Filosofia Del Derecho ... Valores
Filosofia Del Derecho ... Valores
Filosofia Del Derecho ... Valores
1 En esto coinciden todos los historiadores que han analizado el desarrollo de la fi-
losofía en Iberoamérica; entre otros, véanse Zea, Leopoldo, El pensamiento latinoameri-
cano, México, Pomárca, 1965; Frondizi, Risieri, Tendencies in Contemporary La-
tin-American Philosophy, Austin, 1943; Romero, Francisco, Sobre la filosofía en
América, Buenos Aires, Raigal, 1952; Kemff Mercado, Manfredo, Historia de la filoso-
fía en Latino-América, Santiago de Chile, Zig-Zag, 1958, y Gaos, José, Pensamiento de
lengua española, México, Stylo, 1945.
2 Véase, como ejemplo, el valioso estudio sobre el positivismo en México de Leo-
poldo Zea, realizado bajo la dirección de José Gaos: Zea, Leopoldo, El positivismo en
México, México, El Colegio de México, 1943.
263
264 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
8 Zea, Leopoldo, La filosofía en México, cit., nota 2, pp. 95-99. Véase la obra de
Caso, Antonio y Rodríguez Guillermo, Héctor, Ensayos polémicos sobre la Escuela filo-
sófica de Marburgo, México, 1945.
9 En Argentina fue Enrique Martínez Paz quien introdujo las ideas de Stammler;
en Cuba fueron Pablo Desvernine y Galdós y Emilio Fernández Camus, mientras que en
México lo fueron Juan José Bremer, Luis Recaséns Siches y Genaro Salinas Quiroga, los
que dedicaron muchas páginas al pensamiento de Stammler. La influencia de Kelsen ha
sido enorme, pues, además de que algunos latinoamericanos estudiaron con Kelsen o con
Verdross, la gran mayoría de sus obras fueron rápidamente traducidas al castellano, y su
pensamiento fue ampliamente difundido en una serie de monografías y artículos. Carlos
Cossio fue el introductor de Kelsen en Argentina, mientras que en Colombia lo fue
Eduardo Nieto Artera; en lo que respecta a Cuba, sus mejores exponentes han sido Anto-
nio Bustamante y Montoro y Fernández Llano; mientras que en México, Kelsen ha in-
fluido considerablemente a través de Eduardo García Máynez, Luis Recaséns Siches,
Juan M. Terán y Rafael Rojina Villegas, sin que, por otra parte, esto implique que estos
autores no discrepen en algunos de los postulados fundamentales de la teoría pura del de-
recho. Véase Kunz, Joseph L., La filosofía del derecho latinoamericana en el siglo XX,
cit., nota 7, pp. 92-102.
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 267
13 Se tiene que tomar en cuenta que aunque la obra de Scheler, Der Formalismus in
der Ethik und die materiale Werterthik, fue escrita y publicada entre los años de 1913 a
1916, no es hasta 1941 el año en el que el filósofo español Hilario Rodríguez Sanz la tra-
duce al castellano. En lo que respecta a Hartmann, su obra titulada Ethik, escrita en 1926,
nunca fue traducida al castellano. Sin embargo, de estas obras llegaron varias referencias
y se escribieron extensas monografías; entre ellas cabe destacar las siguientes: Virasoro,
Rafael, La ética de Scheler; sus fundamentos teóricos (1944); Cañal, Antonio, Ahistori-
cidad primaria en Scheler (1945); Llambías de Azevedo, Juan, Max Scheler. Exposición
sistemática y evolutiva de su filosofía con algunas críticas y anticríticos, Buenos Aires,
Nova, 1966; Estiu, Emilio, El pensamiento de una filosofía prima en Nicolai Hartmann
(1943); García Máynez, Eduardo, El problema de la libertad moral en la ética de Hart-
mann (1943).
14 Frondizi, Risieri, El hombre y los valores en la filosofía latinoamericana del siglo
XX, cit., nota 3, pp. 187-194. Es interesante destacar cómo el cultivo de la filosofía de los
valores siguió dos caminos diversos entre los filósofos anglosajones, por una parte, y
los filósofos europeos continentales y latinoamericanos, por la otra, pues mientras los
primeros desarrollaron una concepción eminentemente subjetivista y empírica de los va-
lores, los segundos se inclinaron casi siempre por reconocer en los valores una naturaleza
objetiva e ideal. Para estos efectos, se puede contrastar la obra de Dewitt, Parker, The
Philosophy of Value, Nueva York, Greenwood Press, 1968; con la de Hessen, Johannes,
Tratado de filosofía. Teoría de los valores, Buenos Aires, Sudamericana, 1959, vol. II.
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 269
15 En 1944 se inicia la publicación de las obras de Dilthey, traducidas por vez prime-
ra al castellano por Eugenio Imaz, mientras que José Gaos traduce el Ser y el tiempo de
Heidegger en 1951.
16 El mismo H. Coing reconoce que la filosofía del derecho iberoamerica na pro-
porcionó un fuerte impulso al desarrollo de la filosofía de los valores aplica da al de-
recho.
17 Respecto de las razones por las que la filosofía de los valores encontró una ex-
traordinaria acogida en la filosofía del derecho iberoamericana, Joseph Kunz afirma lo
siguiente: “El anhelo de valores eternos, el clamor por una ‘vida auténtica’, el retorno a
la ley natural, caracterizan el tono corriente del pensamiento filosófico hoy en día. El po-
sitivismo jurídico pudo resolver los problemas del derecho que es, en un periodo de codi-
ficaciones, de relativa paz y seguridad, de optimismo filosófico y de fe en la ciencia, co-
mo lo era el siglo XIX. Pero el positivismo jurídico no puede resolver los problemas
respecto del derecho que debe ser; y tales problemas son los que preponderan en el pen-
samiento del siglo XX”. Cfr. Kunz, Joseph L., La filosofía del derecho latinoamericana
en el siglo XX, cit., nota 7, p. 139.
270 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
20Eidética y aporética del derecho y otros estudios de filosofía del derecho, 2a. ed.,
Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1958, pp. 48-50.
21 Ibidem, p. 50.
22 Ibidem, p. 51.
272 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
degger, presenta una concepción del valor que, aunque fundada en los
postulados de Scheler y Hartmann, supone una posición más original.
Aunque reconoce un ser en sí gnoseológico de los valores, niega que és-
tos tengan un ser ontológico en sí, en el sentido de que no reconoce la
existencia independiente de los valores, sino que sostiene que los valores
siempre son valor de un ente. Para defender esta postura, afirma que los
valores no son cualidades, como en algún momento llegó a reconocer
Scheler, sino momentos del ser. Y reconoce tres momentos del ser: la
esencia, que fija la especie; la existencia, que la actualiza individualizán-
dola, y el valor, que asigna al ente un grado en la escala axiológica, y
que abarca tanto la esencia como la existencia, porque no sólo determina
el grado de esencia dentro del ser, sino también el grado de cada indivi-
duo dentro de la misma especie.23
Una vez demostrado que el derecho está esencialmente orientado a va-
lores, Llambías se propone delimitar los valores propiamente jurídicos.
Entiende que se trata de aquellos valores, cuya realización sólo puede ser
impuesta desde fuera, pues estima que hay valores, como el amor o la
santidad, que exigen una clara espontaneidad de los sujetos y que, por lo
tanto, su realización no puede ser exigida por el derecho. Ante esto, afir-
ma que el derecho sólo puede ser puesto como medio al servicio de fines
que sean compatibles con su estructura, lo que implica que los valores a
los que el derecho se orienta sean valores que, en primer término, se re-
fieren a la conducta humana, es decir, valores éticos; pero, además, se
trata de valores que se refieren a una pluralidad de hombres y a sus rela-
ciones de alteridad, es decir, aquellos que ha de realizar un individuo en
su relación con otro. Aun con mayor especificidad reconoce que se trata
de aquellos valores que, además de referirse a las relaciones entabladas
entre los hombres, tienen relevancia para la pluralidad de hombres en
conjunto. A estos valores los denomina “valores del bien común” o “va-
lores de la comunidad”, y los identifica con valores tales como la justi-
cia, la libertad, el orden, la solidaridad, la paz y la seguridad.24
35 Nueva filosofía de la interpretación del derecho, México, Porrúa, 1956. Entre los
problemas que encomienda a esta parte de la filosofía del derecho se encuentran: la cues-
tión de hallar cuál es la norma válida aplicable al caso concreto; el problema de convertir
los términos generales de la ley a una norma singular y concreta para aplicarla en un caso
particular; los métodos de interpretación de las normas; la posición del juez ante las lagu-
nas del orden positivo y la actitud del juez ante una norma evidentemente injusta.
36 Siguiendo expresamente a Miguel Reale, distingue tres dimensiones del fenómeno
jurídico: la dimensión ideal, la normativa y la fáctica. Cfr. Tratado general de filosofía
del derecho, cit., nota 32, pp. 156 y 157. Véase también Introducción al estudio del dere-
cho, México, Porrúa, 1970, pp. 40-47. Por su parte, Miguel Reale confirma la coinci-
dencia que existe entre la postura de Recaséns y su teoría tridimensional del derecho, en
tanto éste también se ocupa del problema de la relación que existe entre las tres dimen-
siones: norma, hecho y valor y parte de una experiencia jurídica unitaria, en la que las
tres dimensiones confluyen de forma indisoluble. Cfr. Reale, Miguel, Teoría tridimensio-
nal del derecho. Una visión integral del derecho, trad. de Ángeles Mateos, Madrid, Tec-
nos, 1997, pp. 58 y 59.
280 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
va.40 Sin embargo, con relación al tercer problema, estima que es necesa-
rio superar algunos de los principios y postulados en que se apoya la fi-
losofía de valores elaborada por los dos filósofos alemanes, pues
advierte que la radical oposición que presentaron entre el subjetivismo y
el empirismo axiológico los llevó a exagerar la tesis objetivista y a esta-
blecer una radical separación entre la esfera ideal de los valores y la esfe-
ra del ser real, lo que implicó que situaran a los valores en un mundo
ideal completamente ajeno a la vida humana.41
vidad de los valores, sino que constituye una consecuencia más del prin-
cipio ya establecido de que los valores sólo tienen sentido en la vida con-
creta de los hombres.
La determinación de la objetividad intravital de los valores jurídicos,
así como el acento puesto en la recíproca vocación que existe entre los
valores y la realidad histórica, permiten afirmar que los principios ideales,
que constituyen el objeto de la estimativa jurídica y que operan como cri-
terios para juzgar el derecho positivo, no deben ser entendidos como exi-
gencias ideales universales, absolutas e inmutables, sino más bien como
exigencias concretas, que si bien gozan de un contenido material y consti-
tuyen el fundamento de los fines a los que se dirige el derecho, se instalan
en una realidad histórica concreta y se adecuan a las circunstancias y nece-
sidades particulares de cada sociedad.51 Por otra parte, esta postura, con la
que intenta conciliar las exigencias ideales de los valores jurídicos con las
exigencias concretas de las circunstancias históricas, le permite, en la últi-
ma etapa de su producción filosófico-jurídica, hablar, sin el temor de incu-
rrir en los excesos del iusnaturalismo racionalista del siglo XVIII, de de-
recho natural, para referirse a los principios ideales que se desprenden de
la realización de los valores jurídicos en una situación concreta, y que
coinciden en lo esencial con las exigencias de la naturaleza humana.52
ven la realización de los valores personales, con lo cual supedita los va-
lores colectivos, como son los valores del derecho —justicia, orden,
seguridad y bien general—, a los valores personales —dignidad de la
persona y libertad—; y, a la vez, afirma que los valores jurídicos, a pesar
de ser inferiores, constituyen las condiciones de posibilidad para que ca-
da individuo realice sus valores personales.54
Tampoco se olvida de recordar que los derechos del hombre, conteni-
dos en la Declaración Universal de 1948, constituyen un claro ejemplo
de que por encima del derecho positivo existen principios ideales a los
cuales éste debe plegarse. Y advierte que en ellos se expresan un conjun-
to de valores jurídicos objetivos, que si bien manifiestan ciertas exigen-
cias ideales de validez universal, también se encuentran condicionados
por los supuestos y principios de la cultura occidental, por lo que consti-
tuyen una muestra elocuente de cómo los valores son realizados por el
derecho.55
cia a la conducta humana, con toda la riqueza y complejidad que ésta tie-
ne. De todos estos motivos se deduce que la interpretación del derecho
no puede ser entendida como un silogismo lógico, en el cual la premisa
mayor estaría representada por la norma jurídica, la premisa menor por
el enunciado de los hechos y la conclusión por el fallo o decisión judi-
cial,60 sino que debe estar fundada en una lógica capaz de contener las si-
guientes notas: capacidad de comprender el sentido de la conducta hu-
mana; situarse en el contexto de una determinada situación histórica;
apertura a la dimensión axiológica del derecho; capacidad de relacionar
fines y valores, así como medios y objetivos; y, por último, capacidad
para aplicar las enseñanzas extraídas de la experiencia de la vida humana
y de la experiencia histórica.61
Esta referencia última de la validez del derecho a los valores a los que
éste sirve ilumina y dota de pleno sentido la labor de la axiología jurídi-
ca, pues el estudio sobre la naturaleza de los valores jurídicos, su forma
de conocimiento, así como de las relaciones que guardan entre ellos y la
relación que éstos guardan con el hombre, será crucial para una correcta
apreciación del fenómeno jurídico, así como para emitir un juicio crítico
sobre cualquier orden jurídico positivo en particular.74 Ahora bien, Máy-
72 La definición del derecho. Ensayo de perspectivismo jurídico, cit., nota 66, p. 147.
73 El problema jurídico-filosófico de la validez del derecho, cit., nota 66, p. 63. Este
axioma lo toma directamente de la obra de Max Scheler. Véase Scheler, Max, Ética.
Nuevo ensayo de fundamentación de un personalismo ético, cit., nota 44, p. 295 (véase
supra, p. 121).
74 Para García Máynez, éstos son los cuatro principales problemas a los que se en-
frenta la filosofía de los valores. Cfr. La definición del derecho. Ensayo de perspectivis-
mo jurídico, cit., nota 66, p. 139.
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 295
nez sostiene que esta labor encomendada a la axiología jurídica sólo pue-
de ser posible si se adopta como punto de partida una concepción objeti-
vista de los valores, pues estima que un juicio sobre la validez del
derecho que se apoye en última instancia en los valores a los que éste se
orienta sólo puede ser posible si se reconoce que los valores son objeti-
vos; si, por el contrario, se defiende su subjetividad, haciéndolos depen-
der de las estimaciones o deseos subjetivos de cada hombre en particular,
es imposible fundamentar la validez o no validez de una norma con base
en su contenido axiológico, ya que no existiría ningún criterio ni pauta
para medir la corrección de los juicios estimativos, y no quedaría otra sa-
lida que atenerse a un criterio meramente formal de la validez del dere-
cho.75 A tal efecto aplica a los valores jurídicos los principales postula-
dos del objetivismo axiológico de Scheler y Hartmann,76 con lo que
concibe a los valores como esencias que existen en sí y por sí con total
independencia de los juicios subjetivos de la conciencia y de su concreta
plasmación en la esfera del ser real. Respecto al problema de su conoci-
miento, concuerda con Scheler en que el hombre conoce los valores me-
diante el sentimiento de lo valioso, destacando que las discrepancias so-
bre la apreciación de los valores jurídicos que se han suscitado a lo largo
de la historia se deben a lo que Hartmann denominó “estrechez del senti-
miento axiológico” y Scheler llamó “ceguera ante los valores”. En lo re-
ferente a la relación entre los valores y el hombre, reconoce que éste es
el único llamado a realizar valores, y que su realización la lleva a cabo
en virtud de su estructura teleológica, es decir, en tanto los valores cons-
75 De hecho, García Máynez afirma que la razón última del formalismo de Kelsen se
debe a que sostiene un subjetivismo y un relativismo axiológicos (véase supra, pp.
236-239).
76 Aunque García Máynez reconoce que Scheler marcó una nueva época en los estu-
dios sobre filosofía moral, debido a que logró superar la ética formal mediante una ética
material, estima que la obra de Scheler fue tan sólo un ensayo preeliminar, felizmente
completado con la obra de Hartmann. Cfr. El problema filosófico-jurídico de la validez
del derecho, cit., nota 66, p. 46. Máynez estudia la filosofía de los valores de Nicolai
Hartmann en su libro El problema de la objetividad de los valores. Diez conferencias, en
seis de las cuales se expone el objetivismo axiológico de Nicolai Hartmann, México, El
Colegio Nacional, 1969. También dedica una obra al problema concreto de la ética, en la
que contrasta la ética fundada en la filosofía de los valores con la ética eudemonista, con
la ética empirista y con la ética formalista. Cfr. Ética: ética empírica, ética de bienes, éti-
ca formal y ética valorativa, México, UNAM, 1944.
296 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
77 En este sentido, afirma que “sólo el sujeto es capaz de proponerse fines, es decir,
de transformar los valores que intuye en metas de su acción. La persona únicamente con-
vierte en objetivo de sus aspiraciones lo que vale para ella. Podrá equivocarse en sus jui-
cios o tomar como valor superior el de rango más bajo; pero nunca se propondrá nada
que le parezca totalmente desprovisto de significación axiológica”. Cfr. Filosofía del de-
recho, cit., nota 64, p. 32.
78 Henkel, Heinrich, Einführung in die Rechtsphilosophie; Grundlagen des Recht,
München, 1964 (véase supra, pp. 228-234).
79 Véase supra, p. 237. García Máynez expone las tesis de H. Henkel por primera
vez en su libro El problema de la objetividad de los valores, cit., nota 66, pp. 129-142.
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 297
can con la valoración que cada sujeto hace, debido a que el valor de las
cosas no depende del criterio subjetivo de las personas. Esta postura le
da la posibilidad, a su vez, de reafirmar la existencia de un criterio obje-
tivo de valoración, que permite reconocer juicios de valor correctos e in-
correctos y, por tanto, negar que todas las valoraciones tengan el mismo
grado de veracidad, o que todas tengan la misma validez, como propone
el relativismo. Ahora bien, aunque Máynez estima que la existencia de
este criterio objetivo es evidente, reconoce también que, paradójicamen-
te, no es conocido con toda precisión, pues la “axiología contemporánea
no ha logrado formular hasta ahora una pauta de validez absoluta”.80 Por
el momento habrá que conformarse con admitir, como hace Henkel, que,
dentro del panorama de valoraciones subjetivas existe un amplio campo
de coincidencias, es decir, de valores que gozan de un reconocimiento
transubjetivo, que les otorga vigencia social, lo que significa una validez
generalizada, que aunque no quiere decir que sea absoluta, sí proporcio-
na un punto de referencia para juzgar la validez o invalidez de una nor-
ma con base en su contenido axiológico.81
Explicada la naturaleza de los valores jurídicos en general, la segunda
gran tarea de la axiología jurídica consiste en determinar cuáles son los
valores propios del derecho, y establecer la relación que existe entre
ellos. A este respecto, Máynez ve la particularidad de los valores jurídi-
cos en que, a diferencia de los valores éticos, no se dirigen directamente
a la persona misma, sino a las relaciones de alteridad que se suscitan en-
tre los hombres; por ello estima que los valores del derecho se refieren
80 Aunque García Máynez reconoce que el criterio de objetividad de las valoraciones
aún no ha sido conocido, considera que, dado que los valores sólo tienen sentido para el
hombre, y ser hombre depende de la posesión de ciertos atributos condicionantes de la
pertenencia a una especie homogénea, “la naturaleza humana tendrá que constituir, al
menos en sus aspectos esenciales, el fundamento objetivo de lo valioso”; por ello, estima
que el camino para encontrar ese criterio debe venir de los estudios de antropología filo-
sófica, el mismo camino andado hace veinticuatro siglos por Aristóteles en sus libros de
ética. Filosofía del derecho, cit., nota 64, p. 437.
81 Filosofía del derecho, cit., nota, 64, pp. 432-439. Esta postura a que arriba García
Máynez parece debilitar en buena medida los argumentos que presenta a favor de reco-
nocer la validez material del derecho, pues, como ya hemos apuntado, esta postura toma
fuerza en tanto se reconoce que existen valores objetivos, susceptibles de convertirse en
el contenido axiológico de las normas. En el momento en que pone en duda la objetivi-
dad de los valores, o bien, en la medida en que esta objetividad se constriñe a un cierto
tiempo y lugar, la crítica que se pueda hacer al derecho positivo sobre su contenido axio-
lógico forzosamente tiene también que relativizarse.
298 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
82 La definición del derecho. Ensayo de perspectivismo jurídico, cit., nota 66, pp.
157 y 158.
83 Filosofía del derecho, cit., nota 64, pp. 439-477.
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 299
ridad o como garantía de paz, dejará de ser una injusticia. La paz verda-
dera, la seguridad genuina y el orden estable sólo pueden florecer
intramuros de un Estado justo”.84 Por lo cual concluye que, lejos de exis-
tir una relación antinómica entre justicia y seguridad, existe una relación
de complementariedad, en el sentido de que tanto la justicia necesita de
la seguridad jurídica para realizarse como la seguridad jurídica requiere
realizar la justicia para ser un valor y no un antivalor.
Por último, el bien común, como tercer valor constituyente de la idea
del derecho, complementa la relación entre los valores de justicia y segu-
ridad jurídica en tanto los orienta al desarrollo armónico del bien particu-
lar de los miembros de la sociedad y al bien del todo social. Por eso debe
ser considerado como objetivo necesario, que exige que todos y cada uno
de los miembros de una sociedad puedan disponer de los medios indis-
pensables para la satisfacción de sus necesidades materiales y espiritua-
les, y para el desarrollo y perfeccionamiento de sus aptitudes.85
A estos tres valores jurídicos fundamentales se suman otros valores
importantes, nominalmente la libertad, la igualdad y la paz social. Máy-
nez los denomina valores consecutivos, en tanto son la consecuencia in-
mediata de la realización armónica de los tres valores fundamentales;
son también en cierta medida elementos constitutivos de la idea del dere-
cho, en cuanto también ellos dotan de contenido axiológico a la norma
jurídica y sirven de criterio material de la validez del derecho.86
84 La definición del derecho. Ensayo de perspectivismo jurídico, cit., nota 66, p. 172.
85 Filosofía del derecho, cit., nota 64, pp. 481-489. En esto se opone explícitamente
a Henkel, quien, como hemos visto, sitúa el valor del bien común fuera de la idea del de-
recho, por considerarlo el valor supremo de todo el conjunto social (véase supra, p. 244).
86 En este sentido, García Máynez afirma que el pensamiento de la idea del derecho
se identifica con el punto de coincidencia de las diversas doctrinas sobre el derecho natu-
ral, a saber: “el aserto de que el derecho vale y, consecuentemente obliga, no porque lo
haya creado un legislador humano o tenga su origen en cualquiera de las fuentes forma-
les, sino por la bondad o justicia intrínsecas de su contenido”. Ibidem, p. 506.
300 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
el séptimo espacio se encuentran las normas que sólo gozan del atributo
de eficacia.
Como resultado de las posibles combinaciones o interconexiones de
estos siete planos, tendríamos distintas formas de concebir la realidad ju-
rídica; por ejemplo: un positivista que sólo se interese por la validez for-
mal del derecho reconocerá como normas jurídicas las combinaciones re-
sultantes en los planos 1, 2, 4 y 5; en cambio, para un iusnaturalista que
sólo reconozca un criterio material o axiológico para juzgar la validez
del derecho, sólo serán normas jurídicas las que se contemplan en los es-
pacios 2, 3, 5 y 6; mientras que para aquel que sólo toma como criterio
de validez la eficacia del orden jurídico, tan sólo serán válidas las nor-
mas correspondientes a los planos 4, 5, 6 y 7. Por su parte, opina que, en
estricto sentido, sólo se pueden reconocer como derecho correcto las
normas que se situaran en el plano número 5, es decir, aquellas que go-
zan de validez formal, de validez intrínseca y eficacia. Tan sólo en este
supuesto, explica, se pueden entender los distintos criterios de validez
como las tres dimensiones desde las que se puede estudiar el fenómeno
jurídico, es decir, como facetas distintas de una sola realidad, la del dere-
cho. De manera que “el filósofo juzgaría tal realidad a la luz de la idea
de justicia; el sociólogo analizaría el derecho respecto de su eficacia en
la convivencia humana, y el jurista dogmático lo interpretaría como un
conjunto de reglas bilaterales que gozan de una validez formal”.88
La forma concreta en que este ideal jurídico se va plasmando en la
realidad sería la de un desarrollo dialéctico de la idea del derecho,89 pues
sostiene que la aspiración a realizar los valores en el derecho ha sido una
constante histórica que ha inspirado tanto a aquellos que intentan conser-
var un orden justificándolo mediante los valores que realiza como a los
que, inconformes, han combatido un orden vigente, por estimarlo contra-
rio a los valores que ellos mismos propugnan.90 De manera que la lucha
por la justicia o la idea del derecho entra en un desarrollo dialéctico en el
que la tesis consiste en la preservación de un orden que se estima justo,
88 “Validez formal y validez material en sentido jurídico-positivo, y validez objetiva
o intrínseca en sentido axiológico”, cit., nota 66, p. 95.
89 Filosofía del derecho, cit., nota 64, pp. 516-518; véase también “Validez formal y
validez material en sentido jurídico-positivo, y validez objetiva o intrínseca en sentido
axiológico”, cit., nota 66, pp. 96 y 97.
90 García Máynez justifica esta paradoja afirmando que todo orden jurídico, ya sea
justificado desde un criterio formal o un criterio material de validez, tiende a exigir, de
forma natural, una validez absoluta.
302 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
91 Teoría tridimensional del derecho. Una visión integral del derecho, trad. de Ánge-
les Mateos, Madrid, Tecnos, 1997, pp. 69-70. En este sentido, señala que los tres princi-
pales problemas que trata la teoría tridimensional del derecho son: determinar el punto de
unión de los tres elementos; explicar cómo se correlacionan entre sí, y, por último, deli-
mitar el objeto de investigación de las diversas disciplinas que se ocupan del fenómeno
jurídico.
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 303
103 Filosofia do direito, São Paulo, Saravia, 1953; hay traducción al español de la pri-
mera parte de esta obra a cargo de Miguel Ángel Herreros y Jaime Brufau, Madrid, Pirá-
mide, 1979; también hay traducción al italiano de la obra completa a cargo de Luigi Ba-
golini y Giovanni Ricci, Torino, Giappichelli, 1956.
104 Filosofía del derecho, cit., nota 103, p. 160.
105 Reale parece no reconocer el esfuerzo que hicieron Scheler y Hartmann por vincu-
lar los valores a la esfera del ser, así como la importante atención que prestaron al pro-
blema de la realización de los valores. Pero además afirma que identificaron los valores
con los objetos ideales como las matemáticas o la lógica, cuando en realidad fue tan sólo
un ejemplo para poder explicar algunas de las cualidades de los valores; es más, Hart-
mann distingue los valores de los objetos ideales por las mismas características con las
que lo hace el propio Reale (véase supra, p. 131).
306 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES
rísticas a los valores, Reale quiere subrayar la estrecha relación que intu-
ye entre valor y realidad.106
Por otra parte, emplea estos mismos supuestos para abordar el proble-
ma de la relación entre ser y deber ser y redefinir el concepto de cultura
dado por la Escuela de Baden. Aunque considera que el punto de partida
de toda concepción tridimensional del derecho debe ser fijado en la apli-
cación que E. Lask y G. Radbruch hicieron al derecho de la filosofía de
los valores desarrollada por W. Windelband y H. Rickert,107 en tanto lo
comprendieron como una realidad cultural, afirma que la determinación
que éstos hicieron de la cultura, como un conjunto de bienes referidos a
valores que establecen un puente o vínculo de conexión entre el ser y el
deber ser, no logra expresar con toda claridad la relación que existe entre
ambas esferas, pues estima que la cultura, más que una esfera intermedia,
constituye la síntesis de la relación bipolar que existe entre el valor y la
realidad, entre el ser y el deber ser.108
La comprensión del valor como categoría autónoma e irreductible, pe-
ro esencialmente referida a la realidad, así como la determinación de la
relación de polaridad existente entre ser y deber ser, de cuya síntesis sur-
ge el mundo de la cultura, posibilitaron el desarrollo de su personalismo
axiológico, como marco filosófico de la teoría tridimensional concreta y
dinámica, que Reale propone.109 Partiendo del dato evidente de que el
hombre es el único ser capaz de transformar el mundo de la naturaleza,
lo que supone la afirmación de la libertad humana, deduce que el hombre
es el valor-fuente de todos los valores, en el sentido que, al proyectar su
acción sobre la naturaleza, le confiere una nueva dimensión, en la cual se
inscriben los valores,110 con lo cual enlaza los valores con el proceso his-
tórico, a la vez que afirma que la inserción de los valores en la historia
evita comprenderla como un devenir sin sentido.111 Pero, sobre todo, con
106 Para un estudio completo de la teoría de los valores de Miguel Reale y de su justa
relación con la teoría tridimensional del derecho, véase Mateos García, M. Ángeles, La
teoría de los valores de Miguel Reale, tesis inédita leída en la Facultad de derecho de la
Universidad Complutense de Madrid el 10 de junio de 1996.
107 Teoría tridimensional del derecho, cit., nota 91, pp. 79-81.
108 Filosofía del derecho, cit., nota 103, p. 161.
109 “Posición del tridimensionalismo jurídico concreto”, Diánoia, México, FCE, núm.
13, 1967, pp. 326-349.
110 Ibidem, p. 174.
111 En este sentido, afirma textualmente que “entre valor y realidad no hay un abismo,
porque entre ambos existe un nexo de polaridad y de implicación, de tal modo que la his-
FILOSOFÍA DEL DERECHO CULTIVADA EN ESPAÑA E IBEROAMÉRICA 307
toria no tendría sentido sin el valor. Algo dado que no le fuera atribuido ningún valor
equivaldría a algo inexistente; un valor que jamás se convirtiera en momento de la reali-
dad sería algo abstracto y quimérico”. Cfr. Filosofía del derecho, cit., nota 103, p. 175.
112 Reale llega a definir a los valores como “una intencionalidad históricamente obje-
tivada en el proceso de la cultura, implicando siempre el sentido vectorial de una acción
posible”. Cfr. Teoría tridimensional del derecho, cit., nota 91, p. 101.
113 Considero que a veces Reale incurre en algunas contradicciones, como es su con-
cepto de valor, pues si por una parte reconoce una autonomía e independencia a los valo-
res como categorías fundamentales, por otra parte, y en su afán de vincularlos a la histo-
ria, los liga a la situación concreta del hombre; de esta síntesis surge el concepto, no
menos confuso, de objetividad ontológica relativa de los valores. Cfr. Filosofía del dere-
cho, cit., nota 103, p. 177.
114 Ibidem, p. 186.
308 LA RECEPCIÓN EXPLÍCITA DE LA FILOSOFÍA DE LOS VALORES