Cien Años de Soledad El Amadís en América.
Cien Años de Soledad El Amadís en América.
Cien Años de Soledad El Amadís en América.
*
Mario Vargas Llosa.*
Un colombiano trotamundos
Cien aos de soledad prolonga y magnifica el mundo imaginario erigido por los
cuatro primeros libros de Garca Mrquez, pero significa tambin una ruptura, un
cambio cualitativo de esa realidad seca y spera, asfixiante, donde transcurren las
historias de La hojarasca, El coronel no tiene quien le escriba, La Mala Hora y Los
funerales de la Mam Grande. En la primera novela, este mundo apareca descrito
como pura subjetividad, a travs de los monlogos torturados y fnebres de unos
personajes sonmbulos a los que una borrosa fatalidad persigue, incomunica y
precipita en la tragedia. Macondo era todava, como el condado de Yoknapatawpha
de Faulkner, como el puerto de Santa Mara de Onetti, un territorio mental, una
proyeccin de la conciencia culpable del hombre, una patria metafsica. En los libros
siguientes, este mundo desciende de las nebulosas alturas abstractas del espritu a la
geografa y a la historia. El coronel... lo dota de sangre, msculos y huesos; es decir,
de un paisaje, de una poblacin, de usos y costumbres, de una tradicin, en los que,
inesperadamente, se reconocen los motivos ms recurrentes del costumbrismo y
criollismo americanos, pero utilizados en un sentido radicalmente nuevo: no como
valores sino como desvalores, no como pretextos para exaltar el color local, sino
como smbolos de frustracin, de ruindad y de miseria. El famoso gallo de lidia que
atraviesa, rumboso y encrespado, la peor literatura latinoamericana como apotesis
folklrica, cruza metafricamente las pginas que describen la agona moral del
coronel que aguarda la imposible cesanta, encarnando la sordidez provinciana y el
suave horror cotidiano de Amrica. En Los funerales de la Mam Grande y en La
mala hora, Macondo (o su lter ego, el pueblo) adquiere una nueva dimensin: la
mgica. Adems de ser un recinto dominado por el mal, los zancudos, el calor, la
violencia y la pereza vegetal, este mundo es escenario de sucesos inexplicables y
extraos: llueven pjaros del cielo; misteriosas ceremonias de hechicera se
consuman en el interior de las viviendas de caabrava; la muerte de una anciana
centenaria aglomera en Macondo a personajes procedentes de los cuatro puntos
cardinales del planeta; un cura divisa al Judo Errante caminando por las calles de
Macondo y conversa con l.
Este mundo, pese a su coherencia, a su vitalidad, a su significacin simblica,
adoleca de una limitacin que hoy descubrimos, retrospectivamente, gracias a Cien
aos de soledad: su modestia, su brevedad. Todo en l pugnaba por desarrollarse y
crecer: hombres, cosas, sentimientos y sueos sugeran ms de lo que mostraban,
porque una camisa de fuerza verbal recortaba sus movimientos, meda sus
apariciones, los atajaba y borraba en el momento mismo que parecan a punto de
salir de s mismos y estallar en una fantasmagora incontrolable y alucinante. Los
crticos (y tenan razn) elogiaban la precisin, la economa, la perfecta eficacia de
la prosa de Garca Mrquez, en la que nunca sobrara una palabra, en la que todo
estaba dicho con una compacta, terrible sencillez; aplaudan la limpia, ceida
construccin de sus historias, su asombroso poder de sntesis, la tranquila parquedad
de sus dilogos, la diablica facilidad que le permita armar una tragedia con una
exclamacin, despachar a un personaje con una frase, resolver una situacin con un
simple adjetivo. Todo esto era verdad y era admirable y delataba a un escritor
original, perfectamente consciente de sus recursos expresivos, que haba
domesticado a sus demonios y los gobernaba a su antojo. Qu pudo decidir a
Garca Mrquez, esta tarde ya lejana entre Acapulco y Mxico, a abrir las jaulas de
esos demonios, a entregarse a ellos para que lo arrastrasen a una de las ms locas y
temerarias aventuras de estos tiempos? La creacin es siempre enigmtica y sus
races se pierden en una zona oscura del hombre a la que no podemos acceder por
una estricta razn. Nunca sabremos qu misterioso impulso, qu escondida
ambicin, precipit a Garca Mrquez en esta empresa gigantesca y riesgosa que se
propona construir un muro de adobes en una muralla china, transformar la apretada
concreta aldea de Macondo en un universo, en una Brocelandia de inagotables
maravillas. Pero sabemos, en cambio, y eso nos basta, que triunf su increble
pretensin.