Juan Soldado
Juan Soldado
Juan Soldado
Contexto
En febrero de 1938, una nia de ocho aos de edad fue violada y asesinada en
Tijuana, Mxico. Un soldado, que apenas contaba 24 aos de edad, se confes
autor del crimen y, tras un juicio sumario, fue ejecutado. Poco despus, grupos
de curiosos dieron en comentar ciertas seales la presencia de lo divino en la
tumba del soldado. De este modo, dio inicio el culto al soldado muerto; ocurran
milagros y los fieles erigieron un altar junto a la tumba. El culto contina hasta la
fecha. Cientos de personas visitan el altar en memoria de Juan Soldado, en busca
de favores; la capillita se encuentra cubierta de exvotos en los que se da gracias por
los milagros recibidos. En este trabajo se examina cmo un violador-asesino confeso
termin por ser objeto de culto como si se tratase de un santo1.
El crimen
1. Este ensayo contiene un resumen del nuevo libro del autor, titulado Juan Soldado: Rapist,
Murderer, Martyr, Saint. Durham: Duke University Press, 2004.
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en direccin a su casa, que se hallaba apenas a una cuadra de distancia. Pero Olga
haba desaparecido sin dejar rastro.
Feliza pens que tal vez la nia se haba demorado en casa de alguna amiga
pero, despus de verificar que no era as, estaba como al principio. La segunda hip-
tesis era si la poda haber atropellado un coche y haba sido trasladada a algn hos-
pital, pero los doctores entrevistados slo confirmaron que ningn paciente con las
caractersticas de la nia haba recibido atencin. Por la mente de la madre empe-
zaron a circular especulaciones a cada cual peor. En aos recientes, San Diego y su
rea circunvecina, justo al norte de la frontera con Estados Unidos, haba pasado
por una ola de secuestros y asesinatos de nios, varios de ellos todava sin resolver.
Por si fuera poco, el caso Lindberg todava estaba vivo en el recuerdo de la gente.
Para entonces los temores de la madre se haban convertido en verdadero pnico.
Telefone a su esposo, que tena una cantina, y durante una hora los dos buscaron
por todo el barrio. Por fin, llamaron a la polica. Toda la noche y hasta bien entrado
el da siguiente, polica, soldados de la zona militar local y amigos de la familia bus-
caron infructuosamente a Olga. A eso del medioda un vecino entr en un garaje
abandonado, justo enfrente de la residencia de los Camacho, y grit: Aqu est!
Aqu est! Ah las autoridades hallaron a la nia, muerta, prcticamente haba
sido decapitada, y comenz la bsqueda de pruebas. Se descubri pelo debajo de las
uas de la vctima, lo que pareca indicar que haba puesto resistencia. Su ropa y el
lugar donde se hallaba estaban empapados en sangre, pero era la sangre de la nia
o la de su atacante? Se observ una huella muy clara de una bota con un dibujo en
forma de diamante, al lado del cuerpo sin vida, y en el techo de una edificacin
cercana estaba el paquete de carne que la nia haba comprado. La envoltura tena
una huella dactilar ensangrentada muy ntida.
El general Manuel Contreras, comandante de la zona militar, asumi el
control de la investigacin. Por la tarde temprano se tenan bajo custodia a cinco
jvenes dos soldados y tres civiles en la delegacin de polica listos para ser inte-
rrogados. Los tres civiles haban pasado la noche en un establo cercano a la escena
del crimen y convencieron a las autoridades de que ah se haban guarecido del fro
nocturno; fueron puestos en libertad. Tambin qued libre uno de los soldados
cuya progenitora jur que estaba con ella a la hora en que haban ocurrido los
hechos. Todo esto dej a un solo sospechoso, Juan Castillo Morales, un soldado
oaxaqueo de 24 aos de edad. Las autoridades interrogaron a Castillo Morales sin
darle tregua. ste confes que haba andado merodeando por los alrededores de la
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tienda y por el antiguo cuartel militar llamado El Fuerte, que recientemente haba
sido convertido en delegacin de polica. Afirm que haba visto a la vctima pero
que no le haba dirigido la palabra y sostuvo inequvocamente su inocencia.
Mientras tanto, cientos de ciudadanos se fueron juntando delante de El
Fuerte, exigiendo que les entregaran al soldado para hacerse justicia por sus propias
manos. Queran lincharlo ahorcndolo en el rbol ms prximo. A medida que
iban pasando las horas del interrogatorio, la multitud se fue tornando ms violenta.
Arrojaban a El Fuerte cualquier objeto que estuviera a su alcance, piedras, latas,
frascos. En un momento dado, alguien arroj una bomba incendiaria al edificio. Se
extendi el fuego por los marcos de madera de las ventanas, los paneles interiores,
las vigas y el mobiliario. Miembros de la turba emplearon unos bancos de madera
como arietes parar abrirse paso. Los soldados que se hallaban en el interior apunta-
ron sus armas pero no abrieron fuego. Los bomberos luchaban por apagar las llamas
al mismo tiempo que la multitud enfurecida cortaba las mangueras a machetazos.
Sobrevinieron momentos de ansiedad, pues en la ciudad reinaba la anarqua. El
general Contreras pidi calma y les prometi que pronto estara en posicin de
resolver el caso. Pero no les entregara al soldado.
Dentro de la comandancia continuaba el interrogatorio. Juan Castillo Mora-
les segua negando que tuviera algo que ver en la muerte de la nia. Finalmente,
antes de las 10:00 p.m., las autoridades le mostraron el as que tenan bajo la manga:
carearon al soldado con su compaera sentimental, que llevaba en sus manos la ropa
ensangrentada del sospechoso. sta confirm que, la noche anterior, Juan haba regre-
sado tarde a su casa, le haba contado de un pleito con alguien y ordenado que lavara
sus prendas. La ropa estaba en remojo cuando lleg la polica a revisar la humilde
vivienda. Al ver a su esposa y la ropa, Juan se quebr. Inclin la cabeza un momento,
luego la levant y confes: S, fui yo, fui yo. Contreras le comunic a la multitud
que esperaba afuera que las autoridades ya tenan la confesin del crimen, declara-
cin que intensific an ms la rabia de la multitud que apenas era mantenida a raya
por un cordn de soldados y policas con las armas desenvainadas. Exigan venganza
inmediata. Los militares sacaron rpidamente a Juan Castillo Morales por la puerta
trasera de El Fuerte y lo trasladaron a la seguridad relativa del nuevo cuartel del Ejr-
cito que se hallaba a un par de kilmetros, al sur de la ciudad.
La gente mantuvo la presin sobre El Fuerte toda la noche y, por la maana,
se desplaz al ayuntamiento, que saque y quem antes de que los soldados pudieran
restablecer el orden. Durante una hora las dos fuerzas se observaron e intercambiaron
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unas cuantas oraciones por el alma de los muertos. As ha sido siempre y as fue
este ao. Pero esta vez, algo ocurri que es, por as decirlo, extraordinario.
Pareca como si la mitad de la gente que visitaba el cementerio se detuviera
a orar ante la tumba de Juan [Castillo] Morales, [que] por si no recuerdan, era el
soldado ejecutado en febrero pasado por el asesinato de la pequea Olga Camacho.
Fue ejecutado mientras trataba de escapar y fue enterrado en el lugar en que cay
muerto. El crimen por el que muri fue el ms brutal, el ms horrible, que haya
ocurrido jams en Tijuana. En realidad estaba a la altura de las hazaas ms srdidas
que tuvieron lugar en Estados Unidos desde principios de siglo. Aunque su proceso
no respet ciertas formas, no hay duda de que [Castillo] Morales era culpable. Todas
las pruebas estaban en contra de l, y, por si fuera poco, se confes autor del crimen.
En vista de esto apenas se puede creer que tanta gente ore ante su tumba el
Da de Muertos. Pero la causa, hasta donde pudimos indagar, es que mucha gente
cree que [Castillo] Morales se ha convertido en un ngel. Si bien algunos aducen
que sus plegarias obedecen a que el soldado tiene ms necesidad de ellas para salir
del purgatorio que los de otras personas enterradas ah, otros creen firmemente
que [Castillo] Morales era inocente. Algunos incluso se aventuran a afirmar que
cuando se arrodillaron ante su tumba pudieron or al soldado muerto hablando.
Estos sostienen que otro cometi el crimen, y que [Castillo] Morales, en un acto
cristiano, opt por asumir la culpa2.
Nacimiento de un culto
2. La cita est tomada del San Isidro Border Press, 11-IX-1938, p. 1. Esta seccin, El crimen,
se ha reconstruido sobre la base de los reportajes periodsticos de los acontecimientos ocu-
rridos entre el 14 y el 17 de febrero de 1938. Los peridicos consultados incluyen La
poca (Tijuana); Exclsior (ciudad de Mxico); Los Angeles Examiner, Los Angeles Times y
La Opinin (Los ngeles); San Diego Evening Tribune, San Diego Sun y San Diego Union
(San Diego); San Francisco Chronicle (San Francisco); St. Louis Post Dispatch (San Luis
Misuri); El Universal y El Universal Grfico (ciudad de Mxico). Entrevistas con parti-
cipantes en el hecho como Feliza Camacho, madre de Olga, y Jos Camareo Iguez,
secretario del ayuntamiento de Tijuana, proporcionaron detalles adicionales. Las entre-
vistas se llevaron a cabo en sus respectivos hogares, en Tijuana, en el ao 2000. Estoy
sumamente agradecido a Feliza Camacho y a Jos Camareo por su amistosa disposicin
a recordar esos das trgicos.
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son como los huevos revueltos. No obstante, con el fin de comprender y aquilatar
los orgenes, la existencia y el poder del culto a Juan Soldado, conviene mostrar
las piezas de esta nueva prctica religiosa primero, las circunstancias y, luego, las
creencias antes de poderlas armar en un edificio de fe y necesidad pragmtica que
se combinan para servir las necesidades de tantos creyentes en Tijuana y mucho ms
all, a ambos lados de la frontera, hasta el da de hoy.
LAS CONSECUENCIAS
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3. David Piera Ramrez y Jess Ortiz Figueroa, Historia de Tijuana, 1889-1989. Tijuana,
Edicin conmemorativa del centenario de su fundacin, 1989, 2 vols., vol. I, pp. 129-
134; Vincent Z. C. De Baca, Moral Renovation of the Californias: Tijuanas Political
and Economic Role in American-Mexican Relations, 1920-1935, PhD Thesis Diss.,
University of California, San Diego, 1991, p. 137. Tambin se detallan ese impacto y
sus secuelas en el legajo 7.50 del Fondo Abelardo Rodrguez. Universidad Autnoma
de Baja California, Instituto de Estudios Histricos, Expediente Tourist Guide, 1933.
U.S. Consul Reports from Mexicali and Ensenada, 1931-1936, U.S. National Archives,
Record Group 59.
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* * *
En 1935 un desastre se ceb sobre Tijuana. Lzaro Crdenas haba sido elegido pre-
sidente el ao anterior y su administracin lanz un programa radical de reforma
agraria, educativa y laboral. Anunci asimismo uno de esas campaas de moraliza-
cin a las que tan apegadas son las administraciones mexicanas y cerr los casinos del
pas. Desde 1915 Tijuana dependa de los llamados impuestos al vicio impuestos
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sobre casinos, cabarets, burdeles, hipdromos, drogas duras para sostener su econo-
ma y financiar las obras pblicas, como las escuelas y las carreteras. Cuando Crde-
nas cerr los casinos, sobre todo el suntuoso y conocido Agua Caliente, en las afueras
de la ciudad, cancel su principal fuente de empleo y dej a ms de 500 personas sin
un puesto de trabajo bien remunerado. Comenzaron de inmediato las protestas de
los sindicatos que representaban a estos trabajadores. El gobierno, presionado, titu-
be. En los dos aos siguientes corrieron rumores acerca de una reapertura que daba
esperanzas que nunca se materializaron. Los sindicatos trataron de manejar el hotel
y otras actividades no relacionadas con el juego en Agua Caliente el bar, el spa, la
tienda de regalos, el saln de baile y los comedores, pero no lograban sacar benefi-
cios. El juego es el generador de dinero en este tipo de lugares de esparcimiento. El
resto es una suerte de pretexto. Los turistas queran jugar y apostar en Agua Caliente,
y, al no poder hacerlo, simplemente no viajaron hasta Tijuana.
A partir de la organizacin de los taxistas, en 1920, la sindicalizacin de
los trabajadores de Tijuana fue poderosa y militante. Los numerosos sindicatos
comerciales se agrupaban en la Confederacin General de Trabajadores Mexicanos
(CROM), la poderosa organizacin nacional que apoy a la administracin federal
desde los aos 1920 hasta el ascenso de Crdenas. Resuelto a romper con sus prede-
cesores, el nuevo rgimen apoy a la ascendente y radical Confederacin de Traba-
jadores de Mxico (CTM), y las confederaciones rivales se enzarzaron en una fuerte
y a menudo sangrienta competencia en todo el pas. En Tijuana la CROM mantuvo
una posicin de dominio y, por tanto, anti-cardenista. De hecho, los tijuanenses en
general se mostraban muy escpticos sobre este presidente y sus polticas.
La situacin estaba a punto de salirse de control. Los trabajadores de la
CROM, que haban sido despedidos tras un intento infructuoso de reabrir Agua
Caliente, exigieron indemnizacin. La Junta Local de Conciliacin y Arbitraje
resolvi en contra de ellos. El 9 de febrero cinco das antes de la muerte de Olga
Camacho y los disturbios subsiguientes la CROM ocup el palacio municipal.
Familiares de los trabajadores, as como mujeres y nios, instalaron un campa-
mento en una esquina del patio, su presencia era ms evidente por las banderas roji-
negras del sindicato que sealaban desafo5. Estos manifestantes seguan plantados
5. En sus ediciones del 3 al 6 de enero de 1938, el San Diego Sun narra con gran detalle y
colorido estos sucesos.
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La creencia
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6. Existen numerosos reportes periodsticos sobre Jess Malverde. Entre los ms recientes
e informativos estn los de Daniel Sada, Cada piedra es un deseo, Letras Libres, 15 de
marzo de 2000, pp. 32-37; La Jornada, 10 y 11 de agosto de 2000; y Sam Quiones, True
Tales from Another Mexico: The Lynch Mob, The Popsicle Kings, Chalino, and the Bronx,
Albuquerque, 2001, pp. 225-232.
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historia ms conocida, un joven pen de rancho llamado Juan Olivas, que trabajaba
como vaquero en las afueras de Tucson o en el norte de Mxico, se enamor de su
madrastra, la esposa de su padre, y ella de l. Iniciaron una relacin y un buen da el
padre los pill mientras hacan el amor. En el momento en que el joven trataba de
escapar, el padre lo mat a machetazos y lo enterr en el lugar en que haba cado
muerto. Los catlicos mexicanos y los mexicano-americanos estimaron que el entierro
de El Tiradito era impo. Sus restos permanecan en tierra no consagrada; por tanto, su
alma sufrira por siempre en el purgatorio y le sera negada su gloria en la vida eterna.
Vecinos piadosos colocaron velas en la tumba, que segn la tradicin se ubica en el
barrio histrico de Tucson, y en sus plegarias encomendaban a Dios el alma del peca-
dor asesinado. El culto pronto atrajo peticiones personales y recompensas milagrosas.
Ahora existe una capillita dedicada al alma de un pecador enterrado en tierra no con-
sagrada7. El tipo de muerte y el lugar de entierro conllevan un profundo significado
religioso para numerosos creyentes, para quienes las nociones ms seculares de justicia
y juego limpio se hallan asimismo inextricablemente ligadas.
Sabemos qu vieron los presentes en la ejecucin de Juan Castillo Morales. La
ceremonia pblica ritualista, la abominada y temida Ley Fuga en accin, el soldado
ensangrentado que cay tres veces por tierra camino a la muerte, el tiro de gracia que
dej un agujero en el suelo debajo de su cabeza. Sabemos qu vieron, la pregunta pen-
diente es: qu sintieron? Cmo se sentira uno? Asociaron este calvario a la pasin
de Cristo? Independientemente de la inocencia o culpabilidad del soldado, no le ten-
dran lstima, no tendran un cierto sentido de injusticia en la manera de ejecutarlo?
Sin duda algunos de los judos que presenciaron los azotes de Cristo en la va Dolo-
rosa sintieron simpata por la vctima. Los sentimientos pueden inaugurar cultos. Los
testigos de la ejecucin de Juan Soldado saban que quienes mueren injustamente son
los que se sientan ms cerca de Dios. Ciertos significados que extrajeron de la escena
contribuyeron a justificar su canonizacin de Juan Soldado.
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elevada en vida eran enterrados a menudo con gran pompa en cementerios privados,
el convicto arrepentido no reclamado por amigos o familiares poda terminar en el
cementerio detrs de la Iglesia de los Degollados. En vida, estos individuos venerados
podan haber sido brutales, pero antes de su ejecucin pedan perdn a sus vctimas
y a Dios, y renunciaban a cualquier tipo de violencia. Los espectadores recordaban o
adoptaban la sentencia bblica: Habr ms alegra en el cielo por un pecador arrepen-
tido que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse (Lucas 15:7). De
ah que los vivos vieran las nimas de los convictos arrepentidos como cercanos a Dios
y protectores contra los ladrones y otros peligros8.
Quin sabe si Juan Castillo Morales se arrepinti o no a la hora de su
muerte? Slo Dios sabe. Hoy en da pocos seguidores mencionan el arrepentimiento
como la razn de su devocin. Quienes lo hacen, ruegan a Juan como a un nima del
purgatorio, un espritu errante en busca de una va para alcanzar el cielo. Si cometi
el crimen y un puado de sus devotos insisten en que s lo hizo, nadie necesita
ms de las plegarias de sus devotos que Juan Soldado, y nadie estara ms agradecido
por las plegarias recibidas, o ms dispuesto a pedir al Seor favores en nombre de sus
benefactores. Al preguntarles cmo saben que Juan se arrepinti, responden sencilla-
mente Cmo sabes que no lo hizo?" Aun si abierta y claramente no pidi perdn
a la hora de la ejecucin, observan que el nima del soldado al igual que esta clase
de espritus rond por el lugar donde est enterrado tres o cuatro das despus de su
muerte, y el arrepentimiento debe haber ocurrido en ese periodo.
Los santos aportan una liga entre el cielo y la tierra. Son venerados no
porque sean diferentes de nosotros, sino porque son como nosotros. Son compasi-
vos, divertidos, ruidosos, olvidadizos, a veces flojos, capaces de venganza, amistosos,
misteriosos, imperfectos e impredecibles. Dios es glorioso, pero remoto, mientras
que los santos son como miembros de la familia. Un santo podra ser un vecino, un
maestro, un pelafustn, un vago. En el fondo, los santos son humanos. La idea de
que el Todopoderoso es omnipresente e intervencionista forma el meollo del pensa-
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miento cristiano, pero los milagros instigados por los santos muestran este punto de
manera concreta y fehaciente.
Algunos siguen pensando en los santos como personas virtuosas en
extremo, idea que sigue reflejando la posicin oficial de la Iglesia, pero en nuestro
tiempo las debilidades humanas se consideran comprensibles y se reconocen las
buenas acciones a pesar de las limitaciones personales. No existe una topologa que
abarque a todos los santos. Al contrario, los santos tienden a reflejar las polticas, las
realidades sociales y las aspiraciones religiosas trascendentes en que se desarrolla-
ron y se volvieron sujetos de admiracin. Los fieles esperan que sus santos del otro
mundo respondan a las necesidades de los tiempos actuales.
Las bases de la devocin a Juan Soldado se sentaron sobre una combina-
cin compleja de circunstancias y creencias que reflejan a Tijuana y su pueblo en
1938. Lo horrendo de la ejecucin pblica a la que se conden al soldado confeso
de violacin y asesinato, en medio de un entorno plagado de agitacin social gene-
rada por las polticas nacionales y fruto de la depresin econmica, y el acento
puesto en el crecimiento y el cambio, impuls a la gente a matizar sus percepciones
de los acontecimientos calamitosos que afloraban por doquier. Pona en tela de
juicio y en algunos casos confirmaba lo que pensaban acerca de la justicia impar-
tida por el Estado; haca aflorar su propia complicidad mediante el silencio u otros
medios en el terrible acontecimiento; y vena a realzar la sensibilidad espiritual de
cada quien en lo tocante a la intervencin divina en los asuntos terrenales. Se dieron
actos de idolatra, ocurrieron milagros, naci un santo. A semejanza de la mayora
de las relaciones entre los santos y sus seguidores, esta asociacin tena elementos
prcticos y materiales que venan a sumarse a una religiosidad latente. Los devo-
tos rogaban la gracia de Dios para obtener una mejora material en la tierra, pero
al mismo tiempo honraban la supremaca del Seor en sus vidas y reconocan el
dominio de la voluntad divina sobre el poder terrenal.
El fervor, como el otorgado a Juan Soldado, no es esttico; se encuentra
en constante ebullicin, cambio y remodelacin. Cmo podra ser de otro modo,
cuando el rejuego entre las circunstancias y las creencias que dieron origen al culto
son tan diferentes de las que los generan en la actualidad? Podra permanecer un
cierto rescoldo, pero los requisitos y aspiraciones de los piadosos fluctan y son
transformados por las realidades y fantasas de su propia poca. Cuando inici el
culto a Juan Soldado, Tijuana era una ciudad territorialmente cohesionada, con
menos de quince mil habitantes, que vivan en su mayora en una pequea mesa.
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Por favor permite que nuestra familia tenga una buena relacin personal para que
nuestros padres no sufran. A cambio, PROMETO no pelear con mis hermanos y
mis hermanas.
Buen soldado: Te pido de todo corazn y toda mi fe que Benny tenga a su hijo con l
para siempre. Buen soldado: aydame pues soy madre, y como tu madre, sufro por
mis hijos. Prometo venir con Benny y su hijo, y cada uno te prenderemos una vela.
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Gracias por permitir a mi hijo graduarse de Redlands High School [en el sur de
California]. [Tal como lo haba prometido, dej una fotocopia del diploma de su
hijo inclinado sobre un busto de Juan Soldado].
Gracias por los milagros. Sabes que la gente poderosa trabaja con el diablo [para
atormentarme].
Juan Soldado, te doy las gracias por todo lo que me has otorgado. Dame fuer-
zas para que pueda resolver mis problemas. Soy una mujer muy sola. Tengo a mi
marido e hija, pero sabes que quiero a otro hombre, porque hemos venido aqu
juntos [a visitarte]. Por favor, asegrate de que no me abandone.
[Un cartel con los delincuentes ms buscados por la polica de Fresno, California]
Aqu est el tipo que mat a mi hija [que estaba casada con el sospechoso]. Te
pido que me ayudes a llevarlo ante la justicia. Gracias. [Un detective de Fresno nos
coment acerca de la captura, juicio y sentencia a prisin perpetua del sospechoso.
ste haba huido a Tijuana, donde un amigo lo convenci de que se presentara a
las autoridades, que a su vez lo entregaron a las autoridades de Fresno. El detective
a cargo del caso seal que habra sido difcil capturarlo si no hubiera sido por un
golpe de suerte en Tijuana. Confes que no saba nada de los milagros de Juan
Soldado, pero]
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