Reflexiones de Robinson Ante Un - Manuel Vazquez Montalban
Reflexiones de Robinson Ante Un - Manuel Vazquez Montalban
Reflexiones de Robinson Ante Un - Manuel Vazquez Montalban
de dinero de la Iglesia. Sus cenas y comidas son tan importantes como sus
negocios y ya que no hace mucho caso de algn mandamiento, tampoco lo
hace respecto al sexo: Muriel es su pareja.
Este relato empieza con Robinsn en una isla aparentemente desierta a la que
ha llegado naufragando despus de que Muriel rompiera con l. Las horas
pasan y Robinsn slo puede pensar en la comida, cmo conseguirla y cmo
cocinarla, pero sobre todo se dedica a rememorar recetas de platos exquisitos
que ha probado alrededor del mundo.
Manuel Vzquez Montalbn
n mis tiempos de seminarista quera ser papa. Consideraba entonces que slo el
E papa est en condiciones de saber si Dios existe, puesto que era sabidura
convencional, no teolgica, de los catlicos de mi tiempo, que el Papa y Dios sostenan
audiencias similares a las que renen a cualquier jefe de Estado y al primer ministro.
Algn da ser papa, me dije, y despachar con Dios o comprobar Su Ausencia.
Respetuosamente hay que escribir con mayscula la palabra Ausencia cuando se refiere
a Dios. La Nada tambin merece la mayscula. Y el Infinito. Todo nufrago est en
condiciones de descubrir el no sentido de la vida, salvo en el caso de que construirlo
sea el nico sentido posible. Habitualmente no nos damos cuenta de las facilidades que
da el entorno social y su paisaje para ir construyendo un sentido convencional: uno
puede ser obrero manual o sastre o revolucionario o, como en mi caso, obispo auxiliar
en excedencia mientras me reoriento espiritualmente. Necesitas un mnimo de
entramado social a tu alrededor para que tu papel pueda realizarse y los dems lo
asuman y lo aceptan o no, de buen o de mal grado. Pero en una isla desierta no hay otra
finalidad que salir de ella, y mientras no lo consigues hay que sobrevivir valindote de
lo que sabes y de lo que encuentras y casi nada de lo que sabes te sirve para manipular
lo que encuentras. Lamento no haber ledo con ms atencin todo lo escrito sobre islas
desiertas, ni libros fundamentales como El horticultor autosuficiente, que ms me
habran servido, en vez de tanta disquisicin teolgica o tanto discurso sociopoltico,
desde que Muriel me abri los ojos a la teologa de la liberacin y a la navegacin a
vela.
Ni siquiera mi prctica religiosa, hace cinco aos interrumpida, me ayuda
demasiado en este trance. De hecho yo era un cura doctor en Econmicas por el MIT,
blanqueador de dinero del Vaticano, y me pasaba ms tiempo de sobremesa en
sobremesa haciendo negocios sucios con traficantes, acumulando saberes financieros y
gastronmicos, y, cuando le consultaba mis zozobras a mi consejero espiritual, el
obispo Murnau me hablaba sobre la Providencia, que guiaba mi trabajo en beneficio de
la causa espiritual de Dios en la Tierra: Nil facimus non sponte dei. Nada hacemos
sin la voluntad de Dios. En vano me autorrecriminaba por mi aficin a frecuentar Chez
Girardet, cerca de Lausanne, para sellar negocios al tiempo que me converta en el
principal experto vaticano en cocina de autor.
S. Reconozco que yo era mucho mejor partidario de Fredy Girardet que del papa
Juan Pablo II, y aprovechaba mis servicios laborales en la curia para montarme casi
todos los contactos en Ginebra o Lausanne, y as poder acudir frecuentemente a mi
restaurante preferido. Cocina de la modernidad, se le llamaba entonces, aunque ya
era ms propio bautizarla cocina de autor, de la cual es Girardet el padre. Todos los
grandes cocineros son creadores, pero Girardet fue el salto cualitativo ms all de la
Tradicin Gastronmica y la Revolucin de la Nueva Cocina. Fue quien dio sentido
a la postmodernidad en cocina: todo el patrimonio estaba a disposicin del cocinero,
cada cocinero deba modificarlo mediante su genio personal, respetando todos los
cdigos del gusto, pero sin sacramentalidad, al contrario, con la obligacin de
violarlos. La primaca del producto principal, la reduccin de los tiempos de coccin,
bien, todo eso muy bien, como caracterstica de la cocina moderna que rehye las
salsas enmascaradoras. Pero a partir de ah, el genio. El Autor. Girardet, que habla muy
poco, me deca: La cocina actual consiste en la cabal armona entre los productos y
las cocciones. La coccin es primordial, pero hacen falta unos productos de calidad
que permitan jugar con los alios, las mezclas de verduras y los escasos jugos de
coccin, ms autnticos que las grandes salsas.
As dicho parece fcil, pero recordemos un plato sencillsimo del gran Fredy, un
salteado de ternera con acelgas. Ms poquedad imposible. Pero en estas penosas
circunstancias en las que me encuentro se me hace la boca agua slo al recordar los
sabores y las texturas basadas en el toque mgico combinatorio de elementos tan
humildes como solomillo, chalotes, pencas de acelga, vino de Burdeos, crema espesa,
fondo de ternera, mantequilla, aceite de oliva, tomillo, sal y pimienta. Las verduras al
dente y su amarga consistencia apenas si reciben el aroma de una pulgarada de tomillo,
para constituir los elementos determinantes del plato. Amargura y aroma. Y las ostras
calientes con calabacines? Dios de los mares, qu maravilla! Un plato dependiente del
mar quintaesenciado de las algas y las ostras y sobre ellas rodajitas de calabacn, a
manera de conchas aportadas por el reino de la tierra a los frutos del mar.
Terrible condicin la del nufrago ms sabio en gastrosofa que en la ciencia del
naufragio. Porque, predispuesto a sobrevivir con lo que tengo a mi alcance y forma
parte de mi conocimiento, de querer guisar unas ostras con calabacines, bogavante con
habas frescas, lubina con apio-nabo y vinagre, filetes de salmonete a la crema de
romero, escalopes de lubina con ostras o una cazoleta de ostras Girardet, de qu
elementos dispongo para conseguir el resultado legitimador? Ni vinos con que subir las
cocciones, ni vegetales conocidos para combinar aromas y consistencias, ni hierbas
aromticas en una isla tropical que seguramente me esconde el tesoro de sus especias.
Es que por no tener, ni fuego!, y sin fuego no existe la cocina y ya dijo aquel famoso
filsofo materialista dialctico, me parece que el ltimo que queda, don Faustino
Cordn, que cocinar hizo al hombre.
odas las islas desiertas son iguales o quiz ocurra con ellas lo mismo que con
T Nueva York o que cuando te operan del corazn. Al llegar a Nueva York por
primera vez, ya la haba visto tanto en el cine que formaba parte de mi lbum mental de
ciudades asumidas por mi imaginario. Cuando me operaron del corazn, tuve la
impresin de que ya me lo haban hecho muchas veces, en el cine, en la televisin, y mi
pecho abierto en canal era el curioso protagonista de una retransmisin lograda por una
cmara que yo mismo manipulaba.
En cualquier caso, viva una experiencia familiar y estaba en condiciones de elegir
las frases ms interesantes debidas a los guionistas de cine mejor pagados. Esta ventaja
no la tenan los operados del corazn anteriores a la masificacin de la cultura de la
imagen, obligados a memorizar citas latinas o proverbios de los insoportables
pensadores nacionales en torno a los que se fragua la estpida metafsica de las
naciones y los pueblos. Oportet esse ut vivas, non vivere ut edas, dijo un imbcil, y
lo que dijo ha prosperado en la sabidura convencional represiva popular: Comer para
vivir, no vivir para comer. Yo soy mucho ms partidario de Terencio cuando afirm:
Animus est in patinis. Hasta llegar a esta isla, es cierto, mi alma estaba en los
platos y me ratifica en mi buena eleccin aquel proverbio precristiano que deca: No
te enfrentes a un hambriento.
Afortunadamente hoy da le debemos mucho ms a la cultura inmanente que a la
trascendente. Por ejemplo, cuando me interrogan sobre mi condicin cardipata, suelo
contestar escuetamente: Ahora s que llevo el enemigo dentro. Probablemente le
deba la frase al dialoguista de Tener o no tener, quiz al mismsimo Chandler, que hizo
excelentes dilogos durante su etapa hollywoodiana. Un nufrago anterior hubiera
debido exclamar: Navigare necesse est, vivere non necesse navegar es necesario,
vivir no lo es; y un cardipata: Hesterni sumus, somos de ayer, como ya presuma el
santo Job. Pero primum vivere, deinde filosofare, y por ello lo primero que debe hacer
un nufrago que se precie de serlo es recorrer la isla que le ha tocado, asumir la
soledad del isleo.
As que empec mi recorrido exploratorio por la isla seguro del terreno que pisaba,
como en un viaje inicitico por un pas ya conocido, desde el convencimiento de que
encontrara todo lo necesario para iniciar una larga supervivencia en solitario.
Sin duda la isla perteneca a alguien o a algo, una persona, un Estado, pero mi
condicin de intruso deba disimularla por la de descubridor y estaba obligado a poner
nombre a la nsula y a sus contenidos, sin respetar que sin duda ya los tena. Otros
seres, asaltados por miedos anteriores, se haban defendido de sus terrores nominando
cuanto me rodeaba, pero yo slo poda defenderme de mi miedo rebautizndolo, desde
la sabidura convencional de todo nufrago por instinto y cultura. Deba tomar posesin
de la isla y nominarla, pero me pareca ridculo hacerlo en nombre de una soberana
achicada por la Historia y asum mi condicin de deudor del Imperio: Tomo posesin
de esta isla en nombre del presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, y de su
distinguida esposa Hillary y en su honor la llamo Isla Hillary!.
Esperaba que aquella isla estuviera a la altura de las circunstancias. Y, en efecto,
algunas cosas estaban donde deban estar, por ejemplo un riachuelo, que es lo menos
que debe de tener una isla desierta. Pero me desconcertaron los vegetales no
reconocibles, sabedor de que no poda fiarme de los buenos olores, porque detrs de un
aroma atractivo a veces se esconde la muerte. Ignoraba a dnde me haban llevado las
corrientes, pero a juzgar por el declive solar y la temperatura, estaba todava en el
trpico o su lmite, y as lo pregonaban los cocos en los cocoteros, las papayas
silvestres algo ms verdes y enjutas que las cultivadas y las guayabas que se parecan
mucho a s mismas. Aunque saba que la obligacin de todo buen nufrago consiste en
comer bayas, races y tubrculos de los que tan prdiga es la naturaleza, mi total
incapacidad para distinguir bajo qu matas me esperaban los yames, las patatas o las
yucas me haca presagiar malos tiempos para mi educado paladar de obispo auxiliar en
excedencia, condenado a un lamentable rgimen crudvoro frutal que ms tarde o ms
temprano podra producirme una diabetes.
n los naufragios literarios, el robinsn recibe una herencia del pasado. Yo me vi
E en el agua con mi cuaderno de notas en uno de los bolsillos superiores e
impermeables del chndal, acompaado de los dos rotuladores habituales. En el otro
bolsillo, mi billetero, que ahora puedo contemplar abierto sobre la arena con el mismo
desprecio con que Robinsn Crusoe contempla las monedas de oro que salva del
naufragio. Por si acaso, Robinsn no las tira, como yo no he tirado las tarjetas de
crdito en buen estado, ni los trescientos dlares convertidos por las aguas en pulpa de
moneda imperial. Ni siquiera llevaba en los bolsillos una caja de cerillas, ni una cerilla
que una vez seca hubiera podido utilizar para iniciar el fuego y vigilarlo constantemente
para que nunca se apagara. Me haba encantado que Muriel me encendiera los Partagas
Grand Connoisseur cuando, saciados de sexo como slo pueden saciarse dos
navegantes solitarios en el camarote de su velero o en el mo, yo sacaba el habano
siempre comprado en el hall del Hilton de Ginebra, en la tienda de M. Grard, donde
tanto el padre como el hijo haban contribuido a mi educacin del obispo mejor
fumador de todas las conferencias episcopales.
Pero tras el arrechucho del corazn me prohibieron fumar, y, a cambio, negoci y
consegu, recurriendo a mis influencias celestiales, que me dejaran beber vino tinto y
whisky, con prudencia. Maldita persecucin del tabaco! De haber seguido fumando,
seguramente habra llevado encima una caja de cerillas y mi suerte como nufrago
experimentara un cambio cualitativo. Est comprobado estadsticamente que los
fumadores sobreviven mejor a los naufragios en las islas desiertas. Claro que,
venciendo un elemental sentido del ridculo, poda ponerme a frotar palos hasta
conseguir chispas, pero cuando lo intent descubr cun difcil es conseguirlo y cunta
trampa hay en las novelas sobre prodigiosas supervivencias.
El Robinsn de Defoe tiene la suerte de que llegue a su playa parte del cargamento
del barco hundido, lo que le permite organizar un sistema de pesca, caza y agricultura,
la base misma de la riqueza de las naciones. En cambio Ciro Smith, el hroe de La isla
misteriosa, slo recibe las ayudas huidizas y oportunas del escondido capitn Nemo,
pero como cientfico est en condiciones de aprovechar la oferta ensimismada de todas
las cosas. Tampoco era envidiable la alimentacin de los nufragos en la isla
misteriosa, bautizada comprometidamente Isla Lincoln, porque los nufragos eran
antiesclavistas aunque el nico de ellos negro, Nab, tena alma de esclavo. El men de
Smith y sus amigos era perfectamente imaginable: litodomios, palomas torcaces, huevos
de diferentes aves, curucuces, tetras, algas, carpinchos y canguros, y de todas estas
propuestas gastronmicas slo me excitaban los litodomios, en el caso de que sean los
dtiles de mar y no las lapas que tienen muy poca aplicacin gastronmica y que aqu
parecen estar como Pedro por su casa. Tampoco me estimulaba la idea de comer
canguro, un animal simpatiqusimo que slo un pueblo de origen forajido como el
australiano ha estado dispuesto a convertir en protena barata para una humanidad rica
que se come todo cuanto se mueve y vende carne de tigre en lata en los supermercados
ms lujosos del universo, parodiando truculentamente los mens de La Comuna de
Pars.
Afortunadamente, no hall canguros en la isla, por lo que me ahorr el dilema moral
de comrmelos o no comrmelos, de la misma manera que el no haber llegado a papa
me ahorr el dilema de pedirle intiles audiencias a Dios y ratificar as mis sospechas
de su inexistencia.
lev los ojos al cielo segn el ritual de todo nufrago y escog un punto en aquella
E inmensidad para suponer que Dios estaba por all, aleteando. Le di las gracias
correctamente por haber puesto a mi disposicin aquella partida de Gadus morrhua o
Gadus callarias, aunque, como suele suceder en toda obra de la Divina Providencia, en
mi fuero interno lamentaba que las momias de bacalao no hubieran llegado al menos
con los ingredientes que exiga la receta del fraile. Como un arquelogo, me aprest a
desvelar el lenguaje oculto de la momia. Estaba ante un centenar de bacalaos
conservados en salmuera, de buena medida y de una edad madura a juzgar por su
calculable longitud, unos sesenta centmetros, y por los anillos invernales que
contabilic en uno de ellos, ya que no poda disponer de instrumental para analizar las
escamas y los otolitos, la concrecin calcrea situada en ambas partes de la cabeza, en
la cmara del odo del animal, donde los aos dejan su huella en el exacto mbito
utilizado por los animalitos para mantener el sentido del equilibrio.
Aquellos bacalaos haban sido capturados en plena madurez sexual, cuando se
dirigen en grandes grupos de millones de colegas a desovar en las aguas ms clidas,
donde hembras y machos se despiden cordialmente, sin nostalgia y sin rencor, y se
separan en busca de la comida de los mares y de nuevos tiempos para la reproduccin.
A pesar de no haber sido descrito por Aristteles en su inventario de peces
conocidos, los mediterrneos haban desarrollado notables culturas del bacalao, tal vez
porque al ser un pez convertido en imperecedera momia su precio haba sido bajo en
comparacin con el pescado fresco y los pueblos pobres se alimentan de memoria y de
momias. Siempre he considerado una salvajada gastronmica consumir bacalao fresco,
un pez sin personalidad, a medio camino entre la merluza y el infinito. En cambio, el
bacalao en salazn o secado al aire se converta as en una segunda naturaleza, en
deshidratada momia a la espera de la resurreccin de la carne gracias al remojo y del
Juicio Final de los fantsticos recetarios culinarios urdidos por la condicin humana.
Comer bacalao fresco era como hacer el amor con un animal joven que slo pide
resistencia, sin prembulos, bajo una obscena luz de nen y sin que al que le
corresponda se quite los calcetines.
Aunque los franceses slo han contribuido a la gloria del bacalao mediante la magia
de la brandade, mucho han hecho por l lingsticamente y le llaman por tantos
nombres particulares como generales: morue franche, cabillaud, morue sale, morue
sche, merluche, morue noire, mourue verte. Con todo, siempre lo han considerado
materia prima bastarda, regional, que no se mereca Pars como laboratorio culinario, y
ni siquiera est claro que algunos tratadistas distingan entre el bacalao a la sal y el
bacalao secado al aire, stockfish. Recuerdo a este respecto la perplejidad que me
produjo la seora Jessica Kuper, una antroploga surafricana que, despus de
investigar las cocinas ms inmediatas se cas con un holands y, supongo, le someti al
recetario que la dama reproduce en Antropologists Cookbook. Ignoro si el matrimonio
o simplemente el seor Kuper sobrevive, pero mi excelente memoria de goloso me
reproduce el imaginario de algunos platos censados por la antroploga, por ejemplo,
recetas cuyo bouquet dependa de la salsa de cacahuetes tal como la entienden algunas
culturas africanas, o una sopa de pescado de los esquimales chugachs, que no
despreciara en mi condicin de nufrago, pero esa sera la nica condicin en que la
probara. Pues bien, la seora Kuper deja que uno de los colaboradores de su libro
llame stockfish a un supuesto plato regional francs atribuido a los lugareos de
Rouergue y Quercy que no ha de ser malo, porque en l interviene el bacalao remojado,
cocido con patatas y convertido en un pur junto a huevos, crema de leche, mantequilla,
pimienta y perejil, pur sobre el que debe abatirse buena cantidad de aceite de nuez.
Este atentado hipercalrico puede ser sabroso, pero no deja de ser una aproximacin a
la brandada y creo recordar que, por la manera de hablar de la momia empleada, no
tena muy claro el relator si era bacalao salado o secado al aire, es decir, el
propiamente llamable stockfish. Tambin se le notaba al relator poco cario por la
momia, porque expresaba con inquietante distancia el proceso de desalarlo, remojarlo,
como calvarios para el olfato, evidentemente para el olfato de un pusilnime, porque no
hay olfato negativo si conduce al esplendor de la golosina del plato bien hecho.
o hay poesa sin delirio, es cierto. De mi hambre habla mi boca, dando la razn a
N San Mateo: Ex abundantia cordis os loquitur, de la abundancia del corazn
habla la boca, y no ahorro papel, habida cuenta de que no me sirve para conseguir el
fuego, por ms que mis manos de clrigo renegado, intelectual fallido y marino fugitivo
frotan y frotan los palos ms secos para conseguir una chispa que cambiara
cualitativamente mi paisaje. Difficile est proprie commnunia dicere, escribe
Horacio, y cuanta razn tiene, lo ms difcil es expresar lo corriente y nada tan
cotidiano en estos momentos como el hambre imaginativa, a pesar de que mi estmago
lo sacio como un depredador tan primitivo como pudo serlo el primer anfibio. Y me
imagino pez, anfibio, reptil, cuadrpedo, convocando sus memorias alimentarias para
que me sirvan en este trance, pero slo se me ocurren reflexiones victimistas o
sarcsticas sobre mi largo viaje desde la Nada a la ms absoluta Pobreza. Y a veces
pienso que fuera mejor abandonarme a la tentacin del agua, desde la que me cantan las
sirenas para que acuda como a todos los navegantes insuficientes, desde Homero a J. B.
Prufrock. Qu respuesta podra yo darles como no fuera esa bsqueda de mis orgenes
de bacteria marina que se enfrenta a la mismidad casi inviolable de un bacalao seco,
acuciado por la evidencia del Eclesiasts: El saber es dolor, cuando comparo todo
lo que recuerdo de Chez Girardet en comparacin con esta miseria nutritiva?
Muerte en el agua
hacia las catedrales sumergidas
o las puertas del infierno nfico
premonicin de lagos
en el recuerdo atvico
aguas retiradas
hacia la espera nerviosa del mar
mientras los lotos mienten belleza
entre putrefacciones y muertes aplazadas
oscuro signo
las aguas recobradas vaciarn
las cuencas del mundo en su pereza
y buscarn al hombre entre dos pocas
la del cerebro del pez y la del mono
polglota graduado en Ciencias Econmicas
pero hay memoria
de la vida primera en la retina horrorizada
del hombre que contempla el bajamar
con intuicin de venganza y naufragio
canten sirenas o rmpanse la venas
quin asegura que no se muere ahogado?
P iscis captivus vinum vult, flumina vivus. El pescado quiere vino, los peces
agua. El bacalao necesita vinos tintos y lo digo tras rastrear la isla dese la
estupidez de que en estas latitudes pudieran darse vides en forma silvestre, a partir de
la simple especulacin de poder hacer vino algn da. Me refiero al bacalao resucitado,
no al fresco que debe beberse con lo que el comensal quiera, aunque el vino blanco,
especialmente afrutado, le sienta bien. Pero el bacalao resucitado precisa tintos ligeros,
jvenes, aunque algn plato portugus acepta un vino del Duero algo ms hecho y los
bacalaos vascos admiten Burdeos y Riojas no demasiado jvenes. Post vinum verba,
post inbrem nuscitur herba. Tras la lluvia nace la hierba, despus del vino, las
palabras, y hablo, hablo de vinos y especulo como si hubiera bebido realmente vino y
no se tratara de emborrachar tan slo la imaginacin. Segn la tradicin hebraica, No
fue el primer ser humano que plant una via, elabor vino, se emborrach y actu
como un borracho hasta el punto de dar la nota y merecer respuestas diversas de sus
hijos. Muy rencoroso debi ser No o su dios Jehov, porque a los dos hijos que
disimularon el escndalo, Sem y Jafet, les hizo cabezas dinsticas de Asia y Europa y
en cambio a Cam, que se burl del viejo borracho, le hizo padre de los africanos, los
pueblos ms desgraciados de la Historia, los que realmente han evidenciado el
principio nietzcchiano de que hay pueblos que nacen para hacer la Historia y otros para
sufrirla.
Descendiente de Jafet soy y sin embargo en triste condicin me hallo, frente a varias
docenas de bacalaos secos, tan poco acompaados de elementos de transformacin que
ms parecen indecorosas constancias de mis impotencias. En cierta ocasin le, no sin
terror, que el futuro alimentario de la humanidad dependera de las levaduras, dotadas
de excelentes concentraciones de protenas y vitamina B. Tambin de algas y de soja, el
hierbajo asitico del que se dice se aprovecha todo, como del cerdo, y est llenos de
protenas a la espera de los Girardet del futuro. Y concentrados protenicos, como la
incaparina, obtenida de maz y el sorgo molidos, acompaados de harina de semilla de
algodn, lisina y vitamina A. Cmo se guisa tan mximo elixir? Se me asegur que se
puede obtener otro compuesto llamado Laubina conseguido a base de trigo, garbanzos y
leche descremada en polvo, o el Fortifex, de harina de soja y cacahuete. Mis
horrorizados rechaces de entonces se encrespaban an ms ante la propuesta de que
acabaramos comiendo escarabajos, hormigas, abejas, avispas, moscones, termes,
liblulas, saltamontes, chinches, piojos y cigarras, que, al decir del National
Geographic son particularmente apreciados por su sabor agradable.
En un viaje a Mxico con Muriel, probamos gusanos de maguey y hormigas rojas
fritas, por la especial gentileza de unos gastrnomos locales dispuestos a demostrarnos
la calidad de una comida precolombina destruida por la brbara comida espaola, a la
que se sumaron las distintas cocinas europeas invasoras. Muriel no tiene paciencia
etnolgica y despotric descaradamente contra el fanatismo culinario que puede llevar
a viciar cualquier jerarqua de valores del gusto, convencionales siempre, pero
avalados ya por las conclusiones de la Cocina Comparada, mucho ms interesante que
las Religiones o las Literaturas comparadas. Si la comida fue interesante, discutible y
discutida a la vez, los aguardientes, con y sin gusano, nos ablandaron los esfnteres, y
Muriel y yo hicimos el canibalismo, denominacin ms certera que hacer el amor,
porque Muriel, cuando estaba borracha, impulsada por los largos pelos de sus piernas,
poda convertirse en una araa carnvora cebada sobre todas mis carnalidades, incluido
el tatuaje que me hice grabar sobre la nalga izquierda en Amsterdam, una leyenda que le
debo a Terencio: Animus est in patinus. Mi alma est en los platos.
Qu habra ocurrido de llegar a esta isla con Muriel? Hubiramos tenido
descendencia y al problema de nuestra supervivencia se hubiera aadido el de
responsabilizarnos de unas criaturas condenadas a comer estas miserias, sin ni siquiera
el consuelo y el estmulo de una memoria de paladar humano. Aunque tal vez Muriel,
tan maosa, habra conseguido fuego y se hubiera lanzado al mar con un palo de punta
afilada para pescar.
No s pescar. Ni cazar. Ya lo deca mi padre, los nios mimados no saben cazar.