_que el sufn~ alarma~tes ataques cardacos a los que no era ajeno el clima de ~usia y el ge~ero.
vida que deba sobrellevar en sus servicios bospitalanos. La. autonzanon
para salir se le acord en trminos tan estrec~os y perentonos ,qll:e poco
falt para que caducase sin que l hubiese pod1do trasponer la.s hm1tes del
territorio sovitico.
.
.
.
Slo por un venturoso azar logr part~r de Stah~grado casi al filo
de la invalidez de su pasaporte. Cuando. qmso des~edirse de sus compatriotas y correligionarios, no hall a nadie que. le d1es~ un sal~do.. .
Era evidente que no les agradaba su partrda, y sr ~o la Impidieron
fu, acaso, porque no se hubiera podido explicar esa ~ctitud bastante satisfactoriamente ante las misiones diplomticas amencanas enteradas de
sus deseos y de su gestin. En sta tocme. ~na intervencin importante,
como que gracias a ella pudo superar la d1frcultad que supone para los
esoaoles refugiados la carencia de los documentos generalmente requeridos para el otorgamiento d~ las visas consul~es, pues sus pasaportes ~e
origen ya estn caducados, s1n que haya en .bspana ~na autondad a 1a
que pueda recurrirse para que se los renueve. Le prov~I de un ~o~umento
nara el efecto, consistente en un acta levantada por m1 como m1mstro del
Urucruay, con una declaracin jurada formulada por l y su esposa, en
la c~al se consianan los datos personales indispensables. Ese ~ocumento
bast para que ~obre l se extediesen las visaciones correspondientes, comenzando por la del consulado de Estados U nidos. .
. ,.
El procedimiento sirvi para algn otro, por eJemp~o ~n penoa1~ta
y locutor de la H era Espatola de Mosc, casado con una 1t~hana, a qmen
la familia de sta llamaba desde Italia en cuanto concluyo la guerra, Y
el Ministro italiano, Cuaroni, extendi su visa al pie de un documento
anlogo para que el esposo pudiese marcharse tambin.
.
No. s si a este otro espaol, que pareca irse sin que lo envi?sen ~Sn
al auna misin especial, le reprochaban o no su part1da ( i. bubrese s~ao
er'"'colmol) los fantcos de la disciplina partidaria que obliga a no :rse
sino por motivos de imperiosa necesidad. Lo que s e~ que cu~r;.do vmo
a despedirse de m, estaba radiantr de alegra y transpiraba fehodad por
todos los poros.
?e
LA ESFINGE RoJA
CAPTULO
UN
XLIII
RESUMEN
J?.. manera de una sr:tess de cmo. viven los campesinos, los obreros
y los mtelectuales en Rus1a, puedo cons1gnar tres ancdotas.
U~os campesin~s, con hijos..colombianos, que tenan parientes en
Colomb1a y que acud1~n ~ la legac10n de. ese P.a~ con la esperanza de poder
retornar a aqu.ella rerubhca, ~o~ de hab1an VlVldo hasta que, quince aos
a?tes, los hab1a atra1.do el mH~J: del paratso de los trabajadores prometido por los. bolchev.1ques, rec:_b1an cartas de algunos de esos parientes
deseosos de u a Rus1a y empenados en que desde all se les facilitase la
entrada.
..
Ellos 1l~vaban cart_a~ a la Legacin, dirigidas a esos parientes, unos
JOVenes sobnnos colombianos, tratando. de disuadirlos de su ardiente
deseo. Esas cartas, libradas a la censura, no hubiesen lleaado iams a
su ~e~tino y habran ocasionado quin sabe qu perjuicios "'a qu[enes las
escnb1an.
i Cuntos jvenes hay en el mundo que, a semejanza de los parientes de aquellos campesinos, ansan poder entrar a la U.R.S.S. mientras
los que. antes que ellos llegaron con las mismas ilusiones, se desesperan
por sahr!
A fine~ del ao 19 4 5, cierta persona que se iba de Mosc para
Estados Umdos, fu portadora de noticias de una familia rusa de su
amistad para uno de sus hijos, que se halla radicado hace aos entre nosotros. Esa persona remiti su mensaje en inals desde Nueva York, tras~it'i~ndole a dicho hijo las noticias correspo"'ndientes, entre las cuales las
s1gmentes palabras textuales de la madre de ste:
Tanto como te quiero y, sin embargo, prefiero no volver a verte
ms, a verte de nuevo en la Unin Sovitica!
Le aconsejaba, a rengln seguido, tomar carta de ciudadana urug~aya, cosa que .tal vez ya haba hecho antes su hijo, que es un activo
mll1tanfe comumsta.
No es necesario decir que ste contina en el Uruauay propaaando
las excelencias del paraso sovitico.
"'
"'
. La te!cera ancdota me la proporciona la aventura de un comunista
l~tmoamencano, que haba tomado parte en una revolucin contra un
tua~o de s:r- pas y que tuvo que and.ar fugitivo por el territorio de su
patna, huyendole a los sabuesos del d1ctador hasta que pudo embarcarse
para Europa, y atrado por la gran ilusin sovitica, lleg a Mosc, donde permaneca, cuando le conoc, desde doce o trece aos atrs. Ese hombre, que haba ocupado puestos de gran confianza en las oficinas soviticas y que era bien considerado por las autoridades, me confiaba que
cuando puso su pe en Mosc experiment una sensacin tan desoladora
que, de haber podido, hubiera partido inmediatamente de vuelta, porque
su entusiasmo. por la Rusia Sovitica, todo su afn de vivir en ella, se. le
419
LIBRO CUARTO
LA VIDA POLITICA
CAPTULO
XLIV
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EMILIO FR UGONI
LA EsFINGE RoJA
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EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
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EMILIO FR UGONI
Prof. C. Krabchk.
( 1)
CAPTULO XL V
LAS
ELECCIONES
431
EMILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
biendo r::ara ello espacio apropiado en la hoja. Pero los candidatos slo
h.an podido ser presentados por "las organizaciones sociales y las asociaCiones de los trabajadores; las organizaciones del Partido Comunista, les
S.indicatos, las Cooperativas, las organizaciones de la juventud y las sonedades culturales" (artculo 141 de la Constitucin) .
Ningn otro partido, si surgiese (que no puede surgir), gozara de
ese derecho. Por lo menos para l no estara asegurado, tal como lo expresa el texto constitucional en el artculo citado. Suponiendo que ese
hipottico partido lanzase candidatos, stos no seran registrados para
figurar en las listas, y si sus nombres apareciesen en estos manuscritos,
no se tomaran en cuenta.
Como adems del Partido Comunista pueden presentar candidatos los
sindicatos, las cooperativas, las sociedades culturales, etctera, cabe la inclusin en las listas registradas, de ciudadanos que no pertenezcan a dicho
Partido. Precisamente esas elecciones se efectuaron sobre la base de un
bloque del Partido Comunista y los sin par:tido. En la nmina de candidatos figuraban los propuestos por organizaciones obreras, universidades, etctera, a ttulo de sin partido si se trataba de quienes no eran
afiliados del comunista. En vez de ponrseles a competir con las del Partido, lo que no cabra en la realidad poltica so.vitica porque sin par:tidc
no quiere decir contra el Partido Comunista (y tales candidatos sin ser
afiliados a ste participan fundamentalmente de su ideologa y sus puntos de vista), se les incluy de acuerdo con el Partido. en una lista comn.
A tal efecto se forman los colectivos de agitadores, brigadas de encargados de hacer el elogio de los candidatos y de excitar al pueblo a
concurrir a las urnas. Para cada fbrica, cada establecimiento, cada koljs, cada centro de trabajo donde se renen unas cuantas docenas de obreros o empleados, se designan uno o varios agitadores, elegidos entre su
personal, si los hay aptos, o venidos de otra parte, siempre a propuesta
del Partido Comunista.
(A las aldeas y koljoses se envan po.r miles para cada regin. As,
por ejemplo, en la regin de Tula, trabajaban mil quinientos colectivos
de agitadores, segn noticias de Pravda, y quince mil en la regin de Stalingrado.)
Los candidatos pronuncian discursos ante los electores de su distrito.
Por radio se difunden insistentes exhortaciones a votar por los candidatos del bloque, como si existiese realmente una lucha de candidaturas.
Un artculo de Pr:avda nos informa so.bre la campaa electoral a
travs del pas. Se titula La agitacin bolchevique en las aldeas, y de
l extractamos:
430
"El trabajo poltico de masas, relacionado con las elecciones convocadas al Consejo Supremo de la U.R.S.S. adquiere ahora en los koljoses
y en las aldeas, una gran amplitud. Los agitadores de las aldeas, comunistas y sin partido, explican a los koljosianos el pacto sobre las elecciones
al C. S. de la U.R.S.S., explican las altas ideas de la Constitucin staliniana, las ventajas de la verdadera democracia popular so.vitica.
La activa actuacin poltica de los agitadores, lectores, conferenciantes, ocupa en las aldeas una gran cantidad de personas. En la regin de
Una Comisin Electoral Central preside y rige las elecciones y contralorea los escrutinios. Tres meses antes del acto. eleccionario se procede
a la proclamacin de candidatos y miembros de esa Comis~n,. por parte
de las oro-anizaciones facultadas para ello, que son los smdicatos, las
empresas, las usinas, las academias, incluso las a~ademias militares, l~s
cuerpos del Ejrcito, las universidades, etctera, qmenes elevan las candldaturas al Soviet Supremo, que decide de la suerte de ellas, porque es el
que designa los componentes.
.
Tomo al azar unas pocas notas de Pr:avda, del 22 de noviembre
de 19 4 5, relativas a esas proclamaciones.
Es de notarse que casi todas se producen por unanimidad.
"El Consejo Central de los Sindicatos de la U.R.S.S. recor_nienda
para la composicin de la Comisin Centra.l, Electoral al c.. Kusm1ecbov.
El 16 de octubre tuvo lucrar una reumon con los oresidentes de los
Comits centrales de los sindic~tos. Se trat de la pro~ocin de candidatos por el Consejo Central de los Sindic~tos de la Uni?n Sovitica ,a
la Comisin Central Electoral para las elecCiones al ConsejO Supremo ae
la U.R.S.'S. De acuerdo con la Constitucin de la Unin Sovitica Y el
artculo 3 6 del tratado sobre las elecciones al Consejo Supremo de la
U.R.S.S., los Sindicato.s tienen derecho A PROPONER sus representantes
en las Comisiones Electorales.
El secretario del Comit Central de los Sindicatos propuso al c. Kusmiecbov (presidente del Consejo Central de los Sindicatos), para formar
parte como candidato en la Comisin ~e~tral Electoral. .. ,
Los asistentes aprobaron por unamrmdad esta pr.opcs~Clon. La pr~
sidenca tom la resolucin siguiente: Rogar a la presidenCia del Consejo
Supremo de la U.R.S.S. que acepte al c. ~usmiechov co~o, candidato a
la Comisin Central Electoral en las elecCiones al ConseJO Supremo de
la U.R.S.S."
432
"EL C.
EMILIO FRUGONI
"La presidencia del Comit Central del Sindicato de Instruccin Polt_ic_a de la Unin Sovitica trat de la promocin de candidatos a la ComiSIn Central Electoral.
El presidente del Comit CentraL c. Lakin, concedi la palabra a la
c. Besrrucoba, la cual propuso para c<?.ndidato a la Comisin Central Electoral al c. Nicols N. Stalin, a quien ella caracteriz como un miembro
activo de los sindicatos y conocido trabajador poltico-social. Se le acept
por unanimidad.
La. Academia d~l Ejrcito Rojo ~en ominada "Dsiersinsk" y el Cuerpo particular de artilleros condecorados con las rdenes arado primero
Suvorof y Lenin, designaron candidato al cuerpo de la co~isin elector;;l
del distrito Molotov, al participante en la guerr,1 patria, Havc de la Unin
Sovitica c. Kalmicola A. S.; por sus hazaas ~ilitarcs est condecorado
con varias rdenes y medallas de la U. S.
Los trabajadores de la fbrica de tabaco "Ducat" en una reumon,
a la que acudieron ms de mil personas, acordaron por unanimidad reco.
mendar la candidatura de la Jefe de una seccin, Ana S. Jojlava, para el
cuerpo de la cornisin electoral del distrito ''sovitico".
Con anticipacin de algunos das se sealaban con ;:domos rojos,
banderas soviticas y carteles, los sitios donde deberan votar los ciu
dadanos.
Se colocaban letreros luminosos en los frentes de los ms importantes edificios, y por fodos lados se vean los grandes retratos de Stalin
y de los bornbrcs de gobierno que tambin haban sido proclamados candidatos, como Molotov, Kalinin, etctera.
Infinidad de murales con figuras de colores y leyendas vistosas,
exhortaban al electorado a votar por los candidatos del bloque.
No haba otros, pero la propaganda se intensificaba a fin de que
nadie dejase de votar. Ni controversias, ni exhortaciones en Sentido contraro eran posibles.
No haba, pues, lucba electoral. Slo haba agitacin electoral en
tor~o de candidatos. que surgieron del seno del Partido o de otras organizacwnes o corporacwnes en las cuales predomina siempre el criterio y la
voluntad del Partido Comunista.
Por qu? Porque la Constitucin dice en su artculo 126: "los
ciudadanos ms activos y ms conscientes del seno de la clase obrera y
de las ot.ras capas de trabajadores se agrupan en el Partido Comunista
(bolchevique) que constituye el destacamento de vanguardia de los trabaj~dores en su lucha por el afianzamiento. y desarrollo del rgimen socialista, y que representa el ncleo dirigente de todas las organizaciones de
trabaJadores tanto sociales como del Estado."
. Y eso no _dice sino que la direccin del pensamiento poltico queda
confiado exclusivamente a ese partido, que es toda una entidad institucional decisiva por mandato expreso y categrico de la Constitucin,
pues tiene por virtud de ella en todo.s los establecimientos, fbricas, ofi-
LA ESFINGE ROJA
433
434
EMILIO FR UGONI
de los partidos comunistas del mundo, que se declararon neutralistas durante los primeros aos de la guerra y abogaban po.r la concertacin de la
paz con Hitler.
En realidad destruye, asimismo, las razones que la U.R.S.S. invocaba para concertar tratados de amistad con Alemania en esa poca. Y
s puede pensarse que un pas tiene siempre, en cualquier circunstancia,
muy poderosas razones para no intervenir en una guerra mientras no lo
afecta directamente, cmo explicar la tctica de los partidos comunistas
que en la misma Gran Bretaa reclamaban la paz con Hitler cuando
arreciaban los bombardeos areos contra Londres, y en Francia neutralizaban espiritualmente sus masas en los primeros meses de la guerra?
No pocos pensaron en que a ms de un lder europeo refugiado en
la U.R.S.S. al estallar el conflicto mundial para no complicarse con la
guerra imperialista -tal el caso de Maurice Thorez-, se les dejaba en
posicin no muy cmoda con esa nueva interpretacin staliniana de los
hechos.
Porque si la segunda guerra mundial tom desde el principio el carcter de guerra antifascista, nada justificaba la resistencia a hacer la guerra, y menos la tendencia a pactar una paz en condiciones favorables a
Hitler.
CAPTULO
XL VI
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EMILIO FR UGONI
?e
LA EsFINGE RoJA
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438
EMILIO FR UGONI
LA ESFINGE RoJA
ros Y los campesinos, concluir con los capitalistas agrcolas para que en
el campo slo hubiese trabajadores.
Es~a segunda parte se llev a cabo despus de su muerte, cuando se
co~~l~yo. fa lucha contra la.s capitalistas agrcolas, los Kulaks, y la co~ect~v~zacwn de _la empresa agrcola se extendi suplantando la economa
mdrvidual de dichos capitalistas.
. 'Si los campesin?s son ya to?os e~los t;abajadores, como quera Lcnm, la clase campesma, cuya existencia senala Stalin en su informe al
~do de la clase o~rer_a, es una clase trabajadora, una clase de productores.
debe, por c~nsigmente, ~ntenderse, como Lenin sin duda lo. entenda,
qu~ en una s;:lC!edad c'?n solo esas dos clases distintas pero comprendidas
baJO un comun denommador -trabajadores y productores-, no hay lucha de clases y hasfa ~uede decirse que, prcticamente, no. hay clases.
Para. poderse decir que se ha llegado a realizar el socialismo, debe
poder decuse que .se han suprimido las clases, al menos en el sentido que
acabamos de consignar.
Una di~tadura de clase no cabe en una sociedad as, para el concepto de Lenm.
e? el
proletaconsiste
de disies pro-
439
U.R.S.S.:
a) La libertad de palabra.
b) La libertad de prensa.
e) La libertad de reunin y de mtines.
d) La libertad de desfiles y manifestaciones en las calles.
Estos derechos de la ciudadana est'n asegurados por el hecho de
poner a disposicin de los trabajadores y de sus organizaciones. impr.entas, existencias de papel, edificios pblicos, calles, me:dios de comu;ucacin y otras condiciones materiales necesarias para el ejercicio de dtchos
derechos.
La Constitucin no se limita, en efecto, a declarar el derecho, sino
que pone al alcance de la ciudadana los medios de ejercerlo.
En los pases capitalistas esas libertades suelen quedar en el simple
enunciado, porque para ejercerlas, especialmente la de imprenta, es necesario contar con recursos, y el que dispone de mucho. dinero lleva la
ventaja de poder disfrutar de ellas en una proporcin inalcanzable para
los que carecen de l.
Pero quin proporciona en la U.R.S.S. los medios de que se trata?
El Estado y las organizaciones. Y quin decide en el Estado y las organizaciones, sobre todo en materia de orientaciones de la opinin pblica?
El poder dirigente de la dictadura de clase, y dicho ms concretamente, el
Partido Comunista.
Y es que slo el Partido Comunista podr en el terreno poltico, que es aquel donde esas libertades son ms necesarias, emplear esas
libertades. A todo otro partido, a toda corriente de opinin que no sea
la del partido. nico -ncleo dirigente de las organizaciones y del Estado-, les estn vedadas. Porque a ningn otro partido se le reconoce e~
derecho de presentar candidatos a los Soviets (artculo 141) y no h~y m
puede, por tanto, haber otro partido que reclame en el seno de los o~ga
nos del gobierno el ejercicio de sus derechos para rivalizar o polemizar
con aqul o para hacer oposicin al gobierno mismo..
Resulta as que en la democracia socialista sovitica, las corrientes
obreras no. identificadas con el partido nico o con el espritu de los gobernantes en toc::s los problemas, tienen menos posibilidades de exteriorizar su pensamiento que los grupos disconformes de cualquier tendencia
en las democracias capitalistas, donde los socialistas, los comunistas, los
anarquistas, hallan siempre la manera de accionar, de reunirse, de publicar peridicos, de realizar mtines, de sostener locales abiertos, de organizar partidos poderosos, que envan cientos de diputados a las cmaras y
440
LA EsFINGE RoJA
El'viiLIO FR UGONI
441
(1)
LA EsFINGE RoJA
Ios
CAPTULO
XLVII
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444
E~IILIO
FRUGONI
todos los habitantes son comunes y armnicos, no hay sino base para un
partido solo.
Respond a ese argumento dicindole ms o menos lo que expongo
en aquella transcripcin.
445
L d'f
puedon ficurar y ficuran no pocos campesmos.
as 1 e.
'
b ren en sus f'las
1 _
~
o
"'
11'
1 ,
. d -tor1'0 s surcon se vent!lan en su seno, pero a 1 conc U) en.
renoas e C ~
o~ : . . ,
1
'
No pueden traducirse en agrtacwn para mover a opmw_n en ur:.~ u ot'-o
'd
T aaitacin por lo tanto, en todo caso penenece ~Lmpre al
senti o. ~a o
' _.
,
,
d d 1 b
o
en
criterio de la mayora, pues ste y solo c~tc actua es e e go 1~r~:10
], -enovacin de los componentes del gobierno, como. fuerza polrtrca ..
... '" Concedamos todava que las antinomias eco~mtcas entre ,cam::;esmos
y obreros no existan como hechos de, imp?rtanoa, o. se re~ueh ar:. f.remp_re
trminos de conciliacin y armoma baJ? un regtme~ e sooa _rz;oon
211
general y un Estado dirigido por un partrdo de trabajadore~. E~ 9-~e
de numerosas c~estrones, ~tf,
1~,or ello no ha " de poder 1surgir, end' torno
y
tcria. de cooperattvas,
en el- C0ll1''rC10
'-'- . y en, 1a. DIOdUCc.!On,
...
1
'
~
a' ,1 poder publico. CLCCLcra,
de sus rclacwnes con os organos ceELr " ~s e
~ N E p . ~"
ban hecho virajes de tan vastas proyecciOnes como el rde ~~: - -;:: ~
52
,,a cambi,do de posicin ante vroblemas como el de la rar~mlla, el a.rvor1
, --"
,
'
t t~ ,.:npo-t"ncp en
"10 1~ ;nvcsti<7aCn de la paternidad, etcetcra, QC Jn " :"' .- "''-- " _};s' r;~~~ de-l "'derecho civil: se han adoptado actitudes drstmtJs ante la
religin y la iglesia, etctera.
.. . .
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c2ptos sobre el camino que convrene segmr, ,o cua P:aL~" . d
=.:i
~ouc:n 110 nucdc por lo general sustraerse a _la mstancr~ cctslva d~
~l,;ct;r;do, s; desnaturalizacin de lo ms esencral del gob1erno del pueblo por el pueblo.
.
_ . .: . ,_
y Dara ello es indispensable que los m_tercscs opu:sco~ ) ":dte~IOs, ~L
~~n 1~c-. -1r:>cultad
de diricirse
al electorado y proba e ame el su
tintos -~~
L .... .~-.~.b--
.....
o
note orcanizndosc en partidos.
,
_
~ .. ~e
.
. ' d an o s qn'
de"''""1~n -ponc,.:;r:::5 o o-~so democrtico
que 1_os ciuaa
~_,.L
:;~''--"
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1
e'- '"'
,
d e1 a.cono.1sm
1
1
o no
DU'' ;~
~n
m os por
case-,
una poltica de restnccron
<~ ~
ci
446
EMILIO FR UGONI
apoyo de la op~~in popular s les alta la del partido propio, que slo
abarca una porcion numricamente muy reducida de la ciudadana.
Ese partido sin competidores debe frzo.samente anquilosarse en sus
facultades ~e autoanl?is y de autocrtica que siempre necesitan el estmulo, el aCicate de la nvahdad con los contrarios, para mantenerse alerta
Y desarrollarse. Sus decisiones, que nadie discute pblicamente, que nadie
pue~e S?ID:eter en la prens~ a crticas y ataques, slo por su espontneo
conwncimiento. ~on corregidas o revocadas. Sus errores pueden as perpetuarse. , Las minoras que en su seno los adviertan y quieran corregirlos, tendr~~ qu.e. esperar a t~ans~ormarse all dentro en mayora para obtener SU rati.fr~~ClOn. ssas ffilnOnas no han de poder, en ningn momento,
apelar _al JU!CI? de aruera para reforzarse, ni menos aspirar a erigirse en
mayona apartandos~ ~:1 claustro partidario primitivo para constituir una
nueva fu~rza de opmion con derecho a elegir gobernantes. Porque 8Ste
derecho solo alcanza a un partido poltico.
A esas cor:~~deraciones que, por supuesto, vert en forma sinttica y
con menos proliJidad en la puntualizacin de las crticas, m interlocutor
me con test:
-La v.erdad ~s que nuestro pueblo no siente ni la mnima necesidad
de otro partrdo mas que el comunista.
, . -Admito que hoy ~or hoy sea as. No niego la popularidad del
gooierno actual y del partido gobernante actual. Pero puede, en el futuro, brotar en el _Pueblo sovitico, en una parte del pueblo, la necesidad
de _un nu_e;ro partido, para ~mponer, por ejemplo, una especial poltica
antialcohohca, para hacer tnunfar un determinado criterio educacional.
Las constituciones no se hacen para un da. Deben prevenir el futuro.
Y no deben cerrar los caminos de la evolucin. Porque ustedes los cierran, yo me atrevo a sealarles una contradiccin con los principios de la.
dialctica.
-Contradiccin con la dialctica marxista?
. -_-Claro que s. Al no permitir sino un partido, e impedir que las
n:monas de hoy l?l!edan llegar a ser mayoras maana, ustedes cierran el
Ciclo de .la e':olu.cror: por decreto. Frente a la situacin poltica creada,
a 1~ realidad m?titucional de hoy, que es la tesis, no puede surgir la anttesis de una mmora opositora, de un criterio poltico contrario. Y as
no puede esperarse que venga la sntesis a abrir, como la tesis de maana,
una n~eva etapa de ese juego dialctico, que es, por esencia, ilimitado.
Ant~ este argumento se produjo un cambio de ideas enfre mi ama~le ,contnncante Y, la intrpre.te. Tuve la impresin de que el proyectil
J.1abia afectado algun punto vital de su sistema defensivo. Pero tras unas
cuantas frases cambiadas en ruso entre ambos, el funcionario me replic:
. -La trada dialctica est mal aplicada en su ejemplo. Porque la
tes1s es t?:Jo el sistema capitalista, que nosotros destrumos con este- rgimen pohtico para llegar a la sntesis. aue ser el comunismo sin Estado.
. -Le ruego admita -le replqu' ; m turno-, que no es centfcc
~eJa~ fuera d~l proceso dialctico a la realidad poltica como. una parte
sm. 1;?port~nc1a de las .realidades sociales en pugna: la capitalista y la
soc1a11sta. bl proceso dialctico, s es una explicacin lgica y cientfica
de algo tan natural como la evolucin, debe desenvolverse no slo en la
LA EsFINGE RoJA
447
vida y el destino del rbol sino tambin en la vida y el destino de las hojas; no slo en el organismo, sino en la <;.lula.
Quiere ello decir que cuando. ustedes niegan el derecho de las minoras y no dejan formarse otros partidos frente al Comunista, cortan en
el rea poltica (que es, por lo dems, tan capital para la suerte de todas
las otras zonas de la vida colectiva) , el camino dialctico. Incurren en el
sistema cerrado de Hgel y en aquella dramtica contradiccin que tanto
le censuraba Engels, segn la cual la monarqua prusiana era la forma
perfecta del Estado, la cumbre en que se detena toda la evolucin de las
formas polticas. Ustedes colocan hoy su organizacin poltica --que
ya no es transitoria sino en cuanto medio muy discutible y hasta contraproducente, de llegar al comunismo sin Estado-, fuera de la accin de
''los contrarios", que eliminan polticamente. Y ah, en ese terreno, la
tesis creada por ustedes se alza como un muro infranqueable.
/
Luego de ese impacto mi interlocutor me dijo que ellos ya haban
hecho la experiencia de una vida poltica con varios partidos, y ~es haba
resultado desastrosa (aluda a las enconadas luchas entre las facciones comunistas, de la derecha y la izquierda, y de Trotsky y Stalin, que fueron
sofocadas por las nol vidables purgas de sangre) .
-Hemos tenido, para gobernar sin convulsiones ni desgarramientos,
que librarnos de las feroces rencllas de los partidos.
Y o no pude menos de sonrer en silencio ante esa ingenua pero franca
enunciacin de la frmula democrtica sovitica para gobernar cmodamente a un pueblo ...
LA ESFINGE RJ A
449
ETOPEYA
XL VIII
DE
STALIN
Los diplomticos profesionales suelen considerar en 11osc un venturoso privilegio obtener una entrevista con Stalin. Algunos traen cartas
del Jefe de su Estado para el generalsimo sovitico, y as logran cambiar
con l algunas palabras.
Y o no llev ninguna carta de sas y no hice nada por trasponer el
cerco que lo separa del cuerpo diplomtico, con el cual no se junta nunca,
pues no concurre a recepciones ni es usual invitarlo a' ellas. Lo corriente
es que los diplomticos no se acerquen a l, sino cuando llega una misin
especial de sus respectivos gobiernos para tratar cuestiones de tal ndole
oue hagan necesaria la participacin de Stalin, Jefe supremo de las fuerzas
;rmadas de mar, cielo y tierra, y presidente del Consejo de Iviinistros.
Entonces los jefes de misin acreditados en Iviosc deben necesariamente
intervenir para hacer las presentaciones de protocolo, y solamente as l<2s
toca ponerse en con tacto con l.
El embajador de China no haba hablado nunca con Stalin durante
los cinco aos de su permanencia en la capital de la U.R.S.S. Fu necesario que, al trmino. de la guerra, arribase una misin especial del gobierno Chino, presidida por el Primer Iviinistro, para que el embajador cambiase algunas palabras con el personaje mximo de la potencia sovitica.
Lo veamos, sin embargo, en contadas ocasiones. Yo le vi cuando
asisti, desde el gran paico central de honor. a la funcin dada en el Bolchoi con motivo de la Yisita de Churchill y Mr. Edem, a las pocas semanas de hallarme en Ivosc.
Volv a verle en la apertura del perodo de sesiones del So,ict Supremo, y luego en la celebracin del 1? de Mayo de 194 5: y ms adclant;;
en alguna gran fiesta nacional con desfile de tropas. y a veces del pueblo,
ante el hipogeo de Lenin, desde cuya terraza presencia y preside el espectculo. Entonces se le vea salir del Krcmlin y pasar por un costado de la
tribuna diplomtica y ascender, seguido de sus acompaantes, la escalinata del monumento.
Le vi tambin, desde la ventana de mi escritorio del hotel cuando
:ls exequias de un miembro del Politw: del Partido. pasar por la calle,
z!l frenf-2 del cortejo fnebre, sosteniendo a la altura de- su hombro derecho una de las varas de b parihuela en que descansaba la urna con las
cenizas del extinto: y despus, todava. marchando tras el cad_vcr de Kalinin en el trayecto de la Casa de los Sindicatos a la Plaza RoJa, entre dos
hileras de soldados policiales que formaban una especie de tnel de seguridad en toda la extensin del pasaje.
Es un hombre de estatura ms bien baj2, de aspecto insignificante,
a quien el traje militar. de infantera, sin adornos brillantes ni medall~.s
(es uno de los oocos ciudadanos de la U.R.S.S. que no las usa), con qu2
ha sustitudo s~ ai'.tigua chaqueta de paisano cerr2da hasta el cuello, no
LA ESFINGE ROJA
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451
EMILIO FRUGONI
-Concluyamos. Todo eso aue usted dice no es ms que propaganda. Vayamos al grano.
,
Armado de una dura e irreductible energa; dotado de una saaacidad
siempre alerta, siempre sostenida por un inagotable poder de no adormecerse nunca en la confianza ni de los hombres ni de los acontecimientos
eJercitado por natural inclinacin de su nimo, ms que de su inteligen~
oa, en la ~esconfianza, posicin que adems resulta obligada en el sistema de gob1erno y de vida organizados por l y su partido en la Unin
s.ovitica, da la i~presin de estar hecho a imagen y semejanza de su poltlca, de esa polt1ca que, por su parte, est hecha a imagen y semejanza
?e l. Porque uno y otra se influyen, se compenetran y son a la vez su
1mpulso y su lmite recprocos. El uno es, en cierto grado, hijo de la
otra, por ms que la otra sea hija de aqul. El artesano hace la obra,
pero la obra hace a su vez al artesano ...
Sin rasgos visibles de genialidad, a ese forjador de una estructura
poltica tan poderosa, de tan vastas proyecciones histricas, no puede
negrsele genio. Tiene el duende o el demonio de la astucia, o r;;_ejor,
la astucia hipertrofiada basta la genialidad. Ella es la vsceri'. cardaca
de su persona moral e intelectual.
Eso explica que haya podido aduearse del partido, reduciendo a la
impotenci.a. y desalojando a rivales de ms talento que l, con mayores
dotes pos1t1vas para mover a las masas y cautivar a los individuos.
Eso es lo que se compruebJ observando la inmensa e intrincada trayectoria de la diplomacia sovitica de 2sto.s ltimos quince aos, y el desarrollo de todo ese plan inquietante de absorcin del mundo por el comunismo sovitico, que no es, en definitiva, sino. un plan de extensin de la
zona de influencia de la Unin Sovitica, con el consiguiente aumento
del prestigio y fuerza de su gobierno para continuar persistiendo indefinidamente como. una simple expresin incontrolada de la voluntad de
su partido, que en ltimo anlisis se rcdCe a la suya propia.
Cierto que todo ello no es su obra exclusiva.
Iviuchos colaboradores diestros e inteligentes intervienen en la confeccin de esos planes. Una de sus mayores virtudes como hombre de
Estado, que es tambin prueba de su lucidez mental y de su hbil prudencia, es que sabe escuchar a quienes pueden aconsejarlo con provecho,
y no hace ni decide nada de importancia sin asesorarse, sin consultar a
los entendidos, hacindolos, s es necesario, discutir entre s, para saber
cmo orientarse y no. dar un paso en falso.
As, como jefe supremo de las fuerzas armadas durante la guerra
mundial, no sinti la tentacin de dej:usc llevar por las inspiraciones de
su presunto genio militar, como Hitler, desoyendo a los tcnicos y prescindiendo de todo asesoramiento de los especializados y de los que vean
la guerra en el terreno y no. solamente en los mapas.
Aunque su natural sagacidad le haba permitido alcanzar xitos sealados, como jefe formado en las improvisaciones de la accin, cuando
la guerra con Polonia en los comienzos de la era sovitica, no por ello
se dej ganar por el virus del envanecimiento, y di siempre en la solucin de los problemas blicos la debida participacin a los probadamen-
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"El gran jefe del Ejrcito, el camarada Stalin, educ gran cantidad
de admirables generales y mariscales, cumplidores con talent;'. de las ideas
geniales stalinianas.
"Sancion l.a estrategia staliniana, la obra majestuosa del genio guerrero. El c. 'Stahn se considera corno d creador de la ciencia militar actual. Con ge~ial. perspectiva di profunda y justa nota a todas las ramas
d.e la n~eva tcc111ca guerrera y construy una nueva tctica para el Ejrot~ ,ROJO, apoyado en los fundamentos de precisin, flexibilidad y cooperacwn de toda clase de tropas y de armas. En el arte de comandante, el
c. Stalin ha dado ingeniosas resoluciones, sobre las cuestiones de rec.li-
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;I
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CAPTULO
LA
OPINION
XLIX
PUBLICA
LA EsFINGE RoJA
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461
EMILIO FRUGONI
""" L ''510
e Y nu, oso ele la s ag.1tac1oues
ovi1
1
mente, contra viento y ma:ea~uy V1VO el afan de pronunCiarse polticaPor ello, pues, la resistencia int"ma de cada
1
. . .
nes ~el derecho de la persona huma~~
~~a a esas hm1tacw1
1
csenClales de su espritu-, no se porcI.be
coq_:eo
a mutila en las1 fa~ultade<~
~w
manifestacin
se d escu b re en _la multitud, sobre- todo o. .
CO!~ctna. no
de haber surg1do y puede al t
p rque los IJ?-lsmos en qmcnes puecn forma perceptible, y slo he~;,~~,d~a~e~:nr de mediOs pa~~ extc~orizarla
m o personal podran poner!' a d-- . ~;lo .. 1es de abnegacwn y ele heros,
..
e mam11esto.
. , Como erecto de esa sumisin de tod
1n
d < ,
,
non de un partido poltico ( docui - . o e . un o. ~ov 1Ct1co a. la mrec1~ administracin
de las ll'br;t-~"- na'rb1al!il_ente. sect~no)' que d1spone de
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SlOnes que el m 1smo debe
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~" ' suer e personal de los hombres de gobierno en los cua~
Ahora s, que dentro de esas limitaciones en que se encierran y canalizan la opinin y la mentalidad del pueblo, creo que no puede negarse
que el rgimen cuenta, hoy por hoy, con la adhesin de las masas. El
pueblo acepta y apoya al rgimen, sobre todo en cuanto s~ le conciba consustanciado con quien ms vigorosa y cabalmente lo personica, y de cuyo
prestigio personal se beneficia y se nutre a ttulo de mquina institucio
nal y poltica que vale, para el pueblo sovitico, ms que por s nlisma,
por el maquinista que la conduce.
El 2scendiente moral del partido gobernante y de sus dirigentes ms
mcomiados, mientras stos merezcan la confianza del mismo, y por encima de todo, la popularidad de quien depende la suerte de todos ellos.
rflc parecen axiomticos. Sean cuales fueren las crticas y el disgusto d:::i
P'.1eblo ante ciertas medidas gubernativas o ante ciertas orientaciones de
la poltica interna a propsito de determinados problemas, sera absoluta
ceguera desconocer que las grandes masas de la poblacin estn con el gobierno, con esa fuerza poltica que ha conducido el pas en la guerra y ha
llevado a la nacin, dentro de las dimensiones mundiales, a una altura
prominente de grandeza material, de podero y de gravitacin histrica
sobre los destinos humane.s.
Supongamos por un instante qu2, despus de la guerra, se hubiera
vcrmitido la formacin de otros partidos en comp2tencia con el comunista o el fraccionamiento de ste en secciones autnomas con sus respectiYOS candidatos, puede acaso creerse que la inmensa mayora de los electores no hubiese seguido la tendencia personificada por Stalin?
Es obvio que no.
No slo porqm: la oposicin ha sido liquidada en sucesivas purgas
de sangre y dispersa en los confinamientos y prisiones, sino porque los
xitos guerreros y la poltica de la U.R.S.S. ban remontado a las nub;:;s
el prestigio y la gloria de Stalin, reforzando hasta la idolatra ms fantica la fe en su genio, cultivada insistentemente en el espritu de las gene-
462
raciones
soviticas ed u ca d as para no ver sino por 1os OJOS
b reman.
de quien<'s a 0 _
De '
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. . Sovretrca
sae. ~s.e punfo
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obligado
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. tue o qmcre, y este no sabra
~olmo los elegidos, recomie~da -;no ~trc?s. ombres 9-ue no fuesen los que.
, oque, que son al fin ' al cabo pLst_rgra el. partrd<;> nico, con o sin
para sec.un.darlo y obede~erle.
. los que Stalin consrdera los ms aptos
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Ehmrnada e imposibilitada la o o .. , ~. o
los bancos de la escuela a considerar
src?, ~~ucado el pueblo desde
b le y a adorar a Stalin como infalible. p:~drd~ goo,ernante como in tachaa aureola de los triunfos ouo h;
- , .. ;a os anora, uno y otro pol las g
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"- '-]es } tune es para el buen andar
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alcanzan los brazos asalariados, l moviliza las brigadas juveniles. Convoca a los jefes de barrio (de rain). Cada uno de. stos convoca a los
jefes de seccin, los cuales a su vez convocan a los de manzana. Estos
a los de vivienda. A una hora determinada cada jefe y subjefe debe hacerse presente con su gente en el sitio indicado.
El que falta sin causa muy justificada, es sancionado severamente.
En pocas horas las calles quedan limpias.
Es sumamente difcil obtener la afiliacin partidaria. Miles de asoirantes aguardan turno y miles son rechazados
aplazados. Se anali;an
al microscopio los antecedentes, la conducta y las condiciones del candidato. Se opera de ese modo una rigurosa seleccin, tanto ms necesaria
cuanto que, por tratarse del partido del gobierno, muchos son los que
aspiran a entrar en l para asegurarse puestos apetecibles.
Al principio, en los tiempos heroicos de la lucha desde el llano, ingresar al partido bolchevique supona espritu de sacrificio y decisin de
afrontar abnegadamente dificultades, privaciones, persecuciones y amargur2.s de todo gnero. Hoy ya no es as, po.r cierto. Hoy, ser afiliado
del partido nico signica disponer de privilegios burocrticos y de influencia, especialmente para quienes maniobran con habilidad y docilidad
en ese gran campo de operaciones para conquistar buenos puestos. La
seleccin en las admisiones obedece, no slo al propsito de asegurarse
una base poltica compuesta de gente probada y de confianza, por adhesin mental y espiritual al gobierno, sino tambin, como es lgico admitirlo, al objetivo de que los comunistas sean capaces y eficientes, ya que
ellos son los preferidos para los cargos del Estado.
Cabe en el espritu de las instituciones democrticas el predominio
de un partido que se erige en un rgano selecto de direccin para ejercer
la funcin de pensar y resolver polticamente en nombre de la mayora
y de las masas, que l orienta desde afuera y reciben, ya digerido, todo
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T.
46J
LA EsFINGE RoJA
EMILIO FRUGONI
''
D'
'-E GIMEN INTELECTU'
, DE "'IO);'OPOLIO
,
- n. LI SL1.
DOCTRINARIO.
o
mllllSLracwn ofrcral
~ ~
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vrerno, cuando hace falta limp'
.;; 'd~amente
.. :;'-:,1,
por eJemplo,
1
rar. rapl
las calles
de nieve en
y inno
el alimento de su mentalidad?
Eso orece un cuadro poltico inadmisible a los ojos de los demcratas, que aspiran a dar a las mayoras reales una vigencia viva en la
direccin social capacitndolas para esa funcin de comprender y sentir
el problema poltico en vez de mantenerlas alejadas de la capacitacin gra
duaL slo posible mediante una militancia y no una simple contemplacin.
Me remitir a lo que ya tuve o.casin de decir en el libro anteriormente citado, acerca de esa manera de monopolizar la opinin y concentrar el pensamiento poltico de un pueblo en un solo cerebro dominantc,
para instaurar un rgimen intelectualista, una dictadura doctrinaria qu<:
uniforma todas las mentalidades en el molde de una sola ideologa y slo
concede voz y voto a sus ms inflexibles adeptos.
El comunismo sovitico nos da un ejemplo objetivo de cmo d
doctrinarismo dogmtico y sectario se traduce inevitablemente en esa congurac.n de un Gobierno en cierto sentido sacerdotal, si se nos permite
decirlo as. Para ser miembro del Partido Comunista en la U.R.S.S. es
imprescindible adquirir conocimientos doctrinarios. Es forzoso aprender
la historia del Partido Comunista con las exposiciones que contiene sobre
marxismo, materialismo histrico, materialismo dialctico, y aceptar las
LA ESFINGE RoJA
464
EMILIO FR UGONI
465
d d
"Hasta que la raza filosfica obteng~ el gobtern~ de la c~u .a no
tendr fin la miseria de sta ni la de sus cmdadanos, m la Repubhca alcanzar realmente la p:rfeccin."
. .,
.
Lo malo es que como las grandes masas, pese a la d1fus10n e?'tenstva
de la enseanza filosfica, tardan en compenetrarse de las noc,10r:-es de
esa filosoa abstracta, tal filosofismo poltico se vu.elve en la practtca un
sistema de gobierno. por una lite tanto ms r~ductd~; o p~enos extensa,
cuanto ms se hace de las complicacon.e~ y suttlezas 11losof1cas elementos
de ilustracin indispensables para los dmgentes.
LA ESFINGE ROJA
CAPTULO L
RECAPITULANDO
:Cul es, en resumen, mi juicio 2obre la experiencia sovitica? Comenc:mos por hablar de mi juicio en s, o sea, del instrumento. de apreciacin de que yo dispuse para pronunciarme s<?bre. dicha experiencia: (No
faltan quienes se irritan cuando se llama expenen.Cia a lo que se reahza. ;n
la U.R.S.S. Dicen que no puede llam:~rse expenmento a una revolucwn
histrica definitiva).
No perdamos nuestro. tiempo en juegos. de palabras. Una revolucin, por grande y profunda que sea, y precisamente por serlo, es siempre una experiencia histri~a.
.
.
.
Qu otra c?sa. podna s.er? Er: la bistona humana todo es .experiencia. Los mov1m1entos so.Clales trmnfan o fracasan en sus exp~nmen
tos histricos. Eso es todo. 'Si fracasan, quedan relegados al hmbo o
al archivo de los errores; si triunfan, su experimento se consagra ~ou~o
una revolucin fecunda. Pero no por ello. dejarn de ser una expenenoa
humana.
.
. .
En cuanto a mi juicio, aunque, eso s, imparCial y eqUitatiVO, n,o
puede ser considerado inmune de todo preconcepto, o se~, a~, marge.n ae
toda posicin anterior en materia de ideas sobre orgamzanon so.oal y
poltica de los pueblos civiliz~dos;. Trat.nd?se d.e la U.R.S.S., que se
presenta como un tipo de reahzae1on revo1uc1onana de acuerdo .con una
doctrina y un sistema de ideas, quin podra llegar hasta ella sm lleva~
puntos de vista determinados cc:n los cuales y desde !os cuales enfocara
esa realidad? Y o no soy, por Clerto, de los que podnan trasladarse con
su espritu y su criterio como una pgina en blanco -la tabula .rasa de
la hiptesis sensualista-, .Par.a rec?.ger e~ ella todas las l?e~c.epc~ones ~
juzgarlas despus con un cnteno reoen nac1do, cor;- ~na ~ensibih~aa mora,
y poltica virgen, en 1~ qw~. ~o se .d~scubra la .m1mma mfluencu de una
educacin y de una onentacwn esp1ntual antenor.
. .
,
.
]\;Ii juicio es el de un demcrata y el de un socuhsta., ;Era esa m1
posicin en el campo de las ideas sociales y de las luchas poht1cas cuando
fu a la U.R.S.S.
En esa posicin me mantuve. Con ella he vuelto. Ella no me puso
lente_s de .aumento ante los ojc;s para l.o malo ni me los ~hi~_o aparta;:,. por
part1s pns, de lo bueno. Qmse ser fiel a la verdad re1lepndola. ... ser
fiel a m mismo, juzgndola.
Sobre una base de verdad, un dictamen de razn.
De mi razn, desde luego, co.n la que, enjuiciando, me ofrezco al
juicio de los dems.
* * *
467
468
E:YIILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
469
Lo que para ellos vale no son los sinsabores, los afanes, las inquietudes y las emocio.nes de la masa. Lo que vale es esa construccin afiebrada de un mundo colosal, de piedra y de hierro, que pone la consigna
de hacer y la orden de obedecer en todos los cerebros, y a menudo la disciplina automtica en el sitio. del corazn.
La magnitud material de la obra los ciega para esos detalles en que
la humanidad desgarrada se retuerce y grita, pero nadie la oye. Las mentalidades y las sensibilidades se adaptan a esos moldes rgidos y en vez
de trascender humanidad trascienden abstraccin ideolgica o mecanizacin del espritu en la obediencia y el rebao.
Nada se hace para la humanidad, por solidaridad verdadera con el
hombre en las vicisitudes individuales o colectivas de un pueblo, sino
por los intereses del Estado, de la patria de los trabajadores y para el cumplimiento de sus planes polticos, que son las formas concretas del ideal
sovitico.
El pueblo no es feliz, y no tiene derecho a serlo para la filosofa
poltica de sus gobernantes, porque se debe a una causa humana que est
por encima de su felicidad.
Cuando se la examina de cerca, se ve que esa causa hctmana no es
otra cosa que un propsito de dominio para implantar de cualquier modo,
y desde luego por la violencia, por ser ms expeditiva o porque no queda
ofro camino, formas sociales, jurdicas y polticas que, a pretexto de liberar
al hombre y emancipar a las masas, eliminan las libertades ms preciosas.
que son las del espritu -la de opinin, la de palabra, la de imprenta, la
de reunin-, y encierran al pueblo en el puo de un Estado policaco
donde se cambia la explotacin del capital privado, en sus ms modestas
manifestaciones, por la gravitacin de un capitalismo estadual (llammosle, si se quiere, socialismo de Estado) enristrado, por el sentido de b
filosofa poltica que lo maneja, contra la ms legtima autonoma de la
persona humana, a la que se acorrala en el campo econmico y se le impide moverse de acuerdo con su voluntad y su conciencia propias, en el
campo poltico o en cualquier otro plano de la vida espiritual.
A ese sistema de vida llaman Socialismo los comunistas, y en la
U.R.S.S. se pretende que la hipertrofia de un Estado, ms que poltico,
policaco, que es su rasgo saliente y preponderante, responde a circunstancias transitorias y existe provisionalmente para preparar el advenimiento
de una sociedad comunista, sin Estado.
Con tal promesa se mantiene el miraje de un ordenamiento social
sin despotismo poltico ni polica tirnica, si bien ya se dan explicaciones
para remitir ese venturoso acontecer a tiempos remotos y se le supedita a
condiciones universales que la misma poltica internacional sovitica se
encarga de impedir o de aplazar arreo.
En ese libro mo a que he recurrido. varas veces para explicar estos
problemas de la historia civil sovitica, yo recuerdo que en un discurso.,
Stalin nos enseaba que entre los miembros de su partido haba quienes
abogaban por la supresin del Estado, pero. no quienes demandasen solamente la abolicin de la dictadura como paso previo. El nos dice en este
discurso ante el XVII? Congreso del Partido Comunista (bolchevique) ~
470
EMILIO FRUGONI
. _ " "A veces se pregunta: . En nuestro pas han sido suprimidas las
clcts~s explotadoras, ya no exrsten clases hostiles, no hay a quin explo~'g;0 por _fanto tampoco ~ay .necesidad de Estado, y ste debe extinguirse.
c.- ~ que, pu_es, no contnbmmos a la extincin de nuestro. Estado sociah~a, por que no tratamos de acabar con l? No ha llecrado la hora de
ec, ar por. la b?,rda todo ese trasto. de la organizacin est~tal ?"
, O bre?:. Las clases expltadoras ya han sido suprimidas en nuestro
pa1s, el S<;JCialrsmo ha sid? consfru.do en lo fundamental, marchamos hacia
el. comumsmo, y la. d?ctn_na ;narxrsta sobre el Estado dice que en el comumsmo TI? ~;be exrstlr mngun Estado. Por qu, pues. no contrbumos
a la extmcron de nuestro Estado socialista? No ha llecrado la hora de
"'
entregarlo al museo de antigedades?"
!f
JUSLa Y poderosa del poder estatal, que haya jams existido. Sostener el
desarr<;Jll~, del _poder del Estado a fin de preparar las condiciones para
su extmcron: e?a .e,s la f~rmula marxista. Es contradictorio? S; lo es.
Per? la contradrcoon es. vrtal y refleja totalmente la dialctica marxista ...
q~~en n~ haya .el!~endrd'? este aspecto de las contradicciones de nuestro
pdwd~ a; ~ransioon, quren no haya estudiado esta dialctica de los procesos hrstoncos, esa persona est muerta para el marxismo."
Y en otro pasaje afirma:
:'Mientras ms democrtico sea el Esfado (que est compuesto de
trabapdores armados y que ya no es un Estado en el sentido estricto de
la pala~,ra). ms rpidamente comienzan a decaer todas la~ iormas del
Estado.
. .
Pero cr:an~? algun?s aos despus redacta su informe sobre una
n,neva Constrtucwn, sostrene que sta es democrtica porque fortalece la
dictadura obrera y la hace ms poderosa volvindola ms flexible. y no
debe suponer que de ese modo comienzan a decaer las formas de[ Estado
porque tres aos ms tarde contiene las impaciencias de quienes creen llega~~ la op~ortundad de dar piadosa sepul~u~a a! Estado, dtcndolcs:. Alto
aht' El Estado no puede desaparecer m stqwera en la era cotmumsta de
nuestra evolucin social, mientras la mayor parte de las naciones del mun~
LA ESFINGE ROJA
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do vivan en el capitalismo. (Discurso ante el XVIJ9 Congreso del Partido Comunista (b).
Son sin duda, poco claras las ideas del stalinismo sobre la nocin
del Estad~ y su suerte presente y futura. Y en lo que respecta a sus rebciones con la nocin de den:.ocracia y de dictadura del proletariado, reina
a menudo en sus textos verdadera confusin.
No son convincentes, por cierto, las razones con que en un vano
esfuerzo dialctico se trata de armo.nizar algunos conceptos de Marx y
Encrels, con la realidad sovitica en materia de Estado.
"' Tanto los que desde las filas del bolcheviquismo re~lamaban la. abolicin de la extincin del Estado como los que sosfuvreron y sost1enen
la tesis de su mantenimiento, par~cen continur aferrados a la concepcin
del Estado instrumento de opresin o de represi~ po~ la fue~za, ~r~ano
sobre todo de carcter policial hasta frente a las mqmetudes 1deolog1cas,
sin admitir que pueda existir para otras funciones y con tal reducc~ de
su autoritarismo, que ms que un Estado-fuerza resulte un EstadO-JUSticia y amparo de la libertad.
Hay una nocin del poder exclusivamente jurdica, que lo separa del
elemento fuerza material. Esta nocin democrtica y liberal del Estado
hizo camino en las ltimas dcadas dd siglo XIX y primeras del siglo XX; y para def"ener su avance surgieron, precisamente, las concepciones totalitarias y fascistas.
No aquel Estado para aplastar y sujetar (Engels) a alguien o constreir a muchos, sino para servir al pueblo, regido por normas dictad~s
por ste en una constante convivencia y un libre debate de toda~ l.as opiniones, es el que puede esfumarse como poder y forma de domm10 para
limitarse a una simple administracin de las cosas, que ya no sera Estado
en el concepto de Engels, pero que no tiene por qu cambiar ?e nombre
toda vez que, como ya lo dijimos, administrar las cosas ser s1empre gobernar a los hombres.
Stalin, en su citado "Informe ante el XVIII 9 Congreso del Partido
Comunista", despus de transcribir el recordado pasaje de Engels, donde
prev que el primer acto, de toda la sociedad -la conversin de [os med~os
de produccin y de cambio en propiedad social-, ser el ~ltimo ac_t,o mdependiente de todo el Estado en tanto que Estado, y la mtervencwn de
un poder: en las relaciones sociales se har superflua y cesar por :; sola.
(Anti-Dhrng, pg. 202, col. rusa, 1935), se pregunta: Es JUSta la
tesis de Engels? Y responde:
"S, es justa; pero con una de estas dos condiciones: a) S estudiamos el Estado socialista nicamente desde el punto de vista del desarrollo
interior del pas, haciendo de antemano a bstraccn del fact'or internacional. aislando, para mayor comodidad de la investigacin al pas y al
Estado de la situacin internacional, o bien; b) , s suponemos que el
socialismo va ha vencido en todos los pases o en la mayora de los pases y, en l~gar del cerco capitalista, existe un cerco. socialista, no existe
va la amenaza de ataque del exterior, no hay ya necesidad de reforzar el
~jrcito y el Estado." (J. Stalin, "Informe sobre la actuacin d.el Comit
Central del Partido al XVIIF Congreso del Partido Comumsta de la
U.R.S.S.", pginas 46 y 47).
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E:.IILIO FRUGONI
LA EsFINGE RoJA
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tornen positivos elementos de descentralizacin y cc::ntrapeso d~ la regencia poltica estatal. Pero esto, naturalmente, tendna que venn aco?'lpaado de una ampliacin o rectificacin del concepto de la democracia en
lo poltico que ~onduzca al m~s l~bre .Y comple~o ejercicio de los derechos
del ciudadano, sm las actuales mstituClones de dictadura obrera, que asume
la forma constitucional de un gobierno de I?artido nico, partido frreamente disciplinado y centralizado, por aad1~ura, en cuyo seno. no halla
ambiente fsico la contraposicin de tendencias y se apagan en germen
todas las discrepancias.
El croberno decrenera inevitablemente en una dictadura burocr"'
b
.
tica donde
la voluntad
de' los obreros se mvoca
para to do, pero en 1a que
ma~dan los Jefes del Estado, a quienes el partido -que es una lite poltica de la poblacin-, sigue y obedece mientras la clase trabajadora ac~ta.
Si el mundo, terriblemente aleccionado por. la guer~a .. entra al fmal
en una era de pacificacin efectiva y estable, s1endo. ehmmada hasta la
ms pequea y remota posibilidad de agresin a la _U.R.S.S., Y. qu~da
abolido todo riescro de ser sta afectada en su soberama y en su VIda mterna por las ma;iobras de gobiernos hostiles, no se ve .qu nuevo m?yo
de perseverar en el mantenimiento de un Estado de dictadura econom1ca
podra invocarse.
.
.
.
Ms fcil y menos arriesgado, .d~l punto ?~ vista d~ la mtegndad
de la soberana nacional y de la estab1hdad del reg1men sooal, es la supresin de esa dictadura aue la abolicin, por consuncin o lo que fuere, de la
mquina del poder de"l Estado, que puede existir sin dictadu~a...
.
Esa mquina no se deja arrumbar en el museo de ~ntlgue~a~es m
siquiera relegar a un segundo plano cuando alguna espeoe de d1ctadura
le confiere la preeminencia consiguiente y cuando ocupa .en el orden establecido un sitio tan vasto y prominente como el que t1ene reservado en
la U.R.S.S.
Habra que empezar por ir atenuando la intervencin de los rg~r;os
de autoridad en las relacio.nes sociales, por renunciar al empleo poht1co
de la polica y por debilitar la fuerza armada, que es el componente fundamental de esa mquina, la mquina del poder-fuerza.
Pero quin habla del debilitamiento del Ejrcito en la Unin Sovitica?
Eso escriba yo en las postrimeras de la guerra .. Ese largo pasaje
transcripto (T. II, pgs. 162 a 168), demuestra que m es verdadero Socialismo lo que impera actualmente en la U.R.S.S. -porque aunque se
haya elimina-do el capitalismo monopolista y la prop~edad privada de l.os
medios de produccin y de cambio, no se ha emanopado. a l.os tra~ap
dores, aue sufren la opresin del capital del Estado, la carenna de hbe~
tades y" la ingerencia constanfe de la polica-, ni exis!e una tenden~1a
a la supresin del Estado como poder poltico que perm1t~ encarar senamente la posibilidad de esa reforma en un plazo de pocos anos:
Lo que all se dice del pasaje del Socialismo al c?muntsmo -.-Y al
comunismo sin Estado-, es propaganda de embaucam1ent? para distraer
la atencin del pueblo de una reforma ms asequible y rac10nal en la era
presente: la desaparicin de la dictadura pa~a sust.iturla pc:;r formas _de demo,craca poltica liberal, que no son, por c1erfo, mcompat1bles con la eco-
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noma socialista y la armazn jurdica de un ordenamiento social de Socialismo, o sea de socializacin de los medios de produccin y de cambio.
Ante el presente estadio de tirana sovitica no. puede menos de pensars~ .que hace falta todava una revolucin en Rusia para completar y
~ec~rfiCar la Revolucin Rusa: la que concluya con la dictadura del partido
umco y abra las vas de la democracia poltica.
Previniendo esa exigencia, St'alin exclama:
El d~sacrO'l!o no puede detenerse aqu. Seguimos avanzando hacia
el comunzsmo . . .
Avanzando hacia el comunismo sin Estado pero dando la espalda
a la supresin del Estado, que cada da es ms poderoso e incontrastable.
No. vale invocar la dialctica para convecernos de aue cuando se
quiere ~legar a un sitio se debe m~rchar, precisamente, e~ la direccin
contrana.
La verdad, entre~anto, es que la Unin Sovitica realiza sus progresos Y sus avances gracras a todo aquello que no est en contradiccin c011
los postu!ad?s. de la Socialdemocra~ia. Y, en cambio, apenas se apart~
de l?s pnnc1p10s de ella, para segmr la lnea bolchevique de su partido
dommante, es cl!ando incurre en lamentables retrocesos y se define como
una marcha hacia atrs, hacia la reaccin poltica con ribetes de barbarie
Y mtodos de terrorismo bajo el intelectualismo fantico de una burocracia doctrinaria en funciones de gobierno ideolgico.
Una marcha hacia atrs, en eecto, porque no debe tomarse como
punto de referencia para describir la travectoria del rcrimen sovitico. al
zarismo. La barbarie zarista ya haba sido abolida cua~do los comunistas
se aduearon del poder.
, El muro de la Edad Meda zarista ya haba sido derribado. Ya habla com~r:zado. en Rt~si~ una nueva era, con la instauracin de un gobierno provrsronal de soaahstas y demcratas de la burguesa liberal que preparaban 1~ e~tructuracin de una Repblica, cuya Asamblea Constituy;:nte hab1a s1do electa y haba comenzado a sesionar cuando los bolcheviques -que eran una pequea minora-, la disolvieron violentamente
con las armas de la guarnicin sublevada.
"
~e haba ~bierto, pues, una va de libertad poltica, que pudo haber
s:do d.e progres1v~ democratizacin sobre normas de creciente -justicia so~ral. ~1 no se hub1~se in~erpuesto. el bolcheviquismo con sus dogmas y su
ran~trsmo de la vwlene1a, para mternarse en caminos de dictadura y tirama que se prolongan a travs de treinta aos y no llevan miras de de:arse suplantar en quin sabe cunto tiempo todava.
J
De ello. se der~v para el pueblo ruso la espantosa consecuencia de
no haber temdo GlSl un da de paz. Es fcil recurso atribuir a la conspiracin de. las po.tencias capitalistas la culpa de esa secuela de guerras
m.rern;s .e mternacwnales que ha venido azotando a ese pueblo desde el
aavemm1ento. del :omunismo. Lo. que ese pueblo tiene el derecho de preguP-;.t~rse es SI va;ra la pena haberle conducido por los breales de una
pohttca que cone1taba contra ella tantas furias histricas para tener aue
.soportar privaciones, pesadas obligaciones y tiranas cuya terminacin ~o
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LA ESFINGE ROJA
nueva conflagracin, por obra principalmente de las tendencras expansronistas y perturbadoras del gobierno sovitico, empeado e~ desplegar un
vasto plan de abs?~cin por el comunis~o y yara
comumsmo, apoyado
en la pofencia mthtar y en la prepotencia dtplomatrca.
,
Una repblica socialista democrtica, 0. sin;tplement~ una democratca con tendencias socialistas -como la que hubtera surgtdo de la Asamblea Constituyente disuelta-, le habra deparado a Rusi~ un progreso
ms equiLibrado y tranquilo, sin las complicaciones internaw;males en que
se ha visto envuelta desde que rigen sus destinos los bolch~v.1ques con sus
mtodos de dictadura y su vehemente empzo, a ratos ?lSlmuJ~~o pero
nunca extinguida., de imponerle al mundo la hegemoma sov1et1ca mediante los servicios del comunismo en cada pa~s.
, .
e
Bajo esa frula y dentro del rgido estatismo autocratrco que .de1me
al rcrimen sovitico, el pueblo ruso, tan admirable por el caudal magotableode sus energas y la abundancia clida de la mina de. o~c; de. ~u cor~
zn, se ha quedado fuera de las formas esenciales de la ctvthzacron :pohtica occidental, y adems padece los efectos de un e~agerado mo.n_opohsmo
administrativo, inflexiblemente centralista y poltiCO, que sup~tme to,do
esnacio nara el desenvolvimiento econmico y vital en la cooperatlva autent2a en~ el Sindicato obrero libre y en la pequea propiedad rural o artesan~, que no son incompatibles con las so.cializaciones de. ~ondo Y conceden garantas y amparo, en la estructura social, con relacwn a la suerte
y a las libertades personales de todos y de cada uno.
A poco de llegar hube de escribirle a un ilustre escritor amigo en
respuesta a un~ carta suya:
:1.
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Pero intentar extender ese rgimen a pases que, como. Gran Bretaa, Francia, Estados Unidos, Italia, Suiza, Suecia, Uruguay, han incorporado a su
vida las normas y los principios liberales de la democracia poltica, y aun a
los que, sin habrselos inco.rporado efectivamente, han entrado ya, bien o
mal, en las vas que conducen a ellos, es retroceder a sabiendas; es abandonar, arrojar por la borda adquisiciones ri.stitucionales que son reales y
sagradas conquistas humanas. Eso ya no es, como en Rusia, un error
trgico; eso es, a estas horas, un extravo criminal.
El 5 de octubre de 1948
se termin de imprimir
este libro en los talleres de la
EDITORJAL CLARIDAD, S. A.,
San Jos 1627-45, Bs. Aires,
bajo la Direccin General de
ANTONIO
ZAMORA