Una Defensa de La Rigidez Constitucional 0
Una Defensa de La Rigidez Constitucional 0
Una Defensa de La Rigidez Constitucional 0
Y TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Vctor Ferreres Comella 29
INTRODUCCIN
D
ecimos que una Constitucin es rgida en la medida en
que su modificacin slo es posible a travs de un procedi-
miento ms complejo que el procedimiento legislativo ordi-
nario. Por qu debe ser rgida la Constitucin? La respues-
ta es relativamente sencilla con respecto a aquella parte de
la misma que establece la estructura y relaciones de los diversos rganos del
Estado. En efecto: dada la existencia de una pluralidad de sistemas razona-
bles de gobierno, y dada la necesidad de estabilizar uno de ellos para que la
vida poltica pueda desenvolverse de manera ordenada, es conveniente que
la Constitucin opte por uno de esos sistemas. La rigidez constitucional ase-
gura entonces la estabilidad de la opcin elegida. Es ms importante tener
establecida una determinada estructura de gobierno, que la mayora parla-
mentaria de cada momento no puede alterar, que mantener abierta la posi-
bilidad de discutir y votar constantemente cul es la mejor estructura de go-
bierno con la que dotar al pas 1.
En materia de derechos y libertades, sin embargo, la cosa es distinta.
Aqu parece que el valor de la estabilidad debe ceder ante el imperativo de
alcanzar la decisin justa. En este contexto, la rigidez constitucional puede
parecer excesiva: si las mayoras parlamentarias actuales consideran que de-
terminada decisin adoptada en el pasado en materia de derechos y liberta-
des es errnea, por qu debe obstaculizarse su modificacin? Por otro la-
do, la rigidez constitucional puede parecer insuficiente: si creemos que los
individuos son titulares de ciertos derechos morales que el Estado debe re-
conocer, y es por esta razn por la que los recogemos en la Constitucin,
por qu permitir (respecto de esos derechos) la reforma constitucional?
1
Una versin de este argumento puede encontrarse en Stephen Holmes, Precommitment
and the paradox of democracy, incluido en Jon Elster y Rune Slagstag (editores), Constitu-
tionalism and Democracy (Cambridge: Cambridge University Press, 1988), pg. 195.
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2
La distincin se debe a James Bryce, Flexible and Rigid Constitutions, un ensayo de
1905 recogido en James Bryce, Constitutions (Scientia Verlag Aalen, 1980), pgs. 3-94. Bry-
ce se refera a la Constitucin inglesa como ejemplo de Constitucin flexible. Ahora bien, In-
glaterra no tiene Constitucin en sentido propio: no existe ningn texto legal que lleve ese
nombre (u otro similar) y que tenga reconocido un rango superior a las leyes ordinarias. Pue-
de existir una Constitucin (en sentido propio) que sea flexible? Cabe argumentar que s: una
Constitucin flexible puede mantener su superioridad con respecto a la ley ordinaria en la me-
dida en que se exija, para poder reformar la Constitucin, que la norma aprobada por el pro-
cedimiento legislativo ordinario se presente explcitamente como norma de reforma constitu-
cional. Esta tesis ha sido defendida en Espaa por Ignacio de Otto, Derecho constitucional. Sis-
tema de fuentes (Barcelona: Ariel, 1988), pgs. 62-63.
Se ha discutido si una Constitucin que no establece un procedimiento especial de refor-
ma debe ser considerada rgida o flexible. La tesis dominante es que es flexible. Para Alessan-
dro Pace, en cambio, el silencio de la Constitucin debe ser interpretado en el sentido de que
la Constitucin no puede ser modificada en absoluto (rigidez mxima), o de que slo puede
serlo a travs de un procedimiento anlogo al que se sigui en su da para su aprobacin. En
ningn caso se tratara de una Constitucin flexible. Sobre este debate, vase Alessandro Pace
y Joaqun Varela, La rigidez de las constituciones escritas (Madrid: Centro de Estudios Cons-
titucionales, 1995), Cuadernos y Debates nmero 58.
3
Vid Constitucin de los Estados Unidos (artculo V). Este aspecto de la Constitucin
americana ha sido criticado por Bruce Ackerman, We the People. Transformations (Cambrid-
ge: Harvard University Press, 1998), captulo 13. Segn Ackerman, la exigencia de que tres
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cuartas partes de los Estados ratifiquen la reforma tena sentido cuando la identidad constitu-
cional de los estadounidenses tena una doble dimensin, nacional y estatal. Pero ahora esos
ciudadanos se entienden a s mismos como We the People of the United States. Existe, pues,
un divorcio entre la identidad constitutional moderna y las formas clsicas de reforma (pg.
413). Ackerman propone un nuevo mtodo para reformar la Constitucin: Tras su reeleccin,
el Presidente tendra la autoridad para proponer reformas en nombre del pueblo. Una vez apro-
badas por el Congreso, esas reformas se someteran a votacin en las dos elecciones presiden-
ciales siguientes. En esos referendos, cada votante sera tratado como un ciudadano de la
Unin: su juicio acerca de la cuestin sometida a referndum no contara ms por vivir en
Wyoming que en California (pg. 410). As pues, los Estados no participaran en cuanto tales
en el proceso de reforma, a diferencia de lo que ocurre bajo el rgimen vigente.
4
Vid Constitucin de los Estados Unidos (artculo V), de Austria (artculo 44), de Alema-
nia (artculo 79), de Portugal (artculo 286), de Blgica (artculo 195), de Luxemburgo (art-
culo 114), de los Pases Bajos (artculo 137), de Grecia (artculo 110) y de Espaa (artculos
167 y 168).
5
Vid Constitucin de Dinamarca (artculo 88), de Irlanda (artculo 46) y de Suecia (Cap-
tulo VIII, artculo 15).
6
Vid Constitucin de Francia (artculo 89) y de Italia (artculo 138).
7
Vid Constitucin de Dinamarca (artculo 88), de Irlanda (artculo 46), de Suecia (Cap-
tulo VIII, artculo 15), de Blgica (artculo 195), de Luxemburgo (artculo 114), de los Pases
Bajos (artculo 137) y de Grecia (artculo 110).
8
Vid Constitucin de Austria (artculo 44) y de Espaa (artculos 167 y 168).
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9
Acerca de esta prctica austraca, vase Heinz Schffer, Austria: La relacin entre el
Tribunal Constitucional y el legislador, en Eliseo Aja (editor), Las tensiones entre el Tribunal
Constitucional y el Legislador en la Europa actual (Barcelona: Ariel, 1998), pgs. 40-42.
10
La consecuencia de todo ello es que hasta ahora slo se ha aprobado una reforma del
texto constitucional (la reforma de 27 de agosto de 1992, que modific el artculo 13.2), que
fue necesaria para que Espaa pudiera ratificar vlidamente el Tratado de Maastricht de 1992.
De hecho, el gobierno espaol intent convencer al Tribunal Constitucional de que no era ne-
cesario reformar la Constitucin. Vase la Declaracin del Tribunal de 1 de julio de 1992.
Una defensa de la rigidez constitucional 33
11
sta era la tesis de James Bryce con respecto a la Constitucin inglesa. Vase Fle-
xible and Rigid Constitutions, op. cit., pgs. 19-22.
12
Naturalmente, en este ltimo caso, la rigidez no resulta tan problemtica, pues la Cons-
titucin no impide a la mayora reconocer y garantizar los nuevos derechos a travs de la le-
gislacin ordinaria. Pero si uno de los objetivos de la Constitucin es expresar los valores b-
sicos de la comunidad, la Constitucin es deficiente si no presta apoyo a esos derechos.
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13
A favor de la abstraccin para compensar la rigidez del texto constitucional, vase, por
ejemplo, Benjamin Cardozo, The Nature of the Judicial Process (New Haven: Yale University
Press, 1960), pgs. 83-4; y Konrad Hesse, Escritos de derecho constitucional (Madrid: Centro
de Estudios Constitucionales, 1992), pg. 18. Por su parte, Francisco Toms y Valiente defen-
di como un acierto del constituyente espaol el haber incluido en el artculo 1.1 valores muy
abstractos (los valores superiores del ordenamiento jurdico), a fin de garantizar la resis-
tencia de la Constitucin al paso del tiempo: La resistencia constitucional y los valores,
DOXA nm. 15-16 (1994), pg. 642.
14
En contra, Jed Rubenfeld, Legitimacy and Interpretation, en Larry Alexander (edi-
tor), Constitutionalism: Philosophical Foundations (Cambridge University Press, 1998), pgs.
219-227, quien acepta la evolucin interpretativa en un sentido expansivo, pero no en senti-
do restrictivo. Rubenfeld afirma que aquellos casos que fueron considerados casos paradigm-
ticos de violacin de un derecho en el momento en que se aprob la disposicin constitucio-
nal de que se trate deben seguir siendo considerados as por el intrprete actual, a diferencia
Una defensa de la rigidez constitucional 35
de lo que ocurre con los casos de no violacin de un derecho, respecto de los cuales el in-
trprete no est sujeto a los juicios del pasado. Este autor defiende as lo que podramos llamar
un originalismo asimtrico. A mi juicio, aunque necesitemos casos paradigmticos de viola-
cin de un derecho para anclar el proceso interpretativo, esto no significa que esos casos sean
inmunes a toda reconsideracin ulterior. Como sostiene Ronald Dworkin, Laws Empire (Cam-
bridge: Harvard University Press, 1986), pgs. 72-73, algunos de esos casos paradigmticos
pueden convertirse en casos dudosos.
15
Bruce Ackerman, por ejemplo, defiende el rango supremo de la Constitucin america-
na (segn ha quedado modificada por las reformas posteriores) en razn de la calidad demo-
crtica del proceso de su elaboracin y reforma, que considera superior al de la aprobacin de
una ley ordinaria, pues en momentos de poltica constitucional los ciudadanos participan en
la deliberacin colectiva con mayor intensidad y profundidad que lo que ocurre en tiempos de
poltica normal. Con independencia de lo acertado de este punto de vista, en todo caso Ac-
kerman se ve obligado a recurrir implcitamente a la abstraccin para poder dar respuesta a la
objecin de que no es democrtico que el electorado del pasado (que exclua a los negros y a
las mujeres) vincule al electorado actual. Ackerman dice que esa generacin pasada suminis-
tr un lenguaje y unas instituciones constitucionales a travs de los cuales generaciones poste-
riores de negros y de mujeres han logrado plena ciudadana. We the People. Foundations
(Cambridge: Harvard University Press, 1991), pg. 316. Ahora bien, el lenguaje constitucional
slo tiene esta capacidad inclusiva si expresa conceptos relativamente abstractos. Las concep-
ciones ms especficas de los framers resultaran demasiado racistas y sexistas. Por ello, es co-
herente que Ackerman defienda la abstraccin y rechace las posiciones de originalistas como
Robert Bork. Vase, en este sentido, el artculo de Ackerman titulado Robert Borks Grand
Inquisition, 99 The Yale Law Journal 1419 (1990).
16
En este sentido, me parece iluminadora la teora de Jed Rubenfeld de la democracia
constitucional como demografa (demo-graphy), expuesta en Legitimacy and Interpreta-
tion, op. cit. Sostiene este autor que al redactar un texto (la Constitucin), el pueblo se com-
promete a respetar ciertos principios a lo largo del tiempo. La democracia es, ante todo, la ca-
pacidad de escribir un texto. Sin embargo, me parece exagerado concluir, como hace Ruben-
feld, que somos los miembros del mismo pueblo que se dio a s mismo la Constitucin (pg.
215). Me parece mejor decir que las diversas generaciones se gobiernan bajo unos mismos
principios, reflejados en un texto que comparten. Si la generacin actual no compartiera esos
principios, la legitimidad de la tabla de derechos de la Constitucin no podra salvarse dicien-
do que las diversas generaciones forman un solo pueblo y que es ese pueblo el que se dio a s
mismo la Constitucin.
36 Vctor Ferreres Comella
ciso que la exigencia de que las leyes sean justas (o razonables). Cuan-
do la generacin actual suscribe la tabla de derechos legada por la genera-
cin del pasado se adhiere a unos principios ms especficos que el de jus-
ticia (o razonabilidad). Ello es posible porque las generaciones que se su-
ceden a lo largo de una historia democrtica (no, claro es, cuando una ge-
neracin rompe con un pasado autoritario) no son totalmente extraas entre
s. Cada generacin no erige sus valores polticos partiendo de cero, sino
que ingresa en un espacio que ya est ocupado por valores. Se le educa
en ellos. Si esta educacin est basada en la libertad, la nueva generacin
puede estar en desacuerdo con las anteriores en cuanto al modo de inter-
pretar y aplicar esos valores. Pero existe todava un conjunto de contenidos
que la generacin actual comparte con las pasadas, y que no son triviales.17
17
Barry Friedman y Scott Smith, The Sedimentary Constitution, 147 University of
Pennsylvania Law Review, 1 (1998), destacan adecuadamente hasta qu punto la historia pa-
sada es inmanente a la generacin actual.
18
Acerca del papel de las restricciones constitucionales para facilitar la superacin de pro-
blemas de debilidad de la voluntad y de limitaciones cognitivas, vase Jon Elster, Ulysses Un-
bound (Cambridge: Cambridge University Press, 2000), pgs. 88-174.
Una defensa de la rigidez constitucional 37
das las personas una vida mnimamente digna. Al hacer visibles estos ele-
mentos bsicos de la dignidad, empuja a los representantes a preguntarse si
las leyes que proponen estn realmente en consonancia con ellos. La Cons-
titucin trata de reforzar una cultura pblica en la que los derechos gene-
ralmente aceptados como fundamentales son tomados en serio en la delibe-
racin colectiva.19
En este contexto, el juez constitucional puede desempear un papel re-
levante, en un doble sentido:
a) En primer lugar, el proceso de control judicial de la ley ejemplifica
de manera especialmente refinada la prctica de argumentar en favor y en
contra de las decisiones polticas a partir de razones derivadas de la Consti-
tucin. La mayora que ha aprobado una ley que afecta a un derecho funda-
mental es llevada ante un juez para que ofrezca razones a favor de la misma
y d respuesta a las contra-razones que el impugnante aduce. Al ejercer el
control de constitucionalidad, el juez llama la atencin de los ciudadanos y
de sus representantes sobre las cuestiones suscitadas, sobre los argumentos
y contra-argumentos aducidos, y sobre las razones que el juez ha conside-
rado relevantes y suficientes para justificar su decisin. Puede as emerger
una opinin pblica ms informada y sensible a las cuestiones relativas a
derechos. Como dice Dworkin, el control judicial fuerza a que el debate
poltico incluya argumentos sobre principios, no slo cuando un caso llega
al Tribunal, sino tambin mucho antes y mucho despus.20
b) En segundo lugar, el juez puede enriquecer el debate con nuevas vo-
ces que no pudieron hacerse or en el proceso legislativo. Aunque la demo-
cracia representativa hace posible que distintas perspectivas sociales e ideas
polticas se encuentren en una asamblea, tiene ciertas limitaciones desde un
punto de vista deliberativo. La asamblea representativa es demasiado pe-
quea para asegurar la presencia de todas las voces. El sistema representa-
tivo tiene una tendencia estructural a simplificar. Adems, el acceso al pro-
ceso legislativo es costoso, y los recursos que son necesarios para acceder a
l no estn distribuidos de manera equitativa. Existe en consecuencia un
riesgo de parcialidad en contra de los grupos que se encuentran ms margi-
nados en la sociedad. En la medida en que esas voces y esos grupos pueden
tener un ms fcil acceso al proceso judicial, el juez decide sobre la base de
19
As, el artculo 124 (el ltimo) de la Constitucin francesa de 1793 estableca que la De-
claracin de derechos y la Constitucin seran grabadas en tablas en la asamblea legislativa y
en las plazas pblicas de la nacin. La idea era que la Declaracin presidiera las deliberacio-
nes de los ciudadanos y sus representantes.
20
Ronald Dworkin, A Matter of Principle (Cambridge: Harvard University Press, 1985),
pg. 70.
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21
Por esta razn, puede decirse (simplificando mucho) que un sistema de justicia consti-
tucional como el americano, que reconoce a todos los jueces la facultad de controlar la ley en
el contexto de casos concretos protagonizados por individuos y grupos, es superior en este as-
pecto a un sistema como el europeo en su versin original, que entrega esa facultad a un Tri-
bunal Constitucional que decide en abstracto, y al que los individuos y grupos no tienen acce-
so, o tienen un acceso muy dificultado (pues el crculo de legitimados para poner en tela de jui-
cio la ley queda circunscrito, bsicamente, a un conjunto de instituciones pblicas).
22
Una defensa del control judicial basada en la superioridad de la posicin institucional
del juez para hacerse eco de quejas que el proceso poltico puede preferir ignorar, y para es-
cuchar un amplio conjunto de argumentos de diversos sujetos, puede encontrarse en Owen Fiss
(The Supreme Court 1978 Term. Foreword: The Forms of Justice, 93 Harvard Law Review,
1 (1979), pg. 13.
23
De doce aos en Alemania y de nueve en Italia, Francia, Espaa y Portugal. En Austria,
en cambio, los jueces del Tribunal Constitucional ocupan su cargo hasta que alcanzan la edad
de 70 aos. (Un lmite de edad de 68 aos existe tambin en Alemania). Sobre ello, Domini-
que Rousseau, La justice constitutionnelle en Europe (Paris: Montchrestien, E.J.A, 1998),
pgs. 57-9.
24
En Estados Unidos, Michael Perry, por ejemplo, en su libro The Constitution in the
Courts - Law or Politics (New York: Oxford University Press, 1994), pg. 197, ha sugerido la
Una defensa de la rigidez constitucional 39
conveniencia de que los jueces de la Corte Suprema sean nombrados por un nmero limitado
de aos, a fin de lograr que el control judicial de la ley sea ms sensible a la voluntad de We
the people.
25
Una de las razones que pueden darse para justificar el carcter secreto de los votos de
los jueces del Tribunal Constitucional y la prohibicin de que se publiquen opiniones disiden-
tes es, precisamente, la necesidad de salvaguardar la independencia del juez constitucional en
el contexto de un sistema que otorga a ste un mandato limitado en el tiempo. En este sentido,
Mary Volcansek, Constitutional Politics in Italy. The Constitutional Court (New York: St. Mar-
tins Press, Inc., 2000), pgs. 8, 24. En Europa, los votos particulares de los magistrados del
Tribunal Constitucional se publican en Alemania, Espaa y Portugal, pero no en Francia, Aus-
tria e Italia.
40 Vctor Ferreres Comella
26
En Francia, dos reformas relativamente recientes se han aprobado para neutralizar de-
cisiones del Consejo Constitucional que haban invalidado leyes ordinarias: la reforma de 25
de noviembre de 1993 (en materia de asilo), que responde a la sentencia de 12-13 de agosto de
1993, y la reforma de 8 de julio de 1999 (sobre cuotas femeninas en las elecciones), que res-
ponde a la sentencia de 14 de enero de 1999 (as como a la de 18 de noviembre de 1982).
En Irlanda, la decimosptima enmienda, de 17 de septiembre de 1997, se adopt como
reaccin a la sentencia de la Corte Suprema en el caso Attorney General v. Hamilton (1993),
que haba sostenido que las deliberaciones del gobierno estaban absolutamente protegidas por
el secreto. La reforma (aprobada por referndum el 30 de octubre de 1997) modific el artcu-
lo 28, e introdujo dos excepciones a este principio de reserva.
En los Estados Unidos, cuatro enmiendas constitucionales tuvieron por finalidad contra-
rrestar la jurisprudencia de la Corte Suprema: la decimoprimera enmienda responde a la sen-
tencia Chisolm v. Georgia (1793), la decimocuarta a Dred Scott v. Sandford (1856), la deci-
mosexta a Pollock v. Farmers Loan and Trust Co. (1895), y la vigsimosexta a Oregon v. Mit-
chell (1970). Ms recientemente, se propuso una enmienda (que no prosper) para contrarres-
tar el precedente United States v. Eichman, 110 S.Ct.2404 (1990), una decisin por la que la
Corte protegi la quema de la bandera nacional como ejercicio de la libertad de expresin.
Una defensa de la rigidez constitucional 41
27
En el mismo sentido, Nicol Zanon, La Corte, il legislatore ordinario e quello di revi-
sione, ovvero del diritto all ultima parola al cospetto delle decisioni dincostituzionalit, en
Giurisprudenza Costituzionale, 1998, nmero 6, pgs. 3179-83.
28
Alexis de Tocqueville, La Democracia en Amrica, Vol. 1 (Madrid: Alianza Editorial,
1993): Si en Francia los tribunales pudiesen desobedecer las leyes, fundndose en que las
consideran inconstitucionales, el poder constituyente se hallara realmente en sus manos, ya
que ellos seran los nicos que gozaran del derecho de interpretar una Constitucin cuyos tr-
minos nadie puede cambiar. Vendran a desplazar a la nacin y dominaran a la sociedad al me-
nos tanto como la debilidad inherente al poder judicial les permitiese. En cambio, en Am-
rica, donde la nacin siempre puede, modificando su Constitucin, reducir a los magistrados a
la obediencia, no hay que temer semejante peligro (pgs. 94-95).
29
Esta respuesta es posible aunque la Constitucin, en lugar de enumerar los derechos,
remita a un conjunto de principios no escritos. El Prembulo de la Constitucin francesa de
1958, por ejemplo, remite (a travs del Prembulo de la de 1946) a los principios fundamen-
tales reconocidos por las leyes de la Repblica, que son principios no escritos (pues aunque
deben encontrar reflejo en leyes escritas del pasado, no se hallan formulados de manera can-
nica en ningn texto). El Consejo Constitucional puede invalidar una ley por contradecir tales
principios. Ahora bien, aunque se trate de principios no escritos, los rganos polticos pueden
responder al Consejo: pueden reformar la Constitucin y explicitar en ella una interpreta-
cin de los principios que difiere de la establecida por el Consejo. Lo importante es que exis-
ta un texto en el que los rganos polticos puedan escribir su discrepancia.
30
Vid la Constitucin de Italia (artculo 139), de Francia (artculo 89), de Alemania (art-
culo 79.3), de Grecia (artculo 110) y de Portugal (artculo 288).
42 Vctor Ferreres Comella
31
La Constitucin espaola, por ejemplo, no contiene clusula alguna de intangibilidad.
Sin embargo, algunos autores consideran que ciertos principios son irreformables, como los
que garantizan los derechos fundamentales (o, al menos, un ncleo de ellos). Sobre esta cues-
tin, Pedro de Vega, La reforma constitucional y la problemtica del poder constituyente (Ma-
drid: Tecnos, 1985), pgs. 151-160, 219-303; Javier Jimnez Campo, Algunos problemas de
interpretacin en torno al ttulo X de la Constitucin, Revista del Departamento de Derecho
Poltico (UNED), nm. 7, 1980, pgs. 95-100. Por otra parte, en la prctica los contenidos afec-
tados por el procedimiento especial previsto en el artculo 168 son de muy difcil reforma. La
voluntad constituyente parece haber sido la de hacerlos inmutables de facto, segn explica Ja-
vier Prez Royo, La reforma de la Constitucin (Madrid: Congreso de los Diputados, 1987),
pgs. 156-7, 190, 202.
En los Estados Unidos la doctrina dominante es que no existen lmites implcitos a la re-
forma. En el pasado, sin embargo, hubo voces favorables. Vanse las referencias recogidas en
John Vile, The Case Against Implicit Limits on the Constitutional Amending Process, in-
cluido en la coleccin de ensayos editados por Sanford Levinson, Responding to Imperfection,
op. cit., pgs. 191-6. Una tesis similar ha sido defendida en la actualidad por Walter Murphy,
Merlins Memory: The Past and Future Imperfect of the Once and Future Polity, tambin en
Levinson, ibid.; y Jeff Rosen, Was the Flag Burning Amendment Unconstitutional?, 100 Ya-
le Law Journal, 1073 (1990).
Una defensa de la rigidez constitucional 43
32
Este sistema ha sido introducido por la Human Rights Act de 1998. Un comentario so-
bre esta ley puede encontrarse en K.D. Ewing, The Human Rights Act and Parliamentary
Democracy, 62 The Modern Law Review, 79 (1999).
33
Vid el artculo 33 de la Charter of Rights and Freedoms de 1982. Algunos derechos no
pueden ser neutralizados de este modo: los derechos lingsticos, la libertad de movimiento y
los derechos polticos. La declaracin que protege a la ley (la clusula non obstante) produce
efectos durante un plazo mximo de cinco aos, plazo que puede ser prorrogado a travs de
sucesivas declaraciones.
34
Como ha sealado Pedro Cruz Villaln, Constitucin y Tiempo: primera dcada, 15
Revista de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, 335 (1989), pg. 361, el
Tribunal Constitucional sabe que no tiene nada que temer del poder de reforma, lo que le co-
loca en una posicin ms difcil.
35
Algunos autores consideran que la aprobacin de la nueva ley supone un ilcito. As, Ja-
vier Jimnez Campo, Consideraciones sobre el control de constitucionalidad de la ley en el
44 Vctor Ferreres Comella
los sistemas de control abstracto, en cambio, las cosas son distintas. Aqu,
cuando el Tribunal Constitucional invalida una ley, la expulsa del sistema
jurdico de manera irreversible.
As pues, en un sistema donde el poder legislativo est concentrado en
un nico Parlamento y donde el control de constitucionalidad es de tipo abs-
tracto, resulta ms difcil desencadenar una cambio jurisprudencial favora-
ble al legislador, como no sea a travs de la aprobacin parlamentaria de
una nueva ley. Podramos decir que, en un sistema de esta naturaleza, si el
control de constitucionalidad se concentra en el Tribunal Constitucional, la
desobediencia necesaria se concentra en el Parlamento.
Ahora bien, hay que sealar que all donde el control de constituciona-
lidad es concreto, se suele acudir a la doctrina del precedente para intro-
ducir cierto orden en el sistema. Pero una versin relativamente fuerte de es-
ta doctrina, como la que opera en los pases del common law, puede difi-
cultar los cambios jurisprudenciales. As, en los Estados Unidos, una sen-
tencia de la Corte Suprema que declare que una ley es contraria a la Cons-
titucin tiene un efecto de bloqueo general: este efecto se extiende, no slo
a esa ley, sino a cualquier otra que sea similar (con independencia de que se
haya aprobado en el pasado o se apruebe en el futuro). Adems, aunque la
Corte puede revocar sus precedentes, les otorga cierto peso intrnseco, ms
all de su correccin sustantiva, lo que sobreprotege a las interpretaciones
pasadas frente a su correcin futura.38
La situacin es distinta en los pases europeos que pertenecen a la tradi-
cin del civil law y que han establecido Tribunales Constitucionales. En pri-
mer lugar, los efectos de una decisin invalidatoria del Tribunal se limitan
normalmente a la ley enjuiciada. La ley es expulsada, s, pero slo esa ley
V. CONCLUSIN
Es excesiva la rigidez constitucional? Lo sera, ciertamente, si la Cons-
titucin expresara los derechos y libertades en trminos tan taxativos que,
con el transcurso del tiempo, se creara un divorcio entre su contenido y el
consenso mayoritario existente en la sociedad. Pero si la Constitucin recu-
rre a la abstraccin, este riesgo se reduce drsticamente.
Lo que realmente constrie a la mayora son las decisiones adoptadas
por los jueces constitucionales al interpretar esos derechos abstractos, deci-
siones que son difciles de contrarrestar desde el momento en que la Cons-
titucin es rgida. La justificacin de la rigidez reside en la necesidad de
39
As, en Espaa el Tribunal Constitucional ha dicho que los Jueces ordinarios no pueden
inaplicar por s mismos una ley, sino que habrn de elevar una cuestin al Tribunal Constitu-
cional, por ms que lo en ella dispuesto se corresponda, a juicio de los Jueces ordinarios, con
el contenido de otro precepto legal sometido en su da a control de constitucionalidad y decla-
rado entonces contrario a la Norma fundamental (STC 23/1988, Fundamento Jurdico 2).
40
BVerfGE 77, 84 (104). Vase la referencia en Robert Alexy y Ralf Dreier, Precedent
in the Federal Republic of Germany, en Neil MacCormick y Robert Summers, Interpreting
Precedents. A Comparative Study (Ashgate, Dartmouth, 1997), pgs. 26-27.
Una defensa de la rigidez constitucional 47