Miguel Hernandez
Miguel Hernandez
Miguel Hernandez
2016/2017
OBRA POÉTICA
No es Miguel Hernández “poeta malogrado”, frase que él detestaba. Bien logrado es lo que
nos dejó. Verdad es que no pudo mostrarnos lo que hubiese aportado en su madurez y en
plena libertad.
Poemas de adolescencia
Los primeros poemas muestran una sorprendente facilidad para la versificación:
El rayo que no cesa (1936) se abre con un planteamiento del problema existencial: Un
carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida / sostiene un vuelo y un brillo alrededor de mi
vida.
El mundo poético de Miguel Hernández se puede concentrar en este tríptico:
El amor y la vida
Para Antonio Machado la esposa-amada sólo existía en un ilusorio mundo del ensueño. En
Miguel Hernández la esposa es una mujer de carne y hueso, criatura carnal, y el poeta canta
la unión de los cuerpos sin eufemismos. Miguel entiende el amor tal y como lo vio de
pequeño practicar a sus ovejas, de forma natural y sin romanticismos.
El amor, tema central de Miguel Hernández, es ansia de vida, de fecundación y está libre de
toda sensualidad hedonista. Lo canta en su trilogía Hijo de la luz y de la sombra, cumbre de
su poesía amorosa: Un astral sentimiento febril sobrecoge a los esposos. La sombra, fuerza
telúrica arrolladora, los lanza a la gran conmoción del choque de sus cuerpos ante el común
estremecimiento de la tierra y el firmamento. Por eso el hijo, fruto de este choque astral de
esposa y esposo, tierra y cielo, nace sujeto al influjo de los astros “que inclinarás sus huesos al
sueño y a la hembra”. Todo este ritual telúrico de la fecundación tiene su sentido profundo
en las leyes cósmicas de la conservación del mundo.
El poeta contempla la vida siempre amenazada por el espectro del “carnívoro cuchillo” que
cuelga sobre su cabeza como una espada de Democles. Este sentimiento de amenaza marca
una huella profunda en toda su obra. Esta amenaza de la muerte ensombrece toda la
concepción hernandiana, y le da una visión radicalmente trágica de la vida. “Sus versos
comienzan con pluma de cisne y terminan con estilete de hierro” ( Correo literario). La muerte
como idea obsesionante dominará toda la obra del poeta. El tema ya surge en Perito en
lunas (1933).
Los motivos metafóricos están sacados del mundo material. Cuanto más hondo es el
sentimiento en Miguel Hernández, tanto más palpable y corpórea es la imagen. El material
metafórico de la vida campestre le imprime un sello de autenticidad: El odio es una “llama”,
las voces son “bayonetas”, el dolor es “cuchillo”. El sentido del tacto es el más está muy
desarrollado. Bocas son “puños”, pechos son “muros roncos”, las pasiones son “clarines”. El
odio es rojo, el amor es pálido, los hombres son piedras. La imagen materializada asciende a
veces a la categoría de símbolo.
A veces un verbo solo basta para la metáfora: un muerto nubla el camino. Una metáfora
adjetivo: horizonte aleteante (el horizonte como un ave con las alas extendidas).
La metáfora de la esposa = noche y la metáfora de la grandiosidad cósmica.
En el poema Hijo de la sombra, la esposa se transfigura en noche. La esposa es noche en el
momento supremo de la “potencia lunar y femenina”, es la culminación de la sombra, del
sueño y del amor. Esta imagen nos sumerge en un ambiente de misterio, donde dominan
fuerzas misteriosas y mágicas. La esposa es la noche, cumbre de lo lunar y femenino, el
esposo es la luz, “cumbre de las mañanas y atardeceres”, “mediodía”. Por encima de los dos
está la sombra, que ejerce un podería sobre los esposos, cauce por el que proyecta el
universo sus fuerzas sobre los esposos: Moviendo está la sombra sus fuerzas siderales.
La esposa-noche y el esposo-mediodía son empujados por la sombra-universo sideral a unirse
nupcialmente; ambos se funden en el estremecimiento de la tierra y el firmamento. El poeta
convierte el acto nupcial en acontecimiento cósmico, con hondas raíces telúricas, casi en un
rito sacro exigido por la deidad estelar.
Para la religión primitiva naturalista, el acto de la fecundación vegetal, animal humana es un
rito que tiene lugar bajo el influjo de la luna y los seres celestes. La luna es el ser numinoso
que preside los ritos vitales, agente y símbolo de la fecundidad. Miguel Hernández usa
motivos astrales y cósmicos para afirmar la grandiosidad del momento: el labio de arriba al
cielo y a la tierra el otro labio.