Pan Sobre Las Aguas - Alef Guimel
Pan Sobre Las Aguas - Alef Guimel
Pan Sobre Las Aguas - Alef Guimel
Álef Guímel
1989
Pan sobre las aguas 2
Capítulo 1
LA INSPIRACIÓN
Seguiremos andando,
la verdadera fe trabaja y ora.
No apartemos los ojos de la meta,
porque el tiempo es AHORA.
Pan sobre las aguas 5
CAPÍTULO 2
EL ÚLTIMO DIAGNÓSTICO
MUNDO DESAHUCIADO
PLEGARIA TARDÍA
Un manto de silencio
urdido en los telares celestiales
con hilos de sosiego,
con madejas de paz que se devanan
y corren suavemente entre los dedos.
DIBUJO LINEAL
CAPITULO 3
REGÁLANOS TU RISA
un discurso de memoria,
destacando sin alardes
lo mejor que había en su historia.
Lo siguió su compañero:
-Me han denominado Cinco
y ando siempre con sombrero.
Trabajo con gran ahínco
por ser la mitad de diez.
Honran mi cifra los dedos
de las manos y los pies.
“Ya no nos queda ni un cinco,”
dicen los que están en crisis,
Me asocian con los famosos
jinetes de Apocalipsis.
Pan sobre las aguas 24
(Revelación 2:10)
disminuciones y aumentos.
Aunque tengan muchos planes
de deportes y turismo,
mejor que nadie se pierda
el baile de los guarismos.
EL VIEJO PROBLEMA
CALALILY Y POLICARPO
Capítulo 4
LA FELICIDAD ES UN NIDO
A UN CONCERTISTA
SEMEJANZA
COPLAS INGENUAS
CAPÍTULO 5
EL NIÑO A LA ALJABA
Reasumí mi defensa:
-Sabes que a ti se rinden enormes muchedumbres
y somos minorías los que estamos aparte.
¡No quemes en tu hoguera la estopa del relleno
del vigía que hicimos tratando de asustarte!
Jesús también nos dijo que seríamos pocos,
Pero el que se hace eunuco para servir mejor,
Tendrá su recompensa segura y redoblada,
La sonrisa del Padre su amoroso favor.
Se apartó disgustado.
Acomodó su aljaba y se ajustó su venda.
Al irse canturreaba una canción muy tierna,
jactándose del éxito con que empalmaba sendas.
AMOR VICTORIOSO
1980
LA META TRIUNFAL
CAPITULO 6
Si el inicuo se atraviesa
y te pregunta:-¿ Quién va?
--Soy un siervo de Jehová.
El miedo se desconcierta
cuando no te ve temblar.
Jehová nunca ha de olvidarte
si tú no dejas de orar.
ahora, cuando el transitar las calles por la noche era cada vez
más peligroso.
Hacía apenas unos días que había terminado la asamblea
de distrito. Esa noche, en la región de servicio, habían dedicado
algún tiempo a repasar los puntos principales del drama sobre
José y sus hermanos. Evidentemente el propósito del drama
había sido asegurarle al pueblo de Dios en los últimos días, que
nunca perecerían por falta de alimento espiritual y que verían de
cerca el cuidado y la guía de Jehová como lo vio aquél primitivo
pueblo de Israel, compuesto de setenta personas, que emigró a
Egipto en busca de alimento, para no perecer de inanición en la
tierra de Canaán, como lo indican los primeros versículos del
libro de Éxodo. El anciano que había conducido el repaso del
drama, enfatizó el hecho de que Dios no sólo tiene interés en su
pueblo dedicado, sino en la salvación de gente de todas las razas
y naciones y de todos los niveles sociales. Tal como José no
rehusó venderle granos a otros pueblos y les dio la misma
oportunidad de beneficiarse del alimento a todos, así nosotros
no debemos negarle a otros el alimento espiritual que puede
significar para ellos la diferencia entre la vida y la muerte.
Cuando el ascensor se detuvo en el tercer piso, Sofía dijo
simplemente, “hasta mañana”. Ella como Loida, era viuda y sus
hijos estaban casados y vivían lejos. Las dos pasaban algún
tiempo juntas todos los días, ya fuera predicando, estudiando, o
compartiendo alguna conversación incidental.
Cuando Loida abrió la puerta de su pequeño
departamento, la sorprendió un desacostumbrado olor a tabaco.
Sus visitas eran casi siempre Testigos de Jehová. Rara vez venía
a su casa un familiar o un proveedor que fumara. Todo estaba
en orden. Había encontrado la puerta bien cerrada al llegar, y
sus dos cerraduras no tenían señales de haber sido forzadas.
Nada parecía indicar que algún visitante indeseable hubiera
entrado. Pero sus fosas nasales, acostumbradas al olor limpio de
su casa, sentían la incomodidad de los efluvios del tabaco.
Al entrar en el dormitorio y encender la luz, un grito
escapó de su garganta. Un hombre armado, sentado sobre su
cama, había estado esperando su regreso. Tenía un aspecto
vigoroso, y era tan joven como su hijo, que ahora vivía con su
Pan sobre las aguas 66
LA VIDA Y EL MUNDO
Capítulo 7
ELEGÍA
Malaquías 3:16
MORIR NO ES PERECER
ANIVERSARIO
ASAMBLEA
REUNION DE FAMILIA
vuelta a los señores a su casa. Los que vivían más lejos, llegaban
en sus coches a caballo.
—Durante todos esos años, solamente una vez volví a
Inglaterra. Me preocupaba la idea de que mis padres y los de
Carlos estaban envejeciendo sin conocer a sus nietos. Si
esperábamos mucho quizá no los encontraríamos con vida.
Carlos los veía cada tanto en sus viajes, pero yo siempre tenía
que quedarme en casa y conformarme con las cartas y los
encantadores regalitos que él nos traía de parte de los abuelos y
de los tíos. Al fin, hicimos arreglos para viajar en un barco
grande todos juntos, cuando mi esposo consiguió una licencia.
Descontando los dos meses de ida y los dos de vuelta, pudimos
quedarnos cuatro meses mis hijos y yo, aunque Carlos tuvo que
volver antes al servicio naval. Despedirme de aquellos queridos
ancianos fue una de las experiencias más duras de mi vida, ya
que en esos años, sin conocimiento de las verdades bíblicas,
pensábamos que tales despedidas eran definitivas. No
imaginábamos entonces los emocionantes reencuentros que la
resurrección nos iba a proporcionar. Después de aquel viaje,
cuando yo tenía cuarenta y cinco años, tuve la sensación de que
mi propia juventud se estaba esfumando sin retorno. Diez años
después, vino la sorpresiva muerte de Ana al dar a luz una niña.
Después de eso, ya nada más me interesó fuera de la familia
misma. Carlos se retiró de la Marina y compró la casa en
Belgrano. Nuestros nietos venían frecuentemente y nos
sentábamos en el jardín a verlos jugar bajo los limoneros y los
naranjos. A partir de allí tengo un registro mental cada vez más
opaco e impreciso. Tal vez uno de los presentes quiera añadir
algo más…
—Muchas gracias, Geraldine. Veo a nuestra nieta
Marisol, hija de Arturo, que levanta la mano pidiendo la palabra.
Acércate Marisol, por favor.
—Gracias abuelo Carlos. Yo quería añadir algo a los
recuerdos de la abuela. Hacia fines del siglo diecinueve, cuando
ustedes ya no estaban entre nosotros, fue una gran sensación
para los habitantes de Buenos Aires ver llegar el alumbrado
eléctrico. El teatro Colón era entonces un lugar resplandeciente,
en que todo lucía y se disfrutaba más. La distancia entre Buenos
Aires y Belgrano se fue cubriendo de pequeños caseríos.
Pan sobre las aguas 89
Capítulo 8
FIN