LA INTELIGENCIA

EN LA NATURALEZA
Del relojero ciego al ajuste fino
del universo
 Coleccin Fronteras
Director Juan Arana

Con el patrocinio de la Asociacin

de Filosofa y Ciencia Contempornea
 Francisco Rodrguez Valls (Ed.)

LA INTELIGENCIA
EN LA NATURALEZA
Del relojero ciego al ajuste fino
del universo

BIBLIOTECA NUEVA
 grupo editorial
siglo veintiuno
siglo xxi editores, s. a. de c. v. siglo xxi editores, s. a.
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La INTELIGENCIA en la naturaleza : del relojero ciego al

ajuste fino del universo / Francisco Rodrguez Valls (ed.). Madrid :
Biblioteca Nueva, 2012
207 p. ; 23 cm
ISBN 978-84-9940-449-3
1. Inteligencia 2. Naturaleza 3. Conocimiento 4. Humanismo
5. Materialismo I. Rodrguez Valls, Francisco, ed. lit.
37.03
001
JNZ
PD

Francisco Rodrguez Valls (Ed.), 2012

Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2012
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editorial@bibliotecanueva.es

ISBN: 978-84-9940-450-9
Edicin digital

Queda prohibida, salvo excepcin prevista en la ley, cualquier forma de reproduccin,

distribucin, comunicacin pblica y transformacin de esta obra sin contar con la
autorizacin de los titulares de propiedad intelectual. La infraccin de los derechos
mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270
y sigs., Cdigo Penal). El Centro Espaol de Derechos Reprogrficos (www.cedro.org)
vela por el respeto de los citados derechos.
ndice
Presentacin, Francisco Rodrguez Valls . .............................................. 11

La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites, Juan

Arana ............................................................................................................. 15

La inteligencia del diseo inteligente, Santiago Collado ..... 35

Podemos ir ms all de Aristteles en relacin con la

idea de inteligencia?, Jos Luis Gonzlez Quirs ..................... 51

La emergencia de la reflexin. Sobre la idea romntica

de naturaleza, Javier Hernndez-Pacheco . ................................... 61

La relacin de semejanza como principio de inteligibilidad

de la naturaleza, Alfredo Marcos .................................................. 73

Inteligencia y naturaleza desde el emergentismo de Karl

Popper, Jos Mara Molina ..................................................................... 95

El problema del soporte fsico de la sensibilidad-conciencia,

Javier Monserrat .......................................................................................... 101

Evolucin, naturaleza e inteligencia: Para qu sirve una

emocin?, Francisco Rodrguez Valls ................................................. 119

El multiverso y el ajuste fino de las leyes de la natura-

leza, Francisco Jos Soler Gil ................................................................. 135

Deus sive Natura? Sobre los mximos sistemas meta-

fsicos en la genealoga ntica del problema mente-
cerebro, Pedro Jess Teruel .................................................................. 147

Es la moral una propiedad natural de la inteligencia?,

Jorge beda ................................................................................................. 173
10 ndice

Inteligibilidad y naturaleza: Las huellas cosmolgicas

de la racionalidad materializada, Hctor Velzquez
Fernndez . .................................................................................................... 183

Es inteligente la naturaleza? El sentido de la pregunta

y alguna respuesta con sentido, Jos Domingo Vilaplana
Guerrero................................................................................................................ 195

Notas biogrficas de los autores . .................................................. 205

 Presentacin

Las contribuciones de este libro pretenden aportar informacin y

debate en torno a los mltiples aspectos que componen la relacin
Naturaleza e inteligencia. El lector no encontrar una secuencia li-
neal e ininterrumpida aburrida de argumentaciones incuestiona-
bles y libres de discusin sino, ms bien, problemas llevados a sus lmites
y desnudos de todo arropo condescendiente. Quien se acerque a estas
pginas se mover en las fronteras del conocimiento. Eso es lo que lo
hace pertinente en esta coleccin y, a mi juicio, lo que hace valioso dedi-
car una vida de trabajo esforzado al saber o, mejor, a lo que todava no
sabemos.
Si es cierto que una de las caractersticas principales de lo humano
es la creatividad y la superacin la trascendencia de los esquemas de
las tradiciones reificadas, es decir, ir ms all del mundo, es en estos tipos
de debate donde lo humano se muestra de una manera muy especial: en
la bsqueda continua y desprotegida de lo que puede dar sentido a par-
tes y dimensiones del complejo universo que habitamos. Profundizar en
los modelos estndares del conocimiento nos abre a multitud de proble-
mas a los que tenemos que dar solucin, pero sern soluciones que siem-
pre contarn con el amparo y el sostenimiento del modelo general. En
estas pginas se cuestionan esos mismos modelos. En estos momentos,
criticarlos nos da la posibilidad no solo de ampliar nuestro conocimien-
to parcial de la realidad sino de ofrecer nuevas formas de discernirla en
su conjunto. Nos concede no solo resolver los problemas de otros sino
formular planteamientos que den como consecuencia la creacin de
nuevos problemas. Los autores que han participado en este volumen
comparten la idea de que para resolver las cuestiones que hoy se plan-
tean no bastan los modelos antiguos ni modernos sino que consideran
que hay que crear un marco conceptual diferente que pueda acoger
lo que hoy empezamos a vislumbrar del universo. Poseemos muchos
12 Francisco Rodrguez Valls

datos, pero carecemos de una interpretacin unitaria y coherente de

ellos y, sin ella, en la medida en que sea eso posible, no podemos decir
que sepamos lo que esos datos nos quieren decir. Este libro llama al esta-
blecimiento de una nueva metafsica de la realidad a la altura de los he-
chos que conocemos.
Para movernos en las fronteras del conocimiento es necesario aco-
ger la pluralidad de preguntas e hiptesis explicativas que hoy se estn
barajando. Por ello en este volumen el lector no encontrar un manual
de filosofa al uso preocupado solo por la especulacin y lo verosmil. En
este caso se enfrentar a lo que muchas disciplinas estn aportando a la
palestra de la formacin de modelos y, lo que encontrar, tiene la pre-
tensin de estar imbuido y de fomentar la transdisciplinaridad o, como
antes se llamaba, la interdisciplinaridad. Enterarnos de lo que tienen
que aportar los dems desde otros puntos de vista supone un reto que
deja obsoletos los compartimentos estancos administrativos de las dife-
rentes reas de conocimiento en las que se ha dividido artificiosamente
el saber. Este libro es un lugar de encuentro de los modelos que mlti-
ples saberes estn configurando y, como punto de unin, tiene la aspira-
cin de presentar y acercar posturas.
Pero no basta la transdisciplinaridad para dar lugar a debates autn-
ticos. No transmitiramos el estado actual del saber si presentramos
modelos nicos en cada una de las disciplinas que tienen cabida en este
libro. El lector encontrar, adems de acercamientos desde diversas ma-
terias, puntos de vista diferentes dentro de cada una de las distintas dis-
ciplinas. Nuestro debate aboga tambin por la transdoctrinalidad: que
se oigan las diversas voces que se esconden detrs de la falsa apariencia
de modelos perfectamente consolidados. En estas pginas, quien tenga
la paciencia de acogerlas, encontrar las diversas posiciones fundamen-
tales que dan lugar a los debates en torno a los temas bsicos del pensa-
miento: encontrar voces provenientes del naturalismo y del humanis-
mo e incluso del materialismo y del sobrenaturalismo. Este libro est
confeccionado con la firme conviccin de que a nadie se le puede hurtar
la palabra en un foro universitario si aporta los argumentos suficientes
como para que a travs de ellos hable la razn y el dilogo sereno y no la
apelacin a diferentes tipos de fe, entre los que se encontrara la fe en la
ciencia.
Por su transdisciplinaridad y por su transdoctrinalidad esta obra
tiene la pretensin de presentar diversas voces en la ciencia. No es cierto
que la ciencia tenga una sola boca que destile verdades incuestionables.
Si algo sabemos hoy en da es porque la ciencia es problema y pregunta
antes que respuesta y solucin y porque, antes de dar alguna que otra
respuesta vlida segn los actuales estados del conocimiento, han sido
muchas las voces que han preguntado y han criticado las respuestas que
 Presentacin 13

otrora se consideraban acertadas. Hacen falta muchos libros para que

pueda ser escrito el libro definitivo. Este libro pretende ser uno de los
que contribuyan a que ese libro ltimo lmite ideal de una bsqueda
sin trmino pueda ser redactado.
La relacin Naturaleza e inteligencia tiene mltiples perspecti-
vas y en este libro se tratan algunas: pensamientos sobre la naturaleza de
la inteligencia y viceversa, el ajuste fino del universo, hiptesis sobre el
diseo de la naturaleza por parte de alguna inteligencia o del azar, los
diversos niveles de inteligencia en las diversas mquinas biolgicas y
electrnicas, reflexiones sobre la naturaleza mecnica o teleolgica del
mundo fsico, la formacin inconsciente de los impulsos biolgicos y las
emociones, etc. Esos aspectos encuentran su lugar dentro de la discu-
sin ms general de las relaciones entre Naturaleza y libertad. El se-
minario permanente del mismo nombre, nacido en el seno de la Univer-
sidad de Sevilla en el ao 2007 y del que es hijo este libro, concibi que
era necesario tender lazos de unin entre los contenidos de dos trmi-
nos que, lejos de acercarse, parece que en algunos mbitos se estaban
separando. Encontramos espacios en los que pueden vivir sin tener no-
ticias mutuas o, incluso, si aparece un cierto inters de uno en el otro es
para preparar el intento de disolver el otro en el uno. La escisin no solo
se produjo de hecho en la ciencia moderna como el epitafio de Kant
muestra a modo de imagen sino que parece que se va haciendo mayor
y se consolida en trminos reduccionistas como son los de naturalis-
mo y ciertas visiones del humanismo del siglo xx y xxi. El seminario
permanente Naturaleza y libertad pretende hacer un esfuerzo para
ofrecer una visin amplia de la realidad que recoja las aportaciones de
las diferentes ciencias empricas sin reducir al hombre a simple objeto y,
al mismo tiempo, ofrecer una visin del hombre que no disuelva la cien-
cia en mera narracin literaria o ficcional. La ciencia no ofrece un dis-
curso nico, pero sus argumentos no son meras construcciones cultura-
les relativas. La identidad del hombre es narrativa, pero guarda conexio-
nes con la naturaleza que nos une a todos en una misma especie y, a
travs de ella, a todos los seres vivos del universo. Pero dentro de esas
tesis nos encontramos, por honradez intelectual, con los problemas de-
rivados de justificarlas. Y creemos que en esos problemas nos estamos
jugando gran parte de nuestro entendimiento colectivo y que buena
parte de esos problemas se podrn ir aclarando si hacemos entrar en
dilogo las diferentes posturas.
El libro que ofrecemos en la coleccin Fronteras de la editorial
Biblioteca Nueva es fruto de un encuentro y del debate de un grupo de
estudiosos que consideramos que puede ser de utilidad para toda perso-
na que se cuestione de veras los problemas de la ciencia y del hombre y
que desee saber lo que hasta ahora conocemos de esos temas. De en-
14 Francisco Rodrguez Valls

cuentro en encuentro, el estudioso debe volver a su soledad y meditar y

valorar los resultados de su propio estudio y las conclusiones de los de-
ms. En ese sentido, este libro est hecho para ser ledo y criticado. No
nos asusta la crtica porque en estas pginas no hay segundas intencio-
nes. No es la condescendencia lo que buscamos, no es lo que busca el
estudioso en su trabajo esforzado y desinteresado. Lo que busca es que
su obra ayude a pensar y, en consecuencia, a que sirva de hito y sea valo-
rada en un camino que pronto quedar atrs. El autntico premio para
el estudioso es la crtica y, a ser posible, la altura y la elegancia de la crti-
ca a la que se ve sometido. Es el ltimo propsito de esta obra salir al
encuentro del lector y acompaarlo en un camino en el que tambin l
es protagonista.

Reconocimientos

Dejo constancia de las instituciones y personas que han hecho posi-

ble el libro. Comenzando por las primeras, concedieron ayudas para
que se pudiera celebrar el encuentro del que surge esta obra el Vicerrecto-
rado de Relaciones Institucionales de la Universidad de Sevilla y el De-
partamento de Filosofa y Lgica de la Universidad de Sevilla. La Facul-
tad de Filosofa de la Universidad de Sevilla prest tambin su apoyo y
actu como anfitriona. La Asociacin de Filosofa y Ciencia Contem-
pornea ha acogido e impulsado el proyecto. En la celebracin del Sim-
posio se hicieron cargo de las tareas organizativas Concepcin Diosda-
do y Miguel Palomo Garca. Juan Arana ha preparado los originales
para su publicacin, tarea a la que tambin ha contribuido Jos Domingo
Vilaplana.
Francisco Rodrguez Valls
 La metfora del relojero ciego:
Virtudes y lmites
Juan Arana
Universidad de Sevilla

1. La inteligencia del relojero

Richard Dawkins es un zologo y divulgador britnico de enorme

popularidad. Parte del impacto que ha logrado se debe a su habilidad
para acuar nuevas metforas o aprovechar otras ms antiguas. La del
relojero ciego afecta de modo directo a la relacin entre naturaleza e inte-
ligencia. Le consagr su segundo libro (Dawkins, 1986) y sigui dndo-
le vueltas en los que public despus. La expresin relojero ciego resulta
oximornica, puesto que en el sentir popular pocos tienen una vista ms
aguda que el que ejerce este oficio. Todos hemos visitado alguna vez un
taller dedicado a la compostura de relojes y admirado cmo abra la m-
gica tapa para descubrir el palpitante amasijo de resortes. Vimos luego
cmo extraa de l una piececita casi invisible, la sustitua con pericia y
pona otra vez el ingenio en marcha. Para reforzar su capacidad visual
contaba con una gruesa lupa aplicada al ojo a modo de monculo y un
flexo que proyectaba un concentrado haz luminoso sobre la apretada
mesa de trabajo.
En castellano hay un refrn que en tiempos se us mucho y rezaba:
En este pueblo, el ms tonto, relojero. Por tanto, la profesin perso-
nificaba la inteligencia adems de la buena vista.
Pero todo eso era antes. Los relojes de cuarzo despojaron a los relo-
jeros de sus virtudes atvicas. Ahora se dedican casi en exclusiva a repo-
ner las pilas del incombustible aparato cuando se gastan y a cambiar la
correa cuando se raja. Si el reloj propiamente dicho se estropea, es mejor
tirarlo a la basura y comprar uno nuevo, porque no hay relojero que sepa
16 Juan Arana

manipularlo por dentro. De haberlo, su trabajo sera carsimo y bien

podra suceder que costaran ms las cintas que el manto.
En resumidas cuentas, los relojeros de ahora podran sin gran in-
conveniente ser ciegos y hasta tener una inteligencia disminuida. No
considero imposible que la ONCE y otras organizaciones afines mon-
ten garitas en la va pblica para que sus asociados desempeen el ya no
tan exigente menester.
A la naturaleza le ha pasado algo parecido, si aceptamos las alega-
ciones de Dawkins. Antao hubiera sido inadmisible afirmar que sus
productos eran obra de agentes ciegos y estpidos. Muy en particular
los vivientes ms complejos. Al contemplar los ciervos corriendo por el
bosque o los rboles que all se encuentran, nuestros antepasados se de-
can: He aqu algo que no ha sido producido por mera casualidad. El
abuelo en cuestin aada: Aqu hay mucho arte, si era artista;
mucho ingenio, si era ingeniero; mucho diseo, si era arquitec-
to; mucha sabidura, si era maestro... Pero segn Dawkins todos
ellos se equivocaban: ni arte, ni ingenio, ni sabidura, ni diseo. Electro-
encefalograma plano; inteligencia, cero. Es un ingrediente del que en
adelante podremos prescindir a la hora de explicar cmo se cocin el
universo.
Richard Dawkins no aspira a ser original. Esto resulta coherente, ya
que no estara bien reivindicar para s una creatividad que niega a la na-
turaleza. Sin embargo, es una prerrogativa que atribuye generosamente
al fundador de la teora de la evolucin, Charles Darwin, y a muchos de
los que la reformularon despus, en especial Ronald Aylmer Fisher. Ha-
bra que indagar de dnde sali la productividad de estos prohombres
del evolucionismo. Es indudable en cambio que si estos hombres (y su
autoproclamado epgono Dawkins) hubieran logrado quitar de en me-
dio la inteligencia, se les debera una notabilsima simplificacin en la
comprensin de la vida. Explicar ms con menos siempre ha constitui-
do la divisa de todos los investigadores, de manera que la eliminacin de
la finalidad y la inteligencia se ha convertido paradjicamente en la fina-
lidad prioritaria de la ciencia, que al cabo no es sino un producto de la
inteligencia.

2. Naturaleza, inteligencia y controversia religiosa

Tampoco tengo muy clara la dimensin teolgica, mejor dicho,

antiteolgica, del asunto. Da la impresin que a Dawkins le importan
menos las ventajas epistemolgicas que resulten de sus reflexiones que
confundir y ridiculizar a los que confiesan la presencia de una Divini-
dad sabia y providente. Aqu podra darme por aludido, puesto que a
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 17

pesar de la lectura atenta de sus obras no he conseguido desengaarme;

pero no es el tema sometido ahora a debate. A pesar de que en uno de
sus ms recientes libros ha asumido explcitamente el ttulo de cape-
lln del diablo (Dawkins, 2003), me resisto a creer que demostrar la
inexistencia de Dios (si tal cosa fuera posible) tenga para l mayor im-
portancia que dar una buena explicacin, por ejemplo, de cmo la inte-
ligencia es producida por la naturaleza, mientras que la naturaleza no
proviene de la inteligencia. Sin llegar a los ltimos trabajos en los que
este sesgo se acenta (Dawkins, 2006) ya en El relojero ciego se detec-
ta una presencia obsesiva y opresiva de la controversia religiosa: si deja-
mos a un lado la biologa, apenas hay ejemplos y comparaciones que
remitan a mbitos laicos. Los israelitas caminando por el desierto, las
cronologas del Antiguo Testamento, los milagros de los santos, las levi-
taciones de los msticos, las alas de los ngeles... Tales son las ancdotas
no ya favoritas, sino casi exclusivas. Conozco pocos creyentes en los que
lo sobrenatural sea tan omnipresente. Creo que de Dawkins cabra decir
lo que en su da se coment de Schrdinger: que estaba demasiado inte-
resado en la religin para ser un verdadero ateo (Moore, 1996: 402).
Hay evolucionistas que atacan a la religin porque hay creyentes
que atacan al evolucionismo. Es un viejo y conocido asunto que ciertas
iglesias protestantes (no todas) han cado en el fundamentalismo her-
menutico y se oponen a la teora de la evolucin en nombre de una
interpretacin literal de la Biblia. Entre los entusiastas de Darwin (gru-
po al que pertenezco) abundan los que saben discernir el grano de la
paja y estn convencidos de que estos ataques no vienen de la religin,
sino de la desinformacin y de la intolerancia. Pero tambin hay dentro
de ellos una faccin que aplica rigurosamente la ley del talin, y devuel-
ve ataque por ataque, desinformacin por desinformacin, intolerancia
por intolerancia. Mucho me temo que Dawkins (cuya habilidad dialc-
tica e inteligencia admiro sin restricciones) pertenece a ella. Este colec-
tivo realimenta la agresividad de sus oponentes, de manera que los de-
fensores a ultranza (y a ignorancia) de la religin ven en los fundamen-
talistas del darwinismo la confirmacin de sus equivocados diagnsticos,
y estos ven a su vez en las cada vez ms destempladas impugnaciones de
aquellos la justificacin de su fobia antirreligiosa. Con su pan se lo co-
man unos y otros. En casos como este convendra atender la recomen-
dacin del poeta y pararse a distinguir las voces de los ecos.
Aparte de exacerbar el rencor de los que ataca, la torpe apologtica
de Dawkins sirve de muy poco. Segn cont l mismo (Miller, Daw-
kins, Denton, 2003), el argumento del diseo fue decisivo para su vuelta
a la fe tras un primer alejamiento, pero luego se convenci de que tal
argumento era invlido y esa fue la clave de la definitiva recada en el
atesmo. Ahora bien: hay muchas versiones de dicho argumento. La que
18 Juan Arana

primero le atrajo y ms tarde rechaz procede del reverendo William

Paley (Paley, 1881) y no es muy sutil que digamos: si uno encuentra un
reloj tirado en mitad del campo, pensar con razn que no ha germina-
do de la tierra como los championes. En realidad prosigue el argu-
mento tampoco los championes surgen por generacin espontnea,
sino por un decreto inteligente del Creador, cuya accin explica la apari-
cin del primer champin, como la del primer ejemplar de cada espe-
cie (Paley, 1881: 9-13).
Paley, por supuesto, no fue quien descubri esta prueba que su-
cesivamente fascin y decepcion a Dawkins. Ms que el primero, fue el
ltimo de una larga serie de apologistas cuyo inicio se remonta nada
menos que al mismsimo Isaac Newton y su corte de vindicadores de la
fe cristiana. La teologa fsica se convirti en un gnero muy popular en
todo el siglo xviii, como he estudiado en otro lugar (Arana, 1999: 27-
43). Autores como Ray o Derham pergearon consideraciones mucho
ms slidas que las de su tardo mulo. A pesar de ello, Dawkins eleva
hasta las nubes la obra de este digno telogo utilitarista (Dawkins, 1988:
3 y sigs.), probablemente por haber tenido la cortesa de brindarle una
demostracin fcil de desbaratar. Lo cierto es que ni siquiera es un argu-
mento digno de ser considerado teolgico. La refutacin de Daw-
kins consiste ms o menos en decir que no hay que ser muy listo para
construir un reloj si se tiene suficiente paciencia. Vamos a suponer que
un buen da se arrepiente de ella. Debera retornar en tal caso a la Igle-
sia anglicana como oveja descarriada que por fin ha reencontrado el
buen camino? En absoluto! Bastara con que declarara, como tantos
otros ateos, que la Naturaleza es sabia. Imaginemos el hipottico esce-
nario: Dawkins deja de pensar que el origen de los animales y las plantas
se explique por una conjuncin de azar y necesidad, como hace la selec-
cin natural. Ello no le obliga a confesar la omnisciencia divina. Puede
limitarse a pensar que el universo, la materia o cualquier otra realidad
csmica tienen la inteligencia y poder necesarios para dar lugar al rbol
de la vida.

3. Inteligencia innata y adquirida

Cerrar estas puntualizaciones previas advirtiendo que, de la misma

manera que el argumento del reloj no demuestra la existencia de un Dios
providente, la crtica de Dawkins tampoco establece su inexistencia. Ni
siquiera la aceptacin del darwinismo biolgico ms ortodoxo obliga a
asumir las consecuencias antiteolgicas que con tanto afn promueve.
No es este, sin embargo, el lugar para valorar este extremo. S importa en
cambio anotar que, como efecto colateral de su impugnacin de la Di-
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 19

vinidad, Dawkins defiende la tesis de que la inteligencia no est en modo

alguno en la naturaleza (ni fuera ni dentro de ella) hasta que aparecen
los primeros animales inteligentes (si se acepta que hombres, chimpan-
cs, etc., lo son). En otras palabras, segn Dawkins la inteligencia no nace,
se hace. La naturaleza es tonta, dicho sea sin nimo de ofenderla. nica-
mente algunas de sus criaturas se han vuelto listas, en parte por casuali-
dad, pero solo en parte.
Esta toma de posicin es muy relevante en una discusin de la rela-
cin entre naturaleza e inteligencia. Voy a dedicar el ncleo de este tra-
bajo a examinarla. Pero antes de seguir adelante demos la palabra al alu-
dido para comprobar que no falseamos lo que piensa.

La analoga entre el telescopio y el ojo, entre un reloj y un orga-

nismo vivo, es falsa. Aunque parezca lo contrario, el nico relojero
que existe en la naturaleza es la fuerza ciega de la fsica, aunque des-
plegada de manera especial. Un verdadero relojero tiene una previ-
sin: disea sus engranajes y muelles, y planifica las conexiones entre
s, con una finalidad en mente. La seleccin natural, el proceso auto-
mtico, ciego e inconsciente que descubri Darwin, y que ahora sa-
bemos que es la explicacin de la existencia y forma de todo tipo de
vida con un propsito aparente, no tiene ninguna finalidad en men-
te. No tiene mente ni imaginacin. No planifica el futuro. No tiene
ninguna visin, ni previsin, ni vista. Si puede decirse que cumple
una funcin de relojero en la naturaleza, esta es la de relojero ciego
(Dawkins, 1988: 4).

Lo ms parecido a la inteligencia que hay en la naturaleza es la selec-

cin natural, puesto que los productos de ambas se confunden con rela-
tiva facilidad. Pero en un caso hay anticipacin y en otro improvisacin,
en uno finalidad y en otro mera eficacia, en uno vista y en otro ceguera.
No deja de ser ofensivo que se iguale la ceguera a la falta de inteligencia,
cuando hubo ciegos que escribieron obras tan sublimes como la Ilada,
el Paraso perdido o Ficciones. Pero no quiero pecar de susceptible. En
virtud de la superioridad que ostentan, Homero, Milton y Borges me
autorizaran a admitir la metfora, muy visual e intuitiva, si se permite el
sarcasmo. No obstante, en algn momento tendra que volver sobre la
alegre afirmacin de que las fuerzas contempladas por la fsica son ciegas.
Por ahora anoto el calificativo, as como otros dos, automtico e incons-
ciente, empleados por Dawkins para caracterizar la seleccin natural.
Habra que preguntar a Freud si el inconsciente es o no ciego, ya que sus
efectos sugieren que muchas veces sabe perfectamente a dnde quiere ir.
En cuanto al automatismo, muchos lo ven como signo de una sabidura
transformada en hbito. Otro elemento discutible es la presuncin de
que la mente es un requisito indispensable para que haya finalidad.
20 Juan Arana

Dawkins demuestra tener un concepto muy antropomrfico de causa

final, puesto que su introductor, Aristteles, no atribua mente alguna
a la materia y sin embargo consideraba que estaba teleolgicamente or-
denada a la forma. Un poco ms de cultura filosfica hubiese venido
bien aqu, aunque el precio de adquirirla fuera renunciar a una parte de
su indiscutible erudicin bblica.

4. Virtualidades de la seleccin natural

La autocrtica siempre es conveniente y tal vez estoy incurriendo en

el error de presuponer que Dawkins otorga connotaciones peyorativas a
la ceguera, cuando simplemente est desarmando a su herona, la selec-
cin natural, igual que Geden aclar las filas de su ejrcito para mani-
festar mejor la fuerza que la predileccin divina le otorgaba. De modo
semejante, la seleccin natural sera capaz de completar, aun con los ojos
vendados, tareas inasequibles para otros mecanismos ms inteligentes,
como la herencia de los caracteres adquiridos (Dawkins, 1988: 231). Es
como si retara: soy capaz de vencer a todos mis adversarios con un
brazo atado a la espalda.
Dawkins no se conforma con poner trabas en la maquinaria de la
teora neodarwinista; tambin quiere empinar la cuesta que ha de re-
montar. Asume, en efecto, los desafos ms enconados, los de mayor
complejidad. El ojo, ese rgano heterogneo e intrincado que puso a
prueba la fe de Darwin en su teora (Darwin, 1988: 230), es el terreno
que Dawkins escoge para batir a sus adversarios. Pasa tambin revista a
otros casos memorables, como los dispositivos de ecolocalizacin de los
murcilagos. Dnde se plantean las preguntas ms difciles, dnde es
mayor la tentacin de tirar la toalla y apelar a un deus ex machina para
explicar la sofisticada respuesta de la naturaleza? All acude l para mos-
trar que solo la seleccin natural pudo y puede llevar a cabo las ms arduas
proezas. Es un trabajo meritorio, porque con el tiempo han aparecido en
escena nuevas dificultades y otras alternativas tericas: el mutacionismo,
el equilibrio puntuado, el neutralismo gentico, el neolamarckismo, las
tendencias ortogenticas de un signo u otro... El propio Darwin no pres-
taba a la seleccin natural la fe exclusiva y excluyente de sus herederos.
Pero Dawkins se crece all donde flaque el maestro. Para l la seleccin
natural es condicin necesaria y suficiente, la nica respuesta vlida, la
solucin de todas las dudas, la piedra de escndalo para los adversarios,
la fuente inagotable de respuestas.
En cierto modo, las virtualidades que encuentra en ella tienen que
ver con la alquimia, porque marcan un antes y un despus: primero te-
namos hierro, plomo, estao, metales de baja calidad. Luego obtene-
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 21

mos plata, oro, productos de la ms encumbrada ley. Se oper un mila-

gro en el nterin? Del mismo modo, el universo careca del menor rastro
de lucidez antes de que la vida adviniera a l. La vida surge por un ms
que improbable acaso y enseguida emprende una carrera desenfrenada
en cuyo curso alcanza cotas crecientes de complejidad. En un momento
dado surge algo parecido a la inteligencia. Antes incluso de que ocurra
eso, la presencia de frmulas cada vez ms sofisticadas en la organiza-
cin de los vivientes sugiere poderosamente la presencia de un diseo
inteligente. Pero no hay tal: en la visin csmica que defiende Dawkins,
la inteligencia nunca es genuina, siempre es simulacro. Y eso nos lo dice
una persona radicada en uno de los centros con mayor densidad de ma-
teria gris del planeta. Acaso no ha echado un vistazo a sus compaeros
de claustro? Sin duda hay que ser muy inteligente para negar genuina
carta de ciudadana a la inteligencia. Pero aceptemos la apuesta y deje-
mos que intente convencernos de que en realidad no hay inteligencia o
al menos no la hubo en el origen ni tampoco en los mecanismos que
presidieron la evolucin, de modo que si al final hay que contar con ella
ser en todo caso a ttulo de polizn a bordo.

5. Oportunidades para evolucionar

en un mundo sin inteligencia

El examen de la metfora del relojero ciego nos ha hecho concluir

que Dawkins intenta explicar la historia de la vida sin reconocer a la
naturaleza un solo tomo de inteligencia. Antes de dar un paso ms
conviene averiguar qu concepto tiene de inteligencia y de su presumi-
ble antnimo, la necedad. Aunque no sea muy explcito al respecto pa-
rece que la inteligencia presupone acceso fluido a la informacin rele-
vante (de ah su incompatibilidad con la ceguera), pero tambin capaci-
dad de emplearla para alcanzar ciertos propsitos por el camino ms
directo (por eso la causalidad final tambin desempea un papel), pro-
psitos que en algn sentido resultan deseables (no hay inteligencia sin
capacidad de apreciar y querer lo bueno). En cuanto a la necedad, cabe
definirla por oposicin a la inteligencia, pero hay otra forma de conse-
guirlo: estudiando cmo procede la seleccin natural, ya que esta traba-
ja al margen de ella. Es un mecanismo estpido de la cabeza a los pies
porque:

a)Las combinaciones moleculares que se dieron en la evolucin

prebitica y las variaciones que se produjeron una vez surgida la
vida son hijas del mero azar, descontadas las restricciones que
imponen las leyes fsico-qumicas.
22 Juan Arana

b)El mecanismo de seleccin que conserva y multiplica ciertas for-

mas, mientras elimina otras, carece de cualquier vestigio de
apriorismo y se apoya en el simple hecho de que hay formas ms
aptas para sobrevivir y propagarse en un contexto dado que
otras. Aqu podramos hablar hasta la extenuacin del cuello de
las jirafas, las aptitudes de ciertas bacterias para soportar condi-
ciones extremas, etc.
c)La combinacin de azar a priori (actuando sobre un espectro
ilimitado de formas posibles) y necesidad a posteriori (que discri-
mina entre ellas y elige las ms aptas para prevalecer en condicio-
nes difciles) cierra el arco de la seleccin natural sin que haya
surgido en ningn momento la necesidad de acopiar informa-
cin para administrar sabiamente los recursos disponibles de
cara a alcanzar ciertas metas.

La naturaleza aparece entonces como un descerebrado jugador

de ruleta que desecha sin pensar en ello las apuestas fallidas y repite
compulsivamente las premiadas. Lo ms caracterstico de la seleccin
natural es entonces la simbiosis de azar-necesidad, en la que el azar
lleva siempre la iniciativa y la necesidad pronuncia sin excepcin la
ltima palabra. La vida adquiere los perfiles de una gigantesca rifa
que reparte papeletas cerradas: no hay modo de saber lo que llevan
dentro antes de abrirlas. El nmero de penalizaciones es inmensa-
mente mayor que el de premios. Un procedimiento meramente aza-
roso estara de antemano condenado al fracaso, pero la seleccin na-
tural lo convierte en prspero, porque las rectificaciones que aporta a
tiro pasado contrarrestan la escasez de premios y aumentan las pro-
babilidades de ganar en jugadas sucesivas. Supongamos, por ejemplo
que los diversos modelos de papeleta tienen tambin envolturas dife-
rentes. Los jugadores son obtusos y se aferran con terquedad a su pri-
mera eleccin. El que compra una papeleta amarilla con rayas verdes
repetir su apuesta hasta el final. Pronto se arruinan los que han ele-
gido papeletas sin premio, pero los afortunados se harn ricos, pro-
crearn y ensearn a sus hijos a comprar los mismos tipos de sobres
asociados a idnticas recompensas. Con el dinero de sobra adquiri-
rn de vez en cuando papeletas suplementarias que a su vez pueden
resultar perjudiciales o ventajosas. El juego se repite cuantas veces sea
preciso, de manera que al final habr una caterva de necios empobre-
cidos (echados del casino en cuanto la suerte les volvi la espalda) y
una batera de necios supermillonarios por haber reunido coleccio-
nes completas de papeletas premiadas. Todas las especies de bacte-
rias, animales y plantas existentes pertenecen a este selecto pero nada
avispado club.
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 23

6. Seleccin acumulativa

La coleccin de papeletas premiadas apunta a un aspecto sobre el

que Dawkins no se cansa de insistir: la seleccin natural acta sobre
elecciones azarosas (llamarlas elecciones es tan solo una forma de
hablar). Pero no se trata de una seleccin simple, efectuada de una sola
vez: es una seleccin acumulativa. Dawkins se queja de que los creacio-
nistas y otros crticos hostiles al darwinismo parecen incapaces de apre-
ciar este matiz: a la segunda apuesta de la ruleta solo tienen acceso los
ganadores (es decir, los sobrevivientes) de la primera. As se va formando
una prspera elite de mimados de la fortuna, mientras que la cohorte de
perdedores no aumenta porque tampoco tiene oportunidad de pro-
crear. Al final mares, tierras y cielos rebosan de individuos a los que la
buena suerte nunca abandon (ni a ellos, ni a ninguno de sus prolficos
ancestros). De esa manera la necesidad ciega puede vencer al azar salva-
je y civilizarlo.
Presumo que los que no han entendido la idea que Dawkins defien-
de tampoco estaban predispuestos favorablemente, porque es bastante
sencilla. Hay que escoger a ciegas una solucin aceptable a los proble-
mas vitales de entre todas las posibles. No obstante, existe un nmero
inmensamente mayor de soluciones malas (cuando no catastrficas). Si
las buenas tuvieran que ser localizadas sin otra ayuda que el azar, la situa-
cin sera desesperada. Cada individuo repite las frmulas empleadas
por sus progenitores con algunas variaciones ocasionales que no est en
su mano controlar. No tiene ms remedio que cerrar los ojos y probar
suerte. La lista de posibilidades a ensayar es inmensa: hay 2080 posibles
protenas de una mediocre longitud de 80 aminocidos, y solo
1080 tomos en todo el universo conocido. A primera vista todos los
vivientes que han sido, son y sern estaran condenados por las matem-
ticas a naufragar en el mar de las malas opciones. Pero hay una escapato-
ria que debemos agradecer a todos los que han salido perdiendo en el
magno sorteo: no procrean. Esa es su contribucin decisiva a que la espe-
cie de la que formaban parte venza a la estadstica. Con su prematura
muerte estn diciendo a sus congneres sin palabras, pero con toda efi-
cacia: No tomis el camino que yo me vi obligado a seguir. Basta este
mudo mensaje para podar radicalmente el nmero de vas exploradas y
tantear por eliminacin las que tienen algn porvenir. A lo largo de la
evolucin aparecen innumerables puertas y la mayora de ellas da direc-
tamente al abismo. Sin embargo, los individuos que abren las puertas
equivocadas apenas ocupan espacio en el censo global; su semilla se
pierde y en la siguiente generacin no habr quien persevere en su err-
nea senda. Solo los hijos de los que abrieron las puertas buenas estn en
24 Juan Arana

disposicin de prolongar el experimento. Al hacerlo tambin preservan

la racha ininterrumpida de buena suerte que tuvieron todos los miem-
bros de su rbol genealgico. Un error grave no solo se paga con la
muerte del portador: supone adems la eliminacin en su raz de una
posible estirpe. Los aciertos en cambio no se olvidan: las leyes de la he-
rencia se encargan de ello. Pongamos un ejemplo para concretar. Conje-
turemos que en el horizonte bioqumico de un grupo de vivientes hay
una posibilidad entre mil de solucionar adecuadamente cierto proble-
ma. En brazos del puro azar habra que contar al menos con mil indivi-
duos a los que el azar atribuyera cada una de las pertinentes variaciones.
Solo uno alcanzara la meta, quedando an pendiente la tarea de comu-
nicarlo a sus congneres. Pero la seleccin natural consigue economizar
tiempo y vidas, siempre que haya una serie de etapas intermedias para
resolver el desafo poco a poco. Supongamos que, en lugar de presentar-
se las mil posibilidades todas juntas de una vez, aparecen primero dos,
luego otras dos para cada unas de ellas y as sucesivamente. La progre-
sin es muy rpida: 2 posibilidades en el primer paso, 4 en el segundo,
8 en el tercero, 16 en el cuarto, 32 en el quinto, 64 en el sexto, 128 en
el sptimo, 256 en al octavo, 512 en el noveno y 1024 en el dcimo. Ya
tenemos las mil posibilidades requeridas. Ahora bien, si en cada fase
una mala eleccin implica una prdida de eficiencia biolgica, ya no
ser 1024 el nmero mnimo de individuos para explorar todo el te-
rreno: bastarn en condiciones ptimas 20 individuos, de los que 10
se quedan en la cuneta mientras otros 10 caminan derechos como fle-
chas hacia la solucin del problema por el ltimo vstago de la serie.
Y como son los nicos capaces de tener descendencia, no necesitan
vocear su xito para que el resto del universo conozca la hazaa. Sus
herederos lo llevarn escrito en el cdigo que encierra la clave de su
identidad.

7. Seleccin natural versus inteligencia

La seleccin natural es una cortoplacista impenitente: no ha pla-

neado, buscado ni siquiera contado con el gran logro que se esconda al
final de este o de cualquier otro proceso evolutivo. No ha querido en
ningn momento obtener ojos, alas, garras, intestinos, corazones o cere-
bros. Nunca anhel esas grandes metas ni tampoco las pequeas, las
que estn a tiro de piedra del punto de partida y pueden conseguirse con
un pequeo avance en la direccin correcta. No pide, no desea nada,
tampoco arbitra medios, aplica esfuerzos, no desespera por los fracasos
ni se alegra con los xitos. En realidad es puro antropomorfismo y del
malo hablar de ella como si quisiera o dejara de querer, ya que en modo
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 25

alguno puede ser reconocida como un agente. Bien mirado no le

cuadra en absoluto la metfora del relojero ciego, como tampoco la
de relojero vidente. Seleccin natural solo nombra un tipo de
situacin que se repite una y otra vez, no solo en el campo de la biologa
sino hipotticamente tambin en el de la mineraloga, como el mismo
Dawkins intenta exponer (Dawkins, 1988: 115 y sigs.); o en el de la in-
formtica, de lo que Tom Ray proporcion en 1990 la primera demos-
tracin prctica (Lewin, 1995: 108). Cualquier sistema capaz de repro-
ducirse al ritmo explosivo de una progresin geomtrica, de saturar el
medio que ocupa, de agotar los medios que lo alimentan, de sufrir la
competencia de extraos o de semejantes, y de alumbrar en el proceso
de reproduccin pequeas variaciones heredables susceptibles de apor-
tar mejoras, conocer un proceso de seleccin natural. A travs de l la
poblacin inicial acabar cambiando y se fragmentar en poblaciones
netamente diferenciadas. Es evidente que atribuir inteligencia o nece-
dad a la seleccin natural es tan absurdo como pretender que las panta-
llas cinematogrficas prefieren que sobre ellas se proyecte un tipo de
pelculas mejor que otro. No es sabio el papel sobre el que se imprimen
los ms sabios libros, ni estpido el instrumento con el que se perpetran
las mayores estupideces.
Las ltimas afirmaciones tampoco cuestionan las posibles virtudes
de la metfora del relojero ciego, sobre todo si en lugar de aplicarla a la
seleccin natural se atribuye a la naturaleza misma, en contra de lo que
pareca sugerir el texto de Dawkins que cit. La tesis sera la siguiente: si
la naturaleza no emplea para evolucionar y diversificarse ningn otro
mecanismo aparte de la seleccin natural, entonces es un relojero ciego,
porque convierte en superflua la inteligencia. Aceptemos que sea eso, en
efecto, lo que Dawkins sostiene. Para que su tesis prevalezca habra que
acreditar dos puntos:

1.La seleccin natural explica, sin prtesis ni aadidos, la diversifi-

cacin progresiva de los vivientes en especies y gneros (dejemos
a un lado el problema del origen de la vida).
2.Si tras la aparicin de nuevas especies solo est la seleccin natu-
ral, la inteligencia no desempea ningn papel relevante en la
naturaleza.

He asumido que Dawkins y los representantes ms ortodoxos del

neodarvinismo filosfico afirman ambas tesis. Sus enemigos jurados son
los creacionistas y los defensores de la teora del diseo inteligente. Am-
bos grupos aceptan la segunda, pero se oponen rotundamente a la pri-
mera. Por mi parte, tengo dudas (al igual que el propio Darwin) respec-
to a esta, pero niego decididamente frente a neodarwinistas y crea-
26 Juan Arana

cionistas aquella. Tratar de justificar esta postura en lo que resta del

escrito.
Empezar entonando un pequeo canto en honor de la seleccin
natural. Es algo tan sencillo, tan evidente y tan eficaz que no tiene ms
remedio que darse en la realidad. Se han aportado miradas de refrendos
observacionales en su favor, pero considero que su mayor fuerza se en-
cuentra en la lgica. Es casi una verdad a priori: no puede fallar si acep-
tamos el principio de contradiccin. Su esqueleto argumentativo podra
resumirse as: Variaciones heredables azarosas + supervivencia de los
ms aptos = adaptacin creciente y diversificada.
Es una frmula que suena ms a ecuacin deductiva que a generali-
zacin emprica. Agrguense episodios temporales de separacin geo-
grfica, y la incubacin de nuevas especies donde antes solo haba una
sola cae por su propio peso. Mientras sigan surgiendo nuevas variacio-
nes y nada estorbe la libre competencia de los vivientes, la evolucin est
garantizada. Dir ms todava: habida cuenta de lo poderoso que resulta
el resorte de la seleccin natural y de la parquedad de las premisas en que
se apoya, hubiera denotado poqusima inteligencia y una artificiosidad
inverosmil prescindir de ella a la hora de planear y poner en marcha un
nuevo universo. Enseguida volver sobre esta idea.

8. Seleccin natural y continuidad

Si es as, qu problema hay en otorgarle la exclusiva en la materiali-

zacin de los procesos evolutivos? El principal de todos es que para po-
der cubrir largas distancias (tan largas como las que separan amebas de
dinosaurios o lquenes de ballenas) es necesario que el recorrido est
sembrado de metas intermedias, cada una de las cuales ha de ser suscep-
tible de ser alcanzada mediante tanteos al azar y servir para conseguir
mejores oportunidades de procrear.
La gran perspicacia del creador de la teora vio con plena lucidez
que aqu estaba el quid de la cuestin (su seleccin sera ciega, pero l
no): Si pudiese demostrarse que ha existido algn rgano que no hu-
biese podido formarse por una sucesin de ligeras modificaciones, mi
teora se vendra abajo. (Darwin, citado por Dawkins, 1988: 70.)
En otras palabras, para la evolucin darwiniana tiene importancia
decisiva la ley de continuidad (Luna, 1995). Gracias a ella se anan y
compensan los dos factores que intervienen en la seleccin natural: el
azar que rige el surgimiento de variaciones heredables y la necesidad de
sobrevivir que dificulta la procreacin de los menos aptos. El azar es la
fuente de la que manan las novedades y la necesidad el filtro que las de-
pura. Ahora bien, cualquier filtro se atasca cuando se le obliga a procesar
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 27

un caudal excesivo. Lo mismo ocurre en este caso. Si las posibilidades

que el azar ha de explorar son demasiado numerosas, la supervivencia de
los ms aptos se manifiesta con demasiada lentitud, incluso tratndose
de una proceso de seleccin acumulativa como tanto insiste Dawkins.
La continuidad de las variaciones sirve para dosificar con parsimonia el
material a seleccionar. Partiendo de una situacin dada, si se trata de
una modificacin muy ligera no son tantas las posibilidades a escrutar
de una sola vez. La seleccin natural funciona entonces a plena satisfac-
cin. Si la distancia a cubrir de un solo salto es grande, las posibilidades
se disparan y el mecanismo colapsa.
En estas condiciones lo grave para la seleccin natural (y para los ms
ardientes defensores de su autosuficiencia) es que la cantidad de azar de-
tectado en el proceso evolutivo no ha dejado de crecer en los ltimos dece-
nios. Aqu est el punto ms fuerte de los partidarios del diseo inteligen-
te, para quienes los pasos a dar no son tan cortos como debieran, sobre
todo si consideramos la puesta en marcha de las rutas metablicas. Estas
requieren la presencia de numerosos catalizadores que no parecen tener
funcionalidades alternativas. Si para sintetizar una molcula esencial en la
economa celular son necesarias 12 molculas intermedias que por separa-
do no sirven para nada, cmo dividir en cmodos plazos una tarea que en
apariencia funciona con la lgica del todo o nada? Tales son los argumen-
tos ms consistentes aportados por autores como Michael Behe o William
Dembski, (Behe, 1999; Dembski, 2006). Los defensores de la ortodoxia
creen poder acallar estas crticas con descalificaciones globales (Ayala,
2008: 154) y aireando los defectos de sus respectivas alternativas tericas.
En esto ltimo les doy la razn y estoy de acuerdo con Francisco Ayala
cuando sostiene que los mantenedores del ID proponen una teologa bas-
tante deficiente (Ayala, 2008: 158). Sin embargo, los pecados ajenos no
deben emplearse para excusar las faltas propias. Responder al reto de estos
autores exigira un bronco cuerpo a cuerpo casa por casa, quiero decir, ruta
metablica por ruta metablica. No basta pasar por esta cuestin decisiva
como sobre ascuas alegando que esto podra haber servido para aquello y
vaguedades parecidas. Inquieta, en particular, un reproche formulado por
Behe (que no me consta haya recibido la contundente refutacin que hu-
biera sido de rigor): segn l se recurre muy raramente a la seleccin darwi-
niana en la inmensa mayora de los textos de bioqumica.

9. Cunto tiempo y cunto azar?

Todava me parecen ms inquietantes las rplicas que se dan a crti-

cos menos demonizados que los que provienen del Intelligent Design.
Me refiero a figuras como Stephen Gould, Niles Eldredge, Lyn Margu-
28 Juan Arana

lis o Moto Kimura, con un reconocimiento indiscutible dentro de la

comunidad cientfica y que incluso Dawkins se guarda de menospreciar.
Aunque a veces hayan elevado la voz ms de lo debido al hablar de la
superacin del darwinismo (mejor dicho, de sus derivaciones dogmti-
cas), en un sentido amplio siguen formando parte de este buque insig-
nia de la biologa (Dawkins tampoco se cansa de insistir en ello). Pero
sean amigos o falsos amigos, lo cierto es que se lo han puesto difcil
a cualquier defensor a ultranza de la seleccin natural. Cmo? Introdu-
ciendo dos conceptos que alimentan sus pesadillas: equilibrio puntuado
y deriva gentica neutralista.
Es lgico. Hemos visto que la seleccin natural ms que ciega es
muy miope. Si se quiere, ha sustituido el sentido de la vista por el tacto,
puesto que reconoce el terreno y efecta sus progresos por medio de
tanteos. Por eso es imperativo el gradualismo que con tanta vehemencia
reivindic Darwin entonces y reivindica Dawkins ahora. Es el punto
que le disputan Behe y dems partidarios del ID. Gould y Eldredge van
en otra direccin. No elevan el listn de la dificultad que la seleccin
natural debera salvar de una sola vez, pero la atosigan con prisas. Si la
mayor parte del tiempo los vivientes vegetan en el marasmo del estanca-
miento evolutivo y de repente se producen raudas aceleraciones en las
que todos se apresuran al encuentro de nuevas soluciones de las que
nacern especies inditas, no estamos de nuevo en apuros? La distancia
a cubrir es la misma. Unos niegan que existan puntos de apoyo interme-
dios. Otros problematizan que haya tiempo para dar tantos pasitos cor-
tos como sera menester para ir desahogados. La defensa que esboza
Dawkins para mantener la lnea en este nuevo frente es muy frgil. Re-
cuerda que, aunque la seleccin natural ya no disponga de los millones
de aos que antes tena para hacer sus deberes, todava le quedan dece-
nas, quiz centenas de miles.
Porque piensan que la evolucin (una evolucin innegablemen-
te gradualista an) se produce con rapidez durante estallidos de acti-
vidad relativamente breves (sucesos de especiacin, que facilitan una
clase de atmsfera de crisis, en los que se rompe la supuesta resisten-
cia normal a los cambios evolutivos); y que la evolucin tiene lugar
muy lentamente o no tiene lugar durante los largos perodos estticos
intermedios. Cuando decimos relativamente breves queremos de-
cir, por supuesto, breves con relacin a la escala de tiempo geolgica.
Incluso los saltos evolutivos de los interrupcionistas, aunque puedan
ser instantneos para estndares geolgicos, tienen una duracin que se
mide en decenas o centenas de miles de aos (Dawkins, 1988: 185).

Obvio. Pero insuficiente. La evidencia paleontolgica nunca discri-

minar entre una especiacin sbita y otra que se produzca en cien o
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 29

doscientos mil aos. El neodarwinista est en su derecho cuando se aco-

ge al extremo de la horquilla que ms le favorece. An as, la parsimo-
niosa marcha que antes contemplbamos se ha convertido en un viaje
crispado, con frenazos y acelerones. Y en las pocas de apresuramiento,
podr el filtro de la seleccin natural procesar la avalancha de eventos
estocsticos que le cae encima?
Las aportaciones de los que estudian la gentica molecular lo ponen
an ms difcil: El mecanismo variacional por excelencia es la mutacin
gentica: la alteracin de un solo nucletido en la secuencia del ADN
puede determinar la sustitucin de un aminocido por otro en la prote-
na resultante. Pero la mayor parte de las veces la modificacin de un solo
aminocido apenas afecta a la estructura y funciones de una molcula
que suele integrar cientos. Dichas mutaciones son neutras desde el
punto de vista de la seleccin natural, que no puede discriminarlas. De
modo que se van acumulando una tras otra, siguiendo las leyes del azar.
Pero de tanto ir el cntaro a la fuente, finalmente se rompe. Cuarenta y
nueve mutaciones no se tradujeron en consecuencias detectables, pero
la cincuenta altera profundamente el statu quo y las alarmas se encien-
den. Ahora la seleccin natural acta, pero no es demasiado tarde para
dar el pasito corto que tanto le conviene? Acaso no se ha disparado en
el nterin el nmero de posibles variaciones a explorar? Con cincuenta
mutaciones se llega bastante lejos, y no es imposible que la mquina de
los grandes nmeros haya creado una situacin inmanejable. Una vez
ms Dawkins frivoliza y no quiere darse por enterado de cul es el pro-
blema:
Ni los ms ardientes neutralistas piensan que rganos funciona-
les complejos, como los ojos y las manos, hayan evolucionado por
una tendencia fortuita. Todo bilogo en su sano juicio est de acuer-
do en que pueden haber evolucionado por seleccin natural. Solo
que los neutralistas piensan correctamente, en mi opinin que tales
adaptaciones son la punta del iceberg: es probable que la mayor par-
te de los cambios evolutivos, cuando se observan a nivel molecular,
no sean funcionales (Dawkins, 1988: 208).

10. Un solo tipo de seleccin?

Despus de m el diluvio: como los que han descubierto los des-
acompasamientos en los ritmos evolutivos y la indetectabilidad de la
mayor parte de las mutaciones no tienen una explicacin mejor para el
surgimiento de los rganos complejos que la seleccin natural, forzosa-
mente esta habr de ser cierta. El aserto es insostenible. El trabajo de
Eldredge o de Kimura no era buscar alternativas a la seleccin natural,
30 Juan Arana

sino estudiar cmo han sucedido y suceden las cosas en el campo de la

biologa. Si como consecuencia de ello se ha multiplicado el nmero y
dificultad de los obstculos que la seleccin natural ha de salvar para
seguir ostentando el monopolio explicativo de la especiacin, ese no es
su problema, sino el de los abogados de la seleccin natural. En ese sen-
tido decepciona bastante la estrategia defensiva de Dawkins y lamento
que en sucesivas publicaciones no se haya esforzado demasiado en disi-
par tanto nubarrn (Dawkins, 1998, 1999, 2000). Lo que se discute no
es la presencia y efectividad de la seleccin natural. Eso es algo aceptado
incluso por representantes del Intelligent Design tan destacados como
Behe! (Behe, 1999: 22). El punto crucial del debate es si se basta a s
misma para explicar todo lo relativo a la evolucin, y muy en especial
para controlar la marea imparable de azar que parece colarse por todos
los poros de la vida:

Est claro que hay mucho de azar en la evolucin, a cualquier

nivel. Generalmente es en los niveles ms altos donde uno encuentra
tamaos de muestra menores en el sentido de que no hay tantas espe-
cies dentro de un gnero como individuos dentro de una especie. En
estas situaciones es mucho ms probable que la supervivencia de una
entidad y la extincin de otra sea un suceso aleatorio (George C. Wi-
lliams, en Brockman, 1996: 65).

Y que pasara si la seleccin natural suspendiera el examen de ma-

temticas? A mi juicio es improbable que la teora darwiniana pueda
venirse por completo abajo: es demasiado verosmil (aadira tambin:
demasiado elemental) para resultar falsa. Pero se vera obligada a com-
partir su cetro con mecanismos de seleccin complementarios. Darwin
ya lo intent con hiptesis tan inverosmiles como la pangnesis (Darwin,
1977: 386). Los neodarwinistas ultraortodoxos, con Dennett y Daw-
kins a la cabeza, agitan el fantasma del Dios relojero para disuadirnos de
la idea. Sin embargo, ya han pasado siglos desde que Leibniz ense que
entre los cometidos atribuibles a Dios Nuestro Seor por un espritu
piadoso no figura trabajar horas extra como ingeniero gentico. Aun-
que algunos anglosajones apasionados de la Biblia se empeen en lo
contrario, no es imprescindible que Dawkins promueva una cruzada
mundial para mantenerlos a raya. Al fin y al cabo el planeta es ms gran-
de que el estado de Arkansas. Por lo dems, dentro del mbito de las
ciencias naturales han surgido en los ltimos tiempos opciones suficien-
temente prometedoras y serias, como las que apadrinan Stuart Kauff-
man o Brian Goodwin (Kauffman, 2003; Goodwin, 1998).
En este punto tengo que abandonar la lnea argumentativa seguida
hasta ahora porque, si se demostrara que la autoorganizacin es la solu-
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 31

cin idnea para dirimir las cuestiones pendientes en biologa evoluti-

va, tendra que preguntarme si su presencia denota o no la existencia de
una inteligencia originaria en la naturaleza. Sera muy arduo discutirlo,
pero me parece evidente que al menos no la excluira.

11. Inteligencia, planeamiento bsico y montaje

Atisbo, no obstante, un procedimiento ms econmico para acabar

de valorar la metfora del relojero ciego. Voy a figurarme que in extremis
se demuestra que la seleccin natural consigue cumplir a la perfeccin
todas las misiones que Dawkins le ha encomendado: una refundacin
ms de la teora digamos, un neo-neodarwinismo vence en toda la
lnea e impone su autoridad hasta en el ltimo rincn de las ciencias de
la vida. Quedara en tal caso borrada del mapa la inteligencia, junto con
la pangnesis, el diseo inteligente y la autoorganizacin? Retomo aqu
el segundo punto que enunci unas pginas ms arriba e intentar justi-
ficar lo que all dije. Sostengo que, considerada la cuestin con un poco
de calma, ni an entonces se producira un eclipse definitivo de la inte-
ligencia. Por qu? Apoyar mi alegato en una nueva metfora, que no
trata de relojes, sino de paracadas. Pongamos que fabrico este tipo de
artculos. Mi empresa es modesta y solo oferta dos modelos: uno para
listos y otro para tontos. El de listos necesita ajustar una serie de broches
y correas antes de ponrselo, vigilar en todo momento que ciertos plie-
gues no se descoloquen y, ya en el aire, exige efectuar varias maniobras
con serenidad y destreza a fin de que el artilugio se despliegue como es
debido y evite que su avisado usuario se estrelle contra el suelo. El de
tontos en cambio es facilsimo de usar: se carga como una mochila y
cuando uno se arroja (o lo empujan) por la portezuela del avin ni si-
quiera hay que tirar de una simple anilla: se abre por s mismo con sua-
vidad y el mentecato que pende de l se balancea pausadamente hasta
besar la tierra como si fuera un pluma volandera. La pregunta que ahora
planteo es: qu modelo cost ms disear, el destinado a los listos o el
de los tontos?
El mensaje de la metfora es sencillo. Un universo en el que basta la
seleccin natural para conseguir que la ms primitiva forma de vida se
multiplique y diferencie hasta formar jardines botnicos y parques zoo-
lgicos tan variados como los que alberga la Tierra, es un universo bas-
tante bien pergeado, sea cual sea el camino por el que lleg a ser (crea-
cin directa, construccin gradual, diseo, emergencia o fluctuacin
cuntica). La razn es que en el abanico de los infinitos mundos posi-
bles hay una proporcin inmensamente mayor de aquellos a los que no
hay forma humana ni divina de sacar nada en limpio. Entre los que po-
32 Juan Arana

seen la virtualidad de generar vida, la mayora requerir mecanismos

con mayor potencia de direccionamiento que la seleccin natural: en
ellos solo existirn paracadas para listos. Pero en nuestro universo el
paracadas de la vida se abre con suma facilidad; por eso es verosmil que
baste la seleccin natural para extraer todo el jugo vital que contiene. Si
Leibniz levantara de nuevo la cabeza, dira sin lugar a dudas que el mun-
do que proponen los valedores del Intelligent Design es la obra de un
mal relojero. Por mi parte, prefiero un relojero ciego a otro que lisa y lla-
namente sea incompetente.
Llegados a este punto conviene ya definir los lmites de la metfora
usada por Dawkins. Su problema es que solo tiene en cuenta la mitad
del trabajo a realizar, y ms concretamente la parte menos problemtica,
aquella que cabe solventar pensando distradamente en otras cosas, in-
cluso mirando hacia otro lado. Aqu los neodarwinistas ortodoxos
siguen sin superar un defecto de la teora que era excusable en Darwin,
pero no en ellos. Cuando fue formulada por primera vez se ignoraban
tanto las leyes como los mecanismos de la herencia. Este dficit no se
hubiera remediado ni aun de haberse conocido antes la obra de Mendel.
Las caractersticas de las reacciones bioqumicas que subyacen a la vida
resultaban completamente desconocidas y de un modo u otro se supuso
que no se encontrara nunca ninguna restriccin por este lado. Cual-
quier tarea podra encontrar una arquitectura material adecuada para
ser llevada a cabo. La seleccin natural escavaba un filn literalmente
inagotable. El relojero era ciego, pero el almacn del que se surta lo tena
todo. Despus de Heitler, London, Delbrck, Pauling, etc., sabemos que
no es as. Las molculas protenicas son capaces de efectuar tareas enor-
memente variadas, pero entre sus atributos no est la omnipotencia.
Dependen de atracciones y repulsiones electromagnticas, de las idas y
venidas de los electrones en la periferia de los tomos, de las peculiarida-
des de los diversos tipos de enlace qumico. Su trabajo se basa en una
ultradelicada constelacin de afinidades electivas. Una modificacin en
la vigsima cifra decimal que mide determinada constante y la molcula
de hemoglobina no sabra captar la molcula de oxigno en el lugar
oportuno ni consentira en abandonarla en el destino adecuado. Y cosas
anlogas habra que decir del citocromo, de las histonas, de la insulina,
de la miosina y de todas las dems. La existencia de cada una de ellas es
un milagro en s, y otro milagro mayor es que sus refinadsimas funcio-
nes no sean estorbadas e impedidas por las miradas de molculas que
comparten el espacio intracelular. Para Dawkins el trabajo de la natura-
leza no va ms all de abrir a oscuras un armario que es como la cueva de
Al Bab: repleto de tesoros a la espera de ser esquilmados impunemen-
te. Y puede que tenga razn respecto a sus riquezas, pero olvida un de-
talle fundamental: tales riquezas no han surgido sin ms ni ms de la
 La metfora del relojero ciego: Virtudes y lmites 33

nada, ni han sido donadas por el azar. La naturaleza, que compone a

ciegas sus relojes, fabrica asimismo las piezas que los hacen marchar.
Tiene acaso una venda delante de los ojos cuando realiza esta parte del
trabajo? La catstrofe que entonces resultara es inimaginable. Aqu
pasa como con el paracadas: el planeamiento de las partes tiene que ser
tanto ms inteligente cuanto ms asequible resulte la tarea de ensam-
blarlo para formar un todo funcional. Si un maestro relojero sumistrara
kits de engranajes, agujas y resortes que cualquiera supiera luego montar
en la penumbra para conseguir mquinas ms precisas que los rolex, no
dira yo que se trata de un relojero ciego; reconocera que se trata de un
relojero superinteligente.

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