La Fenomenología de La Memoria Corporal
La Fenomenología de La Memoria Corporal
La Fenomenología de La Memoria Corporal
Thomas Fuchs
Universidad de Heidelberg
1
Traducido por Santiago Osorio Morales. Psicólogo de la Universidad de San Buenaventura, Medellín.
Email:satigo-825@hotmail.es.
Usualmente entendemos la memoria como nuestra capacidad de recordar o retener
ciertos eventos de nuestro pasado y también como la capacidad de recuperar
información y conocimiento. Pero los fenómenos de la memoria no están de ninguna
manera restringidos a esta recolección explicita. Como Descartes había ya notado, el
músico del laúd tiene también una memoria en sus manos en orden de tocar una melodía
con tal habilidad2. Él ciertamente estaría perdido si tratará de recordar los movimientos
singulares que alguna vez aprendió deliberadamente. Obviamente hay una memoria del
cuerpo aparte de la recolección consciente: A través de la repetición y el ejercicio, un
hábito es desarrollado. Patrones de movimiento y percepción bien practicados se
convierten en habilidades o capacidades encarnadas que aplicamos en nuestras vidas
diarias como una rutina- el paso erguido, las habilidades para hablar, leer o escribir, y el
manejo de instrumentos tales como una bicicleta, un teclado o un piano. Si, siguiendo a
Merlau-Ponty, nosotros consideramos el cuerpo no como lo visible, lo palpable, y el
cuerpo físico en movimiento, sino primero y principalmente como nuestra capacidad de
ver, tocar, mover, etc, luego la memoria denota la totalidad de aquellas capacidades
corporales, hábitos, y disposiciones como ellas se han desarrollado en el curso de una
vida.
En los siglos XIX y XX, los filósofos franceses Maine de Biran (1953/1799), Félix
Ravaisson (1999/1838), y Henri Bergson (2007/1896) reconocieron y estudiaron las
capacidades habituales del cuerpo como una tipo independiente de memoria. Por
ejemplo, la distinción de Bergson entre souvenir-image y mémoire habitude se refiere al
tipo de memoria voluntaria y representativa, en una mano, y al tipo de memoria
involuntaria y principalmente actuada, en la otra.
2
“Así, por ejemplo, el músico del laúd tiene parte de su memoria en sus manos, porque
la facilidad con la que mueve y dobla sus dedos en varias formas las cuales han sido
adquiridas por hábito, le ayudan a recordar pasajes que les exigen mover sus dedos en
esa forma en orden de poder tocarlos.” Ver, Descartes Lettre à Meyssonnier 29.01.1940;
also, Lettre à Mersenne 01.04.1640; 06.08.1640; (Descartes 1996), AT III, pp. 18–21;
pp. 47–48; pp. 84–85; pp. 142–144.
(…) en efecto no representa nuestro pasado, pero lo actúa”3 Similarmente, Merleau-
Ponty, en su fenomenología de la percepción, describe el cuerpo habitual (corps
habituel) como la base de nuestro ser-hacia-al-mundo (être au monde): el cuerpo se
establece a sí mismo en cada situación y nos conecta al mundo por los hilos invisibles
de su peculiar “intencionalidad operativa” –hilos que se han formada ya en nuestros más
tempranos contactos con el mundo. (Merleau-Ponty 1962: 74, 114).
El hábito expresa nuestro poder de dilatar nuestro ser en el mundo, o cambiar nuestra
existencia por la apropiación de instrumentos frescos. Si un hábito no es una forma de
conocimiento ni una acción involuntaria, entonces ¿qué es? Es un conocimiento en las
manos, el cual está disponible solo cuando un esfuerzo corporal es hecho, y no puede
ser formulado en indiferencia de ese esfuerzo (Merleau-Ponty 1962: 127).
Este tipo de memoria ha sido descubierta y explorada por la psicología cognitiva como
memoria implícita en las últimas tres décadas. Las investigaciones concernientes a
pacientes amnésicos, quienes pueden aprender todavía tareas motoras simples aunque
incapaces de retener ninguna información nueva, han demostrado la existencia de
múltiples sistemas de memoria. Como consecuencia, la memoria explicita o declarativa
ha sido distinguida de la memoria implícita o procedimental. La memoria explicita
contiene recolecciones o información que puede ser reportada y descrita, puede ser
3
“…cette conscience de tout un passé d’efforts emmagasiné dans le présent est bien encore une
mémoire, mais une mémoire profondément différente de la première, toujours tendue vers
l’action, assise dans le présent et ne regardant que l’avenir. (…) À vrai dire, elle ne nous repré-
sente plus notre passé, elle le joue.” – Bergson (1896/2007: 87). Matière et mémoire (italics by
the author, T.F.)
también llamado un saber eso. Por contraste, situaciones repetidas o acciones que se
han mezclado en la memoria implícita, por decirlo así, han llegado a superponerse una
sobre otra y no pueden ser más atribuidas a un evento singular del pasado. Ellas se han
convertido en un saber-cómo tácito que es difícil de verbalizar- tendríamos algunas
dificultades describiendo, por ejemplo, como danzar un vals. Así, la recolección
explicita es directa del presente hacia el pasado, mientras la memoria implícita no
representa el pasado, pero lo re-actúa a través del performance presente del cuerpo. Lo
que alguna vez habíamos adquirido como habilidades, hábitos y experiencia se han
llegado a transformar en lo que podemos hacer hoy, por lo tanto, la memoria del cuerpo
es nuestro pasado vivido.
Por otra parte, la memoria implícita no es un mero reflejo del programa realizado por la
máquina del cuerpo. Merleau-Ponty concibió correctamente el conocimiento del cuerpo
como una tercera dimensión entre el movimiento meramente imaginado y la ejecución
motora. La memoria del cuerpo es una impresionante refutación del dualismo puro de la
conciencia y del cuerpo físico, porque no puede ser atribuida a ninguno de ellos.
Cuando yo estoy bailando, los movimientos rítmicos son originados desde mi cuerpo
sin una necesidad de dirigirlos deliberadamente y aun así estoy viviendo en mis
movimientos, los percibo avanzar y puedo modularlos acorde al ritmo que siento: yo
mismo estoy danzando, y no un fantasma en un cuerpo máquina. Los movimientos de
mi cuerpo están a mi disposición, soy consciente de mis capacidades, y así siento mi
tarea presente como un ser encarnado. En los últimos análisis, todas las capacidades
adquiridas en un punto temprano de la vida están referidas a una capacidad primordial
del sujeto encarnado, a un básico “Yo puedo” (Husserl 1952: 253).
La memoria del cuerpo aparece en varias formas, las cuales han sido elaboradas en
particular por Casey (2000) and Fuchs (2000, 2008a, b, 2011). Casey distingue y
describe tres tipos: habitual, traumática y la memoria corporal erótica. Mi propio
enfoque incluye seis formas: procedimental, situacional, intercorporea, incorporativa,
dolor y memoria traumática. Ellas no son estrictamente separables una de la otra, pero
son derivadas de diferentes dimensiones de la experiencia corporal--una experiencia que
sin embargo es una unidad “ser-hacia-el-mundo.
1. Memoria procedimental
2. Memoria situacional
Pero más allá de nuestras memorias, la casa dónde nacimos esta físicamente inscrita en
nosotros. Es un grupo de hábitos orgánicos. Después de veinte años, a pesar de todas las
escaleras anónimas; recapturaríamos los reflejos de “la primera escalera”, no
tropezaríamos en ese paso que es bastante alto. El ser entero de la casa estaría abierto,
leal a nuestro propio ser. Empujaríamos la puerta que cruje con el mismo gesto,
hallaríamos nuestro camino en la oscuridad del ático distante. El sentir del más pequeño
cerrojo ha permanecido en nuestras manos. Las sucesivas casas en las cuales hemos
vivido sin duda han hecho nuestros gestos lugar común. Pero estamos muy sorprendidos
cuando retornamos a la viaja casa, después de una odisea de muchos años, para hallar
que los más delicados gestos, las expresiones más tempranas que de repente vienen a la
vida, son todavía leales. En breve, la casa dónde nacimos se ha grabado dentro de
nuestra jerarquía de las varias funciones de habito (…) todas las otras casas son
variaciones en un tema fundamental. La palabra hábito está muy gastada para expresar
esta apasionante ligazón de nuestros cuerpos, los cuales no olvidan, con una casa
inolvidable (Bachelard 1964:92f)
Por supuesto, las situaciones son más que entidades espaciales. Ellas son holísticamente
unidades inseparables de la corporalidad sensorial, una percepción atmosférica: un
juego de futbol en un estadio rugiente, un viaje en barco en un mar con espuma, una
caminata a través de la brillante luz de la ciudad. Los diferentes sentidos, vista, escucha,
tacto, gusto y olfato- participan en varias combinaciones en la percepción situacional y
en la memoria dejada por eso. Todo lo anterior, intermodal, sinestésico y las cualidades
expresivas contribuyen al caracteres de las situaciones (suaves contornos, olor
aumentado, derrota amarga, cálida bienvenida, mar calmado, paisajes de montañas
majestuosas, etc.). Ellos crean la peculiar impresión de una situación que es almacenada
como un todo en la memoria del cuerpo.
3. Memoria intercorporal
Entre las más importantes situaciones están por su puesto nuestros encuentros con otros.
Tan pronto como tenemos contacto con otra persona, nuestros cuerpos interactúan uno
con otro, incluso aunque no podamos decir exactamente cómo se produce esto.
Merleau-Ponty denomino esta esfera de la pre-reflexividad corporal como
entendimiento intercorporal. Estas interacciones encarnadas son en tal extensión
determinadas por las experiencias tempranas que podemos hablar de una memoria
intercorporal, la cual esta implícitamente e inconscientemente siendo efectiva en cada
encuentro.
Para resumir, cada cuerpo forma un extracto de su historia pasada de experiencias con
otros que son almacenadas en la memoria intercorporal. En las estructuras del cuerpo
vivido, los otros están siempre implicados: ellos son significados en la expresión, en la
intención y el deseo. Así, una patrón típico de postura de una persona, movimiento y
expresión son solo comprensibles cuando ellos refieren a otros realmente presentes o
imaginarios. La estructura de personalidad encarnada puede ser considerada como un
campo procesual de posibilidades que son activadas en el encuentro con otros y
sugieren cierto tipo de comportamientos. “No necesito buscar a otros en algún lugar, los
encuentro dentro de mi experiencia, ellos habitan los nichos en los cuales está contenido
lo que es oculto para mí pero visible para ellos” (Merleau-Ponty 1974:166). La
estructura encarnada de la propia personalidad es por lo tanto más accesible en el
encuentro intercorporal presente: el cuerpo vivido puede ser entendido por otros cuerpos
únicamente.
4. Memoria incorporativa
Las incorporaciones pueden ser el germen de un desarrollo neurótico desde que pueden
causar la ruptura en el performance espontaneo del cuerpo. Llegar a ser consciente de la
propia apariencia en la mirada del otro conduce al levantamiento de los afectos centrales
del sí mismo tales como la vergüenza, remordimiento y orgullo. Ellos pueden llevar a
disposiciones permanentes tales como timidez, sensibilidad, vanidad o tendencias
dramáticas. El desorden narcisista o el histriónico pueden ser así considerados como una
adopción alienante de roles e imágenes que empobrecen la autenticidad de la
corporalidad primaria del self. Las actitudes internalizadas de otros sirven para inhibir la
espontaneidad, pero también los impulsos indeseados. Norbert Elias ha demostrado
como el cuerpo ha sido sujetado, en el “proceso de civilización” a una creciente
disciplina de la postura y el movimiento en orden de incrementar el control individual
efectivo (Elias 1969). La escuela, la educación y la armada fueron las instituciones
clásicas de una dolorosa restricción corporal. Heinrich Heine (1997) ha caricaturizado
un ejemplo histórico de tales incorporaciones cuando escribe que los soldados Prusos
parecen haber tragado el bastón con el que alguna vez fueron golpeados. Similarmente,
en las actuales personalidades anancásticas, a menudo encontramos una fijación rígida
de la postura del cuerpo, una inhibición de la respiración abdominal y de los
movimientos expresivos, todo sirviendo como medios de auto-control en contra de
impulsos no deseados o amenazantes.
Esto nos lleva al siguiente tipo de memoria corporal, a saber, la memoria del dolor. Es
bien conocido que las experiencias dolorosas son almacenadas en la memoria del
cuerpo, como dice el proverbio “el niño quemado teme el fuego”. Y el adulto también
puede ser consciente de esta conexión cuando entra al cuarto de su dentista.
Instintivamente, uno se tensa, se retira o elude la amenaza de dolor. No es solamente el
recordar consciente el que establece asociaciones tan impresionantes. En 1911, el
neurólogo francés Claparéde describe el caso de una paciente amnésica quién no puede
guardar nueva información debido a un daño cerebral. Un día el oculta una aguja en su
mano y cuando la está saludando la paciente con sorpresa retira rápidamente su mano.
Al día siguiente ella se rehúsa a saludarlo, pero no puede explicar por qué. Su cuerpo
había aprendido que la mano del doctor significa peligro sin ella misma saberlo.
Así, las experiencias de dolor están efectivamente inscritas dentro de nuestra memoria.
Por lo tanto, una educación que está basada en la presión, la restricción y la disuasión ha
sabido usar siempre el dolor como un medio de disciplina. “ Una cosa debe ser quemada
de modo que pueda inscribirse en la memoria, solo algo que continua doliendo se queda
en la memoria (…) Cuando un hombre decide que tiene que hacer una memoria por sí
mismo, nunca pasa sin sangre, tormentos y sacrificios” ( Nietzsche 1994:38) Así
escribió Nietzsche acertadamente en el segundo ensayo de su Genealogía de la moral.
Incluso la palabra dolor es derivada del latín poena, el cual significa castigo.
Aquí, esta toda una fase de vida que ha dejado sus rastros en la memoria corporal, y
estos rastros son incluso más durables de lo que los recuerdos autobiográficos pueden
ser: sensaciones corporales, el sentido del gusto, oler o escuchar, incluso ciertas
condiciones traumáticas pueden ser suficientes para revivir repentinamente el pasado y
el estilo poseído al caminar a lo largo de los muros todavía refleja el comportamiento de
un fugitivo.
Consideraciones finales
No tan pronto el líquido caliente mezclado con la migas había tocado mi paladar un
escalofrío corrió a través de mí y me detuve, intentando sobreponerme a la cosa
extraordinaria que me estaba sucediendo. Un placer exquisito había invadido mis
sentidos, algo aislado, indiferente, con ninguna sugerencia de su origen (…) ¿De dónde
puede venir esto hasta mí, esta poderosa y completa alegría?5
5
Estos y los siguientes pasajes son citados de Proust ( 1913-1927: 48-51)
no salía antes de misa) cuando iba a decirle buenos días a su dormitorio, mi tía Léonie
solía darme remojada primero en su propia copa de té o tisana.
…en este momento todas las flores en nuestro jardín y en el parque M. Swann y los
lirios de agua en el Vivonne y la buena gente de la villa y sus pequeñas casas y la iglesia
de Paris y la totalidad de Combray y sus alrededores, tomando fuerza y solidez, surgió
en la existencia, pueblos y jardines, de mi copa de té.
En esta forma, la memoria del cuerpo también abre un camino para lo que es
latentemente presente en la propia vida y algunas veces para lo que ya es conocido en el
más profundo nivel. Los orientaciones terapéuticas que se enfocan en esta “sensación
sentida” en el cuerpo tales como como el Focusing (Gendlin 1982), la terapia de
movimiento concentrado, la danza terapia movimiento, y otros, pueden ayudar a los
clientes a abrir los núcleos de significado de la memoria del cuerpo y clarificar sus
motivos y sentimientos latentes.
pero cuando de un largo pasado nada subsiste, después que la gente esté muerta,
después de que las cosas estén rotas y dispersas, todavía, sola, más frágil, pero con más
vitalidad, más insubstancial, más leal, el olor y el gusto de las cosas se mantienen
preparadas durante un largo tiempo, como almas, listas para recordarnos, esperando por
su momento, en medio de las ruinas de todos los restos, y soportando inquebrantables,
en la más pequeña y casi impalpable gota de su esencia, la vasta estructura del recuerdo
(Proust 1981: 48–51)
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