Cuentos y Relatos 2

Descargar como doc, pdf o txt
Descargar como doc, pdf o txt
Está en la página 1de 188

Poul Anderson

Recopilacin de Cuentos y
Relatos
Cuentos y Relatos Poul Anderson

INDICE

ESTADO DE EMERGENCIA....................................................................................................3

EL CAMARADA......................................................................................................................17

EL VIAJE MAS LARGO..........................................................................................................31

FIN DEL CAPITULO...............................................................................................................55

GITANO...................................................................................................................................72

MEMORIA...............................................................................................................................86

NO HABRA TREGUA PARA LOS REYES..........................................................................113

LA REINA DEL AIRE Y LA OSCURIDAD............................................................................155

2
Poul Anderson Cuentos y Relatos

ESTADO DE EMERGENCIA

Poul Anderson

3
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Ttulo original: For the duration 1957.


Traduccin: Jos Mara Aroca.
Aparecido en: Antologa de novelas de anticipacin. Vol. I - Editorial Acervo, 1963.

4
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Eran cuatro. Cualquiera de ellos poda haberme roto el cuello con una sola mano. Los Ns
solan trabajar en grupos de cuatro, y salan alrededor de las cuatro de la maana. De este
modo, se vean menos estorbados por las multitudes. Durante el da, la gente poda reunirse
para contemplar cmo un N mola a palos a alguien, y reaccionar desfavorablemente, pero
durante la vaca oscuridad que preceda a la salida del sol el ruido de botas slo les haca
dar gracias al cielo por no ser ellos los que reciban a tales huspedes.
En mi calidad de profesor de la Universidad, me asignaron toda una habitacin para m y
para mi familia. Cuando los chicos se hicieron mayores y Sarah muri, aquello signific que
poda vivir completamente solo en un cuartito de ocho pies. Sospecho que esto me hizo
bastante impopular entre todos los que vivan en el mismo edificio; pero, siendo mi trabajo el
de pensar, necesitaba aislamiento.
Lewisohn?
Fue una palabra escupida, no una pregunta real, desde la sombra vaga que se adivinaba
detrs del rayo luminoso de la linterna proyectado sobre mis ojos.
No me fue posible contestar... mi lengua se haba convertido en un trozo de madera
encajada entre unas rgidas mandbulas.
Es l gru otra voz. Dnde est el maldito interruptor?
Me incorpor en la cama.
Vamos a dar un paseo dijo el cabo. Cogi el busto de Nefertiti, una de las tres cosas
inanimadas a las que yo tena afecto, del estante en que se encontraba y lo tir al suelo. Yo
haba saltado ya de la cama y un trozo de yeso choc contra mis pies.
La segunda cosa a la cual tena afecto: el retrato de Sarah, estaba siendo traspasada en
aquel momento por el can de un revlver. Uno de los hombres vestidos de verde decidi
entendrselas con la tercera, mi estantera de libros, pero el cabo se lo impidi.
Deja eso, Joe le dijo. No sabes que los libros tienen que ir a Bloomington?
No. De veras?
S. Dicen que el Cinc los colecciona.
Joe frunci su estrecha frente, con aire intrigado. En algn apartado rincn de mi cerebro
pude seguir sus pensamientos. Los intelectuales son todos sospechosos; el Cinc est por
encima de toda sospecha; por lo tanto, el Cinc no puede ser un intelectual. Pero los
intelectuales lean libros...
En realidad, Hare era un hombre complicado. Yo le haba conocido superficialmente, haca
muchos aos, cuando no era ms que un ambicioso y joven oficial. Tena una mente
inquisitiva, que abarcaba muchas cosas, y era un violoncelista aficionado con bastante
talento. No era amigo de la instruccin per se tena muchos pensadores en su propio
estado mayor; de lo que desconfiaba era de las mentes que llegaban demasiado lejos. Su
frase: sta no es una poca para preguntar, es una poca para construir, se haba
convertido en un slogan nacional.
Recoja un poco de ropa, amigo me dijo el cabo. Y llvese tambin un cepillo de
dientes... Estar fuera una temporada.
No creo que necesite cepillo de dientes dijo otro de los N. Maana no tendr ningn
diente.
Se ech a rer.
Cllate la boca. Arnold-Lewisohn-queda-usted-detenido-bajo-sospecha-de-haber-
violado-el-apartado 10-del-Acta-de-Reconstruccin-de-Emergencia.
Se trataba de una especie de apartado general, que derogaba la mayor parte de las otras
leyes.
Al menos, no van a golpearme aqu, pens, anhelando que no sacudieran demasiado a
mis pobres huesos. Al menos esperaran a hacerlo cuando llegramos a la comisara

5
Cuentos y Relatos Poul Anderson

general. Y pasara ms de media hora antes de que llegsemos all, y me ficharn, y


empezarn a golpearme.
O quizs ms tiempo, me dije a m mismo. Corra el rumor de que los Ns empezaban por
drogar a los sospechosos. Si no confesaban sus delitos en aquel estado de hipnosis,
llegaban a la conclusin de que haban sido preparados para aquella eventualidad, y lo
entregaban a los muchachos encargados de aplicar el tercer grado. Pero yo no podra revelar
nada, porque no saba nada; por lo tanto...
Mis hijos... ellos.., revolv la lengua dentro de mi boca. Ellos no tienen nada que ver
con... Podra...?
Nada de cartas. Vamos!
Empec a vestirme. A travs de la ventana pude ver la calle, muy oscura y muy tranquila.
Muy cerca, se oa el zumbido de un avin convertible. Me pregunt dnde estara aparcado y
qu estara haciendo all.
En marcha.
El ms prximo de los N me ayud a salir del cuarto propinndome un puntapi.
Descendimos las ruinosas escaleras y salimos a la calle. El aire nocturno era fro y
hmedo en mis pulmones. Nos esperaba un automvil, con el emblema del Cuerpo de
Seguridad Nacional la cruz y el rayo brillando en la negra portezuela delantera.
El avin convertible se present, procedente de la esquina ms prxima. Avanz
lentamente y se detuvo a pocos metros de distancia del automvil. Con ojos asombrados, vi
que luca el emblema de las fuerzas de polica de la ciudad. Un hombre se ape del
convertible.
Qu diablos quiere usted? grit el cabo.
Inmediatamente, nos envolvi el gas.
Conserv un tomo de lucidez. Como desde lejos, me vi a m mismo caer al suelo. Uno de
los Ns consigui sacar su revlver y disparar antes de perder el conocimiento, pero su
disparo no hizo blanco.
Un hombre alto se inclin sobre m. Debajo del sombrero de ala ancha, su rostro, cubierto
con una mscara antigs, resultaba inhumano. Me cogi por debajo de los brazos y me
arrastr hasta el avin. En el aparato habla otros dos hombres.
Al llegar al final de la calle el convertible empez a elevarse. Las dispersas luces de Des
Moines no tardaron en quedar debajo de nosotros. Volbamos, solos. Encima, nicamente
las amistosas estrellas.
Pas un buen rato antes de que me recobrara del todo de los efectos del gas. Uno de los
hombres me dio a beber un trago de una botella. Era ron puro, y me ayud
extraordinariamente a recobrar mi equilibrio mental.
El hombre alto, sentado en el asiento delantero, se volvi hacia m.
Es usted el profesor Lewisohn, no es cierto? inquiri ansiosamente. Del
Departamento de Ciberntica de la Nueva Universidad Americana, verdad?
S murmur.
Bien Dio un suspiro de alivio. Tem que pudiramos haber rescatado a otra persona.
No es que no nos guste rescatar a quienquiera que sea, pero en el Refugio Secreto slo
podemos utilizarle a usted. Nuestro servicio de informacin no es perfecto... nos haban dicho
que iba a ser detenido esta noche, pero a veces los informes resultan equivocados.
Pregunt, estpidamente:
Por qu esta noche? Por qu no vinieron a buscarme antes?
Cree usted que hubiera venido? Cree que habra confiado en unos enemigos
pblicos como nosotros, teniendo como tiene tres hijos? dijo el hombre alto, en un tono
desapasionado. Ahora est usted obligado a unirse a nosotros. El Comit se encargar de

6
Poul Anderson Cuentos y Relatos

avisar a sus hijos y de ayudarles a desaparecer, pero no podremos ocultarles


indefinidamente. El Cuerpo de seguridad se lanzar detrs de su pista como perros
hambrientos. De modo que la nica posibilidad que tiene usted de salvarles, y de salvarse a
s mismo, es la de ayudar a que pueda estallar la revolucin dentro de un mes.
Yo? balbuc.
Achtmann necesita un ciberntico. Y ese ciberntico puede ser usted.
Oiga, Bill en la voz que son a mi izquierda haba un acusado acento occidental.
Me he estado preguntando... soy nuevo en esto, sabe?, me he estado preguntando por qu
utiliz usted el gas. Poda haberles alojado cuatro proyectiles en el cuerpo en cuatro
segundos.
El hombre alto sentado ante el tablero de mandos se encogi de hombros.
En casos como ste dijo, prefiero el gas. La muerte resulta un poco ms lenta.

El Refugio Secreto estaba en Virginia City, Nevada. En otras pocas haba sido una
estacin turstica de primer orden, pero en la actual era de escasez y de restricciones,
cuando nadie tena automvil a excepcin de los ofciales de graduacin ms elevada, era
una ciudad fantasma. No quedaban en ella ms que unos cuantos advenedizos, barbudos y
medio locos, considerados como inofensivos por la polica, siempre a la caza de posibles
elementos subversivos.
Sin embargo... cuando aquellos mismos individuos descendan a las habitaciones
subterrneas del Refugio Secreto, y se reunan con los centenares de personas que nunca
vean el sol, sus espaldas se enderezaban y sus voces se hacan firmes: formaban parte del
Comit para la Restauracin de la Libertad.
Me cost algunos das acostumbrarme a la nueva situacin. Al igual que la mayora de la
gente, yo haba credo que el Comit estaba compuesto de un disperso grupo de lunticos...
y al igual que algunos, haba deseado que fuesen, ms. Y resulta que eran ms, muchos
ms.
Claro que haban dispuesto de quince aos para organizarse.
Empezamos siendo un puado de hombres me explic, Achtmann. No tendra
que decir empezamos, puesto que en aquella poca yo no tena ms que trece aos, pero
mi padre fue uno de los fundadores. Desde entonces ha crecido, crame, ha crecido. Existen
casi diez millones de hombres partidarios de nuestra causa, repartidos por el mundo.
Calculamos que otros diez millones se unirn a nosotros cuando nos levantemos en armas,
aunque, desde luego, faltos de adiestramiento y de organizacin, no pueden ofrecernos ms
que una ayuda moral.
Achtmann era un joven de baja estatura, pero flexible como un gato. Sus ojos eran dos
llamas azules bajo unos cabellos del color del trigo. No se estaba nunca quieto, y fumaba un
cigarrillo tras otro desde qu se levantaba hasta que se acostaba.
nicamente el Cinc y muy pocos hombres ms podan disponer de tantos cigarrillos.
Achtmann se fumaba la racin de un mes en un da. Pero sus partidarios consideraban un
privilegio el poder ofrecerle sus raciones. Cosa que tambin hice yo, una hora despus de
conocerle.
Porque Achtmann era la ltima esperanza de los hombres libres.
Diez millones de hombres? Pareca una cifra inverosmil, teniendo en cuenta que
deban permanecer ocultos. Dios mo! Cmo.
Nuestros agentes trabajan de un modo muy activo... Oh! Cuidadosamente,
cuidadosamente explic Achtmann. Los simpatizantes tienen que someterse a la prueba
del suero de la verdad y son objeto de un test psicotcnico. Si son sinceros y sirven, les

7
Cuentos y Relatos Poul Anderson

admitimos.. En caso contrario... Hizo una mueca. Es muy lamentable. Pero no podemos
arriesgarnos a que un ingenuo estpido estropee todo nuestro trabajo.
Aquel aspecto del asunto no me gust. Me pregunt si Kintyre, el hombre alto que haba
dirigido mi rescate y era amigo de los gatos y de los mitos, habra disparado un tiro en la
nuca de algn hombre de buena voluntad, pero que no serva. Para olvidarlo, decid pasar
al terreno de las preguntas prcticas.
Pero los N detienen seguramente a algunos de... nuestros... hombres de cuando en
cuando objet. Deben enterarse...
Oh, s! Desde luego. Conocen con bastante exactitud cuntos somos, nuestro sistema
general. Pero, de qu puede servirles? Estamos organizados en clulas; nadie conoce ms
que a otros cuatro miembros. Existen contraseas, que son cambiadas a intervalos cortos e
irregulares... Hemos aprendido, se lo aseguro. En quince aos, y al precio de muchas vidas
valiosas y de muchos reveses, hemos aprendido.
Luego, de repente, la cifra de diez millones pareci ridculamente pequea. Las fuerzas
armadas ascendan a cuarenta millones de hombres, sin contar los dos millones de Ns, y...
Achtmann sonri cuando le plante esta objecin.
Si conseguimos apoderarnos de Bloomington, eliminar a Hare y a suficientes Ns,
habremos vencido. La masa es pasiva, est demasiado asustada para actuar en un sentido o
en otro. Las fuerzas armadas... bueno, algunos de ellos lucharn, pero se sorprendera usted
si supiera cuantos oficiales son miembros del Comit. Y en el propio Cuerpo de Seguridad
Nacional... De dnde cree usted que obtenemos nuestra informacin? Me apunt con su
dedo ndice y habl con su habitual apasionamiento. Mire, desde hace mucho tiempo,
desde la III Guerra Mundial, lo que ha privado en el mundo ha sido la mediocridad. La III
Guerra Mundial y la dictadura de Hare se han limitado a dotar de armas a la mediocridad
para que se reforzara a s misma. La actual situacin repugna a todos los hombres
intelectualmente capacitados del mundo. Acaso no le repugnaba a usted? De modo que
todas las personas inteligentes son partidarias nuestras. Hemos conseguido introducir a
algunas de ellas en el campo enemigo... y, como son inteligentes, no han tardado en
encumbrarse en las filas de nuestros adversarios.
Aplast su cigarrillo contra el cenicero y dio unos pasos por la desordenada y polvorienta
oficina.
Estoy de acuerdo en que diez millones de hombres, mal organizados, sin poseer una
sola bomba H, no podran derrocar un imperio que abarca a todo el planeta.. No, Lewisohn,
no vamos a luchar contra los tanques con fusiles ametralladores, desde luego. Vamos a
equiparnos con un arma que dejar anticuados a los tanques y a las bombas, que los har
completamente intiles. Y para ello le hemos trado a usted aqu.

Debo dejar bien sentado que Hare no era un animal daino escapado del infierno. Era un
hombre fuerte, inteligente, incluso amable, que haba llevado a cabo una obra ingente. No
hay que olvidar que a l se deba que las costas del Este y del Oeste volvieran a estar
habitadas. Incluso despus de desaparecida la radioactividad, la gente tena miedo a
regresar. Hare oblig a la gente a regresar, puso arados en sus manos y grmenes vivos en
sus tierras, y recuper una cuarta parte del continente.
Creo, sinceramente, que Hare o alguien como l era inevitable. Despus de la III Guerra
Mundial, si puede llamrsele guerra a unos cuantos das de carnicera nuclear seguida de
varios aos de hambre y de caos, el poder mundial haba quedado al alcance del primer pas
que se convirtiera otra vez en civilizado. Hare, un oscuro general, utiliz sus andrajosas
fuerzas como un punto de partida. La gente le sigui porque les ofreca alimentos y
esperanza. Lo mismo hicieron otros seores de la guerra, pero Hare les derrot. Hare derrot

8
Poul Anderson Cuentos y Relatos

tambin a China y a Egipto, cuando trataron de obtener la supremaca mundial, y convirti


toda la Tierra en un Protectorado.
S, era un dictador. Pero haba sido la nica solucin posible. Yo mismo le haba apoyado,
incluso haba luchado en su ejrcito veinte aos atrs. Tenamos necesidad de un
Cincinnatus... entonces.
Mientras dure el estado de emergencia, deca el Acta del Congreso. Porque haba un
Congreso nombrado por decreto en Bloomington, y la asustada sombra de un Presidente, y
un sello de goma del Tribunal Supremo. Jurdicamente, Hare no era ms que el Comandante
en Jefe del Cuerpo de Seguridad Nacional, un brazo ejecutivo del Departamento de Defensa
y Justicia. Su jefe nominal era nombrado por el Presidente y confirmado por el Senado. Se
haba retirado del ejrcito para mantener un control civil sobre el gobierno.
Sin embargo, mientras durase el estado de emergencia, el Cinc posea poderes
extraordinarios. Y ahora habamos reconstruido muchsimo, y el mundo si no tranquilo y
contento estaba bien guardado, y poda pensarse, en consecuencia, que el estado de
emergencia haba desaparecido.
Slo que... bueno, hubo la gran epidemia de tifus, y al ao siguiente se produjo la revuelta
de Indonesia, y al ao siguiente el gobernador de Valle Colorado necesit cinco millones de
trabajadores, y as por el estilo durante veinte aos.
De modo que Cincinnatus no retorn a su oscura situacin de general.
Yo ignoraba los detalles de organizacin del Comit. No me importaban, no estaba
permitido conocerlos y no dispona de tiempo para interesarme por ellos. Lo nico que puedo
decir es que el golpe estaba planeado con una minuciosidad sin precedentes en la Historia.
Sin haber cumplido los treinta aos, Achtmann era la revolucin. Desde luego, no
manejaba todos los detalles... tena estados mayores para los aspectos militar, econmico y
poltico. Pero estaba al corriente de todo, y en su oficina particular haba una cantidad
increble de memorndums.
Su posicin era una consecuencia lgica de las circunstancias. El padre de Achtmann
haba sido el genio rector de los primeros tiempos, y el hijo haba crecido al lado del padre.
Cuando el anciano fue encontrado muerto en su despacho, una maana, se requiri
naturalmente la opinin y el consejo del joven nadie conoca como l todas las
ramificaciones, y repentinamente, dos aos ms tarde, el Consejo de Directores se dio
cuenta de que no haban elegido an un nuevo Presidente. La eleccin recay por
unanimidad en el joven Achtmann.
El cinturn protector el arma de que Achtmann me haba hablado era creacin
suya. Su insaciable apetito de lector haba descubierto un articulo al parecer sin importancia
publicado en una revista de fsica poco antes de que estallara la guerra, relativo a un extrao
efecto observado cuando un campo elctrico de una determinada alta frecuencia estableca
contacto con un determinado complejo de altas frecuencias. Achtmann habl del asunto con
uno de los fsicos de su estado mayor, le pregunt qu material hara falta, consigui el
material y comenzaron los trabajos. Al cabo de dos aos de esfuerzos, la posibilidad de
establecer un cinturn protector alrededor del propio ejrcito se hizo evidente. Durante los
cinco aos siguientes, se resolvieron todos los problemas tcnicos que presentaba la nueva
arma. Un ao ms tarde, fue probada con xito la pantalla generadora. Ahora, dos aos
despus, las piezas estaban listas para su ensamble.
No disponamos de las instalaciones necesarias para un trabajo en cadena. En
consecuencia, cada pieza tena que ser electrificada por separado, una delicada operacin
que requera un calculador de alta velocidad adaptado al circuito generador. Yo estaba all
para atender al calculador.

9
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Por espacio de tres semanas casi no supe lo que era dormir. Trabajaba por la libertad, por
librar a mis hijos del temor y en memoria del anciano profesor Biancini. Los Ns podan haber
considerado necesario atar a Biancini a un poste de farol, pero rociarlo con gasolina y
prenderle fuego haba sido un exceso de entusiasmo...

Achtmann me mir a travs de la mesa escritorio. Su ancho y cuadrado rostro estaba muy
plido, ya que era uno de los que no salan nunca al exterior.
Caf? me pregunt. Es casi todo achicoria, pero no deja de ser una bebida
caliente.
Gracias dije.
De modo que ya est todo listo Su mano tembl ligeramente mientras me serva el
caf. Parece imposible.
La ltima unidad qued montada y comprobada hace una hora dije. Los camiones
estn ya en camino.
Da D. Sus ojos estaban vacos, fijos en el reloj colgado de la pared. Dentro de
cuarenta y ocho horas...
De repente, hundi su rostro entre sus manos.
Qu es lo que voy a hacer? murmur.
Le contempl con una expresin de sorpresa.
Qu va a hacer? Dirigir la revolucin... no es cierto? inquir, tras una larga pausa.
Oh, s! Si. Pero, y despus? Se inclin sobre la mesa, temblando. Me gusta
usted, profesor. Se parece mucho a mi padre, no lo saba? Pero es mucho ms amable que
l. Mi padre viva nicamente para la revolucin, para la gran causa sagrada. Puede usted
imaginar lo que significa crecer al lado de un hombre que no es un hombre, sino una
voluntad incorprea? Puede usted imaginar lo que significa pasar toda la juventud sin tomar
una cerveza con los amigos, sin or un concierto, sin baarse una sola vez en las azules
aguas del mar? Yo tena diecisiete aos cuando una pareja de novios que haban salido de
excursin se presentaron en Virginia City y vieron demasiadas cosas. Orden que les
mataran a los dos... yo, a los diecisiete aos. Apart las manos del rostro. Dentro de una
semana, un gran nmero de personas decentes morirn... y no slo en nuestro bando. Dios
mo! Cree que despus de ordenar eso puedo retirarme a... a...? En qu voy a
convertirme?
Durante un largo rato, en la oficina no se oy ms ruido que el de su agitada respiracin.
Puede marcharse dijo finalmente, sin mirarme. Informe al general Thomas, de la
oficina logstica. Le har usted falta. Todos haremos falta.

Con ropas de paisano en trenes, autobuses, aviones, camiones... desde los ms


remotos lugares del imperio alrededor del planeta, nuestro ejrcito se acerc a
Bloomington. El movimiento no fue captado por el habitual servicio de vigilancia del trfico,
porque en Mjico haba estallado una revuelta cuidadosamente planeada. Era una revuelta
condenada al fracaso desde el primer momento, una maniobra de diversin en la cual unos
enfurecidos peones iban a enfrentarse con lanzallamas, pero as son las necesidades de la
guerra.
En diversos puntos, pueblos pequeos, granjas, plantaciones, que an no haban sido
reconstruidos, nuestras unidades quedaron formadas y avanzaron contra el Capitolio.
No soy un tctico, y todava ignoro los detalles. Mi departamento se ocupaba nicamente
de los cinturones de proteccin. Cada unidad estaba reunida alrededor de un camin pesado
que transportaba una micropila para alimentar un generador. Por encima de nuestras

10
Poul Anderson Cuentos y Relatos

cabezas volaba nuestra aviacin, unos aparatos ridculamente anticuados... pero en cada
escuadrilla haba un aparato que llevaba un generador.
El cinturn protector, una vez formado, slo es visible a travs de un dbil resplandor de
ionizacin, como una esfera de media milla de dimetro. Atraviesa la materia slida sin
efectos visibles. Pero es una energa del mismo tipo de la que mantiene unidos a los ncleos
atmicos. Y slo admite velocidades de unos cuantos pies por segundo. Una partcula que
viaje con ms rapidez y tropiece con el cinturn queda detenida en seco, y su energa de
movimiento se transforma en calor.
De modo que los proyectiles de todas clases caan al suelo al chocar contra el cinturn. La
explosin de una bomba, qumica o nuclear, lleva implcitas molculas o electrones de alta
velocidad en su mecanismo, por tanto una bomba no puede estallar dentro del cinturn. El
polvo radioactivo y el gas se desintegran normalmente, pero los fragmentos energticos
capaces de matar a un hombre surgen convertidos en inofensivos iones. Las toxinas
qumicas conservan su eficacia, pero resulta relativamente fcil defenderse contra ellas.
Tenamos ametralladoras y artillera ligera acopladas electrnicamente a los generadores.
En el momento de disparar, los generadores dejaban de funcionar las milsimas de segundo
necesarias para que nuestros proyectiles atravesaron el cinturn en direccin al enemigo.
El Cuerpo de Seguridad Nacional dispona de vehculos acorazados. Avanzaban, enormes
y amenazadores, hasta tropezar con el cinturn; entonces, sus motores se paraban y sus
caones no podan disparar. Nuestras tropas colocaban una mina magntica cerca del
tanque y proseguan su avance. En cuanto su avance haba arrastrado al cinturn ms all
del inmovilizado vehculo, la mina estallaba.
Los generadores estaban cuidadosamente heterodinados; no afectaban a los motores de
nuestro propio ejrcito, ni a los diversos controles cibernticos. Nos veamos obligados a
utilizar unos medios de comunicacin ms bien primitivos, puesto que los campos telefnicos
y radiotelegrficos quedaban anulados.
Destruyendo sin ser destruidos, proseguamos nuestro avance hacia Bloomington. Un
millar de aviones enemigos, lanzados contra nuestra impenetrable fuerza area, se
estrellaron contra el cinturn. Dominbamos tierra y cielo, y no podamos ser detenidos.
Pero era un modo lento y brutal de avanzar. Los Ns, y algunas unidades del ejrcito, se
lanzaron contra nosotros en masa y a pecho descubierto; nos atacaron con bayonetas, y los
barrimos con tanques. Una pequea bomba atmica estall en la parte de afuera del
cinturn. Sus iones y gases no penetraron a travs de l, pero el intenso resplandor de la
bola de fuego ceg a algunos hombres, los infrarrojos quemaron, a otros, y las radiaciones
gamma condenaron a unos cuantos a una lenta agona.
La bomba destruy tambin varias manzanas de casas, puesto que por entonces ya
habamos entrado en la ciudad. En consecuencia, el enemigo tuvo que luchar, a partir de
aquel momento, con el pnico de la masa.
En otros puntos de la nacin, las estaciones de TV fueron ocupadas, proyectndose en
ellas una y otra vez una pelcula previamente filmada en la que apareca Achtmann dirigiendo
una alocucin al pueblo. Achtmann no era un buen orador, pero este hecho subrayaba
todava ms, quiz, la sinceridad de sus palabras, cuando afirmaba que haba venido a librar
a los hombres de la esclavitud.
Yo iba en un jeep en compaa de Kintyre seccin de entretenimiento, para
mantener en perfecto estado a nuestros generadores. En el interior del cinturn haca un fro
intenssimo, ya que repela todas las molculas de aire caliente. Ms tarde hubiera podido
localizarse perfectamente la ruta que habamos seguido, por medio de la hierba agostada y
los rboles resecos en pleno verano. Trasladndome de unidad a unidad, por encima de las
ruinas de los hogares y de montones de cadveres, pasaba del invierno al verano y del

11
Cuentos y Relatos Poul Anderson

verano al invierno, y pens que resultaba curioso que nosotros, en nuestra primavera de
esperanza, tuviramos que soportar aquel fro.

Llegamos ante el Capitolio al atardecer. Estaba ardiendo. Un centinela nos dej pasar. Las
ruedas de nuestro jeep aplastaron los cados rosales. Los generadores estaban aparcados
en el patio trasero, luchando contra el calor y las llamas.
No hay nada que hacer se lament el hombre con unas insignias de coronel sobre
unas destrozadas ropas de trabajo. Necesitamos apagar este maldito fuego. Ah dentro
estn los ficheros... y tal vez el propio Hare. El cinturn no deja avanzar las llamas, pero no
podemos, contrarrestarlas con el generador.
Ped una linterna y fui a examinar el camin. Tras una concienzuda revisin, descubr la
causa de aquella anomala: la conexin soldada del Tubo 36 se haba despegado.
Es fcil de arreglar gru, muerto de fatiga, pero empiezo a estar cansado de
esto. Me he pasado el da arreglando un Tubo 36 por aqu, un Tubo 36 por all...
sta es una de las pegas que tendremos que solucionar ms tarde dijo Kintyre.
Ms tarde? Empec a desenroscar la platina principal. Pero, es que va a
continuar el jaleo? Cre que...
Existen focos de resistencia en todo el mundo dijo Kintyre. Tal vez usted sepa algo
ms acerca de ello, coronel, pero creo que tendremos que reducir un gran nmero de
pequeas fortalezas de los Ns.
Oh, s! El oficial apart la mirada de las llamas. Acaban de informamos de que hay
una brigada acorazada en camino. Llegar aqu antes de la salida del sol, y tenemos que
estar preparados para recibirla.
Sin embargo, parece que seamos los dueos de la ciudad murmur Kintyre. De lo
que ha quedado de ella.
Y creo que lo somos dijo el coronel. Todo esto es muy complicado. No pens que
fuera tan complicado. Pero no soy ms que superintendente general de una fbrica de
conservas. Todava no he podido acostumbrarme a las estrellas de coronel...
Apart la platina, un la conexin que se haba despegado y ped que me entregaran el
soldador. El hombre que me lo entreg llevaba un fusil en la otra mano y tena un surco
sangriento en el rostro.
Me pregunto si Hare se habr marchado dijo Kintyre.
Lo dudo dijo el coronel. No ha despegado ni un solo avin suyo de aqu.
Probablemente se est asando dentro de esa casa. Tena su vivienda en el Capitolio, como
usted ya sabe. Sac un cigarrillo y lo encendi. Maldita sea! gru. Tenemos el
peor servicio de intendencia de la Historia. Encargu caf hace ms de media hora.
Puse el generador en marcha. La temperatura descendi rpidamente y las llamas
empezaron a apagarse como si un gigante hubiera soplado sobre ellas. A la luz de los focos,
los hombres empezaron a avanzar hacia las ruinas.
Ser mejor que volvamos atrs me dijo Kintyre.
Espere un poco dije. Me gustara saber qu ha sido de Hare. Asesin a unos
cuantos amigos mos...
El cadver de Hare estaba en el apartamento del ala oeste. Quemado, pero no hasta el
punto de ser irreconocible. Haba matado de un tiro a su esposa, para librarla del fuego, pero
l haba sido vctima de las llamas.
El coronel apart la vista, plido como un muerto. Pareca a punto de desmayarse.
No s a qu diablos esperan para traerme el caf murmur. De acuerdo, sargento,
tome una escuadra y ponga esto colgado en la verja exterior.
Qu? me horroric.

12
Poul Anderson Cuentos y Relatos

rdenes de Achtmann. Dice que no podemos dar pbulo a la fbula de que Hare no ha
muerto.
Me parece horrible dije.
S admiti el coronel. Es horrible. Pero nos encontramos en estado de emergencia,
y nos vemos obligados a hacer muchas cosas que a todos nos parecen horribles, mientras
dure el estado de emergencia. Sargento... no, est ocupado ahora... cabo, vaya a ver qu
diablos pasa con el caf.

Me encontr con mis hijos uno a uno, a medida que salan de sus escondites en respuesta
a mis llamamientos radiofnicos. Hubiera besado las plantas de los pies de Achtmann.
Luego volv a la Universidad. Ocup otra vez mi antigua habitacin, aunque durante la
revolucin haban quedado destruidas tantas viviendas, que ahora tuve que compartirla con
otro hombre.
El Presidente haba resultado muerto a consecuencia de una bala perdida, en
Bloomington... Era un individuo insignificante, al cual no odiaba nadie. El Vicepresidente y el
Gabinete haban sido decididos partidarios de Hare. De modo que Achtmann nombr una
nueva rama ejecutiva. En cuanto a l, rechaz todos los cargos y pas cosa de un mes
visitando el pas y recibiendo todos los homenajes que podan serle dedicados; luego regres
a la capital. Al ao siguiente, cuando las cosas se hubieran tranquilizado, se celebraran
elecciones.
Entretanto, desde luego, era necesario liquidar los restos de las bandas de Ns, y la nueva
polica Federal tuvo que ser dotada de poderes especiales a fin de que pudiera localizar y
detener a los partidarios de Hare que continuaban emboscados entre la gente normal.
Algunas unidades del ejrcito intentaron una contrarrevolucin y fueron suprimidas. Una mala
cosecha en China exigi la requisa de una gran cantidad de arroz de Burma, lo cual provoc
una corta pero sangrienta guerra con los nacionalistas burmanos.
Me disgustaba sobremanera pensar en todo esto. Haba alimentado la esperanza de que
bamos a acabar con el imperio y a devolver a todo el mundo su libertad. Un nuevo partido, el
Libertario, estaba siendo formado para concurrir a las anunciadas elecciones; el punto
principal de su programa era la abolicin del Protectorado. Yo ayud a organizarlo en el plano
local. Nuestros adversarios eran los Federacionistas, ms conservadores. El gobierno
establecido en Bloomington era no-intervencionista, una especie de comit que deba ocupar
el poder slo mientras durase el estado de emergencia; pero, desde luego, no poda
permanecer pasivo, y casi cada instante se vea obligado a adoptar alguna medida positiva.
Al parecer, cada da se presentaba una situacin de urgencia.
En el mes de diciembre, la A.A.A.S. celebr una asamblea en BIoomington y decid asistir
a ella, principalmente para verme libre del compaero de habitacin que me haba sido
asignado. La verdad es que no simpatizbamos demasiado el uno con el otro.

Al salir del local donde se celebraba la asamblea, decid dar un paseo por las calles de
Bloomington. Su aspecto era muy triste. En algunos escaparates veanse unas ajadas
alegoras navideas, pero no poda hablarse de una verdadera campaa de ventas: all no
haba ninguna mercanca que anunciar.
Sin embargo, el da anterior se haba celebrado un vistoso desfile militar.
Pase lentamente bajo un cielo plomizo, arrebujado en mi abrigo. Por la calle circulaban
muy pocas personas, y ninguna de ellas tena un aspecto alegre. Bueno, la cosa era
comprensible, ya que la mitad de la ciudad estaba an por reconstruir. Ech de menos al
Ejrcito de Salvacin y sus villancicos de Navidad. Hare lo haba disuelto haca muchos
aos, con el pretexto de que aquella caridad particular era ineficaz, y el nuevo gobierno no se

13
Cuentos y Relatos Poul Anderson

haba preocupado, al parecer, de derogar aquel decreto. Los miembros del Ejrcito de
Salvacin haban alegrado las esquinas de las calles con sus cantos cuando yo era joven, y
hubiera resultado sumamente agradable verlos de nuevo en accin.
Pas por delante del Capitolio. Un nuevo edificio se estaba levantando sobre las ruinas del
antiguo. Se deca que haba de ser un edificio imponente, de maravillosa estructura, lo cual
produca un efecto sumamente desagradable teniendo en cuenta que la gente segua
viviendo en alojamientos miserables, pero por entonces no era ms que un fro esqueleto de
acero, erguido hacia el cielo.
Yo no iba a ningn lugar concreto. Aquella tarde no se celebraba ninguna reunin que me
interesara. Me limitaba a pasear. Confieso que recib un gran susto cuando dos hombres
altos me agarraron por los brazos.
A dnde va usted?
Parpade. A mi izquierda haba una alta pared de piedra rodeando un enorme edificio.
A ningn lugar determinado dije. Slo estaba dando un paseo.
De veras? Djeme ver su carnet de identidad.
Se lo mostr. Un automvil pas por nuestro lado y cruz las verjas del edificio que haba
a mi izquierda, con una numerosa escolta de hombres armados que llevaban uniformes de
color gris. Tal vez aqulla era la residencia del nuevo Presidente. Haca semanas que no
haba visto un noticiario, ya que haba estado muy ocupado.
Unas manos me cachearon, en busca de posibles armas.
Creo que est O.K. dijo uno de los hombres.
S. Siga su camino, Lewisohn, y no vuelva a pasar por aqu. Est prohibido. No ha
visto usted las seales?
Un hombre de uniforme sali corriendo por la verja.
Eh, usted! grit. Alto!
Me detuve. El hombre se acerc a m.
Es usted el profesor Lewisohn? me pregunt.
Asent.
Entonces, tenga la bondad de acompaarme.
No pude resistir a la tentacin de dirigir una sonrisita burlona a los muchachos del Servicio
Secreto.
Nos dirigimos hacia el edificio. Ante la puerta principal haba centinelas, pero en el interior
todo eran mayordomos y un extraordinario lujo. Al final de un largo pasillo haba una amplia
estancia suntuosamente amueblada. La temperatura era all tropical, en pleno invierno.
El hombre que estaba de pie, asomado a uno de los ventanales, dio media vuelta cuando
yo entr en el saln.
Profesor! exclam, en tono de sincera alegra. Pase, pase, mi querido amigo.
Vamos a echar un trago.
Era Achtmann. Llevaba un lujoso pijama, pero era el mismo infatigable fumador, el mismo
incansable Achtmann de siempre. Cogi mi abrigo y se lo entreg al criado. Otro criado
apareci como por arte de magia con una botella de whisky, un recipiente lleno de cubitos de
hielo y un par de vasos. Sin apenas saber cmo, me encontr sentado en una butaca,
mientras Achtmann paseaba de un lado para otro delante de m.
Santo Cielo! exclam. No tena la menor idea de que estuviera usted en la ciudad.
Si no llego a verle desde mi automvil... Por qu no me lo hizo usted saber? Mis secretarios
tienen una lista de todos los miembros del Comit, y cualquier carta de uno de ellos pasa
directamente a mis manos.

14
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Yo... no he mantenido contacto... Sorb cuidadosamente mi whisky, tratando de


recobrar mi equilibrio. He estado muy ocupado, y... bueno, en las actuales condiciones, no
he podido dedicarme a...
Qu condiciones? Sus ojos me traspasaron. Hay algo que marcha mal?
Oh, no, no! Mi alojamiento es muy reducido, mi horario muy apretado... lo de siempre.
Cmo que lo de siempre? Un hombre que actu como usted lo hizo no tiene que vivir
en las condiciones de siempre Achtmann se inclin sobre un dictfono. Me hago perfecto
cargo de sus dificultades: un miserable alojamiento, una racin miserable, una paga
miserable... no es cierto? Bueno, vamos a arreglar eso. Dio unas cuantas rdenes por el
dictfono: sin la menor dilacin, pongan una casa a disposicin del profesor Lewisohn,
fondos en consonancia, racin especial, etc. Por qu no me lo hizo usted saber? volvi
a preguntarme. He situado a todos los chicos del antiguo Refugio Secreto, o a la mayor
parte de ellos.
Pero, yo no quera... tartamude. no merezco... no tienen por qu echar a alguien
de su casa para que yo...
Silencio ri. Era la risa de un chiquillo, pero haba en ella una nota metlica. No
hable de gratitud, ni de solidaridad, ni de nada de todo eso: suena a formulismo, y no quiero
orlo de sus labios. El populacho necesita tanto el palo como el pan. Tienen que darse cuenta
no slo de que los traidores son castigados, sino tambin de que los leales son
recompensados. Comprende?
Qu clase de cargo tiene usted? inquir, sin atreverme a hablar en voz alta.
Cargo? Posicin? Ninguno, en absoluto. Esto es lo mejor de todo. No soy ms que un
asesor oficioso del Presidente. Achtmann se encogi de hombros, haciendo una mueca.
Primm inter pares. Alguien tiene que hacerlo, y yo dispongo de una gran cantidad de
hombres adiestrados y que me son absolutamente fieles... la cosa funciona bien, no le
parece?
Usted se lo dice todo murmur.
Diablo! No parece muy convencido... Cree que a m me gusta tener a un centenar
de ruidosos criados bajo mi techo? Esto es solamente un aspecto de la comedia que tengo
que representar. El mayor de los errores de Hare fue el de ser un hombre amargado, que no
supo rodearse de un marco de alegra y de esplendor. No podemos levantar a todo un
mundo de la ruina si no empezamos por colocar a su caudillo en un marco adecuado.
Cre que usted luchaba precisamente contra eso murmur.
En efecto. Y sigo pensando del mismo modo. Pero hay demasiadas cosas que hacer.
No podemos soltar las riendas de la noche a la maana a la gente que por espacio de una
generacin no ha gozado ni siquiera del derecho de pensar como se le antojase. No
podemos restablecer las garantas individuales, ni el habeas corpus, ni los procedimientos
normales en los juicios polticos, cuando varios millones de hombres se dedican a conspirar
para restablecer la dictadura. Existen todava muchos fanticos haristas, como usted sabe,
sin contar con un centenar de pequeos grupos de chiflados, cada uno de ellos con sus
propias e infalibles recetas para salvar a la humanidad.
Achtmann encendi otro cigarrillo con la colilla del que estaba fumando. Las palabras
surgan de su boca fras como el hielo.
No podemos disolver el Protectorado y conceder la independencia a las provincias
extranjeras, hasta que las hayamos educado y civilizado. De no hacerlo as, no tardaramos
en tener que enfrentarnos con otra guerra nuclear. Y aqu, en nuestra propia casa, hay
mucha pobreza y mucha. hambre... Cmo va a creer un hombre que vive en una
democracia, si sus hijos no tienen pan? Si aflojramos la mano, no tardara en aparecer un

15
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Fhrer que les prometiera alimentarles. Lo primero que tenemos que hacer es restablecer la
economa, la...
Me sorprend a m mismo interrumpindole.
Para su informacin dije, debo comunicarle que pertenezco al Partido Libertario.
No importa declar Achtmann alegremente. No constituir ninguna nota
desfavorable para usted. Cuando los partidos polticos sean disueltos, ser una simple
cuestin de...
Disueltos! exclam, asombrado. Acaso no van a celebrarse unas elecciones?
Temo que habr que esperar unos cuantos aos para ello. Sinceramente, amigo mo,
cmo cree usted que sera posible celebrar elecciones en unas circunstancias como las
actuales? Yo fui el primero en creer que podran celebrarse, y por eso fueron anunciadas,
pero desde entonces he aprendido unas cuantas cosas que me han hecho. comprender que
estaba equivocado.
Debi leer en mi rostro lo que yo estaba pensando en aquellos momentos, porque se
apresur a aadir, con una mueca que quera ser una sonrisa:
No me mire usted con ese aire horrorizado, profesor Lewisohn. No soy otro Hare, ni
mucho menos. l no admiti nunca que poda estar equivocado.
No tena usted ningn derecho a hacerlo protest. No ocupa usted ningn cargo
oficial... Oh! Ya entiendo: el Presidente y el Congreso actan de acuerdo con sus
instrucciones, y son considerados responsables de los errores y de los excesos en que usted
incurre. En cambio, usted se adorna con las plumas de las cosas que salen bien...
Eso es absurdo!
Era evidente que mis palabras haban enfurecido a Achtmann. Pero su furor no dur ms
que un breve instante. Luego dio media vuelta, dndome la espalda, y se acerc a una de las
ventanas del saln. All permaneci silencioso, mirando a travs de los cristales.
Como obedeciendo a una misteriosa llamada, apareci un criado y me ayud a ponerme
el abrigo. Me qued en pie, temblando, sin saber qu hacer.
No se preocupe, profesor dijo Achtmann en tono amable. De acuerdo, si usted
insiste, esto es una dictadura. Pero es una dictadura benvola... Diablos! Me conoce usted
perfectamente y sabe cmo pienso no es cierto? Desde luego, puedo verme obligado a
eliminar a unos cuantos adversarios, y s que la gente empieza a llamarme el Cinc, pero....
Sigui mirando a travs de la ventana, sin volverse hacia m: Esto slo ser mientras
dure el estado de emergencia.

FIN

16
Poul Anderson Cuentos y Relatos

EL CAMARADA
Poul Anderson

17
Cuentos y Relatos Poul Anderson

1
Una nave estaba cargando en el muelle Claudiano. Era grande para tratarse de un buque
ocenico, con dos mstiles y el vientre negro y redondo con capacidad para unas quinientas
toneladas. El dorado codaste, curvado sobre la cabeza y el cuello de cisne que adornaban la
popa, tambin hablaba de riqueza. Luego se acerc para curiosear. Andaba por all y haba
resuelto desviarse para ver qu novedades haba en puerto. Siempre intentaba estar al
corriente de todo lo que pasaba a su alrededor.
Los estibadores eran esclavos. Aunque era una maana fresca, los cuerpos relucan y
apestaban a sudor mientras suban nforas por la plancha, dos hombres por vasija. La brisa
del ro mezclaba el olor de la brea fresca del barco con el de los esclavos. Lugo se acerc al
capataz.
El Nerida contest el capataz, con vino, cristal, sedas y no s qu ms, para
Britannia. El capitn quiere coger la primera marea de maana. Eh, t! El ltigo restall
sobre una espalda desnuda. Era de una sola cola y no tena puntas, pero traz una marca
entre la clavcula y el taparrabo. Muvete! El esclavo lo mir con furia resignada y se
dirigi no sin dificultad hacia el siguiente fardo. Hay que mantenerlos alerta explic el
capataz. Se ablandan y se ponen perezosos cuando remolonean. No son suficientes
suspir. En estos malos tiempos, puedes despedir a un hombre libre para llamarlo cuando
lo necesitas. Pero la gente que ocupa su puesto de por vida...
Me asombra que esta nave pueda zarpar dijo Lugo. No atraer piratas como un
cadver a las moscas? He odo que los sajones y escoceses arrasan las costas de Armrica.
La Casa de los Cielos siempre fue inescrutable, y supongo que aguardan pinges
beneficios a los pocos que se atrevan a navegar respondi el capataz.
Luego asinti, se acarici la barbilla y murmur:
Es cierto que los ladrones del mar buscan su botn en tierra. Sin duda el Nereida llevar
guardias, adems de una tripulacin bien armada. Aunque ataquen varios buques brbaros,
quiz los escoceses no puedan escalar esa alta borda desde sus carracas, y con el menor
viento esta nave puede dejar a la zaga a las galeras sajonas.
Hablas como marinero, pero no lo pareces. El capataz lo mir con mayor atencin,
pues la suspicacia estaba en el orden del da. Vio a un hombre juvenil y musculoso de talla
media, cara angosta y pmulos altos, nariz curva, ojos castaos un tanto oblicuos; pelo negro
y barba pulcramente recortada, a la moda; tnica limpia y blanca, capa azul con cogulla
echada hacia atrs; sandalias fuertes y un cayado en la mano, aunque caminaba con
agilidad.
Lugo se encogi de hombros.
Conozco el mundo. Y me agrada hablar con la gente. Contigo por ejemplo. Sonri.
Gracias por satisfacer mi enorme curiosidad, y que tengas un buen da.
Ve con Dios contest el capataz, desarmado, volvindose hacia los esclavos.
Lugo continu su paseo. Cuando lleg a la puerta siguiente, se detuvo para admirar el
paisaje del este. Sus pestaas atraparon la luz del sol y formaron franjas irisadas.
Ante l se extenda el Garumna, en su camino hacia la confluencia con el Duranius, su
estuario comn y el mar. En la brillante extensin de agua se mecan varios botes de remo,
un pesquero que bogaba corriente arriba con su carga, una grrula vela sobre un bote
alargado. Las tierras de la otra margen eran bajas e intensamente verdes; vio los pardos
muros y las rosadas tejas de dos mansiones entre sus vias y jirones de humo brotando de
humildes techos de paja. Los pjaros revoloteaban por todas partes; petirrojos, golondrinas,
grullas, patos, un halcn en lo alto, y un martn pescador asombrosamente azul. Sus trinos

18
Poul Anderson Cuentos y Relatos

resbalaban sobre el murmullo del ro. Era difcil creer que los infieles germanos amenazaban
las puertas de Lugdunum, que la principal ciudad de la Galia central, a menos de quinientos
kilmetros, hubiera cado en sus manos.
Pero tambin era fcil creerlo. Lugo tens la boca. Olvdalo, se dijo. Era ms proclive a la
ensoacin que otros hombres, pero con menos excusas. Esta regin se haba salvado
hasta ahora, pero cada ao Lugo lea mejor las escrituras de la pared, como habran dicho
ciertos judos que haba conocido. Dio media vuelta y entr en la ciudad.
Era una puerta menor una abertura en las murallas cuyas torres y almenas rodeaban toda
Burdigala. Un centinela medio dormido se apoyaba en la lanza contra las piedras entibiadas
por el sol. Era un auxiliar, un germano. Las legiones estaban en Italia o cerca de las
fronteras, y eran la sombra de lo que haban sido antao. Entretanto, los brbaros
arrancaban a los emperadores el permiso para establecerse en tierras romanas. A cambio,
deban obedecer las leyes y ceder tropas; pero en Lugdunensis, por ejemplo, se haba
rebelado...
Lugo atraves el pomoeriurn abierto y entr en una calle que reconoci como la va
Vindomariana. Serpeaba entre edificios cuyos flancos chatos tapaban el cielo, con adoquines
embadurnados por entraas pestilentes, un callejn oscuro que quiz se remontaba a
pocas en que slo los bituriges se acuclillaban all. Lugo haba aprendido a conocer la
ciudad entera, tanto la parte vieja como los barrios nuevos.
Aqu se cruzaba con pocas personas, la mayora vestidas con harapos. Las mujeres
parloteaban a la vez que llevaban ropa sucia al ro, cubos con agua del acueducto o cestos
de hortalizas del mercado local. Un porteador llevaba una carga tan pesada como el carro
contra el cual choc; l y el cochero maldijeron, tratando de pasar. Un aprendiz que buscaba
lana para su maestro se haba detenido para cortejar a una muchacha. Dos campesinos con
chaquetas y pantalones a la antigua, tal vez arrieros, hicieron comentarios con un acento tan
dialectal y tantas palabras galas que Lugo apenas entendi lo que oa. Un borracho un
pen a juzgar por las manos, y sin trabajo a juzgar por el estado caminaba dando tumbos
buscando una juerga o una ria; el desempleo proliferaba mientras las turbulencias de la
dcada anterior atentaban contra un comercio en decadencia. Una meretriz con ropas
patticamente ostentosas, buscando clientes ya a esas horas, roz a Lugo. El la ignor,
aunque aferr la bolsa que le colgaba de la cintura. Un mendigo jorobado pidi limosna en
nombre de Cristo. Lugo tambin lo ignor y el mendigo prob suerte con Jpiter; Mitra, Isis,
la Gran Madre, y la cltica Epona; al fin lanz maldiciones contra la espalda de Lugo. Nios
desgreados con ropas mugrientas hacan recados o jugaban. Por ellos sinti un aguijonazo
de compasin.
Los rasgos levantinos de Lugo llamaban la atencin. Burdigala era cosmopolita y llevaba
sangre de Italia, Grecia, frica y Asia. Pero la mayora de sus habitantes seguan siendo
como sus antepasados: robustos, de cabeza redonda, de pelo oscuro pero de tez clara.
Hablaban latn con una entonacin nasal que l nunca haba llegado a dominar.
La tienda de un alfarero, que exhiba sus mercaderas y su rueda ronroneante, le indic
que deba girar hacia la ms ancha calle Teutatis, a la cual el obispo ltimamente intentaba
hacer llamar San Johannes. Era la ruta ms rpida para llegar por ese laberinto al callejn de
la Madre Thornbesom, donde viva el que buscaba. Tal vez Rufus no estuviera en casa, pero
ciertamente no estaba trabajando. Haca ms de un ao que el astillero no reciba pedidos, y
los hombres dependan del Estado para comer; los circos slo presentaban osos adiestrados
o cosas similares. Si no encontraba a Rufus, esperara en el vecindario sin hacerse notar.
Haba aprendido a ser paciente.
Haba andado un trecho cuando se oy un rumor. Otros tambin lo oyeron, se detuvieron,
prestaron atencin, ladearon la cabeza y entornaron los ojos. La mayora empez a

19
Cuentos y Relatos Poul Anderson

retroceder. Los tenderos y aprendices se apresuraron a cerrar puertas y postigos. Algunos


hombres se frotaron las manos y echaron a andar hacia el ruido. El revuelo llamaba a los
revoltosos. El bullicio creci, sofocado por las casas y los sinuosos callejones, pero
inconfundible. Lugo conoca desde tiempo atrs ese gruido profundo y brutal, los gritos y
abucheos. La turba cazaba a alguien.
Comprendi con un escalofro quin poda ser la presa. Vacil un instante. Vala la pena
correr el riesgo? Cordelia, sus hijos, l y su familia podan tener treinta o cuarenta aos por
delante.
Tom una decisin. Al menos vera si la situacin era desesperada o no. Se cubri la
cabeza con la capucha. Cosido al borde tena un velo, y lo baj. Le permita ver a travs de
la gasa, pero le ocultaba la cara. Lugo haba aprendido a estar preparado.
Si lo vea una patrulla militar; quiz se extraara y lo detuviera para interrogarlo. Sin
embargo, si hubiera una patrulla en el vecindario, la turba no estara persiguiendo a Rufus. Si
la hubiera, pens Lugo con un rictus, lo ms probable era que arrestara a Rufus.
Lugo avanz para interceptar el tumulto. Iba un poco ms deprisa que los revoltosos,
aunque no tanto como para llamar la atencin. La capucha arrojaba una sombra que impeda
ver el velo; tal vez nadie repar en l. Para sus adentros, Lugo recit antiguos
encantamientos contra el peligro. Que no te domine el terror; mantn los tendones flojos y los
sentidos alerta, dispuesto a entrar en accin en cualquier momento. Tranquilo, alerta, gil;
tranquilo, alerta, gil...
Sali a la plaza Hrcules al mismo tiempo que el perseguido. Una corroda estatua de
bronce del hroe daba su nombre a la plazoleta. Varias calles partan desde all. El
perseguido era un sujeto corpulento, pecoso, de rasgos toscos, pelo fino, barba desaliada y
rojiza. La tnica que le ondeaba sobre las gruesas piernas estaba empapada de maloliente
sudor. ste deba de ser Rufus y Rufus el Rojo era un apodo.
El fugitivo era fuerte, pero no rpido. Sus perseguidores estaban a punto de alcanzarlo.
Eran una cincuentena de trabajadores como l, con ropas radas. Haba varias mujeres,
cuyos rizos de Medusa enfurecida enmarcaban rostros de mnade. La mayora llevaba
armas improvisadas, cuchillos, martillos, palos, adoquines. Algunas palabras sobresalan
entre los gritos: Hechicero...! Pagano...! Satans! Te mataremos!. Una piedra golpe a
Rufus entre los hombros. Rufus se tambale pero sigui adelante. Tena la boca tensa, el
pecho jadeante, los ojos desorbitados.
Lugo ech una rpida ojeada. A veces no se poda esperar para ver qu suceda, haba
que tomar una decisin al instante. Calibr la situacin, la distancia, las velocidades, la ndole
de la turba. El odio con que gritaban denotaba terror. Vala la pena intentar el rescate. Si
fallaba, quiz pudiera escapar sin heridas graves, sanara pronto.
A m, Rufus! grit. Y a la turba: Alto! Deteneos, perros sin ley!
El cabecilla de los perseguidores lanz un gruido. Lugo cerr las manos sobre el cayado.
Era de roble. Le haba abierto orificios en las puntas y los haba rellenado de plomo. El
cayado silb y golpe. El hombre grit y cay a un lado. Una costilla rota, probablemente. El
arma de Lugo golpe a otro debajo del pecho, arrancndole un bufido. Otro recibi un golpe
en la rtula, grit de dolor y cay sobre dos que lo seguan. Una mujer blandi un estropajo.
Lugo la esquiv y le peg en los nudillos. Quiz quebr un par de huesos.
La multitud retrocedi, gir, gimi, chill. Escudado tras su cayado movedizo, casi
invisible, Lugo sonri a los perseguidores y a los curiosos que haban aparecido.
Regresad a casa dijo. Os atrevis a tomar en vuestras manos la ley del Csar?
Largo!
Alguien arroj una piedra y err. Lugo descarg un golpe en el crneo ms cercano.
Control su fuerza. Las cosas ya estaban bastante mal sin cadveres que provocaran una

20
Poul Anderson Cuentos y Relatos

inmediata accin oficial. No obstante, la herida sangr espectacularmente: un charco rojo en


la piel y el pavimento, un motivo de alarma.
Rufus resollaba.
Vamos murmur Lugo. Despacio y tranquilo. Si corremos, nos perseguirn de
nuevo. Retrocedi, agitando el cayado con una sonrisa lobuna. Por el rabillo del ojo, vio
que Rufus caminaba a su derecha. Bien. El sujeto haba conservado cierta compostura.
Los perseguidores murmuraban boquiabiertos. Los heridos geman. Lugo entr en la calle
angosta que haba escogido. Dobl la esquina y perdi a Hrcules de vista.
Ahora, en marcha mascull, volvindose hacia Rufus y cogindole la manga. No, no
corras. Camina.
Los testigos lo miraron con recelo, pero no se entrometieron. Lugo se meti en un callejn
que conectaba con otra calle. Cuando estuvieron solos en medio del ajetreo, orden a Rufus
que se detuviera. Se puso el cayado bajo el brazo y asi el broche que le sujetaba la capa.
Te pondremos esto encima. Guard el velo dentro de la capucha antes de cubrir el
llamativo pelo del acompaante. Muy bien. Somos dos hombres apacibles que se dedican
a sus ocupaciones. Puedes recordarlo?
El artesano pestae. El sudor reluca en la escasa luz.
Quin eres? dijo con voz trmula. Qu buscas?
Salvarte la vida dijo con frialdad, pero no me propongo arriesgar ms la ma. Haz lo
que digo y quiz encontremos un refugio. El aturdido Rufus titube y Lugo se apresur a
aadir: Acude a las autoridades, si lo deseas. Ve de inmediato, antes de que tus queridos
vecinos se armen de valor y vengan a por ti. Di al prefecto que ests acusado de hechicera.
l lo averiguar, de todos modos. Mientras te interrogan bajo tortura, quiz puedas demostrar
tu inocencia. La hechicera es un crimen capital, ya sabes.
Pero t...
No soy ms culpable que t. Sospecho que podemos ayudarnos. Si no ests de
acuerdo, adis. De lo contrario, ven conmigo y mantn la boca cerrada.
El corpulento Rufus resopl. Se cubri con la capa y comenz a andar.
Pronto camin con mayor soltura, pues nadie los detuvo. Ambos se mezclaron con el
trfico.
Quiz creas que es el fin del mundo murmur Lugo, pero fue un alboroto puramente
local. Nadie ms ha odo hablar de ello, o en todo caso a nadie le importa. He visto a la gente
seguir con su vida cotidiana mientras el enemigo irrumpa por la puerta.
Rufus lo mir de soslayo y trag saliva, pero guard silencio.

2
La casa de Lugo estaba en el distrito noroeste, en la calle de los Zapateros, una zona
tranquila. La casa era discreta, bastante vieja, y aqu y all el estuco se desprenda de la
pared. Lugo llam y el mayordomo abri la puerta; Lugo tena pocos esclavos,
cuidadosamente escogidos y seleccionados a travs de los aos.
Este hombre y yo tendremos una charla confidencial, Perseo dijo. Quiz se quede
un tiempo con nosotros. No quiero que nadie lo moleste.
El cretense asinti y sonri.
Entendido, amo replic. Informar a los dems.
Podemos confiar en ellos le dijo a Rufus, en un aparte. Saben que tienen camas
mullidas. Y dirigindose a Perseo, aadi: Como puedes ver y oler, mi amigo ha pasado

21
Cuentos y Relatos Poul Anderson

un mal rato. Lo alojaremos en la Sala Baja. Trae comida de inmediato; agua en cuanto
puedas calentar una buena cantidad, toallas y ropa limpia. Est hecha la cama?
Siempre lo est, amo dijo el esclavo, un poco ofendido. Reflexion. En cuanto a la
indumentaria, la vuestra no servir. Se la pedir prestada a Durig. Debo comprar ms?
Todava no resolvi Lugo. Quiz necesitara de repente todo el efectivo disponible.
Aunque no las envilecidas monedas pequeas. Hacan demasiado bulto; un solidus de oro
equivala a catorce mil nummi. Durig es nuestro pen le explic a Rufus. Adems,
tenemos un hbil cocinero y un par de criadas. Un hogar modesto. Los detalles domsticos
tal vez calmaran a Rufus, ponindolo en condiciones de responder a varias preguntas.
Del atrio pasaron a una sala de estar, igualmente austera. La luz del sol se volva verdosa
al atravesar las ventanas de estilo eclesistico. En el centro del piso, un mosaico presentaba
una pantera rodeada por pavos reales. Incrustados en las paredes haba paneles de madera
con motivos ms comunes, el Pez y Chi Rho entre flores, un Buen Pastor de grandes ojos.
Desde el reinado de Constantino el Grande haba sido cada vez ms imperativo profesar el
cristianismo, y en esta regin adems convena ser catlico. Lugo segua siendo
catecmeno; el bautismo le habra impuesto obligaciones inconvenientes. La mayora de los
creyentes lo postergaban hasta un perodo tardo de la vida.
Su esposa lo haba odo llegar y le sali al encuentro.
Bienvenido, querido dijo con alegra. Has vuelto pronto.
Vio a Rufus y se turb visiblemente.
Este hombre y yo tenemos asuntos urgentes dijo Lugo. Es muy confidencial.
Entiendes?
Ella trag saliva pero asinti.
Bienvenido seas salud con voz sumisa.
Buena chica, pens Lugo. Era difcil dejar de mirarla. Cordelia tena diecinueve aos, de
estatura baja pero formas deliciosamente redondeadas, con rasgos delicados y labios
entreabiertos bajo una lustrosa mata de pelo castao. Haca cuatro aos que era su esposa y
le haba dado dos hijos que an vivan. El matrimonio le haba brindado contactos tiles, ya
que el padre de Cordelia era curial, pero no una dote digna de mencin, pues la clase curial
estaba agobiada por los impuestos y los deberes cvicos. Pero lo ms importante para ambos
esposos era la atraccin mutua, y el lecho nupcial era un deleite cada vez mayor.
Marco, sta es mi esposa Cordelia dijo Lugo. Marco era un hombre bastante
comn. Rufus inclin la cabeza y gru. A ella le dijo: Debemos hablar de inmediato.
Perseo se ocupar de todo. Estar contigo cuanto antes.
Ella los sigui con la mirada. Acaso suspiraba? Lugo sinti una punzada de temor. Haba
seguido adelante impulsado por la esperanza, una esperanza tan desbocada que insista en
negarla, recriminndose por ello. Ahora vea hacia dnde poda conducir la realidad.
No, no deba pensar en ello. No ahora. Un paso, dos pasos, pie izquierdo, pie derecho, as
era como se avanzaba a travs del tiempo.
La Sala Baja estaba en el subsuelo, parte del stano que Lugo haba cerrado con ladrillos
tras adquirir la casa. Esos escondrijos eran comunes y no llamaban la atencin. A menudo
estaban destinados a las plegarias o a las austeridades ntimas. En el oficio del Lugo, era
obvio que necesitaba un sitio a salvo de los curiosos. La celda era estrecha. Tres ventanas
diminutas daban al jardn con peristilo de la planta baja. El vidrio era tan grueso y ondulante
que impeda ver el interior; pero la luz que se filtraba resplandeca en las paredes
blanqueadas, aclarando un poco la penumbra. En un anaquel haba velas de sebo, y al lado
un pedernal, acero y madera. Los nicos muebles eran una cama, un taburete y un orinal en
el piso de tierra.
Sintate invit Lugo. Descansa. Ests a salvo, amigo, a salvo.

22
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Rufus se desplom en el taburete. Se ech la capucha hacia atrs, pero se aferr la


paenula contra la tnica; ese sitio estaba helado. Irgui la cabeza roja en un gesto
desafiante.
Quin demonios eres? gru.
Su anfitrin se apoy en la pared y sonri.
Flavio Lugo dijo. Y t, segn creo, eres un carpintero del astillero, sin empleo, a
quien llaman Rufus. Cul es tu verdadero nombre?
Rufus barbot una obscenidad y una pregunta:
Qu te importa?
Lugo se encogi de hombros.
Poco o nada, supongo. Podras ser ms amable conmigo. Esa chusma te habra quitado
la vida.
Y en qu te concierne? replic Rufus con dureza. Por qu te entrometiste? Mira,
no soy hechicero. No me interesan la magia ni las prcticas paganas. Soy buen cristiano, un
ciudadano romano libre.
Lugo enarc las cejas.
Nunca has hecho ofrendas salvo en las iglesias? murmur.
Bien... eh, bien... Epona, cuando mi esposa agonizaba. Rufus se encoleriz. Por el
estircol de Cernunnos! T eres hechicero?
Lugo alz la palma. Acarici el cayado persuasivamente.
No lo soy. Ni te puedo leer la mente. Sin embargo, las viejas costumbres tarden en
morir; aun en las ciudades, y la campia es mayormente pagana. Por tu aspecto y tu modo
de hablar yo dira que tus familiares fueron cadurci hace una o dos generaciones, en las
colinas del valle del Duranius.
Rufus se aplac. Respiraba ruidosamente. Se tranquiliz poco a poco y esboz una
sonrisa.
Mis padres vienen de esa tribu rezong. Mi nombre es Cotuadun. Pero todos me
llaman Rufus. Eres observador.
Me gano la vida con eso.
T no eres galo. Cualquiera puede llamarse Flavio, pero quin se llama Lugo? De
dnde eres?
Hace varios aos que me establec en Burdigala.
Se oy un golpe en la puerta de madera. Ah, aqu viene el amable Perseo con el
refrigerio que orden. Creo que t lo necesitas ms que yo.
El mayordomo trajo una bandeja con jarras de vino y agua, cuencos de pan, queso,
aceitunas. La dej en el suelo y se march a una sea de Lugo, cerrando la puerta. Lugo se
sent en la cama, sirvi vino, ofreci a Rufus un trago con poca agua, pero diluy bien el
suyo.
A tu salud propuso. Hoy casi la perdiste. Rufus bebi un largo sorbo.
Ahhh! Que me cuelguen, qu bueno est.
Mir a su salvador con ojos entornados. Por qu lo hiciste? Qu significo para ti?
Bien, en todo caso, esa chusma no tena derecho a matarte. Eso es tarea del Estado,
una vez que te han hallado culpable..., y no creo que lo seas. Me corresponda aplicar la ley.
Me conocas.
Lugo bebi. El vino de Falerno tena un sabor dulzn.
Haba odo hablar de ti. Rumores. Es natural. Me mantengo al corriente de lo que
ocurre. Tengo mis agentes. Pero no te asustes, no son informadores secretos. Slo mocosos
callejeros, por ejemplo, que se ganan una moneda comunicndome las novedades de

23
Cuentos y Relatos Poul Anderson

inters. Decid buscarte y averiguar ms. Fue una suerte para ti que eso ocurriera
exactamente cuando y donde pude rescatarte de tus compaeros de fatigas.
La pregunta lo turb: Cuntas oportunidades haba perdido, y por qu mrgenes, a
travs de los aos? No comparta la difundida fe actual en la astrologa. Pensaba que el
mero accidente rega el mundo. Tal vez en esta ocasin haba correspondido que los dados
rodaran a su favor.
Siempre que el juego fuera real. Siempre que existiera alguien ms como l, que alguna
vez hubiera existido.
Rufus irgui la cabeza sobre los hombros macizos.
Por qu lo hiciste? rezong. Qu demonios buscas?
Era preciso calmarlo. Lugo aplac su propia ansiedad, su propio temor.
Bebe el vino dijo. Escucha y me explicar. Esta casa te habr inducido a creer que
soy un curial, o un tendero prspero, o algo por el estilo. No lo soy. No lo haba sido en
mucho tiempo. El decreto de Diocleciano haba congelado a todos en la categora dentro de
la cual haban nacido, incluidas las clases medias. Pero en vez de dejarse aplastar; grano
por grano, entre las piedras molares de los gravmenes, las regulaciones, la moneda
envilecida, el comercio languideciente, cada vez ms personas se daban a la fuga.
Escapaban, cambiaban de nombre, se transformaban en siervos o esclavos, trabajadores
migratorios ilegales y charlatanes; algunos se unan a las Baucaudae, cuyas pandillas de
bandidos aterrorizaban las atrasadas zonas rurales, otros acudan a los brbaros. Lugo haba
hecho arreglos ms convenientes, muy de antemano. Estaba habituado a ser previsor.
Actualmente soy empleado de un tal Aureliano, un senador de esta ciudad continu.
Rufus manifest hostilidad.
He odo hablar de l.
Lugo se encogi de hombros.
Pues s, lleg a ese cargo mediante el soborno, e incluso entre sus colegas es
increblemente corrupto. Y qu? Es un hombre capaz de comprender que es sabio ser leal
a quienes lo sirven. Los senadores no pueden participar en el comercio, como sabrs, pero l
tiene variados intereses. Eso exige intermediarios que no sean meros mascarones. Yo soy su
representante. Voy y vengo, huelo peligros y posibilidades, comunico mensajes, ejecuto
tareas que requieren discrecin, doy consejos cuando es apropiado. Hay posiciones peores
en la vida. De hecho, hay algunas mucho menos honorables.
Y qu quiere de mi Aureliano? pregunt Rufus, inquieto.
Nada. Jams ha odo hablar de ti. Si el destino lo quiere nunca oir hablar de ti. Te he
buscado por decisin propia. T y yo podemos ayudarnos mucho.
Lugo habl con voz ms cortante. No amenazo. Si no podemos trabajar juntos pero
haces lo posible para colaborar conmigo, al menos intentar sacarte de Burdigala para que
empieces de nuevo en otro sitio. Recuerda que me debes la vida. Si te abandono, eres
hombre muerto.
Sabrn que me has escondido aqu respondi con un gesto obsceno.
Yo mismo se lo dir declar Lugo sin inmutarse. Como ciudadano respetable, no
quera que te descuartizaran ilegalmente, sino que cre mi deber entrevistarte en privado,
sacarte de... Alto! Haba dejado el tazn en el suelo mientras hablaba, suponiendo que
Rufus se sulfurara. Cogi el cayado con ambas manos. Qudate donde ests, muchacho.
Eres fuerte, pero ya has visto lo que puedo hacer con esto.
Rufus se qued en su sitio y Lugo se ech a rer.
As est mejor. No seas tan irritable. No te quiero causar dao, de verdad. Djame
repetirlo. Si eres franco conmigo y haces lo que te digo, lo peor que puede ocurrirte es irte de
Burdigala bajo un disfraz. Aureliano posee un vasto latifundio; sin duda le vendr bien un

24
Poul Anderson Cuentos y Relatos

pen, si yo lo recomiendo, y el senador encubrira todas las pequeas irregularidades. Y lo


mejor..., bien, an no lo s, as que no har promesas, pero superara la gloria de tus
mayores sueos infantiles, Rufus.
Sus palabras y el tono tranquilizador surtieron efecto. Y tambin el vino. Rufus call un
instante, asinti, sonri, bebi un sorbo, extendi la mano.
Por la Trinidad, de acuerdo! exclam.
Lugo estrech la dura palma. El gesto era nuevo en la Galia, quizs aprendido de
inmigrantes germanos.
Esplndido dijo. Tan slo habla con franqueza. S que no ser fcil, pero recuerda
que tengo mis razones. Me propongo ser benvolo contigo, tanto como Dios permita.
Llen el tazn vaco. A pesar de su aire jovial, estaba cada vez ms tenso.
Rufus bebi, agit el tazn.
Qu quieres saber? pregunt.
Primero, por qu tienes problemas.
Rufus hizo una mueca de disgusto, apartando los ojos.
Porque mi esposa falleci mascull Rufus. Eso inici los rumores.
Muchos hombres enviudan dijo Lugo, al mismo tiempo que los recuerdos le revolvan
una espada en las entraas.
La manaza se cerr sobre el tazn hasta que los nudillos se pusieron blancos.
Mi Livia era vieja. Pelo blanco, arrugas, sin dientes. Tenamos dos hijos crecidos, varn
y mujer. Estn casados, tienen sus propios hijos. Y han envejecido.
Me imaginaba algo as susurr Lugo, pero no en latn. Oh Ashtoreth...! Y en voz
alta, usando la lengua comn: Los rumores que o me sugeran algo parecido. Por eso fui a
buscarte. Dnde naciste Rufus?
Y qu diablos s yo? respondi huraamente. Demonios! Los pobres no llevan la
cuenta como vosotros los ricos. No podra decirte quin es cnsul este ao, y mucho menos
quin lo era entonces. Pero mi Livia era joven como yo cuando nos enamoramos..., catorce,
quince aos. Era una hembra fuerte, para vstagos como semillas de meln, aunque slo
dos llegaron a crecer. No se agot pronto, como otras hembras.
Entonces quiz tengas ms de setenta aos murmur Lugo. Pero no aparentas
ms de veinticinco. Alguna vez estuviste enfermo?
No, a menos que cuentes un par de veces que me hirieron. Heridas feas, pero sanaron
en pocos das, ni siquiera me dejaron cicatrices. Nunca tuve dolor de muelas. Una vez me
cayeron tres dientes en una pelea, y volvieron a crecer. Rufus habl con menos arrogancia
. La gente me miraba con creciente desconfianza. Cuando muri Livia, empezaron los
rumores. Rufus gru. Decan que yo haba hecho un paco con el diablo. Ella me dijo lo
que haba odo. Pero qu cuernos poda hacer yo? Dios me dio un cuerpo fuerte, eso es
todo. Ella me crey.
Yo tambin, Rufus.
Cuando ella enferm al fin, muchos dejaron de hablarme. Se alejaban de m en la calle,
se persignaban, se escupan el pecho. Acud a un sacerdote. l tambin se asust de m. Me
dijo que viera al obispo, pero el bastardo no quiso acompaarme. Luego muri Livia.
Una liberacin sugiri Lugo, sin poder contenerse.
Bien, hacia tiempo que yo iba a un burdel respondi Rufus sin rodeos. Se encoleriz
. Pero esas zorras me dijeron que me fuera y no regresara. Me enfurec, arm un
escndalo. La gente lo oy y se agrup fuera. Cuando sal, los cerdos me insultaron. Tumb
al que ms gritaba. Logr zafarme y echar a correr. Pero me persiguieron y eran cada vez
ms.

25
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Y habras muerto pisoteado por ellos. O los rumores habran llegado a odos del
prefecto. La historia de un hombre que no envejeca y obviamente no era un santo, as que
deba de estar aliado con el diablo. Te habran arrestado, interrogado bajo tortura, y sin duda
decapitado. stos son malos tiempos. Nadie sabe qu esperar. Vencern los brbaros?
Tendremos otra guerra civil? Nos destruir la peste, el hambre, el colapso total del
comercio? Los herejes y hechiceros son objeto de temor.
No soy nada de eso!
No he dicho que lo fueras. Acepto que eres un hombre comn, comn como el que ms,
aparte de... Dime, has odo hablar de alguien como t, a quien el tiempo no parece afectar?
Parientes, quiz?
Rufus neg con la cabeza. Lugo suspir.
Tampoco yo. Se arm de coraje y continu. Aunque he esperado e intentado,
buscado y resistido, desde que llegu a comprender.
Eh? El vino gote del tazn de Rufus. Lugo bebi un sorbo en busca de consuelo.
Qu edad crees que tengo? pregunt.
Rufus lo escudri antes de decir con voz gutural:
Aparentas veinticinco.
Lugo torci la boca en una sonrisa.
Como t, tampoco s mi edad con certeza respondi lentamente. Pero Hiram era
rey de Tiro cuando yo nac all. Las crnicas que he podido estudiar desde entonces indican
que eso fue hace doce siglos.
Rufus se qued boquiabierto. Las pecas lucan sombras sobre la tez repentinamente
blanca. Se persign con la mano libre.
No temas lo exhort Lugo. No hice ningn pacto con las tinieblas. Ni con el cielo,
llegado el caso, ni con ninguna potestad o ningn alma. Soy de tu misma carne, si eso
significa algo. Simplemente, llevo ms tiempo sobre la Tierra. Eso te hace sentir solo. T
apenas has tenido tiempo de saborear esa soledad.
Se levant, dejando el cayado y el tazn, para caminar por la estrecha habitacin, las
manos en la espalda.
Flavio Lugo no fue el nombre con que nac, desde luego. Ese es slo mi nombre ms
reciente. He perdido la cuenta de los que tuve. El primero fue..., no importa. Un nombre
fenicio. Era un mercader hasta que los aos me causaron los mismos problemas que t
tienes hoy. Durante mucho tiempo fui marino, guardia de caravanas, mercenario, bardo
errante, todos los oficios en que un hombre puede ir y venir inadvertido. Tuve que asistir a
una dura escuela. A menudo estuvieron a punto de matarme las heridas, los naufragios, el
hambre, la sed, muchos peligros. A veces habra muerto, de no ser por el extrao vigor de
este cuerpo. Un peligro ms lento, ms temible cuando empec a notarlo, era el
desquiciarme, de perder el juicio entre los recuerdos. Por un tiempo estuve fuera de mis
cabales. En cierto modo fue piadoso; amortigu el dolor de perder a todas las personas que
llegaba a amar; perderlo a l, perderla a ella, perder a los nios... Poco a poco elabor el arte
de la memoria. Ahora tengo capacidad de recordar; soy como una biblioteca de Alejandra
ambulante... No, sa ardi, verdad? Ri entre dientes. Tengo mis deslices. Pero
domino el arte de almacenar lo que s hasta que lo necesito, y entonces lo recobro. Domino
el arte de controlar la pena. Domino...
Observo la mirada estupefacta de Rufus y se interrumpi.
Mil doscientos aos? jade el artesano. Viste al Salvador?
Lugo esboz una sonrisa forzada.
Lo lamento, pero no lo vi. Si naci durante el reinado de Augusto, como dicen, eso
habra sido entre trescientos y cuatrocientos aos atrs. Entonces yo estaba en Britannia.

26
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Roma an no la haba conquistado, pero el comercio era activo y las tribus meridionales eran
cultas a su manera. Y mucho menos pendencieras. Es una caracterstica siempre deseable
en un lugar. Difcil de encontrar hoy en da, a menos que huyas hacia los germanos, los
escoceses o lo que sea. Y aun ellos...
Tambin domino el arte de aparentar ms edad. Polvo capilar; tinturas, esas cosas son
incmodas y poco fiables. Dejo que todos comenten sobre mi apariencia juvenil. A fin de
cuentas, algunas personas aparentan menos edad de la que tienen. Pero entretanto empiezo
a encorvarme, a arrastrar los pies, a toser; a fingir que oigo mal, a quejarme de dolores y
malestares y de la insolencia de la juventud moderna. Slo funciona hasta cierto punto,
desde luego. Finalmente debo esfumarme e iniciar otra vida en otra parte, con otro nombre.
Trato de arreglar las cosas para hacer creer que me escap y me top con algn infortunio,
quiz porque envejec y me volv distrado. Y en general he podido prepararme para esa
circunstancia. Acumulo gran cantidad de oro, estudio el lugar adonde ir, a veces lo visito
para establecer mi nueva identidad.
La fatiga de los siglos lo abrum un instante.
Detalles, detalles. Call y mir por una de las ventanas ciegas. Me estoy volviendo
senil? Rara vez divago de esta manera. Bien, t eres el primer congnere que encuentro,
Rufus, el primero. Esperemos que no seas el ltimo.
Has odo hablar de otros? aventur Rufus a sus espaldas.
Lugo mene la cabeza.
Ya te he dicho que no. Cmo podra saberlo? A veces cre hallar un rastro, pero lo
perd o result falso. Quiz una vez. No estoy seguro.
Quin era..., amo? Quieres contarme?
Por qu no. Fue en Siracusa, donde pas muchos aos a causa de sus lazos con
Cartago. Maravillosa ciudad. Una mujer llamada Althea, de bonita apariencia, y brillante como
a veces eran las mujeres en los ltimos das de las colonias griegas. Ella y su esposo eran
conocidos mos. l era un magnate naviero y yo era capitn de un carguero volandero. Haca
ms de tres dcadas que estaban casados. l estaba calvo y barrign, y ella le haba dado
doce hijos y el mayor de ellos peinaba canas, pero Althea pareca una doncella en primavera.
Call un rato antes de continuar.
Luego dijo con voz monocorde:
Los romanos capturaron la ciudad. La saquearon. Yo estaba ausente. Siempre has de
tener una excusa para largarte cuando ves venir esas cosas. Cuando regres, hice
preguntas. Quiz la tomaron como esclava. Pude haber tratado de encontrarla y comprarla
para darle la libertad. Pero no, cuando hall a alguien que saba, tan insignificante como para
haber sobrevivido, supe que estaba muerta. Violada y apualada. No s si es cierto o no. Las
historias crecen con cada versin. No importa. Fue hace mucho tiempo.
Qu lstima. Tendras que haber llegado antes all. Rufus se puso tenso. Eh, lo
lamento, amo. Pero no pareces odiar a Roma.
Por qu habra de odiarla? Es la misma y eterna historia. Guerra, tirana, exterminio,
esclavitud. Yo mismo he formado parte de ello. Ahora Roma es la perjudicada.
Qu? jade Rufus. No puede ser! Roma es eterna!
Como gustes. Lugo se volvi hacia l. Parece que al fin he hallado a otro inmortal.
Por lo menos, he aqu a alguien a quien puedo salvaguardar; vigilar; para asegurarme.
Bastar con dos o tres dcadas. Aunque ya no tengo dudas.
Inhal profundamente.
Comprendes qu significa? No, no puedes comprender. No has tenido tiempo para
pensar en ello.

27
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Examin el tosco semblante, la frente baja, la consternacin transformada en primitiva


alegra.
No creo que jams comprendas pens. Eres un carpintero ms o menos
competente, eso es todo. Y aun as tengo suerte de haberte encontrado. A menos que
Althea..., pero ella se me escurri entre los dedos. La muerte me la arrebat.
Significa que no soy nico dijo Lugo. Si hay dos de nosotros, debe de haber ms.
Muy pocos, muy infrecuentes. No est en la herencia sangunea, como la altura o el color o
las deformidades tpicas de una familia. Fuera cual fuese la causa, pasa por accidente. O por
voluntad de Dios, si prefieres, aunque en tal caso Dios es bastante caprichoso. Y sin duda
meros accidentes eliminan a muchos inmortales en su juventud, tal como eliminan a
hombres, mujeres y nios comunes. Podemos escapar de la enfermedad, pero no de la
espada ni del caballo desbocado ni de la inundacin ni del fuego ni del hambre.
Posiblemente otros mueren a manos de vecinos que los consideran demonios, magos,
monstruos.
La cabeza me da vueltas gimi Rufus, intimidado.
Bien, has pasado un mal rato. Los inmortales tambin necesitan descanso. Duerme si lo
deseas.
Rufus tena los ojos vidriosos.
Por qu no podemos decir que somos... santos? ngeles?
Cun lejos habras llegado as? se burl Lugo. Tal vez, un hombre nacido en la
realeza... Pero no creo que eso nunca haya ocurrido, tan rara como es nuestra especie. No,
si sobrevivimos, pronto aprendemos a pasar inadvertidos.
Entonces cmo nos encontraremos? Rufus hip y ventose.

3
Ven conmigo al peristilo dijo Lugo.
Oh, encantada canturre Cordelia, casi bailando.
Era un atardecer sereno y despejado. La luna, casi llena, brillaba sobre el tejado este en
un cielo azul violceo. Hacia el oeste, el cielo se oscureca y despuntaban estrellas trmulas.
El claro de luna moteaba los canteros, tiritaba sobre el agua de un estanque, baaba de plata
el rostro joven y los senos de Cordelia.
Permanecieron unos pocos minutos tomados de la mano.
Hoy has estado atareado dijo ella al fin. Cuando regresaste temprano, pens...
Desde luego, tenias trabajo que hacer.
Por desgracia, s respondi Lugo-. Pero estas horas nos pertenecen.
Se apoy en l. Su melena castaa conservaba la fragancia del sol.
Los cristianos deben agradecer lo que tienen. Cordelia ri. Es fcil ser cristiana esta
noche.
Cmo se han portado hoy los nios? pregunt l. Su hijo Julius, que ya no se
tambaleaba sino que brincaba por todas partes, y empezaba a hablar; y la pequea Dora,
dormida en su cuna, las manitas entrelazadas.
Bien, muy bien dijo Cordelia, algo sorprendida.
Los veo tan poco.
Te interesas por ellos. Pocos padres se interesan tanto como t. Cordelia le apret la
mano. Quiero darte muchos hijos. Y aadi con picarda: Podemos empezar
enseguida.
Yo... he intentado ser amable.

28
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Ella oy cmo arrastraba las palabras, solt a Lugo, y lo mir con alarma.
Qu pasa, querido?
l se oblig a aferrarle los hombros, a mirarla a la cara. El claro de luna la haca
desgarradoramente bella.
Entre nosotros, nada respondi. Slo que t envejecers y morirs. Y ha ocurrido
tantas, tantas veces. No puedo contar las muertes. No hay medida para el dolor; pero creo
que no ha disminuido; simplemente he aprendido a convivir con l, como un mortal aprende a
convivir con una herida incurable. Cre que tendramos treinta, quiz cuarenta aos antes de
mi partida. Habra sido maravilloso. Pero debo realizar un viaje inesperado.
Algo que te dijo ese hombre, Marco? Lugo asinti. Cordelia hizo una mueca de
disgusto. No me agrada. Perdname, pero no me agrada. Es tosco y estpido.
En efecto convino Lugo. Le haba parecido conveniente que Rufus compartiera la
cena con ellos. El encierro en la Sala Baja, con la nica compaa de sus temores y
esperanzas animales, habra desbaratado la poca compostura que le quedaba y la
necesitara para el porvenir. An as, me trajo informacin importante.
Puedes decirme de qu se trata? Cordelia se esforz para que no pareciera una
splica.
Lo lamento, no. Tampoco puedo decir adnde me dirijo ni cunto tardar en regresar.
Ella le cogi ambas manos. Se le haban enfriado los dedos.
Los brbaros. Piratas. Bacaudae.
El viaje tiene sus peligros admiti l. He pasado buena parte del da haciendo
arreglos para ti. Por si acaso, querida, por si acaso. La bes. Los trmulos labios de
Cordelia tenan un tenue gusto a sal. Debes saber que ste es un asunto que puede
interesar o no a Aureliano, pero en caso afirmativo se debe investigar de inmediato, y l est
en Italia. Se lo he dicho a su amanuense Corbilo, y l te dar mi paga para tus necesidades.
Tambin te he dejado una suma sustancial en la iglesia. El sacerdote Antonino la ha
guardado y me entreg un recibo que te dar. Y eres heredera de esta propiedad. T y los
nios estaris bien. Siempre que Roma resista.
Ella se arroj a sus brazos y se acurruc. l le acarici el pelo, la espalda, arrugando el
vestido, transformando la caricia en abrazo.
Calma, calma la arrull, esto es slo una previsin. No temas. No correr grandes
riesgos. Eso crea. Regresar. Eso no era cierto y decirlo era doloroso como una
llamarada.
Bien, sin duda ella se casara de nuevo, cuando lo dieran por muerto. Lo vieron por ltima
vez en la costa ordovicia, cuando atacaron los escoceses...
Ella se apart, se abraz el cuerpo, trag saliva, sonri trmulamente.
Claro que S-S-s respondi. R-r-rezar por ti todo el tiempo. Y tenemos esta noche.
Hasta poco antes del alba, cuando zarpaba el Nereida. Haba comprado pasajes para l y
para Rufus. La mayor parte de Britannia continuaba segura, pero los brbaros causaban
suficientes estragos como para que nadie cuestionada a un par de hombres que aparecan
en Aquae Sulis o Augusta Londinium contando que haban huido. Dinero en mano, podran
comenzar de nuevo; y Lugo haba enterrado una buena provisin de monedas fuertes en la
isla, varias generaciones atrs.
Si tan slo pudieras quedarte dijo Cordelia sin querer.
Si pudiera.
Pero Rufus estaba marcado en Burdigala.
Rufus, el patn, el inmortal, quien sin duda perecera sin un hombre inteligente que lo
cuidara. Y no deba morir. Por torpe que fuera, la suya era la nica ayuda con que Lugo
podra contar cuando se reuniera su raza.

29
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Cordelia not con qu dolor deca su esposo esas palabras.


No llorar declar. Tenemos esta noche. Y muchas, muchas ms cuando regreses.
Te esperare, te esperar por siempre jams.
No, pens Lugo, no lo hars. No tendr sentido, una vez que consideres que eres viuda,
an joven pero con el tiempo pisndote los talones.
Tampoco podras haber esperado por siempre jams.
Busco a aquella que nunca tendr que abandonarme.

FIN

30
Poul Anderson Cuentos y Relatos

EL VIAJE MS LARGO
Poul Anderson

31
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Seleccin de

ANA M. PERALES

Versin Espaola de

JOS M. AROCA

EDICIONES ACERVO, 1964

ANTOLOGIA DE NOVELAS DE ANTICIPACION, IV

Depsito Legal: B. S2.645 - 1964 N. de Registro: 5.624 - 63

Edicin electrnica de diaspar. Mlaga febrero de 1999.

32
Poul Anderson Cuentos y Relatos

1
**

La primera vez que olmos hablar de la Nave Celeste estbamos en una isla cuyo nombre
era Yarzik. Aquello ocurri, aproximadamente, un ario despus de que el Golden Leaper
zarpara de Lavre Town. Nosotros calculbamos que habamos dado media vuelta al mundo.
Nuestra pobre carabela estaba tan sucia de vegetacin marina y moluscos que, aunque
desplegramos todo el velamen, apenas poda arrastrarse sobre el mar. El agua potable que
quedaba en los toneles habla adquirido un color verdoso y un olor nauseabundo. Las galletas
estaban llenas de gusanos. Y entre la tripulacin haban aparecido los primeros sntomas de
escorbuto.
- Sea o no peligroso - decidi el capitn Rovic -, tenemos que atracar en alguna parte. -
Un brillo, que yo conoca muy bien, apareci en sus ojos -. Adems, ha pasado mucho
tiempo desde que preguntamos por las Ciudades Doradas. Quiz por aqu sepan algo de
ellas.
Mientras avanzbamos hacia el este estuvimos tanto tiempo sin ver tierra que la palabra
motn se hizo usual en labios de todos los tripulantes. En lo ntimo de mi corazn, no se lo
reprochaba. Da tras da, ante las aguas azules, la espuma blanca, las altas nubes en el cielo
tropical; sin or ms que el ruido del viento, el rumor de las olas, el crujido del maderamen de
la carabela, y. a veces, por la noche, el horrible chasquido de un monstruo marino al saltar en
las aguas. Era demasiado para unos simples marineros, hombres ignorantes que seguan
creyendo que el mundo era plano.
Una delegacin se present al capitn. Tmida y respetuosamente, aquellos rudos y
corpulentos hombres le pidieron que emprendiera el regreso. Pero sus camaradas se
amontonaban abajo, con los musculosos cuerpos bronceados por el sol, tensos bajo sus
harapos, con cuchillos y cabillas al alcance de la mano. Los oficiales, en el puente de mando,
tenamos espadas y pistolas, es cierto. Pero no ramos ms que seis, incluidos el asustado
muchacho que era yo, y el anciano Froad, el astrlogo, cuyas tnicas y barba blanca
resultaban muy respetables, pero de muy poca utilidad en una lucha.
Rovic permaneci largo rato en silencio despus de que el portavoz de la delegacin
hubo expresado sus deseos. No se oa ms que el rumor del viento y el chocar de las olas
contra los costados de la nave. Nuestro jefe tena un aspecto impresionante; al enterarse de
que iba a recibir a una comisin de marineros, se haba puesto las calzas rojas y una
resplandeciente esclavina. Su casco y su peto brillaban como espejos. Las plumas ondeaban
alrededor del yelmo de acero, y los diamantes que adornaban sus dedos llameaban contra
los rubes del puo de su espada. Sin embargo, cuando habl, no lo hizo en el tono de un
caballero de la corte de la Reina, sino en el vulgar lenguaje Anday de su infancia de
pescador.
- De modo que queris regresar, eh, muchachos? Despus de haber dado media vuelta
al globo... Cun distintos sois de vuestros padres! Existe una leyenda que habla de un
poca en que todas las cosas obedecan a la voluntad del hombre, y dice que si estamos
obligados a trabajar fue por culpa de un perezoso hombre de Anday. Aquel hombre le orden
a su hacha que cortara un rbol para l, y luego orden a los haces de lea que se dirigieran
a su casa; pero cuando orden a los haces que le transportaran tambin a l, Dios se enoj y
le quit el poder. Como compensacin, Dios concedi a todos los hombres de Anday suerte
en el mar, suerte en los dados y suerte en el amor. Qu ms podis pedir, muchachos?
Desconcertado por aquella respuesta, el portavoz de los tripulantes se retorci las manos,
enrojeci, mir hacia cubierta, y tartamude que bamos a perecer miserablemente... de

33
Cuentos y Relatos Poul Anderson

hambre, de sed, o ahogados, o aplastados por aquella horrible luna, o despeados ms all
del lmite del mundo. El Golden Leaper haba llegado ms lejos que cualquier otro buque, y si
regresbamos enseguida, nuestra fama perdurara para siempre...
-Podemos comer de la fama, Etien? - pregunt Rovic, todava suave y sonriente -.
Hemos tenido luchas y tormentas, s, y tambin alegres francachelas; pero no hemos visto
an una Ciudad Dorada, aunque sabemos perfectamente que se encuentran en algn lugar,
llenas de tesoros para el primer hombre que se apodere de ellos. Qu diran los extranjeros
si regresramos ahora? Los arrogantes caballeros de Sathayn, los sucios buhoneros de
Woodland se reiran, y no slo de nosotros, sino de todo Montalir.
De este modo cape el primer embate. Slo una vez toc su espada, desenfundndola a
medias, con aire ausente, al recordar cmo se haba superado el huracn de Xingu. Pero
ellos recordaron el motn que se haba producido en aquella ocasin, y que aquella misma
espada haba atravesado a tres marineros armados que atacaron a la vez al capitn. Les dijo
que, por su parte, estaba dispuesto a olvidar el pasado; les prometi paradisacos placeres;
les describi tesoros maravillosos que podan ser suyos; apel a su orgullo de marinos y de
monteliranos. Y al final, cuando les vio reblandecidos, ces de hablar como un pescador.
Avanz unos pasos por el puente de mando, hasta colocarse debajo de la bandera de
Montalir, y habl como hablan los caballeros de la Reina:
- Ahora ya sabis que no me propongo regresar hasta que hayamos dado la vuelta al gran
globo y podamos llevarle a Su Majestad la Reina el mejor de los regalos. El cual no consistir
en oro ni esclavos, ni siquiera en el dominio de lugares lejanos que ella y su Compaa de
Aventureros Mercantes desean. No, lo que alzaremos en nuestras manos para ofrecrselo, el
da en que atraquemos de nuevo en el puerto de Lavre, ser nuestra hazaa: el haber
realizado lo que ningn hombre se ha atrevido a hacer hasta ahora, y el haberlo realizado
para su mayor gloria.
Permaneci unos instantes en pie, a travs de un silencio lleno de los rumores del mar.
Luego dijo en voz baja: Asunto terminado! , gir sobre sus talones y regres a su
camarote.

2
**

As continuamos varios das ms: los tripulantes sometidos pero disgustados, los oficiales
procurando ocultar sus dudas. Yo estuve ocupado, no tanto con las obligaciones de
escribano por las cuales me pagaban, ni con el estudio de las tareas de capitn para las
cuales me estaba capacitando, como ayudando a Froad, el astrlogo. Los vientos eran tan
apacibles, que poda realizar su trabajo incluso a bordo. No le importaba que nos
hundiramos o flotramos; haba vivido ya muchos aos. Pero el conocimiento de los cielos
que poda adquirir all tena gran valor para l. Por la noche, en cubierta, armado de
cuadrante, astrolabio y telescopio, baado por la claridad del firmamento, pareca una de las
figuras barbudas existentes en los vitrales de Provien Minster.
- Mira all, Zhean...
Su delgada mano sealaba ms all de los mares que brillaban y se ondulaban bajo la
claridad nocturna, ms all del cielo prpura y de las pocas estrellas que brillaban todava,
hacia Tambur. Enorme en su fase llena de medianoche, extendindose sobre siete grados de
firmamento, 'de color entre verdoso y azulado. La luna que nosotros habamos bautizado con
el nombre de Siett parpadeaba cerca de l. Balant, visto con muy poca frecuencia y muy bajo

34
Poul Anderson Cuentos y Relatos

en nuestro lugar de procedencia, apareca muy alto, con la parte oscura del disco teida por
el luminoso Tambur...
- No existe ninguna duda declar Froad -, puede verse cmo gira sobre un eje, y cmo
hierven las tormentas en su aire. Tambur no es ya una leyenda, ni una espantosa aparicin
que vemos levantarse al entrar en aguas desconocidas. Tambur es real. Un mundo como el
nuestro. Inmensamente mayor, desde luego, pero un esferoide en el espacio, a fin de
cuentas; alrededor del cual se mueve nuestro propio mundo, presentando siempre el mismo
hemisferio a su reina. Las conjeturas de los antiguos quedan confirmadas. No slo que
nuestro mundo es redondo, un hecho evidente para cualquiera... sino que nos movemos
alrededor de un centro mayor, el cual a su vez tiene un camino anual alrededor del sol. Pero,
en tal caso, qu tamao tiene el sol?
- Siett y Balant son satlites de Tambur - record, luchando por comprender -. Vieng,
Darou, y las otras lunas que vemos corrientemente, tienen caminos al exterior de nuestro
propio mundo. S. Pero, qu es lo que los sostiene a todos?
- Lo ignoro. Tal vez la esfera de cristal que contiene las estrellas ejerce una presin hacia
adentro.
La noche era clida, pero me estremec, como si aqullas hubiesen sido estrellas de
invierno.
-Pueden haber tambin hombres en... Siett, Balant, Vieng... incluso en Tambur? -
pregunt.
- Quin sabe! Necesitaramos vivir muchas vidas para descubrirlo. Pero al final se
conseguir. Da gracias a Dios, Zhean, por haber nacido en este amanecer de una nueva era.
Froad volvi a sus medidas. Un trabajo fastidioso, opinaban los otros oficiales; pero yo
haba aprendido ya lo suficiente de las artes matemticas para comprender que de aquellos
interminables clculos podan salir el verdadero tamao de la tierra, de Tambur, del sol, de la
luna y de las estrellas, los caminos que seguan a travs del espacio. De modo que los
marineros ignorantes, que murmuraban y hacan signos contra el diablo cuando pasaban
junto a nuestros instrumentos, estaban ms cerca del hecho que los caballeros de Rovic: ya
que Froad practicaba, en realidad, una magia ms poderosa.

Vimos hierbajos flotando sobre el mar, aves, masas acumuladas de nubes, todas las
seales de la proximidad de tierra. Tres das ms tarde nos acercamos a una isla. Era de un
verde intenso bajo aquellos tranquilos cielos. La resaca, ms violenta an que en nuestro
hemisferio, se estrellaba contra altos acantilados, se disolva en una nube de espuma y
retroceda, rugiendo. Costeamos con prudencia. Los artilleros permanecieron de pie junto a
nuestro can con las antorchas encendidas. No slo podamos encontrar corrientes y
bancos de arena - peligros con los cuales estbamos familiarizados -; en el pasado,
habamos tropezado con canbales a bordo de canoas. Temamos especialmente a los
eclipses. En aquel hemisferio, el sol tiene que ocultarse cada da detrs de Tambur. En
aquella longitud, el acontecimiento tena lugar alrededor de media tarde y duraba casi diez
minutos. Un espectculo espantoso: el planeta primario - como Froad lo llamaba ahora, un
planeta semejante a Diel o Coint, con nuestro propio mundo reducido a la categora de
simple satlite suyo- se converta en un disco negro circundado de rojo, en un cielo
repentinamente lleno de estrellas. Un viento fro soplaba a travs del mar, e incluso las olas
parecan apaciguarse. Sin embargo, el alma del hombre es tan insolente, que nosotros
continubamos atendiendo a nuestras obligaciones, interrumpindolas nicamente para
rezar una breve plegaria en el momento en que desapareca el sol, pensando ms en las
posibilidades de naufragar que en cualquier otra cosa.

35
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Tambur es tan brillante, que continuamos nuestro camino alrededor de la isla durante la
noche. Durante doce mortales horas, mantuvimos al Golden Lea per avanzando lentamente.
Hacia el segundo medioda, la perseverancia del capitn Rovic se vio recompensada. Una
abertura en los acantilados revel un largo fiordo. Unas playas cenagosas y llenas de
vegetacin nos indicaron que, a pesar de que las mareas suban mucho en aquella baha, no
era uno de aquellos aseladeros tan temidos por los marinos. El viento nos era favorable, de
modo que arriamos las velas y bajamos los botes. Era un momento peligroso, especialmente
debido al poblado que hablamos visitado en medio del fiordo.
-No sera mejor que nos quedramos aqu, capitn, y dejramos que ellos tomaran la
iniciativa? - suger.
Rovic escupi sobre el cairel.
- He comprobado que lo mejor es no demostrar temor - dijo -. Si una canoa tratara de
asaltarnos, la recibiramos con una rociada de metralla. Pero opino que si desde el primer
momento les demostramos que no nos inspiran miedo, corremos menos peligro de
encontrarnos ms tarde con una traidora emboscada.
Los hechos demostraron que estaba en lo cierto.
En el curso del tiempo, nos enteramos de que habamos llegado al extremo oriental de un
extenso archipilago. Sus pobladores eran expertos navegantes, teniendo en cuenta que
slo disponan de embarcaciones rudimentarias. Sin embargo, aquellas embarcaciones
tenan con frecuencia ms de cien pies de longitud. Con cuarenta remos, o con tres velas,
casi podan competir con nuestro buque en velocidad, y eran ms maniobreras. Sin embargo,
su escasa capacidad de carga limitaba su autonoma de navegacin.
Aunque vivan en casas de madera con techos de blago y slo posean utensilios de
piedra, los indgenas eran gente civilizada. Conocan la agricultura tan bien como la pesca y
sus sacerdotes tenan un alfabeto. Altos y vigorosos, ms morenos y menos velludos que
nosotros, su aspecto era impresionante: la mayora iban casi desnudos, en tanto que otros se
adornaban con plumas y conchas. Haban formado una especie de imperio en el
archipilago. Efectuaban incursiones a unas islas situadas ms al norte y mantenan un
intenso comercio dentro de sus propias fronteras. Al conjunto de su nacin le daban el
nombre de el Hisagaz, y la isla en la cual habamos atracado era Yarzik.
De todo eso nos enteramos lentamente, a medida que fuimos dominando su lenguaje.
Permanecimos varias semanas en aquel pueblo. El duque de la isla, Guzan, nos acogi en
forma cordial, suministrndonos alimentos, hospedaje y la ayuda que necesitbamos. Por
nuestra parte, le obsequiamos con objetos de cristal, telas de vivos colores y otros artculos
semejantes. A pesar de todo, tropezamos con muchas dificultades. La playa era tan
cenagosa que al acercarse a ella hubiera encallado nuestro barco, de modo que tuvimos que
construir un dique seco antes de poder carenar. Numerosos miembros de la tripulacin
contrajeron una rara enfermedad, y aunque se curaron con relativa rapidez, el hecho retras
nuestro trabajo.
- Sin embargo, creo que nuestras dificultades son una bendicin me dijo Rovic una noche.
Haba convertido en costumbre, despus de asegurarse de que yo era un amanuense
discreto, el confiarme ciertos pensamientos. El capitn de un barco es siempre un hombre
solitario; y Rovic, ex pescador, ex filibustero, navegante autodidacta, vencedor de la Gran
Flota de Sathayn y ennoblecido por la propia Reina, deba encontrar ms duro aquel
necesario aislamiento de lo que poda encontrarlo un hombre que hubiera nacido caballero.
Aguard en silencio, dentro de la choza de hierba que le haba cedido el duque. Una
lmpara de esteatita arrojaba una luz vacilante y unas enormes sombras sobre nosotros. En
el techo cruja algo. En el exterior, el hmedo terreno ascenda entre rsticas viviendas y
frondosos rboles. A lo lejos, se ola el redoblar de unos tambores, una especie de cntico y

36
Poul Anderson Cuentos y Relatos

el golpeteo de unos pies alrededor de algn fuego ritual. Realmente, las fras colinas de
Montalir parecan muy lejanas.
Rovie reclin hacia atrs su musculosa figura. Se haba hecho traer una silla civilizada del
barco.
- Vers, mi joven amigo - continu -, hasta ahora no hablamos permanecido en un lugar el
tiempo suficiente para adquirir confianza y preguntar por el oro. Nos haban dado vagas
indicaciones, rumores, la vieja historia: S, seor extranjero, en realidad existe un reino
donde todas las calles estn pavimentadas con oro... un centenar de millas al oeste. Nada
concreto, en una palabra. Pero, en esta prolongada estancia, he interrogado sutilmente al
duque y a los sacerdotes. Me he mostrado tan prudente al hablar del lugar de donde
procedemos y de lo que ya sabemos, que me han facilitado informaciones que de otro modo
no hubieran salido de sus labios.
- Las Ciudades Doradas? - exclam.
- Cuidado! No quiero que la tripulacin se excite y se desmande. Todava no.
Su curtido rostro adquiri una expresin pensativa.
- Siempre he credo que esas ciudades son pura leyenda - dijo. Debi darse cuenta de mi
sorpresa, porque sonri y continu -: Una leyenda muy til. Nos est arrastrando, como un
imn, alrededor del mundo. - Su sonrisa se apag. Su rostro adquiri de nuevo aquella
expresin semejante a la de Froad cuando contemplaba los cielos -. S, tambin yo deseo
oro, desde luego. Pero si no lo encontramos en este viaje, no importa. Me limitar a capturar
unos cuantos barcos de Eralia o de Sathayn cuando regresemos a nuestras aguas, y as
financiar el viaje. Aquel da, en el puente de mando, dije la verdad al declarar que este viaje
era un objetivo en s mismo; hasta que pueda ofrecrselo a la Reina Odela, que me dio el
beso de ritual al armarme caballero.
Sacudi la cabeza, como para arrancarse a sus ensueos, y continu en tono animado:
- Dejndole creer que estaba enterado de la mayor parte del asunto, le arranqu al duque
Guzan la confesin de que en la isla principal de este imperio Hisagazi hay algo en lo que
apenas me atrevo a pensar. Una nave de los dioses, dice l, y un verdadero dios viviente que
lleg de las estrellas. Cualquiera de los nativos te dir lo mismo. El secreto reservado a la
gente noble es que esto no es ninguna leyenda, sino un hecho real. O, por lo menos, eso es
lo que afirma Guzan. No s qu pensar. Pero... Guzan me llev a una cueva sagrada, y me
mostr un objeto de aquella nave. Creo que era una especie de mecanismo de relojera.
Ignoro lo que puede ser. Pero est hecho de un metal plateado y brillante que yo no haba
visto nunca. El sacerdote me desafi a que lo rompiera. El metal no era pesado: una simple
lmina. Pero mell la hoja de mi espada, hizo aicos una roca con la cual lo golpe, y el
diamante de mi anillo no consigui rayarlo.
Hice unos signos contra el diablo. Un escalofro recorri mi espina dorsal. Ya que los
tambores estaban redoblando en una selva oscura, y las aguas se extendan como algo bajo
el giboso Tambur, y cada tarde aquel planeta se coma al sol.

3
**

Cuando el Golden Leaper estuvo de nuevo en condiciones de navegar, a Rovic no le fue


difcil conseguir autorizacin para visitar al emperador de Hisagazi en la isla principal. En
realidad, le hubiera sido difcil no hacerlo. Recuperados y satisfechos, subimos a bordo. Esta
vez bamos escoltados. El propio Guzan, hombre de mediana edad cuyo atractivo aspecto no
quedaba demasiado alterado por los tatuajes de color verde plido que cubran su rostro y su

37
Cuentos y Relatos Poul Anderson

cuerpo, era nuestro piloto. Varios de sus hijos haban extendido sus jergones sobre la
cubierta de nuestra nave, en tanto que un enjambre de embarcaciones llenas de guerreros
navegaban a lo largo de sus costados.
Rovic hizo acudir a Etien, el contramaestre, a su camarote.
- S que puedo confiar en ti - le dijo -. Encrgate de mantener a nuestra tripulacin con
las armas a punto, por pacfica que parezca la situacin.
-Qu sucede, capitn? - inquiri Etien -. Cree usted que los indgenas planean una
traicin?
-Quin puede saberlo? - respondi Rovic -. Ahora, procura que la tripulacin no lo
sospeche, pese a todo. No saben disimular. Y si los indgenas captaran algn sntoma de
inquietud o de temor entre ellos, se inquietaran a su vez... lo cual empeorara la actitud de
nuestros propios hombres, en un crculo vicioso que nadie sabe cmo terminara. Limtate a
cuidar, con la mayor naturalidad posible, de que nuestros hombres permanezcan juntos y de
que tengan siempre las armas al alcance de la mano.
Etien se inclin y abandon el camarote. Me arriesgu a preguntar a Rovic qu estaba
pensando.
- Nada, por ahora dijo. Sin embargo, he sostenido entre mis manos un trozo de
mecanismo de relojera que ni el Gran Ban de Giar sera capaz de imaginar; y me han
hablado de una Nave que baj del cielo, conducida por un dios o un profeta. Guzan cree que
s ms de lo que en realidad conozco, y confa en que nosotros seamos un nuevo elemento
perturbador en el equilibrio de la situacin, y que podr aprovecharnos en favor de sus
propias ambiciones. No se ha hecho acompaar por todos esos guerreros para dar mayor
esplendor a la comitiva. En lo que a m respecta... trato de aprender algo ms acerca de todo
esto.
Se sent ante su mesa, contemplando un rayo de sol que oscilaba al comps del
balanceo del barco. Al cabo de unos instantes continu:
- Los astrlogos de la anterior generacin nos dijeron que los planetas son semejantes a
esta tierra. Un viajero de otro planeta...
Sal del camarote con un torbellino en mi cerebro.
Avanzamos sin novedad a travs del grupo de islas. Al cabo de varios das llegamos a la
isla principal, Ulas-Erkila. Tiene un centenar de millas de longitud, y un mximo de cuarenta
millas de anchura, y el terreno asciende suavemente hacia unas montaas centrales,
dominadas por un cono volcnico. Los Hizagazi adoran dos clases de dioses, acuosos y
ardientes, y creen que el Monte Ulas alberga a estos ltimos. Cuando vi aquel pico nevado
flotando en el cielo sobre unos bordes esmeraldinos, manchando el azul de humo, pude
comprender lo que los paganos sentan. El acto ms sagrado que un hombre puede realizar
entre ellos es arrojarse al ardiente crter del Ulas, y muchos guerreros ancianos son
transportados hasta la cumbre de la montaa para que puedan hacerlo. Las mujeres no
tienen acceso a las laderas del monte.
Nikum, la sede de la realeza, est situada en un fiordo como el poblado en el que
hablamos residido ltimamente. Pero Nikum es rica y extensa, casi tan grande como Roann.
La mayora de las casas son de madera; hay tambin un templo de basalto en la cumbre de
un acantilado, dominando la ciudad, con huertas, bosques y montaas detrs. Los troncos de
los rboles son tan grandes, que los Hisagazi han construido con ellos una serie de diques
como los de Lavre... en vez de los amarraderos y boyas que suben y bajan con la marea y
que se encuentran en casi todos los puertos del mundo. Nos ofrecieron un atracadero de
honor en el muelle central, pero Rovic aleg que nuestro barco resultaba difcil de maniobrar
y consigui atracarlo en uno de los extremos.

38
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- En el centro tendramos la torre de vigilancia sobre nosotros - me susurr -. Y es posible


que no hayan descubierto todava el arco, pero sus lanzadores de jabalina son muy buenos.
Asimismo, les sera fcil acercarse a nuestro barco, y entre nosotros y la boca de la baha
tendramos un enjambre de canoas. Aqu, en cambio, varios de los nuestros podran dominar
el muelle, mientras los dems lo preparaban todo para zarpar rpidamente.
- Pero, tenemos algo que temer, capitn? - pregunt.
Se acarici el poblado bigote.
- No lo s. Depende en gran parte de lo que realmente creen acerca de esa nave
celeste... as como de lo que haya de verdad en ello. Pero pase lo que pase, no
regresaremos sin esa verdad para la Reina Odela.

4
**

Los tambores redoblaron y unos lanceros adornados con plumas saludaron a nuestros
oficiales a medida que desembarcaban. Sobre el agua haba sido tendido un largo y angosto
pasadizo de madera, utilizado nicamente por los nobles. Los ciudadanos corrientes
nadaban de casa en casa cuando la marea lama sus umbrales, o utilizaban una balsa si
tenan que transportar algn bulto. El palacio real era un edificio alargado, construido con
troncos de rbol, con fantsticos dibujos grabados en la madera.
Iskilip, Emperador y Sumo Sacerdote de Hisagazi, era un hombre anciano y corpulento.
Un alto birrete de plumas, un cetro de madera rematado por un crneo humano, los tatuajes
de su rostro, su inmovilidad, le daban un aspecto imponente. Estaba sentado sobre una
tarima, bajo unas antorchas que esparcan un agradable aroma. Sus hijos estaban sentados
a sus pies, con las piernas cruzadas, y sus cortesanos al otro lado. A lo largo de las paredes
se alineaban sus guardianes, unos jvenes musculosos con escudos y petos de escamosa
piel de monstruo marino, armados con hachas de pedernal y lanzas de obsidiana que podan
matar con tanta facilidad como el hierro. Llevaban la cabeza afeitada, lo cual les daba un
aspecto ms fiero.
Iskilip nos acogi cordialmente, hizo que nos sirvieran una bebida refrescante y nos invit
a sentarnos en un banco no mucho ms bajo que su tarima. Nos formul preguntas
rutinarias. En el curso de la conversacin, nos enteramos de que los Hisagazi conocan islas
situadas lejos de su archipilago. Podan incluso sealarnos la direccin en que se
encontraba un pas en el cual abundaba el ganado y al que daban el nombre de Yurakadak.
A juzgar por su descripcin, slo poda tratarse de Giar, un pas que el aventurero Hanas
Tolasson haba alcanzado viajando por tierra. En aquellos instantes supe que estbamos
dando realmente la vuelta al mundo. Cuando se desvaneci un poco la emocin de aquel
descubrimiento, volv a prestar atencin a la conversacin.
- Tal como le he dicho a Guzan - estaba explicando Rovic -, una de las cosas que nos han
trado aqu ha sido la historia de que habis sido bendecidos con una nave procedente del
cielo. Y Guzan me ha demostrado que la historia era cierta.
Un siseo recorri la estancia. Los prncipes se pusieron rgidos, los cortesanos
palidecieron, e incluso los guardianes murmuraron algo en voz baja. A travs de las paredes,
el rumor de la marea, cada vez ms cercano. Cuando Iskilip habl, a travs de la mscara de
si mismo, su voz se haba endurecido:
-Has olvidado que esas cosas no deben ser mostradas a los no iniciados, Guzan?
- No, Santidad - dijo el duque. Su rostro estaba empapado en sudor, pero no era el sudor
del miedo -. Sin embargo, el capitn estaba al corriente. Su agente tambin, al parecer... El

39
Cuentos y Relatos Poul Anderson

capitn no puede expresarse an de un modo absolutamente comprensible para m. Su


pueblo est iniciado. Su pretensin parece razonable, Santidad. Mira las maravillas que han
trado. La dura y brillante piedra que-no-espiedra, como en este largo cuchillo que me han
regalado, no es acaso igual al material de que est construida la nave? Los tubos que
hacen que las cosas lejanas parezcan al alcance de la mano, como el que te han regalado a
ti, Santidad, no son acaso semejantes a los que posee el Mensajero?
Iskilip se inclin hacia adelante, hacia Rovic. La mano que empuaba el cetro tembl
hasta el punto de que las colgantes quijadas de la calavera castaetearon.
-Te ense el Pueblo de las Estrellas a hacer todo eso? - inquiri -. Nunca imagin... El
Mensajero no habl nunca de que hubiera otros...
Rovic volvi hacia arriba las palmas de sus manos.
- No tan de prisa, Santidad, te lo ruego - dijo -. Estamos muy poco versados en vuestra
lengua. Hasta ahora no he podido enterarme de nada.
Esto era un engao. Todos los oficiales haban sido advertidos para que fingieran unos
conocimientos del Hisagazy inferiores a los que realmente posean. (Habamos mejorado
nuestro dominio de aquel idioma practicndolo en secreto unos con otros). De este modo
podan justificar cualquier error, atribuyndolo a incomprensin.
- Ser mejor que hablemos de esto en privado, Santidad - sugiri Guzan, mirando de
soslayo a los cortesanos. Estos le devolvieron una mirada cargada de envidia.
Iskilip inclin la cabeza. Sus palabras fueron arrogantes, pero su tono era el de un hombre
viejo, poco seguro de si mismo.
- No es necesario. Si estos extranjeros estn iniciados, podemos ensearles lo que
poseemos. Pero... si unos odos profanos oyen la historia de labios del propio Mensajero...
Guzan levant una mano dominante. Ambicioso y audaz, largo tiempo frustrado en su
pequea provincia, estaba dispuesto a sacarse la espina.
- Santidad - dijo -, por qu ha sido ocultada la historia durante todos estos aos? En
parte, para mantener obedientes a los plebeyos, s. Pero, al mismo tiempo, acaso t y tus
consejeros no temais que todo el mundo se dirigiera hacia aqu, vido de conocimiento, si la
cosa se saba, y que nosotros quedramos aplastados? Bueno, si permitimos que los
hombres de ojos azules regresen a sus hogares con la curiosidad insatisfecha, estoy
convencido de que regresarn aqu con los medios para conseguirlo por la fuerza. De modo
que no tenemos nada que perder revelndoles la verdad. Si no han tenido nunca un
Mensajero, si no pueden sernos tiles, siempre estaremos a tiempo de matarles. Pero, si
verdaderamente han sido visitados como nosotros, cuntas cosas podremos hacer juntos!
Estas palabras fueron pronunciadas rpidamente y en voz baja, de modo que los
montalirianos no pudiramos comprenderlas. Y, en realidad, nuestros caballeros no las
comprendieron. Yo, teniendo odos jvenes, capt el sentido general; y Rovic conserv una
expresin tan perfecta de incomprensin, que supe que no se haba perdido ni una sola
palabra.
De modo que al final decidieron llevar a nuestro jefe - y a mi insignificante persona, ya
que ningn magnate de Hisagazi va a ninguna parte sin que le acompae algn criado al
templo. Iskilip en persona abri la marcha, con Guzan y dos musculosos prncipes detrs.
Una docena de lanceros cubran la retaguardia. Pens que la espada de Rovic no servira
para nada si se presentaban dificultades, pero apret los labios y ech a andar detrs de l.
Rovic pareca tan ansioso como un chiquillo en la Maana del Da de Accin de Gracias, y al
verle nadie hubiera pensado que tena conciencia de algn peligro.
Salimos cuando el sol empezaba a ponerse; en el hemisferio de Tambur, la gente haca
menos distincin entre la noche y el da que nuestro pueblo. Habiendo observado a Siett y a
Balant en posicin de plenamar, no me sorprendi que Nikum yaciera casi ahogado. Y, no

40
Poul Anderson Cuentos y Relatos

obstante, mientras ascendamos por el arrecife en direccin al templo, pens que nunca
haba contemplado un paisaje ms extrao.
Debajo de nosotros se extenda una sbana de agua, sobre la cual parecan flotar los
tejados de la ciudad; los atestados muelles, donde la arboladura de nuestra propia nave
estaba rodeada de mascarones de proa idlatras; el fiordo, discurriendo entre precipicios
hacia su boca, donde las olas se estrellaban, blancas y terribles, contra los arrecifes. Encima
de nosotros, las alturas aparecan completamente negras, contra un crepsculo rojo que
llenaba la mitad del cielo y ensangrentaba las aguas. Plido a travs de aquellas nubes capt
a Tambur, envuelto en un blasn que ningn hombre poda leer. A derecha e izquierda del
camino creca la hierba, seca por ser verano. El cielo estaba plido en el cenit y prpura
oscuro en el este, donde haban aparecido las primeras estrellas. Aquella noche no
encontraba consuelo en las estrellas. Andbamos en silencio. Los pies descalzos de los
indgenas no producan el menor ruido. Mis propios zapatos hacan pad-pad, y las botas de
Rovic crujan levemente.
El templo era una audaz obra arquitectnica. Dentro de un rectngulo de paredes de
basalto protegidas por altos capiteles de piedra, haba varios edificios del mismo material.
Iskilip nos condujo, entre aclitos y sacerdotes, a una cabaa de madera situada detrs del
recinto sagrado. Dos guardias estaban de vigilancia ante la puerta, pero se arrodillaron en
presencia de Iskilip. El emperador llam con su extrao cetro.
Mi boca estaba seca y mi corazn lata, acelerado. Esperaba que, al abrirse la puerta,
apareciera algn ser espantoso o radiante. Con sorpresa, vi a un hombre, y no de gran
estatura. A la luz de la lmpara distingu su habitacin, limpia, austera, aunque no incmoda;
poda haber pertenecido a cualquier vivienda de Hisagazy. El hombre llevaba una simple
falda de tela basta. Sus piernas eran torcidas y delgadas, unas piernas de anciano. Su
cuerpo era tambin delgado, pero se mantena erguido, lo mismo que la nevada cabeza. Su
piel era ms morena que la de un montaliriano, y ms clara que la de un hisagaziano, con
ojos castaos y una barba raa. Su rostro difera levemente, en la forma de la nariz, de los
labios y de la mandbula, de cualquier otra raza conocida por m. Pero era humano.
Nada ms y nada menos.

5
**

Entramos en la cabaa dejando fuera a los lanceros. Iskihp hizo las presentaciones.
Guzan y los prncipes permanecan tranquilos. Los de su clase estaban acostumbrados a la
ceremonia. El rostro de Rovic era inescrutable. Se inclin cortsmente ante Val Nira,
Mensajero de los Cielos, y explic nuestra presencia en pocas palabras. Pero, mientras
hablaba, not que estaba tomndole la medida al hombre de las estrellas.
- Si, ste es mi hogar - dijo Val Nira. La costumbre habl por l; haba pronunciado
aquellas palabras tantas veces, en presencia de jvenes nobles, que sonaban a leccin
aprendida. Y no se haba dado cuenta de nuestros instrumentos metlicos, o su significado le
haba pasado inadvertido -. Desde hace... cuarenta y tres aos, no es eso, Iskilip? He sido
tratado lo mejor posible. Si a veces he experimentado el deseo de gritar ha sido a causa de
mi soledad.
El emperador se removi, inquieto.
- Su demonio le ha abandonado - explico -. Ahora es un simple ser humano. Este es el
verdadero secreto que conservamos. Pero no fue siempre as. Recuerdo la poca en que
lleg. Profetiz cosas inmensas, y todo el pueblo se arrodill ante l, inclinando sus rostros

41
Cuentos y Relatos Poul Anderson

hasta el suelo. Pero, desde entonces, su demonio ha regresado a las estrellas y la poderosa
arma que llevaba ha sido igualmente vaciada de su fuerza. Sin embargo, la gente no creera
esto, y nosotros se lo hemos ocultado, a fin de evitar que se intranquilizara.
- Poniendo en peligro tus privilegios - dijo Val Nira. Su tono era cansado y sarcstico -.
Iskilip era joven entonces - aadi, dirigindose a Rovic -, y la sucesin imperial estaba en
litigio. Le prest todo mi apoyo. A cambio, me prometi hacer ciertas cosas por mi.
- Lo intent, Mensajero - dijo el monarca -. Pregunta a todas las canoas hundidas y a
todos los hombres ahogados si no lo hice. Pero la voluntad de los dioses era otra.
- Evidentemente. - Val Nira se encogi de hombros -. Estas islas tienen pocos minerales,
Capitn Rovic, y ninguna persona capaz de reconocer los que yo necesitaba. El continente
queda demasiado lejos para las canoas de Hisagazrj. No niego que lo intentaste, Iskilip...
entonces. - Nos mir, con las cejas ligeramente enarcadas -. Esta es la primera vez que unos
extranjeros han tenido acceso a la confianza imperial, amigos mos. Estn ustedes seguros
de poder regresar a su pas, vivos?
- Desde luego! Desde luego! Son nuestros huspedes! - exclam Iskilip, en tono
indignado.
- Adems - sonri Rovic -, yo estaba enterado ya de la mayor parte del secreto. Mi propio
pas tiene secretos para enfrentarlos con ste. S, creo que podremos entendernos
perfectamente, Santidad.
El emperador tembl.
-Tenis tambin un Mensajero? - inquiri, en tono alarmado.
-Qu?
Val Nira se qued mirndonos fijamente. Su rostro palideci y enrojeci. Luego se sent
en el banco y empez a sollozar.
- Bueno, no se trata de un Mensajero, exactamente - dijo Rovic, apoyando una mano en
el tembloroso hombro -. Confieso que en Montalir no ha atracado ninguna nave celeste. Pero
tenemos otros secretos, igualmente valiosos. - Unicamente yo, que le conoca a fondo, capt
el acento de mofa en su voz. Su mirada se cruz con la de Guzan mientras continuaba
hablando cariosamente con Val Nira -. Creo haber entendido, amigo mo, que tu nave
naufrag en estas playas, pero que podra ser reparada si dispusieras de ciertos materiales.
- Si... si... escucha...
Tartamudeando de emocin ante la idea de poder regresar a su hogar antes de morir, Val
Nira trat de explicarse.

6
**

Las implicaciones doctrinales de lo que dijo son tan sorprendentes, incluso peligrosas,
que estoy convencido de que mis seores no desean que las repita. Sin embargo, no creo
que sean falsas. Si las estrellas son en realidad soles como el nuestro, cada uno de ellos
servido por planetas como el nuestro, la teora de la esfera de cristal queda destruida. Pero
Froad, cuando se lo contaron ms tarde, dijo que no crea que aquello estuviera en
contradiccin con la ciencia; hasta el momento, slo haban existido suposiciones nacidas
durante los siglos en que se crea que la tierra era plana.
Val Nira crea que nuestros antepasados hablan llegado a este planeta, hacia millares de
aos. Su nave habra naufragado en alguna parte, y los supervivientes retornaron al estado
salvaje. Paulatinamente, sus descendientes haban vuelto a adquirir cierta civilizacin.

42
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Nuestro mundo se encuentra alejado de las rutas comerciales interplanetarias. Muy pocos
tienen inters en buscar nuevos mundos. l haba experimentado ese inters. Viaj al azar
durante meses, hasta que cay casualmente sobre nuestro mundo. Y la maldicin le alcanz
tambin a l. Descendi sobre Ulas-Erkila... y la Nave no vol ms.
- S en qu consiste la avera - dijo apasionadamente -. No lo he olvidado. Cmo podra
olvidarlo? No ha pasado un solo da, durante todos estos aos, sin que me haya repetido a
mi mismo lo que tena que hacerse. Cierto complicado mecanismo de la nave necesita
azogue - (Val Nira y Rovic tardaron un poco en aclararse mutuamente el significado de
aquella palabra)-. Cuando el motor fall, aterric con tanta brusquedad que los tanques
estallaron. Todo el azogue, lo mismo el que estaba utilizando que el que tena de repuesto,
se perdi. De no ser as, en aquel clido espacio cerrado, me hubiera envenenado. Sal al
exterior, olvidndome de cerrar la puerta. Esto hizo que el azogue saliera de la nave. Cuando
me hube recobrado de mi pnico cerval, una tormenta tropical haba arrastrado todo el metal
lquido. Una serie de accidentes imprevistos, s, que me condenaron a una vida de exilio.
Hubiera sido preferible perecer en el acto!
Cogi la mano del capitn, contemplndole ansiosamente.
-Puede usted obtener azogue? - balbuci -. No necesito ms que el volumen de la
cabeza de un hombre. nicamente esto, y unas cuantas reparaciones que resultarn muy
fciles con las herramientas que hay en la nave. Cuando creci este culto a mi alrededor,
tuve que entregar ciertas cosas que posea, a fin de que cada templo provincial pudiera tener
una reliquia. Pero siempre procur no entregar nada importante. Todo lo que necesito est
all. Unos quilos de azogue, y... Oh, Dios mo, mi esposa puede estar an viva, en la Tierra!

7
**

Guzan, al menos, haba empezado a comprender la situacin. Hizo una sea a los
prncipes, los cuales desenfundaron sus hachas y se acercaron un poco ms. La puerta
estaba cerrada, pero un simple grito atraera a los lanceros que montaban guardia en el
exterior de la cabaa. Rovic mir a Val Nira, y luego a Guzan, cuyo rostro estaba ahora
afeado por la tensin. Mi capitn apoy la mano en la empuadura de su espada. Fue la
nica muestra que dio de haberse dado cuenta de la creciente tensin.
- Tengo entendido, duque - dijo en tono ligero -, que deseas que la Nave Celeste rueda
volar de nuevo.
Guzan qued desconcertado. No esperaba aquello.
- Desde luego! - exclam -. Por qu no habra de desearlo?
- Tu dios domesticado se marchara. Qu seria de tu poder en Hisagazy?
- Yo no... no haba pensado en eso - tartamude Iskilip.
Los ojos de Val Nira se nublaron, y su delgado cuerpo se estremeci.
- No! - susurr -. No puedes hacerlo! No puedes retenerme!
Guzan asinti.
- Dentro de unos aos - dijo, sin la menor animosidad -, te marcharas de todos modos en
la canoa de la muerte. Si entretanto te retuviramos contra tu voluntad, no podras servirnos
de orculo. Tranquilzate; obtendremos la piedra que har volar tu nave. - Se volvi hacia
Rovic -: Quin va a traerla?

43
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Mi tripulacin - dijo el capitn -. Nuestro barco puede llegar fcilmente a Giar, donde
existen naciones civilizadas que seguramente tienen el azogue. Creo que podemos estar de
regreso dentro de un ao.
-Acompaados por una flota de aventureros, que os ayuden a capturar la nave sagrada?
- pregunt Guzan secamente... una vez fuera de nuestras islas... puedes no ir a Yurakadak.
Puedes dirigirte directamente a tu pas, y contrselo todo a tu Reina, y regresar con todo el
poder que ella tiene.
Rovic se irgui en toda su estatura, majestuoso y solemne. Su mano derecha continuaba
apoyada en la empuadura de su espada.
- Slo Val Nira puede conducir la Nave, supongo - replic -. Qu importa quin le ayude
a efectuar las reparaciones? No creers que ninguna de nuestras naciones pueda
conquistar el Paraso!
- La nave es muy fcil de manejar - dijo Val Nira -. Cualquiera puede conducirla por los
aires. Ense a muchos nobles las palancas que deban utilizarse. Lo ms difcil es navegar
entre las estrellas. Ninguna nacin de este mundo podra alcanzar a mi pueblo sin ayuda.
Pero, por qu hemos de pensar en luchar? Te he dicho un millar de veces, Iskilip, que los
moradores de la Va Lctea no son peligros para nadie, y ayudan a todos. Poseen tantas
riquezas, que ni siquiera saben en qu emplearlas. De buena gana invertiran grandes sumas
para conseguir que todos los pueblos de este mundo volvieran a ser civilizados. Con una
ansiosa, medio histrica mirada a Rovic -: Quiero decir plenamente civilizados. Os
ensearemos nuestras artes. Os daremos motores, autmatas, homnculos, que realicen
todos los trabajos pesados; y barcos que vuelan por el aire; y servicio regular de pasajeros
en aquellas naves que viajan entre las estrellas...
- Has estado prometiendo esas cosas durante cuarenta aos - dijo Iskilip -. Slo tenemos
tu palabra.
- Y, finalmente, una ocasin para confirmar su palabra - exclam bruscamente.
Guzan dijo, con fingido espanto:
- Las cosas no son tan sencillas como parecen, Santidad. He vigilado a estos hombres
llegados a travs del ocano durante semanas, mientras han vivido en Yarzik. Son bravos y
codiciosos. No podemos confiar en ellos. Esta misma noche se han burlado de nosotros.
Conocen perfectamente nuestro lenguaje. Y han tratado de engaarnos, hacindonos creer
que podan tener alguna sugerencia de un Mensajero. Si la Nave se encuentra de nuevo en
condiciones de volar, y en poder de ellos, quin puede saber lo que harn?
El tono de Rovic se hizo todava ms suave.
-Qu es lo que propones, Guzan?
- Podemos discutir esto en otro momento.
Vi que los nudillos blanqueaban alrededor de los mangos de las hachas de piedra. Guzan
estaba en pie, iluminado por la luz de la lmpara, frotndose la barbilla con la mano, sus
ojillos negros inclinados pensativamente hacia el suelo. Al fin, sacudi la cabeza.
- Tal vez - dijo, en tono crispado - marineros de Risagazy podran tripular tu barco, Rovic,
y traer la piedra que har volar la Nave. Unos cuantos de tus hombres podran acompaar a
los nuestros, para instruirlos. El resto se quedara aqu en calidad de rehenes.
Mi capitn no respondi.
Val Nira gruo:
- No comprendes! Ests discutiendo intilmente! Cuando mi gente llegue aqu, no habr
ms guerras, ni ms opresin, curarn todas vuestras enfermedades. Sern amigos de
todos, sin favoritismos para nadie. Te aseguro...
- Basta! - dijo Iskilip -. Lo pensaremos mejor mientras dormimos. Si es que alguien puede
dormir despus de tantas extravagancias.

44
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Rovic mir con fijeza a Guzan, ms all de las plumas del emperador.
- Antes de decidir nada - dijo, sin apartar la mano de la empuadura de la espada -, quiero
ver la Nave. Podemos ir a verla maana?
Iskilip era el Emperador y Sumo Sacerdote, pero permaneci callado. Guzan inclin la
cabeza en seal de asentimiento.

8
**

Salimos de la cabaa. Tambur inundaba el patio de una fra claridad, pero la cabaa
estaba sombreada por el templo. Era una forma negra, con un rectngulo de luz, estrecho y
alargado, en el lugar ocupado por la puerta. Y en aquel rectngulo se recortaba la delgada
figura de Val Nira, que haba llegado de las estrellas. Nos contempl hasta que nos perdimos
de vista.
Mientras descendamos, Guzan y Rovic se pusieron de acuerdo acerca de la visita. La
Nave estaba a dos das de marcha tierra adentro, en las laderas del Monte Ulas. Pero slo
podran ir a verla doce de nuestros hombres. Ms tarde se discutira lo que habla de hacer.
Las linternas brillaban, amarillentas, en la popa de nuestra carabela. Rechazando la
hospitalidad de Iskilip, Rovic y yo regresamos al Golden Lea per para pasar la noche. Un
lancero de guardia en la pasarela me pregunt qu haba pasado.
Pregntamelo maana - le dije -. Ahora, la cabeza me da demasiadas vueltas.
- Entra en mi camarote, muchacho - me invit el capitn -. Echaremos un trago antes de
acostarnos.
Dios sabe cunto necesitaba una copa de vino. Entramos en el pequeo cuarto, de techo
muy bajo, repleto de instrumentos nuticos, libros y mapas impresos que me parecieron
fantsticos, ya que el cartgrafo haba dibujado sirenas y duendes marinos. Rovic se sent
detrs de su mesa, me invit a ocupar una silla en frente de l y verti vino en dos copas de
cristal de Quaynish. Entonces supe que en su cerebro bulla alguna idea... aparte del
problema de salvar nuestras vidas.
Bebimos en silencio. O el lap-lap del oleaje al chocar contra el casco de nuestro buque,
las pisadas de los centinelas, el lejano ruido de la resaca; y nada ms. Finalmente, Rovic se
reclin hacia atrs, contemplando su copa medio vaca. Su expresin era inescrutable.
- Bueno, muchacho - dijo -, qu opinas?
- No s qu pensar, capitn.
- T y Froad estis un poco preparados para esa idea de que las estrellas son otros soles.
Habis estudiado. En cuanto a m, he visto tantas cosas raras en el curso de mi vida que
sta me parece completamente verosmil. Pero, el resto de nuestra gente...
- Es una irona que unos brbaros, tales como Guzan, lleven tanto tiempo familiarizados
con la idea... y hayan tenido en su poder al anciano llegado del cielo para conservar sus
privilegios de clase durante ms de cuarenta aos. De veras es un profeta, capitn?
- l lo niega. Representa el papel de profeta porque tiene que hacerlo, pero es evidente
que todos los duques y condes de este reino saben que es una farsa. Iskilip es un viejo,
medio convertido a sus propios credos artificiales. Murmuraba acerca de profecas que Val
Nira hizo hace mucho tiempo, verdaderas profecas. Bah! Val Nira es tan humano y falible
como yo. Los montalirianos tenemos la misma carne que los Hisagazy, aunque hayamos
aprendido a utilizar el metal antes que ellos. Y el pueblo de Val Nira, a su vez, est ms
adelantado que el nuestro. Pero sus componentes no dejan de ser mortales. Tengo que
recordar que lo son.

45
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Guzan lo recuerda.
- Bravo, muchacho, bravo! Guzan es un hombre listo, y audaz. En Val Nira, vio su
oportunidad de dejar de ser el pequeo seor de una pequea isla. Y no renunciar a esa
oportunidad sin luchar. Ahora, nos acusa de planear las cosas que l espera hacer.
- Pero, qu es lo que espera hacer?
- Si mis sospechas son ciertas, quiere utilizar la Nave. Val Nira dijo que era fcil de
manejar. La navegacin entre las estrellas sera difcil para cualquiera, excepto para Val Nira;
y a ningn hombre en su sano juicio podra ocurrrsele piratear a lo largo de la Va Lctea.
Sin embargo... si la Nave permaneciera aqu, sin elevarse ms de una milla del suelo... el
hombre que la utilizara podra convertirse en un conquistador.
Me qued asombrado.
-Quiere usted decir que Guzan no tratara de explorar otros planetas?
Rovc me dirigi una significativa mirada y comprend que deseaba quedarse solo. Me
escabull haca mi camarote, en la popa.
Antes del amanecer, el capitn estaba levantado, aleccionando a nuestros hombres. Se
haca evidente que haba adoptado una decisin, y no agradable. Estuvo conferenciando
mucho tiempo con Etien, el cual sali del camarote con aspecto asustado. Esforzndose en
recobrar la confianza en s mismo, el contramaestre empez a gritar a los tripulantes.
Los doce hombres autorizados a visitar la Nave bamos a ser Rovic, Froad, Etien, yo y
ocho marineros. Todos nos provemos de casco, peto y mosquetn. Dado que Guzan nos
haba dicho que haba un camino hasta la Nave, arrastramos una carrera hasta el muelle.
Etien revis su contenido. Qued asombrado al ver que casi toda la carga eran barriles de
plvora.
- Pero, no vamos a llevarnos el can... - protest.
- Son rdenes del capitn - gru Etien, y me volvi la espalda.
Despus de una ojeada al rostro de Rovic, nadie se atrevi a preguntarle por qu nos
llevbamos aquellos barriles. Record que bamos a ascender por la ladera de una montaa.
Una carreta llena de plvora, con una mecha encendida, enviada contra un ejrcito hostil,
poda ganar una batalla. Pero, acaso Rovic esperaba que se declarasen tan pronto las
hostilidades?
Desde luego, las rdenes que dio a los marineros y oficiales que haban de permanecer a
bordo no sugeran otra cosa. Mantendran al Golden Leaper preparado para una lucha o una
huida repentina.
Cuando sali el sol, rezamos nuestras plegarias matutinas y nos pusimos en camino.
Nikum estaba envuelto en silencio cuando lo cruzamos.
Guzan nos esperaba en el templo. Un hijo de Iskilip estaba oficialmente a cargo de la
expedicin, pero el duque prest tan poca atencin a aquel joven como nosotros. Habla
tambin un centenar de guardias, con petos escamosos, cabezas afeitadas y rostros y
cuerpos llenos de tatuajes. El sol matinal arrancaba destellos a las puntas de obsidiana de
las lanzas. Contemplaron en silencio nuestra llegada. Guzan sali a nuestro encuentro.
Llevaba tambin un peto de piel escamosa, y la espada que Rovic le haba regalado en
Yarzik.
-Qu llevas en esa carreta? - pregunt.
- Suministros - respondi Rovic.
-Para cuatro das?
- Enva a casa a todos tus hombres, menos a diez - dijo Rovic framente -, y yo enviar
esa carreta a mi barco.

46
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Sus ojos se entrechocaron como espadas, hasta que Guzan se volvi y dio sus rdenes.
Nos pusimos en marcha, unos cuantos montalirianos rodeados de guerreros paganos. La
selva se extenda delante de nosotros, hasta el Ulas.
Val Nira andaba entre Rovic y Guzan. Resultaba incongruente que un hombre tan
importante caminara tan encogido. Tendra que haber andado con aire decidido y arrogante,
luciendo una estrella en la frente.
Durante el da, por la noche cuando acampamos y al da siguiente, Rovic y Froad le
interrogaron vidamente acerca de su hogar. Desde luego, lo que dijo fue fragmentario. Y yo
no pude orlo todo, dado que tena que ocupar mi puesto empujando la carreta por aquel
infernal y empinado camino. Los Hisagazy no tenan animales de arrastre, y en consecuencia
hacan poco uso de la rueda y no contaban con caminos adecuados. Pero aquella noche, lo
que o me mantuvo largo rato despierto.

9
**

Ah, grandes maravillas que los poetas no han imaginado para el Pas de los Duendes!
Ciudades enteras construidas en una sola torre de media milla de altura. Un cielo tan
brillante, que en realidad no existe la oscuridad despus de la puesta del sol. Alimentos que
no crecen en la tierra sino que son fabricados en laboratorios qumicos. El ms modesto
ciudadano poseedor de mquinas que le sirven con ms humildad y eficacia que un millar de
esclavos... poseedor de un vehculo areo con el cual puede dar la vuelta al mundo en
menos de un da..., poseedor de una ventana de cristal en la cual aparecen imgenes
teatrales para su diversin. Naves mercantes que viajan entre las estrellas, cargadas con la
riqueza de un millar de planetas; desarmados y sin escolta, ya que no existen piratas, y aquel
reino mantiene desde hace mucho tiempo tan buenas relaciones con las dems naciones
que el peligro de la guerra tambin ha desaparecido Las razas que componen los otros
pases son humanas, aunque poseen la facultad de hablar y razonar. En el pas de Val Nira
apenas existe el delito. Cuando aparece un delincuente, no es colgado, ni siquiera
transportado a ultramar: su mente recibe un tratamiento que le cura del deseo de violar la ley.
Y regresa a su hogar para vivir como un ciudadano especialmente honrado, ya que todos
saben que su conducta ser impecable. En cuanto a la forma de gobierno... Pero aqu perd
el hilo del discurso. Creo que se trata de una repblica, pero en la prctica es un grupo de
hombres, elegidos a travs de unas oposiciones, el encargado de velar por el bienestar de
los dems.
Seguramente, pens, aquello ser semejante al Paraso.
Nuestros marineros escuchaban con la boca abierta. El rostro de Rovc era inescrutable,
pero se retorca el bigote sin cesar. Guzan, para el cual el relato de Val Nira era
archiconocido, se mostraba ms rudo a cada instante. Era evidente que le desagradaba
nuestra intimidad con el anciano y la facilidad con que captbamos las ideas que nos
expona.
Pero nosotros procedamos de una nacin que haba estimulado desde hacia mucho
tiempo la filosofa natural y el mejoramiento de las artes mecnicas. Yo mismo, en mi corta
existencia, haba presenciado el cambio de la rueda hidrulica en las regiones donde haba
pocas corrientes de agua por la forma moderna del molino de viento. El reloj de pndulo fue
inventado un ao antes de nacer yo. Haba ledo muchos romances acerca de las mquinas
voladoras que no pocos hombres haban tratado de construir. Viviendo en aquella etapa de

47
Cuentos y Relatos Poul Anderson

franco progreso, los montalrianos estbamos perfectamente preparados para asimilar


conceptos ms amplios.
Por la noche, sentado con Froad y Etien alrededor de una fogata, le expres algo de esto
al sabio.
- Ah! - exclamo -. Ahora, la Verdad aparece sin velos delante de m. Has odo lo que ha
dicho el hombre de las estrellas? Las tres leyes del movimiento planetario alrededor de un
sol, y la gran ley de la atraccin que las explica? Una ley que puede ser encerrada en una
corta frase, y que, sin embargo, puede mantener ocupados a los matemticos durante
trescientos aos!
Mir ms all de las llamas, y de las fogatas alrededor de las cuales dorman los
paganos, y de la oscura selva, y del furioso volcn que se ergua hacia el cielo. Empec a
interrogarle. Pero Etien gru:
- Djale en paz, muchacho. No puedes ver cuando un hombre est enamorado?
Me acerqu un poco ms a la estlida y tranquilizadora masa del contramaestre.
-Qu opinas de todo esto? - le pregunt, en voz baja, ya que la selva susurraba y cruja
por todas partes.
- He dejado de pensar hace algn tiempo - me respondi Etien -. No soy ms que un
pobre marinero, y la nica posibilidad que me queda de regresar a mi hogar consiste en
seguir al capitn.
-Incluso ms all de las estrellas?
- Tal vez seria menos peligroso que viajar alrededor del mundo. El anciano jur que su
nave era segura, y que entre las estrellas no existen las tormentas.
-Puedes confiar en su palabra?
- Oh, s! Conozco lo suficiente a los hombres para saber cundo me encuentro en
presencia de uno incapaz de mentir. No temo a la gente de ese pas, del mismo modo que no
la teme el capitn. Excepto en un sentido... - Etien se frot su barbudo mentn -. En cierto
sentido que no puedo captar del todo, asusta a Rovic. No teme que aquella gente pueda
llegar aqu con la espada desenvainada; pero hay algo acerca de ella que le preocupa.
Sent que el suelo temblaba, aunque dbilmente. Ulas se haba aclarado la garganta.
- Parece que estamos desafiando la clera divina...
- No es eso en lo que piensa el capitn. Nunca fue un hombre demasiado piadoso... -
Etien bostez y se puso en pie. Me alegro de no ser el capitn. Dejemos que l decida
acerca de lo mejor que podemos hacer. Entretanto, t y yo vamos a dormir.

10
**

Pero aquella noche dorm muy poco.


Rovic, creo, descans perfectamente. Sin embargo, al da siguiente me di cuenta de que
estaba preocupado. Me pregunt, por qu. Pensaba acaso que los Hasagazy nos
atacaran? Si era as, por qu se haba prestado a realizar la expedicin? A medida que la
pendiente se haca ms pronunciada, la tarea de empujar la carreta se hizo tan pesada que
todos mis temores murieron por falta de aliento.
Sin embargo, cuando llegamos junto a la Nave, hacia el atardecer, olvid mi debilidad. Y
despus de un aluvin de exclamaciones de asombro, nuestros marineros permanecieron
silenciosos, apoyados en sus picas. Los Hisagazy, poco habladores por naturaleza, se

48
Poul Anderson Cuentos y Relatos

inclinaron con aspecto asustado. Slo Guzan permaneci erguido entre ellos. Observ la
expresin de su rostro mientras contemplaba la maravilla. Era una expresin de codicia.
La Nave era muy bella.
La recuerdo muy bien. Su longitud - su altura, mejor dicho, ya que reposaba sobre su
cola- era casi igual a la de nuestra carabela, y su forma semejante a la de la punta de una
lanza. Era de color blanco brillante, un blanco que no haba perdido brillo despus de
cuarenta aos. Pero las palabras no sirven para describirla. Cmo podra describir la
belleza de sus curvas, la iridiscencia del metal, la alada gracia de su forma?
Permanecimos inmviles durante un largo rato. Not que mi visin se hacia borrosa, y me
frot los ojos, furioso conmigo mismo por haberme dejado afectar hasta tal punto. Entonces
me di cuenta de que una lgrima se deslizaba por la roja barba de Rovic. Pero su rostro
continuaba impasible. Cuando habl, se limit a decir, con voz inexpresiva:
- Vamos, tenemos que acampar.
Los guardias de Hisagazy no se atrevieron a acercarse a una distancia inferior a varios
centenares de metros; era evidente que la Nave se haba convertido para ellos en un dolo
muy poderoso. Nuestros propios marineros se alegraron de mantener la misma separacin.
Pero, cuando se hizo de noche y todo estuvo en orden, Val Nira nos acompa a Rovic, a
Froad, a Guzan y a mi hasta la Nave.
Mientras nos acercbamos, una doble puerta se abri silenciosamente en el costado de la
Nave y una escalerilla de metal descendi hasta el suelo. Brillando a la luz de Tambur, y al
rojizo reflejo de las nubes iluminadas por el fuego del volcn, la Nave resultaba ya
suficientemente misteriosa. Cuando vi que se abra como si un fantasma montara guardia
junto a la puerta, di media vuelta y ech a correr. La carbonilla cruji bajo mis botas, y una
ligera brisa llev hasta mi olfato una bocanada de aire sulfuroso.
Al llegar al campamento me domin lo suficiente como para volver a mirar. La Nave
apareca solitaria en toda su grandeza. Y me decid a regresar.
El interior estaba iluminado por unos paneles luminosos, fros al tacto. Val Nira explic
que el gran motor estaba intacto, y que proporcionaba energa apretando una palanca. Por lo
que pude entender de sus palabras, aquello se consegua transformando en luz la parte
metlica de la sal comn... de modo que no entend nada, a fin de cuentas. El azogue era
necesario para una parte de los controles, los cuales canalizaban la energa desde el motor a
otro mecanismo que empujaba a la nave hacia arriba. Examinamos el depsito roto. 'El
impacto del aterrizaje tena que haber sido enorme, para retorcer y doblar aquellas paredes
tan recias. Y, sin embargo, Val Nira fue protegido por fuerzas invisibles y el resto de la Nave
no haba sufrido daos de importancia. Val Nira cogi una cuantas herramientas, que
llamearon y zumbaron y giraron, y efectu una demostracin de las operaciones de
reparacin de las partes afectadas. Evidentemente, para l no sera problema completar el
trabajo... y slo necesitara unos quilos de azogue para que la Nave volviera a funcionar.
Aquella noche nos mostr otras muchas cosas. No hablar de ellas, ya que ni siquiera
puedo recordarlas con claridad. Bastar decir que Rovic, Froad y Zhean pasaron unas
cuantas horas en la Colina de los Duendes.
A Guzan, aunque habla estado all anteriormente, como parte de su iniciacin, nunca le
haba sido mostrada la Nave con tal amplitud. Sin embargo, al contemplarle le vi menos
maravillado que codicioso.
No cabe duda de que Rovic tambin se dio cuenta. Habla pocas cosas que pasaran
inadvertidas a Rovic. Cuando salimos de la Nave, su silencio no era producido por el
asombro como el de Froad o el mo. En aquel instante, pens vagamente que tema las
dificultades que Guzan estaba dispuesto a plantear. Ahora, mirando haca atrs, creo que lo
que senta era tristeza.

49
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Lo cierto es que mucho despus de que los dems estuviramos durmiendo, Rovic
continu en pie, contemplando la nave.

11
**

Muy temprano, en un fro amanecer, Etien me sacudi para despertarme.


- Arriba, muchacho - tenemos trabajo. Carga tus pistolas y prepara tu daga.
-Qu? Qu sucede? - pregunt, medio adormilado an. Los acontecimientos de la
noche anterior me parecieron un sueo.
- El capitn no ha dicho nada, pero es evidente que espera una lucha. Por mi parte, creo
que Guzan tiene el propsito de asesinarnos a todos aqu, en la montaa. Luego puede
obligar al resto de la tripulacin a que le conduzca a Giar, en busca del azogue. El capitn ha
ordenado que nos reunamos con l junto a la carreta.
Despus de armarme, recog un poco de comida. Slo Dios sabia cundo tendra ocasin
de volver a comer. Fui el ltimo en unirme a Rovie. Los indgenas nos contemplaban
torvamente, sin comprender lo que nos proponamos hacer.
- En marcha, muchachos - dijo Rovic.
Dio sus rdenes. Cuatro hombres empezaron a arrastrar la carreta por el camino rocoso
que conduca a la Nave, que brillaba entre la niebla matinal. Los dems permanecimos
quietos, con las armas preparadas. Casi inmediatamente, Guzan se acerc a nosotros,
seguido de Val Nira.
Su semblante estaba oscurecido por la rabia.
-Qu es lo que estis haciendo? - ladr.
Rovic le mir con frialdad.
- Vers, como pensamos quedarnos aqu durante algn tiempo, examinando las
maravillas que hay a bordo de la Nave...
-Qu? - le interrumpi Guzan -. Qu quieres decir? No has visto lo suficiente en una
visita? Tenemos que regresar enseguida, y prepararnos para salir en busca de la piedra que
hace volar la nave.
- Puedes marcharte, si quieres - dijo Rovic -. Yo prefiero quedarme. Y puesto que t no
confas en m, es justo que te pague con la misma moneda. Mis hombres permanecern en
la Nave, que puede ser defendida en caso necesario.
Guzan empez a gritar, pero Rovic le ignor. Nuestros hombres continuaron arrastrando
la carreta por el rocoso suelo. Guzan hizo una sea a sus lanceros, los cuales se acercaron
en una desordenada pero alertada masa. Etien dio una orden. Nos pusimos en lnea de
combate, las picas hacia adelante, los mosquetes apuntando.
Guzan retrocedi. Le habamos demostrado el poder de las armas de fuego en su propia
isla. Era indudable que poda vencemos con la fuerza del nmero, pero a un precio muy
elevado.
- No hay ningn motivo para luchar, no es cierto? - dijo Rovic -. Me limito a tomar
precauciones. La Nave es algo muy valioso. Puede traernos el bienestar a todos... o el
dominio sobre esta tierra a uno. Hay quienes prefieren esto ultimo. No te acuso de ser uno de
ellos. Sin embargo, como medida de precaucin convertir la Nave en mi morada y mi
fortaleza, mientras tenga que permanecer aqu.
Creo que en aquel momento me convenc de las verdaderas intenciones de Guzan. Si de
veras hubiera deseado alcanzar las estrellas, su nica preocupacin hubiera sido velar por la
seguridad de la Nave. No hubiera agarrado al pequeo Val Nira entre sus poderosas manos,

50
Poul Anderson Cuentos y Relatos

ponindolo delante de l, como un escudo contra nuestro fuego. El furor desfigur su


semblante. Y grit:
- Entonces, tambin yo guardar un rehn!
Los Hisagazy alzaron sus lanzas y hachas, pero no parecan dispuestos a seguirnos.
Continuamos nuestro camino hacia la Nave. Froad se acarici la barba pensativo.
- Mi querido capitn - dijo -, cree usted que van a sitiarnos?
- No le aconsejara a nadie que se atreviera a salir solo - respondi Rovic secamente.
- Pero, sin Val Nira para explicarnos las cosas, de qu nos servir permanecer en la
Nave? Sera preferible que regresramos. Tengo que consultar unos textos matemticos...
debo consultarle al hombre de las estrellas lo que sabe acerca de...
Rovic le interrumpi dando una orden a tres hombres, para que ayudaran a levantar una
rueda encallada entre dos piedras. Estaba furioso. Y confieso que su accin me pareca una
locura. Si Guzan intentaba una traicin, no ganaramos nada inmovilizndonos en la Nave,
donde poda sitiarnos hasta que muriramos de hambre. Era mejor atacar en campo abierto,
con la posibilidad de abrirnos camino luchando. Y, si Guzan no proyectaba acabar con
nosotros, la actitud de Rovic era una insensata provocacin. Pero no me atrev a hacer
preguntas.

12
**

Cuando hubimos acercado la carreta a la Nave, la escalerilla volvi a descender. Los


marineros se detuvieron, aterrorizados. Rovic hizo un evidente esfuerzo para hablar en tono
tranquilizador.
- Vamos, muchachos, no pasa nada. Yo he estado ya a bordo, y no me ha sucedido nada.
Ahora tenemos que subir la plvora, tal como se haba planeado.
Por mi frgil constitucin, no me hallaba en condiciones de cargar con los pesados
barriles, de modo que me qued al pie de la escalerilla para vigilar a los Hisagazy.
Estbamos demasiado lejos para captar sus palabras, pero vi que Guzan se encaramaba a
un peasco y les arengaba. Los guerreros agitaron sus armas en nuestra direccin y
lanzaron unos gritos salvajes. Pero no se atrevieron a atacarnos. Me pregunt en qu parara
todo aquello. Si Rovic haba previsto que iban a sitiarnos, esto explicarla por qu haba
llevado tanta plvora... No, no lo explicarla, ya que haba all ms plvora de la que una
docena de hombres podan gastar disparando sus mosquetes durante varias semanas,
suponiendo que tuvieran el plomo suficiente. Y, adems, no tenamos provisiones. Mir hacia
la cima del volcn, envuelto en nubes rojizas, y me pregunt qu clase de demonios
moraran aqu para apoderarse de la voluntad de los hombres.
Me sobresalt al or un grito indignado procedente del interior de la nave. Froad! Estuve
a junto de trepar por la escalerilla, pero no me mov, recordando mi obligacin. O que Rovic
le ordenaba que bajara, y apremiaba a los tripulantes para que se dieran prisa en subir la
plvora. Froad y Rovic haban estado hablando en la cabina del piloto durante ms de una
hora. Cuando el anciano sali, ya no protestaba. Pero, mientras descenda la escalerilla, me
di cuenta de que estaba sollozando.
Rovic le sigui, con el semblante ms hosco que yo haba visto en un hombre hasta
entonces. Los marineros continuaron su tarea, aunque de cuando en cuando dirigan
inquietas miradas hacia el campamento Hisagazy. Para ellos, la Nave era una cosa extraa e
inquietante. Al fin terminaron su trabajo. Etien fue el ltimo en bajar.

51
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Formen en cuadro! - ladr Rovic. Los hombres se colocaron en posicin -. Vosotros,


Froad y Zhean, podis ir dentro del cuadro. En caso necesario, ayudaris a cargar los
mosquetes.
Tir de la manga a Froad.
- Por favor, maestro, qu ha sucedido?
Pero el anciano sollozaba demasiado para poder contestar.
Etien se inclin, con acero y pedernal en sus manos. Oy mi pregunta - ya que reinaba un
espantoso silencio a nuestro alrededor -, y contest, con voz endurecida:
- Hemos colocado barriles de plvora alrededor del casco de la Nave, unidos por
regueros. Y voy a prenderles fuego.
La idea era tan monstruosa, que no pude hablar, ni si quiera pensar. Desde algn lugar
remoto, o el chasquido de la piedra sobre el acero en los dedos de Etien, le o soplar y
aadir:
- Una buena idea. Dije que seguirla al capitn sin ningn temor... pero ojal no hayamos
ido demasiado lejos.
- De frente! Marchen! - rugi Rovic, alzando su espada.
El pelotn emprendi un rpido avance. No mir hacia atrs. No pude hacerlo. Estaba
sumergido en una especie de pesadilla. Puesto que Guzan haba avanzado para
interceptarnos el paso, nos dirigimos directamente hacia su tropa. Cuando llegamos al lmite
del campamento e hicimos un alto, Guzan avanz unos pasos. Val Nira le segua, temblando.
Ollas palabras vagamente:
-Qu pasa ahora, Rovic? Ests dispuesto a regresar?
- S - dijo el capitn. Su voz era inexpresiva -. Estoy dispuesto.
Guzan le mir con aire suspicaz.
-Qu has dejado detrs de ti?
- Alimentos. Vmonos ya.
Val Nira contempl las crueles formas de nuestras picas. Se humedeci los labios unas
cuantas veces antes de poder balbucir:
-Qu ests diciendo? No hay ningn motivo para dejar alimentos all. Se echaran a
perder antes de... antes de...
Se interrumpi, mientras miraba a Rovic a los ojos. Palideci intensamente.
-Qu es lo que has hecho? - susurr.
Repentinamente, la mano libre de Rovic se alz, para cubrir su rostro.
- Lo que deba dijo, en tono cansado.
El hombre de las estrellas nos contempl unos instantes ms. Luego se volvi y ech a
correr. Cruz entre los atnitos guerreros, en direccin a su nave.
- Alto! - grit Rovic -. Es una locura...
Trag saliva y contempl la diminuta y tambaleante figura que corra hacia la Nave.
Guzan profiri una maldicin en voz baja. Levant su espada y avanz hacia Rovic.
- Dime lo que has hecho, o te mato ahora mismo! - exclam.
No prest la menor atencin a nuestros mosquetes. Tambin l haba tenido sueos, e
intua que en aquel momento estaban a punto de desvanecerse.
Los vio desvanecerse cuando estall la Nave.
Ni siquiera aquella recia estructura metlica era capaz de resistir a una carreta de plvora
cuidadosamente colocada y estallando al mismo tiempo. Se produjo una explosin que me
arroj al suelo, y el casco de la Nave se parti en dos. Trozos de metal calentados al rojo
zumbaron a travs de la ladera. Vi a uno de ellos chocar contra un peasco y hacerlo trizas.
Val Nira desapareci, destruido con demasiada rapidez para ver lo que haba sucedido. Dios

52
Poul Anderson Cuentos y Relatos

fue misericordioso con l. A travs de las llamas y del humo que siguieron, vi caer la Nave.
Rod ladera abajo, haciendo retemblar la montaa, hasta que el polvo ocult el cielo.
No me atrevo a recordar nada ms.
Los Hisagazy emprendieron la huida. Debieron de creer que el infierno haba invadido la
tierra. Guzan no se movi. Cuando reaccion, un instante despus, salt sobre Rovic. Un
mosquetero levant su arma. Etien volvi a hacerla bajar de un manotazo. Permanecimos
inmviles, contemplando cmo luchaban los dos hombres, comprendiendo vagamente que
tenan derecho a dirimir sus cuentas de un modo personal. Las espadas centelleaban al
entrechocar. Por ltimo prevaleci la habilidad de Rovic. Atraves la garganta de Guzan.
Dimos sepultura al duque e iniciamos el descenso a travs de la selva.
Aquella noche, los guardias reunieron el valor suficiente para atacarnos. Nos ayudamos
con nuestros mosquetes, pero utilizamos principalmente espadas y picas. Nos abrimos
camino a travs de ellos porque no tenamos otro lugar adonde ir que no fuera el mar.
Cuando llegamos a Nikum, todas las fuerzas que Iskilip habla podido reunir estaban
sitiando al Golden Leaper y esperando para oponerse a la entrada de Rovic. Formamos de
nuevo el cuadro, y cargamos. La vista de nuestra nave nos habla hecho irresistibles. Pero
con todo, dejamos a seis hombres sobre el rojizo fango de aquellas calles. Cuando los que
haban quedado en la carabela se dieron cuenta de nuestra llegada, empezaron a
bombardear la ciudad con el can. Los techos de madera se incendiaron, y esto distrajo al
enemigo y nos permiti llegar a la nave.
Valientes hasta el fin, los Hisagazy arrimaron sus canoas a nuestro casco, donde no
podan alcanzarles los disparos de nuestro can. Haciendo escalera con sus hombros,
trataron de trepar a bordo. Un pequeo grupo lo consigui, y tuvimos que luchar para
expulsarles de la cubierta. All fue donde recib la herida en el cuello que todava hoy sigue
molestndome.
Pero, conseguimos salir del fiordo. Soplaba un fresco viento del este. Con todas las velas
desplegadas, dejamos atrs al enemigo. Contamos nuestros muertos, vendamos nuestras
heridas, y dormimos.
Al amanecer del da siguiente, el dolor de mi herida me despert. Comprend que no
podra seguir durmiendo y sub al puente de mando. El cielo estaba despejado. El viento
haba amainado. El mar estaba tranquilo. Permanec una hora all, acariciado por la fresca
brisa del alba que mitiga el dolor.
Cuando o pasos detrs de m, no me volv. Saba que eran los de Rovic. Permaneci a
mi lado largo rato, sin hablar, con la cabeza descubierta. Me di cuenta de que sus cabellos
empezaban a grisear.
Al fin, sin mirarme, dijo:
- Antes de que ocurriera todo aquello, habl con Froad. Se disgust mucho, pero
reconoci que era lo nico que poda hacerse. Te ha hablado de ello?
- No - respond.
- Ninguno de nosotros tiene demasiados deseos de comentarlo - dijo Rovic.
Y al cabo de un rato:
- No tema que Guzan o cualquier otro pudiera apoderarse de la nave y tratara de
convertirse en un conquistador. Los hombres de Montalir somos perfectamente capaces de
entendrnoslas con tales rufianes. Tampoco tema a los moradores del pas de Val Nira. Es
muy posible que aquel pobre viejo dijera la verdad. Nunca nos hubiesen causado dao...
voluntariamente. Nos hubieran trado valiosos regalos, y nos hubieran enseado sus propias
artes, y nos hubieran conducido a visitar todas sus estrellas.
- Entonces... por qu? - inquir.

53
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Algn da, los sucesores de Froad resolvern los enigmas del universo - dijo -. Algn da,
nuestros descendientes construirn su propia Nave, y viajarn hacia los destinos que
deseen.
La espuma chocaba contra el puente humedeciendo nuestros cabellos. Sabore la sal en
mis labios.
- Entretanto - dijo Rovic -, navegaremos por los mares de este mundo, y andaremos por
sus montaas, hasta que lleguemos a dominarlos y a comprenderlos. Te das cuenta,
Zhean? Eso es lo que la Nave nos hubiera robado.
Entonces, tambin yo fui capaz de llorar. El capitn Rovic apoy una mano en mi hombro
y la dej descansar all mientras el Golden Lea per, con todas las velas desplegadas,
avanzaba hacia el oeste.

FIN

54
Poul Anderson Cuentos y Relatos

FIN DEL CAPITULO


Poul Anderson

55
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Ttulo original: The Chapter Ends.


Traduccin: Jos Mara Aroca.
Aparecido en: Antologa de novelas de anticipacin. Vol. V - Editorial Acervo, 1968.

56
Poul Anderson Cuentos y Relatos

I
No dijo el anciano.
No sabes lo que ests diciendo dijo Jorun. No te das cuenta de lo que significa.
El anciano, Kormt de Huerdar, hijo de Gerlaug, y portavoz del distrito de Solis, sacudi la
cabeza hasta que los largos y enmaraados rizos se arremolinaron alrededor de sus anchos
hombros.
Lo he pensado bien dijo. Su voz era profunda, lenta e implacable. Me diste cinco
aos para pensarlo. Y mi respuesta es no.
Jorun experiment una sensacin de agotamiento. Llevaba das enteros, semanas,
intentndolo, y era como tratar de derribar una montaa. Uno golpea sus flancos rocosos
hasta que sus manos quedan ensangrentadas, y la montaa sigue en pie, reflejando la luz
del sol en sus picos nevados, ofreciendo al beso de la brisa las copas de los rboles de sus
laderas, sin darse cuenta de que uno est all. Uno es un leve susurro, y la montaa es
eterna.
No lo has pensado bien dijo, con una rudeza hija de su propio cansancio.
Reaccionas instintivamente a un smbolo muerto. La tuya ni siquiera es una reaccin
humana, es un reflejo verbal.
Los ojos de Kormt, rodeados de patas de gallo, permanecieron serenos e impvidos bajo
las pobladas cejas grises. El anciano sonri levemente detrs de su larga barba, pero no
respondi. Haba dejado sencillamente que el insulto resbalara por encima de l, o no lo
haba comprendido? Era intil hablar con aquellos campesinos; les separaban demasiados
milenios, y uno no poda cruzar aquel golfo.
Bien dijo Jorun, las naves estarn aqu maana o pasado maana, y se tardar otro
par de das en embarcar a toda tu gente. Dispones de todo ese tiempo para decidir, pero
despus ser demasiado tarde. Pinsalo, te lo ruego. En cuanto a m, estar demasiado
ocupado para seguir discutiendo.
Eres un hombre bueno dijo Kormt, y sabio, a tu modo. Pero ests ciego. Dentro de
ti hay algo muerto.
Agit una mano grande y nudosa.
Mira a tu alrededor, Jorun de Fulkhis. Esto es la Tierra. Este es el antiguo hogar de todo
el gnero humano. No puedes marcharte y olvidarlo. El hombre no puede hacerlo. Est en l,
en su sangre, en sus huesos y en su alma; llevar la Tierra en su interior para siempre.
Los ojos de Jorun recorrieron el arco trazado por la mano. Se encontraba en las afueras
del pueblo. Detrs de l estaban las casas: bajas, blancas, en su mayor parte de madera con
tejados de blago o de ladrillo rojo, con sus humeantes chimeneas; las calles estrechas y
tortuosas. Oy el ruido de las norias al girar, los gritos de los chiquillos que jugaban. Ms all
haba rboles y las increbles paredes derruidas de Sol City. Delante de l, las boscosas
colinas se interrumpan y un suave paisaje se deslizaba hacia el lejano cabrilleo del mar:
dispersas casas de labor, ganado amodorrado, carreteras con firmes de grava, cercas de
mrmol y granito antiguos, todo dormitando bajo el sol.
Jorun aspir profundamente. El aire era picante, ola a hojas fermentadas, a tierra labrada
recocida por el calor, a rboles y jardines veraniegos, a mar, a sal y a pescado. Pens que no
haba dos planetas que olieran igual, y que ninguno tena un olor tan penetrante como el de
la Tierra.
Este es un mundo hermoso dijo lentamente.
Es el nico dijo Kormt. El hombre procede de aqu; y al final tendr que regresar
aqu.

57
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Me pregunto... Jorun suspir. Mrame: ni un solo tomo de mi cuerpo proceda de


este suelo cuando aterric. Mi pueblo ha vivido en Fulkhis desde hace siglos, y cambi para
adaptarse a sus condiciones. Mi pueblo no sera feliz en la Tierra.
Los tomos no son nada dijo Kormt. Lo que importa es la forma, y sta te fue dada
por la Tierra.
Jorun le contempl unos instantes en silencio. Kormt era como la mayora de los diez
millones de personas de este planeta: una gente morena, robusta, aunque haba ms rubios
y pelirrojos all que en el resto de la Galaxia, era viejo, tratndose de un primitivo que no
haba sido sometido a los cuidados de la ciencia mdica, deba de tener casi doscientos aos
pero su espalda era recta y su paso firme. Jorun estaba a punto de cumplir su milsimo
aniversario, pero no poda evitar el sentirse como un chiquillo en presencia de Kormt.
Aquello no tena sentido. Los escasos moradores de la Tierra eran una raza atrasada y
empobrecida de campesinos y artesanos; eran ignorantes y desgraciados; haban
permanecido estticos durante ms de mil aos, que se supiera. Qu podan decirle a la
antigua y poderosa civilizacin que casi haba olvidado su pequeo planeta?
Kormt contempl el sol, en pleno descenso.
Tengo que marcharme dijo. Debo terminar las tareas del da. Si deseas verme, esta
noche estar en el pueblo.
Probablemente ir dijo Jorun. Queda mucho trabajo por hacer, preparando la
evacuacin, y t puedes ayudarme mucho.
El anciano se inclin cortsmente, dio media vuelta y se alej. Llevaba el traje corriente de
los hombres de la Tierra, tan arcaico en su estilo como en la clase del tejido: sombrero,
americana, pantalones sueltos, un largo cayado en la mano. Contrastando con el azul oscuro
del vestido de Kormt, la tnica de brillantes matices arco iris de Jorun era como una llama.
El psicotcnico suspir de nuevo, contemplando alejarse al anciano. Simpatizaba con l.
Sera criminal dejarle aqu, solo, pero la ley prohiba el uso de la fuerza fsica o mental, y
al Integrador de Corazuno le tendra sin cuidado que un viejo se quedara. Lo importante era
sacar a la raza de la Tierra.
Un mundo encantador. Las facciones delgadas y mviles de Jorun, de piel plida y ojos
grandes, giraron a su alrededor. Un mundo encantador, del cual procedemos.
En la Galaxia haba planetas ms bellos: el mundo ocenico color ail de Loa, enjoyelado
de islas; las montaas de Sharang, que desafiaran al cielo; el firmamento de Jareb, que
pareca irradiar luz... Oh! Tantos y tantos... Pero slo haba una Tierra.
Jorun recordaba su primera visin de este mundo, colgando libre en el espacio, tal como lo
haba contemplado despus del penoso viaje de diez das invertidos en recorrer los treinta
mil aos-luz que lo separaban de Corazuno. Haba aparecido ante sus ojos intensamente
azul, un disco color turquesa matizado con los verdes intensos de sus tierras y un brillante
halo de aurora en sus polos. Los cinturones que rayaban su rostro y empaaban los
continentes eran nubes, viento, agua, y la cortina gris de la lluvia, como una bendicin del
cielo. Ms all del planeta colgaba su luna, un globo dorado lleno de costurones, y Jorun se
haba preguntado cuntas generaciones de hombres haban alzado sus ojos hacia ella, o
contemplado su luz como un puente roto a travs de las aguas en movimiento. Para Jorun,
que llegaba del centro Galctico y su innumerable cortejo de soles, ste era el borde exterior
donde las estrellas se diluan en la espantosa inmensidad. Se haba estremecido
ligeramente, envolvindose un poco ms en la capa de aire clido Con un movimiento
convulsivo. El silencio resonaba en su cabeza. Luego enfil hacia el polo norte, lugar de cita
con su grupo.

58
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Bueno, pens ahora, nos queda una tarea rutinaria. La primera expedicin, llegada hace
cinco aos, prepar a los indgenas para el hecho de su evacuacin, nuestro grupo slo
tiene que organizar a esos dciles campesinos para que embarquen a tiempo en las naves.
Sin embargo, Jorun estaba cansado. Deseaba terminar el trabajo y regresar a casa.
Lo deseaba, realmente?
Pens en el vuelo con Zarek, su compaero, desde el lugar de la cita hasta esta zona que
les haba sido asignada. Llanuras como ocanos de hierba, ondulados por el viento,
moteadas por los rebaos de animales salvajes que se movan con un rumor de trueno;
bosques, centenares de kilmetros de antiguos y poderosos rboles, ros que los
atravesaban como una larga cinta de acero; lagos donde saltaban los peces; sombras de
nubes cruzando rpidamente el paisaje... Incluso sin la presencia del hombre, todo tena una
vitalidad casi temible a los ojos de Jorun. Su propio mundo de pramos y riscos y oscuros
ocanos resultaba mezquino comparado con ste; aqu, la vida cubra la tierra, llenaba los
ocanos y haca estruendosos los cielos a su alrededor. Se pregunt si la energa que
impulsaba al hombre, la fuerza que le haba levantado hasta las estrellas, convirtindole en
semidis y en semidiablo, era un legado de la Tierra.
Bueno..., el hombre haba cambiado; a travs de millares de aos, la adaptacin natural y
controlada le haba adecuado a los mundos que haba colonizado, y la mayora de sus
numerosas razas no se sentiran ahora como en su verdadero hogar aqu. Jorun pens en su
propio grupo: en el rechoncho Culi, de piel ambarina, procedente de un mundo tropical,
quejndose amargamente del fro y de la sequedad; en el joven Cluthe, de cuerpo ganglioso
y pecho abultado; en el sofisticado Taliuvenna... No, para ellos la Tierra era solamente un
planeta ms, uno de los millares de planetas que haban visto en sus largas vidas.
Y yo soy un tonto sentimental.

II
Poda haber eliminado la vaga sensacin de pesar de su adiestrado sistema nervioso,
pero no quiso hacerlo. Esta era la ltima vez que unos ojos humanos contemplaran la Tierra,
y Jorun tena la impresin de que el viaje sera para l algo ms que la simple realizacin de
otra tarea psicotcnica.
Hola, buen seor.
Se volvi al or la voz, y oblig a sus cansados labios a una sonrisa amistosa.
Hola, Julith dijo.
Era una poltica prudente aprender los nombres de los habitantes del pueblo, y la
muchacha era una tataranieta del Portavoz.
Tena trece o catorce aos, un pecoso rostro infantil con una tmida sonrisa, y unos
grandes ojos verdes, haba cierta gracia en ella, y pareca ms imaginativa que la mayora de
los de su estlida raza.
Ests ocupado, buen seor? pregunt la muchacha.
Bueno, no mucho dijo Jorun. Se alegraba de tener una oportunidad de hablar con
alguien; esto acallaba sus pensamientos. Qu puedo hacer por ti?
Me preguntaba... La muchacha vacil, y luego, apresuradamente: Me preguntaba si
podras llevarme en un vuelo hasta la playa. Slo para un par de horas. Est demasiado lejos
para ir andando. Si no fuera mucha molestia para ti...
Hum! No tendras que estar en casa a estas horas? No tienes que ordear, o hacer
algo por el estilo?
Oh! No vivo en una granja, buen seor. Mi padre es panadero.

59
Cuentos y Relatos Poul Anderson

S, lo s. Lo habla olvidado. Jorun medit unos instantes. En el pueblo quedaba


mucho trabajo por hacer, y no estara bien que se marchara, dejando a Zarek solo Por
qu quieres ir a la playa, Julith?
Hemos estado muy ocupados empaquetando las cosas dijo la muchacha. Creo que
nos marchamos maana. Esta es mi ltima oportunidad para verla.
Jorun se mordi el labio inferior.
De acuerdo dijo. Te llevar.
Eres muy amable, buen seor dijo la muchacha en tono grave.
Jorun no respondi; se limit a extender un brazo, y la muchacha se agarr a l con una
mano, en tanto que con la otra se aferraba a su cintura. El generador instalado en el interior
del crneo de Jorun respondi a su voluntad, elevndose del suelo y hacindole avanzar a
travs del espacio fsico. Volaban con tanta lentitud, que Jorun no tuvo que levantar una
pantalla contra el viento.
Podremos volar nosotros as cuando lleguemos a las estrellas? pregunt la
muchacha.
Temo que no, Julith dijo Jorun. Vers, la gente de mi pueblo nace con esta facultad.
Hace miles de aos, los hombres aprendieron a controlar las grandes fuerzas bsicas del
cosmos con una pequea cantidad de energa. Finalmente, utilizaron la mutacin artificial, es
decir, se transformaron a s mismos, lentamente, a travs de muchas generaciones, hasta
que sus cerebros desarrollaron un nuevo miembro capaz de generar la energa necesaria
para controlar aquellas fuerzas. Ahora, gracias a esa energa, podemos volar incluso entre
las estrellas. Pero tu pueblo no posee ese cerebro, de modo que tuvimos que construir naves
espaciales para sacaros de aqu.
Ya entiendo dijo la muchacha.
Tus tataranietos pueden ser como nosotros, si tu pueblo desea someterse a la
transformacin dijo Jorun.
Hasta ahora no quisieron cambiar respondi Julith. Y no creo que quieran hacerlo
, ni siquiera en su nuevo hogar.
En su voz no haba amargura; era una aceptacin de los hechos.
En su interior, Jorun puso en duda la afirmacin de la muchacha. La impresin fsica de su
trasplante a otro mundo contribuira a destruir las antiguas tradiciones de los terrqueos; no
transcurriran muchos siglos sin que quedaran culturalmente asimilados por la civilizacin
galctica.
Asimilados: un bonito eufemismo. Por qu no decir simplemente tragados?
Aterrizaron en la playa. Era ancha y blanca, extendindose en dunas desde los campos de
hierba rala hasta las rocas contra las cuales se estrellaban mansamente las olas. El sol
estaba muy bajo en el horizonte, llenando de reflejos dorados el hmedo aire. Jorun poda
mirar casi directamente su enorme disco.
Se sent, la arena cruji levemente debajo de l, y el viento alborot sus cabellos y llen
sus fosas nasales con su punzante olor. Jorun recogi un caracol y le dio vueltas entre sus
dedos, maravillndose ante su complicada arquitectura.
Si lo aplicas a tu odo dijo Julith podrs or al mar.
Su voz infantil tena una extraa ternura al pronunciar las speras slabas del lenguaje
terrestre.
Jorun asinti y atendi su sugerencia. Era slo el pequeo latido de la sangre en su
interior: lo mismo que se oa en el gran silencio hueco del espacio. Pero el caracol resonaba
con el canto de las inmensidades en eterno movimiento, del viento y de la espuma, de las
olas avanzando bajo la luna...

60
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Yo tengo dos dijo Julith. Me los llevar, a fin de poder recordar siempre esta playa.
Y mis hijos y sus hijos los tendrn, tambin, y oirn hablar a nuestro mar. Dobl los dedos
de Jorun alrededor del caracol. Toma, gurdate ste para ti.
Gracias dijo Jorun. Lo har.
Hay ocanos en nuestro nuevo planeta? pregunt Julith.
S respondi Jorun. Es el mundo ms parecido a la Tierra que pudimos encontrar y
que no estuviera ya habitado. All sers feliz.
Pero los rboles y la hierba, el suelo y sus frutos, los animales del campo y las aves del
aire y los peces del agua, forma y color, olor y sonido, sabor y contextura, todo es distinto. La
diferencia es pequea, sutil, pero representa un abismo de dos mil millones de aos de
evolucin independiente, y ningn otro mundo puede ser completamente igual a la Tierra.
Julith le mir fijamente con ojos solemnes.
Teme tu gente a los Hulduvianos? pregunt.
No respondi Jorun. Desde luego que no.
Entonces, por qu vais a entregarles la Tierra?
Era una simple pregunta, pero la voz de la muchacha temblaba un poco.
Cre que todo tu pueblo comprenda ya el motivo dijo Jorun. La civilizacin la
civilizacin del hombre y de sus aliados no-humanos ha avanzado hacia adentro, hacia los
grandes racimos de estrellas del centro galctico. Esta parte del espacio no significa ya nada
para nosotros; es casi un desierto. Los hulduvianos no son como nosotros; constituyen otra
civilizacin; viven en grandes mundos ponzoosos, como Jpiter y Saturno. Creo que
pareceran unos monstruos encantadores, si no fuera porque son tan distintos a nosotros que
ninguna de las partes puede comprender realmente a la otra. Utilizan tambin las energas
csmicas, pero de un modo distinto... y su conducta se opone a la nuestra, del mismo modo
que la nuestra se opone a la suya. Cerebros diferentes, comprendes?
En consecuencia, se lleg a la conclusin de que las dos civilizaciones marcharan mejor
permaneciendo separada una de otra. Si se repartan la Galaxia, no se produciran
interferencias entre ellas; habra demasiada distancia entre ambas civilizaciones. Los
hulduvianos, en realidad, se mostraron muy complacientes. Accedieron a ocupar el borde
exterior, a pesar de que en l hay pocas estrellas, dejndonos el centro.
El acuerdo nos obliga a evacuar a todos los hombres y seres humanoides de su territorio
antes de que ellos vengan a ocuparlos, del mismo modo que ellos han evacuado los
nuestros. Sus colonizadores no llegarn de Jpiter y de Saturno hasta dentro de unos siglos;
pero incluso as hemos tenido que limpiar ahora el Sector Sirio, ya que queda mucho trabajo
a realizar en otras partes. Afortunadamente, en esta zona del espacio vive muy poca gente.
El Sector Sirio ha sido una regin aislada y primi... ejem... tranquila desde que cay el Primer
Imperio, hace cincuenta mil aos.
Julith alz ligeramente la voz.
Pero, aquella gente somos nosotros...
Y la gente de Alfa Centauro, y de Procin, y de Sirio, y... Oh! De otros centenares de
estrellas. Sin embargo, todos juntos no sois ms que una diminuta gota en medio de los
cuatrillones de la Galaxia. Comprendes, Julith, la necesidad del traslado para bien de
todos?
Si respondi la muchacha. S, lo s.
Se puso en pie.
Vamos a nadar un poco dijo.
Jorun sonri y sacudi la cabeza.
No, te esperar aqu para llevarte al pueblo, si quieres.

61
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Julith asinti y corri a ocultarse detrs de una duna para ponerse el traje de bao. Los
terrqueos hablan declarado tab a la desnudez, a pesar del suave clima interglacial; tpica
irracionalidad primitiva. Jorun se tumb en la arena, doblando los brazos detrs de su
cabeza, y contempl el cielo que empezaba a oscurecerse con las primeras sombras del
crepsculo. La estrella vespertina parpadeaba a lo lejos, blanca en el borroso horizonte azul.
Era Venus... o Mercurio? No estaba seguro. Le hubiera gustado saber algo ms acerca de
la historia del Sistema Solar, de los primeros hombres que pilotaron sus estruendosos
cohetes para ir a morir en mundos desconocidos, de las primeras etapas en la ruta hacia las
estrellas. Poda encontrarlo en los archivos de Corozano, pero saba que nunca lo hara.
Demasiadas cosas que hacer, demasiadas cosas que recordar... Probablemente, menos del
uno por ciento del gnero humano saba dnde se encontraba la Tierra... aunque hubo una
poca en que fue un centro turstico muy importante. Pero de eso haca ya treinta mil aos.
Debido a que este mundo, entre tantos millones, tena determinadas caractersticas
fsicas, pens, mi raza ha conseguido imponer unas normas generales. Nuestras unidades
bsicas de longitud, tiempo y aceleracin, las comparaciones mediante las cuales
clasificamos los inumerables planetas de la Galaxia, tuvieron su origen en la Tierra.
Llevamos el callado recuerdo de nuestro lugar de nacimiento en toda nuestra civilizacin, y lo
llevaremos siempre. Pero, nos ha dado la Tierra algo ms que eso? Nuestros cuerpos,
nuestras mentes y nuestros sueos, son tambin hijos de la Tierra?
Ahora estaba pensando cmo Kormt, el testarudo anciano que se aferraba tan ciegamente
a esta tierra, simplemente porque era la suya. Cuando se pensaba en todas las razas que
andaban sobre los pies... Cun numerosas eran, cuntas clases de hombres haba entre las
estrellas! Y, sin embargo, todos ellos andaban erguidos; todos tenan dos ojos, y una nariz
entre los ojos, y una boca debajo; todos ellos eran clulas de aquella grandiosa y antigua
cultura que haba empezado aqu, con el primer hombre velludo que encendi un fuego para
protegerse del fro y de los peligros nocturnos. Si la Tierra no hubiera tenido oscuridad y fro y
animales de presa, oxgeno, celulosa y pedernal, aquella cultura no hubiera llegado a
desarrollarse, probablemente.
Estoy razonando de un modo ilgico. El cansancio y los nervios... el control psicomtico
que empieza a fallar. Ahora, la Tierra se est convirtiendo para m en algn oscuro smbolo
materno.
O lo ha sido siempre, para toda nuestra raza?
Una gaviota grazn por encima de su cabeza y se perdi de vista.
El sol empezaba a hundirse en el horizonte. Julith se acerc corriendo, su rostro casi
invisible en la semioscuridad. Respiraba agitadaimente, y Jorun no pudo decir si el
estremecimiento de su voz era risa o llanto.
Ser mejor que regresemos a casa dijo la muchacha.

III
Emprendieron el vuelo de regreso, lentamente. El pueblo era un amarillo parpadeo de
luces, brillando clidamente a travs de las ventanas. Jorun dej a la muchacha a la puerta
de su casa.
Gracias, buen seor dijo Julith, cortsmente. No quieres entrar a cenar?
Bueno...
La puerta se abri. La luminosa tnica de Jorun le converta en una antorcha en medio de
la oscuridad.
Es el hombre de las estrellas dijo una voz de mujer.

62
Poul Anderson Cuentos y Relatos

He llevado a tu hija hasta la playa explic Jorun. Espero que no te moleste.


Y si nos molestara, qu sacaramos con ello? gru otra voz. Jorun reconoci a
Kormt; el anciano debi acudir como husped a la casa de su nieto desde su granja de las
afueras. Qu podramos hacer?
Vamos, abuelo, se no es modo de hablarle al caballero dijo la mujer. Ha sido muy
amable. Cenar usted con nosotros, buen seor?
Jorun rehus dos veces, por si la invitacin era un simple acto de cortesa, y luego acept
encantado. Estaba cansado de la comida que le servan en la posada donde Zorek y l se
hospedaban.
Gracias.
Entr en la casa, inclinndose al cruzar el umbral, demasiado bajo para su estatura. Una
sola habitacin haca las veces de cocina, comedor y sala de estar; unas puertas conducan
a los dormitorios. Estaba amueblada con una rstica elegancia: alfombras de pieles,
entabladuras de encina, columnas labradas, relucientes objetos de cobre trabajado a mano.
Un reloj de radio, increblemente antiguo a juzgar por su aspecto, descansaba sobre la repisa
de la chimenea, sobre de un crepitante fuego; encima de l colgaba una escopeta de carga
qumica, evidentemente de manufactura local. Los padres de Julith, una silenciosa pareja de
campesinos, le acompaaron hasta un extremo de la mesa de madera, mientras media
docena de chiquillos le contemplaban con los ojos muy abiertos. Los nios eran los nicos
terrqueos que parecan considerar el traslado como una emocionante aventura.
La comida era buena y abundante: carne, verduras, pan, leche, helado, caf, todo
procedente de las granjas de aquellos alrededores. No haba mucho comercio entre los
pocos millares de comunidades de la Tierra; prcticamente todas se bastaban a s mismas.
Comieron en silencio, como era costumbre. Cuando hubieron terminado, Jorun dese
marcharse, pero le pareci descorts hacerlo inmediatamente. Acerc una silla al hogar y se
sent delante del fuego, enfrente de la silla ocupada por Kormt.
El anciano sac una vieja pipa y empez a fumar. Su rostro quedaba oculto en la sombra,
y slo sus ojos eran visibles.
Pronto voy a bajar contigo al Ayuntamiento dijo. Supongo que es all donde va a
efectuarse el trabajo.
S dijo Jorun. Puedo relevar a Zarek. Y le agradezco que me acompae. Tu
influencia es muy grande entre esa gente.
Tiene que serio dijo Kormt. He sido su Portavoz desde hace un centenar de aos,
aproximadamente. Y mi padre Gerlaug lo fue antes que yo, y su padre Kormt lo fue antes que
l... contempl unos instantes en silencio a Jorun, a travs de sus enmaraadas cejas.
Quin fue tu bisabuelo?
Lo ignoro. Supongo que estar vivo en alguna parte, pero...
Lo que imaginaba. Ni matrimonio, ni familia, ni hogar, ni tradicin. Kormt sacudi
lentamente su maciza cabeza. Compadezco a los galcticos!
Por favor... El anciano poda mostrarse tan enojoso como un calculador averiado.
Tenemos archivos que se remontan a una poca anterior a la salida del hombre de este
planeta. Archivos de todo. Sois vosotros los que habis olvidado.
Kormt sonri y expeli una nube de humo azulado.
No me refera a eso.
Quiere usted decir que cree que es bueno para los hombres vivir una existencia sin
cambios, montonamente igual de siglo en siglo..., sin nuevos sueos, sin nuevos triunfos,
siempre con la misma rutina? No estoy de acuerdo.
La mente de Jorun se sumergi en la historia, tratando de valorar las motivaciones bsicas
de su adversario. Tenan que ser parcialmente culturales, parcialmente biolgicas. En una

63
Cuentos y Relatos Poul Anderson

poca determinada, la Tierra haba sido el centro del universo civilizado. Pero la emigracin
hacia las estrellas, especialmente intensa despus de la cada del Primer Imperio, arrastr a
los elementos ms aventureros de la poblacin. La sangra dur millares de aos. La Tierra
haba quedado empobrecida, y no haba en ella nada que atrajera a un joven o a una
muchacha dotados de vitalidad y de imaginacin..., sabiendo que podan ir hacia el centro
galctico y unirse a la nueva civilizacin que se estaba edificando all. El trfico espacial se
hizo cada vez menos intenso; las viejas mquinas se enmohecieron y no fueron
reemplazadas; era mejor marcharse cuando todava se estaba a tiempo.
Eventualmente, se cre un determinado tipo psicosomtico, un tipo que viva apegado a la
tierra en comunidades aisladas y primitivas y se contentaba con atender a sus necesidades
elementales con el trabajo de sus manos, y la ayuda de un caballo o de un ocasional motor
en mal uso. As naci una cultura retrgrada, que aument aquella rigidez. Los pocos que
haban visitado la Tierra durante los ltimos milenios tal vez un visitante cada siglo,
detenindose brevemente de camino hacia otra parte descubrieron que all no haba
ningn reto con que enfrentarse, ni ningn estmulo. Los terrqueos no queran ms gente,
ms mquinas, ms nada; lo nico que deseaban era continuar como estaban.
No poda decirse que se haban estancado. Su vida era demasiado saludable, su
civilizacin demasiado rica a su modo: arte popular, msica popular, ceremonial, religin, la
intimidad de la vida familiar que los galcticos haban perdido... Pero, para alguien que
volaba entre las estrellas, era una existencia sin alicientes.
La voz de Kormt interrumpi sus pensamientos.
Sueos, triunfos, trabajo, proezas, amor, vida... y finalmente muerte dijo el anciano.
Por qu tenemos que cambiar todo eso? Son cosas que nunca envejecen; para cada nio
que nace son nuevas.
Bueno... empez Jorun, pero se interrumpi. En realidad, no poda contestarse a
aquella clase de lgica. Y no era un problema de lgica, sino algo ms profundo. Bueno
continu, como ya sabes, esta evacuacin nos fue impuesta tambin a nosotros. No
desebamos efectuar este traslado, pero nos vimos obligados a l.
Oh, si! dijo Kormt. Habis sido muy amables. Hubiera sido ms fcil para vosotros,
hasta cierto punto, venir aqu con fuego, caones y cadenas para nosotros, como hicieron los
brbaros hace muchsimo tiempo, entonces quizs hubiramos podido comprendernos.
En el mejor de los casos dijo Jorun, ser duro para tu pueblo. Recibir una fuerte
impresin, y necesitar jefes que le guen a travs de ella. Tienes la obligacin de continuar
ayudndoles all.
Tal vez Kormt envi una serie de anillos de humo en direccin al ms joven de sus
descendientes, un nio de tres aos, que trataba de encaramarse a sus rodillas. Pero
conseguirn superar esa impresin.
No pareces darte cuenta de que eres el ltimo hombre sobre la Tierra que se niega a
marcharse dijo Jorun. Te quedars solo. Para el resto de tu vida! No podremos regresar
a buscarte bajo ninguna circunstancia, porque las colonias de hulduvianos se habrn
establecido entre la Tierra y Sagitario y nuestro paso constituira una violacin de lo pactado.
Te quedars solo!
Kormt se encogi de hombros.
Soy demasiado viejo para cambiar de costumbres; y, de todos modos, no me quedan
muchos aos de vida. Podr vivir perfectamente, con las reservas de alimentos que
quedarn aqu. Alborot los cabellos del nio, pero su rostro se contrajo en una mueca de
cansancio. Y ahora no hablemos ms de esto, por favor. Estoy fatigado de este debate.
Jorun asinti y permaneci silencioso, como los dems, Los terrqueos se pasaban a
veces horas enteras sentados, sin hablar, limitndose a gozar de la mutua presencia. Jorun

64
Poul Anderson Cuentos y Relatos

pens en Kormt, hijo de Gerlaug, el ltimo hombre sobre la Tierra, completamente solo,
viviendo solo y muriendo solo. Y, sin embargo, reflexion, acaso aquella soledad era mayor
que la que soportaban todos los hombres durante todos sus das?
Sbitamente, el Portavoz dej al chiquillo en el suelo, apag su pipa y se puso en pie.
Vamos dijo, cogiendo su cayado.
Caminaron uno al lado del otro por la calle, bajo la macilenta luz de los faroles, pasando
ante las amarillas ventanas. Sus pasos resonaban extraamente en las losas de la acera. De
cuando en cuando se cruzaban con alguien, una vaga figura que se inclinaba ante Korint.
Slo una persona no se dio cuenta de su presencia, una anciana que andaba llorando entre
las altas paredes.
Dicen que en vuestros mundos no es nunca de noche dijo Kormt.
Jorun le mir de soslayo.
Algunos planetas tienen cielos luminosos dijo, y unos cuantos tienen ciudades
donde siempre hay luz. Pero cuando todos los hombres pueden controlar las energas
csmicas, no hay ningn motivo para que vivamos juntos; la mayora de nosotros vivimos de
un modo completamente independiente. En mi propio mundo hay noches muy oscuras, y
desde mi hogar no puedo ver ninguna otra vivienda..., slo los pramos.
Debe de ser una vida muy extraa dijo Kormt. Sin pertenecer a nadie.
Llegaron a la plaza del mercado, un amplio espacio pavimentado y rodeado de casas. En
el centro haba una fuente, y encima de ella haba colocada una estatua rescatada de las
ruinas. Estaba rota, le faltaba un brazo..., pero la blanca y esbelta figura de la danzarina
segua reflejando juventud y alegra. Jorun saba que los enamorados solan reunirse all, y
brevemente, irracionalmente, pens en lo solitaria que estara la muchacha durante los
millones de aos a venir.
El Ayuntamiento se encontraba en uno de los extremos de la plaza, enorme y oscuro, los
aleros adornados con figuras de dragones, y el frontispicio con aves de alas extendidas. Era
un edificio muy antiguo; nadie saba cuntas generaciones de hombres se haban reunido en
l. Una larga y paciente hilera de gente aguardaba en el exterior, esperando turno para entrar
en la oficina del registro; al salir, desaparecan rpidamente en la oscuridad, en direccin a
los refugios improvisados para ellos.
Andando junto a la cola, Jorun localiz algunos rostros entre las sombras. Una joven
madre sosteniendo a un chiquillo que lloraba, con la cabeza inclinada sobre l, murmurando
dulcemente para tranquilizarle. Un mecnico, con la ropa de trabajo, sonriendo con aire
cansado el chiste que acababa de contarle el hombre que estaba detrs de l. Un campesino
moreno, cejijunto, que murmur una maldicin al paso de Jorun. Los dems parecan aceptar
su destino con bastante resignacin. Un sacerdote, con la cabeza inclinada, a solas con su
Dios. Un joven, frotndose nerviosamente las manos, unas manos enormes, dicindole a
alguien: ...podan haber esperado hasta despus de la recoleccin. Me subleva la idea de
dejar el grano en el campo...
Jorun entr en la oficina del registro. El imberbe y rechoncho Zarek interrogaba
pacientemente a los centenares de personas que se presentaban ante l, sombrero en
mano: nombre, edad, sexo, ocupacin, familiares, necesidades o deseos especiales...
Marcaba las respuestas en la mquina registradora, capaz de contener medio milln de vidas
en su cerebro electrnico.
Oh! Por fin has llegado gru Zarek. Dnde te has metido?
Efectuando unos trabajos de conci dijo Jorun. Utilizaban una especie de lenguaje
cifrado: conci significaba conciliacin, cualquier cosa que contribuyera a facilitar la
evacuacin. Siento haber llegado tan tarde. Puedes descansar un rato, ahora.

65
Cuentos y Relatos Poul Anderson

De acuerdo. Creo que a medianoche habremos terminado con esto. Zarek sonri a
Kormt. Me alegro de verte, buen seor. Hay unas cuantas personas con las cuales me
gustara que hablaras.
Seal a media docena de hombres sentados en uno de los extremos de la habitacin.
Ciertas quejas eran manejadas mucho mejor por los jefes indgenas.
Kormt asinti y se acerc al grupo. Jorun oy a un hombre que empezaba una larga
explicacin: quera llevarse su arado, lo haba construido l mismo, y no exista un arado
mejor en todo el universo; pero el hombre de las estrellas le haba dicho que ocupara
demasiado espacio.
Ellos nos proporcionarn todo lo que necesitemos, hijo mo dijo Kormt.
Pero, se trata de mi arado... dijo el hombre. Sus dedos retorcan su gorra.
Kormt se sent y empez a tranquilizarle.
Jorun ocup el lugar de su compaero.
Vaya una lata! refunfu Zarek. Menos mal que ya se acaba. Estoy deseando
perder de vista este planeta.
Es un mundo encantador dijo Jorun. No creo haber visto nunca otro ms hermoso.
A m que no me saquen de Thonvar replic Zarek. Me muero de ganas de sentarme
junto al Searlet Seat, rodeado de helechos y de hierba roja, con un vaso de oehl en la mano
y los geysers de cristal delante de m. Eres un tipo muy raro, Jorun.
El fulkhisiano se encogi de hombros. Zarek le palme la espalda y se march en busca
de la cena y de un poco de descanso. Jorun empez con la rutina del registro. Fue
interrumpido una vez por Kormt, el cual bostez abiertamente y le dio las buenas noches. El
desfile de rostros annimos continu. Jorun qued ligeramente sorprendido al encontrarse
delante del ltimo: un hombre obeso, jovial, de mediana edad, con unos ojillos astutos,
vestido de un modo algo ms llamativo que los otros. Se inscribi como comerciante: un
Comerciante en pequea escala, explic, que venda ciertos artculos que los campesinos
consideraban ms conveniente comprar que fabricarlos ellos mismos.
Lamento que hayas tenido que esperar tanto dijo Jorun. Trabajo de conci.
Oh, no! El comerciante sonri. Saba que esos palurdos estaran aqu horas y
horas, de modo que me fui a acostar y me he levantado hace media hora, cuando la cosa
estaba a punto de terminar.
Muy hbil. Jorun se puso en pie, suspir y se desperez. La habitacin estaba
cavernosamente vaca, sus luces irradiaban un brillo desagradable. El silencio era absoluto.
Bueno, soy un tipo listo, aunque me est mal el decirlo. Y, a propsito, me gustara
expresarle mi agradecimiento por todo lo que estn haciendo por nosotros.
No puede decirse que estemos haciendo mucho...
Jorun cerr la mquina.
Oh! A los destripaterrones tal vez no les guste, pero en realidad ste no es un lugar
adecuado para un hombre de empresa. Est muerto. De haber existido algn medio de.
transporte, hara mucho tiempo que estara fuera de aqu. Ahora, cuando lleguemos a la
civilizacin, habr verdaderas oportunidades. Le apuesto lo que quiera a que dentro de cinco
aos me he creado una situacin.
Jorun sonri. Una sonrisa inexpresivo. Qu posibilidades tendra aquel brbaro en un
mundo civilizado?
Bueno dijo, buenas noches, y te deseo mucha suerte.
Buenas noches, seor. Espero que volveremos a vernos.
Jorun apag las luces y sali a la plaza. Estaba completamente desierta. La luna brillaba
en el cielo, casi llena, y su fro resplandor oscureca los faroles. Oy un perro que aullaba en
la lejana, los perros de la Tierra no iban a llevrselos quedaran tambin muy solos.

66
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Bueno, pens, el trabajo ha terminado. Maana o pasado maana llegarn las naves.

IV
Se senta muy cansado, pero no tena ganas de dormir. Hasta entonces no haba tenido
ocasin de inspeccionar las ruinas, y pens que no estara mal contemplarlas a la luz de la
luna.
Ascendiendo por encima de tejados y rboles, vol hasta la ciudad muerta. Durante unos
instantes colg del cielo como terciopelo oscuro, una leve brisa murmur a su alrededor y
oy el lejano rumor de los grillos y del mar.
Sol City, capital del legendario Primer Imperio, haba sido enorme. Se haba extendido
sobre ms de cincuenta mil kilmetros cuadrados cuando era el alegre y perverso corazn de
la civilizacin humana y se hencha con la sangre vital de las estrellas. Y, sin embargo, los
hombres que la haban construido fueron hombres de gusto, y haban contratado verdaderos
genios para que crearan para ellos. La ciudad no era una coleccin de edificios; era un
conjunto equilibrado, que irradiaba desde los altos picos del Palacio central, a travs de
columnatas y parques y surtidores, que adornaban los palacetes de los gobernantes. A pesar
de su monstruoso tamao, haba sido una hermosa ciudad, un encaje de metal bruido y
piedra blanca, negra y roja, de plstico de vivos colores, msica y luz... en todas partes luz.
Bombardeada desde el espacio; saqueada una y otra vez por las hordas de brbaros que
hormigueaban como gusanos a travs de los huesos del asesinado Imperio; sacudida por el
lento agrietamiento de la corteza terrestre; excavada por centenares de generaciones de
arquelogos, buscadores de tesoros y simples curiosos; convertida en un montn de metal y
de piedra por los ignorantes campesinos que finalmente se agruparon a su alrededor...,
segua conservando un halo de belleza que era como un sueo recordado a medias. Un
sueo que la raza haba tenido en otro tiempo.
Y ahora estamos despertando.
Jorun se movi silenciosamente entre las ruinas. Los rboles crecan entre bloques cados
baados por la luz de la luna; el mrmol era muy blanco contra el fondo de oscuridad. De
cuando en cuando, se haca visible el perfil de una casa; una casa donde un noble haba
recibido a sus amigos, donde personas cuya carne ya era polvo haban dormido, y se haban
amado, y se haban asomado a las ventanas para contemplar en silencio el ruidoso
espectculo de la ciudad; donde los esclavos haban vivido, y trabajado, y a veces llorado;
donde los chiquillos se haban entregado a sus juegos. Oh! Haba sido una poca dura y
cruel; su desaparicin estaba justificada, pero haba vivido. Como expresin de todo lo que
era noble, y esplndido, y malvado, y simplemente vido en la raza.
Un gato trep a una de las paredes y se desliz silenciosamente por ella, cazando. Jorun
se estremeci ligeramente y vol hacia el centro de la ciudad, al palacio imperial. Una
lechuza sise en alguna parte, y un murcilago se apart de su camino como una pequea
alma en pena ennegrecida por el fuego del infierno. Jorun no levant una pantalla contra el
viento: dej que el aire soplara a su alrededor, el aire de la Tierra.
El palacio estaba casi completamente derruido; un montn de piedras y de huesos
descarnados de metal eterno enmohecido por el viento, las lluvias y las heladas de
innumerables siglos; pero en otra poca haba sido gigantesco. En la actualidad los hombres
no solan construir edificios tan enormes: no los necesitaban. Y todo el espritu humano habla
cambiado, hacindose ms abstracto, encontrando sus tesoros dentro de s mismo. Pero
haba habido un esplendor elemental en el hombre primitivo y en las obras que realiz para
desafiar al cielo.

67
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Una de las torres segua en pie: blanca bajo las estrellas, irguindose en una filigrana de
columnas y arcos increblemente esbeltos, como si estuvieran construidos con rayos de luna.
Jorun se pos en la rota balaustrada superior, una forma apenas visible encima de la fantasa
en blanco y negro de las ruinas. Un halcn emprendi el vuelo desde su nido, luego hubo
silencio.
No... un momento... otro aullido, resonando desde el cielo, una sombra negra a travs del
rostro de la luna.
Hai-ah!
Jorun reconoci el alegre grito del joven Cluthe, volando por el espacio como un demonio
sobre un mango de escoba, y frunci el ceo, disgustado. En aquellos momentos no
deseaba ser molestado.
Bueno, tenan tanto derecho como l a venir aqu. Reprimi su emocin, e incluso
compuso una sonrisa. Despus de todo, le hubiera gustado sentirse alegre y despreocupado
de cuando en cuando, pero le resultaba imposible. Jorun no era mucho ms viejo que Cluthe
unos cuantos siglos, a lo sumo, pero proceda de una familia melanclica; haba nacido
viejo.
Otra forma persegua a la primera, cuando estuvieron ms cerca, Jorun reconoci la
esbelta silueta de Taliuvenna. Aquella pareja haba sido destinada a uno de los distritos
africanos, pero...
Notaron su presencia y descendieron hasta la balaustrada.
Cmo ests? pregunt Cluthe. Su delgado rostro rea a la luz de la luna. Oh!
Vaya un vuelo!
Estoy bien dijo Jorun. Habis terminado con vuestro sector?
S. Decidimos darnos una vuelta por aqu. Era nuestra ltima oportunidad de echarle
una ojeada a todo esto.
Taliuvenna frunci los labios mientras contemplaba las ruinas. Proceda de Yunith, uno de
los pocos planetas donde todava se edificaban ciudades.
Pens que sera ms grande dijo, en tono decepcionado.
Bueno, no hay que olvidar que construyeron esto hace ms de cincuenta mil aos dijo
Cluthe. Para aquella poca, no est mal.
Quedan excelentes muestras de arte dijo Jorun. Piezas que por uno u otro motivo
no salieron de aqu. Pero tendris que buscarlas, si queris verlas.
He visto ya un montn de ellas, en museos dijo Taliuvenna. No estn mal.
Vamos, Tally grit Cluthe, tocando a su compaero en el hombro y emprendiendo el
vuelo.
Taliuvenna sali disparado detrs de l, riendo. Revolotearon por encima de las ruinas, y
sus gritos despertaron un clamor de ecos.
Jorun suspir.
Ser mejor que vaya a acostarme, pens. Es muy tarde.

La nave espacial era una columna de acero erguida contra un cielo gris. De cuando en
cuando una fina llovizna la converta en una sombra borrosa; luego, dejaba de llover y los
flancos de la nave relucan como si acabaran de bruirlos. Las nubes se deslizaban por el
firmamento como jirones de humo, y el viento gema entre los rboles.
La hilera de terrestres que penetraba lentamente en la nave pareca interminable. Un par
de miembros de la tripulacin volaba encima de ellos, tendiendo un escudo protector contra
la lluvia. Avanzaban en silencio, empujando carritos de mano que contenan sus modestas
pertenencias. Jorun les contemplaba, un rostro detrs de otro... ennegrecidos y curtidos por

68
Poul Anderson Cuentos y Relatos

el sol de la Tierra y los vientos de la Tierra, las manos todava manchadas con el barro de la
Tierra.
Bueno, pens Jorun, ya estn en marcha. No se muestran tan emocionados como haba
credo. Me pregunto si realmente les importa.
Pas Julith, acompaada de sus padres. La nia le vio y se apart de la hilera para
saludarle.
Adis, buen seor dijo. Alzando la mirada, le mostr un rostro pequeo y serio.
Volver a verte?
S minti Jorun. Procurar hacerte alguna visita.
No lo olvides, por favor! Dentro de unos aos, tal vez, cuando puedas.
Ser tarea de muchas generaciones levantar a una gente como sta a nuestro nivel.
Dentro de unos aos para m Julith reposar en su tumba.
Estoy seguro de que sers muy feliz dijo.
Julith trag saliva.
S murmur, en voz tan baja que Jorun apenas pudo orla. S, s que ser feliz.
Dio media vuelta y ech a correr hacia su madre. Las gotas de lluvia brillaron en sus
cabellos.
Zarek se acerc a Jorun.
Me efectuado un recorrido de ltima hora por toda la zona dijo. No he detectado
ninguna seal de vida humana. De modo que todos van a marcharse, excepto tu viejo.
Bien dijo Jorun en tono inexpresivo.
Me gustara que pudieras hacer algo por l.
Tambin a m me gustara.
Zorek volvi a alejarse.
Un hombre y una mujer, jvenes, cogidos de la mano, se apartaron un poco de la hilera.
Un tripulante plane encima de ellos.
Ser mejor que regresis a la fila les advirti. Vais a quedar empapados por la
lluvia.
Eso es lo que queremos dijo el joven.
El tripulante se encogi de hombros y se alej. Al cabo de un rato, la pareja regres a la
fila.
La cola de la procesin pas por delante de Jorun y la nave se la trag rpidamente. La
lluvia caa ahora con ms intensidad, rebotando contra su escudo protector como lanzas de
plata. Hacia poniente parpadeaban los relmpagos, y Jorun oy el lejano rumor del trueno.
Kormt se acerc a l, andando lentamente. La lluvia empapaba sus ropas y sus largos
cabellos grises. Sus zuecos de madera producan un sonido hmedo en el barro. Jorun
extendi el escudo protector para cubrirle.
Espero que habrs cambiado de idea dijo el fulkhisiano.
No, no he cambiado de idea respondi Kormt. He querido mantenerme alejado
hasta que todo el mundo estuviera a bordo. No me gustan las despedidas.
No sabes lo que dices insisti Jorun por milsima...? vez. Es una locura quedarse
aqu... solo.
Ya te he dicho que no me gustan las despedidas repiti Kormt, bruscamente.
Voy a avisar al capitn de la nave dijo Jorun. Dispones de media hora antes de que
despegue. Nadie se reir de ti si cambias de idea.
No cambiar Kormt sonri sin alegra. Tu pueblo es el futuro, supongo. Por qu no
puedes dejar al pasado solo? Yo soy el pasado. Mir hacia las lejanas colinas, ocultas por
la intensa lluvia. Me gusta todo esto, galctico.
Bien. Entonces... Jorun extendi su mano, en el arcaico gesto de la Tierra. Adis.

69
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Adis.
Kormt estrech la mano del fulkhisiano sin la menor emocin. Luego dio media vuelta y
ech a andar hacia el pueblo. Jorun le contempl hasta que se perdi de vista.
El tcnico se detuvo en la portezuela de la nave y se volvi a mirar el paisaje gris y el
pueblo, de cuyas chimeneas no sala ningn humo. Adis, madre ma, pens. Y luego,
sorprendindose a s mismo: Tal vez Kormt est haciendo lo que debe, despus de todo.

Al atardecer, las nubes se dispersaron y el cielo adquiri un hermoso color azul plido,
como si acabaran de lavarlo. La hierba y las hojas de los rboles relucan. Kormt sali de la
casa para contemplar la puesta de sol. El espectculo era magnfico, todo llamas y oro. Una
verdadera lstima que la pequea Julith no estuviera all para verlo; siempre le haban
gustado las puestas de sol. Pero Julith estaba ahora tan lejos, que si le enviaba un grito que
viajara a la velocidad de la luz, cuando l oyera el grito Julith ya estara muerta.
Llen su pipa de tabaco, la encendi y aspir una profunda bocanada de humo. Con las
manos en los bolsillos, vagabunde por las mojadas calles. El sonido de sus zuecos
resultaba inesperadamente intenso.
Bueno, hijo, pens, ahora tienes todo un mundo para ti, tal como queras. Eres el hombre
ms rico que ha existido nunca.
Mantenerse vivo no sera problema. En el pueblo haba almacenada suficiente comida de
todas clases para alimentar a un centenar de hombres durante los diez o veinte aos que le
quedaban de vida. Pero Kormt quera estar ocupado. Cuidara de la granja, del ganado,
reparara los desperfectos, limpiara... Un hombre tiene que mantenerse ocupado.
Lleg al final de la calle y se adentr por un camino que ascenda por la ladera de una
colina. El crepsculo se espesaba sobre los campos, el mar era una lejana cinta metlica y
unas cuantas estrellas empezaban a parpadear en el cielo.
Soplaba una leve brisa que murmuraba a travs de las copas de los rboles. Todo estaba
en calma.
En la cumbre de la colina se ergua la capilla, un pequeo edificio de piedra. Kormt cruz
la verja que conduca al cementerio, situado en la parte trasera. All, en aquellas tumbas,
reposaban miles de aos de hombres y mujeres que haban vivido, trabajado, amado,
llorado, redo... y muerto. Alguien haba depositado un ramo de flores sobre una tumba
aquella misma maana. Al da siguiente, las flores se habran marchitado y el viento
esparcira sus restos por el campo santo. Tendra que cuidarlo, tambin. Esto le ayudara a
pasar el tiempo.
Encontr el panten familiar y se detuvo ante l, con las piernas abiertas y los puos en
las caderas, fumando y contemplando las lpidas de los que reposaban en la tierra. Su
padre, su madre... Alarg la mano y sus dedos rozaron suavemente la lpida de su esposa.
Muchos de sus hijos estaban aqu, tambin; a veces le resultaba difcil creer que el robusto
Gerlaug, y el sonriente Stamm, y la tmida y suave Huwan haban muerto. S, haba
sobrevivido a demasiada gente.
Tena que quedarme, pens. Este es mi mundo, pertenezco a l y no poda marcharme.
Alguien tena que quedarse a cuidar todo esto, aunque sea por poco tiempo. Puedo
dedicarle diez aos ms, antes de que llegue el bosque y se apodere de ello.
Las sombras se espesaban a su alrededor. Ms all de la colina, los rboles se erguan
como una muralla. En un momento determinado, Kormt se sobresalt. Le haba parecido or
llorar a un nio. No, era un pjaro. Se reproch a s mismo los absurdos latidos de su
corazn.
Este es un lugar muy triste, pens. Ser mejor que regrese a casa.

70
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Sali lentamente del campo santo y empez a descender la colina. Las estrellas brillaban
ahora por miradas. Kormt levant los ojos al cielo y pens que nunca haba visto brillar tanto
las estrellas. Demasiado brillantes; aquello no le gust.
Marchaos, estrellas, pens. Os habis llevado a mi pueblo, pero yo me he quedado aqu.
Este es mi mundo.
Se inclin para tocar la tierra, pero la hierba estaba fra y hmeda bajo su palma.
La grava del camino resonaba fuertemente a su paso, y el viento segua murmurando,
pero no se oa ningn otro sonido. Ni una voz que gritara. Ni un motor que funcionara. Ni un
perro que ladrara. No, Kormt no haba credo que todo quedara tan silencioso.
Y oscuro, no brillaba ninguna luz. Tendra que encender tambin los faroles de las calles...
Resultaba muy poco divertido no poder ver el pueblo desde all, no poder ver nada, excepto
las estrellas. Tena que haberse trado una linterna, pero era viejo y desmemoriado, y ahora
no haba nadie que pudiera recordrselo. Y a su muerte no habra nadie que plegara sus
manos sobre su pecho, nadie que cerrara sus ojos y le depositara en la tierra. Y los bosques
iran invadindole todo y los animales salvajes roeran sus huesos.
Las estrellas brillaban y brillaban encima de l. Alzando la mirada, contra su voluntad,
Kormt las vio brillar, silenciosas, y tranquilas. Cun lejanas estaban! La luz que vea haba
abandonado su punto de partida mucho antes de que l naciera.
Se detuvo, conteniendo la respiracin. No!, susurr.
Este era su mundo. Esta era la Tierra, el hogar del hombre, perteneca a ella y ella le
perteneca a l. La Tierra no poda quedarse sola!
El ltimo hombre vivo. El ltimo hombre en todo el mundo.
Kormt profiri un grito y ech a correr. Sus zuecos resonaron fuertemente sobre la grava
del camino, pero el sonido no tard en quedar tragado por el silencio. Kormt se cubri el
rostro contra el implacable brillo de las estrellas. Pero no haba ningn lugar adonde ir,
ningn lugar.

FIN

71
Cuentos y Relatos Poul Anderson

GITANO
Poul Anderson

72
Poul Anderson Cuentos y Relatos

CIENCIA-FICCION NORTEAMERICANA (Tomo II)

Aguilar S. A. 1969

De la coleccin de cuentos EXTRAOS TERRICOLAS

Titulo en ingles: Extrangers from Earth 1962

73
Cuentos y Relatos Poul Anderson

1
***

Desde lejos capt una visin del Traveler cuando mi nave vol hacia el planeta. La gran
nave espacial pareca un juguete a aquella distancia, una frgil burbuja de metal y aire y
energa contra el enorme teln de fondo del espacio. Pens en las mquinas que contena,
que silbaban, chirriaban y campaneaban muy dbilmente al proseguir su inacabable serie de
servicios, convirtiendo aquel gran casco en un mundo animado. El casco estaba ahora vaco
de vida, y yo experiment un sbito y extrao sentimiento de simpata hacia l. Como si
estuviera dotado de vida, comprend que el Traveler se senta solitario.
El planeta semejaba ante m un brillante escudo azul con blasones de nubes y
continentes girando en una ilimitada oscuridad bajo las ardientes estrellas. Habamos
llamado Puerto a aquel mundo; el puerto al final de nuestro largo viaje, y haba pocos
nombres ms acertados. Puerto de descanso y paz, y un cielo encima destacndose contra
el resplandor del espacio. Era bueno llegar a casa.
Registr los cielos en busca de otra breve visin del Traveler, pero no pude hallar - su
pequea silueta entre aquella inextricable selva de estrellas. No importa que estuviera en
rbita, alrededor de Puerto o anclado en l quiz para siempre. Me concentr en hacer
aterrizar la nave espacial.
La atmsfera silbaba en torno al casco. Tras un mes entre el oscuro y venenoso fro del
quinto planeta, solo entre indgenas extrahumanos, arda generalmente en deseos de
aterrizar, y conduje mi nave con una aceleracin aumentada por los rayos gravitatorios. Pero
esta vez puse un poco ms de cuidado, dicindome que era preferible llegar tarde a cenar
que no llegar nunca; o quiz era aquella breve visin del Traveler la que me hizo sbitamente
reflexivo. Despus de todo, habamos pasado buenos ratos a bordo de l.
Dirig la nave en picado hacia la pennsula situada en la zona templada del Norte, donde
estbamos establecidos la mayora de nosotros. El aire rasgado silbaba tras de m cuando
choqu con la compacta tierra que nos serva de campo de aterrizaje. Haba unos cuantos
almacenes y tiendas de aprovisionamiento a su alrededor, largos y bajos edificios de gruesas
vigas, usados por la mayora de los colonizadores, y un par de casas particulares a un
kilmetro aproximadamente de distancia. Lo dems era solo alta hierba agitada por el viento,
jardines y rsticas alamedas, alumbradas por un sol que irradiaba en un cielo azul. Al saltar
de la nave, el fresco y vivo perfume de la tierra me sali al encuentro y pude or el mar, ms
all del horizonte.
Tokogama estaba de guardia en el campo. Sentado en el porche de la oficina, fumaba su
pipa y observaba el navegar de las nubes sobre su cabeza, pero me salud con la
cordialidad de viejos amigos que, conocindose uno a otro sobradamente, no necesitan
muchas palabras.
- As que ests de jefe de puerto - le dije -. Bueno; ahora lo que tienes que hacer es dejar
esa pipa maloliente y decirme: hola!
- As es - admiti el otro cariosamente -. Me conservan aqu solo por mi extraordinario
valor ornamental.
Aquello era casi verdad. Nuestro aparato usaba el campo sin formalidad alguna y solo
conservbamos en activo esta nica nave espacial. El jefe de puerto no tena ms misin
que vigilar el servicio e intervenir en un improbable caso de emergencia o disputa. Pero
ninguno de los pocos cargos pblicos de la colonia, capitn, oficial de comunicaciones y los

74
Poul Anderson Cuentos y Relatos

dems, requera demasiado esfuerzo en una sociedad tan sencilla como la nuestra, y se
ejercan como ocupaciones en tiempo libre por quien lo deseaba. No haba compensacin,
salvo el derecho al primer turno en el uso de la maquinaria de cultivo o en el alojamiento que
usbamos en comn.
-Cmo ha ido la excursin? - pregunt Tokogama.
- Regular - respond -. Les di nuestras mquinas y ellos me llenaron los depsitos con sus
metales y aleaciones. Y me las arregl para tomar algunas notas ms sobre sus costumbres
y establecer ms smbolos en el cdigo de comunicaciones.
- Lo que significa un sillar muy importante aadido a los muros de la ciencia; pero, en
vista del hecho de que eres el nico que siempre va por all, no importa mucho.
Los negros ojos de Tokogama me miraron con curiosidad. Y aadi:
- Por qu sigues haciendo estas excursiones por all, Erling? A algunos de los otros
chicos no les importara visitar el Quinto de cuando en cuando. Will e Yvan me hablaron de
ello la semana pasada.
- No soy un cerril - repliqu -. Si ambos o cualquiera de ellos quieren un turno en la labor
comercial, que aprendan pilotaje del espacio y pueden ir. Pero, entre tanto, a m me gusta mi
trabajo y t lo sabes. Yo fui uno de los que votaron por continuar la bsqueda de la Tierra.
Tokogama asinti.
- Es verdad que lo fuiste, pero ya hace tres aos. Incluso t debes de haber echado aqu
algunas races.
- Ah! Claro que s - confes riendo. Lo cual me recuerda que tengo hambre y que, a
juzgar por el sol, es la hora local de la comida. Por tanto, voy a tomarla en casa, si Alanna
sabe que he vuelto.
- No puede menos de saberlo - sonri l -. Todo el continente sabe cundo ests de
vuelta, por el modo como rasgas la atmsfera al volver. Ese guiso casero debe de tener una
poderosa atraccin magntica.
- Un olor a asado de unos cincuenta mil gauss - repuso, volviendo la cabeza mientras
marchaba -. Por qu no vienes maana a comer con nosotros?. Invitar a los dems
muchachos y celebraremos una reunin a la antigua usanza.
- Eso es precisamente lo que estaba pensando.

2
***

Saqu mi aeroplano del cobertizo y me elev con un murmullo de aire y el zumbido de los
generadores de gravedad; pero volaba bajo, sobre los bosques y prados, vagando a una
velocidad de cincuenta kilmetros por hora y contemplando el paisaje tranquilo en el
atardecer casi exento de gentes y que mostraba una extensin de tierras surcadas por
brillantes ros. El sol poniente matizaba las hojas de los rboles y los campos de hierba con
un tono de oro fundido, un ureo resplandor que pareca llenar el fro aire como una
presencia tangible; poda or el piar y charlar de las grandes bandadas de pjaros que se
posaban en los rboles. S, era bueno volver al hogar.
Mi casa estaba situada al borde mismo del mar, en una escarpadura arenosa que
descenda sobre el agua. Los frondosos rboles que crecan en sus proximidades casi
ocultaban la pequea edificacin de piedra y troncos, pero sus prados y jardines llegaban
lejos, y ms all de ellos estaban los campos que servan a nuestro sustento. Abajo, junto a
~a playa, se alzaba la caseta de los botes y el pequeo muelle que yo haba construido y
donde sabia que nuestra lancha de vela me aguardaba para que la sacase. Sent de nuevo

75
Cuentos y Relatos Poul Anderson

un hambre de mar casi material, excitada por el poderoso oleaje que llegaba hasta el salvaje
horizonte, por el viento fuertemente salino y el chillido de los pjaros blancos. Tras un mes en
el estril y confinado aire de la nave espacial, aquello era como nacer de nuevo.
Aterric ante la casa y sal del aparato. Dos cuerpecillos volaron a mis brazos: Pinar y
Migueln. Entr en la casa con mis dos hijos subidos a mis hombros. Alanna me esperaba
bajo el dintel.
Era alta, casi tan alta como yo, delgada, pelirroja y la mujer ms bella del mundo. Nos
dijimos pocas palabras; eran innecesarias. Tuvimos otra cosa que hacer en los prximos
minutos.
Despus me sent ante un fuego saltarn, en el que pequeas y bailarinas llamas
crepitaban lanzando un oscilante resplandor rojizo sobre la habitacin. Fuera, soplaba el
viento, resonaba la puerta y el mar ruga en la oscura playa, mientras yo contaba a mis hijos
mi fabuloso viaje por el espacio, que, en realidad, fue solitario, duro y montono, pero que en
el hogar pareca una gloriosa aventura.
Los ojos de los chicos no se apartaban de mi rostro mientras hablaba, y poda sentir la
ansiedad que resplandeca en ellos. Los despeaderos abruptos y desolados del Uno, las
hmedas selvas del Dos, las montaas desiertas del Cuatro, la gran civilizacin del Cinco, la
amarga desolacin de los mundos exteriores y, ms all de ellos, las estrellas. Pero ahora ya
estbamos en casa, sentados en una habitacin slida y seca, oyendo al viento cantar
afuera. Yo era feliz, de un modo tranquilo, ya sin la exuberancia de mis primeros regresos.
Tal vez contento.
Bien - pensaba yo -; aquellas giras al quinto mundo se estaban haciendo rutinarias, lo
mismo que la vida en Puerto, ahora que nuestra colonia se hallaba establecida y nuestras
mquinas automticas o semiautomticas, con su tranquilo funcionar, haban aquietado la
primera gran oleada de trabajo, peligro y ms trabajo. Aquello era progreso, aquello era lo
que habamos procurado: suprimir la necesidad, el apuro y la inseguridad que haban
perturbado nuestros das. Lo habamos conseguido; gradualmente llegamos a una seguridad
y comodidad que, sin embargo, an resultaban incompletas y nos desafiaban a no
permanecer inactivos. Los hombres maduros no se juegan la vida trepando a las ms altas
ramas de los rboles del modo que lo hacen los chiquillos; andan por el suelo, y cuando
necesitan elevarse, lo hacen, segura y cmodamente, en aeroplanos de turismo.
- Qu ocurre, Erling? - me pregunt Alanna.
- Pues nada - respond saliendo de mi meditacin sbitamente, al advertir que los chicos
estaban acostados y que mediaba la noche -. Nada, en absoluto. Estaba meditando. Creo
que estoy algo cansado. Acostmonos.
- Eres muy mal embustero, Erling - replic suavemente -. En qu pensabas, en realidad?
- En nada - repuse -. Bueno; es decir, en que, al volver hoy, vi al viejo Traveler, y se me
despertaron antiguos recuerdos.
- Eso sera - dijo ella, y, de pronto, suspir.
La mir, algo alarmado, pero ya sonrea de nuevo al decir:
- Tienes razn; ya es tarde. Estaremos mejor acostados.

3
***

Al da siguiente di a los chicos un paseo en lancha. Alanna se qued so pretexto de


preparar la comida. Conoca su opinin de que el desarrollo psquico equilibrado de los nios
requera iguales influencias paternas que maternas. Como yo estaba fuera de casa tanto

76
Poul Anderson Cuentos y Relatos

tiempo, ya en el espacio, ya con una de las expediciones que iban lentamente cartografiando
nuestro planeta, siempre que permaneca en casa, Alanna me situaba como centro de
atraccin.
Mi hijo Emar, de nueve aos, a quien ya interesaban los microlibros que traamos del
Traveler (procedentes de la Tierra), la mir y dijo:
- En el Sol no tendras que guisar, madre; pondras un cocinero automtico y te vendras
con nosotros.
- Me gusta guisar - repuso ella, sonriendo -. Supongo que podramos tener cocinero
automtico, ahora que ya se ha conseguido fabricar casi todos los semirrobots, pero me
gusta sacarle el jugo a la vida.
Sus ojos fueron ms all de la casa, playa abajo, a posarse sobre las soleadas e
incansables aguas. La brisa marina le despeinaba el rojo cabello, que finga una llama bajo la
sombra de los rboles.
Creo - sigui - que echarn muchas cosas de menos en el Sistema Solar. Tienen tantas
que, por contraste, han perdido algunas de las que aqu disfrutamos: casa que cuidar, tierras
que no vieron nunca los hombres y el placer de hacer algo con nuestras propias manos.
- Aquello podra gustarte si lo vivieras - indiqu -. Despus de todo, por muy
documentados que estemos sobre el Sistema Solar, solo es de odas.
- S que me gusta lo que aqu tenemos - respo ndi con un tono donde cre notar cierto
desafo -. Si Sol es una leyenda, no estoy muy segura de que me gustara la realidad. Seguro
que no estaramos mejor que en Puerto.
- Todas las pelirrojas son nacionalistas - le dije, riendo, mientras bajaba hacia la playa.
- Y todos los suecos generalizan sin razn - me replic - cariosa -. Deba haberme
enterado antes de casarse con un Thorkild.
Afortunadamente, seora Thorkild, no te enteraste.
Los muchachos y yo botamos el velero. Haba una buena brisa, y en pocos minutos
corramos hacia el Norte, costeando bosques y campos, aguantando la resaca de la orilla.
- Debamos ponerle motor a la Traviesa Anita, pap - sugiri Pinar -. Supn que caiga el
viento.
- Me gusta navegar a vela.. - repuse -. La probabilidad de tener que empuar los remos
aumenta la diversin.
- A m, tambin - intervino Migueln, un tanto ambiguamente.
-Tienen veleros en la Tierra? - pregunt Emar.
- Deben de tenerlos - respond -, puesto que yo dibuj la Anita segn un libro que trataba
de ellos. Pero no creo que hayan sido siempre iguales. All, el mar debe de estar siempre
lleno de lanchas, la mayor parte a motor, y aeroplanos por encima, as como ciertos edificios
para poder atracar. All no tendras el mar para ti solo, Emar.
- Y entonces, por qu quieres seguir buscando la Tierra, cuando todos quieren quedarse
aqu?
Un chico de nueve aos puede hacer preguntas singularmente desconcertantes.
Respond:
- No fui yo el nico que vot por proseguir buscando. Y, adems, no era precisamente la
Tierra, sino la bsqueda en si, lo que me interesaba. Quera hallar nuevos planetas. Pero
ahora hemos logrado una buena casa, aqu, en Puerto.
- Nunca he entendido cmo perdieron la Tierra - adujo.
- Ni t ni nadie. El Traveler llevaba un cargamento de colonos al Alfa del Centauro (un
astro prximo al Sol) cuando an haca pocos aos que se haba descubierto el hiperimpulso
y alcanzado los astros ms prximos. Sea como fuere, algo sucedi. Hubo una gran
explosin de los aparatos y nos encontramos en algn sitio que no era la galaxia, a miles de

77
Cuentos y Relatos Poul Anderson

aos luz de nuestra procedencia. No s a cunta distancia, exactamente, ya que an no


hemos sido capaces de volver a encontrar el Sol. Pero, despus de reparar la nave,
invertimos ms de veinte aos en buscarlo. Nunca volvimos a encontrar la patria. Hasta que
decidimos establecernos en Puerto, este fue nuestro hogar.
- Yo quisiera saber cmo fue la nave a parar tan lejos.
Me encog de hombros. Los principios del hiperimpulso son difciles de explicar, ya que
suponen la existencia de mltiples dimensiones y de funciones discontinuas psi.
Ninguno en la nave - y cuantos tenan conocimientos de Fsica se haban exprimido los
sesos tras el problema - pudo descubrir qu catstrofe haba aniquilado para ellos el espacio-
tiempo. Las especulaciones haban abarcado incluso la curvatura del espacio, cualquiera que
fuere la extensin de tal concepto (puntos de discontinuidad infinita, campos adimensionales
(y quin sabe cuntas cosas!). Si hubiramos podido descubrir lo sucedido y regular
adecuadamente el fenmeno que nos habra sobrevenido por un ciego accidente, la galaxia
hubiera sido nuestra. Mientras as no fuese, estbamos limitados a seudovelocidades de un
par de aos luz, y el cosmos se mofaba de nosotros con su inmensidad. Pero cmo explicar
esto a un nio de nueve aos? Respond, simplemente:
- Si yo supiera eso, sera ms sabio que nadie, Emar. Y no lo soy.

4
***
- Quiero ir a nadar - dijo Mguelin.
- Claro - asent y esa era nuestra idea, no? Anclaremos en la prxima baha.
- Quiero ir a nadar a la Cueva del Aterrizaje Espacial.
Intent oponerme; pero Emar se puso de parte de su hermano. Era solo a pocos
kilmetros ms arriba, y su amplia y abrigada extensin, su dilatada playa y la selva
inmediata lo hacan ideal para semejante expedicin. Despus de todo, no haba motivo para
oponerse, salvo por la fama del lugar.
Suspir y acced. Iramos all.
Pasamos un buen rato nadando y divirtindonos, jugando a la pelota, paseando por la
arena y volviendo a nadar. Era bueno tenderse de nuevo al sol, con el fro y hmedo viento
que soplaba del mar y murmuraba entre los rboles; y, para los chicos, aquella atraccin
colmaba la jornada. Pero yo tena que luchar contra aquella novelera. Yo no era ya un chico
que jugar a los astronautas y cosas por el estilo; era el adulto con todas sus
responsabilidades.
La comunidad del Traveler haba votado, por abrumadora mayora, establecerse en
Puerto, y no haba nada que decir.
Y aqu, medio ocultas entre la alta hierba, medio enterradas en la arena, estaban las
seales inequvocas de algo que habamos dejado a un lado.
No eran muchas cosas. Unos botes de plstico para alimentos, un par de herramientas
rotas de rara forma, algunos recambios sueltos. Lo bastante para indicar que haca tiempo,
unos diez aos, un grupo de astronautas haba aterrizado all, acampado cierto tiempo,
hecho algunas reparaciones y reemprendido el viaje.
No eran del quinto planeta. Aquellos indgenas nunca haban abandonado su mundo, y ni
aun con los auxilios tcnicos que les estbamos proporcionando a cambio de sus metales
seran capaces de hacerlo, ya que las presiones que necesitaban para respirar eran
demasiado grandes.
No venan tampoco de Sol ni aun de un mundo colonizado, pues no solo eran aquellos
restos totalmente distintos de nuestro equipo, sino que las noticias de un planeta como

78
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Puerto, casi gemelo a la Tierra, pero sin una raza indgena inteligente, habran atrado a l
multitud de aventureros. As, pues, en algn sitio de la galaxia alguien haba dominado el
hiperimpulso y estaba explorando el espacio.
Como estuvimos haciendo nosotros
Hice cuanto pude por mostrarme carioso al regreso a casa, y creo que lo consegu, a
pesar de la desenfrenada y romntica charla de Emar sobre aquellos desconocidos. Mas,
entre tanto, no poda dejar de recordar.
En veinte aos de vuelos espaciales se pueden ver muchsimos mundos y adquirir
muchas experiencias. Habamos sido casi como dioses, mariposeando de astro en astro,
explorando, comerciando, aprendiendo, interviniendo una y otra vez en los destinos de los
indgenas; habamos luchado, sufrido, redo y admirado silenciosamente. Para la mayor parte
de nosotros, el hambre de nuestro hogar, la aventurada y poco esperanzadora bsqueda,
haba ensombrecido aquel panorama de mundos que ahora rememoraba. Pero, frente al
cosmos, yo haba disfrutado cada minuto en ello.
Caa en un mal humor inconsolable en cuanto metimos la Traviesa Anita en su
embarcadero. Los chicos corran hacia la casa delante de m, pero yo los segu lentamente.
Alanna se reuni conmigo en la puerta.
- Mejor ser que os arreglis enseguida - indic -. Los invitados estarn aqu dentro de un
minuto.
- Muy bien!
Ella me mir largamente y apoy su mano en mi brazo. Bajo los largos y deslumbradores
rayos del sol poniente> sus ojos me parecieron ms brillantes que nunca, y me pregunt si
no haba lgrimas en ellos. Murmur tranquila:
- Estuvisteis en la Cueva.
- Los chicos quisieron ir - repuse -. Es un buen sitio.
- Erling...
Y se detuvo.
Me qued contemplando lo hermosa que era; record el modo de mirarme la primera vez
que la haba besado. Habamos recorrido aquellos lugares explorando aquel pequeo mundo
y negociando con los indgenas nuestros vveres. El cielo se haba oscurecido mientras un
sol moribundo lanzaba su escasa y plida luz sobre la azulosa nieve. Todo estaba tranquilo,
completamente tranquilo. El aire era como vivo fuego en nuestras fosas nasales, y el cabello
de Alanna, la nica cosa que tena color en aquel blanco horizonte que se destacaba entre la
escarcha. Haca muchsimo tiempo ya, pero nada haba cambiado entre nosotros desde
entonces.
- Eh? Qu pasa? - anticip yo.
Su voz me lleg muy rpidamente y muy baja para que los chicos no pudieran orla.
- Erling, eres realmente feliz aqu?
- Pues... - y al decirlo sent como un choque casi fsico, de sorpresa - claro que lo soy,
querida; esa es una pregunta tonta.
- O lo es la respuesta?
Sonri con los labios cerrados.
- Pasamos unos ratos agradables en el Traveler. Aun aquellos que protestaban ms en
aquella ocasin admiten que ahora son dichosos por haber olvidado algo de la aglomeracin,
del peligro y del apuro. Pero t... a veces creo que el Traveler era tu vida.
- Me gustaba la nave, claro.
Y al decirlo sent como una necesidad desesperada de defenderme.

79
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Despus de todo, all nac y all me cri, y nunca conoc realmente otra cosa. Nuestras
visitas planetarias eran tan cortas y siempre a mundos tan distintos de la Tierra... A ti tambin
te gustaba.
- Claro; era divertido rondar en torno a la galaxia, sin saber nunca lo que poda
esperarnos al da siguiente. Pero una mujer necesita un hogar. Y oye; Erling: muchsimos de
tu misma edad, que tampoco haban conocido otra cosa, la odiaban.
- Yo tena suerte. Como oficial, disfrutaba de mejor alojamiento, ms independencia, y
tambin hay algo propio de la categora que, para m, significaba ms que para la
generalidad. Pero por el cosmos, Alanna! No creas ahora...
- No creo nada, Erling. Pero en la nave no estabas tan abstrado, tan propenso a soar
despierto; no pasabas sentado todo el da en el mismo sitio; siempre trabajabas en algo.
Se mordi los labios.
- Entindeme bien, Erling; no me cabe duda de que siempre te ests repitiendo lo feliz
que eres. Podras ir a la tumba, aqu en Puerto, creyendo que habas llevado una vida
estupenda. Pero a veces me pregunto...
- Bueno, mira... - empec.
- No, no; no hables ms. Entra y arrglate; los invitados estn a punto de llegar.
Entr con la cabeza hecha un torbellino. Mecnicamente me ase y me puse mi traje de
tarde. Cuando sal de la alcoba, los primeros invitados estaban ya esperando. All vi a Angus
MacTeague, el viejo primer contramaestre del Traveler, que fue capitn en el breve tiempo
que medi entre la muerte de Kane y nuestra arribada a Puerto. Tambin estaba mi hermano
Gustavo, con quien tena poca afinidad, salvo nuestro mutuo cario. Hideyoshi Tokogama,
Ivn Petroff, Manuel Ortega y otros dos que llegaron pocos minutos ms tarde. Alanna se
hizo cargo de las esposas y los nios, y yo serv bebidas a todos.
Durante un rato se habl de asuntos locales. Estbamos dispersos en una zona muy
extensa, y como no se producan an bastantes telepantallas para todas las casas, nuestra
comunicacin se limitaba al viaje directo en avin. Una granizada en la granja de Gustavo,
una ligera avera en el vehculo de la factora regentada por Ortega, el proyecto Petroff de
crear una flota pesquera semiautomtica: pequeas murmuraciones... Pronto estuvo la
comida en la mesa. Gustavo se entusiasm con el asado.
- De qu es? - pregunt.
- De un animal indgena que mat el otro da - respond -. Ungulado, pardo rojizo, cuernos
planos y anchos...
- Ah, si! He intentado domesticarlos. Tuve una suerte regular con algunos de esos
glusglus.
- Eh?
Y Petroff se le qued mirando sin comprender.
- Es una especie del lugar - aclar, riendo, Gustav -. Tena que llamarlos de algn modo, y
los llam as por el ruido que hacen.
- En el Traveler no tenamos de esto - dijo Ortega, sirvindose otro pedazo de carne.
- Nunca cre que all fuera mala la comida - protest.
- No; comamos verduras y frutas hidropnicas, carnes sintticas y lo que encontrbamos
en los diferentes planetas - admiti Ortega -. Pero aquello no siempre estaba bueno. Las
hidropnicas, sobre todo, no tenan el aroma del gnero que se cra en la Tierra.
- Eso es cosa de la imaginacin - dijo Petroff -. Puedo demostrarlo.
- Demuestres lo que demuestres, los hechos subsisten - replic Ortega, mirndome -.
Pero haba sus compensaciones.
- No las suficientes - murmur Gustav -. Prefiero mi casa en Puerto.

80
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Ests siendo injusto con el Traveler - repliqu -. Solo estaba destinado a transportar
unas cincuenta personas en un corto viaje. Cuando perdi su ruta, hace veinte aos, y una
nueva generacin qued confinada en l, con sus padres, no es maravilla que se
amontonara la gente. Su tripulacin mnima es de diez personas. Treinta (unos quince
matrimonios con sus hijos) pueden viajar en l cmoda y seguramente, con habitaciones
separadas para todos.
- Y, despus.. .- murmur Tokogama con cierto temor -, nos pasamos ms de veinte aos
luchando, sufriendo y soportando la monotona y la desesperanza, en bsqueda de la
Tierra... Cuando en todo momento, en cualquiera de los cien planetas afines a la Tierra,
hubiramos podido hallar... esto.
- Por lo menos - apunt MacTeague - la mitad del tiempo nos lo pasbamos mirando a la
derecha de la galaxia. Sabamos que Sol no estaba cerca, por lo que no haba posibilidad de
ser aplastados, y apenas nos parecieron familiares las constelaciones, pensamos que
ramos capaces de dar con el camino de vuelta - y encogindose de hombros, aadi -: Pero
el espacio es, sencillamente, demasiado grande y la informacin de nuestras tablas
astronuticas demasiado pequea.
- Los viajes estelares estaban an en su infancia cuando iniciamos el nuestro. Un error en
ellas, no ms que del uno por ciento, pudo desviarnos varios aos luz en el recorrido de unos
centenares de prsecs. La galaxia est plagada de soles tipo GO, que, estadsticamente, es
casi seguro que tienen un aspecto tan parecido al Sol terrestre como para volver loco a un
observador poco experto. Si nuestras tablas hubiesen dado las posiciones relativas a S
Doradus, por ejemplo, hubisemos encontrado el camino con bastante facilidad. Pero
empleaban a Sirio como punto de referencia, y no pudimos dar con Sirio en aquel enjambre
de estrellas. No pudimos hacer sino saltar de una en otra, entre las que podan ser el Sol, y
descubrir que no lo eran; seguir adelante con el morboso miedo de que nos estbamos
alejando de l cada vez ms, aunque quiz lo tenamos delante de los ojos, oculto por alguna
oscura nebulosa. Al fin lo dejamos por imposible.
- Pero an hay ms - insisti Tokogama -. Todo eso se comprob, como saben ustedes.
Pero estaba por medio el capitn Kane y su tremenda personalidad, su voluntad rectora de
triunfo; y todos tenamos que fiar, ms o menos ciegamente, en l. Mientras vivi, ninguno de
nosotros lleg a admitir por completo la posibilidad del fracaso. Cuando muri, todo pareci
derrumbarse de repente.
Asent sombramente, recordando aquellos terribles das que siguieron a la revolucionaria
tentativa de Seymour para ocupar el poder, hacindonos sentir lo cansados que estbamos;
la llegada a este astro, que poda haberlo resuelto todo, con un desenlace feliz, si hubiera
pertenecido al sistema solar; el descanso en Puerto, descanso que se haba de convertir en
permanencia.
- Algo ms nos mantuvo en marcha todos aquellos aos - dijo Ortega tranquilamente -.
Hubo un elemento entre la joven generacin que gustaba de vagar. El voto de permanencia
aqu no fue unnime.
- Ya lo s - dijo MacTeague. Su serena mirada qued fija, pensativamente, en m -. A
menudo me pregunto, Erling, por qu algunos de ustedes no cogen la nave y visitan los
prximos astros, solo para ver lo que hay en ellos.
- No servira de nada - advert suavemente -. Solo hara aumentar nuestra comezn
viajera y siempre habra ms astros que visitar.
- Pero por qu? - Gustavo trabucaba las palabras -. Por qu iba a querer nadie
dedicarse a estrellear por ah? Yo, por mi parte, he puesto los pies en tierra, en una tierra ma
propia; en mi hogar. Estoy construyendo, plantando y vindolo hacerse realidad ante mis
ojos; y ah quedar para mis hijos y los hijos de mis hijos. Hay aqu aire y viento, lluvia, mar,

81
Cuentos y Relatos Poul Anderson

bosques y montaas... Cosmos! Quin quiere ms? Quin lo cambiara por ir sentado en
un estril tanque de metal, corriendo de astro en astro, sin hogar ni esperanza.
Nadie - contest yo apresuradamente -. Solo estaba tratando de llevar...
La ms insustancial de las existencias - interrumpi alguien -. Ser, simplemente, un...
espectador del Universo.
- No, exactamente - dijo Tokogama -. Hay mucho en la que hicimos que alguien tena que
hacer. Extendimos los beneficios de la civilizacin a gran nmero de sitios, trazamos algunos
mapas estelares extensos, y, si volvemos a ver terrcolas alguna vez, encontrarn tiles
nuestras tablas y observaciones. S; somos vagabundos; y qu? Le censura usted a un
pjaro el no tener cascos?
- Ahora los pjaros los tienen - dije yo - andan por la tierra - lanc una mirada a Alanna - y
les gustan.
La conversacin se iba poniendo al rojo. La orient por vas ms seguras hasta que nos
dirigimos al cuarto de estar. Con el caf y el tabaco empez de nuevo.
Comenzamos rememorando los pasados tiempos; los planetas que habamos visto, las
hazaas realizadas. ~. Mundos, soles y lunas que remolineaban en un primitivo y oscuro
espacio, constelado de estrellas, figuraron en nuestra charla; razas extraas, ciudades
extranjeras, magnificencia solitaria de montaas, llanuras y mares, el enorme universo ante
nosotros... Por todos los dioses, que habamos ido lejos!
Contemplamos llamas azules, como las del Infierno, que hacan resaltar las desnudas
cimas de un planeta, cuyo gran Sol ocupaba casi todo su horizonte; navegamos con una
banda de afortunados piratas, sobre un mar rojo como la sangre recin vertida, hacia las
grotescas torres de una fortaleza ms antigua que la misma Historia. Habamos visto vivos
colores y esplendentes metales de un torneo en Drangor y la inmensidad acerada de las
ciudades continentales de Alcn. Habamos hablado de filosofa con un gran cefalpodo en
uno de esos mundos, y fuimos atacados a tiros por los extraos y bellos habitantes de otro.
Nos consideraron dioses de un planeta al libertar a sus naturales de una plaga que los
diezmaba, y concurrimos, como humildes estudiantes, a las aulas y bibliotecas de otro astro.
Habamos estado a punto de morir, a causa de una tormenta de metano ocurrida en un
planeta alejado de su sol, sintiendo entonces lo que vale la vida, y nos habamos tendido en
las playas paradisacas de Luanha oyendo la maravillosa cancin del mar; y cabalgamos
sobre centauroides que conversaban con nosotros, mientras nos encaminbamos a la area
ciudad de sus alados enemigos...
Ms que las aventuras, salvajemente romnticas - que, despus de todo, haban sido
hechos harto turbios y sangrientos -, gustbamos de recordar los lugares; una fogosa puesta
de sol en Hralfar; un gran ro oscuro, que surcaba la selva lluviosa de Atlang; un desierto
pintado en Thyvari; el esplendoroso disco del Nuevo Jpiter, que se hinchaba ante nuestros
ojos, el fro, la inmensidad, crueldad, vaco, horror y maravilla del propio espacio abierto. Y en
nuestro reducido corrillo de vagabundos incorregibles reinaba la camaradera, el
tranquilizador conocimiento tcito de tener amigos que seran leales, un sentimiento de
pertenecerles, como ellos nos pertenecan, sentimiento que en Gustavo solo se perfeccion
a su llegada entre nosotros, y que ahora pareca que todos lo habamos perdido. Perdido, s;
por qu no confesarlo? No nos veamos ya con demasiada frecuencia, por hallarnos todos
ocupados y esparcidos con exceso, y cuando nos reunamos, las charlas resultaban, a
menudo, algo incoherentes. Pero aquello no poda evitarse...
La reunin acab tarde aquella noche. Alanna y yo vimos a nuestros invitados marchar en
sus aviones. Cuando el ltimo vehculo desapareci en el cielo, echamos una ojeada en
torno nuestro. La noche era tranquila y fra bajo un alto y estrellado firmamento en el que se
elevaba la luna, cuya luz espejeaba a nuestra vista iluminando el roco nocturno a nuestros

82
Poul Anderson Cuentos y Relatos

pies, y danzaba incansable sobre el mar, tendiendo en la tierra un velo de plata. Mir a
Alanna, que contemplaba absorta el oscuro paisaje, como si no lo hubiese visto antes o
creyera no volverlo a ver nunca.
La luz de la luna jugueteaba en sus rojos cabellos. Pareca pensar: Qu pasara si
nunca volviese a ver los espacios abiertos? Qu, si me siento aqu hasta que muera? Al
fin, habl, muy despacio, como si tuviese que dar forma a cada palabra aislada.
- Comienzo a comprenderlo. S, estoy completamente segura!
- Segura, de qu? - pregunt.
- No te hagas el tonto. Ya sabes lo que quiero decir: t, Manuel, Juan, Hideyosi y los otros
que estaban aqu (salvo Angus y Gus, desde luego, y quiz poquisimos ms), no pertenecis
a Puerto. Ninguno de vosotros.
- Cmo es eso?
- Mira; de un hombre nacido y crecido en una ciudad, con una vida acomodada en ella, no
se espera que la abandone de pronto. Quiz nunca. Vivira entre sus paisanos toda su vida,
preguntndose vagamente por qu no se senta del todo feliz.
- Nosotros... No empieces ahora de nuevo, querida! - balbuc.
-Por qu no? Despus de todo, Erling, es propia de campesinos la vida - que llevamos
aqu. Ms o menos mecanizada, claro es, pero enraizada en el suelo, pegada a l, con
rstica solidez y fuerza, con perspectivas lugareas. Pero si una nave terrestre tocase aqu
maana, no creo que ni veinte de nosotros quisieran partir en ella. Pero t, Erling, t y tus
amigos, crecisteis en la nave y lograsteis una satisfactoria adaptacin a ella. Habis pasado
vagando los aos de vuestra formacin, y ahora sois cosmopolitas. Para vosotros, una
cordillera siempre representar algo ms de lo que en si es debido a lo que hay tras ella. No
os basta un horizonte, despus de haber avizorado tantos como hay en el Universo.
Encontrar la Tierra? Pero si t mismo admites que no te importa el no encontrarla nunca!
Lo que t sientes es el gusto de la exploracin. T eres un gitano, Erling, y ningn gitano se
liga para siempre a sitio alguno.
Estuvimos largo rato, solos, bajo la fra y tranquila luz de la luna, solos y callados.
Cuando, al fin, la mir, estaba tratando de no llorar, pero le temblaban los labios y las
lgrimas titilaban en sus ojos. Cuando habl, el alma se me arrancaba con las palabras. Dije:
- Tienes razn, Alanna... Temo que ests en lo cierto. Pero qu le vamos a hacer?
- Hacer? - y ri con extraa y desolada risa -.Es muy sencillo. La respuesta est all
arriba, girando en el cielo. Coge el Traveler, rene una tripulacin que sienta como t, y
adelante siempre!
- Pero... y t? Y los nios? Nuestra casa de aqu...
- No lo ves?
Y su risa son estrepitosa, despertando un dbil eco en la noche.
- No lo ves? Quiero irme contigo tambin!
Y, casi en mis brazos, repiti:
- Quiero ir contigo tambin!

5
***
De nada servira narrar las largas discusiones, las conformidades a contrapelo, los lentos
preparativos... hasta que triunfamos. Diecisis parejas con una docena de chiquillos
estbamos ansiosos de partir.
Transcurri un ao antes de estar listos. Nuestro ltimo ao en Puerto. Hasta entonces no
haba comprendido nunca cunto amaba aquel planeta. Estuve a punto de desistir.

83
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Pero el espacio, el Universo abierto ante nosotros y la nave resucitada!...


Dejamos en la colonia una serie completa de planos para el caso, improbable, de que los
que quedaban quisieran alguna vez construir una nave espacial por si mismos y un par de
lanchas espaciales, as como reproducir todos los importantes instrumentos mecnicos que
el Traveler se llevaba.
Trazaramos tablas astronuticas - al menos oficialmente - y, en teora, podamos regresar
al cabo de algn tiempo.
Pero sabamos que no volveramos nunca. Nuestros hijos proseguiran el viaje despus
de nosotros, y tras ellos los suyos, creando una civilizacin enteramente nueva,
desarraigada, pero tremendamente viva, que crecera entre las estrellas. Los que se
cansaran de ella, siempre podran colonizar un planeta y esparcir la especie humana por la
galaxia.
Cuando nuestros descendientes fuesen muchos, construiran nuevas naves, hasta crear
una flota, una ciudad mvil, que vagara de astro en astro. Sera una cultura autctona,
fundada sobre lo mejor de cada raza y que se esparcira por los mundos, representando el
torrente sanguneo de una civilizacin interestelar que estaba gestndose lentamente en el
Universo.
Con el paso de los das y los meses, mis muchachos se impacientaban an ms que yo
por partir. Yo sonrea un poco. En aquellos instantes, ellos solo pensaban en las aventuras
que ocurriran en romnticos planetas y en las grandes hazaas que llevaran a cabo. Bien;
si as era, viviran existencias memorables, pero pronto habran de aprender que la paciencia
y la perseverancia eran imprescindibles y que existan el afn, el sufrimiento, el peligro... y la
vida!
Alanna me tena un poco perplejo. Estando yo a su lado, se me mostraba alegre, ms
alegre que nunca la viera. Pero con frecuencia sala a dar largos paseos, sola, por la playa,
por los bosques moteados de sol, o se absorba ante un jardn cuyas flores jams
cosechara. Bueno; as era, y yo estaba harto preocupado, por mi trabajo, para pensar
demasiado en ello.
Por fin lleg el momento y embarcamos para un largo viaje, que an no ha concluido y
espero que nunca cesar.
La noche antes invitamos a Angus y Gustavo a una fiesta de despedida, con el extrao
sentimiento de decirles adis a sabiendas de que nunca volveramos a verlos ni a saber de
ellos. Era algo casi fnebre.
Cuando estuvimos solos, por la maana, corrimos en nuestra lancha hacia el lugar donde
habamos de reunirnos con nuestros compaeros de viaje; desde all pasaramos al Traveler
An no poda yo convencerme de que era el capitn de la gran nave que fue hasta entonces,
mi mundo; no me pareca real. Sub a ella despacio, invadida mi mente por la sbita
conciencia de mi responsabilidad.
Alanna toc mi brazo, dicindome:
- Mira en torno tuyo, Erling. Mira esta tierra nuestra que no volvers a ver.
Me sustraje a mi ensoacin y pase la mirada por el horizonte. Era temprano; la hierba,
an hmeda, brillaba al nuevo sol El mar bailaba cabrilleando ms all de los rojizos rboles,
voceando su vieja cancin a la hermosa tierra verde, y el viento que desde l soplaba era
cortante, agudo y estimulador de vida. Las hierbas del campo se estremecan al aire, en
largas olas verdes, y all arriba, en lo alto, cantaban los pjaros.
- Es... muy hermosa - dije.
- S - me respondi Alanna con voz apenas audible -. S, lo es. Vamos, Erling.

84
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Subimos al aparato y sesgamos, cielo arriba. Los chicos me rodearon tumultuosos,


mirando hacia adelante en espera de la primera vista del campo de aterrizaje, sin prestar
atencin a las selvas, prados y brillantes ros que se deslizaban bajo nosotros.
Alanna se sent detrs de m, mirando a tierra. Su brillante cabeza estaba inclinada, por
lo que no pude verle el rostro, y aunque quise saber lo que pensaba, por alguna extraa
razn, no me atrev a preguntrselo.

FIN

85
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Memoria
Poul Anderson

86
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Ttulo original: Memory 1957.


Aparecido en Galaxy Jul io1957.
Publicado en Lo Mejor de Poul Anderson. Martnez Roca. 1982.
Traduccin: Horacio Gonzlez Trejo.
Edicin digital de Carlos Palazn. Enero de 2003.

87
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Torrek
El planeador sigui la ladera del monte Kettleback, efectu un giro ascendente desde el
valle de Brann y se lanz hacia un cielo azul plateado, con nubes crepusculares. Por encima
del fro y blanco murmullo del ro Skara, se extenda una masa brumosa de aire helado, que
volvi a absorber la nave.
Por un instante, las manos de Viyan se movieron frenticas sobre los controles. Despus
de cruzar el ro, la mquina se elev una vez ms, hasta que sobrevol el lmite forestal.
Ya estamos cerca, hermano de juramento dijo. Ser mejor que te prepares.
Torrek asinti, abandon su asiento y se arrastr por la estrecha extensin del fuselaje.
Sinti que el ligero tejido una tela encerada, tensada sobre un marco de caas huecasse
estremeca a su contacto y resonaba con el estrpito de los vientos entrecruzados.
Al llegar a la pequea escotilla, se asom al cristal empotrado y contempl la agreste
aridez, listada de campos nevados. Revis sus brtulos: la cuerda arrollada y atada a un
travesao, los tres cuchillos enfundados en la cintura, la redecilla que sujetaba su pelo rubio
para que no le cubriera los ojos. Por lo dems, slo usaba un taparrabos. Para aquella
misin, no se atreva a llevar ms peso del indispensable.
Torrek era un joven gil y fornido, de facciones duras en las que se marcaban los huesos,
lo cual le singularizaba entre la elegante gente de Dumethdin. El nombre mismo que le
haban asignado, Torrek, no slo significaba extranjero, sino que apuntaba a cierto de
grado de monstruosidad, pues l era el nico entre los habitantes de debajo de los Anillos
que no poda siquiera conjeturar su linaje. No obstante, llevaba tatuados en el rostro los
emblemas de su clan y su secta.
All est el nido!
La frente de Vilyan se cubri de sudor, perlando el smbolo azul all grabado, la seal de la
secta del Oso Marino, en cuyo seno se haba convertido en hermano de juramento de Torrek.
Vilyan tir apenas de las palancas, y el planeador vibr. Se encontraban a mucha altura y,
hasta ese momento, se haban deslizado a lo largo de la oscura y adusta cima denominada
el Sombrero de Hombre de la Skara. Sobre un ventoso peasco, que dominaba novecientos
metros de fros cielos, se elevaba un enorme y desordenado montn de ramas, que el
deterioro de los siglos haba convertido en una maciza fortaleza. Hasta donde recordaba la
tradicin, las krakas siempre haban anidado all.
En Diupa, algunos de los ancianos consideraban una impiedad matar a la kraka, que
llevaba all tanto tiempo, lo mismo que sus madres y sus abuelas, causando estragos en los
valles. Si la kraka desapareca de Sombrero de Hombre, si se desvaneca su acechante
amenaza sobre el fiordo Penga, se producira un vaco en el cielo.
Pero aquellos cuyo ganado e hijos pequeos haban sido arrebatados hasta esas
inexpugnables alturas no pensaban lo mismo.
El oscuro y temerario rostro de Vilyan se anim con una repentina mueca:
All viene, hermano de juramento!
Bien gru Torrek.
Que Ellevil y la seora Luna te protejan...
Mantn la estabilidad le interrumpi Torrek con aspereza.
Quien no le conociera, tal vez se hubiera ofendido ante su brusquedad justificada en
ese momento, puesto que la muerte suba con el viento a su encuentro, pero en Diupa
crean comprender lo que significaba ser un trasplantado. Cmo esperar alegra, ni
suavidad, ni siquiera demasiada cortesa de alguien cuya vida ha sido tan horriblemente
desarraigada? Pensaban que su cerebro continuaba surcado por las cicatrices de la memoria
desconectada cinco aos atrs.

88
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Por lo tanto, Vilyan se limit a afirmar con la cabeza. No obstante, cuando Torrek dej el
planeador, volvi a orientarlo hacia la poblacin pesquera imposible permanecer flotando
en ese torbellino de vientos opuestos y le cant la Cancin del Largo Adis, dedicada a
quienes parten para la guerra y no es probable que regresen. Torrek abri la portezuela,
arroj la cuerda y se desliz por ella. Llevaba uno de los puales entre los dientes.
Durante unos minutos interminables, se balance como un badajo, a ms de un kilmetro
por encima del fiordo. Lleg a sus odos el sonido del viento, un descomunal y cavernoso
rugido que atravesaba el azul atardecer. Su fuerza le haca balancearse al extremo de la
cuerda.
Le alcanz el desafo de la kraka. sta se sacudi, mientras se ergua ciega de ira. En
aquella poca del ao tena cras en el nido, y esa cosa de alas rgidas se atreva a
sobrevolarlo. Estuvo a punto de lanzarse directamente contra el planeador y aplastarlo, como
antao haba hecho su madre. En ese instante, sin embargo, descubri a Torrek, tal como
ste haba previsto, colgado como un cebo de anzuelo. Vir y se abalanz sobre l.
El hombre experiment una ltima tensin de sus nervios y sus msculos. Sus ojos
parecieron adquirir una claridad definitiva y sus odos aguzarse ante el estrpito de las
Cascadas Humeantes, donde la Skara hunda sus despeaderos. Haba llegado el momento
de demorarse hasta que la impetuosa kraka se inmovilizara en el aire, y l pudiera contar las
franjas de su leonado pellejo despus de cada aleteo gigantesco. Aun as, Torrek no temi.
En apenas cinco aos de vida recordada, hay muy poco tiempo para aprender a sentir eso
que se llama miedo.
Y de pronto, la kraka atac.
Era un poco ms pequea que l, descontando la extensin de casi diez metros de sus
correosas alas y la larga cola en forma de timn. Pero sus cuatro patas terminaban en
garras, capaces de partir a un hombre por la mitad de un solo golpe, y su hocico ocultaba
unos dientes cortantes como sables. Muy pocas personas colgadas de una cuerda con una
sola mano habran resistido la tentacin de dejarse caer y tratar de huir.
En el ltimo instante, Torrek se alz y se ovill como una pelota. Cuando el rayo alado
golpe bajo sus pies, se solt. Cerr las piernas alrededor del magro vientre de la kraka, le
aferr el cuello con el brazo izquierdo y, con la mano derecha, le clav un pual en la
garganta.
La kraka grit.
Durante unos segundos, se sacudi, se encabrit y retorci en el aire, con la intencin de
quitrselo de encima. El cuchillo de Torrek cay en un meterico centelleo. Lo haba soltado
al comprender que necesitaba ambos brazos y hasta el ltimo resto de sus fuerzas para
mantenerse en su lugar. El peso result excesivo para la kraka. Comenzaron el descenso
hacia las ridas cuestas. El batir de las alas amortigu en parte la cada, que se transform
en un prolongado planeo... Entretanto, Torrek haba echado mano a otros de sus cuchillos y
la apualaba metdicamente en sus rganos vitales.
No sinti la menor piedad por la ms esplndida de las bestias. Haba demasiados
huesos pequeos en el Sombrero de Hombre de la montaa Skara. Pero reconoci su
valenta.
En un respiro, Torrek divis desde tan increbles alturas, los nebulosos bosques y las
verdes profundidades del valle de Brann, ms all de las Cascadas Humeantes y los
estrechos campos que los hombres haban arado entre los acantilados y el fiordo de Diupa.
Tambin distingui, al otro lado del fiordo Penga de Holstok y el delta del ro Blanco, las
frtiles tierras bajas, listas para la cosecha. Localiz el angosto extremo de la baha y sigui
con la mirada sus serpenteos hacia el norte, entre las rocas, en direccin a la embocadura.
All donde el Remanso espumaba con la marea ascendente, se encontraban las islas

89
Cuentos y Relatos Poul Anderson

guardianas, llamadas de los Hombres Alegres. Torrek crey ver incluso los severos muros de
Ness, el fuerte sobre Gran Ulli, que montaba guardia para evitar que los piratas de Illeneth,
con sus cascos de bestias, volvieran a arrasar Dumethdin.
La kraka se debilitaba, salpicando con su sangre el aire azulado del atardecer. Al batir las
alas con menos frenes, se aceler la cada. Torrek apret los dientes al pensar que se
vengara de l pintando con su carne los cercanos despeaderos del Skara.
Luego, en una tambaleante convulsin, la kraka se bambole hacia el este, donde los
vapores ms clidos de los campos arados le ofrecan una ltima ayuda: el fiordo, sobre el
que se dej caer.
Torrek se zambull un segundo antes de que la kraka se hundiera. El joven choc contra
las aguas con tal mpetu, que se sumergi cada vez ms en las verdosas profundidades,
hasta que los tmpanos dejaron or su protesta. Una lanza de coral le desgarr el flanco.
Cuando logr volver a la superficie, sus pulmones parecan a punto de estallar. Transcurri
largo rato hasta que ces su jadeo.
La kraka flotaba a poca distancia, sustentada por sus enormes alas..., muerta. No muy
lejos brillaban las primeras luces de Diupa.
Muy bien, viejita resoll Torrek, fue muy amable de tu parte. Ahora espera aqu y no
permitas que los olenbors te devoren y te limpien los huesos. Quiero tu pellejo listado!
Se dirigi a zancadas a la poblacin, al principio resintindose del cansancio, aunque
recuper las fuerzas con una prontitud que saba anormal. A veces, por la noche, a solas con
su alma truncada, Torrek se preguntaba si era un ser humano... o qu.
Asomaban canoas en el embarcadero. Los habitantes del lugar haban previsto su
llegada. Las esbeltas estructuras con portarremos exteriores surcaban las rumorosas olas,
mientras un centenar de canaletes golpeaba las aguas al unsono. Los farolillos de papel
coloreado colgaban como ojos avizores de los palos de proa.
Ojoiaj!
Una caracola marina de gran tamao lanz su ronco sonido despus del grito, y el latido
de los gongos adquiri un ritmo uniforme.
Ojoiaj! Creamos que no volveramos a verte, pero el mar te devuelve, oh amado. El
mar te devuelve vivo. Ojoiaj!
Aqu estoy! grit Torrek, dejndose de ceremonias.
La embarcacin ms cercana vir. En tanto unas manos musculosas le izaban a bordo,
las caracolas, los gongos y las voces loaron su triunfo.
Cuando la flota regres arrastrando a la kraka y exhibiendo a Torrek en el estrado del
capitn, todo el pueblo de Diupa le aguardaba reunido en el muelle:
Enmascarados y con mantos de plumas, agitando sus matracas y sus armas ballestas,
hachas, zapapicos, alabardas, cerbatanas, los jvenes de la secta del Oso Marino
expresaron con la danza el orgullo que l les haba inspirado. Los ancianos de su clan
adoptivo esperaban bajo brillantes faroles, solemnes en sus tnicas bordadas de escarlata y
azul. Entre las espaciosas casas de hule pintado, largas y bajas, con paneles de madera
tallada y tejados de ripia en punta, los nios y las doncellas arrojaban flores a su paso.
Hasta los ms humildes granjeros, artesanos y pescadores, sin ms galas que un
taparrabos de lber y una toca de plumas, levantaron sus tridentes y le rindieron honores
cuando cruz ante ellos.
En lo alto de las montaas, se abrieron las tenues nubes crepusculares. El sol estaba
bajo, aunque faltaban horas para que cayera la oscuridad sobre las clidas latitudes del
Mundo Llamado Maanerek. El cielo luca un infinito azul claro, y dos de las lunas ascendan,
casi llenas. Al sur se elevaba, enorme, el arco iris de los Anillos, el puente sagrado.

90
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Era corriente que las nubes del largo y templado da cuarenta horas duraba el recorrido
del sol sobre las Islas se dispersaran a medida que el atardecer daba paso a la fra noche.
Pero Torrek, en cuya piel cosquilleaba an el beso helado del fiordo, imagin que el todo
bondadoso Rymfar le brindaba su bienvenida, corriendo el teln del cielo en el preciso
momento en que l desembarcaba al encuentro de su gente.
Su gente. Por primera vez sinti que algo se ablandaba en su interior. Esos giles seres
morenos y de pmulos altos le haban aceptado como uno de los suyos al descubrirle mudo
e inerme en los campos. Le haban enseado con la misma paciencia y bondad que
mostraban con sus hijos y le haban perdonado los errores inevitables en quien no se haba
criado entre ellos desde su nacimiento.
Como compensacin, l les haba acompaado, navegando en sus canoas, pescando,
cazando y arando los campos con ellos, luchando en las lneas de combate cuando los
bandidos de Illeneth forzaron el Remanso y entraron en Dumethdin.
Y el pueblo le haba ascendido de categora, segn sus aptitudes crecientes, y ahora
ostentaba el ttulo de piloto.
No obstante, no haba dejado de ser el nio abandonado. No les haba retribuido por su
vida entre ellos..., hasta ese da.
Bebe le invit el mayor Yensa, al tiempo que le tenda la antigua copa de plata del
Concejo.
Torrek hinc una rodilla y bebi el sutil vino especiado.
Que tu nombre quede escrito en el pergamino de los arponeros declam el escriba
Glamm y que la prxima vez que la Flota salga en busca de serpientes marinas, empues
una potente lanza y seas recompensado con lo que corresponde a tu trabajo.
Torrek inclin la cabeza:
No soy digno, reverendo to.
En realidad, saba muy bien que mereca esa elevada distincin. Esperaba alcanzarla si
sala con vida de aquella misin. Ahora...
Se irgui y dirigi una mirada hacia las mujeres jvenes, que permanecan respetuosas
junto a la hilera de faroles.
Sonna le mir a su vez y baj la vista. Un lento rubor cubri sus mejillas. Inclin la cabeza
hasta que la larga cabellera oscura adornada con guirnaldas ocult su rostro a la mirada del
joven.
Reverendo to dijo Torrek, inclinndose ante el hombre canoso del clan Korath, que le
observaba con picarda, tiene un arponero rango suficiente para hablar como un amigo
con los hijos de un capitn?
As esconfirm Baelg.
Me concedes entonces el permiso de ir a las montaas con tu hija Sonna?
Si ella lo desea, sa es mi voluntad. Baelg sonri y se tirone la corta barba. Y creo
que ella estar conforme. Pero antes debes descansar.
Descansar en las montaas, reverendo to.
No hay duda de que eres un hombre resistente! exclam Baelg, en tanto que los
muchachos le observaban, admirados de su fortaleza. Adelante. Si al volver deseis
contraer matrimonio, dar mi aprobacin.
Sin pronunciar otra palabra, Torrek se inclin ante los ancianos, ante el escriba, ante los
concejales de Diupa y el virrey de Dumethdin. Sonna le sigui, ajustndose al ritmo de sus
grandes zancadas. Pocos minutos despus, haban traspuesto los lmites de la poblacin y
llegado a un camino que serpenteaba montaa arriba, a travs de los campos.
Si me lo hubieses pedido, me hubiera quedado para el festn, Sonna dijo Torrek
torpemente. Quiz me mostr demasiado impaciente.

91
Cuentos y Relatos Poul Anderson

No para m replic ella con gran dulzura. Hace mucho que aguardaba esta noche.
El camino se convirti en una estrecha senda, que ascenda entre frescas frondas de
susurrantes hojas. Palpitaba en el aire un hmedo olor a verde y un bullicioso sonido de
cascadas. Haba all muchas cuevas donde una pareja joven poda tenderse sobre lechos de
capullos, comer frutas silvestres y romper las duras cscaras de frutos secos, como la nuez
de la skalli, a lo largo de la prolongada noche clara del Mundo Llamado Maanerek.
Cuando la senda un saliente que descenda a travs de un intenso crepsculo prpura
les condujo fuera de los lmites de la foresta, Torrek y Sonna vieron que la luna interior se
elevaba en direccin al cielo. Tambin eran visibles cuatro de las lunas exteriores, entre unas
pocas estrellas y las vibrantes bandas de los Anillos, tendiendo puentes de luces sobre el
fiordo Penga y ms all del ocano.
A lo lejos, inaudible desde donde se encontraban, se abri una cortina transparente de
blanca espuma alrededor de los Hombres Alegres cuando rugi a travs del Remanso, una
de las olas de la marea que custodiaba a Dumethdin y desafiaba a sus visitantes.
Sonna suspir y se asi a un brazo de Torrek.
Espera un poco le dijo suavemente. Este paisaje nunca me pareci tan hermoso.
Una curiosa emocin se agit con furia en el interior de Torrek. Se puso rgido y palade
su amargura, hasta que comprendi de qu se trataba: celos y resentimiento contra los que
haban recorrido aquel sendero con ella.
Un sentimiento feo y desagradable, se dijo desconcertado..., considerar como de mi
propiedad a una mujer, una muchacha soltera que todava no se ha comprometido con
ningn hombre. Indignarse porque ella actuaba como una criatura humana libre, lo mismo
que se irritaba cuando alguien se serva de sus herramientas personales para despiezar una
presa.
Se arranc de las entraas la insensata sensacin y la escupi, pero quedaba en l un
regusto, una duda de s mismo.
Quin soy?
Hay pena en ti, Torrek murmur Sonna.
No es nada respondi.
Por qu soy?
No..., la siento en ti. De pronto, tu brazo me pareci de madera. Los dedos de Sonna
acariciaron sus msculos y juguetearon con el vello dorado, otra marca de su diferencia con
los hombres lampios y morenos de Dumethdin. No est bien que sientas pena.
Escojamos una cueva dijo l, con una voz rechinante como el casco de un barco
contra un arrecife rocoso.
No, Torrek. Sonna observ el rostro iluminado por la luna, con sus oscuros ojos
oblicuos. No pasar all una noche de ira y pesar... No a tu lado.
Un sbito mareo asalt a Torrek. A pesar de las palabras de Baelg, haba sido excesivo
esperar que algn da Sonna...
Que algn da se casara con un hombre annimo musit sin darse cuenta.
Sonna despleg una sonrisa triunfal, pero pas por alto la cuestin principal para decir:
Annimo, no. Has sido plenamente adoptado, Torrek. Lo sabes muy bien, y despus de
tu hazaa de hoy...
No basta respondi desesperado. Siempre ser el desarraigado, el extranjero que
encontraron hace cinco aos en los campos arados, sin voz, sin familia, sin memoria. Por lo
que s, hasta podra ser hijo de los gnomos de la montaa...
O hijo de Rymfar sugiri Sonna, o de los revoloteadores negros de que hablan las
tribus montaesas. Y qu? T eres t mismo y slo t mismo.

92
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Torrek se impresion. Le pareca inaudita la idea de un humano existente como criatura


singular y autosuficiente, sin formar parte de ningn clan, secta o nacin, considerndolo
innecesario. Sonna obraba como una hechicera del bosque al atreverse a expresarlo!
De pronto, como si se hubiese descorrido un cerrojo, Torrek comprendi lo acertado de la
idea. No perdi la melancola siempre ambicionara unos lazos de sangre que le haban
sido negados, pero dej de representarse su singularidad como una monstruosidad. Era
diferente, s, incluso mutilado en cierto sentido, pero no anormal.
Por un instante, se pregunt por qu haban penetrado tan profundamente en l las
breves palabras que Sonna haba dicho tan a la ligera. Como si hubiera tocado y despertado
un recuerdo de...
Basta! exclam riendo. La noche no es tan larga paras que la desperdiciemos as.
Tienes razn.
Sonna baj la vista con recato y apoy una mano en la de l. Se oy un zumbido en los
cielos. Torrek se desconcert. Luego, a medida que aumentaba el ruido y cuando oy el
gemido del aire al henderse, se le pusieron los pelos de punta.
Tena por nica arma un pual, que en un segundo pas a su mano. Empuj a Sonna
contra el muro del acantilado y se situ delante de ella, con la vista fija en lo alto. La luz de la
luna le deslumbr.
La forma negra cruz los Anillos y solt un cable invisible, uno de cuyos extremos le
captur con tanta rapidez que no le dio tiempo siquiera a pensar en correr hacia el bosque.
Todava no haba calculado el tamao del objeto, pero cuando ste se pos junio al saliente,
comprob que su longitud duplicaba la de una lancha.
Se pos y le sujet.
No existe otra palabra para describirlo. Estaba sujeto, apretado contra el acantilado por
una fuerza elstica que no alcanzaba a ver. Cuando rugi, apoy todo su peso y empuj con
las fuerzas que posea contra la red, sta le rechaz contra Sonna con una violencia que
arranc un quejido a la muchacha.
Torrek susurr Sonna, mientras le rodeaba la cintura con un brazo, cegada por la
implacable e irreal luz de luna, Torrek, sabes...?
No, no lo saba. No recordaba esa forma de pez delgada, opaca y negra..., que tampoco
le pareca salida de una pesadilla ni el fantasma vengativo de la kraka. Por alguna razn, se
senta capaz de aceptarla, como se senta capaz de aceptar la existencia de una nueva y
mortal especie de animales. No es un planeadorafirm con los dientes apretados. No
tiene alas. Se trata de metal fraguado..., o fundido.
Los re vol te adores anunci Sonna con voz enronquecida.
De pie, inmerso en el atroz terremoto de su propio corazn, Torrek pens en lo dicho por
Sonna. Los revoloteadores era un cuento, un rumor, un comentario reciente entre los
brbaros de tierra adentro. Se haba visto tal cosa, haba ocurrido tal otra, extraos objetos
volantes, hombres estrafalariamente vestidos...
Se abri una puerta circular en el costado de... De la nave? Ms all, haba otra similar,
que se abri a su vez. Asom una plataforma metlica en forma de lengua, que se apoy en
el saliente.
Torrek no vea el interior, pero emanaba de l una luz diablicamente brillante,
deslumbrndole hasta tal punto que los seres que avanzaban por la plataforma se
convirtieron para l en meras sombras.
Cuando llegaron a su lado, los distingui con mayor nitidez, hombres robustos, de
facciones y color similares a los suyos, envueltos desde las botas hasta el cuello en sobrias
combinaciones de una sola pieza y cubiertos con imponentes cascos redondos.
Sonna gimi a sus espaldas.

93
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Los hombres hablaron entre s, en un idioma que Torrek no conoca, una lengua tajante e
inarmnica. No se transparentaba ninguna emocin en los tonos. Cumplan una tarea de
rutina.
A travs de una nube de ira, Torrek comprendi que llegaban a algn tipo de decisin, en
apariencia ms con respecto a Sonna que a l. Pusieron manos a la obra. Lanzaron cuerdas
flexibles a la malla de fuerza oculta, lazos corredizos que se cerraron sobre l y le cieron,
hasta dejarle atado como una oveja dispuesta para el sacrificio.
Uno de los hombres hizo una seal con el brazo. Torrek cay sobre la roca al extinguirse
la fuerza. Sonna salt ms all de l, escupiendo su furia. Un hombre sonri, la esquiv y le
sujet un brazo contra la espalda. Sonna cay de rodillas, gritando. En un abrir y cerrar de
ojos, qued bien atada.
Qu hacen? chill, alarmada. Torrek, cario, qu quieren de nosotros?
No lo s.
Torrek superaba poco a poco su propia e impotente clera. La derrot como a un
contrincante en una lucha. En lugar de la ira, se instal en l un fro estado de alerta.
Querido mo... solloz Sonna.
El llanto de la joven estremeci el corazn de Torrek. Le dirigi unas palabras de
consuelo. En su interior, soaba con puales para enfrentarse a aquellos sonrientes y
charlatanes bandidos, tan horriblemente vestidos. Pens en colgar sus cabezas en el
ahumadero de Diupa.
Sonna se retorci e intent morder a sus raptores cuando la levantaron y la introdujeron
en el interior de la nave. Lo nico que gan con ello fue una imprevista bofetada. Torrek
conserv la calma, observando la amenazadora estructura de metal por donde le llevaban.
Sujeto a un asiento, divis el cielo y los despeaderos a travs de una especie de... No, ni
ventanilla ni telescopio... Un repetidor de imgenes? Se concentr en eso e ignor la rareza
de todos los objetos que le rodeaban. Incluso cuando la nave se elev silenciosamente y los
picos ms altos quedaron fuera de la vista, incluso cuando el valor de Sonna se quebr en un
agudo grito, Torrek sigui contemplando el panorama.
Pero cuando asomaron miradas de estrellas, cuando el gran cuenco del mundo se
transform en un escudo anillado que destellaba en la oscuridad, y Sonna cerr los ojos con
fuerza para no mirar..., Torrek experiment una misteriosa sensacin de regreso al hogar.
Casi supo que all les aguardaba la enorme nave madre, para absorber en sus entraas la
pequea embarcacin que los transportaba.
Se deba slo a las especulaciones de los filsofos de Diupa o recordaba a ciencia cierta
que el Mundo llamado Maanerek era uno entre otros muchos?
Se estremeci ante el fantasmal pensamiento, ante el leve y alarmante indicio
recuerdo? de lo crueles y extraos que podan ser esos mundos.
Torrek se agit en la estrechez de la celda en que les haban encerrado. Una de sus
manos busc de manera automtica el pual. Al recordar que ya no lo tena, apret los
dientes en un gesto feroz, como si mordiera una garganta. Sonna le apret el brazo.
Nole dijo.
Torrek recuper la humanidad como quien despierta de un sueo. El instinto carnvoro se
desvaneci al
No qu? inquiri distrado.
No tiene sentido luchar con ellos explic Sonna esperemos a saber algo ms.
l asinti, rgido, como si temiera que le crujieran los huesos del cuello. Luego la abraz y
mir a los hombres que acababan de abrir la puerta.
El ms joven empuaba un arma. Al menos, Torrek supuso que se trataba de un arma,
una pequesima ametralladora, que caba en un puo. Esa persona, ese gnomo o lo que

94
Poul Anderson Cuentos y Relatos

fuese, pareca ms saludable que sus compaeros. Su tez presentaba un curtido normal, no
la mortal palidez de los dems, y se mova con gran aplomo muscular. Era casi tan robusto
como Torrek, con el mismo pelo rubio cortado al rape, aunque tena la nariz aguilea y los
labios finos.
Habl. Aunque con acento extranjero, lo hizo en una versin de la lengua naesevl, el
lenguaje mercantil corriente en las Islas. Torrek no la conoca a fondo, pese a que, una
nacin tan rica como Dumethdin atraa a muchos comerciantes, pero se pareca mucho a la
que se hablaba en el fiordo Penga y no tuvo dificultades en comprenderla.
Te aconsejo que no me ataques. Esta pistola..., esta arma dispara un... Te dejara
dormido en el acto, y despertar del sueo que produce resulta muy doloroso.
Torrek escupi en el suelo.
Me comprendes o no?
S respondi Torrek, le comprendo.
Eligi el pronombre con intencin insultante, pero el extranjero no pareci darse cuenta.
Bien. Me llamo Coan Smit. El hombre que est a mi lado es el sabio Frain Horlam.
Horlam era menudo y viejo, de fino pelo gris y parpadeantes y lacrimosos ojos. AI igual
que Coan Smit, vesta un sencillo mono verde, aunque sin insignias.
Cmo te llamas? quiso saber Smit.
Soy Torrek, un arponero de Diupa, adoptado por el clan Ba y hermano de juramento,
con todos los derechos, de la secta del Oso Marino, leal al rey de Dumethdin.
Otro insulto. Cualquiera que supiera el naesevi tena que hallarse lo bastante familiarizado
con la simbologa de las Islas para deducir las lealtades de Torrek a partir de sus tatuajes.
Tampoco esta vez Coan Smit acus la ofensa.
Sonri levemente y dijo algo a Frain Horlam, que asinti con singular entusiasmo. A
continuacin, Smit se volvi hacia sus prisioneros y prosigui en tono considerado:
Gracias. Quiero que sepas, Torrek, que somos tus amigos. En realidad, somos tu
gente. Ests a punto de recuperar tu legtima herencia.
Como si le llegara desde una inmensa distancia, Torrek oy el jadeo contenido de Sonna.
No se sobresalt, sin embargo. La sensacin haba comenzado a crecer en l desde que la
nave estelar atraves la oscuridad para atraparle. En parte, dicha sensacin se deba a la
semejanza entre su propio aspecto y el de aquellas personas, pero en lo ms profundo de s
mismo, ms all de las palabras, lo saba sencillamente.
Una sensacin fra y corrosiva.
Qu ms tiene que decirnos? pregunt con sequedad.
Si nos acompaas, te llevaremos a un lugar donde te lo explicarn mejor.
Lo har, siempre que esta mujer venga conmigo.
No, ser mejor que ella se quede. Planteara demasiados problemas. Aun sin ella, ser
bastante difcil aclarrtelo todo.
Acptalo, querido mo.
La voz de Sonna semejaba abatida. Haba sufrido demasiado en muy poco tiempo.
Torrek observ que los rgidos e inhumanos modales, unos modales frreos, de Coan
Smit se relajaban al posar sus ojos en la muchacha. Sinti la tentacin de aplicar al individuo
una llave de lucha libre en la rodilla, a fin de partirle la espina dorsal.
Consigui sofocar su furia. La glida cautela que la reemplaz se diferenciaba tanto del
calor humano propio de la gente de Dumethdin, se asimilaba tanto a la de esa raza de brujos,
que se hundi en el asiento para rumiar su tristeza.
Vamos dijo al fin.

95
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Mientras segua a Horlam por un pasillo desierto y brillantemente iluminado, con Smit
armado a sus espaldas, se volvi y ech una ltima ojeada a Sonna, una figura pequea
ante la puerta enrejada, sola en su jaula.
No le llevaron a una estancia desde la que pudiera contemplar las arrogantes estrellas y
el fro escudo anillado de su hogar. La caminata concluy en las entraas de la nave, en una
enorme cmara, un destellante, parpadeante, tembloroso y zumbador yermo de complicados
aparatos.
Sintate, Torrek le invit Smit.
El hombre de Diupa retrocedi al ver el asiento, una horrible mezcla de cables,
instrumentos y grilletes.
En el suelo..., no ahrespondi.
Te sentars en esa silla. Smit levant el arma. Y permitirs que te aten a ella.
Depende de ti hacerlo por tu propia voluntad o forzarme a emplear el arma.
Torrek gru. Smit se mantena demasiado lejos, demasiado preparado para recibir su
ataque. En consecuencia, se rindi. Mientras Horlam cerraba las bandas de acero que le
sujetaban a la silla por las muecas, la cintura y los tobillos, movi los labios, invocando las
nueve maldiciones sobre Coan Smit.
Horlam baj una red de cables y una serie de cosas menos comprensibles sobre la
cabeza de Torrek, y comenz a ajustados de diversas formas. Smit se sent en una silla,
enfund el arma y cruz las piernas.
Bien, adaptar los circuitos requerir cierto tiempo..., de modo que puedo irte informando
de lo que quieras. Sonri con irona. No es fcil saber por dnde empezar. Algunas
naciones entienden que el mundo es una bola redonda que gira alrededor del sol y que las
estrellas son otros soles. Ignoro si en tu pas...
He odo esas historias refunfu Torrek.
Hasta ese momento, las especulaciones de los sabios de Diupa no le haban parecido
muy plausibles. Ahora supo, ms all de toda razn y sin necesidad de la realidad de esa
nave como prueba, que Smit deca la verdad. Pero por qu lo saba con tanta certeza?
Muy bien, prosigamos continu Smit. Hay una gran distancia de sol a sol, muy
superior a la que los hombres pueden concebir, y hay ms soles de los que se han contado.
No obstante, los hombres aprendieron a cruzar esas distancias en naves como sta,
superando las barreras del espacio, el tiempo, el calor, el fro, la ingravidez y el cambio de
atmsfera. Extendindose a partir de un mundo, hace muchsimo tiempo, esparcieron su
simiente en miles de otros. Ms tarde, el Imperio se hundi y los hombres olvidaron. En los
planetas como el tuyo, muy alejados de los antiguos centros de civilizacin y muy poco
poblados en el momento del desastre..., en esos mundos apenas queda memoria del Imperio
y su cada.
Un escalofro recorri a Torrek de pies a cabeza, no slo por lo extrao de la historia, sino
por la sensacin de que se la haban contado antes, en algn sueo olvidado.
Existen leyendas referentes a los que existieron antes de Rymfardijo en voz baja.
Por supuesto asinti Smit. No todo conocimiento se perdi. En algunos mundos
sobrevivi una especie de civilizacin. Pero slo se recuperaron lentamente y a costa de
incontables dolores. El Imperio an no ha sido reconstruido y hay muchas naciones en
planetas separados. La mayor parte de la galaxia sigue siendo una inmensidad inexplorada...
Bueno, me estoy desviando de la cuestin. Esta nave de reconocimiento pertenece a cierta
nacin, la tuya, que se encuentra a gran distancia de aqu. Hemos recorrido esta zona del
espacio durante una serie de aos, trazando mapas, estudiando... Preparando el terreno, en
cierto sentido. Hace cinco aos descubrimos este planeta y probamos un nuevo
procedimiento. T eres Korul Wanen, un oficial de esta nave le revel. Anulamos tu

96
Poul Anderson Cuentos y Relatos

memoria, tus recuerdos de toda la vida. Fuiste abandonado para que te recogiesen los
habitantes de la Isla. Ahora hemos decidido recuperarte.
Se volvi y dirigi una imperiosa seal a uno de los hombres de tnica gris, que se acerc
sumiso a las llaves y los diales de la gran mquina. Smit dio una orden sin mirar a Torrek,
que sudaba copiosamente, y se volvi, sonriente.
No te gusta nada, verdad, Korul Wanen?
Miente! tron Torrek. Cmo me habran encontrado si...?
Una buena pregunta. Pero que no invalida mis afirmaciones. Antes de dejarte, se
implant en uno de tus huesos una pequea unidad de seales, una unidad irradiante, que
extrae energa de tu propio cuerpo, a fin de localizarte incluso a muchos kilmetros de
distancia.
Pero eso fue una solemne estupidez! rugi Torrek. Y si hubiera muerto? Los
habitantes del lugar donde me dejaron podran haber sido canbales y devorarme. Qu
habrais ganado entonces?
Nada reconoci Smit. Pero tampoco habramos perdido gran cosa..., salvo una
unidad reemplazable de la dotacin.
Chispeaba cierta avidez en los claros ojos de Smit. Torrek se dio cuenta de que no haba
pronunciado esas palabras por necesidad, sino porque deseaba ver retorcerse a su
prisionero.
Se endureci, aunque no le result fcil mantener la calma con el corazn tan agitado y la
boca tan seca. En una remota y atnita parte de su cerebro, pens: Tengo miedo! Esto
que siento es miedo!.
El personaje de la tnica gris volvi con un cilindro negro del tamao de un antebrazo y se
lo entreg a Smit, que lo manipul como un objeto delicado. Sonri a Torrek:
Aqu est el fantasma de Korul Wanen.
Torrek apret los labios. No preguntara nada. Regresars a tu propio cuerpo explic
Smit. Claro que antes hay que borrar a Torrek...
La perspectiva le arranc un aullido a ste.
No!
Sle contradijo Smit, entusiasmado.
Coan Smit le pas el cilindro a Horlam, que lo ajust a la mquina, al lado de otro
semejante.
Entrgate por ltima vez a tus recuerdos, Torrek, si te apetece. Pronto slo sern un
borrn en un tubo.
Torrek se debati en vano, hasta que crey que los msculos iban a reventar. Ojal
revienten implor angustiado. Me gustara disfrutar de una muerte limpia...
Cuando el vrtigo y la oscuridad se abatieron sobre l, la mquina reson en su cabeza.
Le dio la impresin de que le seccionaba el cerebro. Vio que Smit se acercaba para
observarle de cerca. Su mirada de placer fue el ltimo detalle del que tuvo conciencia Torrek
el arponero.
Korul Wanen
Levant el cilindro.
Cinco aos! murmur.
Caben en l varios siglos de experiencia, muchacho dijo el doctor Frain Horlam. Si
se usan molculas individuales para almacenar informacin...
Al otro lado del escritorio, Wanen apart la vista del cilindro y mir al viejo psiclogo. No
saba cmo actuar. Por un lado, el anciano era un civil que no figuraba en el Cuadro y, como
tal, mereca escaso respeto por parte de un teniente del servicio Astro. Por otro lado, Horlam
diriga la empresa cientfica ms importante de la expedicin y, en un viaje exploratorio,

97
Cuentos y Relatos Poul Anderson

semejante tarea slo se subordina a la recoleccin de datos militares. Por lo tanto, respondi
con prudente cortesa:
Nunca me explicaron esa teora. Si te limitas a charlar conmigo sin referirte a ningn
tema prohibido, te agradecer tu amabilidad al instruirme.
Horlam levant la canosa cabeza.
Lo har a grandes rasgos. Se reclin en el asiento y encendi un cigarro: Fumas?
No! Wanen se seren enseguida. Sabes que pertenezco a la Academia y, en
consecuencia, estoy condicionado contra el vicio.
Porqu? Horlam plante la pregunta con tanta indiferencia, entre dos bocanadas de
humo, que Wanen respondi sin pensarlo.
Con el propsito de servir a la Hegemona y al Cuadro, que la gua de manera ms
eficaz... Se interrumpi. Me ests acosando a preguntas deliberadamente!
Si t lo dices...
Estas cuestiones no son cosa de broma. No me obligues a denunciarte.
Esta nave se encuentra a una distancia sideral de nuestro punto de origen respondi
Horlam sin darle demasiada importancia Hace siete aos que emprendimos el viaje. All
nadie conoce nuestra situacin actual... Nosotros mismos no sabamos adonde nos
dirigamos cuando partimos. Las estrellas han cambiado tanto de posicin que los datos del
viejo astro imperial no sirven de nada. Y el espacio es tan inmenso, hay tantas estrellas... Si
no volvemos, probablemente transcurrirn cientos de aos antes de que otra nave de la
Hegemona vuelva a pasar por aqu para explorar estos parajes.
Creci el desasosegado desconcierto de Wanen. Sin duda, se trataba de la persistente
rareza de su experiencia. Al despertar en la camilla de la enfermera, quiso presentarse de
inmediato a servicio, pero le obligaron a descansar un rato y despus le enviaron al
despacho de Horlam. Una charla informal, dijeron, sera suficiente para sondear su yo
recuperado y resolver si se hallaba en condiciones de incorporarse. Ahora bien, aquello
resultaba demasiado informal.
Por qu dices esas cosas? inquiri Wanen en voz muy baja y controlada. Son
tpicos, claro, pero tu tono... En cierto modo, linda con el desviacionismo.
Por lo cual merezco cualquier sancin de la escala de correcciones, desde una
reprimenda hasta la muerte, pasando por la lobotoma o la eliminacin de mi memoria, no?
Sonri sin quitarse el cigarro de la boca. No importa, muchacho. Debes saber que no
viene a bordo ningn miembro de la polica secreta al que denunciarme. Te expongo todo
esto porque hay ciertas cosas que debo decirte y quiero amortiguar el impacto. ste es tu
primer viaje por el espacio profundo, verdad?
S.
Y tu experiencia no dur ms que dos aos. Despus se blanque tu mente y fuiste
depositado en el planeta. El resto de nosotros hemos recorrido esta parte de la galaxia
durante cinco aos ms. En tales condiciones, las cosas cambian. Forzosamente se produce
cierta adaptacin..., una relajacin de la disciplina, un debilitamiento del idealismo. T mismo
lo vers. No te sobresaltes. El Cuadro conoce muy bien el fenmeno y lo permite.
De repente Wanen comprendi que a eso se deba el que los hombres que salan al
espacio profundo jams retornasen a los mundos de origen de la Hegemona. Despus de
cumplido tu primer viaje realmente prolongado, jams se te permita acercarte a menos de un
ao luz de las Estrellas Interiores, y las grandes bases navales se convertan en tu hogar. Te
lo advertan por adelantado, afirmando que se tomaba en medida por cuestiones de
cuarentena. Aceptabas el sacrificio como una mnima ofrenda al Cuadro.
Ahora Korul se dio cuenta de que la enfermedad que tal vez portaba en s y contra la cual
haba que proteger a los habitantes de las Estrellas Interiores no era fsica en modo alguno.

98
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Muy bien sonri aliviado, entendido.


Me alegro. Tu comprensin lo facilita todo coment Horlam satisfecho.
Wanen dej el cilindro sobre la mesa.
Estbamos hablando de esto, no?
S. Te explicaba la idea fundamental. Horlam respir a fondo y se dispuso a
pronunciar su discurso. Se entiende que las pautas de la memoria, incluyendo las pautas
de los hbitos inconscientes, son redes sinpticas estriadas a travs del sistema
nervioso..., si me permites hablar con cierta imprecisin. En un momento determinado, la
personalidad se halla en funcin de la herencia bsica, de la constitucin fsica, en la que
influyen la salud y la dieta, por ejemplo, y del total acumulado en las redes sinpticas. Dada
su constitucin fsica, dichas redes pueden explorarse y, claro est, todo lo que puede
explorarse es susceptible de ser registrado. En el interior de este cilindro, se encierra una
protena compleja, cuyas molculas se distorsionan selectivamente para que registren los
datos explorados. Pero ah est el detalle. Todo lo que puede explorarse es tambin
susceptible de ser selectivamente heterodinizado, cancelado, borrado..., llmalo como
quieras. El proceso convierte el cuerpo adulto en una masa sin memoria y sin mentalidad,
aunque aprende con sorprendente rapidez. En menos de un ao, se transforma en una
nueva personalidad, que funciona sin problemas. Si se exploran y cancelan a su vez los
nuevos recuerdos, como los que t adquiriste en los ltimos cinco aos, los anteriores
pueden reimplantarse por as decirlo, en el sistema nervioso. As retorn a la vida el
teniente Korul Wanen.
El joven frunci el ceo.
S todo eso protest. Me lo explicaste t mismo cuando me encomendaron esta
misin..., aunque quiz lo has olvidado. A fin de cuentas, para ti ocurri hace cinco aos.
Ahora me interesan detalles ms tcnicos, por ejemplo, el tipo de seal empleada.
No tengo gran cosa que decirte respondi Horlam con pesar.
Se trata de un secreto? En ese caso, lamento haberlo preguntado.
Un secreto, no... En primer lugar, ocurre que tendras que aprender tres nuevas
ciencias para estar en condiciones de captar mi explicacin. En segundo lugar, recurrimos a
una antigua tcnica imperial, perdida por completo durante las Edades Brbaras. Hace
alrededor de treinta aos, en Balgur IV, una nave de reconocimiento encontr una mquina
averiada y una serie de manuales, sepultados en las ruinas de una ciudad. La unidad de
investigacin a la que pertenezco reconstruy lenta > laboriosamente el psicalizador, como lo
llamamos, y aprendi unas cuantas cosas al respecto. Pero an andamos a tientas.
Este registro... Wanen seal el cilindro colocado sobre el escritorio, que pareca un
burdo dolo. Supongo que tienes la intencin de estudiarlo...
S, aunque como fenmeno electrnico, no como un conjunto de recuerdos en s. Esto
ltimo slo sera factible si se reimplantara en un cerebro viviente. Y segn sospecho, no
servira ms que el tuyo. Ahora bien, gracias a nuestro aparatos, procederemos a una
minuciosa comparacin de este registro con el que poseemos de ti en tanto que Wanen,
mediante anlisis estadsticos y otros procedimientos. Estoy especialmente interesado en
descubrir qu pautas precisas del registro corresponden a los elementos adquiridos de la
personalidad. Como bien sabes, el tuyo constituy un experimento nuevo. Nunca antes el
mismo cuerpo recibi dos culturas diferentes por completo. Ahora nos hallamos en
condiciones de reconocer los factores significativos. Concdenos a mis computadoras y a m
unos aos para analizar todos los datos y empezar a saber algo sobre el cerebro humano.
S, has prestado un verdadero servicio a la ciencia.
Espero que tambin se lo haya prestado a la Hegemona declar Wanen.

99
Cuentos y Relatos Poul Anderson

En efecto. Piensa en sus posibilidades con respecto al desviacionismo. Por el


momento, el psicalizador borra la totalidad de la memoria de una unidad no leal. El proceso
de reeducacin a partir de cero resulta lento y costoso. La lobotoma y la degradacin al
rango civil interior suponen desperdiciar un buen potencial humano. Si supiramos cmo
hacerlo, las tendencias desviadas se corregiran con mucha mayor limpieza, sin sacrificar la
capacidad y la experiencia del desviado. De hecho, tal vez se llegase a un condicionamiento
tan profundo que nadie sera fsicamente capaz de albergar pensamientos no leales.
La perspectiva pareca tan esplndida que Wanen se puso en pie de un salto barbotando:
Gracias! Muchas gracias por permitirme servir!
Horlam dej caer la ceniza del cigarro y asinti con un gesto lento.
Ests muy bien concluy en tono seco. Presntate a tus superiores.
Coan Smit haba cambiado en cinco aos. Ya no era el joven cadete orgulloso y duro
como el acero que haba abandonado para siempre las Estrellas Interiores, con el propsito
de servirlas ms plenamente.
Mientras montaban guardia junto a la plataforma de lanzamiento de embarcaciones
nmero cinco, como haban hecho tantas veces con anterioridad, Wanen se fue dando
cuenta poco a poco, en el curso de las horas, de los cambios operados en l. Smit segua
siendo hbil, resuelto, ingenioso. Tena el rostro ms oscuro, pero esto significaba un
honroso distintivo otorgado por el sol y el viento del planeta anillado. El propio Wanen
apareca bronceado an ms a fondo, con la aadidura de un brbaro tatuaje.
Pero Smit haba dejado de ser un miembro puro de la Academia. Las rayas de su
uniforme sobrepasaban apenas la anchura del filo de un cuchillo, y el brillo de sus botas no
cegaba. Permaneca erguido en la posicin correcta, aunque sin tensar de verdad los
msculos. Caminaba al ritmo reglamentario, s.. : No haba acaso en su andar un leve
pavoneo?
Cuando les relevaron, Smit bostez de una manera poco digna de Astro.
Me alegro de volver a verte, teniente dijo.
Gracias, teniente replic Wanen en tono formal.
Vamos a tomar un caf, quiero hablar contigo.
Sus duros tacones resonaron contra el metal mientras descendan por el corredor en
direccin a la sala de oficiales jvenes. Wanen se descubri observando a os reclutas con
los que se cruzaban. stos se haban vuelto ms descuidados an que los oficiales, aunque
el hecho no le escandalizaba tanto. Cuando les saludaron al ver sus insignias, Wanen capt
las huellas del servilismo.
Muchos castigos deban de haberse impuesto a bordo de la Exploradora durante los
ltimos cinco aos: celda de sudacin, pulsacin nerviosa y otros peores. Eso no tendra que
haber sido necesario... O s?
Suspir confundido. Desde que naces te educan para servir... Recit mentalmente la
reconfortante jerarqua: La unidad llamada yo, sirve a la unidad llamada nave, que a su vez
sirve a la Flota, brazo de la todopoderosa Hegemona y del Cuadro que nos gua a todos
hacia el nuevo Imperio. No existen otras lealtades.
Te criaban y te educaban con un nico propsito, como a todas las unidades inferiores al
nivel del Cuadro. Tu propsito especfico consista en servir a la Flota Exterior. Eso estaba
bien y era bueno. No obstante, se trataba de una educacin restringida, que no te preparaba
para el repentino impacto de la extranjera.
Por dos aos, mientras la Exploradora recorra centenares de parsecs unidades
astronmicas de distancia correspondiente a 3,26 aos luz, que equivalen a 30,84 billones de
kilmetros, no trazados en los mapas, l haba vislumbrado algo de la alteridad que
constituye el espacio profundo... aunque slo un poco. Despus, eliminaron cinco aos de su

100
Poul Anderson Cuentos y Relatos

vida. Y all estaba otra vez, en una nave que durante media dcada haba filtrado a travs de
su blindaje la fra inmensidad de la alteridad y...
Penetraron en la pequea sala de oficiales, donde no haba nadie ms que ellos. Smit
marc el disco correspondiente al caf y, cuando ste lleg, se sent con la taza entre las
manos, como si tuviera fro.
Por supuesto, te vi hace muchas horas dijo por ltimo, si bien no lo recuerdas.
Todava eras Torrek.
Torrek?
Wanen enarc las cejas en un gesto inquisitivo.
Me dijiste que as te llamabas. Te aseguro que te portaste como un verdadero salvaje.
Smit ri entre dientes. Y me pareciste muy fcil de atormentar. Eh, cuidado!
Wanen retrocedi justo a tiempo. Sus manos se haban adelantado como torcidas garras.
Las mir asombrado y observ que haban adoptado la forma adecuada para acogotar a un
hombre.
Qu te pasa? resoll Smit.
No lo s. Wanen volvi a sentarse pesadamente, con la vista clavada en el vaco.
De pronto, sent una especie de un trastorno y dese matarte.
Vaya!
Smit se recuper con la rapidez de Ja persona que posee unos nervios disciplinados. Se
distanci un poco, pero su rostro se seren. Despus de un instante, dijo en tono reflexivo:
Alguna perturbacin subyacente... S, supongo que ser eso. Un efecto residual de la
transformacin que has sufrido Se encogi de hombros. Bien, por qu no? Al fin y al
cabo, te han sometido a un nuevo tipo de experimento. Ms vale que veas de nuevo a
Horlam, aunque no creo que ocurra nada grave.
S.
Wanen se levant.
Ahora no, idiota! Descansa. Tmate el caf. Quiero hablar de unas cuantas cosas
contigo. Es muy importante para la totalidad de nuestra misin.
Las palabras de Smit devolvieron a Wanen a su asiento.
Te escucho.
S su corazn segua agitado, supo dominarlo.
Espero que los mdicos te borren ese horrible tatuaje de la cara se quej Smit.
Resulta bastante molesto.
No ms que las cicatrices de un combate replic Wanen malhumorado.
Mucho ms. Representa algo distinto..., algo de lo que ninguno de nosotros quiere
acordarse Smit contempl su taza de caf con el ceo fruncido, antes de continuar:
Como recordars, slo encontramos dos planetas habitados, lugares desagradables ambos y
poco interesantes. Despus llegamos aqu, a Anillo. La dotacin le ha dado ese
sobrenombre, Anillo. Le pareci que tena la suficiente importancia y que resultaba tan
apasionante como para merecer un nombre especial. Recordars tambin que, segn
nuestros reconocimientos preliminares pusieron de relieve, se trataba de un planeta
extraordinariamente frtil, con una poblacin humana que haba perdido toda huella de la
civilizacin imperial..., pero que, por otro lado, haba creado una rica variedad de culturas. La
sociedad ms desarrollada desde el punto de vista tecnolgico ocupa en las Islas, el gran
archipilago subtropical. Se hallan a un paso de la imprenta y de los explosivos qumicos, y
no sera difcil que all se produjera una revolucin cientfico-industrial. Entre esas gentes te
dejamos,
S convino Wanen. Recuerdo haberlo visto desde el aire. Me dijeron que se era el
lugar... Continu desgranando sus reminiscencias, casi como s otra mente hablara por l

101
Cuentos y Relatos Poul Anderson

en voz alta. Haba un fiordo profundo, y poblaciones a su alrededor, y montaas con largos
valles, como dedos verdes que se metan en el agua y... No, no estoy seguro. Se frot los
ojos. Vi nubes flotando bajo un pico elevado? Hay algo acerca de ese pico, algo as como
una idea de victoria... No, no recuerdo, no alcanzo a recordar.
Tuvo conciencia de que Smit lo miraba de una manera extraa. Sin embargo, no logr
desprenderse de un sentimiento de exaltacin.
Contina dijo con naturalidad. Me estabas poniendo al da.
S, eso es. Bien, nos apartamos de Anillo y, durante casi cinco aos ms, hemos estado
rondando esta parte del brazo espiral.
Qu encontrasteis?
Planetas. Algunos habitados por seres inteligentes. Nada comparable con Anillo. Por lo
tanto, regresamos hace alrededor de seis meses. Algunos otros y yo bajamos para un
reconocimiento tnico en la regin de las Islas. Supongo que estars ms o menos enterado
de las tcnicas. Raptas a un nativo, empleas acelerina e hipnosis para obtener el lenguaje y
la informacin cultural bsica en un plazo muy breve, luego te deshaces de l y te presentas
a sus compaeros. Afirmas ser un extranjero, que vienes de otra parte del planeta. El sistema
funciona muy bien con las sociedades enteradas de que hay otras naciones ms all del
horizonte, pero que ignoran su aspecto exacto.
Y qu hace un hombre de Embarcaciones en una exploracin tnica?
T tambin perteneces a Embarcaciones, teniente.
No es lo mismo. Se necesitaban determinadas condiciones fsicas para el experimento,
con el propsito de dar al hombre amnsico alguna posibilidad de supervivencia, pese a su
entrenamiento inadecuado. Pero t...
Una expresin poco afable se pint en el rostro de Smit.
Escaseaban los especialistas tnicos y por aqu no se necesitan las embarcaciones de
guerra. Me vi obligado a participar, lo mismo que otros.
Se produjeron bajas alguna vez?
S.
A manos de los primitivos? pregunt Wanen incrdulo. Cre que ni siquiera
imaginaban que haba observadores entre ellos. Adems, no los consideraran
necesariamente como enemigos..., por no hablar de la dificultad de matar a nuestros
hombres con simples lanzas...
Pues todas esas cosas sucedieron asegur Smit con gran pesar. La prdida de la
calidad, de la competencia, la adaptabilidad, la eficacia, incluso la lealtad... La decadencia de
toda la dotacin ha llegado a un punto increble. En el caso de los especialistas tnicos, fue
un verdadero desastre. Sabes, teniente? La mitad de las bajas en los equipos de
reconocimiento se debieron a que tuvimos que disparar contra nuestras propios hombres por
desviacionismo radical.
Las palabras de Smit causaron en Wanen el efecto de un mazazo en la cabeza.
Nomusit.
Smit mostr los dientes. No sonri ni gru.
S. He experimentado las mismas tendencias. Qu esperabas despus de siete aos
de paredes de metal y celibato?
Pero contamos con el Antisex. Celebramos reuniones de lealtad...
Meras supresiones de los sntomas. La frustracin sigue bullendo por dentro, hasta que
se libera en pura destruccin y negativismo. Ni siquiera el condicionamiento de toda una vida
sobrevive a ese tipo de presiones.
Pero sta no puede ser la primera vez...

102
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Claro que no. Siempre ocurre en los viajes prolongados. Cuando surgieron los primeros
problemas, el capitn nos explic el fenmeno a los oficiales.
Wanen se reclin en el asiento y suspir aliviado.
Entonces tiene que figurar un procedimiento en los Manuales Secretos.
En efecto confirm Smit. Cuando las bajas debidas a tales causas exceden un
cierto porcentaje, la nave debe buscar un planeta atrasado y ocupar un rea pequea. All,
las agresividades desarrolladas se ventilan libremente contra los hombres y los nios del
lugar. Y se prescinde del Antisex al disponer de las mujeres.
Wanen sinti una curiosa reticencia en su interior. No lo comprenda. Incluso mirando las
cosas desde un punto de vista altruista, esas medidas tambin beneficiaban a los brbaros,
puesto que el procedimiento era esencial para la expansin de la Hegemona, que acabara
por abarcar a toda la humanidad de la galaxia. Sin embargo, apenas logr balbucir:
De modo que escogieron Anillo?
No. La liberacin de tensin a la que me refiero tuvo lugar hace unos meses, en el
ltimo planeta en que nos detuvimos.
El segundo de inexplicable alivio que experiment Wanen fue sustituido por una nueva
tensin anmica.
Entonces, por qu seguimos aqu?
Problemas. Se nos plantea un dilema.
Smit apart la taza vaca, se levant y empez a pasearse de un lado a otro, una actitud
no muy propia de un miembro de la Academia, al que se haba enseado a no mostrar jams
su incertidumbre ante el mundo.
Vers, los manuales secretos recomiendan tambin que la nave retorne de inmediato a
la base una vez conseguida la liberacin. De lo contrario... Piensa en el insignificante recluta
comn y corriente, en la unidad sin rostro entre cientos de otras unidades intercambiables.
Durante unas semanas, se ha transformado en un conquistador, ha matado, azotado,
desollado, incendiado, violado. Ha bebido todas las noches hasta embrutecerse. No es fcil
retornar a la disciplina de la nave y al Antisex. De hecho, si no se le asigna en el acto un
entorno normal, slo el Cuadro sabe el desviacionismo que engendrara.
Bien. Pero ahora que ya he sido recuperado, por qu no nos vamos? quiso saber
Wanen.
Tenemos que ocupar Anillo replic Smit con voz trmula. No con el... No con el
propsito que mencion, sino por razones militares.
Qu dices? Cre que se trataba de un simple viaje de reconocimiento.
As es. O era. Ahora, escchame bien. La mayora de los planetas no nos sirven, por
desdicha. Resultan tan hostiles a la vida humana que, cuando el Imperio se desmembr y
quedaron destruidos todos los artilugios artificiales, la civilizacin se lanz con torpe premura
a una mxima entropa. En la mayora de los planetas el hombre se extingui, por las
buenas. Y cuando se logr una adaptacin deriv por regla general en el salvajismo. En
Anillo, en la totalidad de este mundo, los hombres se sienten realmente bien. Incluso han
prosperado. Hay ya millones de ellos, incluyendo algunas razas complejas, en extremo
capaces... Significar una conquista tan valiosa como la de un planeta unificado con plena
cultura industrial. Recuerda, teniente, que nos acechan enemigos mortales. La Repblica, la
Liga Libertaria, la Hermandad Real, los grandes condes de Moran..., docenas de otras
civilizaciones diseminadas por el espacio, cada una con sus propias ideas sobre lo que debe
ser el Nuevo Imperio. No podemos correr el riesgo de que una de sus naves exploradoras
tropiece por casualidad con Anillo. A tanta distancia de toda base naval, cualquier guarnicin
que se establezca en l tomar posesin del lugar.

103
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Calma! trat de serenarle Wanen. Qu probabilidad existe de que encuentren


Anillo? La galaxia comprende cien mil millones de estrellas. Cmo van a dar precisamente
con sta?
Porque siempre se exploran primero las estrellas tipo G-2. repuso Smit y no
abundan demasiado en este brazo espiral. Sabemos que las naves de la Liga tambin
trazan mapas. La probabilidad es pequea, lo s, pero no nos atrevemos a correr ese riesgo.
Tenemos que instalar all una guarnicin, lo dicen los manuales. Luego volveremos a la base,
presentaremos un informe de nuestro descubrimiento y solicitaremos el envo de fuerzas, un
contingente que ocupe la totalidad del planeta, lo fortifique de manera conveniente, civilice a
los habitantes, etctera...
Pero nos llevar casi dos aos regresar a nuestro punto de partida, un ao poco ms o
menos para organizar el contingente, otros dos aos para el viaje de vuelta...
Cinco aos! Cmo confiar en una guarnicin durante cinco aos?
Horlam comenz a desconectar los electrodos de la cabeza y el cuerpo de Wanen. Apret
los labios, frunci el ceo y se sumi en sus pensamientos.
Bien? se impacient Wanen.
Slo despus de medio minuto de silencio, se dio cuenta que haba sido muy poco digno
de Astro manifestar emociones delante de un civil no perteneciente al Cuadro.
Qu me ocurre?, se pregunt.
Todo en regla respondi Horlam enseguida. Segn todas las tcnicas
encefalografas y neurogrficas conocidas, no guardas recuerdos perdurables de tu estancia
en Anillo.
Ests seguro? insisti Wanen. Ha de haber algo que explique..., que explique...
Escucha. Se oblig a pronunciar las palabras, una por una. Mientras vena a tu
despacho, me asom para contemplar el planeta. Nunca en mi vida he visto nada tan
hermoso. Sent por l un amor como slo debo sentir por el Cuadro. Tuve que huir de all
antes de que se me llenaran los ojos de lgrimas. Experiment un agudo dolor en las
manos. Las separ. Se haba hundido las uas en las palmas. Algo de esa experiencia me
ha cambiado. Soy un desviacionista.
Oye le calm Horlam con gran paciencia, mi especialidad, no la tuya, consiste en
estudiar la memoria. Se traa de una alteracin permanente del protoplasma a consecuencia
de un estmulo. Todas las pautas de la memoria se concentran en e! cerebro, a excepcin de
algunos hbitos que se reducen a pautas sinpticas de los nervios propiamente dichos. Muy
bien, acabo de proceder a una comparacin del registro que tenemos del Wanen anterior, o
sea, tu cilindro, con el registro de tu sistema nervioso actual. Un proceso absolutamente
objetivo, un trazado electrnico de flujo, resistencias, etctera, que da por resultado un mapa
electrnico de la totalidad de ese sistema nervioso. Termin de desconectar al joven, se
sent en un extremo de su banco de trabajo y encendi un cigarro. La diferencia entre
ambos diseos, amigo mo, es insignificante..., unos cuantos trazos adicionales causados por
tus experiencias desde que se reimplant tu personalidad normal. Has estado contndote a ti
mismo una antigua historia de fantasmas, con vestigios de tus memorias de Torrek en lugar
del espectro habitual. Olvdalo. Te aseguro que esas huellas no existen.
Wanen sinti una especie de opresin.
En ese caso, qu me provoca estos ataques?
No estoy seguro. Horlam se encogi de hombros. Ya te he dicho que la psiclisis
se encuentra todava en paales, como una ciencia a medias, que titubea en la oscuridad. Al
menos he demostrado que tu problema no atae a algo esencial en tu personalidad. Como
diagnstico provisional, dir que padeces un trastorno glandular leve. Has pasado cinco aos
en un planeta extranjero, comiendo lo que all se produce, alimentos sanos y nutritivos,

104
Poul Anderson Cuentos y Relatos

desde fuego, pero sin duda existen sutiles diferencias bioqumicas..., restos hormonales,
compuestos vitamnicos, etctera. Tu cuerpo se adapt. Ahora presenta algunas dificultades
para readaptarse a las raciones de la nave. El leve desequilibrio qumico se manifiesta en
forma de oleadas irracionales de emocin.
Wanen asinti. Empezaba a relajarse. La neurosis qumica se daba con cierta frecuencia
en el servicio y se curaba con facilidad.
Si de verdad no me estoy desviando hacia la no lealtad...
Al menos no tanto como para concederle importancia dijo Horlam arrastrando las
palabras. Estos desarreglos digestivo-glandulares se expresan a veces de modo extrao.
Por ejemplo en el deseo de matar al teniente Smit o en el hecho de sentir por Anillo lo que
slo debe sentirse por el Cuadro. Y... Veamos, has soado anoche o anteanoche?
Wanen se estremeci:
Pesadillas. Vi cmo mataban a mis compaeros de dotacin. De una manera atroz.
Una evidente expresin de resentimiento contra ellos..., contra la totalidad de la cultura de
Hegemona.
Horlam hablaba en tono indiferente. Cuando Wanen se levant de un salto, el psiclogo
se ech a rer.
Tranquilo, hijo. No pongo en duda tu lealtad, y nadie te condenar. Siempre ocurren
cosas semejantes. No significa nada. Dio una chupada a su cigarro. Al fin y al cabo, el
hombre evolucion como una criatura de los bosques, al aire libre y... la intimidad. Un animal
acostumbrado a vivir en familia, digamos. Nuestra civilizacin prohibe todo eso. Nos encierra
bajo techado, nos asigna mquinas, escoge a nuestros compaeros, a quienes rara vez
vemos, y se lleva a nuestros hijos para educarlos en casas cuna. Claro est, nuestro instinto
se rebela. La unidad apta no debe negar sus instintos bestiales. Aceptar el hecho y aplicar
todas sus fuerzas a superarlos.
La voz pausada y serena tranquiliz a Wanen. Incluso le invadi cierta alegra.
Comprendo respondi. Muchas gracias. Qu tratamiento me aplicars?
Ninguno, a menos que tus sntomas empeoren. Espero que mejoren por su propia
cuenta. Ahora, retrate. El Ejecutivo quiere que te presentes ante l para asignarte una misin
especial.

Mientras se diriga a la puerta, Wanen sinti que su corazn lata de un modo curioso. La
austeridad de la nave, los desiertos pasillos, los pulcros y minsculos cubculos, el eterno
resplandor blanco y fluorescente, no permitan que la mente se concentrara en nada, por lo
cual sta se suma en fantasas malsanas. Wanen repas las
instrucciones... Cualquier cosa con tal de escapar al caos y la agobiante sensacin de
rebelin que yaca enroscada en su cerebro. El problema consista en que las instrucciones
eran demasiado indefinidas. En Astro te estimulaban a pensar por tu cuenta hasta cierto
punto. Ni siquiera un recluta vala de nada en una nave espacial si se exterminaban por
mtodos elctricos las facultades crticas de su cerebro, como se proceda, ya en la infancia,
con las clases civiles inferiores. Pero aquello significaba demasiada libertad para un simple
teniente de Embarcaciones. Qu hara?
Con respecto a la joven que recogieron contigo, debo decirte que es la primera de una
serie de prisioneros que intentamos aprehender, con el propsito de obtener una informacin
ms detallada acerca del pas. Pero ha resultado demasiado salvaje, incluso peligrosa, para
sernos til. Slo se ha logrado ensearle el idioma cudrico mediante la psiclisis, despus
de someterla a la accin de la acelerina. La informacin que poseemos sobre su gente indica
que cualquier otro que capturemos nos servir mejor que ella. No obstante, y dado que te
acompaaba, se mostrar ms dispuesta a cooperar si la dejamos a solas contigo.

105
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Convncela de que debe ayudarnos. Nuestras fuerzas de lucha a nivel de superficie no son
tan numerosas ni estn tan bien equipadas como para ocupar una isla contra la decidida
oposicin de las naciones del archipilago... Especialmente teniendo en cuenta que
prevemos un incremento del desviacionismo en la guarnicin, que tal vez culmine en un
motn abierto si nos enfrentamos a un enemigo fuerte, a favor del cual pueden desertar los
amotinados. Por lo tanto, puesto que hemos de ocupar al menos una isla, tendremos que
exterminar a todos los nativos del archipilago. La informacin que ella nos proporcione nos
ser de gran utilidad para cumplir con eficacia dicha operacin.
No intentaron la coercin los hombres de Inteligencia, seor?
Sobre la mujer? Por supuesto. Se la someti a pulsacin nerviosa hasta que se
desmay, por lo que no nos sirvi de nada. Las as llamadas drogas de la verdad
desorganizan demasiado la mente, y nosotros precisamos una informacin sistemtica.
Podramos intentar la mutilacin, o la amenaza de mutilacin, sin embargo, dudo que
funcione. Su cultura parece adjudicar un gran valor a la intransigencia. O la persuades t,
teniente, o la descartamos de una vez y nos apoderamos de otros prisioneros.
Est bien, seor, pero permteme preguntarte una cosa. Por qu atacar las Islas?
Tiene que haber zonas ms atrasadas, incluso regiones desiertas, que ocuparamos sin
grandes problemas.
Sin duda. Ahora bien, ocurre que las Islas son la nica parte de Anillo estudiada con
todo detalle. Los especialistas tnicos, cosa natural, se interesaron sobre todo por la cultura
ms avanzada del planeta. No contamos con suficientes tnicos o cartogrficos para estudiar
otras regiones con la celeridad necesaria.
Comprendo. Gracias, seor.
Servicio al Cuadro! Puedes retirarte.
Servicio al Cuadro!
Wanen se detuvo al llegar a la puerta. Se dio cuenta de que experimentaba una
espeluznante sensacin de fro. Tema lo que le esperaba. Lanz una maldicin entre dientes
y apoy la palma de la mano en la cerradura. La puerta se abri para dejarle pasar y se cerr
automticamente a sus espaldas.
Ella salt de la litera y permaneci un instante inmvil, como congelada. Sin embargo la
idea pas por la mente de l como un relmpago, las lneas de su cuerpo parecan la
agilidad personificada. No guardaba memoria de haber visto nunca una criatura tan natural y
encantadora como la que ocupaba la acerada desnudez de la pequea celda.
(S, la haba visto..., siendo Torrek. Pero Torrek le haba sido arrancado, como se separa
una piel de la carne correspondiente.)
Ella se ech a llorar y corri a refugiarse en sus brazos.
Mientras la abrazaba, Wanen revivi la sensacin experimentada al ver Anillo cruzando
entre las estrellas. Slo que esta vez fue algo ms profundo, como un cuchillo que hurgase
en su interior y una brisa estival que alborotase su pelo, un pregn de victoria y un largo
crepsculo azul en el que los dos caminaban a solas. Sinti el deseo de llevarla a la litera y
casi...
Slo casi.
En un abrir y cerrar de ojos, record que el visor se hallaba conectado, lo que le devolvi
el sentido del deber, aunque oprimindole todo el peso de un mundo.
Ella susurr palabras cariosas en un idioma que l no conoca. Por ltimo, Wanen le
puso una mano bajo la barbilla, le levant la cara (dnde haba aprendido ese gesto?) y dijo
con arrulladora ternura:
Habla en cudrico, por favor. Yo he olvidado.
Ah...!

106
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Se separ un poco. Los brazos de l no la soltaron, ni siquiera al descubrir el terror en su


mirada.
Sernate pidi. Ocurre que he olvidado todo lo que sucedi en... en las Islas. Como
ves, he vuelto con mi gente.
Tu gente!
El idioma apenas aprendido sonaba duro en sus labios.
S.
La solt y clav la vista en el suelo, sintindose oscuramente avergonzado. Ella no huy
de l, quiz porque no tena adonde ir.
Lamento cualquier inconveniente que hayas sufrido, pero era necesario continu
Wanen. Estamos aqu por el bien de toda la humanidad.
Es... Es posible susurr ella algo aliviada. De verdad lo has olvidado todo, Torrek?
Te han cortado la mente lo mismo que te han cortado el pelo? Ni siquiera s tu nombre.
Soy Sonna, la hija de Baelg. El rubor cubri poco a poco sus mejillas. bamos
juntos hacia las montaas...
En lo ms profundo de su ser, Wanen record que todava no haba recibido las tabletas
Antisex. Sin embargo, no lograba definir las sensaciones que despertaba en l aquella
muchacha. Ella significaba algo ms que un medio para aliviar su tensin, incluso algo ms
que una coprocreadora de unidades leales. Indudablemente, sus problemas calaban ms
hondo de lo que Horlam pretenda...
No recuerdas cmo mataste a la kraka? inquiri Sonna, perpleja. Apret los puos
. Es injusto que te hayan quitado tambin eso!
No importa respondi l. A fin de cuentas, supone mucho ms lo que he
recuperado. A cambio, recuerdo mi... Bueno, recuerdo la primera vez que me adoctrinaron
y... No, mi primera pesca, digamos. Que ms da! No lo comprenderas,
Cmo te llamas ahora? quiso saber ella.
Korul Wanen.
Siempre pensar en ti como Torrek, Sonna se sent en la litera y sonri con tristeza
. Ven a mi lado, al menos, y habame de tu gente.
Wanen trat de complacerla. Fue sobre todo una leccin de astronoma, acompaada por
una sntesis histrica desde la cada del Imperio, y un discurso sobre el Nuevo Imperio del
futuro. Habl en tono seco y sin inspiracin, con la mirada fija en el vaco.
S reconoci Sonna por ltimo. Me parece maravillosa la idea de que todos los
hombres vuelvan a hermanarse. Creo que una alianza con vosotros beneficiar mucho a
Dumethdin.
Una alianza? Wanen titube. No... No nos proponemos eso.
No? Qu os proponis entonces?
Entrenado en exclusiva para guiar naves espaciales y para operar en combate una de las
pequeas embarcaciones que guardaban una importante formacin, Wanen no supo
disimular. Se lo cont. Sonna se supo rgida.
Naturalmente, buscamos el bien de todosconcluy l.
Ella se levant.
Fuera!
Qu dices? Te estaba explicando...
Soy incapaz de matarte. Pero sal de aqu antes de que me ensucie las manos
intentndolo!
Oye... Por tu propio inters... Todos los seres humanos deben lealtad al Cuadro...
Entonces ella hizo algo que demostr a Wanen cuan ajeno le resultaba el pas natal de la
muchacha y lo extrao que l mismo haba sido. Sonna se sent, cruz las piernas y dej de

107
Cuentos y Relatos Poul Anderson

prestarle atencin. Lo borr de su universo personal de percepciones. Paulatinamente,


Wanen acab por comprender el significado de su gesto. Despus, se pregunt cmo pudo
percibirlo. Nunca haba odo hablar de algo semejante, excepto en su anulada encarnacin
de Torrek.
Pero tan pronto como lo entendi, gir sobre sus talones y huy de ella, temblando de
miedo.
Te has comportado como un idiota le reprendi Coan Smit.
Se hallaban solos en la sala de oficiales, despus de haber cumplido una vez ms su
turno de guardia.
Cmo iba a saberlo? protest Wanen en tono de splica, mirando su taza de caf
sin verla. No entiendo nada de diplomacia. En nombre del Cuadro, no soy un especialista
tnico! El mismsimo Ejecutivo me dijo que no tena nada que reprocharme.
Pues yo s. No hay que confundir un miembro de la Academia con un estpido civil. No
slo se nos permite la versatilidad, sino que se espera de nosotros. Has defraudado a la
Academia, Wanen.
Calla! La emocin contenida en Wanen estall en un rugido. Calla si no quieres
que te retuerza el pescuezo!
Teniente! Smit se irgui de un salto. Te comportas como un desviacionista!
Permteme recordarte que mi graduacin iguala a la tuya dijo Wanen entre dientes.
Presentar una queja contra tu lenguaje.
Y yo presentar una denuncia por sospecha de desviacionismo replic Smit.
Horlam es otro idiota. Debi someterte a pruebas ms exhaustivas. Que tus problemas no se
deban a vestigios persistentes de la memoria no demuestra que no los tengas.
Tambin me examinaron desde el punto de vista fisiolgico y bioqumico protest
Wanen. Los desequilibrios que padezco los causan ciertos microelementos. Cundo te
examinaron a ti por ltima vez? De todos modos, mtete en tus propios asuntos.
Los asuntos de uno conciernen a todos.
Wanen haba odo el tema con bastante frecuencia. l mismo lo haba citado de vez en
cuando, en un pasado que ahora le pareca remoto. De pronto, la consigna e son a
charanga. Se inclin sobre la taza de caf, echando chispas por los ojos. Estamos muy
lejos de nuestro suelo dijo Smit, con mayor suavidad. Si no retornamos, quiz
transcurran siglos antes de que otra nave de Hegemona vuelva a pasar por aqu. Entretanto,
acaso un explorador enemigo descubra Anillo. Puede ocurrir cualquier cosa. Ms vale
librarnos de ti por puras sospechas que arriesgar la totalidad de la operacin.
S respondi Wanen de modo automtico. Has dado con la solucin obvia.
Escucha, no creo que sea realmente necesario.
Para manifestar su compaerismo, dio la vuelta a la mesa y apoy una mano fraternal en
el hombro de Wanen.
A decir verdad continu, tu problema me parece bastante trivial. Unas cuantas
inyecciones de hormonas, algn condicionamiento y quedars como nuevo. O bien... Espera.
Ahora que lo pienso, has pasado siete aos sin aliviar la tensin.
Estaba en Anillo musit Wanen. Era un hombre de... Cmo dijo ella? Un hombre
de Dumethdin. No necesitbamos esas cosas.
Sin duda. Pero ahora lo has olvidado. Hum!
Smit hizo una pausa. Wanen levant la vista, vio que se frotaba el mentn y comprendi,
con irracional resentimiento, que su compaero trataba de mostrarse servicial.
Se me ocurre una idea prosigui Smit. Siempre que la aprueben, claro, pero no
existe ninguna razn para que la rechacen. Si precisas un alivio para tu tensin, eso te lo
proporcionar.

108
Poul Anderson Cuentos y Relatos

A qu te refieres?
A la muchacha que capturamos. Dado que no quiere cooperar y que no vale la pena
intentar un reacondicionamiento total, tengo entendido que le harn una lobotoma y se la
entregarn durante unos das a los reclutas. Ahora bien, si te permitieran presenciar la
operacin quirrgica y te la entregaran para poseerla primero y despus arrojarla por la
cmara de aire cuando deje de interesarte, te sentirs tan bien como despus de seis meses
de licencia.
Wanen permaneci inmvil. Al marcharse Smit, se qued en la misma posicin, inclinado
sobre la mesa. Los latidos de su corazn se haban espaciado tanto que ya ni los senta ni
los oa. Por un instante, se pregunt con vaga indiferencia si no estara muerto.
Hasta que comprendi que se haba vuelto loco.
La guardia de Embarcaciones cambiaba cada cuatro horas, y los mismos hombres la
cumplan cada cuatro turnos. Entre una y otra guardia, los hombres coman, dorman,
estudiaban o participaban en demostraciones de lealtad, No obstante, tambin contaban con
algn tiempo libre, al menos los oficiales. Los jvenes jugaban a la pelota en el gimnasio, a
las cartas en la sala de oficiales, o bien, se sentaban a charlar.
De todos modos, nadie vera nada sospechoso al encontrar a un teniente libre de servicio
en cualquier parte de la nave.
Wanen contaba con eso. Senta una singular paz interior. Saba que estaba loco. En vista
de las exhaustivas pruebas de Horlam y de sus resultados, siempre negativos, no haba otra
explicacin posible. Evidentemente, el esfuerzo y la tensin del cambio de personalidad
haban desquiciado su mente. Estaba loco. Esperaba que le mataran en cualquier momento
del desarrollo de su propsito y no le importaba demasiado. Sin embargo, no corri riesgos
innecesarios.
Falsific la firma del comandante de su escuadra en un formulario de rdenes especiales
y lo entreg al teniente Rosnin cuando el concienzudo joven inici su guardia de
Embarcaciones.
Cargamento completo en la diecisiete, incluyendo misiles de fusin? Rosnin enarc
las cejas. Qu ocurre?
Una operacin secreta respondi Wanen con energa. No ves que se trata de un
formulario especial?
Rosnin podra haberse preguntado por qu razn haban confiado rdenes secretas a un
oficial tan joven y por qu ste le comunicaba las directivas de manera tan imprecisa, pero,
hombre poco curioso, no le gustaba fastidiar a sus superiores con preguntas.
Wanen haba tenido en cuenta estas caractersticas de Rosnin antes de decidir a quin
entregara el formulario.
La orden ser cumplida. Servicio al Cuadro!
Servicio al Cuadro!
Wanen se volvi y se dirigi a la sala de distribucin, donde recogi una Mark IV, con una
carga extra de balas explosivas. La rutina normal de la nave le hubiera obligado a dar cuenta
de ello seis horas ms tarde, cuando un superior revisara los pedidos del da. Pero Wanen no
tena la menor intencin de quedarse tanto tiempo.
Ahora deba darse prisa, ya que se hallaba en retraso para a cita. Sus posibilidades de
xito se basaban en que, jams en toda la historia de la Hegemona, una unidad
convenientemente condicionada se haba desviado hasta el punto de la traicin sin
manifestar antes sntomas claros y evidentes. De l mismo se pensaba que sufra los efectos
de una gran tensin, nada ms. No obstante, un paso demasiado apresurado llamara la
atencin.

109
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Qu importaba? A la entropa con todo! Korul Wanen no ya era ms que un muerto con
licencia.
Lleg a la enfermera y pas junto al guardia armado. La maldita nave rebosaba de
guardias, pens con irritacin. Guardias, burocracia, cualquier cosa con tal de evitar que un
hombre pensara.
Bien...
Frain Horlam, con su bata de cirujano, esperaba en la sala de operaciones. Sus
ayudantes, dos fornidos meditcnicos, le acompaaban. El anciano mir con frialdad a
Wanen:
Por primera vez veo a alguien que llega tarde cuando se trata de aliviar su tensin.
Estaba ocupadorespondi Wanen. Adelante.
Horlam conect los esterilizadores. Uno de los ayudantes abandon la sala. Volvi con
Sonna, atada a una camilla de ruedas. Tena los ojos desorbitados por un terror incontenible,
pero escupi cuando descubri a Wanen.
Han conectado el visor? inquiri Wanen.
Que yo sepa, no respondi Horlam en tono agrio. En este momento, cada uno se
ocupa de lo suyo. Slo t necesitas emociones.
Me limit a formular una pregunta.
Mientras esterilizamos el ambiente ya que no queremos que enferme, quiz disfrutes
explicndole lo que la espera dijo Horlam.
No mir a Wanen. Se lav las manos repetidas veces, con exagerada minuciosidad.
Naturalmente, le afeitaremos el pelo de la cabeza antes de abrir el crneo, lo que por s
solo provocar una interesante reaccin. La mayora de las mujeres primitivas se sienten
muy orgullosas de su cabellera...
Basta! le cort Wanen.
Slo pretenda esbozar los placeres que te esperan aclar Horlam con voz ronca.
Practicaremos la operacin con anestesia local, a fin de que permanezca consciente durante
la mayor parte del proceso. Una vez que consigamos su docilidad, tendrs que esperar unos
das a que cicatrice...
Se interrumpi.
Adelante, teniente le apremi uno de los meditcnicos con sus brillantes ojos fijos en
Sonna. Explquele lo que dijo el doctor.
Sera conveniente que cada uno de vosotros se situase a un costado sugiri Wanen
. As, muy bien.
Sonna no le quitaba los ojos de encima. Me imagino lo que piensas, se dijo Wanen
para sus adentros. Sin duda deseaba desmayarse, deseaba morir, pero haba demasiada
vida en ella. Seguro que Torrek haba deseado algo semejante al final del proceso, cuando lo
vaciaron y lo encerraron en un cilindro negro.
Wanen se coloc detrs de los meditcnicos y apoy una mano en el hombro de cada
uno:
Supongo que vosotros dos tambin os procuris alivio, verdad?
S, seor.
Magnfico!
Levant las manos y les dio una palmadita en la cabeza. Luego, los msculos que haban
aplastado a la kraka hicieron entrechocar sus crneos.
Cayeron como piedras. Wanen les asest un diestro puntapi detrs de las orejas para
rematarlos. Despus dedic toda su atencin a Horlam. Sac el arma de debajo del mono y
apunt al anciano.
No te muevas. Tmalo con calma si no quieres que te mate.

110
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Horlam perdi el color.


Qu pretendes? jade.
Voy a fugarme. S, soy un desviado. Y tambin desleal, obstruccionista y homicida. Mi
mayor deseo consiste en matar a mis queridos compaeros uno por uno. Te ruego que no
me obligues a empezar contigo. Ahora, despacio..., muy despacio... Mantn las manos y los
pies bien a la vista. Ven aqu y suelta a la muchacha.
Por un instante, pens que Sonna se haba desmayado de verdad. Sin embargo, cuando
Horlam la desat, vio que se levantaba como impulsada por un resorte.
Torreksusurr. Torrek, elskling.
Te llevar a casa, Sonna.
El delgado rostro de Horlam mostraba una expresin extraa. El sobresalto haba pasado
y pareca sobre todo curioso.
Piensas salir bien librado de esto?
No admiti Wanen.
Hasta ahora, este tipo de cosas suponan una imposibilidad clnica. Segn todas las
pruebas objetivas, funcionabas dentro de los lmites de la normalidad...
Cierra el pico. Dame una bata de ciruga y una mascarilla para la muchacha. Aydala a
ponrselas... Muy bien. Ahora, Horlam, sal por esa puerta.
El burdo disfraz no enga al centinela, pero retras un segundo su comprensin...,
tiempo suficiente para que Wanen lo liquidara cuando intentaba mover el fusil.
A partir de ese momento corrieron.
En dos ocasiones, Wanen tuvo que matar a los hombres que se cruzaron en su camino.
Cuando llegaron a la embarcacin diecisiete, toda la nave se haba transformado en un gran
clamor de sirenas, gritos y carreras.
Sus balas explosivas acabaron con el guardia que vigilaba el robot de lanzamiento.
Wanen se dispona a poner en marcha la embarcacin, cuando vio surgir a Coan Smit por un
pasillo lateral. El primer disparo no dio en el blanco. Smit se tir al suelo, le asi de los
tobillos e hizo saltar el arma de sus manos.
Sal por esa puerta, Sonna! orden Wanen.
Las manos de Smit buscaron sus puntos vulnerables, de acuerdo con la tcnica
acadmica de lucha cuerpo a cuerpo. Wanen lo bloque siguiendo el mismo procedimiento
automtico. Pero luego sus manos y sus piernas realizaron movimientos desconocidos para
cualquier ser civilizado. Un golpe detrs de la rodilla parti la columna vertebral de su
contrincante.
Una descarga de balas recorri el pasillo. Wanen se levant, corri el cerrojo de la
plataforma de lanzamiento y sigui a Sonna.
Los motores de la embarcacin, siempre listos para el combate, rugieron cuando empuj
la palanca principal. Ocup el asiento del piloto y empu los controles. Sonna, acurrucada a
su lado, dolorida a causa de los calambres y llena de hematomas, lanz un grito que son
casi familiar a los odos de Wanen.
La embarcacin diecisiete se desprendi de la nave madre, despidiendo polvo de
estrellas por sus flancos.
Nos perseguirn...
No, no lo harn rechaz Wanen. Tambin pens en eso.
Puls una palanca. Los misiles de fusin salieron despedidos de sus tubos.
Cbrete los ojos! grit, mientras aceleraba brutalmente.
Cuando se extingui la explosin insonora, slo qued una nube de gas incandescente,
que destell un instante, alcanzando una brillantez insoportable, antes de expandirse y
enfriarse. Se la trag la oscuridad.

111
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Wanen apunt la embarcacin en direccin al maravilloso planeta anillado.


Y de pronto rompi a llorar.
Sonna extendi un brazo, alarmada. Horlam interrumpi su gesto.
No... le dijo suavemente. Djale expresarse. Es algo que le ha sido negado durante
toda su vida.
Sonna retrocedi. A travs del baldaqun transparente, el radiante planeta enredaba su
variopinta luminosidad en los cabellos de la muchacha.
Por qu ests aqu, anciano? suspir. Pudiste quedarte atrs cuando huimos.
Ignorabas que l pensaba destruir la nave.
Quiz lo adivin respondi Horlam. Digamos que yo mismo he sido un tanto
desviacionista durante muchos aos, y cuando se present la ocasin... Mi trabajo consista
en detectar todo rasgo humano que emergiera en los hombres y extirparlo. Ahora bien, hay
un dicho muy antiguo que expresa bien la situacin: quin vigilar a la vigilantes?
Los dedos de Sonna acariciaron con ternura la cabeza rubia del joven piloto.
Ha vuelto Torrek?
No en el sentido que esperas explic Horlam. Los recuerdos de Torrek..., las
acciones realizadas, las palabras pronunciadas, las cosas vistas... Me temo que todo eso se
ha perdido para siempre con la nave. Sin embargo, existe otro tipo de memoria, aunque
nuestras teoras no las tomen en consideracin... Claro que la ciencia de Hegemona resulta
casi tan limitada y mecnica como la vida en Hegemona. Al fin y al cabo, no es posible
separar el cerebro y los nervios del resto del cuerpo, los msculos, las venas, las vsceras, la
piel, la sangre, los pulmones y los huesos. El organismo viviente forma un todo. En
apariencia al menos, en las Islas llevis una vida biolgicamente saludable. Satisface los
instintos ms profundos del hombre, cosa que no ocurre con la nuestra. En consecuencia,
cinco aos de esa vida produjeron en nuestro muchacho una impresin ms profunda que
veintitantos de lemas y ejercicios. Cuando le recuperamos, el psicalizador borr todos sus
recuerdos, cierto. Llegu a creer que haba extirpado sus hbitos. Pero no afect a los
verdaderos..., las reacciones profundas, quizs a nivel celular, que denominamos pautas
emocionales. Wanen olvid que haba sido un isleo, no lo que va implcito en esa condicin:
dignidad, libertad, bondad..., signifique lo que signifique todo eso. Su cuerpo lo recordaba.
Horlam sonri. No negar que tuve una leve sospecha concluy, pero yo mismo
estaba ya lo bastante contagiado de desviacionismo como para no denunciarle. Senta
curiosidad por ver qu ocurrira. Ahora lo s y no lo lamento.
Sonna se inclin y frot su mejilla contra la de Wanen. l levant la cabeza y se sec los
ojos patticamente, como un nio.
Qu haremos ahora? pregunt la muchacha.
Retornar a tu pas..., a nuestro pas respondi Wanen. Advertirles. Nos queda
mucho tiempo para prepararnos, para crear nuestra propia ciencia, construir nuestras propias
naves y encontrar nuestros propios aliados entre las estrellas... Mis conocimientos y los de
Horlam nos resultarn muy tiles en la primera etapa, pero sern necesarias muchas
generaciones para concluir la tarea. Un buen trabajo para un hombre.
Torrek, mi pobre Torrek... Lo has olvidado todo.
Record lo ms importante, verdad? Se volvi y la mir a los ojos. El resto
volver a aprenderlo. T te encargars de ensermelo.

FIN

112
Poul Anderson Cuentos y Relatos

NO HABRA TREGUA PARA LOS REYES


Poul Anderson 1963

113
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Titule original: No truce with kings.


Traduccin de J. Yaldivteso
scaneado por diaspar

114
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Antiguas e inmutables, prosigan, prosigan las Trompetas!

Una vez ms las Trompetas, pues el suelo estremecido trae

por encima del mar el clamar ronco de las Trompetas>

Trompetas de la Vanguardia que ha jurado: no habr tregua para los Reyes!

RUDYARD KIPLING

-UNA CANCIN, CHARLIE! UNA cancin!


Todos estaban ebrios, y los oficiales jvenes del extremo lejano de la mesa hacan
apenas ms ruido que los mayores sentados cerca del coronel. Las alfombras y colgaduras
no bastaban para apagar el tumulto, los gritos, las botas que golpeaban el suelo, los
puetazos en las mesas de roble, los brindis de las copas, que resonaban de un muro de
piedra a otro. Arriba, entre las sombras que ocultaban los mstiles, las banderas del
regimiento flotaban con la brisa, como unindose al caos.
Abajo, las luces de las linternas suspendidas y de las chimeneas rugientes centelleaban
sobre los trofeos y las armas.
El otoo llegaba temprano en el monte Eco, y afuera soplaba la tormenta. El viento
ululaba en las torres de los vigas, y la lluvia azotaba los patios; un ruido sordo que entraba
en los edificios y se arrastraba por los corredores, Como si fuese cierta la leyenda de que los
muertos del batalln salan del cementerio en la noche del diecinueve de setiembre y
trataban de unirse a la celebracin, aunque hablan olvidado el camino. Nadie pareca
impresionado sin embargo ni aqu ni en las barracas, excepto quiz el mayor. La tercera
divisin, los Gatos Monteses, y sobre todo el regimiento Piedras Rodantes del fuerte
Nakamura, tena fama de ser la ms turbulenta del ejrcito de los Estados Pacficos de
Amrica.
-Adelante, muchacho! En toda esta maldita sierra, slo t tienes algo que parece una voz
-llam el coronel Mackenzie.
Se solt el cuello de la tnica negra y se ech hacia atrs, con las piernas apartadas, la
pipa en una mano y el frasco de whisky en la otra. Era un hombre rechoncho, de ojos azules
y prpados arrugados, cabellos cortos y rojizos.
-Oh, querido Charlie, querido- cant el capitn Hulse.
El ruido se apacigu un poco y el capitn call. El joven teniente Amadeo se puso de pie,
sonri y enton una estrofa que todos conocan bien:
-Yo soy un gato monts,
y aguardo el paso del mulo,
y cada vez que me asomo,
el viento me hiela...
-Coronel, seor, perdn.
Mackenzie se volvi y se encontr con la cara del sargento Irwin. La expresin del
hombre lo sorprendi
-SI?
-Soy un hroe sanguinario, y me he ganado la orden
de la flecha y la manzana...
-Acaba de llegar un mensaje, seor. El mayor Speyer quiere verlo ahora mismo.
115
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Speyer no era aficionado a emborracharse y se haba ofrecido como voluntario para el


servicio nocturno. Mackenzie se estremeci al recordar las ltimas noticias de San Francisco.
El batalln aull el coro y nadie vio que el coronel golpeaba la pipa y se pona de pie.
-El can hace bum,
bumbum, bumbum,
el cohete brum
y la flecha zum-zum...
Todos los Gatos Monteses dignos de ese nombre pretendan que nunca se encontraban
en mejor estado que luego de empinar bien el codo. Mackenzie no prest atencin al calor
que senta en las venas. Camin en lnea recta, y al pasar junto a la panoplia estir la mano
automticamente y tom su arma. La cancin lo persigui hasta el vestbulo.
-En las raciones del da no nos faltan los gusanos. El caf es un buen extracto del barro
de Sacramento>
y la salsa de tomate...
Las linternas estaban ms espaciadas en el corredor. Los retratos de los comandantes
anteriores miraban al coronel Mackenzie y al sargento desde unas sombras grotescas. Las
pisadas resonaban demasiado.
Mackenzie se meti entre un par de piezas de campaa que flanqueaban una escalera
-haban sido capturadas en Rock Springs durante la guerra de Wyoming, una generacin
atrs - y subi. Las distancias eran muy largas all, y las piernas le flaqueaban a veces. La
vieja plaza fuerte haba sido ampliada dcada tras dcada, con granito y mortero de la Sierra,
pues era un puesto clave en la nacin. Ms de un ejrcito haba venido a 'morir al pie de
estos muros, antes de la pacificacin de las marchas de Nevada, y demasiados jvenes
haban salido de la base para encontrar la muerte entre feroces extranjeros.
Pero nunca la haban atacado desde el Oeste. Dios, o lo que seas, evtale eso.
El puesto de comando era un lugar solitario a esta hora. En el cuarto donde el sargento
Invin tena su escritorio haba tanto silencio: ningn escribiente, ningn mensajero atareado,
ninguna mujer como una nota de color en el vestbulo mientras esperaba a ver al coronel a
propsito de algn problema de la aldea. Sin embargo, cuando abri la puerta del cuarto
interior, Mackenzie, oy que el viento chillaba en la esquina de la muralla. La lluvia azotaba
los vidrios negros y resbalaba en hilos a la luz de las linternas.
-El coronel, seor - dijo Invin con una voz insegura.
Trag saliva y cerr la puerta detrs de Mackenzie.
Speyer esperaba junto al escritorio del comandante. Era un mueble viejo con pocas cosas
encima: un tintero, una caja para las cartas, un telfono interno, una fotografa de Nora,
borrosa, pues estaba all desde que ella haba muerto, haca doce aos. El mayor era un
hombre alto y flaco, de nariz gnchuda, que estaba quedndose calvo en la coronilla. Vesta,
como siempre, un uniforme que pareca mal planchado. Pero era el hombre ms inteligente
de los Gatos, pens Mackenzie, y Cristo, cmo poda un hombre leer tantos libros?
Oficialmente, era mayor ayudante, en la prctica el consejero del jefe.
-Y bien? - dijo Mackenzie. El alcohol no lo haba embotado aparentemente. Al contrario,
le haba exacerbado todos los sentidos. Las linternas despedan un olor caliente (cundo
tendran un generador bastante poderoso, capaz de alimentar lmparas elctricas?, el piso
era duro bajo sus pies, y en el yeso de la pared del frente habla una rajadura, y la estufa no
calentaba mucho. Adopt una actitud desenvuelta, se meti los pulgares en el cinturn, y se
balance sobre los talones. - Bueno, Phil, qu ocurre ahora?
Speyer haba estado doblando y desdoblando un trozo de papel y ahora se lo alcanz a
Mackenzie.
- Un telegrama de Frisco - dijo.

116
Poul Anderson Cuentos y Relatos

-Eh? Y por qu no un llamado por radio?


- Hay menos riesgo de que intercepten un telegrama. Este vino en cdigo. Irwin me lo
descifr.
-Qu disparate es esto?
- Lee, Jimbo. Es para ti, viene directamente del cuartel general.
Mackenzie se concentr en la escritura de Irwin. Las frmulas que preceden siempre a
una orden y luego:
Se le comunica que el Senado de los Estados Pacficos ha acusado a Owen Brodsky, ex
juez de los Estados Pacficos de Amrica, y lo ha relevado de sus funciones. A partir de hoy,
a las 20 horas, el ex juez asistente Humphrey Fallon es juez de los EE.PP. segn la ley de
sucesin. La presencia de elementos disidentes que son un peligro pblico ha obligado al
juez Fallon a proclamar la ley marcial en toda la nacin, a partir de las 21 horas de hoy. Se
comunican a usted, por lo tanto, las siguientes instrucciones:

1. Las noticias arriba reseadas deben considerarse estrictamente confidenciales hasta


que se haga un anuncio oficial. Aquellos que hayan conocido el contenido de este mensaje
en el curso de su transmisin no debern divulgarlo. Los contraventores y quienes hayan
recibido la informacin sern confinados inmediatamente hasta que comparezcan ante una
corte marcial.
2. Todas las armas y municiones, excepto un diez por ciento - del stock disponible, sern
secuestradas en seguida y celosamente guardadas.
3. Ningn hombre dejar los lmites del fuerte Nakamura hasta la llegada del nuevo
comandante. El oficial designado en reemplazo de usted es el coronel Simon Hollis, que
saldr de San Francisco maana a la maana al mando de un batalln. Se espera que llegue
al fuerte al cabo de cinco das, momento en que usted ser relevado. El coronel Hollis
designar a los oficiales y hombres a cargo de tropa que sern reemplazados por miembros
de su propio batalln, que se incorporar al regimiento. Usted traer a los hombres
reemplazados de vuelta a San Francisco y se presentar al brigadier general Mendoza en el
fuerte Baker. Para evitar provocaciones, estos hombres irn desarmados. Slo los oficiales
podrn conservar sus revlveres.
4. Para su informacin, le comunicamos que el capitn Thomas Danielis ha sido
nombrado ayudante de campo del coronel Hollis.
5. Se le recuerda nuevamente que los Estados Pacficos de Norteamrica estn en
peligro y se encuentran sometidos a la ley marcial. Exigimos lealtad total al gobierno. Toda
manifestacin verbal ser castigada severamente. Todos aquellos que presten ayuda a la
fraccin de Brodsty sern considerados culpables de alta traicin.

GENERAL GERALD O'DONNELL

El trueno estall en las montaas como una descarga de artillera. Mackenzie se qued
un tato inmvil y al fin dej la hoja de papel sobre el escritorio, lentamente.
Se atrevieron dijo Speyer, con una voz sin tono -. Esta vez se atrevieron.
-Eh?
Mackenze volvi los ojos hada la cara del mayor. Speyer se miraba atentamente las
manos, que preparaban un cigarrillo. Pero las palabras se le escaparon de la boca, duras y
rpidas.
-Imagino lo que ha ocurrido. Los partidarios de la guerra exigan la destitucin de Brodsky
desde que el incidente fronterizo con el Canad Oeste se resolvi con un compromiso. SI,
Fallon es ambicioso, pero sus partidarios son una minora, y l lo sabe. El nombramiento de

117
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Fallon como juez habr apaciguado sin duda a los partidarios de la guerra, pero nunca ser
juez por las vas legales, pues Brodsky no morir de viejo antes que l. De cualquier modo, el
cincuenta por ciento del Senado es gente sobria, satisfecha seores que no estn de
acuerdo con la idea de que los EE. PP. tengan mandato divino para reunificar el continente.
Entiendo cmo esta destitucin podra ser aprobada por un senado convocado legalmente.
Sera ms probable que destituyeran a Fallon.
-Pero se convoc al Senado dijo Mackenzie, y le pareci que estas palabras haban salido
de la boca de otro -. Lo dijo la radio ayer.
-S, llamando a debate para ratificar el tratado con el Canad del Oeste. Pero los seores
se encuentran en lugares muy distintos del pas, cada uno en su propio distrito. Tardaran un
tiempo en llegar a San Francisco. Bastaran algunos retrasos bien preparados, como por
ejemplo la voladura de un puente en la lnea del ferrocarril de Boise, para que una docena de
los hombres ms fieles de Brodsky no llegara a tiempo. Habra qurum en el Senado, sin
duda, pero con asistencia de todos los que apoyan a Fallon, de modo que los partidarios de
la guerra tendran mayora. Se reuniran adems en algn da de fiesta, cuando los
ciudadanos prestan poca atencin a los negocios pblicos. En menos que canta un gallo
tendramos un nuevo juez.
Speyer termin de armar su cigarrillo y lo sostuvo entre los labios mientras buscaba un
fsforo.
-Ests seguro? - murmur el coronel.
Se senta de algn modo como aquel da en que habla visitado Puget City y lo haban
invitado a dar un paseo en el yate del guardin: la bruma los haba envuelto. Alrededor no
haba ms que oscuridad y fro, y nada que pudiera tomarse con las manos.
-Claro que no estoy seguro! - gru Speyer -. Nadie estar seguro sino cuando sea
demasiado tarde.
La mano del mayor apret la caja de fsforos.
-Han nombrado tambin un nuevo comandante en jefe.
- Aj. Todos aquellos en quienes no pueden confiar sern reemplazados en seguida, tan
pronto sea posible, y De Barros era un hombre de Brodsky. - La cerilla se encendi con un
chillido, y Speyer aspir ahuecando las mejillas.- T y yo incluidos, por supuesto. El
regimiento desarmado al mximo y as nadie pensar en resistirse cuando llegue el nuevo
coronel. Habrs notado que un batalln vendr pisndole los talones. Si no, podra tomar un
avin y llegar maana.
Mackenzie aspir el aroma del tabaco y busc la pipa, caliente an en el bolsillo de la
tnica.
-Por qu no en tren?
-Habrn mandado al norte el material rodante, se me ocurre. Necesitan tropas en los
distritos de los seores para impedir una revuelta. Los valles son bastante seguros: granjeros
pacficos y colonias de spers. -Speyer habl con una voz grave, cargada de desprecio.- No
sern ellos quienes tiendan emboscadas a los soldados de Fallon, en camino hacia las
guarniciones de Eco y Donner.
-Qu vamos a hacer?
-Presumo que FalIon ha tomado el poder legalmente, que hubo un qurum -dijo Speyer-.
Nadie sabr nunca si este acto ha sido realmente constitucional... He ledo ese mensaje una
y otra vez desde que Irwin lo descifr. Hay muchas cosas entre lneas. Pienso, por ejemplo,
que Brodsky ha huido. Si lo tuvieran arrestado lo diran, y no les preocupara tanto una
posible rebelin. Quiz su guardia personal lo ayud a escapar a tiempo. Lo cazarn como
un conejo, claro est.
Mackenzie sac la pipa y se olvid de ella.

118
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Tom viene con los relevos - dijo dbilmente.


- S. Tu yerno. Una maniobra sutil, no te parece? Una especie de rehn que garantizar
tu buena conducta, pero tambin la promesa implcita de que t y los tuyos no sufriris si se
ejecutan las rdenes. Tom es un buen muchacho. Apoyar a los suyos.
- Es tambin de nuestro regimiento - dijo Mackenze. Enderez los hombros -. Quera
combatir contra Canad Oeste, por supuesto. Young y... y muchos otros pacifistas murieron
en Idaho durante las escaramuzas. Mujeres y nios entre ellos.
- Bueno - dijo Speyer-, t eres el coronel, Jimbo. Qu hacemos?
- Oh, Cristo, no s. No soy ms que un soldado - dijo Mackenzie, y el cabo de la pipa se
le quebr entre los dedos -. Pero no somos la milicia privada de ningn seor. Hemos jurado
que apoyaramos la Constitucin.
-Brodsky abandon, sin duda, algunas de nuestras pretensiones en Idaho. Mereca ser
destituido? Se me ocurre que tena razn.
- Y bien...
- Un golpe de Estado perpetrado por otro hombre no hubiese cambiado las cosas. No te
interesarn mucho los acontecimientos cotidianos, Jimbo, pero sabia tan bien como yo qu
significa el nombre de Fallon. La guerra contra Canad Oeste no es quiz la consecuencia
ms importante. Fallon sostiene la necesidad de un gobierno central fuerte. Encontrar
medios para aplastar a las viejas familias de seores. Muchos de los jefes y descendientes
morirn en las lneas del frente. Esta poltica se remonta a David y Utah. Otros sern
acusados, y no en falso, de apoyar a la gente de Brodsky, y arruinados a fuerza de multas.
Se conceder a las comunidades sper nuevos dominios y la competencia econmica llevar
la bancarrota a otros distritos. Las guerras subsiguientes alejarn a los seores durante aos
y no podrn cuidar de sus propios negocios. As iremos hacia la gloriosa meta de la
reunificacin.
- Si la central sper apoya a Fallon, qu podemos hacer? He odo bastante acerca del
rayo psi. No puedo pedirles a mis hombres que enfrenten eso,
- Puedes pedirles que enfrenten la mismsima Bomba infernal, Jimbo, y lo haran. Los
Mackenzie han comandado los Piedras Rodantes desde hace cincuenta aos.
- S, yo habla pensado que Tom un da..,
- Todo esto se prepara desde hace tiempo. Recuerdas nuestra conversacin de la
semana pasada?
- Si, si.
- Podra recordarte tambin que la Constitucin se redact explcitamente para asegurar
las viejas libertades de las regiones separadas.
-Djame tranquilo! - grit Mackenzie-. No s qu est bien o qu est mal, ya te lo he
dicho. Djame tranquilo.
Speyer call, observando a Mackenzie a travs de una pantalla de humo. El coronel
camin un rato de un lado a otro, y sus pasos resonaron en el piso como golpes de tambor.
Al fin arroj la pipa rota al otro extremo del cuarto.
- Muy bien - dijo, como si se arrancara las palabras de la garganta -. Irwin es un buen
hombre y no hablar. Mndalo a que corte las lneas telegrficas a unos kilmetros de aqu,
entre las lomas. Que parezca un accidente provocado por una tormenta. Estos hilos se
rompen muy a menudo, todos lo sabemos demasiado bien. Oficialmente, no hemos recibido
el mensaje. Esto nos dar unos pocos das para ponernos en contacto con el comando de la
sierra. No me opondr al general Cruikshank.. pero s muy bien de qu lado se pondr si se
le da la posibilidad de elegir. Maana nos prepararemos para la accin. Nos costar muy
poco rechazar al batalln de Hollis y tardarn un tiempo en enviar verdaderos refuerzos.
Antes caern las primeras nieves y quedaremos bloqueados. Slo nosotros podemos usar

119
Cuentos y Relatos Poul Anderson

esques y zapatos para la nieve y mantenernos as en contacto con otras unidades y


organizar algo. Cuando llegue la primavera... veremos qu ocurre.
- Gracias, Jimbo.
- Ahora... ser mejor que prevenga a Laura.
- Si.
Speyer apret el hombro de Mackenzie. Haba lgrimas en los ojos del mayor.
Mackenzie sali marcando el paso, sin ocuparse de Irwin. Cruz el vestbulo, baj una
escalera, pas ante unas puertas respondiendo maquinalmente a los saludos de los
centinelas y lleg a sus habitaciones del ala sur.
Laura se haba retirado ya a dormir. Descolg una linterna en el vestbulo y entr en el
cuarto de la muchacha. Laura haba venido a reunirse con su padre mientras su marido
estaba en San Francisco.
Durante un momento Mackenzie no pudo recordar por qu haba enviado all a Tom. Se
pas la mano por el pelo cortado al rape como si quisiese extraer, algo... Oh, si,
aparentemente para que se ocupara de un asunto de uniformes, en realidad para alejar al
muchacho hasta que pasara la crisis poltica. Tom era, demasiado honesto y tena en cuenta
su propia seguridad. Admirador de Fallon y el movimiento sper, haba discutido a menudo
con los otros oficiales, casi todos de familia de seores o de protegidos prsperos. El orden
social existente los haba favorecido. Pero Tom Danielis haba sido en su adolescencia
marinero pescador en una aldea empobrecida de la costa de Mendocino. En los momentos
de ocio haba aprendido los primeros rudimentos en un local sper. Cuando alcanz una
cierta instruccin se enganch en el ejrcito y gan sus galones con inteligencia y coraje.
Nunca olvid que los spers ayudaban a los pobres y que Fallon prometa ayudar a los
spers... Luego, tambin, batallas, gloria. Una democracia federal reunificada, un 0ueo
generoso en el corazn de los jvenes.
Haba habido pocos cambios en el cuarto de Laura desde que ella lo haba dejado para
casarse el ao ltimo cuando ella tena diecisiete. Sobrevivan algunos objetos que haban
pertenecido a una personita de trenzas y ropas almidonadas: un oso de fieltro deformado por
exceso de -amor, una casa de muecas que. le haba armado el mismo Mackenzie un retrato
de la madre dibujado por un cabo que haba recibido una bala en Salt Lake.
Oh Dios, cmo haba llegado a parecerse a su madre.
La luz doraba el pelo oscuro, derramado sobre la almohada. Y Mackenzie sacudi a la
muchacha muy dulcemente. Laura se despert en seguida con una expresin de terror.
- Pap, le pasa algo a Tom?
- Tom est bien.
Mackenzie puso la lmpara en suelo y se sent en el borde de la cama. Tom la mano de
Laura con unos dedos fros.
- No es cierto - dijo la joven -. Te conozco demasiado bien.
- No recibi an ninguna herida. Espero que no la reciba nunca.
Laura era hija de soldado y Mackenzie le dijo la verdad en unas pocas frases, pero no se
sinti con bastantes fuerzas como para mirarla. Call al fin, y se qued escuchando la lluvia.
- Vas a rebelarte - murmur Laura.
Consultar al cuartel general de la Sierra y obedecer las rdenes de mi comandante.
- Sabes muy bien qu rdenes sern esas... cuando sepa que ests de su lado.
Mackenzie se encogi de hombros. Le empezaba a doler la cabeza. Efectos de la
bebida? Demasiado pronto. Necesitara unos tragos ms para dormir esa noche. No, no era
tiempo de dormir... aunque s, al contrario.
Tendra que levantarse temprano para reunir al regimiento en el patio y hablarles desde lo
alto de la brecha de Black Hepzibah, como un Mackenzie de los Piedras Rodantes hablaba

120
Poul Anderson Cuentos y Relatos

siempre a sus hombres, y... De pronto se sorprendi recordando el da en que l y Nora y la


nia haban ido a remar al lago Tahoe. El agua tena entonces el color de los ojos de Nora:
verde y azul con centelleos de sol, pero tan clara que se poda ver las piedras del fondo. Y la
nia doblada sobre la borda, que meta la manita en el agua.
Laura se haba quedado pensativa. Al fin dijo inexpresivamente:
- Imagino que ser intil tratar de disuadirte. - Sacudi la cabeza.- Bueno, puedo partir
maana temprano?
- S, te conseguir un coche.
- Diablos, puedo montar mejor que t.
- Muy bien. Te escoltarn dos hombres. - Mackenzie tom aliento.- Quiz puedas
persuadir a Tom...
- No. No puedo. Por favor, no me pidas eso, pap.
Mackenzie le ofreci lo nico que le quedaba.
- No quisiera que permaneciese aqu. Tu deber est en otra parte. Dile a Tom que es el
hombre que yo deseaba para ti. Buenas noches, pequea.
Habla hablado muy rpidamente, pero no se atreva a demorarse ms. Laura le ech los
brazos al cuello, llorando. Mackenzie la apart y dej el dormitorio.
-Pero no haba esperado tantas muertes!
- Tampoco yo... en esta etapa por lo menos. Temo que habr ms an, antes que
alcancemos nuestro proyecto inmediato.
- Me dijiste.. -
- Te habl de nuestras esperanzas, Mwyr. Sabes tan bien como yo que la Gran Ciencia es
exacta slo en una vasta escala histrica. Los acontecimientos individuales estn sujetos a
fluctuaciones estadsticas.
- Un modo elegante de describir a seres conscientes que agonizan en el barro.
- Eres nuevo aqu. Una cosa es la teora y otra la adaptacin a las necesidades prcticas.
Crees acaso que no sufro con esos acontecimientos que yo mismo he ayudado a planear?
- Sin duda, sin duda, pero eso no alivia mis remordimientos.
- Tus responsabilidades, querrs decir.
- Como quieras.
- No, no se trata de un artificio semntico. La distincin es real Has ledo informes y has
visto pelculas, pero yo estuve aqu cuando vino la primera expedicin. Y he pasado aqu
ms de dos siglos. La agona de estas criaturas no es para m una abstraccin.
- Pero era diferente al principio, cuando los descubrimos. Las consecuencias de las
guerras nucleares podan verse an, Con t& do su horror. Nos necesitaban entonces, esos
pobres anarquistas hambrientos, y nosotros... nosotros nos contentamos con observan
- Ests Perdiendo la cabeza. Podamos intervenir acaso ?. No sabamos nada de ellos,
no hubisemos sido sino un nuevo factor de Perturbaciones. Perturbaciones con
consecuencias que nosotros mismos no hubisemos podido prever Hubiese sido un acto
criminal sin duda, como si un cirujano se pusiera a operar sin un examen previo, sin estudiar
los antecedentes. Era indispensable que los de'ramos seguir su propio camino mientras los
estudibamos en secreto. No tienes idea de los esfuerzos que desplegamos para obtener
mayor informacin. Ese trabajo contina an. Slo hace setenta aos nos sentimos bastante
seguros como para introducir un primer factor nuevo en esta sociedad. A medida que
continuemos aprendiendo, modificaremos los planes. Es posible que tardemos mil aos en
cumplir nuestra misin
- Pero mientras, se han salvado del naufragio. Estn encontrando sus propias soluciones.
Qu derecho tenemos a...

121
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Yo empiezo a preguntarme, Mwyn qu derecho tienes t al ttulo de aprendiz de


psicodinmica. Piensa en lo que son esas soluciones. La mayor parte del planeta se
encuentra an en un estado de barbarie. Este continente se ha recobrado ms que otros,
pues la distribucin de los equipos tcnicos era aqu amplia antes de la destruccin. Pero
qu estructura social han alcanzado? Un enjambre de Estados en conflicto. Un feudalismo
donde el equilibrio de los poderes polticos> militares y econmicos depende de una arcaica
aristocracia terrateniente. Una docena de lenguas y subculturas que se desarrollan a lo largo
de sus propias lneas incompatibles. Una ciega adoracin de la tcnica heredada de
sociedades ancestrales que puede llevarlos a una civilizacin mecanizada tan demonaca
como la que se destruy a s misma hace tres siglos. Te aflige que hayan muerto unos
pocos cientos de hombres, slo porque nuestros
agentes promovieron una revolucin que no se desarroll tan fcilmente coma habamos
esperado? Pues bien, la Gran Ciencia te dice que sin nuestra intervencin la miseria total
que debiera soportar esta raza en los prximos cinco mil aos superara en tres rdenes de
magnitud el dolor que nosotros podramos infligirles.
-S, por supuesto, comprendo que mis emociones estn aqu fuera de lugar. Es difcil
salvarse de eso en un principio, supongo.
- Debieras agradecer que las duras necesidades del plan hayan sido hasta ahora tan
benignas. Falta an lo peor.
- As me han dicho.
- En trminos abstractos. Pero considera la realidad. Un gobierno que ambiciona restaurar
la antigua nacin actuar agresivamente, complicndose as en prolongadas guerras con
poderosos vecinos. Las guerras, directa e indirectamente, por la presin de factores
econmicos que estas gentes son aun incapaces de dominar, eliminarn a los aristcratas y
a los propietarios de tierras. Una democracia elemental reemplazar al sistema actual,
dominada al principio por un capitalismo corrupto y ms tarde por la fuerza de quien tome el
poder. Pero no habr lugar para el vasto proletariado desarraigado, los ex propietarios de
tierras y los extranjeros incorporados por la conquista. Suelo frtil, en verdad, para cualquier
demagogo. En el imperio se sucedern las crisis, las guerras civiles, los despotismos, los
perodos de decadencia, y las invasiones extranjeras. Oh, habr que resolver muchos
problemas antes de completar nuestra tarea.
-Crees que... cuando veamos el resultado final... evitaremos nosotros el bao de
sangre?
- No. Pagaremos el precio ms elevado.

En la alta Sierra la primavera es hmeda y fra, las nieves de los bosques y las rocas
gigantescas se funden y forman ros que corren por los caones. El viento riza las aguas que
cubren los caminos. Los primeros brotes verdes de los lamos parecen extremadamente
tiernos comparados con los pinos y abetos que alzan sus ramas al cielo brillante. Un cuervo
desciende al suelo, croc, croc, cuidado con ese maldito halcn. Al fin se deja atrs el bosque
y el mundo se transforma en una inmensidad de color azul grisceo. El sol arde sobre los
restos de la nieve y el viento suena huecamente en los odos de los hombres.
El capitn Thomas Danielis, de la artillera de campaa del ejrcito leal de los Estados
Pacficos, dio media vuelta con su caballo. Era un joven moreno, delgado y de nariz roma.
Detrs de l un escuadrn resbal y maldijo, chorreando barro de los cascos a los pies,
tratando de empujar un tractor de artillera atascado. El motor de alcohol era demasiado dbil
y apenas mova las ruedas. Los infantes se adelantaron, encorvados, agotados por la altitud,
la noche pasada en un terreno hmedo, y el peso del hielo en las botas. Doblaron un

122
Poul Anderson Cuentos y Relatos

promontorio, afilado como una proa, subieron por un camino serpeante, y aparecieron al fin
en lo alto de la loma.
Eran buenos hombres, pens Danielis. Sucios, tercos, se esforzaban todo lo posible,
jurando y maldiciendo. Esa noche, por lo menos, comeran algo caliente, aunque tuvieran
que echar en la olla al mismsimo sargento de intendencia.
Los cascos del caballo golpearon el antiguo cemento que emerga en el barro. Si estos
fuesen los viejos das... pero los deseos no eran balas. Ms all de esa regin se extendan
unas tierras desrticas, reclamadas por los Santos. Ya no eran una amenaza, aunque an se
comerciaba con ellos, en una escala muy reducida. Por este motivo se haba pensado que no
vala la pena reparar las carreteras de la montaa. El ferrocarril terminaba en Hangtown, y la
fuerza expedicionaria marchaba hacia Tahoe cruzando bosques desiertos y mesetas
heladas. Que Dios ayudara a los pobres bastardos.
Que Dios los ayudara en Nakamura, tambin, pens Danielis. Apret los labios, golpe
las manos, y espole al animal con una violencia intil. Las cuatro herraduras chispearon
mientras el caballo se lanzaba por el camino hacia la cima de la loma El sable le golpeaba la
pierna a Danielis.
Tir de las riendas y sac los anteojos de campaa. Desde all se vean unas
estribaciones montaosas, con sombras de nubes que flotaban sobre desfiladeros y
peascos, se hundan en la oscuridad de un can y reaparecan del otro lado. Alrededor,
asomaban unas pocas hierbas, y una marmota que sala demasiado pronto de su sueo
invernal silbaba en alguna parte entre las piedras. No se vislumbraba an el castillo. No
haba esperado verlo, por otra parte. Conoca muy bien esta regin, demasiado bien,
Era raro, sin embargo, que no viesen encontrado seales de actividad hostil. Hasta ese
momento no hablan visto nunca al enemigo, ni a nadie en verdad. Las patrullas haban salido
a buscar unidades rebeldes que no parecan, y haban cabalgado cm los hombros en tensin
temiendo las flechas, que no llegaban, de los arqueros emboscados. El viejo Jimbo
Mackenzie no era hombre que pudiera quedarse quieto en una fortaleza amurallada, y el
regimiento no haba recibido en vano el apodo de Piedras Rodantes.
Si Jimbo estaba vivo an, pensaba Danielis. Cmo poda saberlo? Ese buitre que planea
en el cielo quiz acaba de arrancarle los ojos. Danielis se mordi los labios se oblig a mirar
con los anteojos de campaa. No pienses en Makenzie, se dijo. Cmo gritaba, como beba,
cmo se rea siempre ms que uno, y uno se molestaba por eso. Cmo se sentaba con el
ceo fruncido ante el tablero de ajedrez, y uno le ganaba la partida diez veces de cada diez,
y l nunca se enojaba. Qu orgulloso qu feliz haba estado el da e la boda... No haba que
pensar tampoco en Laura, que trataba de ocultarle a uno que ella lloraba de noche, tantas
veces, que llevaba ahora un nio en el corazn, y que ahora despertaba sola en la casa de
San Francisco. Todos estos cabezas duras que marchaban obstinadamente hacia el castillo,
y que haban aplastado a todos los ejrcitos lanzados contra ellos, todos tenan alguien que
haba quedado atrs, y muchos tenan para regocijo del demonio algn pariente en el bando
rebelde. Era preferible buscar fuerzas hostiles y no pensar.
De pronto Danielis se sent tiesamente en la montura. Un jinete. Ajust los anteojos. Uno
de los nuestros, se dijo. El ejrcito de Fallon llevaba una banda azul en el uniforme. Un
patrullero que regresaba de su misin. Danielis sinti que le corra un fro por la espina
dorsal. Decidi escuchar el informe l mismo. Pero el hombre estaba an a casi dos
kilmetros, y avanzaba lentamente por el terreno helado. No haba prisa. Danielis examin
otra vez la regin.
Un aeroplano de reconocimiento volaba arriba como una liblula torpe, y la hlice brillaba
al sol. El zumbido del motor pasaba de una montaa a otra. Un auxiliar de la patrulla sin
duda, con un emisor-receptor de radio. Ms tarde, la mquina guiarla a la artillera. No poda

123
Cuentos y Relatos Poul Anderson

pensarse en utilizarlo como bombardero. El fuerte Nakamura poda resistir cualquier bomba
minscula que cupiera en el avin, y quiz lo abatiera en seguida.
Una bota cruji detrs de Danielis. El hombre y el caballo se volvieron como una sola
pieza. El revlver de Danielis le salt a la mano.
- Oh, perdn, filsofo dijo Danielis bajando el arma.
El hombre de traje azul inclin la cabeza, con una sonrisa en el rostro austero. Pareca
tener unos sesenta aos. Era canoso, de piel arrugada, pero caminaba por las alturas como
una cabra salvaje. En el pecho llevaba el smbolo Yang-Yin como una llama de oro.
- Ests nervioso sin necesidad, hijo - murmur.
Hablaba con un leve acento tejano. Los spers se adaptaban a todas las leyes, pero no
reconocan ninguna patria. Slo pertenecan a la humanidad, y acaso, en ltima instancia, a
la vida en el espacio-tiempo del universo. Sin embargo, los Estados Pacficos haban ganado
enormemente en prestigio e influencia cuando la impenetrable Central de la Orden haba ido
a establecerse en San Francisco, cuando apenas se iniciaba la reconstruccin de la ciudad.
Nadie se haba opuesto, al contrario, al deseo del Gran Inquisidor de que el filsofo
Woodworth acompaase a la expedicin como observador. Ni siquiera los capellanes. Las
iglesias haban comprendido al fin que las enseanzas de los spers era neutrales en
relacin con la religin.
Danielis logr sonrer.
-Puede acusarme?
- No te acuso. Te aconsejo. Tu actitud es intil. Agota tus fuerzas. Desde hace semanas
libras una batalla que an no ha comenzado.
Danielis record al apstol que
haba ido a visitarlos en San Francisco, y a quien haban invitado con la esperanza de que
Laura alcanzara cierta paz. Haba dicho algo todava ms simple: "Basta lavar un plato por
vez". Danielis sinti que el recuerdo le nublaba ahora los ojos y dijo en seguida rudamente:
- Podra descansar si empleara usted sus poderes para decirme qu nos espera.
- No soy un adepto, hijo. Estoy demasiado hundido en el mundo material me temo.
Alguien tiene que ocuparse de los trabajos prcticos en la Orden. Quiz un da pueda
retirarme y explorar las fronteras que me limitan. Pero hay que empezar temprano y
preservar toda la vida para desarrollar plenamente esos poderes.
Woodworth mir las cimas y pareci fundirse con la soledad del paisaje.
Danielis no se atrevi a interrumpir en seguida esta meditacin. Se pregunt qu
propsito prctico cumpla el filsofo en este viaje. La preparacin de un informe muy
preciso mediante unos sentidos perfectamente en trenados y una emocin disciplinada? S,
eso deba de ser. Quiz los spers se decidiesen al fin a participar en la guerra. Aunque con
repugnancia, la Central y<' haba permitido el empleo de l~ terribles poderes psi, cuando l~
orden haba estado seriamente< amenazada. El juez Fallon, adems, era ms amigo de ellos
que Brodsky, el Senado anterior de seores, y la Casa de los Diputados del Pueblo.
Opino - sin embargo - dijo -, que no encontrars muchas cosas por aqu. Yo viv una vez
en las montaas, en mi pas, antes de encontrar el Camino. Esta regin me parece desierta.
Si pudisemos saber algo - dijo Danielis -. Han tenido todo el invierno para prepararse en
las montaas mientras nos retena la nieve. Los patrulleros que llegaron all informan que
encontraron una actividad de colmena. Qu habrn planeado?
Woodworth no respondi.
Danielis no poda impedir que los recuerdos lo inundasen. Vea otra vez a Laura que se
despeda de l. Esta era la segunda expedicin contra el padre de Laura, seis meses
despus del regreso de los restos ensangrentados de la primera.

124
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Si tuvisemos bastantes recursos. Unas pocas y estropeadas lneas frreas, algunos


automviles, un puado de aeroplanos. Convoyes de aprovisionamiento tirados por mulas...
Qu movilidad Podemos esperar con eso? Y lo que en verdad me enloquece... Sabemos
cmo hacer lo que ellos hacan en los viejos das. Tenemos los libros, la informacin. Ms,
quiz, que nuestros antecesores. e visto cmo el electricista del Fuerte Nakamura fabricaba
aparatos de transistores, aparatos no mayores que un puo y de una amplitud de banda
suficiente como para transmitir televisin. He visto los peridicos cientficos, los laboratorios
de investigacin de biologa, de qumica, de astronoma, de matemticas. Todo intil!
- No tanto - replic Woodworth dulcemente -. Como mi propia Orden, la comunidad de la
enseanza es hoy supranacional. \mquinas de imprimir radifonos, telescribas..
- Dije intil. Intil para impedir esos conflictos. Intil para no sacar las manos de un
labrador de la empuadura de un arado y ponerlas en el volante de un tractor. Tenemos el
conocimiento> pero no podemos aplicarlo.
- Se lo aplica, hijo, en todas las circunstancias donde no se requiere mucho poder
industrial. Recuerda que el mundo es mucho ms pobre en recursos naturales que antes de
las Bombas Infernales. Yo mismo he visto las Tierras Negras por las que pas el huracn de
fuego: los campos petrolferos de Texas.
Woodworth pareca haber perdido algo de su serenidad. Se volvi otra vez hacia las
lomas.
-Hay petrleo en todas partes - insisti Danielis-, y carbn, hierro, aluminio, uranio, todo lo
que necesitamos. Pero no hay organizacin suficiente que permita explotar esos recursos.
Cultivamos en el valle central plantas que puedan proporcionarnos alcohol, para mover unos
pocos motores, e importamos otros materiales mediante una cadena increblemente torpe de
intermediarios, materiales que son absorbidos en su mayor parte por el ejrcito.
-Seal con un movimiento de cabeza el rincn del cielo donde volaba el aeroplano hecho
a mano.- Este es uno de los motivos de nuestra actitud. La reunificacin es necesaria para
que podamos reconstruir el pas.
-Y el otro motivo? - pregunt Woodworth en voz baja.
- La democracia, el voto para todos... - Danielis trag saliva. - Y de ese modo los padres y
los hijos no tendrn que combatir entre ellos.
- Prefiero este ltimo motivo ~ dijo Woodworth -. Los spers estamos decididos a
apoyarlo. Pero en cuanto a las maquinarias...
- Mene la cabeza.- No, te equivocas ah. Ese no es modo de vivir para los hombres.
- Quiz no - dijo Danielis-. Aunque mi padre no hubiera muerto agotado por el exceso de
trabajo si hubiese contado con la ayuda de las mquinas... Oh, no s. Libremos antes esta
guerra y discutamos despus. - Record al patrullero, que haba desaparecido.- Perdneme,
filsofo. Me espera una tarea.
El sper alz la mano en un saludo de paz. Danielis se alej al galope.
El caballo avanz chapoteando junto al camino y Danielis vio al hombre, junto al mayor
Jacobssen. El mayor - seguramente quien haba enviado al hombre a reconocer el terreno-
montaba a caballo no muy lejos de la columna de infantes. El explorador era un indio
Klamath, vestido con pieles, y con un arco a la espalda. Muchos de los hombres de los
distritos del norte preferan las flechas a las balas: eran ms baratas, menos ruidosas, de
menor alcance, pero de un poder no inferior al de un fusil sin cargador. En los viejos das,
antes que se organizaran los Estados Pacficos, los arqueros de los bosques haban salvado
a muchas ciudades de la conquista, y contribuan an a que los lazos que unan los distritos
no fuesen demasiado apretados.
- Ah, capitn Danielis - salud el mayor -. Llega usted justo a tiempo. El teniente Smith se
dispona a dar su informe.

125
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- El avin lo descubri todo - dijo Smith imperturbable -. Lo que nos dijo el piloto nos
anim a adelantarnos.
-Y bien?
- Nadie.
-Qu?
- Evacuaron el fuerte. Tambin la colonia. Ni un alma.
- Pero... pero... -El mayor Jacobsen se domin.- Contine.
- Estudiamos cuidadosamente el sitio. Parece que los no combatientes partieron hace un
tiempo. En trineos y esques, probablemente. Haca alguna plaza fuerte del norte. Me parece
que los soldados se llevaron los equipos poco a poco, por lo menos lo que no pudieron
transportar el da en que parti la mayora. El regjmiento con sus unidades de apoyo y aun
artillera de campaa se fueron quiz hace tres o cuatro das. El suelo conserva aun las
huellas. Descendieron por ti pendientes de las lomas, en direccin oeste noroeste, en un
principio por lo menos.
Jacobsen carraspe.
El viento golpe a Danielis en a cara y agit la crin del caballo. Detrs se oa el lento
chapoteo e las botas, el chillido de las ruedas, el zumbido de los motores las maderas y
metales que se atrechocaban, los gritos y los latigazos de los que llevaban las mulas. Pero
todo le pareca a Danielis demasiado remoto. Un mapa creca ante l ocultando el mundo
entero.
El ejrcito leal haba combatido ferozmente todo el invierno, desde Trinity Alps hasta
Puget Sound, pues Brodsky habla logrado llegar a Mount Rainer, y t seor de la regin le
haba proporcionado all aparatos de radio. Mount Rainer, adems, estaba demasiado bien
fortificado, y los partidarios de Fallon no haban podido atacar all en seguida. Los seores y
las tribus autnomas se haban levantado en armas, convencidos de que un usurpador
ginenazaba con quitarles sus privilegios locales. Las familias protegidas haban luchado junto
con ellos, pues no conocan otra lealtad que la debida al seor del lugar Los hombres de
Canad peste, temerosos de que Fallon se volviese contra ellos tan pronto como tuviese las
manos libres, acordaron a los rebeldes una ayuda apenas clandestina.
Sin embargo, el ejrcito nacional era el ms fuerte: mejores materiales, una organizacin
ms completa7 y, sobre todo, estaban animados por un ideal. El general en jefe O'Donnell
haba planeado la estrategia: concentrar las fuerzas en unos pocos puntos, aplastar toda
resistencia, restaurar el orden y establecer bases en la regin. Luego seguir avanzando... El
gobierno controlaba ahora toda la costa, con unidades que vigilaban a los canadienses de
Vancouver y guardaban las importantes rutas comerciales de Hawai, la parte norte de
Washington casi hasta la lnea del Idaho, el valle del Columbia, y la California central hasta
Redding. Los distritos y pueblos rebeldes estaban aislados unos de otros en montaas,
bosques, desiertos. Los seores caan uno tras otro bajo la presin de los leales, que batan
al enemigo en todos los puntos, cortndoles las vas de comunicacin y quitndoles toda
esperanza. La nica preocupacin real haba sido hasta entonces Cruikshank, que
comandaba un verdadero ejrcito, numeroso, entrenado, y bien dirigido, y no una tropa
desordenada de siervos y ciudadanos. Esta expedicin contra el Fuerte Nakamura era slo
una parte de lo que se anunciaba como una dificultosa campaa.
Pero ahora los Piedras Rodantes se hablan batido en retirada, sin ofrecer la menor
resistencia. Esto significaba que sus hermanos, los Gatos Monteses, se haban ido tambin.
Cuando se pretende defender una lnea no se abandonan los dos extremos. Entonces?
- Estn en los valles - dijo Danielis, y crey or la voz de Laura, que cantaba: Abajo, abajo
en los valles, en los valles, valles tan bajos...

126
Poul Anderson Cuentos y Relatos

-Judas! - exclam el mayor, y hasta el mismo indio gru como si hubiese recibido un
golpe en el estmago -. No, no es posible. Lo hubiramos sabido.
Inclina la cabeza, escucha cmo sopla el viento...
El viento silbaba entre los peascos.
- Hay muchas sendas en los bosques - dijo Danielis-. La infantera y la caballera pueden
pasar por ah, si conocen la regin. Y los Gatos conocen la regin. Los vehculos, los carros,
los caones pasan menos fcilmente. Pero les bastara con desbordarnos por los flancos
para destruimos si intentamos una persecucin. Tengo la impresin de que hemos cado en
una trampa.
- La pendiente occidental...- dijo Jacobsen sin esperanza.
-Para qu? Quiere usted ocupar unos cuantos matorrales? No, estamos atrapados,
hasta que salgan otra vez a la llanura. -Danielis cerr la mano sobre la montura hasta que se
le pusieron blancos los nudillos.- Sospecho que
es una idea del coronel Mackenzie. Reconozco su estilo por lo menos.
-Pero entonces ahora estn entre nosotros y San Francisco! Y tenemos el grueso de
nuestras fuerzas en el norte...
Entre yo y Laura, pens Danielis.
- Sugiero, mayor - dijo en voz alta - que prevengamos al comandante en seguida. Luego
habr que recurrir a la radio. -Alz la cabeza y el viento le golpe los ojos.- Nos conviene
librar la batalla en campo abierto, una vez que entremos en contacto.
Las lluvias de invierno que inundaban las tierras bajas de California terminaran pronto.
Mackenzie avanzaba entre macizos verdes, hacia el norte, y los cascos de los caballos
resonaban en el cemento de la carretera. En los eucaliptos y robles que bordeaban la ruta
haba un estallido de hojas nuevas. Ms all y a los lados se extenda un campo ajedrezado
de huertas y vias, de distintos matices de verde, entre las faldas de las lomas distantes de
la derecha y las ms empinadas y cercanas de la izquierda. Las casas haban desaparecido.
Este extremo del valle Napa perteneca a la comunidad sper de Santa Helena. Las nubes
se agrupaban como montaas blancas en el horizonte oriental. La brisa traa un olor de
hierbas y tierra removida.
Los Piedras Rodantes avanzaban.El regimiento marchaba por la carretera: tres mil botas
que llevaban a la vez con un ruido de terremoto, y ms atrs el estruendo de los caones y
los anos. No habla peligro inmediato de ataque. Pero la caballeria se haba desplegado a los
costados del camino. El sol centelleaba en los carros y en las puntas de las lanzas.
Mackenzie miraba adelante. Entre los ciruelos rosados, de flores blancas, asomaban unas
paredes ambarinas y unos pinculos de tejas rojas. Era una comunidad de varios miles de
habitantes. Mackenzie sinti un nudo en el estmago.
-Crees que podemos tenerles confianza? - pregunt, no por prirnera vez -. Han aceptado
hablar con nosotros, pero en estos casos no me fo de la radio.
Speyer, que cabalgaba junto a l, asinti con un movimiento de cabeza.
- Espero que sean honestos. Sobre todo porque nuestros hombres aguardarn afuera. Al
fin y al cabo, los spers son partidarios de la no violencia.
- Sin duda, pero si nos vamos a las manos... Me parece que los adeptos no son
demasiado numerosos. La Orden no ha actuado aqu mucho tiempo. Pero cuando se renen
muchos spers, no es raro que algn grupo esconda en alguna parte el condenado rayo psi.
No me gustara que desintegraran a ninguno de mis hombres o que lo arrojaran al aire y lo
dejaran caer, o alguna cosa parecida.
Speyer lo mir largamente de soslayo.
-Les tienes miedo, Jimbo? - murmur.

127
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Diablos, no - dijo Mackenzie preguntndose si deca realmente la verdad -. Pero no me


gustan.
- Hacen mucho bien. Especialmente entre los pobres.
- Por supuesto, por supuesto. Aunque cualquier seor protege a sus gentes, y tenemos
tambin iglesias, hospicios y esas cosas. No s por qu la caridad les da derecho a educar a
los hurfanos y a los nios de los pobres como se les antoje. Por otra parte, es una caridad
que no les cuesta mucho, pues ganan bastante con sus bienes. De cualquier modo la gente
que sale de estas colonias no sirve de nada en otros pueblos.
- Pretenden orientarlos a eso que llaman la frontera interior, y que la civilizacin
norteamericana no estima mucho. Francamente, y dejando aparte los poderes notables que
han desarrollado algunos spers, los envidio a menudo.
Mackenze mir a su amigo con los ojos muy abiertos.
-T, Phil?
Speyer endureci el rostro.
- Durante este invierno he ayudado a matar a muchos de mis compatriotas - dijo en voz
baja -. Mi madre, mi mujer y mis hijos han buscado refugio con el resto de la aldea en el
fuerte Mount Lassen, y cuando nos despedimos
pensamos que poda ser para siempre. Y en el pasado he ayudado tambin a matar a
muchos hombres que no me haban hecho ningn dao. - Speyer suspir.- Me he
preguntado muchas veces cmo ser la paz, tanto interior como exterior.
Mackenzie trat de no pensar en Laura y en Tom.
- Por supuesto continu Speyer -. Tanto t como yo desconfiamos de los spers pues son
para nosotros algo extrao. Algo que se opone de muchos modos a nuestro concepto de la
vida. Hace un par de semanas, en Sacramento, me met en los laboratorios de la universidad
para enterarme de los ltimos adelantos. Increble. Cualquier soldado comn hubiese jurado
que era cosa de brujas. Era algo bastante ms extrao que... leer el pensamiento o mover
objetos con la mente. Y por qu? Porque el laboratorio es cientfico. Esa gente trabaja con
elementos qumicos, principios electrnicos, partculas subvirales. Para ti y para m todo esto
pertenece al mundo civilizado. En cambio, la unidad mstica de la creacin... No, eso no es
para nosotros. Para alcanzar esa unidad tendramos que renunciar a todas nuestras
creencias. A tu edad, o a la ma, Jimbo, un hombre no est dispuesto a tirar rpidamente por
la borda toda su existencia y empezar otra vez desde el principio.
- Quiz no.
La conversacin ya no le interesaba a Mackenzie. Estaban acercndose a la colonia.
Se volvi hacia el capitn Huse, que venia a unos metros detrs de ellos.
- Nosotros dos nos adelantamos
- dijo -. Dele mis saludos al teniente Yamaguchi y dgale que queda a cargo de la tropa. Si
algo le parece sospechoso, que acte de acuerdo con su propio criterio.
- S, seor.
El capitn salud y dio prontamente media vuelta. No haba necesidad de que Mackenzie
repitiera lo que haba sido convenido haca tiempo, pero conoca el valor de los ritos oficiales.
Puso el caballo alazn al trote. Detrs de l estallaron los clarines y los gritos de los
sargentos.
Speyer se adelant tambin. Mackenzie haba insistido en la necesidad de otro
parlamentario. No era tan inteligente, pensaba l mismo, como para discutir de igual a igual
con un sper de alto nivel, pero en cambio ....... Espero, sin embargo que no sea una
cuestin de diplomacia, penso.
Para tranquilizarse, se concentr en la realidad inmediata: el resonar de los cascos, el
movimiento rtmico de la montura, el cuerpo del caballo entre sus muslos, las sacudidas del

128
Poul Anderson Cuentos y Relatos

sable, el olor sano de la bestia.. - y de pronto record. Este era uno de los mtodos que
recomendaban los spers.
Los spers no amurallaban sus pueblos, como los seores. Mackenzie y Speyer dejaron
la carretera y entraron en una calle bordeada por edificios con columnas. Las calles laterales
corran en ambas direcciones. La colonia no era muy extensa, y estaba compuesta por
grupos familiares que vivan juntos llamados hermandades o superfamilias. Esta prctica era
motivo de cierta hostilidad hacia los spers y de muchas bromas. Pero Speyer, que conoca
las colonias, deca que no haba all ms desorden sexual que en el mundo exterior. La idea
bsica era librar al individuo de toda inclinacin a la propiedad, de la oposicin tuyo-mo, y
educar a los nios como parte de un todo y no como miembros de un clan aislado.
Los nios haban salido a los prticos, en centenares, y miraban a Speyer y a Mackenzie
con los ojos muy abiertos. Parecan sanos, y bastante felices, aunque la presencia de los
invasores deba de haberlos asustado. Pero parecan tambin bastante solemnes, pens
Mackenzie, todos con las mismas tnicas azules. Habla algunos adultos entre ellos, de
rostros inexpresivos. Todos hablan dejado los campos al enterarse de la llegada del
regimiento. El silencio era como una barricada. Mackenzie sinti que la transpiracin le corra
por el pecho. Cuando llegaron a la plaza central, suspir roncamente, aliviado.
- Una fuente cantarina se abra como una flor de loto en medio de la plaza, entre rboles
de espeso follaje. En tres lados se alzaban unos edificios macizos, almacenes
probablemente. En el otro extremo habla una construccin ms pequea, parecida a un
templo, coronado por una cpula: un lugar de reunin evidentemente, una suerte de alcalda.
En el escaln ms bajo se alineaba una media docena de figuras vestidas de azul: cinco
jvenes y un hombre de mediana edad, con el smbolo de Yang Yin en el pecho, y una
expresin de serenidad implacable.
Mackenzie y Speyer detuvieron las cabalgaduras. El coronel insinu un saludo.
-El filsofo Gaines? Soy Mackenzie. El mayor Speyer me acompaa.
Maldijo su propia torpeza preguntndose dnde pondra las manos. Entenda a los
jvenes, aproximadamente. Lo observaban con una hostilidad mal disimulada. Pero le
costaba mirar a Gaines.
El jefe del grupo inclin la cabeza.
- Bienvenidos a Santa Helena, caballeros. Quieren entrar?
Mackenzie desmont, at el caballo a un poste y se sac el casco. El gastado uniforme
castaorojizo pareca aqu todava ms rado.
- Gracias. No disponemos de mucho tiempo.
- Por supuesto. Sganme, por favor.
Los jvenes, muy tiesos, siguieron a los mayores y todos entraron en una antecmara y
un vestbulo. Speyer mir alrededor los mosaicos.
- Pero esto es realmente maravilloso - murmur.
- Gracias - dijo Gaines -, aqu est mi oficina.
Abri una puerta de madera de nogal y les indic a los visitantes que entraran. Cerr
luego detrs de l y los aclitos quedaron afuera.
El cuarto era austero, de paredes blancas de cal, con un escritorio, un estante de libros, y
algunos asientos sin respaldo. Una ventana se abra a un jardn. Todos se sentaron.
Sera mejor que empezramos en seguida - balbuce Mackenzie.
Gaines no replic. Al fin Mackenzie dijo:
La situacin es esta. Nuestras fuerzas debern ocupar Calistoga, con destacamentos a
cada lado de las colinas. De este modo dominaremos tanto el valle de Napa como el valle de
la Luna... por lo menos en el extremo norte. El mejor sitio para estacionar el ala izquierda del
ejrcito es el prado vecino al pueblo, donde pensamos fortificamos. Las cosechas sufrirn

129
Cuentos y Relatos Poul Anderson

algunos daos, claro est, pero se les entregar una indemnizacin tan pronto como
restauremos el gobierno legitimo. Necesitamos tambin alimentos y medicinas, y ser
necesario requisar todo esto, pero no queremos perjudicar a nadie y extenderemos los
recibos apropiados. Este... como medida precautoria tendremos que instalar a alguno
hombres aqu, en el pueblo, el papel de observadores. Intervendrn lo menos posible. Est
usted de acuerdo?
La Carta de la Orden nos exime de las obligaciones militares - dijo Gaines serenamente -.
En verdad, se supone que ningn hombre armado debiera entrar en las tierras de una
colonia sper. No puedo prestarme a una violacin de la ley, coronel.
Si entra usted en sutilezas jurdicas, filsofo - dijo Speyer -, le recordar que tanto
Brodsky como Fallon han declarado la ley marcial. Todas las leyes comunes han quedado
suspendidas. Gaines sonri.
Pero como slo un gobierno es legitimo -dijo- todas las proclamaciones del otro son nulas
y sin validez. Para un observador desinteresado, los ttulos del juez Fallon son
evidentemente ms fuertes, pues domina una zona vasta, y no slo algunos puntos aislados.
- Eso ya no es cierto - interrumpi Mackenzie.
Speyer extendi la mano indicndole que se callara.
- Quiz no conozca usted los acontecimientos de las ltimas semanas, filsofo - dijo-.
Permtame que resuma. El comando de la Sierra ha dejado atrs a los hombres de Fallon y
ha bajado de las montaas. En toda la parte media de California no haba nada que pudiera
oponemos resistencia, de modo que avanzamos rpidamente. Al ocupar Sacramento
dominamos el ro y la va frrea. Nuestras bases se extienden al sur ms all de Bakersd,
incluyendo los puestos fortificados de Yosomite y el can de1 Rey. Cuando consolidemos
nuestras posiciones en el norte, las fuerzas de Fallon instaladas Redding se encontrarn
atrapadas entre nosotros y los poderosos seores que resisten an en Trinity, Shasta y
Lassen. Nuestra la presencia aqu obligar al enemigo a evacuar el valle de Columbia, para
asistir a la defensa e San Francisco. No parece exacto afirmar que las fuerzas de Fallon
dominan un territorio ms extenso.
-Y ese ejrcito que avanz hacia la Sierra para atacarlos a uses - pregunt Gaines-, lo
han rechazado?
Mackenzie frunci el ceo.
No. No es un secreto. Han atravesado la regin de Madre Lode y nos han dejado atrs.
Estn ahora en Los Angeles y en San Diego.
- Unas huestes poderosas. Esperan ustedes evitaras indefinidamente?
Haremos todo lo posible - dijo Mackenzie-. Aqu tenemos la ventaja de disponer de
comunicaciones interiores. Y la mayora de los propietarios de tierras nos tienen al tanto de
los movimientos del enemigo. Podemos concentrarnos rpidamente en el punto que sea
atacado por las fuerzas de Fallon.
Lstima que estas tierras tengan que sufrir las devastaciones de la guerra.
S, no es cierto?
-Nuestro objetivo estratgico es bastante evidente -dijo Speyer-. Hemos cortado las
comunicaciones del enemigo. Slo dominan las vas martimas, lo que no es muy
satisfactorio para unas tropas que actan tierra adentro. Les hemos impedido el acceso a
buena parte de sus bases de suministro de alcohol y alimentos. La columna vertebral de
nuestro bando es el ejrcito de los seores, unidades que casi se bastan econmicamente a
s mismas. No antes de mucho tiempo sern ms fuertes que el ejrcito sin bases de Fallon.
Pienso que el juez Brodsky estar de regreso en San Francisco antes del otoo.
Si esos planes marchan bien - dijo Gaines.

130
Poul Anderson Cuentos y Relatos

De eso nos ocupamos ahora -dijo Mackenzie inclinndose hacia adelante, con un puo en
la rodilla-. Muy bien, filsofo. S que a usted le alegrara la victoria de Fallon, pero no ser
tan insensato como para abrazar una causa perdida. Cooperar usted con nosotros?
- La Orden no toma parte en cuestiones polticas, coronel, excepto cuando corre peligro
su propia existencia.
- Oh, por favor. Slo le pido que no interfiera.
- Temo que aun eso seria colaborar con ustedes. No podemos admitir fuerzas militares en
nuestras tierras.
Mackenzie clav los ojos en la cara de Gaines, ahora rgida como el granito, y se
pregunt si habra odo bien.
-Est usted ordenando que nos marchemos?
Le pareci que otro haba hablado con su voz.
- Si - dijo el filsofo.
-Con nuestra artillera apuntando al pueblo?
Ametrallarn ustedes a mujeres y nios, coronel?
Oh, Nora, se dijo Mackencie.
- No ser necesario. Nuestros hombres ocuparn la villa.
-Resistiendo a las descargas psi? No condene a muerte a esos pobres muchachos,
coronel. -Gaines hizo una pausa, y dijo luego:- Me permitira sealarle, adems, que la
prdida de este regimiento comprometerla seriamente la causa de ustedes. No impediremos
que bordeen nuestras tierras y prosigan hacia Calistoga.
Dejando un nido de gentes de Fallon a nuestras espaldas, pens Mackenzie, que podra
cortar nuestras comunicaciones con el sur. Apret las mandbulas.
Gaines se puso de pie.
- La discusin ha terminado, seores - dijo-. Tienen ustedes una hora para dejar nuestras
tierras.
Mackenzie y Speyer se incorporaron tambin.
- No hemos terminado an - dijo el mayor. La transpiracin le corra por la frente y la larga
nariz -. Quiero explicar algo ms
Gaines cruz la habitacin y abri la puerta.
- Acompae a estos caballeros a la salida - les dijo a los cinco aclitos.
-De ningn modo! grito Mackenzie llevando la mano al revlver.
- Informen a los adeptos -dijo Gaines.
Uno de los jvenes dio media vuelta. Mackenzie oy el golpeteo de las sandalias en el
pasillo. Galnes asinti con un movimiento de cabeza.
- Ser mejor que se vaya - dijo. Speyer estaba muy quieto, con los ojos cerrados. Los
abri de pronto y murmur:
-Que informe a los adeptos?
Mackenzie not que el rostro de Gaines perda su rigidez. No se asombr mucho tiempo.
Movi automticamente la mano, y sac el revlver al mismo tiempo que Speyen
- Alcanza a ese mensajero, Jimbo - grit el mayor -. Yo vigilar a estos pajarracos.
Mientras corra por el pasillo, Mackenzie pens en el honor militar. Era correcto abrir las
hostilidades luego de presentarse como parlamentario? Pero era Gaines quien haba
interrumpido las discusiones. .
-Detnganlo! - grit Gaines. Los otros cuatro aclitos se pusieron en movimiento. Dos de
ellos cerraron el camino de la puerta, los otros dos corrieron hacia los lados.
Quietos o disparo! - grit Speyer pero nadie le hizo caso.
Macckenzie no se atreva a dispar contra hombres desarmados. Golpe en los dientes,
con la con la culata del revlver, al primer joven se cruz en el camino. El retrocedi con la

131
Cuentos y Relatos Poul Anderson

cara ensangrentada. El coronel se libr enseguida del otro, que venia por la izcuierda,
golpendolo con el antebrazo. El tercero lo esperaba en la puerta. Mackenzie meti un pie
entre los tobillos del joven y empuj. El sper rod por el suelo, y Mackenzie lo pate en la
sien, con bastante fuerza como para aturdirlo, y salt por encima.
El cuarto lo atac por la espalda. El coronel torci el cuerpo y lo enfrent. Los brazos que
le torcan la mano con el revlver eran bastante fuertes. Mackenzie puso la mano libre bajo la
nariz del hombre y empuj. El aclito lo solt en seguida. El coronel lo alcanz con un
rodillazo en el estmago, dio media vuelta, y corri.
Haba calma ahora detrs de l. Phil deba de haberlos dominado. Mackenzie entr en la
antecmara. Dnde se haba metido aquel maldito mensajero? Se asom a la puerta de
salida y mir la plaza. El sol le nubl los ojos. Respiraba entrecortadamente, y senta una
punzada en el costado. S, estaba ponindose viejo.
Unas ropas azules se movan en la calle. El coronel reconoci al mensajero. El joven se
volvi y seal el edificio. Mackenzie oy confusamente unos fragmentos de palabras. Habla
siete u ocho hombres con l, hombres ms viejos, sin marcas en las ropas... pero Mackenzie
reconoca a un oficial superior a simple vista. El aclito se alej. Los otros cruzaron la plaza a
grandes pasos.
Mackenzie sinti un nudo de terror en las entraas. Se domin. Un Gato Monts no hua,
ni siquiera ante alguien que poda destruirlo con una mirada. Nada poda hacer, sin embargo,
contra la desesperacin que lo invada ahora. Si terminan conmigo, mucho mejor, se dijo. No
me pasar las noches en vela pensando como est Laura.
Los adeptos estaban casi al pie de la escalera. Mackenzie dio un paso adelante moviendo
el revolver en un arco. En el silencio que flotaba sobre el pueblo el grito son dbilmente:
-Alto!
Los hombres se detuvieron, juntos. Mackenzie advirti que todos los rostros se distendan
y eran ahora mscaras sin expresin. Nadie dijo una palabra. Al fin Mackenzie no pudo
resistir ms el silencio.
-El pueblo ha sido ocupado de acuerdo con las leyes de la guerra -dijo-. Vuelvan a sus
casas.
-Qu ha hecho usted con nuestro jefe? - pregunt un hombre alto de voz serena, pero
vibrante.
- Lanme el pensamiento y descbranlo - dijo el coronel. No, pens, no te muestres
infantil ahora.- No le pasar nada mientras obedezca. Lo mismo a ustedes. Aljense.
- No deseamos pervertir nuestros poderes emplendolos para la violencia - dijo el hombre
alto -. Por favor, no nos obligue a actuar.
- El jefe de ustedes los llam antes que hubisemos hecho nada - replic Mackenzie -.
Parece que era l quien pensaba en la violencia. En marcha.
Los spers se miraron. El hombre alto asinti. Los otros se alejaron lentamente.
- Quisiera ver al filsofo Gaines - dijo el hombre alto.
- Lo ver muy pronto.
-Debo entender que es prisionero de ustedes?
- Entienda lo que se le antoje.
- Los otros spers desaparecan en ese momento en una bocacalle.- No quiero disparar.
Retroceda antes que sea demasiado tarde.
- Estamos en la misma situacin - dijo el sper -. Ninguno quiere herir a alguien que
considera indefenso. Permtame que lo lleve lejos de aqu.
Mackenzie se pas la lengua por los labios curtidos.
- Si es usted capaz de dominarme con algn maleficio, no se detenga -dijo en tono
desafiante-. Si no, aljese.

132
Poul Anderson Cuentos y Relatos

No le impedir que se una a sus hombres. Me parece el mtodo ms simple de lograr que
se vaya usted. Pero le advierto solemnemente que cualquier fuerza armada que pretenda
entrar en el pueblo ser aniquilada.
Sera mejor hacer venir a los hombres, se dijo Mackenzie. Phil no podr montar guardia
eternamente.
El hombre alto se acerc al portico.
-Qu caballo es el suyo? - pregunt con una voz inexpresiva.
Mackenzie pens que el hombre quera desembarazarse rpidamente de l. Demonios,
tena que haber una puerta trasera.
Dio media vuelta. El sper grit. Mackenzie se precipit en la antecmara. Los muros le
devolvan el ruido de las botas. No, no a la izquierda. En aquel lado estaba la oficina del jefe.
A la derecha...
El pasillo era largo. En la parte media se vea la curva de una escalera. Los otros spers
estaban ya all.
-Alto! - les grit Mackenzie-. Alto o disparo!
Los dos primeros hombres corrieron por el pasillo. El resto se lanz hacia Mackenzie.
Mackenzie dispar con cuidado. No quera matar a nadie. Las explosiones atronaron el
pasillo. Los hombres cayeron uno tras otro, con una bala en la pierna, en la cadera o en el
hombro. Mackenzie err algunos tiros. Cuando el hombre alto lleg desde atrs, el gatillo
golpe la cmara vaca.
Mackenzie desenvain el sable y golpe al sper con el plano de la hoja, en un costado
de la cabeza. El hombre se tambale. El coronel se lanz por la escalera, que se curvaba
como en una pesadilla.
Arriba haba una puerta de hierro. Un hombre probaba la cerradura. Otro, vestido con
ropas azules, atac a Mackenzie. El coronel le meti el sable entre las piernas y cuando el
sper trastabill, le lanz un gancho de izquierda a la mandbula. El sper cay contra la
pared. Mackenzie tom al otro por las ropas y lo derrib.
- Fuera - dijo.
Los dos hombres se levantaron y lo miraron con furia. Mackenzie sacudi el sable.
- De aqu en adelante golpear para matar ~ dijo.
- Dave, ve en busca de ayuda
- dijo el hombre que haba estado abriendo la puerta -. Me quedar aqu, vigilndolo. - El
otro sper baj arrastrndose por la escalera. El primero se puso fuera del alcance del sable.
-Quiere usted ser destruido? -pregunt.
Mackenzie movi el pestillo con la mano a la espalda, pero la puerta estaba cerrada an.
- No creo que pueda hacerlo. No sin lo que hay aqu.
El sper trat de dominarse. Pasaron unos largos minutos. Luego hubo un ruido abajo. El
sper alz la mano.
- No tenemos otra cosa que implementos agrcolas - dijo -, pero usted tiene slo ese
sable. No se rinde?
El coronel escupi en el piso. El sper descendi.
Los atacantes aparecieron al fin. Hacan tanto ruido que deban de ser un centenar, pero
la curva de la escalera impeda que Mackenzie viese a ms de diez o quince: campesinos
robustos, con las tnicas recogidas, que blandan herramientas. El descanso era demasiado
ancho para intentar all una defensa. Mackenzie avanz hacia los escalones, donde los
hombres no podan aparecer sino de dos en dos.
Los primeros hombres atacaron con unas horcas de heno. Mackenzie par una
arremetida bajando el sable, y la hoja se hundi en la carne y golpe un hueso. La sangre
brot, de un intenso color rojo aun en aquella penumbra. El hombre cay hacia adelante con

133
Cuentos y Relatos Poul Anderson

un chillido. Mackenzie esquiv el ataque del otro, y el acero choc con el acero. Las armas
se cruzaron, y el brazo del coronel cedi. Mackenzie se encontr mirando una cara tostada
por el sol. Golpe el cuello con el borde de la mano y el sper cay sobre el hombre que
vena detrs. Pas un rato antes que los asaltantes despejaran la escalera.
Alguien lanz una horquilla contra el vientre del coronel. El coronel alcanz a tomar el
mango con la mano izquierda, desvi los dientes y descarg un sablazo sobre los dedos que
sostenan la
herramienta. Una guadaa le abri entonces el costado. Mackenzie vio la sangre, pero no
sinti ningn dolor. Una herida superficial, sin duda. Barri el aire con el sable. Los primeros
hombres retrocedieron. Dios, se me doblan las rodillas, se dijo. No podr aguantar ms de
cinco minutos.
Son un clarn. En seguida una descarga de fusilera. La multitud que ocupaba la
escalera se detuvo. Alguien grit.
Unos cascos de caballo resonaron en el pasillo. Una voz grit roncamente.
-Detnganse todos! Dejen caer esas armas y bajen. El primero que intente algo recibir
un tiro.
Mackenzie se apoy en el sable y trat de recobrar el aliento. Apenas not la desaparicin
de los spers.
Cuando se sinti un poco mejor se acerc a una de las ventanitas y mir hacia afuera. La
caballera ocupaba la plaza. La infantera no estaba lejos. Se oa ya el golpe regular de los
pasos.
Speyer lleg seguido por un sargento de ingenieros y varios hombres de tropa. El mayor
se precipit hacia Mackenzie.
-Ests bien, Jimbo? Te han herido!
- Un araazo - dijo el coronel. Empezaba a recobrar las fuerzas, pero no tena ninguna
impresin de victoria. Se senta solo. La herida le dola ahora -. No vale la pena inquietarse.
Mira me parece que vivirs.
Muy bien, hombres. Abran esa puerta.
Los ingenieros sacaron sus herramientas y asaltaron la cerradura con una animacin no
muy ajena al miedo.
-Cmo llegaron tan pronto? - pregunt Mackenzie.
- Pens desde un principio que encontraramos dificultades - dijo Speyer -, y cuando o los
tiros salt por la ventana y corr a mi caballo. Eso fue poco antes que te atacaran los
paisanos. Vi cmo se reunan mientras yo iba hacia las tropas. Nuestra caballera entr en
seguida en el pueblo, por supuesto, y la infantera lleg poco despus.
-Ninguna resistencia?
-No luego que disparamos algunos tiros al aire. - Speyer ech una ojeada por la ventana.-
Dominamos la situacin ahora.
Mackenzie mir la puerta.
- Bueno - dijo -, ya no me arrepiento de haber sacado el revlver en la oficina. Parece que
esos adeptos necesitaban recurrir a armas antiguas, no? Y se supona que en las
comunidades sper no haba armas. As dicen los reglamentos... Tuviste buen olfato, Phil.
Cmo te diste cuenta?
- Me sorprendi que el jefe tuviera que enviar un mensajero a unos hombres que se
proclamaban telpatas. Ya est!
La cerradura salt en pedazos. El sargento abri la puerta. Mackenzie y Speyer entraron
en la sala abovedada.
Fueron de un lado a otro un largo rato, en silencio, entre formas metlicas y otros
materiales menos identificables. No haba all nada familiar. Mackenzie se detuvo al fin ante

134
Poul Anderson Cuentos y Relatos

una espira que asomaba en un cubo transparente. Unas sombras informes se movan en
crculos dentro de la caja, tachonadas de minsculos puntos brillantes parecidos a estrellas.
Me imaginaba que los spers hablan encontrado un depsito de mquinas de los viejos
tiempos, de antes de las Bombas Infernales - dijo con una voz ahogada -. Armas
ultrasecretas que nunca haban llegado a usarse. Pero esto es otra cosa, no te parece?
S -dijo Speyer-. Se me ocurre que estos aparatos no fueron construidos por seres
humanos.
-Pero no entiendes? Han ocupado una colonia! Eso le demostrar al mundo que los
spers no son invulnerables. Y para completar la catstrofe, tomaron tambin un arsenal.
- No temas nada. Nadie puede utilizar esos instrumentos si no ha recibido un
entrenamiento apropiado. Los circuitos no pueden abrirse sino mediante ciertos ritmos
enceflicos que nacen de un cierto acondicionamiento. Este mismo acondicionamiento
impide a los llamados adeptos revelar su ciencia a los no iniciados pase lo que pase.
-S> ya lo s. Pero no es eso lo que me preocupa. Temo que la revelacin se propague.
Todos sabrn que los adeptos espers no tienen en realidad acceso a las abismos
desconocidos de la psique sino que conocen simplemente una ciencia fsica muy avanzada.
Esto no slo exaltar el espritu de los rebeldes. Quiz ocurra algo peor: la defeccin de
muchos miembros de la Orden que se sentirn desilusionados.
- No en seguida. Las noticias se transmiten lentamente en estos tiempos. Adems, Mwyr,
no puedes ignorar que los hombres olvidan fcilmente aquello que se opone a sus ms
preciadas creencias.
- Pero...
- Bueno, admitamos lo peor. Supongamos que la fe se pierda y que la Orden se
desintegre. El golpe que recibira el plan sera severo, pero no fatal. La ciencia psinica no ha
sido nunca ms que un fragmento de folklore, bastante poderoso> nos pareci> como para
que activara una nueva orientacin de la vida. Pero hay otras> por ejemplo la creencia en las
fuerzas mgicas, bastante extendida entre las clases menos educadas. Si es necesario
podemos empezar otra vez, sobre nuevas bases. No importa tanto la creencia misma. Es
slo una armazn para sostener la verdadera estructura: un grupo social antimaterialista. La
gente se ir volviendo hacia l a falta de algo mejor y mientras tanto se organizar el imperio.
En ltima instancia, la nueva cultura podr eliminar todas las supersticiones que sirvieron
como impulso inicial.
- Un retraso de cien aos> por lo menos.
- Es cierto, Hoy la sociedad autctona ha desarrollado ya sus propias instituciones y ser
ms difcil introducir un elemento radical extrao. Slo deseo recordarte que la tarea no es
imposible. Por otra parte, no estoy dispuesto a dejar las cosas como hasta ahora. Podemos
salvar an a los spers.
-Cmo?
- Mediante una intervencin directa.
-La medida seria inevitable?
- S. La matriz ha dado una respuesta nada ambigua. La intervencin me gusta tan poco
como a ti. Pero tenemos que recurrir a ella bastante a menudo. Por supuesto, esto no se lo
decimos a los nefitos de las escuelas. El procedimiento ms elegante consiste en ordenar
las condiciones sociales de tal modo que la evolucin siga automticamente las lneas
previstas. A dems, podremos olvidar nuestra propia culpa. Lamentablemente, la Gran
Ciencia no tiene en cuenta los hechos de la vida cotidiana.
'En las presentes circunstancias ayudaremos a aplastar la oposicin. El gobierno
castigar a los vencidos con un rigor implacable y muchos de los que hayan conocido el

135
Cuentos y Relatos Poul Anderson

descubrimiento de Santa Helena no vivirn para contar la historia. El resto... bueno, la


derrota misma los desacreditar.
S, habr rumores durante mucho tiempo. Pero qu importa? Aquellos que creen en el
Camino se sentirn confirmados en su fe, precisamente porque tienen que negar esos
rumores. Y a medida que los ciudadanos comunes y los spers vayan apartndose del
materialismo, la leyenda parecer cada vez ms fantstica. Parecer obvio que ciertos
antiguos inventaron la historia para explicar algo que no comprendan.
- Ya veo...
- No eres feliz aqu, no es cierto, Mwyr?
- No estoy seguro. Todo es tan confuso...
- Algrate de que no te hayan enviado a algunos de los planetas realmente extraos.
- Casi lo hubiese preferido. Hubiera vivido preocupado por el ambiente hostil. Sera ms
fcil olvidar qu lejos est la patria.
- Tres aos de viaje.
- Lo dices tan tranquilamente. Como si tres aos en una nave no equivaliera a cincuenta
aos del tiempo csmico. Como s las naves de relevo llegaran diariariamente y no una vez
por siglo. Y... como es la regin que han explorado nuestras naves no fuera un fragmento
minsculo de la galaxia.
- Esa regin crecer y un da comprender toda la galaxia.
S, s, s. Ya lo s. Por qu crees que he estudiado la psicodinmica? Por qu estoy
aqu, aprendiendo a manejar los destinos de un mundo al que no pertenezco? "Para crear la
unin los seres conscientes, para que la vida domine el universo." Un lema ambicioso. Pero
en la prctica, slo unas pocas ratas podrn ser libres en el universo.
No es as, Mwyr. Considera a Las gentes de este mundo, que manejamos como t
dices. Considera cmo utilizaron la energa nuclear. Si siguen as, volvern a tenerla dentro
de un siglo o dos. No mucho despus construirn naves del espacio. Aun admitiendo que el
tiempo atena los efectos de los contactos interestelares, esos efectos son acumulativos.
Te gustara tropezar con esa banda de carnvoros en la galaxia?
"No, que primero se civilicen moralmente, y luego veremos si es posible confiar en ellos.
Si no, par lo menos sern felices en su propio planeta> de acuerdo con Las normas que dicte
la Gran Ciencia. Hablan de paz desde pocas inmemoriales, pero no la alcanzarn nunca
librados a sus propios medios. No pretendo ser un personaje excepcional, Mwyr. Pero este
trabajo me hace sentir que no soy completamente intil en el cosmos.

Aquel ao habla muchas prdidas de vidas, y las promociones eran rpidas. El capitn
Thomas Danielis, que haba ayudado a reprimir la rebelin de los ciudadanos de Los
Angeles, fue promovido al grado de mayor. Poco tiempo despus se libr la batalla de
Maricopa (las tropas leales no lograron romper el cerco rebelde en el valle de San Joaqun y
Daniels fue designado teniente coronel. El ejrcito recibi rdenes de marchar hacia el norte,
y avanz lentamente a lo largo de la costa temiendo siempre ser atacado desde el este. Pero
la gente de Brodsky estaba muy ocupada en consolidar sus ltimas victorias. Las principales
dificultades eran la actividad de los guerrilleros y la resistencia de los distritos de los seores.
Luego de una escaramuza un poco ms importante, las tropas se detuvieron a descansar
cerca de Pinnacles.
Danielis caminaba por el campamento, entre las filas apretadas de tiendas, caones y
hombres que dorman, hablaban, jugaban o contemplaban el cielo azul. El da era caluroso y
en el aire flotaba el olor de las cocinas, los caballos, las mulas, el estircol, el sudor, el betn
de las botas. El verano oscureca las lomas verdes que se alzaban alrededor del

136
Poul Anderson Cuentos y Relatos

campamento. Danielis no tena nada que hacer hasta la hora de la conferencia con el
general, pero se senta inquieto. Debo de ser padre ya, pensaba. y an no he visto a mi hijo.
Sin embargo, he tenido suerte, reflexion. Estoy sano y salvo, y con los miembros
intactos. Record a Jacobsen que haba muerto en sus brazos en Maricopa. Era difcil creer
que hubiera tanta sangre. en un cuerpo humano. Aunque quiz uno ya no era humano
cuando el dolor arrancaba gritos que se apagaban slo con la cada de las sombras.
Y yo pensaba antes en la gloria de la guerra, se dijo. Hambre, sed, agotamiento, terror,
mutilacin, muerte, y siempre esa monotona y ese entumecimiento que lo transforman a uno
en un buey... He tenido demasiado de todo eso. Me dedicar a los negocios luego de la
guerra. Una vez que el sistema de distritos se derrumbe, habr que organizar una integracin
econmica. Un hombre podr abrirse camino sin armas en la mano...
Danielis advirti que estaba repitiendo pensamientos que se le haban ocurrido hacia ya
varios meses. Pero en qu otra cosa Poda pensar?
Se encontr ante la tienda donde se interrogaba a los prisioneros. Dos soldados
conducan a un hombre adentro, un hombre rubio, corpulento y hosco. Tena galones de
sargento, pero aparte de eso no llevaba otro signo militar que la banda de Warren Echevarry,
seor de esta regin de las montaas costeras. Leador en tiempos de paz, imagin
Danielis, soldado de un ejrcito privado cuando algo amenazaba los intereses de Echevarry.
Entr tambin en la tienda. El capitn Lambert, sentado a un escritorio de campaa,
conduca las preliminares del interrogatorio.
- El oficial empez a incorporarse.- S, seor?
- No se moleste ~ dijo Danielis-. Pasaba por aqu y entr a escuchar.
- Bueno, tratar de que asista a un buen espectculo. Lambert se sent otra vez y mir al
prisionero, de pie entre los guardias, encorvado, y con las piernas abiertas.- Bueno, sargento,
quisiera que me dijeses unas pocas cosas.
- No tengo nada que decir, aparte del nombre, el rango, y la ciudad - gru el sargento---.
Y ya sabe usted todo eso.
- Bueno no es posible que sepas tan poco. No eres un soldado extranjero sino un hombre
que se ha rebelado contra el gobierno de su propio pas.
-Nada de eso! Soy un hombre de Echevarry.
-Y?
- Y mi juez es el que indica Echevarry. Echevarry dice que Brodsky. De modo que el
rebelde es usted.
- La ley ha sido cambiada.
- Ese Fallon no tiene derecho a cambiar ninguna ley, y menos an una parte de la
Constitucin. No soy un vagabundo, capitn. He ido a la escuela. Y todos los aos Echevarry
lee la Constitucin a su gente.
Los tiempos han cambiado - dijo Lambert, con una voz ms spera -. Pero no discutir
contigo. Cuntos fusileros y cuntos arqueros hay en tu compaa?
Silencio.
- Podemos facilitarte las cosas - dijo Lambert-. No te pido que traiciones a tu gente. Slo
confirmar cierta informacin 4Ue he recibido.
El hombre mene la cabeza, colrico.
Lambert hizo una sea. Uno de los soldados se puso detrs del cautivo, le tom el brazo,
y se lo torci un poco.
- Echevarry no me hara esto -dijo el prisionero con los labios blancos.
- Claro que no - dijo Lambert -. Eres hombre de l.
-Cree usted que me gustara Ser un nmero en alguna lista de San Francisco? Maldita
sea, soy hombre de mi seor.

137
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Lambert hizo otra sea. El soldado torci el brazo un poco ms.


- Basta - orden Danielis -. Suficiente.
El soldado se apart sorprendido. El prisionero emiti un sollozo ahogado.
- Me asombra usted, capitn Lambert - dijo Danielis, sintiendo que se le encenda el rostro
-. S recurre comnmente a estas prcticas, tendremos que someterlo a una corte marcial.
- No, seor - dijo Lambert con una voz dbil -. Pero no quieren hablan Qu puedo
hacer?
- Cumplir las leyes de la guerra.
-Con los rebeldes?
- Llvense a ese hombre - orden Danielis.
~Los soldados obedecieron rpidamente.
Lo siento, seor - murmur Lambert -. Pero... he perdido a demasiados camaradas. No
quisiera perder otros slo por falta de informacin.
- Yo tampoco. - Danielis se sinti conmovido. Se sent en el borde de la mesa y empez a
armar un cigarrillo.- Recuerde que esta no es una guerra regular, y que por una curiosa
paradoja tenemos que respetar las convenciones ms cuidadosamente que nunca.
- No entiendo muy bien3 seor. Danielis termin de armar el cigarrillo y se lo pas a
Lambert, como rama de olivo o algo semejante. Se prepar otro.
- Los rebeldes no son rebeldes para ellos mismos - dijo -. Son leales a una tradicin que
nosotros pretendemos modificar, y destruir eventualmente. Tenemos que reconocerlo, el
seor es comnmente un excelente conductor de hombres. Quiz es descendiente de algn
aventurero que tom el poder por la fuerza en aquella poca de caos, pero ahora l y su
familia son parte de la regin que gobiernan. La conoce a fondo, como conoce a sus gentes.
Es un ser de carne y hueso, un smbolo vivo de la comunidad y de sus obras, de sus
costumbres y de su independencia esencial. Si usted se encuentra en dificultades, no
necesita ponerse en manos de una burocracia annima, usted recurre directamente a su
seor Los deberes del seor estn tan definidos como los del siervo, y son mucho ms
compulsivos lo que equilibra los privilegios. Es el conductor de las batallas y las ceremonias
que dan color y significado a la vida. Los antepasados de l y los suyos han jugado juntos
durante doscientos o trescientos aos. La tierra est animada de recuerdos, para todos.
Usted y l son parte de un mismo terruo.
"Pues bien, hay que barrer todo eso para que podamos ascender a un nivel superior Pero
no alcanzaremos ese nivel alienando a todos. No somos un ejrcito conquistador. Nos
parecemos ms a una guardia pretoriana que aplasta una rebelin de ciudadanos. La
oposicin es parte integrante de nuestra propia sociedad.
Lambert encendi un fsforo y se lo alcanz a Danielis. Danielis aspir y continu
diciendo:
- En un plano prctico, debiera recordarle tambin, capitn, que las fuerzas federales,
tanto las de Fallon como las de Brodsky, no son muy numerosas. Poco ms que unos
batallones. Somos unos pocos muchachos, paisanos sin tierras, ciudadanos empobrecidos,
aventureros, gente que busca en el regimiento esa plenitud que no han podido encontrar en
la vida civil.
- Es usted demasiado profundo para m, seor, me parece - dijo Lambert.
- No importa. - Danielis suspir.- Recuerde slo que hay muchos ms combatientes fuera
de los ejrcitos que adentro. Si los seores lograran establecer un comando unificado, esto
sera el fin del gobierno de Fallon. Felizmente, estn divididos por muchos orgullos
provincianos y muchas ~. circunstancias geogrficas para que esto ocurra, si no los llevamos
a la desesperacin. Nos conviene ante todo que el propietario comn y aun el seor piensen
que los hombres de Fallon no son al fin y al cabo gente tan mala, y que si nos tratan con

138
Poul Anderson Cuentos y Relatos

circunspeccin no perdern mucho, - y hasta pueden ganar algo a expensas de los vencidos.
Entiende?
- S... esto creo que s.
- Es usted inteligente, Lambert. No es necesario que emplee la violencia para obtener
informacin. Recurra a la astucia.
- Har lo posible, seor.
- Muy bien. - Danielis consult el reloj que le haba dado junto con el revlver luego de la
primera promocin. Estos artculos eran demasiado costosos para los hombres de tropa. No
haba sido as en los aos de produccin en serie. Quiz en los aos futuros... - Tengo que
irme. Ya nos veremos.
Danielis sali de la tienda sintindose de algn modo un poco ms animado. Parece que
soy un predicador nato, pens. Quiz por eso nunca me han gustado de veras las bromas y
payasadas. En cambio si consigo transmitir de cuando en cuando alguna idea, me siento
bastante satisfecho.
Oy una msica. Un grupo de hombres cantaba bajo un rbol, acompaados por un
banjo. Danielis silb la meloda. Pareca que los hombres no se hablan desmoralizado mucho
luego de Maricopa y de esta misteriosa marcha hacia el norte.
La tienda de conferencias era bastante grande como para que la considerase un pabelln.
Los centinelas guardaban la entrada. Danielis fue casi el ltimo en llegar y se sent en un
extremo de la mesa, frente al brigadier general Prez. Haba mucho humo y todos
conversaban animadamente en voz baja, pero los rostros estaban tensos.
Cuando entr en la tienda la ~ figura vestida de azul con el signo Yang-Yin en el pecho, el
silencio cay como un teln. Danielis se sorprendi al reconocer al filsofo Woodworth.
Haba visto al hombre por ltima vez en Los Angeles y haba pensado que se quedara en el
Centro sper, Haba venido, sin duda, en misin especial.
Prez present al filsofo, y todos clavaron los ojos en los dos hombres.
- Tengo noticias importantes, caballeros - dijo Prez con calma, sin sentarse -. En cierto
modo esta reunin es un honor para ustedes, pues significa que les tengo confianza a todos.
S que guardarn absoluto silencio y que me ayudarn eficazmente en una operacin vital
muy importante.
- Danielis descubri, sorprendido la ausencia de muchos oficiales de rango.
Insisto - dijo el brigadier -.
-Una palabra de ms significara la ruina del plan. En ese caso la guerra se prolongara
durante meses o aos. Ustedes saben bien que no nos encontramos en buena situacin.
Saben tambin que esta situacin empeorar a medida que agotemos las provisiones, pues
el cerco enemigo no nos permite renovarlas. Hasta sera posible que fusemos derrotados.
No soy un derrotista, me atengo a los hechos. Podemos perder la guerra.
"Por otra parte, si este nuevo esquema tiene xito, podemos quebrar la espina dorsal del
enemigo este mismo mes.
Hizo una pausa para que el auditorio asimilara esta afirmacin y continu:
El plan ha sido establecido por el comando general junto con la central sper de San
Francisco, hace algunas semanas. Por este motivo vamos hacia el norte.
-Hubo un rumor general de exclamaciones ahogadas.- SI, ya saben ustedes que la Orden
es neutral en cuestiones polticas. Pero saben tambin que se defiende de los ataques. Y
habrn odo ustedes que los rebeldes se apoderaron del valle Napa y desde entonces han
estado difundiendo rumores maliciosos acerca de la Orden. Quiere usted hacer algn
comentario, filsofo Woodworth?
El hombre de azul asinti con un movimiento de cabeza y dijo framente:

139
Cuentos y Relatos Poul Anderson

-De acuerdo con nuestros propios servicios de informacin, lo que ustedes llamaran
servicios secretos, los hombres de Brodsky asaltaron Santa Helena en un momento en que
la mayora de los adeptos se encontraba afuera organizando una nueva comunidad en
Montana. -Cmo viajan tan rpidamente? se pregunt Danielis. Por teleportacin quiz?-
No s si el enemigo estaba enterado o tuvo suerte. De cualquier modo, cuando los dos o tres
adeptos que haban quedado en Santa Helena intimaron el retiro de las tropas, estall una
lucha y los adeptos murieron antes de poder actuar - El filsofo sonri.- No pretendemos ser
inmortales sino en el nivel en que todo ser viviente es inmortal. Tampoco pretendemos ser
infalibles. Bien, Santa Helena ha sido ocupada. No pensamos en tomar ninguna medida
inmediata, pues podramos causar graves prdidas entre los miembros de la comunidad.
"En cuanto a los rumores difundidos por el comando enemigo, bueno, reconozco que yo
hara lo mismo, si me pareciese necesario. Todos saben que un adepto tiene poderes
inaccesibles a Ja mayora de los hombres. Los soldados, conscientes de que han daado a
la Orden, temen sin duda una venganza sobrenatural. Hablo con gentes evolucionadas:
nuestros poderes no tienen nada de sobrenatural. Son fuerzas latentes que se encuentran en
la mayora de nosotros. Saben ustedes tambin que la Orden no cree en la venganza. Pero
el soldado de infantera. comn no piensa del mismo modo, y los oficiales enemigos tenan
que inventar algo para reanimarlos. Decidieron por lo tanto construir unos falsos aparatos
cientficos y dijeron que sas eran las armas de los adeptos: una tecnologa avanzada, claro
est, pero al fin y al cabo slo unas mquinas que con un poco de coraje podan ser
destruidas como cualquier otra mquina.
"De cualquier modo esto es una amenaza seria para la Orden, y adems no podemos
permitir que un ataque a nuestra gente quede impune. De modo que la central sper ha
decidido apoyarlos a ustedes. Cuanto ms pronto termine esta guerra, mejor.
Los hombres sentados a la mesa suspiraron o juraron con entusiasmo. Danielis sinti un
fro en la nuca. Prez alz una mano.
-No tanta prisa, seores, por favor -dijo-. Los adeptos no tienen intencin de pasearse
desintegrando al enemigo a diestra y siniestra. Les ha costado mucho .~ tomar esta decisin.
Tengo entendido que... este, el desarrollo j personal de cada uno de los spers sufrir un
atraso de varios aos a causa de esta violencia Estn haciendo un gran sacrificio.
"De acuerdo con los reglamentos pueden usar los poderes psi para defender a un
establecimiento. Pues bien, un asalto a San Francisco sera considerado una agresin a la
central.
-Danielis adivin la continuacin y sinti que se le paralizaban los miembros. Apenas oy
la exposicin de Prez: Repasemos la situacin estratgica. En este momento el enemigo
ocupa ms de la mitad de California, todo Oregon e Idaho, y buena parte de Washington.
Nuestro ejrcito no dispone en suma sino de una va de acceso a San Francisco. El enemigo
no ha intentado an cortarnos esta va porque las tropas que hemos retirado del norte, y que
no se encuentran en campaa en este momento, constituyen una guarnicin ciudadana
temible, capaz de llevar a cabo peligrosas salidas. Brodsky est obteniendo demasiados
beneficios de otras operaciones como para correr este riesgo.
"No puede tampoco cercar la ciudad con muchas esperanzas de xito. Conservamos
siempre Puget Sound y los puertos del sur de California. Nuestras naves nos traen alimentos
y municiones en abundancia. La flota enemiga es muy inferior a la nuestra: barcas donadas
por los seores de la costa y que tienen su base en Portland. Eventualmente, podra
destruimos un convoy, pero no valdra la pena. Seguiran otros, mejor escoltados. Y por
supuesto, no podra penetrar en la baha, protegida por los caones y cohetes de la Puerta
de Oro. No, no puede hacer otra cosa que mantener a cierto trfico martimo entre Alaska y
Hawai.

140
Poul Anderson Cuentos y Relatos

"Sin embargo, el objetivo ltimo de Brosky es San Francisco, asiento del gobierno y de la
industria, corazn de la nacin.
"Bien, este es el plan: nuestro ejrcito atacar una vez ms al comando de la Sierra y a
sus fuerzas auxiliares, desde San Jos Esta es una maniobra perfectamente lgica. Si
tenemos xito cortaremos en dos las fuerzas de California. Sabemos, precisamente, que el
enemigo concentra fuerzas previendo esa maniobra.
"No tendremos xito. Libraremos una recia batalla y seremos rechazados. Esto es lo ms
difcil: fingir una derrota seria, aun convenciendo a nuestras propias tropas, y retirarnos en
orden. Habr que planearlo todo.
"Nos retiraremos al norte, subiendo por la pennsula, hacia San Francisco. El enemigo se
lanzar probablemente en nuestra persecucin. Querr aprovechar esta oportunidad
inesperada y apoderarse de la ciudad.
"Cuando se haya internado en la pennsula, y se encuentre con el ocano a la izquierda y
la baha a la derecha, lo desbordaremos por el flanco y lo atacaremos por retaguardia. Los
adeptos espers estarn all para ayudarnos. De pronto el enemigo se encontrar entre dos
fuerzas: nosotros y las defensas de la capital. Concluiremos entonces la destruccin iniciada
por los adeptos, y del comando de la Sierra slo quedarn unas pocas guarniciones. El resto
de la guerra no ser ms que una operacin de limpieza.
"Una brillante pieza estratgica, en verdad, de difcil ejecucin. Cuento con ustedes,
seores?
Danielis no uni su voz a la de los otros. Estaba pensando en Laura.
En el norte y a la derecha se libraban algunos combates. Los caones hablaban
ocasionalmente, o se oan unas rfagas de fusilera. Unas tenues cintas de humo se
arrastraban sobre la hierba y los robles verdes torcidos por el viento. Pero a lo largo de la
costa no habla otro movimiento que el de las olas, la brisa martima, y la arena que se
deslizaba en las dunas.
Mackenzie cabalgaba en la playa donde la marcha era ms fcil ~ el escenario ms
amplio. La mayor parte del regimiento se encontraba tierra adentro, en una zona de bosques
y ruinas de casas. En otro tiempo haba vivido mucha gente a orillas del mar, pero luego de la
Bomba Infernal un huracn de fuego haba arrasado el sitio, y los pocos habitantes que
subsistan no alcanzaban a prosperar en un suelo tan rido. No pareca haber ningn
enemigo en esta ala izquierda del ejrcito.
Los Piedras Rodantes no estaban all, ciertamente, por esa razn. Hubieran podido, como
los regimientos que operaban en el Centro, presionar la retaguardia enemiga que se bata en
retirada hacia San Francisco. Haban pagado a menudo su sangriento tributo a esta guerra,
sobre cuando dejaron Caligosta ayudar a expulsar a los hombres de Fallon de la California
norte. La tarea fue llevada a con tanto rigor que el terreno conquistado estaba ahora al
cuidado de unos pocos efectivos esquelticos. Casi todo el comando de la Sierra se haba
agrupado en Modesto, tropezando all ejrcito enemigo que iba el norte desde San Jos, y
habla batido en rpida retirada. Un da o dos ms, y la ciudad blanca aparecera ante ellos.
Y all el enemigo deber enfrentarnos, pens Mackenzie, con el apoyo de la guarnicin.
Habr que bombardear la ciudad. Quiz tengamos que invadirla calle por calle. Laura,
criatura, Estars viva an cuando todo termine? Por supuesto, quiz no ocurra as. Quiz
mi plan tenga xito y triunfemos fcilmente. Quiza horrible palabra.
Golpe las manos, que sonaron como un pistoletazo.
Speyer lo mir de reojo. Lo parientes del mayor estaban a salvo. Hasta haba podido
visitarlos en monte Lassen, luego de la campaa del norte.
- Es duro ~ dijo Speyer
- Es duro para todos - dijo Macicenzie, con una clera sorda -. Qu guerra sucia.

141
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Speyer se encogi de hombros.


- Como casi todas, aunque esta vez las gentes del pas estn en el lado de los que dan y
de los que reciben.
- Sabes muy bien que nunca me gust estar en ninguno de los dos lados.
-Qu hombre cuerdo podra sentir otra cosa?
~ Cuando quiera un sermn te lo pedir.
- Perdn ~ dijo Speyer, sinceramente.
Perdname t tambin - dijo Mackenzie arrepentido de pronto -. Tengo los nervios de
punta. Maldita sea. Hasta desearla un poco de accin.
- No me sorprendera que recibisemos una sorpresa. Todo esto me parece poco claro.
Mackenzie mir alrededor. A la derecha unas lomas limitaban el horizonte, y ms all se
alzaba la cadena baja, pero maciza, de San Bruno. Aqu y all se movan algunos hombres de
la Sierra, a pie o a caballo. Arriba ronroneaba un avin. Pero haba muchos posibles
escondites en aquel terreno. Las fuerzas del infierno podan desencadenarse en cualquier
instante... unas fuerzas limitadas, sin embargo, que los obuses y bayonetas reduciran
rpidamente9 con pocas prdidas. (Bueno. Cada una de esas prdidas era un hombre
muerto, con mujeres y nios en duelo, o un hombre que descubra de pronto que le faltaba
un brazo, o un hombre con la cara destrozada. Bueno, todas estas ideas eran en verdad
poco militares.
Mackenzie trat de serenarse mirando hacia la izquierda. El mar se alzaba en olas de un
color verde grisceo, con centelleos de luz a lo lejos, y se quebraba en la playa en un trueno
de espumas blancas. Mackenzie aspir el olor de las algas y la sal. Unas pocas gaviotas
chillaban. sobre las arenas brillantes. En el ocano, no se vea ninguna vela ni ninguna estela
de humo. Los convoyes que iban de Puget Sound a San Francisco y los finos veleros de los
seores de la costa navegaban mucho mas all de la lnea del horizonte.
Quiz todo marchaba bien en alta mar. Slo restaba tener esperanzas. El mismo James
Mackenzie haba sugerido esta maniobra en la conferencia que haban celebrado con el
general Cruikshank entre las batallas de Mancopa y San Jos. El mismo haba propuesto
que el ejrcito de la Sierra dejara las montaas, y e1 mismo, tambin, haba
desenmascarado el fraude enorme de los spers, y haba logrado que sus hombres no
dieran importancia al hecho de que detrs del fraude haba un misterio en el que uno apenas
se atreva a pensan Se hablara en las crnicas de este coronel, su nombre seria celebrado
en baladas durante los prximos quinientos aos.
Pero para Mackenzie esta imagen no era muy real. Saba que en las mejores condiciones
alcanzaba slo el nivel medio de inteligencia de los otros oficiales, y ahora se senta
paralizado por la fatiga y aterrorizado por los peligros que amenazaban a Laura.
Desde hacia un tiempo, adems, estaba obsesionado por la posibilidad de que una herida
lo dejara impedido. A menudo tena que beber para poder conciliar el sueo. Se haba
afeitado porque un oficial tena que guardar las apariencias, pero saba muy bien que si no
contara con ese ayudante que lo afeitaba diariamente, estara tan barbudo como cualquier
hombre de tropa. El uniforme que llevaba puesto estaba descolorido y deshilachado. Tena el
cuerpo dolorido y sudoroso, y hubiera dado cualquier cosa por poder armar un cigarrillo, pero
haba habido algunas dificultades en el comisariato y aparentemente deban agradecer que
no faltara la comida. Las tareas que cumpla en esos das no tenan orden ni lmite, y a veces
se limitaba a cabalgar por montes y valles, como ahora, pensando slo en el fin de la guerra.
Un da, vencedor o vencido, no aguantara ms. Ya poda sentir cmo la maquinaria se le
hacia pedazos; dolores artrticos, falta de aliento, somnolencia. Terminarla sus das miserable
y solo, como cualquier otro desecho humano. El un hroe? Ridculo.

142
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Volvi la atencin a la realidad presente. Detrs de l haba aparecido una parte del
regimiento, acompaando a la artillera a lo largo de la playa: un millar de hombres con
caones motorizados, carros de mulas, unos pocos camiones, un preciado tanque.
Avanzaban como una masa oscura donde asomaban desordenadamente los cascos, los
arcos y los rifles. La arena apagaba el ruido de los pasos y slo se oa el grito del viento y el
mar. Pero cuando el viento amainaba, el canto de los brujos alcanzaba a Mackenzie. Los
brujos: una docena de hombres maduros, con vestiduras de cuero, indios en su mayor parte
que llevaban en la mano la vara mgica y silbaban juntos la Cancin contra las brujas.
Mackenzie no crea en la magia, pero aquella msica le daba escalofros.
Todo marcha bien, se dijo. Y tamos progresando... Sin embargo, Phil tiene razn. Hay
algo poco claro. El enemigo tena que haberse retirado hacia el sur, no dejarse rodear.
El capitn Hulse se acerc galopando. Se detuvo de pronto y la arena vol a su alrededor.
- El informe de la patrulla, mi coronel.
-Y bien? - Mackenzie advirti que casi haba gritado.- Hable.
- Se ha observado considerable actividad en el norte, a unos ocho kilmetros. Parece
como si una tropa viniese hacia aqu.
Mackenzie se endureci.
-No hay informes ms precisos?
- No hasta ahora. El terreno es muy accidentado.
- Pida reconocimiento areo. por amor de Dios!
- S, seor. Enviar adems otra patrulla.
-Ven conmigo, Phil.
Mackenzie fue hacia d camin de la radio. Llevaba un transmisor porttil en la montura,
pero San Francisco habla estado interfiriendo en todas las bandas y se necesitaba un
aparato poderoso para enviar una seal a una distancia de unos pocos kilmetros. Las
patrullas se comunicaban por medio de mensajeros.
Advirti que los fusileros marchaban ahora lentamente tierra adentro. Haba buenos
caminos en el interior de la pennsula, en la parte norte. El enemigo, que ocupaba an esa
rea, poda emplearla para desplazarse rpidamente.
Si se repliegan en el centro, pens Mackenzie, y nos atacan por los flancos, donde somos
ms dbiles...
Una voz que hablaba desde el cuartel general 1 y que apenas Se oa entre los chillidos y
zumbidos de las interferencias, respondi a Mackenzie y le comunic lo que se sabia de
otros sectores. Haba grandes maniobras a la derecha y a la izquierda 9 si, y pareca que los
hombres de Fallon intentaran romper el cerco. Naturalmente, poda tratarse de un simulacro.
El cuerpo principal del ejrcito de la Sierra tendra que esperar a que la situacin se aclarara
un poco. Los Piedras Rodantes tendran que bastarse a s mismos.
- Muy bien.
Mackenzie volvi a la cabeza de la columna. Speyer asinti sombramente.
- Ser mejor que nos preparemos, no es cierto?
- Parece que si.
Mackenzie empez a dar rdenes a medida que se acercaban los oficiales. Llamaran a
los hombres de tierra adentro. Haba que defender la playa y la costa.
Los hombres se apresuraron9 los caballos relincharon, los caones se ordenaron en filas.
El avin de reconocimiento regres volando a baja altura, y transmitiendo. Si, se habla
iniciado un ataque, aunque no poda saberse de qu envergadura. Los hombres de Fallon se
escondan entre los rboles y en los lechos de los arroyos... Una brigada, aproximadamente.
Mackenzie se instal en la cima de una loma, rodeado de su estado mayor y de un cuerpo
de mensajeros. A sus pies, cruzando la playa, haba una lnea de artilleros. La caballera

143
Cuentos y Relatos Poul Anderson

esperaba detrs de la loma, con las lanzas en alto, apoyada por un cuerpo de infantera. El
terreno ocultaba a los otros infantes. El mar prosegua su propio caoneo, y las gaviotas se
agrupaban como si supiesen que pronto dispondran de carne fresca.
-Piensas que podremos detenerlos? -pregunt Speyer
- Por supuesto - dijo Mackenzie -. Si vienen por la playa, atacaremos por el flanco y de
frente. Si llegan desde ms arriba, bueno, el terreno es un ejemplo de manual, apto para la
defensa. Claro que si otra formacin atraviesa nuestras lneas desde el interior, quedaremos
aislados, pero eso no nos preocupa por ahora.
- Quiz esperan dar un rodeo y atacarnos por la retaguardia.
- Quiz. No seria un plan muy inteligente. Podemos acercamos a San Francisco tanto
combatiendo por detrs como por delante.
- Si la guarnicin de la ciudad no intenta una salida.
- Aun entonces. Las fuerzas numricas son equivalentes, y disponemos de ms
municiones y ms alcohol. Contamos adems con el posible auxilio de las milicias de los
seores, acostumbradas a desorganizar las retaguardias en terreno accidentado.
- Si las rechazamos ...
- Contina - dijo Mackenzie.
- Nada.
- Tonteras. Queras recordarme el prximo paso: Cmo tomaremos la ciudad sin que
ambos bandos tengan prdidas graves? Pues bien, contamos an con otra carta, una carta
que puede sernos til.
Speyer, entristecido, apart los ojos. Los hombres de la loma callaron.
Pas un tiempo increblemente largo antes que apareciese el enemigo. La vanguardia
asom entre las dunas, luego sali el grueso del ejrcito de los bosques y caadones.
Nuevos informes llegaban incesantemente a Mackenzie: una fuerza poderosa, casi dos
veces mayor que la nuestra, pero con escasa artillera; tienen poco combustible, dependen
ms que nosotros de la traccin animal. Vienen dispuestos a iniciar una carga, y a perder
vidas para luego introducirse entre los caones ~ con sables y bayonetas. Mackenzie
responda dando rdenes.
El enemigo se form a una distancia de unos mil quinientos metros. Mackenzie mir con
los anteojos de campaa y reconoci a los hombres: los cinturones rojos ~ de los caballeros
de Madera y los penachos dorados y verdes de los Dagos, que flotaban en el viento marino.
Haba hecho distintas campaas con ellos en el pasado. Era casi una traicin recordar ahora
que Ives prefera las formaciones en punta de lanza... Un coche acorazado enemigo y
algunas piezas de campaa de pequeo calibre reflejaron el sol con unos centelleos
siniestros.
Los clarines chillaron. La caballera fallonista baj las lanzas y empez a trotar. Poco a
poco aceleraron la marcha, y luego pasaron al galope, y a la carrera, hasta que al fin la tierra
tembl bajo los cascos. En seguida avanz la infantera, flanqueada por sus caones. El
coche acorazado vena entre la primera y la segunda fila de infantes. Curiosamente, no
llevaba ningn lanzacohetes en la torrecilla, y en las troneras no asomaba ninguna
ametralladora. Eran tropas excelentes, pens Mackenzie, que avanzaban en filas apretadas
y con esa ondulacin que revelaba a hombres aguerridos.
La gente de Mackenzie esperaba en la arena. Unas descargas de fusil crepitaron en la
colina, donde se disimulaban las escuadras de morteros y tiradores. Rod un caballo. Un
infante se llev las manos al vientre y cay de rodillas y los que marchaban detrs se
apresuraron a cerrar otra vez las filas. Mackenzie observ sus propios caones. Los hombres
esperaban apuntando, alertas, a que el enemigo se acercara mas. Ahora! Yamagachi a
caballo, detrs de los artilleros, sac el sable y lo dej caer. Los caones rugieron. El fuego

144
Poul Anderson Cuentos y Relatos

brot envuelto en humo la arena salt, las granadas estallaron sobre las cabezas enemigas.
Los artilleros empezaron a recargar, apuntar, disparar regularmente: las tres salvas por
minuto que conservaban los caones y destruan a los ejrcitos. Los caballos relincharon
enredndose las patas en las propias entraas. Pero los disparos no hablan alcanzado a
muchos hombres. La caballera de Madera avanzaba ahora al galope. Las primeras filas se
haban acercado tanto que los anteojos le trajeron a Mackenzie la imagen de una cara roja,
pecosa, un campesino transformado en soldado con la boca abierta en un grito.
Los arqueros dispuestos detrs de los caones entraron entonces ea la lucha. Las flechas
se elevaron silbando, en bandadas sucesivas, pasaron por encima de las gaviotas y
descendieron. De las hierbas de las lomas y del follaje escaso de los robles brotaron llamas y
humo. Unos pocos hombres cayeron en la arena, algunos torcidos como insectos aplastados
por un pie. La artillera ligera enemiga del ala izquierda se detuvo, dio media vuelta, y
devolvi el fuego. Ridculo... pero esos oficiales estn mostrando coraje, de veras, pens
Mackenzie. Observ que las lneas atacantes vacilaban. Un contraataque de la caballera, y
la infantera terminara pronto con ellos.
- Preprense a avanzar - dijo en el transmisor, y observ que sus hombres adelantaban la
cabeza.
El carro de combate se detuvo. Mackenzie oy ruido crepitante, ms alto que el estruendo
de las explosiones.
Una napa de un color azul blanquecino corri sobre la loma ms prxima. Mackenzie
cerr los ojos, enceguecido. Cuando los abri otra vez, vio confusamente un fuego de
hierbas. Un Piedra Rodante salt de su escondrijo, aullando, con las ropas en llamas. El
hombre rod por la arena. Toda esa parte de la playa se alz en una ola monstruosa de seis
metros de altura y golpe la falda de la loma. El soldado en llamas desapareci bajo el alud
de arena junto con sus camaradas.
-Los rayos psi! - grit alguien con una voz estridente, aterrorizado -. Los spers...
Increblemente, son un clarn, y la caballera de la Sierra se lanz hacia adelante,
dejando atrs los caones... y de pronto caballos y jinetes se elevaron en el aire, arrastrados
por un torbellino invisible, y cayeron pesadamente. La segunda fila de lanceros se desband.
Los caballos se alzaron en dos patas, manotearon el aire, dieron media vuelta y corrieron en
todas direcciones.
El aire zumbaba. Mackenzie vio el mundo como a travs de una niebla, como si algo le
sacudiera el cerebro entre las paredes del crneo. Otro rayo corri a lo largo de las lomas,
ms alto esta vez, quemando vivos a los hombres.
- Nos barrern - grit Speyer, con una voz dbil que suba y bajaba en las ondas del aire
-. Reagruparn las fuerzas mientras nos desbandamos.
-No! - grit Mackenzie -. Los adeptos deben de encontrarse en el coche acorazado.
Sgueme!
La mayor parte de la caballera haba retrocedido hasta los emplazamientos de los
caones, en una terrible confusin de gritos y cuerpos retorcidos. La infantera no se habla
movido, pero pareca prepararse para huir. Mackenzie mir rpidamente a la derecha y vio
que la confusin haba alcanzado a las filas del enemigo. Las descargas los haban
sorprendido a ellos tambin, pero tan pronto como se recobraran avanzaran otra vez y no
quedara nadie para detenerlos....
El caballo de Mackenzie corri y se encabrit, con la boca espumosa. Mackenzie tir
brutalmente de las riendas y clav las espuelas. Descendieron por la loma hacia los caones.
Tuvo que recurrir a todas sus fuerzas para detener al animal ante las bocas de los
caones. Un hombre yaca muerto junto a su arma aunque no tena ninguna herida.
Mackenzie ech pie a tierra. El animal escap.

145
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Mackenzie no se preocup mucho. Tena otra cosa que hacer. Dnde encontrar ayuda?
Llam, y la voz se le perdi en el tumulto. Pero de pronto apareci un hombre junto a l,
Speyer, que tomaba un obs y lo meta en la culata. Mackenzie observ por la mira
telescpica y apunt aproximadamente. El coche sper se haba detenido entre muertos y
heridos. Desde all pareca demasiado pequeo y era difcil creer qu hubiese causado
tantos estragos.
Speyer lo ayud a rectificar la posicin del arma. Tir de la cuerda de disparo. El can
rugi y recul. El proyectil estall a unos metros del blanco, desparramando arena y
fragmentos de metal.
Speyer ya haba cargado el can prximo. Mackenzie apunt y dispar. Un tiro
demasiado largo esta vez, pero no mucho. El coche acorazado se sacudi. El golpe deba de
haber lastimado a los spers de adentro, pues las descargas psi se haban detenido. Sin
embargo, haba que golpear otra vez antes que el enemigo se recobrara.
Mackenzie corri hacia su propio coche militar. Los hombres hablan huido dejando la
portezuela abierta. Salt hacia el asiento del conductor Speyer entr y cerr, y meti la
cabeza en la capota del periscopio de los lanzacohetes. Mackenzie lanz la mquina hacia
adelante. La bandera del techo restall en el viento.
Speyer apunt rpidamente y dispar. El proyectil parti envuelto en humo y golpe al
coche enemigo, sacudindolo, y abrindole un agujero en el costado.
Si los hombres se reorganizaran y avanzaran... pens Mackenzie. Si no, estoy perdido.
fren bruscamente y salt al suelo. Los bordes del agujero eran unas planchas torcidas y
ennegrecidas. Se escurri entrando en la oscuridad y el hedor del coche enemigo.
Adentro yacan dos spers. El conductor estaba muerto, con el pecho atravesado por una
placa de acero. El otro, el adepto, gema entre sus instrumentos inhumanos. Tena la cara
baada en sangre. Mackenzie apart a un lado el cadver y le sac la tnica. Arranc un
tubo de metal curvo y salt otra vez afuera.
Speyer estaba an en el coche de la Sierra, ametrallando a los enemigos que se atrevan
a acercarse. Mackenzie subi por la escalerilla del coche de los spers, alcanz el techo y se
puso de pie5 agitando la tnica azul en una mano y el arma incomprensible en la otra.
Acercaos, hijos! -grit con una voz que apenas se oa en el viento de mar -. Son
nuestros! Esperis acaso que os llevemos el desayuno a la cama?
Una bala pas rozndole el odo. Nada ms. La mayor parte del enemigo, caballera e
infantera, pareca petrificada. En aquella calma, inmensa, Mackenzie no poda distinguir el
ruido del mar del rumor de su propia sangre.
En seguida llam un clarn. El cuerpo de brujos enton un canto de triunfo al comps del
tamtam. Un grupo de infantes de la Sierra avanz hacia Mackenzie, en desorden. Otros los
siguieron. Luego se puso en marcha la caballera y se aline a los flancos de los infantes.
Unos grupos de soldados bajaron corriendo por las lomas.
Mackenzie salt a la arena y se meti de nuevo en el coche donde esperaba Speyer.
Regresemos - dijo -, hay que terminar una batalla.
***
-Cllese! - dijo Danielis.
El filsofo Woodworth lo mir con los ojos muy abiertos. La niebla se mova y se
condensaba en el bosque, ocultando el sol y la brigada, una nada gris de donde sala un
sonido apagado de hombres, caballos y carros, un sonido de soledad y de fatiga. El aire era
fro, y la ropa pesaba en el cuerpo.
- Seor - protest el mayor - Escarbault, escandalizado.
- S, me he permitido decirle a una autoridad esper que cierre el pico y no hable de lo que
no sabe - replic Danielis -. Era hora de que alguien lo hiciese.

146
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Woodwortlj recobr su apostura.


- Me he limitado a aconsejar, hijo mo que reunamos a los adeptos y ataquemos el centro
Brodskysta. Qu mal hay en eso?
Danielis apret los puos.
- Nada - dijo -, excepto que corremos el riesgo de un desastre todava peor.
- Un revs o dos - intervino Lescarbauit-. Nos han derrotado en el oeste, pero los hemos
cercado aqu en la baha.
- S, y el cuerpo principal del ejrcito de Brodsky dio media vuelta, nos atac y nos dividi
en dos - dijo Danielis -. Los spers no nos han servido de mucho desde entonces. Y ahora
los rebeldes saben que necesitan vehculos para transportar sus armas, y que es posible
matarlos. La artillera apunta toda hacia ellos, las bandas de leadores los atacan con las
manos desnudas, o la infantera los rodea. Basta ya de adeptos!
- Por eso propongo reunirlos en un grupo numeroso e irresistible -dijo Woodworth.
- Y numeroso y poco mvil -replic Danielis.
Se senta realmente enfermo. La Orden los haba engaado siempre. S, eso era lo ms
amargo. No el hecho de que los adeptos no hubiesen podido destruir la moral de los
rebeldes, ni derrotarlos. No importaba ms saber que los adeptos no eran mas que meros
juguetes en manos de extraos.
Ahora no tena otro deseo que el de reunirse con Laura - no haba habido posibilidad de ir
a verla hasta ahora -, con Laura y con el nio, lo nico real que quedaba para l en ese
mundo de nieblas. Se domin y prosigui en un tono ms sereno:
- Los adeptos, los pocos que han sobrevivido, sern sin duda tiles para defender a San
Francisco. Un ejrcito que puede moverse libremente en el campo de batalla siempre podr
vencerlos1~ de un modo o de otro. Pero esas armas de... de ustedes, apostadas en las
murallas de una ciudad, podrn repeler fcilmente ~ un asalto. Los llevaremos, pues, a la
ciudad.
No haba posiblemente otra alternativa. Desde haca un tiempo no llegaban noticias del
ejrcito S1 leal del norte. Poda pensarse que se haban retirado a la ciudad, ~ sufriendo
graves prdidas. Las interferencias de la radio continuaban, molestando las comunicaciones
amigas y enemigas. Era necesario tomar una decisin o batirse en retirada hacia el sur, o
abrirse paso hasta la ciudad. No pensaba que Laura pesase demasiado en su eleccin.
Yo no soy un adepto - dijo Woodworth -. No puedo comunicarme con ellos de mente a
mente.
- Quiere decir que no puede usar el aparato que emplean ellos como radio - dijo Danielis
brutalmente- . Pues bien, ah afuera espera un adepto. Dgale que pase el mensaje.
Woodworth parpade.
- Espero - dijo - espero que entiendan que esto ha sido tambin una sorpresa para mi.
- Oh, si, ciertamente, filsofo se apresur a decir el mayor Lescarbault.
Woodworth trag saliva.
De cualquier modo aun guardo fidelidad al Camino y a la Orden - dijo roncamente -. Qu
otra cosa podra hacer? El Gran Inquisidor nos ha prometido una explicacin completa
cuando todo esto haya terminado. - Mene la cabeza.- Muy bien, hijo har lo que est en mis
manos.
Danielis sinti cierta compasin mientras miraba cmo la tnica azul se perda en la
niebla. Dio sus rdenes aun ms severamente.
La unidad se puso en marcha. Danielis comandaba la segunda brigada: el resto se haba
diseminado por la pennsula luego de haber chocado con los rebeldes. Esperaba que los
adeptos dispersos que se le reuniran en las estribaciones de San Bruno guiaran hacia l

147
Cuentos y Relatos Poul Anderson

algunas unidades. Pero esos hombres iban ahora de un lado a otro desmoralizados y se
rendiran al primer rebelde con que tropezasen.
Marchaba cerca del frente, por la ruta barrosa que serpeaba por las tierras altas. El casco
le pesaba monstruosamente. El caballo trastabillaba debajo de l agotado por tantos das de
marcha, contramarchas, batallas, escaramuzas, raciones escasas, calor y fro y miedo, en un
pas desierto. Pobre bestia, vigilara para que la cuidasen bien, cuando llegaran a la ciudad.
Lo mismo que todas aquellas otras bestias humanas que venan detrs, chapoteando y
combatiendo y chapoteando otra vez hasta que la fatiga les nublaba los ojos.
Haba una posibilidad de que pudieran descansar en San Francisco. Seran
inexpugnables all, con los muros, los caones y las mquinas spers, y el mar que los
alimentara tambin. Podran recobrar las fuerzas, reagruparse traer tropas frescas de
Washington y desde el sur por agua. La guerra no estaba aun decidida. Con la ayuda de
Dios...
Quin sabe si se decidira alguna vez.
Jimbo Mackenzie ira alguna vez a verlos, se pregunt a l y a Laura, y se sentaran
todos junto al fuego a recordar el pasado? O hablaran de alguna otra cosa, cualquier otra
cosa? Si no poda ser as, la victoria habra sido demasiado cara.
Aunque quiz no era un precio muy alto para lo que haban aprendido. Extraos en el
planeta... Quin si no, poda haber forjado aquellas armas? Danielis se dijo que los adeptos
confesaran la verdad, aunque l mismo tuviese que torturarlos.
Recordaba, sin embargo, historias que habla odo en su iafancia en las cabaas de
pescadores, ya cada la noche, cuando los fantasmas se alzaban en las cabezas de los
viejos. Antes del holocausto se hablan contado leyendas acerca de los astros, y las leyendas
vivan an. Danielis no supo si se atrevera a mirar otra vez el cielo nocturno sin un
estremecimiento.
Aquella maldita niebla...
Resonaron unos cascos. Danielis ya iba a llevarse la mano al revlver, pero el jinete era
un explorador fallonista que salud aliando una mano empapada.
- Coronel, una fuerza enemiga a unos veinte kilmetros ms arriba, en la carretera.
Muchos hombres.
As que ahora habr que combatir, se dijo Danielis.
-Conocen nuestra presencia aqu?
- Me parece que no, seor. Marchan hacia el este, por la meseta.
- Querrn ocupar las ruinas de Park Candlestick - murmur Danielis. Le dola demasiado
el cuerpo como para sentirse excitado -. Un buen punto de apoyo. Muy bien, cabo.
Se volvi hacia Lescarbault y dio algunas instrucciones.
La brigada se despleg en frente de combate. Algunas patrullas se adelantaron.
Comenzaron a llegar informes, y Danielis esboz un plan que no poda fracasar. No quera
comprometerse en un combate decisivo, slo apartar a las fuerzas enemigas y evitar una
persecucin. Tena que ahorrar hombres, conservarlos para la defensa de la ciudad y una
eventual contraofensiva.
Lescarbault regres apresuradamente.
-Seor! No hay ms interferencias en la radio!
Danielis parpade, sin comprender del todo.
-Qu?
- S, seor. Lo oi en el transmisor de rdenes a los batallones. -El oficial alz la mueca
donde llevaba un minsculo aparato de radio.- La interferencia se interrumpi hace dos
minutos.
Danielis acerc a la boca la mueca de Lescarbault.

148
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Hola, hola, coche de radio. Aqu el comandante en jefe. Me oyen?


- S, seor - dijo una voz.
- En la capital interrumpieron las interferencias, por alguna razn. llamen en la frecuencia
militar.
- S, seor.
Una pausa, mientras los hombres murmuraban y el agua corra en invisibles arroyos. Una
bruma pas ante los ojos de Danielis. Unas gotas le cayeron del casco y le mojaron el cuello.
El caballo tena la crin empapada.
En seguida, como el grito de un insecto: aqu rpidamente. Todas las unidades en
campaa, regresen en seguida a San Francisco! Nos atacan por el mar!
Danielis solt el brazo de Lescarbault. Mir el vacio mientras la voz gema
incansablemente. . . . bombardeando ahora Potrer6. Traen tropas en las cubiertas. Se
disponen a desembarcar...
El pensamiento de Danielis se adelant a las palabras. Tena la impresin de estar viendo
la ciu[dad querida, y de sentir ya las heridas de los bombardeos en la propia carne. No haba
nieblas en La Puerta de Oro, por supuesto, pues de otro modo una descripcin tan minuciosa
no hubiera sido posible. Bueno, probablemente haba algunas brumas entre los restos
herrumbrosos del puente que asomaban como bancos de nieve en las aguas azules y verdes
hacia el cielo brillante. Pero la mayor parte de la baha estaba inundada de sol. En la costa
opuesta se alzaban las colinas de Eastbay, de jardines verdes y villas resplandecientes, y
Maria se elevaba hacia el cielo en el fondo de la baha dominando los techos, los muros y las
alturas de San Francisco. El convoy se haba deslizado entre las defensas costeras que
hubiesen podido destruirlo; un convoy de una importancia inusitada que llegaba a una hora
inslita: pero eran los mismos cascos ventrudos, las mismas velas blancas, las ocasionales
chimeneas de las naves que aseguraban el abastecimiento de la ciudad. Se haba hablado
de pillajes en alta mar, y la flota 'labia penetrado en la baha, donde San Francisco no tena
murallas. Luego los intrusos haban desenmascarado los caones y las calas vomitaron
hordas de hombres armados.
SI, haban atrapado un convoy esas goletas piratas. Haban utilizado interferencias
propias junto con las de la ciudad, para prevenir todo grito de alarma. Luego de arrojar las
mercaderas al mar haban embarcado a milicias de seores. Algn espa, algn traidor les
haba comunicado el santo y sea. Ahora estaban a las puertas de la capital defendida
apenas por unas pocas guarniciones, sin casi ningn adepto en la central sper y los
hombres de la Sierra presionaban desde el sur, y Laura estaba all sin nadie.
-All vamos! - grit Danielis. La brigada corri detrs de L Penetr con una furia
desesperada en las posiciones enemigas y dividieron a las tropas de Brodsky. Los hombres
lucharon con armas blancas en la niebla. Pero Danielis, que haba conducido el ataque haba
recibido ya una granada en el pecho.
Al este y al sur, en el distrito del puerto y al pie de los restos de la muralla de la pennsula,
haba an algunos combates. Mientras avanzaba, Mackenzie vio los barrios hasta haca poco
ocultos por el humo. El viento limpiaba el cielo revelando unas ruinas que haban sido casas.
'An se oan unas descargas de fusilera. Pero el resto de la ciudad pareca intacta: techos y
muros blancos en una red de calles, campanarios que suban al cielo como mstiles, la Casa
Federal de Nob Hil y la torre de guardia en Telegraph Hil tal como recordaba haberlas visto
en la infancia. La baha resplandeca con una belleza insolente.
Pero no era tiempo ahora de admirar la escena, ni de preguntarse dnde estara Laura. El
ataque a los picos Mellizos tena que ser rpido, pues los spers defenderan tenazmente la
central.

149
Cuentos y Relatos Poul Anderson

En la avenida que suba por el otro lado de las colinas, Speyer avanzaba al frente de la
mitad de los Piedras Rodantes. Yamaguchi yaca muerto en una playa, en un agujero de
obs. Mackenzie tena a su cargo la ocupacin de este lado de la colina. Los caballos
desfilaban ante Portola, entre mansiones de persianas cerradas; la artillera rodaba
rechinando, las botas resonaban en el pavimento, las armas golpeaban unas contra otras, los
hombres respiraban pesadamente y el cuerpo de brujos silbaba una meloda para alejar a
unos demonios desconocidos. Pero el silencio dominaba a todos estos ruidos, y los ruidos se
apagaban en ecos. Mackenzie record una pesadilla en la que corra por un pasillo infinito.
Aunque no abran fuego contra nosotros, pens confusamente, tenemos que tomar ese fuerte
antes que nos falte el coraje.
La avenida de los Picos dio la espalda a Portola y subi abruptamente por la derecha. No
haba all ms casas. Las hierbas cubran las colinas casi sagradas hasta las cimas donde se
alzaban los edificios,. prohibidos para todos excepto los adeptos. Los dos rascacielos
esbeltos, parecidos a fuentes, haban sido construidos en unas pocas semanas. Mackenzie
oy detrs de l algo parecido a un gemido.
~ Clarin, llame al ataque. Adelante!
Las notas se alzaron y se perdieron en seguida, como el llanto de un nio. Mackenzie
sinti que el sudor le quemaba los ojos. Si fracasaba y lo mataban, no importara
demasiado... luego de tantas cosas... pero el regimiento, el regimiento...
Unas llamas cruzaron la calle, unas llamas del color del infierno. Hubo un silbido, y un
rugido. El suelo se abri, se fundi humeando. Mackenzie detuvo a su cabalgadura. No haba
sido ms que una advertencia. Pero si dispusieran de bastante adeptos, se d4o Mackenzie,
no se hubieran contentado con intimidamos.
-Artilleros, abran fuego!
La artillera de campaa, los obuses y los 75 motorizados rugieron juntos. Los proyectiles
se elevaron con un ruido de locomotoras. Estallaron contra los muros de arriba y el viento
trajo de vuelta el ruido de las explosiones.
Mackenzie esper tensamente una descarga psi, pero no hubo respuesta. Haban
destruido las ltimas defensas con una sola descarga? El humo se disip en las cimas y
Mackenzie advirti que los colores mviles de las tones se haban apagado y que los
agujeros abiertos en las paredes revelaban una estructura increlblemente delicada. Era como
descubrir los huesos de una mujer que uno ha matado con las propas manos.
Rpido, rpido. Mackenzie dio unas rdenes y se puso a la cabeza de la caballera y la
infantera. Los caones continuaron en sus posiciones, bombardeando con una fria
histrica. Unos fragmentos en llamas rodaron por las pendientes y las hierbas secas
empezaron a arder. En medio del humo de las explosiones, Mackenzie vio que el edificio se
derrumbaba. Placas enteras de fachada se desprendan y caan. La armazn vibraba. La
alcanz un proyectil y el metal emiti un canto agnico.
Qu haba adentro?
No haba cuartos separados, ni pisos, nada ms que pasarelas y mquinas misteriosas.
Aqu y all an brillaba un globo como un sol menor La estructura haba encerrado algo tan
alto como ella misma, una columna brillante con aletas, parecida a un cohete, pero de una
dimensin y de una belleza alucinantes.
Una nave del espacio, pens Mackenzie en el tumulto. S, por supuesto, los antiguos
haban empezado a fabricar naves del espacio, y siempre hemos pensado que nosotros
tambin podramos intentarlo un da. Pero aqu...
Los arqueros lanzaron un grito tribal. Los fusileros y la caballera emitieron un grito
jubiloso, un aullido de bestias de presa. Por Satans, haban vencido a las mismsimas

150
Poul Anderson Cuentos y Relatos

estrellas! Los hombres se precipitaron hacia la sima de la colina y los bombardeos cesaron.
Los gritos iban de un lado a otro con el viento. El humo tena el olor acre de la sangre.
Entre las ruinas haba algunas tnicas azules. Una media docena de sobrevivientes
marchaba hacia el navo. Un arquero lanz una flecha que roz el dispositivo de aterrizaje, y
los spers se detuvieron. Los soldados escalaron las ruinas.
Mackenzie tir de las riendas. Cerca de una mquina yaca algo que no era humano, de
sangre color violeta oscuro. Cuando la gente vea esto, pens, ser el fin de la orden. No se
alegr. En Santa Helena haba llegado a apreciar la bondad fundamental de los creyentes.
Pero este no era momento de lamentaciones, ni de preguntarse qu seria del hombre una
vez que se hubiese liberado de todas las trallas. El edificio de la otra colina estaba todava
intacto. Tena que consolidar aqu su posicin, y luego ayudar a Phil.
Sin embargo, y antes que pudiera terminar su tarea, el transmisor porttil dijo:
- Ven aqu, Jimbo. La batalla ha terminado.
Mientras cabalgaba solo hacia Speyer, vio que la ensea de los Estados Pacficos
flameaba en el mstil del otro rascacielos.
Algunos centinelas montaban guardia en la puerta de entrada. Mackenzie desmont y
entr en el edificio. La antecmara era un escenario fantstico de arcos de color donde los
hombres se movian como fantasmas. Un cabo lo llev a un saln. Evidentemente, el edificio
haba sido usado como viviqnda, oficinas, almacenes y otros propsitos menos
comprensibles... Una puerta haba sido volada con dnamita. Las imgenes abstractas que
adornaban las paredes estaban manchadas de holln. Cuatro soldados apuntaban con sus
armas a dos seres que Speyer interrogaba.
Uno de ellos estaba echado en un mueble que poda ser un escritorio. Hunda la cara de
pjaro en unas manos de siete dedos, y los sollozos le sacudan las alas rudimentarias. Son
capaces de llorar, entonces? se dijo Mackenzie, asombrado, y sinti el deseo de abrazar a la
criatura y de consolarla.
El otro ser estaba de pie, envuelto en unas vestiduras metlicas. Unos ojos de topacio
miraban a Speyer desde ms de dos metros de altura.
- Una estrella tipo G a cincuenta aos luz de aqu - dijo el extrao con una voz musical -.
Se ve a simple vista, pero no desde este hemisferio.
La silueta delgada y ruda del yiayor se inclin haca adelante corno para dar un picotazo.
-Cundo esperan refuerzos?
- No vendr otra nave antes de un siglo, y slo traer unos ayudantes. Estamos aislados
en el espacio y en el tiempo. Pocos pueden venir a trabajar aqu, a intentar que un puente de
'mentes cruce el abismo...
- S. - Speyer asinti lacnicamente, con un movimiento de cabeza.- El lmite de la
velocidad de la luz. Es lo que yo pensaba. Si dices la verdad.
La criatura se estremeci.
- Nada nos queda sino decir la verdad, y rogar que vosotros entendis y nos ayudis.
Venganzas, conquistas, cualquier forma de violencia masiva es imposible cuando nos
separan tanto tiempo y tanto espacio. Hemos actuado guiados por la inteligencia y el
corazn. No es quiz an demasiado tarde. Los hechos ms cruciales pueden guardarse an
en secreto. Oh, escuchadme, en nombre de vuestros descendientes.
Speyer salud a Mackenzie.
-Todo bien? - dijo -. Hemos capturado un grupo entero. Han sobrevivido unos veinte, y
este es el jefe. Parece que son los nicos en la Tierra.
- Pensamos que no podan ser muchos dijo el coronel, con una voz inexpresiva ~. Ya
habamos hablado de esto t y yo. Si hubiesen sido ms numerosos, hubieran actuado
abiertamente.

151
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Un momento, un momento - dijo el extrao -. Hemos venido por amor. Queramos


guiaros hacia la paz, hacia la realizacin plena... Oh, st, ganaramos algo tambien
ganaramos otra raza a que un da podramos hablar
como hermanos. Deseamos sobre todo guiar vuestro futuro para evitaros esas torturas
que os afligen...
- Eso de la historia controlada no es una nocin muy original - gru Speyer -. Nosotros
tambin la inventamos, aqu en la Tierra. La ltima vez nos llev a la Bomba.
-Pero nosotros sabemos! La Gran Ciencia predice con certeza absoluta...
Speyer seal con un ademn el cuarto ennegrecido.
-Predijo esto?
- Hay fluctuaciones. Somos pocos para dirigir a tantos salvajes en todos los aspectos.
Pero no deseis que termine la guerra y todos los viejos sufrimientos? Os ofrezco eso si
hoy nos ayudis.
- Sin embargo, hubo una guerra bastante abominable.
La criatura se retorci las manos.
- Eso fue un error. Pero el plan sigue siendo el nico que puede llevar a vuestro pueblo a
la paz. Yo, que he viajado entre soles, me arrojar a vuestros pies y os rogar...
-Basta! - interrumpi Speyer -. Si hubieses venido abiertamente, como gente sincera,
hubieras encontrado a algunos dispuestos a escuchar. Quiz en nmero suficiente. Pero no,
vuestras buenas acciones tenan que ser sutiles y astutas. Sabas lo que era bueno para
nosotros. Nosotros no tenamos nada que decir. Dios del cielo, nunca o nada ms
arrogante!
El extrao alz la cabeza.
-Se les dice la verdad a los nios?
- Cuando estn preparados para oira.
- Vuestra cultura de nios no est preparada.
-Quin os autoriza a tratarnos de nios?
-Cmo sabis vosotros que sois adultos?
- Emprendiendo trabajos de adultos y descubriendo si soms capaces de llevarlos a cabo.
Si, nosotros los humanos hemos cometido errores graves. Pero son nuestros errores. Y
aprendemos de ellos. Vosotros en cambio no aprendis, vosotros y vuestra condenada
ciencia psicolgica que quiere medir a todas las mentes de acuerdo con un nico criterio.
"Deseabais restablecer el Estado centralizado, no es cierto? Pensasteis alguna vez
que el hombre puede desear una comunidad donde puede decidir lo que le importa, mil
diferentes modos de vivir? Hemos edificado imperios inmensos en la Tierra, que siempre se
han hecho pedazos. Quiz esta vez podamos intentar algo mejor. Por qu no un mundo de
pequeos Estados, demasiado bien enraizados en el suelo para fundirse en naciones,
demasiado pequeos para hacerse dao, elevndose progresivamente por encima de
envidias mezquinas y de vanos rencores, pero conservando siempre su fisonoma propia, mil
distintos modos de encarar los problemas terrestres? Quiz de ese modo podamos resolver
algunos.
- Nunca. Os haris pedazos una y otra vez.
- Eso es lo que pensis vosotros. Nosotros pensamos otra cosa. No sabemos quin tiene
razn, y el universo es demasiado grande para hacer predicciones. Habremos elegido
libremente por lo menos. El hombre no ser un animal domesticado.
"El pueblo sabr de vosotros tan pronto como el juez Brodsky ocupe otra vez el poder. No,
antes. El regimiento lo sabr hoy, la ciudad maana. As evitaremos que a alguien se le
ocurra otra vez ocultar la verdad. Cuando llegue vuestra nave, estaremos preparados para
recibirla.

152
Poul Anderson Cuentos y Relatos

El extrao se envolvi la cabeza con un pliegue de sus vestiduras. Speyer se volvi a


Mackenzie.
-Quieres decir algo, Jimbo?
- No - murmur Mackenzie -. No se me ocurre nada. Organicemos aqu nuestro comando.
Aunque no creo que sea necesario luchar otra vez. Me parece que todo ha terminado.
- Ciertamente. - Speyer suspir - Los enemigos que quedan no pueden hacer otra cosa
que capitular No tienen ninguna razn para combatir.
Una casa con un patio y un muro cubierto de rosas. La calle no haba vuelto an a la vida
y el silencio se extenda en el crepsculo amarillo. Una sirvienta hizo entrar a Mackenzie por
la puerta de atrs y se retir. Mackenzie camin hacia Laura que estaba sentada en un
banc, bajo un sauce. La joven mir cmo l se acercaba pero no se levant a recibirlo.
Apoyaba una mano en una cuna.
Mackenzie se detuvo y no supo qu decir Not que Laura estaba muy delgada.
Al fin ella se lo dijo, en voz baja.
- Tom ha muerto.
Mackenzie sinti que se le oscureca la vista.
- Oh, no.
- Lo supe anteayer, cuando llegaron algunos de sus hombres. Lo mataron en San Bruno.
Mackenzie no se atreva a acercarse, y las piernas no lo sostenan. Se sent en las losas
del patio y not que estaban arregladas de un modo raro. No habla otra cosa que mirar.
La voz de Laura pas por encima de la cabeza de Mackenzie.
-Vala la pena? No slo Tom, pero tantos otros. Todos muertos por una cuestin de
poltica.
- Algo ms que eso - dijo Mackenzie.
- S, lo o en la radio. Pero an as no comprendo.
Mackenzie no se senta con fuerzas para defenderse.
- Quiz tienes razn, querida. No s.
- No lo lamento por mi dijo ella -.Todava me queda Jimmy. Pero Tom perdi tantas cosas.
Mackenzie record de pronto que haba un nio, que debera ocuparse de su nieto y del
futuro. Pero se senta vacio.
- Tom quiso que le disemos tu nombre.
Y t, Laura?, se pregunt Mactenzie.
-Qu hars ahora? - dijo en voz alta.
- Encontrar algo.
Mackenzie la mir. El crepsculo arda en las hojas del sauce y en la cara de Laura,
vuelta ahora hacia el nio.
- Ven a Nakamura - dijo.
- No. No a Nakamura.
- Siempre te gustaron las montaas... -titube Mackenzie.
- No. - Laura lo mir a los ojos.- No es por ti, pap. Pero Jimmy no ser nunca un militar.
- Hizo una pausa.- Estoy segura de que algunos spers continuarn su trabajo, con
nuevas bases, pero con la misma meta. Creo que me unir a ellos. Jimmy tiene que creer en
algo que no se parezca a lo que mat a su padre, y trabajar para que sea realidad. No ests
de acuerdo?
Mackenzie se puso de pie.
- No s- dijo -. Nunca he sido un pensador. Puedo verlo?
- Oh, ~
Mackenzie se acerc y se inclin sobre la cuna.

153
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Si te casas otra vez - dijo - y tienes una hija, le dars el nombre de tu madre? - Not
que Laura inclinaba la cabeza y se apretaba las manos. Continu rpidamente -: Me voy. Me
gustara visitarte, maana o ms tarde, si me necesitas an.
Laura se le arroj en los brazos y se ech a llorar. Mackenzie le acarici el pelo.
- No quieres volver a las montaas, no es cierto? Son tu patria tambin, all est tu
gente.
- Nunca sabrs cunto lo deseo.
-Entonces por qu no? - grit Mackenzie.
Laura se enderez.
- No puedo - dijo -. Tu guerra ha terminado. La ma comienza ahora.
Mackenzie pens que l mismo era el creador de esa voluntad y slo pudo decir:
- Espero que la ganes.
Quiz dentro de mil aos...
Laura no pudo seguir.
Cuando Mackenzie dej la casa, ya haba cado la noche. No haban restablecido an la
cOrriente elctrica, de modo que las lmparas de la calle estaban apagadas y las estrellas
brillaban SObre los techos. El escuadrn que esperaba para acompaar al coronel hasta el
acantonamiento pareca una tropa de bandoleros a la luz de las linternas. Lo saludaron y
cabalgaron detrs de l con los rifles preparados, pero en la noche slo se oa el sonido
metlico de las herraduras.

FIN

154
Poul Anderson Cuentos y Relatos

LA REINA DEL AIRE Y LA OSCURIDAD


Poul Anderson

155
Cuentos y Relatos Poul Anderson

El ltimo resplandor del ltimo ocaso se prolongara casi hasta medio invierno. Pero no
habra ms da, y las tierras del norte se alegraran. Capullos abiertos, fulgor en los
estramonios, flores-de-acero irguindose azules de las matas que cubran todas las colinas,
tmida blancura de las no-me-beses en las caadas. Mariposas revoloteando entre ellas
sobre alas iridiscentes; un gamo macho sacudi sus cuernos y gamit. Entre horizontes, el
cielo pas del prpura al color arena. Las dos lunas estaban en lo alto, casi llenas, brillando
sobre las hojas y sobre las aguas. Las sombras que proyectaban estaban manchadas por
una aurora boreal, una gran cortina de luz a travs de medio cielo. Detrs de ella haban
salido las primeras estrellas.
Un joven y una muchacha estaban sentados en el Tmulo de Wolund, debajo del dolmen
que lo remontaba. Sus cabellos, que caan sobre sus espaldas, aparecan decolorados por el
verano. Sus cuerpos, todava morenos por aquella estacin, destacaban entre la tierra, los
arbustos y las ramas. Ya que slo llevaban guirnaldas. El tocaba una flauta de hueso y ella
cantaba. Se hablan hecho amantes ltimamente. Tenan alrededor de diecisis aos, pero
ellos lo ignoraban, considerndose a si mismos como Outlings y, en consecuencia,
indiferentes al tiempo, recordando muy poco o nada de cmo en otro tiempo hablan morado
en las tierras de los hombres.
Las notas de la flauta acompaaban la voz femenina:

Inventa un hechizo, tjelo bien


de polvo y roco y noche y t.

Un arroyo que discurra junto al tmulo, transportando luz de luna a un ro oculto por la
colina, respondi con sus rpidos. Una bandada de murcilagos pas, negra, debajo de la
aurora.
Una forma lleg brincando sobre Cloudmoor. Tena dos brazos y dos piernas, pero las
piernas eran largas y terminaban en zarpas, y estaba cubierto de plumas hasta el extremo de
una cola y anchas alas. El rostro era medio humano, dominado por sus ojos. Si Ayoch
hubiese sido capaz de erguirse del todo, hubiera llegado al hombro del muchacho.
La muchacha se puso en pie.
- Lleva un bulto - dijo.
Su visin no estaba hecha para el crepsculo como la de un ser nacido en el septentrin,
pero haba aprendido a utilizar todas las seales que sus sentidos le proporcionaban. Aparte
del hecho de que normalmente un puk hubiera volado, haba cierta pesadez en su
apresuramiento.
- Y llega del sur - dijo el muchacho con visible excitacin, repentina como una verde llama
que cruzara la constelacin Lyrth. Descendi rpidamente por la ladera del tmulo -. Ohoi,
Ayoch! - grit -. Soy yo, Mistherd!
- Y Sombra-de-un-Sueo - ri la muchacha, siguindole.
El puk se par. Respir ms ruidosamente que la vegetacin que susurraba a su
alrededor. En el lugar en que se haba detenido se alz un olor a hierba aplastada.
- Saludos en el umbral del invierno - silb -. Podis ayudarme a llevar esto a Carheddin.
Levant lo que portaba. Sus ojos eran fanales amarillos encima. El bulto se movi y gimi.
- Es un nio! - dijo Mistherd.
- Lo mismo que lo fuiste t, hijo mo, lo mismo que lo fuiste t. Jo, jo, qu proeza! -
alarde Ayoch -. Eran muchos en el campamento de Fallow wood, armados, y adems de
mquinas de vigilar tenan perros grandes y feos, de guardia mientras ellos dorman. Sin
embargo, me acerqu por el aire, despus de haberles espiado hasta que supe que un
puado de polvo...

156
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Pobrecillo! - Sombra-de-un-Sueo cogi al nio y lo apret contra sus menudos pechos


-. Tienes mucho sueo, verdad? - Ciegamente, el nio busc un pezn. Ella sonri a travs
del velo de sus cabellos -. No, soy demasiado joven, y t eres ya demasiado mayor. Pero,
cuando despiertes en Carheddin debajo de la montaa, tendrs un banquete.
- Yo, ah - dijo Ayoch muy suavemente -. Ella est fuera y ha odo y visto. Est llegando.
Se agach, con las alas plegadas. Al cabo de unos instantes Mistherd se arrodill, y lo
mismo hizo Sombra-de-un-Sueo, aunque no solt al nio.
La alta forma de la Reina bloque las lunas. Mir en silencio a los tres y a su botn. Los
sonidos de la colina y del pramo dejaron de existir para ellos hasta que les pareci que
podan or sisear las luces del norte.
Finalmente, Ayoch susurr:
- Lo he hecho bien, Estrellamadre?
- Si has robado un nio de un campamento lleno de mquinas - dijo la hermosa voz -, es
que eran gente del lejano sur que podra no soportarlo tan resignadamente como los
hacendados.
- Pero, qu pueden hacer, Elaboradora-de-Nieve? - pregunt el puk -. Cmo podran
localizarnos?
Mistherd irgui la cabeza y habl en tono de orgullo.
- Ahora, tambin ellos aprendern a temernos.
- Y es un nio encantador - dijo Sombra-de-un-Sueo -. Y nosotros necesitamos ms
como l, no es cierto, Dama Cielo?
- Tena que ocurrir en algn crepsculo - asinti la Reina -. Llevadle hacia abajo y cuidad
de l. Por esta seal - que ella hizo -, es reclamado por los Moradores.
Su alegra se manifest libremente. Ayoch se revolc por el suelo hasta que encontr un
rbol de hojas temblonas. Encaramndose por el tronco se colg de una rama, semioculto
por el plido follaje. El joven y la muchacha llevaron el nio hacia Carheddin, a un paso
rtmico que les permita a l tocar la flauta y a ella cantar:

Wahaii, wahaii! Wayala, laii!


Ala en el viento alta sobre el cielo,
con grito estridente, avanzando a travs de la lluvia,
a travs del tumulto.
avanzando a travs de los rboles baados por la luz de la luna
y las sombras cargadas de sueos debajo de ellos,
confundindose con el tintinearte cabrilleo de los lagos
en los que se ahogan los rayos de las estrellas.

Al entrar, Barbro Cullen se sinti, a travs de todo su pesar y su rabia, invadida por el
desaliento. En la estancia reinaba un espantoso desorden. Peridicos, cintas
magnetofnicas, carretes, cdices, ficheros y papeles revueltos llenaban todas las mesas. En
la mayora de estanteras y rincones haba una capa de polvo. Contra una de las paredes
haba un laboratorio, con microscopio y material analtico. Ella lo reconoci como compacto y
eficaz, pero no era lo que uno esperaba encontrar en una oficina, y pona en el aire un tufo
qumico. La alfombra estaba deshilachada, los muebles desvencijados.
Era esta su oportunidad final?
Luego, Eric Sherrinford se acerc.
- Buenos das, seora Cullen - dijo.
Su tono era vigoroso, firme el apretn de su mano. Lo desaseado de su atuendo no la
molest. A ella no le preocupaba demasiado su propio aspecto, excepto en ocasiones

157
Cuentos y Relatos Poul Anderson

especiales. (Y existirla otra para ella, a menos de que recuperase a Jimmy?) Lo que ella
observaba era el aseo personal de un gato.
Sherrinford sonri.
- Perdone mi desorden de soltero. En Beowulf tenemos..., tenamos, en cualquier caso,
mquinas para eso, de modo que nunca adquir la costumbre de limpiar, y no quiero que un
asalariado desarregle mis herramientas. Me resulta ms conveniente trabajar en mi
apartamento que mantener una oficina fuera de aqu. No quiere sentarse?
- No, gracias. No podra - murmur ella.
- Comprendo. Pero, si me disculpa, yo funciono mejor en una postura relajada.
Se dej caer en una tumbona. Una larga pierna cruz la otra rodilla. Sac una pipa y la
llen de tabaco de una bolsa. Barbro se pregunt por qu fumaba de un modo tan anticuado.
No se supona que en Beowulf disponan del equipo moderno que en Roland todava no
podan permitirse construir? Bueno, desde luego que las viejas costumbres podan sobrevivir
en cualquier caso. Generalmente lo hacan en colonias, record haber ledo. La gente se
habla trasladado a las estrellas con la esperanza de conservar cosas tan anticuadas como
sus idiomas maternos, su gobierno constitucional o su civilizacin tecnolgica-racional.
Sherrinford la arranc de la confusin provocada por su fatiga:
- Debe darme los detalles de su caso, seora Cullen. Me ha dicho simplemente que su hijo
fue raptado y que el cuerpo de polica local no ha hecho nada. Por otra parte, slo conozco
unos cuantos hechos evidentes, tales como que es usted viuda ms bien que divorciada; que
es hija de residentes de la Tierra de Olga Ivanoff, los cuales se mantienen en estrecha
telecomunicacin con Christmas Landing; que ha estudiado usted una de las profesiones
biolgicas; que ha pasado varios aos sin trabajar en su especialidad, hasta que
recientemente volvi a empezar.
Barben contempl con la boca abierta el rostro de pmulos salientes, nariz aguilea,
cabellos negros y ojos grises que tenia enfrente. El mechero de Sherrinford proyect un
resplandor que pareci llenar la habitacin. El silencio reinaba en esta altura encima de la
ciudad y el crepsculo invernal se filtraba a travs de las ventanas.
- Cmo diablos ha sabido eso? - se oy exclamar a s misma.
Sherrinford se encogi de hombros y adopt el tono de conferenciante que le habla hecho
famoso.
- Mi trabajo depende de observar los detalles y hacerlos encajar unos con otros. En ms
de cien aos en Roland, la gente, tendiendo a arracimarse de acuerdo con sus orgenes y
sus hbitos mentales, ha desarrollado acentos regionales. Usted tiene un deje del acento
olgano, pero nasaliza las vocales al estilo de esta zona, aunque vive en Portolondon. Eso
sugiere una infancia expuesta al lenguaje metropolitano. Me ha dicho que formaba parte de
la expedicin de Matsuyama y que se llev a su hijo con usted. A ningn tcnico vulgar se lo
hubieran permitido; en consecuencia, tiene que ser lo bastante valiosa para haberlo
conseguido. El equipo estaba realizando investigaciones ecolgicas; por lo tanto, su
especialidad ha de encontrarse entre las ciencias de la vida. Por el mismo motivo, hay que
suponerle una experiencia previa. Pero su piel es muy fina, lo cual demuestra que no ha
estado expuesta prolongadamente a este sol. Ergo, ha pasado mucho tiempo bajo techado
antes de emprender este infortunado viaje. En cuanto a la viudedad... nunca me ha
mencionado un marido; pero debi de ser un hombre al que quera mucho, porque lleva aun
el anillo de boda y la alianza de compromiso que l le regal.
Barbro suspir, aturdida. Aquellas ltimas palabras haban trado ante sus ojos la figura de
Tim, enorme, pelirrojo, reidor y carioso. Tuvo que apartar la mirada de esta otra persona y
mirar hacia fuera.
- S - dijo finalmente -, tiene usted razn.

158
Poul Anderson Cuentos y Relatos

El apartamento ocupaba la cumbre de una colina encima de Christmas Landing. Debajo, la


ciudad descenda en paredes, tejados, chimeneas arcaicas y faroles callejeros, luces
fantasmagricas de vehculos pilotados por humanos, hasta el puerto, la curva de Venture
Bay, buques que se dirigan o procedan de las islas Sunward y regiones ms remotas del
Ocano Boreal, el cual brillaba como mercurio en los arreboles del ocaso de Carlomagno.
Oliver estaba ascendiendo rpidamente, un disco moteado de color naranja; ms cerca del
cenit que nunca podra alcanzar brillara con el color del hielo. Alde, la mitad de grande, era
una delgada lnula cerca de Sirio, la cual se encontraba cerca del Sol, record Barbro, pero
no poda verse el sol sin un telescopio.
- S - dijo Barbro, conteniendo los sollozos que haban acudido a su garganta -, mi marido
muri hace cuatro aos. Yo llevaba en mi seno a nuestro primer hijo cuando le mat un
unicornio desbocado. Nos habamos casado tres aos antes. Nos conocimos cuando
estbamos en la universidad... Las emisiones de la Escuela Central slo pueden
proporcionar una educacin bsica, ya sabe... Creamos nuestro propio equipo para realizar
estudios ecolgicos bajo contrato: ya sabe, averiguar si una zona determinada puede ser
colonizada manteniendo el equilibrio de la naturaleza, qu podra cultivarse en ellas, qu
dificultades se encontraran, etctera. Bueno, ms tarde trabaj en un laboratorio pisccola de
Portolondon. Pero la monotona de aquella tarea me result insoportable. El profesor
Matsuyama me ofreci un puesto en el equipo que estaba organizando para examinar la
regin de Hauch. Pens, Dios me perdone, pens que Jimmy... Tim quera que se llamara
James, cuando los tests demostraron que sera un chico, porque era el nombre de su padre y
porque Timmy y Jimmy sonaba bien, y... Bueno, pens que Jimmy no correra ningn
peligro acompandome. No poda soportar la idea de separarle de m durante meses, a su
edad. Podamos asegurarnos de que nunca saldra del campamento. Y, dentro de l, qu
poda ocurrirle de malo? Nunca haba credo esas historias acerca de los Outling que roban
nios humanos. Supona que los padres trataban de ocultarse a s mismos el hecho de que
haban sido descuidados, permitiendo que un nio se perdiera en los bosques, o fuese
atacado por una manada de fieras, o... Bueno, estaba equivocada, seor Sherrinford. Los
robots de guardia se evadieron, los perros fueron drogados, y cuando despert Jimmy haba
desaparecido.
Sherrinford la mir a travs del humo de su pipa. Barbro Engdahl Cullen era una robusta
mujer de treinta y tantos aos (aos rolndicos, se record a s mismo, noventa y cinco por
ciento de los terrestres, que no correspondan a los aos beowulfanos), ancha de hombros,
de piernas largas y senos rotundos; tena una cara ancha, la nariz recta, los ojos color de
avellana, la boca de labios gruesos y expresiva; sus cabellos eran de color castao-rojizo,
recogidos debajo de las orejas, su voz un poco ronca, y llevaba un sencillo vestido de calle.
Para aquietar el temblor de sus manos, l pregunt escpticamente:
- Cree usted ahora en los Outlings?
- No. Simplemente, no estoy tan segura como antes. - Barbro vacil, antes de aadir -: Y
hemos encontrado huellas.
- Restos de fsiles - asinti Sherrinford -. Unos cuantos artefactos de tipo neoltico. Pero
aparentemente antiguos, como si los que los construyeron hubieran muerto hace siglos. La
investigacin intensiva no ha aportado ninguna prueba real de su supervivencia.
- Hasta qu punto puede ser intensiva una investigacin, en un verano tormentoso y un
invierno lgubre en una zona desrtica alrededor del polo Norte? - inquiri ella -. Cuando
somos un milln de personas en todo un planeta, la mitad de ellas concentradas en esta
nica ciudad?
- Y el resto concentrado en este nico continente habitable - puntualiz Sherrinford.

159
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- La Artica cubre cinco millones de kilmetros cuadrados - replic ella -. La zona Artica
propiamente dicha cubre una cuarta parte del territorio. No tenemos la base industrial para
establecer estaciones monitoras satlites, construir aeronaves para explorar aquellas
regiones, abrir carreteras a travs de las malditas tierrasoscuras e instalar bases
permanentes que nos permitan conocerles y domesticarles. Dios mo, generaciones de
colonos solitarios contaron historias acerca de Mantogris, y la bestia no fue vista nunca por
un cientfico hasta el ao pasado!
- Sin embargo, usted sigue dudando de la existencia de los Outlings.
- Bueno, qu me dice de un culto secreto entre humanos, nacido del aislamiento y la
ignorancia, amadrigando en lugares desrticos, robando nios cuando pueden para...? -
Barbro trag saliva e inclin la cabeza -. Pero se supone que el experto es usted.
- Por lo que me ha dicho por el visfono, las fuerzas de polica de Portolondon ponen en
cuarentena la exactitud del informe que su grupo, creen que la mayora de ustedes padecen
histerismo, pretenden que han descuidado las debidas precauciones y que el nio se alej y
se extravi sin que ustedes lograran encontrarle.
La sequedad de aquellas palabras la hizo reaccionar. Enrojeciendo, replic:
- Como el hijo de cualquier colono? No. Yo no me he limitado a gritar. He consultado los
archivos. Y hay demasiados casos registrados como accidente para que resulte una
explicacin plausible. Y debemos ignorar del todo las aterradoras historias acerca de
reapariciones? Pero cuando acud a las fuerzas de polica con mis hechos, no quisieron
saber nada. Sospecho que la causa no es que dispongan de muy pocos agentes. Creo que
tambin ellos estn asustados. La mayora proceden de zonas rurales, y Portolondon se
encuentra cerca del borde de lo desconocido. - Su energa se apag - Roland no tiene
ninguna fuerza central de polica - termin, en tono de desaliento -. Usted es mi ltima
esperanza.
El hombre expeli una bocanada de humo antes de decir, con voz ms amable que hasta
entonces:
- Le ruego que no confe demasiado en m, seora Cullen. Soy un investigador privado
solitario en este mundo, sin ms recursos que los mos propios, y un recin llegado, por as
decirlo.
- Cunto tiempo lleva aqu?
- Doce aos. Apenas el tiempo suficiente para familiarizarme un poco con las
relativamente civilizadas regiones del litoral. Ustedes, que residen aqu desde hace un siglo o
ms, qu es lo que saben acerca del interior de la Artica? - Sherrinford suspir -. Aceptar
el caso, sin cobrar ms de lo que debo, principalmente por la experiencia que puede
reportarme - dijo -. Pero slo si es usted mi gua y mi ayudante, por penoso que le resulte.
- Desde luego! No puedo resistir la idea de permanecer ociosa. Mas, por qu he de ser
yo?
- Contratar a alguien con la suficiente capacidad resultarla prohibitivamente caro, en un
planeta de pioneros en el que cada mano tiene mil tareas urgentes que realizar. Adems,
usted tiene un motivo. Y yo necesito eso. Yo, que nac en otro mundo completamente distinto
a ste, que por su parte es completamente distinto de la Madre Tierra, me doy perfecta
cuenta de nuestras limitaciones y desventajas.
La noche se cerni sobre Christmas Landing. El aire segua siendo suave, pero los
zarcillos luminosos de niebla, escurrindose a travs de las calles, tenan un aspecto fro, y
ms fra an era la aurora que se estremeca entre las lunas. La mujer se acerc ms al
hombre en la oscurecida habitacin, seguramente sin darse cuenta de que lo haca, hasta
que l puls el interruptor de un fluorescente. Ambos participaban del conocimiento de la
soledad de Roland.

160
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Un ao-luz no es ninguna exageracin en distancias galcticas. Podra recorrerse en unos


270 millones de aos, empezando a mediados de la era permiana, cuando los dinosaurios
pertenecan al futuro remoto, y continuando hasta nuestros das, cuando las naves
espaciales cruzan distancias todava mayores. Pero las estrellas de nuestra vecindad se
encuentran a un promedio de nueve aos-luz de distancia, y apenas el uno por ciento de
ellas tienen planetas habitables para el hombre, y las velocidades estn limitadas a menos
de la de la radiacin. La contraccin relativista del tiempo y la animacin suspendida en ruta
prestan cierta ayuda. Eso hace que los viajes parezcan cortos, pero entre tanto la historia no
se detiene.
As, los viajes de sol a sol sern siempre pocos. Los colonizadores sern aquellos que
tengan motivos sumamente especiales para marcharse. Se llevarn consigo plasma germinal
para el cultivo exogentico de plantas y animales domsticos... y de nios humanos, a fin de
que la poblacin pueda crecer con la rapidez suficiente para escapar de la muerte a travs
del agotamiento gentico. Despus de todo, no pueden confiar en una posterior inmigracin.
Dos o tres veces por siglo, una nave puede llamar desde alguna otra colonia. (No desde la
Tierra. La Tierra est sumida desde hace mucho tiempo en otra clase de preocupaciones.)
Su lugar de origen ser un antiguo poblado. Los jvenes no estn en condiciones de
construir y gobernar naves interestelares.
Su misma supervivencia, dejando aparte su eventual modernizacin, est en duda. Los
padres fundadores han tenido que aceptar lo que pudieron obtener, en un universo no
diseado especialmente para el hombre.
Considrese, por ejemplo, Roland. Se encuentra entre los raros hallazgos afortunados, un
mundo en el que los humanos pueden vivir, respirar, comer el alimento, beber el agua, andar
descalzos si lo prefieren, cultivar sus cosechas, pacer sus animales, cavar sus minas, edificar
sus hogares, criar a sus hijos y nietos. Vale la pena recorrer tres cuartas partes de un siglo-
luz para conservar ciertos valores queridos y hundir nuevas races en el suelo de Roland.
Pero la estrella Carlomagno es de tipo F9, un cuarenta por ciento ms brillante que el Sol,
ms brillante an en los traicioneros ultravioleta y ms salvaje an en el viento de partculas
cargadas que desprende. El planeta tiene una rbita excntrica. En medio del corto pero
furioso verano septentrional, que incluye el periastron, la insolacin total es ms del doble de
la que recibe la Tierra; en lo profundo del largo invierno septentrional, es muy inferior al
promedio terrestre.
La vida nativa es abundante en todas partes. Pero al carecer de maquinaria adecuada,
que slo podran construir unos cuantos especialistas, el hombre slo puede soportar las
latitudes ms altas. Una inclinacin axial de diez grados, junto con la rbita, significa que la
parte septentrional del continente rtico pasa medio ao sin recibir la luz del sol. Alrededor
del polo sur se extiende un ocano vaco.
Otras diferencias con relacin a la Tierra podran parecer superficialmente ms
importantes. Roland tiene dos lunas, pequeas pero cercanas, para provocar desastrosas
mareas. Gira sobre s mismo una vez cada treinta y dos horas, perjudicando sutilmente a
unos organismos evolucionados a travs de milenios de un ritmo ms rpido. Las pautas
climatolgicas son tambin distintas a las terrestres. El globo slo tiene 9.500 kilmetros de
dimetro; su gravedad de superficie es 0,42 x 980 cm/seg 2; la presin del aire al nivel del mar
es ligeramente superior a una atmsfera terrestre. (Ya que en realidad la Tierra es la rareza,
y el hombre existe debido a que un accidente csmico expuls la mayor parte del gas que un
cuerpo de su tamao debera conservar, como ha hecho Venus.)
Sin embargo, el Homo puede ser llamado realmente sapiens cuando practica su
especialidad de no ser especializado. Sus repetidos intentos de congelarse a s mismo en

161
Cuentos y Relatos Poul Anderson

unos moldes con respuesta para todo, o una cultura, o una ideologa, o como quiera que lo
haya llamado, le han conducido repetidamente a la ruina. Si se le encarga la tarea
pragmtica de subsistir, suele desempearla bastante bien.
Se adapta dentro de unos lmites muy amplios.
Esos lmites estn determinados por factores tales como su necesidad de luz solar y de
convertirse, necesariamente y para siempre, en una parte de la vida que le rodea y un
producto del espritu que la alienta.

Portolondon introduce muelles, embarcaciones, maquinaria y almacenes en el golfo de


Polaris. Detrs de ellos se agrupan las viviendas de sus 5.000 habitantes permanentes:
paredes de hormign, contraventanas altos y picudos tejados. Lo alegre de su pintura
quedaba desdibujado entre los faroles; este pueblo se encontraba ms all del Crculo Artico.
Sin embargo, Sherrinford observ:
- Un lugar alegre, eh? Llegu a Roland buscando algo como esto.
Barbro no contest. Los das pasados en Christmas Landing, mientras l hacia sus
preparativos, la haban agotado. Mirando a travs de la cpula del taxi que les llevaba a la
parte baja del pueblo, supuso que l se refera a la lozana de la vegetacin a lo largo de la
carretera, matices brillantes y fosforescencia de flores en los jardines, clamor de alas encima
de sus cabezas. A diferencia de la flora terrestre en climas fros, la vegetacin rtica pasa
todas las horas diurnas en frentico crecimiento y almacenamiento de energa.
Hasta que la fiebre del verano deja paso al suave invierno no florece ni da fruto; y los
animales aletargados durante el verano abandonan sus madrigueras y las aves migratorias
vuelven a casa.
La vista era encantadora, tuvo que admitirlo: ms all de los rboles, una espaciosidad
trepando hacia remotas alturas, grisplateada bajo una luna, una aurora, el difuso resplandor
de un sol debajo mismo del horizonte.
Hermoso como un satn cazador, pens, e igualmente terrible. Aquella selvatiquez haba
robado a Jimmy. Se pregunt si al menos podra encontrar sus pequeos huesos y
llevrselos a su padre.
Bruscamente se dio cuenta de que Sherrinford y ella estaban en su hotel y que l haba
estado hablando del pueblo. Dado que era el siguiente en tamao despus de la capital, l
debi haberlo visitado con frecuencia. Las calles aparecan atestadas y ruidosas;
parpadeaban los letreros luminosos, brotaba la msica de tiendas, tabernas, restaurantes,
centros deportivos, salones de baile; los vehculos se tocaban unos a otros; los edificios para
oficinas de varios pisos de altura se erguan como ascuas de luz. Portolondon una un
enorme traspas al mundo exterior. Ro Gloria abajo llegaban balsas de troncos, minerales,
cosechas de granjas cuyos propietarios estaban logrando lentamente que la vida de Roland
les sirviera, carne, marfil y pieles reunidos por los exploradores en las montaas que se
erguan ms all de Troll Scarp. Por el mar llegaban cargueros que navegaban a lo largo de
la costa, la flota pesquera, productos de las islas Sunward y de otros continentes situados
mucho ms al sur y hasta los que se aventuraban hombres audaces. En Portolondon se rea,
se fanfarroneaba, se disimulaba, se robaba, se rezaba, se beba, se soaba, se fornicaba, se
construa, se destrua, se naca, se mora, se era feliz, desdichado, codicioso, vulgar,
amante, ambicioso, humano. Ni el ardor del sol en verano ni el crepsculo de medio ao -
completamente de noche en pleno invierno - pondran freno a la mano del hombre.
Al menos, eso deca todo el mundo.
Todo el mundo, excepto aquellos que se haban establecido en las regiones oscuras.
Barbro sola dar por sentado que estaban desarrollando extraas costumbres, leyendas y
supersticiones, las cuales moriran cuando todas las tierras estuvieran registradas en los

162
Poul Anderson Cuentos y Relatos

mapas y controladas. ltimamente, haba empezado a dudar. Tal vez las alusiones de
Sherrinford acerca de un cambio en su propia actitud acarreado por su investigacin
preliminar eran las responsables de las dudas de Barbro.
O tal vez necesitaba algo en que pensar que no fuera en cmo Jimmy, el da antes de
desaparecer, cuando ella le pregunt si quera pan de centeno o pan francs para un
emparedado, le respondi con gran solemnidad (empezaba a mostrarse interesado en el
alfabeto): Quiero una rebanada de lo que nosotros llamamos el pan F.
Apenas se dio cuenta de que se apeaba del taxi, se registraba en el hotel y era
acompaada a una habitacin amueblada de un modo primitivo. Pero, despus de deshacer
su equipaje, record que Sherrinford haba sugerido una conferencia confidencial. Cruz el
pasillo y llam a su puerta. Sus nudillos sonaron menos ruidosos que su corazn.
Sherrinford abri la puerta, con un dedo en los labios, y le hizo un gesto sealndole un
rincn. Barbro frunci el ceo hasta que vio la imagen del jefe de Polica Dawson en el
visfono. Sherrinford debi llamarle, y deba tener sus motivos para mantenerla fuera del
alcance de la cmara. Encontr una silla y esper, clavando las uas en sus rodillas.
El detective se acerc de nuevo al visfono.
- Perdone la interrupcin - dijo -. Un hombre se ha equivocado de nmero. Estaba
borracho, al parecer.
Dawson dej or una risita.
- Aqu abundan mucho - dijo. Barbro record lo aficionado a charlar que era Dawson, el
cual se atus la barba que llevaba, como si fuera un explorador en vez de un hombre de
ciudad -. No producen ningn dao, por regla general. Lo nico que tienen es un exceso de
voltaje, despus de pasar semanas o meses enteros en las regiones del interior, y necesitan
descargarlo.
- He llegado a la conclusin de que ese entorno, ajeno en un milln de aspectos al que
cre el hombre, produce extraos efectos en la personalidad. - Sherrinford atac su pipa -.
Desde luego, ya sabe que mi prctica ha estado limitada a zonas urbanas y suburbanas. Las
regiones aisladas rara vez necesitan investigadores privados. Ahora esa situacin parece
haber cambiado. Le he llamado para pedirle consejo.
- Me alegrara si pudiera ayudarle - dijo Dawson -. No he olvidado lo que hizo por nosotros
en el caso del asesinato de Tahoe. - Cautelosamente -: Ser mejor que explique primero su
problema.
Sherrinford prendi fuego a su pipa. El humo que sigui se impuso a los aromas
campestres que, incluso aqu, a un par de pavimentados kilmetros de distancia de los
bosques ms cercanos, se abran paso a travs de una ventana crepuscular.
- Esto es ms una misin cientfica que una bsqueda de un deudor oculto o de un espa
industrial - dijo Sherrinford -. Me encuentro ante dos posibilidades: la de que una
organizacin, criminal, religiosa o de otro tipo se haya estado dedicando desde hace tiempo
a robar nios; o la de que los Outlings del folklore sean reales.
- Eh? - En el rostro de Dawson, Barbro ley tanta consternacin como sorpresa -. No es
posible que hable usted en serio?
- De veras? - sonri Sherrinford -. El valor de los informes de varias generaciones no
debera ser desechado. Especialmente cuando se han ido haciendo ms frecuentes y
consecuentes con el paso del tiempo. No podemos ignorar las desapariciones de nios de
corta edad, que ascienden a ms de un centenar, sin que se haya encontrado nunca el
menor rastro de ellos. Ni los hallazgos que demuestran que una especie inteligente habit en
otro tiempo en la Artica, y puede todava merodear por el interior.
Dawson se inclin hacia delante como si se dispusiera a salir de la pantalla.

163
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Quin le ha contratado? - pregunt -. Una tal Cullen? Lo lamentamos por ella,


naturalmente, pero lo que dijo no tena sentido, y cuando se puso impertinente...
- Acaso no confirmaron su relato sus compaeros, reputados cientficos?
- No haba ningn relato que confirmar. Mire, ellos tenan el lugar rodeado de detectores y
alarmas, y tenan mastines. Lo normal en una regin en la que puede presentarse un suroide
hambriento o cualquier otra fiera. Nada poda haber entrado sin ser detectado.
- Nada por el suelo, pero qu me dice de algo volador aterrizando en medio del
campamento?
- Un hombre tripulando un helicptero hubiera despertado a todo el mundo.
- Un ser alado podra resultar ms silencioso.
- Un ser alado capaz de levantar a un nio de tres aos? No existe.
- No existe en la literatura cientfica, quiere usted decir, seor Dawson. Recuerde a
Mantogris; recuerde lo poco que sabemos acerca de Roland, un planeta, un mundo entero.
Tales pjaros existen en Beowulf... y en Rustum, segn he ledo. He calculado el nivel local
de densidad del aire y, s, es marginalmente posible tambin aqu. El nio pudo haber sido
transportado a una corta distancia antes de que los msculos de las alas se fatigaran y el
animal se viera obligado a descender.
Dawson refunfu:
- Primero aterriz y se dirigi a la tienda en la que dorman la madre y el nio. Luego se
llev al nio, hasta que no pudo volar ms. No suena eso a ave de presa? Y el nio no
grit, y los perros no ladraron!
- En realidad - dijo Sherrinford -, esas inconsistencias son las caractersticas ms
interesantes y convincentes de todo el asunto. Tiene usted razn, resulta difcil creer que un
raptor humano pudo entrar en el campamento sin ser detectado, y un animal tipo guila no
hubiera operado de ese modo. Pero nada de esto tiene aplicacin a un ser alado inteligente.
El nio podra haber sido drogado. Desde luego, los perros mostraron sntomas de haberlo
sido.
- Los perros mostraron sntomas de haberse dormido. Nada les haba llamado la atencin.
Ni poda llamrsela el nio vagando por el campamento. Por lo visto, las alarmas estaban
instaladas de un modo muy chapucero, puesto que no se esperaba ningn peligro en el
interior del campamento. As que el nio pudo salir fcilmente. Lamento tener que decirlo,
pero debemos suponer que el pobre rapaz muri de hambre o atacado por alguna fiera. -
Dawson hizo una pausa antes de aadir -: Si dispusiramos de ms personal, podramos
haber dedicado ms tiempo al asunto. Y nos ocupamos de l, desde luego. Llevamos a cabo
una exploracin area, arriesgando las vidas de los pilotos, utilizando instrumentos que
hubieran localizado al nio en cualquier parte en un radio de cincuenta kilmetros. Ya sabe
usted cun sensibles son los analizadores trmicos. No encontramos absolutamente nada. Y
tenemos tareas ms importantes que la bsqueda de los dispersos restos de un cadver. -
Termin bruscamente -: Si le ha contratado la seora Cullen, le aconsejo que busque un
pretexto para renunciar al encargo. Tambin ser mejor para ella. Es preciso que recobre la
cordura y el sentido de la realidad.
Barbro reprimi un grito mordindose la lengua.
- Oh! Esta es simplemente la ltima desaparicin de la serie - dijo Sherrinford -. Ms
cuidadosamente registrada que ninguna de las anteriores y, por ello, mucho ms sugestiva. -
Barbro no comprendi cmo poda hablar con tanto despego, teniendo en cuenta que Jimmy
estaba perdido -. Habitualmente, la familia ofreca un relato lacrimoso pero desprovisto de
detalles de la desaparicin de su nio, que tena que haber sido robado por la Antigua Gente.
A veces, aos ms tarde, hablaban de lo que ellos juraban tena que haber sido el nio
crecido, que haba dejado de ser realmente humano, revoloteando tristemente, o atisbando a

164
Poul Anderson Cuentos y Relatos

travs de una ventana, o atrayendo algn perjuicio sobre ellos. Como usted dice, ni las
autoridades ni los cientficos han dispuesto de personal o de recursos para organizar una
adecuada investigacin. Como digo yo, el caso merece ser investigado. Tal vez un particular
como yo pueda aportar una ayuda.
- Escuche, la mayora de los que integramos las fuerzas de polica hemos crecido en el
interior. No nos limitamos a patrullar y a contestar a las llamadas de emergencia; vamos all
con relativa frecuencia para celebrar fiestas y reuniones. Si existiera alguna banda de...
sacrificadores humanos, lo sabramos.
- Me doy cuenta de eso. Y tambin me doy cuenta de que la gente de la que ustedes
proceden tiene una creencia profundamente arraigada en la existencia de seres no humanos
con poderes sobrenaturales. En realidad, son muchos los que celebran ritos y hacen
ofrendas para atraerse la buena voluntad de aquellos seres.
Dawson solt una risita burlona.
- S a dnde quiere ir a parar - dijo -. Lo he odo antes, de un centenar de
sensacionalistas. Los aborgenes son los Outlings. Tena una opinin mucho mejor de
usted... Seguramente ha visitado ms de un museo, seguramente ha ledo literatura de
planetas que tienen nativos. O acaso no ha aplicado nunca esa lgica suya? - Agit un
dedo -. Piense - continu -. Qu hemos descubierto, en realidad? Unas cuantas piedras
labradas; unos cuantos megalitos que podran ser artificiales; rayaduras en la roca que
parecen mostrar plantas y animales, aunque no del modo que cualquier cultura humana los
hubiera dibujado; rastros de fogatas y huesos rotos; otros fragmentos de hueso que podran
haber pertenecido a seres pensantes, como si pudieran haber estado en el interior de dedos
o alrededor de grandes cerebros. Sin embargo, sus propietarios no tenan el aspecto de
hombres. Ni de ngeles, dicho sea de paso. Nada! La reconstruccin ms antropoide que he
visto muestra una especie de crocagator bpedo.
Espere, djeme terminar. Las historias acerca de los Outlings... Oh! Las he odo
tambin, muchas de ellas. Y las crea cuando era nio. Las historias cuentan que son de
diferentes tipos, algunos alados, algunos no, algunos medio humanos, algunos
completamente humanos a excepcin quiz de que son demasiado guapos... Es una
repeticin de los cuentos de hadas de la antigua Tierra. No es verdad? En cierta ocasin
me interes por la materia y rebusqu en los microarchivos de la Biblioteca Heritage, y que
me aspen si no encontr leyendas casi idnticas, contadas por campesinos siglos antes de
los vuelos espaciales.
Ninguna de ellas encaja con las escasas reliquias que tenemos, si es que son reliquias,
ni con el hecho de que ninguna zona del tamao de la Artica ha podido producir una docena
de especies inteligentes distintas, ni... diablos, con el modo que el sentido comn nos dice
que se hubieran comportado los aborgenes cuando llegaron los humanos.
Sherrinford asinti.
- S, s - dijo -. Yo estoy menos seguro que usted de que el sentido comn de los seres no
humanos sea precisamente como el nuestro. He visto demasiadas variaciones dentro del
gnero humano. Pero admito que sus argumentos son de peso. Los escasos cientficos de
Roland tienen tareas ms apremiantes que la de rastrear los orgenes de lo que es, como
usted ha dicho, una supersticin medieval revivida. - Cogi la cazoleta de su pipa con ambas
manos y contempl fijamente la diminuta brasa que humeaba en ella -. Tal vez lo que ms
me interesa - continu en voz baja - es el motivo de que a travs de esa hondonada de
siglos, a travs de una barrera de civilizacin mecnica, sin ninguna continuidad de tradicin,
unos colonizadores tecnolgicamente organizados y razonablemente instruidos hayan
sacado de su tumba una creencia en la Antigua Gente.

165
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Supongo que eventualmente, si la Universidad llega a desarrollar el departamento de


psicologa del que tanto se habla, alguien extraer una tesis de su pregunta.
Dawson haba hablado en tono mordaz, y casi se atragant cuando Sherrinford replic:
- Me propongo empezar ahora mismo. En la regin de Hauch, dado que all ocurri el
ltimo incidente. Dnde puedo alquilar un vehculo?
- Uh, resultar difcil...
- Vamos, vamos. Aunque sea un novato conozco la situacin. En tanta economa de
escasez, pocas personas pocas personas poseen equipo propio. Pero dado que es
necesario, siempre puede ser alquilado. Necesito un mnibus todo terreno. Y necesito que
me instalen en l cierto equipo que he trado conmigo, y que coloquen en la parte superior
una torreta con un caoncito controlable desde el asiento del conductor. Yo suministrar las
armas. Adems de los rifles y pistolas de mi propiedad, he conseguido alguna artillera del
arsenal de la polica de Christmas Landing.
-.,De veras pretende usted hacer... una guerra... contra un mito?
- Digamos que adopto medidas de seguridad, lo cual no es terriblemente caro, contra una
remota posibilidad. Ahora, adems del mnibus, qu hay acerca de una aeronave ligera
remolcada para utilizarla en vuelos de reconocimiento?
- No - Dawson habl en tono ms decidido que hasta entonces -. Eso sera una llamada al
desastre. Podemos trasladarle a un campamento base en un avin grande cuando el parte
metereolgico sea favorable. Pero el piloto tendr que regresar inmediatamente, antes de
que las condiciones climatolgicas empeoren. La meteorologa est subdesarrollada en
Roland; el aire es especialmente traicionero en esta poca del ao, y no estamos preparados
para fabricar aeronaves que puedan superar todas las contingencias. - Respir a fondo. - No
tiene usted idea de la rapidez con que puede desencadese un huracn, ni del tamao del
pedrusco que puede caer de un cielo claro... Una vez est all, pguese al terreno. - Vacil -.
Este es un motivo importante de que nuestra informacin sobre el interior sea tan escasa y
de que sus colonos estn tan aislados.
Sherrinford ri sin alegra.
- Bueno, supongo que si los detalles son los que busco, tendr que salir corriendo.
- Perder usted mucho tiempo - dijo Dawson -. Y el dinero de su cliente. Escuche, no
puedo prohibirle cazar sombras, pero...
La discusin se prolong por espacio de casi una hora. Cuando la pantalla se apag,
Sherrinford se puso en pie, se desperez y ech a andar hacia Barbro. Ella observ de
nuevo lo peculiar de su paso. Haba llegado de un planeta con una cuarta parte de la
atraccin gravitacional de la Tierra, a otro en el que el peso era menos de la mitad del
terrestre. Barbro se pregunt si volaba en sueos.
- Disculpe que la haya dejado al margen del asunto - dijo Sherrinford - No esperaba poder
hablar con l tan pronto. Era completamente sincero al decir que est muy ocupado. Pero,
habiendo establecido contacto, no quera que la recordara demasiado a usted.
Puede no dar importancia a mi proyecto, considerndolo como una intil fantasa a la que
no tardar en renunciar. Pero su actitud podra haber sido muy distinta, hasta el extremo de
acumular obstculos delante de nosotros, si se hubiera dado cuenta a travs de usted de lo
decididos que estamos.
- Por qu habra de importarle? - pregunt Barbro en su amargura.
- Por miedo a las consecuencias, mucho peor porque se niega a admitirlo. Miedo a las
consecuencias, ms aterrador porque son insospechables. - La mirada de Sherrinford se fij
en la pantalla, y luego pas a travs de la ventana hacia la aurora que lata en glacial azul y
blanco inmensamente lejos por encima de sus cabezas -. Supongo que se ha dado cuenta

166
Poul Anderson Cuentos y Relatos

de que estaba hablando con un hombre asustado. A pesar de su aparente escepticismo,


Dawson cree en los Outlings... Oh, s, cree en ellos!

Los pies de Mistherd volaban sobre la hierba ms veloces que el viento que agitaba los
tallos. A su lado, negro y deforme, avanzaba Nagrim el nicor, cuyo enorme peso dejaba una
ringla de plantas aplastadas. Detrs, capullos luminosos de un estramonio brillaban a travs
de los perfiles retorcidos de Morgarel el espectro.
Aqu se alzaba Cloudmoor en una rompiente de colinas y espesuras. El aire permaneca
inmvil, transportando de vez en cuando el apagado aullido de un animal en la distancia. La
oscuridad era mayor que de costumbre al empezar el invierno, ya que las lunas estaban
bajas y la aurora era un plido parpadeo encima de las montaas en la orilla septentrional del
mundo. Pero esto haca que las estrellas brillaran ms, y su nmero atestaba el cielo, y el
Camino Fantasma brillaba entre ellas como si, al igual que el follaje debajo de l, estuviera
pavimentado con roco.
- All! - rugi Nagrim, que tenia sus cuatro brazos extendidos. El grupo haba llegado a lo
alto de una loma. Lejos brill una chispa -. Hoah, hoah! Debemos saltar sobre ellos, o
acercarnos lentamente?
Ni lo uno ni lo otro, cerebro de hueso. La respuesta de Morgarel se desliz a travs de sus
mentes. No, a menos que nos ataquen, y no nos atacarn a menos que demos a conocer
nuestra presencia. Ella nos orden que espiramos sus propsitos.
- Gr-r-rum-m-m. Yo conozco sus propsitos. Cortar rboles, hundir arados en la tierra,
sembrar sus malditas semillas. Si no les paramos los pies, pronto, muy pronto, sern
demasiado fuertes para nosotros.
- No demasiado fuertes para la Reina! - protest Mistherd.
Sin embargo, al parecer, ellos tienen nuevos poderes, le record Morgarel. Debemos
someterles a prueba cuidadosamente.
- Entonces, podemos saltar cuidadosamente sobre ellos? - pregunt Nagrim.
La pregunta provoc una sonrisa en Mistherd, hacindole olvidar su propia intranquilidad.
Palme la escamosa espalda.
- No hables - dijo -. Me lastimas los odos. Ni pienses; eso lastima tu cabeza. Vamos,
corre!
Tranquilzate, intervino Morgarel. Hay demasiada vida en ti, nacido-humano.
Mistherd hizo una mueca al espectro, pero obedeci hasta el punto de aminorar el paso y
avanzar con ms cautela. Ya que viajaba en nombre de la Ms Bella, para enterarse de lo
que habla trado a un par de mortales hasta all.
Buscaban al nio que Ayoch rob? (El nio segua llorando y llamando a su madre,
aunque cada vez menos a medida que las maravillas de Carheddin penetraban en l.)
Quizs. Una mquina voladora les haba dejado a ellos y a su vehculo en el ahora
abandonado campamento, desde el cual haban avanzado en espiral. Pero cuando ningn
rastro del cachorro haba aparecido dentro de una razonable distancia, no haban llamado
para emprender el viaje de regreso. Y esto no era debido a que las condiciones
climatolgicas impidieran la propagacin de las ondas, como ocurra con frecuencia. No, en
vez de llamar, la pareja se haba dirigido hacia las montaas de Moonhorn. Directamente
hacia unos reinos no hollados hasta entonces por su raza.
De modo que sta no era una investigacin rutinaria. Qu era, entonces?
Mistherd comprendi ahora por qu la que reinaba haba hecho que sus hijos mortales
adoptados aprendieran, o conservaran, el torpe lenguaje de sus predecesores. El haba
odiado aquel ejercicio, completamente extrao a las costumbres de los Moradores. Desde
luego, uno la obedeca a ella, y con el tiempo se daba cuenta de lo sensata que haba sido.

167
Cuentos y Relatos Poul Anderson

De pronto, dej a Nagrim detrs de una roca - el picor slo serla til en una lucha - y se
arrastr de arbusto en arbusto hasta quedar a una distancia prudencial de los humanos. Un
rbol de la lluvia se inclin sobre l, hojas suaves sobre su desnuda piel, y le envolvi en
oscuridad. Morgarel flot hasta la copa de un rbol de hojas temblonas, cuya oscilacin
ocultarla mejor su forma insustancial. Tampoco l sera de mucha ayuda. Y eso era lo peor
de la situacin. Los espectros se encontraban entre aquellos que no slo podan captar y
transmitir pensamientos, sino tambin proyectar ilusiones. Morgarel haba informado que
esta vez su poder pareca rebotar en una invisible pared fra alrededor del vehculo.
Por otra parte, el varn y la hembra no haban instalado mquinas guardianes ni llevaban
perros. Seguramente suponan que no iban a necesitarlos, dado que dorman en el largo
vehculo en el que viajaban. Pero semejante desprecio de la fuerza de la Reina no poda ser
tolerado.
El metal brillaba dbilmente a la luz de su fogata. Ellos estaban sentados junto al fuego,
protegindose contra una frialdad que Mistherd, desnudo, encontraba suave. El varn beba
humo. La hembra miraba fijamente hacia un punto indeterminado que sus ojos deslumbrados
por las llamas deban ver como espesa oscuridad. La danzante claridad permita verla muy
bien. S, a juzgar por el relato de Ayoch, era la madre del nuevo cachorro.
Ayoch haba querido venir tambin, pero la Maravillosa se lo prohibi. Los puks no podan
mantenerse inmviles el tiempo suficiente para aquella clase de misin.
El hombre chup su pipa. Sus mejillas quedaron as en la sombra mientras la luz
parpadeaba a travs de su nariz y su entrecejo: por un instante pareci un ave de presa a
punto de caer sobre su vctima.
- No, se lo repito, Barbro, no tengo ninguna teora - estaba diciendo -. Cuando los hechos
son insuficientes, teorizar es ridculo en el mejor de los casos, desorientador en el peor.
- Sin embargo, debe de tener alguna idea de lo que est haciendo - dijo ella. Era evidente
que haban hablado a menudo de aquello antes de entonces. Ningn Morador poda ser tan
insistente como ella ni tan paciente como l -. El equipo que ha trado... ese generador que
mantiene en marcha...
- Tengo un par de hiptesis, que me han sugerido el equipo que deba traer.
- Por qu no me dice qu hiptesis son sas?
- Ellas mismas indican que podra ser desaconsejable en los momentos actuales. Todava
estoy palpando mi camino en el laberinto. Y an no he tenido una oportunidad de establecer
conexin entre todos los datos que poseo. De hecho, slo estamos realmente protegidos
contra una supuesta influencia teleptica...
- Qu? - se sobresalt ella -. Se refiere usted... a esas leyendas acerca de cmo pueden
leer tambin las mentes...
La hembra se interrumpi, y su mirada escrut la oscuridad ms all de los hombros del
varn.
El se inclin hacia adelante. Su tono perdi rpidamente su sequedad para hacerse ms
ansioso y ms suave.
- Barbro, se est destrozando a s misma. Lo cual no ser una ayuda para Jimmy si est
vivo, y cuanto ms dure esto ms va a necesitarla. Tenemos una pesada tarea ante nosotros,
y ser mejor que se concentre en ella.
Ella asinti con un gesto y se mordi el labio inferior unos momentos, antes de contestar:
- Lo estoy intentando.
El sonri alrededor de su pipa.
- Espero que lo consiga. Nunca me ha dado la impresin de ser una mujer dispuesta a
abandonar, ni una plaidera, ni amiga de compadecerse de s misma.

168
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Ella dej caer una mano sobre la pistola que llevaba al cinto. Su voz cambi; surgi de su
garganta como un cuchillo de la vaina.
- Cuando los encontremos, sabrn quin soy. Quines son los humanos.
- Deje a un lado la ira - apremi el hombre -. No podemos permitirnos esa clase de
emociones. Si los Outlings son reales, como ya le he dicho que provisionalmente supongo,
estn luchando por sus hogares. - Despus de un breve silencio, aadi -: Me gusta pensar
que si los primeros exploradores hubiesen encontrado nativos vivos, los hombres no
hubieran colonizado Roland. Pero ahora es demasiado tarde. No podemos volvernos atrs.
Esta es una lucha hasta el final, contra un enemigo tan astuto que incluso nos oculta el
hecho de que est guerreando.
- Lo est haciendo? Quiero decir, acechando, raptando ocasionalmente a un nio...
- Eso es parte de mi hiptesis. Sospecho que eso no son hostigamientos, sino tcticas
empleadas en una estrategia terriblemente sutil.
El fuego chisporrote. El hombre fum unos instantes en silencio, meditando, y finalmente
continu:
- No quise despertar sus esperanzas ni excitarla sin motivo mientras tuvo que esperarme,
primero en Christmas Landing, luego en Portolondon. Ms tarde tuvimos que convencernos a
nosotros mismos de que Jimmy haba sido llevado ms lejos del campamento de lo que l
podra haber andado antes de caer agotado. Slo le estoy diciendo lo minuciosamente que
he estudiado el material disponible sobre la... Antigua Gente. Adems, al principio lo hice con
la intencin de eliminar toda posibilidad imaginable, por absurda que fuera.
No esperaba otro resultado que una refutacin final. Pero lo examin todo, reliquias,
anlisis, historias, relatos periodsticos, monografas; habl con colonos del interior que
estaban de paso en el pueblo y con algunos cientficos que han demostrado cierto inters por
el asunto. Asimilo las cosas rpidamente. Y tengo la pretensin de que puedo convertirme en
tan experto como cualquiera..., aunque Dios sabe que en este caso hay poco en lo que ser
experto. Por otra parte, yo, relativamente forastero en Roland, tal vez podra examinar el
problema con distinto enfoque. Y llegu a unas cuantas conclusiones.
Si los aborgenes se extinguieron, por qu no dejaron ms restos? La Artica no es tan
enorme, y la vida rolndica es frtil. Tena que haber alimentado a una poblacin cuyos
utensilios se habran acumulado a travs de milenios. He ledo que en la Tierra se
encontraron millares de hachas paleolticas, ms por casualidad que por arqueologa.
Muy bien. Supongamos que las reliquias y los fsiles fueron deliberadamente eliminados
entre la poca en que se march la ltima expedicin exploradora y el momento en que
llegaron las primeras naves de colonizacin. Hall cierto apoyo para esta idea en los diarios
de los primeros exploradores. Estaban demasiado ocupados comprobando la habitabilidad
del planeta para confeccionar catlogos de los monumentos primitivos. Sin embargo, sus
observaciones demuestran que vieron muchas ms cosas que los que llegaron
posteriormente. Supongamos que lo que nosotros hemos encontrado es, precisamente, lo
que los encargados de eliminarlo pasaron por alto o no tuvieron tiempo de eliminar.
Eso revela una mentalidad sofisticada, pensando en trminos de a largo plazo, no es
cierto? Lo cual a su vez revela que la Antigua Gente no eran simples cazadores ni
agricultores neolticos.
- Pero nadie ha visto nunca edificios, ni mquinas, ni cosas por el estilo - objet Barbro.
- No. Lo ms probable es que los nativos no avanzaran a travs de nuestro tipo de
evolucin metalrgico-industrial. Yo puedo concebir otros caminos. Su civilizacin podra
haber empezado, ms bien que terminado, con ciencia y tecnologa biolgicas. Podran
haber desarrollado potencialidades del sistema nervioso, que Podran ser mayores en su
especie que en el hombre. Nosotros mismos tenemos hasta cierto punto esas capacidades,

169
Cuentos y Relatos Poul Anderson

como usted sabe muy bien. Un zahor, por ejemplo, capta realmente las variaciones en el
campo magntico local provocadas por una meseta de agua. Sin embargo, en nosotros no
abunda ese tipo de talento. De modo que nos dedicamos a otras actividades. Quin
necesita ser un telpata, digamos, si se tiene un visifono? La Antigua Gente puede haber
visto las cosas en otro sentido. Los utensilios de su civilizacin pueden haber sido, y pueden
ser todava, inidentificables para los hombres.
- Pero podan haberse identificado a s mismos ante los hombres - dijo Barbro -. Por qu
no lo hicieron?
- Puedo imaginar varios motivos. Por ejemplo, podan haber tenido una desagradable
experiencia con visitantes interestelares en una poca anterior de su historia. La nuestra no
es la nica raza que posee naves espaciales. Sin embargo, ya le he dicho que no teorizo
anticipndome a los hechos. Digamos simplemente que la Antigua Gente, si existe, es
extraa para nosotros.
- Para un pensador riguroso como usted, sa es una argumentacin muy alambicada.
- Ya he admitido que es provisional. - El la mir a travs de un turbin de humo de la
fogata -. Usted acudi a mi, Barbro, insistiendo en que su hijo haba sido robado, pero sus
alusiones a unos raptores por motivos religiosos eran absurdas. Por qu se muestra tan
reacia a admitir la realidad de no humanos?
- A pesar de que probablemente de ello depende el que Jimmy est vivo - suspir ella -. Lo
s. - Un estremecimiento -. Tal vez no me atrevo a admitirlo.
- Hasta ahora no he dicho nada que no se haya especulado en letra impresa - dijo l -.
Una especulacin desacreditada, desde luego. En un centenar de aos nadie ha encontrado
pruebas vlidas de que los Outlings sean algo ms que una supersticin. Sin embargo, unas
cuantas personas han declarado que es al menos posible que en las regiones inexploradas
habiten nativos inteligentes.
- Lo s - repiti ella -. Aunque no s lo que le ha inducido a tomarse en serio esos
argumentos, de la noche a la maana.
- Bueno, cuando usted me oblig a pensar, se me ocurri que los colonos de Roland no
son agricultores medievales completamente aislados. Tienen libros, telecomunicaciones,
herramientas mecnicas, vehculos a motor; y por encima de todo, tienen una educacin
moderna orientada cientficamente. Por qu haban de volverse supersticiosos? Algo debe
provocarlo. - Se interrumpi -. Ser mejor que no contine. Mis ideas van ms all; pero si
son correctas, es peligroso hablar de ellas en voz alta.
Los msculos del vientre de Mistherd se tensaron. Haba peligro para la Bella en aquella
cabeza de ave de presa. La Portadora de Guirnaldas tena que ser advertida. Estuvo a punto
de ordenar a Nagrim que matara a aquella pareja. Si el nicor actuaba con la suficiente
rapidez, sus armas de fuego no les serviran para nada. Pero podan haber dejado un aviso
detrs de ellos... Mistherd volvi a escuchar. La conversacin haba cambiado de rumbo.
Barbro estaba murmurando:
- Por qu se qued usted en Roland?
El hombre sonri desvadamente.
- Bueno, la vida en Beowulf no tena alicientes para mi. Heorot est... o estaba; esto fue
hace unas dcadas, no lo olvide..., Heorot estaba densamente poblado, perfectamente
organizado, fastidiosamente uniforme. Eso era debido en parte a la frontera de las tierras
bajas, una vlvula de seguridad para dar salida a los descontentos. Pero yo careca de la
tolerancia al dixido de carbono necesaria para vivir all en buen estado de salud. Se estaba
preparando una expedicin para recorrer cierto nmero de mundos colonizados,
especialmente aquellos que no disponan de equipo para mantener contacto por laser.
Recordar usted su anunciado objetivo: buscar nuevas ideas en ciencia, arte, sociologa,

170
Poul Anderson Cuentos y Relatos

filosofa, todo lo que se revelara como valioso. Temo que en Roland encontraron muy pocas
cosas importantes para Beowulf. Pero yo vi oportunidades para m mismo y decid
establecerme aqu.
- Era usted tambin detective all?
- S, en la polica oficial. Esta profesin es una tradicin en nuestra familia. Algo de eso
puede proceder de la rama cherokee de ella, si el nombre significa algo para usted. Sin
embargo, descendemos tambin por lnea colateral de uno de los primeros investigadores
privados que existieron en la Tierra antes de los vuelos espaciales. Sea o no verdad, siempre
le he considerado como un modelo til. Un arquetipo, comprende?
El hombre se interrumpi. Una sombra de inquietud nubl su semblante.
- Ser mejor que nos acostemos - dijo -. Maana por la maana tenemos que recorrer una
larga distancia.
Ella mir a su alrededor.
- Aqu no hay maanas - murmur.
Se retiraron. Mistherd se incorpor y flexion cautelosamente sus msculos. Antes de
regresar a la Hermana de Lyrth, se arriesg a echar una ojeada a travs de una ventanilla del
vehculo. Haba dos catres, uno al lado del otro, y los humanos yacan en ellos. Pero el
hombre no haba tocado a la mujer, a pesar de que ella tena un cuerpo atractivo, y nada
sugera que se dispusiera a hacerlo.
Unos seres raros, los humanos. Fros y como de arcilla. Y queran invadir el maravilloso
mundo salvaje? Mistherd escupi, asqueado. No deba ocurrir. No ocurrira. La que reinaba lo
haba jurado.

Las tierras de William Irons eran inmensas. Pero esto se deba a que se necesitaba una
barona para mantenerle a l, a su familia y a su ganado, a base de unas cosechas nativas
cuyo cultivo era an parcialmente desconocido. Cultivaba tambin algunas plantas terrestres,
a la luz del verano y en invernaderos. Sin embargo, aquellas plantas eran un lujo. La
verdadera conquista del Artica septentrional estaba en la hierba para forraje, en la batiriza, el
pericup y el glicofiln, y eventualmente, cuando el mercado se ampliara con la poblacin y la
industria, el chalcantemo para los floristas de la ciudad y las pieles de animales criados en
jaulas para los peleteros.
Eso sera en un futuro que Irons no esperaba llegar a ver. Sherrinford se pregunt si el
hombre esperaba realmente que alguien lo viera.
La estancia era clida y estaba bien iluminada. El fuego crepitaba alegremente en el
hogar. La luz de los paneles fluorescentes brillaba sobre los armarios, sillas y mesas talladas
a mano, sobre las cortinas de vivos colores y la vajilla de los anaqueles. El colono estaba
slidamente instalado en su alto asiento, robusto, macizo, con la barba desparramndose
sobre su pecho. Su esposa y sus hijas trajeron caf, cuya fragancia se uni a los restantes
aromas de una cena copiosa para l, sus huspedes y sus hijos.
Pero en el exterior, el viento ululaba, el relmpago centelleaba, el trueno ruga, la lluvia
estallaba sobre el tejado y las paredes y formaba remolinos entre los guijarros del patio.
Establos y cobertizos se agachaban contra la inmensidad que se extenda ms all. Los
rboles geman, y, resonaba una maligna carcajada ahogando el mugido de una vaca
asustada? El granizo golpe las tejas como nudillos llamando a una puerta.
Uno poda sentir cun lejanos estaban sus vecinos, pens Sherrinford. Y, sin embargo,
ellos eran las personas a las que uno vea con ms frecuencia, con las que hacia negocios
diariamente por visfono (cuando una tormenta solar no introduca el caos en voces y rostros)
o personalmente, con las que celebraba reuniones, chismorreaba o intrigaba, con las que

171
Cuentos y Relatos Poul Anderson

concertaba matrimonios; al final; eran las personas que le enterraran a uno. Las luces de los
pueblos teteros estaban monstruosamente lejos.
William Irons era un hombre fuerte. Pero cuando habl ahora, haba miedo en su tono.
- Piensan ir realmente ms all de Troll Scarp?
- Se refiere usted a las Empalizadas Hanstein? - respondi Sherrinford, en tono ms de
reto que de pregunta.
- Ningn colono del interior les da otro nombre que no sea Troll Scarp - dijo Barbro.
Y cmo haba renacido un nombre como aqul, a aos-luz y a siglos de distancia de la
Edad Media de la Tierra?
- Cazadores, tramperos, prospectores..., ustedes les llaman exploradores..., viajan por
esas montaas - declar Sherrinford.
- En algunas partes - dijo Irons -. Eso est permitido, por un pacto concluido entre un
hombre y la Reina despus de que l curase a un asno-de-las-colinas herido por un satn.
Dondequiera que crece la plumablanca los hombres pueden circular, si dejan presentes en
los altares de piedra a cambio de lo que toman de la tierra. A otras partes... no es prudente ir.
- Pero se ha hecho, no es cierto?
- Oh, s! Y algunos han regresado sin novedad, o al menos eso pretenden, aunque he
odo decir que a partir de entonces les acompa la desgracia. Y algunos no regresaron; se
desvanecieron. Y algunos que regresaron hablaron balbuceando de maravillas y horrores,
quedando idiotizados por el resto de sus vidas. Hace muchsimo tiempo que nadie ha sido lo
bastante osado para romper el pacto y traspasar los lmites. - Irons mir a Barbro con una
expresin casi implorante. Lo mismo hicieron su esposa y sus hijos, en completo silencio. El
viento aull ms all de las paredes y sacudi las contraventanas -. No lo haga usted.
- Tengo motivos para creer que mi hijo est all - respondi ella.
- Si, si, nos lo ha contado usted, y yo lo siento. Tal vez pueda hacerse algo. Tal vez
depositar una doble ofrenda en el Tmulo de Unvar a mediados del invierno, y un ruego
escrito en el csped con un cuchillo de pedernal. Quiz devolveran al nio. - Irons suspir -.
Aunque eso es algo de lo que no hay noticia en la memoria del hombre. Y el nio poda
haber corrido una suerte peor. Yo mismo les he entrevisto corriendo alocadamente a travs
del crepsculo. Parecen ms felices que nosotros. Para el nio, podra resultar poco
beneficioso regresar a su lado.
- Como en la cancin de Arvid - dijo su esposa.
Irons asinti.
- U otros, ahora que pienso en ello.
- Qu es esto? - pregunt Sherrinford.
Con ms intensidad que antes, se sinti como un extrao. El era hijo de ciudades y
tcnicas; por encima de todo, un hijo de la inteligencia escptica. Esta familia crea. T result
inquietante ver algo ms que un pice de su aceptacin en el lento gesto de asentimiento de
Barbro.
- Nosotros tenemos la misma balada en la Tierra de Olga Ivanoff - le dijo Barbro, con voz
menos tranquila que las palabras -. Es una de las tradicionales que se cantan para
establecer el comps de un baile en un prado. Nadie sabe quin la compuso.
- He visto una multilira en su equipaje, seora Cullen - dijo la esposa de Irons. Estaba
visiblemente deseosa de acabar con el explosivo tema de una aventura en desafo a la
Antigua Gente. Una cancin poda ayudar -. Le gustara entretenernos un poco?
Barbro sacudi la cabeza, plida alrededor de las fosas nasales. El mayor de los
muchachos se apresur a decir, ms bien dndose importancia:
- Bueno, yo puedo hacerlo, desde luego, si a nuestros huspedes les gusta orlo.

172
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Me gustara mucho, gracias - dijo Sherrinford, retrepndose en su asiento y atacando su


pipa. Si esto no hubiera sucedido espontneamente, l hubiera guiado la conversacin hacia
un desenlace similar.
En el pasado no haba tenido ningn incentivo para estudiar el folklore de las regiones del
interior, y pocas posibilidades de leer las escasas referencias al mismo desde que Barbro
acudi a l con su problema. Pero estaba cada vez ms convencido de que deba llegar a
una comprensin - no un estudio antropolgico, sino una sensacin ntima - de la relacin
existente entre los hombres de la frontera de Roland y aquellos seres que les acosaban.
Todos se instalaron cmodamente para escuchar. Las tazas de caf volvieron a llenarse,
acompaadas ahora de una copa de brandy.
- El ltimo verso es el estribillo. Todo el mundo tiene que cantarlo, de acuerdo? - explic
el muchacho.
Era evidente que tambin l confiaba en apaciguar as algo de la tensin. Catarsis a
travs de la msica?, se pregunt Sherrinford, y aadi para s mismo: No, exorcismo.
Una muchacha rasgue una guitarra. El muchacho cant, con una meloda que se impuso
al ruido de la tormenta:

El explorador Arvid
cabalgaba a travs de las colinas
entre los rboles de hojas temblonas,
a lo largo de los cantarines riachuelos.
La danza se teje debajo del estramonio.

El viento nocturno susurraba a su alrededor


con aromas de ruda y gamarza.
Las dos lunas brillaban encima de l
y las colinas resplandecan con el roco.
La danza se teje debajo del estramonio.

Y soando en aquella mujer


que esperaba al sol,
se detuvo, deslumbrado por el resplandor de la estrella,
y eso fue su perdicin.
La danza se teje debajo del estramonio.

Ya que all debajo de un tmulo


iluminado por una luna,
los Outlings estaban danzando
con un brillo cristalino y dorado.
La danza se teje debajo del estramonio.

Los Outlings estaban danzando


como agua, viento y fuego
a los acordes de un arpa,
y nunca se cansaban.
La danza se teje debajo del estramonio.

Ella ech a andar hacia Arvid


desde donde contemplaba la danza,

173
Cuentos y Relatos Poul Anderson

la Reina del Aire y la Oscuridad,


con resplandor de estrellas en su mirada.
La danza se teje debajo del estramonio.

Con resplandor de estrellas, amor y terror


en su mirada inmortal,
la Reina del Aire y la Oscuridad...

- No! - Barbro se puso en pie de un salto. Sus puos estaban crispados y las lgrimas
azotaban sus pmulos -. No pueden ustedes... hablar as... de los seres que robaron a
Jimmy!
Sali corriendo de la estancia y subi a la habitacin que le hablan destinado.
Pero ella termin la cancin por s misma. Eso fue unas setenta horas ms tarde,
acampando en las alturas que los exploradores no se atrevan a hollar.
Sherrinford y ella no haban hablado mucho con la familia Irons, despus de rechazar
repetidos ruegos para que renunciaran a su expedicin. Ni haban hablado mucho entre ellos
al principio, mientras viajaban hacia el norte. Lentamente, sin embargo, Sherrinford empez a
sonsacar a Barbro acerca de su propia vida. Poco a poco, Barbro casi olvid su pesar,
recordando su hogar y sus antiguos vecinos. Esto condujo a varios descubrimientos: que l,
debajo de sus modales de profesor, era un gourmet y un aficionado a la pera y apreciaba la
feminidad de Barbro; y que ella an poda rer y encontrar belleza en la tierra salvaje que la
rodeaba. Barbro se cuenta, con una sensacin de culpabilidad, de que la vida contena ms
esperanzas que incluso la recuperacin del hijo que Tim haba dado.
- Me he convencido a m mismo de que est vivo - dijo el detective. Frunci el ceo -.
Sinceramente, eso me hace lamentar haberla trado conmigo. Esperaba que nuestro viaje
tendra con objetivo reunir hechos, simplemente, pero se est convirtiendo algo ms. Si nos
enfrentamos con seres reales que le robaron nio, pueden causar verdadero dao. Debera
regresar al poblar ms prximo y pedir un avin para que se la llevara a usted.
- No har nada de eso - replic ella -. Necesita a alguien que conozca las condiciones de
las tierras del interior, y adems soy una tiradora de primera.
- Mmm... Implicara tambin un considerable retraso, no es cierto? Adems de la
distancia complementaria, no puedo enviar una seal a ningn aeropuerto antes de que las
actuales interferencia solares hayan desaparecido.
A la noche siguiente Sherrinford sac el resto de su equipo y lo instal. Barbro
reconoci algunos aparatos, tales como el lector trmico. Pero otros eran desconocidos para
ella, copiados por encargo de Sherrinford de los avanzados instrumentos de su mundo natal.
Y se neg a hablarle de ellos.
- Ya le expliqu mi sospecha de que los seres tras los cuales andamos posean facultades
telepticas - dijo, disculpndose.
Barbro abri mucho los ojos, asombrada.
- Quiere usted decir que puede ser cierto que la Reina y su gente puedan leer en las
mentes?
- Eso es parte del temor que rodea su leyenda, no? En realidad el fenmeno no tiene
nada de sobrenatural. Fue estudiado y perfectamente definido hace siglos, en la Tierra. Me
atrevera a decir que los hechos estn expuestos en los microarchivos cientficos de
Christmas Landing. Ustedes, los de Roland, no han tenido ocasin de estudiarlos, del mismo
modo que no han tenido ocasin an de estudiar la manera de construir proyectores de rayos
de energa ni naves espaciales.
- Bueno, cmo funciona la telepata, entonces?

174
Poul Anderson Cuentos y Relatos

Sherrinford comprendi que Barbro deseaba que la tranquilizaran ms que conocer


hechos, y habl con deliberada sequedad:
- El organismo genera radiacin de onda sumamente larga que en principio, puede ser
modulada por el sistema nervioso. En prctica, lo dbil de las seales y su bajo nivel de
transmisin-informacin las hace elusivas, difciles de detectar y de medir. Nuestros
antepasados prehumanos desarrollaron otros sentidos ms dignos de confianza, como la
vista y el odo. Sus experiencias telepticas eran marginales, en el mejor de los casos. Pero
los exploradores han encontrado especies extraterrestres que haban conseguido una
ventaja evolutiva desarrollando el sistema, en sus entornos particulares. Imagino que tales
especies podran incluir a una que est comparativamente poco expuesta ala luz directa del
sol: que, de hecho, parece rehuirla. Podra incluso ser tan capaz en este aspecto como para
captar emisiones dbiles del hombre y hacer que las sensibilidades primitivas de ste
resonaran a sus propias y poderosas emisiones mentales.
- Eso les servira de mucho, no es cierto? - dijo Barbro dbilmente.
- He instalado una pantalla alrededor de nuestro vehculo - explic Sherrinford -, pero sus
efectos slo alcanzan a unos cuantos metros de distancia del chasis. Ms all, un espa de
ellos podra captar los pensamientos de usted y enterarse de lo que trato de hacer, si usted lo
supiera. Yo tengo un subconsciente muy bien adiestrado, el cual se encarga de que piense
en francs cuando estoy fuera del vehculo. La comunicacin tiene que ser estructurada para
que resulte inteligente, comprende?, y esa es una estructura bastante distinta del ingls.
Pero el ingls es el nico idioma humano en Roland, y seguramente que la Antigua Gente lo
ha aprendido.
Barbro asinti. El le haba contado su plan general, el cual era demasiado evidente para
ocultarlo. El problema estribaba en establecer contacto con los aliengenas, si es que
existan. Hasta entonces slo se haban revelado a s mismos, a escasos intervalos, a uno o
a unos pocos colonos del interior al mismo tiempo. La facultad de engendrar alucinaciones
poda ayudarles. Permaneceran alejados de cualquier expedicin numerosa, y quiz por ello
imposible de manipular, que pudiera pasar a travs de su territorio. Pero dos personas,
desafiando todas las prohibiciones, no deberan parecer demasiado formidables para no
aproximarse a ellas. Y... ste sera el primer equipo humano que no slo trabajaba sobre el
supuesto de que los Outlings eran reales, sino que posea los recursos de la moderna
tecnologa policaca.
En aquel campamento no ocurri nada. Sherrinford dijo que no haba esperado que
ocurriera. La Antigua Gente pareca proceder con mucha cautela. En sus propias tierras
deban ser ms osados.
Y a la anoche siguiente el vehculo se haba adentrado mucho ms en aquellas tierras.
Cuando Sherrinford par el motor en un prado, el silencio rod como una ola.
Se apearon. Ella prepar una comida en la lmpara incandescente mientras l recoga
lea para encender una fogata. De vez en cuando echaba una ojeada a su mueca
izquierda. No llevaba reloj, sino una esfera controlada por radio que le indicaba lo que los
instrumentos del vehculo podan registrar.
Quin necesitaba un reloj aqu? Lentas constelaciones giraban ms all de la
resplandeciente aurora. La luna Alde colgaba sobre un pico nevado, convirtindolo en plata,
aunque aquel lugar se encontraba a una respetable altura. El resto de las montaas quedaba
oculto por el bosque que les rodeaba. Sus rboles eran principalmente de hojas temblonas y
plumablancas, fantasmales entre sus sombras. Unos cuantos estramonios resplandecan,
como arracimados y plidos fanales, y la maleza era espesa y despeda un olor dulzn. La
vista alcanzaba sorprendentemente lejos a travs de la azulada neblina. En alguna parte,
muy cerca, trinaba un pjaro.

175
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Esto es muy hermoso - dijo Sherrinford. Haban terminado de cenar pero no haban
encendido an la fogata.
- Pero extrao - respondi Barbro en voz baja -. Me pregunto si nos est realmente
destinado. Si podemos esperar realmente poseerlo.
La boquilla de la pipa de Sherrinford apunt hacia las estrellas.
- El hombre ha ido a lugares ms extraos que ste.
- De veras? Yo... Oh!, supongo que es algo que me ha quedado de mi infancia en las
tierras del interior, pero cuando estoy debajo de ellas no puedo pensar en las estrellas como
en globos de gas, cuya energa ha sido medida, cuyos planetas han sido hollados por pies
prosaicos. No, son pequeas y fras y mgicas; nuestras vidas estn atadas a ellas; cuando
morimos, nos susurran en nuestras tumbas. - Barbro inclin la mirada -. S que eso es una
tontera.
En el crepsculo, Barbro pudo ver cmo se tensaba el rostro de Sherrinford, el cual dijo:
- En absoluto. Emocionalmente, la fsica puede ser una tontera mayor. Y al final, despus
de un nmero suficiente de generaciones, la idea sigue al sentimiento. El hombre no es
racional de corazn. Podra dejar de creer las historias de la ciencia si dejaran de coincidir
con sus sentimientos.
Hizo una pausa.
- Aquella balada que no terminaron de cantar, en la casa - aadi finalmente, sin mirarla -.
Por qu la afect tanto?
- No pude soportar or cmo hablaban de ellos..., bueno, elogindolos. O al menos eso
pareca. Lo siento mucho.
- Creo que esa balada ha dado origen a otras muchas.
- Bueno, nunca se me ocurri estudiarlas. En Roland no tenemos tiempo para dedicarlo a
la antropologa cultural, aunque lo ms probable es que ni siquiera hayamos pensado en ella,
con tantas cosas por hacer. Pero ahora que usted lo menciona, s, resulta sorprendente el
nmero de canciones y de leyendas que incluyen el tema de Arvid.
- Podra usted soportar el recitarla?
Barbro domin el impulso de echarse a rer.
- Puedo hacer algo mejor que eso, si lo desea dijo -. Permtame que vaya a buscar mi
multilira.
Omiti el hipntico estribillo, excepto al final. Sherrinford la contempl, erguida contra la
luna y la aurora.

...La Reina del Aire y la Oscuridad


habl suavemente bajo el cielo:

Anmate, explorador Arvid,


y nete a los Outlings.
No necesitas ser humano,
lo cual es un pesado yugo.

El se atrevi a contestar:
No puedo detenerme.
Una doncella me espera, soando
en tierras bajo el sol.

Y tambin me esperan camaradas


y tareas que no debo rehuir,

176
Poul Anderson Cuentos y Relatos

pues, qu serla el explorador Arvid


si descuidara su trabajo?

De modo que descarga tus hechizos


y tu clera sobre m.
Aunque quiz puedas matarme,
no me hars esclavo..

La Reina del Aire y la Oscuridad


se irgui envuelta en resplandores
de septentrional belleza,
y l no se atrevi a mirarla.

Hasta que ella ri con sonido musical


y le dijo en tono burln:
No necesito una magia
para poner en ti una eterna tristeza.

Te dejar marchar
con slo tu recuerdo
de la luz de la luna, la msica Outling,
la brisa nocturna, el roco y yo.

Y eso correr detrs de ti,


una sombra en el sol,
y yacer a tu lado
cuando el da termine.

En el trabajo, en el juego y en la amistad


la pena te destrozar el corazn
ya que pensars en lo que eres...
y en lo que podas haber sido.

Trata amablemente mientras puedas


a tu inspida y estpida mujer.
Mrchate ahora, explorador Arvid,
contina libre para ser un hombre!

Retozando y riendo,
los Outlings desaparecieron.
Arvid qued solo bajo la luz de la luna
y llor hasta el amanecer.
La danza se teje debajo del estramonio.

Barbro dej la lira a un lado. El viento agit las hojas. Tras un largo silenci, Sherrinford
dijo:
- Y leyendas de este tipo forman parte de la vida de todo el mundo en las tierras del
interior?

177
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Bueno, podra decirse as - respondi Barbro -. Aunque no todas estn llenas de hazaas
sobrenaturales. Algunas hablan de amor o de herosmo. Temas tradicionales.
- No creo que su tradicin particular haya surgido por s misma - dijo Sherrinford -. De
hecho, creo que la mayora de sus canciones y leyendas no fueron compuestas por seres
humanos.
Con estas palabras dio por terminada la conversacin. Se acostaron muy temprano.
Horas ms tarde, una alarma les despert.

El zumbido fue suave, pero les alert inmediatamente. Dorman vestidos, preparados para
cualquier emergencia. El resplandor del cielo les iluminaba a travs de la tela del techo.
Sherrinford salt de su litera, se calz las botas y colg el revlver de su cinto.
- Qudese dentro - orden.
- Quin hay? - inquiri Barbro con voz temblorosa.
Sherrinford mir de reojo las esferas de sus instrumentos y comprob el indicador
luminoso de su mueca.
- Tres animales - cont -. No parecen salvajes. Uno muy grande, homeotrmico, a juzgar
por el infrarrojo, a cierta distancia. Otro..., hum, temperatura baja, emisin difusa e inestable,
como si fuera un..., un enjambre de clulas coordinadas..., feromonalmente? revoloteando,
tambin a cierta distancia. Pero el tercero est prcticamente pegado a nosotros,
movindose en la maleza; y su tipo parece humano.
Barbro, le vio temblar de ansiedad: haba dejado de parecer un profesor.
- Voy a intentar capturarle - dijo -. Cuando tengamos a alguien a quien interrogar...
Mantngase preparada para permitirme volver a entrar rpidamente. Pero no se arriesgue,
pase lo que pase. No suelte esto.
Y le entreg un pesado rifle de caza.
Su alta figura se dirigi hacia la puerta y la entreabri ligeramente. Penetr una rfaga de
aire, fro, hmedo, lleno de fragancias y murmullos. La luna Oliver estaba ahora tambin en
lo alto, las dos con un resplandor irrealmente brillante, y la aurora bulla en blancura y azul-
hielo.
Sherrinford consult de nuevo su indicador. Deba sealar la posicin de los espas, entre
aquel bosque de hojas. Bruscamente, salt fuera del vehculo, ech a correr ms all de las
cenizas de la fogata y desapareci debajo de los rboles. La mano de Barbro se crisp sobre
la culata de su arma.
Estall la confusin. Dos luchadores se hicieron visibles en el prado. Sherrinford haba
agarrado a una figura humana ms pequea. Barbro pudo ver que el otro iba desnudo, era
varn, de cabellos largos, flexible y joven. Luchaba como un demonio, al parecer utilizando
los dientes, los pies y las uas, y aullaba como un satn.
La identificacin la dej sin aliento: un Outling, robado en su niez y criado por la Antigua
Gente. Queran convertir a Jimmy en una criatura como sa!
- Ja!
Sherrinford dobl el brazo de su adversario detrs de su espalda y logr dominarle,
obligndole a dirigirse hacia el vehculo.
De entre los rboles surgi un gigante. El mismo podra haber sido un rbol, negro y
rugoso, agitando cuatro grandes ramas nudosas; pero la tierra se estremeci y retumb bajo
sus recias patas, y su tunco alarido llen el cielo y los crneos.
Barbro grit, advirtiendo a Sherrinford, el cual gir sobre s mismo, empu su revlver y
dispar una y otra vez. Su brazo libre segua sujetando al joven. La monstruosa forma vacil
bajo aquellos impactos. Pero se rehizo y continu avanzando, ms lentamente, con ms
precaucin, dando un rodeo para cortarle el camino de acceso al vehculo. Sherrinford no

178
Poul Anderson Cuentos y Relatos

poda moverse con la rapidez suficiente para evitarlo, a menos que soltara a su prisionero...,
el cual era su nico gua posible hacia Jimmy.
Barbro salt hacia adelante.
- No lo haga! - grit Sherrinford -. Por el amor de Dios, qudese dentro!
El monstruo rugi y se encamin lentamente hacia ella. Barbro apret el gatillo. El
retroceso la golpe en el hombro. El coloso se tambale y cay. Pero volvi a ponerse en pie
y avanz hacia ella. Barbro retrocedi. Dispar otra vez, y otra. El animal gru. Empez a
brotar sangre de sus heridas. Dio media vuelta y se alej, rompiendo ramas, hacia la
oscuridad que anidaba debajo de los rboles.
- Pngase a cubierto! - aull Sherrinford -. Est fuera del campo protector!
Una especie de niebla la envolvi. Al disiparse, Barbro vio la nueva figura en el lindero del
prado.
- Jimmy! - grit.
- Mam!
El nio extendi sus brazos. La luz de la luna ilumin sus lgrimas. Barbro dej su arma y
corri hacia l.
Sherrinford sali en su persecucin. Jimmy desapareci entre la maleza. Barbro sigui
corriendo. Luego, alguien la cogi y huy con ella.
De pie delante de su cautivo, Sherrinford aument la intensidad del panel fluorescente
hasta que la visin del exterior qued bloqueada desde dentro del vehculo. El muchacho
parpade bajo aquel resplandor incoloro.
- Vas a hablar - dijo el hombre. A pesar de la dureza que se reflejaba en sus facciones, su
tono era tranquilo.
El muchacho se removi entre sus ligaduras. Tena una magulladura en la mandbula. Casi
haba recobrado la capacidad de huir mientras Sherrinford persegua y perda a la mujer. Al
regresar, el detective le haba capturado de nuevo por muy poco. No era el momento de
mostrarse blando, ya que en cualquier instante podan llegar refuerzos Outlings. Sherrinford
le haba golpeado en la mandbula y le haba arrastrado al interior del vehculo. All le haba
atado a un asiento metlico.
El muchacho escupi:
- Hablar contigo, hombre disfrazado?
Pero el sudor perlaba su piel, y sus ojos tenan una expresin asustada.
- Dime un nombre por el que pueda llamarte.
- Para que me eches un sortilegio?
- Yo me llamo Eric. Si no me das otra eleccin, tendr que llamarte... mmm... Wuddikins.
- Qu? - A pesar del cambio que haba experimentado, el cautiv segua siendo un
adolescente humano -. Mistherd, entonces. - El acento cantarn de su ingls subrayaba su
hosquedad -. Ese no es el sonido, solamente lo que significa. De todos modos, es mi nombre
hablado, nada ms.
- Ah! De modo que tienes un nombre secreto que consideras que es el verdadero?
- Ella lo sabe. Yo lo ignoro. Ella sabe los nombres verdaderos de todo el mundo.
Sherrinford enarc las cejas.
- Ella?
- La que reina. Que ella me perdone, pero no puedo hacer la seal reverente teniendo los
brazos atados. Algunos invasores la llaman la Reina del Aire y la Oscuridad.
- Ya. - Sherrinford cogi la pipa y el tabaco. Permaneci en silencio mientras llenaba la
pipa y la encenda. Finalmente dijo -: Confieso que la Antigua Gente me ha cogido por
sorpresa. No esperaba tropezar con un miembro de tu banda tan formidable. Por lo que

179
Cuentos y Relatos Poul Anderson

haba podido averiguar, tena la impresin de que los Outlings actuaban furtivamente sobre
mi raza y la tuya a base de engaos y de alucinaciones.
Mistherd asinti con aire truculento.
- Ella cre los primeros nicors no hace mucho tiempo. No creas que ella tiene solamente
encandilamientos en su pico.
- Estoy seguro. Sin embargo, un proyectil revestido de acero tampoco funciona mal, no
es cierto?
Sherrinford continu, en voz baja, como si hablara para s mismo:
- Sigo creyendo que los, los nicors, todos vuestros engendros semihumanos, estn
destinados principalmente a ser vistos, no utilizados. El poder de proyectar espejismos debe
ser seguramente muy limitado en alcance, as como en el nmero de individuos que lo
poseen. En caso contrario, ella no se vera obligada a actuar con tanta lentitud y tanta
astucia. Incluso en el exterior de nuestro escudo protector, Barbro, mi compaera, poda
haber resistido, poda haber tenido conciencia de que lo que estaba viendo era irreal..., si
hubiese estado menos trastornada, menos frentica, menos impulsada por la necesidad.
Sherrinford envolvi su cabeza en humo.
- No importa lo que yo he experimentado - continu -. No poda haber sido igual que para
ella. Creo que se limitaron a ordenarnos: Veris lo que ms deseis en el mundo alejndose
de vosotros en el bosque. Desde luego, ella no recorri muchos metros antes de que el
nicor la capturase. No confo en descubrir su rastro; no soy un explorador de la Artica y,
adems, resultara demasiado fcil tenderme una emboscada. Me quedas t. - Torvamente -:
T eres mi enlace con tu soberana.
- Crees que voy a guiarte a Starhaven o a Carheddin? No podrs obligarme a ello,
hombre disfrazado.
- Quiero hacer un trato.
- Sospechaba algo por el estilo - dijo Mistherd con sorprendente malicia -. Qu contaris
cuando regresis a casa?
- S, eso plantea un problema, verdad? Barbro Cullen y yo no somos unos colonos
asustados. Somos de la ciudad. Hemos trado instrumentos de grabacin. Seremos los
primeros de nuestra raza en informar de un encuentro con la Antigua Gente, y ese informe
ser detallado y plausible. Producir una enrgica accin.
- Por eso no temo morir - declar Mistherd, aunque sus labios temblaban un poco -. Si
permito que sigas adelante y hagas tus cosas-de-hombre a mi pueblo, no me quedar nada
por lo que valga la pena vivir.
- No debes tener ningn temor inmediato - dijo Sherrinford -. T eres simplemente un
cebo. - Se sent y mir al muchacho a travs de una visera de calma, mientras por dentro
sollozaba: Barbro, Barbro! -. Piensa un poco. Tu Reina no puede dejarme marchar,
llevndome a mi prisionero y hablando acerca de los suyos. Tiene que evitarlo como sea. Yo
podra tratar de abrirme paso luchando: este vehculo est mejor armado de lo que imaginas;
pero eso no liberara a nadie. Por lo tanto, voy a quedarme. Nuevas fuerzas de ella llegarn
aqu lo antes que puedan. Supongo que no se lanzarn ciegamente contra una
ametralladora, un obs, un lanza-rayos. Parlamentarn primero, sean honradas o no sus
intenciones. As establecer el contacto que busco.
- Cul es tu plan? - murmur Mistherd, sin lograr disimular su angustia.
- En primer lugar, esto, como una especie de invitacin. - Sherrinford extendi una mano y
puls un interruptor -. Ya est. He rebajado la intensidad del escudo protector contra la
lectura de la mente y la proyeccin de formas. Me atrevera a decir que los caudillos, al
menos, sern capaces de captarlo. Y eso les infundir confianza.
- Y despus?

180
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Despus, esperaremos. Quieres comer o beber algo?


Durante las horas que siguieron, Sherrinford trat de sonsacar a Mistherd, descubrir algo
acerca de su vida. Pero todas las respuestas que obtuvo fueron monoslabos. Apag casi del
todo las luces interiores y se instal para atisbar hacia fuera. Fueron unas largas horas.
Terminaron con un grito de alegra, casi un sollozo, del muchacho. Surgiendo del bosque
llegaba una banda de la Antigua Gente.
Algunos de ellos despedan una claridad que no era producida por las lunas ni por las
estrellas. El que iba en vanguardia cabalgaba sobre una especie de toro blanco cuyos
cuernos estaban adornados con guirnaldas. Su forma era humanoide pero
sobrenaturalmente bella, con los cabellos rubio platino cayendo por debajo del yelmo astado,
alrededor del rostro fro y altivo. La capa se agitaba detrs de su espalda como unas alas
dotadas de vida. Su cota de malla de color de escarcha produca un sonido metlico.
Detrs de l, a derecha e izquierda, cabalgaban dos que llevaban espadas
resplandecientes, flamgeras y centelleantes. Encima, una grey volante rea, trinaba y se
revolcaba en la brisa. Cerca de ellos se arrastraba una calgine semitransparente. Los otros
que pasaban entre los rboles detrs de su caudillo resultaban ms difciles de identificar.
Pero avanzaban airosamente como si les acompaara un sonido de arpas y trompetas.
- El gobernador Luighaid en persona - murmur Mistherd en tono reverente.
Sherrinford no haba hecho nunca una cosa ms difcil que sentarse ante el tablero
principal, acercar el dedo al interruptor del generador del escudo... y no tocarlo. Enroll una
parte de la tela del techo para permitir el paso de las voces. Una rfaga de viento le golpe
en el rostro, cargada del perfume de las rosas en el jardn de su madre. A su espalda, en el
cuerpo principal del vehculo, Mistherd se tens contra sus ligaduras hasta que pudo ver a la
tropa que llegaba.
- Llmales - dijo Sherrinford -. Pregntales si quieren hablar conmigo.
Palabras desconocidas y de sonido musical fueron y vinieron.
- S - tradujo el muchacho -. El gobernador Luighaid hablar contigo. Pero puedo decirte
que no te dejarn marchar. No luches contra ellos. Rndete. Te conviene. No sabrs lo que es
estar vivo hasta que mores en Carheddin, bajo la montaa.
Los Outlings se acercaron.

Jimmy desapareci y Barbro se encontr retenida por unos fuertes brazos, contra un
pecho poderoso, y sinti moverse el caballo debajo de ella. Tena que ser un caballo, aunque
en las granjas quedaban muy pocos de aquellos animales, destinados a usos especiales y
conservados por afecto. Poda or el rumor del follaje al ser hendido y el golpeteo seco de los
cascos cuando el terreno era rocoso; una fragancia clida y vigorosa la envolva a travs de
la oscuridad.
El que la llevaba dijo suavemente:
- No temas, querida. Era una visin. Pero nos est esperando y pronto nos reuniremos con
l.
De un modo vago, Barbro se dio cuenta de que debera sentirse aterrorizada, o
desesperada, o algo por el estilo. Pero sus recuerdos yacan detrs de ella... Ni siquiera
estaba segura de cmo haba llegado aqu. Slo la sostena el conocimiento de ser amada.
Calma, calma, descansa en la tranquila espera de la felicidad...
Poco despus el bosque se abri. Cruzaron una llanura en la que los peascos se erguan
grises y blancos bajo las lunas, con sus sombras cambiantes a los leves resplandores que la
aurora proyectaba a travs de ellos. Delante brillaba un picacho cuya cumbre estaba
coronada de nubes.

181
Cuentos y Relatos Poul Anderson

Los ojos de Barbro se fijaron en la cabeza del caballo y reconocieron al animal con callada
sorpresa: era Sambo, que haba sido suyo cuando era una nia. Levant la mirada hacia el
hombre. Llevaba una tnica negra y una capa con capucha que casi ocultaba su rostro. Ella
no poda gritar en voz alta, aqu.
- Tim - susurr.
- S, querida.
- Yo te enterr...
La sonrisa del hombre fue infinitamente tierna.
- Crees que no somos ms que lo que queda de nosotros debajo tierra? Pobre corazn
desgarrado! La que nos ha llamado tiene poder para curarlo todo. Ahora descansa y suea.
- Soar - dijo ella, y por un instante luch para sobreponerse a s misma. Pero el esfuerzo
fue dbil. Por qu tena que creer en leyendas acerca de tomos y energas, y nada ms
para llenar una brecha de vaco..., leyendas que no poda traer a su mente..., cuando Tim y el
caballo que su padre le haba regalado la llevaban hacia Jimmy? No haba sido lo otro el
sueo maligno, del que ahora estaba despertando?
Como si oyera sus pensamientos, l murmur:
- En la regin de los Outlings tienen una cancin. La Cancin de los Hombres:

El mundo navegaba
hacia un viento invisible.
La luz remolinea junto a los arcos.
El despertar es noche.
Pero los Moradores no tienen semejante tristeza.

- No comprendo - dijo ella.


El asinti.
- Hay muchas cosas que tienes que comprender, querida, y no podr volver a verte hasta
que hayas aprendido esas verdades. Pero, entretanto, estars con nuestro hijo.
Barbro trat de levantar la cabeza y besarle. El la retuvo suavemente.
- Todava no - dijo -. No has sido recibida entre la gente de la Reina. No tenia que haber
venido a buscarte, pero ella fue demasiado misericordiosa para prohibirlo. Descansa,
descansa.
El tiempo vol. El caballo galopaba incansablemente, sin tropezar nunca, monte arriba. En
un momento determinado Barbro entrevi una tropa que descenda y pens que se diriga a
librar una ltima y fantstica batalla en el oeste contra... quin? Alguien que permaneca
encajado en hierro y pesar. Ms tarde se preguntarla a s misma el nombre del que la haba
trado a la tierra de la Antigua Verdad.
Finalmente se alzaron capiteles esplndidos entre las estrellas, las cuales son pequeas y
mgicas y cuyos susurros nos consuelan cuando estamos muertos. Entraron en un patio en
el que ardan unas velas sin que su llama oscilara, susurraban los surtidores y cantaban los
pjaros. El aire olla a gamarza y a rosas, ya que no todo lo que aquel hombre traa era
horrible. Los Moradores esperaban rodeados de belleza para darle la bienvenida. Ms all de
su grandeza, los puks corveteaban a travs del ocaso; entre los rboles corran unos
chiquillos; la alegra cantaba a travs de una msica ms solemne.
- Hemos llegado...
Sbitamente, inexplicablemente, la voz de Tim fue un graznido. Barbro no estaba segura
de cmo la desmont. Se qued de pie delante de l y le vio tambalearse.
La invadi el miedo.

182
Poul Anderson Cuentos y Relatos

- Estas bien? - inquiri, cogindole las manos. Las encontr fras y rugosas al tacto.
Dnde estaba Sambo? Sus ojos investigaron debajo de la capucha. Con aquella brillante
iluminacin, tena que haber visto claramente el rostro de su hombre. Pero apareca borroso
y cambiante -. Qu pasa? Oh! Qu ha ocurrido? - sonri. Era aqulla la sonrisa que ella
haba amado? No recordarlo del todo.
- Yo... tengo que... marcharme - tartamude, en voz tan baja que Barbro apenas pudo orle
-. No ha llegado an nuestro momento. - Se desprendi de las manos de ella y se inclin
ante una forma con un traje talar que haba aparecido a su lado. Una especie de niebla
remoline sobre las cabezas de los dos -. No me mires mientras me alejo..., fija la mirada en
el suelo - suplic -. Sera la muerte para ti. Hasta que llegue nuestro momento... All, nuestro
hijo!
Barbro mir a su alrededor. Arrodillndose, abri sus brazos de par en par. Jimmy choc
contra ella como una slida y caliente bala de can. Acarici los cabellos del nio; bes el
hueco de su nuca; y solloz y musit palabras ininteligibles; y esto no era ningn recuerdo
que se hubiera escabullido burlando su vigilancia. De vez en cuando, mientras comprobaba
si el nio haba sufrido algn dao - hambre, enfermedad, miedo -, sin encontrar miraba a su
alrededor. Los jardines haban desaparecido. No importaba.
- Te he echado mucho de menos, mam. Qudate.
- Te llevar a casa, querido.
- Qudate. Aqu es muy divertido. Te lo ensear. Pero tienes que quedarte.
Un suspiro lleg a travs del crepsculo. Barbro se puso en pie.
Jimmy se peg a su mano. La Reina estaba delante de ellos.
Muy alta con su tnica tejida con luces del septentrin, y su corona de estrellas y sus
guirnaldas de nunca-me-beses. Su figura recordaba a la Afrodita de Milos, cuyo retrato
Barbro haba visto a menudo en los reinos de los hombres, salvo que la Reina era ms rubia
y haba ms majestad en ella y en los ojos azul-noche. Alrededor de ella los jardines
despertaron a una nueva realidad, lo mismo la corte de los Moradores y los capiteles que
trepaban hacia el cielo.
- Se bienvenida - dijo la Reina, y su voz era cancin para siempre.
Luchando contra su espanto, Barbro dijo:
- Madreluna, permtenos marchar a nuestro hogar.
- Eso no puede ser.
- A nuestro mundo, pequeo y amado - so Barbro que suplicaba -, el cual hemos
construido para nosotros y para nuestros hijos.
- A das de prisin, noches de angustia, trabajos que se desmenuzan entre los dedos,
amores que se convierten en podredumbre, prdidas, pesares, y una sola seguridad: la de la
nada final. No. Tambin t, Pies Vagabundos, te alegrars cuando las banderas de nuestro
mundo ondeen en la ltima de las ciudades y el hombre, sepa lo que es estar completamente
vivo. Ahora marcha con aquellos que te aleccionarn.
La Reina del Aire y la Oscuridad levant un brazo, en un gesto de apercibimiento. Pero no
lleg ninguna respuesta.
Por encima de los surtidores y las melodas se alz un horrible estruendo. Las explosiones
se hicieron ensordecedoras. Los Outlings se dispersaron, gritando, ante el monstruo de
acero que ascenda por la ladera de la montaa. Los puks desaparecieron en medio de un
remolino de alas asustadas. Los nicors se lanzaron contra el inanimado invasor y fueron
consumidos, hasta que su Madre les orden la retirada.
Barbro se arroj al suelo, protegiendo a Jimmy con su cuerpo. Las torres oscilaron y se
derrumbaron, envueltas en humo. La montaa qued desnuda bajo las lunas heladas. Una
ingente multitud corri a buscar un refugio subterrneo. Algunos eran de sangre humana,

183
Cuentos y Relatos Poul Anderson

otros grotescos como los puks, los nicors y los espectros; pero la mayora eran delgados,
escamosos, con largas colas y largos picos, ni remotamente humanos ni Outlings.
Por un instante, incluso mientras Jimmy gema contra su pecho - quiz tanto porque el
encanto se haba roto como porque tena miedo -, Barbro compadeci a la Reina que
permaneca erguida y solitaria en su desnudez. Luego, tambin ella desapareci.
Las armas enmudecieron; el vehculo se detuvo. De su interior salt un muchacho que
grit salvajemente:
- Sombra-de-un-Sueo, dnde ests? Soy yo, Mistherd. Oh, vamos, vamos!
De pronto record que el lenguaje que haban aprendido no era el del hombre. Repiti su
llamada en aquel otro lenguaje hasta que una muchacha surgi de una espesura en la que
se haba ocultado. Se miraron a travs del polvo, del humo y del resplandor de la luna. Ella
corri hacia l.
Una nueva voz ladr desde el vehculo:
- Barbro, aprisa!

Christmas Landing conoci el da: corto en aquella poca del ao, pero soleado, cielos
azules, nubes blancas, agua coruscante, brisas salobres en las concurridas calles, y el
mismo desorden en el cuarto de estar de Eric Sherrinford.
Sherrinford cruz y descruz las piernas, chup furiosamente su pipa como para formar un
velo delante de su rostro, y dijo:
- Est segura de que se ha repuesto? No debe arriesgarse a esfuerzos excesivos...
- Estoy perfectamente - respondi Barbro Cullen, aunque su tono pareca demostrar lo
contrario -. Todava cansada, s, y reflejndolo en mi aspecto, sin duda. No se pasa por
semejante experiencia sin que queden huellas que no pueden borrarse en una semana. Pero
estoy de pie y animada. Y, para ser sincera, tengo que saber lo que ocurri, lo que va a
pasar, para quedar completamente tranquila y recobrar todas mis fuerzas. No he visto una
sola noticia en ninguna parte.
- Ha hablado con otras personas del asunto?
- No. Me he limitado a decirles a mis visitantes que estaba demasiado agotada para
hablar. Y no faltaba del todo a la verdad. Supuse que habra algn motivo para el silencio.
Sherrinford pareci aliviado.
- Buena chica. Ha sido a peticin ma. Imagine la sensacin que se producir cuando esto
se haga pblico. Las autoridades estn de acuerdo en que necesitan tiempo para estudiar los
hechos y discutirlos en una atmsfera tranquila evitando los histerismos de los primeros
momentos. - Frunci ligeramente los labios -. Adems, sus nervios y los de Jimmy tendrn
ocasin de templarse antes de que caiga sobre ustedes la tormenta periodstica. Cmo est
el nio?
- Muy bien. Contina reprochndome que no le deje ir a jugar con sus amigos en el Lugar
Maravilloso. Pero, a su edad, no tardar en olvidar.
- Puede encontrarse con ellos ms tarde, de todos modos.
- Qu? Acaso no...? - Barbro se removi en su asiento -. Yo tambin he olvidado.
Apenas recuerdo nada de nuestras ltimas horas. Se trajo usted algunos humanos
raptados?
- No. La impresin que recibieron fue suficientemente fuerte, sin necesidad de recluirlos en
una..., una institucin. Mistherd, que es bsicamente un joven sensible, me asegur que se
las arreglarn para sobrevivir, hasta que el problema se resuelva. - Sherrinford vacil -. No s
cul podr ser la solucin. Nadie puede saberlo, tal como estn las cosas. Pero,
evidentemente, tiene que tender a la reinsercin de aquellas personas en la raza humana, o
de la mayora de ellas, especialmente las que no han alcanzado la edad adulta. Aunque es

184
Poul Anderson Cuentos y Relatos

posible que no se sientan a gusto en la civilizacin. Tal vez sea mejor as en un sentido, dado
que necesitaremos algn tipo de enlace mutuamente aceptable con los Moradores.
Su modo impersonal de tratar la cuestin les tranquiliz a los dos. Barbro se sinti con
fuerzas para decir:
- Me port como una tonta, verdad? Recuerdo cmo grit y golpe mi cabeza contra el
suelo.
- Por qu no? - Sherrinford contempl a la mujer y a su orgullo unos instantes. Luego se
puso en pie, se acerc a ella y pos una mano sobre su hombro -. La engaaron a usted
apelando al ms profundo de sus instintos, en un momento de horrible pesadilla. Ms tarde;
mientras aquel monstruo herido la transportaba, crearon la ilusin de otro ser, alguien que
poda saturar sus fuerzas neuro al borde del desequilibrio. Encima de esto, mi llegada, la
repentina y brutal eliminacin de todas las alucinaciones, debi resultar aniquiladora. No es
extrao que gritara usted de dolor. Antes de hacerlo, sin embargo, puso a salvo a Jimmy en
el interior del vehculo, subi tambin usted y no me estorb lo ms mnimo.
- Qu hizo usted?
- Bueno, conducir con la mayor rapidez posible. Al cabo de varias horas, las condiciones
atmosfricas me permitieron llamar a Portolondon y pedir un avin con urgencia. No es que
fuera de necesidad vital. Qu posibilidad tena el enemigo de detenernos? Ni siquiera lo
intentaron... Pero el rpido traslado result beneficioso.
- Imagin que eso es lo que debi ocurrir - dijo Barbro -. No, me refera a cmo nos
encontr en aquella regin desconocida.
Sherrinford se apart un poco de ella.
- Mi prisionero fue mi gua. No creo que yo matara a ninguno de los Moradores que
vinieron a negociar conmigo. Espero que no. El vehculo se abri paso simplemente a travs
de ellos, tras un par de disparos de advertencia, y luego los dej atrs. Acero y combustible
contra carne: el desenlace no ofreca duda. En la entrada de la caverna tuve que liquidar a
unos cuantos de aquellos seres extravagantes. No me siento orgulloso de ello. - Permaneci
silencioso unos instantes -. Pero usted estaba cautiva - aadi finalmente -. Y yo no poda
saber lo que pretendan hacerle.
- Cmo consigui que... el muchacho... cooperase?
Sherrinford se acerc a la ventana y tendi la mirada hacia el Ocano Boreal.
- Desconect el escudo protector de la mente - dijo -. Dej que los suyos se aproximaran,
en pleno esplendor de ilusin. Luego conect el escudo, y ambos los vimos en su verdadera
forma. Mientras nos dirigamos hacia el norte, le expliqu a Mistherd cmo los de su raza y l
haban sido engaados, utilizados, situados en un mundo que nunca existi. Le pregunt si
deseaba seguir viviendo de aquella manera, si deseaba que su ser amado siguiera viviendo
de aquella manera, hasta morir como animales domsticos: s, corriendo en libertad limitada
sobre slidas colinas, pero devueltos siempre a la perrera del sueo. - Su pipa hume
furiosamente -. Ojal no vuelva a ver nunca una amargura semejante. Le haban enseado a
creer que era libre.
Retorn el silencio, encima del trnsito hctico. Carlomagno se acerc ms al ocaso; por
el este empezaba a oscurecer.
Finalmente, Barbro pregunt:
- Sabe usted por qu?
- Por qu raptaban y criaban as a los nios? En parte porque ello figuraba en el patrn
que los Moradores estaban creando; en parte para estudiar y experimentar con miembros de
nuestra especie: con sus mentes, no con sus cuerpos; y en parte porque los humanos
poseen facultades especiales que podan ser tiles, tales como soportar la luz del da en toda
su intensidad.

185
Cuentos y Relatos Poul Anderson

- Pero cul era el objetivo final de todo eso?


Sherrinford ech a andar de un lado para otro.
- Desde luego - dijo -, las motivaciones de los aborgenes son oscuras.
Lo nico que podemos hacer es suponer cmo piensan, prescindiendo de cmo sienten.
Pero nuestras ideas parecen encajar con los hechos.
Por qu se ocultan del hombre? Sospecho que ellos, o mas bien sus antepasados - ya
que no son duendes, sino seres mortales y falibles como nosotros -, sospecho que los
nativos slo se mostraron cautelosos al principio, ms cautelosos que los humanos
primitivos, aunque algunos de estos ltimos se mostraban tambin muy reacios a dejarse ver
por los extranjeros. Espiando, acechando mentalmente, los Moradores de Roland debieron
captar lo suficiente para llegar a la conclusin de que el hombre era muy distinto a ellos, y
muy poderoso; y que no tardaran en llegar otras naves cargadas de colonos.
No se les ocurri que podran conservar sus tierras. Quiz son todava ms rabiosamente
territoriales que nosotros. Decidieron luchar, a su manera. Me atrevera a decir que cuando
empecemos a penetrar en su mentalidad, nuestra ciencia psicolgica se ver abocada a una
revolucin como la que desencaden Coprnico en el campo de la astronoma.
Y eso no es lo nico que aprenderemos - continu, ahora con visible entusiasmo -.
Tienen que haber desarrollado una ciencia propia, una ciencia no humana nacida en un
planeta que no es la Tierra. Porque nos observaron tan profundamente como nunca nos
hemos observado a nosotros mismos; montaron un plan contra nosotros, un plan que hubiera
tardado un siglo o incluso ms en quedar completado. Bueno, qu ms saban? Cmo
mantenan su civilizacin sin agricultura visible, sin edificios por encima del suelo, ni minas ni
nada? Cmo podan crear especies completamente nuevas? Un milln de preguntas, diez
millones de respuestas!
- Podemos aprender algo de ellos? - pregunt Barbro en voz baja -. O slo podemos
dominarlos como ellos temen?
Sherrinford se par, apoy un codo en la repisa de la chimenea, chup pensativamente su
pipa y respondi:
- Confo en que nos mostraremos ms caritativos que todo eso con un enemigo derrotado.
Es lo que ellos son. Intentaron conquistarnos, y fracasaron, y ahora estamos comprometidos
en cierto sentido a conquistarlos, para que se reconcilien con la civilizacin de la mquina. Al
fin y al cabo, nunca se portaron con nosotros de un modo tan atroz como nos portamos
nosotros con nuestros compaeros en el pasado. Y, repito, podran ensearnos cosas
maravillosas; y tambin nosotros podramos enserselas a ellos, una vez hayan aprendido
a ser menos intolerantes con un sistema de vida distinto.
- Supongo que podramos proporcionarles una reserva - dijo Barbro, y no supo por qu
Sherrinford replicaba tan bruscamente:
- Dejmosles el honor que se han ganado! Ellos lucharon para salvar el mundo que
siempre haban conocido contra eso - hizo un gesto sealando la ciudad -, exactamente lo
mismo que habramos hecho nosotros en su caso. - Suspir -. Sin embargo, supongo que si
ellos hubiesen triunfado, el hombre hubiera terminado por desaparecer de Roland...,
pacficamente, incluso felizmente. Nosotros vivimos con nuestros arquetipos, pero,
podemos vivir en ellos?
Barbro sacudi la cabeza.
- Lo siento, no comprendo.
- Qu? - Sherrinford la mir con aire de sorpresa. Luego se ech a rer - Estpido de m.
He explicado esto a tantos polticos, y cientficos, y comisionados, y Dios sabe qu, estos
ltimos das, que olvid que no se lo haba explicado a usted. Fue una idea ma ms bien

186
Poul Anderson Cuentos y Relatos

vaga, mientras estbamos viajando, y no me gusta exponer ideas prematuramente. Ahora


que hemos encontrado a los Outlings y les hemos visto en accin, me siento seguro.
Golpe la cazoleta de su pipa contra la repisa.
- En una medida limitada - continu -, yo he utilizado un arquetipo durante toda mi vida
profesional. El detective racional. No ha sido una postura consciente, sino una simple imagen
que se adaptaba a mi personalidad y a mi estilo profesional. Pero provoca una respuesta
adecuada de la mayora de la gente, hayan odo hablar o no del original. El fenmeno no es
infrecuente. Conocemos personas que, en grado diverso, nos recuerdan a Cristo, a Buda o,
en un plano menos elevado, a Hamlet o a D'Artagnan. Histricas, ficticias y mticas, tales
figuras cristalizan aspectos bsicos de la psique humana, y cuando nos encontramos con
ellas en nuestra experiencia real, nuestra reaccin se hace ms profunda que la conciencia.
Su tono volvi a hacerse grave:
- El hombre crea tambin arquetipos que no son individuos. El Alma, la Sombra... y, al
parecer, el Ms All. El mundo de magia, de encanto, con el doble sentido que tiene el
vocablo, de seres semihumanos, algunos como Ariel y algunos como Calibn, pero todos
libres de fragilidades y pesares mortales: en consecuencia, tal vez, un poco crueles y
bastante embaucadores; viviendo en la oscuridad y a la luz de la luna, no verdaderos dioses
sino obedientes a gobernantes lo bastante enigmticos y poderosos para serlo... S, nuestra
Reina del Aire y la Oscuridad saba perfectamente qu visiones deba dar a las personas
solitarias, qu ilusiones deba tejer en torno a ellas de vez en cuando, qu canciones y
leyendas deba implantar entre ellas. Me pregunto hasta qu punto la Reina y sus secuaces
conocan los cuentos de hadas humanos, hasta qu punto aportaron su propia inventiva, y
hasta qu punto los hombres lo recrearon todo, inconscientemente, a medida que la
sensacin de vivir en el borde del mundo penetraba en ellos.
Las sombras empezaron a invadir la habitacin. El fro se hizo ms intenso y los ruidos del
trfico menos audibles. Barbro pregunt en voz baja:
- Pero, a qu poda conducir esto?
- En muchos aspectos - respondi Sherrinford -, el colono del interior ha vuelto a los siglos
del oscurantismo. Tiene pocos vecinos apenas recibe noticias de ms all de su horizonte,
lucha por sobrevivir en una tierra que no comprende del todo, que cualquier noche puede
dejar caer sobre l imprevisibles desastres. La civilizacin mecnica que le legaron sus
antepasados resulta frgil aqu, en el mejor de los casos. Puede perderla, del mismo modo
que las naciones perdieron Grecia y Roma en los siglos del oscurantismo. Manipulado de un
modo prolongado, intenso y astuto por el Otro Mundo, arquetpico, llegar a creer
ciegamente que la magia de la Reina del Aire y la Oscuridad es superior a la energa de los
motores; y primero su fe, y finalmente sus actos la seguirn a ella. Oh!, no ocurrira con
mucha rapidez. Idealmente, ocurrira con demasiada lentitud para ser observado,
especialmente por la gente de la ciudad satisfecha de s misma. Y cuando se dieran cuenta
sera demasiado tarde.
Barbro suspir.
- Ella me dijo que cuando sus banderas ondearan sobre la ltima de nuestras ciudades
nos alegraramos.
- Es posible - admiti Sherrinford -. Sin embargo, yo creo en el derecho a escoger el propio
destino.
Sacudi su cuerpo, como si se desprendiera de una pesada carga. Golpe de nuevo la
cazoleta de su pipa y se desperez, msculo por msculo.
- Bueno - dijo -, todo eso no va a ocurrir.
Ella le mir directamente a los ojos.
- Gracias a usted.

187
Cuentos y Relatos Poul Anderson

El rubor inund las flacas mejillas de Sherrinford.


- Con el tiempo, estoy seguro de que cualquier otro lo hubiera hecho... Lo que importa es
lo que haremos a continuacin, y sa es una decisin demasiado importante para ser
adoptada por un hombre o una generacin.
Barbro se puso en pie.
- A menos de que la decisin sea personal, Eric - sugiri, sintiendo el calor en su propio
rostro.
Result curioso ver a Sherrinford sbitamente tmido.
- Tena la esperanza de que volveramos a encontrarnos.
- Una esperanza que no se ver defraudada.

Ayoch estaba posado sobre el Tmulo de Wolund. Aurora brillaba tanto, despidiendo tales
haces de luz, que casi ocultaba a las lunas menguantes. Los capullos de los estramonios
haban cado; unos cuantos resplandecan an alrededor de las races de los rboles, entre
gamarzas secas que crujan bajo el pie y olan a madera quemada. El aire continuaba siendo
clido, pero en el horizonte no quedaba ya ningn resplandor.
- Adis, buena suerte - grit el puk.
Pero Mistherd y Sombra-de-un-Sueo no volvieron la mirada. Fue como si no se
atrevieran a hacerlo. Se alejaron hasta perderse de vista, en direccin al campamento
humano cuyas luces parpadeaban como estrellas nuevas all a lo lejos, al sur.
Ayoch se demor unos instantes. Senta que deba ofrecer tambin una despedida a la
que ltimamente se haba unido a l en aquel sueo en el dolmen. Seguramente que nadie
volvera a reunirse aqu por motivos de amor o de magia. Pero slo pudo recordar un antiguo
verso que sirviera para la ocasin.
Se irgui y trin:

De su seno
ascendi un capullo.
El verano lo agost.
La cancin ha terminado.

Luego extendi sus alas para el largo vuelo final.

FIN

188

También podría gustarte