La Verdadera Devoción A La Santísima Virgen
La Verdadera Devoción A La Santísima Virgen
La Verdadera Devoción A La Santísima Virgen
2016 Antonio Garca Mega y Mara Dolores Mira y Gmez de Mercado (Edicin).
Congregacin de Esclavas de la Inmaculada Nia
La verdadera devocin a la Santsima Virgen. Federico Salvador Ramn
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educacin. Portal de Investigacin y Docencia
Edicin preparada con ocasin del proceso de beatificacin del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Nia.
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La verdadera devocin
a la
Santsima Virgen
Luis Mara Grignion de Montfort
POR
zzz
NDICE General
INTRODUCCIN Y CRITERIOS
de EDICIN
San Luis Mara Grignion de Montfort (1673-1716), Beato para el Padre Federico
ya que fue elevado a los altares por Po XII el 20 de julio de 1947, es fundador de los
padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabidura.
Nacido en Montfort, Francia, es universalmente conocido por su Tratado de la
verdadera devocin a la Santsima Virgen, manuscrito fechado hacia 1712 y editado por
primera vez en 1843.
El Tratado propone un camino hacia la santidad, la prctica de devocin que yo
enseo, basado en los estudios y experiencias sacerdotales, misioneras y msticas vividas
por su autor, estoy escribiendo lo que durante tantos aos he enseado en mis misiones
pblica y privadamente con no escaso fruto1, que descubre la funcin de la Virgen Mara
en el plan divino de la salvacin y en la vida bautismal y apostlica del cristiano. Prctica
nada fcil como l mismo advierte:
Yo no he conocido ni enseado prctica de devocin hacia la Santsima Virgen
semejante a la que voy a decir, que exija de un alma ms sacrificios por Dios, que
la vace ms de s misma y de su amor propio, que la conserve ms fielmente en la
gracia y a la gracia en ella, que la una ms fcilmente a Jesucristo y, en fin, que sea
ms gloriosa para Dios, ms santificante para el alma y ms til al prjimo2.
1
2
q
BIBLIOGRAFA CONSULTADA
1996. FERNNDEZ, Jess, San Lus Mara de Montfort, Esin, Barcelona.
1979. GRIGNION DE MONTFORT, Lus Mara, Po SUREZ Y Marcel CENDROT, Abrid a Jesucristo, Biblioteca
de Autores Cristianos. Espaa.
2003. GRIGNION DE MONTFORT, Lus Mara, Obras completas, edicin de PP. Po Surez, Jos Aurelio
Rozo y Miguel Patio, Ediciones Montfortianas del Centro Mariano Monfortiano, Bogot.
2004. GUITTENY, Bernard, La verdadera devocin a la Santsima Virgen segn San Luis Mara Grignion
de Montfort en El caminar histrico de la santidad cristiana: de los inicios de la poca
contempornea hasta el Concilio Vaticano II. Coord., por Josep Ignasi Saranyana Closa, Juan
Antonio Gil Tamayo, Mara Rosario Bustillo, Eduardo Flandes, Santiago Casas Rabasa,
Universidad de Navarra, Servicio de Publicaciones. Pp 413 426.
2011. NDONGO MINKALA, Abraham, El camino de la santificacin segn San Luis Mara Grignion de
Montfot, Cuadernos Doctorales de la Facultad de Teologa, Volumen 58, Universidad de
Navarra, 279-357.
1988. REY-MERMET, Thodule, Luis Mara Grignion de Montfort, 1673-1716, La Editorial Catlica,
Madrid.
Y ms adelante continua:
Esto prenotado, y por tales motivos acuciados, nos atrevemos a salir al
palenque intelectual en donde se ejercitan los campeones de la Esclavitud
mariana, desprovistos de la ciencia, erudicin y arte de tanto otros
comentadores del Beato Grignion [], pero ansiosos de escudriar lo que dice
el Beato Luis que tenga relacin ms directa con la Esclavitud que l profetiz
y que nuestra santa Madre la Iglesia desea ver realizada en el mundo.
No pretendemos hacer disquisiciones teolgicas, tal vez sea esta orientacin de
los expositores no poca parte a esconder el verdadero espritu monfortiano.
Nosotros suspiramos por leer tratadistas que estudien La verdadera devocin
con el espritu que desea el P. Faber3, cuando dice:
Examnela quien quiera
por s mismo, y cuando vea las
transformaciones que produzca en su propia alma, presto se
convencer de la casi increble eficacia de esta devocin como medio
para la salvacin de los hombres y para la venida del Reinado de Cristo.
Reverendo Frederick William Faber, autor de una traduccin al ingls, a partir del original francs, del
Tratado de la verdadera devocin a la Santsima Virgen, publicada por Robson, Levey, y Franklyn, en
Londres en 1863.
1918. SALVADOR RAMN, Federico, La verdadera devocin a la Santsima Virgen, en Esclava y Reina
nmero 23, Instincin, Almera, p. 10.
5
1915. GRIGNION DE MONTFORT, Louis-Marie, Tratado de la verdadera devocin a la Santsima Virgen,
traducido de la nueva ed. francesa (Pacteau), enteramente conforme al original por el P. Jess M de
Orihuela, capuchino, Administracin de El Mensajero de Mara, Reina de los Corazones, Totana.
6
2011. ANIORTE LPEZ, Javier, Los traductores en la Provincia Capuchina de la Preciossima Sangre de
Cristo de Valencia, en Lingua, cultura e discorso nella traduzioni dei francescani de Bueno, Antonio y
Miguel ngel Vega (ed.), Pubblicazione dell'Universit per Stranieri di Perugia, Perugia.
referido al Captulo II. De igual modo, al inicio del Artculo I del primer captulo
insertaba un escueto Sumario, con prrafos numerados que adelantaban los apartados
que contendra, del que carece el resto del articulado de la obra, que, en pro de la unidad
de criterio y su irrelevancia general, se ha eliminado.
Por otra parte, son relativamente frecuentes los errores y olvidos de los cajistas,
especialmente en las citas donde se omiten las comillas de apertura, cierre o ambas. La
propia Direccin ruega expresamente en, al menos, dos ocasiones, disculpas por acciones
de este tipo, alteraciones de orden de lneas
La verdadera devocin no resulta fcil de leer en la forma en que se publica. Su
formato por entregas fragmenta excesivamente el discurso. Una misma lnea
argumentativa suele desarrollarse a lo largo de varios nmeros, con la dificultad que ello
conlleva para captar el mensaje real, especialmente necesario cuando se tratan cuestiones
de carcter teolgico-filosfico.
Tampoco ayudan la excesiva longitud de los prrafos o los usos de puntuacin de
la poca.
En esta edicin, respetando al mximo el mensaje y estilo del padre Federico, con
atencin especial al uso que hace de las maysculas, se ha tratado de dar solucin a esos
pequeos defectos tan comunes, por otra parte, en los documentos impresos de hace cien
aos.
As, se han unificado, en la medida de lo posible, variantes y grafas, se han
eliminado las repeticiones y repuesto las omisiones, acortado los prrafos, racionalizado
la puntuacin y dado al texto continuidad de libro.
Para los interesados en contrastar el discurso editado con el original, se han
colocado unas apostillas en los mrgenes que anotan el nmero de Esclava y Reina donde
se localiza el texto que se expone.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
ACLARACIONES
1
Dobles sern. Las unas referentes al autor de estas lneas, las otras atinentes al
autor del ms excelente de los libros marianos que conocemos, salvando siempre con los
debidos respetos toda comparacin, que no tratamos de hacer aqu con la inmortal obra
de nuestra inimitable madre Mara de Jess de Agreda titulada Mstica Ciudad de Dios.
Por lo que respeta al autor de stas lneas conviene saber:
1. Que desde el ao 1895 me deca Esclavo de la Inmaculada, y hasta dos aos ms
tarde no conoc el precioso tesoro mariano escrito por el Beato Luis Mara
Grignion de Montfort.
2. Que cuanto ms he ledo el libro de La verdadera devocin a la Santsima
Virgen, ms me he confirmado en las ideas fundamentales habidas en mi alma
antes de esta lectura acerca de lo que substancialmente debe ser un esclavo de
Mara.
3. Que en esta exposicin, interpretacin, o como quiera llamarse, al traslado que
pienso hacer de la profeca de la Esclavitud a la realidad de la misma, hubiese
algo que denote acierto, nada he puesto yo de mi parte, ni criatura alguna, para
grabar tal diseo en mi mente, psolo Dios, por su infinita misericordia, y yo,
con lo extraordinario de mi flaqueza, parece que me esfuerzo en borrar de mi
alma tan alta perfeccin, mas no por eso dejo de suspirar ardientemente por
verla realizada en otros.
4. Que por ningn concepto es mi deseo ir en zaga al Beato Luis Mara en la
confianza mismsima, libre de toda sombra de duda, de que la Esclavitud triunfar
al sonar la hora de la divina misericordia por la irresistible vitalidad, de su misma
perfeccin. Y as, mientras el Beato, con la seguridad del que espera contra toda
esperanza, exclamaba:Expectans expectavi (Po 39, l.), yo ruego a la Divina
Reina poder repetir en lo ntimo de mi alma eternamente: Multi qui
persequuntur me et tribulant me: a testimoniis tuis non declinavi (Ps 118.157).
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
2
Por lo que respecta a la preciosa obrita que hemos de exponer, y a su autor,
advertiremos:
1. Dbese tener muy en cuenta, para bien entender este precioso libro de La
verdadera devocin a la Santsima Virgen, el fin que se propone el autor y que
l mismo expresa con cortas palabras: el designio que me he propuesto de
formar un verdadero devoto de Mara y un verdadero discpulo de Jesucristo.
Pero este verdadero devoto y discpulo de que aqu habla, bien sea uno solo,
alma bien nacida, nacida de Dios y de Mara y no de la sangre ni de la voluntad
del hombre, bien sea el sinnmero de esclavos de amor que ha de tener
Nuestra Seora en ms abundancia que nunca, bien sea, en fin, un gran
escuadrn de bravos y valientes soldados de Jess y de Mara, de uno y de otro
sexo, siempre se ha de entender que es una personalidad moral profetizada y
esperada por nuestro Vidente, como los profetas del Antiguo Testamento
esperaban al Mesas y a la Virgen de que ste haba de nacer. Y para estas tres
especies de esclavos de que habla el Beato tiene un suspiro, un vehemente deseo,
una oracin especial. Oh!, cuan bien empleado dara yo mi trabajo, si este
humilde escrito cayendo en las manos de un alma bien nacida. Y despus: Si
yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones
entrasen las verdades que escribo. Y, por ltimo, dice tambin, despus de
profetizar la guerra que Luzbel har a su libro, y a los que lo lean, y la prdida
del precioso manuscrito: Esto mismo me alienta a esperar un escuadrn de
bravos y valientes soldados.
2. Que una vez profetizados los apstoles de los ltimos tiempos, profetiza
igualmente una nueva y singular gloria para Mara. As expresa el Padre Faber
esta otra profeca del Beato Luis: Anuncia que trae de parte de Dios el mensaje
autntico de un honor ms grande, un conocimiento ms extenso y un amor ms
ardiente hacia su Santsima Madre, as como de su relacin con la segunda
venida de su Hijo.
3. Profetiza tambin que esta nueva gloria de Mara se conseguir, sin duda,
cuando los predestinados entren, con la gracia y la luz del Espritu Santo, en
la prctica interior y perfecta que l les descubrir.
4. Que l mismo se declara evangelista de esta Buena Nueva cuando escribe:
confo encontrar almas generosas, que, por su fidelidad a la prctica que
enseo. Y lleno, por otra parte, del ardiente espritu apostlico de San Pablo,
ante las dificultades que l mismo toca de formar un verdadero esclavo de Mara
exclam: Cun raro es encontrar un devoto as! Para conseguir que no sean tan
escasos esta clase de devotos es para lo que yo he echado mano de la pluma y he
escrito en el papel lo que ya en las misiones he ensenado, as pblica como
privadamente, con no pequeo fruto.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
5. Luego, el fin principal del Beato, lo expone l mismo en su precioso libro, como
profeta, como evangelista y como apstol, necesitando, por consiguiente,
aclaracin y cumplimiento, como profeta, y exacta observancia de sus preceptos,
como apstol y evangelista.
6. No olvidemos, pues, que hay tres puntos capitales en La verdadera devocin, la
gloria nueva de Mara, la existencia de unos nuevos santos y la prctica en que
stos han de ser formados. De los dos primeros trata el Beato en la Primera Parte
de su obra, que es como el tratado ms especulativo o dogmtico, y del tercer
asunto se ocupa en la Segunda Parte que es eminentemente prctico o moral.
7. Y como para tratar estos puntos capitales es conveniente disponer las almas,
el Beato trata de cuestiones que nos atreveramos a llamar dispositivas y otras
preventivas, o de refutacin de las dificultades que se pueden presentar a las
doctrinas principales de La verdadera devocin, por lo que hay en el precioso
libro Teologa Mariana General y Teologa Mariana Especial o Montfortiana.
8. Adems debe tenerse presente que el Beato Luis escriba para tiempos bien
diferentes de los nuestros, y, por esto, no todo lo que era importante para l
ha de serlo tambin para nosotros.
PARTE PRIMERA
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
PARTE I
CAPTULO I
NECESIDAD DE LA DEVOCIN A LA SANTSIMA VIRGEN
Puestos tales fundamentos, deduce nuestro Vidente el artculo IV, que es la meta
a que tiende, no decimos solamente la obra de La verdadera devocin a la
Santsima Virgen de que ahora tratamos, s que tambin todo cuanto ide y
reflexion, cunto trabaj y realiz el Bienaventurado Profeta de los apstoles
de los ltimos tiempos. Por eso no tuvimos por cosa menos fundada afirmar, al
empezar el estudio general de este primer captulo, que es el principio y
fundamento de cuanto hemos de decir y la cima y ltima perfeccin de cuanto
hemos de ver ms detallado despus. A la manera que en los Santos Ejercicios
Espirituales del nclito San Ignacio de Loyola, la primera meditacin es
Principio y Fundamento y el ms elevado pice y ltima cifra de la perfeccin
que luego ha de seguir enseando.
Nosotros nos atreveramos a reducir este primer captulo al raciocinio siguiente:
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
La Santsima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad, que llamamos
hipottica, en consecuencia de la voluntad divina que ha querido servirse de
Ella. La devocin a Mara es, por el mismo querer divino, necesaria a los
nombres para llegar a la perfeccin, luego la Santsima Virgen es la Reina de la
Santidad o de los corazones. Es as que han de venir tiempos en que las luchas
entre los santos y Luzbel han de ser especiales por su rudeza, luego la Reina de
la santidad formar santos especialmente proporcionados para las batallas que
ellos han de librar.
Este resumen nos parece leerlo en el 16, del artculo 3 de este primer captulo.
Dice as:
Mara ha producido con el Espritu Santo la cosa ms grande que ha habido
y habr jams, que es un Dios Hombre, por tanto Ella producir las mayores
cosas que habr en los ltimos tiempos. A Ella estn reservadas la formacin y
la educacin de los grandes santos que saldrn hacia
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
PARTE I
CAPITULO I
Artculo I
GRANDEZAS DE MARA
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FEDERICO SALVADOR RAMN
Si no era conocida, cmo inspiraba tanta elocuencia y regalaba con tan exquisito
gozo a los que hablaban de sus excelencias?
S, era conocida Mara Madre de Dios, y, bajo este punto de vista considerado,
arrebat en clicas dulcedumbres las almas de todos los cristianos y, muy especialmente,
las de los santos y sabios.
Es la gloria de la Encarnacin, la gloria que cantaron los ngeles en el Portal de
Beln, la gloria que refulge del seno pursimo de Mara, es la que han cantado los
cristianos todos veinte siglos ha sin interrupcin y sin regateo alguno. Y arrebatado de
este mismo justsimo entusiasmo, que tanta elevacin prestara a los santos de todos los
pasados siglos, contina diciendo en el 8 nuestro Beato:
Oh sublimidad incomprensible! Oh extensin inefable! Oh grandeza sin
medida! Oh abismo impenetrable! Todos los momentos del da, en todos los
confines de la tierra, en lo ms alto de los cielos y en lo ms profundo de los
abismos, todo nos predica, todo nos habla admirablemente de Mara. Los nueve
coros de los ngeles, los hombres de todo sexo, edad, condicin y religin, los
buenos y los malos, hasta los mismos diablos se ven, por la fuerza de la verdad,
obligados a llamarla, de grado o por fuerza, bienaventurada.
En los cielos todos los ngeles la proclaman incesantemente, ha dicho San
Buenaventura, Sancta, Sancta, Sancta Mara, Dei Genitrix et Virgo. Y todos los
das la ofrecen millones de millones de veces la salutacin anglica: Ave Mara,
etc. Y postrados ante Ella, la suplican que los hombres por favor con algunas de
sus rdenes. El mismo San Miguel, dice San Agustn, con ser el prncipe de aquella
corte celestial, es el ms celoso en rendirla y procurar que los dems la rindan
toda clase de honores, y estn siempre dispuestos a obedecer sus mandatos y
acudir, a su palabra, a prestar sus servicios a alguno de sus servidores.
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FEDERICO SALVADOR RAMN
las cuales acuden las gentes par a curar de sus dolencias y obtener toda suerte de
bienes.
Que hablen, si no, tantas cofradas y congregaciones establecidas para honrarla,
tantas religiones puestas bajo su proteccin, tantos cofrades, hombres y mujeres,
de todas las humanidades, tantos religiosos y religiosas de todas las rdenes, los
cuales, incesantemente, publican sus alabanzas y anuncian sus misericordias.
No hay tan slo un nio que balbuciendo el Ave Mara no la alabe, ni pecador
apenas que, en medio de su endurecimiento, no abrigue en su pecho una chispa
de confianza en Ella, ni an siquiera un demonio que, desde los infiernos, no
la venere temindola.
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FEDERICO SALVADOR RAMN
Evidente es que no se alegra el Beato de que Mara sea desconocida, y por esa
razn Jess tampoco lo sea cuanto lo debe ser.
Lo que, sin duda, regocijaba el alma de nuestro admirado Vidente en el momento
en que escriba ese prrafo que rebosa los divinos anhelos que lo inspiraron, era la clara
visin de un porvenir mariano previsto o presentido hasta entonces por muy escaso
nmero de almas.
Es que l se regala en la contemplacin del nuevo conocimiento que de Mara
tendr el mundo, cuando se penetre, en cuanto sea posible, de los encantos de la
Concepcin Inmaculada de la Reina precursora del divino Rey.
Es que, en ese instante, presiente y se goza como en una realidad en aquellas
palabras con que encabez su libro y este primer artculo: Jesucristo vino al mundo
por medio de la Santsima Virgen, y por Ella debe tambin reinar en el mundo.
Nuestro Beato ardentsimo ve a Mara conocida, amada y servida por los
hombres, tal como se lo hace ver la luz divina que enajena su alma.
Ve a Mara ser concebida de nuevo en la mente de la Iglesia Universal, y la
contempla al nacer, y se recrea en sus ojos de paloma, y en su boca de ambrosa, y la
estrecha entre sus brazos Infante para que inspire en el corazn de los hombres el espritu
de la palabra de vida eterna.
Y se extasa ante la excelsa columna del Templo de Jerusaln, aprendiendo y
practicando en todo instante las virtudes en sus pices ms perfectos hasta que,
arrebatado de amores por la personal sublimidad de Mara, conocida y amada por los
hombres, contempla radiante a la Inmaculada que, en su ms alta realeza entre los
hombres, pronuncia el Ecce ancilla Domini.
Y la contempla despus alzando sus divinos ojos a los cielos y, mientras hiere
el corazn de Dios con una de sus miradas, lo cautiva y exclama: Fiat.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Y entonces el Verbo del Padre vuelve a encarnarse en las sociedades que tanto
han blasfemado y blasfeman de l, y los pueblos vuelven sus ojos al Hijo de Dios vivo
y corren a refrigerarse en l, que es fuente de aguas vivas, y en l se apacientan todas
las sociedades porque reconocen en la Hostia consagrada el Pan vivo que ha bajado
del Cielo.
El Beato ve como realizado lo que profetiza y desea que Mara sea ms
conocida y ms amada y servida para que, mediante el vasallaje prestado a Ella, los
hombres hagan reinar a Jesucristo en sus corazones, en las instituciones y sociedades
todas.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Captulo I
Artculo II
DIOS HA QUERIDO SERVIRSE DE MARA EN LA ENCARNACIN
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No hace a nuestro caso aadir a estas palabras ni una sola ms. Son claras como
la ms axiomtica verdad teolgica y, por lo tanto, convencidos de que todas las criaturas
juntas son delante de Dios, al decir del Rey profeta tanquam nihilum antete, anotamos
la 2 parte de este mismo que, a la letra, dice as:
y, por consiguiente, que este gran Seor, que es independiente y se basta a s
mismo, jams ha tenido ni tiene, aun ahora, en absoluto necesidad de la
Santsima Virgen para cumplir su voluntad y manifestar su gloria, puesto que a
l le basta querer para hacer las cosas.
Nada hemos de aadir a estas palabras tan conformes con las Sagradas Escrituras
y con la doctrina catlica, ni necesita Dios de nosotros ni de nuestros bienes, ni nada
ni nadie ser capaz de resistir su infinita voluntad. Adems en los artculos titulados
[La Venerable Agreda y el Beato Grignion de Montfort] de esta misma revista hase
tratado esta materia, sobre la que vuelve a insistir nuestro Beato en otro lugar, en donde,
si nos pareciere oportuno, haramos alguna anotacin.
No menos claro y sencillo que el prrafo anterior es el que le sigue y que
determina directamente el fundamento del asunto de que ha de tratar en este artculo.
As escribe nuestro Beato:
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Digo, sin embargo, que, aun con eso, habiendo querido Dios comenzar y acabar
sus mayores obras por la Santsima Virgen desde que la form, hemos de creer
que no cambiar de conducta en los siglos de los siglos, porque es Dios y no
puede variar de sentimientos ni de proceder.
Slo Mara es la que le ha merecido! Solo Mara, por haber sido hecha
Inmaculada por el mismo Dios, haba de ser la que por la plenitud de gracia en Ella
habida, pudiera obligar por la fuerza de sus oraciones y sublimes virtudes, al Eterno
Padre para que la hiciera Madre del Eterno Verbo.
Con lo que bien claramente deja ver que as tambin ahora, cuando Cristo ha sido
arrojado de las naciones, que han vuelto a las nefandas costumbres paganas, no ser
devuelto a las sociedades mientras en stas no vuelva a vivir la Inmaculada y Ella le
haga reinar de nuevo.
Y no contento nuestro Beato con hacer por s mismo tan consoladora afirmacin
la confirma aduciendo estas palabras de San Agustn:
El mundo era indigno de recibir al Hijo de Dios inmediatamente de las manos
del Padre; por eso Este le ha entregado a Mara, para que de sus manos le recibiera
el mundo
Asimismo, ahora podemos concluir, el mundo no recibir a Jess Rey hasta que
en medio de l viva la Inmaculada, nica criatura digna de recibirlo del Eterno Padre y
capaz de hacerlo reinar entre los hombres.
Reine Mara en el mundo, como vivi antes de la Encarnacin, como fue
concebida en el seno de Santa Ana, hasta que dijo al arcngel Ecce ancilla Domini, y
entonces ser inminente el instante en que dijo Fiat, y Jess, a no dudarlo, volver a
reinar en la tierra para gloria de Dios y paz de los hombres de buena voluntad.
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FEDERICO SALVADOR RAMN
Y si tal ha sido la voluntad del Padre, no ha sido otra la del Hijo, y as lo expresa
nuestro Beato al escribir: El Hijo de Dios se ha hecho hombre para nuestra salvacin,
pero slo en Mara y por Mara. l se dio a Ella, para que Ella lo diera a los hombres,
segn el querer ya manifestado antes del Eterno Padre.
Y El Espritu Santo contina diciendo el Beato, ha tomado a Jesucristo
en Mara, pero despus de haber pedido a Esta su consentimiento por medio
de uno de los primeros ministros de su corte.
Como a Seora, como a Reina, la trata el Espritu Santo, pues tal era, en efecto,
desde el primer instante de su Concepcin Mara Santsima. Ella dio su consentimiento
y el Verbo se hizo carne. Ella, la Inmaculada que ha querido hacer sus asomos a la
humanidad, desde las breas que encauzan el Gave7, tambin dir un da (haga el cielo
que no sea lejano), Fiat, y entonces hallarn los hombres la luz de las mentes y la fuerza
de la voluntad para encerrarse en la veneracin y amor de esta graciosa doncellita
nazarena y all encontrarn a Cristo, pues para preparar receptculo digno de l, hizo
Dios a Mara Inmaculada.
Y como si nuestro dulcsimo Beato se regalara en esta doble fecundidad de Mara,
tantas veces recordada por l, contina diciendo en el 15:
El Padre ha comunicado a Mara su fecundidad, en cuanto era capaz una pura
criatura, para concederla el poder de producir a su Hijo y a todos los miembros
de su cuerpo mstico. El Hijo ha descendido a su seno virginal como el nuevo
Adn en el Paraso terrestre para hallar all sus complacencias y obrar en secreto
las maravillas de la gracia.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
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FEDERICO SALVADOR RAMN
Todo por mediacin de Mara. Ella es el puente apercibido por Dios desde toda
la eternidad para enlazar la tierra con el cielo, el hombre con Dios, lo natural con lo
sobrenatural, el pecador con la gracia, el justo con la perfeccin, el perfecto con la
gloria. Aunque, para realizar estos msticos desposorios, haya sido preciso que Ella, ora
con su inmaculada virtud, obligue a Dios a desposarse realmente en su seno pursimo
con la Humanidad hacindose hombre como nosotros, ora eleve al hombre por el amor
hasta encerrarlo en ese mismo tabernculo inmaculado y, all, con sorpresa del mismo
Dios, permtaseme la frase, cada hombre se despose con el Hijo divino de Mara en
inefable lazo de amor.
Cuando, con nuestro amadsimo vidente, contemplamos a Mara como
fundamento de la relacin santificadora entre Cristo y los hombres, aparece a nuestra
vista la imagen del divino Esposo estrechando a la singular inmaculada Esposa de los
Cantares entre sus filiales brazos, mientras la Madre del amor hermoso acaricia
misericordiosa a los predestinados y, as enlazados todos, con amor indisoluble cantan
eternamente la gloria del Dios Creador, Redentor y Santificador.
/
Y as ha formado y formar desde Adn y Eva hasta el Bautista y desde ste hasta
el ltimo predestinado de todos los siglos. Por esta razn donde quiera que admiris un
santo ser a travs de los encantos de Mara y cuanto ms sorprendente sea la santidad
de su alma, ms deslumbrarn vuestros ojos los destellos luminosos de las gracias
marianas.
Hace, en fin, en la primera parte del 21, ltimo de este artculo 2, una
salvedad teolgica que nos contentaremos con reproducir por no dejar palabra del Beato
que no saboreen nuestros lectores. Dice as:
Esto no es decir que la Santsima Virgen d al Espritu Santo la fecundidad como
si Este no la tuviera, porque, siendo Dios, tiene la fecundidad o la capacidad de
producir lo mismo que el Padre y el Hijo, aun cuando no la reduzca al acto y no
produzca a ninguna otra persona.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Por ltimo, en la segunda parte de este mismo nmero 21 vuelve a decir lo mismo
que ya ha dicho en el prrafo anterior, y tambin nos dijo en el nmero 15 y nos repetir
mil veces, aadiendo la nota de ignorancia de que acusa hasta a los ms sabios y
espirituales de los cristianos, y que, de no tener esta repeticin otra causa que la
justificara, ella sola pudiera ser suficiente.
Estas son sus palabras:
Aqu pretendo decir que el Espritu Santo, por el intermedio de la Santsima
Virgen, de quien se ha dignado servirse a pesar de no haber tenido de Ella
necesidad absoluta, redujo al acto su fecundidad produciendo en Ella y por Ella
a Jesucristo y a sus miembros, misterio de la gracia, que desconocen hasta los ms
sabios y espirituales de los cristianos.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Captulo I
Artculo III
DIOS QUIERE SERVIRSE DE MARA EN LA SANTIFICACIN DE
LAS ALMAS
En este apartado primero del artculo III, que empieza con el nmero 22 del Beato
Luis Mara, siguiendo su modo usual, expresa una de esas sentencias, que bien
pudiramos llamar principios montfortianos de la teologa mariana.
Dice as:
La conducta que las tres Personas de la Santsima Trinidad han observado en
la Encarnacin y en la primera venida de Jesucristo, la siguen todos los das de
una manera invisible en la santa Iglesia y la seguirn hasta la consumacin de
los siglos en la ltima venida de Jesucristo.
Por lo que hace a nuestro humilde propsito, decimos que este principio tiene
esta trascendencia: la Beatsima Trinidad quiso valerse de Mara Inmaculada para que
se realizase la Encarnacin del Verbo y la redencin del mundo y ahora, cuando lleguen
los tiempos especialmente marianos que han de venir, segurase por Dios en la Iglesia
el mismo camino. Esto es, darse a conocer o encarnarse en las almas mediante el
conocimiento de la Reina Inmaculada, y as lo har en sta y en todas las nuevas
apariciones morales que la augusta Trinidad haya de hacer de su Cristo hasta el fin del
mundo. O ms claro si se quiere, siempre que falte el conocimiento y amor de Cristo
en la sociedad habr de ser retornado a la misma mediante el conocimiento y amor a
la Inmaculada.
Para dar a estas palabras toda la fuerza que en s tienen apela nuestro Beato a
exponer cmo cada una de las Personas de la Santsima Trinidad han hecho de
Mara, como dicen los santos, el gazofilacio de todas las gracias, lo que se ha de
reconocer a fortiori, pues si en Ella y por Ella nos dio a su Hijo hecho hombre, autor y
merecedor de todas las gracias, con mayor razn nos habr de dar, mediante Ella,
cualquiera otra gracia, sea la que fuere, pues siempre ser inferior a la de darnos a
Cristo. As lo expresa palmariamente en el nmero 23 que dice as:
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Dios Padre reuni en un lugar todas las aguas y las llam mar, reuni en otro
todas las gracias y las llam Mara. Este gran Seor tiene un tesoro o depsito
riqusimo en donde ha encauzado todo lo que hay de ms bello, brillante, rico
y precioso, incluso su propio Hijo, y este tesoro inmenso no es otro que Mara,
a quien los santos llaman el Tesoro de Dios, de cuya plenitud son enriquecidos
los hombres.
Nos hace saber despus nuestro Beato cmo el Hijo de Dios se ha complacido
en depositar y comunicar por medio de Ella todo cuanto l ha recibido de su Padre,
y merecido por s mismo, con estas terminantes palabras en el nmero 24:
Dios Hijo ha comunicado a su Madre todo lo que l adquiri durante su vida
y muerte, sus mritos infinitos y sus virtudes admirables, hacindola tesorera
de cuanto su Padre le dio en herencia, por Ella aplica sus mritos a sus miembros,
les comunica sus virtudes y distribuye sus gracias. Ella es el canal misterioso, el
conducto por donde l hace pasar dulce y abundantemente sus misericordias.
Y esta plenitud de gracias depositadas en Mara para que Ella con toda libertad
las comunique a los hombres la expresa con ms precisin an, cuando expone esta
misma Doctrina en relacin con el Esposo Divino. He aqu el nmero 25:
Dios Espritu Santo ha comunicado a Mara, su fiel Esposa, sus dones inefables
escogindola por dispensadora de todo lo que l posee, en forma que Ella
distribuye a quien Ella quiere, cuanto Ella quiere, como ella quiere, cuando Ella
quiere, todos sus dones, sus gracias. Y jams se concede a los hombres ningn
don del cielo que no pase por sus virginales manos. Tal es la voluntad de Dios,
que ha querido que nosotros lo tuviramos todo en Mara para que as sea
querida, ensalzada y honrada del Altsimo, la que se empobreci, humill y
ocult hasta el fondo de la nada por su profunda humildad durante toda su vida.
Estos son los sentimientos de la Iglesia y de los Santos Padres.
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No satisfecho nuestro mariano Profeta con habernos mostrado cuanto quiso Dios
enriquecer a la Inmaculada Reina dndonos a conocer la suprema largueza de cada una
de las divinas Personas para con Ella, y como si lo dicho en nuestro artculo anterior
hubiera sido la primera jornada, y al final de ella hubiera reposado su espritu dice,
Continuemos, previniendo al propio tiempo al lector para que fije bien su mente en
el nuevo camino que va a recorrer, porque esta nueva senda es la que le ofrece el
seguro derrotero para entrar con su alma llena de todos los tesoros en el inmenso mar
de sus amores: en la Esclavitud a Mara.
El Beato Luis en el nmero 27, de su obra, que es el que hoy nos toca examinar
en primer trmino, da comienzo por otro teolgico principio, evidente y sencillsimo,
que le sirve de fundamento para luego deducir cuanto nos obliga someternos a la
Esclava del Seor. Dice as nuestro Vidente:
Como la gracia perfecciona a la naturaleza y la gloria perfecciona la gracia, es
muy cierto que Jesucristo es todava en el cielo el Hijo de Mara en la misma
forma y grado que lo fue en la tierra y, por consiguiente, que le viene
conservando aquella sumisin y obediencia propia del ms perfecto de todos los
hijos con respecto de la ms buena de todas las madres.
Et erat subditus illis, dice de Jess la Sagrada Escritura sintetizando en esta frase
la obediencia del Hijo del hombre a Jos y a Mara. Luego ahora en el cielo vive Jess
siendo, respecto del Santo patriarca y de la Madre divina, ms perfectamente obediente,
tanto ms cuanto el estado de gracia es inferior al estado de gloria. O de otro modo, si
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se quiere, podremos expresar esta misma dependencia diciendo que Jess est hoy
obligado a Mara cuanto exigen la naturaleza, la gracia y la gloria.
La ley natural con su apretado nudo, la gracia con sus delicadezas y la gloria
con su orden esencial, han supuesto e impondrn eternamente la subordinacin del hijo
a la madre y, por consiguiente, de Cristo a Mara en cuanto que sta lo llev en sus
entraas y lo lact con sus pechos, sin que esto implique contradiccin con la
omnipotente y soberana voluntad del Hacedor, pues si l, Jess, se somete como el
ms perfecto de todos los hijos, Ella, Mara, manda como la ms perfecta de todas las
madres, y la perfeccin exige la transformacin en Dios, y la altsima perfeccin de
Mara supone desde el primer instante de su ser la ms semejante transformacin de
Ella en l, y, por lo tanto, las manifestaciones del pensamiento y de la voluntad y de la
sensibilidad en Cristo y en Mara son iguales, si se tiene en cuenta la diferencia de
perfeccin de la unin hiposttica a la unin maternal.
As es que la que estaba unida, o mejor dicho, transformada perfectamente en
Dios aqu en la tierra, bien poda mandar a su Hijo, Dios y hombre, porque nada mandara
el Hijo en cuanto hombre, que no estuviera en perfecta conformidad con el Unignito
del Padre.
De aqu podemos concluir que, al obedecer Jess a su Madre, se obedeca a S
mismo, o mejor, obraba conforme al plan por l mismo determinado desde toda la
eternidad, de nacer de Madre para salvar al hombre cado, y Mara era la que marcaba
la visible orbita que Jess haba de recorrer desde la Encarnacin hasta la Cruz. Y
porque es as contina diciendo nuestro Beato:
Guardmonos, sin embargo, de ver en esta dependencia algn rebajamiento o
imperfeccin en Jesucristo, porque Mara, siendo infinitamente inferior a su Hijo,
que es Dios, no le manda como una Madre terrena puede mandar a su hijo, que
est por debajo de ella, sino que Mara, como est toda transformada en Dios, por
la gracia y la gloria que transforma en l a todos los santos, ni pide, ni quiere, ni hace
nada que sea contrario a la eterna e inmutable voluntad de Dios.
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Termina, por fin, el Beato Luis este nmero 27, con una comparacin de la que
a fortiori se deduce la suprema potestad de Mara, en cuanto que ruega o manifiesta
sus deseos delante de Dios. He aqu sus palabras:
Si Moiss, por la fuerza de su oracin, detuvo la clera de Dios sobre los
Israelitas de una manera tan poderosa que el Altsimo, e infinitamente
misericordioso Seor, no pudiendo resistirle le pidi que le dejase encolerizarse
y castigar a aquel pueblo rebelde, qu deberemos pensar, con ms razn, de las
splicas de Mara, la humilde digna Madre de Dios? Que son ms poderosas ante
su majestad que los ruegos y las intercesiones de todos los ngeles y santos del
cielo y de la tierra.
Y porque, ante Dios, es ms poderosa que todos los ngeles y santos del cielo
y de la tierra, por eso, contina diciendo el Beato haciendo una gradacin descendente,
estas palabras:
Mara manda en los cielos sobre los ngeles y los bienaventurados. En
recompensa de su profunda humildad, Dios le ha dado el poder y el oficio de
llenar de santos aquellos tronos vacos de donde cayeron por orgullo los ngeles
apstatas. La voluntad del Altsimo que exalta a los humildes es que el cielo, la
tierra y los infiernos se rindan, de grado o por fuerza, a los mandatos de Mara a
quien l ha constituido soberana del cielo y de la tierra, generala de sus ejrcitos,
tesorera de sus riquezas, dispensadora de sus gracias, obradora de sus grandes
maravillas, reparadora del gnero humano, medianera de los hombres,
exterminadora de los enemigos de Dios y fiel compaera suya en las grandezas y
en los triunfos.
Mara, pues, manda a Cristo, a los ngeles y a los santos, y esta potestad es
recompensa de su humildad. As es siempre el espritu cristiano porque Jess se humillo
y obedeci, recibi un nombre que es solo inferior al de Dios, y potestad, por ende,
sobre toda criatura, an sobre el Cuerpo del Seor, porque Ella, libremente se lo
ministr, y, por lo tanto, Cristo es el hijo de las entraas de Mara, hueso de sus huesos
y carne de su carne. Y en este lazo cautiv la Inmaculada al Verbo Divino, y eternamente
vivir cautivo en las delicias de estar entre los hijos de los hombres, de los que es
Madre la misma Madre de l.
Y porque fue humilde, Dios la ha exaltado, segn nos acaba de ensear nuestro
ardentsimo Vidente.
En resumen, Mara es Reina porque no quiso ser ms que la Esclava del Seor
y el Rey infinito
hzose esclavo en Mara y por Mara, principalmente, para
recrearse en tenerla por Reina y Madre.
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Conviene no olvidar que en este primer prrafo del artculo III de La verdadera
devocin de nuestro Vidente, hemos hecho hasta ahora dos consideraciones.
En la primera tratamos de cmo la Beatsima Trinidad da a Mara cuantas
gracias quiere dar a los hombres para que Ella las distribuya. En la segunda, o sea en
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Luego todo hombre que quiere salvar su alma debe obedecer a Mara, porque
esta es su Madre, y los hijos, la primera, principal y fundamental obligacin que tienen
para con sus padres es la de obedecerlos, y si tal es el deber que impone la naturaleza,
perfeccionado queda doblemente en el estado de gracia y en el de gloria.
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Por este motivo no es tenido por hijo de Dios el que no obedece, reverencia y
ama a Mara, antes al contrario, en eso se distinguen los que son rprobos. He aqu las
palabras de nuestro Vidente, expresas en el nmero 31:
El signo ms infalible e indudable para distinguir a un hereje, a un hombre de
perversa doctrina, a un rprobo, de un predestinado, es que el hereje y el
rprobo desprecian o se muestran indiferentes con la Santsima Virgen,
procurando por sus palabras y ejemplos disminuir su culto y amor unas veces
manifiesta y otras ocultamente y, an en ocasiones, con pretextos aparentemente
santos.
Ay! Dios Padre no ha dicho a Mara que establezca en ellos su morada porque
son los Esas.
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Trinidad. Luego los predestinados hijos de Mara, dependen de su Inmaculada Madre con
ms razn que dependi nuestro divino hermano Jesucristo.
Esta misma relacin de hijos de Mara y, por lo tanto, sujecin de los
predestinados a Ella es tambin querida por el Espritu Santo, y as lo expresa el nmero
33 de La verdadera devocin:
El Espritu Santo dice que un hombre y un hombre ha nacido en Ella, Homo et
homo natus est in ea, (Ps. 86, 3.), y, segn la explicacin de algunos Padres, el
primer hombre que ha nacido de Mara es el Hombre Dios, Jesucristo, y el
segundo es un hombre puro, hijo de Dios y de Mara por adopcin.
Si Jesucristo que es la cabeza de la humanidad naci en Ella, los predestinados,
que son los miembros de esa cabeza, deben tambin, como consecuencia
necesaria, nacer de Ella. Una misma madre no puede producir la cabeza sin los
miembros, ni los miembros sin la cabeza, de lo contrario lo que esa madre diera
a luz sera un monstruo de la naturaleza. De igual modo, en el orden de la gracia,
la cabeza y los miembros nacen de una misma madre, y si un miembro del
cuerpo mstico de Jesucristo, es decir, un predestinado, naciese de otra madre
que no fuese Mara, que ha producido la cabeza, no sera un predestinado, un
miembro de Jesucristo, sera un monstruo en el orden de la gracia.
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en este caso, y que volaron tan alto que, tras las nubes que traspasaron, dironle a la
caza alcance, hacindonos presentir en la Madre Inmaculada de Cristo, Salvador de la
humanidad, a la Reina de la Eucarista, glorificadora de cada alma en especial.
Si nosotros nos excedimos en nuestro juicio, perdnesenos esta falta, pues sabido
nos es que tanto se peca por carta de ms como de menos.
Reglense las almas de nuestros sabios y piadosos lectores, saboreando este
nmero 34 de la Verdadera devocin. Dice as:
Adems de esto, como Jesucristo, es ahora, lo mismo que antes, el fruto de Mara,
segn repiten millares de veces cada da el cielo y la tierra, Y bendito es el fruto
de tu vientre, Jess, es muy cierto que Jesucristo, para cada hombre que le
posee en particular, es el fruto de la obra de Mara de la misma manera y con la
misma verdad que lo es para todo el mundo en general, por manera que si
algn fiel tiene a Jesucristo formado en su corazn, puede atreverse a decir
gracias mil a Mara, porque lo que yo poseo es un efecto y su fruto, y sin Ella
jams le gozara. Y a Ella se la pueden aplicar, con ms verdad que San Pablo se
las aplicaba a s propio, estas palabras: Quos iterum parturio donee farmetur
Christus in vobis. Yo produzco todos los das a los Hijos de Dios, hasta que
Jesucristo, mi Hijo, sea formado en ellos en la plenitud de su edad.
Y para confirmar ms hondamente esta verdad de que Dios quiere formar a los
predestinados en Mara, pone en boca del Espritu Santo estas palabras, contenidas en el
nmero 35:
El Espritu Santo quiere formarse en Ella y por Ella sus elegidos, por eso la dice:
In electos mes mite radices Echad, amada y Esposa ma las races de todas
vuestras virtudes en mis escogidos para que crezcan de virtud en virtud y de
gracia en gracia. Tanta, es la complacencia que hall en vos, mientras en la
tierra os ejercitis en la prctica de las ms sublimes virtudes que aun deseo
encontraros en la tierra, sin que cesis de estar en el cielo. Reproducos, a este
fin, en mis elegidos, sea yo en ellos con agrado las races de vuestra fe invencible,
de vuestra humildad profunda, de vuestra mortificacin total, de vuestra oracin
sublime, de vuestra caridad ardiente, de vuestra esperanza firme y de todas
vuestras virtudes. Vos sois en todos los momentos mi Esposa tan fiel, tan pura
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y tan fecunda, como siempre, deme fieles vuestra fe, deme vrgenes vuestra
pureza, deme elegidos y templos vuestra fecundidad.
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Es evidente lo que ensea el Beato. Cuando entre los nombres y Mara haya
una unin suficiente, segn el querer divino, el Espritu Santo har maravillas
estupendas en las almas, pues, slo por este medio, Jesucristo ser engendrado en los
predestinados, como lo ha sido hasta aqu.
CONSECUENCIAS
Mara reina de los corazones
I
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II
Hay, relacionada con esta primera consecuencia que aqu deduce nuestro Beato,
una cuestin que, por lo prctica, no deja de ser importante, aunque siempre ha de ser
secundaria por determinar la expresin exterior de Mara Reina de los Corazones.
Los que con ms derechos, los nacidos de legtima herencia, han representado
a Mara considerada bajo este aspecto, no ofrezcan un precioso grupo, como expresin
de Mara Reina de los Corazones en la que aparecen Mara con el Nio Jess en Los
brazos, Ella sentada en su trono y a derecha e izquierda respectivamente el
bienaventurado Luis Mara Grignion de Montfort y un ngel, ambos en actitud de
adoracin y de splica, precioso nos parece este grupo y muy apto para recordar el
espritu del mariano Beato que es, sin duda, muy importante nota caracterstica de lo que
especialmente se debe recordar en presencia de Mara, Reina de los Corazones. No
queremos decir con esto que los hijos del inmaculado Corazn de Mara no puedan
aducir en favor de las imgenes de su Patrona excelsa razones que induzcan a
convencernos que ellos son los que ofrecen la ms apropiada expresin de Mara Reina
de los Corazones, pues, es indudable, que nunca tendr la Inmaculada ms fuerza ante
los fieles en general, que es de lo que aqu tratamos, para pedirles el corazn que
cuando Ella les ofrece el suyo propio.
No faltar quien, por otras razones de gravsima actualidad, pudieran atribuir esta
apropiada representacin a Nuestra Seora de Lourdes. Quienes se esforzarn en probar
que ninguna otra imagen tiene ms fuerza de mostrar la realeza que la imagen
grandiosa representativa de la devocin de las Tres Ave Maras.
En general, podemos decir que, hasta hoy, cada familia religiosa, cada devocin
especial, hasta cada fiel en particular, segn sus devociones y cultura mariana, as tomarn
para s la imagen que ms satisfaga sus ideas y sus amores, pues ciertamente que no
han de estar muy satisfechos con la imagen de Mara Reina de los Corazones los que
la representa del modo primero que nosotros aceptaramos como el ms genuino por
razn de su origen, cuando uno de los temas de estudio en el Congreso Mariano
Montfortiano de Barcelona, fue el referente a la imagen representativa de Mara, Reina
de los Corazones.
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seguro del valor moral y material de sus guerreros elementos, est cierto de la conquista
que se propuso y, decidido a convencer a sus enemigos de la superioridad con que
cuenta, hace gala a cada paso de la gallarda de sus soldados y de la eficacia de sus
armas, y, por esta seguridad con que obra, el mismo amadsimo Vidente se goza en s
haciendo resaltar las dificultades de cada paso para mostrar luego la serenidad de
nimo con que sortea todas las dificultades, hacindose imposible, ante tan claro
conocimiento del fin y del camino que a l conduce, cualquiera emboscada, por artera
que sea, sin que al momento no quede desbaratada.
En el artculo anterior, con garra de len y vuelo de guila, embrazando todas las
razones que haba aducido en pro de la necesidad de la devocin a la Santsima Virgen,
levntase majestuoso hasta la ms alta regin de la realeza en donde contempla
extasiado a Mara como reina de las almas y de los corazones todos, y ahora,
particularizando o distinguiendo los conceptos especiales de la realeza de Mara, que
antes ha mostrado en general, se dispone a manifestarnos cmo los cristianos tienen
necesidad de Mara para cumplir sus deberes. Esto es, lo que antes ha dicho de todos
los hombres, ahora lo concreta a solos aquellos que gozan de la gracia de ser cristianos
y, como quiera que es propio de los cristianos cumplir los mandamientos para salvarse,
serva mandata, de aqu que, al decir nuestro Beato, en el ttulo especial de esta
primera parte de la segunda consecuencia, los cristianos tienen necesidad de Ella para
cumplir sus deberes, es lo mismo que si dijera para cumplir los mandamientos.
La primera prueba que aduce nuestro Vidente es de las que venimos
distinguiendo con el carcter especial de montfortianas. Dice as en el nmero 41:
Como la Santsima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad que
llamamos hipottica, en consecuencia de su voluntad, debemos advertir que es
todava ms necesaria a los hombres para llegar a su ltimo fin.
Una vez fundada la necesidad que los hombres han de tener de Mara para llegar
a su fin, ya que hasta Dios quiso valerse de Ella para consumar la salvacin humana,
con mucha razn aade: La devocin a Mara no debe confundirse con la devocin a
los santos, como si no nos fuera ms necesaria y s slo de supererogacin. O lo que es
lo mismo; para salvarse puede prescindirse de la devocin de cualquiera de los santos,
hasta del santo de nuestra mayor devocin, pero de la devocin a Mara no puede
prescindir el alma, si ha de cumplir los mandamientos con las necesarias condiciones
para salvarse.
Esta fundamental doctrina, que hoy palpita en el corazn de la Iglesia como
una verdad de tan suprema actualidad que hasta se pide de ella la definicin dogmtica,
es demostrada por nuestro Beato con relativa insistencia, dada la extensin de su obra,
y no solo prueba, sino que seala fuentes en las que se puede saturar de esta doctrina
el amante de Mara.
El nmero 42 es buen testimonie de lo que decimos. He aqu las palabras del
Vidente de Montfort:
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quaedam salutis quae Deus dat his quos vult salvos fierit
El ser devoto tuyo, oh Mara, dice San Juan Damasceno, es un arma de salvacin
que Dios concede a aquellos que quiere salvar.
Tambin poda referir aqu algunas historias que confirman esto mismo, entre
otras, primero, la que refiere en las Crnicas de San Francisco, el cual vio en
xtasis una gran escalera que llegaba al cielo, al fin de la cual estaba la Santsima
Virgen, y por la cual Dios le indic que era preciso que subiramos si queramos
llegar al Cielo y, segundo, la que se menciona en las Crnicas de Santo Domingo,
cuando quince mil demonios que posean el alma de un desgraciado hereje cerca
de Carcusana, en donde este santo predicaba el Rosario, con gran confusin de
ellos, se vieron obligados a confesar por mandato de Mara, muchas, grandes y
consoladoras verdades relativas a su devocin, con tal fuerza y claridad que, por
poco devotos que seamos de esta Seora, no podemos leer dicha historia
autntica en el panegrico que el diablo hizo a pesar suyo, de la devocin a la
Santsima Virgen sin derramar lgrimas de alegra.
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el modo maravilloso que Ella tuvo de aumentarla desde entonces, por lo que mereci
de Dios los ttulos que veremos expresos en estas palabras de nuestro Maestro mariano.
Ella estaba henchida de gracia cuando la salud el arcngel San Gabriel, y qued
sobre abundantemente llena de gracia cuando el Espritu Santo la cubri con su
sombra inefable, y de tal manera ha aumentado Ella de da en da, y de momento
en momento, esta doble plenitud de la gracia, que se ha elevado a un grado de
gracia inmensa e inconcebible, en forma que el Altsimo la ha hecho tesorera
nica de sus riquezas y dispensadora nica de sus gracias, para hacer caminar
por la estrecha senda del cielo a quien Ella quiere, para permitir, a pesar de
todos los obstculos, la entrada por la angosta puerta de la vida a quien Ella
quiere, y para dar el trono, el cetro y la corona de rey a quien Ella quiere.
Termina, por fin, este nmero 45, con una verdad que implica una comparacin,
y por ella nos hace entender como slo en Mara podemos hallar el manjar de los
santos. Con la sencillez y profunda conviccin que le caracteriza dice:
Jess en todas partes, y siempre, es el fruto y el Hijo de Mara, y Mara es en
todo lugar y tiempo el rbol verdadero que contiene el fruto de vida, y la
verdadera Madre que le produce.
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particularmente al fin del mundo, es decir, que los ms grandes santos, las almas
ms ricas en gracias y virtudes, sern los ms asiduos en rogar a la Santsima
Virgen, en tenerla siempre presente como un perfecto modelo para imitarlo e
implorar su poderosa ayuda para que los socorra.
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Captulo I
Artculo IV
OFICIO QUE HAR MARA, ESPECIALMENTE EN LOS LTIMOS
TIEMPOS
Al llegar a este artculo cuarto, ltimo del captulo primero de la parte primera de La
verdadera devocin a la Santsima Virgen, nos imaginamos a nuestro intrpido Beato
como un decidido explorador que marcha afanoso por alcanzar la cima de muy alta
montaa y, en vindose prximo al lugar desde donde sabe ciertamente que ha de
contemplar el ms grandioso panorama, arrebatado en alas de su entusiasmo, canta las
bellezas que siente alborear en su alma.
Ya lo omos hablar de los ms grandes santos y de las ms ricas almas en gracia
y virtudes en el ltimo prrafo del artculo anterior y ahora, al empezar el artculo
presente, como si volviera en s de su entusiasmo y recapacitara bien lo que va a decir,
se ratifica en lo que ya ha escrito diciendo: He dicho que todo lo anteriormente
expuesto suceder particularmente al fin del mundo y bien pronto.
Al fin del mundo y bien pronto!
No juzgamos que, en estas palabras, anunciara nuestro Beato que el fin del
mundo estuviese cercano. No tendramos tampoco por acertado al que entendiese que
el maestro montfortiano al decir bien pronto se engaase, porque ya han pasado siglos
desde que l escribi estas palabras. El fin del mundo anunciado y predicado por los
santos no es el fin universal. Ellos hablan del fin de una poca, de una edad o del
cmputo de tiempo que media entre el principio de una era y un cambio, tan radical
en la vida de las naciones, que implique, si no una nueva era porque los cristianos no
tendramos para qu admitir otra, una edad nueva dentro de la era cristiana que es de
ayer, de hoy y todos los siglos.
Del mismo modo que la vida de la humanidad con relacin al Dios Hombre se
divide en dos grandes lapsos de tiempo, el de Cristo que haba de venir y el de Cristo
venido, y dentro del primero se estudian los siglos de la Ley Natural, y de los Patriarcas
y los tiempos de la Ley Escrita o de los Profetas. As mismo, en los tiempos siguientes
a la Encarnacin no habr inconveniente alguno en admitir otras grandes divisiones
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cronolgicas siempre que haya razones que abonen tal divisin, y a nadie se oculta que
hoy estamos en uno de esos momentos histricos en los cuales son tan hondas las
huellas, que el rodar de los veinte siglos pasados han grabado en la haz de la tierra,
en las inteligencias, en las voluntades, en las conciencias, y en los rdenes social y
religioso que, sin duda alguna, imprimirn en la humanidad a partir del siglo XX,
caracteres tan sealadamente distintos de los que han marcado el modo de ser de los
pueblos en los pasados tiempos, que bastarn a determinar otra etapa cronolgica de la
que puede decirse que da principio a otros tiempos y, por lo tanto, que al empezar estos
siglos dieron fin los anteriores.
En este sentido, salvo mejor parecer, podra entenderse ese lenguaje de nuestro
Beato al empezar este artculo IV diciendo: He dicho que todo lo anteriormente ex
puesto suceder particularmente al fin del mundo y bien pronto.
Suceder particularmente al fin del mundo y bien pronto, esto es, al fin del
mundo sucedern estas cosas con unos caracteres tan especiales que las harn distintas
de cmo han sucedido hasta ahora y de cmo van a suceder bien pronto.
No queremos ser intrpretes. Lo que deseamos dejar sentado es que no es el
fin del mundo, precursor del juicio universal, del que habla nuestro Vidente como de
cosa inmediata o que ha de suceder bien pronto. Estas palabras estn muy bien explicadas
cuando se habla de cambios que ha de sufrir la humanidad, pues dos siglos hace apenas
que muri el ardiente apstol y ya se notan, en la vida exterior y hasta internacional de
la Iglesia, los esfuerzos denodados de los fervorosos amantes de Mara, encaminados a
conseguir que la devocin a la Santsima Virgen alcance un grado inmenso, como
condicin indispensable de aquella gloriosa poca de la Iglesia que ser la poca de
Mara de la que pide la pronta venida el Padre Faber en su introduccin a la verdadera
devocin a la Santsima Virgen, obra celestial que nos ocupa.
Qu son dos Siglos, en efecto, comparados con la gestacin del universal
anarquismo en que hoy se ve en vuelto el mundo y, en medio del cual, por ley
biolgica de la Iglesia se impone la reaccin contraria, o sea la sumisin a toda
autoridad legtimamente constituida? Sumisin que no tiene frmula ms exacta que la
concrete y exprese que las tan conocidas, como poco imitadas palabras de la Inmaculada:
Ecce ancilla Domini, fiat mihi secundum verbun tuum.
Dos siglos apenas es un da en lo grandes cambios que estudia la Historia
Universal.
Contina despus nuestro Vidente razonando con la ms ingenua sencillez sus
anteriores palabras de este modo:
Porque el Altsimo, segn ha sido revelado a un alma santa cuya vida ha escrito
M. de Renty, debe formarse, en unin con su Madre, grandes santos que
sobrepasarn en santidad a la mayor parte de los otros santos, como los cedros
del Lbano exceden a los arbustillos.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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Con este ltimo prrafo damos por terminadas las que nos atrevemos a llamar
primera serie de razones empleadas por nuestro Beato para demostrar cmo al fin del
mundo y bien pronto, el Altsimo debe formar, en unin con su Madre, grandes santos....
Divina Infantita, en tu amor confo para ver convertidas en hechos estas profecas.
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ocultar a su esposa durante su vida y a manifestarla slo raras veces desde que
se predic el Evangelio.
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Las almas inspiradas por Dios no han sido todas iluminadas para todo, hecho
es este harto manifiesto para detenerse a demostrarlo, bastar recordar cmo es distinta
la fisonoma de cada uno de los videntes, tanto de las Sagradas Escrituras como de las
revelaciones especiales que Dios ha querido manifestar a las almas en los siglos de
catolicismo ya pasados.
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Por este motivo no es de extraar que unos videntes completen las visiones de
otros y que unos traten de asuntos completamente distintos de los que ocuparon la
atencin de otros. Tampoco debemos olvidar que Dios tiene sus tiempos determinados
para revelar las verdades, segn en su infinita Sabidura tiene ordenado, para que se
desarrolle el plan por ella trazado a la humanidad viadora.
En conformidad con estas anteriores sencillas advertencias, observamos cmo,
en este asunto que nos ocupa, fue primero revelado a la Venerable Madre agredana el
misterio de la Concepcin Inmaculada de Mara y, poco ms tarde, el otro arcano de la
Esclavitud de la Virgen le fue mostrado al Beato Grignion, pues era muy conforme a
razn que fuese antes conocida la Seora que sus esclavos de amor.
Y as la Mstica Ciudad de Dios y la Verdadera devocin a la Santsima Virgen
son obras complementarias que revelan al mundo una Reina con su Corte. Aquella
perfectsima criatura por haberla Dios creado con la perfeccin que supone la Concepcin
Inmaculada, que es la ms excelente gracia de santidad concedida a criatura alguna
racional, y sta, tan perfecta tambin, cuanto supone la Reina Inmaculada.
De la Reina nos habla directamente la madre Agreda, por eso, cuando trata de
la Corte, no la delinea como lo hace el Beato Grignion que es el encargado por Dios de
este asunto, sin que el uno y la otra dejen de hablar de tal manera que den bien claro
a entender que suponen lo que el otro trata. Y as, en la Mstica Ciudad se da por cierto
que la Inmaculada debe tener su corte en el cielo y en la tierra y que las esclavitudes
para Mara Inmaculada son evidente en La verdadera devocin.
Prometimos demostrar en el artculo anterior que en el nmero 52, que all
copiamos con los siete caracteres que se atribuyen a Mara por razn de su dignidad y
de los tiempos en que haba de ser manifestada, se habla de la Inmaculada, y vamos
brevemente a ocuparnos en este asunto.
Dice en primer trmino el Beato que el Espritu Santo, por razones que ya no
existen, estuvo obligado a ocultar a su Esposa durante la vida mortal de Ella. Es claro
que no ocult el que Mara era la Madre de Jess, pues este hecho fue notorio a los
Pastores y Reyes en Beln, y al santo anciano Simen en el templo, y despus en
Nazaret y, ms tarde, durante la vida pblica de Cristo, y al pie de la Cruz, y siendo,
por fin, la cuna y antorcha de la naciente Iglesia, en Jerusaln, en Patmos, en Zaragoza
y en todo lugar en donde era menester la presencia de la Madre del Salvador, o lo que
es lo mismo, ni el Espritu Santo, ni su Hijo, Hombre y Dios, ni los apstoles,
escondieron jams la dignidad que de Mara era propia de ser Madre del Verbo
encarnado.
Mara, diremos hablando con precisin, fue perfectamente dada a conocer en
las Escrituras en el orden de la intencin divina. Ahora bien, no aconteci otro tanto en
el orden de la ejecucin, lo que claramente manifiesta el Beato en aquellas palabras:
Dios quiere, pues revelar y descubrir a Mara, la obra maestra de sus manos, en estos
ltimos tiempos.
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Hasta aqu excita a las almas todas a ir en pos de Mara. Y despus, para dar a
entender que se trata de un conocimiento singular de Mara aade: Por tanto es
necesario que, para llegar al exacto conocimiento y gloria de la Santsima Trinidad,
sea Mara conocida como nunca. Esto es, que Mara sea conocida, amada e imitada
por ser Inmaculada especialmente, como nunca.
Y despus nos muestra los caracteres que ha de tener Mara, segn Dios nos la
quiere mostrar ahora, como obra de sus manos. Y as aade la razn 6 y la 7 que
volveremos a copiar.
Dice as la 6: Mara debe brillar en misericordia para atraer y recibir
amorosamente a los pobres pecadores y desviados que se convertirn al seno de la
Iglesia Catlica. Mara, sin pecado, llama a su camino inmaculado a los pecadores de
un modo eficacsimo. Nadie mejor que quien nunca se desva puede atraer al recto
camino a los desviados.
Nuestro Vidente contina:
Mara debe brillar en poder contra los enemigos de Dios, los idlatras,
cismticos, mahometanos, judos e impos obstinados, que se revolvern
terriblemente para seducir y hacer caer por medio de promesas y amenazas a
todos los que les sean contrarios
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Y por ltimo dice el Beato , debe resplandecer Mara en gracia para animar
y sostener a los valientes soldados y fieles servidores de Cristo que combatirn
por sus intereses.
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Y ahora, en el artculo que nos ocupa, nos va a poner ante los ojos a ese ejrcito
en campaa y dispuestos a pelear con la invicta fortaleza de los hijos de Dios. Es, si
queremos, este artculo semejante a la meditacin del Reino de Cristo de los Santos
Ejercicios de San Ignacio de Loyola en el cual la reina Mara muestra a los hombres
las batallas que han de pelear, puesta siempre, por orden divina, a la cabeza de todos los
que la han de seguir, sus amantes hijos y sus fieles esclavos, para conducirlos al Rey
eternal del Penitente de Manresa.
Y para que bien se entienda que son ordenadas divinamente estas luchas, y que
a ellas nos debemos aprestar, y de modo muy especial en estos tiempos que el Beato
califica de ltimos, y, por consiguiente, de extremados en los esfuerzos para vencer que
se hagan en estos combates, empieza por decir nuestro amadsimo Vidente en el
nmero 53 de su admirable obra estas palabras:
De estas ltimas y crueles persecuciones del diablo, que irn aumentando de
da en da hasta que venga el reinado del Antecristo, es de las que principalmente
se debe entender aquella primera y clebre prediccin y maldicin de Dios,
fulminada en el paraso terrenal contra la serpiente. Aprovecharemos la
oportunidad de explicarla aqu para gloria de Mara, consuelo de sus hijos y
confusin de los demonios.
Ms atento nuestro Vidente a lo que quiere decir que a lo que dice, atendiendo
ms exactamente al fondo de la doctrina que expone, que a la manera como lo expone,
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nos dice con ingenua verdad el Beato Luis Mara que Dios no ha hecho ni formado
nunca ms que una sola enemistad, y a rengln seguido enumera la enemistad entre
Mara y el diablo y las enemistades innmeras entre los hijos y servidores de la
Santsima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. En tales palabras, siendo colectivos,
inextinguibles e irreconciliables, los sujetos en lucha, es indudable que las enemistades
sern tantas cuantos sean los ngeles cados con Lucifer y cuantos sean los amantes de
Mara hasta la consumacin de los siglos, teniendo en cuenta que tales incontables
luchas, lejos de aminorarse aumentarn sin fin, ya porque sabe Luzbel que tiene
poco tiempo y menos que nunca para perder las almas; ya porque le cuesta vencer
a los servidores de Mara mucho ms que a los dems hombres.
Esto no obstante, decimos que nuestro Vidente ha dicho sencillsimamente la
verdad cuando afirma, como en este caso, que Dios no ha formado ms que una
enemistad, y cuando dice despus, como leeremos en este mismo artculo, que Dios
no slo ha creado una enemistad sino enemistades, porque es indudable que la lucha
sostenida entre Mara y el diablo, y los hijos de Mara y los hijos del diablo, son una e
idntica lucha desde el paraso hasta nuestros das y desde hoy hasta la consumacin
de los siglos.
Y siendo siempre el mismo el fin, los sujetos y los medios que emplean en lo
sustancial, aunque circunstancialmente varen, y siendo tambin los mismos los
directores de la interminable batalla y los motivos de la pelea, con sobrada razn puede
afirmarse que Dios no ha hecho ni formado nunca ms que una sola enemistad, y
est entre Mara y el diablo, porque Ella es la Generalsima de los unos y ste el caudillo
de los otros. Y as como en lo humano las guerras en donde hay multitud de combates
se denominan como una sola, a las que se da el nombre del general o generales que las
dirigen, as tambin a esta interminable guerra en la que son inacabables los encuentros,
se la puede considerar como una sola y se la da a conocer perfectamente llamndola
guerra entre Mara y Lucifer.
A ms de esto nuestro Beato, de un modo particular, se refera ahora a la lucha
personal habida entre la Mujer de la promesa paradisiaca y la serpiente de la ruina. Por
eso prevalece en las palabras del Beato lo que predomina en su mente y, as, aade
despus como si quisiera apartar de su mente las otras enemistades, estas precisas
palabras:
De manera que la ms terrible de las enemistades que Dios ha levantado
contra el demonio es Mara a quien dio desde el paraso terrestre, a pesar de que
Ella slo exista en la mente divina, tal odio contra ese maldito enemigo de Dios,
tanta industria para descubrir la malicia de aquella serpiente y tanta fuerza para
vencer, aterrar y aplastar a ese orgulloso impo, que l la teme no solo ms que a
todos los ngeles y hombres, sino, hasta cierto punto, ms que al mismo Dios
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el mariano maestro el poder que Mara tiene sobre el infierno que ha llegado a escribir,
como acabamos de leer, que Satans teme a Mara hasta cierto punto ms que al
mismo Dios. Para dejar bien explicado el sentido de estas palabras aade:
[] y esto no porque la ira, el odio y el poder de Dios no sean infinitamente
mayores que los de la Santsima Virgen cuyas perfecciones son limitadas, sino:
1. Porque Satans, dado su orgullo, sufre infinitamente ms al ser vencido y
castigado de una pequea y humilde esclava de Dios. Y la humildad de sta
le humilla ms que el poder divino
2. Porque Dios ha otorgado a Mara un poder tan grande contra los
demonios que ms temen ellos, segn muchas veces han declarado a su
pesar por la boca de los posesos, uno solo de los suspiros de Mara en
favor de algn alma, que las oraciones de todos los santos, y una sola de
sus amenazas ms que todos los otros tormentos
Importa anotar, para que bien quede grabado en el ama de los que de veras y con
toda cristiana sinceridad amen la Esclavitud mariana, algunas palabras de las que
acabamos de transcribir de nuestro angelical Vidente.
Satans, dado su orgullo, sufre infinitamente ms al ser vencido y castigado de
una pequea y humilde esclava de Dios que al ser vencido y castigado por Dios mismo,
luego el gran triunfo de Dios mediante Mara en estos tiempos en que tanto ha de
resplandecer la gloria de Mara, supone a Mara pequeita y esclava en su ms propio
concepto, sin que valga para destruir nuestro aserto la general afirmacin de que Mara,
en relacin con Dios, siempre es pequea y esclava, pues, si esto es verdad, no lo es
menos que Mara en s misma es ms o menos pequea, y, por consiguiente, cuando
haya de triunfar como pequea y esclava ser lo ms propio y perfecto considerarla
como Reina Inmaculada en el primer instante de su ser y no como Reina Madre de Dios,
que supone la majestad de la matrona, y, sobre la perfeccin de la Esclava del Seor,
pone en Mara el poder de la divina Madre con el que toda la maravilla del vencimiento
queda obscurecida. Pues lo extraordinario es que una criatura en todo semejante a la
Eva paradisiaca sea la triunfadora de Luzbel, no siendo tanto de admirar, por cierto,
que venza y castigue al demonio una criatura a la que se somete el Verbo Divino hecho
hombre con dependencia filial.
Clarsimos vislumbres son stos del aumento de culto que haba de recibir Mara
cuando llegaran los tiempos marianos, anunciados por nuestro Beato, en los que el
culto de Mara jovencita, nia, infante, haba de ser el culto especial de la Reina de los
ngeles y hombres.
La aparicin de la Inmaculada en Lourdes es irrefragable testimonio de que esta
poca y culto ya empez.
Gloria a Dios que as ha sabido disponer los caminos de la perfeccin, indicando
a la Divina Infantita como Reina invencible y poderosa para llevar a las almas hasta
lo ms alto de la santidad!
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hermano Abel y Esa a su hermano Jacob, que son las figuras de los rprobos y
de los predestinados.
Los desgraciados esclavos de Satans son los perseguidores, los que odian a los
esclavos de Mara, los cuales, en todo tiempo, estn dispuestos a dar su vida por traer a
sus hermanos pecadores al santo redil de la Divina Pastora, en el que todo es amor de
las almas y deseos del cielo.
Luego nuestro Beato, para alentar a los servidores de Mara a que la sigan, a
semejanza de San Ignacio de Loyola en su meditacin ya citada, asegura a los que
siguen a tal Reina el triunfo ms cabal con estas palabras:
Pero la humilde Mara triunfar siempre del orgulloso demonio y la victoria
ser tan grande que llegar a aplastarle la cabeza en donde reside su orgullo.
Ella descubrir siempre la malicia de la serpiente. Ella disipar sus consejos
diablicos y a sus fieles servidores los librar hasta el fin de los tiempos de las
garras de esta fiera cruel.
Ante palabras tan consoladoras para las almas que tienen fe, qu otra cosa
podremos hacer que no sea ponernos en manos de la singular Reina y ofrecerle todo
nuestro haber y poseer, nuestro entendimiento y voluntad, y desde este mismo instante
entregarle nuestra libertad para quedar de Ella como esclavos de amor, enteramente
ligados a su servicio, como cosa y posesin suya?
Hemos llegado a la cumbre proftica que el espritu divino infundi en la mente del
bienaventurado Luis Mara Grignion de Montfort. Nada hay en la admirable obra La
verdadera devocin a la Santsima Virgen que sea comparable a este proftico III
del artculo IV con el que termina el captulo primero de la diamantina obra que venimos
exponiendo.
Es el ro de las divinas marianas misericordias que ha venido represndose hasta
este punto en el corazn del ardentsimo Beato con ansias de desbordarse.
Es el mar de las humanas miserias que han batido sin cesar con sus encrespadas
olas el acantilado del alma frrea de nuestro Vidente hasta que, roto el dique de
contencin, ha saltado majestuoso y potente desde la inconmovible roca de la
omnipotencia suplicante de Mara, iluminada por los infinitos esplendores del Verbo
eterno, anegando en sus aguas regeneradoras los extravos todos de la humanidad, la
cual ve surgir de su deteriorado seno hroes invictos, sembradores de todos los grmenes
de los ms sabrosos frutos y de las ms regaladas flores de que jams gozaron los
hombres.
Es plyade inmensa, ms por su calidad que por su nmero, de esclavos de
Mara que arrebata el alma de nuestro enajenado Vidente a la contemplacin en xtasis
divino de las incomparables hazaas de los hombres que haban de venir.
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Pequeos, pobres, rebajados ante los otros, hollados y oprimidos, esto es,
nfimos. Este es el verdadero carcter de los esclavos delante de los hombres, que no
es otra cosa el taln respecto a las dems partes del cuerpo.
Pero si ante s mismos y delante de los hombres han de ser nfimos los esclavos,
no sern lo mismo delante de Dios, pues por los esclavos despreciadores de toda humana
gloria y anonadados a s mismos y hechos verdaderos nios, estar la cristiana doctrina
de exaltar en la presencia divina a los que de veras se humillaren y cuanto se humillaren,
y como nadie ha de aventajar a los esclavos en dejacin propia, tampoco nadie los ha
de exceder en gracias, y por esto muy fundamentalmente contrapone nuestro muy amado
Vidente lo nfimo de los esclavos, que antes hemos ponderado, con la suprema
exaltacin de santidad con que los esclavos han de resplandecer delante de Dios.
As continua nuestro Beato en el mismo nmero 58 que comentamos:
Pero, en cambio, sern ricos de las gracias de Dios que Mara les distribuir
abundantemente, grandes y exaltados en santidad delante de Dios, superiores a
toda criatura por su celo inflamado, y tan fuertemente apoyados en el socorro
divino que, con la humildad de su taln en unin de Mara, aplastarn la cabeza
del diablo y harn triunfar a Jesucristo.
En leyendo el final del nmero 58, el espritu queda absorto ante la contemplacin de
tanta sublimidad basada sobre tan profunda humildad. Mara suscitar a sus humildes
esclavos y a sus pobres hijos para que hagan la guerra a Satans. Sern nfimos, como
ya hemos dicho, y sobre ese fundamento de suprema abnegacin se levantarn los
esclavos suscitados por Mara, ricos de la gracia de Dios, exaltados en santidad,
superiores a toda criatura, y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que con la
humildad de su taln, en unin de Mara, aplastarn la cabeza del diablo y harn triunfar
a Jesucristo.
Ante cualidades tan singulares, ante derrota tan completa del diablo, y ante
triunfo tan cabal de Jesucristo, contemplado todo en los humildes esclavos que suscitar
Mara, confesamos que nuestra alma se estremece sobrecogida por tanta grandeza y,
temblorosa, nuestra mano no acierta a expresar la sublimidad que embarga nuestro
espritu. Y lo que nos sorprende sobremanera es que, habindose hablado ya tanto de
Esclavitud mariana, no haya habido quien concrete la existencia de estos humildes
esclavos superiores a toda criatura.
El inters especial hasta hoy es considerar toda la Esclavitud como de todos,
ms, nos atrevemos a decir que en torno de los que han concretado ese escuadrn
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No puede ser de la generalidad ser nfimos, como no fue comn de todos ser
menores, aunque s fue, y puede ser general, que hoy se informen, como en otro tiempo
se informaron grandes ncleos sociales del espritu de pobreza de San Francisco y
asimismo de las prcticas religiosas y enseanzas de las dems rdenes y
congregaciones religiosas.
Y nadie se atrever a defender que alguna de las ya existentes sea la deputada
para tener este nuevo espritu y propagarlo, y defenderlo, y vivirlo, como no sea
admitiendo que tal orden o congregacin religiosa deja de ser lo que fue para convertirse
en otra.
Y para qu insistir en lo que es evidente? La vida heroica determinada tiene
tambin sus hroes propios, tal es la vida de los esclavos, humildes, pobres, pequeos,
rebajados, hollados, oprimidos
Mas, cundo y cmo ser esto?, deca nuestro Beato. Slo Dios lo sabe.
A nosotros slo nos toca callar, rogar, suspirar y esperar: Expentans expectavi.
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Esto es lo que ense Pio X segn indicamos antes, que a pesar de las
tempestades en contra del supernaturalismo y de los piratas que esclavizaron a las almas
ante el vil materialismo, Ella, la Inmaculada, por el hecho de ser concebida en gracia,
impone el sobrenaturalismo y todos los medios conducentes a l.
Y porque Ella es el arsenal en donde se encuentran todos los medios
destructores de los errores modernos en el universo mundo, los esclavos, los ntimos
especialmente conocernaade nuestro Vidente, las grandezas de esta Soberana y
se consagrarn enteramente a su servicio como sus sbditos esclavos de amor.
Y cuando estos esclavos atrados hacia la Inmaculada por su poder para calmar
tempestades y reducir piratas, queden cautivos de la hermosura celestial de esa divina
Reina que acaba de nacer, entonces, sigue escribiendo el maestro de Montfort:
experimentarn sus dulzuras y sus bondades maternales y la amarn tiernamente,
como hijos predilectos.
Oh!, s, Soberana Recin nacida, t sabes cmo regalas a los que te aman y la
sinceridad y ternura con que te sirven tus hijos predilectos, que son tus ms perfectos
esclavos.
T, Soberana Recin nacida, eres la preciosa margarita del Evangelio escondida
en el inmenso abismo de la humildad, joya riqusima que slo hallan los que reciben el
reino de Dios con la sinceridad de los nios.
T eres la Reina que menosprecian los sabios y prudentes del mundo y en la
que encuentran inexhausto tesoros de dulzuras y bondades los pequeuelos.
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nos muestra a los esclavos en relacin con los sacerdotes, y as dice, segn otra
traduccin de ese mismo nmero, anterior a la que seguimos: Sern como brasas
encendidas en medio de los ministros del Seor.
De cualquier modo que se traduzca la frase del Beato, la significacin, en
ltimo resultado, es la misma y tan altamente recomendadora de los esclavos que, por
esta cualidad sola, podra ya decirse de ellos lo que antes ha escrito el de Montfort,
que sern superiores a toda criatura por su celo inflamado. In spritu et virtute Eliae
ardern estos servidores de Mara y, como brasas encendidas en las vivas llamas del
amor, comunicarn ese mismo fervor de caridad a los sacerdotes entre los que vivan,
o, de otro modo, sern como chispas ardentsimas que se desprendern del celo de los
ms fervorosos sacerdotes, centellas de muy subido amor, que sern viva lumbre en
que se derritan los ms duros corazones sacerdotales, moldendose en el crisol de la
penitencia para emprender los caminos de la Esclavitud, o sern como flechas agudas
en la mano de la poderosa Mara para herir a sus enemigos, a los enemigos de Dios,
porque no otros sacerdotes sern los enemigos de Mara que aquellos que, regateadores
de la gloria de Ella, obscurezcan la divina.
Sern estos Esclavos de Mara vivos trasuntos del Bautista en medio de los
sacerdotes del Seor, modelos en todas las virtudes y prontos a todos los sacrificios
para servir de ejemplares a los sacerdotes que viven en el mundo y hasta a los que
hicieron votos de perfeccin.
Sern, diremos finalmente para concluir, sacerdotes humildes y obedientes
como Mara Recin Nacida que, inspirando en ellos el espritu de la propia nada, los
har aptos para anonadarse con Cristo Eucarista en cuyo foco de luz y de calor divinos
se inflamarn los esclavos de Mara para ser brasas que enciendan a todos los
sacerdotes en el gneo espritu de Jess, que no vino a este mundo a otra cosa que a
traer el fuego del amor divino del que todos participaremos cuando los sacerdotes,
inflamados por los esclavos, puedan decir que todo lo hacen para cumplir la voluntad
de Jess; ad implendam Jesu voluntatem. A.I.I.V., porque es bien sabido que en el
crisol de la obediencia es donde se aquilata la perfeccin de la caridad. Bienaventurados
los esclavos que han de ser, quizs sin ellos pretenderlo, el fuego que encienda en
vivas ansias de la gloria de Dios y de la salvacin de las almas, hasta a los mismos
sacerdotes de toda clase y condicin, con lo que bastara, como indicbamos al principio,
para llamar a los esclavos de Mara cedros del Lbano en comparacin de los dems
santos.
Despus de haber hecho notar nuestro iluminado Beato la cualidad ms
preeminente de los servidores de la Virgen, nos muestra otra segunda que est en
relacin, salvo meliori, con la influencia que han de tener los esclavos con el pueblo
cristiano en general. He aqu como escribe en el nmero 61 de La Verdadera devocin:
Sern hijos de Lev, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y bien
unidos a Dios, los cuales llevarn el oro del amor en el corazn, el incienso de
la oracin en el espritu y la mirra de la mortificacin en el cuerpo, y por todas
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partes sern buen olor de Jesucristo a los pobres y a los pequeos, mientras que
sern olor de muerte para los grandes, para los ricos y para los orgullosos.
Los esclavos sern sacerdotes de legtima vocacin divina y por eso soportarn
invictos todas las tribulaciones, tanto interiores como exteriores y, a la manera del Real
Profeta, podrn repetir en todo momento: Multi qui persequuntur me et tribulant me:
a testisnoniis tuis non deolinavi . Y tanto ser el amor que los una a Cristo que,
fortalecidos por la divina gracia, siempre podrn decir con San Pablo: Quis me
separabit a caritate Christi? Y renovarn su juventud constantemente avivando las
fuerzas de su amor meditando en el Amado que les hablar y les derretir el alma para
mejor conformarlos en Mara y as hacerlos ms perfectos hermanos de l.
Los esclavos harn cuanto puedan de su parte para ms asemejarse al Rey,
castigarn su cuerpo para reducirlo a servidumbre, y tanto, que podrn mostrar al
mundo evidentes seales de la Pasin de Cristo. Y, quin dudar que los tales esclavos
exhalarn en donde quiera el olor de los pursimos ungentos de la virtud de Cristo?
En pos de ellos sern atrados los pobres y los pequeos, porque en ellos hallarn sus
ms perfectos amigos y compaeros, pues los esclavos sern los ms perfectos
despreciadores de toda riqueza exterior alcanzando en sus espritus lo supremo de la
pobreza, y sern tambin lo supremo de la pequeez porque en s, y en su Reina, y en
su Rey, han de emular la perfeccin de la niez, hacindose nfimos por ser inferiores
a todos, y por esto, sin intentarlo, sern olor de muerte para los grandes, para los
ricos y para los orgullosos.
Ay de los grandes que menosprecian y escandalizan a los pequeuelos!
Ay de los ricos que encienden con sus avaricias las codicias de los pobres
instigando el espritu de odio en ellos!
Ay de los orgullosos que se juzgan superiores a los dems hombres!
Fariseos, razas de vboras, sepulcros blanqueados, as llama a todos stos el
divino Esclavo.
A la clarsima luz del prisma de la divina inspiracin, continua nuestro glorioso
Vidente examinando bajo otros aspectos a los esclavos que ha de suscitar Mara. En
el nmero 62 los contempla en relacin con el mundo todo y as prorrumpe en este
hermossimo himno de alabanzas, digno de los mis perfectos imitadores de San Pablo.
Escribi as:
Sern como nubes atronadoras que volarn por los aires al menor soplo del
Espritu Santo y que, sin apegarse a nada, sin extraarse de nada, ni preocuparse
de cosa alguna, descargarn la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna,
tronarn contra el pecado y retumbarn contra el mundo, herirn al diablo y a
los suyos y atravesarn de parte a parte, para la vida o para la muerte con el
cuchillo de dos filos de la palabra Dios, a todos aquellos a quienes sern enviados
de parte del Altsimo.
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Casi a la letra podr ponerse por obra de hoy, en ms esa comparacin que
emplea el Vidente de Montfort de que los esclavos sern como nubes, que volarn por
los aires al menor soplo del Espritu Santo.
La figura del apstol que recorre a pie las grandes extensiones y que tarda meses
en hacer viajes pierde hoy actualidad. No queremos decir con esto que no nos deleita
contemplar a los apstoles que han de trabajar en puntos cercanos recorriendo las
pequeas distancias a pie, como verdaderos pobres, que con esas caminatas no pierden
das que valen ms que lo gastado en trenes y vapores. Nos referimos a los verdaderos
vuelos de los apstoles del mundo que hoy, o muy pronto, podrn ir en dos das desde
Europa a Amrica.
Los misioneros esclavos volarn por los aires al menor impulso del mandato de
sus superiores, como verdaderas nubes cargadas del refrigerante roco y del fuego
abrasador de la divina palabra y, despus de haber derramado lluvia fecunda y fuego
abrasador en un lugar, podrn volar facilsimamente a muy larga distancia para producir
los mismos efectos.
Estas mismas condiciones materiales facilitarn aquellas otras cualidades
espirituales de los esclavos misioneros de no apegarse a nada, por hermoso, rico o
atrayente que sea. Ni se extraarn de nada terreno ni humano porque en poco tiempo
les ser comn el conocimiento de todos los lugares y personas. Ni se preocuparn por
nada que pueda acontecerles, puesto que bien pronto sern actores y espectadores de
sucesos muy distintos. Todo esto aparte de que ser tanto el desprendimiento de las
criaturas de estos esclavos, que ha de suscitar Mara, que olvidados de todas las cosas
de ac ahajo y de s mismos, no tendrn ms ansia en su alma que la de cumplir la
voluntad de Jess imitndolo en todo, sin acertar de s mismos a tener otro cuidado
que a inquirir constantemente la voluntad de Jess, repitiendo con el Apstol: Domine,
quid me vis facere,
Y por esta dejacin de todas las cosas y abandono perfecto de s mismos, sern
los ms poderosos enemigos del mundo, del diablo y de los secuaces de ste, pues la
sencillez que resplandecer en la palabra de los esclavos la har irresistible, y la
sinceridad que la avalore de tal modo la har avasalladora, que las almas a quienes
sean enviados de parte del Altsimo o se adherirn a ellos con el ms profundo
convencimiento y el ms fervoroso entusiasmo, o rugirn furiosas, en su soberbia, en
contra de los humildes enviados del Seor con diablica impenitencia.
De todas estas luchas, entre Mara y Lucifer, los esclavos de Mara y los
esclavos de Lucifer, las ms admirables sern las que se efecten para arrancar de su
estado pertinaz de odio a Cristo a los judos y mahometanos, luchas de titanes que
sealarn en la historia de la Iglesia los herosmos incomparables de la poca de Mara.
Despus de haber anotado nuestro admirable Beato la influencia que han de
ejercer los esclavos entre los sacerdotes, entre los catlicos y entre los anticatlicos,
esto es, en relacin con todos los hombres y, por consiguiente, con todos los lugares
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Con la ayuda del Seor de las virtudes podrn stos apstoles, nfimos esclavos,
arrancar la hipcrita o descarada impiedad de los gobiernos engendrados por el satnico
liberalismo, la manifiesta hereja de las universidades, el laicismo de la escuela, el
civismo del matrimonio y de los cementerios, los abusos del capitalismo y las miserias
fsicas y morales del pauperismo, los miles estragos que la prensa aconfesional origina
por su falta de fin determinado y por la ligereza de conciencia con que emplea toda
clase de medios para conseguir sus fines, generalmente egostas.
Ellos lucharn para domear a la bestia del Apocalipsis, domando con la
civilizacin catlica a todos los pueblos mahometanos, ellos se afanarn sin descanso
para desenmascarar las arteras de los judos en contra de la Iglesia y para hacerles
reconocer al Cristo como al Mesas prometido.
Pero, qu harn para conseguir tales triunfos? Sern verdaderos pobres de
espritu, despreciadores de toda honra y riqueza y, en esa generosa abnegacin, hallarn
la libertad invicta de los hijos de Dios y la seguridad de conseguir el triunfo del reino de
Cristo en las almas mediante el de Mara y, por eso, sern lumbre del sacerdocio
catlico, de los eclesisticos y de los clrigos y, a pesar de tener entre ellos los nidos
de sus amores y de su quietud y reposo, volarn como nubes, impulsados por el soplo
de la obediencia, para buscar donde quiera la gloria de Dios y la salvacin de las almas.
Y cuando vuelvan a vivir en medio de otros sacerdotes, eclesisticos y clrigos,
no habrn dejado otra cosa en los lugares en que hallan predicado que lo que constituir
el tesoro de esos esclavos, el oro de la caridad de Dios y del prjimo que es igual al
cumplimiento de toda ley.
Hermosa frase que expresa el espritu invencible de la Esclavitud mariana.
Tanta caridad habrn infundido los esclavos en las almas entre las que hayan
trabajado, cuanto sea el espritu y prctica de obediencia a toda ley que aprendan los
hombres en todos los lugares en donde prediquen los esclavos, no teniendo por
verdadero fruto de caridad el que no se manifieste en obras de sincera obediencia a la
ley de Dios y a las legtimas leyes de los hombres, tanto eclesisticos como civiles. Son
los esclavos, como ya dijimos, los destructores del espritu de insubordinacin universal
de nuestros tiempos.
Como si quisiera nuestro Beato hacer el resumen de cuanto ha dicho
expresndolo en las menos palabras posibles para que ms grabado se quede en las
almas el concepto del esclavo, por lo que afecta en su forma interior principalmente,
escribe aquellas palabras que ya hemos ledo en el nmero que exponemos las cuales
son la ltima parte de l y revelan el carcter genuino y especial de la Esclavitud.
Nosotros nos atreveramos a decir que ellas son una perfecta definicin de los esclavos.
Sern verdaderos discpulos de Jesucristo que, caminando sobre las huellas de
su pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad. He aqu el gnero prximo.
Ensearn el camino de Dios en la verdad pura, segn el Santo Evangelio y
no segn las mximas del mundo, sin preocuparse ni hacer acepcin de nadie, sin
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perdonar, escuchar ni temer ningn mortal por poderoso que sea. He aqu la ltima
diferencia.
Definicin que, si bien se la mira, y si se suprimen las frases que no son nada
ms que amplificaciones, quedara reducida a esta precisa forma: Los esclavos que
Mara suscitar sern verdaderos esclavos de Jesucristo que ensearn el camino de
Dios la verdad pura. No es posible decir ms en menos palabras.
Hace muchos aos que omos decir a un sacerdote recto y sabio, y enamorado
de la Esclavitud, estas palabras que se grabaron en nuestra alma tan indeleblemente
como el recuerdo cariossimo de la persona que las deca: La Esclavitud es la
traduccin sincera del espritu cristiano.
Es la sinceridad de la fe divina dando vida al esclavo de Cristo en Mara. Es el
verdadero discpulo de Jess que en todo momento repite: Ad implendam Jesu,
voluntatem. Es el alma que [se] fija en Dios y nada ms que en Dios, slo estima lo
que glorifica a Dios tenindolo todo por nonada si no sirve para mejor hallar a Dios.
Y por eso, con muy santa indiferencia, recibe de Dios lo mismo la salud que la
enfermedad, la riqueza que la pobreza, el honor que el deshonor, la vida larga que la
vida corta y, es tanto su deseo de slo vivir de Dios y para Dios, que cuando l ha de
sealarse el camino, siguiendo el trazado por san Ignacio de Loyola, solamente desea
o elige aquello que ms le conduce al fin para que ha sido criado, expresin felicsima
del penitente de Manresa que encierra la ms alta perfeccin y que seala, nos
atreveramos a decir sin rebozo alguna, el punto inicial de la perfeccin en que han de
ejercitarse los esclavos que haba de suscitar Mara, segn la expresin del Vidente
de Montfort.
Superiores a toda criatura en Santidad!
Como cedros del Lbano en relacin con los dems santos!
En donde terminaron los ms grandes santos, deben empezar los nfimos
esclavos!
Misterio de la gracia!
Prodigios de la Inmaculada Mara! Adoremos los designios del Seor!
Oh!, almas que sents con la sinceridad de la ms viva fe el quam foetel terra
dum coelum aspicio y movidas por esa repugnancia a lo terreno slo os encanta el grito
glorioso de guerra, Ad majorem Dei gloriam.
Oh!, almas que saboreis el pati aut mori y el pati et contemni pro te, venid,
venid a morar en el hueco de la pea de la Esclavitud transformados en Cristo y vea el
mundo con asombro que nada ser capaz de romper la cadena con que los esclavos
se unieron a Cristo por Mara, ni el hambre, ni la sed, ni la desnudez, ni los peligros, ni
la persecucin, ni el poder del ms poderoso de sus enemigos, ni el de todos juntos,
ser bastante para que ellos se preocupen, ni hagan acepcin de personas, ni toleren, ni
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escuchen ni teman a los que deban ser reprochados en sus crmenes, en sus vicios, en
sus errores.
Los esclavos dirn la verdad toda, entera, perfecta, y desharn las fbulas, y
descubrirn las ficciones de esta mentida poca que pasa y que nos deja, como
sntesis de todos sus engaos, al fementido Modernismo, suprema ficcin que hara por
s sola necesaria la existencia de la sublime sinceridad de los esclavos.
Por ms que dijo nuestro sin igual Vidente en el nmero anterior, en fin ,
no por eso ha concluido este divino prrafo que comentamos, rstanos todava leer el
nmero 64 que dice as:
En su boca tendrn el cuchillo de dos filos de la palabra de Dios. Sobre sus
espaldas llevarn el estandarte ensangrentado de la Cruz, en la mano derecha el
crucifijo, en la izquierda el rosario, y en su corazn los sagrados nombres de Jess
y de Mara, y en toda su conducta la molestia y la mortificacin de Jesucristo.
He aqu los grandes hombres que han de venir, pero a quienes Mara formar
por orden del Altsimo, para extender su imperio sobre el de los impos, idlatras
y mahometanos. Mas, cundo y cmo ser esto? Slo Dios lo sabe. A nosotros
slo toca callar, rogar, suspirar y esperar. Expectans expectavi.
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Pero, aunque tantos asuntos dejamos pasar por alto, no porque sean de menos
importancia, sino, porque no hacen tan directamente a nuestro general propsito, no
daremos por terminado este asunto sin que mostremos cumplidas, a lo menos en
principio, las esperanzas del Beato Luis Mara Grignion de que haba de realizarse
todo lo que l haba profetizado.
.
Mas, cundo y cmo ser esto?, habase preguntado el montfortiano maestro,
y l mismo diose por respuesta estas misteriosas palabras que hoy nos atrevemos
a calificar de evidentemente cumplidas: Slo Dios lo sabe a nosotros slo nos toca,
callar, rogar, suspirar y esperar. Expectans expectavi. Para nuestro Beato tan ignoto
era el cundo cuanto el cmo haban de realizarse las admirables maravillas de la
gracia que acababa de profetizar.
Por lo que toca al cundo, intentaremos dar ahora respuesta cumplida, a nuestro
modo de entender, por lo que se refiere al cmo, aguardaremos a contestar cuando
lleguemos a tratar este asunto, segn las enseanzas que el mismo Beato nos ha de
dar referentes a esta cuestin ms directamente tratada en otro lugar de La Verdadera
devocin a la Santsima Virgen.
Que ha llegado el tiempo en que los esclavos de Mara han de ser ya una
realidad viviente en el mundo, es indudable. Esta es una verdad que est en el
ambiente de la Iglesia en estos tiempos. Bastara recorrer los programas de estudios de
los siete Congresos Internacionales Marianos celebrados hasta hoy, para deducir que
han sido ms o menos claramente montfortianos.
En todos se ha buscado el modo de propagar el espritu de la Esclavitud
Mariana, enseado por el Beato Grignion de Montfort y, por referirnos especialmente
al ltimo del que fuimos testigos presenciales y en el que el autor de estas lneas
colabor en la medida de sus fuerzas, recordamos un tema de la Seccin de
Propaganda que dice as: Propagande organise de la vraie devotion a Mare
enseigne par le B. Grignion de Montfort. Proposicin que est en perfecta armona
con la siguiente conclusin del primer Congreso Internacional Mariano, celebrado en
Friburgo, que dice as:
El Congreso accede a los deseos expresados por gran nmero de cardenales,
obispos y telogos, y hace pblico su voto para que esta devocin se difunda
entre los fieles y sealadamente entre los clrigos y religiosos.
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hasta los confines del orbe, y se goce de perfecta paz, tranquilidad y libertad
[], y para que todos los que yerran, apartada la ofuscacin de la mente,
vuelvan al sendero de la verdad y de la justicia y haya un solo redil y un
solo Pastor.
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Qu frase tan digna de ser meditada en este caso es aquella que acabamos
de leer:
Tantos y tan grandes beneficios concedidos por Dios, mediante la bienhechora
intercesin, de la Virgen en estos cincuenta aos que pronto van a cumplirse
Por qu no han de convencernos de que la hora de nuestra salud est ms cercana
de cuanto hasta aqu creamos?
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Es claro que sta es la visin del triunfo consumado que supone el periodo
de iniciacin, de preparacin y de lucha, pero, no estamos nosotros ciertos del
triunfo de nuestra fe divina sobre los ardides e industrias e ingeniosidades de los
hombres? No sabemos, acaso, que las persecuciones y luchas agigantan a los
apstoles? No omos, por ventura, a los hombres de gobierno, de orden, de las
derechas, clamar por el resurgimiento del espritu de Cristo en la sociedad?No son
los apstoles de estas luchas los esclavos que suscitar y formar la Inmaculada por
orden del Altsimo?
Luego los esclavos sacerdotes, religiosos, personificacin del espritu enseado
por el Beato Grignion, deben estar ya en el mundo, quin sabe si como el paraltico
de la piscina, tal vez como Lzaro en el sepulcro, pero aguardando que suene la
voz del divino Restaurador que diga: Levntate y anda
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Artculo I
VERDADES FUNDAMENTALES
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Para el iluminado Beato no hay ms que un trmino, un fin, una meta, y todo
lo que no sea eso es accidental, es indiferente, es como nada. Por eso, en todo lo
que ha dicho antes, no ve ms que una sola cosa: la necesidad que tenemos de la
devocin a la Santsima Virgen.
Despus en el mismo nmero continua diciendo lo que va a tratar en este
captulo segundo con palabras tan concisas como las anteriores. Helas aqu: Debo
ahora decir en qu consiste esta devocin.
No puede expresarse de manera ms breve y clara el asunto en que ha de
ocuparse nuestro mariano maestro en este captulo. Nos va a hablar de la necesidad
de la devocin a Mara en general.
Y para prevenir mejor al lector para el conocimiento de La verdadera devocin
a la Santsima Virgen y disponerlo a la devocin que l pretende ensear, dice stas,
no menos concretas, palabras, con las cuales termina toda la brevsima introduccin
que hace a este captulo. Dice as:
Lo cual har, con la ayuda de Dios, despus de dejar sentadas algunas verdades
fundamentales que darn luz sobre esta grande y slida devocin, que intento
descubrir.
Que darn luz sobre esta grande y slida devocin que intento descubrir!.
He aqu la grande empresa del Beato Luis Mara. Por eso, los mismos esclavos, no son
ms que instrumentos de esa devocin especial. Sern esclavos porque practicarn esa
devocin y para ensearla, propagarla y defenderla sern los esclavos.
El tesoro, pues, es la devocin que nos va a descubrir el Beato despus que
nos hable de la devocin a Mara, en general, y de que nos exponga las verdades
fundamentales de que tratar en el prrafo primero de este artculo primero que sigue
ahora.
PRIMERA VERDAD
JESUCRISTO,
Una sencillsima anotacin conviene hacer antes de empezar a leer este , y es,
que, al decir nuestro montfortiano maestro, Jesucristo, nuestro fin ltimo, se refiere al
asunto de que trata, de la devocin, y al fin mediato de la devocin que es
transformarnos en Cristo, no ciertamente a nuestro fin ltimo absoluto y mediato que
es y no puede ser otro que la divinidad.
En el n 66 dice as nuestro Beato:
El fin ltimo de todas nuestras dems devociones no debe ser otro que
Jesucristo, nuestro Salvador, verdadero Dios y verdadero hombre; de lo contrario
estas doctrinas seran falsas e ilusorias.
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Dios lleva a la gloria a los que se hacen conformes a la imagen de su Hijo, esto
es, a los que en todo sienten, piensan, quieren y obran como Jess, supremo Maestro
en el cumplimiento de la divina voluntad, pues l no vino a otra cosa que a hacer la
voluntad de su Padre que lo haba enviado. Pero l vive entre nosotros, l ha querido
quedarse con los hombres hasta la consumacin de los siglos, no slo en su espritu,
en sus enseanzas, en sus ejemplos; se nos ha quedado vere realiter ac substantialiter
en el sacramento por excelencia, en el sacramento de su amor.
Jesucristo dio muerte a la muerte y vive y vivir por los siglos de los siglos
en el Sacramento del Altar, con vida Eucarstica inefable, para aleccionarnos con los
ejemplos de la ms alta perfeccin y, por eso, toda devocin que no tenga por fin a
Jesucristo, no encuentre en l toda su consumacin, es falsa e ilusoria. Y cuando
decimos en Jesucristo, nos referimos a Jess Eucarista. l, as concreto, es el ltimo
fin nuestro, como dice el Vidente monfortiano. Sin Cristo Sacramentado, en religin,
todo es falso e ilusorio.
Bien claramente y muy a pesar suyo ha comprobado esta verdad el inerte
Protestantismo, sin luz, sin vida, sin calor. El que, soberbio, quiso reformar al mundo
con hipcrita amor a Cristo y llev a la humanidad a los abismos de muerte en que
se encuentra por haber repudiado la realidad del augusto Sacramento de la Eucarista.
Y como hecho perfectamente confirmado por el mismo Protestantismo, no
olvidemos que los que repudiaron a la Eucarista despreciaron el culto de Mara.
Nosotros nos atreveramos a concretar las palabras del Beato diciendo que Jess
Sacramentado es el fin prctico a que nos han de conducir todas las devociones,
siendo falsas todas las que no se propongan a l por fin.
En el mismo nmero 66 contina diciendo: Jesucristo es el alpha y la omega,
el principio y el fin de todas las cosas. Palabras llenas de toda verdad, como tomadas
de la Sagrada Escritura.
Jess es el arquetipo de todo lo creado. En l y por l fueron hechas todas las
cosas, y, si no fueran para l, nada se hubiera hecho de cuanto existe.
Las criaturas racionales fuimos creadas para que sirviramos de pueblo al
Primognito. Por l somos y por l slo hallaremos la vida eterna.
Y porque es as, seguimos leyendo en este mismo preciossimo nmero, que no
es otra cosa que un magnifico himno en loor de la divina realeza de Cristo para
confundir a los protestantes y jansenistas, estas otras palabras: Si trabajamos, slo es,
como dice el Apstol, para hacer a todo hombre perfecto en Jesucristo.
Estas palabras tienen sabor a defensa y a reproche. Es una especie de invectiva
en contra de los falsos devotos de Mara, y, por consiguiente, ficticios cristianos que
velan su mal espritu tras la hipcrita apariencia o el exagerado escrpulo.
Cuanto trabajamos dice, el Beato a sus impugnadores crticos, todo es porque
Cristo sea conocido y amado. Nosotros todo lo que no es Cristo lo tenemos por bien
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despreciable y slo anhelamos que las almas sean vaciadas en el Hombre nuevo. Ni la
devocin a la Santsima Virgen, por la que tan vehementemente propugna el
bienaventurado Luis Mara Grignion, mereciera sus miradas si no fuera que esa
devocin nos ayudara tanto para ir a Cristo, le oiremos decir con toda firmeza.
Y para que ms nos convenzamos de que l slo busca para s y para las almas
todas la perfeccin en Cristo, contina dando las razones que se le ofrecen y que
confirman las que acabamos de leer. Si trabajamos, slo es, como dice el Apstol, para
hacer a todo hombre perfecto en Jesucristo por los motivos siguientes que nos da en el
mismo nmero 66: Porque slo en l habita toda la plenitud de la divinidad y todas
las dems plenitudes de gracia, de virtudes y de perfecciones.
Como veremos, todas las razones o motivos que aduce nuestro Beato para
convencernos de que debemos ser regenerados en Cristo y en slo l, son tan
fundamentales como la misma palabra divina.
En la primera que acabamos de copiar claramente se leen estas palabras, del
Apstol a los Colosenses, cap. II, v. 9: In ipso habitat omnis plenitudo divinitatis.
No son menos terminantes estas otras que se leen en Isaas, cap. XI, v. 2:
Requiescet super eum spiritus Domini, spiritus sapientiae et intellectus, spritus
consilli et fortitudinis, spritus scientiae et pietatis, et replebit eum spiritus timoris
Domini.
El espritu menos versado en las catlicas doctrinas, a poco que haya odo
hablar en cristiano, recordar haber odo mil veces las siguientes frases que a
continuacin copiamos del Beato Luis Mara y que son palabras todas de la Sagradas
Escrituras. Y porque son tan comunes y por no hacer a nuestro caso directamente
omitimos copiar y citar los textos y lugares en que se leen.
Nuestro admirable Vidente hablaba en su libro a jansenistas y protestantes y
por eso se esfuerza en este nmero 66 en manifestar claramente que para l, como
para todo cristiano, Cristo es el Rey divino y todo lo que aparte de l es reprochable
y, por el contrario, digno de amor todo lo que a l nos conduzca.
Y para que nadie pueda acusarlo de que l pretende menoscabar la realeza
suprema de Jesucristo, no contento con lo dicho, aade:
Porque slo en l hemos sido bendecidos con bendicin espiritual, porque l
es el nico Maestro que debe ensearnos, el nico Seor de quien debemos
depender, la nica Cabeza a quien debemos estar unidos, el nico Modelo a
quien debemos conformarnos, el nico Mdico que debe curarnos, el nico
Pastor que nos debe alimentar, el nico Camino que debe conducirnos, la nica
Verdad que debemos creer, la nica Vida que nos debe vivificar, y nuestro
nico Todo que en todas las cosas nos debe bastar. Debajo del cielo ningn
otro nombre se nos ha dado para que por l seamos salvos ms que el nombre
de Jess. Dios no nos ha dado otro fundamento para nuestra perfeccin y para
nuestra gloria que a Jesucristo.
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Todo edificio que no descanse sobre esta piedra firme est fundado sobre arena
movediza y caer infaliblemente, tarde o temprano. Todo fiel que no est unido
a l, como un sarmiento a la cepa de la vid, caer, se secar y slo servir
para echarlo al fuego.
Fuera de l
condenacin.
slo hay
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de todas las cosas en Cristo porque, quin no ver que no hay camino
ms seguro y expedito que Mara para llegar a Cristo y unirse a l y obtener,
por su medio, la perfecta adopcin de hijos de manera que seamos santos e
inmaculados a los ojos de Dios?
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de Cristo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazn est lejos de
m.
Porque no es sincera devocin a la Virgen sino aquella que nace de la
voluntad, ni en este punto valen de nada las obras exteriores si van separadas de
las del nimo. Estas obras interiores han de tender nicamente a conseguir que
en todo obedezcamos los preceptos del divino Hijo de Mara, pues si solo es
verdadero amor aquel que une las voluntades, necesario es que la voluntad de
Mara y la nuestra sean una sola para servir a Cristo Nuestro Seor. Porque
aquello mismo que la prudentsima Virgen dijo a los criados en las bodas de
Can nos lo repite ahora a nosotros: Haced lo que l os diga. Y el precepto
de Cristo es este: Si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos.
Unir al Verbo Divino con la humanidad para formar al Hombre Dios,
reparador del gnero humano, y unir a los hombres con Cristo mediante la
obediencia, el ms duro de todos los lazos suavizado con las dulzuras de la
caridad, ese es el oficio singularsimo de Mara, cautivadora de Dios y
transformadora del hombre en Cristo, puente que une el cielo con la tierra y
acueducto que trasmite las gracias de Cristo a los hombres. Eso es Mara para
la Iglesia Catlica y eso, y nada ms, es para nuestro amadsimo maestro de
Montfort. Y que es as efectivamente bien lo comprueban las siguientes palabras
del nmero 68. Dicen as:
A Vos me dirijo yo en estos momentos, amabilsimo Jess, para quejarme
amorosamente a vuestra Majestad de que la mayor parte de los cristianos,
aun los ms instruidos, no conocen el enlace necesario que existe entre
Vos y vuestra Santsima Madre. Vos, Seor, estis siempre con Mara y
Mara est siempre con Vos, y no puede estar sin Vos, pues de lo contrario,
dejara de ser lo que es. Ella est de tal manera transformada en Vos por la gracia
que ni vive ni es nada en realidad, sino que Vos, Jess mo, sois quien vive y reina
en Ella ms perfectamente que en todos los ngeles y bienaventurados,
Ah!, si los hombres conocieran la gloria y el amor que Vos recibs en esta
criatura admirable, tendran hacia Vos y Ella muy distintos sentimientos de los
que al presenten abrigan. Tan ntimamente unida est Ella a Vos, que antes se
separara la luz del sol y el calor del fuego, digo ms, antes se separara de
Vos a los ngeles y a los santos que a esta divina Seora porque Ella os ama
ms ardientemente y os glorifica ms perfectamente que todas las dems
criaturas juntas.
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den ms honor a la que es madre de todos ellos. Es un santo que vindica el mayor
honor de los hombres para la Reina ele todos los santos. Es un hombre que estimula
a la humanidad a dar gloria y honor sin tasa a la que fue elevada por Dios a la ms
alta perfeccin humana.
El celossimo Luis Mara se queja amorosamente al Rey de toda majestad, para
que ste haga ver a los cristianos, aun a los ms instruidos, la unin perfectsima que
existe entre el Hombre Dios y la Madre divina, y les recuerda la sublime
transformacin de tal Madre en tal Hijo para luego incitar a los hombres a que conozcan
mejor a Mara, considerndola como una sola persona con Jess, y as entender que
es imposible vivir con perfeccin en Jesucristo si no se vive perfectamente en Mara,
pues el Verbo humanado podra separase de los santos y hasta de los ngeles, pero
de su Madre jams porque Dios hizo todas las cosas por su gloria, para esplendor y
magnificencia de su infinito nombre, y todos los mundos no son otra cosa que recuerdos
de las hermosuras de Mara, y todos los hombres y todos los ngeles pueblo son, y
sbditos, de la celestial Seora.
Y porque tan excelsa contempla a su divina Madre nuestro montfortiano
maestro ante los jansenistas que trataban de aprisionar a los amantes de Mara con
ligaduras de falsos honores y respetos al divino Hijo, l enardece su pecho con el amor
a la Madre sin par y, de la misma manera que los israelitas lanzaban himnos de
amargusimo dolor por haber sido arrebatados de su amadsima Jerusaln y prometen
no olvidarla jams, as mismo parece or a nuestro Vidente mariano estas ternsimas
imprecaciones:
Si me olvidare de ti, Jerusaln, mstica Ciudad de Dios y Reina de mi alma, a
olvido sea entregada mi marro diestra. Quede pegada mi legua a mis fauces, si
yo no me acordare de ti, y si yo no me propusiere a mi Madre por punto
principal de mi alegra.
Animada por el fervoroso espritu de amor que vimos antes, la mariana lengua de
nuestro ardentsimo Beato, absorto ante el desamor y sistemtico empeo de algunos
sabios catlicos de su tiempo, los increpa rebosando sus palabras la amargura de su
corazn, sindole siempre la nota ms dolorosa en estas consideraciones la de que, por
ms honrar al Hijo divino, se callen o menoscaben las glorias de la divina Madre.
Y por este motivo, despus de haber considerado nuestro Beato la inseparable
unin que existe entre Mara y Jess en el nmero anterior, en el que ahora nos toca
estudiar, que es el 699, dice:
Segn esto, amable Seor, no es una cosa que causa admiracin y lstima ver
la ignorancia y las tinieblas que embargan a los hombres de este mundo con
respecto a vuestra Santsima Madre? Y ahora no hablo de tantos idlatras y
paganos que no conociendo a Vos, menos pueden conocer a Ella. No hablo
tampoco de los herejes y cismticos que, como estn separados de Vos y de
vuestra Iglesia, no cuidan para nada de ser devotos de vuestra Santsima Madre.
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celebrado en Trveris, advertencia que fue motivada por el deseo manifestado por la
seccin espaola de tal Congreso de pedir al Papa la definicin dogmtica de la
Asuncin.
Qu prudencias han de usar los sacerdotes catlicos cuando viven entre herejes
o se dejan influenciar por ellos! Con cunta razn el insigne prologuista de esta
diamantina obra que exponemos, el tan piadoso como docto Padre Faber, con sinceridad
digna de un catlico, escriba:
Aqu, en Inglaterra, no se predica a Mara la mitad de lo que se debe. La
devocin que se la profesa es dbil, mezquina, pobre y anda tmidamente fuera de
su verdadero camino a causa de las burlas de la hereja. Invocando siempre el
respeto humano y la prudencia de la carne se pretende hacer de Mara una
Mara tal que los protestantes pudieran admitirla fcilmente.
Creo que haya sido esta razn la ms especiosa para regatear honores a
Mara, cmo si, despus de concederla el ser Madre de Dios, pudiera Ella tener
gracia o privilegio alguno que fuera excesivo para promocionarla a la dignidad de
Madre divina!
Vano temor. Ante la ms excelsa de las glorias, ante la infinitud de unirse a
Dios maternalmente, todo otro honor, gloria, gracia, privilegio, exencin o concesin,
siendo debido y compatible con su naturaleza de pura criatura racional, todo cuanto
bueno se le atribuya, todo puede concedrsele, seguros de que por ningn concepto
ser menoscabado el honor del Hijo divino exaltando el de, la que haba de ser, su
Madre digna, en cuanto fuera congruente con la sabidura y poder de Dios potuit decuit;
ergo fecit.
Contina, despus, sealando nuestro Beato los modos de preceder de estos
regateadores de las glorias marianas con estas palabras:
Si ven u oyen a algn devoto de Mara hablar con frecuencia de la devocin
a esta Madre bondadosa de una manera tierna, fuerte y persuasiva, como de
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un medio seguro sin ilusiones, de un camino corto sin peligros, de una senda
inmaculada sin imperfeccin y de un secreto maravilloso para encontraros y
amaros perfectamente, claman contra l y le arguyen con mil razones falsas para
probarle que no es conveniente que hable tanto de la Santsima Virgen, que
hay grandes abusos en esta devocin, que es necesario trabajar con empeo
por destruirlos y hablar de Vos antes que propagar en los pueblos la devocin a
Mara, a quien ya aman bastante.
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Este es el modo de los que siguen el espritu de soberbia del mal espritu
habido en todos los siglos y, muy especialmente, en estos tiempos nuestros en que
tocamos los efectos desastrosos de la ms refinada e hipcrita soberbia que ha
invadido, desgraciadamente, hasta a los ms altos cedros del Lbano.
Les pareci cosa despreciable ser reverentemente humildes. Tuvieron por
acciones propias de nios, e indignas de sus espritus fuertes, demostraciones exteriores
de culto externo si no terminaban directamente en Dios, hasta el punto de considerar
como cosa balad y de espritu ignorante acudir a la Madre del divino Redentor para
acercarse a l, y entonces, insensatos, quisieron saltar ellos de la tierra al cielo sin
apoyarse en el punto en que pos sus plantas el gigante divino para venir del cielo
a la tierra, y, flacos e impotentes, vinieron a dar de bruces, con sarcasmo de la
historia de la humanidad que ya los empieza a someter a la universal rechifla, en las
locuras de los pueblos en los momentos actuales que no tuvieron semejante en los
pasados siglos, y que muchos habrn de pasar, quien sabe si otros veinte, para que las
naciones vuelvan a sufrir los efectos del alejamiento de Cristo por haberse olvidado,
soberbias, de Mara.
Oh bienaventurado Vidente, precursor, apstol y acrrimo defensor de la
necesidad de sujetarse y de amar a Mara para ser verdaderos obedientes y enamorados
de Cristo!
Sobre tu gloriosa tumba ya empiezan a manifestarse esplendorosas las flores de
las ms risueas esperanzas. La poca de Mara se acerca a grandes pasos. La obra
por excelencia de las manos del Altsimo, la Virgen Inmaculada, la Corredentora de la
humanidad, llama al mundo desde la Ctedra de Pedro con la voz infalible de la
declaracin dogmtica del misterio de la Encarnacin Inmaculada, la misma celestial
Seora que, con juveniles encantos, se muestra en Lourdes y llama hacia s a todos los
pueblos.
Y los hombres de buena voluntad, los humildes, disponen sus almas para dar la
batalla al gran engaador en las naciones, colocndose en pos de la Reina sin mancilla
y, capitaneados por Ella, sern los apstoles de estos tiempos que enardecern sus
almas con el amor a Mara Inmaculada y con el fuego divino de la Hostia sacrosanta
que se inmola, enamorada de Dios y de los hombres, en el augusto Sacramento del
Altar.
Qu hondamente tena grabado en su alma nuestro inspirado Beato aquel
pensamiento, que tan repetidamente ensea, de que Mara es la base y el camino para
llegar a saturarse del espritu cristiano!
Por eso, cuando ha mostrado a los que errneamente se apartaban o desviaban
a las almas del ms ferviente amor a Mara, exclama, rebosando en sus palabras tanto
el dolor como la firmsima conviccin que siente de la contestacin negativa que debe
darse, las preguntas que formula con estas palabras:
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E.R. 50
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Estos tales tienen, amable Jess mo, vuestro espritu? Os agradan obrando
de esta manera? Es agradaros no hacer todos los esfuerzos posibles para agradar
a vuestra Madre por miedo de disgustaros a Vos? La devocin a vuestra
Santsima Madre se opone a la vuestra? Es que Ella se atribuye el honor que
se la tributa? Es que Ella forma bando aparte? Es Ella una extraa que no
tiene con Vos ninguna relacin? Es desagradar a Vos el agradar a Ella? Es
separarse o alejarse de vuestro amor el entregarse a Ella y amarla?.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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El que a Ella no agrade, jams agradar al Hijo de sus divinos amores. El que
no busque a Jess s en vuestros brazos, no lo hallar en parte alguna, aunque as lo
juzgue. Invenerunt puerum cum Mara matre ejus, hallaron al nio con Mara, su
madre (S. Mat. 2, II).
Y, en dnde se podr aprender mejor el amor a Cristo que en el corazn
Inmaculado de Mara?
Cuando nuestro Beato Grignion ha increpado, para corregir y atraer al sincero
espritu cristiano, a los que se tenan por sabios en su tiempo y posean reparos
protestantes o jansenistas a la verdadera devocin a Mara Santsima, como si callera
en el ms profundo desaliento por el poco afecto que presenta que haban de causar
sus fervorosas palabras, exclama:
Sin embargo, mi amable Maestro, la mayor parte de los sabios, en castigo de
su orgullo, no se alejaran ms de la devocin a vuestra Santsima Madre, ni
se mostrara ms indiferentes de lo que ahora son para con Ella, si fuera verdad
lo que acabo de decir.
Vos sois, Cristo, mi padre deseado, mi Dios piadoso, mi rey grande, mi pastor
bueno, mi maestro nico, mi ayuda ptima, mi amado bellsimo, mi pan vivo,
mi sacerdote eterno, mi gua para la patria, mi luz verdadera, m dulzura santa,
mi camino recto, mi sabidura preclara, mi simplicidad pura, mi concordia
pacfica, mi custodia completa, mi porcin preciosa, mi salvacin eterna.
Oh Jesucristo!, mi amable Seor, por qu habr yo amado y deseado en toda
mi vida algo fuera de Vos, Jess, que sois mi Ojos? En dnde estaba cuando
no pensaba en Vos?
Inflamaos, desde este momento, deseos todos de mi corazn, precipitaos hacia
Jess, mi Seor, corred, que mucho habis tardado hasta ahora, apresuraos
adonde vais, buscad a quien buscis. Jess, anatema contra aqul que no os ama,
que se le llene el corazn de amargura a aqul que no cifra su amor en Vos.
Oh dulce Jess, que os ame, que se deleite en Vos y que os admire todo
buen corazn preparado para vuestra gloria!
Dios de mi corazn y porcin ma, Cristo Jess, que desfallezcan los alientos de
mi pecho y vivis Vos en m, y se encienda en mi espritu las brasas vivas de
vuestro amor, que ste se dilate hasta transformarse en un fuego perfectsimo
que arda en las aras de mi corazn, que hierva en mis entraas, que abrase el
fondo de mi alma para que en el da de mi muerte me halle consumado por
vuestro amor. Amn.
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SEGUNDA VERDAD
NOSOTROS
E.R. 51
PERTENECEMOS A JESUCRISTO Y A
MARA
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Pero no satisface al Beato Luis Mara que nosotros pensemos que somos
posesin de Cristo. l es eminentemente prctico. Su obra no es de pura teora, eso
es lo de menos para l. Diserta para que los doctos se convenzan de que la prctica que
l va a proponer es altamente cristiana y, por este motivo, en cuanto ha dicho palabras
evidentes de nuestra dependencia total de Cristo, habla de cmo nuestro soberano Dueo
quiere que manifestemos esa dependencia con obras, recordndonos, primero, la
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maldicin que fulmin sobre la higuera infructuosa y, luego, palabras del Apstol en
las que se nos ensea que solo para hacer obras santas en Jesucristo hemos sido creados.
He aqu las palabras del Beato:
Jesucristo dio su maldicin a la higuera infructuosa y fulmin la condenacin
contra el siervo intil que no hizo valer su talento. Todo esto prueba que
Jesucristo quiere recibir algunos frutos de nuestras pobres personas, a saber,
nuestras buenas obras, porque estas buenas obras pertenecen a El nicamente.
Creati in operibus bonis in Christo Jesu: Creados para las buenas obras en Cristo
Jess.
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Est la trama, con fuerza tan inexorable de lgica fabricada, que no se puede
examinar, con nimo sincero, sin quedar subyugada la voluntad por el evidente
convencimiento de la inteligencia. Por este motivo, en ms de una ocasin, hemos
considerado a La verdadera devocin a la Santsima Virgen par del ureo libro de los
Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola.
Es de admirar la suave gradacin con que va guiando al alma, de ascensin
en ascensin, hasta llevarla a ensearle el modo de ser verdadero devoto de Mara, o
sea, esclavo perfecto de Jesucristo en Mara.
Y no nos ha de sorprender menos los esfuerzos que habra de hacer el
enamoradsimo Vidente de la Esclavitud para ir eslabonando lentamente su cadena de
verdades cuando, en su ardentsimo espritu, arda tan clara y vehemente la luz de la
Esclavitud de amor por la que suspiraba con mayor ansia que la madre por ver con
sus ojos al hijo que lleva en sus entraas.
Ahora se dispone nuestro Beato a introducir a sus lectores en el santuario de
la Esclavitud y convencido, l el primero, de las dificultades de su intento, empieza
a instruir a las almas con las nociones ms sencillas de esclavitud natural, de
servidumbre, ms o menos perfecta, para que as no fuera tan sorprendente el nombre
de esclavo de Mara que l haba de dar al perfecto devoto de la Santsima Virgen.
Nosotros declaramos, de ahora para siempre, que el nombre de esclavo, y ms,
las obras de esclavo perfecto, es lo propio de un verdadero servidor de Dios y de Mara
y que, a pesar de los naturales y bien fundados temores de nuestro amadsimo Vidente
y de los ms crecidos temores que supone hablar y practicar esclavitud en estos
tiempos de suprema anarqua, para nosotros la Esclavitud de amor pronunciada por el
Beato Grignion de Montfort en su diamantino libro La verdadera devocin a la
Santsima Virgen, es, y ser por luengos siglos, el antdoto nico eficaz de todos los
males de que adolece la humanidad en los actuales tiempos.
Por este motivo, sin temor de ninguna clase, proclamaremos en todo lugar y
tiempo que hasta que los hombres practiquen la Esclavitud segn el grado de
perfeccin a que fueren llamados, no sern libertadas nuestras sociedades del espritu
de satnica insubordinacin diablica que las conturba y agita con inslita fiereza.
Y as, seguros de que contra anarqua no hay ms que esclavitud de amor, como
contra soberbia no hay ms que humildad, empezamos a estudiar con nuestro Beato
los modos de ser esclavos que tiene y ha tenido el hombre respecto de Dios, y de los
hombres mismos, para venir a deducir que solamente sirviendo a Dios con la ms
perfecta esclavitud, es como los hombres han de sentirse movidos al cumplimiento
de toda ley y as restaurar en el mundo el imperio del orden y con respeto a la
autoridad.
En la tierra, dice el maestro montfortiano, hay dos maneras de pertenecer a
otro y de depender de su autoridad, es a saber, la simple servidumbre y la
esclavitud, las cuales producen lo que todos llamamos un siervo y un esclavo.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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En estas palabras, como se ve, por la generalidad con que estn escritas, se
puede tratar de toda manera de depender una persona de otra, pero s advertimos el
fin que se propone nuestro Vidente. Luego veremos como l se refiere especialmente
a los que constituyen los mozos de servicio.
Despus, sencillamente, sigue manifestando la diferencia que hay entre cada
uno de estos servidores, y lo hice con estas sencillas palabras: Por servidumbre comn,
entre los cristianos. un hombre se obliga a servir a otro cierto tiempo y mediante
cierto salario o cierta recompensa.
Como a simple vista se echa de ver, el maestro de Montfort no busca aqu el
concepto de obrero, de menestral, de mercenario, de jornalero. Fijo en la idea de
formar perfectos servidores, de stos trata directamente, y as habla del servicio que
una persona hace a otra directa, inmediatamente, en su propia casa, aunque no excluye
el servicio que un sirviente puede hacer a su seor, por modo extraordinario, fuera
de la casa y presencia del amo.
Trata, en las palabras anteriormente citadas, nuestro Beato de los servidores
que hoy se conocen con el nombre de criados, que sirven propter retributionem sea
sta la que quiera y en cualquiera forma que se d.
Habla en segundo trmino del modo como un hombre sirve a otro hombre
con la ms absoluta dependencia y dice:
Por la esclavitud un hombre depende totalmente de otro durante toda su vida
y, debe servir a su seor, sin esperar de l retribucin ni recompensa alguna,
lo mismo que un irracional sobre quien tenemos derecho de vida y muerte.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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conciencia, hace a unos hombres los lobos de otros hombres. Y como es una ley
en que los extremos se tocan, hoy vivimos en presencia de la ms tirnica esclavitud
porque nunca se habl y practic la libertad con ms exagerada impiedad y egosmo.
Pero, si somos enemigos jurados de todo lo que supone esclavitud entre los
hombres y a este concepto reducimos toda servidumbre, por leve que sea en lo
exterior o material con tal que dae en lo ms pequeo la dignidad humana, somos,
o queremos ser, los ms perfectos defensores y propagandistas de la Esclavitud para
con Dios, llevada a efecto tanto con obras como con palabras, pues, es de todo punto
indispensable servir a Dios para salvarse, y servirlo con toda la perfeccin que l
seala en cada poca si sta ha de alcanzar la perfeccin que le es debida.
As es que, si ya estamos en los tiempos anunciados por el Vidente
montfortiano, es evidente que viviendo los hombres en la esclavitud por l profetizada
es como se llegar a la perfeccin social de nuestros tiempos.
Mas, como quiera que nuestro Beato lo que especialmente desea tratar es la
Esclavitud del hombre para con Dios, nos habla en seguida de los modos como
aqul puede depender de ste, y nos dice: Hay tres clases de esclavitudes: la natural,
la forzada y la voluntaria. De la primera manera, son esclavos de Dios todas las criaturas
Domini est terra et plenitudo ejus.
Esta perfecta dependencia de todas las criaturas respecto de Dios est fundada
en el derecho que la Creacin otorga al creador sobre todo lo creado. Y por esta fuerza
estudiamos como leyes infranqueables e irrompibles, las rbitas que recorren los astros,
el flujo y reflujo de los mares, el ascenso y descenso de la sabia en los vegetales,
el instinto en los animales, y las leyes fsicas intelectuales y morales en los hombres,
leyes que, todas cumplidas, daran por felicsimo resultado la perfecta armona de
todos los seres entre s, consigo mismos y con Dios, con lo que, no teniendo que
lamentar las prevaricaciones de las criaturas libres, el orden universal estara
perfectamente conforme con estas palabras de David: ordinatione tua perseverat dies,
quoniam omnia serviunt tibi.
De la segunda dice nuestro Beato, lo son los demonios y condenados.
Y estos son los esclavos en todo rigor y con toda la razn de ignominia que la
esclavitud forzada lleva en s.
Tanto los ngeles malos como las almas de los condenados sufren la pena que
merecieron por lo que abusaron de su libertad. Libremente sacudieron el suave yugo de
Dios, el cumplimiento de la ley divina y, en su loca rebelin perseverante y contumaz,
encontraron el odio al bien y su pertinacia en el mal que les acarrea a toda ignominia
y pesadumbre, no hallando en s mismos otros afectos que los que les inspira el odio,
ni otra paz que las guerras que enciende la soberbia, ni otra armona que las discordias
hijas de la envidia del diablo por la que viene la muerte al mundo.
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Determina despus, en los cuatro nmeros siguientes, las dos maneras con que un
hombre pertenece a otro y depende de su autoridad, y termina este apartado especificando
las tres clases de esclavitudes, natural, forzada y voluntaria, para deducir como sta es
la esclavitud con que nosotros debemos servir a Dios, Rey de los corazones.
Ahora, en otro como apartado que comprende los nmeros 80 y 81, seala las
diferencias que existen entre un siervo y un esclavo en el mundo, para concluir que nada
hay tampoco en los cristianos que nos haga ms absolutamente pertenecer a Jesucristo
y a su Santsima Madre que la esclavitud voluntaria.
Obligado se senta el ardentsimo Vidente a caminar con lentitud en la
exposicin de su propsito y en los que, para l, eran conceptos fundamentales, se
detena y los daba a conocer de cuantos modos se le alcanzaban para deducir, siempre
que le era posible a fortiori, la verdad que se propona.
Existe una diferencia completa entre un siervo y un esclavo nos dice en el
nmero 80 Un siervo no da a su amo todo lo que es, ni todo lo que posee, ni
todo lo que puede por s, o por otro, adquirir. El esclavo se da todo entero a su
dueo con todo lo que posee y todo lo que puede adquirir, sin excepcin alguna.
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satisfaga la entrega a Dios por otro mvil menos noble y levantado que por el puro
amor de Dios sin desear recompensa alguna. Y, por esta razn, aade la segunda
diferencia con estas palabras:
El siervo exige retribucin por los servicios que presta a su amo; el esclavo no
tiene derecho a exigir nada, esto, por mucha que sea la asiduidad, la industria
y la fuerza que despliegue en sus trabajos.
El esclavo a otro hombre no puede dejar de ser esclavo del hombre a quien
pertenece en tiempo alguno, le pertenece para siempre. Posesin perpetua del que
compra al esclavo, ste estar perpetuamente sujeto a la potestad de su dueo hasta la
muerte, o hasta que el amo quiera concederle la libertad exterior, de que no goza, de
disponer de s mismo, o se le antoje quitarle la vida, que hasta ese punto pierde el
hombre todo derecho debido a s mismo.
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llevan en s el tanto de tiempo a que obligan, mientras que la esclavitud, por razn
de la ley, obliga para siempre. Ley injusta, ley arbitraria, ley cruel por la que el hombre
obliga al hombre a una dependencia irracional y contraria a la naturaleza humana, pero
que es justa, justsima, cuando se trata de la dependencia que los hombres debemos a
Dios, por lo que as ha sido practicada por el divino Modelo, por la Reina de los
ngeles y de los hombres, y por los santos, y, para que ninguna duda nos pueda caber
en tan capital materia, la Iglesia as tambin nos lo ensea y propone.
Verdad que, con su soberana sencillez, expone nuestro Beato en el nmero 81
con estas palabras:
Nada hay entre los hombres que tanto nos haga pertenecer a otro como la
esclavitud, nada hay tampoco entre los cristianos que nos haga ms
absolutamente pertenecer a Jesucristo y a su Santsima Madre que la esclavitud
voluntaria, segn el ejemplo del mismo Jesucristo que tom la forma de esclavo
por amor nuestro: Formam servi accipiens. Y de la Santsima Virgen, que se ha
llamado la sierva y esclava del Seor.
El Apstol se honra en llamarse servus Christi. Los cristianos son llamados
muchas veces en la sagrada Escritura servi Christi, y con esta palabra de servus,
segn lo ha hecho notar con verdad un hombre insigne, designbase en otro
tiempo a un esclavo, porque entonces aun no existan los siervos tales como
los conocemos hoy pues que los seores slo se hacan servir de esclavos o
libertos.
Todo lo cual, el santo Concilio Tridentino, para no dejar duda alguna de que
somos esclavos de Jesucristo, lo expresa, con un trmino que no tiene nada de
equivoco, llamndonos mancipia Christi, esclavo de Jesucristo.
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ramos esclavos del demonio, el Bautismo nos ha hecho esclavos de Jesucristo, luego,
o el cristiano ha de ser esclavo del diablo o esclavo de Jesucristo.
Esta es una verdad profundamente teolgica en la que no cabe duda alguna. Las
Sagradas Letras rebosan esta doctrina. Aquel es esclavo de aquel por quien es vencido.
El que hace el pecado es esclavo del pecado. Vosotros sois de vuestro padre el diablo...
Habis sido redimidos por un gran precio, la preciosa Sangre que nos purifica
de todo pecado. Las epstolas de San Pablo nos ofrecen un testimonio continuado de
la absoluta dependencia que todo hombre, y en especial todo cristiano, debe tener de
Cristo. No era verdad tan fcilmente aceptable para los cristianos la de ser esclavos
de la Santsima Virgen, mucho menos en los tiempos del perseguido Beato Luis Mara,
tiempos de protestantismo triunfador y, por lo tanto, de vencimiento del espritu mariano,
y poca del Jansenismo que con su exagerada austeridad y afectado amor a Cristo
apartaba a las almas de la Madre divina so pretexto de no injuriar al Hijo soberano.
Cuando sabemos que, hasta en nuestros das, existen catlicos doctos que, si
directamente no impugnan, menosprecian esta servidumbre sobreramente cristiana de
Cristo por Mara, fcilmente podamos concluir cunto sera malquisto y motejado
nuestro Beato por los fariseos de su tiempo, y as nos explicamos tambin perfectamente
los temores, unas veces, y, otras, las insistencias en demostrar lo que es evidentemente
cierto al dogma, a la moral, a la asctica y hasta a la ms alta elevacin mstica,
como tendremos ocasin de ver mil veces comprobado, aparte de las que ya lo hemos
dicho y repetido en la exposicin del captulo I.
He aqu cmo sigue expresndose nuestro Beato en el nmero 83: Lo que digo,
hablando en trminos absolutos de Jesucristo, lo digo relativamente de la Santsima
Virgen.
Esta, que es una verdad palmaria, la demuestra el Vidente de la Esclavitud
mariana con las siguientes razones. En el nmero 83 contina diciendo:
Habindola escogido Jesucristo por compaera inseparable de su vida, de su
muerte, de su gloria, de su poder en el cielo y en la tierra, otorgado por gracia,
relativamente a su Majestad, todos los derechos y privilegios que l posee por
naturaleza, Quidquid Deo convenit per naitram, Mariae convenit per gratiam,
lo que a Dios con viene por naturaleza, dicen los santos, conviene a Mara por
gracia. As que, segn ellos, como Dios y Mara tienen la misma voluntad y el
mismo poder, tienen tambin los dos los mismos sbditos, siervos y esclavos.
La segunda razn en que funda que podemos ser esclavos de Mara sin
menoscabo de la dignidad de su divino Hijo, se lee en el nmero 84. Dice as:
Podemos, pues, segn el sentir de los santos y de otros muchos varones insignes,
llamarnos y hacernos esclavos de amor de la Santsima Virgen, a fin de ser de
esta manera ms perfectamente esclavos de Jesucristo. Mara es el medio de que
el Seor se ha servido para venir a nosotros y es tambin el medio que nosotros
debemos emplear para ir a l. Mara no es como las otras criaturas, las cuales,
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Est deducida la cuarta razn del dominio de Mara sobre todos los seres y de
dignidad de Madre del supremo Rey.
Dice as el nmero 86:
Adems de esto, si, como lo he dicho ya, la Santsima Virgen es la reina y
soberana del cielo y de la tierra: Ecce imperio Dei omnia subjiciuntur et Virgo;
ecce imperio Virginis onnia subjiciuntur et Deus. Dicen San Anselmo, San
Bernardo, San Bernardino, San Buenaventura, por qu no ha de tener Ella tantos
sbditos y esclavos como criaturas hay en el universo? Y entre tantos esclavos por
fuerza, no ser razn admitir algunos de amor que, por su propia voluntad, la
escojan en calidad de esclavos, como a su sobe rana?
Pues qu!
Si los hombres y los mismos demonios tienen sus esclavos voluntarios, haba de
carecer de ellos slo Mara? Ms an, si un rey se honra con que la reina su
compaera posea esclavos sobre los cuales tenga ella derecho de vida y muerte,
porque el honor y el poder del uno forman una misma cosa con el honor y el
poder del otro, nos atreveremos a creer que el Seor, que, como el mejor de
todos los hijos, ha comunicado a Mara todo su poder, ver mal que su
Santsima Madre tenga tambin sus esclavos? Tiene acaso Jess menos respeto
y amor para con su Madre Santsima que Asuero le tuvo para Esther y que
Salomn le tuvo para Betsab? Quin ser tan osado que llegue no slo a decir
sino a pensar cosa semejante?
Sabe nuestro inspirado Beato que todas las razones antes citadas deba aducirlas,
y por eso las escribe, pero su fe parece como que se siente resentida ante tanto
razonar sobre una verdad tan clara, tan sencilla, tan amada de l, y en uno de esos
rasgos tan caractersticos de la sinceridad del alma de tan elocuente maestro, exclama:
Pero, adnde me ha conducido mi pluma? Por qu detenerme aqu, a probar
una cosa tan visible? Si no quiere alguno que nos llamemos esclavos de la
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Como ver el lector, no hemos hecho otra cosa que aclarar sencillamente el
texto que est, de suyo, bastante preciso. Las razones aducidas son incontrovertibles y
satisfacen plenamente al espritu catlico. Adems, quien deseare conocer de modo
exactamente teolgico la doctrina en que se funda la correlatividad de mritos entre
Cristo y Mara en orden a nuestra redencin, en cuya perfecta relacin se funda la
comn servidumbre de Jesucristo en Mara, puede leer del tomo segundo de la
Teologa Mariana, del M.I. Seor Director de esta revista, las cuestiones I, II y III.
TERCERA
DEBEMOS
VERDAD
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meditado en ellas. Los santos lloran sus innmeras imperfecciones toda su vida y, con
evidencia suma, se declaran los ms miserables de todos los hombres y, quin por
poco experimentado que sea en el propio conocimiento no ha dicho, y repetido miles
de veces, y ha odo decir y repetir otras tantas, que el da que ms se desea practicar
una virtud o evitar un defecto es el que ms se advierte la propia incapacidad para
ambos ejercicios?
Y por ser tan palmaria esta verdad, contina nuestro montfortiano Maestro con
estas sencillas palabras en este mismo nmero 88: Es, pues, de gran importancia para
adquirir la perfecci6n, que slo se consigue por la unin a Jesucristo, vaciarnos a
nosotros mismos de cuanto haya de malo en nosotros.
Y si esta necesidad se deduce del convencimiento de que nosotros estamos
manchados, no se nos impone menos la necesidad de purificarnos de cuanto malo hay
en nosotros si miramos la limpieza de Dios, nuestro ltimo fin, y, por eso, con muy
sobrada razn aade, para terminar este nmero 88, nuestro Beato: Si no es as, el
Seor, que es infinitamente puro y que odia infinitamente la menor mancha en el alma,
nos arrojar de sus divinos ojos y jams se unir a nosotros.
Es decir, que hemos de ser perfectos como lo es nuestro Padre celestial. Esto es,
hemos de proporcionar nuestra santidad a la divina porque, creados a la semejanza de
Dios, cuanto sea a l semejante debe estar en nosotros y cuanto a esta semejanza se
oponga debemos, en cuanto est de nuestra parte, arrojarlo de nuestro ser.
De aqu que el mariano Maestro no se satisface con esta recomendacin general
que antecede para inducirnos a la perfeccin, sino que en otros, como apartado o
prrafo, especifica lo que se necesita para purificarnos. Y as, en el nmero 89, dice:
Para vaciamos de nosotros mismos se requiere primero conocer bien, con la luz
del Espritu Santo, nuestro mal fondo, nuestra incapacidad para todo lo bueno,
nuestra debilidad en todas las cosas, nuestra inconstancia en todos los tiempos,
nuestra indignidad para toda gracia y nuestra iniquidad en todo lugar.
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se pone. Los pecados actuales que hemos cometido, ya mortales, ya veniales, por
perdonados que estn, han aumentado nuestra concupiscencia, nuestra
debilidad, nuestra inconstancia y nuestra corrupcin, y han dejado restos de
maldad en nuestra alma. Nuestros cuerpos estn tan corrompidos que el Espritu
Santo los llama cuerpos del pecado, y slo [son] capaces de pecado. Cuerpos
sujetos a mil y mil enfermedades, que se corrompen de da en da y que no
engendran ms que sarna, gusanos y corrupcin.
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Sabidura que no da mandato alguno sin razn, es imposible eludir esta estrecha
y urgente obligacin de anonadarnos a nosotros mismos.
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Al pie de esta divina sentencia, por va de aclaracin o para que nos recuerde
algunos modos de morir a nosotros mismos, y por lo que para lo sucesivo puede
ilustrar nuestra piedad de esclavos, y para encontrar, no pocas veces, los seguros
fundamentos de la doctrina y prctica de la Esclavitud Mariana, anotaremos las
siguientes sentencias que trae San Juan de la Cruz en su libro ya citado. Dicen as:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
Estas palabras las anotaremos con estas otras de nuestro inmortal Doctor Mstico
que dice as:
Para mayor abundancia diremos otra manera de ejercicio, que ensea a
mortificar de veras el apetito de la honra, de que se originan otros muchos.
1. Procurar obrar en su desprecio, y desear que los otros lo hagan.
2. Procurar hablar en su desprecio y procurar que los otros lo hagan.
3. Procurara pensar bajamente de s en su desprecio, y desear que los
dems lo hagan.
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decir de nuestras obras las ltimas palabras que escribe el bienaventurado Luis Mara
para concluir el nmero 92. Helas aqu:
Lo cual har que Dios abomine los mayores sacrificios y las mejores acciones
que realicemos, que en nuestra muerte nos encontremos con las manos vacas
de virtudes y mritos y no tengamos ni una chispa del puro amor que slo
se comunica a las almas que mueren a s mismas y cuya vida est oculta
con Jesucristo en Dios.
Como ejemplo que compruebe esta doctrina nos bastar recordar la historia
desgraciada del rey Sal, tan desechado por Dios del reino de Israel como escogido
para l haba sido antes.
Acercndose ms el gran maestro mariano a su propsito, en el nmero 93,
continua diciendo:
Es necesario escoger, entre todas las devociones de la Santsima Virgen, la
que mejor nos lleve a esta muerte de nosotros mismos, como la mejor y ms
eficaz para nuestra santificacin; porque no hay que creer que todo lo que
reluce es oro, que todo lo dulce es miel y que todo lo fcil de hacer y que
practica el mayor nmero es lo que ms conduce a la santificacin.
Como apostilla a estas sencillas palabras, nos atrevemos a poner estas otras de
San Juan de la Cruz:
Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales, que son gozo,
esperanza, temor y dolor, de cuya concordia y pacificacin salen stos y los
dems bienes, es total remedio lo que se sigue, y de gran merecimiento y causa
de grandes virtudes.
Procure siempre inclinarse no a lo ms fcil, sino a lo ms dificultoso.
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
No
No
No
No
No
No
No
a
a
a
a
a
a
a
lo
lo
lo
lo
lo
lo
lo
No a andar buscando lo mejor de las cosas, sino lo peor, y desear entrar en toda
desnudez y vaco y pobreza por Cristo de todo cuanto hay en el mundo. Y estas obras
conviene las abrace de corazn y procure allanar la voluntad en ellas. Porque si de
corazn las obra, muy en breve vendr a hallar en ellas gran deleite y consolacin
obrando ordenada y discretamente.
Despus, en el mismo nmero 93, hace una sencilla, pero muy insinuante
comparacin para urgir a las almas a desear la verdadera devocin a Mara, con estas
palabras:
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As como hay en la naturaleza secretos para hacer en poco tiempo, con pocos
gastos y con facilidad ciertas operaciones naturales, hay tambin en el orden de
la gracia secretos para hacer en poco tiempo, con dulzura y facilidad,
operaciones sobrenaturales, vaciarse de s mismo, llenarse de Dios y hacerse
perfecto.
CUARTA VERDAD
NECESIDAD
MEDIADOR JESUCRISTO
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que de Cristo dicen los evangelios, et factus est obediens usque ad mortem, y
se hizo obediente hasta la muerte.
3 Modos de ser mediador.
De cuatro maneras, dice Belarmino, puede hacerse el oficio de mediador:
1 Juzgando y estudiando la causa que es motivo del distancia miento,
discordia y enemistad y resolviendo lo ms prudente y equitativo,
contando, desde luego, con poderes de las partes litigantes. En este
sentido ni el mismo Cristo puede decirse mediador, porque a nadie puede
encomendar Dios que juzgue de sus derechos y que resuelva de ellos
segn le dicte su criterio. Esto argira inferioridad que no puede
admitirse en Dios.
2 Sirviendo de internuncio para manifestar las condiciones en que el
ofendido hara la paz con el ofensor. Y de este modo Cristo es el Enviado
del Padre por excelencia para manifestar al mundo su voluntad. La
Santsima Virgen tambin puede decirse enviada porque nadie como Ella
conoci la voluntad divina, ni nadie, por lo tanto, pudo darla a conocer
con mayor seguridad, si no de una manera pblica, porque el magisterio
pblico es poco conforme con la condicin de la mujer, al menos de una
manera privada y familiar, como consta que lo hizo y por lo cual se le
llama Maestra de los apstoles.
3 Orando y suplicando, es decir, intercediendo en favor del hombre.
Ni aun en el cielo Cristo ha dejado de ser nuestro intercesor, porque es
oficio que recibi del Padre, y lo que Cristo tom no lo dejar jams. Y
lo mismo podemos decir de la Santsima Virgen, aunque su splica e
intercesin est siempre supeditada a la de Cristo, de cuyos mritos
recibe valor y eficacia.
4 Satisfaciendo a la parte ofendida por la parte que ofendi, y, de este
modo, Cristo es el Redentor y Mara la Corredentora, no de condigno,
sino de congruo, como veremos en su lugar.
4 Es la Santsima Virgen Medianera principal.
La Santsima Virgen puede considerarse con relacin al hombre, con relacin a
Cristo, su divino hijo, y con relacin a Dios. Respecto de los hombres, no hay
inconveniente en afirmar que es medianera principal puesto que su dignidad, sus
mritos y su participacin en la obra de la redencin la ponen en condiciones
de superioridad casi infinita sobre toda criatura. A este propsito, dice San
Anselmo (Orat. 66):
El mundo tiene sus apstoles, sus patriarcas, sus profetas, sus mrtires, sus
confesores y sus vrgenes; auxiliares buenos y excelentes que quiero
invocar suplicante. Pero Vos, Seora nuestra, Vos sois mejor y ms
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elevada que todos ellos. Lo que pueden ellos con Vos lo podis Vos sola y
sin ellos. De dnde tal poder? Porque sois Madre de nuestro Salvador,
Reina del cielo y de la tierra y de todos los elementos. A Vos, pues,
imploro, en Vos me refugio, a Vos dirijo mi suplicas a fin de que seis
mi proteccin en todo. Si os callis nadie rogar, nadie me ayudar.
Hablad y todos rogarn, todos vendrn en mi auxilio: Te tacente nullus
orabit, nullus juvabit. Te orante omnes juvabunt.
Y Surez (In.3: dispt. 23: sect. 2) confirma esto mismo con la suposicin siguiente:
Imaginmonos, por imposible, por un lado a la Santsima Virgen que
pide una gracia y por otra parte toda la corte celestial que se opone a la
splica de la Reina. En tal conflicto sera ms poderosa, ms eficaz y de
mayor valor ante Dios la oracin de la Santsima Virgen que la de todos
los santos restantes. Lo exige la dignidad de Madre de Dios, la perfeccin
de la gracia de Mara y el ardor de su caridad le dan como un derecho
a ello. Y he aqu por qu la Iglesia invoca a esta Virgen bendita ms a
menudo y ms solemnemente que a todos los otros santos.
Con relacin a Cristo no es posible suponer mediadora mejor que su Madre
Inmaculada. Solamente le aventajara Dios y Dios no puede ser como tal
mediador. Por esto dice San Bernardo: Quis tam idoneus ut loquatur ad cor
Domini Nostri Jesuchristi ut tu, felix Mara, quin, mejor que t, dichossima
Mara, podr hablar al corazn de Jesucristo Nuestro Seor?
Y todos los Padres aplican como dichas a Mara por Jess aquellas palabras que
Salomn dijo a su madre: Pete neque enim fas est ut avertam faciem tuam,
pedid, que no sabr rehusaras nada.
Con relacin a Dios es mediador principal aquel que le est ms ntimamente
unido y Cristo en cuanto persona divina es Dios mismo, no siendo posible
imaginar mayor unin. Adems, ya hemos indicado que Cristo es el nico que
pudo dar al Padre satisfaccin condigna y, por lo tanto, ser mediador de justicia
entre Dios y los hombres. Por lo cual no hay cosa ms repetida y probada en la
Sagrada Escritura que la mediacin singularsima y, como principal, nica entre
el mundo pecador y el Padre misericordioso. El Apstol (1 Timot, 2: 5.), Unus
enim Deus, unus et mediator Dei et hominum, homo Christus Jesus, uno es Dios
y no el mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.
Y, con distintas palabras, vienen a decir lo mismo todos aquellos textos en los que
se afirma que Dios era en Cristo reconciliando el mundo consigo mismo, que
Cristo se dio por la redencin de todos, que l nos mereci la gracia, que no
podemos ir al Padre sino por l, que l es el nico fundamento de nuestra
justificacin, sin que sea posible poner otro alguno, etc., etc.
Pero que Cristo sea mediador principal y universalsimo no obsta para que se
den otros mediadores secundarios, como, aunque Dios es causa universal y
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Jacob, cubierto con las pieles de cabritos, apareca ante su padre Isaac para recibir
su bendicin.
Pero, es que no tenemos necesidad de un mediador para con el mismo
Mediador? Es nuestra pureza bastante grande para unirnos directamente a l
por medio de nosotros mismos? No es l acaso Dios, igual en todas las cosas a
su Padre y, por consiguiente, el Santo de los santos, tan digno de respeto como
el Padre?
Si, por su caridad infinita, l se ha hecho nuestro fiador y medianero ante
Dios su Padre, para apaciguarle y pagarle lo que nosotros le debemos, ser esto
motivo para que tengamos menos respeto y temor hacia su majestad y santidad?
Digamos, pues, sin encogimiento, con San Bernardo, que tenemos necesidad de
un mediador ante el mismo Mediador y que Mara Santsima es la ms capaz
de cumplir este oficio caritativo. Por Ella vino Jesucristo al mundo y por Ella
debemos acercarnos a l. Si tememos ir directamente a Jesucristo nuestro Dios,
a causa de su grandeza infinita, de nuestra bajeza o de nuestros pecados,
imploremos con santa osada la ayuda y la intercesin de Mara, nuestra Madre,
que Ella es buena y tierna y no tiene nada de austero ni repulsivo, ni aun
de muy sublime y brillante, y, al verla, no vemos otra cosa que nuestra pura
naturaleza.
Ella no es el sol que, por la viveza de sus rayos, pudiera ofuscarnos a causa
de nuestra debilidad, sino que es bella y dulce como la luna que recibe su luz
del sol y la templa para acomodarla a lo que nuestra pequeez puede resistir.
Ella es tan caritativa, que no rechaza a nadie de los que acuden a su intercesin
por muy pecadores que sean, porque, como dicen los santos, jams se ha odo decir,
desde que el mundo es mundo, que haya alguno recurrido a la Santsima Virgen
con confianza y perseverancia y haya sido desechado.
Ella es tan poderosa que nunca han sido rehusadas sus peticiones, basta que Mara
se presente ante su Hijo rogndole, para que Jess, vencido amorosamente por
los pechos, por las entraas y por las splicas de su queridsima Madre, al punto
le otorgue lo que Esta le pide, o reciba lo que Ella, en nombre nuestro, le ofrece.
Todo esto est sacado de San Bernardo y de San Buenaventura. Por manera que,
segn ellos, tenemos todos, para ir a Dios, que subir tres escalones. El primero,
que es el ms cercano a nosotros y el ms conforme a nuestra capacidad, es
Mara, el segundo es Jesucristo y el tercero es el Padre Eterno.
Para ir a Jess es preciso ir a Mara que es nuestra medianera por intercesin,
y para ir al Padre Eterno es necesario ir a Jess que es nuestro mediador por
redencin. Este es el orden que se guarda perfectamente en la devocin que
voy enseguida a indicar.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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En resumen, si Jesucristo vino al mundo por medio de Mara, por dnde iremos
nosotros a Jesucristo? Si Ella en cuanto estuvo de su parte oblig al Verbo a
venir a nosotros, quin mejor que Mara nos sabr hacer ir a Cristo?
Si la Santsima Virgen ha sido necesaria a Dios con una necesidad que llamamos
hipottica, en consecuencia de la voluntad divina, debemos advertir que es
todava ms necesaria a los hombres para llegar a su ltimo fin.
Luego el racional camino para ir a Cristo es Mara porque nadie obligar ms a
Jess para que nos reciba benvolamente, ni nadie nos sabr disponer mejor para
que sepamos acercarnos a l.
Luego, segn nuestro Beato, para ir a Jess es preciso ir a Mara, que es nuestra
medianera e intercesora. Y al decir de nuestro telogo, no puede afirmarse que Mara
sea Medianera entre Dios y los hombres, sino entre stos y el Redentor. O, en trminos
escolsticos, La mediacin de Cristo es principal y perfectiva y la de la Santsima
Virgen ministerial y dispositiva.
QUINTA VERDAD
NUESTROS BIENES ESPIRITUALES ESTN
EXPUESTOS A PERDERSE EN
NUESTRAS MANOS
Digno de nuestro amadsimo Beato Luis Mara, es este V que ahora nos toca
analizar, y que lo constituye el nmero centsimo de La verdadera devocin a la
Santsima Virgen.
El espritu de profunda humildad que alentaba en el alma del Vidente de los
Esclavos de Mara, palpita en sus palabras tan sencillas siempre como fundamentales y
sublimes.
En el anterior nos hizo ver cun necesario nos era un mediador para con el
Mediador Jesucristo. All nos hizo meditar la santidad del supremo Mediador y nuestra
impureza para acercarnos a l, y cmo Mara es la criatura capaz de acercarnos a
Cristo sin sentir repulsa de l. Ahora acude a otras razones no menos evidentes, habida
cuenta de nuestra propia flaqueza, y as empieza escribiendo: Es muy difcil, dada
nuestra deb lid ad y nuestra fragilidad, que conservemos en nosotros las gracias y los
tesoros que hemos recibido de Dios.
Enseguida procede a enumerar las razones en que se funda esa dificultad y aade:
1. Porque ese tesoro, que vale ms que el ciclo y la tierra, lo conservamos
en vasos frgiles. Habemus thesaurum istum in vasis fictilibus, en un cuerpo
corruptible, en un alma dbil e inconstante que por un no nada se turba y
abate.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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No todas las almas entendern este lenguaje, pero las que hayan hecho de su
parte algn esfuerzo para adelantar en el camino de la perfeccin, saben, por propia
experiencia, que tanto ms flacas se sienten cuanto ms empeo ponen en ser fuertes,
mirndose a cada ocasin cadas en el vicio contrario a la virtud que proponen practicar.
Quin que se ejercite en la adquisicin de una virtud o en la extirpacin de
una mala inclinacin, o pasin, o vicio cualquiera, no adquiere perfecto y pronto
conocimiento de la propia insuficiencia para adquirir la perfeccin y apartarse del pecado?
Quin ser el hombre deseoso de la perfeccin que, adems de conocer su
ineptitud para contener en s el tesoro de la gracia, no viva siempre temeroso de perder
hasta los deseos de ser santo?
Quien haya ledo a San Pablo, cmo no se estremecer ante la idea de lo poco
que puede para mantenerse en el camino de la perfeccin?
No cabe duda, si tomamos en consideracin nuestra propia flaqueza, que somos
insuficientes por nosotros mismos para conservar el tesoro de las sobrenaturales gracias.
Nuestra carne corrompe todos sus caminos.
No es slo esta suma flaqueza de nuestra corrompida naturaleza lo que nos
hace incapaces para servir de garanta al depsito de la vida de la fe que se nos
concede por la gracia de Dios. Lo que nos hace menos aptos para asegurarnos los
tesoros de la gracia es la sagaz soberbia y pertinaz empeo del enemigo declarado de
nuestras almas, Satans, que no descansa ni un momento ni perdona a criatura alguna
racional a quien no haga objeto de sus iras contra Dios y de su envidia para con nosotros.
Y as nuestro amadsimo Beato contina diciendo en este mismo nmero:
2. Porque los demonios, que son ladrones muy astutos, quieren sorprendernos
de improviso para robarnos y despojarnos. Espan de da y de noche el momento
favorable. A este fin incesantemente dan vueltas alrededor de nosotros para
devorarnos y quitarnos en un momento, por el pecado, todas las gracias y mritos
que en muchos aos hemos podido ganar. Su malicia, su experiencia, sus astucias
y su muchedumbre deben hacernos temer infinitamente esta desgracia, ya que
personas ms llenas de gracias, ms ricas en virtudes, ms experimentadas y ms
crecidas en santidad, han sido sorprendidas, robadas y saqueadas lastimosamente.
Ah!Cuntos cedros del Lbano y estrellas del firmamento se han visto caer
miserablemente y perder su elevacin y su claridad en poco tiempo!
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No trata aqu nuestro montfortiano Maestro del gravsimo peligro y mal que es
para la perfeccin la confianza en s propio, sino en lo que es necesario para que el
alma comprenda que necesita ayuda para mantenerse en gracia y, mucho ms, para
acrecentarla y perfeccionarse en ella. He aqu por qu aade estas palabras:
Ah!, si hubiesen conocido la admirable devocin que les voy a mostrar a
continuacin, habran confiado su tesoro a una Virgen poderosa y fiel que se le
habra guardado como sus propios bienes, llegando a obligarse a ello como en
justicia.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Ella es la que hace el milagro de formar a todos los que la sirven con la
perfeccin de esclavos en un grado de santidad que ser tan elevado como profunda
la servidumbre.
Oh amada Esclavitud, vence, triunfa, reina!
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Captulo II
Artculo II
LAS FALSAS DEVOCIONES A LA SANTSIMA VIRGEN
Habla despus con la misma claridad del que es la causa de estas falsas
devociones, aadiendo:
El demonio, lo mismo que un monedero falso y un ladrn fino y experimentado,
ha engaado y condenado a tantas almas por las devociones falsas a Mara, que
todos los das se sirve de su experiencia diablica para condenar a otras muchas,
entretenindolas y hacindolas dormir en el pecado so pretexto de algunas
oraciones mal dichas y de algunas prcticas exteriores que les inspira.
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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LOS DEVOTOS
CRTICOS
Los devotos crticos son, por lo comn, los sabios orgullosos, espritus fuertes
y pagados de s mismos, que en el fondo tienen alguna devocin a Mara, pero
que critican casi todas las prcticas de devocin a la Santsima Virgen con que
las personas sencillas honran sencilla y santamente a esta tierna Madre, slo
porque no se acomodan a su orgullo.
Los sabios! Los doctores de la ley! Todo lo saben, sus juicios son la medida
y norma de los juicios de los dems. Ay de aquellos que se atreven a no sujetarse a
esa medida ni a conformarse con esa norma, no habr anatemas bastantes para
lanzarlos sobre el que tal os!
Tal vez hemos sentido los redactores de Esclava y Reina las destempladas iras
de estos crticos nacidos al calor de la soberbia intelectual que, llenando a los hombres
de s mismos, les hace olvidar su ignorancia y propia flaqueza y, con fingidas
grandezas, procuran hacer despreciable la humilde sencillez del Nio de Beln que es,
a no dudarlo, el ms difano esplendor del espritu de Cristo.
Sabios orgullosos, espritus fuertes y pagados de s mismos, tienen la
hinchazn de la vana ciencia que no llega nunca a regalarse en la sabidura que nace
de Dios y que es la que edifica, por eso la ciencia del mundo, que es ignorancia
delante de Dios, slo sirven para sembrar dificultades o destruir el verdadero espritu
de Jesucristo Esclavo.
Semejantes al padre de la mentira, todo lo buscan y quieren encontrarlo en
las alturas de la humana gloria, en el pinculo del templo. Sobre los astros ponen su
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solio, y, por este motivo, donde aparece algo que sea humilde lo rechazan porque no
se acomodan a su orgullo los trminos pequeos sobre los cuales han de fundar sus
juicios.
Y as continua diciendo nuestro Beato:
Ponen en duda todos los milagros e historias referidos por autores fidedignos,
o sacados de crnicas de las rdenes religiosas, que dan fe de la misericordia y
del poder de la Santsima Virgen.
Pero no para aqu la osada de estos devotos, norma y regla de todo saber y
de todo espritu, con la salomnica sabidura que los caracteriza, se atreven a penetrar
hasta en los ms venerables estadios de la ciencia cristiana y a juzgar a su capricho los
escritos de los mismos Santos Padres en lo que se refiere a las alabanzas sin lmites
que han hecho de la Santsima Virgen. Y as dice nuestro Beato:
Si se les refieren las alabanzas admirables que los santos Padres han tributado
a Mara o responden que al hacerlo as hablaban como oradores, exagerando las
cosas, o dan una mala interpretacin a sus palabras.
Fariseos intelectuales son estos falsos devotos, y pluguiera al cielo que no fueran
tambin fariseos morales. Plantas forrajeras, si se me permite la comparacin, son estos
devotos, en el campo fecundsimo de la Iglesia, los cuales ahogan las sencillas y
humildes plantas que son el mejor ornato del jardn de la gracia y que viven pudorosas,
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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como emblemas de la humildad y del candor de las virtudes cristianas. Por lo cual,
con muy sobrada razn, acaba diciendo nuestro amadsimo maestro montfortiano:
Todos estos falsos devotos y gentes orgullosas y mundanas son mucho de temer
y hacen gran dao a la devocin a la Santsima Virgen, alejando de ella a los
pueblos de una manera eficaz, bajo pretexto de destruir sus abusos.
LOS
E.R. 59
DEVOTOS ESCRUPULOSOS
Por aquello, sin duda, de que los extremos se tocan, despus de tratar nuestro
mariano Vidente de los falsos devotos de Mara que, estimulados por el espritu de
propia suficiencia, todo lo censuran si no est conforme con el juicio de ellos y
motejan, acremente, las sencilleces de los humildes para honrar a Mara, viene
ahora a tratar a los falsos devotos marianos, llamados escrupulosos, que todo lo
juzgan igualmente excesivo tratndose de honrar a Mara, aunque por razn
diversa a los devotos crticos.
Estos se resisten al culto que dan a Mara los humildes, los ignorantes,
los sencillos, porque no lo creen digno de la grandeza de Dios y de Mara a quien
honran deseando que los homenajes del culto ofrecieran los formulismos y
aparatosas ceremonias del homenaje a los Reyes.
A los devotos crticos los impulsa el orgullo, la osada, la jactancia, la
presuncin, y porque, en su soberbia, les parece poco Mara, aunque so pretexto
de compararla con Dios, por eso a Ella tambin le regatean gracias y honores.
Los devotos escrupulosos son los hijos del falso temor. Los impulsa, como
vulgarmente se dice, la musa del miedo.
No considerando las cosas divinas a la verdadera luz de fe cristiana, piensan
estos falsos devotos escrupulosos que es deshonor para Jess honrar a Mara y
por eso deprimen el culto a la Reina de los cielos y, por ese mismo temor, llegan
a retraer a los hombres hasta de acercarse a la sagrada Comunin, olvidando
aquel consolador apotegma, Sacramenta propter homines, y tanto ms el sacramento
de la Eucarista, que, sobre ser el Sacramento por excelencia, es el pan de vida
y la prenda de la vida eterna.
Por exceso, pues, los devotos crticos y por defecto los escrupulosos,
convienen en arrebatar a Mara el culto que le es debido en todo rigor de justicia,
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supuesta la generosidad sin lmites de Dios para con Ella. Y para confirmar lo
anteriormente expuesto dice nuestro Beato:
Los devotos escrupulosos son gente que teme deshonrar al Hijo honrando
a la Madre, rebajar al uno mientras se ensalza a la otra. No pueden
tolerar que a la Santsima Virgen se la den las justsimas alabanzas que
la han tributado los santos Padres. Ven con pena que haya ms gente de
rodillas ante un altar de Mara que delante del Santsimo Sacramento, como
si aquello se opusiera a esto, como si los que ruegan a la Santsima Virgen no
rogasen a Jesucristo por medio de Ella!
No quieren que se hable con tanta frecuencia y que se acuda tantas veces a
Ella.
Estos falsos devotos por estar ms cerca del protestantismo que de los
catlicos, tratan, como es natural, de justificar su manera de pensar y de proceder
y, para eso, se empean en hacer ver que el honor dado a Mara es depresivo a
la gloria de Cristo, en lo que manifiestan no ser tan sincero como debiera el amor
que tienen al Hijo cuando tan poco estiman a la Madre que les trajo tan infinito
don.
En testimonio de que as es, pone nuestro Vidente en boca de tales falsos
devotos estas palabras:
Sus ms ordinarias sentencias son stas, entre otras, Para qu tantos
rosarios, tantas cofradas y tantas devociones exteriores a la Santsima Virgen?
En esto hay mucha ignorancia! Esto es hacer de la religin una mojiganga.
Habladme de los devotos de Jesucristo y al pronunciar esta palabra, lo digo
entre parntesis, dejan con mucha frecuencia de descubrirse. A Jesucristo es
a quien hay que recurrir como a nuestro mediador nico, a Jesucristo es
a quien se debe predicar. Esto es lo verdaderamente slido!
Esto es hablar de puro Dios, olvidndose que se hizo hombre por nosotros y
para nosotros. Es idealizar en lo ms alto para apartar a los hombres de las prcticas
de la religin que nuestro divino y nico Mediador Cristo Jess fund para, en
cuanto fuera posible, more humano lo honrramos a l como a nuestro Salvador, y
a todos los medios de que l quiso valerse para venir a nosotros, de los cuales
el primero, y ms excelente, fue su Madre Santsima en cuyo seno l se despos
con nuestra humana naturaleza para honrar infinitamente a su eterno Padre, y para
que, por la dignidad casi infinita que reciba la inmaculada virgen a quien l mismo
haba formado digna de ser su Madre, fuera merecedora de todo honor sin otro
reposo que el de no confundirla con Dios pues, por lo dems, al fin es de Dios.
Aunque ese celo del honor del Cristo fuera sincero no
reprobable la privacin del culto que es debido a Mara.
dejara de
ser
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
Para que as sucediera sera preciso hacer exclusin tcita o expresa de los
hijos, pero en nuestro caso sucede todo lo contrario, si se honra a la Madre es
ms que por ser Madre por serlo de tal Hijo, siendo, por lo tanto, el primer objeto
de honor al honrar a Mara su divino Hijo, Cristo Jess. Ni [tampoco] habr quien
tenga por descrdito de un artista las alabanzas que a su obra se dirijan, luego
a pari, todas las alabanzas que se dirijan a Mara, como a la obra maestra del
Altsimo, todas, son honor y gloria del Divino Verbo que habita corporalmente en
Jesucristo segn la sublime expresin de San Pablo.
Y si, siendo verdadero ese celo por la gloria del Rey celestial que muestran
los devotos escrupulosos, sera falsa esa manera de honrar a Cristo con menoscabo
del honor de Mara, cunto no lo ser si de tales devotos, inspirados por el hlito
ponzooso de protestantes y jansenistas, puede con tanta hartura de experiencia lo
que dice nuestro celossimo Bienaventurado:
Y todo cuanto dice es verdad en un sentido, pero, atendido el fin de sus palabras,
que es impedir la devocin a la Santsima Virgen, es muy peligroso y una
fina red que, con pretexto de un bien mayor, les tiende el demonio, pues
jams se honra tanto a Jesucristo como cuando se honra a Mara, ya que,
si a sta se la honra, es slo con el fin de honrar ms perfectamente a
Jesucristo, en cuanto que slo se va a Ella como al camino para encontrar
el trmino adonde se va, que es Jesucristo.
Para que Cristo sea ms glorificado, para eso, es honorificada Mara, para
que Ella nos ayude a mejor honrar a su Hijo, para que Ella nos ensee cunto
es el poder y sabidura de l, ya que a Ella la hizo tan excelsa, para que, admirando
las bellezas del camino, vayamos ms felices y veloces al fin, para que, enajenados
ante la excelsitud del frontispicio, vehementemente, por ver mejor, por vivir en el
divino alczar de la gloria a donde Ella, la hermosa sin par, la que no tiene
mancilla, nos quiere introducir para que eternamente conmemoremos con los
prncipes de la gloria.
S, Madre Inmaculada, T fuiste la primera seal y el primer trono sobre el
cual se asent tu divino Jess al aparecer delante de los hombres. Lo encontraris
con Mara su Madre. Por eso la Iglesia Catlica, nuestra santa madre, firme
siempre y valiente en su fe en todas las disputas que los hombres han tenido
acerca de las gracias y privilegios de la Inmaculada Reina, siempre se ha
puesto del lado de los ms generosos para reconocer grandezas en la Madre
divina.
Y porque as es, con sobrada razn ha podido escribir nuestro fervorossimo
Beato estas palabras:
La Iglesia, con el Espritu Santo, bendice primero a la Santsima Virgen y
luego a Jesucristo, Benedicta tu in mulieribus, et benedictus fructus ventris
tui, Jesus. Y esto no porque la Santsima Virgen sea ms que Jesucristo o
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La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
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igual a l, lo cual sera una hereja que deberamos abominar, sino porque,
para bendecir ms perfectamente a Jesucristo, es necesario bendecir antes a
Mara.
Digamos, pues, con todos los verdaderos devotos de la Virgen, contra estos
falsos devotos escrupulosos: Oh Mara! Vos sois bendita entre todas las mujeres
y bendito es el fruto de vuestro vientre, Jess.
141
E.R. 60
La verdadera devocin a la Santsima Virgen Lus Mara Montfort de Grignion Primera Parte
FEDERICO SALVADOR RAMN
forjar estatuas del impudor, son las que han llenado, quizs llenan todava, no pocos
templos a pesar de la virilidad santa con que los obispos han recriminado tan nefandas
costumbres y, si as vive la sociedad en general, podrn acaso encontrarse muchas
almas que sientan informado su espritu por la verdadera devocin a Mara?
No, imposible, la moda es la informadora en el exterior y en el interior, la
asistencia al templo es uno de tantos recursos para exhibirse ms, los rezos son muy
secundarios y el espritu de sacrificio cristiano es ajeno a nuestras costumbres, pues
hasta para dar a los pobres se idearon las fiestas de beneficencia, carcoma de la
verdadera caridad y ponzoa que enciende todos los vicios.
No creemos que sea inexacta la apreciacin que hacemos de nuestros tiempos
por lo que a su amor en la exterioridad se refiere, y como juzgamos, por otra parte, que
los tiempos de nuestro bienaventurado estaban muy distantes de stos en la prctica
de tales excesos, por este motivo tenemos por muy plido cuanto acerca de los devotos
exteriores dice La verdadera devocin, y, por lo tanto, que, si no corregido, hay que
leer este captulo con todo el aumento que la slida piedad inspire al catlico lector.
Escribe el maestro montfortiano estas palabras en el nmero 107:
Devotos exteriores son las personas que hacen consistir toda la devocin a
Mara en algunas prcticas exteriores que no gustan ms que del exterior de la
devocin a esta Virgen bendita porque carecen de espritu interior, que rezarn
muchos rosarios, pero precipitadamente; oirn muchas misas, ms sin atencin;
se inscribirn en todas las cofradas, pero sin enmendar jams su vida, sin hacer
violencia a sus pasiones, sin imitar las virtudes de la Santsima Virgen. Si algo
estiman de esta devocin es slo la parte sensible, sin gustar lo que tiene de
slido. Si les falta la sensiblera en sus prcticas, creen que ya no hacen nada,
se desalientan, todo lo abandonan y ya todo lo hacen atolondradamente, de
cualquier manera.
El mundo est lleno de esta clase de devotos exteriores y no encontraremos jams
quien, como ellos, tanto critique a las personas de oracin que ponen todos sus
esfuerzos en conseguir el interior de esta devocin, como lo verdaderamente
esencial, aunque sin menospreciar la exterioridad de la modestia de que siempre
va acompaada.
Lo que acabamos de leer, si bien nos fijamos, supone algo de piedad, algo de
devocin, alguna practica en honor de Mara, por escaso que sea el espritu de amor
verdadero con que tales ejercicios se practiquen, pero el colmo en nuestros das es
que se va al templo para no rezar y que se pertenece a las asociaciones por falta de
valor pura decir que no a quien lo propone, o porque esta o aquella cofrada es la que
proporciona la funcin religiosa de mayor pompa y de ms asistencia, porque all,
aunque sea implcitamente, se citan los jvenes de ambos sexos para mirarse, para
hablarse, para codearse, paraVergenza causa este siglo pagano, cuando no asco y
desaliento!
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Medias caladas para cubrir piernas que el vestido, si lo es, deja al descubierto;
mangas de gasa, cuando las hay, para recatar los brazos; descotes provocativos que
acucian toda carnal curiosidad. Esos son los atavos de que se adornan hoy las seoritas
hasta para colgar de su cuello la medalla de Hija de Mara, y, lo que es ms, hasta
para acercarse a recibir a Jess en el Sacramento de su amor.
Y siendo esto as, como en efecto lo es, y no como excepcin, s que como
general costumbre, no tendramos por devotas ms tolerables a las que nos pinta
nuestro Vidente, que en las que nosotros tenemos a la vista?
Cunto desearamos que muchas de las piadosas, de los piadosos bastante poco
hay que decir, se aficionaran siquiera a la devocin sencillsima y fcil de las Tres
Ave Maras!
Qu daramos en nuestros tiempos por ver generalizada la costumbre de rezar
el Santo Rosario entre los que todava van a la iglesia!
Son tantos y tantas los que no enmiendan su vida en nuestros tiempos, aunque
no se atrevan a renegar del bautismo que recibieron, que no sabemos qu sera mejor,
si verlos en su indiferencia con el nombre de catlicos y obrando como los ms
apartados de la fe, o considerarlos como enemigos declarados de la religin y, como
a tales, combatirlos!
Mas, por lo que a las almas de que habla el bienaventurado maestro se refiere,
las cuales son aquellas que, a lo menos como catlicos, cumplen en lo exterior los
dictados de la piedad aunque se preocupan poco del perfeccionamiento interior de sus
almas, pudiendo llegar, como ya se ha llegado, a los ms lamentables excesos como
hemos dicho antes, al olvidarnos de la reforma interior de nuestros corazones, no era
justo olvidar a gran nmero de almas que en su grado relativo de apego a lo exterior
existen en el mundo y hasta en los claustros, que, por una falsa inteligencia de la
vida espiritual o por engao del demonio, muchas veces hacen consistir su mayor o
menor perfeccin en slo lo sensible y, as, son muy recatadas en la iglesia y se les
ve con gran compostura y hasta recogimiento porque eso las llena de satisfaccin o
porque as compran las alabanzas de los que las ven, atendiendo ms al propio medro
ante las gentes que a la obligacin de honrar a Dios reverentemente y al buen ejemplo
que se debe dar a los dems.
Otras personas se jactan de lo que hicieron en orden a sus devociones, a sus
obras de caridad, y en conseguir alabanzas por lo bueno que hacen ponen todo su
empeo.
Pero todava hay ms, mucho ms, que podramos decir de esas otras almas
que pueden ser hasta religiosas y que, como dice nuestro bienaventurado maestro, si
algo estiman de esta devocin es lo sensible.
Esta falsa devocin exterior es, evidentemente, defecto propio de personas
piadosas. Se engran con los afectos nacidos de mociones ms bien nacidas del propio
sentimiento que de las gracias con las imgenes que les presenta su imaginacin, ms
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Desgraciadas almas!
Pluguiera al cielo que volvieran sobre s, en especial las que estn llamadas a
seguir camino de perfeccin, recordando que la verdadera perfeccin est en la
sincera devocin de hacer siempre la voluntad de Dios, y que la santidad ms slida
se manifiesta en la ms amarga desolacin y abandonos divinos, y as, lejos de pegarse
a los regalos del Esposo, apeteceran mejor el hacecillo de mirra que tanto agracia al
divino Pastor que se regala en apacentar entre lirios sus ovejas.
La falta de mortificacin interior es la que engendra este espritu de
exterioridad pues se huye del sacrificio interior por mil pretextos vanos, y ms almas
ponen su satisfaccin en creer que los dems las juzgan buenas, y otras se convencen
de que en lgrimas y suspiros, en cilicios y disciplinas, en largas y pesadas prcticas
de piedad, en ayunos y vigilias y en pasar las noches de claro en claro y en cosas
exteriores semejantes, aunque sean muy santas, consiste el bien de sus almas,
olvidndose de que la verdadera perfeccin esta por dentro, como toda raz vive
escondida en el corazn de la tierra para luego producir frutos sabrosos, y tanto ms
abundantes y sanos sern stos cuanto la raz penetre ms vigorosa en lo oculto de la
tierra.
Las plantas sin raz slida apenas si resisten el menor impulso del vendaval que
las azota. Las almas que slo viven de exterioridades y no de la humildad del corazn,
luego sucumben ante la ms liviana tentacin que las atribula, por eso se desalientan y
todo lo abandonan fcilmente.
Y tantos son los estragos que causa este espritu de exterioridad que a muchas
almas en el mundo les hace perder el espritu verdadero de la fe y por eso murmuran
tanto, como dice nuestro Beato, de los que la tienen.
Y en la vida religiosa, la mitad nos autoriza a contar la parbola de las vrgenes,
y pierden el sincero espritu de esposa de Cristo que se regala slo en el tlamo de la
cruz con los que de veras se desposan con l y, lo que es ms triste an, no faltan
personas religiosas que, por seguir tan engaoso camino, llegan al doloroso estado de
perder hasta la vocacin divina con que fueron llamadas a estado de mayor perfeccin.
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E.R. 61
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Santsima Virgen, etc. Si alguien les dice que su devocin es una ilusin del
demonio y una perniciosa presuncin, capaz de perderlos, no le creen, dicen
que Dios es bueno y misericordioso, que no nos ha criado para condenarnos,
que no hay hombre que no peque, que no morirn sin confesin, que un buen
peccavi en la hora de la muerte les basta, adems de esto, que ya son devotos
de la Santsima Virgen, que llevan el Escapulario, que rezan todos los das, y
esto sin que sea ostentacin y vanidad, siete Padrenuestros y Avemaras en su
honor, que hasta rezan algunas veces el Rosario y el oficio de la Virgen, que
ayunan, etc.
Para confirmar lo que dicen y obstinarse ms en su ceguedad, refieren algunas
historias, verdaderas o falsas que para ellos es lo mismo, las cuales han odo o
leyeron en los libros en donde se atestiguan que personas muertas en pecado
mortal sin confesarse, en atencin a que durante su vida rezaban algunas
oraciones o practicaban algunas devociones a la Santsima Virgen, o han
resucitado para confesarse, o ha permanecido su alma milagrosamente en el
cuerpo hasta alcanzar la confesin, o por la misericordia de Mara han obtenido
de Dios, en la hora de la muerte, la contricin y el perdn de sus pecados y,
por tanto, su salvacin, esperando ellos que le suceda otro tanto.
Nada hay en el cristianismo que sea tan daoso a las almas como esta presuncin
diablica porque, podra acaso decir con verdad que honra y ama a la Santsima
Virgen quien con sus pecados hiere, atraviesa, crucifica y ultraja sin piedad a
Jesucristo su Hijo? Si Mara tuviera que salvar por su misericordia a esta clase
de gentes autorizara el crimen, ayudara a crucificar y ultrajar a su divino Hijo,
y esto, quin se atrever jams a pensarlo?
Abusar as de la devocin a Mara, la cual despus de la devocin al Santsimo
Sacramento es la ms santa y slida, es, a mi juicio, cometer un horrible
sacrilegio, que despus del de una Comunin recibida en pecado mortal, es el
mayor y menos digno de perdn.
Confieso que, para ser devoto de la Santsima Virgen, no es absolutamente
necesario tener tal santidad que se evite todo pecado, aunque esto sera lo
ms deseable, sino que se necesita por lo menos, y fjese bien en lo que voy
a decir, 1 vivir en una resolucin sincera de evitar, por lo menos, todo pecado
mortal que ultraje a la Madre lo mismo que al Hijo, 2 hacerse violencia para
no cometer el pecado, 3 ingresar en las cofradas, rezar el Rosario, los quince
misterios u otras oraciones, ayunar los sbados, etc. Esto es de una maravillosa
eficacia para conseguir la conversin de un pecador por ms endurecido que
est, y si tal fuese mi lector, aun cuando se encontrase con un pie en el
abismo, que siga mi consejo, pero a condicin de que las obras buenas que
practique, las haga solo con la intencin de obtener de Dios, por la intercesin
de Mara, la gracia de la contricin y del perdn de sus pecados y de vencer
sus malos hbitos, y no permanecer pacficamente en el estado de la culpa
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E.R. 62
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LOS DEVOTOS
HIPCRITAS
Hay an otra clase de falsos devotos de Mara que son los devotos hipcritas,
los cuales cubren sus pecados y malos hbitos bajo el manto de esta Virgen
fidelsima a fin de pasar a los ojos de los hombres por lo que no son.
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LOS
DEVOTOS INTERESADOS
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Captulo II
Artculo III
LA VERDADERA DEVOCIN A LA SANTSIMA VIRGEN
SUS CARACTERES
E.R.
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PRIMER
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TIERNA
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CUARTO
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Captulo II
Artculo IV
ANUNCIOS PROFTICOS ACERCA DE ESTA PERFECTA
DEVOCIN
E.R.
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Este artculo que ahora nos toca exponer es en todo semejante al III del artculo
IV del captulo l. En l trata nuestro bienaventurado profeta de Los apstoles de los
ltimos tiempos, en donde retrata con rasgos tan caractersticos a los esclavos, que ve
con inspiracin divina en su mente, que es imposible confundirlos con ninguna otra
congregacin religiosa de las existentes hasta hoy.
Y si all nos mostraba a los verdaderos discpulos de Jesucristo, que, caminando
sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio del mundo y caridad, ensearn el
camino de Dios en la verdad pura, ahora, en estos anuncios profticos, nos har sentir la
seguridad, que a l le infundiera el Espritu Santo, de que ms tarde o ms temprano habra
de aparecer un gran escuadrn de bravos y valientes soldados de Jess y de Mara, de
uno y otro sexo. Y este escuadrn ha de ser el de los verdaderos devotos de Mara que
nuestro celestial Beato aoraba con tantas ansias como se revelan en estas sus palabras:
Ah!, cun agradable y precioso a los ojos de Dios y de su Santsima Madre ha de
ser aquel devoto de Mara que no se busca a s mismo en ninguno de los servicios
que la, presta! Pero, cun raro es encontrar un devoto as!.
Y suspirando por ese devoto, del que siente ansias vehementsimas, que le
atormenta profundamente su corazn, celossimo, se encara consigo mismo y topando de
primera intencin con su ignorancia dice en el nmero 121, que es el primero de este
artculo:
He dicho muchas cosas ya de la Santsima Virgen, pero an tengo muchas ms
que decir y, en nmero infinitamente superior, son todava las que omitir ya por
ignorancia, ya por insuficiencia, o ya por falta de tiempo para realizar el designio
que me he propuesto de formar un verdadero devoto de Mara y un verdadero
discpulo de Jesucristo.
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Oh!, por cun bien empleado dara yo mi trabajo, si este humilde escrito,
cayendo en las manos de un alma bien nacida, nacida de Dios y de Mara y no de
la sangre ni de la voluntad del hombre, le descubriera e inspirase por la gracia del
Espritu Santo la excelencia y el precio de la verdadera y slida devocin a la
Santsima Virgen, que ahora mismo voy a descubrir.
Pide al cielo un hombre que llegue a ser verdadero intrprete de lo que l siente
en su alma y, como tiene conviccin ntima de que l es incapaz por s mismo de llevar a
la prctica lo que Dios le inspira, y como l sabe que hace falta quien personifique y viva
lo que l va a ensear en el nombre de Dios y de Mara, por eso pide al cielo ese hombre
que ha de sealar con su ejemplo, ms que con sus palabras, el derrotero que deben seguir
los esclavos de Mara y, por conseguirlo y obligar a Dios con lo ms que el hombre puede
poner de su parte para conseguir que el Espritu Santo enve una gracia singular a los
hombres, con la profunda humildad que resplandece en todo este nmero 122, exclama
generoso, ofreciendo al Seor su vida a trueque de que El infunda en los hombres el
espritu de la Esclavitud Mariana que va a ensear.
Dice as:
Si yo supiese que mi sangre criminal pudiera servir para que en los corazones
entrasen las verdades que escribo en honor de mi querida Madre y soberana
Seora, el ltimo de cuyos hijos y esclavos soy, con ella escribira estas lneas,
confiando encontrar almas generosas que por su fidelidad a la prctica que enseo,
resarciran a mi querida Madre y Seora las prdidas que Ella experimenta por mi
ingratitud y mis infidelidades.
Pero esto no era bastante. El hombre que tena grabadas en su alma las luchas
incesantes que haban de trabarse en todo tiempo entre Mara y Luzbel y los hijos y
corifeos de la una y del otro respectivamente, no poda olvidarse en este momento de que
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2016 Antonio Garca Mega y Mara Dolores Mira y Gmez de Mercado (Edicin).
Congregacin de Esclavas de la Inmaculada Nia
La verdadera devocin a la Santsima Virgen. Federico Salvador Ramn
Angarmegia: Ciencia, Cultura y Educacin. Portal de Investigacin y Docencia
Edicin preparada con ocasin del proceso de beatificacin del Padre Fundador de las Esclavas de La
Inmaculada Nia.
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