La Osadc3ada de Dejarse Llevar Cabarrus PDF
La Osadc3ada de Dejarse Llevar Cabarrus PDF
La Osadc3ada de Dejarse Llevar Cabarrus PDF
DEL REINO
C r i t e r i o fundamental del d i s c e r n i m i e n t o
1
L A O S A D A D E D E J A R S E
L L E V A R '
15
los nuestros... y esto se tiene que dejar sentir obviamente.
Discernir no es ver claridad sino ser dciles para dejarse lle-
var por los impulsos de Dios, por donde muchas veces no
entendemos...
Discernir supone adems, unas actitudes de calidad huma-
na, supone "subiecto".^ Quien no tiene en el corazn com-
prensin y misericordia, quien no puede perdonar, quien no
tiene capacidad para querer y ser querido, difcilmente se
podr poner en clima de discernimiento, ya que esto es tam-
bin fruto de la madurez humana. Pero, al mismo tiempo, se
necesitan actitudes profundamente cristianas. En el discerni-
miento al estilo ignaciano, no se va a elegir entre lo bueno y
lo malo, sino que se quiere uno decidir por "lo mejor" (el mu-
gs concreto): los criterios son los de las "Banderas"*, la peti-
cin es estar en "tercera manera de humildad".
Este captulo consta de tres secciones bsicas: la metodo-
loga del discernimiento, el examen cotidiano y un postscrip-
tum.
En la primera parte se presenta lo que corresponde a la
metodologa del discernimiento, ms que a la teora del mismo.
Se comienza explicando cmo discernir es realmente una
"osada", pero una osada que tiene una traduccin histrica
de praxis de ms de cuatrocientos aos, desde Ignacio de
Loyola, y que data del mismo Evangelio. Se habla en esta
parte del origen y desarrollo del discernimiento; luego se pasa
a algo clave: el estudio de dos "pocas" espirituales (Ignacio
16
las denomina "semanas"), segn las cuales vara todo el pro-
ceso de la discrecin de espritus. Se destaca lo importante
que es sealar la poca en que se est y el derrotero que sigue.
Enseguida se ofrece un estudio comparativo de la accin del
Mal Espritu ( M E ) que arroja luz para saber descubrirlo y para
poder vencerlo. Se trata despus otro elemento clave para
discernir: la comprensin de lo que es "desolacin", la lucha
contra ella y el aprovechamiento de los momentos de conso-
lacin. Esta ltima, por su efecto, es pragmtica: se trata de
un regalo para la colaboracin con el trabajo por el Reinado
de Dios'. Concluyendo esta parte, se dice algo sobre el papel
de la "confirmacin" del discernimiento y de la necesidad de
que ste se ratifique en la biografa y en la historia.
En la segunda parte, se ofrece un camino para hacer el exa-
men cotidiano desde un punto de vista pedaggico. De ah que
se presente un modo concreto de cmo hacerlo y se saquen las
luces que ste ofrece para comprender el discernimiento como
fruto de la confrontacin entre "los espritus" y los diversos
tiempos que se van viviendo, y crecer as en la fidelidad al
Dios siempre mayor. Se comienza con las dificultades prcti-
cas del examen, haciendo nfasis en qu no es el examen de
conciencia, para luego poner los objetivos de qu cosa s debe-
ra ser. Se termina, como ya sealbamos, explicando lo que la
prctica del examen nos revela del discernimiento mismo, no
sin antes hablar de un requisito bsico: el descubrimiento de
lo que denominaremos la consigna.
Finalmente en la tercera parte encontramos el postscriptum,
en l hacemos ver que la osada, con todo lo arriesgada que
puede aparecer, slo se logra a partir de nuestra flaqueza y
desde el impulso de Dios.
17
PRIMERA PARTE:
LA M E T O D O L O G A DEL D I S C E R N I M I E N T O
1. L A O S A D A DE DEJARSE LLEVAR
18
Discernir es una osada porque de alguna manera se compro
mete a Dios a seguir trabajando en cada uno: se da por supues
to que El seguir interviniendo.
Aunque quiz la mayor osada del discernimiento es que el
trmino vital del movimiento que nos impulsa - l a accin del
Espritu en nosotros- no es otro sino la cruz en cualesquiera de
sus traducciones historizadas. No es la cruz de la falsa asctica
sino la cruz que se desprende del compromiso con un Dios que
est en el pueblo. U n a cruz que por tanto, vincula con el dolor
de los pobres y con su suerte. De ah que discernir sea tambin
osada porque nos introduce de lleno en las corrientes histri
cas en pugna y nos hace optar por la eleccin primordial de
Dios: la causa de los necesitados.
Pero si discernir es "dejarse llevar", entonces es descubrir la
fuerza de Dios y del mal en cada uno. Conocer sus campos,
conocer dnde se asientan, conocer las tcticas que utilizan y
sobre todo reconocer las reacciones personales ante el buen y
el mal impulso.
Discernir es optar, pero una vez aclarados los campos en
6
donde nos movemos (Dos banderas) . Discernir no es escoger
entre el bien y el mal, para eso ya estn los mandamientos...,
sino optar siempre por el medio ms eficaz, el que me coloca
en la disposicin espiritual por excelencia de "dejarme llevar
hasta ponerme con el Hijo en la cruz" (Binarios). Discernir es
estar con la mirada puesta en Cristo Jess que muere y resuci
ta y que me llama a colaborar con su tarea, pero dentro de su
19
propia lgica: la muerte que trae vida. Por eso, discernir es
acercarme siempre a la tercera manera de humildad, sin poder
alcanzarla tal vez nunca, pero impulsado ya por la fuerza por
donde el Seor ya me est" llevando.
El discernimiento es claramente un proceso personal, pero
que no tiene validez si no es contrastado por alguien con
"autoridad eclesial". Esto fue para Ignacio, en su propia bio-
grafa, algo muy importante y esclarecedor. Desde la escena en
e
Tierra Santa con el guardin franciscano (Autobiografa, n
7
4 0 ) , hasta el profundo sentimiento del "cuarto voto" , Ignacio
nos est insistiendo en que slo tiene total validez un discer-
nimiento que se puede cotejar eclesialmente. Por eso el ejer-
citante tiene que contrastarse al menos con el acompaante
de los ejercicios.
Discernir es descubrir la accin del Espritu que nos impul-
sa ya, pero siempre con un teln de cotejamiento que confir-
ma, por decirlo as, y ratifica lo que se ha descubierto en la
interioridad, o por el contrario, disuade de ello e invita a una
reconsideracin.
Obviamente hay varios tipos de discernimiento. Est el
discernimiento personal, por ejemplo, la eleccin de estado de
vida o la reforma radical de sta en el mes de ejercicios, o las
mltiples elecciones diarias en el examen cotidiano. Est el
discernimiento personal compartido: frente a un grupo de "ami-
gos en el Seor" se comparte lo que cada uno est viviendo y
discerniendo. As mismo est el discernimiento comunitario
cuyo fin es descubrir qu exigencias va postulando el Seor y
por dnde va impulsando un proceso de vida comn. Por lti-
mo est el discernimiento apostlico que es propiamente una
deliberacin sobre lo que debe recrearse o reorientarse en la
bsqueda y preparacin del Reino de Dios en la historia.
20
Cada uno de estos discernimientos tiene metodologa dis-
tinta, aunque en el fondo convergente. Por ejemplo, al dis-
cernimiento apostlico debe antecederle como dato funda-
mental, no siempre evidente, una exposicin tcnica y cient-
fica de la situacin donde se pretende actuar, y este anlisis de
la realidad debe presentarse con la mayor criticidad y cuidado
posible. El discernimiento personal no necesita tanto de esta
mediacin. Pero el procedimiento de querer slo buscar lo que
ms conduzca, y el de cribar los sentimientos propios y las
mociones de "los espritus" pueden ser juzgados en ambos
casos por las mismas famosas reglas ignacianas de "discrecin
8
de espritus".
8. "Espritus" son para Ignacio tanto el Espritu Santo, que mueve los
corazones y hace actual en la historia el recuerdo de Jess el Seor,
como "el Enemigo", bien sea entendido como espritu del mal, ngel de
las tinieblas, "padre de la mentira", "homicida desde el principio" -en
forma personal- o como el talante del "mundo ste", es decir el espritu
de acumulacin egosta, de bsqueda de prestigio, de ansia de poder y,
finalmente, de sentido de orgullosa superioridad personal o social, tni-
ca, racial, etc.
21
como consejero y director. Reglas que como hien seala su
autor, manifiestan nicamente el comportamiento "ordina-
rio", la manera como suele comportarse el buen y el mal esp-
ritu, ut solet, ut in pluribus. (313-336)''.
La experiencia originante de estas reglas data de los das de
convalecencia en Loyola, donde Ignacio no slo descubre el
mundo de los movimientos interiores, sino que aprende a des-
cifrarlos, vislumbrando la finalidad que ellos tienen. De ah
comienza a deducir principios espirituales de diferentes impul-
sos: el buen y el mal espritu. (Autobiografa: 7, 8, 20, 2 1 , 25,
54,55).
El tiempo lcido para comprender las reglas no como una
coleccin ms o menos ordenada de recetas piadosas, es la
propia puesta en prctica de ellas, en el mes de ejercicios; pe-
ro, como escenario, "Dos Banderas" ofrece una situacin para-
digmtica insuperable.
En "Dos banderas" no solo se nos invita a demandar la gra-
cia de recibir "conocimiento de los engaos del mal caudillo y
ayuda para dellos me guardar" (139), sino que se nos invita a
demandar, asimismo, la gracia de hacer alianzas con el Seor
en el coloquio, -dilogo con el que termina la oracin ( 1 7 4 ) - .
All se muestra como evidencia que discernir no es slo
descubrir y separar los espritus, sino hacer opciones concre-
tas. Discernir es optar ( 3 1 3 ) .
Quiz uno de los ms grandes aciertos de esta meditacin
es precisamente el sealamiento de la "Babilonia" y de la
10
"Jerusalem" en la vida de cada uno. Nos invita a percatarnos
22
del proceso encarnatorio de ambos espritus y de cmo estas
relaciones geogrficas y sociales (incluyendo lo econmico, lo
poltico y tambin lo afectivo), son fuerzas extemas a nosotros
pero que tienen un cierto "acceso" conocido a travs de nues
tros pecados y pactos anteriores con el mal, o de nuestro ante
rior seguimiento de Jess.
Todo discernimiento bien hecho llevar al derrocamiento
de las "Babilonias" y al proceso de construccin de "Jerusa-
lenes". Ahora bien, toda esta batalla es fruto y a la vez requi
sito -aunque parezca paradjico- de la peticin del coloquio
'(147).
En "Dos banderas", Ignacio pasa a hablar de las tretas del
mal espritu ( M E ) . Conviene recordar como el ME se asienta,
se aprovecha y cabalga sobre las heridas psicolgicas del pasa
do personal o sobre debilidades temperamentales de la condi
cin humana concreta. El modo de ataque del ME puede variar
segn se est en primera o en segunda poca espiritual. Pero la
tctica del M E ser "echar redes y cadenas", es decir, encubrir
su estrategia o hacerla atractiva, conectndola con afecciones
y pasiones propias de cada persona. El derrotero ("a dnde me
llevan") de esas tcticas del ME es claro que, en Ignacio, tiene
una trayectoria muy definida: de riqueza a vanagloria, de ah a
poder y soberbia, y de ah "a todos los vicios". Cada uno tiene
que buscar los escalones reales y propios por donde siempre el
ME desbarranca, sea a corto o mediano plazo, segn tiente con
tcticas de primera o de segunda poca espiritual.
11
En lo que respecta al Buen Espritu ( B E ) se da una con
trapartida exacta ( 1 3 8 ) . La "Jerusaln", en primer lugar, como
escena bsica, como bastin de la accin del Espritu en m.
Luego viene el anlisis de las mociones, que tambin -hay que
notarlo- pueden montarse sobre nuestras heridas, pero no
23
para agrandarlas o sangrarlas ms, sino para restaarlas y cu-
rarlas. En este sentido, esta actividad "curativa" es reflejo de
una de las actividades ms significativas de Jess de Nazaret
12
en su vida histrica. Pero las mociones no slo utilizan - c o -
mo las tretas-el campo de las heridas para actuar. Hay un sin-
nmero de "mociones", gracias o impulsos, que se experimen-
tan -dice Ignacio como viniendo al "corazn sin causa pre-
cedente" ( 3 3 0 ) . Nos aventuraramos a decir que esto tiene
relacin con una mocin que no tenga conexin con alguna
herida o alguna fragilidad humana ya experimentada.
Sobre las "tcticas" del BE, haramos una transposicin de
momentos claves en la espiritualidad Ignaciana. En el Exa-
men" San Ignacio presenta el ideal -"Tres maneras de humil-
dad"- al candidato a la Compaa de Jess y all se le deman-
da si ya se "halla en los tales deseos tanto saludables y fruct-
feros". Esto no nace, obviamente, de la fuerza propia; de estar
all sera porque el Seor lo ha conducido hasta ese estadio.
Pero, como seala Ignacio, donde por "nuestra flaqueza huma-
na y propia miseria" no se encuentre en esa actitud, le pre-
gunta si por lo menos se halla en "deseos de deseos".
Entonces, el camino de la accin del BE es, primero, tener
"deseos de deseos"; en un segundo momento, lograr la actitud
del "quiero y deseo y es mi determinacin deliberada" de la
M
meditacin del Reino ( 9 8 ) . Por ltimo, el tercer momento es
el de pedir "ser puesto" con el Hijo y el Hijo Crucificado
-"Tercera manera de humildad" (167).
24
Estas seran las tcticas del BE, en correspondencia opues-
ta con las "redes y cadenas" del ME. Aqu habra que hacer
nfasis en el papel que juegan en Ignacio los "deseos", que son
unas de las mociones ms apreciadas por l, ya que son una
especie de "aficin" que tiene que ver con algo de pasin en la
propia existencia. No todos los deseos, con todo, son igual-
mente autnticos, aun cuando sean todas experiencias reales.
Los autnticos son los que tienen relacin con nuestra propia
identidad, son los que nos vienen de Dios, es decir, son los
deseos que denominamos aqu como "mociones". Estas mocio-
nes tambin se criban con el "a dnde me llevan". Si nos lle-
van a ms generosidad y entrega, si nos llevan a ms radicali-
dad en el seguimiento, si nos llevan a mayor despojo, sobre
todo a la captacin de que en la vida del Espritu no somos
nosotros quienes tenemos la iniciativa de los deseos, sino que
claramente son un regalo de Dios. En definitiva, si nos impul-
san a "dejarnos llevar" por donde ya el Espritu de hecho nos
est encaminando (consigna^ ), entonces claramente los tene-
mos que aceptar y hacer alianza con ellos. Esto es lo que hace
avanzar en la vida del Espritu. Lo interesante de los "deseos
de deseos" es que con este medio, Ignacio ayuda a desbloque-
ar los sentimientos en contra. Es como un primer paso.
Asimismo, en el caso de haber cado en desolacin o men-
guado en la vida del Espritu, retomar los "deseos de deseos"
que antao tuvimos es un camino para volver a comenzar.
Si discernir es optar, la opcin fundamental que se impone
es la de dejarse llevar por donde la fuerza de Dios ya impulsa.
Y este fenmeno espiritual (consigna) es de hecho el "Tercer
e
Binario", (cfr. nota n 6 ) , es el medio ms eficaz para ser pues-
to bajo la bandera de Jess. En definitiva esto que denomina-
25
mos "consigna" es la mediacin del Espritu, quien por el
deseo del Padre modela el rostro de su Hijo en nuestra exis
tencia. De ah que el discernimiento slo pueda comprender
se en dimensin trinitaria.
La metodologa concreta de cmo discernir nos la brinda
Ignacio en su Autobiografa y sobre todo en las meditaciones
nodales de la segunda semana. Lo que se hace evidente en el
proceso del mtodo de discernir es la importancia de:
a) Describir atinadamente lo que experimento.
Es una mocin de paz, o tranquilidad, o gusto; o es un
deseo, o una alegra interna, o su contrapartida; asimismo,
es ms bien una luz, o comprensin profunda, o una inte
leccin desde dentro, o su contrapartida.
b) Detectar el derrotero.
Es decir, "a dnde me llevan" las mociones o tretas.
Este y el anterior son los criterios principales.
c) Saber dnde se afincan estas experiencias.
* En las "Jerusalenes" o en "Babilonias", como bastiones
desde donde se nos convoca o se nos ataca y se nos gene
ran mociones o tretas.
* En las heridas y fragilidades personales o en ideales exa
gerados.
d) Percatarse de la reaccin a la mocin.
El papel de la libertad en la aceptacin o rechazo de la
mocin o treta.
e) Tener en cuenta los tiempos espirituales.
* Poder contrastar los momentos del da (pasado), con el
momento del examen (presente), para abrirse al futuro.
* Tener como "eje" y criterio el "antes" del momento de la
"consigna", para la discrecin de espritus y para el
momento de la desolacin.
f) Conocer en qu etapa del espritu nos encontramos.
Ignacio describe dos, que l llama primera y segunda "se
mana" y que aqu hemos llamado "pocas".
26
g) Conocer con gran precisin la actividad del ME.
Ignacio trata abundantemente sobre ello en sus "reglas" de
discrecin de espritus. La poltica del ME es diametral-
mente opuesta, ya sea que ataque con armas de primera o
de segunda poca.
Ignacio va explicando todos estos aspectos en la presenta
cin de sus reglas. Nosotros ms que un comentario a ellas,
presentaremos algunos sintetizadores que ayuden no slo a su
comprensin, sino al mismo discernimiento.
3. L A S P O C A S Y D E R R O T E R O S DEL E S P R I T U
27
La poca implica, sin embargo, algo ms. Puede haber per-
odos de tiempo donde prevalecen varios elementos que gene-
ran un todo.
En su aspecto positivo, una poca estara definida por un
tipo fundamental de mocin del Seor. Una poca tiene una
captacin profunda de lo que hemos denominado "consigna";
una poca se distingue por una peticin fundamental, es una
gracia diferenciable de otras. En lo negativo, una poca esta-
ra determinada por el tipo de tentacin o treta que hegemo-
niza y colorea la vida espiritual.
La mayor sutileza del mal es hacer que las pocas interfie-
ran entre s. Tentar con armas tpicas de la primera poca,
generando as un despiste, y fomentando tretas tpicas de la
segunda poca. La persona puede sentirse triunfando de las
tretas del mal descarado pero verse amarrado a las falacias y
"sotilezas" propias de segunda poca.
U n fenmeno tpico del M E es fomentar en la persona la
idea de que las caractersticas de la segunda poca slo se apli-
can en Ejercicios -cuando mucho pero no en la vida ordina-
ria; con lo cual se socava de entrada la posibilidad de descu-
brir los engaos encubiertos del Enemigo.
San Ignacio tambin habla de una pre-historia espiritual
( 3 1 4 ) con lo cual podra hablarse en principio de tres pocas.
La primera, radicada en esa pre-historia, correspondera a la
persona que va "de mal en peor bajando". A este perodo le
dedica, con todo, poco anlisis y se concreta fundamen-
talmente en las otras dos.
Las pocas espirituales estn determinadas, por tanto, por
el derrotero que sealan. Este derrotero o finalidad puede ser
de efecto inmediato: hundir inmediatamente (primera poca)
o generar una mengua espiritual paulatina pero decreciente.
Las pocas no slo se miden por el modo de ataque sino por la
finalidad del mismo: derrumbar rpidamente o menguar a
28
largo plazo. De ah que el "a dnde me lleva" debe compleji-
zrselo con la lentitud o rapidez de su tctica.
U n a poca alberga tambin "estados espirituales". U n esta
do espiritual es la tnica del espritu que puede definirse como
desolacin, consolacin o tiempo tranquilo. Ahora bien, estos
estados estn provocados, en cierto modo, tambin por la
manera de ser psicolgica de cada uno. De ah que la estruc
tura psquica puede ser como la infraestructura de un estado
espiritual. Lo fundamenta, pero en la tnica del estado espiri
tual se da un elemento ms -una lectura- que es lo que lo hace
pertenecer propiamente a la dimensin de los espritus. Esa
lectura hace relacin al "derrotero", all se destaca si lo que
est en juego se inserta explcitamente en los campos del buen
o del mal espritu.
Muchas veces tambin los estados espirituales se generan o
enfatizan por el impacto de hechos biogrficos o histricos,
positivos o negativos a los que se les da tambin una "lectura"
en clave espiritual.
El estado espiritual puede ser vehculo de una mocin o
una treta, segn fuere su derrotero. De ah la importancia de
saber discernir cuando algo es meramente una sensacin bio
lgica, o psicolgica, de otra que ya, en su derrotero, nos apar
ta o nos lleva a Dios y a su causa.
4. A N L I S I S DE LA A C C I N DEL MAL E S P R I T U
29
La accin en primera poca:
u
16. Se habla aqu de "reacciones desproporcionadas", que son aque-
llas producidas por heridas o traumas de la infancia. Estas heridas pro-
vocan reacciones que son desproporcionadas al estmulo presente, pero
proporcionadas a la magnitud y calibre de la herida. De no curarlas se
tiene siempre un material abundantsimo para la accin del ME. Ms
an, muchas veces, por voluntarismo o por ascetismo, se quisieran ven-
cer ciertas reacciones que no caen todava dentro del campo moral por-
que son como algo mecnico sobre lo que se tiene poca ingerencia de
parte de la voluntad. Slo con el restaamiento de heridas (lo cual exige
un perodo de tratamiento que necesita, en algunos casos, ayudas tcni-
cas) tenemos, por decirlo as, el material humano adecuado para el dis-
cernimiento. En el examen cotidiano se ve tambin nuevamente la
importancia de relacionar sobre todo las tretas con las reacciones des-
proporcionadas -efecto de las heridas- para ubicar bien la accin del
mal y para saber poner sordina al eco que pueden generar ciertas expe-
riencias de debilidad.
Tambin el Buen Espritu puede actuar aprovechndose de las heri-
das pero para curarlas en vez de profundizarlas o abrirlas ms.
30
descaradas e innobles ( 3 1 7 ) cuya fuerza radica en que toca lo
instintivo humano.
Ahora bien, por descaradas que sean sus tretas, pretende
siempre mantenerse en el secreto sin que lo sepa el director o
confesor (326). Tiende al ataque, y un ataque contundente e in-
mediato. Todo lo aprovecha para hundir ms y de forma rpida.
31
* Como lo que propone no tiene viabilidad de implemen-
tacin, hay un tono de "idealismo" en todo el asunto.
* Adems, el atender a este discurso hace perder el tiempo
presente en aras de un futuro. Se desaprovecha el que-
hacer actual por pensar lo que se podra hacer maana.
* S e suele dar una tendencia, quizs velada, a convertirse
en juez y criterio de verdad respecto a la vida de los
dems.
* El fruto final - a largo plazo- es el endiosamiento; la
soberbia que aparta radicalmente del plan de Dios para
cada uno.
* U n efecto sociolgico de ello es que este "ideal" tiende
a vacunar a los dems: en cambio de provocar segui-
miento y deseo de imitacin genera rechazo a la lnea
propuesta.
* Por su misma esencia los ideales exagerados tienen
como vehculo un "discurso". Cuando se apoyan en algo
del sentimiento estos ideales se cpnvierten en "fervores
indiscretos".
El fervor indiscreto tiene mucho en comn con el ideal
exagerado, pero tiene tambin algunas diferencias:
* Toma en cuenta algo positivo de nuestra sensibilidad;
actitudes que son buenas en s, quizs las mejores.
* No es un discurso sino que fomenta acciones y activida-
des bien concretas.
* Estas acciones tienen la caracterstica de ser exabruptas
o provocadas por "arrebatos".
* No me convierte en "juez" de los dems, pero hay la sen-
sacin de que nadie puede ser "mi juez", que lo que yo
hago es inusitado y nadie podra comprenderlo... No lo
cotejo con nadie.
* Hay en todo el "fervor indiscreto" un talante de enva-
lentonamiento, supongo que tengo ms fuerza para rea-
32
lizar lo que me enfervoriza, o que cuento con mucha gra-
cia de Dios. Pero ambas cosas no las discierno, simple-
mente las doy por dadas...
* En lugar de servir a los dems, de enfervorizarlos, la
resultante es que yo me consumo, me quemo y ah acaba
todo.
* En ambientes comunitarios, lleva a bloquear la cualidad,
a neutralizar las cualidades de los dems, en el mejor de
los casos, si es que no se genera un infierno.
El M E se introduce siempre en son de consolar, pero con
material o estados de nimo que provienen de la situacin psi-
colgica personal o son "reliquias" (336), restos de la accin
consoladora del Seor. El ME no consuela, sino que usurpa la
consolacin llevndola a sus bajos fines. Su estrategia no es
hacer caer inmediatamente. Tiene fines a largo plazo ( 3 3 3 ) .
Lo que busca es hacer decrecer el inters en la vida espiritual,
poco a poco; todo ello muy bien "fundamentado". Ms an,
curando en salud a la persona: hacindole sentir que estas
"reglas" estn bien para otras personas u otros momentos, pero
no para esta cuestin que "s es real y verdadera objecin...".
El ME produce un "estrpito" cuando se lleva una vida
intensa en el espritu. Este "estrpito" es como el chasquido de
la gota de agua; es la sensacin de que algo dismil entra en la
vida personal. Es la experiencia de que hay alguien extrao en
casa, ya que hay ciertos sonidos, quiz imperceptibles en otras
ocasiones, pero no para alguien que tiene su corazn muy vigi-
lante ( 3 3 5 ) . Esta "alarma" se puede detectar en el examen
cotidiano cuando hay algo que deja mal sabor en la boca. En
la medida en que se avanza en la capacidad de discernir se
puede descubrir en qu parte del propio cuerpo resuena ms la
voz de Dios o la accin del mal. Esta experiencia de ubicar
corpreamente la treta ayuda mucho para descubrir presencias
dismiles a la accin de Dios y a la propia libertad que quiere
18
estar ya toda entregada al Seor.
33
5. L A LUCHA C O N T R A LA DESOLACIN
Descripcin:
34
Dios, si es que se prolonga, tiene como efecto la consolidacin
de la voluntad.
Todos los rasgos descritos se pueden medir tanto por su
duracin, como por su intensidad: pueden ir desde algo que
pudiera llamarse "sequedad" -diramos que algunas veces es el
umbral de la desolacin-, hasta los sentimientos y experien
cias ms profundas y dolorosas de sentirse abandonado de Dios
y de perder la paz.
Causas:
35
2 ) L A S PROVENIENTES DEL MAL ESPRITU
Discernimiento:
36
* Se puede percibir una paz de fondo.
* Sentimiento de estar solo "con mis fuerzas naturales",
"quedndole tamen gracia suficiente" (320).
* Se da todo lo anterior, y adems hay una cierta invita-
cin a dejar "eso": "punzndoles y remordindoles la
19
conciencia por la sindresis de la razn ( 3 1 4 ) .
Lo que experimento en la prueba, el modo como se pre-
senta, es un indicador de por dnde quiere el Seor que reo-
riente mi vida.
Esta correccin de parte de Dios y la insinuacin a buscar-
lo con ms delicadeza, nos queda ejemplificada en la vida de
Ignacio, cuando en su Diario Espiritual nos relata el da 13 de
febrero cmo al interrumpir la accin de gracias con las "divi-
nas personas" para ver si acallaba un ruido en la habitacin
contigua, luego de esa distraccin, le era difcil encontrar al
Seor: "las personas se le escondan"...
La desolacin proviene de nuestro estado personal cuando:
* Podemos encontrar una conexin o con nuestros pro-
blemas psicolgicos o con los hechos objetivos.
* Lo que pasa es que seguramente este "estado propicio"
podr ser aprovechado o por el ME para quitarnos vida
o como prueba del BE para consolidarnos.
37
* En la vida espiritual, que por definicin no es nuestra
("sin m no pueden ustedes nada"), es una pedagoga
divina el que se pase por esa experiencia.
* En la vida del Espritu, todo es regalo y don. A veces
viene, a veces no. El don no se consigue: se recibe y se
pide.
* De ah que la prueba obligue a pedir con ms fuerza, con
ms conviccin; el cuerpo mismo se mete a participar.
* Es como pedir un beso a alguien querido. El beso es un
regalo, pero si brota de un pequeo forcejeo amoroso, se
aprecia ms, sin dejar, con todo, de ser "regalo" y pedi-
do.
* Da prueba tiene como fruto el llamado a la conversin.
Hay que revisar el modo de la prueba para descubrir a
qu nos llama.
* Nos provoca una tristeza por nuestro pecado, pero esto
no nos hace desesperarnos, como Judas, sino que nos da
reconciliacin, como a Pedro.
* La prueba debe tambin leerse como una participacin
solidaria en el sufrimiento de los pobres y de Jess ( 1 9 3 ,
195, 2 0 3 ) .
* Es el enmarque histrico de nuestras heridas, de nuestras
fragilidades y de nuestro pequeo dolor solidario con el
dolor del mundo.
38
A ) C U A N D O UNA DESOLACIN VIENE DEL M E
En primera poca:
* No hacer mudanza de los propsitos anteriores.
* Por el contrario, mudarse contra la desolacin, hacer lo
contrario.
* Descubrirlo al acompaante.
* Tener paciencia, sabiendo "que puede mucho con la gra-
cia suficiente para resistit a todos los enemigos" ( 3 2 4 ) .
* Confianza en que el Seor ha vencido al mundo y al mal
(Jn 16, 3 3 ) .
En segunda poca:
* Detectar las menguas en el inters, y en la fe, la esperan-
za y la caridad. Analizar el papel vital de la consigna.
Cualquier descenso es sospechoso si se acompaa de
"discursos".
* Contrastar cmo las "razones" que se presentan, en la
prctica, hacen cambiar las actitudes que se desprenden
de la consigna. Esto puede ayudar a confirmar una pre-
sencia de treta de segunda poca.
* Comparar, como indica Ignacio, el comienzo, el medio y
el fin de los discursos ("rollos"). Si hubiere alguna parte
que no se ve "de Dios", seal es del ME.
* En estos casos lo que ms ayuda es "no dialogar en abso-
luto con el ME". No dejarse introducir en sus rollos que
siempre confundirn. Slo en presencia de un acompa-
ante se pueden revisar esas "razones" que son aducidas.
* Recordar que es muy necesario para ello conocer las
vetas personales de "ideales exagerados", porque casi
siempre estas tretas tendrn relacin con ellos.
* El acompaamiento espiritual se convierte en la mejor
arma contra esas sutilezas. De igual manera, el tener una
comunidad en donde se pueda realizar el discernimiento
personal en forma compartida.
39
20
B ) C U A N D O UNA DESOLACIN ES TRUEBA DE D I O S :
40
c ) C U A N D O UNA DESOLACIN VIENE DE SITUACIONES PERSONALES.
41
6. E L A P R O V E C H A M I E N T O DE LA C O N S O L A C I N
Descripcin:
C a u s a s de la consolacin:
42
ceso subsiguiente (336). Si la consolacin tiene causa, enton-
ces su origen es ambiguo: puede ser de Dios, o tambin, una
usurpacin del ME (324-331).
Dentro de la consolacin incluiramos el "tiempo tranqui-
lo", que sera con relacin a la consolacin lo que la sequedad
es a la desolacin: es su umbral, y puede ser por un perodo
prolongado. En la causalidad del tiempo tranquilo, intervie-
nen tambin los estados personales (los aspectos psicolgicos)
y los datos positivos del entorno. El tiempo tranquilo se defi-
ne por la ausencia de movimientos de espritu, pero se tiene a
la vez la capacidad de poner en juego "las potencias naturales
con facilidad" ( 1 7 7 ) .
21. El telogo jesuta, P. Karl Rahner escribi sobre este punto, tal
vez insuperablemente, en "Lo dinmico de la Iglesia", uno de los libritos
enmarcados en la serie de "Cuestiones en disputa".
43
- una vez pasada sta, se da como un decrecimiento de
"temperatura". U n declive distinto al de la accin
del ME, cuando nos va menguando espiritualmente
- lo ms caracterstico es que nos acrecienta la inte-
leccin del proceso por donde nos lleva: nfasis o
profundizacin en la "consigna".
Discernimiento:
44
LA CLAVE DEL DISCERNIMIENTO SE DESDOBLA EN DOS:
Significado de la consolacin:
45
los Ejercicios. El "Principio y Fundamento" (obertura funda-
mental de los Ejercicios) ( 2 3 ) postula como signo de Dios
-consolacin la "indiferencia", que en la prctica es disponi-
bilidad, libertad para el Espritu en nosotros. La "primera se-
mana" se experimenta el "perdn" y la "misericordia" como los
frutos ms significativos, y esto con lgrimas y pena interna;
pero tambin all esa consolacin tiene como finalidad la es-
cena ante Cristo crucificado: "Qu he hecho por Cristo?, qu
hago por Cristo?, qu voy a hacer por Cristo?" (53). Todas las
consolaciones que se pueden recibir en la "segunda semana",
se enmarcan en el seguimiento del "Rey Eternal" ( 9 1 ) , en el
pedir "ser recibido bajo la bandera de Cristo" (147). El proce-
so de eleccin que se da dentro de la dinmica de movimien-
to de espritus, tiene como finalidad, igualmente una opcin
por un estado de vida para mejor seguir a Jess y colaborar con
el Reinado de Dios. La consolacin en la "tercera semana" es
un poder sentir con Jess dolorido y quebrantado, es escenifi-
car la pasin de Cristo hoy (193-203). Pero es quizs la "cuar-
ta semana" la que con ms plenitud da el sentido pragmtico
de la consolacin: Jess resucitado, el "consolador", viene a
confirmar a sus hermanos (227). Viene a comunicar la paz
profunda que nadie puede quitar, viene a dar el Envo y la
Misin como fruto de esa experiencia.
46
lear en bajada". Quizs muchas veces no se ha sabido sacar el
fruto a la consolacin y no hemos llegado hasta donde el
Seor hubiera querido llevarnos...
47
Reino de Dios. No hay un discernimiento si no se contrasta
tambin, con lo que el Espritu comunica a los dems, espe
cialmente a la comunidad, a la Iglesia "que es... hierrchica"
( 3 5 3 ) . Ya que la razn ltima del carisma del discernimiento
es el bien del cuerpo y del Reino, no hay plenitud de aquel, si
no se coteja con alguien que pueda representar a ese cuerpo y
a la lucha por el Reinado de Dios.
Dentro de este mbito, la confirmacin ms real de un
buen discernimiento se da en la capacidad que tiene lo dis
cernido para hacer avanzar el Reino, puesto que capacita para
ponerse al lado de los pobres, donde est Jess y donde carga
todava su cruz. Los pobres y la propia pobreza son condicin
para discernir. Es la lucha contra toda pobreza injusta e inhu
mana, desde el propio empobrecimiento, el criterio de ratifi
cacin de un sano discernimiento. Es all el lugar de la verifi
cacin.
Esto se parece mucho a la conversin personal. Puebla ha
puntualizado muy bien-que una conversin es real slo cuan
do logra cambiar las condiciones sociopolticas del entorno
2
(Puebla 1 1 5 5 ) ' .
Esta confirmacin, tan importante para el discernimiento,
se experimenta en el mbito interno en las consolaciones, en
las sensaciones de paz y fortaleza. Todo esto es sello de que se
va por buen camino. En el mbito histrico las confirmacio
nes tienen que ver con el compromiso cada vez ms creciente
con los pobres, con la lucha que ellos libran. Esto no quiere
decir que el proceso sea mecnico e inmediato, pero a la larga,
el mismo discernimiento personal debe desembocar en un dis
cernimiento comunitario en donde lo que se dirime es la
actuacin del cuerpo en solidaridad con los pobres. La verifi
cacin histrica de la validez de lo discernido, por tanto, es la
organizacin de ese pueblo que lucha por sus derechos con-
48
culcados. La confirmacin tendr asimismo algn tinte de
persecucin por la causa de Jess.
Discernir "es dejarse llevar" por la mocin del Espritu que
nos acerca a Jess que lleva su cruz ("Tercera manera de hu
mildad"); es en este proceso de acercamiento a los pobres
donde se desata otro movimiento igualmente importante: la
"mocin histrica" que provocan esos pobres en nuestras con
ciencias y en nuestras vidas. Esa mocin histrica es algo casi
fsico que nos cuestiona, atrae y desafa. La lucha de los pobres
-donde est Jess- es la que nos va radicalizando cristiana
mente, nos va empobreciendo y haciendo tomar posturas cada
vez ms arriesgadas por la causa de Jess y el Reino.
Discernir es "dejarse llevar" por una mocin interna del
Espritu momento explcito de la f e - que conecta con la
mocin histrica de Jess en el pueblo y nos reta a trabajar por
l -momento explcito de la justicia-. De all que el discerni
miento es una dinmica que nos hace "entender que el servi
cio de la fe y la promocin de la justicia no se yuxtaponen, ni
mucho menos se contraponen, sino que expresan un nico
movimiento del Espritu" (Congregacin General XXXIII,
2
D l , n 42).
El discernimiento es, por tanto, la gracia de ser testigos de
cmo la fe empieza a obrar la justicia, no como nosotros que
remos sino como el Espritu nos lo va indicando.
Las confirmaciones no slo tienen diversos puntos de rati
ficacin sino tambin diversas dimensiones, ya sea que se trate
del discernimiento de corte ms personal, o del discernimien
to comunitario, o del dirimir una tarea apostlica. El tipo de
confirmaciones tiene que estar acorde con el mbito en que se
mueve y con los lmites de cada discernimiento. Sin embargo,
toda confirmacin tendr que ver con lo que hemos expuesto
sobre el sentido del discernir cristiano.
Desde esta perspectiva se evidencia cmo y por qu, discer
nir es una osada. Nos metemos en un proceso que nos despo-
49
ja, que nos hace abnegarnos, cuyo horizonte ltimo es la vigen-
cia para nosotros, en nuestra "carne" de la suerte del mismo
Jess, quien se desvive y muere en la accin por un Reinado
donde los privilegiados son los pobres, los enfermos, los afligi-
dos y los desvalidos. Cabe recordar, con todo, que lo que nos
24
muestra este proceso es que "todo es gracia" , no hay lugar al
voluntarismo sino a la pasividad creativa del seguidor de Jess.
En las siguiente parte se intenta traducir esta experiencia y
esta metodologa en algo que pueda ensearse y hacer caminar.
Sern tambin experiencias personales y de compaeros, com-
partidas y compiladas. Son "caminos" que ya han sido recorri-
dos y con frutos; por eso los presento con sencillez y humildad.
S E G U N D A PARTE:
L A P E D A G O G A : EL E X A M E N C O T I D I A N O
1. L A S T R E S Y HERENCIAS DE N U E S T R A E S P I R I T U A L I D A D
50
siasmo por el examen. Se ha olvidado al Ignacio presentando
las "Banderas", "Tres Maneras de Humildad" y las reglas del
discernimiento. Pareciera que el examen diario fuera de otra
esfera. Nada ms errado. Si seguimos de cerca su Autobiogra-
fa, Ignacio ensea a los jesutas el mundo de los diversos "es-
pritus", cmo irlos juzgando, qu criterios se pueden ir apli-
cando..." Ignacio en sus exmenes diarios aplicaba continua-
mente lo que despus plasm en las reglas del discernimiento.
Por tanto, en la misma vida de Ignacio tenemos el modelo del
examen. As se origin y as por el examen asiduo se plasma-
ron sus famossimas reglas. Las reglas del discernimiento, en-
tonces, no slo se aplican para momentos de eleccin de deli-
beraciones, sino para la vida ordinaria.
Tal como aparece reseado en el nmero 43 de los Ejerci-
cios, el examen se podra convertir en un anlisis del compor-
tamiento. Claro est, despus de meses o aos de registrar las
mismas faltas, en los mismos lugares y con las mismas perso-
nas, el examen se hace tedioso, porque resulta que se est exa-
minando el comportamiento propio en un campo en donde
no se puede hacer nada; en donde lo nico que puede reali-
zarse bien es el "dejarse llevar", por el espritu del Seor o caer
en las redes del Malo.
Y con esto no queremos negar el mbito de la libertad. Ni
mucho menos. Nada ms lejano al pensamiento de Ignacio y
de la Compaa. Simplemente se colocan las cosas en su si-
tio... En la vida del Espritu - l o sealamos bien-, como dijo
Jess: "nada podemos hacer sin El". Toda la fuerza de la liber-
tad, hay que usarla, ponerla en la prctica, pero la clave estri-
ba en optar, en "dejarse llevar". La argucia consiste en querer,
con toda libertad, "ser puesto" con el Hijo, y el Hijo que carga
su cruz en nuestros das.
51
Lo que sucede, entonces, es que es este campo el que hay
que examinar; no son las propias actuaciones, sino ms bien las
actuaciones de Dios en cada uno. Lo que acaece en la vida perso-
nal, que proviene tanto del buen Espritu como del Malo. La pti-
ca es completamente diferente. El examen no ser para perca-
tarse de las propias faltas -que siempre estarn con nosotros-
sino para tantear por dnde el viento del Espritu hace que
nuestro corazn ondee, y saber aprovecharlo; darse cuenta que
"ya" est impulsndonos y dndonos fuerza.
2. Q U NO ES EL EXAMEN C O T I D I A N O
52
3. Q U PRETENDE SER EL EXAMEN C O T I D I A N O
53
de Jess y la del Malo, toca siempre ir avanzando de lo bueno
a lo mejor. La "Tercera Manera" nos hace captar la realidad en
dimensiones ulteriores de mayor entrega. Postula como requi-
sito y verificacin del discernimiento la vinculacin a la
pobreza real y al destino concreto de persecucin de Jess, de
ser "escndalo y locura para el mundo".
Discernir, por tanto, es saber descubrir los campos del
Seor y del Malo. Es sabernos situar frente a ellos; conocer sus
procederes, sus objetivos y estrategias (Banderas).
Discernir sobre todo es optar por querer "ser llevados"
("Binarios") por donde ya somos conducidos.
Discernir es un proceso sin fin de radicalizacin en el Se-
or. Discernir es optar, s, pero ya no entre lo bueno y lo malo,
sino discernir lo que nos va pidiendo cada vez el Seor e irle
respondiendo ("Tercera Manera de humildad"). Discernir es
ser dcil a la mocin del espritu que nos impulsa a los pobres
y a su lucha: mocin personal e histrica. La propia pobreza
que lucha por erradicar la pobreza real es condicin y criterio
de verificacin del discernimiento.
El examen cotidiano es el continuo ejercicio de este pro-
ceso de discernimiento. Es poder captar da a da la obra del
Seor en nosotros. Es poder irnos abriendo cada vez ms a sus
insinuaciones. El examen no es tanto para ver si hicimos el bien o
el mal. Habr tambin que revisarlo. Pero principalmente el exa-
men tendr en cuenta por qu (razones) llegamos a hacer el mal.
Cmo nos dejamos seducir por una treta y le hicimos caso. Y c-
mo, en cambio, nos habamos cerrado a una fuerza del Seor
que s sentamos pero que no la quisimos entender. Ese es el
examen.
E examen es el momento para ser testigos de la obra que reali-
za el Padre en nosotros, gracias a la accin del Espritu para con-
figurarnos con el Hijo. Es percatarnos de cmo Ellos nos estn
convirtiendo en compaeros de Jess y de cmo ese camino exige la
justicia como exigencia de la fe, aun a costa de la propia vida.
54
4. EL DESCUBRIMIENTO DE LA "CONSIGNA": REQUISITO BSICO
55
obra est en relacin con la manera como l nos conduce. Los
ejercicios de mes son una escuela de aprendizaje en "dejarnos
conducir". En este sentido, son el lugar donde se puede detec-
tar -gracias a los concienzudos discernimientos- por dnde
"ya" nos va llevando la fuerza de Dios, y por dnde nos pro-
mete, por decirlo as, su apoyo futuro.
Denominamos "consigna" a la experiencia de recibir la
"formulacin" o la puesta de nombre de esa mocin principal
por donde el Seor nos ha venido impulsando y nos lleva. Esta
vivencia se nos suele revelar de una manera clara e indiscuti-
ble; experimentamos que procede de Dios, porque tiene las
caractersticas que concretan lo del reino: Mt 25, 31 ss; Le 6,
36; Le 9, 23; sin excluir a la propia persona como destinataria
de esa mocin, (Mt 19, 1 9 ) .
En este sentido hacemos una innovacin en la terminologa
ignaciana. Pero creemos que es la traduccin de lo que Ignacio
podra llamar "elecciones secundarias". Se aprovecha solamen-
te la riqueza que entraa el trmino 'consigna', tomado del
ambiente de lo poltico, y el gran paralelismo que puede mani-
festarse en la vivencia de recibir y vivir una consigna poltica
como militante y la de recibir de Dios un lema que evoque la
reorganizacin concreta de nuestra vida, aunque de orden tan
diverso. Las caractersticas de una consigna poltica -donde se
origina el uso actual de este trmino podran ser las siguientes:
+ Una consigna poltica es dada, es una orden de direccin.
+ Respondera, de suyo, a los intereses de un pueblo, a sus
necesidades y a sus posibilidades.
+ Una consigna es pragmtica: est orientada toda ella a
la praxis sugerida por ella misma.
+ Es tambin programtica, es decir, que de ella pueden
derivarse una serie de proyectos que responden a las
necesidades, desde un objeto formal.
+ Una consigna genera identidad, se vocea, se repite; es
corta, por lo tanto.
56
+ La finalidad de una consigna es que sea eficaz, que gene-
re todo lo que quiere implicar. No siempre ocurre as.
La consigna del Espritu se asemeja en mucho a estas con-
signas histricas, pero tiene una serie de elementos que con-
viene aclarar.
Al drnosla el Seor, nuestra consigna nos revela el "mo-
do" como El quiere que conduzcamos nuestra vida. Es lo que
nos asemeja a cada uno al seguimiento de Jess. Es lo que
en definitiva evita que se satanice un estado de vida, una es-
tructura, una eleccin. Nos impide acartonarnos, aburguesar-
nos o -dicho tradicionalmente- entibiarnos. De por s genera
un movimiento. No producimos ese movimiento. Slo reac-
cionamos a l bien o mal, en alianzas o en rechazos, con inte-
rs o con desconfianza. Si nos dejamos conducir por esa con-
signa, el Seor har en nosotros maravillas, que no se nos
otorgan para el enriquecimiento de nuestra persona, sino para
el trabajo por el Reinado de Dios.
Se invita al ejercitaje a demandar esa consigna en clima de
"primer tiempo"; es decir, que se imponga por s misma, sin
dudar ni poder dudar ( 1 7 5 ) . El Seor no se hace rogar: l
mismo le pone nombre y sello al movimiento - m o c i n - , que
ya ha desatado en nuestro interior para lanzarnos a la accin
resucitadora del mundo. Hay que tener cautela, con todo, en
saber separar lo dado por el Seor -sin dudar ni poder dudar-
a
del "discurso nuestro", siendo fieles as a la regla 8 , de la "se-
gunda poca" ( 3 3 6 ) . De no ser as, estaramos suponiendo fal-
samente que el Seor nos dar fuerza donde nosotros sea por
las mejores razones que fuere- hicimos nuestro "aadido". No
hay que olvidar el ejemplo mismo de Ignacio cuando supuso
que en la visin de la Storta tambin se le haba comunicado
que haba de ser martirizado en Roma...
Una vez enunciada por Dios la consigna, es sumamente
rico y revelador revisar - c o n esa luz- las mociones anteriores
y cotejarlas con ella. Puede adems servir de comprobacin.
57
Todo adquiere nuevo brillo y sentido. Las mociones que han
podido estar inconexas adquieren convergencia. Hacen eco
en la consigna.
Es tambin muy importante estudiar la manera como se ha
reaccionado ante esas mociones -que ahora se aglutinan en la
consigna-, y percatarnos que slo en la medida en que nos
hemos dejado llevar, hemos progresado; que cuando no hemos
colaborado o nos hemos cerrado, retrocedemos en el segui
miento de Jess.
La consigna tiene una serie de caractersticas. La principal,
que ya la hemos repetido, es que es algo venido directamente
de Dios. En este sentido, es algo con cierto carcter inmutable.
Slo en una experiencia del mismo calibre, sea por duracin, se
riedad, o calidad-, se podra cambiar, en principio. Los proyectos
de vida que dimanen de ella s pueden modificarse, pero, no lo
que los origina. Ms an, la consigna lleva indiscutiblemente a
las cosas de Dios y de su Reino: Verlo en los necesitados (Mt
25, 31 ss), tener un corazn de misericordia (Le 6, 3 6 ) , y por
todo ello estar dispuestos a dar la vida (Le 9, 23), sin excluir a
la propia persona como destinataria de esa mocin, (Mt 19, 19)
Otra caracterstica es que la consigna se convierte en nues
tra "peticin" y oracin fundamental. La consigna no es una
orden, es como una "insinuacin contundente" que Dios nos
ofrece. Esa insinuacin la podemos transformar y transportar
a una peticin bsica; as convertida en peticin, lanzo conti
nuos flechazos de demanda de ms gracia, de ms apoyo suyo.
Es como una jaculatoria estratgica. La consigna tiene una re
presentacin mental, una imagen que se nos da concomitan-
temente con ella. Evocar esa imagen concomitante a la con
signa es establecer la "composicin de lugar" prototpica per
sonal. As mismo la consigna implica una repercusin corp
rea, la que nos indica a la vez, la postura personal de orante
por excelencia. Hay que poner mucha atencin a esto. Es lo
nico que se puede hacer de parte nuestra. La postura colabo-
58
ra a que la mocin - l a consigna- acaezca. Desde esa perspec-
tiva deben ponerse en prctica las famosas "adiciones" de los
Ejercicios (73-90) que seran el conjunto de pequeas colabo-
raciones personales pertinentes a disponer mejor la oracin.
Decimos que la consigna es insinuacin y no orden. De
ordinario la formulacin tiene algn carcter imperativo, pero
respeta absolutamente la voluntad. No se impone. De ah pre-
cisamente que podamos dejarla pasar, prescindir de ella o
luchar contra su carcter sugerente. Hay que insistir en que la
consigna es "mocin". U n o no la genera. Se pueden poner
"adiciones" pero nada ms. Tampoco es un lema que provoque
voluntarismo o fervores indiscretos.
Otro rasgo caracterstico es que la consigna se convierte en
el criterio esencial de mi discernimiento. Ya no tendremos que
cotejar las mociones con un: "a qu nos llevan", abstrato, sino
que las contrastaremos con la consigna. Si algo nos acerca a
ella, puedo suponer que viene de Dios; lo que nos aleja o nos
distrae es por lo menos sospechoso.
La consigna es lo que nos toca bajo el estandarte de Cristo.
Nos hace reconocer las tretas, puede barrer con nuestras "Babi-
lonias", nos impide "terceras posiciones" respecto al seguimien-
to. Siendo fieles a ella, no escucharemos que el Seor nos dice:
"como ests tibio y no eres ni fro ni caliente voy a escupirte de
mi boca" (Ap 3, 16). La consigna es el "medio" ms eficaz para
ponernos con el Hijo en cruz, es decir, para que tenga vigencia
en nuestras vidas la carne histrica de Jess. Es el medio ms efi-
caz porque posee la fuerza de Dios que nos viene ya empujando.
Si extraemos todas las consecuencias, en el tiempo y en el
compromiso, que se desglosan de la consigna, diseamos nues-
tra "Tercera Manera de Humildad", la utopa propia, la meta
a la que el Seor nos hace aspirar. La "Tercera Manera de Hu-
mildad" es la consigna vista desde elfin,desde sus mximas conse-
cuencias. La consigna podra considerarse como la brjula de
nuestro camino, ya que nos ubica y orienta hacia la meta. Ms
59
que brjula, la consigna es como un misil dirigido: se sita en
coordenadas precisas, persigue y tiene fuerza en s misma.
La consigna, -mocin espiritual e j e - , nos hace vincularnos
con Jess pobre y humillado en la historia. A h entonces nos
conecta con otra fuerza que se puede volver en algo casi fsi-
co, que es el desafo que nos va estableciendo el pueblo pobre
que quiere liberarse. Empieza a establecerse entonces en nues-
tra vida una "mocin histrica", que es la que en realidad nos
configurar con Jess sufriente y perseguido: con Jess pobre y
humillado en bsqueda de resurreccin. Ya no sern slo los
deseos, -puestos por el Seor en nuestro corazn-, los que nos
harn caminar en el seguimiento. Sern los mismos retos, las
consecuencias de los pequeos compromisos, los que nos irn
impulsando y acercando a la "Tercera Manera de Humildad".
Ese movimiento que se establece es lo que denominamos ac
"mocin histrica". Cmo se formula esa mocin correspon-
de detectarlo a la congruencia de cada biografa humana.
Si comparamos la consigna del Espritu con la poltica,
tendramos un paralelismo que puede ser sugerente:
+ Nuestra consigna es dada por Dios. Es simplemente la
formulacin en palabras de lo que El siempre ha realiza-
do. No nos la podemos atribuir a nosotros mismos de
ningn modo.
+ La consigna me viene "ad hoc". Es para cada uno. Slo
cada uno la entiende. Cuenta con nuestras debilidades y
cualidades, toma en cuenta nuestros pecados. Nos en-
globa. Todo converge ah.
+ Es tambin pragmtica, porque se orienta a la prctica.
U n a prctica, por tanto, que tiene que llevarnos hasta la
"Tercera Manera de Humildad", y concretarse con la
"mocin histrica".
+ Tambin es programtica, en cuanto que a partir de ella
podemos establecer proyectos adaptables a las diversas
circunstancias.
60
+ Nos genera identidad, nos unifica, es nuestra peticin, la
voceamos interiormente.
+ Sobre todo - y ah hay una diferencia fuerte-, nuestra
consigna es "eficaz", es como la Palabra del Seor que
no vuelve a l vaca (Is 55, 11). Pecunda siempre... si es
que le damos lugar.
La consigna del Espritu no debe acallarse nunca, aun den-
tro de la mocin de la historia. Menos todava ah! La tarea
histrica vuelve siempre a ser sujeto de "Babilonia", tretas,
acartonamiento, bsqueda de inters propio, extrema sober-
bia. Slo en la dialctica entre la mocin del Espritu y la
mocin de la historia se avanzar en el seguimiento de Jess.
As se ir logrando una sntesis personal entre fe y justicia.
Habiendo expuesto lo que significa y supone el examen,
pasamos a ofrecer un camino concreto de realizacin del exa-
men cotidiano. Hay que procurar leerlo no como algo rgida-
mente estipulado, sino como un mtodo que se va simplifi-
cando en la medida en que uno va adquiriendo destreza. Es
una estructura que invita a descubrir el propio camino. Lo que
hace es enfatizar puntos que parecen claves.
61
+ Registramos la misma sensacin o pensamiento del mo-
mento del examen.
c. Cul es la tnica del da? Qu es lo que prevaleci?
+ Podramos definirlo como: consolacin ( C ) , desolacin
(D), tiempo tranquilo ( T T ) ?
d. Escogemos una de esas sensaciones y/o pensamientos.
+ porque evoca la consigna, la mocin hegemnica por
donde vamos siendo llevados o lo contrario. La consig-
na es el gran detector.
Nota. Algo que puede ser importante es escoger la expe-
riencia contraria a la que tenemos en el momento de hacer el
examen. La razn es porque el discernimiento acta mucho en
contraste; brota ms luz de ello.
e. Analizamos la experiencia.
+ La describimos en su profundidad y extensin.
- Nos percatamos de si se trata de una sensacin o de
un discurso, esto ya sugiere bastante para la discre-
cin de espritu.
- Concretizamos la "ocasin" en que tuvo lugar la mo-
cin o treta. Hacemos referencia a las "Babilonias o
e
Jerusalenes" (cfr. nota n 10).
+ Establecemos la vinculacin psicolgica para compren-
der de dnde nos viene la sensacin (en el caso de una treta).
- Sobre qu herida cabalga o qu instinto se exacerba
(primera poca).
- Sobre qu fervores indiscretos, ideales exagerados
(poca segunda).
Nota. Cuando se trata de una mocin, se puede tambin
montar sobre las heridas pero para restaarlas. Pero la accin
de Dios no tiene parmetros nicos.
+ Detectamos su derrotero: a dnde nos lleva. Esclarecer
este a dnde me lleva en su primer y ltimo impulso.
- Si ya hemos descubierto la consigna, vemos si nos
acerca o nos aleja de ella. Es el criterio.
62
- Si no la tenemos, vemos si nos lleva a la generosidad,
a la misericordia: las obras del Espritu en general,
sas son las seales de Dios, y viceversa.
- Es conveniente recordar el esquema de "Banderas".
+ Nuestra reaccin.
+ Sobre la reaccin es importante poder establecer la dife-
rencia entre la reaccin primera y la reaccin segunda,
o la que en la prctica hizo biografa e historia. No es
raro que haya diferencia entre la primera reaccin y la
reaccin que en verdad marc el tiempo y el espacio.
- Las actuaciones pueden ser: de alianza/rechazo, dras-
ticidad/moderacin, actividad/pasividad, por ejem-
plo.
- Las actuaciones hay que verlas no slo en el primer
momento, sino poder considerarlas en "segundo" mo-
mento, lo que de verdad qued (cfr. Mt 21, 28-32).
- Dentro de esta reaccin se consideran las actuacio-
nes reales. Lo que de verdad hicimos, malo o bueno.
- La correcta actuacin contra el ME debe hacer refe-
rencia a cada poca espiritual. Por tanto no hay que
olvidar que el tratamiento de una treta de primera
poca es muy diferente del que concierne a una de
segunda. La reaccin correcta frente a cada una de
ellas va de acuerdo a lo antes indicado.
f. Retomamos la experiencia que sentimos en el momento
preciso del examen.
La analizamos con los mismos cuatro criterios anteriores.
Descripcin, origen, derrotero, reaccin -primera y segunda.
+ Es bien importante este momento porque a estas alturas
nos podemos dar cuenta de que no estbamos reaccio-
nando bien a la experiencia que se nos representaba; que
tal vez, si era una mocin, no le estbamos dando la acti-
vidad y entusiasmo requeridos, que no hacamos alianzas
con ella..., y en el caso de una treta, lo contrario.
63
+ Lo ms importante de este momento, con todo, es que
es ah donde se puede cotejar con la consigna si ha habi-
do menguas en el fervor de la vida espiritual. Las tretas
de la primera poca son fcilmente distinguibles. Las de
segunda en principio son encubiertas. El nico signo de
su presencia es cierto decrecimiento en el fervor, en la
dedicacin, en el intets. Es esto lo que debe desatar el
estado de alerta. Ser algo que, si no se aclara en ese
momento, puede ser campo de observacin futura. Ms
an, debe serlo,
g. Coloquio de alianza con el Seor.
El examen termina siendo una oracin de peticin, de
retomar los deseos con los que hemos vivido otras veces la
consigna, que es la promesa del Seor de apoyo y ayuda.
+ Volver a percatarnos de que todo lo podemos en quien
nos conforta y que sin El nada podemos hacer. No se
trata de elaborar propsitos sino de ampliar y largar velas
para que, henchidas del Espritu, impulsen la vida.
+ El trasfondo de este examen es la Tercera Manera de
Humildad. Hacia dnde tenemos que avanzar siempre
movidos por la fuerza del Espritu.
64
Cotejamiento del examen
65
cribe las mociones y las tretas, el comportamiento de la liber
tad; otro nos revela un elemento un tanto olvidado: el hecho
de los "diversos tiempos" en todo el proceso de discernir.
YO AHORA LIBRE
BE ME
ANTES
66
+ el segundo tiempo ( 3 3 6 ) despus de la consolacin sin
causa precedente.
+ el antes al que hace alusin Ignacio, de los buenos pro-
psitos de una consolacin.
+ sobre todo, para nosotros el antes que nos refiere a la
consigna. Ese es el antes ms importante. All se nos ha
revelado Dios de una manera concreta, nos ha prometi-
do su gracia de un modo que ya se hace realidad. Esa
consigna a veces se ve oscurecida -labor del M E - para
que se pierda esperanza en ella. Pero por eso es impor-
tante regresar -por lo menos- a los deseos de desear
como antao, cuando senta con fuerza la consigna.
Esto constituye la raz del eje vertical del discernimiento.
Este eje tiene un centro, que es el ahora, es el momento que
estamos precisamente viviendo al realizar el examen. Es de lo
nico que somos propiamente dueos. Es donde podemos
recapturar un fruto que se haba perdido, donde podemos
reaccionar bien a las mociones del Espritu, donde podemos
rechazar con fuerza las tretas del mal.
Es muy importante este ahora en clima de oracin, porque
como nos comportemos en la oracin nos podemos comportar
en la vida. Esto invierte la inercia anterior; anuncia que es
posible comenzar a ser plenamente hijos del Padre!
La cspide del eje vertical es el futuro que permanece
abierto. Es el despus, es la proyeccin de lo que ahora estamos
viviendo. Ser el fruto del dejarnos llevar por la fuerza del
Seor -consigna-. Pero arranca, eso s, del presente.
67
El tiempo hace resaltar las cosas que son inmutables, y sas
son seales de Dios en quien no cabe mutacin alguna
(Const. 1 1 6 ) .
Como dice San Ignacio: propio es de Dios nuestro Seor ser in-
mutable, y del enemigo mutable y variable. Con lo cual debe
quedar como criterio que lo que me invita a cambios brus-
cos o continuos en direcciones diferentes es seal del mal
espritu. Muchas veces cualquier objecin y dificultad hace
que se comience a replantear la vocacin, el sacerdocio, etc.
Dios escoge para siempre, mientras no lo muestre con una
fuerza equiparable a aqulla con la que escogi. Dios es leal.
U n a seal inequvoca de Dios es la continuidad de sus
mociones en el llevarnos al bien. De ah la insistencia de
Ignacio en comparar si el comienzo, medio y fin son ente-
ramente buenos, porque eso es seal de Dios. Slo pode-
mos discernir, por tanto, si comparamos diversos momen-
tos, diferentes tiempos espirituales (cfr. 3 2 3 , 334, 3 3 6 ) .
Quizs lo ms importante de todo esto es que cualquier
declive en la vida del Espritu se debe tomar muy en serio.
Cualquier mengua en los deseos primeros, en el amor pri-
mero (Ap 2, 4 ) se debe ver con alarma como la presencia
del enemigo que ya est desencadenando su veneno en
pociones homeopticas efectivas.
El traer a comparar diversos tiempos espirituales (antes, aho-
ra), con sus mociones y tretas, arroja mucha luz sobre nues-
tro comportamiento, sobre la reaccin. Quizs hacemos
ms pactos con las tretas, que alianzas con las mociones...
El nfasis en el ahora. Lo nico que tenemos entre manos
es el presente, que gracias al examen se nos hace ms rico
y ms responsable. En este presente podemos evocar la
consigna y volver a extraerle todo su fruto, sentir su fuerza
en nosotros. Si estuviese oscurecida por lo que fuere, pode-
mos desear tener aquellos antiguos y santos deseos. Volve-
mos a abrir las puertas de esa mocin ya que nos ha impul-
68
sado desde hace mucho, para que nos siga hoy y ahora tam-
bin empujando,
e. La apertura al futuro: un futuro que tendr siempre que ver
con la Tercera Manera de Humildad. Nuestro futuro no pue-
de desligarse de ella. Nos tiene siempre que atraer. El futu-
ro es el espacio en donde hemos pedido ser puestos con el
26
Hijo que carga con su cruz.
Nunca podemos olvidar aquello con lo que comenzamos
este captulo: que a lo que nos impulsa el discernimiento es a
dejarse llevar, -gran osada!-, por la mocin espiritual hege-
mnica, -momento explcito de la fe-, a la realizacin con-
creta de ella en la lucha de los pobres, donde est Jess - m o -
mento explcito de la justicia-. Todo esto en una atmsfera de
combate: entre el Espritu, y ese otro espritu materializado en
las estructuras del mundo y de la sociedad. Esto necesariamen-
te nos har pagar el tributo que lleva consigo la lucha por la
justicia en un mundo injusto. Ensear a discernir es ensear a
aceptar el riego y el ser mal vistos y menospreciados por el
espritu de este mundo. En esta lucha podemos salir victorio-
sos. Los vericuetos del Espritu nos preparan a comprender los
meandros de la historia.
El futuro del cristianismo a fortiori, tiene que ver con el
reinado de Dios. El futuro del discernimiento, por tanto, es el
futuro del Reino. Solamente en la medida en que nosotros viva-
69
mos esta consagracin al Reino en una comunin por los pobres y
con los pobres contra la pobreza humana material y espiritual se le
abre al pobre el camino del Reino ( C G X X X I I I , 4 8 ) .
T E R C E R A PARTE:
POSTSCRIPTUM
C O N S U E L O DE N U E S T R A FLAQUEZA
70
pesar" de nuestras flaquezas, sino ir ms all todava; la osada
est en llegar a exclamar con plena conviccin: "precisamen-
te" por nuestros pecados y debilidades el Seor ha tenido
misericordia y se ha complacido en que le sirvamos en los des-
graciados de la tierra. Esto es hablar en puro evangelio (cfr.
Me 2, 17 y Le 15, 7 ) .
La osada es no sentir el vrtigo que producen las faltas y
mezquindades propias. La osada es prescindir de la evaluacin
de las cualidades o actitudes morales. Eso vendr por aadidu-
ra. La osada es no fijarse en la barca que tenemos: si es gran-
de, poderosa, bien hecha, bonita, bien calafateada, cmoda. Lo
que tenemos que poner de nuestra parte es que no haga agua...
Lo dems no cuenta; lo que toca es llegar a puerto ah est la
osada! Sucede con la vida espiritual lo mismo que a una
embarcacin a vela donde lo nico que se toma en cuenta es
que se deje impulsar por el viento para que llegue a su destino.
Hay que hacer un esfuerzo por prescindir del balance de cuali-
ficadores y slo estar prestos para detectar por dnde sopla el
viento. Hay que ser hbil para enfocar las velas en la direccin
del viento y alegrarnos, entonces, al ver como se hincha el
velamen y avanza la nave. Esta es la osada de dejarse llevar!
Es tambin una osada adentrarse en la vida del Espritu y
desear ser testigos de la accin de Jess, sin poseer muchas
veces las seales de Jess en nuestras vidas; sin que exista total
congruencia en la existencia propia. Quizs mejor que no ten-
gamos las fuerzas -las virtudes- del Seor. Contrario al aforis-
mo filosfico, en la vida espiritual uno da lo que no tiene. S -
lo al comunicar lo que no poseemos -gran paradoja!- lo po-
demos obtener gracias al reflejo que recibimos de la persona a
quien hemos otorgado la fuerza del Seor. Esto no tiene lgi-
ca humana. Con todo, la experiencia corrobora este aserto
cuando, muchas veces, estando en gran desolacin, con asom-
bro nuestro, comunicamos paz y quietud a los que lo nece-
sitan; y precisamente al transmitir este dinamismo (que no
71
poseamos) recibimos esa paz y quietud reflejada en el que
hemos atendido. Se recibe entonces la consolacin. Ms an,
es as como muchas veces El nos brinda su presencia y acom-
paamiento. Animarse a todo esto es una gran osada.
No queremos en este eplogo ni resumir ni sintetizar nada.
Lo que tenamos que decir ya est dicho. El esfuerzo es poner-
se en camino. Es momento de soltar amarras y comenzar a
navegar. No hay que temer hacerse a la mar. Hay que empezar
a distinguir con nitidez lo que es andar a merced de las olas y
dejarse llevar por los vientos favorables. Eso s, hay que levar
anclas y volvernos como dijera Machado: ligeros de equipaje,
estando casi desnudos como los hijos del mar.
Si al que haya ledo todo esto le han servido estas lneas
para sentir ms entusiasmo, para abrirse perspectivas y hori-
zontes en su caminar, habremos llenado el cometido. Lo que
hemos querido expresar es una experiencia y no un conoci-
miento.
Que algn da se pueda decir de cada uno de nosotros lo
que se dijera de Ignacio: Que seguimos al Espritu sin adelan-
trnosle; que experimentamos ser conducidos con suavidad a
donde no sabamos; que podemos recorrer el camino con esa
sabia ignorancia de los que queremos poner sencillamente
nuestro corazn en Cristo.
72