Lecturas Ecesiologia
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Lecturas Ecesiologia
Lectura 1
Ante todo, es preciso saber dónde hay comunidad cristiana2 y quiénes la forman, para que
los hombres no traten asuntos humanos bajo el nombre de comunidad cristiana, como ha
sido costumbre siempre entre los no cristianos. La segura señal de comunidad cristiana es la
predicación del evangelio puro. Pues, así como por el estandarte de un ejército, como signo
seguro, se reconoce qué señor y qué ejército está en el campo de batalla, así también se
reconoce por el evangelio con seguridad dónde acampa cristo y su ejército. Tenemos para
eso una segura promesa de Dios en Isaías 55: “Mi palabra (dice Dios) que sale de mi boca
no volverá a mí vacía, sino que, como la lluvia que cae del cielo sobre la tierra y la hace
fértil, así mi palabra realizará aquello para lo cual la envié” 3. Por eso, estamos seguros de
que es imposible que no haya cristianos donde esté en acción el evangelio, por muy pocos y
muy pecadores y débiles que sean; también es imposible que haya cristianos y no solo
paganos donde no esté en acción el evangelio e imperen doctrinas humanas, por muchos
que sean o por santa y honorable que sea su conducta.
1 Título original en alemán: “Dass eine christliche Versammlung oder Gemeinde Recht und
Macht habe, alle lehre su urtheilen und Lehrer su berugen, ein- und abzusetzen: Grund und
Ursache aus der Schrift” – Que una asamblea o comunidad cristiana tiene derecho y
potestad de juzgar toda doctrina y de llamar, designar y destituir predicadores:
Fundamentos y razones de la escritura.
2 El término alemán “Gemeinde”, que se usa aquí, como también en el título se traduce por
comunidad en el sentido de la tercera acepción que ofrece la Real Academia Española:
“Junta o congregación de personas que viven unidas bajo ciertas constituciones y reglas”;
para el caso de Lutero “que viven bajo el evangelio”. Si bien entre los protestantes se
emplea usualmente el término “congregación” para referirse a un grupo de cristianos que
viven unidos en su vida religiosa, es preciso advertir que al hablar de la potestad de la
“Gemeinde”, Lutero se refiere a la comunidad entera considerada como entidad religiosa.
El término “Gemeinde’ significa “la comunidad”, tanto como “la congregación” en el
sentido que se emplea en círculos protestantes.
3 Isaías 55:10-11.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 2
encima de todo lo temporal; por lo tanto, debe ser dirigida y enmarcada solo por la palabra
eterna. En efecto, es oprobioso gobernar las conciencias, en relación a Dios, con leyes
humanas y costumbres añosas. Por consiguiente, en este asunto debe procederse de acuerdo
con la Escritura y la palabra de Dios. Porque la palabra de Dios y la doctrina humana,
cuando ésta pretende gobernar el alma, inevitablemente entran en pugna. Vamos a
demostrarlo claramente en el asunto que nos ocupa. La palabra y la doctrina humana han
decretado y prescrito que solo a los obispos, eruditos y concilios incumbe juzgar la
doctrina. Lo que ellos resuelven debe ser aceptado por todo el mundo como correcto y
artículo de fe; lo cual se demuestra por su cotidiana jactancia acerca del derecho canónica
del papa. Apenas se oye de ellos otra cosa que esa jactancia de que en ellos reside la
facultad y el derecho de juzgar lo que es cristiano o herético. El cristiano común debe
esperar su fallo y atenerse a él. He aquí como esta pretensión, con la cual han intimidado a
todo el mundo y que es su máximo baluarte y defensa, se opone insolente y neciamente a la
ley y palabra de Dios.
Cristo estipula lo diametralmente opuesto. Despoja a los obispos, a los eruditos y a los
concilios tanto del derecho como de la potestad de juzgar la doctrina y los concede a toda
persona y a todos los cristianos en general, cuando dice en Juan 10: “Mis ovejas conocen
mi voz”. Así también: Mas al extraño no seguirán, antes huirán de él; porque no conocen la
voz de los extraños”. De igual manera” “Todos los que han venido, son ladrones y asesinos;
mas las ovejas no los oyeron” 4. Aquí adviertes claramente quien tiene el derecho de juzgar
la doctrina. El obispo, el papa, los eruditos y toda persona tienen la potestad de enseñar;
pero las ovejas deberán juzgar si lo que enseñan es la voz de Cristo o la voz de extraños.
¿Qué pueden replicar las burbujas de agua5 que alborotan diciendo: “¡Concilios! ¡concilios!
¡Hay que escuchar a los eruditos, a los obispos, a la gran mayoría; es preciso respetar los
antiguos usos y costumbres!”? ¿Acaso la palabra de Dios ha de ceder frente al uso antiguo,
las costumbres y los obispos? ¡Nunca! Por eso, dejamos que los obispos y concilios
resuelvan y estipulen lo que quieran. Pero, si tenemos de nuestro lado la palabra de Dios,
decidiremos nosotros, y no ellos, si es correcto o incorrecto, y ellos tendrán que ceder ante
nosotros y obedecer nuestra palabra.
Supongo que puedes apreciar con suficiente claridad cuánto son de confiar los que tratan
las almas con la palabra humana. ¿Quién no advierte que todos los obispos, fundaciones,
conventos y universidades, con todo lo que hay en ellos, se oponen furiosamente a la clara
palabra de Cristo, despojando descaradamente a las ovejas del juicio de la doctrina y
arrogándoselo ellos mismos por su propia decisión proterva? Por eso, ciertamente deben ser
considerados asesinos y ladrones, lobos y cristianos apostatas, públicamente convictos, no
solo de negar la palabra de Dios, sino también de oponerse y actuar contra ella; como
corresponde al anticristo y a su reino, según la profecía de San Pablo en 2º Tesalonicenses
26.
4 Juan 10:27; 5; 8.
5 La locución alemana Wasswer Blasen es una referencia de Lutero a las bulas papales.
También se aplica a personas que hablan presuntuosa y vacíamente.
6 2º Tesalonicenses 2;3-4.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 3
Por otra parte, Cristo dice en Mateo 7: “Y guardaos de los falsos profetas que vienen a
vosotros vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces” 7. Obsérvese que aquí Cristo
concede el derecho de juzgar, no a los profetas y maestros, sino a los discípulos y ovejas.
¿Cómo habríamos de cuidarnos de los falsos profetas si no pudiéramos examinar, sopesar y
juzgar su doctrina? Pues nunca podrá haber algún falso profeta entre los oyentes, sino solo
entre los predicadores. Por lo tanto, es necesario y preciso que todos los predicadores estén
sujetos con su doctrina al juicio de sus oyentes.
El cuarto pasaje es, una vez más de Cristo, Mateo 24: “Mirad que nadie os engañe; porque
vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán” 10. En
fin, ¿hay necesidad de aducir más textos? Todas las advertencias de san Pablo en Romanos
16; 1º Corintios 10; Gálatas 3, 4, 5; Colosenses 2 11, y otros pasajes, además de las palabras
de todos los profetas con que enseñan evitar las doctrinas de hombres, no hacen otra cosa
que privar a los predicadores del derecho y la potestad de juzgar toda doctrina,
encomendándolo con exigente mandato, so pena de perder el alma, a los oyentes. De modo
que éstos no solo tienen el poder y el derecho de juzgar todo cuanto se predica, sino que
tienen la obligación de juzgar, so pena de la ira de la Majestad divina. Se ve, pues, que los
tiranos han procedido con nosotros de una manera anticristiana, al privarnos de este
derecho y mandato, atribuyéndoselo a sí mismos. Por este solo motivo han hecho méritos
para ser expulsados y espantados de la cristiandad, como lobos, ladrones y asesinos que nos
dirigen y adoctrinan en contra de la palabra de Dios.
Llegamos, pues, a la conclusión de que, donde hay comunidad cristiana que tiene el
evangelio, ésta no solo tiene el derecho y la potestad, sino también la obligación – por la
salvación de las almas y por el compromiso contraído con Cristo en el bautismo – de evitar,
eludir, destituir y sustraerse de la autoridad que ejercen los actuales obispos, abates,
monasterios, fundaciones y sus semejantes; porque es evidente que enseñan y gobiernan en
oposición a Dios y su palabra. Por lo tanto, nuestro primer punto está segura y sólidamente
fundamentado, y se puede confiar plenamente en que destituir y eludir a esos obispos,
7 Mateo 7:15.
8 1º Tesalonicenses 5:21.
9 Mateo 20:26.
10 Mateo 24:4-5.
11 Romanos 16:13, 18; 1º Corintios 10;14; Gálatas 3:4; Colosenses 2:8.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 4
En segundo lugar, sin embargo, puesto que una comunidad cristiana no debe ni puede estar
sin la palabra de Dios, se deduce de lo antedicho con suficiente peso que debe disponer de
maestros y predicadores que promuevan la palabra y, en vista de que en estos malditos
últimos tiempos, los obispos y el falso régimen eclesiástico no son ni quieren ser tales
predicadores, y además no quieren dárnoslos ni permitírnoslos, y como tampoco se debe
tentar a Dios para que los mande nuevos predicadores del cielo, debemos pues atenernos a
la escritura y llamar de entre nosotros mismos e instalar a los que sean competentes para
ese fin e iluminados por Dios con inteligencia y adornados con los talentos necesarios.
No se puede negar que cada cristiano tiene la palabra de Dios, ha sido enseñado y ungido
por Dios para ser sacerdote, como dice Cristo en Juan 6: “Todos serán enseñados por
Dios”12, y el Salmo 44: “Te ungió Dios con óleo de alegría, más que a todos tus
compañeros”13. Estos compañeros son los cristianos, los hermanos de Cristo, ordenados
sacerdotes junto con él, como también dice San Pedro en 1º Pedro 2: “Vosotros sois el
sacerdocio real, para que anunciéis la virtud de aquel que os ha llamado a su luz
admirable”14.
Si tienen la palabra de Dios y han sido ungidos por él, también están obligados a confesarla,
enseñarla y difundirla, como dice Pablo en 2º Corintios 4: “Tenemos también el mismo
espíritu de fe, por lo cual también hablamos” 15. Como dice el profeta en el Salmo 115” Creí
por tanto hablo”16. Y en el Salmo 50 dice de todos los cristianos: “Enseñaré a los impíos tus
caminos, a fin de que los pecadores vuelvan a ti”17. Así pues, una vez más es evidente que
el cristiano no solo tiene el derecho y la potestad de enseñar la palabra de Dios, sino que
está obligado a hacerlo, so pena de perder su alma y la gracia de Dios.
Tú me dices: “Pero si no ha sido llamado, no debe predicar, como tú mismo has enseñado
muchas veces”. Contesto: En este asunto debes considerar al cristiano desde dos puntos de
vista. Primero, si se encuentra en un lugar donde no hay cristianos, no necesita otro llamado
que el de ser cristiano, llamado y ungido interiormente por Dios. En este caso está obligado,
por el deber de amor cristiano, a predicar a los errabundos paganos y no cristianos, y
enseñarles el evangelio, aunque nadie lo llame para ello. Así lo hizo San Esteban en Hechos
6 y 718, los apóstoles no le habían encargado ningún oficio de predicador, y sin embargo
predicaba y hacía grandes milagros entre el pueblo. Lo mismo hizo también el diácono
Felipe, compañero de Esteban, Hechos 819, al cual tampoco se la había encomendado el
12 Juan 6:45.
13 Véase Salmo 45:7.
14 1º Pedro 2:9.
15 Véase 2º Corintios 4:13.
16 Véase Salmo 116:10.
17 Véase Salmo 51:13.
18 Hechos 6:8, 10; 7:2 y sigs.
19 Hechos 8:5.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 5
oficio de predicación. Lo mismo hizo también Apolos, Hechos 1820. En este caso un
cristiano por amor fraternal, mira la miseria de las pobres almas corrompidas y no espera
órdenes o cartas de un príncipe u obispo. Pues la necesidad quebranta todas las leyes, y no
admite leyes. El amor, pues está obligado a ayudar cuando no hay otro que pueda ayudar.
En segundo lugar, cuando se encuentra en un sitio donde hay cristianos que tienen el mismo
poder y el mismo derecho que él, no debe anteponerse a los demás, sino hacerse llamar y
proponer para predicar y enseñar en lugar y por mandato de los otros. En efecto, un
cristiano tiene tanto poder que, sin ser llamado por hombres, puede y debe levantarse y
predicar, aun en medio de los cristianos, cuando advierte que el predicador yerra, siempre
que se proceda don decoro y respetuosidad. Esto lo ha descrito claramente San pablo en 1º
Corintios 14 donde dice: “Si a otro que estuviera sentado le fuera revelado algo, calle el
primero”21. Nótese lo que San Pablo hace: Ordena, entre los cristianos, callar y retirarse al
que enseña y levantarse al que escucha, aunque no sea llamado; porque la necesidad no
admite ley.
Si, pues, san pablo manda que, en caso de necesidad, se levante cualquiera entre los
cristianos, aun sin ser llamado, llamándolo por virtud de esta palabra de Dios, y hace retirar
al otro, destituyéndolo en virtud de estas palabras, ¡cuánto más justo es que toda una
comunidad llame a alguien para ese oficio cuando hay necesidad, como la hay siempre y
especialmente ahora! Pues en el mismo pasaje, San Pablo concede a todo cristiano el poder
de enseñar entre los cristianos en caso necesario, diciendo: “Podéis todos profetizar uno por
uno, para que todos aprendan y sean exhortados”22; y del mismo modo: “Procurad
profetizar; y no impidáis hablar en lenguas; pero hágase todo en orden y decentemente” 23.
Considera este pasaje como fundamento seguro que concede a la comunidad cristiana más
que suficiente de predicar, hacer predicar y llamar. Principalmente en caso de necesidad,
este pasaje llama a cada uno en particular, aun sin ser llamado por hombres, para que no
tengamos dudas de que la comunidad que tiene el evangelio puede y debe elegir de entre sí
a quien predique la palabra en su lugar.
Pero, tú dices: “San Pablo ordenó a Timoteo y Tito que designaran sacerdotes; y también
leemos en Hechos 1424 que san pablo y Bernabé ordenaron sacerdotes en las comunidades.
Por eso, entre los cristianos la comunidad no puede llamar a alguien, ni nadie puede
adelantarse a predicar, sino que es preciso tener autorización y orden de los obispos, abades
u otros prelados que ocupan el lugar de los apóstoles”. Respondo: Si nuestros obispos,
abades, etc., ocupasen el lugar de los apóstoles, como se jactan, sería aceptable dejarlo
hacer lo que hacían Tito, Timoteo, Pablo y Bernabé al designar sacerdotes, etc. Pero, como
ocupan el lugar del diablo, y son lobos que no enseñan el evangelio ni quieren tolerarlo, la
provisión para el ministerio de la predicación y la asistencia espiritual entre los cristianos
les incumbe tanto como a los turcos y los judíos. ¡Debieran conducir burros y guiar perros!
Además, aun cuando fuesen verdaderos obispos, quisiesen tener el evangelio y designar
auténticos predicadores, no podrían ni deberían hacerlo sin el consentimiento, elección y
llamado de la comunidad, a no ser por fuerza de la necesidad, para que las almas no se
pierdan por falta de la palabra divina. Pues ya has oído que, en tal necesidad, no sólo puede
cualquiera procurar un predicador, ya sea por ruego personal o a través del poder de la
autoridad secular, sino que también él mismo, si sabe hacerlo, debe acudir, presentarse y
enseñar. Pues la necesidad es necesidad y no tiene límites; como cuando estalla un incendio
en una ciudad, cada cual debe acudir y actuar sin esperar que se le ruegue.
En otros casos, cuando no existe tal necesidad, y se dispone de personas que tienen el
derecho, la potestad y el don de enseñar, ningún obispo debe designar a alguien sin la
elección, consentimiento y llamado de la comunidad; antes bien debe confirmar al que haya
sido elegido y llamado por la comunidad; antes bien, debe confirmar al que haya sido
elegido y llamado por la comunidad. Si no lo hace, el electo queda no obstante confirmado
por el solo llamado de la comunidad. Pues ni Tito ni Timoteo, ni pablo nunca instalaron a
un sacerdote sin la elección y llamado de la comunidad. Esto lo demuestra claramente Tito
1 y 1º Timoteo 325, donde dice que un obispo o sacerdote debe ser irreprensible. Asimismo:
“Los diáconos deben ser examinados previamente”26. Ahora bien, Tito, no podía haber
sabido quiénes eran irreprensibles; este informe debe provenir de ;a comunidad, la cual ha
de proponer a alguien. También leemos en Hechos 6 27 que, en una función de menor
importancia, los apóstoles mismos no podían designar personas para diáconos sin el
conocimiento y consentimiento de la comunidad, sino que la comunidad eligió y llamó a
los siete diáconos, y los apóstoles los confirmaron. Si para esta función, en la que se trata
solo de la distribución de alimento temporal, los apóstoles no podían designar por su propia
autoridad, ¿cómo se habrían atrevido a investir a alguien con el supremo oficio de predicar,
por su propia autoridad, sin conocimiento y consentimiento y llamado de la comunidad?
Ahora bien; como en nuestros tiempos existe la necesidad y no hay obispos que procuren
predicadores evangélicos, no se aplica aquí el ejemplo de Tito y Timoteo. Al contrario, hay
que llamarlos de entre la comunidad, ya sea que Tito los confirme o no. De la misma
manera habrían procedido o habrían debido proceder los que estaban bajo el cuidado de
Tito, si él no hubiera querido confirmarlos, o si no hubiera habido quien designara
predicadores. Así pues, nuestros tiempos son muy diferentes que la época de Tito cuando
gobernaban los apóstoles y querían tener verdaderos predicadores. Ahora, en cambio,
nuestros déspotas no quieren sino lobos y ladrones.
¿Y por qué nos condenan los déspotas furiosos por elegir y llamar de esta manera? Ellos
mismos proceden así, y no pueden hacerlo de otra manera. Entre ellos, nunca se designa a
nadie papa u obispo por autoridad de una persona, sino que es elegido y llamado por el
capítulo, y después confirmado por otros; los obispos por el papa, como su superior; pero el
propio papa por el cardenal de Ostia, como su inferior 28. Y si ocurriese que alguno no fuera
confirmado, sin embargo es obispo y papa. Ahora pregunto a los estimados tiranos: Si la
elección u el llamado de su comunidad lo hace a uno obispo, y si el papa es papa sin
confirmación de otra autoridad por el solo hecho de la elección, ¿por qué una comunidad
cristiana no hará predicador a uno por el solo llamado? Y esto por considerar ellos el oficio
de obispo y papa superior al oficio de la predicación. ¿Quién le ha concedido a ellos este
derecho y nos lo ha quitado a nosotros? Especialmente por cuanto nuestro llamado tiene a
su favor la Escritura; mientras que el llamado de ellos es una pura fábula humana, sin
apoyo de la Escritura, con la cual pretenden despojarnos de nuestro derecho. Son tiranos
malvados que nos tratan como es de esperar de los apóstoles del diablo.
Por la misma razón se ha hecho costumbre en algunos lugares que las autoridades
seculares, por ejemplo concejales y príncipes, designen y empleen sus propios predicadores
en sus ciudades y castillos, según su propia elección, sin permiso ni mandado de los
obispos y papas, a la cual nadie se ha opuesto. Me temo, sin embargo, que no lo han hecho
por entender los derechos cristianos, sino porque los déspotas eclesiásticos aborrecían y
despreciaban el oficio de la predicación, considerándolo muy alejado del régimen
eclesiástico. En realidad, es el oficio más elevado del cual dependen y se originan todos los
demás. En cambio, donde no hay oficio de la predicación, no sigue ningún otro. En efecto,
San Juan, en el capítulo 429, dice que Cristo no bautizaba, sino solamente predicaba, y Pablo
en 1º Corintios 130 se gloría de no haber sido enviado a bautizar, sino a predicar.
Lectura 2
y por qué nombre desea ser conocido. Si el nuevo Papa resultase no ser obispo, es
consagrado inmediatamente por el cardenal como obispo de Ostia; si ya es obispo, se
realiza la solemne benedictio.
29 Juan 4:2.
30 1º Corintios 1;17.
31 Hechos 6:4.
32 Kinderbishöfe, también llamados Niklasbischöfe; se refiere a los obispos imaginarios
que elegían de entre sí los niños de la escuela para los juegos o representaciones que se
realizaba en Alemania en el día de San Nicolás (6 de diciembre).
La comunidad del rey, capítulo 5, página 8
MODELOS DE LA IGLESIA
La posición de cada quien determina lo que ve. Asimismo, la posición que uno tiene
respecto a la iglesia afecta la forma en que uno cree que el evangelio debe vivirse y lo que
uno piensa que el Reino de Dios realmente significa.
¿Cómo hemos de ver la iglesia? ¿Cuáles son las figuras y metáforas básicas a través de las
cuales podemos entenderla? Hacer estas preguntas es identificar un cierto cambio que se da
hoy en la forma en que el cristianismo se entiende a sí mismo.
33 J. D. Douglas, ed. Let the Earth Hear His Voice, Volumen Oficial de Referencia del
Congreso Internacional Sobre la Evangelización Mundial (Minneapolis: world Wide
Publications, 1975, pp. 39.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 9
34 La junta sobre “disipulado radical” fue probablemente más alerta a las implicaciones de
la terminología comunidadpueblo que los participantes en general. Los adjetivos
carismático y mesiánico en el trabajo “A response to Lausanne” surgieren temas bastante
semejantes a los que se tratan en este libro.
35 Henry Bettenson, ed. Documents of the Christian Church (New York: Oxford
University Press, 1947), p. 298. Lutero distinguía siete marcas de la iglesia, todas las
cuales se relacionan con la palabra de Dios. La iglesia tiene las marcas de (1) la Palabra
predicada y creída, la palabra simbolizada e impartida a través del (2) Bautismo y (3) la
Santa Comunión; la Palabra propiamente administrada y salvaguardada, que requiere de (4)
ministros y (5) del oficio de las llaves; (6) la palabra usada en la adoración; y la Palabra
vivida, la cual es vida con la marca de (7) la cruz. Todas, excepto la última, se refieren más
o menos exclusivamente al culto bíblico de la Iglesia.
El tratamiento que hace Calvino de las marcas de la Iglesia es aparentemente muy
diferente del de Lutero, pero en realidad es muy similar. Calvino dice repetidamente que
hay dos marcas de la iglesia visible: el ministerio puro de la Palabra y la celebración pura
de los sacramentos. “Dondequiera que veamos la Palabra de Dios predicada y oída
sinceramente, donde quiera que veamos los sacramentos administrados de acuerdo con la
institución de Cristo, allí no podemos dudar que la iglesia de Dios tenga alguna existencia
…” (Institutes of the Chrisrtian Religión IV, i.12). En este caso hay solamente dos marcas,
o, si uno separa los sacramentos, tres. Pero para Calvino la “administración propia” de los
sacramentos requiere un ministro ordenado y la necesidad de la provisión para la
excomunión. Y la administración de los sacramentos es una cuestión de culto público.
Entonces, en esencia no hay diferencia básica entre Lutero y Calvino en relación a cómo
puede reconocerse la Iglesia sobre la tierra.
Un área de diferencia es que Calvino no menciona la cruz o la persecución como marca
de la Iglesia. Calvino reconoce el lugar de la cruz en la experiencia cristiana pero
aparentemente no ve la persecución o el sufrimiento como una marca necesaria. Lutero
menciona la cruz aunque la pone en último lugar en su lista.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 10
De tono más calvinista es la Confesión de Westminster, un siglo más tarde, que decía que la
Iglesia invisible es “el número total de los elegidos” y visible “todos aquellos” que, en
todas partes del mundo, profesan la verdadera religión, junto con sus hijos”. El énfasis aquí
está en la elección, la creencia correcta e, implícitamente, en los sacramentos y el orden
correcto.
Aunque estas afirmaciones son muy diferentes, hay tres cosas que sobre salen: (1) se pone
un énfasis predominante en el evangelio más que en la obediencia a la jerarquía; (2) la
incorporación a la iglesia se ve principalmente como un asunto de creencia correcta o
profesión; y (3) las figuras de comunidad, gente o pueblo no son de importancia primaria.
El énfasis se traslada de la institución del sistema eclesiástico católico romano a la
institución de la Palabra proclamada y de los sacramentos administrados.
En el siglo XVI era difícil tener una concepción de la Iglesia como un conjunto de personas
distintas del resto de la sociedad o como una comunidad específica separada del mundo. Tal
concepción de la Iglesia era tan revolucionaria que se la consideró herética y tan
amenazadora que parecía políticamente subversiva. En gran parte por esta razón, aquellos
que llegaron a afirmar el derecho y la necesidad de la Iglesia de ser una comunidad
separada, distinta del pueblo de Dios, los ana baptistas, murieron por centenares por su fe.
Es ciertamente más que una coincidencia que el redescubrimiento contemporánea del
anabaptismo haya venido paralelo con un nuevo énfasis en la Iglesia como comunidad y
pueblo.37
aspectos específicos de la Iglesia son determinados en gran parte por el modelo particular
que esté presuponiendo.
Pedro Savage sugiere que son cuatro los modelos de la Iglesia especialmente comunes en la
actualidad. Muchos ven a la Iglesia como una sala de conferencias a donde los creyentes
van a oír una exposición de la Biblia. Para otros la iglesia es un teatro donde los fieles se
reúnen para ser testigos del drama del sacramento actuado en presencia de ellos. Además, la
Iglesia puede ser vista como una corporación eficiente y con una gran orientación hacia los
programas, con un equipo pastoral ocupado en dar religión a las masas en dosis pequeñas.
Finalmente, Savage sugiere que muchos ven la iglesia como un club social del que algunas
personas se hacen miembros para encontrar satisfacción a ciertas necesidades, de la misma
manera que uno podría unirse a cualquier otra organización para encontrar satisfacción para
otras necesidades. Savage pasa luego a analizar la Iglesia como la comunidad escatológica
y sacramental de los discípulos.
Dulles mismo discute cinco modelos básicos que han operado a través de la historia: La
Iglesia como institución, como comunión mística, como sacramento, como heraldo y como
siervo. Estas metáforas no son mutuamente exclusivas y ninguna de ellas comprende
tampoco toda la verdad sobre la iglesia, la cual, después de todo, sigue siendo un misterio.
Sin embargo, quizás Dulles tenga razón al decir que “aunque todos los modelos tienen sus
méritos, no todos tienen el mismo valor y algunas presentaciones de algunos de ellos
tienen, positivamente, que ser rechazados.
Mi interés está especialmente en los dos primeros modelos de Dulles: la Iglesia como
institución y la Iglesia como comunión mística, porque aquí se encuentra una cierta
polaridad y la cuestión de la prioridad de un modelo sobre el otro, a la luz de la Escritura
adquiere gran relevancia.
Suenens señala, sin embargo, que “al mismo tiempo… otra visión de la Iglesia iba
tomando forma gradualmente ante nuestros ojos”. Un buen número de teólogos católicos
empezaron a hablar de la iglesia como el cuerpo místico de Cristo, y esto preparó el camino
para las afirmaciones del Vaticano II. Dice Suenens:
La comunidad del rey, capítulo 5, página 12
Sería fácil exagerar la importancia de este cambio de una visión institucional de la Iglesia a
una orgánico-comunal. Se tiene que recordar que el carácter institucional de la Iglesia y las
prerrogativas de la jerarquía, fueron reafirmadas explícitamente por el Vaticano II. No
obstante, es obvia una cierta degradación institucional a favor de uno basado en los
símbolos del pueblo y comunidad.
38 Obviamente, todavía existen diferencias fundamentales y distintivas entre el punto de
vista evangélico contemporáneo de la Iglesia y el punto de vista católico romano. Muchas
cosas en las declaraciones eclesiológicas del Vaticano II son ofensivas para los protestantes
porque tienen muy poca base bíblica explícita. El asunto aquí es la cuestión de cuál es el
énfasis primario.
39 Un cambio más o menos paralelo ha ocurrido en esa parte de la iglesia asociada con el
Concilio Mundial de Iglesias.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 13
Tal tradición puede combinarse fácilmente con las tendencias seculares de la sociedad
moderna a producir una visión de la Iglesia esencialmente institucional y organizacional, la
cual choca con la idea de la Iglesia como comunidad y como un pueblo. La moderna
revolución tecnológica con su tecnocracia tiende a reforzar el concepto de la Iglesia que
está demasiado preocupada con las formas de operación técnicas e institucionales y que es
peligrosamente susceptible a las técnicas administrativas y conceptuales que deben más a
B. F. Skinner que a Pablo o a Jesús.
Es significativo que Jesús rechazó los modelos jerárquicos tanto religiosos como políticos
para sus seguidores en dos pasajes relacionados, Mateo 20:20-28 y 23:1-12. Aquí
encontramos afirmaciones tan radicales como éstas: “Ustedes saben que los gobernadores
de los gentiles se enseñorean sobre ellos y que sus altos oficiales ejercen autoridad sobre
ellos. No será así con ustedes. En lugar de esto, el que quiera hacerse grande entre ustedes
será su servidor y el que quiera ser primero será su esclavo” (Mateo 20:25-27). “Ustedes no
han de ser llamados <Rabí>. Porque ustedes tienen solamente un Maestro y todos ustedes
son hermanos…Ni han de ser llamados <maestros”, porque tienen un Maestro, el Cristo”
(Mateo 28:3, 10). La arrogancia jerárquica y los títulos que crean distinciones entre los
creyentes son cuestionados. Los seguidores de Cristo son vistos como hermanos y
consiervos.
Al describir a la Iglesia como :la comunidad del pueblo de Dios más como una institución”,
Lausana endosó una visión de la Iglesia que es al mismo tiempo bíblicamente radical y
prácticamente importante. El Pacto de Lausana no da, por supuesto, una definición
40 Esto es cierto, cuando menos, para aquellos que participaron en el Congreso de Lausana.
Una reunión de administradores de la iglesia, más que de líderes evangelísticos, podría
haber producido una declaración diferente en relación a la iglesia.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 14
La Iglesia y el Reino
Como sugiere Dulles, ningún modelo puede definir completamente la iglesia o lo que Dios
está haciendo a través de ella. Debe utilizarse una pluralidad de modelos y figuras para
ayudarnos a entender la variada riqueza de la Iglesia.
Pero lógicamente, algunos modelos deben tener prioridad sobre ellos. Bíblicamente,
parecería más válido entender a la Iglesia como la comunidad del pueblo de Dios y no
como una institución jerárquica o una “sociedad jurídicamente perfecta”. Ciertamente,
figuras bíblicas como la del pueblo y el rebaño de Dios, el cuerpo y la esposa de Cristo, y
como la de comunidad o compañerismo del Espíritu Santo, tienen prioridad sobre otros
modelos específicamente bíblicos.
Una concepción propiamente bíblica del Reino de Dios es posible solamente si se entiende
a la Iglesia, predominantemente, si no exclusivamente, como una comunidad carismática y
el pueblo peregrino de Dios, su reino de sacerdotes. En este libro intentaré mostrar por qué
ésta es hoy la forma más válida de entender la Iglesia.
Alguien puede argumentar, por supuesto, que este cambio de modelo es solamente un
acomodamiento a la sociedad moderna. La idea de personas y de pueblo ha sido
redescubierta y explotada por la publicidad y por los medios de comunicación. Todo banco,
tienda o compañía gigantesca quiere ser conocida como “gente que ayuda a la gente” o
como “el tipo de gente que prefieres” o como “gente exactamente como tú”. ¿No está la
iglesia simplemente identificándose con esta tendencia?
La Iglesia puede explotar esta tendencia y usarla para manipular a las personas y a sus
creencias, o ir más allá y hacer preguntas más fundamentales: ¿Qué es la iglesia, en verdad?
¿Cuál es la idea bíblica al respecto? La sociedad moderna se parece cada vez más a un
hombre biónico: se ve blando, humano, vulnerable y amistoso en su exterior pero debajo de
la superficie es una masa de acero y cables y nadie está seguro de quien lo controla.
También la Iglesia puede ser únicamente una maquinaria que funciona a la perfección con
La comunidad del rey, capítulo 5, página 15
una fachada humanal. O puede ser una comunidad de creyentes solícita, radicalmente
bíblica y rendida completamente a Jesucristo.
A esto último, me parece, se refiere el Reino de Dios. Pero debe ser visto como el pueblo de
Dios en relación al Reino de Dios o, en otras palabras, como la comunidad ,mesiánica, la
comunidad del Rey.
(Capítulo 2 del libro: La comunidad del Rey por Howard A. Zinder, decano del Seminario
Metodista Libre de Sao Paulo, Brasil. Publicado por Editorial Caribe, 1983)
Preguntas de discusión
1. ¿A cuál de los cuatro modelos de la Iglesia mencionados por Pedro Savage se parecen
más la comunidades eclesiásticas que UD ha conocido? En su opinión, ¿cuál es el defecto
de este modelo?
3. ¿En qué se parecen la visión de la Iglesia que tienen tanto el Segundo Concilio del
Vaticano y el Pacto de Lausana?
4. ¿Qué peligro ve el autor del libro en la tendencia de llamar “iglesias” a las estructuras
denominacionales? En su opinión, ¿qué validez tiene la preocupación del autor con esta
tendencia? ¿Qué alternativas existen para neutralizar tal tendencia?
5. En su opinión, ¿Cuáles modelos de la Iglesia deben tener prioridad sobre los otros? ¿Por
qué? ¿Cuáles modelos de la Iglesia tienen prioridad en el ambiente eclesiástico en el cual
UD se encuentra?
6. ¿De qué peligros advierta Jesús a los discípulos en cuanto a su concepto de la Iglesia?
Lectura 3
LA COMUNIDAD MESIANICA
La Iglesia es el agente del Reino de Dios, en primer lugar, a través de lo que es. Sirve mejor
a los intereses del reino como la comunidad mesiánica del pueblo de Dios que como una
institución eclesiástica.
La prioridad de la comunidad
La proclamación presupone una comunidad que da testimonio. Como ha escrito John
Howard Yoder:
Pragmáticamente, es evidente que no puede haber proclamación sin una comunidad,
distinta del resto de la sociedad, que la haga. Pragmáticamente es igual de claro que no
puede haber llamamiento Evangelístico dirigido a una persona, invitándola a venir a
formar parte de un nuevo tipo de compañerismo y de aprendizaje, si no hay un cuerpo de
personas, otra vez, distinto de la totalidad de la sociedad, el cual pueda venir y con el cual
pueda aprender … Si no es el caso que existan en un determinado lugar hombres de varios
caracteres y orígenes que hayan sido reunidos en y por Jesucristo, entonces en ese lugar
no existe la nueva humanidad y en ese lugar el evangelio no es cierto. Si, por otro lado, ha
ocurrido este milagro de la nueva creación, entonces todas las verbalizaciones e
interpretaciones a través de las cuales esta fraternidad se comunica con el mundo que la
rodea son simplemente explicaciones del hecho de su presencia.i
mera colección de almas salvadas que como una comunidad de personalidades que
interactúan. El crecimiento cristiano ha sido cuestión de cultivo del alma individual más
que de edificación de la comunidad del Espíritu. Santos que vivieron aislados, vidas
solitarias, fueron a menudo colocados en un pedestal por encima de aquellos cuyas vidas
fueron vividas en verdadera comunidad. Por supuesto, estas tendencias son parte de la
herencia que el protestantismo recibió en la época anterior a la Reforma.
Por cuatro verdades bíblicas debe llevarnos a aceptar la prioridad de la comunidad: (1) el
concepto del pueblo de Dios, (2) el modelo de Cristo con sus discípulos, (3) el ejemplo de
la iglesia primitiva y (4) las enseñanzas explícitas de Jesús y de los apóstoles. La
declaración de Cristo: “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo con ellos”
(Mateo 18:20) define muy adecuadamente a la Iglesia. La auténtica vida cristiana es una
vida en comunidad cristiana.
Obviamente, esto no significa que nos vayamos al extremo opuesto de disolver la identidad
individual en el grupo. En énfasis individual es bíblico, pero parcial.ii
Esto tiene implicaciones inmediatas para la tarea evangelística. El creyente individual tiene
una responsabilidad en primer lugar con la comunidad cristiana y con su cabeza, Jesucristo.
La primera tarea de todo cristiano es la edificación de la comunidad de creyentes. Si
decimos que la evangelización o el ganar almas es la primera tarea del creyente, estamos
forzando el Nuevo Testamento y poniendo sobre las espaldas de algunos creyentes, una
carga que no pueden llevar. La idea de que la primera responsabilidad de todo cristiano es
ser un ganador de almas ignora las enseñanzas bíblicas acerca de los dones espirituales.
Además, coloca todo el énfasis en el punto de la conversión y concede un valor menor a la
edificación de la Iglesia que es esencial para una evangelización efectiva y para el
crecimiento de la Iglesia.
Esto lleva naturalmente a una discusión de los dones del Espíritu en la comunidad cristiana.
Porque los dones deben ser vistos, no como beneficios espirituales extra, sino como algo
completamente central para la vida, experiencia y funcionamiento de la comunidad
cristiana.
Por generaciones, el asunto de los dones espirituales fue entendido en forma muy incorrecta
o ignorado por gran parte de la Iglesia cristiana. El nuevo Testamento da enseñazas claras
en relación a los dones espirituales y afirma enfáticamente que el ejercicio de estos dones
es parte de la vida normal de la comunidad cristiana (1º Corintios 12-14). Y sin embargo,
incluso en el día de hoy, muchos cristianos niegan la validez de los dones, limitándolos a la
iglesia primitiva únicamente, o reinterpretándolos en una forma que les quita su impacto y
los presenta como semejantes a las habilidades naturales. Esta ignorancia y entendimiento
erróneo de los dones ha producido un énfasis sobre ellos a veces exagerado en algunos
grupos. Esta reacción puede representar el juicio de Dios sobre las principales corrientes del
protestantismo por haber ignorado esta verdad bíblica. Ha resultado una polarización, un
grupo que niega o ignora los dones espirituales y otro que a menudo sobre-enfatiza o que
eleva uno o dos de ellos al nivel de credenciales espirituales. Afortunadamente, estamos
empezando a ver un nuevo énfasis tanto entre pentecostales como entre no-pentecostales,
en el hecho de que los dones espirituales tienen que ser entendidos en su contexto bíblico,
esto es, como parte del plan de Dios para el funcionamiento normal de la comunidad
cristiana.
El quien dio a unos el ser apóstoles, a otros el ser profetas, a otros el ser evangelistas y a
otros el ser pastores y maestros” (Efesios 4:4, 7, 11). Habiendo sido salvados por gracia,
“somos obra de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios
preparó por anticipado para que las hiciéramos” (Efesios 2:10). Hay una relación entre estas
“buenas obras” preordenadas y los dones espirituales, ya que es principalmente a través del
ejercicio de dones espirituales que el individuo realiza esas buenas obras de las que se
compone el plan cósmico de Dios.
La vida y el crecimiento de la iglesia primitiva puede verse mejor como una comunidad de
cristianos llenos del Espíritu ejercitando sus dones espirituales. Algunos, como Pedro,
Pablo, Bernabé, Silas, Felipe y Apolos, utilizaron sus dones en la proclamación directa del
evangelio al mundo. Otros usaron sus dones para sustentar la vida interna de la iglesia,
como por ejemplo, Timoteo, Ananías (Hechos 9:10), María, la madre de Marcos (Hechos
12:12), Febe (Romanos 16:1-2), Priscila y Aquila (Romanos 16:3), y muchos otros
demasiado numerosos para poder mencionarlos.
Pablo claramente expresa que su “don de la gracia de Dios” como apóstol era “predicar a
los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo, y hacer clara para todos mi administración
de este misterio” del evangelio (Efesios 3:7-9). Pablo era un apóstol; éste era su don
espiritual. Para él evangelización y formación de iglesias era lo mismo que enseñanza y
supervisión espiritual. El era efectivo porque estaba ejercitando el don y el llamamiento que
había recibido de Dios.
Felipe era un evangelista. Agabo era un profeta, y no tenemos evidencia de que fuera un
evangelista. Dorcas :estaba siempre haciendo el bien y ayudando a los pobres” (Hechos
9:36); ésa era la forma en que ella ejercitaba sus dones espirituales. Lidia de Filipos dirigía
un grupo de oración y practicaba el don de la hospitalidad (Hechos 16:13-15). Silas era un
profeta (Hechos 15:32), y Febe era una diaconisa (Romanos 16:1). iii Y así sucesivamente en
toda la iglesia primitiva. No todos éstos eran evangelistas, pero todos eran testigos de la
gracia de Dios. Y cada uno, a su manera, era útil en el testimonio de la Iglesia.
Los ejemplos del Nuevo Testamento revelan dos direcciones de los dones espirituales:
externa, ministerio en el mundo; e interna, ministerio dentro de la iglesia. Ambas son
importantes y ambas son necesarias, porque la proclamación y el servicio deben provenir de
la experiencia de comunidad de la iglesia.
Las enseñanzas de Pedro en 1º Pedro 4:10-11 dan tal vez el mejor resumen de la enseñanza
bíblica en relación a los dones espirituales. El dice: “Cada uno debe usar el don espiritual
(don de gracia, carisma) que haya recibido para servir a otros, administrando fielmente la
gracia de Dios (charis) en sus diferentes formas. Si alguno habla, debe hacerlo como quien
está hablando las palabras mismas de Dios. Si alguno sirve, debe hacerlo con la fortaleza
que Dios da, de modo que en todas las cosas Dios sea glorificado a través de Jesucristo”.
Este pasaje es importante porque muestra que los dones espirituales no eran solamente una
idea de Pablo sino que eran aceptados y entendidos comúnmente en la iglesia primitiva.
Hebreos 2:4 (suponiendo que Pablo no sea el autor) es importante por la misma razón:
“Dios también dio testimonio de ello por medio de señales, prodigios y varios milagros, y
dones del Espíritu Santo distribuidos de acuerdo con su voluntad”.iv
La comunidad del rey, capítulo 5, página 20
Pedro supone que cada creyente ha recibido algún don espiritual, alguna parte específica de
la multiforme gracia de Dios, y dice que este don ha de usarse para glorificar a Dios. Pedro
cita solamente dos ejemplos: el ministerio de la Palabra (“si alguno habla”) y el servicio
práctico (“si alguno sirve”, diakonei). Obviamente, esto no es para limitar los dones
espirituales a dos solamente. Más bien Pedro está hablando de todos los dones espirituales
y los divide en dos amplias categorías, proclamación verbal y servicio práctico, de la misma
manera que lo hicieron los doce discípulos en Hechos 6. v Esta es una división natural y
práctica, no una división técnica, rígida o jerárquica. Pedro está diciendo simplemente:
“Cualquiera que sea el don que hayas recibido – sea el de hablar o el de servir p úsalo
fielmente, como buen administrador de la gracia de Dios, para que Dios pueda ser
glorificado” (lo cual es siempre el propósito final de los dones espirituales).
Los más importantes pasajes paulinos en relación a los dones son Romanos 12;6-8, 1º
Corintios 12;8-10 y 12:28, y Efesios 4:11-12. aquí están cuatro listas diferentes de los
dones del Espíritu. Aunque las listas son esencialmente similares, Pablo puede haber tenido
algo ligeramente diferente en mente en 1) Corintios 12:28 y Efesios 4:11-12 a lo que tenía
en Romanos 12:6-8 y 1º Corintios 12;8-10. En los últimos dos pasajes el énfasis está en el
hecho de los dones mismos y de la resultante diversidad dentro de la enseñanza, sanidad y
así sucesivamente, en lugar de hablar de profetas, maestros, sanadores, etc.
En contraste, Pablo tiene algo diferente en mente en Efesios 4:11-12 y 1º Corintios 12;28.
Su interés aparece claramente en el último pasaje: “Y en la iglesia Dios ha designado …”
El énfasis de Pablo no está principalmente sobre los dones mismos en estos dos pasajes,
sino en el orden de la iglesia. El enfoca su atención sobre los medios que Dios ha provisto
para el funcionamiento apropiado de los dones dentro de la comunidad cristiana.
El colocar estos dos pasajes uno al otro lado del otro nos da una imagen compuesta del
orden de la iglesia de acuerdo con los principios bíblicos y carismáticos, y sugiere una
distinción funcional entre dos clases de dones:
Notamos que estos dos listas tienen en común a los apóstoles, profetas y maestros. En
Efesios se agrega evangelistas y pastores, que pueden ser considerados como una
subdivisión de los que están incluidos en 1º Corintios como apóstoles, profetas y maestros.
En 1º Corintios 12;28, después de mencionar “primero que todo apóstoles, segundo profeta,
tercero maestros”, Pablo sigue adelante y menciona varios otros dones: “luego los que
hacen milagros, también los que tienen el don de sanidad, los que ayudan, aquellos que
tienen dones de administración, y finalmente aquellos que hablan diferentes tipos de
lenguas”. Es evidente que aquí existe una división natural. Esta es una distinción funcional
entre los dones de liderazgo básico o dones que capacitan y la gran variedad de otros dones
más específicos que el Espíritu da.
Nótese que Pablo no se está refiriendo aquí a una jerarquía organizada, fija, en la Iglesia, a
pesar de que algunas veces se lee entre líneas esta interpretación. Más bien, Pablo está
mostrando que Dios mismo ha hecho provisión para el orden, dando a cada congregación
local y a la iglesia en general, personas capaces de realizar las diferentes funciones que son
necesarias.
Vemos, entonces, que los dones de liderazgo básico de apóstol, profeta, evangelista, pastor
y maestro son dados a la iglesia para ejercer un ministerio de equipamiento, preparando a
cada creyentes para un ministerio específico. Y ¿cuál es esta obra del ministerio? Para cada
miembro es diferentes, pero vemos algunas de las cosas que involucra: sanidad, ayuda,
administración, profecía. En todos los casos el propósito es el mismo, esto es, “que la
iglesia pueda ser edificada” (1º Corintios 14:5), que “todos alcancen unidad en la fe y en el
conocimiento del Hijo de Dios y que lleguen a ser maduros, alcanzando toda la medida de
perfección que se encuentra en Cristo (Efesios 4:13), “de modo que en todas las cosas Dios
pueda ser glorificado a través de Jesucristo” (1º Pedro 4:11).
Liderazgo carismático
¿cómo hemos de entender estas funciones de capacitación del apóstol, profeta,
evangelista, pastor y maestro en el día de hoy?
En primer lugar hay una diferencia en el objetivo o esfera de acción de estos diferentes
dones. William Barclay resume la evidencia bíblica e histórica en relación al liderazgo en la
iglesia primitiva, como sigue:
En la Iglesia primitiva había tres clases de personas que tenían cargos. Había unos
cuantos cuyo mandato y autoridad eran reconocidos en toda la iglesia (apóstoles). Había
muchos que tenían un ministerio itinerante, e iban a donde el Espíritu los llevaba y a
donde Dios los enviaba (profetas y evangelistas). Había algunos cuyo ministerio era un
ministerio local y confinado a una sola congregación y a un solo lugar (pastores y
maestros).
El alcance tan amplio del papel de liderazgo de los apóstoles se nota claramente en todo el
Nuevo Testamento. Aunque el don de profecía a menudo se ejercitaba dentro de las
congregaciones locales (1º Corintios 14), muchos profetas y evangelistas tenían un
La comunidad del rey, capítulo 5, página 22
ministerio itinerante parecido al de los profetas del Antiguo Testamento (Hechos 11:27-28,
21:8-10; Efesios 3:5; 2º Pedro 3:2; apocalipsis 18:20). Al contrario de los apóstoles, ellos
no eran supervisores. Finalmente, el ministerio de los pastores y maestros estaba confinado
básicamente a las congregaciones locales (Hechos 13:1; 20:17-20). Algunas veces se habla
de los ancianos como pastores o maestros (Hechos 20:17-30; 1º Timoteo 5:17; 1º Pedro
5:1-3).
El patrón de liderazgo que realmente existía en la iglesia primitiva constituyó la base para
lo que Pablo enseñó más tarde en relación a los dones en sus epístolas. Por esta razón la
enseñanza de Pablo en Efesios y 1º Corintios debe tener prioridad sobre las descripciones
de Hechos de los varios líderes que estaban de hecho surgiendo en esos momentos. En su
evangelización Pablo vio la necesidad del liderazgo y, guiado por el Espíritu, designó
ancianos en las iglesias que fundó. Más tarde, al escribir a estas iglesias, Pablo reflexionó
en lo que había pasado y le dio una interpretación mostrando lo que Dios había hecho: En
la iglesia Dios ha designado primero que todo apóstoles, segundo profetas, tercero
maestros”. Bajo la inspiración divina Pablo da esta explicación, mostrando que Dios ha
actuado y actuará, para proveer el liderazgo.
Y Pablo muestra que este liderazgo ha de ser entendido en términos de dones espirituales:
el dio “a algunos el ser apóstoles, a algunos el ser profetas, a algunos a ser evangelistas, a
algunos el ser pastores y maestros”. Estos no son todos los dones, pero son específicamente
los dones de liderazgo o de capacitación.
Estos términos fueron utilizados para designar a los líderes que el Espíritu de Dios estaba
levantando. Eran más descriptivos que normativos. Tomados en conjunto, no representan
una jerarquía fija de posiciones que debían llenarse, sino que más bien indican las
funciones de liderazgo que eran llevadas a cabo por hombres y mujeres que Dios había
levantado. Esto es lo que quiere decir liderazgo carismático, liderazgo inspirado por el
Espíritu de Dios, dotado con las necesarias gracias o carismas y reconocido en forma
apropiada por la comunidad creyente.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 23
John Howard Yoder ha llevado a cabo un estudio detallado del liderazgo carismático,
entendido bíblicamente, que merece ser citado con amplitud por la luz que ofrece sobre la
naturaleza del liderazgo en general y especialmente sobre la cuestión del vocabulario
utilizado en el Nuevo Testamento para el ministerio. Yoder nota que toda sociedad tiene un
lugar para el “religioso profesional” que es sostenido por la comunidad y que se hacer
cargo de sus funciones religiosas. Al desviarse la iglesia de los principios bíblicos se hace
igual a otras religiones y sistemas culturales y acepta el papel del religioso profesional y su
autoridad.
Si vamos al Nuevo Testamento con esta visión del ministerio del “religioso
profesional”, preguntando “¿Qué es lo que se enseña sobre este asunto?” entonces
podemos reunir algunas cosas que escribió a Timoteo y a Tito acerca de ellos mismos,
algunas otras cosas que les escribió en relación a los obispos y diáconos, algunas cosas
que los Hechos reportan acerca de los líderes en Jerusalén y Antioquía, sazonar la mezcla
con algunas reminiscencias del Antiguo Testamento, y llegar a formar un paquete muy
impresionante de la “Visión bíblica del ministerio”.
Yoder señala que “hay un número considerable de ministerios que pueden distinguirse” o
funciones en el Nuevo Testamento lo mismo que “una diversidad en el número, designación
e interpretación de estos oficios”. Además, “existe una cierta lógica en la designación del
apóstol y el profeta, pero no hay una jerarquía de valores … No hay ningún indicio de un
<<escalafón>> en relación al cual el mismo individuo puede progresar “hacía arriba” de un
oficio a otro”.
Tomemos muy seriamente la advertencia de 1º Corintios 12 de que no tratemos de
establecer una jerarquía de valores entre los diferentes dones. Esta advertencia es el
propósito del pasaje: que hay muchos dones no es el mensaje del capítulo, porque eso es
auto-evidente, cuando menos en Corinto. Todo el interés de Pablo es que se reconozca que
todos estos dones tienen la misma fuente, y que todos son (cada uno en su lugar) del mismo
valor.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 24
En relación al vocabulario del Nuevo Testamento referente al liderazgo: Parece que se usan
tres términos para designar el mismo oficio: “anciano” se deriva del uso que de este
término se hacía en la sinagoga, “supervisor” (obispo) es una descripción funcional y
“pastor” una descripción en sentido figurado. Los tres términos aparecen como sinónimos
en Hechos 20 y 1º Pedro 5, y obispo-anciano en Tito 1. Constituían ellos el liderazgo
colegiado de la congregación ocal que se autogobernaba. Hay varios de estos hombres en
una congregación dada.
Todo el liderazgo en la Iglesia, por tanto, está basado en los dones espirituales.
Bíblicamente, uno no puede simplemente hacer “el supuesto de que carisma y oficio están
en dos niveles diferentes, el uno espontáneo y el otro permanente. El uno llena de vida y el
otro digno de confianza … La única manera de definir <<oficio>> de forma que no tenga
relación alguna con <<don>> es hacer una tarea determinada tan objetiva, formal,
impersonal que debe y puede ser ejecutada por alguien a quien Dios no ha preparado para
ello.”
EL análisis de Yoder muestra lo cuidadoso que uno tiene que ser para no leer entre líneas en
el Nuevo Testamento acerca de la existencia de estructuras de liderazgo rígidas y
permanentes que simplemente no se encuentran ahí. De hecho, la descripción del Nuevo
Testamento de la Iglesia como la comunidad mesiánica, debilita la base misma de cualquier
visión institucional-jerárquica y coloca al ministerio sobre una base carismática-orgánica.
Las enseñanzas importantes del Nuevo Testamento son: (1) Dios proveyó los líderes
necesarios, (2) este liderazgo era visto en términos del ejercicio de dones espirituales, y (3)
había una gran flexibilidad y fluidez en la forma en que estas funciones de liderazgo
operaban y eran entendidas en la iglesia primitiva.
Esta flexibilidad y fluidez en la terminología del liderazgo está apoyada por ejemplos
bíblicos. Felipe, por ejemplo, era reconocido como un “servidor de mesas” y como un
evangelista al mismo tiempo (Hechos 6:5; 21:8). Silas el compañero de Pablo, era uno de
los “hombres prominentes” y también un profeta (Hechos 15:22, 32). La iglesia en
Antioquía tenía <<profetas y maestros>> (Hechos 13:1). Los líderes reunidos en el
Concilio de Jerusalén son llamados repetidamente “apóstoles y ancianos”” (Hechos 15);
indudablemente muchos de estos ancianos eran los pastores y maestros de varias
congregaciones locales. Escribiendo a la iglesia en Filipos, Pablo se dirigió a “los santos
…, junto con los supervisores y diáconos” (Filipenses 1:1). Parece que los ancianos,
diáconos y obispos (supervisores) eran líderes nombrados que se reconocía que tenían uno
o más de los dones de liderazgo citados por Pablo en 1º Corintios 12 y Efesios 4.vi
Apóstoles.
Pablo estaba muy conciente de que era un apóstol y del ministerio apostólico en general.
La iglesia está “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, con Cristo Jesús
mismo como la piedra angular” (Efesios 2:20). El plan de Dios por medio de la Iglesia, “ha
sido revelado ahora por el Espíritu a los santos apóstoles y profetas de Dios” (Efesios 3:5).
EN la iglesia primitiva un apóstol era alguien que tenía una posición de liderazgo
preeminente reconocida y autoridad en la Iglesia. A menudo jugaba un papel clave en la
evangelización intercultural. A los apóstoles originales, es decir, a los discípulos escogidos
de Jesús y a Pablo, se les reconocía que tenían una autoridad particular debido a su cercanía
a Cristo: ellos lo habían visto y fueron testigos de su resurrección, aunque
(significativamente) en el caso de Pablo esto no tuvo lugar a través de una visión y por
revewralción directa y no por asociación física.
Pero ¿continuó el apostolado después del período del Nuevo Testamento? Debido a la obvia
singularidad de los apóstoles originales, algunos han argumentado que no existen apóstoles
ya en el día de hoy. Pero esta conclusión se opone a la evidencia bíblica y produce una
ruptura demasiado violenta entre los apóstoles originales y los líderes de la iglesia que les
sucedieron.
Primero, y esto es lo más obvio, los “apóstoles” eran los doce discípulos especialmente
escogidos por Jesús. La palabra aparece con este significado siete veces en los Evangelios,
lo mismo que en Hechos 1:2 y posiblemente en Judas 17/
Segundo, apóstoles es una palabra que se usa para designar a los principales líderes de la
iglesia primitiva en el libro de los Hechos. En Hechos 1, Matías fue escogido para
reemplazar a Judas y “fue agregado a los once apóstoles” (Hechos 1:26). La frecuente
mención de apóstoles en Hechos 1 a 6 (catorce veces) se refiere muy claramente a “los
doce” (Hechos 6:2), los once originales y Matías.
Además de usarlo con estos significados, haciendo referencia a los doce y luego a un grupo
creciente de líderes de la iglesia, el Nuevo Testamento usa también apóstol en un sentido
todavía más amplio, haciendo referencia a mensajeros o misioneros. Este es el caso por
ejemplo, en Juan 13:16, 2º Corintios 8:23 y Filipenses 2:25.
Debemos entender la designación que hace Pablo de apóstol como un don espiritual
teniendo en mente este uso del término en la iglesia primitiva (1º Corintios 12:28-29),
Efesios 4:11). No tenemos ninguna base para restringir en este caso el significado a los
doce originales.viii Seguramente que podemos reconocer un apostolado único, que no puede
repetirse en el primer grupo de apóstoles. Pero ya en los días de Pablo había otros
apóstoles. Pablo no se refiere a los doce originales, sino a la función de apóstol que Dios ha
dado como un aspecto permanente de la naturaleza carismática de la Iglesia. No hay nada
en el tratamiento que hace Pablo de los dones espirituales que sugiera que él estaba
describiendo un patrón para la iglesia primitiva solamente. Todo lo contrario. Para Pablo la
Iglesia es un cuerpo en crecimiento, lleno de gracia y los apóstoles son una parte
permanente de la vida de ese cuerpo.
No se puede sostener con éxito, por lo tanto, que el ministerio apostólico desapareció con la
muerte de los doce originales. Ni tampoco hay evidencia bíblica, por otro lado, de que el
ministerio apostólico fuera transmitido formal y jerárquicamente a través de la historia de la
Iglesia. Más bien, la Escritura enseña que el Espíritu continúa y carismáticamente da a la
Iglesia la función de apóstol.
Apóstoles, entonces, usualmente son (1) líderes generales de la Iglesia (2) cuya posición y
autoridad son reconocidos en toda la iglesia (3) debido a una convicción general de que el
Espíritu de Dios los ha levantado. Son líderes generales cuya autoridad está basada en el
hecho de que fueron levantados por Dios y en su fidelidad a la verdad revelada, es decir, a
la Biblia. Su autoridad es contingente a su fidelidad como testigos; si cesan de testificar
fielmente a la verdad de la revelación de Dios, dejan de tener autoridad.
Entonces, los apóstoles hoy, son los líderes generales de la Iglesia, aquellos que tienen la
responsabilidad de la supervisión general de la iglesia. Estos son los líderes que Dios
escoge como testigos de su revelación y como guardianes de esa revelación; líderes
responsables del buen orden de la Iglesia.
¿Cómo llegan a ser reconocidos y a ejercer su función dentro de la Iglesia, los apóstoles
que en verdad han sido designados divinamente? Esto hace que surja la cuestión de la
estructura organizacional que el Nuevo Testamento no trata explícitamente. Es de
presumirse que es posible una gran variedad de patrones organizacionales, siempre que esas
formas no violen los principios bíblicos mismos que hacen el liderazgo válido y funcional.
Desde el punto de vista bíblico no importa que los apóstoles sean llamados hoy obispos,
superintendentes, moderadores, presidentes o cualquier otra cosa. ix Es importante que la
estructura sea lo suficientemente flexible y abierta para permitir que los verdaderos
apóstoles puedan ejercer su función neo-testamentaria (algo bastante raro en la estructura
de muchas iglesias) y, de la misma manera, que los medios para designar a esos líderes
La comunidad del rey, capítulo 5, página 27
permitan y estimulen una sensibilidad a la voz del Espíritu Santo de modo que aquellos que
sean escogidos sean de hecho los que Dios quiere.
Debe ser obvio que no hay autoridad inherente en el oficio de apóstol, simplemente porque
el apostolado no es un oficio para ser dado a una persona escogida por la Iglesia. x El
apostolado es una función, un don. Dios no ha establecido el oficio de apóstol, profeta,
evangelista y así sucesivamente. Esto sería pensar en términos estáticos, institucionales.
Más bien, “sus dones fueron que algunos deberían ser apóstoles, profetas, evangelistas”. El
don de Dios son personas, no oficios. Esta distinción es útil en el día de hoy debido a la
tendencia a pensar en términos institucionales y organizacionales, en lugar de hacerlo en
términos personales y carismáticos (y por lo tanto bíblicos).xi Entonces, la autoridad
apostólica no puede ser ni conferida no transferida, a no ser que sea el Espíritu Santo el que
lo haga.xii
Profetas.
Del Nuevo Testamento y de los escritos de los primeros cristianos, sabemos algo de la
función de profeta en la iglesia primitiva. William Barclay nota que, “los profetas iban de
lado a otro por toda la iglesia. Se consideraba que su mensaje no era resultado de reflexión
y estudio, sino que venía directamente del Espíritu Santo … Iban de una iglesia a otra
proclamando la voluntad de Dios, como Dios se había dicho”. Es obvio, de la forma que
Pablo utiliza el término en Efesios y en otras partes, que los profetas, como los apóstoles,
eran reconocidos por tener un ministerio general y preeminente en toda la Iglesia. En un
sentido un poco más restringido era ejercitado por individuos dentro de la iglesia local (1º
Corintios 14:26-40).
¿Quiénes son los profetas de nuestros días? A menudo son los llamados líderes carismáticos
(en el sentido sociológico) que surgen en la iglesia. Casi todas las denominaciones y
movimientos tienen en su historia a esas personas inspiradas por el Espíritu, a quienes todos
reconocen como líderes y hombres y mujeres de Dios, aunque pueden no tener una posición
oficial en la Iglesia. Generalmente no son administradores o supervisores. Muchas veces
estas personas se transforman en los evangelistas itinerantes y predicadores especiales en la
iglesia, o pueden ser encontrados en organizaciones especiales o movimientos dentro de la
iglesia organizada o paralelos a ella (por ejemplo, movimientos juveniles y organizaciones
misioneras) o, eventualmente, pueden ser involucrados en el liderazgo denominacional
como obispos u oficiales generales. Más frecuentemente, sin embargo, el líder carismático
no es considerado al elegirse tales oficiales, porque es demasiado independiente y difícil de
predecir para el oficio. O, si es escogido, él puede rehusarlo porque ve el oficio como algo
que lo limitaría. Estas personas, si verdaderamente son del pueblo de Dios, son demasiado
valiosos para un oficio creado previamente. (Un buen ejemplo contemporáneo de esto lo
fue E. Stanley Jones en la iglesia Metodista, quien rehusó el oficio de obispo.)
En la Biblia se hace mención entonces del llamado líder carismático, individualista, que
surge dentro de la comunidad cristiana. Si es genuinamente un hombre de Dios, lleno del
Espíritu (porque los profetas falsos también abundan), puede ser un profeta que Dios está
levantando. Su ministerio será de relación directa con Dios y con la Iglesia. Tendrá todo el
poder – y toda la posibilidad de salirse de lo convencional y de ser difícil de predecir – de
un verdadero profeta. También estará sujeto a los peligros del extremismo, ya que su
La comunidad del rey, capítulo 5, página 28
mensaje viene directamente de Dios, y tendrá la tentación de hablar por cuenta propia y
pretender que lo que dice viene de Dios. En todos estos aspectos vemos una relación directa
con el profeta del Antiguo Testamento.
Como dice la Biblia, así debe ser en la iglesia: el profeta es el instrumento de Dios que
habla directamente a su pueblo (y quizás secundariamente al mundo) con estímulo,
exhortación, advertencia o juicio, de acuerdo con la situación. La validez de su mensaje, sin
embargo, es válido solamente si está en armonía con la Biblia porque el Espíritu de Dios es
un Espíritu de orden, no de confusión. No se contradice a sí mismo.
Luego la iglesia no escoge a sus profetas. Solo los reconoce y los escucha. Puede, en una
forma u otra, sostenerlos. Y la aparición de verdaderos profetas en la iglesia, podemos estar
seguros, es una señal de la operación de Dios entre su pueblo porque El ha prometido
levantarlos. ¿Por qué entonces, hemos de alarmarnos cuando aparecen?
Evangelistas.
El término evangelista no aparece con mucha frecuencia en el Nuevo Testamento, lo que
es sorprendente. Las únicas ocasiones en que se menciona están en Efesios 4:11, Hechos
21:8 (“Felipe el evangelista”) y 2º Timoteo 4:5 (“haz la obra de un evangelista”). ¿Por qué
tan pocas referencias? La respuesta es que Pablo y la iglesia del Nuevo Testamento en
general, no concebían la evangelización principalmente como un trabajo de especialistas.
La evangelización tenía lugar; era la expresión natural de la vida de la iglesia. Casi no había
necesidad de exhortar a la gente a evangelizar o de levantar un grupo especial de
evangelistas porque los nuevos cristianos iban por todas partes “chismeando” las buenas
nuevas acerca de Jesús.
Pero si esto es así, ¿por qué Pablo tuvo que mencionar a los evangelistas? La respuesta está
probablemente en el simple hecho de que habían surgido en la iglesia personas que tenían
el don de evangelistas y que eran reconocidas como tales (y no como apóstoles y profetas
como los que, presumiblemente, tenían mucho en común). Pablo reconoce que estos
hombres y mujeres estaban dentro de la eclesiología de Dios. El crecimiento de una iglesia
saludable no depende del trabajo de los evangelistas, sin embargo, porque la Iglesia es una
comunidad testificante. Pero una iglesia saludable puede tener apropiadamente y utilizar
provechosamente a tales “especialistas”. Esta, aparentemente, era la situación en la iglesia
primitiva.
Los apóstoles eran también evangelistas (Pedro, Pablo) pero Pablo se refiere especialmente
a aquellos cuya función estaba más o menos limitada a la evangelización. Particularmente,
a diferencia de los apóstoles, los evangelistas no tenían la responsabilidad de la supervisión
general de la iglesia, aunque su función puede haber incluido la proclamación de las buenas
nuevas a y dentro de la comunidad cristiana lo mismo que fuera de ella. xiii La función
primaria era siempre la proclamación, “portar las buenas nuevas”.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 29
Entonces, los evangelistas llevan a cabo una función legítima dentro de la iglesia y
podemos esperar que Dios levante evangelistas en nuestros días dentro de la iglesia local y
más generalmente en la Iglesia en su conjunto. La Iglesia debe estar alerta para reconocer a
estas personas y debe estimular y facilitar su trabajo. Sin embargo, no debe caer en el error
de pensar que solamente esos evangelistas tienen la responsabilidad de la evangelización.
Todos los cristianos tienen que ser testigos en una forma o en otra y muchos cristianos
tendrán un don en el área de evangelización, incluso si no son llamados específicamente
evangelistas.
Pastores y maestros.
Puede considerarse que éstos forman un grupo o dos grupos distintos. Algunos eruditos
los colocan juntos como pastores-maestros. En la práctica esto no importa, ya que estas
distinciones no son rígidas. Los ministerios pastoral y de la enseñanza son dos funciones
más o menos distintas, pero que tienen algo en común. Y esas funciones, en la mayoría de
los casos, requieren líderes locales cuyo ministerio va dirigido a la congregación local y se
ejerce dentro de ella.
No hay nada aquí (ni en alguna parte del Nuevo Testamento) que sugiera que el vocablo
pastor tuviera en la iglesia primitiva algo semejante al carácter altamente especializado y
profesional que ha llegado a tener en el protestantismo moderno. Efesios 4:11 es, de hecho,
la única ocasión en que la palabra pastores se utiliza en el sentido de líderes
congregacionales en el nuevo Testamento, aunque la idea de congregación como un rebaño
al que hay que cuidar se halla en Juan 21:16; Hechos 20:28 y 1º Pedro 5:2.
Nos quedamos, entonces, no con un oficio como tal, sino simplemente con la función
pastoral. Esta función de pastorear es necesaria para la edificación y el crecimiento de la
Iglesia. En la congregación local normal (esto es) cuyo ministerio es pastorear al rebaño.
Esto es un don espiritual.
Hay muchas cosas que enseñar. Está la enseñanza doctrinal, que es esencial; la enseñanza
en las disciplinas de la vida cristiana; el entrenamiento en evangelización; y la enseñanza de
la Biblia en general. Independientemente de que se enseñen otras cosas en la iglesia local,
seguramente que éste debe ser el plan de estudios básico.
Sería bueno que cada una de las denominaciones que existen en nuestros días y cada iglesia
local tomara esta lista y la pusiera al lado de una lista de los líderes sancionados por la
La comunidad del rey, capítulo 5, página 30
¿Cuál es la relación ente estos dones básicos de liderazgo o de equipamiento y los dones de
ministerio de la comunidad cristiana en general? Nuestros dos pasajes lo aclaran: estos
dones de liderazgo tienen el propósito de equipar a los santos para su obra de ministerio y
estas obras de ministerio involucran (representativamente, no exclusivamente) el ejercicio
de dones como sanidad, profecía, milagros, lenguas. Servicio, administración e
interpretación de lenguas (Efesios 4:11; 1º Corintios 12). La meta es la edificación de la
Iglesia y a través de ella la glorificación de Dios y el cumplimiento de su plan cósmico.
En los días del Antiguo Testamento sí existió un sacerdocio profesional, distinto. Pero en el
Nuevo Testamento este sacerdocio fue reemplazado por dos verdades: Jesucristo es nuestro
gran sumo sacerdote y la iglesia es un reino de sacerdotes (Hebreos 4:14; 8:1; 1) Pedro 2:9;
Apocalipsis 1;6).
Por lo tanto, la doctrina del ministerio del Nuevo Testamento descansa no en la distinción
clero-laicado sino en las columnas gemelas y complementarias del sacerdocio de todos los
creyentes y de los dones del Espíritu.xiv Hoy, cuatro siglos después de la Reforma, las
implicaciones de esta afirmación protestante no se han descubierto por completo todavía.
La dicotomía clero-laicado viene directamente del catolicismo romano anterior a la reforma
y es un regreso al sacerdocio del antiguo Testamento. Es uno de los principales obstáculos
para que la iglesia sea efectivamente el agente de Dios del Reino el día de hoy, porque crea
la idea falsa de que solo “hombres santos”, es decir, ministros ordenados, están realmente
calificados y pueden ser responsables del liderazgo y de un ministerio significativo. En el
Nuevo Testamento hay distinciones funcionales entre varias clases de ministerios pero
ninguna división jerárquica entre clero y laicado.
El papel mesiánico
La afirmación de los primeros cristianos de que “Jesús es Señor” debe ser el anuncio de
la Iglesia en el día de hoy. El Mesías prometido ha venido, y la Iglesia es tanto su esposa
como su cuerpo. Es esa nueva realidad social, esa “nueva creación” en el mundo la que es
llamada a demostrar el verdadero carácter del Reino que se acerca.
Esta es la razón por la que la Iglesia es verdaderamente el agente del plan cósmico de Dios,
solo si es verdaderamente la comunidad del pueblo de Dios. Como una institución
eclesiástica, la Iglesia puede mostrar poco del Reino. Pero como la comunidad mesiánica,
funcionando como un cuerpo carismático la iglesia puede hacerlo, y de hecho revela la
verdadera naturaleza del Reino y apresura su venida.
Capítulo Cinco del libro: La Comunidad del Rey por Howard A. Snyder
Preguntas de discusión:
1. ¿Cuáles han sido algunos de los resultados negativos de haber negado la enseñanza
bíblica en cuanto a los dones del Espíritu Santo?
2. ¿Qué es la diferencia en usar un término como pastor, obispo, diácono como una función
y como un título? ¿Por qué hace el autor del libro esta distinción entre títulos y funciones?
3. Explique lo que tiene en mente el autor del libro cuando utiliza el término “liderazgo
carismático”?
4. ¿Cuáles son los tres términos para designar el mismo oficio que emplea el Nuevo
Testamento?
5. ¿Cuáles son las diferentes maneras en que la palabra apóstol es usada en el Nuevo
Testamento? Según el autor del libro, ¿cuáles son las funciones de un apóstol?
6. ¿Quiénes en su opinión, pueden ser calificados como profetas de Dios hoy en día?
7. ¿En qué se parece la relación entre los dones del Espíritu Santo y las funciones de la
comunidad cristiana en este libro con el modelo presentado por Leonardo Boff en su libro
Iglesia: carisma y poder? ¿Qué semejanzas y que diferencias se puede nombrar?
8. En su opinión, ¿en que maneras ha dañado una distinción radical entre clero y laicos el
ministerio de la Iglesia de Cristo?
9. ¿Cuál fue la diferencia entre Lutero y Calvino en cuanto a la relación entre los dones del
Espíritu Santo y el sacerdocio real de todos los cristianos?
10. ¿En su opinión, ¿cuál es la lección más importante para la Iglesia de hoy en día que se
presenta en este capítulo?
La comunidad del rey, capítulo 5, página 32
Lectura 4
La existencia misma de la comunidad cristiana es una señal del Reino de Dios. Pero, como
hemos visto, la Iglesia es también responsable de andar en esas buenas obras que Dios
preparó de antemano. Tiene que continuar haciendo en el mundo las obras de Jesucristo.
El papel de la Iglesia es tanto Evangelístico como profético, sin ser exclusivamente el uno o
el otro. La auténtica evangelización es profética en sí misma, y una verdadera voz profética
es evangelística. La Iglesia está llamada a ser proféticamente evangelística y
evangelísticamente profética.
Hay muchas formas en que pueden verse las tareas de la Iglesia relacionadas con el reino.
Uno puede hacer simplemente una lista de las cosas que la Iglesia debe estar haciendo. O
pueden considerarse cada una de las responsabilidades de la Iglesia: en relación al
individuo, la familia, el Estado, el medio ambiente y el mundo. En este capítulo, sin
embargo, he decidido simplemente tratar en términos generales las funciones evangelística
y profética de la Iglesia enfatizando que esto no implica que haya una dicotomía entre las
dos.
El mandato Evangelístico
Así como la mayoría de las imágenes bíblicas de la Iglesia implican vida, también sugieren
crecimiento o reproducción. Es parte de la naturaleza de la Iglesia crecer y multiplicarse, en
la misma forma que el plan de Dios siempre ha incluido el mandato “Fructificad y
multiplicaos” (Génesis 1;28). A este principio vital se agrega la urgencia de la gran
Comisión, las palabras del Cristo resucitado.
El mandato de proclamar y testificar es central en el plan cósmico de Dios, porque este plan
se centra en lo que Dios está haciendo por la gente (la redención que trae salvación eterna y
edifica la iglesia). Y debe ser igualmente claro que la tarea evangelística no es simplemente
la tarea de los creyentes individuales sino que es una función de la iglesia como la
comunidad del pueblo de Dios.
Dos de las palabras más características de los Hechos son marturein, “dar testimonio” (de
la cual se deriva la palabra mártir) y euaggeliesthai, “proclamar el evangelio” (de la cual
La comunidad del rey, capítulo 5, página 33
viene la palabra evangelizar). Ambas palabras se mencionan en una forma o en otra más de
veinte veces en el libro de los hechos. La gran preocupación y fuerza motriz de la iglesia
primitiva era decir las buenas nuevas acerca de Jesús y la resurrección; dar testimonio de lo
que había sido visto, oído y experimentado.
Algunos escritores que se ocupan de la iglesia han enfatizado la palabra kerygma, que se
refiere a la predicación en la iglesia primitiva. Sin embargo, es claro de los documentos del
Nuevo Testamento, que el mensaje esencial de los primeros cristianos era más que una
fórmula “kerigmática”, y era más que una predicación formal. Muy probablemente era más
que la proclamación que hacían los discípulos de una interpretación subjetiva, existencial
del “evento de la resurrección de Cristo, de la cual los primeros cristianos habían sido
testigos. Tanto el claro significado que se desprende del libro de los Hechos como un
estudio de términos más técnicos revelan la prioridad del testimonio y de la proclamación
del evangelio en la iglesia primitiva.xv
Michael Green siguiere en su libro Evangelismo en la Iglesia Primitiva que marturia más
que kerygma (testimonio más que predicación) debe ser considerada probablemente la
palabra característica de la evangelización en el Nuevo Testamento. Cuando los primeros
cristianos proclamaban las buenas nuevas, eran testigos y cuando morían como mártires
(martures) eran testigos. La tarea evangelista incluía e incluye el día de hoy, testimonio
tanto de palabra como a través de la vida. Los primeros cristianos habían visto y
experimentado (¡º Juan 1:1-3) las buenas nuevas; del hecho de que habían sido testigos
oculares formaba la base de su predicación.
Segundo, la evangelización es esencialmente testimonio. Esto es, los varios elementos que
componen la evangelización surgen de experimentar lo que Dios ha hecho en Cristo y en la
Iglesia. La evangelización es dar testimonio en varias formas y por varios medios, de lo que
Dios ha hecho.
El experto en misiones C. Peter Wagner y otros han criticado con razón los puntos de vista
sobre la evangelización que no enfatiza lo suficiente el crecimiento de la iglesia. Hablando
de “evangelización por medio de la presencia” y de “evangelización por proclamación”,
Wagner insiste en que ninguno de los dos es adecuado, porque la evangelización debe
incluir persuasión. La presencia cristiana debe ser la base de la proclamación cristiana y
estas dos juntas persuaden a las personas que vengan a Cristo:
Pero, ¿es suficiente incluso decir que la meta final de la evangelización es hacer discípulos?
Aunque el hacer de la comunidad cristiana, lo hace solamente en forma implícita, no
explícita. Para hacer justicia al concepto bíblico de la Iglesia, tenemos que ir un paso más
allá y decir que la meta de la evangelización es la formación de la comunidad
cristiana.xviEs hacer discípulos y, además, transformar estos discípulos en células vivas del
cuerpo de Cristo, en nuevas expresiones de la comunidad del pueblo de Dios. La
evangelización basada en la Iglesia se interesa, entonces, en la proclamación (en el sentido
fundamental de reproducción o multiplicación a través
de la procreación) lo mismo que en la persuasión. Esta
Presencia evangelización basada en la iglesia puede ser ilustrada
en Proclamación mejor forma a través de este diagrama:
Persuasión
Propagación Presencia ----- Proclamación ---- Persuasión -----
Propagación
Si se están formando nuevas congregaciones cristianas, entonces todos los otros objetivos
legítimos de la evangelización se están alcanzando también: los cristianos están presentes;
están proclamando; están teniendo lugar conversiones; se están haciendo discípulos. Pero si
cualquiera de estos pasos preliminares se toma como el objetivo primario, el ciclo bíblico
La comunidad del rey, capítulo 5, página 36
Los efectos prácticos y la importancia de las enseñanzas del reino de Cristo frecuentemente
han sido puestos en cuarentena por dos errores. Uno de ellos dice que las palabras de Cristo
son exclusivamente para el Reino definitivamente establecido y que, por lo tanto, no tienen
aplicación para la Iglesia contemporánea en la historia, excepto para mostrar cómo será (o
como debía haber sido) el Reino. Esta clase de dispensacionalismo debe ser rechazada por
antibíblica. Tiene el mismo efecto que eliminar estos pasajes de la Biblia y descansa en una
interpretación altamente selectiva. ¡La Iglesia debe prestar mayor atención precisamente a
esas enseñanzas que nos parecen imprácticas o imposibles de aplicar!
El otro error dice que el Sermón del Monte trata de ética personal, pero no de ética social;
por lo tanto la Iglesia debe buscar en otra parte (en otros pasajes o “en el análisis científico
de la lucha de clases” o en las enseñanzas de otro maestro) guía para las cuestiones sociales
y políticas. Este punto de vista descansa en una premisa falsa y en una dicotomía también
falsa. El Sermón del Monte, como las enseñanzas de Jesús en general, si algo tienen es que
son altamente sociales. No hay dicotomía en Jesús entre las dimensiones individual y
social. La comunidad cristiana es un hecho social, y en el Sermón del Monte Jesús delinea
las cualidades apreciadas por esa comunidad. “La personalidad que El proclama como un
llamamiento a la sanidad y al perdón, está integrada a la novedad social de la comunidad
sanadora”.
Jacques Ellul define la función del cristiano en el mundo en términos de tres figuras
utilizadas por Cristo: la sal de la tierra, la luz del mundo y ovejas entre lobos. Cada una de
estas figuras sugiere una función específica de la Iglesia.
La sal sugiere la función de preservación de la Iglesia. Como sal, la Iglesia es una señal del
pacto entre Dios y su pueblo (Lev. 2:13). La iglesia, en relación con Dios por medio del
pacto, se infiltra en la sociedad y en sus estructuras, preservándolas de la muerte y
deteniendo la insana carrera del mundo hacia su autodestrucción. Es Cristo el que momento
a momento sostiene la creación caída Hebreos 1:3; Colosenses 1;17), y a su propio nivel la
Iglesia participa en esta obra de sostén.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 37
Como luz, la iglesia es un medio de revelación a los hombres. La Iglesia, por supuesto, no
tiene ninguna revelación en sí misma; pero es “una comunidad bajo la Palabra”. No solo
vive en fidelidad a la palabra; sino su función es también llevar la luz de la Palabra al
mundo para que lo ilumine y le muestre la verdadera naturaleza de sus problemas. Es capaz
de hacer esto solamente porque ha recibido primero la Palabra de Dios y la ha obedecido.
Aquí el papel del cristiano va más allá de la preservación: El revela al mundo la verdad
acerca de su condición y da testimonio de la salvación de la cual él es un instrumento.xvii
Finalmente, la Iglesia vive como las ovejas entre los lobos. Esto sugiere la demostración en
la carne de la realidad del Reino. Cristo es el Cordero de Dios, y su manada pequeña, la
Iglesia, entra en el Reino a través de la misma puerta por la que Jesús tuvo que pasar. El
sacrificio de Jesús fue único y final, pero “la vida que se da” es el principio ético
permanente para la iglesia. La única ética cristiana verdadera es la ética de la crucifixión.
Ellul explica:
En el mundo todos quieren ser “lobos”, y nadie se considera llamado a jugar el papel de
una “oveja”. Y sin embargo, el mundo no puede vivir sin este testimonio vivo de sacrificio.
Esa es la razón por la cual es esencial que los cristianos sean muy cuidadosos de no ser
“lobos” en el sentido espiritual, es decir, personas que tratan de dominar a otros. Los
cristianos deben aceptar el dominio de otra gente, y ofrecer el sacrificio diario de sus vidas,
el cal se une al sacrificio de Jesucristo.
La función profética
Estos comentarios sugieren el carácter básico de la función profética de la Iglesia. Más
específicamente, yo mencionaría las siguientes cuatro formas en las cuales la Iglesia
cumple su función profética.
Esto significa que en cada asamblea cristiana local, la reconciliación debe ser más que una
teoría y más que una transacción espiritual invisible. La reconciliación debe ser real y
visible. La explotación racial y económica y todas las formas de elitismo (incluyendo la de
un clero profesionalizado) deben ser desafiadas bíblicamente. Divisiones impías en el
cuerpo de Cristo deben ser consideradas pecado y mundanalidad (1º Corintios 3:3-4). De la
misma manera, la iglesia local debe trabajar para lograr la reconciliación total de los
matrimonios, de lo padres con los hijos, de los empleadores con los empleados cuando se
descubre alienación y discordia en estas relaciones dentro de la Iglesia (Efesios 5:1-6:9).
Conforme la sociedad se vuelve más impía, la Iglesia debe en grado creciente tanto
considerarse a sí misma, como estructurarse concretamente como una contra-cultura. Esto
es necesario para su propia fidelidad al evangelio y para una función profética verdadera en
el mundo. En muchas partes del mundo la Iglesia está llegando a una era en la que debe en
grado cada vez mayor adquirir las características de una contra-cultura.
El verdadero enemigo del hombre es Satanás y los “principados y potestades” que están
bajo su control (Efesios 6:12). Por lo tanto, la verdadera liberación significa siempre, en
primer lugar, acabar con la esclavitud del pecado a nivel personal a través de Jesucristo.
“En él tenemos redención por medio de su sangre, el perdón de los pecados, de acuerdo con
las riquezas de la gracia de Dios” (Efesios 1:7). Esto es lo que significa ser “hechos vivos”
después de hacer estado “muertos en … transgresiones y pecados” (Efesios 2:1). La
salvación empieza aquí; está es precisamente la puerta estrecha indispensable que Satanás
quiere bloquear, porque es aquí que el hombre muere a su propio yo, repudia a Satán y
reconoce a Dios como soberano y a Jesucristo como el único camino hacia Dios y su Reino
(Hechos 4:12).
A Satanás le gusta introducir un atajo para llegar al Reino que evitara la cruz y que
permitiera no ser considerado como el archienemigo. El pone perpetuamente delante de la
Iglesia la misma tentación que sugirió a Jesús” “Todo esto te daré … si postrado me
adoras” (Mateo 4;9). La respuesta de Jesús es el mandato permanente para el pueblo de
Dios: <<Al Señor tu Dios haz de adorar, y solo a él haz de servir” (Mateo 4:10).
La Iglesia debe ver lo suficientemente claro para, por un lado, identificar al verdadero
enemigo y, por otro, discernir cómo y dónde está obrando Satanás el día de hoy. Satanás sí
obra a través de las estructuras sociales, ideologías, movimientos y personas. Pero la Iglesia
debe ver al enemigo que está detrás del enemigo, para evitar alternativas falsas y una
La comunidad del rey, capítulo 5, página 39
definición falsa del problema. No debe reducir la fe a una ideología, incluso si se trata de
una ideología religiosa, y en esa forma comprometer la naturaleza misma del evangelio.
Enemigos falsos requieren soluciones falsas que generalmente son la imagen opuesta del
supuesto culpable. Así la Iglesia cae en el truco de pelear en el terreno del enemigo y con
sus armas. Con demasiada frecuencia la Iglesia ha permitido que el mundo defina la
naturaleza de la batalla. Así, si el comunismo es visto como el adversario, los cristianos
tienen la tentación de comprometerse sin reservas con el sistema de la libre empresa. Si el
enemigo es el “Capitalismo dependiente y el neocolonialismo”, los cristianos se alinean con
el socialismo marxista. Si el peligro es un punto doctrinal, los cristianos transforman la
ortodoxia en una cachiporra; si es un comportamiento específico, el conformismo se
transforma en una camisa de fuerza.
La Iglesia tiene que aceptar siempre la definición que da la Biblia del problema del hombre
y su identificación del enemigo. La Biblia es muy clara cuando dice que “el último enemigo
que será destruido es la muerte” (1º Corintios 15:26). La identificación de este enemigo
puede ser una prueba para la Iglesia. Todas las ideologías, instituciones, hombres y
movimientos son impotentes frente a la muerte. La Iglesia da en el blanco solo si su batalla
y su lucha llevan a una victoria sobre la muerte. ¿Qué clase de salvador o dios sería aquel
que no pudiera o que no nos salvara de la muerte, del pecado y del infierno?” escribió
Martín Lutero. Para agregar: “Lo que el verdadero Dios promete y cumple debe ser algo
grande”. Si la Iglesia ve claramente y actúa con fidelidad, compartirá la victoria de Cristo
sobre la muerte literal, física, y también ganará muchas victorias para el reino a lo largo del
camino. Pero si, engañada, pelea contra falsos enemigos, perderá su poder redentor y estará
impotente a las puertas de la muerte.
La Iglesia es profética cuando renuncia a la definición que el mundo hace del poder y a la
forma en que lo practica. (Mateo 20:20-28; 23:1-12; Marcos 9:35-37; Lucas 9:46-48;
22:24-27; Juan 13:12-17; Filipenses 2:1-11; 1º Corintios 1:18-31). Jesús habló acerca del
poder, pero El insistió en que sus seguidores utilizaran y vieran el poder en una forma
diferente a la del mundo.
Los dos pasajes en Mateo (20:20-28; 23:1-12) deben ser examinados cuidadosamente. En
Mateo 20:25-28, en respuesta a la petición de Santiago y Juan de poder preeminente en el
reino próximo y en respuesta a la reacción de los otros discípulos a esta petición Jesús dijo:
Ustedes saben que los gobernadores de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus
altos oficiales ejercen autoridad sobre ellos. No ha de ser así con ustedes. En lugar de esto,
el que quiere ser grande entre ustedes debe ser su siervo, y el que quiera ser primero debe
ser su esclavo, así como el Hijo del Hombre no vino a ser servido, y dar su vida en rescate
por muchos.
En la política esto es diferente. En la política “los altos oficiales ejercen autoridad”, pero no
así en la Iglesia. Con una afirmación, Jesús rechaza el modelo político para la Iglesia.
En forma similar en Mateo 23:1-12 Jesús rechaza el modelo jerárquico religioso. Los
líderes religiosos, como los políticos, ejercen autoridad. Pero no practican lo que predican.
Se preocupan del status, la posición y los títulos, pero, ¿qué dice Jesús acerca de esto a sus
propios seguidores?
Ustedes no han de ser llamados “Rabí”. Porque tienen solamente un Maestro y todos
ustedes son hermanos. Y no llamen a nadie en la tierra “padre”. Porque ustedes tienen un
Padre, y él está en los cielos. Y tampoco han de ser llamados “maestro”, porque ustedes
tienen un Maestro, el Cristo. El más grande entre ustedes será su siervo. Porque
cualquiera que se exalta será humillado, y cualquiera que se humilla será ensalzado xviii
(Mateo 23:8-12).
Jesús muestra aquí que la forma política de pensar de Mateo 20:25 ha sido asimilada por los
líderes religiosos establecidos. Pero El la rechaza para la Iglesia. Status y autoridad basados
en la posición jerárquica son totalmente extraños a la clase de comunidad que Jesús forma.
Por supuesto, podría argumentarse que Jesús está simplemente exhortando a la humildad y
no dando una base fundamentalmente diferente de la del mundo para las relaciones. Pero
tomadas en lo que valen, las afirmaciones de Jesús en ambos pasajes siguieren algo más
fundamental: el siervo o esclavo es el verdadero modelo para el ministerio y para las
relaciones entre los seguidores de Jesús. Y si estas enseñanzas eran válidas para los doce,
son válidas para nosotros. Expresan el deseo de Dios para la comunidad cristiana en el
período entre la primera y la segunda venida de Cristo.
¿qué es lo que realmente está rechazando Jesús? ¿No está rechazando todo poder que se
base en la posición y el status en lugar de en el carácter cristiano y en la semejanza a
Cristo? Esta idea es escandalosa para el mundo porque el mundo dice que el poder y la
posición son sinónimos u que la meta del poder es el control. Jesús dice que la meta del
cristiano es servir al hombre y glorificar a Dios y que se llega a ese servicio a través de la
cruz. Este es el verdadero poder, sin importar qué tan fatuo le parezca al mundo.
El mundo está engañando. Cree que el verdadero poder es una cuestión de política. Como
nos recuerda Jacques Ellul: “Hay una especie de nube de confusión que circunda la política,
una obsesión política de acuerdo con la cual nada tiene significado o importancia aparte de
la intervención política y, cuando todo se ha dicho y hecho, todas las cuestiones son
políticas”. Esta supuesta importancia fundamental de la política es la “ilusión política” que
hace presa de la Iglesia. “Por lo tanto, rechazamos toda sobreestimación de las decisiones
políticas, toda idealización de cualquier régimen político …” Porque la política es relativa y
por su misma naturaleza tiende a presentar cuestiones relativas en términos absolutos.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 41
En lugar de justicia o rectitud, el mundo pone violencia y opresión, y las llama justicia. En
la batalla humana, la rectitud es una víctima en casi cualquier sentido. La Iglesia debe
buscar la justicia, definida en términos bíblicos y debe rechazar firmemente toda violencia,
manipulación e injusticia.
En lugar de la fe, el mundo crea la ideología. La ideología es una fe falsa que lleva a un
compromiso total con dioses falsos (el Führer, el estado, o la ideología misma). El mundo
reconoce el valor de la fe; la fe es funcional. Es indispensablemente para la guerra. Y en esa
forma la fe se transforma en una técnica, en simplemente un medio para alcanzar un fin, en
el instrumento de la ideología. Para la iglesia, “el escudo de la fe” significa compromiso
total a (y dependencia de) Jesucristo (no a algún “ismo” incluyendo el “cristianismo”). La
relación personal con el Jesús vivo y libertador es la mejor defensa contra la ideología.
En lugar de lugar de la salvación, el mundo coloca una utopía falsa de este mundo. El
mundo seculariza la escatología cristiana y luego considera sagrado el resultado. Define un
Reino de Dios falso, formado política y económicamente, y luego coloca esta meta a nivel
de bien absoluto. Pero la iglesia insiste en el integral significado bíblico de la salvación.
la Iglesia renuncia a esta visión falsa e insiste en que, a la luz de la Palabra de Dios, la
oración es acción efectiva.
La Iglesia debe caracterizarse por tener una confianza total y exclusiva en la armadura de
Dios. El mundo considerará esto como una debilidad y como un disparate. “Pero Dios
escogió lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; u escogió lo débil del mundo para
avergonzar a los fuertes” (1º Corintios 1;27). El evangelio y la Iglesia son débiles
precisamente en las áreas en que el mundo busca fortaleza. Este es el patrón que Jesucristo
nos dejó. Esta renunciación del poder, muestra el misterio y lo absurdo del Reino de Dios, y
es verdaderamente profético.
La Iglesia trabaja para satisfacer las necesidades sociales y físicas de la gente no como si
ésta fuera la tarea primaria o exclusiva de la Iglesia, sino como un testimonio de que la
redención y la santidad (que son verdaderamente espirituales y morales) incluyen todas las
áreas de la vida.
Si los cristianos deben participar en los procesos políticos y en qué forma, es una cuestión
que tiene muchos aspectos y depende de una multitud de factores. Tal vez podamos
concebir una gama de posibilidades, a un extremo de la cual está la contracultura y al otro,
la participación social y política. En algunos contextos la iglesia tiene que existir casi
exclusivamente como una anticultura; en otras situaciones la sociedad puede estar infiltrada
en tal forma por el evangelio que es posible la participación política y social activa. Entre
estos dos polos existe un amplio rango de formas posibles de participación de la iglesia. En
cualquier contexto específico, conforme la cultura se deteriora moral y espiritualmente y se
coloca en grado cada vez mayor bajo el dominio de Satanás, la iglesia debe abandonar
progresivamente la participación activa y transformarse en una contracultura. Es de
presumirse que lo contrario sería posible si las condiciones fueran las opuestas. Estas
cuestiones y circunstancias requieren gran discernimiento espiritual.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 43
Pero éste nunca será un camino agradable, definido, triunfante para la Iglesia. La
obediencia al evangelio en un mundo en el que Satanás está activo todavía, significa vivir
en tensión. Esto es parte del significado de la Encarnación. La Encarnación tiene sentido
solamente a través de la fe en Dios. Si la trayectoria de la Iglesia es fiel, tendrá gran
semejanza con la de Jesucristo.
Nosotros, como cristianos, nunca podemos estar seguros de que tenemos todas las
respuestas o de que vemos todas las cosas claramente o de que realmente “estamos
progresando”. Por lo tanto, tenemos que regresar constantemente a una dependencia total
del Cristo encarnado. Debemos alarmarnos cuando nos sentimos a gusto en el mundo o
tenemos una total “paz”. La vida cristiana en un mundo no cristiano es tensión, esfuerzo y a
veces, incluso, agonía. Toda un sistema de técnicas sociales trata de ajustar al individuo y
de eliminar tensiones. Pero ser un seguidor de Jesús significa aceptar el escándalo de las
declaraciones de Jesús de que El vino a traer no armonía sino discordia; no paz sino la
espada (Mateo 10:34-36). Porque solo a través de esto puede, finalmente, venir la verdadera
paz.
Será útil retroceder un poco y explorar una cuestión que surgió anteriormente” ¿Cuál es la
relación entre el crecimiento de la iglesia y el Reino de Dios?
(Capítulo 6 del libro: La comunidad del Rey por Howard A. Snyder, decano del Seminario
Metodista Libre de Sao Paulo, Brasil. Publicado por Editorial Caribe, 1983)
Preguntas de discusión
4. Según el autor del libro, ¿en qué se debe basar el poder y la autoridad en la Iglesia?
¿Cómo es diferente esto del concepto del poder en el mundo?
5. Utilizando los criterios del autor, evalúa la congregación a la cual usted pertenece en
cuanto al ministerio profético de la Iglesia. ¿Hasta qué punto es una Iglesia profética? ¿Qué
pasos concretos se debe tomar a fin de que cumpla con un ministerio profético siguiendo
las normas bíblicas?
6. ¿Qué entiende usted con el término contracultura? ¿Hasta qué punto debe la Iglesia, en la
sociedad en la cual usted vive – transformarse en una contracultura?
8. ¿Cuál es la lección más grande que usted ha aprendido con la lectura de este capítulo?
Lectura 5
La Iglesia latinoamericana ocupa cada día más la atención de los analistas religiosos, en
primer lugar por causa de su importancia numérica y, además debido a los experimentos
eclesiológicos, a las nuevas posturas del episcopado frente a los problemas sociales y a la
aparición de una Iglesia que nace de las bases populares.
Iglesia no puede entenderse en sí y por sí misma, porque está al servicio de unas realidades
que la trascienden: el Reino y el mundo. Mundo y Reino son los pilares sobre los que se
asienta todo el edificio de la Iglesia. Veamos primero la realidad del Reino que engloba al
mundo y a la Iglesia. El Reino – categoría empleada por Jesús para expresar sua ipissima
intentio – constituye la utopía realizada en el mundo (escatología); es el fin bueno de la
totalidad de la creación de Dios, a; fin totalmente liberada de toda imperfección y penetrada
por lo divino, que la realiza absolutamente. El Reino consuma la salvación en su estado
último. EL mundo es el lugar de la realización histórica del Reino. En la actual situación, el
mundo se encuentra en decadencia y está marcado por el pecado; por eso el Reino de Dios
se construye en contra de las fuerzas del anti-Reino; es siempre preciso un dispendioso
proceso de liberación para que el mundo pueda acoger en sí al Reino y llegar a feliz
término. La iglesia es aquella parte del mundo que, en la fuerza del Espíritu ha acogido al
Reino de manera explícita en la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado en nuestra
opresión; conserva su recuerdo permanente y la conciencia del Reino; celebra su presencia
en el mundo y en sí misma y detenta el modo de interpretar su anuncio, al servicio del
mundo. La Iglesia no es el Reino, sino su signo (concreción explícita) e instrumento
(mediación de implementación en el mundo).
Es preciso articular en un orden correcto estos tres términos. En primer lugar es el Reino,
como la primera y definitiva realidad que engloba todas las demás. Viene después el mundo
como espacio de la historificación del Reino y de la realización de la propia Iglesia. Por
último, la Iglesia, como realización anticipatoria y sacramental del Reino en el mundo, y
como mediación para que el Reino se anticipe en el mundo de un modo más denso.
Todas estas desarticulaciones teológicas constituyen otras tantas patologías que requieren
una terapia: la sanidad eclesiológica reside en la correcta relación entre Reino, mundo e
Iglesia, según la pauta arriba indicada, de suerte que la realidad de la Iglesia se manifieste
siempre en el orden del signo concreto e histórico (del Reino y de la salvación) y del
instrumento (de la mediación) en función del servicio salvífico al mundo.
Por detrás de estas prácticas alienta una eclesiología de la Iglesia como sociedad perfecta,
paralela a la otra sociedad perfecta que es el Estado. Esta concepción delata un pretexto
teológico para afirmar el poder de la Iglesia, aunque sólo sea en el terreno de la
administración de los religiosos. El poder religioso no se entiende como una forma de leer
la realidad toda, como un <<espíritu>> con el que se abordan todas las cosas, sino como un
sector delimitado de la realidad, cuya competencia pertenece a la Jerarquía.
No se da una articulación con la realidad del Reino y del mundo. En esta visión,
prácticamente se identifica la Iglesia con Reino, pues es únicamente en aquélla donde éste
enajenada de él, por cuanto que se siente fuera de él, si bien en función de él. Lo cual no
supone que la Iglesia no se organice en el mundo; al contrario: dado que sólo por ella pasan
la salvación y lo sobrenatural, se crean obras abiertamente tituladas <<católicas>>:
sindicatos cristianos, escuelas católicas, editoriales religiosas, universidades católicas, etc.
Mediante estas iniciativas se garantiza la presencia de Dios en el mundo. Como se ve, la
Iglesia se construye aparte del mundo, duplicando los servicios.
funcionamiento. Se trata de una relación entre jerarquías, la civil y la religiosa. Según esta
acepción, Iglesia es sencillamente sinónimo de Jerarquía. Con el derrumbamiento del
régimen de <<Patronazgo>> y la aparición de los diversos Estados republicanos, el modelo
se reajustó y adoptó una nueva variante. La iglesia se acerca a las clases dominantes que
controlan el Estado y organiza sus obras en el seno o a partir de los intereses de dichas
clases dominantes; es el caso de los colegios, las universidades, los partidos cristianos, etc.
Evidentemente se trata de una visión del poder sagrado articulado con el poder civil. Y la
Iglesia da su propia interpretación de este pacto: pretende servir al pueblo y a las grandes
mayorías pobres; pero éstas carecen de medios, de instrucción y de participación. Para
ayudarlas, la Iglesia se acerca a quienes están realmente en condiciones de ayudar: las
clases acomodadas. Educa a sus hijos para que, imbuidos de espíritu cristiano, libren a los
pobres. En esta estrategia se creó una amplia red de obras asistenciales. La Iglesia aparece
como una Iglesia para los pobres, y no tanto como una Iglesia con los pobres y de los
pobres.
¿Qué futuro posee este modelo? Hay que reconocer que tiene una salud aceptable, porque
goza de un substrato histórico muy fuerte y porque, además, la concentración del poder en
la iglesia en unas pocas manos (cuerpo jerárquico) facilita la relación con los otros poderes
de este mundo. Nunca resulta muy difícil el entendimiento entre los <<poderosos>> que,
por lo general, deciden y hacen arreglos por encima de las cabezas del pueblo, que en el
continente latinoamericano es al mismo tiempo pueblo oprimido y religiosos. A la política
centralista romana le interesa este tipo de Iglesia fundado en el poder sacerdotal y
magisterial y en la autoridad sagrada de la jerarquía. Sin embargo, entra en crisis en la
medida en que los Estados se hacen autoritarios y hasta totalitarios y comienzan a oprimir
al pueblo más allá de los límites tolerables por la ética. En ese momento prevalece el
trasfondo evangélico de la Iglesia (Jerarquía) y se busca independencia y neutralidad; es en
ese momento cuando se oye el discurso sobre el carácter no-político de la Iglesia y sobre su
irreducible especificidad religiosa. Por otra parte, este tipo de Iglesia corta un pelo en el
La comunidad del rey, capítulo 5, página 48
aire en los regímenes políticos autoritarios: nunca se hace una crítica de fondo sobre su
ilegitimidad, y apenas sobre sus abusos. En los países latinoamericanos en los que
predomina este tipo de Iglesia se observa, sin asombro, que los respectivos episcopados se
muestran desprovistos de espíritu profético y de la parresía evangélica. La lucha por los
derechos humanos nos e libra en público, sino por mediante contactos secretos entre las
<<cúpulas>> militares y las <<cúpulas>> jerárquicas. Cualquier otro camino se juzga
como una intromisión en la vida política, que se considera de estricta competencia del
Estado o de los laicos. Este modelo agrada al poder dominante porque reduce el campo de
actuación de la Iglesia a la sacristía. Supone una sociología funcionalista en la que cada
corporación está perfectamente definida y posee sus propias prácticas, sin interferencias de
una corporación en otra. Así pues, según esta concepción, la Iglesia no debe inmiscuirse en
la política. Evidentemente, la iglesia no es una institución política, pero posee una relación
con la política, en la medida en que ésta, a su vez, posee una dimensión objetiva de Reino y
un carácter ético. A la Iglesia le toca pronunciarse acerca del carácter ético y / o religioso de
las prácticas políticas; es una consecuencia de su misión evangelizadora. Este modelo de
Iglesia está excesivamente comprometido con los poderes seculares como para poder
asumir normalmente una actitud crítica frente a las opresiones que afligen al pueblo.
del Padre por su Hijo en la fuerza del Espíritu. Y por se así, las llamadas realidades terrenas
o seculares pueden ser portadoras de la gracia y de la salvación. Merecen ser buscadas por
sí mismas, y no sólo en la medida en que están insertas en el proyecto de la Iglesia. Esta
perspectiva confería carácter teológico al compromiso de los cristianos en lucha por la
construcción de un mundo más justo y fraterno.
En el marco de esta teología, la iglesia se articuló con los estratos modernos de la sociedad,
especialmente con los comprometidos en una transformación del mundo. Y no es que la
Iglesia se aproximara necesariamente al Estado, sino a los grupos portadores de la ciencia,
de la técnica y del poder político en la sociedad civil. La propia iglesia se modernizó en sus
estructuras, adaptándolas a la mentalidad funcional de la modernidad; se secularizó en
muchos de sus símbolos; simplificó la liturgia y la adecuó al espíritu del tiempo. El
discurso de la iglesia se hizo más profético, en el sentido de denunciar los abusos del
sistema capitalista y la marginación del pueblo. A este nivel no presentaba una perspectiva
alternativa, sino reformista, es decir, lo que resultaba soportable a los grupos modernos de
la sociedad. Fundamentalmente, no pedía otro tipo de sociedad, sino una mayor
participación en la ya existente dentro del sistema liberal moderno de capitalismo avanzado
y tecnológico.
¿Qué futuro le aguarda a este modelo de la Iglesia? Hemos de reconocer que este modelo
es, desde el punto de vista numérico, el más vigente en toda América Latina. Prácticamente
la inmensa mayoría asimiló el Vaticano II y dio el giro requerido en términos de mentalidad
teológica (teoría) y de presencia en el mundo (práctica). La iglesia se liberó de una carga
tradicional que la hacía poco simpática al hombre moderno, y consiguió elaborar una nueva
codificación de la fe que respondiese al espíritu crítico del mundo urbano, perfectamente
integrado en el proceso productivo capitalista. Los intelectuales, antes en su gran mayoría
anticlericales, pasaron ahora a tener en la Iglesia una aliada. La Iglesia confía mucho más
en los centros decisorios de poder que tratan de comprometerse en tareas eclesiales, y trata
de imbuirlos del nuevo espíritu nacido del Vaticano II. Los diversos movimientos tales
como los Cursillos de Cristiandad, el Movimiento Familiar Cristiano, el Movimiento
carismático y otros parecidos, tienen como primeros destinatarios a los grupos bien situados
en la sociedad, no al pueblo proletarizado y pobre. El futuro de este tipo de presencia de la
Iglesia tratará de evangelizar a partir de la óptica y los valores propios de la modernidad. La
relación con los pobres se definirá desde la óptica de los ricos; los ricos serán convocados a
ayudar en la causa de los pobres, pero sin tener necesariamente que cambiar de lugar social
y de práctica burguesa.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 50
Posteriormente, y tras los años de mayor represión (1968-1974), comenzaron las bases de la
Iglesia a adquirir una excepcional importancia, tanto desde el punto de vista eclesiológico
como político. Era el pueblo mismo el que asumía su propio destino. Por lo general, toco
comienza con los círculos bíblicos. Más tarde se pasa a la creación de la pequeña
comunidad eclesial de base, cuya tarea consiste inicialmente en hacer profundizar
internamente la fe, preparar la liturgia, los sacramentos y la vida de piedad. En una fase
ulterior se pasa a realizar tareas de ayuda mutua en los problemas de la vida de los
miembros. En la medida en que éstos se organizan y profundizan en su reflexión, caen en la
cuenta de que sus problemas tienen un carácter estructural, que su marginación es
consecuencia del tipo de organización elitista de la sociedad, basado en la acumulación
privada; en suma: de la misma estructura económico-social del sistema capitalista. Es ahí
donde surge la cuestión política y donde el tema de la liberación adquiere unos contenidos
concretos e históricos. No se trata sólo de una liberación de pecado (del que siempre
La comunidad del rey, capítulo 5, página 51
debemos liberarnos), sino de una liberación que posee también dimensiones históricas
(económicas, políticas y culturales). La fe cristiana pretende directamente la liberación
definitiva y la libertad de los hijos de Dios en el Reino, pero incluye también las
liberaciones históricas como un modo de anticipar y concretar la liberación última, la cual
sólo será posible cuando la historia llegue a su término en Dios.
Ante todo, la comunidad eclesial de base significa algo más que un instrumento mediante el
cual la iglesia llega al pueblo y lo evangeliza. Es una forma nueva y original de vivir la fe
cristiana, de organizar la comunidad en torno a la Palabra, los sacramentos (cuando es
posible) y los nuevos ministerios ejercitados por los laicos (hombres y mujeres). Hay una
nueva distribución del poder en la comunidad, mucho más participado, evitando toda
centralización y dominación desde un centro de poder. La unidad fe-vida, Evangelio-
liberación, se realiza concretamente sin el artificio de complicadas mediaciones
institucionales; se propicia la aparición de una rica sacramentalidad eclesial (la iglesia
entera como sacramento), con una acusada creatividad en las celebraciones, con un
profundo sentido de lo sagrado, propio del pueblo. Esta en marcha una auténtica
eclesiogénesis: una Iglesia que nace de la fe de los pobres.
Por otra parte, la comunidad eclesial es el lugar de ejercicio de la democracia real del
pueblo, donde todo se discute y se decide en común, donde se aprende a pensar
críticamente. Un pueblo secularmente sometido, al que siempre se le ha negado la palabra,
comprende que la mera prise de parole significa ya un primer momento de toma de poder y
de elaboración de su propio destino. El significado de la comunidad eclesial desborda su
sentido religiosos y, de este modo, adquiere un alto significación político.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 52
Por debajo de estas prácticas subyace una eclesiología que tiene sus ejes estructurales en las
categorías de <<Pueblo de Dios>>, <<koinonía>>, <<Profecía>> y diaconía>>. Este tipo
de Iglesia supone lo que habría de cristalizar en Puebla: una opción preferencial por los
pobres. Pero es preciso comprender el sentido exacto de esta opción. Se trata de privilegiar
a los pobres (sin exclusivismos) como el nuevo sujeto histórico que preferentemente va a
realizar al proyecto cristiano en el mundo. No se concibe a los pobres únicamente como
quines padecen carencias; ciertamente que las padecen, pero también poseen fuerza
histórica, capacidad de cambio y potencial evangelizador. La iglesia accede a ellos
directamente, sin tener que pasar por las mediaciones del Estado o de las clases
hegemónicas. Por eso no se trata ya de una Iglesia para los pobres, sino de una iglesia de
los pobres y con los pobres. A partir de esta opción e inserción en los medios pobres y
populares, la Iglesia define su relación para con los demás estratos sociales. Y no por ello
pierde su catolicidad, sino que le da un contenido real y no retórico. La iglesia se dirige a
todos, pero desde los pobres, desde sus causas y sus luchas. De ahí que la temática esencial
de esta Iglesia sea el cambio social en orden a una convivencia más justa, a unos derechos
humanos interpretados como derechos de las grandes mayorías pobres; a una justicia social,
a una liberación integral que pasa principalmente por las liberaciones socio-históricos, a un
servicio concreto a los desheredados de este mundo, etc.
Con respecto a la articulación entre Reino, mundo e Iglesia, hemos de decir que en
este modelo se verifica una forma propia de realizar la dialéctica de estas relaciones. El
Reino, evidentemente, es la utopía cristiana que se refiere al destino último del mundo.
Pero se insiste en que se halla en proceso dentro de la historia siempre que se respeta a los
pobres y se les hace agentes de su propia historia. Portadores del Reino son todos los
hombres, las instituciones y las prácticas que se rigen por los ideales éticos que orientaron
la vida del Jesús histórico. La Iglesia es un portador cualificado y oficial, pero no exclusivo.
La categoría de <<mundo>> adquiere una determinación histórica: es el mundo de los
pobres, el submundo que debe ser transformado en mundo de la convivencia humana
fraterna; en el mundo están el Reino y el anti-Reino (submundo de la miseria), y el Reino se
construye en contra del anti-Reino, cuyos agentes pueden y deben ser proféticamente
denunciados. La Iglesia se propone asumir el submundo y lo no-humano para ayudar en el
proceso de liberación integral, aportando especialmente lo que constituye su carácter
específico: la referencia religiosa y su lectura en clave de Reino de Dios que ya está en
proceso y habrá de culminar en la consumación del mundo.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 53
Creemos que, mediante el pacto de la Iglesia con las grandes mayorías pobres del
Continente (cuyo principal símbolo fue la entrega del anillo papal de Juan Pablo II a los
habitantes de las favelas de Vidigal en Río De Janeiro, en junio de 1980), se abre un camino
nuevo para la iglesia. Desde los tiempos de Teodosio, la Iglesia fue ciertamente una Iglesia
para los pobres, pero ya nunca consiguió ser una iglesia de pobres. Ahora ya no se ve a los
pobres únicamente desde una perspectiva caritativa y asistencialista, sino sobre todo
política: son las clases populares el nuevo sujeto histórico que probablemente decidirá los
destinos de la sociedad futura. Los pobres están acrecentando el nivel de su conciencia,
organizando sus prácticas y exigiendo una sociedad más participada y menos elitista.
Probablemente en esta dirección habrá de caminar el proceso social. En su reflexión y en su
práctica (al menos en América Latina) la Iglesia está siendo contemporánea a estas
exigencias. No llega con atraso y con unos modelos inadecuados. Está consiguiendo
hallarse a la altura de los desafíos. La futura sociedad latinoamericana gozará de una
presencia estructural de los elementos cristianos y evangélicos gracias a que la iglesia está
ayudando a gestar el futuro. Esta verdad es tan sólida que los expertos consideran que una
sociedad latinoamericana que no incluya en su proceso elementos cristianos en un grado
suficientemente elevado, se muestra antipopular. La matriz del pueblo es cristiana; y esta
matriz se está expresando dentro de una codificación que responde a las exigencias
históricas. Es la oportunidad de mostrar todo su vigor y toda su verdad. Y en esta dirección
camina la esperanza y se define el futuro más prometedor de la iglesia latinoamericana.
Lectura 6
Lectura tomada del libro Iglesia: Carisma y Poder por Leonardo Boff
páginas 246-262.
Entender la Iglesia como Sacramento del Espíritu Santo supone poner la resurrección, los
elementos de creatividad y de sintonía con la historia por encima de las instituciones, a la
hora de comprender la naturaleza y la misión de la Iglesia. El enfoque casi exclusivamente
cristológico del misterio de la encarnación llevó a la Iglesia latina a un excesivo
endurecimiento institucional, como institución casi bimilenaria que es, no destila
precisamente jovialidad ni genera alegría, sino respetabilidad y sensación de peso. Y no es
que semejante carácter no tenga ninguna relación con la teología y el Evangelio. Pero el
Evangelio no se resume en unos contenidos, sino que es además un estilo que manifiesta la
alegría de la Buena Nueva y el alivio de una gran liberación. Ahora bien, la institución
difícilmente podrá ser capaz de traducir estas características, las cuales, sin embargo, son
frutos del Espíritu. Es este Espíritu el que está en la raíz de todas las grandes obras: en el
orden de la creación (Génesis 1:1), en la creación del pueblo de Israel, en el surgimiento de
los profetas, en la concepción de Jesús, en su experiencia vocacional con ocasión del
bautismo, en la irrupción sobre los Apóstoles el día de Pentecostés, en la decisión de éstos
de ir a los gentiles (Hechos 15:28) y de este modo dar un comienzo concreto a la Iglesia, en
la epíclesis de la eucaristía que transforma el pan y el vino en el cuerpo y la sangre del
Señor.
Nueva acerca del feliz futuro de la historia y del sentido del mundo garantizado y
anticipado ya por la resurrección, que historifica la verdad de la utopía de Jesús sobre el
Reino.
Es preciso retener esta concepción fundamental: existe una igualdad básica en la Iglesia:
<<todos somos hermanos>> (Mateo 23:8), todos somos hijos, todos estamos inmersos en el
Cristo resucitado y todos estamos ungidos por el santo Pneuma. Esta idea nos aproxima a la
idea de la democracia, con la diferencia de que el poder eclesial se concibe como
derivación y participación del poder del Espíritu y del Resucitado, actuantes en la
comunidad, y no simplemente como poder del pueblo, entendido profanamente.
han tratado de actualizarlo, una y otra vez, diversos movimientos carismáticos, grupos de
acusado evangelismo religioso y utopistas de todo tipo. Es algo que nunca ha dejado de
alimentar al especto onírico cristiano y que jamás ha dejado a ser intentado por el camino
de la vida religiosa. Hoy día, dada la efervescencia de las comunidades de base en las que
el pueblo expresa y realiza su deseo de participación, en unos momentos en los que incluso
hay jerarcas que reencuentran el camino del pueblo y se despojan de las titulaturas de su
cargo eclesiástico, en una coyuntura histórica en la que se deja sentir con toda claridad un
deseo general de comunión y de igualdad, este modelo se halla ante una inusitada
oportunidad histórica. Este es el motivo de nuestro interés y nuestras reflexiones.
Con una sola excepción (1º Pedro 4:10), son únicamente Pablo y los llamados
escritos paulinos los que emplean la palabra <<carisma>>. Este término es infrecuente en la
literatura profana e incluso en la veterotestamentaria, donde aparece tan sólo dos veces y,
aun así, con variantes. La expresión se deriva de charis o charein, palabras – generadoras
de la visión teológica del Antiguo y el Nuevo Testamento y que significan la gratuidad, la
benevolencia y el don de Dios, que se abre y se entrega al hombre. Es mérito de Pablo el
haber introducido este vocablo – carisma – en un contexto de organización de la
comunidad. Lo cual supone una profunda experiencia mística del Christus praesens y del
Pneuma como realidades vivas y operantes en las iniciativas de las personas y en la
comunidad de los fieles, empeñados en vivir el nuevo ethos inaugurado por el Evangelio.
Pablo concreta este modelo diciendo que la Iglesia es un cuerpo con muchos
miembros, vivificados todos ellos por el mismo Espíritu y cada cual con su función propia.
No existe ningún miembro que no sea carismático, es decir, ningún miembro ocioso, que no
ocupe un determinado lugar en la comunidad: <<somos, cada uno por su parte, los unos
miembros de los otros>> (Romanos 12:5). Todos gozan de igual dignidad; no caben
privilegios que puedan desestructurar la unidad del conjunto: <<No puede el ojo decir a la
mano: <¡No te necesito!> Ni la cabeza a los pies: <¡No tengo necesidad de vosotros!> (1º
Corintios 12:21). La regla de oro que salvaguarda la sanidad del modelo y su circularidad
fraterna fue formulada por Pablo del siguiente modo: <<todos los miembros se preocupen
lo mismo los unos de los otros>> (1º Corintios 12:25).
carisma aflora siempre que los hombres ponen cuanto son, tienen y pueden a; servicio de
Dios y de los hermanos; siempre que refieren al Espíritu sus dotes y las hacen fructificar
como los talentos del Evangelio.
De lo reflexionado hasta aquí debería haber quedado claro que los carismas, ya sean
ordinarios o extraordinarios, proceden de Dios y del Espíritu y, para seguir siéndolo, han de
ser referidos siempre al Espíritu y no simplemente a la voluntad de autoafirmación,
debiendo ordenarse no al propio interés, sino al interés comunitario. Carisma es servicio. Es
función. El Espíritu concede sus dones a cada uno, conforme a Su voluntad (1º Corintios
12:11). De ahí que no debamos pensar que existe sólo una determinada especie de carisma
como pueden ser, por ejemplo, los que vienen a través de un sacramento (cfr 2º Timoteo
1:6: <<el carisma de Dios que está en ti por la imposición de mis manos>>. El carisma no
está ligado a una institucionalización de carácter sacramental. Pablo, que habla de los
carismas, no menciona los carismas vinculados al sacramento del Orden. Y afirma
razonadamente: <<Pues en el Espíritu habéis sido enriquecidos en todo . . . de manera que
ya no os falta ningún don de gracia>> (1º Corintios 1:5, 7); <<abundáis en todo>> (2º
Corintios 8:7) y <<Dios es poderoso para colmaros de toda gracia, a fin de que, teniendo
siempre y en todas las cosas todo lo necesario, tengáis aún sobrante para toda obra buena>>
(2º Corintios 9:8).
Esto significa que existe una simultaneidad de carismas. Cada cual, en su puesto, en
su función y en la medida de su capacidad, ha de servir a los demás. Cualquier interferencia
La comunidad del rey, capítulo 5, página 59
en el carisma del otro es una interferencia en la unidad de la Iglesia. Y esto se aplica tanto a
los que hablan en lenguas como a los sabios o a los que gobiernan. Cada cual en su terreno,
sirviendo a todos y abierto a todo. Pero, aun cuando exista simultaneidad de carismas, hay
entre ellos, evidentemente, una jerarquía, según las necesidades de la Iglesia. Hay carismas
más urgentes. Lo cual, sin embargo, no autoriza al carisma más importante en una situación
concreta a sofocar otros carismas o impedir su ejercicio. Aun el menor de los carismas
pertenece a la estructura de la Iglesia y emana del mismo Espíritu que hace brotar carismas
más urgentes.
En la Iglesia no hay miembros pasivos; no hay unos que mandan y otros que son
mandados. Cada cual, dentro del Cuerpo, desempeña alguna función. Por eso todo cristiano
es un carismático. Lo afirma Pablo: <<Cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de
una manera, otros de otra>> (1º Corintios 7:7); <<a cada cual se le otorga la manifestación
del Espíritu para provecho común>> (1º Corintios 12:7). Y Pedro lo confirma: <<Cada cual
ponga al servicio de los demás el carisma que ha recibido como buenos administradores de
las diversas gracias de Dios>> (1º Pedro 4:10). Y los Hechos de los Apóstoles hablan de
cómo el Espíritu <<se derrama sobre toda carne>> (2:17).
No hay Iglesia sin carisma, es decir, sin la presencia del Espíritu y del Resucitado que
se manifiesta concretamente en los diversos miembros y en sus respectivas funciones. Por
eso no es posible imaginar una Iglesia privada de carismas. Sería tanto como imaginar una
Iglesia privada de la gracia y de la salvación, privada del Resucitado y, consiguientemente,
privada de vida. Sería un museo de muertos, una arqueología agonizante de recuerdos
muertos de un pasado vivo, pero pasado a fin de cuentas.
Cuando hay represión de unos sobre otros, cuando hay deseos de poder, entonces
entra en juego el espíritu <<humano>>, en lugar del Espíritu de Cristo; entonces se sofoca
la libertad a la que hemos sido llamados y convocados por Cristo (Gálatas 5:1s); entonces
caemos en el régimen del legalismo, del fariseísmo y del judaísmo decadente. Por eso
advierte Pablo muy seriamente: <<No ahoguéis el Espíritu>> (1º Tesalonicenses 5:19).
Todos los carismas, y no sólo unos cuantos (como el del orden y la unidad, el de la
enseñaza ortodoxa y la presidencia del culto sagrado), constituyen la Iglesia. Por eso el
carisma de la co-responsabilidad, de la crítica constructiva, del saber científico y técnico, de
la poesía, de la música, de la oratoria, de la teología, de la organización, todos ellos y otros
muchos tienen su auténtico lugar en el cuerpo eclesial. No han de ser simplemente
La comunidad del rey, capítulo 5, página 61
tolerados o moralmente reconocidos, sino que han de ser vistos como constitutivos (del
orden de la naturaleza y de la esencia) y no sólo como integrantes de la vida de la Iglesia,
de la cual son Señores Cristo y el Espíritu. Son ellos quienes mediante los servicios y
carismas de los diversos miembros de la comunidad, se anuncian a sí mismos y actúan. una
mentalidad proclive al poder y víctima de una concepción autoritaria de la vida de la Iglesia
no puede entender este modo – más místico y espiritual – del misterio eclesial.
Esta visión permite juzgar acerca del carácter evangélico de la forma de ejercer el
mando dentro de la Iglesia. No basta con apelar a que se trata de un carisma permanente del
que se ha sido investido en virtud del sacramento del Orden. Es menester ver cómo se
ejerce, porque hay formas de ejercerlo que no son más que dominación, las cuales han sido
estigmatizadas por Cristo como algo propio de los señores de este mundo (Mateo 20:25) y,
en nombre del Espíritu y de la libertad a la que hemos sido llamados por Cristo, deben ser
criticadas y, en último caso, desatendidas, porque <<hay que obedecer a Dios antes que a
los hombres>> (Hechos 5:29; 4:19). El hecho de que existan estructuras de poder en la
Iglesia no significa que con ello se viole su esencial naturaleza carismática. El poder puede
ser un carisma, con tal que sea servicio a los hermanos e instrumento de construcción de la
justicia y de la comunidad.
Pablo condena el deseo desordenado de carismas (1º Corintios 13:2). Lo que convierte al
carisma en carisma es su vinculación al Espíritu, el cual es Espíritu de unidad y no de
división. Entonces el carisma escapa a la manipulación por parte del hombre. El carisma es
siempre gracia, es siempre don gratuito. El hombre está en la situación de quien recibe y
sólo usa legítimamente el don cuando lo reconoce como recibido y enviado.
Existe una muy íntima relación carisma y talentos humanos. El recibir o no recibir
talentos no depende del poder del hombre. El talento es gracia. El hombre puede mostrarse
responsable o irresponsable frente a los talentos recibidos (Mateo 25:14ss). El talento es
bien empleado y consigue humanizar cuando es continuamente vivido en el horizonte de la
gratuidad. Es gracia, y, consiguientemente, es verdadero cuando es reconocido como un
don del que se es responsable. En el momento en que el talento recibido se independiza de
su fuente y olvida si origen gratuito, seguirá existiendo, pero será vivido y desarrollado de
un modo deshumanizador: como autopromoción, como medio de sojuzgar a otros y como
instrumento para vencer a posibles competidores. A pesar de lo cual no deja de tener un
origen gratuito; pero en realidad se pervierte, porque se olvida de la fuente que lo alimenta
continuamente.
El carisma (aun cuando se trate de un carisma común) es ese mismo talento, pero
vivido en el permanente recuerdo de su origen divino, de que es algo que se ha recibido.
Por eso talento y carisma, dotes naturales y gracia, no se oponen: son la misma realidad,
aunque vivida por el hombre de diferentes formas. Si uno la vive como don de Dios, se
llama carisma; si otro la vive como construcción propia, como instrumento de dominio
sobre otros, entonces se llama dote meramente natural. Evidentemente, esta última forma
de verlo no transforma la estructura del talento, sino la estructura del hombre, que vive
entonces en una falsa conciencia.
No basta con que el carisma provenga del Espíritu; esto únicamente garantiza su
dimensión vertical. Hay que tener además en cuenta que el carisma viene de Dios para los
hombres; el carisma es para la edificación de la comunidad; ésta es su dimensión
horizontal. Si se produce alguna ruptura en este <<cruce de líneas>>, entonces desaparece
el carisma. Pablo tomo como ejemplo un carisma de carácter inusitado y extraordinario:
hablar en lenguas. El que habla en lenguas sólo es verdaderamente carismático si lo que
dice es comprensible para los demás. De lo contrario el suyo es un caso de psicoanalista, o
bien pretende autopromocionarse basándose en la superstición de los demás (cfr. 1º
Corintios 14:2): <<Tu acción de gracias será excelente, pero el otro no se edifica . . . pues
no sabe lo que dices>> (1º Corintios 14:17). Pablo es taxativo: <<En la asamblea, prefiero
decir cinco palabras con mi mente para instruir a los demás, que diez mil en lenguas>> (1º
Corintios 14:19) que nadie entiende. Se condena aquí todo lo que sea mistificación,
autoilusión, inconsciente, pietismo y sobrenaturalísimo, en nombre del servicio y la
utilización de los demás.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 63
Hemos de decirlo con toda claridad: cuando el carisma no se conserva como carisma,
entra en juego la concupiscencia, que es el deseo de poder y de tener y que procede del
pecado (Juan 8:44) y conduce al pecado (Romanos 1:24ss). Concupiscencia que destruye la
comunidad, a veces por pura vanidad y excesivo sentido del mando por parte del párroco o
del obispo. Pablo muestra la equivalencia sub contrario de las obras de la carne y las obras
del Espíritu, de las prácticas de l;a concupiscencia y las prácticas pneumáticas (cfr. Gálatas
5:16-25).
Puede suceder que toda la comunidad se vea invadida de <<odios, discordias, celos,
disensiones, divisiones, envidias (Gálatas 5:20). Entonces es menester el imperativo del
orden y la disciplina, que también son carismas (con tal de que conserven su funcionalidad)
que no pretenden limitar otros carismas, sino circunscribirlos al ámbito de su validez en el
interior de la comunidad y en función de ella.
uno entre tantos, pero de capital importancia, que es el responsable de la armonía entre los
diversos y múltiples carismas. Dicho carisma es propio de quienes ocupan las instancias de
dirección de la comunidad. El nombre que suele dársele es el de <<Jerarquía>>.
Función específica de la Jerarquía (de los que ocupan cargos de dirección) no es, pues,
acumular, sino integrar, propiciar la unidad y la armonía entre los diversos servicios,
tratando de que nadie atropelle, ahogue o se sobre ponga a otro. Teniendo en cuenta, por
consiguiente, esta función, queda descartada la subordinación inmediata de todos a los
jerarcas; no es para subordinar para lo que están ahí, sino para alimentar precisamente el
espíritu contrario; el espíritu de fraternidad y unidad en torno a su servicio (Jerarquía)
suscitado por el Espíritu para mantener la circularidad e impedir las divisiones y las
superposiciones. Este carisma de unidad, como se ve, supone otros carismas, como el del
diálogo, la paciencia, la capacidad de escucha, la serenidad, el conocimiento del corazón de
los hombres y sus mecanismos de poder y de autoafirmación. Esta función jerárquica es
desempeñada por el coordinador en la comunidad de base, por el párroco en su parroquia,
por el obispo en su diócesis y por el Papa en la Iglesia universal, que es la comunidad de
todas las Iglesias entre sí.
Este modelo de organización podría hoy informar toda una forma de vivir el Evangelio
en pequeños grupos, constituyendo una red cada vez más amplia de comunidades que
integren a los fieles, a los religiosos, a los sacerdotes y a los obispos. Es la oportunidad para
que la Iglesia, que nace de la de del pueblo, pueda actualizar esta forma ideada por Pablo.
Al menos podrá ser un espíritu que, en la fuerza del Espíritu, revitalice las instituciones
tradicionales y jerárquicas de la Iglesia. Y la historia de la salvación nos muestra que allí
donde actúa el Espíritu, allí podemos contar con lo Inesperado y con lo Nuevo que aún no
ha acaecido.
Lectura 7
1. Pruebas Bíblicas
No se necesita pruebas para demostrar que es el deber de los ministros juzgar la doctrina
porque el oficio ministerial no pudiera ser administrado sin juzgar doctrina. No obstante,
según la Palabra de Dios, el derecho de juzgar doctrina no ha sido abolido con el
establecimiento del ministerio. Al contrario, todos los textos bíblicos que mandan a los
laicos a juzgar doctrina declaran incontestablemente que esto es el más sagrado deber de los
laicos. El santo apóstol Pablo escribe: <<Como a sensatos os hablo; juzgad vosotros lo que
digo. La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El
pan que partimos ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?(1) Corintios 10:15-16).
Además: <<Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios. (1º
Juan 4:1)>>; <<Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa ni
le digáis: “¡Bienvenido!”, porque el que le dice “¡Bienvenido!” participa en sus malas
obras. (2º Juan 10-11)>>; << No menospreciéis las profecías. Examinadlo todo y retened lo
bueno. Absteneos de toda especie de mal (1º Tesalonicenses 5:20-22)>>.
Pruebas adicionales pueden se hallados en todos los textos en que se advierten a los
cristianos a cuidarse de los falsos profetas (Mateo 7:15-16; Juan 10:5), como también en los
textos en que se alaba a los cristianos por su celo en probar la doctrina. De los cristianos en
Berea se nos dice: <<Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues
La comunidad del rey, capítulo 5, página 66
recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si
estas cosas eran así (Hechos 17:11)>>. Finalmente el libro de los Hechos nos relata que en
el primer concilio de los apóstoles, no solamente estaban presentes laicos sino que también
hablaron. Las resoluciones fueron preparados tanto por ellos como por los apóstoles y que
fueron redactados también en su nombre. Por tanto, sin lugar a duda, los laicos deben tener
voz y voto juntamente con los ministros de la Palabra de las cortes eclesiásticas como en
los sínodos de la iglesia.
Los Artículos de Esmalcalda: Así el papa ejerce una doble tiranía: defiende sus errores con
fuerza y asesinatos y prohíbe un examen judicial. La última ocasiona más daño que
cualquier suplicio, porque cuando ha sido eliminado el apropiado proceso judicial, entonces
las iglesias ya no pueden remover enseñanzas impías y formas de culto impías, e
innumerables almas se pierden generación tras generación. . . . Ya que las decisiones de los
sínodos son las decisiones de la iglesia y no de los pontífices, incumbe especialmente a los
reyes reprimir la licencia de los pontífices y ver que la iglesia no se vea privada del poder
de juzgar y de decidir según la palabra de Dios. Y ya que los otros cristianos deben censurar
todos los otros errores del papa, así también deben reprender al papa cuando elude y
obstruye la verdadera comprensión y el verdadero juicio de parte de la iglesia. (51-53,
página 342-343, Libro de Concordia).
Lutero: <<Le incumbe a cada cristiano a conocer y juzgar la doctrina, por cierto, tanto que
cualquiera que debilite este derecho debe ser condenado. Porque Cristo mismo ha mandado
este derecho en muchos textos irrefutables como, por ejemplo, Mateo 7:15 <<Guardaos de
los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos
rapaces.>> En esta admonición alerta al pueblo en contra de los maestros, ordenándolos a
evitar su falsa doctrina. Pero, ¿cómo pueden evitarla si no la reconocen? Y, ¿qué ventaja
sería reconocerla si no tienen el derecho de juzgarla? El no sólo les da el derecho de juzgar
pero los ordena que la juzguen.>>
<<En texto sólo sirve para arrebatar todas las declaraciones de los papas, padres, concilios
y escuelas cuando atribuyen el derecho de juzgar y decretar solamente a los obispos y
miembros del clero mientras que maliciosamente y sacrílegamente se lo quitan al pueblo,
esto es, a la Iglesia, la Reina. Aquí Cristo viene y declara: <<Guardaos de los falsos
profetas>>. Y casi todas las palabras de los profetas concuerdan con esto. Porqué, ¿cuál es
la función principal de los profetas? ¿No es de advertir al pueblo a no creer en los falsos
profetas? ¿Qué más quiere decir esta advertencia si no es para mostrar a los miembros del
pueblo que tienen el derecho de juzgar y reconocer? ¿Qué más quiere decir esto si no es
para anunciar y certificar que el pueblo debe preocuparse por todo lo que hacen y enseñan
sus sacerdotes y doctores? Por lo tanto, concluimos que tantas veces que Moisés, Josué,
David y todos los otros profetas bajo la vieja ley, llaman al pueblo – advirtiéndolo en contra
de los falso profetas - que tantas veces claman, mandan, anuncian y confirman el derecho
del pueblo para juzgar y reconocer las enseñanzas de todos los hombres. Y esto hacen
siempre en tantos pasajes bíblicos.>>
La comunidad del rey, capítulo 5, página 67
<<¿Puede nuestro Enrique (Enrique VIII de Inglaterra) o cualquier infame tomista decir
algo en contra de esto? No hemos aquí tapado la boca de todos aquellos que en este punto
enseñan erróneamente? Pero, volvamos al Nuevo Testamento. Cuando Cristo dice: <<Mis
ovejas oyen mi voz>> (Juan 10:27); <<pero al extraño no seguirán, sino que huirán de
él>>, él nombra a sus ovejas como jueces y les da el derecho de reconocer . . . Lo que
Cristo dice como mandato en Mateo 24:23-24 y en otras partes acerca de los maestros
falsos, Pedro y Pablo también dicen en cuanto a falsos apóstoles y maestros. También San
Juan declara que todos los cristianos tienen con autoridad absoluta el derecho de juzgar,
probar y condenar cuando los llama a <<probar los espíritus si son de Dios>> (1º Juan 4:1).
Así como cada uno tiene la responsabilidad por creer correctamente y no equivocadamente,
le conviene comprobar que lo que cree sea correcto. Tanto nuestro sentido común y nuestra
necesidad de alcanzar la salvación hacen necesario que el oyente juzgue la doctrina.
“De otra manera, afirma en vano la Escritura: <<Examinadlo todo: retened lo bueno. (1º
Tesalonicenses 5:21)>> Además: <<El espiritual juzga todas las cosas; pero él no es
juzgado de nadie. (1º Corintios 2:15)>> Cada cristiano es espiritual por el Espíritu de
Cristo. <<Todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas. (1º Corintios 3:21-22), esto es,
ustedes tienen el derecho de juzgar todas las palabras y hechos. Así ustedes pueden apreciar
que clase de espíritu llevó a los concilios infames y atroces a atribuir a los papas el derecho
de actuar en contra de textos tan importantes y de lanzar ráfagas en contra de declaraciones
tan claras de las Escrituras. Han concedido a los papas el derecho de imponer y dictar leyes
en todas las cosas. Sin duda, esta fue la estrategia que utilizó el diablo para inundar el
mundo con toda clase de injusticias y de colocar en el lugar santo la abominación de
desolación. Además, los cristianos fueron despojados del poder de juzgar por esta, la más
grande de las tiranías. Finalmente, por la necia y supersticiosa obediencia del pueblo a la
autoridad del papa, se abrió la puerta a toda clase de errores y abominaciones que se
extendieron por todos lados.”
“Y mientras que pienso en mi Enrique y los sofistas cuya fe descansa en los errores que se
han perdurado por tantos siglos y han sido seguido por tantas multitudes, no puedo negar
que la tiranía que ha despojado al pueblo de su derecho de juzgar ha perdurado por más de
mil años. Ya en el Concilio de Nicea, el cual fue el mejor de los concilios, comenzaron a
promulgar leyes y arrogarse este derecho. Y gradualmente se extendió este derecho y
usurpación hasta que hoy en día nada es más común o más firmemente establecido. Se
alega que tiene ser correcto porque la perdurado tantos años y ha sido seguido por una
multitud tan grande de personas. Así que hoy se condena a los que no lo consideran como
saludable, justo y divino. Pero ustedes pueden ver que no es otra cosa que un sacrilegio y
maldad en contra las más claras y convincentes de las Escrituras. Puesto que, un error y
sacrilegio tan grande a prevalecido en contra la verdad divina por tanto tiempo y ha
embaucado y descarriado a tantas personas, yo quisiera molerlo y reducirlo a polvo para el
beneficio de todos los sofistas y papistas – destruyendo así su fundamento equivocado y
tapar sus bocas s fin de que se den cuenta que Dios no quiere que depositemos una fe en
cual criatura , sea largo, ancho, grande o alto, sino sólo en la Palabra de Dios que es la
única base infalible.”
La comunidad del rey, capítulo 5, página 68
“Pero ahora, dirán ellos: <Si todo el mundo tiene la autoridad de juzgar y probar, ¿qué
haremos cuando los jueces no están de acuerdo y todo el mundo juzgue según su propia
opinión? Debe haber por necesidad alguien con quien todos los jueces están de acuerdo a
fin de mantener la unidad de la iglesia. Respuesta: Tanta palabrería necia les conviene a los
tomistas. Déjame en respuesta preguntar: ¿Cómo afirmaremos hoy nuestro derecho, puesto
que todos nosotros hemos sido sujetados al juicio del papa? ¿Cómo se puede mantener la
unidad de la iglesia bajo tales circunstancias? ¿Se puede preservar la unidad de la iglesia, si
las personas se unen al papa nominalmente? ¿Qué pasa con la unidad del corazón? ¿Quién
realmente puede tener confianza en su conciencia de que el papa tenga razón? Donde no
hay confianza, tampoco hay unidad. Así en el papado hay una apariencia externa de unidad,
pero por dentro no hay nada, sino solamente una Babilonia más atroz donde no queda una
piedra sobre otra y donde nadie está de acuerdo con los demás.”
“Por lo tanto, no le importa a Dios si existe o si no existe unidad entre personas malvadas,
porque carecen de la unidad del Espíritu. Basta para unidad externa de sus hijos si tienen un
solo Bautismo y un solo Pan como sus distintivos y símbolos o consignas. De esta manera,
pueden confesar y practicar su fe y la unidad del Espíritu. La iglesia papista busca su
unidad en conformidad con su ídolo externo, el papa. Pero internamente está desgarrada por
los errores más horribles para el gran júbilo de Satanás.” (Lutero, Contra Enrique, Rey de
Inglaterra, 1522)
La comunidad del rey, capítulo 5, página 69
Lutero: “Las palabras y enseñanzas humanas han establecido y decretado que se debe
delegar solamente a los obispos, eruditos y concilios el derecho de juzgar doctrina. Lo que
deciden ellos todo el mundo debe considerar como correcto y como un artículo de fe. Se
comprueba esto con continuo alarde de la autoridad espiritual del papa. Casi no se escucha
otra cosa de ellos que esta jactancia, o sea, que suyos son el poder y la autoridad de juzgar
lo que es cristiano o lo que es herético. Además afirman que el simple laico debe aceptar su
juicio y adherirse a ello. ¡He aquí cuán arrogante y necia es esta jactancia suya, la cual es su
más grande defensa y armadura y que tan fieramente se opone a la Ley de Dios y su
Palabra! Mire como han buscado imponer esta baladronada a todo el mundo. Pero Cristo
enseña todo lo contrario – quitando a los obispos, los eruditos y los concilios tanto el
derecho y la autoridad de juzgar la doctrina. Cristo, en cambio, otorga este derecho a todos
los cristianos en común. El dice: <Las ovejas . . . conocen su voz> (Juan 10:4). Otra vez
<Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.>
Otra vez, <Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los
oyeron las ovejas.>”
“Aquí se puede ver claramente a quién le pertenece el derecho de juzgar doctrina. Obispos,
papas, eruditos y todos los demás tienen el poder de enseñar, pero son las ovejas que deben
juzgar si lo que enseñan es la voz de Cristo o la voz de un extraño. Mi querido amigo, ¿qué
dirán esos burbujas de jabón en contra de estas palabras? Ellos se rasgan y se rasguñan
gritando <¡Concilios, concilios! Tu debes escuchar a los eruditos, los obispos, la
muchedumbre. Tu debes observar los usos y costumbres antiguos!> ¿Crees tú que voy a
permitir que la Palabra de Dios se rinda ante sus tradiciones antiguas, sus costumbres y sus
obispos? ¡Nunca! Dejaremos a los obispos y concilios decretar y establecer todo lo que
quieran. Pero cuando tenemos la Palabra de Dios como nuestro apoyo, entonces el derecho
de decir que algo sea correcto o incorrecto es nuestro y no de ellos. Son ellos que deben
ceder ante nosotros y obedecer nuestra Palabra. Aquí tu puedes ver con suficiente claridad
hasta que punto de puede confiar en aquello que tratan con las almas con la palabra de
hombres. Todo el mundo puede ver como se enfurecen en contra de esta Palabra tan clara
de Cristo todos los obispos, los establecimientos religiosos los claustros y todo que les
pertenece. Con arrogancia privan a las ovejas su derecho de juzgar la doctrina y lo usurpan
para si mismos. Por consiguiente, es cierto que ellos deben ser considerados como asesinos,
ladrones, lobos y cristianos renegados quienes han sido condenados públicamente aquí no
solamente de negar la Palabra de Dios sino también de oponerse a la Palabra y actuar en
contra de ella de acuerdo con la profecía de San Pablo en 2ø Tesalonicenses 2:3-4.”
“Otra vez, Cristo dice: <Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos
de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces (Mateo 7:15)>. Observen que aquí Cristo
otorga la autoridad de juzgar no a los profetas y maestros, sino a los alumnos y ovejas.
¿Cómo se puede protegerse en contra de los profetas falsos y no son permitidos a
considerar, juzgar y probar doctrina? Por tanto, no pueden existir falsos profetas entre los
oyentes, solamente entre los maestros. Consecuentemente, todos los profesores con sus
doctrinas están sujetos al juicio de los oyentes.”
“Un tercer pasaje es de San Pablo: <Examinadlo todo; retened lo bueno (1º Tesalonicenses
5:21).> Aquí el apóstol no quiere que sea observada cualquiera enseñanza o ley a menos
que primero la congregación que la ha escuchado también la ha probado y aprobado. Aquí
La comunidad del rey, capítulo 5, página 70
también el derecho de juzgar es quitado a los maestros y dado a los alumnos entre los
Cristianos. Por lo tanto, entre los Cristianos, es un asunto muy diferente que con el mundo.
En el mundo los grandes señores mandan todo lo que desean y sus sujetos están bajo la
obligación de seguirlo. No obstante, Cristo nos dice que entre nosotros no es así. Entre los
Cristianos cada uno es el juez del otro y la vez sujeto al otro. Pero los tiranos eclesiásticos
han pervertido al Cristianismo y lo han convertido en un gobierno secular.”
“Un cuarto texto viene otra vez de Cristo: <Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán
muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán (Mateo 24:4-5).>
En resumen, ¿qué necesidad tenemos de aducir mas pasajes? Todas las advertencias de San
Pablo como Romanos 16:17-18; 1º Corintios 10:14; Gálatas 3:4-5; Colosenses 2:8 y otros,
como también todas las declaraciones de los profetas que enseñan que las doctrinas de los
hombres deben ser evitados – todos estos pasajes les quitan a los maestros el derecho y la
autoridad de juzgar doctrina y la otorgan a los oyentes a fin de que con oraciones sinceras y
al peligro de sus propias almas no solamente tengan el derecho y poder de juzgar todo lo
que se predique sino también están bajo la obligación de juzgar a fin de que no incurran en
el desagrado de la Majestad divina.”
“Porque podemos ver en que maneras anti-cristianas los tiranos han tratado con nosotros
con quitarnos este derecho y mandato, usurpándolo para sí mismos. Con esto ellos han
merecido justamente que sean expulsados del Cristianismo como lobos, ladrones y asesinos
quienes nos tiranizan y nos enseñan en contra de la Palabra y voluntad de Dios. Así
concluimos que dondequiera existan congregaciones cristianas con el Evangelio, que no
solamente tienen el derecho y la autoridad que recibieron de Cristo en su Bautismo, sino
también el deber, so pena de condenación eterna, de evitar, huir, rechazar y renunciar la
tiranía que ahora ejercen los obispos, abades, conventos, establecimientos religiosos y sus
secuaces, porque es obvio a todos que nos enseñan y nos tiranizan en contra de Dios y de su
Palabra. Por lo tanto, por el presente ha sido establecido segura y firmemente que es
divinamente necesario y justo para nuestra salvación que los obispos, abades, claustros y
cualquiera gobernante que sea – debe ser abrogado y evitado (Lutero: Que una Asamblea
Cristiana tiene el Derecho y Autoridad de Juzgar toda Doctrina 1523).
Lutero: “El séptimo y último oficio [de una congregación] es para juzgar y reconocer toda
doctrina. Hay una razón, no insignificante, por la cual aquellos sacerdotes hipócritas y
cristianos pintados han usurpado este oficio para si mismos. Ellos saben muy bien que si
este oficio estuviera en poder de la congregación, ninguno de los ya mencionados pudiera
permanecer con el suyo. Porque si se quita el derecho de juzgar de los oyentes, ¿qué no
pudiera osar enseñar un doctor o maestro. Si fuera posible, sería aun peor que el diablo. Por
el otro lado, si el derecho de juzgar doctrina fuera otorgado o entregado a los oyentes, ¿qué
pudiera aventurar un maestro aunque fuera mas que un ángel. Porque si esto fuera
permitido, entonces Pablo pudiera no solamente reprender a Pedro, sino también condenar a
un ángel del cielo.”
“Sin duda, los papas y los concilios hubieran hablado y decretado acerca del sacerdocio, el
ministerio y otros oficios tales como el de bautizar, bendecir, atar, orar y juzgar doctrina,
con mucho mas temor y tremor si hubieran tenido que temer el juicio y condenación de los
oyentes. De hecho, el papado nunca se hubiera llegado a existir si esta regla hubiera
La comunidad del rey, capítulo 5, página 71
prevalecido. Por lo tanto, nos hicieron un favor con usurpar este oficio solo para si mismos.
Ellos lograron realizar esto y preservar en ellos hasta que se cumpliera la ira de Dios como
dice el profeta en Daniel 11:36. Pero ahora que Cristo ha venido y nos ha alumbrado con su
gloria, este pícaro (el papa) está comenzando a ser destruido. Con el soplo de su boca se
mata este Anticristo quien se opone y se exalta sobre todo lo que es llamado Dios y su
gloria (2º Tesalonicenses 2;4-8).”
“Aquí tenemos la palabras de Cristo: <Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque
no conocen la voz de los extraños> (Juan 10:5). <Guardaos de los falsos profetas> (Mateo
7:15). <Mirad guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos> (Mateo 16:6). <En
la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que
guardéis; guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no
hacen.> (Mateo 23:2-30. Por estos y otros pasajes del Evangelio y de toda la Escritura (que
nos advierten a no creer en falsos maestros) Jesús nos enseña que cada persona debe cuidar
de bien eterno y salvación a fin de que esté seguro sobre lo que debe creer y a quién debe
seguir. Así también que cada uno sea un libre y autoritativa juez de todos los que pretenden
enseñarle, puesto que (Juan 6:45) él es enseñado internamente por Dios. Dios no te
condenará o salvarte por la doctrina de otro, sino solamente por tu propia fe. Cualquiera
puede enseñar o predicar lo que le da la gena, pero debes cuidarte en cuanto a lo que crees o
para el perjuicio o beneficio tuyo”. (Como uno debe escoger e instalar a pastores, Carta al
concilio y la congregación de la ciudad de Praga, 1523).”
Lutero: “He aquí la clase de doctores de la Sagrada Escritura que establece Pablo, a saber,
todos los que creen y ningún otro. Ellos deben decidir y juzgar toda doctrina y su juicio
debe mantenerse, aun si concierne al papa, los concilios y todo el mundo. Porque la fe es
tiene que ser el señor y dios de toda doctrina. De esto de puede observar como actúan los
miembros del clero los cuales no han dejado este derecho a la fe sino que lo han usurpado
para sí mismos así como han arrogado a sí mismos el poder de los laicos y el gobierno
secular. Pero debes saber que los papas, concilios y todo el mundo con todo lo que enseñan
son sujetos al cristiano más humilde, aunque sea solamente un niño de siete años. Si él tiene
la fe, debes aceptar su juicio concerniente a sus doctrinas y leyes. Cristo dice: <Mirad que
no menospreciéis a uno de estos pequeños> (Mateo 18:10). Otra vez: <Y serán todos
enseñados por Dios> (Juan 6:45). De veras, no es justo despreciar a los que han sido
enseñados por Dios, más bien todos deben de escucharlos. (Postil Eclesiástico – sobre la
Epístola para el Segundo Domingo después de la Epifanía 1524.)
Lutero: “Tal vez, ellos (los falsos maestros) os reprenderán ante la gente común y los demás
, puesto que todavía no han sido desenmascarados como lobos y maestros falsos, sino se
hacen pasar por cristianos verdaderos. Se ha dicho bien y sabiamente que si las ovejas no se
huyen de los lobos antes de que los lobos por medio de sus concilios de condenas públicas
los obliguen a huir, se quedaría vacía el redil y se quedaría el pastor sin leche, queso,
mantequilla, lana, carne y uña. ¡Y esto no es como se debe pastorear a las ovejas! ¿Qué
quería decir Cristo, el Señor, cuando nos ordenó y nos mandó a guardarnos de los lobos sin
esperar el concilio de los lobos? No solamente ordenó a todo el redil de ovejas a huirse de
los lobos, sino también ordenó a cada oveja individualmente a ejercer su derecho y
autoridad de huir de los lobos dondequiera estuviera. Lo que dice es” <Más al extraño no
seguirán, sino huirán de él (Juan 10;5)>.
La comunidad del rey, capítulo 5, página 72
¿No tienen (los papistas) ellos abogados, o será que se han vueltos todos dementes y
necios? Nuestros abogados como también nuestra razón nos dicen que nadie debe juzgar a
sí mismo, puesto que nuestro Libro, la Santa Escritura, también prohíbe esto. Ahora es
evidente que hemos llegados a ser los oponentes del papado y que ellos también nos
oponen. ¿Pero quién debe ser el juez en esto? No hay nada por encima del papa y el papado
sino solamente Dios, como también admite el papa, pero sin mucha gana. Ahora es Dios
quien actúa como juez en su Palabra Santa lo que ellos también son obligado a confesar.
¿Pero, por qué quieren ser jueces cuando y convertirse en los oponentes de Dios? ¿Por qué
buscan ser condenados por la Palabra de Dios? ¿Creen ellos que nosotros debemos temer a
los que han sido acusados y condenados por la Palabra de Dios? Pudiéramos burlarnos de
tales necios o ponernos a orar por tales desviados, pero una cosa no debemos hacer, a saber,
asustarnos ante tales disfraces del diablo, aunque corran peligros nuestros cuerpos, nuestra
propiedad y nuestro honor. De verdad, aquellos papistas se han vuelto muy seguros y
confiados con sus excepciones judiciales y las posesiones que han adquirido.
Ahora, todas las leyes declaran que nadie debe ser removido de su posesión. Parece ser una
tarea demasiado dura y difícil para nosotros. ¿Dónde pudiéramos conseguir un fiscal y
abogado para actuar a nuestro favor? Contesto simplemente: Dios es Dios y ninguna
criatura tiene a su disposición una posesión o excepción judicial contra Él y su palabra,
porque Él es eterno y la eternidad excede posesión y excepción judicial. De otra manera la
serpiente hubiera logrado la victoria sobre Dios porque desde el principio del mundo ha
fortalecido su simiente en contra de la simiente de la mujer y ha herido su calcañar y lo hará
hasta el fin del mundo. Si fuera un asunto temporal que tuviera que ver con bienes
materiales como por ejemplo la posesión de una vaca, tal vez tal posesión tuviera alguna
validez. Pero en los asuntos espirituales y eternos de los cuales estamos tratando aquí, no
significan nada posesión, excepción judicial, derecho, justicia, santidad y religión y hasta
todos los ángeles del cielo. Porque Él es todo en todo – en todas las horas, en todos los
tiempos, en todos los lugares y en todas las personas. No podremos limitar, poseer o hacer
una excepción judicial en cuanto a Él. El poseerá y hacer una excepción judicial todas las
cosas en el infierno así como lo hará en el día de juicio.
Por lo tanto, cállense en este asunto y no hablen de sus posesiones derechos adquiridos o
cualquiera cosa que quisiera mencionar. Dios y los asuntos espirituales no se preocupan
acerca de tales cosas. Dios tiene en todo momento el poder para expulsar al diablo. No le
impidas en realizarlo. El tiene también el poder para cambiar el mundo esencialmente.
Acerca de esto, no te va a consultar primero. ¿Quién podrá fijar para él cuál ser su objetivo,
el tiempo más oportuno, el lugar y la persona, puesto que él tendrá crear, hacer y realizar
todo esto?
Basta esto para la primera parte. Aquel que no tiene oídos no podrá oír y aquel que no tiene
ojos no puede ver. Pero que tiene oídos ha escuchado lo suficiente. El juicio de Dios ha
decretado que ningún lobo sea obispo en la iglesia cristiana. Aun si los emperadores, reyes,
papas y todos los demonios se ponen de acuerdo en mandar y decretar otra cosa, no podrán
impedir que se escuchen las ovejas de Cristo la voz de su Pastor. No pueden ordenar a las
ovejas a obedecer la voz de un lobo. Y aún si intentan esto, las ovejas deben huir de los
lobos – obedeciendo la voz de su Señor así como los lobos siguen a su señor. Esto es lo que
La comunidad del rey, capítulo 5, página 73
decreta Dios en contra de todos los emperadores y en contra de todos los demonios quienes
no son nada, es decir, pura vanidad.” (Ejemplo de cómo ordenar a un verdadero obispo,
1542).
Lutero: “Sin embargo, de todas maneras, los asuntos deben ser oídos y juzgados
correctamente. Esto quiere decir que deben tomar parte en el juicio no solamente los
sacerdotes sino también laicos eruditos y piadosos de los estados seculares y miembros
eminentes de la iglesia. Cuando nuestro Señor dice: <Dilo a la iglesia (Mateo 18:17)>, el
con estas palabras ordena a la iglesia a ser el juez supremo. Esto quiere decir que existe no
solamente el estado de los obispos, pero otro, es decir, el estado de los laicos piadosos e
ilustrados de todos los estados. Son ellos que deben ser nombrados y que tengan ellos el
voto decisivo.” (La Reformación de Wittemberg 1545).
Heshusius: “En Mateo 18:17-18 el Señor Cristo entrega la jurisdicción suprema y poder en
los asuntos de la iglesia no al gobierno secular sino a su congregación. Entre estos asuntos
los mas importantes tienen que ver con la elección y llamamiento de ministros y el derecho
de juzgar doctrina y de destituir a pastores infieles. El dice expresamente que cualquiera
que no quiere escuchar a la iglesia será considerado como un pagano excomulgado y un
publicano. Esto debe ser entendido no solamente en el sentido de que iglesia tiene el poder
para excomulgar a pecadores impenitentes sino también que la congregación tiene la
suprema autoridad en todos los asuntos de la iglesia tales como reprobación, disciplina
eclesiástica, juzgando doctrina y escogiendo pastores, solamente para mencionar estas
cosas” (Sobre el llamamiento de destitución de ministros [Giessen, 1608]. Páginas 50-51).
Pero Bellarmino pudiera objetar: <Si los laicos mismos pudieron juzgar la doctrina de su
pastor, entonces los pastores no son necesarios.> Yo respondo: ¿qué lógica hay en esta
inferencia? Dios ha ordenado ambas cosas, o sea, que los laicos deben juzgar la enseñanza
de su pastor y que, sin embargo, sean llamados pastores regulares porque no todos son
maestros (1º Corintios 12:29; Efesios 4:11). Es una cosa juzgar doctrina y distinguir entre
La comunidad del rey, capítulo 5, página 74
profetas falsos y maestros verdaderos, que es un llamado general que pertenece a todos los
cristianos y es otra cosa enseñar públicamente en la Iglesia que es un llamado especial. No
transformamos todas las ovejas en pastores, sino les ordenamos a seguir siendo ovejas. Sin
embargo, no queremos que sean ovejas irracionales incapaces de distinguir entre pastores y
lobos.
La razón que aduce Bellarmino es totalmente anticristiana. He asevera: <Si dicen cosas
contradictorias el ministro regular y otra persona que no es llamado para enseñar, entonces,
los miembros de la iglesia deben seguir a su propio pastor y no al otro, aún en el caso de
que su pastor esté equivocado.> Pero no es correcto afirmar que los cristianos están bajo la
obligación de seguir a su pastor cuando éste esté equivocado, porque esto equivale decir
que las ovejas deben seguir a su pastor aún cuando las guié a un apacentadero nocivo, o que
los Cristianos deben dar preferencia a la oscuridad y no a la luz o que deben dar prioridad al
error y no a la verdad, o de que deben poner las instituciones humanas por encima de la
autoridad divina. Bellarmino, por cierto, añade que sea poco probable de que Dios le
permitiera errar a su pastor de tal manera que fueran engañas sus miembros. Pero es inútil
discutir sobre lo que pudiera suceder cuando es manifiesto que esto es precisamente lo que
ha sucedido. Pastores regulares han errado con frecuencia y han engañado al pueblo. Esto
es algo que no se puede negar sin descaro.
Bellarmino añade esta condición: - que las personas sí pueden juzgar entre un profeta
verdadero y uno que es falso, sin embargo, aún por esta razón ellas no pueden destituir a un
pastor falso, si éste sea un obispo, y reemplazarlo por otro. Según Bellarmino, el Señor y el
apóstol solamente mandan que los falsos profetas no sean escuchados por el pueblo, pero
no destituidos por el pueblo. Se afirma que, según la tradición, obispos heréticos pueden ser
degradados por los concilios de los obispos o por los papas. Yo respondo que nosotros
tampoco aprobamos el desorden que ocurre cuando los anabaptistas destituyen a falsos
profetas. Sin embargo mantenemos que el derecho de elegir ministros competentes de la
Palabra y de destituir a los falsos es un derecho a pertenece a toda la congregación.
En todo caso, todos los falsos profetas deben ser no solamente evitados sino también
expulsados. Pero nada debe ser hecho en contra del orden establecido por Dios. Por lo
tanto, si lobos toman el lugar de los pastores en la viña del Señor, deben de ser resistidos
legalmente y no ser permitidos a destruir la viña y defraudar a las ovejas de Cristo de la
alimentación de la doctrina pura. Los otros miembros de la iglesia deben mutuamente
ayudar a la congregación, según su derecho de elegir a ministros competentes y de deponer
La comunidad del rey, capítulo 5, página 75
a aquellos que son falsos. Esto se debe hacer con orden a fin de encontrar contramedidas
ante este mal” (Loci theologici, “De min. Eccl.”, par. 88)
“En tercer lugar, comprobamos este derecho también de las circunstancias del concilio
apostólico. El derecho de hacer leyes eclesiásticas pertenece a ellos por quienes leyes
ceremoniales fueron prescritos en el concilio apostólico (Hechos 15). Pero estas leyes
ceremoniales fueron prescritos no solamente por los apóstoles sino por toda la
congregación. Porque en Jerusalén no solamente los apóstoles pero también los ancianos se
reunieron (Hechos 15:6), y con estos se debe entender no solamente los pastores sino
también otros oficiales de la iglesia. Ambos se reunieron para el mismo propósito, esto es,
para conocer este asunto (v. 6), si la circuncisión y los demás ritos de la ley Mosaica
todavía deben ser considerados como válidos en el Nuevo Testamento. De veras, “toda la
multitud de creyentes (v. 120) participó y en base de un voto común la resolución fue
adoptada: “Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia (v. 22)
. . .” El encabezamiento de la resolución sinódica fue formulado de la siguiente manera:
“Los apóstoles, los ancianos y todos los hermanos” (v. 23), y esto se repite en los
versículos. 25 y 28.
“La iglesia verdadera no manda la observancia o la omisión de adiafora por mandato divino
pero solamente para preservar el decoro y decencia a fin de que el buen orden sea
preservado y para evitar las ofensas. A la medida que estos no sean violados, las
conciencias están libres y no se impone ningún escrúpulo o demanda” (ibid., folio 627b).
Brochmand: “Es el juicio de nuestras iglesias que el poder para investigar, comprobar y
juzgar las cuestiones bajo consideración puede y debe ser concedido a todos los que
conocen la Santa Escritura y la consideran como la única norma de la verdad y que no
buscan otra cosa que divulgar la verdad divina revelada en la Palabra. Pero esto debe ser
hecho de tal manera que se preserve el buen orden cuando se solicita las diferentes
opiniones y cuando se vota. Esto se logra en primer lugar cuando se pide las opiniones de
aquellos que han sido llamados al oficio de enseñar y gobernar en la iglesia; en segundo
La comunidad del rey, capítulo 5, página 76
lugar, cuando se las pida a los laicos, siempre que conozcan la Escritura y aman la divina
gloria y verdad; en tercer lugar, cuando son de la clase descrita en Deuteronomio 17:18-19.
Finalmente con el consenso unánime, basado en la Palabra de Dios, las resoluciones deben
ser escritas y publicadas en el nombre de todo el sínodo” (Universae theologiae systema
2:332).
Calov: “Se dice que en Antioquía se surgió una disputa y provocó una controversia no
solamente entre los apóstoles sino también entre los ancianos y, a la verdad, en toda la
congregación o asamblea hasta que Pedro habló y Pablo y Bernabé relataron los milagros
de Dios que se realizaron entre los gentiles. Entonces todos callaron (Hechos 15:13).
Después de escuchar la opinión de Santiago les pareció bien a los apóstoles y a los
ancianos, con toda la iglesia (Hechos 15:22), elegir de entre ellos varones y enviarlos a
Antioquía con una carta oficial elaborada por todos los presentes. Esta carta fue escrita en
el nombre y con el conocimiento, consentimiento y aprobación de todos (Hechos 15:22-23).
Así que en este concilio los apóstoles no actuaron solos las resoluciones que fueron
adoptados sino en conjunto con los ancianos y con toda la congregación. Tanto el contenido
de la carta sino también la elección de los delegados fue realizado no solamente por los
apóstoles sino también por los ancianos y toda la congregación. De manera lo que sucedió
fue la resolución de todo el sínodo.
Lucas nos relata que les pareció bien a todos los que estaban presentes en el concilio y esto
lo atestigua también el contenido del documento que fue elaborado pues comienza de la
siguiente manera: <<Los apóstoles y los ancianos y los hermanos a los hermanos entre los
gentiles . . . (v. 23)>>. Entonces en el cuerpo del documento se dice: <<nos ha parecido
bien, habiendo llegado a un acuerdo>>, o según la traducción siríaca: <<Todos nosotros nos
reunimos y nos decidimos . . . >>. También en el versículo 28 leemos: <<Porque ha
parecido bien al espíritu Santo, y a nosotros, esto es todo lo que se ha mencionado antes
(v.22). Así pues, contrariamente al juicio de los papistas, ni los ancianos ni los laicos fueron
excluidos ni del concilio ni de la inscripción de la resolución.
Bellarmino afirma que solamente los apóstoles y los ancianos sed reunieron porque el
versículo 6 dice: <<Y se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer este asunto.>>
Entonces infiere de las palabras <<Y después de mucha discusión>> (v. 7) que los
apóstoles y ancianos hablaron hasta que se terminara la disputa. De esta manera concluye
La comunidad del rey, capítulo 5, página 77
Por lo tanto, estas palabras no excluyen la multitud de los laicos sino solamente mencionan
las personas más conocidas y respetadas que estaban presentes juntamente con los demás.
Esta gran controversia en el concilio ha sido limitado por Bellarmino a los apóstoles y los
ancianos sin causa justa, porque es totalmente absurdo concluir de las palabras <después de
mucha discusión> de que esto hubiera sido causado por los apóstoles y ancianos. ¿Por
quién entonces? ¡Fue llamado una grande disputa (magna disceptatio) tal vez porque fue
participaron en ellos personas que gozaron de gran estima! Pero Lucas nos dice que fue una
controversia muy discutida, muy amplia y muy extendida. Si debemos sacar una
conclusión, tendríamos que concluir que la controversia fue iniciada por la multitud de las
personas. Esto es mucho más probable porque después dice (v. 12) que todo la multitud se
calló.
No cabe duda que la controversia había sido provocada por los fariseos convertidos y los
judíos como un partido opositor porque nos dice <<Pero algunos de la secta de los fariseos,
que habían creído, se levantaron diciendo: Es necesario que guarden la ley de Moisés. (v.
5)>> Si se reunió toda la congregación para discutir esta afirmación, entonces no cabe duda
de que los que estaban presentes en Jerusalén y que habían iniciado la controversia fueron
invitados a la investigación a fin de expresar su punto de vista. Para los apóstoles y
ancianos esta investigación realmente no era necesario, pero la controversia fue
multifacética y muy complicada y que los fariseos tomaron una parte activa en la discusión
con los apóstoles para defender su causa.
juicio definitivo. Fue más bien para recordar a los presentes de cómo los gentiles fueron
llamados. Fue una refutación del partido de los fariseos y enfatizó la imposibilidad de
guardar la ley de ellos. Santiago finalmente utiliza la palabra <<juzgar>> y se remite no a
Pedro sino a Santiago la resolución del conflicto. ¿Pero están los papistas dispuestos a
negar a los otros apóstoles el juicio decisivo? Sería más correcto concluir de la resolución
del sínodo, como dice Lucas y como sugiere el contexto, que la carta escrita por el concilio
que la resolución del concilio vino no solamente de los apóstoles o los ancianos sino de
toda la congregación y el resto de la multitud. (Biblia ilustrada, sobre hechos 15).”
Tertuliano: “¿No tenemos que concluir, entonces, que se le permite a cada creyente a
concebir y establecer lo que a Dios le agrade, lo que conduce a la disciplina y lo que es
provechoso para la salvación?” (De cor. mil. 4).
Flacius: “Cristo ha dado a la iglesia el poder para juzgar cada doctrina. El ha ordenado a
todos los miembros de la iglesia verdadera sin excepción a juzgar todas las doctrinas que
escuchan y a aceptar como suya la enseñanza que concuerda con lo que Cristo ha revelado
claramente y para anatemizar a aquellos que con están de acuerdo con ella . . . Cristo
enseña que la iglesia tiene el don de interpretar la Escritura cuando el declara: “Porque a
vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”.
i John Howard Yoder, “A People in the World: Theological Interpretation”, en The Concept of the Believers’ Church, ed. J.
L. Garrett Jr., (Scottdale, Penn.: Herald Press, 1969), p. 259. El evangelio es objetivamente cierto , a pesar de la infidelidad
de la Iglesia. Pero puede ser traicionado y falsificado ante el mundo por la desobediencia de la Iglesia.
ii André Biéler comenta: “Cuerpo y alma son co-iguales; individuos y comunidad son co-iguales. Una concepción dualística
del hombre y de su estructura es una falsa división y una alienación de su verdadera esencia. La Biblia descarta
lacónicamente tanto a los materialistas como a los espiritualistas. En la misma forma, son extraños al pensamiento bíblico
de la comunidad o en enfoque colectivista que daría a la vida de la comunidad una posición privilegiada en detrimento del
individuo.
iii Diakonon en Romanos 16:1 puede traducirse o “siervo” o “diaconisa” (como lo hace correctamente la nueva Versión
Internacional en inglés). La función precisa de Febe es imposible determinar.
iv Aunque la palabra charisma no se encuentra en este pasaje, el pensamiento de “distribuciones del Espíritu Santo” sugiere
que el autor estaba hablando de los carismas.
v Hay un paralelismo que llama la atención entre 1º Pedro 4:10-11 y hechos 6:2-4 (en donde puede muy bien ser que Pedro
estuviera hablando). Aunque el pasaje de Hechos es considerado a menudo como “la institución de los diáconos”. El
nombre para diácono no aparece en él. Lo que sí aparece es “el ministerio de la palabra” (diakonia tou logou, v. 4) y el
ministerio de “servir las mesas (diakonein trapedzais, v. 2). Esto es paralelo a la distinción “si alguno habla … si alguno
sirve” de 1) Pedro 4:11.
vi Esta misma fluidez de vocabulario aparece en el Didaché (del año 150, d.C., aproximadamente), donde apóstol y profeta
son asociados con los ministerios profético y de enseñanza.
vii Note también las referencias generales, sin especificar en 1º Corintios 9:5; 15:7; 17:9. Aparentemente, apóstoles tiene un
significado más amplio que solo los doce también en 1º Corintios 15:3-7. Pablo dice que el Jesús resucitado apareció
primeramente a Pedro, “luego a los doce”, y más tarde “a Santiago, y luego a todos los apóstoles”.
viii Watchman Nee Argumenta que mientras los doce apóstoles originales fueron designados por Jesús antes de su
ascensión, otros apóstoles fueron designados por el Espíritu Santo después de Pentecostés. Por lo tanto, apóstol como don
espiritual en Efesios 4 no se refiere a los doce sino a aquellos que Dios designa a través del Espíritu durante la edad de la
Iglesia.
ix La terminología utilizada establecerá la diferencia práctica, por supuesto, en la forma en que se percibe el papel de
apóstol. Por esta razón algunos de los títulos eclesiásticos más “fuertemente cargados” podrían ser reemplazados
ventajosamente por otros más funcionales.
x Pablo enfatiza frecuentemente su función apostólica y la utilizaba como fundamento de su autoridad. Sería fácil concluir
de esto que Pablo basaba su autoridad en el hecho de que tenía el oficio de apóstol. Pero ésta sería una conclusión
equivocada. Pablo basaba su pretensión de autoridad precisamente en el hecho de que había sido llamado y comisionado
directamente por Dios. Para Pablo, el apostolado no era un oficio que él desempeñaba sino un llamamiento y una condición
que venían de Dios al que él tenía que ser fiel. La autoridad no era extrínseca, basada en el oficio, sino intrínseca, basada en
el llamamiento y en la obra continúa del Espíritu Santo en la propia vida de Pablo. Para Pablo, el apostolado y la fidelidad
continua eran inseparables.
xi La verdadera concepción bíblica de ministerio es a menudo oscurecida en la versión Autorizada por la forma en que son
traducidos algunos pasajes. El lector moderno debe tener en cuenta que la misma estructura de poder que publicó la versión
“King James” en 1611 fue la que condenó a muerte a dos disidentes el mismo año por la amenaza que representaban al
sostener que la Iglesia debía estar separada del Estado y que debía ser una comunidad creyente más que una institución
jerárquica. Por lo tanto, no es sorprendente que la Versión Autorizada refleje ciertas suposiciones institucionales-jerárquicas
que no están presentes en los documentos originales. Un ejemplo es 1º Timoteo 3:1, donde la Versión Autorizada habla de
“el oficio de un obispo”. El griego no tiene la palabra oficio; dice simplemente, “Si alguno aspira a supervisar” (episkopes).
La Nueva Versión Internacional en inglés traduce correctamente “si alguno dispone en su corazón ser un supervisor”, y la
Nueva Biblia en inglés dice, “aspirar al liderazgo …” Supervisar debe preferirse a obispo hoy, ya que la tradición
eclesiástica ha dado a obispo un significado jerárquico específico completamente extraño al Nuevo Testamento.
xii Decir que Dios ha dado a la Iglesia la prerrogativa de transferir o conferir la autoridad apostólica, de modo que un acto
de las autoridades eclesiásticas es ipso facto una operación del Espíritu Santo, es algo que descansa en fundamentos bíblicos
endebles y lleva fácilmente a un abuso de las funciones de liderazgo.
xiii Kittel y Friedrich, Theological Dictionary of the New Testament, II, 736-737. Aparentemente, a Timoteo no se le había
dado el don de evangelista, aunque Pablo lo exhorta no obstante a “hacer la obra de un evangelista” como parte de “las
responsabilidades de tu ministerio” (2º Timoteo 4:5). La evangelización era parte de su ministerio, pero no su principal
función.
xiv Como decía claramente Lutero en su sermón sobre el Salmo 110:3, donde él relaciona específicamente el sacerdocio de
todos los creyentes con los dones del Espíritu:
Aquí el profeta aplica el oficio y atavío sacerdotales a los cristianos, el pueblo del Nuevo Testamento. Dice que su culto
a Dios ha de consistir en el hermoso y glorioso sacerdocio de aquellos que están siempre en la presencia de Dios y que
ofrecen solamente sacrificios santos … Bueno, ¿qué es este “atavío santo”. Estas vestiduras sacerdotales que adornan a
los cristianos en forma tal que los transforman en Su sacerdocio santo? No son otra cosa que los hermosos divinos y
diversos dones el Espíritu Santo, como lo dicen San Pablo (Efesios 4:11, 12) y San Pedro 4:10), los cuales fueron dados a
la cristiandad para que hicieran avanzar el conocimiento y la alabanza a dios, una función que se lleva a cabo
preeminentemente a través del ministerio de predicación del evangelio … Es el Espíritu Santo que los adorna en gloria y
santidad y el que los viste con Su poder y con Sus dones. (Comentario del salmo 110. Jaroslav Pelikan and Helmut T,
Lehman, Eds. Obras de Lutero [Philadelphia: Fortress Press, y st. Louis: Concordia Publishing House, 1956-1975] Vol. 13,
pp. 294-295.
Esta relación entre el sacerdocio de los creyentes y los dones del Espíritu en el pensamiento de Lutero ha recibido
aparentemente muy poca atención. Y sin embargo, sin este énfasis la doctrina de Lutero del sacerdocio de los creyentes
aparece más estática de lo que él la concibió, aparentemente, Lutero veía el ejercicio de las funciones sacerdotales dentro
de la comunidad cristiana como algo animado por la presencia y el ministerio vivificantes del Espíritu Santo.
En contraste, Calvino apenas menciona el sacerdocio de los creyentes, y ve el “sacerdocio real” de 1º Pedro 2;9 (un
versículo clave para Lutero) en términos más bien estáticos y particularmente en términos de elección y sostiene que “los
dones están necesariamente conectados con los oficios”. El fuerte énfasis de Calvino en la elección fue la causa de que viera
“el ministerio de la Palabra” en términos de oficios instituidos divinamente por un “decreto inviolable”. (Véase el
comentario de Calvino de 1º Pedro 2:1-9 y de Efesios 4:11.) Por lo tanto, se pone un énfasis menor sobre los dones del
Espíritu que el que encontramos en Lutero y la visión del ministerio de Calvino es, por lo tanto, más rígida y más sugerente
que la distinción clero-laicado.
xv Green nota que: “La naturaleza precisa de esta proclamación en la iglesia primitiva ha sido muy discutido en
años recientes, particularmente desde la publicación de The Apostolic Preaching and its Developments de C. H.
Dodd, en 1936. Pero ha habido una concentración indebida en lo que ha venido a conocerse técnicamente como
el <kerygma>, que se supone que era un cuerpo más o menos fijo de material de predicación que era común a los
primeros misioneros … En el Nuevo Testamento la raíz kerussein (<proclamar.) no es de ninguna manera
primaria. Es solo una de las tres grandes palabras utilizadas para referirse a la proclamación del mensaje
cristiano, siendo las otras dos euaggelizesthai (<decir las buenas nuevas>) y marturein (<dar testimonio>).
xvi Tal vez algunos dirán que cualquier cosa que vaya más allá de producirse conversiones ya no es
evangelización sino que se transforma en labor de seguimiento o de crecimiento, El asunto es, sin embargo, que
la tarea evagelística no está realmente completa hasta que se haga algo auto-perpetuante. Wagner comenta:
“Algunos consideran la labor de seguimiento como un paso separado que viene después de la evangelización
misma, pero esto es una falacia demasiado común en la estrategia evangelística”. Jesús no separaba la labor de
seguimiento de la evangelización. El la incluía en el mismo paquete de “hacer discípulos”.
xvii Jacques Ellul afirma esto en términos del cristiano individual; yo enfatizaría que esta tarea es especialmente
comisión de la Iglesia como la comunidad creyente de discípulos.
xviii Jesús se está refiriendo aquí a títulos en la Iglesia, no al uso de términos como padre o maestro en el
sentido fundamental. Así, el término padre es rechazado no en el sentido literal dentro del hogar, sino como un
título dentro de la Iglesia. Los títulos más apropiados dentro de la Iglesia son hermano y hermana porque no son
títulos sino más bien describen la verdadera naturaleza de la relación de compañeros creyentes en Cristo.