Lectura 10. El Rito de La Capacocha PDF
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el rito de la Capacocha
The Andean religious world view and the rite of the Capacocha
Recibido: 10/09/2009 Mara del Carmen Martn Rubio
Aprobado: 05/10/2009 Universidad Complutense. Madrid
macarmen1551@terra.es
RESUMEN
A raz de los recientes descubrimientos de ofrendas de nios y nias de escasa edad en las altas
cumbres nevadas del Per, Chile y Argentina, decid profundizar las investigaciones acerca
de las motivaciones, patrones de comportamiento y las prcticas rituales que acompaaron
a esta forma de sacrificios humanos a las deidades andinas. Basamos nuestros estudios en la
versin de una serie de arquelogos y cronistas, especialmente Betanzos, quien narra con lujo
de detalles, cmo estos nios eran enterrados vivos por todos los lugares, donde haba estado el
inca, mil nios y mil nias de cuatro y cinco aos. Se describe a la nia de Tanta Cachua,
hacemos un detenido anlisis de la momia de Ampato: Juanita, Las momias de Salta,
la mujeres y nios acompaantes en la muerte, y por ltimo, se seala la supervivencia del
ancestral culto a los Apus.
ABSTRACT
Following recent discoveries of offerings from small children age into snow-covered mountains
of Peru, Chile and Argentina, decided to intensify the research on the motivations, behavioral
patterns and ritual practices that accompanied this form human sacrifices to Andean deities.
We base our studies on the release of a number of archaeologists and writers, especially Betan-
zos, who narrates in detail how these children were buried alive by all the places where the
Inca had a thousand children and four thousand girls and five years. He describes the girl
Cachua Tanta, we give a detailed analysis Ampatos mummy Juanita, The mummies of
Salta, the women and children companions in death, and finally identifies the survival of the
ancestral worship of the Apus.
El encargo de intervenir en una mesa redonda, con el fin de hablar sobre momias
andinas, me llev a conocer los enterramientos de nios descubiertos reciente-
mente en algunas altas cumbres de montaas peruanas y argentinas. Los rostros
serenos de aquellos nios, que parecan dormidos pero que estaban muertos, me
causaron tan gran impresin que, a partir de entonces, sent la imperiosa necesi-
dad de averiguar, ms a fondo, las motivaciones que, hace casi seiscientos aos,
tuvieron los pobladores de los Andes para drogar y enterrarlos vivos en obsequio
a sus deidades, bajo el rito de la Capacocha. De ah que decidiera ampliar mis
bsicas nociones sobre estos enterramientos y sobre el rito ceremonial que los
acompa.
Bajo el resultado de mis investigaciones, en las presentes pginas voy a inten-
tar exponer los patrones de comportamiento, por los que se rigieron las antiguas
gentes andinas, que realizaron aquellas ofrendas humanas y, asimismo, los que
todava existen en algunos lugares donde se siguen realizando. Pero como nuestra
mentalidad occidental no nos permite comprender estas prcticas rituales, antes
de adentrarnos en su cosmovisin religiosa, parece necesario hacer una somera
reflexin histrica, aludiendo a las formas de vida surgidas durante la etapa prehis-
trica en los pueblos que habitaron el sur del continente americano, con especial
incidencia en los rasgos ecolgicos que gravitaron sobre ellos.
El Estado Inca
El sistema montaoso de los Andes se halla formado por elevadas cordilleras, pro-
fundos valles y extensos altiplanos. Aunque los valles son productivos, en general,
presentan una naturaleza pobre y de condiciones climticas poco favorable para el
desarrollo de la vida humana. Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, los hom-
bres y mujeres aborgenes se impusieron a la ardua ecologa mediante la creacin
de una slida economa agraria basada en pisos verticales, es decir: cultivaron en las
tierras planas y sobre los cerros; en stos fabricaron andenes semejantes a los que ac-
tualmente se contemplan en Machu Picchu, Ollantaytambo, Pisac y otros muchos
lugares de Per. De esa forma, obtuvieron una agricultura rica y variada, cuyos prin-
cipales productos fueron el maz, la papa, la quinua y la coca, que fue acompaada
por una extensa red ganadera, ubicada fundamentalmente en las tierras altas.
Aprovechando esas peculiares caractersticas, de entre los muchos pueblos do-
minadores del rea, los Incas formaron un gran Estado expansivo, en el siglo XV
de nuestra era, que abarc ms de cuatro mil kilmetros: desde el sur de la actual
Colombia hasta el norte de Chile, comprendiendo las repblicas de Per, Bolivia,
Ecuador, parte de Chile y Argentina. Este Estado, llamado Tahuantinsuyo, nom-
bre que aglutinaba a las cuatro regiones en que se dividi el mundo andino: Anti-
suyo, Collasuyo, Chinchaysuyo y Contisuyo, sin el conocimiento de la escritura,
El orden jerrquico estuvo tan altamente potenciado que lleg a imponerse con
gran fuerza en el terreno de la religin: los runas, slo podan adorar al Inca y a las
huacas, que eran elementos naturales ligados a la agricultura, como el sol, la luna,
las estrellas, el arco iris, el trueno, el rayo, el agua, la tierra llamada Pachamama,
los montes llamados apus: seores del agua , etc., mientras que la elite conoci a
Viracocha, un dios superior carente de representacin material.
Amparado en ese concepto teocrtico paternalista, el Estado encontr su
principal apoyo en las creencias mgico-religiosas, dirigidas por sacerdotes y muy
vrgenes vestales de Roma; las cuales enseaban a estas nias todas las obras y ejercicios
mujeriles, como tejer lana y algodn, guisar de comer, hacer sus vinos o chicha, con los
otros ministerios que pertenecen a mujeres2.
Garcilaso de la Vega afirma que entraban en los acllahuasis las muchachas de
sangre real y, como gran favor, las descendientes de curacas, o de gentes comunes,
por su belleza, y que los padres tenan suma felicidad en que les tomasen las hijas
para mujeres del Rey, y ellas lo mismo3.
En el momento en que las nias alcanzaban trece, catorce o ms aos, el comi-
sario que escoga el tributo las sacaba de estos conventos ubicados en las provincias
y las llevaba al Cusco. La eleccin se produca anualmente en los das de la fiesta
del Raymi; una vez all, las juntaban y las ponan en la presencia del Inca, el cual las
reparta luego conforme a la necesidad presente, por este orden: unas aplicaba a los mo-
nasterios de mamaconas para enterar el nmero de las que moran, y stas profesaban
aqul estado, viviendo perpetuamente en clausura y castidad, ocupadas en servicio de
los templos del Sol, del Trueno y de los otros dioses que tenan servicio de mujeres4.
Pero antes de distribuirlas, el Inca escoga de entre todas ellas las ms nobles
y hermosas para criadas, o mancebas suyas, y reparta otras muchas entre sus
capitanes, parientes y a cuantos vasallos haban hecho algo trascendente por el
bien pblico, en arte e industria; de esa forma premiaba los hechos importantes
realizados en favor de su reino. Recibir una aclla de mano del Inca, pona muy
contentos a sus servidores, pues significaba prestigio y un favor muy singular,
ya que la mayora de los hombres deseaban tener varias mujeres, mas slo les
estaba permitida la suya, y nicamente podan conseguir otra mediante dona-
cin real.
Sin embargo, este tributo supona una gran pena para algunas familias que
no queran perder a sus hijos y un enorme sacrificio para las mujeres que eran
apartadas de sus hogares y entorno habitual. El padre Cobo denota su dureza, es-
pecialmente cuando se llevaban a los nios con el fin de sacrificarlos en las honras
pblicas dedicadas a los dioses y al Inca. En tal sentido relata que a los padres les
estaba prohibido mostrar pena cuando sus hijos eran sacrificados. Se les consolaba
diciendo que las almas de los infantes as muertos iban a gozar de grandsimo
descanso; por eso, algunos ofrecan voluntariamente a los hijos, sobre todo en
el Cusco y su comarca, aunque la mayora tena mucho dolor al ser conocedores
de que la muerte les acechaba y tambin al sentirse privados de la patria potestad
cuando encerraban a las nias en los acllahuasis.
De ah que la sociedad andina no considerase mal la prdida de la virginidad
en las nias todava pequeas, puesto que ser virgen era el requisito primordial
para que fueran escogidas y las que no lo eran quedaban excluidas de la eleccin5.
No obstante, el gobierno, conociendo esas tendencias y tratando de mantener
repletas las casas de las escogidas que, como se ha visto, eran piezas claves de su
engranaje estatal y por la necesidad que tena de entregar tributos de infantes a
los dioses en la ceremonia de la capacocha, mandaba elegir a nias de muy escasa
edad, a tan slo cinco o seis aos; as los padres no podan evadirlas por no ser
vrgenes.
El cronista indio, Felipe Guaman Poma de Ayala, al describir el calendario
religioso de los Incas precisa que se producan sacrificios humanos en los das que
se celebraban las grandes fiestas: en junio durante el Inti Raymi, en la siembra de
agosto y en la fiesta al dios Sol6.
En base a estos testimonios, los arquelogos y estudiosos sobre la cultura andina
sospechaban la existencia de este rito, pero no fue bien conocido por los cronistas. Es
Juan de Betanzos quien lo explica, con todo lujo de detalles, al hablar de las honras
ofrecidas al Sol por el noveno Inca, llamado Inga Yupanqui y tambin Pachacuti,
cuando termin de remodelar el templo del astro: Dice ... e los nios e nias que ans
haban juntado, estando bien vestidos e aderazados, mandlos enterrar vivos en aquella
casa que en especial era hecha para do estuviese el bulto del Sol...; adems dice que, a
su muerte, fueron emparejados y enterrados vivos por todos los lugares, donde haba
estado el Inca, mil nios y mil nias de cuatro y cinco aos7.
Actualmente, las noticias legadas por Juan de Betanzos, hace casi seiscientos
aos, han adquirido un absoluto realismo con el hallazgo de las llamadas tumbas
altoandinas, en las cuales se comprueba que, en efecto, nios y nias fueron ente-
rrados vivos como ofrendas a los dioses en el rito de la capacocha. De entre ellas,
cabe citar las de Pichu Pichu, Ampato, Sarasara, Ocros, Chinchorro, Urpicha,
Chai y Lluillaillaco
Los nios y nias elegidos para estos rituales eran guapos y sin ninguna tara
fsica. Durante los doce meses anteriores al sacrificio se les alimentaba con una
dieta especial a base de maz, considerado un producto de elite, y charqui, carne
seca de llama, puesto que deban estar sanos en el momento de ser ofrendados. Al
cabo de ese tiempo viajaban centenares de kilmetros, desde sus lugares de origen
al Cusco, acompaados de los dioses y huacas adorados en su tierra natal, de las
autoridades locales ms representativas y de las provincias conquistadas. Una vez
en la ciudad imperial participaban en gran cantidad de rituales dedicados al Sol,
al Rayo, a las momias de la dinasta real reinante y en todos los actos y fiestas or-
ganizados por el Estado. Durante estos das, algunos eran sacrificados al dios Sol,
o a algn Inca recin fallecido, y el resto, ya concluidas las ceremonias poltico-
religiosas, regresaban a sus pueblos. Desde ellos eran llevados a las cimas de los
cerros, considerados dioses protectores y seores del agua, donde eran sacrificados
en su honor. All los nios-ofrendas iban a ocupar su ltima morada, despus de
ser narcotizados para que no sufrieran en el momento de la muerte pero, antes,
a su llegada se les vesta con ropas muy ricas y tambin se organizaban grandes
fiestas. Segn las creencias andinas, con esas ofrendas se aplacaban las iras de los
volcanes en erupcin, se honraba al Sol, a los apus, a la Pachamama, la madre
tierra, o se veneraba al todopoderoso mandatario del Imperio. Fuese cual fuese la
intencionalidad del sacrificio, una vez enterrados, los cuerpos de los nios daban
lugar a la aparicin de santuarios de altura y se transformaban en huacas de vene-
racin para las gentes de los alrededores. Los siguientes enterramientos corroboran
los testimonios reflejados por los cronistas:
8 Cartas y relaciones que envi al Seor Virrey al seor Arzobispo de esta ciudad (Lima) el Licenciado Rodrigo
Hernndez Prncipe 1622, en Extirpacin de idolatras en Per. Lima 1920.
La momia de Ampato
11 Entre los cientficos se encontraron su descubridor, Jonh Reinhard, y la arqueloga Constanza Feruti, que
particip en el descubrimiento.
seres cermicos y metlicos. Sin embargo, la joven de quince aos no llevaba esos
trajes y adornos, por tanto no perteneci a la misma clase social que los dos nios;
parece que fue una doncella sacrificada para acompaarles.
Los tres nios debieron salir del Cusco despus de haber participado en los
rituales celebrados dentro del rito de la capacocha. Caminaron varios meses diez
o quince quilmetros diarios con direccin hacia el volcn Llullaillaco, en fila y
lnea recta. Muchas personas fueron con ellos hasta aproximarse a la base de la
montaa, segn muestran los vestigios de un campamento. Otros campamentos,
que jalonan la montaa, revelan que all se despidieron la mayora de los acompa-
antes y que slo un grupo reducido de unas venticuatro personas, compuesto por
el sacerdote, sus ayudantes, algunos allegados y los nios, emprendieron el ascenso
a la cima del volcn durante tres o cuatro das. Ya en la cima, pasaron la noche en
una choza y al amanecer comenz el sacrificio: encendieron una gran hoguera y,
posiblemente, bailaron entre cnticos ceremoniales. Ese sera el momento en que
daran chicha y coca a los nios hasta dejarlos inconscientes.
A continuacin el nio fue vestido con una tnica roja y envuelto en un manto.
Acto seguido le sentaron en posicin fetal, atndole las piernas y el tronco con cuer-
das; los brazos dejaron colgando a los lados del cuerpo y colocaron la cabeza entre las
piernas. Con esa postura le introdujeron en la tumba, ya preparada de antemano. La
nia fue enterrada en la misma posicin fetal con las piernas cruzadas, las manos apo-
yadas sobre los muslos y erguida su cabeza. Posteriormente, cay un rayo sobre ella y
le caus algunas quemaduras en el cuello, hombro izquierdo y trax. Por su parte, la
doncella fue vestida con un traje color caf, provisto de una faja en la cintura; tambin
la cubrieron con un manto y en su cabeza colocaron un tocado de plumas blancas.
La enterraron casi sentada, con el torso y las piernas flexionadas; las manos juntas. Tal
postura causa la impresin de que la joven se hallaba a punto de levantarse.
Parece que los pobladores cercanos al volcn Lluillaillaco rindieron culto mu-
cho tiempo a los nios pero, al igual que sucedi con Juanita y Tanta Carhua, la
dificultad de subir a este suntuario de altura, hara que su huella se perdiera en la
memoria colectiva, a lo que ayudara la plataforma artificial realizada entorno a las
tumbas y el emparejamiento de su suelo con el resto de la superficie; de ah que
hayan permanecido ocultos durante ms de quinientos aos. En la actualidad, los
tres nios se encuentran en un museo de la Universidad Catlica de Salta, instala-
dos en cmaras, que mantienen temperaturas constantes de 20 bajo cero.
El descubrimiento de estas momias ha causado gran conmocin. La ciencia
ha celebrado el hallazgo, pues mediante sus cuerpos intactos se pueden analizar
las enfermedades que existieron hace cinco siglos atrs y cmo han evolucionado;
asimismo, la alimentacin y algunas formas de vida propias de aquella parte del
planeta. Mas, los habitantes actuales de la provincia de Salta califican el descu-
brimiento de absoluta profanacin: consideran que la ciencia ha sobrepasado sus
lmites y no ven lcito que haya llegado hasta lo sagrado; creen que nunca se de-
bieron sacar los nios de su enterramiento originario: eran sagrados al haber sido
convertidos en ofrendas rituales con el fin de conseguir fertilidad en los campos;
unas ofrendas hechas a la Pachamama y al agua. Aducen que la cima de la mon-
taa, al encontrarse muy alta como en el Lluillaillaco, provee mejor del precioso
lquido a las comunidades cercanas, sin embargo desde que fueron sacados los
nios, el volcn casi no recibe nieve y han empezado a tener sequas. Sin duda, en
una economa eminentemente agraria, dado el clima rido de los Andes, el agua,
adems de ser necesaria, significa poder; por ello, segn sus creencias, las ofrendas
de seres puros: nios y especialmente nias, fueron acogidas por los apus, dioses y
seores del agua, con la mxima satisfaccin.
12 En aimara, el idioma hablado en Bolivia y parte de Per, la chicha, o cerveza, reciba el nombre de aua.
13 Bartolom lvarez. De las costumbres y conversin de los indios del Per. Memorial a Felipe II (1588). Ediciones
Polifemo. Madrid 1998.
Como cuenta Vargas Llosa en Lituma en los Andes el culto a los apus y a la Pacha-
mama sigue vivo en aquellos territorios. Baste decir que, yo misma, por indicacin
de todas las personas que he conocido en Cusco, incluso de reputados profesio-
nales, antes de empezar algn trabajo, he hecho ofrendas, llamadas pagos, a estas
deidades ahora unidas a Jess, a la Virgen Mara y a otros santos. La ceremonia
se realiza con hojas de coca bajo la direccin de un sacerdote, o sacerdotisa, que
pide proteccin para el trabajo, o negocio, que se inicia y para la persona que lo
promueve. En ellos se les ofrece toda clase de productos cotidianos, junto con
golosinas, vino, flores, hojas de coca, fetos de llamas, etc.; de esa forma se intenta
Referencias bibliogrficas
lvarez, Bartolom (1998). De las costumbres y conversin de los indios del Per [1588].
Memorial a Felipe II. Edicin de M del Carmen Martn Rubio, Juan Jos Villaras
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Garcilaso de la Vega, Inca (1965). Comentarios reales de los Incas [1609]. Lima: Editorial
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